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Alfonsina Storni
Señor, mi queja es ésta, Tú me comprenderás; De amor me estoy muriendo, Pero no puedo amar. Persigo lo perfecto En mí y en los demás, Persigo lo perfecto Para poder amar. Me consumo en mi fuego, ¡Señor, piedad, piedad! De amor me estoy muriendo, ¡Pero no puedo amar!
Queja
Antonia Álvarez Álvarez
Se salva el alma que asoma a la mirada recién bañada en llanto; se salva el aire recién nacido a la mañana, aún frío de la luna; se salva el niño que llora el hueco de sus sueños y tiende las manitas de pan blanco; se salva el trino que astilla soledades y silencios, alanceando el cielo con su arpegio. Nos salva el trino.
Se salva el trino
Luis Alberto de Cuenca
Entre las chicas norteamericanas que estudian español en la academia de enfrente de tu casa, hay una gorda que es igual que la Venus de tus sueños. Bajo una camiseta de elefante que pone «University of Indiana (Jones)» y unos pantalones de hipopótamo, se mueve por el mundo con el arte que le da su ascendencia mitológica. Hace ya varios días que vigilo desde el balcón su cuádruple barbilla y el sol dorado de su cabellera. Hace ya varios días que le envío, cuando se pone a tiro de mis ojos, dardos de amor y flechas de deseo. Pero no llegan nunca a su destino.
LA VENUS DE WILLENDORF
Gil Vicente
Dicen que me case yo: no quiero marido, no. Más quiero vivir segura n'esta sierra a mi soltura, que no estar en ventura si casaré bien o no. Dicen que me case yo: no quiero marido, no. Madre, no seré casada por no ver vida cansada, o quizá mal empleada la gracia que Dios me dio. Dicen que me case yo: no quiero marido, no. No será ni es nacido tal para ser mi marido; y pues que tengo sabido que la flor ya me la só, dicen que me case yo: no quiero marido, no.
DICEN QUE ME CASE YO
Mario Benedetti
Ah no lo harás en vano se te helarán los dedos y el corazón y los olores se te helará la noche y la arrogancia y las rodillas se te helará la sangre y los crepúsculos y el humo se te helará el bostezo y el ademán y la lujuria se te helarán los ojos la madrugada y el esperma se te helará el ritual y las caricias y los signos se te helará la luna y el arbolito y la garganta se te helarán los labios y los disfrutes y la vida todo está listo no lo harás en vano.
No lo harás en vano
María Eugenia Caseiro
Viajo al corazón en la oscura membrana de la noche dejando algunas cosas sin nombrar. Pulso el botón que enciende las arañas y allí están: crecen violetas en el ático. Viven en el frío del pasado tras el marco donde mueren las palabras, en los dedos de la otra, la que se sienta a bordar el fuego bajo una franja de sol y me intuye en esta brevedad de no ser yo en mi dulce vacío contemplándola. Las violetas escondidas de la lluvia crecen en el ático hasta quedar a salvo de las murmuraciones.
Crecen violetas en el ático
Mario Benedetti
Vuelvo / quiero creer que estoy volviendo con mi peor y mi mejor historia conozco este camino de memoria pero igual me sorprendo hay tanto siempre que no llega nunca tanta osadía tanta paz dispersa tanta luz que era sombra y viceversa y tanta vida trunca vuelvo y pido perdón por la tardanza se debe a que hice muchos borradores me quedan dos o tres viejos rencores y sólo una confianza reparto mi experiencia a domicilio y cada abrazo es una recompensa pero me queda / y no siento vergüenza / nostalgia del exilio en qué momento consiguió la gente abrir de nuevo lo que no se olvida la madriguera linda que es la vida culpable o inocente vuelvo y se distribuyen mi jornada las manos que recobro y las que dejo vuelvo a tener un rostro en el espejo y encuentro mi mirada propios y ajenos vienen en mi ayuda preguntan las preguntas que uno sueña cruzo silbando por el santo y seña y el puente de la duda me fui menos mortal de lo que vengo ustedes estuvieron / yo no estuve por eso en este cielo hay una nube y es todo lo que tengo tira y afloja entre lo que se añora y el fuego propio y la ceniza ajena y el entusiasmo pobre y la condena que no nos sirve ahora vuelvo de buen talante y buena gana se fueron las arrugas de mi ceño por fin puedo creer en lo que sueño estoy en mi ventana nosotros mantuvimos nuestras voces ustedes van curando sus heridas empiezo a comprender las bienvenidas mejor que los adioses vuelvo con la esperanza abrumadora y los fantasmas que llevé conmigo y el arrabal de todos y el amigo que estaba y no está ahora todos estamos rotos pero enteros diezmados por perdones y resabios un poco más gastados y más sabios más viejos y sinceros vuelvo sin duelo y ha llovido tanto en mi ausencia en mis calles en mi mundo que me pierdo en los nombres y confundo la lluvia con el llanto vuelvo / quiero creer que estoy volviendo con mi peor y mi mejor historia conozco este camino de memoria pero igual me sorprendo.
Quiero creer que estoy volviendo
Juan de Mena
CVI «Amores me dieron corona de amores por que mi nombre por más bocas ande. Entonces non era mi mal menos grande quando me davan plazer sus dolores. Vencen el seso los dulces errores, mas no duran siempre segund luego plazen; pues me fizieron de mal que vos fazen, sabed al amor desamar, amadores.
CANTAR DE MACÍAS
Ramón López Velarde
A María Enriqueta Jerezanas, paisanas, institutrices de mi corazón, buenas mujeres y buenas cristianas... Os retrató la señora que dijo: «Cuando busque mi hijo a su media naranja, lo mandaré vendado hasta Jerez». Porque jugando a la gallina ciega con vosotras, el jugador atrapa una alma linda y una púdica tez. Jerezanas, os debo mis virtudes católicas y humanas, porque en el otro siglo, en vuestro hogar, en los ceremoniosos estrados me eduqué, velándome de amor, como las frentes se velaban debajo del tupé. Acababan de irse la polisión y la crinolina, pero alcancé las caudalosas colas que alargan el imán del ave femenina de las cinturas hasta las consolas. Así se reveló, por las colas profusas, mi cordial abundancia, y también por los moños enormes que en mi infancia trocaban a las plantas bizantinas en rodel de palomas capuchinas. Jerezanas, genio y figura del tiempo en que los ávidos pimpollos teníamos, de pie, la misma clementísima estatura que tenía, sentada, nuestra Fe. Jerezanas, traslúcidas y beatas dentaduras en que se filtra el sol, creando en cada boca las atmósferas claroscuras en que el Cielo y la Tierra se dan cita y en que es visitada Bernardita. Jerezanas, de quien aprendí a ser generoso, mirando que la mano anacoreta era la propia que en la feria anual aplaudía en el coso y apostaba columnas de metal en el escándalo de la ruleta. Jerezanas, grito y mueca de azoro a las tres de la tarde, por el humor del toro que en la sala se cuela babeando, y está como un inofensivo calavera ante la señorita tumbada en el sofá. Jerezanas, panes benditos, por vosotras, el Miércoles de Ceniza, simula el pueblo una gran frente llena de Jesusitos. Jerezanas, abísmase mi ser en las aguas de la misericordia al evocar la máquina de coser que al impulso de vuestra zapatilla, sobre mi vocación y vuestros linos enhebraba una bastilla. Dios quiera que esté salvada la máquina de acústicos galopes, por la cual fue mi ayer melódica jornada y un sobresalto mi vida ante los pulcros dedos hacendosos resbalando a la aguja empedernida. Jerezanas, he visto el menoscabo de los bucles que alabo, de los undosos bucles que enjugaron sin mofa mis pucheros, de los bucles rielantes, cabrilleo lunar, blanco de la llovizna y trono de los lápices caseros; he visto revolar la última brizna de vuestras gracias proverbiales; he visto deformada vuestra hermosura por todas las dolencias y por todos los males; he visto el manicomio en que murmura vuestra cabeza rota sus delirios; he visto que os ganáis el pan con las agujas a la luz del quinqué; he sido el centinela de vuestros cuatro cirios; pero ninguna chanza del presente logra desprestigiaros, porque sois el tupé, los moños capuchinos y la gruta de Lourdes de la boca indulgente. * Jerezanas, colibríes de tápalo y quitasol, que vagabundas en la gloria matutina paraban junto a mis rejas, por espiar la joyante canción de mi madrina rememorando a Serafín Bemol: «Si soy la causa de lo que escucho, amigo mío, lo siento mucho...» Jerezanas, a cuyos rostros que nimbaba el denso vapor estimulante de la sopa, el comensal airado y desairado disparaba el suspiro a quemarropa. Jerezanas, que al cumplir con la ley de la anual comunión, miráis a la primera golondrina de marzo en la Casa del Rey de los Reyes; la párvula golondrina que entró a enseñarnos su pecho de mamey. Jerezanas, cuyo heroico destino desemboca en la iglesia y lucha con el vino, vistiendo santos o desvistiendo ebrios, con la misma caridad de los cantos que os hinchan las arterias en el cuello. Jerezanas, briosas cual el galope que me llenó de espantos al veros devorar la llanura y el río sobre el raudo señorío del albardón de las abuelas; erguidas como la araucaria, y débiles como el futuro de un huevecillo de canaria. Jerezanas, cuando el sol vespertino amorate vuestros vidrios, y os heléis en el diario silencio del inútil combate, tomad las flechas de mi vida como hilas del pañuelo de un hermano para curar vuestra herida según la vieja usanza, y para abrigar el nido del pájaro consentido. Jerezanas, yo aspiro a ser el casto reyezuelo de los días en que os sentí probadas por el Cielo Marchitas, locas o muertas, sois las ondas del manantial que ondula arriba de lo temporal, y en el eterno friso de mi alma cada paisana mía se eslabona como la letra de la Virgen: encima de una nube y con una corona.
JEREZANAS
Pablo Neruda
Cien sonetos de amor Eres hija del mar y prima del orégano, nadadora, tu cuerpo es de agua pura, cocinera, tu sangre es tierra viva y tus costumbres son floridas y terrestres. Al agua van tus ojos y levantan las olas, a la tierra tus manos y saltan las semillas, en agua y tierra tienes propiedades profundas que en ti se juntan como las leyes de la greda. Náyade, corta tu cuerpo la turquesa y luego resurrecto florece en la cocina de tal modo que asumes cuanto existe y al fin duermes rodeada por mis brazos que apartan de la sormbra sombría, para que tú descanses, legumbres, algas, hierbas: la espuma de tus sueños.
Cien sonetos de amor
René Chacón Linares
Viven encadenados A sus sueños, Escuchando silbidos de montañas, Silencio de cavernas. Son víctimas de sus delirios. Preñada lluvia de melancolía, Esclavos indomables de versos, Sagitarios de miradas, Brasa viva en su propio incendio. Luz fulminante En el claroscuro, Vasallos sumisos ante la tórrida lumbre. Náufragos rutilantes En un mundo al revés. Los ángeles poetas: Enjambre de lo inexistente, Bufones de la muerte Dándole voz a la historia. A pesar del olvido, Que algún día Ha de borrar sus nombres.
Ángeles traviesos
Amado Nervo
En todas las eternidades que a nuestro mundo precedieron, ¿cómo negar que ya existieron planetas con humanidades; y hubo Homeros que describieron las primeras heroicidades, y hubo Shakespeares que ahondar supieron del alma en las profundidades? Serpiente que muerdes tu cola, inflexible círculo, bola negra que giras sin cesar, refrán monótono del mismo canto, marea del abismo, ¿sois cuento de nunca acabar?...
Kalpa
Delfina Acosta
a Francisco Álvarez Velasco Poeta, tú que escribes, tú que callas, tú que eres hombre y además camino y vas detrás de algún color y hundes en un amor desnudo tu cuchillo: la pena es casi todo cuanto vale, más que la ebria copa vuelta añicos, más que los rayos de espantado cielo si de él se desmorona lo infinito. Sólo tú cabes dentro de los versos. Un pálido ataúd en ti dormido es tu poesía, hermano desdichado, y eres también los clavos y el martillo. Tan corta es la distancia entre la vida y la piadosa muerte, los domingos. Bebiendo el paso de los años todos el Verbo en ti se vuelve negro vino.
Negro vino
Alfredo Lavergne
Los emigrantes son actores que abandonan Su memoria viva Su himno universal Su fiesta Los robots Las turbinas Los motores Su modernidad Su diversidad Su excelencia Y otras dosis de energía En las veredas públicas de la cultura O en los caminos de los propietarios de la estructura De los rompecielos.
Ni abrigo ni techo ni esperanza
María Cristina Azcona
“Hoy será un domingo más que agradable Sin duda.” Afirma el diario matutino. Para José, quien es aún un niño, No es esta expresión muy razonable. Su padre lo obliga con voz de sable A cubrir la esquina, a que revenda flores. Su madre se ha ido, a huir de dolores Que le hacían la vida insoportable. “Deme una moneda, señor, vecino.” Cómpreme una solita, sea amable.” “Es para el pan y no para el vino.” Pero la gente sigue imperturbable Sin ver que José carente de amores Es hoy un niño más que laborable.
