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1951-04-02
Mensaje radial inaugurando del ciclo lectivo
Una vez más, y continuando con una costumbre ya establecida por mi gobierno, vengo a hablar a los niños, a los jóvenes y a los maestros de la patria en este día inicial del nuevo período lectivo. Los hombres que desde el gobierno venimos luchando, desde hace ya cinco años para que crezca una nueva Argentina, justa, libre y soberana, sabemos que con nuestro esfuerzo hemos podido asegurar este presente venturoso; pero también sabemos que el futuro quedará en las manos y en las almas de los niños y de los jóvenes que recién inician el camino de la vida. Y también sabemos, que ellos, serán más o menos dignos y capaces, según como sepan construir sus inteligencias y sus corazones los maestros de la patria. Este planteo, importa una grave responsabilidad ante la historia, una responsabilidad que el gobierno, y personalmente yo, compartimos con los maestros de toda la República. En estos cinco años de gobierno, hemos tratado de levantar cada día un poco más arriba la bandera de los argentinos. El día que llegué al poder me encontré con una patria que era injusta con sus hijos, empezando con sus mejores hijos, que son los trabajadores. La patria era una palabra vacía, que se pronunciaba para adornar discursos en los días memorables de sus pasadas glorias. La patria que dejaremos a las nuevas generaciones, a los niños y a los jóvenes de hoy, es una patria justa, en cuyo seno no existe más que una sola clase de argentinos: las de los que trabajan y no existe más que un sólo privilegio: el de los niños. La patria que yo encontré, era una Nación económicamente prisionera, manejada desde dentro y desde fuera por las fuerzas poderosas del dinero, que es la más inhumana de las tiranías. La patria que dejaremos a los niños y a los jóvenes de hoy, es económicamente libre, y ninguna fuerza extraña puede obligarla a hacer nada que esté en contra de su absoluta voluntad. La patria que puso en mis manos la providencia, era una nación humillada, cuyo gobierno recibía órdenes e instrucciones desde el extranjero, y cuyos mismos gobiernos eran impuestos por intereses económicos extraños a la Nación. La patria que yo devuelvo a los argentinos de hoy y de mañana es absolutamente soberana, y nada ni nadie en la tierra puede ahora indicarle su camino. Su ruta, será desde nosotros para adelante, la que le marquen sus propios hijos. Por eso me preocupan sus hijos, por eso me preocupan los argentinos que ahora están abriendo sus almas a la vida. Todo lo que hicimos, es un poco para nosotros, pero más, mucho más, será para ellos. Nosotros ya hemos cumplido nuestro ciclo en la vida. Ellos empiezan a vivir. Nosotros nos sentimos felices con lo que hemos hecho. Pero queremos tener la felicidad inmensa de ver que ellos sabrán defender todo lo que nosotros hicimos. Quiero que los maestros de la patria, enseñen a los niños y a los jóvenes argentinos, todo lo que nos ha costado esta nueva Argentina, justa, libre y soberana que hoy tenemos. No pido esto, porque me interese ni honor ni la gloria de haberlo hecho, sino porque así, sabiendo cuanto ha costado, la nueva generación sabrá defender con dignidad y con honor la patria nueva, que nosotros ponemos en sus manos. A los niños, quiero pedirles expresamente que piensen un poco en lo que ellos representan para mi corazón. En la doctrina Justicialista que yo he creado, como la norma que tendrán que seguir los argentinos, si quieren conservar y acrecentar todo esto que nosotros hemos hecho, hay una frase, tal vez la más bella, que dice: "En la nueva Argentina los únicos privilegiados son los niños". Pero esa frase no serviría para nada, si no la hubiéramos cumplido. Cuando llegamos al gobierno, hacían falta en todo el país, 10.000 escuelas nuevas. Nos propusimos hacer en nuestro primer plan quinquenal, el mayor número posible. Hoy, al iniciarse ya el último año de mi gobierno, ya puedo rendir cuentas de aquél propósito. A fines de 1951 el país tendrá construidas por nosotros 5.000 escuelas; más de 2.000, han construido las provincias; más de 1.000 ha levantado el Poder Ejecutivo Nacional y 1.000 escuelas está construyendo la Fundación Eva Perón. En este día inaugural, el gobierno nacional abre 401 escuelas nuevas, con capacidad para 128.000 alumnos. Estas nuevas escuelas permitirán la inscripción de 38.000 alumnos más. Desde las nuevas escuelas, estarán oyendo mi palabra esta mañana, millares y millares de niños argentinos. Ellos saben, que las escuelas que nosotros les hemos construido, son las que ellos se merecen, con todas las comodidades y toda la belleza que necesita como marco el alma de los niños argentinos. Yo sé que todavía quedan muchas escuelas por hacer. En el segundo plan quinquenal que estamos elaborando para los futuros gobiernos de la nación y de las provincias, está todo previsto, para que no quede ningún niño argentino sin su escuela digna, bella, alegre y confortable. Hoy tengo la íntima satisfacción de anunciar al país entero, que desde 1946 hasta 1951, el número de argentinos que se educan en escuelas primarias, secundarias y técnicas, ha aumentado en 177.000 personas. A esta cifra deben sumarse, 214.000 alumnos que aprenderán a ser útiles a la patria en las escuelas inauguradas por las provincias desde 1946 hasta la fecha. Puedo también declarar hoy con legítimo orgullo, que mi gobierno ha construido en cinco años más escuelas que todas las que habían levantado en cien años los gobiernos que nos han precedido. El gobierno nacional poseía en 1946, 1.600 edificios escolares de su propiedad. A fines de 1951, el gobierno nacional tendrá, en escuelas, cuya construcción en superficie cubierta supera 10 veces a las existentes, más de 1.300 edificios nuevos para enseñanza primaria, secundaria y técnica, sin contar con 1.000 escuelas que construye la Fundación como aporte magnífico y espléndido a la obra del estado. Las escuelas construidas por la Nación, han sido levantadas especialmente en los territorios nacionales. Tal vez en esto, haya tenido influencia la propia experiencia de mi infancia. Yo tuve que dejar desde muy niño mi casa paterna en la lejana Patagonia para venir a Buenos Aires. Toda la Patagonia carecía de escuelas como si no fuera parte de la patria. De eso me acordé cuando planeamos las escuelas. Desde mi gobierno en adelante, ningún niño argentino, cualquiera sea el rincón de la patria en que viva, tendrá necesidad de abandonar su casa para instruirse y educarse. Y así, podrá crecer material y espiritualmente al amparo de la escuela y del hogar. De la escuela que nosotros queremos que sea el mejor hogar y del hogar que nosotros sabemos que es la mejor escuela. Por eso mientras por un lado propugnamos que cada maestro sea un padre común de sus alumnos, ambicionamos que cada padre de familia sea el mejor maestro de sus hijos. Así realizamos nuestra doctrina, cumpliendo honradamente con nuestra verdad: los niños de la Nueva Argentina son los únicos privilegiados. En cambio de todo lo que hemos hecho, no les pido sino que sean buenos. !Ante todo, buenos! Necesitamos muchos hombres inteligentes y capaces, pero preferiríamos que no fuesen capaces ni inteligentes, si no fuesen ante todos buenos. Los hombres de mañana para ser dignos de la Nueva Argentina, tendrán que ser hombres humildes porque solamente los hombres humildes saben amar a sus semejantes, y ese amor es lo primero que se necesita tener para poder trabajar en bien de la patria. Por eso, les ruego a los maestros que dediquen lo mejor de sus energías a formar el corazón de los niños. Yo he aprendido, sobre todo en estos últimos años, que la patria está mejor en manos de un pueblo de hombres buenos, aunque no fuesen tan capaces, que cuando la tenían en sus manos un grupo de privilegiados inteligentes pero de conciencia turbia. Por eso los maestros han de enseñar a los niños y a los jóvenes a querer y a respetar a los hombres que trabajan con sus manos en el campo, en los talleres, en las fábricas. Ellos no saben muchas leyes ni muchas ciencias, pero tienen un corazón generoso y honrado. Poseen la ciencia de la bondad que es la única ciencia que no fracasa cuando se trata de salvar a la patria. A los jóvenes que tienen ya una conciencia mayor de sus destinos, quiero pedirles expresamente que se dediquen con voluntad firme al perfeccionamiento de sus cualidades físicas, intelectuales y morales. La patria somos todos y está repartida en cada uno de nosotros. La patria es hoy como nosotros la hicimos. La patria de mañana será como cada uno de vosotros, niños, jóvenes y maestros, decida hacerla. Dios quiera que todos los que hoy me están escuchando sean mañana capaces de hacerla más justa, más libre y más soberana todavía. ..................
1951-05-01
En el acto en la plaza de Mayo :
Compañeros: Hace ya en muchos años, en Chicago, en un 1º de mayo como éste, eran ahorcados por una justicia de clase enceguecida, un grupo de trabajadores que sólo reclamaban más pan para sus hijos y justicia para sus hermanos. El justicialismo argentino rinde hoy homenaje a su recuerdo, habiendo destruido aquí la explotación capitalista e instaurado la justicia social por la que ellos murieron. En este jubiloso 1º de mayo, saludo a todos los hombres y mujeres que con su trabajo honrado están construyendo la felicidad y la grandeza de esta patria. Doy gracias a la Providencia que los argentinos podamos, mediante nuestro justicialismo, festejar en paz y en armonía el día de los trabajadores; y hago votos por que esa paz y esa armonía, llegue también mediante la justicia, a todos los trabajadores del mundo, y en especial a aquellos que hoy sufren la explotación del dinero o del Estado y que recuerdan esta fiesta con los puños crispados de la impotencia frente a la injusticia y frente a la ignominia. El justicialismo y el sindicalismo, he dicho esta mañana, han encontrado el camino de sus finalidades comunes en la República Argentina, y trabajando estrechamente unidos, van siendo ya el índice de su felicidad y su grandeza. Han pasado cinco años de nuestro gobierno, y como el primer día, el gobierno y los trabajadores se encuentran estrechamente unidos y solidarios. Ello se debe solamente a que el gobierno justicialista ha hecho, hace y hará siempre, únicamente lo que el pueblo quiere y defenderá un sólo interés: el del pueblo. El gobierno justicialista ha fijado también como doctrina en lo internacional esta premisa: ninguna decisión de la política internacional que implique una acción de guerra fuera de nuestro territorio, será tomada sin una previa y directa consulta al pueblo. Sabemos que cuando se toman estas decisiones en defensa del pueblo hay que enfrentar la injusta lucha de los intereses. El imperialismo capitalista la ha desatado ya mediante su periodismo internacional en nombre de una libertad que no practica. La libertad, para que sea libertad, ha de ser la que el pueblo quiera, y no la que pretenden imponernos desde afuera. La lucha por la libertad, para nosotros es la que nos conduce a la justicia social, a la independencia económica y a la soberanía política. Los argentinos tenemos nuestro régimen de libertad constitucional; pero qué sería de él en la injusticia social, en la esclavitud económica o en el vasallaje político. Todo eso reduciría a la libertad tan conocida por los trabajadores argentinos: la libertad de morirse de hambre. Por eso, el cuento de la libertad es demasiado conocido para que nosotros podamos caer en él. No difiere mucho del cuento del billete premiado o de la máquina de hacer dinero. Por eso, también hoy, 1º de mayo, quiero anunciarles que el diario "La Prensa", expropiado por disposición del Congreso Nacional, será entregado a los trabajadores en la forma que ellos indiquen. Este diario, que explotó durante tantos años a sus trabajadores y a los pobres, que fue instrumento refinado al servicio de toda explotación nacional e internacional, que representó la más cruda traición a la patria, deberá purgar sus culpas sirviendo al pueblo trabajador para difundir sus reivindicaciones y defender sus derechos soberanos. Todo esto, por decisión soberana y libre del pueblo argentino, en favor y defensa de la libertad que él quiere, de acuerdo con las leyes y la Constitución que él libremente se ha dado y mantiene, sin pensar que a los demás pueda o no gustarles el gesto libre y la actitud soberana. Una vez más, saludo a la CG T y le felicito, y a todos los sindicatos argentinos. Este año 1951 de la organización sindical, está sembrando el país de instituciones obreras de bien público, que trabajan por la defensa del poder adquisitivo de sus salarios, de la salud física y moral de los obreros, por la elevación cultural y social del pueblo argentino. Esas instituciones, ya beneméritas en el justicialismo, serán los pilares inconmovibles del futuro argentino, donde se afirme la producción, la riqueza, el bienestar y la grandeza de la patria. Nada podrán los políticos profesionales desplazados ni sus agitadores a sueldo en los sindicatos argentinos. Son cartas demasiado conocidas, porque los trabajadores argentinos conocen bien como procedieron ellos cuando desquiciaron el país y lo sumieron en la explotación y en la vergüenza. Sus campañas de engaños y de rumores caerán en el ridículo y en el desprecio de los obreros argentinos, que los conocen ignorantes, incapaces y venales que son, por haberlos sufrido tantos años. Entre tanto, recordemos que la defensa del justicialismo es el nervio motor de nuestra lucha: en lo exterior, contra el imperialismo y la reacción, y en lo interno, contra la traición político-oligarca. Cada buen argentino debe sentirse depositario y guardián de nuestra justicia social, independencia económica y soberanía política, y estar pronto a morir en su defensa. Por eso es menester estar listo como en tiempo de lucha, con los comandos ágiles y los hombres de pie, porque el imperialismo capitalista no descansa en su tarea de comprar conciencias y pagar voluntades. Las fuerzas de la seguridad nacional deberán vivir vigilantes sobre cada hombre para asegurar el cumplimiento de los mandatos de la Constitución Justicialista. El pueblo hará de cada uno de sus hombres un soldado consciente y decidido. El gobierno defenderá el justicialismo con todas las fuerzas de la Nación contra los enemigos de afuera o de adentro. Compañeros: que sea este primero de Mayo, síntesis de la lucha contra la explotación en el mundo, el día de la decisión argentina para luchar por el justicialismo reparador de injusticias. Que nuestro bienestar y la felicidad presentes, sean un anticipo promisor de todos los hermanos trabajadores que en el mundo luchan contra la tiranía del Estado o del dinero. Que nuestra bandera justicialista, acaudillando a millones de liberados de la miseria y del dolor, marche en brazos del pueblo argentino para ejemplo de un mundo injusto donde gimen bajo el látigo de la explotación millones de seres de una humanidad entristecida y doliente que lucha por su liberación. No deseo terminar estas palabras sin agradecer a los trabajadores de todo el país, su esfuerzo generoso que ha permitido realizar a nuestra patria su ambicioso plan. Agradezco también a esos bravos muchachos obreros, que en un alarde justicialista están realizando el campeonato mundial de la producción. Eso es posible en la nueva Argentina Justicialista, donde todos trabajamos para todos y para la patria, y no para el capitalismo internacional. Finalmente, agradezco como argentino y como trabajador, su unidad y su lealtad inconmovibles. Hoy podemos decir que los trabajadores argentinos estamos organizados, unidos y listos para luchar por nuestros derechos y nuestra dignidad. Y para terminar que llegue a todos los trabajadores argentinos un gran abrazo, con que los saludo y los estrecho muy fuerte sobre mi corazón. Compañeros han hecho llegar el pedido de que mañana sea feriado. En homenaje al día de los trabajadores y dedicado al esfuerzo de los obreros argentinos que hoy luchan por una mayor producción, el día de mañana será feriado. ...........................
1951-05-01
ASAMBLEA LEGISLATIVA 1º de mayo de 1951
Preside el doctor Juan Hortensio Quijano, vicepresidente de la Nación. Ocupa un lugar en el estrado el doctor Héctor J. Cámpora, presidente de la Honorable Cámara de Diputados Ministros Presentes: de Relaciones Exteriores y Culto, doctor Hipólito Jesús Paz; de Interior, señor Ángel G. Borlenghi; de Justicia, doctor Belisario Gaché Pirán; de Educación, doctor Armando Méndez San Martín; de Salud Pública, doctor Ramón Carrillo; de Comunicaciones, señor Oscar L. M. Nicolini; de Asuntos Políticos, doctor Román A. Subiza; de Hacienda, doctor Ramón A. Cereijo; de Economía: doctor Roberto A. Ares; de Finanzas, doctor Alfredo Gómez Morales; de Industria y Comercio, señor José Constantino Barro; de Obras Públicas, general de Ejército (R.) Juan Pistarini; de Agricultura y Ganadería, ingeniero agrónomo Carlos A. Emery; de Trabajo y Previsión, señor José M. Freire; de Transportes, ingeniero Juan E. Maggi; de Defensa Nacional, general de división José Humberto Sosa Molina; de Ejército, general de división Franklin Lucero; de Marina, almirante (R.) Enrique B. García; de Aeronáutica, brigadier mayor César R. Ojeda y de Asuntos Técnicos, doctor Raúl A. Mendé. Señores senadores, señores diputados: Una vez más, cumpliendo con el mandato de la Constitución Nacional, vengo a dar cuenta ante vuestra honorabilidad, de los actos que ha cumplido el Poder Ejecutivo durante el año administrativo de 1950. El año pasado, en esta misma fecha, ofrecí mi mensaje al Congreso Nacional como una rendición de cuentas ante el recuerdo del Gran Capitán, cuyo ejemplo nos conduce desde la inmortalidad. Quiero darle a este mensaje de hoy un destinatario tan alto como digno de San Martín, de sus glorias y de sus virtudes ejemplares: por esta razón lo dedico a la única grandeza que puede mirar de frente, sin deslumbrarse, la gloria del Libertador: ¡nuestro pueblo! (Aplausos) Nuestro pueblo, al que nosotros hemos asignado el sitio preferencial que le correspondía en la tarea y en la gloria de construir la nueva Argentina, el pueblo que nos acompaña y que nos empuja en esta ascensión permanente de la patria hacia sus altos destinos, merece no sólo este humilde homenaje sino toda nuestra admiración, nuestro cariño y nuestra gratitud. Por él y con él hemos trabajado. Por él y con él hemos empeñado luchas tenaces. ¡Por él y con él conquistado la victoria! Siempre he sentido detrás de mis espaldas empujándome hacia la victoria, el amor, la esperanza, la fe y la fuerza magnífica y opulenta de ese pueblo cuya grandeza y cuya felicidad está en todos mis pensamientos y en todos mis afanes. Napoleón solía decir frecuentemente que muchas veces, en sus grandes momentos, se había sentido conducido por sus ejércitos... Salvando las distancias, yo puedo afirmar con profunda y absoluta franqueza, que muchas veces, y sobre todo en los momentos difíciles de mi gestión gubernativa, me he sentido llevado por mi pueblo. (Aplausos) Cuando se tiene la inmensa responsabilidad de la conducción de una Nación como ésta, que empieza a subir aceleradamente por el camino ascendente de la parábola histórica y que tiene por lo tanto toda la fuerza y todo el ardor de la juventud que no admite dilataciones ni retaceos, entonces se agradece a Dios que el pueblo de la Nación que se debe conducir sea como este pueblo nuestro capaz de recibir, de comprender y de abrazar con todas las energías de su vida, y aun a costa de su vida, una causa justa, noble y generosa. (Aplausos) Por eso, yo considero que vuestra honorabilidad tendrá también por justiciero este homenaje que rindo al auténtico pueblo argentino: al de nuestros hombres y mujeres humildes, al de nuestros ancianos y de nuestros niños, al de nuestros trabajadores; al heroico y esforzado pueblo de los Descamisados para quienes reclamo la gloria y el honor de haber abierto en la historia de la humanidad el capítulo de esta nueva Argentina. (Aplausos) Quiero advertir al Honorable Congreso que, en el curso de este mensaje, no me será posible exponer en forma exhaustiva la obra realizada por nuestro gobierno. He preferido por ello hacer llegar, a cada uno de los señores legisladores, todos los elementos de juicio que, debidamente documentados, han preparado los distintos departamentos de Estado como reseña general de sus actividades; así como una síntesis estadística que refleja, en cifras, la situación del país en estos momentos y las etapas anuales de su evolución. Yo he de limitarme a señalar los resultados generales, probando cómo en ellos se ha cumplido la doctrina que el pueblo aceptó cuando decidió poner en nuestras manos la bandera de la patria para que nosotros la llevásemos a sus grandes destinos. He de demostrar hoy, una vez más, que actuamos -y eso sucede por primera vez en la historia nacional- de acuerdo con una doctrina que no es solamente política sino una doctrina integral que puede aplicarse como teoría a todos los aspectos económicos, sociales y políticos del gobierno y de la vida nacional. (Aplausos) Nuestras formas de ejecución -es decir, los actos de nuestro gobierno- no responden a razones circunstanciales ni a presiones externas como en otras épocas. Actuamos, eso sí, sobre la realidad eternamente variable de las circunstancias, pero cada resolución de cada problema está encuadrada dentro de las normas generales de una teoría y tiene sus fundamentos en la sólida base que son los principios generales de la doctrina justicialista creada por nosotros. Claro está que no basta tener una doctrina ni una teoría para gobernar. Es necesario "realizarla". Para poder realizarla nos lanzamos a la lucha por la independencia económica y la soberanía política. Tuvimos éxito en la lucha pero nadie podrá negar que supimos construir nuestra victoria. (Aplausos) La gran diferencia entre la Argentina que recibimos y la que vamos a entregar a las generaciones futuras es muy simple pero muy honda: en la nueva Argentina el pueblo decide sus propios destinos. ¡Hemos tomado el timón de la patria que marchaba a la deriva y ahora los argentinos podemos dirigirla hacia el puerto que nosotros queremos! El pueblo quiere que lo conduzcamos hacia la total realización de nuestra doctrina justicialista. Nosotros sólo cumplimos el mandato del pueblo. Eso es lo que quiero probar en este mensaje: que el justicialismo cumple con el pueblo haciendo la grandeza de la Nación y la felicidad de los argentinos... (Aplausos prolongados) Cuando en 1946 iniciamos nuestra gestión gubernativa y realizamos el primer análisis de la situación, me encontré con que el problema que planteaba al país la reforma social que nosotros habíamos iniciado en la Secretaría de Trabajo y Previsión era mucho más serio de cuanto, tal vez, nosotros mismos habíamos previsto. La reforma social estaba en marcha y no podía ya detenerse en su camino. Precisamente porque el pueblo la había aceptado, como expresión de deseos postergados durante un siglo, nosotros habíamos llegado al gobierno. Tal vez ni el mismo pueblo que votó por la reforma social cuando votó por nosotros, advirtió muy claramente que aquella reforma estaba destinada a caer como una montaña sobre él y sobre nosotros si no concebíamos y realizábamos una reforma económica y una reforma política capaz de sostener con bases inconmovibles el andamiaje primero y después el edificio de nuestra reforma social. Muchas veces he dicho esto mismo; pero cada vez que pretendo explicar el sentido de nuestras realidades debo partir de allí. ¡También sabían nuestros adversarios que el problema era difícil, pero ellos lo consideraron de imposible solución y se dedicaron durante la primera mitad de nuestro gobierno a vaticinar la inminente caída del andamiaje por nosotros construído!... ¡Felizmente para el pueblo argentino ellos se equivocaron!... (Aplausos) Pensaron y dijeron que nosotros éramos solamente demagogos..., hombres capaces nada más que para la fácil tarea -según ellos- de ofrecer y de dar buenos salarios y buena conversación a los obreros, pero incapaces de sostener las conquistas sindicales a través de algún tiempo y sobre bases sólidas! Ellos ya sabían indudablemente, a través de los años que habían simulado gobernar el país, todo lo que nosotros empezamos a aprender recién el día que yo llegué a la Casa de Gobierno como presidente de la República. Ellos sabían que el país era dirigido por grandes intereses extranjeros e internacionales. Ellos sabían que el gobierno argentino había sido, hasta entonces, títere manejado desde bambalinas por una serie interminable de hilos conducidos desde lejos por dos o tres manos poderosas cuya fuerza todavía intenta señalar el camino de los gobiernos y de los pueblos. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos) Ellos no ignoraban que para sostener nuestra reforma social nos sería necesario enfrentarnos con fuerzas extraordinariamente poderosas, y juzgaron anticipadamente que nuestra derrota sería inevitable. Ellos sabían demasiado bien que la reforma social exigía como única pero irreemplazable condición para sostenerse que realizáremos apresuradamente la reforma económica; que esta reforma no podía efectuarse si no proclamábamos y alcanzábamos total, absoluta y efectivamente la independencia económica y la soberanía política..., y que hacerlo importaba nada menos que mutilar en el mundo el imperio secular de la más poderosa plutocracia internacional que haya conocido la historia. Por eso nuestros adversarios auguraban con tanta certeza y con tanto regocijo nuestra derrota. ¡Y eso es lo que la patria no les perdonará jamás! (Aplausos) Podría perdonarles tal vez que la hubiesen abandonado creyendo que la lucha era estéril; podría tal vez incluso perdonarles que la hayan entregado a sus enemigos sin un gesto de dignidad..., ¡pero no podrá jamás perdonarles que hayan gozado prematuramente la posible derrota de unos cuantos hombres honrados que habían decidido quemar sus naves para salvarla! Porque la verdad es que quemamos nuestras naves cuando hicimos la reforma social. Desde allí ya no era posible retroceder. Habíamos enseñado al pueblo el camino de la justicia social. Pero la justicia social no se sostiene con palabras ni con decretos: ¡la justicia social se sostiene con una economía sólida y cae sobre sus sostenedores cuando se acaba la riqueza que hay que distribuir! Y en 1946 estaba prácticamente agotada la economía nacional porque habíamos distribuido más de lo que quizás podía darse. Pretender seguir distribuyendo al pueblo nuevas riquezas que no teníamos hubiese sido engañarlo y engañarnos creando situaciones de extraordinario peligro para la paz y la estabilidad social. De lo sublime que era la reforma social hubiésemos dado el paso a lo ridículo y caído víctimas de nuestras propias creaciones iniciales. Ése fue el paso que esperaron inútilmente los enemigos del país porque no contaron con nosotros. Contaron con todas las dificultades que el mundo ponía en nuestro camino; contaron con el poderío de todas las fuerzas que iban a oponerse a nuestra voluntad de soberanía, e incluso las galantearon ante la victoria que de ellas esperaban, con la ilusión de convertirse en sus conspicuos mercenarios. Pero no contaron con la fuerza que el corazón de un pueblo que se levanta puede poner en el corazón de los hombres que deciden lealmente conducir su bandera a la victoria. (Aplausos prolongados) Señores: ¿qué hemos hecho para conseguir la victoria?, ¿cómo lo hemos hecho? Tal tema ha sido muchas veces expuesto por mí incluso en este mismo recinto y en iguales circunstancias a la que hoy nos reúne. Ya vuestra honorabilidad y el pueblo argentino saben perfectamente bien cuáles fueron nuestras luchas... (Aplausos) ¡Bueno será que hoy nos ocupemos de los resultados obtenidos!... ¡Y que en vez de hablar del dolor de las batallas consagremos esta mañana al recuerdo de las victorias! (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos) Siempre he dicho que la gran finalidad de nuestro movimiento es la grandeza de la Nación y la felicidad de los argentinos. Nuestra victoria abarca precisamente estos dos aspectos. La primera parte de mi exposición tenderá a demostrar que la grandeza nacional es mayor que cuando llegamos al gobierno. La segunda parte probará que los argentinos son ahora más felices que entonces. (Aplausos prolongados) El objeto de nuestra reforma económica fue siempre muy claro para nosotros porque consideramos en todo momento que el bienestar material de la Nación se consigue por los mismos medios con que suelen alcanzarlo los hombres y las familias: con buenas ideas, con mucho trabajo y, ¿por qué no decirlo?, también con buenos negocios. Las buenas ideas no han faltado nunca en el país; durante cien años mucha gente había pensado quizá en la independencia económica, y aun en la economía social. Nadie tuvo, sin embargo, la suerte o el valor de hacer lo que pensaba. (Aplausos) Nosotros recogimos todas las buenas ideas que encontramos en nuestro camino a la Casa de Gobierno y cuando llegamos allí pusimos lo que faltaba: mucho trabajo, e hicimos lo que suelen hacer los hombres para alcanzar un cierto bienestar económico: buenos negocios. (Aplausos) ¿Cómo lo hicimos? Eso es cosa ya bien sabida por el pueblo. ¿Alcanzamos con ello el bienestar económico que pretendíamos conseguir? Hoy, con los resultados en la mano, resulta fácil contestar. La conducción política es tan buena o tan mala como sean sus resultados. Si se tiene éxito es porque la conducción ha sido buena. Si se fracasa es porque indudablemente ha sido mala. En materia económica nadie puede negar que nuestros resultados han sido buenos. En los dos primeros años de mi gobierno preparamos la gran batalla con luchas parciales que fueron conformando nuestra reforma económica total. Indudablemente, en 1948 y 1949 libramos la gran batalla y soportamos una crisis económica difícil... que sólo pudimos sobrepasar porque la habíamos previsto y porque supimos adoptar oportunamente las medidas necesarias a fin de que sus consecuencias no afectasen substancialmente la economía del pueblo. Ahora podemos ya afirmar que el país no tiene problemas económicos. Los resultados están a la vista: la riqueza nacional es extraordinariamente mayor que en 1946. Y el bienestar económico del pueblo ha crecido paralelamente con la riqueza nacional porque ésta no ha quedado en manos de la oligarquía, ni en manos del capitalismo extranjero (aplausos prolongados), ni ha ido a engrosar la fortuna de ningún intermediario, ni siquiera ha quedado en manos del Estado: ¡ha recorrido todo el camino que debía recorrer para llegar a su natural destinatario, que es el pueblo! Podemos tomar el ciclo económico nacional en cualquiera de sus partes y empezar a recorrerlo desde allí a través de sus distintas etapas y en cada una de ellas nos será posible comprobar cómo es verdad lo que acabo de afirmar: el país es más rico; la riqueza está mejor distribuida. Así, por ejemplo, si tomamos el ciclo económico en su fase de producción, que es la fuente misma de la verdadera riqueza de un país, advertimos enseguida cómo ha incidido sobre todas sus formas nuestra política económica. Nuestra producción agropecuaria, que surte de alimento al mundo entero, ha variado substancialmente sus antiguos horizontes. En 1946 esa riqueza era tal vez aparentemente mayor que en 1949. En 1950 ya las cifras han superado a las de 1946, pero la situación ya era en 1949 totalmente distinta que en los comienzos de nuestro gobierno. En 1946 la riqueza agropecuaria argentina estaba en manos extranjeras. Los argentinos la creaban en sus campos con su trabajo infatigable luchando con la tierra de sol a sol. Después, todo lo demás lo hacían manos y capitales extranjeros: adquirían cosechas y ganados, los transportaban en ferrocarriles extranjeros, y en barcos extranjeros, asegurados y reasegurados en el extranjero, los llevaban a países extranjeros donde hombres y mujeres extranjeros comían pan y carne que no tenían las mesas de los hogares argentinos. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos prolongados) En 1950 todo el largo proceso ha quedado en nuestras manos y lo único foráneo que queda del ciclo de nuestra riqueza agropecuaria son los consumidores, y ese derecho lo otorgamos cuando nos pagan lo que es justo y recién después que la mesa de los hogares argentinos ha sido bien cubierta. Por eso pudimos empeñar recién en 1950 una intensa campaña de fomento de la producción agropecuaria, de cuyos resultados me considero profundamente satisfecho. Hemos alcanzado todos los fines que nos propusimos al iniciarla. La curva de la producción agraria, que venía descendiendo desde hace una década, ha retomado el camino ascendente y en la medida necesaria para satisfacer nuestro consumo interno progresivamente mayor, nuestra creciente industria y nuestro mercado internacional cada vez más diversificado, factores que exigen naturalmente una mayor producción. ¿Cómo hubiésemos podido pedir en 1946 una mayor producción agropecuaria y hacerlo seriamente si no poseíamos entonces ninguno de los medios económicos para fomentarla primero y defenderla después? En 1950, en cambio, pusimos a disposición de nuestros campos todos los recursos de nuestra organización económica; nuestras mejores semillas; nuestros medios de lucha contra las plagas; el sistema bancario con sus ventajas crediticias; nuestras divisas para adquisición de maquinarias agrícolas; precios anticipados a la siembra misma; nuestro sistema de elevadores, nuestros transportes, nuestros silos, nuestros puertos, nuestros barcos, nuestros seguros y nuestro sistema de comercialización interna e internacional, etcétera. El sistema bancario volcó por ejemplo en 1950 todo su esfuerzo crediticio hacia la reactivación agropecuaria, rebajando el tipo de interés de las operaciones; concediendo créditos por el valor íntegro de la tierra o de los elementos necesarios para el trabajo, atendiendo todo el ciclo de la producción; apoyando fundamentalmente y con créditos preferenciales la acción de las organizaciones cooperativas, etcétera. Pero todo este esfuerzo se puede medir fácilmente en número; solamente en 1950 el Banco de la Nación ha aumentado su cartera agraria de 990 a 1.730.000.000 de pesos y la cartera agropecuaria total del sistema bancario nacional está actualmente en los 5.000.000.000 de pesos. Algunos valores comparativos permitirán apreciar mejor esta acción positiva: desde 1941 a 1945 el mismo organismo bancario realizó operaciones, en su mayoría agropecuarias, por valor de 10.000.000.000 de pesos. Desde 1946 a 1950 esta cifra ascendió a 33.000.000.000 de pesos con 2.000.000 más de operaciones efectuadas. Este hecho no tiene solamente su explicación en razones de mayor o menor intensidad del esfuerzo realizado. La causa es más honda. Para distribuir así la riqueza monetaria fue necesario, previamente, nacionalizar los depósitos bancarios a fin de que el dinero inerte y estéril se convirtiese en promotor del trabajo... El dinero argentino desde nuestra reforma ¡y eso es fundamental!, ya no es el símbolo frío y materialista del capitalismo. Ha dejado de servir al capital. Ya no es instrumento del poder económico. Ha pasado a servir a nuestro pueblo como el más fecundo de sus instrumentos materiales: el dinero argentino puede ostentar dignamente en sus signos monetarios los símbolos más sagrados de la nacionalidad precisamente porque ha dejado de ser cadena de explotación para convertirse en instrumento de libertad. (Aplausos prolongados) ¡Qué importa entonces que se le atribuya fuera del país una menor valía! -que esto fue por otra parte transitorio-. Lo que a nosotros nos importa es que antes, valiendo más, servía para explotarnos y que ahora, aun si valiese menos, lo usamos para ser más dignos porque el trabajo que el dinero promueve nos da precisamente dignidad. (Aplausos prolongados) A la acción crediticia del Banco de la Nación debemos agregar, como causa del aumento de la producción agraria, el ponderable esfuerzo de mecanización del campo realizado por nosotros. El año pasado dispusimos invertir 600.000.000 de pesos para la importación de maquinaria agrícola, distribuidos en un plan de tres a cinco años. Hoy puedo informar a vuestra honorabilidad que la totalidad del plan ha sido prácticamente cubierto, puesto que el Banco Central ha comprometido ya divisas por 650.000.000 de pesos en operaciones que han tenido principio de ejecución y se van desarrollando progresivamente. No se ha dejado de tener en cuenta el progreso de la industria agrícola argentina ya que estamos decididos a conseguir, en el segundo Plan Quinquenal, la autarquía del país en este fundamental terreno de la economía nacional. En otro aspecto de la campaña de fomento de la producción agropecuaria debo señalar la política oficial en materia de semillas seleccionadas, mediante la venta de las mismas al productor a precios inferiores al costo. Desde 1947 esta ayuda especial al productor agrario ha representado un esfuerzo total de 45.000.000 de pesos, de los cuales han sido invertidos en 1950, 18.000.000 de pesos que se financiaron, como en los años anteriores, por el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio... ¡la creación que nuestros adversarios quisieron hacer aparecer como el pulpo devorador de la riqueza agraria! Un factor de acción directa sobre el crecimiento de la riqueza agropecuaria ha sido también indudablemente nuestra política colonizadora de la tierra argentina, realizada bajo el principio doctrinario que viene inspirando esta acción peronista desde nuestros tiempos de la Secretaría de Trabajo y Previsión: la tierra para el que la trabaja. (Aplausos prolongados) Bajo ese principio tutelar sancionó vuestra honorabilidad nuestra ley de tierras y bajo ese principio realizamos nuestra obra colonizadora. Las cifras son concluyentes: desde 1941 a 1946 la Nación había adjudicado 55.000 hectáreas de tierras por valor de 8.000.000 de pesos. Desde 1946 a 1950 hemos adjudicado y entregado 455.000 hectáreas por un valor total de 126.000.000 de pesos. De esta acción se beneficiaron 3.200 familias argentinas que saben positivamente que el gobierno peronista cumple. Por imperio de la ley de tierras el Poder Ejecutivo ha otorgado por conducto del Ministerio de Agricultura 4.480 títulos de propiedad, permisos y concesiones que benefician a otras tantas familias. ¿Hubiese podido realizarse esta acción cuando el gobierno era manejado por una oligarquía de terratenientes o de serviles abogados de intereses extranjeros? (Aplausos prolongados) Asigno una gran importancia, decisiva para el incremento de la producción agropecuaria, a los precios que anticipada y oportunamente garantizó el gobierno tanto a los cereales como a las carnes. Por primera vez en la historia agrícola argentina, los precios -no superados nunca- fueron fijados por el gobierno antes de iniciarse las siembras y, aun más, fueron reconsiderados con un aumento cuando las mejoras sociales del trabajador rural incrementaron los costos de la producción, y serán nuevamente reconsiderados en la medida en que las ventas al exterior produzcan utilidades que serán distribuidas entre los productores. (Aplausos prolongados) Los precios ganaderos provocaron también, juntamente con otras medidas de gobierno, un extraordinario impulso en el terreno de la producción pecuaria. No puedo menos que recodar en este momento el desconcierto que produjo en nuestros críticos, y especialmente entre nuestros adversarios, la fijación de mejores precios ganaderos. Algunos creyeron que nos habíamos equivocado. La mayoría pensó que habíamos perdido definitivamente el equilibrio. Estaban suspendidos nuestros embarques a Inglaterra y todo hacía suponer que el excedente normal de producción provocaría una caída de los precios. Eso, señores, pudo suceder si nuestra anormal situación comercial con Inglaterra se hubiese producido en 1946. Pero en 1950 el escenario de los hechos era fundamentalmente distinto: el pueblo argentino con mejores salarios debido a una industria próspera y a una producción adecuada, consumía gran parte del posible excedente y el resto salía de puertos argentinos, en barcos argentinos, hacía todos los rumbos del mundo llevando lo que antes, en barcos extranjeros, iba solamente a Inglaterra. (Aplausos prolongados) Por eso pudimos "equivocarnos" aumentando los precios ganaderos y de paso eso nos sirvió para defender nuestras carnes en el mercado internacional. De vez en cuando suele sugerírsenos la fijación de menores precios a la carne y a otros productos de exportación en el mercado interno. Es conveniente aclarar que los precios internos de los productos que se exportan deben responder al precio internacional y que, aun cuando aquí parezcan excesivos, no lo son en realidad desde que nos dan poder adquisitivo en monedas fuertes para obtener en el exterior los bienes que nos son necesarios a precios compensatorios. Todos los factores que he mencionado en general y especialmente la ayuda crediticia, el esfuerzo de mecanización agraria, la venta de semillas seleccionadas, las campañas de lucha contra las plagas, los mejores precios, etcétera, han dado como resultado un extraordinario aumento de la producción agropecuaria. Con respecto a 1949 la superficie sembrada con cereales y lino aumentó en un 13%, equivalente a 2.000.000 más de hectáreas, y la producción efectiva ha superado a la de 1949 en un 35%, lo que importa un aumento absoluto de 3.000.000 de toneladas. Con respecto a 1946 la producción de cereales y lino, estimada para la cosecha 1950/51, se ha incrementado en un 10% y es la mayor cosecha obtenida desde 1943. La producción de cultivos industriales de 1950 fue superior en un 6% a la registrada en 1946, la de fruta en un 9% y la de papas en un 24 por ciento. La producción ganadera puede medirse por índices indirectos. El aumento del faenamiento, por ejemplo, se estima en progresivo incremento desde 1946 a pesar de las dificultades que ocasionó la sequía de 1949. En 1949 se faenaron en todo el país 1.800.000 cabezas más de ganado que en 1946; y solamente la población de la Capital y el Gran Buenos Aires consumió, en 1950, 1.000.000 más de cabezas que en 1945. No quiero dejar de señalar en este capítulo de la producción agropecuaria cuánto ha hecho el país, con el apoyo técnico y financiero del Estado, para obtener su autarquía en lo que respecta a numerosas productos, tales como tabaco, té, algodón, piretro, cáñamo, morfina, guayule para caucho, alcanfor, coca y quina, etcétera, y me complazco destacando cómo el ingenio industrial de los argentinos va abriendo nuevas rutas a la producción primaria; y, a los esfuerzos que ya están en plena realización, se añaden ahora los que intentan ya en forma efectiva producir papel con el bagazo de trigo y caña de azúcar, bolsas de arpillera con estopa de lino oleaginoso, hilado de seda natural, etcétera. Todos estos ponderables esfuerzos tienen el éxito asegurado en la nueva Argentina, porque el Estado no defiende ya a los intereses extraños a la Nación... desde que ha hecho norma de su conducta la primera verdad del peronismo que dice: "La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo". (Aplausos prolongados) Yo no quiero terminar esta etapa de mi mensaje referida a la producción agropecuaria sin dedicar dos palabras de íntimo y profundo agradecimiento a los hombres y mujeres que trabajan en el campo. Ellos, propietarios, arrendatarios, y obreros del campo, han sabido responder patrióticamente a mis llamados. Justo es que hoy, en este día en que recordamos nuestras victorias, hagamos honor al esfuerzo por ellos realizado. El campo argentino seguirá en lo sucesivo el nuevo ritmo de progreso iniciado en 1950. El gobierno no retaceará su ayuda cualquiera sea el sacrificio que deba realizar. El país no olvidará jamás que parte de su independencia económica fue alcanzada a costa del esfuerzo de sus agricultores. Lo justo es que ahora la independencia económica sirva al bienestar del campo argentino. Los productores agrarios deben continuar por otra parte organizándose en cooperativas tal como lo he aconsejado en otras oportunidades, eliminando de sus agrupaciones primarias o de segundo grado a los elementos profesionales que los utilizan como instrumento de sus ambiciones personales de carácter económico o político. Mientras llega el momento en que los mismos interesados se libren de tales perniciosos tutelajes el gobierno reitera su decisión de ayudar directamente a los auténticos productores y a sus organizaciones, sin distingos de ninguna naturaleza. Nuestro propósito, en este orden de cosas, se verá suficientemente satisfecho cuando la producción agrícola y ganadera del país esté totalmente en manos de los mismos productores y ello sólo se logrará cuando las organizaciones cooperativas cubran todo el país y protejan la producción desde el campo hasta el consumidor, argentino o extranjero, substituyendo al mismo Estado en la etapa comercial que ahora debemos realizar nosotros; porque el gobierno no tiene por finalidad el enriquecimiento del Estado sino el bienestar del pueblo. (Aplausos) Y para eso hemos luchado durante tres años con las fuerzas económicas más poderosas a la tierra... ¡para eso fuimos a Tucumán en 1947 y bajo la mirada augusta de la patria, proclamamos su independencia económica! (Aplausos) La producción industrial, fuente indudable de riqueza, ha cumplido también, en estos cinco años de mi gobierno, y aun superando muchas de nuestras previsiones del primer Plan Quinquenal, una etapa de vigoroso progreso. No necesitaría esta afirmación el aporte de mayores pruebas: la realidad está en todos los rincones del país. Parece que cada argentino se hubiese asignado a sí mismo la obligación de hacer algo nuevo. Yo no salgo de mi asombro -a pesar de haber previsto esta realidad que sin embargo supera a mis mejores sueños-, no salgo de mi asombro -repito- cuando veo cómo el ingenio, la habilidad, el esfuerzo, el sacrificio, el espíritu emprendedor de los argentinos se expresa cada día bajo nuevas formas industriales y la Nación entera va siendo cubierta progresivamente con infinito número de fábricas. En cada una de ellas, señores, el movimiento peronista puede ver su propio triunfo como una victoria más de la nueva Argentina. Y podemos asignarnos esta victoria con las mismas palabras de nuestros adversarios que, como todas las mentiras, caen ahora sobre ellos aplastándolos con el peso indiscutible de la verdad. Ellos nos acusaron, durante los tres primeros años de mi gobierno, por el "error" que según ellos cometíamos promoviendo el incremento industrial de la Nación. Decían que el país no podría soportar el crecimiento industrial; que íbamos a romper el equilibrio económico de la República; que despoblaríamos el campo cegando así las fuentes primarias de la riqueza nacional; nos atacaron sin ninguna reserva cuando empezamos a industrializar la producción agraria, como en el caso del lino, declarando que con ello íbamos a cerrar nuestros mercados compradores del exterior; dijeron que era una locura electrificar la Nación para descentralizar la industria y abrirle nuevas posibilidades; y cuando alguna vez, en la ejecución de nuestros planes, aparecieron las dificultades propias de las grandes empresas, entonces celebraron nuestra aparente derrota como si en ella no hubiese podido ser vencida -de alguna manera también- la misma patria. Pero al señalar nuestros planes como errores hicieron conocer al pueblo argentino que eran exclusivamente nuestros; y que los llevábamos adelante a pesar de la enconada oposición que ellos nos hacían. Ahora, que nada de cuanto ellos anunciaron sucede...; ahora, que el progreso industrial es una inmensa y absoluta realidad... ¿quién puede negarnos el inalienable derecho de reclamar, para nosotros, la gloria y el honor de decir que cada fábrica es un triunfo de la nueva Argentina que se levanta en nuestros brazos ante la admiración y el respeto de los hombres y de los pueblos? (Aplausos prolongados) Pero yo quiero dar las pruebas concretas de la magnífica realidad industrial que está viviendo la Nación. También en este aspecto de la actividad económica el año 1949 fue indudablemente la curva difícil del camino. Sólo realizando equilibrios casi imposibles pudimos evitar la paralización industrial. Los industriales y los obreros argentinos saben las angustias que hemos pasado juntos... porque ellos veían agotarse muchas veces los materiales y elementos de trabajo en sus fábricas, y nosotros los veíamos escasear en todas partes. El mundo entero soportaba una crisis de divisas que en nuestro país fue más grave por muchas razones: porque después de una formal promesa fuimos excluidos del plan Marshall; porque luego de habérsenos asegurado la compra total de nuestras cosechas tuvimos que esperar un año para venderlas; porque perdimos la producción de 1949 y con ella $1.000.000.000; porque la libra esterlina inconvertible rompió nuestro antiguo comercio triangular con Inglaterra y Estados Unidos para llevarnos al déficit de nuestros saldos comerciales con Norte América, etcétera. ¡Todas, causas ajenas absolutamente a nuestra voluntad! Algunas veces he dicho ya, qué fácil nos hubiese resultado salir del atolladero, si no guiase nuestra conducta una doctrina como el justicialismo, que tiene todas las posibilidades menos una: sacrificar al pueblo. (Aplausos prolongados) Nosotros hubiésemos podido hacernos de numerosas divisas con unas pocas medidas de gobierno muy simples pero muy productivas. Nos hubiese bastado por ejemplo disponer que el pan que comen los argentinos no fuese tan blanco... ¡con el trigo que así no llegase al pueblo, pudimos haber hecho divisas! Pudimos tal vez resolver, por ejemplo, que la mitad de la producción de zapatos fuese al exterior; teníamos mercados para ella; y no lo hicimos porque de aquel modo el calzado hubiese costado dos veces más de lo que cuesta, y muchos argentinos se hubieran quedado sin él. ¡Con sacrificar un poco al pueblo no hubiesen escaseado nunca divisas en el Banco Central !... Yo preferí sacrificar otras cosas: ahorramos divisas que antes se gastaban en artículos de lujo, en los excesivos viajes de funcionarios al exterior, en negocios especulativos, en personal diplomático que no cumplía ninguna misión útil en el extranjero, en automóviles de lujo... y con las divisas que así conseguimos hacer, adquirimos luego combustibles, maquinarias y equipos industriales para nuestros servicios públicos, máquinas agrícolas, equipos electrógenos, etcétera. Tal vez en este momento pueda hacerse una simple aclaración: los premisos especiales otorgados para la importación de automóviles fueron acordados sin uso de divisas y para aquellos casos en que se demostraba fehacientemente que el interesado poseía divisas en el exterior. Con ello, en realidad, se aportó indirectamente al país una cantidad de divisas que no hubiese venido de otra manera. Por todos estos procedimientos y argucias logramos vencer la crisis de medios de pago externos que soportábamos en 1949... y ya en 1950 pudimos abrir un poco las manos y otorgar permisos de cambio con uso de divisas por un total de 3.900.000.000 de pesos a los que deben añadirse 800.000.000 de pesos en permisos sin asignación de cambio. La crisis no llegó sino muy levemente al pueblo mismo. Nos quedan todavía algunos problemas derivados de aquella situación, como el de los transportes de la ciudad de Buenos Aires, de Rosario, de Córdoba y de otras ciudades del país que en los próximos meses tendrán la solución adecuada y conveniente para que el servicio se cumpla como un pueblo que trabaja se merece. (Aplausos) La situación monetaria que acabo de exponer estuvo a punto de paralizar el progreso industrial de la Nación. El esfuerzo económico del gobierno, tal como lo acabo de exponer, unido al ingenio y al trabajo del pueblo, impidieron que la obra comenzada con tanto cariño y con tanto sacrificio en 1946 se viniese verticalmente abajo. Hoy podemos, en cambio, gozar con la victoria. Hoy podemos decir con toda verdad que la mejor protección de nuestra industria fue, precisamente, la escasez de divisas. Ella aguzó el ingenio de nuestros técnicos, de nuestros obreros y de nuestros industriales, que empezaron a buscar en el país lo que no podían traer del extranjero; y nos ahorró así el trabajo de crear barreras aduaneras. Solamente de esta manera se explica que en 1950 se solicitaran 5.795 patentes y 18.518 marcas de fábricas que, superando todos los precedentes, denuncian la actividad creadora del país. Las últimas cifras acerca del volumen físico de la producción industrial revelan que en agosto de 1950 el índice del volumen físico alcanzó la cifra máxima del proceso industrial de la Nación, llegando a un nivel de 161 contra 149 sobre 100 de 1943, del mismo mes del año anterior. Tiene especial importancia consignar que este extraordinario índice ha sido logrado a pesar de la notable disminución que en aquella época sufría la producción de artículos de caucho y la de armado de máquinas importadas. La estimación de los salarios pagados, que en 1947 fue de 3.000.000.000 de pesos, ha ascendido en 1950 a 6.700.000.000, y esta apreciación ha permitido que el promedio de los salarios nominales del peón industrial ascendiese, en igual período, de 135 a 370. El incremento del volumen físico de la producción se viene operando a pesar de la plena ocupación que tenemos; y, relacionando precisamente el número de obreros ocupados con el volumen físico de la producción, se obtiene el índice de productividad neta, que da la explicación inesperada por nuestros críticos y por nuestros adversarios: durante mucho tiempo dijeron a todos los vientos que habíamos "echado a perder" al obrero argentino, que lo habíamos mal enseñado, que no volvería ya a producir como antes. En esto último tal vez tengan razón: ¡ningún obrero argentino será jamás objeto de ninguna explotación! Pero ahora resulta que con el mismo número de obreros se produce más... y eso no puede tener más que una sola explicación: ¡los obreros trabajan mejor! Nosotros ¡únicamente nosotros!, tenemos el derecho de esta nueva victoria. Durante tres años tuvimos que aceptar los "argumentos" de los enemigos de la clase trabajadora... Los obreros producían menos; pero, ¿cómo no iban a producir menos? Después de haber sido explotados, empezaban a sentirse respetados. Después de haber sido considerados casi como animales, empezaban a sentirse tratados como hombres. Después de haber vivido en la miseria, conocían por primera vez la cara de la abundancia. Acostumbrados a la amargura de la pobreza, empezaban a saber de qué color eran la alegría y la felicidad... Nos acusaron diciendo que gastaban mal el dinero que ganaban en exceso; ¡como si los pobres no tuviesen que pagar también como los ricos el aprendizaje que significaba llegar a saber cómo se maneja el dinero! (Aplausos prolongados) ¡Ahora que los obreros ahorran, empiezan a decir que no conviene darles dinero porque no saben ya en qué gastarlo!... Parece, señores, que al alma egoísta de los ricos le doliese el dinero cuando llega a las manos de los pobres. ¡Como si fuera la sangre misma de sus venas no pueden verlo fuera de sus bolsillos! Así como antes los escandalizó el aflojamiento general del esfuerzo productivo, ahora les sorprende el incremento neto de la productividad. Este no es, sin embargo, un resultado imprevisto para nosotros, que hemos también construido este nuevo éxito, propugnando la formación de una conciencia social en los obreros, reclamándoles más producción; aconsejándoles, incluso; capacitándolos en nuestras escuelas; formando técnicos cada vez más hábiles y mejor preparados, etcétera, aunque la razón más importante debe ser, indudablemente, el mayor bienestar y la mayor seguridad, el sentirse los trabajadores protegidos en su presente y en su porvenir por la realización auténtica de los derechos que la Constitución justicialista ha consagrado como ley definitiva e irrenunciable en esta tierra. Yo me alegro, por otra parte, cuando compruebo, a través de las estadísticas de conflictos obreros, que el entendimiento entre el capital y el trabajo es cada vez mayor. En 1950 en número de huelgas fue inferior en un 370% con respecto a 1946 y el número de huelguistas disminuyó en un 244%. En 1950 se produjeron en todo el país solamente 30 conflictos obreros; la cifra más baja de todo mi gobierno. El ausentismo por motivos particulares, que refleja el índice alcanzado por el espíritu de trabajo, sigue descendiendo desde 1948. Si el progreso industrial asienta uno de sus pilares en la reforma económica por nosotros realizada, es indudable que el otro pilar, más poderoso que el primero, es el espíritu, el corazón, el músculo y la inteligencia de los obreros argentinos, que gracias a nuestra reforma social han alcanzado una más vigorosa personalidad. Muchas veces he oído decir a los industriales extranjeros que han venido a trabajar en la paz de nuestra tierra, que ya no quedan, en el mundo, obreros como los argentinos... que en ninguna parte aprenden su trabajo con tanta rapidez y lo realizan luego con tanto cariño. Lo único que se debe hacer, en cambio -suelo decirles yo-, es tratarlos bien... Pagarles lo justo, tal vez no sea quizá lo fundamental, pero tratarlos dignamente, sí. (Aplausos prolongados) Yo he querido repetir aquí los elogios que hombres desapasionados hacen de nuestros trabajadores, como acto de homenaje y de desagravio frente a todo lo que de ellos han ido desparramando por el mundo los viejos y resentidos políticos de la industria y del comercio, que constituyeron la oligarquía plutocrática destruida por nosotros. Las cifras estadísticas de la producción industrial me han permitido analizar hasta aquí en forma casi exclusiva el factor humano, creador de la riqueza que nace en nuestras fábricas y en nuestros talleres. Ahora quiero detener un momento la atención de vuestra honorabilidad sobre las causas económicas que han determinado nuestro progreso industrial. Estadísticas elaboradas por los organismos técnicos de las Naciones Unidas asignan a la República Argentina un índice de incremento industrial del 73% con respecto a 1937 y ocupa así el primer lugar en la serie internacional del progreso fabril. Es indudable que ha incidido, en nuestra envidiable situación, el haber trabajado en un ambiente propicio de paz y de tranquilidad, pero si bien no hemos afrontado esfuerzos militares, nos ha tocado enfrentar una lucha económica sin cuartel y sin escrúpulos sobre cuyos frentes variados y variables levantamos ahora las banderas de nuestra victoria. En los aspectos económicos de nuestro desarrollo industrial ha pesado ciertamente también, y en forma extraordinaria, nuestro sistema bancario. En 1946 la reforma bancaria dio al Banco de Crédito Industrial, creado en 1944, las primeras posibilidades de cumplir con la misión que tenía asignada. Ello permitió modificar el criterio capitalista de los créditos industriales, substituyéndolos por el criterio justicialista: aquí también la economía dejó de servir al capital... el dinero de los depósitos no fue ya distribuido exclusivamente con fines de explotación y especulación capitalista y pasó a servir a la economía del bienestar social. En cinco años el Banco de Crédito Industrial ha realizado 56.800 operaciones por valor de $11.800.000.000. Es cierto que durante los años 1947 y 1948 el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio debió recurrir al crédito bancario a través de más de 100 operaciones por un total de $3.000.000.000, pero ese dinero llegó al pueblo por una vía no menos importante que permitió el equipamiento del país en el momento critico de la posguerra. El saldo, más de $7.000.000.000, distribuido en más de 56.000 operaciones, explica, entre otras cosas, nuestro interesante desarrollo industrial. En 1946 el monto de las prestaciones de fomento industrial fue de $4.414.000. En 1950 este mismo tipo de crédito insumió la suma de 105.000.000 de pesos. Con la ayuda financiera del gobierno, la iniciativa privada produjo la creación y ampliación de 20.000 empresas, entre las cuales figuran 130 actividades fundamentales hasta ahora desconocidas en el país, tales como las que se dedican a fabricar metanol sintético, carburo de tungsteno, carburo de calcio, cinc electrolítico, polvo de moldeo y plásticos pesados, parafina, vidrio neutro, máquinas de escribir, máquinas de coser eléctricas, hormigón elástico, construcción de vagones de ferrocarril, turboquemadores, hilado de seda natural, confección de envases textiles con rastrojo de lino oleaginoso, remodelamiento de locomotoras con nuevas técnicas que permitirán encarar su fabricación con notables características de rendimiento, etcétera. El sistema bancario ha brindado también un extraordinario apoyo a las industrias extractivas, orientándose principalmente hacia el reconocimiento de zonas mineras, primera etapa de una exploración intensiva, acorde con las grandes posibilidades del subsuelo nacional. Por primera vez en el país se ha posibilitado la atención de los negocios mineros con la especialización que exige esta rama de la riqueza nacional. El minero tiene ahora personalidad dentro de la economía del país y ha creado, gracias a nuestra ayuda financiera y a nuestro régimen legal, las organizaciones necesarias como para afrontar la inmensa tarea que el futuro le tiene reservada. No sólo se le ha facilitado el dinero necesario para llevar adelante sus afanes; siguiendo un plan de fomento minero bien establecido, ha sido asesorado técnicamente; se le han suministrado materiales de obtención difícil; ha sido liberado con la creación del fondo de rescate, de la subordinación a intermediarios que especulaban y lucraban con su esfuerzo; se ha contribuido al arraigo de las poblaciones mineras; al perfeccionamiento de técnicos en el exterior, etcétera. Lógicamente, nuestra acción en este sentido ha recibido ya las primeras compensaciones gozando de sus primeros triunfos: el asesoramiento técnico y legal, la adecuada ayuda financiera y la acertada dirección del Estado hicieron factible que la inquietud de modestos mineros argentinos abriera al país las enormes posibilidades de los yacimientos ferríferos de Sierra Grande en el territorio de Río Negro, que arroja hasta la fecha existencias superiores a 100.000.000 de toneladas de hierro que, juntamente con las minas de Jujuy, abren el camino de la independencia siderúrgica de la Nación. Señores, cada una de estas realidades va probando que si cada día el sol alumbra una nueva victoria peronista, no nos llegan del cielo como llovidas... Como decía Napoleón: ¡las victorias se construyen!... ¡Dios nos ha ayudado, pero nadie puede negar que hemos hecho todo lo necesario para que Dios nos ayude! (Prolongados aplausos) En el progresivo desarrollo industrial de la Nación ha sido indudablemente un factor económico preponderante el cumplimiento de nuestros planes de energía vinculados también a la descentralización fabril. La descentralización fabril sólo podrá realizarse efectivamente desde ahora en adelante, a medida que se vaya coronado nuestro plan energético y racionalizando nuestros transportes con criterio argentino y no colonialista. Quiero explicar la realidad del plan energético tal como se encuentra en plena ejecución. Quiero que el país conozca por mis propios labios lo que en esta materia le espera en los próximos años, en base a lo que en estos momentos ya ha sido obtenido como realización. En 1946 la energía eléctrica del país era de 3.320.000.000 de kilovatios- hora. En 1950 la energía eléctrica generada superó los 5.000.000.000 de kilovatios-hora. El aumento supera al 50%. No obstante eso, todavía el país, como lógica consecuencia de su vertiginoso crecimiento industrial, tiene un déficit de energía que el desarrollo normal de nuestros planes compensará en los próximos años. La Nación, que hasta 1945 no tenía prácticamente a su cargo la prestación directa del servicio público de energía, administró ya, en 1950, 39 centrales termoeléctricas, 5 centrales hidroeléctricas y 7 mixtas, con una potencia de 100.000 kilovatios y una generación de 225.000.000 de kilovatios-hora. La Nación tiene contratada la construcción y fabricación de instalaciones para 170.000 kilovatios térmicos y 235.000 kilovatios hidroeléctricos o sea un total de 400.000 kilovatios con una generación de 1.300.000.000 de kilovatios-hora o sea el 30% de la producción actual. No se incluyen en esta cifra las contrataciones ya efectuadas y que actualmente se consideran en los organismos técnicos del Poder Ejecutivo y que ascienden a 720.000 kilovatios, con una generación de 3.000.000.000 de kilovatios-hora, porque esta realización está supeditada a factores ajenos a nuestra posibilidad: equipos, materiales extranjeros, disponibilidad de divisas, etcétera. A pesar de enormes dificultades, ya hemos visto coronarse algunos de nuestros esfuerzos: se han puesto en servicio ya 4.000 kilovatios en Mendoza, 8.600 en la central termoeléctrica "1º de Marzo" de Tucumán, 2.000 en la central "17 de Octubre" de Corrientes, y 10.000 en la central termoeléctrica de Santa Fe. Seguimos trabajando en otras plantas, como la superusina de San Nicolás, de 250.000 kilovatios, y ya se extienden también las líneas de transmisión uniendo Santa Fe, Paraná, Rosario y San Nicolás con la Capital Federal. A lo largo de estas líneas eléctricas se van organizando ya las zonas de la industria mediana y empiezan a alentarse programas extraordinarios que cimentarán la industria pesada nacional, el gran objetivo de los próximos planes de gobierno. Paralelamente se van concluyendo los trabajos de construcción de nuestros diques. Con orgullo podemos afirmar rotundamente que nuestro gobierno en cinco años ha realizado más obras hidráulicas y energéticas que todos los gobiernos precedentes juntos; y más aún: al término de las obras contratadas y en ejecución, la República Argentina alcanzará su plena autarquía en este sector tan importante de su ciclo económico. También en el terreno de las realizaciones energéticas se nos plantea en estos momentos el problema que significa el descubrimiento argentino de energía atómica controlable. (Aplausos prolongados) Todo el país ha sido enterado de los pormenores de este hecho trascendental para la vida de la Nación. Ante las nuevas circunstancias pienso que debemos volcar todos nuestros esfuerzos a fin de obtener cuanto antes las aplicaciones prácticas de los descubrimientos realizados en la isla Huemul. Conviene al país utilizar prácticamente y cuanto antes tan valiosa y extraordinaria energía; y el Poder Ejecutivo no ha de escatimar ningún sacrificio para conseguir realizaciones a breve plazo. Si los planes experimentales siguen cumpliéndose como hasta el presente, la República Argentina podrá poseer antes de dos años las primeras usinas atómicas capaces de proveer a toda la red nacional de energía eléctrica. (Aplausos prolongados) En aquel momento recién el mundo sabrá con absoluta certeza todo el dinero y el tiempo que ha perdido trabajando para la guerra. Y la Nación Argentina tendrá ya definitivamente el instrumento de una riqueza extraordinaria, con la que Dios ha querido tal vez premiarla pensando que en ninguna otra mano podría estar mejor que en la de un pueblo que quiere honradamente vivir en paz y que, además, anhela sinceramente la felicidad del mundo como si no pudiese ser totalmente feliz sin compartir su dicha con el resto de los hombres. (Aplausos) Mientras tanto no omitimos ni retaceamos ningún trabajo de nuestro plan energético normal, pues no todo él será inútil cuando tengamos energía eléctrica de origen nuclear. La nueva energía será costo tan ínfimo y de tantas posibilidades que el país, por otra parte, no echará de menos el gran esfuerzo que en materia de construcciones termoeléctricas e hidroeléctricas realizamos en la actualidad. Cualquiera sea la solución que el problema energético tenga en el porvenir, es indudable que por el camino actual de nuestros planes o por el nuevo proceso de la energía atómica, dentro de poco tiempo el país habrá alcanzado los objetivos que nos propusimos en 1946. También, en este caso, los enemigos de la Nación (intereses extranjeros opuestos a la República) y los enemigos del pueblo (la vieja oligarquía servil de los intereses plutocráticos) dijeron, cuando empeñamos este esfuerzo por la grandeza nacional, que cometíamos gravísimos errores: que era excesivo ese esfuerzo para un país agropecuario; que los diques iban a ser un fracaso; que gastaríamos dinero inútilmente; que no teníamos técnicos para hacer lo que ambicionábamos, etcétera. Cuando lanzamos el plan advertimos que otras eran las razones de nuestros enemigos. Los hemos encontrado a cada paso tratando de cerrarnos el camino; obstruyendo el aprovisionamiento de equipos electrógenos y de materiales de conducción; aconsejando, por medio de técnicos entregados al servicio extranjero, la adopción de medidas irracionales; saboteando nuestras compras en el exterior, etcétera. Felizmente la lucha resulta un estímulo cuando se tiene el corazón bien alto y el nombre de la patria bien metido en el alma. