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1954-10-13
Al inaugurar la asamblea de la Federación Internacional del Automóvil
Señores delegados: Yo deseo, antes de dirigir la palabra, anunciarles que no he de hacer discurso académico, sino que deseo hablar como un viejo socio del Automóvil Club Argentino; como un viejo socio a quien la Providencia ha esto en sus manos la posibilidad de ayudar un poco a esta noble actividad del deporte y de la acción conjunta y general del Automóvil Club. Los automóviles clubes en el mundo han dejado de ser entes parciales o deportivos para convertirse en verdaderas instituciones de bien público. Todos los países lo han reconocido; nosotros no sólo lo reconocemos, sino que estamos persuadidos de que su acción no solamente es indispensable a las actividades del país, sino que también llena un sector que no puede ser llenado por ninguna otra actividad. No es necesario que yo haga aquí un panegírico de la larga trayectoria del Automóvil Club Argentino, ni que estudie su desenvolvimiento, que es conocido por todos nosotros y tal vez por todos los señores delegados a esta asamblea, pero lo que sí deseo, como viejo socio del Automóvil Club Argentino y en nombre del pueblo argentino, es que cada uno de los señores delegados a esta asamblea se sienta aquí como en su propia casa. Deseo también, al dejar inaugurada esta asamblea, honor que agradezco a sus autoridades, expresar solamente nuestro sentir argentino hacia Federación Internacional del Automóvil. Que sean bienvenidos, señores, a esta tierra, donde anhelamos que todos unidos construyamos un mundo mejor, presidido por la justicia y por la libertad, presidido en todas las relaciones de los hombres por una amistad sincera y leal que nos haga más humanos y más hombres. Cuando en reuniones de esta naturaleza desaparecen los convencionalismos fronterizos y se deja actuar al corazón de los hombres de buena voluntad, puede llegarse a históricas decisiones. Deseo, señores, que en estos días en que ustedes han de deliberar en esta asamblea internacional, lleguen también a históricas decisiones. Deseo, también, que cada uno de ustedes con su sabiduría y su prudencia, realicen una obra que nos acerque cada día más a los países que ustedes representan. Por esa razón, al ofrecerles esta hospitalidad, ofrecemos también nuestro corazón. Dios quiera que podamos al fin decir que hemos hecho algo para que ustedes nos agradezcan una hospitalidad que ofrecemos de todo corazón. El concepto del gobierno sobre el automovilismo ha sido quizá expresado con un poco de exageración por el amigo Anesi. Es indudable que tanto él como nosotros estamos en la tarea común de desarrollarlo y de ennoblecerlo. Nosotros pensamos que en el aspecto deportivo, el automovilismo debe llenar en nuestro país un gran sector. La inmensidad de nuestro territorio permite afirmar la necesidad de nuestros automóviles. Es por eso que la actividad deportiva, que en otras partes se reduce a pequeñas carreras de pista, aquí abarca todo el continente sudamericano en una verdadera pista que recorren nuestros automóviles y nuestros corredores. Desde la más remota antigüedad, los pueblos han practicado los deportes que les eran necesarios para su vida. Así nació el atletismo de los griegos; para fortalecer a sus guerreros y para engrandecer a su pueblo. Aprendieron a lanzar el dardo en sus campos para tonificar las cuerdas de su espíritu en la guerra; aprendieron a correr para vencer la fatiga; y utilizaron los instrumentos deportivos para fortalecer a su propio país en las actividades del trabajo o de la guerra. El automóvil ha pasado a ser un instrumento moderno de la felicidad de los pueblos. Por esa razón, nosotros creemos que el deporte automovilístico, que propulsa y propugna por todos los medios nuestro Automóvil Club, es una entidad deportiva que ponemos al servicio de la felicidad de los argentinos, tonificándolos en sus volantes para trabajar mejor y para luchar mejor, si fuera necesario. Es por eso, señores, que nuestro gobierno está empeñado en dar al automovilismo argentino el más amplio desarrollo; desarrollo que no queda solamente en la consideración deportiva del mismo. En efecto, hace pocos días hemos firmado los compromisos necesarios para el establecimiento de una gran fábrica de automóviles en la Argentina. Y ya, en este momento, marchan por nuestras calles automóviles construidos casi totalmente por la industria privada, como asimismo unidades construidas totalmente por la industria oficial. Queremos y aspiramos a que cada argentino tenga en el futuro su automóvil. Creemos que este será el aporte más extraordinario que haremos a esta actividad tan noble que ustedes defienden y auspician. Señores: agradeciendo el honor con que me han distinguido los señores asambleístas, declaro inaugurada esta primera asamblea, deseándoles que Dios los acompañe y los colme de felicidad; que nosotros, los argentinos, sepamos ofrecerles toda la acogida que ustedes merecen, y para que hagamos porque algún día, nos encontremos reunidos en un estrecho abrazo todos los automovilistas del mundo, porque para el automóvil, para el turismo automovilístico, para todas las actividades de esta noble acción de unir, todos debemos poner un poco de nuestra parte. Nosotros, los hombres del gobierno, secundaremos todas las medidas que ustedes decidan tomar en esta asamblea. Desde ahora les aseguro que nosotros, por tener el honor de albergar esta asamblea en nuestro país, seremos los primeros que adoptemos las medidas que ustedes aconsejen. ...........................
1954-10-17
En el acto en Plaza de Mayo
Compañeros peronistas de todo el país: En este momento, en las plazas de las ciudades y de los pueblos de la extensión de la patria se dan cita los hombres que hace nueve años sintieron inflamarse en su corazón el patriotismo sagrado que demuestran pueblos cuando está en juego la grandeza y la felicidad de la patria. Desde esta memorable e histórica Plaza de Mayo les hago llegar a todos mi saludo cariñoso y la afirmación de mis más profundas convicciones, que siguen sosteniendo que en esta tierra de los argentinos lo mejor que tenemos es el pueblo. Estos mismos argentinos, que hace nueve años, en el memorable 17 de Octubre, dieron a la patria el ejemplo de su valor y su decisión, confirmaron el 25 de abril sus deseos de imponer en esta patria la voluntad inquebrantable del pueblo. A todos ellos les agradezco profundamente la confianza depositada en nosotros. Esa decisión popular es la que ha venido posibilitando que nosotros, mediante nuestra humildad, hayamos dominado a los antiguos soberbios dignatarios, frutos falsos del fraude y de la explotación del pueblo. Por eso no deseo iniciar esta disertación sin antes dedicar mi recuerdo esa mujer incomparable que sirvió al pueblo: Eva Perón. A ella le debemos también el hecho de que hayamos podido forjar esta Nueva Argentina, justa, libre y soberana, del pueblo y para el pueblo. . Es mediante todo esto que hoy los argentinos y el propio presidente la República pueden afirmar con orgullo que en este país no hay otro soberano que el pueblo. De ahí nace también nuestra convicción y nuestra realidad y nace también la responsabilidad de todos los peronistas de mantener inconmovibles las conquistas alcanzadas en lo político, en lo económico y en lo social. Las fuerzas de la regresión trabajan para retornar a lo de antes, pero no han de conseguirlo mientras el pueblo sepa oponer el valladar incontenible de sus pechos valerosos Por eso la ciudadanía debe saber que estos no son momentos de indecisión. No se concibe que cuando se trata de decidir los destinos de la Nación, por uno o por otro camino, los ciudadanos pueden estar ausentes de esa decisión. Cuando la suerte de la República está en juego, los indiferentes son los verdaderos traidores. Cuando la suerte de la República se juega en su destino, hay un solo delito infamante para el ciudadano: no estar en ninguno de los bandos o estar en los dos. En este momento, si miramos el panorama de la República en el orden político, vemos tres clases de adversarios: los políticos, los comunistas y los emboscadas. Los enemigos políticos emplean métodos leales y desleales. Estamos decididos a permitir y a asegurar la actividad política en la República, cualquiera sea su ideología y su orientación, siempre que se sigan métodos leales al servicio de la Nación; pero no hemos de permitir, y hemos de aplicar toda la fuerza sancionaria de la ley a aquellos que con el pretexto político hacen sabotaje en perjuicio de la comunidad y de la Nación. Dentro del orden, todo; en el desorden, nada. Con referencia a los segundos, los comunistas, yo deseo desde aquí hacerles una advertencia. Ellos, en nuestro país, no han sido perseguidos ni han sido encarnecidos, ni se les ha privado de ninguna de las libertades que rigen para los demás ciudadanos; ellos, en cambio, pagan con maniobras insidiosas en contra de la República, actúan por métodos hipócritas y disimulatorios. Ellos no presentan una lucha de frente, sino que siempre están disfrazados de algo, menos de comunistas. Actúan en todos los lugares y circunstancias en que puedan producir desorden o alteración de nuestras costumbres y de nuestras necesidades. Señores: nuestra Constitución libérrima, impuesta por el pueblo, establece que no se puede conceder la libertad para atentar contra la libertad. Es en nombre de ese precepto constitucional que nosotros hemos de combatir en todos los campos a los que pretendan suprimir las libertades del pueblo argentino. Hay algunos que peticionan o alteran el orden, o subrepticiamente pretenden, a través de rumores, alterar la tranquilidad argentina porque hay unos cuantos comunistas presos A esos señores yo les advierto, desde ya, que mientras los comunistas sigan tratando de infiltrarse y de destruir las organizaciones del pueblo, mientras ellos no recurran a métodos leales de la política, estarán presos. No importa cuántos son. La tranquilidad del pueblo, el trabajo pacífico de la comunidad y la seguridad de la República bien valen la pena de tener presos a cuatro perturbadores. Los terceros son los enemigos emboscados. Estos se pueden clasificar en dos categorías: los que se llaman "apolíticos", que son algo así como la bosta de paloma; y son así porque no tienen ni buen ni mal olor. Sin embargo, los vemos actuar en todas las circunstancias a través de un mismo mimetismo hipócrita, que los presenta como los peores enemigos de la comunidad. Los otros, emboscadas, son los enemigos disfrazados de peronistas, que también hay. A estos los vamos conociendo poco a poco y eliminando de toda posibilidad. Para ser peronista, lo primero que hay que tener grabado profundamente en el corazón es que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista. Es indudable que algunos suelen decir "yo soy peronista, pero también soy tal otra cosa". Nosotros aceptamos ese "puede ser" peronista, pero como soldado raso. Para ser dirigente peronista, hay que ser más peronista que ninguna otra cosa. Hay, además, dentro de esa categoría, algunas organizaciones, partidos, tendencias o asociaciones que dicen que son peronistas como asociaciones. Mentira, no son peronistas. Si fueran peronistas estarían en la Confederación General del Trabajo o en nuestro Partido Peronista Masculino, o en el Femenino. Esos son, precisamente, los que afirman: "Nosotros estamos Con Perón, pero repudiamos a los peronistas". Es una linda fórmula para presentarse como corderos, cuando en realidad dentro de ellos hay un verdadero lobo para nuestro Movimiento. Para ser peronista no solamente hay que respetar a Perón sino que hay que querer y respetar también a todos los peronistas. Por esa razón, yo alabo y felicito al compañero Vuletich, que termina de referirse a este asunto. Las organizaciones argentinas son aquellas que están determinadas por las leyes correspondientes. Las organizaciones profesionales tienen sus estatutos legales y determinan cómo deben organizarse y cómo deben funcionar. Son sus dirigentes los que tienen la responsabilidad de la organización y de la conducción. Todos aquellos que con pretextos diversos se organizan al margen del estatuto legal forman organizaciones ilegales. La organización de distintas asociaciones está permitida a los ciudadanos argentinos cuando se realizan con fines lícitos, según dice la Constitución. Pero cuando se organizan con un fin y actúan después con otro, es porque ese otro fin es inconfesable, y si es inconfesable, es para nosotros una organización ilícita. Por eso no se puede reunir a los hombres para defender el color de sus cabellos y después actuar en las organizaciones profesionales saboteando los verdaderos fines de las mismas. Las organizaciones al margen de los estatutos legales representan una verdadera injusticia. Si los obreros dividen a un gremio para formar una organización equis que no defiende los intereses profesionales, están traicionando a .la organización, porque ellos quieren gozar de todas las conquistas alcanzadas por el gremio, pero no quieren participar en las luchas para conseguirlas. Tendríamos mucho que hablar sobre estas organizaciones que hoy están surgiendo en todo el país. Por ejemplo, aquí nunca nadie se ocupó d los niños y de los jóvenes. No les importó si estaban acá o allá. Cuando nosotros dijimos que en este país los únicos privilegiados son los niños asistieron hipócritamente con la cabeza, pero cuando hubo que dar para los niños, ninguno de ellos quiso dar nada. La Fundación "Eva Perón" que se ocupa de eso, fue combatida por eso mismos hipócritas. Hoy nosotros estamos dotando de clubes a la juventud para que vaya a los mismos a pasar gratos y agradables momentos de esparcimiento, sacando a los muchachos de cualquiera mala escuela para cultivarlas en deporte y cuidándolos como si fueran nuestros propios hijos. Sin embargo ya hay quien está circulando la calumnia y la infamia para desprestigiar esas organizaciones. Son los que prefieren que nuestros niños sigan en escuela de la calle, del café o del potrero, y no que vayan a un club honorable a compartir su tiempo con sus amigos, En todo esto hay una mezcla de envidia, de egoísmo y de maldad ante la cual el Estado no va a ceder. Nosotros vamos a organizar miles clubes para nuestros muchachos en el país para destruir los últimos vestigios que todavía quedan del privilegió, porque allí se mezclarán los ricos con los pobres y los obreros con los capitalistas. Yo aseguro que en esto, como en todo, el Estado ha de triunfar sobre los hipócritas y sobre los maledicentes. La Fundación "Eva Perón" ha distribuir en toda la República, para nuestros chicos pobres, miles de clubes para albergarlos y para ayudarlas. Y las organizaciones profesionales, nuestras organizaciones obreras, tienen que ser celosos custodios de esta creación. Cada sindicato debe ocuparse de la suerte y del futuro de todos los muchachos como si fueran sus propios hijos y deben ayudar a impulsar a esta juventud a la que nosotros en el futuro hemos de entregarle la bandera que representa la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. Y las instituciones del Estado, en esto como en todo lo demás, deben estar al servicio incondicional de su pueblo. Por eso, toda repartición estatal ha de apoyar con todos los medios y con toda la decisión la creación de estas organizaciones juveniles, para que nuestros muchachos crezcan en nuestra doctrina y en la solidaridad que le estarán enseñando las organizaciones del pueblo argentino. Compañeros: estas creaciones se escalonan en nuestro programa. En 1945 estábamos empeñados en liberar a nuestro pueblo encarnecido y explotado. Durante la primera etapa de nuestro gobierno estuvimos empeñados en organizarlo, en crear sus organizaciones. En este segundo gobierno, estamos escalonando todas las creaciones para saturar toda la comunidad de solidaridad y amor. Lo feliz es que este 17 de Octubre nos encuentra reunidos, como en 1945, luchando por las conquistas y la libertad del pueblo. Los gobiernos, aun populares, con el tiempo suelen oligarquizarse. La virtud del nuestro es que cada día somos más del pueblo, porque cada día somos más humildes y porque cada día estamos más decididos a dar nuestras energías y nuestras vidas por el pueblo. Por eso, compañeros, en este día quiero declarar, una vez más, mi acatamiento al pueblo, único soberano que he reconocido en mi vida, y preguntarles como todos los años, si están ustedes conformes con el gobierno. El pueblo ha llamado a este día 17 de Octubre el "Día de la Lealtad", y yo quiero llamarlo el día de mi inquebrantable lealtad al pueblo, refirmando, sobre todos los hechos acaecidos y sobre todas las circunstancias pasadas, que no he reconocido ni reconoceré jamás ninguna fuerza ni ningún soberano que no sea el pueblo de mi patria. En nombre de esa lealtad, prometo hoy, como siempre, seguir luchando incansablemente, día y noche, por la felicidad del pueblo y por la grandeza de la Patria. Y sólo pido al pueblo que me ayude a conseguirlo. Finalmente, compañeros, en este luminoso y peronista 17 de Octubre, deseo rendir, en esta tierra argentina, pródiga y hospitalaria, un homenaje del pueblo y del gobierno argentino a los huéspedes extranjeros que nos acompañan. Ellos son el Excelentísimo señor vicepresidente de la India y el Excelentísimo señor ministro de Relaciones Exteriores del Japón. Asimismo, deseo rendir el mismo homenaje a las delegaciones de compañeros de casi todos los países latinoamericanos, aquí presentes. Por último, compañeros, deseo les llegue a todos los hermanos que a lo largo de lo patria nos escuchan, como en todos los años, en esta memorable fecha para los argentinos, un abrazo muy fuerte sobre mi corazón. Compañeros: Como ya es tradición entre nosotros, mañana es "San Perón". ...............
1954-10-19
Al serIe impuesta la Orden del Crisantemo por el gobierno del Japón
En nombre del pueblo argentino, de su gobierno y de mis sentimientos hacia el pueblo de la "nobilísima tierra del valor, del honor y de la cortesía", deseo agradeceros la insigne distinción que vuestro gobierno y vuestro pueblo han querido colocar sobre el pecho de este humilde ciudadano, que sólo tiene una suprema aspiración: servir dignamente al pueblo argentino. Nosotros conocemos, las virtudes del pueblo japonés. La tradición oriental reconoce a lo largo de todos los tiempos el valor, el honor y la grandeza moral de los hijos del "país que se levanta entre la tierra y el cielo", allí donde nace el sol. Pero por sobre aquellas virtudes fundamentales, nosotros sabemos que, en el alma del pueblo japonés brillan, casi como el sol y como el crisantemo de los blasones del Mikado, las supremas y excelsas virtudes de la humildad y de la gratitud. La humildad del heroico pueblo japonés tiene para nosotros el alto significado de un ejemplo permanente y de una fecundidad trascendental. La humildad auténtica, que todavía no han alcanzado a practicar la inmensa mayoría de los hombres, es precisamente la que vive el pueblo del Japón: una humildad que no se humilla porque dignifica; una humildad que resiste a la soberbia porque se fundamenta en el reconocimiento de los valores humanos, que lleva a los hombres al equilibrio difícil pero necesario que consiste en no sentirse más de lo que son ni menos de lo que deben ser. El pueblo de la Nueva Argentina, que nosotros deseamos para realizarnos en la historia de los pueblos, ha incorporado a sus ideales que configuran nuestra Doctrina Nacional ese mismo sentido auténtico de la humildad que el pueblo japonés practica con valor, con honor y con dignidad desde el principio de su historia. Desde que el pueblo japonés empieza a brillar en oriente con su propia luz, manifiesta, entre sus esplendores, la belleza de su auténtica humildad y en ella encuentran su explicación tanto la grandeza moral de sus luchas y vicisitudes como su amistad casi sublime por las flores que adornan humildemente la vida y engalanan la tierra. Señor Canciller: El valor, el honor y la dignidad han creado en la esencia misma de vuestro pueblo otra virtud fundamental: la gratitud. Durante estos años que llevo en el gobierno de mi país, yo he sido testigo permanente de la gratitud con que vuestros compatriotas han llegado hasta nuestra tierra expresando su reconocimiento por un humilde aporte de generosidad que el pueblo argentino hizo llegar al pueblo japonés en un momento amargo de su vida. Tan extraordinarios sentimientos de gratitud han ganado el corazón de nuestro pueblo y nos comprometen cada día más con vuestro pueblo porque el gobierno y el pueblo argentino desean honrarse con la amistad permanente de quienes saben, como los hijos de vuestra tierra, practicar todavía las virtudes fundamentales que dignifican a los hombres y construyen la felicidad de los pueblos y la grandeza de las naciones, justificando que en esta hora de crisis todavía podemos tener fe en los destinos supremos de la humanidad. Deseo por fin, señor ministro, que hagáis llegar a Su Majestad el Emperador y a vuestro pueblo mi más sincero y cordial reconocimiento por esta honrosa distinción de la que habéis sido dignísimo portador y que yo llevaré sobre mi corazón tratando de alcanzar en mi vida, sirviendo al pueblo argentino, la dignidad de las virtudes que brillan simbólicamente en este crisantemo cuyos dieciséis pétalos, iluminados por el sol naciente, sellan una amistad indestructible entre nuestros pueblos, capaces de todo amor y toda justicia. Por fin, os ruego, señor ministro, llevéis a vuestro gobierno y a vuestro pueblo nuestros mejores augurios por un venturoso porvenir y la seguridad de nuestro cariño invariable y permanente que el Japón se ha ganado para siempre junto con nuestro corazón. .....................
1954-10-19
En la inauguración del Hospital Aeronáutico Central
Señores: No quiero sustraerme de decir dos palabras respecto de lo que acabo de visitar. Recuerdo que en el primer hospital que inauguramos de la Fundación Eva Perón, hice colocar en el frontispicio del mismo esta frase que ahora que se va cumpliendo resulta más hermosa: "Queremos hospitales más humanizados". Quizá la fría técnica de la medicina había llevado a hospitales demasiado tecnificados. Nosotros somos partidarios de que la técnica hospitalaria sea acompañada por una gran humanización de las tareas. Yo he visto que en este hospital congenian perfectamente las dos cosas: ha mantenido y sostenido la posibilidad de ejercitar en él una buena técnica de la medicina y, al mismo tiempo, profundamente humanizada en todas las formas, pues constituye también un buen procedimiento de curación una hermosa instalación, una alegre sala, un adorno bien colocado y un personal alegre, sonriente, contento y satisfecho. Naturalmente, para que esto último sea posible, es necesario que la gente esté bien atendida y considerada dentro de la casa. Por desgracia, las tareas que realizaban los enfermeros y los médicos en el hospital no eran generalmente bien consideradas en el país. Yo he visto hospitales donde los médicos no solamente carecían de lo necesario para desempeñar su misión, sino que no tenían dónde sentarse; e imagínense que si los médicos no tenían dónde sentarse, los enfermeros y los rnucamos no tenían seguramente dónde pararse. Por eso, reconforta ver que en este hospital se hayan acordado de que los que trabajan son personas y necesitan ser consideradas como tales, y que debe ser cuidada su salud ya que ellos están en contacto permanente con los enfermos. Esa es la suprema aspiración que anhelamos para todos los hospitales argentinos. De ahí que yo quiero hacer llegar mi palabra de felicitación y mi ferviente deseo para que en el país se levanten muchos hospitales como este. No nos debe interesar que sean hospitales para atender jefes, oficiales, soldados, obreros o mendigos, porque la salud de cada uno vale lo mismo, ya se trate del más alto dignatario como del más modesto de los ciudadanos. Debemos crear hospitales en donde los internados vivan alegres; demasiadas desgracias tiene el enfermo con soportar sus dolores para que le hagan sufrir todavía los malos alojamientos e instalaciones inadecuadas. Felicito por todo ello, al señor ministro de Aeronáutica, de quien es lodo el mérito de esta obra, pues yo recién me entero de esta hermosa realidad. Muchas gracias por todo esto. ..........................
1954-10-20
Ante integrantes de la Federación de Mecánicos Dentales :
Compañeros: Deseo comenzar por agradecer la amabilidad que han tenido los compañeros de la Federación Mecánicos Dentales al haberme invitado a este acto, permitiéndome así tener la inmensa satisfacción de saludarlos personalmente. La organización de los Mecánicos Dentales representa una nueva demostración de todo el afán organizativo de los argentinos. Conozco las dificultades con que han tropezado en esa acción y conozco también que por las características, maneras y formas de su trabajo, no ha sido fácil formar un Sindicato o una Federación de Mecánicos Dentales, pero sé también del interés que han tenido los dirigentes del gremio para llegar a cristalizar una organización que nace bajo los mejores auspicios. Cuando en 1944 llegué a la Secretaría de Trabajo y Previsión, una de mis preocupaciones más intensas fue, precisamente, la de echar las bases de la organización. Digo esto porque sin haber vivido los acontecimientos que han llevado a la organización de los mecánicos dentales, conozco las enormes dificultades que se presentan siempre a toda organización. Y las conozco porque he vivido los momentos quizá más difíciles de la organización sindical en los años 1944, 1945 Y 1946, cuando la desorganización y la anarquía reinaban en todas las esferas de la comunidad argentina. En este orden del material humano estábamos entonces en completa y plena desorganización. Casi la mayor parte de los graves acontecimientos que tuvieron lugar en la Argentina durante muchos años, obedecieron, precisamente, a este carácter inorgánico. No estaba organizado ni lo político ni lo económico ni menos aun lo social. En lo social habíamos enfrentado siempre la resistencia del gobierno y de las fuerzas económicas para lograr una organización. Es indudable que tanto la organización obrera, la organización del trabajo, como la organización en las esferas del comercio, de la producción y de la industria, no es lo que más conviene a la explotación o a la desintegración nacional ni de las fuerzas económicas ni de las fuerzas del trabajo. Este era el panorama .de aquella época. Nuestras conquistas en el orden social han sido directamente proporcionales al grado de organización alcanzado. Esto es algo que nosotros hemos podido comprobar en los hechos mismos de la vida argentina en los últimos diez años y lo seguimos comprobando. El estado social de absoluta justicia y de absoluta igualdad no puede existir sin una buena organización de la comunidad, porque son precisamente los conglomerados orgánicos los que establecen el equilibrio, y es la desorganización la que hace que un día una gran fuerza esté de un lado y una gran debilidad de otro, que es lo que rompe ese equilibrio. Yo deseo entonces felicitar a todos los dirigentes de la Federación de Mecánicos Dentales por haberse organizado y los estimulo para que sigan luchando por esa organización. En esto, como en todas las cosas, nunca se termina. Organizarse o comenzar a organizarse es como comenzar a comer. El apetito recién viene después que uno ha comenzado a comer. Durante la organización misma se van a ir presentando numerosas cuestiones que habrá que resolver y que estarán bajo la responsabilidad de los propios dirigentes de la organización. Por eso yo repetiré una vez más lo que tantas veces he repetido en este mismo lugar. Formar comisiones para la defensa de los intereses profesionales no es la única misión que debe cumplir la organización sindical. Esa es una de las tantas funciones, quizá muy fundamental, porque es la que da nacimiento y posibilidades a todas las demás; pero no es, sin duda, la más importante en sí porque todas tienen una importancia relativa. El disponer de una organización, presupone también la necesidad de ocuparse de un sinnúmero de sectores y objetivos que la organización plantea. En primer lugar, la defensa de la salud de los asociados; vale decir, un sistema de mutualidad que puede organizarse perfectamente para cubrir riesgos que no cubre ninguna otra obra de previsión social. En la vida de los hombres, de la familia, y aun en las organizaciones, hay riesgos que nunca son cubiertos por la previsión social. Esos riesgos que nunca son cubiertos por la propia organización en la forma que se defiende la salud de los asociados a través de las instituciones que paulatinamente pueden irse organizando, como ser: policlínicos, centros asistenciales, consultorios externos, dentisterías, maternidades, etcétera, que permite a los asociados disponer de un servicio honorable y cómodo, que es de pertenencia de la propia organización y atiende numerosos riesgos que no pueden ser cubiertos ni individualmente por los que conforman la organización ni colectivamente por los establecimientos asistenciales existentes. Lo mismo podríamos decir de la defensa del poder adquisitivo de los sueldos y salarios o del dinero que se reúne en cualquier otro orden de la vida, que también es indispensable llevar a cabo. Nosotros ya estamos en tren de tener esas organizaciones a base de cooperativas, de mutualidades, etcétera, que permiten esa defensa. Nada vale un buen convenio, y que se otorguen buenos sueldos o buenos salarios, si después los comerciantes se encargan de subir los precios, haciendo que esa ventaja desaparezca tan pronto ellos comienzan a cargar la mano. Muchas veces estriba en esto el que se desvirtúe una verdadera conquista social. Pero está también en las manos de la organización el prevenir que ello no suceda, organizándose para sus asociados, aunque sea los productos más indispensables, a los menores precios. En este aspecto se ha progresado mucho y se progresa todos los días en el país. De la misma manera, creemos nosotros, que es necesario ir creando las escuelas sindicales para el gremio, porque o solamente hay que cuidar la salud física y el poder adquisitivo de los sueldos, sino que hay que cuidar el nivel intelectual, el nivel social, el nivel cultura de la masa, que se puede ir elevando a través de centros de perfeccionamiento y de capacitación. Es preciso, por ejemplo, contar con un escuela de capacitación que permita formar la capacidad profesional, diremos. Esto es muy útil. En este aspecto, nosotros podemos ayudar mucho al gremio con las Escuelas de Aprendizaje y Orientación Profesional, para que esta tenga su propia escuela. Junto con ella, se pueden crear las escuelas sindicales necesarias para capacitar a un cierto número de dirigentes. Las organizaciones no valen tanto por el número de asociados con que cuenten sus filas, sino que valen más por la clase de dirigentes que las encuadran y las dirigen. Y los dirigentes, en el orden social, se van capacitando en escuelas, de la misma numera que se capacitan en otras actitudes para enfrentar los problemas de la organización y de la conducción gremial, asunto que es extraordinariamente importante. Como digo, señores, y como ven, hay muchas otras cosas en que el gremio tiene ciertas posibilidades. Así, por ejemplo, el esparcimiento y la organización del descanso, sea anual, sea hebdomadario, de los propios asociados. Existen grandes posibilidades, ahora que las épocas de descanso pueden ser disfrutadas con amplitud reparadora, facilitando y posibilitando que a través de la organización los asociados puedan tener lugares de vacaciones cómodas, agradables y baratas, que es lo más importante. Del mismo modo en que pueden organizarse colectivamente muchas otras cuestiones, estos son temas y problemas que pueden ser resueltos perfectamente por la organización. ¿Qué gana la organización con esto? Aparte del beneficio directo que los asociados reciben en cada una de estas creaciones de la organización sindical, la organización en conjunto gana extraordinariamente en el orden de la solidaridad. Se puede organizar a los hombres, se les puede unir y se les puede hacer actuar en conjunto. Pero eso no tendrá ni vigor ni fuerza de aglutinación, hasta tanto en el corazón de cada uno de los asociados no exista un verdadero sentido de solidaridad social. Y la solidaridad social no se desarrolla de otra manera que empíricamente en los actos y en los hechos de todos los días. Es esta obra de conjunto, que comienza por defender la salud de todos, por defender el poder adquisitivo de los medios de todos, la elevación cultural de la masa, así como también la elevación social de la masa de asociados, la que va desarrollando ese sentimiento de solidaridad, que es lo que le da consolidación definitiva al movimiento organizado. Esto, señores, es de una importancia tan extraordinaria como nosotros no podemos imaginar. Es lo que desarrolla ese espíritu de cuerpo de la organización, que hace que cada uno de los asociados luche y se discipline no solo por su propia felicidad sino por la felicidad de todos los compañeros que lo acompañan en la suerte, en la desgracia, en la alegría o en la tristeza. Todo esto se complementa también por la existencia de una verdadera concepción doctrinaria en la organización, que es la que unifica el criterio de los hombres y los orienta sobre fines definitivos y congruentes a lo largo de la organización. Me refiero en esto a la parte doctrinaria, que es indispensable para la consolidación de la organización. Piensen ustedes, como ejemplo, que tomáramos diversos individuos, de distintas partes, hombres de lo más diversos, y los juntáramos en una habitación dándoles un tema para que lo discutan. Es probable que si volviéramos a la hora, los encontraríamos a los sillazos, cada uno pensando de diversa manera, sintiendo de diverso modo. Juntar gente que piense de distinta manera es juntarla para que se pelee, discuta y nunca esté de acuerdo. Lo importante es que exista una unidad doctrinaria en los hombres que se juntan. Entonces es organizar. Organizar es reunir hombres y ponerlos a trabajar con un fin común y en una doctrina que sea común. Porque juntar hombres que piensen de distinto modo, que tengan distintos intereses y practiquen distintas doctrinas, eso, más bien que organizar, es desorganizar. Si los dirigentes quieren ver triunfar sus organizaciones, es indudable que deberán cumplir con estos principios, que son los principios básicos del arte de organizar. Solamente de esta manera se organiza; lo otro no es organizar. Nosotros lo podemos comprobar en un ejemplo palpable, visible: los partidos políticos. Ustedes pueden apreciar que en estos momentos los partidos políticos en nuestro país, que no tienen una unidad de doctrina, como tenemos nosotros, ofrecen un espectáculo de desunión entre sus componentes, lo que origina la formación de pequeños grupos o bandos diversos. Mientras no se pongan de acuerdo, mientras no tengan un objetivo común y una finalidad común, siempre van a estar divididos. En cambio, cuando nosotros nos reunimos estamos de acuerdo, porque tenemos una doctrina que nos es común a todos, pensamos del mismo modo, apreciamos los problemas de igual manera y, en consecuencia, las resolvemos también en una forma conjunta y similar. Esa es la verdadera fuerza de la organización. De manera que los dirigentes conscientes trabajan sobre estos puntos, y el resultado es la consolidación de la organización. Yo sé que nuestras organizaciones cada día están más aglutinadas y más fuertes, y si hace siete, ocho o nueve años era posible que alguna infiltración convulsionase sectores o partes de la organización, hoy ya no es posible, porque se han consolidado a través de la unidad de criterio y de la unidad doctrinaria. Es lo que ocurre con nuestros organismos, ya que tienen su defensa propia natural y espontánea. Si los dirigentes cumplen bien con su deber, la organización se irá consolidando cada día más y mejor, reinando además de la disciplina, que es necesario que exista, el verdadero sentido de solidaridad, que es verdadera disciplina. Yo entiendo algo de disciplina. Durante casi cincuenta años he estado sometido a ella, imponiéndola y dejando que la impongan también sobre mí. Algunos creen que la disciplina es igual para todos, pero no es así. La disciplina es una cosa buena en cierta medida; más allá, comienza a ser mala. Es como el pan, que comiéndolo moderadamente es el mejor alimento, pero que hace mal si uno come una bolsa. Todo tiene su medida. Algunos creen que en la organización, la disciplina es siempre cumplir con todo lo que ordena la dirección, aunque sea un disparate. Esa es la disciplina. La disciplina en las organizaciones se basa en una consideración y solidaridad mutuas. Cuando las cosas se hacen con un fin superior y honrado, todo el mundo va a obedecer, aun cuando no exista el menor grado de disciplina. En cambio, en el cuerpo más organizado y disciplinado, cuando se ordenan las cosas incorrectas o injustas, va a haber una reacción, por grande que sea la disciplina que reina en el medio. Todo esto es lo que conforma nuestra obligación de dirigentes, porque en realidad, desde el punto de vista general, todos somos dirigentes, unos en un lugar, y otros en el otro. Algunos creen que son muy importantes porque tienen un título muy rimbombante Y consideran que los demás no valen nada porque cuentan con un pequeño puesto en alguna dirección apartada; pero la verdad es que los dos son igualmente dirigentes. Muchas veces el más humilde de los dirigentes vale más que el más encumbrado de los funcionarios, si aquel modesto dirigente sabe cumplir con su deber y el funcionario no. En esto, la tarea de la importancia del cargo directivo lo da el cumplimiento que uno hace del deber que del mismo cargo emerge. Por esa razón, cualquiera sea el puesto de dirección que le haya tocado en la comunidad, es un dirigente y tiene una responsabilidad muy grande en su sector. Compañeros: he querido hacer estas comparaciones, que no están nunca de más, para que tengamos una idea uniforme -como la vamos teniendo ya en toda la organización- sobre la forma de ejecución de nuestras tareas de dirigentes. Dirigir es siempre una gran responsabilidad e ir creando una dirección es todavía una responsabilidad mayor. Yo sé que ustedes, dirigentes del gremio, se han de esparcir a lo largo de toda la República a cumplir con el deber fundamental de la hora argentina, que es el de la organización, que, como digo, impone numerosas tareas a realizar, especialmente una por sobre todas las demás, que es la de ir acentuando el módulo de la solidaridad gremial, de la solidaridad de la organización, para construir organizaciones indestructibles, para construir organizaciones donde todos piensen para todos y en donde cada uno piense para los demás. Así se van a construir organizaciones que han de ser modelo en su género, y esto se va a ir realizando paulatinamente. Una de las tareas más importantes en esta lucha, porque es toda una verdadera lucha, es la de formar los dirigentes. Esto lo sé bien porque en el Movimiento Peronista estamos con toda la organización funcionando y todavía tenemos grandes dificultades. Nuestro Movimiento tiene la Escuela Superior Peronista, que es la que dirige y la que va conduciendo desde arriba toda la capacitación de la dirección. Además, tenemos nuestras escuelas en todas las provincias y cada unidad básica es una escuela peronista, porque allí se predica la doctrina desde la mañana hasta la noche con el ejemplo y después se cumple con la palabra, porque la palabra sin el ejemplo, en este país, ya vale poco, porque nos han mentido tanto. Señores: una de las tareas más difíciles de la lucha por la organización es precisamente la formación de todo ese escalón de comando que vaya creando una organización y una verdadera dirección firme y decidida hacia los objetivos que la organización se ha trazado. En esa marcha, una de las luchas más fundamentales es contra los agentes de distorsión. Hay dos clases: unos internos y otros externos. Los externos son aquellos que tratan de infiltrarse. Traen siempre objetivos distintos a los de la organización. Si a ustedes no se les ha presentando todavía ese fenómeno, ya se les va a presentar. Con esto sucede lo mismo como con el organismo biológico: andamos y decimos que nunca hemos tenido ninguna enfermedad, pero en cualquier momento entra un microbio y ya estamos enfermos. A las organizaciones institucionales les puede ocurrir lo mismo. Hay una flora microbiana extraordinaria en estos tiempos, bastante virulenta, que trata de infiltrarse en las organizaciones. Es contra esa flora que hay que crear algún antibiótico o alguna cosa indispensable. Antibiótico que nosotros mismos producimos, con medidas que se toman dentro de la organización. Ese que entra de afuera, generalmente sigue un proceso natural; no va a los organismos que no interesan, sino que siempre van a los organismos poderosos. Cuanto más poderosa es la organización, ejerce más atracción sobre esa flora microbiana que pulula a su alrededor. De la misma manera, muchas veces lo tenemos al microbio adentro, como pasa con el organismo biológico. Hay muchos tipos de gérmenes patógenos que viven dentro del organismo y se desenvuelven sin producir mayores inconvenientes. Pero a veces ocurre, como en el organismo biológico, cuando decaen las defensas, porque uno se pone viejo o se debilita, que se produce la enfermedad. Es indudable que todo esto es de una importancia extraordinaria, porque en todos los casos, el que no tiene buena cabeza para prever, después tendrá que tener buen organismo para aguantar, porque estos suelen ser sacudones duros. Sobre todo, hay que considerar que esos elementos trabajan siempre por minar el prestigio de los dirigentes, porque a ellos no les interesa incorporarse como un ente en la masa; ellos luchan por copar la dirección, por desplazar a la existente y colocarse ellos. Esto, en lo político, en lo social y en todo. Por otra parte, hay una lucha que es natural y saludable: la que se realiza entre los propios elementos bien intencionados en la dirección de las asociaciones, cuando quieren tomar el mando, porque creen que lo van hacer mejor, y tienen derecho a hacerla, si creen que lo van hacer mejor, y Dios quiera que lo hagan. Ese es un proceso de perfeccionamiento de las organizaciones. En cambio, aquellos que traen una idea preconcebida, que siempre es negativa, y que luchan por otros objetivos que no son los de la organización, en cuanto lograron su objetivo, la disocian y anarquizan totalmente. La existencia de las autodefensas está en manos de los dirigentes. Las organizaciones no resisten mucho cuando no existen esas autodefensas. Es lo mismo que le pasa al hombre. Si el hombre no tuviese en su organismo sus propias autodefensas, hace millones de años que habría desaparecido de la tierra, a pesar de las medicinas. Si sus autodefensas no lo salvan, no lo salva absolutamente nada. Es como dice Martín Fierro: "Después que uno está perdido, no lo salvan ni los santos". El crear las autodefensas de la organización es una tarea absolutamente indispensable de los dirigentes, que tienen la responsabilidad de ello. En esto hemos trabajado para dar las bases correspondientes. A tal efecto, hemos dado a las organizaciones sindicales un estatuto legal, donde están total y absolutamente defendidas desde el punto de vista estatal y gubernamental. Se les garantiza la absoluta libertad. Nadie puede intervenir dentro de los gremios, si no son sus propios dirigentes, que son los únicos que tienen derecho a gobernar y a intervenir en los asuntos internos de los gremios. El estatuto legal les da ese privilegio, dándoles la oportunidad de que sean artífices de su propio destino. Pero también les corresponde la tremenda responsabilidad de defender permanentemente la organización. Pero ahora hay otros intereses que se mueven alrededor de las organizaciones. Ocurre como en todas las cosas: cuando valen poco, nadie se preocupa ni se interesa de ellas; pero en cuanto se valorizan, despiertan el interés de muchos. En estos últimos tiempos ha sucedido que algunos aprovechadores han querido formar pequeñas organizaciones, etcétera; pero en ese aspecto todo está garantizado por el estatuto legal de asociaciones profesionales, que no reconoce otras organizaciones que no sean estas que tienen personería gremial. Se les ha dado personería gremial, que es algo así como un estatuto casi extraterritorial; es un fuero colectivo que establece en la legislación que una organización de tipo gremial es absolutamente inviolable. ¿En qué consiste el fuero? Es un privilegio. En la República Argentina tienen fuero los legisladores, los diplomáticos, los altos funcionarios del Estado; vale decir, están protegidos contra las acechanzas comunes con el objeto de que pueden desarrollar libremente sus funciones. De la misma manera, nosotros hemos querido dar a la organización gremial un fuero colectivo. Piensen ustedes que una organización de carácter económico o de carácter político puede ser intervenida por el Estado tan pronto deje de cumplir los fines que figuran en sus estatutos. En cuanto una organización económica, por ejemplo, deje de cumplir el estatuto, el gobierno nombra un interventor, que reemplaza a la autoridad propia, y la hace funcionar bajo la potestad del Estado. Al sindicato no le puede ocurrir eso porque al tener personería gremial no puede ser intervenido sino por otra organización de carácter gremial superior en jerarquía, que en este caso sería la central obrera. El gobierno no puede intervenir en un sindicato. En la organización obrera no puede entrar ni la justicia ni la política porque es absolutamente inviolable. Y se le ha dado ese fuero para que se pueda defender frente a las propias autoridades estatales. Antes, el gobierno entraba en un sindicato con la policía, llevaba presa a lada la comisión directiva, lo clausuraba y hacía lo que quería. Ahora, esos procedimientos están prohibidos por la ley y el gobierno no puede hacer eso de ninguna manera. Cuando existe una desavenencia un gremio, lo único que hace el gobierno es enterar a la CGT para que esta haga valer su autoridad. Para nosotros eso es mejor. Cuando el gobierno obra de buena fe, no se sirve de su autoridad para presionar en las organizaciones a favor de unos o de otros. Conviene que esos desacuerdos internos sean subsanados por la Confederación General del Trabajo, que es la autoridad natural de las organizaciones. Por eso el Estado ha legislado en forma perfecta con el objeto de asegurar la existencia independiente y libre de los sindicatos. Allí hay absoluta libertad. No hay ningún país en el mundo que en este sentid tenga una legislación tan avanzada. Esto les da a las organizaciones sindicales una personalidad extraordinaria; pero al mismo tiempo les da a los dirigentes gremiales una responsabilidad extraordinaria, porque naturalmente, no interviniendo fuerzas extrañas, ellos deben resolver todos los problemas que la organización plantea; y los problemas de las organizaciones sindicales son de distinto carácter y muy graves porque presuponen, la mitad de las veces, la destrucción o la anarquía de las organizaciones. Defender esto con un gobierno bien intencionado y con buenos objetivos contra los agentes de disociación internos o externos, como así también cumplir cada uno de los objetivos dentro de una absoluta solidaridad, es echar las bases para la consolidación definitiva de la organización, y yo soy un persuadido de que la República no podrá cumplir nunca sus fines de comunidad organizada si las organizaciones del trabajo, económicas profesionales, educacionales, estudiantiles, de la juventud, etcétera, no llegan a conformar una verdadera organización donde los grandes intereses de los grandes grupos estén representados en todas las actividades de la vida nacional, en forma que unas se compensen con las otras y se establezca el equilibrio sin el cual empieza uno a obrar negativamente en la comunidad. Por eso, toda esta organización y todo lo que se luche por consolidarla y defenderla contra los agentes de disociación siempre presentes en la vida de los organismos institucionales, como en la vida de los organismos biológicos, es la función más fundamental y de mayor responsabilidad de cada uno de los dirigentes. Compañeros: en este primer contacto que tenemos yo he querido volcarles la experiencia de mi observación permanente en diez años de tanto trabajo dedicado, casi la mayor parte, a crear estas organizaciones, porque no quisiera haber pasado por la vida de la República y dejarla en la desorganización y en la anarquía en la que la encontré. Yo deseo dejar, por lo menos, el recuerdo constructivo de haber creado algo que trabaje permanentemente por la felicidad de los argentinos y la grandeza de la Nación. Por esa razón, en este primer contacto que tengo con ustedes, he querido expresarles lo que para nosotros constituye la base fundamental de nuestra doctrina en el orden de la realización de la organizaciones sindicales, para que ustedes sean tan amables de llevarla a los demás compañeros de toda la República e inducirlos, también a ellos, para que trabajen, en la medida de su capacidad y de su fuerza, por la consolidación de este estado de cosas que, comparado con el que reina en los demás países, revela que ninguno ha obtenido hasta a ahora los resultados que nosotros hemos obtenido. Tenemos poco que aprender de los otros países, consumidos por la explotación, la inflación y los demás fenómenos que está sufriendo el mundo. A todos los que protestan contra nuestra organización y nuestra manera de vivir, los enviaría a pasear por el extranjero para que aprecien como vivimos los argentinos, al ver con sus propios ojos y sentir en sus espaldas lo que pasa en otras partes del mundo. Nosotros hemos conseguido ya, por lo menos, una estabilización y un equilibrio que va permitiendo a cada uno vivir tranquilo y feliz, cosa que hoy es una mercadería muy escasa en casi todas partes. En cambio, nosotros, en esta parte del mundo, alejados de la influencia de otros centros y sectores azotados de la humanidad, todavía nos podemos permitir ese lujo. Dios quiera que nuestra acción sepa aprovechar todo el beneficio que esa situación excepcional nos brinda. Lo que nosotros no seamos capaces de hacer por nuestra felicidad, nadie lo va hacer en forma que tengamos algo que agradecerle. De eso podemos estar absolutamente persuadidos. Por eso, cualquiera sea el grado de importancia de nosotros como dirigentes, debemos saber que en las manos nuestras está la responsabilidad de consolidarlo, perfeccionarlo y llevarlo a cabo. Les pido que lleven a los compañeros esta inquietud y que les digan que les envío, por intermedio de ustedes, un abrazo muy estrecho y muy cariñoso. Muchas gracias. ..............................
1954-11-17
En el acto de entrega de diplomas a egresados de la Escuela de Líderes
Yo deseo decir solamente algunas palabras sobre las funciones que dentro de la Fundación Eva Perón corresponde a esta nueva promoción de muchachos dedicados a las actividades deportivas. Es indudable que hace ya un largo tiempo que en la humanidad se habla sacrificado una parte de la cultura del hombre en beneficios de otro sector de su propia cultura. En mi concepto, el hombre no es mejor porque sepa mucho, ni porque ser muy fuerte, ni tampoco es completo aunque tenga un espíritu superior. El mejor hombre no es ni el sabio, ni el físicamente poderoso, ni el poderoso espiritualmente; el hombre mejor es el que coordina en forma más completa estas tres conquistas del hombre sobre sí mismo. Vale decir que, como sostenían los griegos, la grandeza del hombre está en su equilibrio y no en ningún desequilibrado que el hombre pueda crear entre su inteligencia, su alma y su cuerpo. "Todo en la medida y en perfecto equilibrio", decían los griegos y esto sigue siendo una verdad eterna como tantas de las verdades que ya ellos enumerados hace miles de años. Por eso, yo creo que en nuestro país es necesario que reaccionemos contra el desequilibrio en que hemos venido actuando los argentinos, al despreocuparnos del cuerpo para formar una inteligencia poderosa, que sucumbía en mitad de su camino, porque la osamenta era demasiado débil para soportarlo; o, como aquellos hombres que trabajaron extraordinariamente su inteligencia sin cultivar su alma y, en consecuencia, dieron esa poderosa arma que es la inteligencia a un hombre indigno de utilizarla, porque la utilizó mal. Busquemos esa armonía como los griegos, para hacer un hombre fuerte dentro del cual haya un alma buena con una poderosa inteligencia que ilumine a ambas. Esta es la orientación moderna de la enseñanza argentina; esto es lo que queremos nosotros para la educación de nuestros hombres y de nuestras mujeres. Por esa razón hemos ido paulatinamente creando, en el Ministerio de Educación, la posibilidad de alcanzar la armonía en la educación de nuestros hombres y mujeres. Los organismos creados hasta ahora para el cultivo de la inteligencia, son buenos; quizás un poco y demasiado grandes, porque anteriormente se dedicaron solo a cultivar un aspecto en detrimento del otro, y el resultado era una gran inteligencia que la mayor parte de las veces estaba sobre un armazón endeble. Por eso creo que, para seguir cultivando la inteligencia de los argentinos, sobra el sistema eclesiástico actual. Para educar el cuerpo necesitamos crear los organismos, y después, en la práctica, veremos que los organismos creados para desarrollar nuestras inteligencias y fortalecer nuestro cuerpo, sirven también para educar y desarrollar nuestra alma; veremos que es en la educación física y en la educación intelectual donde vamos a cultivar el espíritu. De esto se infiere la importancia de la misión que ustedes, los muchachos de la Nueva Argentina reciban, de fortalecer y desarrollar armónicamente estado físico de nuestros hombres y cultivar también el espíritu, el alma de los hombres que van a tener bajo la dirección y la acción de ustedes; hombres en proyecto, pero todos, para llegar a ser algo, comenzamos por ser un proyecto. Dios quiera que esos proyectos de hombres que ustedes van a recibir para cultivar en lo físico y en lo espiritual se conviertan, a través de la acción de ustedes, en una hermosa realidad. ¿Como pensamos nosotros que ha de desarrollarse en el país la acción destinadas a educar físicamente a las nuevas generaciones de argentinos? Es difícil, en una comunidad como la nuestra, llenar bien todo los intersticios de su organización para cultivar el cuerpo y al alma de las mujeres y de los hombres que la componen; porque el deporte, la gimnasia y toda la actividad colateral a otras dos grande divisiones de la educación física deben adaptarse a la educación ya existente en la comunidad, y esto es, probablemente, lo que más interesa considerar en este momento. Hasta ahora, en el país, se han hecho numerosos ensayos. Yo trataré de describirles rápidamente a ustedes la parte histórica de la educación física argentina. Hubo una época, una larga época, en que la educación física estaba confiada al trabajo: los que hacían y trabajos manuales era fuertes; los demás, generalmente, eran decrépitos en su mayor parte. ¿Por qué? Porque no existía ni la costumbre ni la posibilidad de practicar deportes. Y no les estoy hablando de nuchos años atrás. Les estoy hablando de cuando yo era chico, en los tiempos en que aquí se empezó a jugar al fútbol y todo el mundo se reía de esos locos que con traje a rayas salían a correr detrás de la pelota. No es historia antigua, aunque ya hayan transcurrido unos cuantos años. Desde entonces hasta ahora se ha hecho mucho bien y mucho mal, como se hace en todas las etapas de los comienzos. En mi época de muchacho, ir a jugar al fútbol en un potrero era un verdadero delito. El vigilante perseguía a todos los que nos atrevíamos a practicarlo, se llevaba a alguno preso que después, para peor, en casa tenía que aguantar el resto a cargo de los padres. Entonces, a nadie se le ocurría que eso era algo que beneficiaba la salud. Por el contrario, se pensaba en el gasto de los botines, en que se lastimaban los chicos, etcétera, y eso era lo que la gente tenía en cuenta. Han pasado los tiempos. Después no ocurrió así. La gente se acostumbró a que se hiciese gimnasia y se practicase algún deporte. Esos centros intelectualoides de ignorantes que existen en todas partes del mundo, decían que la gimnasia era cosa de brutos. Como si la gimnasia tuviese que ver con los músculos en el desarrollo. Se puede desarrollar las dos cosas: se puede ser potente intelectual como físicamente. Lo que quiero señalar es, simplemente, la clase de gente con la que hemos tenido que vernos los que hemos hecho deportes. Indudablemente, los que practicábamos deportes en mi tiempo, lo hacíamos porque teníamos una gran voluntad, una tremenda voluntad, puesto que debíamos de luchar e imponernos a fuerza de sacrificios y de tenacidad, para dominarnos a nosotros mismos y para dominar a todos los que nos criticaban y se reían de nosotros, hasta que creyéndonos locos. Ahora las cosas han cambiado, ahora los locos son los que no quieren hacer gimnasia. El deporte es algo que no solo los vigoriza y los fortalece fisiológicamente, es decir, no solo vigoriza el sistema nervioso, los órganos, los músculos y los huesos, sino también que les crea una mejor inteligencia y les forma un alma mejor. Hoy todos sabemos eso, pero antes el asunto era distinto. Esto es fácil ahora. Ahora todo el mundo está inclinado y es fácil hacer andar a un inclinado, lo difícil es hacerlo andar cuando se echa para atrás. Por eso quiero presentarles el panorama en que se encuentran los muchachos jóvenes, trasladándome a la edad de ustedes. ¡Lo que habría sucedido si hubiéramos hecho esto en aquellos tiempos! Todavía en estos tiempos tenemos a algunos que nos van a criticar; no vayan a creer que no quedan algunos. Pero hoy los que no creen en esto son bárbaros, bárbaros que la civilización tolera, porque los bárbaros se producen en todos los tiempos. Por esa razón ustedes se incorporan a la vida deportiva en una acción dirigente, porque ustedes ya son dirigentes juveniles, pero dirigentes con una responsabilidad y con un sentido del deber que cubre esa responsabilidad, y también con una capacidad que posibilita ambas cosas. Ustedes se incorporan para ir a desarrollar una actividad tan noble como es la de encauzar y dirigir. Después de este exordio histórico, que es el reflejo de la verdad absoluta, quiero decirles, como pensamos nosotros, que debe actuar en el campo de la educación física. En el tiempo que les he hablado, muchos pensaron también en la educación física, y en todas las cosas que se hacían en aquella época, no pasaron de la teoría. Yo he visto organizaciones teóricas magníficas, pero nada en realidad. He visto muchos papeles y cuadritos; el nombramiento de fulano o de Zutano para hacer tal o cual cosa, pero lo cierto es que no se hacía nada porque eran organizaciones teóricas. Hasta yo, ingenuo de mí, cuando fui ministro de Guerra, elaboré una ley de educación física que tuvo el destino de las otras. Era una linda ley, pero la educación física no anduvo. Quedó en la letra de la ley, nada más; y como con la letra no se hace fuerte a nadie, todo quedó más o menos en las mismas condiciones. De esta manera yo me persuadí de que, si para hacer un guiso de liebre, lo primero que hay que tener es la liebre, para hacer un pueblo de deportistas, lo primero que es necesario tener es deportistas, no leyes ni papeles, ni organizaciones inútiles. Hay que ponerse hacer, a realizar y eso es lo que nosotros queremos ahora. Por lo tanto, en lugar de crear organizaciones, trataremos de crear deportistas y luego de que estén hechos, los vamos a organizar. Es decir, primero la liebre, después el guiso. Para eso hemos concebido lo siguiente: como primera medida, hay que tomar a la gente joven, porque el deporte no es para los viejos, desgraciadamente. Los viejos tenemos que conformarnos con dar consejos. Entonces, es necesario que pensemos en encaminar a la juventud. Yo he hecho hacer un censo aproximado, porque en esto no contamos con estadísticas de los deportistas argentinos organizados. Y con un alto grado de optimismo, resulta que no alcanzamos a tener ciento cincuenta mil deportistas organizados, pero, naturalmente, deportistas que hagan deportes, no esos que dirigen y no lo hacen. En dieciocho millones de habitantes que tiene el país, ciento cincuenta mil deportistas da un índice muy negativo. Nosotros tenemos que contar con más o menos cinco millones de deportistas, que en una cifra de dieciocho millones de habitantes significa algo menos del treinta por ciento. Eso es lo que corresponde a un pueblo, a un pueblo de deportistas. Del resto, hay un treinta y tres por ciento que son también deportistas retirados, veteranos, etcétera; y los otros es gente que por distintas causas no practicaron ni practicarán deportes. En esto yo no hago diferencias entre hombres y mujeres, porque para el deporte la mujer y el hombre son una misma cosa. Los dos reciben el mismo provecho y, en consecuencia, no puede haber diferencia de sexo. A lo sumo, la única diferencia puede estar, quizás, en las marcas y en los tiempos; pero la actividad es la misma. Por esa razón es necesario trabajar en el país hasta tener los cinco millones de deportistas activos. Yo no creo tampoco que sea un pueblo deportista ese que concurre a los hipódromos, en donde los deportistas son los caballos, ya que los demás son observadores. Tampoco considero deportistas a las doscientos mil personas que asisten a las canchas de fútbol para ver jugar a veintidós jugadores. A mí me gustaría que los veintidós estuvieran en las tribunas y los otros doscientos mil jugasen al fútbol. ¿Cuál es el programa inicial nuestro? Quizás no sea racional, pero el cambio es práctico, porque en estas cuestiones de organización lo perfecto suele ser enemigo de lo bueno, ya que cuando uno quiere hacer las cosas perfectas no hace nada, y es lo peor que puede hacer. Tratemos de realizar algo práctico y que forme deportistas, algunos creen que con buenas reglamentaciones ya están hechos los deportistas, pero muchas veces las reglamentaciones son las que impiden hacerlos. Es mejor deportistas sin reglamentaciones, que reglamentaciones sin deportistas. Por lo tanto, conviene que nos olvidemos un poco de las reglamentaciones. Nosotros tenemos que terminar con todas estas cosas, y la única manera de lograrlo es haciendo deportistas que trabajen, actúen y triunfen a pesar de las reglamentaciones. Para eso, hemos pensado realizar una acción integral, así como hemos hecho otras cosas, persuadiendo a la gente, y dando una consigna general que todos seguimos y llenando todos los sectores que podamos alcanzar para impulsarlos a realizar el deporte, como asimismo posibilitar a algunas instituciones del Estado o privadas para que se ocupen de facilitarles a los muchachos la práctica de deportes. Lo hacemos seguros de que si nosotros posibilitamos a los muchachos para que practiquen deportes, vamos a tener una gran cantidad de deportistas; si nos despreocupamos y no nos ocupamos de ello, el número de deportistas será menor, aunque siempre habrá deportistas, aún a pesar de nuestra despreocupación. ¿Cómo pensamos hacer esto? Esto es fundamental para que ustedes se sepan colocar dentro del panorama general, es decir, ocupen en el tablero el lugar que les corresponde a cada uno de ustedes y en ese tablero realicen la jugada que deban hacer, porque generalmente uno es menos eficaz si no se encuentra bien encuadrado en el panorama de conjunto. Debe conocer cuál es su ubicación en el panorama de conjunto y comprender su misión para no confundir su función. Allí es donde su acción es realmente eficaz, porque si ustedes, que tienen la función de preparar muchachos de conducirlos, de dirigirlos, de controlarlos, se dedicaran a la dirección general del deporte, no cumplirían bien con su función. La función de ustedes está allí. En esto no es el cargo que hace al hombre, es el hombre quien dignifica el cargo, cumpliendo con la función que tiene asignada, por humilde que sea. Ustedes pasan a la categoría de dirigentes, y yo soy partidario del más humilde de los dirigentes si sabe cumplir con su deber, de la misma manera que soy enemigo, del más alto de los funcionarios, si no sabe cumplir con el suyo. Esta no es una cuestión de relumbre de un cargo, es una cuestión de honor en una función y de dignidad en una misión, que no es lo mismo. Les digo esto a ustedes para que puedan colocarse en el tablero, en la casilla que les corresponde, y pueden hacer después el movimiento adecuado, como en el juego de ajedrez. Nosotros hemos pensado que la concepción general de todos ese panorama integral del deporte la podemos cubrir de la siguiente manera: debemos tomar al niño desde que nace. La primera acción deportiva del recién nacido está en manos de la madre; y ha de llegar el día en que habremos educado a nuestras madres, no solamente en la puericultura común, sino también en la puericultura práctica que eduque a la madre sobre los movimientos que debe realizar el hijo para que, además de ser sano como lo quieren todas las mamás, sea fuerte desde su nacimiento. Hay países donde esto estar perfectamente desarrollado y donde se ha estudiardo un sinnúmero de movimiento que la criatura puede empezar a practicar desde los seis meses con provecho para su salud, para sus órganos, para sus musculitos, sus huesitos, etcétera. Nosotros estamos un poco lejos de esto, pero ya habrá de llegar el día en que también lo hemos de alcanzar. Nuestros médicos en ese aspecto, se preocupan más de las horas en que la madre tiene que dar el pecho al niño, de como se lo debe lavar y bañar, en fín, de cosas que no tienen tanta importancia, y el día que las madres lo aprendan no habrá ninguna que no proceda en esta forma, con lo cual van a ganar todos los niños. Por eso, empezaremos formando personal que sepa aconsejar a las madres, formando madres que sepan criar a sus hijos. Pasamos de allí a la escuela primaria, es decir, al tiempo en que el chico tiene seis años y la mamá se desprende de él por primera vez y lloran ambos un poco. Es necesario que sepa la madre en ese momento que así como ella ha sido consciente en el cuidado y desarrollo de su hijo hasta los seia años, cuando lo entrega a la escuela, allí también habrá personas conscientes que sabrán cuidarlo con el mismo amor con que ella lo hizo, y que tratarán de hacer de él un chico sano, fuerte y digno. Esa es la función de la escuela. Hasta ahora nos hemos dedicado nada más que a enseñarles a leer y escribir, pero también hay cosas más importantes que esas. Quizá vale más educar el espíritu del niño que enseñarle a leer y escribir, porque cuando más sabio más peligroso va a ser para los demás si no se le ha educado el espíritu. Allí, en la escuela, no le vamos a hacer practicar deportes, pero sí muchos juegos deportivos que son aptos para ellos. Muchas veces la directora de la escuela no lo hace jugar para que el chico no le rompa un vidrio o para que no se golpee, o porque transpira. La ley de los niños es precisamente transpirar, correr todo el día, porque así es la naturaleza. Hay que dejarlo al chico que juegue, porque es lo natural. El chico no se va a poner a hacer gimnasia sueca ni dinamarquesa, la gimnasia que él hace es la que le da Dios: es correr y saltar todo el día. Hay que dejarlo que corra, que salte, aunque nos rompa algún vidrio y aunque algún día se pegue un golpe. !Se va a pegar tantos en la vida! Claro que esto lo tenemos que practicar, porque todavía hay muchas mamás que no quieren que el niño se les golpee. Ellas prefieren que se les golpeen a los treinta años. !Y hay que ver entonces como duelen los golpes cuando se es grande! Hay que dejarlo al chico que ande un poco solo, para que se golpee, porque el hombre aprende a vivir a golpes físicos y morales. Tenemos que acostumbrar a nuestra gente que la escuela de los hombres es una escuela de libertad y con autoridad. De esta manera el niño se va a enseñar a sí mismo con lo que va aprendiendo durante la vida. Claro que todos tenemos que cuidar a los chicos, pero no demasiado, no sea que suceda con lo que las plantas de invernáculo, que se cuidan demasiado y después se secan. Hay que tener cuidado de que el sol y el aire llegue hacia ellos, que es lo mejor, tanto para los chicos como para las plantas. Llega el chico a los doce y se convierte en ese "cebollita" inquieto que se ve en todas partes. Yo los veo en la UES, están todo el día saltando de un lado para otro. Es el momento en que el chico está en la edad ideal para comenzar a enseñarles a practicar deportes. Los que aprendemos el deporte a los veinte años, no llegamos nunca a hacer gran cosa; el deporte hay que comenzar a practicarlo a los doce años, empezando primero con pocas posibilidades para luego ir avanzando poco a poco, ganando en salud, en fortaleza, en carácter, en voluntad y también en músculos, en nervios y en formación ósea. Eso es lo que va formando al chico. Pero hay que tener mucho cuidado entonces porque esa etapa de la formación es la más peligrosa. Y si no, recuerden lo que dice Martin Fierro al respecto: Árbol que nace torcido, nunca su tronco endereza". Es en esa edad, a los doce años, cuando comienza a torcerse, yendo de un lado para otro. Es el momento en que debemos colocarle un tutor para que siga creciendo derecho, como los árboles. Repito, pues, que es en esa época cuando es preciso que cuidemos su desarrollo. Por eso estamos formando estas organizaciones. El Ministerio de Educación actúa en la parte estudiantil, pero hay otros sectores y alumnos a los cuales no alcanza su acción. Es una tarea de gran responsabilidad, ¿a quien se la confiamos? El que se haga cargo de esto debe hacerlo con responsabilidad, con acierto y con bondad. Yo he pensado en la Fundación Eva Perón, que fue la inciadora en este aspecto con la organización de los campeonatos infantiles. Todos los sectores que escapan a la órbita del Ministerio de Educación, que tiene la misión específica de educar, tenemos que tomarlos nosotros con la Fundación. Allí está el sector maravilloso para la Fundación Eva Perón, con sus campeonatos y demás organizaciones. Esta toma al chico desde los doce años, para los campeonatos infantiles; sigue después su acción con los campeonatos juveniles; y luego, cuando ya tiene un hombre formado, lo pasa a la Confederación General de Deportes para que ella lo utilice en la representación deportiva del país o para que continúe cultivándolo como hombre. Como hombre, ya no le interesa a la Fundación, le interesa solamente como niño o como joven. En esos niños y en esos jóvenes radica la tarea de ustedes. Esa es su función: que crezcan derechos y que no se tuerzan en el camino, que vayan recibiendo el consejo oportuno y que cuenten con una vigilancia permanente. Claro que para esta acción, hemos pensado también que en el sector en el cual actúa la Fundación Eva Perón actúen nuestros clubes, porque en el país existen muchas entidades deportivas y por eso estamos preparando la creación de numerosos clubes de barrio a fin de que la gente se vaya agrupando en organizaciones populares para la práctica del deporte. Como es lógico, nosotros los ayudamos cuando les hace falta. Nosotros les brindamos nuestro apoyo, les cedemos un terrenito, ponermos a disposición organizaciones médicas para que revisen al niño y garanticen que el deporte no les resultará contraproducente porque no tiene una tara física o porque hay que corregir algo antes de comenzar a practicarlo. En fin, todas esas entidades son compañeras de tareas y así la Fundación debe de considerarlos. A los clubes de barrio, a los grandes clubes, a las organizaciones deportivas de todo género, no hay que tratarlos como adversarios nuestros, sino como colaboradores, a los que es necesario prestarles nuestra ayuda cuando la necesiten, porque en esta tarea de hacer fuertes y buenos a los argentinos, nadie puede estar en contra de nadie, sino que todos debemos colaborar mutuamente. De la misma manera, nosotros también debemos ayudar a esos clubes y a la Confederación General de Deportes, para darle el aporte de nuestros muchachos, no tanto al campo profesional como al amateur, es decir, al de aficionados. Porque el de profesionales es un espectáculo comercial, es un negocio que se hace alrededor de un espectáculo que gusta a la gente, como el cine, el teatro o el cachascán. Se lo llama deporte porque de alguna manera hay que denominarlo, pero es un espectáculo público, un negocio hecho por empresarios. Eso no es lo que nos interesa, pero si alguno de nuestros muchachos quiere hacerse profesional en esas actividades, lo dejaremos, porque para algo existe la libertad en este bendito país. Pero nosotros no trabajamos para el profesionalismo; trabajamos para formar deportistas aficionados, que hagan el deporte por el deporte y no el deporte para negociar o lucrar. Porque si no, quedaríamos satisfechos con muy poquito. Lo que queremos es tener mucha gente deportista, pero deportista por el honor de serlo y por el beneficio que el deporte les reporta y por el bien que representa para el país el deporte. Para eso lo queremos, no para lucrar con él ni para sacar ventajas de ninguna naturaleza. Yo he querido decirles estas palabrasy creo que con ellas ustedes encuadrarán perfectamente bien la función de cada uno de ustedes en el sitio donde actúen, asignándose la importancia y la responsabilidad que cada uno tiene en esto. La Fundación espera mantener oficialmente todas las actividades, es decir, que ustedes vivan permanentemente con nosotros. La Fundación espera que cada uno de ustedes sea un agente directo de la Fundación Eva Perón donde actúan, y así como ustedes prestan a esta institución este inestimable servicio para que ella llena su función, la Fundación está también a disposición de ustedes para la solución de cualquier problema, sea este personal o referente a la función que ustedes desempeñen. Recurran siempre a nosotros, que así como ustedes nos sirven, nosotros estamos decididos a servirlos. Ustedes inician una marcha, y en esa marcha nunca estarán fuera de la vista ni del corazón de la Fundación. La Fundación debe ser para ustedes la institución madre y básica, y para nosotros, Fundación, ustedes son servidores a los cuales les estaremos reconocidos y les daremos la mano y el corazón en el momento que ustedes necesiten. La Fundación Eva Perón ha tenido en el país la virtud de ligar sentimentalmente a millones de argentinos que creen que la vida no se reduce solamente a luchar por la riqueza, el poder o cualquier otro bien material: cree que la vida es también para realizar todos los días algo que sea útil a nuestros semejantes, sin ningún otro interés que la inmensa satisfacción de servir a los demás. La Fundación no ofrece nada más que esa inmensa satisfacción. No puede ofrecer otra cosa, porque la función de la Fundación es servir a todos por igual; servir donde sea, sin fronteras ni discriminaciones de ninguna naturaleza. La función de la Fundación Eva Perón está por sobre todas las fronteras y por sobre todas las discriminaciones. Por eso es una gran institución, porque no es sectaria, porque no lucha por intereses de ninguna naturaleza sino que lucha por ser útil a sus semejantes. Es una institución pura de solidaridad y de amor. Por eso nuestros servicios en la Fundación no tienen otro fin que el honrarnos ante nosotros mismos, haciendo todos los días algo por algún semejante que lo necesita más que nosotros. En este sentido, yo considero que estos muchachos que egresan del primer curso de líderes de la Fundación Eva Perón son los que colocarán la piedra fundamental de una nueva actividad que debe ser tan elevada, tan pura y tan noble como todas las demás funciones que realiza la Fundación. Y les pido a ellos que se inspiran siempre en las acciones, en el desinterés, en la rectitud y en la nobleza que reflejan todos sus actos; que al cumplir sus funciones en cada una de las provincias, recuerden siempre que junto donde está un líder de la Fundación está también la Fundación Eva Perón, y que cada uno de los que actuamos en ella, cualquiera sea el cargo que invistamos y la función que realicemos, tenemos una sola y perentoria obligación: honrarla en todo momento y en toda circunstancia ..............
1955-01-04
En la entrega de sus sables a los nuevos generales
He deseado hoy, siguiendo una costumbre que ya es tradicional en el gobierno y en el Ejército, entregar personalmente los sables a los señores generales. Este acto, en que simbólicamente la República pone en manos de los señores generales la insignia del mando -que para nosotros tiene además el alto significado de llevar patentizada la verdadera tradición sanmartiniana- representa para mí un altísimo honor que agradezco a los señores ministros de las fuerzas armadas, que me dan la ocasión de presidirla. Entrego esta insignia en nombre de la República y también en su nombre exhorto a los señores generales a ceñirla siempre con el honor y la grandeza que son tradicionales en el ejército argentino y en la República. Es en nombre de ese sentimiento que también llevo al espíritu de los señores generales nuestro agradecimiento desde el gobierno por la tarea que realizan en el ejército para bien de nuestro pueblo y para grandeza de nuestra patria. Fieles a nuestra doctrina, establecida ya como doctrina de la Nación, pongamos siempre al servicio de esa felicidad y de esa grandeza las armas que la República nos confía para su custodia. Quiera Dios que en el devenir del tiempo podamos seguir simbolizando en esos sables toda la grandeza de una tradición de gloria de la República. Pongo en manos de los señores generales esa insignia que representa para la Nación la seguridad, la tranquilidad y el orden, factores indispensables para el trabajo fecundo de todos los días. Que los señores generales sepan transmitir hasta al último soldado de las fuerzas armadas esa tradición y ese honor de las armas argentinas, como así también consolidar esa tranquilidad y esa paz mediante las cuales el trabajo fecundo ha de ser el medio natural para realizar nuestra grandeza. Señores generales me siento inmensamente feliz al poder darles desde el gobierno este espaldarazo, deseándoles toda suerte de éxitos de ventura y de felicidad. ........................
1955-01-05
El presidente Perón ofreció en Olivos una comida autoridades, nacionales, provinciales y representantes de las organizaciones del pueblo
Compañeras y compañeros: La costumbre de reunirnos un núcleo numeroso de dirigentes del movimiento peronista para el Día de Reyes, fue establecida por la señora Eva Perón, a quien quiero yo dedicar esta noche el homenaje de nuestro recuerdo imperecedero. Ella decía que el movimiento peronista representaba para el pueblo argentino algo así como los Reyes Magos que llegaban a la República trayendo una enorme cantidad de realidades para ofrendarlas con toda humildad al pueblo argentino. Por eso nosotros hemos suprimido casi todos los festejos que realizábamos en la República, como dirigentes, de las características que esta noche tiene este acto: una cena. Pensamos que dirigiendo retrospectivamente nuestro pensamiento y nuestra mirada hacia el pasado, justificaríamos esas palabras de la señora Eva Perón. Efectivamente, si retrocedemos diez años y contemplarnos la República de entonces, veríamos que a la manera de los Reyes Magos, el movimiento peronista ha traído la felicidad al pueblo argentino y gran parte de la grandeza de nuestra patria. Muchas veces, compañeros, me detengo a pensar en aquellos días de 1944, cuando desde la Secretaría de Trabajo y Previsión hice una primera apreciación del momento argentino y de la situación de nuestra patria. Si hubiera entonces solamente imaginado cuánto hemos hecho, quizá yo mismo habría dudado de la posibilidad de hacerlo; si hubiera pensado que en el orden social habríamos llegado a cumplir una tarea tan inmensa como la que se ha realizado, suprimiendo en nuestro país la explotación de nuestro pueblo y ofreciendo en el más amplio sentido de la palabra, una verdadera justicia social, una justicia distributiva de acuerdo al mérito y de acuerdo con el esfuerzo que realiza nuestro pueblo. Si hubiéramos pensado que íbamos a alcanzar una organización tan extraordinaria en el orden gremial; si hubiera pensado que todas las fuerzas del trabajo, como todas las fuerzas de la economía, como todas las fuerzas profesionales y culturales iban a estar como están hoy, organizadas, luchando por un ideal común que nosotros también establecimos en aquellos días diciendo que toda nuestra abnegación y todo nuestro sacrificio estaba dirigido a un único objetivo: alcanzar para nuestro pueblo la felicidad y labrar paso a paso la grandeza de nuestra patria; si hubiéramos pensado entonces que iba a ser posible realizar la independencia económica de la Nación, que íbamos a poder transmitir el extraordinario poder que en ese momento primaba sobre todo sentimiento nacional en él o en la economía, que íbamos a poder nacionalizar el Banco Central, lo que quizá fue la más grande conquista realizada por nuestro Movimiento; que íbamos a poder nacionalizar los ferrocarriles, teléfonos, el gas, los puertos, la marina mercante y establecer que en nuestra tierra el dominio de lo económico pertenece a los argentinos; si hubiéramos podido pensar entonces que en el panorama político de la República íbamos a organizar una fuerza tremenda como la que tenemos hoy organizada a lo largo de toda la patria, para ofrecerla como una garantía inviolable de que este pueblo, al cual hemos ofrecido su felicidad y su grandeza, pudiera utilizarla como una herramienta imposible de romperse ni de doblarse, para que siga siendo a lo largo del destino argentino la garantía de su independencia económica, de su justicia social y de su soberanía política. El que hubiese dicho que todo esto se iba a realizar en seis o siete años, yo no tengo la menor duda de que todos hubiéramos pensado que ése que decía eso era un loco. Sin embargo, señores, la realidad del esfuerzo de todos los días de nuestro movimiento ha quedado plasmada en cada uno de nosotros y en cada uno de nuestros corazones, y ha hecho posible las realizaciones. Y hoy, quienes nos han atacado en el extranjero con mayor saña, con mayor infamia y con mayor mentira, reconocen el inmenso trabajo que hemos realizado Cierta prensa financiera, hace pocos días, escribía en un comentario refiriéndose a Argentina, y hacía un elogio un tanto interesado, porque esa misma prensa fue la que más despiadadamente nos atacó y la que mayores mentiras inventó sobre la situación argentina. No se trata de un milagro; no es el milagro argentino. No, no; en nuestra acción no hay ningún milagro. Yo conozco bastante de la historia, y no he visto en ninguna parte de la misma que nadie haya hecho milagros con la economía. Una de las cosas que más se resiste a los milagros es, precisamente, el dinero. Con el dinero hay pocos milagros que realizar. No hay tal milagro argentino; lo que sí hay es el trabajo del pueblo argentino organizado. Ellos hablan del misterio argentino porque no pueden explicar eso de otra manera que no sea así. Han dicho tantas mentiras que, si tuvieran que explicarlas, serían inexplicables. Por eso, para no tener que desmentir tantas mentiras, hablan del milagro argentino. Generalmente, después, los mentirosos están llenos de milagros. Compañeros: Este pequeño alto que realizamos en nuestro trabajo de todos los días quiero que sea, representando a la enorme cantidad de dirigentes que encuadra el movimiento peronista, un acto de recogimiento para contemplar sobre nosotros mismos nuestro trabajo honrado y eficiente de todos los días y para que esto sirva, también, de inspiración a todos los peronistas que, con todos los defectos que podamos tener, somos inmensamente más virtuosos que todos los políticos que nos hayan precedido. Yo deseo, compañeros, que en esta comida de compañerismo -que estableceremos como tradición a realizar todos los años y extenderemos en lo posible también a las provincias y a los territorios- recordemos simbólicamente en este día a los reyes magos del Movimiento Peronista, que han llenado de dones al pueblo argentino, para que el pueblo argentino no olvide jamás que solamente los hombres surgidos de su seno, los hombres del pueblo, son los únicos reyes magos que en el futuro podrán asegurar su destino y llenar de esos dones al pueblo y a la patria. Compañeros: deseo, también, terminar estas palabras lamentando no poder invitar a estas reuniones a todos los dirigentes que encuadran este Movimiento, porque la organización nos ha llevado a un número tan extraordinario que sería difícil poder realizar una reunión tan grande. Pero quiero, no obstante, que todos los dirigentes sepan que en esta reunión de compañerismo, en la que todos los demás dirigentes están simbólicamente representados por los compañeros aquí presentes, también están aquí, en nuestro recuerdo, en nuestro cariño y en nuestra amistad, todos los dirigentes que desde el norte al sur y desde el este al oeste forman todo ese inmenso movimiento que constituye el peronismo en la República. Y así, a cada uno de ustedes y a cada uno de ellos, les deseo, desde lo más profundo de mi corazón, todas las felicidades y todas las dichas que puedo desearles a esos compañeros que honradamente están desempeñando sus funciones en el peronismo, convencidos de que realizan el bien de la patria y convencidos, también, de que ellos representan un movimiento puro, un movimiento que solamente anhela la felicidad de nuestro pueblo y la grandeza de nuestra patria. Deseo, asimismo, que la Providencia colme a todos de la felicidad que merecen los hombres que en el trabajo y en sacrificio de todos los días tienen puesta su vista sobre objetivos tan grandes y tan sagrados como son el pueblo y la patria. ..............
1955-01-11
Ante delegados regionales del Ministerio de Trabajo y Previsión
Compañeros: yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles la amabilidad que han tenido de llegarse hasta esta casa y darme la inmensa satisfacción de poderles estrechar la mano siquiera sea una vez de cuando en cuando. También agradezco las amables frases del compañero Giavarini, que constituyen para mí el mayor premio a que puede aspirar una persona: la amistad y el cariño de sus compañeros de fatiga, de trabajo, de ilusiones y de satisfacciones. Pocas cosas puede haber para mí tan gratas y que me recuerden tantas satisfacciones como la vieja Secretaría de Trabajo y Previsión. Hace once años que echamos allí, diría, las primeras cucharadas de mezcla para empezar a construir este inmenso edificio, que es nuestro movimiento. La virtud no estaba solamente en la gente que trabajaba al lado nuestro en la Secretaría de Trabajo y Previsión, sino en todas las delegaciones que simultáneamente fueron creándose en todo el país, que fueron algo así como el sistema nervioso que extendió en toda la República nuestro movimiento iniciado en esa Secretaría. Actuaron como un verdadero sistema nervioso para traer desde la periferia al centro las sensaciones que recogían y llevar nuestra acción desde el centro a la periferia. Por eso es que yo conozco bien la extraordinaria importancia que tienen las delegaciones de Trabajo y Previsión. Es fácil concebir las ideas simples que han movido toda nuestra organización y toda nuestra acción, pero no es tan fácil ejecutarla bien, porque cada uno de ustedes, en el lugar en que actúan, es un verdadero ministro de trabajo y previsión, ya que en los casos concretos a que deben abocarse en solución, como la apreciación que deben hacer de cada una de las situaciones, deben trabajar aisladamente, pensando allá con la misma amplitud con que piensa el señor ministro en la Capital Federal. De ahí, compañeros, que yo sepa bien la eficacia de la tarea que ustedes realizan, que está dada, más que por ninguna otra cosa, por tres circunstancias perfectamente claras dentro del panorama social argentino: la primera, que el movimiento social progresa y avanza constantemente; ese es el trabajo de ustedes y del ministerio, trabajo que no se ha detenido y que sigue en escala ascendente. La segunda, que el panorama social de la República es cada día mejor, más tranquilo y más justo, basado más que nada en la justicia de nuestras realizaciones: esa es la segunda circunstancia, porque debe ser juzgado el trabajo que realizan todos ustedes. En este momento no creo que haya país en el mundo que tenga un panorama más tranquilo basado en la justicia. Puede haber otros países que estén tranquilos, pero basados en un buen ejército o en una buena policía. Esa no es la tranquilidad a que nosotros aspiramos. Aspiramos a que exista una tranquilidad espontánea que nace de las realizaciones basadas en la justicia y no en la fuerza. No puede haber en el mundo un país, ni aun con la fuerza, que esté en mejores condiciones sociales y más tranquilos que el nuestro. Es ese un objeto que no creo se haya alcanzado todavía en el mundo en mayor medida que lo hemos logrado nosotros. Decía, compañeros, que yo juzgo la eficacia del trabajo que ustedes realizan -el ministerio y todas sus delegaciones-, por los resultados, que en mi concepto son tres: el primero, como dije, es que el movimiento social está en permanente perfeccionamiento, avanza, no se ha detenido; es la acción de ustedes lo que lo impulsa. Segundo, que el panorama social es tranquilo y constructivo; y tercero, que las organizaciones sindicales han alcanzado un grado de desarrollo y de perfectibilidad orgánica no alcanzado jamás por ninguna organización argentina. Estas tres circunstancias felices de nuestro movimiento social se deben a la acción del Ministerio de Trabajo y Previsión y a la de cada una de sus delegaciones, porque se observa en todo el país la misma situación y el mismo estado. Yo no soy de los hombres que se dejan influir por las palabras. A mí me gusta observar objetivamente, juzgar y asignar los méritos por los resultados y no por las conversaciones. Cuando los resultados son buenos, aunque las conversaciones sean malas, seguirán siendo buenos y, en consecuencia, serán buenas también las acciones; pero cuando las palabras son buenas y los resultados malos, la situación es distinta. Yo no he de juzgar jamás por los que se dice ni por discursos; juzgaré por los hechos concretos que la realidad ofrezca, y que están hablando todos los días de la tarea extraordinaria que cumplen, silenciosamente y sin grandes despliegues de publicidad y de información, el Ministerio de Trabajo y Previsión y sus delegaciones, que, como organismos nacidos de la humildad misma de la función pública trabajan humilde y eficientemente para el bien del país. Desde aquí, desde la Casa de gobierno, no he perdido ni perderé nunca de vista al Ministerio de Trabajo, porque tienen una función dentro de nuestro movimiento que no puede ser realizada por ninguna otra organización. Todos los demás ministerios podrán cumplir sus funciones específicas, pero el de Trabajo y Previsión, además de esas funciones específicas, tiene una que es primordial desde hace ya once años, cuando se fundó, es el verdadero vigía de la revolución que nosotros hemos realizado desde esa institución. Ello es así porque la base de nuestra revolución es social. Todo lo que hacemos, ya sea en el orden político como en el económico o el cultural, va dirigido al primer objetivo: el social. Por eso, cuando concebimos la cultura, como cuando concebimos la economía o la política, lo hacemos en función social. De ahí nace esa función naturalmente primordial del Ministerio de Trabajo y Previsión, la de ser el vigía permanente de la acción social en la Argentina. El debe mantener al día y siempre fresco el objetivo que dio nacimiento a toda nuestra transformación y debe ser también, si es necesario, el dique de contención de toda reacción que se proponga desnaturalizar nuestro movimiento. Así como desde allí salió la acción del 17 de Octubre de 1945, allí debe estar todo preparado para que salgan todos los 17 de Octubre necesarios para persuadir a las fuerzas de la oligarquía que una reacción oligárquica en nuestra patria ya no sería posible. Por eso razón, la Secretaría de Trabajo también ha sido siempre la más comprensiva, la más respetuosa y la más tolerante en lo que se refiere a la acción política. Nosotros comenzamos allí por recibir a los hombres que pensaban y sentían como nosotros. No les preguntamos de qué campo político provenían, lo único que nos interesaba era si ellos pensaban como nosotros en el sentido de que había que crear una patria justa, libre y soberana. Mientras compartiesen esos ideales no nos importaba de qué fuerza política provenían; eran compañeros nuestros eran argentinos como nosotros y por eso los atendíamos. Nosotros siempre pensamos que la política es un medio y que lo único que cuenta son los fines que esa política afirma en la nacionalidad. Por eso nosotros hemos tenido y tenemos en nuestras filas hombres de todos los partidos y de todas las ideas. Lo único que queremos de ellos es que trabajen leal y sinceramente por la felicidad del pueblo y por la grandeza de la Nación, y que se comprometan, como nosotros, a no arriar jamás esas tres banderas que nacieron y se enarbolaron por primera vez en 1945 en la Secretaría de Trabajo y Previsión y que significan para el pueblo argentino la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Compañeros, ustedes siguen siendo esos vigías avanzados a todo lo largo de la República. Puede que en el Ministerio de Trabajo y Previsión con el correr del tiempo, y como consecuencia de la evolución o de la transformación, mueran algunas de las actuales formas o cambian en sí mismas, pero lo que no podrá cambiar jamás es el espíritu eminentemente popular, humildemente popular de dicho ministerio afirmado en todas las delegaciones a lo largo de la República, y que constituye el verdadero sentido místico de la revolución. Nuestra mística es la mística del trabajo, de la humildad y del patriotismo. En el Ministerio de Trabajo y Previsión y en cada uno de sus delegaciones está la piedra bautismal de los peronistas que reciben de ella la palabra bíblica de nuestro movimiento. Así nacimos y nos hemos desarrollados y Dios nos libre si en ese desarrollo hubiéramos olvidado las lecciones permanentes y eternas de los primeros días, porque en esos primeros días están las raíces de toda la mística que es necesario mantener en Trabajo y Previsión. Cualquier otro ministerio, con ser técnico, puede cumplir sus funciones. El Ministerio de Trabajo y Previsión, aun altamente tecnificado, no la cumpliría sino mantuviese una mística poderosa y constante. Compañeros, la identificación de todas las horas que ha existido entre el Ministerio de Trabajo y Previsión y la Confederación General del Trabajo, es para nosotros la garantía permanente de la existencia de esa mística. Esa casa nació como la casa de los trabajadores y la Confederación General del Trabajo nos da el espaldarazo diario con el apoyo incondicional que le presta a este ministerio, dirigido y realizado por hombres de trabajo, como hemos sido todos los que hemos formado parte del personal de esa casa, sea como profesionales, como empleados, como funcionarios o como simples trabajadores manuales. Esa casa agrupó siempre hombres que tenían el corazón de trabajadores, batalladores de muchos años, hombres que venían peleando por lo mismo que nosotros comenzamos a pelear durante casi toda la vida, a los que yo en este momento les rindo mi homenaje, que es el homenaje que debemos tributar a los hombres luchadores que aún estrellándose contra la impotencia, fueron siempre combatientes de una causa de bien. A todos esos dirigentes, de cualquier sector de lucha que hayan provenido - económico, político o social -, que lucharon por esta santa causa que nosotros defendemos, les dedico el homenaje de mi recuerdo en esta ocasión, pensando que nosotros hemos de quemar nuestras entusiasmos y nuestra acción en la misma ha que ellos quemaron la suya. Dios quiera que las generaciones del futuro sepan guardar este recuerdo generoso como nosotros lo guardamos para todos los demás dirigentes. Les agradezco este recuerdo que yo guardaré entre los muchos que tengo y que hablan de las amabilidades con que me han abrumado siempre los compañeros, y les pido que al regresar a sus bases de acción, a sus delegaciones, quieran transmitir un abrazo muy cariñoso para todos los compañeros y decirles que yo se bien del entusiasmo y de la honestidad con que trabajan en su puestos. Les pido igualmente que les digan que mantengo siempre mi reconocimiento a todos los delegados, desde los primero nombrados en 1944 por la Secretaría de Trabajo y Previsión, hasta los que hoy luchan incansablemente en toda la república para mantener clara y firme la enseña que caracteriza a este Ministerio. Tengo por toda es acción un profundo agradecimiento que quiero hacerles llegar por intermedio de ustedes, junto con un gran abrazo muy fuerte sobre mi corazón de viejo compañero y amigo de todas las horas en la Secretaria. ..........................
1955-01-18
Ante delegados de la CGT y CGE para referirse a las finalidades del Congreso Nacional de Productividad y Bienestar Social
Señores: Yo pienso que desde 1944, cuando iniciamos las reformas de tipo social y económico en el país, no ha habido para nuestra economía y para nuestro bienestar social ningún acto más trascendente ni más importante que el que comenzará con la realización del Congreso Nacional de Productividad y Bienestar Social. Con él se iniciará para la República -diríamos- la segunda e imprescindible etapa de realizaciones para su triunfo económico y para su bienestar social. El congreso que se organiza no es, como algunos creen, algo referido exclusivamente a los empresarios y a los trabajadores del país; es un congreso que debe interesar a cada uno de los argentinos, porque el problema de la economía y del estado social no es de incumbencia exclusiva de un sector particular, sino de todos los argentinos. Nosotros hemos sostenido en 1944 que en la comunidad argentina no debe haber lugar para aquel que no sea capaz de producir por lo menos lo que consume. Esta etapa ha sido superada, y, por lo tanto, debemos iniciar una nueva con un nuevo objetivo, estableciendo que aquella premisa no es ya para nuestra actualidad económica y social un postulado; el nuevo postulado es que cada argentino debe producir al máximo para engrandecer y enriquecer a la República. Por esa razón es halagador presenciar la realización de este congreso, que pone en marcha esa nueva etapa de superación nacional. Los factores preponderantes en él serán, indudablemente, el Estado, las empresas y el pueblo que trabaja. Es evidente que en esos tres factores se conjugarán todas las realizaciones. Es sabido que se pueden realizar dos clases de congresos: aquel de tipo formal, que imbuido de un método ideal traza grandes concepciones que pueden o no realizarse, y el Congreso efectivo, el real, que va a llevar a cada argentino la necesidad de que produzca y de que trabaje, y la convicción de que su sacrificio encontrará en las realizaciones nacionales la justa retribución de sus afanes. Yo creo que el segundo método es el que nosotros debemos adoptar, y para ello es necesario que nos pongamos a trabajar, que interesemos a cada uno de los argentinos en este problema y que lo persuadamos de la necesidad imprescindible de realizar esta etapa. Si lo conseguimos, el congreso será de una efectividad extraordinaria; de lo contrario, será un congreso más, intrascendente e inoperante, como otros tantos que se realizan. De ahí la preocupación que yo he de poner en todo lo que corresponda al Estado, a sus organizaciones y al gobierno para interesar a todo el pueblo argentino de la necesidad de una compenetración y de un convencimiento profundo de que el destino de la Patria está estrechamente ligado a este Congreso de la Productividad y Bienestar Social. Cada argentino debe saber que han terminado las posibilidades de un bienestar social que no esté afirmado en una mayor riqueza y que el camino que conduce a esa mayor riqueza es únicamente el de la productividad. Es por esto que, en nombre del Gobierno y del Estado, empeño mi palabra de trabajar incansablemente para cumplir con las dos funciones fundamentales que corresponden al Gobierno y al Estado. La primera función es la intrínseca, vale decir aquella que el gobierno y el Estado deben realizar como productores para el bien de la comunidad. La segunda es la de posibilitar a través de las medidas del Gobierno y del Estado el cumplimiento por parte de cada uno de los argentinos de la consigna de producir más y mejor. No estaríamos en nuestro lugar si nuestro trabajo no estuviese encaminado a posibilitar a cada argentino la realización de su trabajo en las mejores condiciones posibles y con el mayor margen de retribución beneficiaria. En este sentido, señores, trabajaremos incansablemente y trabajaremos en colaboración y en cooperación permanente con la Confederación General Económica y con la Confederación General del Trabajo. En la medida de nuestras posibilidades, haremos todo aquello que beneficie al trabajo de la comunidad. Nosotros hemos empezado esta tarea hace ya un largo rato. Un Estado bien organizado y un gobierno bien racionalizado es, probablemente, el punto de partida de lo que al Gobierno y al Estado les corresponde cumplir como función específica. En el futuro todas las medidas que adopten el Estado y el Gobierno estarán encaminadas a favorecer esa función específica en lo social y en lo económico; luchar por una mayor productividad y por un mayor bienestar social. En esta función, señores, yo comprometo el nombre del Gobierno y del Estado, como así también el prestigio de los hombres que trabajan para realizar dicha función. Este problema, desde el punto de vista de nuestra concepción social, encaja perfectamente bien en nuestra reforma. Nosotros comenzamos a luchar para que en la comunidad argentina terminasen los problemas que significaban una rémora para su organización, para su economía, para su riqueza y para su bienestar social. Hemos desde el comienzo, luchado por una mejor distribución de la riqueza, por abatir un sistema que descapitalizaba al noventa por ciento de la comunidad para capitalizar un pequeño sector, para dar acceso a la propiedad y acceso a la capitalización sea en empresas o sea por el ahorro, a todo el pueblo argentino. Este objetivo ha sido alcanzado. Nosotros podemos hoy asegurar que no hay ninguna comunidad en el mundo donde el acceso a la riqueza esté mejor asegurado que en la República Argentina y yo pienso, como termina de expresar el señor presidente de la Confederación General Económica, que cada argentino tiene la posibilidad de alcanzar esa riqueza y esa felicidad si no equivoca el camino y si sabe emplear sus energías, sus esfuerzos y aun sus sacrificios para alcanzarla. Esa posibilidad es en todas las comunidades lo más difícil de asegurar y en la nuestra está feliz y definitivamente alcanzada. En esto, señores, hemos cumplido todo un programa. Nosotros encontramos una comunidad donde la distribución de la riqueza era injusta y era desigual y, lo que era más grave, donde había un gran sector de esa comunidad que tenía vedado el camino para alcanzar su mejora económica y su bienestar social. Para corregir ese mal, nosotros hemos procedido a la realización de una reforma que se ha cumplido íntegramente, y hoy podemos decir que los beneficios de las empresas, ya han sido justa y ecuánimemente distribuidos en la comunidad, respetando la capitalización indispensable para la realización de sus empresas. No podríamos ya echar mano a los recursos de esa capitalización para mejorar el bienestar social. Han alcanzado ya límites que no permiten que ese bienestar pueda afirmarse sobre lo que hoy existe como capitalización en nuestro país. Si queremos mayor bienestar social debemos producir mayor riqueza o, de lo contrario, será siempre una ilusión el que pretendamos alcanzar un mayor standard de vida y un mejor bienestar social, sin producir la correspondiente riqueza que ha de apuntalarlo, sostenerlo y consolidarlo. En otras palabras, se ha repartido lo posible. Para más, hay que producir. Este es el punto de partida de este momento y de este congreso. La República Argentina tiene, potencialmente, riqueza suficiente como para mantener el standard de vida alcanzado. Si queremos algo mejor, es necesario que lo alcancemos trabajando y produciendo. Las riquezas potenciales del país son inmensas, pero esas riquezas potenciales no satisfacen necesidades; quizás puedan satisfacer ilusiones. Pero ni los hombres ni las comunidades viven de esa clase de ilusiones. Es necesario que esa riqueza en potencia la coloquemos en acción y, entonces, el bienestar social, el aumento de standard de vida, como el aumento de la felicidad que de ello pueda desprenderse, pueda ser repartido en la comunidad. Ese problema es tan simple, que creo sería innecesario abundar en ninguna otra consideración. Señores: Esta productividad tiene también, fuera de la acción estatal a que me he referido, el aspecto empresario. El empresario puede influir en el aumento de la producción a través de su organización, de su eficiencia, de su buen gobierno de la empresa y de una dirección adecuada de la misma. Eso es lo que el empresario puede realizar. Y no tengo ninguna duda; sé que será realizado en nuestro país, que inicia una etapa de superación en la dirección en la dirección de las empresas y en la administración de las mismas. Su acción estará referida, entonces, a una producción eficiente, en primer término, y, en segundo término, suficiente. Eficiente en su calidad, en su costo, y suficiente en la cantidad necesaria para el consumo y, ulteriormente, para la exportación. Yo tengo la seguridad de que la producción en nuestro país, en lo que a este aspecto se refiere, no es todavía ni eficiente ni suficiente. Alcanzar esos dos objetivos es lo que debemos proponernos todos: empresarios, gobierno y trabajadores del país. En cuanto a la productividad, en el sentido del trabajo, también tiene, en este aspecto, una importancia extraordinaria el último punto que hemos mencionado para las empresas: eficiencia y suficiente producción. En la eficiencia la mano de obra tiene una importancia extraordinaria. Con chapuceros no llegaremos nunca a una perfecta producción cualitativa. De manera que esto impone también que nuestros obreros se capaciten altamente para producir. Esa etapa la hemos iniciado con las escuelas profesionales y hemos de completarla con cursos de aplicación y de perfeccionamiento en todos los aspectos, para que un empresario que se preocupe por su administración y por un gobierno eficiente tenga también un obrero que no le eche a perder todas sus previsiones por falta de calidad en su mano de obra. Esto, señores, es obligación del Estado, del empresario y del obrero. Ningún obrero puede decir a conciencia que está ganando bien su salario, si su producción es deficiente en calidad por falta de capacidad en la mano de obra. Ese obrero está en realidad por debajo de su salario que no gana lícitamente porque lo que produce no tiene la calidad para la cual él se compromete como operario capacitado. El que no esté en condiciones debe dedicar un poco de sus horas de descanso para ir a la escuela de aplicación o a la escuela profesional a perfeccionar sus conocimientos y su habilidad manual para la producción. Este es un punto de partida indefectiblemente necesario y debe realizarse en nuestro país. Ya en 1944, pensando en esto creé desde la Secretaría de Trabajo y Previsión las escuelas profesionales. Todavía no hemos alcanzado el número indispensable ni la cantidad suficiente de operarios para satisfacer esta necesidad. También esto es un punto importantísimo. En lo referente a la producción cuantitativa también la mano de obra tiene sus exigencias. Es menester proporcionar bien en el análisis lo que es el trabajo cuantitativo, vale decir, el tiempo de trabajo en relación con la producción. Todo el sistema moderno de la organización del trabajo se basa, precisamente, en eso. Y si la conquista de ocho horas de trabajo, hoy aceptada en todo el mundo, tiene algún valor, es siempre referido a la cantidad de producción en esas ocho horas. El hombre ha conquistado esta jornada de trabajo, y el que no produce lo que debe producir durante la misma está en contra de ella. Antes el hombre trabajaba veinticuatro horas para poder subsistir, para poder vivir, y a medida que fue organizando una mejor producción, vale decir, obteniendo un mayor provecho con un menor esfuerzo, fue conquistando el derecho de descansar más y de trabajar menos. Desde cuando trabajaba veinticuatro horas para subsistir ha pasado mucho tiempo, y la conquista de trabajar una tercera parte de ese tiempo está condicionada a que él pueda producir en las ocho horas lo que antes producía en las veinticuatro. Si no, no se explica la jornada de ocho horas; no se explica esa conquista si no está proporcionada a esa producción. Si el hombre no produjese en ocho horas lo necesario para subsistir, indudablemente llegaría un momento en que estaría obligado a trabajar mayor cantidad de tiempo. Todo esto explica también, porque si mañana el hombre, por una mejor producción cuantitativa y cualitativa, pudiese trabajar seis horas en vez de ocho sería mejor. Pero eso es todavía una ilusión, pues los márgenes de producción no alcanzan a satisfacer las necesidades existentes. El problema, referido solamente a nuestro país, está demostrando que, si nosotros no somos capaces de aprovechar bien estas ocho horas de trabajo y producir lo suficiente, todavía no hemos asegurado esta jornada en los hechos. Como vamos a hablar en nuestro país de desocupación si en este momento no producimos lo necesario para nuestro propio consumo, sin pensar todavía que tenemos que producir para exportar. Es preciso que cada hombre que tiene como medio de subsistencia su trabajo manual se persuada, de una vez por todas, de que una vez por todas, de que en esas ocho horas él debe producir bueno y abundante y de que cuanto más produzca más se irá acercando paulatinamente a la disminución de sus horas de trabajo. Pero pensar en disminuir horas de trabajo antes de haber producido lo necesario para consumir es una ilusión que no resiste el menor análisis. Es imprescindible que cada argentino se convenza de que en esto no hay milagros: o producimos lo necesario para vivir y para exportar o, de lo contrario, no vamos a cumplir el ciclo que estamos obligados a desarrollar. Por esto, señores, creo que el camino de comenzar a conversar y a discutir estos problemas para llevar la persuasión absoluta a cada uno de los argentinos sobre la necesidad de combinar nuestros empeños para una mayor producción con un menor esfuerzo es, sin duda, el punto de partida más trascendental de toda la acción que nos corresponde realizar en el futuro. Muchas veces se ha dicho -esto es algo que suele jugar también en los ambientes de las discusiones obreras sobre la producción-: "¿Para qué vamos a producir? ¿Para que el patrón se ponga más rico y más gordo?" Esto puede ser cierto en algunas partes, pero no en otras. Frente a un individualismo capitalista de explotación eso es justo, es real, como también lo es ante un Estado explotador, frente a esa organización estatal de explotación donde el obrero, produzca más o produzca menos, siempre está explotado por el Estado. Pero en un país como el nuestro, donde hemos ya superado esa etapa; donde sabemos que hoy los dirigentes obreros discuten con sus patronos a la luz de la producción, de la economía, de la ganancia, de las pérdidas, de los precios, la posibilidad de que sus asociados de los sindicatos puedan ganar proporcionalmente a sus esfuerzos y a la producción de las empresas, eso no se justifica. En otras palabras: donde no hay explotación y donde el producto del trabajo se reparte ecuánime y justicieramente, sostener que se trabaja para el patrón, es sostener una mentira; no es sostener una realidad ni una verdad. Por eso me explico que, en esta tierra, donde hemos superado esas etapas -no superadas en otros países- la obligación de producir por parte del obrero, no es solamente un deber, sino también una acción que le conviene, ya que a una mayor producción le corresponderá a él también una mayor ganancia. Pues si una empresa prospera por sus grandes realizaciones, parte de esos grandes beneficios van también al que los produce trabajando. En consecuencia, a una mayor producción, él tendrá también un mayor beneficio. Me he referido muchas veces al caso de una conversación con un amigo industrial a quien un día le pregunté si él creía que del lado empresario podía ambientarse la producción, alcanzarse una mayor productividad. "Aumentando los beneficios, sí", me contestó. "De acuerdo -le dije. Indudablemente es un estimulante natural y lógico. Volví a preguntarle: "¿Y del lado de los obreros?" "Trabajando más"- me respondió. Le expresé entonces que no estaba de acuerdo porque él medía al empresario con un patrón y al obrero con otro, siendo que eran dos hombres iguales, con las mismas aspiraciones, los mismos sentimientos y las mismas necesidades. ¿Por qué no creía él que aumentando el beneficio al obrero no iba también a aumentar su producción? Yo creo que en eso reside especialmente la posibilidad de interesar. Mientras nosotros lo hagamos solamente con el sentido patriótico del deber, con el sentido ético del trabajo, conseguiremos algo; pero mucho más vamos a conseguir si a ello le agregamos el beneficio, que será de orden materialista pero que es sin duda un estimulante que resulta bastante eficiente para la realidad de la vida. Afortunadamente, nosotros conjugamos bien los dos factores, el moral y el material, y por eso digo que debemos llevar a la conciencia de los hombres de trabajo la necesidad de aumentar la producción, a fin de incrementar sus beneficios. El mismo nombre que inteligentemente se ha dado al Congreso está diciendo que no se trata de aumentar solamente la productividad, sino también de aumentar los beneficios. ¿Por qué? Porque a la productividad se le ha agregado el bienestar social, lo que implícitamente predetermina que un aumento de productividad ha de traducirse en bienestar social. Y cuando la riqueza se conjuga con miras al bienestar social, vale decir que la acción económica está en función social, se justifica cualquier hecho desde cualquier punto de vista. Por eso, señores, la realización de este Congreso que se inicia con auspicios tan buenos, tan inteligentes y tan generosos ha de encontrar eco en la comunidad argentina, y hemos de luchar porque cada uno de los argentinos se persuada definitivamente de que las conquistas del futuro dependerán de esa productividad. Nadie debe llamarse a engaño de que podremos seguir elevando el margen de bienestar social si no elevamos aparejadamente el margen de los bienes económicos a través de una mayor y mejor productividad nacional. Señores, yo quiero cerrar esta conversación con las mismas palabras con que las empecé hace unos instantes. Sabemos que siempre se realizan dos clases de congresos: tratemos de que éste sea una cuestión vívida y permanente: tratemos de despertar en cada una de las inteligencias de los argentinos y en cada uno de sus corazones la comprensión y el deseo de realizar esta acción. Debemos empeñarnos en la medida que sea necesario para difundir en todo el país esta necesidad: para que el hombre más modesto del más apartado rincón de la República sepa que él también es un soldado de la productividad y que en consecuencia debe trabajar incansablemente en su acción de todos los días para que aumente la productividad en el país, pensando en que si se trata de un árbol, él debe plantarlo; si se trata de un animal, él debe hacerlo reproducir; si se trata de una fábrica, él debe dar allí en su trabajo el máximo de energía para se produzca más; si se trata de una empresa, él debe hacer todo lo que sea necesario para que la organización sea cada vez más perfecta, más racional, y que produzca más con menor costo y menor esfuerzo. Es decir que cada uno de nosotros debe persuadirse de la imprescindible necesidad de realizar esta acción. Si no hacemos esto, es inútil que vegetemos en una posición ya alcanzada. Los verdaderos hombres de acción deben tener todos los días un nuevo objetivo de superación, y el nuevo objetivo de superación argentina es producir mejor y producir más. ...........
1955-01-26
Mensaje del general Perón leído en Israel
Aspiro a que estas palabras expresen la medida de mi gratitud hacia el Karen Kayemeth y las instituciones representativas de la comunidad judía argentina, por el hecho significativo de haber designado con mi nombre el bosque naciente. Nada podría simbolizar con más definidos caracteres la amistad argentino-israelí, que enraizar en la tierra bíblica, en un común esfuerzo, árboles destinados a enriquecerla y beneficiar con sus dones generosos la empresa social del pueblo del retorno. El árbol, hijo de la tierra, del sol y del espacio, ha sido el compañero primordial del hombre, su amparo. El le dio cuna y techo, lumbre a su hogar, empuñadura a sus armas y mangos a su arado y, hecho nave, le otorgó el dominio del mar. Para Israel, las masas arbóreas que ya cubren áridas colinas o zonas arenosas, adquieren el valor de un testimonio del movimiento histórico de renovación de su pueblo, de su fuerza espiritual y anímica de su admirable perseverancia en la empresa de reverdecimiento del hogar nacional. Junto a las nuevas ciudades, a las obras de irrigación, a los terrenos de cultivo, a las prósperas industrias, elementos valiosos para la síntesis que exprese la epopeya de una laboriosa nación, el milagro de los bosques completa una imagen precisa de su venturoso porvenir. El bosque "Libertador General San Martín", que rememora al genio tutelar de nuestra patria, al ciudadano ilustre y al libertador, basta para expresar los sentimientos que unen a los argentinos con los israelitas. Yo atribuyo a la nueva área boscosa "Presidente Perón" un sentido que supera a mi persona y alcanza al pueblo argentino, que vive una era de lucha por el triunfo de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, y en tal inteligencia acepto, en su nombre, la designación impuesta. Formulo votos porque los nuevos árboles que se elevarán hacia el cielo de Israel sean testigos de años de grandeza y de paz, y graben para la historia el triunfo de la capacidad creadora contra la adversidad y de la moral de sacrificio del pueblo judío, que labra ahora su destino en la superior conjunción de espíritu, sangre y tierra. .........................
1955-02-04
En el acto realizado por la Federación Obrera Cervecera en la localidad de Quilmes con motivo de la entrega de la fábrica del grupo Bemberg a los obreros de dicho gremio.