Niño laborable
Delfina Acosta
No vi tu mar, apenas lo entreveo en la delgada orilla de mi río. No caminé, como si tú, Neruda, por calles rectas en Valparaíso. Mas si supieras, Pablo, cuántos versos en que nombraste a Chile yo he leído. De casa en casa recorrí tu pueblo tocando las veredas de tus libros. Alegre canto el tuyo porque trae la lluvia primeriza del estío. Juntaste con tu voz la voz del hombre que haciéndose a la mar se ha redimido. Le diste miel al fruto de la tierra. Cargaste sobre el hombro los racimos de las morenas uvas y llevaste vendimia de dulzura a los caminos. En tantas ocasiones celebraste la simple excusa de sentirte vivo, y por vivir mejor, te diste, ufano, a compartir con todos rojo vino. De tanta fama tuya, don Neruda, de tanta majestad de ser sencillo, me queda un sólo canto, un verso sólo, hojeado sin cesar: el hombre mismo.
No vi tu mar...
Pablo Neruda
Cien sonetos de amor Me falta tiempo para celebrar tus cabellos. Uno por uno debo contarlos y alabarlos: otros amantes quieren vivir con ciertos ojos, yo sólo quiero ser tu peluquero. En Italia te bautizaron Medusa por la encrespada y alta luz de tu cabellera. Yo te llamo chascona mía y enmarañada: mi corazón conoce las puertas de tu pelo. Cuando tú te extravíes en tus propios cabellos, no me olvides, acuérdate que te amo, no me dejes perdido ir sin tu cabellera por el mundo sombrío de todos los caminos que sólo tiene sombra, transitorios dolores, hasta que el sol sube a la torre de tu pelo.
Cien sonetos de amor
Mario Benedetti
No me gaste las palabras no cambie el significado mire que lo que yo quiero lo tengo bastante claro si usted habla de progreso nada más que por hablar mire que todos sabemos que adelante no es atrás si está contra la violencia pero nos apunta bien si la violencia va y vuelve no se me queje después si usted pide garantías sólo para su corral mire que el pueblo conoce lo que hay que garantizar no me gaste las palabras no cambie el significado mire que lo que yo quiero lo tengo bastante claro si habla de paz pero tiene costumbre de torturar mire que hay para ese vicio una cura radical si escribe reforma agraria pero sólo en el papel mire que si el pueblo avanza la tierra viene con él si está entregando el país y habla de soberanía quién va a dudar que usted es soberana porquería no me gaste las palabras no cambie el significado mire que lo que yo quiero lo tengo bastante claro no me ensucie las palabras no les quite su sabor y límpiese bien la boca si dice revolución.
Las palabras
Miguel Hernández
Pintada, no vacía: pintada está mi casa del color de las grandes pasiones y desgracias. Regresará del llanto adonde fue llevada con su desierta mesa con su ruinosa cama. Florecerán los besos sobre las almohadas. Y en torno de los cuerpos elevará la sábana su intensa enredadera nocturna, perfumada. El odio se amortigua detrás de la ventana. Será la garra suave. Dejadme la esperanza.
CANCIÓN ÚLTIMA
Víctor Botas
(S. XXIII a. C.) La inderogable forma de la efigie corrobora la ausencia de unos ojos, el perfil se demora, minucioso, en pulcritud de líneas y se finge un éxtasis del rey: sólo un instante de belicosa vida congregado en formas que perduran proclamando de Sargón la presencia memorable. Sé de tan regia efigie, que no cesa de reducir el tiempo a sólo un hito. ¿Habrá intuido el rey que tantos siglos apenas son un ápice en la inmensa clepsidra original, y que a su gloria daría el recio ídolo memoria?
Ante una efigie de Sargón el viejo
Amado Nervo
¿Versos autobiográficos ? Ahí están mis canciones, allí están mis poemas: yo, como las naciones venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada, no tengo historia: nunca me ha sucedido nada, ¡oh, noble amiga ignota!, que pudiera contarte. Allá en mis años mozos adiviné del Arte la armonía y el ritmo, caros al musageta, y, pudiendo ser rico, preferí ser poeta. -¿Y después? -He sufrido, como todos, y he amado. ¿Mucho? -Lo suficiente para ser perdonado...
Autobiografía
Pablo Neruda
ERA dura la patria allí como antes. Era una sal perdida el oro, era un pez enrojecido y en el terrón colérico su pequeño minuto triturado nacía, iba naciendo de las uñas sangrientas. Entre el alba como un almendro frío, bajo los dientes de las cordilleras, el corazón perfora su agujero, rastrea, toca, sufre, sube y a la altura más esencial, más planetaria, llega con camiseta rota. Hermano de corazón quemado, junta en mi mano esta jornada, y bajemos una vez más a las capas dormidas en que tu mano como una tenaza agarró el oro vivo que quería volar aún más profundo, aún más abajo, aún. Y allí con unas flores las mujeres de allí, las chilenas de arriba, las minerales hijas de la mina, un ramo entre mis manos, unas flores de Punitaqui, unas rojas flores, geranios, flores pobres de aquella tierra dura, depositaron en mis manos como si hubieran sido halladas en la mina más honda, si aquellas flores hijas de agua roja volvieran desde el fondo sepultado del hombre. Tomé sus manos y sus flores, tierra despedazada y mineral, perfume de pétalos profundos y dolores. Supe al mirarlas de dónde vinieron hasta la soledad dura del oro, me mostraron como gotas de sangre las vidas derramadas. Eran en su pobreza la fortaleza florecida, el ramo de la ternura y su metal remoto. Flores de Punitaqui, arterias, vidas, junto a mi cama, en la noche, vuestro aroma se levanta y me guía por los más subterráneos corredores del duelo, por la altura picada, por la nieve, y aun por las raíces donde sólo las lágrimas alcanzan. Flores, flores de altura, flores de mina y piedra, flores de Punitaqui, hijas del amargo subsuelo: en mí, nunca olvidadas, quedasteis vivas, construyendo la pureza inmortal, una corola de piedra que no muere.
Las flores de Punitaqui
Ángel González
(Alburquerque, noviembre) Cuando el hombre se extinga, cuando la estirpe humana al fin se acabe, todo lo que ha creado comenzará a agitarse, a ser de nuevo, a comportarse libremente —como los niños que se quedan solos en casa cuando sus padres salen por la noche. Héctor conseguirá humillar a Aquiles, Luzbel volverá a ser lo que era antes, fornicará Susana con los viejos, avanzará un gran monte hacia Mahoma. Cuando el hombre se acabe —cualquier día—, un crepitar de polvo y de papeles proclamará al silencio la frágil realidad de sus mentiras.
ROSA DE ESCÁNDALO
Amado Nervo
Azrael, abre tu ala negra, y honda, cobíjeme su palio sin medida, y que a su abrigo bienechor se esconda la incurable tristeza de mi vida. Azrael, ángel bíblico, ángel fuerte, ángel de redención, ángel sombrío, ya es tiempo que consagres a la muerte mi cerebro sin luz: altar vacío... Azrael, mi esperanza es una enferma; ya tramonta mi fe; llegó el ocaso, ven, ahora es preciso que yo duerma... ¿Morir..., dormir..., dormir...? ¡Soñar acaso!
Azrael
Alfredo Buxán
Solamente es posible envejecer lo mismo que la música, acorde tras acorde hasta la nada, el éxtasis, la cumbre. Queda la música prendida en la conciencia como lapa tenaz, como alfiler de sombra, y nuestra cima es el silencio, el inmóvil paisaje de la muerte. La vida, en cambio, espuma diluida en la breve tarea de latir.
Música de silencio
Lope de Vega
Claro cisne del Betis que, sonoro y grave, ennobleciste el instrumento más dulce, que ilustró músico acento, bañando en ámbar puro el arco de oro, a ti lira, a ti el castalio coro debe su honor, su fama y su ornamento, único al siglo y a la envidia exento, vencida, si no muda, en tu decoro. Los que por tu defensa escriben sumas, propias ostentaciones solicitan, dando a tu inmenso mar viles espumas. Los ícaros defienda, que te imitan, que como acercan a tu sol las plumas de tu divina luz se precipitan.
A DON LUIS DE GÓNGORA
Manuel Alcántara
Yo tuve el corazón capaz de lluvia. Ocurría febrero con sus alas y el tiempo digital nos puso juntas las manos y los ojos y los cuerpos: toda la tierra que el amor excusa. Igual que el viento en las banderas altas se comportó en nosotros esta música. Me fui quedando acompañado y cierto, entendido en los bosques de mi jungla, leñador orgulloso de raíces que no debieron nunca estar ocultas. Lo de siempre se puso a ser distinto: el mar entero cupo en una urna, el hielo de los vasos provenía de una lejana nieve, nuestra y única, mis manos migratorias se quedaron a vivir en tu tierra más profunda y en mi boca, de siempre descontenta, dimitían de pronto las preguntas. Presenciadas por dos cambian las torres, la muerte aplaza sus gestiones últimas y estar vivo se agita y condecora. La muerte debe ser como un espejo donde uno mira y mira sin ver nunca. Ven cerca. Más. Que entre los dos no quepa ninguna muerte ni ninguna duda. Te hablo desde febrero y desde siempre: sabemos del amor por lo que alumbra, por lo que tuerce y acrecienta y rige, por su forma de andar en la penumbra... Y así, sobre semanas perseguidas izamos con esfuerzo nuestra alma.
EN AQUEL TIEMPO
Federico García Lorca
Ya te vemos dormida. Tu barca es de madera por la orilla. Blanca princesa de nunca. ¡Duerme por la noche oscura! Cuerpo y tierra de nieve. Duerme por el alba, ¡duerme! Ya te alejas dormida. ¡Tu barca es bruma, sueño, por la orilla!
Canción de cuna
José María Hinojosa
A Manuel Altolaguirre El gañán ve encender la candela del cielo, al amanecer. Llega a la besana y empieza a devanar el ovillo de la tierra. De vez en cuando canta. Yunto. Yunto. Al abrir el surco, la tierra se besa y se queda quieta. Yunto. Yunto. El gañán sigue devanando su madeja, pero nunca se acaba. De vez en cuando canta. Yunto. Yunto. ¡Pero nunca se acaba!
SEMENTERA
Hilario Barrero
Todos vienen del ghetto, admiran a Selena, quieren sacarse el Lotto, son pesadas sus sombras, grises sus biografías, visten de polyester con ropa made in China, pies ligeros de Adidas y sonríen con dientes en andamios, granos en sus mejillas, grasa sobre su frente. Hoy son cuerpos en marzo, primavera en sus dedos, fuego por su mirada, la agresiva belleza de sólo veinte años, dueños de sus caderas, urgencias por sus lenguas, la insolencia del sexo inundando su ingle, el fulgor de la sangre retrasando relojes y el descarado valle de sus pechos umbrío de semillas. Esto les califica de inmortales. Mañana serán ruina, del Olimpo expulsados para siempre, cuerpos viejos y lentos, oídos destemplados, ojos llenos de tierra, mutilados sus labios con cristales, el olor de la rosa evaporado, su tacto acuchillado, ya la muerte inquilina del pecho pergamino borrando la escritura de su sangre. Ignorando lo hermoso y fugitivo de su tiempo ellos no se dan cuenta cómo el viejo celebra la clave de su piel y el lujo de sus cuerpos, tan cerca de sus manos y a la vez tan lejanos, ansias que le convidan a la vida, trampas que le conducen a la muerte.
Seize el día
Pablo Neruda
Oh maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia, y habrás insultado el recuerdo de mi madre llamándola perra podrida y madre de perros, ya habrás bebido sola, solitaria, el té del atardecer mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre, y ya no podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos, mis comidas, sin maldecirme en voz alta como si estuviera allí aún quejándome del trópico, de los coolíes corringhis, de las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño y de los espantosos ingleses que odio todavía. Maligna, la verdad, qué noche tan grande, qué tierra tan sola! He llegado otra vez a los dormitorios solitarios, a almorzar en los restaurantes comida fría, y otra vez tiro al suelo los pantalones y las camisas, no hay perchas en mi habitación, ni retratos de nadie en las paredes. Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte, y qué amenazadores me parecen los nombres de los meses, y la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene. Enterrado junto al cocotero hallarás más tarde el cuchillo que escondí allí por temor de que me mataras, y ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie: bajo la humedad de la tierra, entre las sordas raíces, de los lenguajes humanos el pobre sólo sabría tu nombre, y la espesa tierra no comprende tu nombre hecho de impenetrables substancias divinas. Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas recostadas como detenidas y duras aguas solares, y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos, y el perro de furia que asilas en el corazón, así también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora, y respiro en el aire la ceniza y lo destruido, el largo, solitario espacio que me rodea para siempre. Daría este viento de mar gigante por tu brusca respiración oída en largas noches sin mezcla de olvido, uniéndose a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo. y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa, como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada, cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo, y el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma, y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos, substancias extrañamente inseparables y perdidas.
Tango del viudo
José Ángel Buesa
Viendo pasar las nubes fue pasando la vida, y tú, como una nube, pasaste por mi hastío. Y se unieron entonces tu corazón y el mío, como se van uniendo los bordes de una herida. Los últimos ensueños y las primeras canas entristecen de sombra todas las cosas bellas; y hoy tu vida y mi vida son como estrellas, pues pueden verse juntas, estando tan lejanas... Yo bien sé que el olvido, como un agua maldita, nos da una sed más honda que la sed que nos quita, pero estoy tan seguro de poder olvidar... Y miraré las nubes sin pensar que te quiero, con el hábito sordo de un viejo marinero que aún siente, en tierra firme, la ondulación del mar.
POEMA DEL OLVIDO
Luis Antonio Chávez
a Esther Del ayer cinco inviernos han pasado maduraste a fuerza de los días te hiciste mujer me enseñaste a vestirme con la lluvia mas yo, terco, tomé mi propia senda ¡huía de la cotidianidad! y tras mi ocaso en el escampado silencio dejo un vástago en tu vientre.