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos prolongados) El triunfo ya nos sonríe... ¡y nosotros gozamos íntimamente pensando que otra vez la victoria de la patria es peronista! (Aplausos prolongados) El progreso industrial requería no sólo energía eléctrica sino también el aprovisionamiento de materiales básicos indispensables, que nuestro esfuerzo ha ido incorporando paulatinamente a la actividad nacional. Quiero destacar, por ejemplo, y de manera especialísima, los resultados obtenidos por el esfuerzo argentino en materia de producción carbonífera. La República Argentina necesita para su desenvolvimiento actual una cantidad de este mineral que oscila alrededor de 2.000.000 de toneladas por año. Desde los primeros días de mi gobierno hemos brindado a esta actividad nuestro más decidido apoyo, pensando que de alguna manera el país debía resolver también este problema de su dependencia económica. Apoyamos por eso de manera integral las exploraciones y trabajos que se realizaban en nuestros yacimientos de Río Turbio. Hoy puedo anunciar al pueblo argentino que allí está la base de nuestra independencia en materia de combustibles carboníferos. Se calculan las existencias en más de 350 millones de toneladas y se han cubicado positivamente 250.000.000. El programa mínimo de explotación debe darnos los 2.000.000 de toneladas anuales necesarias en 1955. Para que eso sea realmente una riqueza efectiva y esté al alcance del país hemos decidido construir una línea ferroviaria industrial (de cuya ejecución informo más adelante) uniendo Río Turbio con Río Gallegos a través de 260 kilómetros, y se están por iniciar los trabajos de construcción de las comodidades portuarias que se necesitan para la carga, en Río Gallegos, de la producción carbonífera de Río Turbio. (Aplausos) Yo no quiero dejar de recordar aquí a los hombres de nuestra tierra que han sabido responder, tan lejos de las comodidades ciudadanas, al llamado y a la inquietud del gobierno nacional, y pido a vuestra honorabilidad que acepte estas palabras como el más cálido homenaje a aquellos esforzados argentinos que han librado una batalla más, y han vencido, por la independencia económica de la patria. (Aplausos) La producción de petróleo, por otra parte, ha seguido aumentando de volumen. En 1950 se obtuvieron 175.000 metros cúbicos más que en 1949, y esa cifra superó en 109.000 metros cúbicos, la más alta registrada en 1948. Inauguradas nuevas instalaciones en las destilerías nacionales, aumentó también apreciablemente el volumen de nafta y otros productos elaborados con petróleo. En la provincia de Salta, departamento San Martín, técnicos de Yacimientos Petrolíferos Fiscales descubrieron un importante yacimiento de petróleo. El 3 de febrero del corriente año un nuevo pozo denominado C.D.-6, Campo Durán, situado a unos 60 kilómetros al Norte del actual yacimiento de Vespucio, entró en surgencia produciendo en los primeros ensayos 180 metros cúbicos diarios de petróleo de excelente calidad, por su elevado contenido de productos livianos. Esto pone de manifiesto la existencia de una nueva zona petrolífera que permitirá incrementar substancialmente la producción actual de dicha provincia. El C.D.-6 fue terminado en la profundidad de 3.614 metros; resulta ser así el pozo productivo más hondo del país. Cabe destacar que en la fecha, a tres meses de haber entrado en explotación, el referido pozo ha elevado considerablemente su rendimiento, produciendo diariamente 300 metros cúbicos de petróleo y 300.000 metros cúbicos de gas, cifras que lo convierten en el más productivo de los actuales momentos. En 1948 nos formulamos un plan integral tendiente a aumentar nuestra flota de buques tanques que realice el transporte integral de nuestras cargas petrolíferas. En 1950, con la incorporación de las unidades petroleras "Director Madariaga", "La Plata" e "Islas Malvinas", hemos alcanzado un tonelaje dos veces superior al que poseíamos en 1946. En 1946 la flota petrolera de Yacimientos Petrolíferos Fiscales tenía 13 unidades con un porte bruto de 119.000 toneladas. En la actualidad la flota tiene 21 unidades de una capacidad de 229.000 toneladas que, al término de nuestro plan actual, en 1952 alcanzará a 317.000 toneladas en 28 unidades. Se han dado efectuado numerosas exploraciones, que han dado resultados promisorios. Se descubrieron nuevos yacimientos en Cutral Co (Neuquén) y en Caleta Olivia, y se extendió considerablemente el de Cañadón Seco, en Comodoro Rivadavia, donde también se halló un extraordinario complejo gasífero. Las posibilidades petrolíferas de la Nación se han incrementado últimamente con el descubrimiento de petróleo en Tierra del Fuego, una prueba más de la riqueza de las tierras australes, que han estado esperando nuestro esfuerzo para manifestar su enorme magnitud. En el caso del petróleo, como en otros que ya he de señalar, la industria nacional, paralelamente, ha empezado a producir elementos y materiales y equipos de enorme valor, que han permitido mejorar las instalaciones y las plantas de explotación y de elaboración. A fines de 1950 se inició la construcción del naftoducto de La Plata a Buenos Aires, que será habilitado en el curso de este año. El problema de nuestros abastecimientos de petróleo ha sido siempre atendido con preferencia por mi gobierno y con auténtico sentido nacional. No obstante los esfuerzos realizados, el país ha debido continuar importando grandes cantidades de petróleo, con el consiguiente gasto de divisas. En este caso, como en otros, hubiésemos podido evitar tales gastos reduciendo en un 50% nuestro consumo, pero a costa del sacrificio de nuestra economía de abundancia y de las necesidades inmediatas del pueblo. Hemos preferido no autorizar, en cambio, el uso de divisas para artículos y actividades menos interesantes para el bienestar del pueblo... porque el pueblo que no puede prescindir de una abundante energía puede en cambio prescindir, por ejemplo, de la televisión, que no es substancial para su vida. (¡Muy bien! Aplausos) Otro aspecto fundamental de nuestro problema de energía y combustible alcanza ya las etapas finales de nuestro plan. Me refiero al gas. En 1943 el 82% del gas que producía el país era administrado por capitales privados de origen esencialmente extranjero. En 1950 el 98% del gas es producido y servido al pueblo argentino por el Estado. En 1943 solamente 29 centros poblados se beneficiaban con esta fuente de bienestar. En 1950 la acción se extiende ya a 52 ciudades y poblaciones del país. De 216.000 consumidores hemos pasado a 455.000 en 1950. Este extraordinario incremento es el resultado de la construcción de una obra que, a través de los años, quedará en el recuerdo de los argentinos como una victoria del esfuerzo peronista: el gasoducto de Comodoro Rivadavia a la Capital Federal. (Aplausos prolongados) Durante el año 1950 el gasoducto entregó 57.000.000 de metros cúbicos de gas al Gran Buenos Aires, 943.000 a Bahía Blanca y 160.000 a Puerto Madryn. Generalmente, al hacer la difusión de nuestros trabajos para el conocimiento del pueblo, suele hacerse solamente referencia al gasoducto a Comodoro Rivadavia; de allí que sean poco conocidas todas las obras de construcción de ese mismo tipo realizadas en este quinquenio, tales como el gasoducto La Plata-Buenos Aires, que sirvió a las usinas Eva Perón (aplausos prolongados), La Plata y Bernal con 12.000.000 de metros cúbicos; el gasoducto de Barrancas a Mendoza, por Maipú y Luján de Cuyo; y todos los ramales subsidiarios del gran gasoducto. El suministro de gas desde Comodoro Rivadavia permitió la extensión de los servicios de gas envasado al interior del país. En nuestros planes de reactivación agraria dirigiremos hacia ese sector de la población los beneficios del suministro de gas envasado, tendiendo así a hacer más confortable la vida del campo. En otro sector de la producción de materias esenciales para el desarrollo nacional he citado, aunque de paso, el esfuerzo minero realizado en los yacimientos siderúrgicos de Sierra Grande. Allí, a pocos kilómetros del mar, dormía esperando nuestros tiempos, una enorme riqueza del mineral de hierro, que ya ha sido estimada sin optimismo en 100.000.000 de toneladas, equivalentes a 55.000.000 de toneladas de hierro. El consumo anual aproximado de la Nación, cuyo cálculo resulta difícil tratándose de un material que se recupera constantemente, sería de 1.000.000 de toneladas. Solamente nuestros yacimientos de Sierra Grande, que no son indudablemente los únicos que poseemos, cubrirían las necesidades de medio siglo... El segundo Plan Quinquenal que estamos elaborando para dejar al futuro gobierno un instrumento seguro de trabajo, prevé la independencia nacional en materia siderúrgica. Dicen que en sus tiempos Don Bosco soñó que veía la inmensa Patagonia argentina cubierta de chimeneas y que de su seno brotaban infinitos raudales de carbón, de hierro y de petróleo. Como una bendición de Dios, el sueño se va cumpliendo prodigiosamente en nuestros tiempos. ¡Debemos reconocer que en esto, como en otros tantos casos, Dios ha sido generoso con nosotros, no sólo porque ha volcado tanta riqueza en nuestro suelo, sino porque ha sabido guardarla de los hombres que la hubieran utilizado para explotarnos y ha querido, en cambio, entregarla a los argentinos en esta hora extraordinaria en que alcanzamos la plena dignidad y la plena soberanía! (Aplausos) Si quisiera seguir citando los principales ejemplos que prueban cómo el país va adquiriendo poderío económico en el orden industrial, debería seguir durante muchas horas exponiendo a vuestra honorabilidad los innumerables trabajos que la Nación realiza. Solamente quiero añadir a todo lo antes dicho una breve síntesis del trabajo industrial efectuado directamente por el Estado a través de sus empresas. La Dirección Nacional de Industrias del Estado trabaja en la construcción y habilitación de numerosas fábricas de utilidad nacional, tales como la de cemento, en San Luis, con capacidad de 200.000 toneladas anuales, que resuelven gran parte de nuestras necesidades; la hilandería de Formosa; la planta de fabricación de alcohol anhidro, de San Nicolás; los talleres de materiales eléctricos; y la que inicia una industria química básica que utilizará los grandes recursos minerales y energéticos de la Patagonia. Debo destacar, asimismo, la labor industrial de carácter civil desarrollada por la Dirección General de Fabricaciones Militares, que ha cooperado eficazmente en la creación de una industria paralela al esfuerzo nacional fabricando repuestos y accesorios ferroviarios, elementos imprescindibles para la explotación petrolífera nacional; laminados y trafilados de cobre, productos químicos, conductores eléctricos, etcétera. Este mismo organismo está ultimando ya los detalles para el comienzo pleno de las actividades en la fabricación militar de tolueno sintético, que habrá de resolver numerosos problemas de la industria nacional, ya que no sólo elaborará tolueno de uso militar, sino el necesario para la industria civil de solventes y pinturas, aeronafta, xileno, etcétera. Esta nueva fábrica podrá proveer próximamente al país de 2.000 toneladas de cortes nafténicos para uso civil en refinerías de petróleo. La Dirección General de Fabricaciones Militares, solamente en 1950, ha entregado al consumo interno bienes de su producción por un valor superior a los 200.000.000 de pesos. Pero no es, indudablemente, el esfuerzo directo del Estado la razón del progreso nacional en materia industrial: es, fundamentalmente, la actividad privada, atraída por las condiciones de protección que el Estado le ofrece; seguridad y garantía de los capitales que cumplen su función social; ambiente de seguridad social que crea la forma justiciera con que se resuelven todos sus problemas; el adecuado y respetuoso control que el Estado tiene sobre la economía manteniendo una posición equidistante entre la libertad económica que sólo sirve para permitir la explotación capitalista y la economía dirigida que es, en definitiva, el monopolio del Estado tan explotador y asfixiante como el monopolio capitalista. Aunque no sea sino en dos párrafos, quiero señalar cómo se está gestando en el país una industria paralela a las necesidades de nuestros servicios públicos. Resulta, por ejemplo, interesante advertir que numerosos materiales que las empresas extranjeras de teléfono, de gas y aun las mismas empresas ferroviarias traían del extranjero, significando ello un permanente drenaje de divisas, son hoy totalmente construidos en el país. Solamente en 1950 la Dirección General de Teléfonos del Estado adquirió en el país materiales por valor de 30.000.000 de pesos, que antes debía traer del extranjero. Está dándose término, por otra parte, en talleres del Estado, a la primera locomotora Diesel eléctrica totalmente construida en el país, que será puesta en servicio en los próximos días. (Aplausos prolongados) La iniciativa privada, contando con nuestro apoyo más decidido, nos ha dado también la gran satisfacción de comenzar a proveernos de vagones totalmente argentinos. Nuestra industria naviera ha crecido también, gracias al incremento de nuestra flota mercante. Ya se puede apreciar, a través de estos pocos pero reales ejemplos que acabo de exponer, cómo la nacionalización de los servicios públicos significó, no solamente la recuperación de un patrimonio que era nuestro, sino el comienzo de nuestras actividades creadoras de trabajo y de bienes, vale decir, de riqueza nacional. Hasta 1946 los servicios públicos argentinos creaban también esa misma riqueza, pero a muchos miles de kilómetros de distancia del pueblo argentino. El ideal del gobierno y de toda la Nación debe ser el que nos conduzca a la total autonomía industrial de nuestros servicios y de sus industrias subsidiarias. El camino que lleva a ese ideal está ya bien abierto... ¡es necesario continuar con entusiasmo porque lleva al triunfo! Yo puedo permitirme asegurarlo, no sólo en base a la información técnica y general que aprecio desde mi alto mirador nacional, sino porque Dios no ha querido todavía conducir mis pasos por caminos de derrota. Este es el panorama que el país presenta en la etapa industrial de su ciclo económico. Sé que no he mencionado ni todos sus aspectos ni todas sus causas. No son ajenas, por ejemplo, al desarrollo industrial las mismas causas que he señalado como fuentes de nuestro actual desarrollo agropecuario, ni le son ajenos, tampoco, los hechos fundamentales de toda nuestra reforma económica. Sólo he citado aquellas causas que directamente están influyendo sobre los índices más destacados. No quiero terminar esta etapa de mi exposición acerca de la riqueza nacional sin resumir, en una sola frase, lo que yo considero como razón absoluta de esta inmensa realidad. Teníamos, evidentemente, un país poseedor de una potencialidad extraordinaria que dormía, esperando su tiempo, en todos los rincones de la patria. Y teníamos, también evidentemente, un pueblo magnífico que no podía expresar su pujanza extraordinaria porque todo derecho le había sido negado. Lo único que hicimos nosotros fue reunir a nuestro pueblo con su propia tierra. Y de esa unidad, que será ya eternamente indivisible, está surgiendo la nueva Argentina, cuya marcha no podrá detener ninguna fuerza de la tierra. (Aplausos prolongados) Esbozados ya los aspectos más interesantes e importantes con que se ha venido expresando, en estos últimos años del gobierno, el aumento de la riqueza nacional en materia industrial, nos queda ahora por recorrer la etapa comercial de aquella riqueza para entrar después a considerar cómo y en qué medida se ha distribuído en la comunidad. No es necesario poseer grandes conocimientos económicos para apreciar cómo estas dos últimas etapas del ciclo de la riqueza se han cumplido casi prodigiosamente en nuestra tierra. El pueblo argentino lo sabe perfectamente bien, porque él es el gran espectador y el único beneficiario. Cuando contempla el espectáculo de la actividad febril con que se construyen miles y miles de viviendas particulares en todo el país; cuando ve cómo se reclama en todas partes el esfuerzo individual y cada argentino tiene no una sino varias posibilidades de trabajo para elegir; cuando advierte que, a pesar de los miles de unidades incorporadas al transporte automotor, no hay suficientes medios para satisfacer el intercambio comercial que canaliza la riqueza de unas a otras zonas del país y el exterior; cuando comprueba cómo el Estado construye en todas partes escuelas y caminos, edificios públicos, vías de comunicación, líneas telegráficas y telefónicas, institutos de salud pública y de asistencia social, por no citar sino las obras más diseminadas a lo largo y a lo ancho del país... y cómo en cinco años se construye más que en medio siglo, ¡o en un siglo!, ¡o en toda la historia nacional, según los casos!; cuando ve con sus propios ojos la realidad de un enjambre numeroso de industria que crece prodigiosamente como al conjuro de un toque milagroso; cuando comprueba que sobre innumerables productos de antigua procedencia extranjera aparece ahora el nombre de la patria; cuando encuentra que el té y el arroz y el tabaco y el aceite de oliva y otros cien elementos de su necesidad cotidiana, tienen ya el sabor de la propia tierra criolla, justa, libre y soberana, (aplausos prolongados), entonces empieza a sentir algo más que aquella vieja y pueril vanidad de una grandeza que no tenía ninguna fuerza de expresión, porque era una grandeza humillada y sometida (que no era, por lo tanto, grandeza ) y empieza a sentir el legítimo orgullo y la legítima dignidad de una nueva dignidad... que ya nadie podrá ni discutir, ni humillar, ni someter. ¡La grandeza verdadera, absoluta y auténtica de la nueva Argentina! (Aplausos prolongados) Es, precisamente, todo el panorama general de actividades que a grandes rasgos acabo de trazar, la causa determinante de la ingente vida comercial de la nación entera. Suele criticársenos que la demanda interna de bienes supere a todas las posibilidades de la producción interna y de la importación posible, vale decir, de la oferta total. Frente a esa objeción yo me pregunto si no ha sido más útil al país crear una gran necesidad de consumo a fin de que el ingenio utilizase todos los recursos tendientes a aumentar la producción. Subordinamos la producción al consumo, pero hicimos cuanto nos fue posible para que el consumo alcanzara sus máximos valores, no por un mero capricho doctrinario puramente teórico, sino con el solo propósito de dar, a cada uno de los argentinos, todas las posibilidades de realizar su vida humana con todos los atributos de su dignidad material y espiritual. (Aplausos prolongados) ¡Nos fue bien! ¡Otra vez el triunfo nos ha acompañado en este nuevo camino, que por primera vez recorre una doctrina económica en el mundo! El enorme incremento del consumo interno nos ha traído algunas dificultades -justo es reconocerlo-, pero ¿qué son al lado de las que padecen los pueblos que carecen de medios para adquirir lo indispensable? Nuestros males son males de abundancia, que siempre se corrigen mejor que los males de miseria. Y que son efectivamente males de abundancia lo sabe mejor el pueblo que ciertos doctores en ciencias económicas y políticas o que ciertos políticos metidos con las ciencias económicas. No se puede viajar tan cómodamente como en 1940 no porque haya menos vehículos que entonces, sino porque hay más gente que debe viajar; porque padecemos, felizmente, de "plena ocupación"... Los que antes andaban a pie o en bicicleta andan ahora en subterráneo o en ómnibus o en tren, y los que antaño utilizaban estos medios de transporte ahora viajan en automóvil. El número de pasajeros transportados por ferrocarril ascendió de 282.000.000 en 1946 a 468.000.000 en 1950, al par que la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires movilizó en este último año 2.434.000.000 de pasajeros contra 1.713.000.000 en 1946. En 1950 se enviaron 400.000.000. más de piezas postales que en 1946 y se transmitieron 20.000.000 más de despachos telegráficos. Con 200.000 aparatos telefónicos más que en 1946 se realizaron 9.000.000 más de comunicaciones a larga distancia. La estadística de espectáculos públicos es altamente significativa: en 1950 el índice de concurrentes ascendió a 160 sobre 100 de 1943 y el monto de las recaudaciones superó en más del 400 % las cifras de 1943. Podría seguir, señores, citando hasta el cansancio las cifras de la abundancia, pero no quiero insistir sobre cosas que nadie discute, a no ser que tenga los ojos cerrados por la pasión, el egoísmo, la vanidad política, la soberbia y, sobre todo, por el interés que, como ninguna otra fuerza, ciega la mirada a la luz de la verdad indiscutible. (Aplausos prolongados) La actividad comercial interna ha seguido en 1950 su ritmo de crecimiento. El índice de ventas minoristas, que en 1946 era de 200 con respecto a 1943, ha subido a la cifra de 830 en 1950. La estadística comercial señala significativos aumentos en el curso del año próximo pasado en todas las ramas de su acción. En materia de precios internos, el Poder Ejecutivo ha seguido su política de control tendiente a suprimir la especulación y en este sentido se han logrado aquellos resultados que ha posibilitado obtener la cooperación de los mismos consumidores cuyas organizaciones empezaron a actuar a mediados de 1950. Los precios de los artículos de primera necesidad se mantienen en niveles inferiores a los del resto del mundo y, en general, el costo de la vida argentina, con haber aumentado en un 113 % con respecto a 1946, no repercute sobre el bienestar general, desde que los salarios obreros nominales de menor cuantía han aumentado en un 172,8 por ciento. Ello prueba claramente que el poder adquisitivo de los salarios ha crecido y las cifras establecen que ese incremento sobre 1946 es de un 29,1 por ciento. Lógicamente, numerosos productos de consumo interno siguen, por sus vinculaciones económicas con el comercio externo, las curvas de la inflación mundial. Ya he señalado el caso de las carnes, cuyos mayores precios internos adecuados con la realidad nos han permitido obtener mejores precios en el exterior y dar a la República un fuerte poder adquisitivo que promoverá, a su vez, una mayor afluencia de bienes al país, manteniendo y aun disminuyendo, en algunos casos, el nivel de los precios. En esta materia, como en tantas otras de la ación peronista del gobierno, hemos preferido el éxito permanente, real y definitivo al éxito fácil pero transitorio que no se mantiene mucho tiempo ni con la mejor propaganda del mundo. En esta materia de precios internos debo señalar, una vez más, que es el mismo pueblo quien debe luchar por la defensa de sus intereses. Pero eso resulta loable y digna de todo encomío la labor que han cumplido las organizaciones obreras creando sus cooperativas y proveedurías, coincidiendo así con nuestro afán y nuestro esfuerzo. Saben ya las organizaciones obreras que seguirán contando siempre con el apoyo total del Estado para esta clase de acciones que, por ser paralelas con las nuestras, significan un alivio para el gobierno, ya actualmente demasiado complicado y difícil para las nuevas tareas económicas y sociales que debe afrontar. Por esas mismas razones, agradezco el generoso aporte que representan, con relación a este problema, las proveedurías que ha instalado la Fundación Eva Perón. (Aplausos prolongados) Ninguna de estas medidas constructivas y ninguna medida represiva a las vinculadas al control de precios internos perjudica al comercio honrado, que ha seguido desenvolviéndose sin inconvenientes. Una prueba estadística más de que el comercio interno del país se desarrolla en clima propicio es la que causa el monto de los quebrantos que, de 73.000.000 de pesos en 1949, ha bajado a 37.000.000 de pesos en 1950. Estas cifras y las que se registran en las recaudaciones por impuestos a los réditos, a las ganancias eventuales y a los beneficios extraordinarios, etcétera, nos permiten deducir que no han sido solamente los obreros quienes se han beneficiado con nuestra reforma económica... y que el sector comercial del país debe reconocer que, a pesar de las dificultades propias de un mundo económicamente desequilibrado, nuestra conducción no ha sido tan mala como creyeron los altos organismos comerciales en 1946 se aliaron contra el pueblo y quisieron pagar nuestra derrota... La actividad del comercio interno, tan extraordinaria en su crecimiento de los últimos años, no es un fenómeno de generación espontánea. El comercio interno depende de otros factores: de la producción agropecuaria, de la actividad industrial y del comercio exterior, etcétera. En materia de comercio exterior, ya he dicho que la posición del Estado y, del gobierno no se diferencia de la que tienen las personas individualmente frente a los problemas económicos. Así como los buenos negocios crean la riqueza de los individuos y los malos negocios producen su ruina y su quiebra y los llevan luego a la miseria, del mismo modo los negocios buenos o malos que realiza un país pueden conducirlo a la riqueza o a la miseria. Nosotros tenemos hoy una situación, no digo de riqueza maravillosa porque eso sería despertar tal vez ambiciones perjudiciales..., pero sí una situación de bienestar general con plena ocupación, con amplias posibilidades para todos, economía de abundancia que no es sino la consecuencia lógica de nuestros buenos negocios realizados en el campo del comercio internacional. (Aplausos) En 1950 se hicieron sentir los efectos de la escasa producción agropecuaria, determinada por la sequía de 1949, una de las más graves que haya soportado la economía nacional. Esa situación no paralizó nuestras compras en el exterior. Por el contrario, hemos realizado importaciones por cifras extraordinarias, superiores a las de años pasados, facilitando al país su aprovisionamiento de materias primas, maquinaria agrícola, equipos, etcétera, elementos esenciales por lo general, aun cuando a veces nuestros convenios nos obligan también a importar algunos artículos no esenciales, por razones lógicas derivadas del trato económico internacional. Sin embargo, a pesar de las previsiones pesimistas que sugería la situación expuesta, el balance de pagos del país (que venía siendo negativo desde 1947 en razón de nuestras nacionalizaciones sucesivas y adquisiciones en general, que exigieron desembolsos mayores que nuestras ventas...) da en 1950 un saldo netamente positivo que supera los 700.000.000 de pesos. Si se tiene en cuenta que durante casi todo el año 1950 la República Argentina no cobró ninguna libra esterlina en concepto de ventas de carnes a Gran Bretaña, debido a la suspensión de sus embarques, se dará aún más valor a este saldo positivo, que no es fruto de la casualidad sino consecuencia de buenos negocios y, sobre todo, de la nueva manera argentina con que el gobierno defiende la riqueza y el patrimonio de su pueblo. Transcendental importancia ha tenido, en el proceso de nuestro balance favorable del comercio exterior, la defensa que hemos hecho de nuestros precios. Contribuyó lógicamente a fortalecer nuestra posición la importancia que hemos podido dar a otros mercados compradores. Algunas cifras del comercio exterior confirmarán mis palabras: Con Estados Unidos solamente nuestras exportaciones aumentaron en un 232%; con Suiza, 160%; con Chile, 121%; con Suecia, 113%, con respecto a 1949. En 1950 hemos obtenido sobre 1946 los siguientes porcentajes de aumento en nuestros precios: sobre novillos, 241%; sobre equinos, 96%; sobre ovinos, 215%; sobre carne vacuna enfriada, según los tipos, de 20 a 63%; sobre carne vacuna congelada, 143%; sobre lanas 421%; sobre cueros, hasta 222%; sobre manteca, 135%; sobre trigo, 25%; sobre maíz, 12%; sobre harina de trigo,177%; sobre extracto de quebracho, 200%; sobre aceite de lino -la aventura que tanto dió que hablar a nuestros pesimistas augures-, 3%, etcétera. En resumen: buenos negocios... (Aplausos prolongados) El caso de nuestro comercio con el Reino Unido es característico. Hace cuatro años, solamente paralizar los embarques de carne a Gran Bretaña, hubiese significado, por lo menos, la paralización de frigoríficos y mataderos, la disminución de los precios ganaderos, la desocupación obrera...¡y tal vez una pequeña revolución!... (Risas) En 1950 no sucedió nada de eso: el país siguió trabajando como si nada hubiese sucedido. Tampoco bajaron los precios; por el contrario, pudimos fijarlos con aumento y sin perder dinero: no hubo huelgas frigoríficas, y tampoco sobrevino ninguna revolución. (Risas, Aplausos prolongados) El final de todo este proceso ya lo conoce bien el pueblo argentino...¡y también el pueblo inglés! Tal vez sea conveniente sugerir a nuestros adversarios políticos que provoquen una interpelación al Poder Ejecutivo acerca del nuevo convenio de carnes con Gran Bretaña... que no se parece en nada, por cierto, al que firmaron ellos -o sus aliados- en los tiempos coloniales del tratado Roca- Runciman. (¡Muy bien ! Aplausos prolongados) Esto no hubiese sido posible en 1946. Tampoco hubiese sido posible si desde 1946 a 1948 no hubiésemos realizado la independencia económica... ¡porque solamente la independencia económica nos permitió, durante todo el año 1950, hacer frente a la situación planteada por nuestras dificultades con Inglaterra! ¿Cómo substituímos en el mercado exterior nuestro comercio con Gran Bretaña? Muy simplemente: buscando nuevos mercados a nuestra producción... Esta diversificación de nuestros mercados, tan alentadora y efectiva sólo fue posible gracias a la eficiencia cada vez mayor de nuestra flota mercante... Nuestra marina comercial ha seguido, en 1950, el impulso extraordinario que exige nuestra economía. Tenemos actualmente más de 150 unidades de ultramar de primer orden que en pocos viajes pagan su costo y, valiendo hoy mucho más de lo que costaron, traen al país el oro que gastamos en 1946 y en 1947 para adquirirlas y nos economizan millones de pesos que antes pagábamos por fletes a empresas extranjeras. (¡Muy bien !) En 1950 hemos incorporado al servicio barcos modernos, "Río de la Plata", "Río Bermejo", "Río Quinto", "Río Jáchal", "Eva Perón" y "17 de Octubre" . (Aplausos) Con su flota mercante la República Argentina ha podido, en el curso de este último año, establecer cinco servicios más entre Buenos Aires y los Estados Unidos, y servicios regulares con Chile y con Japón. En 1949 fueron transportadas en barcos argentinos 553.000 personas, y en 1950, 664.000. En 1946 la marina mercante nacional poseía, en sus flotas fluvial y de ultramar, 399 unidades y 552.000 toneladas. En 1950 posee 2.073 unidades, con una capacidad de 1.411.000 toneladas: ¡tres veces las cifras de 1946! (Aplausos) Las inversiones de activo fijo, que eran, en 1946, de 250.000.000 de pesos, son actualmente de 685.000.000 de pesos. En 1939 los barcos argentinos sólo traían al país 200.000 toneladas por año, cifra que en 1950 alcanza a 1.212.000 toneladas. ¡Los números dicen con claridad lo que ningún comentario podría superar! Expuesta la realidad en valores absolutos, quiero señalar cuál debe ser el objetivo concreto de nuestros futuros esfuerzos en esta materia: debemos llegar en 1955 a cubrir con nuestra flota el 50% de nuestro comercio externo, y la industria naviera argentina debe pensar que desde aquella fecha los barcos no sólo deberán ser argentinos por la bandera que los proteja, sino también por la nacionalidad de sus astilleros. ¡Lo que falta ya no es lo que puede costar mayores sacrificios! Un factor importante dentro de nuestro comercio exterior es, sin duda, el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, organismo que en 1950 totalizó, en exportaciones, un volumen de 5.600.000 toneladas y 3.300.000.000 de pesos. Si tenemos en cuenta que las cifras de todo cuanto exporta el país suman 5.000.000.000 de pesos y 6.000.000 de toneladas, fácil es advertir que IAPI cubre aproximadamente el 75% de nuestras exportaciones. Se cumple así uno de los aspectos básicos de nuestra reforma económica... el que más nos discutieron nuestros adversarios, cuyos objetivos, en éste como en tantos otros casos, coincidió con el de los grandes intereses extranjeros e internacionales que teníamos que doblegar y que vencer en nuestro afán por conquistar la independencia económica. En materia de importaciones, el IAPI solucionó en 1950 algunos problemas apremiantes del país adquiriendo, por ejemplo, 500.000 toneladas de cemento pórtland, arpillera de la India, plomo, estaño, aluminio, maderas, etcétera, y así pudieron mantener su ritmo adecuado numerosas actividades económicas. Gracias a la eficiente acción comercial del IAPI pudimos fijar en abril de 1950 los precios de la cosecha que adquirimos en diciembre al productor agrario y conseguir así los aumentos que en este aspecto de la producción se registran actualmente. No sólo aseguramos precios mínimos a la producción. Cuando nuestras ventas al exterior arrojan saldos favorables, los distribuímos nuevamente entre los productores. El IAPI, substituyendo a los antiguos monopolios que comercializaban la cosecha argentina explotando al productor, no se contenta con defender la producción nacional en el extranjero. Ha realizado una intensa obra de fomento y protección interna de las cosechas argentinas, procurando cerrar con eficiencia el ciclo económico de las mismas. Para ello ha financiado el plan de fomento a la industria lechera, la fabricación experimental de arpillera para bolsas con estopa del rastrojo de lino, la adquisición de papa certificada, la lucha contra las plagas de la agricultura, la distribución de semillas seleccionadas de cereales y oleaginosos a precios inferiores a su costo. Se cumple así, una vez más, la palabra que empeñamos cuando decidimos nacionalizar el comercio exterior. Nuestra oposición afirmó que queríamos substituir a los monopolios explotadores del campo argentino por otro monopolio también explotador... Hoy le devolvemos, como siempre, nuestra verdad... ¡una verdad por cada mentira! (¡Muy bien! Aplausos prolongados) En el fondo, lo que a ellos les dolía no era tanto el bolsillo ni el bienestar de los agricultores sino el acto simple, pero demasiado peronista y demasiado argentino, realizado por nosotros cuando arrebatamos de manos extranjeras el instrumento de una dominación que venía llenando de miseria los campos de la patria. El IAPI significa ahora que la producción argentina es tutelada por el Estado. Pero ése no es nuestro deseo final. Yo he dicho que la riqueza nacional es del pueblo que la crea. Por eso propugnamos la organización de los productores, a fin de que en un futuro cercano que yo presiento brillante para la economía nacional, los mismos productores que trabajan y crean la riqueza del país produzcan, industrialicen y vendan sus cosechas y su trabajo en el mercado interno y en el mercado internacional. He hablado muchas veces de la necesidad de que todas las fuerzas económicas se organicen: no sólo los productores, sino también los industriales y las fuerzas comerciales y aun las que representan al consumo. No he propiciado la organización de las fuerzas económicas por razones circunstanciales. Cinco años de gobierno me autorizan a declarar que, a pesar de nuestros éxitos, resulta muy difícil gobernar un país cuyo sólo está parcialmente organizado en el orden social. El gobierno social por eso ha resultado fácil en nuestra gestión, puesto que no necesitamos entendernos para ello sino con la organización central que agrupa a todos los trabajadores argentinos. A través de ella conocemos qué quieren los trabajadores del gobierno y, siguiendo nuestro propósito de servir lealmente al pueblo, hacemos lo que el pueblo quiere. No sucede lo mismo con el gobierno económico, porque los intereses económicos no se han organizado verdaderamente. Las organizaciones económicas, que en 1946 cometieron el grave error de dejarse copar por la oligarquía política, que endosó los cheques de la traición, no han podido reponerse de aquella conducción equivocada. (Aplausos prolongados) Al comenzar este último año de mi gobierno, vuelvo a expresar mi deseo de que las fuerzas económicas encuentren el camino de la organización que coopera lealmente con el Estado, que tiene con ellas finalidades comunes. En algunos casos, y atendiendo a la necesidad imperiosa de una colaboración directa de los productores, hemos debido organizar nosotros mismos esa cooperación. Así hemos creado, por ejemplo, la Comisión Nacional de Cooperación Económica y el Instituto Ganadero. Esta última entidad está destinada a crear las condiciones propicias para realizar la organización nacional de todos los ganaderos del país, nucleando ante el gobierno a todas las instituciones que los representan, sin quitarles la individualidad ni la libertad necesarias para su eficaz actividad local. Pienso que lo mismo será necesario realizar oportunamente para canalizar ante el gobierno la fuerza de los numerosos organismos cooperativos agrarios que durante estos últimos años han crecido extraordinariamente en número y en intereses que movilizan. No quiero dejar este tema sin decir una vez más aquí, ante vuestra honorabilidad, que debemos propiciar incansablemente la organización del pueblo argentino. Hemos realizado ya toda una revolución política, económica y social. Para hacer la revolución no era necesario tener organización...¡bastaba tener encendido en el alma el fuego ardiente del amor por la patria, como para iluminar las cumbres hacia cuya gloria queríamos llevarla!...(¡Muy bien ! ¡Muy bien ! Aplausos prolongados) Pero ninguna revolución es duradera sin organización. Por eso, de la revolución política, social y económica hemos pasado a ser gobierno político, social y económico, y esta nueva situación requiere una organización paralela del pueblo, a fin de que el pueblo mismo defienda todo lo que nosotros hemos conquistado en la revolución y en el gobierno. Estoy tranquilo y satisfecho de nuestra organización política; tengo la más absoluta seguridad en cuanto se refiere al presente y al porvenir de nuestra organización social..., pero todavía nos falta un gran camino que recorrer en materia de organización de las fuerzas económicas. Debo advertir que la organización de las fuerzas económicas no podrá hacerse sino sobre la base de nuestras propias concepciones justicialistas, cuyo éxito ha superado con creces a las concepciones del capitalismo sin caer en el dirigismo comunista. Si las fuerzas económicas de la Nación se organizan sobre bases de cooperación con el esfuerzo que realiza el Estado, éste, tarde o temprano, cumplirá con nuestro ideal, que es dejar el proceso económico en manos de tales organizaciones, así como hoy prácticamente está todo el proceso social en manos de las organizaciones obreras. Estoy plenamente convencido de que el porvenir nos dará la razón y que entonces gobernar será una tarea más fácil de lo que fué para nosotros. Nosotros encontramos un gobierno disgregado que era cualquier cosa, menos gobierno; un Estado total y absolutamente desorganizado y un pueblo al que nadie tenía en cuenta. ¡Ni siquiera para votar! (Aplausos prolongados) Devolvemos a los argentinos: un gobierno centralizado que entiende el federalismo con sentido práctico y no literario y que por eso gobierna a todo el país y a todos los argentinos; un Estado organizado para el cumplimiento de todas sus funciones y un pueblo libre al que hemos dado vigorosa personalidad social, una clara conciencia social de su origen, de sus fuerzas y de su destino, y la organización necesaria para defender sus derechos, cualesquiera sean las circunstancias en que deba realizar su historia en los días inciertos que esperan a la humanidad. No quiero sobrepasar el tema de nuestra economía sin informar a vuestra honorabilidad acerca de uno de los resultados más visibles y efectivos de la buena dirección realizada por el gobierno. El intercambio comercial, dejando un saldo favorable, nos ha permitido al mismo tiempo aumentar nuestras reservas de oro y divisas en el Banco Central. Nuestras tenencias de oro, que en 1949 se habían incrementado en unas 50 toneladas, han crecido este año en una proporción aun mayor. Rumania realizó un envió de 20 toneladas como pago del saldo deficitario de su intercambio y nuestras tenencias en el exterior han aumentado en 44 toneladas como resultado de la conversión en metálico de importantes saldos en dólares de nuestras cuentas en Estados Unidos. Esta medida ha sido tomada con el fin de contrarrestar los efectos futuros de la modificación que se ha venido operando en las cláusulas de garantía incluídas en la mayor parte de nuestros convenios de pagos concertados con países europeos; además, nuestras tenencias de oro estarán exentas así de las posibles pérdidas del poder adquisitivo de todas las divisas, sin excluir al dólar, como resultado del proceso de inflación que afecta a todos los países del mundo. Como consecuencia de este incremento de nuestras reservas en oro y divisas, la relación entre tales reservas y la circulación monetaria del país, que a fines de 1949 era de 22,35%, se elevó en marzo de 1951 a 26,32 por ciento. Los medios de pago externos, sumadas nuestras tenencias de oro y nuestras divisas netas en poder de los bancos comerciales y del Banco Central, llegan actualmente a la suma de pesos 5.582.000.000, cantidad que sólo es inferior en 490.000.000 de pesos a la de nuestros medios de pago externos de 1946... Vale decir, que en cinco años la Nación ha creado una magnífica flota mercante; ha pagado su deuda externa; ha nacionalizado sus ferrocarriles y sus teléfonos, sus puertos, sus seguros y sus reaseguros; ha realizado obras por 11.000.000.000 de pesos, etcétera, y en este momento, realizando un simple balance, nos hallamos con que tenemos tantos medios de pago al exterior como en 1946. (Prolongados aplausos) Si en materia de comercio exterior mi gobierno puede dar hoy pruebas que sin duda son concluyentes, no lo son menos las que pueden demostrar que la administración de la hacienda pública ha sido conducida con eficiencia. Nuestros presupuestos han sido, durante todo el curso de nuestro gobierno, la prueba más clara y rotunda de aquella afirmación. Los recursos han sido siempre calculados con rigurosa exactitud y hemos tratado de obtenerlos según el criterio justicialista que vuestra honorabilidad conoce, por haber aprobado oportunamente la reforma impositiva correspondiente. De la concepción antigua, en que el impuesto tenía una mera finalidad fiscal, hemos llegado a la concepción justicialista establecida por nosotros en la Constitución Nacional, instaurando principios de equidad y de proporcionalidad que dan al régimen impositivo carácter de instrumento eficiente a la justicia social, que define toda nuestra acción y nuestra doctrina de gobierno. El nuevo régimen beneficia así a los sectores menos favorecidos por la riqueza... coadyuvando al cumplimiento de aquel otro lema que dió sentido y realidad inicial a nuestra acción en la Secretaría de Trabajo y Previsión, y que expresábamos diciendo: "Aspiramos a constituir una nueva Argentina, en cuyo seno haya menos pobres y menos ricos" (Aplausos prolongados) En otro orden de cosas han sido aumentadas por nosotros en forma progresiva las tasas que gravan la transmisión gratuita de bienes, a medida que disminuye el grado de vinculación entre el causante y el beneficiario. Nuestros críticos deberán ir entendiendo ya, de una vez por todas, que estamos destruyendo progresivamente muchas normas, principios, realidades, costumbres y aun perjuicios de una época capitalista que nosotros hemos superado para sobrevivir precisamente al capitalismo. (¡Muy bien ! Aplausos prolongados) Para nosotros el dinero, como toda propiedad, tiene una doble misión que cumplir: una, individual, que es servir a quien lo gana honradamente, y otra, social, que es precisamente circular entre todos los habitantes del país favoreciendo el intercambio de bienes que hacen, por lo menos, la parte material de la felicidad humana. Nuestra reforma impositiva no afecta, por eso, los recursos habidos por los hombres que trabajan (¡no olvidamos nunca que para nosotros no existe más que una sola clase de argentinos: la de los que trabajan!), (aplausos prolongados), pero entendemos que puede y debe gravarse al máximo la transmisión gratuita de bienes, no a los descendientes directos del causante, sino a los beneficios alejados, y en forma progresivamente mayor. Así evitamos, por otra parte, la creación de nuevas oligarquías de base económica y propendemos a que la generación actual prefiera incorporar sus reservas a la actividad nacional y elija dejar como herencia a las generaciones venideras bienes no imponibles pero tal vez más eficientes, como son todos aquellos que constituyen una sólida preparación para luchar con éxito en la vida. (Aplausos) En materia impositiva vuestra honorabilidad conoce lo que hemos hecho en cuanto se trata de las sociedades de capital, corrigiendo las dificultades que presentaba el cumplimiento de algunos trámites administrativos; ello favorecerá la inversión de capitales en actividades útiles a la economía del país. Reformas similares, tendientes a hacer efectivos nuestros principios sociales y a facilitar el progreso de nuestros principios sociales y a facilitar el progreso de nuestra economía, han sido aplicadas durante 1950 en los impuestos a los beneficios extraordinarios, a las ganancias eventuales, a las ventas, impuestos internos, títulos y papeles públicos, debentures y valores al portador, etcétera. No obstante ello, puedo afirmar hoy que ningún país del mundo conserva porcentajes de impuestos tan bajos como los que gravan a los capitales en la República Argentina. Ello no es consecuencia de un solo factor determinado sino de varios hechos y principios, de los cuales debo señalar uno como ejemplo: el gobierno argentino no está empeñado en ningún plan extraordinario de carácter armamentista, entendiendo que la mejor defensa está en tener un pueblo física y espiritualmente sano, inmunizado así contra las infiltraciones ideológicas extranjeras, más graves que los mismos ataques militares, aun los atómicos. El escaso porcentaje de imposiciones sobre los capitales en general ha provocado un aumento de inversiones, tanto de capitales argentinos cuanto de capitales extranjeros... y me adelanto a quienes pueden creer que con eso propiciamos el regreso al régimen capitalista, diciéndoles con toda franqueza y con toda claridad que nosotros no queremos destruir al capital. Nosotros queremos, tal como lo manda la Constitución, capitales en función social. Deseamos, por eso, que el capital se haga fuerte en el país, porque cuanto más fuerte sea, mejor vivirá el pueblo... ¡Lo único que no toleraremos jamás, y eso debe saberlo anticipadamente cualquier inversor de capitales, sea argentino o extranjero, es que el capital sea usado como instrumento de explotación humana!...¡Que eso es el capitalismo! (Aplausos) En materia de recursos hemos también promovido en 1950 una profunda reforma aduanera, substituyendo el antiguo sistema de aforos, de bases puramente fiscales, por el nuevo sistema de percepción de derechos según el valor declarado de las importaciones. Esta modificación permite mantener el equilibrio económico de los productos que se importan. Es justo que paguen más derechos aduaneros las importaciones de mayor valor y no las de mayor valor volumen. No es necesario tener grandes conocimientos económicos ni financieros para advertir que esta reforma favorece también al pueblo, que consume elementos de importación nunca muy costosos, tales como ciertos productos alimenticios. Además el nuevo sistema asegura menos costos a las importaciones con destino industrial y agropecuario. El antiguo sistema, substituído por nosotros, favorecía indudablemente a los mayores capitales y a las empresas extranjeras que poseían los servicios públicos y las más importantes actividades industriales del país. En materia aduanera se ha seguido, por otra parte, la política de fomento industrial que nos trazamos al programar nuestro primer Plan Quinquenal, liberando de derechos la introducción de equipos y materiales para industrias de interés nacional, teniendo en cienta siempre, eso sí, el lugar de instalación de la fábrica, aplicando aquí también nuestra política de descentralización industrial. Los gastos públicos han sido objeto también de una mesurada política de sana economía. La memoria del Ministerio de Hacienda contiene la información correspondiente. Yo me permito añadir solamente que, a pesar de las opiniones antojadizas de quienes pretenden confundir al pueblo, hemos sabido distinguir siempre la administración de la "política" en el sentido vulgar de la palabra. En otras épocas gobernar significaba repartir puestos. Para nosotros gobernar significa cuidar los intereses del pueblo. Por eso hemos podido dejar sin cubrir en la administración pública más de 50.000 vacantes, y ello nos ha permitido aumentar los sueldos de nuestros empleados y obreros. (Aplausos) Al mismo tiempo hemos dispuesto establecer el escalafón único para la administración nacional, creando con ello un sano fundamento de racionalización funcional del gobierno. Pienso que, en realidad, habrá de parecer extraño, a quienes oyen todavía a nuestra oposición, todo esto que nosotros venimos realizando. Ello dicen que el país se viene abajo. Cada vez que lo dicen, nosotros les damos respuestas como las que menciono. Nuestra economía está en bancarrota, pero pagamos puntualmente a la administración pública. (Aplausos) Estamos en bancarrota, pero aumentamos los sueldos. Estamos en bancarrota, y damos escalafón único al personal que sirve al Estado. ¡Y cuando nos arguyen que con eso aumenta la inflación les anunciamos que el peso sube de valor porque tenemos más oro en nuestro Banco Central!... (Aplausos) Lo que pasa es que ellos creen que todo sucede como antes y siguen tratando de convencerse -que ya no lo creen ni ellos mismos- que el gobierno está en manos de incapaces... ¡Por eso cada mentira que lanzan al aire cae sobre ellos como una montaña! Posiblemente si todo lo que hicimos lo hubiésemos realizado sin el acompañamiento de tantas mentiras y calumnias no sería tan conocida nuestra obra ni nuestra obra ni nuestra verdad... ¡Nos han ayudado con la mejor propaganda, porque cada mentira descubierta es el mejor espejo para mirar la verdad! (Aplausos) Desde 1946 vienen anunciando, por ejemplo, que llevamos al país a un desastre económico... Y yo, desde 1946 vengo anunciando aquí que hemos cerrado el ejercicio administrativo con superávit. En 1947 fue de 548.000.000 de pesos; en 1948, de 206.000.000; en 1949, de 104 millones... Ya se preparaban nuestros críticos a recibir alborozados el déficit de 1950, pero tampoco este año tendrán tan íntima satisfacción. (Risas) El superávit de 1950 arroja cifras provisionales de 99.000.000 de pesos ¡La bancarrota sufrirá seguramente una nueva postergación: ahora será para 1952! (Risas ¡Muy bien ! ¡Muy bien! Aplausos prolongados) Frente a este resultado del presupuesto ordinario anual, debo informar a vuestra honorabilidad que la deuda nacional neta ascendía, al 31 de diciembre, a la suma de 16.000.000.000 nominales, de los cuales sólo 38.000.000 son de deuda externa y corresponden al saldo del convenio Roca de 1933. En 1950 se ha aumentado la deuda interna en 3.004.000.000 de pesos. Esta cifra representa sólo una parte -la financiada con títulos- del monto realmente invertido por el gobierno en sus planes de trabajos públicos. La deuda interna documentada a corto plazo ha sufrido un aumento de 150.000.000 de pesos. La Nación ha financiado, por otra parte, con 480.000.000 durante el año 1950 la ejecución de los trabajos públicos de las provincias. Desde 1946 la Nación ha colaborado, en este sentido, con las provincias con una suma cercana a los 1.000.000.000 de pesos, lo que da una idea de cómo entendemos nosotros el federalismo. (¡Muy bien! ¡Muy bien !) Este hecho tiene sus causas y sus razones. Hasta nuestro gobierno, cada provincia, y aun cada municipalidad, contrataba empréstitos en el extranjero, o bien préstamos en los bancos del país que, al fin de cuentas, también eran, en su mayoría, extranjeros. Aquella situación facilitó la entrega del país, porque cuando un gobierno se negaba a vender el porvenir de la Nación o de la provincia, siempre había quien se prestara fácilmente al juego. Nuestro gobierno, que tiene ahora en sus manos la dirección bancaria y el control del comercio exterior, no sólo no ha permitdo que se realice esa venta parcializada del país, sino que ha asegurado a las provincias los recursos necesarios para materializar sus planes de obras, y para ello ha organizado la financiación de las mismas a través del Consejo Federal Coordinador. Nosotros hemos cerrado, así, todos los caminos por los que antaño se realizaba la entrega nacional. Desde nosotros en adelante, solamente el gobierno nacional puede concertar empréstitos en el exterior. Y eso no lo hemos hecho todavía. ¡Ni lo haré yo en el gobierno! (Aplausos prolongados) ¡Y no pienso dejarle tampoco ese compromiso a quien deba sucederme! Los que el año pasado trataron, por todos los medios, de hacer aparecer un crédito bancario que convinieron bancos argentinos con bancos norteamericanos como un empréstito, deberán saber que un empréstito para el Estado debe llevar la firma del presidente de la República. Y yo vuelvo a decirles hoy que me cortaré las manos o me iré del gobierno (¡muy bien !; aplausos prolongados; los señores legisladores yconcurrentes a las galerías, de pie, aplauden insistentemente; el señor presidente de la Nación agradece, poniéndose igualmente de pie)... antes que firmar el documento de un empréstito que significaría el derrumbe de la independencia económica que yo declaré en Tucumán el 9 de Julio de 1947, interpretando el sentir y la voluntad irrevocable de mi pueblo. (Aplausos prolongados) Toda esta relación, un tanto larga, de los aspectos económicos de nuestra gestión gubermativa, constituye la definitiva respuesta argentina y peronista a los funestos pronósticos que este mismo recinto oyó tantas veces, anunciando la bancarrota del país en nuestras manos ... Y es, sobre todo, una respuesta argentina y peronista para el pueblo que nunca creyó en predicciones interesadas y tuvo fe en nosotros. Cuando, en 1946 y 1947, los diputados peronistas y los ministros del Poder Ejecutivo enunciaban aquí los nuevos principios de nuestras concepciones económicas, no podían aportar otra cosa que esas ideas y sus razones y el firme propósito de realizarlas. Frente a ellos, la oposición puso toda la experiencia y toda la literatura de doscientos años de doctrina capitalista..., ¡de una doctrina que nadie, ni en el gobierno ni en la cátedra universitaria, podía discutir sin ser tenido por loco o, por lo menos, por excéntrico, que es el nombre aristocrático de la locura!... (Risas. ¡Muy bien ! Aplausos prolongados) Nosotros cometimos aquí las primeras herejías contra la verdad capitalista. Hoy, como un homenaje a todos los compañeros que debieron soportar los ataques doctrinarios (y también los no doctrinarios) (risas) y, al mismo tiempo, como un justo tributo a todos los que me han ayudado a realizar nuestra doctrina creando una teoría adecuada, proclamo la victoria de nuestra herejía sobre la vieja capitalista que se bate en retirada perseguida por los pueblos que ella explotó durante siglos. (Insistententes aplausos de los señores legisladores, señores ministros y público concurrente, puestos de pie. El señor presidente de la Nación, también de pie, agradece las manifestaciones de ahesión) Pasa a cuarto intermedio. La primera parte de este informe, que ha tenido ya el honor de exponer a la consideración de vuestra honorabilidad y del pueblo argentino, ha estado destinada a demostrar el progreso general de la riqueza económica de la Nación. En esta segunda etapa trataré de hacer la exposición de todos los hechos que de una o de otra manera han permitido al pueblo argentino recibir los beneficios de aquella riqueza. No he de referirme, sin embargo únicamente a los hechos que muestran al pueblo argentino en la plena posesión de su riqueza material... Su independencia económica le ha dado también otras posibilidades superiores, y ellas surgirán a cada momento en esta segunda parte de mi exposición. Liberados de la dura tarea de servir a sus explotadores, los argentinos, levantada la frente, pueden mirar ahora un poco más allá de sus antiguos y agobiadores horizontes materiales de los años de miseria; y aparecen ahora, ante los ojos de nuestro pueblo, panoramas espirituales fundados en valores superiores y con objetivos también superiores. En medio de un mundo cuyas doctrinas opuestas sumergen al hombre de la chata horizontal del materialismo, que es para ellos un fin y un objetivo supremo, nuestro justicialismo levanta nuevamente sobre el pedental de los valores materiales, cuya sólida estructura ha asegurado nuestra reforma económica, la vertical de sus objetivos espirituales, y el hombre adquiere, por nosotros y entre nosotros, la estatura que Dios le ha asignado en el concierto universal y puede sentir de nuevo el optimismo de su eternidad. Nuestra finalidad es el hombre, el hombre común de nuestro pueblo, porque el justicialismo es esencialmente personalista y popular. Concilia así los valores individuales con los valores colectivos. Nuestra finalidad no es el Estado ni es el capital, ni siquiera es la colectividad considerada como una unidad indivisible. Nuestra gran finalidad es el hombre, pero tampoco el hombre aisladamente puesto al término de nuestros afanes, sino el hombre que vive plenamente en lacomunidad. Por eso, el bien por cuya realización hemos luchado en el orden económico debe hacer, según nuestra doctrina, todo el camino que llega al pueblo y allí distribuirse equitativamente entre los hombres y mujeres que integran la comunidad. El "bien" de nuestra concepción justicialista no es el "bien" el Estado, sino el bien común, que una vez alcanzado por la comunidad o por el Estado es justicialmente redistribuído a fin de que el hombre pueda realizar integramente sus destinos humanos. Ese ha sido nuestro afán a través de estos años. A medida que alcanzábamos algún bien material, casi contemporáneamente hemos realizado esa redistribución que, en la medida de lo posible, ha tratado de ser equitativa. Recién ahora el pueblo argentino puede comprender qué profunda y generosa intención tenían aquellas palabras que tantas veces pronuncié: "Queremos que haya menos ricos y menos pobres." En el fondo intentaba decir, aunque con palabras más simples, lo que ahora la doctrina recoge estableciendo como principio que la riqueza debe ser justicialmente distribuída. Por eso, en la nueva Argentina, el capital, la propiedad, el dinero, la cultura, etcétera, es decir, todos los bienes individuales, tienen asignados por la Constitución una función social que cumplir. Por eso, en la nueva Argentina no es un fin del gobierno la riqueza, sino un medio o instrumento que le permite efectuar una adecuada distribución de bienes. A lo largo y a lo ancho del país el pueblo advierte ya los beneficios de esa acción distributiva a través de los servicios públicos, de los trabajos que el gobierno realiza y de las obras que se ejecutan o que han sido ya puestas en manos del pueblo. Todos los organismos ejecutivos del gobierno que están en íntimo contacto con el pueblo, pero sobre todo algunos, como los que cuidan, por ejemplo de la educación y de la salud, cumplen una misión eminentemente distributiva de los bienes que el Estado va adquiriendo. Esa es la razón, fundada en principios doctrinarios, que nos ha impulsado en la ejecución del primer Plan Quinquenal; y nos ha llevado a incluir en sus previsiones y en sus realidades no sólo los trabajos y obras de carácter retributivo, sino aun aquellas que, como las escuelas y hospitales, por ejemplo, no reditúan al Estado ningún beneficio económico pero exaltan y crean en la comunidad imponderables valores espirituales. Sólo estas consideraciones y nuestro infinito deseo de servir al pueblo que en una hora definitiva supo jugarse entero por la patria, pueden explicar todo cuanto hemos podido realizar en materia de obras y trabajos públicos. En cinco años, y sumando al 31 de diciembre de 1950 todas las inversiones en obras y trabajos públicos financiados con títulos, con recursos propios o con recursos del presupuesto normal, hemos dado al país realizaciones concretas por valor de $11.693.000.000. Algunos rubros de tales inversiones pueden dar una idea de nuestras realizaciones: las obras sanitarias han requerido una inversión total de 559.000.000 de pesos; los edificios educativos que construye la Nación 600.000.000; los barrios de viviendas, 605.000.000 (solamente los que ha construído el Ministerio de Obras Públicas); las obras destinadas al turismo social, 130.000.000; la obra caminera, 682.000.000; los transportes, 1.180.000.000; las obras hidráulicas, 309.000.000; las obras de electricidad, 290.000.000; la construcción del gasoducto a Comodoro Rivadavia y todas las obras subsidiarias y anexas, 184.000.000; las obras de distribución de gas, 163.000.000; los trabajos de producción y distribución de gas envasado, 40.000.000; la salud pública, 330.000.000; el aeropuerto nacional de Ezeiza y sus obras anexas, 300.000.000 de pesos. Las provincias, por su parte, solamente con aportes de financiación federal, han cumplido una obra de extraordinario valor por un monto superior a los 1.000.000.000 de pesos. A esta cifra deben añadirse las obras realizadas con sus recursos normales, que sobrepasan los 1.500.000.000 de pesos. Ellas no representan una realización directa del gobierno nacional, y si me permito recordarlas a vuestra honorabilidad es porque manifiestan el grado de fecundidad del movimiento peronista; y porque pienso que es el mejor homenaje que el gobierno federal puede rendir a los gobiernos provinciales que colaboran así efectivamente en la consecución de los grandes objetivos de nuestro afán: la grandeza de la Nación y la felicidad de los argentinos. (Aplausos prolongados) Son éstas las grandes líneas que señalan cuál es la magnitud de la obra pública realizada. No habremos cumplido, ciertamente, con todas nuestras ambiciones, cuya medida es la necesidad de la Nación..., pero nadie podrá honradamente negar que hemos realizado una inmensa cantidad de deseos y de esperanzas largamente acariciados por el pueblo. Por eso el pueblo sabe ahora qué verdadera fue nuestra consina: "Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar" (aplausos prolongados), que nunca fue un lugar común para discursos políticos; y ya es una frase popular aquella que afirma que el movimiento peronista cumple. Esta situación de crédito y de fe que el pueblo nos brinda es lo que nos ha permitido iniciar nuestros trabajos del segundo Plan Quinquenal, preguntando al país cuáles son las necesidades que aun tiene y que a veces son modestas necesidades que vienen siendo antiguas aspiraciones locales siempre utilizadas con fines políticos y nunca satisfechas. En el primer plan de gobierno hemos cumplido las grandes etapas y dado al país las grandes obras que le otorgan ahora fuerza a su economía y a su nombre en el mundo. El segundo Plan Quinquenal tendrá, junto a sus grandes objetivos generales, la misión de satisfacer aquellas pequeñas necesidades que son grandes aspiraciones de todos los barrios y de todos los pueblos de la República. La elaboración del segundo Plan Quinquenal, en que estamos empeñados, prueba, por otra parte, al país que no trabajamos con el antiguo sentido de los gobiernos meramente políticos. Toda la Nación recuerda cómo ellos manejaron el Estado con los ojos puestos solamente en el presente; aun los que trabajan con honradez pensaron únicamente en la etapa que ellos debían cumplir y cada fin de período significaba el agotamiento de la economía que requería, a veces, un nuevo período para rehabilitarse. Los gobiernos peronistas, tanto en la Nación como en las provincias, trabajamos con criterio de continuidad porque no olvidamos que, aunque los hombres y aun los partidos pasan, la Nación y el pueblo permanecen. Poco importa por eso que los nuevos planes tendidos hacia el próximo futuro sean utilizados por otros o por nosotros...,¡lo que interesa es que con ellos la Nación llegue a ser un poco más grande y el pueblo un poco más feliz! Para gloria del movimiento peronista, sus triunfos no son nuestros: son las victorias mismas de la Nación. Por eso, también, podemos anticiparnos orgullosos al juicio definitivo de la historia, porque nada ni nadie podrá separar mañana las victorias de la patria de nuestras propias victorias. (Aplausos prolongados) Debo referirme, ahora, a la acción específica del Poder Ejecutivo en materia de obras, trabajos y servicios públicos, tal como ha sido cumplida a través de los ministerios que de tal manera realizan la distribución de la riqueza y de los bienes del Estado. Así, por ejemplo, el Ministerio de Obras Públicas ha seguido cumpliendo con sus planes en forma progresiva. Más adelante he de hacer referencia a la forma en que se vienen realizando las construcciones escolares a cargo, precisamente, de este departamento de Estado. La construcción de viviendas que cumple principalmente el Ministerio de Obras Públicas ha seguido el ritmo previsto en nuestros planes. En 1950 se han terminado en la Ciudad Evita 3.500 viviendas sobre las 4.100 que constituyen la primera etapa y se ha complementado la unidad social, construyendo allí mismo 9 escuelas para 6.000 alumnos y 20 locales para negocios. Se ha dado término a la construcción de los barrios de viviendas de Corrientes, Santiago del Estero y San Luis, y en 1951 se terminarán las obras de Salta y de Catamarca. Debo destacar, en este momento, la obra de viviendas realizada por otros organismos del Estado: el Ministerio de Industria y Comercio, la Administración Nacional de Vialidad, construyendo viviendas para sus "camineros lo largo de todas sus rutas; los ministerios militares, el Ministerio de Transportes, etcétera. Si a esto añadimos la obra que con nuestra ayuda financiera han cumplido las provincias, el aporte de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, el fundamental esfuerzo que realiza construyendo, también en forma directa, el Banco Hipotecario Nacional y la extraordinaria ayuda que nos presta en ese sentido la Fundación Eva Perón... (aplausos prolongados) podrá comprenderse cómo en el término de cinco años hemos realizado nuestras previsiones más optimistas. Por nuestro esfuerzo constructivo directo, al terminar el primer período peronista de gobierno, el país tendrá 100.000 viviendas más dignas y confortables, como merecen los trabajadores argentinos. A este número deben agregarse las viviendas nuevas que ha posibilitado el sistema crediticio del Banco Hipotecario Nacional. Cuatro cifras darán una idea categórica acerca de la magnitud de esta obra social extraordinaria: desde 1886, fecha de creación del banco, hasta 1946 -60 años de acción- se habían otorgado créditos para 20.000 unidades de viviendas por una suma de $ 400.000.000. En los últimos 5 años, el mismo banco entregó al pueblo créditos por $ 4.500.000.000 y posibilitó así la edificación de 135.000 viviendas nuevas. (Aplausos prolongados) Aprovecho esta oportunidad para informar a vuestra honorabilidad y a la Nación que considero que el Estado no debe ya construir directamente más viviendas en su próximos planes de gobierno. Tuvimos que hacerlas en el primer Plan Quiquenal porque el déficit de viviendas era enorme y el pueblo no tenía entonces los medios de que hoy dispone. En 1946 lo apremiante era mejorar el standard general de vida. En 1950, los obreros ya pueden pensar en la casita propia construída con sus propios recursos y con nuestra ayuda; y yo veo con íntima satisfacción cómo los organismos gremiales son los que han tomado esta iniciativa y, aunque todavía en pequeña escala, van construyendo ya barrios que en nada deben envidiar a las mejores construcciones realizadas por nosotros. Así como en materia hospitalaria creo que deberemos demoler los viejos, anacrónicos y fríos hospitales que nos legó un pasado injusto e inhumano, pienso que en todo el país deben ser substituídas las viviendas indignas por las viviendas del nuevo estilo... saludables y, sobre todo, ¡humanas! Ya hemos visto desaparecer, en muchos sitios del país, barrios enteros cuyas casas no merecían el nombre de viviendas humanas, porque allí, más que vivir, se moría poco a poco. Lo que falta por hacer, que representa todavía un ponderable esfuerzo, debe realizarlo el mismo pueblo con toda nuestra ayuda, que será aun mayor en lo futuro porque está probada su eficacia actual a través del programa cumplido. Queremos también que ese esfuerzo llegue al agro argentino a fin de que los sacrificios y rigores del campo sean compensados por una vida sana y alegre en viviendas confortables y dignas. Si quedase, a pesar de todo, algún problema insoluble por las vías normales, yo he de pedir a la Fundación Eva Perón que ayude a los más humild (aplausos prolongado), abriéndoles el camino que conduce a lo que constituye siempre una esperanza tan acariciada precisamente por los humildes: una casita propia. En dos palabras: la consigna del pueblo debe ser "que cada uno construya su propia casa". La consigna del gobierno es "ayudar al que se decide a realizar el esfuerzo". (Aplausos) Que cada argentino de nuestra generación pueda decir con orgullo a sus hijos en su legado: "Esta casa que les dejo es un pedazo de la nueva