En el acto realizado por la Federación Obrera Cervecera en la localidad de Quilmes con motivo de la entrega de la fábrica del grupo Bemberg a los obreros de dicho gremio. Compañeras y compañeros: Con una profunda emoción he llegado hoy hasta Quilmes, y hasta este local para dar término en acto final, a todo lo que ha representado una verdadera batalla librada a lo largo de estos diez últimos años de nuestra Revolución. No es fácil en el mundo, y no ha sido fácil para nosotros, derribar justicieramente este tremendo pulpo que representó el monopolio Bemberg de la cerveza en el país. No ha habido un solo argentino, que beba o no beba cerveza, que no haya pagado un tributo a este monopolio, un tributo en dinero o un tributo en dignidad, porque podemos decir que si este monopolio representó para el país, el símbolo más diabólico de la explotación de un pueblo, representó también para los poderes públicos, el más terrible agente de descomposición y de deshonestidad. Era indispensable que el pueblo argentino se librara de este instrumento de descomposición. Cuando hay un funcionario venal, es un azote terrible para la república, pero es un funcionario venal. Pero cuando existe un monopolio, que llenó de terrible deshonor a los funcionarios de la república, que se convirtió en un permanente y perverso instrumento de descomposición de la moral argentina, es un hecho verdaderamente terrible para la vida nacional. Ha habido pocos funcionarios de los tiempos pasados, que no hubiera sufrido la influencia nefasta de este monopolio. Ellos mismos llegaron a afirmar que en los cajones de sus bufetes estaban los recibos de los sueldos que los legisladores argentinos cobraban al monopolio Bemberg. Con la amenaza de los impuestos los legisladores exaccionaron a Bemberg, y Bemberg con su dinero encanalleció permanentemente al parlamento argentino. Por eso la desaparición de este cáncer de la honestidad argentina, traerá también consigo mucha honestidad en los funcionarios; porque si es necesario terminar con los funcionarios deshonestos, es más indispensable terminar con estas escuelas de deshonestidad. Compañeros, se ha hablado mucho en el mundo sobre el caso Bemberg. Para nosotros el caso Bemberg, es sumamente simple. Es una testamentería de una familia, que habiendo desaparecido su progenitor, debía presentarse a la ley argentina para pagar los tributos que la ley impone como impuesto a las tenencias de los que han labrado honestamente su fortuna en esta tierra. Y presupone también, que en estas testamenterías han de ser de personas honestas. Lo que ocurrió es que ese señor fallecido, que representaba intereses, no se por cuanto miles de millones de pesos, en el país, para pagar los impuestos solamente declaró que tenía seiscientos mil pesos de herencia. Indudablemente el antiguo Consejo Nacional de Educación, que por ley debía denunciar a los falsos herederos como así también a las falsas herencias, denunció ante el ministerio público una evasión de que lo que le correspondía cobrar como impuesto a la herencia Bemberg. Es natural, que en esto, la ley puede ser cumplida en muchos casos, pero en este caso sucedía lo que dice Martín Fierro, que la ley es como la telaraña: el bicho chico se queda prendido, el grande la rompe y pasa. Durante más de quince años, nunca los jueces tuvieron dedicación para este juicio, que el Estado mismo reivindicaba para el pueblo argentino, porque a aquellos jueces, les interesaba más Bemberg o lo que le podían sacar a Bemberg que el pueblo argentino, esa es la realidad. Es así que durante quince años, durmió ese pleito o esa denuncia, un sueño permanente hasta que llegamos nosotros. Y nosotros nos impusimos como en todos los demás casos, a que la justicia se realizase en beneficio del pueblo, y no de los que tenían más para dar a los jueces venales o a los malos funcionarios. Y entonces actuamos de manera de exigir la justicia, y exigir a la justicia la justicia vino. Fue así como se liquidaron todos esos bienes Bemberg que habían sido mal habidos en nuestra tierra, y se les cobró a Bemberg el impuesto que correspondía, más la multa que debía pagar por haber infringido la ley. La consecuencia de ello, es que todos esos bienes pasaran al Estado. Bemberg ha hecho tanto mal a la República Argentina, ha inferido tanto daño al Estado argentino, y ha perjudicado de tal manera al pueblo argentino, que se viviera diez veces su vida no alcanzaría a pagar la deuda que tiene con la República. Por eso el Estado cumple en este acto, un hecho eminentemente justiciero, porque el sector del pueblo argentino que fue más explotado y escarnecido por la familia Bemberg, fueron precisamente sus propios obreros, sus propios trabajadores y sus propios empleados. Por esa razón, es lógico y es natural, que todos estos bienes, vayan a ese sector de la comunidad que más ha sufrido material y moralmente la acción nefasta de esa familia. En varias oportunidades, se ha dicho que nosotros habíamos procedido injustamente. Señores, yo afirmo en este momento, que si tuviera que repetir nuevamente la acción del estado, porque de esto el poder ejecutivo, el gobierno y menos el que habla, ha tenido ninguna intervención en la dilucidación de los asuntos Bemberg. Esos han estado en manos de los jueces, y los jueces los han condenado como delincuentes porque eran delincuentes. Y el poder ejecutivo ha cumplido el mandato de la justicia, vale decir, ha ejecutado el mandato de la justicia como legalmente le corresponde. Ahora en estas condiciones, nosotros vendemos a la sociedad anónima que forman los trabajadores de las empresas cerveceras que fueron de Bemberg. El Estado no les regala nada, les vende como le vendería a cualquier otro. Es tan sociedad anónima la que forman los trabajadores cerveceros en toda la extensión de la República, como la que podrían formar diez o doce millonarios en la Bolsa de Comercio de la ciudad de Buenos Aires. Es un tipo idéntico a todas las demás sociedades anónimas; sino que en vez de ser veinte que tienen muchos millones, son muchos millones que tienen veinte y compran con el mismo poder adquisitivo. De manera que aquellos que se preparan ya para criticar esto como un acto demagógico y como una intención de cualquier tipo, ¡no! Total y absolutamente falso. Esta es una operación legal, hecha dentro de la ley, que se paga, que no se regala nada y que no hay nada que agradecer, como no sea el que nos hayamos puesto los pantalones y hayamos sido capaces de llevar esto a cabo. Ojalá que muchos imitaran a los obreros cerveceros y constituyeran sus propias organizaciones, en base de sociedades anónimas cooperativas, a través de las cuales con su dinero, que no es de nadie más que de ellos que se lo han ganado con el sudor de su frente, fueran sus propios empresarios. Quizás daríamos desde aquí un ejemplo al mundo, que sería el único capaz de salvar este futuro de la humanidad por el que tanto piensan y por el que tan poco hacen algo por lo visto. Señores, además de esto, Dios ha sido tremendamente misericordioso conmigo, al darme la oportunidad de que sea a los cerveceros a quienes que yo pueda en nombre del Estado, realizarles esta operación tan conveniente. Porque el gremio de cerveceros, yo no olvidaré nunca, que estuvieron con nosotros desde el primer grito de la Secretaría de Trabajo y Previsión, y nos acompañaron ya desde los primeros tiempos, en todos los momentos, buenos o malos, y supieron jugar su carta con honradez y con lealtad en todas las oportunidades. Por eso agradezco a la Providencia que me haya permitido en este acto, cumplir un acto de justicia y de lealtad sincera para estos compañeros, que les deseo todo el éxito que ellos son capaces de realizar al frente a la cervecería, porque es indiscutible que para estas acciones, lo que se necesita más que nada es decisión y corazón, y lo que les sobra a los cerveceros es precisamente esa decisión y ese corazón. Compañeros en este año 1955, hemos de iniciar nosotros, como una etapa más de superación para el aumento del stándar de vida de nuestro pueblo, la batalla de la productividad, y este acto es precisamente, un factor fundamental de esa productividad. Yo se que por este sistema, habríamos de aumentar extraordinariamente la producción argentina, porque cuando cada trabajador, sienta y experimente, en la lucha del trabajo de todos los días, que él con su esfuerzo aumentará también su beneficio, que podrá pensar en un futuro más halagüeño que en el que ha pensado hasta hoy, y cuando él sea el artífice de su propio destino, se que no habrá esfuerzo y que no habrá sacrificio que no sea capaz de realizar en beneficio de la grandeza de esa justicia social que establecemos y de esta patria que es el albergue de esa justicia social. Compañeros: he dicho que este acto representa para mí, quizá una de las más grandes satisfacciones que puedo experimentar. He venido luchando durante diez años y ya hemos realizado no solo este acto de restituir al pueblo lo que es del pueblo, sino en muchas otras ocasiones, quizá no en tan grande escala, pero también en una escala semejante, el mismo acto. Y espero que en el futuro podamos seguir realizado lo mismo, para cumplir un postulado básico de nuestra doctrina, que es la de dar al pueblo el acceso a la propiedad y a la riqueza. Nosotros creemos que todo lo que hay dentro de nuestra tierra es del pueblo y que toda la riqueza que se amasa dentro de ella es también del pueblo; en consecuencia ningún programa puede resultar más grato a nuestro corazón, que el de restituir esa propiedad y esa riqueza al pueblo que le pertenece y que la elabora. Por esa razón compañeros, yo, desde acá, les pido a todos los cerveceros de la República, que se contraigan a la tarea de ser un ejemplo, porque ustedes van a ser el ejemplo de un futuro quizá glorioso para la clase trabajadora argentina, convirtiéndose en los primeros grandes grupos de pequeños ahorristas, que serán los que van a sostener el andamiaje de las finanzas argentinas en el futuro, cuando cada hombre del pueblo, sea propietario de un pedazo de esta tierra, cuando cada hombre del pueblo participe y sea propietario un sector de esa riqueza, la República Argentina, habrá alcanzado los más altos destinos en lo económico, en lo social y en lo político. Por eso ustedes que representarán en el futuro ese ejemplo, piensen bien en la responsabilidad que desde ahora pesa sobre sus propias espaldas, para que estas empresas sean las más brillantes, sean las mejores, sean las más ricas, sean las mejor organizadas, para ejemplo de los demás compañeros trabajadores, que piensen y sientan que la grandeza de la República está en que cada uno de nosotros sea un poco propietario de su suelo y de su riqueza. Compañeros, solo me resta ahora pedirles a ustedes, representantes de toda la República y de todo el gremio cervecero, quieran ser tan amables de llevar a los demás compañeros del país un abrazo muy cariñoso de mi parte, diciéndoles que hoy como siempre, estamos en la lucha para realizar los postulados que prometimos hace diez años y que vayan ayudándonos a persuadir a los que dudan, porque espero que aquellos que pudieran haber dudado entre los cerveceros, se convenzan de nuestra lealtad y de nuestra sinceridad. Y con esto, compañeros, me despido de ustedes agradeciéndoles esta magnífica ocasión que me han ofrecido para saludarlos personalmente y desearles en estas empresas y en su vida mucho éxito y muchas felicidades. ...............................
1955-02-11
En la clausura de las deliberaciones de la séptima Conferencia de los gobernadores de las provincias y territorios nacionales
Señores, yo deseo hoy, hacer una ligera recapitulación de lo que hemos tratado en esta 7º reunión de gobernadores, para, diremos así, fijar con claridad los conceptos que, por distintos señores y sobres distintas cuestiones, más o menos, hemos fijado como determinante de la situación política interna argentina y, como consecuencia de ello, la acción que nosotros deberemos de desarrollar para responder a las exigencias de esa situación política interna. La situación es para nosotros, que venimos viviéndola desde hace tantos años, es más o menos con ligeras variantes, lo que ya ha hemos considerado en otras reuniones anteriores. Podríamos decir en este sentido, que la norma a seguir, es la norma común en la acción política, con la única variante de que si hasta ahora nos hemos venido desenvolviendo dentro de un orden un tanto alterado de la normalidad legal, debemos de volver, porque la situación política nos aconseja a suprimir ciertas restricciones en razón de que no existen ya las causas que las determinaron. Por otra parte, yo soy partidario de eso, porque en esto como en todas las cosas, si no existe el ejercicio de la acción, las condiciones se van perdiendo o se van olvidando. En otras palabras, creemos que una libertad de la oposición, va a tener que ser respondida también, con una libertad de acción a nuestras fuerzas, para que se enfrenten en la acción política. Es decir, que la lucha política no se la tenga que hacer el gobierno, ni las instituciones del Estado, a la acción política adversaria, sino que se la tenga que hacer también las fuerzas políticas que apoyan nuestro movimiento. Entonces la lucha política volverá a su campo. Volverá a su campo con ventaja para nosotros. Porque visto este fenómeno con simplicidad y con lógica no debió haber salido de allí, si salió fue porque nuestros adversarios hicieron una conspiración y una revolución, y entonces lógicamente en vez de enfrentarlo con las fuerzas políticas tuvimos que enfrentarlo con las instituciones del Estado, porque era una alteración dirigida contra el Estado. Pero en estos momentos ya no existe eso, ha dejado de existir, con los que están en Rawson y en otras partes distribuidos que eran los cabecillas, y los demás que parecen haberse llamado a sosiego. Si no fuera así, en el momento que fuera necesario caeríamos con todo el peso de la ley y de sus instituciones, sobre los que pretendiesen sacar nuevamente del campo político esa acción para trasladarla al campo de la conspiración, etcétera. Pero desaparecido eso nosotros tenemos que volver. Y, durante el tiempo que nosotros actuamos en la acción política, no fuimos tan mancos, de manera que podemos volver nuevamente a poner en acción toda esa acción en el campo que corresponde. Nuestra gente se mostró en esas ocasiones, que, en fin, un poco superior a nuestros adversarios hemos sido, por lo menos en la unión entre nosotros, en la comprensión y en la colaboración y la acción política. De manera que no tenemos nada que temerles a nuestros adversarios en la acción política de todos los días, ni en la calle ni en ninguna parte. Si ellos proceden con violencia, y, nuestra gente tampoco son gente incapaz de la violencia, los nuestros también son capaces de salir con buen palo a la calle cuando ellos salgan con el suyo y veremos cual de los dos palos pega más fuerte. Pero, con nuestra gente. Si ellos salen a decir discursos, y, para eso nosotros también nos pintamos solos, de manera que le meteremos discursos todo lo que sea necesario. En otras palabras señores, que toda la acción política en que nosotros vamos a estar empeñados en el futuro, se refiere a retomar nuevamente, la actividad de la lucha política en su campo de acción, sin salir, y dando a los gobernantes la posibilidad de diferenciar un poco esta lucha, para dedicarse más a la administración y al gobierno. Eso es, diremos, lo que yo veo como síntesis para no alargar esta conversación. Señores, en cuanto a la acción de gobierno y administrativa nuestra, es indudable, que tanto de un lado como de otro en todo lo que hemos conversado se han hecho algunas consideraciones, que indudablemente entre nosotros y como autocrítica debemos de realizar. Debemos de realizar porque los errores que cometamos deben de sernos conocidos. Conocer los errores ya es mitad de enmendarlos. La otra mitad es ponerse a corregirlos. Es indudable, que afortunadamente los casos que se han mencionado constituyen una excepción en nuestro gobierno pero, que como nosotros estamos acostumbrados a ver nuestros propios defectos y a modificarlos, debemos de hacerlos presentes en todas las circunstancias. En esto señores, afortunadamente en estas excepciones, es donde nosotros debemos fijar la atención para hacer escuela contra las deformaciones administrativas, éticas o gubernamentales. Deformaciones que si pueden ser aceptables en cualquier sistema, no pueden ser concebidas en nuestro sistema. Sistema de autocontrol permanente por las organizaciones políticas. De ahora en adelante cada día más van a ser más necesarios esos controles, y al que no procede mal sino que procede bien, le gusta y le conviene que lo controlen. Solamente el delincuente, el que no le conviene el control ni de la policía ni de los jueces. A la persona de bien no puede producirle el menor inconveniente el que lo controlen. En esto, el autocontrol de las instituciones, es indispensable para los gobiernos. Yo en lo que a mí se refiere lo pongo yo mismo el control y yo mismo quiero que me controlen a mí. Mi teléfono de mi despacho está controlado por el servicio, como yo no hablo nunca por teléfono por otra parte. Pero el control, señores, es una cuestión natural, es casi una institución permanente del gobierno y de las organizaciones estatales. No se concibe un gobierno sin control, ni se concibe una institución estatal sin su control. Por eso señores, todas las instituciones de control no pueden ser combatidas, no me gusta mucho los que combaten las instituciones de control. Yo desconfío siempre de esa gente que viene y me habla mal de control de estado. No digo nada pero lo anoto para mí, como un indicio poco favorable, porque yo no tengo ningún inconveniente, como digo, que me controlen. Yo pienso que el funcionario no tiene vida privada, no tiene nada más que vida pública. Porque si no sería muy fácil hacer cualquier inmoralidad y escudarse en la acción privada de los hombres. El que quiere tener acción privada no debe aceptar un puesto público, ni puede ser funcionario y menos puede ser gobernante. El gobernante no tiene vida privada, tiene solamente vida pública, porque sino sería muy lindo hacer cualquier barbaridad en la vida privada y después sentirse virtuoso en la pública, no, no, el que es inmoral en la privada es inmoral también la pública. No se puede desdoblar la personalidad, para ser en un lado una buena persona y en otra un bandido, imposible, no puede ser. Por eso señores nosotros creemos que no debe haber desdoblamiento en ese orden de cosas y que la conducta es una e indivisible. Siendo así uno, funcionario, tiene que estar dispuesto a que lo controlen permanentemente, cualquiera sea el cargo que ocupe, sea el más encumbrado como el más modesto. Yo pido a Dios que me controlen siempre, porque así por lo menos se convencerán que procedo bien y si procedo mal me lo harán notar con lo que quedaré muy agradecido para corregirme y para modificarlo. Cuando se procede de buena fe y, yo creo que se debe proceder así. Algunas veces a mí me dicen, bueno está haciendo una macana y yo, me modifico, me corrijo, porque alguna yo también hago algunas veces, es una cosa que agradezco al que me las hace notar. En esto, creo yo, que es bien siempre y bien claro el procedimiento Las fallas más notables, diremos así, que de la información se desprenden, son en el orden nuestro que podríamos criticar, no criticar en el sentido de hablar mal, sino el de hablar bien de lo bueno, hablar mal de lo malo. Es decir, no hablar mal de lo malo sino poner en evidencia lo malo para que se modifique, para que se corrija, eso es lo que yo le llamo crítica. No criticar negativamente, hablar mal de las personas porque sí, menos calumniarlas, pero sí hablar en general sin decir que fulano es esto, que fulano..., no, no, nosotros decimos aquí las cosas que vemos que son malas y el que le caiga el sayo que se lo ponga, después viene el examen de conciencia de cada uno que no hacemos nosotros. Nosotros hacemos solamente el examen de nuestra conciencia. Por eso esta crítica y autocrítica no hay que tomarla, diremos así, como algo personal, aquí no hay nada personal, pero no debemos de dejar pasar una falla del gobierno porque alguno se pueda disgustar porque personalmente le pueda caber a él el sayo, no. Nosotros criticamos en esto abiertamente, no decimos a quien, criticamos los hechos, no las personas. Las personas no nos interesan, nos interesan los hechos, los actos de gobierno honestos o deshonestos, correctos o incorrectos, acertados o desacertados, ¡esto es lo que nos interesa! Nos interesa muy poco quien los cometa, pero los actos sí nos interesan porque es parte del prestigio de nuestro movimiento. Este movimiento se hunde o se levanta con esos actos, en consecuencia ¡como no nos va a interesar la suerte del movimiento! y nos debe interesar a todos de la misma manera. Por eso como digo, los hombres aquí no cuentan, no cuentan los hombres, cuentan los actos. En el aspecto, más o menos, que podríamos hablar en nuestra autocrítica indispensable, sería en la dinámica funcional y las gestiones de gobierno, en la ética funcional y en la armónica gestión gubernamental con las fuerzas del movimiento. Son los tres aspectos en que yo he considerado las fallas que pueden existir, haciendo una recapitulación de todo el país, de manera que tampoco vamos a hablar aquí en término dramáticos de nuestras fallas. Hablamos de las pocas y excepcionales fallas que tenemos en el gobierno para que las corrijamos así no tengamos ninguna después, eso es lo que nosotros queremos. Lo primero sería una falta de inspiración adecuada en la doctrina. Muchas veces se hacen actos de gobierno inconsultos por no conocer la doctrina. Más bien por ignorancia, como esa gente que delinque por desconocimiento de la ley. Lo mismo es esto que algunas veces, que algunos actos de gobierno se dan de patadas con nuestra doctrina, y es porque el que lo hace no conoce nuestra doctrina, tiene un cañoncito por su cuenta con que trabaja. Entonces, hay que evitar eso y meterse dentro de la doctrina, sabiendo que el procede dentro de la doctrina no puede cometer errores fundamentales, errores de fondo. Otro asunto es, un ausentismo abusivo, en todos los órdenes. La gente trabaja poco y cada día quiere trabajar menos, me refiero a la función pública, a la administración, no a los que trabajan en la fábrica, no, no. En la fábrica nuestra me refiero yo ¿no?, en las oficinas públicas y todas esas cosas, que abundan muchos los que tienen dos puestos, que son como el sofá cama, sabe, andan mal en un lado y pero en el otro. Hay mucho de eso, ausentismo de todo orden en la función pública, y no solamente en los empleados públicos, ese que escribe a máquina que es el que más hace, en el otro el que dirige; ese que está siempre parado y dice "pásele a Sánchez que le de trámite", no hace nada más que eso; se va al otro puesto y le dicen "señor como no ha venido", y dice "estuve muy ocupado allá en el otro"; no hizo nada tampoco, eso es muy común en la función pública, lo vemos todos los días. Esos señores importantes que no hacen nada en ninguna parte, pero son de una gran importancia. Eso es común, muy común, nosotros acá hemos puesto ya un poco de remedio a esas adscripciones, esos adscriptos, esos son peligrosos, porque no hay ningún adscripto que no conserve el puesto que tenía, quiere decir que se acomoda momentáneamente. Y cuando tiene que al otro puesto de cuando en cuando pide permiso para ir al anterior donde no hace nada tampoco. Cuanto mi llega una de esas, yo siempre miro, es él el que se pide. Al otro que lo pide le importan tres rábanos que esté no esté o que no esté o que esté en el diablo, no le interesa. Es porque el otro pide y dice: "señor me piden", no, ese se acomoda él, va a pedirse él, y ustedes sabe igual que yo, lo mismo en todas partes se cuecen habas. Otras de las fallas que también son comunes en los funcionarios y que tenemos que vigilar mucho nosotros, es esa facilidad o inoperancia ante exigencias perentorias. Muchas veces llega una cuestión y uno se desvive por resolverla porque es un asunto rápido. Pasa a un señor, segundo señor, uno toma la resolución, toma la disposición, porque uno es el que gobierna; el otro es el que ejecuta, ahí es donde se para el asunto, a él le importa un pido. A lo mejor nosotros nos quedamos sin dormir pensando en el asunto y él está tranquilamente en la boat o en el Chantecler, o en cualquiera de esos, tranquilo, a él no le ha producido ninguna excitación, ninguna preocupación el caso. Eso es muy común, muy común, lo recibe y... como quien oye llover. Nosotros tenemos que reaccionar. Al día siguiente nosotros venimos, protestamos un rato y no hacemos nada. ¡No! Hay que hacerle la cesantía inmediata. Hasta que de uno con uno que se preocupa como uno. A lo mejor va a ser ese que escribe a máquina, que es el último escalón, Juan Pérez, allá, cuatrocientos pesos y trescientos de salario por carestía de la vida. Ese es el que hace todo. Todos los demás intermediarios ninguno sirven para nada. Y hágale la cesantía a ese tipo, porque a esos hay que hacerle la cesantía. Y si todos nos ponemos, van a ver ustedes como eso funciona al final. Y al final esos son unos paniaguados que no han hecho nunca nada y que viven sin hacer nada y que a lo mejor son contra todavía y lo respetamos nosotros. Y si es contra, a lo mejor la pasividad es por eso, todavía. Hay otra cuestión, una cosa que nos debe preocupar mucho. Un descuido general sobre los servicios públicos, agua, luz eléctrica, tenemos que ocuparnos mucho de eso. Eso, indudablemente trae siempre un problema bastante grave en todas partes. Debe ser una preocupación constante nuestra para que eso no se produzca. Eso trae las protestas colectivas que son las peores de todas las protestas. A lo mejor tienen la culpa ellos mismos, no; pero, el servicio hay que satisfacerlo. Y hay que preocuparse por eso. Despreocuparse por eso es sumamente peligroso porque termina por unir todas las opiniones contra el gobierno. Cuando, todavía no se levantan todos a protestar contra el gobierno, y ahí van incluidos contras y partidarios, sabe. Peligroso eso, se presta para que el comunista que trabaja siempre con cierta habilidad y cierta tenacidad se enganche en eso y entonces ahí se arremolan todos detrás de la misma bandera porque es para protestar, y para protestar en cierta manera con justicia, eso es muy peligroso. Cuando aparece una cosa de esas hay que poner por lo menos veinte o treinta en acción, cuando no se puede hacer nada, que la gente vea que hay preocupación, que uno anda, que se preocupa, que le pone un grupito allí, otro allá, que aunque sea se pone a hacer un pozo, cualquier cosa, pero algo que se vea que no hay una absoluta indolencia y una absoluta despreocupación, que las protestas las oímos como quien oye llover. Eso es muy peligroso, eso es muy peligroso, porque nos puede quitar nuestros propios partidarios y hacer triunfar a nuestros propios opositores. Eso, creo yo, que es un asunto que hay que verlo siempre como primordialmente importante. Lo mismo que las pequeñas cosas. Hay una indolencia universal en todos los funcionarios. Los funcionarios a menudo creen que ellos están para ver solo las cosas grandes y no las pequeñas. Pero se olvidan que muchas veces la opinión pública depende de la acción del musolino que barre la cuadra, y que no la barre. Porque el que paga barrido, alumbrado y limpieza tiene derecho a que le barran y le limpien. Y no le barren ni le limpian. Y el funcionario dice "que voy a ocuparme de la limpieza", dice "yo estoy en los grandes problemas del Estado". Pero no sabe que van a decir que era un desgraciado porque está sucio, sabe. No, no, no, hay que mirar lo chico y lo grande, pequeñas causas y grandes efectos. Es ese perro muerto que está tres días en la carretera, visto que lo despedaza el auto y ni uno se le ocurrió sacarlo y enterrarlo por ahí al perro. Y hay un musolino que se paga durante 365 días para haga ese trabajo. Al musolino no le importa el perro. Y todo el mundo nos carga el perro muerto a nosotros, y es cierto, y es cierto. Lo mismo ocurre, con muchas otras cosas, es ese pozo que hay en la calle, un adoquín que se suelta y está en el medio de la calle y pasan los autos un día, y otro, y otro, y usted pasa a los cuatro días y está el adoquín todavía, ¡y lo vemos todos! Yo cuando lo veo se lo hago llegar enseguida al intendente. Y lo que debemos hacer todos es eso, porque esa es la mejor colaboración, porque él tampoco puede tener tantos ojos, digo el intendente de acá como el intendente de Calamuchita, lo mismo. La colaboración nuestra es hacérsela llegar enseguida, "vea en tal parte hay tal cosa que hacer ocho días que está y no lo hacen". Y si uno se siente y llega allí está el musolino, llama al musolino y le dice "vea no se chancho, amigo, vaya arregle eso, para eso se le paga". Tenemos que hacernos un poquito cretino en eso porque si no la indolencia nos va a tapar a todos. Esas cosas que parecen tan insignificantes, tienen una importancia política extraordinaria, porque la gente protesta contra el gobierno por eso. Muchas veces no protesta porque vendemos mal la cosecha, protesta porque está sucia la calle, porque le han abierto un pozo en la puerta de su casa y él tiene que embarrase todos los días cuando sale. Y se la tienen abierta quince días cuando en cinco minutos debió haber estado cerrada. Esa es otra de la cosas. Va a sanitarias, va a gas, no sé, cualquiera, le abre un pozo en la puerta de la casa y después dicen "hay que esperar que se apisone solo" y tarda seis años. Atorrente, cuando si tomara un pisón en cinco minutos él lo apisona le pone la baldosa y queda terminado el problema. Y si después se afloja, saca baldosa de nuevo, le pone material y le vuelve a poner la baldosa de nuevo. Vea hay cosas que verdaderamente son ignominiosas, que uno tendría que hacer como hacen los rusos, un balazo acá atrás de la nuca. Sería lo único que lo resarciría a uno contra la indignación de ver gente tan indolente y tan sinvergüenza. Porque ese es un sinvergüenza, si le pagan para eso y no lo hace. Bueno, no vamos a seguir hablando de estas cosas, pero es así, es así, es así. Tenemos que ir a las pequeñas cosas, que las grandes aquí se atienden solas, hay muchos para atender las grandes, somos muy pocos para atender las chicas acá. En lo referente a la cuestión de la ética funcional. De esto hemos hablado mucho. Claro, gira alrededor de dos cosas. Primero es el nombramiento de los parientes. En esto como dice el dicho, los parientes son los peores, cuando la familia es larga. Eso es una de las cosas que hay que cuidar. Al pariente hay que ponerlo en los puestos de sacrificio, sabe, donde trabaja mucho y gana poco, y cuando no sirve echarlo enseguida, y si es posible no nombrarlo en nada, que se la rebusque por ahí el pariente. Y, tiene la mala suerte de ser pariente de uno. No hay nada que hacerles, en esto hay que ser.... Porque sino todo el mundo piensa que uno lo pone al pariente ahí como decían los radicales: "no queremos que nos den plata sino que nos pongan donde haiga". A menudo el pariente está donde haiga, sabe, eso es lo malo. Entonces, Dios me libre cuando uno pone un pariente donde haiga, sabe. Todo tenemos algún pariente capaz, y bueno, y mala suerte para el pariente, que se la aplique en otra parte pero en la función del gobierno no. Porque todo el mundo tiene derecho a criticarnos eso y con justicia porque los parientes no son para esta cuestión. Le podemos sacar el jugo al pariente, pero él a nosotros no nos puede sacar el jugo. Ese el buen pariente. Y al mal pariente, bueno, tratarlo como mal pariente, sabe. Ese es un asunto sumamente importante, Ahora claro, muchas veces también en vez de los parientes son los amigos. Todos tenemos un amigo malandra, pero no es preciso ponerlo en la función pública, sabe. Ya es una cuestión... no es precisamente indispensable por los menos. Porque a los amigos, a los parientes se los descubren todos enseguida, aunque uno cree que no. A éste hay este hay que esconderlo bien, al amigo ése, por ahí lejos para que no lo vea nadie. Porque en cuanto lo ven... y bueno. Uno no puedo tener compromiso en la función pública con cierta gente. Y hay que cuidarse, paciencia. Yo también amigos también de esos, viejos ya. Me vienen algunas veces, y les digo, "donde te voy a poner a vos, no ves que te conocen". No hay nada que hacer, desgraciadamente es así. La mayor parte de mis amigos me comprenden, se conocen ellos y todos nos conocemos. El otro cargo que es común es el enriquecimiento. Claro en esto, el que toma la función pública, tiene que tener... Yo no creo que un hombre que tiene sus intereses porque vaya a la función pública los quema y abandona todos sus intereses. No, no, sus intereses pueden seguir, pero honestamente por su parte. Ahora, lo que no se puede, indudablemente, es negociar estando en la función pública, porque entonces el negocio es muy fácil, hay poco riesgo en el negocio desde la función pública. Si tuviéramos que poner en la función pública solo a los que no tienen nada y han fracasado en todo no sería negocio para la función pública. Pero si tuviéramos que poner en la función pública aquellos que triunfan solo en la función pública es malo el negocio también. El que tenga su negocio, sus intereses que los atienda, por su parte, y nadie va a decir nada y nadie dice nada, porque los ricos también puede llegar a la función pública, los que tienen dinero. Pero claro que hagan bien una separación entre una cosa y otra, de forma que nadie les pueda decir nada. En esto es una cuestión que para mí es bien natural, pero aquel que todos sabíamos que era pobre, por ejemplo yo, que he sido un hombre siempre pobre, tengo mi sueldo de general, si cuando salga del gobierno tengo más de mi sueldo de general Dios me libre. Yo no puedo. Y yo ha he dicho y por testamento público lo he de establecer, mis bienes pasan todos al Estado. Cuando yo termine la función pública me queda solo el sueldo de general, nada más, que es lo único que puedo haber ganado en mi vida. Y eso tiene que ser desgraciadamente para que, como en el caso mío, estoy en esta función, y si no que no agarren. El que no le gusta eso, que no agarre la función pública. La función pública es para sacrificio, no esa para otra cosa. Y en esto el que quiere honores, primero tiene que tener honor. Y es mucho más importante en esto el honor que los honores, como lo veo yo al problema y como creo que debe ser. En consecuencia es simple esto, es un asunto simple, la función pública no debe dar lugar al enriquecimiento, propio, ni de los parientes, ni de los amigos. Mala suerte, el pariente que se las rebusque, si se hace rico sin la influencia de uno mejor, y allá que lo ayude Dios. Si Dios lo ayuda está bien, pero que lo ayude el otro, no, ahí no está bien el asunto. Es decir, señores, en esto tenemos que ser muy escrupulosos, mucho más que si no estuviéramos en la función pública, precisamente porque estamos en la función pública. Bien, son principios tan fundamentales, pero yo hago hincapié en estos dos asuntos, los parientes, los amigos y los enriquecimientos. No hay más, se suprime esto y estamos en perfecta salud, que es lo que nosotros debemos buscar. Y cada uno de nosotros tenemos que exigir a nuestros subordinados. Porque afortunadamente la mayor parte de los casos que se comprueban no son los de arriba, son los del medio, ahí es donde hay más. Yo acá tengo el control de Estado que me cuenta todo, de manera que yo enseguida tomo medidas. Muchas veces exageradas las medidas, pero prefiero exagerar en este sentido que en el otro, prefiero exagerar en el control que en la tolerancia. Algunas veces tengo que pedirle disculpa a alguno, y bueno, pero alguno tiene que salir herido en esto, después sana, de todas maneras se sana pronto de esas heridas. En cambio si nosotros lo dejamos se le hace tan profunda la herida que no sana más. En esto, nosotros tenemos que tener una conducta. Por lo único que nosotros podemos aflojar en nuestro predicamento es por falta de honestidad, real o inventada. Pero en la deshonestidad a nadie se le puede inventar nada, si uno no da un cinco por ciento suficiente como para que el inventor te agarre. Cuando el río suena por lo menos hay un cinco por ciento de agua que trae, sino no suena el río. Ese cinco por ciento es el que uno le da al cuentero para que invente el otro noventa y cinco por ciento. No hay que darle el cinco por ciento. En esto es una cuestión bien simple y bien fácil. El otro es, la falta de una armónica gestión gubernamental con las fuerzas del movimiento. El que gobierna solo a menudo muere abandonado. El gobierno no se puede hacer solo. Hay algunos que son extremadamente personalistas y que quieren que se hagan el cien por cien de lo que ellos quieren y de lo que ellos piensan. Desgraciadamente ese se va a morir de una sed insatisfecha. No puede ser eso en el gobierno. Para que uno pueda tener apoyo de los demás es necesario también hacer un poquito de lo que quieren los demás. Por eso la creación de los comandos tácticos que ponen a los gobiernos, y del comando estratégico que pone a las organizaciones y al gobierno de acuerdo, es indispensable. Porque ustedes ven desde el gobierno siempre hay un momento en que las papas queman. Y cuando las papas queman nos acordamos del comando táctico, nos acordamos del movimiento, de las señoras del movimiento y de los trabajadores. Cuando las papas queman y hay que enfrentar un problema político grave dicen: "Donde está el partido donde están los trabajadores". Pero cuando hay que hacer se los actos del gobierno, los nombramientos, ya no nos acordamos ni del partido, ni de la señora, ni de los trabajadores. Cuando vienen los trabajadores a pedir algo dicen: "que esperen". Ocho horas de amansadora allí los trabajadores que vienen a pedir. Después cuando hay que salir a enfrentar a la contra que se viene encima dicen "¡donde están los obreros aquí que nos apoyan!" Por eso yo digo que el que gobierna solo tiene que morir abandonado. Y muere abandonado. ¿Por que? Y porque entre nosotros no hay pocos que seamos santos. Somos más o menos del montón. Todos más o menos iguales. Santos somos muy pocos. No nos conocemos tampoco los que somos santos. Cuando ven que no le llevan el apunte, que todo se hace, que uno protesta, y tampoco le llevan el apunte, y todas esas cosas, vienen cuando la contra empieza decir "este es un sinvergüenza". Y nosotros decimos, ha de ser cierto porque con nosotros tampoco ha sido bueno, sabe. Y se suma entonces, a la oposición del adversario, se suma la propia oposición de los que no están conformes y de los que no lo quieren ¿por qué? Y porque no se ha hecho querer. En esto pasa como en todas las cosas, el predicamento político es parte de un amor político. Y para que uno lo amen hay que hacerse amar, es difícil que lo amen al que no se hace amar. Se hace amar con los actos, con los hechos, no con las palabras. Hay algunos que consiguen con las palabras, pero son muy pocos esos. Entonces, yo creo que el acción permanente de esto es importantísimo, no sentirse dictador porque entonces cuando viene el lío, está solito el dictador. Hay que gobernar en relación, hay que gobernar en colaboración, hay que gobernar en cooperación, es la única manera, y en nuestro movimiento eso indispensable que lo hagamos. Cuando vienen las organizaciones a pedir, hay atenderlas y hay que darles, porque después cuando tenemos que pedir nosotros nos tienen que dar ellos. Y eso lo aprendí de jovencito allá en la Secretaría de Trabajo y Previsión, cuando en el 44', en el 43', se daba leña, alrededor de allí había, palos y palos y palos nada más, mataban los vigilantes, ....de la FUBA todos esos, no. Si yo hubiera querido hacerlo eso como dictador eso estaba arreglado. Fueron los amigos, fueron los madereros los que hicieron las cachiporras de madera y salimos con ellos y terminamos en una semana, con ellos, con los de la carne y con todas esas cosas. De manera que toda esta acción que hemos podido construir comienza a tener sus cimientos allí. Y yo sería muy ingrato si me olvidara de ellos ahora, me olvidase de ellos y pensase que ellos son unos descamisados que no sirven para nada. No, ellos sirven para todo y sirvieron para todo, y ellos nos posibilitaron todo. Podremos nosotros grandes personajes, pero muy poco hubiéramos podido hacer sin afirmarnos sobre esos pobres y humildes personajes. Eso no tenemos que olvidarlos nunca. Por otra parte, hasta por inteligencia hay que hacerlo. Nosotros hemos organizado todos los sectores del pueblo. Ahora tenemos que atenderlos, pero para que los organizamos si no le vamos al levar el apunte ahora que está organizados. Y es inteligente ponerlos a trabajar con nosotros, para que ellos compartan también la responsabilidad del gobierno. Así cuando hay que criticar no critican ellos solos sino que nosotros también los criticamos a ellos. Hasta es inteligente que lo hagamos así. Si hacemos una picardía también los complicamos a ellos, para que no nos puedan criticar. Y políticamente señores, políticamente, esto es de un resultado extraordinariamente favorable. Si organizamos al pueblo, señores, es para eso. Cuando ellos gobiernan con nosotros, como no van a estar con nosotros. Y en esto hay que hay ir ganando el tirón a cada uno de ellos, como dice el paisano, ninguno se va escapar si uno sabe atarlo a tiempo y comprometerlo a tiempo para trabajar en conjunto. Esto es fundamental. Y el gobierno que no lo hace, y, comete un grave error. Yo creo que en esta tarea hay que dedicarle el tiempo necesario a ello. Y vienen muchos, hay que atender sistemáticamente a las fuerzas y a las organizaciones, y ellos tienen problemas, y vienen con los problemas y hay que atenderlos los problemas. Esas son las únicas audiencias interesantes que tiene el gobernante. Ese que le trae, el que ha hecho el estudio grande, que viene con estudio abajo del brazo y dice "señor le soluciona tal problema", y le hace perder tres horas a uno y después uno le dice "bueno hágalo". "No, no, yo no lo voy a poder hacer, tiene que hacerlo otro". Entonces para que lo trae. Ese papanata es al que no tenemos que recibir. Pero al otro que viene, que maneja una organización, y que viene con la solución práctica de los problemas que ellos mismos resuelven y que no vienen a uno a pedirle nada más que le diga que sí, ¡a ese hay que atenderlo! ¡ése que enseguida sale a trabajar y hacer las cosas! Estar lo menos posible en la oficina, lo menos posible en el despacho, pero para atender esa gente que viene con ideas constructivas, que viene para arreglar un conflicto obrero, que viene para aumentar la productividad, que viene a presentar un programa para vender mejor la producción para que la industria se desarrolle, esa gente es la que hay que atender, el obrero que viene a decirle señor nosotros queremos hacer esto y esto y esto y queremos hacernos cargo de este trabajo nosotros lo vamos hacer. Como no vamos a recibir a este hombre, le da un abrazo, si ése es el que construye. El otro macaneador para que las papas produzcan el doble, si nunca ha visto papas, entonces que va a atender a ése. Hay que atender al papero si viene con el problema de la papa, no a este papanata, que ustedes saben más que yo. Nos llegan todos los días a los depachos esos tipos, que viene un loco de esos, la mitad de esos son locos, sí, sí, sí. Yo tengo ahí en mi despacho, yo ya sé quienes son locos. Hay tipos que vienen siempre con un mismo tema, se sienta allí y empieza el tipo allí con el tema. O le viene a hablar de otra cosa y a los diez minutos le está hablando del mismo tema anterior. Esos tipos, hay unilaterales, hay tipos de estos locos, uno cree que es un gran tipo y es un loco, un loco. Que le hace perder tres horas a uno para una pavada de esas y después se va contento él al club, y uno queda aquí, después de haberse perdido tres horas reemplazar las tres horas con otro trabajo. Otras de las cosas, señores importante, es poner también en efectividad, así como nosotros atendemos nuestros comandos tácticos, poner en actividad y acción los subcomandos tácticos con el trabajo en los departamentos o en la municipalidades, eso de que habló ayer precisamente el gobernador de Buenos Aires. Es importantísimo eso, poner en acción, no solamente trabajar uno, sino hacer trabajar. En el gobernante creo que es una virtud mayor que la de trabajar, el saber hacer trabajar a los demás, es decir tener el sistema por el cual uno mantiene la gente en movimiento y accionando. Eso es sumamente importante. Para esto los comandos son órganos extraordinarios. Los comandos y subcomandos son los que deben mantener en actividad política todo el personal que agrupa nuestro movimiento. Mientras los funcionarios en su escala ascendente y descendente ponen también en actividad a los demás. Porque en esto el de arriba lo hace trabajar al de abajo. Pero si el de abajo no es zonso lo hace trabajar también al de arriba. Porque hay una compenetración mutua en la escala ascendente y descendente de la jerarquía. Muchas veces uno tiene un subalterno al que protesta todos los días porque lo hace trabajar, pero ese es bueno. Ese que viene con iniciativas constructivas, que viene con cuestiones, y le dice: "señor esto...", a veces le dispara un poco uno porque... pero ese hombre es bueno, hay saberlo encaminar y saberlo hacer trabajar. Todo esto señores, en los comandos es de una extraordinaria importancia. Muchos no les dan importancia, pero no se olviden lo que les dije, que el gobierna aislado también se muere aislado. Y ese que no sabe ganarse el apoyo, después lo pide sin resultado. El apoyo hay que ganárselo trabajando con las organizaciones, escuchando un poco a las organizaciones. No del todo porque tampoco las organizaciones necesitan que les escuchen del todo. Porque ellos trabajan de buena fe, pero no todo es de buena fe, siempre hay un pedacito y... nos pasa a todos eso, no, un ganchito siempre hay, hay descartar el ganchito. Hay que dejar lo que va derecho y de buena fe. Por eso digo, no se puede dar todo, hay que dar lo que corresponde. No se puede negar todo tampoco. Ahora, esto, con el ejercicio de la acción permanente, evita las fricciones y todas esas cosas. Uno ya sabe y ya conoce las personas. Algunos que son un poco irascibles, bueno muy bien hay que tolerar todas esas cosas. Claro hay algunos intolerables, no; pero los otros, los que son tolerables hay que tolerarlos. Tenemos que tolerarnos entre nosotros, sino hay fricciones en seguida. Nosotros ya sabemos, va fulano yo siempre le digo: "bueno este se pelea". Yo ya lo conozco, ya en esto pocos años que tenemos yo ya más o menos conozco mi gente. Va y le digo ¿con quien va tratar? Con fulano. No éste se pelea entonces. Enseguida sabe que se va a pelear. No lo mande porque se pelea. Mande otro. Hay algunos que son siempre así. Y ahora esos que se pelean en general uno ya sabe, porque, o tienen mal carácter o trabaja por su cuenta. Cuando trabajan por su cuenta tienen pelea fija, con los no trabajan por su cuenta. Y en esto yo creo que nadie deber trabajar por su cuenta, todos debemos trabajar por el movimiento y únicamente por el movimiento. Si el día que el movimiento se viniera abajo no sé quien de nosotros iba a quedar arriba. El que piense eso es un angelito. Cuando esto se hunde, se hunde todo, no queda nada flotando. Entonces lo que hay que hacer flotar es a esto, y lo que nosotros tenemos que luchar es porque esto flote, porque si no flota, nosotros no vamos a tener la ilusión de que flotamos. Esto señores, es tan elemental, por digo yo, nuestro movimiento -y repito una vez más- es una gran bolsa donde todos ponemos algo. Mientras ponemos nadie discute, todos están sonrientes y alegres. Cuando uno mete la mano para sacar para él, en la cara de los otros, se descompone. Entonces es cuestión de que no metamos la mano, que dejamos que reparta alguno algo, justicieramente de la bolsa, pero no metamos la mano para arrebatar, porque entonces sí hay pelea fija. Y si esto es una cosa que ya la sabemos tanto, y tenemos que ir ajustando las formas... Yo no estoy contra el hombre que tiene ambiciones, siempre que ellas sean justificadas. No creo que tampoco en esto haya que descartar totalmente al hombre, ¡no, no no! Pero, el hombre debe trabajar por sí, dentro de algunas formas. Dentro de algunas formas, ¿Cual esa forma? Él puede hacer por sí todo lo que quiere siempre que no perjudique al movimiento. Porque él puede hacer por él, siempre que lo haga por el movimiento. Esa es la regla que nosotros podemos tener. El más ambicioso bienvenido sea, si no hace con su ambición ningún acto contrario al movimiento, si todo lo que hace es favorable al movimiento aunque trabaje para él a nosotros que nos importa. Ese hombre sea bienvenido. Pero aquel, por más que trabaje para él, si produce un pequeño mal al movimiento ese es enemigo de todos, y todos tenemos que darle en la cabeza. Esa debe ser la regla para conservar con lo que es de todos. Como pasa en todas las cosas y con los intereses nuestros ¿no pasa lo mismo? Es amigo todo aquel que no nos mete la mano en lo propio, cuando nos mete la mano en lo propio ya deja de ser amigo. Y bueno, en esto tiene que ser amigo aquel que no meta la mano en lo de todos. Todos ponemos y empujamos allí. Pero cuando hay uno que se apoya y tira para atrás en vez de tirar para adelante ¡A no! ese no va con nosotros ya, porque ese perjudica, ese está en contra del movimiento, ese es un contra, aunque parezca que no, es un contra. Pero si él, empujando para el movimiento puede empujar para él, bienvenido y bendito sea, y adelante y que llegue lo más grande posible, porque si llega adelante así es porque es capaz y porque merece llegar. Llega por medios lícitos, llega por donde hay que llegar. En esto llegue el que corra más ligero, pero que corra con todos, que no corra contra la corriente, eso sí. Cosas señores que es de ética elemental en toda acción colectiva. Bien señores, para que vamos a insistir, esto ya lo conocemos todos, es cuestión de que ahora hagamos lo posible por inculcárselo a nuestra gente, para que nuestra gente lo haga, nada más que eso. Tan simple, que por eso resulta a veces complicado, porque es tan simple. Fuera de esas cosas, nosotros hemos progresado extraordinariamente en el movimiento. Es indudable que el movimiento ya tiene una característica propia, y una unidad conceptual y doctrinaria suficiente como para que marche y marche solo. Estos defectos que señalamos no son defectos del movimiento, son defectos de algunos hombres. Desgraciadamente el movimiento....multitudinario y se compone de millones de hombres con todas sus virtudes pero también con todas las pequeñas cosas que tienen los hombres. La lucha deber de estar por ensalzar a los hombres, levantar sus virtudes y corregir sus defectos. Y en esta tarea, todos nosotros dirigentes máximos del movimiento, no sólo tenemos la obligación sino que tenemos la responsabilidad de hacerlo. Y por eso hay que decirlo. Como digo siempre yo, la virtud no consiste en enunciarla, eso no tiene ningún valor, lo sublime de la virtud no está en el enunciado sino en la práctica. Tenemos que inducir e incitar a la práctica de esas virtudes, aunque no las nombremos nunca. Y la escuela, es la función pública. No dejar hacer ningún chanchullo es trabajar por la virtud en la función pública. Todo eso es tan viejo como el mundo, pero también tan importante como el mundo. Nosotros señores, no vamos a dramatizarlo, porque sabemos que es lo humano, que es lo de todos los días, pero sí vamos a ponernos a trabajar porque cada día eso sea menor, y porque cada día las virtudes dentro del movimiento sean mayores. Y con esto habremos iniciado el único camino por el que se puede triunfar en política. Como le digo, vale más esto, que vender bien la cosecha, que las vacas paran, no es cierto eso. Caemos si somos ladrones o si toleramos a los ladrones, La única causa porque la que se cae en este país del gobierno. Nunca un gobierno ha caído por otra cosa que no haya sido por eso. Algunas veces acusado realmente y con justicia, porque era así. Otras veces injustamente, pero dieron lugar con ciertas cosas a que se creyese que era cierto, y así han caído. Entonces, señores, si eso es lo único por lo que caen los gobiernos, como no vamos a luchar como gato panza arriba para evitarlo para no caer nosotros ¡una cosa natural! Y sobre todo señores, que los hombres que son amantes del dinero, en estos tiempos, pueden hacer fortuna, lícitamente, no tienen necesidad de acudir a estos procedimientos para hacer su fortuna ilícitamente. Hoy se hace fortuna en este país, con el trabajo, con el trabajo y honrado y con el sacrificio ¡para que recurrir a otras cosas! Señores, pasando a otra cosa, porque todo esto que hemos dicho, es la parte negativa de la política, es decir lo que no debemos hacer o lo debemos tener que evitar, vamos a ver ahora lo que tenemos que hacer. El análisis realizado por el señor vicepresidente, los gráficos que nos sacaron, que estaban ayer, llegó a una conclusión que es la misma conclusión que habíamos llegado nosotros ya hace tiempo por el mismo procedimiento que ellos habían seguido y ellos también habían llegado hace mucho. Es decir que, en el trabajo político, en que nosotros hemos venido actuando, hemos seguido una técnica que consiste no, en ir incorporando en nuestro movimiento a cada individuo por sí, sino tomando las grandes agrupaciones orgánicas e incorporándolas. Porque si hubiéramos tratado de hacerlo individualmente como hacían los antiguos políticos mediante el puesto público y las promesas y todas esas cosas, no hubiéramos ido lejos nosotros. Nosotros incorporamos todo el movimiento sindical poniéndonos al servicio del sindicalismo. Eso fue nuestro punto de partida. Después fuimos favoreciendo cada uno de los sectores en la medida que nos fue posible favorecerlo, y así fuimos ganando los distintos sectores. Hoy estamos trabajando también en la parte -diremos así- de los empresarios, etcétera y nos vamos ganando también la buena voluntad de los empresarios, a quienes inicialmente tuvimos que enfrentar como consecuencia de haber hecho un trabajo al servicio de los trabajadores. Porque en el sistema de antes, debimos enfrentarlos, para destruir ese sistema, debimos enfrentar a la mayoría de los empresarios. Pero ahora ellos mismos se van a dar cuenta, de que hasta ellos les conviene lo que decimos nosotros, y los vamos a ir persuadiendo. Y los vamos a ir persuadiendo de la mejor manera, haciendo que ganen más, que es lo que más les interesa a ellos, porque a ellos con palabras no los vamos arreglar. A ellos los vamos arreglar ganando más, y van a ganar mas, y cuando ellos ganen más y se sienten mejor, y... van a ser partidarios nuestros como son los demás. Es decir, ir ganando con realidades y con realizaciones, ganándose los sectores, que es lo justo y que es lo lógico y que es la acción política honrada por otra parte. Y que es lo que beneficia al país, porque el beneficio a los sectores, termina por ser el beneficio de todos, si favorecemos a todos los sectores en cierta medida. Toda esa política señores, la hemos venido siguiendo. En este momento estamos ya encaminados y vamos por este camino. Pero indudablemente, hemos conquistado tanto ya, que ese camino en marcha seguirá conquistando lo que queda por conquistar, porque es ya nuestra técnica y nuestro método. Ahora tenemos que recurrir entonces, también a la persuasión de los sectores sistemáticamente, mientras dedicamos la acción política a la acción individual, para ir incorporando individualmente a los que podamos, y sobre todo de esto, que las curvas demuestran que ya progresamos poco en incorporar, ¿Por qué? Y porque lo hemos incorporado casi todo, se ve en el número de gente que está con nosotros. Tenemos que ir incorporando a los jóvenes, que son los nuevos, los que llegan, que hemos visto que son como 300.000 ó 350.000 al año. Tenemos que ir tomando a esa gente, pero tomándola no para engañarla, sino tomándola para hacerle ver que es lo que nosotros queremos y que es lo que nosotros buscamos, y ayudándoles, como hemos ayudado a todos los demás. Si son 300.000 al año ó 350.000, bien merecen que los ayudemos, que por otra parte nos pagan para eso, para ayudar a todos nos pagan a nosotros, y para hacer posible la vida en las mejores condiciones en todo el país, y el progreso, y el trabajo y la retribución en las mejores condiciones. Por esa razón, la acción dirigida a la juventud en este momento es importante y decisiva para el movimiento. Que de esos 350.000 por lo menos 349 vengan con nosotros y 1000 vayan con ellos. Esta es una cosa que está en nuestras manos. A través del ministerio de educación, con educarlos bien a los muchachos ya se vienen con nosotros. Entonces, de la misma manera que hacer las organizaciones y favorecer esas organizaciones, con otras instituciones donde la juventud que no es del ministerio de educación, va actuando como la Fundación, por ejemplo. Y para creen ustedes que hemos hecho los campeonatos de la Fundación y hemos creado todo eso en la Fundación. Y para ayudarlos y para ayudarnos nosotros también con ellos, es una cosa justa. Y para que hacemos los clubes estudiantiles, el universitario y de la UES, para ayudarlos y para ayudarnos. Nosotros los ayudamos a ellos con los clubes y ellos nos ayudan políticamente a nosotros. Esto es justo. En esto nadie se rasca para afuera ¿no?, creo que el único es el perro que se rasca para afuera, los demás todos nos rascamos siempre para adentro, en esto también hay que rascarse para adentro. Ayudar para que nos ayuden. Ahí está todo. Y nosotros no se lo ocultamos. ¿por qué se lo vamos a ocultar? Y esto es una cosa que corresponde hacerse por otra parte. ¡Como no va corresponder hacerlo para favorecer a nuestros muchachos y a nuestras muchachas! Si algo nosotros tenemos que luchar es por favorecerles a ellos, que por otra los hemos declarado los únicos privilegiados. Y que eso del privilegio de los muchachos está en todas las bocas y pero no en todos los corazones, hay que llevarlo a todos los corazones. Todos nos vestimos con el decirlo, pero con el hacerlo. Sin embargo todo esto hay que ir dando, dando y dando, desde la función de gobierno es fácil, es más fácil por lo menos. Por eso señores, este trabajo sobre la juventud en uno u otro campo, hay que irlo llevando adelante. Y sobre eso yo le voy a hablar esta tarde a los gobernadores, no he citado a los demás señores porque es bastante que hable con los gobernadores porque ellos llevan después la idea directriz, no los he querido molestar a los demás. Pero esta tarde yo voy a hablar exclusivamente sobre esto, sobre organizaciones juveniles, me refiero a todo lo que se refiere, tanto los estudiantes como a los no estudiantes, los distintos clubs, porque si no tomamos nosotros los clubs, los toman lo comunistas. Los comunistas hace tiempo..., son vivos esos tipos, los clubs de barrio tienen cuatro o cinco células metida en cada uno de ellos. Los clubs provinciales tienen también sus células comunistas. Entonces ¿que es lo que hay que hacer? Hay que encajarles la célula nuestra tan numerosa que ni se den cuenta que hay un comunista, hasta que le podamos romper el pescuezo al comunista. Y ahí se lo rompemos fácil con motivo de la gimnasia, un clavazo en la cabeza y se termina el problema. Entonces, todo este trabajo es un trabajo que va determinativamente hacia objetivos, y eso yo, es lo que quiero explicar en privado porque públicamente no conviene decir ciertas cosas, aunque conviene hacerlas. Otras cuestiones, políticas, señores, la preocupación personal. En esto nada reemplaza a la preocupación personal de uno. Yo muchas veces resulto un poco cargante, un poco pesado, por la insistencia, pero ¡cuantas cosas no se harían si no fuera por mi insistencia! Y yo quiero hacer de cada de los hombres que trabajan conmigo un secante de esto, como yo así que está todos los días con un cosa, te mando, hasta que se hace. Porque es la única manera de conseguir que se haga, molestando y molestando. Algunos ya... no me miran mal, pero ya han de pensar también, pero me gusta a mí, me gusta ver, insistir, hasta que las cosas se hacen, y se hacen, así se hacen. Claro no es agradable, no es agradable, ni hacerlo ni que lo aguanten a uno, pero es necesario que vamos a hacer, es necesario porque esa insistencia y preocupación personal es muchas veces lo único que lleva adelante las cosas, lo único que las lleva adelante. Se cansa uno ¿no? Pero hay que....Es decir promoverse y promover en los demás, es importante eso, el desarrollo de la promoción en todos los órdenes. En eso que decía con gran acierto el gobernador de Buenos Aires ayer, mover las municipalidades. En esta acción política que nosotros tenemos que desarrollar en estos dos años y en el que queda para las elecciones, es más importante en este momento el trabajo de las municipalidades que toda la acción política que vamos a hacer nosotros. A los nuestros ya los hemos convencido nosotros, ya es difícil que convenzamos a muchos más con lo que hablamos y hacemos, porque tenemos muchos millones de convencidos con nosotros. Ahora a esos que no se han convencido, porque son brutos o porque son tozudos, entonces hay que convencerlos de uno a esos. Al bruto conversándolo, mostrándole, y al tozudo también. Porque entre el bruto y el tozudo hay poca diferencia, pero, hay una diferencia. Entonces esos hay que tomarlos allí en la municipalidad. Desde acá difícilmente los vamos a tomar a esos. Y en la municipalidad es donde lo van a tomar con la persuasión y con la acción. Por eso, el promover eso, es extraordinariamente importante. Si me preguntaran ahora, si es más importante un ministro del poder ejecutivo nacional que un intendente en lo político, quizá le dijera el intendente, en lo político, porque la acción de allá es decisiva y fundamental. Por eso hay que tener cuidado ahora para apoyar a los que sirven y moverle el piso a los que no sirven, de manera que vayan sirviendo. Señores, otra cosa importante que yo quería hablarles a los señores gobernadores, es sobre la productividad. Estamos realizando un congreso. Si éste fuera un congreso más, ah, yo no hubiera dicho una palabra, porque he visto tantos congresos acá pero a ninguno les llevo el apunte. Porque yo ya sé lo que son los congresos, son cuatro o cinco charlatanes que se mandan una ponencia, la meten abajo del brazo, se van a su casa y aquí no ha pasado nada. Congresos, ustedes saben cuantos congresos hemos realizado. Congresos es la palestra para los intrascendentes y los inoperantes, generalmente. Salvo naturalmente, los congresos serios, como son las legislaturas, donde se está haciendo una acción constructiva y directa. Pero estos congresos que se producen así, para cualquier cosa, para estudiar una cosa, para estudiar otra, a menudo tienen una trascendencia muy limitada. Si el congreso de la productividad hubiera sido un congreso de forma, para que fueran allí, a mí no me hubieran movido ni un dedo. Pero este que vamos a hacer es una cosa seria. Es un congreso en el cual vamos a estar todos, y todos comprometidos a iniciar una acción permanente. Es decir el congreso es nada más que el puntapié inicial de un partido que lo vamos jugar con toda la fuerza y para ganarlo en el país. Es decir que va a poner en movimiento a todo el mundo, gobierno, Estado y pueblo. Y en eso cada uno de nosotros vamos a tener nuestra responsabilidad y nuestra parte. Ellos van a estudiar allí, nos va a dar las conclusiones, y después cada uno nosotros va a pescar las conclusiones y se las va a estudiar bien y se las va a hacer en la esfera de acción que le corresponde, desde el presidente de la Nación hasta el musolino de ahí de la plaza de Mayo, toda la escala. No quiero decir que el musolino sea el último, no, pero lo cito como ejemplo; toda la escala social tiene que ir, el musolino tiene también su función, sabe, juntar bien los boyitos y a tiempo y que no haya nada, en la productividad también él tiene su función, por intrascendente que sea, él va a tener su función y tenemos que exigírsela que la cumpla y nuestra función es exigirle que lo cumpla. Digo esto para que -diremos- dar la sensación plena y real de que es una cosa que hacemos para que todos nos pongamos la obligación de cumplirlo y de realizarlo. Y nosotros los funcionarios estemos en la vigilancia y obligando a la gente cumplir con su deber y al que no cumpla con su deber en el orden de la productividad sacarlo disparando inmediatamente. Por eso digo, señores, es importante, y yo les pido a los señores gobernadores que nos acompañen, nos sigan con todo su personal en las provincias, porque esto es un bien para todos. Tan importante es señores, que yo podría decirles que el Segundo Plan Quinquenal, en lo que se refiere a estándar de vida, no podrá cumplir su objetivo si no se realiza un aumento en la productividad. Nosotros hemos llenado al límite del plafón del estándar de vida con lo que actualmente producimos, si queremos pasar ese plafond hay que producir más, si producimos cien y damos ahora el cincuenta por ciento al pueblo para que viva, para darle otros cincuenta por ciento tendremos que producir cien más, o si no de donde lo vamos a sacar. Eso es una cosa tan simple, tan clara, que cualquier persona lo puede entender. No podemos ya seguir mejorando el estándar con la actual producción. Con la actual producción nos mantendremos ahí, y quizá irá un poquito para abajo si no nos mantenemos. Porque siempre hay factores, y... la gente va aprendiendo a meter la mula en distintos órdenes, sabe, y va a ir cada vez más caro, más caro, porque ya se va a buscar la combinación, zonzos no hay en esto, de manera que los vivos va a ir cada vez más, de manera que el estándar de vida podrá bajar con la actual producción pero no podrá a subir. En cambio en el aumento de la producción garantizamos que va a subir, porque de eso nos vamos a encargar nosotros, de que los beneficios mayores sean bien repartidos. Quizá pueda disminuir con el tiempo aún el esfuerzo y el sacrificio del trabajo y obtener mayores beneficios con menores sacrificios. Esto también es posible, como es posible que la utilidad sea el doble de lo que actualmente hacemos, si producimos el doble de lo que actualmente producimos. Esto es una cosa tan simple, de manera que ustedes ven que el plan que establece la elevación del estándar de vida, no podrá cumplirse si no se cumple el aumento de la producción. No hay nada que hacer, esto es bien claro y los obreros y los patrones y los gobiernos y los funcionarios y el Estado, deberán estar persuadidos todos, que si no cumplimos ese programa no se cumplirá ninguno de los otros que se refieren a la elevación del estándar de vida de la población. Ni nosotros tendremos mayores presupuestos, porque en ese aumento también mojamos nosotros los presupuestos. El que quiera mas presupuesto, no va poder recurrir ya a los impuestos porque lo van a colgar en la plaza pública, porque la gente no quiere más impuestos, porque los impuestos ya han saturado la posibilidad impositiva de la Nación. Para aumentar la posibilidad impositiva, hay que aumentar la producción porque entonces van a pagar más impuestos, ni siquiera le van a tener que aumentar mas los impuestos, van a pagar por producir más, esto es mecánico. Es decir, todo se va a solucionar con esto. Esto es algo así como el bálsamo..... servirá para los impuestos como para el estándar de vida como para todo. Esta es la solución, la única solución, sin esa solución no hay ninguna otra solución en lo que se refiere al mejoramiento del estándar de vida y del nivel general económico de la República como financiero. Por eso señores yo les pido encarecidamente, que cada uno de ustedes, tome este asunto como un asunto propio, como un asunto del cargo, como un asunto de su deber, sino se hace así, y... saldremos todos perjudicados. Es inútil que hablemos, vale en esto hacer un poquito mucho más que hablar mucho. Y yo les pido a cada uno de los compañeros que tome esto en serio, que nos ayuden y que nos ayuden después a hacerlo cumplir. Señores, el plan se 1955-56, plan político, encarna todas estas cuestiones, tan variadas porque la política es también variada. Pero lo que sí yo quiero decir, es que no es nuestro interés hacer un plan más o menos escolástico, con un ordenamiento. Nos interesan que se cumplan estas cosas. Damos solamente una norma general. Una norma general, que está en ese plan, que está en lo que ha dicho el almirante, que está en lo que ha dicho el señor ministro del Interior, que está en lo que ha dicho el señor secretario económico. En todo eso está el plan, porque nosotros no podemos dar a las provincias un plan definido, porque cada provincia tiene sus propias características, y sus propios objetivos, que están dentro de esto, que deben de estar dentro de esto, pero que se realiza como se le ocurre al comando táctico de cada lugar. Nosotros no podemos decir que debe hacer el comando táctico en Jujuy, eso lo tienen que decir los jujeños, que son los que saben como es Jujuy y que necesita Jujuy. Como tampoco nosotros damos normas rígidas, ni detalladas, sino damos grandes líneas, nosotros indicamos la estrella polar para que todos marchemos en esa dirección, pero no decimos el camino ni el medio como marchar a la estrella polar. El camino lo elige cada uno en el lugar que está y el medio lo pone también cada uno, porque no queremos que algunos se vayan a largar al mar de a pié, sabe. Todo esto es de una importancia muy grande señores, pero lo más importante de todo es, prescindir de las formas, prescindir del esquematismo, prescindir de la rutina, tomar la iniciativa en sus propias manos e ir construyendo todos los días algo nuevo en beneficio de los grandes objetivos establecidos en el plan. Cualquiera sea el plan que tenga, pero que se hagan, que se cumplan estas cuestiones que hemos establecido como objetivo fundamental. Señores, no hay que olvidarse que el plan es muy importante, pero también son muy importantes los hombres. Ni las organizaciones, ni los planes sirven para nada, si no están acompañados de los hombres y de las mujeres, que los deben ejecutar y que los deben de conducir. Por eso yo creo señores, que así como nosotros hacemos en el orden estratégico estas reuniones, para hablar de estas cosas tan importantes en que nos ponemos de acuerdo todos, sobre la manera de proceder, creo que los señores gobernadores tienen que hacer el mismo trabajo allá. Llamar su gente, a menudo, hablarles y después decirles ¡vayan a trabajar ahora! Cuando ven que el asunto no anda. Vengan, vamos, y arreglar y vuelva otra vez allá. Es decir, es el trabajo de entendimiento y de dirección que es tan constructivo. Y que lo saca de la indolencia a mucha gente. Porque en esto no basta solo la buena intención, es la buena acción la que vale más. Por eso yo les pido señores, que utilicen esto, que sean activos, vayan ustedes o que vengan ellos, pero que haya ese contacto y que haya esa realización eficaz y permanente. Señores, por último, queda por decir dos palabras solamente a mí, sobre nuestros enemigos, que es menester considerarlos desde distintos puntos de vista. Sabemos de nuestros partidos políticos adversarios y sabemos de algunos sectores que disconformes o fuera de nuestra acción, puedan trabajar negativamente en la acción política contra nosotros. En cuanto a los partidos políticos, la norma nuestra, en este nuevo período que iniciamos, ha de ser inicialmente de tolerancia, con la advertencia, de que esa tolerancia, es tolerancia y no debilidad. Que así sea necesario que los metamos a todos en la cárcel, los vamos a meter a todos en la cárcel, pero, con causa, con justicia. Pero que si se portan bien ah, vamos a ser amigos. Vamos a luchar políticamente por medios lícitos y medios decentes. Pero si quieren lo otro, también lo otro le vamos a dar. Nosotros le vamos a dar lo que ellos quieran. Y que de acuerdo a su conducta será la conducta nuestra, bien clarito, para que no haya después mal entendidos. En esto es simple para nosotros. Todo esto es fácil de hacer. Que los adversarios políticos van a hablar mal de nosotros, y sí, de eso estoy seguro que van a hablar mal. Pero que sea siempre sin razón. Que no sea nunca con justicia. Porque si hablan mal con razón, tienen razón, aunque sean adversarios. Lo que no tenemos que darle es la razón, que sean siempre calumnias. Y ahí me las den todas, porque la gente las calumnia no las que cree. Lo que cree, es cuando las cosas son ciertas. Y cuando son ciertas, no se la vamos a tapar nunca en la boca de nuestros adversarios. Por esa razón es importantísimo es darle esta acción a la oposición y que ella luche, quizá nos va a venir bien en muchas cosas, no nos va a venir mal del todo Ahora naturalmente señores, yo que quiero tratar un punto que con los gobernadores no hemos tratado la última vez, yo... por no tratar de dar por el pito más de lo que el pito vale, es la cuestión clerical. Todavía hay algunos curitas que se despachan contra nosotros. No tiene importancia, tampoco hay que ponerse a darle importancia a eso. Es bastante intrascendente el asunto. Nuestra posición en el gobierno ha sido bien clara. Y es una cuestión que lo hacemos en cumplimiento de nuestro propio deber. Yo he meditado mucho esto, porque yo soy católico, pero, soy católico argentino. Tengo una constitución y una ley que cumplir y que respetar. Y da la casualidad que los argentinos me han elegido a mí para que la haga respetar a las dos. Entonces ya no soy un católico como todos los demás, yo soy un católico con responsabilidades mayores desde el punto de vista de la nacionalidad. En ese sentido para mí la posición es bien clara. Yo he jurado una bandera, que es la celeste y blanca. No juro otra bandera. Puedo respetar otra bandera, pero no la puedo servir, y menos defenderla, yo defiendo esta única bandera que es la bandera de los argentinos. Por eso he creído de mi deber, planteada una posición de interferencia entre el pueblo argentino y sus organizaciones, entre el Estado argentino y sus instituciones y la Iglesia, de delimitar bien que es del César y que es de Dios. Para que ni Dios se meta ni el César ni el César se meta con Dios. Para mi el problema es bien claro y definitivo es ese orden de cosas. La Iglesia no es Dios. La Iglesia es solamente una institución de los hombres que sirve a Dios como servimos todos, pero no es Dios. De manera que como institución ella tiene que esta aquí en el país como las demás instituciones. La bandera de esa institución es la bandera del Vaticano, ah, ah ah. Esa es la bandera que no sirvo yo. Si es la amarilla y blanca no es mi bandera. Mi bandera es celeste y blanca. De manera que cuando se hace cuestión de bandera ah, ah, para mí no hay problemas, yo ya sé bien claro cual es la que yo juré y cual es la que yo defiendo y cual es la que yo sirvo. De manera que creo que la posición es bien, bien, bien clarita para todos. Cuando se trata de instituciones, ah ah ah. No puedo considerar que exista dentro de país un Estado dentro del Estado. Acá hay un solo Estado, es el Estado Argentino. Los demás dependen todos de él. Cuando se quiere deformar eso, ah, yo estoy cumpliendo con mi deber en oponerme, y en oponerme con toda la fuerza de la ley y con toda la fuerza de la constitución que sirvo. Señores cuando uno se coloca en este terreno no hay posibilidad de nada. Nosotros no perseguimos a nadie, y estos que se sienten perseguidos se están peleando con las sombras, nosotros no los perseguimos. Cuando se porten bien los apoyamos, si se portan mal no tenemos porque apoyarlos, menos aún con el dinero del Estado ni con las instituciones del Estado. El que quiere subsistir por sí y enfrentarse al Estado, no tiene porque pedir el apoyo del Estado. Porque el Estado no es suicida y nosotros no servimos para que el Estado sea suicida y luche contra sí mismo. Cuando cada uno se coloque en su lugar, sin excitaciones, sin preocupaciones y sin persecuciones, todo irá a su quicio y todo saldrá perfectamente bien. No estamos contra nadie, pero no permitimos que nadie esté tampoco contra el Estado y sus instituciones, su constitución y sus leyes, que es nuestra función fundamental. Mientras estemos dentro de eso nosotros estamos bien. Nadie puede decir que estamos mal mientras cumplamos nuestra constitución y nuestras leyes. Mientras sirvamos a nuestras banderas y defendamos nuestras instituciones, para eso nos han puesto, ese es nuestro deber primordial y si no lo cumpliéramos sí, empezaríamos a ser malos argentinos, aunque fuéramos buenos en cualquier otra cosa. Señores, yo he querido tratar este asunto que nosotros hemos dado por terminado hace mucho tiempo, pero que veo que algunos señores de la Iglesia no lo dan por terminado. Para nosotros ha sido un asunto terminado. No tenemos nada más que ver ni que hacer. Ellos están como los demás ciudadanos dentro de ley y mientras respeten la ley nosotros los respetaremos a ellos. El día que no respetaran la ley y...le haríamos cumplir la ley, respetuosamente también, pero la cumplirían. En eso cumplimos lisa y llanamente con nuestro deber y hemos dado por terminado el incidente. La República Argentina no tiene ningún incidente ni con la Iglesia ni con nada, porque la Iglesia se ha puesto dentro de la ley y nosotros respetamos Iglesia. Ahora, en cuanto al culto, ah, nosotros no tenemos nada que ver con eso. Cada uno practica la religión que quiere y le reza al Dios que le conviene o que adora, libremente, sin presión de ninguna naturaleza. Nosotros respetamos eso y lo seguiremos respetando y lo haremos respetar, que es lo más importante. Por esto yo les pido que en este sentido, la acción quizá persuasiva, sobre algunos señores que, todavía no sean colocado de eso, sea lo más prudente. Que vamos a meter a un cura preso como ha sucedido, ¿para que? En el fondo son intranscendentes e inoperantes en esa acción directa que hacen. En lo que son peligrosos en la otra, la que hacen por abajo. Entonces la que hay que parar es la de abajo, la de arriba déjenla nomás, esa no tiene ninguna valor. Que ellos en el púlpito digan lo que quieren, eso no nos interesa a nosotros. Aunque sea contra el gobierno, no tomen medidas, no lo pongan presos. Con eso le estamos haciendo la persecución que ellos anhelan, que esa gente anhela. Los hombres de orden no hacen estas cosas. Los sacerdotes de orden, que cumplen con su función, no hacen ni discursos incendiarios, ni del padre Carbone, ni de nuestro ex amigo Filipo, que ahora resulta que se ha vuelto también más papista que el Papa, que nos puede interesar. Ustedes saben el resultado que nos dieron con nosotros, y ha de ser el mismo que den contra nosotros. De manera que en esto, no nos metamos nosotros con ellos. Si ellos se meten con nosotros peor para ellos, pero nosotros no nos metamos. He visto alguno que he puesto en libertad, yo algún cura preso. No para que lo vamos a meter preso. Es una medida que no vale la pena tomar. La van a tomar como una persecución, cosa que nosotros no queremos. Nosotros no los perseguimos. No les damos los privilegios que antes tenían, que es que es distinto. No le damos el dinero para ellos hagan nada contra el Estado. Pero perseguirlos no, no, no. Eso nosotros tenemos que hacer ya, nuestra composición de lugar bien clara. Nosotros no perseguimos a la Iglesia, menos perseguimos a los curas ni a nadie, nosotros no tenemos nada con eso. Aclaro bien esto, porque hasta se ha dicho que de acá habían ido órdenes de persecución y todas esas cosas. Yo nunca he dado una orden semejante, ni daré una orden semejante. Señores, otro asunto que finalmente quiero tratar es el siguiente: Ayer dijo el señor almirante, y he dejado esto para el último porque creo que es lo más importante de orden, diremos, doctrinario, dijo el almirante con una gran profundidad de pensamiento, que para nosotros lo más importante en este momento es ir adelante con la doctrina. Que la doctrina es sin duda alguna el mejor instrumento para crear peronistas firmes, numerosos y permanentes. Más adoctrinamos nosotros al pueblo, mejor para el movimiento. Por eso la creación de las escuelas y la difusión de la doctrina, dentro de las unidades básicas y de las instituciones peronistas, es de una importancia extraordinaria. Le hemos preparado ahí, con el señor director de la Escuela Peronista, el señor secretario de la presidencia, doctor Méndez, toda una documentación sobre el adoctrinamiento y sobre la doctrina, y la haremos llegar a través de la revista Doctrina Peronista, que se ha creado, para difundir la dirección del adoctrinamiento que le haremos llegar a todos los asociados y a todas las unidades básicas, etcétera. De manera que podamos ir sistemáticamente llevando adelante nuestro adoctrinamiento masivo, es decir la acción en la masa peronista, que es donde es necesario inculcar más profundamente nuestra doctrina. Esto, señores esto es de una importancia excepcionalmente extraordinaria. Por esta razón, porque ya he dicho muchas veces, ya he dicho muchas veces, que ahora estamos nosotros, pero el día en que nosotros no estemos, solamente la doctrina será lo que nos pueda reemplazar. Es difícil que podamos nosotros ser reemplazados por otros hombres, los que actuamos hoy. Pero, la doctrina hará posible ese reemplazo. La doctrina hará posible que los hombres jóvenes, tomen nuestra bandera y la lleven al triunfo como la hemos llevado nosotros, si la doctrina triunfa. Si la doctrina no triunfa, es difícil, que otros hombres puedan llevar adelante nuestro movimiento. Por eso es importante señores la doctrina. La doctrina es lo único que puede prolongarnos a nosotros en el tiempo, y es lo único que puede dar permanencia a nuestro movimiento. Luchar por la doctrina es luchar por la consolidación y la permanencia de nuestro movimiento. Inculcarla en todo lo que nosotros podamos, es quizá una de las acciones mas importantes que tenemos que realizar en este plan político 55-56, es un plan eminentemente doctrinario, por eso se inicia con el adoctrinamiento. La creación de las escuelas sindicales, de las escuelas peronistas, de las unidades básicas que deben ser las escuelas populares de adoctrinamiento, como los sindicatos que deben ser también las escuelas de adoctrinamiento, es fundamental. Por esa razón, la creación de ellas y la divulgación de la doctrina desde ellas, es de una importancia tan grande para el movimiento, ahora y para el futuro del movimiento. Señores, les pido disculpas por haber alargado tanto esta conversación, pero me gusta a mí ser bien claro y para ser claro hay que, muchas veces explicar muchas cosas Yo les pido a los señores gobernadores que, regresando a las provincias, reflexionen sobre todo cuanto hemos dicho y cuanto hemos actuado en esta reunión de gobernadores y traten en todas partes de ponerlo en marcha. Esto es de una importancia muy grande para el movimiento. Que lleguen ahora los gobernadores y ministros y comandos tácticos a cada provincia y que se pongan en marcha una serie de nuevas medidas surgidas de estas conversaciones, de estos acuerdos. Eso da la sensación a la misma región donde actúan, de que esto sirve, que esto es una cosa constructiva, que de aquí se sale con nuevas ideas, a poner en marcha nuevamente el movimiento, aunque siempre estemos impulsando y moviendo las mismas cuestiones. Les agradezco mucho señores, les deseo mucho éxito y les pido que al regresar a las provincias tengan la amabilidad de llevarle un abrazo a todos los compañeros de parte nuestra. Muchas gracias. .....................
1955-02-16
En un Congreso del gremio vitivinícola
En primer término quiero agradecer las amables palabras del compañero Peralta y la oportunidad que me han dado de llegar a este hermoso local para tener la satisfacción de hablarles y saludarlos personalmente. Ustedes pueden imaginarse cuán grande es mi alegría al comprobar cómo van consolidando su organización y levantando con ella una verdadera institución que abarca todo un gremio. He visto con inmenso placer cómo se preocupan ustedes por solucionar el problema de la vivienda, de las proveedurías, del local social, así como la asistencia médica para los asociados, etcétera, que es la parte sustancial de la mutualidad que debe atender toda acción gremial. Por eso, tengo -repito- la inmensa satisfacción de ver que paulatinamente ustedes, con su propio esfuerzo y su constante dedicación, van levantando institucionalmente la organización sindical, que es la base de todo el futuro argentino y de toda nuestra organización popular. Compañeros: yo, que hace diez años inicié esta lucha por dar a la Argentina su estado orgánico popular -que es la única garantía de la libertad durante tanto tiempo anunciada-, recibo en cada una de estas ocasiones la confirmación de lo que representa el sentido orgánico del pueblo y lo recibo a través de estas instituciones constructivas que van luchando por darle a cada uno de sus asociados su casa propia, asegurarle un proceso asistencial para él y su familia, como, asimismo, asegurándoles el descanso hebdomadario, las vacaciones anuales, los lugares de veraneo, en fin, todo aquello que hace la parte amable en la vida de los hombres y, por otra parte, procurando afirmar la institución orgánica, base del sindicalismo argentino, sin la cual ninguna de las otras construcciones puede ser permanente ni eficiente. Por ese motivo, yo voy de satisfacción en satisfacción en los congresos a que convocan periódicamente los gremios, ya que compruebo cómo los trabajadores puestos a construir construyen con honradez, con dedicación y con eficiencia, tan bien como puede hacerlo cualquier otro sector de la población. Y así como argentino y como ciudadano me siento orgulloso de eso, también como peronista estoy orgulloso de compartir la función política con los dirigentes del movimiento que realizan esta obra en el campo sindical. Y compruebo así el valor extraordinario que tiene en el campo político la concurrencia de los dirigentes en el carácter de diputados y de senadores de la Nación, como igualmente en la investidura de ministros, porque ellos, que son hombres humildes y de trabajo, están dando a nuestro movimiento la tónica de su propia dignidad, dignidad que sobre todo se refleja hoy en el mundo como en todos los tiempos, en los hombres humildes y en los sectores del trabajo. Por eso, al felicitar a los dirigentes de la organización vitivinícola lo hago en la persona del compañero Peralta, viejo compañero que viene luchando con todo vigor, con toda inteligencia y con todo entusiasmo a nuestro lado, puestos todos sus afanes en la organización sindical. Él, como diputado de la Nación, honra al movimiento peronista, y como dirigente sindical no solamente honra a su organización, sino que la ayuda y la levanta con todo su entusiasmo y con toda su capacidad. Es precisamente esto lo que nosotros vamos buscando en todos los órdenes de nuestra organización política; dejamos ya a los caudillos politiqueros que vivían emborrachándose en el comité y tratando de perjudicar a los demás, para que los hombres humildes, honestos y capaces de las organizaciones del pueblo sean, a la vez, los dirigentes de las organizaciones del pueblo. Compañeros: al decir esto, yo estoy confirmando lo que he venido sosteniendo desde hace diez años en nuestro país. Yo pregunto en esta ocasión si los dirigentes políticos del movimiento peronista, que son a la vez dirigentes sindicales, atendiendo las dos grandes actividades, en lo político y en lo social, no están realizando una verdadera obra en el pueblo argentino. Y si algún día nosotros podemos realizar el ideal de que nuestros dirigentes sindicales sean a la vez nuestros dirigentes políticos, y que nuestros hombres de trabajo y nuestros hombres de acción en el pueblo sean nuestros propios gobernantes, habremos realizado una verdadera democracia. La verdadera democracia debe concebir que a nuestros mejores hombres les entreguemos el gobierno de la cosa pública. No puede ser democracia la que entregue la dirección y el gobierno a cuatro o cinco paniaguados de la política, que no se conoce que hayan trabajado en otra cosa en su vida que en hacer política; no pueden ser esos profesionales de la política, verdaderos deformadores de la democracia, los que conformen la democracia; esta debe ser entregada al pueblo mismo. Los intereses de la Nación deben ser confiados a los que están interesados en llevar adelante a la Nación y no a éstos, que viven al margen de la Nación. Quizá, compañeros, de todas las verdades que venimos sosteniendo, ninguna sea más evidente que ésta, porque a cualquiera de nosotros que nos pregunten, sabremos responder que toda la vida hemos trabajado en algo y hemos vivido de algo, menos de la política, y que si hacemos política es porque estamos obligados a trabajar todos por el país, y en este momento, si vivimos de nuestro trabajo político, lo hacemos solo circunstancialmente, no corno ellos que ya nacían con el rótulo de que iban a ser dirigentes políticos. Yo experimento una gran satisfacción en estos momentos al comprobar que todo aquello que hemos entregado en manos de los trabajadores es lo que progresa y es lo que se va realizando. Esta organización sindical, como todas las organizaciones sindicales argentinas, están levantando en todo el territorio de la República sus instituciones de bien público, y ya los trabajadores no tienen necesidad de recurrir a nadie, sino a sus propias organizaciones. Allí encuentran la solución de la mayor parte de sus grandes o pequeños problemas. Cuando quieren tener su casa, concurren a la organización, y ahí se ve lo que se puede hacer para que cada uno tenga su tierra y su casa. Por otra parte, en las mismas organizaciones vamos solucionando sus reivindicaciones, tanto en el orden político como en el social y en el económico, vale decir, estamos construyendo una nueva y verdadera democracia en el pueblo argentino, que se basa en realidades y no en discursos, como nos tenían acostumbrados esos políticos de profesión. Se están dando todos los pasos para ir perfeccionando nuestras instituciones y nuestras organizaciones. Dentro de poco tiempo vamos a iniciar un Congreso de Productividad, y en esto quiero interesar vivamente a todos los dirigentes argentinos, para que ellos, a su vez, interesen a los demás sectores del país. El proceso que hemos realizado en esto es bien simple, como son simples todos los procesos que hemos realizado nosotros. Aquí había un sector capitalizado del pueblo y un sector descapitalizado. El sector capitalizado representaba el cinco por ciento de la población, que todo lo tenía; el noventa y cinco por ciento restante carecía de todo. Esa era la sociedad argentina, la comunidad argentina. Ese cinco por ciento tenía acceso a la propiedad y acceso a la riqueza; el noventa y cinco ciento restante no tenía ni acceso a la propiedad ni a la riqueza, vale decir, que era un verdadero paria en su propia tierra, en su propia comunidad. Nosotros hemos cambiado esa situación. Hemos dado acceso a la riqueza y a la propiedad al noventa y cinco por ciento de la población que antes no lo tenía, sin destruir al otro cinco por ciento, porque a ninguno de esos les hemos quitado nada, sino que los hemos puesto a trabajar también y vamos repartiendo mejor. No teníamos por qué eliminar a ese cinco ciento; pero vamos a construir sobre el noventa y cinco por ciento restante una nueva capitalización, la verdadera capitalización, la capitalización pueblo, la única real. Lo demás será siempre una mentira, como siempre fueron mentiras la mayor parte de las afirmaciones del capitalismo. El capitalismo ha tenido siempre sus trucos, como el truco del valor de la moneda. Ese truco del valor de la moneda estaba compensado con la inaccesibilidad del pueblo a la misma. Le decían que el peso valía mucho, pero no lo podían alcanzar nunca. ¿Qué le importaba al pueblo que valiera mucho el peso, si no lo podía conseguir? Le importa mucho menos que valga poco, pero que lo alcance, que tenga acceso a la moneda, ese acceso que antes el pueblo lograba. ¿Qué hemos hecho nosotros? Hemos dado ese acceso; vale decir, hemos repartido el dinero en distintas formas. Por ejemplo, con las cajas de previsión social, no existe hoy ningún trabajador en la República Argentina que carezca del amparo de una caja de previsión. Por lo tanto, cuando un hombre llega a viejo y está incapacitado para trabajar, la comunidad le va a costear el resto de su vida pagándole un sueldo digno, para que no sea un pordiosero o un desgraciado. Pero al arbitrar eso, nosotros estamos haciendo un gran negocio; el Estado y la comunidad efectúan un gran negocio, ya que de esa manera realizan un ahorro. Todo es dinero que se descuenta de los sueldos de los obreros y de los patrones para las cajas de previsión, constituye un ahorro, ahorro obligatorio para la previsión. Ese producto lo toma el gobierno y lo emplea en la realización del Plan Quinquenal, en efectuar obras que enriquecen a la comunidad. Hasta en esto el capitalismo ha estado equivocado. El gobierno capitalista se conformaba con tener su capitalización, con sacar un impuesto anual para costear su presupuesto; pero ese recurso era tan pequeño que por eso el gobierno estaba siempre pobre. Esos gobiernos capitalistas no supieron formar sus propios recursos favoreciendo al mismo tiempo a la comunidad; pero es que ellos no trabajaban para la comunidad, sino para ese pequeño sector del cual formaban parte; y como tenían todo, poco y nada les importaba del pueblo. Por eso, por egoísmo, querían todo y lo perdían todo. Ellos no supieron aprovechar eso. En cuanto nosotros, tenemos ese ahorro. Como hemos capitalizado al pueblo y le hemos dado un acceso a la moneda, puede ahorrarse, además del ahorro obligatorio que es la previsión social, tenemos el voluntario, representado por los depósitos en la Caja Nacional de Ahorro Postal. Nosotros juntamos todo eso y nos sirve para actuar financieramente dentro del país. Todo esto conforma una nueva economía; por eso hemos capitalizado al pueblo, en vez de capitalizar a los sectores ya capitalizados. Nosotros ponemos el capital al servicio de la economía, no como antes, en que se ponía la economía al servicio del capital. Nosotros subordinamos la producción al consumo, no como antes, en que subordinaban el consumo a la producción. Antes, si no había lo suficiente, no se les ocurría que era necesario aumentar la producción; si no alcanzaba, estaban a media ración. ¡Esa era la solución! Yo digo que comían la mitad, pero comía la mitad el noventa y cinco por ciento del pueblo, porque los otros comían cuatro veces al día. Es este egoísmo el que mató a esas comunidades y el que las fue llevando barranca abajo hasta destruirlas; hoy están casi totalmente destruidas, porque ahora ya no existe ese sistema. Donde el capitalismo se mantiene, el Estado le saca el noventa y cinco por ciento a los réditos del capital. Ahora los Estados actúan con viveza en todas partes; pero nosotros, en vez de despertar al Estado, hemos despertado al pueblo y el pueblo es el que disfruta; el Estado no es más que un servidor del pueblo. Eso es lo que todavía no lo han entendido muchos, pero ya lo van a entender. Por eso compañeros, hasta haber realizado esto, yo nunca hablé de productividad; ahora que las cosas se han hecho bien y que hay para repartir, se va a repartir; si se hubieran hecho mal, no habría nada para repartir. Yo también pude haber hecho como hacían ellos: disminuir la moneda, pero eso no es el camino que yo quiero, no es el camino de la felicidad. Nosotros creemos que ningún recurso puede ser bueno si no hace la felicidad del pueblo, porque para nosotros la felicidad del pueblo es el primero de todos los objetivos, y después la grandeza de la Nación. Si para hacer ésta, nosotros tuviéramos que hacer la desgracia del pueblo, no la haríamos, porque no creemos que pueda haber un país grande poblado de hombres desgraciados. Preferimos un pequeño país poblado de hombres felices y no uno grande por infelices. Por eso descartamos la posibilidad de que podamos aumentar nuestra producción rarificando los medios de pago, rarificando el dinero, es decir, como hacían antes, que al peso no lo alcanzaba nadie, o que para hacerlo había que trabajar las veinticuatro horas. Esto nos ocurría a todos, también a mí, pesar de haber sido un privilegiado durante toda la vida, porque no había abundancia ni para nosotros. De manera que sabemos bien que eso puede ser un sistema. De manera entonces que si eso no es el sistema, busquémoslo. El sistema es organizar la producción; nosotros estamos produciendo en el país sin ninguna organización. Tenemos que ponernos todos en eso, porque al final por ese sistema vamos a trabajar menos, producir más y ganar más. Al que hay que sacar es a ese patrón rutinario que quiere seguir trabajando ahora como hace cien años atrás; hay que trabajar de acuerdo con la época. Buena maquinaria, buena administración y buenos métodos de trabajo. El Congreso de la Productividad y Bienestar Social está indicando las nuevas bases a las que nosotros nos dirigimos. Nosotros obligaremos a todos los patronos -sobre todo a aquellos que son tan ignorantes que no se dan cuenta de que con menos esfuerzos se puede ganar más y mejor - a adoptar esa organización, porque todos somos socios en esta gran empresa que es la comunidad argentina. De la misma manera, impediremos también que hagan sabotaje algunos de los nuestros, que de esos también hay. Yo pienso que cada uno puede hacer lo que quiera, pero siempre que no me limite la ganancia a mí, porque cuando se mete en mi bolsillo ya no es negocio. Cada uno podrá sentir y pensar como quiera, pero que me menta la mano en el bolsillo, porque hasta ahí llega mi conformismo. Simplemente se trata de ir pensando que la nuestra es una comunidad humana, distinta a otras comunidades donde cada uno se desentiende egoístamente del problema de los demás. Aquí trabajamos todos en colaboración, porque es una comunidad justicialista, donde lo que se produce no es de nadie porque es de todos ya que es justamente dividido entre todos. Esa es nuestra base y nuestra organización. El que egoístamente se desentiende del problema de los demás, va a tener que caminar muy derecho. Nosotros nos vamos a encargar de eso. Todo esto, compañeros, que implica un tremendo plan, es la futura realización. Yo creo que puedo y tengo derecho de pedirles a los argentinos su amplia y decidida colaboración, porque creo que en estos diez años pasados, en que he realizado la primera etapa, la cosa no ha salido mal. La comunidad argentina ha tenido la satisfacción del éxito en estos diez años en que hemos realizado la primera etapa. Ahora iniciamos la segunda, que es la del aumento de la productividad. Tenemos ya instalada la empresa: ahora viene la expansión de la empresa. Hemos hecho una fabriquita y producimos diez. Ahora le vamos a pegar un estirón para producir cuarenta. Eso es siempre lo mismo. Y cuando produzcamos cuarenta, en vez de tocarnos uno, como hasta ahora, nos va a tocar cuatro. El asunto es absolutamente simple y, como todo lo simple, promete éxito. Yo creo que tengo derecho a que me crean, porque con lo que he realizado hasta ahora nos ha ido bien, y creo que seguirá yendo bien. Yo oportunamente he de explicar esto; pero quiero, mientras tanto, lanzar esta nueva orientación en los congresos gremiales. A medida que vamos cumpliendo paulatinamente los programas que no ha sido posible terminar en la primera etapa, debemos ir preparando la segunda etapa, porque si esperamos cumplir completamente la primera para iniciar la segunda vamos a tardar mucho y, en esto, detenerse significa retroceder, ya que el resto avanza y el que se para se queda atrás. De manera que mientras se va culminando la primer etapa, a medida que el pueblo va llenando sus necesidades, construyendo su vivienda, organizando su vida a través de mutualidades, proveedurías, etcétera, podemos ir también preparando la segunda etapa, que es la del enriquecimiento, es decir, la producción de valores y la acumulación de bienes de consumo y de capital. Cuando tengamos mucho de eso, seremos ricos. Indudablemente, esa riqueza que pensamos realizar en la segunda etapa es la riqueza de la comunidad, ya que, como una organización como la nuestra, es una garantía que se repartirá entre todos y que no quedará en un pequeño sector. Esto es importante, porque si bien la riqueza no constituye la felicidad es cierto que ayuda a conseguirla. Hay que ser idealista, pero también un poco práctico. Es indudable que el alma se nutre de ese idealismo, indispensable en la vida y sin el cual uno no merece ni ser hombre; pero también hay que darse cuenta que en el estómago es necesario poner algo todos los días, porque de lo contrario no andan ni el alma ni la osamenta. En esto hay que ser realista, y sobre todo los gobernantes tenemos que serlo. Hay algunos que le dieron tantos ideales a su pueblo que lo mataron de hambre, porque se olvidaron de que tenía que comer también. Todo este equilibrio es la conciencia pública que debemos ir haciendo, porque es lo que debe quedar como permanente. Hay que organizar al pueblo y darle su verdadera capacidad de hacer, porque eso es lo único que lo va a defender para el futuro. Lo que no sepa hacer por sí mismo, no lo va a hacer nadie por él. Solamente los humildes salvarán a los humildes, y solamente los pueblos salvarán a los pueblos. El que crea que va a venir un Mecenas a salvar a los pueblos, se equivoca completamente. El pueblo se salva de una sola manera: trabajando organizadamente. Así se levanta y llega a su más alto grado de felicidad. Ese es el mejor negocio: trabajar por la felicidad del pueblo, aumentando su riqueza y engrandecimiento a la patria con el esfuerzo de cada uno. Yo les pido a ustedes, que van a dispersarse en todas las direcciones del país, trasmitan a sus compañeros estas ideas que yo les expreso, así tan simples y llanas como las digo siempre, junto con un gran abrazo para todos los compañeros que comparten nuestras mismas inquietudes. Llévenselas con mi saludo, con mi abrazo y con mi promesa de seguir luchado permanentemente por esa felicidad y por esa grandeza que anida en el corazón de cada uno de los argentinos. ...............
1955-02-19
En la inauguración del edificio propio de la Confederación General Económica
Señores: yo he querido traer en esta ocasión a la inauguración de esta casa la palabra del gobierno, y con ella, el encomio y los mejores deseos para que fructifique acá una unión y una solidaridad entre los empresarios argentinos, que haga la grandeza de nuestra economía, basada en la grandeza de los corazones, que encierran sus propios hechos. Señores: en una democracia orgánica y organizada, se me presenta a mí la comunidad como un inmenso barco dentro del cual todos realizamos un efímero viaje en el tiempo. Es indudable que en ese barco, tripulantes o pasajeros, deben de tener una misión común: que ese barco llegue al puerto de su destino, porque cada uno ha de pagar bien caro el que ese barco no alcanzase el puerto prometido. De ello surgiría como una misión fundamental de cada uno de nosotros, pasajeros en este maravilloso barco que es la comunidad argentina, el de hacerla triunfar en su conjunto, para dentro de ella realizar cada uno de nosotros nuestro propio destino. Sin embargo, señores, todo eso, que implica una sublime inspiración patriótica y humana, no es posible siempre realizarla en el libre albedrío individualista que cada uno de nosotros llevamos metido dentro del alma. Es el espíritu de asociación que presupone el alejar del alma ciertas ilusiones, para alcanzar en la realidad ciertas conquistas, que nos permite unirnos realizando entre todos un destino que cada uno de nosotros imposiblemente realizará en su vida. Señores, por eso, como quizá el más grande aporte que un hombre pueda intencionalmente realizar en la comunidad que lo alberga, yo he luchado para que el pueblo argentino se organice. Pienso que sin organización no alcanzará nunca un destino ponderable. Pienso que la base de su marcha ha de ser, precisamente, la organización. Y he venido luchando estos diez años, para que desde los estamentos inferiores de la comunidad fuese cristalizando una savia que cementara en la unidad orgánica de la patria su propio pedestal de su grandeza. Señores, hoy con profunda emoción, veo cristalizar esto en los empresarios argentinos y doy gracias a Dios de que podamos nosotros vivirlo plenos de humanidad, plenos de amor y plenos de comprensión. Muchas gracias ................
1955-02-20
Al inaugurar campeonatos regionales
En seis ciudades del interior del país, reunidos en una verdadera convención infantil y juvenil de fraternidad y de entusiasmo, millares de niños, de muchachas y de muchachos dan inicio al II Torneo Regional correspondiente a los Campeonatos Infantiles y Femeninos "Evita" y Juveniles "Perón". El hecho tiene para nosotros -y para los niños, muchachas y muchachos que van a competir leal y honradamente por la victoria deportiva- una profunda significación educacional y social. El deporte, cuando se practica con lealtad y con honor, es la mejor escuela para la formación del carácter. Y es la mejor escuela porque en las prácticas deportivas se ejercitan todas las virtudes que pueden consubstanciarse en la más alta virtud a que pueda aspirar la condición humana. La virtud de vencerse a sí mismo, vencer la soberbia -antes que vencer al adversario ocasional. Encontrarnos así, bajo el patrocinio de la Fundación "Eva Perón", ese pináculo de solidaridad y amor que estrecha sobre su corazón a todos los humildes de la patria, en el segundo año de los Torneos Regionales. De ellos procederán los campeones de zona que tendrán el honor y el derecho de representar en la II Olimpíada de la Niñez y la Juventud a realizarse a partir del 6 de marzo en nuestra Capital. A todos ellos, vencedores y vencidos en estas justas fraternales bajo el ejemplar patrocinio espiritual de Eva Perón, vaya mi abrazo más cariñoso y los mejores votos de mi corazón. Somos un pueblo de hombres humildes y laboriosos que aspiran a la gloria de consolidar una patria justa y grande para un pueblo de hombres sanos de cuerpo y de espíritu, capaces de luchar por la grandeza de la patria, sin más objetivo que esa misma grandeza. Sostenemos con fe inquebrantable la realidad de los valores individuales como base de toda redención; pero reiteramos ese principio vital de nuestra doctrina, que sostiene que el "yo" sólo se realiza sustancia y totalmente en el bien general. Que estos principios se hagan carne en la niñez y la juventud argentinas es nuestra más alta aspiración. La lucha deportiva, como la vida misma, es una escuela de perfeccionamiento. Que la lealtad y el honor que han de reglar, seguramente, estos torneos regionales, constituyan el mejor patrimonio de esta nuestra niñez y nuestra juventud. ...........
1955-03-16
Palabras de despedida a los granaderos de la clase 1933 en el día en que se cumple el 143º aniversario de la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín
Palabras de despedida a los granaderos de la clase 1933 en el día en que se cumple el 143º aniversario de la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín Bueno señores, como todos los años he querido tener la satisfacción de despedirles personalmente, a los granaderos que han prestado servicios en la Casa de Gobierno. Al hacerlo, yo quiero agregar a las palabras tan elocuentes del señor jefe del regimiento, las mías, para agradecerles los servicios que han prestado a la República y la corrección y la dedicación, como así la conducta con que lo han hecho. Prestar servicios en el Regimiento de Granaderos a Caballo es, sin duda alguna, un gran honor al que puede aspirar un ciudadano argentino. Por esa razón, al irse de baja llevan ustedes, la satisfacción de haber cumplido con su deber y de haberlo hecho en el más glorioso de los regimientos del Ejército Argentino. Yo quiero decirles a todos los muchachos que han pasado por esta casa, en sus guardias de todos los días, nuestro agradecimiento por ese servicio, como así también el reconocimiento del gobierno por su intachable conducta y por la dedicación y la honradez con que han prestado su servicio, y decirles que ésta sigue siendo su casa y que en cualquier oportunidad que tengan cualquier necesidad recurran directamente a nosotros para solucionar cualquier problema, que tendremos la más absoluta satisfacción de realizar. Agradezco asimismo, a los señores jefes oficiales y suboficiales del Regimiento sus servicios, servicios tan humildes como honestos, que suelen ser los más grandes servicios que se prestan a la Nación. Muchas gracias. Muy buenos días, que les vaya muy bien y que sean muy felices. .................................
1955-03-21
En la inauguración del Congreso de la Productividad y Bienestar Social Señor presidente de la Confederación General del Trabajo, señor :
En la inauguración del Congreso de la Productividad y Bienestar Social Señor presidente de la Confederación General del Trabajo, señor presidente de la Confederación General Económica, señores delegados: Deseo que mis primeras palabras sean para agradecer profundamente el honor que representa para mí declarar inaugurado solemnemente este Congreso de la Productividad y Bienestar Social que son, en mi concepto y en el concepto moderno, asuntos de una importancia tan extraordinaria, que ningún argentino en este momento puede estar ausente del grave problema que comenzará a discutirse en este recinto y que trascenderá en el futuro a todas las actividades de la República. Nosotros, los justicialistas, pensamos que uno de los más graves males del individualismo ha sido, precisamente, el olvidar los fines y el destino de la comunidad, que ha traído como reacción consecuente al colectivismo, que no ha arrimado a mejores soluciones hasta el presente. Pensamos que en la comunidad, el pueblo y los individuos, pueden discutir y disentir en todos los problemas menos en uno, que es fijar el destino que les es común y asegurar la realización de la comunidad, única forma de que cada uno de los hombres de ese pueblo pueda realizarse a sí mismo. Durante diez años hemos venido luchando por hacer posible la realización de esa idea. Es indudable que en un medio de lucha destructiva y negativa, tal realización, resulta poco menos que impracticable. Es necesario primero crear un clima y dar la posibilidad que en la cooperación, en la coordinación y en la colaboración de todos, encontremos la realización de nuestro destino y la realización también de ese ideal tan generoso y tan grande para la República. El realizar señores, un congreso, en el que las fuerzas que hasta ahora han estado en pugna en casi todos los campos de la sociología, las empresas, los empresarios y los trabajadores, resulta un ensayo que quizá, por primera vez en el mundo se realiza con fines constructivos en este recinto tan memorable de las leyes de la República. Depuestos los enconos y las incomprensiones, llegamos a esta reunión los empresarios, los trabajadores y el Estado, cada uno con su orientación, con su idea y con su objetivo, pero también con su deber y con su responsabilidad. Es inútil pensar en mejoramientos de ningún orden, si no nos ponemos de acuerdo, para crear abundantemente los medios de ese mejoramiento. Es inútil pensar que la fortuna nos pueda salir al paso si no hacemos la diligencia por crear primero a la fortuna. Los que sueñan con otra clase de realizaciones quizá morirán con sus ansias insatisfechas. Esa es la experiencia que el mundo viene demostrando a través de miles de años. Es una solidaridad inteligente, donde el gobierno, el Estado, la empresa y el trabajo se pongan a crear la única comunidad que puede triunfar en el aumento de sus bienes, de su felicidad y de su grandeza. Sostener lo contrario no es sostener lo real. Por esa razón, señores, yo he querido que a esta magna asamblea, iniciación de este congreso, que presumo y anhelo histórico para la economía argentina, haya venido yo personalmente a representar al Poder Ejecutivo, con el secretario de Asuntos Económicos y todo el grupo de los ministros del grupo económico del gobierno. Al hacerlo señores, queremos dar desde el gobierno la importancia extraordinaria que este congreso representa para la economía argentina, como así también señores, rendir a las fuerzas del trabajo y de la economía argentina, la gratitud que la comunidad les debe por su trabajo, por su esfuerzo y por sacrificio, rendirles también señores, el honor que merecen los hombres que de una u otra manera luchan, trabajan y se sacrifican por la comunidad. Señores: han de discutirse largamente en este recinto los numerosos temarios de los diversos asuntos que han de encararse en un estudio concienzudo de los problemas económicos de la Nación. El gobierno ha querido estar presente para tomar nota, porque el gobierno entiende que su función primordial y fundamental es hacer todo aquello que facilita y ayuda el trabajo feliz y desenvuelto de los ciudadanos argentinos, cualquiera sea su actividad. Por esa razón, señores, venimos para interesar a cada uno de los órganos del gobierno en las soluciones a que ustedes arriben a través de la discusión de todos los días, para que después podamos después trazar un plan en el que el gobierno y el Estado sean los primeros interesados en ejecutar, para que podamos interesar también al Congreso de la Nación, que bien puede iniciar desde acá una legislación que consagre definitivamente los principios aprobados en este congreso como la mejor acción para ir echando las mejores bases para la legislación económica argentina. Señores: yo no deseo en este día abundar en otros conceptos, pero sí me permito, al declarar inaugurada en esta sesión el funcionamiento de este Congreso de la Productividad y Bienestar Social, pedir a la Providencia que nos ilumine a todos, para que de esa acción salga algo constructivo para la Nación y que en cada uno de nuestros corazones comience a establecerse esa comprensión y ese nexo que es el único que hace grande a las comunidades en la cooperación constructiva de sus fuerzas. Y para que también la Providencia, nos ayude a ejecutar cuanto aquí se acuerde, y para que las autoridades de la Nación, representadas por todos los dirigentes de la República, en todos los órdenes de las actividades, comprendan estos fines y los practiquen. Nada más. ....................
1955-03-23
Clase magistral sobre Doctrina Nacional en el Círculo de Aeronáutica :
Señores: Con gran satisfacción he aceptado la invitación de dirigir en esta oportunidad la palabra a los señores jefes y oficiales de aeronáutica para referirme concretamente al tema de la doctrina. Decía el mariscal Foch en su famoso libro sobre los principios de la guerra que el arte de la conducción se rige por tres actividades inseparables e inherentes a la técnica misma del arte. Esos tres elementos son: en primer término, el artista, vale decir, el conductor; en segundo término, una teoría del arte y, en tercer lugar, una doctrina que dé contenido moral y material a la técnica. Es indudable que nadie ha definido como el mariscal Foch, en forma más concreta y más acertada, la esencia del arte de la conducción, arte difícil por excelencia, porque en la concreción de sus actos el hombre nunca tiene asidero firme en el cual apoyarse para sus decisiones; no depende de un arte albedriísta inmediato, sino de la preparación de toda la vida de un hombre y de toda la vida de una Nación. Por eso, el arte de la conducción es de una dificultad extraordinaria. No todos los que lo ejercen son artistas; algunos son solamente técnicos. En la conducción, a diferencia de las demás artes, no se necesita que todos los que actúen sean artistas: basta con que haya uno o dos, y algunas veces dos ya sobran. Pero se necesita una cantidad de técnicos que puedan acompañarle en el dominio de la teoría del arte, para secundarlo. Eso es la conducción, pero para crear es necesario un esfuerzo colectivo distinto de las demás artes, que son individualistas: se pinta con un solo pintor; se esculpe con un solo escultor, pero no se puede conducir con un solo artista. Eso necesita una multiplicidad extraordinaria en el dominio de la creación, como también en el de ir impulsando a los que han de acompañarlo en la creación. Por eso el arte de la conducción es, sin duda alguna, la más dificultosa de todas las artes conocidas de la humanidad. Decíamos que, además del artista, se precisa una teoría del arte, la cual se rige por principios - dice el mismo mariscal Foch-, ya que si no tuviera principios no sería un arte. Son estos los que afirman la existencia del arte. Como en todas las demás artes, estos principios son difícilmente aislables, pues se entrelazan unos con otros y son de aplicación tan infinitamente variable que es difícil cristalizarlos en una conclusión sintética de su contenido o de su existencia. Por eso nadie ha asilado bien los principios del arte de la conducción, y muchos que lo han aislado se han equivocado. Napoleón que fue el más grande conductor, consciente del arte, sólo se animó a afirmar que el arte de la conducción estaba regido por pocos y simples principios. Pero no dijo cuales eran. Mucho después han querido sobrepasar a Napoleón. No se si lo han hecho con acierto, pero todavía no podemos decir, a ciencia cierta, cuales son esos principios ni cual es su importancia. Lo que sí podemos afirmar es que existen y que ellos conforman toda la teoría del arte. Pero para completar la técnica de la conducción no nos podemos referir solamente a los principios de la conducción, porque la conducción no es como la pintura que la hace un artista. Aquí se necesitan una legión de hombres técnicos detrás de un artista para poder realizarla. Está bien que las leyes de la perspectiva pueden aislarse y realizarse perfectamente con un solo hombre, con unos cuantos pinceles y pomos de pintura. Pero eso no ocurre, desgraciadamente, con la conducción de guerra. No haríamos mucho con un conductor y con unos cuantos soldados. Es necesario que se establezca también una unidad, que se obtiene y se alcanza a través de la doctrina. De ahí que el arte de la conducción esté compuesto, además del artista y de la técnica del arte, por la doctrina; sin doctrina no hay arte de la conducción ni en el campo militar, ni en el campo político, ni en ningún otro campo. Esto no es nuevo, pues ya lo decían los griegos hace más de 2.500 años. Y en las primeras lecciones que de la historia surgen a través de las obras famosas de los griegos ya se habla de una doctrina como de un alma colectiva de los pueblos o de las legiones. Ellos, que fueron los vencedores de la antigüedad, ya lo conocían y lo practicaban. Quizá muchos pueblos modernos estén sucumbiendo porque no pudo realizarse en ellos una conducción acertada. No se puede negar que existe hoy una teoría del arte de la conducción política superior a la de todos los tiempos, pero se carece de esa doctrina que da un alma colectiva sin la cual los movimientos colectivos no pueden andar con unidad de acción y concepción. Ahí está el secreto de todo este proceso. Por eso creemos que así como no se puede manejar un ejército, una aeronáutica o una marina sin una doctrina que les dé unidad de concepción y de acción en lo táctico o en lo que es estratégico, tampoco puede manejarse un pueblo al que no se le haya dado un alma colectiva que le permita manejarse en todos sus actos políticos. Ese es el nacimiento -diríamos así- de la idea matriz para el establecimiento de una doctrina nacional que es, ni más ni menos, que un acuerdo convencional a través de la dilucidación de los diversos problemas comunes para que el hombre por una disciplina, no solamente intelectual sino también espiritual o moral, llegue al convencimiento de la necesidad colectiva de una acción uniforme, y para que en todos los campos una misma manera de ver nos lleve a una misma manera de apreciar, y de una misma manera de apreciar nos lleve, ante todos los casos, a una misma manera de obrar. Esa es la escuela de acción que encaminan las doctrinas. En esto nosotros tenemos alguna experiencia. Durante muchos años yo he pertenecido a la División Operaciones del Estado Mayor General del Ejército y hasta he llegado a ser jefe de operaciones. He sido a la vez profesor de Historia Militar durante muchos años en la Escuela Superior de Guerra. Para ambas cosas siempre necesité tomar las bases para una doctrina militar, pues no se puede preparar un plan de operaciones sin tener la orientación de una doctrina común. En otras palabras, la doctrina de guerra sale de la doctrina militar y la doctrina militar sale de la doctrina nacional. Y así como un hombre no se puede formar sin tener una madre, una doctrina militar no se puede obtener sino se posee una doctrina nacional, porque aquella es hija de ésta. El ejército no es sino la consecuencia de la Nación; la política de paz se convierte en política de guerra, y la acción de paz se transforma en acción de guerra; de manera que siendo una la continuación de la otra, también debe tener su origen en esa otra, que es la doctrina nacional. Por esa razón sé bien lo dificultoso que resulta estudiar un plan de operaciones sin tener una doctrina. Por otra parte, el plan de operaciones, es siempre un "plan programa". Se establece un plan de operaciones, no solo para cumplir lo que él dice, sino también para ir posibilitando los nuevos medios que no poseen y que se necesitan para la realización de las operaciones. Vale decir, que en esa doctrina está también basada la posibilidad militar. Un ejemplo lo aclara todo. Hasta ahora yo creo que he intervenido en la mitad de los planes de operaciones que se han hecho en el Estado Mayor General del Ejército; siempre he andado alrededor de eso desde que soy oficial del Estado Mayor, en 1922. Y siempre hemos buscado la base necesaria para realizar esto. Cuando estudiábamos la movilización y hacíamos el recuento del abastecimiento para la dotación del ejército de guerra, nos encontrábamos con que nos faltaba el setenta por ciento de las caramañolas, el cuarenta por ciento de las bayonetas, el ochenta por ciento de las ametralladoras y, así, en cada elemento nos faltaba un porcentaje. Cualquiera que prepare un plan de operaciones piensa que si no se tienen los elementos es necesario fabricarlos; y sin no se los puede fabricar hay que reducir el ejército de operaciones. Pero no; nosotros lo resolvíamos de una manera mucho más fácil: comprábamos los elementos en Alemania o en Estados Unidos. Esa es una linda manera de salir del paso, de hacer un disparate en vez de un plan de operaciones. Hacer un plan de operaciones sin tener los medios necesarios de dotación para armar un ejército es estar escribiendo en el aire, porque se borra en un minuto. Esto no es ningún misterio. Ese es el sector de mistificación que existe en todas partes y que a menudo conduce al desastre en la guerra. Preparar planes de operaciones para dotar al ejército sin tener los materiales o las fábricas necesarias para hacerlos es una mistificación pura. Por eso, es menester establecer el principio fundamental: hay que hacer fábricas. Hoy se combate contra el poder industrial de los pueblos; pero cuando ese poder industrial ha sucumbido, sucumben también los pueblos en la guerra moderna. Pensar de otra manera es hacer cálculos alegres, y hay que ver los desencantos que traen esos cálculos alegres. Por eso hoy es más importante montar el poder industrial de un país, que realizar ninguna concepción para la defensa nacional. Alemania sucumbió cuando le desmontaron el poder industrial, y sucumbirán los pueblos modernos tan pronto como les desmontan su poder industrial. Y nosotros pesábamos que íbamos a poder decidir nuestro destino en la guerra con el poder industrial de Alemania o de Estados Unidos. ¡No ven que eso es angelical! O montamos nuestras fábricas o nunca tendremos poder militar suficiente como para imponer una decisión, ni menos aún como para pensar independientemente en la decisión que nos interesa. Bien, señores; si esa es la realidad, realidad que nadie puede negar porque es la verdad absoluta debemos establecer una doctrina que nos diga: "Debemos hacer esto". Si no lo realizamos, para que vamos a estar perdiendo tiempo inútilmente en lucubraciones raras que jamás se realizan y que el día menos pensado van a llevar a la Nación al desencanto, a la derrota y al desastre. La doctrina es la que establece, por eso nosotros hemos establecido una doctrina. En este momento, yo tengo más interés en que la marina construya barcos, porque si se dedica a navegar con los existentes, ¿que vamos a hacer con ellos cuando necesitemos muchísimos más de los que tenemos? Me interesa que la Aeronáutica construya aviones más que ninguna otra actividad y también me interesa que la industria nuestra construya los vehículos y los materiales que necesitamos más que cualquier otra actividad para la defensa nacional. Ese es el objetivo de la defensa nacional que debemos establecer en primer término. Después de eso, que el personal se mantenga con los medios que podamos brindarle; que se entrene y que se capacite. Pero, ¿para que vamos a tener personal capacitado en vuelo, si no poseemos aviones para meterlos adentro? ¿Para que vuelen en tierra? ¿Para que vamos a formar legiones de marinos si después deben navegar en botes, que es lo único que podemos construir? ¿Para que vamos a formar legiones de soldados que sepan andar en tanques si cuando venga la guerra tendremos que mandarlos en bicicletas? Eso no es serio, hay que empezar por los principios y la doctrina es la que establece todo. Ella nos dice la verdad, por amarga y triste que sea y establece la tarea común para que pensemos que si no lo hacemos así, nada haremos. Este es el principio y el fin de todas las cosas. Señores: hablando en lenguaje técnico, todos los militares nos entendemos y sabemos que lo que estoy diciendo es tan claro como el agua y tan cierto como la verdad más absoluta que podamos concebir. En el orden de la conducción del país, de la conducción nacional, del gobierno, de la administración y de la orientación, es exactamente igual. Tenemos que establecer los objetivos y ponernos a trabajar para alcanzarlos, porque esa es la base fundamental de toda nuestra acción futura. Un plan quinquenal es la diversificación en materias y, dentro de ellas, en objetivos a cumplir por la nacionalidad a corto y a largo plazo. Ese es el principio fundamental de la doctrina; es decir, que todos sepamos que tenemos, que haremos primero y que haremos después y como lo haremos. Esto es lo único fundamental para nosotros: establecer ese módulo de acción, convencernos de eso y desarrollar en nosotros la fuerza moral suficiente para ponernos a trabajar y realizarlo en bien del país. Esa es la doctrina. Por eso Foch, al establecerla, dice: "Se trata, además del artista, de una teoría que puede enseñarse y de una doctrina que ha de inculcarse". Esa es la teoría nuestra: inculcar en la masa de ciudadanos argentinos esos principios doctrinarios, que son los que le darán alma colectiva a la acción. Entonces haremos, porque de lo contrario no lo pasaremos conversando como se ha hecho hasta ahora. Todavía no hemos desterrado esa mala costumbre; pero hemos de luchar todos los días por hacer e impulsar a la gente para que consigamos dejar atrás esa etapa y comenzar la de los realizadores, buenos o malos, pero que realicen, que tengan la fuerza necesaria para realizar. Esa es la doctrina e inculcarla significa salvar de la molicie y de la inacción al pueblo argentino. Así como el más grave defecto en la guerra es que un hombre permanezca inactivo, no hay porque considerar que en la paz ese mismo defecto no es funesto. Lo peor para el país es ese hombre que no hace nada ni sirve para nada. Y si tiene mando y dirección, entonces ya deja de ser inútil para ser inconveniente y nefasto para el país. Terminar con eso es la teoría de la doctrina: con las banderas concebidas, ir creando y realizando. Eso es la doctrina: ir persuadiendo; ir formando a la juventud, que es el futuro; ir apuntalando con la doctrina el presente, y con esa misma doctrina ir formando el futuro. No hay que hacerse ilusiones de que vamos a ser siempre nosotros los dirigentes en esa partida tan difícil que es la vida y la acción de la Nación. Tenemos que pensar que los que vienen lo podrán hacer y lo harán mejor que nosotros; debemos preparar nuestras banderas para entregarlas a la juventud, pero a una juventud adoctrinada, no indecisa e indefinida. Esa es la verdadera acción de una doctrina. No deseo terminar estas breves palabras, por las que he tratado de dar el contenido real de la idea fundamental de la doctrina, sin felicitar al señor ministro de aeronáutica y al director de la Escuela de Aeronáutica por la decisión de implantar esta cátedra con la fuerza y la importancia con que se ha hecho. Es indudable que si un profesional necesita tener algo determinadamente establecido, ese algo es el objetivo definitivo de su acción vital. No se puede ser como esa gente que no sabe a que atenerse. En estas actividades es necesario que el hombre esté definido desde el principio; que tenga una definición absoluta en su vida, y que de esa definición quiera hacer partícipe a los demás. Los hombres indefinidos suelen ser como las causas indefinidas: hombres perdidos para los demás y perdidos sobre todo para la Nación. Estas enseñanzas doctrinarias tienden a formar hombres definidos, tanto en lo técnico como en lo nacional. Dios quiera que los profesores que han de enseñar esta materia la tomen con la decisión y con el espíritu con que hay que tomarla para que sea útil al país. La grandeza de Grecia no estuvo en sus guerreros ni en sus sabios, sino en su doctrina; estuvo en el alma de su pueblo. Y cuando el alma del pueblo griego por disgregación perdió su fuerza, no le valieron sus sabios ni sus generales para apuntalarla, y Grecia desapareció, como desaparecen los pueblos y las organizaciones que no tienen alma, y como muere el hombre cuando pierde el alma. Muchas gracias
1955-03-31
En la clausura del Congreso de Productividad y Bienestar Social
Señores presidentes de este congreso de la Confederación General del Trabajo y de la Confederación General Económica; señores delegados: yo solamente deseo unir mi palabra, en nombre del gobierno, a las palabras que terminamos de escuchar a los señores presidentes de este congreso, para hacerlos llegar en este día de clausura, nuestro saludo y nuestros plácemes, como así también nuestro agradecimiento en nombre del gobierno de la Nación por el desvelo puesto en las tareas y en los asuntos que han discutido para bien del país. Señores, no se nos escapa a nosotros, que hemos escuchado en este recinto palabras sabias y prudentes de los hombres responsables de las verdaderas actividades económicas de la República, la trascendencia y la importancia que para la Nación y el pueblo argentino tienen las deliberaciones que hoy se clausuran. Es indudable que trascienden de esas palabras sabias y prudentes para los argentinos -que las hemos escuchado desde distintas partes- una ida optimista de nuestra Nación, que comienza con este congreso una nueva era de las relaciones entre las empresas y sus trabajadores en el mundo entero. Quiera Dios que ilumine a los argentinos la idea permanente de que las grandes construcciones han de hacerse a base de acuerdos y no de luchas. Señores: he visto funcionar este congreso de hombres de buena voluntad, animados de un profundo amor a la patria y que han sobrepuesto a todo otro pensamiento, ese bien que ilumina a los hombres de gran corazón: el amor a su pueblo y el amor a su patria. Y cuando los móviles que ponen en ejecución los hombres al servicio de la Nación son éstos, puede decirse que esas naciones son felices. En esta casa no han habido discrepancias de fondo, ha sido una discusión como en las familias bien avenidas, donde han habido discrepancias para la ejecución de las pequeñas cosas, pero todos han estado de acuerdo en el objetivo que nos es común: servir a la Nación con todo nuestro sacrificio y con toda nuestra capacidad. Señores delegados: el gobierno no estaría a la altura de su función ni de su misión, si no se recogiese en este recinto en el ejemplo que vosotros habéis ofrecido a la Nación. Por eso, la constitución de un organismo permanente para la productividad y el bienestar social, que es una de las decisiones más trascendentes y efectivas de este congreso, ha de ser una bandera permanente para el gobierno de la Nación. No solo lo hemos de acompañar, no solo hemos de tratar de constituir conjuntamente con los empresarios y los trabajadores ese organismo, sino que nos comprometemos desde ya a hacerlo respetar y nos comprometemos a más: a influir en nuestros legisladores, para que en el futuro toda la legislación de la economía argentina, esté influenciada por la decisión de ese organismo. El Congreso de la Productividad y Bienestar Social termina hoy sus trascendentes e importantes deliberaciones. Para nosotros, queda un remanente que es de inestimable valor para las tareas económicas y para la de gobierno. Lo recogemos y trataremos en el futuro que todas nuestras relaciones, tanto con las empresas como con las organizaciones de trabajadores, se configuren a través de las ideas que en acuerdos han cristalizado las conclusiones de este congreso. Y nos sentimos inmensamente felices de ejercer el gobierno en un país donde sus empresarios y sus trabajadores se reúnen, conjuntamente con el gobierno, para elaborar la grandeza y la felicidad de la Nación. Quizá en ese sentido, este congreso constituye la piedra sillar de ese nuevo sistema asentado en la comprensión y en la inteligencia de los problemas, que es la única forma de gobernar, de legislar y de construir dentro de la Nación. Quiera, la Providencia, que las conclusiones de este congreso, como termina de expresar el señor presidente de la Confederación General Económica, sean nuestra inspiración inmediata para el trabajo de mañana. No habríamos realizado nada si las conclusiones a que se han arribado en este congreso no nos enseñaron la necesidad de realizar esas ideas inmediatamente. Por eso, señores, prometo, en nombre del gobierno, comenzar mañana mismo nuestro trabajo para realizarlas. Y comprometo a cada uno de ustedes, a la Confederación General Económica y a la Confederación General del Trabajo para que, como nosotros, comiencen mañana mismo la ejecución de lo que se ha resuelto. Señores: quiero cerrar estas breves palabras con mi agradecimiento personal a cada uno de los que han trabajado en la solución de los problemas de este congreso, agradeciendo, asimismo, profundamente, en nombre de la Nación y del Gobierno argentino, la acción desarrollada por la Confederación General del Trabajo y por la Confederación General Económica. Muchas gracias. ...........