Nostalgia
Mario Benedetti
Una mujer desnuda y en lo oscuro genera un resplandor que da confianza de modo que si sobreviene un apagón o un desconsuelo es conveniente y hasta imprescindible tener a mano una mujer desnuda. entonces las paredes se acuarelan el cielo raso se convierte en cielo las telarañas vibran en su ángulo los almanaques dominguean y los ojos felices y felinos miran y no se cansan de mirar. una mujer desnuda y en lo oscuro una mujer querida o a querer exorcisa por una vez la muerte.
La buena tiniebla
cristianos
(Francisco Estrello)Tú vas, Señor, desparramando vida En la pobre aridez del barro humano; Todo surco regado por tu mano Es viviente canción de rubio grano. Tú conviertes la sed de pozos muertos En fuentes refrescantes de aguas vivas; Y los desiertos, Cristo, que cultivas, Florecen en tus manos compasivas. Llevas en Tí, Señor, todo el milagro De los huertos en flor, llenos de trinos; Y cuando pasas tú por los caminos, Se estremecen de cánticos divinos.
Desparramando vida (Francisco Estrello)
Federico García Lorca
1 Alta va la luna. Bajo corre el viento. (Mis largas miradas, exploran el cielo.) Luna sobre el agua. Luna bajo el viento. (Mis cortas miradas, exploran el suelo.) Las voces de dos niñas venían. Sin esfuerzo, de la luna del agua, me fui a la del cielo. 2 Un brazo de la noche entra por mi ventana. Un gran brazo moreno con pulseras de agua. Sobre un cristal azul jugaba al río mi alma. Los instantes heridos por el reloj... pasaban. 3 Asomo la cabeza por mi ventana, y veo cómo quiere cortarla la cuchilla del viento. En esta guillotina invisible, yo he puesto la cabeza sin ojos de todos mis deseos. Y un olor de limón llenó el instante inmenso, mientras se convertía en flor de gasa el viento. 4 Al estanque se le ha muerto hoy una niña de agua. Está fuera del estanque, sobre el suelo amortajada. De la cabeza a sus muslos un pez la cruza, llamándola. El viento le dice "niña", mas no puede despertarla. El estanque tiene suelta su cabellera de algas y al aire sus grises tetas estremecidas de ranas. Dios te salve. Rezaremos a Nuestra Señora de Agua por la niña del estanque muerta bajo las manzanas. Yo luego pondré a su lado dos pequeñas calabazas para que se tenga a flote, ¡ay!, sobre la mar salada.
Nocturnos de la ventana
María Cristina Azcona
Señor que sin desprecio me miraste El día que encontré una cruz de acero, A Ti no te repugna un cartonero Si hasta a los pecadores Tú salvaste. Jesús, te juraría que me hablaste Y no me digas que no soy sincero. De mi pobreza nunca te burlaste. Sólo dijiste bajo “Yo te quiero”. Que a tu Santa María Madre quiero Que le encargues para mí un recado. Que si de pronto sin querer me muero Después de por ahí... haber pecado, En la gran puerta del infierno, espero... Que nunca te separes de mi lado.
Oración del cartonero
Marqués de Santillana
Recuérdate de mi vida, pues que viste mi partir e despedida ser tan triste. [I] Recuérdate que padesco e padesçí las penas que non meresco, desque vi la respuesta non devida que me diste; por lo qual mi despedida fue tan triste. [II] Pero no cuydes, señora, que por esto te fue ni te sea agora menos presto; que de llaga non fingida me feriste; así que mi despedida fue tan triste.
CANCIÓN
Basilio Sánchez
No hay azar esta vez, sólo fidelidad, sólo constancia en un lugar que intuyo entre lo conocido y lo desconocido. Mientras crecen los gatos del crepúsculo y el jardín se oscurece, me doy cuenta de que estamos allí, uno al lado del otro en la penumbra de una habitación en la que todo nos parece cercano: las paredes, los cuadros, el silencioso círculo de la madera. Allí, en el desamparo de las casas habitadas del mundo, vivos en el sigilo de los muebles y en los cielos abiertos por la imaginación de un hombre, compartimos la caída en el sueño de tu mano sobre la inmensidad de otro vacío que de pronto se colma. Allí, mientras la noche se arrastra lentamente debajo de la mesa y los muros se enfrían, alumbrados apenas por las cosas, por su estremecimiento, por su reflejo último, sólo estamos nosotros. A la hora en que un hombre y una mujer descienden por la única calle de dos gritos, sólo el tiempo, el murmullo de unas cuantas palabras en las profundidades del agua de los labios.
La habitación cerrada
Rafael Alberti
Vírgenes con escuadras y compases, velando las celestes pizarras. Y el ángel de los números, pensativo, volando, del 1 al 2, del 2 al 3, del 3 al 4. Tizas frías y esponjas rayaban y borraban la luz de los espacios. Ni sol, luna, ni estrellas, ni el repentino verde del rayo y el relámpago, ni el aire. Sólo nieblas. Vírgenes sin escuadras, sin compases, llorando. Y en las muertas pizarras, el ángel de los números, sin vida, amortajado sobre el 1 y el 2, sobre el 3, sobre el 4...
EL ÁNGEL DE LOS NÚMEROS
Gabriela Mistral
Corderito mío, suavidad callada: mi pecho es tu gruta de musgo afelpada. Carnecita blanca, tajada de luna: lo he olvidado todo por hacerme cuna. Me olvidé del mundo y de mí no siento más que el pecho vivo con que te sustento. Y sé de mí sólo que en mí te recuestas. Tu fiesta, hijo mío, apagó las fiestas.
Corderito
Pablo Neruda
Cuánto vive el hombre, por fin? Vive mil días o uno solo? Una semana o varios siglos? Por cuánto tiempo muere el hombre? Qué quiere decir "Para siempre"? Preocupado por este asunto me dediqué a aclarar las cosas. Busqué a los sabios sacerdotes, los esperé después del rito, los aceché cuando salían a visitar a Dios y al Diablo. Se aburrieron con mis preguntas. Ellos tampoco sabían mucho, eran sólo administradores. Los médicos me recibieron, entre una consulta y otra, con un bisturí en cada mano, saturados a aureomicina, más ocupados cada día. Según supe por lo que hablaban el problema era como sigue: nunca murió tanto microbio, toneladas de ellos caían, pero los pocos que quedaron se manifestaban perversos. Me dejaron tan asustado que busqué a los enterradores. Me fui a los ríos donde queman grandes cadáveres pintados, pequeños muertos huesudos, emperadores recubiertos por escamas aterradoras, mujeres aplastadas de pronto por una ráfaga de cólera. Eran riberas de difuntos y especialistas cenicientos. Cuando llegó mi oportunidad les largué unas cuantas preguntas, ellos me ofrecieron quemarme: era todo lo que sabían. En mi país los enterradores me contestaron, entre copas: "-Búscate una moza robusta, y déjate de tonterías". Nunca vi gentes tan alegres. Cantaban levantando el vino por la salud y la muerte. Eran grandes fornicadores. Regresé a mi casa más viejo después de recorrer el mundo. No le pregunto a nadie nada. Pero sé cada día menos.
Y cuánto vive?
Hilario Barrero
Todavía se aman a pesar de la plaga y encuentran en la noche sus torsos alumbrados sabiendo que la muerte les acecha celosa. Tiemblan cuando desnudos se miran al cristal y ven alguna mancha que oscurece su piel. Con precaución celebran sus huesos arropados y con certeza saben éste es tiempo de guerra. Oficiando sus ojos un memorial de sombras recuerdan tantos nombres que con pasión se amaron, cuerpos llenos de fuego su coraza encendida y que ahora rescatan del campo de batalla.
Plaga
Pablo de Rokha
Empuña el sol tocando y desparramando su cuerno de fuego, y en los surcos maduros el pan estalla entre gaviotas y vasijas... Todo está hecho así, Luisita: vihuelas y cadenas, y somos materia que habla, materia que llora, materia que canta y enormes categorías de espanto; cae el hombre y se levanta la sociedad huracanada, rompiendo esclavitud adentro y congojas grandes como espigas o como estruendos de eternidades que batallan arrojándose montañas a la cara; amor, aquí estoy cuidando tu sueño como un tigre rojo o un soldado de basalto de centinela en las avanzadas del mundo. Sobre el hambre del régimen levantan los imperios económicos la bandera negra de la piratería internacional, enarbolada por los Caínes y traidores, y el águila de los infiernos desgarra y aplasta vientres de mujeres de miel y niños atroces con la pata macabra de la guerra y la inflación rugiente de cadáveres. Monologando, arañándome el corazón con la cuchara rota de la pena, me arranco el pedazo del alma que representa a cada semana y te contemplo a ti adentro, solita y enorme como un nomeolvides en un abismo; viejo, furioso, tierno, el rescoldo del remoto querer levanta llamas tronchadas y multitudinarias, rajando el hígado anciano del quemado roble, y una perdiz feroz toma y emigra; soy espectáculo y audiencia de un drama eterno, copretérito, en el cual mis entrañas son el personaje latente, el rugiente fusil o caballo desaforado que busca abismos, y un hijo del pueblo, cruzando los pueblos hambrientos con su atado de volcanes gritando en la soledad de los navíos; no volveré a besar nunca jamás tu boca de tierra y mundos; y a la orilla de mí las hienas lluviosas y envenenadas de "Dios" rajan la sábana de luto del tiempo con las ganas quebradas y ensangrentadas. Llorando como el retrato de Balmaceda en la decadencia de la clase-media provincial de hoy, penoso y telarañoso te escribo, circunscrita de amapolas, versos de fuego con hierro rugiendo y tórtolas, para el Correo del Otro Mundo, como un roto infeliz que se lavase solo la puñalada total con el jabón de olor de los recuerdos, encima de la patria caída. Tremendamente poblado de lisiados y ladrones, asesinos y limosneros, peronistas, poetastros, sodomitas, demagogos y literatos-tiburones-cogoteros profesionales, el país de Chile parece un poncho de piojos y lágrimas, y a la opinión pública le llora un muerto en la garganta; inviernos sin braseros ni comida gotearon las últimas habitaciones, y tu ausencia, Winétt, socava la patria que cantaste; floreció el peral un tarro de llanto y las palomas se cubrieron de suicidio y lluvia en las mediaguas abandonadas de antaño, en las que denantes sentí el calofrío del infinito bajando como helado y amargo fantasma, o como obrero sin trabajo o como pasado de antigua familia caída en la prostitución y la miseria. Como un buho en el crepúsculo se derrumban los aterrados demagogos literarios y es horrenda la existencia entre podridas gentes, entre mentiras que roen como ratones rojos la reputación democrática y el don creador, entre Obispos de Mar de la literatura que han hedionda hasta el alma, entre la cháchara radialbestial del compadrón justicialista, que en un aletazo de imbecilidad tenebroso, entre las abejas muertas de tu recuerdo que se manchan las pestañas de oro azul en el pantano de la vida. Comprendo lo serio y tremendo que es ver llorar a un hombre; lo soy entero, definitivamente, rotundo; tu orgullo fui de hombría lleno, y lloro con vergüenza y con grandeza, lloro tal como un rotito chileno botado en las cunetas del camino, por el cual avanza como grande barco el automóvil del latifundista; o como si todo mi llanto fuera el llanto general del mundo; volveré a ser el huaso litoral, el huaso de montura de potro y cuchilla, cacho y lazo de siete corriones, espuelas con rodaja de campana de luto y manta a rayas color bandera y fuego, y el roto completamente solo y entristecido para siempre nunca, o el hacendado menor sublimado en bodeguero-despachero-carnicero de provincia o barrio de antaño y moriré apuñalado en una gran barranca. vociferando de alegría horrible; mi desesperación fusilera se desafía con mi cinturón de balas y he de caer entonces, recordándote a ti que estás presente con todos los pueblos adentro de la canción eterna, oh! dulce calandria de oro... Entre el ilustre mar y tú, la relación de profundidad es enorme; es por aquello que no es tu recuerdo quien va adentro de mí, sino yo mismo íntegro adentro de tu recuerdo porque yo soy tu recuerdo; desde mi congoja llueve tu nombre, y voy como Galvarino con los brazos cortados a la altura del coraz6n. Llora la ojota nacional, y el país hambriento y desesperado aguanta la patada del gran imperio del dó1ar tallada en la bota del patrón, y el peón apenas se puede la miseria; tranco a tranco, empujo mi alma como un carretón viejo; y estos renglones echan humo y pena de gran incendio, como si se quemasen todas las montañas del mundo; sobre las ruinas tremendas alto y retumba el trueno; aguarda un momento Winétt: ¡voy a golpear la Eternidad con la cacha de mi revólver...!