Argentina". (Aplausos) En otro orden de cosas, ha continuado la enorme tarea de dragado de nuestros ríos, cumplida gracias a la integración del sistema nacional de dragas, actualmente tres veces superior al que poseíamos en 1946; se ha completado la urbanización de la zona de Nuñez, ganada al río, con la construcción del balneario artificial con capacidad para 250.000 personas; se han efectuado construcciones portuarias en la Capital Federal, en Rosario, en Quequén, en Concordia, en Comodoro Rivadavia; se han terminado obras complementarias del Aeropuerto Nacional de Ezeiza, que quedará por mucho tiempo como una prueba irrefutable de nuestra capacidad constructiva y de nuestra previsión; se han levantado múltiples construcciones destinadas al turismo social y al turismo internacional, etcétera. La obra vial, con todo haber sido intensa, ha debido atender más bien a la conservación de una red caminera que realizada hace 20 años, sin prever este enorme despertar nacional, no ha podido soportar el extraordinario incremento del transporte automotor de cargas. Al finalizar el año 1950 se construían obras por valor de $ 534.000.000, de cuya suma, 340.000.000 corresponden a obras licitadas durante el año próximo pasado. El organismo específico de la Nación se apresta actualmente a construir las grandes autopistas del litoral Norte y del litoral Sur y proseguir las rutas de la red caminera nacional pavimentada, cuya construcción debió ser interrumpida por escasez de maquinaria, materiales y aun de mano de obra, determinada por la situación mundial. En materia de obras sanitarias dos cifras dan una idea de la obra cumplida: en 1946 los servicios sanitarios beneficiaban a 5.700.000 personas, distribuídas en 220 localidades. En 1950, las personas beneficiadas son 7.100.000 y las localidades, 350. No quiero dejar de señalar la construcción de la red nacional de elevadores de granos que, con el elevador terminal de Puerto Nuevo, a inaugurarse este año, con una capacidad de almacenaje de 150.000 toneladas y el elevador de Santa Fe, también de gran capacidad, darán al país nuevos instrumentos de su independencia económica. En 1946 el país tenía una capacidad de elevadores de 164.000 toneladas; a fines de 1951, ella será superior a las 500.000 toneladas. Continúa incrementándose la flota fluvial del Ministerio de Obras Públicas, que, de 14.700 toneladas de capacidad de bodega que tenía en 1946, ha pasado a 129.000 en la actualidad. En materia de comunicaciones la labor desarrollada por el gobierno nacional, a pesar de ser inmensa y de no tener ningún precedente en la historia del país, ha pasado más bien inadvertida a los ojos del pueblo. En esta materia, tal vez como en ninguna otra de las que constituyen nuestra obra realizada, todo se ha hecho silenciosamente, siguiendo nuestro lema de trabajo: "Mejor que decir es hacer" (Aplausos prolongados) Por eso mismo quiero, en esta oportunidad, llenar, en cierto modo, ese vacío y referirme a esta materia de nuestra acción con cierta amplitud. Es trascendental, por ejemplo, para el país el extraordinario desarrollo alcanzado por las comunicaciones inalámbricas. La Nación posee, desde el 17 de octubre de 1950, la más notable y moderna unidad radiodifusora de América del Sur. Las ondas argentinas que de ella brotan ininterrumpidamente abarcan íntegramente el continente americano, el Africa meridional y todo el occidente europeo. Por este extraordinario medio de difusión, la verdad y la cultura argentinas encuentran todos los días resonancias nuevas en lo más apartados rincones de la tierra. Esta es otra -y no la menos importante- de las tantas formas que hemos dado a nuestra irrevocable decisión de independencia y de soberanía. Por este medio, la República Argentina hace oír su voz en el mundo a despecho de las agencias informativas que sirven todavía a los intereses que nosotros tuvimos que vencer para ser justos, soberanos y libres. Las ondas de la patria no podían olvidar, por otra parte, que las zonas australes del país y del continente son también argentinas. Por ello fue instalada en Santa Rosa (La Pampa) la primera emisora de la red oficial en el interior del país. Desde ella se cubre la Patagonia, la gran Patagonia donde asoma el porvenir como una aurora magnifica para los argentinos; extiende desde allí hasta las Malvinas, como un largo abrazo de amor y de soberanía (aplausos prolongados) que anticipa la hora del regreso definitivo que algún día dispondrán: ¡o la justicia, o el pueblo argentino, que para el caso es lo mismo! Las ondas argentinas llegan desde Santa Rosa a la gran región antártica y a través de ella se comunican con nosotros los hombres que integran la primera expedición científica, y que, en la remota lejanía de nuestra tierra, custodian con heroico sacrificio los irrenunciables derechos de nuestra bandera nacional. (Aplausos prolongados) Cualquiera sea la zona de la patria en que se encuentren los argentinos, desde La Quiaca hasta la Antártida, pueden hallar un medio rápido y efectivo para comunicarse con el resto del país. Esta realidad ha costado grandes esfuerzos. Pero nos compensa de todo la inmensa satisfacción de poder decirlo al pueblo argentino por primera vez en la historia nacional. Las comunicaciones postales y telegráficas han aumentado en forma verdaderamente extraordinaria y ello constituye un índice más del enorme despertar de la actividad nacional. Debido a los requerimientos de la actividad económica privada, y de acuerdo con la prudente política seguida por el Estado en materia de economías, no ha podido incrementarse en la misma proporción el personal que realiza estos servicios públicos y por esta razón algunos sectores de las comunicaciones postales han podido ser cumplidos sólo con gran sacrificio de los humildes agentes de la gran repartición que honra al país. En atención a ello y por considerarlo justiciero mi gobierno ha decidido aumentar especialmente las retribuciones del personal de Correos y Telecomunicaciones, ha establecido los mejores servicios sociales que haya tenido hasta la fecha esta repartición y ha ascendido a 12.300 empleados y obreros que allí sirven eficientemente a la patria con tesonero afán. (Aplausos) Las redes telegráficas argentinas han sido aumentadas en 850 kilómetros desde 1946 hasta la fecha, y ello importa un aumento de 9.000 kilómetros de desarrollo. Se han conectado las redes telegráficas con las estaciones radioeléctricas. Se han construído y habilitado 111 edificios fiscales de Correos. En 1946 tenía la Nación solamente 148 edificios propios. ¡En cinco años hemos construído tanto como en un siglo! A pesar del esfuerzo realizado, la buena administración de los recursos ha permitido llegar a las postrimerías del ejercicio financiero correspondiente a la ejecución del presupuesto de 1950 con una economía superior a $ 58.000.000, incluído el remanente del fondo del escalafón. No obstante, el aumento de personal necesario y las mejores condiciones que deben otorgarse a los empleados y obreros de esta repartición y el mayor costo de los elementos y materiales necesarios, han hecho imprescindible el último aumento de tarifas decretado por el Poder Ejecutivo. A pesar de ello las tarifas postales argentinas siguen siendo las más bajas del mundo. La Dirección General de Teléfonos del Estado ha cumplido también en estos cincos años de mi gobierno una tarea digna de argentinos. Teléfonos del Estado es una actividad de gobierno tan cara a mis sentimientos como pueden ser nuestros ferrocarriles o nuestros barcos... o nuestras fronteras: que al fin de cuentan todos ellos -comunicaciones, trenes, naves y fronteras, etcétera- no son más que formas distintas con que la patria protege y sirve a los argentinos. Cuando llegamos al gobierno, nuestros adversarios decidieron hacer creer al pueblo argentino que el gobierno había caído en manos de incapaces. Cuando compramos los teléfonos no tuvieron el valor de reconocer que con ello habíamos reconquistado lo que siempre debió ser nuestro. ¡Cómo iban a aplaudir que nosotros comprásemos por dignidad lo que ellos habían vendido por inconsciencia... por cobardía o por las cuatro monedas de la traición! (Aplausos prolongados) En cambio nos anunciaron que desde ese momento comenzaba la bancarrota de las empresas telefónicas. Nuestra verdad es lo que hoy yo traigo aquí como respuesta definitiva a aquella que fue una de las tantas y funestas profecías de los enemigos del pueblo. Solamente en 1950 hemos instalado 72.000 teléfonos más. El año que las empresas extranjeras instalaron más teléfonos fue en 1939 y alcanzaron a colocar 26.000 en todo el país. Cuando tomamos las empresas telefónicas tenían 517.000 aparatos. Hoy tienen 719.000. En cuatro años el Estado -el mal administrador- ha hecho la mitad de lo que hicieron las buenas administraciones, según nuestros adversarios, en 60 años de actuación privada. (Aplausos prolongados) En 1946 el servicio telefónico sirvió 21.000.000 de comunicaciones interurbanas nacionales. En 1950 atendió 30.000.000 de pedidos. Un simple cotejo de las cifras nos sirve para llegar a dos conclusiones: primero, que en manos del Estado las empresas han crecido extraordinariamente; y segundo, que aun así los servicios sólo pueden cumplirse con grandes sacrificios. ¡Calcule el pueblo argentino cómo estaría el servicio si hubiesen seguido atendiéndolo intereses opuestos al progreso nacional! En 1946 las empresas telefónicas tenían 748 oficinas y una red de 148.000 kilómetros. En febrero de 1951, Teléfonos del Estado posee 877 oficinas y 255.000 kilómetros de líneas telefónicas y aspiramos a que el servicio vaya cubriendo progresivamente todo el país. Solamente Teléfonos del Estado ha realizado en 1950 obras por valor de $ 244.000.000 contra $ 156.000.000 que realizó en 1949. Pero hay más todavía: los servicios normales de la Dirección General de Teléfonos del Estado no cuestan a la Nación un solo centavo. Los ingresos, que sumaron en 1950 aproximadamente $ 250.000.000, superaron con algún margen los gastos de explotación... Como en el caso de las tarifas postales, debo informar a vuestra honorabilidad que las tarifas telefónicas -contando los últimos aumentos- son las menores del mundo. En cuanto a los servicios familiares urbanos la relación es de: 1 a 2,4 sobre Brasil; 1 a 3,2 con respecto a Inglaterra; 1 a 6,5 con respecto a Francia; 1 a 7 con respecto a Estados Unidos; y en los servicios comerciales urbanos la relación es de: 1 a 2,7 con respecto a Inglaterra; 1 a 4,9 sobre Francia; 1 a 8,1 con respecto a Estados Unidos, etcétera. (Aplausos ) Los obreros y empleados telefónicos desde 1946 hasta la fecha han obtenido no sólo las mejoras económicas que en justicia el Estado les debía, sino también aquellos beneficios imponderables que no se pueden medir con cifras estadísticas ni con dinero: servicios sociales extraordinarios, enseñanza profesional, trato digno, mejores condiciones de trabajo, etcétera. Hoy puedo por eso decir a los argentinos con legítimo orgullo: no sólo hemos reconquistado el servicio telefónico, le hemos dado también un empuje extraordinario, no es una carga más para el Estado, su administración es floreciente y además sus 26.000 empleados y obreros ganan salarios dignos de obreros y empleados argentinos. (Aplausos prolongados) Es cierto que el servicio -siguiendo la curva ascendente de la inflación mundial- cuesta algo más y debe ser pagado algo más, como que es un servicio que se presta a quien lo requiere... pero no podemos olvidar que el dinero que pagamos por él no sale del país... y de una o de otra manera vuelve a las mismas manos que lo pagan... ¡que ésta es una de las tantas explicaciones del bienestar y de la felicidad que reinan en el país y que no terminan de entender los profetas de las funestas y agoreras predicciones! Ya he mencionado la enorme actividad paralela a la de este servicio que se ha desarrollado en el país y que se ocupa de la fabricación de elementos afines para repuestos o nuevas unidades... que antes se producían en el extranjero. Día llegará en que todos los elementos que necesitan los servicios públicos sean realizados en el país, y a eso tienden todos nuestros esfuerzos. Cada argentino ha de saber que tiene el deber de ingeniarse para que este gran ideal de independencia económica se cumpla. Eso es parte del pedestal que sostiene la dignidad de la Nación y mantiene la vertical absoluta de nuestra soberanía. En materia de transportes ya me he referido en términos concretos a la tarea cumplida por nuestra marina mercante. Debo ahora exponer, aunque sea en forma sumaria, otros aspectos de los servicios públicos que cumple el Ministerio de Transportes. En cuanto concierne al transporte ferroviario vuestra honorabilidad conoce perfectamente bien que recibimos los ferrocarriles en una situación difícil, que fue precisamente la que nos permitió realizar la adquisición en ventajosas condiciones. Desde el año 1939 las empresas extranjeras no renovaban el material rodante y de tracción. Desde aquella fecha, y como consecuencia de la guerra, el mundo viene sufriendo una profunda crisis de materiales ferroviarios que nos ha impedido realizar, en este capítulo de los transportes, una tarea de resultados tan favorables como la que señalé al referirme a los teléfonos. Por otra parte, durante todo el tiempo que los ferrocarriles estuvieron en manos de empresas extranjeras ningún directorio se preocupó, lógicamente, de crear una industria ferroviaria paralela como para subvenir a las necesidades de las líneas. A tal punto llegó, en este sentido, la dependencia económica, que no sólo se importaban locomotoras, rieles y vagones, y aun el carbón que tan fácilmente pudo ser substituído aquí por leña, sino que ¡hasta los letreros con el nombre de las estaciones eran traídos del exterior! La nueva situación que ha puesto todo el sistema ferroviario en nuestras manos ha ido despertando en el país el afán por crear una industria subsidiaria que, dentro de pocos años, si el esfuerzo iniciado continúa podrá desenvolverse en forma tal que no tendremos ya tantas preocupaciones por el abastecimiento de nuestros transportes ferroviarios del exterior. Todos los inconvenientes que han surgido frente a nuestro propósito de poner los servicios ferroviarios a tono con la nueva Argentina, no han sido capaces de impedir que hiciésemos algunos progresos en este aspecto de nuestra acción. Así, por ejemplo, desde 1946 hemos podido aumentar el número de locomotoras en servicio activo, que ha pasado de 3.500 a 3.900, y de 79.600 vagones hemos llegado a 81.500. Prácticamente, con los mismos elementos los ferrocarriles nacionales han transportado en 1950 la cantidad récord de 16.800.000.000 de toneladas- kilómetros y han expedido 460.000.000 de pasajes. Puede apreciarse con facilidad que ello sólo ha podido realizarse añadiendo mucho ingenio a la inteligencia, con adecuadas medidas de coordinación nacional y racionalización de los servicios. Puede afirmarse, sin duda, que los ferrocarriles han cumplido hasta aquí, como servicio público, en condiciones satisfactorias aun con grandes sacrificios y que han superado en muchos aspectos al que prestaban las empresas extranjeras. La llegada al país de nuevos materiales en los próximos meses permitirá mejorar indudablemente los servicios. Todo indica, si nuestros planes se cumplen como hasta ahora, que este año se iniciará un ciclo de extraordinario progreso en nuestros transportes ferroviarios. Fundamentan mi afirmación numerosos hechos que ya han tenido principio de ejecución en 1950: el país ha podido hacer grandes adquisiciones de material rodante y de tracción, y entre ellas destaco la de 85 locomotoras diesel adquiridas en noviembre próximo pasado con todos sus repuestos. Tal como lo he informado comienzan ya a fabricarse vagones en el país. Se ha construído ya en talleres nacionales la primera locomotora diesel con extraordinarias innovaciones de patente exclusivamente argentina Se procede al reajuste de los sistemas ferroviarios en el aspecto técnicocooperativo y económicofinanciero. Estamos a punto de substituir el viejo sistema tarifario de cargas de tipo colonialista de los transportes ferroviarios por el nuevo sistema de tarifas justicialistas que considera a los transportes ferroviarios como una sola unidad económica y financiera, y que, por otra parte, se funda en la aplicación de métodos simplificados que permitirán asimilar, las tarifas ferroviarias a las postales en forma tal que se hallen en función proporcional con el tonelaje más que con las distancias recorridas, etcétera. Todos estos hechos permiten vaticinar que los ferrocarriles argentinos, en manos de argentinos, están también doblando la curva difícil del camino tal como en 1949 lo hizo la economía nacional; y que van ya afianzando poco a poco el prestigio que deben tener como realizaciones justicialistas. Una prueba de lo que pueden hacer los ferrocarriles en manos argentinas es la ya mencionada construcción de la línea industrial que une las minas carboníferas de Río Turbio con el puerto de Río Gallegos. El 16 de marzo de 1950 resolvimos realizar la obra. En mayo se terminaron los estudios correspondientes. En junio comenzaron a llegar los materiales a Río Gallegos. En septiembre se dio comienzo recién al trabajo: y en estos momentos, a ocho meses de iniciado, puedo anunciar que la obra está terminada y que ya pueden circular los trenes de uno a otro extremo de la anchura patagónica a través de 260 kilómetros de distancia. (Aplausos prolongados) Hemos invertido allí 40.000.000 de pesos. ¿Hubiese podido ser realizada una obra semejante cuando a las empresas foráneas no les convenía que la República Argentina se abasteciese con su propio carbón?... Hace casi treinta años un gobierno argentino compró numerosos materiales para líneas (que nunca se tendieron) del Ferrocarril Patagónico. Dios ha querido que nos tocase a nosotros armar aquellos materiales que estuvieron casi treinta años herrumbrándose en Puerto Madryn, esperando allí, como símbolo de los tiempos, que manos argentinas los hiciesen andar...¡Hoy recorren por primera vez la línea de Río Turbio a Río Gallegos! En el orden económicofinanciero el Ministerio deTransportes se apresta a restablecer el equilibrio perdido en razón de las sucesivas medidas de justicia social que elevaron los haberes del personal ferroviario de un promedio de 252 pesos que ganaba en 1946 de 841 que percibe actualmente. Estas medidas, que han beneficiado en forma extraordinaria al personal ferroviario, y las dificultades anteriormente expuestas, han determinado que el resultado de la explotación de todos los ferrocarriles nacionales arroje al fin del ejercicio 1950 un déficit de 543.000.000 de pesos que el Ministerio de Transportes cubrirá con las medidas anteriormente anunciadas. Quiero referirme brevemente las últimas huelgas que determinaron la movilización del personal ferroviario. Quiero informar a los señores senadores y diputados, y por vuestro intermedio al pueblo de la Nación, que ha sido plenamente probado que aquel triste episodio fue dirigido desde el extranjero; que sus principales autores en el gremio ferroviario fueron elementos comunistas que contaron con el apoyo de dirigentes políticos que militan en nuestra oposición; y que el gremio ferroviario, haciendo honor a sus antecedentes, volvió a sus tareas normales en cuanto advirtió que había sido sorprendido y engañado. (Aplausos prolongados) Quiero señalar a vuestra honorabilidad que las medidas tomadas por mi gobierno lo fueron previa consulta a los mismos trabajadores representados por todas las entidades sindicales. Con ello mi gobierno probó una vez más que no en vano la primera verdad del justicialismo establece que "en la verdadera democracia el gobierno no hace sino lo que el pueblo quiere". El Ministerio de Transportes, en otro aspecto de su gestión, tiene a su cargo el transporte automotor explotando y administrando líneas propias y coordinando y racionalizando el funcionamiento de numerosas empresas privadas. Las actividades de 1950 en este orden de cosas pueden resumirse en las siguientes realizaciones: creación de la Gerencia General del Transporte Automotor, aumento del número de pasajeros transportados en sus líneas interurbanas de 20.300.000 en 1949 a 30.300.000 en 1950; habilitación de la estación terminal de ómnibus de Rosario, que sirve diariamente a un promedio de 25.000 personas; habilitación de la estación terminal de Mar del Plata; construcción de la estación terminal para la zona atlántica en la Capital Federal; adquisición de nuevas unidades para mejorar los servicios; nuevas normas para el tránsito de cargas entre la Capital y el Gran Buenos Aires; ordenamiento general y fiscalización de los servicios particulares de transporte de cargas, etcétera. Toda esta acción del Ministerio de Transportes tiende a lograr la perfecta coordinación nacional de todos los transportes a fin de facilitar el desenvolvimiento de la economía nacional. Es interesante señalar que como consecuencia de esta progresiva y útil coordinación, las cosechas argentinas, a pesar de las dificultades señaladas en material ferroviario, se transportan sin graves inconvenientes. Señalo esta situación porque todo el país recuerda que no hace muchos años las cosechas argentinas, fruto de esfuerzo de nuestros productores, se perdían muchas veces o en el campo o en las estaciones ferroviarias... y nosotros mismos tuvimos que hacer enormes sacrificios para evitar que eso sucediera durante el año 1948, cuando no habían sido todavía suficientemente coordinados nuestros transportes terrestres, fluviales y marítimos. Los transportes aéreos han crecido también extraordinariamente durante los últimos 5 años. Las ex sociedades mixtas de aeronavegación fueron incorporadas al Ministerio de Transportes. Puedo hoy ofrecer al pueblo argentino los resultados de nuestro esfuerzo, realizado conjuntamente por los ministerios de Transportes y de Aeronáutica. Algunas cifras darán una clara idea de nuestro progreso en este sentido: en 1946 nuestras naves aéreas realizaban sólo 73 vuelos mensuales regulares de carácter comercial. En 1950 se cumplen 550 servicios permanentes por mes y, de ellos, 182 son de carácter internacional. Por otra parte, el 4 de junio de 1946 nuestras líneas cubrían servicios regulares sobre 5.200 kilómetros de distancia. El 31 de diciembre de 1950, en un alarde del empuje de su progreso, nuestra aviación comercial prestaba ya servicios a través de 53.200 kilómetros de distancia. Nuestra aviación comercial muestra así al mundo que desde 1943 una nueva Argentina soberana se va levantando sobre la otra Argentina colonial que nosotros heredamos. Los principales hechos registrados en 1950 en materia de aeronáutica comercial fueron: inauguración de servicios directos con Estados Unidos y con Alemania y de nuevos servicios con Chile; nuevos servicios internos con Mar del Plata, Córdoba, Bahía Blanca, Trelew y Comodoro Rivadavia; General Pico, San Rafael, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán; Concordia, Resistencia, Paso de los Libres, Posadas; enlace de las rutas Norte y Litoral con la nueva línea Tucumán - Roque Sáenz Peña. Así se explica que las Aerolíneas Argentinas hayan transportado en 1950, 50.000 pasajeros más que en 1949 y que se hayan recorrido 1.690.000 kilómetros más que en el período anterior. En 1950 fueron inaugurados también en Ezeiza los talleres aeronáuticos mayores de Sudamérica, y es para nosotros una inmensa satisfacción poder decir que ellos fueron construídos y montados por personal argentino. La industria aeronáutica, que en nuestro país ha sido desde hace varios años exclusivamente militar, empieza a cumplir su etapa civil. Por decreto 24.914/50 hemos establecido las bases de organización, instalación y funcionamiento de una nueva fábrica de aviones. Con ellas, y con la solución del problema del aluminio, que también ha sido prevista, el país contará dentro de algunos años con aeronaves civiles, comerciales y militares íntegramente construías en el país por obra exclusiva de técnicos y operarios argentinos. (Aplausos) Nuestros éxitos en materia de fabricación de aparatos militares aseguran que también en esta nueva etapa nos esperan brillantes resultados. El país entero sabe que no es ya problema para los argentinos alcanzar otros objetivos menos complicados en materia aeronáutica cuando se ha conseguido realizar el alarde técnico que es el " Pulqui II" de retropropulsión. (Aplausos) Yo debo destacar en este sentido la fecunda acción de la aviación militar; gracias a ella el país tiene una industria aeronáutica; gracias a ella los argentinos poseemos aeródromos de uso civil en todo el país (solamente en 1950 el Ministerio de Aeronáutica ha inaugurado 11 nuevos aeródromos invirtiendo en ellos 14.000.000 de pesos); gracias a la aviación militar tiene el país conciencia aeronáutica y pilotos capacitados y eficientes que han dado a las líneas argentinas prestigio internacional en cuanto a seguridad. No podemos olvidar en estos momentos de brillantes victorias aeronáuticas argentinas a todos los hombres que en esta tierra han luchado como heroicos precursores de este magnífico presente. A ellos -pilotos militares y civiles caídos en todos los rincones del país- yo quiero dedicarles, en nombre del pueblo argentino, el homenaje que ellos merecen por habernos conquistado el cielo de la patria. (Aplausos) He venido reseñando hasta aquí la obra cumplida por aquellos ministerios que realizan funciones de servicio público en el sentido preciso de la palabra. He de pasar ahora a exponer la de aquellos que sirven al pueblo en forma directa, pero con servicio de carácter social, cumpliendo así con la distribución justicialista de los bienes que obtiene el Estado con sus grandes recursos. En materia de salud pública la obra de gobierno es satisfactoria. Prueba fehaciente de ello es que la tasa de mortalidad que en 1946 era de 9,5% ha descendido a 8,8%, y así la República Argentina pasa a ocupar el segundo lugar en la escala sanitaria del mundo entero. Esta extraordinaria posición lograda por nuestro país obedece no sólo al mejor standard de vida de la población, sino también a la obra asistencial desarrollada por el gobierno. En este esfuerzo no sólo ha actuado el ministerio específico. Como si se tratase de una guerra total por la salud argentina, han aunado sus fuerzas todos los organismos del Estado cuyas direcciones de obra social han dirigido hacia ese gran objetivo sus mejores armas; y además han cooperado en esta misma tarea los numerosos gremios obreros cuyas mutualidades han ido reemplazando en materia sanitaria a los antiguos centros de beneficencia. Debo destacar también la acción de las provincias, que han cooperado con la Nación en forma eficiente. Todas estas causas, orientadas hacia el mismo fin, han cambiado totalmente el aspecto sanitario del país. En 1946 teníamos un total de 66.300 camas disponibles para la atención de los enfermos. En la actualidad poseemos 109.200. El gobierno nacional solamente atendía en 1946, 15.425 camas. En 1951 atiende 11.000 camas más. El gobierno nacional ha tomado para sí la tarea de realizar las grandes luchas contra la tuberculosis, las enfermedades mentales, la sífilis y la lepra, dejando la asistencia hospitalaria polivalente en manos de los gobiernos locales. Así ha podido lograr la disminución de la mortalidad por tuberculosis desde la cifra de 1946 igual a 73 por cien mil, a la cifra de 1950 igual a 48 por cien mil. La protección maternoinfantil ha dado también resultados alentadores, descendiendo la mortalidad infantil de 32 por mil -cifra de 1946- a 68 por mil en 1950. La lepra es apenas actualmente un problema sanitario en vías de solución. En cinco años se ha reducido en un 80% el número de casos nuevos, y por primera vez sobran camas para leprosos en los establecimientos nacionales. Esto obedece a distintos factores, entre los cuales se destaca la abundante provisión de medicamentos modernos y el tratamiento más humano de los internados. Yo sé que quedan en el país todavía muchos hospitales indignos de la nueva Argentina. Reconocer esta verdad es empezar a solucionar el problema. Por de pronto en estos cinco años hemos hecho todo cuanto nos ha sido posible atendiendo casos de emergencia que eran urgentes y apremiantes y dando soluciones hospitalarias a algunos graves problemas generales como el de la lepra, las enfermedades mentales, la tuberculosis y el cáncer, facilitando el tratamiento del mayor número posible de enfermos. En materia de salud pública y de asistencia social el gobierno ha recibido también la inestimable ayuda de la Fundación Eva Perón, (los señores legisladores y el público de las galerías apluden el nombre de la señora Eva Perón, presente en el acto), que hasta 1950 ha inaugurado ya 76 institutos que se distribuyen a lo largo y a lo ancho de toda la Nación. Yo debo señalar a esos institutos: hospitales, policlínicos, hogares de ancianos, clínicas de rehabilitación y readaptación, hogares escuelas, ciudades universitarias, infantiles, etcétera, como modelo en su género no sólo para nosotros sino inclusive para el mundo estero, tal como ha sido reconocido públicamente por técnicos en la materia. Realiza la Fundación actualmente un plan de 30 hospitales de 500 y de 1.000 camas cada uno distribuídos en todas las provincias y algunas gobernaciones que aumentan ya en forma progresiva el número de camas disponibles y que por el solo esfuerzo de la Fundación se incrementará así en 15.000 unidades. Yo veo concretarse con legítimo orgullo de presidente y de peronista tan magníficas construcciones, grandes y magníficas por sus dimensiones, pero más aún por el sentido profundamente humano y efectivamente cristiano que las inspira. (Aplausos prolongados) Pienso que en el segundo Plan Quinquenal el gobierno de la Nación en materia de salud pública deberá ocuparse exclusivamente de realizar la substitución de todos los viejos hospitales del país -fríos y sórdidos hospitales que construyó la oligarquía para que en ellos dejara su vida el pueblo-, por hospitales nuevos similares en absoluto a los que construye la Fundación Eva Perón. (Aplausos prolongados) Los proyectos realizados por la Fundación deberán ser adoptados como modelo y como tipo y deberán repetirse en todos los rincones del país, porque yo no concibo que el dolor y la enfermedad de un argentino puedan ser tratados de otra manera que no sea la que se estila y la que se usa en los institutos de la Fundación. Espero que no parezca incomprensible a vuestra honorabilidad que mencione tantas veces a una institución no gubernamental en este balance de nuestras realizaciones. Pero así como he debido mencionar el progreso industrial y económico general de la Nación para probar la eficiencia de nuestra reforma economía, debo señalar la obra de la Fundación como una prueba de lo que puede hacerse en el país ahora que las condiciones sociales han sido reformadas tan profundamente por nosotros. Además, la obra de la Fundación es eminentemente peronista y yo entiendo que este mensaje, dedicado al Pueblo, debe contener no sólo los resultados de la obra de gobierno en sí, sino todas aquellas realidades que el pueblo recibe, como consecuencia directa o indirecta de haber sabido elegir, en un momento decisivo de su vida, entre el peronismo y el antiperonismo, entre la confabulación bradenista y la soberanía nacional; entre la prensa sirviente del capitalismo, y la verdad; entre la oligarquía y los descamisados, entre la patria y la traición. (Se ponen de pie y aplauden insistentemente los señores legisladores y señores ministros, así como el público de las galerías, agradeciendo el señor presidente de la Nación, igualmente, de pie) La labor cumplida en materia de educación ha sido en parte reseñada por mí al inaugurar el curso lectivo de 1951. En 1946 sabíamos que el país tenía un déficit de 10.000 escuelas, aproximadamente. En el Plan Quinquenal anunciamos la construcción de 1.000 escuelas a cargo del gobierno nacional. Aquella previsión ha sido cumplida en todas sus partes y con rigurosa exactitud. Desde 1949 venimos entregando a la niñez y a la juventud argentina una escuela por día. En marzo de 1952 el 50% de la población argentina escolar primaria que es educada por la Nación ocupará edificios nuevos, la mayoría de los cuales ya están habilitados y en pleno funcionamiento. Estas realidades significan que en 1952 nuestras 1.000 escuelas -de una capacidad 10 veces superior a las antiguas- albergarán el 22 por ciento de la población escolar del país. El gobierno nacional poseía en 1946, 1.633 escuelas de su propiedad. A fines de 1951 poseerá más de 1.000 edificios más para enseñanza primaria, secundaria y técnica. Si se compara el estilo y la capacidad, la belleza y las comodidades de las escuelas antiguas y las modernas se verá cómo es justo nuestro legítimo orgullo cuando afirmamos que hemos hecho en cinco años más escuelas que en los 100 años que nos precedieron. (Aplausos prolongados) Si a esto añadimos el esfuerzo que han realizado las provincias que han construído, con la ayuda de la financiación federal en su mayor parte, más de 2.000 escuelas y si agregamos aún el esfuerzo magnífico que últimamente nos ha ofrecido la Fundación Eva Perón iniciando la construcción de 1.000 escuelas que ya se levantan en los lugares más apartados y en las poblaciones más humildes del país, tendremos así el panorama general de la obra escolar del peronismo. (Aplausos prolongados) En cinco años hemos realizado la mitad de la obra que el país necesita. Atestiguan mis palabras las escuelas que se levantan en todos los rincones de la patria, desde Tierra dl Fuego hasta La Quiaca, porque en esta obra no ha habido -como no hay en toda nuestra obra- cálculos políticos de ninguna clase: las escuelas se levantan no donde hay más votos sino donde hay niños argentinos que aun sin derechos cívicos, tienen, en la nueva Argentina, el gran derecho de ser los únicos privilegiados. (Aplausos prolongado) Debo añadir a estas realizaciones las que ha cumplido el Ministerio de Trabajo y Previsión y actualmente el Ministerio de Educación en materia de enseñanza (Aplausos prolongados) En 1950 hemos inaugurado 5 escuelas de este tipo cuyo costo ha sido a 10.000.000 de pesos. Y con ellas suman 134 las que están funcionando. Se están construyendo seis escuelas más de este tipo en toda la República. Los señores legisladores saben que esta obra de orientación profesional y aprendizaje es íntegramente peronista, ya que su impulso en el país se debe exclusivamente a nuestro plan armónico de incrementar la industria nacional capacitando para ello a los jóvenes argentinos para quienes queremos horizontes amplios y no límitados, porque deseamos que cada uno de ellos sepa servir al país de la mejor manera posible. La labor realizada en el terreno de la enseñanza universitaria puede concretarse también en una serie de hechos cuya sola enunciación basta para que se aprecie cómo nos ha preocupado la cultura de nuestro pueblo. (Aplausos) Se han coordinado los planes de estudio de carreras similares en las distintas universidades. Se ha uniformado las condiciones de ingreso, que daban lugar a situaciones de privilegio inadmisibles. Se han creado desde 1946 catorce nuevas facultades entre las cuales algunas han significado un esfuerzo extraordinario como por ejemplo la Facultad de Ciencias Médicas de Cuyo, inaugurada en 1950. En 1946 el presupuesto universitario era de 48.000.000 de pesos; en 1950 fue de 256.000.000. En 1946 sólo se educaban 49.000 alumnos en el total de las universidades; en 1950 se educaban 96.000. ¡Esto prueba que la universidad ha abandonado su carácter de reducto oligárquico y ha empezado a servir al pueblo que la paga! (Aplausos prolongados) Se realizan anualmente en la República Argentina numerosos congresos científicos internacionales y la ciudad de Buenos Aires es el centro preferentemente elegido para esta clase de actividades. Pocos países del mundo han propiciado tantos y tan importantes congresos científicos como nuestro gobierno; como que para ello es necesario un clima de paz y de seguridad, de progreso cultural y de cordial apoyo a las actividades científicas que pocos países y pocos gobiernos del mundo pueden ofrecer a las investigadores. Con la finalidad de canalizar el movimiento científico nacional, hasta nuestro advenimiento totalmente descuidado por el Estado, hemos creado últimamente la Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas y el Consejo Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas: organismos destinados a servir, orientar y coordinar el movimiento técnico y científico nacional. A fin de ajustar nuestra educación a los preceptos y normas constitucionales, nos hemos liberado de los viejos prejuicios de la neutralidad escolar que fue siempre, en el fondo, una bien urdida mentira. La escuela no puede hacer como que ignora verdades substanciales para el hombre. Por eso, actualmente en las escuelas argentinas -desde la enseñanza primaria a la enseñanza superior- se procura crear en el alma de los niños y de los jóvenes "una conciencia clara de la realidad espiritual, económica, social y política del país y de la responsabilidad que deben asumir en la empresa de lograr y afianzar los fines de la Constitución." Si la Constitución estable nuestra irrevocable decisión de constituir una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana, ¿por qué no vamos a enseñar en las escuelas la auténtica historia y la auténtica realidad de la justicia social, de la independencia económica y de la soberanía política? (Prolongados aplausos de los señores legisladores y señores ministros, puestos de pie y del público de las galerías de igual forma, lo que agradece el señor presidente de la Nación, poniéndose también de pie) Y..., ¡no nos engañemos, señores!, la auténtica historia argentina ya no puede ser enseñada íntegramente si se callan o se ocultan los hechos que transcurren desde 1943 a 1951! Nuestros adversarios dicen que eso es propaganda política. Lo mismo dijeron cuando empezamos a enseñar a los niños la verdad religiosa. (Aplausos prolongados) ¡A veces pienso que toda verdad debe serles ajena... y que no tengan tal vez tanto la culpa ellos mismos como la escuela neutra en que formaron -o deformaron- sus almas, sus inteligencias y sus corazones! Por eso, para ahorrar a las generaciones futuras el espectáculo que nosotros debemos presenciar felizmente en el epílogo, la escuela argentina ha reformado sus planes en todos aquellos aspectos que le permitirán realizar la formación del hombre con plena conciencia de su alta dignidad, con auténtica visión de los destinos de su patria, y con absoluto conocimiento de su responsabilidad social frente al país y frente a la humanidad. Por primera vez en todas las escuelas argentinas se enseña, por ejemplo, en forma orgánica y general la verdad sobre las Malvinas argentinas y sobre nuestra soberanía en la Antártida. (¡Muy bien! Aplausos prolongados. Los señores legisladores y concurrentes a las galerías, de pie, aplauden insistentemente. El señor presidente de la Nación agradece, poniéndose igualmente de pie) Durante 100 años estas verdades fueron silenciadas ante la conciencia de los niños argentinos por la enseñanza oficial... ¡y ello prueba una vez más cómo la neutralidad puede ser el disfraz de la traición! Nosotros decimos ya -y seguiremos diciendo- la verdad en todas partes, también en la escuela y principalmente en la escuela..., primero: porque creemos ser los poseedores de una verdad nacional indiscutible; segundo, porque nos interesa que las generaciones venideras luchen también por nuestra verdad; y tercero, porque no queremos que la patria vuelva a ser injustamente sometida y humillada... después de haber proclamado ante el mundo su irrevocable decisión de ser justa, libre y soberana. (Aplausos prolongados) Si para ello la escuela debe violar ciertos "viejos prejuicios", y bueno!, también para realizar la justicia social, la independencia económica y la soberanía política hubo que superar ciertos principios legales y constitucionales... Habrán de disculparme los señores miembros del Honorable Congreso Nacional esta pequeña digresión, pero entiendo que es mi deber exponer no sólo lo realizado sino sus motivos, ¡y éste es un motivo fundamental! Hemos convertido una Argentina injusta, desalentada, sin fe, sin esperanza, sometida económicamente y atada a las sugerencias extrañas, en una nueva Argentina justa, optimista, feliz verticalmente digna, económicamente libre, una nueva Argentina que no se deja sugerir sus rumbos y que en cambio puede aconsejarlos a la humanidad. (Aplausos prolongados) Y después de haber hecho todo esto, ¿podemos acaso detenernos ante viejos prejuicios?, ¿podemos acaso callar a nuestros hijos esa verdad que está en los labios del mundo?, ¿podemos acaso correr el riesgo de ocultarla a las generaciones venideras para que en ellas las fuerzas poderosas de la mentira y la traición vuelvan a consumar la entrega de la patria? ¡Yo prefiero que nuestros adversarios nos acusen de hacer política en las escuelas!... Yo sé que en el fondo les duele que allí también brille la verdad, porque dondequiera que ella se diga aparecerá, esplendorosamente iluminada, la nueva Argentina en nuestras manos, y a su sombra, la otra Argentina que ellos abandonaron en manos extranjeras!... (Aplausos prolongados) En materia de trabajo y previsión sigue desarrollándose en el país la efectiva materialización de los derechos del trabajador según los principios a que hiciera referencia en mis mensajes anteriores. La situación social del país, que aparece con facilidad bien evidente ante la mirada de todo el mundo, es, precisamente, la que nos señaló el camino, como finalidad, desde el principio de nuestro movimiento. Este sector de la vida nacional, tan caro a los sentimientos de mi corazón, se desarrolla armónicamente bajo la dirección del gobierno y de las organizaciones sindicales. Hemos sobrepasado también en este orden de cosas los antiguos perjuicios y las antiguas mentiras que establecían una absoluta separación entre los intereses de las organizaciones obreras y del gobierno. Esa difencia, natural cuando el gobierno respondía a los intereses capitalistas opuestos al sindicalismo, ha desaparecido ya definitivamente en nuestros tiempos. El justicialismo y el sindicalismo argentinos han sabido encontrar que tienen finalidades comunes y en afán de conseguirlas han trabajado estrechamente unidos. Por eso he dicho ya que el gobierno social de la República va pasando progresivamente del Estado a la central obrera que representa orgánica y democráticamente a más de 4.000.000 de trabajadores argentinos... Ya he señalado cómo coincide la acción del gobierno en materia de vivienda, de lucha positiva contra el costo de la vida, de capacitación, de turismo social, etcétera, con la acción de los organismos sindicales. Esta transferencia de responsabilidades que se va realizando en numerosos órdenes de la vida deberá seguir como una norma definitiva sí quiere el movimiento peronista cumplir con su propósito de no hacer sino lo que el pueblo quiera. Debemos reconocer, si no queremos quedar atrasados con respecto a la evolución del mundo, que el gobierno de los Estados será cada vez menos político y más social..., y yo, sin temor a equivocarme, afirmo que el gobierno del futuro será aquel en cuyos actos se concilien y armonicen los intereses de las organizaciones políticas, sociales y económicas; pero subordinados los objetivos de las organizaciones políticas y económicas a los objetivos de las organizaciones sociales, desde que éstas representan de una manera directa, más vívida y más humana y más espontánea, a la inmensa mayoría del pueblo. (Aplausos prolongados) No sólo coincide el justicialismo con el sindicalismo en sus fines nacionales de carácter social. Frente al panorama internacional del mundo, el sindicalismo argentino ha adoptado también la posición del justicialismo..., y tomando al justicialismo como bandera de sus ideales, ha luchado, en el concierto o en el desconcierto internacional de los problemas obreros, defendiendo exclusiva y honradamente los intereses de los trabajadores. No se ha embanderado la organización obrera argentina con ninguna de las dos tendencias que luchan en el mundo, por el predomino del campo obrero. Frente a las organizaciones obreras comunistas, que sirven de pantalla a la explotación del hombre por el Estado, y frente a las organizaciones obreras capitalistas, que sirven de pantalla a la explotación del hombre por el dinero, la organización obrera argentina, coincidiendo libremente con la lucha del gobierno argentino frente a los imperialismo, ha afirmado que condena por igual las dos explotaciones y levanta frente a ellos la solución justicialista. Precisamente por eso van triunfando rápidamente en el mundo sindicalista: porque no sirven de pantalla a ningún interés inconfesable, ¡no son personeros de ningún imperialismo!, y sobre todo porque no tienen otro objetivo que la felicidad auténtica de los trabajadores, vale decir, la felicidad del mundo, en un ambiente de paz que sólo puede llegar por el camino de la unidad permanente entre los pueblos..., más que por el entendimiento transitorio de los gobiernos sujetos a tantas contingencias y atados a tantos intereses. Toda esa acción interna e internacional de los obreros argentinos unidos en torno a la Confederación General del Trabajo es también fruto maduro -el mejor fruto, sin duda- del movimiento peronista, que durante siete años ha venido luchando por infundir en los trabajadores una nueva y profunda conciencia social a fin de facilitar, en las masas argentinas, la creación de una sólida organización y de una vigorosa personalidad. En la tarde de este día de fiesta para el trabajo, celebraremos una vez más la magnífica unidad del sindicalismo y el justicialismo: el movimiento peronista celebrará las victorias del sindicalismo y el sindicalismo rendirá su homenaje a nuestras victorias... En rigor de verdad, el sindicalismo y el justicialismo celebrarán hoy, como todos los años, en esta misma fecha, la victoria del pueblo sobre sus enemigos. (Aplausos prolongados) En el orden interno el sindicalismo ha obtenido también en este año numerosos triunfos como resultado de nuestra acción de gobierno que ha hecho posible la distribución justicialista de nuevas riquezas incorporadas al patrimonio del país. En 1950 fueron celebrados, por ejemplo 243 convenios colectivos de trabajo que beneficiaron a 3.000.000 de trabajadores. Ha habido en 1950 menos conflictos obreros que en ningún otro período anual de mi gobierno; y los tribunales de trabajo han debido juzgar solamente 23.000 presentaciones obreras sobre 29.300 de 1949; y de los casos iniciados el 45 % se ha resuelto por vía de conciliación. Todos estos elementos de juicio prueban que se está cumpliendo otro de los objetivos de nuestra reforma social: la cooperación entre capital y trabajo va reemplazando progresivamente a la lucha. En 1950 el Ministerio de Trabajo y Previsión otorgó 155 nuevas personerías gremiales, cifra que da una idea concreta del progreso de nuestras organizaciones obreras. Esta conquista del derecho social es, para nosotros, solamente el comienzo de un camino cuyas cumbres no están lejos... Ya las organizaciones sindicales van adquiriendo la unidad, el prestigio, la seriedad y la personalidad suficientes como para que en un futuro próximo el Estado dé a los trabajadores argentinos la realidad de una antigua esperanza de los organismos gremiales del mundo: el fuero sindical. Cuando este ideal sea cumplido -y no está lejano el día- la República Argentina podrá presentar ante el mundo un ejemplo más de lo que puede hacerse cuando un movimiento trabaja con lealtad para su pueblo. En materia de previsión social el país ha seguido su marcha progresiva de acuerdo con los principios tantas veces ya enunciados por nosotros. El año pasado anuncié a vuestra honorabilidad que nuestro régimen de seguridad social cubría, solamente por vía del sistema jubilatorio, a 3.438.000 argentinos. Hoy aquella cifra ha sobrepasado ya los 5.000.000 de beneficiarios. Solamente en 1950 se pagaron 414.000.000 de pesos por concepto de pensiones y jubilaciones. Si recordamos que en 1943 eran beneficiarios del sistema de previsión solamente 480.000 habitantes del país y en 1946, 1.680.000; y si a las cifras dadas anteriormente de 5.000.000 añadimos toda la acción justicialista de asistencia social que realiza el gobierno con la benemérita cooperación de la Fundación Eva Perón, fácilmente puede explicarse por qué el pueblo argentino, en estos momentos amargos de un mundo angustiado, es el único pueblo optimista de la humanidad. Todos estos hechos explican, sin lugar a ninguna duda, el éxito obtenido por la delegación argentina ante III Congreso Internacional de Seguridad Social y la aceptación, por parte del mismo congreso, de numerosas ponencias argentinas que hicieron triunfar los conceptos justicialistas de la seguridad: una nueva victoria que el movimiento peronista coloca en la corona de laureles inmarcesibles de la patria nueva. En la visión panorámica de este mensaje que inútilmente intenta abarcar la totalidad de la vida nacional, hemos detenido nuestra mirada en la obra que realizan los ministerios económicos, los que cumplen servicios públicos y los que realizan servicios sociales. Si entramos ahora a considerar los ministerios que cumplen funciones esencialmente políticas o militares, advertiríamos de inmediato que aun ellos mismos no han eludido el ejercicio de algunas funciones vinculadas a la economía, a los servicios públicos o a los servicios sociales. Así, cada ministerio, por ejemplo, ha organizado numerosos servicios sociales para su personal que han alcanzado un grado de perfección extraordinaria que sirve a los 600.000 argentinos que integran los cuadros de la administración pública. En el Ministerio del Interior nos encontramos con una abundante obra de realizaciones sociales llevada a cabo en los territorios. En el Ministerio de Justicia, la tarea cumplida en materia carcelaria es eminentemente social y constituye un ejemplo argentino que ha merecido el máximo elogio del mundo entero,-formalizado a través del III Congreso Internacional de Criminología y de la autorizada opinión de destacados criminólogos extranjeros. La Municipalidad de Buenos Aires dentro del nuevo ordenamiento constitucional ha cumplido también importantes trabajos que la población de la capital aprecia ya porque son realidades auténticas. Personalmente he querido tomarme el trabajo de orientar la labor municipal cumpliendo con la cláusula constitucional que pone al gobierno del Distrito Federal bajo la responsabilidad del jefe del Poder Ejecutivo. El sentido de la obra municipal se ha orientado hacia la satisfacción de viejas aspiraciones eminentemente populares. Hemos tratado así de cumplir con los hombres de trabajo, con los humildes..., en una palabra: ¡hemos sido consecuentes con nuestros "descamisados" ! Allí están probando mi afirmación los barrios municipales de vivienda que albergan ya a 11.000 trabajadores; los numerosos espacios verdes, para la expansión de los humildes, han aumentado la superficie libre de la ciudad desde un 3 a un 17 % del área de la Capital. Lo que era bañado de Flores -un problema bochornoso para el Distrito Federal- se ha convertido en el parque que, como un símbolo de su destino y de nuestros propósitos, se llamará 17 de octubre. (Aplausos prolongados) Vaciaderos de basura como el de San Benito y del mismo bañado de Flores son hoy parques y zonas forestales. En mi anterior mensaje señalé la apertura del teatro Colón al pueblo que lo paga. Con aquel mismo auténtico sentido popular hemos seguido abriendo al pueblo parques y clubes que los gobiernos municipales de la oligarquía habían entregado del patrimonio común a un sector de privilegiados. Durante muchos años el pueblo pasó frente a estos reductos inexpugnables creyendo que eran propiedad de sus "explotadores"... Ahora sabe que todo eso era de su inalienable e imprescriptible propiedad. (Aplausos) Devolverlo a su auténtico poseedor no nos costó un sólo esfuerzo material: lo destaco aquí más por su significado que como obra de gobierno. ¡Acostumbrado al placer de construir no he sentido nunca una tan íntima satisfacción como cuando vi caer destruídas por la piqueta de los obreros municipales esas barreras que eran todo un símbolo de la vieja Argentina: injusta, colonial y oligárquica! (Aplausos prolongados) El mismo sentido popular tienen los juegos infantiles que en toda la ciudad proclaman nuestro mensaje de fe en el provenir: "En la nueva Argentina, los únicos privilegiados son los niños." (Aplausos) El pueblo humilde también estuvo en nuestra mente cuando se dispuso la construcción de natatorios, de nuevos pavimentos, de 4.000 puestos nuevos de abastecimientos y de 150 ferias francas, y, más recientemente, la construcción del velódromo municipal que acaba de inaugurarse tan auspiciosamente durante los primeros Juegos Deportivos Panamericanos. La referencia me lleva a recordar aquí nuestra intensa tarea de fomento deportivo. Yo no he de referir los detalles de esta acción que por ser eminentemente popular es conocida por todo el país..., pero sí quiero exponer las razones y el sentido que la impulsan. Cuando un pueblo pasa bruscamente de una situación económica deficiente a una elevada posición material, entonces corre el peligro de caer en el vicio y la degradación, que son pedestales de su decadencia. Frente a estas posibilidades que podrían hacer peligrar el porvenir feliz de nuestro pueblo y la grandeza futura de la Nación sólo podíamos pensar en una solución: vigorizar el alma y el cuerpo de nuestras juventudes. De allí nuestra permanente y profunda insistencia en la exaltación de los valores morales; de allí también nuestra posición eminentemente espiritual frente a todos los problemas humanos y de allí también nuestra lucha por dar al pueblo todas las posibilidades de fortalecer sus músculos, pensando, de acuerdo con el antiguo adagio, que un cuerpo sano ayuda a la salud del alma. También en esta lucha hemos vencido porque hemos sabido encontrar en nuestro pueblo las virtudes necesarias... El triunfo resonante de los argentinos en todos los terrenos del deporte mundial y la brillante victoria de los Primeros Juegos Deportivos Panamericanos son la coronación de aquella lucha: una nueva victoria que el movimiento peronista deposita en las aras de la patria. (Aplausos) Antes de entrar a reseñar los aspectos exclusivamente políticos de la acción gubernativa quiero dedicar unos momentos a la tarea que vienen cumpliendo las fuerzas que realizan la seguridad nacional. Sin descender a los detalles de la múltiple acción desarrollada por los ministerios militares, debo destacar que ellos han cumplido con lealtad y patriotismo la misión que les está asignada en el concierto de la vida nacional y que además de sus funciones específicamente militares han seguido trabajando, desde sus cuarteles, colaborando con el gobierno en su acción integral. En el orden estrictamente militar, las fuerzas armadas han logrado en este último año el grado de coordinación que debía darles lógicamente la creación del Ministerio de Defensa Nacional sin perder la individualidad que asegura el mejor cumplimiento de los objetivos propios de cada uno de los sectores militares. El Ministerio de Defensa Nacional ha ido desarrollando en el curso de este año conciencia de unidad entre todas las fuerzas armadas, tarea indispensable para la unidad de acción militar tanto en la paz como en la guerra. Esta acción se ha cumplido por medio del Estado Mayor de Coordinación, que ha realizado la planificación de la defensa de la Nación en estrecha vinculación con los organismos internacionales en cuyo seno está representado nuestro país. Este mismo departamento ha creado la Escuela Nacional de Guerra, cuya finalidad es impartir la enseñanza de la defensa tanto a militares como a los funcionarios civiles que deben actuar en los planos más altos de la responsabilidad técnica o administrativa del Estado. Las fuerzas aeronáuticas, por su parte, han seguido haciendo honor a la confianza que en ellas deposité cuando propicié su creación desde el Ministerio de Guerra en 1943. Es solamente hacer justicia decir que la aviación civil argentina, uno de los tantos pilares fuertes de la grandeza nacional, le debe prácticamente todo lo que es a la aeronáutica militar, que no sólo ha creado una conciencia aérea nacional, sino que ha realizado enormes esfuerzos materiales para que la República se pusiese a tono con el resto del mundo en esta rama de su actividad. Podría señalar, por ejemplo, la creación de una industria aeronáutica nacional, esfuerzo exclusivo realizado por militares argentinos; y prácticamente toda la infraestructura aérea que en cinco años ha cubierto el país con aeródromos, estaciones meteorológicas, servicios de fomento que a través de Líneas Aéreas del Estado van uniendo ya a las zonas más apartadas del país que no podrían ser todavía servidas por líneas comerciales. La marina nacional ha mantenido su vigilancia y custodia efectiva de nuestra soberanía en las fronteras marítimas de la patria. Hace pocos días hemos incorporado a nuestra flota de guerra dos cruceros cuya adquisición veníase gestionando desde 1941. Ello nos permitirá, en caso de emergencia, realizar la defensa de nuestra tierra y efectuar una real protección de nuestra marina mercante. La misma función creadora que en orden a la industria aeronáutica cumple la aviación militar se está desarrollando en cuanto a la industria naviera en los astilleros que el Departamento de Marina posee en Río Santiago y que se preparan para cumplir los objetivos que he señalado para nuestra marina mercante, como meta de 1955. El ejército, por su parte, ha restablecido la Escuela Sargento Cabral, que centralizará la formación de sus futuros suboficiales, ha creado la Escuela Militar de Equitación, la Dirección de Material a Tracción Mecánica, ha instalado dos nuevos hospitales que facilitarán la atención médicosanitaria de las guarniciones de la Patagonia y del litoral; ha colaborado con los países latinoamericanos en la formación de sus oficiales; ha contribuído a la alfabetización de millares de conscriptos, los ha capacitado para las tareas agrarias, realizando por primera vez cursos especiales para tractoristas; ha trabajado en favor del campo cooperando con el Ministerio de Agricultura en su lucha contra la langosta, etcétera. Es indudable que todos los ministerios militares realizan una intensa obra de proyecciones extraordinarias en el campo de la actividad civil. En mi mensaje de 1950 señalé ya cómo se cumplían estas funciones en cada una de las fuerzas armadas. Hoy sólo quiero añadir que estas actividades tienen un profundo sentido también justicialista: las fuerzas armadas son parte del pueblo y a su creación y sostenimiento contribuye el pueblo. Tratándose de fuerzas constituídas por hombres que en cualquier momento deben estar dispuestos a morir en defensa del país, lógico es que el pueblo les otorgue todos los medios que les aseguren la tranquilidad y la libertad necesarias para mantener permanentemente listos los cuadros de las organizaciones militares. Pero cuando el país ha logrado ese ideal de sus cuadros, mantenerlos y aun perfeccionarlos se hace una tarea más fácil; lógico y justo es que sus organismos intenten realizar trabajos y servicios que compensen en cierta medida los sacrificios que el pueblo realiza por sus ejércitos. Las fuerzas armadas han comprendido perfectamente bien estos principios de doctrina justicialista; y el mejor elogío que yo puedo hacer de ellas ante vuestra honorabilidad es afirmar que en estos momentos el pueblo de la Nación confía y quiere a su ejercicio, a su marina y a su aeronáutica, porque ve en ellos no tanto a los instrumentos de su seguridad, como a causas eficientes de su felicidad y de su grandeza. ¡Han sabido ganarse lo único que tiene valor para nosotros: el cariño del pueblo! (Aplausos prolongados) No quiero terminar estas referencias a la acción de las fuerzas de seguridad sin expresar el profundo reconocimiento del pueblo por la labor meritoria, aunque humilde pero sacrificada, que cumplen en todo el país los cuadros que componen la Gendarmería Nacional, la Subprefectura General Marítima y la Policía Federal. El pueblo, que en otras épocas, felizmente superadas, vio en estas organizaciones la encarnación de sus explotadores y la prepotencia de la oligarquía gubernamental, sabe que el movimiento peronista ha hecho de ellas lo que siempre debieron ser: fuerzas para el servicio del pueblo que las alimenta con sus hombres y que las paga con su sacrificio. Los policías peronistas, felizmente, han comprendido bien todo esto, y yo puedo decir, con legítimo orgullo, que ellos también han sabido ganarse el cariño del pueblo. Señores: a lo largo de mi exposición he tratado de mostrar cuánto hemos hecho por la grandeza de la Nación y por la felicidad de los argentinos en el orden económico y en el orden social. Acabo de exponer también cómo el pueblo puede seguir su tarea magnífica y permanente con la tranquilidad que le ofrece el hecho de sentirse debidamente protegidó por sus fuerzas de seguridad. Pero la felicidad de un pueblo y la grandeza de la Nación exigen todavía algo más. En el orden interno, es necesario que el pueblo tenga acceso libre al manejo de sus propios destinos por el ejercicio de sus derechos políticos. En el orden externo, es menester que la Nación sea conducida con la dignidad que exigen su grandeza y su soberanía. Esta simple apreciación abre el camino a la última etapa de este mensaje destinado a exponer el estado actual de nuestra situación política interna y de nuestra política internacional. En mensajes anteriores he expuesto ya a la consideración de vuestra honorabilidad los objetivos de nuestra reforma política. En esta oportunidad, como en los demás capítulos de este mensaje, sólo quiero referirme a los resultados obtenidos. Para ello basta dar -como en el orden económico y social- una simple mirada panorámica al país de 1950 y 1951 y volver, con el recuerdo, al antiguo panorama político de la Nación, que nosotros liberamos. En 1950 el pueblo volvió a realizar numerosos actos eleccionarios a través de cuya pureza irreprochable, que nadie ha podido objetar, eligió a sus autoridades locales, ejecutivas y legislativas. Esto no es un hecho extraordinario ya; pero indudablemente es el síntoma tal vez más claro que muestra la diferencia política entre la nueva Argentina y la que todavía pretenden defender quienes añoran los tiempos en que el pueblo era, en el concierto nacional, convidado de piedra..., cuyo eterno silencio no era siquiera interrumpido por los "actos eleccionarios"..., ¡que de alguna manera deben ser llamados! Pero esto sólo es un aspecto parcial de nuestra acción en el orden político. El panorama general de 1951 comparado no ya con el 1943, sino con el de 1946, nos presenta profundas modificaciones, cuya síntesis puede expresarse diciendo que entonces solamente la tercera parte del país tenía derechos políticos, vale decir, poseía en sus manos el destino de la Nación. En 1946 no votaban las mujeres, que ahora votan; en 1946 no votaban los suboficiales de las fuerzas armadas, que ahora votan; en 1946 las gobernaciones no elegían a sus gobernadores y lo harán ya en lo sucesivo. (Aplausos prolongados) Estas tres inyecciones a la vida cívica nacional y sobre todo la fundamental incorporación de la mujer, han puesto a todo el pueblo en contacto con la vida nacional..., superando las épocas pasadas en que el fraude era el método habitual con que los partidos llegaban al gobierno. Nadie reconocería hoy en el nuevo pueblo argentino al pueblo apático, desengañado, "apolítico", que solía decir resignadamente refiriéndose a sus conductores: "Todos son iguales: cuando llegan al gobierno se olvidan de nosotros". (Aplausos prolongados) El nuevo pueblo argentino tiene plena conciencia política. Cada ciudadano se interesa por las cosas del gobierno como si fuesen suyas . Yo me permito recordar aquí que fue ése, precisamente, uno de nuestros objetivos de 1943..., y repasando mis primeros discursos aquella fecha se hallará en ellos muchas veces expresado aquel propósito: "Que cada argentino sea un artífice de su destino común, pero ninguno, instrumento de la ambición de nadie." (Aplausos prolongados) El panorama político nacional nos presenta un partido organizado que ha sabido armonizar sus interés con los altos intereses de la Nación; y frente a él, un grupo de antiguos partidos que no quieren dedicarse a la tarea de construir, partidos cuya única finalidad es oponerse a todo cuanto el pueblo quiere y el gobierno realiza. A pesar de que creemos con absoluta certeza que nuestra oposición, en todos sus sectores y por obra de la mayoría de sus hombres, está en contra de los sagrados intereses del pueblo y por ende de la patria, le hemos brindado y seguiremos brindando todas las garantías que la Constitución le acuerda. Nos conviene aun políticamente que así sea. La prédica de bajas pasiones que ellos realizan contribuye a mostrar la excelencia de nuestros ideales, y cuando salen del terreno fangoso que es el campo habitual de sus actividades y apuntan a algún objetivo superior, no tienen ya otro remedio que coincidir con nosotros y con nuestra doctrina... No será ésta una victoria peronista de las más eficientes, pero, señores, hacer que los enemigos del pueblo y de la Nación deban vestir sus intenciones traicioneras con las palabras justicialistas de soberanía política, de independencia económica y de justicia social, eso es ya indudablemente una victoria... (aplausos), porque se cumple así otra de nuestras ambiciones: que nadie, cualquiera sea el bando político en que se encuentre, pueda negar su coincidencia con los objetivos fundamentales de la Nación. (Aplausos prolongados) Con ello le hemos prestado un señalado servicio al país, puesto que sí alguna vez llegasen nuestros adversarios al gobierno, no podrían ya negarse a seguir nuestro camino..., porque el pueblo, a quien nosotros hemos dado conciencia social, personalidad y organización, les exigiría el cumplimiento de todo lo que, sin entender bien, y sin ninguna intención de realizar, anuncian ahora desde sus tumultuosos reductos partidarios. En el orden político, también, la nueva Constitución ha seguido realizando sus prescripciones; y las leyes que vuestra honorabilidad ha sancionado, así como las disposiciones generales normativas del Poder Ejecutivo, han establecido las formas de su ejecución. La armonía total de los poderes es un ejemplo de unidad que el país no conoció nunca en ninguna época de su historia. El gobierno nacional no ha debido intervenir durante el año próximo pasado en ninguna de las provincias argentinas, que se desenvuelven con plena libertad y autonomía. Se mantiene la intervención a Catamarca, cuya situación, que va normalizándose progresivamente, permitirá la participación de aquella provincia en las próximas elecciones generales de 1952. Recientemente y a pedido del Poder Ejecutivo fué intervenido el Poder Judicial de Salta, cuyos jueces habían hecho de sus jerarquías, instrumento de antiguos y superados principios oligárquicos opuestos a los auténticos intereses del pueblo. (Aplausos prolongados) En 1950, y por primera vez en la historia del país, se realizó una reunión plenaria de todos los gobiernos de provincias y de territorios. En los próximos días ha de efectuarse la segunda reunión anual. Estas conferencias, cuyos resultados fueron de indudable beneficio para el país. prueban nuestro afán de servir lealmente, con claro sentido de la realidad, al federalismo, conciliándolo con los principios de la unidad nacional, nuestro supremo afán en el orden político. Los gobiernos del movimiento peronista trabajan así con unidad de doctrina, es decir, con unidad de concepción, y por esa fundamental razón actúan con unidad de acción y el pueblo se siente seguro porque advierte que no es arrastrado según las circunstancias y que por el contrario sigue a nuestro movimiento orgánico, "cuya empresa es alta, cuya única causa es la causa del pueblo y cuya única bandera es la enseña de la patria". (Aplausos prolongados) En el terreno de su política internacional el movimiento peronista corona toda su acción justicialista de orden interno con una clara, alta, definida y humana conducta de dignidad y de soberanía sirviendo a las justas causas de los pueblos. Aquí, como en toda su acción económica, social y política, el justicialismo no olvida que surgió del pueblo y que ha elegido como norma de sus destinos la causa del pueblo. (Aplausos prolongados) Por eso la política internacional argentina tiene dos objetivos bien definidos: en lo que concierne a sus propios problemas, subordinarlo todo a la suprema voluntad del pueblo; y en cuanto se refiere a los problemas de otros países que se debaten en el seno de las organizaciones internacionales ante las cuales está representada la República, tratar de interpretar las aspiraciones íntimas de los pueblos del mundo a quienes afectarán las soluciones que se proponen. La conducción internacional de la Nación, de cuyo, ejercicio soy constitucionalmente responsable en forma directa y absoluta, ha sido permanentemente