1955-04-03
Mensaje radiofónico con motivo de la celebración del Día del Trabajador Papelero
Los compañeros trabajadores del papel conmemoran hoy un aniversario más de la unidad gremial que concretaron en esta misma fecha, el 3 de abril de 1948, inspirados, orientados y estimulados desde la Secretaría de Trabajo y Previsión por la señora Eva Perón. Con todo el cariño que siempre he tenido en mi corazón para los muchachos papeleros, como aprendí a llamarlos en la inolvidable Secretaría de Trabajo y Previsión, deseo hacerles llegar este saludo cordial, humilde homenaje de mi gratitud por todo lo que ellos han hecho y siguen haciendo por los mismos objetivos que constituyen las más altas cumbres de mis propios afanes: la felicidad de los argentinos y la grandeza de nuestra patria. Son muchos los motivos que me obligan a expresar la gratitud que el gobierno le debe al esforzado gremio de los trabajadores del papel. La organización que los agrupa es una institución ejemplar y yo me complazco declarándolo porque en la Federación Obrera de la Industria del Papel, Cartón, Químicos y Afines se cumplen todas las aspiraciones que en 1943 y en 1944 constituía casi un sueño de mis ideales como Secretario de Trabajo y Previsión. Es una organización ejemplar por la prudencia, sabiduría, capacidad y, sobre todo, por la honradez de sus dirigentes. El gremio puede sentirse satisfecho de dirigentes de las calidades del compañero Valentín Fernández, que con extraordinaria responsabilidad y con gran espíritu patriótico, ha desempeñado delicadas funciones en las tareas de organización del Congreso Nacional de la Productividad y Bienestar Social, en cuyo éxito él ha sido un factor de importancia. Los trabajadores del papel serían acreedores de mi gratitud por el solo hecho de haber aportado a la lucha por el bien de la patria hombres de la calidad que poseen sus dirigentes. Estas palabras mías no deben ser recibidas como un elogio, ni como una alabanza destinada a complacer a los compañeros que conducen los destinos de la organización. Más bien constituyen el mejor elogio y la mejor alabanza que puedo hacer de todo el gremio que ha sabido elegir los dirigentes que merece. Son los trabajadores papeleros dignos acreedores de la gratitud nacional, porque sin ellos el país no hubiese resuelto numerosos problemas fundamentales relacionados con la industria del papel. Gracias a la decidida resolución de superar todos los objetivos del Plan Quinquenal, resolución adoptada por los trabajadores papeleros por propia iniciativa, las fábricas de la industria correspondiente han podido mantener su actividad, los sábados, domingos y feriados, tratando de cubrir así la demanda interna con la productividad del trabajo y del capital y evitando el correspondiente gasto de divisas. En un año, desde setiembre de 1953 a setiembre de 1954, la producción papelera nacional aumentó en un 37%. En estos momentos estamos llegando a una cifra que oscila entre el 45% y el 50%. Este incremento de la productividad fue obtenido sin aumento de equipos y sin aumento de personal. Prácticamente la mayor productividad se debe al rendimiento de los trabajadores. Yo me complazco declarando que la mayor productividad de la industria papelera, producto de la creciente productividad del trabajo de los obreros del papel, ha traído beneficios directos e indirectos a los mismos obreros, beneficios que se reflejan evidentemente en las condiciones del actual convenio colectivo que rige la actividad papelera nacional. Estas palabras de gratitud tienen, además, otros motivos, causas, razones o fundamentos de tanta importancia como los que acabo de mencionar. La solidaridad gremial se manifiesta en la obra social que sirve al bienestar de los trabajadores afiliados con sus 18.500 respectivas familias. Esta acción social no solamente representa el desarrollo de la solidaridad interna del gremio mismo: va más allá, porque aliviando el esfuerzo que en materia social realizan los organismos del Estado y de la Fundación Eva Perón, facilita la acción de estos últimos en beneficio de otros sectores del pueblo. Por lo tanto, las obras sociales que desarrollan organizaciones sindicales tal como la Federación de Trabajadores Papeleros no solo son expresiones limitadas de solidaridad gremial, sino de generosa y amplia solidaridad nacional. Este espíritu de solidaridad es fruto del esfuerzo de los compañeros que en todas las escalas de la organización encuentran siempre un lugar y un momento de cada día para hacer alguna cosa por los demás. Solamente así, con muchos hombres y mujeres que se interesen por el bien de la comunidad, haremos llegar al tope de sus mástiles las banderas del Justicialismo: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, necesarias para la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria. Al expresar mi gratitud a los compañeros del papel, no lo hago solamente en virtud del afecto que siempre les he tenido. Acabo de demostrar como todo el gremio, en todas sus actividades y con todos sus hombres, trabaja por el bien de la patria. Junto a mis sentimientos personales de íntima y afectuosa gratitud, yo entiendo que debo expresar la gratitud de la patria, que es la gratitud de nuestra comunidad organizada, vale decir de todo el pueblo argentino que se honra contando en su seno a la Federación de Trabajadores del Papel. A mi vez, yo me honro interpretando el agradecimiento justiciero de nuestro pueblo, y deseando a los compañeros de todo el país que sigan adelante por el camino que se han trazado, me permito decirles con mi saludo final, que yo estoy aquí como siempre por cualquier cosa que necesiten a las órdenes de todos como un compañero más. ..........................................
1955-04-06
6 de abril de 1955 Ante deportistas en el nuevo estadio de la U.E.S.
Ante deportistas en el nuevo estadio de la U.E.S. Amigos deportistas: Yo quiero decir muy breves palabras para darles en nombre del gobierno y de la patria, la bienvenida a los que retornan con méritos y con honores, porque han sabido conquistarlos con honor. Por eso esta bienvenida es el abrazo fraterno de los que quedamos aquí con el corazón puesto en los méritos, en el coraje y en la abnegación de cada uno de ustedes. El retorno de ustedes a la patria no da la enorme satisfacción de poder estrecharlos contra nuestro corazón para decirles que han cumplido como argentinos.
1955-04-14
Ante autoridades y delegados de todo el país de la Confederación General de Profesionales
Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer a todas las señoras y los señores que han tenido la amabilidad de llegar hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poderles saludar personalmente. Hemos asistido durante estos últimos tiempos a la organización de los distintos sectores de la actividad argentina. Yo, en general, diría que si la organización alrededor de las confederaciones generales de profesionales, de empresarios, de obreros o de otras actividades de cualquier naturaleza fuese para dividir al pueblo argentino, sería cuestión que no estaría de acuerdo con nuestros principios fundamentales de buscar por todos los medios una acelerada unidad nacional. Precisamente, la constitución de las confederaciones, como nosotros pensamos que deben realizarse, es un medio para alcanzar la organización y la unidad total del país. Por eso, la realización de algunos congresos, como el de Mendoza, es para nosotros un medio de ir aclarando y esclareciendo una conciencia que permitirá alcanzar en el futuro un margen inmenso de posibilidades que la organización y la solidaridad deben traer para nuestra comunidad. Por ello, quiero hoy agradecer al señor presidente del Primer Congreso de Profesionales realizado en el país, en Cuyo y La Rioja, que me llena de satisfacción. Aún cuando ha sido más bien un congreso local, ha dado comienzo a una tarea que creo que los profesionales deben realizar en todo el país. Les decía yo recién a los señores, conversando sobre este asunto, que todavía no veo la movilización profesional que debe realizarse en el país. Nosotros comenzamos una organización que hace posible que nuestras grandes agrupaciones anden de acuerdo, matando, diríamos así, esa anarquía natural que trae el egoísmo del individualismo. Estas organizaciones las vemos muy avanzadas en algunos aspectos, y hace poco hemos asistido ya a un primer congreso, de beneficios extraordinarios para la Nación, como ha sido el de la Productividad y Bienestar Social, programado por dos grandes organizaciones del país. Los profesionales tienen dentro de ese orden de ideas una inmensa tarea que realizar y, sobre todo, señores, tienen una responsabilidad que defender. Nuestra comunidad, posiblemente por el sistema de acción en que hemos vivido, ha dado a los profesionales la posibilidad de cultivarse, que quizá no la han tenido las otras actividades en Argentina. Ese cultivo ha hecho que nuestros profesionales tengan frente a la comunidad un alto concepto y, en consecuencia, una grave responsabilidad, porque no se tiene solamente concepto, sino que también se tiene responsabilidad. Debemos reconocer que los profesionales han sido una palanca poderosa para mover, levantar e impulsar al país hacia adelante, pero ha comenzado ya, señores, una nueva etapa en nuestro país donde la técnica, el trabajo y la economía comienzan a entrar en el campo de las posibilidades del cultivo de sus inteligencias, de sus aptitudes y de sus capacidades. Si los profesionales olvidasen que muchas de sus posibilidades están, precisamente, en su espíritu de solidaridad y de asociación con fines constructivos, si no se organizan frente a las fuerzas que se hayan organizado, a medida que pase el tiempo verán a los otros creciendo y quizás ellos no puedan, por falta de acción de conjunto, acompañarlos en ese movimiento. Frente a los demás que comienzan a cultivarse aceleradamente en un camino técnico, económico o de cualquier otra naturaleza, los profesionales quedarán evidentemente rezagados. Ese espíritu de asociación, ese espíritu de defensa natural es lo que los va a llevar adelante. Vivir hoy en esta comunidad sin ese espíritu, es vivir en desventaja. Frente a los que están organizados, los que no lo están viven siempre en desventaja. Por eso creo yo que despertar estas inquietudes a través de una difusión de la discusión que trae el estudio en conjunto de estos temas importantísimos para los profesionales, como ocurre en los congresos, tiene en estos momentos una razón de ser muy profunda. Yo veo, por ejemplo, tomando una profesión al azar, a los médicos. Aquí habíamos practicado hasta ahora uno de los procesos naturales del individualismo en cuanto a la salud pública, vale decir, curar a los enfermos, hacer medicina curativa, y habíamos olvidado todas las demás posibilidades de la medicina relegándola a un tercer o cuarto término. ¿Por qué? Porque el individualismo, en el orden de la medicina lleva a que cada médico sea un franco tirador que defiende la salud a su manera, curando al que recurre a él porque ya no tiene otro remedio que hacerse atender por un médico. Habiendo sido el Estado imprevisor, el médico imprevisor y el enfermo también imprevisor, tiene que caer en esta situación. Nosotros hemos reaccionado contra eso. Hemos organizado y estamos organizando cada día mejor la medicina preventiva, que es la única manera inteligente de enfrentar los males. Señores: cuando yo llegué acá, existía en el país el paludismo. La República era el país de América que tenía más paludismo, no porque no tuviéramos médicos -teníamos muchos y muy sabios-, sino porque nunca se habían ocupado de ese flagelo que mataba más que todas las demás enfermedades juntas. Estaba matando una población entera por decadencia congénita, con todas las deformaciones, consecuencias y subconsecuencias. Nosotros hemos organizado esa prevención y en cuatro años terminamos con el paludismo. Hoy ya no hay paludismo en la República Argentina. Yo pienso, entonces, que toda esta organización tiene su razón de ser, porque ese problema no solamente lo debo considerar yo como gobierno, sino también lo deben considerar los médicos como problema científico y como problema profesional. Profesionalmente hay otra manera de proceder distinta a la que hemos estado actuando. Todos esos problemas, ¿por qué los que voy a tener que imponer yo a la fuerza, teniendo a todos los médicos que, unidos y organizados, han de formar el verdadero ejército que ha de oponerse al mal colectivo? Como yo soy militar, esto lo veo desde el punto de vista de la defensa. El médico no es nada más que el encargado de la defensa contra el mal, así como el militar está encargado de la defensa contra los ataques militares. Me parece a mí que no organizar a los médicos es como si entregáramos a cada ciudadano un arma para que defienda al país en caso de que fuera atacado por un ejército. ¡Que va a hacer cada ciudadano con un arma, si no están organizados, si no organizamos un ejército! Es inútil que demos un fusil a cada argentino. De la misma manera ocurre con los médicos que curan a los que se enferman. Para curar es mejor que se organicen, así se evita que el mal entre y el hombre se enferme. He citado este ejemplo por la extraordinaria importancia que yo le doy, desde el punto de vista profesional, a la organización, para que los profesionales se reúnan a estudiar estos problemas. La ciencia no irá adelante, nuestras defensas tampoco irán adelante, tanto en el orden jurídico, en el orden estatal, en el orden económico, como en el orden sanitario, ni en ningún otro orden, si los profesionales no comienzan a pensar en ellos son los responsables también. Si solamente el gobierno fuera responsable de la salud, de la justicia, de la verdad, del derecho en el país, no iríamos muy lejos porque los gobiernos no sienten muy profundamente sus responsabilidades algunas veces. Entonces, cuando la comunidad a través de los profesionales sienten esa responsabilidad y se organiza para darle efectividad a eso ¿que importa lo demás? Esa es la verdadera vida y la verdadera justicia de la Nación. Por eso, yo quiero hacer un llamado a los profesionales en esta brillante ocasión que se me presenta, para que ellos se ocupen de estos graves problemas que todavía no los hemos encarado en el país. Y no lo hemos hecho porque al contrario de lo que no debe ocurrir en una comunidad organizada y responsable, aquí se han hecho profesionales para que ellos se ganen la vida solos. No es esa la vida de un profesional. No puede ir solamente a buscar el pan nuestro de cada día. Eso no puede ser así; hay una función por sobre todas las demás funciones, que el profesional por su alto grado de preparación y capacitación, también tiene: una responsabilidad colectiva. ¡Como es posible que nosotros consideremos que el profesional no tiene otra responsabilidad que la de ganarse la vida, bien o mal! Esto no puede ser. Es indudable que con toda razón me dirán los profesionales: "Hasta ahora nosotros hemos tenido que hacer eso, si no ¿como hubiéramos vivido?". Yo les doy toda la razón del mundo. No formemos profesionales para que después se ganen la vida como puedan y se dediquen a la actividad que puedan realizar. La comunidad hace profesionales para que la defienda, para que la iluminen, para que la hagan feliz y para que la hagan grande. Señores: los profesionales organizados deberán seguir siendo quienes lleven la antorcha que ilumine nuestros caminos y nuestros pasos, y para que eso suceda, es necesario que estudien estos problemas, que los resuelvan, que impongan las soluciones y que obliguen a la comunidad a ir por el camino que deba ir. Por eso, yo felicito a los señores que han realizado este primer congreso de profesionales; como magistrado de la República alabo y encomio esa tarea, porque veo ya en los profesionales esa inquietud colectiva; ellos están pensando ya que es necesario organizarse, para estudiar los problemas que el país tiene por delante y comenzar a resolverlos. Estos son inmensos y numerosos, y si alguien los puede resolver, son, precisamente, los profesionales que tienen la concepción de los grandes problemas políticos, económicos y generales del país. Por eso, señores, yo los felicito por la realización de este congreso, porque pone la piedra angular de una acción que es indispensable que se realice. Cuando los profesionales se reúnen en un congreso, ese congreso tiene trascendencia, porque están formando todo el andamiaje de la comunidad sobre el cual será necesario construir en el futuro. Por eso yo les pido que sean ustedes portadores de estas inquietudes. Nosotros estamos esperando la acción de nuestros profesionales. Si alguien ha pensado, como nos lo han sugerido alguna vez a nosotros, que los profesionales nos interesan políticamente, yo puedo decirles que políticamente valen lo mismo que los demás: un voto cada uno. No nos interesan políticamente. Yo no tengo ningún interés en catequizar políticamente a nadie, porque los problemas míos del catequismo han terminado hace mucho tiempo. Catequicé ya demasiada gente, no necesito más. Lo que necesitamos es dejarle a la República resueltos todos sus grandes problemas, recurriendo para ello a cualquier cosa, aún a la lucha si es necesario. Yo tendría un enorme cargo de conciencia si los grandes problemas de la comunidad no se resolviesen. Algunas veces, todos no están de acuerdo en la solución de ciertos problemas, pero lo importante es resolverlos. Lo peor es, por querer conformar a todos, no conformar a nadie. Permanecer inactivo es lo peor. Quizás es mejor equivocarse en la elección de los medios para realizar algo que no realizar nada, porque ése es el peor de todos los silencios. Tiene enorme importancia para el gobierno que estos problemas sean encarados por la Confederación General de Profesionales. Nosotros estamos resolviendo nada más que los problemas económicos-sociales y algún problema político unilateralmente. Yo necesito el consejo de ustedes. Yo necesito que ustedes, en sus reales capacidades, pongan en evidencia la solución del problema que solamente ustedes lo pueden considerar y resolver y que actualmente están siendo resueltos por nosotros, sin consultar la opinión de ustedes, que en esto tiene que ser la más valiosa de todas. Esto tiene enorme trascendencia para que un gobierno como el nuestro, que espera la colaboración popular como único medio para completar el verdadero interés público. Hay un sector valiosísimo del cual no recibe todavía las iniciativas, los consejos y algunas veces las imposiciones necesarias. Por eso yo aprovecho esta ocasión para hacer un nuevo llamado a la organización de los profesionales argentinos para que, prescindiendo de toda otra cuestión a "láttere" a estos problemas de la comunidad, se aboquen al estudio de las numerosas cuestiones que tendrán que resolver en el futuro sin otra orientación que la del mismo problema. En esto yo he demostrado hasta ahora que queremos trabajar con un concepto bien claro. Hay cosas en las que los argentinos de cualquier tendencia que seamos, a cualquier partido que pertenezcamos, de cualquier religión que practiquemos y de cualquier secta de la que formemos parte, no podemos estar en desacuerdo, con los programas que atañen a la comunidad. Indudablemente podremos pensar como queramos, podremos pertenecer a cualquier sector de ideas pero colectivamente hay una cuestión de defensa natural de la comunidad en la cual no podemos estar en desacuerdo; ninguno de nosotros puede desear el fracaso de la comunidad, porque ese es un espíritu suicida contra el espíritu de conservación. Todos debemos pretender que la comunidad vaya adelante y se realice, porque de no realizarse, nosotros no vamos a realizar muy brillantemente nuestros destinos en una comunidad que sucumbe y que fracasa. De manera que lo básico es esa comunidad, así lo entendemos nosotros, hagamos que esa comunidad se realice, que esa comunidad triunfe, y después, dentro de ella, cada uno, de acuerdo con su capacidad, tratará de realizar su propio destino. Pero si la comunidad no triunfa por la acción de todos, es inútil que nosotros pretendamos triunfar individualmente. Por esa razón, yo desde aquí, a través de todos ustedes, delegados de la Confederación de Profesionales, hago un llamado en este sentido para que estudiemos esos problemas que son de todos, que pertenecen a la comunidad. Los debemos encarar y resolver con buena voluntad, sin que intervenga en ello nada de nuestras apetencias personales, individuales, de sectas, o de partidos. Hay un solo partido al cual todos pertenecemos: la República Argentina. Agradezco también las amables palabras del señor Graziano, que me las hace llegar como reconocimiento. Señores, estas son decisiones de la comunidad y debemos agradecer a esa comunidad que comienza a despertar a un nuevo espíritu solidario, del cual todos tendremos algo que ganar y algo que agradecer. Cuando esa comunidad justa se haya organizado institucionalmente, no habrá en el país hombre suficientemente importante a quien agradecerle. El agradecimiento será a esa comunidad justa, que como una madre buena no olvida a ninguno de sus hijos y que con cada uno se prodiga sin preeminencia y, diríamos, sin favoritismo de ninguna naturaleza. Todo eso que es tan justo, tan grande y tan ecuánime, y que todos exigimos, tiene una sola palabra: una comunidad justiciera, que como una madre buena hace llegar a sus hijos todo su amor y toda su ayuda. Ese agradecimiento a esa comunidad, suerte de un amor a la madre, como un amor a la patria, es lo que queremos que sea nuestra comunidad, para que si algún día, por cualquier circunstancia tenemos que ofrendar, aunque sea la vida, lo hagamos por ella, que la única ofrenda que honra y engrandece a los ciudadanos: morir o sufrir por su comunidad, por su patria. Muchas gracias. .................
1955-04-18
En la ceremonia de clausura de las deliberaciones del Primer Congreso Argentino de Medicina del Deporte.
Yo sólo deseo decir muy pocas palabras, después de las elocuentes exposiciones que terminamos de escuchar y, en especial, de las disertaciones de los representantes de Europa y Latinoamérica. Hace más o menos diez años lancé en el país la idea de la industrialización. Detrás de esa idea se han movilizado miles y miles de técnicos, de mecánicos y de trabajadores para llevarla a cabo. Hace más o menos un año he lanzado también la idea de que el país necesita cinco millones de deportistas. Espero que detrás de esta idea, y en su realización, se movilicen también miles y miles de técnicos para preparar esa juventud deportista. Así como sin técnicos sería imposible concebir que pudiéramos fabricar y poner en funcionamiento un enorme número de vehículos y maquinarias construidos por nuestras propias manos, sería también inconcebible que pretendiéramos formar cinco millones de deportistas sin acudir a nuestros médicos y a nuestros técnicos. Por eso yo, deseo que mis primeras palabras sean para agradecer a los médicos argentinos que tienen esta notable inquietud, que es noble en el más amplio sentido de la palabra, porque estoy seguro que ningún médico especializado en deportes se va a hace rico con su profesión. Deseo además, agradecer a todos los médicos y delegados extranjeros que con nosotros han compartido estos días de sana inquietud constructiva para la medicina especializada en los deportes y en el trabajo. Yo voy a decir ahora algunas palabras, pero no como presidente de la República Argentina, sino como un viejo deportista que, como muchos otros, ha sufrido durante toda su vida el abandono en muchos órdenes, pero que a pesar de eso vienen triunfando no obstante todos los olvidos que las autoridades hemos tenido en todos los tiempos. Termino de encontrarme con un viejo médico, que no nombro porque he dicho que es viejo, que cuando yo era muchacho y él también nos encontrábamos muchas veces en los campos de deportes luchando siempre por llevar adelante la fuerza que tenemos dentro de nuestro propio corazón. Lo he abrazado con esa simpatía con que uno abraza a los viejos compañeros de ideales y de lucha. Yo quisiera que muchos de los médicos argentinos, dentro de cuarenta o cincuenta años, pudieran abrazarse con nuestros deportistas con la misma emoción y cariño con que yo he abrazado este viejo médico. Señoras y señores: la realización de este congreso, Primer Congreso de Medicina del Deporte, que se desarrolla en la República Argentina, ha tenido también para la mí, la virtud de hacerme recapacitar sobre muchas de las concepciones ya en marcha en la República. Estimo que el deporte no solamente es asunto de los deportistas, de los entrenadores, de los profesores de ejercicios físicos, de los médicos o del Estado. El deporte es una inquietud que debemos llevar todos en nuestro espíritu. Todos debemos tener en nuestra alma algo de deportistas aunque no practiquemos los deportes por cualquier circunstancia. Es ese espíritu el que va a dar a la Nación una nueva mentalidad, una nueva alma colectiva y un nuevo material humano templado para todas las asperezas. Es difícil que el gobierno solo pueda encauzar, dirigir y desarrollar tan tremenda actividad integral de la Nación. Por eso es que, desde este lugar y en este congreso, yo hago un llamado a todos los argentinos para que nos pongamos a trabajar en esta actividad que es la más desinteresada, la más noble y la más solidaria, porque en la misma no quiere nadie nada para sí, aunque queremos todo para todos los demás. Señores, yo deseo cerrar este congreso, no con mi autoridad de Presidente, sino con la representación del espíritu del deporte en nuestra patria; espíritu que vivirá con la grandeza y con el honor con que viva la Nación; espíritu deportivo al que deberíamos levantar un monumento en todas nuestras plazas, para que en el futuro la juventud de nuestra patria, erguida sobre sus propios valores morales, y construyendo sobre esos mismos valores morales, pueda inspirarse por todos los tiempos rindiendo la pleitesía que merecen los altos valores del espíritu cuando se templan en esos campos nobles del deporte asistidos por los hombres que solamente ponen en ello su alma y su corazón. Muchas gracias ...........
1955-04-22
Discurso en la ceremonia en la que el primer magistrado fue agasajado por los representantes diplomáticos extranjeros
Terminamos de escuchar las sabias y prudentes palabras del canciller argentino. Yo no quisiera en esta noche substraerme al deseo decir unas pocas, sinceras y leales palabras de un soldado para expresar mi reconocimiento por una demostración que va más allá de todo agradecimiento. Ha dicho el canciller que nuestra hora es de inmensa satisfacción, porque mantenemos las mejores relaciones con todos los países de la tierra. Quizá en la vida de los pueblos, como en la vida de los hombres, la felicidad está, precisamente, en tener tan gran cantidad de buenos amigos. Y pensamos que en todas esas numerosas naciones amigas que tenemos en el mundo, representadas hoy en esta mesa cordial, se repite también la circunstancia que el señor canciller ha mencionado. Hemos dichas muchas veces que por las embajadas de los distintos países pasan dos clases de embajadores: los que pasan sin consubstanciarse con la vida del país, y los que se adentran en ella, hacen amistades, y viven en él como en su propia casa. Nosotros tenemos la inmensa fortuna de que ustedes pertenezcan a esta segunda categoría, que además de representar tan dignamente a vuestros países sean nuestros queridos amigos. Por eso, señoras y señores, quiero sintetizar con esto mi profundo agradecimiento y decirles una vez más, con las sencillas palabras que brotan del corazón, muchas gracias, y quiera Dios que siempre nos den la inmensa satisfacción de considerarse aquí como en vuestra propia casa. ..........
1955-04-25
En un acto en la Dirección General Impositiva
En un acto en la Dirección General Impositiva Deseo que mis primeras palabras sean para agradecer las amables palabras vertidas por el señor director general, como así también las prudentes del señor ministro de hacienda y, al propio tiempo, expresarles que he querido llegar hoy hasta aquí para saludar y felicitar personalmente en nombre del gobierno a todo el personal de esta Dirección General Impositiva. Nosotros valoramos perfectamente el trabajo que aquí se realiza por su resultado. No hace mucho un personaje extranjero que visitaba nuestro país, conversaba conmigo referente a las tareas de recaudación de impuestos y cuando tratamos en la parte económica el citado renglón, yo, con el orgullo consiguiente, le dije que nuestros impuestos no eran muy altos y que podrían ser aún menores si la gente pagase los mismos, y que verdaderamente me llamaba la atención que en su país, donde los impuestos eran tan elevados, la gente cumpliera tan bien la obligación. "Ahí -me contestó-, si no pagan van a la cárcel". Yo le repliqué que eso evidenciaba el valor de nuestros recaudadores, puesto que aquí, no existe la pena de prisión para los que eluden los deberes impositivos, y la suerte de poseer un personal que se encarga de reemplazar la aplicación de las penas corporales con su persuasión, con su trabajo y con su inteligente acción de todos los días, para percibir los impuestos de la Nación. Este es un elogio merecido de nuestro personal de recaudadores, porque realmente, podrá existir alguna evasión en los impuestos pero es sólo una pequeña parte de ese deber impositivo admirablemente cumplido por nuestra población mediante la acción de persuasión y aún de represión de nuestro personal de recaudadores. En la historia del mundo, desde los primeros países organizados, el oficio de recaudador ha sido uno de los menos simpáticos que han existido, porque parecería que se ha considerado como una gracia y no como un delito, el eludir sus obligaciones impositivas. Sin embargo, en la Edad Media, se comenzó con la organización de verdaderos ejércitos de recaudadores que, a través de toda actividad del país, imponían mediante la fuerza el cumplimiento del pago de los impuestos, llegándose hasta la ejecución en muchos casos sin más trámite y sin juicio, a quien se le comprobaba no haberlo satisfecho en su oportunidad. Este rigor ha ido disminuyendo en todas partes, pero, en verdad, son pocos los países que como el nuestro han dejado confiada esta difícil tarea más que a la violencia, o la imposición por la fuerza, en la habilidad y en la preocupación de los propios recaudadores. Y es por eso que el Estado, a través de su gobierno y de mi palabra, quiere rendir un homenaje a toda esta Dirección Impositiva de la Nación, que cumple cada día mejor con sus obligaciones. Nosotros hemos considerado varias veces dentro del organismo económico del país y de acuerdo con nuestras concepciones económicas, la revisión en materia impositiva. No creemos que la última ley sea quizá la mejor y definitiva, porque en el aspecto impositivo no hay en realidad nada definitivo. En esta materia las cosas van cambiando de acuerdo a las circunstancias. No podemos en este orden de ideas decir tampoco la última palabra. Pero nosotros tenemos una concepción económica de la comunidad y hemos tratado de ir haciendo una ley que, como digo, no es definitiva, pero que puede ir más allá de acuerdo con dicha concepción, en forma de hacer efectiva realmente en los hechos esa proporcionalidad de que hablamos nosotros en la Constitución Justicialista, que reemplazó a la idea de igualdad de la antigua Constitución. Nosotros creemos que el sistema de proporcionalidad es buen negocio para el Estado, en lo que se refiere a su tarea impositiva, porque con eso también pensamos en la capitalización del pueblo. En esto, considero que hemos llegado a una solución mucho mejor que las antiguas soluciones que imponían a los sectores y no a la población. Nosotros queremos que toda la población argentina pague proporcionalmente, lo cual será posible cuando toda la población argentina tenga una percepción real de sueldo o de salario que pueda someterse a la tarea impositiva. Capitalizar al pueblo no es una cosa fácil, pero no es tampoco una cosa imposible. Hace pocos días se ha suscripto en la Bolsa de Buenos Aires la primer empresa que ha pedido al pequeño ahorrista una contribución, y hemos tenido una comprobación que fija un punto de partida para el pueblo argentino en su tarea de capitalizarse. Un empréstito de doscientos millones de pesos en acciones ha sido cubierto en tres horas, lo cual significa que hay un inmenso sector de nuestro pueblo que comienza a tener una real idea de sus posibilidades como pequeño ahorrista, porque el ochenta por ciento de esas acciones fueron cubiertas por pequeños ahorristas en cantidades menores a los cinco mil pesos. Esto quizá no diga mucho, pero insinúa una enormidad. Insinúa que nuestro pueblo comienza a tomar el verdadero camino del ahorro inteligente que ha hecho grandes a los pueblos y poderosas a las naciones, camino que anhelamos para el nuestro. Para hallarlo debemos seguir dos orientaciones bien definidas: que cada uno, a través de la obtención real de beneficio de su trabajo, pueda ser un ahorrista y que el Estado, mediante una imposición justa, no lo despoje de ese ahorro indispensable para que él comience a sentir el placer de emplear bien ese dinero que ahorra como previsión para su vida y para su vejez. La ley impositiva que nosotros hemos reformado va tendiendo a esta finalidad. Ustedes, los agentes del Estado encargados de hacer cumplir esa ley, de hacerla conocer y de persuadir a los contribuyentes argentinos, no sólo han demostrado que saben hacerlo con sabiduría y con prudencia, sino que los resultados nos están demostrando que aumentan en el país los pequeños ahorristas en cantidad perceptible y que los impuestos amplían la recaudación en una medida que va más allá de cuanto imaginábamos. El pueblo está conforme y nosotros estamos contentos por la tarea que ustedes cumplen. Por eso les traigo, en nombre del gobierno, su agradecimiento y nuestra felicitación por la labor realizada. Deseo terminar dándoles las gracias por este obsequio que ustedes han querido darme, como recuerdo de este día para mí tan agradable y tan trascendente, y pidiéndoles que sigan trabajando como hasta ahora y que continúen perfeccionando este gran engranaje indispensable y tan útil para el gobierno y para la Nación, con la convicción absoluta de que a través de los cursos de perfeccionamiento que iniciarán dentro de poco podrán ir formando la base de un futuro más brillante y más eficiente para la Dirección General Impositiva, sin olvidar que ustedes, los que han tenido el privilegio de iniciar esta acción, tendrán siempre frente al Estado el honor y la satisfacción de haber sido los iniciadores. Con la sinceridad y la cordialidad con que debemos expresarnos entre nosotros, compañeros de trabajo en la tarea común de beneficiar al Estado y de servicio, quiero expresarles, a manera de despedida, todo mi agradecimiento y decirles que no olvidaremos nosotros, y haremos que el Estado no olvide, el honor que ustedes merecen por haber puesto en marcha una organización como ésta y haberla perfeccionado llevándola hacia sus más altos destinos. Que por ello la patria tenga siempre para ustedes un profundo agradecimiento, como lo tenemos nosotros, los que circunstancialmente la servimos como funcionarios de la Nación. .............
1955-04-28
En la ceremonia en que el general Perón recibió la Orden de San Pedro y San Pablo que es la más alta condecoración de la Iglesia Ortodoxa
Monseñor, señoras, señores: Haber sido honrado, con estas insignias de tan honda significación espiritual, en cuyo motivo central están engarzadas las imágenes de San Pedro y San Pablo, fundadores de la Iglesia Ortodoxa de Antioquia, la más antigua del cristianismo, es para mí motivo de gran satisfacción. En nuestra patria, abierta a todos los hombres de buena voluntad, donde como lo establece la Carta Fundamental, cada uno de los habitantes puede profesar libremente su culto, esta distinción de que es objeto el presidente de la Nación Argentina, adquiere el valor de un testimonio que justifica esa libertad. Dios es patrimonio de todos los que le reconocen y le prestan adoración, y no exclusivo de determinadas confesiones religiosas. Esto lo demuestra la misma colectividad árabe, que practica diversos cultos y que, no obstante, ha enviado los hombres más representativos de las diversas confesiones a este acto, en que la Iglesia Ortodoxa de Antioquia, ha querido rendir homenaje en mi persona, a la Nueva Argentina. Pone así de manifiesto no solo la armonía con que desarrolla sus actividades espirituales y materiales, sino también el reconocimiento a la igualdad, en todos los órdenes, con que son tratados los habitantes de esta tierra. Este homenaje que recibo como testimonio al propio pueblo argentino, acrecienta los lazos de afecto que nos ligan a la comunidad árabe en nuestro país, y hacia la que los argentinos estamos reconocidos por su leal colaboración en la obra de bien público y de prosperidad en que nos encontramos empeñados. Agradezco, desde los más profundo de mi corazón, a Su Beatitud el patriarca Alejandro III, este insigne honor y me causa íntima alegría de que lo haya conferido por medio de su Vicario, el Arzobispo Metropolitano, Monseñor Epifhanios Zaied, cuyos conceptos me llenan de emoción y reconocimiento. ...............
1955-04-30
En la iniciación de las obras para el monumento de Eva Perón
La Comisión Pro-Monumento Eva Perón ha tenido la amabilidad de pedirme que diga dos palabras. Yo he de ceñirme a ese deseo y diré solamente muy pocas. He querido llegar esta mañana hasta este lugar, que será para siempre profundamente emotivo para mí, para traer también el recuerdo y el deseo de Eva Perón a esta ocasión inaugural del monumento que el pueblo de la República levanta en su honor en su homenaje. Yo le recuerdo a la Comisión el recuerdo de Eva Perón, porque ha sabido interpretarla en lo más profundo y en lo más fiel de su pensamiento. Eva Perón tuvo la iniciativa de levantar en la capital de la República el monumento que aún faltaba en la patria: el monumento al descamisado, que representa en la historia argentina al hombre humilde del pueblo que lo hizo todo, que lo creó todo; que supo nacer, vivir y morir por la patria en todas las ocasiones, y a quien, por olvido de los que fueron felices por su esfuerzo y por su sacrificio, no se lo habían levantado aún sobre esta tierra de promisión donde todos debemos dar gracias diariamente a este hombre humilde que levantó esta Patria grande y generosa. Este monumento será en el futuro el jalón más alto de esta tierra, que mirando el anchuroso Plata les dirá a todo los que llegan que en nuestro país la suprema dignidad que exaltamos en esta obra está en la humildad y en el trabajo, únicas virtudes que reconocemos corno suprema dignidad de los argentinos. Por eso, señores, si desde el más allá Eva Perón nos contempla en este día, se sentirá feliz y satisfecha porque su corazón descansará, corno ella lo quiso, a la sombra generosa y tutelar de los descamisados. .................
1955-05-01
Al inaugurar el 89' periodo de sesiones del Congreso de la Nación :
Señores senadores y diputados: El Poder Ejecutivo, compartiendo el honor y la responsabilidad prescritos por la Constitución Nacional, llega hasta esta Asamblea Legislativa para declarar inaugurado el octogésimo noveno período del Congreso Nacional. Estas asambleas extraordinarias, cuya realización corresponde por igual a los poderes que representamos, han sido cumplidas por nosotros con absoluta fidelidad desde 1946 hasta la fecha, durante nueve períodos parlamentarios. En los ochenta períodos precedentes, el mismo mandato constitucional no había sido cumplido sino en tres oportunidades. Nos sabemos poseedores de una representación, que constituye nuestra más alta dignidad: la plenipotencia que nos otorga el único señor y soberano de nuestros actos: el pueblo. Y por eso nos sentimos honrados por el hecho que acabo de señalar. Y recíprocamente, nos sabemos dignos de esta plenipotencia porque en ningún momento hemos dejado de cumplir con la voluntad del pueblo. Esta Asamblea, que anualmente nos congrega es por muchos motivos una prueba más de que practicamos en todos nuestros actos los principios de la Doctrina Nacional. En este caso cumplimos con el primero de todos sus principios, cuyo enunciado establece que "el gobierno debe hacer lo que el pueblo quiere y defender un solo interés: el del pueblo". Desde 1943 sostenemos que lo sublime de los principios reside precisamente en su ejecución y no en su enunciado. El acto que estamos realizando contribuye a elevar nuestros principios, que así, gracias a nuestra voluntad ejecutiva, llegan al plano superior que sustenta lo sublime de los principios. Pero el honor de esta Asamblea no reside solamente en que se cumpla un mandato constitucional. Este hecho es más bien un simbólico contraste entre un siglo de gobiernos y los diez años de la Nueva Argentina Es posible que a nosotros no nos interesen las diferentes interpretaciones que pueda tener una disposición constitucional. En cambio nos vanagloriamos siempre de conocer la interpretación que le da el pueblo y tratar de cumplirla como la única interpretación auténticamente democrática. Entendemos nuestro deber de gobernar según los mandatos del pueblo y en virtud de la Doctrina Nacional, que es el conjunto equilibrado y armónico de sus sentimientos, de sus ideas y de sus decisiones. El honor de nuestros nueve parlamentos, desde 1946 hasta la fecha tiene su mayor fundamento en la tarea cumplida por todos y por cada uno nosotros. El Ejecutivo, en su carácter de poder colegislador, se considera también partícipe de tan alto mérito debido a la propia tarea responsable que tiene en la formación de las leyes sancionadas y promulgadas desde 1946. Si alguien no creyese en la incomparable magnitud de nuestra común labor legislativa, bastaría mostrarle el ritmo parlamentario, formal espiritualmente colonialista que marcó, hasta 1943, el ritmo de toda la República y ponerle enfrente, para su adecuada comparación objetiva, el ritmo parlamentario peronista de la Nueva Argentina que estamos construyendo. Recuerdo que el 4 de junio de 1946, después de prestar juramento como presidente de la Nación, declaré que "pausadamente, a su tiempo y sazón, deberían adaptarse los principios revolucionarios al cuerpo nacional de nuestras leyes". Es indudable que todos los congresos peronistas han cumplido aquel objetivo de 1946. Me permito hablar de congresos peronistas porque hemos asumido con absoluta plenitud, tanto la responsabilidad de nuestra acción mayoritaria como el honor de representar al pueblo, que delega en nosotros parte de sus derechos soberanos. Honrados por el favor del pueblo, nos abruma ese favor como una responsabilidad que no podemos compartir y que nunca hemos compartido mediante la transacción o la componenda política, la que por otra parte no necesitamos. El golpe de Estado de 1943 fue exaltado a la suprema calidad de revolución del pueblo por los descamisados argentinos el 17 de octubre de 1945. El 24 de febrero de 1946, la Revolución fue convertida en gobierno por la avalancha silenciosa de la ciudadanía en pleno ejercicio de su derecho electoral. El 11 de noviembre de 1951, el gobierno de la Revolución fue consagrado por una ciudadanía que ya representaba prácticamente a todo el pueblo argentino. Con la ratificación electoral de 1951, el pueblo argentino consagró también los principios de la doctrina que veníamos predicando y realizando desde 1943. Desde entonces, y en virtud de la verdadera democracia que practicamos, los hombres, las mujeres y los trabajadores que integramos el Movimiento Peronista tenemos el derecho de conducir el país en todas las ramas del gobierno y en todas sus divisiones políticas, según los principios de nuestra doctrina. La doctrina del Movimiento Peronista pasa a ser doctrina del pueblo argentino, que desde entonces tiene Doctrina Nacional. Ya no somos la masa inorgánica y amorfa de 1943. Constituimos una comunidad organizada, cuerpos de organizaciones sociales, económicas y políticas, vitalizada por un conjunto armónico y equilibrado de ideas, sentimientos y decisiones que constituyen nuestra doctrina, alma o espíritu de la Nación. Nosotros no consideramos haber sido los creadores de la Doctrina Nacional. Si la llamamos "nuestra doctrina" es porque nos sentimos satisfechos por haber alcanzado el honor de interpretar los sentimientos, las ideas y las decisiones que afloraban confusos y desordenadamente desde la masa popular que ahora es nuestra comunidad virtualmente organizada. La Doctrina Nacional, alma o espíritu de nuestro pueblo, es la primera causa de nuestra existencia vital como Nación. Es el equilibrio armónico de nuestra unidad nacional en sentimientos, en ideas y en decisiones. Nos acerca a todos los argentinos bajo los signos de un solo corazón, una sola mente y una sola voluntad. Nuestra Doctrina Nacional, que es toda el alma de nuestro pueblo, se orienta hacia las alturas de un destino superior: nuestro destino nacional, un destino que aceptamos elegir entre los diferentes destinos que nos ofreció la Providencia en los momentos fundamentales de nuestra historia. El destino de la Argentina, el que decidió elegir nuestro pueblo, está grabado para siempre en el frontispicio de nuestra Doctrina Nacional en la piedra angular de su definición. Queremos ser una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Queremos la armonía entre los valores materiales y los valores espirituales, y la armonía entre los derechos del individuo y los de la sociedad. Y queremos realizar todos los principios y objetivos con la finalidad suprema de alcanzar la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación Tales son las banderas, los caminos y las cumbres de nuestro des nacional. Realizar la doctrina de nuestro pueblo es marchar hacia las metas tas del destino nacional. El destino de la Nación es nuestra suprema ley. Es la ley fundamental cuyas raíces se hunden en el alma de nuestro pueblo. Debe ser el espíritu de todos nuestros actos y de todas las leyes que nos rigen, sin excluir la misma Constitución de la República. Si la más encumbrada de nuestras leyes fuese un obstáculo en el camino que sigue nuestro pueblo con sus banderas de justicia, de libertad y de soberanía, marchando hacia las altas cumbres de su destino, no de deberíamos dudar ni un solo instante en declararla caduca en nombre de Doctrina Nacional. En la hora de los pueblos, de la que tanto hablamos, debemos tener plena conciencia de que las leyes se hacen para servir a los pueblos, y no los pueblos para servir a las leyes. Nuestra Revolución debió violentar durante algunos años la esencia, la forma y el articulado de numerosas leyes, en homenaje a la suprema ley: el alma de nuestro pueblo, que iluminaba nuestras luchas desde la fragua encendida de la Secretaría de Trabajo y Previsión, donde empezamos a forjar todo nuestro sistema de reformas. La Revolución no ha terminado aún. En tiempos de crisis universales, como la que atravesamos, todo gobierno debe sentirse en permanente tensión revolucionaria. Las crisis universales eligen a los pueblos que deben sobrevivir, y solamente sobreviven, los pueblos cuya doctrina abierta hacia el porvenir, puede adelantarse a los tiempos y reformar sin violencias destructoras, o con la menor violencia y destrucción posible, las propias estructuras sociales, económicas y políticas. Los congresos mayoritariamente peronistas han tenido a su cargo esa empresa difícil y arriesgada: legislar pausadamente toda nuestra Revolución a través de las periódicas reformas sucesivas que nos impuso nuestra decisión irrevocable de abrazar la causa del pueblo hasta sus últimos extremos. Tan alta empresa legislativa, realizada sin prisa pero sin pausa, es un alto honor para los congresos de nuestro movimiento, pero nos está señalando al mismo tiempo, el rumbo futuro de la acción legislativa. Y para nosotros, el rumbo está total y absolutamente definido: es el rumbo del destino que nuestro pueblo eligió para realizarlo hasta el fin. Muchas veces hemos afirmado, desde 1943, que la Revolución de junio no hubiese pasado de ser una de nuestras acostumbradas y periódicas revoluciones intrascendentes si no le hubiésemos dado un contenido fundamental. Ese contenido tenía que concretarse en algunas reformas también fundamentales, que solo podían surgir de nuestra acertada interpretación de las auténticas aspiraciones, ideas y voluntades comunes a la mayoría de los argentinos. Para tener caracteres esenciales de "Revolución Nacional" era menester que el movimiento revolucionario echase raíces en el pueblo, expresión viviente de la patria misma. Acuciados por la fuerza de esta idea motriz, solicitamos al gobierno de la Revolución un puesto de trabajo desde donde pudiéramos ver la realidad auténtica del pueblo, que habría de proporcionamos el contenido fundamental de la Revolución y la orientación de las reformas a emprender. La patria, cuyo supremo bien nos había lanzado a la Revolución, ya era, en nuestro concepto, algo consubstancial con el pueblo. Servir a la patria era, ya entonces y desde entonces en definitiva y para toda nuestra vida, exactamente lo mismo que servir al pueblo. Lo primero que vimos en el pueblo de 1943 -en aquella masa inorgánica sin fe y sin esperanza- fue la realidad de una angustiosa y desoladora situación social. Aquella primera realidad determinó nuestras primeras acciones, y el conjunto de todas, constituyó nuestra reforma social, una auténtica modificación bajo ese aspecto en nuestro pueblo. Sobre esta reforma se concentraron, poco a poco, todos nuestros esfuerzos. La justicia social fue, como objetivo, el primer centro de gravedad de nuestro movimiento. Y el pueblo la izó como bandera de sus esperanzas en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Sin embargo, no se podrá decir que, deslumbrados por el éxito o atraídos por la lucha, hayamos visto en la reforma social el conjunto integral que la Revolución necesitaba para ser precisamente la revolución total. Ya sabíamos entonces que la reforma social exigiría una reforma económica, y esta, a su vez, una reforma política. Por eso, aun en pleno gobierno revolucionario, procedimos orgánicamente con el sentido absoluto de la responsabilidad que habíamos asumido ante nuestro pueblo y ante nuestra conciencia. Si no hubiésemos procedido así, jamás se nos hubiese ocurrido, por ejemplo, propugnar la cooperación entre el capital y el trabajo, ni la armonía y el equilibrio entre los derechos individuales y los derechos sociales; ni hubiésemos pensado tampoco en la formulación de planes de gobierno como los que se elaboraron en el Consejo Nacional de Posguerra, planes cuyas determinaciones siguen teniendo actualidad en las grandes decisiones que solo se adoptan cuando se trabaja pensando en etapas de un porvenir que acaso no veamos para reconocer en los futuros éxitos de la República la certeza de nuestras previsiones. Si hubiésemos actuado con miras inmediatas, hubiésemos optado por las reformas demagógicas que habían predominado en nuestra vieja politiquería. Pero mal podíamos hacer precisamente nosotros lo mismo que deseábamos desterrar para siempre de la historia de la República. Nuestra actitud política estuvo siempre, por lo general, en las antípodas de la conducta que había causado el descrédito y la ruina de los partidos políticos en plena decadencia. Frente al individualismo de los caudillos opusimos la solidaridad como fundamento de nuestra acción partidaria. Frente a la politiquería pequeña y personalista, opusimos la gran política de masas. Frente a la politiquería como fin subalterno, opusimos nuestro supremo fin: la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. Estos extremos entre nuestra actitud y las caducas formas políticas de antaño desconcertaron a nuestros adversarios, pero al mismo tiempo nos ganaron el favor del pueblo. Cuando lo advertí, pensé que la Revolución había hallado su auténtico contenido fundamental. Doce años después, es posible ver fácilmente todo aquello con notoria claridad. Pero no resultaba ni tan fácil ni tan claro en 1943. Habíamos decidido realizar de inmediato una reforma social auténtica, que era imprescindible para la vida y para el destino futuro de nuestro pueblo. Desde 1943 hasta 1946, nuestras acciones se encaminaron, preponderantemente, en ese sentido. Fue la etapa de la reforma social, centro de gravedad de nuestra acción, y que tuvo como objetivo la justicia social. En 1946 dimos predominio a la acción económica. La justicia social nos exigía el ordenamiento económico de la vida nacional en función de su bienestar. En otros términos, la reforma social nos obligó a pensar en la necesidad de realizar en nuestro país los principios de economía social, cuyos bellos enunciados se detenían ante la enorme distancia que mediaba entre el egoísmo del capital abusivo y explotador y el odio de la justa reacción de las masas explotadas. También era fácil entonces hablar de economía social, y no faltaban ingenuos a quienes les parecía fácil llevarla a cabo. Realizarla, en cambio, era otra cosa. Debíamos conciliar necesariamente los equitativos intereses o derechos del capital con los justos derechos e intereses del trabajo; y eso ya no era tan fácil como aparecía en los tratados de la economía social. De lo contrario, no hubiésemos debido soportar tanto encono, cuyas heridas nos hemos olvidado, del mismo modo que, deslumbrados por el recuerdo del 17 de octubre de 1945, los días y los hechos que lo provocaron han desaparecido de nuestra memoria. El capital servía, en aquel tiempo, a los intereses del egoísmo individualista o a los intereses internacionales, que no se detienen ni ante la amistad de las naciones, provocando conflictos entre los pueblos. El capital egoísta de 1946 no se avenía con facilidad a la cooperación, sin egoísmos, con el trabajo, que es el otro factor de la economía social. Tampoco resulta fácil llevar a cabo la economía social cuando el campo del trabajo está infiltrado por las reacciones del odio negativo que va desde el anarquismo individualista hasta la reacción del colectivismo internacional, que tampoco se detiene ante las amistades seculares de los pueblos y no tiene escrúpulos en provocar enfrentamientos internacionales. Debíamos suprimir los abusos del egoísmo, para que no alterase nuestra vida nacional el odio de las reacciones justas que afloraban en la masa explotada de trabajadores. La necesidad de realizar la economía social -la misma que hoy se manifiesta plenamente en la conjunción armónica de esfuerzos que se materializa en el Congreso de Productividad y Bienestar Social- nos hizo ver la imperiosa necesidad de ser económicamente libres. Así fue como la justicia social, objetivo de nuestra primera reforma, nos obligó a señalarnos como objetivo de nuestra segunda acción reformadora: la independencia económica. La tercera serie de acciones reformadoras fue de naturaleza política y registra su mayor intensidad en el período que se inicia en 1949 con la reforma constitucional. El país lo exigía. Bastará recordar que hasta 1943 solo una reducida parte del pueblo gozaba de los derechos políticos electorales, que cedían en la práctica ante la maquinación o el fraude. En ese entonces, el Congreso no era la expresión de la voluntad nacional ni representaba a las organizaciones populares. No traducía, en definitiva, otra voluntad que la de algunos malos dirigentes políticos ni representaba otra organización que la del fraude electoral. Era necesario restablecer la soberanía popular y convertir a los gobernantes en auténticos ejecutores de la voluntad de la ciudadanía. Ese fue nuestro objetivo en el terreno político y creemos haberlo realizado íntegramente. Pero hemos querido ir más allá de la liberación política del hombre argentino. Nuestro mayor afán se ha dirigido a crear en él una firme conciencia de sus poderes soberanos y de la invulnerabilidad de sus libres decisiones. Ese ha de ser el obstáculo infranqueable ante el que se estrellarán mañana quienes abriguen la esperanza de volver a usufructuar el poder a espaldas de la voluntad del pueblo, depositario de la soberanía de la Nación. Ese despertar de la conciencia ciudadana ha permitido ir dando una estructura orgánica a lo que hasta entonces había sido el conjunto amorfo del pueblo. Nuestra doctrina de solidaridad social ha ido conformando el alma popular en un sentido constructivo, preparando el terreno para el advenimiento de la comunidad organizada capaz de defender sus derechos y de imponer la justicia en la administración de sus intereses. La Constitución y el perfeccionamiento de las organizaciones del pueblo, que trascienden hoy el plano institucional, son hechos que habrán de destacarse en la historia de nuestra patria porque significan cerrar definitivamente toda posibilidad de opresión o de fraude. No es empresa difícil la de imponer decisiones arbitrarias sobre el conjunto impreciso del pueblo no organizado. Pero muy distinto es el problema cuando el aventurero político debe enfrentarse con un pueblo organizado, consciente de sus derechos y dispuesto a la defensa de sus intereses. Entonces ya no es posible la burla permanente a la voluntad nacional ni el gobierno de asalto opresivo y omnipotente. Muchas veces se nos ha acusado de pretender el gobierno absoluto por la única y sencilla razón de que no estábamos dispuestos a negociar con los políticos profesionales el mandato que habíamos recibido del pueblo. Pero si los gobernantes se juzgan a través de los hechos concretos, deberá reconocerse que quienes han brindado todo su esfuerzo para dignificar al hombre, darle conciencia de sus derechos inalienables y organizarlo para la efectiva defensa de sus intereses, no han hecho sino renunciar a la prevalencia de sus propias decisiones para convertirse voluntariamente en los servidores de la voluntad popular. La comunidad organizada es el único basamento real de la democracia auténtica, porque solo ella está en condiciones de concretar y definir precisamente las aspiraciones comunes y señalar los derroteros de la Nación. Ello supone algo más que un conjunto de organizaciones materiales, de poderosas centrales o extensas corporaciones. Y ese algo más es el espíritu de solidaridad de todos y cada uno de sus integrantes; la convicción profunda de la comunidad de los intereses y la franca colaboración en la lucha por la consecución de los beneficios comunes, que se han de distribuir equitativamente entre todos sus participantes. Es esa, para nosotros, la culminación de nuestra obra de gobierno, y los hechos de todos los días nos están diciendo que las aspiraciones empiezan a tornarse realidad. Será suficiente referirnos, como prueba de este aserto, a ese acontecimiento único en nuestra historia nacional que ha significado la realización del Primer Congreso Nacional de Productividad y Bienestar Social, en donde las organizaciones de los trabajadores y de los empresarios han tomado asiento alrededor de una misma mesa para buscar solución al problema común de la productividad económica. Cuando la justicia social cierre la etapa de lucha cruenta, comienza a perfilarse por encima de las viejas diferencias los basamentos de los intereses generales de la colectividad, que no son exclusivos de los trabajadores ni de los empresarios sino que atañen a todos los argentinos por igual. (Este parrafo no esta completo en TEXTO DE OBRAS COMPLETAS) pero aca en audio aparentemente SI) Es ese espíritu de solidaridad el que deberá cimentar la armonía y el equilibrio de los intereses de los distintos sectores para que, con el mínimo de sacrificio de cada uno y con la generosidad de todos, se pueda cumplir el fin supremo de nuestra sociedad, que no es otro que el de la felicidad del pueblo. La reforma social, la reforma económica y la reforma política no constituyen, pese a su importancia, la solución del integral problema humano. Ellas no hacen sino abrir el camino para que el hombre, superados sus inmediatos problemas materiales, pueda elevarse sobre sus comunes dimensiones para asomarse a los altos panoramas del espíritu. Se ha dicho últimamente con evidente injusticia, que el gobierno no tiene nada que ver con el alma de los hombres y que el Estado no tiene por qué ocuparse de problemas espirituales. Pero las almas de los hombres constituyen, reunidas, el alma común de nuestro pueblo. Si se niega al gobierno su derecho de actuar sobre el espíritu de los hombres, se le está negando el legítimo derecho de promover la elevación cultural del pueblo. Por otra parte, de la misma fuente, con igual injusticia, con el mismo tono apocalíptico de la misma oligarquía soberbia que venimos enfrentando desde 1943, cada vez que debemos actuar en defensa de los humildes, se declara que solo nos ocupamos de los problemas materiales de nuestro pueblo. Las dos afirmaciones se contradicen mutuamente, al igual que las bibliotecas contrapuestas de los malos abogados que, como algunos malos comerciantes, consideran "que el cliente siempre tiene razón" y que es necesario dársela de cualquier manera. En el caso nuestro, claro está, las dos bibliotecas nos acusan de común acuerdo, a pesar de la evidencia de sus contradicciones. Sin atenernos al ladrido de los perros en la noche, porque venimos cabalgando apresuradamente desde hace doce años con ansias de llegar, nosotros pensamos que así como las reformas básicas sociales, económicas y políticas, corresponden a la esfera de nuestra acción, el gobierno no puede desentenderse de la elevación cultural del pueblo, porque de esa misma elevación general del alma nacional depende el porvenir de la República, que es el destino mismo de nuestro pueblo. Pensamos, y creo que pensamos bien, que en esta reforma del alma popular era más fácil actuar sobre las almas jóvenes, en las que reside ya el pueblo futuro. Así lo confesé en cada oportunidad que tuve, declarando que ya a nosotros, los hombres maduros, no se nos puede cambiar tan fácilmente el alma. Confesé que nosotros, los viejos dirigentes del mundo, éramos responsables de toda la crisis que estamos presenciando y que habíamos complicado demasiado todas las cosas. Dije también muchas veces que solamente nuestras muchachas y nuestros muchachos, fuertes en el espíritu y en el cuerpo, pero ante todo y sobre todo buenos, podían arreglar el mundo. Y me puse a trabajar para hacer algo, avanzando por un camino nuevo. Lo hice personalmente, lo mismo que en 1943, cuando me largué a buscar el problema abriendo las puertas de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Esta vez fui a buscarlo en el contacto directo con la juventud. Abrí las puertas de la residencia presidencial, que habían disfrutado tranquilamente muchos presidentes en la soledad sin pueblo de sus veranos o con sus amigos en sus fiestas también sin pueblo. En Olivos y en Núñez comparto con la juventud mi propia mesa familiar y mis descansos, y allí me siento como padre de una gran familia cuyos hijos son los mismos que en 1943 proclamé, por primera vez, "únicos privilegiados de la Nueva Argentina". En presencia de tan extraordinaria juventud, me siento responsable de su porvenir. Yo no me resigno a aceptar los remordimientos que suelen tener en la vejez los padres que abandonan a los hijos a su propia suerte. Los hallé huérfanos de toda formación corporal y espiritual. Nadie se había ocupado de ellos. Si alguno lo hizo, fue habitualmente para desequilibrar la maravillosa armonía que la naturaleza nos muestra tan claramente en la juventud. Todas o casi todas las personas o las organizaciones que alguna vez trabajaron en la formación del alma de nuestra juventud lo hicieron generalmente de manera unilateral, o, lo que es peor aún, para utilizarla como instrumento. Actúan unilateralmente quienes se ocupan solo de la mente o del alma, sin interesarse por la educación del cuerpo, que es el supremo medio para la formación del alma como supremo fin. Unilateralmente actúan quienes solo piensan en una juventud físicamente sana, pero desprovista de sentimientos y de ideas nobles. Pero esta no es la situación más grave. El caso más deplorable es el de quienes utilizan la educación de nuestra juventud para sus propios fines. Cuando me lancé a la educación de la juventud como acción fundamental de la reforma cultural que pretendía realizar, traté de hacerlo sin los unilateralismos que acabo de señalar. Tampoco me guió el afán de utilizarla con fines subalternos de ninguna clase. Reitero ante vuestra honorabilidad cuáles fueron y son mis intenciones. Siempre pensé que en la juventud está el alma de nuestra futura comunidad vitalmente organizada y por ende, el destino mismo de la Nación. Por lo tanto, si queremos perpetuar el contenido fundamental de nuestra Revolución y de nuestro movimiento, debemos preparar el alma de nuestra juventud. Sobre ella debe gravitar nuestra reforma cultural. Si empecé por darle todo el aire y el sol que pude, fue porque era necesario restablecer en nuestra juventud de invernáculo la divina proporción y armonía que ya mencionaban los maestros de la antigua Grecia. Emprendía esta acción con absoluta buena fe, pensando en el futuro destino de la Nación. quiero para mi patria un pueblo librado de todos los unilateralismos y de todos los sectarismos, cuya esclavitud es peor que la que imponen las coyundas económicas, sociales o políticas. Frente a nuestra reforma educacional y cultural, empezaron a surgir, primero aisladamente, esporádicamente, subrepticiamente, y luego cada vez más organizados, nuestros enemigos: la reacción de siempre, la antipatria de siempre, que venimos soportando desde 1943. En muchas oportunidades hemos querido persuadir a nuestros adversarios. Algunas veces lo conseguimos. Cuando tales actitudes se han producido de buena fe, nos hemos sentido felices. Pero, en general, nuestros adversarios, aunque divididos y variables en sus formas de lucha, son los mismos de siempre, precisamente porque también es la misma muchedumbre de siempre la que nos sigue, con la fe de los primeros años, acrecentada por la visión real de los esfuerzos y las realizaciones de nuestro movimiento. Nosotros no nos engañamos nunca tampoco en relación con nuestros adversarios. Pero los enfrentamos de a uno por vez, y los vencimos de a uno con cada una de nuestras reformas. Y resultó fácil probar que nunca nos engañamos ni engañamos al pueblo con respecto a nuestras intenciones y a nuestros adversarios. Cuando el 12 de febrero de 1946 expuse ante el pueblo reunido en la 9 de Julio mi programa de gobierno, declaré: "Una tempestad de odios se ha desencadenado contra los descamisados, que solo piden ganarse honradamente la vida y poder sentirse libres de la opresión patronal y de todas las fuerzas obscuras o manifiestas que respaldan sus privilegios. Esta tempestad de odios se vuelca en dicterios procaces contra nosotros, procurando enlodar nuestras acciones y nuestros más preciados ideales. De tal manera nos han atacado que si hubiéramos tenido que contestar una a una sus provocaciones no habríamos tenido tiempo bastante para construir lo poco que hemos podido realizar en tan escaso tiempo. Pero debemos estarles agradecidos, porque no puede haber victoria sin lucha". Declaré también entonces, sin ninguna reserva mental: "Cuando nuestros enemigos hablan de democracia, tienen en sus mentes la idea de una democracia estática, quiero decir, de una democracia basada en los actuales privilegios de clase. Como los órganos del Estado y el poder del Estado, la organización de la sociedad, los medios coactivos, los procedimientos de propaganda, las instituciones culturales, la libertad de expresión del pensamiento, la religión misma, se hallan bajo su dominio y a su servicio exclusivo, pueden echarse tranquilos en los brazos de la democracia, pues saben que la tienen dominada y que servirá de tapadera a sus propios intereses". Bien claramente se ve en los tiempos actuales que estábamos en la verdad porque diez años después los privilegiados siguen utilizando frente a nuestras luchas por el bien del pueblo los mismos instrumentos que ellos pretenden seguir utilizando contra el pueblo. Nosotros ya no podemos ni debemos, ni consideramos honroso, retroceder. El mismo 12 de febrero de 1946 declaré: "Ligada nuestra vida a la causa del pueblo, con el pueblo compartiremos el triunfo o la derrota". En este momento, como en todos los otros, la única solución reside en que el adversario reconozca su error en los hechos, aunque no lo manifieste en declaraciones ostentosas. El error de nuestros adversarios actuales es el mismo de quienes se opusieron a nuestra reforma económica. Quienes se oponían a nuestra reforma económica nos acusaban de anticapitalistas. La verdad es muy otra: estábamos en contra de los abusos del capital. En realidad, defendíamos al capital que servía al pueblo. Hoy tampoco mezclamos las cosas. Queremos elevar la cultura de nuestro pueblo. Para eso realizamos todas nuestras reformas. Queremos que el alma de nuestro pueblo se eleve hacia las alturas dignas de una nación justa, libre y soberana. No nos oponemos a los derechos de nadie que honradamente quiera servir al pueblo en esta empresa. Pero lucharemos sin tregua, y hasta caer exhaustos, si es necesario, contra quienes pretendan seguir utilizando cualquier privilegio para explotar al pueblo o limitar la elevación cultural, que es una meta fundamental de nuestro destino. Para nosotros no puede haber engaños de ninguna clase. Nunca los hubo, por otra parte. Como en mi primer mensaje ante vuestra honorabilidad, podría repetir ahora: "Quienes quieran oír, que oigan; quienes quieran seguir, que sigan: mi empresa es alta y clara mi divisa; mi causa es la causa del pueblo; mi guía es la bandera de la Patria". En el orden económico, el país sigue avanzando firme e ininterrumpidamente hacia las etapas superiores de su desarrollo, superando en forma definitiva su antigua posición de país satélite. Si quisiéramos juzgar eficiencia del sistema y de la política económica que hemos adoptado tendríamos que hacerlo en función de los obstáculos afrontados y del éxito en la consecución de los objetivos propuestos. El período de 1951-1952 constituyó la prueba más dura que haya de debido afrontar la economía nacional en lo que va de este siglo. Y si el país pudo sobreponerse a la pérdida de sus cosechas y a la merma de sus ganados, sin doblar la rodilla ni imponer sacrificios penosos a su pueblo, es porque la nueva estructura de su economía le proporcionó una solidez en laque hasta entonces había carecido. La historia nacional nos enseña, efecto, que toda vez que el país debió afrontar una situación análoga, desembocó en la crisis económica, en la entrega al extranjero y en la miseria popular. Ese es el primer aspecto fundamental de nuestra obra: el haber proporcionado seguridad económica a un pueblo que periódicamente pagaba con lágrimas la adversidad de la naturaleza o la actitud reticente de los compradores extranjeros. Pero no seríamos felices si nos limitáramos a comprobar esa circunstancia, porque no podemos olvidar que dentro de la concepción peronista, la economía no es un fin en sí mismo, sino un medio para el logro del objetivo final que nos hemos propuesto: el de asegurar la felicidad del pueblo. Dos son, en efecto, las condiciones que debe reunir una economía. De acuerdo con los principios de nuestra Doctrina Nacional: la primera, la de su capacidad para proporcionar una masa suficiente y siempre creciente de bienes; la segunda, la de posibilitar el equitativo reparto de esos bienes entre todos los que concurren a su producción. Respecto al primer punto, es con satisfacción que comprobamos que en el año 1954 la renta nacional -incluyendo la inmobiliaria y los impuestos indirectos- alcanzó la extraordinaria meta de 125 mil millones de pesos. Ello ha sido posible porque a la tradicional riqueza de nuestra pro- primaria hemos sumado la pujanza de una industria cuyo vertiginoso progreso ha eliminado para siempre las características coloniales y dependientes de un país monoproductor. El censo levantado en el año 1954 ha permitido hacer el primer gran balance de esa obra de gobierno. Hemos comprobado que en el corto lapso transcurre entre los censos de 1947 y 1954 se incorporaron a la industria y a la minería nacionales 95.323 establecimientos. En el mismo término, mientras la población crecía en un 18 por ciento, la ocupación obrera en aquellos sectores se incremento en un 25 por ciento, superando la tasa de crecimiento de los países más progresistas. Pero, si nuestra economía ha avanzado en proporciones y solidez, también lo ha hecho en justicia, asegurando una mayor y más equitativa distribución de los bienes producidos. Es interesante destacar, en ese sentido, que los análisis de la renta nacional demuestran que en el año 1954 el 55 por ciento del total de los ingresos percibidos en el país correspondió a los obreros y a los empleados, superando la participación de los empresarios, de los propietarios, de los rentistas y de los profesionales. Si se tiene en cuenta que en el año 1945 solo el 41 por ciento del total de los ingresos fue a manos de los trabajadores, se advierte la profunda redistribución que se ha operado al amparo de los principios de justicia social que inspiran nuestra acción. La economía cumple así el cometido que le hemos fijado: contribuir a la felicidad del pueblo a través de una constante elevación de su nivel de vida. Pero las metas alcanzadas no son, para nosotros, más que simples escalones en la persecución de un creciente bienestar popular. Hasta aquí nos ha bastado poner en marcha los recursos inexplotados, destruir las trabas que se oponían a nuestro progreso y asegurar que el total producido de la riqueza nacional se distribuya equitativamente entre todos los argentinos, suprimiendo los drenajes que la canalizaban hacia el exterior. Pero en adelante depende de la acción consciente y responsable del pueblo organizado abrir los horizontes de un nuevo y efectivo progreso. El gobierno puede movilizar las fuerzas dormidas, crear condiciones óptimas para el desenvolvimiento de las actividades productivas y asegurar que sus beneficios no emigren injustificadamente. Pero no puede suplir la acción de todos y de cada uno de los argentinos en la diaria tarea de producir y crear bienes para satisfacer las necesidades populares. No existe aún, fórmula mágica que permita distribuir más bienes que los que realmente se producen. Por eso, si queremos continuar elevando al mismo ritmo, el bienestar popular, es necesario producir más y producir mejor. Que ello es ya una conciencia nacional lo muestra la encomiable asumida por las organizaciones del pueblo, representativas del trabajo y del capital, al asumir conjuntamente la tarea de estudiar la forma de elevar la productividad de nuestra economía con miras al incremento del bienestar social. El Acuerdo Nacional de Productividad, fruto de esos esfuerzos, ha de contar con el apoyo más decidido del Estado para la concreción efectiva de las aspiraciones que lo informan, tanto en la esfera de su actividad privada, como en la órbita propia de la acción estatal. El proceso recuperatorio del año 1953 encontró su consolidación efectiva en el curso del año 1954. La colaboración disciplinada del pueblo y las previsiones adoptadas por el gobierno, permitieron recobrar el intenso ritmo de crecimiento económico que caracterizó a nuestro país a partir 1946. Pese a las creencias y crecientes dificultades de la comercialización exterior, derivada de la pronunciada crisis del mercado mundial de cereales, el país pudo obtener, en el volumen de sus exportaciones, el más alto nivel registrado en los últimos quince años. El sensible mejoramiento operado en el mercado interno después de la atonía originada por las pérdidas agrarias de los años 1951 y 1952, se produjo un importante crecimiento de las actividades industriales, mineras y comerciales. La agricultura, a su vez, continuó registrando los altos niveles de producción que caracterizaron al año 1953, mientras que las existencias ganaderas se incrementaron, reponiéndose de las cuantiosas sufridas en el período referido. Al propio tiempo, y como pasos decisivos para el aseguramiento de una total autonomía económica, superando los aislados vínculos de dependencia hacia el exterior que aún subsisten, en el año 1954 se concretaron los programas destinados al desarrollo de los recursos energéticos y de la industria pesada. Una sucinta reseña del panorama actual, en los más importantes sectores de nuestra economía, reafirmará los conceptos anteriores. La producción agrícola de la cosecha 1953-1954 puede considerarse una de las mejores del último decenio. La producción de trigo y granos forrajeros ha de ser superior aún a la del año anterior, no así la de maíz, que ha sido afectada por condiciones climáticas adversas. El incremento de la productividad en las actividades agrícolas constituye una de las preocupaciones mayores del gobierno. En tal sentido, se ha realizado una intensa acción destinada a mecanizar las tareas, proporcionar semillas de mejor rendimiento, intensificar la lucha sanitaria, asegurar la utilización racional del suelo y diversificar la producción en función de la rentabilidad de la tierra, a fin de lograr el mejor aprovechamiento de los recursos naturales y los capitales invertidos. Es importante destacar, en tal sentido, los convenios realizados para la radicación en el país de importantes fábricas de maquinarias e implementos agrícolas, integradas con capitales nacionales y extranjeros, cuyos planes mínimos de producción aseguran al país una provisión de más de trece mil tractores anuales, que podrán elevarse a veinte mil. De esta manera, la agricultura argentina estará en condiciones de independizarse del incierto suministro extranjero de elementos imprescindibles para su progreso futuro. En materia ganadera, el amplio apoyo crediticio, la ajustada tipificación y el régimen de precios establecido determinaron un incremento de los planteles que permitió un normal abastecimiento de carne. La acción de fomento minero desarrollada, se ha traducido en un notable incremento de la producción, siendo destacable el aumento de un diez por ciento registrado en la producción de minerales metalíferos, tales como cinc, plomo y estaño. La extracción de petróleo alcanzó, a su vez, la cifra de 4.700.000 metros cúbicos, que representa un aumento del cuatro por ciento con respecto al volumen de 1953. Los índices del volumen físico de la producción industrial revelan para el año 1954 un aumento del siete por ciento sobre el nivel alcanzado el año anterior. En ello ha influido el mejoramiento en el abastecimiento de materias primas importadas, una mayor demanda por parte del sector de la construcción y la elevación de la actividad general económica del país. La mayor disponibilidad de divisas permitió encarar, con el concurso de las organizaciones del pueblo, un plan de modernización y equipamiento de algunas de nuestras más importantes industrias. La construcción, a su vez, se incremento aproximadamente en un quince por ciento, siendo importante destacar la acción de promoción de la edificación privada desarrollada por el Banco Hipotecario Nacional, que acordó préstamos por un valor de cinco mil millones de pesos, esto es, por un monto que supera en mil cuatrocientos misiones a lo acordado en 1953. En el año 1954, las exportaciones alcanzaron el elevado volumen de 9,6 millones de toneladas, que es el más alto registrado desde el año 1939. Las importaciones, a su vez, alcanzaron un volumen de once millones de toneladas, superando aproximadamente en dos millones de toneladas a las registradas en 1953. No obstante, el incremento observado en las compras externas, especialmente en los rubros de combustibles, hierros y maderas, los egresos de divisas pudieron ser atendidos con los ingresos provenientes de las exportaciones, quedando un superávit de 350 millones de pesos. Esta última circunstancia ha asegurado el manteniendo de un elevado nivel de disponibilidad de oro y divisas que excedían a fin de 1954 los tres mil millones de pesos. Ello permite contar al país con una importante masa de maniobra para hacer frente a las contingencias propias de un balance de pagos influido fuertemente por las continuas oscilaciones de los precios y volúmenes disponibles de nuestros saldos agropecuarios. En el año 1954, y corno consecuencia del incremento operado en los diversos sectores de la producción, se registró un aumento correlativo en los medios de pago, aunque en tasa inferior a la del año 1953. La política del gobierno ha procurado satisfacer las necesidades creadas por la expansión económica, sin caer en excesos susceptibles de generar fenómenos inflacionistas. La mayor disponibilidad de crédito bancario estuvo destinada a la satisfacción de útiles y reales necesidades económicas, a través de una política selectiva y flexible. Los saldos de los préstamos, a fines del año 1954, registraban aumentos del veinte por ciento en las actividades agropecuarias, del trece por ciento en el comercio y del ocho por ciento en la industria y la construcción. El problema de la energía, talón vital de nuestra economía, fue objeto especial consideración en el primer período de nuestro gobierno. Corno consecuencia de la acción entonces iniciada, se encuentran hoy en explotación setenta mil kilovatios de energía eléctrica, previéndose en el plazo de dos años la habilitación de 350 mil kilovatios más. En minerales sólidos, se iniciaron los trabajos para la explotación en gran escala los yacimientos carboníferos de Río Turbio, y mediante el amplio apoyo prestado a Yacimientos Petrolíferos Fiscales, la producción fiscal de petróleo se elevó de dos millones 330 mil metros cúbicos, en 1946, a cuatro millones diez mil metros cúbicos, en 1954, operándose un aumento del 72 por ciento. Esa acción, medida tanto a través de su extensión e intensidad como a la luz concreta de sus resultados, no tiene precedentes en nuestro país. Pero si el incremento de la producción de energía fue extraordinario, más lo fue aún el crecimiento de las necesidades nacionales como resultado del alto ritmo de expansión de nuestra economía. Una consecuencia palpable de ese proceso es el hecho de que, en la actualidad, el cincuenta por ciento de las calorías totales consumidas en el país sea abastecido desde el exterior, provocando un fuerte drenaje de divisas y exponiendo al país a una situación crítica frente a una eventual paralización de los suministros exteriores. Sería cerrar los ojos a la realidad y exponer a nuestro pueblo a graves penurias el no decidirse a incrementar energéticamente la producción nacional de calorías con fuente propia, utilizando para ello todos los recursos disponibles, esto es, adoptar las medidas conducentes para asegurar- nos el autoabastecimiento indispensable para nuestro progreso económico, sin sujeción a ninguna dependencia externa. No podemos ignorar que el logro de ese objetivo no podrá alcanzarse a corto plazo mediante la energía hidroeléctrica, cuya producción en masa y distribución a los grandes centros de consumo exigen planes de fuertes inversiones con resultados a largos plazos. Frente al carácter agudo del problema, debemos buscar la solución por la energía termoeléctrica obtenida mediante la producción de petróleo nacional, que constituye la fuente más económica y de aprovechamiento a más breve plazo. Actualmente, y no obstante el extraordinario aumento obtenido en la producción, aún importamos el sesenta por ciento del petróleo que consume el país. Frente a esa situación, si pretendiéramos afrontar el problema con el único aporte de nuestros recursos propios, cargaríamos con la responsabilidad histórica de haber contenido el progreso del país, manteniéndolo atado a las peligrosas alternativas que el mundo experimente, mientras yacen inertes las inmensas riquezas que la Providencia nos ha brindado y que mañana, probablemente, dejarán de serio ante los avances acelerados de la ciencia y de la técnica. Si quisiéramos financiar con recursos propios, exclusivamente, las cuantiosas inversiones necesarias para asegurar el autoabastecimiento del país al alto nivel de la demanda actual, tendríamos que contraer hasta límites imprudentes otras adquisiciones o inversiones esenciales. Por eso, con plena conciencia del significado y de las proyecciones del problema, entendemos que se sirve a los verdaderos intereses del país al posibilitar, dentro de las normas fundamentales de nuestra Constitución, el aporte de recursos adicionales extranjeros para la extracción del petróleo argentino. Todo lo que contribuya a libramos del suministro foráneo de este elemento vital para nuestra vida nacional significará un aporte efectivo para el afianzamiento de la independencia económica nacional y el progreso ininterrumpido de nuestro país. En el mismo orden de ideas, y como un paso definitivo hacia la integración total de una economía que rompe con sus moldes coloniales, hemos asegurado la instalación de una planta siderúrgica en San Nicolás, con capacidad para producir y transformar más de un millón de toneladas de hierro y acero. El Estado, en su función de promotor de las grandes industrias de interés nacional, como lo establece el Plan de Gobierno, ha encarado su financiación mediante el aporte conjunto del capital público y privado, nacional y extranjero. Todas las dificultades de una empresa de tanta envergadura han sido finalmente vencidas, y la industria siderúrgica, base fundamental de nuestra industria de transformación, se ha de convertir a breve plazo en una realidad palpable de la Nueva Argentina. El acelerado crecimiento operado en la economía nacional en los últimos años ha sido posible por la puesta en marcha de los recursos humanos y materiales, hasta ese momento desaprovechados. Pero una vez que hemos llegado a un alto nivel de ocupación humana y de empleo del capital nacional disponible, nos enfrentamos a una disyuntiva: o nos limitamos a seguir creciendo al lento ritmo de nuestra capacidad de ahorro, o aceleramos nuevamente el desarrollo mediante el concurso adicional de recursos extranjeros. Ese problema se presenta tanto en el factor humano como en el factor capital. Si nuestra población ha crecido rápidamente en los últimos ochenta años ha sido gracias al concurso de las corrientes migratorias extranjeras. Si nos hubiésemos limitado a crecer en base exclusiva a nuestra tasa de crecimiento vegetativo, cerrando nuestras puertas a los hombres de buena voluntad, no constituiríamos un país de más de dos millones de habitantes. Pero ese aporte humano debe ser acompañado por un correlativo aporte material, si no queremos empobrecer el país disminuyendo la cuota de capital por habitante. Porque si la población crece a un ritmo más acelerado que el de la formación del capital nacional, no haremos sino empobrecernos paulatinamente Pero así como no podemos abrir las puertas del país para la entrada indiscriminada de inmigrantes, tampoco lo podemos hacer con respecto a los capitales. Unos y otros deben reunir un requisito previo: que su incorporación al país se traduzca en un beneficio y no en una carga. Es posible que los gobiernos anteriores hayan entendido el problema en lo que atañe a la selección de la inmigración, pero no así en lo que respecta al ingreso de capitales. Se aceptó a estos indiscriminadamente, sin analizarlos desde el punto de vista del interés nacional. Y buena parte de ellos no solamente no aportaron ningún beneficio al país, sino que se constituyeron en una carga permanente. Bastará recordar que el giro al exterior de sus beneficios e intereses llegó a absorber el 33 por ciento del producido de todas nuestras exportaciones. Esos son los errores en que no debemos incurrir. Los capitales que se incorporen al país deben ser objeto de la misma selección a que se somete a los hombres y solo debemos aceptar aquellos que vienen a crear riquezas y no a despojamos de ellas. Es a ese fin que dictamos la ley 14.222 de Inversiones de Capitales extranjeros, introduciendo, por vez primera en la historia del país, un régimen orgánico que, al tiempo que promueve la inversión útil, cierra la puerta al capital de explotación colonial. Su fundamento es muy simple. Permanentemente debemos adquirir en el extranjero un volumen de artículos que no producimos. Ello nos obliga a disponer de un elevado monto de divisas extranjeras y, lo que es peor, nos expone a penurias por el cese del abastecimiento, como ha sucedido durante las dos contiendas mundiales en lo que va del siglo. Esa misma empresa extranjera que nos vende el artículo puede instalarse en el país y producirlo aquí, creando una nueva fuente de trabajo y contribuyendo así al bienestar del pueblo. Pero siempre en base a una estricta condición: que nos permita ahorrar más divisas que las necesarias para las transferencias de sus utilidades al exterior. Tal es, en pocas palabras, la ley de inversiones. Un instrumento de progreso que en lugar de endeudar y someter al país a la dependencia extranjera, contribuye a la liquidez de su balanza de pagos y al afianzamiento de su independencia económica. Bajo su régimen, y en el corto tiempo de su vigencia, se ha incorporado a la economía nacional un conjunto considerable de empresas que han de liberarnos de nuestra dependencia del mercado extranjero para la satisfacción de importantes necesidades de nuestro pueblo. Concluye así en nuestro país el cielo de la inversión colonial basada en concesiones y prebendas, para iniciarse la etapa del aporte productivo, engendrador de nuevas riquezas destinadas a engrandecer la Nación y a proporcionar al hombre argentino el alto nivel de bienestar a que aspiramos. La acción política interna, de acuerdo al principio fundamental de nuestra doctrina, de que no constituye un fin en sí misma, sino un medio para el bien de la Patria, que es la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación, ha sido orientada exclusivamente por los intereses del pueblo y de sus organizaciones representativas. El auspicio popular de que se nutre el peronismo, reiterado cada vez el juego de las instituciones exige la consulta a la ciudadanía, ha tenido oportunidad de exteriorizarse nuevamente con motivo del llamado a elecciones para el ex territorio de Misiones. Con ellas el pueblo de la nueva provincia ha constituido sus autoridades locales y cumplido la última etapa del proceso que se iniciara con la sanción de la ley de Provincialización por parte de Vuestra Honorabilidad. El gobierno estudia actualmente las legítimas aspiraciones de otros núcleos importantes de población, sobre los que pesa un olvido injustificado y un retardo perjudicial en brindarles los instrumentos necesarios ejercicio de su autonomía. He afirmado siempre que un gobierno organizado era la etapa previa y la base fundamental de toda labor futura. Por eso nos preocupamos, apenas llegamos al gobierno, en estructurar y organizar los cuadros superiores de la administración, con vistas al programa que habíamos trazado. La experiencia recogida durante ocho años, nos ha permitido señalar lo bueno y lo malo de esa organización y estudiar la posibilidad de su perfeccionamiento, como así también destacó la necesidad de armonizar las estructuras orgánico-funcionales del gobierno y el Estado con las del pueblo que se habían venido desarrollando durante ese período. Iniciamos así una etapa de racionalización en la estructura del Poder Ejecutivo, y hoy puedo informar a Vuestra Honorabilidad que la nueva organización de los ministerios ha dado los resultados esperados. Los objetivos fundamentales que se tuvieron en cuenta al implantarla: agilización de los trámites, reducción de la burocracia y contracción del presupuesto de gastos, han sido alcanzados plenamente, y la ley propiciada por mi gobierno y sancionada por Vuestra Honorabilidad, ha permitido echar bases de una organización, la más racionalizada posible, a la par que posibilitó una colaboración más estrecha con las organizaciones populares. Las relaciones entre la Nación y las provincias se han desenvuelto en un clima de cordialidad y mutua colaboración que ha redundado en beneficio del pueblo. Procurando la consolidación de las finanzas locales, se ha estructurado un nuevo sistema de distribución de impuestos en coparticipación, con el que la proporción que corresponde a las provincias, aumenta del 32 ciento a casi el 44 por ciento en el primer año de vigencia de la nueva ley. El gobierno nacional ha llevado así al terreno de las realizaciones prácticas, una vez más su concepto tantas veces expresado del federalismo. Hasta 1943, la intervención federal se usaba no como solución legal en los casos contemplados en la Constitución Nacional, sino como deleznable recurso para desalojar de las posiciones locales a opositores u hombres desafectos, y, en la totalidad de los casos, con un fin político claro e innegable, con vistas a próximas elecciones. Nuestro gobierno, en cambio, ha apelado al arbitrio constitucional cuando los auténticos intereses del pueblo de las provincias así lo reclamaban. Antes, los intereses del oficialismo decidían una intervención. Nosotros, por el contrario, hemos juzgado imparcialmente, aun a nuestros propios hombres, recurriendo a la solución constitucional únicamente cuando consideramos que los gobernantes elegidos no habían sabido el responder a la confianza depositada en ellos por el pueblo. Hemos reiterado así nuestra firme convicción de que la función política, en el concepto peronista, no es una prebenda ni una canonjía, sino el servicio a las organizaciones políticas del pueblo, a la par que estas deben servir al bien general de la Nación. La sanción de la ley de protección a la minoridad y de fortalecimiento del núcleo familiar integra un ciclo de legislación creadora e incorpora a nuestro derecho positivo un capítulo fundamental. En todo el largo camino recorrido para la adecuación de la legislación a los postulados fundamentales de nuestra doctrina, que tiene vigencia constitucional, esta ley ha de constituir una de las realizaciones más importantes. La humana y efectiva protección a los menores y la institución del "bien de familia" fortalecerán el núcleo familiar, del que el justicialismo ha hecho, en su concepción doctrinaria, el elemento básico y fundamental de la sociedad. Por su trascendencia, destaco también a la consideración de Vuestra Honorabilidad la reforma de la legislación impositiva, que posibilitó una desgravación de alto contenido social y mejoró las condiciones de vida de las clases trabajadoras sin afectar el proceso de capitalización del país. El amparo previsional de los sectores productivos de la población, beneficiaba ya a más de cuatro millones y medio de afiliados inscriptos se verá considerablemente incrementado con la incorporación de los trabajadores rurales, trabajadores independientes, profesionales y empresarios. Con las últimas leyes sancionadas, prácticamente la totalidad de hombres que trabajan cuentan con su régimen de previsión, lo que demuestra a la par que el cumplimiento progresivo de nuestro programa y los objetivos del Segundo Plan Quinquenal, la preocupación del gobierno por todos los que contribuyen con su esfuerzo a la grandeza material y espiritual de la Nación. Podemos afirmar con legítimo orgullo que nuestro país posee una de legislaciones sociales más avanzadas del mundo y que el justicialismo ha probado en forma irrefutable que el equilibrio armónico entre las dos grandes fuerzas de la producción, el capital y el trabajo, consolida la paz social y constituye la base indispensable para la grandeza de los pueblos. La acción del gobierno para facilitar el libre acceso a las fuentes del conocimiento me permite informar a la Honorable Asamblea que el número de analfabetos ha descendido a la expresión mínima del 3,9 por ciento y que para el año en curso ha debido preverse un acrecentamiento en la inscripción de más de doscientos mil alumnos, cifra que incluye la creación de más de dos mil unidades en los grados primarios y de casi 750 la enseñanza media. Con esa cifra, el total de alumnos que recibirán instrucción en los establecimientos dependientes de la Nación alcanzará a de 2.700.000, cifra que habla bien a las claras del resultado amplia- satisfactorio de la labor realizada. La honda preocupación de mi gobierno por la niñez y la juventud va dando sus resultados. Repudiamos todos los privilegios, porque son injustos y lesivos de la dignidad humana, pero hemos consagrado una excepción en favor de la niñez, excepción en la que deben coincidir todos los hombres de buena voluntad, cualquiera sea su raza, su religión, su credo o su partido. Seguiremos firmemente esa política, porque entendemos que al obrar así estarnos echando las bases inconmovibles de la Argentina del futuro con la que soñaron los hombres de nuestra historia, y cuya consecución es el aliciente primordial en nuestra diaria y fatigosa labor. Los hombres somos meros accidentes en la vida de los pueblos. Lo único trascendente son los valores morales y espirituales de la comunidad y en ese sentido, creo, y así lo afirmo ante Vuestra Honorabilidad, que una niñez feliz y una juventud sana y fuerte, formada en los principios de la bondad, de la virtud y la comprensión, libre de prejuicios y sectarismos brindará al país las generaciones de hombres dirigentes que habrán de llevarlo a sus más altos destinos. La seguridad de la Nación y la responsabilidad que en ella tiene el gobierno han reclamado también la atención del Poder Ejecutivo. Se ha continuado apoyando el paulatino desarrollo de las industrias fundamentales para la defensa nacional y, a la vez, para la economía del país, ya que su consolidación es requisito indispensable para asegurar el aprovisionamiento de los materiales necesarios para afrontar cualquier emergencia. Paralelamente, se ha vigilado el potencial humano de la Nación, orientando su capacitación intelectual, física y espiritual, fieles al principio de que un pueblo feliz, unido y consciente de sus deberes y responsabilidades, constituye un elemento fundamental para la eventual defensa de la soberanía del país. Las Fuerzas Armadas, por su parte, han comprendido y correspondido a ese esfuerzo de todos los habitantes cumpliendo con espíritu de trabajo y abnegación un año intenso de educación e instrucción militar y demostrando con su colaboración en numerosas obras de bien público la unión y solidaridad con el pueblo. La política internacional de la República Argentina ha seguido desarrollándose de acuerdo con los principios establecidos en nuestra Doctrina Nacional, cuya esencia se basa en el concepto de que la armonía y la paz internacionales solo se alcanzan en un mundo de respeto absoluto de todas y cada una de las naciones, en función de los derechos conferidos por la voluntad libre de los pueblos. En el panorama de nuestra política internacional, la acción de gobierno se destaca por nuestra prédica sobre los ideales que presidieron la gesta de San Martín en sus luchas por la emancipación de América. La unión y libertad de los pueblos de América fue el principio y, al mismo tiempo, el primer objetivo de nuestra política internacional. La política de integración y complementación americana, concebida y ejecutada en todo momento sin otra finalidad que el común e igualitario provecho de los países que la comparten, ha quedado robustecida con la adhesión de las Repúblicas de Bolivia y Nicaragua al Acta de Santiago y con la celebración del Acuerdo de Arica suscrito por los gobiernos de Chile y Bolivia. Nuestra prédica insistente de política de cordialidad americana está dando sus frutos y estamos plenamente convencidos de obtener finalmente la comprensión absoluta de todos los pueblos de América. Las relaciones con los países extracontinentales se han mantenido en los términos tradicionales. Así lo demuestran la intensa intercomunicación de la República con los integrantes de la comunidad de las naciones, manifestada en forma de numerosos convenios internacionales, especialmente de carácter económico y cultural; la participación en congresos y conferencias, y las visitas de prominentes autoridades extranjeras. Digno de destacar especialmente es la defensa de los conceptos que en económica hemos venido sustentando de incremento de la producción, mejoramiento del nivel de vida, uniones económicas regionales y precios compensatorios para los productos primarios. Sus resultados han determinado y el comienzo de una era de comprensión, en el seno del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, de este principio fundamental para la economía de la mayor parte de los países americanos, y con ello el triunfo de nuestra política económica. Complementariamente, la acción del gobierno en la materia se orientó a estrechar las relaciones comerciales y financieras con todos los países por medio de la concertación de nuevos acuerdos y la ampliación o renovación de los existentes. Nuestra invariable posición, inspirada en la Doctrina Nacional del "Derecho de autodeterminación de los pueblos" y el principio de "no intervención", fue sostenida una vez más en la Conferencia de Caracas. Así, también, los conceptos tradicionales de justicia social, independencia económica y soberanía política fueron expuestos en la IX Asamblea de las Naciones Unidas, ante el planteo de los problemas del desarme, energía atómica, cuestiones de Corea y Chipre, discriminación racial, problema de los refugiados, del desenvolvimiento económico de países menos evolucionados y de los países empeñados en lograr su independencia política. En el aspecto inmigratorio, hemos ocupado durante el año 1954 el segundo lugar como país receptor de inmigrantes. Ello por sí solo de muestra nuestra intensa participación en relación con el Comité Intergubernamental para las Migraciones Europeas, organismo para el cual nuestro país fue designado miembro de su comité ejecutivo. Señoras y señores: cada 1º de Mayo este mensaje inaugural tiene destinatario: suelo elegirlo entre los valores esenciales de la República. Mi mensaje de 1950 tiene como destinatario el Gran Capitán de los Andes. Otros fueron dedicados al pueblo, a la bandera de la patria y a la comunidad organizada. Este mensaje de 1955 ha de confrontar los principios de nuestra doctrina con las realidades de nuestra acción para señalar después la ruta del porvenir con cada uno de aquellos principios; este mensaje de 1955, tendido hacia un futuro en el que habrán de realizarse todos los sueños de nuestro vigilias, no podría tener otro destinatario que la nueva generación: ¡la juventud de la Nueva Argentina! Con el permiso de Vuestra Honorabilidad, y por vuestro digno intermedio, dedico este mensaje a la juventud de nuestra patria. En 1943 declaré que en esta tierra "los niños eran los únicos privilegiados". Aquello no era una simple frase literaria. Decir que los niños eran los únicos privilegiados bajo el sol de nuestra tierra era declarar caducos todos los demás privilegios que oprimían el alma de nuestro pueblo. ¡Y era, lógicamente, declararles la guerra! Los niños que en 1943 recibieron cariñosamente mi declaración de privilegios son hoy -doce años después- los muchachos y muchachas de la Nueva Juventud Argentina. Ellos han visto todavía nuestro enfrentamiento final con el último privilegio que pretendía atar a sus cadenas la libertad de nuestro pueblo Ellos no olvidarán jamás lo que cuesta esta clase de enfrentamientos. Ellos han sido las víctimas inocentes de la reacción antipopular y han sabido ponerse de pie para defender el ideal, doce años soñado y doce años sufrido, de esta Nueva Argentina bajo cuyo cielo ya no existen entenados. La juventud de 1955 sabe que el único privilegio reconocido, respetado y realizado por nosotros, fue recibido por ella como bandera de la niñez argentina, siempre olvidada hasta nuestra Revolución; pero sabe también que el privilegio recibido importa el ejercicio de responsabilidades que son irrenunciables. Por eso dedico este mensaje a la primera niñez privilegiada de 1943, que es ahora juventud dignificada y optimista, capaz de realizar cualquier empresa, cuanto más heroica mejor. Y al dedicárselo, me permito recordar a todos los muchachos y muchachas de 1955 que en cada uno de ellos reside la patria futura. Creo en ellos. Miran hacia adelante y hacia arriba. Ven la altura de "mi empresa", y la claridad de "mi divisa" porque en los ojos limpios les brilla el alma despojada de la soberbia que enceguece a los hombres maduros, Creo en ellos, repito, y porque creo en ellos, les entrego en custodia "mi empresa y "mi divisa": la bandera que tanto he deseado y deseo colocar en la cumbre de mis ideales. Ellos verán la Argentina del año 2000. Ellos verán en su plenitud la felicidad de nuestro pueblo y la grandeza nacional. Ellos serán los artífices elegidos para coronar la unión de los pueblos americanos, porque el signo de América señalará, para toda la humanidad, el comienzo del tercer milenio en el calendario cristiano de la historia. Ellos realizarán todas nuestras esperanzas, todos nuestros sueños y también nuestras utopías. A ellos, que son el porvenir, les corresponde en justicia, este mensaje, que tiene la noble pretensión de señalar los caminos por donde el pueblo podrá alcanzar la cumbre de su más alto destino. Debo advertirles, por la experiencia de mi vida, que todos los caminos que llevan a la cumbre son duros y son difíciles. Es necesario ascender con el más absoluto equilibrio entre la inteligencia, el corazón y el cuerpo, cuya materia sustenta la armonía entre las ideas y los sentimientos. El exceso de "entusiasmo" de los grandes corazones frecuentemente la inteligencia. Cuando se "siente" demasiado, se deja de pensar. Cuando se piensa mucho, la lógica de la razón puede enfriar hasta congelar los sentimientos. Por eso, debemos evitar la imperfección de la unilateralidad y buscar que la inteligencia se sustente en un cuerpo sano y fuerte, que vendrá a ser como el mástil enhiesto en donde flamearán al tope las grandes ideas y los grandes sentimientos. Confío plenamente en que la juventud de 1955 realizará con éxito la empresa de su ascensión hacia la patria futura. Tiene todas las condiciones para alcanzar el éxito. Está construyendo desde ahora la victoria de mañana. A nosotros nos queda la íntima satisfacción de haberles señalado la cumbre y sus caminos. Y nos queda el gozo anticipado de haberles entregado nuestra propia bandera. Sin egoísmos, para que ellos la claven en la cumbre del destino nacional y la dejen allí, flameando entre la tierra y el cielo. ..............
1955-05-04
En la clausura del 2º Congreso del Sindicato Argentino de Prensa
Compañeros: Deseo que mis primeras palabras sean para agradecer la amabilidad que han tenido esta tarde de llegar hasta la Confederación General del Trabajo, para darme la inmensa satisfacción de poder saludarles personalmente, siquiera sea de cuando en cuando. Ya van para diez años desde el día en que en la Secretaría de Trabajo y Previsión iniciamos el estudio del Primer Estatuto Argentino del Periodista. No voy a entrar en el lugar común de recordar aquellos tiempos anteriores al mismo; pero, indudablemente, el estatuto constituyó, en buena fe, un instrumento para los hombres honrados del periodismo. Por esa razón, si yo no estuviera contento por lo que ello representa como conquista social para un sector importantísimo del pueblo argentino, lo estaría porque se hizo un acto de buena fe y de honradez para el periodismo argentino. Recuerdo que en aquella oportunidad, cuando entregamos el Primer Estatuto, dije las mismas palabras. Que consideraba que lo que el país necesitaba para sus servicios en el orden periodístico, era precisamente eso: un periodismo honrado y de buena fe. ¡Que no es fácil de conseguir en el mundo! Afortunadamente han pasado años; años constructivos y de labor. Y así como en aquella misma oportunidad dije que haría todo lo posible porque el periodismo fuera de los periodistas, deseo decirles hoy, en oportunidad de la realización de este congreso, que he cumplido con esa palabra y que cada día el periodismo será más de los periodistas y menos de los comerciantes. Compañeros: hoy puedo hablarles como un compañero de inquietudes periodísticas, de la organización de nuestras empresas. Esas empresas han tenido que realizar una tarea extraordinariamente difícil. Ustedes saben que no es fácil crear un sinnúmero de empresas cuando uno no echa mano de recursos que nos están vedados por ética y por honradez administrativa. Nosotros hemos levantado grandes empresas periodísticas argentinas. Indudablemente ustedes saben como hemos ido tratando cada día de que las empresas se consoliden. Ya estamos llegando al fin de este propósito. Y, como les dije también a los compañeros gráficos, que forman también un importante sector de nuestro trabajo, ya este año hemos de empezar a considerar la posibilidad, y la realidad, de entregar parte de los beneficios a los personales periodísticos de los diarios. Nuestra finalidad, al crear esas empresas periodísticas, no ha sido la de lucrar; sino la de contar con un instrumento al servicio de la Nación, sin otra consideración que la de prestar un servicio real y efectivo a la nacionalidad a través de las prédica periodística. Nosotros estamos llegando al final de la consolidación de esas empresas. Las mismas representan aquí un extraordinario poder económico con todas sus organizaciones y sus instalaciones modernas y bien realizadas. Nuestro interés es que cada día se mejoren y se perfeccionen más. Desde ya les adelanto que estas empresas serán de ustedes, que son los que las van a manejar en el futuro. Con esto creo haber cumplido con el sector que me correspondía a mí, cuando dije que quería y haría porque cada día el periodismo fuera de los periodistas, vale decir de todos los que intervienen en la realización del trabajo periodístico. Señores: yo veo con inmensa satisfacción como ustedes han mantenido gremialmente unidas sus organizaciones: lo veo con la satisfacción de aquel que ha querido construir todo un sistema sobre esta unión y sobre esta solidaridad. Lo compruebo cuando veo sus locales sociales propios, cuando veo las casas construidas por ustedes; cuando veo sus escuelas sindicales y periodísticas. Todo eso es la construcción base sobre la cual nosotros fincamos todo nuestro sistema. Por esa razón cuando observo esta unión y esta solidaridad entre las empresas de prensa, me siento inmensamente feliz. Porque, precisamente, es sobre esos pilares, unidos y solidarios, sobre los cuales vamos a construir la grandeza de la Nación y la felicidad del pueblo. Compañeros: todos sabemos que antes, cuando algún sector de las fuerzas del trabajo o de la actividad nacional realizaba un congreso, el gobierno estaba siempre un poco vigilante, porque de esos congresos siempre surgía algo que no le gustaba. Nosotros nos sentimos felices de que hoy suceda todo lo contrario. La realización de estos congresos es para nosotros un motivo de inmensa satisfacción. ¿Qué van a hacer ustedes en los congresos? Van a discutir los problemas que atañen a la vida, a la actividad, a la felicidad y al engrandecimiento de la propia actividad periodística. Y nosotros también perseguimos lo mismo. No constituimos un gobierno negativo; somos positivos. Quizá no hagamos todo lo que tuviéramos que hacer, pero hacemos mucho, hacemos lo que podemos, y el que hace lo que puede no está obligado a hacer más. Vamos en camino de que, cada día, en todas las cosas, pueda hacerse todo lo que debe hacerse. Pero todo lo que se debe hacer no puede realizarlo un gobierno sin la colaboración inteligente y permanente de los propios beneficiados por las medidas de gobierno. Para que el periodismo se engrandezca no basta con que el gobierno ponga todo de su parte; es necesario que ayuden todos. El gobierno no puede hacer nada si no hay una colaboración estrecha. Lo que yo busco desde el gobierno es, precisamente, esa colaboración. Trato de interesar a todo el mundo en los distintos problemas. Así lo vengo haciendo desde 1943, desde que tuve alguna intervención en la cosa pública. El secreto de muchos de los éxitos alcanzados por nosotros estriba, precisamente, en eso. Eso es fundamental en el orden social y gubernamental. Por eso nos interesa que se realicen estos congresos, los propugnamos y hacemos en su favor todo lo que podemos. Sabemos que cualquiera sea el rumbo que tomen en la discusión de los problemas, han de caer siempre dentro de lo que nosotros mismos queremos, porque hemos establecido programas de los cuales ustedes no podrán salirse, ya que son programas que les conviene. Ustedes hacen congresos para lograr lo que resulta más conveniente a la organización y al gremio, y nosotros también estamos luchando por eso. De manera que en nada de eso podemos estar en desacuerdo. Tenemos que ir siempre paralelamente porque nosotros hemos establecido bases reales de cooperación, para que todo el mundo, en cualquier momento que empuje, lo haga siempre en la misma dirección. Por eso, la realización de estos congresos nos llena de alegría y satisfacción, porque sabemos que todos luchan por lo que estamos luchando nosotros, y el Gobierno se siente halagado al ver que su pueblo y todas sus actividades organizativas marchan siempre en la dirección que nos es común y sobre objetivos que también nos son comunes. Señores: en este asunto del periodismo, nosotros no solamente sentimos la satisfacción de poder expresar nuestra alegría al ver como ustedes van cumpliendo solidariamente con los fines de la organización, sino que también podemos decir cuanta es esa satisfacción al poder mencionar entre periodistas el progreso, sobre todo ético, de nuestro periodismo. En nuestro país no hay ningún diario que desentone. Son todos diarios de una ética que uno los puede leer y que los lee siempre con satisfacción; algunas veces, con desagrado, porque algunas veces, no todo lo que dicen puede ser verdad, pero hay buena fe. Eso es lo único que nosotros debemos pedir de los diarios: buena fe, aunque se equivoquen, pero siempre que se equivoquen de buena fe. Lo que es malo, lo que es intolerable, es, precisamente, la mala fe. ¡Y Dios sólo sabe con cuánta mala fe se escribe en el mundo! Todo eso lo hemos alcanzado y progresaremos aun cuando nuestra gente, nuestros muchachos periodistas, sigan adelante, progresando y diciendo ellos lo que tienen que hacer. Porque ustedes, ¿Qué interés pueden tener en obrar de mala fe? Solo se obra de mala fe cuando hay algunos que tienen otro interés más grande que el de decir la verdad o que el de obrar con buena fe, caso que aquí no se da, porque a nosotros no nos interesan esas cosas. El que tiene interés en obrar de mala fe, es porque está metido en un problema y entonces empieza a rebuscarlo para torcer la verdad o la buena intención, o la buena fe, muchas veces. En nuestro medio eso va siendo una cosa muy difícil de encontrar. Por eso, ese progreso extraordinario de la ética periodística, es quizá lo más grande que nosotros estamos realizando, porque esa prensa, que dice la verdad y que procede con ética, es la única a la que al final se le cree. El diario, el periódico, la revista o la fuente publicitaria de cualquier orden que procede de mala fe y no dice la verdad, tiene su peor castigo cuando la dice y la gente no se la cree. Por eso uno observa que los periódicos en el mundo ya no representan en gran parte a la opinión pública, porque si la representasen, en muchos casos la opinión pública pasaría a ser la peor de las opiniones, y eso no puede ser cierto. Puede desvirtuarse en algunos casos, pero no puede llegar a ser cierto. La opinión pública es el consenso general que, al estar en posesión de la verdad, juzga, y juzga siempre bien. Juzga mal cuando no está en posesión de la verdad, y no llega a la posesión de la verdad cuando está engañada, y el órgano de engaño es el periodístico. Por esa razón, nosotros nos felicitamos de lo que estamos haciendo. Tenemos un periodismo honrado, que es el más grande y el mejor de todos los periodismos. Luchar por eso, es en mi concepto, la principal y primordial obligación de todos ustedes, desde el más modesto hasta el más encumbrado de los que trabajan en toda la organización periodística, porque ponen su granito de arena y todos tienen una colaboración eficiente en la tarea de realizar en conjunto ese trabajo. Por eso yo deseo, en este acto, ya que no tendré oportunidad de hacerlo en otro, agradecerles en nombre del pueblo argentino lo que ustedes están haciendo por el periodismo y del periodismo, porque lo que ustedes no hagan, estén seguros que nadie lo va a hacer. Y deseo exhortarlos en nombre de ese sentimiento nacional, en nombre de esa obligación que ustedes tienen, para que sigan luchando incansablemente para mejorar y perfeccionar más las formas periodísticas y publicitarias de nuestro país, porque en esa tarea no solamente se van a honrar a sí mismos cada día, sino que también van a honrar al país. En nombre de ese sentimiento y del gobierno, yo les agradezco profundamente toda la obra que están realizando y los felicito también por la acción que desarrollan y les ruego que ustedes, representan quizá a todos los periodistas de las distintas zonas del país, tengan la bondad de llevar a todos los compañeros de la República, junto con estas mis palabras de saludo, de agradecimiento y de felicitación, un intenso y fuerte abrazo. ....................