GRANO DE PÓLVORA A UNA CIGARRA
Jaime Sabines
I ?Estábamos en el paraíso. En el paraíso no ocurre nunca nada. No nos conocíamos. Eva, levántate. ?Tengo amor, sueño, hambre. ¿Amaneció?. ?Es de día, pero aún hay estrellas. El sol viene de lejos hacia nosotros y empiezan a galopar los árboles. Escucha. ?Yo quiero morder tu quijada. Ven. Estoy desnuda, macerada, y huelo a ti. Adán fue hacia ella y la tomó. Y parecía que los dos se habían metido en un río muy ancho, y que jugaban con el agua hasta el cuello, y reían, mientras pequeños peces equivocados les mordían las piernas. II -¿Has visto cómo crecen las plantas? Al lugar en que cae la semilla acude el agua: es el agua la que germina, sube al sol. Por el tronco, por las ramas, el agua asciende al aire, como cuando te quedas viendo el cielo de¡ medio- día y tus ¿Ojos empiezan a evaporarse. Las plantas crecen de un día a otro. Es la tierra la que crece; se hace blanda, verde, flexible. El terrón enmohecido, la costra de los vicios árboles, se desprende, regresa. ¿Lo has visto? Las plantas caminan en el tiempo, no de un lugar a otro: de una hora a otra hora. Esto puedes sentirlo cuando te extiendes sobre la tierra, boca arriba, y tu pelo penetra como un manojo de raíces, y toda tú eres un tronco caído. -Yo quiero sembrar una semilla en el río, a ver si crece un árbol flotante para treparme a jugar. En su follaje se enredarían los peces, y sería un árbol de agua que iría a todas partes sin caerse nunca. III La noche que fue ayer fue de la magia. En la noche hay tambores, y los animales duermen con el olfato abierto como'un ojo. No hay nadie en el, aire. Las hojas y las plumas se reúnen en las ramas, en el suelo, y alguien las mueve a veces, y callan. Trapos negros, voces negras, espesos y negros silencios, flotan, se arrastran, y la tierra se pone su rostro negro y hace gestos a las estrellas. Cuando pasa el miedo junto a ellos, los corazones golpean fuerte, fuerte, y los ojos advierten que las cosas se mueven eternamente en su mismo lugar. Nadie puede dar un paso en la noche. El que entra con los ojos abiertos en la espesura de la noche, se pierde, es asaltado por la sombra, y nunca se sabrá nada de él, como de aquellos que el mar ha recogido. -Eva, le dijo Adán, despacio, no nos separemos. IV ?Ayer estuve observando a los animales y me puse a pensar en ti. Las hembras son más tersas, más suaves y más dañinas. Antes de entregarse maltratan al macho, o huyen, se defienden. ¿Por qué? Te he visto a ti también, como las palomas, enardeciéndote cuando yo estoy tranquilo. ¿Es que tu sangre y la mía se encienden a diferentes horas? Ahora que estás dormida debías responderme. Tu respiración es tranquilany tienes el rostro desatado y los labios abiertos. Podrías decirlo todo sin aflicción, sin risas. ¿Es que somos distintos? ¿No te hicieron, pues, de mi costado, no me dueles? Cuando estoy en ti, cuando me hago pequeño y me abrazas y me envuelves y te cierras como la flor con el insecto, sé algo, sabemos algo. La hembra es siempre más grande, de algún modo. Nosotros nos salvamos de la muerte. ¿Por qué? Todas las noches nos salvamos. Quedamos juntos, en nuestros brazos, y yo empiezo a crecer como el día. Algo he de andar buscando en ti, algo mío que tú eres y que no has de darme nunca. ¿Por qué nos separaron? Me haces falta para andar, para ver, como un tercer ojo, como otro pie que sólo yo sé que tuve.
Adán y Eva
Antonio Machado
¡Oh, la saeta, el cantar al Cristo de los gitanos, siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar! ¡Cantar del pueblo andaluz, que todas las primaveras anda pidiendo escaleras para subir a la cruz! ¡Cantar de la tierra mía, que echa flores al Jesús de la agonía, y es la fe de mis mayores! ¡Oh, no eres tú mi cantar! ¡No puedo cantar, ni quiero a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en el mar!
La saeta
Odette Alonso
Sentada en su balcón mirando al horizonte la niña sueña con viajar muy lejos. Europa bajo sus plantas las luces de París en una mano reconquista del mundo en sentido contrario. La despeina el viento suave de las islas y ella cierra los ojos atisbando a lo lejos marido rico que mantendrá su ocio y tiendas coloridas donde cubrir su cuerpo. Sentada en el balcón ve pasar los aviones aparatos plateados que atraviesan el mar y pisan otras tierras donde el verano ha de ser menos caliente y la nieve una fiesta de muñecos blanquísimos. Viajes y fiestas imagina mientras las olas se estrellan contra el muro viajes y fiestas y no añoranza de las islas y no morirse sola donde ser extranjero no es ningún privilegio y no deudas y trabajo y centavos contados. Viajes y fiestas y vestidos bonitos y dólares que caen como un milagro. Sentada en su balcón mirando al horizonte, la niña sueña.
LAS ISLAS
Pablo Neruda
20 poemas de amor y una canción desesperada Es la mañana llena de tempestad en el corazón del verano. Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes, el viento las sacude con sus viajeras manos. Innumerable corazón del viento latiendo sobre nuestro silencio enamorado. Zumbando entre los árboles, orquestal y divino, como una lengua llena de guerras y de cantos. Viento que lleva en rápido robo la hojarasca y desvía las flechas latientes de los pájaros. Viento que la derriba en ola sin espuma y sustancia sin peso, y fuegos inclinados. Se rompe y se sumerge su volumen de besos combatido en la puerta del viento del verano.
20 poemas de amor y una canción desesperadaPoema 4
Justo Braga
Ese tipo pálido y febril Que estoy mirando Soy yo. Yo mismo que me miro De un modo impertinente. Yo mismo vestido de primera comunión, Feliz como unas pascuas. Con un poco de suerte, ese infante de la foto se meará en cualquier momento, si nadie se lo impide. Es posible que después de enamorarse varias veces descubra el modo extravagante del deseo.
Yo mismo
Aurelio González Ovies
Antigüedad mujer hermosa con ojos pompeyanos que lleva cestos de sombra hasta las viñas Mar que se mira en un espejo y se serena antes de que la vean amanecer las naves orgullosas Mujer lanceolada con los pechos en púrpura que visita los templos y pestañean las lámparas de aceite Cintura de la juventud de la columnas melancolía de la flor de la manzanilla que te hace aniversarios en latín al lado de las losas Mujer vestida de ceniza y rayo de luna que en la noche te han visto llorar sobre un mosaico Pasabas levemente los dedos por la desvanecida sonrisa de los padres queridos.
Arquitectura de las ruinas
Santiago Montobbio
La cálida o porosa tinta de mis sueños afónicos pájaros da a un torso sobre el fino papel vegetal de la memoria y esos pájaros pueden igual ser lunas tardías que el oculto alfabeto con que unas piernas sin un solo respiro reelaboran nuevo el mundo. Y mientras reconstruyo de tu amor estos instantes mínimos sé que soy legión de vivos, que desiertos y ciudades se hacen nada si camino poblado por tus rostros y sé que puedo abrazar en cualquier momento el exacto gesto con que lanzaba yo al vacío un cigarrillo para dejar que cambiaras los discos dulces de mis ojos y que puedo cuando quiera acompañarme repitiendo el modo en que convertías las esquinas en absolutos azules sin demonios. Y saber que hasta tal punto era vivir entonces estas cosas que podíamos sin especial esfuerzo creer que el alba no era del todo mentirosa. Pero los improbables tiempos de las almas un día se disecan. Ya sólo guardo sombras.
Los improbables tiempos
Miguel de Unamuno
Oye mi ruego Tú, Dios que no existes, y en tu nada recoge estas mis quejas, Tú que a los pobres hombres nunca dejas sin consuelo de engaño. No resistes a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes. Cuando Tú de mi mente más te alejas, más recuerdo las plácidas consejas con que mi ama endulzóme noches tristes. ¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande que no eres sino Idea; es muy angosta la realidad por mucho que se expande para abarcarte. Sufro yo a tu costa, Dios no existente, pues si Tú existieras existiría yo también de veras.
La oración del ateo
Gabriela Mistral
Madre, cuando sea grande, ¡ay..., qué mozo el que tendrás! Te levantaré en mis brazos, como el zonda al herbazal. O te acostaré en las parvas o te cargaré hasta el mar o te subiré las cuestas o te dejaré al umbral. ¿Y qué casal ha de hacerte tu niñito, tu titán, y qué sombra tan amante sus aleros van a dar? Yo te regaré una huerta y tu falda he de cansar con las frutas y las frutas que son mil y que son más. O mejor te haré tapices con la juncia de trenzar; o mejor tendré un molino que te hable haciendo el pan. Cuenta, cuenta las ventanas y las puertas del casal; cuenta, cuenta maravillas si las puedes tú contar...
Obrerito
Mario Benedetti
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero el Jardín Botánico es un parque dormido en el que uno puede sentirse árbol o prójimo siempre y cuando se cumpla un requisito previo. Que la ciudad exista tranquilamente lejos. El secreto es apoyarse digamos en un tronco y oír a través del aire que admite ruidos muertos cómo en Millán y Reyes galopan los tranvías. No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero el Jardín Botánico siempre ha tenido una agradable propensión a los sueños a que los insectos suban por las piernas y la melancolía baje por los brazos hasta que uno cierra los puños y la atrapa. Después de todo el secreto es mirar hacia arriba y ver cómo las nubes se disputan las copas y ver cómo los nidos se disputan los pájaros. No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes ah pero las parejas que huyen al Botánico ya desciendan de un taxi o bajen de una nube hablan por lo común de temas importantes y se miran fanáticamente a los ojos como si el amor fuera un brevísimo túnel y ellos se contemplaran por dentro de ese amor. Aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble (también podría llamarlo almendro o araucaria gracias a mis lagunas sobre Pan y Linneo) hablan y por lo visto las palabras se quedan conmovidas a mirarlos ya que a mí no me llegan ni siquiera los ecos. No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero es lindísimo imaginar qué dicen sobre todo si él muerde una ramita y ella deja un zapato sobre el césped sobre todo si él tiene los huesos tristes y ella quiere sonreír pero no puede. Para mí que el muchacho está diciendo lo que se dice a veces en el Jardín Botánico ayer llegó el otoño el sol de otoño y me sentí feliz como hace mucho qué linda estás te quiero en mi sueño de noche se escuchan las bocinas el viento sobre el mar y sin embargo aquello también es el silencio mírame así te quiero yo trabajo con ganas hago números fichas discuto con cretinos me distraigo y blasfemo dame tu mano ahora ya lo sabés te quiero pienso a veces en Dios bueno no tantas veces no me gusta robar su tiempo y además está lejos vos estás a mi lado ahora mismo estoy triste estoy triste y te quiero ya pasarán las horas la calle como un río los árboles que ayudan el cielo los amigos y qué suerte te quiero hace mucho era niño hace mucho y qué importa el azar era simple como entrar en tus ojos dejame entrar te quiero menos mal que te quiero. No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero puedo ocurrir que de pronto uno advierta que en realidad se trata de algo más desolado uno de esos amores de tántalo y azar que Dios no admite porque tiene celos. Fíjense que él acusa con ternura y ella se apoya contra la corteza fíjense que él va tildando recuerdos y ella se consterna misteriosamente. Para mí que el muchacho está diciendo lo que se dice a veces en el Jardín Botánico vos lo dijiste nuestro amor fue desde siempre un niño muerto sólo de a ratos parecía que iba a vivir que iba a vencernos pero los dos fuimos tan fuertes que lo dejamos sin su sangre sin su futuro sin su cielo un niño muerto sólo eso maravilloso y condenado quizá tuviera una sonrisa como la tuya dulce y honda quizá tuviera un alma triste como mi alma poca cosa quizá aprendiera con el tiempo a desplegarse a usar el mundo pero los niños que así vienen muertos de amor muertos de miedo tienen tan grande el corazón que se destruyen sin saberlo vos lo dijiste nuestro amor fue desde siempre un niño muerto y qué verdad dura y sin sombra qué verdad fácil y qué pena yo imaginaba que era un niño y era tan sólo un niño muerto ahora qué queda sólo queda medir la fe y que recordemos lo que pudimos haber sido para él que no pudo ser nuestro qué más acaso cuando llegue un veintitrés de abril y abismo vos donde estés llevale flores que yo también iré contigo. No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero el Jardín Botánico es un parque dormido que sólo despierta con la lluvia. Ahora la última nube a resuelto quedarse y nos está mojando como alegres mendigos. El secreto está en correr con precauciones a fin de no matar ningún escarabajo y no pisar los hongos que aprovechan para nadar desesperadamente. Sin prevenciones me doy vuelta y siguen aquellos dos a la izquierda del roble eternos y escondidos en la lluvia diciéndose quién sabe qué silencios. No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico aquí se quedan sólo los fantasmas. Ustedes pueden irse. Yo me quedo.
A la izquierda del roble
Fa Claes
¿Es eso la vida? Empiezo con ella, cada día de nuevo. Afilo mis cuchillos, cargo revólver y fusil. Y me digo a mí mismo: pobre cabeza, venga, vamos a pasearnos un poco al sol. Él brillará por siglos.
Paseo
Manuel María Flores
(Heine) Soñaba yo: mis párpados henchidos de lágrimas sentía; soñé que estabas en la tumba, muerta, y muerta te veía... Era un sueño no más , pero despierto lloraba todavía. Estaba yo soñando, y por la cara, el llanto me corría; soñé que te arrancaba de mi lado alguno, vida mía... Era un sueño no más, pero despierto lloraba todavía. Soñaba yo... Me ahogaban los sollozos, el llanto me bebía... Estaba yo soñando que me amabas, ¡soñando que eras mía! ¡Era un sueño no más, no más que un sueño, y lloro, más que nunca, todavía!
SOÑABA
Víctor Botas
El instante es azul El mar, aquella quieta piedra verde que ocupa la mañana Palpitante abierta como un párpado la tentación me asalta —Venus emergente en la espuma— muy joven delgadita y con bañador rojo.