orientada según esas dos finalidades perfectamente claras. Por eso, tal vez, en el panorama incierto de la política internacional, la República Argentina tiene una posición perfectamente lógica, absolutamente democrática y substancialmente soberana y digna. El principio de nuestra doctrina según el cual "yo no haré sino lo que el pueblo quiera", ha sido llevado por nosotros al terreno de la política internacional como un postulado del justicialismo. Si las organizaciones internacionales se deciden alguna vez por su aceptación definitiva y en virtud de ella ningún gobierno del mundo pueda adoptar ninguna decisión ante los conflictos internacionales sin consultar al pueblo, estaría entonces asegurada definitivamente la paz... (¡ muy bien!; los señores legisladores y ministros, como también el público de las galerías, de pie, aplauden insistentemente al señor presidente de la Nación, quien agradece las manifestaciones)... porque ningún pueblo desea ser agresor de otro pueblo... porque ninguno quiere ya la guerra como solución de sus problemas. Hasta hoy los pueblos han sido conducidos a la guerra por sus gobiernos manejados en general por intereses económicos o políticos extraños al pueblo mismo. Por eso, al abogar por la vigencia de la plena soberanía de los pueblos, el justicialismo está cerrando el camino de las guerras. Mientras el mundo entero no acepte nuestros principios como norma inviolable de conducta internacional, las guerras de agresión seguirán creando el clima de angustia y de incertidumbre de nuestros tiempos. La República Argentina frente a un caso de esta naturaleza y consecuente con sus compromisos internacionales, hará valer la fuerza de sus ejércitos en defensa de su soberanía irrenunciable y este compromiso lo ha adquirido mi gobierno con la absoluta certeza de que así interpreta a la Constitución y a su pueblo, que si bien no desea pelear lejos de sus fronteras, está dispuesto en cambio, si es agredido, a dejar sobre ellas 17.000.000 de cadáveres en defensa de su dignidad, de su libertad y de su soberanía. (Insistentes aplausos de los señores legisladores, señores ministros y público concurrente, puestos de pie. El señor presidente de la Nación, también de pie, agradece las manifestaciones de adhesión) Partiendo de estas premisas substanciales, el gobierno argentino ha orientado su política internacional sobre las bases de la más absoluta cooperación con los países de América y de la Organización de las Naciones Unidas. La misma posición de principios enunciados nos lleva a sostener que en América ya no deben existir pueblos irredentos para quienes no ha llegado todavía la hora de la libertad y siguen siendo colonias de naciones extraamericanas. (Aplausos) La solidaridad argentina con los países de América exige, por otra parte, idéntica solidaridad de todos ellos con la República Argentina; y es a esa solidaridad a la que han apelado en cada reunión interamericana las representaciones argentinas, a fin de hacer valer ante el mundo, por la fuerza de toda América, sus derechos a la restitución de las islas Malvinas... (aplausos prolongados de los señores legisladores y señores ministros, puestos de pie, y del público de las galerías en igual forma, lo que agradece el señor presidente de la nación, poniéndose también de pie).... que integran, sin ninguna discusión, las fronteras de la República, lo mismo que el sector de la Antártida que le pertenece. (Aplausos prolongados) La solidaridad como la lealtad no se entienden sino como una acción y un sentimiento recíprocos. La unilateralidad es incompatible con la solidaridad. La República Argentina desea ser solidaria con todas las naciones de América, pero exige que América se haga solidaria por lo menos con sus propios e inalienables derechos. (Aplausos) No quiero descender a los detalles de nuestra acción internacional, que, por otra parte, es bien conocida por vuestra honorabilidad y por el pueblo. Todos nuestros actos pueden ser exhaustivamente analizados y al término del análisis de cada uno, siempre se hallarán los principios rectores que enuncié al comienzo "¡Lo que el pueblo quiera!" Señores senadores, señores diputados: He tratado de presentar ante vuestra honorabilidad el panorama de nuestra acción en el gobierno. Mis palabras han tenido por fuerza que ser abundantes porque las victorias han sido innumerables. He intentado inútilmente expresarlas en su verdadera magnitud y en su absoluta realidad. Si me fuese exigida una síntesis final que en pocas palabras resumiese todo cuanto hemos realizado, yo diría solamente una frase que es la suma expresión de nuestra victoria: ¡en nosotros y por nosotros ha vencido la patria! (Se ponen de pie y aplauden insistentemente los señores legisladores y señores ministros, así como el público de las galerías, agradeciendo el señor presidente de la Nación, igualmente de pie) Este mensaje que, como un "parte de victoria", enviamos hoy a las generaciones venideras y depositamos al mismo tiempo ante la presencia inmaterial de nuestro eterno conductor, el general San Martín (aplausos prolongados), será distinguido tal vez en lo futuro, de todos los otros documentos similares, como "el mensaje de la victoria". Cada una de sus realidades dirá con luminosa claridad a nuestros hijos, que en nuestros años, la República Argentina alcanzó la plenitud de sus tiempos y entró, definitivamente, por el ancho camino de la historia. No creo que tengamos, sin embargo, que envanecernos por ninguna de las cosas que hemos podido realizar. No sólo porque cuanto pudimos hacer es demasiado poco frente a los trabajos que esperan a la Nación en su brillante porvenir; sino porque en realidad nada hubiésemos realizado nosotros mismos sin la fuerza del pueblo que nos dio su corazón y sus destinos. En cada una de nuestras victorias yo he sentido triunfante la misma fuerza del pueblo que arrebató mi alma definitivamente en aquella noche eternamente luminosa del 17 de octubre de 1945. (Aplausos prolongados) Y cuando en cada una de nuestras victorias levantábamos un poco más arriba en los mástiles del mundo la bandera de los argentinos yo he sentido siempre algo así como si millones y millones de manos empujasen hacia arriba nuestro esfuerzo. ¡Cómo no vamos a reconocer entonces que en nosotros, con nosotros y por nosotros ha vencido únicamente la patria! Y ésa es la mejor victoria que podíamos haber ambicionado: las victorias de los hombres no duran en el tiempo sino por excepción; las victorias de los pueblos, en cambio, no se pierden tan fácilmente en la historia de la humanidad. Por eso nuestras victorias adquirirán derechos y prestigio de glorias inmortales: porque el pueblo las seguirá recordando como sus propias victorias a través de los años y de corazón en corazón se irán transmitiendo sus generaciones este parte victorioso que nosotros entregamos precisamente al pueblo en las últimas instancias de nuestro gobierno. Corresponde, agradecer humildemente a Dios que nos haya brindado tan magnífica oportunidad para escribir un capítulo tan bello en la historia de la República. Dice la leyenda de un antiguo poema anglosajón que en los últimos instantes de su vida Beowulfo, su principal actor, llamó a sus guerreros para decirles: "He pagado con mi vida este tesoro de joyas que juntos hemos conquistado. Después que yo me vaya ¡no demoréis! construid un túmulo alto de tierra que se vea desde la playa para que los navegantes perdidos en el océano dirijan hacia él las proas de sus buques." Recordando tan lejanas palabras, nosotros podríamos decir tal vez a las generaciones venideras: "Hemos pagado con nuestro sacrificio estas magníficas joyas que son la justicia social, la independencia económica y la soberanía política de la Nación. Después que nosotros nos vayamos, construid una montaña de piedra para custodiarlas y para que, viéndolas desde lejos, en el mar, las naves de los pueblos encuentren el rumbo que perdieron." (Los señores legisladores y público de las galerías aplauden y aclaman al señor presidente de la Nación) VERSION AGN Comienzo casette 148 - LADO B = tengo que encontrar Señores senadores, señores diputados: Una vez más, cumpliendo con el mandato de la Constitución Nacional, vengo a dar cuenta ante vuestra honorabilidad, de los actos que ha cumplido el Poder Ejecutivo durante el año administrativo de 1950. El año pasado, en esta misma fecha, ofrecí mi mensaje al Congreso Nacional como una rendición de cuentas ante el recuerdo del Gran Capitán, cuyo ejemplo nos conduce desde la inmortalidad. Quiero darle a este mensaje de hoy un destinatario tan alto como digno de San Martín, de sus glorias y de sus virtudes ejemplares: por esta razón lo dedico a la única grandeza que puede mirar de frente, sin deslumbrarse, la gloria del Libertador: ¡nuestro pueblo! (Aplausos) Nuestro pueblo, al que nosotros hemos asignado el sitio preferencial que le correspondía en la tarea y en la gloria de construir la nueva Argentina, el pueblo que nos acompaña y que nos empuja en esta ascensión permanente de la patria hacia sus altos destinos, merece no sólo este humilde homenaje sino toda nuestra admiración, nuestro cariño y nuestra gratitud. Por él y con él hemos trabajado. Por él y con él hemos empeñado luchas tenaces. ¡Por él y con él conquistado la victoria! Siempre he sentido detrás de mis espaldas empujándome hacia la victoria, el amor, la esperanza, la fe y la fuerza magnífica y opulenta de ese pueblo cuya grandeza y cuya felicidad está en todos mis pensamientos y en todos mis afanes. Napoleón solía decir frecuentemente que muchas veces, en sus grandes momentos, se había sentido conducido por sus ejércitos... Salvando las distancias, yo puedo afirmar con profunda y absoluta franqueza, que muchas veces, y sobre todo en los momentos difíciles de mi gestión gubernativa, me he sentido llevado por mi pueblo. (Aplausos) Cuando se tiene la inmensa responsabilidad de la conducción de una Nación como ésta, que empieza a subir aceleradamente por el camino ascendente de la parábola histórica y que tiene por lo tanto toda la fuerza y todo el ardor de la juventud que no admite dilataciones ni retaceos, entonces se agradece a Dios que el pueblo de la Nación que se debe conducir sea como este pueblo nuestro capaz de recibir, de comprender y de abrazar con todas las energías de su vida, y aun a costa de su vida, una causa justa, noble y generosa. (Aplausos) Por eso, yo considero que vuestra honorabilidad tendrá también por justiciero este homenaje que rindo al auténtico pueblo argentino: al de nuestros hombres y mujeres humildes, al de nuestros ancianos y de nuestros niños, al de nuestros trabajadores; al heroico y esforzado pueblo de los Descamisados para quienes reclamo la gloria y el honor de haber abierto en la historia de la humanidad el capítulo de esta nueva Argentina. (Aplausos) Quiero advertir al Honorable Congreso que, en el curso de este mensaje, no me será posible exponer en forma exhaustiva la obra realizada por nuestro gobierno. He preferido por ello hacer llegar, a cada uno de los señores legisladores, todos los elementos de juicio que, debidamente documentados, han preparado los distintos departamentos de Estado como reseña general de sus actividades; así como una síntesis estadística que refleja, en cifras, la situación del país en estos momentos y las etapas anuales de su evolución. Yo he de limitarme a señalar los resultados generales, probando cómo en ellos se ha cumplido la doctrina que el pueblo aceptó cuando decidió poner en nuestras manos la bandera de la patria para que nosotros la llevásemos a sus grandes destinos. He de demostrar hoy, una vez más, que actuamos -y eso sucede por primera vez en la historia nacional- de acuerdo con una doctrina que no es solamente política sino una doctrina integral que puede aplicarse como teoría a todos los aspectos económicos, sociales y políticos del gobierno y de la vida nacional. (Aplausos) Nuestras formas de ejecución -es decir, los actos de nuestro gobierno- no responden a razones circunstanciales ni a presiones externas como en otras épocas. Actuamos, eso sí, sobre la realidad eternamente variable de las circunstancias, pero cada resolución de cada problema está encuadrada dentro de las normas generales de una teoría y tiene sus fundamentos en la sólida base que son los principios generales de la doctrina justicialista creada por nosotros. Claro está que no basta tener una doctrina ni una teoría para gobernar. Es necesario "realizarla". Para poder realizarla nos lanzamos a la lucha por la independencia económica y la soberanía política. Tuvimos éxito en la lucha pero nadie podrá negar que supimos construir nuestra victoria. (Aplausos) La gran diferencia entre la Argentina que recibimos y la que vamos a entregar a las generaciones futuras es muy simple pero muy honda: en la nueva Argentina el pueblo decide sus propios destinos. ¡Hemos tomado el timón de la patria que marchaba a la deriva y ahora los argentinos podemos dirigirla hacia el puerto que nosotros queremos! El pueblo quiere que lo conduzcamos hacia la total realización de nuestra doctrina justicialista. Nosotros sólo cumplimos el mandato del pueblo. Eso es lo que quiero probar en este mensaje: que el justicialismo cumple con el pueblo haciendo la grandeza de la Nación y la felicidad de los argentinos... (Aplausos prolongados) Cuando en 1946 iniciamos nuestra gestión gubernativa y realizamos el primer análisis de la situación, me encontré con que el problema que planteaba al país la reforma social que nosotros habíamos iniciado en la Secretaría de Trabajo y Previsión era mucho más serio de cuanto, tal vez, nosotros mismos habíamos previsto. La reforma social estaba en marcha y no podía ya detenerse en su camino. Precisamente porque el pueblo la había aceptado, como expresión de deseos postergados durante un siglo, nosotros habíamos llegado al gobierno. Tal vez ni el mismo pueblo que votó por la reforma social cuando votó por nosotros, advirtió muy claramente que aquella reforma estaba destinada a caer como una montaña sobre él y sobre nosotros si no concebíamos y realizábamos una reforma económica y una reforma política capaz de sostener con bases inconmovibles el andamiaje primero y después el edificio de nuestra reforma social. Muchas veces he dicho esto mismo; pero cada vez que pretendo explicar el sentido de nuestras realidades debo partir de allí. ¡También sabían nuestros adversarios que el problema era difícil, pero ellos lo consideraron de imposible solución y se dedicaron durante la primera mitad de nuestro gobierno a vaticinar la inminente caída del andamiaje por nosotros construído!... ¡Felizmente para el pueblo argentino ellos se equivocaron!... (Aplausos) Pensaron y dijeron que nosotros éramos solamente demagogos..., hombres capaces nada más que para la fácil tarea -según ellos- de ofrecer y de dar buenos salarios y buena conversación a los obreros, pero incapaces de sostener las conquistas sindicales a través de algún tiempo y sobre bases sólidas! Ellos ya sabían indudablemente, a través de los años que habían simulado gobernar el país, todo lo que nosotros empezamos a aprender recién el día que yo llegué a la Casa de Gobierno como presidente de la República. Ellos sabían que el país era dirigido por grandes intereses extranjeros e internacionales. Ellos sabían que el gobierno argentino había sido, hasta entonces, títere manejado desde bambalinas por una serie interminable de hilos conducidos desde lejos por dos o tres manos poderosas cuya fuerza todavía intenta señalar el camino de los gobiernos y de los pueblos. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos) Ellos no ignoraban que para sostener nuestra reforma social nos sería necesario enfrentarnos con fuerzas extraordinariamente poderosas, y juzgaron anticipadamente que nuestra derrota sería inevitable. Ellos sabían demasiado bien que la reforma social exigía como única pero irreemplazable condición para sostenerse que realizáremos apresuradamente la reforma económica; que esta reforma no podía efectuarse si no proclamábamos y alcanzábamos total, absoluta y efectivamente la independencia económica y la soberanía política..., y que hacerlo importaba nada menos que mutilar en el mundo el imperio secular de la más poderosa plutocracia internacional que haya conocido la historia. Por eso nuestros adversarios auguraban con tanta certeza y con tanto regocijo nuestra derrota. ¡Y eso es lo que la patria no les perdonará jamás! (Aplausos) Podría perdonarles tal vez que la hubiesen abandonado creyendo que la lucha era estéril; podría tal vez incluso perdonarles que la hayan entregado a sus enemigos sin un gesto de dignidad..., ¡pero no podrá jamás perdonarles que hayan gozado prematuramente la posible derrota de unos cuantos hombres honrados que habían decidido quemar sus naves para salvarla! Porque la verdad es que quemamos nuestras naves cuando hicimos la reforma social. Desde allí ya no era posible retroceder. Habíamos enseñado al pueblo el camino de la justicia social. Pero la justicia social no se sostiene con palabras ni con decretos: ¡la justicia social se sostiene con una economía sólida y cae sobre sus sostenedores cuando se acaba la riqueza que hay que distribuir! Y en 1946 estaba prácticamente agotada la economía nacional porque habíamos distribuido más de lo que quizás podía darse. Pretender seguir distribuyendo al pueblo nuevas riquezas que no teníamos hubiese sido engañarlo y engañarnos creando situaciones de extraordinario peligro para la paz y la estabilidad social. De lo sublime que era la reforma social hubiésemos dado el paso a lo ridículo y caído víctimas de nuestras propias creaciones iniciales. Ése fue el paso que esperaron inútilmente los enemigos del país porque no contaron con nosotros. Contaron con todas las dificultades que el mundo ponía en nuestro camino; contaron con el poderío de todas las fuerzas que iban a oponerse a nuestra voluntad de soberanía, e incluso las galantearon ante la victoria que de ellas esperaban, con la ilusión de convertirse en sus conspicuos mercenarios. Pero no contaron con la fuerza que el corazón de un pueblo que se levanta puede poner en el corazón de los hombres que deciden lealmente conducir su bandera a la victoria. (Aplausos prolongados) Señores: ¿qué hemos hecho para conseguir la victoria?, ¿cómo lo hemos hecho? Tal tema ha sido muchas veces expuesto por mí incluso en este mismo recinto y en iguales circunstancias a la que hoy nos reúne. Ya vuestra honorabilidad y el pueblo argentino saben perfectamente bien cuáles fueron nuestras luchas... (Aplausos) ¡Bueno será que hoy nos ocupemos de los resultados obtenidos!... ¡Y que en vez de hablar del dolor de las batallas consagremos esta mañana al recuerdo de las victorias! (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos) Siempre he dicho que la gran finalidad de nuestro movimiento es la grandeza de la Nación y la felicidad de los argentinos. Nuestra victoria abarca precisamente estos dos aspectos. La primera parte de mi exposición tenderá a demostrar que la grandeza nacional es mayor que cuando llegamos al gobierno. La segunda parte probará que los argentinos son ahora más felices que entonces. (Aplausos prolongados) El objeto de nuestra reforma económica fue siempre muy claro para nosotros porque consideramos en todo momento que el bienestar material de la Nación se consigue por los mismos medios con que suelen alcanzarlo los hombres y las familias: con buenas ideas, con mucho trabajo y, ¿por qué no decirlo?, también con buenos negocios. Las buenas ideas no han faltado nunca en el país; durante cien años mucha gente había pensado quizá en la independencia económica, y aun en la economía social. Nadie tuvo, sin embargo, la suerte o el valor de hacer lo que pensaba. (Aplausos) Nosotros recogimos todas las buenas ideas que encontramos en nuestro camino a la Casa de Gobierno y cuando llegamos allí pusimos lo que faltaba: mucho trabajo, e hicimos lo que suelen hacer los hombres para alcanzar un cierto bienestar económico: buenos negocios. (Aplausos) ¿Cómo lo hicimos? Eso es cosa ya bien sabida por el pueblo. ¿Alcanzamos con ello el bienestar económico que pretendíamos conseguir? Hoy, con los resultados en la mano, resulta fácil contestar. La conducción política es tan buena o tan mala como sean sus resultados. Si se tiene éxito es porque la conducción ha sido buena. Si se fracasa es porque indudablemente ha sido mala. En materia económica nadie puede negar que nuestros resultados han sido buenos. En los dos primeros años de mi gobierno preparamos la gran batalla con luchas parciales que fueron conformando nuestra reforma económica total. Indudablemente, en 1948 y 1949 libramos la gran batalla y soportamos una crisis económica difícil... que sólo pudimos sobrepasar porque la habíamos previsto y porque supimos adoptar oportunamente las medidas necesarias a fin de que sus consecuencias no afectasen substancialmente la economía del pueblo. Ahora podemos ya afirmar que el país no tiene problemas económicos. Los resultados están a la vista: la riqueza nacional es extraordinariamente mayor que en 1946. Y el bienestar económico del pueblo ha crecido paralelamente con la riqueza nacional porque ésta no ha quedado en manos de la oligarquía, ni en manos del capitalismo extranjero (aplausos prolongados), ni ha ido a engrosar la fortuna de ningún intermediario, ni siquiera ha quedado en manos del Estado: ¡ha recorrido todo el camino que debía recorrer para llegar a su natural destinatario, que es el pueblo! Podemos tomar el ciclo económico nacional en cualquiera de sus partes y empezar a recorrerlo desde allí a través de sus distintas etapas y en cada una de ellas nos será posible comprobar cómo es verdad lo que acabo de afirmar: el país es más rico; la riqueza está mejor distribuida. Así, por ejemplo, si tomamos el ciclo económico en su fase de producción, que es la fuente misma de la verdadera riqueza de un país, advertimos enseguida cómo ha incidido sobre todas sus formas nuestra política económica. Nuestra producción agropecuaria, que surte de alimento al mundo entero, ha variado substancialmente sus antiguos horizontes. En 1946 esa riqueza era tal vez aparentemente mayor que en 1949. En 1950 ya las cifras han superado a las de 1946, pero la situación ya era en 1949 totalmente distinta que en los comienzos de nuestro gobierno. En 1946 la riqueza agropecuaria argentina estaba en manos extranjeras. Los argentinos la creaban en sus campos con su trabajo infatigable luchando con la tierra de sol a sol. Después, todo lo demás lo hacían manos y capitales extranjeros: adquirían cosechas y ganados, los transportaban en ferrocarriles extranjeros, y en barcos extranjeros, asegurados y reasegurados en el extranjero, los llevaban a países extranjeros donde hombres y mujeres extranjeros comían pan y carne que no tenían las mesas de los hogares argentinos. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos prolongados) En 1950 todo el largo proceso ha quedado en nuestras manos y lo único foráneo que queda del ciclo de nuestra riqueza agropecuaria son los consumidores, y ese derecho lo otorgamos cuando nos pagan lo que es justo y recién después que la mesa de los hogares argentinos ha sido bien cubierta. Por eso pudimos empeñar recién en 1950 una intensa campaña de fomento de la producción agropecuaria, de cuyos resultados me considero profundamente satisfecho. Hemos alcanzado todos los fines que nos propusimos al iniciarla. La curva de la producción agraria, que venía descendiendo desde hace una década, ha retomado el camino ascendente y en la medida necesaria para satisfacer nuestro consumo interno progresivamente mayor, nuestra creciente industria y nuestro mercado internacional cada vez más diversificado, factores que exigen naturalmente una mayor producción. ¿Cómo hubiésemos podido pedir en 1946 una mayor producción agropecuaria y hacerlo seriamente si no poseíamos entonces ninguno de los medios económicos para fomentarla primero y defenderla después? En 1950, en cambio, pusimos a disposición de nuestros campos todos los recursos de nuestra organización económica; nuestras mejores semillas; nuestros medios de lucha contra las plagas; el sistema bancario con sus ventajas crediticias; nuestras divisas para adquisición de maquinarias agrícolas; precios anticipados a la siembra misma; nuestro sistema de elevadores, nuestros transportes, nuestros silos, nuestros puertos, nuestros barcos, nuestros seguros y nuestro sistema de comercialización interna e internacional, etcétera. El sistema bancario volcó por ejemplo en 1950 todo su esfuerzo crediticio hacia la reactivación agropecuaria, rebajando el tipo de interés de las operaciones; concediendo créditos por el valor íntegro de la tierra o de los elementos necesarios para el trabajo, atendiendo todo el ciclo de la producción; apoyando fundamentalmente y con créditos preferenciales la acción de las organizaciones cooperativas, etcétera. Pero todo este esfuerzo se puede medir fácilmente en número; solamente en 1950 el Banco de la Nación ha aumentado su cartera agraria de 990 a 1.730.000.000 de pesos y la cartera agropecuaria total del sistema bancario nacional está actualmente en los 5.000.000.000 de pesos. Algunos valores comparativos permitirán apreciar mejor esta acción positiva: desde 1941 a 1945 el mismo organismo bancario realizó operaciones, en su mayoría agropecuarias, por valor de 10.000.000.000 de pesos. Desde 1946 a 1950 esta cifra ascendió a 33.000.000.000 de pesos con 2.000.000 más de operaciones efectuadas. Este hecho no tiene solamente su explicación en razones de mayor o menor intensidad del esfuerzo realizado. La causa es más honda. Para distribuir así la riqueza monetaria fue necesario, previamente, nacionalizar los depósitos bancarios a fin de que el dinero inerte y estéril se convirtiese en promotor del trabajo... El dinero argentino desde nuestra reforma ¡y eso es fundamental!, ya no es el símbolo frío y materialista del capitalismo. Ha dejado de servir al capital. Ya no es instrumento del poder económico. Ha pasado a servir a nuestro pueblo como el más fecundo de sus instrumentos materiales: el dinero argentino puede ostentar dignamente en sus signos monetarios los símbolos más sagrados de la nacionalidad precisamente porque ha dejado de ser cadena de explotación para convertirse en instrumento de libertad. (Aplausos prolongados) ¡Qué importa entonces que se le atribuya fuera del país una menor valía! -que esto fue por otra parte transitorio-. Lo que a nosotros nos importa es que antes, valiendo más, servía para explotarnos y que ahora, aun si valiese menos, lo usamos para ser más dignos porque el trabajo que el dinero promueve nos da precisamente dignidad. (Aplausos prolongados) A la acción crediticia del Banco de la Nación debemos agregar, como causa del aumento de la producción agraria, el ponderable esfuerzo de mecanización del campo realizado por nosotros. El año pasado dispusimos invertir 600.000.000 de pesos para la importación de maquinaria agrícola, distribuidos en un plan de tres a cinco años. Hoy puedo informar a vuestra honorabilidad que la totalidad del plan ha sido prácticamente cubierto, puesto que el Banco Central ha comprometido ya divisas por 650.000.000 de pesos en operaciones que han tenido principio de ejecución y se van desarrollando progresivamente. No se ha dejado de tener en cuenta el progreso de la industria agrícola argentina ya que estamos decididos a conseguir, en el segundo Plan Quinquenal, la autarquía del país en este fundamental terreno de la economía nacional. En otro aspecto de la campaña de fomento de la producción agropecuaria debo señalar la política oficial en materia de semillas seleccionadas, mediante la venta de las mismas al productor a precios inferiores al costo. Desde 1947 esta ayuda especial al productor agrario ha representado un esfuerzo total de 45.000.000 de pesos, de los cuales han sido invertidos en 1950, 18.000.000 de pesos que se financiaron, como en los años anteriores, por el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio... ¡la creación que nuestros adversarios quisieron hacer aparecer como el pulpo devorador de la riqueza agraria! Un factor de acción directa sobre el crecimiento de la riqueza agropecuaria ha sido también indudablemente nuestra política colonizadora de la tierra argentina, realizada bajo el principio doctrinario que viene inspirando esta acción peronista desde nuestros tiempos de la Secretaría de Trabajo y Previsión: la tierra para el que la trabaja. (Aplausos prolongados) Bajo ese principio tutelar sancionó vuestra honorabilidad nuestra ley de tierras y bajo ese principio realizamos nuestra obra colonizadora. Las cifras son concluyentes: desde 1941 a 1946 la Nación había adjudicado 55.000 hectáreas de tierras por valor de 8.000.000 de pesos. Desde 1946 a 1950 hemos adjudicado y entregado 455.000 hectáreas por un valor total de 126.000.000 de pesos. De esta acción se beneficiaron 3.200 familias argentinas que saben positivamente que el gobierno peronista cumple. Por imperio de la ley de tierras el Poder Ejecutivo ha otorgado por conducto del Ministerio de Agricultura 4.480 títulos de propiedad, permisos y concesiones que benefician a otras tantas familias. ¿Hubiese podido realizarse esta acción cuando el gobierno era manejado por una oligarquía de terratenientes o de serviles abogados de intereses extranjeros? (Aplausos prolongados) Asigno una gran importancia, decisiva para el incremento de la producción agropecuaria, a los precios que anticipada y oportunamente garantizó el gobierno tanto a los cereales como a las carnes. Por primera vez en la historia agrícola argentina, los precios -no superados nunca- fueron fijados por el gobierno antes de iniciarse las siembras y, aun más, fueron reconsiderados con un aumento cuando las mejoras sociales del trabajador rural incrementaron los costos de la producción, y serán nuevamente reconsiderados en la medida en que las ventas al exterior produzcan utilidades que serán distribuidas entre los productores. (Aplausos prolongados) Los precios ganaderos provocaron también, juntamente con otras medidas de gobierno, un extraordinario impulso en el terreno de la producción pecuaria. No puedo menos que recodar en este momento el desconcierto que produjo en nuestros críticos, y especialmente entre nuestros adversarios, la fijación de mejores precios ganaderos. Algunos creyeron que nos habíamos equivocado. La mayoría pensó que habíamos perdido definitivamente el equilibrio. Estaban suspendidos nuestros embarques a Inglaterra y todo hacía suponer que el excedente normal de producción provocaría una caída de los precios. Eso, señores, pudo suceder si nuestra anormal situación comercial con Inglaterra se hubiese producido en 1946. Pero en 1950 el escenario de los hechos era fundamentalmente distinto: el pueblo argentino con mejores salarios debido a una industria próspera y a una producción adecuada, consumía gran parte del posible excedente y el resto salía de puertos argentinos, en barcos argentinos, hacía todos los rumbos del mundo llevando lo que antes, en barcos extranjeros, iba solamente a Inglaterra. (Aplausos prolongados) Por eso pudimos "equivocarnos" aumentando los precios ganaderos y de paso eso nos sirvió para defender nuestras carnes en el mercado internacional. De vez en cuando suele sugerírsenos la fijación de menores precios a la carne y a otros productos de exportación en el mercado interno. Es conveniente aclarar que los precios internos de los productos que se exportan deben responder al precio internacional y que, aun cuando aquí parezcan excesivos, no lo son en realidad desde que nos dan poder adquisitivo en monedas fuertes para obtener en el exterior los bienes que nos son necesarios a precios compensatorios. Todos los factores que he mencionado en general y especialmente la ayuda crediticia, el esfuerzo de mecanización agraria, la venta de semillas seleccionadas, las campañas de lucha contra las plagas, los mejores precios, etcétera, han dado como resultado un extraordinario aumento de la producción agropecuaria. Con respecto a 1949 la superficie sembrada con cereales y lino aumentó en un 13%, equivalente a 2.000.000 más de hectáreas, y la producción efectiva ha superado a la de 1949 en un 35%, lo que importa un aumento absoluto de 3.000.000 de toneladas. Con respecto a 1946 la producción de cereales y lino, estimada para la cosecha 1950/51, se ha incrementado en un 10% y es la mayor cosecha obtenida desde 1943. La producción de cultivos industriales de 1950 fue superior en un 6% a la registrada en 1946, la de fruta en un 9% y la de papas en un 24 por ciento. La producción ganadera puede medirse por índices indirectos. El aumento del faenamiento, por ejemplo, se estima en progresivo incremento desde 1946 a pesar de las dificultades que ocasionó la sequía de 1949. En 1949 se faenaron en todo el país 1.800.000 cabezas más de ganado que en 1946; y solamente la población de la Capital y el Gran Buenos Aires consumió, en 1950, 1.000.000 más de cabezas que en 1945. No quiero dejar de señalar en este capítulo de la producción agropecuaria cuánto ha hecho el país, con el apoyo técnico y financiero del Estado, para obtener su autarquía en lo que respecta a numerosas productos, tales como tabaco, té, algodón, piretro, cáñamo, morfina, guayule para caucho, alcanfor, coca y quina, etcétera, y me complazco destacando cómo el ingenio industrial de los argentinos va abriendo nuevas rutas a la producción primaria; y, a los esfuerzos que ya están en plena realización, se añaden ahora los que intentan ya en forma efectiva producir papel con el bagazo de trigo y caña de azúcar, bolsas de arpillera con estopa de lino oleaginoso, hilado de seda natural, etcétera. Todos estos ponderables esfuerzos tienen el éxito asegurado en la nueva Argentina, porque el Estado no defiende ya a los intereses extraños a la Nación... desde que ha hecho norma de su conducta la primera verdad del peronismo que dice: "La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo". (Aplausos prolongados) Yo no quiero terminar esta etapa de mi mensaje referida a la producción agropecuaria sin dedicar dos palabras de íntimo y profundo agradecimiento a los hombres y mujeres que trabajan en el campo. Ellos, propietarios, arrendatarios, y obreros del campo, han sabido responder patrióticamente a mis llamados. Justo es que hoy, en este día en que recordamos nuestras victorias, hagamos honor al esfuerzo por ellos realizado. El campo argentino seguirá en lo sucesivo el nuevo ritmo de progreso iniciado en 1950. El gobierno no retaceará su ayuda cualquiera sea el sacrificio que deba realizar. El país no olvidará jamás que parte de su independencia económica fue alcanzada a costa del esfuerzo de sus agricultores. Lo justo es que ahora la independencia económica sirva al bienestar del campo argentino. Los productores agrarios deben continuar por otra parte organizándose en cooperativas tal como lo he aconsejado en otras oportunidades, eliminando de sus agrupaciones primarias o de segundo grado a los elementos profesionales que los utilizan como instrumento de sus ambiciones personales de carácter económico o político. Mientras llega el momento en que los mismos interesados se libren de tales perniciosos tutelajes el gobierno reitera su decisión de ayudar directamente a los auténticos productores y a sus organizaciones, sin distingos de ninguna naturaleza. Nuestro propósito, en este orden de cosas, se verá suficientemente satisfecho cuando la producción agrícola y ganadera del país esté totalmente en manos de los mismos productores y ello sólo se logrará cuando las organizaciones cooperativas cubran todo el país y protejan la producción desde el campo hasta el consumidor, argentino o extranjero, substituyendo al mismo Estado en la etapa comercial que ahora debemos realizar nosotros; porque el gobierno no tiene por finalidad el enriquecimiento del Estado sino el bienestar del pueblo. (Aplausos) Y para eso hemos luchado durante tres años con las fuerzas económicas más poderosas a la tierra... ¡para eso fuimos a Tucumán en 1947 y bajo la mirada augusta de la patria, proclamamos su independencia económica! (Aplausos) La producción industrial, fuente indudable de riqueza, ha cumplido también, en estos cinco años de mi gobierno, y aun superando muchas de nuestras previsiones del primer Plan Quinquenal, una etapa de vigoroso progreso. No necesitaría esta afirmación el aporte de mayores pruebas: la realidad está en todos los rincones del país. Parece que cada argentino se hubiese asignado a sí mismo la obligación de hacer algo nuevo. Yo no salgo de mi asombro -a pesar de haber previsto esta realidad que sin embargo supera a mis mejores sueños-, no salgo de mi asombro -repito- cuando veo cómo el ingenio, la habilidad, el esfuerzo, el sacrificio, el espíritu emprendedor de los argentinos se expresa cada día bajo nuevas formas industriales y la Nación entera va siendo cubierta progresivamente con infinito número de fábricas. En cada una de ellas, señores, el movimiento peronista puede ver su propio triunfo como una victoria más de la nueva Argentina. Y podemos asignarnos esta victoria con las mismas palabras de nuestros adversarios que, como todas las mentiras, caen ahora sobre ellos aplastándolos con el peso indiscutible de la verdad. Ellos nos acusaron, durante los tres primeros años de mi gobierno, por el "error" que según ellos cometíamos promoviendo el incremento industrial de la Nación. Decían que el país no podría soportar el crecimiento industrial; que íbamos a romper el equilibrio económico de la República; que despoblaríamos el campo cegando así las fuentes primarias de la riqueza nacional; nos atacaron sin ninguna reserva cuando empezamos a industrializar la producción agraria, como en el caso del lino, declarando que con ello íbamos a cerrar nuestros mercados compradores del exterior; dijeron que era una locura electrificar la Nación para descentralizar la industria y abrirle nuevas posibilidades; y cuando alguna vez, en la ejecución de nuestros planes, aparecieron las dificultades propias de las grandes empresas, entonces celebraron nuestra aparente derrota como si en ella no hubiese podido ser vencida -de alguna manera también- la misma patria. Pero al señalar nuestros planes como errores hicieron conocer al pueblo argentino que eran exclusivamente nuestros; y que los llevábamos adelante a pesar de la enconada oposición que ellos nos hacían. Ahora, que nada de cuanto ellos anunciaron sucede...; ahora, que el progreso industrial es una inmensa y absoluta realidad... ¿quién puede negarnos el inalienable derecho de reclamar, para nosotros, la gloria y el honor de decir que cada fábrica es un triunfo de la nueva Argentina que se levanta en nuestros brazos ante la admiración y el respeto de los hombres y de los pueblos? (Aplausos prolongados) Pero yo quiero dar las pruebas concretas de la magnífica realidad industrial que está viviendo la Nación. También en este aspecto de la actividad económica el año 1949 fue indudablemente la curva difícil del camino. Sólo realizando equilibrios casi imposibles pudimos evitar la paralización industrial. Los industriales y los obreros argentinos saben las angustias que hemos pasado juntos... porque ellos veían agotarse muchas veces los materiales y elementos de trabajo en sus fábricas, y nosotros los veíamos escasear en todas partes. El mundo entero soportaba una crisis de divisas que en nuestro país fue más grave por muchas razones: porque después de una formal promesa fuimos excluidos del plan Marshall; porque luego de habérsenos asegurado la compra total de nuestras cosechas tuvimos que esperar un año para venderlas; porque perdimos la producción de 1949 y con ella $1.000.000.000; porque la libra esterlina inconvertible rompió nuestro antiguo comercio triangular con Inglaterra y Estados Unidos para llevarnos al déficit de nuestros saldos comerciales con Norte América, etcétera. ¡Todas, causas ajenas absolutamente a nuestra voluntad! Arrriba casette 148 lado B - que no lo encuentro DESDE ACA para abajo - casette 149 - lado A mas o Algunas veces he dicho ya, qué fácil nos hubiese resultado salir del atolladero, si no guiase nuestra conducta una doctrina como el justicialismo, que tiene todas las posibilidades menos una: sacrificar al pueblo. Nosotros hubiésemos podido hacernos de numerosas divisas con unas pocas medidas de gobierno muy simples pero muy productivas. Nos hubiese bastado por ejemplo disponer que el pan que comen los argentinos no fuese tan blanco. Con el trigo que así, no llegase al pueblo, pudimos haber hecho divisas. Pudimos tal vez resolver, por ejemplo, que la mitad de la producción de zapatos fuese al exterior; teníamos mercados para ella; y no lo hicimos porque de aquel modo el calzado hubiese costado dos veces más de lo que cuesta, y muchos argentinos se hubieran quedado sin él. Con sacrificar un poco al pueblo no hubiesen escaseado nunca divisas en el Banco Central. Yo preferí sacrificar otras cosas: ahorramos divisas que antes se gastaban en artículos de lujo, en los excesivos viajes de funcionarios al exterior, en negocios especulativos, en personal diplomático que no cumplía ninguna misión útil en el extranjero, en automóviles de lujo, y con las divisas que así conseguimos hacer, adquirimos luego combustibles, maquinarias y equipos industriales para nuestros servicios públicos, máquinas agrícolas, equipos electrógenos, etcétera. Tal vez en este momento pueda hacerse una simple aclaración: los premisos especiales otorgados para la importación de automóviles fueron acordados sin uso de divisas, y para aquellos casos en que se demostraba fehacientemente que el interesado poseía divisas en el exterior. Con ello, en realidad, se aportó indirectamente al país una cantidad de divisas que no hubiese venido de otra manera. Por todos estos procedimientos y argucias logramos vencer la crisis de medios de pago externos que soportábamos en 1949 (Perón dice 1946)... y ya en 1950 pudimos abrir un poco las manos y otorgar permisos de cambio con uso de divisas por un valor de 3.900.000.000 de pesos a los que deben añadirse 800.000.000 de pesos en permisos sin asignación de cambio. La crisis no llegó sino muy levemente al pueblo mismo. Nos quedan todavía algunos problemas derivados de aquella situación, como el transporte de la ciudad de Buenos Aires, de Rosario, de Córdoba y de otras ciudades del país, que en los próximos meses tendrán la solución adecuada y conveniente para que el servicio se cumpla como un pueblo que trabaja se merece. La situación monetaria que acabo de exponer estuvo a punto de paralizar el progreso industrial de la Nación. El esfuerzo económico del gobierno, tal como lo acabo de exponer, unido al ingenio y al trabajo del pueblo, impidieron que la obra comenzada con tanto cariño y con tanto sacrificio en 1946 se viniese verticalmente abajo. Hoy podemos, en cambio, gozar con la victoria. Hoy podemos decir con toda verdad que la mejor protección de nuestra industria fue, precisamente, la escasez de divisas. Ella aguzó el ingenio de nuestros técnicos, de nuestros obreros y de nuestros industriales, que empezaron a buscar en el país lo que no podían traer del extranjero, y nos ahorró así el trabajo de crear barreras aduaneras. Solamente de esta manera se explica que en 1950 se solicitaran 5.795 patentes y 18.518 marcas de fábricas, superando todos los precedentes, denuncian la actividad creadora del país. Las últimas cifras acerca del volumen físico de la producción industrial revelan que en agosto de 1950, el índice del volumen físico alcanzó la cifra máxima del proceso industrial de la Nación, llegando a un nivel de 161 contra 149 sobre 100 de 1943, del mismo mes del año anterior. Tiene especial importancia consignar que este extraordinario índice ha sido logrado a pesar de la notable disminución que en aquella época sufría la producción de artículos de caucho y la de armado de máquinas importadas. SEGUIR ACA La estimación de los salarios pagados, que en 1947 fue de 3.000.000.000 de pesos, ha ascendido en 1950 a 6.700.000.000, y esta apreciación ha permitido que el promedio (Peron dice progreso) de los salarios nominales del peón industrial ascendiese, en igual período, de 135 a 370. (peron dice a 370 como... y una palabra que no se escucha El incremento del volumen físico de la producción se viene operando a pesar de la plena ocupación que tenemos; y, relacionando precisamente el número de obreros ocupados con el volumen físico de la producción, se obtiene el índice de productividad neta, que da la explicación inesperada por nuestros críticos y por nuestros adversarios: durante mucho tiempo dijeron a todos los vientos que habíamos "echado a perder" al obrero argentino, que lo habíamos mal enseñado, que no volvería ya a producir como antes. En esto último tal vez tengan razón: ¡ningún obrero argentino será jamás objeto de ninguna explotación! Pero ahora resulta que con el mismo número de obreros se produce más, y eso no puede tener más que una sola explicación: los obreros trabajan mejor. Nosotros ¡únicamente nosotros!, tenemos el derecho de esta nueva victoria. Durante tres años tuvimos que aceptar los argumentos de los enemigos de la clase trabajadora. Los obreros producían menos; pero, ¿cómo no iban a producir menos? Después de haber sido explotados, empezaban a sentirse respetados. Después de haber sido considerados casi como animales, empezaban a sentirse tratados como hombres. Después de haber vivido en la miseria, conocían por primera vez la cara de la abundancia. Acostumbrados a la amargura de la pobreza, empezaban a saber de qué color era la alegría y la felicidad. Nos acusaron diciendo que gastaban mal el dinero que ganaban en exceso; ¡como si los pobres no tuviesen que pagar también como los ricos el aprendizaje que significaba....APLAUSOS Y UN UNA BACHE DE UNOS SEGUNDOS EN SILENCIO Y VUELVE A APLAUSO Y SIUGE HABLANDO = BOARAR ESE BACHE llegar a saber cómo se maneja el dinero! ¡Ahora que los obreros ahorran, empiezan a decir que no conviene darles dinero porque no saben ya en qué gastarlo! Parece, señores, que al alma egoísta de los ricos le doliese el dinero cuando llega a las manos de los pobres. ¡Como si fuera la sangre misma de sus venas no pueden verlo fuera de sus bolsillos! Así como antes los escandalizó el aflojamiento general del esfuerzo productivo, ahora les sorprende el incremento neto de la productividad. Este no es, sin embargo, un resultado imprevisto para nosotros, que hemos también construido este nuevo éxito, propugnando la formación de una conciencia social en los obreros, reclamándoles más producción; aconsejándoles, incluso; capacitándolos en nuestras escuelas; formando técnicos cada vez más hábiles y mejor preparados, etcétera, aunque la razón más importante debe ser, indudablemente, el mayor bienestar y la mayor seguridad, el sentirse los trabajadores protegidos en su presente y en su porvenir por la realización auténtica de los derechos que la Constitución justicialista ha consagrado como ley definitiva e irrenunciable en esta tierra. Yo me alegro, por otra parte, cuando compruebo, a través de las estadísticas de conflictos obreros, que el entendimiento entre el capital y el trabajo es cada vez mayor. En 1950 en número de huelgas fue inferior en un 370% con respecto a 1946 y el número de huelguistas disminuyó en un 244%. En 1950 se produjeron en todo el país solamente 30 conflictos obreros; la cifra más baja de todo mi gobierno. El ausentismo por motivos particulares, que refleja el índice alcanzado por el espíritu de trabajo, sigue descendiendo desde 1948. Si el progreso industrial asienta uno de sus pilares en la reforma económica por nosotros realizada, es indudable que el otro pilar, más poderoso que el primero, es el espíritu, el corazón, el músculo y la inteligencia de los obreros argentinos, que gracias a nuestra reforma social han alcanzado una más vigorosa personalidad. Muchas veces he oído decir a los industriales extranjeros que han venido a trabajar en la paz de nuestra tierra, que ya no quedan, en el mundo, obreros como los argentinos, que en ninguna parte aprenden su trabajo con tanta rapidez y lo realizan luego con tanto cariño. Lo único que se debe hacer, en cambio -suelo decirles yo-, es tratarlos bien. Pagarles lo justo, tal vez no sea quizá lo fundamental, pero tratarlos dignamente, sí. Yo he querido repetir aquí los elogios que hombres desapasionados hacen de nuestros trabajadores, como acto de homenaje y de desagravio frente a todo lo que de ellos han ido desparramando por el mundo los viejos y resentidos políticos de la industria y del comercio, que constituyeron la oligarquía plutocrática destruida por nosotros. Las cifras estadísticas de la producción industrial me han permitido analizar hasta aquí en forma casi exclusiva el factor humano, creador de la riqueza que nace en nuestras fábricas y en nuestros talleres. Ahora quiero detener un momento la atención de vuestra honorabilidad sobre las causas económicas que han determinado nuestro progreso industrial. Estadísticas elaboradas por los organismos técnicos de las Naciones Unidas asignan a la República Argentina un índice de incremento industrial del 73% con respecto a 1937 y ocupa así el primer lugar en la serie internacional del progreso fabril. Es indudable que ha incidido, en nuestra envidiable situación, el haber trabajado en un ambiente propicio de paz y tranquilidad, pero si bien no hemos afrontado esfuerzos militares, nos ha tocado enfrentar una lucha económica sin cuartel y sin escrúpulos sobre cuyos frentes variados y variables levantamos ahora las banderas de nuestra victoria. En los aspectos económicos de nuestro desarrollo industrial ha pesado ciertamente también, y en forma extraordinaria, nuestro sistema bancario. En 1946 la reforma bancaria dio al Banco de Crédito Industrial, creado en 1944, las primeras posibilidades de cumplir con la misión que tenía asignada. Ello permitió modificar el criterio capitalista de los créditos industriales, substituyéndolos por el criterio justicialista. Aquí también la economía dejó de servir al capital. El dinero de los depósitos no fue ya distribuido exclusivamente con fines de explotación y especulación capitalista y pasó a servir a la economía del bienestar social. En cinco años el Banco de Crédito Industrial ha realizado 56.800 operaciones por valor de $11.800.000.000. Es cierto que durante los años 1947 y 48' el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio debió recurrir al crédito bancario a través de más de 100 operaciones por un total de $3.000.000.000, pero ese dinero llegó al pueblo por una vía no menos importante que permitió el equipamiento del país en el momento crítico de la posguerra. El saldo, más de $7.000.000.000, distribuido en más de 56.000 operaciones, explica, entre otras cosas, nuestro interesante desarrollo industrial. En 1946 el monto de las prestaciones de fomento industrial fue de $4.414.000. En 1950 este mismo tipo de crédito insumió la suma de 105.000.000 de pesos. Con la ayuda financiera del gobierno, la iniciativa privada produjo la creación y ampliación de 20.000 empresas, entre las cuales figuran 130 actividades fundamentales hasta ahora desconocidas en el país, tales como las que se dedican a fabricar metanol sintético, carburo de tungsteno, carburo de calcio, cinc electrolítico, polvo de moldeo y plásticos pesados, parafina, vidrio neutro, máquinas de escribir, máquinas de coser eléctricas, hormigón elástico, construcción de vagones de ferrocarril, turbogeneradores, hilado de seda natural, confección de envases textiles con rastrojo de lino oleaginoso, remodelamiento de locomotoras con nuevas técnicas que permitirán encarar su fabricación con notables características de rendimiento, etcétera, etcétera. El sistema bancario ha brindado también un extraordinario apoyo a las industrias extractivas, orientándose principalmente hacia el reconocimiento de zonas mineras, primera etapa de una exploración intensiva, acorde con las grandes posibilidades del subsuelo nacional. Por primera vez en el país se ha posibilitado la atención de los negocios mineros con la especialización que exige esta rama de la riqueza nacional. El minero tiene ahora personalidad dentro de la economía del país y ha creado, gracias a nuestra ayuda financiera y a nuestro régimen legal, las organizaciones necesarias como para afrontar la inmensa tarea que el futuro le tiene reservada. No sólo se le ha facilitado el dinero necesario para llevar adelante sus afanes; siguiendo un plan de fomento minero bien establecido, ha sido asesorado técnicamente; se le han suministrado materiales de obtención difícil; ha sido liberado con la creación del fondo de rescate, de la subordinación a intermediarios que especulaban y lucraban con su esfuerzo; se ha contribuido al arraigo de las poblaciones mineras; al perfeccionamiento de técnicos en el exterior, etcétera. Lógicamente, nuestra acción en este sentido ha recibido ya las primeras compensaciones gozando de sus primeros triunfos: el asesoramiento técnico y legal, la adecuada ayuda financiera y la acertada dirección del Estado hicieron factible que la inquietud de modestos mineros argentinos abriera al país las enormes posibilidades de los yacimientos ferríferos de Sierra Grande en el territorio de Río Negro, que arroja hasta la fecha existencias superiores a 100.000.000 de toneladas de hierro que, juntamente con las minas de Jujuy, abren el camino de la independencia siderúrgica de la Nación. Señores, cada una de estas realidades va probando que si cada día el sol alumbra una nueva victoria peronista, no nos llegan del cielo como llovidas. Como decía Napoleón: ¡las victorias se construyen! Dios nos ha ayudado, pero nadie puede negar que hemos hecho todo lo necesario para que Dios nos ayude. En el progresivo desarrollo industrial de la Nación ha sido indudablemente un factor económico preponderante el cumplimiento de nuestros planes de energía vinculados también a la descentralización fabril. La descentralización fabril sólo podrá realizarse efectivamente desde ahora en adelante, a medida que se vaya coronado nuestro plan energético y racionalizando nuestros transportes con criterio argentino y no colonialista. Quiero explicar la realidad del plan energético tal como se encuentra en plena ejecución. Quiero que el país conozca por mis propios labios lo que en esta materia le espera en los próximos años, en base a lo que en estos momentos ya ha sido obtenido como realización. En 1946 la energía eléctrica del país era de 3.300.000.000 de kilovatios- hora. En 1950 la energía eléctrica generada superó los 5.000.000.000 de kilovatios-hora. El aumento supera al 50%. No obstante eso, todavía el país, como lógica consecuencia de su vertiginoso crecimiento industrial, tiene un déficit de energía que el desarrollo normal de nuestros planes compensará en los próximos años. La Nación que hasta 1945 no tenía prácticamente a su cargo la prestación directa del servicio público de energía, suministró ya, en 1950, 39 centrales termoeléctricas, 5 centrales hidroeléctricas y 7 mixtas, con una potencia de 100.000 kilovatios y una generación de 225.000.000 de kilovatios-hora. La Nación tiene contratada la construcción y fabricación de instalaciones para 170.000 kilovatios térmicos y 235.000 kilovatios hidroeléctricos o sea un total de 400.000 kilovatios con una generación de 1.300.000.000 de kilovatios-hora o sea el 30% de la producción actual. No se incluyen en esta cifra las contrataciones ya efectuadas y que actualmente se consideran en los organismos técnicos del Poder Ejecutivo, que ascienden a 720.000 kilovatios, con una generación de 3.000.000.000 de kilovatios-hora, porque esta realización está supeditada a factores ajenos a nuestra posibilidad: equipos, materiales, disponibilidad de divisas, etcétera. A pesar de enormes dificultades, ya hemos visto coronarse algunos de nuestros esfuerzos: se han puesto en servicio ya 4.000 kilovatios en Mendoza, 8.600 en la central termoeléctrica "1º de Marzo" de Tucumán, 2.000 en la central "17 de Octubre" de Corrientes, y 10.000 en la central termoeléctrica de Santa Fe. Seguimos trabajando en otras plantas, como la superusina de San Nicolás, de 250.000 kilovatios, y ya se extienden también las líneas de transmisión uniendo Santa Fe, Paraná, Rosario y San Nicolás con la Capital Federal. A lo largo de estas líneas eléctricas se van organizando ya las zonas de la industria mediana y empiezan a alentarse programas extraordinarios que cimentarán la industria pesada nacional, el gran objetivo de los próximos planes de gobierno. Paralelamente se van concluyendo los trabajos de construcción de nuestros diques. Con orgullo podemos afirmar rotundamente que nuestro gobierno en cinco años ha realizado más obras hidráulicas y energéticas que todos los gobiernos precedentes juntos; y más aún, al término de las obras contratadas y en ejecución, la República Argentina alcanzará su plena autarquía en este sector tan importante de su ciclo económico. También en el terreno de las realizaciones energéticas se nos plantea en estos momentos el problema que significa el descubrimiento argentino de energía atómica controlable. Todo el país ha sido enterado de los pormenores de este hecho trascendental para la vida de la Nación. Ante las nuevas circunstancias, pienso que debemos volcar todos nuestros esfuerzos a fin de obtener cuanto antes, las aplicaciones prácticas de los descubrimientos realizados en la isla Huemul. Conviene al país utilizar prácticamente y cuanto antes tan valiosa y extraordinaria energía, y el Poder Ejecutivo no ha de escatimar ningún sacrificio para conseguir realizaciones a breve plazo. Si los planes experimentales siguen cumpliéndose como hasta ahora, la República Argentina podrá poseer antes de dos años las primeras usinas atómicas capaces de proveer a toda la red nacional de energía eléctrica. En aquel momento recién el mundo sabrá con absoluta certeza todo el dinero y el tiempo que ha perdido trabajando para la guerra. Y la Nación Argentina tendrá ya definitivamente el instrumento de una riqueza extraordinaria, con la que Dios ha querido tal vez premiarla pensando que en ninguna otra mano podría estar mejor que en la de un pueblo que quiere honradamente vivir en paz y que, además, anhela sinceramente la felicidad del mundo como si no pudiese ser totalmente feliz sin compartir su dicha con el resto de los hombres. Mientras tanto no omitimos ni retaceamos ningún trabajo de nuestro plan energético normal, pues no todo él será inútil cuando tengamos energía eléctrica de origen nuclear. La nueva energía será costo tan ínfimo y de tantas posibilidades que el país, por otra parte, no echará de menos el gran esfuerzo que en materia de construcciones termoeléctricas o hidroeléctricas realizamos en la actualidad. Cualquiera sea la solución que el problema energético tenga en el porvenir, es indudable que por el camino actual de nuestros planes o por el nuevo proceso de la energía atómica, dentro de poco tiempo el país habrá alcanzado los objetivos que nos propusimos en 1946. También, en este caso, los enemigos de la Nación y los enemigos del pueblo dijeron, cuando empeñamos este esfuerzo por la grandeza nacional, que cometíamos gravísimos errores: que era excesivo ese esfuerzo para un país agropecuario; que los diques iban a ser un fracaso; que gastaríamos dinero inútilmente; que no teníamos técnicos para hacer lo que ambicionábamos, etcétera. Cuando lanzamos el plan advertimos que otras eran las razones de nuestros enemigos. Los hemos encontrado a cada paso tratando de cerrarnos el camino; obstruyendo el aprovisionamiento de equipos electrógenos y de materiales de conducción; aconsejando, por medio de técnicos entregados al servicio extranjero, la adopción de medidas irracionales; saboteando nuestras compras en el exterior, etcétera. Felizmente la lucha resulta un estímulo cuando se tiene el corazón bien alto y el nombre de la patria bien metido en el alma. El triunfo ya nos sonríe, y nosotros gozamos íntimamente pensando que otra vez la victoria de la patria es peronista. El progreso industrial requería no sólo energía eléctrica sino también el aprovisionamiento de materiales básicos indispensables, que nuestro esfuerzo ha ido incorporando paulatinamente a la actividad nacional. Quiero destacar, por ejemplo, y de manera especialísima, los resultados obtenidos por el esfuerzo argentino en materia de producción carbonífera. La República Argentina necesita para su desenvolvimiento actual una cantidad de este mineral que oscila alrededor de 2.000.000 de toneladas al año. Desde los primeros días de mi gobierno hemos brindado a esta actividad nuestro más decidido apoyo, pensando que de alguna manera el país debía resolver también el problema de su dependencia económica. Apoyamos por eso de manera integral las exploraciones y trabajos que se realizaban en nuestros yacimientos de Río Turbio. Hoy puedo anunciar al pueblo argentino que allí está la base de nuestra independencia en materia de combustibles carboníferos. Se calculan las existencias en más de 350 millones de toneladas y se han ubicado positivamente 250 millones ya. El programa mínimo de explotación debe darnos los 2.000.000 de toneladas anuales necesarias, ya en 1955. Para que eso sea realmente una riqueza efectiva y esté al alcance del país hemos decidido construir una línea ferroviaria industrial, de cuya ejecución informo más adelante, uniendo Río Turbio con Río Gallegos a través de 260 kilómetros, y se están por iniciar los trabajos de construcción de las comodidades portuarias que se necesitan para la carga, en Río Gallegos, de la producción carbonífera de Río Turbio. Yo no quiero dejar de recordar aquí a los hombres de nuestra tierra, que han sabido responder tan lejos de las comodidades ciudadanas, al llamado y a la inquietud del gobierno nacional, y pido a vuestra honorabilidad que acepte estas palabras como el más cálido homenaje a aquellos esforzados argentinos que han librado una batalla más, y han vencido, por la independencia económica del país. La producción de petróleo, por otra parte, ha seguido aumentando su volumen. En 1950 se obtuvieron 175.000 metros cúbicos más que en 1949, y esa cifra superó en 109.000 metros cúbicos, la más alta registrada en 1948. Inauguradas nuevas instalaciones en las destilerías nacionales, aumentó también apreciablemente el volumen de nafta y otros productos elaborados con petróleo. En la provincia de Salta, en el departamento San Martín, técnicos de Yacimientos Petrolíferos Fiscales descubrieron un importante yacimiento de petróleo. El 3 de febrero del corriente año un nuevo pozo denominado C.D-6, Campo Durán, situado a unos 60 kilómetros al Norte del actual yacimiento de Vespucio, entró en surgencia produciendo en los primeros ensayos 180 metros cúbicos diarios de petróleo de excelente calidad por su elevado contenido de productos livianos. Esto pone de manifiesto la existencia de una nueva zona petrolífera que permitirá incrementar substancialmente la producción actual de dicha provincia. El C.D.