1955-05-09
Mensaje a los obreros de la carne en su día
Agradezco la gentileza de los compañeros Presta y García y por su intermedio a todos los afiliados del gremio de la carne, para participar de esta manera en la celebración de su día, al cumplirse hoy un nuevo aniversario de su institución. Sé de los progresos que en solidaria labor constructiva desarrolla la Federación. Es indudable que la consolidación de nuestra causa depende precisamente de esa labor constructiva y de esa solidaridad. Yo aprovecho esta oportunidad para felicitar a los dirigentes del gremio por los progresos de la organización, de la labor mutual asistencial y demás conquistas asentadas en la unión indestructible de los trabajadores. Con mis mejores augurios y deseos en este día, hago llegar a los compañeros un grande y afectuoso abrazo. ...........
1955-05-10
Al inaugurar la escuela deportiva "Juan Perón"
En primer lugar deseo agradecer la amabilidad de ustedes por haberme invitado a asistir a la iniciación de los cursos sobre automovilismo organizados por la Municipalidad de Buenos Aires. Asimismo, agradezco por haber calificado con mi nombre estos cursos. Poco es lo que hasta ahora se ha podido hacer por intermedio de instituciones como el Automóvil Club Argentino, en primer término, las asociaciones de los propios volantes y lo que el gobierno pudo haber puesto a disposición de los compañeros que se han dedicado a trabajar fundamentalmente en el campo del automovilismo. Hoy, en este acto, se inicia una nueva era, una era nacional para estudiar profundamente lo que se va a practicar después en las pruebas automovilísticas, tanto aquí como fuera del país. Señores: Uno de los orgullos que nosotros hemos recibido de la tradición de nuestros gauchos, de nuestros paisanos, es el amor al caballo, a todo lo que del caballo surgiese, como representación de esa tradición. Ellos comenzaban a estudiar al caballo, como lo describe Martín Fierro, trabajándolo a la mañana temprano, haciéndose un compañero de él y conociéndolo profundamente. Así podían sacarle provecho a sus nobles condiciones de animal para el trabajo y para el deporte. Su orgullo era conocer bien su color, su edad por los dientes o por la forma, como así también cuánto podría rendir en una u otra condición; qué tenía que darle como alimento y cómo tenía que graduar ese alimento, como así también qué le podía exigir cuando tenía que rendir un gran esfuerzo. Él llegó a ser un centauro, es decir, animal tan noble como el hombre, que, mezclados, formaran una sola pieza que podría actuar el máximo de condiciones exigibles en cualquier circunstancia. Y eso fue posible porque una absoluta compenetración entre el noble bruto, que representa todo el esfuerzo, y el hombre, que trataba de extraer de ese noble bruto todo el esfuerzo que era capaz de dar. Es así que mezclaron sus esfuerzos y actuaron en las luchas, en el trabajo, en la guerra, en el deporte y en toda circunstancia dieron de sí, cada uno, jinete y caballo, todo lo que pudieron dar para triunfar. Yo, que aprendí a andar a caballo antes que a caminar, porque de chiquito ya me sentaron en caballo -nací y me crié en una estancia- algunas veces, cuando bajo de mi automóvil o de mi motocicleta para ir a la caballeriza, se me viene el alma al suelo. Es natural, porque retrocedo de 1955 al año 1900, y no se puede retroceder sin sentir el sacudón del retroceso. Es que ya hemos pasado la época. Ahora ya no montamos a caballo como en 1900, sino que montamos, por lo menos, en ciento veinticinco caballos. Lógicamente, montando un caballo, animal al que adoro, es imposible sentirse hoy en el ritmo de la época. Es el tiempo el que ha vencido al noble animal, no soy yo. Mi adoración no le puede hacer correr una carrera con un plato volador. Ya no puede ser eso. Pero no debemos dejar de reconocer, a pesar de toda la nobleza que representa nuestra tradición, que nosotros estamos echando las bases de una nueva tradición. El país comienza a industrializarse, y así como hasta ahora hemos criado caballos, ahora empezamos a producir automóviles. Así como nuestros hombres de campo de antes adoptaron a ese animal y formaron con él una sola alma para triunfar, nosotros debemos comenzar a formar nuestra alma con los motores y con los automóviles, que vienen a ser los animales de nuestro tiempo, con los que vamos a triunfar. Por eso convirtamos ese espíritu noble, creador, y racional de nuestro paisano que se pasó la vida perfeccionándose para montar; comencemos por crear una nueva tradición, formándonos en centros para sacar provecho de la enseñanza y del dominio técnico del instrumento que hemos manejar, que hemos de conducir, y formemos con él una sola personalidad. Entonces, los Fangios, los Gálvez y los González, no serán una excepción en nuestra tierra, sino que tendremos miles de hombres capaces de sacarle igual rendimiento a las máquinas. Y lo conseguiremos cuando a través de un estudio racional, científico y coordinado de la técnica de nuestro tiempo podamos llegar a lo que, con palabras sencillas, acaba de demostrar este admirable ingeniero, que ha comenzado a darnos rudimentos de un lenguaje tan simple que hemos comprendido todos. De una u otra manera, todos nosotros hemos estudiado motores y sabemos los tiempos. Pero lo que necesitamos es eso en acción. La teoría solo nos hace conocer los rudimentos y el funcionamiento de un motor -que ya sabemos todos-, pero a eso hay que agregarle esas comprobaciones que nos van dando los puntos de partida y de arranque para vencer a la inercia, al rodamiento, a la resistencia del aire y todos los factores que influyen. Todo eso significa que, además de esos conocimientos, hay que formar esa alma extraordinaria, formar el alma de los hombres para que se ponga a tono con el alma del motor, porque éste también tiene alma, a su manera, pero la tiene. Por eso, señores, desde que surgió el autódromo tuve la idea de que no deberíamos tener allí un autódromo para sacarle provecho material a un público que va a ver a unos cuantos corredores famosos, sino crear una escuela para que nos diera dentro de cincuenta años mil autódromos donde miles de muchachos corren todos los domingos a sus máquinas y donde fuera posible que el espíritu automovilístico argentino -y que ha de ser también el espíritu sobre el cual desplacemos nuestra civilización a través de los siglos- comience a formar las ruedas verdaderas que han de conducirnos en el futuro. Toda la formación que seamos capaces de lanzar sobre nuestros muchachos de ahora, que constituyen la primera falange de los corredores del futuro, hagámoslo en estas escuelas que, además de formar hombres capaces, deben formar hombres de un gran espíritu, que son los que necesita la República. Por eso hemos querido, en lugar de hacer una escuela de automovilistas en la Facultad de Ingeniería, hacer una escuela de automovilistas en el autódromo. Y debemos recordar siempre que los grandes automovilistas se van a formar allá, que ellos necesitan de la técnica lo indispensable para sacar el mayor rendimiento posible a la máquina y subsanar todos los inconvenientes que pueda tener. Pero que no olviden nunca que no se corre con los conocimientos técnicos; se corre con un corazón bien templado. De lo contrario, no se puede correr. .............................. En primer lugar deseo agradecer la amabilidad de ustedes por haberme invitado a asistir a la iniciación de los cursos sobre automovilismo organizados por la Municipalidad de Buenos Aires. Asimismo, agradezco por haber calificado con mi nombre estos cursos. Poco es lo que hasta ahora se ha podido hacer por intermedio de instituciones como el Automóvil Club Argentino, en primer término, las asociaciones de los propios volantes de la República Argentina, y lo que el Gobierno pudo haber puesto a disposición de los compañeros que se han dedicado a trabajar en el campo del automovilismo. Hoy, en este acto, se inicia una nueva era, una era nacional para estudiar profundamente lo que se va a practicar después en las pruebas automovilísticas, tanto aquí como fuera del país. Señores: Uno de los orgullos que nosotros hemos recibido de la tradición de nuestros gauchos, de nuestros paisanos, es el amor al caballo, a todo lo que el caballo surgiere como representación de esa tradición. Ellos comenzaban a estudiar al caballo, como lo describe Martín Fierro, trabajándolo a la mañana temprano, haciéndose un compañero de él y conociéndolo profundamente. Así podían sacarle provecho a sus nobles condiciones de animal para el trabajo y para el deporte. Su orgullo era conocer bien su color, su edad por los dientes o por la forma, como así también cuánto podría rendir en una u otra condición; qué tenía que darle como alimento y cómo tenía que graduar ese alimento, como así también qué le podían exigir cuando debía rendir un gran esfuerzo. Él llegó a ser un centauro, es decir, animal tan noble como el hombre, que, mezclados, formaran una sola pieza que podría actuar el máximo de condiciones exigibles en cualquier circunstancia. Y eso fue posible porque una absoluta compenetración entre el noble bruto, que representa todo el esfuerzo, y el hombre, que trataba de extraer de ese noble bruto todo el esfuerzo que era capaz de dar. Es así que mezclaron sus esfuerzos y actuaron en las luchas, en el trabajo, en la guerra, en el deporte y en toda circunstancia dieron de sí, cada uno, jinete y caballo, todo lo que pudieron dar para triunfar. Eso representó durante una etapa de nuestra historia una actividad quizá fundamental para el hombre argentino. Pero han pasado los tiempos; hoy el caballo se asemeja a ago así como una tradición algo que pertenece al pasado. Yo, que aprendí a andar a caballo antes que a caminar, porque de chiquito ya me sentaron en un caballo, nací y me crié en una estancia; algunas veces, cuando bajo de mi automóvil o de mi motocicleta para ir a la caballeriza, se me viene el alma al suelo. Es natural, porque retrocedo de 1955 al año 1900, y no se puede retroceder sin sentir el sacudón del retroceso. Es que ya hemos pasado esa época. Ahora ya no montamos a caballo como en 1900, sino que montamos, por lo menos, en 125 caballos. Lógicamente, montando un caballo, animal al que adoro, es imposible sentirse hoy en el ritmo de la época. Es el tiempo el que ha vencido al noble animal; no soy yo. Mi adoración no le puede hacer correr una carrera con un plato volador. Ya no puede ser eso. Yo rindo culto al paisano que en su tiempo, cuando no tenía los 125 caballos, montaba el suyo y le sacaba todo le provecho, de la misma manera que nosotros se lo sacamos hoy a un 125. No estoy haciendo historia antigua. Yo he asistido aquí a la llegada del primer automóvil y, como muchos, a pesar de ser muchacho, me reí. Pero no es una cosa tan vieja. Aquí deber haber muchos que han asistido a la llegada del primer automóvil. Era un Mercedes Benz de campo, que andaba por la Patagonia, a 15 kilómetros por hora Pero no debemos dejar de reconocer, a pesar de toda la nobleza que representa nuestra tradición, que nosotros estamos echando las bases de una nueva tradición. El país comienza a industrializarse, y así como hasta ahora hemos criado caballos, ahora empezamos a producir automóviles. Así como nuestros hombres de campo de antes adoptaron a ese animal y formaron con él una sola alma para triunfar, nosotros debemos comenzar a formar nuestra alma con los motores y con los automóviles, que vienen a ser los animales de nuestro tiempo, con los que vamos a triunfar. Por eso, convirtamos ese espíritu noble, creador, y racional de nuestro paisano, que se pasó la vida perfeccionándose para montar; comencemos por crear esa nueva tradición, formándonos en centros para sacar provecho de la enseñanza y del dominio técnico del instrumento que hemos manejar, que hemos de conducir, y formemos con él una sola personalidad. Entonces, los Fangios, los Gálvez y los González, no serán una excepción en nuestra tierra, sino que tendremos miles de hombres capaces de sacarle igual rendimiento a las máquinas. Y lo conseguiremos cuando a través de un estudio racional, científico y coordinado de la técnica de nuestro tiempo podamos llegar a lo que, con palabras sencillas, acaba de demostrar el ingeniero Lucius, que ha comenzado a darnos rudimentos tan importantes con un lenguaje tan simple que hemos comprendido todos. De una u otra manera, todos nosotros hemos estudiado motores y sabemos los tiempos. Pero lo que necesitamos es eso en acción. La teoría solo nos hace conocer los rodamientos y el funcionamiento de un motor -que ya sabemos todos-, pero a eso hay que agregarle esas comprobaciones que nos van dando los puntos de partida y de arranque para vencer la inercia, al rodamiento, a la resistencia del aire y todos los factores que influyen. Es decir, debemos ir formando el alma del conductor; no el mecánico, porque éste no es suficiente. Ocurre en esto lo mismo que con el hipólogo o el veterinario, que no es suficiente que tengan ese título para que sean buenos jinetes. De la misma manera, un mecánico no presupone un conductor. Todo eso significa que, además de esos conocimientos, hay que formar esa alma extraordinaria, formar el alma de los hombres para que se ponga a tono con el alma del motor, porque éste también tiene alma. A su manera, pero la tiene. Por eso, desde que surgió el autódromo tuve la idea de que no deberíamos tener allí un autódromo para sacarle provecho material a un público que va a ver a unos cuantos corredores famosos, sino crear una escuela para que nos diera dentro de 50 años, mil autódromos donde miles de muchachos corran todos los domingos sus máquinas y donde fuera posible que el espíritu automovilístico argentino -y que va a ser también el espíritu sobre el cual desplacemos nuestra civilización a través de los siglos-, comience a formar las ruedas verdaderas que han de conducirnos en el futuro. Toda la formación que seamos capaces de lanzar sobre nuestros muchachos de ahora, hagámoslo en estas escuelas que además de formar a hombre de gran espíritu, que son los que necesita nuestra República. Los pueblos no se hacen con sabios solamente; se hacen con hombre de empuje. La escuela ha de formar técnicos capacitados, pero más que eso ha de formar espíritus bravíos, capaces de vencer. Esos son los que queremos para nuestro pueblo. No queremos ésos que son capaces de hablar un año con tremenda sabiduría; queremos lo que son capaces de hacer una obra con gran pujanza. Por eso hemos querido, en lugar de hacer una escuela de automovilistas en la Facultad de Ingeniería, hacer una escuela de automovilistas en el autódromo. Y debemos recordar siempre que los grandes automovilistas se van a formar allá, que ellos necesitan de la técnica lo indispensable para sacar el mayor rendimiento posible a la máquina y subsanar todos los inconvenientes que pueda tener. Pero que no olviden nunca que no se corre con los conocimientos técnicos; se corre con un corazón bien templado. De lo contrario, no se puede correr. ..............................
1955-05-11
En el acto del Luna Park organizado por la UES
Muchachas y muchachos: Cuando yo leí el mensaje, tenía la profunda fe de que mis palabras serían interpretadas por la juventud argentina, pero hoy tengo la profunda emoción que se siente, ya al final de la vida, cuando se vislumbra el resplandor glorioso de una juventud que ha de superarse. Se imaginarán, muchachos, que yo, viejo reformador de un estado de cosas que nuestro país afortunadamente ha superado, al hablarle a ustedes, lo hago con la pureza de sentimientos con que un padre habla a sus hijos. En estos diez años hemos trabajado mucho y hemos realizado para el país una inmensa tarea, y como cuando uno llega al final de la jornada, piensa solamente en el futuro -esto es como una carrera de postas de las generaciones-, mi generación, ya terminando, quiere entregar el testimonio a la generación de ustedes, que comienza. En 1945 ya había comenzado a pensar en la necesidad de asegurar el futuro, y hay una sola fuerza dentro de la comunidad que puede asegurar el futuro: esa fuerza es la juventud, son ustedes. Es indudable que cuando pensamos sin egoísmo personal, no miramos ni el pasado ni el presente, porque solo miramos el porvenir. Fue entonces, en 1947, cuando nosotros enterramos en la Plaza de Mayo un mensaje dirigido a la juventud del año 2000, porque pensábamos que esta juventud había de portar la bandera hasta ese año. Por eso estamos empeñados en dedicar lo que nos queda del tiempo futuro a transmitir nuestros consejos y nuestras directivas a la juventud que ha de recibir de nuestras manos la bandera, para llevarla con más honor y con más gloria que nosotros. Por eso nos afanamos por tener una juventud libre de prejuicios y de sectarismos de ninguna clase. Queremos jóvenes amplios y generosos; los queremos virtuosos y los queremos emprendedores y grandes en su alma. Queremos esa juventud grande de espíritu, de decisión y de carácter; porque para entregarle los destinos sagrados de la patria no podríamos anhelar una juventud que formara una generación de infelices, como muchas veces ha sucedido. Y si alguien tiene derecho en esta tierra a decidir por sí sus actos y formarse en esa escuela de virtud y de decisión, es precisamente la juventud, que está preparándose para ostentar una grandeza que nosotros todavía no hemos sido capaces de alcanzar. Cada uno de ustedes debe crecer con la esperanza de realizarse. Piensen que ahora son muchachas y muchachos y que mañana serán mujeres y hombres, y que un día el destino de la Nación estará en sus manos, en sus corazones y en sus inteligencias. Quiera Dios que esas manos sean puras, que esos corazones sean generosos y que esas inteligencias sean extraordinarias. Cualesquiera sean las contingencias de los tiempos, yo solamente deseo asegurar una cosa: que sigamos trabajando y luchando, nosotros desde el gobierno, los maestros desde sus cátedras, y los profesores desde sus facultades y universidades, para formar una generación de argentinos que, superándonos, esté más capacitada que nosotros. Así como un padre anhela que sus hijos sean mejores, nosotros anhelamos que ustedes formen esa generación de argentinos extraordinarios. No sé si hasta ahora habremos sido eficaces en el trabajo de realizar nuestros anhelos y nuestras esperanzas para la juventud, pero yo les aseguro que en el futuro hemos de ir afirmando cada día más decididamente a nuestra juventud para capacitarla en alto grado, para que al entregarle nuestra bandera al morir podamos pensar que la dejamos en buenas manos. Muchachas y muchachos: Hace ya tiempo que yo he tomado contacto con ustedes. En otras palabras, soy de esos viejos que todavía tienen joven el corazón. Por eso me puedo sentar a charlar un rato con ustedes. Los comprendo y los quiero porque el tiempo todavía no ha marchitado mi cerebro ni ha intimidado mi corazón. Todavía soy capaz de interpretar los sentimientos nobles y puros que ustedes albergan en sus corazones. Por eso, muchachos, cada día me siento más unido a ustedes. Todo este despertar de la juventud argentina es el despertar de la nueva patria argentina. Ante ese despertar, yo, que voy terminando la parte de la carrera que me corresponde y que me dedico a pasarles a ustedes el testimonio, no tengo otro pensamiento que el de que ustedes lo tomen bien y corran bien en esta carrera de postas de las generaciones. Yo no quiero preocuparme de otra cosa que decirles a ustedes que sigan alertas y activos, que sean decididos y valientes, porque solamente con generaciones que posean esas características podremos nosotros morir tranquilos, convencidos de que con ustedes la patria será más grande y más gloriosa. .............
1955-06-07
Discurso en el acto de inauguración de los cursos de capacitación deportiva
Señoras y señores: Con gran placer he llegado hasta este local para declarar inaugurados Estos cursos de capacitación deportiva. No se me oculta que un curso de capacitación deportiva es una cosa más seria de cuanto muchas veces nosotros mismos imaginamos, porque no implica solamente el dar conocimientos técnicos, sino también el ir conformando espíritus y modelando almas, espíritu y alma sin los cuales no puede existir un deportista, aunque sus medios físicos lo declaren un fenómeno en este aspecto. No son ni la fuerza ni la capacitación las que hacen a un deportista, es un alma la que lo preside. Por esa razón, un curso de capacitación deportiva no es una simple escuela de capacitación ni de trabajo intelectual y físico, es Toda una escuela de conformación espiritual y el coeficiente más grande es, precisamente, el de los valores espirituales. Capacitar a los hombres intelectualmente no presupone nunca un bien a la comunidad, ni tampoco capacitarlo físicamente, ya que el que sea un malvado es mejor que sea un decrépito y un nulo y no un inteligente y un poderoso. Esto, señores, es el punto de partida sin el cual nosotros podemos, con buena intención, estar dando armas a una mala persona. Es interesante ver, desde un punto de vista muy general, la importancia que hay en el equilibrio, más o menos perfecto, que debe existir en todo ser humano entre su cultura intelectual, su cultura física y su cultura espiritual. El olvido tan frecuente de esta trilogía, durante muchos siglos, es lo que ha conducido a la decrepitud integral del hombre de nuestros tiempos. No se trata de ser solamente fuerte, ni de tener sólo buena salud, ni de ser únicamente inteligente; es menester que todo eso esté calificado por un espíritu superior que ponga en potencia y en valor todas las otras condiciones, sin el cual ninguna de esas condiciones vale absolutamente nada. Esto ha creado el choque de dos escuelas que algunos llamaron la escuela: oriental y la escuela occidental, otros la escuela idealista y la escuela realista. Es la lucha del hombre que no ha sabido equilibrar, a lo largo de los siglos de la humanidad, sus medios físicos e intelectuales con sus medios morales. Una escuela de capacitación deportiva es una escuela de integración y equilibrio. En sus puertas, como los antiguos griegos, deberíamos grabar "todo en su medida y equilibradamente", porque esa es la armonía en la cultura, y si el hombre ha de tener armonía en algo, ha de ser precisamente en eso, que es lo mejor de todo lo que puede poseer. Estas escuelas, llamadas a menudo de una u otra manera, son las que han cultivado las distintas capacidades humanas. Si uno va a la escuela de los faquires, que comienzan cinco mil años antes que toda otra cultura, encuentra el individuo olvidado a menudo de su cuerpo y de su inteligencia, para ser solamente un baluarte de su espíritu. Ellos creen que la naturaleza, extraordinariamente sabia, dio al hombre el control de algunas funciones, de las intrascendentes; en cambio, mantuvo para sí, y por propio sistema dentro del organismo, las funciones trascendentes. Por eso han sido creadas para el hombre las funciones cuyo control ejercemos y funciones cuyo control no está en nuestras manos ejercer. El faquirismo, la escuela faquirista inicial, se dirigió al dominio de esas funciones controladas por la naturaleza, y la escuela yogui, en ritmo, entre una función controlada y una no controlada, fue controlando y pudo llegar hasta el estado cataléptico, o sea, cuando por un dominio extraordinario se logra paralizar la circulación a través de una escuela física y espiritual. Naturalmente, señores, esta es una escuela perdida entre millones de escuelas, pero de tipo irregular y desequilibrado. Algunos otros se dedicaron exclusivamente a desarrollar su sistema muscular, su sistema óseo y su sistema orgánico, para convertirse en hermosos animales. Esa es otra escuela, pero tampoco es regular y equilibrada. Quien piense en cuál es el desiderátum, ha de estar en ese equilibrio que comencé mentando con estas palabras: formar deportistas es crear una escuela, un sistema y una manera de vivir. Una manera de vivir pensando, sintiendo y obrando. Todo esto debe ser objeto de un curso de capacitación deportiva. Si algún día olvidáramos ese equilibrio, ese curso perdería todo su valor y probablemente llegaría a ser un factor negativo en la cultura argentina. Por la experiencia a lo largo de toda mi vida, cristalizada hoy en una verdadera realidad -porque observo el panorama de toda la República como con un lente que me permite verlo todo, sentirlo todo y sufrirlo todo, que es como mejor se comprende-, puedo decir que esa experiencia no me habla sino de ese equilibrio. Formemos mujeres y hombres con un verdadero sentido de la vida, por la conformación espiritual de sus valores, por la comprensión inteligente de la misma para conformar un cuerpo sano que albergue un alma sana y una inteligencia vigorosa. Señoras y señores: a lo largo de toda mi experiencia yo no podría dar un consejo ni más completo ni más absoluto que las palabras que acabo de pronunciar. Podría, quizá, hablar horas enteras sobre este tema que conozco mucho, pero no haría sino complicar la esencia de cuanto termino de decir. Y así, a la usanza de los famosos lacedemonios, podríamos decir que la elocuencia estriba en decir lo indispensable en la forma más clara y en el menor número de palabras. No sé si en esto habré cumplido ese deseo, pero quiero que esta síntesis se grabe en la mente y en el corazón de todos los jóvenes deportistas que me escuchan y de los maestros que han de encarar la enseñanza en este curso de capacitación. Si la cumplen, obtendrán, a mi manera de apreciar, el mejor resultado; si lo olvidan, quién sabe si los resultados serán satisfactorios a la larga. Yo pido a todos que, en bien del deporte, en bien de su perfeccionamiento, llevemos siempre en nuestra mente y en nuestro corazón la consigna de ese equilibrio, el único que puede hacemos grandes en el deporte. Para llevar las banderas representativas de nuestras aspiraciones deportivas, miremos siempre el equilibrio de los deportistas como el coeficiente más importante de su actividad y pongamos como consigna ese equilibrio que llama todo a su medida. Agradezco la atención que me han prestado y les deseo un gran éxito en las actividades que inician, y les ofrezco, además, toda la colaboración que la Fundación pueda prestar para que esta actividad se desarrolle de la mejor manera. Agradezco también a todos los señores que colaboran con la Fundación en esta obra que completa un aspecto importante de la cultura integral de nuestro país. Yo no soy de los que creen que en el deporte estamos trabajando solamente en el aspecto físico: es una parte de la cultura integral. En consecuencia, agradezco, en nombre de la Fundación, a todos cuantos, de una manera directa o indirecta, nos ayudan a inculcar en nuestro pueblo esa cultura integral a través de la cual todos ganaremos. De la misma manera agradezco a los diarios su ayuda en la difusión de estos nuestros principios y a todos los compañeros de la Fundación que ponen de sí lo mejor que tienen para llevar adelante esta tarea tan importante que persigue nuestra institución. Finalmente, agradezco a todos los presentes la amabilidad de haberme escuchado y, sobre todo, la oportunidad de poder de cuando en cuando reconocer de viva voz todo cuanto hacen por nuestra Fundación. Muchas gracias. .................
1955-06-13
Mensaje radial referido a los sucesos acaecidos en la festividad de Corpus Christi
Una vez más nuestra lucha inquebrantable por la liberación del Pueblo Argentino nos enfrenta con la reacción y con las consabidas violencias de su histerismo. En cierto momento pensé que la oligarquía estaba ya definitivamente vencida, y que los numerosos fracasos en sus empresas antipopulares, siempre al margen de la ley, de la justicia y de la democracia, y siempre respaldadas por alguna fuerza internacional, habían persuadido a nuestros adversarios y enemigos acerca de la necesidad de trabajar en paz por la felicidad común y por la grandeza nacional. Sobre esta base general de apreciación, el gobierno declaró por mi intermedio, que deseaba ardientemente la pacificación nacional. En agosto de 1953 declaré ante el pueblo santiagueño, símbolo viviente de la humildad de todo el pueblo argentino: "Hemos terminado la lucha contra los enemigos de adentro y contra los enemigos de afuera". Nuestras banderas no son ya banderas de lucha sino de tranquilidad, de paz y de trabajo". Invité entonces, a todos los argentinos para que creásemos un clima nuevo, de convivencia, de comprensión y de solidaridad. Queríamos y necesitábamos evitar la dispersión de esfuerzos inútiles en luchas que siempre terminaban en intentos estériles de subversión, de alteración del orden, de intranquilidad, etcétera. El pueblo sentía la necesidad de dedicar toda su vigorosa vitalidad para el pleno desarrollo de nuestro extraordinario presente y de nuestro futuro indiscutible. Durante algún tiempo, la oligarquía aceptó aparentemente nuestro ofrecimiento de paz. Digo "aparentemente", porque nunca dejé de advertir, que el generoso ofrecimiento de nuestro pueblo, era utilizado por la reacción oligárquica de siempre para volver a sus andanzas en procura de la reconquista de sus perdidos privilegios. Una de las formas de la oligarquía que nunca abandonó del todo la lucha fue precisamente la oligarquía clerical. Durante doce años el gobierno trató, por todos los medios posibles de obtener la armonía total en sus relaciones con la jerarquía eclesiástica. En este sentido, confieso haber creído que esa armonía era posible. Pensé además que el pueblo argentino en su inmensa mayoría deseaba que el gobierno crease mejores condiciones para la acción espiritual de carácter religioso que debe ser la actividad específica del clero. Jamás intenté ganar su apoyo político. Entiendo que la política no es misión específica de la Iglesia, y que toda vez que se han confundido, política y religión, el desprestigio ha caído sobre la Iglesia misma. En cambio el gobierno, hizo todo lo posible para sostener material y moralmente la acción del clero. Tanto una como otra forma de sostenimiento le fue otorgada con exceso. El pueblo argentino es un testigo insobornable de todo lo que el gobierno realizó en este sentido. Yo entendía que era mi deber como gobernante del pueblo, tratar se separar y liberar al clero de sus antiguos compromisos con la oligarquía para facilitar la independencia de su acción a fin de que pudiese servir al pueblo y no servir a la oligarquía. Como surge claramente de los hechos, es fácil advertir, que también, en esta delicada materia del gobierno traté de cumplir con mi deber: servir al pueblo. Por eso ayudamos al clero. Desgraciadamente cierto sector del clero -con cuyo materialismo y soberbia se ha solidarizado ahora prácticamente toda la jerarquía eclesiástica, no pudo ser persuadido por nuestra acción. Muchas veces llegaron hasta mí las organizaciones sindicales que, con la experiencia de sus luchas conocen bien a los enemigos del pueblo y me señalaron el peligro que significaba nuestra actitud positiva frente al clero. Yo que no desconocí nunca la verdadera situación, esperé durante doce años que la jerarquía clerical se convenciese de la rectitud de mis intenciones. Reconozco que he fracasado. Pero no me arrepiento. Agotados los tiempos de paciencia, el gobierno se ha ganado el derecho de hacer justicia. En ciertas etapas de nuestra gestión gubernativa yo impulsé directamente la acción en beneficio del clero. Ahora que el clero que ha decidido mostrar el lobo que escondía bajo sus pieles de cordero aliándose de nuevo públicamente con la oligarquía para resucitar una nueva Unión Democrática clerical y oligárquica, yo no voy a eludir la responsabilidad de poner las cosas en su justo lugar, haciendo uso de mis prerrogativas constitucionales y de las atribuciones que puedo y debo ejercer. Entiendo que el clero debe servir al pueblo y no servirse de él. Los hombres del clero que sirven al pueblo no tienen nada que temer. Nuestra acción futura estará dirigida contra quienes se sirven del pueblo, contra los malos jerarcas de la Iglesia y contra sus organizaciones que pretenden reeditar en las catedrales y templos habitués de la oligarquía, los hechos que en octubre de 1945 pretendieron detener nuestra revolución en la Plaza San Martín hace diez años. En 1945, el bronce del libertador debió presenciar la ignominia de aquella traición. En los hechos del sábado y del domingo, la traición fue proyectada y consumada en el mismo lugar que la oligarquía destinó para que descansasen los restos del Gran Capitán de los Andes. He declarado ya que desde 1943, cierto sector del clero -el clero que vive de las prebendas de las damas oligarcas- se enfrentó con nuestro movimiento, que nunca dejó de ser cristiano por su carácter solidario, popular, humilde, y por todo cuanto hemos hecho, más que por todo lo que hemos dicho. El sector aludido del clero -particularmente el clero de las ciudades y ante todo el alto clero de la capital federal- se atribuye títulos, honores y privilegios que nosotros solo reconocemos para los hombres humildes que trabajan solidariamente con la comunidad. Poseídos por el demonio de la soberbia, son los mismos hombres que no tuvieron prácticamente ningún problema con los gobiernos y gobernantes que nos precedieron... a pesar del liberalismo ideológico y de la militancia anticlerical de que tales gobiernos y gobernantes se enorgullecían. En aquellos tiempos clero y gobierno se sentían unidos por varios denominadores comunes: origen y espíritu oligárquico; soberbio desprecio por el pueblo, a quien explotaban en su beneficio. Pero sobre todo por la estrecha vinculación política y económica entre ambos, en especial la participación económica directa o indirecta del gobierno eclesiástico en las prebendas que el gobierno del Estado recibía por la venta progresiva e infame de la República. Desde 1943 fue pública y notoria la participación descarada de algunos jerarcas de la Iglesia en la lucha política. Ninguna reunión del Episcopado Argentino produjo jamás una pastoral, recordando que la doctrina de Cristo prohibe la intervención del clero en la acción política. Nadie puede reprocharnos que el Movimiento Peronista recibiese apoyo de algunos de ellos. Nosotros no tenemos la obligación de conocer las obligaciones del clero, ni tenemos el deber de tomar medida con los curas descarriados. Además siempre pensábamos que se unían a nuestra acción para servir al pueblo. El tiempo nos demostró que entre los pocos que se declaraban en favor de nuestra política de gobierno, casi todos habían venido en busca "del santo y la limosna". A lo largo de estos años, el pueblo argentino ha conocido en cambio, todas las formas de la reacción del clero contra nuestro gobierno... y contra el Movimiento Peronista, cuyo único afán ha sido el servicio del pueblo hasta los últimos extremos del sacrificio. Desde 1946 hasta 1953 la acción política del clero aludido, trató de desarrollarse solapada y subrepticiamente por la infiltración de nuestras filas. Sin embargo, muchas veces aquel ocultamiento resultaba imposible. En la acción eclesiástica aparecían signos evidentes de actitudes y de posiciones contrarias al sentir del pueblo. En 1953 la reacción clerical contra las autoridades legítimamente constituidas que ellos dicen y deben respetar, fue cada vez más evidente y descarada. Deseo mencionar algunos hechos sucedidos a lo largo de nuestras luchas, aunque son de dominio público. Recuerdo por ejemplo, la lucha sistemática, contra la persona y contra la obra social de la señora Eva Perón y de su benemérita Fundación; la campaña de calumnias y difamaciones de que fueron objeto las mujeres del Partido Peronista Femenino, campaña carente de todo espíritu cristiano y totalmente injustas; las actitudes de numerosos miembros del clero que se negaron a satisfacer los deseos del pueblo cuando este trató de realizar oficios religiosos por la salud o en memoria de la señora Eva Perón; el desprecio por la organización obrera que se agrupa en la Confederación General del Trabajo; las campañas organizadas contra la posición ideológica del Movimiento Peronista, posición de paz para la reconciliación del mundo; la prédica de rumores destinados a lograr el desprestigio de los hombres de gobierno mediante las más dispares acusaciones; las campañas tendientes a crear el descrédito del gobierno en el exterior de la República; los ataques injustificados contra las organizaciones juveniles y las más infames calumnias contra las actividades que ellas realizan a puertas abiertas, etcétera, etcétera. Estos son señores algunos de los hechos con que la oligarquía clerical, el clero político y los dirigentes de las organizaciones clericales de naturaleza civil produjeron para reconocer con tanta ingratitud toda nuestra acción positiva de gobierno en favor del desarrollo espiritual de nuestro pueblo. Detrás de ellos o en sus mismas filas nunca faltaron desde 1943, como no faltan ahora, ingenuos engañados; y por supuesto una buena cantidad de opositores cuya gama de colores conocemos desde la famosa "Marcha de la Constitución y de la Libertad". He querido referirme tan solo a la dolorosa historia de nuestras relaciones con la oligarquía clerical. Los acontecimientos de estos últimos tiempos y los hechos ignominiosos de estos últimos días los conoce todo el país. Antes que la infamia organizada y la traición deleznable provoquen una explosión incontenible de ira en nuestro pueblo, que está a punto de estallar, yo deseo exponer con toda claridad la posición y las decisiones adoptadas por el poder ejecutivo, frente a la situación que denunciamos como una verdadera agresión interna e internacional contra el pueblo argentino justo, libre y soberano. Frente a los actos de violencia que son de dominio público y que el 11 de junio tuvieron como escenario la Plaza de Mayo, plaza del Congreso y diversas calles de la ciudad, deseo hacer llegar al pueblo la palabra del gobierno para llamar a la cordura a los exaltados que pretenden resolver por la violencia lo que en los pueblos civilizados debe alcanzarse por la vía legal de la opinión mayoritaria. El problema que inquieta e irrita a algunos irreflexivos no es de resorte del gobierno, ni siquiera del Congreso de la Nación. Corresponde que el pueblo, mediante la elección libre de su voluntad, resuelva o no modificar la Constitución Nacional. Si, como algunos sostienen, el pueblo está contra la separación de la Iglesia del Estado, en los comicios correspondientes votará negativamente. Si, en cambio, como afirman otros, desea esta separación, votará afirmativamente. ¿A que entonces producir agitación y desorden? Si algunas leyes sancionadas por el Congreso de la Nación no satisfacen a las minorías, no creemos que el camino de rectificarlas sea precisamente el de provocar desorden y alterar la paz. Desconocer el derecho del pueblo de decidir su propia legislación a través de sus representantes legales es un alzamiento contra la Constitución y la ley que no puede conducir ni a la paz ni a la tranquilidad. Los que legalmente tenemos la responsabilidad de mantener el orden, tratamos de hacerlo sin recurrir a la fuerza y menos a la violencia, pero es indudable que todo tiene su límite frente a la imperiosa necesidad de cumplir el deber y el mandato popular y legal. Esto en cuanto concierne a los que de buena fe creen defender sus ideales en la acciones violentas y callejeras, como a los que sin percatarse convierten los templos en comités políticos; ofuscados unos y otros por consejeros no siempre capaces ni desinteresados. Deben recapacitar unos y otros sobre las consecuencias de desconocer los derechos del pueblo y los deberes de la autoridad en cumplimiento de su obligación para no lamentar después hechos irreparables ocasionados precisamente por procedimientos hijos de la pasión y no de la reflexión. El gobierno asegura comicios puros e irreprochables mediante los cuales han de resolverse las actuales controversias. Garantiza también todos los derechos dentro de la ley. No puede aceptar entonces soluciones que se pretendan imponer por la violencia o mediante exteriorizaciones de histéricas acciones que llegan no solo a ofender al pueblo sino también a la nacionalidad misma en sus símbolos más sagrados. A los que de mala fe pretenden aprovechar esta situación, para crear un clima artificial de subversión, les advierto que les conocemos y muy bien. Estos hechos tienen un gran parecido con los sucesos que ocasionaron el famoso pic-nic de la Plaza San Martín. Sin duda van a tener, si insisten, un desenlace también similar solo que deseo desde ya deslindar responsabilidades por los extremos a que pueda llegarse en la represión popular de los mismos. Los que siembran vientos pueden cosechar tempestades. Hasta ahora el gobierno puede haber aparentado debilidad en su deseo de mantener el orden sin violencia. El lujo de ser débil solamente se lo puede dar un gobierno que es realmente fuerte. El gobierno fuerte es aquel que, como nosotros, cuenta con el apoyo decidido y activo del pueblo. Si no tuviéramos la tremenda fuerza que da éste y las instituciones del Estado quizás habríamos ya obrado con una gran energía y cortado de raíz todo intento de alterar el orden. Si no lo hemos hecho ha sido precisamente para evitar desgracias personales a quienes equivocados por una prédica insidiosa y malsana pueden haber observado una conducta impropia de hombres libres y ecuánimes. Quiero con esto advertirles por última vez a ellos que no se trata de un problema religioso, sino clerical y político. Los hechos producidos el sábado 11 de junio, con desmanes que van desde ataques a la propiedad privada hasta el agravio a las instituciones y los símbolos de la soberanía y de la patria misma, evidencian de clara manera que el móvil de esas reuniones y manifestaciones no puede ser honrar a Dios ni a las instituciones de la Iglesia. Evidencian, además, que no es el gobierno que está contra ellos, sino ellos contra el gobierno, que no es lo mismo. ¿Como puede aceptarse, que funcionarios del Estado, como es la jerarquía eclesiástica, sean los promotores de desórdenes y depredaciones incalificables contra los bienes y la dignidad de la Nación, contrariando premeditada y expresamente disposiciones juiciosas de la autoridad destinadas a evitarlas? ¿Como es posible que desde la Curia misma se provoquen desórdenes callejeros, con gente armada y actos de provocación como los producidos en la tarde y la noche del domingo próximo pasado, juntamente con actos callejeros en otros lugares destinados evidentemente a alterar la tranquilidad y el orden? Es indudable que o se ha perdido todo control o de lo contrario se trata de actos subversivos que el gobierno en defensa del orden está en la obligación de evitar por cualquier medio. Esta advertencia va dirigida a los que ingenuamente están sirviendo intereses inconfesables. A los que traten de sacar provecho a esa ingenuidad para sus propios fines políticos no tengo nada que advertirles porque ellos pretenden precisamente la alteración del orden. Sabemos que aparecerán ahora de nuevo los eternos revolucionarios de café, que giran en su provecho la supuesta participación de jefes de las fuerzas armadas y de las unidades de la policía, del ejército, de la marina o de la aviación. A esos los conocemos bien, como también conocemos a los jefes mencionados y sabemos además de su patriotismo y acatamiento a la autoridad civil de la Nación. Por eso no nos inquieta, ni nos inquietará en manera alguna, que estos promotores de motines sigan girando en blanco el nombre de quienes los conocen tan bien como los conocemos nosotros. Sin embargo, no estará demás que les advierta que ya hemos tolerado demasiado sus desmanes, que el pueblo está ya cansándose de su impertinencia de todo orden y que un día puede llegar a provocar reacciones difíciles de prever en sus consecuencias. No se puede ofender impunemente al pueblo, a sus instituciones y a sus símbolos sin esperar una inmediata sanción. Si ello no se ha producido ya en distintas ocasiones ha sido precisamente porque yo, personalmente, he intervenido para evitarlo. No se sin embargo, si este admirable y paciente pueblo argentino que en esto también demuestra ser lo mejor que tenemos, un día no llegará a cansarse y se determine a hacer la justicia por su propia mano. En ese sentido me dirijo una vez más al pueblo para aconsejarle calma, aunque deban para mantenerla recurrir a todas las fuerzas de su voluntad. Lo ocurrido es un asunto policial y será resuelto por la Policía y la Justicia, sin perjuicio de las medidas administrativas que tomará el gobierno en resguardo de su autoridad y de su prestigio. Si el día 11 de junio fue posible que se produjeran hechos que son del dominio público fue precisamente porque, en conocimiento de que se trataba de una acto de provocación, se dispuso que la policía no actuara. Si se hubiera dispuesto impedir por la fuerza la realización de los actos, puede el pueblo estar persuadido que, se los habría impedido pero, hoy lamentaríamos algunas desgracias personales que, afortunadamente, hemos evitado con prudencia y previsión. En cambio hoy deben lamentar los insensatos la condenación unánime del pueblo que no puede ver sino con sorpresa e indignación actos tan deleznables como los que ha presenciado la ciudadanía en las calles y plazas de Buenos Aires. Advertidos así, que nadie pueda alegar ignorancia, hemos ordenado evitar los desórdenes y reprimir con la mayor energía todo nuevo intento de repetir los bochornosos acontecimientos presenciados. La Policía sabrá cumplir su cometido. Como reconocimiento de un mejor juicio, debemos aceptar que en las provincias las procesiones se han realizado en el día debido, y en general, sin incidencias, lo que vendría a corroborar que en Buenos Aires, lo ocurrido ha obedecido a un plan preconcebido y preparado. Sin embargo las autoridades provinciales deben mantener la vigilancia para evitar en el futuro que imitadores de estos insensatos pueda repetir el espectáculo. Como una conducta general es necesario recordar la consigna de las horas de vigilia y observación: del trabajo a casa y de casa al trabajo. Como precaución es menester alertar las organizaciones. Preparar los medios de acción y los transportes. Controlar por las organizaciones políticas los sectores de acción y mantener la vigilancia por los jefes de manzana y organismos correspondientes, encubriendo minuciosamente la acción. No actuar sino en contacto y en coordinación con la policía por comandos tácticos. Yo impartiré cualquier otra orden en cada caso por los medios correspondientes. Atentos y vigilantes, es la consigna. Por cada hombre que puedan poner nuestros enemigos nosotros podemos poner diez y diez veces más hombres que los suyos. Por eso recomiendo calma y tranquilidad. Nosotros somos serios y somos también responsables. No debemos dar espectáculos como los que dieron ellos. Nuestra organizaciones, disciplinadas y orgánicas, no pueden perder su prestigio en chirinadas intrascendentes e inoperantes. Buenas noches. .........
1955-06-14
Discurso en el acto organizado por la CGT realizado en Plaza del Congreso para desagraviar la Bandera Nacional y la memoria de Eva Perón
Compañeros: Hoy, como siempre, no he podido sustraerme a venir a este acto, donde los compañeros han escuchado la palabra prudente del secretario de la Confederación General del Trabajo, al que me uno de corazón, para desagraviar lo más sagrado que tiene la Patria: su bandera. Desagraviar nuestra bandera en estos días tiene para mí el más profundo significado. Las banderas tienen, según las patrias y las comunidades que representan, el reflejo del espíritu de un tiempo y de una época. Nuestra bandera, que representa las glorias y las tradiciones de nuestros próceres, que representa la justicia, la soberanía, la libertad y la solidaridad de nuestro pueblo no debió ser agraviada por los hombres. Desde la más remota antigüedad los hombres han servido sólo a una bandera cuando han sido honestos y honorables. Nada hay más peligroso que los hombres que sirven simultáneamente a dos banderas. Las patrias, también desde la más remota antigüedad, no han tenido sino una bandera. A esa bandera es a la que con honor se sirve durante toda una vida. Yo me complazco en venir a este acto en el que los trabajadores argentinos se honran a sí mismos, honran al pueblo y honran a la patria, haciendo respetar a su bandera. Hace justamente cuarenta y cinco años que yo juré esta bandera. Desde entonces he tratado de seguirla y de servirla. Por eso me uno de corazón a ustedes que, con este acto, quieren decir a nuestra patria que su bandera está y estará apoyada por los millones de corazones de los trabajadores argentinos. Solamente los que sirven al pueblo en el trabajo humilde y engrandecedor de todos los días tienen derecho de cobijarse bajo los sagrados pliegos de la bandera. Todo aquel que vive de la bandera, no tiene ese derecho. Solamente tiene ese derecho quien vive enarbolando todos los días la bandera de la patria en su propio corazón. Compañeros, sé cómo Eva Perón amó a su pueblo. Yo, que sé cómo Eva Perón lo sirvió hasta el sacrificio; yo que sé íntimamente cuáles fueron sus últimos pensamientos, les agradezco, en su memoria y en su nombre que hayan llegado hasta este lugar, en esta tarde, para dedicar un recuerdo a su sagrada memoria, ¡oh, mujer humilde! Les agradezco como hombre y como ciudadano, y estoy seguro de que si ella nos ve y nos siente a través de la infinita distancia que nos separa, ha de sentir una inmensa satisfacción en su recuerdo, porque, como en los días de su vida, su pueblo está unido y decidido a hacer triunfar sus ideales. Finalmente les prometo que, como siempre, con el más alto grado de prudencia de que sea capaz, he de hacer cumplir la ley, sin violencias en lo posible, pera haciéndola cumplir en todo caso. Por eso le agradezco al compañero De Pietro lo que termina de decir: que en las decisiones de las urnas deje que los trabajadores se jueguen este partido. Y, en cambio, yo les pido a los trabajadores que en los asuntos que se están suscitando en estos días, me dejen a mí para que juegue el partido. Sé por experiencia, los valores que se encierran en los corazones de nuestros hombres de trabajo. Yo los he visto luchar, los he visto decididos a triunfar o a morir. De manera que sé bien cuales son sus valores, y por eso es que estoy decidido a actuar en defensa y cumplimiento de la ley y pido al pueblo tranquilidad y paciencia. No ha llegado el momento de hacer nada todavía. Si llegase, yo he de dar oportunamente la orden. Producir ahora cualquier acción o disturbio sería "gastar pólvora en chimangos", cosa que no queremos hacer. Precisamente la tranquilidad del pueblo argentino descansa en la seriedad y en la prudencia del mismo pueblo. Y dentro de ese pueblo, la inmensa masa trabajadora está dando a la República y al mundo el ejemplo de su sabiduría y de su prudencia habitual. Finalmente, compañeros, tenemos mucho que hacer y mucho que trabajar para alcanzar la grandeza con que soñamos. El objetivo hacia el cual hemos de dirigir nuestra mirada, apartando del camino todos los obstáculos circunstanciales, es ese trabajo que representa la única forma como podemos hacer grande a la patria y feliz a su pueblo. Muchas gracias".
1955-06-16
Mensaje radial para informar a la población los detalles de los bombardeos a la Plaza de Mayo por los aviones de la Marina de Guerra
Les hablo desde nuestro puesto de comando, que, como es lógico, no puede estar en la sede del gobierno, de manera que todas las acciones que se han realizado sobre esa casa han sido tirando sobre un lugar inerme, perjudicando solamente a algunos ciudadanos que han muerto por efecto de las bombas. La situación está totalmente dominada. El Ministerio de Marina, donde estaba el comando revolucionario, se ha entregado, está ocupado y los culpables detenidos. Deseo que mis primeras palabras sean para encomiar la acción maravillosa que ha desarrollado el Ejército, cuyos componentes han demostrado ser verdaderos soldados, ya que ni un solo cabo ni soldado ha faltado a su deber. No hablemos ya de los oficiales y de los jefes, que se han comportado como valientes y leales. Desgraciadamente no puedo decir lo mismo de la Marina de Guerra, que es la culpable de la cantidad de muertos y heridos que hoy debemos lamentar los argentinos. Pero lo más insignificante es que haya tirado a mansalva contra el pueblo, como si su rabia no se descargase sobre nosotros, los soldados, que tenemos obligación de pelear, sino sobre los humildes ciudadanos que poblaban las calles de nuestra ciudad. Es indudable que pasarán los tiempos, pero la Historia no perdonará jamás semejante sacrilegio. Ahora, terminada la lucha, los últimos aviones, como de costumbre, pasaron huyendo. Estos últimos disparos de artillería antiaérea que han escuchado, han sido sobre esos aviones fugitivos. Quedan todavía algunos pequeños focos que ocupar y desarmar y someter a la justicia. Como presidente de la República, pido al pueblo que me escuche en lo que voy a decirle. Nosotros, como pueblo civilizado, no podemos tomar medidas que sean aconsejadas por la pasión, sino por la reflexión. Todo ha terminado. Afortunadamente, bien. Solamente que no podremos dejar de lamentar, como no podremos reparar, la cantidad de muertos y heridos que la infamia de estos hombres ha desatado sobre nuestra tierra de argentinos. Por eso, para no ser nosotros criminales como ellos, les pido que estén tranquilos: que cada uno vaya a su casa. La lucha debe ser entre soldados. Yo no quiero que muera un solo hombre más del pueblo. Yo les pido a los compañeros trabajadores que refrenen su propia ira; que se muerdan, como me muerdo yo en estos momentos; que no cometan ningún desmán. No nos perdonaríamos nosotros que a la infamia de nuestros enemigos le agregáramos nuestra propia infamia. Por eso yo les pido a todos los compañeros que estén tranquilos, que festejen ya el triunfo, el triunfo del pueblo, que es el único triunfo que puede enorgullecernos. El ejército en esta jornada se ha portado como se ha portado siempre. No ha defeccionado un solo hombre. Y el ministro de Ejército ha tomado y dirigido personalmente la defensa. Este ministro es un grande hombre. No lo digo ahora; lo conozco desde que tenía 15 años. Todos los generales de la República, los jefes, oficiales, suboficiales y soldados han sabido cumplir brillantemente con su deber. Cumplo con esto una pasión de mi vida: que nuestro ejército sea amado por el pueblo y nuestro pueblo amado por el ejército. Nadie podrá decir nunca jamás que un soldado del ejército ha tirado sobre sus hermanos, como nadie podrá decir jamás que hay un jefe o un oficial en el ejército que sea tan canalla como para tirar un solo tiro sobre sus hermanos. Por eso yo quiero que en esta ocasión, en que sellamos la unión indestructible entre el pueblo y el ejército, cada uno de ustedes, hermanos argentinos, levante en su corazón un altar a este ejército que no solamente ha sabido cumplir con su deber sino que lo ha hecho heroicamente. Esos soldados que hoy combatieron por el pueblo argentino son los verdaderos soldados. Los que tiraron contra el pueblo no son ni han sido jamás soldados argentinos; porque los soldados argentinos no son ni traidores ni cobardes, y los que tiraron contra el pueblo son traidores y cobardes. La ley caerá inflexiblemente sobre ellos. Yo no he de dar un paso para atemperar su culpa, ni para atemperar la pena que les ha de corresponder. Yo he de hacer justicia, pero justicia enérgica. El pueblo no es el encargado de hacer justicia. Debe de confiar en mi palabra de soldado y de gobernante. Prefiero, señores, que sepamos cumplir como pueblo civilizado y dejar que la ley castigue. Nosotros no somos los encargados de castigar. Es indudable que estas palabras de serenidad, han de llegar al entendimiento de los compañeros y del pueblo entero. No lamentemos más víctimas. Nuestros enemigos, cobardes y traidores, desgraciadamente merecen nuestro desprecio, pero también merecen nuestro perdón. Por eso pido serenidad, una vez más, ahora que han pasado todos los acontecimientos con que hemos dado una lección a la canalla que se levantó y a la que la impulsó a que se levantara, les decimos también otra vez que tantas veces se levanten, cada día recibirán una lección más dura y más fuerte, como merecen ser castigados los traidores y los cobardes. Yo hablo al pueblo, y le hablo con el corazón henchido de mi entusiasmo de soldado, porque he visto hoy a mi ejército, al cual tengo la honra de pertenecer, en todo lo que es y en todo lo que vale. Y he visto también al pueblo, que es otro de mis grandes amores. Lo he visto comportarse virilmente y lo veo ahora comportarse también serenamente. Los culpables serán castigados, y habrá memoria en la República del castigo que habrán de recibir. De manera que les pido a todos que se tranquilicen. Tienen razón de estar indignados y de estar levantados, pero aún con razón hay que reflexionar antes de obrar. Pido a todos que, como yo, sancionen en su conciencia a los malvados. Los malvados han de tener el castigo, cuando recuerden las víctimas que han ocasionado. Ese va a ser su castigo si se salvan del castigo que yo les he de hacer aplicar, cumpliendo estrictamente la ley. Algunos focos que puedan escucharme todavía, que aún no hayan depuesto las armas, es preciso que lo hagan en el menor tiempo posible. Si no lo hicieran, nosotros no cargaremos con la responsabilidad de destruirlos. Pero que sepan que si iniciamos su destrucción no hemos de parar hasta terminar. Buenas noches a todos. Tranquilos y confiados. Tenemos un Ejército que garantiza el orden, y el orden se ha de ir restableciendo paulatinamente. Este será un triste recuerdo; un triste recuerdo que pondrá un estigma para toda la vida en las instituciones que no supieron cumplir con su deber y en los hombres que traicionaron la fe y la patria. ¡Nada más! ¡Buenas Noches!
1955-06-16
Al hacerse entrega al general Perón el Decálogo del Soldado Argentino
Al hacerse entrega al general Perón el Decálogo del Soldado Argentino Señor ministro, camaradas: Después de casi cincuenta años de servicios, en lo que hemos envejecido quizá juntos todos nosotros, yo debo confesar que al recibir este Decálogo del Soldado Argentino, siento el orgullo más extraordinario que he sentido toda mi vida de soldado. Es indudable, camaradas, que el soldado tiene una misión que cumplir, y en esa misión triunfa o sucumbe. Yo estoy decidido a lo primero y también a lo segundo. Hoy el Ejército Argentino ha dado prueba de que ese Decálogo está vivo en el corazón de todos los soldados de la patria. Por eso, el Ejército de San Martín puede sentirse orgulloso de la gloria que heredó, y San Martín, desde la gloria, ha de sentirse orgulloso de los soldados que le han sucedido. Yo le agradezco al señor ministro de Guerra, otro soldado que ha vivido su vida con mi vida, y en quien yo he depositado toda mi fe y toda mi confianza, porque lo conozco, y porque lo conozco profundamente. Hoy tenemos en el Ejército Argentino, un día triste, pero glorioso. Los ejércitos que pasan a la gloria son los que tienen días tristes, pero gloriosos. Gloriosos, porque el honor se salva luchando o muriendo, y nuestros soldados han dado ese ejemplo. Yo les agradezco a los camaradas generales esta magnífica dedicatoria. Quizás yo no la merezca como ellos, pero sí les puedo decir que en mi corazón de argentino se alienta la profunda fe que bebí allá en las viejas aulas de San Martín; que me acompañaron durante toda mi vida de soldado, en la que podré haber delinquido contra cualquier cosa, pero jamás, contra los postulados del soldado ni contra nuestra patria. Para mí, como presidente de la República, es un día triste, tristísimo día, pero es también un día glorioso. Es triste porque han muerto muchos argentinos, pero es glorioso porque a través de esta lucha en común, por los comunes objetivos, se ha sellado hoy la unión indestructible entre el Ejército y el pueblo argentino. Por ello, este Decálogo lo voy a poner e mi despacho, para que todo el que entre allí, lo reverencie, y lo reverencie porque nuestros soldados no solo lo escriben en un magnífico cuadro para ofrecerlo a otro camarada, sino que lo cumplen en los momentos difíciles de la lucha. Camaradas, finalmente les agradezco este gesto de amigos y de compañeros. Toda la vida no he soñado sino con merecer el agradecimiento de mis camaradas y de mis conciudadanos. Y si debe morir un hombre a esta altura, yo moriría contento y feliz, porque nunca he hecho mal a nadie; contento y feliz porque lo que pude haber hecho, lo he hecho inspirado en el amor de la patria, único amor que me domina totalmente. Finalmente, les agradezco camaradas, les agradezco desde lo más profundo de mi corazón. Algunas lágrimas, quizás, puedan salir de mis ojos, pero esas lágrimas son lágrimas de exaltación a nuestra amistad indestructible y a la lealtad que hoy el Ejército ha puesto en evidencia. Los hombres que no lloran de emoción, a menudo suelen llorar de miedo. Muchas gracias, que tengan un feliz viaje, y lleguen a sus unidades para tomarlas con el honor que ustedes tienen y con la grandeza que ustedes han puesto en evidencia. La República no dejará de reconocerles jamás lo que ustedes hacen, lo que ustedes están haciendo. Dios quiera que los colmen de felicidades todas las circunstancias de la vida. Que les vaya muy bien, muchas gracias.
1955-06-17
Mensaje al pueblo de todo el país, relacionado con la situación creada por los sucesos del día 16 de junio
Después de lo que dije ayer, hoy deseo dirigirme a la totalidad del pueblo argentino, para decirle cosas que, en este momento, interesan extraordinariamente para la conducta que cada uno debemos de tener en la Nación. Los acontecimientos que ayer trasmití, hoy más aclarados, permiten hacer una rápida recapitulación de los hechos. Se trataba, indudablemente, de un golpe de mano dirigido contra la Casa de Gobierno. Ese fue el objetivo centralizado de la intensión del fuego y de los bombardeos enemigos. Cuando ese ataque se inició sobre la Casa de Gobierno, nosotros, por nuestros servicios de información, habíamos sido advertidos con anterioridad, lo que nos permitió establecer inmediatamente nuestro puesto de comando, y responder a las acciones que el enemigo inició sobre la Casa de Gobierno. Es indudable, que de haber permanecido el gobierno, en su sede natural, habría sido quizá, destruido. Es indudable que toda esa acción, se ha dirigido sobre mí, lo que me llena a mí de satisfacción, porque indudablemente yo lamento mucho más lo que le ha ocurrido al pueblo que lo que me pudo haber ocurrido a mí. Sin embargo ya todos los elementos de juicio permiten afirmar de una manera absoluta que todo ha terminado. Se inician las acciones de la justicia. Esperemos su veredicto, que ha de ser justo y ha de ser ecuánime. Las sanciones que han de aplicarse serán las que dicte la ley, ni un paso más adelante, ni un paso más atrás. Eso es lo que he prometido y eso es lo que he de cumplir al pie de la letra. Terminados los acontecimientos, hemos establecido el estado de sitio, porque es menester mantener el estado de alerta permanente. Es necesario preverlo todo. En esa previsión, estamos alertas y prevenidos; cualquier acción que pudiera desarrollarse, nosotros la hemos de aplastar inmediatamente. Sin embargo el estado de sitio va más allá para prever cualquier desorden. Los pícaros suelen aprovechar los caos que sobrevienen a la lucha para sacar provecho. Varios desmanes se han cometido durante la lucha. El gobierno de la Nación deplora y condena enérgicamente los desmanes que en la víspera elementos comunistas cometieron en diversos sitios de la ciudad, aprovechando las exigencias del combate con las tropas rebeldes, y repudia estos desmanes en los cuales no se ha respetado siquiera el recinto de los templos religiosos, reliquias algunos de ellos, además de hechos trascendentes y gloriosos de nuestro acervo histórico. Nosotros no podemos hacer tal cosa. Nuestros adversarios nos han llenado de pena y de dolor, porque los hemos visto proceder mal, y a su propia ignominia -dije ayer- no debemos agregar nuestra ignominia. Por el estado de sitio se tomarán medidas enérgicas contra todos los desmanes. El ejército y la policía deben garantizar el orden, pues no deben ocurrir nuevos desmanes. No es necesario advertir al pueblo, que conoce ya, que el estado de sitio, permite la sanción inmediata por las tropas en cualquier lugar en que se cometan delitos. En esto, yo tengo una larga experiencia. Habrá muchos a quienes los lleva su justa indignación, pero hay otros, en cambio, que tienen móviles inconfesables en estos casos. Recuerdo, que en 1930, en la revolución del 6 de setiembre, entraba yo a la Casa de Gobierno y uno salía gritando "¡viva la patria!" con una bandera bajo el brazo. Me pareció grande el paquete y le dije: "¿Qué lleva ahí adentro? Dentro de la bandera llevaba envuelta una máquina de escribir que se estaba robando de la Casa de Gobierno. Esto es común en estos casos. Por eso, señores, a todos, al pueblo y a cada uno de los habitantes, les pido mucha cordura, porque comenzaremos a tomar medidas enérgicas por el estado de sitio. El móvil del movimiento, indica una irresponsabilidad que nosotros criticamos acerbamente. No sea que por no pensar bien lo que estamos haciendo, seamos objeto de una acusación justa de propia irresponsabilidad. Es necesario no tergiversar con los hechos las razones que nos han movido en este caso. El asunto religioso: nosotros no estamos combatiendo la religión; eso lo venimos anunciando desde la primera hora. Solo queremos que el pueblo decida en su hora, asunto de organización dentro de la Nación. Hay muchos que desean que la Iglesia sea independiente del Estado; otros, que la Iglesia esté en el Estado, como está actualmente. Lo justo es esperar la elección, y que mayoría del pueblo, sea la que decida, y no decidir por la violencia, ni por los panfletos, ni por las calumnias que se hacen correr siempre con móviles inconfesables. Nosotros queremos asegurar la libertad absoluta y la ley. Los sacerdotes y religiosos que han participado en esta revolución no serían dignos de su investidura, como no seríamos nosotros dignos de investir el gobierno si no tuviéramos la ecuanimidad suficiente para garantizar que esa libertad de conciencia que sostiene nuestra Constitución, la hemos de amparar, ¡pero con la ley! ¡pero con las elecciones justas e irreprochables! que hemos de realizar para que el pueblo decida su propio destino. Todos serán juzgados con justicia y con ecuanimidad, porque nosotros hemos de respetar la ley. Nada de los hechos ocurridos puede a nosotros cambiarnos nuestra manera de sentir y nuestra manera de pensar. He dicho mil veces que yo soy católico y tenemos muchos católicos con nosotros. No atacamos la religión, pero sí atacamos el que la violencia reemplace a la decisión de las urnas. Nosotros queremos que esa religión sea respetada como respetamos todas las otras religiones, no por la violencia, sino por la convicción; no, por la lucha, sino por la decisión popular. ¿Que cuesta entonces esperar las elecciones para que todos sepamos a que atenernos? Si después de las elecciones el gobierno decidiera hacer lo contrario de lo que el pueblo está indicando, entonces habría que pelear con el gobierno. Por esa razón, en estos últimos tiempos, los insensatos que no han querido esperar las elecciones y han comenzado los rumores, los panfletos y toda suerte de inconveniencias para la paz y para el orden de la Nación, señores, los acusamos realmente de no saber cumplir con su deber de argentinos. Nosotros no queremos otra cosa que la paz, y decidir en paz todos nuestros problemas y nuestros pleitos, y para eso hay un solo camino: sometamos esto a la decisión popular y que la mayoría decida y después acatemos esa mayoría. ¡Ese es el único camino! Llamo a todos a la cordura. El ejemplo de ayer deber despertar la conciencia y la reflexión. Los católicos concientes, los que se oponen a ello, esperen las elecciones: eso es lo que dice la reflexión y eso es lo que dice la conciencia. En esto no hay política. No se juega aquí Perón, ni se juega el Partido, sino una decisión popular justa y ecuánime que ha de tomarse de la única manera en que se toman esas grandes decisiones populares. El problema no lo puedo resolver yo por decreto ni el Congreso por ley, porque es la modificación de la Constitución, ¡que decidida el pueblo! Pero esperemos, a que esas elecciones digan lo que quiera el pueblo y nosotros haremos lo que el pueblo quiera. A los trabajadores les pido que nos ayuden a asegurar el orden y no a alterarlo. Cada trabajador debe ser un agente del orden público, procediendo y haciendo proceder bien a los demás. ¡Basta de lucha! Lo que necesitamos es trabajo cada vez más duro, para resarcir y reparar las pérdidas ocasionadas por estos insensatos. Por el estado de sitio no deben efectuarse reuniones, ni menos concentraciones, pues aún es necesario permanecer en apresto y en vigilancia, y eso no se puede hacer en el desorden de las multitudes. Que nadie falte a esta consigna y cada uno sea un ejemplo de su cumplimiento, es cuanto les pido a los trabajadores. Tenemos el honor de contar con un ejército ejemplar, honrémosle con nuestro apoyo para asegurar definitivamente el orden. Sé que habrá sobresaltos en los ambientes de los sacerdotes y los religiosos. Deben tranquilizarse que nada les pasará. Ellos también deben cooperar obedeciendo a la policía y ayudando a que el orden sea reestablecido, y no seguir con la insensata campaña de panfletos y rumores que enconan al pueblo y a sus organizaciones. ¡Calma para todos; lo demás, lo haremos nosotros como mejor podamos! A los deudos de todos los que han perdido la vida en esta loca aventura de irresponsables, les hago llegar mi dolor para unirlo al suyo. A los heridos, mi palabra de aliento, que les reconforte en el dolor. He dado ya instrucciones para que se haga todo lo que sea necesario. A las tropas leales que han salvado el honor del soldado argentino y han glorificado la República, todo mi corazón de soldado y de camarada. Generales, jefes, oficiales superiores, oficiales, suboficiales y soldados: para un soldado como yo, nada puede ser más honroso que vuestra propia honra. Un gran abrazo para todos; y al pueblo argentino, heroico y leal, lo mejor de mi corazón de argentino. --------------
1955-06-18
Ante secretarios de gremios de la Capital Federal y del Gran Buenos Aires :
Compañeros: He querido en este día reunir al secretariado de los gremios, en la primera oportunidad que tengo desde los sucesos que hemos presenciado en las calles de Buenos Aires. Por eso ha llegado esta tarde hasta esta casa para conversar breves instantes con los compañeros dirigentes y también con los responsables de todos los gremios de la Capital Federal. Mis primeras palabras quiero que sean para agradecer a todos ustedes lo que han hecho en estos días para mantener el orden y la disciplina de las organizaciones, porque merced a ello ha sido posible evitar el caos en la ciudad. Les agradezco, también que hayan seguido los consejos que he impartido a la población y que hayan sido ustedes los principales agentes del orden en estos días de desorden. Es indudable que los días que han pasado han sido tremendamente trágicos para el pueblo argentino, porque hemos visto ocasionar cientos de muertos y heridos en las calles de Buenos Aires. Para mí es quizá lo más terrible que pueda ocurrirnos, porque en nuestra Revolución todavía no habíamos derramado sangre inútilmente. Sin embargo nos queda la satisfacción de no haber sido nosotros quienes tengamos la culpa de haber derramado sangre argentina. Han sido nuestros enemigos quienes con engaño y actuando de la manera más terrible han descargado su odio y su furia sobre el pueblo argentino. Es indudable que el tiempo y la historia les han de pedir cuenta de cuanto han hecho, si sus conciencias por sí no los lleva al arrepentimiento. Algunos hechos se han producido también en las calles de Buenos Aires, y yo sé bien que no son trabajadores los que han producido los actos de violencia en las iglesias ni en ninguna de esas partes. Ya sabemos perfectamente bien quiénes se organizan para tales actos y quienes son que sacan provecho de ello, de manera que sobre nuestra conciencia no pesa ni pesará ninguno de esos hechos. En estos días, indudablemente han aprovechado los comunistas. Los vimos ya y tuve noticias durante el mismo movimiento. Andaban trabajando por su cuenta, haciendo sus pequeñas cosas y sus grandes proyectos. Pero, afortunadamente, el juicio y la prudencia de nuestros dirigentes y de nuestro pueblo no les han permitido actuar de una manera más funesta. Hoy, nosotros no tenemos nada que lamentar de nuestra conducta. Nos hemos defendido y esa defensa, apoyada en la ley, tiene un poder demasiado extraordinario para que unos cuantos asesinos puedan detenernos ni un poco en defensa de la ley. Los hechos, compañeros, no son nuevos en sus ideas, aunque son nuevos en sus procedimientos. Hace tiempo que esto está en marcha. Comenzó en 1945, en la Plaza San Martín. Quizá ahora se le hayan sumado unos cuantos de una o de otra parte, pero el fondo de la lucha es el mismo. Para mí, todo esto tiene un carácter exactamente igual que el de aquellos tiempos; todas esas fuerzas, amalgamadas por los intereses nacionales e impulsados por los intereses internacionales. Nosotros sabemos bien en que campo estamos actuando, como también sabemos quiénes actúan en el campo opuesto al nuestro; son los mismos enemigos de siempre contra el pueblo argentino y el pueblo argentino que se defiende contra sus ancestrales enemigos. Se ha hablado de un problema religioso. Nosotros hemos sostenido que no tenemos problemas religiosos. Para nosotros, todas las religiones son exactamente iguales. No valorizamos a una más que a otra. Lo único que queremos asegurar es la libertad de conciencia para el pueblo argentino, que será una nueva conquista; una nueva conquista dentro de la libertad integral por la que estamos luchando desde hace doce años. Eso es lo único que mueve al pueblo argentino, en mi sentir. Yo he planteado esto hace mucho tiempo, donde debía plantearlo. Nunca he sido escuchado. Y sin que yo quiera rehuir en manera alguna la responsabilidad, lo que se está produciendo no ha sido inspirado por mí. Yo, como dije el primer día en que hablé de esto, he sido un simple árbitro en esta pelea entre la jerarquía eclesiástica y el pueblo. Esto, señores, lo dije hace mucho tiempo y lo repito con la misma veracidad; y sé que todo el pueblo argentino lo entiende y lo interpreta así. Los que no lo entiendan, no es porque no entiendan en sí lo que se está discutiendo, sino porque no lo quieren entender. El pueblo, el primero de mayo, por sus organizaciones manifestó el deseo de que se separara la Iglesia del Estado, cuestión que yo creo justa como petición, porque todos los argentinos tenemos derecho de peticionar. Es uno de los derechos básicos del ciudadano acordado por la Constitución. Frente a esa petición, que me fue hecha a mí, yo dije con toda claridad a las autoridades de las organizaciones que me la hicieron llegar, que yo me limitaba a dar resoluciones y decretos sobre asuntos contenidos en las leyes, y que las leyes pertenecían al Congreso de la Nación; pero que un asunto como el que traían no era de incumbencia del Poder Ejecutivo, porque no se trataba de una resolución ni de un decreto; y que tampoco era un asunto a promoverse directamente por el Congreso, porque no consistía en una ley, sino que era necesario peticionar por sus representantes legales al Congreso para que éste resolviese en definitiva si convenía o no realizar un plebiscito o una elección de constituyentes destinada a modificar la Constitución y satisfacer, así, el expresado deseo de separar la Iglesia del Estado. Efectivamente, el Congreso de la Nación, a través de sus representantes legales elegidos en las elecciones más puras y más limpias que conoce la República, en proporción justa de su pueblo, deliberó y dictó una ley que llamaba a elecciones para constituir la Constituyente y resolver allí el problema planteado. Para mí éste era un asunto terminado, porque en los pueblos civilizados las resoluciones de esta naturaleza se toman mediante una elección constitucionalmente establecida y se realiza la modificación de acuerdo a esa disposición constitucional. El gobierno no tiene nada más que hacerla cumplir en los hechos diarios. Por eso, yo daba por terminado el problema. Pero en ese momento comienza a surgir en todas partes una campaña que manifestaba que se perseguía esto, que se perseguía aquello otro, panfletos, rumores. Señores, si esto se va a hacer mediante una elección, ¿a qué estamos alterando el orden y produciendo todos estos fenómenos que no hacen sino perjudicar la paz y la tranquilidad del pueblo y molestar al trabajo, que es lo indispensable a realizar todos los días? Esa agitación ha ido en aumento, esa agitación se ha hecho el pan nuestro de cada día, se ha seguido calumniando, se ha seguido mintiendo, y la consecuencia la hemos presenciado el día jueves en las calles de Buenos Aires, miles de heridos, enormes perjuicios, cientos de muertos. ¿Y que hemos ganado? Estamos otra vez en punto cero. Empezamos de nuevo a decir que si creen con derecho, por la violencia, a matarnos a todos nosotros y, después de matarnos, a que hagan su voluntad. Claro, es un camino; solo que no creemos que sea un camino para un pueblo civilizado. Nosotros creemos que un pueblo civilizado llama a todos aquellos que estén en condiciones legales para decidir, les plantea el problema, se vota y se acata lo que dice la mayoría. Sin embargo, se han empleado como argumentos procedimientos demasiado violentos. Pero también tenemos otro asunto. Resulta que las víctimas son ellos y nosotros somos los verdugos. Los que aguantamos las bombas somos los verdugos y los que la tiraron son las víctimas inocentes de nuestra persecución. Señores: así y todo, hemos de decirles, como el filósofo: "Pega, pero escucha". El pueblo ha de demostrar que la fuerza de su cohesión y la fuerza de la ley es siempre superior a la fuerza de la violencia. Por eso, compañeros, nosotros tenemos que predicar, entre los compañeros de todos los sindicatos, esta verdad que no ha llegado todavía suficientemente al pueblo como para impregnarlo absolutamente. Tenemos la ley y la cumplimos; tenemos razón y tratamos de imponerla por la opinión legal. No queremos pelear con nadie; no querernos matar a nadie. Nunca hemos muerto a nadie. ¡Y nosotros somos los sacrílegos y los salvajes! Esto, señores, es necesario que lo entiendan todos. Nunca, teniendo en la mano la inmensa fuerza que tenemos, la hemos empleado en otra forma que en la ley y en la persuasión. Nunca hemos pegado a nadie; nunca hemos castigado. Más bien hemos perdonado; más bien somos débiles. Y, sin embargo, ¡nosotros somos los tiranos! Ejercernos la tiranía del pueblo, que quizá sea la única tiranía que se justifique, cuando la hay. Porque aquí, señores, ¿de qué tiranía nos hablan? Por eso, uno ve en esa tremenda injusticia la propia tremenda verdad y ve, en la tremenda injusticia de los otros, su falta absoluta de verdad y de razón. Con la ley y con la razón tiene que triunfar el pueblo. El pueblo no necesita emplear la fuerza ni la debe emplear, porque la fuerza no es nunca un argumento de la razón. Y cuando el pueblo tiene la razón, tiene el supremo argumento. Si el pueblo resuelve lo que tiene que resolver y, en el comparendo de votos tiene su mayoría, puede estar persuadido de que ha de hacerse lo que la mayoría quiere. Si eso no se hace, entonces sí, ahí se pierde el derecho del ciudadano y comienza la tiranía. Pero no hay tiranía cuando uno somete un problema a la solución del pueblo y acata esa mayoría. ¿Cuál ha sido el móvil de esta operación de fuerza realizada? Hay un solo móvil, hay una sola concentración, como dije ya en cierta oportunidad: eliminarme a mí, cosa que hacen todos los días los gángsters en cualquier parte del mundo. Pero para matarme a mí no necesitan matar miles de personas, ni depredar media ciudad. A mí me pueden matar en cualquier momento, siempre que, indudablemente, tengan esa decisión. Por otra parte, no creo tampoco que las razones, las verdades, los pensamientos, la justicia ni los derechos puedan matarse asesinando a una persona. Señores: En esto creo representar la opinión del pueblo argentino y yo me sometería inmediatamente a que el pueblo argentino votase en elecciones libres, controladas por cualquiera que las quisiese controlar y dejando la más absoluta libertad para todo, menos, naturalmente, para hacer trampas, a las que ellos están acostumbrados. Veríamos así si el pueblo argentino no ratifica absolutamente todo cuanto yo expreso. ¿Por qué, entonces, no se esperan las elecciones? ¿Por qué no se dedican tranquilos a convencer a la gente, que es lo único a lo que nos dedicamos nosotros? ¿Por qué no se dedican a llevar ese convencimiento a la gente para que vote a conciencia, dejándola después en libertad para que cada uno decida por sí? Y después de esa decisión individual, sumémosla y demos la razón a donde haya más votos de un lado que de otro. ¿No es eso lo justo, no es eso lo legal, no es eso lo natural? Y entonces, ¿a qué nos rebelamos, a qué salimos a pelear, si para pelear nosotros tenemos todo en la mano? ¿Que sucedería si yo fuese tan insensato como los que quieren resolver este problema por la fuerza? Señores, lo repito de nuevo, no existe el problema que nosotros queremos resolver aquí. Hay otro problema. Si se tratara de buscarle solución, nadie podría estar disconforme con hacer las elecciones y constituir la Constituyente, y que, de acuerdo con la voluntad popular se decidiera por sí o por no, resolución que yo habré de acatar para que se haga lo que ella resuelva, que es el procedimiento legal, el procedimiento honrado y el procedimiento justo. Pero, indudablemente, los móviles de toda esta alteración del orden no pueden ser ni el triunfo de la justicia ni el triunfo de la verdad. Y a esto es, señores, a lo que yo quería llegar, a preguntar con toda tranquilidad, si se quiere la justicia, si se quiere la verdad, si se quiere la razón, y si una vez consultado el pueblo y él nos dice: "Queremos esto", ¿debemos naturalmente hacer lo contrario o debemos cumplir la voluntad popular? Ahí está el problema planteado en sus justos términos. Señores: Nosotros debemos ser los mayores defensores del orden y de la paz, porque es en la paz y en el orden que con la razón y con la justicia vamos a triunfar. Nosotros no podemos comprometer la decisión que nos es favorable dedicándonos a emplear la violencia. Por esa razón hice yo ese llamado los otros días, puesto que aun en la misma lucha jamás me he ofuscado. Creo que razonando llegaremos a la conclusión de que en el trabajo pacífico y honrado de todos los días está nuestra verdadera fuerza. La consulta se ha de realizar, y realizada esa consulta nosotros tendremos la solución. ¿Por qué, entonces, buscarla en uno o en otro lado, por otro camino que es más cruento, más largo y más difícil? Se imaginarán ustedes, compañeros, cuál es mi estado de ánimo. Yo soy un hombre que he demostrado a lo largo de estos doce años que no soy amigo de la violencia, que para mí la fuerza ha de emplearse en el trabajo, y no en la destrucción. Yo creo que eso lo he demostrado en todas las ocasiones y en todas las oportunidades. Entonces, indudablemente me siento profundamente herido por estos acontecimientos, y lloro como lloran todos la muerte de una cantidad de personas que han sido inmoladas inútilmente. Si esa inmolación hubiera sido al servicio de la patria, no sería inútil su sacrificio. Pero la patria, además de inmolar a parte de sus hijos, ha salido profundamente sacrificada y perjudicada con los hechos que hemos presenciado. Por eso, como argentino y como gobernante, me siento consternado y entristecido por los hechos que han ocurrido en Buenos Aires. Yo creo que esto ha de servir de lección al pueblo argentino; ha de servir de lección a nuestros enemigos y ha de servir de lección para que no busquemos por los caminos tortuosos de la violencia y el desorden lo que podemos alcanzar cumplidamente por los caminos de la ley, del derecho, del orden y de la tranquilidad pública. Pero, señores, producidos los hechos, es indudable que deberemos cumplir la ley en todas sus consecuencias, y esto es todavía una cuestión que deben dilucidar los respectivos organismos encargados de la justicia. Si yo fuera un impulsivo y un irreflexivo, si fuera un hombre violento y no un hombre tranquilo para resolver con la cabeza fría los problemas del gobierno y de la Nación quién sabe a que excesos me hubiera entregado en mi desesperación y en mi ira. Sin embargo, he dominado toda esa indignación y toda esa ira, para entregar el caso a la justicia, para que ella resuelva y para que, en nombre del pueblo argentino, se haga la justicia que la justicia indica, y no la justicia desorbitada que podríamos indicar nosotros en un momento de desesperación y de desgracia. Por esa razón, este juicio se realizará por sus organismos naturales y ha de cumplirse de acuerdo con las disposiciones de esos organismos de la justicia. Yo creo en la justicia, de manera que estoy confiado en que ha de hacerse la justicia argentina. En esto no nos lleva, en manera alguna, otro sentimiento que el de la reivindicación y el cumplimiento de la ley. La ley debe ser sagrada para nosotros. Solamente se puede ser libre cuando uno está dispuesto a ser esclavo de la ley. En ese sentido, yo me siento y me he sentido siempre un esclavo de la ley. Yo les pido, compañeros, que mientras todo esto sigue su marcha normal, influyamos sobre todos los compañeros para deponer cualquier conducta que no fuese ajustada al orden y a la ley. En esa ley es donde nosotros seremos fuertes; es fuera de esa ley donde podría empezar nuestra propia debilidad, porque la fuerza está en tener la razón, en defender la justicia, y no en tratar de imponer la sinrazón por la violencia olvidando la justicia, que es lo único por lo cual nosotros venimos luchando desde hace doce años. Por eso, compañeros, creo que en esta ocasión debo agradecerles a todos ustedes que hayan sido tan prudentes y que hayan obrado con tanta sabiduría como para imponer una disciplina en los sindicatos en forma que ellos hayan sido agentes del orden, y no de desorden, en el caos que siguió a ese movimiento revolucionario. Y más encomio la conducta de todos ustedes cuando vieron caer a los compañeros y en vez de reaccionar violentamente, lo hicieron con humanidad para ayudarlos y para salvarlos. Creo, compañeros, que esto el pueblo argentino lo agradecerá una vez más a los trabajadores. Si yo quisiera decir con elocuencia cuál es mi sentimiento de agradecimiento hacia los trabajadores que colaboraron desde el primer momento en el restablecimiento del orden, sin entregarse a excesos de ninguna naturaleza, diría simplemente que ellos han sido artífices de esta rápida paz, conquistada después de esos luctuosos días que hemos vivido. Por eso, compañeros, he querido provocar esta reunión para decirles de viva voz cuánto les agradezco y pedirles que transmitan a todos nuestros compañeros ese agradecimiento. Sabemos bien que ninguna de las cosas que se ha realizado por ahí son obra de los trabajadores ni ellos tienen nada que ver. Yo sé bien que no han quemado nada ni intervenido en ningún tumulto. Estaban demasiado doloridos y desesperados para dedicarse a esa acciones. Yo recorría una vez España, en un sector de la lucha, con una persona que había intervenido en esos hechos. Cuando vi provocados grandes incendios y todas las iglesias quemadas, le pregunté a mi acompañante si allí odiaban tanto a la Iglesia que las habían quemado, o si había tantos enemigos de los curas. Y él me contestó: "Sí, muchos, pero hay muchos más ladrones", con lo que quería indicar que también esa acción suele realizarse por los que quieren aprovechar el desorden y le prenden fuego a una parte para alzarse con la otra, la que más vale. Estas acciones son actos de provocación, y nosotros no realizamos nunca esa clase de actos. Por eso, yo sé bien, y lo hemos constatado en muchos casos, que no se trata ni del pueblo ni de los trabajadores. Ellos no tienen reacciones de esta naturaleza. Se trata de bandas organizadas o de pícaros que tratan de sacar provecho del desorden y del caos que sobreviene a la lucha. Por eso, los otros días, dirigiéndome al pueblo, hice presente estas mismas consideraciones. Nosotros tenemos demasiada razón para torcer los métodos de nuestra acción. Es así que yo he pedido ya a nuestros adversarios y a nuestros enemigos que depongan su actitud, que no se coloquen frente al pueblo, porque cada uno de estos actos que realizan me suma una enorme cantidad de votos. Y yo ya no quiero más votos: tengo demasiados. Compañeros: No quisiera terminar estas palabras sin referirme a un hecho que es auspicioso para el pueblo argentino. Ese hecho es que debemos la feliz circunstancia de haber restablecido el orden a la acción del Ejército, y esa es una gran conquista del pueblo y una conquista de nuestro sistema. Ustedes saben mejor que yo que el Ejército era una organización no querida por el pueblo. Y eso se debía a que la oligarquía lo empleó siempre para oprimir al pueblo como el acicate de su fuerza, para explotarlo y para escarnecerlo. Cuando había alguna huelga y la policía no era suficiente para imponer por la fuerza lo que no se podía o debía imponer por la razón y por la justicia, salía el ejército a la calle a apalear a los obreros. Convirtiendo así al ejército en un instrumento de opresión. Nosotros, los soldados, cuando la Nación está en peligro, tenemos por misión llevar los hombres a la muerte. Y no se llevan los hombres a la muerte cuando lo odian a uno, sino cuando lo aman, porque lo único que puede sobreponerse al temor de la muerte es, precisamente, el valor moral suficiente o el cariño por un hombre que los conduce y los lleva por su destino. Y el resultado de esta acción del Ejército trabajando todos los días en bien de la Nación, colaborando en el trabajo de la Nación para producir él también, para autoabastecerse, para ayudarse y no pesar continuamente sobre las costillas del pueblo, actuando siempre en su función específica, que es, precisamente, la defensa exterior de la República, sin inmiscuirse en la política que no es de su incumbencia, respetando la ley y haciéndola respetar, es decir, adoctrinándose en la Doctrina Nacional que nosotros hemos establecido, ha constituido el motivo por el cual no ha defeccionado un solo hombre en el cumplimiento de su deber, de su sagrado deber militar, que es el de amparar la ley y las autoridades constituidas. El Ejército no es político; al Ejército no le interesa el problema político. A él le interesa el problema militar, y por eso lo hemos visto nosotros cumplir con su deber y hemos visto cómo esos muchachos del pueblo, sonrientes y heroicos, han parado la traición y han parado la violencia. Esta es otra conquista más de nuestro Movimiento: la unión del gobierno, del pueblo y del Ejército. Yo quisiera también que todos los demás argentinos estuviesen unidos a nosotros aunque pensaran de otro modo. Pero, desgraciadamente, hay una suerte de odio y de repulsa que no les permite que puedan ser amigos nuestros a pesar de ser nuestros hermanos. Nosotros no tenernos la culpa si ellos nos odian, nosotros ya no odiamos a nadie. Les pido, compañeros, quieran tener la bondad de hacer llegar estas palabras a todos los trabajadores argentinos y alentarlos con su consejo. Nosotros no estamos predicando la lucha ni la guerra, estamos predicando la paz; no predicamos la maldad sino la bondad, no queremos matar a nadie, no queremos herir a nadie y no queremos perjudicar a nadie. Queremos trabajar tranquilos y en paz para labrar la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria. Lo venimos repitiendo desde hace doce años. Lo venimos realizando durante ese mismo tiempo. Puede ser que alguna vez seamos comprendidos, puede ser que alguna vez no sean injustos con nosotros, como lo han sido hasta ahora; puede ser que alguna vez se despierte ese amor al pueblo, que es el más grande y más sagrado de todos los amores. Les pido, también, compañeros, que trasmitan a los trabajadores que esto nos ha perjudicado grandemente en el orden de nuestras construcciones económicas, que es necesario trabajar, y trabajar duro. Así vamos a resarcirnos de los males que nos han producido. La única manera en que nosotros vamos a reaccionar es trabajando más y trabajando mejor para reconstruir lo que ellos han destruido. Este es el castigo que en justicia debemos aplicar a nuestros enemigos. Si trabajamos más, si trabajamos con orden, si trabajamos con disciplina y construimos para la Nación, los habremos castigado suficientemente, porque parecería que algo diabólico hay siempre en todas las destrucciones. Nosotros, en cambio, tratamos de construir. No nos reconocerán nunca el bien que hagamos, porque lo más difícil de reconocer es, precisamente, el bien que se realiza. Finalmente, compañeros, les agradezco de nuevo todo lo que ustedes hacen. Se lo agradezco como ciudadano, como compañero y como argentino, porque ese es el único camino que conduce al éxito. Les aseguro, y persuádanse, y persuadan a los demás compañeros, de que ese es el único camino; que la verdad está, precisamente, en lo que acabo de decirles; que esa es la única verdad, que es la única senda que conduce al éxito. Desgraciadamente los hombres no aciertan siempre a seguirla; pero nosotros, que llevamos esa senda, no la hemos de perder aunque tengamos que detenemos algunas veces para contestar a la maldad y a la traición. Los pueblos que en conjunto se convencen de esto, los pueblos que en conjunto se hacen una organización para realizarlo, y los pueblos que en conjunto tienen la decisión de alcanzar ese éxito, encuentran siempre el camino. Por eso, compañeros, les pido con mi agradecimiento por lo que han hecho, que sigan perseverando en ese orden; que sigan perseverando en aconsejar a los compañeros que no hagan caso a nadie, que sigan adelante con su propio trabajo y con su propia decisión, y alguna vez han de recibir el premio de su bondad, de su justicia y de su trabajo, que es por lo que nosotros luchamos. No miremos atrás, sigamos ahora adelante, que el tiempo es quizá en esto el mejor consejero, y él nos ha de aconsejar lo que en el futuro debemos realizar. Les deseo mucha felicidad. A aquellos que hayan tenido la desgracia de perder algún amigo o algún pariente, les quiero dar el pésame y rogarles que transmitan nuestro pesar a los demás compañeros. Los heridos y los que han quedado imposibilitados no han de recibir olvido de nuestra parte; recibirán, como siempre, con nuestro corazón, nuestra mano fraterna, para ayudarlos y para ampararlos. ..............
1955-06-23
Mensaje radiofónico haciendo una reseña de los sucesos del 16 de junio
Como la censura del estado de sitio, por razones de elemental prudencia no ha permitido dar informaciones detalladas sobre los acontecimientos ocurridos, me dirijo al pueblo argentino, que, sin duda, esperará la palabra del gobierno en las actuales circunstancias. Aclarada en gran parte la trágica aventura que tanto daño ha causado a la República, deseo hacer ante todo una recapitulación de los hechos para que los ciudadanos puedan colocarse en la verdadera situación. La Justicia Militar actúa para esclarecer los hechos y asignar las respectivas responsabilidades y sanciones legales. Investigaciones judiciales y policiales se desarrollan para determinar la participación y responsabilidad de los actores civiles que directa o indirectamente hayan intervenido. Algunos jefes de la Armada pertenecientes a la Infantería de Marina, con la complicidad de otros de la Aviación Naval, contando con la incuria del Ministerio de Marina y la debilidad o deslealtad de otros comandos, han provocado la sedición que fuerzas del Ejército han sofocado en cumplimiento del deber. Las acciones comprobadas hasta ahora permiten determinar de una manera general los móviles y las circunstancias de la intentona, como asimismo los designios principales de los rebeldes. Según ello, desde el mes de noviembre de 1954 se comenzó a tratar de comprometer a algunos jefes y oficiales con la finalidad de provocar una asonada militar, dirigida a tomar el gobierno del país. Habrían participado además en ella, algunos grupos de políticos de la oposición pertenecientes a la Unión Democrática, a los que se agregaron después algunos grupos clericales. Se conoce el plan que en distintos anexos determina las actividades a desarrollar por las fuerzas, los políticos, las comunicaciones, la radio y los grupos civiles. La acción principal era terrestre y consistía en un golpe de mano sobre la Casa de Gobierno para terminar allí con las autoridades. Para ello se fraguaron comunicaciones y simulando la represión contra la alteración del orden público se harían concurrir otras tropas y unidades de marina que intervendrían engañadas. El batallón de infantería de Marina de Puerto Nuevo que atacó la Casa de Gobierno, según declaran los soldados, lo hacían en la creencia de que era para liberar al general Perón. Con esa acción terrestre se había combinado un bombardeo aéreo por la aviación naval contra diversos objetivos, entre ellos, la Casa de Gobierno, el Ministerio de Ejército, la CGT, la Policía Federal y las concentraciones del pueblo en Plaza de Mayo o en calles adyacentes. Igualmente se fijaron como objetivos para el bombardeo a los cuarteles y tropas del Ejército. Contando con la complicidad de un jefe de la Base de Morón se planteó la anulación de la aviación de caza de aeronáutica, lo que se realizó poco después que este grupo hubiera abatido a dos aviones rebeldes. La finalidad perseguida era simple: asesina al presidente de la República mediante el bombardeo aéreo o la acción terrestre; intimidar a la población bombardeando o ametrallando a las concentraciones de civiles, las plazas y las calles de la ciudad en forma de imponer el terror desde los primeros momentos. Concomitantemente con el asesinato del presidente y la intimidación desde el aire, grupos de civiles armados irrumpirán en las calles para copar las radios trasmisoras y cooperar en la intimidación, provocando el caos y el pánico general. De toda esta frondosa imaginación planificada, como generalmente sucede en las revoluciones, sólo se realizó un diez por ciento, y lo que el jefe previó como un aquelarre ciudadano, no pasó de ser una inútil masacre de inocentes e indefensos habitantes en las calles de Buenos Aires y la destrucción de algunos edificios. Después de lanzar sus bombas y descargar sus armas sobre la muchedumbre indefensa, los rebeldes con sus valijas ya preparadas tomaron como de costumbre el camino del Uruguay, llevando consigo algunos suboficiales engañados que al llegar a Montevideo se presentaron a la embajada argentina para ser repatriados. En el interior no se había previsto nada y nada se produjo. Sólo contaban con algunos grupos de civiles y otros simpatizantes que al parecer habrían participado en forma condicionada al resultado. Para dar una idea de los procedimientos e ideas de estos hombres, deseo transcribir dos documentos, encontrados debajo de la alfombra del departamento del vicealmirante Toranzo Calderón, virtual jefe del movimiento. El primero es un decreto de fecha 16, listo para ser firmado, cuya parte dispositiva dice textualmente: "Todo aquel que invistiendo autoridad pública o no, desobedeciese, desacatase o resistiese a la autoridad de la revolución democrática o a las órdenes por ella impartidas, será fusilado en el acto sin forma alguna de juicio". El segundo decreto, de la misma fecha, dispone: "Declárase intervenida la Confederación General del Trabajo". Por ambos documentos que entre otros fueron encontrados en el Ministerio de Marina, podemos inferir fácilmente cual era la orientación que los llevaba y cuales los métodos que emplearían para seguirla. Producidos los primeros actos de violencia, comenzaron a llegar grupos del pueblo, especialmente obreros que habían abandonado su trabajo al tener noticia del ataque. Fue muy difícil para mí, impedir que llegaran o desviarlos hacia otros lugares ante el peligro de que fueran atacados a mansalva. Sin embargo alcancé a enviar a mi ayudante y a algunos funcionarios conocidos para que con las autoridades de la CGT, impidieran que los obreros y el pueblo se expusieran al fuego, ya que las tropas cumplían en esos momentos su misión. Era admirable ver el valor de los ciudadanos que con palos y herramientas de trabajo, deseaban defender el orden, avanzando a pecho descubierto acompañando y ayudando a las tropas leales. Terminado el combate con la rendición del Ministerio de Marina, donde los tres jefes, vicealmirante Olivieri, Toranzo Calderón y contralmirante Gargiulo, ordenaron levantar bandera de parlamento, fue ocupado por las tropas a su pedido, pues temían que el pueblo se apoderase del edificio y de ellos. He deseado hacer esta rápida relación de lo fundamental para evidenciar en los hechos la orientación, los designios y los procedimientos empleados por estos agentes de la violencia. Algunos de ellos declararon en Montevideo que lo habían hecho en defensa de Dios y de la patria. No creo que haya Dios ni que haya patria que amparen semejantes atrocidades. Por eso Dios estuvo también esta vez con nosotros y con nuestra patria. Deben pensar los argentinos que acompañaron esta trágica aventura, lo que habría sido el país si hubiera caído en estas manos y las consecuencias del caos que habría sobrevenido. Cuesta creer que haya argentinos tan poco sensatos y patriotas como para inferir semejante agravio a la Nación, que prefieren el camino de la violencia descabellada a una subordinación leal a la soberana voluntad popular. Han olvidado algunos que el gobierno ha sido elegido en los comicios más impecables por una mayoría abrumadora, que está allí por la voluntad expresa del pueblo argentino y que si hoy realizábamos una nueva elección, esa voluntad popular refirmaría la anterior decisión. Es evidente entonces, que estos demócratas sui generis desean imponer su voluntad en contra de la mayoría popular. En otras palabras, se trata nada menos que de imponer por la violencia lo que no se puede obtener por la razón y la justicia. La acción artera demuestra el odio de estos rebeldes contra el pueblo, desde que no omitieron acción para herirlo a mansalva, matando inútil e indiscriminadamente a hombres, mujeres y niños de que a esas horas estaban llenas las calles. Parecería como si su odio envolviese a la patria misma en sus auténticos valores: su pueblo, sus trabajadores, sus instituciones y sus leyes. Producto de un odio enfermizo, de una ambición espúrea y de una inconsciencia criminal, recibirá sin duda, con el tiempo, la sanción aplastante que la historia reserva para estos grotescos dramas de los hombres. Y esa sanción envolverá en su descrédito a cuantos colaboraron con la infamia. Espero que la experiencia grabe en el recuerdo y en el alma de los argentinos los hechos que hemos presenciado en estos días, para convencerse que el único camino que conduce a la grandeza de la República es el orden y el acatamiento a la ley y a la voluntad popular, que estos libertadores, que emplean las bombas como razón, las ametralladoras como argumento y el fusilamiento sin juicio previo como persuasión, son y serán siempre muy peligrosos para la vida y la tranquilidad de los ciudadanos. Algunos posiblemente reirán al conocer los hechos descabellados, porque todo drama tiene su lado ridículo o grotesco, pero es inconcebible que cuatro chiquilines irresponsables e inconcientes, dirigidos por ambiciosos también irresponsables, hayan podido impunemente inferir al pueblo y a la Nación semejante agravio. En esta acción, todo ha sido sucio y todo ha sido falso. Es una gran lección, pero su precio es injusto y es desproporcionado. Que hombres subalternos, poco menos que ignorantes y torpes, incapaces de ganarse ni siquiera nuestro respeto, se crean salvadores de la patria, por procedimientos insidiosos y arteros, es superior a toda tolerancia. Frente a estos hechos que evidencian tanta falsedad e incomprensión, como falta de patriotismo, si no me tonificara la consecuencia del pueblo y de mis camaradas del ejército abandonaría hoy mismo el gobierno. Si no lo he hecho ya, ha sido porque temo realmente las consecuencias que mi egoísmo podría acarrear al país. Cuando se ha llegado a mis años y a mi situación, sólo con una gran fuerza de voluntad, un gran sentido del deber y un patriotismo muy firme puede sobreponerse uno al deseo de abandonarlo todo frente a la infamia, la deslealtad y la traición. Sin embargo, todo tiene su límite. Aunque algunos hechos, aparentemente de represalia, se han producido en la Capital, que supongo sean más producto de actos de provocación que de reacción popular, el pueblo ha guardado el orden y ha observado una conducta digna de su tradición y su prudencia. Yo le agradezco la colaboración, como asimismo repudio la violencia cualquiera de sus formas. Algunos incendiarios y rateros han sido detenidos y sometidos a la justicia, como corresponde. Terminada la represión militar, debo agradecer la decidida e inteligente acción del ministro de ejército, que la efectuó bajo su dirección con todas las fuerzas, y encomiar una vez más el heroico comportamiento de los jefes, oficiales, suboficiales y tropas intervinientes. Todos ellos han puesto un firme jalón para señalar el honor de las armas y el fiel cumplimiento del deber militar. Mediante las medidas tomadas por el ministro de ejército, se ha establecido la calma y regularizado la situación del país. Las tropas retornan a sus cuarteles con la satisfacción del deber cumplido. Debo encomiar también públicamente la conducta y la labor de la Policía Federal, que fiel a su inquebrantable tradición, ha sido en toda circunstancia y lugar una defensora insobornable del orden y la ley. El gobierno, el Estado y el país retoman su ritmo normal. Este período de neutralización en que las tendencias en pugna deben haber depuesto sus enconos activos, puede ser la iniciación de la tranquilidad que el trabajo demanda y la Nación requiere para su vida. Hago un llamado a todos los argentinos para que depongan toda actitud beligerante a fin de evitar luchas y males mayores. Solo la esclavitud de la ley asegura la libertad. Buscarla por la violencia conduce siempre a mayores males. Que todos los argentinos encuentren en la ley y la comprensión la solución de sus problemas espirituales y materiales. Es lo racional y lo lógico. Seguir otro camino no solo es peligroso sino también aleatorio. .....................
1955-07-05
Mensaje radial para referirse a los hechos del 16 de junio
Exigido por asuntos urgentes de mi función, a fin de regularizar cuanto antes una parte de la vida de la Nación, perturbada por los hechos criminales del 16, no he podido, como de costumbre, tomar contacto directo con el pueblo. Por eso, instalado de nuevo en la Casa de Gobierno, restaurada en parte, deseo servirme de la radio para llegar a él con mi palabra. Numerosas vidas inocentes han sido tronchadas por el criminal intento, como asimismo muchos heridos han soportado las consecuencias. En ambos casos han merecido nuestra preocupación, con el cariño que merecen estos héroes anónimos del pueblo humilde, abatidos por la infamia y la fatalidad. Queda el saldo como un estigma imborrable de infamia sobre los autores e instigadores de un crimen de lesa patria y lesa humanidad. El pueblo marcará con características indelebles en la historia criminal argentina el nombre de los causantes, para que en cien generaciones no se olvide. Nosotros debemos seguir adelante porque tenemos mucho que hacer. En estos últimos días algunos ambientes han sido perturbados por la propia psicosis que deja la lucha; en ellos siempre hay más de miedo que de realidad. En ciertos círculos se ha notado aún agitación que no es natural sino provocada por los que no se conforman aún con la aplastante derrota del 16 y desean ahora realizar una sedición por teléfono. En cambio, el pueblo y los ambientes políticos serios están tranquilos. Subsiste una marejada superficial que el tiempo va superando. Hay una psicología del rumor que todos ya conocemos para que pueda impresionamos. La situación ha sido normalizada en la Capital Federal, que era únicamente donde se había alterado: fuera de la avenida General Paz no ha habido problemas. Comprenderán ahora los compañeros del pueblo por qué les pedí que se quedaran en casa y siguieran normalmente sus actividades, corno asimismo por qué que no se permitieron actos partidarios ni demostraciones; los perturbadores habrían encontrado el clima para sentirse muchos, cuando en realidad son unos poquitos. Es claro que cuando se sintieron defraudados porque nosotros no provocábamos violencias ni cometíamos desmanes, se lanzaron a propalar rumores sobre la pérdida de poder del gobierno. Digo esto para llevar la absoluta tranquilidad al pueblo de la República, que insistentemente y por diversos medios, nos ha hecho llegar sus inquietudes. Tengo la convicción de que ésta ha sido una sedición militar ejecutada por algunas unidades de la marina, con la intención de asesinar al comandante en jefe de las fuerzas armadas. Para realizarlo, han contado con la ayuda de grupos de civiles reclutados en otros medios que no son políticos. Las fuerzas políticas no han participado en su condición de tales, aunque algunos de sus hombres puedan haberlo hecho en carácter personal. A través de mis largos años de lucha he aprendido a apreciar ecuánimemente aún a nuestros enemigos, y deseo reconocer lealmente que considero que los partidos políticos populares no son capaces de aceptar que se tire criminalmente sobre el pueblo indefenso. Considero también que ellos son ahora más partidarios de la legalidad que de la violencia y que cada día son menos los dirigentes políticos que anhelan la perturbación y no la paz. Ni la prudencia ni la sabiduría están reñidas con el valor; por eso, el 16 de junio debe ser una elocuente lección para todos. En la lucha interna, ni aun las victorias pueden alegramos, porque en último análisis son victorias sobre nosotros mismos. En cambio, deben mostramos lo destructivo de la violencia accionando sobre la ley, la razón y la justicia. Es después de estas crisis en que la violencia impera, cuando el hombre consciente puede precisar más claramente la necesidad de mantener la paz e imponer la ley y el derecho. Dios quiera que esta dura lección nos sirva a todos por igual para persuadimos de la necesidad de afirmar el derecho soberano del pueblo, que se impone por el único medio conocido: las decisiones de su mayoría. Dios quiera, también, que nuestros enconados enemigos depongan sus odios y sofrenen su venganza convencidos de su impotencia frente al pueblo y de lo injusto de pretender imponer la voluntad de una minoría sobre la totalidad del pueblo argentino. Hemos oído, por primera vez en muchos años, algunas voces de la oposición reclamando la paz y el entendimiento sobre los argentinos. Nosotros venimos pidiendo lo mismo desde hace diez años, sin que nos escucharan. Hoy les agradecemos que lo digan y nos disponemos a hacerlo para que lo hagan. Podemos decirles que en nosotros encontrarán la buena voluntad y la decisión necesarias para lograrlo y que, así como somos duros y enérgicos en la lucha por la defensa de nuestra causa, somos también justos y ecuánimes para proceder, y humildes y amistosos para cooperar en las causas comunes. Nunca hemos olvidado -y lo repetimos comúnmente- que el interés supremo es la patria; que nuestro movimiento no tendría razón de ser si no sirviera al pueblo, y que los hombres que lo servimos somos combustible destinado a quemarse para alimentar su marcha. Hay un interés común a todos los argentinos, en contra del cual no puede estar ningún ciudadano; luego, peronistas y opositores tenemos algo en común. Pongámonos de acuerdo para servirlo, aunque en las demás cosas disintamos. Somos ya demasiados los peronistas para que pretendamos convertir a nuestros adversarios. Si hasta ahora los hemos combatido con todos los medios, ha sido simplemente porque hemos estado convencidos de que eran partidarios de la violencia y no del entendimiento para actuar mediante la lucha política pacífica, porque los hemos considerado enemigos y no simplemente adversarios. Ellos saben que cierta razón teníamos para eso. Los hechos pasados, en cambio, nos han mostrado un panorama distinto, ya que las excepciones confirman las reglas. Estos hechos son más elocuentes para nosotros que muchas conferencias y declaraciones. Aceptado esto, nos disponemos con la mejor buena voluntad a escuchar a los hombres responsables, que encontrarán en nosotros no solo la sinceridad y lealtad que anhelan, sino también la buena voluntad y consideración que nos merecen como compatriotas y conciudadanos. Deben estar convencidos que no omitiremos esfuerzos ni sacrificios en el servicio de la Nación, y que la pacificación de ella es y ha sido siempre un imperativo de nuestro deber. Si animados de esos sentimientos buscamos la coexistencia y convivencia, no han de faltar arbitrios para lograrlas y no ha de ser tan difícil llegar a acuerdos que hagan menos dura y menos estéril la lucha que sostienen y sostenemos. No creemos que nuestros adversarios deseen ni puedan anular las conquistas que hemos asegurado al pueblo argentino y a la República. Quizá sí, puedan perfeccionarlas, y ello será justamente agradecido si lo logran. No peligrando la justicia social, la independencia económica ni la soberanía, el pueblo argentino aceptará de buen grado todo entendimiento sobre las formas de la acción política coexistente y conviviente, de modo que no podamos descartar su aceptación, tanto de un lado como de otro, si los dirigentes obramos con la sinceridad y lealtad que el pueblo nos presupone. Nuestra sinceridad se infiere de nuestras propias palabras, en estos momentos en que, ni ofuscados por los hechos ni conturbados por las circunstancias, ofrecernos nuestra mano abierta con franco desinterés, deseando que nuestros adversarios atinen a asirla. Para demostrar nuestra buena voluntad conjunta y nuestra disciplina partidaria, yo pido a todos nuestros compañeros una tregua en la lucha política. En ella esperaremos el resultado de este llamado sincero, sin impresionarnos mayormente con los comentarios que seguramente surgirán de los ambientes mal intencionados. Como en los tiempos de nuestra vigilia pasada, la consigna sigue siendo la misma: del trabajo a casa y de casa al trabajo. Siempre atentos y vigilan- tes. ...............