Verano
Hilario Barrero
Para Oneida Sánchez De todas las últimas miradas que hemos ido dejando por la vida sin saber que lo eran ¿cómo será la última, la mirada final? ¿Se quedará pegada a la piel de los ojos? ¿Cuundo se seque será raíz del llanto? ¿En que región oscura volverá a ser primera? ¿Tendrá fuego en su voz si la reconocemos o será como agua si nos llega a traición? ¿Se hundirá el peso de su polvo en el aire de la nueva mañana que nosotros ya ciegos no veremos? Mirar es responder a preguntas vacías en la primera noche sin respuestas.
La última mirada
Basilio Fernández
El que medita a la sombra de una torre, o el que canta en la cima de ese Everest moldeado de nieve, puede ver cómo el mundo vuelve hacia atrás sus ojos y olvida sus cabellos caídos por la historia, puede observar también cómo allá en lo profundo quedan lagos por descubrir, selvas blanquísimas y todo un reino de bondad nativa que iguala ante la ley aves y hombres. Ve cómo el viento suave levanta un murmullo de hojas en Manchuria, o mueve una palmera tropical, y todo es así; hay siempre un sudor frío que anega la frente del tirano, que moja el pecho del coolí dormido entre bambúes y cae sobre la humanidad como lluvia cándida de democracia, de traición y mano blanca. Toda esta frondosa vista deja un pozo de sangre en la memoria, sangre al besar los labios de esa mujer y ver que son de humo, destino de desear las dunas de ese pecho como montones de nostalgia: y de adormecerse entre las brumas de ese país que nadie ama. Pero el mundo volverá a sonreír, tal vez mañana se ofrezcan a Dios árboles tiernos y dólares de oro, tal vez las armaduras, los fusiles que fulgen se oxidarán en los desvanes de la aurora con sequedad de latones o sacos de herrumbre Tal vez el que medita o canta observa ya mejillas sin cicatrices, insólitas banderas desplegadas hacia los astros vivos y una claridad pura por occidente, inmóvil sobre el caos
All the world will smile again
Josefina Plá
Me tendrás a tu lado. Me besarás. Y luego, como al moreno cántaro que espera al fin del surco, a mi sumiso cuerpo se alargarán tus brazos. Se saciará tu sed: la exigua sed de un hombre. De mi lecho después, en largas madrugadas hacer creerás el blanco camino del olvido. Y sin embargo, ciego piloto de mi entraña, conmigo habrás llegado por una noche sola, a la encantada playa donde no está tu muerte. Por el nocturno río caliente de mi sangre irán tus ojos lejos, para jamás volverse, tu voz prenderá en roca para perennes ecos. Tú no lo sabes, hombre, tú no lo piensas, ciego. Esta noche mi cuerpo será, ¡oh antiguo nauta! el puerto de que zarpen las naves de otra aurora. 1939
Concepción
Carolina Coronado
¿Cómo te llamaré para que entiendas que me dirijo a ti, ¡dulce amor mío!, cuando lleguen al mundo las ofrendas que desde oculta soledad te envío?... ... ... ... ... ... Aquí tu barca está sobre la arena; desierta miro la extensión marina; te llamo sin cesar con tu bocina, y no pareces a calmar mi pena. Aquí estoy en la barca triste y sola, aguardando a mi amado noche y día; llega a mis pies la espuma de la ola, y huye otra vez, cual la esperanza mía. ¡Blanca y ligera espuma transparente, ilusión, esperanza, desvarío, como hielas mis pies con tu rocío el desencanto hiela nuestra mente! Tampoco es en el mar adonde él mora; ni en la tierra ni en el mar mi amor existe. ¡Ay!, dime si en la tierra te escondiste, o si dentro del mar estás ahora. Porque es mucho dolor que siempre ignores que yo te quiero ver, que yo te llamo, sólo para decirte que te amo, que eres siempre el amor de mis amores. ... ... ... ... ...
EL AMOR DE MIS AMORES
Oliverio Girondo
Lo no moroso al toque el consonar a qué la sexta nota los hubieron posesos los sofocos del bis a bis acoplo de sorbentes subósculos los erosismos dérmicos los espiribuceos el ir a qué con meta los refrotes fortuitos del gravitar a qué con cuanta larva en tedio languilate en los cubos del miasma los tantos otros otros la sed a qué las equis las instancias del vértigo el gusto a qué desnudo los tententedio tercos del infierneo en familia las idóneas exnúbiles el darse a dar a qué el re la mi sin fin los complejos velados el decomiso aseto los tejidos tejidos en el diario presidio de la sangre. los necrococopiensos con ancestros de polvo el “to be” a qué o el “not to be” a qué la suma lenta merma la recontra los avernitos íntimos el ascopez paqué cualquier a qué cualquiera el pluriaqué a qué el pentatotal a qué a qué a qué a qué y sin embargo
EL PENTATOTAL A QUÉ
María Eugenia Caseiro
Porque el mar se ha quedado putrefacto en otra orilla, yo inconforme, con mis párpados ceñidos al calor y al verde claro de una isla, de un fulgor, estas plumas que han crecido en mí ya no me bastan. Lloran también en mí todas las castas -y la ciudad de papeles recortadospara ser lo que no quiero en el destierro de mi misma en esta calma de mis pies que acampan en el nido de otro mar que no me busca. No soy yo la que miraba en el cielo, desmembrado el impudor, la costumbre no soy yo la que nadaba dormida, ciertamente toda el agua sin errar un solo pie o un solo brazo en el silencio que me amaba hasta saber de memoria mis latidos yo sus polvos y sus marcas en el ruido con las cuerdas de estos dedos que bordaban los manteles sin saber de despedidas ni nostalgias. Esa voz que ahora me suple y su sombra indefinida en la dureza de un adiós luego me canta. Ha llamado inútilmente, en secreto a los fantasmas de la piel que la olvidaron. Y la máscara, que a veces me sonríe con una risa empolvada con una mueca de niña con unos ojos lejanos clavados en la playa que fue suya, en la calma, que busca los precipicios para gritar en silencio con el eco desdoblando la caricia deseada; de una ola, de una huella, en las agrias baldosas de estos pies que ayer buscaban su justo lugar entre las cosas y hoy desean conciliarse con sus antiguas pisadas.
No soy yo
Juan Ramón Jiménez
Delante está el carmín de la emoción. Y al fondo de la vida, por el suave azul nublado, entre las cobres hojas últimas que se curvan en éstasis de gloria, la eterna plenitud desnuda. (Y el agua una se ve más. El color es más él, más sólo él, el olor solo tiene un ámbito mayor, el calor todo se oye más. Y grita en el aire, en el agua, sobre el calor, sobre el olor, sobre el color, ante el carmín de la pasión segunda, la esterna plenitud desnuda.) ¡Armonía sin fin, gran armonía de lo que se despide sin cuidado, en luz de oro para luego verde, que ha de ver tantas veces todavía, ante el carmín de la ilusión, la interna plenitud desnuda!
LA PLENITUD
Pablo Neruda
Cien sonetos de amor Si muero sobrevíveme con tanta fuerza pura que despiertes la furia del pálido y del frío, de sur a sur levanta tus ojos indelebles, de sol a sol que suene tu boca de guitarra. No quiero que vacilen tu risa ni tus pasos, no quiero que se muera mi herencia de alegría, no llames a mi pecho, estoy ausente. Vive en mi ausencia como en una casa. Es una casa tan grande la ausencia que pasarás en ella a través de los muros y colgarás los cuadros en el aire. Es una casa tan transparente la ausencia que yo sin vida te veré vivir y si sufres, mi amor, me moriré otra vez.
Cien sonetos de amor
Gerardo Diego
El vals llora en mi ojal Silencio En mi hombro se ha posado el sueño y es del mismo temblor que sus cabellos
ABANICO
José Asunción Silva
A veces, cuando en alta noche tranquila, sobre las teclas vuela tu mano blanca, como una mariposa sobre una lila y al teclado sonoro notas arranca, cruzando del espacio la negra sombra filtran por la ventana rayos de luna, que trazan luces largas sobre la alfombra, y en alas de las notas a otros lugares, vuelan mis pensamientos, cruzan los mares, y en gótico castillo donde en las piedras musgosas por los siglos, crecen las yedras, puestos de codos ambos en tu ventana miramos en las sombras morir el día y subir de los valles la noche umbría y soy tu paje rubio, mi castellana, y cuando en los espacios la noche cierra, el fuego de tu estancia los muebles dora, y los dos nos miramos y sonreímos mientras que el viento afuera suspira y llora! ¡Cómo tendéis las alas, ensueños vanos, cuando sobre las teclas vuelan sus manos!
NOCTURNOS
Mario Benedetti
Fueron jóvenes los viejos pero la vida se ha ido desgranando en el espejo y serán viejos los jóvenes pero no lo divulguemos que hasta las paredes oyen.
Confidencial
Lope de Vega
XLIII Esta cabeza, cuando viva, tuvo sobre la arquitectura destos huesos carne y cabellos, por quien fueron presos los ojos que mirándola detuvo. Aquí la rosa de la boca estuvo, marchita ya con tan helados besos, aquí los ojos de esmeralda impresos, color que tantas almas entretuvo. Aquí la estimativa en que tenía el principio de todo el movimiento, aquí de las potencias la armonía. ¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!, ¿dónde tan alta presunción vivía, desprecian los gusanos aposento?
A UNA CALAVERA
César Vallejo
Llegué a confundirme con ella, tanto...! Por sus recodos espirituales, yo me iba jugando entre tiernos fresales, entre sus griegas manos matinales. Ella me acomodaba después los lazos negros y bohemios de la corbata. Y yo volvía a ver la piedra absorta, desairados los bancos, y el reloj que nos iba envolviendo en su carrete, al dar su inacabable molinete. Buenas noches aquellas, que hoy la dan por reír de mi extraño morir, de mi modo de andar meditabundo. Alfeñiques de oro, joyas de azúcar que al fin se quiebran en el mortero de losa de este mundo. Pero para las lágrimas de amor, los luceros son lindos pañuelitos lilas, naranjos, verdes, que empapa el corazón. Y si hay ya mucha hiel en esas sedas, hay un cariño que no nace nunca, que nunca muere, vuela otro gran pañuelo apocalíptico, la mano azul, inédita de Dios!
Fresco
Claudio Rodríguez
(El alma) Me la están refregando, alguien la aclara. ¡Yo que desde aquel día la eché a lo sucio para siempre, para ya no lavarla más, y me servía! ¡Si hasta me está más justa¡ No la he puesto pero ahí la veis todos, ahí, tendida, ropa tendida al sol. ¿Quién es? ¿Qué es esto? ¿Qué lejía inmortal, y que perdida jabonadura vuelve, qué blancura? Como al atardecer el cerro es nuestra ropa desde la infancia, más y más oscura y ved la mía ahora. ¡Ved mi ropa, mi aposento de par en par! ¡Adentro con todo el aire y todo el cielo encima! ¡Vista la tierra tierra! ¡Más adentro! ¡No tenedla en el patio: ahí en la cima, ropa pisada por el sol y el gallo, por el rey siempre! He dicho así a media alba porque de nuevo la hallo, de nuevo el aire libre sana y salva. Fue en el río, seguro, en aquel río donde se lava todo, bajo el puente. Huele a la misma agua, a cuerpo mío. ¡Y ya sin mancha! ¡Si hay algún valiente, que se la ponga! Sé que le ahogaría. Bien sé que al pie del corazón no es blanca pero no importa: un día... ¡Qué un día, hoy, mañana que es la fiesta! Mañana todo el pueblo por las calles y la conocerán, y dirán: «Esta es su camisa, aquella, la que era sólo un remiendo y ya no le servía. ¿Qué es este amor? ¿Quién es su lavandera?»
A MI ROPA TENDIDA
amistad
No te aferres al pasado ni a los recuerdos tristes. No abras la herida que ya cicatrizó. No revivas los dolores y sufrimientos antiguos. Lo que pasó, pasó... De ahora en adelante, pon tus fuerzas en construir una vida nueva, orientada hacia lo alto, y camina de frente, sin mirar atrás. Haz como el sol que nace cada día, sin pensar en la noche que pasó. Vamos, levántate... porque la luz del sol está afuera!
Haz como el sol
Mario Benedetti
Poema atribuido a Benedetti, pero cuyo real autor es el cantautor Pablo Milanés. Yo no te pido que me bajes una estrella azul sólo te pido que mi espacio llenes con tu luz. Yo no te pido que me firmes diez papeles grises para amar sólo te pido que tú quieras las palomas que suelo mirar. De lo pasado no lo voy a negar el futuro algún día llegará y del presente qué le importa a la gente si es que siempre van a hablar. Sigue llenando este minuto de razones para respirar no me complazcas no te niegues no hables por hablar. Yo no te pido que me bajes una estrella azul sólo te pido que mi espacio llenes con tu luz.
Yo no te pido
Marilina Rébora
Dentro todo es silencio y sombra todavía; afuera entre las rejas de los amplios balcones que doran las primeras claridades del día revuelan bulliciosos y a solas los gorriones. Son bandada, y oyéndolos, acaso, se diría que de alegres coloquios fueran conversaciones esas músicas locas de tanta algarabía y que en prueba amorosa hasta entonan canciones. Libres, despreocupados en agreste existencia, dichosos visitantes del matinal concierto dan vibrante poesía al ambiente prosaico; pero purgan a veces, también, su independencia, que al abrir la ventana caído en el mosaico suele encontrarse alguno —abiertas alas— muerto.