-6 fue terminado en la profundidad de 3.614 metros; resulta ser así el pozo productivo más hondo del país. Cabe destacar que en la fecha, a tres meses de haber entrado en explotación, el referido pozo ha elevado considerablemente su rendimiento, produciendo diariamente 300 metros cúbicos de petróleo y 300.000 metros de gas, cifras que lo convierten en el más productivo en los actuales momentos. En 1948 nos formulamos un plan integral tendiente a aumentar nuestra flota de buques tanques, que realice el transporte integral de nuestras cargas petrolíferas. En 1950, con la incorporación de las unidades petroleras "Director Madariaga", "La Plata" e "Islas Malvinas", hemos alcanzado un tonelaje dos veces superior al que poseíamos en 1946. En 1946 la flota petrolífera de Yacimientos Petrolíferos Fiscales tenía 13 unidades con un porte bruto de 119.000 toneladas. En la actualidad la flota tiene 21 unidades, de una capacidad de 229.000 toneladas, que al término de nuestro plan actual, en 1952 alcanzará a 317.000 toneladas en 28 unidades. Se han dado efectuado numerosas exploraciones, que han dado resultados promisorios. Se descubrieron nuevos yacimientos en Cutral Co, Neuquén, y en Caleta Olivia, se extendió considerablemente el de Cañadón Seco, en Comodoro Rivadavia, donde también se halló un extraordinario complejo gasífero. Las posibilidades petrolíferas de la Nación se han incrementado últimamente con el descubrimiento de petróleo en Tierra del Fuego, una prueba más de la riqueza de las tierras australes, que han estado esperando nuestro esfuerzo para manifestar su enorme magnitud. En el caso del petróleo, como en otros que ya he de señalar, la industria nacional, paralelamente, ha empezado a producir elementos y materiales y equipos de enorme valor, que han permitido mejorar las instalaciones y las plantas de explotación y de elaboración. A fines de 1950 se inició la construcción del naftoducto de La Plata a Buenos Aires, que será habilitado en el curso de este año. El problema de nuestros abastecimientos de petróleo ha sido siempre atendido con preferencia por mi gobierno y con auténtico sentido nacional. No obstante los esfuerzos realizados, el país ha debido continuar importando grandes cantidades de petróleo, con el consiguiente gasto de divisas. En este caso, como en otros, hubiésemos podido evitar tales gastos reduciendo en un 50% nuestro consumo, pero a costa del sacrificio de nuestra economía de abundancia y de las necesidades inmediatas del pueblo. Hemos preferido no autorizar, en cambio, el uso de divisas para artículos y actividades menos interesantes para el bienestar del pueblo, porque el pueblo que no puede prescindir de una abundante energía puede en cambio prescindir, por ejemplo, de la televisión, que no es substancial para su vida. Otro aspecto fundamental de nuestro problema de energía y combustible alcanza ya las etapas finales en nuestro plan. Me refiero al gas. En 1943, el 82% del gas que producía el país era administrado por capitales privados de origen esencialmente extranjero. En 1950, el 98% del gas es producido y servido al pueblo argentino por el Estado. En 1943, solamente 29 centros poblados se beneficiaban con esta fuente de bienestar. En 1950, la acción se extiende ya a 52 ciudades y poblaciones del país. De 216.000 consumidores hemos pasado a 455.000 en 1950. Este extraordinario incremento es el resultado de la construcción de una obra que, a través de los años, quedará en el recuerdo de los argentinos como una victoria del esfuerzo peronista: el gasoducto de Comodoro Rivadavia a la Capital Federal. Durante el año 1950 entregó 57.000.000 de metros cúbicos de gas al Gran Buenos Aires, 943.000 a Bahía Blanca y 160.000 a Puerto Madryn. Generalmente, al hacer la difusión de nuestros trabajos para el conocimiento del pueblo, suele hacerse solamente referencia al gasoducto a Comodoro Rivadavia; de allí que sean poco conocidas todas las obras de construcción de ese mismo tipo realizadas en este quinquenio, tales como el gasoducto La Plata-Buenos Aires, que sirvió a las usinas Eva Perón, La Plata y Bernal con 12.000.000 de metros cúbicos; el gasoducto de Barrancas a Mendoza, por Maipú y Luján de Cuyo; y todos los ramales subsidiarios del gran gasoducto. El suministro de gas desde Comodoro Rivadavia permitió la extensión de los servicios de gas envasado al interior del país. En nuestros planes de reactivación agraria dirigiremos hacia ese sector de la población los beneficios del suministro de gas envasado, tendiendo así a hacer más confortable la vida del campo. En otro sector de la producción de materias esenciales para el desarrollo nacional he citado, aunque de paso, el esfuerzo minero realizado con los yacimientos siderúrgicos de Sierra Grande. Allí, a pocos kilómetros del mar, dormía esperando nuestros tiempos, una enorme riqueza del mineral de hierro, que ya ha sido estimada sin optimismo en 100.000.000 de toneladas, equivalentes a 55.000.000 de toneladas de hierro. El consumo anual aproximado de la Nación, cuyo cálculo resulta difícil tratándose de un material que se recupera constantemente, sería de 1.000.000 de toneladas. Solamente nuestros yacimientos de Sierra Grande, que no son indudablemente los únicos que poseemos, cubrirían las necesidades de medio siglo. El segundo Plan Quinquenal que estamos elaborando para dejar al futuro gobierno un instrumento seguro de trabajo, prevé la independencia nacional en materia siderúrgica. Dicen que en sus tiempos Don Bosco soñó que veía la inmensa Patagonia argentina cubierta de chimeneas y que de su seno brotaban infinitos raudales de carbón, de hierro y de petróleo. Como una bendición de Dios, el sueño se va cumpliendo prodigiosamente en nuestros tiempos. Debemos reconocer que en esto, como en otros tantos casos, Dios ha sido generoso con nosotros, no sólo porque ha volcado tanta riqueza en nuestro suelo, sino porque ha sabido guardarla de los hombres que la hubieran utilizado para explotarnos y ha querido, en cambio, entregarla a los argentinos en esta hora extraordinaria en que alcanzamos la plena dignidad y la plena soberanía. Si quisiera seguir citando los principales ejemplos que prueban cómo el país va adquiriendo poderío económico en el orden industrial, debería seguir durante muchas horas exponiendo a vuestra honorabilidad los innumerables trabajos que la Nación realiza. Solamente quiero añadir a todo lo antes dicho una breve síntesis del trabajo industrial efectuado directamente por el Estado a través de sus empresas. La Dirección Nacional de Industrias del Estado, ha trabajado en la construcción y habilitación de numerosas fábricas de utilidad nacional, tales como la de cemento en San Luis, con capacidad de 200.000 toneladas anuales, que resuelven gran parte de nuestras necesidades; la hilandería de Formosa; la planta de fabricación de alcohol anhidro, de San Nicolás; los talleres de materiales eléctricos; y la que inicia una industria química básica que utilizará los grandes recursos minerales y energéticos de la Patagonia. Debo destacar, asimismo, la labor industrial de carácter civil desarrollada por la Dirección General de Fabricaciones Militares, que ha cooperado eficazmente en la creación de una industria paralela al esfuerzo nacional fabricando repuestos y accesorios ferroviarios, elementos imprescindibles para la explotación petrolífera nacional; laminados y trafilados de cobre, productos químicos, conductores eléctricos, etcétera, etcétera. Este mismo organismo está ultimando ya los detalles para el comienzo pleno de las actividades en la fabricación militar de tolueno sintético, que habrá de resolver numerosos problemas de la industria nacional, ya que no sólo elaborará tolueno de uso militar, sino el necesario para la industria civil de solventes y pinturas, aeronafta, xileno, etcétera. Esta nueva fábrica podrá proveer aproximadamente al país de 2.000 toneladas de cortes nafténicos para uso civil en refinerías de petróleo. La Dirección General de Fabricaciones Militares, solamente en 1950, ha entregado al consumo interno bienes de su producción por un valor superior a los 200.000.000 de pesos. Pero no es, indudablemente, el esfuerzo directo del Estado la razón del progreso nacional en materia industrial: es fundamentalmente, la actividad privada, atraída por las condiciones de protección que el Estado le ofrece; seguridad y garantía de los capitales que cumplen su función social; ambiente de seguridad social que crea la forma justiciera con que se resuelven estos sus problemas; el adecuado y respetuoso control que el Estado tiene sobre la economía manteniendo una posición equidistante entre la libertad económica que sólo sirve para permitir la explotación capitalista y la economía dirigida que es en definitiva, el monopolio del Estado tan explotador y asfixiante como el monopolio capitalista. Aunque no sea sino en dos párrafos, quiero señalar cómo se está gestando en el país una industria paralela a las necesidades de nuestros servicios públicos. Resulta, por ejemplo, interesante advertir que numerosos materiales de las empresas extranjeras de teléfono, de gas y aun las mismas empresas ferroviarias traían del extranjero, significando ello un permanente drenaje de divisas, son hoy totalmente construidos en el país. Solamente en 1950 la Dirección General de Teléfonos del Estado, adquirió en el país materiales por valor de 30.000.000 de pesos, que antes debían traerse del extranjero. Está dándose término, por otra parte, en talleres del Estado, a la primera locomotora Diesel eléctrica totalmente construida en el país, que será puesta en servicio en los próximos días. La iniciativa privada, contando con nuestro apoyo más decidido, nos ha dado también la gran satisfacción de comenzar a proveernos de vagones totalmente construidos en la Argentina. Nuestra industria naviera ha crecido también, gracias al incremento de nuestra flota mercante. Ya se puede apreciar, a través de estos pocos pero reales ejemplos que acabo de exponer, cómo la nacionalización de los servicios públicos significó, no solamente la recuperación de un patrimonio que era nuestro, sino el comienzo de nuevas actividades creadoras de trabajo y de bienes, vale decir, de riqueza nacional. Hasta 1946 los servicios públicos argentinos creaban también esa misma riqueza, pero a muchos miles de kilómetros de distancia del pueblo argentino. El ideal del gobierno y de toda la Nación debe ser el que nos conduzca a una total autonomía industrial de nuestros servicios y de sus industrias subsidiarias. El camino que lleva a ese ideal está ya bien abierto. Es necesario continuar con entusiasmo, porque lleva al triunfo. Yo puedo permitirme asegurarlo, no sólo en base a la información técnica y general que aprecio desde mi alto mirador nacional, sino porque Dios no ha querido todavía conducir mis pasos por caminos de derrota. Este es el panorama que el país presenta en la etapa industrial de su ciclo económico. Sé que no he mencionado ni todos sus aspectos ni todas sus causas. No son ajenas, por ejemplo, al desarrollo industrial las mismas causas que he señalado como fuentes de nuestro actual desarrollo agropecuario, ni le son ajenos, tampoco, los hechos fundamentales de toda nuestra reforma económica. Sólo he citado aquellas causas que directamente están influyendo sobre los índices más destacados. No quiero terminar esta etapa de mi exposición acerca de la riqueza nacional sin resumir, en una sola frase, lo que yo considero como razón absoluta de esta inmensa realidad. Teníamos, evidentemente, un país poseedor de una potencialidad extraordinaria, que dormía esperando su tiempo, en todos los rincones de la patria. Y teníamos también, evidentemente, un pueblo magnífico que no podía expresar su pujanza extraordinaria porque todo derecho le había sido negado. Lo único que hicimos fue reunir ese pueblo con su propia tierra. Y de esa unidad, que será ya eternamente indivisible, está surgiendo la nueva Argentina, cuya marcha no podrá detener ninguna fuerza de la tierra. Esbozados ya los aspectos más interesantes e importantes con que se ha venido expresando en estos últimos años del gobierno, el aumento de la riqueza nacional en materia industrial, nos queda ahora por recorrer la etapa comercial de aquella riqueza, para entrar después a considerar cómo y en qué medida se ha distribuido en la comunidad. No es necesario poseer grandes conocimientos económicos para apreciar cómo estas dos últimas etapas del ciclo de la riqueza se han cumplido casi prodigiosamente en nuestra tierra. El pueblo argentino lo sabe perfectamente bien, porque él es el gran espectador y el único beneficiario. Cuando contempla el espectáculo de la actividad febril con que se construyen miles y miles de viviendas particulares en todo el país; cuando ve cómo se reclama en todas partes el esfuerzo individual de cada argentino, tiene no una sino varias posibilidades de trabajo para elegir; cuando advierte que a pesar de los miles de unidades incorporadas al transporte automotor, no hay suficientes medios para satisfacer el intercambio comercial que canaliza la riqueza de unas a otras zonas del país y al exterior; cuando comprueba cómo el Estado construye en todas partes escuelas y caminos, edificios públicos, vías de comunicación, líneas telegráficas y telefónicas, institutos de salud pública y asistencia social, por no citar sino las obras más diseminadas a lo largo y a lo ancho del país, y cómo en cinco años se construye más que en medio siglo, ¡o en un siglo!, ¡o en toda la historia nacional, según los casos; cuando ve con sus propios ojos la realidad de un enjambre numeroso de industria que crece prodigiosamente como al conjuro de un toque milagroso; cuando comprueba que sobre innumerables productos de antigua procedencia extranjera aparecen ahora el nombre de la patria; cuando encuentra que el té, el arroz, el tabaco y el aceite de oliva y otros cien elementos de su necesidad cotidiana, tienen ya el sabor de la propia tierra criolla, justa, libre y soberana, FIN DE LADO A DE CASETTE 149 (NO HAY REPETICIÓN DE PALABRAS) entonces empieza a sentir algo más que aquella vieja y pueril vanidad de una grandeza que no tenía ninguna fuerza de expresión, porque era una grandeza humillada y sometida, que no era por lo tanto grandeza, y empieza a sentir el legítimo orgullo y la legítima dignidad de una nueva dignidad, que ya nadie podrá ni discutir, ni humillar, ni someter. ¡La grandeza verdadera, absoluta y auténtica de la nueva Argentina! Es, precisamente, todo el panorama general de actividades que a grandes rasgos acabo de trazar, la causa determinante de la ingente vida comercial de la Nación entera. Suele criticársenos, que la demanda interna de bienes supere a todas las posibilidades de la producción interna y de la importación posible, vale decir, de la oferta total. Frente a esa objeción, yo me pregunto si no ha sido más útil al país crear una gran necesidad de consumo a fin de que el ingenio utilice los recursos tendientes a aumentar la producción. Subordinamos la producción al consumo, pero hicimos cuanto nos fue posible para que el consumo alcanzara sus máximos valores, no por un mero capricho doctrinario puramente teórico, sino con el solo propósito de dar a cada uno de los argentinos, todas las posibilidades de realizar su vida humana con todos los atributos de su dignidad material y espiritual. ¡Nos fue bien! Otra vez el triunfo nos ha acompañado en este nuevo camino, que por primera vez recorre una doctrina económica en el mundo. El enorme incremento del consumo interno nos ha traído algunas dificultades, justo es reconocerlo, pero ¿qué son al lado de las que padecen los pueblos que carecen de medios para adquirir lo indispensable? Nuestros males son males de abundancia, que siempre se corrigen mejor que los males de miseria. Y que son efectivamente males de abundancia lo sabe mejor el pueblo que ciertos doctores en ciencias económicas y políticas o que ciertos políticos metidos con las ciencias económicas. No se puede viajar tan cómodamente como en 1940 no porque haya menos vehículos que entonces, sino porque hay más gente que debe viajar; porque padecemos, felizmente, de plena ocupación. Los que antes andaban a pie o en bicicleta, andan ahora en subterráneo, o en ómnibus, o en tren, y los que antaño utilizaban estos medios se transportan ahora en automóvil. El número de pasajeros transportados por ferrocarril ascendió de 280.000.000 en el 46' a 468.000.000 en el 50', al par que la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires, movilizó en este último año 2.434.000.000 de pasajeros contra 1.700.000.000 en 1946. En 1950 se enviaron 400.000.000 más de piezas postales que en el 46' y se transmitieron 20.000.000 más de despachos telegráficos. Con 200.000 aparatos telefónicos más que en 1946, se realizaron 9.000.000 más de comunicaciones a larga distancia. La estadística de espectáculos públicos es altamente significativa: en 1950 el índice de concurrentes ascendió a 160 sobre 100 de 1943 y el monto de las recaudaciones superó en más del 400 % las cifras de 1943. Podría seguir, señores, citando hasta el cansancio las cifras de la abundancia, pero no quiero insistir sobre cosas que nadie discute, a no ser que tenga los ojos cerrados por la pasión, el egoísmo, la vanidad política, la soberbia y, sobre todo, por el interés que, como ninguna otra fuerza, ciega la mirada a la luz de la verdad indiscutible. La actividad comercial interna ha seguido en 1950 su ritmo de crecimiento. El índice de ventas minoristas que en 1946 era de 200 con respecto a 1943, ha subido a la cifra de 830 en 1950. La estadística comercial señala significativos aumentos en el curso del año próximo pasado en todas las ramas de su acción. En materia de precios internos, el Poder Ejecutivo ha seguido su política de control tendiente a suprimir la especulación y en este sentido se han logrado aquellos resultados que ha posibilitado obtener la cooperación de los mismos consumidores cuyas organizaciones empezaron a actuar a mediados de 1950. Los precios de los artículos de primera necesidad, se mantienen en niveles inferiores a los del resto del mundo, y en general, el costo de la vida argentina, con haber aumentado en un 113 por ciento con respecto a 1946, no repercute sobre el bienestar general, desde que los salarios obreros nominales de menor cuantía han aumentado en un 172 por ciento. Ello prueba claramente que el poder adquisitivo de los salarios ha crecido y las cifras establecen que ese incremento sobre 1946, es de un 29,1 por ciento. Lógicamente, numerosos productos de consumo interno siguen, por sus vinculaciones económicas con el comercio exterior, las curvas de la inflación mundial. Ya he señalado el caso de las carnes, cuyos mayores precios internos adecuados con la realidad nos han permitido obtener mejores precios en el exterior y dar a la República un fuerte poder adquisitivo que promoverá, a su vez, una mayor afluencia de bienes al país, manteniendo y aun disminuyendo, en algunos casos, el nivel de los precios. En esta materia como en tantas otras, de la acción peronista de gobierno, hemos preferido el éxito permanente, real y definitivo, al éxito fácil pero transitorio, que no se mantiene mucho tiempo ni con la mejor propaganda del mundo. En esta materia de precios internos debo señalar una vez más, que es el mismo pueblo quien debe luchar por la defensa de sus intereses. Pero eso resulta loable y digna de todo encomio, la labor que han cumplido las organizaciones obreras creando sus cooperativas y proveedurías, coincidiendo así con nuestro afán y nuestro esfuerzo. Saben ya las organizaciones obreras que seguirán contando siempre con todo el apoyo del Estado, para esta clase de acciones que, por ser paralelas con las nuestras, significan un alivio para el gobierno, ya actualmente demasiado complicado y difícil por las nuevas tareas económicas y sociales que debe afrontar. Por esas mismas razones, agradezco el generoso aporte que representan, con relación a este problema, las proveedurías que ha instalado la Fundación Eva Perón. Ninguna de estas medidas constructivas y ninguna medida represiva de las vinculadas al control de precios internos, perjudica al comercio honrado, que ha seguido desenvolviéndose sin inconvenientes. Una prueba estadística más de que el comercio interno del país se desarrolla en clima propicio es la que causa el monto de los quebrantos que, de 73 millones en el 49' ha bajado a 37 en el 50'. Estas cifras y las que se registran en las recaudaciones por impuestos a los réditos, a las ganancias eventuales, a los beneficios extraordinarios, etcétera, nos permiten deducir que no han sido solamente los obreros quienes se han beneficiado con nuestra reforma económica, y que el sector comercial del país debe reconocer que a pesar de las dificultades propias de un mundo económicamente desequilibrado, nuestra conducción no ha sido tan mala como creyeron los altos organismos comerciales que en 1946 se aliaron contra el pueblo y quisieron pagar nuestra derrota. La actividad del comercio interno, tan extraordinaria en su crecimiento en los últimos años, no es un fenómeno de generación espontánea. El comercio interno depende de otros factores: de la producción agropecuaria, de la actividad industrial y del comercio exterior, etcétera. En materia de comercio exterior, ya he dicho que la posición del Estado y del gobierno no se diferencia de la que tienen las personas individualmente frente a los problemas económicos. Así como los buenos negocios crean la riqueza de los individuos y los malos negocios producen su ruina y su quiebra y los llevan luego a la miseria, del mismo modo los negocios buenos o malos que realiza un país pueden conducirlo a la riqueza o a la miseria. Nosotros tenemos hoy una situación, no digo de riqueza maravillosa porque eso sería despertar tal vez las ambiciones perjudiciales, pero sí una situación de bienestar general con plena ocupación, con amplias posibilidades para todos, economía de abundancia que no es sino la consecuencia lógica de nuestros buenos negocios realizados en el campo del comercio internacional. En 1950 se hicieron sentir los efectos de la escasa producción agropecuaria, determinada por la sequía de 1949, una de las más graves que haya soportado la economía nacional. Esa situación no paralizó nuestras compras en el exterior. Por el contrario, hemos realizado importaciones por cifras extraordinariamente superiores a las de años pasados, facilitando al país su aprovisionamiento de materias primas, maquinaria agrícola, equipos, etcétera, elementos esenciales por lo general, aun cuando a veces nuestros convenios nos obligan también a importar algunos artículos no esenciales, por razones lógicas derivadas del trato económico internacional. Sin embargo, a pesar de las previsiones pesimistas que sugería la situación expuesta, el balance de pagos del país, que venía siendo negativo desde 1947, en razón de nuestras nacionalizaciones sucesivas y adquisiciones en general, que exigieron desembolsos mayores que nuestras ventas, da en 1950 un saldo netamente positivo que supera los 700.000.000 de pesos. Si se tiene en cuenta que durante casi todo el año 1950 la República Argentina no cobró ninguna libra esterlina en concepto de ventas de carnes a Gran Bretaña, debido a la suspensión de sus embarques, se dará aún más valor a este saldo positivo, que no es fruto de la casualidad sino consecuencia de buenos negocios y, sobre todo, de la nueva manera argentina con que el gobierno defiende la riqueza y el patrimonio de su pueblo. Trascendental importancia ha tenido en el progreso de nuestro balance favorable del comercio exterior, la defensa que hemos hecho de nuestros precios. Contribuyó lógicamente a fortalecer nuestra posición la importancia que hemos podido dar a otros mercados compradores. Algunas cifras del comercio exterior confirmarán mis palabras: Con Estados Unidos solamente nuestras exportaciones aumentaron en un 232%; con Suiza, 160%; con Chile, 121%; con Suecia, 113%, con respecto a 1949. En 1950 hemos obtenido sobre 1946 los siguientes porcentajes de aumento en nuestros precios: sobre novillos, 241%; sobre equinos, 96%; sobre ovinos, 215%; sobre carne vacuna enfriada, según los tipos, de 20 a 63%; sobre carne vacuna congelada, 143%; sobre lanas 421%; sobre cueros, 222%; sobre manteca, 135%; sobre trigo, 25%; etcétera. En resumen buenos negocios. El caso de nuestro comercio con el Reino Unido es característico. Hace cuatro años, solamente paralizar los embarques de carne a Gran Bretaña, hubiese significado, por lo menos, la paralización de frigoríficos y mataderos, la disminución de los precios ganaderos, la desocupación obrera, y tal vez una pequeña revolución. En 1950 no sucedió nada de eso: el país siguió trabajando como si nada hubiese sucedido. Tampoco bajaron los precios; por el contrario, pudimos fijarlos con aumento y sin perder dinero: no hubo huelgas frigoríficas, y tampoco sobrevino ninguna revolución. El final de todo este proceso ya lo conoce bien el pueblo argentino, ¡y también el pueblo inglés! Tal vez sea conveniente sugerir a nuestros adversarios políticos que provoquen una interpelación al Poder Ejecutivo acerca del nuevo convenio de carnes con Gran Bretaña, que no se parece en nada, por cierto, al que firmaron ellos -o sus aliados- en los tiempos coloniales del trato Roca- Runciman. Esto no hubiese sido posible en 1946. HAS DOS PARRAFOS QUE SAQUE PORQUE NO ESTAN EN AUDIO Esta diversificación de nuestros mercados, tan alentadora y efectiva sólo fue posible gracias a la eficiencia cada vez mayor de nuestra flota mercante. Nuestra marina comercial ha seguido, en 1950, el impulso extraordinario que exige nuestra economía. Tenemos actualmente más de 150 unidades de ultramar de primer orden, que en pocos viajes pagan su costo, y valiendo hoy mucho más de lo que costaron, traen al país el oro que gastamos en 1946 y en 1947 para adquirirlas y nos economizan millones de pesos que antes pagábamos por fletes a empresas extranjeras. En 1950 hemos incorporado al servicio barcos modernos, como el "Río Cuarto","Río de la Plata", "Río Bermejo", "Río Quinto", "Río Jáchal", "Eva Perón" y "17 de Octubre". Con su flota mercante la República Argentina ha podido, en el curso de este último año, establecer cinco servicios más entre Buenos Aires y los Estados Unidos, y servicios regulares con Chile y con Japón. En 1949 fueron transportadas en barcos argentinos 553.000 personas, y en 1950, 664.000. En 1946 la marina mercante nacional poseía, en su flota fluvial y de ultramar, 399 unidades, 552.000 toneladas. En 1950 posee 2.073 unidades, con una capacidad de 1.411.000 toneladas, ¡tres veces las cifras de 1946! Las inversiones de activo fijo, que eran en 1946, de 250.000.000 de pesos, son actualmente de 685.000.000 de pesos. En 1939 los barcos argentinos sólo traían al país 200.000 toneladas por año, cifra que en 1950 alcanza a 1.212.000. Los números dicen con claridad lo que ningún comentario podría superar. Expuesta la realidad en valores absolutos, quiero señalar cuál debe ser el objetivo concreto de nuestros futuros esfuerzos en la materia: debemos llegar en 1955 a cubrir con nuestra flota el 50% de nuestro comercio externo, y la industria naviera argentina debe pensar que desde aquella fecha los barcos no sólo deberán ser argentinos por la bandera que los proteja, sino también por la nacionalidad de los astilleros que los construyen. Lo que falta ya no es lo que puede costar mayores sacrificios. Un factor importante dentro de nuestro comercio exterior es sin duda, el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, organismo que en 1950 totalizó, en exportaciones, un volumen de 5.600.000 toneladas y 3.800.000.000 de pesos. Si tenemos en cuenta que las cifras de todo cuanto exporta el país suman 5.000.000.000 de pesos y 6.000.000 (Peron dice 6000 millones de toneladas)de toneladas, fácil es advertir que IAPI cubre aproximadamente el 75% de nuestras exportaciones. Se cumple así uno de los aspectos básicos de nuestra reforma económica, el que más nos discutieron nuestros adversarios, cuyos objetivos, en éste como en tantos otros casos, coincidió con el de los grandes intereses extranjeros e internacionales que teníamos que doblegar y que vencer en nuestro afán por conquistar la independencia económica. En materia de importaciones, el IAPI solucionó en 1950 algunos problemas apremiantes del país adquiriendo, por ejemplo, 500.000 toneladas de cemento pórtland, arpillera de la India, plomo, estaño, aluminio, maderas, etcétera, y así pudieron mantener su ritmo adecuado numerosas actividades económicas. Gracias a la eficiente acción comercial del IAPI pudimos fijar en abril de 1950 los precios de la cosecha que adquirimos en diciembre al productor agrario y conseguir así los aumentos que en este aspecto de la producción se registran actualmente. No sólo aseguramos precios mínimos a la producción. Cuando nuestras ventas al exterior arrojan saldos favorables, los distribuimos nuevamente entre los productores. El IAPI, substituyendo a los antiguos monopolios que comercializaban la cosecha argentina explotando al productor, no se contenta con defender la producción nacional en el extranjero. Ha realizado una intensa obra de fomento y protección interna de las cosechas argentinas, procurando cerrar con eficiencia el ciclo económico de las mismas. Para ello ha financiado el plan de fomento a la industria lechera, la fabricación experimental de arpillera para bolsas con estopa del rastrojo de lino, la adquisición de papa certificada, la lucha contra las plagas de la agricultura, la distribución de semillas seleccionadas de cereales y oleaginosos a precios inferiores a su costo. Se cumple así, una vez más, la palabra que empeñamos cuando decidimos nacionalizar el comercio exterior. Nuestra oposición afirmó que queríamos sustituir a los monopolios explotadores del campo argentino por otro monopolio también explotador. Hoy le devolvemos, como siempre, nuestra verdad ¡una verdad por cada mentira! En el fondo, lo que a ellos les dolía no era tanto el bolsillo ni el bienestar de los agricultores sino el acto simple, pero demasiado peronista y demasiado argentino, realizado por nosotros cuando arrebatamos de manos extranjeras el instrumento de una dominación que venía llenando de miseria los campos de la patria. El IAPI significa ahora que la producción argentina es tutelada por el Estado. Pero ése no es nuestro deseo final. Yo he dicho que la riqueza nacional es del pueblo que la crea. Por eso propugnamos la organización de los productores, a fin de que en un futuro cercano que yo presiento brillante para la economía nacional, los mismos productores que trabajan y crean la riqueza del país produzcan, industrialicen y vendan sus cosechas y su trabajo en el mercado interno y en el mercado internacional. He hablado muchas veces de la necesidad de que todas las fuerzas económicas se organicen: no sólo los productores, sino también los industriales y las fuerzas comerciales y aun las que representan al consumo. No he propiciado la organización de las fuerzas económicas por razones circunstanciales. Cinco años de gobierno me autorizan a declarar que, a pesar de nuestros éxitos, resulta muy difícil gobernar un país cuyo pueblo sólo está parcialmente organizado en el orden social. El gobierno social por eso ha resultado fácil en nuestra gestión, puesto que no necesitamos entendernos para ello sino con la organización central que agrupa a todos los trabajadores argentinos. A través de ella conocemos qué quieren los trabajadores del gobierno, y siguiendo nuestro propósito de servir lealmente al pueblo, hacemos lo que el pueblo quiere. No sucede lo mismo con el gobierno económico, porque los intereses económicos no se han organizado verdaderamente. Las organizaciones económicas, que en 1946 cometieron el grave error de dejarse copar por la oligarquía política, que endosó los cheques de la traición, no han podido reponerse de aquella conducción equivocada. Al comenzar este último año de mi gobierno, vuelvo a expresar mi deseo de que las fuerzas económicas encuentren el camino de la organización que coopera lealmente con el Estado, que tiene con ellas finalidades comunes. En algunos casos, y atendiendo a la necesidad imperiosa de una colaboración directa de los productores, hemos debido organizar nosotros mismos esa cooperación. Así hemos creado, por ejemplo, la Comisión Nacional de Cooperación Económica y el Instituto Ganadero. Esta última entidad está destinada a crear las condiciones propicias para realizar la organización nacional de todos los ganaderos del país, nucleando ante el gobierno a todas las instituciones que los representan, sin quitarles la individualidad, ni la libertad necesarias para su eficaz actividad local. Pienso que lo mismo será necesario realizar oportunamente para canalizar ante el gobierno la fuerza de los numerosos organismos cooperativos agrarios que durante estos últimos años han crecido extraordinariamente en número y en intereses que movilizan. No quiero dejar este tema sin decir una vez más aquí, ante vuestra honorabilidad, que debemos propiciar incansablemente la organización del pueblo argentino. Hemos realizado ya toda una revolución política, económica y social. Para hacer la revolución no era necesario tener organización. Bastaba tener encendido en el alma el fuego ardiente del amor por la patria, como para iluminar las cumbres hacia cuya gloria queríamos llevarla. Pero ninguna revolución es duradera sin organización. Por eso, de la revolución política, social y económica hemos pasado a ser gobierno político, social y económico, y esta nueva situación requiere una organización paralela del pueblo, a fin de que el pueblo mismo defienda todo lo que nosotros hemos conquistado en la revolución y en el gobierno. Estoy tranquilo y satisfecho de nuestra organización política; tengo la más absoluta seguridad en cuanto se refiere al presente y al porvenir de nuestra organización social, pero todavía nos falta un gran camino que recorrer en materia de organización de las fuerzas económicas. Debo advertir que la organización de las fuerzas económicas no podrá hacerse sino sobre la base de nuestras propias concepciones justicialistas, cuyo éxito ha superado con creces a las concepciones del capitalismo sin caer en el dirigismo comunista. Si las fuerzas económicas de la Nación se organizan sobre bases de cooperación con el esfuerzo que realiza el Estado, éste, tarde o temprano, cumplirá con nuestro ideal, que es dejar el proceso económico en manos de tales organizaciones, así como hoy prácticamente está todo el proceso social en manos de las organizaciones obreras. Estoy plenamente convencido de que el porvenir nos dará la razón, que entonces gobernar será una tarea más fácil de lo que fue para nosotros. Nosotros encontramos un gobierno disgregado que era cualquier cosa, menos gobierno; un Estado total y absolutamente desorganizado y un pueblo al que nadie tenía en cuenta. ¡Ni siquiera para votar! Devolvemos a los argentinos: un gobierno centralizado que entiende el federalismo con sentido práctico y no literario y que por eso gobierna a todo el país y a todos los argentinos; un Estado organizado para el cumplimiento de todas sus funciones y un pueblo libre al que hemos dado vigorosa personalidad social, una clara conciencia social de su origen, de sus fuerzas y de su destino, y la organización necesaria para defender sus derechos, cualesquiera sean las circunstancias en que deba realizar su historia en los días inciertos que esperan a la humanidad. No quiero sobrepasar el tema de nuestra economía sin informar a vuestra honorabilidad acerca de uno de los resultados más visibles y efectivos de la buena dirección realizada por el gobierno. El intercambio comercial, dejando un saldo favorable, nos ha permitido al mismo tiempo aumentar nuestras reservas de oro y divisas en el Banco Central. Nuestras tenencias de oro, que en 1949 se habían incrementado en unas 50 toneladas, han crecido este año en una proporción aun mayor. Rumania realizó un envió de 20 toneladas como pago del saldo deficitario de su intercambio y nuestras tenencias en el exterior han aumentado en 44 toneladas como resultado de la conversión en metálico de importantes saldos en dólares de nuestras cuentas en Estados Unidos. Esta medida ha sido tomada con el fin de contrarrestar los efectos futuros de la modificación que se ha venido operando en las cláusulas de garantía incluidas en la mayor parte de nuestros convenios de pagos concertados con países europeos; además, nuestras tenencias de oro estarán exentas así de las posibles pérdidas del poder adquisitivo de todas las divisas, sin excluir al dólar, como consecuencia del proceso de inflación que afecta a todos los países del mundo. Como consecuencia de este incremento de nuestras reservas en oro y divisas, la relación entre tales reservas y la circulación monetaria del país, que a fines del 49' era del 22 por ciento, se elevó a 26 por ciento. Los medios de pago externos, sumadas nuestras tenencias de oro y nuestras divisas netas en poder de los bancos comerciales y del Banco Central, llegan actualmente a la suma de 5.582.000.000 de pesos, cantidad que sólo es inferior en 490.000.000 de pesos a la de nuestros medios de pago externos en 1946. Vale decir, que en cinco años la Nación ha creado una magnífica flota mercante; ha pagado su deuda externa; ha nacionalizado sus ferrocarriles y sus teléfonos, sus puertos, sus seguros y reaseguros; ha realizado obras por 11.000.000.000 de pesos, y en este momento, realizando un simple balance, nos hallamos en que tenemos tantos medios de pago al exterior como en 1946. Si en materia de comercio exterior mi gobierno puede dar hoy pruebas que sin duda son concluyentes, no lo son menos las que pueden demostrar que la administración de la hacienda pública ha sido conducida con eficiencia. Nuestros presupuestos han sido durante todo el curso de nuestro gobierno, la prueba más clara y rotunda de aquella afirmación. Los recursos han sido siempre calculados con rigurosa exactitud y hemos tratado de obtenerlos según el criterio justicialista que vuestra honorabilidad conoce, por haber aprobado oportunamente la reforma impositiva correspondiente. De la concepción antigua, en que el impuesto tenía una mera finalidad fiscal, hemos llegado a la concepción justicialista establecida por nosotros en la Constitución Nacional, instaurando principios de equidad y de proporcionalidad que dan al régimen impositivo carácter de instrumento eficiente a la justicia social, que define toda nuestra acción y nuestra doctrina de gobierno. El nuevo régimen beneficia así a los sectores menos favorecidos por la riqueza, coadyuvando al cumplimiento de aquel otro lema que dio sentido y realidad inicial a nuestra acción en la Secretaría de Trabajo y Previsión, y que expresábamos diciendo: "Aspiramos a constituir una Nación Argentina, en cuyo seno haya menos pobres y menos ricos". En otro orden de cosas, han sido aumentadas por nosotros en forma progresiva las tasas que gravan la transmisión gratuita de bienes, a medida que disminuye el grado de vinculación entre el causante y el beneficiario. Nuestros críticos deberán ir entendiendo ya, de una vez por todas, que estamos destruyendo progresivamente muchas normas, principios, realidades, costumbres y aun prejuicios de una época capitalista que nosotros hemos superado para sobrevivir precisamente al capitalismo. Para nosotros el dinero, como toda propiedad, tiene una doble misión que cumplir: una, individual, que es servir a quien lo gana honradamente; y otra, social, que es precisamente circular entre todos los habitantes del país favoreciendo el intercambio de bienes que hacen, por lo menos, la parte material de la felicidad humana. Nuestra reforma impositiva no afecta, por eso, los recursos habidos por los hombres que trabajan. No olvidamos nunca que para nosotros no existe más que una sola clase de argentinos: la de los que trabajan. Pero entendemos que puede y debe gravarse al máximo la transmisión gratuita de bienes, no a los descendientes directos del causante, sino a los beneficiarios alejados, y en forma progresivamente mayor. Así evitamos, por otra parte, la creación de nuevas oligarquías de base económica y propendemos a que la generación actual prefiera incorporar sus reservas a la actividad nacional y elija dejar como herencia a las generaciones venideras bienes no imponibles pero tal vez más eficientes, como son todos aquellos que constituyen una sólida preparación para luchar con éxito en la vida. En materia impositiva vuestra honorabilidad conoce lo que hemos hecho en cuanto se trata de las sociedades de capital, corrigiendo las dificultades que presentaba el cumplimiento de algunos trámites administrativos; ello favorecerá la inversión de capitales en actividades útiles a la economía del país. Reformas similares, tendientes a hacer efectivos nuestros principios sociales y a facilitar el progreso de nuestros principios sociales y a facilitar el progreso de nuestra economía, han sido aplicadas durante 1950 en los impuestos a los beneficios extraordinarios, a las ganancias eventuales, a las ventas, impuestos internos, títulos y papeles públicos, debentures y valores al portador, etcétera. No obstante ello, puedo afirmar hoy que ningún país del mundo conserva porcentajes de impuestos tan bajos como los que gravan a los capitales en la República Argentina. Ello no es consecuencia de un solo factor determinado sino de varios hechos y principios, de los cuales debo señalar uno como ejemplo: el gobierno argentino no está empeñado en ningún plan extraordinario de carácter armamentista, entendiendo que la mejor defensa está en tener un pueblo física y espiritualmente sano, inmunizado así contra las infiltraciones ideológicas extranjeras, más graves que los mismos ataques militares, aun los atómicos. El escaso porcentaje de imposiciones sobre los capitales en general, ha provocado un aumento de inversiones tanto de capitales argentinos cuanto de capitales extranjeros, y me adelanto a quienes pueden creer que con eso propiciamos el regreso al régimen capitalista, diciéndoles con toda franqueza y con toda claridad: que nosotros no queremos destruir al capital, nosotros queremos, tal como lo manda la Constitución, capitales en función social. Deseamos, por eso, que el capital se haga fuerte en el país, porque cuanto más fuerte sea, mejor vivirá el pueblo. Lo único que no toleraremos jamás, y eso debe saberlo anticipadamente cualquier inversor de capitales, sea argentino o extranjero, es que el capital sea usado como instrumento de explotación humana. ¡Que eso es el capitalismo! En materia de recursos hemos también promovido en 1950 una profunda reforma aduanera, substituyendo el antiguo sistema de aforos, de bases puramente fiscales, por el nuevo sistema de percepción de derechos según el valor declarado por las importaciones. Esta modificación permite mantener el equilibrio económico de los productos que se importan. Es justo que paguen más derechos aduaneros las importaciones de mayor valor y no las de mayor valor volumen. No es necesario tener grandes conocimientos económicos ni financieros para advertir que esta reforma favorece también al pueblo, que consume elementos de importación nunca muy costosos, tales como ciertos productos alimenticios. Además el nuevo sistema asegura menos costos a las importaciones con destino industrial y agropecuario. El antiguo sistema, substituido por nosotros, favorecía indudablemente a los mayores capitales y a las empresas extranjeras que poseían los servicios públicos y las más importantes actividades industriales del país. En materia aduanera se ha seguido, por otra parte, la política de fomento industrial que nos trazamos al programar nuestro Primer Plan Quinquenal, liberando de derechos la introducción de equipos y materiales para industrias de interés nacional, teniendo en cuenta siempre, eso sí, el lugar de instalación de la fábrica, aplicando aquí también, la política de descentralización industrial. Los gastos públicos han sido objeto también de una mesurada política de sana economía. La memoria del Ministerio de Hacienda contiene la información correspondiente. Yo me permito añadir solamente, que a pesar de las opiniones antojadizas de quienes pretenden confundir al pueblo, hemos sabido distinguir siempre la administración de la política en el sentido vulgar de la palabra. En otras épocas gobernar significaba repartir puestos. Para nosotros gobernar significa cuidar los intereses del pueblo. Por eso hemos podido dejar sin cubrir en la administración pública más de 50.000 vacantes, y ello nos ha permitido aumentar los sueldos de nuestros empleados y de nuestros obreros. Al mismo tiempo hemos dispuesto establecer el escalafón único para la administración nacional, creando con ello un sano fundamento de racionalización funcional del gobierno. Pienso que en realidad, habrá de parecer extraño, a quienes oyen todavía a nuestra oposición, todo esto que nosotros venimos realizando. Ello dicen que el país se viene abajo. Cada vez que lo dicen, nosotros les damos respuestas como las que menciono. Nuestra economía está en bancarrota, pero pagamos puntualmente a la administración pública. Estamos en bancarrota, pero aumentamos los sueldos. Estamos en bancarrota, y damos escalafón único al personal que sirve al Estado. Y cuando nos arguyen que con eso aumenta la inflación, les anunciamos que el peso sube de valor porque tenemos más oro en nuestro Banco Central. Lo que pasa es que ellos creen que todo sucede como antes y siguen tratando de convencerse -que ya se creen ni ellos mismos- que el gobierno está en manos de incapaces. Por eso cada mentira que lanzan al aire cae sobre ellos como una montaña. Posiblemente si todo lo que hicimos lo hubiéramos realizado sin el acompañamiento de tantas mentiras y calumnias, no sería tan conocida nuestra obra ni nuestra obra ni nuestra verdad. Nos han ayudado con la mejor propaganda, porque cada mentira descubierta es el mejor espejo para mirar la verdad. Desde 1946 vienen anunciando, por ejemplo, que llevamos al país a un desastre económico. Y yo, desde 1946 vengo anunciando aquí que hemos cerrado el ejercicio administrativo con superávit. En 1947 fue de 548 millones; en 1948, de 206 millones; en 1949, de 104 millones. Ya se preparaban nuestros críticos a recibir alborozados el déficit de 1950, pero tampoco este año tendrán tan íntima satisfacción. El superávit de 1950 arroja cifras provisionales de 99.000.000 de pesos. La bancarrota sufrirá seguramente una nueva postergación: ahora será para 1952. Frente a este resultado del presupuesto ordinario anual, debo informar a vuestra honorabilidad que la deuda nacional neta ascendía, al 31 de diciembre, a la suma de 16.000.000.000 nominales, de los cuales sólo 38.000.000 son de deuda externa y corresponden al saldo del convenio Roca de 1933. En 1950 se ha aumentado la deuda interna en 3.000.000.000 de pesos. Esta cifra representa sólo una parte -la financiada con títulos- del monto realmente invertido por el gobierno en sus planes de trabajos públicos. La deuda interna documentada a corto plazo ha sufrido un aumento en 150.000.000. La Nación ha financiado, por otra parte, con 480.000.000, durante el año 1950, la ejecución de los trabajos públicos de las provincias. Desde 1946 la Nación ha colaborado en este sentido, con las provincias con una suma cercana a los 1.000.000.000 de pesos, lo que da una idea de cómo entendemos nosotros el federalismo. Este hecho tiene sus causas y sus razones. Hasta nuestro gobierno, cada provincia, y aun cada municipalidad, contrataba empréstitos en el extranjero, o bien préstamos en los bancos del país, que al fin de cuentas, también eran en su mayoría, extranjeros. Aquella situación facilitó la entrega del país, porque cuando un gobierno se negaba a vender el porvenir de la Nación o de la provincia, siempre había quien se prestara fácilmente al juego. Nuestro gobierno, que tiene ahora en sus manos la dirección bancaria y el control del comercio exterior, no sólo no ha permitido que se realice esa venta parcializada del país, sino que ha asegurado a las provincias los recursos necesarios para materializar sus planes de obras, y para ello ha organizado la financiación de las mismas a través del Consejo Federal Coordinador. Nosotros hemos cerrado, así, todos los caminos por los que antaño se realizaba la entrega nacional. Desde nosotros en adelante, solamente el gobierno nacional puede concertar empréstitos en el exterior. - FIN DE LADO B DEL CASETTE 149 - FIJARSE SI REPITE UNA O DOS PALABRAS O NO Y eso no lo hemos hecho todavía. ¡Ni lo haré yo en el gobierno! ¡Y no pienso dejarle tampoco ese compromiso a quien deba sucederme! Los que el año pasado trataron, por todos los medios, de hacer aparecer un crédito bancario que convinieron bancos argentinos con bancos norteamericanos con un empréstito, deberán saber que un empréstito para el Estado debe llevar la firma del presidente de la República. Y yo vuelvo a decirles hoy, que me cortaré las manos o me iré del gobierno antes que firmar el documento de un empréstito que significaría el derrumbe de la independencia económica que yo declaré en Tucumán el 9 de Julio de 1947, interpretando el sentir y la voluntad irrevocable de mi pueblo. Toda esta relación, un tanto larga, de los aspectos económicos de nuestra gestión gubernativa, constituye la definitiva respuesta argentina y peronista a los funestos pronósticos que este mismo recinto oyó tantas veces, anunciando la bancarrota del país en nuestras manos. Y es, sobre todo, una respuesta argentina y peronista para el pueblo que nunca creyó en predicciones interesadas y tuvo fe en nosotros. Cuando, en 1946 y 1947, los diputados peronistas y los ministros del Poder Ejecutivo enunciaban aquí los nuevos principios de nuestras concepciones económicas, no podían aportar otra cosa que esas ideas y sus razones y el firme propósito de realizarlas. Frente a ellos, la oposición puso toda la experiencia y toda la literatura de doscientos años de doctrina capitalista, ¡de una doctrina que nadie, ni en el gobierno ni en la cátedra universitaria, podía discutir sin ser tenido por loco o, por lo menos, por excéntrico, que es el nombre aristocrático de la locura! Nosotros cometimos aquí las primeras herejías contra la verdad capitalista. Hoy, como un homenaje a todos los compañeros que debieron soportar los ataques doctrinarios, y también los no doctrinarios, y al mismo tiempo, como un justo tributo a todos los que me han ayudado a realizar nuestra doctrina creando una teoría adecuada, proclamo la victoria de nuestra herejía sobre la vieja capitalista que se bate en retirada perseguida por los pueblos que ella explotó durante siglos. Pasa a cuarto intermedio. LOCUTOR = ANUNCIA EL RETIRO - DEJAR =SOLO ESTO El primer magistrado general Perón, hace ahora un pequeño alto en la lectura de su documento y se retira por algunos momentos para tomar un pequeño descanso en salón de la presidencia de la Cámara. Luego retornará para seguir en su parte final con el mensaje, oportunidad en que habrá de proseguir la trasmisión que por tal motivo se realiza desde el palacio de nuestras leyes. LUEGO DE DICHO ESTO = EL LOCUTOR SIGUE HABLANDO , COMENTANDO LO QUE PERON HABLÓ SON UNOS 3 o 4 MINUTOS = BORRAR HASTA QUE EL LOCUTOR DICE: LRA - RADIO DEL ESTADO BUENOS AIRES ARGENTINA, JUANTAMENTE CON LA RED ARGENTINA DE RADIODIFUSION, TRASMINTE NUEVENTE DESDE RECIENTO DE SESIONES DE LA HONORABLE CAMARA DE DIPUTADOS DE LA NACION. VA CONTINUAR CON LA LECTURA DE SU MENSAJE EL EXCELENTISIMO SEÑOR PRESIDENTE DE LA NACION GENEAL JUAN PERON = ESTO DEJAR (EN SINTESIS HABRÍA QUEJAR LA PRIMERA PARTE QUE ANUNCIA LA PAUSA, BORRAR EL MEDIO, Y COLOCAR CUANDO ANUNCIA LA VUELTA =LAS PALABRAS QUE TIENEN QUE QUEDAR SON LAS QUE FIGURAN EN ESTE TEXTO EN ROJO Y AMARILLO La primera parte de este mensaje, que ha tenido ya el honor de exponer a la consideración de vuestra honorabilidad y del pueblo argentino, ha estado destinada a demostrar el progreso general de la riqueza económica de la Nación. En esta segunda parte, trataré de hacer la exposición de todos los hechos que de una manera o de otra, han permitido al pueblo argentino recibir los beneficios de aquella riqueza. No he de referirme, sin embargo únicamente a los hechos que demuestran al pueblo argentino en la plena posesión de su riqueza material. Su independencia económica le ha dado también otras posibilidades superiores, y ellas surgirán a cada momento en esta segunda parte de mi exposición. Liberados de la dura tarea de servir a sus explotadores, los argentinos, levantada la frente, pueden mirar ahora un poco más allá de sus antiguos y agobiadores horizontes materiales de los años de miseria; y aparecen ahora, ante los ojos de nuestro pueblo, panoramas espirituales fundados en valores superiores y con objetivos también superiores. En medio de un mundo cuyas doctrinas opuestas sumergen al hombre de la chata horizontalidad de su materialismo, que es para ellos un fin y un objetivo supremo, nuestro justicialismo levanta nuevamente sobre el pedestal de los valores materiales, cuya sólida estructura ha asegurado nuestra reforma económica, la vertical de sus objetivos espirituales, y el hombre adquiere, por nosotros y entre nosotros, la estatura que Dios le ha asignado en el concierto universal y puede sentir de nuevo el optimismo de su eternidad. Nuestra finalidad es el hombre, el hombre común de nuestro pueblo, porque el justicialismo es esencialmente personalista y popular. Concilia así los valores individuales con los valores colectivos. Nuestra finalidad no es el Estado ni el capital, ni siquiera es la colectividad considerada como una unidad indivisible. Nuestra gran finalidad es el hombre, pero tampoco el hombre aisladamente puesto al término de nuestros afanes, sino el hombre que vive plenamente en la comunidad. Por eso, el bien por cuya realización hemos luchado en el orden económico debe hacer, según nuestra doctrina, todo el camino que llega al pueblo y allí distribuirse equitativamente entre los hombres y mujeres que integran la comunidad. El "bien" de nuestra concepción justicialista no es el "bien" el Estado, sino el bien común, que una vez alcanzado por la comunidad o por el Estado, es justamente redistribuido a fin de que el hombre pueda realizar íntegramente sus destinos humanos. Ese ha sido nuestro afán a través de estos años. A medida que alcanzábamos algún bien material, casi contemporáneamente, hemos realizado esa redistribución que, en la medida de lo posible, ha tratado de ser equitativa. Recién ahora el pueblo argentino puede comprender que profunda y generosa intención tenían aquellas palabras que tantas veces pronuncié: "Queremos que haya menos ricos y menos pobres." En el fondo intentaba decir, aunque con palabras más simples, lo que ahora la doctrina recoge estableciendo como principio, que la riqueza, debe ser justicialmente distribuida. Por eso, en la nueva Argentina, el capital, la propiedad, el dinero, la cultura, etcétera, es decir, todos los bienes individuales, tienen asignados por la Constitución una función social que cumplir. Por eso, en la nueva Argentina no es un fin del gobierno la riqueza, sino un medio o instrumento que le permite efectuar una adecuada distribución de bienes. A lo largo y a lo ancho del país el pueblo advierte ya los beneficios de esa acción distributiva a través de los servicios públicos, de los trabajos que el gobierno realiza y de las obras que se ejecutan o que han sido ya puestas en manos del pueblo. Todos los organismos ejecutivos del gobierno que están en íntimo contacto con el pueblo, pero por sobre todo algunos, como los que cuidan, por ejemplo de la educación y de la salud, cumplen una misión eminentemente distributiva de los bienes que el Estado va adquiriendo. Esa es la razón, fundada en principios doctrinarios, que nos han impulsado en la ejecución del primer Plan Quinquenal; y nos ha llevado a incluir en sus previsiones y en sus realidades no sólo los trabajos y obras de carácter retributivo, sino aun aquellas que como las escuelas y hospitales, por ejemplo, no reditúan al Estado ningún beneficio económico pero exaltan y crean en la comunidad imponderables valores espirituales. Sólo estas consideraciones y nuestro infinito deseo de servir al pueblo que en una hora definitiva supo jugarse entero por la patria, pueden explicar todo cuanto hemos podido realizar en materia de obras y de trabajos públicos. En cinco años, y sumado al 31 de diciembre de 1950, todas las inversiones en obras y trabajos públicos financiados con títulos, con recursos propios o con recursos del presupuesto normal, hemos dado al país realizaciones concretas por valor de $11.693.000.000. Algunos rubros de tales como inversiones, pueden dar una idea de nuestras realizaciones: las obras sanitarias han requerido una inversión total de 559.000.000 de pesos; los edificios educativos que construye la Nación 600.000.000; los barrios de viviendas, 605.000.000, solamente los que ha construido el Ministerio de Obras Públicas; las obras destinadas al turismo social, 130.000.000; la obra caminera, 682.000.000; los transportes, 1.180.000.000; las obras hidráulicas, 309.000.000; las obras de electricidad, 290.000.000; la construcción del gasoducto a Comodoro Rivadavia y de todas las obras subsidiarias y anexas, 184.000.000; las obras de distribución de gas, 163.000.000; los trabajos de producción y distribución de gas envasado, 40.000.000; salud pública, 330.000.000; el aeropuerto de Ezeiza y sus obras anexas, 300.000.000. Las provincias, por su parte, solamente con aportes de financiación federal, han cumplido una obra de extraordinario valor por un monto muy superior a los 1.000.000.000 de pesos. A esta cifra deben añadirse las obras realizadas con sus recursos normales, que sobrepasan los 1.500.000.000 de pesos. Ellas no representan una realización directa del gobierno nacional, y si me permito recordarlas a vuestra honorabilidad es porque manifiestan el grado de fecundidad del movimiento peronista; y porque pienso que es el mejor homenaje que el gobierno federal puede rendir a los gobiernos provinciales que colaboran así efectivamente en la consecución de los grandes objetivos de nuestro afán: la grandeza de la Nación y la felicidad de los argentinos. Son éstas las grandes líneas que señalan cuál es la magnitud de la obra pública realizada. No habremos cumplido, ciertamente, con todas nuestras ambiciones, cuya medida es la necesidad de la Nación, pero nadie podrá honradamente negar, que hemos realizado una inmensa cantidad de deseos y de esperanzas largamente acariciadas por el pueblo. Por eso el pueblo sabe ahora qué verdadera fue nuestra consigna: "Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar", que nunca fue un lugar común para discursos políticos; y ya es una frase popular aquella que afirma que el movimiento peronista cumple. Esta situación de crédito y de fe que el pueblo nos brinda, es lo que nos ha permitido iniciar nuestros trabajos del Segundo Plan Quinquenal, preguntando al país cuáles son las necesidades que aun tiene y a veces son modestas necesidades que vienen siendo antiguas aspiraciones locales siempre utilizadas con fines políticos y nunca satisfechas. En el primer plan de gobierno hemos cumplido las grandes etapas y dado al país las grandes obras que le otorgan ahora fuerza a su economía y a su nombre en el mundo. El Segundo Plan Quinquenal tendrá, junto a sus grandes objetivos generales, la misión de satisfacer aquellas pequeñas necesidades que son grandes aspiraciones de todos los barrios y de todos los pueblos de la República. HAY UNA PAUSA EN BLANCO DE UNO DOS O TRES MINUTOS = ELMINARLA La elaboración del Segundo Plan Quinquenal, en que estamos empeñados, prueba, por otra parte, al país que no trabajamos con el antiguo sentido de los gobiernos meramente políticos. Toda la Nación recuerda cómo ellos manejaron el Estado con los ojos puestos solamente en el presente; aun los que trabajan con honradez pensaron únicamente en la etapa que ellos debían cumplir y cada fin de período significaba el agotamiento de la economía que requería, a veces, un nuevo período para rehabilitarse. NO ESTA EN AUDIO Los gobiernos peronistas, tanto en la Nación como en las provincias, trabajamos con criterio de continuidad porque no olvidamos, que aunque los hombres y aun los partidos pasan, la Nación y el pueblo permanecen. Poco importa por eso que los nuevos planes tendidos hacia el próximo futuro sean utilizados por otros o por nosotros. Lo que interesa es que con ellos la Nación llegue a ser un poco más grande y el pueblo un poco más feliz! Para gloria del movimiento peronista, sus triunfos no son nuestros: son las victorias mismas de la Nación. Por eso, también, podemos anticiparnos orgullosos al juicio definitivo de la historia, porque nada ni nadie, podrá separar mañana las victorias de la patria de nuestras propias victorias. Debo referirme ahora, a la acción específica del Poder Ejecutivo en materia de obras, trabajos y servicios públicos, tal como ha sido cumplida a través de los ministerios que de tal manera realizan la distribución de la riqueza y de los bienes del Estado. Así, por ejemplo, el Ministerio de Obras Públicas ha seguido cumpliendo con sus planes en forma progresiva. Más adelante he de hacer referencia a la forma en que se vienen realizando las construcciones escolares a cargo, precisamente, de este departamento de Estado. La construcción de viviendas que cumple principalmente el Ministerio de Obras Públicas ha seguido el ritmo previsto en nuestros planes. En 1950 se han terminado en la Ciudad Evita 3.500 viviendas sobre 4.100 que constituyen la primera etapa, y se ha complementado la unidad social, construyendo allí mismo 9 escuelas para 6.000 alumnos y 20 locales para negocios. Se ha dado término a la construcción de los barrios de viviendas de Corrientes, Santiago del Estero y San Luis, y en 1951 (PERON DICE 1958=) se terminarán las obras de Salta y de Catamarca. Debo destacar, en este momento, la obra de viviendas realizada por otros organismos del Estado: el Ministerio de Industria y Comercio, la Administración Nacional de Vialidad, construyendo viviendas para sus "camineros lo largo de todas sus rutas; los ministerios militares, el Ministerio de Transportes, etcétera, etcétera. Si a esto añadimos la obra que con nuestra ayuda financiera han cumplido las provincias, el aporte de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, el fundamental esfuerzo que realiza construyendo, también en forma directa el Banco Hipotecario Nacional y la extraordinaria ayuda que nos presta en ese sentido la Fundación Eva Perón, podrá comprenderse cómo en el término de cinco años hemos realizado nuestras previsiones más optimistas. Por nuestro esfuerzo constructivo directo, al terminar el primer período peronista de gobierno, el país tendrá 100.000 viviendas más dignas y confortables, como merecen los trabajadores argentinos. A este número deben agregarse las viviendas nuevas que ha posibilitado el sistema crediticio del Banco Hipotecario Nacional. Cuatro cifras darán una idea categórica acerca de la magnitud de esta obra social extraordinaria: desde 1886, fecha de creación del banco, hasta 1946 -60 años de acción- se habían otorgado créditos para 20.000 unidades de viviendas por la suma de 400 millones. En los últimos 5 años, el mismo banco entregó al pueblo créditos por 4.500 millones y posibilitó así la edificación de 135.000 viviendas. Aprovecho esta oportunidad para informar a vuestra honorabilidad y a la Nación, que considero que el Estado no debe ya construir directamente más viviendas en sus próximos planes de gobierno. Tuvimos que hacerlas en el Primer Plan Quinquenal porque el déficit de viviendas era enorme y el pueblo no tenía entonces los medios de que hoy dispone. En 1946 lo apremiante era mejorar el estándar general de vida. En 1950, los obreros ya pueden pensar en la casita propia construida con sus propios recursos y con nuestra ayuda; y yo veo con íntima satisfacción cómo los organismos gremiales son los que han tomado esta iniciativa, y aunque todavía en pequeña escala, van construyendo ya barrios que en nada deben envidiar a las mejores construcciones realizadas por nosotros. Así como en materia hospitalaria creo que deberemos demoler los viejos, anacrónicos y fríos hospitales, que nos legó un pasado injusto e inhumano, pienso que en todo el país deben ser substituidas las viviendas indignas por las viviendas del nuevo estilo: saludables y sobre todo humanas. Ya hemos visto desaparecer, en muchos sitios del país, barrios enteros cuyas casas no merecían el nombre de viviendas humanas, porque allí, más que vivir, se moría poco a poco. Lo que falta por hacer, que representa todavía un ponderable esfuerzo, debe realizarlo el mismo pueblo con toda nuestra ayuda, que será aun mayor en lo futuro porque aunque está probada su eficacia actual a través del programa cumplido. Queremos también que ese esfuerzo llegue al agro argentino a fin de que los sacrificios y rigores del campo sean compensados por una vida sana y alegre en viviendas confortables y dignas. Si quedase, a pesar de todo, algún problema insoluble por las vías normales, yo he de pedir a la Fundación Eva Perón que ayude a los más humildes, abriéndoles el camino que conduce a lo que constituye siempre una esperanza tan acariciada precisamente por los humildes: una casita propia. En dos palabras: la consigna del pueblo debe ser "que cada uno construya su propia casa". La consigna del gobierno es "ayudar al que se decida a realizar el esfuerzo". Que cada argentino de nuestra generación pueda decir con orgullo a sus hijos en su legado: "Esta casa que les dejo es un pedazo de la nueva Argentina". En otro orden de cosas, ha continuado la enorme tarea de dragado de nuestros ríos, cumplida gracias a la integración del sistema nacional de dragas, actualmente tres veces superior al que poseíamos en 1946; se ha completado la urbanización de la zona de Núñez, ganada al río, con la construcción del balneario artificial con capacidad para 250.000 personas; se han efectuado construcciones portuarias en la Capital Federal, en Rosario, en Quequén, en Concordia, en Comodoro Rivadavia; se han terminado obras complementarias del Aeropuerto Nacional de Ezeiza, que quedará por mucho tiempo como una prueba irrefutable de nuestra capacidad constructiva y de nuestra previsión; se han levantado múltiples construcciones destinadas al turismo social y al turismo internacional, etcétera. La obra vial, con todo haber sido intensa, ha debido atender más bien a la conservación de una red caminera que realizada hace 20 años, sin prever este enorme despertar nacional, no ha podido soportar el extraordinario incremento del transporte automotor de cargas. Al finalizar el año 1950, se construían obras por valor de 534 millones de pesos, de cuya suma, 340 corresponderían a obras licitadas durante el año próximo pasado. El organismo específico de la Nación se apresta actualmente a construir las grandes autopistas del litoral Norte y del litoral Sur y proseguir las rutas de la red caminera nacional pavimentada, cuya construcción debió ser interrumpida por escasez de maquinaria, materiales y aun de mano de obra, determinada por la situación mundial. En materia de obras sanitarias, dos cifras dan una idea de la obra cumplida: en 1946 los servicios sanitarios beneficiaban a 5.700.000 personas, distribuidas en 220 localidades; en 1950, las personas beneficiadas son 7.100.000 hombres y las localidades, 350. No quiero dejar de señalar la construcción de la red nacional de elevadores de granos que, con el elevador terminal de Puerto Nuevo, a inaugurarse este año, con una capacidad de almacenaje de 150.000 toneladas y el elevador de Santa Fe también de gran capacidad, darán al país nuevos instrumentos de su independencia económica. En 1946 el país tenía una capacidad de elevadores de 164.000 toneladas; a fines de 1951, ella será superior a las 500.000 toneladas. Continúa incrementándose la flota fluvial del Ministerio de Obras Públicas, que de 14.700 toneladas de capacidad de bodega que tenía en 1946, ha pasado a 120.000 en la actualidad. En materia de comunicaciones la labor desarrollada por el gobierno nacional, a pesar de ser inmensa y de no tener ningún precedente en la historia del país, ha pasado más bien inadvertida a los ojos del pueblo. En esta materia, tal vez como en ninguna otra de las que constituyen nuestra obra realizada, todo se ha hecho silenciosamente, siguiendo nuestro lema de trabajo: "Mejor que decir es hacer". Por eso mismo quiero, en esta oportunidad, llenar, en cierto modo, ese vacío y referirme a esta materia de nuestra acción con cierta amplitud. Es trascendental, el ejemplo para el país, el extraordinario desarrollo alcanzado por las comunicaciones inalámbricas. La Nación posee, desde el 17 de octubre de 1950, la más notable y moderna unidad radiodifusora de América del Sur. Las ondas argentinas que de ella brotan ininterrumpidamente abarcan íntegramente el continente americano, el África meridional y todo el occidente europeo. Por este extraordinario medio de difusión, la verdad y la cultura argentinas encuentran todos los días resonancias nuevas en lo más apartados rincones de la tierra. Esta es otra -y no la menos importante- de las tantas formas que hemos dado a nuestra irrevocable decisión de independencia y de soberanía. Por este medio, la República Argentina hace oír su voz en el mundo a despecho de las agencias informativas que sirven todavía a los intereses que nosotros tuvimos que vencer para ser justos, soberanos y libres. Las ondas de la patria no podían olvidar, por otra parte, que las zonas australes del país y del continente son también argentinas. Por ello fue instalada en Santa Rosa, La Pampa, la primera emisora de la red oficial en el interior del país. Desde ella se cubre la Patagonia, la gran Patagonia, donde asoma el porvenir como una aurora magnifica para los argentinos; se extiende desde allí hasta las Malvinas, como un largo abrazo de amor y de soberanía que anticipa la hora del regreso definitivo que algún día dispondrán: ¡o la justicia, o el pueblo argentino, que para el caso es lo mismo! Las ondas argentinas llegan desde Santa Rosa a la gran región antártica y a través de ella se comunican con nosotros los hombres que integran la primera expedición científica, y que, en la remota lejanía de nuestra tierra, custodian con heroico sacrificio, los irrenunciables derechos de nuestra bandera nacional. Cualquiera sea la zona de la patria en que se encuentren los argentinos, desde La Quiaca hasta la Antártida, pueden hallar un medio rápido y efectivo para comunicarse con el resto del país. Esta realidad ha costado grandes esfuerzos. Pero nos compensa de todo la inmensa satisfacción de poder decirlo al pueblo argentino por primera vez en la historia nacional. Las comunicaciones postales y telegráficas han aumentado en forma verdaderamente extraordinaria y ello constituye un índice del enorme despertar de la actividad nacional. Debido a los requerimientos de la actividad económica privada, y de acuerdo con la prudente política seguida por el Estado en materia de economía, no ha podido incrementarse en la misma proporción el personal que realiza estos servicios públicos y por esta razón algunos sectores de las comunicaciones postales han podido ser cumplidas sólo con gran sacrificio de los humildes agentes de la gran repartición que honra al país. En atención a ello y por considerarlo justiciero mi gobierno ha decidido aumentar especialmente las retribuciones del personal de Correos y Telecomunicaciones, ha establecido los mejores servicios sociales que haya tenido hasta la fecha esta repartición y ha ascendido a 12.300 empleados y obreros que allí sirven eficientemente la patria con tesonero afán. Las redes telegráficas argentinas han sido aumentadas en 850.000 kilómetros desde 1946 hasta la fecha, y ello importa un aumento de 9.000 kilómetros de desarrollo. Se han conectado las redes telegráficas con las estaciones radioeléctricas. Se han construido y habilitado 111 edificios fiscales de Correos. En 1946 tenía la Nación solamente 148 edificios propios. En cinco años hemos construido tanto como en un siglo. A pesar del esfuerzo realizado, la buena administración de los recursos ha permitido llegar a las postrimerías del ejercicio financiero correspondiente a la ejecución del presupuesto de 1950 con una economía superior a 58.000.000$, incluido el remanente del fondo del escalafón. No obstante, el aumento de personal necesario y las mejores condiciones que deben otorgarse a los empleados y obreros de esta repartición y el mayor costo de los elementos y materiales necesarios, han hecho imprescindible el último aumento de tarifas decretado por el Poder Ejecutivo. A pesar de ello las tarifas postales argentinas siguen siendo las más bajas del mundo. La Dirección General de Teléfonos del Estado ha cumplido también en estos cincos años de mi gobierno una tarea digna de argentinos. Teléfonos del Estado es una actividad de gobierno tan cara a mis sentimientos como pueden ser nuestros ferrocarriles o nuestros barcos o nuestras fronteras: que al fin de cuentan todos ellos -comunicaciones, trenes, naves y fronteras, etcétera- no son más que formas distintas con que la patria protege y sirve a los argentinos. Cuando llegamos al gobierno, nuestros adversarios decidieron hacer creer al pueblo argentino que el gobierno había caído en manos de incapaces. Cuando compramos los teléfonos no tuvieron el valor de reconocer que con ello habíamos reconquistado lo que siempre debió ser nuestro. ¡Cómo iban a aplaudir que nosotros comprásemos por dignidad lo que ellos habían vendido por inconsciencia o por cobardía. En cambio nos anunciaron que desde ese momento comenzaba la bancarrota en las empresas telefónicas. Nuestra verdad es lo que hoy yo traigo aquí como respuesta definitiva a aquella que fue una de las tantas y funestas profecías de los enemigos del pueblo. Solamente en 1950 hemos instalado 72.000 teléfonos más. El año que las empresas extranjeras instalaron más teléfonos fue en 1939 y alcanzaron a colocar solo 26.000 en todo el país. Cuando tomamos las empresas telefónicas tenían 517.000 aparatos. Hoy tienen 719.000. En cuatro años el Estado -el mal administrador- ha hecho la mitad de lo que hicieron las buenas administraciones, según nuestros adversarios, en 60 años de actuación privada. En 1946 el servicio telefónico sirvió 21.000.000 de comunicaciones interurbanas nacionales. En 1950 atendió 30.000.000 de pedidos. Un simple cotejo de las cifras nos sirve para llegar a dos conclusiones: primero, que en manos del Estado las empresas han crecido extraordinariamente; y segundo, que aun así los servicios sólo pueden cumplirse con grandes sacrificios. ¡Calcule el pueblo argentino cómo estaría el servicio si hubiesen seguido atendiéndolo intereses opuestos al progreso nacional! En 1946 las empresas telefónicas tenían 748 oficinas y una red de 148.000 kilómetros. En febrero del 51', Teléfonos del Estado posee 877 oficinas y 255.000 kilómetros de líneas telefónicas, y aspira a que el servicio vaya cubriendo progresivamente todo el país. Solamente Teléfonos del Estado ha realizado en 1950 obras por valor de 244 millones de pesos contra 156 que realizó en 1949. Pero hay más todavía: los servicios normales de la Dirección General de Teléfonos del Estado no cuestan a la Nación un solo centavo. Los ingresos, que sumaron en 1950 aproximadamente 250 millones, superaron con algún margen los gastos de explotación. Como en el caso de las tarifas postales, debo informar a vuestra honorabilidad que las tarifas telefónicas -contando los últimos aumentos- son las menores del