1955-07-15
Con los legisladores peronistas en la Casa de Gobierno
Señoras y señores diputados y senadores: Yo deseo agradecerles muy íntimamente y con gran emoción, este saludo de compañeros y amigos en estas circunstancias, y lamento que hechos contrarios a mi voluntad no han permitido el que yo pudiera recibirlos antes, porque en la residencia no teníamos espacio como para recibir mucha gente y la Casa de Gobierno todavía está no muy completa de restaurar en la mayoría de sus salones, etcétera, de manera que yo les pido disculpas por no haberles recibido en la oportunidad que los señores presidentes de las Cámaras de Senadores y Diputados me trajeron el deseo de los señores legisladores. Pero de cualquier manera, para estas cosas, nunca es tarde cuando la dicha es buena, como dicen los paisanos. Por eso les agradezco profundamente la solidaridad y el saludo que traen, y yo aprovecharé para conversar, siquiera sea, entre amigos, sobre todas nuestras cosas, quizás en estos momentos un poco incomprendidos, pero que yo deseo que los compañeros legisladores estén bien en claro sobre el pensamiento político del gobierno en las actuales circunstancias. Comenzaré por decir que nosotros, en la acción política, nos hemos caracterizado por la franqueza en todos nuestros actos. Jamás, aun con nuestros más difíciles enemigos, hemos empleado otra política que la política franca, abierta y de frente. Jamás hemos recurrido a subterfugios indignos, ni hemos realizado nunca una política subrepticia o insidiosa; cuando ha habido que luchar, hemos luchado de frente, sin recurrir jamás a armas tan deleznables como la insidia, la calumnia o los atajos de la indignidad, tan comunes en las políticas caseras. No reclamaremos a nadie que nos reconozca ni méritos ni ninguna otra cosa, pero tampoco aceptaremos que nadie no nos reconozca la dignidad, la caballerosidad y el valor con que hemos enfrentado todos los momentos políticos. Por eso quiero decirles hoy a los compañeros que el momento político que vivimos tiene las mismas características de todos los momentos políticos vividos por el peronismo desde hace ya doce años hasta hoy. Este es un paso más dentro de una orientación política fijada por una apreciación y una resolución que nacen de un sentido orgánico, racional y analítico. No estamos, como siempre lo hemos hecho, diremos, tratando de ocultar con una mentira alguna verdad inconfesable. Estamos, como siempre, diciendo la verdad, abiertamente, como la vemos y como la sentimos. Esa es la política nuestra de este momento, como ha sido la que nos ha caracterizado a lo largo de toda nuestra acción política. ¿Cuál es, diremos, el momento político? ¿Cuál es la situación? ¿Cómo la vemos nosotros? Nosotros provenimos de una Revolución, y este es un punto de vista que no debe perder nadie que quiera penetrar certeramente la situación de la política argentina. Nosotros somos provenientes de un movimiento revolucionario, no somos provenientes de una política o de una acción política. Los movimientos revolucionarios dan algunos derechos que no dan la acción política más o menos hábil desarrollada en un largo período de luchas de este carácter. Nosotros somos intérpretes de una voluntad revolucionaria del pueblo argentino y no hacemos lo que queremos, sino lo que debemos. Para cumplir nuestros objetivos, hemos recurrido a los medios a que hemos debido recurrir. Nosotros no teníamos la facultad de renunciar a ninguno de los objetivos que eran mandato implícito del pueblo que representábamos en el movimiento revolucionario. No nos quedaba apreciar si podíamos o no podíamos hacerlo; teníamos que hacerlo o, teníamos que irnos a nuestra casa. Aquí no había otra disyuntiva. De manera que lo que variaba era la forma de ejecución: no podían variar los objetivos. Esa era nuestra situación y esa es nuestra posición. De manera que siendo así, hemos debido indudablemente recurrir en muchas circunstancias, para cumplir los objetivos, a ciertas restricciones que nosotros no negamos. Con una absoluta licencia para que todo el mundo hiciera lo que quisiere, nosotros no habríamos podido cumplir nuestros objetivos y, como dije antes, los objetivos eran irrenunciables, en cambio, los medios de acción eran libres, y recurrimos a esos medios de acción. Limitamos en cuanto fue indispensable limitar para la realización de nuestros objetivos, las libertades. No negamos nosotros que hayamos restringido alguna libertad; lo hemos hecho siempre de la mejor manera y lo hemos hecho siempre en la medida indispensable y no más allá. No hemos instaurado jamás el terror para cumplirlos; no hemos necesitado matar a nadie para realizarlas. Aquí los argentinos, por lo menos por nuestra acción, mueren normalmente en los hospitales, con muchas inyecciones, como le gusta morir a la gente ahora; pero muertos violentamente por la acción revolucionaria, no tenemos. A nosotros nos han muerto gente, pero nosotros no hemos muerto a nadie. Eso debe tenerlo bien claro la ciudadanía argentina. Pero como digo, este movimiento revolucionario, que impone esas limitaciones y que impone una lucha del carácter que hemos realizado, debe hacerlo hasta el momento en que haya realizado sus objetivos, no más allá. Alcanzados los objetivos, no vamos a seguir peleando con las sombras nosotros, ni con nadie, porque nosotros no hemos peleado por sistema; hemos luchado por necesidad de realización de los objetivos. Realizados los objetivos, ¿y con quién vamos a pelear y por qué vamos a luchar? Por eso, terminado ese período donde hemos afirmado nuestros objetivos fundamentales de la acción social, desarrollada ya en amplia medida en lo fundamental, porque lo que queda por realizar eso será obra de la legislación empíricamente paulatina, del propio desenvolvimiento del país. En lo económico hemos reestructurado una economía, hemos restaurado al país todo lo que se había vendido del país. La hemos organizado y la hemos puesto en condiciones de funcionar, después de haber pagado la deuda e incorporado al patrimonio nacional todo aquello no debía haberse alejado jamás de él. Hemos hecho nuestros planes, realizado nuestros planes. Estamos en un estado económico que no será brillante, pero que tampoco es malo. Es el estado normal en todos los países del mundo que tienen prosperidad, y nosotros tenemos, afortunadamente, esa prosperidad. De manera que ese objetivo ha sido cumplido al realizar la independencia económica. Eso sí, nuestra economía la manejamos nosotros ahora; no nos la manejan de ocho mil de kilómetros de distancia como la manejaban antes. Pero también hemos realizado ese objetivo. Y el objetivo político... hemos hecho la reforma básica de la Constitución, que ningún argentino podrá modificar, aunque quiera. Aunque fuese intencionado el modificarla, el Congreso no podría, porque encontraría al pueblo argentino que se iba a oponer a que lo hiciera y contra el pueblo no hay quien pueda ir. La legislación... y eso también. No vamos a pretender nosotros en cinco o seis años dejarle al país una legislación completa. ¡No! la base constitucional es lo que nosotros necesitamos imponer como objetivo irreversible de la Revolución, y eso está hecho. La legislación será obra de los legisladores argentinos en un siglo para de acá adelante, pero no, en pocos días, ni en pocos meses, ni en pocos años. De manera que ese objetivo también está cumplido. La reforma cultural ya está en marcha, y eso tampoco se puede hacer en pocos días; eso es obra de años y años y de todos los argentinos simultáneamente. De manera que la Revolución ha cumplido con sus objetivos. Por eso yo los otros días he dado por terminada la Revolución. La Revolución Peronista ha terminado; comienza ahora una nueva etapa que la etapa constitucional, sin revolución, porque el estado permanente de un país no puede ser la revolución. ¿Qué implica eso para mí? Muy simple señores, yo dejo de ser el jefe de una revolución, para pasar a ser el Presidente de todos los argentinos, amigos o adversarios. Mi situación cambia absolutamente. Al ser así, yo debo devolver todas las limitaciones que se han hecho en el país sobre los procederes y procedimientos de nuestros adversarios, impuestas por la necesidad de cumplir los objetivos, para dejarlos actuar libremente dentro de la ley, con todas las garantías, con todos los derechos y con todas las libertades. Eso es justo y eso es lo que vamos a hacer. Puestos en ese terreno, señores, surge de acá una importante conclusión, que debemos llevar a la mentalidad de cada argentino, partidario o no partidario: la necesidad de que todos evolucionemos en los métodos, y esto nos va a hacer bien a todos, empezando por nuestros adversarios anarquizados e indisciplinados en sus organizaciones políticas como consecuencia de una lucha un tanto estéril en el campo político, donde no tenían una acción muy determinante que realizar. Ellos podrán reestructurar sus fuerzas y oponerlas a las fuerzas políticas de nuestro movimiento; y hacerlo sin limitaciones, más que las limitaciones que el buen trato, la decencia y la necesidad de la pacificación del país imponen. No creo que sea este el momento para comenzar controversias de baja borda. Lo que necesitamos es que digan de una vez si quieren la paz, para hacerla por trato amigable, amistoso; o si no la quieren, para realizarla nosotros a pesar de ellos. Esas son las únicas conclusiones que nosotros necesitamos, porque si quieren la paz, será un método el que se empleará, y si no la quieren será otro método, pero siempre iremos sobre ese objetivo, porque ahora el objetivo de nuestro gobierno es conseguir la estabilización total de la pacificación argentina. Ese es otro objetivo irrenunciable para nosotros. Surge también de esto, señoras y señores, la acción de nuestro movimiento, que va a cambiar, indudablemente, con las nuevas formas de acción en la política, pero va a cambiar para nosotros en una forma muy conveniente. Hasta ahora, todo el trabajo lo ha realizado el gobierno. El gobierno ha obtenido los objetivos, el gobierno ha dirigido casi toda la acción política, y nuestros hombres han seguido dentro de esas realizaciones, una orientación general adaptada al objetivo que cada uno cumple dentro de la acción de gobierno, sea en un poder, sea en otro poder. De ahora en adelante el gobierno realizará solamente la función de gobierno, la función política quedará pura y exclusivamente en manos de las organizaciones políticas. Vale decir que comienza una nueva etapa del Movimiento Peronista, etapa de propias realizaciones en el campo político o, en otras palabras, será necesario ir completando los cuadros, reemplazando a algunos que se han adocenado en esos cargos como una consecuencia de no tener mucho trabajo que realizar, o de pensar que colocados allí, su función era pasar buena vida, en vez de trabajar por el partido, habrá también habrá necesidad de revisar todo lo que se refiere a las organizaciones de todo orden, tanto de los organismos del gobierno como de los partidarios, para lo cual cada uno debe poner la solución que es ofrecer sus cargos, para que si cree el cuerpo, o cree gobierno, o cree el pueblo, que es necesario que se reemplace porque no está a la altura de su función, se haga en cualquier momento. Este es momento de soluciones, aun para nosotros mismos. Esto nos va a hacer mucho bien, porque alejados un poquito de la lucha política activa en el campo de la acción partidaria, nosotros también hemos de haber aflojado un poquito. Tenemos que hacemos aguerridos, y aguerrido uno se hace solamente en la lucha, no en la conversación, porque en esto una cosa es luchar y otra cosa es conversar, totalmente distintas. Por esa razón nos va a hacer mucho bien, porque el partido mismo en su marcha y en su lucha, irá depurándose a sí mismo. Los valores seguirán adelante con predicamento; los que no tienen valores serán descartados de la acción, por lo menos directiva. Yo les dejo a la organización al partido, al movimiento les dejo la organización hecha. Lo que no le puedo dejar son los hombres. Los hombres han de elegirse por sí, por sus méritos. Esa será la principal virtud en beneficio de nuestra propia organización. También he tratado de ir adoctrinando gente y preparando, a través de nuestras escuelas del movimiento en general, hombres. Los hechos dirán si sirven o no sirven, porque "lo que natura non da, Salamanca non presta", en el orden político. De manera que todo eso han sido esfuerzos de buena voluntad para arrimar la mejor situación. No habrá habido jamás un partido revolucionario en el mundo entero, que haya quedado más preparado ni mejor organizado que el nuestro para recibir la actual situación de normalización política. Por ello, yo he querido en esta ocasión decir con toda franqueza, cuáles son los pensamientos que nos guían y cuáles los sentimientos que sustentamos. Con claridad y con franqueza y esto se va a hacer público, porque debe ser público, porque nosotros no vamos a hablar nunca en cabildeos secretos ni en círculos áulicos. El partido está abierto a todos los hombres que profesen nuestra ideología y que sigan nuestra doctrina; siendo así, el pueblo debe saber cuanto hablamos y cuanto decimos entre nosotros los dirigentes. Sobre el aspecto de la pacificación: en esto hay optimistas y pesimistas. A mí me importa un rábano de unos o de otros, porque yo tengo un objetivo que cumplir y, en consecuencia, una acción que realizar. Yo nunca he sido hombre de pasiones ni de impulsos; cuando yo hago una cosa la hago profundamente meditada; no obedezco a ninguna insinuación ni inclinación sugerida, porque el responsable soy yo, y yo defiendo como a mí me parece mi responsabilidad. Meditada profundamente la situación del país, he llegado a la conclusión que en este momento es necesario la pacificación y, a pesar de lo que puedan decir los tontos o los interesados, yo me pongo a realizar lo que creo es mi trabajo honradamente: pacificarlo al país. Sé que todos piensan de una manera o de otra; pero eso no debe interesarme a mí, porque yo no procedo por mis inclinaciones ni mis pasiones, sino por mi misión y la función que debo cumplir. Por esa razón, decidido esto, quiero que todos nos pongamos a trabajar para lo mismo, convencidos de que cuando uno no quiere, dos no pelean. Y nosotros no queremos ya más lucha porque creemos que alcanzados los objetivos, no debemos seguir luchando para alcanzar que otra cosa que no queda por alcanzar. Entonces, señores, en este sentido, me es grato poderles decir a los compañeros, que cuando algunos dicen que estamos aflojando, y tal vez sea cierto. Si la situación impusiera que apretemos, nuestros adversarios saben que apretamos y cuando apretamos, apretamos fuerte también. De manera que cuando fue necesario apretar, se apretó; ahora, que es necesario se aflojar, se afloja. Yo no voy a ser tan torpe que, por aparecer como valiente, sea tan estúpido que siga haciendo lo contrario de lo que deba hacer. Yo soy de los que creen que los actos de los hombres no pueden inspirarse ni en las pasiones ni en los impulsos, sino en la misión que deben cumplir y en el trabajo que tienen que realizar. Y me someto a eso. Nunca el peronismo ha sido más fuerte que en estos días y es por eso, porque somos fuertes, que debemos de buscar de ser grandes en el cumplimiento de nuestra misión frente a la República. No se ventila acá el problema de si Perón es valiente, es duro o es flojo; se ventila la necesidad de la Nación de pacificarse y ponerse a trabajar por su grandeza, y nosotros hemos de sacrificar todo a ese objetivo porque creemos que ha llegado el momento de hacerlo. Si hubiera llegado el momento de pelear, resolveríamos lo contrario: pelearíamos como que fuese. Pero no es ese el momento que vive la República; vive el de pacificar y el de no de pelear más, y a eso hemos de poner todas nuestras energías para realizarlo. Y yo les pido a todos los compañeros, que sigan esa orientación porque ese el trabajo que nos demanda hoy la República. Cuando nos demandó la lucha, no le preguntamos a nadie si había que luchar. Hoy nos demanda la paz y tenemos que ponernos a cumplir, solo así se sirve a la República y solo así se la sirve inteligente y patrióticamente. Muchas gracias. .........................
1955-07-27
En la CGT ante representantes gremiales
Deseo comenzar agradeciendo profundamente la amabilidad que los trabajadores tienen invariablemente conmigo, la cual es en esta circunstancia aún más significativa para mí desde el momento que es el primer contacto que tomo después de una larga temporada que, por asuntos de Estado, no he podido llegarme hasta la Confederación General del Trabajo. Para mí, las reuniones con los viejos compañeros dirigentes de gremios argentinos son verdaderos oasis de satisfacción en mi tarea gubernamental, porque renuevan en mí el entusiasmo, el cariño y la fraternidad que han calificado siempre los actos en los cuales he tenido la dicha de tomar contacto con los dirigentes. Compañeros: aprovechando esta ocasión, quiero decir algunas palabras sobre la conducta de los gremios, conducta que ha mostrado a la República, en todos los momentos y en todas las circunstancias, una alta responsabilidad en la dirección del movimiento sindical. Esto da una idea de la responsabilidad que cada dirigente tiene y que cada dirigente pone en sus propios actos y en los actos de conjunto de la organización. Podríamos decir que todas las organizaciones del país, de cualquier carácter que ellas sean, debían inspirarse en el ejemplo de nuestros dirigentes sindicales que trabajan para sus organizaciones honradamente, sin desmedidas ambiciones de ninguna clase, con un amplio y profundo espíritu de solidaridad, que hace que se sientan compañeros y se sientan hermanos empeñados en una misma tarea. La República Argentina puede estar orgullosa de su sindicalismo, sindicalismo: sindicalismo serio, organizado, responsable. Tanto el país como sus organizaciones son de una consolidación tan fuerte que no puede haber ningún incidente de su vida que pueda conmoverlos. Con esto es con lo que se consigue afirmar de una manera permanente y definitiva que en la República Argentina el pueblo está organizado. Y cuando el pueblo está organizado, la República puede estar tranquila, porque es allí donde descansa también su paz y su tranquilidad. Afortunadamente, con la organización del pueblo, se han consolidado también todos los sectores de la Nación, entre ellos el ejército, al cual debemos reconocerle el cumplimiento de su deber; pero cuando ese cumplimiento del deber se efectúa en un medio donde hay muchos que no saben cumplir con el suyo, tiene un mérito extraordinario. Dije el 16 de junio que el ejército, en ese acto, había sellado su unión con el pueblo. Y lo dije a conciencia, porque yo, que he asistido a aquel ejército, que era la guardia pretoriana de la oligarquía, lo he visto ahora sirviendo los únicos intereses que un soldado puede servir: la defensa del pueblo a través de sus leyes y de su Constitución. Esta es otra conquista de nuestro sistema y esta es otra conquista del pueblo. El ejército es indivisible del pueblo, y el 16 lo hemos demostrado. Veremos en el futuro la forma de ir cumpliendo todo nuestro programa al amparo de la fuerza del propio pueblo y de ese ejército. Ambos han sabido cumplir con su deber en las horas de peligro; en las horas tranquilas hemos de saber cada uno cumplir con nuestro deber. Esa es la única garantía que la Nación puede pedir y puede tener de sus hijos. En estos días yo he anunciado la pacificación del país, y ésa es una cosa que todos debemos desearla. Hace doce años que estamos luchando, doce años que nos han permitido realizar las reformas que el pueblo anhelaba. Estas reformas no son las reformas ni de los políticos ni de un hombre, ni de diez ni de veinte; son las reformas del pueblo argentino. Nosotros, los gobernantes de esta época, no hemos hecho más que interpretar los deseos del pueblo y ponerlos en ejecución; y ponerlos en ejecución a través del pueblo mismo. Por eso, cuando alguien se refiere a nuestras leyes, les diremos que son las leyes del pueblo. Por esa razón, nosotros hemos ya obtenido nuestros objetivos. Hemos afirmado lo fundamental de nuestra reforma social, aunque sabemos que no lo hemos hecho todo. Queda mucho por hacer, pero eso debe hacerse a medida que la República vaya alcanzando las distintas gradaciones económicas que le permitan nuevas realizaciones en beneficio de la clase obrera. Lo fundamental, para desterrar la injusticia y la indignidad del trabajo, eso está ya en gran parte realizado. El pueblo ha comenzado a participar de la vida de la Nación, donde antes solo era un invitado de piedra. Él ha venido a tener una participación en lo económico y una participación en lo político. Ese pueblo está hoy en presencia en todos los actos institucionales gubernamentales, políticos, económicos y sociales de la Nación. En ninguno de esos lugares, donde se decide o choca el destino de los hombres o del pueblo, está el hombre del pueblo ausente, que era el escarnio más espantoso de todas las democracias presentes. Vale decir que lo sustancial lo hemos realizado. En lo social nos faltan algunas cosas; eso es producto de la legislación; pero en el palacio de la legislación, donde se discuten y se promueven las leyes de la República, está el pueblo. ¿Por qué no vamos a confiar en él? En lo económico, la riqueza sigue organizada. No es una obra perfecta. El hombre que aspira a hacer una cosa perfecta termina por no hacer nada, porque la estudia tanto que al final se queda en el estudio. Nosotros nos hemos conformado con hacer algo bueno, para que el futuro de los argentinos, al correr de los años y de los siglos, vaya perfeccionándolo y haciéndolo mejor. Pero sí hemos asegurado en lo económico las bases fundamentales de nuestra independencia, para que no seamos en ese aspecto gobernados desde el exterior, para que tengamos nuestros propios intereses administrados por nosotros mismos: hemos tomado la decisión de argentinizar todo aquello que pertenece a los argentinos, y hemos dejado de ser tributarios de todos los intereses que no sean los intereses del pueblo argentino. En cuanto al perfeccionamiento, eso va a venir también con el tiempo y con el trabajo de todos los argentinos. Pero nos satisface el hecho de haber promovido una conciencia económica en el país y de haberla promovido profundamente para que nadie en el futuro sea capaz de hacer peligrar ni la independencia de este país ni el bienestar y la tranquilidad de los hijos de este pueblo. Por eso podemos damos por satisfechos, porque la economía es una lucha permanente, lucha que va encauzándose en forma cada vez más perfecta o más perfectible, ya que eso es tarea de los años. En el aspecto político, cuando nosotros llegamos traíamos un solo programa: desterrar el fraude de la República Argentina, que había hecho que toda su democracia estuviese afirmada en una permanente mentira. Eso lo conseguimos hace años ya cuando hicimos nuestras primeras elecciones con la garantía más absoluta, como las hemos seguido realizando hasta el presente. Ya no será posible en la República Argentina que se haga fraude. Hoy en nuestro país existe una sola clase política: el pueblo, al que será imposible llegar a hacerle escamoteos ni fraudes de ninguna naturaleza sin que él se dé cuenta. Pero nosotros hemos ido más allá: hemos reformado la Constitución, que es lo más que nosotros podíamos hacer, porque es lo que puede cristalizar en un momento dado e inmediatamente las formas adquiridas a través de nuestras propias reformas. Hemos puesto la reforma social, la reforma económica y la reforma política en la Constitución. Allí se han consolidado, a través de diez años de práctica de esa Constitución, en la cual hemos inspirado la nueva legislación de la República. Por consiguiente, hemos cumplido el objetivo que nos habíamos propuesto aun mucho más allá de cuanto habíamos previsto al proponérnoslo. En cuanto a la legislación que habrá de realizarse, eso no es obra de días ni de años, sino de siglos, para que sea perfecta y vaya acompañando la evolución y el desenvolvimiento de la comunidad. En consecuencia, no vamos nosotros a extender nuestro período revolucionario hasta el momento en que hayamos terminado la última ley, porque para eso tendríamos que vivir probablemente tres veces nuestra vida. De manera que eso está hecho. Nosotros, en lo que a la reforma cultural se refiere, hemos realizado lo único que es posible realizar: organizar y poner en marcha una cultura que dé a la conciencia del pueblo la suficiente amplitud y libertad; que sea la promoción de un sentido y de un sentimiento liberal de la propia cultura; que no esté limitada a un sector, como ocurría antes, sino que solamente esté limitada por la capacidad y el interés de los hombres por la cultura; que esa cultura sea la cultura del pueblo, y no de un pequeño sector del pueblo. Nosotros hemos dado una amplitud tan extraordinaria a la enseñanza de todo orden en nuestro país, que podemos decir que hemos dado las fuentes universales de la cultura a la totalidad integral del pueblo argentino. Ahora depende de esto: que quiera o no quiera asimilar esa cultura. Eso es obra de años y años, y tal vez de siglos. En cuanto a los demás tipos libres de cultura que se pueden adquirir, perfeccionar, etcétera, ese es un trabajo permanente y penitente de todos los días, que alcanzará o no alcanzará a todo el pueblo o a todos los sectores, pero que no depende ya de nosotros, sino de los hombres mismos. Todo eso, compañeros, constituye un programa ya realizado por nosotros. Por esa razón, después de doce años de lucha, yo he decidido dar por terminado el período revolucionario y darlo por terminado por reflexión, no por ninguna otra causa. Casi hace seis años yo había decidido ya hablar sobre este asunto al país, pero algunos incidentes y alguna promoción de oposición en algunos sectores, me hicieron pensar que todavía no había llegado el momento. Quizá esa haya sido una acción provocada, precisamente, para que no se hiciera la pacificación. La intentona del 16 fue tan inconsciente como la anterior del 28 de septiembre, porque no creo que haya nadie tan ignorante que pueda creer que va a someter así al pueblo argentino. Pero el pueblo argentino tiene en sus manos armas para defenderse, ya que no está inerme, porque está organizado. Por eso digo que esto es producto de una ignorancia y de una inconsciencia. Ignorancia para apreciar un panorama y para vivir una situación, e inconsciencia para la realización de un acto simplemente criminal y nada más que criminal. De modo que ese hecho, que algunos creyeron que podía influenciarme en una u otra dirección, no produjo en mí esa influencia. He aprendido a lo largo de 12 años de lucha a ser muy consciente, a tener muy buenos nervios. De modo que para mí ese hecho fue un hecho como cualquier otro, lamentable por las víctimas y los heridos que ocurrieron en esa ocasión, que eran compañeros y hermanos nuestros. Seguí pensando de la misma manera que antes e hice un llamamiento pura pacificar el país. ¿Por qué? Porque yo entiendo que realizados nuestros objetivos, el estado permanente del país no puede ser la revolución. El estado permanente no es precisamente la revolución, sino la evolución. Y yo quiero pasar del período revolucionario, que ha permitido nuestras reformas, al período normal de evolución y perfeccionamiento de la comunidad argentina a través de sus órganos y de su legislación. Es así que yo he querido tener nada más que la sensación real de que nuestras conquistas no tienen aspecto reversible, no pueden volver atrás. Eso es lo único que necesitamos nosotros saber para dar por terminada nuestra acción revolucionaria: que todo cuanto hemos hecho está firme y consolidado en el país. Y de eso yo tengo la absoluta sensación. Nada de lo que hemos hecho nosotros puede ser retraído a una situación anárquica, como era la anterior a 1943. De modo que, afirmamos en esto, nosotros podemos establecer perfectamente la metamorfosis de la revolución, que es lo que estoy propugnando que debemos realizar. Para nosotros y para nuestros enemigos o adversarios, ¿en qué consiste eso? Y consiste en atemperar las formas, en levantar restricciones. Es lógico; nosotros hemos sido revolucionarios, hemos puesto algunas restricciones. Y es natural que hayamos tenido que poner algunas restricciones a la libertad de los hombres. Si señor, es cierto, yo no tengo por qué negarlo. Pero, ¿es que la revolución no tiene ningún derecho? El derecho que tiene la revolución es, precisamente, a realizar su programa, porque viene con un mandato explícito del pueblo. Yo no podía cambiar ninguno de esos mandatos que traía; en cambio, podía cambiar las formas adaptándolas a la necesidad de realizar esos mandatos. Entonces, lógicamente, nuestro procedimiento fue siempre así. Yo venía con un mandato imperativo de las masas argentinas, que decía: hay que hacer la justicia social. Ese es el mandato que yo recibí. Ahora yo les digo: vamos a terminar con eso. Entonces, viene el problema de realizarlo. Algunos creen que es difícil y otros creen que es imposible. En esto no hay nada difícil ni nada imposible. Cuando el pueblo quiere una cosa, eso se realiza. Y el pueblo argentino quiere estar tranquilo, que lo dejen trabajar y que queden las cosas como están. Eso es lo que el pueblo quiere. Y esto yo puedo asegurar que lo desea todo el pueblo, incluso la parte de pueblo que está con la oposición. El pueblo no quiere luchas de ninguna naturaleza, y quiere ir a las formas de la evolución constitucional y legal dentro de la Nación. En eso nosotros estamos de acuerdo, porque ya está afirmado todo por lo que nosotros hemos luchado. ¿Y cuál es el panorama de esto? Los partidos políticos no tienen muchas facilidades para hacer esto. Hay hombres de muy buena voluntad que están decididos por la pacificación, pero encabezan partidos anárquicos, sin disciplina. Ellos deberán aprender un poco del movimiento sindical, al que tanto critican. Es difícil manejar una masa sin disciplina y sin organización, donde los dirigentes son dirigentes y no lo son, porque ese es nuestro panorama político. Hay partidos con arraigo y con gente, pero sin dirigentes o con dirigentes dubitativos, porque nunca se sabe quién es el que dirige allí. Allí dirigen todos y no dirige ninguno. En otras palabras, dirigentes sin partido. En cambio, hay otros que no dirigen nada ni pertenecen a nada; que están en contra porque han sido privados de los privilegios que antes tenían y de las facilidades que antes tuvieron, a expensas del pueblo. Porque en una comunidad, cuando uno tiene privilegios, es a costillas del otro, y si a unos les facilitan es porque perjudican a otros. Aquí perdieron esos privilegios que no merecían, y estos son los que están en contra de todos. Si se habla de la paz, no la quieren. Claro, ¿qué van a ganar ellos con la paz? Pero ésa es una cuestión para elaborarla e irla realizando paulatinamente con los hombres de buena voluntad. Quedará siempre algún sector que será enemigo; no hay nada que hacer, porque siempre en todas las comunidades hay algunos que son inadaptados sociales. Sin embargo, ellos también lo llegarán a entender, y con la comprensión y la persuasión irá viniendo esa tranquilidad que el pueblo quiere. La pacificación ha de hacerse por persuasión, con la gente que entiende que es necesaria, que es conveniente que trabajen para el bien del país y no para su bien personal ni para el bien de un círculo. Con eso lograremos la pacificación, porque nosotros estamos dispuestos a restituir todas las libertades siempre que no las usen para atentar contra la libertad de los demás. Todo este proceso es el proceso natural y lógico a realizar. Yo veo la inmensa comprensión de la clase trabajadora; la enorme altura de los dirigentes para hacer frente a la responsabilidad en las organizaciones sindicales inconmovibles y firmes en su trabajo, en el trabajo de todos los días. Veo que este inmenso sector de la República no ha defeccionado nunca frente a ninguna situación. Entonces, ¿cómo no voy estar tranquilo y satisfecho? Esa tranquilidad y esa satisfacción la disfruto yo porque hace doce años que vengo luchando porque esa organización tenga ese asiento, esa prudencia y esa responsabilidad, y veo hoy, en la inmensa capacitación de nuestros dirigentes sindicales, la única y gran promesa para tu organización del pueblo argentino. Por eso, compañeros, nosotros seguimos firmes en nuestras creaciones y en nuestras construcciones. Pensemos cada uno en nuestro sindicato y, dentro de él, en nuestra organización, para que progrese y para que adelante. Hay algunos políticos que dicen: "Queremos sindicatos libres". Pero, ¿es que los nuestros no son sindicatos libres? Pero, ¿es que no son sindicatos que eligen sus autoridades y tienen vida propia? Por esa razón, yo creo que la organización nuestra podrá ser perfectible, pero es extraordinaria y es maravillosa. Y si no, que los viejos dirigentes que vienen luchando desde hace años piensen si alguna vez el sindicalismo argentino ha estado a la altura en que está hoy colocado; a ver sí alguna vez el sindicalismo argentino ha tenido la garantía que tiene hoy; si ha tenido alguna vez la participación en la vida activa de la comunidad que tiene hoy; si alguna vez en el Congreso Nacional han estado realmente representados por dirigentes y legisladores obreros, y si en el gobierno alguna vez han tenido alguna influencia. Yo he estado en los ministerios antes de llegar al gobierno, y he visto deambular a los pobres dirigentes en grupos pidiendo diez centavos. Y lo único que les daban era la mano y los buenos días. Eso lo he visto yo. Uno tiene la experiencia de la vida y va viendo desfilar y conociendo tanto a los hombres, que se conforma un espíritu de observación, ya extraordinariamente penetrante. Con esa experiencia y con esa observación, compañeros, yo les puedo dar el mejor consejo diciéndoles que sigan adelante con la organización. La única garantía de los trabajadores argentinos está, precisamente, en esos dirigentes honestos y capaces que hoy encuadran las organizaciones argentinas. No dejen jamás que esto se deforme. Finalmente, compañeros, les quiero decir dos palabras más. Ustedes, tanto los compañeros ferroviarios como los de la A.T.E., y los de la Sanidad, se dispersarán por toda la República. Lleven a todos los compañeros la palabra serena y tranquila de siempre: trabajamos y trabajamos todos los días, desde muy temprano, como lo hacen ellos allá por las mismas ideas, con la misma decisión y el mismo entusiasmo que el primer día. Yo creo que debemos ir navegando bien, con el timón firme en la mano, para elegir los mejores vientos y las mejores rutas, En esto, cuando uno se siente apoyado por el poder superior que da el pueblo, es invencible y es inconmovible. Por esta razón, lleven estas palabras de tranquilidad y de seguridad a todos los compañeros que habrán oído miles de rumores y habrán recibido miles de panfletos, que si a nosotros no nos han podido conmover ayer con sus bombas, menos nos van a conmover hoy con sus rumores. Compañeros: con estas palabras y estos consejos, lleven para ellos el gran abrazo que yo mando siempre a esos compañeros que tanto quiero y que tengo siempre tan presentes. ..................
1955-08-31
En la Plaza de Mayo con motivo del anuncio de que el jefe del Estado, general Perón, había ofrecido a las tres ramas del Movimiento Nacional su retiro como presidente de la República
En la Plaza de Mayo con motivo del anuncio de que el jefe del Estado, general Perón, había ofrecido a las tres ramas del Movimiento Nacional su retiro como presidente de la República Compañeros y compañeras: He querido llegar hasta este balcón, ya para vosotros tan memorable, para dirigirles la palabra en un momento de la vida pública, y de mi vida, tan trascendental y tan importante, porque quiero de viva voz llegar al corazón de cada uno de los argentinos que me escuchan. Nosotros representamos un movimiento nacional cuyos objetivos son bien claros y cuyas acciones son bien determinantes, y nadie, honestamente, podrá afirmar con fundamento que tenemos intenciones o designios inconfesables. Hace poco tiempo esta plaza de Mayo ha sido testigo de una infamia más de los enemigos del pueblo. Doscientos inocentes han pagado con su vida la satisfacción de esa infamia. Todavía nuestra inmensa paciencia y nuestra extraordinaria tolerancia, hicieron que no solamente silenciáramos y tomáramos una actitud pacífica y tranquila frente a esa infamia. Esos doscientos cadáveres destrozados fueron un holocausto más que el pueblo ofreció a la patria. Pero esperábamos ser comprendidos, aún por los traidores, ofreciendo nuestro perdón a esa traición. Pero se ha visto que hay gente que ni aún reconoce los gestos y la grandeza de los demás. Después de producidos esos hechos, hemos ofrecido a los propios victimarios nuestra mano y nuestra paz. Hemos ofrecido una posibilidad de que esos hombres criminales y todo se reconcilien con su propia conciencia. ¿Cuál ha sido su respuesta? Hemos vivido dos meses en una tregua que ellos han roto con actos violentos, aunque esporádicos e inoperantes. Pero ello demuestra su voluntad criminal. Han contestado los dirigentes políticos con discursos tan superficiales como insolentes: los instigadores, con su hipocresía de siempre, sus rumores y sus panfletos. Y los ejecutores, tiroteando a los pobres vigilantes en las calles. La contestación para nosotros es bien clara: no quieren la pacificación que le hemos ofrecido. De esto surge una conclusión bien clara: quedan solamente dos caminos para el gobierno, una represión ajustada a los procedimientos subversivos, y para el pueblo, una acción y una lucha que condigan con la violencia a que quieren llevarlo. Por eso, yo contesto a esta presencia popular con las mismas palabras del '45: a la violencia la hemos de contestar con una violencia mayor. Con nuestra tolerancia exagerada nos hemos ganado el derecho de reprimirlos violentamente. Y desde ya, establecemos como una conducta permanente para nuestro movimiento: aquél que en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las autoridades constituidas, o en contra de la ley o de la Constitución, puede ser muerto por cualquier argentino. Esta conducta que ha de seguir todo peronista no solamente va dirigida contra los que ejecutan, sino también contra los que conspiran o inciten. Hemos de restablecer la tranquilidad, entre el gobierno, sus instituciones y el pueblo, por la acción del gobierno, de las instituciones y del pueblo mismo. La consigna para todo peronista esté aislado o dentro de una organización, es contestar a un acción violenta con otra más violenta. Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de ellos. Compañeros y compañeras: Hemos dado suficientes pruebas de nuestra prudencia. Daremos ahora suficientes pruebas de nuestra energía. Que cada uno sepa que donde está un peronista estará una trinchera que defiende los derechos del pueblo. Y que sepan, también, que hemos de defender los derechos y las conquistas del pueblo argentino aunque tengamos que terminar con todos ellos. Compañeros: quiero terminar estas palabras recordando a todos ustedes y a todo el pueblo argentino que el dilema es bien claro: o luchamos y vencemos para consolidar las conquistas alcanzadas, o la oligarquía las va a destrozar al final. Ellos buscarán diversos pretextos. Habrá razones de libertad, de justicia, de religión, o de cualquier cosa, que ellos pondrán por escudo para alcanzar los objetivos que persiguen. Pero una solo cosa es lo que ellos buscan: retrotraer la situación a 1943. Para que ello no suceda estamos todos nosotros para oponer a la infamia, a la insidia y a la traición de sus voluntades nuestros pechos y nuestras voluntades. Hemos ofrecido la paz. No la han querido. Ahora, hemos de ofrecerles la lucha, y ellos saben que cuando nosotros nos decidimos a luchar, luchamos hasta el final. Que cada uno de ustedes recuerde que ahora la palabra es la lucha, y la lucha se la vamos a hacer en todas partes y en todo lugar. Y también que sepan que esta lucha que iniciamos no ha de terminar hasta que no los hayamos aniquilado y aplastado. Y ahora, compañeros, he de decir, por fin, que yo he de retirar la nota que he presentado, pero he de poner al pueblo una condición: que así como antes no me cansé de reclamar prudencia y de aconsejar calma y tranquilidad, ahora le digo que cada uno se prepare de la mejor manera para luchar. Tenemos para esa lucha el arma más poderosa, que es la razón; y tenemos también para consolidar esa arma poderosa, la ley en nuestras manos. Hemos de imponer calma a cualquier precio, y para eso es que necesito la colaboración del pueblo. Lo ha dicho esta misma tarde el compañero De Pietro: nuestra Nación necesita paz y tranquilidad para el trabajo, porque la economía de la Nación y el trabajo argentino imponen la necesidad de la paz y de la tranquilidad. Y eso lo hemos de conseguir persuadiendo, y sino, a palos. Compañeros: nuestra patria, para ser lo que es, ha debido ser sometida muchas veces a un sacrificio. Nosotros, por su grandeza, hemos de imponernos en cualquier acción y hemos de imponernos cualquier sacrificio para lograrlo, Veremos si con esta demostración nuestros adversarios y nuestros enemigos comprenden. Si no lo hacen, ¡pobres de ellos! Pueblo y gobierno, hemos de tomar las medidas necesarias para reprimir con la mayor energía todo intento de alteración del orden. Pero yo pido al pueblo que sea él también un custodio. Si cree que lo puede hacer, que tome las medidas más violentas contra los alteradores del orden. Este es el último llamamiento y la última advertencia que hacemos a los enemigos del pueblo. Después de hoy, han de venir acciones y no palabras. Compañeros: para terminar quiero recordar a cada uno de ustedes que hoy comienza para todos nosotros una nueva vigilia en armas. Cada uno de nosotros debe considerar que la causa del pueblo está sobre nuestros hombros y ofrecer todos los días, en todos los actos, la decisión necesaria para salvar esa causa del pueblo. .....................................
1955-09-02
Ante dirigentes peronistas de la provincia de Córdoba :
Compañeros: Yo deseo que mis primeras palabras, sean para agradecerles la amabilidad que ustedes han tenido de llegar hasta casa, para darme a mí, la inmensa satisfacción de poderles estrechar la mano. He sabido de toda la preocupación de ustedes por llegar a hora, y nosotros mismos le mandamos decir que no corrieran tanto, no fuera que le fuera a pasar algo en el camino con los automóviles que venían. Sabemos bien, desde acá, como vibra el corazón de todo el pueblo argentino en toda la República. Esta representación de lo que ha llamado con tanta propiedad el doctor Urrutia, "el corazón de la patria", donde se está forjando un nuevo emporio extraordinario, que es Córdoba, trae una representación, que para mí, es la más significativa, porque es la que más quiero, de gente humilde y de gente de trabajo. Yo sé bien, compañeros, que ustedes vienen con el noble, el leal y el sincero entusiasmo de los hombres del pueblo, y para mí esos valores han sido, son y serán los más respetables del pueblo argentino. Esa lealtad y esa sinceridad del pueblo, no se reemplaza con ninguna otra condición de ningún otro hombre de la República. Por esa razón compañeros, es que ustedes se imaginarán, con cuanta alegría les recibo yo a ustedes en este día, y cuanta será mi inmensa satisfacción de haberlo podido hacer y haber podido estrechar la mano de cada uno de ustedes, para que lleven a Córdoba ese sentimiento que es profundo y permanente en mí. El pueblo es par mí la única soberanía que reconozco. El pueblo cuanto más auténtico, para mí, es un mandato más directo de lo que es la raíz de la nacionalidad. Por esa razón, esta inmensa satisfacción que ustedes me han dado, yo se las agradezco desde lo más profundo de mi alma, y graban para mí, recuerdos que son, los únicos recuerdos imborrables que guardo en mi vida. Estas delegaciones que llegan a la Capital Federal desde el interior de la República, donde se conservan auténticos valores de la nacionalidad, tienen para mí también, ese alto significado: la representación del dolor y de la lucha en la tierra argentina que conserva y conservará siempre ese valor autóctono y ese valor auténtico de la nacionalidad. Yo recuerdo todavía, que en 1950, llegaron aquí doce santiagueños que se vinieron de a pié con un bombo hasta este salón blanco de la presidencia, y aquí, me cantaron esas vidalas tan tristes y lloramos todos lógicamente, como son los santiagueños. Esa delegación es un recuerdo permanente para mí, y tengo y conservo todavía en mi despacho el bombo con que cantaron la vidala en cuyo cuero está escrita la vidala que cantaron. Así aprecio yo a la República Argentina. Para mí la República Argentina ni comienza ni termina en la avenida General Paz. Para mí la República Argentina, vive y late en ese interior que trabaja y se sacrifica todavía, en una medida mayor de toda otra medida en la República Argentina. Yo soy provinciano, porque soy de la provincia de Buenos Aires, pero no es que yo haga una cuestión de provincianos y de porteños, hago una cuestión de nacionalidad. Para mí todos los argentinos son exactamente iguales, pero no sé porque yo me siento más atraído y más cerca de los provincianos que de los porteños. Yo sé compañeros que ustedes en Córdoba no tienen problemas de orden político, como no existen problemas de orden político en toda la República. Nosotros constituimos una mayoría abrumadora, porque constituimos el pueblo argentino. Y en el pueblo no están todos los que se quieren llamar del pueblo, sino los que sienten y aman al pueblo: esos son los únicos que pertenecen al pueblo. Hay hombres que hablan mucho del pueblo, pero que no lo sienten al pueblo. Esos son, diremos, infiltrados al pueblo, que no trabajan ni por su felicidad ni por su grandeza. Quizás, sabrán decir cosas muy lindas y sabrán decir cosas muy profundas, pero todo lo que uno pueda decir, no equivale en su valor trascendente, al sentimiento más pequeño que uno tenga de amor y de atracción al pueblo. Al pueblo no hay que mentarlo, al pueblo hay que sentirlo, hay que quererlo, hay que defenderlo y hay que sacrificarse por su felicidad y por su bienestar. Eso es lo que nosotros no decimos, pero sí practicamos. Por eso, comprenderán ustedes la inmensa satisfacción que me han dado con esta visita. Son visitas que se graban en mi corazón y en mi memoria con caracteres indelebles, que ni la acción destructora del tiempo podrá jamás borrar de mis sentimientos y de mi corazón. Nosotros hemos enfrentado, ésta, una situación más, que como he dicho ya en otras oportunidades, son los últimos estertores de una oligarquía que agoniza. Generalmente esto pasa como cuando se degüella el chivito, que las últimas patadas que pega son las más fuertes, pero son las últimas ya. Mientras el pueblo esté firme y decidido a defender su soberanía y sus derechos no habrá fuerza capaz de doblegar esa decisión y esa voluntad popular. El gobierno nuestro, como sostienen las verdades peronistas, no obedece otro mandato que el del pueblo, ni sirve otro interés que el del pueblo mismo. De modo que nosotros no solamente estamos seguros, de que contaremos siempre con el apoyo popular, sino que, aún el día que no fuese así, lo seguiremos sirviendo con la misma sinceridad y con la misma lealtad que hoy lo servimos, seguros de que la razón y la verdad se impones siempre al final en la vida. Por eso en esta lucha que sostenemos, con los extraordinarios poderes oligárquicos que todavía existen en el país, hemos querido provocar una tranquilización, para que ellos tengan una retirada honorable, y puedan ir paulatinamente en paz, desapareciendo en sus pretensiones y en sus privilegios. Esta pacificación que hemos ofrecido al país, después tener todo el poder en nuestras manos, y el más grande poder que es el poder del pueblo, es de una grandeza que ellos no están en posibilidades de comprender, porque están cegados por sus pasiones y por sus odios. Nosotros no tenemos odios ni tenemos pasiones, porque tenemos ya lleno nuestro corazón con el cariño inconmensurable hacia al pueblo, que no da lugar ni espacio para que quepan dentro de él, odios o pasiones mezquinas. Por esa razón, hemos ofrecidos con los brazos abiertos, la posibilidad de venir hacia nosotros, a todos los hombres de buena voluntad que quisiesen pacificar al país. Desgraciadamente no hemos sido comprendidos, y desgraciadamente, los dirigentes políticos de la oposición, en vez de asirse, a ésta, su única tabla de salvación, ha sido tal su ceguera que han renunciado a asirse e indudablemente están en un grave peligro de ahogarse. Ellos han interpretado la grandeza de nuestro gesto, como un signo de debilidad. Nosotros, francamente, haciendo uso de una prudencia extraordinaria, hemos llegado a ser débiles, lujo que solamente se pueden dar los fuertes. Por eso, hemos sido hasta ahora, en cierta manera débiles, porque queríamos persuadirles de que debían tomar otra actitud que no fuese la insidiosa actitud de combate que están siguiendo. Pero las circunstancias nos obligan a ponerle fin, a todos esos desmanes que ellos están provocando en la Capital Federal en grande escala y en otras partes en pequeña. Tenemos los medios para someterles, y les hemos de someterles absolutamente. El 45', incipientemente organizados pudimos dominarles absolutamente. ¡Que no hemos de poder hacer ahora que estamos suficientemente organizados! Nosotros interpretamos, cuando les ofrecimos la pacificación, que era un camino que les convenía tomar, porque por la violencia a nosotros no nos iban a someter. Pero, parece que estos diez años, no han aprendido todavía, la lección que ya nosotros comenzamos a darles en 1945. Hemos de tomar todas las medidas para que se persuadan, quizá en la forma más suave posible, pero sí, más decidida y más enérgica que podamos poner en ejecución. Lo que yo si puedo asegurar, porque tengo la más profunda convicción, es que hemos de reprimir eficientemente toda acción de violencia que ellos quieran poner en ejecución, y la hemos de reprimir en forma definitiva y absoluta. Por eso yo les pido que lleven a los compañeros de Córdoba, esta persuasión: decididos nosotros a imponer el orden, lo hemos de imponer a cualquier precio. El grado de intensidad no depende de nosotros, sino de ellos. Cuanto más violentos sean ellos, nos obligarán a nosotros también a actuar en una forma más enérgica y más decidida. Espero que todavía les ilumine alguna luz de su razón y entren por donde deben de entrar; pero si no es así, ni aunque sea de una oreja lo vamos a entrar por donde deben. Finalmente, compañeros, yo les pido que ustedes, que van a regresar a Córdoba, lleven estas palabras a nuestros compañeros de Córdoba, y junto con ellos lleven también, un inmenso abrazo que con todo mi corazón les mando por intermedio de ustedes. Muchas gracias. ...................
1955-09-02
Ante una delegación de la provincia Presidente Perón encabezada por su gobernador
Compañeros y compañeros: Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles la amabilidad que han tenido de llegarse hasta acá, a través de tan larga distancia, y darme a mí la inmensa satisfacción de poderles estrechar la mano. Es indudable que en esta dura tarea que es gobernar, nuestra misión, ardua, difícil, compleja, con muchos sinsabores, pero también presenta en esa larga marcha, estos oasis de satisfacción que representan la afluencia de hombres del pueblo que indudablemente son los que más atraen mi atención y mi cariño. Por eso quiero agradecerles una vez más, esta inmensa satisfacción que siento al poder conversar breves instantes con ustedes, y allá en un lejano lugar de la patria, donde están haciendo el verdadero emporio del futuro argentino, ustedes están todos los días en el trabajo rudo para labrar la felicidad de nuestro pueblo y la grandeza de nuestra patria que son los dos objetivos fundamentales que perseguimos los peronistas. Quizá, porque están mas alejados de estos centros; quizá, porque la Argentina del porvenir está en ese trabajo fructífero y grandioso de nuestro pueblo en esas lejanas regiones de nuestra tierra; quizá, porque allí se está haciendo un experimento nuevo del justicialismo peronista; y quizá, también, porque en esas regiones, donde el trabajo santifica a los hombres, es donde uno siente más su aspiración, su satisfacción y su orgullo de ser argentino; por eso esta satisfacción que yo tengo al recibirles y poder hablar breves instante con ustedes, me resarce de todos los sinsabores que pueda tener el gobierno aparejado. En estos días compañeros, ustedes se encuentran ocupados en sus tareas, en sus trabajos, en su esfuerzo por engrandecer a la patria; nosotros mantenemos también una lucha para lo mismo. Es indudable, que todo cuanto nosotros venimos realizando desde hace doce años en la República, para dar al pueblo su verdadera soberanía y para dar a los hombres el grado de dignidad a que tienen derecho en nuestra comunidad, toda esa inmensa lucha, presupone también un objetivo extraordinario que debemos alcanzar entre todos. Donde hay paz y donde hay trabajo, construyendo esa grandeza que nos es común; y donde hay lucha enconada entre sectores reaccionarios, luchando todos los días para someterlos y para dominarlos finalmente para que se pongan en la senda que deben seguir los argentinos, sin pretensiones a privilegios que nosotros ya no reconocemos ni reconoceremos jamás en esta tierra. Como ha dicho el señor gobernador, la provincia Presidente Perón tiene en nuestro país el privilegio de contar con una Constitución moderna que está a tono con nuestras ideas fundamentales. Yo espero que en algún día, la República Argentina tendrá también en todas sus provincias una Constitución semejante. Me alegra de que ustedes hayan venido, y me gusta que la gente de Buenos Aires, vea de cuando en cuando estas embajadas de los trabajadores argentinos de Presidente Perón o de las lejanas provincias de la patria. Es allí donde el patriotismo, donde los valores autóctonos, se conservan más incontaminados. Es allí donde se respira más el aire puro de la liberación y de la dignidad del justicialismo de nuestra patria. Y es allí, también, donde se ve la vida más clara y más simple, sin las complejidades que traen las combinaciones siempre arteras y siempre traicioneras de una política que no persigue ideales porque tiene apetitos; que no quiere el bien de la patria, porque persigue bienes personales y no de la comunidad; y porque está también contaminada con todas las mañas y todos los vicios de una tradición política infame que azotó durante un siglo a nuestro país. Por eso creo que es bueno, que los aires puros de la lejanía de nuestro interior, lleguen a purificar un poco el aire de Buenos Aires, contaminado con todos esos vicios y con todos esos defectos largamente practicados. Por eso compañeros, yo me siento aquí renovado y revivido, frente a ustedes hombres humildes y de trabajo, que son los únicos que luchan por la grandeza de la patria, que luchan en lo efectivo, que es el trabajo constructivo de todos los días y no la charla hueca inútil e insustancial. Lleven a los compañeros de Presidente Perón, con nuestro saludo más cariñoso y con nuestro más afectuoso recuerdo, lo que han visto estos días en Buenos Aires. La oligarquía no se ha sometido del todo. Ha producido o está produciendo sus últimos estertores, hay que dejarlos que lo realicen. Esto es como cuando nosotros estamos degollando un res, las últimas patadas suelen ser las más fuertes. Hemos ofrecido a ellos en todo el país, le hemos ofrecido un camino digno para que lo puedan seguir, se lo hemos ofrecido con toda grandeza de alma y con toda sinceridad y lealtad de corazón, pero no hemos sido comprendidos. Ellos han creído que nosotros le teníamos miedo y que estábamos débiles, y entonces pretendieron hacerse los malos para meternos más miedo y los fuertes para debilitarlos más. Se han equivocado completamente, estamos más fuertes que nunca y tenemos menos miedo que nunca, porque estamos triunfando. Les habíamos dado ocasión para que mostrasen, frente a la grandeza de nuestro gesto de ofrecerles nuestra mano y nuestra consideración y no han sabido, ni asirse a la mano, ni comprender nuestro gesto. Al ofrecimiento sincero y leal de nuestra pacificación nos han contestado con barbaridades, tanto los que hablando con toda insensatez y que se dicen representantes de los partidos políticos, como aquellos que no representan nada y que también han tenido derecho a hablar. Y los que aquí han accionado también con actos de depredación para -como digo- despertar nuestro temor, todos ellos se han equivocado. Volveremos decididamente a los años del 45'. Y si en el 45' nacientes y desorganizados, los dominamos, como no hemos de dominarlos hoy, con la organización que tenemos y la capacitación que tenemos. Esa paz que no han querido aceptar con dignidad, la tendrán ahora que aceptar ahora por la fuerza, porque si es necesario haremos cualquier represión, de cualquier orden, al que quieran ellos llevarnos. No vamos a iniciar nosotros ni vamos a hacer nosotros actos violentos inútiles, pero hemos de contestar con una violencia mayor a todos los actos de violencia que ellos desarrollen. Este es un hecho policial y lo hemos de someter a la policía, como corresponde. No se puede tener al país perturbado por cuatro tontos que no quieren comprender las razones, que no ven la verdad. Se la hemos de mostrar con tanta elocuencia que no va a quedar ninguno de ellos que no esté persuadido de esa verdad. Hemos escuchado a nuestro pueblo trabajador las palabras más elocuentes y más sinceras. Lo que nuestro pueblo quiere es trabajar en paz, que lo dejen construir la grandeza de la nación y la felicidad de su pueblo. El que se oponga a este objetivo que es el objetivo de todos los argentinos, no solamente es un traidor a la patria sino que es un delincuente de orden común al que lo hemos de someter por los medios que se somete a todos los delincuentes. Los objetivos que persiguen, compañeros, ¿cómo nos los vamos a conocer nosotros? Lo que ellos quieren es volver al 43', y eso me parece un poco difícil ya. Cuando uno oye hablar a estos políticos, a pesar de toda la mentira con que cubren lo que dicen, en el fondo se está descubriendo que quieren volver al 43'. Ellos dicen que aceptan el año 55'. Y entonces, ¿para qué lo quieren destruir si lo aceptan? De manera que es tan simple establecer el dilema que se plantea al pueblo argentino: o sostener, defendiéndolo hasta con la vida, si es necesario, lo que hemos realizado en la justicia social, en la independencia económica y en la soberanía de la Nación, o regresar a la época en que ellos nos legaron, en vez de una nación libre y soberana y justa, una colonia que ni era libre, ni soberana y era totalmente injusta con sus hijos. Ellos van a poner muchos pretextos. Algunos dicen que quieren luchar porque ellos quieren ser libres, como si nosotros le cortáramos la libertad a alguno. Que quieren poder decir lo que quieren; y... nadie les impide decir. Pero indudablemente que la libertad de uno, está un poco compaginada con la libertad de los demás, porque si él tiene libertad para pegarme a mí una trompada, yo debo tener libertad para pegarle una patada a él, una cosa natural. Todas estas cuestiones ellos las saben mejor que nosotros, es que son mañeros, sí, es que son mañeros, y entonces con mañas quieren cambiar y desvirtuar las cosas. Nos dicen que atacamos a la religión. A nosotros ¿que se nos va a ocurrir atacar a la religión?, lo que queremos es defender los sentimientos religiosos, el que los tenga; y el que no los tenga, y bueno también le defendemos que piense sienta como quiera. Nosotros somos hombres liberales, somos hombres libres, que no queremos someter a nadie, ni queremos prohibirle a nadie lo que lleva dentro de sí. Si es religioso, que lo sea; y si no, que no lo sea. Y si es cristiano que sea cristiano; y si es judío, que sea judío; y si es mahometano, que sea mahometano; a nosotros que nos importa. Todos esos son pretextos para hacer política. Lo que nosotros no queremos es que en nombre de la religión se haga política. La religión la respetamos, la política la combatimos. De manera que el que mezcla las dos cosas, y bueno, tiene que someterse a la parte de combate que combatimos nosotros. A él no lo combatimos porque tenga una religión, cualquier que sea; lo combatimos porque es un político enemigo nuestro; y porque ese político enemigo nuestro quiere destruir lo que nosotros hemos construido en doce años de fatigas de trabajos y de sacrificio. ¡Eso es lo que no queremos! Por eso, los otros, desvirtúan en nombre de la verdad, en nombre de la justicia, en nombre de libertad y en nombre de todas esas cosas lindas, que está en todas las bocas y en pocos de los corazones, y en nombre de esa justicia y en nombre de esa libertad, hay que ver las barbaridades que se dicen y las barbaridades que se hacen. No se puede concebir que un pueblo que tenga la tradición que nosotros tenemos caiga en las demasías en que esta gente cae. Lo único que nosotros exigimos es que se cumpla la Constitución y que se cumpla la ley. Esa Constitución y esa ley han sido dadas por el pueblo argentino para que las cumplamos todos, y cuando los demás cumplan estrictamente con la ley, no habrá nadie que vaya a reprimirlos en ninguno de los actos que realicen. Para ser libres, hay que ser esclavos de la ley; pero cuando uno tiene la ley para cumplirla cuando le conviene y para violarla cuando le conviene también, esa no es la ley que nosotros sostenemos. O nos sometemos todos a la ley, o todos la violamos. Que elijan ellos el camino. Claro compañeros, que ustedes no viven en focos donde estos problemas se presentan. Se sienten solidarios porque están con la verdadera justicia. Esa justicia que no es la que menciona Martín Fierro en su libro, esa famosa telaraña que la rompe el bicho grande y se queda prendido el bicho chico. No, aquí o todos la rompemos o todos quedamos, pero no hay privilegios para los grandes ni para los chicos. En este sentido yo les envidio un poco. Ustedes viven felices allá con sus trabajos y sus preocupaciones, y nosotros venimos luchando acá por los que no nos quieren dejar trabajar, por los que no quieren que el pueblo argentino tenga una justicia que iguale a los argentinos en dignidad. Todavía estamos luchando con sentidos y sentimientos de la edad media, de esos que quieren ser patrones no solamente de sus haciendas sino también de sus hombres. Nosotros aquí tenemos solamente un patrón que es la ley, los demás somos todos iguales ante esa ley y bajo esa ley y no respetamos otra superioridad que marca la ley y que dispone el pueblo. Esta lucha compañeros no es nueva, hace doce años que estamos en ella, y hace doce años que estamos triunfando todos los días. Ya estamos tan acostumbrados a esta lucha como a vencer en ella. De manera que no nos preocupan estos problemas. Estos problemas les van a preocupar mucho más a ellos que a nosotros, que han creído que estábamos débiles porque no les hacíamos nada, y ahora se van a convencer de que estamos fuertes. Hay una sola clase de gobiernos fuertes, yo no conozco otros: los gobiernos del pueblo y los gobiernos populares. Los gobiernos que cumplen la voluntad del pueblo y que no sirven a ningún otro interés que al del pueblo. Esos son los únicos gobiernos fuertes, los demás son todos débiles, aunque tengan mucha fuerza sus disposiciones, porque el tiempo les va a destruir la fuerza. Hay una fuerza que es inmanente, que es permanente, que no cambia jamás, es la fuerza del pueblo, porque el pueblo es eterno, los hombre vivimos y después morimos, somos circunstanciales en la vida de la comunidades. El pueblo es permanente, la fuerza que nace del pueblo es la única fuerza legítima, es la única fuerza que perdura y es la única fuerza que domina. De manera que nosotros sabiendo que el pueblo está contento con lo que hacemos, que el pueblo nos apoya y que el pueblo nos defiende y, ¡a que le vamos a temer! Así yo no le temo a nadie. Ya le perdido el temor hasta al demonio, porque el pueblo me ampara. Lo único que nosotros debemos establecernos como una consigna permanente, de que cada uno de los peronistas seamos un vigilante en permanente observación sobre la defensa de nuestros objetivos. Debemos defender esa justicia social que nos ha costado mucho a nosotros, pero que eso que nos ha costado a nosotros es una insignificancia al lado de lo que le ha costado a los trabajadores de la República Argentina. Hay miles y miles de trabajadores que han muerto, que han sufrido por esa injusticia. Esos son, los que fundamentan y dan base a nuestra decisión inquebrantable de mantener la justicia social. Es en recuerdo de todos esos hombres que han muerto sin justicia, lo que nos debe obligar a nosotros a morir por la defensa de la justicia que hemos alcanzado. Nosotros, no estamos por otra parte defendiendo nada personal, estamos defendiendo todos lo que es de todos. Es ese patrimonio en el cual no entra un egoísmo, entra un sentido patriótico. Estamos defendiendo a la patria en lo que la patria tiene de mas noble, que son sus hijos. Nunca he entendido la patria ni amando los edificios, ni amando las vacas, ni amando los toros. Yo a los que amo son a nuestros hermanos, a los argentinos, y para mí lo más grande y lo más valioso de la patria son esos hermanos en cualquier parte que estén. Luchar por esas causas compañeros, es luchar por un ideal cuyas banderas hemos colocado nosotros en los mástiles de la nacionalidad. Defenderlas para que nadie pueda arrearlas jamás, es una obligación de cada uno de los argentinos y de los peronistas. Yo sé que esa defensa está en buenas manos y que la inspiración de hacerlo está en corazones nobles, leales y sinceros de los argentinos y de los peronistas. Por eso estoy tranquilo, no hemos de arrear esas banderas mientras uno de nosotros quede vivo para defenderla. Yo sé que esa es la decisión del pueblo argentino, y por eso estamos todos decididos a morir, antes que ver descender una de las banderas que hemos colocado. Que nuestros adversarios vayan aprendiendo que detrás de nuestra mansedumbre, de nuestra prudencia y de nuestra tolerancia, hay una decisión inquebrantable, que hemos de realizarlas por cualquiera de los caminos que se nos presente. Si es pacíficamente, con la persuasión y las ideas; y si es violentamente, con las armas si es necesario. Nosotros estamos decididos a morir en nuestra trinchera y el que ha de sacarnos de ella, tendrá también el peligro de perecer antes de que lo haga. De manera que ellos se convencerán a la larga, de que en cada uno de nosotros hay no solamente un argentino, hay también un soldado; un solado, con una consigna que la ha de cumplir a toda costa. No se han dado cuenta que en estos diez años nos hemos adoctrinado, nos hemos puesto de acuerdo y nos hemos organizado. Para ellos, parece que hicieran diez años que no leen los diarios ni estuvieran en la República Argentina. Porque aquí ha pasado un fenómeno que ellos ignoran: que durante estos diez años hemos trabajado todos los días por organizarnos y que estamos férreamente organizados en todo el país, que tenemos una doctrina, que tenemos una bandera, que tenemos un ideal y tenemos una mística que nos enseñará a morir en defensa de esos ideales, de esa doctrina. En consecuencia podremos ser más o menos expansivos, podremos ser más o menos demostrativos, pero que todos llevamos eso en el corazón, ellos no deben tener ninguna duda. Y que nuestras organizaciones están sobre buenas bases; y que nuestros dirigentes trabajan y estudian para capacitarse cada día más; y que ese derecho que ellos privaron al pueblo argentino de que se educara y que se instruyera, lo estamos reemplazando nosotros con nuestro trabajo extraordinario de todos los días para capacitarnos de la mejor manera. Nuestras escuelas sindicales, nuestras escuelas de todo tipo están dando sus resultados. Cuando ellos se den cuenta entrarán en razón y si no entran en razón, pobre de ellos. Compañeros, ustedes que van a regresar a esas hermosas tierras por las que ustedes trabajan y se sacrifican lleven a nuestros compañeros, con estas palabras de absoluta seguridad, seguridad tranquila, sin necesidad de hacer ninguna bravata, ni de decir que somos malos ni que somos buenos. Estamos decididos a defender un ideal, eso es todo lo que decimos, y para defender ese ideal iremos a cualquier camino para defenderlo. Esa es nuestra decisión, sin compadraje inútil y si exteriorizaciones de ninguna naturaleza. Somos hombres tranquilos, queremos la paz y el trabajo en esa paz, pero si nos pisan la cola ¡quien sabe lo que se va a producir! Llevarles nuestros compañeros de Presidente Perón con esas palabras, todo el inmenso cariño de mi corazón, y llevarles también nuestro recuerdo y el reconocimiento que nosotros los hombres que luchamos tan lejos de ellos en este lugar, y ellos que luchan allá tan lejos de nosotros, están tan cerca en sus ideas, en sus sentimientos, en su cariño y en su corazón, de nuestro cariño, de nuestras ideas y de nuestra orientación. Que luchamos por un mismo ideal, tanto aquí como en Presidente Perón. Que luchamos decididamente, y que seguiremos luchando. Con esas palabras, con ese reconocimiento y con un inmenso abrazo que les mando para todos los habitantes de Presidente Perón, quiero que me disculpen el que yo no siga en esta amable charla que para mí es de tanta dicha y de tanta satisfacción, porque también sé que ustedes hace mucho que están ya esperando en Buenos Aires. Cualquier cosa que nosotros podamos hacer por la provincia Presidente Perón, sabe que lo hacemos, que lo hacemos con todo el cariño y con todo nuestro interés y con todo nuestro entusiasmo. Por eso desde acá los acompañamos. Afortunadamente no necesitan mucho de nosotros. Las autoridades de la provincia conforman un gobierno que satisface ampliamente al pueblo de la provincia, y lo hace no solamente con el beneplácito de la provincia, sino con toda nuestra satisfacción. La provincia va resolviendo sus problemas sin recurrir a otra ayuda que a la de sus propios hijos. Es curioso, pero yo debo reconocerlo: jamás la provincia Presidente Perón ha venido a pedir el concurso del gobierno federal. Ellos siempre dicen lo mismo: "Allá nos arreglamos nosotros". Por eso, yo sé cómo anda, yo sé como trabaja, yo sé como marcha y como se desenvuelve la provincia, y sé también de su progreso y de su grandeza. Y le pido a Dios, que le siga acompañando, que les ayude a todos ustedes que realizan el sacrificio, como así también a los gobernantes de Presidente Perón, para que con ese auspicio de esa dirección inteligente y de trabajo, puedan llevar a la provincia a sus más altos destinos, porque algún día podremos poner al frente de la República, un letrero que diga bien claro: que la grandeza de Presidente Perón, se debe a ese pueblo humilde, a sus trabajadores, que un día bienaventurado, tomaron el gobierno y llevaron ese pueblo a la riqueza, a la grandeza y a la felicidad. Compañeros, muchas gracias, les pido disculpas por estos días que he hecho esperar pero que no han sido, como ustedes saben, por mi culpa, yo les hubiera recibido en el momento que llegaron, las circunstancias embarullaron un poco estos días la vida de Buenos Aires y en consecuencia yo no pude darme la inmensa satisfacción de haberles recibido cuando llegaron. Sin embargo estos días de paseo aquí y un poco descanso, también hace bien a los hombres que trabajan, que les vaya muy bien, que sean muy felices, y no olviden de llevarle un abrazo para cada uno de los compañeros que encuentren a su regreso. ...............
1955-09-19
En un mensaje dirigido al Ejército y al pueblo el presidente de la Nación, general Juan Perón, presentó su renuncia
Al ejército y al pueblo de la Nación: Hemos llegado a los actuales acontecimientos guiados solo por el cumplimiento del deber. Hemos tratado por todos los medios de respetar y hacer respetar la Constitución y la ley. Hemos servido y obedecido solo los intereses del pueblo y su voluntad. Sin embargo, ni la Constitución ni la ley pueden ser superiores a la Nación misma y a sus sagrados intereses. Si hemos enfrentado la lucha, ha sido contra nuestra voluntad y obligados por la reacción que la preparó y la desencadenó. La responsabilidad cae exclusivamente sobre ellos, desde que nosotros solo hemos cumplido el mandato de un irrenunciable deber. Hace pocos días intenté alejarme del gobierno, si ello era una solución para los actuales problemas políticos. Las circunstancias públicamente conocidas me lo impidieron, aunque sigo pensando e insisto en mi actitud de ofrecer esta solución. La decisión del vicepresidente y de los legisladores, de seguir mi ejemplo, con los suyas impide en cierta manera la solución constitucional. Por otra parte, pienso que es menester una intervención desapasionada y ecuánime para encarar el problema y resolverlo. No creo que exista en el país un hombre con suficiente predicamento para lograrlo, lo que me impulsa a pensar en que lo realice una institución que ha sido, es y será una garantía de honradez y patriotismo: el Ejército. El Ejército puede hacerse cargo de la situación, el orden y el gobierno, para buscar una pacificación entre los argentinos antes que sea demasiado tarde, empleando para ello la forma más adecuada y ecuánime. Creo que ello se impone para defender los intereses superiores de la Nación. Estoy persuadido de que el pueblo y el ejército aplastarán el levantamiento; pero el precio será demasiado cruento y perjudicial para los intereses permanentes. Yo, que amo profundamente al pueblo, sufro un profundo desgarramiento en mi alma por su lucha y su martirio. No quisiera morir sin hacer el último intento para su paz, su tranquilidad y felicidad. Si mi espíritu de luchador me impulsa a la pelea, mi patriotismo y mi amor al pueblo me inducen a todo renunciamiento personal. "Ante la amenaza de bombardeos a los bienes inestimables de la Nación y a sus poblaciones inocentes, creo que nadie puede dejar de deponer otros intereses o pasiones. Creo firmemente que ésta debe ser mi conducta y no trepido en seguir ese camino. La historia dirá si había razón de hacerlo. Buenos Aires, 19 de setiembre de 1955 - Juan Perón. ....................
1943-12-20
En la comida de compañerismo del profesorado y el magisterio
En mi cargo de secretario de Trabajo y Previsión y secretario de Guerra, por una ironía de la combinación de estas palabras, vivo yo permanentemente en trance de guerra y en ejercicio del trabajo. De manera que, como ya ha dicho el coronel González, no he preparado lo que voy a tener el placer de decirles. Por otra parte, soy un mal lector, lo cual no habla muy bien de mis queridos e inolvidables maestros. Prefiero hablar directamente, porque también siempre he creído que la verdad habla sin artificios. Ya lo decía Angel Ganivet: "Hay que decir cosas, e ir directamente a las cosas". Compartir la mesa de los maestros es para mí un insigne y singular honor, porque soy de los hombres que todavía guardan profundo respeto a los maestros que eran la escuela de mi generación. He sostenido siempre que los hombres somos en la vida de acuerdo a lo que se nos ha inculcado en la niñez. Pienso siempre que Alejandro el Grande no fue tan grande por sus conquistas, como por su cultura aristotélica. En contra de lo acostumbrado por la Grecia antigua, de utilizar los esclavos sabios de sus conquistas para la instrucción de los niños lacedomonios, Licurgo prohibió tal práctica, para reemplazarlos por hombres especialmente capacitados, porque los esclavos no podían ser maestros de los espartanos. Napoleón, el autodidacto por excelencia, al terminar su vida, pidió sus cuadernos de la escuela y dijo: "Algún día la humanidad ha de querer saber cómo formé mi personalidad y qué clase de maestros me prepararon". No hay país, señores, que pueda ser grande, si no son grandes los que forjan y acendran el temple y el alma de sus hijos. La democracia y cualquier otra forma de gobierno, en que un noble liberalismo les guíe, no será nada para la grandeza de los países, si los maestros no han preparado a los hombres que han de practicarla y llevarla adelante. Se ha dicho, y con razón, que Inglaterra es uno de los países más libres y más importantes del mundo, y eso lo debe exclusivamente a la escuela. El liberalismo en manos de hombres mal instruidos, mal preparados, conduce más al caos que a la liberación, y no a la grandeza de los hombres y de las patrias. De ahí surge, en forma indudable, la responsabilidad de los hombres y de las mujeres que están forjando, en los niños, la grandeza futura del país. De ahí surge la enorme responsabilidad de un magisterio consciente que ha de formar la fuerza más extraordinaria del pueblo, que es la conjunción de las inteligencias y de las almas de los hombres que lo integran. Yo he pensado siempre que la tarea del maestro no es solamente la de instruir, sino la educar y formar el alma y la inteligencia, y dar armas a los hombres para su lucha por la vida o en la vida. Porque es necesario pensar siempre qué armas han de dárseles a los hombres de los pueblos, para que se defiendan a sí mismos en la lucha por la vida, como también para que sirvan a sus países en la lucha por su grandeza y por su destino. Creo que es necesario que el maestro piense que, cuando está dando armas a los hombres, bien puede estar dándole armas a una mala persona. Por eso afirmo que la tarea del maestro, tan extraordinaria, trascendental e importante para el destino de los pueblos, ha de ser dirigida preferentemente al alma de los niños, a fin de asegurarse de que los medios de que dispondrá en el porvenir han de ser armas destinadas a formas la grandeza de la Nación y no provocar su derrumbe definitivo. Ahora voy a hacer un pedido. Yo soy un hombre que en mi Secretaría de Trabajo he procurado por todos los medios la unión de las colectividades, sean éstas profesionales o sean de cualquier otro orden. Porque la unión de los argentinos es una de las bases que hemos sentado en nuestra proclama revolucionaria como profesión de fe y como bandera. Y es casualmente esta unidad sin la cual no puede orientarse de ninguna manera la grandeza de nuestra patria. Comencemos, entonces, por unirnos los hombres que tenemos los destinos de la patria en nuestras manos. Y digo esto porque considero que el gobierno o los hombres que gobiernan tienen en este momento el presente de la patria en sus manos, pero son ustedes, los maestros, quienes tienen en sus manos el porvenir. Y si queremos generaciones de argentinas unidos, bajo una sola bandera, comiencen ustedes por unirse. Piensen y sientan de una manera similar al amparo de nuestra bandera, tan grande y tan pura; y si consiguen que el magisterio deponga toda rivalidad, se una y forme una sola fuerza, entonces, en todos los aspectos de la vida de la Nación, serán ustedes invencibles. Con este pedido a la colaboración de todos los maestros, termino ofreciéndome para que, si ustedes pueden formar una institución, una asociación profesional; acudan cuando crean necesario a la Secretaría de Trabajo; y yo pondré el hombro y el espíritu a toda humana iniciativa en favor de una unidad que no dudo habréis de lograr. ...........
1943-12-31
Saludo a los trabajadores con motivo del fin de año difundido por radio del Estado
Hombres de trabajo de nuestra amada patria: Como prólogo de la eminente palabra del excelentísimo señor Presidente de la Nación, general don Pedro Pablo Ramírez, jefe indiscutido e indiscutible de todos nosotros, nervio de la revolución del 4 de junio e inspirador y consejero de toda nuestra acción, va este mi saludo cordial a todo el que trabaja en esta bendita tierra de los argentinos. Al finalizar el año 1943, por tantos motivos memorable y trascendental, he querido hacer llegar mi saludo a los trabajadores de todo el país, a fin de que el año nuevo nos encuentre espiritualmente unidos en una inquebrantable voluntad de grandeza patria y de justicia social. Quiero que al comenzar el año todos los que con su esfuerzo cotidiano labran la potencialidad económica de la Nación, puedan saludar la etapa que se inicia, con el convencimiento íntimo de que estamos transformando, para bien de todos, las normas que relacionan el trabajo argentino con el Estado. El día de hoy nos encuentra en plena organización de una de las creaciones más representativas de una revolución triunfante y trascendente. La Secretaría de Trabajo y Previsión, que no desea agregar un estanco burocrático más a la administración pública, sino, por el contrario, anhela servir de conexión activa y armonizadora entre el Estado y el trabajo argentino, es en este final de año el presente más adecuado que podemos brindar los hombres de la revolución a los trabajadores de la patria. Hago, por tanto, un paréntesis en la ardua tarea a que vengo, hora a hora entregando mis mejores empeños de argentino y de soldado, para decir a mis compatriotas trabajadores: en este año que se inicia hemos de asentar las bases de una obra fundamental para la prosperidad de la patria y el bienestar de los ciudadanos. Con ella lograremos armonizar todos los dispersos esfuerzos del trabajo argentino, en un ideal superior de bienestar y de justicia. El país vive un momento decisivo de su historia. El mundo, convulsionado, señala con terrible gravedad la virulencia de los fermentos disgregadores en que pueden cuajar el egoísmo y la indiferencia para con las necesidades de nuestros semejantes. Ante lección tan elocuente, sería suicida la pasividad y la persistencia en actitudes inoperantes, de simple expectación. Se ha hecho urgente, por tanto, la inteligente intervención del Estado en las relaciones del trabajo, a fin de lograr la colaboración, sin rozamientos, injusticias ni prevalencias inadmisibles, de todos los que contribuyen con su músculo, su inteligencia o su capital, a la vida económica de la Nación. Es indispensable lograr la armonía de todos los resortes vitales del país. Pero para ello es primordial garantizar bienestar y justa retribución a los que siendo una enorme mayoría en la masa humana de la República, pueden encontrarse inermes ante el poderío ciego del dinero, o sentirse tentados a asumir actitudes violentas, tan ciegas y negativas en su reacción iracunda como la ciega avaricia que las suscita. La creciente complejidad de la economía industrial, la estéril dispersión política o ideológica, el juego de ambiciones desmesuradas o de intenciones hostiles a la soberanía y a la afirmación nacionales, son todos factores que no pueden quedar librados a su propia gravitación. El supremo interés de la patria, que es el interés de sus hijos, y al cual no puede resultar extraño el bienestar de los mismos, exige al Estado moderno una función rectora y reguladora, que nuestra revolución ha localizado, en lo relativo al trabajo, en la Secretaría que estamos organizando. Es por ello que quiero aprovechar esta pausa, a la que una tradición milenaria reviste de júbilo, de caridad y de ánimo conciliatorio y fraternal, para hacer llegar a todos los trabajadores, junto con mi saludo, la seguridad de que llegan días en que parecerán absurdas y lejanas pesadillas el recuerdo del desamparo, de la injusticia, de la retribución inadecuada, de la imposibilidad, para el obrero argentino, de mantener con decoro su familia. La unión de todos los argentinos en un solo, noble y levantado ideal de grandeza, es un hecho en marcha. Junto al interés material de la prosperidad de la patria, de su redención económica, del incremento de sus posibilidades productivas, está, sobre todo, el interés de ennoblecer a su elemento humano. La revolución quiere llevar al ánimo de los trabajadores argentinos el orgullo de pertenecer a una patria fuerte y generosa, donde la justicia y la ecuanimidad reinen soberanas, y donde el temor a las influencias espurias no pueda desnaturalizar la alegría de vivir y producir. Vaya pues, a los trabajadores de mi patria, la seguridad de que el gobierno vela por ellos. El saludo que les envío en mi calidad de secretario de trabajo y previsión, es el mensaje de una cordialidad donde actúa, lúcida y constante, la preocupación por el bienestar y la justicia que merecen. ..............
1944-01-10
Exposición radial dirigida a los obreros ferroviarios de todo el país :
Trabajadores del Riel: Mejor que decir, es hacer. Mejor que ofrecer, es realizar. Nosotros hemos ofrecido únicamente nuestra gran voluntad de bien público. Haremos, dijimos, todo lo que podamos. Por eso no nos atrevimos a anunciar todo lo que nos proponíamos hacer. Vuelvo a repetir la consigna que mantenemos: mejor que ofrecer, es realizar. Mejor que decir, es hacer. Consecuentes con ese espíritu que guía nuestra labor, esta labor, esta noche vuelvo a ponerme en contacto con el pueblo, en mi carácter de secretario de trabajo y previsión, para anunciarle una importante medida de gobierno que acaba de adoptar el presidente de la Nación, general Pedro P. Ramírez. Va destinada ella a favor de la asistencia y previsión social de todos los ferroviarios del país. El primer magistrado ha firmado dos decretos relacionados con la construcción del Policlínico de Asistencia y Previsión Social, destinado a los trabajadores del riel. Los decretos establecen en síntesis, lo siguiente: 1º El Estado acuerda un subsidio extraordinario, por la suma de 1.000.000 de pesos, para las obras del Policlínico de Asistencia y Previsión Social. 2º Se dispone como obligatoria la contribución proporcional de todo el personal de los ferrocarriles y demás entidades comprendidas en el régimen de la ley 10650 y sus complementarias, para dicho fondo. 3º Se impone a los ferrocarriles, administrados por el Estado, la contribución mensual de un peso por empleado y obrero de revista, con destino a la asistencia y previsión social de su personal. He aquí materializada en este primer acto la unidad entre obreros, patronos y el Estado, que el Poder Ejecutivo viene propugnando. La asistencia y previsión social ejercitada como hasta ahora en hechos aislados por las asociaciones profesionales, por los patronos o por el Estado, conduce a una dispersión de esfuerzos y medios, que siempre es perjudicial a la obra en conjunto. Esperamos que las empresas ferroviarias de capital privado, comprendiendo el problema y siguiendo el ejemplo de los ferrocarriles del Estado, no tardarán en acogerse a esa iniciativa, ya que su personal merece la atención de sus patronos, por el celo y entusiasmo que aquél pone en sus tareas, como así también por el rendimiento de su trabajo. Si ello se realiza, como lo espero, este esforzado gremio habrá resuelto uno de sus problemas fundamentales, merced a sus propios merecimientos, a su organización sindical y a su espíritu de solidaridad gremial, que han interesado a las empresas ferroviarias y al Estado, asociándose a ellos para realizar un acto de justicia social que debe servir de ejemplo a todas las demás asociaciones profesionales. El problema de la asistencia social es de vital importancia para los ferroviarios del país, y al respecto doy el proyecto de la solución integral de estas justificadas inquietudes del gremio, que contempla el mínimo de las necesidades existentes a la fecha, las que han sido motivo de mi preferente atención. En este proyecto se involucra la posibilidad de dar asistencia social a las familias de los ferroviarios, no sólo a las radicadas en la capital, sino también a las comprendidas en los principales núcleos de concentración obrera del riel. La acción de la asistencia social por principio debe tender a que los beneficios lleguen a los puntos más alejados del país que es, por otra parte, donde quizá más se la necesite. A tales efectos, la organización de la asistencia médica de los ferroviarios aprecio que debe ser estructurada y dirigida con el apoyo moral y material del poder público, pues la misma, suministrada en la forma propuesta, descongestionará y librará a los establecimientos oficiales similares de tales servicios para este personal, dejando los claros que hoy ocupa por falta de establecimientos propios, para otro gremio o persona necesitada que deben recurrir a la asistencia médica oficial por falta de recursos. Hasta ahora el aporte para asistencia social en el medio ferroviario ha sido de carácter voluntario, sin contar con el aporte estatal y patronal. Con la contribución mensual de unos 50.000 afiliados, se ha mantenido el actual Hospital Ferroviario, que con sus 150 camas, alcanza a cubrir solamente el 5 por ciento de las necesidades gremiales. En este sentido, aprecio que por razones elementales de solidaridad y compañerismo, -argumento éste que invocan y sostienen algunos obreros, como expresión de combate en la lucha sindical -, debe ser obligatoria la contribución para la asistencia social por parte de todo el personal ferroviario sin excepción. El proyecto comprende los siguientes establecimientos y servicios sanitarios: 1º.- Policlínico de Asistencia y Previsión Social para Ferroviarios. Se hace necesaria la inmediata construcción e instalación de este policlínico, que se habilitará con 1.000 camas para la atención de enfermos quirúrgicos, y con servicios externos de las diferentes especialidades médicas para todos los ferroviarios del país. Para su construcción, el excelentísimo señor presidente de la Nación ha dispuesto que el Estado aporte la suma de 1.000.000 de pesos, debiendo recurrirse al crédito hipotecario para la financiación total de la obra, que posiblemente excederá la suma de 5.000.000 de pesos, la que se ejecutará mediante la supervisión de la Dirección General de Arquitectura de la Nación. 2º.- Sanatorio para Tuberculosos de Cosquín. Se ha previsto la construcción de este sanatorio en la provincia de Córdoba, con destino a la asistencia de los ferroviarios afiliados a la Unión Ferroviaria y La Fraternidad. Actualmente se cuenta con un terreno en Cosquín, de unos 90.000 metros cuadrados, de propiedad de la Unión Ferroviaria, y que se utilizará para ese fin. Para la edificación e instalación he peticionado una subvención especial a los interventores nacionales de las siguientes provincias, como ayuda oficial de los gobiernos en cuya jurisdicción territorial se encuentran radicadas permanentemente las mayores concentraciones de ferroviarios, y de acuerdo a su potencial económico: a Buenos Aires, la suma de 120.000 pesos; a Santa Fe, 100.000 pesos; a Córdoba, 30.000. Asimismo, se han solicitado otros aportes a instituciones civiles. En el presente mes serán inaugurados los servicios de niños, ginecología y farmacia, mediante la generosa contribución del Jockey Club Argentino. 3º.- Consultorios médicos regionales para ferroviarios. Se irán estableciendo estos servicios en el interior del país, en los lugares de mayor concentración de ferroviarios, de acuerdo a los recursos que se obtengan mediante la implantación de la cuota de asistencia social obligatoria, comenzando por los centros más importantes, en forma gradual y escalonada, con las recaudaciones destinadas a esos fines. 4º.- Servicios de farmacias regionales para ferroviarios. Se instalará para la venta de medicamentos, específicos, etcétera, un servicio en la sede central de la Unión Ferroviaria, para el personal de la Capital Federal y alrededores. Juntamente con los consultorios médicos del interior del país, van a instalarse los servicios de farmacia regionales. Estos servicios reportarán indiscutidas ventajas para el obrero, pues aparte de la bondad del producto, tendrá el beneficio en el menor precio de adquisición y en la mayoría de los casos las bonificaciones que obtengan serán mayores que su contribución al fondo de asistencia social. 5º.- Servicio de niños para hijos de ferroviarios. Se establecerá este servicio para la asistencia de los hijos de ferroviarios durante los períodos de la lactancia y la niñez, en el local central de la Unión Ferroviaria. También se irán instalando en un futuro no lejano, servicios regionales. 6º - Servicio de maternidad, ginecología y cirugía para familias de ferroviarios. Este servicio se instalará en el actual Hospital Ferroviario tan pronto se uniforme el Policlínico de Asistencia y Previsión Social, y quede desocupado el local de éste. Nuestro proyecto producirá unos 50 millones de pesos en 10 años, los cuales se destinarán exclusivamente a la instalación y mantenimiento de los servicios enumerados. Con ello cumpliremos en este sector de la vida y trabajo nacionales, la finalidad de elevar el nivel físico del potencial humano del país, y afirmar, con hechos concretos, la solidaridad nacional como uno de los medios de propender a la unión de todos los argentinos, tal como reza en nuestra proclama del 4 de junio. Para terminar, voy a hacer un pedido a los hombres de buen corazón, que tanto abundan en nuestra tierra: necesitamos un terreno para levantar el Policlínico Ferroviario, que esté situado dentro del perímetro de la Capital Federal y con la extensión y situación relativa favorable para su mejor funcionamiento. En la Secretaría de Trabajo y Previsión y en la Unión Ferroviaria esperamos datos de su generoso y patriótico ofrecimiento. ...................
1944-01-16
Mensaje radial a todo el país informando sobre las tareas que se están realizando relacionadas con el terremoto de San Juan
Hace escasamente siete horas que me dirigí al pueblo argentino, en nombre del Excelentísimo señor Presidente de la Nación. Lo hice embargado de inmensa angustia, porque debía informar que en San Juan, la tragedia había hincado sus garras, destruyendo vidas, hogares y riquezas materiales. Un terremoto -cuyas proyecciones nos recuerda al que destruyó Mendoza en 1861- ha hundido en sombras de dolor y de desgracia inconmensurable a un pedazo de la patria. Hablé en nombre del Excelentísimo señor Presidente de la Nación, en el del gobierno que preside y sumé a ello mi profundo sentimiento ante el drama. Hice un urgente llamado al pueblo todo de la República, y a las pocas horas, vuelvo a ponerme en contacto con él porque así lo reclama el trance que atravesamos. Desde las 13 hasta este momento -20.30- nuevas informaciones han ido llegando con la premura del caso al seno del gobierno, y son de magnitud tal que quisiera sintetizar la tragedia en estas palabras. Pueblo de la República: Nunca más que en estos instantes la solidaridad, la generosidad y el más genuino sentimiento humano debe mover con el máximo altruismo a todos los hombres de esta tierra, para concurrir con amplitud y vastedad a aliviar el dolor de nuestros hermanos. San Juan, se ha desgarrado hasta las entrañas y está presenciando azorada el espectáculo de la muerte, de la desolación y de la ruina. Sin poder calcularlo llegan a un número extraordinario la cantidad de mujeres, niños y hombres que han perecido bajo los escombros, mientras sus conquistas materiales, en un elevado porcentaje, se han destruido. Estamos en presencia evidente de un drama doloroso para toda la Nación, que conmueve, que ya ha conmovido, íntegramente el corazón de los argentinos, como lo atestigua la acción de solidaridad desarrollada hasta el momento y los centenares de ofrecimientos que se han concretado en la Secretaría de Trabajo y Previsión, en un ponderable esfuerzo destinado a trasladar y enviar urgentes auxilios al pueblo de San Juan. Puedo, ahora, anunciar al país, que desde todos los lugares, ciudades, pueblos, villas y distritos se van materializando en obra efectiva la ayuda a nuestros hermanos. Y sobre ello, cumpliendo el deber de la hora, fuerzas del Ejército de la Nación han convergido desde distintos puntos en la provincia de San Juan, para entregar, junto con sus múltiples y modernos elementos de auxilio, el patriótico y valioso aporte que le corresponde en estos instantes de duelo colectivo. Hemos entrado en la hora de la acción. Mientras llegan al pueblo de San Juan todos los medios y se cumplen las medidas ordenadas por el Excelentísimo señor Presidente, nosotros sin distinción de cargo ni de jerarquías debemos cooperar en una obra humana y patriótica que hablará del índice de nuestra solidaridad nacional. Ya han llegado a la Secretaría de Trabajo y Previsión numerosas personas trayendo dinero y ofreciendo ropa, como así también medicamentos y otros elementos para la población de San Juan. Los pobres no han faltado, como nunca faltan. Ellos, los que no poseen nada para ofrecer, ofrecen marchar a San Juan para trabajar en la remoción de los escombros. Llena el corazón contemplar estas escenas que dicen cuanto vale ser argentino. Desde el Excelentísimo señor Presidente que puso en movimiento todos los organismos y que mañana saldrá en tren para San Juan, llevando víveres, medicamentos y ropa, porque desea estar junto a sus hermanos en la hora del dolor, hasta el más humilde y oscuro de los ciudadanos, está empeñado en hacer algo para el bien ajeno. En un país donde esto sucede importa menos ser desdichado, porque la desgracia disminuye cuando se siente uno apoyado por las fuerzas del alma que son las únicas fuerzas que cuentan en la vida de los hombres y de los pueblos. Yo no dudo que los días que seguirán juntaremos lo necesario para aliviar las necesidades materiales de los sanjuaninos y llevar a su espíritu la seguridad de que no están solos en su desgracia. San Juan será reconstruida, me ha dicho el Excelentísimo señor Presidente, general Ramírez y sé, que si él lo dice, puede estar seguro el país que no quedará defraudado. Nosotros completaremos su obra de estadista dando lo que tengamos para no desmerecer ante su gesto ni ante la historia. Yo digo, nosotros juntaremos todo lo que sea necesario para que San Juan, en poco tiempo, no carezca de nada de lo que hoy ha perdido. Lo pide el país, os lo pide a todos el Secretario de Trabajo y Previsión. Que nadie falte a la cita de honor, de humanidad y de conciencia. Que nadie deje de dar lo que pueda para recibir ese bien, diez veces retribuido por la providencia y poder responder ante Dios y la conciencia. Pueblo de San Juan: Vuestro dolor es compartido por el país entero. En este día de luto nacional, solo tenemos una inquietud: Unirnos en un esfuerzo común para llevar todos los auxilios necesarios y proceder a la inmediata reconstrucción de San Juan. Ahora las dos últimas informaciones llegadas. El Ministro del Interior, general Luis C. Perlinger, que se encuentra en San Juan dirigió el siguiente despacho al Excelentísimo señor Presidente: "Informo a vuestra Excelencia que me encuentro en San Juan. La situación en lo que he podido comprobar en síntesis es la siguiente: población tranquila y resignada. El número de muertos no se puede estimar, pues falta hacer remoción de escombros. Hasta ahora se han comprobado 500 muertos, 900 heridos graves, 4000 heridos leves. Edificación, de una manera general aprecio el total de la edificación ha resultado inhabitable en la ciudad de San Juan. Se han impartido instrucciones y se trabaja con toda intensidad: a) Para evitar epidemia; b) Organizar el abastecimiento de la población; c) Asistencia médica de heridos habiéndose desplazado hacia Mendoza el centro de gravedad de este servicio. Me permito destacar la actividad y empeño puesto en evidencia por las autoridades locales, Ejército Nacional y población para salvar los graves problemas que se presentan. Saludo a V.E. con distinguida consideración". Por mi parte como Jefe de la Secretaría del Ministerio de Guerra envié el siguiente telegrama al Señor Ministro del Interior, general de brigada don Luis C. Perlinger, comunicando los envíos efectuados. "De Buenos Aires: En tren especial que salió hoy a las 6, va toda clase de material sanitario, sueros plasma, vacunas, etc. y personal de médicos y enfermeros. Tren especial salida 13.15 van carpas para 5.000 personas, mantas, colchonetas, cabezales y útiles de rancho, misma cantidad personas; remitido por Dirección General de Administración del Ejército. Un tren especial salido 17.15 horas, van tres vagones con elementos y personal de la Armada, Cruz Roja y Obras Sanitarias. Por su parte la Asociación Mutualista de Correos y Telégrafos remitió en el mismo tren, 4 equipos quirúrgicos completos, atendidos por tres médicos, dos practicantes y un enfermero cada uno y un equipo de hemoterapia, además de gran cantidad de elementos para curaciones, especialmente sulfamilamida. Mañana, 17 de enero, sale avión de Palomar con 25.000 vacunas antitíficas que remite Dirección General de Sanidad del Ejército. De Córdoba: En la madrugada de hoy, 16 de enero, salió tren con médico, raciones, mantas, capotes, carpas y medicamentos. A las 17 horas, salió tren con 60.000 raciones, tropas con elementos remoción escombros, médicos y medicamentos. Se prepara otro tren igual con víveres solamente. De San Luis: La D.C.3, remitió hoy para Mendoza con destino agrupación Montaña Cuyo para víctimas catástrofe una columna de camiones con más o menos 10.000 kilos de víveres y elementos de iluminación. Intervención San Luis despachó mismo destino 16 camiones con personal, material sanitario y víveres. La D.C.3, prepara otro tren a salir mañana 17 de enero, con toda clase de víveres. De La Rioja: Salió tren auxilio 5 horas de hoy, con elementos sanitarios y 150 hombres de tropa, 550 mantas, médicos y enfermeros. También salió a las 5.30 horas columnas de camiones con cirujanos y 40 hombres. Aproximadamente 16 horas de hoy, iba a salir tren de auxilio con víveres y medicamentos. De Mendoza: La Agrupación Cuyo suspendió maniobras y marcha en gran parte hacia San Juan. Hoy salieron varios trenes de auxilio y columnas de camiones con Compañía del Regimiento 16 de Montaña reforzado con tropas de Zapadores. De Paraná: Sale mañana un avión con elementos sanitarios que envía la Intervención de Entre Ríos. Ruego a V.E. quiera informar suscripto que otras necesidades aprecia, a fin de seguir adoptando medidas. Espero respuesta urgente." La Secretaría de Trabajo y Previsión ha recibido hasta el momento en que hablo los siguientes ofrecimientos de donaciones: Sueldos renunciados de Jefes y Oficiales del Ejército 200.000 pesos; Personal de Jefes y Oficiales de la Presidencia de la República, sus viáticos, 3.000 pesos; Personal Ministerio de Guerra 1.000 pesos; Escuela de Suboficiales 4.000; Secretaría de Trabajo y Previsión, un día de sueldo de su personal, 2.000 pesos; Jockey Club de Buenos Aires, 100.000 pesos; Jockey Club de La Plata, importe de la Reunión de hoy, 80.000 pesos; Sociedad Argentina de Empresarios Teatrales, 20.000 pesos; Asociación Argentina de Actores 1.000 pesos; Sociedad General de Autores de la Argentina, 5.000 pesos; Bodegas Gargantini, 50.000 pesos; Intendencia Municipal de Chivilcoy, 500 pesos; Safico, Sociedad Anónima, 20.000 pesos; Lalo Pelliciari 1.000 pesos; Alberto Vila 100 pesos; Asociación Cultural Entrerriana y Cooperativa Central de Agricultores y Granjeros Paraná (Entre Ríos) 100 pesos; Agencia Transocean, 500 pesos. A siete horas de haber formulado el pedido se ha reunido ya una suma aproximada de medio millón de pesos. En la sede de la Secretaría de Trabajo y Previsión en la tarde de hoy, el público espontáneamente con una prontitud digna del mayor elogio ha comenzado a depositar su contribución particular, recibiéndose la primera a las 13.35 y fue hecha por el ciudadano Sigfrido Muller con la suma de cinco pesos. Siguieron otras entre las que figuraban la señora Lía E. De Muñiz de Prieto con cinco pesos; José Freiso, diez pesos; Carlos A. Zambrizzi diez pesos; Roberto Brautigan, 100 pesos; Augusto Corradini, dos pesos; Margarita A. Romanella, veinte pesos y otros. También se recibieron donaciones en especies. La Secretaría de Trabajo y Previsión ha dispuesto que a partir de mañana, después de las 18, funcione con carácter permanente bajo la dirección del Director de Administración, las oficinas que estarán al servicio del público durante todo el día, para recibir las contribuciones que se remitan. Para mañana a las 18, he convocado a todas las entidades patronales de la industria y del comercio, representantes de la banca, nacional y extranjera, compañías filmadoras de películas cinematográficas, entidades artísticas y culturales, artistas y varios, sindicatos obreros, asociaciones deportivas y a más de trescientas firmas de empresas comerciales e industriales, como también a los diarios del país, lo que significa una movilización de más de 700 representantes de las fuerzas vivas que actuarán orgánicamente en la preparación de la gran campaña nacional pro ayuda de los damnificados. La Policía de la Capital ha actuado ya en forma eficiente y ha contribuido con sumas de dinero y donativos en especies. Nuevamente aprovecho esta oportunidad para reiterar el pedido de colaboración que formulara hoy a mediodía. Invito a los dueños de propiedades ha contribuir con el importe de los alquileres correspondientes a un día; a los profesionales a suscribirse con el importe de sus honorarios de una jornada; a los empleados y obreros con el equivalente a un día de trabajo; y a todos la colaboración que estimen conveniente de acuerdo a sus posibilidades económicas. Así apareceremos ante el mundo como una verdadera Nación con la cohesión espiritual y la hermandad sin las cuales de nada vale el sentido político de los países. ..............
1944-01-19
Exposición radial sobre las actividades desarrolladas para socorrer a los damnificados por el terremoto de San Juan
La Secretaría de Trabajo y Previsión, organismo de enlace entre el Estado y los trabajadores, ha asumido, en las luctuosas circunstancias presentes, la misión de centralizar su esfuerzo, para socorrer, por medio del Estado, a los hermanos sanjuaninos en desgracia. La obra que esta Secretaría viene realizando es, pues, la obra del pueblo que en ella se manifiesta, se coordina y se centraliza. Es el aporte, individual o colectivo, de todos los hombres de la República, que concurren con su esfuerzo a remediar, dentro de lo humanamente posible, las terribles consecuencias del infortunio. Por tanto, paralelamente a las febriles tareas de coordinar el socorro que se recibe, yo quiero dar cuenta a quienes los envían, de la forma cómo se ha organizado, distribuido y empleado ese socorro. Quiero que cada cual sepa de qué manera su pequeña o grande colaboración personal, concurre a mitigar las necesidades de los hermanos sanjuaninos en desgracia. Mis palabras de esta noche constituyen, pues, un informe detallado que, a manera de rendición de cuentas, vengo a suministrar a todos aquellos que han contribuido. Funcionamiento de los organismos En las primeras horas del domingo, cuando ya se había cumplido la primera movilización de las tropas del Ejército que se encontraban próximas a la zona afectada, se iniciaba el gran movimiento popular de ayuda. La Secretaría de Trabajo, que se movilizó simultáneamente con el Ejército, al conocer la misma noche del sábado la enorme gravedad del terremoto, hizo conocer a todo el país la magnitud de lo ocurrido. Inicié, así, con ese anuncio oficial, una tercera movilización: la de los sentimientos humanos del pueblo, cuya colaboración descontaba, y la que ha llegado en forma amplia, incondicional y generosa. Pedí en ese anuncio, medicamentos, ropa, alimentos, dinero y sangre. Momentos después, el Servicio de Clínica Quirúrgica debió rechazar centenares de ofrecimientos de dadores de sangre, pues se habían colmado con exceso las primeras necesidades. El pueblo nos ofrecía ya su primer gran gesto. En las primeras horas de la tarde, se reunió el personal de la Secretaría de Trabajo y Previsión para organizar la concentración de los envíos que comenzaron a llegar en cantidad extraordinaria. Se habilitaron dependencias para recibir las donaciones y cajas improvisadas, donde se fue depositando el dinero en efectivo. Estamos en el cuarto día de actividad. Se han reunido ya, por contribución popular, 8.000.000 de pesos en efectivo. Se han recibido importantes donaciones en mercaderías, cuyo valor alcanza también a 17.000.000 de pesos. Hemos enviado para atender las necesidades de San Juan, veinte trenes con una carga total de 600.000 kilos, integrada por víveres, ropas, medicamentos, instrumental quirúrgico, camas, colchones y otros enseres reclamados con urgencia. Utilizando aviones del Ejército, la Armada y empresas particulares, se ha remitido gran cantidad de elementos sanitarios, así como personal técnico. Mucho nos queda aún por hacer. Nos hallamos en plena tarea, que habremos de proseguir sin descanso, hasta satisfacer en forma debida las necesidades del afligido pueblo de San Juan. Organización de la colecta oficial La gran colecta popular se efectúa mediante dos formas de percepción: una, directa y otra indirecta. Se entiende por colecta directa el aporte que hacen las personas, instituciones o firmas comerciales, directamente a la Secretaría de Trabajo y Previsión o a los organismos autorizados para la recolección de fondos. El aporte en forma directa puede hacerse en dinero efectivo, en cheques, giros, títulos, especies, materiales, equipos o vestuarios. Los aportes en dinero efectivo deben efectuarse bajo recibo. En los demás casos, la contribución en dinero debe hacerse a nombre de: Secretario de Trabajo y Previsión, coronel Juan Perón, preferentemente en cheque cruzado, pudiendo ser entregado personalmente o remitiéndola por correo. Se entiende por colecta indirecta, la percepción que se efectúa por intermedio de los representantes o delegados de asociaciones, federaciones, gremios, instituciones oficiales o privadas, centros, círculos y empresas. También se entiende por percepción indirecta el producto de festivales o beneficios que se efectúen en distintas formas. Percepción directa fija La colecta directa se efectúa en dos formas: una fija, y otra, móvil. La percepción fija consiste en la recepción de dinero, ropa, alimentos, medicamentos y otros artículos, en la Secretaría de Trabajo y Previsión, Perú 190, Capital Federal. La oficina que tiene a su cargo estas tareas, quedó organizada el domingo en la siguiente forma: una mesa de recaudación de cheques; otra, de recaudación en efectivo, y una tercera, de donaciones en especie. Para la recaudación de cheques, se designó al delegado de la Contaduría General de la Nación, quien ya recibió numerosísimas donaciones de instituciones diversas. Para la recaudación de dinero en efectivo, se instalaron, el mismo domingo, varias urnas lacradas y selladas. A cada uno de los donantes se les entrega un sobre, dentro del cual colocan su aporte. En la carátula del sobre se deja constancia del nombre del donante y la cantidad que depositan. Además, se le entrega un recibo. El donante debe introducir personalmente el sobre en la urna. La organización encargada de reunir las donaciones en especie, por su carácter, exigió mayor número de personal. Cada donante debe enumerar los objetos que entrega, los que son anotados en una planilla, por duplicado, para su debida constancia. Varias salas han sido transformadas en depósitos, donde agentes de policía y personal del Ejército montan guardia permanente. Debieron establecerse tres turnos de personal para que las oficinas funciones sin interrupción las 24 horas del día. Percepción directa móvil La percepción móvil de fondos se inició esta tarde con la instalación de urnas alcancías. Fueron colocadas en las oficinas de Correos y Telégrafos, comisarías y entidades bancarias, las que están a cargo directo de los respectivos jefes, comisarios y gerentes. El Regimiento Nº 1 de Infantería, con el personal de suboficiales y soldados ha instalado, y custodia las urnas alcancías colocadas en las plazas públicas, estaciones ferroviarias y subterráneas. Al Regimiento Nº 2 de Infantería, General Balcarce, cumple igual misión en los lugares más importantes de la zona comprendida por las calles Avenida de Mayo, Santa Fe, Leandro N. Alem y Pueyrredón. El Regimiento Nº 3 de Infantería, General Belgrano, atiende la zona circundada por Avenida de Mayo, Leandro N. Alem, Martín García, Montes de Oca, Caseros y Pueyrredón. Personal de los Arsenales de Guerra, llenan el mismo cometido en el radio comprendido por las calles Jujuy, Pueyrredón, Córdoba, Río de Janeiro, Avenida La Plata y Avenida Chiclana, y también en los edificios públicos. El Regimiento Nº 1 de Artillería Montada custodia las urnas alcancías de la zona de Ramos Mejía, Ciudadela, Liniers, Villa Luro y Mataderos. El Regimiento Nº 8 de Caballería, Cazadores General Necochea, tiene a su cargo la zona de Villa Luro, Velez Sarsfield y Caballito. En la tarde de hoy, una comisión de artistas integrada por Luisita Vehil, Olinda Bozán, Angelina Pagano, Pierina Dealessi, Aída Alberti, Nini Marshall, Blanca Podestá, Libertad Lamarque, Iris Marga, Mecha Ortíz, Silvana Roth, Amanda Varela, Enrique Muiño, Angel Magaña, Pepe Arias, Manuel Alcón, Francisco Alvarez y Oscar Valicelli, conjuntamente con soldados del Ejército y la Armada, que les acompañaron, recolectó fondos entre la concurrencia de los comercios más importantes de la ciudad. Mañana será continuada esta colecta. Los artistas de teatro, cine y radio volverán a salir en comisiones. Lo harán dentro de estos horarios: de 10 a 13; de 17 a 21 y de 22 a 1 de la mañana. Recorrerán la zona comprendida por las calles Callao, 25 de Mayo y Santa Fe. Pasado mañana, viernes, se continuará esta colecta. La Escuela de Mecánica de la Armada, y las siguientes unidades del Ejército: Colegio Militar, Escuela de Mecánica, Comando de la Segunda Región, Regimientos 1, 2 y 3 de Infantería, Regimiento 1 de Artillería, Regimiento 8 de Caballería, Regimiento de Granaderos a Caballo, Segundo Batallón de Vigilancia, Compañía de Oficinistas, Dirección General de Personal, Dirección General de Administración, Escuelas de Infantería, Caballería, Artillería y Comunicaciones y Grupo Geográfico Nº 1, con su respectivo personal, solicitará el sábado la contribución pública en los lugares de esparcimiento. Ese mismo día, el sábado, a las 11, yo, personalmente, recorreré la calle Florida para solicitar el óbolo público; así cumpliré lo que afirmara ante la gran asamblea realizada en el edificio de la Secretaría de Trabajo y Previsión, cuando dije: "Yo, señores, no he pedido nunca en mi vida, porque, gracias a Dios, no he tenido necesidad. Pero, para los demás, soy capaz de pedir noche y día". Me acompañarán en mi recorrida del sábado por la mañana en la calle Florida, cadetes del Colegio Militar y artistas de cine, teatro y radio. El domingo también solicitaré, en compañía del general Avalos, el apoyo popular. Lo haré en el Hipódromo de Palermo. A las 15, con las actrices y actores que me secundan en esta labor, recorreré las distintas tribunas. Percepción indirecta En lo que respecta a la percepción indirecta, esta forma de recaudación permitirá obtener los máximos aportes por intermedio de representantes o delegados de instituciones, entidades, colectividades, asociaciones, etcétera. Esta forma de percepción permitirá a todos los argentinos y extranjeros de buena voluntad, hacerse presentes en esta hora de angustia y deber, por intermedio de los dirigentes de las diversas instituciones, que son los que conocen en mejor forma las posibilidades de sus asociados. Los detalles del régimen de percepción indirecta han sido y continuarán siendo publicados en los diarios. Hasta este momento, no menos de 2.000 instituciones se han hecho presentes para colaborar en la percepción indirecta. No hay lugar a dudas que el número de 2.000 entidades es reducido y que la cifra se verá aumentada con la presentación de aquellas instituciones del interior del país y aquellas otras que han estado desorientadas, sin saber a quién dirigirse. Es particularmente grato a mi espíritu insistir al llamado que ya formulara al respecto con el objeto de que no quede una sola institución en toda la República sin estar representada en esta hermosa obra de unidad nacional. Han llegado numerosos pedidos para efectuar kermeses, bajo la acción de personas bien inspiradas. Esta forma de recaudación, por razones de organización no queda autorizada, por ahora. En cambio, debe intensificarse la recaudación de fondos, por medio de festivales y otros actos de fácil contralor por la intervención de comisiones directivas de responsabilidad moral. Una vez más, debe expresar que la percepción indirecta es la que permitirá recaudar los mayores fondos, siempre que las personas directoras de los distintos organismos se preocupen y trabajen como lo harían en beneficio de sus propios hijos. Cada delegado debe, también, transformarse en portavoz de la cruzada que realizamos. Cada institución debe aportar a la colecta más que las otras. Solamente así, con ese espíritu de superación, se alcanzará lo propuesto: Convertir en realidad tangible la ayuda a los hermanos sanjuaninos. La organización para distribuir los envíos no ha sido descuidada. En la Secretaría de Trabajo y Previsión funciona una Comisión de Recepción General y una Comisión Médica de Clasificación de Medicamentos, que despacha los distintos envíos a las estaciones de los ferrocarriles Pacífico y del Estado, y a los aeródromos. En las estaciones embarque, otras comisiones tienen a su cargo las tareas de carga y despacho. En Mendoza, la Delegación Regional tiene a su cargo la tarea de almacenar y remitir a San Juan los distintos elementos, de acuerdo a los pedidos que se le formulan. En San Juan existe una comisión de enlace con Mendoza y Buenos Aires, a cargo de funcionarios de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Se está formando en Mendoza un depósito general para atender las futuras necesidades. Envíos a Mendoza El domingo anterior, a veinticuatro horas del terremoto, se inició la concentración de medicamentos, alimentos y ropas para ser remitidos a San Juan. Se trabajó en forma intensa toda la noche con personal de la Secretaría de Trabajo y Previsión, preparándose las listas de medicamentos más urgentes, a fin de iniciar los envíos en la madrugada del lunes. Fue requerida la colaboración de las grandes droguerías de la Capital y se visitaron todos los establecimientos donde habían existencias de material sanitario, lográndose una amplia colaboración, que permitió despachar en la madrugada del lunes, a las 4, un avión comercial desde el aeródromo de Quilmes, conduciendo quinientos kilos de material quirúrgico, anestésico y estimulante. Cinco horas después partía del mismo aeródromo otro avión conduciendo un médico y material quirúrgico. El tren piloto que, precediendo al coche presidencial, partió a las 10 y 30 de la estación Retiro el mismo día, llevaba tres vagones cargados con medicamentos. Otro convoy, integrado por nueve vagones conteniendo medicamentos, ropas y alimentos, salió a las 19 y 30. En horas de la tarde partieron desde el aeródromo de San Fernando, dos aviones conduciendo un importante cargamento de sulfanilamida y coramina. Otro tren con siete vagones partió a las 20 del día martes, llevando medicamentos y combustibles, entre los que se contaba un gran cargamento de leche condensada, productos lácteos y también ropa. Esta madrugada partió un avión trimotor conduciendo alimentos concentrados destinados a la alimentación de niños. Otro avión condujo un aparato de rayos X y placas radiográficas. Y, finalmente, en horas de la tarde, ha salido otro tren con comestibles y ropa. El traslado de todas las mercaderías, desde su lugar de procedencia hasta la Secretaría de Trabajo y Previsión, y de allí a las estaciones de ferrocarril, se ha efectuado contando con la colaboración de los vehículos proporcionados por las casas contribuyentes y, en otros casos, por numerosos camiones puestos a disposición en forma espontánea por diversas empresas. Ha quedado organizado ya el envío de víveres, ropas y medicamentos para cubrir las necesidades de la población de San Juan, de acuerdo a los pedidos que formulen desde la zona afectada. Esa organización funciona ya en estrecho contacto con las oficinas de la Municipalidad de la Capital. El peso de los elementos remitidos para socorrer a las víctimas de San Juan, que en buena parte se han concentrado en Mendoza, para que el delegado regional de la Secretaría de Trabajo y Previsión proceda a su mejor distribución, alcanza a 600.000 kilos remitidos en veinte trenes. Los envíos realizados comprenden: vestuario, más de 15.000 mantas, colchonetas, cabezales y sábanas; 20.000 tarros de leche condensada; gran cantidad de huevos en polvo; 100.000 raciones de carne envasada y otros comestibles concentrados que permiten su rápido consumo sin mayor preparación, a la vez que aseguran su buen estado de conservación. Actuación del Ejército Al dirigirme al pueblo de la República el domingo pasado, proporcioné una amplia información sobre las actividades desarrolladas en el Ministerio de Guerra, a partir de la hora en que se registró el terremoto de San Juan y la intervención directa de las tropas en la zona afectada. Voy a referirme a la tarea cumplida desde el lunes hasta hoy. Los efectivos que, en cumplimiento de las órdenes dadas, se desviaron de su ruta para dirigirse a San Juan, se concentraron de inmediato y actúan con toda eficacia a las órdenes del Coronel Humberto Sosa Molina, designado jefe de todos los efectivos que se hallan en dicha zona. La aviación se mantiene activa y en forma continuada realiza sus viajes desde esta Capital Federal y de otras capitales de provincia, para llevar elementos de auxilio y transportar enfermos. En la tarde de hoy partieron para San Juan cuatro coroneles, tres jefes de sanidad y tres de administración para la organización de numerosos servicios. Las direcciones de Sanidad y Administración Militar trabajan en forma encomiable, realizando envíos diarios de medicamentos, alimentos, carpas, cocinas y camiones cisternas para proveer de agua a la población. Ya se han enviado cinco con una capacidad de 7.000 litros cada uno. El Cuartel Maestre General del Interior, por intermedio de la Dirección General de Administración, se ha encargado del abastecimiento de la ciudad, previendo el envío diario de 30.000 raciones de carne, 15.000 de pan, fideos, maíz pisado, harina de maíz, porotos, sémola, azúcar, yerba, café, sal, papas, verdura, leche, huevos, etc. Además de los envíos efectuados desde esta Capital Federal, las guarniciones de San Rafael y Campo Los Andes, en Mendoza, Córdoba, La Rioja, Catamarca, San Luis y otras, colaboraron enviando diversos elementos. El batallón de Zapadores de San Nicolás está en camino a San Juan para efectuar trabajos de remoción y demolición de escombros a explosivos. El Ministerio de Guerra, con personal de comunicaciones de su Secretaría, ha establecido un servicio especial directo por radiotelegrafía y radiotelefonía que sirve de nexo para logra contacto permanente entre el jefe militar de San Juan y las autoridades nacionales. Este servicio que se realiza en forma ininterrumpida, ha servido de valioso elemento de colaboración. La Marina de Guerra, en estrecha colaboración, realiza también una ponderable labor. Sus aviones, médicos y enfermeros enviados a San Juan, realizan una acción de ayuda eficaz. El Ejército, que es como decir el pueblo mismo, tiene actualmente a su cargo todo lo que se refiere a las tareas de evacuación, saneamiento y cuidado de la población sanjuanina. Cuenta con la incondicional cooperación de las autoridades civiles y del personal especializado que ha llegado a esa provincia para colaborar. He trazado, a grandes rasgos, un panorama de la labor cumplida hasta ahora. La ayuda ha sido amplia y generosa, pero es necesario hacer más. Voy referirme, rápidamente, a algunos episodios que pueden servir como ejemplo del espíritu de solidaridad que acompaña a las víctimas de San Juan. Las escenas más emotivas se observan a diario en el edificio de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Niños de corta edad, concurren con sus ahorros para integrar el fondo de ayuda. Delante de los empleados encargados de recibir donaciones, ellos rompen sus modestas alcancías de barro. Caen monedas de 5, 10 y 20 centavos. Suman algunas donaciones un peso. Las hay que no llegan a esa cantidad. Tras este niño, llega otro, acompañado por sus padres; entrega una libreta de ahorro; una viejita se desprende de su rosario de plata, asegurando que es todo lo que tiene para dar. Un ex lisiado donó anoche sus muletas. Hoy salen para San Juan. Un bombero retirado entregó sus condecoraciones de oro ganadas en actos de heroísmo. He visto también los donantes anónimos. Junto a esta colaboración popular de gente humilde, está también el valioso aporte de las grandes empresas. Los bancos convocaron a sus directorios a reuniones especiales para determinar las sumas a entregar. Ya pasa de 2.000.000 su monto. Las industrias y el comercio se aprestan también para fijar las donaciones. Muchos de ellos ya lo han hecho en los primeros días. Los canillitas porteños -modestos cien por ciento- llegaron ayer y me entregaron un cheque de 5.000 pesos. La casa Cotty decidió hoy condenar todas las deudas que tuvieran sus clientes de San Juan. También la Farmacia Franco Inglesa realizó un gesto similar. Los ganaderos Raúl Domingo y Carlos A. Fossatti han iniciado ya el envío de hacienda en pie a San Juan. Los empleados nacionales y los de entidades privadas han decidido, espontáneamente, donar un día de su sueldo. Quiero citar también un gesto digno de imitarse: el personal de la agencia noticiosa Andi decidió hoy entregar el importe de un día de sueldo por mes durante un año. Pero, para que la ayuda sea inmediata, solicitaron de la empresa el adelanto de esa suma, que mañana se me entregará en un cheque. El gremio ferroviario no puede ser olvidado en estas citas. Ha trabajado con todo entusiasmo en las distintas tareas a que se halla afectado. Así corrieron trenes especiales con personal que debió ser recargado en sus obligaciones. Aportaron también parte de su sueldo y jornales. La prensa y la radiotelefonía contribuyeron eficazmente. Organismos extranjeros nos enviaron igualmente su adhesión. Las naciones americanas y aún los países europeos han ofrecido espontáneamente su generosa ayuda. De todos estos ejemplos, hay millares. El espectáculo ofrecido esta tarde en las colectas públicas también tuvo grandeza de emoción. Ahora una advertencia: Deseo hacer saber que las autoridades militares de San Juan han centralizado todos los pedidos y tienen perfecto conocimiento de las necesidades de la población, por lo cual estimo conveniente recomendar que sólo se tengan en cuenta sus solicitaciones. Antes de terminar mi disertación sobre esta colecta en favor de nuestros hermanos sanjuaninos, promovida desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, quiero agradecer: A los que en gran número, diariamente, depositan su confianza en mí, remitiendo cheques a mi nombre, al portador, o dinero en efectivo por cartas, a quienes sin excepción, acuso recibo. Quien no reciba tal acuse sírvase reclamarme a mí personalmente. Les ruego igualmente que remitan los cheques cruzados y a la orden de "Secretaría de Trabajo y Previsión. Colecta Pública pro Damnificados Terremoto de San Juan", para evitar pérdidas u otros inconvenientes. A los que en sus cartas dirigen palabras amables a mi persona y a esta obra. A los que en toda forma se sienten y manifiestan solidarios con la Secretaría de Trabajo y Previsión en esta hora de intensa tarea y sacrificio de todo su personal, que no descansa día y noche para satisfacer las necesidades.