LOS GORRIONES
Juan Ramón Mansilla
Este poema es la trágica historia del olvido de un poema. Brotaron sus palabras como voz que brotaba del sueño. Bellas estrofas perdidas, inquietantes imágenes rezumando silencio, borradas como nombres escritos una tarde de estío en la arena y que la pleamar se llevó. No hay espacio aquí para el desencanto (Yo, como ese poema, también soy silencioso) Tan sólo la reflexión, la terrible constatación del final de tantos, tantos versos, y la debilidad con que se asume lo inefable como un poso de pureza imposible, semejante a esos días en que el trastorno nos desvanece y algo interior, girando donde nada gira, grita ¿dónde estás? para que algo, igualmente interior, descubra en la respuesta un umbral que nunca franquearemos, temerosos de hallar que las palabras son una cortina de humo, fragmentos volátiles como vilanos en una tempestad. ¿Y si cerrara los ojos? ¿Y si dejara que el vacío llenase esta página como el agua los huecos de árboles desarraigados? No, no es la palabra escrita sino la ausente la que perdura. Y esa ausencia tiene una forma, y esa forma tiene un color, y ese color tiene, posiblemente, un destino. Ahora es de noche y escribo. Escribo caído en la trampa de la costumbre como una ave migratoria que, a ojos de las otras, es sólo un bicho perdido, demasiado confuso para volar. Volar, errar detrás del agua sólo para constatar la sed y darle un rincón, el mismo que a la forma que en el lecho el pensamiento deja de un cuerpo inalcanzable. Sí. Es de noche. Y escribo este poema. Mañana, pájaro de alas rotas, narrará la historia de otro poema sin existencia Lo poseeré mientras surja. Luego será, seré abandonado. ¿Cómo podría ser de otro modo?
Diciembre
Garcilaso de la Vega
Aquella voluntad honesta y pura, ilustre y hermosísima María, que en mí de celebrar tu hermosura, tu ingenio y tu valor estar solía, a despecho y pesar de la ventura que por otro camino me desvía, está y estará en mí tanto clavada, cuanto del cuerpo el alma acompañada. Y aún no se me figura que me toca aqueste oficio solamente en vida; mas con la lengua muerta y fría en la boca pienso mover la voz a ti debida. Libre mi alma de su estrecha roca por el Estigio lago conducida, celebrándose irá, y aquel sonido hará parar las aguas del olvido. Mas la fortuna, de mi mal no harta, me aflige, y de un trabajo en otro lleva; ya de la patria, ya del bien me aparta; ya mi paciencia en mil maneras prueba; y lo que siento más es que la carta donde mi pluma en tu alabanza mueva, poniendo en su lugar cuidados vanos, me quita y me arrebata de las manos. Pero por más que en mí su fuerza pruebe no tomará mi corazón mudable; nunca dirán jamás que me remueve fortuna de un estudio tan loable. Apolo y las hermanas todas nueve, me darán ocio y lengua con que hable lo menos de lo que en tu ser cupiere; que esto será lo más que yo pudiere. En tanto no te ofenda ni te harte tratar del campo y soledad que amaste, ni desdeñes aquesta inculta parte de mi estilo, que en algo ya estimaste. Entre las armas del sangriento Marte, do apenas hay quien su furor contraste, hurté de tiempo aquesta breve suma, tomando, ora la espada, ora la pluma. Aplica, pues, un rato los sentidos al bajo son de mi zampoña ruda, indigna de llegar a tus oídos, pues de ornamento y gracia va desnuda; mas a las veces son mejor oídos el puro ingenio y lengua casi muda, testigos limpios de ánimo inocente, que la curiosidad del elocuente. Por aquesta razón de ti escuchado, aunque me falten otras, ser merezco. Lo que puedo te doy, y lo que he dado, con recibillo tú yo me enriquezco. De cuatro ninfas que del Tajo amado salieron juntas a cantar me ofrezco: Filódoce, Dinámene y Climene, Nise, que en hermosura par no tiene. Cerca del Tajo en soledad amena de verdes sauces hay una espesura, toda de yedra revestida y llena, que por el tronco va hasta la altura, y así la teje arriba y encadena, que el sol no halla paso a la verdura; el agua baña el prado con sonido alegrando la vista y el oído. Con tanta mansedumbre el cristalino Tajo en aquella parte caminaba, que pudieran los ojos el camino determinar apenas que llevaba. Peinando sus cabellos de oro fino, una ninfa del agua do moraba la cabeza sacó, y el prado ameno vido de flores y de sombra lleno. Movióla el sitio umbroso, el manso viento, el suave olor de aquel florido suelo. Las aves en el fresco apartamiento vio descansar del trabajoso vuelo. Secaba entonces el terreno aliento el sol subido en la mitad del cielo. En el silencio sólo se escuchaba un susurro de abejas que sonaba. Habiendo contemplado una gran pieza atentamente aquel lugar sombrío, somorgujó de nuevo su cabeza, y al fondo se dejó calar del río. A sus hermanas a contar empieza del verde sitio el agradable frío, y que vayan las ruega y amonesta allí con su labor a estar la siesta. No perdió en esto mucho tiempo el ruego, que las tres de ellas su labor tomaron y en mirando de fuera, vieron luego el prado, hacia el cual enderezaron. El agua clara con lascivo juego nadando dividieron y cortaron, hasta que el blanco pie tocó mojado, saliendo de la arena el verde prado. Poniendo ya en lo enjuto las pisadas, escurrieron del agua sus cabellos, los cuales esparciendo, cobijadas las hermosas espaldas fueron de ellos. Luego sacando telas delicadas, que en delgadeza competían con ellos, en lo más escondido se metieron, y a su labor atentas se pusieron. Las telas eran hechas y tejidas del oro que el felice Tajo envía, apurado después de bien cernidas las menudas arenas do se cría: y de las verdes hojas reducidas en estambre sutil, cual convenía para seguir el delicado estilo del oro ya tirado en rico hilo. La delicada estambre era distinta de los colores que antes le habían dado con la fineza de la varia tinta que se halla en las conchas del pescado. Tanto artificio muestra en lo que pinta y teje cada Ninfa en su labrado, cuanto mostraron en sus tablas antes el celebrado Apeles y Timantes. Filódoce, que así de aquellas era llamada la mayor, con diestra mano tenía figurada la ribera de Estrimón, de una parte el verde llano. y de otra el monte de aspereza fiera, pisado tarde o nunca de pie humano, donde el amor movió con tanta gracia la dolorosa lengua del de Tracia. Estaba figurada la hermosa Eurídice, en el blanco pie mordida en la pequeña sierpe ponzoñosa entre la hierba y flores escondida; descolorida estaba como rosa que ha sido fuera de sazón cogida, y el ánima los ojos ya volviendo, de su hermosa carne despidiendo. Figurado se vía extensamente el osado marido que bajaba al triste reino de la oscura gente, y la mujer perdida recobraba; y cómo después de esto él, impaciente por miralla de nuevo, la tornaba a perder otra vez, y del tirano se queja al monte solitario en vano. Dinámene no menos artificio mostraba en la labor que había tejido, pintando a Apolo en el robusto oficio de la silvestre caza embebecido. Mudar luego le hace el ejercicio la vengativa mano de Cupido. que hizo a Apolo consumirse en lloro después que le enclavó con punta de oro. Dafne con el cabello suelto al viento, sin perdonar al blanco pie corria por áspero camino, tan sin tiento que Apolo en la pintura parecía que, porque ella templase el movimiento, con menos ligereza la segura. El va siguiendo, y ella huye como quien siente al pecho el odioso plomo. Mas a la fin los brazos le crecían, y en sendos ramos vueltos se mostraban. Y los cabellos. que vencer solían al oro fino, en hojas se tornaban; en torcidas raíces se extendían los blancos pies, y en tierra se hincaban; llora el amante, y busca el ser primero, besando y abrazando aquel madero. Climene, llena de destreza y maña, el oro y las colores matizando iba, de hayas una gran montaña, de robles y de peñas variando; un puerco entre ellas de braveza extraña, estaba los colmillos aguzando contra un mozo; no menos animoso, con su venablo en mano, que hermoso. Tras esto el puerco allí se vía herido de aquel mancebo por su mal valiente, y el mozo en tierra estaba ya tendido, abierto el pecho del rabioso diente; con el cabello de oro desparcido barriendo el suelo miserablemente, las rosas blancas por alí sembradas tornaba con su sangre coloradas. Adonis este se mostraba que era, según se muestra Venus dolorida, que viendo la herida abierta y fiera, estaba sobre él casi amortecida. Boca con boca coge la postrera parte del aire que solía dar vida al cuerpo, por quien ella en este suelo aborrecido tuvo al alto cielo. La blanca Nise no tomó a destajo de los pasados casos la memoria y en la labor de su sutil trabajo no quiso entretejer antigua historia; antes mostrando de su claro Tajo en su labor la celebrada gloria, lo figuró en la parte donde él baña la más felice tierra de la España. Pintado el caudaloso río se vía, que en áspera estrecheza reducido, un monte casi alrededor ceñía con ímpetu corriendo y con ruido; querer cercallo todo parecía en su volver, mas era afán perdido; dejábase correr en fin derecho, contento de lo mucho que había hecho. Estaba puesta en la sublime cumbre del monte, y desde allí por él sembrada aquella ilustre y clara pesadumbre de antiguos edificios adornada. De allí con agradable mansedumbre el Tajo va siguiendo su jornada, y regando los campos y arboledas con artificio de las altas ruedas. En la hermosa tela se veían entretejidas las silvestres diosas salir de la espesura, y que venían todas a la ribera presurosas, en el semblante tristes, y traían cestillos blancos de purpúreas rosas, las cuales esparciendo derramaban sobre una ninfa muerta, que lloraban, Todas con el cabello desparcido lloraban una ninfa delicada, cuya vida mostraba que había sido antes de tiempo y casi en flor cortada. Cerca del agua en el lugar florido, estaba entre las hierbas degollada, cual queda el blanco cisne cuando pierde la dulce vida entre la hierba verde. Una de aquellas diosas, que en belleza, al parecer, a todas excedía, mostrando en el semblante la tristeza que del funesto y triste caso había apartado algún tanto, en la corteza de un álamo estas letras escribía como epitafio de la ninfa bella, que hablaban así por parte de ella. "Elisa soy, en cuyo nombre suena y se lamenta el monte cavernoso, testigo del dolor y grave pena en que por mí se aflige Nemoroso, y llama ¡Elisa!... ¡Elisa! a boca llena responde el Tajo, y lleva presuroso al mar de Lusitania el nombre mío, donde será escuchado, yo lo fío." En fin en esta tela artificiosa toda la historia estaba figurada, que en aquella ribera deleitosa de Nemoroso fue tan celebrada; porque de todo aquesto y cada cosa estaba Nise ya tan lnformada, que llorando el pastor, mil veces ella se enterneció escuchando su querella. Y porque aqueste lamentable cuento no sólo entre las selvas se contase, mas dentro de las ondas sentimiento con la noticia desto se mostrase, quiso que de su tela el argumento la bella ninfa muerta señalase y así se publicase de uno en uno por el húmedo reino de Neptuno. Destas historias tales variadas eran las telas de las cuatro hermanas, las cuales con colores matizadas claras y luces de las sombras vanas, mostraban a los ojos relevadas las cosas y figuras que eran llanas, tanto, que al parecer el cuerpo vano pudiera ser tomado con la mano. Los rayos ya del sol se trastornaban, escondiendo su luz al mundo cara tras altos montes, y a la luna daban lugar para mostrar su blanca cara; los peces a menudo ya saltaban, con la cola azotando el agua clara, cuando las Ninfas, la labor dejando, hacia el agua se fueron paseando. En las templadas ondas ya metidos tenían los pies, y reclinar querían los blancos cuerpos, cuando sus oídos fueron de dos zampoñas que tañían suave y dulcemente, detenidos; tanto, que sin mudarse las oían, y al son de las zampoñas escuchaban dos pastores a veces que cantaban. Más claro cada vez el son se oía, de los pastores, que venían cantando tras el ganado, que también venía por aquel verde soto caminando; y a la majada, ya pasado el día, recogido le llevan, alegrando las verdes selvas con el son suave haciendo su trabajo menos grave. Tirreno de estos dos el uno era, Alcino el otro, entrambos estimados, y sobre cuantos pacen la ribera del Tajo con sus vacas enseñados; mancebos de una edad, de una manera a cantar juntamente aparejados y a responder, aquesto van diciendo, cantando el uno, el otro respondiendo. TIRRENO Flérida, para mi dulce y sabrosa más que la fruta del cercado ajeno, más blanca que la leche, y más hermosa que el prado por abril de flores lleno: si tú respondes pura y amorosa al verdadero amor de tu Tirreno, a mi majada arribarás primero que el cielo nos muestre su lucero. ALCINO Hermosa Filis, siempre yo te sea amargo al gusto más que la retama, y de ti despojado yo me vea, cual queda el tronco de su verde rama, si más que yo el murciélago desea la oscuridad, ni más la luz desama, por ver ya el fin de un término tamaño de este día; para mí mayor que un año. TIRRENO Cual suele acompañada de su bando aparecer la dulce primavera, cuando Favonio y Céfiro soplando al campo toman su beldad primera, y van artificiosos esmaltando de rojo, azul y blanco la ribera, en tal manera a mi Flérida mía viniendo, reverdece mi alegría. ALClNO ¿Ves el furor del animoso viento embravecido en la fragosa sierra que los antiguos robles ciento a ciento, y los pinos altísimos atierra, y de tanto destrozo aún no contento, al espantoso mar mueve la guerra? Pequeña es esta furia, comparada a la de Filis, con Alcino airada. TIRRENO El blanco trigo multiplica y crece produce el campo en abundancia y tierno pasto al ganado; el verde monte ofrece a las fieras salvajes su gobierno-, a do quiera me miro, me parece que derrama la copia todo el cuerno; mas todo se convertirá en abrojos, si de ello aparta Flérida sus ojos. ALCINO De la esterilidad es oprimido el monte, el campo, el soto y el ganado; la malicia del aire corrompido hace morir la yerba mal su grado; las aves ven su descubierto nido, que ya de verdes hojas fue cercado; pero si Fllis por aqui tornare, hará reverdecer cuanto mirare. TIRRENO El álamo de Alcides escogido fue siempre, y el laurel del rojo Apolo; de la hermosa Venus fue tenido en precio y en estima el mirto solo; el verde sauce de Flérida es querido, y por suyo entre todos escogiólo: doquiera que de hoy más sauces se hallen, el álamo, el laurel y el mirto callen. ALCINO El fresno por la selva en hermosura sabemos ya que sobre todos vaya, y en aspereza y monte de espesura se aventaja la verde y alta haya; mas el que la beldad de tu figura, donde quiera mirando, Filis, haya, al fresno y a la haya en su aspereza confesará que vence tu belleza. Esto cantó Tirreno, y esto Alcino le respondió; y habiendo ya acabado el dulce son, siguieron su camino con paso un poco más apresurado. Siendo a las ninfas ya el rumor vecino, juntas se arrojan por el agua a nado; y de la blanca espuma que movieron, las cristalinas ondas se cubrieron.