mundo. En cuanto a los servicios familiares urbanos la relación es de: 1 a 2,4 sobre Brasil; 1 a 3,2 con respecto a Inglaterra; 1 a 6,5 con respecto a Francia; 1 a 7 con respecto a Estados Unidos; y en los servicios comerciales urbanos la relación es: 1 a 2,7 con respecto a Inglaterra; 1 a 4,9 sobre Francia; 1 a 8 con respecto a Estados Unidos. Los obreros y empleados telefónicos desde 1946 hasta la fecha han obtenido no sólo las mejoras económicas que en justicia el Estado les debía, sino también aquellos beneficios imponderables que no se pueden medir con cifras estadísticas ni con dinero: servicios sociales extraordinarios, enseñanza profesional, trato digno, mejores condiciones de trabajo, etcétera. Hoy puedo por eso decir a los argentinos con legítimo orgullo: no sólo hemos reconquistado el servicio telefónico, le hemos dado también un empuje extraordinario, no es una carga más para el Estado, su administración es floreciente y además sus 26.000 empleados y obreros ganan salarios dignos de obreros y empleados argentinos. Es cierto que el servicio -siguiendo la curva ascendente de la inflación mundial- cuesta algo más y debe ser pagado algo más, como que es un servicio que se presta a quien lo requiere... pero no podemos olvidar que el dinero que pagamos por él no sale del país... y de una o de otra manera vuelve a las mismas manos que lo pagan... ¡que ésta es una de las tantas explicaciones del bienestar y de la felicidad que reinan en el país y que no terminan de entender los profetas de las funestas y agoreras predicciones! (amaga decir este parrafo pero solo dice: "Es cierto...", y como la gente aplaude, cuando finaliza eñ aplauso sigue con el parafo de abajo) BORRAR Ya he mencionado la enorme actividad paralela a la de este servicio que se ha desarrollado en el país y que se ocupa de la fabricación de elementos afines para repuestos o nuevas unidades, que antes se producían en el extranjero. Día llegará en que todos los elementos que necesitan los servicios públicos sean realizados en el país, y a eso tienden todos nuestros esfuerzos. Cada argentino ha de saber que tiene el deber de ingeniarse para que este gran ideal de independencia económica se cumpla. Eso es parte del pedestal que sostiene la dignidad de la Nación y mantiene la vertical absoluta de nuestra soberanía. En materia de transportes ya me he referido en términos concretos a la tarea cumplida por nuestra marina mercante. Debo ahora exponer, aunque sea en forma sumaria, otros aspectos de los servicios públicos que cumple el Ministerio de Transportes. En cuanto concierne al transporte ferroviario, vuestra honorabilidad conoce perfectamente bien que recibimos los ferrocarriles en una situación difícil, que fue precisamente la que nos permitió realizar la adquisición en ventajosas condiciones. Desde el año 1939 las empresas extranjeras no renovaban el material rodante y de tracción. Desde aquella fecha, y como consecuencia de la guerra, el mundo viene sufriendo una profunda crisis de materiales ferroviarios que nos ha impedido realizar, en este capítulo de los transportes, una tarea de resultados tan favorables como la que señalé al referirme a los teléfonos. Por otra parte, durante todo el tiempo que los ferrocarriles estuvieron en manos de empresas extranjeras ningún directorio se preocupó, lógicamente, en crear una industria ferroviaria paralela como para subvenir a las necesidades de las líneas. A tal punto se llegó, en ese sentido, la dependencia económica, que no sólo se importaban locomotoras, rieles y vagones, y aun el carbón que tan fácilmente pudo ser substituido aquí por leña, sino que ¡hasta los letreros con el nombre de las estaciones eran traídos desde exterior! La nueva situación que ha puesto todo el sistema ferroviario en nuestras manos ha ido despertando en el país el afán de crear una industria subsidiaria que dentro de pocos años, si el esfuerzo iniciado continúa, podrá desenvolverse en forma tal que no tendremos ya preocupaciones por el abastecimiento de nuestros transportes ferroviarios en el exterior. Todos los inconvenientes que han surgido frente a nuestro propósito de poner los servicios ferroviarios a tono con la nueva Argentina, no han sido capaces de impedir que hiciésemos algunos progresos en este aspecto de nuestra acción. Así, por ejemplo: desde 1946 hemos podido aumentar el número de locomotoras en servicio activo, que ha pasado de 3.500 a 3.900, y de 79.600 vagones hemos llegado a 81.500. Prácticamente, con los mismos elementos, los ferrocarriles nacionales han transportado en 1950 la cantidad récord de 16.800.000.000 de toneladas- kilómetros y han expedido 460.000.000 de pasajes. Puede apreciarse con facilidad que ello sólo ha podido realizarse añadiendo mucho ingenio a la inteligencia, con adecuadas medidas de coordinación nacional y racionalización de los servicios. Puede afirmarse, sin duda, que los ferrocarriles han cumplido hasta aquí, como servicio público, en condiciones satisfactorias aun con grandes sacrificios y que han superado en muchos aspectos al que prestaban las empresas extranjeras. La llegada al país de nuevos materiales en los próximos meses permitirá mejorar indudablemente los servicios. NO ESTA EN AUDIO - BORRAR Todo indica, si nuestros planes se cumplen como hasta ahora, que este año se iniciará un ciclo de extraordinario progreso en nuestros transportes ferroviarios. Fundamentan mi afirmación, numerosos hechos que ya han tenido principio de ejecución en 1950: el país ha podido hacer grandes adquisiciones de material rodante y de tracción, y entre ellas destaco la de 85 locomotoras diesel adquiridas en noviembre próximo pasado con todos sus repuestos. Tal como lo he informado comienzan ya a fabricarse vagones en el país. Se ha construido ya en talleres nacionales la primera locomotora diesel con extraordinarias innovaciones de patente exclusivamente argentina Se procede al reajuste de los sistemas ferroviarios en el aspecto técnico-cooperativo y económico-financiero. Estamos a punto de sustituir el viejo sistema tarifario de cargas de tipo colonialista de los transportes ferroviarios por el nuevo sistema de tarifas justicialistas que considera a los transportes ferroviarios como una sola unidad económica y financiera, FIN DE LADO A DE CASETTE 150 = NO HAY REPETICION DE PALABRAS y que, por otra parte, se funda en la aplicación de métodos simplificados que permitirán asimilar, las tarifas ferroviarias a las postales en forma tal que se hallen en función proporcional con el tonelaje más que con las distancias recorridas, etcétera. Todos estos hechos permiten vaticinar que los ferrocarriles argentinos, en manos de argentinos, están también doblando la curva difícil del camino tal como en 1949 lo hizo la economía nacional, que van ya afianzando poco a poco el prestigio que deben tener como realizaciones justicialistas. Una prueba de lo que pueden hacer los ferrocarriles en manos argentinas, es la ya mencionada construcción de la línea industrial que une las minas carboníferas de Río Turbio con el puerto de Río Gallegos. El 16 de marzo del 50' resolvimos realizar la obra. En mayo se habían terminado los estudios correspondientes. En junio comenzaron a llegar los materiales a Río Gallegos. En septiembre se dio comienzo recién al trabajo. Y en estos momentos, a ocho meses de iniciado, puedo anunciar que la obra está terminada y que ya pueden circular los trenes de uno a otro extremo de la anchura patagónica a través de los 260 kilómetros de distancia. Hemos invertido allí 40.000.000 de pesos. ¿Hubiese podido ser realizada una obra semejante cuando a las empresas foráneas no les convenía que la República Argentina se abasteciese con su propio carbón? Hace casi treinta años un gobierno argentino compró numerosos materiales para líneas, que nunca se tendieron, del Ferrocarril Patagónico. Dios ha querido que nos tocase a nosotros armar aquellos materiales que estuvieron casi treinta años herrumbrándose en el Puerto Madryn, esperando allí, como símbolo de los tiempos, que manos argentinas los hiciesen andar. ¡Hoy recorren por primera vez la línea de Río Turbio a Río Gallegos! En el orden económico-financiero el Ministerio de Transportes se apresta a restablecer el equilibrio perdido en razón de las sucesivas medidas de justicia social que elevaron los haberes del personal ferroviario de un promedio de 252 pesos que ganaban en 1946 de 841 que perciben actualmente. Estas medidas, que han beneficiado en forma extraordinaria al personal ferroviario, y las dificultades anteriormente expuestas, han determinado que el resultado de la explotación de todos los ferrocarriles nacionales arroje al fin del ejercicio del 50' un déficit de 543.000.000 de pesos que el Ministerio de Transportes cubrirá con las medidas anteriormente anunciadas. No quiero referirme sino, brevemente, las últimas huelgas que determinaron la movilización del personal ferroviario. Quiero informar a los señores senadores y diputados, y por vuestro intermedio al pueblo de la República, que ha sido plenamente probado que aquel triste episodio fue dirigido desde el extranjero; que sus principales autores en el gremio ferroviario fueron elementos comunistas que contaron con el apoyo de dirigentes políticos que militan en nuestra oposición; y que el gremio ferroviario, haciendo honor a sus antecedentes, volvió a sus tareas normales en cuanto advirtió que había sido sorprendido y engañado. Quiero señalar a vuestra honorabilidad que las medidas tomadas por mi gobierno lo fueron previa consulta a los mismos trabajadores representados por todas las entidades sindicales. Con ello mi gobierno probó una vez más que no en vano la primera verdad del justicialismo establece que "en la verdadera democracia el gobierno no hace sino lo que el pueblo quiere". El Ministerio de Transportes, en otro aspecto de su gestión, tiene a su cargo el transporte automotor explotando y administrando líneas propias y coordinando y racionalizando el funcionamiento de numerosas empresas privadas. Las actividades de 1950 en este orden de cosas, pueden resumirse en las siguientes realizaciones: creación de la Gerencia General de Automotor, aumento del número de pasajeros transportados en sus líneas interurbanas de 20 millones en el 49' a 30 millones en el 50'; habilitación de la estación terminal de ómnibus de Rosario, que sirve diariamente a un promedio de 25.000 personas; habilitación de la estación terminal de Mar del Plata; construcción de la estación terminal para la zona atlántica en la Capital; adquisición de nuevas unidades para mejorar los servicios; nuevas normas para el tránsito de cargas en la Capital y Gran Buenos Aires; ordenamiento general y fiscalización de los servicios particulares de transporte de cargas, etcétera, etcétera. Toda esta acción del Ministerio de Transportes tiende a lograr la perfecta coordinación nacional de todos los transportes a fin de facilitar el desenvolvimiento de la economía nacional. Es interesante, señalar que como consecuencia de esta progresiva y útil coordinación, las cosechas argentinas, a pesar de las dificultades señaladas en el material ferroviario, se transportan sin graves inconvenientes. Señalo esta situación porque todo el país recuerda que no hace muchos años las cosechas argentinas, fruto de esfuerzo de nuestros productores, se perdían muchas veces o en el campo o en las estaciones ferroviarias, y nosotros mismos tuvimos que hacer enormes sacrificios para evitar que eso sucediera durante el año 1948, cuando no habían sido todavía suficientemente coordinados nuestros transportes terrestres, fluviales y marítimos. Los transportes aéreos han crecido también extraordinariamente durante los últimos años. Las ex sociedades mixtas de aeronavegación fueron incorporadas al Ministerio de Transportes. Puedo hoy ofrecer al pueblo argentino los resultados de nuestro esfuerzo, realizado conjuntamente por los ministerios de Transportes y de Aeronáutica. Algunas cifras darán una clara idea de nuestro progreso en este sentido: en 1946 nuestras naves aéreas realizaban sólo 73 vuelos mensuales regulares de carácter comercial; en 1950 se cumplen 550 servicios permanentes por mes y, de ellos, 182 son de carácter internacional. Por otra parte, el 4 de junio de 1946, nuestras líneas cubrían servicios regulares sobre 5.200 kilómetros de distancia. El 31 de diciembre de 1950, en un alarde del empuje de su progreso, nuestra aviación comercial prestaba ya servicios a través de 53.000 kilómetros de distancia. Nuestra aviación comercial muestra así al mundo que desde 1943 una nueva Argentina soberana se va levantando sobre la otra Argentina colonial que nosotros heredamos. Los principales hechos registrados en 1950 en materia de aeronáutica comercial fueron: inauguración de servicios directos con Estados Unidos y con Alemania y de nuevos servicios con Chile; nuevos servicios internos con Mar del Plata, Córdoba, Bahía Blanca, Trelew y Comodoro Rivadavia, General Pico, San Rafael, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán, Concordia, Resistencia, Paso de los Libres, Posadas; enlace de las rutas Norte y Litoral con la nueva línea Tucumán - Roque Sáenz Peña. Así se explica que las Aerolíneas Argentinas hayan transportado en 1950, 50.000 pasajeros más que en 1949 y que se hayan recorrido 1.690.000 kilómetros más que en el período anterior. En 1950 fueron inaugurados también en Ezeiza los talleres aeronáuticos mayores de Sudamérica, y es para nosotros una inmensa satisfacción poder decir que ellos fueron construidos y montados por personal exclusivamente argentino. La industria aeronáutica, que en nuestro país ha sido desde hace varios años exclusivamente militar, empieza a cumplir su etapa civil. HAY UN BACHE EN BLANCO POR LO QUE LA PRIMERA PARTE DEL PARRAFO NO SALE AL AUDIO (LO QUE ESTÁ EN CELESTE NO SALE) ELIMINAR UN POCO EL ESPACIO EN BLANCO = NO PARA TRATAR DE DISIMULAR EL BACHE, SINO AL CONTRARIO . SE TIENE QUE NOTAR QUE ALGO FALTA, PERO ACHICARLO UN POCO EL ESPACIO EN SILENCIO. Por decreto 24.914/50 hemos establecido las bases de organización, instalación y funcionamiento de una nueva fábrica de aviones. Con ellas, y con la solución del problema del aluminio, que también ha sido prevista, el país contará dentro de algunos años con aeronaves civiles, comerciales y militares íntegramente construías en el país por obra exclusiva de técnicos y operarios argentinos. Nuestros éxitos en materia de fabricación de aparatos militares aseguran que también en esta nueva etapa nos esperan brillantes resultados. El país entero sabe que no es ya problema para los argentinos alcanzar otros objetivos menos complicados en materia aeronáutica cuando se ha conseguido realizar el alarde técnico que es el Pulqui II de retropropulsión. Yo debo destacar en este sentido la fecunda acción de la aviación militar; gracias a ella el país tiene una industria aeronáutica; gracias a ella los argentinos poseemos aeródromos de uso civil en todo el país, solamente en 1950 el Ministerio de Aeronáutica ha inaugurado 11 nuevos aeródromos invirtiendo en ellos 14.000.000 de pesos; gracias a la aviación militar tiene el país conciencia aeronáutica y pilotos capacitados y eficientes que han dado a las líneas argentinas prestigio internacional en cuanto a seguridad. No podemos olvidar en estos momentos de brillantes victorias aeronáuticas argentinas a todos los hombres que en esta tierra han luchado como heroicos precursores de este magnífico presente. A ellos, pilotos militares y civiles caídos en todos los rincones del país, yo quiero dedicarles, en nombre del pueblo argentino, el homenaje que ellos merecen por habernos conquistado el cielo de la patria. He venido reseñando hasta aquí la obra cumplida por aquellos ministerios que realizan funciones de servicio público en el sentido preciso de la palabra. He de pasar ahora a exponer la de aquellos que sirven al pueblo en forma directa, pero con servicio de carácter social, cumpliendo así con la distribución justicialista de los bienes que obtiene el Estado con sus grandes recursos. Salud Pública: en materia de salud pública la obra de gobierno es satisfactoria. Prueba fehaciente de ello es que la tasa de mortalidad que en 1946 era de 9,5% ha descendido a 8,8%, así la República Argentina pasa a ocupar el segundo lugar en la escala sanitaria del mundo entero. Esta extraordinaria posición lograda por nuestro país obedece no sólo al mejor estándar de vida de la población, sino también a la obra asistencial desarrollada por el gobierno. En este esfuerzo no sólo ha actuado el ministerio específico. Como si se tratase de una guerra total por la salud argentina, han aunado sus fuerzas todos los organismos del Estado cuyas direcciones de obra social han dirigido hacia ese gran objetivo sus mejores armas; y además han cooperado en esta misma tarea los numerosos gremios obreros cuyas mutualidades han ido reemplazando en materia sanitaria a los antiguos centros de beneficencia. Debo destacar también la acción de las provincias, que han cooperado con la Nación en forma eficiente. Todas estas causas, orientadas hacia el mismo fin, han cambiado totalmente el aspecto sanitario del país. En 1946 teníamos un total de 66.000 camas disponibles para la atención de los enfermos. En la actualidad poseemos 109.000. El gobierno nacional solamente atendía en 1946, 15.000 camas. En 1951 atiende 11.000 camas más. El gobierno nacional ha tomado para sí la tarea de realizar las grandes luchas contra la tuberculosis, las enfermedades mentales, la sífilis y la lepra, dejando la asistencia hospitalaria polivalente en manos de los gobiernos locales. Así ha podido lograr la disminución de la mortalidad por tuberculosis desde la cifra de 1946 igual a 73 por cien mil, a la cifra de 1950 igual a 48 por cien mil. La protección maternoinfantil ha dado también resultados alentadores, descendiendo la mortalidad infantil de 32 por mil en 1946 a 68 por mil en 1950. La lepra es apenas actualmente un problema sanitario en vías de solución. En cinco años se ha reducido en un 80% el número de casos nuevos, y por primera vez sobran camas para leprosos en los establecimientos nacionales. Esto obedece a distintos factores, entre los cuales se destaca la abundante provisión de medicamentos modernos y el tratamiento más humano de los internados. Yo sé que quedan en el país todavía muchos hospitales indignos de la nueva Argentina. Reconocer esta verdad es empezar a solucionar el problema. Por de pronto en estos cinco años hemos hecho todo cuanto ha sido posible atendiendo casos de emergencia que eran urgentes y apremiantes y dando soluciones hospitalarias a algunos graves problemas generales como el de la lepra, las enfermedades mentales, la tuberculosis y el cáncer, facilitando el tratamiento del mayor número posible de enfermos. En materia de salud pública y de asistencia social el gobierno ha recibido también la inestimable ayuda de la Fundación Eva Perón, que hasta 1950 ha inaugurado ya 76 institutos que se distribuyen a lo largo y a lo ancho de toda la Nación. Yo debo señalar a esos institutos: hospitales, policlínicos, hogares de ancianos, clínicas de rehabilitación y readaptación, hogares escuelas, ciudades universitarias, infantiles, etcétera, como modelo en su género no sólo para nosotros sino inclusive para el mundo estero, tal como ha sido reconocido públicamente por técnicos extranjeros en la materia. Realiza la Fundación actualmente un plan de 30 hospitales de 500 y 1.000 camas, cada uno distribuidos en todas las provincias y algunas gobernaciones que aumentan ya en forma progresiva el número de camas disponibles y que por el solo esfuerzo de la Fundación se incrementará así en 15.000 unidades. Yo veo concretarse con legítimo orgullo de presidente y de peronista tan magníficas construcciones, grandes y magníficas por sus dimensiones, pero más aún, por el sentido profundamente humano y efectivamente cristiano que las inspira. Pienso que en el segundo Plan Quinquenal el gobierno de la Nación en materia de salud pública deberá ocuparse exclusivamente de realizar la substitución de todos los viejos hospitales del país, fríos y sórdidos hospitales que construyó la oligarquía para que en ellos dejara su vida el pueblo, por hospitales nuevos similares en absoluto a los que construye la Fundación Eva Perón. Los proyectos realizados por la Fundación deberán ser adoptados como modelo y como tipo y deberán repetirse en todos los rincones del país, porque yo no concibo que el dolor y la enfermedad de un argentino puedan ser tratados de otra manera que no sea la que se estila y la que se usa en los institutos de la Fundación. Espero que no parezca incomprensible a vuestra honorabilidad que mencione tantas veces a una institución no gubernamental en este balance de nuestras realizaciones. Pero así como he debido mencionar el progreso industrial y económico general de la Nación para probar la eficiencia de nuestra reforma economía, debo señalar la obra de la Fundación como una prueba de lo que puede hacerse en el país ahora que las condiciones sociales han sido reformadas tan profundamente por nosotros. Además, la obra de la Fundación es eminentemente peronista y yo entiendo que este mensaje, dedicado al pueblo, debe contener no sólo los resultados de la obra de gobierno en sí, sino todas aquellas realidades que el pueblo recibe, como consecuencia directa o indirecta de haber sabido elegir, en un momento decisivo de su vida, entre el peronismo y el antiperonismo, entre la confabulación bradenista y la solidaridad y soberanía nacional.ESTO NO ESTA EN AUDIO . BORRARLO ; entre la prensa sirviente del capitalismo, y la verdad; entre la oligarquía y los descamisados, entre la patria y la traición. La labor cumplida en materia de educación ha sido en parte reseñada por mí al inaugurar el curso lectivo de 1951. En 1946 sabíamos que el país tenía un déficit de 10.000 escuelas, aproximadamente. En el Plan Quinquenal anunciamos la construcción de 1.000 escuelas a cargo del gobierno nacional. Aquella previsión ha sido cumplida en todas sus partes y con rigurosa exactitud. Desde 1949 venimos entregando a la niñez y a la juventud argentina una escuela por día. En marzo del 52' el 50% de la población argentina escolar primaria, que es educada por la Nación, ocupará edificios nuevos, la mayoría de los cuales ya están habilitados y en pleno funcionamiento. Estas realidades significan que en 1952, nuestras 1.000 escuelas, de una capacidad diez veces superior a las antiguas, albergarán el 22 por ciento de la población escolar del país. El gobierno nacional poseía en 1946, 1.600 escuelas de su propiedad. En 1951 poseerá más de 1.000 edificios más, para enseñanza primaria, secundaria y técnica. Si se compara el estilo y la capacidad, la belleza y las comodidades de las escuelas antiguas y las modernas, se verá cómo es justo nuestro orgullo legítimo cuando afirmamos que hemos hecho en cinco años más escuelas que en los 100 años que nos precedieron. Si a esto añadimos el esfuerzo que han realizado las provincias que han construido, con la ayuda de la financiación federal en su mayor parte, más de 2.000 escuelas, y si agregamos aún el esfuerzo magnífico que últimamente nos ha ofrecido la Fundación Eva Perón iniciando la construcción de 1.000 escuelas que ya se levantan en los lugares más apartados y en las poblaciones más humildes del país, tendremos así el panorama general de la obra escolar del peronismo. En cinco años hemos realizado la mitad de la obra que el país necesita. Atestiguan mis palabras las escuelas que se levantan en todos los rincones de la patria, desde Tierra del Fuego hasta La Quiaca, porque en esta obra no ha habido, como no hay en toda nuestra obra, cálculos políticos de ninguna clase: las escuelas se levantan no donde hay más votos sino donde hay niños argentinos que aun sin derechos cívicos, tienen, en la nueva Argentina, el gran derecho de ser los únicos privilegiados. Debo añadir a estas realizaciones, las que ha cumplido el Ministerio de Trabajo y Previsión y actualmente el Ministerio de Educación en materia de enseñanza técnico-profesional. En 1950 hemos inaugurado 5 escuelas de este tipo, cuyo costo ha sido a 10.000.000 de pesos. Y con ellas suman 134 las que están funcionando. Se están construyendo seis escuelas más de este tipo en la República. Los señores legisladores saben que esta obra de orientación profesional y aprendizaje es íntegramente peronista, ya que su impulso en el país se debe exclusivamente a nuestro plan armónico de incrementar la industria nacional capacitando para ello a los jóvenes argentinos para quienes queremos horizontes amplios y no limitados, porque deseamos que cada uno de ellos sepa servir al país de la mejor manera posible. La labor realizada en el terreno de la enseñanza universitaria puede concretarse también en una serie de hechos, cuya sola enunciación, basta para que se aprecie cómo nos ha preocupado la cultura de nuestro pueblo. Se han coordinado los planes de estudio de carreras similares en las distintas universidades. Se han uniformado las condiciones de ingreso, que daban lugar a situaciones de privilegio inadmisibles. Se han creado desde 1946 catorce nuevas facultades entre las cuales algunas han significado un esfuerzo extraordinario como por ejemplo la Facultad de Ciencias Médicas de Cuyo, inaugurada en 1950. En 1946 el presupuesto universitario era de 48.000.000 de pesos; en 1950 es de 256.000.000. En 1946 sólo se educaban 49.000 alumnos en el total de las universidades; en 1950 se educaban 96.000. Esto prueba que la universidad ha abandonado su carácter de reducto oligárquico y ha empezado a servir al pueblo que la paga. Se realizan anualmente en la República Argentina numerosos congresos científicos internacionales y la ciudad de Buenos Aires es el centro preferentemente elegido para esta clase de actividades. Pocos países del mundo han propiciado tantos y tan importantes congresos científicos como nuestro gobierno; como que para ello es necesario un clima de paz y de seguridad, de progreso cultural y de cordial apoyo a las actividades científicas que pocos países y pocos gobiernos del mundo pueden ofrecer a los investigadores. ESTO EN VERDE NO ESTA EN AUDIO = LUEGO BORRAR Con la finalidad de canalizar el movimiento científico nacional, hasta nuestro advenimiento totalmente descuidado por el Estado, hemos creado últimamente la Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas y el Consejo Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas, organismos destinados a servir, orientar y coordinar el movimiento técnico y científico nacional. A fin de ajustar nuestra educación a los preceptos y normas constitucionales, nos hemos liberado de los viejos prejuicios de la neutralidad escolar que fue siempre, en el fondo, una bien urdida mentira. La escuela no puede hacer como que ignora verdades sustanciales para el hombre. Por eso, actualmente en las escuelas argentinas, desde la enseñanza primaria a la enseñanza superior, se procura crear en el alma de los niños y de los jóvenes una conciencia clara de la realidad espiritual, económica, social y política del país y de la responsabilidad que deben asumir en la empresa de lograr y afianzar los fines de la Constitución. Si la Constitución establece nuestra irrevocable decisión de constituir una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana, ¿por qué no vamos a enseñar en las escuelas la auténtica historia y la auténtica realidad de la justicia social, de la independencia económica y de la soberanía política? Y..., ¡no nos engañemos, señores!, la auténtica historia argentina ya no puede ser enseñada íntegramente si se callan o se ocultan los hechos que transcurren desde 1943 a 1951. Nuestros adversarios dicen que eso es propaganda política. Lo mismo dijeron cuando empezamos a enseñar a los niños la verdad religiosa. A veces pienso que toda verdad debe serles ajena, y que no tengan tal vez tanto la culpa ellos mismos como la escuela neutra en que formaron -o deformaron- sus almas, sus inteligencias y sus corazones. Por eso, para ahorrar a las generaciones futuras el espectáculo que nosotros debemos presenciar felizmente en el epílogo, la escuela argentina ha reformado sus planes en todos aquellos aspectos que le permitirán realizar la formación del hombre con plena conciencia de su alta dignidad, con auténtica visión de los destinos de su patria, y con absoluto conocimiento de su responsabilidad social frente al país y frente a la humanidad. Por primera vez, en todas las escuelas argentinas se enseña, por ejemplo, en forma orgánica y general la verdad sobre las Malvinas argentinas y sobre nuestra soberanía en la Antártida. Durante 100 años estas verdades fueron silenciadas ante la conciencia de los niños argentinos por la enseñanza oficial. Y ello prueba una vez más cómo la neutralidad puede ser el disfraz de la traición. Nosotros decimos ya, y seguiremos diciendo la verdad en todas partes, también en la escuela y principalmente en la escuela. Primero: porque creemos ser los poseedores de una verdad nacional indiscutible; segundo, porque nos interesa que las generaciones venideras luchen también por nuestra verdad; y tercero, porque no queremos que la patria vuelva a ser injustamente sometida y humillada, después de haber proclamado ante el mundo su irrevocable decisión de ser justa, libre y soberana. Si para ello la escuela debe violar ciertos viejos prejuicios y principios... y bueno... también para realizar la justicia social, la independencia económica y la soberanía política hubo que superar ciertos principios legales y constitucionales. Habrán de disculpar los señores miembros del Honorable Congreso Nacional esta pequeña digresión, pero entiendo que es mi deber exponer no sólo lo realizado sino sus motivos, ¡y éste es un motivo muy fundamental! Hemos convertido una Argentina injusta, desalentada, sin fe, sin esperanza, sometida económicamente y atada a las sugerencias extrañas, en una nueva Argentina, justa, optimista, feliz verticalmente digna, económicamente libre, una nueva Argentina que no se deja sugerir sus rumbos y que en cambio puede aconsejarlos a la humanidad. Y después de haber hecho todo esto, ¿podemos acaso detenernos ante viejos prejuicios?, ¿podemos acaso callar a nuestros hijos esa verdad que está en los labios del mundo?, ¿podemos acaso correr el riesgo de ocultarla a las generaciones venideras para que en ellas las fuerzas poderosas de la mentira y la traición vuelvan a consumar la entrega de la patria? ¡Yo prefiero que nuestros adversarios nos acusen de hacer política en las escuelas! Yo sé que en el fondo les duele que allí también brille la verdad, porque dondequiera que ella se diga, aparecerá esplendorosamente iluminada, la nueva Argentina en nuestras manos, y a su sombra, la otra Argentina que ellos abandonaron en manos extranjeras. En materia de trabajo y previsión, sigue desarrollándose en el país la efectiva materialización de los derechos del trabajador según los principios a que hiciera referencia en mis mensajes anteriores. La situación social del país, que aparece con facilidad bien evidente ante la mirada de todo el mundo, es precisamente la que nos señaló el camino, como finalidad desde el principio de nuestro movimiento. Este sector de la vida nacional tan caro a los sentimientos de mi corazón, se desarrolla armónicamente bajo la dirección del gobierno y de las organizaciones sindicales. Hemos sobrepasado también en este orden de cosas los antiguos perjuicios y las antiguas mentiras que establecían una absoluta separación entre los intereses de las organizaciones obreras y el gobierno. Esa diferencia, natural cuando el gobierno respondía a los intereses capitalistas opuestos al sindicalismo, ha desaparecido ya definitivamente en nuestros tiempos. El justicialismo y el sindicalismo argentinos han sabido encontrar que tienen finalidades comunes, y en afán de conseguirlas han trabajado estrechamente unidos. Por eso he dicho ya que el gobierno social de la República va pasando progresivamente del Estado a la central obrera que representa orgánica y democráticamente a más de 4.000.000 de trabajadores argentinos... Ya he señalado cómo coincide la acción del gobierno en materia de vivienda, de lucha positiva contra el costo de la vida, de capacitación, de turismo, etcétera, con la acción de los organismos sindicales. Esta transferencia de responsabilidades que se va realizando en numerosos órdenes de la vida, deberá seguir como una norma definitiva si quiere el movimiento peronista cumplir con su propósito de no hacer sino lo que el pueblo quiera. Debemos reconocer, si no queremos quedar atrasados con respecto a la evolución del mundo, que el gobierno de los Estados será cada vez menos político y más social, y yo, sin temor a equivocarme, afirmo que el gobierno del futuro será aquel en cuyos actos se concilien y armonicen los intereses de las organizaciones políticas, sociales y económicas; pero subordinados los objetivos de las organizaciones políticas y económicas a las organizaciones sociales, desde que éstas representan de una manera directa, más vívida y más humana y más espontánea, a la inmensa mayoría del pueblo. No sólo coincide el justicialismo con el sindicalismo en sus fines nacionales de carácter social. Frente al panorama internacional del mundo, el sindicalismo argentino ha adoptado también la posición del justicialismo, y tomando al justicialismo como bandera de sus ideales, ha luchado, en el concierto o en el desconcierto internacional de los problemas obreros, defendiendo exclusiva y honradamente los intereses de los trabajadores. No se ha embanderado la organización obrera argentina con ninguna de las dos tendencias que luchan en el mundo, por el predomino del campo obrero. Frente a las organizaciones comunistas, que sirven de pantalla a la explotación del hombre por el Estado, y frente a las organizaciones obreras capitalistas, que sirven de pantalla a la explotación del hombre por el dinero, la organización obrera argentina, coincidiendo libremente con la lucha del gobierno argentino frente a los imperialismos, ha afirmado que condena por igual las dos explotaciones y levanta frente a ellos la solución justicialista. Precisamente por eso van triunfando rápidamente en el mundo sindicalista: porque no sirven de pantalla a ningún interés inconfesable, ¡no son personeros de ningún imperialismo!, y sobre todo porque no tienen otro objeto que la felicidad auténtica de los trabajadores, vale decir, la felicidad misma del mundo, en un ambiente de paz que sólo puede llegar por el camino de la unidad permanente entre los pueblos, más que por el entendimiento transitorio de los gobiernos sujetos a tantas contingencias y atados a tantos intereses. Toda esa acción interna e internacional de los obreros argentinos unidos en torno a la Confederación General del Trabajo es también fruto maduro -el fruto mejor, sin duda- del movimiento peronista, que durante siete años ha venido luchando por infundir en los trabajadores una nueva y profunda conciencia social a fin de facilitar, en las masas argentinas, la creación de una sólida organización y de una vigorosa personalidad. En la tarde de este día de fiesta para el trabajo, celebraremos una vez más la magnífica unidad del sindicalismo y el justicialismo: el movimiento peronista celebrará las victorias del sindicalismo y el sindicalismo rendirá su homenaje a nuestras victorias. En rigor de verdad, el sindicalismo y el justicialismo celebrarán hoy, como todos los años, en esta misma fecha, la victoria del pueblo sobre sus enemigos. En el orden interno el sindicalismo ha obtenido también en este año numerosos triunfos como resultado de nuestra acción de gobierno, que ha hecho posible la distribución justicialista de nuevas riquezas incorporadas al patrimonio del país. En 1950 fueron celebrados, por ejemplo 243 convenios colectivos de trabajo que beneficiaron a 3.000.000 de trabajadores. Ha habido en 1950 menos conflictos obreros que en ningún otro período de mi gobierno; y los tribunales de trabajo han debido juzgar solamente 23.000 presentaciones obreras sobre 29.300 en 1949; y de los casos iniciados el 45 % se ha resuelto por vía de la conciliación. Todos estos elementos de juicio prueban que se está cumpliendo otro de los objetivos de nuestra reforma social: la cooperación entre capital y trabajo, va reemplazando progresivamente a la lucha. En 1950 el Ministerio de Trabajo y Previsión otorgó 155 nuevas personerías gremiales, cifra que da una idea concreta del progreso de nuestras organizaciones obreras. Esta conquista del derecho social, es para nosotros, solamente el comienzo de un camino cuyas cumbres no están lejanas. Ya las organizaciones sindicales van adquiriendo la unidad, el prestigio, la seriedad y la personalidad suficientes como para que en un futuro próximo el Estado dé a los trabajadores argentinos la realidad de una antigua esperanza de los organismos gremiales del mundo: el fuero sindical. Cuando este ideal sea cumplido -y no está lejano el día- la República Argentina podrá presentar ante el mundo un ejemplo más de lo que puede hacerse cuando un movimiento trabaja con lealtad para su pueblo. En materia de previsión social, el país ha seguido su marcha progresiva de acuerdo con los principios tantas veces ya enunciados por nosotros. El año pasado anuncié a vuestra honorabilidad que nuestro régimen de seguridad social cubría, solamente por vía del sistema jubilatorio, a 3.438.000 argentinos. Hoy aquella cifra ha sobrepasado ya los 5.000.000 de beneficiarios. Solamente en 1950 se pagaron 414.000.000 de pesos por concepto de pensiones y jubilaciones. Si recordamos que en 1943 eran beneficiarios del sistema de previsión solamente 480.000 habitantes del país y en 1946, 1.680.000; y si a las cifras dadas anteriormente de 5.000.000 añadimos toda la acción justicialista de asistencia social que realiza el gobierno con la benemérita cooperación de la Fundación Eva Perón, fácilmente puede explicarse por qué el pueblo argentino, en estos momentos amargos de un mundo angustiado, es el único pueblo optimista de la humanidad. Todos estos hechos explican, sin lugar a ninguna duda, el éxito obtenido por la delegación argentina ante III Congreso Internacional de Seguridad Social y la aceptación, por parte del mismo congreso, de numerosas ponencias argentinas que hicieron triunfar los conceptos justicialistas de la seguridad: una nueva victoria que el movimiento peronista coloca en la corona de laureles inmarcesibles de la patria nueva. ESTOS PARRAFOS EN VERDE NO ESTAN EN AUDIO - BORRAR LUEGO En la visión panorámica de este mensaje que inútilmente intenta abarcar la totalidad de la vida nacional, hemos detenido nuestra mirada en la obra que realizan los ministerios económicos, los que cumplen servicios públicos y los que realizan servicios sociales. Si entramos ahora a considerar los ministerios que cumplen funciones esencialmente políticas o militares, advertiríamos de inmediato que aun en ellos, no han eludido el ejercicio de algunas funciones vinculadas a la economía, a los servicios públicos o a los servicios sociales. Así, cada ministerio, por ejemplo, ha organizado numerosos servicios sociales para su personal que han alcanzado un grado de perfección extraordinaria que sirve a los 600.000 argentinos que integran los cuadros de la administración pública. En el Ministerio del Interior nos encontramos con una abundante obra de realizaciones sociales llevada a cabo en los todos los territorios. En el Ministerio de Justicia, la tarea cumplida en materia carcelaria es eminentemente social y constituye un ejemplo argentino que ha merecido el máximo elogio del mundo entero, formalizado a través del III Congreso Internacional de Criminología y de la autorizada opinión de destacados criminólogos extranjeros. La Municipalidad de Buenos Aires, dentro del nuevo ordenamiento constitucional ha cumplido también importantes trabajos que la población de la capital aprecia ya como realidades auténticas. Personalmente he querido tomarme el trabajo de orientar la labor municipal, cumpliendo con la cláusula constitucional que pone al gobierno del Distrito Federal bajo la responsabilidad del jefe del Poder Ejecutivo. El sentido de la obra municipal se ha orientado hacia la satisfacción de viejas aspiraciones populares. Hemos tratado así de cumplir con los hombres de trabajo, con los humildes, en una palabra: hemos sido consecuentes con nuestros descamisados. Allí están probando mi afirmación los barrios municipales de vivienda que albergan ya a 11.000 trabajadores; los numerosos espacios verdes, para la expansión de los humildes, han aumentado la superficie libre de la ciudad desde 3 a un 17 % del área de la Capital. Lo que era bañado de Flores -un problema bochornoso para el Capital Federal- se ha convertido un con un símbolo de su destino y de nuestros propósitos, se llamará 17 de octubre. Fin de Lado B de CASETTE 150 Vaciaderos de basura como el de San Benito y del mismo bañado de Flores son hoy parques y zonas forestales. En mi mensaje anterior señalé la apertura del teatro Colón al pueblo que lo paga. Con igual y mismo auténtico sentido popular, hemos seguido abriendo al pueblo parques y clubes que los gobiernos municipales de la oligarquía habían entregado del patrimonio común a un sector de privilegiados. Durante muchos años el pueblo pasó frente a estos reductos inexpugnables creyendo que eran propiedad de sus explotadores. Ahora sabe que todo eso era de su inalienable e imprescriptible propiedad. Devolverlo a su auténtico poseedor no nos costó un sólo esfuerzo material: lo destaco aquí más por su significado que como obra de gobierno. ¡Acostumbrado al placer de construir no he sentido nunca una tan íntima satisfacción como cuando vi caer destruidas por la piqueta de los obreros municipales esas barreras que eran todo un símbolo de la vieja Argentina: injusta, colonial y oligárquica! El mismo sentido popular tienen los juegos infantiles que en toda la ciudad proclaman nuestro mensaje de fe en el provenir: "En la nueva Argentina, los únicos privilegiados son los niños." El pueblo humilde también estuvo en nuestra mente cuando se dispuso la construcción de natatorios, de nuevos pavimentos, de 4.000 puestos nuevos de abastecimientos y de 150 ferias francas, y más reciente, la construcción del velódromo municipal que acaba de inaugurarse tan auspiciosamente durante los primeros Juegos Deportivos Panamericanos. La referencia me lleva a recordar aquí nuestra intensa tarea de fomento deportivo. Yo no he de referir los detalles de esta acción que por ser eminentemente popular es conocida por todo el país, pero sí quiero exponer las razones y el sentido que la impulsan. Cuando un pueblo pasa bruscamente de una situación económica deficiente a una elevada posición material, entonces corre el peligro de caer en el vicio, en la degradación, que son pedestales de su decadencia. Frente a estas posibilidades que podrían hacer peligrar el porvenir feliz de nuestro pueblo y la grandeza futura de la Nación, sólo podíamos pensar en una solución: vigorizar el alma y el cuerpo de nuestras juventudes. De allí nuestra permanente y profunda insistencia en la exaltación de los valores morales; de allí también nuestra posición eminentemente espiritual frente a todos los problemas humanos y de allí también nuestra lucha por dar al pueblo todas las posibilidades de fortalecer sus músculos, pensando, de acuerdo con el antiguo adagio, que un cuerpo sano ayuda a la salud del alma. También en esta lucha hemos vencido porque hemos sabido encontrar en nuestro pueblo las virtudes necesarias. El triunfo resonante de los argentinos en todos los terrenos del deporte mundial y la brillante victoria en los Primeros Juegos Deportivos Panamericanos son la coronación de aquella lucha: una nueva victoria que el movimiento peronista deposita en aras de la patria. Antes de entrar a reseñar los aspectos exclusivamente políticos de la acción gubernativa, quiero dedicar unos momentos a la tarea que vienen cumpliendo las fuerzas que realizan la seguridad nacional. Sin atender a los detalles de la múltiple acción desarrollada por los ministerios militares, debo destacar que ellos han cumplido con lealtad y patriotismo la misión que les está asignada en el concierto de la vida nacional y que además de sus funciones específicamente militares han seguido trabajando, desde sus cuarteles, colaborando con el gobierno en su acción integral. En el orden estrictamente militar, las fuerzas armadas han logrado en este año, el grado de coordinación que debía darles lógicamente la creación del Ministerio de Defensa Nacional, sin perder la individualidad que asegura el mejor cumplimiento de los objetivos propios de cada uno de los sectores militares. El Ministerio de Defensa Nacional ha ido desarrollando en el curso de este año, conciencia de unidad entre las fuerzas armadas, tarea indispensable para la unidad de la acción militar tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra. Esta acción se ha cumplido por medio del Estado Mayor de Coordinación, que ha realizado la planificación de la defensa de la Nación en estrecha vinculación con los organismos internacionales en cuyo seno está representado nuestro país. Este mismo departamento ha creado la Escuela Nacional de Guerra, cuya finalidad es impartir la enseñanza de la defensa, tanto a militares como a los funcionarios civiles, que deben actuar en los planos más altos de la responsabilidad técnica o administrativa del Estado. Las fuerzas aeronáuticas, por su parte, han seguido haciendo honor a la confianza que en ellas deposité cuando propicié su creación desde el Ministerio de Guerra en 1943. Es solamente hacer justicia decir que la aviación civil argentina, uno de los tantos pilares fuertes de la grandeza nacional, le debe prácticamente todo lo que es, a la aeronáutica militar, que no sólo ha creado una conciencia aérea nacional, sino que ha realizado enormes esfuerzos materiales para que la República se pusiese a tono con el resto del mundo en esta rama de su actividad. Podría señalar, por ejemplo, la creación de la industria aeronáutica nacional, esfuerzo exclusivo realizado por militares argentinos; y prácticamente toda la infraestructura aérea que en cinco años ha cubierto el país con aeródromos, estaciones meteorológicas, servicios de fomento que a través de las Líneas Aéreas del Estado van uniendo ya a las zonas más apartadas del país que no podían ser todavía servidas por líneas comerciales. La marina nacional ha mantenido su vigilancia y custodia efectiva de nuestra soberanía en las fronteras marítimas de la patria. Hace pocos días hemos incorporado a nuestra flota de guerra dos cruceros cuya adquisición veníase gestionando desde 1941. Ello nos permitirá, en caso de emergencia, realizar la defensa de nuestra tierra y efectuar una real protección de nuestra marina mercante. La misma función creadora que en orden a la industria aeronáutica cumple la aviación militar se está desarrollando en cuanto a la industria naviera en los astilleros que el Departamento de Marina posee en Río Santiago y que se preparan para cumplir los objetivos que he señalado para nuestra marina mercante, como meta para 1955. El ejército, por su parte, ha restablecido la Escuela Sargento Cabral, que centralizará la formación de sus futuros suboficiales, ha creado la Escuela Militar de Equitación, la Dirección de Material a Tracción Mecánica, ha instalado dos nuevos hospitales que facilitarán la atención médico sanitaria de las guarniciones de la Patagonia y del litoral; ha colaborado con los países latinoamericanos en la formación de sus oficiales; ha contribuido a la alfabetización de millares de conscriptos; ha capacitado para las tareas agrarias, realizando por primera vez cursos especiales para tractoristas; ha trabajado en favor del campo cooperando con el Ministerio de Agricultura en su lucha contra la langosta, etcétera, etcétera, etcétera. Es indudable que todos los ministerios militares realizan una intensa obra de proyecciones extraordinarias en el campo de la actividad civil. En mi mensaje del 50' señalé ya cómo se cumplían estas funciones en cada una de las fuerzas armadas. Hoy sólo quiero añadir que estas actividades tienen un profundo sentido también justicialista: las fuerzas armadas son parte del pueblo y a su creación y sostenimiento contribuye también el pueblo. Tratándose de fuerzas constituidas por hombres que en cualquier momento deben estar dispuestos a morir en defensa del país, lógico es que el pueblo les otorgue todos los medios para que les aseguren la tranquilidad y la libertad necesarias para mantener permanentemente listos los cuadros de las organizaciones militares. Pero cuando el país ha logrado ese ideal de sus cuadros, mantenerlos y aun perfeccionarlos se hace una tarea más fácil; lógico y justo es que sus organismos intenten realizar trabajos y servicios que compensen en cierta medida los sacrificios que el pueblo realiza por sus ejércitos. Las fuerzas armadas han comprendido perfectamente bien estos principios de doctrina justicialista; y el mejor elogio que yo puedo hacer de ellas ante vuestra honorabilidad, es afirmar que en estos momentos el pueblo de la Nación confía y quiere a su ejercicio, a su marina y a su aeronáutica, porque ve en ellos no tanto a los instrumentos de su seguridad, como a causas eficientes de su felicidad y de su grandeza. ¡Han sabido ganarse lo único que tiene valor para nosotros: el cariño del pueblo! No quiero terminar estas referencias a la acción de las fuerzas de seguridad sin expresar el profundo reconocimiento del pueblo por la labor meritoria, aunque humilde pero sacrificada, que cumplen en todo el país los cuadros que componen la Gendarmería Nacional, la Subprefectura General Marítima y la Policía Federal. El pueblo, que en otras épocas, felizmente superadas, vio en estas organizaciones la encarnación de sus explotadores y la prepotencia de la oligarquía gubernamental, sabe ya que el movimiento peronista ha hecho de ellas lo que siempre debieron ser: fuerzas para el servicio del pueblo que las alimenta con sus hombres y las paga con su sacrificio. Los policías peronistas, felizmente, han comprendido bien todo esto, y yo puedo decir con legítimo orgullo, que ellos también han sabido ganarse el cariño del pueblo. Señores: a lo largo de mi exposición he tratado de mostrar cuánto hemos hecho por la grandeza de la Nación y por la felicidad de los argentinos en el orden económico y en el orden social. Acabo de exponer también cómo el pueblo puede seguir su tarea magnífica y permanente con la tranquilidad que le ofrece el hecho de sentirse debidamente protegido por sus fuerzas de seguridad. Pero la felicidad de un pueblo y la grandeza de la Nación exigen todavía algo más. En el orden interno, es necesario que el pueblo tenga acceso libre al manejo de sus propios destinos por el ejercicio de sus derechos políticos. En el orden externo, es menester que la Nación sea conducida con la dignidad que exigen su grandeza y su soberanía. Esta simple apreciación sobre el camino, a la última etapa de este mensaje, destinado a exponer el estado actual de nuestra situación política interna y de nuestra política internacional. En mensajes anteriores he expresado ya a la consideración de vuestra honorabilidad los objetivos de nuestra reforma política. En esta oportunidad, como en los demás capítulos de este mensaje, sólo quiero referirme a los resultados obtenidos. Para ello basta dar, como en el orden económico y social, una simple mirada panorámica al país de 1950 y 1951 y volver, con el recuerdo, al antiguo panorama político de la Nación, que nosotros liberamos. En 1950 el pueblo volvió a realizar numerosos actos eleccionarios a través de cuya pureza irreprochable, que nadie ha podido objetar, eligió a sus autoridades locales, ejecutivas y legislativas. Esto no es un hecho extraordinario ya; pero indudablemente es el síntoma tal vez más claro que muestra la diferencia política entre la nueva Argentina y la que todavía pretenden defender quienes añoran los tiempos en que el pueblo era, en el concierto nacional, convidado de piedra, cuyo eterno silencio no era siquiera interrumpido por los actos eleccionarios, ¡que de alguna manera deben ser llamados! Pero esto sólo es un aspecto parcial de nuestra acción en el orden político. El panorama general de 1951 comparado no ya con el de 1943, sino con el de 1946, nos presenta profundas modificaciones, cuya síntesis puede expresarse diciendo: que entonces solamente la tercera parte del país tenía derechos políticos, vale decir, poseía en sus manos el destino de la Nación. En 1946 no votaban las mujeres, que ahora votan; en 1946 no votaban los suboficiales de las fuerzas armadas, que ahora votan; y en 1946 las gobernaciones no elegían a sus gobernadores y lo harán ya en lo sucesivo. Estas tres inyecciones a la vida cívica nacional y sobre todo la fundamental incorporación de la mujer, han puesto a todo el pueblo en contacto con la vida nacional, superando las épocas pasadas en que el fraude era el método habitual con que los partidos llegaban al gobierno. Nadie reconocería hoy en el nuevo pueblo argentino, al pueblo apático, desengañado, apolítico, que solía decir resignadamente refiriéndose a sus conductores: "Todos son iguales: cuando llegan al gobierno se olvidan de nosotros". El nuevo pueblo argentino tiene plena conciencia política. Cada ciudadano se interesa por las cosas del gobierno como si fuesen suyas. Yo me permito recordar aquí que fue ése, precisamente, uno de nuestros objetivos de 1943, y repasando mis primeros discursos aquella fecha se hallará en ellos muchas veces expresado aquel propósito: "Que cada argentino sea un artífice del destino común, pero ninguno, instrumento de la ambición de nadie." El panorama político nacional nos presenta un partido organizado que ha sabido armonizar sus intereses con los altos intereses de la Nación; y frente a él, un grupo de antiguos partidos que no quieren dedicarse a la tarea de construir, partidos cuya única finalidad es oponerse a todo cuanto el pueblo quiere y el gobierno realiza. A pesar de que creemos con absoluta certeza que nuestra oposición, en todos sus sectores y por obra de la mayoría de sus hombres, está en contra de los sagrados intereses del pueblo y por ende de la patria, le hemos brindado y le seguiremos brindando todas las garantías que la Constitución les acuerda. Nos conviene aun políticamente que así sea. La prédica de bajas pasiones que ellos realizan contribuye a mostrar la excelencia de nuestra ideas, y cuando salen del terreno fangoso que es el campo habitual de sus actividades y apuntan a algún objetivo superior, no tienen ya otro remedio que coincidir con nosotros y con nuestra doctrina. No será ésta una victoria peronista de las más eficientes, pero, señores, hacer que los enemigos del pueblo y de la Nación deban vestir sus intenciones traicioneras con las palabras justicialistas de la soberanía política, de independencia económica y de justicia social, eso es ya indudablemente una victoria, porque se cumple así otra de nuestras ambiciones: que nadie, cualquiera sea el bando político en que se encuentre, pueda negar su coincidencia con los objetivos fundamentales de la Nación. Con ello habremos prestado un señalado servicio al país, puesto que sí alguna vez llegasen nuestros adversarios al gobierno, no podrían ya negarse a seguir nuestro camino, porque el pueblo, a quien nosotros hemos dado conciencia social, personalidad y organización, les exigiría el cumplimiento de todo lo que sin entender bien y sin ninguna intención de realizar, anuncian ahora desde sus tumultuosos reductos partidarios. En el orden político, también la nueva Constitución ha seguido realizando sus prescripciones; y las leyes que vuestra honorabilidad ha sancionado, así como las disposiciones generales normativas del Poder Ejecutivo, han establecido las formas de su ejecución. La armonía total de los poderes es un ejemplo de unidad que el país, que no conoció nunca en ninguna época de su historia. El gobierno nacional no ha debido intervenir durante el año próximo pasado en ninguna de las provincias argentinas, que se desenvuelven con plena libertad y autonomía. Se mantiene la intervención a Catamarca, cuya situación, que va normalizándose progresivamente, permitirá la participación de aquella provincia en las próximas elecciones generales de 1952. Recientemente y a pedido del Poder Ejecutivo fue intervenido el Poder Judicial de Salta, cuyos jueces habían hecho de sus jerarquías, instrumento de antiguos y superados principios oligárquicos opuestos a los auténticos intereses del pueblo. En 1950, y por primera vez en la historia del país, se realizó una reunión plenaria de todos los gobiernos de provincias y de territorios. En los próximos días ha de efectuarse la segunda reunión. Estas conferencias, cuyos resultados fueron de indudable beneficio para el país, prueban nuestro afán de servir lealmente, con claro sentido de la realidad, al federalismo, conciliándolo con los principios de la unidad nacional, nuestro supremo afán en el orden político. Los gobiernos del movimiento peronista trabajan así con unidad de doctrina, es decir, con unidad de concepción, y por esa fundamental razón actúan con unidad de acción y el pueblo se siente seguro porque advierte que no es arrastrado según las circunstancias y que por el contrario sigue a nuestro movimiento orgánico, cuya empresa es alta, cuya única causa es la causa del pueblo y cuya única bandera es la enseña de la patria. En el terreno de su política internacional, el movimiento peronista corona toda su acción justicialista de orden interno con una clara, alta, definitiva y humana conducta de dignidad y de soberanía sirviendo a las justas causas de los pueblos. Aquí, como en toda su acción económica, social y política, el justicialismo no olvida que surgió del pueblo y que ha elegido como norma de sus destinos la causa del pueblo. Por eso la política internacional argentina tiene dos objetivos bien definidos: en lo que concierne a sus propios problemas, subordinarlo todo a la suprema voluntad del pueblo; y en cuanto se refiere a los problemas de otros países que se debaten en el seno de las organizaciones internacionales ante las cuales está representada la República, tratar de interpretar las aspiraciones íntimas de los pueblos del mundo a quienes afectarán las soluciones que se proponen. La conducción internacional de la Nación, de cuyo, ejercicio soy constitucionalmente responsable en forma directa y absoluta, ha sido permanentemente orientada según esas dos finalidades perfectamente claras. Por eso, tal vez, en el panorama incierto de la política internacional, la República Argentina tiene una posición perfectamente lógica, absolutamente democrática y sustancialmente soberana y digna. El principio de nuestra doctrina según el cual yo no haré sino lo que el pueblo quiera, ha sido llevado por nosotros al terreno de la política internacional como un postulado del justicialismo. Si las organizaciones internacionales se deciden alguna vez por su aceptación definitiva y en virtud de ella ningún gobierno del mundo pueda actuar ni adoptar ninguna decisión ante los conflictos internacionales sin consultar al pueblo, estaría entonces asegurada definitivamente la paz, porque ningún pueblo desea ser agresivo de otro pueblo, porque ninguno quiere ya la guerra como solución de sus problemas. Hasta hoy los pueblos han sido conducidos a la guerra por sus gobiernos, manejados en general por intereses económicos o políticos extraños al pueblo mismo. Por eso, al abogar por la vigencia de la plena soberanía de los pueblos, el justicialismo está cerrando el camino de las guerras. Mientras el mundo entero no acepte nuestros principios como norma inviolable de conducta internacional, las guerras de agresión seguirán creando el clima de angustia y de incertidumbre de nuestros tiempos. La República Argentina frente a un caso de esta naturaleza y consecuente con sus compromisos internacionales, hará valer la fuerza de sus ejércitos en defensa de su soberanía irrenunciable y este compromiso lo ha adquirido mi gobierno con la absoluta certeza de que así interpreta a la Constitución y a su pueblo, que si bien no desea pelear lejos de sus fronteras, está dispuesto en cambio, si es agredido, a dejar sobre ellas 17.000.000 de cadáveres en defensa de su dignidad, de su libertad y de su soberanía. Partiendo de estas premisas sustanciales, el gobierno argentino ha orientado su política internacional sobre las bases de la más absoluta cooperación con los países de América y de la Organización de las Naciones Unidas. La misma posición de principios enunciados nos lleva a sostener que en América ya no deben existir pueblos irredentos para quienes no ha llegado todavía la hora de la libertad y siguen siendo colonias de naciones extra americanas. La solidaridad argentina con los países de América exige, por otra parte, idéntica solidaridad de todos ellos con la República Argentina; y a esa solidaridad a la que han apelado en cada reunión interamericana las representaciones argentinas, a fin de hacer valer ante el mundo, por la fuerza de toda América, sus derechos a la restitución de las islas Malvinas que integran, sin ninguna discusión, las fronteras de la República, lo mismo que el sector de la Antártida que le pertenece. La solidaridad como la lealtad no se entienden sino como una acción y un sentimiento recíprocos. La unilateralidad es incompatible con la solidaridad. La República Argentina desea ser solidaria con todas las naciones de América, pero exige que América se haga solidaria por lo menos con sus propios e inalienables derechos. No quiero descender a los detalles de nuestra acción internacional, que por otra parte, es bien conocida por vuestra honorabilidad y por el pueblo. Todos nuestros actos pueden ser exhaustivamente analizados y al término del análisis de cada uno, siempre se hallarán los principios rectores que enuncié al comienzo "¡Lo que el pueblo quiera!" Señores senadores, señores diputados: He tratado de presentar ante vuestra honorabilidad el panorama de nuestra acción en el gobierno. Mis palabras han tenido por fuerza que ser abundantes porque las victorias han sido innumerables. He intentado inútilmente expresarlas en su verdadera magnitud y en su absoluta realidad. Si me fuese exigida una síntesis final que en pocas palabras resumiese todo cuanto hemos realizado, yo diría solamente una frase que es la suma expresión de nuestra victoria: ¡en nosotros, con nosotros y por nosotros ha vencido la patria! Este mensaje que, como un parte de victoria, enviamos hoy a las generaciones venideras y depositamos al mismo tiempo ante la presencia inmaterial de nuestro eterno conductor, el general San Martín, será distinguido tal vez en lo futuro, de todos los otros documentos similares, como el mensaje de la victoria. Cada una de sus realidades dirá con luminosa claridad a nuestros hijos, que en nuestros años, la República Argentina alcanzó la plenitud de sus tiempos y entró, definitivamente, en el ancho camino de la historia. No creo que tengamos, sin embargo, que envanecernos por ninguna de las cosas que hemos podido realizar. No sólo porque cuanto pudimos hacer es demasiado poco frente a los trabajos que esperan a la Nación en su brillante porvenir; sino porque en realidad nada hubiésemos realizado nosotros mismos sin la fuerza del pueblo que nos dio su corazón y sus destinos. En cada una de nuestras victorias yo he sentido triunfante la misma fuerza del pueblo que arrebató mi alma definitivamente en aquella noche eternamente luminosa del 17 de octubre de 1945. Y cuando en cada una de nuestras victorias levantábamos un poco más arriba en los mástiles del mundo la bandera de los argentinos yo he sentido siempre algo así como si millones y millones de manos empujasen hacia arriba nuestro esfuerzo. ¡Cómo no vamos a reconocer entonces que en nosotros, con nosotros y por nosotros ha vencido únicamente la patria! Y ésa es la mejor victoria que podíamos haber ambicionado: las victorias de los hombres no duran en el tiempo sino por excepción; las victorias de los pueblos, en cambio, no se pierden tan fácilmente en la historia de la humanidad. Por eso nuestras victorias adquirirán derechos y prestigio de glorias inmortales, porque el pueblo las seguirá recordando como sus propias victorias a través de los años y de corazón en corazón se irán transmitiendo sus generaciones este parte victorioso que nosotros entregamos precisamente al pueblo en las últimas instancias de nuestro gobierno. Corresponde, agradecer humildemente a Dios que nos haya brindado tan magnífica oportunidad para escribir un capítulo tan bello en la historia de la República. Dice la leyenda de un antiguo poema anglosajón, que en los últimos instantes de su vida Beowulfo, su principal actor, llamó a sus guerreros para decirles: "He pagado con mi vida este tesoro de joyas que juntos hemos conquistado. Después que yo me vaya ¡no demoréis! construid un túmulo alto de tierra que se vea desde la playa para que los navegantes perdidos en el océano dirijan hacia él las proas de sus buques." Recordando tan lejanas palabras, nosotros podríamos decir tal vez a las generaciones venideras: Hemos pagado con nuestro sacrificio estas magníficas joyas que son la justicia social, la independencia económica y la soberanía política de la Nación. Después que nosotros nos vayamos, construid una montaña de piedra para custodiarlas y para que viéndolas desde lejos, en el mar, las naves de los pueblos encuentren el rumbo que perdieron. ......................
1951-05-24
En Río Turbio
Cuando asumimos ante nuestro pueblo y ante el mundo la responsabilidad histórica de poner en marcha el movimiento justicialista, comprendimos y dijimos que solo la independencia económica de la Nación os iba a permitir alcanzar totalmente los otros dos postulados que nos propusimos como objetivos inmediatos para la República: la justicia social y la soberanía política. Desde entonces, el país entero y, en especial, el pueblo humilde, por cuya dignificación y bienestar trabajamos, es testigo de cuántos esfuerzos hemos realizado para ir afianzando con hechos irrevocables nuestra firme decisión de liberamos del vasallaje económico que nos llenaba de vergüenza y nos cubría de miseria. El Banco Central, los ferrocarriles, los teléfonos, la flota mercante, los elevadores de granos, etcétera, son hitos inamovibles de aquella lucha tenaz en que el pueblo supo ser fiel a la bandera de los argentinos. Hoy debo anunciar al país una victoria más en esa dura batalla en que nos hemos empeñado: la inauguración del ferrocarril que, a través de más de 250 kilómetros, en la lejanía patagónica, une el puerto de Río Gallegos con los yacimientos de Río Turbio, y servirá para transportar esa riqueza, en la que reside nuestra independencia definitiva en materia de combustibles carboníferos. Un puñado de argentinos con fe en los destinos y en la generosidad de nuestra tierra, tendieron esos rieles en el tiempo récord de ocho meses, lejos de las comodidades ciudadanas y del calor y la tranquilidad de sus hogares. Gracias a ellos y a su sacrificio, el ferrocarril a Río Turbio es desde hoy otra hermosa realidad de la Nueva Argentina, realizada por manos argentinas y al servicio de los intereses argentinos. Esta línea hará posible la explotación intensiva de aquellos yacimientos que, en el término de cinco años más, permitirán nuestra total independencia en este aspecto tan fundamental de nuestra economía. Desde el año 1887, en que fueron descubiertos, nadie pensó que allí estaba un instrumento más que Dios ponía al alcance de los argentinos para que labraran el bienestar y la felicidad del pueblo; o los que lo pensaron y podían hacerla se cuidaron muy bien de enojar a sus amos extranjeros con un acto que les hubiera acarreado el retaceo del mendrugo con que les pagaban su servilismo y su traición. Para disfrazar ante el pueblo los verdaderos móviles de su conducta antiargentina, nos dijeron que nuestro carbón era de mala calidad y escasas sus reservas... ¡Nosotros hemos cubicado ya 350 millones de toneladas de más de 6.500 calorías! Vale decir, un carbón excelente que cubrirá las necesidades totales del país durante más de ciento cincuenta años... No nos interesa dilucidar las causas de la incomprensión y de la indiferencia de los gobiernos responsables de la situación que señalamos que, por otra parte, estuvieron siempre de espaldas a los intereses del pueblo, que son los de la patria. Como otras tantas cosas, también Río Turbio debía esperar que los destinos de la Nación volvieran a las manos del pueblo para que brazos argentinos arrancaran sus riquezas de las entrañas de la tierra. Quizá el país tenga que agradecerles que no lo hubieran hecho; porque en lugar de explotarlo en beneficio de nuestro pueblo, lo hubieran entregado, en cambio, a los que explotaban a los argentinos desde los cenáculos capitalistas internacionales. Yo ofrezco esta nueva victoria peronista al pueblo humilde de la patria, a los descamisados, no solo porque a ellos les corresponde - ya que ellos la hicieron posible, como todo lo que nosotros hemos alcanzado-, sino porque fueron manos humildes y descamisadas las que, sin reparar en sacrificios; tendieron esos rieles. Para ellos, y para los técnicos argentinos que lo dirigieron con capacidad y con cariño, mi gratitud y el reconocimiento de la Nación. ....................