1944-02-10
Mensaje a la Patagonia
En la vastedad de la República, cuya visión integral es permanente en mi espíritu, hay una zona inmensa, rica y semidespoblada, que por motivos particulares, me es doblemente amada. Es la región de las mesetas, de los lagos y de los acantilados. La tierra que se extiende desde el Río Negro hasta perderse en las brumosas lejanías australes. La Patagonia en que yo he vivido muchos años: lugar otrora de leyendas, ayer de promesas que no se cumplieron, y hoy y siempre de nobles esperanzas, que el país necesita se realicen. Se ha calificado a la Patagonia como reserva prodigiosa de la Patria. Es verdad y me enorgullece y me llena de ilusiones que así sea. Pero, pienso que el juicio certero no basta, ni satisface la optimista visión de su futuro. La obra de progreso, tesonera y fecunda realizada por sus hombres a través de las décadas, sin alcanzarles casi la mano del Estado, necesita un complemento; la tarea cumplida reclama otra labor, la fe en el futuro. Luz eterna para el alma de los pueblos, debe ser parcialmente substituida por la certeza de que una porción del ensueño se convierta en realidad palpable de inmediato. Eso servirá a manera de nuevo aliento para sus pobladores y será un gran bien para el país. Los territorios del sur han avanzado notablemente en el orden económico. Su espíritu es vigorosamente argentino, absorbida la savia que llegó de los más distintos puntos. Pero eso no es todo, por cierto, sino un punto de partida. La materia y el alma propicia, incitan a meditar sobre otros problemas. El conocimiento induce a buscarles felices soluciones. Provocarlas en cuanto me concierne, es mi voluntad. El progreso material no corre parejo con el adelanto social. Tampoco en la Patagonia, donde el rico de hoy es el obrero de la víspera, se ha conseguido un equilibrio entre el deseo de poseer bienes, tan natural si no es exagerado, y el sentido de la justicia. El Estado, que pudo concurrir para evitar en lo posible el rudo contraste, ha permanecido lejos e indiferente. No experimentó la necesidad de provocar una mayor armonía en el conjunto, haciendo sustantiva la equidad. Más, ahora, la situación cambia fundamentalmente porque los ojos, con amor, ven más, y porque el concepto del deber cuando es severo como en mi caso, origina nuevas urgencias cada día. Los problemas sociales de la Patagonia, cuyo estudio incumbe a la Secretaría de Trabajo y Previsión, serán resueltos. Y, porque sé que la realidad geográfica modifica la realidad social, no se aplicarán para el sur métodos que el buen criterio aconseja para otras zonas del país. El pensamiento sustancial es uno, pero su realización tiene que adaptarse a las exigencias del lugar. La realidad demográfica, como sus matices de gravitación, caracteriza los ambientes desde el punto de vista humano. Esta idea general, puede servir como anticipo del criterio que predominará, evitándose el error y la sorpresa. Suele decirse que la situación del trabajador del campo es excepcional en la Patagonia. Se la considera extraordinariamente buena. Mucho hay de cierto en ello, sobre todo en los grandes establecimientos, los más australes, y en estancias de organización moderna. Pero, no siempre se contemplan las exigencias perentorias de la vida humana, ni se reconocen al individuo los derechos implícitos a toda existencia. Algunos viajeros han hablado de los panoramas de desolación que hallaron al cruzar las pampas pedregosas, valles sin agua, mesetas heladas, pero nadie ha adentrado aún en el panorama espiritual de tantos hombres, entregados a las ásperas tareas, bajo la ventisca aniquilante del verano o castigados por el cierzo invernal. De haberlo hecho hallarían una desolación aún mayor. Atenuarla por ahora, para eliminarla después, es uno de los problemas cuya solución ansío. Por razones económicas, fáciles de entender, pero que no tienen justificación humana, el hombre soltero o aquel otro cuya familia no está con él, es el preferido en las explotaciones agropecuarias. El casado en compañía de su esposa e hijos, sólo excepcionalmente se le admite para determinadas funciones. De este modo, la familia, que debe constituir la bendición para todo hombre se convierte no sólo en dura carga, sino en verdadera maldición. Lo proscribe del mercado de la ocupación rural, la de mejores rendimientos, y así por natural influencia, le torna inaccesible una de las funciones supremas del individuo. Al dañar a éste se daña al país, porque se impide el normal desenvolvimiento de su capital humano. Es preciso, y habremos de conseguirlo, que esta situación se modifique para que sea posible realizar el ideal de cada hombre, y trabajar así por la incrementación demográfica de la Patagonia. Es intolerable que solo 275.000 almas pueblen 850.000 kilómetros cuadrados del suelo argentino. La inteligente incorporación de familias a las estancias, como población estable no planteará problemas, sino que los resolverá; por la incrementación de nuevas tareas productivas y porque el ganadero tendrá a mano el peón necesario, en vez de depender, como ahora de la mayor o menor afluencia del obrero golondrina, que, ese sí suscita siempre problemas económicos y a veces otros de carácter social. La colaboración colectiva que reclamo y espero ha de facilitar la solución equitativa. Hay cuestiones de excesiva afluencia de brazos, según las épocas y de desorganización en las tareas cíclicas, baños, señaladas y esquirlas, que deben ser resueltas, tras el estudio medular requerido conforme a las modalidades de cada zona. Correlacionando mejor las faenas habrá mayor rendimiento para el obrero no estable, pero radicado en el territorio, y el inmigrante no llegará para realizar penosas marchas en demanda de un jornal, porque de antemano sabrá donde se le necesita y para cuando se le ocupará. Esa correlación no debe existir sólo en las tareas rurales sino también en lo que atañe a los centros industriales: la campaña y el pueblo, deben marchar en pleno acuerdo. Trabajos de estadísticas, hasta hoy nunca realizados, nos permitirán llegar a eso. Hay asimismo, problemas de vivienda y de salarios, de alimentación y asistencia, de noción del derecho social y de acatamiento a la ley. Muchas estancias tienen servicios médicos gratuitos para todo el personal. Otras aseguran contra accidentes del trabajo, en los que ha habido verdaderas avanzadas dentro del país. Pero, hay muchos lugares en que el trabajador come poco y duerme mal, y el fenómeno se acentúa en los centros urbanos, donde tantos hijos de obreros rinden temprano tributo a la muerte, vencidos por la desnutrición y la tuberculosis. El encarecimiento de la vida cuyas oscilaciones no han sido materias de estudio oficial, no ha determinado una paralela evolución en sueldos y jornales, salvo excepciones, originando un lamentable desequilibrio. El fenómeno será motivo de completo análisis para que todos sepamos bien a que hemos de atenernos. El desconocimiento de la legislación del trabajo origina infracciones inaceptables. Para evitarlas, con los beneficios sociales consiguientes, haré que llegue con toda intensidad hasta los más apartados lugares la obra de divulgación y de orientación, de asesoramiento y vigilancia que corresponde a la Secretaría cuya jefatura ejerzo. Esa será una manera de tutelar la Patagonia, y si al hacerlo experimentaré la satisfacción de prestar un servicio como elemento activo en el gobierno que preside el general Ramírez, también tendré otro placer muy grande, el de haber realizado obra de bien en favor de mi querida Patagonia, con verdadera conciencia de que trabajar en la solución de los problemas del sur importa realizar un gran bien para la patria.
1944-02-15
Informe sobre la ayuda prestada a los damnificados del terremoto de San Juan
Como lo hiciera anteriormente, con la obligación que tiene todo funcionario de dar cuenta al pueblo de la forma en que invierte su dinero, deseo hoy informar a mis conciudadanos, a la misma hora en que San Juan sufría su primer y fatal sacudimiento, sobre la marcha de las gestiones encomendadas a la Secretaría de Trabajo y Previsión. Hago presente prólogo de estas palabras, que del dinero reunido no se ha gastado un solo centavo en organización de la colecta, ni con otra finalidad, y que mis compatriotas pueden estar absolutamente persuadidos de que al final de ella entregaré en acto público al gobierno de la Nación hasta el último centavo que la generosidad popular haya puesto en manos de esta Secretaría de Trabajo y Previsión. Hace un mes, exactamente, nuestro pueblo recogía con doloroso asombro la voz emocionada de los locutores radiotelefónicos que lo informaban sobre la honda tragedia que acaba de azotar el hermoso oeste argentino. San Juan, el floreciente emporio de una industria pujante; San Juan, terruño de hombres esforzados y sobrios, con un ejemplo y un hecho legendario hermanado a cada uno de sus valles, estaba reducida a un montón de ruinas, entre las cuales yacían muchos de sus hijos. La adversidad se había adueñado repentinamente de ese pueblo magnífico que estaba labrando su prosperidad futura con una tenacidad que acreditaba su alto valor racial. Y la tragedia con su hálito devastador había trocado en sombrío silencio el canto a la vida y a la esperanza que todos los días con el nuevo sol se elevaba desde las verdes campiñas. Nuestro pueblo al que presuntos sociólogos calificaran repetidamente de frívolo e irónico, mostró entonces su recia fibra, raro ensamble de generosidad y sacrificio. La emoción golpeó los corazones de catorce millones de argentinos. Todos olvidaron sus propias penas y dificultades y un verdadero torrente de piedad y desprendimiento altruista se volcó sobre el dolor y la angustia de los hermanos agobiados por la magnitud del desastre. Debo confesar que cuando esta Secretaría de Trabajo y Previsión debió echar sobre sus espaldas la tremenda responsabilidad de procurar inmediato y eficaz alivio para tanta desgracia lo hizo sin vacilaciones, pero con la convicción de que acometía una labor superior a sus fuerzas. Pero de inmediato, la colaboración del pueblo todo, la abnegación de su personal y la magnífica actuación inicial de las fuerzas armadas de la Nación le llevaron con nítida certeza a la sensación de que el éxito era ya una seguridad. El personal de esta Secretaría trabajó robando horas al sueño. Interminables trenes de auxilio organizados con una celeridad máxima, partieron para la zona desvastada llevando alimentos, ropas y elementos médicos y sanitarios. Y en medio de las desoladas ruinas, oficiales y soldados de nuestro ejército y armada trabajaron hasta el límite de sus fuerzas en la piadosa tarea de remover escombros para rescatar a la muerte los heridos o recoger con respetuosa unción los despojos de quienes no habían podido eludir su sino fatal. La colaboración económica de nuestro pueblo fue tan generosa como espontánea. El personal de esta Secretaría fue literalmente asaltado por las gentes que con gesto emocionado llegaban a depositar su óbolo, cada uno dentro de sus posibilidades, en contribución al alivio del inmenso daño. En veinticuatro horas se reunieron más de cinco millones de pesos, y de los lugares más distantes de la República llegaban incesantemente los auxilios en dinero de habitantes humildes, que quizá restaban a su alimento diario el importe de su ayuda. Como digno corolario de espléndida expresión de solidaridad se oyó la voz del Señor Presidente de la Nación General de División Pedro Pablo Ramírez: "El Poder Ejecutivo no reparará en gastos para remediar tanta pena y tanta desolación". Y el pueblo de San Juan tuvo a su lado al jefe de todos los argentinos, extendiéndole su mano fraterna, para asegurarle conmovido que cuando la desgracia agobia a hombres de esta tierra, el pueblo, el gobierno, la Armada y el Ejército todo estarán siempre al lado de los desvalidos para mitigar su pesadumbre y subvenir sus necesidades. Fruto de la colaboración popular son los 26.677.241 pesos con 50 centavos recolectados en efectivo hasta el presente de los cuales 21.255.893,38 han sido ya depositados en el Banco de la Nación y el resto lo será no bien se termine la tabulación de los cheques en poder de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Además se han recibido donaciones en especie por un valor total aproximado a 20.000.000 de pesos. Dichas donaciones comprenden material sanitario, productos alimenticios, vestuario y moblaje. Quinientas toneladas de mercaderías diversas han sido transportadas por tren, aviones del ejército, de la armada y civiles, que en la emergencia prestaron su valiosa colaboración, condujeron medicamentos, productos lácteos e infinidad de otros elementos requeridos con urgencia. Desde el día del terremoto la Secretaría de Trabajo y Previsión, ha organizado el abastecimiento cotidiano de 45.000 personas, las que reciben alimentos en San Juan, Mendoza, Córdoba, Campo de Mayo, La Plata y otros lugares del país donde se han refugiado. Hemos cumplido un mes de labor ininterrumpida. Se ha trabajo sin desmayos, con fe en el éxito y la vista puesta en el porvenir de la Patria. Pero aún no hemos terminado. En estos días el pueblo de toda la República, hasta en sus rincones más apartados podrá ver un nuevo requerimiento, por medio de afiches, donde se le instará a persistir, dentro de sus posibilidades en la obra solidaria. Acerca de estos afiches, debo expresar que han sido confeccionados en cantidad de un millón, por obra de la generosidad de dibujantes, impresores, papeleros y fabricantes de tinta; de todos aquellos artistas, industriales y comerciantes cuya actividad es necesaria en una labor de esta naturaleza, cuya entusiasta y diligente concurso se prodigó en la tarea. En cuanto al resultado obtenido, él está ya a la vista de todos, en los muros de la ciudad. Toda esta tarea cumplida por la Secretaría de Trabajo y Previsión está encaminada a hacer más llevadera la dura prueba a que han sido sometidos los sanjuaninos evacuados que el pueblo y el ejército han atendido con fraternal solicitud, y a los que prefirieron cuidar las ruinas de un pasado feliz, a la espera de una nueva aurora. De este doloroso episodio, señores, nos queda ahora una valiosa enseñanza: En los caminos de la grandeza, como en los de adversidad, los argentinos seremos siempre un solo organismo, una sola voluntad, un solo unánime sentimiento. ..........
1944-05-01
En la celebración del Día del Trabajo
En diciembre del año anterior, cuando asumí la dirección de la Secretaría de Trabajo y Previsión, el organismo con que el Estado Argentino se proponía intensificar el cumplimiento de su deber social, me dirigí a todos los trabajadores, persuadido de que ellos compartirían los propósitos del gobierno, con esa extraordinaria intuición que poseen las masas. No incurrí entonces en el error de anunciar un programa de realizaciones inmediatas, seguro de que la prosecución de un fin social superior, señalaría el camino y la oportunidad de las conquistas y las reformas. Creo que las reivindicaciones, como las revoluciones, no se proclaman, se cumplen, sencillamente. Y ese cumplimiento que nos llevó siempre de preferir a los realizadores a los teorizantes, fue la consigna rígida a la que ajustamos nuestra acción estatal. He sido fiel a ella porque entiendo que mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar. Ninguna circunstancia más propicia que este 1º de Mayo, símbolo de las justas aspiraciones del trabajador y ferviente homenaje a la noble dignidad de toda labor humana, para expresar que él, nos encuentra ya decididamente en la etapa de las plenas realizaciones encauzadas hacia el logro del objetivo esencial y superior del bienestar general y la solidaridad social. Han transcurrido exactamente cinco meses desde aquel momento, que señala el punto de partida de una nueva era de política y justicia social argentina, que fue, es y seguirá siendo uno de los propósitos irrenunciables del actual gobierno. Porque nadie, absolutamente nadie, puede honradamente desconocer el profundo sentido social de la Revolución de Junio. Los motivos que la provocaron y el espíritu que la anima, surge de la misma, de la innegable realidad argentina. El Ejército no abandonó sus cuarteles movido por un sentimiento de ambición. Fue el clamor de la calle, del taller y del campo que llegó hasta ellos para golpear furiosamente a sus puertas en demanda de justicia. Y el Ejército y la Armada, partes vivas de la indivisible unidad nacional, respondieron patrióticamente; abandonaron la tranquilidad de los acantonamientos; ganaron la calle, precedidos en su marcha por el mismo pueblo que los estimula y los aclama. No hubiéramos podido justificar nunca ante nuestra conciencia y ante la historia, una actitud indiferente frente a la realidad política y a la realidad social de aquella hora. Un deseo superior de justicia fue el motor que impulsó la revolución triunfante. Enfrentamos el problema, con decisión y con energía de soldado, condición que señalo porque entiendo que la solución de los problemas sociales, no puede ser privilegio exclusivo de individuos o de sectores, sino de todos los argentinos. Por el contrario, entiendo que la organización interna del Ejército, está concebida con un auténtico sentido orgánico-social y que es una cátedra ejemplar de disciplina, de camaradería, de patriotismo, de jerarquía y de respeto. Allí no existen ni postergaciones injustificadas, ni ascensos inmerecidos. El escalafón se cumple sin excepciones y sin privilegios, con un sentido estricto de selección y de justicia, que no es, ni puede ser, ni queremos que sea un beneficio exclusivo de las fuerzas armadas, sino una conquista social que alcance a todos los argentinos. El panorama que ofrecía en aquellos instantes todo lo que se refiere a la vida de relación que el trabajo engendra, era desolador. El Estado se había mantenido alejado de la clase trabajadora. No regulaba las actividades sociales como era su deber, adoptando una actitud indiferente y suicida, mientras el incumplimiento de los deberes patronales, libres de la tutela estatal, sometía a los trabajadores a la única ley de su conveniencia provocando rebeldías que amenazaban disputar el poder político. Mientras tanto, en el campo, en ese sufrido campo argentino, la tierra se hacía cada vez más hostil para los hombres que la habían fecundado con su esfuerzo. Comenzaron los éxodos en masa hacia las ciudades que ofrecían el espejismo de una prosperidad más aparente que real. Las haciendas valorizadas desalojaban a los chacareros de la tierra donde habían nacido y crecido sus padres y sus hijos. Fue entonces cuando la Secretaría de Trabajo y Previsión, fiel a su consigna de hacer, de crear, de realizar, comenzó su obra. Y hoy estamos persuadidos de que hemos hecho algo por los que trabajan en esta tierra. Primero, debimos forjar el instrumento que reemplazaría al viejo Departamento Nacional del Trabajo, en forma de anular factores negativos y reconstruirlo sobre cimientos más sólidos, más realistas, más humanos. Ello nos demandó un tiempo costoso en estudios y en energías, pero sobre la misma marcha comenzó la obra. Desde entonces, sobre el frontispicio del antiguo palacio del Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires, pudo haberse estampado esta leyenda: "Esta es la verdadera casa de los hombres que trabajan". Y junto a esta leyenda, que abría de par en par las puertas de la sede del Trabajo a todos los que llegaban hasta él en demanda de justicia para sus derechos desconocidos, esta afirmación, que fue la consigna severa a la que ajustamos nuestra labor desde entonces: "Buscamos suprimir la lucha de clases, suplantándola por un acuerdo justo entre obreros y patrones, al amparo de la justicia que emana del Estado." Como lo prometimos al iniciar esta cruzada del Trabajo, hemos defendido "la unidad y compenetración de propósitos entre patrones, obreros y Estado, como el único medio para combatir a los verdaderos enemigos sociales, representados por la falsa política, las ideologías extrañas sean cuales fueren, los falsos apóstoles que se introducen en el gremialismo para medrar con el engaño y la traición de las masas y las fuerzas ocultas de perturbación del campo político-internacional". Por eso, queremos desterrar los fatídicos gérmenes que los malos políticos inocularon en los organismos gremiales para debilitarlos, fraccionarlos y explotarlos en beneficio propio. Por eso luchamos por desterrar la sofística promesa preelectoral que ha permitido que nuestros obreros vivan un régimen arcaico y carezcan de garantías frente a un caudillo con hechura del medioevo que explota su trabajo, le paga con papeles sin valor para que se vea en la necesidad de entregárselo nuevamente a ese patrón mezcla de amo, de negrero y de legislador de conveniencia. Así se explica que el país en materia de legislación social se encuentre en sus comienzos y que las condiciones y regímenes de trabajo, salarios, descanso, vacaciones, seguros, etc., representen verdaderos galimatías destinados a dar ganancia a los "avenegras" en perjuicio del obrero, cuando no a favorecer a los "coimeros y estafadores" que "trabajan" a favor de una interpretación más o menos maliciosa de una mala ley. Deseamos también desterrar de los organismos gremiales a los extremistas, para nosotros de ideologías tan exóticas, ya representen un extremo como el otro, porque es lo foráneo, a lo que nosotros los argentinos no hemos jamás sentido inclinación ni apego y porque ellos con su sedimento de odios ancestrales nos traen sus problemas que no nos interesan ni nos atañen. Nosotros buscamos la unión de todos los argentinos y por eso anhelamos disponer de un capital argentino, para que, en armonía con el trabajo, formen la base de nuestra grandeza industrial y del bienestar colectivo. Luchamos porque ese trabajo sea considerado con la dignidad que merece, para que todos sintamos el deseo y el impulso de honrarnos trabajando y para que nadie, que esté en condiciones de trabajar, viva sólo para consumir. Por eso sostenemos la necesidad de que todo el que trabaja obtenga una compensación moral y material que le asegure el bienestar a que todos tenemos derecho, como asimismo consideramos indispensable que las labores se ejerzan en un régimen humano, y alegre, con sus descansos reparadores, en medios higiénicos, sanos y seguros, y sobre todo, dentro de una gran dignidad y respeto mutuo. No queremos agitadores a sueldo, verdaderos vampiros sociales, sensibles a los halagos del dinero patronal o extranjero, especie de filibusteros del campo gremial y aficionados a "alzarse con el santo y la limosna" y a disfrutar del lujo y de los regalos de la vida burguesa que ellos cubren de anatemas. Estas verdaderas alimañas son enemigas de las conquistas sociales. Encaramos seriamente estos problemas, seguros que en su solución está la muerte de estos agentes de disociación. Afrontamos ya la tarea máxima de la Previsión Social y dentro de muy pocos años, ningún argentino que haya trabajado carecerá de una jubilación en su vejez o en su invalidez. Están en proyecto, habiéndose iniciado ya una parte del plan, la construcción de cien mil casas para obreros, que dignifiquen su vida familiar y la mejoren materialmente, a la par que hagan posible hasta al más humilde de los padres, el acceso a la propiedad privada. Propugnamos el ahorro como el primer paso de la previsión social porque consideramos que los pueblos fuertes son, precisamente, los que saben guardar y acumular las economías materiales. Los pueblos virtuosos son los que juntan esas economías materiales con los valores espirituales, destinándolos para incorporarlos al patrimonio nacional en forma de que el país pueda disponer de ellos cuando las fuerzas humanas o extrahumanas reclaman en mayor cúmulo de energías para salvar a la Patria. Ningún interés que no sea el sentido de sentido de solidaridad y el deseo del mayor bien al país mueve nuestras intenciones; por eso, lo que ya hemos hecho y lo que haremos en el futuro quedará inamovible en la historia del desenvolvimiento social de las masas obreras y en el campo de las conquistas gremiales de los trabajadores argentinos, para honor del Ejército y escarnio de una época política que no pudo sobrevivir a su caída, porque no había hecho nada útil para sus semejantes, nada imperecedero para el país y nada digno para la historia. Sobre los hogares campesinos, ya no pesa la angustia de los desalojos y los lanzamientos. El hombre de campo se siente ahora seguro sobre la tierra amiga y se entrega fervorosamente a ella. Los arados abren el surco más hondo, rasgando la entraña fecunda, porque saben que el fruto de su esfuerzo está asegurado y es que, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, sus problemas inmediatos han sido resueltos. Tienen ahora un salario razonable y humanas condiciones de vida y de trabajo. El canto de los braceros, de esos centenares de miles de trabajadores anónimos y esforzados de los que nadie se había acordado hasta ayer, puebla en estos momentos la tierra redimida. Pero no son sólo los trabajadores del campo los beneficiados por las decisiones de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Legislamos para todos los argentinos, porque nuestra realidad social es tan indivisible como nuestra realidad geográfica. Para nosotros no existe una población industrial o una población campesina, sino una única y auténtica población trabajadora. No podemos concebir ciudades prósperas y campiñas pauperizadas. Son los trabajadores de las industrias ciudadanas. Del músculo o del pensamiento. Porque el problema de los gráficos, de los ferroviarios, de los repartidores de las grandes Despensas Argentinas, de los enfermeros, no se ha presentado menos angustioso que el de los artistas, el de los maestros, el de los periodistas o el de los bancarios. Nadie ha golpeado inútilmente nuestras puertas, abiertas a toda demanda de justicia, a toda colaboración patriótica, a toda iniciativa generosa. ¡Esta es vuestra casa, trabajadores de mi tierra! De aquí han salido los gráficos llevando un contrato colectivo de trabajo que mejora y asegura su esfuerzo. Doscientos mil obreros del riel han logrado beneficios efectivos. Obtienen licencia anual aumentativa con goce de sueldo, liquidación de jornales en los días feriados, inclusión en las excepciones del Estatuto Civil, el reconocimiento gremial del personal administrativo, el subsidio estatal de un millón de pesos y un tribunal médico para que controle las decisiones de los profesionales de las empresas sobre capacidad o incapacidad de los trabajadores. La creación de la Dirección General de Asistencia y Previsión Social para ferroviarios, con sus consultorios y sus hospitales, asegura al gremio una atención médica que figurará orgullosamente como la primera institución de América. No está lejano el día en que inicie sus servicios el Policlínico Ferroviario, a cuya creación el Estado ha destinado un millón de pesos. De aquí salió no hace mucho el Estatuto Profesional del Periodista, conquista social por lo que ese gremio numeroso de trabajadores del pensamiento, que van dejando día tras día su contribución de energías y de ideas en el torrente del papel impreso, había bregado inútilmente durante un cuarto de siglo. La obra que en el breve lapso de cinco meses ha cumplido la Secretaría de Trabajo y Previsión ha sido intensa. Los conflictos de los obreros del vidrio, de la carne, del tejido, del mueble, del cartón, de la electricidad, de los alimentos y de los astilleros, han tenido solución justa y equitativa. Lancheros, metalúrgicos, escoberos, portuarios y obreros del vestido y de la cerámica, que nos trajeron sus problemas, han logrado conquistas apreciables. Cuarenta mil trabajadores de la ciudad se han beneficiado con el descanso dominical impuesto recientemente en los negocios de carnicerías. Otros tantos dependientes del comercio minorista, han obtenido un horario más digno y una retribución más justa. Por mediación de la Secretaría de Trabajo y Previsión han conseguido mejoras los artistas teatrales de Buenos Aires, los obrajeros de los quebrachales chaqueños, los ferroportuarios de Mar del Plata, Rosario y Quequén y los esforzados trabajadores que extraen el petróleo del frígido subsuelo patagónico. También por su intervención fue devuelta la normalidad a nuestra gran ciudad balnearia, cuyas obras en construcción se paralizaron por un enconado conflicto. Será también ella la que conceda al oscuro y abnegado peón de la ciudad y del campo, un estatuto que defienda sus derechos desconocidos hasta el presente, que es materia de estudio en estos momentos, contemplándose las pobres, y muchas veces miserables, condiciones de vida a que se ven reducidos esos trabajadores. Centenares de intervenciones han correspondido a este organismo para que se cumplieran las disposiciones vigentes sobre prevención de accidentes, higiene y seguridad en los lugares de trabajo, condiciones indispensables que deben regir en todos los medios en que el ser humano desarrolle sus actividades. El futuro del país es una constante preocupación. Es por ello que se proyecta el Plan de Aprendizaje Industrial. Cuando entre en ejecución, que lo será muy pronto, año tras año se entregará a la actividad de los talleres y de las usinas, a millares de jóvenes capacitados para el trabajo de engrandecer la Patria, del mismo modo que el Ejército y la Armada los capacitan para defenderla. Ya no están indefensos los trabajadores de esta tierra. La Secretaría de Trabajo y Previsión atiende y resuelve sus problemas, extendiendo su tutela, asesoramiento y patrocinio jurídico gratuito a todos aquellos que litigan en defensa de sus derechos. Organismos especializados cumplen con esas tareas. Ha sido ya estructurada sobre bases que se estiman sólidas, la organización de la Caja Nacional de Jubilaciones y Pensiones de Periodistas, creada por la ley 12.581, procurando amparar a sus casi 15.000 beneficiarios dentro de la mayor seguridad posible. Se ha decidido el estudio inmediato del régimen jubilatorio del personal del comercio y de la industria que estará a cargo de una comisión integrada por representantes de todas las partes interesadas. El Poder Ejecutivo Nacional tiene a su consideración un proyecto con cuya sanción definitiva se dispondrá la afiliación obligatoria del personal que trabaja a jornal o destajo en las dependencias del Gobierno Nacional, bancos oficiales y reparticiones autónomas a la Caja Nacional de Jubilaciones y Pensiones Civiles. Ahora también puedo anunciar que por Decreto del Poder Ejecutivo de fecha 27 de abril, ha quedado materializada la propuesta que la Secretaría de Trabajo y Previsión formuló en el sentido de incorporar a todos los trabajadores que dedican sus actividades a la noble humanitaria misión de atender a los enfermos en hospitales, sanatorios particulares y entidades similares, al régimen jubilatorio de la ley 11.110, para que puedan gozar merecidamente en el futuro de todos los beneficios que la misma acuerda. Es esta otra conquista social, que acaba de lograrse con el más cálido y justo auspicio. Quince mil maestros de las escuelas y colegios particulares tendrán en breve su estatuto profesional. Trabajamos empeñosa y obstinadamente para todos. Para vosotros y para nosotros, en una labor ausente de promesas y de palabras para que nadie en esta tierra generosa y altiva, sienta la angustia de sentirse socialmente olvidado. Para todos los que cumplen su destino tremendo, con el dulce cantar del yunque por la suprema dignidad del Trabajo. Y esta labor de justicia que cumplimos sin pausa y sin tregua y sin otra aspiración personal que la de trabajar por la grandeza de la Patria, nos ha deparado grandes satisfacciones. Cuando la tragedia que asoló San Juan, desgarrando un pedazo de la República, destruyendo vidas y riquezas, hicimos desde esta misma casa de los trabajadores un llamado a la solidaridad humana, para con nuestros hermanos en desgracia, y comprobamos cómo catorce millones de voluntades argentinas, erguidas en un mismo anhelo generoso, respondían: "Presente". Un millón de afiches, -contribución gratuita de dibujantes, impresores y papeleros-, fijados en los muros de todo el país, patentizaron la necesidad de una ayuda urgente y efectiva. Poco tiempo fue necesario para que se reunieran muchos millones de pesos en efectivo, en ropas, víveres y medicamentos, que prontamente se destinaron a aliviar el dolor de nuestros hermanos sanjuaninos. Vimos también cómo setecientos mil esperanzados, desfilaban por el local donde el Estado, exponía el Plan Oficial de la Vivienda Popular que ha de poner fin al drama de los hacinamientos con la construcción de 100.000 casas obreras. Y vemos a diario pasar por la Secretaría de Trabajo y Previsión millares de obreros de todas las ramas de la actividad fecunda. Decenas de delegaciones nos traen sus problemas, sus esperanzas sus aspiraciones. Llegan desde todos los puntos del país alentando la confianza de un pueblo defraudado que comienza a creer en la justicia social y siente por primera vez el orgullo de saberse escuchado y de sentirse argentino. Yo, en este día clásico de los trabajadores, prometo en nombre del gobierno que esa confianza no será defraudada. Las nuevas conquistas, darán a esta conmemoración, un sentido más patriótico y más argentino. .............................
1944-05-03
Texto de la orden Orden del Día y palabras del coronel Perón al personal de la Secretaría de Trabajo y Previsión
Este acto, con el que se incorpora o asume sus funciones la mayor parte del personal de la Secretaría de Trabajo y Previsión, debe estar desprovisto de todo protocolo. Por el contrario, debe encerrar el carácter de lección provechosa, de la que ha de surgir la consigna rígida a la que cada uno de vosotros habrá de ajustar la acción futura que os encomienda el Estado, y el espíritu de justicia con que deberá cumplirla. Nadie puede ignorar el principio que provocó la creación de este organismo con que el Estado aceleraba el cumplimiento de un deber social que habían desconocido o postergado, por incomprensión o por conveniencia, sus antecesores. He sido categórico en esta afirmación, con la convicción de que es necesario insistir en ella. La creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión, señala el punto de partida de la era de política y de justicia social argentina, dejando atrás para siempre, la época de inestabilidad y de desorden en que estaban sumidos las relaciones entre patrones y trabajadores. De ahora en adelante -dije al asumir mis funciones - las empresas podrán trazar sus previsiones para el futuro desarrollo de sus actividades y tendrán la garantía de que, si las retribuciones y el trato que otorgan a su personal concuerdan con las sanas reglas de convivencia humana, no habrán de encontrar por parte del Estado, sino el reconocimiento de su esfuerzo en pro del engrandecimiento de la economía general y, por consiguiente, de la República. Los obreros, por su parte, tendrán la seguridad de que las normas de trabajo que se establezcan, enumerando derechos y deberes, habrán de ser exigidas por las autoridades de trabajo con el mayor celo, y sancionando con inflexibilidad su incumplimiento. Unos y otros deberán persuadirse de que ni la astucia ni la violencia podrán ejercerse en la vida del trabajo, porque una voluntad inquebrantable exigirá por igual el disfrute de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones. Y lo exigirá a ellos y a vosotros que, desde este momento, asumís la representación de un gobierno que ha hecho de la justicia social, uno de sus propósitos irrenunciables. No voy a dar fórmulas para que a ellas ajustéis estrictamente vuestra labor de funcionarios. No se puede condicionar la otorgación de una determinada reivindicación social, a la concurrencia fija de determinados requisitos. La experiencia intensa de cinco meses de labor, al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión, nos ha demostrado que la justicia tiene un sentido exacto e indivisible. No existe ningún conflicto social que no pueda tener una solución justa. Por encima de los preceptos, de las leyes, de las reglamentaciones, de las costumbres y de las conveniencias, que esta realidad cambiante de cada día y de cada hora puede tornar caducos, están los principios de solidaridad humana, de colaboración social y el deseo superior de acelerar el progreso de la economía nacional y del bienestar común. Esta es la finalidad a que debemos aspirar. Nada ni nadie podrá oponerse a estas conquistas inmediatas y fundamentales, sin las cuales quedaría traicionado el espíritu de este organismo estatal y el propio contenido social de la Revolución de Junio. Vuestra misión es imponerlos con un espíritu de justicia realista y humana, porque la justicia social tiene más sensibilidad y de instintiva que de letrada. La alta misión que os confía el Estado en estos momentos, es aplicarla, para que nadie en esta tierra acogedora y fecunda, sufra la congoja de sentirse socialmente olvidado. Yo me encargaré de exigir su cumplimiento y seré inflexible con los que traicionen este mandato que les confiamos. Nada, pues de apresuramientos, ni de impulsos, ni de privilegios, ni de rencores. La República no necesita víctimas, sino héroes. Esa es la consigna. La Secretaría de Trabajo y Previsión os dará, conjuntamente con el espíritu con que será cumplida, los medios administrativos, legales y técnicos que deben constituir el organismo necesario para la resolución de los problemas sociales que plantea a diario la vida de relación entre la producción y el trabajo. Reparar la indiferencia suicida del pasado, remediar las iniquidades derivadas de una injustificable inacción gubernativa que nos tocó en herencia, prevenir los males que se incuban con el mantenimiento del desorden en las relaciones sociales y la falta de protección a los fundamentales derechos de los trabajadores, son, pues, los objetivos inmediatos de la acción revolucionaria, a cuyas directivas debéis ajustar vuestra acción. Espero que sabréis cumplirla. Este es mi deseo y es mi orden, una orden cuyo cumplimiento exigiré rigurosamente, en bien de todos los que labran con su esfuerzo fecundo la grandeza de la patria. Terminada la lectura de la Orden del Día el coronel Perón dirigió la palabra al personal. He querido, comenzó diciendo, que la Secretaría de Trabajo adquiera una estructura orgánica para realizar esta segunda reunión del personal. Hoy creo que esa estructuración lograda sobre la misma base del trabajo, ha sido realizada gracias a la colaboración de todos ustedes, imbuidos más de la mística, que de una burocracia que hubiera hecho estéril nuestro trabajo. La falta de un reglamento interno, que pronto será puesto en vigencia, y del funcionamiento de una Escuela Social que orientará a todos beneficiosamente, fue suplantada por la comprensión de cada uno de vosotros, que supo cumplir su misión con un estricto sentido de justicia, que me enorgullezco en reconocer. Porque no son los reglamentos, ni las disposiciones ni las imposiciones sino la comprensión espontánea de su función social la que nos dará excelentes funcionarios y hará supervivir a nuestro alejamiento lógico de las posiciones actuales el espíritu de justicia que animó la creación de la Secretaría de Trabajo, de la misma manera que la camaradería, y no las "camarillas", han de hacer efectiva la labor conjunta. El Secretario de Trabajo y Previsión agregó luego "que era imprescindible mantener el prestigio y la confianza que había logrado conquistar en el pueblo el organismo en estos cinco meses de vida intensa. La menor injusticia, el primer fracaso en la distribución de la equidad que debe primar en nuestras decisiones, derrumbará esa posición, que hemos sabido ganar con el espíritu de los trabajadores y de los propios patrones". "Nadie -expresó- ha señalado hasta ahora la existencia de un solo privilegio, ni de un solo desconocimiento en nuestras determinaciones. Ni deben señalarla. Porque el que conspire contra el prestigio de la organización, conspira contra todos nosotros". Hay que alentar el espíritu de iniciativa, agregó de inmediato el Secretario de Trabajo. La burocracia negra ha tendido siempre a neutralizarlo, quizá por la única razón de que la jerarquía la da la capacidad y no las posiciones. El funcionario que carezca de ella, que consulte cada caso, que se muestra indeciso entorpeciendo la marcha de las tramitaciones, que no tenga una conciencia propia para decidir por si solo, no puede, ni debe ser jefe. Otro caso pasa con la disciplina. Yo, que soy soldado, tengo el sentido exacto de esta condición. La disciplina para el funcionario no puede ser ni temor, ni obligación, ni horario, ni la consecuencia de una amenaza. La disciplina es conciencia de responsabilidad exclusivamente. La libertad en el trabajo, es siempre más rendidora y más beneficiosa que los rigorismos que convierten a los empleados en autómatas, condición que no deseamos para ninguno de los esforzados trabajadores del Estado. La colaboración y la cooperación de todos, harán el resto. El futuro Ministerio del Trabajo, en que desembocará fatalmente la actual Secretaría, deberá contar con colaboradores capacitados para el desempeño de una función social que, por sus características, por el espíritu de independencia que debe tener cada uno de sus componentes, no se parece a ninguna de las que existen, fuera de la encargada de distribuir justicia, aunque vuestra misión debe ser más rápida, más expeditiva, quizá más humana. Y la justicia debe comenzar por casa. Los ascensos y las recompensas no han de ser en la Secretaría de Trabajo una consecuencia de los privilegios, de la amistad, de la aparcería, sino un derecho que corresponde a los más capacitados. Yo, personalmente, me encargaré de que esta justicia se cumpla. ............................
1944-05-03
En la asunción a sus cargos de los interventores de las Cajas de Jubilaciones
Señores: Cumplo, además, en este instante, con el ceremonial simbólico de poner en posesión de sus cargos a los delegados interventores de las cajas nacionales de jubilaciones y de pensiones para obreros y empleados civiles, ferroviarios, de empresas particulares, periodistas, bancarios, y de la Marina Mercante, señores don Atilio M. Onetto, don Pedro Andrés Rojas, doctor Ricardo Riguera, doctor Oscar Meana y capitán de navío (R) don Juan F. Chihigaren. Inicia así este gobierno, en materia de seguridad social, un vasto plan coordinador, tendiente a dar unidad y armonía a la legislación vigente; a vigorizar el régimen financiero actual, a crear el sentido humano y social de las prestaciones; y a extender el campo de su aplicación. No podía el país haber iniciado la cobertura de los riesgos como los de invalidez, enfermedad, vejez, muerte, paro forzoso y maternidad, de otro modo que como lo hizo. Es decir, creando cajas gremiales para los núcleos sociales más compactos y determinables, empezando por los empleados públicos, y concluyendo con aquellos servidores a cuyo cargo se encuentran los servicios estaduales. Tal régimen económico y legal primero, pudo haber servido, en alguna medida, muy limitada, por cierto, a las necesidades del Estado; pero éste ya no puede mantener un sistema tan arcaico en sus concepciones y tan inestable e inseguro en su desenvolvimiento, como tampoco debe dejar en la zona fácil y cómoda del olvido a los grandes grupos sociales formados por productores económicos, a quienes siempre acecha la amenaza de una enfermedad, de la invalidez prematura o de la muerte, con su cortejo de hambre y necesidades. La tarea es dura y exige dedicación, espíritu de sacrificio y pujanza. Tendremos que ordenar lo existente, consolidar sus bases económicas, jurídicas y sociales, para luego extender su acción bienhechora a todos los trabajadores, manuales e intelectuales. La experiencia universal sobre la materia nos da dentro de una esquemática documental árida, pero preciosa, los más diversos sistemas financieros. De todos ellos puede extraerse lo propio y explicable en nuestro medio, ya que, en suma, la producción económica será la que soportará los riesgos sociales y profesionales. Sobre esto convendrá que la prudencia determine los límites de los gravámenes, pero nunca al punto de organizar prestaciones que clamen por su insuficiencia, como ha ocurrido hasta aquí, traducido esto por jubilaciones y pensiones cuyo monto es tan vergonzosamente exiguo que conspira contra la paz social. No se trata tampoco de ampliar el régimen de retiros como una dádiva, para crear ociosos, sino de proteger a los productores económicos incapacitados y a sus familiares, porque ése es un deber del Estado y un derecho de los habitantes del país. Y todo gobierno que se extravíe en el dédalo inextricable de una dialéctica abstrusa, sin realizaciones; que prometa y no haga; que forje esperanzas y produzca sólo desilusiones; podrá mandar, pero no dirigir, orientar ni crear. Y habrá pasado por la historia de su pueblo sin escribir una sola página en ella. Señores Delegados Interventores: Al poneros en posesión de vuestros cargos, expreso el deseo del gobierno de la Nación, que traduce un anhelo popular, de que en los institutos que actúen bajo vuestra dirección inmediata continúen su labor regular y normalmente, como así también, que vuestra tarea en el Consejo, del que formaréis parte, sea fecunda y resulte de ella el bienestar que el pueblo necesita y espera. ..................
1944-06-01
Ante representantes de la Federación de Maestros y Profesores Católicos
Celebro en forma muy especial tener hoy el honor de contar en nuestra casa con los señores maestros, que son, dentro del ambiente nacional, elementos de nuestra más absoluta predilección. Siendo así, yo ruego a cada una de las personas que se sienta aquí como en su propia casa; y que la considere como un templo del cual el maestro es uno de los sacerdotes predilectos. He considerado siempre que en cada una de las etapas de la vida de la Nación, en su pasado, en su presente y en su porvenir, se ha creado una obra que es más de Dios que de los hombres. El pasado pertenece a nuestra historia y a nuestros héroes. Al presente tenemos la grave responsabilidad de tenerlo en nuestras manos. Pero el futuro, señores, que es lo más valioso, porque es la esperanza de la patria, ése sí es de los maestros que plasman y modelan diariamente en las escuelas, a los hombres del mañana, de quienes dependen la grandeza de la nacionalidad y de la patria. Por esta razón celebro la llegada de los maestros a la Secretaría de Trabajo y Previsión, que en el estudio de los problemas que le conciernen, ha dado una especial preferencia a las clases menesterosas del país, a las que ya les ha resuelto numerosas cuestiones. Hemos de seguir lentamente en nuestra tarea porque esto requiere profundo estudio y nada puede improvisarse; porque concedida una mejora a un gremio o clase trabajadora, no se puede dar un paso atrás. En estas condiciones no nos hemos apresurado en el estudio de las cuestiones relativas a los maestros. Lo haremos ahora, con el afán que el caso requiere. Nosotros estamos resueltos a estudiar y a resolver en el menor tiempo posible esos problemas; porque, como ya es lema en esta casa, preferimos más, hacer, que decir; y realizar, más que prometer. La Revolución del 4 de Junio, que nosotros hemos personificado en el gobierno y en sus proyecciones, tiene un contenido político y un contenido social que no puede escapar a los habitantes de la República. Dentro de ese contenido social buscamos perfeccionar el trabajo, desarrollar una gran acción social, y completar la insignificante obra de previsión social realizada hasta ahora en nuestra patria. Ese contenido social ha de cumplirse integralmente. En ese orden de ideas la jubilación, como el estipendio y todo lo relativo a la previsión ha sido contemplado dentro de los estudios generales que nuestros técnicos realizan en esta casa desde hace mucho tiempo. En materia de jubilaciones nosotros tenemos un definido criterio de extensión. Creemos, como afirmación general, que no solamente no es aceptable que un maestro que haya consumido su vida en el servicio de la patria, no goce de jubilación al llegar a cierto límite de edad, sino que, tampoco puede admitirse que si la invalidez o la vejez le impiden continuar en su tarea, no tenga un sostén que constituya, no una limosna del Estado, sino un derecho adquirido a través de los años dedicados al servicio del país. La jubilación, integralmente considerada para todos los servidores del Estado, está siendo estudiada en forma también integral. Es un problema extraordinariamente complejo. No es posible que nosotros, aún procediendo leal y honradamente, creemos cajas que dentro de unos pocos años hayan de dejar en la calle a millares de personas. Aseguro a ustedes que todo aquello que nosotros creemos, no ha de desvanecerse por la acción del tiempo, porque hemos de crear instituciones que por sí solas se defiendan. Por eso es difícil prometer desde este momento y sin haber estudiado previamente lo concerniente al régimen jubilatorio, esto o aquello, en forma concreta o determinada. No obstante, puedo anticiparles que en todos los problemas de jubilación que se estudien en esta casa, y que serán la base de la resolución que el gobierno tome, han de intervenir los maestros en su propia condición. De modo que todos tendrán oportunidad de defender sus puntos de vista en los reglamentos a establecerse. En cuanto a salarios, la Secretaría de Trabajo y Previsión es por principio partidaria en general del aumento. Esa es nuestra posición; y en ese sentido desarrollaré la actividad necesaria ante quien corresponda para apoyar y propugnar con todas mis fuerzas el aumento que se solicita. En lo relativo al escalafón, no me he explicado nunca como una agrupación de personas que reúne a más de 36.000 miembros no tiene una ley orgánica acabadamente perfecta. Nosotros los militares, con menos personal, hemos sido garantizados por una ley que puede calificarse de perfecta. Si nosotros somos los encargados de preparar la defensa de la patria, los maestros también la preparan en alto grado en su acción educativa. De modo que lo lógico y natural es que los maestros estén garantizados en su régimen de trabajo, en su salario y en su progreso por una ley orgánica de absoluta equidad que permita asegurar su estabilidad y el mínimo de perfeccionamiento que impone la selección natural de los hombres para seguir adelante dentro del mayor grado posible de perfección. Esa ley orgánica debe ser hecha a base de un escalafón. El escalafón es el cimiento de toda ley orgánica; y repito que es para mí una cosa verdaderamente inexplicable e inaceptable que los maestros no tengan una norma legal en ese sentido. Nosotros vamos a tratar de ensayar el estudio de una ley orgánica para el magisterio en colaboración con el interventor del Consejo Nacional de Educación, doctor Olmedo, a quien he de hablar personalmente sobre el problema, para ver si es posible realizarla en forma similar a la que tiene el Ejército, que garantice la estabilidad, el régimen de ascensos y promociones, como así también una adecuada selección del magisterio. Esta ley orgánica ha encontrado siempre una oposición; y yo les diré por qué ha sido. Se creía que dictar una ley orgánica para los maestros era militarizar al magisterio, lo que es un error tan grave como si dijéramos que organizar una casa es hacer algo así como una cárcel. La organización es, sin duda, el imperativo más importante de estos tiempos. No hay nada sin organización. Nosotros, que hemos vivido impresionados por ciertas ideas anárquicas, hemos prescindido en muchos casos de la organización. No se trata solamente de los maestros. Nuestra producción es totalmente desorganizada. Lo prueba el hecho de que hace veinte años éramos un país enormemente más potente económicamente que el Canadá y Australia y, en estos veinte años esos dos países nos han aventajado en forma extraordinaria, debido solamente a que ellos han organizado su producción mientras nosotros seguimos en la absoluta anarquía. Finalmente, me referiré a los maestros provinciales. Es otra de las cuestiones que no requieren hacer un profundo análisis. Nadie podrá jamás explicar que dos personas que desarrollan el mismo trabajo, con idéntico o similar resultado, sean remuneradas en forma totalmente distinta. En lo que se refiere a este asunto ya he conversado con algunos interventores de provincia; y creo que todo marcha en forma bien orientada hacia una solución. Lo va a encarar la Secretaría de Trabajo y Previsión directamente con los interventores, produciendo primeramente un aumento en los sueldos de los maestros provinciales, en todo aquello que la provincia pueda hacerlo, porque indudablemente no es el caso de aumentar en el papel, y que después no se les pueda pagar. Buscaremos entonces, una vez que los gobiernos provinciales aumenten los haberes al máximo posible para equipararlos o asemejarlos a los de los maestros nacionales, que el Consejo Nacional de Educación haga también un pequeño esfuerzo para socorrer a los hermanos maestros provinciales, en forma, por lo menos, de equiparar sus sueldos. Ya que uno de los postulados de la Revolución es la unión de todos los argentinos, yo creo que la mejor manera de unirnos, es abolir las diferencias que puedan existir entre todos nosotros. Creo que he contestado todos los asuntos y creo que todo se va a resolver favorablemente. Así lo vamos a pedir y a apoyar nosotros. En lo que yo no me comprometo, porque no soy capaz de prometer lo que no he de poder realizar con seguridad, es en lo relativo a las jubilaciones, porque todas están de alguna manera ligadas al régimen general jubilatorio. Pero les aseguro que en ese punto, cualquier resolución que se tome será después de deliberaciones y de estudios, y sometida a la consideración de los maestros. De una manera general he contestado a los puntos sometidos a mi consideración por este simpático y querido gremio. De ahora en adelante la Secretaría de Trabajo y Previsión se plantea el problema por su cuenta, y les rendirá sucesivamente, con breves intervalos de tiempo, cuenta de todo cuanto se vaya produciendo en el diligenciamiento de este asunto, que desde hoy, es nuestro. Ustedes saben que la Secretaría de Trabajo y Previsión, cuando toma una obra por su cuenta, no desmaya en realizarla, ni tarda en cumplirla. ..........................
1944-06-03
En el acto organizado por el gremio ferroviario en homenaje a las autoridades nacionales
Me encuentro gustoso y feliz entre vosotros, que en Rosario me habéis proclamado el "Primer Trabajador Argentino". Ese título llena de honor a los que, como yo, creen que el trabajo es la base fundamental de la grandeza del Estado y el más alto blasón de los pueblos industriosos, creadores. Los ferroviarios tendrán siempre el galardón de haber sido los primeros que nos comprendieron y nos apoyaron. Cuando el tiempo diga la última palabra sobre esta nueva era de la política social argentina, cuando muchos tengan que sonrojarse de haber obstaculizado el curso de nuestras grandes conquistas sociales, el gremio ferroviario podrá levantar su estandarte limpio y altivo, porque fue el precursor del triunfo de nuestra justicia sobre la demagogia, el sectarismo y el abstencionismo oficial, que aún hoy algunos defienden desde la sombra. Estoy persuadido que el Excelentísimo señor Presidente, que nos honra con su presencia, comparte mis palabras, porque él es un luchador y, para nosotros, un modelo, un ejemplo y un maestro. El panorama social que ofrecía el gremio ferroviario en junio del 43, dista en mucho, de esta magnífica unidad de hoy. Dividido y disgregado, era impotente para imponer la más elemental de sus reclamaciones a unas empresas que mantenían, - asesoradas desde el estudio de abogados funcionarios -, un frente común irreductible que llegó en algunos casos, a desconocer o disputar la propia autoridad estatal. Los movimientos esporádicos carecían de fuerza para imponer el cumplimiento de las disposiciones, o para evitar la facultad discrecional de las empresas, en establecer la capacidad o la incapacidad de los trabajadores del riel. La Caja Social, falta del aporte patronal, se desmoronaba en un inconcebible prorrateo del hambre entre miles de obreros ferroviarios que habían entregado su juventud y sus energías al engrandecimiento de unos consorcios lejanos que permanecían indiferentes a su drama. Las propias organizaciones obreras eran escenario de una lucha intestina por la posesión de los cargos directivos, cumplida a espaldas de una masa defraudada, que asistía indiferente a una suicida destrucción de valores. La intervención de la Secretaría de Trabajo y Previsión, rompió el desequilibrio entre las dos fuerzas. Desde entonces, no era el gremio debilitado por las escisiones, por las ambiciones personales, por los odios insatisfechos y por la propia indiferencia de sus dirigentes, el que exigía el cumplimiento de las disposiciones o el reconocimiento de tal o cual reivindicación gremial. Era el Estado, con toda la gravitación de su autoridad, el que lo imponía de una manera inapelable, de la misma manera que su presencia, al frente de las organizaciones gremiales, hacía renacer la confianza entre los hombres que integran ese importantísimo sector de la actividad nacional. La conciencia sindical fue robusteciéndose al ritmo de las conquistas. Hoy día, doscientas mil voluntades erguidas en un mismo deseo de mejoramiento, sustentan con su energía invencible la era de política social argentina, que inicio el cumplimiento de su cometido con la primera reivindicación ferroviaria. Han desaparecido las divisiones y los recelos. Una sola organización reúne en su seño las fuerzas dispersas de los trabajadores del riel, fortalecida ahora por la presencia y el aporte de todos los empleados administrativos, de la misma manera que aúna todo el movimiento mutual o cooperativista, en un solo beneficio colectivo. Las licencias con goce de sueldo han dejado de ser un privilegio para ser un derecho de todos los ferroviarios, a quienes alcanzan también los beneficios de pago de feriados. Ya no son las empresas las que decretan discrecionalmente la capacidad o incapacidad de los obreros, sino un tribunal médico, respaldado por la autoridad estatal que goza de facultades para imponer su reincorporación. Termina la angustia que flotaba sobre millares de hogares modestos de los pensionistas, porque pronto no habrá para nadie una pensión inferior a cincuenta pesos ni una jubilación menor de setenta, estableciéndose, además, un aumento proporcional en el monto de las actuales jubilaciones ordinarias o las decretadas por invalidez. Nadie quedará exento en el goce de este seguro social, que será robustecido por el aporte del Estado, de las empresas y de los trabajadores. La reforma fundamental a la ley incorpora a los empleados de las organizaciones gremiales, a los trabajadores de los elevadores de granos y al propio personal de concesionarios que ejercen una actividad dentro de cada empresa. Hemos establecido una rebaja lógica en el pago de los intereses de los aportes atrasados, y ampliado el salario familiar a todos los que ganen menos de trescientos pesos, con beneficio para los hijos naturales, porque el Estado que represento no puede eximirse honradamente de este deber social inexcusable. Nuestras determinaciones jamás entrañan ni odios ni privilegios. Trabajamos empeñosamente para todos los que cumplen la actividad fecunda de engrandecer la patria. Para las generaciones de hoy y para las de mañana, a las que soñamos libres de esa angustia de los hacinamientos, de las cesantías, de la miseria y de la falta de asistencia social que pesara funestamente sobre la vida y el desarrollo de los argentinos del futuro. La creación de la Dirección General de Asistencia y Previsión Social para los ferroviarios es un paso gigantesco hacia esa realización, a cuyos alcances benéficos no escapará ningún trabajador del riel, ni ninguno de sus familiares, por lejano que sea el punto donde se desarrolle su trabajo. Hemos dado un gran paso en tal sentido. Los hospitales regionales de Rosario y Bahía Blanca estarán en actividad dentro de veinte días. El de Alta Córdoba ya tiene a su disposición un gran terreno, donado recientemente por la intervención federal, con ese destino. Ayer mismo, se termina de adquirir en la suma de 450.000 pesos, un moderno sanatorio en Cosquín con capacidad para 150 enfermos pulmonares. El Estado termina de ceder generosamente veinte mil metros cuadrados de terreno fiscal, en la misma capital de la República; y un millón de pesos para levantar el Policlínico Ferroviario, que figurará como la primera institución de América. El antiguo Hospital Ferroviario se transforma en la nueva maternidad, destinada al uso exclusivo de las esposas de los trabajadores del riel. En Tucumán, Mendoza, y en Laguna Paiva, así como en Posadas, Concordia, Resistencia, Embarcación, Salta, La Banda, San Juan, Villa Mercedes, Junín, La Plata, Tandil, Mar del Plata, Neuquén, San Antonio Oeste, Puerto Deseado, Formosa, La Rioja, Catamarca, Villa Dolores, Rawson, Comodoro Rivadavia y Puerto Madryn, también se levantarán hospitales ferroviarios de capacidad diversa. La concepción de la asistencia para el ferroviario es gigantesca. Lo exige así la enorme extensión de nuestro territorio, para hacer efectiva la atención de millares de trabajadores, diseminados en todos los ámbitos de la República, empeñados en labrar su grandeza. Pero esta implantación hospitalaria amplia y estratégica no es suficiente. Hay núcleos ferroviarios alejados de toda posibilidad de asistencia médica y de previsión sanitaria para ellos y sus familiares. A fin de subsanar esa deficiencia, el Director de Asistencia Social para el Ferroviario, está construyendo un hospital rodante, equipado con el más moderno instrumental y la asesoría de los institutos dependientes de la Facultad de Ciencias Médicas, y otros organismos oficiales. Con ello se propone realizar un verdadero catastro sobre el estado de salud de los ferroviarios y sus familiares. Como el Policlínico, este hospital rodante, que cumple la alta finalidad de establecer la medicina preventiva, figura también como el primero de América. Cumplimos de esta suerte el deber esencial de vigilar la salud de los argentinos del mañana, quienes encontrarán también en las colonias atlánticas, en las de Alta Gracia y en las del lago San Roque, un lugar de esparcimiento saludable. El Estado ha defendido con decisión vuestros derechos y cooperado en el establecimiento permanente de una asistencia social de que carecíais. No creemos, sin embargo, haber satisfecho totalmente la deuda de gratitud que tenemos con este gremio de trabajadores esforzados, que noche y día recorren infatigablemente las rutas de nuestra enorme heredad, transportando el fruto del esfuerzo colectivo y amasando una riqueza de la que, hasta ahora, sólo les había tocado una proporción insuficiente para atender a sus exigencias más inmediatas. Pero seguiremos cumpliendo con ustedes, amigos ferroviarios. Hace sólo unos instantes, el Excelentísimo señor Presidente de la Nación ha firmado un decreto por el cual se afecta el producido del remanente del decreto que dio lugar al cese de las retenciones impuestas por el laudo presidencial, y en consecuencia, se convierte en realidad tangible para todo el gremio la devolución de las retenciones y el aumento de salarios, hasta donde lo permitan las posibilidades del producido. El mencionado decreto, que será dado a conocer de inmediato por el interventor de la Unión Ferroviaria teniente coronel Domingo Mercante, dispone que ese remanente quede afectado a la Secretaría de Trabajo y Previsión; y en este sentido, resolverá pagar la suma de 23.000.000 de pesos retenidos. El saldo producido hasta el 31 de marzo del corriente año pasará a la Dirección General de Asistencia y Previsión Social para el ferroviario, a fin de poder llevar a la práctica el vasto plan de que os termino de dar cuenta. A partir de esa fecha, o sea, desde el 1º de abril último, y teniendo en cuenta que ese decreto se prorroga, quedará afectado al aumento general de salarios, dejando sólo un 10% para el cumplimiento de la asistencia y previsión. Esta es la última determinación de un gobierno ajeno a vanas promesas, y que ha hecho de la justicia social, uno de sus propósitos irrenunciables. Antes de terminar, quiero agradecer frente a los ferroviarios de mi patria, al camarada leal y querido teniente coronel Mercante, su inmensa obra en el campo gremial; lo mismo que al Capitán Rodrigo Fontán y teniente 1º Russo. No he de detenerme a refutar las calumnias sectarias o políticas que elementos descalificados suelen poner en movimiento, con fines inconfensables: tarde llega a su casa quien se detiene en el camino, para arrojar piedras a los canes que le ladran. Pero ya Cervantes puso en labios del caballero inmortal: "-¿Ladran? -Señal que cabalgamos..." Yo sólo pregunto: ¿Quién ha hecho en el campo social lo que nosotros hacemos en este momento? ¿Quién se ocupó leal y sinceramente de los trabajadores, sin buscar una ventaja personal o política? ¿Quién sacrificó su descanso, su tranquilidad y aún su salud, para luchar por las reivindicaciones de los hombres humildes? ¿Quién en fin, pidió más, para los necesitados; y renunció más, a su propio interés que nosotros? Señores, es necesario ser ciego de los ojos y de la conciencia para atacar una obra que no tiene paralelo en la historia institucional argentina, y que fijará rumbos en América. No improvisamos: el 2 de diciembre de 1943 lo anunciamos, y el 1º de mayo de 1944, lo reafirmamos. Hoy, siempre fieles a la máxima de la Secretaría de Trabajo y Previsión, que dice: "Mejor que decir, es hacer; y mejor que prometer, es realizar", ratificamos la consigna, a la que hemos ajustado nuestra acción de ayer, de hoy y de siempre. ...........
1944-06-17
En la ciudad de Paraná ante representantes obreros :
Tengo un gran placer en tomar contacto con los trabajadores entrerrianos por primera vez, en este viaje. Veo que como en todas partes del país, la Unión Ferroviaria y La Fraternidad, quienes tendrán siempre en nuestro movimiento el honor de haber sido los primeros en creer en nosotros, han puesto su apoyo incondicional a la obra que en beneficio de los obreros de todo el país, realiza la Secretaría de Trabajo y Previsión. Pensamos que con los nuevos tiempos han de venir, sin duda alguna, nuevas mejoras y organizaciones en favor de todas las fuerzas que en el país trabajan y se sacrifican por su grandeza. La Secretaría de Trabajo y Previsión que tengo el honor de dirigir es la verdadera casa de los trabajadores, y lo será, por lo menos, mientras nosotros dirijamos su destino. La organización de esa Secretaría ha permitido, en lo poco que lleva de vida, obtener mejoras respecto de sentidas necesidades para los obreros de todo el país. Queremos realizar una racional organización del trabajo, estableciendo salarios que permitan a los hombres una vida mejor, un mínimo de felicidad al cual todos los hombres de esta tierra tienen derecho a gozar. Deseamos establecer trabajo humano y optimista, que a la vez que realiza la grandeza de la Patria no someta a los hombres ni a su salud, a un sacrificio inútil y estéril. Estamos empeñados, además, en construir viviendas en todo el país, para que los trabajadores de nuestra tierra comiencen a disfrutar del derecho del hombre que trabaja; y que hasta ahora no ha sido sino acordado en forma excepcional. Como una primera parte de un plan vamos a construir 100.000 casas para los obreros en todo el país. Esa obra ya está en vías de realización en varias provincias; y pensamos que dentro de muy poco tiempo, la comenzaremos también en Entre Ríos. Igualmente estamos estudiando para todos los gremios, los estatutos correspondientes. Y uno que interesa muy especialmente a Entre Ríos, es el que se refiere al peón, que tiende a estabilizar a ese hombre que siempre ha sido olvidado en nuestro país, aun cuando representa un 70% de los trabajadores. Vamos tendiendo hacia la supresión de esa forma de trabajo, haciendo de cada uno de los obreros, un hombre más apto y un hombre que domine un oficio, para lo cual acabamos de organizar la Dirección General de la Enseñanza para el Obrero. El peón que ha sido hasta ahora una forma disimulada del esclavo, será suprimido. Aquel que no pueda pagar a su peón, que venda su campo, pues un peón debe recibir un salario que esté de acuerdo con sus necesidades de vida. Tal es nuestro concepto. Yo recibo en este acto los petitorios que ustedes me han presentado y los voy a llevar a Buenos Aires para estudiarlos en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Dentro de poco tiempo, arribarán a Entre Ríos los equipos formados en la Secretaría, para que realicen dentro de la provincia, lo que nosotros estamos haciendo en todo el país, es decir, la revolución en el sentido social, para infundir en las masas obreras ese sentido que tiene nuestra Revolución. Si hubiéramos realizado una Revolución a la cual no le hubiéramos dado un sentido social; es decir, si nuestra Revolución no se afirmase sobre la base fundamental que nuestro país reclama en estos momentos, vale decir, si no mejoráramos todos los órdenes de la clase trabajadora, esta Revolución sería un movimiento más, sin trascendencias en el país. Ya hemos comenzado a actuar con aquellos gremios que están mejor organizados y representados. Un ejemplo de ello es lo que se ha hecho en favor de la Unión Ferroviaria y de la Fraternidad. Ellos han mejorado sus salarios; han reorganizado ya todo lo que se refiere a su previsión social, es decir, lo que respecto al seguro y a la jubilación. Han realizado, también, todo lo que se relaciona con la asistencia social; y hoy cuentan en Buenos Aires con un policlínico con mil camas, el que se comenzará a construirse recién, sobre la base de las donaciones de terrenos hechas por el gobierno de la Nación; con lo que ellos han contribuido; con lo que las casas han entregado; y con lo que aportan las empresas. Además, se han realizado construcciones similares en Rosario, Tucumán y varias otras partes, de modo que ningún ferroviario, en toda la extensión del país, pueda ni él ni su familia, carecer de la asistencia médica necesaria. Ninguno de los hombres que han trabajo quedarán exceptuados de derecho de jubilación por vejez o invalidez. Cada uno de esos problemas, en cada gremio, será estudiado y resuelto a corto plazo. No tenemos la costumbre de prometer, sino de hacer. Por eso no vengo a prometerles nada. Ustedes verán a través del tiempo las realizaciones que nosotros ejecutaremos; irán viendo día a día el progreso respecto de los problemas que las clases trabajadoras de nuestro país vienen planteando, desde hace veinte o treinta años, sin ningún resultado. Para poder lograr este fin solamente debe pedirles tres cosas. En primer término, que tengan ustedes confianza en nosotros, que sacrificamos nuestras horas en provecho ajeno, jamás en el propio, porque habiendo renunciado a todo beneficio personal, nos hemos dedicado a trabajar para bien del país, sin falacias, sin promesas inútiles y sin ambiciones de ninguna clase. Por eso necesitamos ustedes tengan confianza en nuestra hombría de bien, en nuestro patriotismo. En segundo término debo pedirles que apoyen en forma decidida a la Secretaría de Trabajo y Previsión, que no es un organismo estatal más, burocrático, como lo era el antiguo Departamento Nacional del Trabajo, sino un organismo de los obreros y para los obreros, donde encontrarán el apoyo de que siempre han carecido. Nosotros no consideramos a esa Secretaría como un organismo estatal ni patronal. Eso lo hemos declarado a quien lo haya querido oír en todas las oportunidades. Hemos dicho que se trata de un organismo eminentemente obrero, y que su acción tiende a la defensa de la clase trabajadora por una simple razón. Hasta ahora el panorama de los obreros, frente a los patrones ha sido muy simple. El patrón, generalmente más preparado para la lucha por la vida que el obrero -y cuando él no era más preparado tenía los medios para comprar las inteligencias del que no disponía para defender sus intereses-, triunfó sobre éste. Además de eso, cuando su propia capacidad e inteligencia, o la que él podía comprar, no eran suficientes para defender sus intereses, podía intentar el soborno de jueces que debían decidir los conflictos. Nada de eso ha tenido, hasta ahora, en sus manos el obrero, para la protección de sus derechos. La Secretaría de Trabajo y Previsión tiene la decisión y la honradez necesaria, así como los técnicos capacitados y las inteligencias necesarias para defender sus propias conquistas en contra de los intereses y de las ambiciones desmedidas de muchos exploradores patronales. No somos antipatronales, somos el Estado que está en la obligación de asegurar la justicia social, que debe comenzar a regir alguna vez en este bendito país. En tercer término debo pediros lo siguiente: se ha dicho que nosotros, los revolucionarios, o la Secretaría de Trabajo y Previsión, somos enemigos de las organizaciones obreras. Nada más incierto. La Secretaría de Trabajo no puede funcionar sin que ustedes estén perfectamente organizados. Es más: la Secretaría de Trabajo algún día, en el porvenir, necesitará que ustedes la defiendan, ya que serán ustedes los que quedarán librados a sus propias fuerzas y a las injusticias de siempre, si no pueden conservar con su propio esfuerzo la existencia de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Por esas razones no sólo no somos enemigos de las organizaciones obreras, sino que las vamos a imponer con carácter oficial, pese a quién pese; le guste a quién le guste; o le disguste a quién le disguste. La organización obrera es para nosotros la base de nuestros procedimientos; pues no podemos ir a preguntar a cada uno de los obreros cuáles son sus necesidades y cuál la obra que nosotros debemos realizar. Para ello necesitamos la organización obrera, pero lo que si queremos es que, estas organizaciones obreras estén representadas por auténticos trabajadores. No queremos que se siga dando el caso de representantes obreros que no deseen que se arreglen los conflictos porque ellos viven de esa lucha entre el capital y el trabajo. Por eso cuando nosotros vamos a resolver los conflictos entre el capital y el trabajo, exigimos en primer término, que los representantes sean auténticos trabajadores, y obligamos también, a que los patrones sean también auténticos patrones. De modo, pues, que les pido, lleven a los demás compañeros de los distintos gremios que ustedes representan, ésta, mi palabra honrada y sincera: de que se organicen, que tengan cada día más fuerte y más unida su organización. Para eso recuerden que una organización es fuerte y es eficaz cuando tiene, en primer término, buenos y auténticos trabajadores por representantes. No dejen que la política ni las ideologías extrañas se infiltren dentro de sus propias organizaciones, porque ello constituye una bomba de tiempo que ustedes tienen en su seno, la que estallará el día menos pensado. La política o las extrañas ideologías de cualquier clase que sean constituyen, sin duda, el virus de la peor enfermedad de las masas obreras. Los políticos han explotado siempre ese factor para tener divididas a las clases obreras y usarlas en su provecho. En los movimientos gremiales el obrero no defiende nada más que su gremio, ni lo pone absolutamente al servicio de nadie que no sea su propia organización. Los que obren en ese sentido, serán unidos, serán fuertes y triunfarán en la lucha. No permitan que la política ni las exóticas ideas se enquisten dentro de vuestras organizaciones. Pero también recuerden que es necesario mantener dentro de la organización, una absoluta disciplina gremial, porque ella es la que las hacer fuertes, permitiéndoles marchar a todos en una sola dirección, bajo un comando único, para imponerse en esa lucha donde cada uno defiende sus intereses: el patrón, sus ganancias; y los obreros, su felicidad, su vida y su bienestar. Como lo hemos declarado desde el primer día, la Secretaría de Trabajo y Previsión, es la verdadera casa de los trabajadores; la cual se desempeña en el sentido que rápidamente he explicado; y ella está siempre a disposición de los trabajadores. Ustedes nos harán llegar sus necesidades, sus quejas y todas las cuestiones que interesan a esa Secretaría, para ir nosotros, poco a poco, solucionando todos los problemas. Treinta o cuarenta años de absoluto abandono de las clases obreras en nuestro país, no podemos reponerlo en pocos meses. Nuestro trabajo es abrumador. Trabajamos día y noche, sin descanso, para poder remediar esa falta de justicia social que ha imperado durante cuarenta años. Sin embargo, con el ritmo que nosotros imprimimos a nuestra obra ganándole tiempo a las horas, de noche y de día, iremos subsanando las grandes deficiencias. Y como he dicho, dentro de poco tiempo llegarán a Entre Ríos los equipos de la Secretaría de Trabajo y Previsión, los que comenzarán a luchar y a controlar, que las leyes, los salarios y los regímenes de trabajo se cumplan de acuerdo con lo que está establecido. Yo sé bien que cada uno de ustedes, está pensando sobre la multitud de leyes existentes para defensa del trabajador y que no se cumplen. Sé muy bien que en nuestro país hay muchas leyes que no se respetan; lo mismo que algunos de los decretos que nosotros hemos dictado. Todavía no se cumplen, pero necesitamos agrandar eficientemente nuestra organización de contralor para todas las industrias. Llegará un día en que la policía, la gendarmería y nuestros inspectores, hagan cumplir las disposiciones legales para que el trabajo sea higiénico; para que el hombre tenga el descanso que merece; para que ninguno explote la condición y pobreza del trabajador, y se llegue así a ese mínimo de felicidad a que me he referido, y al que todos tenemos derecho. Para finalizar, les agradezco muchísimo este saludo que me han hecho llegar los obreros, que para mí es el que recibo con mayor afecto y mayor gusto. De un tiempo a esta parte, me he dedicado al estudio de los problemas obreros; y habiéndome adentrado en la masa trabajadora, he podido comprobar lo que ella representa; y por ello sostengo, hoy más que nunca, que cuando he confiado en los humildes, no he confiado nunca en vano. Yo sé que ustedes los hombres de trabajo son sinceros y defienden un derecho que todos también defendemos; el de ocupar un lugar en esta tierra, desempeñar dentro del organismo nacional, ese pequeño diente del engranaje, sin el cual la patria no marcha adelante. Dejo aquí a mi representante de la Secretaría de Trabajo y Previsión, en quien ustedes encontrarán un hombre que piensa y siente tal como lo acaba de expresar, porque ésa es la doctrina que profesamos en este organismo que se puede resumir en estos conceptos: Que antes de no defender al obrero, como es nuestra obligación, nos iremos a nuestras casas. A él pueden hacerle llegar todas las cuestiones que interesan a los gremios de Entre Ríos y nosotros seguiremos en la Secretaría de Trabajo y Previsión tutelando y velando por el bienestar de todos los argentinos que trabajan y se sacrifican por el país. ................................
1944-06-21
Ante una delegación de la Federación Médica Argentina
Sean mis primeras palabras de bienvenida a los médicos que han llegado a esta casa con las mismas inquietudes que tenemos nosotros: el bien del país. Celebro, asimismo, que las abundantes argumentaciones del doctor Monteverde, hayan sido dichas con gran confianza en nosotros. Ellas representan una grave imputación a todos los Poderes del Estado que han precedido a nuestra Revolución. No es la primera que yo oigo, leo o tengo noticias de propósitos de esta naturaleza, que han quedado siempre en palabras, y que nosotros afortunadamente, estamos convirtiendo en realidad. Se ha dicho que nosotros no tenemos un plan de gobierno. Y yo pregunto si todo lo que estamos realizando puede hacerse fuera de órbita; y sin tener un objetivo perfectamente bien fijado. Sabemos lo que realizamos; sabemos a donde vamos; lo que buscamos; y el camino que hemos de recorrer para lograrlo. El problema médico en nuestro país, no es un problema parcial; y las soluciones que se le han buscado no son remedios que hayan tenido solamente aplicación en la Argentina. Hace cuarenta años que la casi totalidad de los países del mundo tiene el mismo problema. Y salvo algunas naciones muy privilegiadas, ninguna de ellas ha podido desterrar de su población la desgracia y los flagelos que ha mencionado el Señor Presidente de la Federación Médica. Lo ocurrido aquí es que se ha tratado de resolver aspectos parciales, sin enfocar racialmente el problema de conjunto. Es este un mal latino y particularmente americano. Me recuerda un símil que siempre establezco en estas cuestiones. Es el caso del señor que cuida su jardín invadido por las hormigas. Todas las mañanas se levanta, y con un plato en la mano, va tomando una a una las hormigas y las hecha al fuego. Repite esa operación todas las mañanas, sin pensar que su tarea está más en el hormiguero que en las hormigas. Tal es el criterio con el cual se han abordado todos los problemas médicos en nuestro país, pese a todo cuanto se ha escrito, pensado, dicho, legislado y promulgado al respecto. Yo pienso que, mientras sigamos abordando los problemas con sólo mirarlos a través del círculo de un lente, no solucionaremos absolutamente nada más que aspectos parciales e intrascendentes. Pensando así y viendo la evolución que en éste, como en los demás campos de la actividad humana se cumple cada día, es que la Secretaría de Trabajo ha encarado el problema general, cuya solución ha de contemplar, si no en la totalidad de sus fases, por lo menos, en todas aquellas que puedan ser racionalmente comprendidas en el conjunto del problema médico argentino. La evolución, en este sentido, alcanzada por algunos países de Europa que he tenido oportunidad de visitar, de cuyo reflejo vivimos en todos estos aspectos -acéptese ello como una verdad general-, me ha mostrado la evolución de casi todas las actividades humanas hacia una concentración estatal. Si eso lo hubiera dicho yo antes que el doctor Monteverde, posiblemente hubieran pensado ustedes, como muchos, que yo soy un nazi. Pero, señores, la verdad no tiene sistemas ni ideologías particulares. La verdad vale aquí tanto como en Budapest. La humanidad va, naturalmente, evolucionando hacia nuevas fórmulas políticas y nuevas fórmulas sociales. Los países más adelantados nos están dando la pauta en ese sentido, cualquiera sea el campo ideológico en que desenvuelvan sus actividades. Recuerdo que un día conversaba yo en el Ateneo Racial de Roma, con algunos señores, sobre la transformación de la economía política en el mundo, y sobre cómo dicha ciencia ha abandonado las leyes clásicas, para cambiar su forma de fijación de los precios políticos integrales, en casi todos los países del mundo. Y me refirieron un cuento muy aleccionador. Un campesino italiano preguntaba a un jerarca fascista, cuál era la diferencia que había entre el comunismo y el fascismo, diferencia que confesaba no haber comprendido jamás. El jerarca se la explicó de la siguiente manera: "Los rusos han abolido la propiedad privada, de modo que el comunismo no te deja ni tu campo ni tu vaca. Te lo retira todo y pasa a ser propiedad del Estado. Luego recibirás una parte del producido para tu subsistencia. En cambio, el fascismo respeta totalmente tu propiedad, te deja tu campo y tu vaca, pero eso sí, te retira todo cuanto produces". Yo creo, señores que los hombres conscientes de la realidad, deben prescindir de estas extrañas singularidades ideológicas, para concretarse a ver la realidad de las cosas y tomar de esa evolución lo único verdadero. El mundo evoluciona hacia nuevas formas. Los médicos, como elemento primordial de la sociedad humana, no pueden escapar a la evolución; y no me explico cómo es posible que las arcaicas formas en que se viene ejercitando una profesión indispensable para el Estado, cual es la medicina, conserven su primitivo ritmo. Porque, naturalmente, el espíritu de socialización terminará por no autorizar servicios que no sean, dentro de esa socialización, un perfecto engranaje que represente para la población una garantía, tanto en el aspecto cualitativo, como en el cuantitativo. Es lógico que el problema médico se haga día a día más difícil en todas partes. Ya en los países más adelantados en este aspecto, ha desaparecido casi en su totalidad el médico "francotirador". Hoy, los médicos pasan a ser funcionarios del Estado, y la explicación que en estas grandes naciones se da a tal propósito, es muy simple. El médico tiene ante sí, dos problemas. La ciencia y su propia vida. Generalmente, se considera en esos países, que quien tenga que dedicarse a su propia vida, lo hará en perjuicio de su ciencia; y que quien tenga que dedicarse a su ciencia lo hará en perjuicio de su propia vida. En consecuencia, no podemos aspirar que todos los médicos sacrifiquen su vida en aras de su ciencia; pues no es teóricamente aceptable que puedan hacerlo todos. Por eso, para mí, lo más moderno en este orden de ideas, es que el Estado llegue a tener al "médico-funcionario", solucionándole el aspecto de la subsistencia, para que pueda dedicar su vida a la ciencia. Es indudable que pueden existir algunos reparos. Hay quienes afirman que el médico sujeto a un estipendio, pierde el interés en su perfeccionamiento y se dedica a ser un empleado de la profesión, en lugar de ser un profesional. Yo sé que esto puede combatirse. Y es más, combatirse con éxito, con una moral profesional que el gremio esté encargado de mantener, mediante la creación de Tribunales de Honor o Tribunales Profesionales, que descalifiquen a la persona que descienda a tal grado de decrepitud moral. Nuestra misión, como Secretaría de Trabajo y Previsión, no está en encarar técnicamente la solución de problemas que competen a otras reparticiones. Nosotros encaramos aquí el problema que nos incumbe en forma directa, es decir, el problema médico gremial. No enfocamos en esta Secretaría el aspecto de la previsión social desde el punto de vista de la profesión médica, sino en lo que interesa a la asistencia social de la población. Todos los demás aspectos del memorial que me ha sido entregado, tienen organismos técnicos para considerarlos y darles solución. Por nuestra parte, puedo decir que ya se ha iniciado en esta casa la tarea tendiente al aumento de salarios y a la organización del trabajo, en forma de asegurar esa higiene del mismo que es tan fundamental. También hemos encarado el estudio de la alimentación, y continuaremos haciéndolo hasta poner en ejecución los planes, una vez terminados. Disponemos de una estadística tan completa, como ningún otro organismo, tal vez la posea. El aspecto de la vivienda ha sido estudiado, y en cinco meses de labor, estamos construyendo ya, simultáneamente en varias provincias, casas higiénicas para obreros. No acostumbramos a decir cosas que no estemos realizando, porque el lema de esta casa es: "Mejor que decir, es hacer; y mejor que prometer, es realizar". Por eso cuando hayamos construido 100.000 casas en distintos lugares del país, comenzaremos a decir qué es lo que se debe hacer y cuál es nuestra finalidad en la materia. En el aspecto médico, ustedes mismos, estudiando el asunto con nuestros técnicos, decidirán cómo ha de resolverse. Ellos, por su parte, defenderán el punto de vista del Estado, porque tal es nuestra obligación. Nosotros aquí, diremos cuáles son las necesidades, de acuerdo a los estudios estadísticos; y aconsejaremos en lo que al aspecto gremial se refiere, en forma de que la solución de esos problemas responda a las mejores conveniencias del Estado. Los restantes aspectos técnicos deberán ser propuestos y resueltos por los mismos médicos. Por otra parte, creo que la cooperación y colaboración que ustedes pueden prestar a la Secretaría de Trabajo y Previsión, es extraordinaria. Contamos con un conjunto de médicos entusiastas, especialmente orientados en el aspecto de la previsión social. Con esos conocimientos técnicos de nuestro personal, los médicos podrán completar los propios, con el objeto de cumplir una tarea más eficaz, y proyectar y organizar detalladamente las tareas que haya que poner inmediatamente en ejecución. Siendo el problema complejo, creo que debemos encararlo por etapas. En tal sentido he conversado con el personal de la casa que ha de entender en el asunto, a fin de concretar un Estatuto Provisional para ponerlo en vigencia lo antes posible. Pero me parece que el objeto final a alcanzar, será la ley orgánica que permita ir acondicionando a la mayoría de los médicos del país; porque el Estado debe tener en cuenta, por sobre todas las cosas, un hecho del cual deriva toda la deficiencia de nuestra asistencia social: mientras en Buenos Aires y los demás grandes centros poblados, los médicos experimentan escasez de enfermos, en el 70% del territorio nacional, la mitad de las personas se mueren sin asistencia médica. Esto es para el Estado un problema fundamental; y pensamos que todo ha de resolverse alrededor de ese aspecto general. Los demás aspectos serán siempre colaterales. Nosotros vemos la solución del problema, y no creo que sea difícil alcanzarla. No quiero terminar sin antes contestar una apreciación del doctor Monterverde, con la misma franqueza que él ha usado. He estudiado mucho la guerra en mi vida. He sido durante diez años profesor de esta materia en nuestra Escuela Superior de Guerra, he cursado en varios institutos en Europa, y nunca pensé que cuanto he hecho en ese sentido, pudiera tener como finalidad la destrucción de la humanidad. He aquí un concepto generalizado en algunos centros que yo no frecuento. Empero, he entendido siempre, que he sacrificado mi vida estudiando, para que, si mi país se viese algún día amenazado por otro, pudiera yo ofrendarle el producto de mis estudios, y aun mi propia vida, en defensa de su integridad moral y material. Afirmar que nosotros estudiamos para la destrucción no es, en mi concepto, la verdad; y pensar que nosotros somos los causantes de la guerra sería como afirmar que ustedes son los causantes de la enfermedad. Por otra parte, debo advertir que los más célebres inventores de elementos de destrucción no han sido militares, sino los médicos y químicos. Sin tratar, pues, de vengarme del doctor Monteverde, le devuelvo la oración por pasiva. ...........
1944-06-22
En la ceremonia de asunción del doctor Cárcano al cargo del presidente del Consejo Nacional de Previsión
Señores: Es este un acto sencillo, pero de profundo sentido social. Inauguramos hoy la era de la unidad en materia de previsión, al poner en posesión de sus cargos a los componentes del Consejo que será presidido por el doctor Ramón J. Cárcano, el que llevará allí la contribución de su sabroso saber y de su aguda inteligencia. Salimos así de la nebulosa de una anarquía desoladora, incierta, inestable, que despertó inquietudes y escudó irritantes privilegios, e intentamos alcanzar uno de los objetivos de la revolución del 4 de junio: la seguridad social. Las sociedades humanas no pueden llenar los fines esenciales de su existencia sino en plena y constante transformación. Por eso si la seguridad se anhela lograrla sobre bases conceptuales puramente estáticas, se la habrá alcanzado sólo transitoriamente y para aquellos que intervengan en la dirección de la cosa pública, pero ella no habrá llegado a todos los habitantes del país. De ahí que al pasado sólo debemos volver para inspirarnos en los grandes hechos de los hombres de los que trascienda grandeza moral, genialidad creadora, afán renovador e ímpetus de realizaciones orgánicas, debiendo lanzar a las zonas oscuras del olvido a los que por ambiciones deleznables o sensualismos cómodos e inútiles pretendieron paralizar el avance de la civilidad. Los primeros son como las corrientes de agua que fertilizan la tierra; los segundos, son apenas hilos de agua que se insinúan sobre la dura roca para perderse en los arenales estériles. Comprendemos al expresar esto, que aún los valores negativos tienen en la vida colectiva una función social que cumplir. Son el obstáculo necesario, que moviliza ardorosamente las ansias de un mundo mejor y, en nuestro caso, por una Argentina grande y poderosa, donde la miseria pudiera ser alguna vez una leyenda para animar intrascendentemente la imaginación de los niños, o para crear nuevas fórmulas morales de convivencia. Podemos entonces retrotraer nuestro sentir y nuestro pensar al pasado para recoger las emulaciones que sugieren los esfuerzos que realizaron nuestros predecesores para alcanzar la paz social, pero no más allá. Crear, trazar nuevas sendas, tocar nuevos horizontes, arrancar frescas ideas de la raíz misma de los reclamos sociales, trabajar y realizar, fecundar, reestructurar en lo económico y en lo social, debe ser nuestro lema para cubrir otras etapas en la esperanza de ser más felices. Consideramos actualmente todos los aspectos de la Seguridad Social de nuestro país. Por eso la movilización constante de los instrumentos en que se apoya la organización estadual para satisfacer las necesarias de la Nación frente a los graves problemas de la hora. La seguridad se apoya en una estructura fundamentada en principios que afectan el orden económico, político, moral, jurídico y social de todos los pueblos. La previsión es, en este sentido, parte integrante de la seguridad que se busca ahincadamente en la concentración de los esfuerzos mundiales realizados ahora con febril ansiedad. Vivimos días de transformaciones profundas. El ser humano ha construido y reconstruido teorías en la búsqueda incesante de modos y formas de convivencia que traduzca un verdadero estado de paz social, sólo encuentra hechos que se suceden sin que se realicen completamente las aspiraciones en lo material y en lo espiritual. Por eso se quiere únicamente realizaciones que protejan al ser humano desde la concepción en el seno materno hasta la muerte. El pueblo argentino desea fervorosamente esas realidades. De ahí nace la frase simbólica de esta Secretaría de Trabajo y Previsión, que organiza bajo el signo de estos tiempos, la protección de los económicamente débiles haciendo cumplir las leyes del trabajo, creando otras y afirmando los fundamentos de la previsión social la que no será ya jamás un privilegio establecido en favor de determinados núcleos sociales, sino un derecho de todos los habitantes del país que trabajan contribuyendo de tal modo a forjar la grandeza nacional. La creación del Consejo Nacional de Previsión responde a este último propósito. El país vivía un régimen jubilatorio fundado en el principio de la pluralidad. Se crearon Cajas gremiales independientes, como personas ideales de derecho público, destinadas a la cobertura de los riesgos sociales y profesionales de los grupos sociales más compactos y relacionados de algún modo con el ejercicio de funciones propias del Estado; pero se olvidó al resto de los trabajadores manuales e intelectuales. Y aún para los primeros, los institutos aseguradores organizados adolecen de fallas tremendas. Basta decir que se siguió en ellos las modalidades de la ley francesa, sobre la materia correspondiente al año 1853, para comprender al arcaísmo y la insuficiencia del sistema que ha sido ya superado en todos los países de la tierra. Múltiples leyes existen en todo el territorio de la República. Conociendo una, basta para saber de las otras. Iguales principios, idénticos errores, dan los trazos trágicos de una previsión que es parcial y que se caracteriza principalmente por su inestabilidad e inseguridad. Hace años que, en el país se teorizaba alrededor de este punto vital para la población. Hubo iniciativas interesantes, pero la apatía, la negligencia y el interés privado las destruyeron, normal, inexorablemente y sistemáticamente. Pero hemos venido para realizar. Desterraremos el privilegio, extenderemos la cobertura de los riesgos sociales y profesionales de todas las zonas activas del país, y afianzaremos la temblorosa base económica de los institutos aseguradores existentes. Para esto hemos creado el laboratorio con un plan orgánico que trabajará para lograr la seguridad social que el pueblo reclama. Vivimos con ello las inquietudes nuestras y los reflejos del mundo entero. El desarrollo de la legislación en todos los países ha sido extraordinario en estos últimos años, y la acción internacional ha llegado en su inconcluso proceso a las recomendaciones de la Primera Conferencia Interamericana de Seguridad Social, reunida en Santiago de Chile en 1942, por las que ningún hombre o mujer debe encontrarse desprotegido biológica y económicamente frente a los riesgos sociales y profesionales, y en la que se propugnó por la promulgación de leyes que implanten el seguro social contra riesgos de accidentes del trabajo y de enfermedades profesionales y la organización sistematizada de su prevención; la adopción en casos de movilización o llamado a las armas de medidas conducentes a mantener los derechos de los asegurados, la unificación y generalización de los beneficios que acuerdan las leyes de cada país, dentro de un sistema de seguro social obligatorio; el sostenimiento de la representación obrera y patronal en la administración del organismo respectivo; el suministro de la asistencia médica preventiva, dentro del seguro de enfermedad; acordándose la extensión del seguro social a los trabajadores agrícolas y trabajadores independientes, la constitución en cada país de un comité de racionalización y economía médica para elaborar métodos uniformes de registro y estadística de los servicios, necesidades y formas de asistencia médica, así como para estudiar las características de las prestaciones médicas y farmacéuticas; la fijación de principios para determinar la invalidez, particularmente, según el criterio de que lo es todo aquel que no pueda después de sometido a un proceso de readaptación o reeducación, ganar un sueldo o salario substancial; la organización de la protección a la maternidad, a la infancia y a la adolescencia en sus aspectos económico, médico, social, jurídico y educativo; se adopte, en la organización financiera de seguro social el sistema de la capitalización de los riesgos de invalidez, vejez y muerte; y el sistema del reparto en los de enfermedad y maternidad procediendo, por último, a la unificación de las informaciones bio-estadísticas a fin de que las mismas sean internacionalmente comparables, así como una nomenclatura internacional de causas de muerte. Pero no podemos improvisar. El mismo plan de Beveridge, que se toma como denominador de una inquietud universal en estos instantes nos da normas de renovación y de cautela en la solución de este problema trascendental: es menester aprovechar la experiencia del pasado para recordar que "un momento revolucionario en la historia del mundo, es momento para revoluciones y no para remiendos"; que la previsión social es un ataque a la "necesidad", pero no toda "la política de progreso social"; y que debe cumplirse por; "la cooperación entre el Estado y el individuo". El gobierno va a soluciones concretas, ya que se trata de un derecho que afecta grandes masas populares, creando el organismo científico que responda a las exigencias actuales. Se ha iniciado ya la unificación de los diferentes regímenes legales existentes en la República. Esta unificación se realizará integralmente, debiéndose incorporar al Instituto Nacional de Previsión Social que se organizará en breve, como una consecuencia de los núcleos sociales aún desprotegidos. Esta tarea inmensa y saludable exige el concurso de todos los argentinos, que hallarán punto de contacto, sin duda, en la búsqueda del bien común. Sabemos que no hallaremos soluciones inmutables. Muchas civilizaciones han pasado por los siglos de la historia sin crear socialmente nada permanente. Mantienen al ser humano, por ello, en su lucha, la esperanza, un sentimiento religioso, un afán espiritual. Deseamos que el Consejo Nacional de Previsión que hoy se inicia en las tareas, cumpla la finalidad de su creación, que la constituye esencialmente el bienestar social. ............
1944-06-25
Ante delegaciones obreras en la ciudad de Concepción del Uruguay
Señores: Agradezco con profunda emoción el saludo y el presente que hacen llegar la Unión Ferroviaria y la Fraternidad a este humilde soldado, al que le ha cabido el honor de proteger a la masa trabajadora argentina en los momentos en que se produce la organización de los sindicatos argentinos. Los ferroviarios del país pueden ser considerados hoy como un modelo de organización sindical, en primer término, porque representan un sindicato realmente criollo, como nosotros lo anhelamos, y como nosotros lo integraremos. Muchas son ya las conquistas obtenidas por los ferroviarios, gremio que debe servir de ejemplo a todos los gremios del país, indicando eso lo que puede una buena organización, regida por dirigentes auténticamente trabajadores, argentinos y patriotas, y con un verdadero sentido del gremialismo nacional. La red de policlínicos ferroviarios, que está en plena realización, ha de seguirse extendiendo a todo el país, para que estos hombres que recorren semanalmente todos los ámbitos de la patria, tengan asistencia médica en cualquier lugar en que los sorprenda una enfermedad o una desgracia. En cuanto al petitorio que se acaba de mencionar, referente a las devoluciones de las retenciones, ellas ya están dispuestas por el gobierno de la Nación. Puedo asegurar que ningún centavo de todo cuanto se les ha descontado a los trabajadores en esa mencionada época de crisis de capitales, ha de permanecer en las empresas. Todo ese remanente ha de ser destinado, como lo dispone el superior decreto dictado hace un mes, al beneficio de quienes lo han ganado honrada y satisfactoriamente, prestando sus servicios al país. No he de pronunciar un discurso, porque prefiero más bien conversar con los trabajadores. En primer término agradezco la amabilidad de los señores ministros que han llegado hasta aquí para acompañarme. A ellos se deben en un gran parte, casi en su totalidad, los beneficios que los obreros reciben. Porque en el gabinete del general Farrell, los ministros son colaboradores solidarios de toda la obra, y cuando ustedes ven en la Secretaria de Trabajo y Previsión el resultado feliz de una gestión en favor de los humildes del país, deben ver consolidado en ella a todo el gabinete, que no omite esfuerzos de ninguna naturaleza para llevar a las masas argentinas la justicia social de que han estado sedientas durante cuarenta años. Hace seis meses, desde la Secretaria de Trabajo y Previsión, anuncié que se iniciaba una nueva era para la política social argentina. En estos seis meses se ha trabajado día y noche, sin descanso, y creo que no hemos defraudado en ningún momento las esperanzas que los trabajadores de la patria han puesto en este organismo de nuevo cuño, que marcha al ritmo de la hora y que asegurará, opóngase quien se oponga y cueste lo que cueste, un mayor bienestar, y ha de velar por la justicia social y por reducir las grandes diferencias que puedan existir entre los poderosos y los humildes. Los salarios han sido aumentados en general en un 20%. Las condiciones de trabajo van siendo mejoradas a medida que se puede llevar el contralor y la inspección en cumplimiento de las leyes sociales existentes para comenzar tan pronto se termine esta acción, a crear nuevas condiciones y nuevas disposiciones que aseguren la inviolabilidad de las leyes vigentes y de las que han de seguir de carácter social para todo el país. Nuestra política social ha sido ya ampliamente difundida y se basa en la necesidad de que, en este país, no existan hombres exageradamente ricos, ni hombres exageradamente pobres. En los tiempos modernos no se puede aceptar la desgracia que representa la miseria en medio de la opulencia. El ejército, que se hizo cargo de la cosa pública, lo ha hecho por una circunstancia especial. El ejército, que es la fuerza moderadora de los Estados en la época presente, se hizo cargo de la Nación en un momento en que no había quién asegurase todos los aspectos de la justicia en el país. Ello nos ha permitido acercar al ejército a la masa trabajadora, realizando así una conjunción indispensable en el Estado moderno, porque los dos representan, en su aspecto cualitativo, la masa de la Nación. Nosotros no hablamos de los trabajadores con conocimientos teóricos; recibimos vuestros hijos y vuestros hermanos, conocemos vuestros pesares y vuestras desgracias, sabemos cómo viven los hombres de la patria, cómo se educan, cómo se prepara el porvenir de la masa, porque la masa es la única que hace felices a los países, haciendo su propia felicidad. Hemos afirmado, asimismo, que la Secretaría de Trabajo y Previsión, es la casa de todos los trabajadores. Esta afirmación no es teórica. A sus puertas nadie ha golpeado sin encontrar solución a sus problemas. La Secretaría de Trabajo y Previsión no es un organismo burocrático más, sino que es un organismo activo, de defensa de la clase trabajadora. Nosotros interpretamos nuestro deber, reemplazando las diferencias que hay entre el capital y el trabajo y han llegado a alterar la verdadera justicia social; del mismo modo que un rico industrial, ya de por sí posiblemente más capacitado para la lucha por la vida, dispone del dinero cuando no de una inteligencia superior, de los medios para comprar quien lo asesore y aún, en algunos casos, para comprar a los jueces -cuando son venales- para que fallen en su favor. El trabajador, en cambio, está privado de los medios necesarios para comprar inteligencias y venalidades. Debe tener pues, dentro del organismo estatal, algo que lo resguarde y que le permita compensar esa odiosa diferencia. El organismo de la Secretaría de Trabajo y Previsión es el que ha de asesorar y defender a los obreros en todos los casos, porque dispone de los técnicos y de las inteligencias necesarias para asesorarlos con la misma fuerza de convicción que puede comprarse con el mayor dinero del mundo. Es por eso que con toda lealtad y con toda sinceridad, al comenzar nuestra obra, pedí a los obreros argentinos que tuvieran confianza; la necesitábamos, para poner en marcha ese mecanismo, de parte de los hombres humildes que forman la masa de la Nación. Si ustedes tienen confianza en la Secretaría de Trabajo y Previsión, encontrarán allí siempre una entidad que ha de obrar para y exclusivamente en la defensa de los intereses humildes del país. Y si algún día los azares del destino hacen volver tiempos que no queremos recordar, si ustedes han defendido a la Secretaría de Trabajo y Previsión, encontrarán aún allí, en los malos tiempos, un organismo que vivirá para defender vuestros intereses. Los que ha vivido y medrado con la miseria de las masas argentinas, han dicho que nosotros somos enemigos de las sociedades y agrupaciones obreras. Nada es más inexacto. La Secretaría de Trabajo y Previsión necesita de las agrupaciones bien constituidas, que le hagan llegar las necesidades de la masa, como una tarea indispensable de información a fin de proceder. De manera que no solamente propugnamos y defenderemos siempre las agrupaciones obreras, sino que es indispensable disponer de esas agrupaciones para poder cumplir con nuestro cometido. Sin embargo, las sociedades que nosotros combatimos son aquellas que no están dirigidas por trabajadores auténticos, es decir, por aquellos dirigentes que se sirven de la masa para comerciar con su miseria llegando a entenderse con los enemigos gremiales, sacando provecho de las dos partes. Esos que son y han sido los verdaderos Judas de los trabajadores, y que han actuado permanentemente en contra de los intereses de los trabajadores, han sido nuestros verdaderos enemigos. Nosotros no aceptamos intermediarios entre los obreros y los patrones; exigimos trabajadores auténticos para tratar, como también exigimos patrones auténticos para negociar todos aquellos acuerdos que van directamente a establecer esa armonía entre el capital y el trabajo, sin la cual necesariamente sobreviene la anarquía que destruye el trabajo y los valores que el mismo crea en el país. Por eso me voy a permitir aquí dar un consejo a ustedes, que en su mayor parte son los dirigentes de las agrupaciones de esta zona de la provincia. Piensen siempre que las agrupaciones gremiales que defienden los intereses de los obreros, deben estar perfectamente organizadas para que no se introduzcan esos falsos apóstoles que se hacen pasar por dirigentes obreros. Elijan ustedes sus propios conductores entre los más capacitados y, sobre todo, entre los más leales y sinceros servidores de la masa. Mantengan una absoluta disciplina gremial, obedezcan a sus dirigentes bien intencionados y, sobre todas las cosas, no permitan que dentro de las agrupaciones se introduzca la política, que es el germen más disolvente de todas las organizaciones obreras. La política y las ideologías extrañas que suelen florecer en las masas son como una bomba de tiempo lista para explotar y llevar la destrucción al gremio, el que no debe ocuparse de cuestiones ajenas a sus intereses y a sus necesidades. La obra emprendida ha de seguir adelante con el mismo ritmo que hasta ahora. Hemos de ocuparnos paulatinamente de las mayores agrupaciones, a fin de ir conquistando, lo más rápidamente posible, todas las ventajas que favorezcan al mayor número. En ese sentido, el estatuto del peón es una cuestión compleja que se está estudiando minuciosamente, a fin de implantarlo en toda la República en forma simultánea. Entendemos que la situación de los peones en todos sus aspectos llegó, en ciertas oportunidades, a ser una forma disimulada de la esclavitud, porque no de otra manera ha de llamarse a la situación en que se hallan los hombres que ganan 15 ó 20 pesos por mes en este país. Respecto de este asunto ya he afirmado en otra parte, que el que tenga la tierra ha de laborarla, y el que no pueda pagar peones, que la trabaje personalmente, y si no es capaz de trabajarla, que la venda. En este sentido hemos de ser absolutamente inflexibles porque no se puede tolerar, ni se tolerará en manera alguna, que los hombres puedan seguir permaneciendo en esta situación, sobre la que ya existe demasiada experiencia. Cada familia obrera, los trabajadores del campo, deben contar con un salario adecuado, con un trabajo libre e higiénico y gozar también de la vivienda a la que tienen derecho todos los hombres que laboran. Este problema dentro del país en parte es aterrador y constituye el origen de grandes males que azotan a nuestra sociedad. He dicho que vamos a construir 100.000 casas y lo sostengo. No hemos de dejar pasar el tiempo sin comenzar a construir en todos los lugares de la Nación casas limpias, higiénicas y agradables para los trabajadores. Muchas veces me han preguntado, cuando yo me he referido a este asunto, quién iba a pagar esas 100.000 casas, y yo he contestado que no importa. Ya encontraremos quién pague las casas para los obreros. En un país donde hay tantos miles de millones de pesos, no han de faltar 1.000.000 millones de pesos no ha de faltar para pagar la construcción de las 100.000 casas para obreros. Otro punto importante a resolver es el seguro y la jubilación. Pensamos que en este país debe llegar el día -y debe llegar pronto- en que ningún hombre que haya trabajado llegue a la vejez o a la invalidez sin tener un medio de vida asegurado por el Estado, quien debe organizar las fuerzas necesarias para mantener a los hombres que han consumido su vida en el trabajo. Debe desaparecer la época en que al hombre envejecido en el trabajo, se lo larga al campo para que muera como un caballo. En ese sentido existen en el país, no menos de 60 cajas de jubilaciones, algunas de ellas, como la de los ferroviarios, que no alcanzan a pagar el 10 por ciento de las jubilaciones a que tienen derecho sus asociados, que han contribuido durante toda su vida con sus aportes. Este panorama de las cajas de jubilaciones ha de desaparecer; hemos de refundirlas y crear un instituto único para todas las cajas, en forma de suprimir los 60 directorios pagos, las casas pagas, etcétera. Racionalizando todas estas cuestiones, han de ser más ajustados y mejor administrados los bienes que esas cajas poseen y que son cuantiosos. Establecido esto, hemos de llegar al seguro general para todos los habitantes de la República. Uno de los postulados de la Revolución del 4 de junio es la unión de todos los argentinos. El exceso de individualismo había llegado en nuestro país a una disociación; comenzábamos a ser uno enemigo de todos los demás; los fraccionamientos políticos y dentro de los partidos el fraccionamiento en sectas o caudillos y dentro de éstos en pequeños caciques, habían disociado totalmente al pueblo argentino. Nosotros deseamos que en esta tierra no haya más que argentinos unidos por el gran sentimiento de argentinidad, sin el cual difícilmente llevaremos a buen puerto a este país grandioso y rico, que todos los días debería dar gracias a Dios por haber recibido a manos llenas los bienes y la riqueza material de que dispone; pero esa riqueza material no ha de fructificar y se ha de transformar con el tiempo en miseria y pobreza si nosotros no somos capaces de cultivar, dentro de nosotros mismos, esa mayor riqueza que representan los bienes espirituales, que son los únicos eternos y los únicos que hacen grande a la patria. Esta unidad que anhelamos, esa purificación espiritual y la depuración de las grandes diferencias entre los poderosos y los humildes han de constituir el ideal por el cual hemos de propugnar permanentemente. En esta tierra, ningún hombre debe sentirse olvidado por el Estado, ya sea aquel que mediante un capitalismo espúreo explota a la masa, o la masa que se siente injustamente explotada por hábiles financistas internacionales que han hecho de nuestra patria un cuerpo disociado, que nosotros hemos de amalgamar a la luz de un solo sentimiento que es puro: el de la nacionalidad. Cada uno de ustedes debe sentirse indispensable, porque el más humilde de los hombres juega un rol importante, pues constituye la célula que ha de unirse a las demás para salvar a la patria en los momentos en que se halla en peligro y para elaborar permanentemente su grandeza. Si en esta tierra cada uno no se siente indispensable y útil, poco podremos hacer nosotros, aunque unamos la masa de todos los confines de la Nación. Cada uno de ustedes debe sentirse, en todo momento, un argentino que sumado a los demás, forman los 14 millones de criollos que dan alma y fuerza a la nacionalidad. Finalmente, hemos dicho que trabajamos para todos los argentinos y ésa es también una verdad real. Trabajar para todos los argentinos es hacer lo que acabo de expresarles: tratar de unir a los argentinos para que no exista ni en el orden interno, ni en el orden externo, una fuerza capaz de separarlos, y el día que hayamos de jugar nuestro destino, la patria nos encontrará unidos y solidarios para morir por ella si es preciso. Quien se sintiese olvidado debe hacer llegar a la Secretaría de Trabajo y Previsión sus cajas y sus anhelos. Allí estamos esperando la voz de los que trabajan y de los que sufren, y no olviden que nadie llama en esa casa en vano, sea hombre o sea agrupación. Personalmente, con el apoyo del excelentísimo señor Presidente de la Nación y del gabinete que colabora en sus tareas, he aceptado la responsabilidad de tomar a mi cargo la defensa de la clase trabajadora. Entiendo esa causa y esa defensa - tal como la entienden los soldados- resumiéndola en estas palabras: defenderla hasta morir por ella, si es necesario. .........