ÉGLOGA III - TIRRENO ALCINO
Gutierre de Cetina
Pincel divino, venturosa mano, perfecta habilidad única y rara; concepto altivo do la envidia avara si te piensa enmendar, presume en vano. Delicado matiz que el ser humano nos muestra cual el cielo lo mostrara; beldad cuya beldad se ve tan clara que al ojo engaña el arte soberano. Artífice ingenioso, ¿qué sentiste cuando tan cuerdamente contemplabas el subjeto que muestran tus colores? Dime, si como yo la vi, la viste, el pincel y la tabla en que pintabas, y tú, ¿cómo no ardéis, cual yo, de amores?
Pincel divino, venturosa mano
Salvador Novo
En este retrato hay un niño mirándome con ojos grandes; este niño soy yo y hay una fecha: 1906. Es la primera vez que me miré atentamente. Por supuesto que yo hubiera querido que ese niño hubiera sido más serio, con esa mano más serena, con esa sonrisa más fotográfica. Esta retrospección no remedia, empero, lo que el fotógrafo, el cumpleaños, mi mamá, yo y hasta tal vez la fisiología dimos por resultado en 1906.
RETRATO DE NIÑO
Mario Benedetti
¿Qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de paciencia y asco? ¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo? también les queda no decir amén no dejar que les maten el amor recuperar el habla y la utopía ser jóvenes sin prisa y con memoria situarse en una historia que es la suya no convertirse en viejos prematuros ¿qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de rutina y ruina? ¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas? les queda respirar / abrir los ojos descubrir las raíces del horror inventar paz así sea a ponchazos entenderse con la naturaleza y con la lluvia y los relámpagos y con el sentimiento y con la muerte esa loca de atar y desatar ¿qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de consumo y humo? ¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas? también les queda discutir con dios tanto si existe como si no existe tender manos que ayudan / abrir puertas entre el corazón propio y el ajeno / sobre todo les queda hacer futuro a pesar de los ruines de pasado y los sabios granujas del presente.
¿Qué les queda a los jóvenes?
Toni García Arias
Yo aquí, tan lejos, ocupado en llenar de piel esta cama sin calor desde hace días, odiando sin cesar a esta bombilla que, a veces, amenaza con privarme de luz, como si pudiese con ello cegarme tu recuerdo. Yo aquí, tan solo, deseando –como el sol- amanecer para que la noche pase pronto, y ahogarme en el bullicio de las calles, de los cafés, de las aceras, para ver si de ese modo el orden de la rutina me arranca, al fin, tu nombre de mis labios.
Nombre
Genaro Ortega Gutiérrez
Instalado en vivencias "ex aequo", juras y perjuras no dejarte llevar por un entusiasmo demasiado radical. El descenso hacia los fondos del abismo arrastra el hollín, el nácar y la blonda de aquellos valores del pasado. (La belleza olvidada en alguna estación). Se sabe que el que anhela el olvido se expone a convertir en norma la euforia del fuego. Y no es fácil añadir algún resentimiento nuevo contra el alba, alguna utopía que excluya el parpadeo de los sueños definitivamente rotos. Se puede seguir fingiendo, encerrado en el más estricto espacio pensionista. Se pueden decir muchas cosas para no dejar cabos sueltos.
Tragando polvo
Fray Luis de León
Canción En el profundo del abismo estabas del no ser encerrado y detenido, sin poder ni saber salir afuera, y todo lo que es algo en mí faltaba, la vida, el alma, el cuerpo y el sentido; y en fin, mi ser no ser entonces era, y así de esta manera estuve eternamente nada visible y sin tratar con gente, en tal suerte que aun era muy más buena del ancho mar la más menuda arena; y el gusanillo de la gente hollado un rey era, conmigo comparado. Estando, pues, en tal tiniebla oscura, volviendo ya con curso presuroso el sexto siglo el estrellado cielo, miró el gran Padre, Dios de la natura, y viome en sí benigno y amoroso, y sacóme a la luz de aqueste suelo, vistióme de este velo, de flaca carne y güeso, mas diome el alma, a quien no hubiera peso, que impidiera llegar a la presencia de la divina e inefable Esencia, si la primera culpa no agravara su ligereza y alas derribara ¡Oh culpa amarga, y cuánto bien quitaste al alma mía! ¡Cuánto mal hiciste! Luego que fue criada y junto infusa, tú de gracia y justicia la privaste, y al mismo Dios contraria la pusiste; ciega, enemiga, sin favor, confusa, por ti siempre rehúsa el bien, y la molesta la virtud, y a los vicios está presta; por ti la fiera muerte ensangrentada, por ti toda miseria tuvo entrada, hambre, dolor, gemido, fuego, invierno, pobreza, enfermedad, pecado, infierno. Así que en los pañales del pecado fui, como todos, luego al punto envuelto y con la obligación de eterna pena, con tanta fuerza y tan estrecho atado, que no pudiera de ella verme suelto en virtud propia ni en virtud ajena, sino de aquella (llena de piedad tan fuerte) bondad, que con su muerte a nuestra muerte mató, y gloriosamente hubo deshecho, rompiendo el amoroso y sacro pecho, de donde mana soberana fuente de gracia y de salud a toda gente. En esto plugo a la bondad inmensa darme otro ser más alto que tenía, bañándome en el agua consagrada; quedó con esto limpia de la ofensa, graciosísima y bella el alma mía, de mil bienes y dones adornada; en fin, cual desposada con el Rey de la gloria, ¡oh, cuán dulce y suavísima memoria!, allí la recibió por cara Esposa, y allí le prometió de no amar cosa fuera de él o por él, mientras viviese. ¡Oh, si, de hoy más siquiera, lo cumpliese! Crecí después y fui en edad entrando; llegué a la discreción, con que debiera entregarme a quien tanto me había dado, y, en vez de esto la lealtad quebrando, que en el bautismo sacro prometiera y con mi propio nombre había firmado, aún no hubo bien llegado el deleite vicioso del cruel enemigo venenoso, cuando con todo di en un punto al traste. ¿Hay corazón tan duro en sí, que baste a no romperse dentro en nuestro seno, de pena el mío, de lástima el ajeno? Más que la tierra queda tenebrosa, cuando su claro rostro el sol ausenta y a bañar lleva al mar su carro de oro; más estéril, más seca y pedregosa, que cuando largo tiempo está sedienta, quedó mi alma sin aquel tesoro, por quien yo plaño y lloro, y hay que llorar contino, pues que quedé sin luz del Sol divino, y sin aquel rocío soberano, que obraba en ella el celestial verano; ciega, disforme, torpe y a la hora hecha una vil esclava de señora. ¡Oh, Padre inmenso, que inmovible estando das a las cosas movimiento y vida, y las gobiernas tan süavemente!, ¿qué amor detuvo tu justicia, cuando mi alma tan ingrata y atrevida, dejando a ti, del bien eterno fuente, con ansia tan ardiente en aguas detenidas de cisternas corruptas y podridas, se echó de pechos ante tu presencia? ¡Oh, divina y altísima clemencia, que no me despeñases al momento en el largo profundo del tormento! Sufrióme entonces tu piedad divina y sacóme de aquel hediondo cieno, do, sin sentir aún el hedor, estaba con falsa paz el ánima mezquina, juzgando por tan rico y tan sereno el miserable estado que gozaba, que sólo deseaba perpetuo aquel contento; pero sopló a deshora un manso viento del Espíritu eterno, y, enviando un aire dulce al alma, fue llevando la espesa niebla que la luz cubría, dándole un claro y muy sereno día. Vio luego de su estado la vileza, en que, guardando inmundos animales, de su tan vil manjar aún no se hartara; vio el fruto del deleite y de torpeza ser confusión, y penas tan mortales; temió la recta y no doblada vara, y la severa cara de aquel juez sempiterno; la muerte, juicio, gloria, fuego, infierno, cada cual acudiendo por su parte, la cercan con tal fuerza y de tal arte, que, quedando confuso y temeroso, temblando estaba sin hallar reposo. Ya que, en mí vuelto, sosegué algún tanto, en lágrimas bañando el pecho y suelo, y con suspiros abrasando el viento: «Padre piadoso, dije, Padre santo, benigno Padre, Padre de consuelo, perdonad, Padre, aqueste atrevimiento; a vos vengo, aunque siento, de mí mismo corrido, que no merezco ser de vos oído; mas mirad las heridas que me han hecho mis pecados, cuán roto y cuán deshecho me tienen, y cuán pobre y miserable, ciego, leproso, enfermo, lamentable. Mostrad vuestras entrañas amorosas en recebirme agora y perdonarme, pues es, benigno Dios, tan propio vuestro tener piedad de todas vuestras cosas; y si os place, Señor, de castigarme, no me entreguéis al enemigo nuestro; a diestro y a siniestro tomad vos la venganza, herid en mí con fuego, azote y lanza; cortad, quemad, romped; sin duelo alguno atormentad mis miembros de uno a uno, con que, después de aqueste tal castigo, volváis a ser mi Dios, mi buen amigo». Apenas hube dicho aquesto, cuando con los brazos abiertos me levanta y me otorga su amor, su gracia y vida, y a mis males y llagas aplicando la medicina soberana y santa, a tal enfermedad constituida, me deja sin herida, de todo punto sano, pero con las heridas del tirano hábito, que iba ya en naturaleza volviéndose, y con una tal flaqueza, que, aunque sané del mal y su accidente, diez años ha que soy convaleciente.
DEL CONOCIMIENTO DE SÍ MISMO
Luis de Góngora
Los dineros del Sacristán Cantando se vienen y cantando se van. Tres hormas, si no fue un par, Fueron la llave maestra De la pompa que hoy nos muestra Un hidalgo de solar; Con plumajes a volar Un hijo suyo salió, Que asuela lo que él soló, Y la hijuela loquilla De ámbar quiere la jervilla Que desmienta al cordobán. Los dineros del Sacristán Cantando se vienen y cantando se van. Dos Troyanos y dos Griegos, Con sus celosas porfías, Arman a Elena en dos días De joyas y de talegos; Como es dinero de ciegos, Y no ganado a oraciones, Recibe dueñas con dones Y un portero rabicano; Su grandeza es un enano, Su melarquía un truhán. Los dineros del Sacristán Cantando se vienen y cantando se van. Labra el letrado un Real Palacio, porque sepades Que interés y necedades En piedras hacen señal; Hácelo luego hospital Un halconero pelón, A quien hija y corazón Dio en dote, que ser le plugo, Para la mujer verdugo, Para el dote gavilán. Los dineros del Sacristán Cantando se vienen y cantando se van. Con dos puñados de sol Y cuatro tumbos de dado Repite el otro soldado Para Conde de Tirol; Fénix le hacen Español Collar de oro y plumas bellas; Despidiendo está centellas De sus joyas; mas la suerte En gusano le convierte, De pájaro tan galán. Los dineros del Sacristán Cantando se vienen y cantando se van. Herencia que a fuego y hierro Mal logró cuatro parientes, Halló al quinto con los dientes Peinando la calva a un puerro; Heredó por dicha o yerro, Y a su gula no perdona; Pavillos nuevos capona, Mientras francolines ceba, Y al fin en su mesa Eva Siempre está tentando a Adán. Los dineros del Sacristán Cantando se vienen y cantando se van.