1951-06-08
Ante una delegación de obreros azucareros
Compañeros: Después de lo que termina de decir mi señora y lo que ha dicho el compañero representantes de Salta, Jujuy y Tucumán, yo solamente quiero comenzar diciéndoles que tengo una inmensa satisfacción y un gran agradecimiento que ustedes hayan llegado hasta esta casa, para que yo pueda tener, siquiera de cuando en cuando, el placer de poder estrecharles la mano a ustedes que vienen de tan lejos, y que sé cuál es el entusiasmo, la mística y la dedicación para defender los intereses de la clase trabajadora allá en el norte. Aprovecho esta feliz ocasión para poderles hablar a todos ustedes sobre los problemas en que nosotros estamos empeñados aquí con la Confederación General del Trabajo y con todos los dirigentes gremiales, para que ustedes me hagan la gauchada de llevarlo allá en el norte y desparramarlo entre todos los compañeros. Que sigan ellos la misma orientación que nosotros seguimos aquí, porque es la defensa de todos siendo la defensa de todos nuestros sindicatos y de nuestras organizaciones obreras. En esto, compañeros, no hay que dormirse en los laureles. Yo he dicho que el año 51, debe ser el año de la organización sindicalista en el país, y lo dije porque el movimiento justicialista que yo encabezo, tiene toda su esperanza de consolidación del país puesta en los sindicatos obreros. Para mí, repito, toda la esperanza de consolidar una Argentina justa, libre y soberana con que nosotros soñamos, está puesta en la clase trabajadora. No olviden, compañeros, que los trabajadores solamente podrán ser salvados por los trabajadores. Nadie los va a salvar a los trabajadores si ellos mismos no se salvan. ¿Y como han de salvarse? Organizándose, haciendo organizaciones poderosas, disciplinadas y obedientes a la causa de conjunto, a la de todos los trabajadores. Cada trabajador debe pensar que su éxito no vale nada; que el que vale es el éxito de todos; porque el día que todos los trabajadores estén defendidos por sus organizaciones, serán invencibles frente a las fuerzas de la reacción y del capitalismo internacional. Cada uno de los trabajadores será un poco más feliz; pero si un obrero cree que puede ser feliz conquistando él, por su cuenta, ese éxito de la clase trabajadora está equivocado, porque cuando caiga toda la masa, él no se va a salvar. Por ese he dicho, compañeros, que en el año 1951 hay que dedicarnos a la organización. Piensen ustedes que el capitalismo ha explotado a los pueblos del mundo durante un siglo y medio con su organización. Muchas veces los trabajadores creen que ellos son más organizados que los capitalistas internacionales. Pero no; no están organizados. Son los capitalistas los que están organizados por el mundo entero en una trenza indiscutible. Los trabajadores no están organizados, a pesar de que ellos crean estarlo. Hay que hacer una verdadera organización. Piensen ustedes: si los capitalistas han podido explotar a los trabajadores del mundo entero durante más de un siglo, -ellos, que son unos pocos, pero que están organizados-, lo que representarían los trabajadores, que son todos, que son el mayor número, el día que estén bien organizados. El triunfo de la clase trabajadora está en la organización; solamente una clase trabajadora organizada puede triunfar. Observen ustedes que en el mundo se producen movimientos de acción y reacción. El justicialismo ha realizado una acción justicialista en nuestro país. Ha tratado de dar a los obreros el grado de felicidad, de tranquilidad y de bienestar que los obreros con su trabajo, tienen derecho a lograr, porque se lo conquistan con el sudor de su frente. Pero, compañeros, los capitalistas no se duermen. Ellos están organizados, y esperan el momento de ver cuando podrán tirar la mano para volver a lo de antes. Esto es lo que debe pensar el trabajador todos los días. Eso, compañeros, es mucho más importante de lo que imaginan. La reacción no duerme, la reacción no descansa. Buscará, como ha buscado siempre, los medios de filtrarse, para después realizar su programa. Nosotros, organizados en toda la República, debemos estar listos para darles un escarmiento cuando ellos produzcan la primera reacción. Hemos de organizar nuestra defensa sindical. Los trabajadores se han de organizar en toda la República, y el día en que se vean enfrentados a la primera reacción -cualquiera sea esa reacción- estarán con un alambre de fardo listo en el bolsillo para colgar a todos ellos. Recién podremos dormir tranquilos el día que les demos ese escarmiento. A esa reacción le impondremos nuestra propia reacción. Ellos no se van a salir con la suya. Para eso, hay que estar organizados; no se puede hacer esto sin una organización perfecta de los trabajadores. Entre nosotros, compañeros, afortunadamente, la Confederación General del Trabajo representa hoy en el país una fuerza indestructible. Ha trabajado tenazmente para la organización de los trabajadores argentinos. Hoy, varios millones de obreros están agrupados en distintos sindicatos. Y cada día, habrá que hacer a estos sindicatos más fuertes más organizados, más ricos, recurriendo a pequeños sacrificios de cualquier orden, para fortalecer la organización. Piensen ustedes que esas organizaciones son las que se van ha encargar de la defensa de sus intereses; no serán los hombres; las organizaciones van a hacer la lucha, y van a vencer. Pero para que sea así, deben sentirse apoyados por todos los trabajadores. Que los trabajadores apoyen esas organizaciones. Ellas deben ser perfectas. No debe tolerarse que otras cosas que no sean la defensa de intereses sindicales entren en las organizaciones obreras. La defensa de los trabajadores es lo único que se justifica dentro de la organización obrera. La defensa de todos los trabajadores. Cuando alguno llegue al sindicato y pida para otra cosa, deben despedirlo. La defensa de la causa de los trabajadores debe ser función de los sindicatos; y nada más que la causa de los trabajadores. Observen, compañeros, que yo, desde hace cinco años, vengo trabajando febrilmente por esto. Tenemos una organización sindical que probablemente sea la más completa y perfecta del mundo. Empecé por poner a los sindicatos dentro del orden de la ley. Antes funcionaban al margen de la ley; hoy son instituciones legales. La creación del estatuto legal de las asociaciones profesionales, convertido en ley por el Congreso, es la existencia del sindicato, es el fuero sindical, o el fuero colectivo de los trabajadores, y ha dado a los sindicatos una gran fuerza en el aspecto legal. Ahora los trabajadores tienen que hacerlo en el aspecto real, organizándose y fortaleciendo esas organizaciones. Si fuera un político más, como dicen los opositores, que hago demagogia, me ocuparía de hacer y fortalecer un gran partido político. No. Tengo otra causa; la causa mía es la causa del pueblo y el ochenta por ciento del pueblo está compuesto por los trabajadores. Por eso quiero fortalecerlos, porque el día en que el sindicato de los trabajadores sea invencible, el pueblo argentino no caerá más en manos de los políticos. Por eso, compañeros, les pido a todos los dirigentes que trabajen incansablemente, para formar sus sindicatos, para tener locales, -están los compañeros de la C.G.T. para ayudarles con fondos y todo lo que sea necesario- para tener sus mutualidades, para atender ustedes mismos a la salud física de todos los trabajadores. Deben preocuparse también por tener proveedurías para defender el poder adquisitivo de los salarios. Todo esto pueden ir haciéndolo los sindicatos paulatinamente. Deben crear sus escuelas sindicales. Hay que hacerlo con cualquier sacrificio, porque los gremios no valen por el número de adherentes que tienen sino por la calidad de los dirigentes que están a su frente. Nadie va a formarles los dirigentes que más les convengan a ustedes sino son ustedes mismos, con las propias escuelas, donde los van a hacer con las propias ideas, porque no se pueden importar las de afuera, que son siempre peligrosas. Hay que preparar a los dirigentes de acuerdo a las necesidades gremiales y sindicales. A esos hombres hay que formarlos, hacerlos estudiar, hacerlos preparar. Cuando ellos estén preparados y capacitados, el movimiento sindical será invencible. Tendrá jefes capacitados para afrontar inteligentemente la lucha y no solamente confiar en la fuerza. Hay que confiar también en la inteligencia puesto que esta, al servicio de la fuerza, vale mucho. En esto, compañeros, nosotros hemos hecho todo lo que hemos podido. Mientras estamos trabajando desde el gobierno, los sindicatos han tenido el apoyo incondicional del gobierno. Yo quiero completar esa organización y hacer un organismo perfecto, con buenos dirigentes y todo lo que un sindicato debe tener para enfrentar no solamente la lucha del interés profesional. Eso se lo hacemos nosotros aquí, si es necesario. Lo que hay que hacer es llenar los demás sectores de los sindicatos, para que estos sean una organización completa, que defienda a sus asociados y con eso aumente su poder organizativo, su cohesión, su conciencia social, su unión y cariño entre cada uno de los trabajadores. Es necesario llegar a establecer que para un trabajador no debe haber nada mejor que otro trabajador. Es la conciencia que hay que formar. No somos partidarios de la lucha de clases, pero eso no quiere decir que por anular la lucha de clases va a desaparecer la cohesión entre los trabajadores. El día que sea necesario reimplantarla, lo haremos para terminar violentamente con la otra clase si es necesario. Por eso, compañeros, mi primer consejo es el siguiente: hablen con sus compañeros y pónganse decididamente a trabajar para consolidar la organización sindical; que los sean fuertes, aguerridos y luchadores. Solamente así ustedes podrán ser grandes en el futuro. Cuando el gobierno dice que les va a dar eso o lo otro, no le crean, porque el gobierno no puede dar nada. El que da es el pueblo mismo. Lo único que puede hacer el gobierno es arreglar la repartición de lo que produce el pueblo, para no sacarle noventa por ciento y dejar un puchito para repartir. Les aseguro que esa participación va a ser proporcional a la producción y que se va a repartir proporcionalmente entre los que han producido. En el gobierno justicialista, si se produce más, le toca más a cada uno y a medida que va aumentando la producción, es más lo que percibe cada uno. Eso lo pudo garantizar, porque lo puedo reglar más que nunca desde aquí, con toda evidencia y con toda claridad. Por eso, cuando yo vi que la distribución se iba haciendo cada vez más equitativamente en la República, dije: "Ahora hay que producir, producir y producir". ¿Por qué dije eso? Porque ahora la repartición iba a ser más proporcional y más justa y si aumentaba el volumen de la producción, a cada argentino le tocaría una mayor proporción como producto de esa riqueza. Antes, producir, significaba hacer ganar más al patrón y quizás aumentar la explotación, porque el patrón se ponía más rico, más fuerte y más tiránico. Pero eso no pasará más en la República Argentina o pasará cada día menos. Hay lugares donde eso pasa, porque no hemos podido llegar allí, pero cuando lleguemos, pueden estar seguros de que eso no va a suceder. No vayan a creer ustedes, que porque Tucumán, Salta y Jujuy están en el límite norte de la República, nosotros no pensemos todos los días en el cual es la situación de ustedes. Conocemos perfectamente sus problemas, los estudiamos y les estamos resolviendo paulatinamente. Cualquier problema de esas provincias, los sindicatos nos lo hace llegar por la Confederación y el mismo día que llega nos ponemos a estudiarlo. Algunas veces nos peleamos con los compañeros de la Confederación, que dicen que hay que hacer tal o cual cosa, pero, es la colaboración la que nos lleva a largas discusiones de los problemas, porque yo tengo que estudiar la necesidad de consolidar económicamente toda la justicia social que estamos realizando en el país. Observen ustedes, compañeros, que en los años 1943 y 1944 la situación era muy mala entre todos los obreros argentinos. Era una explotación injusta y lo primero que hicimos, era obligar a que se pague a los obreros, para lo cual tuvimos que pelear en la calle con todo el mundo, venciendo toda clase de dificultades, creando una conciencia social, con lo que hemos elevado el estándar de vida, cuatro o cinco veces el del año 1944. Cuando me hice cargo del gobierno en 1946, habíamos comenzado a realizar la reforma social, porque la reforma sigue y seguirá hasta completarse. Pero habíamos realizado una mucho más grande, con la que hemos comprometido una inmensa cantidad de dinero, que ahora se reparte entre los trabajadores. Para poder sustentar, económicamente la reforma social, teníamos que crear la plata. Si no, se nos hubiera venido todo encima, y los hubiera aplastado a todos ustedes... y a mí también. Hubiera sido, compañeros, el fracaso mío, y el fracaso de todos ustedes, que hubieran vuelto irremisiblemente a la antigua situación. Y se hubiera dicho: "Vean estos animales que han venido a hacer la reforma social; han gastado tanta plata, y ahora no nos queda plata para sustentar nuestra justicia social". Se hubiera venido todo al suelo. De manera, pues, que cuando me hice cargo del gobierno no me preocupé -en ese momento- de la reforma social; me preocupaba la reforma económica, que me iba a conseguir la plata para sustentar la reforma social, que me daría los medios para mejorar cada día más los salarios, y no tener que volver atrás otra vez. Estando de por medio todo lo que había conquistado la clase trabajadora, el problema que yo planteé en el año 1946 era una cosa peluda, muy peluda. Nosotros habíamos hecho una reforma social que implicaba casi 5.000 millones de pesos anuales en el aumento del estándar de vida de los trabajadores. En aquel momento no creíamos que habíamos realizado todo, quedaba mucho por hacer. Y nosotros no teníamos esos 5.000 millones para sustentar la reforma social. ¿Y qué representaban esos 5.000 millones de pesos? Todo lo que los grandes consorcios capitalistas se llevaban anualmente fuera del país. Se llevaban en servicios financieros -pago de los dividendos de los ferrocarriles, 250 millones; 150 millones se llevaban de los teléfonos; otros 150 millones del gas; 110 millones se llevaban de los seguros y 50 millones de los reaseguros; 850 millones salían anualmente por el pago de la deuda externa que tenía el país en otros países del mundo; 500 millones salían en divisas que se llevaban en fletes los vapores extranjeros, porque entonces no teníamos barcos propios; 1.000 millones se robaban en la comercialización de las cosechas... en fin, podría citarlo todo: son 5.000 millones, compañeros. Calculen ustedes que todo eso yo tenía que comprarlo, para evitar que el dinero se fuera del país; esos servicios que hacían salir tanta plata al exterior; en un momento dado yo tenía que comprarlo todo, y no tenía un centavo... Esa era la situación, compañeros. Ven ustedes cuál era el problema. Cuando yo me ubiqué en mi despacho, pues, con ese inmenso problema que tenía por delante, eso no me interesaba sino en cuanto se relacionaba con un posible fracaso de la justicia social si yo no resolvía el problema. Había que comprar por valor de 14.000 millones de pesos, y no teníamos un centavo disponible. Pero, compañeros, se hizo: se han hecho buenos negocios, y así, sin un centavo disponible, hemos comprado. Esos 5.000 millones que antes salían, ahora entran... Compramos los ferrocarriles, y los pagamos; compramos los teléfonos y los pagamos; compramos el gas y lo pagamos; pagamos la deuda externa, de 850 millones; compramos una marina mercante con la cual sacamos producción, y logramos que, en vez de irse al exterior 500 millones de pesos en divisas, ahora entran esos 500 millones de divisas. Hemos nacionalizado el Banco Central, hemos nacionalizado los seguros y los reaseguros. Ahora, todo eso se queda aquí, en el país, puede repartirse entre todos los trabajadores argentinos. Y eso, se ha hecho sin un centavo: hemos hecho buenos negocios, eso es todo. Hemos pagado todo: lo hemos hecho ingeniosamente. El país no debe un centavo, estamos al día, y ahora hasta juntamos plata... La curva económica va ahora hacia arriba, para que cada día el país sea más rico y más próspero. Y la curva social acompaña a la curva económica. Cuanto más rico sea el país, más ganará el trabajador; el obrero va a tener en su bolsillo unos pesos más todos los meses. Es indudable, compañeros, que para resolver este problema hemos tenido que trabajar mucho. Pero vale lo que ha costado... Hemos trabajado mucho, pero todo lo hemos realizado. La República no tiene ningún problema, realmente. El económico ha sido resuelto; en consecuencia, se ha consolidado el problema social. Ahora, a medida que esta curva económica vaya hacia arriba, la curva social se elevará más. Cada día el país estará mejor. En cuanto a problemas políticos, afortunadamente, no los tenemos. La situación del mundo es difícil, más bien es mala. Y yo eché de aquí a todos los grandes consorcios; les compré todo, aunque en realidad no les pagué un centavo. Ustedes se imaginan que por todo eso que yo les he hecho, me he convertido en el enemigo público número uno de los consorcios imperialistas; de esa gente que nos llevaban millones de pesos, y que ahora no pueden hacerlo; que comían carne gratis y ahora deben pagarla. Yo soy el enemigo al que combaten todos los días todos los diarios del mundo. Esto no me importa. Pero mandan aquí grandes cantidades de dinero a las manos de nuestros opositores para tratar de hacer bochinche. Y hay que estar listos para que el día que hagan bochinche lo hagan una vez y no lo hagan más. Pueden estar seguros. Yo no tengo comprada la vida, de manera que me la juego en cualquier momento. Es mía. Y nosotros tenemos que dar un escarmiento. Si ellos creen que puede salir, que salgan; los vamos a esperar. Pero vamos a salir una sola vez, para que no vuelvan nunca más ni los hijos de ellos, porque a ellos no se les va a poder ocurrir volver. Bien, compañeros: se dan cuenta que nuestra situación es, perfectamente clara y definida. Se ha solucionado absolutamente todo. Hoy ya no tenemos nada que temer, como no sea esa acción de distorsión y de perturbación que pueden ejercer los opositores con algunos locos a quienes se les puede ocurrir hacer algún bochinche. Ese bochinche lo vamos a solucionar, no tengan la menor duda, pero ustedes deben estar listos para cualquier cosa en sus provincias, porque la defensa de ustedes es lo más importante. Para esto hay que organizarse perfectamente bien y estar listos para cualquier evento, porque yo puedo desaparecer, me puede pasar a mí cualquier cosa y quedar todo sin dirección y ustedes, en cualquier momento, deben estar bien dirigidos y organizarse, porque de eso depende la defensa de los intereses de ustedes. No me preocupa mi persona, sino esa causa, que la abracé porque quise. Cuando me puse a defender a los trabajadores, se imaginan ustedes que era más fácil defender a los patrones. Si en aquel entonces, que era difícil sostener la causa, cuando teníamos montañas por delante para pasar, me jugué todo por la defensa del pueblo, como lo voy a abandonar ahora, que no tenemos nada por delante, sino nada más que un lindo camino para marchar. Por otra parte, si no nos pudo vencer la reacción en aquel entonces cuando éramos nada más que unos cuantos hombres perseguimos, cómo nos van a vencer ahora, que estamos tan juntos y apalabrados. Pero, hombre prevenido vale por dos, de manera que vamos a valer por dos cada uno de nosotros, estando prevenidos y organizados. Nosotros hemos de ser siempre más listos que ellos y hemos de estar más a punto para la defensa de esos intereses, que son los intereses totales de los compañeros trabajadores. Imagínese el peligro de esas fuerzas políticas al servicio de los intereses capitalistas internacionales, manejados desde el exterior con abundante plata; pueden comprar o hacer alguna cosa y con eso atacar los intereses de los trabajadores. Pero estos tienen sus dos brazos y un corazón honrado. Eso es lo que hay que poner en el momento oportuno. En esto, compañeros, estamos bien en claro. Hay que decírselo a todos los compañeros de allá para que abran el ojo. En las épocas que se aproximan, en que el imperialismo trabajará activamente contra nosotros, el justicialismo ha pasado a ser su enemigo. ¿Por qué? Porque es justo, porque es peligroso para él, ya que si los imperialistas defienden la injusticia, nosotros defendemos la justicia. Tenemos una fuerza demasiado grande. Ellos lo saben bien e intentaran todas las formas de combatirnos. Pero nosotros también estamos intentando de evitar que ellos pongan en ejecución sus designios. Es por eso que hay que llevar a sus compañeros esta palabra de orden: hay que estar listos para cualquier cosa y en cualquier momento. A un pobre eso le cuesta poco, mientras que a ellos, los ricos, les cuesta mucho. El problema azucarero lo hemos estudiado minuciosamente. Como dijo la señora, este problema del azúcar, siempre arrastra tras de sí, una maldición bíblica: zonas marginales de bajo rendimiento, patrones explotadores, en fin, ustedes saben mejor que yo, todos los azotes de esta industria. Nosotros también lo conocemos perfectamente. Lo hemos estudiado profundamente y sabemos que ustedes hace tiempo que están trabajando con salarios bajos. Les agradezco esa prueba de confianza que han puesto en nosotros, sabemos que han estado abnegadamente sacrificándose durante años con salarios bajos para mantener la industria y no perturbar su acción, pero hoy podemos reconsiderar esa situación. Yo he hablado con el Consejo Económico y vamos a llegar a un aumento de alrededor de un 40% sobre todos los salarios. Sobre eso, daremos después las cifras concretas, pero desde ya se puede ir pensando que los salarios mínimos han de ir a los 20 pesos diarios en toda la industria del azúcar. Esto, ya lo pueden ir ustedes haciéndolo conocer a los compañeros tucumanos, salteños y jujeños, porque es una decisión en firme ya tomada por el gobierno. Luego, hemos de arreglar los detalles que surjan de este nuevo sistema de remuneración, porque es una cadena larga. Todos son problemas que tienen perfecta solución y van a ser solucionados. En cuanto a las demás cuestiones de detalle que haya que arreglar, las arreglaremos con los compañeros de la C.G.T., en quienes ustedes y nosotros tenemos confianza, porque son hombres honrados, capaces y verdaderos defensores de la clase trabajadora. Quiero hacerles ahora un último pedido, y es que lleven nuestro saludo a los compañeros del Norte y les digan que estamos hoy, como el primer día, en la misma causa, con el mismo entusiasmo y tesón con que hemos luchado siempre desde el gobierno para repartir un poco más de justicia entre los argentinos. Digan a esos compañeros, de tan lejana zona del país, que no ha llegado todavía a todo el territorio de la República esta justicia social. Pero la haremos llegar paulatinamente a todos. Si, todavía, en algún lugar de la patria, hay alguno con salarios y condiciones de trabajo de sumergido, que luchen ellos por emerger; que luchen ellos por progresar, pues nosotros luchamos por lo mismo, para que progresen todos y cada uno de ellos; todos los que están realizando un esfuerzo dentro del país en este momento no lo hacen en vano. Solucionados todos los problemas económicos de la Nación nosotros iremos -ahora en firme y en forma definitiva- consolidando y resolviendo todos los problemas sociales que quedan en el país. No quedará ningún obrero argentino de ninguna industria, por pobre y difícil que sea, sin recibir lo que le corresponde por su trabajo. Pueden ustedes transmitir estas ideas a todos los compañeros del Norte, y decirles que si de algunos no nos podemos olvidar es, precisamente, de los hombres del Norte. Sabemos bien la actitud que siempre han adoptado los tucumanos, los salteños y los jujeños. Quizá ustedes, compañeros, nos comprendan mejor, porque son los que han estado más azotados por la fortuna hasta que nosotros llegamos. Ustedes han sufrido, se han hecho en esa escuela del sufrimiento durante tantos años. Y esa escuela es la mejor, para que ustedes no se dejen engañar fácilmente, que vayan a las realidades y no a las palabras, a la charla de los políticos. Pero, compañeros, de esto surge también una gran escuela. Y hay que decirlo a los nuevos dirigentes, a los muchachos jóvenes que tomen ahora la dirección sindical: deben decirlo los viejos dirigentes, los que sufrieron otros tiempos de miseria, de dolor y de lucha. Deben decir a los muchachos: esto no ha sido siempre así, tengan cuidado; no se olviden de lo de antes, no vayan a creer que siempre "se ha ido en coche". Antes había que pelear, había que hacerse matar, sufrir cárcel y vejámenes, para poder ganar diez centavos. Esta situación de ahora se ha dado por el movimiento justicialista. Los viejos, con su experiencia, con su acumulación de sacrificios, del dolor de tantos años, que vieron morir a sus compañeros de lucha en cada conquista, deben decir a los dirigentes jóvenes que las sepan conservar, que trabajen porque este estado de cosas sea cada vez mejor; porque eso reside la salvación de la clase trabajadora. Ustedes deben decir esto que hemos hablado a los compañeros cañeros, y decirles también que ellos recibirán la compensación que resulte de las mayores conquistas que se produzcan por los aumentos de jornales, etcétera. A ellos también les vamos a solucionar el problema. En cuanto a los industriales, ellos se arreglarán solos; no tenemos necesidad de arreglarlos nosotros... Finalmente, compañeros, yo sé que ustedes van a quedar algunos días en la Capital Federal para pasear y ver que no solamente hemos hecho cosas en Tucumán, Salta y Jujuy, y que también por aquí se ha realizado algo. Yo quisiera que pudieran visitar estas obras. Pero sé que de esto ni tendría siquiera que hablar, porque....(el general Perón dirige la mirada a Eva Perón) Yo les pido, pues, dos cosas. Que digan a los compañeros tucumanos que el pleito está totalmente arreglado, y los datos que les he dado recién. Por ahora, quédense ustedes tranquilos estos días aquí, visitando la Capital; que no les va a venir mal. Y después, cuando regresen a sus provincias, me hagan el favor de llevarle a cada uno de los compañeros tucumanos, salteños y jujeños, un gran abrazo y el recuerdo permanente que nosotros tenemos por todo aquellos que están trabajando allá lejos, construyendo un poco de la grandeza que concebimos debemos dejar a la Argentina en el futuro. Díganle a esos compañeros que solamente les pido dos cosas: que sigan unidos, que se organicen, que hagan cada día más férrea la organización, extendiendo la acción del sindicato a las mutualidades, a las proveedurías, a las escuelas sindicales, y que cualquier necesidad que tengan, que cualquier problema que surja, lo hagan llegar enseguida aquí, por intermedio de la C.G.T., que nosotros iremos solucionando paulatinamente cada uno de ellos. Esa colaboración es para que nosotros valiosa e indispensable. Cuando me dijeron que ustedes venían para aquí, yo le expresé a mi señora: "No es necesario; conocemos el problema y se lo vamos a solucionar". Pero después ella me dijo: "Bueno, dejá que vengan para que paseen un poco los muchachos". Finalmente, compañeros, con respecto al problema de la vivienda quiero decirles que sabemos que los ingenios no han cumplido con lo que debieron haber hacho. No importa. Por eso le encargué a la Fundación la construcción de esas viviendas, porque sé que la Fundación hasta ahora ha cumplido siempre. Iniciaremos, entonces, nosotros la construcción de viviendas en toda esa zona, para poderles ofrecer a los compañeros casas que sean más lindas y dignas que las que les hubieran dado los propios ingenios. UN OBRERO.- Se han construido casas, pero cada una vale cincuenta a sesenta mil pesos y hay que pagar doscientos treinta pesos mensuales de alquiler, lo que no está al alcance nuestro. PRESIDENTE.- Nosotros las vamos a hacer mejores que esas, buenas y baratas. Y en eso no vamos a hacer como ellos, que construyen y empiezan a entregar por los jefes. No; nosotros empezamos por abajo y seguimos hacia arriba. Bueno, compañeros, yo les deseo que estos días que pasen por aquí sean muy felices y recuerden que aquí me tienen a sus órdenes. Yo solamente estoy a órdenes del pueblo, aunque esto irrita a mucha gente. ..................
1951-06-19
Ante delegadas censistas de Santiago del Estero y Sal
En primer término, deseo agradecer las amables palabras que termino de escuchar de parte de la presidenta del Partido y de las señoritas delegadas censistas en el Norte Argentino. Esta reunión del Partido Femenino, representado por todas ustedes, tiene dos cosas que la hacen altamente satisfactoria. Primero, que sean las mujeres del Norte las primeras que han llegado a la Capital, en representación de Salta y Santiago del estero, dos provincias que para mí tienen una significación particular porque sé que en las mismas el peronismo está profundamente arraigado, especialmente en los hombres y las mujeres humildes, que es la segunda condición que me hace significativa esta reunión, porque siempre he tenido mi corazón inclinando con mayor fuerza y devoción hacia los humildes, que son los que más necesitan de la confraternidad y de la solidaridad de los demás argentinos. Por eso les doy la bienvenida a esta Capital, sintiéndonos muy felices de que estén ustedes con nosotros, compartiendo estos días de contacto partidario. La organización del Partido Femenino en toda la República es un orgullo para los peronistas. Ha nacido este Partido Femenino bajo los mejores augurios, porque trae la pureza de su nueva organización, porque trae la pureza de un sentimiento único, alrededor del cual se agrupan todas las mujeres peronistas de la patria, porque trae ese único sentimiento de pureza y de realidad al nacer a la vida cívica de la cual había estado alejada la mujer injustamente por tantos años. Dicen que en la organización de los partidos políticos la tradición tiene una importancia extraordinaria. La tradición de ustedes es la tradición peronista; ustedes hacen con esa tradición, con la tradición peronista que termina de nacer. Tienen por delante todo un inmenso porvenir para defender, dentro de la patria, lo que hemos establecido con las tres banderas fundamentales del peronismo: una Argentina socialmente justa, una Argentina económicamente libre y una Argentina políticamente soberana. Tres banderas destinadas a defender al pueblo, cuanto más humilde sea, mejor; socialmente justa, porque es esa justicia social distributiva la que llevará el bienestar a los hogares que fueron durante tanto tiempo privados del mínimo de felicidad a que tienen derecho, mediante una justicia nacional e inmarcesible para todo otro poder que no sea el poder del propio pueblo argentino; económicamente libre, porque sin esa libertad económica no puede haber justicia social, y políticamente soberana, porque sin esa soberanía política no habría ni economía libre ni justicia social dentro del país. Yo deseo, compañeras, aprovechar esta oportunidad que la Providencia me ofrece con la presencia de todas las representantes salteñas y santiagueñas del Partido Peronista Femenino, para ensayar algunos consejos de orden político, que por mi gran experiencia en este campo, adquirida especialmente en los últimos años, que es cuando resulta más fructífera y más fehaciente, y por haber pulsado todo el panorama político de la República, puedo yo ofrecerles en esta ocasión, como consejos de amigo y compañero de una misma causa. Se trata, en este tipo de organización partidaria, ni más ni menos que de conformar una fuerza cívica dentro del país, que no solamente represente dentro de la comunidad argentina una fuerza electoral, sino una fuerza moral invencible, animada de una profunda mística y, dentro de esa profunda mística, elevados los valores morales que hagan de los hombres y de las mujeres argentinas una escuela de abnegación y de sacrificio nacional, únicas fuerzas que pueden elevar a la nacionalidad con nuestro esfuerzo y con nuestro trabajo al altar que hemos destinado para la patria argentina. Este es el punto de partida de la doctrina peronista. Nosotros no entendemos la política para servirnos de ella, sino que entendemos la política para servir al país. Pero servir al país no es, como se pensaba antes, disfrutar de las canonjías que el gobierno pueda ofrecer a los inmorales, sino trabajar desde el gobierno, incansablemente, para que a cada argentino y a cada argentina que están privados de algo, le alcance en forma de justicia social lo que la adversidad, la miseria o el egoísmo de los demás lo hayan privado como situación permanente. En otras palabras, entendemos esto como forma de servir al pueblo y no servirse del pueblo para su propio beneficio. La política nuestra no tiene nada más que un solo objetivo: es el país, es la patria. Nuestra política sirve al movimiento peronista, porque el movimiento peronista sirve a la Nación. Para nosotros la política es un medio: el fin, el objetivo final de todas nuestras ambiciones es poder ser útil a la Nación, sirviendo a su pueblo, vale decir asegurando la felicidad presente de los argentinos y labrando paulatinamente la grandeza futura de la Nación, que representará, en último análisis, también la felicidad de nuestros hijos, de nuestros nietos y de nuestros descendientes. Por eso el peronismo tiene dentro de sí al justicialismo. El peronismo tiene su doctrina; la doctrina es la justicialista. ¿Qué quiere decir doctrina y que quiere decir justicialismo? La doctrina es el alma colectiva que debe poseer el pueblo. Así como los hombres no tienen valor cuando no poseen principios y convicciones, cuando son hombres sin ideales, las grandes colectividades, y, entre ellas, las organizaciones políticas, no tienen valor si no poseen también un alma colectiva e ideales colectivos. Esa alma colectiva se alcanza por la penetración de la doctrina, y la doctrina es, ni más ni menos, la representación de la aspiración suprema de esa alma colectiva. Por eso, la doctrina justicialista se basa en la necesidad de presentar a nuestro pueblo un programa de realizaciones y realidades que le permitan vivir feliz, descartando de todo el panorama de la Nación la explotación, el egoísmo, la miseria, elevando la cultura social del pueblo, dignificando el trabajo, humanizando el capital y haciendo de esta colectividad una reunión de hombres y mujeres unidos por el amor por el trabajo y por la dignidad, y no haciendo de nuestro pueblo una masa de explotados y maledicientes que preparan todas las desgracias futuras de la patria. En nuestra doctrina, los hombres y mujeres con quienes más trabajamos son los más humildes de ellos, son los que más necesitan de nosotros. Es por eso que la razón de ser y la fuerza inminente del movimiento peronista es el humilde, porque en él hemos puesto nuestros ojos, para poner también nuestro corazón. El deseo de que en esta tierra no haya hombres ni mujeres sedientas de justicia; es la realización de los ideales que el hombre ha lanzado por el mundo hace millones de años sin conseguirlos; es la encarnación de una fuerza que hermana a los hombres y no los hace un lobo para los otros hombres; es la encarnación de un sentimiento de justicia social, de justicia permanente, de justicia que iguala en dignidad hacia arriba, creando la verticalidad indispensable en que el hombre debe vivir si quiere en algo diferenciarse de las bestias. Por eso, nuestra doctrina es humildad. Nosotros queremos que todos los humildes no se encuentren sumergidos, y que todos disfrutemos de un igual grado de humildad. No hay nadie en el mundo, por importante o soberbio que sea, que tenga derecho a difundir su dignidad en perjuicio a la dignidad de los demás. Empecemos por establecer que el hombre o la mujer, cualquiera sea su condición, tiene un supremo derecho que no lo puede negar nadie en la vida: la defensa de su propia dignidad y la elevación de su propio ser. A esa dignidad y a esa elevación que queremos nosotros llevar nuestro pueblo. No queremos que en el pueblo haya diferencias de ninguna clase. En la República Argentina, hemos sostenido, hay una sola clase: la clase de los hombres y de las mujeres que trabajan. Nosotros queremos una sociedad nueva. Antes, la sociedad capitalista se había estructurado sobre los hombres que lo poseían todo en bienes materiales. Nosotros queremos una nueva sociedad, basada en los que poseen todos los valores morales. No nos interesan los hombres y las mujeres por lo que tienen en dinero o de bienes. No interesan por lo que tienen de altura moral a sus valores espirituales. Comenzamos por establecer que el orden de la organización del justicialismo. Por eso, cuando estructuramos el justicialismo, comenzamos por establecer que el orden de la organización del justicialismo no se basaba en el capital, sino que se basaba en el trabajo, porque el trabajo es lo único digno que tienen los hombres y que tienen las mujeres. Es mediante ese trabajo que el pueblo progresa y que la Nación se engrandece, y no mediante el atesorar bienes materiales. Es el renunciamiento a la vanidad y a las estupideces de la vida diaria lo que hace grande al hombre y lo presenta a semejanza de los valores de la humanidad. Un hombre o una mujer que solo confía su grandeza en lo que posee, es un pobre, porque es un pobre de espíritu, que es la mayor pobreza que puede tener una persona. Nosotros estructuramos la humanidad, o la comunidad, aparejando otros valores y enarbolando otras banderas. Muchos se han reído de nosotros. No somos los primeros de los cuales se ríen, pero así como van muriendo todas las riquezas y desapareciendo todos los valores superfluos de los materialistas, van inmortalizándose los grandes espíritus y venciendo los valores espirituales, que son las únicos que hacen nobles a los hombres y grandes a los pueblos. El justicialismo cree profundamente que solo esos valores serán los eternos. Cree, por eso, que su movimiento ha de representar una nueva comunidad de hombres y de mujeres honrados, que ponen su esfuerzo y su sacrificio al servicio de esos valores permanentes de la nacionalidad. Por eso cree que este es un movimiento de humildes para servir a los humildes, para producir en provecho y en bien de los humildes, porque desde que la humanidad es humanidad, solamente los humildes pueden salvar a los humildes. Compañeras: de esto nace nuestra marcha en este valle de lágrimas que es el mundo; esos son nuestros objetivos, afirmados en los valores que todos poseemos. Todos no poseemos riquezas, pero todos poseemos dentro de nosotros la mayor riqueza, la riqueza que ha movido al mundo desde que el mundo es mundo: nuestros valores propios, nuestros valores innatos, nuestros valores del espíritu. En el movimiento peronista no habrá riqueza de dinero, pero debe haber riqueza de valores. Ese es el objeto que hemos lanzado a través del tiempo, para que todos los hombres puedan igualarse, porque todos los hombres y mujeres han recibido en igual gradación esos valores espirituales; ellos construyen dentro de si mismos y ellos ofrecen a la contemplación de los demás esos valores, que son los únicos valores de la humanidad. Basada en ese sentido igualitario de los seres humanos, nosotros hemos estructurado toda nuestra doctrina. Por eso, la política que se ejerce dentro de la doctrina justicialista es una política también nueva, como nuevos son los objetivos y como nuevas son las formas de ejecución del movimiento peronista, Nosotros pensamos que si antes la política de los materialistas los llevan hacia la consecución de objetivos materiales, en los movimientos idealistas que estamos propugnando y que estamos promoviendo dentro del país, están los nuevos valores de la nacionalidad. Nosotros, los peronistas, queremos ser los portaestandartes de esos nuevos valores que surgen en esta tierra argentina para igualar a los hombres y a las mujeres del pueblo, de manera que en esta tierra no se jamás posible volver al materialismo de otros tiempos, en que los hombres afirmaban su poder y su gobierno sobre los desgraciado que, por providencia, habían llegado a ser el instrumento de su propia explotación y de su propia grandeza. Queremos que los argentinos del futuro jamás piensen de nuevo que en esta tierra los hombres pueden llegar a ser felices sometiendo a la infelicidad a millones de argentinos. Queremos que en esta tierra la explotación del hombre no sea jamás posible, que una conciencia social nueva crezca a la sombra de ese justicialismo, fuera de lo cual no haya sino repugnancia espiritual a cualquier otro valor que se afirme en la desgracia o en la desesperación de los demás. Esta base moral de nuestra doctrina es la que da también los medios de acción. Algunos ejemplos lo aclaran todo. Antes, los ricos y los poderosos amasaban su riqueza y su poder sobre el llanto, sobre miseria y sobre el dolor de millones de hombres explotados dentro del régimen capitalista. Nosotros creemos hoy que esas manos de nuestro Escudo Nacional que antes estaban horizontales, deben ser inclinadas, como en el escudo peronista, que significa que el de arriba da su mano al de abajo para ayudarlo a subir. Y dentro de nuestro escudo peronista ese es el símbolo justicialista. Por eso en ese escudo peronista han sido colocado manos oblicuas, una arriba y otra abajo, entrelazadas, significando que en este pueblo de la nueva Argentina todo aquel que tenga superioridad de espíritu debe ayudar al que no la tenga, que quien tenga bienes materiales debe ofrecer una parte a quien no lo posee, para que no haya en esta tierra ningún argentino que pueda decir que su hermano, favorecido por la fortuna, por el azar o por su propio trabajo, no sabe ofrecer su corazón a otro argentino que no ha tenido la fortuna de asentar en la vida lo mismo que él. Y bien, compañeras: si es esa nuestra manera de pensar, si es esa nuestra manera de sentir, los métodos que empleemos han de ser concordes con esto que fija la doctrina: que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista; que para los peronistas lo mejor que el país tiene es el pueblo; que en cada una de nuestras acciones de peronistas, dentro de esas veinte verdades que escalonan y son síntesis de la verdadera doctrina, sepamos cumplirlas. En el movimiento peronista nadie se aprovecha de nadie. Cada uno se aprovecha de su propio esfuerzo constructivo. Cuando hay que vencer, se vence por medios leales y sinceros; jamás por la zancadilla o, diríamos, por la puñalada trapera. Nosotros procedemos de frente y abiertamente. Lo decimos como lo sentimos. Y el día que tengamos que luchar, lucharemos de frente por nuestra propia causa. Yo sé que el nacimiento del movimiento femenino ha despertado en todas partes un cierto espíritu de inquietud. Y lo han despertado ustedes porque se han organizado bien, porque han sido capaces de mantener una disciplina basada en nuestros principios morales, que termino de hablar. La gente tarda en darse cuenta, y generalmente cuando se da cuenta es tarde, que los valores que conjugan los éxitos en la vida los valores espirituales. Dentro de ellos, la abnegación, el sacrificio, el cumplimiento del propio deber por el deber mismo, sin ambiciones extrañas y más aún sin ambiciones de grandeza, es lo que hace fuertes a los hombres y mujeres. El poder del Partido Femenino no está ni en las intelectuales con que cuenta no está en el pasado, diríamos, grandioso de los factores políticos, no está en su tradición, no está en los líderes con grandes predicamentos. Esta en su organización y en su disciplina. Y los partidos políticos no son invencibles porque tengan muchos grandes valores sino porque estén bien organizados, con buena disciplina y con altos valores morales. Generalmente toda esa gente que desfila delante nuestro, que hacen el caudillo, creen ellos que tienen grandes valores. Desgraciadamente lo creen solo ellos. De manera que todo ese tipo de caudillismo que ha proliferado dentro de los partidos políticos, era solamente una carrera hacia la ambición desmedida. En esa carrera se atropellaron, se empujaron, se cayeron, los pisotearon, los salpicaron de barro y al final no llegaron a su propio objetivo. En cambio, otro que marchó detrás, con paciencia, con disciplina, con orden, llegó y pudo contemplar a su pasado todos aquellos que se habían caído y lastimado en el propio camino. Nosotros, los justicialistas, no aceptamos como lógico el panorama que se presenta en muchas partes, dentro de nuestro propio partido, donde todavía no hemos podido llegar a la conciencia de todos los hombres para matar las aspiraciones indebidas y aún las ambiciones. Nosotros queremos, dentro del peronismo, no hombres que pretendan acaudillar sectores, porque eso rompe toda la organización. Nosotros queremos un bloque dentro del cual los valores van a surgir solos, por reconocimiento de todos los demás, y cuando se presente una función a cumplir, nosotros diremos: El más capaz para cumplirla es fulano, porque nosotros no miramos los puestos. Nosotros miramos las obligaciones y el deber a cumplir. El mal de nuestra política ha sido que los hombres aspiraban a los cargos para servirse de ellos y honrarse con ellos. Los peronistas no miramos los cargos; miramos las obligaciones que emergen del cargo, y no queremos que el cargo nos honre a nosotros, sino que nosotros honremos el cargo. Cuando veo algún peronista apresurado que corre detrás de mi cargo, yo le suelo decir: "Vea, compañero, que el cargo es fácil; lo peludo es lo que hay que hacer en el cargo". A veces les suelo asustar con lo que les espera, y siempre les digo una frase que es muy peronista: "Los honores no se disfrutan, los honores se merecen o no se merecen. Por eso veo con inmensa satisfacción como las mujeres están llenando su cometido. Veo a las delegadas censistas, veo a las secretarias y dirigentes de todos los centros peronistas, veo a las unidades básicas, cómo se organizan con una nueva técnica, con una nueva forma: y eso es, precisamente, lo que nosotros queremos. Los hombres tienen el pecado original; han nacido con ese pecado original en la política. Ellos traen la tradición del antiguo comité, antro de inmoralidad, de juego, de vicio, donde se barajaron las más tristes y terribles combinaciones para la nacionalidad; de donde no salió el hombre capaz por su capacidad moral, sino el más bandido, el más lleno de vicios, el más capaz para hacer la mejor trapisonda sin que le descubrieran. De allí nació el fraude; de allí nació el peculado; de allí nacieron todos los que escarnecieron a la política argentina: de allí nacieron los que fueron instrumentos de la explotación de los trabajadores y de los trabajadores argentinos; de allí nació la carroña que fue la que echó banda abajo a toda la política durante un siglo y medio de la República. Por eso, el comité de los viejos partidos es sucio materialmente, como es sucio moralmente. Por eso es impresentable a la vista de los hombres y de las mujeres que pasan por su promiscuidad, hasta mal olor tienen. Y yo veo la creación de las nuevas unidades básicas, en las que las mujeres han sido las mujeres han sido las verdaderas creadoras: una casa coqueta, linda, bien arreglada, limpita, donde se conversa y se tratan problemas de toda naturaleza, mientras se cose, se teje y de hacer las labores domésticas que ennoblecen a las madres. Esos centros, esas unidades básicas nacidas en esa limpieza, en ese orden, en esa nueva civilización, están demostrando, en lo moral y en lo físico como en lo material, la diferencia que hay entre la antigua política y la que estamos instaurando los peronistas dentro del país. Por eso, cuando nosotros decimos "el Partido Peronista Femenino", cuando lo decimos sinceramente, cuando lo decimos sinceramente, cuando lo decimos con profundo sentido peronista y justicialista, los hombres lo decimos con orgullo, mientras algunos lo dicen con envidia y otros con rabia. Para todo hay que seguirlo haciendo: para que nos dé más orgullo a los que lo sentimos nuestro; para que les dé envidia y hagan ellos también lo mismo, cuando sienten envidia, y para que revienten aquellos a quienes les da rabia. Este nuevo sello será nuestro orgullo futuro. Lo que los peronistas queremos no es ni luchar con nadie ni pelear con ninguno. Queremos que nos respeten nuestro derecho. Tenemos delante nuestro una oposición enconada, formada por todos los restos de aquella antigua carroña política, que se han agrupado en lo que se llama Unidad Democrática y todas esas cosas raras que han formado. Allí se agrupan los radicales envenenados, los socialistas olvidados por el pueblo, los comunistas que quieren armar escándalo todos los días y ya nadie los lleva el apunte; los demócratas nacionales, vale decir, los conservadores, que están desesperados porque ellos sin el queso no pueden vivir; los demócratas progresistas, que no son demócratas ni progresistas; que no son demócratas, porque son totalitarios en sus ideas y no son progresistas porque son cada día menos. De manera que frente a ese contubernio, el Partido Peronista se presenta joven y pujante. Se diría que asistimos al espectáculo a esos viejitos que ya van para el sepulcro, seguidos por un muchacho joven y alegre, que va detrás disfrutando y que el pasar le dice: "Adiós viejito". Ese es el Partido Peronista. ¿A qué aspiramos nosotros dentro de la Nación? A que las fuerzas políticas del futuro sean como nosotros, humildes trabajadoras. No queremos que sean vivas y aprovechadoras. Y queremos que ese viejito se muera y le deje a su hijo para que cree algo igual que nosotros en el bando opuesto. Y el día que ellos, como nosotros, sean una garantía de justicia, de libertad y de soberanía dentro del país, estén ellos o estemos nosotros al frente de la República, la República estará garantizada en sus destinos. A nosotros no nos interesa otra cosa que la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. La hagan ellos o la hagamos nosotros en lo mismo para un peronista. Lo que no queremos es entregar el país a esas bandas rapaces, que ahora, como ven que en los comicios no tienen nada que esperar, quieren hacer bochinche, quieren hacer revoluciones. Pero ¿qué mejor revolución que la que se les ofrecerá en la próxima elección? Si ellos son más, nos van a ganar. ¿Para qué quieren andar peleando en las calles? Porque quieren pelear con nosotros, nosotros somos muy aguantadores, pero el día que nos decidamos a pelear, ellos van a saber quien es Calleja. Por eso, colocados como estamos colocados nosotros, los peronistas, la posición es sumamente fácil. Observen ustedes y en esto quiero también mencionar toda nuestra orientación justicialista. Nosotros nos hicimos cargo del gobierno de la Nación cuando este país debía miles y miles de millones de pesos al exterior. Nos hicimos cargo de esto cuando los ferrocarriles eran extranjeros, cuando el gas era extranjero, cuando los teléfonos eran extranjeros, cuando la marina mercante que llevaba nuestra producción al exterior era extranjera, cuando los seguros eran extranjeros, cuando los reaseguros eran extranjeros, los bancos eran extranjeros, etcétera, etcétera, etcétera. En cinco años de gobierno hemos comprado todo y lo hemos pagado. No debemos un centavo a nadie y tenemos una magnifica economía en marcha. ¿Qué problema económico puede tener la República? Nosotros no tenemos ningún problema económico. Como hacemos justicialismo, a ese progreso económico lo acompaña el progreso social, y nuestro pueblo cada día está mejor y cada día estará mejor, a medida que esa economía vaya asentándose en su solución. De esta manera no tenemos pobreza social, ni tampoco económico. ¿Problema político? ¿Que problema político vamos a tener nosotros? El 24 de febrero de 1946, con los hombres, ganamos. Este año con las mujeres, el triunfo será mayor. Pero lo que nosotros no queremos es desorden. Nosotros queremos orden y tranquilidad. Si ellos son una "Unión Democrática", como dicen, que esperen los comicios. Lo democrático es decidir en los comicios votando, y no peleando y haciendo escándalo en las calles. Nosotros no tenemos ningún interés en desorden de ninguna naturaleza, pero si ellos insisten, no tendremos más remedio que hacerles el gusto. Lo único que pienso, es que al hacerles el gusto, quizá les provoquemos después un grave disgusto. Es indudable que toda nuestra acción, como partido orgánico, ha de ser de lucha. Alguna gente cree que formar parte de un partido, es inscribirse en una Unidad Básica y después quedarse tranquilo en casa, mostrando el carnet a los amigos. No cuando se forma parte de una organización política, hay que trabajar por esa organización política en la calle, en la casa, en el trabajo, en todas partes. Hacer peronismo es muy simple, porque es decir la verdad, es propugnar el amor entre los hombres y las mujeres, es hacer prevalecer los valores espirituales sobre los materiales, es hablar de justicia y asegurarla, es, en otras palabras, hacer el bien en todas partes. Ustedes observen el extraordinario predicamento que tiene la Presidenta del Partido Peronista Femenino. ¿Por qué lo tiene? ¿Porque ella se arregla bien? ¿Por que es bonita o se viste bien? No. A ella la quieren y la respetan, a ella le rinden pleitesía todos los humildes, porque ella no duerme, no come, no vive por hacer el bien todos los días. Yo siempre me pregunto: todos los que critican la acción de la señora de Perón, toda esa contra inmarcesible que existe en este país, que se dedica a denigrar su obra, si sienten envidia, ¿que tendrían que hacer para voltearla de su predicamento político? Hacer lo que hace ella, mejor que ella. Trabaja más por los humildes, sacrificarse más por ellos. Si ellos tienen el camino, ¿por qué no lo hacen? ¿Por qué no se ponen a trabajar? Yo, como peronista, y como justicialista, sería muy feliz el día que diez mujeres de la contra hicieran una obra social mejor que las que realiza ella. Yo solamente quiero decir y presentar a la evidencia de todas ustedes, que sí nosotros tenemos en el pueblo algún predicamento, no ha de ser porque paseamos, ni porque andamos en comidas ni porque vivimos tranquilos. Ha de ser porque algún sacrificio realizamos en provecho de los demás, en forma que los demás tengan algo que agradecernos. Por otra parte, esa es nuestra obligación. Si estamos situamos en el plano en que estamos, a esos honores que representa el ser elegido por su pueblo, hemos de responder nosotros con nuestro propio sacrificio personal, con todo lo que podamos hacer para favorecer en forma directa o indirecta a ese pueblo al que le debemos todo lo que somos. Por esa razón, el peronismo es el bien, el bien dinámico, el bien en acción. Por eso se puede hacer peronismo todos los días, porque cuando uno le regala a otro que tiene menos un poco de lo que uno tiene, está haciendo peronismo, aunque no lo diga, aunque no lo mencione. Esa es nuestra orientación; eso es lo que nosotros creemos que en el peronismo. Por eso, compañeras, para manejar bien esas organizaciones a cuyo frente están ustedes, no hay que ser doctor, no hay que tener una gran ciencia, no es necesario ser poderoso ni ser rico ni ser pudiente en cualquiera de sus formas. Basta una sola cosa: ser bueno; ser bueno, que es la más grande de todas las riquezas que puede poseer una persona. Para nosotros, el peronista es un hombre bueno, la peronista es una mujer buena. Pero no la que tan solo dice: "yo soy buena". Esa no vale nada. La buena es la que lo demuestra con sus actos. Bien, compañeras; yo me he extendido en este orden de consideraciones porque observo el panorama de todo nuestro movimiento y me doy cuenta de que las mujeres son las que están mejor iniciadas y mejor dirigidas dentro de toda nuestra organización política, porque veo que esto que estoy diciendo, que es la base de toda nuestra organización, las que mejor lo practican, las que mejor y mayor virtud ponen en la realización de los ideales justicialistas, son precisamente las mujeres, que nacen a un movimiento político y vienen puras de espíritu a participar en él y a poner las fuerzas de sus convicciones y de sus bondades. Por eso es que yo, viendo ese movimiento, en esta oportunidad como en todas las que tengo de hablar con las mujeres, las felicito y rindo mi homenaje de peronista a esta organización que, naciendo inmaculada en sus sentimientos, será la fuerza motriz que impulsará y dará nuevo remozamiento al movimiento peronista; y los hombres deberán mirarse todos los días en el espejo de las mujeres para templar sus almas en las virtudes que ellas practican. Es para mí muy agradable poder decirles esto. Como hombre justicialista, inspirado en esa verdad que es la base medular de toda nuestra orientación doctrinaria, siento al hacerlo un inmenso placer; si no fuese así, tengan la seguridad de que yo no se lo diría. Yo estoy inclinado siempre a ver los defectos que a ver las virtudes, como todas las personas, pero tengo la inmensa satisfacción de poder decirles esto confiado en que, al hacerlo, no hago sino justicia al mérito de todas las mujeres que, humildemente, están sirviendo con su disciplina, con su abnegación y con su sacrificio de todos los días un ejemplo a la ciudadanía argentina. La mujer nace a la vida política en las mejores condiciones en que pueden hacerse, nacen en un momento de transformación, donde estamos transmutando los valores del espíritu dentro de la política argentina, donde estamos lanzando nuevas formas para la política del pueblo argentino, y donde ustedes, con todo el ascendiente que la mujer tiene dentro y fuera del hogar, comenzarán formando los peronistas desde la cuna, para que allí ese niño recién nacido comience a beber en nuestras doctrinas, comience a saber que la riqueza más grande que el hombre pueda alcanzar en la vida es la de su espíritu, y, además, que la más grande de todas las riquezas que él puede poseer está solamente en la bondad con que el pueda ejercitar su vida en medio de los demás hermanos argentinos. Si enseñamos a nuestros hijos desde la cuna a practicar esas verdades y a sentir esas verdades, haremos un mundo mejor para el futuro. Si no, ellos, instruidos y educados en el egoísmo, en la miseria, educados frente a los poderes materialistas, forjarán un mundo igual al que estamos presenciando, donde una humanidad enloquecida, con distintas ideas, ha de lanzar un día de estos a unos, contra otros para destruir lo poco que a la humanidad lo queda. Destruirá sus ciudades, destruirán sus riquezas, pero lo más rico y más grande que van a destruir es el propio hombre. Por eso, trabajamos incansablemente para que en esta tierra de promisión que es la Argentina, ninguno de esos terribles problemas que agitan en estos días a la humanidad, luchando por materialidades, que son para el espíritu de los hombres lo más miserable que el hombre crea, llegue a preocuparnos; para que formemos un pueblo que, no aspirando a disputarle a los otros sino a colaborar y amarlos, no tenga esas luchas en que la humanidad se ha desgastado durante siglos y en las que sigue hoy desgastándose hasta la futura destrucción de toda la humanidad. Ese pueblo argentino, amante del orden y empapado de las virtudes de que los hombres deben poseer, será la mejor conquista del peronismo. Quizá dentro de muchos años hayamos dejado la dirección de la Nación en manos de otros argentinos; pero cuando eso suceda, no habremos cumplido con nuestra misión si en cada uno de esos argentinos que esperan ser mandados por otros no hay un valor invencible contra el mal, contra la mentira, contra la lucha, contra todas esas fuerzas que son destructivas de la nacionalidad. Si entregamos el gobierno, si entregamos la dirección de la nación a otra fuerza y le dejamos nuestros hijos puros de espíritu, sanos y fuertes, por malos que sean esos gobernantes nuestro pueblo ha de seguir adelante hasta triunfar. Ese es el peronismo, compañeras, eso es lo que los peronistas anhelamos, y eso es lo que nuestra doctrina fija como línea de marcha hacia los objetivo finales de la nacionalidad. Llevarlos a todas las regiones de la tierra argentina es nuestra misión. Que cada una de ustedes, en esas unidades básicas metidas en las selvas y en los montes, donde es posible auxiliar, donde es posible servir, sea una samaritana más en el territorio argentino, para servir a nuestros hermanos, para mitigar dolores, y aliviar miserias. Eso es peronismo. Llevar la escuela de nuestro propio ejemplo en el cultivo de los valores espirituales, hablarles a esos hombres y a esas mujeres que queremos una bandera más pura, más blanca y más celeste, por la pureza que en los corazones argentinos vivificará en el futuro de esa bandera. Que queremos que esta patria tan querida, sea un baluarte de esa democracia que tantos declaman pero que tan pocos practican. Que sea la cuna de nuestra verdadera libertad, libertad en la cual nadie tenga derecho a atentar contra la libertad de los demás, donde no haya explotación ni miseria, donde cada día, con nuestro trabajo honrado, se creen valores que hagan felices a este pueblo. Compañeras: trabajen por estas ideas incansablemente, porque esta organización siga como hasta ahora, llena de virtudes, llena de abnegación, llena de sacrificio, que Dios ha de premiarles en ese esfuerzo como lo premiaremos nosotros mismos, los argentinos, en el recuerdo de nuestra vida hacia ustedes, que son las nuevas abanderadas de una nueva justicia, de un nuevo movimiento que nace a la vida ciudadana sin pecado original, que nace puro y que, como puro, está destinado a purificar todas las formas pecaminosas del pasado, para forjar un nuevo porvenir argentino, donde cada uno de nosotros haya sido artífice en una pequeña parte, de esa grandiosa obra realizada por el pueblo argentino. Entre nosotros no hay nadie importante; somos solo soldados de una causa, somos un millar de abanderados de una cruzada redentora del pueblo argentino, para que cada día, cada hora, cada minuto que transcurre por delante de nuestros ojos veamos desfilar una argentina cada vez más feliz y una argentina cada vez más gloriosa y más grande. ..............
1951-06-19
Al obsequiársele en nombre del presidente de Israel de una Biblia secular :
Señor ministro de Israel; señor ministro argentino en Israel: Yo soy un hombre profundamente idealista, y entre los numerosos sueños que esos ideales han forjado en mí, hay uno que es, quizá, el preponderante en esta etapa que vivo: formar un pueblo unido y hermanado de esta Argentina que es, sin duda la realización de todos los sueños de idealistas que poseemos los argentinos patriotas nacidos en esta tierra de promisión. Con este ideal tan profundo y tan desarrollado en los hombres que sentimos tan cerca la patria de nuestro corazón, recibo esta Biblia centenaria, que tal vez haya sido testigo repetido de las ilusiones forjadas por el pueblo israelita a través de sus tantos siglos de persecución y de dolor. Y solamente pido a la Providencia que así como ese pueblo de Israel supo mantenerse espiritualmente unido y triunfar en los siglos sobre la persecución y el dolor, nos inspire a los argentinos, en presencia de esta Biblia gloriosa del pueblo de Israel, para que si algún día los azares de la vida poner a prueba a este pueblo, tenga la fuerza de voluntad, el patriotismo y el cariño entrañable que han tenido los israelitas para cruzar el mundo y los tiempos, siempre abrazados al profundo ideal de esta eterna verdad escrita en su Biblia. .................
1951-06-27
Ante obreros de la fábrica textil Intela en la localidad de Quilmes :
Compañeros: En primer término, deseo que mis palabras sean de agradecimiento a todos ustedes que han venido a esta casa para darme la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente, aunque sea una vez de cuando en cuando. Recojo los conceptos del compañero que ha hecho uso de la palabra y creo que efectivamente es entrar en la buena senda de nuestro movimiento justicialista el realizar cualquier esfuerzo para aumentar la producción. Esto se lo explicaré con palabras muy simples, como ya lo hice con los técnicos y economistas que trabajan en el desarrollo de nuestra teoría justicialista. Señores: nosotros partimos de la siguiente base: el movimiento justicialista, al fijar su doctrina pudo haber producido, inicialmente, dentro del panorama de la Argentina, algunas inquietudes, que no solamente debían ir al sector capitalista, sino también al obrero. Cuando nosotros nos hicimos cargo del gobierno teníamos un problema terrible, ya que realizamos una justicia social en la que comprometimos un enorme esfuerzo financiero -el mismo era necesario para poder realizar la justicia social- y ahora era imprescindible consolidarla mediante la reforma económica; lo contrario, hubiese sido su derrumbe en un solo día y nos hubiera aplastado. Eso era lo que buscaban nuestros adversarios políticos. Por eso, compañeros, esto era una cuestión de vida o muerte: no podíamos dar un paso atrás. Habíamos levantado el edificio de la justicia social que no pudimos consolidar en el orden económico. Vean, pues, ustedes, que el problema era bastante grave. Pero nadie puede lograr grandes éxitos sin exponerse también a grandes fracasos. La vida es así; la vida es una forma de los tantos juegos de azar que existen en la misma. El que va a la ruleta y juega a columna, gana el doble: pero si él juega a pleno y acierta, gana treinta y seis veces. Pero aquí no se trata de un juego de azar, sino más bien de habilidad: uno puede defender la plata; en cambio, allá, no, porque es el azar. Yo deseo explicarles en pocas palabras todo el proceso que ustedes entenderán fácilmente, porque mi explicación será sencilla; cuando uno complica las cosas es porque están mal hechas. Yo lo quiero hacer con toda simplicidad, para que vean los hechos en su verdadera proyección. Pareciera no tener ninguna importancia el haber realizado un esfuerzo para aumentar la producción dentro de las ocho horas de trabajo. El problema a resolver era terriblemente difícil: del país salían anualmente miles de millones de pesos, era plata que se perdía para pagar los servicios financieros. Tales empresas podrán ser reemplazadas con éxito mediante una administración centralizada del Estado. El sistema económico, también en manos de empresas extranjeras permitía llevar enormes cantidades de dinero al exterior en forma de exportaciones invisibles y visibles de riqueza. Tomado todo ese sistema, lo capitalizamos en una erogación anual de más o menos cinco millones de pesos. Nosotros, para realizar la justicia social habíamos empleado esta misma cantidad de dinero; era la cantidad que necesitábamos para sostener el andamiaje de la justicia social. Eso trajo problemas de orden financiero y económico, pero todos superables, pero todos superables. Observen ustedes: planteando así el problema, se imponía nada más, pero nada menos tampoco, que la restitución a la República Argentina de todos los bienes que la Argentina no debía haber enajenado nunca; vale decir, que era la recuperación nacional, primer paso de la independencia económica. ¿Qué esfuerzo imponía la restitución de esa cantidad? Lo menos, un esfuerzo de 15 a 20 mil millones que debía realizar el Estado en cinco años para poder comprar los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, los puertos, los elevadores nacionalizar los seguros, los reaseguros, capitalizar el Banco Industrial, para mantener nuestra industria y, como consecuencia, la plena ocupación. Algunos, creen que se ha mantenido la plena ocupación porque Dios es grande; pero se ha mantenido por la industria. Había un sinnúmero de problemas que crearon un nudo tremendo que había que desatar, más difícil quizás que el nudo gordiano famoso de la leyenda. Cuando llamé algunos técnicos y les planteé el problema, me miraron como diciendo: Este debe ser loco. Yo, francamente en ese momento, frente a ese terrible problema, no sabía si estaba en mi sano juicio, pero había que enfrentar la empresa y resolver el problema. Los técnicos me dijeron: "Si no tiene plata, ¿cómo va a comprar?". Les contesté: "Si tuviese la plata, no los llamaría a ustedes". No teníamos un centavo y había que comprar para que no se fueran anualmente esos cinco mil millones de pesos. En la vida de los pueblos, como en la vida de los hombres uno se hace rico cuando realiza buenos negocios y se empobrece cuando hace malos negocios. Nosotros hicimos buenos negocios. Solamente les voy a dar dos ejemplos para que se den cuenta como hicimos los negocios. Teníamos que comprar los ferrocarriles. Llamamos aquí a los ingleses, que pidieron ocho mil millones de pesos por los ferrocarriles. Nosotros les ofrecimos mil millones. Claro que no les gustó el asunto, pero después de muchas circunstancias en que nosotros hicimos, como hacen todos los compradores, diciendo que era fierro viejo y como perdían tres millones de pesos diarios, al cabo de seis meses los pudimos sacar en 2.029 millones. Pero había que pagarlos y como no teníamos dinero los pagamos con trigo. Lo compramos a los chacareros a un precio ampliamente compensatorio, y se quedaron muy contentos y lo vendimos al exterior a un precio superior. Como consecuencia de ello, pagamos solamente una tercera parte de los 2.029 millones, o sea alrededor de 700 millones. Pero tampoco teníamos esos 700 millones. ¿Cómo lo pagamos? Con los ferrocarriles venían 23.000 propiedades raíces entre fábricas, estancias, empresas de transportes Furlong y Villalonga, el puerto de Bahía Blanca, el puerto de La Plata, veintitrés mil propiedades de ese tipo. Nosotros vendimos algunas y con eso pagamos los 700 millones de pesos. Ustedes ven, entonces, que los ferrocarriles no nos costaron un solo centavo; así hemos comprado casi todo y sin que nos costara un solo centavo. No solamente lo hemos comprado, sino que lo hemos pagado y hemos ganado mucho en todas estas operaciones. Todo eso se redujo a una cosa: nosotros calculamos en 1946 que el mundo tenía que pagar la guerra que terminaba. Calculen ustedes el inmenso negocio que todo eso resulta para el país. Sólo así fue posible comprar, pagar y tener ahora un bolichito, chico pero por nuestra cuenta. En esos momentos nosotros debíamos pensar en enriquecer al país solamente haciendo buenos negocios y, efectivamente, en estos cinco años nos hemos dedicado nada más que hacer buenos negocios. ¿Por qué hemos hecho esto? Porque queríamos valorizar la riqueza argentina, ya que la riqueza argentina fuera para el pueblo argentino, que se repartiera en todo el pueblo argentino. Cada uno estaría así un poco mejor, cuanto mayor fuera el grado de riqueza. Es lógico, pues, que nuestro sistema de justicia social asegure la remuneración: Lo que más nos conviene a nosotros es aumentar la producción. Por eso, cuando algunos compañeros, iniciaron ese récord de producción, yo los vi con gran placer y los premié, mas moralmente que de otra manera. En la medida de las fuerzas que tenemos para premiar esas acciones de bien público. Pero llamé la atención en el sentido de que no se trataba de producir más trabajando una semana entera; porque si ha establecido un horario de trabajo, ha sido para defensa de la salud del trabajador, y eso atentaba contar la salud del mismo. Lo lógico era tratar de aumentar la producción dentro de las horas que la conservación de la salud permite; porque si aumentamos la producción en perjuicio de los trabajadores no es buen negocio ni para el país ni para los trabajadores. Por eso el método están poniendo en práctica es la realidad a la que nosotros aspiramos. Y es lógico compañeros. Los empresarios no pueden tener inconvenientes, así como yo, aquí, al funcionario que haga ganar millones de pesos a la República le regalo cien millones. Es lógico y natural. Y el patrón a quien su obrero le hace ganar unos pesos más, ¿qué inconveniente va a tener en darle la mitad a ese obrero, guardándole él la otra mitad? Creo que esto no es solo una cosa conveniente, sino que es inteligente para el futuro. El Estado ha dado en ese sentido los mejores ejemplos siempre que ha podido. Cuando se construyó el gasoducto se trabajó aceleradamente al máximo rendimiento de los técnicos y obreros. Ese trabajo acelerado y de mayor rendimiento ahorró 30 millones de pesos en la construcción del gasoducto. ¿Que hicimos nosotros? El Estado se conformó con ganar 15 millones; el resto los otros 15 millones, se repartió entre todos los técnicos y obreros que hicieron el curso acelerado de trabajo. Y fue un gran negocio para el Estado, ya que él como patrón se ahorró 15 millones de pesos, y no otra cosa puede desear como patrón. ¿Que importa regalar 15, si con eso se gana 15? Desde entonces, en casi todas las reparticiones que probaron el sistema están siguiendo ese método y hemos establecido el accionariado obrero, no solamente por una aspiración de una de las partes, sino en beneficio de las dos partes, porque nadie hace nada que no le convenga. Cuando a uno le conviene algo, se tienta de hacerlo. Todo el sistema justicialista esta basado en ese aumento de la producción. Por eso, en un momento dado, dije que la solución de todos nuestros problemas está en producir, producir y producir. Observen lo siguiente: cuando yo digo producir, no lo he dicho porque se me haya ocurrido o porque me levanté cierta mañana de buen humor. No; sino porque toda nuestra teoría, toda la teoría económica del justicialismo, está basada en esa producción. Y esto trataré de explicarlo a ustedes en forma sencilla y ustedes comprenderán. ¿En que ha basado el capitalismo, desde hace un siglo y medio, casi dos siglos, toda su teoría económica? La ha basado en un gran principio de economía política pura que se llama principio hedónico. Observen ustedes este problema, por ejemplo, llevado al campo sociológico. Cuando las masas están explotadas, van a la rebelión social, llámese a eso comunismo, marxismo o lo que se quiera. Ese es el producto fatal de la explotación capitalista. O la explotación capitalista desaparece, o los pueblos van a la rebelión social por la injusticia y la explotación. El comunismo no es una causa; es un efecto. La causa es el capitalismo; el hombre explotado y exprimido en este sistema se va al otro sistema, que no le resuelve nada, por allí lo explota el Estado, pero él ve en ello un intento de salvación. Mientras no desaparezcan los abusos del capitalismo, entre los cuales la explotación de la clase obrera es el peor, la reacción contra esos abusos tiende a llevar hacia el comunismo. Nosotros, por eso, hemos estructurado una teoría económica que no lleva a la explotación del hombre sino a la satisfacción de sus necesidades, haciendo desaparecer el problema social. Eso era el justicialismo en la economía. Dentro de esta concepción, nosotros comenzamos por aumentar el consumo; para ello dimos el mayor poder adquisitivo a la masa obrera pagando mejores salarios. Mediante esta medida aumentó el consumo cinco veces, pero la producción se quedó abajo. Aquí nos ocurre este fenómeno: dentro del justicialismo el pueblo debe consumir 20, pero la producción es de 10; hasta que la producción no llegue a 20, tendrán que hacer cola, porque hay poca oferta y gran demanda. ¿Cual es la solución de este problema? La solución es que la producción llegue a 20; el día que se produzca no habrá cola y todo el mundo estará satisfecho en un nivel de economía de abundancia en contraposición del régimen capitalista que lo hacía vivir en un nivel de economía de miseria. ¿Se dan cuenta compañeros, por que hay que producir? Hay que hacerlo para comer mejor, para poder vivir bien. Compañeros: como dentro de cinco minutos tengo que recibir a otra delegación que viene a darme la inmensa satisfacción de poder saludarlos y hablarles, los dejo, no sin antes darles nuevamente la palabra de profundo reconocimiento como justicialista, como un hombre que trabaja solamente con su buena voluntad frente a los inmensos problemas que estamos resolviendo y en cuya solución ustedes representan el 90% y yo solo el 10%. Además, tengan la amabilidad, compañeros, de llevarles con mi abrazo cariñoso, estas palabras que constituyen la realidad argentina que estamos viviendo, y decirles que miren en el ejemplo de ustedes como en un espejo donde verán la verdad, la realidad, ya que ustedes son los iniciadores de este gran movimiento que será para bien de todos los argentinos. Por todo eso, muchas gracias, muchachos y muy agradecido.