1944-06-28
En acto en honor al coronel Perón organizado por las Vanguardias Obreras Católicas
Señores: Celebro tomar contacto nuevamente con la Federación de Obreros Católicos, y especialmente con los vanguardistas. Siempre ha sido y es para mí un placer extraordinario acercarme a los hombres que trabajan; pulsar sus necesidades y la grandeza de las almas sencillas, máximo cuando ellos obedecen a esa doctrina en que hemos desarrollado y ampliado nuestras almas los católicos. En mi doble carácter de católico y de soldado, aprecio este presente que colma todo mi orgullo de Secretario de Trabajo y Previsión, y de soldado. Agradezco especialmente a los obreros católicos. La República Argentina es producto de la colonización y conquista hispánica que trajo, hermanadas a nuestra tierra, en una sola voluntad, la cruz y la espada. Y en los momentos actuales parece que vuelve a formarse esa extraordinaria conjunción de fuerzas espirituales y de poder que representan los dos más grandes atributos de la humanidad: la cruz y la espada. Por eso es especialmente grato a mi espíritu todo lo que sea agrupación católica, porque es agrupación de paz, de armonía y de sentido místico, sin lo cual, el mundo no puede ir sino a la anarquía social. Sostenemos en la Secretaría de Trabajo y Previsión que los problemas sociales no se han resuelto nunca por la lucha sino por la armonía. Y es así que propiciamos, no la lucha entre el capital y el trabajo, sino el acuerdo entre unos y otros, tutelados por la autoridad y la justicia que emana del Estado. Lo entendemos así los soldados, porque a fuerza de ser técnicos en la lucha es que amamos tanto la armonía y la paz. La implantación de la enseñanza industrial en la juventud argentina por medio de la Secretaría de Trabajo, podemos decir que es una conquista de ustedes, que nosotros hemos promulgado con los hechos. Sabemos bien cuánto han luchado ustedes para obtener esa enseñanza que honra tanto al país por la dignificación de sus obreros. La industria argentina comienza a nacer. En la época actual ninguna nación puede llegar a ser industrial en el concepto integral de la palabra -es decir, en grado tal, que pueda competir con cualquier otro país del mundo- si no perfecciona su mano de obra para estar en condiciones de superar a los demás competidores en los mercados del mundo. Por esa razón la Argentina no puede aspirar a convertirse en un país industrial sin preparar su mano de obra por la instrucción y educación de sus operaciones. Cuando se dijo que el país seguiría siendo colonial, mientras no hubiera una industria -que es también una verdad del presente- pensamos nosotros en la Secretaría de Trabajo, que la Argentina no tendría una industria hasta que no hubiera racionalizado la formación de sus operarios, en que cada uno, mediante un mejoramiento social, un mejoramiento espiritual y un mejoramiento material, pudiera rendir a esa industria la perfección, que ella exige para poder competir con las demás industrias, en cualquier momento. La Secretaría de Trabajo ha de seguir incansable en esta obra de superación de la masa criolla. Ya Martín Fierro había dicho todas las cosas que le pasan al criollo abandonado de todas las manos, menos de la de Dios, a pesar de lo que se acostumbra decir. Sin embargo, esa afirmación se sigue repitiendo desde entonces hasta nuestros días, sin que nadie acertara cómo debe encararse el problema de dar a ese pobre criollo una mejor existencia. Yo digo que no se necesitaba nada más que empezar. Nosotros no hemos realizado ningún milagro al comenzar con toda decisión a infundir en las masas una justicia social por la cual clamaban hace más de cuarenta años todos los trabajadores argentinos. Nosotros, simplemente, hemos realizado algunas de las tantas cosas que se habían dicho hasta este momento; porque la Secretaría entiende que el ritmo de la hora no permite continuar estudiando los problemas, tan estudiados ya, sino realizarlos. Y continuaré fiel a esa consigna, que seguirá rigiendo inquebrantablemente los destinos de esta Casa: "Mejor que decir, es hacer; y mejor que prometer, es realizar". Los obreros católicos bien organizados y excelentemente dirigidos, necesitan recordar un pedido del Secretario de Trabajo y Previsión. Y es que defiendan a ese organismo porque él ha sido creado no como un organismo estatal más, sino con un criterio eminentemente obrero y social. Ustedes necesitarán de ese organismo que es el de ustedes. Y ese organismo necesita de todos los obreros argentinos, porque nosotros, no somos eternos. Somos sólo un segundo en la vida de un país. Nosotros desapareceremos. Cambian los tiempos y los gobernantes. Solamente ustedes podrán conservar pura e incontaminada esa Secretaría como un instrumento obrero para el obrero. Y tengo la aspiración de que el primer ministro del Trabajo sea también un obrero. Para terminar, señores, yo agradezco profundamente conmovido el obsequio de este gallardete que tendré siempre a mi vista para recordar que la gratitud de los obreros me obligará cada día a trabajar más por esta causa que considero la causa del país y la causa de la Revolución del 4 de Junio. Y para reafirmar por sobre todas las cosas: que si a esta Revolución le quitáramos su contenido social, pasaría a ser una Revolución más, intrascendente en la vida del país, e incapaz de resolver el problema que, en mi concepto, es absolutamente básico: el de la nacionalidad. La conquista de la República, en su aspecto político, social y económico, puede realizarse tan sólo de una manera; y con cada uno de los hombres argentinos, desde el más poderoso hasta el más humilde, asignándoles un puesto indispensable en la sociedad para que él comprenda que si trabaja incansablemente por la patria, ningún incidente interno ni externo, podrá doblegar a un país de catorce millones de argentinos que se sienten hermanos; que rezan a Dios; y que se unen para combatir por sus ideales. ...................
1944-06-30
En la entrega del aporte escolar para los niños del Catamarca y La Rioja
En la entrega del aporte escolar para los niños del Catamarca y La Rioja Escolares Argentinos: Hace muy poco tiempo, el Presidente de la Nación, acompañado por hombres del gobierno surgido de la Revolución del 4 de Junio realizó una de sus primeras visitas al interior del país. Una elevada finalidad social imponía que el general Farrell apreciara de cerca los problemas que plantea la reconstrucción de San Juan; las aspiraciones del pueblo de la Provincia de Córdoba; las necesidades apremiantes de Catamarca y La Rioja. Era absolutamente imprescindible que el gobierno de la Revolución de Junio arbitrara soluciones concretas, inmediatas, tangibles, a tantos males que sufren inocentemente los argentinos en virtud del olvido o de la inacción. Sabíamos, porque el fantasma se había agitado ya muchas veces, que Catamarca y La Rioja, sufrían dolorosamente por la imprevisión de los mandatarios; pero fue igualmente penoso comprobar que muchos miles de argentinos de todas las edades, se hallaban desamparados. Los campos, yermos por la falta de agua no devuelven allí sus frutos generosamente al hombre que los cultiva como ocurren en otras regiones del país. El sufrimiento del que, cumpliendo con el precepto cristiano pretende arrancar a la tierra su recompensa, se vuelve estéril y los hombres y mujeres elevan sus ojos al cielo en una constante demanda que los libere de la miseria. El gobierno debió construir hace muchos años, obras de riego, diques, canales, estanques y otras instalaciones, que permitieran el regadío de esos campos. Pero nada o casi nada se hizo. Pudo el General Farrell comprobar que las madres se veían obligadas a sufrir por el destino de sus niños argentinos y que éstos concurrían muchas veces con hambre a las escuelas. Vivamente le impresionó el cuadro y trazó sus planes para el porvenir. Os hablo en este lenguaje sencillo porque deseo que cada uno de vosotros me entienda lo suficiente y que cuando lleguéis a ser grandes, os queden grabadas mis palabras para siempre en el corazón. Una vez en Buenos Aires, el presidente de los argentinos expresó a toda la Nación el sentimiento que había sobrecogido su espíritu, llamando al corazón de todos en el deseo de despertar la solidaridad para con nuestros hermanos de La Rioja y Catamarca que no por ser pobres y menos afortunados, son menos argentinos. Estoy seguro que aquellas palabras llegaron también a vuestro corazón haciendo brotar generoso e incontenible el deseo de haceros presentes en la ayuda a los escolares riojanos y catamarqueños. Dijo entonces el primer mandatario: "Procuremos la felicidad de nuestro pueblo". Y esas palabras encierran el verdadero sentir de los hombres del actual gobierno. Queremos que todos los argentinos puedan mirar de frente al porvenir que nadie tenga dudas sobre el grandioso porvenir de la patria que vosotros, escolares porteños tendréis que defender para que sea grande y soberana. Bajo los gloriosos pliegues de nuestra bandera no puede ni debe haber niños argentinos que no puedan ir a la escuela o que tengan que ir a ella mal alimentados. Tampoco los debe haber que vivan desnutridos en hogares sin luz y sin calor. Luchamos, los hombres de este gobierno, porque vosotros, los niños podáis vivir despreocupados del presente, entregados a vuestros juegos y a vuestros estudios, amparados en una familia cristianamente constituida, seguros del porvenir. De ese porvenir sin mancha que se os habrá de entregar en custodia mañana y del que tendréis que responder ante vuestros hijos como nosotros respondemos ahora. El noble gesto que os honra, será el mensaje generoso que recibirán vuestros hermanos del norte. Estoy seguro que os habéis desprendidos de un juguete, de una moneda destinada a golosinas o de una prenda de vestir para ofrendarlo al hermanito de Catamarca y La Rioja. Esa satisfacción que habéis sentido entonces, cuando entregabais lo vuestro en beneficio de otro niño argentino, tiene un nombre: se llama patria. Mañana, cuando seáis grandes recordad este gesto. Y si os toca ser obreros, comerciantes, profesionales o soldados, se siempre generoso, bien intencionados, honestos. Así haréis patria. En nombre de los niños de Catamarca y La Rioja: muchas Gracias escolares de Buenos Aires. ............
1944-07-03
En el 25º aniversario de la creación de la Caja de Jubilaciones para ferroviarios :
Señores: Agradezco esta amable invitación de ustedes para que les dirija la palabra. Una Caja de Previsión, para la Secretaría de Trabajo, es un jalón que plantamos en el camino que nos hemos propuesto realizar. Cuando el país cuente con el número indispensable de cajas para asegurar la vejez y la invalidez de todos los ciudadanos de la patria, ese camino -estoy absolutamente persuadido de ello- será un timbre de honor para los gobernantes y para los funcionarios del Estado. Honor que alcanzará a todos, desde el más encumbrado hasta el más modesto "empleadito del gobierno", según la expresión del doctor Córdoba. La admirable concepción del doctor Córdoba acerca del empleado del Estado debería ser una cartilla que rigiera en todos los establecimientos de la Nación. Es emocionante para un funcionario que a un hombre del talento y de la facilidad de expresión del doctor Córdoba pueda llenársele los ojos de lágrimas, haciéndole vivir esa vida noble y abnegada del empleado, que tantos ignorantes desprecian porque desconocen que el país no puede marchar, si al engranaje del Estado le falta ese fundamental resorte para su movimiento. Dentro de las concepciones que hemos anunciado al país, la de que cada argentino -aún desde el puesto más humilde- se sienta indispensable en la vida del Estado, es el objetivo final a alcanzar en ese programa de la Revolución que el día 4 de Junio dijo: "queremos que todos los argentinos se unan en un solo ideal y con una sola finalidad: la patria". Y bien, agradezco a ustedes el haberme hecho el insigne honor de pensar que este modesto soldado honre y estimule con su presencia el trabajo de esta casa, trabajo que lo sé honrado, leal y sincero. .............
1944-07-04
En la visita que hicieron a la Secretaría de Trabajo, tenedores de títulos de la Chadopyf
Sean todos ustedes bienvenidos a esta casa, que como ha dicho el señor Fernández, es la casa del pueblo, pero la verdadera casa del pueblo. A nosotros no nos interesan ideologías ni tendencias. Esta es una casa que comparten los hombres que trabajan y sufren, y el Estado, que debe ser la fuerza que tutela todos los derechos y ampara todas las desgracias. Las reclamaciones de ustedes están animadas de un hondo anhelo de justicia. Es obligación de la Secretaría de Trabajo y Previsión, defender los ahorros, porque el ahorro es la primera de todas las previsiones sociales. Tampoco es el de ustedes, desgraciadamente, un caso nuevo, y no lo es, porque yo he oído de mis antepasados las primeras maniobras de ocasionales debenturistas que tuvieron, en general, consecuencias no menos infortunadas que la de ustedes. La C.H.A.D.O.P.Y.F. no tenía por qué haber producido tales resultados, si no hubiesen existido algunas maniobras que no son claras. Sé que la justicia ha comenzado a desentrañar esta terriblemente complicada madeja de los debentures, de las acciones de las construcciones y del funcionamiento de toda esa red de subterráneos que ha sido construida con capitales que se han introducido en el país; y con una gran parte de capitales extraídos de la masa pobre. Es necesario que llegue un momento en que la justicia pueda dictar su fallo. Es natural, y ustedes lo comprenden muy bien, que la Secretaría de Trabajo no podría ponerse a acelerar el trámite de la justicia en forma absoluta. Yo les prometo en cambio, que este organismo de acuerdo al petitorio, va a formar una comisión con algunos funcionarios de la casa para que tome bajo su dirección las gestiones que hayan de realizarse ante el gobierno de la Nación. Como yo no soy hombre que promete lo que no puedo cumplir, no quiero decir a ustedes, que tratándose de un asunto que sólo me compete en forma indirecta, pueda resolver yo exclusivamente. Yo sólo puedo poner mis buenos oficios y la fuerza moral de convicción que tiene esta casa, cuando defiende una causa justa: porque jamás ha defendido una causa injusta. Empero, yo les aseguro que estudiaremos este asunto con todo el calor, la lealtad, la sinceridad que ponemos en todos los actos que aquí se realizan. Designada esa comisión, hemos de trabajar nosotros para llevar adelante la cuestión en forma de que progrese con la mayor rapidez. Sobre todo, que la justicia que ha de distribuirse, no alcance primero a los poderosos que a los humildes. Defenderemos en primer término a los humildes, que es la gran masa de los debenturistas de la CHADOPYF. Finalmente, no sé en cuanto tiempo -porque no quiero que luego se diga que he prometido una cosa que no puedo cumplir-; no se en cuanto tiempo, digo, lograremos la ansiada solución. Pero les aseguro que hemos de poner toda nuestra buena intención y toda nuestra capacidad al servicio de un apremio en los trámites, para resolver el problema a la brevedad. Para terminar, está de más que yo les diga que esta casa está siempre abierta para toda gestión o diligencia que ustedes quieran realizar. Nosotros atendemos todos los asuntos que interesan a la gente que trabaja y que se sacrifica. ............................
1944-07-08
En la asunción al cargo de Vicepresidente de la Nación
Compatriotas: La presencia de los trabajadores del país en esta histórica plaza, en representación de 40 sindicatos argentinos que comprenden la hora y que viven las inquietudes del gobierno de la patria, constituye para mí el más insigne honor y el estímulo más significativo que yo pudiera recibir. Sólo ostento tres títulos que me enorgullecen: el de ser soldado, el de ser considerado primer trabajador argentino y el de ser un patriota. El de soldado me lo he ganado con 35 años de servicios, honradamente prestados a la Nación; el de trabajador argentino me lo habéis otorgado vosotros con un gesto que colma mi felicidad de hombre y de ciudadano, y el de patriota lo debo a la Providencia, que ha hecho que tenga la dicha de haber nacido en este país, que tanto amo y amaré por sobre todas las cosas. Al asumir la alta función para la que he sido designado por el excelentísimo señor presidente de la Nación, estos tres títulos serán el mandato que encaminará mi acción durante el desempeño de mi alta investidura: el de soldado, para cumplir las finalidades fijadas por el Ejército de la patria, que no sabe de egoísmos ni de claudicaciones mezquinas; el de primer trabajador argentino, para continuar en la defensa de la clase trabajadora en que nos hallamos empeñados por mandato de una justicia superior a todas las demás, que es la de lograr la felicidad de la patria buscando el bienestar de las masas que laboran su grandeza; el del patriota, para trabajar hasta el último aliento por el engrandecimiento material y moral de nuestra patria; y, si fuera necesario, cuando ninguna energía quede, ofrendar la vida en su defensa donde fuere menester. Sé que seremos combatidos, pero sé también de nuestra voluntad y de nuestra férrea energía y afirmo que no hemos de desmayar en la defensa de estos ideales que constituyen la necesidad básica y fundamental del Estado en estos momentos. Al hablar en otra oportunidad a los trabajadores de la patria, les solicité que tuvieran confianza en nuestra honradez y decisión. Hoy me encuentro absolutamente persuadido de que esa confianza existe y que ella debe constituir el fundamento de lo que les pediré en este momento a los trabajadores compatriotas. Es necesario que esa confianza se transforme hoy en fe sobre lo que todavía debemos realizar, y que realizaremos cualesquiera sean los obstáculos que se opongan, porque no medimos el esfuerzo ni mediremos el sacrificio, pues tratándose de ofrendar todo lo que tenemos, en aras de la patria, no puede existir limitación mezquina de ninguna naturaleza. Esta confianza que habéis dispensado y esta fe que estoy seguro dispensaréis, tienden a un objetivo superior: a la unidad de todos los argentinos, para lo cual es necesario hacer desaparecer luchas odiosas y diferencias absurdas, para que en este país, con nuevos ideales, con los lábaros de la pureza y virtud a su frente, se pueda decir algún día que se ha cumplido el ideal, tan antiguo como el mundo, de que no haya hombres excesivamente ricos ni hombres excesivamente pobres. Cuando esas diferencias hayan desaparecido, lograremos la unidad por el convencimiento de que cada argentino, por humilde que sea, por insignificante que pueda ser el puesto que ocupa en la Nación, es un elemento indispensable en el país, que debe trabajar con todo empeño a fin de que todos vayamos adelante, sin desfallecimientos. Es necesario que la Revolución llegue a las almas, porque en este país, donde la naturaleza, con toda prodigalidad ha derrochado a manos llenas la riqueza material, deberíamos dar todos los días gracias a Dios por sus dones maravillosos; pero esa riqueza no es todo, es necesario tender también hacia la riqueza espiritual, hacia eso que constituyen los únicos valores eternos y que son los que unirán, si es necesario, a los catorce millones de argentinos, en defensa de la patria, a costa de cualquier sacrificio. Es menester seguir esta acción porque la patria se encuentra en la buena senda de su salvación. Hoy la voz de orden debe ser "adelante sobre este camino" y ello es lo que yo pido a todos los compatriotas, amigos o enemigos, por la suprema dignidad del Estado; por la obligación que tenemos de seguir adelante, honrando las virtudes de nuestros mayores y aspirando a la felicidad de nuestros descendientes. El excelentísimo señor presidente de la República se encuentra totalmente afónico, pero me ha encargado que les haga llegar su saludo afectuoso y lleno de emoción a los trabajadores, que restando horas a su descanso vienen a saludarnos. ...................
1944-07-12
En la primera comida de camaradería de los aviadores militares, navales y civiles
Excelentísimo señor ministro; colaboradores de la aviación naval, civil y militar: Mi adhesión resultará hoy un número fuera de programa, porque hablo en mi carácter del más moderno de los aviadores del Ejército, título con el que he sido altamente honrado hace pocos días, por la amabilidad de estos queridos camaradas del aire, que han ocupado muchas horas de vigilia y de pensamiento del Ministerio de Guerra. Hablo en nombre del excelentísimo señor Presidente de la Nación, que, a fuerza de franqueza y de sinceridad, ha sido quién, realmente, ha dado las directivas para toda la obra realizada en la aviación del Ejército. En su nombre saludo en primer término a las damas aviadoras que dan marco y embellecen esta fiesta de camaradería y de amistad; saludo también en su nombre a los agregados aeronáuticos y aviadores extranjeros que nos acompañan; a los aviadores navales, civiles y militares argentinos, como asimismo a la fábrica IMPA, a quienes estamos estrechamente ligados en este esfuerzo en bien de la patria, que no reconoce limitaciones y que coloca por sobre todas las cosas el patriotismo, que es también patrimonio de los argentinos. Celebro, señores, ver unidos a todos los aviadores, sean de tierra o mar, militares o civiles, y atribuyo esta unión a la acción de nuestro preclaro ministro de Marina, que ha realizado entre el Ejército y la Armada lo que deseábamos desde hace tantos años, y que todavía no había sido logrado. Brindo así, en nombre del ejército, un saludo y su reconocimiento a nuestros marinos, que sabrán jugarse su destino junto a nosotros en un único deseo: el de hacer grande, libre y soberana a nuestra Patria. El resurgimiento de las fuerzas aéreas argentinas es el producto de los ideales jóvenes que las luchas de generaciones han retardado siempre. La aviación es, por antonomasia, el arma de los jóvenes. De ellos recibe la fuerza y la sangre y se apoya en la ciencia y en la experiencia de los viejos que tanto vale y tanto impulsa en la vida de los jóvenes. La Revolución no podía permanecer indiferente ante el verdadero problema de la hora. La República Argentina se encontraba en veinte años de retraso con respecto a sus fuerzas armadas del aire. La industria se hallaba también grandemente atrasada. El Estado no había podido solucionar el problema porque intereses extraños a las necesidades de la Defensa Nacional, habían interferido ideas que eran viejas como la aviación misma. Sin embargo, no ha habido que vencer grandes dificultades; ha sido necesario entregar la aviación a los hombres del aire, los únicos capaces de llevarla al estado que ella merece para los intereses de la Nación. Entiendo, señores, que en esto no ha habido milagro alguno; es, solamente, la consecuencia de la lógica: suprimir, donde hay ciencia, la intervención de los amateurs. La aviación moderna necesita de los aviadores capacitados. Todos los países del mundo que he recorrido, tienen sus fuerzas aéreas en manos capaces, y entiendo por capaces las fuerzas aéreas, militares o navales, en las que existen, por lo menos, veinte capitanes de navío o coroneles que mantienen la actividad de vuelo. Ello es lo que esperamos realizar. Formar la más sagrada y más importantes de las misiones: el arte de volar. De ese arte que todos ven, pero que pocos comprenden, porque en él, como en todas las artes, lo fundamental es el artista complementado por los elementos que capacitan el desarrollo del genio de los hombres, como parte vital de ese mismo arte. Así, señores, trabajamos por una aviación unida y poderosa. Para ello esperamos mucho de los industriales, civiles y militares, porque pensamos que, de ahora en más, la Argentina, para realizar este milagro, no podrá contar sino con sus propias fuerzas. ...........................
1944-07-14
En el acto en que obreros cerealistas entregaron un pedido al secretario de Trabajo
En primer término y como dueño de casa les doy la bienvenida a la Secretaría de Trabajo y Previsión. Entre las obligaciones fundamentales de esta Secretaría está, precisamente, la de escuchar las aspiraciones naturales y lógicas que todos los trabajadores, y en este caso ustedes, hacen llegar a la misma. Representaría para nosotros un grave problema la no solución de la situación creada a los empleados y obreros de los elevadores de granos. Tan pronto como tomé conocimiento del memorial que hoy presentan, pues lo recibí con anterioridad, consulté al señor ministro de Agricultura sobre diferentes cuestiones. El señor ministro me ha adelantado su excelente predisposición de ánimo para solucionar los problemas en la forma más justa posible y, en general, accediendo a todas las aspiraciones que ustedes traducen en ese memorial. Ahora, con los elementos de juicio más completos que ustedes presentan, haré las gestiones necesarias ante el señor ministro de Agricultura, para obtener un reajuste detallado y lo más perfecto posible de las diversas cuestiones, a fin de estabilizar la situación en tal forma que ninguno de ustedes pueda ser perjudicado con las medidas a tomarse por el Ministro de Agricultura. Al aceptar este memorial, cumplimos con la obligación básica de la Secretaría de Trabajo y Previsión, y hemos de poner el mismo empeño de ustedes para obtener la solución que mejor convenga a los intereses de los empleados y obreros de los elevadores de granos. Finalmente, y antes de despedirme, les recuerdo que si lo que solicitan, en forma conjunta o individual, no ha sido satisfecho de conformidad con sus aspiraciones, tienen ustedes en esta casa un defensor que tomará la causa de ustedes como si fuera la propia, porque en ello va implícita nuestra función y nuestra obligación dentro del Estado. Con estas palabras deseo significarles que las puertas de esta casa están siempre abiertas, y nosotros siempre diligentes para atender cualquier asunto que se nos pueda presentar en el futuro. Pondremos toda nuestra voluntad y capacidad en resolver los problemas de los hombres de trabajo que no tienen quien los dirija en sus diligencias ante las autoridades. Dicho esto está de más que les ofrezca la casa. Lo hemos dicho repetidas veces: Esta es la casa de todos los hombres que trabajan. .........
1944-07-14
Discurso pronunciado cuando se otorgó al ministro de Marina, contralmirante Teisaire, el distintivo de oficial de estado mayor
Señor Ministro: Uno de los principios más fundamentales de la conducción de una guerra moderna, impone la unidad en la dirección y en la ejecución de las operaciones. Hoy, las fuerzas, sean de mar, de tierra o de aire, representan una sola fuerza que combate en medios distintos, pero con una única finalidad, la victoria. Tenemos entendido que para que esta finalidad exista en la guerra, es necesario afirmarla en la doctrina de paz, que es la tesis de la superación que pudiera existir en cualesquiera de los organismos nacionales. El excelentísimo señor presidente de la Nación, termina de encargarme que sea yo portador de su palabra y de su parte, poneros en el pecho el distintivo de "Oficial del Estado Mayor del Ejército", cuyo lema es "Ser, más que parecer". Y en nombre del Ministerio de Guerra le voy a hacer entrega de un fascimil del sable del general San Martín, que es su réplica y que tiene para nosotros el significado de la virtud, en el comando de las fuerzas". .............
1944-07-17
Ante una delegación de carniceros
He de apoyar el pedido que formulan porque soy un decidido partidario de la designación de un día del año para caracterizar el gremio de los carniceros. Ello, para mí, forma parte integrante de la fuerza ética que el gremio debe poner en su organización sindical. Las organizaciones sindicales de carácter gremial no sólo han de ser comprendidas, sino que es necesario sentirlas. Si solamente se conocen y se comprenden, no se compromete la propia persona a la organización sindical; pero si se siente profundamente, es imposible substraerse a las obligaciones del conjunto del gremio. Por ello es que la institución de un Día del Carnicero forma parte indivisible de esa profesión de fe que todo gremio debe poseer para subsistir y para vencer en la lucha por su existencia y por su mejoramiento. He sido atacado por personas interesadas, lo mismo que le sucede a todos los individuos bien intencionados. Declaro que no me he creído nunca poseedor único de la verdad, pero también afirmo que confieso lo que siento y lo que pienso. Se me ha atacado porque he manifestado que cada gremio sindical ha ser unitario; que en un mismo gremio no debe haber más de una organización sindical. Me dicen que pensando así, yo soy nazi. Si los nazis han pensado así, yo debo declarar que los nazis tienen razón; y si lo digo es, precisamente, porque no me ato a prejuicios ridículos de una determinada ideología. En cambio, voy en busca de la verdad donde ella esté. No hay gremio que pueda lograr sus aspiraciones si no se halla unido en una sola organización gremial. Afortunadamente, los que han combatido el concepto de unidad gremial han sido los "intermediarios", porque tienen interés de mantener su situación. Entiendo por "intermediarios" a aquellas personas que por no ser auténticos trabajadores persiguen objetivos muy distintos de la defensa directa e inmediata del gremio. Cuando un gremio, de cualquier índole que sea, resta fuerzas a su unidad, prepara las disensiones internas. Estas disensiones las podríamos comparar a las grietas que afloran en los muros de un edificio y que en épocas normales no se toman en cuenta; pero cuando sobrevienen los conflictos, o sea, la anormalidad, entonces, sí, se las aprecia en toda su magnitud. Ruge el vendaval; tiembla el terreno; se agrandan las grietas que apenas si se notaban; y el edificio se desploma. De la misma manera, si las organizaciones sindicales no mantienen una unidad absoluta, presentan grietas; y cuando las luchas gremiales las ponen a prueba, es por esas grietas por donde se quebrará la organización. La falta de unidad es el síntoma fatídico de la disociación gremial; y el factor único de debilidad de las masas obreras. Por tales razones, y pese a que se me combate por mis ideas -lo que me tiene sin cuidado- yo las sustento porque son auténtica y aspiran a conseguir el bienestar para los hombres de trabajo. Si las defiendo en la medida que lo hago, no es para obtener ningún provecho personal, sino el bien de los gremios y el bien del país. Esta revolución encierra un contenido social. Sin contenido social, sería totalmente intrascendente y no habríamos hecho otra cosa que una de las veinte revoluciones que han tenido lugar en el país, y que han caído en el vacío, terminando por morir de inanición, desde el punto de vista ideológico, porque no hubieron hombres que las apoyaron. En cambio, nosotros estamos realizando el proceso de la revolución porque ella ha de tener su trascendencia. Sabemos bien hacia donde vamos y lo que queremos: lo cumpliremos inflexiblemente. Sabemos también que una revolución hecha por el ejército, si ha de quedar en el ejército terminará cuando el ejército vuelva a sus cuarteles. Nosotros no deseamos que esta revolución en su contenido social muera de esa manera; queremos que la revolución vaya al pueblo; que el pueblo tome la bandera de la revolución, se haga cargo de ella porque va por buen camino hacia objetivos justos. El día en que el pueblo sea quien tenga la bandera de la revolución, los oficiales volverán a sus cuarteles a cumplir con su obligación específica porque, entonces, serán el pueblo quien lleve adelante las conquistas que nosotros hemos preparado con nuestro esfuerzo honrado. Si algún día se nos enrostrare culpas, esas culpas serán errores de los que no está exento ningún mortal; pero jamás se nos podrá acusar de falta de honradez, de falta de sinceridad o de lealtad. De esto no se nos podrá acusar nunca. Por último, quiero agradecerles su visita para consultarme sobre la fijación de un día del año para el gremio. Les quiero pedir que defiendan siempre su organización gremial, y, que defiendan siempre esta casa, porque en ella no habrán de encontrar nunca segundas intenciones. En esta casa se ha proscripto todo sentimiento que no sea leal y sincero para la defensa de la clase trabajadora. Nosotros dividimos al país en dos categorías: una, la de los hombres que trabajan, y la otra, la que vive de los hombres que trabajan. Ante esta situación, nos hemos colocado abiertamente del lado de los hombres que trabajan; y el Estado nos paga para que cumplamos nuestra obligación, que es la defensa de los hombres que consumen sus energías y tienen derechos que hasta ahora les han sido negados. Alguna vez, ciertas medidas podrán producir inquietud a un determinado gremio; pero tengan el pleno convencimiento de que esas inquietudes son nuestras también. Si alguna medida injusta alcanza a cualquier gremio, no tendrá más que acudir a esta casa, en la que encontrará personas que se empeñarán en la conquista de la justicia social. ..............
1944-07-19
En la ceremonia de asunción del Interventor Federal de la Provincia de Buenos Aires
Compatriotas y comprovincianos: Por primera vez tengo la oportunidad de hablar a mis comprovincianos y lo hago con profunda emoción y con gran cariño, porque yo soy de los hombres que no pueden olvidar donde nacieron. La revolución del 4 de junio, como todas las revoluciones, cumple sus etapas sucesivas; esta revolución ha terminado la etapa de la gestación militar y del golpe de Estado y comienza la tercera y definitiva, que la constituye la metamorfosis de sus finalidades y objetivos, pasando de las fuerzas armadas al pueblo de la República. Esperamos y anhelamos que ese pueblo tome la bandera de la revolución y la haga suya, porque de lo contrario representaría la amenaza de una revolución más sin trascendencia para el país. Cuando el pueblo haga suya la revolución y la defienda con entusiasmo y con su sangre, si es necesario, la revolución del 4 de junio recién habrá triunfado definitivamente. Esta revolución debe ser del pueblo y para el pueblo; no para ser aprovechada por los caducos oligarcas o los políticos camanduleros y buscavidas, sino para que alguna vez en este bendito país puedan empuñar el comando los hombres que más lo merecen por su saber, por su honradez y por su capacidad. Ese, que es el postulado fundamental de la revolución, no ha de ejecutarse hasta que el pueblo no haga suya la revolución y la lleve adelante en contra de estos enormes años acumulados de concepciones y elucubraciones rutinarias. Vivimos horas de acción. ¡Hay que hacer! Hay que llevar la revolución adelante, y el único que la puede llevar adelante es el pueblo en colaboración con el gobierno. Por eso la expresión "dele-dele" cristaliza cabalmente la acción del momento, fija el objetivo a alcanzar: hacer, ejecutar. Por eso, señores, sin invocar otro título que el de ser como ustedes, hijo de la provincia de Buenos Aires, les pido que pongan el hombro a este general que empuña el comando para hacer entrar la revolución en la Provincia de Buenos Aires y ponerla en marcha. Y en mi carácter de primer trabajador argentino, que me honra, pido a los hombres de trabajo, a los camaradas obreros que echen adelante la marcha y no se detengan, cualquiera sea el obstáculo que se anteponga. Deben tomar ejemplo de los torrentes, que rompen lo que encuentran y cuando no tienen potencia ruedan, pero pasan. El objetivo de la revolución es llegar a esa perfección política que haga posible, en los venideros y largos tiempos que hemos de vivir con gloria de patriotas, la honradez administrativa, el honor del hombre civil y ese sentimiento superior a todas las demás concepciones de la vida: el amor a la Patria y la defensa de sus instituciones, que con hombres virtuosos no serán tachadas jamás con razón de imperfectas. ...................
1944-07-20
En acto organizado por la Unión Tranviarios en adhesión al gobierno
Siguiendo mi costumbre no he de hacer un discurso, sino una conversación con ustedes, porque entiendo que la verdad habla sin artificios. En primer lugar, tengo el placer de traerles el saludo afectuoso del excelentísimo señor presidente de la Nación, que se encuentra convaleciente de una indisposición; y que en razón del tiempo inclemente, no ha podido llegar hasta aquí, como era su ferviente deseo. Celebro, en primer término, verlos a ustedes reunidos en un ambiente de admirable camaradería y entusiasmo, que son las únicas fuerzas que pueden hacer triunfar a los gremios en sus justas aspiraciones. La Secretaría de Trabajo y Previsión trae por mi intermedio un cordial saludo para el gremio, con el afecto que ese organismo ha puesto en todos los hombres que trabajan, a los que considera como formando parte integrante de sí misma; pues sus fines son los de defender a las clases trabajadoras, olvidadas durante largos años por quienes tuvieron la obligación de luchar por su bienestar. No han sido palabras vanas las que he pronunciado a este respecto desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, para todos los trabajadores de la Patria. Hemos dicho que nuestra tarea es de armonía. Buscamos que el capital y el trabajo, regidos por el Estado, lleguen a armonizar sus problemas y a elaborar conjuntamente la grandeza de la República, mediante una cooperación jamás interrumpida, y siempre apoyada por las fuerzas sanas de la Nación. Los decretos que hoy hemos traído para leer a ustedes, con la misma satisfacción con que ustedes los escuchan, son una demostración de esa buena voluntad del gobierno, que tiene confianza en los trabajadores del país; y trabaja incansablemente por resolver sus problemas. Y Dios mediante, no hemos de dejar ningún problema por solucionar. Aspiramos a que la Revolución del 4 de Junio sea un movimiento del pueblo y para el pueblo. Varias veces he dicho que no se trata de una Revolución hecha por el Ejército, sino de un movimiento en que el Ejército se hace cargo de la causa de los hombres que trabajan y elaboran la grandeza del país. Por eso aspiramos a entregar esa bandera a las clases trabajadoras, dando así a esta Revolución el contenido social indispensable, sin el cual pasaría a ser un acto intrascendente, sin importancia en la vida de la Nación. Ya los timoratos que llegan hasta mí, me han dicho sibilinamente al oído: "Tenga cuidado; usted hace un juego peligroso con las masas obreras". Yo les he contestado: "Tengo fe en los hombres que trabajan, porque no he sido jamás engañado ni defraudado por los humildes". En cambio no puedo decir lo mismo de los poderosos. Yo sé perfectamente a dónde voy. Buscamos la solución de los problemas para la Nación. Las épocas no son siempre de paz y de bonanza. Los conflictos obreros se resuelven de dos maneras: con la fuerza o con la justicia. Han pasado los tiempos en que los conflictos podían resolverse con la fuerza. La posguerra puede traer problemas que solamente las imaginaciones más privilegiadas pueden prever en toda su intensidad. Esos conflictos, que llegan muchas veces hasta la guerra civil, representan una destrucción tan extraordinaria de los valores, que no existe un solo habitante que no tenga algo que perder en ellos. Para evitar esas conmociones es necesario analizar la situación del país en lo relativo a la justicia social, y buscar de suprimir las causas como única forma de evitar los efectos. Los alzamientos, ya sean desde la más modesta huelga hasta la guerra civil, obedecen siempre a causas que los provocan. En consecuencia, buscamos hacer desaparecer toda causa para asegurar con una armonía, a base de justicia social, la imposibilidad de la alteración de nuestras buenas relaciones entre el trabajo, el capital y el Estado. Se ha dicho también a menudo que nosotros propiciamos unas u otras formas de la agremiación y del sindicalismo. Hay quienes luchan porque un sindicalismo libre permita un tablero de ajedrez gremial y se me ha enrostrado que yo soy nazi o cualquier otra cosa, porque defiendo la unidad de cada gremio. Estos calificativos ya han perdido su valor a fuerza de emplearlos mal o inadecuadamente. Sin embargo yo he de decir y de respetar una y mil veces: Es necesario que cada gremio permanezca absolutamente unido e indivisible, para el logro de sus justas aspiraciones. Entiendo que esa fuerza reside exclusivamente en la unidad. Sé bien que los que quieren fraccionar un gremio lo hacen porque no pueden concertar los intereses gremiales con los intereses personales. Yo defiendo la absoluta unidad de cada gremio porque no tengo nada que ganar ni nada que perder. En este sentido la Secretaría de Trabajo y Previsión, no exige nada. Aconseja a cada gremio lo más prudente para su propio gobierno. Hemos declarado que la agremiación será libre, y hemos de mantener esa libertad; pero nos permitimos aconsejar a los trabajadores, porque esa es nuestra obligación, acerca de cómo serán más eficaces en la lucha por la defensa de sus propios intereses. Finalmente, señores, al haber tenido esta hermosa oportunidad de pasar con ustedes momentos de satisfacción -y no acostumbro jamás decir lo que no siento- confío en que los trabajadores que han educado su personalidad en la mejor escuela del carácter, el trabajo y el sufrimiento, han de entendernos perfectamente. Por eso anhelo y estoy profundamente convencido que hemos de lograrlo; que esta Revolución del 4 de Junio ha de ser de proficuos resultados para la clase trabajadora argentina, porque los que la hemos hecho y la estamos desarrollando y llevando adelante, hemos crecido entre los hijos proletarios de la patria. Hemos tratado e instruido a la muchachada joven y trabajadora del país; sabemos sus problemas; conocemos su vida y sus esfuerzos. Por eso, a pesar de que durante muchos años el Ejército ha estado separado de la masa trabajadora, afirmo que ello no volverá a repetirse jamás en nuestra patria. Hoy conocemos los problemas del país; y sabemos que su grandeza no está en cuatro o cinco familias, sino en el bienestar de todo el pueblo; y el pueblo, son ustedes, señores. No deseo retirarme esta noche sin agradecer emocionado los presentes con que hemos sido agraciados. Al hacerlo declaro que en el desempeño de nuestras funciones cumplimos con un deber para con la Nación como gobernantes o funcionarios del Estado. ......................
1944-07-23
En el almuerzo ofrecido por los ferroviarios de la ciudad de Rosario :
Señores: En primer término deseo hacer llegar a ustedes un afectuoso saludo del general Farrell, quien me ha pedido especialmente que así lo hiciera a todos los trabajadores y habitantes de esta ciudad. Les traigo también el saludo de la Secretaría de Trabajo y Previsión para los camaradas de Rosario, porque en esa casa todos somos y nos sentimos trabajadores. Ha sido para mí un acto simpático y de trascendencia espiritual el haber llegado a esta hermosa ciudad para inaugurar el Hospital Ferroviario, porque con ello comenzamos a plantar los primeros jalones de la previsión social que hemos anunciado. Lo hago con una profunda simpatía, porque recibí aquí el bautismo que tanto me enorgullece, de ser designado por los ferroviarios el primer trabajador de la patria. Impulsado por el deseo de no defraudar esa hermosa designación, que tanto me halaga, hemos declarado que el deber de la hora es hacer, y ello lo hemos sintetizado en nuestra máxima: "Mejor que decir, es hacer y mejor que prometer, realizar". Esta Revolución, que se inició el 4 de junio, aspira a que los trabajadores de la patria, la masa que se sacrifica en la elaboración de la grandeza nacional, tome su bandera y la lleve adelante; porque ninguna revolución puede triunfar sin el apoyo real y sincero del pueblo, único reconocido como soberano dentro de las invictas fronteras de nuestro país. Por ello recuerdo que uno de los postulados más importantes de esta Revolución es la unidad y la unión de todos los argentinos, porque no queremos que nuestra bandera sea bandera de disociación, sino bandera de unión entre todos los corazones que aman a nuestra patria. Esa unión, única capaz de hacer nuestra grandeza, la comenzamos a hacer con sus dos fuerzas fundamentales: el ejército y los trabajadores. Ya han terminado para siempre los oscuros y tristes días en que para no hacer la justicia social se enfrentaba a los trabajadores con el ejército. Hoy el ejército y el trabajo son ramas de un solo árbol: una, los trabajadores que elaboran la riqueza; y la otra, nosotros, los soldados, que la custodiamos. Hallando en estas dos fuerzas, las más importantes, el apoyo entero del país, el gobierno moderno es un problema social. Siendo así, el futuro de la Nación no será de lucha, sino de colaboración, porque la colaboración es la que contribuye, en tanto la lucha destruye los valores de la humanidad. Por eso no estamos contra el capital, sino que queremos que desaparezca de nuestro país la explotación del hombre por el hombre, y que cuando ese problema desaparezca, igualemos un poco las clases sociales para que no haya, como he dicho ya, en este país, hombres demasiados pobres ni hombres demasiados ricos. A los rosarinos quiero hacerles llegar mi palabra con referencia al nuevo gobierno de Santa Fe: la intervención del coronel Arturo Saavedra. El coronel Saavedra y sus ministros, son hombres que ya están absolutamente compenetrados de nuestra doctrina revolucionaria. Ellos piensan como nosotros, que el gobierno, sin un contenido social, no puede llegar nunca a un resultado satisfactorio para la felicidad del pueblo que gobierna. Para ello espero que los trabajadores de Rosario apoyen la acción de estos hombres que vienen animados de la mejor buena voluntad, por cuanto los gobernantes, si no son apoyados por el pueblo que gobiernan, su tarea se dificulta y muchas veces se imposibilita. Yo pido, por ello, que ese mismo apoyo que prestan a la Secretaría de Trabajo y Previsión, lo ofrezcan a estos hombres que son su prolongación en el espacio. Finalmente, señores, yo pido que siempre sigan con esta misma fe puesta en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Ella es la casa de todos los trabajadores y mi ambición de gobernante es que el primer ministro de Trabajo de la República Argentina, sea un obrero, porque estos problemas se entienden y se penetran profundamente sólo cuando se ha sentido en carne propia, el trabajo, el esfuerzo, la necesidad y aún la desgracia. Por ello, yo incito a todos los trabajadores que defiendan su casa que sean unidos en su sindicato para que, no existiendo división en los gremios, sean más potentes y más fuertes, a fin de imponer sus propias aspiraciones y también, en cualquier situación y en cualquier caso, esa justicia que yo considero superior a todas las demás justicias: la justicia social. ...............
1944-07-23
En el estadio del Club Newells Old Boys de Rosario
La inauguración del Hospital Regional para los Ferroviarios, me proporciona el placer de este nuevo contacto con los trabajadores de Rosario, que en diciembre del '43 me otorgaron ese título de "Primer Trabajador Argentino", que exhibo con el mismo orgullo con que proclamo mi condición de soldado y mi dignidad de ciudadano. Pero más que eso, que sólo puede interesarme personalmente, la masa obrera de esta ciudad satisfecha de poderío, fuerte de poderío industrial, está estrechamente vinculada a la labor social de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Les correspondió formar en la vanguardia en esta gran batalla que está culminando en una victoria sin precedentes en el campo social argentino y de la que hoy mismo podemos palpar los beneficios. Porque fue precisamente de aquí, de esta urbe populosa, que comenzó a redimirse del pecado de sus antiguas convulsiones rojizas, de donde partió la primer palabra de estímulo y de aliento que llegó hasta un gobierno que iniciaba, entre al escepticismo de un pueblo reiteradamente defraudado, el programa de las reivindicaciones sociales, que fueron, son y serán sus propósitos irrenunciables. Desde estas márgenes del río histórico, surgió un día la iniciativa que se transformó más tarde en un decreto que permitió afincar sobre la tierra amiga, a los chacareros amenazados de desalojo, por las haciendas valorizadas. La colaboración entusiasta de los dirigentes agrarios, permitió al Estado acelerar las medidas que aseguraron la adquisición de las cosechas, la rebaja de los arrendamientos rurales y una retribución más digna a esas decenas de miles de olvidados braceros. Los propios periodistas rosarinos, representando a toda la prensa del interior del país, en el seno de la comisión, encargada de redactar el Estatuto Profesional, dieron una magnífica lección de conciencia gremial, al asumir la defensa del derecho a mejorar las condiciones de vida y de trabajo de millares de intelectuales, que van entregando a diario sus ideas y sus energías al torrente de papel impreso. Pero hay algo más que vincula la masa laboriosa rosarina a la obra de la Secretaría de Trabajo, que inició entre vosotros, el cumplimiento de su cometido con las primeras reivindicaciones ferroviarias. Aquel fue nuestro bautismo social y el punto de partida de la lucha que transformaría en ese mismo instante el 4 de junio, episodio heroico de un pueblo viril, en un acontecimiento cuya trascendencia histórica sobrepasa ya las fronteras continentales. Nuestra revolución, que es la vuestra, comienza entonces mucho más allá de la ascensión al poder, que no puede ser la meta, sino el punto de partida de toda una acción revolucionaria. Sin esta otra batalla, mucho más recia, que la librada para derribar un gobierno tambaleante, no habríamos podido imponer la justicia social. Ni defender a los que sufren y a los que trabajan para plasmar la grandeza de la Patria. Nos bastaría con hacer una pausa en el camino, para darnos cuenta de la enorme diferencia que media entre el sacrificio para imponer el movimiento revolucionario y el que cumplimos por imponer el movimiento social. Pero preferimos no detener la marcha. Es necesario seguir hacia adelante. Han transcurrido desde aquel momento, poco más de ocho meses de tiempo. Ocho meses de lucha sin cuartel y sin tregua, de la que desertaron unos o fueron quedando rezagados los más débiles y los menos dotados, mientras las masas se incorporaban, por eso no estamos disconformes con el resultado. Un balance sereno de los acontecimientos, nos permite hacer esta afirmación categórica: hemos avanzado mucho en el terreno social, avance que no es sólo de extensión, sino de profundidad, de conciencia, de pueblo. Aquel grupo de entusiastas ferroviarios rosarinos, que proclamaba su apoyo al Estado revolucionario en diciembre del '43, se ha convertido en millones de voluntades erguidas, que apuntalan con su energía tremenda, esta era de política social argentina, que entró, hace ya un rato en la época de las realizaciones fecundas. Asistimos a un verdadero despertar de la adormecida conciencia nacional. La Revolución, después de sacudir las grandes masas ciudadanas y campesinas, penetra resueltamente en el infierno de los obrajes, de las salinas y de los ingenios, donde millares de trabajadores olvidados, sienten por primera vez la satisfacción de saberse escuchados, de sentirse protegidos y el orgullo de ser argentinos. La extensión revolucionaria se cumple inflexiblemente y se seguirá cumpliendo, porque una voluntad inquebrantable la impulsará, hasta el día en que nadie, en esta tierra, que la naturaleza dotó tan espléndidamente, sufra la angustia de sentirse socialmente olvidado. Estamos sin embargo, muy lejos de ese momento ideal, por cuyo advenimiento trabajamos empeñosamente. Somos demasiados realistas para creer que las conquistas logradas, cuyos beneficios se extienden en estos momentos a millones de trabajadores argentinos, han complacido las exigencias de nuestro pueblo. Sabemos que siguen existiendo hogares sin techo y mesas sin pan, en esta tierra donde se pierden millones de toneladas de trigo hacinadas en los elevadores, en las pilas gigantescas de las estaciones ferroviarias o en los propios rastrojos. Lo sabemos y tratamos de resolverlo. Afrontamos los problemas con resolución y energía, conscientes de que no podremos reparar de pronto las injusticias acumuladas en tantos años de apatía, de indiferencia y de incuria inexcusables, pero seguros de que hemos de agotar todo lo que esté a nuestro alcance para resolverlo. En nuestra acción no caben ni el pesimismo desalentador, ni el optimismo excesivo. Sólo estamos seguros de hacer, de realizar algo en favor de nuestros semejantes que más lo necesitan, y eso nos basta. La colaboración de todos facilitará esta tarea de beneficio colectivo a cuyo logro nadie podrá oponerse. Es menester acostumbrarse definitivamente a acatar toda disposición referente al trabajo, porque el Estado, además de castigar con inflexibilidad su incumplimiento, antepondrá siempre esa exigencia al otorgamiento de cualquier beneficio. No quiere convertirse en cómplice de los que violan sus propias disposiciones. No estamos dispuestos a permitir la subsistencia de ese contrasentido inexplicable que hace que el Estado financiero conceda créditos, otorgue concesiones de explotación, adjudique licitaciones oficiales por millones de pesos, facilite vagones o bodegas de transporte, entregue combustible o favorezca con publicidad oficial, a empresas o patrones que no cumplan sus deberes para con la sociedad. La fábrica, el obraje, la mina, el molino o el establecimiento que se encuentre fuera de las leyes del Trabajo, no puede gozar de ninguno de los beneficios que concede el Estado. Hay que tratarlos como enemigos sociales. Hacer lo contrario, sería tan torpe como financiar la contrarrevolución, y eso, ni nosotros, ni la masa trabajadora argentina podremos estar dispuestos a tolerarlo, de la misma manera que no estamos dispuestos a que nadie discuta o desconozca la autoridad del Estado para intervenir o decidir los conflictos entre el capital y el trabajo, ni sus determinaciones, ni su justicia, ni las escisiones gremiales o la intromisión de elementos ajenos en los sindicatos. Propugnamos la unión obrera y ahí están los ferroviarios, los gráficos y los periodistas, demostrando las ventajas de esa unidad. Solamente pueden querer la división de los gremios, los que están interesados en debilitarlos y medrar a su sombra. No necesitan protectores ni conductores ideológicos. Nuestra masa trabajadora es consciente y capaz, y puede y debe dirigirse sola. Así lo exigiremos, porque no estamos dispuestos a permitir que ningún elemento extraño se enquiste en el cuerpo fuerte de los organismos sindicales, para medrar en su perjuicio y traicionar sus intereses. Todas las determinaciones que emanan de las autoridades del Trabajo, son de estricta justicia. En nuestros métodos no entran ni los favoritismos, ni las persecuciones, porque nuestro propósito es el de fortalecer, y el de crear nuevas fuentes de trabajo y no de cegarlas. No improvisamos tampoco. Cuando imponemos un aumento en la retribución de los obreros, es porque hemos examinado minuciosamente antes, la capacidad de pago y el margen de beneficios de las empresas. En este aspecto hemos roto definitivamente con los sistemas del pasado, que supeditaban siempre el otorgamiento de tal o cual reivindicación obrera a la concesión de nuevos beneficios, que siempre superaban en millones a las obligaciones impuestas. No hemos podido comprender nunca por qué, invariablemente, el aumento en los salarios de doscientos mil trabajadores del riel, estaba ligado a un aumento en las tarifas que debían pagar catorce millones de habitantes. Tampoco nos podemos explicar aún, la razón que imponía siempre junto con el aumento en los salarios de los panaderos, un aumento simultáneo en el precio del producto y una baja inmediata en el precio del trigo. Hay que terminar definitivamente con este contrasentido que se ha hecho una norma que permite establecer simultáneamente la necesidad real de un aumento en los jornales y un aumento artificioso en el costo de la vida. Aumentar los salarios y aumentar los precios es nivelar la miseria, esa miseria que precisamente queremos desterrar de este suelo prodigiosamente rico. Lograremos nuestros propósitos. La unidad de miras del actual gobierno, permitirá romper ese círculo vicioso, que podría simbolizar muy bien la política social de un pasado con el que no queremos tener ningún punto de contacto, ni el menor nexo de continuidad. Una sincronización exacta de cada uno de los organismos del gobierno evitará en lo futuro, que los beneficios conseguidos por un lado queden neutralizados por otro, en la prosecución de un equilibrio que no es precisamente ese equilibrio de bienestar que nosotros buscamos en esta lucha sin tregua en que estamos empeñados. No combatimos la riqueza ni el capital, buscamos una justicia retributiva y opondremos una energía despiadada a la explotación del hombre por el hombre. Nos oponemos nosotros y os debéis oponer vosotros, trabajadores argentinos. La Revolución cumple sus etapas en los diversos órdenes. Los soldados que salieron un día de sus cuarteles atraídos por el clamor del hombre de la calle, del taller y del campo, que fue a golpear sus puertas en demanda de justicia, cumplen un imperativo social irrenunciable. Nuestra revolución es eminentemente social; nosotros dejaremos en vuestras manos de trabajadores, una revolución cuyas conquistas han adelantado socialmente a la Argentina en cincuenta años. Vosotros sois los encargados de defenderlas, porque los enemigos sociales acechan en las sombras un momento inevitable de transición para desconocerlas y burlarlas. Es de vosotros y no de nosotros de quien depende la permanencia y el progreso de este movimiento social que devuelve la dignidad al trabajo y a los trabajadores de la patria. Sus conquistas no pueden ni deben desaparecer. Debe codificarse ese nuevo derecho, plebiscitado ya, por millones de trabajadores argentinos. Los fueros de esta nueva justicia, instaurada por nosotros, realista y humana, deben subsistir. Y sé que subsistirán no sólo para nosotros, sino para nuestros hijos, para quienes no queremos ninguna herencia de miserables egoísmos y explotación humana. La conquista social no se discute, se defiende. Las masas trabajadoras argentinas, con su extraordinario instinto, han descubierto ya dónde se encuentra la verdad y dónde se esconde la insidia y la falsía. Esta es una revolución del pueblo y para el pueblo. Los que piensan lo contrario se equivocan. Millones de argentinos se agrupan ya detrás de la bandera de la Revolución, que es la de la patria, porque saben que es una bandera de redención y de justicia, como lo fue a lo largo de toda nuestra historia de tradición y de gloria. Saben también, los que agotan su vida en el esfuerzo diario, que esta es su única oportunidad y no la dejarán pasar. Unidos y con mutua fe inquebrantable, ellos y nosotros marchamos hacia un futuro mejor. Nos unen iguales sentimientos y nos cohesionan idénticas aspiraciones de justicia y de grandeza nacional. Vosotros y nosotros, unidos, somos invencibles. ........
1944-07-24
En la inauguración de los cursos de perfeccionamiento para obreros adultos
La inauguración de más de 60 cursos de perfeccionamiento para obreros adultos representa para la Dirección de Aprendizaje de Menores el primer jalón de esta obra, que ha de capacitar en el futuro a la industria argentina. Cuando nos demos realmente cuenta de las posibilidades de la industria en nuestro país, frente al triste ejemplo del obrero improvisado en la industria actual, impuesto por las necesidades creadas por la situación bélica, debemos pensar en el futuro de la misma, ya que puede plantearnos problemas extraordinariamente serios como para que la descuidemos. En las actuales circunstancias la industria del país puede defenderse racionalmente con cualquier recurso, en cuanto a la mano de obra atañe. Pero en los días venideros, sólo podrá con una mano de obra suficientemente capacitada, competir con las demás industrias del mundo. De otra manera, la solución que se dé a los problemas que plantee la industria será solamente parcial e impondrá una protección a la industria que será totalmente contraria a los intereses de esa industria misma. Sostuve una vez que la Secretaría de Trabajo y Previsión no regalaba nada, que su misión no era hacer beneficencia. Toda la obra realizada hasta ahora, gran parte con la amplia colaboración popular, como las colectas para ayudar a San Juan y a las provincias del Norte, no ha sido hecha con sentido caritativo: es la solidaridad de la Nación que con un sentido cabal de su deber fraterno y humano, corrió en ayuda del hermano necesitado. Las mejoras que la Secretaría de Trabajo y Previsión ha acordado bajo múltiples formas: aumentos de jornales, salario familiar, rebaja de alquileres, viviendas, etcétera, tampoco son una dádiva de socorro. Son, y así lo interpreta el pueblo, actos de justicia, de estricta justicia social, que tardaron demasiado en llegar, pero que la revolución del 4 de junio los impuso, en cumplimiento de uno de sus postulados básicos. Puedo afirmar que, al ir cumpliendo por etapas sucesivas el amplio programa social que me trajo a ésta casa del trabajo, siento en mi espíritu la satisfacción del caminante, que en pos de una meta ensoñada, comprueba al final de cada jornada que está un poco más cerca de su destino. Con el acto de hoy, al inaugurar 62 cursos de perfeccionamiento para obreros adultos plantamos otro jalón, cumplimos otro aspecto del programa de la revolución. Hemos prometido propender por todos los medios a nuestro alcance, al mejoramiento de los trabajadores y a la elevación del standard de vida de las clases modestas. Todo lo que era función del gobierno dentro de ese plan, ha sido ya cumplido o está en vías de cumplirse. Pero, para que la mejora de la clase trabajadora pueda ser integral, para que ella abarque todos los ángulos de su zona de incidencia, es fundamental que el obrero aumente su cultura y acreciente su capacidad de producción, pues con lo primero se justificará la elevación social que pretendemos y deseamos para la clase trabajadora, y con lo segundo, los mejores salarios serán el inmediato resultado de su mayor y mejor producción. Cuando el obrero sea más culto como hombre y como ciudadano, se aminorarán las vallas que hoy separan a la sociedad en sectores de influencia y de valores no equivalentes; tendremos una clase social obrera de mayor gravitación que la actual, lo mismo que mejores salarios, mejor estándar de vida, y una organización de servicios sociales adecuada, harán que sean menos modestas y menos necesitadas las clases que hoy clasificamos como tales. Pero ahora es el obrero quien debe realizar las próximas etapas, procurando mejorarse social y profesionalmente. Obreros de Buenos Aires, de Lanús, de Junín, Tres Arroyos, Bahía Blanca, Rosario, Santa Fe, Concepción del Uruguay, Santiago del Estero, Tucumán y Mendoza, que me estáis escuchando, oídlo bien: la Secretaría de Trabajo y Previsión, en cumplimiento de un amplio programa social que se ha trazado el Gobierno de la Nación, os ha dado ya o está en vías de daros, todas aquellas mejoras a las que tenéis justo derecho. Las mejoras, a las que de hoy en adelante aspiréis, debéis conquistarlas con vuestro esfuerzo, mejorándoos como hombres, como ciudadanos, como trabajadores. Los cursos que se inauguran, atendidos por técnicos elegidos especialmente, muchos de ellos obreros como vosotros, que se han ganado con el estudio y el esfuerzo su situación actual, os permitirán lograr esa mejor situación social y ese mejoramiento económico que yo, en nombre del gobierno de la Nación, aspiro para todos los hombres modestos de mi país. Directores y maestros: a vuestro cuidado y bajo vuestra responsabilidad, queda desde hoy esa pléyade de hombres buenos que el país os entrega. El acto que se realiza esta tarde, al inaugurar en primer término los primeros cursos de perfeccionamiento obrero creados por la Secretaría de Trabajo y Previsión, en cumplimiento del decreto 14.538, tiene, además, otro significado, tal vez tan importante como aquel, porque representa una nueva política de gobierno, en lo que se refiere a la organización de servicios sociales de importancia para el país: la coordinación de los esfuerzos de la Secretaría de Trabajo y Previsión y de los Ministerios de Agricultura e Instrucción Pública, para organizar todo un sistema de perfeccionamiento de obreros adultos, así como para la formación de aprendices para las industrias del país. Esa política se concreta en este organismo, que comienza esta tarde sus actividades: la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional, en la que están representados, además de los dos ministros ya citados y la Secretaría de Trabajo y Previsión, los organismos patronales de la industria y los obreros. De esta conjunción de esfuerzos ha de resultar el impulso único que el país necesita para lograr ese mejoramiento de la clase trabajadora, del que tanto se ha hablado antes de ahora, pero por el cual nada se ha hecho en realidad, y que de hoy en adelante dejará de ser un programa a realizar, porque se ha convertido ya en la política social uniforme de todo el gobierno de la Nación. A la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional, que desde hoy queda constituida, corresponderá en adelante marcar el rumbo y dar el consejo técnico necesario, para que la acción de la Dirección General de Aprendizaje y Trabajo de los Menores se desarrolle de acuerdo a las exigencias de nuestro medio industrial. No deseo terminar estas palabras sin hacer presente mi reconocimiento, y presenta mis felicitaciones al señor director de Aprendizaje de Menores, ingeniero Gómez Araujo, por la extraordinaria tarea realizada, y por la inteligente orientación que ha dado a esta rama de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Poder felicitar a los colaboradores leales e inteligentes, ha de ser para mí una honda satisfacción, porque los caminos que debemos recorrer son más plácidos y más agradables cuando lo hacemos en compañía de las personas que piensan y sienten como pensamos y sentimos nosotros. .........
1944-07-27
En el acto de homenaje que hicieron al coronel Perón los comerciantes mayoristas y minoristas e industriales del rubro de la alimentación
Señoras, señores: Agradezco, profundamente conmovido, este homenaje que por intermedio del señor Enrique Faragasso me ofrece, junto con "La Defensa", el gremio de almaceneros minoristas de la Capital. Lo agradezco en nombre mío y en nombre de mi colaborador y brazo derecho, teniente coronel Domingo A. Mercante. Lo agradezco, asimismo, en nombre de la Secretaría de Trabajo y Previsión, que en la historia institucional argentina me adjudicará siempre el honor de haber sido su iniciador, no por mis méritos sino porque soy el instrumento de un destino que trato de cumplir de la mejor manera que le es dado a mis medios. Los almaceneros minoristas no tienen nada que agradecerme a mí. En cambio yo estaré siempre ligado a ellos por la gratitud; porque no olvido que cuando esa Casa aún estaba sola y sin apoyo, ellos fueron los primeros en darle el calor de su entusiasmo, de su optimismo y de su fe. Interpreto la función que cumple el comercio minorista. Muchas veces he reflexionado sobre su situación en comparación con el enemigo natural que acaba de mencionarse. En la economía existen dos términos que es necesario comparar: el patrimonio y el capitalismo. El patrimonio es el elemento de trabajo del hombre de comercio, su pequeño capital hecho a fuerza de sacrificios, con el que sostiene a su familia y su casa, para seguir honradamente elaborando la grandeza del país. El capitalismo es una fuerza extraña a esas condiciones, una fuerza internacional, sin patria, que solamente busca saciarse sin reparar en medios. Es, en el fondo, el acaparamiento del dinero por el dinero. Hay profunda diferencia entre el patrimonio y el capitalismo, entre el almacenero de la esquina que conocimos desde niños detrás del mostrador, hombre de buena voluntad, que es a la vez proveedor, sociedad de beneficencia, banco y caja de ahorros, y esa casa pintada de color característico que eslabona una cadena de explotación vendiendo productos adulterados, cuando no en mal estado de conservación, que no presta ni da nada si no rinde más del 40 por ciento, frío como su caja registradora y como la caja de caudales que diariamente va engrosando el dolor y la necesidad de los hombres pobres del país. Esa diferencia fija la norma que el gobierno ha de poner entre las dos empresas: la del patrimonio que hace vivir y la del capitalismo que acorta la vida. La Secretaría de Trabajo y Previsión ha de apuntalar en todo lo que esté dentro de sus medios lo que representa para el país algo tradicional y grato, despreocupándose totalmente de todo aquello que no anide en el corazón de los argentinos. Agradezco esta demostración que paga sobradamente nuestro sacrificio y pienso que cuando se reciben estos alientos uno no sabe hasta dónde será capaz de llegar con el espíritu retemplado. ..........
1944-07-27
En el Centro Argentino de Dependientes de Almacén
Señores: Agradezco profundamente, en mi nombre y en el del señor teniente coronel Mercante, la amabilidad que han tenido ustedes al obsequiarnos con un recuerdo que marcará una de las etapas de las felices realizaciones de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Este organismo desde su constitución ha asegurado que entre patronos y obreros no debe entablarse una lucha, siempre destructora de valores, sino una verdadera cooperación tutelada por el Estado, que haciendo de mediador en los conflictos y ayudando en todas las oportunidades tanto a los patronos como a los obreros, realice esa conjunción fructífera del capital, como fuente de trabajo y del brazo como trabajo mismo. Los almaceneros minoristas y los dependientes de almacén han facilitado la acción de la Secretaría de Trabajo realizando ellos con una buena voluntad que el Estado está en la obligación de tutelar y agradecer, esa conjunción que siempre será fructífera. La Secretaría de Trabajo, por mi intermedio, trae así el agradecimiento más profundo por esa comprensión que facilita el arreglo de todos los problemas que son de su incumbencia. Al hacerlo, agradeciendo doblemente la amabilidad de ustedes, tomo los petitorios que me son entregados pudiendo ustedes tener la seguridad que de ellos ha de salir también una solución equitativa para todos los problemas que se plantean. Finalmente, al agradecer nuevamente la amabilidad de ustedes, repito una vez más que ese es el estímulo que nos sirve de compensación por nuestros trabajos y desvelos. Pueden estar completamente persuadidos que no nos anima ninguna otra pasión que no sea el bien de la generalidad de los argentinos y de los hombres de buena voluntad que, uniendo sus esfuerzos a los nuestros, se incorporan a la nacionalidad y ganan nuestros corazones. La Secretaría de Trabajo no hace más que una distinción entre los hombres: los que trabajan y los que no lo hacen. En esa casa son siempre bien venidos los que trabajan. No mantenemos relaciones con aquellos. Por eso, señores, cuando asistimos a una de estas fiestas o actos, lo hacemos convencidos de que la Casa de los hombres que trabajan es nuestra Casa, como la de de la Secretaría de Trabajo y Previsión es la de todos ustedes. Allí encontrarán siempre hombres dispuestos a colaborar y a realizar esa obra de armonía sin la cual no podríamos cumplir nunca uno de los postulados más fundamentales de la revolución del 4 de junio: la unión de todos los argentinos. Y al decir de todos los argentinos decimos de todos los que se sienten argentinos por habitar esta tierra de paz y de buena voluntad. .............
1944-07-29
En el teatro Flores ante una asamblea de representantes de la clase media
Señoras, señores: Termino de escuchar con gran placer la palabra de los representantes de los empleados, comerciantes y profesionales de esta hermosa y progresista zona del oeste. Como ya ustedes lo afirman, tienen el convencimiento de que organizados en mejor forma, todos tendremos la oportunidad de servir eficazmente, como argentinos. La historia del desenvolvimiento de los modernos pueblos de la tierra afirma, de una manera absolutamente incontrovertible, que el Estado moderno es tanto más grande, cuanto mejor es su clase media. Los empleados del Estado tienen como ustedes han podido apreciar, sus problemas. Antes que se iniciase el estudio y redacción del Estatuto del Servicio Civil, yo hice llegar mi palabra en el sentido de que no iba a ser eficaz, si no se estudiaba perfectamente bien en sus relaciones, el aspecto en que nosotros, en la Secretaría de Trabajo y Previsión, consideramos trilogía del equilibrio de las relaciones entre patrones, obreros y Estado. Ese estatuto, realizado en forma directa entre el empleado del Estado y el Estado mismo, es un trípode cuyo equilibrio no podrá mantenerse, solamente con dos soportes. Necesita un tercero. Es decir, que los pleitos que han de resolverse entre el Estado como patrón, y el obrero o empleado, necesitan tener una tercera persona, que es el Estado, como juez. Por esa razón he aconsejado -y creo que los hechos me han dado también la razón-, que el estatuto debía ser formulado bajo la vigilancia, el estudio y el controlador de la Secretaría de Trabajo y Previsión, porque entonces el patrón -Estado en este caso- y sus empleados han de discutir sus pleitos frente al Estado juez, representado por la Secretaría de Trabajo y Previsión, de la misma manera que sucede en los demás casos en que se dilucidan cuestiones entre patrones, obreros y Estado. Los comerciantes a quienes hemos oído hablar, coinciden con rara unanimidad fatalmente en los mismos peligros. Hemos estudiado profundamente este asunto, que es complejo, pero no difícil. Es necesario llegar a un equilibrio. De la misma manera como se creó la Secretaría de Trabajo y Previsión, para terminar con el caos que reinaba en el campo del trabajo, dentro de muy pocos días estará creada la Secretaría de Industria y Comercio para terminar con el caos, en el campo comercial. En esa forma, con la misma o quizá con superior eficiencia, la Secretaría de Industria y Comercio, dependiente en forma directa del presidente de la Nación, vendrá a llenar dentro del régimen institucional argentino un claro, similar al que existía antes de la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Este organismo ha comenzado ya su labor antes de ser totalmente constituido. El Consejo de Racionamiento ha intervenido ya en numerosos casos, y posee una copiosa documentación que no ha de permitir en manera alguna los desbordes, al margen de la ley, en las actividades del comercio y de la industria. El problema de los profesionales es complejo y ya se encaró resueltamente en su investigación y en su estudio. Es como el de los comerciantes, también complejo, pero no difícil. Bastará fijar como principio fundamental para su solución que el deber del Estado moderno es asegurar el ejercicio eficiente de las profesiones liberales, que él propicia y hace posible en las universidades del país. He querido contestar rápidamente los puntos fundamentales que han sido tratados anteriormente por los oradores que me han precedido; y quiero, ahora, hablar brevemente sobre nuestra Revolución, porque entiendo, señores, que la bandera de la Revolución es la bandera de la mayoría del pueblo argentino. Y deseo comenzar por comentarla y divulgarla en aquellos aspectos que son casi desconocidos hasta ahora, porque al margen de los hechos generales se mueven y desarrollan concepciones y realizaciones que no están al alcance del conocimiento de todos. Para comprender una revolución es necesario conocer la concepción inicial, y el plan que la impulsa desde sus primeros actos. Nuestra Revolución lanzó una proclama que si todos la leyeron, pocos la meditaron profundamente. Se ha dicho que nosotros no teníamos plan; y yo voy a tratar de probar en el curso de mi exposición, que nada hemos hecho desorbitadamente, sino que todo está sometido a un plan absolutamente racional, que no ha fallado en un ápice en sus previsiones. Como no vengo a exponer sofismas de ninguna clase, voy a referirme a esa proclama con uno de los originales que me fueron entregados a mí, el mismo día 4 de Junio, un día después de haber escrito su texto, yo personalmente, de mi puño y letra. Esta proclama fue escrita en un plazo no mayor de quince minutos, a las diez de la noche del día 3 de Junio. Y digo esto, porque si hubiera sido el producto de una madurísima reflexión, probablemente no habría reflejado la aspiración que sentíamos, porque las proclamas no han de pensarse, sino que han de sentirse. Esta proclama tiene, como todas, dentro de su absoluta sencillez, un contenido filosófico que es necesario interpretar. Su texto está dividido en cuatro partes. Primero plantea la situación. Inmediatamente después, va directamente a los objetivos, enumerándolos en su contenido político, social, histórico y de política internacional. Y finalmente, cierra la misma, un contenido ético y patriótico, indispensable en esta clase de documentos. El planteo de la situación comprende cuatro párrafos en los cuales justifica -diremos así-, la intervención de las fuerzas armadas en un panorama, que no es el de su misión específica, pero sí justificada por fuerza de las circunstancias. Inmediatamente después de enumerar estos principios, que no leo para no fatigar al auditorio, hace una recomendación a todos los que participan en esta Revolución que inexorablemente se ha ido cumpliendo. La defensa de tales intereses -decía- impondrá la abnegación de muchos, porque no hay gloria sin sacrificio. Al mencionar esto, recuerdo a los camaradas que han sufrido o que han quedado al borde del camino, porque no tuvieron la visión o la resistencia suficiente para seguir adelante. El primer postulado de la Revolución es su contenido político que está expresado en dos cortos párrafos. El primero, dice: "Propugnamos la honradez administrativa, la unión de todos los argentinos, el castigo de los culpables y la restitución al Estado de todos los bienes mal habidos"; y el segundo párrafo, expresa: "Sostenemos nuestras instituciones y nuestra leyes, persuadidos de que no son ellas, sino los hombres, quienes han delinquido en su aplicación". Cuando algunos preguntan cuál es nuestra manera de pensar a este respecto, afirmamos que si hubieran analizado el contenido de estas dos frases, podrían entender perfectamente qué es lo que pensamos a este respecto. Anhelamos firmemente, y este es su contenido social, la unidad del pueblo argentino, porque el ejército de la patria, que es el pueblo mismo, luchará por la solución de sus problemas y por la restitución de derechos y garantías conculcados. Sería inútil que yo tratara de explicar cómo hemos cumplido con este postulado, que encierra todo el contenido social de la Revolución. Yo prefiero seguir como hasta ahora, sosteniendo que mejor que decir, es hacer; y mejor que prometer, es realizar. Continúa después con el contenido histórico y político internacional, que dice: "Lucharemos por mantener una real e integral soberanía de la Nación: por cumplir firmemente el mandato imperativo de su tradición histórica; por hacer efectiva una absoluta, verdadera, pero leal unión y colaboración americana, y por el cumplimiento de nuestros compromisos internacionales". En este sentido, tampoco hemos faltado a la promesa. Finalmente viene el contenido ético y patriótico que cierra la proclama, donde declaramos que cada uno de nosotros, llevado por las circunstancias a la función pública, nos comprometemos por nuestro honor a trabajar honrada e incansablemente en defensa del bienestar, de la libertad, de los derechos y de los intereses de los argentinos; a renunciar a todo pago o emolumento que no sea el que por nuestro grado corresponda; a ser inflexibles en el desempeño de la función pública, asegurando la equidad y la justicia en los procedimientos: a reprimir de la manera más enérgica, entregando a la justicia al que cometa un acto doloso en perjuicio del Estado, y al que directa o indirectamente se preste a ello; a aceptar la carga pública con desinterés y a obrar, sólo inspirados en el bien y la prosperidad de la patria. Este es el punto de partida y ya ustedes pueden apreciar -yo no soy el indicado para decirlo-, cuántas de estas cosas hemos cumplido, cuántas estamos cumpliendo, y cuántas cumpliremos; pero un análisis rápido de los hechos mostrará a los aquí presentes, cuáles son nuestras aspiraciones y nuestros planes. La Revolución, en su aspecto integral, puede ser dividida en tres fases distintas: la preparación, el golpe de Estado y la revolución misma. La preparación y el golpe de Estado en las revoluciones que han sido bien planeadas son realizados siempre por las fuerzas armadas. Lo contrario sería llevar al país a la guerra civil, en la que cada uno de los ciudadanos tiene algo que perder. Las revoluciones bien planeadas y ejecutadas evitan inútiles luchas y derramamientos de sangre. Y así como el principio de la realización de una revolución impone no mezclar al pueblo en su preparación y en la ejecución del golpe de Estado mismo, también un principio que rige esta clase de operaciones impone que en su tercera fase sea cada vez mayor la intervención del pueblo, porque una revolución que no infunde en la población del país sus ideales es una revolución que fracasará indefectiblemente; y entonces, más bien hubiera convenido no ejecutarla. De esto, los que no somos muy jóvenes, tenemos en nuestro país varios ejemplos; porque por no haberse realizado ese milagro, cada una de las revoluciones que aquí se produjeron, han sido intrascendentes para cambiar situaciones. Han terminado cuando las tropas volvieron a los cuarteles, copadas por los que no las comprendieron; pero, lo suficientemente hábiles para explotarlas. Nosotros preparamos esta Revolución, ejecutamos el golpe de Estado con todos sus actos que suelen ser numerosos. Nuestro golpe de Estado ha durado casi ocho meses. Comenzó con la deposición del gobierno tambaleante; siguió inmediatamente con el cambio de hombres que no se habían compenetrado del objetivo de la Revolución. Luego con la renovación de otros valores que tampoco habían llegado a comprenderla. Explicaré brevemente por qué. Cuando se produce una revolución, los fenómenos que siguen son normalmente los siguientes: la revolución se come a sus propios hijos. Al poco tiempo, la revolución que ha sido hecha por los idealistas, queda copada y dirigida por los aprovechados; y, generalmente, si se permite la perpetuación de esta desviación o deformación de la revolución, al poco tiempo, repito, el movimiento sigue un camino y el gobierno otro. En nuestros planes preestablecidos estaban perfectamente previstos tales accidentes, y también los elementos necesarios para evitarlos. Cada vez que fue necesario, un organismo supervisor que rígidamente había fijado el objetivo e iba vigilando la ejecución puso inmediata y serenamente remedio a cualquiera de los tres males que acabo de enumerar. Por eso la Revolución ha alcanzado este momento sin haber desviado su curso de las finalidades fundamentales que habíamos trazado en su preparación. Ninguna de ellas se ha desvirtuado en manera alguna; y hoy, asegurado el triunfo le daremos todos su contenido político y social para que realice el ciclo con el cual habremos desterrado por muchos años las revoluciones que en nuestro país habían pasado a ser institución constitucional; porque los revolucionarios en este país han jurado siempre restituir la ley y la constitución. He dicho, señores, que la Revolución debe impregnar al pueblo de sus ideales; y que él debe tomar esa bandera que es la del bien nacional; y que cada uno debe cooperar en la medida y en la esfera de su acción, para que ese movimiento que no es de nadie en particular, sino de todos nosotros, llegue a buen puerto en bien de la patria y de todos los argentinos. Nadie puede sentirse propietario de esta Revolución, porque sobre las revoluciones no se tienen derechos de propiedad. Ellas son un acto del país y para el país, del pueblo y para el pueblo. Y desgraciadamente la revolución que no cumpla esta sentencia, es porque está condenada fatalmente al más absoluto fracaso. Es así, señores, que yo aprovecho esta brillante oportunidad, mientras consideramos los problemas de la clase media, orientándonos en la dirección que fijan los términos de la proclama, para pedir que cada uno lleve adelante, pero con sentimiento, la bandera de la Revolución. Que no nos conformemos con aplaudir o gritar, sino que cada uno la defienda como obra propia, porque así la haremos triunfar; y cada uno podrá poner de sí mismo, algo favorable para la obra, que si no es de todos, no será nunca tan perfecta como la deseamos. El problema argentino no es un problema aislado. El problema argentino es un problema del mundo. Y sino, bastaría mirar a los cinco continentes y pensar si alguno de todos esos países tiene menos problemas que nosotros. Esta tierra, en la que se suele afirmar que Dios es criollo, debería dar gracias a la Providencia, porque creo que en este momento no hay ya un solo país en el orbe que pueda ser más feliz que nosotros. En la vieja Europa, cuyo problema de la superpoblación reedita una cuestión tan antigua como la historia misma, que se ha ido repitiendo por ciclos a lo largo de los tiempos, vemos el problema simple y básico de la subsistencia: tierras insuficientes y agotadas deben proveer sustento a enormes agrupaciones humanas. Vienen después los ciclos de la evolución de la humanidad. Asistimos, en mi concepto, a la fijación de una nueva etapa de la evolución. Vamos pasando poco a poco del individualismo a la socialización de las grandes agrupaciones humanas, por otra parte, lo que la historia enseña: que la evolución de las sociedades humanas es un movimiento pendular que va del individualismo a la socialización, vale decir: los pueblos agrupados en naciones se dividen después en partidos, que se subdividen a su vez en sectas, con sus caudillos; hasta que llega al hombre aislado, que es en realidad un enemigo de todos los demás. El individualismo favorece al hombre aislado, pero con ello no hace más feliz a la humanidad. Contra él, en forma de reacción, se desplaza rápidamente un movimiento hacia la total socialización; es decir, que el hombre desaparece como entidad, para aparecer la agrupación como ente. Esos dos extremos han sido siempre, como todos los extremos, organizaciones que no han resistido al tiempo. Es solamente un término medio el que parece haber sido en la historia, lo más estable como organización humana. Por eso yo pienso, que observando el movimiento del mundo, pasamos ahora, en ese movimiento pendular, por el centro, por la vertical del péndulo que oscila entre el individualismo y la socialización. Lo que se advierte en Europa por la superpoblación, no es el fenómeno que corresponde naturalmente a países como el nuestro que tiene, aproximadamente, en tres millones de kilómetros cuadrados catorce millones de habitantes; pero debemos aceptar la evolución. Así pues, un pueblo de la antigüedad, por ejemplo, no podría vivir en nuestros días, la vida de relación que estos tiempos exigen para poder comerciar, intercambiar los servicios y las riquezas. Por eso, la Argentina, si no evoluciona por necesidad física, debe evolucionar por la necesidad relativa, es decir, por la vida de relación que debe hacer con los países que han evolucionado. Es un hecho comprobado que la evolución se ha producido. Ya miremos hacia Rusia o hacia Italia, hacia Inglaterra o hacia Alemania, hacia cualquiera de los países del mundo, la evolución es un hecho fatalmente comprobado. Y es también cierto que esa evolución va, cada vez más, presentando la función de gobierno como un problema social. Pero nosotros en mi concepto, no saldremos nunca de una evolución dentro de nuestra propia democracia. Pensando así, y sin que las ideologías nos puedan asustar con rótulos más o menos vituperables, debemos en mi concepto, buscar la solución de la felicidad argentina por el método argentino. Pensemos, dentro de nuestras instituciones, que hemos afirmado como buenas, cuál será la posibilidad de nuestra evolución. Yo pienso -y no sé si estaré equivocado, porque no me creo depositario de toda la verdad-, que para poder incorporarnos a esta evolución, ponernos a tono con el resto de los países con quienes deberemos vivir la vida de relación, no podremos colocarnos dentro de ella ni con soluciones de continuidad ni con superposiciones, sino que será necesario ensamblarse con un absoluto esfumaje en el que no se conozca siquiera la juntura de nuestra evolución. Nuestra Nación como todas las naciones nuevas entronca políticamente en un patriciado con todas las virtudes que siempre tienen los patriciados, formadores de nacionalidades. El nuestro, indudablemente virtuoso, se formó desde abajo y desde allí formó la Nación. Después, la sucesión del gobierno de la cosa pública, fue pasando a otras manos, quizás descendientes del patriciado, pero que por la acción del tiempo y de la molicie, había perdido las grandes virtudes de sus antepasados. Es así, que como todos los patriciados que entregan a sus descendientes el manejo de la cosa pública, esta se convirtió en una oligarquía. El panorama político visto en síntesis, presentaría esa oligarquía en la siguiente forma: un joven que recibió dos o tres estancias, un palacio en la calle florida y el manejo de la cosa pública. Vendió la primera estancia. Se fue a París. En Montmartre liquidó la otra estancia, y cuando ya no tenía haberes, volvió al país; hipotecó primero su palacio, y luego lo vendió. Cuando ya no tenía nada que vender, comenzó a vender el patrimonio de todos los argentinos. Este es, un poco escuetamente presentado, el panorama de nuestra evolución. Si en 1810 fuimos libres, políticamente, gracias a esos héroes que siempre recordamos, no podemos afirmar lo mismo de los que les sucedieron, que lejos de conquistar nuestra independencia económica, han perdido el tiempo para entregarnos a una situación de verdadero coloniaje, como nunca el país había soportado antes. Podemos decir que esta oligarquía servida por hábiles políticos, no solamente cometió el delito contra el país, sino algo más grave aún: tuvo sojuzgadas numerosas generaciones de argentinos, a los que disoció en sus verdaderos valores. Esos hombres con los políticos a su servicio, cuando algún joven de la clase media, génesis, sin duda, de los mayores valores de la población argentina, salía con talento, lo atraían a su lado, "le pisaban el pantalón" para que no se fuera y lo ponían a trabajar para ellos o para su partido y no para el país. Y si ese joven era independiente y tenía carácter suficiente para levantarse contra ellos, entonces le trazaban una cruz y lo mandaban a un pequeño empleo sin importancia, a pasar su vida hasta morir, sin poder progresar, aún cuando tuviera los mayores méritos. Es decir que, además del delito de haber gobernado mal, de haber entregado las riquezas del país, anulaban a los hombres que eran los únicos que podían haber desarrollado su mentalidad y adquirido el derecho que toda democracia bien organizada da a sus hijos: de tomar el manejo de la cosa pública cuando se es más capaz que los demás. Así se formó nuestra clase media con un complejo de inferioridad, porque nunca tuvo oportunidad de actuar. Así se formó, sin un contenido social. Habrán observado ustedes que el obrero no va a pedir un aumento de salarios para él, sino para todos los de su gremio. El hombre de la clase media no va a pedir nunca para los de su gremio. Va a pedir solamente para él. Eso es lo que la ha debilitado. Y eso no es obra de la clase media, sino de nuestro sistema político que ha fincado la fuerza y el manejo de las agrupaciones humanas del país, encaminándolas exclusivamente hacia un provecho para un círculo reducido de hombres; y no para todos los argentinos. En ese sentido es que la Revolución desea devolver al país su verdadero sentido institucional. Que él sea manejado por los hombres más capaces, no por los fariseos más audaces; y que a las funciones de mayor responsabilidad, tengan acceso todos los hombres que pueblan esta tierra, sin exclusiones, y como única condición, lo que dice nuestra Constitución: su idoneidad y su capacidad, entendiendo por capacidad el concepto integral que comprenden, no sólo el talento, sino también la virtud que lo califica. No hay instituciones malas con hombres buenos; y no hay buenas instituciones con hombres malos. Nuestro problema es de regeneración. Esas son las cuestiones fundamentales que nosotros -no sé si con mucho optimismo- hemos puesto en la proclama. Y yo sería, por amar mucho a mi patria, el hombre más feliz, si pudiéramos cumplir las dos terceras partes de nuestras ideas. Se ha hablado aquí de la Secretaría de Trabajo y Previsión, organismo creado para darle contenido social a la Revolución. Creo que en la clase obrera hemos realizado una gran tarea con un resultado feliz. Esperamos que en la clase media podamos realizar, en el menor tiempo posible, una obra similar a la ya realizada entre los obreros. Ya hemos tomado contacto con las grandes agrupaciones profesionales; y dentro de poco, mediante la Secretaría de Industria y Comercio, lo haremos con la totalidad de los que integran esas dos ramas de la actividad humana. ..................
1944-07-29
En un acto organizado por gremios obreros en adhesión a la política internacional del gobierno
Desde el día en que por primera vez tuve el honor de tomar contacto con los trabajadores de todo el país, les he repetido una cosa que es indispensable para la felicidad de la patria: estar siempre unidos para oponer a las ambiciones y a los caprichos, la unidad de catorce millones de argentinos decididos a morir, si es preciso, para salvar lo único grande que tienen los hombres en la tierra: su patria. Esta unidad que proclamamos como una unidad nacional en este momento más que nunca, ha comenzado por la masa trabajadora que es la base y fundamento de la nacionalidad. Esta masa trabajadora que fundamenta los destinos del país, esta masa trabajadora que tan magníficamente ha respondido a nuestra dignidad y a la solidaridad indestructible de un gobierno que ha venido para cimentar el bien, oponiéndolo como una coraza a las miserables ambiciones; esta masa trabajadora idealista y sufrida que es el nervio vital de la Nación, que con su apoyo en estos días ha colaborado más fundamentalmente que todo lo que pueda recibirse de aquende y allende los mares en la obra del gobierno; esta masa trabajadora que labora para el país una justicia social que es el contenido más formidable de esta Revolución que pocos comprenden y que muchos temen. Agradezco esta demostración en nombre de todo el gobierno a todos los trabajadores, que, en contacto directo con nosotros han palpado las dificultades y el esfuerzo que realizamos, y entendemos esto como una prueba de solidaridad que nos alienta para trabajar por las justas aspiraciones del pueblo. Por último, yo ruego a todos los trabajadores que disgreguen esta manifestación en perfecto orden y que regresen satisfechos de esta hermosa prueba de solidaridad que enorgullece a todos los argentinos. ............
1944-07-31
Al anunciar rebajas en los precios de artículos de primera necesidad :
Conciudadanos: Con una intensa emoción, rodeada de características totalmente distintas a las que me han conmovido en ocasiones semejantes, me acerco a vosotros para daros cuenta de una nueva medida de gobierno. Permitidme, pues, sin que por ello pretenda hacer alarde a la intimidad de mis sentimientos, que antes de explicaros el alcance de esta medida de índole puramente económica, os diga con toda sinceridad que la incontenible emoción que siento obedece a que he querido reunirme de nuevo con vosotros, en esta, vuestra casa, para deciros con sobria franqueza de soldado y profunda unción ciudadana que, si bien siempre os he hablado desde el corazón, hoy vengo a hacerlo con el corazón en la mano. ¡Amigos míos; compatriotas! Yo que he salido de entre las filas del pueblo de mi patria, que siento como propias -por haberlas vivido- vuestras mismas preocupaciones; que aliento vuestros mismos ideales, he tenido la fortuna inmensa de ver que los hombres del gobierno de la Nación Argentina, -cuya responsabilidad comparto-, se han sentido una vez más, solidarios de la obra de restauración económica de los trabajadores y han adoptado nuevas medidas que contribuirán eficazmente a disminuir las pesadas cargas que por tanto tiempo han venido agobiando a la familia obrera. Y me honro en proclamar muy alto, que contrariamente a las prácticas ya caducadas definitivamente en nuestra patria, estas trascendentales medidas que jalonan la marcha ininterrumpida de nuestras realizaciones, no han ido precedidas de los fuegos artificiales de una campaña proselitista para lograr obsecuentes adhesiones. De los gabinetes de estudio han pasado a la sanción del Poder Ejecutivo de la Nación para que sus efectos directos e inmediatos los sintáis vosotros mismos y, con la franqueza que siempre ha presidido nuestras relaciones, digáis si las medidas son acertadas o requieren retoques que las tornen más eficientes. Y aún puedo aseguraros que estaríamos dispuestos a cambiar el rumbo que seguimos si comprobáramos que la salud de la República, que es vuestro propio bienestar, exige remedios más eficaces y categóricos que los que venimos aplicando. El gobierno de la Revolución utiliza en esta oportunidad, como en todas aquellas en que el estado de la legislación lo permite, las disposiciones promulgadas con anterioridad a su advenimiento. Pero entendedlo bien, utiliza las leyes aplicándolas; las utiliza, no para buscar la interpretación que capciosamente podría dárseles para encontrar la forma de incumplirlas. Y he de aclarar todavía más: no usaremos jamás las leyes argentinas; no aplicaremos jamás una medida legislativa de nuestra patria; no interpretaremos jamás el más breve artículo de nuestros Códigos, en forma que pueda olvidarse o desconocerse, ni disminuir siquiera, un derecho legítimo ya reconocido al trabajador. En esta trayectoria, tan firmemente trazada y serenamente seguida, el gobierno ha exhumado la Ley 12.591 que reprime la especulación y el agio y trata de evitar los encarecimientos injustificados del precio de las cosas. La ha exhumado para darle nueva vida e infundirle el calor del alma popular que le faltaba. No diré yo que no se hubiese hecho aplicación de ellas, pero sí puedo afirmar sin temor a equivocarme, que habían merecido atención más preferente los productos que demandan las grandes organizaciones económicas que aquellos otros más modestos que el pueblo necesita adquirir por la mañana, por la tarde o por la noche de modo indispensable y que no puede recurrir a los préstamos bancarios para solucionar los terribles problemas que le crea su lucha por la vida. ¡Los artículos de consumo de primera necesidad son materias de poca monta para la mayoría de los economistas! Cuando aquellos géneros salen de los grandes depósitos, de las grandes concentraciones y de los grandes mercados; cuando pasan a constituir un problema de puertas adentro del hogar obrero, cuán pocos han sido los hombres de ciencia o de gobierno que han querido analizar las vicisitudes y amarguras que comporta llegar a conocer lo que realmente cuesta un kilo de pan, a quienes para vivir sólo cuentan con el fruto de su trabajo. La Ley 12.591, de precios máximos y control de abastecimiento, frecuentemente era olvidada cuando se trataba de producir un beneficio directo e inmediato al auténtico pueblo de la República, a pesar de que durante años y años se ha intentado mantener despierta la atención de los gobiernos mediante la publicación mensual de los índices del costo de la vida. Resultaba más cómodo ignorarlos y, cuando la ocasión se presentaba, combatirlos, sin preocuparse de que cada elevación de la curva aumentaba la angustia en los hogares obreros y, con frecuencia, la inacción oficial encubría la especulación y las más repugnantes maquinaciones para alterar el precio de las cosas de consumo indispensable. Pero yo os aseguro firmemente que el gobierno de la Revolución -que tanto empeño ha puesto y seguirá poniendo para modernizar todos los organismos y servicios del Estado-, no ha pasado ni pasará por alto estas serias estadísticas pacientemente elaboradas, porque son los instrumentos que en un momento determinado, iluminan con claridad meridiana arduos problemas como el que reclama nuestra atención en los instantes presentes. Consideramos la estadística como labor sustantiva y primordial, y base necesaria de toda obra de gobierno y de todas las creaciones legislativas. Las cifras recopiladas a través del tiempo nos han revelado que ciertos artículos y productos han experimentado injustificados aumentos. La despreocupación por los problemas obreros y la francachela política, permitieron que los precios de 1939 se elevaran a un nivel cercano al 20%, pocos días antes del 4 de Junio. La Revolución, por su sola acción de presencia, hizo bajar este exagerado e injustificado aumento. Medidas complementarias subsiguientes redujeron el costo de la alimentación y de los alquileres. Pero el atrevimiento de los inescrupulosos ha sido tal, y tal ha sido el desmayo, o la falta de medios con que se ha podido actuar, que paulatinamente los precios fueron escalando nuevas alturas hasta llegar a las cumbres que jamás pueden ser alcanzadas por el reducido poder de compra del salario. Si a los encarecimientos artificiales provocados por agiotistas y especuladores se contesta con aumentos de salario, el Estado que lo tolera se convierte en cómplice de aquellos especuladores porque contribuye a que sigan haciendo el "caldo gordo" a expensas del magro puchero de nuestros trabajadores, hecho, en circunstancias difíciles, a base de huesos sin carne solamente. Los encarecimientos injustificados justifican una sola actitud gubernamental: rebajar los precios a nivel razonable y justo. Esto es lo que hoy se ha hecho en vez de iniciar una interminable carrera de elevación de precios y salarios. El gobierno sigue este sistema convencido de que si el encarecimiento de precios fuese justificado tampoco dejaría abandonado a su suerte al trabajador, porque cuenta ya con los estudios técnicos necesarios para adaptar los salarios a las fluctuaciones del costo de vida. Llegado el caso, se pondrían inmediatamente en marcha los resortes necesarios con la misma celeridad con que se han movilizado todos los recursos para iniciar esta nueva ofensiva contra los precios altos, antes de cumplirse siete horas hábiles de jornada administrativa desde el momento en que las rebajas de que voy a daros cuenta fueron aprobadas por el gobierno nacional. Ha sido decretada la fijación de precios máximos a diversos artículos de alimentación, y se han introducido rebajas en gran cantidad de artículos de vestir y ropa blanca para el hogar. Por primera vez, después de cuatro años y once meses de control de precios, se entra en un terreno que parecía vedado: el feudo de la industria textil. Somos un país digno y altivo, y ninguno de sus hijos habrá de tolerar jamás que los trabajadores argentinos se conviertan en una turba de andrajosos para que un grupo de privilegiados pueda seguir sosteniendo sus lujos, sus automóviles y sus placeres. ¡Aquí, gozaremos todos o sufriremos todos! Cada cual, según su aporte a la colectividad, al bienestar de la colectividad, y según sus méritos, su capacidad, su esfuerzo y su honradez. No permitiremos una igualdad económica arrastrando hacia abajo, porque ello es contrario a la naturaleza humana y al propio ser de las cosas; pero tampoco permaneceremos impasibles ante el acaparamiento de mercaderías ni el amontonamiento monstruoso de dinero, porque estamos convencidos de que la finalidad económica de un país, no ha de ser el lucro, sino la satisfacción de todas las necesidades de todos sus habitantes. Sé muy bien que no hemos tocado todavía algunos de los artículos básicos de nuestra producción y que algunos de ellos marchan todavía de contramano, pero quiero advertir que no transcurrirá mucho tiempo sin que sean tomadas las medidas más apropiadas para evitar que los artículos primordiales de alimentación popular -y que constituyen la base fundamental sobre la que se asienta nuestra economía-, sigan siendo artículos de lujo para el común de nuestros compatriotas y un ideal inaccesible para aquellos que han de compartir la desgracia de vivir una vida miserable con el honor excelso de haber nacido en suelo argentino. Y esto que podría considerarse como una dilación a medidas que estimo impostergables y que, contra mi costumbre podría aparecer ante los suspicaces como una promesa que el tiempo diluirá en la lejanía del recuerdo, obedece al propósito que tengo de no obrar jamás apresuradamente. Ninguna medida debe adoptarse sin tener la seguridad de que la razón en que se apoya, la preservará de toda injusticia. De igual manera he de salir al paso a cuantos, con una visión simplista de los problemas o por afán de mejorar excesivamente, juzguen con ligereza el alcance de las medidas contenidas en el decreto firmado en acuerdo de ministros Nº 20.263, que acaba de ser promulgado. Las rebajas que implica este decreto son rebajas estudiadas con pulcritud y con tal moderación que quienes se atrevan a incumplirlas o alterarlas, además de hacerse reos de las sanciones que la legislación establece, serán merecedores del desprecio más absoluto de todos los hombres de bien. No voy a entreteneros señalando los precios máximos fijados, o las rebajas introducidas a los que regían al momento de promulgarse el Decreto Nº 20.263 que fija aquellos y señala éstas. Estos precios y rebajas deberéis hallarlos fijados mañana mismo en los negocios donde vayáis a efectuar vuestras compras. Y si por casualidad no estuvieran a la vista, acudid en seguida a denunciarlo para que el peso de la ley caiga sobre el infractor en forma inexorable. Una doble finalidad tiene la reunión del día de hoy. En primer término para exponeros, con la mayor claridad, las orientaciones que sustento respecto al costo de vida, precios y salarios, factores que actúan en primera línea e integran la economía nacional. En segundo lugar os he llamado para que me ayudéis a ganar la batalla que comienzo contra el alza injustificada de los precios. Yo sé que no me va a faltar vuestro concurso, ni váis a regatearme vuestros esfuerzos. Pero os pido también muestras equívocas de vuestra prudencia. Cuanto mayores sean la prudencia, la discreción y el tacto con que actuéis, mayor será la eficacia de vuestra obra y mejor se demostrará que no me he equivocado al solicitar vuestra cooperación. Exhorto a los dirigentes gremiales, a los presidentes de las Comisiones de Fomento, Cooperadoras Escolares, y demás entidades caracterizadas que aspiran al honor de colaborar en esta obra común, a que remitan, a la mayor brevedad, separadas por Seccionales de Policía, las listas de sus asociados que estén en condiciones de prestar su concurso. Estas listas deberán indicar: nombre, apellido, domicilio, profesión y número de la cédula de identidad o libreta de enrolamiento, a los efectos de extender las credenciales necesarias. A la entrega de la credencial se comunicarán las instrucciones precisas a que cada cual deberá ajustar su actuación. De esta manera creo que se habrá dado la satisfacción debida a las aspiraciones tantas veces manifestadas de tener intervención directa el pueblo en un asunto que tan vitalmente le interesa. No quiero fatigar más vuestra atención. Sólo me queda por deciros que lo único que necesitamos todos, es mantener un valor patriótico tan elevado que resista la presión de todos los intereses egoístas parapetados tras los más inverosímiles reductos. ¡Dejad de lado a cuantos viven agazapados esperando en vano el retorno de la corrupción ciudadana y de la venalidad política y administrativa! Y tened la seguridad de que desde esta casa de los trabajadores argentinos, sigo firme y vigilante todas las vicisitudes de vuestras vidas en el taller, en la fábrica, en la oficina, en el campo y en las rutas infinitas abiertas hacia todos los rumbos, para que vuestra identificación con las esencias vitales de la patria encuentre en los hombres que la dirigen, la condigna recompensa de su gratitud. .........................
1944-08-04
Ante una delegación de obreros portuarios
Me alegro de que hayan concurrido ustedes a esta casa que hemos bautizado con el nombre de la casa de los trabajadores. Los que llegan a la Secretaría de Trabajo y Previsión han obtenido siempre, si no en la totalidad, la mayor parte de sus aspiraciones. La Secretaría, como órgano estatal, ha sido creada con esa única finalidad y representa en el orden político social argentino, una conquista que nos adelanta casi en ochenta años. No es, pues, un organismo burocrático más y de ello hemos dado pruebas acabadas. Hemos demarcado sus funciones para que reemplazara a todo otro organismo en la defensa de los trabajadores, porque los organismos que existían hasta ahora se habían mostrado totalmente ineficaces y, lo prueba la lucha que las clases obreras argentinas han sostenido sin resultado durante cuarenta años. Nosotros no decimos, vamos a hacer, estamos haciendo lo que decimos. Nuestro pensamiento lo sintetizamos de la siguiente manera: pensamos que hasta ahora los industriales, comerciantes y todos aquellos que emplean el trabajo humano han dispuesto de ventajas extraordinarias con respecto a los obreros. Voy a dar un ejemplo: el patrón es un hombre que en su vida ha tenido oportunidad de mejorar sus condiciones intelectuales y si no lo ha hecho, porque no dispone de inteligencia, ha contado con el dinero suficiente para comprar la inteligencia de quien la tiene, y si esto no fuera suficiente, muchas veces cuando ha encontrado hombres no muy honrados que eran los que debían decidir como jueces, se los ha comprado. El obrero en cambio ha estado librado a sus propios medios, de por sí escasos y rudimentarios, y nunca ha dispuesto de dinero para comprar lo que él no tiene, y en consecuencia, los pleitos se han decidido siempre a favor del patrón, porque ha tenido siempre la posibilidad de conseguir los favores de la justicia. La Secretaría de Trabajo y Previsión ha sido creada para terminar con ese estado de cosas y para ello disponemos de técnicos y de hombres inteligentes y capaces para defender los derechos de los trabajadores en cualquier litigio y en cualquier circunstancia. Por estos motivos, al iniciar nuestra labor pedimos que se tuviera confianza en nuestro proceder honrado, como órgano estatal encargado de asegurar la justicia. Pero, la Secretaría de Trabajo aspira aún más, a evitar los litigios, porque siempre es preferible llegar a un mal arreglo que a un buen pleito, ya que en todos ellos hay una sola persona que gana y es la que los defiende desde afuera. Nuestra casa pretende abolir del país, con esta nueva orientación, la lucha entre el capital y el trabajo, que no conduce a crear valores sino a destruirlos. A ello llegaremos cuando se consigan los acuerdos con la intervención del Estado, que asegurarán la justicia, dando al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Hasta ahora, en el panorama de la Nación, no ha existido más que lucha. Bastaría analizar cada una de las grandes actividades en el campo económico para ver que todo ha estado librado a la concurrencia, a la lucha para defender una especulación desmedida haciendo de un comerciante un enemigo del que se halla enfrente. En el orden político, los partidos se han combatido con encono unos a otros, en tal forma que en determinados momentos han parecido tribus salvajes que se diputaban su propio sustento. En el orden social, los obreros han estado contra sus patronos, sin ninguna ventaja para el país, porque todo lo que es lucha disocia el acuerdo, la armonía. El amor es lo único que une. Es imposible pretender hacer desaparecer por completo la lucha, como es imposible evitar que los hombres se peleen en la calle, pero sí, se puede proscribir la lucha artificial debida a ideologías extrañas que activan el fermento para que esa lucha exista. Precisamente este organismo como tutela del Estado, lo ha de impedir. Los trabajadores no han contado siempre con buenos dirigentes que buscaran el bien de la masa, sino que muchas veces, únicamente perseguían la satisfacción de su interés personal y dividían a los obreros en sectas que no obedecían al gremialismo, sino a ideologías extrañas al gremialismo. Estos verdaderos piratas del gremialismo han fomentado la lucha ficticia, moviendo a partes del gremio, contra los patronos en perjuicio del conjunto y sólo en beneficio de ellos mismos. Lo que no queremos es la lucha en beneficio de estos aprovechados y propugnamos por la unión de todos los argentinos. Por eso es que les aseguro que en las luchas gremiales argentinas no han sido siempre los patrones los culpables sino los propios obreros que han entregado a sus camaradas a esos vividores. ¿Cuál es el remedio a todo esto? Desde que yo estoy en esta casa he buscado por todos los medios la unión absoluta de los gremios. Y por esto dicen que yo soy nazi. No me importa lo que puedan decir de mí, porque respondo de mis actos ante una sola cosa: mi conciencia. De manera que los que pretenden molestarme, endosándome motes más o menos desagradables pierden totalmente su tiempo. Yo sé lo que busco, yo sé lo que quiero y yo sé adonde voy. Para nosotros la unidad gremial es la base de todo y nosotros defendemos la unidad de cada gremio, porque necesitamos la representación auténtica de un gremio para podernos entender. No me sorprende que algunos quieran tener un sindicalismo político, un sindicato socialista, un sindicato radical o conservador. Pero yo sé adónde van; no van a la defensa del gremio, sino a la defensa de los partidos. He sostenido y sigo sosteniendo que todos los hombres que se ocupen de un mismo trabajo se agrupen en un sindicato, porque el sindicalismo debe ser gremial y no político, ni religioso ni de ninguna otra naturaleza. Además, los sindicatos cuando están unidos son disciplinados. La disciplina es un factor fundamental de la fuerza para que los obreros puedan obtener mayores posibilidades de mejoramiento, y porque, siendo disciplinados pueden designar dirigentes que realmente los defiendan, dirigentes, no sabios, sino honrados, porque en esto vale más la honradez que la sabiduría. Los dirigentes que deben interpretar a la masa no deben ser individuos con preconceptos o ideologías foráneas que aprovechen a la masa para poner en evidencia sus propias ideas, es decir, hombres que puedan decirme a mí: mi gremio piensa así, y yo pueda creerles, y no hombres que me digan: mi gremio piensa así, y yo tenga que empezar a pensar qué es lo que piensa realmente el gremio. Los dirigentes deben ser personas serias, que vengan aquí con la misma sinceridad y lealtad con que nosotros trabajamos; que tengan buenas intenciones y no con el cuchillo abajo del poncho; que vengan a mostrar, como nosotros, desde hace ocho meses estamos mostrando, el corazón a quien lo quiera ver. Nadie podrá afirmar con fundamento que de esta casa ha salido con segundas intenciones, porque nosotros no esperamos nada de los políticos, ni de ninguna otra persona; lo único que queremos es interpretar a los hombres del trabajo y satisfacerlos en todo lo que podamos en sus justas aspiraciones. Alguna vez entre gobernantes y gobernados debía llegar el lenguaje de la lealtad y de la sinceridad, porque hasta ahora -bien lo saben ustedes- se vivía un clima de mentiras, que no se sabía a quién se podía creer. Cuando nosotros no podemos decir la verdad la callamos, pero no decimos una mentira. El memorial que ustedes me presentan lo vamos a estudiar con entusiasmo, porque apoyamos esta clase de iniciativas, a que nos permiten obrar de acuerdo con nuestra tarea de organismo estatal, porque no constituimos una sociedad de beneficencia. Finalmente les recuerdo que ésta es la casa del pueblo, cuyas puertas están siempre abiertas y si la vida que crea necesidades y aun desgracias nos trae de aquí, les repito nuestro lema: "A estas puertas muy pocas veces se llama en vano". ................
1944-08-05
En un acto en que se analizaron problemas de la clase medida
Celebro extraordinariamente, haber llegado hoy a esta casa mutualista, porque considero que los mutualistas son en realidad nuestros precursores. Son los primeros que se han unido para aliviar los dolores que hoy, mañana y siempre, son comunes de toda la familia argentina. Nosotros aspiramos al mutualismo nacional, que no es otra cosa la previsión social: con los bienes de todos concurrir en auxilio de los males y las desgracias de los demás. El empleado nos ha hecho llegar sus pensamientos por el olvido en que hasta hoy ha sido sumido por el Estado en materia de previsión. Ya en otra oportunidad he afirmado que ha habido mucha culpa de los poderes públicos; pero también a existido una gran dosis de culpa en los empleados mismos. La clase media, cuyo gran porcentaje está formado por esos empleados, ha carecido hasta nuestros días de un verdadero sentido y contenido social. Es necesario reaccionar contra ese hábito a que se ha llegado por la acción disociadora de una política destinada a otros fines distintos del bien común. Y para ello hemos iniciado desde la Secretaría de Trabajo y Previsión una acción tendiente a dar a la clase media ese contenido social para enseñarle el camino por el cual han de huir de sus propios males. Por esa razón he elegido para tratar hoy, un tema de política social que tiene sus puntos de contacto con el mutualismo. Uno de los postulados más fundamentales de nuestra Revolución se ha fijado en la frase: "Propugnamos la unidad de todos los argentinos". Esta unión de todos los argentinos representa, en mi concepto, la síntesis de todo el contenido filosófico de la Revolución del 4 de Junio y es lo más profundo de este mismo contenido; es su rumbo y su objetivo final. Los gobiernos que pretenden solucionar sólo las cuestiones del presente, lo hacen con cortas vistas; se gobierna para el porvenir, porque la solución de los problemas ha de ser objeto de una racionalidad absoluta, sin la cual no son medidas de verdadero gobierno, sino remiendos a una solución que ya ha pasado. En ese orden de previsión es necesario pensar para buscar la solución de tantos males, que todos enumeramos, pero que pocos estudiamos en busca de una solución racional. Para encarar estos problemas debemos comenzar por plantear la situación en que vivimos en sus diversos aspectos. En el orden político por ejemplo, los argentinos entroncamos nuestra Independencia en la revolución que nos presentó unidos. Desde allá marchamos largos años en esa forma, presentando un frente indestructible ante el enemigo común de nuestras aspiraciones, pero tan pronto ese enemigo dejó de estar en presencia y en potencia, los argentinos comenzamos a dividirnos; primero, entre los que aspiraban a una u otra forma de gobierno; después, entre los unitarios y federales, donde el encono alcanzó límites incontenibles. Ese fue sin duda el comienzo de todos nuestros males: la división en banderías enconadas que habrían de perpetuarse a través del tiempo y de la historia; y la acción política posterior que fue siempre de disociación. Ya el pueblo argentino no volvió a sentirse unido, sino que fue un verdadero campo de lucha entre fracciones políticas por la disputa del poder y del gobierno. Esa lucha, como todas, fue inspirada por el odio, que es factor de separación y de destrucción; no se guió por el amor, que es factor de unidad y construcción. La acción política ha de ser para amalgamar un pueblo, jamás para separarlo, disociarlo y contribuir a su propia destrucción interna. La misión de la política es dar una cultura cívica al pueblo y jamás la de entronizar como sistema un caciquismo político. Que haya argentinos enemigos de los argentinos, no puede ser sino una aberración del Estado. La unidad nacional ha de cimentarse en otros menores: la de la familia, la de las profesiones, la de los hombres que hagan una misma convivencia, para terminar con la del Estado que es la unidad nacional. Sin esa unidad, ningún país puede desarrollar, en el orden interno o externo, tareas constructivas, porque le falla su fuerza motriz original, que es la que le da la unidad de acción, única fuerza que permite los grandes esfuerzos y la consecución de los grandes objetivos. En el orden social no ha sido mejor el panorama de la sociedad argentina. El abandono estatal fue permitiendo la formación de gremios más o menos enconados, contra las asociaciones patronales; y así se dio comienzo a la lucha entre el capital y el trabajo. En este orden de cosas el gremialismo llegó a colocarse frente al Estado, las ideologías extrañas dentro del propio gremialismo formaron gremios subdivididos en fracciones o en sectores le distintas ideologías que se combatieron sistemática y permanentemente. Ello los privó de unidad y así, de eficacia y de fuerza para conseguir sus propias aspiraciones. Los políticos de corta visión y superficiales, entregaron el gremialismo a los filibusteros del campo gremial y a los agentes a sueldo, y con ello, si bien medraron políticamente para su conveniencia, fueron envenenando el ambiente gremial, debilitándolo por su falta de unidad de acción frente a los problemas a resolver entre ellos, los patronos y el Estado. Así es como hoy, por ejemplo, a mí, que sostengo desde todos los ángulos, la necesidad de un sindicalismo gremial que forme gremios unidos y sin luchas internas, que no tengan otras finalidades que las propias conveniencias gremiales, se me ha dicho que soy nazi. Yo sé bien quiénes son los que me cuelgan ese monte, como otros que me cuelgan el de comunista. Yo sé bien que estoy atacando algunos modus vivendi, y sé también que esos señores que reaccionan porque yo propugno la unidad gremial lo hacen porque les toco la víscera más sensible, que en esos hombres es el bolsillo. Ellos aspirarían a que un gremio, en vez de agrupar a todos los zapateros, por ejemplo, agrupase por fracciones a todos los zapateros socialistas por un lado, comunistas por el otro, radicales por otro y conservadores por otro, haciendo un sindicalismo político en vez de hacer un sindicalismo gremial. Y ya he dicho por qué debía procederse de esta manera: simplemente porque el sindicalismo político aviva y azuza la lucha entre las propias fracciones gremiales, en tanto que el sindicalismo gremial llega a suprimir totalmente la lucha dentro de las agrupaciones gremiales. Suprimamos totalmente la lucha dentro de las agrupaciones para que sean cada día más fuertes y mejor organizadas. La Secretaría de Trabajo y Previsión no puede entenderse con gremios desunidos y totalmente apartados de sus propios representantes: necesita asociaciones serias, organizadas, con sus verdaderos dirigentes que sean también obreros del gremio, que interpreten a la masa que representan, y puedan explicarme a mí su propio sentir y el de la masa, y no el de sus dirigentes. En el orden económico también el ambiente hasta ahora ha sido de permanente lucha por una verdadera deformación de la transacción y de la concurrencia. El comercio y el negocio en general, no siempre han estado en manos de comerciantes; algunas veces ha estado en manos de verdaderos piratas económicos. Es allí donde ha proliferado la explotación del hombre por el hombre, que no cabe en la mentalidad del verdadero comerciante que sabe que su negocio va adelante cuanto más ayuda a llevar a la prosperidad a los hombres que con él cooperan a formar la riqueza. Los monopolios y los negocios ilícitos han luchado y seguirán luchando frente a los comerciantes honestos, y en este campo de la lucha se ha llegado a que comerciantes de un mismo ramo sean verdaderos enemigos entre sí. La riqueza de un país, en mi concepto, no está en que media docena de hombres acaparen el dinero, sino en que la regulación de la riqueza llegue a formar patrimonios particulares y patrimonio estatal que hagan la felicidad del mayor número de hombres y suprima la desgracia de que en un país donde hay verdaderos potentados haya quienes no puedan disfrutar de las necesidades mínimas de la vida ni satisfacer ese mínimum de felicidad a que todos tienen derecho. Tal es en mi concepto la situación a que hemos llegado a través de esta lucha integral desencadenada en el campo político, en el campo económico y en el campo social. La solución de este problema ha de ser precisamente lo que nosotros venimos propugnando: la unión de todos los argentinos para que esa lucha se convierta en colaboración y en cooperación, para que podamos crear nuevos valores, y no destruyamos inútilmente en una lucha estéril, valores y energías que son las únicas fuerzas que pueden hacer felices a los hombres, y grandes a las naciones. ¿Como alcanzaremos este objetivo, que podríamos llamar de mutualidad nacional? Será necesario trazar un plan de acción, que se trazará; será también indispensable inculcar una doctrina, que se inculcará, y, luego, ir a una realización de acuerdo a las necesidades y al ritmo de la hora. Es necesario convencerse de que el fracaso de los regímenes de gobierno que se han aferrado a la burocracia, radica precisamente en la lentitud que esa burocracia imprime como ritmo de construcción. El signo de la hora no permite detenerse en el camino para planear minuciosamente cada uno de los detalles. Se vive hoy con ritmo acelerado. El libro que sale de la imprenta está ya atrasado con el que entra a prensa. El gobernante no puede detenerse a hacer un plan minucioso. Es necesario concebir bien y ejecutar inmediatamente para no llegar tarde. Fijarse un objetivo que no ha de ser tan distante que se pierda en la lejanía. Y es necesario prever los detalles, hasta alcanzar ese objetivo que se alcanzará irremediablemente. En la realización es necesario marchar con suma prudencia. Es, en pocas palabras, la acción que tratamos de realizar en la Secretaría de Trabajo y Previsión. En este momento, ¿cuál sería nuestro primer objetivo para alcanzar en una oportunidad más propicia esta unidad de todos los argentinos, que anhelamos como una necesidad nacional?: Los problemas de la posguerra. Está por terminar una guerra en Europa, y los que no somos ya muy jóvenes, conocemos cuáles son las consecuencias de las terminaciones de las guerras en Europa. Los gobernantes de hoy deben mirar fijamente a ese período de posguerra que viene para nosotros cargado de oscuros nubarrones, que las mentes más privilegiadas no pueden prever en sus consecuencias cuando comienzan a descargar su acción. La posguerra traerá profundos problemas. Afortunadamente hemos tenido tiempo de prever gran número de ellos. Se ha creado ya el Consejo de Posguerra, organismo que considera en estos momentos la solución de todos estos problemas. La posguerra traerá, en primer término, una paralización y una desocupación. Traerá, asimismo, una agitación natural en las masas, pero traerá también una agitación que no será natural sino artificial de esas mismas masas. Todas esas circunstancias del campo social serán aprovechadas por los verdaderos enemigos de la unión nacional. Para eso sostenemos que es indispensable que ese momento nos encuentre total y absolutamente unidos para hacer frente a los peligros que nos serán comunes a todos y donde, si no resolvemos racionalmente los problemas que allí se presentarán, cada uno de los argentinos tendrá en ese funesto momento algo que perder. La organización de la clase media que hemos iniciado ya hace tiempo, tiene precisamente esa finalidad: evitar que sea ésta la clase que más sufra con cualquier cataclismo social porque no se encuentra unida ni organizada. Las clases obreras, con un amplio contenido social a su favor, ya han realizado la tarea de unirse y de defenderse por sí mismas. La clase media, en cambio, permanece sin unirse; y por lo tanto, expuesta a todos los males a que esa división puede llevar. El estado se encuentra empeñado, y trabaja incansablemente por resolver todos los problemas de previsión social que permitan que en este país, pueda afirmarse un día, que no existe un hombre que haya trabajado, que se encuentre a merced de la desgracia y de la desolación, sin que la acción del Estado llegue oportunamente para levantarlo y para ayudarlo en su desgracia. Pero señores, ésa no es tarea que pueda realizarse en cortos meses cuando el descuido de cuarenta años está haciéndose sentir en la masa argentina. Nosotros necesitamos la ayuda de todos ustedes para realizar el milagro de transformar una situación ya profundamente arraigada en los sistemas institucionales argentinos, transformarla en provecho del pueblo, después que durante aquel lapso de tiempo, lo ha sido en provecho de otras finalidades menos nobles. Nosotros necesitamos la cooperación y la ayuda de todos porque el plazo, señores, es corto. Debemos afrontar la posguerra en las mejores condiciones y después dejar las bases establecidas para que toda la obra de previsión social, de organización del trabajo y de acción social pueda desarrollarse racionalmente en largos años de proficua labor, como, para ser estables, es necesario que se realice. Para finalizar, quiero decirles que la Secretaría de Trabajo y Previsión, dentro de sus posibilidades, resolverá todos los problemas que se han mencionado. Pero, repito, necesitamos la cooperación de todos los hombres de buena voluntad que puedan presentar esos problemas en forma realista para que nosotros, encarándolos a corto plazo, podamos resolverlos. La clase media tiene problemas especiales que no han llegado a la Secretaría de Trabajo y Previsión y que nosotros los esperamos ansiosamente para comenzar nuestro trabajo constructivo a ese respecto. Por eso señores, hemos comenzado la obra gremial de la clase media organizando las profesiones y agregando a ello los empleados, los comerciantes y los pequeños industriales. Realizada esa obra, puedo asegurarles que no quedara ningún problema que no pueda solucionarse, para bien de todos y grandeza de la patria. .........