Los dineros del Sacristán
Pablo Neruda
FELIZ año, este año, para ti, para todos los hombres, y las tierras, Araucanía amada. Entre tú y mi existencia hay esta noche nueva que nos separa, y bosques y ríos y caminos. Pero hacia ti, pequeña patria mía, como un caballo oscuro mi corazón galopa: entro por sus desiertos de pura geografía, paso los valles verdes donde la uva acumula sus verdes alcoholes, el mar de sus racimos. Entro en tus pueblos de jardín cerrado, blancos como camelias en el agrio olor de tus bodegas, y penetro como un madero al agua de los ríos que tiemblan trepidando y cantando con labios desbordados. Recuerdo, en los caminos, tal vez en este tiempo, o más bien en otoño, sobre las casas dejan las mazorcas doradas del maíz a secarse, y cuántas veces fui como un niño arrobado viendo el oro en los techos de los pobres. Te abrazo, debo ahora retornar a mi sitio escondido. Te abrazo sin conocerte: dime quién eres, reconoces mi voz en el coro de lo que está naciendo? Entre todas las cosas que te rodean, oyes mi voz, no sientes cómo te rodea mi acento emanado como agua natural de la tierra? Soy yo que abrazo toda la superficie dulce, la cintura florida de mi patria y te llamo para que hablemos cuando se apague la alegría y entregarte esta hora como una flor cerrada. Feliz año nuevo para mi patria en tinieblas. Vamos juntos, está el mundo coronado de trigo, el alto cielo corre deslizando y rompiendo sus altas piedras puras contra la noche; apenas se ha llenado la nueva copa con un minuto que ha de juntarse al río del tiempo que nos lleva. Este tiempo, esta copa, esta tierra son tuyos: conquístalos y escucha cómo nace la aurora.
Feliz año para mi patria en tinieblas
Consuelo Hernández
(En la isla de Margarita en Hungría) Margarita, ¡cuánto sufrimiento empozado en tu alma! Lo pude ver en la ausencia de tus ojos y en la permanente humedad de tu mirada. Yo sé cuán macerada estuvo tu existencia oí las oraciones que destiló tu ira y cómo retorciste tu tristeza Encerrada en esta bella isla del Danubio escuchaste estos mismos pájaros tan libres con sus cantos que nunca se sosiegan y estos árboles poblados de silencio atisbaron cada uno de tus días. Y tú, en verdad, nunca entendiste que tu padre dispusiera de tu vida para dar gracias a los dioses por favores que a ti no te concernían. Yo tampoco entiendo, Margarita, por qué ha sido tan fácil a los hombres torcer el destino de las mujeres. Aun puedo sentir la urgencia de tu piel adolescente la necesidad inviolable de tu instinto... Y nadie vino en tu auxilio y los rezos, los cantos y los pájaros no fueron suficientes, Margarita... Sí. Lo sé yo que me visto de tu cuerpo... Por eso te entregaste al compresor de lluvias y nostalgias y te inmolaste apresurándote a morir... Hoy, Margarita, he venido a visitarte confinada en esta isla, tu desierto, donde sólo el Danubio te devolvió una fugaz imagen de la vida. Hoy, después de tanto tiempo fui al templo del siglo XIII con tu nombre y otra vez me revelaste tu dolor. Por eso te compadezco y escribo para borrar del presente y el futuro la posible clonación de tu trágico destino.
La princesa Margarita
Juan Boscán
Si no os hubiera mirado, no penara, pero tampoco os mirara. Veros harto mal ha sido, mas no veros peor fuera; no quedara tan perdido, pero mucho más perdiera. ¿Qué viera aquél que no os viera? ¿Cuál quedara, señora, si no os mirara?
VILLANCICO II
Jaime Sabines
¿Qué putas puedo hacer con mi rodilla, con mi pierna tan larga y tan flaca, con mis brazos, con mi lengua, con mis flacos ojos? ¿Qué puedo hacer en este remolino de imbéciles de buena voluntad? ¿Qué puedo con inteligentes podridos y con dulces niñas que no quieren hombre sino poesía? ¿Qué puedo entre los poetas uniformados por la academia o por el comunismo? ¿Qué, entre vendedores o políticos o pastores de almas? ¿Qué putas puedo hacer, Tarumba, si no soy santo, ni héroe, ni bandido, ni adorador del arte, ni boticario, ni rebelde? ¿Qué puedo hacer si puedo hacerlo todo y no tengo ganas sino de mirar y mirar?
¿Qué putas puedo?
Antonio Machado
Desgarrada la nube; el arco iris brillando ya en el cielo, y en un fanal de lluvia y sol el campo envuelto. Desperté. ¿Quién enturbia los mágicos cristales de mi sueño? Mi corazón latía atónito y disperso. ...¡El limonar florido, el cipresal del huerto, el prado verde, el sol, el agua, el iris! ¡el agua en tus cabellos!... Y todo en la memoria se perdía como una pompa de jabón al viento.
Sueño
Mario Benedetti
Ustedes cuando aman exigen bienestar una cama de cedro y un colchón especial nosotros cuando amamos es fácil de arreglar con sábanas qué bueno sin sábanas da igual ustedes cuando aman calculan interés y cuando se desaman calculan otra vez nosotros cuando amamos es como renacer y si nos desamamos no la pasamos bien ustedes cuando aman son de otra magnitud hay fotos chismes prensa y el amor es un boom nosotros cuando amamos es un amor común tan simple y tan sabroso como tener salud ustedes cuando aman consultan el reloj porque el tiempo que pierden vale medio millón nosotros cuando amamos sin prisa y con fervor gozamos y nos sale barata la función ustedes cuando aman al analista van él es quien dictamina si lo hacen bien o mal nosotros cuando amamos sin tanta cortedad el subconsciente piola se pone a disfrutar ustedes cuando aman exigen bienestar una cama de cedro y un colchón especial nosotros cuando amamos es fácil de arreglar con sábanas qué bueno sin sábanas da igual.
Ustedes y nosotros
Mario Benedetti
Se las arregló para ser contemporáneo de quienes nacieron medio siglo después de su muerte creó una justicia natural para negros zambos indios y criollos pobres tuvo pupila suficiente como para meterse en camisa de once varas y cojones como para no echarle la culpa a los otros así y todo pudo articularnos un destino inventó el éxodo esa última y seca prerrogativa del albedrío tres años antes que naciera marx y ciento cincuenta antes de que roñosos diputados la convirtieran en otro expediente demorado borroneó una reforma agraria que aún no ha conseguido el homenaje catastral lo abandonaron lo jodieron lo etiquetaron pero no fue por eso que se quedó para siempre en tierra extraña por algo nadie quiere hurgar en su silencio de viejo firme no fue tosco como lavalleja ni despótico como oribe ni astuto como rivera fue sencillamente un tipo que caminó delante de su gente fue un profeta certero que no hizo públicas sus profecías pero se amargó profundamente con ellas acaso imaginó a los futurísimos choznos de quienes inauguraban el paisito esos gratuitos herederos que ni siquiera iban a tener la disculpa del coraje y claro presintió el advenimiento de estos ministros alegóricos estos conductores sin conducta estos proxenetas del recelo estos tapones de la historia y si decidió quedarse en curuguaty no fue por terco o por necio o resentido sino como una forma penitente e insomne de instalarse en su bien ganado desconsuelo.
Artigas
Juan Ramón Jiménez
¿Que me vas a doler, muerte? ¿Es que no duele la vida? ¿Porqué he de ser más osado para el vivir esterior que para el hondo morir? La tierra ¿qué es que no el aire? ¿Porqué nos ha de asfixiar, porqué nos ha de cegar, porqué nos ha de aplastar, porqué nos ha de callar? ¿Porqué morir ha de ser lo que decimos morir, y vivir sólo vivir, lo que callamos vivir? ¿Porqué el morir verdadero (lo que callamos morir) no ha de ser dulce y suave como el vivir verdadero (lo que decimos vivir?)
LA MUERTE BELLA
Gonzalo Rojas
Algunos árboles son transparentes y saben hablar varios idiomas a la vez, otros algebraicos dialogan con el aire al grave modo de las estrellas, otros parecen caballos y relinchan, hay entre todos esos locos tipos increíbles por lo sin madre, les basta el acorde de la niebla. De noche pintan lo que ven, generatrizan y divinizan otro espacio con otro sexo distinto al del Génesis, cantan y pintan a la vez más que el oficio de la creación el viejo oficio del callamiento ante el asombro, amarran la red andrógina en la urdimbre de un solo cuerpo arbóreo y animal resurrecto con los diez mil sentidos que perdimos en el parto; entonces somos otro sol.
OFICIO MAYOR
Alfredo Lavergne
A la hora en que el sol se va El cielo es de oro El mar de plata Y el puerto más cercano Es la alcayota podrida de la paciencia colectiva Y son los elementos pobres de esta cultura Y se inclinan Y se arrastran Y giran Porque también en esa ciudad el primer verbo es comer. Me suelto Y el barco rompe el agua Y ella su huella.
Aleta caudal
Antonio Machado
Yo voy soñando caminos de la tarde. ¡Las colinas doradas, los verdes pinos, las polvorientas encinas!... ¿Adónde el camino irá? Yo voy cantando, viajero a lo largo del sendero... -la tarde cayendo está-. "En el corazón tenía "la espina de una pasión; "logré arrancármela un día: "ya no siento el corazón". Y todo el campo un momento se queda, mudo y sombrío, meditando. Suena el viento en los álamos del río. La tarde más se oscurece; y el camino que serpea y débilmente blanquea se enturbia y desaparece. Mi cantar vuelve a plañir: "Aguda espina dorada, "quién te pudiera sentir "en el corazón clavada".
Yo voy soñando caminos
Rosalía de Castro
Era apacible el día Y templado el ambiente, Y llovía, llovía Callada y mansamente; Y mientras silenciosa Lloraba y yo gemía, Mi niño, tierna rosa Durmiendo se moría. Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente! Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca en la mía! Tierra sobre el cadáver insepulto Antes que empiece a corromp-erse... ¡tierra! Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos, Bien pronto en los terrones removidos Verde y pujante crecerá la yerba. ¿Qué andáis buscando en torno de las tumbas, Torvo el mirar, nublado el pensamiento? ¡No os ocupéis de lo que al polvo vuelve!... Jamás el que descansa en el sepulcro Ha de tornar a amaros ni a ofenderos ¡Jamás! ¿Es verdad que todo Para siempre acabó ya? No, no puede acabar lo que es eterno, Ni puede tener fin la inmensidad. Tú te fuiste por siempre; mas mi alma Te espera aún con amoroso afán, Y vendrá o iré yo, bien de mi vida, Allí donde nos hemos de encontrar. Algo ha quedado tuyo en mis entrañas Que no morirá jamás, Y que Dios, porque es justo y porque es bueno, A desunir ya nunca volverá. En el cielo, en la tierra, en lo insondable Yo te hallaré y me hallarás. No, no puede acabar lo que es eterno, Ni puede tener fin la inmensidad. Mas... es verdad, ha partido Para nunca más tornar. Nada hay eterno para el hombre, huésped De un día en este mundo terrenal, En donde nace, vive y al fin muere Cual todo nace, vive y muere acá.
Era apacible el día
Manuel Machado
A Francisco Villaespesa ¡Jardín sin jardinero! ¡Viejo jardín, viejo jardín sin alma, jardín muerto! Tus árboles no agita el viento. En el estanque, el agua yace podrida. ¡Ni una onda! El pájaro no se posa en tus ramas. La verdinegra sombra de tus hiedras contrasta con la triste blancura de tus veredas áridas... ¡Jardín, jardín! ¿Qué tienes? ¡Tu soledad es tanta, que no deja poesía a tu tristeza! ¡Llegando a ti, se muere la mirada! Cementerio sin tumbas... Ni una voz, ni recuerdos, ni esperanza. ¡Jardín sin jardinero! ¡Viejo jardín, viejo jardín sin alma!
EL JARDÍN GRIS
Marilina Rébora
¿A qué apenarse tanto por las pequeñas cosas? Guardemos el pesar para lo irreversible. Si se olvidan los besos y marchitan las rosas, soportemos la vida, con ánimo apacible. Vistámonos con alas de etéreas mariposas, soñemos en lo alto la cumbre inaccesible, que dejando detrás ideas enojosas la vida cotidiana será más accesible. Aceptemos un mundo que sea conciliable; un solo hecho cuenta carácter trascendente: el hecho de no ser, un día, de repente, y de decir adiós a todo lo mutable, viviendo en armonía, tratando que no estorbe nada de lo minúsculo, ante el girar del orbe.
A QUÉ APENARSE
José María Hinojosa
Hundido entre juncales, eludí la pasión de la mujer sin carne. Eludí la pasión, dentro de mi ramaje y sin quererlo yo. Perdida entre arenales la mujer, ya voló mi carne con su carne.
ERÓTICA IMPREVISTA
Antonio Machado
¿Será tu corazón un harpa al viento, que tañe el viento?... Sopla el odio y suena tu corazón; sopla tu corazón y vibra... ¡Lástima de tu corazón, poeta! ¿Serás acaso un histrión, un mimo de mojigangas huecas? ¿No borrarán el tizne de tu cara lágrimas verdaderas? ¿No estallará tu corazón de risa, pobre juglar de lágrimas ajenas? Mas no es verdad... Yo he visto una figura extraña, que vestida de luto ?¡y cuán grotesca!? vino un día a mi casa. ?«De tizne y albayalde hay en mi rostro cuanto conviene a una doliente farsa; yo te daré la gloria del poeta, me dijo, a cambio de una sola lágrima». Y otro día volvió a pedirme risa que poner en sus hueras carcajadas... ?«Hay almas que hacen un bufón sombrío de su histrión de alegres mojigangas. Pero en tu alma de verdad, poeta, sean puro cristal risas y lágrimas; sea tu corazón arca de amores, vaso florido, sombra perfumada».
Luz
Francisco Luis Bernárdez
Si para recobrar lo recobrado debí perder primero lo perdido, si para conseguir lo conseguido tuve que soportar lo soportado, si para estar ahora enamorado fue menester haber estado herido, tengo por bien sufrido lo sufrido, tengo por bien llorado lo llorado. Porque después de todo he comprobado que no se goza bien de lo gozado sino después de haberlo padecido. Porque después de todo he comprendido por lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado.
PARA RECOBRAR