1944-08-07
Ante el gremio de obstétricas
Señoras: Como Secretario de Trabajo y Previsión agradezco la presencia de ustedes en esta casa, que es la casa de todas las personas que trabajan. El hecho es más grato por tratarse en este caso de señoras que ejercen una profesión tan noble, y porque esta reunión traduce el espíritu de unión que existe entre ustedes, cosa que no puede sino ser augurio favorable para las aspiraciones del gremio. Muchas personas piensan que la agremiación es disciplina privativa de los obreros. Es un gravísimo error. En las agrupaciones humanas la unión de las personas que desarrollan una misma actividad, es de importancia capital para la unidad del Estado. Debido probablemente a ideas arcaicas de una mala entendida competencia, las profesiones liberales en nuestro país se han mantenido en una posición individualista. No es común que los profesionales se agrupen, sino con fines científicos; difícilmente lo hacen con fines gremiales. Por esa circunstancia, dentro del panorama nacional, solamente los obreros tienen constituidos sus sindicatos gremiales. Los profesionales, en cambio, únicamente constituyen asociaciones con fines de mutualismo o recreativos. Es decir, buscando la vida de relación en aspectos que no son su trabajo. Y yo pregunto si es lógico pensar que las personas se unan y se apoyen para descansar, para distraerse o para cualquier otra actividad, y no lo hagan para ayudarse en aquello que le ocupa la mayor parte de su tiempo: sus tareas profesionales. El hecho puntualizado ha conducido a que los obreros hayan logrado conquistas sociales más avanzadas que el profesional liberal y que el empleado. Y así tenemos que ustedes vienen a reclamar ahora, que el tiempo durante el cual estén ocupadas en su trabajo sea el compatible con la salud y con lo razonable. Los obreros han alcanzado esa conquista hace ya más de quince años. Eso se debe casi exclusivamente a que ustedes no se han unido realmente para hacer valer sus propios derechos en una sociedad organizada, dentro de la cual ni los méritos personales ni el sacrificio de una vida de trabajo han sido tenidos en cuenta sino cuando una agrupación de personas fuertemente unidas, haya logrado hacer pesar sus derechos. Vienen ustedes en un momento que es verdaderamente propicio para la Secretaría de Trabajo y Previsión. Nosotros pensamos que en esta nueva era de la política social, no ha de escapar a la unión que propiciamos ningún habitante de la República, pues se ha creado esta Secretaría precisamente para armonizar el elemento capital con el elemento trabajo, bajo la tutela del Estado. A esa trilogía de la fuerza y la grandeza de la Nación debe estar vinculada toda persona o institución que posea capital, que trabaje o que tenga relación directa o indirecta con el Estado. Esperamos así, regular de una manera absoluta las actividades de todas las personas que dentro de los límites del país trabajen; porque si algunas profesiones, oficios, gremios o cualquiera actividad escapan a nuestro contralor, es probable que la armonía a que aspiramos para bien de todos los habitantes no pueda realizarse de una manera integral. Yo recibo este memorial de ustedes y lo haré estudiar minuciosamente, con el objeto de que la solución pueda obtenerse mediante la cooperación de ustedes, pues hemos ya afirmado en esta casa, que nuestra labor se cumple con la colaboración de las partes interesadas, es decir, empleados, empleadores y Estado. Y puedo anticiparles que si ustedes han pensado en las mejores soluciones, la Secretaría de Trabajo y Previsión ha de apoyar con todo entusiasmo y con el mismo cariño que ustedes han puesto en el planteo de sus aspiraciones. Con ello cumpliremos con nuestra obligación primaria de asegurar que la política social que se ha trazado el gobierno de la Nación, se cumpla para lograr que con el tiempo no quede ninguna persona socialmente olvidada, dentro de la alta función tutelar del Estado. Es así que cuando comencemos el estudio de la previsión social, jubilaciones, etcétera, hemos de pedir la cooperación de ustedes, dado que cada una de las actividades debe ser considerada en forma especial. En ese orden de ideas considero a la entidad que ustedes representan, como formando parte del personal de esta casa, y termino prometiéndoles que todo aquello que en forma inmediata podamos resolver, lo resolveremos; y todo aquello que no pueda ser ejecutado inmediatamente lo estudiaremos y lo gestionaremos en nombre de ustedes. ....................................
1944-08-10
En un acto en la ciudad de Berisso
Trabajadores: Se ha dicho esta tarde por los que me han precedido en el uso de la palabra que es la primera vez que un alto funcionario de Estado llega hasta esta localidad para conocer de cerca las necesidades y tomar una impresión personal de la vida de los trabajadores de esta zona. Yo afirmo que el funcionario o gobernante de Estado que no haya llegado hasta aquí es porque no sabía gobernar. El gobernante que ambiciona más estar entre las luces y el boato de un palacio no merece tener en sus manos las riendas del gobierno del país. Desde hace un año y medio nuestras fiestas son éstas, y para ello hemos llegado. Se ha dicho muchas veces que nosotros no estamos preparados para gobernar. Nosotros somos hombres de lucha y hemos sido educados para ser jefes. Es natural que a los políticos no les haya convenido, ni les convendrá nunca nuestra presencia. Los gobiernos modernos -lo he dicho ya- han dejado de ser problemas políticos para pasar a ser problemas sociales. El que gobierne hoy con criterio únicamente político, irá irremediablemente al fracaso. Y después que nosotros dejemos en la República el sello social de nuestro gobierno, ningún político podrá dar marcha atrás en lo que dejemos hecho. Los políticos disociaron siempre a todas las fuerzas del Estado. Encendieron la lucha, porque dividiendo el campo de las actividades nacionales, ellos podían medrar. Cumplieron siempre ese sofisma maquiavélico: dividir para reinar. Con buena fe, el problema es distinto. Es necesario considerar que en esta tierra todos somos argentinos, pensemos de una u otra manera, practiquemos una u otra religión y tengamos una u otra ideología. Cuando nos pongamos de acuerdo en que pobres o ricos, blancos o negros, somos todos argentinos, comenzaremos recién a andar el buen camino. Hemos afirmado, y lo reafirmo ahora, que cuando sepamos y estemos convencidos de que trabajamos para todos los argentinos, llegaremos a la conclusión de que la fortuna o la desgracia en este país nos serán comunes a todos: sufriremos o gozaremos todos. Es ya intolerable soportar la miseria en medio de la abundancia. Y es ésta una cuestión a la cual hay que ponerle término de una vez por todas. Las leyes han sido hechas todas con alguna sutileza para poder ser violadas. Cuando me hice cargo de la Secretaría de Trabajo y Previsión, un abogado me preguntó: "¿Cuál cree usted, coronel, que es la ley obrera más necesaria?" Y yo le respondí: "Una que haga cumplir la mitad de las que existen." La ley 11.729, como todas las leyes hechas próximas a los comicios, no han tenido sino una ínfima aplicación en el país. Nosotros no entendemos mucho de leyes; pero en cambio, entendemos mucho de la justicia. Y deben estar seguros que yo he de crear los tribunales del trabajo para que los trabajadores sean juzgados por sus propios tribunales, no por los tribunales de justicia ordinaria. Así terminaremos con las falacias y los prevaricatos a fin de que la justicia esté en manos de verdaderos magistrados y no de quienes buscan la forma de violarla. La Revolución del 4 de Junio es una revolución cuyo contenido social es extraordinario. Nosotros hemos estructurado un plan completo de política social, que nos ha de llevar en poco tiempo a un adelanto que para muchos es todavía insospechado. Hemos de organizar el trabajo con su salario, su régimen mismo y su descanso, en forma de que ya nadie pueda explotar a un hombre en ninguna forma en este país. Hemos de organizar la acción social, ya sea en su aspecto de asistencia social como en el de previsión social. Entendemos por asistencia social el principio que asegure que el hombre debe tener su salario para comer, habitar y vestirse. Cualquier otro gasto que se produzca, debe hacerse cargo el Estado, si se trata de enfermedad o pasajera inepcia para el trabajo. Y cuando fuere de carácter permanente, por invalidez o vejez, el hombre debe ser tomado a cargo del Estado. De este modo no veremos el espectáculo de hombres que, después de haber agotado sus energías y su salud en el trabajo, sean echados al campo, para que mueran como un viejo malón. Se ha hablado aquí de los problemas de la posguerra. Es indudable que se trata de un problema grave; pero los problemas son graves cuando no se prevé su solución. Nosotros ya hemos formado los consejos de posguerra; y hemos de arbitrar todos los medios para que esos problemas no incidan en manera alguna sobre la clase trabajadora. Y esto por una sencilla razón: porque cuando al trabajador le falta trabajo, sufren él y toda su familia. Más cuando al capitalista le falta trabajo, sufre su caja de hierro, que no es lo mismo. Es así como hemos de descontar de las ingentes ganancias producidas durante la guerra lo que sea necesario para resarcir a los obreros durante la desocupación forzosa. Crearemos los seguros de cesantía y los fondos necesarios para dar trabajo: porque cualquier cosa se le puede negar a un hombre en la vida, menos el derecho al trabajo. Ustedes no tienen por qué temer. No son éstos, problemas que deban ser resueltos por ustedes, sino que corresponden al gobierno. Y el gobierno los va a resolver, cueste lo que cueste y haya que hacer lo que haya que hacer. Se ha hablado -casi diría con mis propias ideas y con mis propias palabras- sobre la organización sindical. Nosotros, en la Secretaría de Trabajo y Previsión, hemos sido acusados de pretender la unificación de los gremios con intenciones más o menos capciosas. Yo he sostenido y sostendré siempre la necesidad de que cada gremio sea totalmente unido y absolutamente unificado. Estoy en contra de la subdivisión de los gremios. Es natural que los que tienen algo que perder con esta unificación, me combatan desde todos los ángulos; y me llamen nazista o comunista. A ellos les contesto que no soy nada más que argentino; que no tengo otra ideología que el pueblo de mi patria, ni otro partido político que mi patria; y que he de seguir bregando por lo que yo buenamente creo: que es el bien de ese pueblo, porque si no lo hiciera así, no merecería ser un gobernante. La unificación del gremio es para la Secretaría de Trabajo y Previsión, una cosa fundamental, porque yo debo interpretar lo que cada gremio quiere, no lo que quieren algunos dirigentes de ocasión o a sueldo, muchas veces, del sindicato y del patrón. Queremos obreros auténticos, representado a auténticos sindicatos obreros. Es decir, que ningún aspecto del sindicalismo se derive hacia la política, hacia la religión o hacia cualquier otra ideología extraña al campo obrero. En una palabra: obreros representantes de obreros, de obreros mancomunados en una gran actividad, unidos para ser fuertes en la lucha a emprender en colaboración con el Estado. Se ha hablado también de la necesidad de que las conquistas sociales que día a día vamos ganando sean duraderas. Es lógico; muchas veces, cuando medito en estos problemas, he pensado exactamente lo mismo: ¿No estaremos escribiendo en el aire? Pero los decretos que dictamos y la organización de la Secretaría de Trabajo, hacen imposible todo paso atrás. Aquello que nosotros conseguimos para la clase obrera, pueden ustedes estar totalmente seguros de que para suprimirlo, será necesario alterar fundamentalmente la organización institucional del Estado. Ha terminado la época en que los políticos ponían al ejército frente al pueblo. Hoy, el ejército y el pueblo marchan en la misma dirección y por el mismo camino; y no habrá fuerza capaz de hacerle cambiar la marcha, ni a uno ni a otro con mentiras que ya no creemos, ni sojuzgando voluntades que cada día son más altivas. Aseguramos también que no hemos de irnos sin haber dejado esto bien consolidado, y organizada la Secretaría de trabajo y Previsión con un personal científico y calificado. Es mi aspiración dejar allí a un hombre que sea un trabajador auténtico del país; y que ustedes tengan confianza en esa casa, y fe en lo que allí se hace. La Secretaría de Trabajo y Previsión no es un organismo estatal más, sino que es la casa de los verdaderos trabajadores, la casa que ha de defenderlos a ustedes contra cualquier injusticia del pasado, del presente y del porvenir. Es, en otras palabras, la garantía de que en este país no volverá a producirse el drama de una clase trabajadora olvidada por los poderes públicos y engañada por los políticos durante más de cincuenta años. .............
1944-08-10
En el acto en plaza San Martín de la ciudad de La Plata
Excelentísimo señor interventor en la Provincia de Buenos Aires; señores, trabajadores y pueblo de Buenos Aires: Es doblemente auspicioso para mi espíritu de argentino y de soldado que hayáis elegido para este homenaje el augusto lugar, donde, en presencia desde la estatua, y en esencia desde la gloria, nos preside el padre de la patria. Si mi conciencia de ciudadano y de argentino no me hubiera indicado cuál es mi camino de gobernante, en presencia de esta multitud de argentinos sabría yo en este momento tomar el camino que debo seguir en el futuro para hacer feliz a nuestro pueblo, y jugarme en la acción hasta la vida, que vale poco cuando se la ofrenda a la patria. Celebro con extraordinaria emoción que este homenaje, que es tan caro a mi corazón, me sea tributado en mi provincia natal, orgullo que no ha de ser vano, porque bien nos enseña nuestra historia, que es necesario amar a la patria chica como se ama a la patria grande. La Revolución del 4 de junio ha tenido dos postulados fundamentales que tracé yo mismo con mi propia mano el día 3 de junio a las diez de la noche; dos postulados básicos que en ese momento no debí pensarlos, porque hace treinta años que los siento; treinta años de conciencia y de conocimiento profundo de ese pueblo que me acompañó vestido de uniforme en las campañas, en el trabajo y en las luchas de toda mi vida militar. Esos dos postulados deben ser como la estrella polar para el pueblo argentino: la unión de todos los argentinos, unión que es lo único que hace grande a los pueblos, es decir, la unidad nacional, para que cuando sea necesario sufrir, suframos todos, y cuando sea necesario gozar, gocemos también todos. El segundo postulado: el de la justicia social, contenido profundamente humano sin el cual nuestra Revolución habría pasado a ser un cuartelazo más, intrascendente y estéril. No queremos restar méritos a nadie. La revolución que no pertenece al pueblo no es una revolución. Las fuerzas armadas de la Nación en el momento decisivo fueron el cerebro, fueron el corazón y el brazo ejecutor; pusieron su vida al servicio de la Nación. Pero terminado ese período, empuñaron el gobierno para hacer comprender al pueblo sano y patriota que éste es un movimiento nacional que ha de llegar con su trascendencia a una nueva estructuración de nuevos valores, sin los cuales la evolución histórica del país quedaría sumida como en un túnel oscuro y sin salida. Esa unidad que propugnamos ha de traducirse, en primer término, en unidad social y, en unidad gremial, que son los verdaderos fundamentos de unidad de las masas. La posteridad dirá de nosotros si hemos estado equivocados, pero lo que hay que cuidar en el país no es el bien de unos pocos, sino el mal de los muchos. El gobernante que en estos días no haya llegado a comprender que el gobierno cada vez más, pasa a ser un problema social, habrá perdido el tiempo en buscar remedios a una justa agitación de masas incomprendidas y sin justicia social. La agitación de las masas es un efecto de la injusticia social. El remedio no ha de estar en engañarlas ni en someterlas por la fuerza, sino en saturarla de esa justicia, porque en países como el nuestro, de abundancia extraordinaria, no puede tolerarse la desgracia y la miseria en medio de la opulencia. Yo habré colmado mis aspiraciones de argentino cuando recorriendo el país, como lo he hecho cien veces, pueda ver la casita del paisano, la casa del obrero, o la casa del empleado, con un stándard de vida superior al que tienen derecho los seres humanos, aún cuando para ello haya sido necesario sacrificar algunos de los lujos inútiles y superfluos que existen en nuestra patria. La política social del gobierno se afirma sobre estos puntos ya mencionados; y tiene sus objetivos perfectamente escalonados. Puedo asegurar que los hemos de cumplir inflexiblemente, cualquiera sean las circunstancias, porque cuando haya algo que sacrificar lo será todo, antes que el hambre y la miseria continúen enseñoreándose en la masa argentina, azotada ya sin solución durante tantos años. Hemos comenzado con la relación entre salario y costos. Cuando los precios suben injustificadamente lo lógico, lo natural, lo científico es bajarlos por una disposición del gobierno. Y cuando esos precios han subido por un factor natural del comercio, no queda otro remedio que alzar los salarios para ponerlos en proporción. Ese ha sido un criterio simple, porque en economía política solamente lo simple promete éxito. Demasiados factores juegan en el campo de la economía política para alejar la mala fe y la inescrupulosidad de quienes manipulan la interpretación de complicados mecanismos y sistemas. Insistimos en que esa simple solución ha de conseguirse en todos los aspectos para que un trabajador que gana el mínimo salario pueda comer, vestir y habitar dignamente. Y si eso no es posible, bajarán los precios o subirán los salarios. El objetivo final de nuestra política social también es simple. Vamos hacia la organización integral del trabajo y hacia la organización integral de la previsión social. En el trabajo hemos de trabajar con los obreros mismos, con los empleados, con los industriales, con los patrones, para llegar a establecer un régimen de trabajo humano, alegre y soportable que permita disfrutar de un descanso reparador para el día y para la semana. En el aspecto de la acción social hemos de llevar a la asistencia social un concepto de mutualismo de Estado; vale decir, que lo que el hombre gana es para comer, vestir, y habitar dignamente. Los accidentes de la vida: enfermedades, invalidez o vejez, estarán a cargo del Estado. Con la previsión social hemos de abolir los tristes cuadros del desocupado, del enfermo, del inútil o del viejo, porque no es justo que en una sociedad donde tanto sobra no haya lo suficiente como para recoger, con humano y cristiano corazón, a quien no tiene fuerzas o medio para ganarse su subsistencia con su propio brazo. Señores: fiel a estos principios que hemos enunciado con profunda lealtad y sinceridad desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, no estamos prometiendo; estamos haciendo. Pero les puedo asegurar que si no conseguimos realizar íntegramente nuestro programa, no ha de ser porque nos falte entusiasmo, puesto que no hemos de desmayar. Día y noche trabajaremos sin cesar y sin descanso hasta conseguir imponer, si no en los hechos por lo menos en la conciencia de todo el que pueda gobernar, que en nuestro país ha terminado, y ha terminado para siempre, esa clase de injusticia, porque hemos de dejar hecha una conciencia legal y formada una conciencia popular, que no ha de permitir, en el porvenir, que ningún argentino sea un andrajos que se arrastre por los caminos sin que encuentre un criollo corazón a la antigua que lo ponga a trabajar, junto con su mujer y sus hijos, para que no haya ningún ser tan infeliz que no merezca el honor de ganarse el pan con el sudor de su frente. ............................... ...
1944-08-11
Ante obreros molineros que agradecieron su inclusión en la ley 10.650 :
Señores: Agradezco profundamente en nombre de todos los homenajeados con esta medalla, que por ser un presente de la gratitud, tiene el valor extraordinario de significar el precio de muchos desvelos para los cuales ya estamos pagados de sobra con las satisfacciones como éstas que estamos recibiendo diariamente de los hombres que más merecen preocupación, los trabajadores, por ser ellos quienes están materialmente labrando la grandeza de la Nación que todos estamos dispuestos a defender hasta con la vida. Conozco perfectamente el problema de que ustedes han sido actores durante largo tiempo. El Estado moderno ha de comprender la necesidad de una previsión social integral por parte del Estado, si no quiere llegar a enfrentarse con problemas mucho más graves que el de desprenderse de una parte pequeña de su riqueza material. Los trabajadores con todo derecho, exigen del Estado esa previsión que ellos con su trabajo están pagando en todos los órdenes, el derecho que todos los hombres tienen después de haber agotado su vida en el trabajo y en la lucha por asegurarse una vejez tranquila, sobradamente ganada a lo largo de toda una vida de trabajo y sacrificio. La pensión a la invalidez o a la vejez, no es una dádiva ni una limosna; es un derecho que el hombre se gana trabajando sobre todo en países donde como el nuestro se ha mantenido un estándar de vida merced a salarios miserables, es donde más derecho tiene el obrero a exigir que la organización estatal le asegure una vejez tranquila, y una muerte sonriente, sin pensar que deja en el mundo seres desheredados de todo amparo, para que sean pasto de la explotación que él ha sufrido. Si la Revolución del 4 de Junio no resolviera estos problemas, habría fracasado en una de sus partes más fundamentales. Por eso en esta casa nos hemos fijado una norma y hemos establecido un objetivo a alcanzar que, si no llegáramos a materializar por cualquier causa, habríamos formado ya una conciencia legal y un convencimiento popular, que ningún gobierno del porvenir podría olvidar sin peligro de caer rotundamente. Por eso nosotros no queremos solamente materializar nuestras obras, sino trabajar sobre los espíritus de los hombres para que piensen que estas conquistas que nosotros vamos jalonado en bien de la clase trabajadora, ya no serán posible de olvidar porque, en la casa que se construye como previsión social, una vez colocado un ladrillo no se lo puede quitar jamás. Sabemos bien que el problema es complejo y arduo, pero hemos de seguir trabajando para crear instituciones que no permitan en el futuro los cuadros que se han venido observando de hombres ancianos abandonados a su propia suerte y sin sustento, por una miseria fisiológica, pero más por una miseria moral y social. Esta demostración señores, se debe más a la amabilidad de ustedes, porque nosotros somos funcionarios como lo han sido todos los otros, y no hay en esta acción ningún mérito sino una obligación que acepta el gobernante, desde el momento en que acepta un estipendio y una paga del Estado para cumplir con su deber. Esa es la conciencia que debe tener quien acepte la responsabilidad de gobernar, pero más importante que eso, es que el gobernante no sea un burócrata frío, sino que gobierne con amor y haga obra con entusiasmo, sintiendo que gobierna a hombres, porque en el concepto de la patria hay cosas que están por sobre todas las demás: la patria se forma en primer término por hombres y no pueden ser el campo ni la máquina ni el dinero, factores que se sobrepongan al hombre, que es quien sufre y trabaja, y sin el cual ni los campos, ni los animales ni el dinero tienen valor alguno. Yo he de hacer presente este homenaje al Excelentísimo señor Presidente de la Nación, por no haber podido asistir esta tarde a esta demostración, me ha encargado que les traiga su saludo cariñoso y les recuerde que en estos actos como en los demás de las obligaciones de los gobernantes, él no tiene otro pensamiento que ir labrando paso a paso la felicidad de todos los argentinos. .............................
1944-08-11
En una reunión con el gremio bancario :
Señores: Celebro extraordinariamente la concurrencia de los bancarios a esta casa. Si hubiéramos creado la Secretaría de Trabajo y Previsión solamente para tutelar a las clases obreras del país, habríamos dejado trunca e insatisfecha nuestra obra, porque uno de los postulados fundamentales de la Revolución del 4 de Junio fue la unión de todos los argentinos. El sindicalismo gremial que propiciamos desde acá, para que sea eficaz, ha de ser integral. Los trabajadores del músculo, los del cerebro, los pobres y los ricos han de formar un conglomerado nacional, porque sostenemos que las creaciones de la humanidad no se amasan con separaciones y odios sino con colaboración y amor. Así es como concebimos una sociedad organizada. No dividimos al país en clases para lanzarlas a la lucha unas contra otras, sino que aspiramos a su organización para que puedan crear un sistema que permita una más ajustada cooperación a fin de alcanzar nuestro objetivo fundamental, que es el de promover y realizar el engrandecimiento de la patria. Como ya lo he dicho en otra oportunidad, comenzamos por las clases más necesitadas, hicimos después el llamado a la clase media y posteriormente, realizaremos la convocatoria de los financistas, de los banqueros, de los ganaderos e industriales. En esta hora que es de recuperación de todos los valores, todas las fuerzas del país deben hallarse unidas. El que sea o se sienta argentino no puede estar ausente de esta restauración; cada uno debe de dar de sí lo que tenga. El que tenga brazos fuertes, sus músculos; el que tenga cultivada su inteligencia, pondrá en movimiento su cerebro; y el que tenga caja de hierro repleta de dinero, su caja de hierro. Así entendemos el tributo en esta hora, que no es tan rosada como muchos la pintan, debe dar algo cada argentino para que en nuestra patria no haya nunca días de tristeza, de miseria, de zozobra. No gobernamos para el presente sino para el porvenir, y si queremos obtener la integridad de todos los valores y lanzarla en la balanza de los tiempos, no pensemos egoístamente en el presente sino en el mañana, a fin de que nuestros descendientes, dentro de cincuenta o cien años, puedan sentirse felices y tengan algo que agradecernos. Si en este presente rico y venturoso olvidáramos el futuro, nuestros descendientes no tendrían absolutamente nada que agradecernos. Estamos inspirados en estas ideas simples, tantas veces expresadas, al llamar a los argentinos a una unidad de acción. No perseguimos ninguna política rara, ni oportunista, ni nos interesan los bienes materiales que oportunamente renunciamos, puesto que no perseguimos mejoras para nuestro gremio, el que ha de ser mejor y más virtuoso cuanto más se acostumbre a la austeridad y al estoicismo. Si una fuerza hay en el país que puede alzar la voz para exigir renunciamientos y sacrificios, esa fuerza la constituimos nosotros, que estamos dispuestos a sacrificar la vida, hoy mismo, si es necesario, por la patria. Con esta, mi manera de pensar que dejo expuesta, se imaginarán ustedes con cuanto placer, como Secretario de Trabajo y Previsión, veo este nuevo jalón que ha de darnos la organización estatal que defendemos, sin la cual la hora presente sería muy dudosa, y el porvenir demasiado incierto. La Argentina solamente podrá ser grande si en los momentos felices o en las horas tristes nos encuentra unidos para que todos podamos sufrir juntos, y así, si hemos de gozar, también gozaremos unidos. Veo con gran simpatía el movimiento de ustedes porque representa dentro de la organización profesional, una conquista que nos hace entrever un éxito del que no estábamos seguros al comenzar nuestra jornada. Salarios, escalafones, organización gremial, todo esto debe llegar irremisiblemente en la organización moderna de los Estados. Si estas conquistas sociales no vienen naturalmente, lo hacen en forma sobrenatural y violenta. Hace ocho meses, cuando nadie tenía fe en nosotros, desde este mismo micrófono yo pedía confianza para toda cuanto íbamos a realizar, sin decir que era. Hoy, sé que el pueblo argentino tiene puesto en nosotros su esperanza, y esa esperanza es una fuerza cuyo poder extraordinario pocos hombres han sabido valorar en nuestros días. Los pueblos sin esperanza terminan por perder la fe, y cuando se pierde la fe en un país no puede predecirse a ciencia cierta cuál será su porvenir a corto plazo. Nosotros hemos de luchar en beneficio de las clases trabajadoras argentinas y pedimos su colaboración para esta casa que hemos llamado "la casa de los hombres que trabajan". No concebimos dignidad sino en la vida de trabajo, porque las sociedades no deben seguir sosteniendo a los zánganos de la colmena, que consumen sin producir. La resolución que acabamos de dar, fijando el horario continuado, la he analizado rápidamente porque ya tenía mi concepto formado sobre este aspecto de la cuestión. Si los bancos han de sufrir una pequeña perturbación o perder algo después de tantos años que han sacrificado a sus empleados a un horario inconveniente, es justo que así sea y que les toque a ellos sacrificarse un poquito. Por lo que se refiere a los demás puntos del memorial presentado por ustedes, pueden estar convencidos de que hemos de poner todo nuestro entusiasmo y tesón para satisfacer aspiraciones que consideramos justas y equitativas. Para terminar pongo esta casa a disposición de ustedes, porque en ella ninguna persona que trabaja es considerada como extraña. Nuestro lema -ya lo hemos dicho- es que el Estado nos ha colocado aquí y nos paga para servir a todos los trabajadores. .........................................................
1944-08-11
En la inauguración de consultorios médicos para el personal ferroviario :
Señores: Ante todo, debo rogarles me disculpen por haber llegado con retardo; en la Secretaría de Trabajo y Previsión teníamos más de tres mil bancarios a los que acabamos de atender. El teniente coronel Mercante acaba de inaugurar estos consultorios con sus amables palabras. Sé y saben la Secretaría del Trabajo y Previsión, la Unión Ferroviaria y La Fraternidad, cuánto de esta obra se debe a sus desvelos y a su extraordinaria actividad. Los ferroviarios han tenido el interventor que merecían. Ellos, cuando el Estado no hacía nada por sus hombres, tomaron a su cargo la tarea de hacer lo que no hacía el Estado. He dicho muchas veces que el mutualismo iniciado por los ferroviarios, sirvió de ejemplo al mutualismo de Estado que nosotros hemos comenzado a realizar como previsión social. Es justo reconocer que los ferroviarios representan el gremio modelo del país; modelo, en su organización; modelo, en sus dirigentes; y modelo, en su patriotismo y en su disciplina gremial. Las conquistas que día a día van jalonando el campo del trabajo, como en el de la previsión social, los ferroviarios de todo el país, es la cosecha justa de una labor realizada por muy largos años, cuando los otros gremios no habían pensado siquiera en las ventajas de estas actividades y de estos desvelos. Por eso, señores, para el secretario de Trabajo y Previsión, es una de las tareas más gratas de sus actividades, concurrir a un local de ferroviarios para, con su presencia como funcionario, certificar una conquista más, tan merecida para este esforzado y virtuoso gremio de los ferrocarriles. Al dejar inaugurados los consultorios de odontología y oftalmología en La Fraternidad, me llevo, señores, una satisfacción tan grande, que es como un premio a los desvelos de la casa de la calle Perú y satisface por ello a todos los hombres que han puesto también su trabajo y sus desvelos en la defensa de la clase trabajadora. El excelentísimo señor Presidente de la Nación, que por sus ocupaciones no ha podido concurrir a La Fraternidad, me ha encargado que les traiga su saludo cariñoso, haciéndoles presente que él, en esta clase de fiestas, está siempre, en esencia con los trabajadores. .............................
1944-08-12
En una reunión para tratar temas de la clase media :
Señores: Deseo agradecerles las amables palabras que se han pronunciado con respecto a mi persona. Soy un humilde soldado que cumple con un deber impuesto por la hora y pueden estar seguros de que lo mejor que pueda existir en mí es la buena voluntad, ya que en ningún momento me he creído más de lo que realmente soy. Acabamos de oír al empleado, al comerciante y al industrial. Sus problemas son los de siempre: falta de armonización. Así como los obreros no contaban en el mecanismo estatal con un órgano que había de tutelarlos y defenderlos, hasta que se creó la Secretaría de Trabajo y Previsión, así también los industriales y comerciantes permanecían huérfanos de esa protección hasta la creación de la Secretaría de Industria y Comercio. La organización del Estado moderno exige un absoluto ajuste de todos sus resortes. Si uno solo de sus engranajes no funciona dentro de la armonía total, la máquina va a sufrir en su marcha y hasta ha de llegar a detenerse. Esa armonización ha de ir desde el productor al industrializador, al distribuidor y, finalmente, al consumidor. Este, que constituye el proceso primario sobre el que se asienta todo el movimiento comercial interno de un país, ha de ser regulado en forma tal que pueda funcionar perfectamente a pesar de los malintencionados han de emboscarse en cada una de las soluciones de continuidad que separan. El Estado debe asegurar una justa retribución y una distribución equitativa de los saldos gananciales a cada uno de los elementos que intervienen, sin perjudicar al consumidor. A esto se llega mediante una equilibrada coordinación de los factores que juegan en el problema, ajustándolos a la apreciación equilibrada de costos y salarios. El planteamiento de este problema es elemental y sencillo, pero complicado en su aplicación en el campo de las actividades reales del comercio. Esto no puede dejarse, como hasta ahora, librado a la casualidad, sino que es necesario encauzarlo para evitar por todos los medios la dispersión de valores, de riquezas, que van, por medios ilícitos, a parar a manos de quienes no los merecen. El minorista es el proletario comercial, y así como el proletariado del trabajo necesita el apoyo estatal, el minorista también debe ser tutelado por las autoridades. En nuestro país, el gobierno, así como había olvidado al obrero, también había dejado librado a su suerte al comerciante minorista. Es lógico, en el juego de intereses y de ambiciones, que sea el obrero el menos protegido y dentro del libre juego de la concurrencia en el campo comercial, esté más expuesto, por ser más débil, el comerciante minorista. La Secretaría de Trabajo y Previsión ha solucionado y solucionará hasta el último e insignificante problema que afecte al obrero, y espero que del mismo modo la Secretaría de Industria y Comercio ha de resolver todas las cuestiones inherentes al desarrollo natural y a la distribución de la riqueza del país. Y así como la Secretaría de Trabajo y Previsión se ha opuesto a la explotación del hombre por el hombre, la Secretaría de Industria y Comercio hará de impedir la explotación del minorista. Se ha mencionado aquí un sistema dentro del comercio que en casi todos los países constituye la "bestia negra": los negocios en cadena. Pienso, y ya lo he expresado anteriormente, que así como no permitiría la Secretaría de Trabajo y Previsión que se importaran mil esclavos para trabajar en competencia con obreros pagos, tampoco se debe autorizar la instalación de esos negocios en concurrencia con los comercios minoristas. El intermediario, a quien también se ha hecho referencia, es una especie enormemente difundida. Sostengo que los países bien organizados deben suprimir al intermediario político, social o económico. El pueblo, en lo político, debe elegir a quien él quiere que lo gobierne. En el orden social, cada gremio ha de tener como auténtico representante a un trabajador. En el campo económico, se ha de permitir como comerciantes única y exclusivamente a quienes ejerzan el comercio. Es para echar cimientos que consideramos más perfectos que la desorganización que imperó en el país anteriormente que nosotros estamos empeñados en esta tarea de unión, base de toda organización; es decir, fundar la base de una franca comprensión de todos los factores económicos y sociales. Para ello, entendemos que debernos comenzar por conocer, base para distinguir, porque distinguiendo podremos apreciar los problemas y resolverlos. Estaremos así en condiciones de llegar a los hechos, de ejecutar. Los gobernantes que nunca han consultado directamente a su pueblo no han sido tales, porque no se pueden comprender y resolver las cosas si no se torna conocimiento de ellas. Así, por ejemplo, un montañés que se halla a 20 grados bajo cero, trabajando y sufriendo, no puede ser interpretado desde el cómodo despacho con veinte grados de temperatura. Tampoco pueden aquilatarse las necesidades del industrial o del comerciante conformándose con pasar en automóvil frente a su establecimiento. Es necesario, y nunca lo es demasiado, convivir con el pueblo que trabaja, que comercia, y hasta con el pueblo que delinque, para compenetrarse de su situación y solucionar sus dificultades con carácter realista. Por eso vengo, señores, hacia ustedes cada vez más con mayor entusiasmo. Así corno hemos resuelto los problemas en el campo obrero, hemos de encararlos y resolverlos en el campo de la clase media. Al llegar a la Secretaría de Trabajo y Previsión, establecí cuál había de ser el método eficaz para ahondar en los problemas, apreciarlos y resolverlos en el menor tiempo. He procedido de una manera clara y recta, como lo verán ustedes. Yo no he ido a los tratados de trabajo, ni a las leyes ni a los teóricos que hablan del trabajo. He ido al trabajo. A propósito de esto, recuerdo que uno de mis técnicos me dijo un día, trayéndome unos libros sobre derecho de trabajo y previsión social: "Léalos, coronel, son muy interesantes". Le respondí con un cuento histórico. Refiere Plutarco que cierta vez pasaba cerca de Esparta un circo, y un amigo de Licurgo lo invitó a que lo acompañara a verlo. Le preguntó que había de bueno allí, y contestó su amigo que había un hombre que imitaba maravillosamente al ruiseñor. Licurgo lo miró y le dijo: "No me interesa; yo he oído al ruiseñor". Del mismo modo, cuando el abogado me trajo los libros, yo le dije: "Querido amigo: yo quiero ver eso en la fábrica y entre los obreros". Pero la acción social de la Secretaría de Trabajo y Previsión no solamente ha de reducirse a la clase trabajadora. Esta idea me ha inducido a tomar contacto con esta clase media, que la sé sufrida, laboriosa y virtuosa como la que más. He venido hacia ustedes en busca de ese contacto, porque yo también quiero sentir al ruiseñor. La política social abarca todo el panorama del Estado, porque es la regulación del factor humano del país, desde el nacimiento hasta la muerte. Por eso es de su resorte natural todo el que vive, poderoso o humilde, sabio o ignorante, que manda o que obedece, mientras esté con un hálito de vida en esta tierra. Quien aspira a ser, o las circunstancias lo hayan colocado en la situación de conductor de un país, primero ha de conocerlo, luego ha de comprenderlo, ¡y pobre del que se detenga allí, porque también es preciso sentirlo! Se conduce con amor y con entusiasmo, después con talento, y por último, con conocimiento. Pero es necesario pensar que las obras que el hombre produce, como los hijos, si son del amor, son siempre más perfectas y más bellas. Los pueblos deben saber, por su parte, que el conductor nace. No se hace ni por decreto ni por elecciones. Conducir es un arte, y artista se nace, no se hace. No se realizan obras de arte ni con recetas ni con libritos. La suprema condición del artista es crear. Para conducir no existen moldes; es preciso que el conductor funde sus propios moldes, para después llenarlos de un contenido que estará en razón directa, en cuanto a su eficiencia, con el óleo sagrado de Samuel que el conductor haya recibido de Dios. El arte de la conducción tiene su teoría y sus principios; pero ellos constituyen la parte inerte del arte y no valen sin el artista, porque éste es la parte vital del arte. Los pueblos se conducen; las naciones se gobiernan. Nadie en la historia ha podido improvisar a sus conductores ni a sus gobernantes. Dios ha sabido salpicar, con una oportunidad extraordinaria la vida de los hombres que en sus siglos han representado verdaderos meteoros destinados a quemarse para alumbrar el camino de la felicidad. Como no hay arte sin artista, tampoco hay conducción sin conductor, ni gobierno sin gobernante. El gobierno de la Revolución ha tratado de cumplir buenamente con estos principios, que son la esencia misma del arte del gobierno. Se habrán podido escribir grandes obras sobre gobierno, pero sus autores fueron teóricos. Quien escribió "La psicología de las multitudes" fue un psicólogo, pero no fue un conductor de masas. Para "ser" no es suficiente "comprender"; ni la reflexión ni el raciocinio permiten conducir las masas. Las masas se conducen con intuición y la intuición la da solamente Dios. Seguros de estas verdades, hemos tratado de hacer un gobierno racional, buscando de acercarnos lo más posible a la perfección en la conducción de nuestro pueblo. Fuerza es confesar que hasta ahora no lo hemos hecho tan mal. El gobierno de la Revolución pretende conducir y gobernar. Para ello necesita, en primer término, la unión de todos los argentinos, según lo hemos dicho en varias oportunidades. De esa unión ha de surgir la cooperación y colaboración indispensables para toda obra de bien en favor de la colectividad. Empezamos por la clase trabajadora, y esa tarea está casi terminada. Seguimos ahora con la clase media, fundando nuestras esperanzas en que la comprensión Argentina, que ha de saber interpretamos al asumir esa tremenda responsabilidad con el solo designio de hacer el bien por el bien mismo, renunciando a todas las ventajas, como ya hemos hecho con todos los bienes materiales. Aspiramos también a contar con la incorporación de la clase pudiente para realizar el milagro de que en la sociedad argentina cada uno dé de sí lo que posea para el bien común: el obrero, sus músculos; la clase media, su inteligencia y su actividad; los ricos, su dinero si fuere necesario. La división de clases ha sido creada para la lucha; pero la lucha es destrucción de valores. Nosotros, en cambio, pensamos aprovechar esa división de clases para asegurar una colaboración nacional en la que cada uno ponga de su parte su esfuerzo, su abnegación y su sacrificio para el bien común, que es el bien de la patria. En este orden de ideas -y para finalizar- aspiramos a suprimir y a cerrar para siempre ese fatídico ciclo de lucha entre el capital y el trabajo; entre los partidos políticos, disputándose a balazos el comicio; entre comerciantes, por medios lícitos e ilícitos, con propaganda o sin ella, para crear otro cielo de armonía en el cual los individuos no peleen entre ellos, como los perros a los que se les arroja un hueso; un ciclo en el que se repartan armoniosamente los bienes que Dios ha querido colocar en esta tierra, para que todos seamos más felices si somos capaces de renunciar a la avaricia, a la ambición y a la envidia. .............
1944-08-14
En la entrega de una medalla de los serenos de los buques
Desde que llegué por primera vez al antiguo Departamento del Trabajo, que yo convertí en Secretaría de Trabajo y Previsión, comenzamos, con unas cuantas personas de buena voluntad y un núcleo de selectos empleados, a sembrar. Estos actos de reconocimiento alegran el corazón de un modesto soldado que no tiene otro mérito que el de haber sido elegido por la suerte para resolver un problema que constituye uno donde los postulados de la Revolución del 4 de Junio: la justicia social. Los conflictos obreros y la agitación de las masas se resuelven de distintas maneras: por la fuerza, como se ha hecho en algunas oportunidades; por el engaño, como lo hacían los políticos; y por la justicia social, como estamos haciendo nosotros. Cada día más el gobierno va constituyendo un problema social. Es necesario gobernar para las grandes masas y no para los menos, ya que esto constituiría un desgobierno. No pretendemos resolver de inmediato todos los problemas, sino más bien formar conciencia en el pueblo, en la clase media y en la clase dirigente, especialmente en los grandes industriales, de la necesidad imprescindible de contemplar los problemas sociales en forma de armonizar toda actividad con la conformidad absoluta de todas las partes. La solución de los problemas de ustedes es el resultado del sistema que seguimos en esta casa, donde no se deja problema sin solución. No debemos seguir escribiendo códigos del trabajo y tomos sobre legislación obrera, sino que debemos empuñar como el obrero las herramientas, cumpliendo el lema: mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar. No imaginan ustedes con cuanto placer recibo a las delegaciones obreras que expresan su agradecimiento, pues es el mayor pago a que puedo aspirar, porque los hombres de la Revolución hemos renunciado a todos los bienes materiales, por otros bienes que son los espirituales, más sagrados, más grandes y más eternos. Esta casa es la casa de los trabajadores y está abierta para todos los que sean útiles al país. Las conquistas sociales las hacemos en nombre de la patria, no considerada geográficamente sino por los millones de argentinos que la habitan, y a los que hay que darles en justicia lo que les corresponde, para que no lleguen un día a estar en contra de su propia patria. El día que yo abandone estas funciones tendré el orgullo de que la única bandera que los trabajadores argentinos lleven a su frente sea la de la patria, como un reconocimiento al Ejército, que es su custodia y la encarnación misma del amor a la patria. Agradezco esta demostración en nombre del personal de la casa y de mis colaboradores, con el pensamiento puesto en el propósito de ajustar día a día las reivindicaciones obreras, para que los trabajadores reciban todo aquello que por ser un beneficio para ellos será también un beneficio para el Estado.
1944-08-14
Ante una delegación de trabajadores judiciales
Termino de escuchar a mi ya casi viejo teniente 1º Saráchaga y de sus propias palabras quiero tomar la introducción para lo que deseo decir a ustedes. Ha dicho él que cuando dicta un fallo notable, la gloria es de los que trabajan en la oscuridad. Pero yo he de agregar que no es ese solamente el panorama de la justicia. Es el panorama de la patria, porque también la Argentina, en sus casi tres millones de kilómetros cuadrados repite a diario sin intermitencia, ese mismo problema en todas sus latitudes. No son los hombres que realizan los que merecen toda la gloria de la realización, sino esa serie de colaboradores de todo orden que la posibilitan y la hacen fecunda. Por eso, nuestro programa en inmensa síntesis, quiere la unión de todos los argentinos, convencidos de que no hay un solo compatriota que no haya de representar dentro del engranaje nacional, aun cuando sea un diente de la maquinaria, y que cuando ese diente falla, la patria tendrá algo que perder. Debemos convencer a cada argentino que dentro del país, él juega un papel cuya importancia no depende de su ciencia ni de su poder, sino de la oportunidad de hacer cada día, cada hora, cada minuto algo útil para su patria. Dejaríamos trunca la tarea de la Secretaría de Trabajo en la fijación de la política social argentina, si atendiéramos solamente los problemas de la clase obrera, como algunos se dieron a pensar hasta ahora. La Secretaría de Trabajo y Previsión tiene la ambición de abarcar con su acción a todos los argentinos, sean de la clase trabajadora, sean de la clase media o de la clase capitalista. Cada uno ha de entrar dentro de esa armonización para que ningún valor se pierda. Aspiramos a resolver todos los problemas, de manera que cada uno reciba la retribución económica relacionada con el trabajo que cumple. Y sabemos que en ese orden, la curva de salarios y de sueldos en nuestro país está muy por debajo de lo normal. El problema de la justicia en lo que respecta a los cargos que ustedes desempeñan ha de ser inmediatamente considerado por esta Secretaría. Mañana mismo hemos de solicitar al Ministro de Hacienda el acuerdo general del gabinete que dispondrá los aumentos propugnados por el doctor Saráchaga, cuyo despacho yo ya he firmado. Para finalizar, agradezco a ustedes que hayan elegido el Día del Empleado Judicial para hacernos el honor de esta visita. Como dueño de casa, la pongo a entera disposición de ustedes no sólo para la solución de los casos colectivos, sino también para los individuales, pues nosotros nos ocupamos de defender todo lo que es justo y que atañe a los hombres que de cualquier manera trabajan. ..........................
1944-08-16
Ante los encargados de casas de renta
Me es altamente grato pasar estos momentos en compañía de ustedes. La Secretaría de Trabajo y Previsión cumple con su deber en la forma más amable y entusiasta posible; por eso lo la visita de los trabajadores es siempre grata en esta casa. La resolución que se acaba de leer, contempla aquellos asuntos que ha sido posible resolver de inmediato. Se trata de considerar lo relativo a los salarios, aspecto que merece un estudio más profundo. Exactamente se procederá en el menor tiempo posible para resolver este aspecto, así como los demás contenidos en el memorial elevado por ustedes. Se ha hablado de la oposición de algunos a la agremiación en el sindicato único. Muchas veces he hecho presente que nosotros no podemos prescindir de los sindicatos. Para entendernos con las masas trabajadoras los necesitamos, para que ellos nos puedan transmitirnos el pensar y el sentir de cada uno de los gremios. De manera que aquellos que han dicho que nosotros estamos en contra de las asociaciones obreras, han mentido, y lo han hecho deliberadamente. Nosotros no tenemos otro medio para entendernos con las masas que sus propios representantes. Lo que sí exigimos es que cada gremio esté representado por un trabajador auténtico y no por un vividor que explote al gremio. Esto lo hacemos inspirados solamente en el bien de los gremios, porque la experiencia ha demostrado que aquellos hombres que se ocupan de estas actividades, y viven de ellas, no han sido nunca los mejores defensores del gremio. Esto es lo que hemos combatido y seguiremos combatiendo. Creemos también que debe existir un gremio único como son ustedes, porque es la sola forma en que los trabajadores tengan una representación auténtica y fuerte. Es natural que los políticos ambicionen gremios formados alrededor de ideas políticas para que ellos, en sus actividades, puedan explotar los en provecho propio, como resultaría si los encargados de casas de renta estuvieran divididos en socialistas, radicales, conservadores o comunistas. Cada uno va a medrar a expensas de esos grupos, en perjuicio del propio gremio. Porque ellos se ocupan de resolver sus problemas y el gremio que se cuide por sí solo. Como la Secretaría de Trabajo y Previsión es un organismo del Estado, creado para defender a los trabajadores, entiende que esa defensa no se va a reducir exclusivamente a defenderlos contra el patrón, porque los trabajadores tienen, fuera de los patrones, peores enemigos dentro del propio gremio, si no saben depurarlo oportunamente. Nosotros defendemos a los gremios desde un punto de vista integral, como que no tenemos otro interés que su propio bien. Con ese concepto se ha creado la Secretaría. Con esa doctrina la vamos llevando adelante. Y nadie podrá decir que en esta casa se ha resuelto nada que en algún momento pueda perjudicar a ningún gremio. Si no le podemos hacer bien, dejamos las cosas como están, pero nunca le haremos mal. Todo cuanto digo está atestiguado por numerosos ejemplos en todos los gremios de trabajadores del país. Es lógico reconocer que en ocho o diez meses no podamos hacer lo que no se ha hecho durante cuarenta años. Porque ése es el estado de las masas argentinas, sean campesinas o ciudadanas. Nuestra legislación social está atrasada porque contra ella se han opuesto, en primer término, la falta de disposiciones apropiadas; y los políticos que tenían demasiadas cosas que hacer para ocuparse de los obreros; y el gobierno que ha sido de tinte netamente capitalista y ha considerado más las vacas y el trigo que a los hombres. Entendemos que el concepto de la patria va dirigido especialmente anhelos humanos, porque ellos son los que trabajan, sufren y se sacrifican. El campo, las vacas, las casas, las riquezas, no tienen razón de ser sino para contribuir a la felicidad de los humanos. Por esa razón, es siempre grato para nosotros poner un jalón más en estas conquistas que nos hemos propuesto realizar. Si no podemos concretar ni materializar todo cuanto pensamos, puedo asegurarles que hemos de dejar una conciencia formada para que la Revolución del 4 de Junio no pueda morir jamás en sus proyecciones sociales. Hemos de dejar una conciencia legal y gubernamental y una conciencia pública formadas para que ninguno en el porvenir pueda abolir ninguna de las conquistas hechas, ni oponerse a ninguna que nosotros hayamos proyectado para el futuro. Para finalizar, está demás decirles que iniciamos hoy con el sindicato único nuestra labor y pueden estar seguros de que ni ustedes mismos lo harían con el entusiasmo y la buena voluntad que nosotros ponemos en conseguir todo cuanto sea posible. Esta casa está siempre abierta para los hombres que trabajan, sea en un sentido colectivo o en un sentido individual.
1944-08-16
En la Unión Obreros Municipales durante la inauguración de consultorios médicos
En mi carácter de Secretario de Trabajo y Previsión llego a esta casa profundamente halagado en mis sentimientos y en mis aspiraciones. El gremio de los obreros municipales no ha sido muy afortunado con sus directores, y merced a ello no ha obtenido todavía el sinnúmero de ventajas que no hubieran escapado a un gremio bien dirigido, unido y con la fuerza suficiente para reclamar una justicia que no se le puede negar a nadie. El inaugurar en forma de mutualismo privado la sección Consultorios Médicos, es ya una primera conquista; sin embargo, este gremio tan numeroso, tan meritorio, con una organización de muchos años, ha cometido, en mi concepto, algunos errores de organización. Es un gremio que ha estado subdividido y por eso me voy a referir a una recomendación que hago yo a todos los obreros. En diversas oportunidades, por el hecho de que yo propugne la absoluta unidad de cada gremio, se ha dicho que soy nazi o que soy otras cosas. Yo sé bien qué finalidad persiguen las personas que desearían ver a los gremios divididos en numerosas fracciones. La unidad gremial es la base de la eficacia de todo sindicalismo; es absolutamente imposible para un organismo como la Secretaría de Trabajo y Previsión poder encarar la solución de los problemas gremiales, con gremios compuestos por veinte sectas distintas. Imaginen ustedes que la agremiación que nosotros defendemos, no dando personería gremial más que a una entidad por cada una de las actividades, va en contra de la explotación de las masas obreras, con finalidades casi siempre inconfesables. Es natural que hay quienes quieren tener a los obreros municipales divididos en socialistas, radicales, conservadores y otras cosas más, de lo que resulta que eso es un sindicalismo político que podrá servir para las elecciones, pero no para defender al gremio. De manera que lo que nosotros queremos es un gremio que descienda a los obreros municipales, y no a los dirigentes políticos. Por otra parte, la Secretaría de Trabajo no es un organismo estatal más; es un organismo estatal con una misión específica: la de defender a las entidades de trabajadores. Y para entendernos con ellos, necesitamos, en primer término, que existan y que no sean una aglomeración de perdigonadas o tendencias políticas, religiosas o sociales que no tienen nada que hacer con la clase trabajadora. Por eso digo que la Secretaría de Trabajo ha de luchar incansablemente por esa unidad de los gremios, que será la única que los hará organizados, disciplinados y fuertes y que eliminará para siempre ese factor de debilidad que representa el que vivan los gremios con una lucha interna que los consume, como se consumen los organismos minados por una enfermedad que destroza sus propias células. Por eso me permito recomendarles a ustedes que sigan las inspiraciones de su interventor, que no ha venido aquí para hacer ninguna maniobra que no sea a favor de los obreros municipales; esa es, y será mientras esté aquí, su misión, y estoy absolutamente persuadido de que la cumplirá con toda la lealtad y sinceridad que corresponde a un soldado. No olviden tampoco que la fuerza gremial está en los buenos dirigentes que se elijan, hombres que no tengan veleidades extrañas, sino que vivan para defender su gremio y que sepan que para un obrero municipal no puede haber ni finalidad ni honor más grande que defender a sus propios compañeros. Tener un dirigente que vaya tras otros objetivos ideológicos o políticos dentro de la organización, es como tener una bomba de tiempo metida dentro de la propia casa. Otro factor de fuerza gremial es la disciplina. Y, finalmente, el trabajo que cada uno de ustedes deben realizar para atraer a los otros compañeros a esta unidad, porque aquí se agrupan solamente alrededor de 4.000, siendo los obreros municipales mucho más de 25.000. Hay que hacer, pues, que el gremio se una; porque comprendan que las conquistas gremiales no se conversan ni se discuten: se obtienen con trabajo, con unidad y con sacrificio. La Secretaría de Trabajo apoyará, como es su deber, todas las propuestas y solicitaciones hechas por el interventor de la Sociedad; y pueden ustedes estar absolutamente seguros de que quizá ni ustedes mismos tendrían el entusiasmo y el empeño que ha de poner el organismo para defender los propios intereses de la Sociedad. Por otra parte, la Secretaría apoya en forma absoluta al Interventor que para nosotros representa en este momento la autoridad que dirige la entidad. Como nosotros tomaremos contacto con la comisión que ustedes elijan al terminar la intervención y los respetemos y ayudaremos en todo el desempeño de su misión, en la misma forma como hasta entonces ayudaremos al Interventor de la Sociedad. Para finalizar, señores, felicito a todos por esta nueva conquista de los consultorios y auguro que con la unidad, la buena voluntad, la colaboración y cooperación de todos, este gremio ha de seguir escalando hacia las conquistas sociales a que tiene derecho. Ha de asegurar también un porvenir para el propio gremio, porque las conquistas gremiales no se regalan, sino que se obtienen con el sacrificio de la propia Sociedad. La unión de los obreros municipales es desde todo punto de vista indispensable. Cuando todos entiendan esta verdad, se habrá alcanzado el ansiado triunfo, desterrando de la entidad aquellos factores extraños que les han producido hasta ahora todos los males que han sufrido. Y allá, en la Secretaría de Trabajo y Previsión, estamos nosotros esperando este momento para prestarles toda la ayuda que el Estado está en la obligación de prestar a todos sus hijos. ........................
1944-08-20
En un almuerzo criollo en la ciudad de San Nicolás
Señoras, señores: Terminadas de oír las palabras cálidas del representante obrero que ha ofrecido esta demostración, cabe destacar que en sus palabras se exalta la obra social emprendida por el gobierno; y a mí me toca la satisfacción de declarar, como lo he hecho varias veces, que cumplo una superior inspiración emanada del excelentísimo Presidente, del cual sólo soy un lugarteniente en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Cuando nadie pensaba en impulsar la obra social en nuestro país, el general Farrell, siendo Ministro de Guerra, recibió la primera delegación de ferroviarios en su Ministerio. Él, con su directiva y con su ejemplo, me indicó el camino que estoy siguiendo para realizar lo que es un problema fundamental del gobierno: la felicidad del pueblo argentino, cueste lo que cueste. Yo he visto en múltiples ocasiones la preocupación constante del general Farrell, cuando todavía éramos dos soldados de montaña. En nuestros momentos de descanso y de meditación, me decía: realizar el problema social argentino sería realizar el verdadero milagro de la patria argentina. Esa es y ha sido su inspiración de gobernante: yo sólo cumplo mi misión en esa Secretaría creada para salvar la solución de continuidad de cuarenta años de inanición en la política social argentina. Esta tarde, a las 17, voy a hablar con los obreros, y he querido solamente decir estas breves palabras en defensa de una verdad que debe ser conocida por todos: el general Farrell, nuestro jefe y mi querido camarada y amigo de toda la vida, es nuestro inspirador y la llave de nuestras acciones. Como voy a hablar esta tarde, y posiblemente me extenderé en mi conversación con los obreros, dejó los micrófonos al excelentísimo señor Presidente, fe de todos los argentinos, no sólo por un dictado institucional, sino también por el dictado íntimo del corazón de todos los patriotas. ..................
1944-08-20
En un acto en San Nicolás ante una concentración obrera :
Señores: Celebro que este primer contacto con los trabajadores de San Nicolás pudo serlo en este lugar con olor a campo, rodeado de árboles, sabor de pampa de nuestros grandes. En nombre del Excelentísimo Presidente, les presento sus disculpas porque estamos un poco excedidos en la hora. Ha querido abreviar el tiempo, concurriendo él a otro homenaje para que yo pueda conversar con ustedes. Sin embargo, les traigo su afectuoso saludo y su recuerdo. Traigo también el saludo de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Ese organismo nuevo, que no representa en manera alguna un organismo estatal más, sino el corazón de la masa obrera que trabaja en todo el país, por cuyas inquietudes palpita y se esfuerza sin descanso. La Secretaría de Trabajo ha encarnado uno de los postulados fundamentales de la Revolución del 4 de Junio. Ese postulado es el de la política social, asegurando para los trabajadores de la patria una merecida justicia social, que tardaba ya en llegar. Esa justicia social que considera que en el país no existe un solo hombre, por pobre que sea, por inútil que resulte para trabajar, que no sea un piñón de ese magnífico engranaje que forma el país, y consideraba así que es misión de esa Secretaría convertir en piñones útiles a cada uno de los catorce millones de argentinos que habitan nuestra tierra. Nuestra política social está en franca realización; no he de decirles a ustedes lo que vamos a hacer, quiero solamente pedirles que observen lo que se está realizando, de acuerdo con la máxima de nuestra casa que dice: "Es mejor que decir, hacer; y mejor que prometer, es realizar". Hemos organizado ese organismo que llevará a las masas trabajadores del país un régimen de trabajo adecuado, un salario que compense los esfuerzos, que permita vivir con ese mínimo de dignidad y de felicidad a que todos tenemos derecho; un régimen de descanso que asegure la reposición de fuerzas en el hombre que labora con sus músculos o con su inteligencia. Esa política social va también tras el objetivo de asegurar a todos los hombres que trabajan una vejez tranquila, a que se tiene derecho después de haber trabajado toda la vida por el país. Esta política social está también orientada a asegurar una vivienda digna a la gente de las ciudades y del campo. La vivienda no es un privilegio del hombre que puede, sino uno de los elementales derechos del hombre del pueblo. Entendiéndolo así, el gobierno encara un gran plan de construcciones que ampara a la ciudad y la campaña argentina. Pero la política social no puede detenerse solamente en estas cuestiones. El objetivo es más amplio y más lejano. Ese objetivo encara todos los problemas humanos: del rico, del pobre, del sabio, del ignorante, del que manda como del que obedece, porque así considera la política social la coordinación de todo el engranaje del país, para que cada uno de los argentinos, dé a la patria lo que pueda dar de sus músculos o de su inteligencia. Encarado así el problema, vamos hacia el otro postulado fundamental de la Revolución: la unidad de todos los argentinos. Es necesario que todo el mundo se persuada de que no puede haber una grande Argentina si todos sus hijos no están perfectamente unidos. Combatimos desde este punto de vista toda clase de lucha, porque la lucha partida del odio, destruye valores y energías para emplearlos en bien del país. Hemos asistido durante cien años a una lucha integral dentro del país, lucha en el campo económico, con una concurrencia despiadada entre los hombres de comercio o de negocios. Hemos asistido a una lucha política de facciones de argentinos que defendían distintas banderas anacrónicas, cuando entre nosotros, en un país como éste, hay una sola bandera: la argentina. Diremos que vivíamos un régimen social también de lucha. Los patrones, guiados por un egoísmo o una avaricia que no se justifican en nuestros días, crearon el problema de la lucha entre ellos y sus obreros. Afortunadamente, en este país existen patrones que hacen honor a su nombre de tales. Pero esa lucha entre los trabajadores y los patrones es también un índice de destrucción incompatible con el progreso económico y moral de la Nación. Es necesario repetir una y mil veces, para que se grabe profundamente en la conciencia de todos los argentinos que no debe haber lucha ya en el campo gremial, porque el Estado, que hará de juez supremo en los conflictos de trabajo, solucionará y dictará fallos, de acuerdo con la justicia sin desmedro de los pobres, de los ricos, ni de los hombres que laboran las riquezas del país. Esa fuerza había sido destruida por la aniquilación del virus de dirigentes obreros a paga, miserables y traidores para la masa, que llevaban a ella distintas ideologías y servían a intereses que no eran de los trabajadores sino de los políticos a quienes servían personería. El trabajador que se agremia debe exigir a su organización gremial, que esté representándolo un obrero o un trabajador auténtico; debe exigir que esa agremiación sea el producto de las necesidades y de las aspiraciones gremiales, y no de intereses de otro orden. Se me ha dicho que yo soy enemigo de las organizaciones obreras porque defiendo que cada gremio debe estar unido en un solo sindicato. Nosotros no queremos gremios ni socialistas, ni radicales, ni conservadores, ni comunistas; queremos gremios dentro de los cuales se agrupen personas sanas de cada especialidad; que se juntan los zapateros, los carniceros, porque nadie los va a representar en forma que tengan algo que agradecer si los hombres de ese gremio no van tras la necesidad o van a la lucha por conquistar solamente las aspiraciones de sus gremios, y no los intereses de quienes no representan a nadie. Suprimiendo esas luchas, es que nosotros queremos llegar a la armonización absoluta de todos los habitantes del país; porque de esa unidad, que es la única condición que hace grandes a los países, ha de nacer sin duda, la unión nacional y eso representa el índice más elevado de verdaderas conquistas de la grandeza del país, cuando todos los argentinos, como uno solo hombre, marchen en la dirección y hacia el objetivo que nos indica la historia y el país, para las grandes conquistas, tanto morales como materiales. Es grato para el Secretario de Trabajo y Previsión agradecer en esta oportunidad la concentración de los obreros de San Nicolás, concentración reúne representaciones, no solamente de esta ciudad, sino de todos los alrededores. Pensamos que ninguno de ustedes habrá de verse defraudado en sus aspiraciones, porque si nosotros no podemos cumplir materialmente con todo cuanto soñamos y ambicionamos para la clase trabajadora del país, hemos de dejar una conciencia nacional formada para que en el futuro ningún gobernante se atreva siquiera a destruir una sola de nuestras conquistas La Secretaría de Trabajo y Previsión necesita de la colaboración de ustedes. Nosotros no somos gobernantes que evitamos el contacto con el pueblo. Por el contrario, vamos a buscar los problemas en el pueblo mismo, porque sabemos que gobernamos para solucionar el mal de las masas y no para favorecer el bien de los afortunados del país. Esa colaboración puede hacerla llegar cualquier ciudadano a la Secretaría de Trabajo y Previsión. Allí, personalmente o por escrito, atendemos todas las sugestiones, porque entendemos que para interpretar a las masas, lo mejor es vivir entre ellas, conocer sus problemas y sufrir sus destinos, y para cumplir lo que nos hemos propuesto y para dar gracias a Dios por el bien y la grandeza de la patria. ..................
1944-08-25
En la Bolsa de Comercio :
Señores: En primer término, agradezco la oportunidad que me brinda la Cámara de Comercio para exponer algunos asuntos que conciernen en forma directa a la Secretaría de Trabajo y Previsión. Al hacerlo no he querido escribir cuanto voy a exponer, a fin de animar esta conversación, descartando la lasitud natural de las lecturas, para buscar una mayor comprensión y facilitar un entendimiento entre los intereses que juegan en el orden social, que la Secretaría de Trabajo y Previsión está encarando. En ese sentido me trae hasta aquí un sentimiento leal y una absoluta sinceridad. Mis palabras si no están calificadas por grandes conocimientos, lo están, en cambio, por una absoluta sinceridad y un patriotismo totalmente desinteresado. Quiere decir que no cabe mala comprensión de todo cuanto voy a decir. La Secretaría de Trabajo y Previsión entiende que la política social de un país comprende integralmente todo lo humano con relación a los diversos factores del bienestar general. Siendo así, muchos, posiblemente equivocados sobre todo cuanto yo he dicho en el orden social, se han permitido calificarme de distintas maneras. Yo soy un hombre realista, he interpretado cada una de estas calificaciones, las he sobrepasado y he llegado a esta conclusión: de un lado, me han dicho que soy nazi, de otro lado han sostenido que soy comunista, todo lo que me da la verdadera certidumbre de que estoy colocado en el perfecto equilibrio que yo busco en la acción que desarrollo en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Pienso que el problema social se resuelve de una sola manera: obrando realísticamente para buscar una perfecta regulación entre las clases trabajadoras, medias y capitalistas, procurando una armonización perfecta de fuerzas, donde la riqueza no se vea perjudicada, propendiendo por todos los medios a crear un bienestar social, sin el cual la riqueza es un verdadero fenómeno de espejismo que puede romperse de un momento a otro. Una riqueza sin estabilidad social puede ser poderosa, pero será siempre frágil y ése es el peligro que, viéndolo, trata de evitar por todos los medios la Secretaría de Trabajo y Previsión. El Estado moderno evoluciona cada día más en su gobierno para entender que éste es un problema social. Ésa es la enseñanza del mundo. Vemos una evolución permanente en todas las agrupaciones humanas, desde 50 años hasta el presente vienen acelerando de una manera absoluta e inflexible hacia una evolución social de la humanidad que antes no había sido conocida. Cerrar los ojos a esa realidad es esconder la cabeza dejando el cuerpo afuera, como hacen los avestruces de la pampa. Es necesario reaccionar contra toda miopía psicológica, penetrar los problemas, irlos a resolver de frente. Los hombres que no hayan aprendido a decir siempre la verdad y a encarar la vida de frente suelen tener sorpresas desagradables. Nosotros, afirmados sobre tales premisas, buscamos soluciones, soluciones argentinas para el panorama argentino y para el futuro argentino, que es el que más interesa al gobierno. Hasta ahora estos problemas han sido encarados por una verdadera lucha. Yo no creo que la solución de los problemas sociales esté en seguir la lucha entre el capital y el trabajo. Ya hace más de 60 años, cuando las teorías del sindicalismo socialista comenzaron a producir sus frutos, en esa lucha, opiniones extraordinariamente autorizadas, como la de Mazzini y la de León XIII, cristalizaron nuevas doctrinas, con las cuales debía desaparecer esa lucha inútil, que, como toda lucha, no produce sino destrucción de valores. Sería largo, y quizá inútil, por conocidas, que comentásemos aquí esas doctrinas, como las del cristianismo liberal o como las del cristianismo democrático, que encierran doctrinas más o menos parecidas; pero, viendo el panorama inútil sería suficiente pensar que si seguimos en esta lucha en que la humanidad ha visto empeñadas sus fuerzas productoras, hemos de llegar a una crisis que fatalmente se ha de producir, como ya se ha producido en otros países, con mayor o menor violencia. Pero no hemos de esperar que ese ejemplo tengamos que sentirlo en carne propia, ya que esa experiencia suele ser el maestro de los tontos. Es mejor tomar la experiencia en carne ajena, y en este sentido tenemos ya una larga experiencia. El abandono por el Estado de una dirección racional de una política social, cualquiera que ella sea, es sin duda el peor argumento, porque es el desgobierno y la disociación paulatina y progresiva de las fuerzas productoras de la Nación. En mi concepto, ésa ha sido la política seguida hasta ahora; el Estado, en gran parte, se había desentendido del problema social, en lo que él tiene de trascendente, para solucionar superficialmente los conflictos y problemas parciales. Es así que el panorama de la política social seguida representa una serie de parches colocados alrededor de alguna ley que, por no haber resultado orgánicamente la columna vertebral de esa política social, se ha resuelto una parcialidad del problema, dejando el resto totalmente sin solución. Las masas obreras que no han sido organizadas presentan un panorama peligroso, porque la masa más peligrosa, sin duda, es la inorgánica. La experiencia moderna demuestra que las masas obreras mejor organizadas son, sin duda, las que pueden ser dirigidas y mejor conducidas en todos los órdenes. La falta de una política social bien determinada ha llevado a formar en nuestro país esa masa inorgánica. Los dirigentes de las masas son, sin duda, un factor fundamental que aquí ha sido también totalmente descuidado. Las masas por sí no cuentan, cuentan por sus dirigentes, y yo llamo a la reflexión de los señores que piensen en manos de quiénes estaban las masas obreras argentinas y cuál podía ser el porvenir de esa masa, que en un crecido porcentaje se encontraba en manos de dirigentes comunistas, que no tenían ni siquiera la virtud de ser comunistas argentinos, sino que eran comunistas importados, sostenidos y pagados desde el exterior. Esas masas inorgánicas, abandonadas, sin una cultura general, sin una cultura política, eran un hermoso caldo de cultivo para esos agitadores profesionales importados. Para hacer desaparecer de la masa ese grave peligro no existen más que tres caminos, o tres soluciones: primero, engañar a las masas con promesas o con la esperanza de leyes que vendrán, pero que nunca llegan; segundo, someterlas por la fuerza; pero estas dos soluciones, señores, llevan a posponer los problemas, jamás a resolverlos. Hay una sola forma de resolver el problema de la agitación de las masas, y ella es la verdadera justicia social en la medida de todo aquello que sea posible a la riqueza de su país y a su propia economía, ya que el bienestar de las clases dirigentes y de las clases obreras está siempre en razón directa de la economía nacional. Ir más allá, es marchar hacia un cataclismo económico; quedarse muy acá, es marchar hacia un cataclismo social, y hoy esos dos extremos, por dar mucho o por no dar nada, como todos los extremos se juntan, y es para el país, en cualquiera de los dos casos, la ruina absoluta. No deseo fatigar a los señores con una exposición doctrinaria sobre todas estas cuestiones, que ustedes conocen mejor que yo. He querido solamente presentar, diremos así, una concepción teórica de conjunto, para analizar a la luz de esas verdades que todos conocemos la situación en el campo obrero en el momento en que la Revolución del 4 de Junio se producía. Las fuerzas obreras estaban formadas en sindicatos en forma más o menos inorgánicos; del personal que prestaba servicios en las fábricas, alguno estaba afiliado a los sindicatos y otro no lo estaba, pero muchos sindicatos contaban con un 40 por ciento de dirigentes comunistas o comunizantes. A los tres meses de producirse la Revolución, nosotros, que observamos vigilantes el panorama obrero, tropezamos con la primera amenaza, consistente en una huelga general revolucionaria. El Ministerio de Guerra, que había obtenido su información por intermedio de su servicio secreto, fue el que tomó en forma directa la onda, la fijó más o menos, estudió el panorama y cuando pensó en llegar a una solución, estábamos a tres o cuatro días de esa huelga que debía producirse irremisiblemente. Nosotros reunimos a los dirigentes, como aficionados, ya que no teníamos ningún carácter oficial; hablamos con ellos, los hombres estaban decididos. Esto representaba no un peligro, pero sí una posibilidad de tener que luchar. Indudablemente, eso repugna siempre al espíritu, el tener que salir a pelear en la calle con el pueblo, cosa que solamente se hace cuando no hay más remedio y cuando la gente quiere realmente la guerra civil. Cuando la gente quiere la guerra civil, no hay más remedio que llegar a ella, y entonces la lucha es la suprema razón de la disociación. Pero este caso pudo posponerse por una semana, lo que nos dio la posibilidad de accionar en forma directa sobre otros sindicatos que no estaban de acuerdo sino por presión, porque sabemos bien que los dirigentes rojos trabajan a las masas no sólo por persuasión, sino más bien por intimidación. En esas condiciones nos fue posible tomar el panorama obrero y elevarlo; pero, indudablemente el Departamento de Trabajo demostró en esa oportunidad no ser el organismo necesario para actuar, porque los obreros no querían ir al Departamento de Trabajo de esa época, que había perdido delante de ellos todo su prestigio como organismo estatal, ya que en la solución de sus propios problemas ellos no encontraron nunca el apoyo decidido y eficaz que ese organismo estatal tenía la obligación de prestar a los trabajadores. Por eso, con un organismo desprestigiado, no solamente se perjudica a la clase trabajadora, sino que él es el germen del levantamiento de la masa, que en ninguna parte se encuentra escuchada, comprendida y favorecida. Eso me dio la idea de formar un verdadero organismo estatal con prestigio, obtenido a base de buena fe, de leal colaboración y cooperación, de apoyo humano y justo a la clase obrera, para que respetado, para que consolidado su prestigio en las masas obreras, pudiera ser un organismo que dirigiese el movimiento sindical argentino en una dirección, lo organizarse e hiciese de esa masa inorgánica y anárquica una masa organizada, que procediese racionalmente de acuerdo con las directivas del Estado. Esa fue la finalidad que, como piedra fundamental, sirvió para levantar sobre ella la Secretaría de Trabajo y Previsión. Para evitar que ella cayese nuevamente en el mal anterior, en esa burocracia estática que hace ineficaces casi todas las organizaciones estatales, porque está siempre cinco kilómetros detrás del movimiento, organizamos sobre esa burocracia un brazo activo que se llama Acción Social Directa, que va a la calle, toma el problema, lo trae y lo resuelve en el acto; y en tres días tiene establecido un acuerdo entre patrones y obreros, el que después se protocoliza, en pocas horas, en un convenio que firman ambas partes de acuerdo y se pasa a ejecución. Esa sería para el porvenir la base empírica, que es la única real, la base empírica sobre la cual había de conformarse en el futuro, un verdadero código de trabajo, al contrario de aquellos que se decidieron siempre por emplear el método ideal e hicieron códigos de trabajo, muchos de los cuales no fueron leídos más que por el autor y algunos de sus familiares, pero que en el campo real de las actividades del trabajo no tuvieron nunca aplicación en ningún caso. Hombres de excelente voluntad, como el doctor Joaquín V. González, de extraordinario talento, confeccionaron una admirable obra que no ha sido aplicada jamás porque es un método ideal. Nosotros vamos por el camino inverso, vamos a establecer tantos convenios bilaterales, tantos convenios con comisiones paritarias de patronos y obreros, que nos den racionalmente lo que cada uno quiere y puede dar en ese sentido de transacción que se hace en las mesas de las comisiones de la Secretaría de Trabajo y Previsión, para llegar a un punto de apoyo sobre el cual moveremos en el futuro todas las actividades del trabajo argentino. Nosotros, señores, vamos trabajando sobre un empirismo constructivo, que podrá ser lento, que podrá equivocarse, pero que se realizará, al contrario de todas las teorizaciones hermosas, grandiosas, pero que nunca se realizaron. Es así que la Secretaría de Trabajo y Previsión propugnó desde el principio un sindicalismo gremial. Sobre esta cuestión del sindicalismo existen prejuicios sumamente arraigados, pero que no se resisten al menor análisis. Todavía hay hombres que se asustan de la palabra sindicalismo. Ello me hace recordar a esos chicos que para hacerlos dormir a la noche le hablan del hombre de la bolsa y que luego, cuando tienen treinta años, si le nombran el hombre de la bolsa se dan vuelta asustados, aun cuando saben que ese hombre no existe. Con el sindicalismo pasa lo mismo; hay personas que por un arraigado y viejo prejuicio, se asustan de él, y lo que es más notable, hay algunos patronos que se oponen a que sus obreros estén sindicalizados, pero ellos están, desde el punto de vista patronal, todos formando los sindicatos patronales. Es grave error el creer que el sindicalismo obrero es un perjuicio para el patrón. En manera alguna es así; es la forma de evitar que el patrón tenga que luchar con sus obreros, que su sociedad patronal, que lo representa, luche con la sociedad obrera que representa al gremio; es el medio para que lleguen a un acuerdo, no a una lucha. Así se suprimen las huelgas, los conflictos parciales, aunque, indudablemente, las masas obreras pasan a tener el derecho de discutir sus propios intereses desde una misma altura, con las fuerzas patronales, lo que, analizado, es de una absoluta justicia. A nadie se le puede negar el derecho de asociarse lícitamente para defender sus bienes colectivos o individuales: ni al patrón ni al obrero, y el Estado está en la obligación de defender una asociación como la otra, porque le conviene tener fuerzas orgánicas que puede controlar y que puede dirigir; y no contar con fuerzas inorgánicas que escapan a su dirección y a su control. Por eso nosotros hemos propiciado desde allí un sindicalismo, pero un verdadero sindicalismo gremial. No queremos que los sindicatos estén divididos en fracciones políticas, porque lo peligroso es casualmente el sindicalismo político. Sindicatos que están compuestos por socialistas, comunistas y otras yerbas, terminan por subordinarse al grupo más activo y más fuerte, y un sindicato donde cuenta con hombres buenos y trabajadores, va a caer en manos de los que no lo son, hombres, que, formando un conjunto aisladamente, no comulgarían con esas ideas anárquicas. De ahí que es necesario, pues, que todos comprendan que estas cuestiones, aún cuando algunos consideran al sindicalismo una mala palabra en su finalidad, son siempre buenas, porque evitan, precisamente, los problemas creados, que son siempre artificiales. Por cada huelga producida naturalmente, hay cinco producidas artificialmente, y ellas lo son por masas inorgánicas, que tienen dirigentes que no responden a la propia masa. En permitir y aun en obligar, a los gremios a formar sindicatos, radica la posibilidad de que los vivos que medran a sus costillas puedan apoderarse de la masa y obren en su nombre en defensa de intereses siempre inconfesables. Antes de entrar en el tema, me he de referir a otra de las cuestiones. Se ha dicho que en la Secretaría de Trabajo y Previsión, hemos perjudicado a tales o cuales fuerzas. La Secretaría de Trabajo y Previsión responde a una concepción que expuse desde el primer momento: en ella no se produce ningún acuerdo, ningún arreglo por presión, sino por transacción entre obreros y patronos. Nosotros no hemos llegado a establecer ningún decreto, ninguna resolución que no hayan sido perfectamente aceptada en nuestras mesas por obreros y patronos. Ya hemos realizado más de cien convenios colectivos, respecto de los cuales no puede haber un solo patrón ni un solo obrero que pueda sostener con justicia que no hemos consultado y llegado a esos acuerdos por transacciones bilaterales entre ellos, arregladas por nosotros, que ocupamos la cabecera para evitar que se digan palabras gruesas o llegan a las manos. Nosotros allí, haciendo de verdaderos jueces salomónicos, ayudamos la transacción: unos dicen diez centavos, otros solicitan veinte centavos, porque el patrón siempre quiere dar menos y el obrero siempre pide más. Muchos de los señores que están aquí habrán asistido a nuestro trabajo. En ese sentido, vamos realizando una justicia distributiva y evitando que esto que puede ser un negocio transaccional se transforme en una huelga, en tiros y todas esas cosas desagradables. Lo que yo puedo decir es que, desde que la Secretaría de Trabajo y Previsión se halla en funcionamiento, no se ha producido en el país ninguna huelga duradera, ni ninguna ha resistido más de cuarenta y ocho horas, y excepcionalmente algunas de ellas han durado varios días. Eso en casi ocho meses de trabajo. Hacia esa finalidad marcha la Secretaría de Trabajo y Previsión. Creo, señores, que en cuanto se refiere a su acción, la Secretaría de Trabajo y Previsión no puede presentar ningún inconveniente, ni para el capital ni para el trabajo. Procedemos a poner de acuerdo al capital y al trabajo, tutelados ambos por la acción directiva del Estado, que también cuenta con esos convenios, porque es indudable que no hay que olvidar que el Estado, que representa a todos los demás habitantes, tiene también allí su parte que defender: el bien común, sin perjudicar ni a un bando ni a otro. Cuando fuera necesario salvar el bien común a expensas del mal algún otro, creo que ningún hombre de gobierno puede apartarse de eso que representa para mí la conveniencia y la justicia absoluta del Estado. Bien, señores, no he decir que la Secretaría de Trabajo y Previsión se encuentra en este momento en un lecho de rosas, pero sí puedo asegurarles que mediante una captación progresiva de las masas, que consideran aquella casa como la propia, ha acarreado al bien social muchas conquistas y muchas victorias. Creo más: estimo que el futuro será cada vez mejor por los beneficios incalculables que la organización gremial va a dar al país para su orden interno, para su progreso y para su bienestar general. Yo invitaría a los señores a que reflexionen -como ya lo he hecho anteanoche, cuando se susurraban los bochinches que iban a producirse en la calle- acerca de cuál habría sido el espectáculo de estos días, si hace ocho meses no hubiéramos pensado en buscar una solución a esa desorbitación natural de las masas. Probablemente habría sido otro. La Secretaría de Trabajo y Previsión investigó cuántos obreros había detenidos, y puedo afirmar que sin su instalación no hubiéramos tenido la enorme satisfacción de saber que entre todos esos detenidos, existe solamente un obrero, perteneciente al sindicato de la construcción. Ningún otro obrero ha sido detenido por los incidentes y desórdenes callejeros. No sé si seré optimista como son optimistas todos los padres con sus hijos, pero sabemos nosotros muy bien que hasta ahora la Secretaría de Trabajo y Previsión ha llenado una función de gran eficacia para la tranquilidad pública. Pueden venir días de agitación, la Argentina es un país que no está colgado en la estratosfera, sino que está viviendo una vida de relación absoluta, de manera que las ideologías que aquí se discuten no se decidirán en la República Argentina, sino que ya se están decidiendo en los campos europeos, y esa influencia será tan grande para el futuro que la veremos crecer progresivamente hasta producir hechos decisivos que pueden ir desde el grito de "viva esto" y "viva lo otro", hasta la guerra civil. Está en manos de nosotros hacer que la situación termine antes de llegar a ese extremo, en el cual todos los argentinos tendrán algo que perder, pérdida que será directamente proporcional con lo que cada uno posea, el que tenga mucho lo perderá todo, y el que no tenga nada, nada perderá. Y como los que no tienen nada son muchos más que los que tienen mucho, el problema presenta en este momento un punto de crisis tan grave como pocos pueden concebir. El mundo está viviendo un drama cuyo primer acto, 1914-1918, lo hemos vivido casi todos nosotros; hemos vivido también el segundo acto, a cuya terminación asistimos; pero nadie puede decir si después de este acto continúa el epílogo o si vendrá un tercer acto que prolongará, quién sabe aún por cuánto tiempo, este drama de la humanidad. Lo que la República Argentina necesita es entrar bien colocada en ese epílogo, que puede producirse ya o que si no se produce y se entrara en un tercer acto, exigirá estar aún mejor preparada. Vivimos épocas de decisiones, y quien no esté decidido a afrontarlas, sucumbirá irremisiblemente. ¿Cuál es el problema que a la República Argentina debe preocuparle sobre todos los demás? El cataclismo social en la República Argentina haría inútil cualquier otra posesión de bien, porque sabemos -y la experiencia de España es bien concluyente y gráfica a este respecto- que con ese cataclismo social los valores se pierden totalmente y, en el mejor de los casos, lo que cambia pasa a otras manos que las que eran inicialmente poseedoras, vale decir, que los hombres, después de un hecho de esa naturaleza, han de pensar que todo se ha perdido. Si así sucede, ojalá se pierda todo menos el honor. Es indudable que siendo la tranquilidad social la clave absoluta base sobre la cual ha de elucubrarse la solución de cualquier problema, un objetivo inmediato del gobierno ha de ser asegurar la tranquilidad social del país, evitando por todos los medios un posible cataclismo de esta naturaleza, ya que si él se produjera de nada valdrían las riquezas acumuladas, los bienes poseídos, los campos, ni los ganados. Sobre esto, señores, es inútil, totalmente inútil teorizar; hay que ir a soluciones realistas: primero, solucionar este problema, luego pensaremos en los otros, porque el fallar en esta solución, representa fallar integralmente para el país. Dentro de este objetivo, que es el fundamental e inmediato que la Secretaría de Trabajo y Previsión persigue, radica la posibilidad de evitar el cataclismo social que es probable, no imposible. Basta conocer cuál es el momento actual que viven las masas obreras argentinas para darse cuenta si ese cataclismo es o no probable. La terminación de la guerra agudizará de una manera extraordinaria ese problema, y América será, sin duda, el juego de intereses tan poderosos como no lo han sido en la historia de ningún país de este lado del Ecuador antes de ahora. El capitalismo en el mundo ha sufrido con esta guerra en este segundo acto del drama un golpe decisivo. El resultado de la guerra 1914-1918 fue la desaparición de un gran país europeo como capitalista: Rusia. Pero engendró nuevas doctrinas más o menos parecidas a las doctrinas rusas, en otros países que fueron hacia la supresión del capitalismo. En esta guerra, el país capitalista por excelencia quedará como un país deudor en el mundo, probablemente, mientras que toda la Europa entrará dentro del anticapitalismo panruso. Esto es lo que ya se puede ir viendo, y diría que no es nuevo ni es tampoco de los comunistas, sino que es muy anterior a ellos. En América quedarán países capitalistas, pero en lo que concierne a la República Argentina, sería necesario echar una mirada de circunvalación para darse cuenta de que su periferia presenta las mismas condiciones rosadas que tenía nuestro país. Chile es un país que ya tiene, como nosotros, un comunismo de acción de hace años; Bolivia, a los indios de las minas, parece les ha prendido el comunismo como viruela, según dicen los bolivianos; Paraguay no es una garantía en sentido contrario al nuestro; Uruguay, con el "camarada" Orlof, que está en este momento trabajando activamente; Brasil, con su enorme riqueza, me temo que al terminar la guerra, pueda caer en lo mismo. Y entonces pienso cuál será la situación de la República Argentina al terminar la guerra, cuando dentro de nuestro territorio se produzca una paralización y probablemente una desocupación extraordinaria; mientras desde el exterior se filtran por todos los agujeros posibles dinero, hombres de ideologías que van a actuar dentro de nuestra organización estatal y dentro de nuestra organización del trabajo. Creo que no se necesita ser muy perspicaz para darse cuenta de cuáles pueden ser las proyecciones y cuáles pueden ser las situaciones que tengamos todavía que enfrentar en un futuro muy próximo. Por lo pronto, presentaré un solo ejemplo para que nos demos cuenta en forma más o menos gráfica de cuál es la situación de la República Argentina en ese sentido. Yo he estado en España poco después de la guerra civil y conozco mi país después por haber hecho miles de viajes por su territorio. Los obreros españoles, inmediatamente antes de la guerra civil, ganaban salarios superiores en su término medio general a los que se perciben actualmente en la República Argentina; no hay que olvidar que en nuestro territorio hay hombres que ganaban 20 centavos diarios, no pocos que ganaban 12 pesos por mes; y no pocos, también, que no pasaban de 30 pesos por mes, mientras los industriales y productores españoles ganaban el 30 ó 40 por ciento. Nosotros tenemos en este momento -Dios sea loado, ello ocurra por muchos años- industriales que pueden ganar hasta el mil por ciento. En España se explicó la guerra civil, ¿qué no se explicaría aquí si nuestras masas de criollos no fuesen todo lo buenas, obedientes y sufridas que son? He presentado el problema de España antes de referirme al problema argentino. La posguerra traerá, indefectiblemente, una agitación de las masas, y por causas naturales una lógica paralización, desocupación, etcétera, que, combinadas producen empobrecimiento paulatino. Ésas serán las causas naturales de una agitación de las masas, pero aparte de estas causas naturales, existirán también numerosas causas artificiales, como son la penetración ideológica, que nosotros hemos tratado en gran parte de atenuar; dinero abundante para agitar, que sabemos circula ya desde hace tiempo en el país, y sobre cuyas pistas estamos perfectamente bien orientados; un resurgimiento del comunismo adormecido, que pulula como todas las enfermedades endémicas dentro de las masas y que volverá, indudablemente, a resurgir con la posguerra cuando los factores naturales se hagan presentes. En la Secretaría de Trabajo y Previsión ya funciona el Consejo de Posguerra, que está preparando un plan para evitar, suprimir o atenuar los factores naturales de la agitación, y que actúa también como medida de gobierno para suprimir y atenuar los factores artificiales; pero todo ello no sería suficientemente eficaz si nosotros no fuéramos directamente hacia la supresión de las causas que producen la agitación como efecto. Es indudable que en el campo de las ideologías extremas existe un plan que está dentro de las mismas masas trabajadoras, que así como nosotros luchamos por proscribir de ellas ideologías extrañas, ellas luchan por mantenerse dentro del organismo de trabajo argentino. Hay algunos sindicatos indecisos, que esperan para acomodar su acción, el medio que llegue a formarse; hay también células adormecidas dentro del organismo que se mantienen para resurgir en el momento en que sea necesario producir la agitación de las masas. Existen agentes de provocación que actúan dentro de las masas propugnando todo lo que sea desorden y, además de eso, cooperando activamente, existen agentes de provocación política, que suman su accionar al de los agentes de provocación roja, constituyendo todos ellos coadyuvantes a las verdaderas causas de agitación natural de las masas. Estos son los verdaderos enemigos a quienes habrá que hacer frente en la posguerra con sistemas que deberán ser tan efectivos y radicales como las circunstancias lo impongan. Si la lucha es tranquila, los medios serán tranquilos; si la lucha es violenta, los medios de supresión serán también violentos. El Estado no tiene nada que temer cuando tiene en sus manos los instrumentos necesarios para terminar con esta clase de agitación artificial; pero, señores, es necesario persuadirse de que desde ya debemos ir encarando la solución de este problema de una manera segura. Para ello es necesario crear un remedio, un seguro y un reaseguro; si no, estaremos siempre expuestos a fracasar. Este remedio es suprimir las causas de la agitación: la injusticia social. Es necesario dar a los obreros lo que éstos merecen por su trabajo y lo que necesitan para vivir dignamente, a lo que ningún hombre de buenos sentimientos puede oponerse, pasando a ser éste más un problema humano y cristiano que legal. Es mejor saber dar un 30 por ciento a tiempo que perder todo a posteriori. Este es el dilema en que se plantea esta clase de problemas. Suprimidas las causas, se suprimirán en gran parte los efectos; pero las masas pueden aún exigir más allá de lo que en justicia les corresponde, porque la avaricia humana en los grandes y en los chicos no tiene medida ni límite. Para evitar que las masas que han recibido la justicia social necesaria y lógica no vayan en sus pretensiones más allá, el primer remedio es la organización de esas masas, para que, formando organismos responsables, organismos lógicos y racionales, bien dirigidos, que no vayan tras la injusticia, porque el sentido común de las masas orgánicas termina por imponerse a las pretensiones exageradas de algunos de sus hombres. Ese sería el seguro, la organización de las masas. Ya el Estado organizaría el reaseguro, que es la autoridad necesaria para que cuando esté cada uno en su lugar, nadie pueda salirse de él, porque el organismo estatal tiene el instrumento que, si es necesario, por la fuerza ponga las cosas en su quicio y no permita que salgan de su cauce. Ésa es la solución integral que el Estado encara en este momento para la solución del problema social. Se ha dicho, señores, que soy un enemigo de los capitales, y si ustedes observan lo que les acabo de decir, no encontrarán ningún defensor, diríamos, más decidido que yo, porque sé que la defensa de los intereses de los hombres de negocios, de los industriales, de los comerciantes, es la defensa misma del Estado. Sé que ni las corrientes comerciales han de modificarse bruscamente, ni se ha de atacar en forma alguna al capital, que, con el trabajo, forma un verdadero cuerpo humano, donde sus miembros han de trabajar en armonía para evitar la destrucción del propio cuerpo. Siendo así, desde que tomé la primera resolución en la Secretaría de Trabajo y Previsión, establecí clara e incontrovertiblemente que esta casa habría de defender los intereses de los obreros y habría de respetar los capitales, y que, en ningún caso, se tomaría una resolución unilateral y sin consultar los diversos intereses y sin que los hombres interesados tuvieran el derecho de defender lo suyo en la mesa donde se dilucidan los conflictos obreros. Así lo he cumplido desde que estoy allí y lo seguiré cumpliendo mientras esté. También he defendido siempre la necesidad de la unión de todos los argentinos, y cuando digo todo los argentinos, digo todos los hombres que hayan nacido aquí y que se encuentren ligados a este país por vínculos de afecto o de ciudadanía. Buscamos esa unión porque entendemos que cualquier disociación, por insignificante que sea, que se produzca dentro del país, será un factor negativo para las soluciones del futuro; y si esa disociación cobra grandes caracteres y si este pueblo no se une, él será el autor de su propia desgracia, que si seguimos jugando a los bandos, terminaremos por pelear, y es indudable, también, que en esa pelea ninguno tendrá qué ganar, sino todos tendrán que perder, y es evidente que en este momento se está jugando con fuego. Lo saben ustedes, lo sé yo y lo sabe todo el país, y nosotros somos hombres profesionales de la lucha, somos hombres educados para luchar, y pueden tener ustedes la seguridad más absoluta de que si somos provocados a esa lucha, iremos a ella con la decisión de no perderla. Por eso digo que, antes de embarcar al país en aventuras de esta naturaleza, conviene hacer un llamado a todos los argentinos de buena voluntad, para que se unan, para que dejen de lado rencores de cualquier naturaleza, a fin de salvar al país, cuyo destino futuro no está tan salvaguardado como muchos piensan, porque las disensiones internas, provocadas o no provocadas, pueden llevarnos a conflictos que serán siempre graves para el país, y en esto, los hombres no cuentan: cuenta solamente el país. En ese tren, señores, he venido hasta aquí. Como Secretario de Trabajo y Previsión he querido proponer a los señores que representan a las asociaciones más caracterizadas de las fuerzas vivas dos cuestiones. El Estado está realizando una obra social que será cada día más intensa; eso le ha ganado la voluntad de la clase trabajadora, con una intensidad que muchos de los señores quizá desconozcan, pero yo, que viajo permanentemente y que hablo continuamente con los obreros, estoy en condiciones de afirmar que es de una absoluta solidaridad con todo cuanto realizamos. Pero lo que sigue privando en las clases trabajadoras es un odio bastante marcado hacia sus patronos. Les puede afirmar, y mejor que yo, lo podría decir mi director de Acción Social Directa, que es quien trata los conflictos. Existe un encono muy grande; no sé si será justificado o si simplemente será provocado, pero el hecho es que existe. Contra esto, no hay más que una sola manera de proceder: si el Estado es el que realiza la obra social, él es quien se gana la voluntad de los trabajadores; pero si los propios patronos realizan su propia obra social, serán ellos quienes se ganen el cariño, el respeto y la consideración de sus propios trabajadores. Muchas veces me dicen: "Cuidado, mi coronel, que me altera la disciplina". Yo estoy hecho en la disciplina. Hace 35 cinco años que ejercito y hago ejercitar la disciplina y durante ellos he aprendido que la disciplina tiene una base fundamental: la justicia, y que nadie conserva ni impone disciplina si no ha impuesto primero la justicia. Por eso creo que si yo fuera dueño de una fábrica, no me costaría ganarme el afecto de mis obreros con una obra social realizada con inteligencia. Muchas veces ello se logra con el médico que va a la casa de un obrero que tiene un hijo enfermo, con un pequeño regalo en un día particular; el patrono que pasa y palmea amablemente a sus hombres y les habla de cuando en cuando, así como nosotros lo hacemos con nuestros soldados. Para que los obreros sean más eficaces han de ser manejados por la vía del corazón, como lo hacemos nosotros. El hombre es más sensible al comando cuando el comando va hacia el corazón que cuando va hacia la cabeza. También los obreros pueden ser dirigidos así. Sólo es necesario que los hombres que tienen obreros a sus órdenes, lleguen hasta ellos por esas vías para dominarlos, para hacerlos verdaderos colaboradores y cooperadores, como se hace en muchas partes de Europa que he visitado, en que el patrono de la fábrica, o el Estado, cuando éste es el dueño, a fin de año, en lugar de darles un aguinaldo, les da una acción de la fábrica. De esa manera, un hombre que lleva treinta años de servicios tiene treinta acciones de la fábrica, se siente patrono, se sacrifica, ya no le interesan las horas de trabajo. Para llegar a esto hay cincuenta mil caminos. Es necesario modernizar la conducción de los obreros de la fábrica. Si ese fenómeno, si ese milagro lo realizamos, será mucho más fácil para el gobierno hacer justicia social, es decir, la justicia social de todos, la que corresponde al Estado, y éste la encarará y resolverá por sus medios o por la colaboración que sea necesaria; pero eso no desliga al patrón de que haga en su propia dependencia obra social. Hay muchas fábricas que lo han hecho, pero hay muchas otras que no. Lo que pediría es que en lo posible se intensifique esta obra rápidamente, con medios efectivos y eficaces, cooperando con nosotros, asociándose con el Estado, si quieren los patronos, para construir viviendas, instalar servicios médicos, dar al hombre lo que necesita. Un obrero necesita su sueldo para comer, habitar y vestirse. Lo demás debe dárselo el Estado, y si el patrón es tan bueno que se lo dé, entonces éste comenzará a ganarse el cariño de su propio obrero; pero si él no le da sino su salario, el obrero no le va a dar tampoco nada más que las ocho horas de trabajo. Creo que ha llegado, no en la Argentina, sino en el mundo, el momento de cambiar los sistemas y tomar otros más humanos que aseguren la tranquilidad futura de las fábricas, de los talleres, de las oficinas y del Estado. Esto es lo primero que yo deseo pedir, y luego, para colaborar conmigo en la Secretaría de Trabajo y Previsión, pido una segunda cosa: que se designe una comisión que represente con un hombre a cada una de las actividades, para que pueda colaborar con nosotros en la misma forma en que colaboran los obreros. Con nosotros funcionará en la casa la Confederación General del Trabajo, y no tendremos ningún inconveniente, cuando queramos que los gremios "x" o "z" procedan bien o darles nuestro consejo, nosotros se lo transmitiremos por su comando natural; le diremos, por ejemplo, a la Confederación General: "hay que hacer tal cosa por tal gremio", y ellos se encargarán de hacerlo. Les garantizo que son disciplinados y tienen buena voluntad para hacer las cosas. Si nosotros contáramos con la representación patronal en la Secretaría de Trabajo y Previsión, para que cuando haya conflictos de cualquier orden, los llamáramos, nuestra tarea estaría aliviada. No queremos, en casos de conflicto de una fábrica, molestar a toda la sociedad industrial para interesarla en este caso; teniendo un órgano en la casa, lo consideraríamos; y aquél defendería los intereses patronales, así como la Confederación defiende los intereses obreros. Son las dos únicas cosas que les pido. Con ese organismo, que si ustedes tienen voluntad de designar para que tome contacto con la Secretaría de Trabajo y Previsión, nosotros estructuraremos un plan de conjunto sobre lo que va a hacer el Estado y lo que va a hacer cada uno de los miembros del capital que poseen a sus órdenes, servidores y trabajadores. Entonces veremos cómo en conjunto podríamos presentar al Estado una solución que, beneficiándoles, beneficie a todos los demás. Entonces yo dejo a vuestra consideración estas dos propuestas: primero, una obra social de colaboración en cada taller, en cada fábrica, o en cada oficina, más humana que ninguna otra cosa; segundo, el nombramiento de una comisión compuesta por los señores para que pueda trabajar con nosotros, para ver si en conjunto, entendiéndonos bien, colaborando sincera y lealmente, llegamos a realizar una obra que, en lo futuro, tenga que agradecernos. ..................................
1944-08-27
En un almuerzo popular realizado en la Escuela Nº 1 de Pergamino
Con verdadera emoción recibo y acepto esta espada que, por ser la espada de la justicia social, no debió haber estado jamás separada del yunque y del martillo, que simbolizan el trabajo de la patria. Ha llegado el día para la República en que será más necesario que nunca que estos instrumentos, que simbolizan la fuerza y la creación, estén indestructiblemente unidos. Aspiro a traer con ellos a Pergamino la Revolución, revolución que representa postulados humanos que debieron ser irrenunciables para el bien del país y que marcarán los derroteros de la patria desde la Revolución de Mayo hasta el infinito de los siglos. Nosotros no somos ni nos consideramos providenciales. Somos solamente argentinos de buena voluntad que por haber vivido las realidades de la patria, en todas sus latitudes, comprendemos, penetramos y estamos dispuestos a resolver todos sus problemas, se oponga quien se oponga y haya que hacer lo que haya que hacer. La resolución de esos problemas, que ya hemos encarado y que cumpliremos inflexiblemente, no está destinada a resolver el bien de los pocos sino a solucionar el mal de los más, para que en esta tierra alguna vez se cumpla el ideal de que los argentinos, cuando haya que sufrir, sufran todos, y cuando llegue la hora en que nos sea dado gozar, gocemos también todos. Porque esa es la única solidaridad real en esta vida, ya que no podemos pensar en que haya hombres que sólo apelan a la vida de la eternidad para ser felices. Con ese concepto es que pensamos que hemos de realizar el primer milagro uniendo a todos los argentinos. No es posible seguir pensando que nuestra felicidad pueda fincar en la lucha de los argentinos contra los argentinos, porque esa lucha entre hermanos es un anacronismo que no resiste el menor análisis. Para comenzar a unirnos debemos pensar en la necesidad de volver a la ley, de restituir todos los derechos conculados por la falta de moral, por la falta de corazón, por la falta de un sentimiento humano que ha hecho mendigar a los hombres sus derechos abandonando la sociedad un camino que es el único que hace felices a los pueblos: el del cumplimiento del deber por el deber mismo, no basado en las coimas o en las limosnas. Es necesario volver a ese camino barriendo con el caciquismo que ha despreciado al pueblo argentino, que le ha hecho perder su fe en los hombres que lo dirigen y en el porvenir, porque hay una sola fuerza y que hace grandes a los pueblos, que es la esperanza. Sin ella ningún pueblo sabe a dónde va ni cómo irá hacia sus grandes destinos. Es necesario abolir esa lucha que durante casi cien años ha estado destruyendo los valores morales y materiales que forman la verdadera nacionalidad. En el orden económico los comerciantes se han visto abocados a una concurrencia despiadada, haciéndolos enemigos los unos de los otros en un país donde todos pudieron haber vivido en paz, sin luchas y sin mezquindades. En el orden político los caudillos han creado verdaderas sectas con ideas ancestrales que aquí no tienen explicación; han llegado a dividir el país, a dividir a hombres que sólo tenían una bandera, a ponerlos en lucha los unos contra los otros como si fueran lobos, para construir un valor ficticio como en un comicio que no ha habido nada de verdad, en un comicio para llegar al cual ha sido necesario conculcar todas las libertades y sufrir todas las vergüenzas. Nosotros no somos enemigos de los buenos políticos, porque la cultura popular, la educación de las masas está en esos buenos políticos; pero somos enemigos a muerte de esos canallas que han logrado hacerse llamar políticos cuando, en realidad, sólo han sido una cáfila de escribas inútiles que no han hecho sino mal al país. Queremos que vuelvan los buenos políticos, porque política es el arte de gobernar. Queremos hombres que sean políticos con la suprema aspiración de hacer grande al país sin calcular sus libertades y sin deprimir a los hombres que ejercitan sus derechos políticos. Esperamos que algún día gobiernen nuestro país los hombres que lo merecen por poseer el talento necesario para hacerlo y para dirigir a las masas argentinas. Queremos que sean hombres capaces, pero capaces íntegramente; que tengan el talento necesario para conducir el país, pero el talento calificado con las virtudes que lo hacen grande, porque el talento, cuando está calificado por los vicios, es siempre fatal al bien del país. El problema social confiado a la honorabilidad de los hombres que conducen el país puede resolverse de tres maneras. Primero, engañando a las masas, como lo han hecho muchos malos políticos, pero eso no resuelve el problema sino que lo pospone y lo agrava cada día más. Otro medio de aquietar la agitación justa de las masas incomprendidas y sin justicia social es poner la fuerza por delante, lo que tampoco lo resuelve. Una sola es la forma de resolver bien este problema: dando la justicia social que las masas necesitan para subsistir dignamente, como debe ser en un país donde la providencia ha vertido sus dones a manos llenas y donde cada uno de los argentinos debiéramos dar cada mañana gracias a Dios por haber recibido una tierra hermosa y proficua como la nuestra. No somos hombres providenciales. Sólo somos hombres que aspiramos al bien de la patria. Hemos encarado el problema social poniéndonos en la realidad de las cosas, punto de partida y puerto de todos los hombres de buena voluntad. Esa realidad nos ha mostrado descarnadamente un panorama que ya conocíamos desde hace muchos años. Queremos que la justicia social contemple en primer término el trabajo, porque es en este país lo que está en peores condiciones; que ese trabajo sea regulado en su régimen para formar una actividad alegre y humana; que sea regulado en sus salarios para que cada hombre reciba la justa compensación de su esfuerzo; y que sea regulado en el descanso para que el hombre pueda reponer sus energías sin verse agitado y envejecido prematuramente por la fatiga. A ese trabajador queremos acompañarlo con una previsión social que es la base de todo Estado organizado. Y esa previsión social consistirá en hacer posible que el obrero o el empleado disponga de su salario o de su sueldo para vivir; vale decir, para comer, vestirse y habitar dignamente; el resto de las necesidades humanas deberá ser cubierto por el Estado y por los patronos de buena voluntad. Así que he tenido la oportunidad de consultar, hace pocos días, en la Bolsa de Comercio, a los hombres dueños de grandes capitales de la República, y de ellos he obtenido las promesas de ayuda al Estado en la realización de una verdadera previsión social, entendida como verdadero mutualismo de Estado. Esos señores han prometido, y han de cumplir. El Estado, por su parte, dará a las masas laboriosas del país la seguridad de su futuro, otorgando a todo hombre que ha trabajado y agotado sus reservas físicas durante la vida la seguridad de que ha de llevar con dignidad su vejez y de que ha de morir también en un lecho digno. No hemos encarado solamente en formar parcial la política social argentina. En ella hemos de encuadrar todas las fuerzas que juegan en el país: el obrero con su músculo y su energía, la clase media con su cerebro y su actividad, la clase capitalista con lo que posee de estas cualidades y con el dinero que ha conseguido acumular en sus años de trabajo. Todo ello es lo que se necesita poner al servicio de todos que es ponerlo al servicio de la Nación. Es indudable que la Secretaría de Trabajo y Previsión, creada a este efecto, ha fijado, sin egoísmos y sin presiones de ninguna naturaleza, un orden de justicia social que ha de cumplir con ese cometido, y puedo asegurar a ustedes que podrá, quizá, derrumbarse su edificio, pero las fuerzas morales que hemos acumulado allí para cumplir con nuestro deber, inflexiblemente, no han de ceder ni ante la acción destructora del tiempo ni ante las sombras del olvido. Esos problemas no pueden resolverse en pocos días ni en pocos meses. Trabajamos noche y día, sin descanso, en la Secretaría de Trabajo, y hemos de seguir haciéndolo hasta ganar ese retraso de 40 años en la política social en que está sumida la República, pues podemos ver, no en esta zona rica del país sino en las zonas pobres, como hemos podido verlo durante tantos años los soldados, que de las revisaciones médicas, por falta de alimentación, resulta un 40% casi de inútiles en el país de la carne y del trigo. Nosotros pensamos que en este país pueden suprimirse los palacios y los artículos de lujo, pues es necesario llegar, antes de tener esas cosas superfluas, a que no haya un solo argentino, que por falta de alimentación sea declarado inútil para servir a la patria a los 20 años de edad. Esta justicia social, más que para las masas es para el país mismo. Ella asegura la conservación y el perfeccionamiento del factor humano, y este es el primer e indispensable índice de su propia grandeza. Estamos acostumbrados a perfeccionar las vacas, los caballos y las ovejas. Debíamos haber empezado por perfeccionar a los hombres. No es otra cosa la que el gobierno de la Revolución quiere: desplazar esos centros de gravedad. Quizá en un porvenir no lejano hemos de sacrificar cualquier otra riqueza y cualquier otra grandeza para conseguir dentro de cada cuerpo humano un hombre fuerte, moral y materialmente, porque sabemos que cuando sea necesario empeñarnos en un esfuerzo no han de ser las vacas, los caballos o las ovejas los que lo hagan; que cuando sea necesario oponer a las ambiciones de fuera un pecho, serán los pechos de los hombres los que se opongan. Por eso no pensamos ni tenemos nada que pueda presionarnos, sabemos la fuerza que tenemos dentro del país, y que hemos de agrandarlo y de purificarlo. Y si algún día algún ambicioso de allende los mares se le ocurriera que ésta es tierra de conquista, lo resucitaríamos a San Martín, si fuera necesario, y volveríamos a resucitar con él a nuestros grandes para demostrar que para entrar en ella sería necesario matar primero a catorce millones de argentinos. ...................................