1951-06-28
Ante dirigentes de la Asociación del Fútbol Argentino
Deseo que mis primeras palabras sean de agradecimiento a todos los señores que han concurrido a esta casa, para darme a mí la inmensa satisfacción de poderles estrechar la mano, siquiera sea de cuando en cuando. Le agradezco al señor presidente de A.F.A. las amables palabras que acaba de pronunciar. En ellas no veo sino un reconocimiento a todo cuanto nosotros hemos podido hacer en bien del deporte, que forma parte de nuestra obligación de gobernantes. Este sector de la actividad nacional ha sido poco propugnado; nosotros tenemos la convicción de la necesidad de llevarlo adelante por todos los medios; no porque queramos satisfacer a algunas personas, sino porque, indudablemente, con ello cumplimos con una obligación ineludible que tenemos frente a nuestro pueblo y sus necesidades. Nosotros no creemos que el deporte sea una cosa que deba realizarse en los ratos perdidos, porque pensamos que ésta es una parte integrante, profundamente integrante de la personalidad de los hombres. No hay comunidad dentro del mundo desde los tiempos de los griegos, que pudiera constituir un pueblo fuerte y sano, si no ha practicado los deportes, si no ha conseguido modelar su alma a la luz maravillosa de esa escuela de moral a que se ha referido el señor Valentín Suárez. De manera que entendiendo así el deporte, no creemos que estamos haciendo ninguna gauchada; estamos cumpliendo, lisa y llanamente, con nuestro deber que nos impone propugnar esta actividad tan noble y grande de la comunidad argentina. Es indudable que no hemos hecho cuanto debíamos y debemos hacer. No estoy conforme con lo que hemos hecho dentro del país por la actividad física. Pero de antemano sabía que no íbamos a realizar todo cuanto anhelábamos realizar porque había mucho que hacer. Dentro de nuestros planes de gobierno hemos tratado de contemplar un sinnúmero de aspectos, orgánica y racionalmente. Vale decir que hemos tomado como obligación primordial las cuestiones que había que propulsar de una manera determinante para lanzarlas adelante llevando nosotros mismos la conducción de esas cosas. El deporte, desgraciadamente, no se podía poner en ese aspecto porque había muchas cosas que ver antes para poder establecer un plan orgánico. Dentro del panorama nacional, en cuanto al deporte se refiere, creíamos encontrar una solución realizando una organización estatal puesta a su servicio y confieso que en eso hemos fracasado rotundamente, no porque la organización fuera mala, sino porque los hombres que estuvieron a su frente no supieron o no pudieron cumplir con lo que anhelábamos hacer. Es la realidad y digo las cosas por su nombre porque no acostumbro a disfrazar las verdades. No se cumplió con lo que era nuestra aspiración. Es indudable que esto me demuestra una vez más que no se hacen organizaciones con organismos. Es primero organizar el alma de los hombres que han de ponerla en marcha y el alma de los hombres que han de ejecutarla. Para eso hemos cubierto nosotros el otro sector, porque en la actividad deportiva, como en todas las actividades de la Nación hay un sector estatal que se debe cumplir y hay otro sector popular que también se puede ayudar a cumplir. El deporte tiene en estos dos aspectos un coeficiente 10 en el orden estatal y tiene un 90 en el orden popular. Es indudable que no es de estas actividades que se pueden dirigir desde las oficinas con más o menos buena intención; depende en su 90% de como se realiza en los ambientes respectivos con amor y entusiasmo. En el primer Plan Quinquenal no consideramos al deporte sino como una medida circunstancial organizativa, que confieso no ha alcanzado los objetivos que yo me propuse. Eso nos ha hecho reflexionar profundamente y para el segundo Plan Quinquenal ya hemos convenido con el presidente de la Confederación General de Deportes, darle la verdadera organización. Si en el deporte la organización estatal depende solamente de un 10% y la acción popular representa un 90% la organización básica del deporte debe ser popular; no puede ser estatal. No hemos descuidado nunca el sector popular y tan es así que en todas las gestiones realizadas por las organizaciones privadas y populares del deporte, han recibido del gobierno todo el apoyo que han necesitado. Eso será para nosotros permanentemente una norma. Por esa razón no hemos tenido muchas veces límites para favorecer a las organizaciones del fútbol argentino que, reconociendo una verdad, está en todos los corazones y es la única entidad que orgánicamente ha propugnado el desarrollo del deporte junto con la Federación de Atletismo y las distintas especialidades deportivas. Eso lo hemos reconocido no solamente en la palabra, sino también en los hechos, con todas nuestras posibilidades y seguirá siendo una norma para nosotros. En el Segundo Plan Quinquenal estableceremos ya una forma para regular toda la ayuda, y toda la ayuda se hará de una manera perfectamente regulada. Estamos en un momento en que hemos asegurado y reasegurado todas las posibilidades económicas, y la curva económica de la República Argentina va en progreso y hacia su definitiva consolidación. Cada día estaremos mejor y en ningún caso daremos un paso atrás por lo que respecta a nuestra economía. No imaginan ustedes cuanto obliga a mi reconocimiento la presencia de ustedes y el objeto que los ha traído hasta esta casa". Sé que los argentinos no suelen hacer nada a la fuerza y cuando hacen una cosa la hacen porque la sienten y porque honradamente lo creen así. Entre hombres, como nosotros, que han compartido la franqueza, la lealtad y la sinceridad de los campos de deportes, sabemos que no obramos por otra fuerza que el impulso noble que dicta el corazón y aconseja la conciencia. Por esa razón, para mí es significativo este hecho y es profundamente halagüeño, porque alienta en mi corazón de argentino una gratitud más hacia este sector tan representativo de nuestro pueblo. Les agradezco profundamente y quedo a disposición de todos ustedes con ese profundo agradecimiento que no olvidaré en toda mi vida.
1951-07-05
Ante miembros de la colectividad israelita :
Señores: Yo deseo que mis primeras palabras sean de profundo agradecimiento por la amabilidad que han tenido de llegar hasta aquí para darme la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente. Agradezco, asimismo, las tan amables palabras de los señores que han hecho presente una intención que valoro desde lo más profundo de mi corazón. En los años que yo vengo actuando, solo he tenido una inquietud en todas mis acciones: ella ha sido realizar la mayor cantidad de bien a mi alcance, para el mayor número de habitantes de esta tierra. No sé si algunas veces habré equivocado los caminos, o no he sido lo suficientemente hábil en las acciones que he realizado con ese fin; pero de lo que nunca podré hacer un cargo a mi conciencia es de que no haya tenido siempre la más buena voluntad para servir en la medida de mi necesidad y de mis fuerzas. En la vida de los hombres, como en la de los pueblos, hay siempre quienes creen que es más importante servir a los demás que servirse a sí mismos. Yo he sido criado dentro de esta orientación, y no sería posible que a mis años, ya terminando la vida, tuviese que cambiar una orientación que ha sido la de toda mi vida. En ese sentido, agradezco a Dios el ser comprendido; el que a pesar de todos los errores -de los numerosos errores que cometemos todos los hombres, aún sin mala intención- llegue a este punto en que me siento comprendido por núcleos de personas que, sin perjuicios, no juzgan mis aciertos de gobernantes, sino mi buena intención de ciudadano. Como ya he dicho en muchas oportunidades -y como hemos escuchado hace breves instantes a uno de los señores- creo que nadie está más habilitado para juzgarnos en nuestros deseos de justicia que aquellos hombres que durante milenios han sido sometidos a la injusticia. Por eso, las palabras de la colectividad me han llegado siempre muy profundamente y me han emocionado en muchas ocasiones; porque sé bien que ustedes, los que han sufrido en carne propia o en la de los suyos, la injusticia, la persecución y el mal permanente de una humanidad que no los comprendió nunca, encuentran, de parte nuestra, por lo menos un oasis de justicia y de buena voluntad, donde hombres que no se atan a la superficialidad de los perjuicios humanos, sino que van a la raíz profunda en la apreciación de los hombres, saben que ustedes han representado en todas partes del mundo un exponente de inteligencia y tenacidad, que son, en el andar de los tiempos, lo que más beneficia a los pueblos y a los hombres. Pero los hebreos en el mundo no solamente han tenido esas dos cualidades descollantes, sino que también han unido a eso la humildad, humildad, señores, que se ha manifestado en todas las circunstancias en que me ha tocado decidir cualquier problema de esta naturaleza. Cuando un judío viene a pedir que se le respete un derecho, lo hace humildemente, sin altanerías y sin exigencias a que tendría derecho. Esa demostración es para mí, apreciando el alma de los hombres, la más grande cualidad que puede poseer un hombre que reclama sus derechos, en la forma humana en que los mismos han de hacerse valer; demuestran que la razón de ustedes no es una razón prepotente como la han querido hacer aparecer muchos, sino que es humilde, de trabajo, inteligente y capaz, que vence al mismo tiempo pese a todas las adversidades que éste puso en su camino. Señores: en esta tierra donde todo está por hacerse; en esta tierra en donde no tenemos que discutir sobre derechos son prerreconocidos por todos los ciudadanos de bien; en esta tierra donde todos debemos estar hermanados en el trabajo, y tratando constantemente de elevar su índice de felicidad y grandeza, sean siempre bienvenidos los hombres que de cualquier parte del mundo, como reza en nuestra Constitución, representen la buena voluntad, el trabajo, la honradez y la humildad. Sabemos bien todos los que tenemos contacto con la colectividad hebrea, de Buenos aires y del resto del país, cuál es el coeficiente que en esa felicidad y en esa grandeza juegan todos ustedes, hombres de trabajo, de actividad, que reclaman solamente el derecho inalienable de ser respetados por los demás hombres, que es el primario de todos los derechos que la humanidad debe sostener. Por eso es que en posesión de estas verdades, que fueron siempre para mí verdades absolutamente probadas, es que les agradezco profundamente lo que terminan de decir, como expresión de esta colectividad que no solo aprecio, sino que ya quiero profundamente. En cuanto al problema intrínseco que esto representa, creo que la decisión depende de un sinnúmero de factores; y también creo que en beneficio del país es que se quemarán todas las razones que puedan surgir en la dilucidación de este problema. He de esperar hasta último momento y llegado éste, haré una apreciación fría de la situación, decidiendo bajo un solo punto de vista: el del bien del país. Cualquier decisión que se tome se hará teniendo en cuenta ese punto de vista, que representa mi propio sentir. Agradezco nuevamente a los señores toda la buena voluntad que han tenido para conmigo y que ha sido para mí de verdadera satisfacción, como les he hecho presente a los compañeros que desde hace tanto tiempo nos acompaña en esta acción sin descanso. Este agradecimiento, señores, que yo quiero hacer presente en forma especial, representa para mí un galardón de orgullo, porque sé bien que ustedes no suelen decir lo que no sienten y porque sé que en los hombres honrados está la única satisfacción a que podemos aspirar los que nos exponemos, en el campo político, a la crítica abierta -verdadera- o ficticia- que los hombres nos cuelgan en esta difícil situación de gobernar y dirigir a los pueblos. Por eso, ese agradecimiento será para mí el más grande recuerdo que me obligará en forma permanente a la colectividad, como estoy ya obligado. Y esta actividad, señores, yo quiero que cada día sea mayor para que tengamos, dentro de nuestro gran movimiento, la colaboración permanente de hombres capaces, honrados e inteligentes, de los que ustedes tienen en abundancia, para arrimar vuestras ideas a nuestro movimiento, que se nutre precisamente con todas las ideas. Para nosotros, todas las ideas son buenas si se vinculan con el bien del país y con la felicidad de nuestro pueblo. Para eso, que sean bienvenidas; y para eso buscamos, apreciamos y queremos que la colectividad hebrea actúe dentro de nuestra acción política. Yo creo que una de las fundamentales que debe encarar la colectividad hebrea es llegar a actuar en la política argentina. Ellos deben hacer sentir sus ideas, no sustrayéndose nunca a esta actividad, sino viniendo a participar con todos nosotros con sus propias acciones y con sus propias ideas, que serán siempre valiosas y bienvenidas. La oportunidad de la renovación de valores en la acción política de nuestro partido y de nuestro movimiento, espera esa colaboración de todos los compañeros que, en distintas partes de nuestra República, representan siempre un núcleo magnífico de hombres de trabajo, honrados y humildes; eso es lo único que interesa a nuestro movimiento: la colaboración de gente de bien, de orden, de paz y de trabajo, que no inventa problemas, sino que resuelve problemas. Ya en nuestro movimiento, hay numerosos dirigentes israelitas enrolados dentro de nuestra orientación justicialista. Nosotros esperamos en este sentido una mayor colaboración; esperamos que actúen en la política. Dentro de las cosas que yo siempre he tratado con los compañeros que trabajan directamente con nosotros, está esa necesidad, porque yo creo que la colectividad, en países como el nuestro, donde no se hacen distingos de ninguna naturaleza y donde vamos borrando los últimos refugios de la barbarie que ocasionó y produjo esas fricciones y rozamientos entre sectores de la colectividad por cuestiones raciales, deben ayudarnos en esa mezcla total dentro de nuestro movimiento, porque es ése el principio para borrar de manera definitiva y permanente todo vestigio que pudiera quedar de esa barbarie a que me he referido. Por eso, tanto mi señora como yo, orientados dentro de una misma idea y trabajando por ese bien común, que es el bien de ustedes es el bien de todos los demás, hemos buscado un acercamiento y lo hemos buscado ostensiblemente porque no solamente queremos estar todos unidos sino queremos también dar ejemplo a los demás para que comiencen a unirse. En ese entendimiento y en esa inteligencia es que yo siempre les he dicho a nuestros compañeros de trabajo en la acción proselitista dentro de la colectividad que no solamente tenemos buena voluntad sino que tenemos deseo, que tenemos preocupación, porque esta unidad se selle, y se selle definitivamente, para que hagamos efectivo lo que hemos anotado en nuestra propia Constitución, para que se haga efectivo en los hechos lo que ya está dentro de la inspiración constitucional, para que vayamos realizando eso hasta que esa unión efectiva se realice dentro de la sociedad argentina y para que contemos también con la inteligencia y la capacidad que reconocemos a los hombres de la colectividad hebrea, para que ellos vengan a compartir con nosotros la responsabilidad del gobierno y a facilitarnos también con su capacidad, con su honradez y con su trabajo, la posibilidad de hacerlo cada día en mejor forma y de manera más completa. Creo que en estos años hemos progresado bastante en ese sentido y espero que en lo futuro progresemos más y más rápidamente. Hoy nos conocemos mejor. Yo me explico perfectamente bien que al principio la colectividad estuviera un poco desconfiada de mí. Los hombres que tienen prudencia no se confían sino ante los hechos y ante las comprobaciones. Si yo me hubiera disgustado porque la gente no creía en mí no hubiera demostrado la prudencia que han demostrado los demás para esperar los hechos. En estas cosas los hombres han de demostrar lo que son; no es suficiente con que "lo dije". Por eso es para mí una inmensa satisfacción el poder ofrecer todos los días un nuevo hecho que vaya demostrando cuanto he afirmado durante estos años. Y les aseguro que todos los hombres que creen por lo menos en mi buena voluntad, que creen por lo menos en mi honradez de procedimiento, no se arrepentirán, porque yo no soy de los hombres que dicen lo que no sienten ni de los que a menudo mienten a las personas para hacer creer lo que no son capaces de hacer. En este momento llega un parte de mi señora que dice que pide mil disculpas porque no ha podido venir hasta aquí, en razón de estar sumamente ocupada, pero saben que ella siempre está con ustedes. Finalmente, quiero cerrar esta conversación con nuevas palabras de agradecimiento a todos los compañeros de la O.I.A. que han trabajado incansablemente por llevar estas nuestras ideas y nuestras acciones, a todos los miembros de la colectividad, que han trabajado para que se haga efectiva aquella inspiración constitucional de que hemos hablado; y han vigilado en todo el territorio de la república para que no escapen a nuestra percepción los focos del barbarismo que todavía quedan en algunas regiones y podamos tomar suavemente medidas para ir exterminándolos donde existan. Esos hombres han sido auxiliares magníficos para nuestra acción; ellos con toda inteligencia, sin hesitación y sin apuros han ido planteando los problemas y los hemos ido resolviendo paulatinamente en todas las acciones que hemos desarrollado hasta nuestros días. Así hemos podido solucionar muchas situaciones de injusticia que existían todavía con algunos israelitas que habían entrado al país y no habían podido solucionar su situación. Todas estas situaciones se han solucionado en su mayor parte y otras se van solucionando. Lo que yo deseo para el futuro es que en la forma de entrar o salir del país, de actuar afuera y dentro de él, para un argentino, sea nativo o naturalizado, de cualquier raza o color que sea, en cualquier parte reciba un tratamiento exactamente igual, se respeten sus derechos, se le den sus prerrogativas desde el momento que él, de acuerdo con la ley, cumple también con todas sus obligaciones. En ese sentido, señores, hemos ido de paso solucionando todas las cosas. Ustedes no pueden tener una idea completa, sino por sus efectos, de cuánto hay que luchar muchas veces con los hombres para solucionar estos problemas, estos pequeños inconvenientes o pequeñas cosas que surgen en todas partes. Me preocupa una sola cosa y es que vayamos en franco progreso; en que yo controle todo eso, en que tenga la información para tomar inmediatamente las medidas que solucionen los problemas. Por ahora es el mejor camino; una dosificación cada vez más potente para ir hermanando con el mal y llegar en poco tiempo más, sin fricciones y sin violencias a solucionar total y absolutamente los problemas. A veces, los compañeros que trabajan conmigo en estas cosas me dicen: "Hay que hacer eso". "No"; les contesto yo; "lo haremos después. Eso hay que hacerlo después para no producir reacciones". De esta manera hemos realizado las cosas sin fricciones de ninguna especie y así hemos solucionado todo. En poco tiempo más, en este sentido no quedará nada por resolver. El mérito de lo realizado no es solamente mío, sino también de los hombres que me han acompañado. Yo sólo poco podría hacer; es grande el número de personas que trabajan en ese aspecto. El mérito, entonces, no es mío sino de ellos, que se han preocupado, que han ido una, dos, diez veces insistiendo para obtener al fin la solución. Agradezco profundamente la compresión que he encontrado en la colectividad; en ese sentido es muy grande mi reconocimiento y mi gratitud, porque los hombres a menudo, aún convencidos, suelen no convencerse. El hombre es el primer animal que ha aprendido a engañarse a sí mismo. Por eso, esa profunda comprensión que yo he apreciado en muchos hombres con quienes he conversado, indica que entre ustedes hay muy poca gente que se engañe a sí misma: son hombres prácticos que han aprendido, a lo largo de los años, a mirar la vida de frente, a encarar la solución de los problemas en forma directa, a confiar en el tiempo, a tener buenos nervios y saber esperar. Esa es, indudablemente, una de las condiciones más sobresalientes que reconozco a todos los que han trabajado por este acercamiento y por esta verdad. Por eso, señores, como final de esta deshilvanada conversación, sólo quiero hacerles presente la profunda gratitud que me acompañará a lo largo de toda mi vida. De los hombres bien nacidos es la gratitud; esa gratitud la conservaré como un recuerdo perenne de toda la amabilidad de ustedes y de la honradez con que han procedido conmigo. ..............................
1951-07-06
Discurso pronunciado en la comida de camaradería de las Fuerzas Armadas :
Camaradas: Una vez más, en el camino de nuestros afanes e inquietudes, nos reunimos para recordar el nuevo aniversario de la independencia nacional. Desde 1944 ininterrumpidamente y en función exclusiva de las responsabilidades que pesan sobre mí, he tenido siempre el honor y la satisfacción de expresar mis sentimientos y mis pensamientos en estas mismas y cordiales circunstancias. He recorrido en mis recuerdos estos actos, desde los primeros hasta los últimos, en que mi palabra como hoy, debía tener ya el tono de mi responsabilidad. He querido hacer así un examen de mi propia conciencia, confrontando por mí mismo mis propias palabras con el testimonio de las realidades que están a la vista de todos. Es el resultado de ese íntimo y sereno examen de mi conciencia, lo que me autoriza a decir esta noche que mis palabras, en estos actos anuales de camaradería, han sido siempre el reflejo auténtico de la verdad de la Nación, comprobada en la elocuencia de las realizaciones alcanzadas. Con el mismo tono de la verdad con que siempre hablé, quiero hacerlo esta noche a los hombres, que de manera muy especial, tienen el deber y el derecho de conocerlas sin ninguna limitación, porque se trata de la verdad de la patria, por cuyo honor, todos nosotros tenemos la obligación de morir cuando fuere necesario. La patria, su presente y su porvenir, ha sido siempre el grande y único tema de estos actos. El gran pretexto, es el recuerdo de sus glorias y tradiciones, y sobre ellas apoyamos nuestro pensamiento y nuestro corazón, para lanzarnos hacia el porvenir, buscando avizorar a la distancia, el cumplimiento absoluto y definitivo de nuestros grandes ideales. No vivimos en el recuerdo del pasado, como los pueblos y los hombres, cuyo presente desgraciado y cuyo porvenir sin esperanza, los obliga a refugiarse en la memoria de los tiempos mejores que pasaron. Mirando hacia el futuro, y en razón del cargo que ocupo, pienso que nadie como yo podría avisorar más a lo lejos el panorama que se ofrece en estos momentos al porvenir de la República. Veo las cosas de mi patria y del mundo, desde un mirador que es caja de resonancia para los problemas generales del pueblo, que es la parte viva de la patria misma, y desde ese mirador conduciendo la República, me es dado contemplar el paisaje agitado del mundo en que nos ha tocado vivir. Esa es la doble situación que quiero considerar, a fin de que sea conocida por los camaradas sin ninguna duda, y cada uno sepa con entera claridad a que atenerse. Durante casi ochenta años, hemos vivido en paz. Nuestro pueblo trabajando, y nosotros educando a sus hijos. El futuro inmediato no se presenta tan promisor. Ello impone una misión clara: prepararnos y preparar el país para la defensa. Tal defensa tiene hoy caracteres originales. Ya pasaron los tiempos en que nuestra actividad se reducía a los planes de operaciones y a la preparación e instrucción para llevarlos a cabo. Hoy la guerra penetra campos insospechados. Desde la paz se trabaja activa e insidiosamente para minar la cohesión, la fuerza del país y la nacionalidad. Se acciona sobre los gobiernos y los pueblos en procura de hacerlos instrumentos de distintos designios. Se trata de penetrar los países, políticamente, introduciendo la descomposición y formando quintas columnas hasta dividir las comunidades en bandos que sirvan allí también a la lucha general; socialmente, tratando de anarquizar las masas de trabajadores para volcarlas en una otra de las ideologías antagónicas, provocando conflictos artificiales, produciendo la miseria y el caos, ambientes propicios a la explotación económica o política; económicamente, interviniendo en forma directa en los países dominados o saboteando, bloqueando o boicoteando el comercio de los que no se someten. Una publicidad despiadada invade al mundo, tras los objetivos determinados. En esa propaganda foránea se enrolan en los países los grupos de nativos a su servicio. En ese juego caen insensiblemente, con los malintencionados, los interesados y los ingenuos. Como generalmente sucede para corromper se usa el dinero, poderoso incitante para los hombres sin conciencia y sin moral. Tras esos mismos objetivos se interviene hoy descarada o subrepticiamente en la política interna de los países, tras el objetivo de encumbrar los hombres que sirvan a los intereses foráneos en juego. Se crean asociaciones, ligas, agencias e industrias, destinas a disimular las verdaderas acciones contra el país. Se realizan congresos, reuniones, círculos para reunir personas e impartir instrucciones más o menos disfrazadas. Se utilizan las agencias informativas, diarios, revistas, radios, cines, para influenciar, presionar y organizar verdaderos chantajes internos e internacionales. Se usa el espionaje y la provocación desembozada, que como la propaganda difamatoria, es dirigida algunas veces desde las oficinas del servicio exterior interesada. Se realizan verdaderas organizaciones abundante y largamente pagadas, para hacer circular rumores, calumnias e infamias contra países, gobiernos y personas, con procedimientos cada día más bajos y más perjudiciales. Agentes especializados se infiltran en los gremios obreros, para disociarlos y destruirlos, buscando en el desorden y la desorganización, el copamiento de sectores importantes dispuestos a provocar el caos y el levantamiento. A este procedimiento no escapan los sectores estudiantiles y universitarios, víctimas de la misma prédica y de idéntica maniobra. Las Fuerzas Armadas son blanco preferidos para esta clase de trabajo y propaganda. Millares de panfletos difamatorios circulan hacia ellas y se busca afanosamente que sus miembros y familiares, se presten a la circulación de rumores y comentarios que con apariencia inocente, llevan la perturbación y la intriga. Ellos mismos denuncian después ante las autoridades a los autores o desatan la provocación contra jefes y oficiales dignos, para producir acciones y reacciones en el personal. Desgraciadamente, algún personal fuera de servicio, encuentra en estas actividades un lucrativo negocio, y olvidando sus deberes, sirve de instrumento a tan indigno tráfico. Por eso hoy, el jefe y el oficial, deben saber, que la guerra comienza en forma activa en tiempo de paz, por lo tanto su misión comienza ya a cumplir en esa etapa. Su acción tesonera e inteligente, ha de evitar que los agentes disimulados del derrotismo y la traición, sean foráneos o del país, realicen sus oscuros designios. Dentro del panorama de toda esta lucha subrepticia, pero enconada y pertinaz, las naciones así invadidas por las fuerzas interesadas del dominio del mundo, reaccionan solamente de dos maneras: se someten dejándose invadir, o no se someten decidiéndose por su defensa. Hace algún tiempo, hablando de la independencia económica, recordé públicamente, mi decisión del 5 de junio de 1946, cuando despejé la primera incógnita que se me presentaba en el gobierno, decidiéndome por mi pueblo y por mi patria, aceptando enfrentar la insidia, la calumnia y la difamación de sus enemigos de afuera y de sus agentes de adentro. Yo elegí para mi pueblo el camino de los que defienden su dignidad, pero no me quedé con eso, y desde aquel entonces lo he preparado para que pueda defenderse con métodos adecuados, frente a las formas de ataque inventadas en el mundo contemporáneo. Por eso, frente a la invasión política, que trata de introducir la descomposición en la comunidad por la formación de quitas columnas para dividir el pueblo en bandos que sirvan la lucha general, yo he tratado reunir a todos los argentinos detrás de un objetivo nacional. Mi movimiento no tiene por eso una plataforma política, sino un programa nacional, y a sus altas cumbres: la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación, no se llega según nuestra doctrina, sino por la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Frente a nosotros, se levantan los grupos que conciente o inconcientemente, directa o indirectamente, sirven a las fuerzas internacionales de la disociación. Ya una vez se aliaron con ellas, y se reunieron en una sola masa: los que aceptaron la injerencia de un imperialismo, y los que sirven a la ideología extremista de otro imperialismo. En aquella lucha venció el pueblo argentino, vale decir, venció la patria. Lógicamente aquella derrota, no nos fue nunca sinceramente perdonada por unos ni por otros. Por eso, las mismas fuerzas, vuelven ahora al intento fracasado, utilizando los mismos procedimientos, con el único añadido de la pasión desorbitada que en esta oportunidad los enceguece, en virtud de la nueva e irremediable derrota que preveen. Nosotros no hemos perdido el tiempo, ni olvidado la experiencia. Aquella vez el pueblo intuyó su propia defensa; esta vez el pueblo sabe claramente quienes son sus enemigos y como debe defenderse de sus ataques. Frente a la invasión social que trata de anarquizar las masas de trabajadores, para volcarlas en una u otra de sus ideologías antagónicas, provocando conflictos artificiales y produciendo la miseria y el caos, ambiente propicio para la explotación económica y política, nosotros hemos tenido buen cuidado de crear en el pueblo una definida conciencia social, hemos favorecido su organización y ellos han adoptado nuestra doctrina, cuyos objetivos nacionales, nos aseguran que los trabajadores argentinos no podrán ser utilizados jamás por ninguna fuerza internacional contraria a los sagrados intereses de la patria. Las fuerzas obreras del país, orgánicamente unidas, presentan en el orden social interno y en el orden social internacional, un sólido frente que se opone con una posición netamente argentina a las fuerzas de la disociación. Esta realidad alcanzada por nosotros, aumenta extraordinariamente nuestras fuerzas frente a la invasión subrepticia de todo enemigo. Muchas veces, se ha querido difamar mi política social ante a las Fuerzas Armadas, arguyendo que intentaba sustituirlas como respaldo del gobierno. En primer lugar, considero que ningún militar argentino, que se precie de su título y de su nombre, piensa que la misión de las Fuerzas Armadas es respaldar a un gobierno, sino la defensa de la Nación. Los gobiernos deben tener su respaldo en el pueblo y cada vez que el ejército en cualquier parte del mundo, ha querido imponer un gobierno que no tuviese ese respaldo popular, ha provocado la ruina del país o por lo menos ha creado el desprestigio de las fuerzas armadas. En segundo lugar, si la misión de las fuerza armadas es la defensa de la Nación, yo me pregunto, si la creación de una fuerza orgánicamente popular, con objetivos auténticamente nacionales, importa una sustitución de las fuerzas armadas, o es en cambio la realización de un viejo principio defensa nacional que estos tiempos como en ningún otro adquiere palpitante actualidad. Yo veo el panorama que se presenta a los hombres responsables de la defensa nacional, en los países cuyos gobiernos han dejado caer en manos fuerzas internacionales la conducción orgánica de sus masas populares, y no les arriendo las ganancias cuando lleguen las horas de la lucha. Por eso los enemigos de nuestra soberanía, los que quieren uncirnos a su carro para lanzarnos a la lucha y dominar luego sobre nuestros despojos, intentan también permanentemente disociar a nuestras fuerzas sindicales. Yo puedo asegurar con el convencimiento que da el haber auscultado íntimamente en la estructura de las organizaciones obreras, que en ese sector de la lucha nuestra victoria es sólida y es definitiva. Podrá alguna vez la mentira sobreponerse momentáneamente a la verdad y algún conflicto gremial desviarse de sus cauces normales, pero allí están con sus fuerzas de autodefensa, las mismas organizaciones para imponer el orden. De esta manera, las fuerzas del trabajo están ya contribuyendo a la defensa de la Nación y solamente la insidia calumniosa de los enemigos del país, puede ver en la acción de los trabajadores, una intención de lucha contra los hombres que tienen por función específica aquella misma defensa. Frente al movimiento de invasión económica que trata de intervenir en forma directa en todos los países, saboteando, bloqueando o boicoteando el comercio de los que no se someten, nosotros hemos decidido mantenernos en la categoría de los que no se someten. Hemos tomado todas las medidas para que no se nos pudiera someter, y hablar eso en el orden económico, sería repetir todos los términos con que tantas veces me he referido a la historia de nuestra independencia económica. Pero esa independencia, significó cercenar un miembro y no el menos útil ni el menos importante, del organismo colosal cuyo azote han sentido todos los pueblos de la tierra. Por eso los intereses extraños a la Nación, no nos perdonarán jamás lo que hemos hecho y tratarán por muchos años de recuperar lo que perdieron. Por eso ahora vuelven a hablar de bloqueos económicos, de controles internacionales, cuya finalidad será boicotearnos. En esta materia ya sabemos también como se vence, pero aún en el caso imposible de que fuésemos vencidos, ya tenemos felizmente un pueblo que aprecia más la dignidad que el dinero. Señores, éste es el panorama de la lucha del mundo y el panorama de la lucha de nuestra Nación en estos momentos de su historia. Frente a esta lucha, yo he dicho muchas veces, como esta noche nuestra verdad: no pedimos nada extraordinario, sino nuestros derechos de pueblo libre y soberano. Siempre en todas partes he declarado públicamente mis propósitos y los he realizado, porque el pueblo me ha elegido para hacer lo que he dicho y no otra cosa. Siete años he hablado en este mismo idioma con la misma verdad, mientras tanto los enemigos de esa verdad creyeron que el único culpable era yo, se conformaron con difamar mi nombre, tachándome de todo lo que ellos deseaban que yo fuese. Pero ya han admitido que no soy solamente yo el culpable; han comprendido que mi verdad no es la verdad de un hombre sino la verdad de un pueblo y que no podrá ser destruida esa verdad sino se rompe la unidad del país y de la nacionalidad. Han comprendido que aún cuando yo caiga en defensa de los ideales que sustento, otro argentino tomará nuestra bandera y un pueblo lo seguirá. Por eso ya no se piensa solamente en mi destrucción, se piensa en la destrucción de la unidad nacional. Se intenta realizarla subrepticiamente por todos los medios posibles y aún se llega a lanzar desde las sombras de la urdimbre de noticias, la idea de una invasión armada sobre nuestra tierra. Frente a las nuevas formas de invasión, la defensa del país en estos momentos, se identifica con la defensa de todos los objetivos que yo he señalado en el orden político, económico y social. La patria ya no está solamente en sus fronteras y su defensa no debe realizarse únicamente en el terreno militar. Desde que los enemigos de la Nación han fijado como objetivos de sus ataques, toda la vida nacional, política, económica y social, la patria deberá ser defendida por todos sus ciudadanos y en especial por sus fuerzas armadas, tanto en el orden político, cuanto en el orden económico y social, y por todos los medios capaces de contrarrestar eficientemente los métodos más diversos que ya he señalado como propios del enemigo. Objetar esta forma de la defensa nacional, importa declararse enemigo de la Nación. La defensa del país por lo tanto, está en todo lo que nosotros hemos aprendido como técnica militar de la defensa, pero toda esa técnica caerá sobre nosotros, sino respalda nuestra lucha un pueblo, cuya inmensa mayoría anhela con nosotros una patria justa, libre y soberana. Camaradas: para honrar las glorias y tradiciones de la patria, no bastan las palabras, ni son suficientes las buenas intenciones, es menester hacer todos los días y a todas las horas, algo que nos dignifique en su defensa. No son éstas precisamente horas de indiferencia o despreocupación, el deber militar nos impone ante todo, la responsabilidad de asegurar la disciplina y capacitar la aptitud de las tropas que la Nación nos confía. En ello estoy persuadido de que sabréis hacerlo. Impone también, con la responsabilidad del mando, la consecuencia con los fines que la República persigue, fijado por sus órganos competentes. Sé también que en esto, los comandos serán inflexibles, por eso la nación confía en vosotros como confió siempre. He deseado en este acto hablaros sin reservas mentales, más que como jefe, como camarada, persuadido de que la mejor manera de festejar el aniversario de la independencia nacional, es mostrando nuestra inquebrantable decisión de defenderla por todos los medios. ................
1951-07-10
Ante funcionarios y empleados de la Cámara de diputados de la Nación.
Señores: Deseo que mis primeras palabras sean de agradecimiento por la amabilidad que han tenido de venir hasta esta casa, para darme la inmensa satisfacción de poderlos saludar, una vez de cuando en cuando. He escuchado las palabras de la señora de Perón y ella siempre -me parece a mí- exagera un poquito en lo que se refiera a mi persona. Yo solamente soy un argentino más con buenas intenciones; no sé si esas buenas intenciones me llevan siempre a hacer buenas cosas, pero creo que en la realización de las mismas debe existir siempre la buena intención, porque eso es lo fundamental, lo que construye y consolida. Aprovecharé esta oportunidad no para hacer un discurso, sino una conversación sobre temas que ustedes han de conocer tan bien como yo. Deseo hacer una recapitulación de eso mismo que ha dicho la señora de Perón; vale decir, de todo aquello que nosotros consideramos una obra completa a realizar en dentro del país, así como dijo el amigo Cámpora de la conformación y apoyo de nuestro movimiento, que traen a mí una responsabilidad muy grande, más en estos momentos en que se insiste sobre la reelección, cuestión que considero todavía en cierta manera un poquito prematura, pero ustedes, que están allí, en la "caja de resonancia central" que es el Congreso de la Nación, deben conocerlo para servir a este movimiento que es de todos. La República Argentina tiene sus problemas internos sobre los cuales se puede disentir en la forma de solucionarlos, pero sobre lo que no podemos disentir es sobre la defensa de la Nación. En ese sentido, una cosa es la República Argentina dentro de sus fronteras y otra fuera de ellas. Para un argentino no creo que pueda haber nada fuera de sus fronteras que lo atraiga más que la propia patria. Por eso digo que las disensiones que podamos tener sobre los problemas internos están de acuerdo con la forma de ser de los hombres, con su idiosincracia, con su modo de pensar. Esas disensiones no pueden enceguecer a uno en forma tal que no vea los problemas dentro de nuestros propios intereses. Nosotros hemos propulsado y cristalizado todo esto levantado tres banderas: la de la justicia social, que nos dará la paz interior; la de la independencia económica, que nos dará la felicidad interior; y la de la soberanía, que nos dará la dignidad dentro de nuestras fronteras. Yo creo que esas banderas que nosotros enastamos al comenzar nuestro movimiento no pueden ponerse en discusión en caso alguno; son banderas indiscutibles. Las banderas de la nacionalidad no se discuten, se defienden. En ese sentido, y en esos tres grandes aspectos, nosotros no tenemos ningún problema, absolutamente ningún problema, ni en el orden social, ni en el orden político, especialmente éste, en lo interno y en lo internacional. Yo considero a la política como una sola; no la divido en interna e internacional. La política es una sola, en lo interno, en lo externo, en lo económico, en lo social. Yo he tratado de realizara así, es decir, no sectarizar la política sino universalizarla porque es la única forma de coordinar y hacer una sola cosa y hacerla buena. No haciéndolo así, nos introducimos en un panorama tan heterogéneo que cuando se hace algo bueno en alguna parte, una mala política realizada en otra destruye toda la acción de gobierno. Por otra parte, hemos tratado de quitar de nuestra política todo lo que sea pasionismo; somos pasionistas por nuestra causa, no por nuestra política. Por eso hemos estampado como verdad y lema que el país está sobre nuestro movimiento y nuestro movimiento está sobre los hombres. Nosotros no seguimos más que una sola política: la política de la Nación y no perseguimos otro interés que el de la Nación, sacrificando cualquier otro que pudiera oponérsele. Siendo así, yo veo claramente que no tenemos ningún problema. Nuestro gran problema, el de la nacionalidad, ha sido el de la independencia económica. No podíamos pensar ni en justicia social ni en soberanía política, sin independencia económica. Son tres banderas que se compenetran y se sostienen mutuamente, pero la más fundamental de todas, para los argentinos, por nuestra situación especial, era la independencia económica. Sin realizarla, cómo íbamos a realizar una justicia con bienes que no eran nuestros? ¿Y cómo podíamos manejar un país cuyos bienes materiales estaban manejados desde afuera? En estos cinco años creemos haber realizado, en ese orden, una tarea extraordinaria. En el orden de la independencia económica, señores, cuando yo me hice cargo del gobierno, el problema era simplemente pavoroso desde ese punto de vista, yo lo confieso. Y es indudable que tenían cierta razón nuestros adversarios al decir que nosotros íbamos a fracasar en el trabajo a realizar. La independencia económica cuesta tanto, aunque no es cruenta, como la independencia política. Los medios de lucha son otros; en lugar de pelear como soldados, se pelea con procedimientos económicos, pero no sé cuales de los dos son más difíciles de dirigir. El panorama era pavoroso por la simple razón de que la independencia económica, según he venido observando en los hechos mismos; se basa en dos fundamentos indiscutibles: el primero, que para tener una independencia económica es indispensable ser dueño de la propia riqueza, para poderla organizar y manejar; y segundo, hay que desligarse de un cúmulo de trabazones e intereses para poder disponer de las propias riquezas en la forma en que uno quiera. Estos dos factores presuponían dos cuestiones, simples de mencionar pero muy difíciles de realizar: primero, la recuperación nacional; y, segundo, el proceso de la economía interna para separarlo del proceso de la economía internacional. Dos cosas que, afortunadamente, ya hemos realizado. Ustedes, viejos empleados de la cámara de diputados donde se han ventilado todos los grandes problemas de la Nación, especialmente los de orden económico, habrán observado el distinto panorama y el distinto campo en que nosotros estudiamos, tratamos y resolvemos estos problemas, en comparación con la forma en que se consideraban y se trataban antes esos problemas. Yo quiero, señores, que ustedes tengan idea de cómo hemos realizado esto porque a ustedes, con la experiencia que tienen, les resultará interesante. En primer lugar, la recuperación. Y, señores, nosotros habíamos realizado una reforma social que representaba al país un enorme desembolso, sistemático y permanente. Pero había que sustentar esa reforma porque de lo contrario toda esa construcción enorme realizada por nosotros se nos podía venir encima en cualquier momento y aplastarnos a todos. De manera que en esta batalla liberada en el orden económico no había posibilidad de dar un paso atrás: habíamos quemado nuestras naves y no podíamos si no marchar en una sola dirección, hacia delante. Frente a eso, nosotros teníamos que comprar todo lo que representaba el manejo del aspecto económico. ¿Qué era eso? Era muy simple, las cinco grandes palancas que mueven la economía de cualquier país. Primero, los transportes terrestres, pues ahí se fija la política y los precios de los transportes internos y todo se mueve por ahí; la importación, que también fija el tipo de política, y la exportación, que es otro de los factores que determinan la orientación de la política económica en general; los transportes marítimos y la organización financiera, por último. Estas cinco palancas no estaban en manos del gobierno. En nuestro país, esas cinco palancas estaban en manos de grandes consorcios con sus testaferros aquí; algunos ni siquiera tenían ese resguardo y eran consorcios directamente en el exterior. Nosotros no podíamos despojarlos porque eran los dueños legales y naturales de esos bienes; en consecuencia, teníamos que comprar. Un cálculo realizado grosso modo nos decía que esos bienes representaban, más o menos, unos quince mil millones de pesos, que había que pagar para poder tomarlos. En segundo lugar, había que reestructurar toda la maquinaria de modo que al tomar esas cinco palancas las pudiéramos manejar nosotros mejor que lo que ellos las manejaban, y que aún teniendo los medios y la capacidad tuvimos que pensar en que había que mantenerlos por largo tiempo y estabilizarlos en su funcionamiento, vale decir, consolidar sobre un nuevo molde la economía. Esas eran las necesidades. ¿Cuáles eran las posibilidades? Teníamos en total, más o menos unos seis mil millones de pesos, mitad bloqueados en los Estados unidos, y mitad en Inglaterra, lo que ha significado para nosotros que lo les podíamos comprar a esos países sino las mercaderías que ellos nos querían vender. Allá están sujetos también a los permisos de exportación como nosotros, pero no lo dicen. Esa cantidad que sobrepasaba los seis mil millones de pesos, era la deuda que esos países habían contraído con la República Argentina durante los cinco años de guerra, vale decir, que en cinco años de guerra hemos acumulado solamente seis mil millones de pesos. Esto quiere decir que los negocios no han sido muy buenos y que la deuda externa sobrepasaba toda posibilidad de ser rescatada con lo que teníamos allá. Además de eso, que se neutralizaba en sí como balance de nuestro crédito, no teníamos nada más que deudas en todos los órdenes. Cuando me hice cargo del gobierno, tuvimos que juntar todos los pesitos que teníamos en los distintos cajones de la Tesorería para poder pagar a los empleados. La cosecha se había vendido y teníamos un pequeño remanente de lino que nadie quería. Esa era la situación. No teníamos un centavo, teníamos muchas deudas y el poco crédito estaba bloqueado. Había que comprar todos los servicios públicos que moviesen las cinco palancas mencionadas, por un valor de quince mil millones de pesos. Ese era el problema y esas las posibilidades. ¿Cómo lo hicimos? Lo hicimos a base de buenos negocios, porque los países como los hombres, cuando hacen buenos negocios se enriquecen y cuando los hacen malos, se funden. Como hemos hecho buenos negocios, hemos llevado al país a una situación económica en la que hemos podido adquirir todo ese inmenso patrimonio estatal que antes era de patrimonio privado de los grandes consorcios internacionales imperialistas. Planteado el problema así descaradamente, uno ve cual ha sido el trabajo que hemos realizado si compulsamos cual es la situación actual. Hemos pagado toda la deuda pública internacional; no debemos un solo centavo; hemos comprado y pagado al contado rabioso todos los transportes terrestres, no solamente los ferrocarriles, sino también las empresas de ómnibus y 23.000 propiedades que pertenecían a los ferrocarriles, es decir todos los bienes directos e indirectos, entre los cuales había varias estancias. Compramos, además, y armamos, todo el mecanismo de la exportación e importación que está hoy en nuestras manos; esa es la base de la organización de nuestra riqueza y la base de nuestros precios internacionales. Sin tener eso en nuestras anos, sería ilusorio hablar de precios: seguiríamos como antes, vendiendo el trigo a seis pesos en vez de sesenta; y la carne a cincuenta libras la tonelada larga en lugar de ciento cuarenta y seis, como la estamos vendiendo. Hemos reestructurado todo el sistema financiero de manera que sirva en forma directa a la actividad de la producción y no de la especulación, como así también a la importación y exportación de la riqueza del país y a su propia organización. Hemos creado una marina mercante que nos permite transportar nuestra producción en forma que, no dependiendo en esto del extranjero, podemos ir a los mercados consumidores y vender a los precios que se coticen allí, sin tener que someternos a toda la especulación intermedia entre la producción y el consumo. Esto nos ha permitido defendernos, y, si no nos compran en una forma, vamos y les vendemos allá, en la forma que nosotros queremos. Vale decir que el disponer de una flota mercante nos ha dado la verdadera independencia económica en el orden del comercio internacional. Estas cinco grandes palancas y muchas otras secundarias que permiten el manejo de las grandes, han sido compradas y han sido pagadas: nosotros no debemos absolutamente ni un solo centavo a nadie. Esto nos permitió, señores, cumplir el primer ciclo, vale decir la recuperación económica. Bien, dirán ustedes, pero ¿cómo hizo eso el gobierno, si no teníamos un centavo, teníamos una gran deuda externa y no contábamos con crédito ni para pagarla siquiera en parte? Haciendo buenos negocios. Los ferrocarriles se compraron sin un solo centavo; y no solo no se pagó por ellos, sino que se ganó plata encima además de tomarlos. ¿Por qué? Señores, el pedido original fue de 8.000 millones de pesos: nosotros pagamos algo más de 2.000 que abonamos con trigo que tomábamos a 20 pesos y luego vendíamos a 60. Vale decir que pagábamos una tercera parte; de 2.029 pesos, una tercera parte. Así compramos los ferrocarriles y todo lo demás. Adquirimos una flota mercante del Estado que hoy, en una corta valuación de ella, pasa los 4.000 millones de dólares, al precio actual. Y no solo la hemos pagado; no ha traído encima oro al Banco Central. ¿Cómo se hizo eso? Señores, nosotros cambiamos el oro que teníamos aquí por barcos. Esos barcos, en tres viajes, trajeron el oro que costaban, porque cobraban los fletes en divisas; y cada tres viajes siguen trayéndonos su valor en oro al Banco Central. Esos barcos fueron comprados en 1947, a un millón y medio de dólares y hoy valen cinco millones de dólares, los mismos barcos. Poseemos la marina mercante más moderna y rápida del mundo; en consecuencia, la más económica, la mejor ordenada porque son barcos mixtos; de pasajeros, carga y frigoríficos. De modo que podemos hacer cualquier convenio para la exportación de nuestra producción, ya que los mismos han sido fabricados de acuerdo con nuestras necesidades. Señores: ustedes se darán cuenta de lo que representó eso como negocio al comprar gratis, y todavía en cinco años , ganar cinco veces lo que costaron. Esto es una pequeña parte del enorme negocio que hicimos por haber acertado en el año 1946 la situación económica del mundo. En ese año nos reunimos con mucha gente capacitada para plantear la situación del mundo y hacer una apreciación para el primer Plan Quinquenal. Vale decir, que además de todas esas obras tenía dentro de sí una orientación racional, basada en una apreciación de la situación, de lo que iba a ocurrir en estos cinco años ara adaptarlo a esa situación. De lo contrario, no hubiéramos podido realizar el plan. ¿Cómo hemos financiado diez mil obras públicas de gran envergadura en el país entero? ¿Cómo se ha hecho todo eso si nosotros no teníamos nada más que deudas y teníamos que comprar todos esos valores que hoy forman el haber patrimonial del Estado? ¿Cómo íbamos a realizar el primer plan quinquenal, cuyo costo era de alrededor de diez mil millones de pesos? En ese momento, nosotros, apreciamos que terminada la guerra, venía lo peor de todas las etapas de la misma. La guerra no es más que un acto de destrucción de valores. Es algo así como un individuo que en su casa le da un ataque de locura y empieza a romper todo lo que encuentra a mano. Cuando el ataque pasa, debe reponer todo lo que rompió, porque tiene que seguir viviendo. La guerra es exactamente lo mismo. Al firmarse la paz, nosotros dijimos: el mundo tiene que pagar esta guerra. ¿Cómo lo va hacer si todavía no ha terminado de pagar la anterior? Las guerras se pagan de dos maneras, o con un jubileo o con una maniobra sobre la moneda. El jubileo no se podía hacer porque a lo que se debía era a los fuertes. De modo que no quedaba otro remedio que desvalorizar la moneda, bajar su valor. Era lo que tenía que producirse en el mundo. Por eso se creó el Banco Internacional. Ellos no podían ir por otro camino. Nosotros descubrimos eso en 1946 e hicimos un gran negocio. ¿Por qué? Porque si en 1946, cinco años antes, estimo que la moneda se viene abajo y que los bienes de capital suben. ¿Qué convenía hacer? Comprar en todo el mundo bienes de capital porque estos no se iban a desvalorizar. En el año 1947 empezamos a comprar todo lo que había; trajimos sesenta mil camiones de Shanghai, Honolulu, la India y Japón; en una sola operación compramos mil tornapulls, compramos la marina mercante también en ese momento. Es decir, compramos todo lo que pudimos. Trajimos 30.000 maquinarias completas, para todas las industrias que hemos montado durante estos cinco años. ¿Y qué ha pasado en estos cinco años después que nosotros hicimos esas compras? Los camiones que nosotros pagamos ocho mil pesos valen hoy cien mil, después de cuatro años de uso; toda esa maquinaria industrial que compramos a un dólar el kilo, hoy vale veinte dólares el kilo. Es decir, compramos con pesos valorizados en ese entonces. Pero no sólo hicimos eso. Fuimos reuniendo nuestra producción y llegamos a tener -lo cito como ejemplo- hasta 17 millones de cueros acumulados y no teníamos ya donde guardar aceite. Cuando se desvalorizaron las monedas, nosotros vendimos. Es decir, que no solo aprovechamos a comprar con moneda valorizada, sino que, a la vez vendimos con moneda desvalorizada para multiplicar lo obtenido y así satisfacer el mercado interno, además de haber adquirido bienes de capital que se han valorizado quince veces. Claro que eso lo hicimos entonces y solo se puede hacer una vez, ahora ya no se podría hacer porque nos han descubierto el juego. Pero es cierto también que una vez sola se nos iba a presentar la terrible situación que teníamos que resolver en ese momento. Ya no podemos hacer ese negocio otra vez, pero ya lo hemos hecho y ya tenemos nuestra economía totalmente consolidada y nivelada y con lo que vamos aumentando cada día un poco la producción, vamos a satisfacer la necesidad interna y externa en la mayor medida que podamos llegar. Tenemos ahora algo nuestro; lo manejamos nosotros y los beneficios los repartimos entre nosotros. Antes, los beneficios que se los repartían los consorcios extranjeros y eso representaba una evasión anual de más de cinco mil millones de pesos en servicios de ferrocarriles, seguros, reaseguros, gas, marina mercante, teléfonos. Eso, en las evasiones visibles, sin calcular las evasiones invisibles que siempre son mayores, evasiones como era la liberación de aduanas de los ferrocarriles o el aguamiento de los capitales. Una bombita que valía un peso, ellos ponían una libra esterlina y nosotros pagábamos los dividendos. Las evasiones invisibles eran tan importantes o más que las visibles. Yo solamente digo esto porque quiero darles la sensación real del momento que vivimos. La recuperación de todo eso a nuestro patrimonio estatal estaba ya realizada en el año 1949, porque habíamos realizado todos los negocios necesarios para ello. Ya habíamos pagado los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, casi todo era nuestro y lo habíamos pagado. Pero señores, todavía no éramos económicamente libres. ¿Por qué? Porque estábamos ligados en un gran porcentaje al comercio internacional, del cual nosotros dependíamos. Por ejemplo: las carnes, y para citar un solo renglón, que está de actualidad. Antes el país consumía el 30% de las carnes que producía y exportaba el 70%. Por eso, en 1936, cuando fue el vicepresidente de la República, el doctor Roca, a Inglaterra a negociar nuestras carnes, sucedió lo que ocurrió. El no podía venir de vuelta al país y decirnos que el 70% se iba a tener que echar a perder en los campos en forma de osamentas porque no íbamos a poder vender la carne. Los ingleses eran los únicos que nos la compraban, y si la quería comprar otro no la podíamos vender porque no teníamos barcos; los ingleses no nos iban a llevar nuestras carnes para que se la comiera otro. Final: para que Inglaterra nos comprara la carne hubo que darles los transportes de la ciudad de Buenos Aires que representaban una ganancia anual de ochocientos millones de pesos. Mientras que las carnes costaban seiscientos. Es decir que la carne les salía gratis y encima nosotros les dábamos doscientos millones de pesos. Roca tuvo que hacer eso; él no podía venir con las manos vacías, y él era un político. Esta desesperante situación no tenía más que una sola solución: tratar de aumentar el volumen del ciclo de la economía interna en forma de ir desprendiéndose paulatinamente de la dependencia del mercado internacional. Para nosotros vale lo mismo un peso de Londres que uno de Catamarca o Santiago del Estero. Hicimos entones ese proceso mediante el aumento del estándar de vida, dando más poder adquisitivo a nuestro pueblo, el sesenta por ciento de cuyos hijos todos los años al ir al servicio militar era declarado inepto por la debilidad constitutiva, es decir por hambre. Mediante el aumento del poder adquisitivo cambiamos el ciclo y ahora consumimos el 80 por ciento de nuestras carnes y exportamos el veinte por ciento. Sin embargo, exportamos casi el mismo volumen que antes, cuando exportábamos el setenta por ciento, en cuanto a toneladas largas, como las llaman los ingleses cuando quieren comer más. En cuanto a precio, este veinte por ciento de ahora representa casi cinco veces lo que antes el ochenta por ciento, de manera que en cantidades, eso resulta más dinero hoy que entonces. Quiero hacer notar la diferencia de lo que va de 1936 a 1951. Eso nos da la verdadera independencia económica, en el sentido de que podemos fijar precio justo a nuestras mercaderías y no que nos impongan los precios. En segundo lugar, hemos perdido el grado de dependencia, porque yo he trabajado con todas mis fuerzas para desligar nos totalmente de la economía de determinados países. ¿Por qué? Porque cuando yo llegué al gobierno, si estornudaba, el ministro de finanzas inglés, yo sentía la conmoción, por la unión que había entre ambas economías. Nos hemos desligado porque se viene una guerra y en ella alguien se va a hundir y vaya que se hunda el que nos tenía atados a nosotros y nos lleve al fondo. Lo que hemos hecho es cortar la piolita que nos unía para que se hundan ellos solos y no nosotros. Bien señores, cuando uno habla de independencia económica, y empieza a escarbar lo que hay debajo de ese problema, se da cuenta de muchos factores que son fundamentales y decisivos para la vida de la Nación. Esto nos ha llevado a construir toda una nueva doctrina económica, que había que consolidar para no dejarla librada a que cada uno haga lo que quiera en el fu5uro y se vuelva a lo de antes. Es decir, que toda esa doctrina nuestra en lo económico da nacimiento a una teoría económica nueva. Nada de principio hedónico, ahora vamos a la economía social montada sobre otro tipo de economía. En esto tenemos que ser revolucionarios, porque no se puede ir en automóvil conservando la rienda y el caballo. Tuvimos que hacer una nueva estructuración económica y consolidarla para que se mantenga a través de los años. Hoy no tenemos problemas económico, los únicos que quedan son problemas económicos internos, que cuando son internos dejan de ser problema. Lo que tenemos que hacer ahora, es abastecernos de materias primas. Ya estamos sacando 100.000 toneladas de carbón, el año que viene vamos a sacar 400.000, el siguiente 700.000 y luego un millón de toneladas. En hierro, estamos en la misma tarea. En energía estamos trabajando duro, hasta con la cuestión atómica, porque creo que esa va a ser la solución dentro de corto plazo. De modo que esos problemas dependen de nosotros. ¿Problemas internos? Tenemos que trabajar, señores. Hay que trabajar, no podemos seguir pensando que los extranjeros van a traer acá todas las cosas, para que nosotros continuemos haciéndonos ricos, pagándoselas. No, aquí hay que trabajar. Los argentinos tienen que convencerse que ha llegado el momento de trabajar y hay que arrancarle ala tierra su fruto, aunque cueste más que en el extranjero. Por eso digo que estos no son problemas. Haciendo una distribución equitativa y honorable de la riqueza y de la producción, podemos acompañar la curva económica favorable con una curva social también favorable, y no habrá conflictos. En estos cinco años la República Argentina ha marcado los índices más bajos del mundo en conflictos sociales, lo que quiere decir que vamos cumpliendo bien hasta ahora. No existiendo esos dos problemas que son los dos problemas de la humanidad actual, no tenemos nada que temer a los otros problemas. Problemas políticos internos no tenemos: ganamos con los hombres, con las mujeres vamos a ganar más fácil. De manera que no es el problema político el que nos interesa, para mí no es ese el problema que me interesa. No tenemos problemas porque hemos modernizado la Constitución a gusto del pueblo. Esa elección fue verdaderamente plebiscitaria, diríamos así, en el sentido del número de personas que votaron por dicha reforma. Así, pues, si hay una cosa bien reformada es justamente la Constitución, que está dando nacimiento a toda una nueva legislación en el orden social y económico. Si nuestros contrarios subieran al gobierno, tendrían que hacer nada más que lo que hacemos nosotros, ya no podrán hacer otra cosa. Estamos realizando esto que es un movimiento nacional, como dice la señora, estamos realizando la unidad nacional, malgrado nuestros adversarios políticos: ellos patalean pero caen siempre, donde quiera que van. Hay un cuento muy lindo que esta de última moda, por eso lo voy a contar. Dicen que los norteamericanos, un poco intrigados con la situación argentina, mandaron acá varios veedores, uno de los cuales tomó a un adversario político nuestro y le preguntó: "¿Cómo van aquí? ¿Tienen mucha gente? "Claro que tenemos", dijo el político. Uno le pregunta, "¿cuántos son radicales?" Le contesta el cuarenta por ciento de la población, "¿Y los socialistas?" "Representan el treinta por ciento", "¿Y los conservadores?" "Constituyen el veinte por ciento de la población". "¿Y los comunistas?" "Son el diez por ciento restante". "¿Y los peronistas?" "Ah -agregó aquel-, peronistas somos todos". Nosotros venimos paulatinamente cumpliendo periódicamente con el ideal del movimiento que es la unidad nacional. Después discutiremos nuestros problemas y veremos quién los resuelve mejor, queremos que el movimiento político argentino deje de ser un movimiento totalmente extemporáneo y heterogéneo, que no daba al país una garantía. Cualquiera que sea el partido que esté en el gobierno, lo único que le exigiremos es que constituya una garantía para el país, para lograr su grandeza y felicidad. Si nosotros obtenemos de nuestros adversarios esa garantía, todo el movimiento peronista sería inmortal, aseguraría lo que nunca estuvo asegurado en nuestra patria. Lo que queremos es que nuestro pueblo gane lo suficiente para poder vivir con dignidad y que sea feliz. A nosotros los dólares hoy ya no nos interesan, porque en vez de dólares queremos materias primas, queremos mercaderías, maquinarias, no nos interesan los dólares. A base de engaños se pueden solucionar todas las cuestiones de gobierno, pero antes de buscar una solución por engaño, me voy a casa. Si no hago bien al país, ¿para qué me voy a quedar aquí? ¿Para dañar al país y dañarme a mí? Señores: yo he querido conversar estos pocos momentos con ustedes. Podría también haber preparado un discurso académico en el que no dijera nada, pero he querido decir a ustedes, argentinos como yo, movidos por el mismo amor a la patria y con las mismas obligaciones que las mías, cual es mi pensamiento y mi sentir íntimo ante estos problemas en los que deben pensar todos los argentinos con el mismo grado de responsabilidad. He querido transmitirles mi pensar para ustedes tengan oportunidad de decir que han bebido en la propia fuente, y para que, si alguno puede traer alguna colaboración de interés a esta casa, en cualquier forma, sepa que nosotros se lo agradeceremos, porque será una ayuda más en la solución de estos problemas que son los que más nos interesan, ya que son los problemas del país y nada es superior al país mismo. En este sentido, yo les agradezco profundamente, una vez más que hayan llegado hasta aquí, para tener yo también la posibilidad de hacerles llegar algunas ideas propias en un problema que debe ser la preocupación de todos, todos los días. Y al agradecerles esta visita de buena voluntad, donde yo veo una vez más todo lo consiente y todo lo patriótico que es el ambiente que reina en la Cámara de Diputados de la Nación, espero que en el ateneo que han fundado, vayan ustedes dejando a los sucesores más jóvenes, una orientación para el futuro. Yo debo confesar aquí que el primer contacto con el Congreso lo tuve yo en 1944, cuando era vicepresidente. Desde entonces hasta ahora he visto con la ecuanimidad, con la corrección y honradez con que proceden todos ustedes en cada caso. Quizás la supervivencia de esa magnífica casa que es el Congreso, pueda ser defendida por los legisladores, pero es bien cierto que la mejor defensa de ella será la que ustedes realicen, porque son ustedes las fuerzas permanentes del Congreso. Tienen ustedes una importancia mayor que la que muchos imaginan. Por eso es de ustedes de quienes el Congreso debe esperar la defensa más eficiente y mejor. Los demás pasan, ustedes son permanentes, como el pueblo. La función que ustedes realizan es una función mucho más importante que la que muchos creen, pero que yo conozco bien y sé lo que eso representa, y en nombre de la Nación les pido que sigan trabajando con la misma honradez, con la mima orientación y con la misma decencia con que ustedes proceden en todos sus actos. Así la Nación tendrá mucho que agradecerles. Les agradezco mucho, les deseo mucha felicidad y también, que sigan sus tareas con satisfacción y con éxito. Si alguna vez nosotros podemos ayudarlos en algo, estamos aquí para eso. Ya el señor presidente de la Cámara me ha oído decir esto muchas veces, para cualquier cosa que ustedes necesiten, nosotros estamos listos para solucionar el problema o ayudarlos en la forma que sea posible. Muchas gracias.
1951-07-13
ANTE COOPERATIVISTAS AGRARIOS DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES. :
Señores: Yo quiero que mis primeras palabras sean de agradecimiento por la amabilidad que han tenido en llegar hasta aquí para darme, siquiera sea de cuando en cuando, la inmensa satisfacción de poder verlos y saludarlos personalmente. Es la segunda vez que tengo la dicha de tomar contacto con las cooperativas bonaerenses. Sé bien cual es el espíritu que anima a estas cooperativas; sé bien cual es el tesón que ustedes ponen en esta organización que está tan cerca de nuestras propias intenciones y nuestros propios deseos. Ustedes saben, señores, que el nacimiento de este tipo de cooperativas ha sido apoyado incondicionalmente por el gobierno: nuestro deseo es la supresión total de los intermediarios en todos los campos; ya sea el político, el social o el económico. Creemos que el azote de nuestra economía han sido siempre los intermediarios que medraban con el consumidor y con el productor. El trabajo de suprimir los intermediarios, que han sido la verdadera rémora, los verdaderos parásitos de la sociedad y la comunidad argentinas, es una de nuestras orientaciones más firmes. Para hacerlo, hay que entregarle al productor todo el producto de su trabajo, sin mengua de ninguna naturaleza, y ofrecerla al consumidor a los mejores precios, lo que él debe adquirir para su subsistencia. Dentro de esta política, las cooperativas prestan un servicio inestimable por su extraordinario valor. No voy a hacer aquí una disertación sobre el valor del cooperativismo, cooperativismo que ha fracasado en muchas partes y en muchos tiempos. Y ha fracasado porque el cooperativismo es la lucha contra el intermediario llevado al campo de la producción. Lógicamente, el capitalismo no es el caldo de cultivo para la proliferación del sentido cooperativista: es indudable que es el enemigo mortal del cooperativismo. Entonces, dentro de un régimen capitalista crudo, como el que nosotros teníamos, tienen que fracasar todas las cooperativas. Nosotros hemos creado el clima; así como es inútil que ustedes siembren en una tierra que no produce, era inútil el cooperativismo en la tierra del capitalismo, que no da, no produce, ni marginalmente, siquiera. De manera que nosotros hemos tratado de crear el medio de cultivo necesario para que las cooperativas puedan progresar y afirmarse. Ya expliqué en Azul ese proceso. No estará de más que hoy lo explique de nuevo frente a hechos más firmes que los que podía ofrecer antes el Estado a los productores argentinos. Nosotros hemos reemplazado los monopolios de cerealistas, de acopio y de exportación, reemplazándolos por un organismo del Estado. Ese organismo del Estado debió organizarse primero, desarrollarse luego, y empezar después a funcionar correctamente. Nuestro interés no ha sido el de reemplazar a las cooperativas, sino el de crearles el campo propicio para que ellas pueden progresar y realizar su trabajo. De acuerdo con el comercio internacional de nuestros días, desgraciadamente las cooperativas no podrían hacer la venta y las exportaciones al exterior en las condiciones que aconsejan los mejores precios. ¿Por qué? Porque hoy, todas las transacciones se hacen de gobierno a gobierno, y las cooperativas no representan sino a un sector de la producción. ¿Podrían los ganaderos haber obtenido los precios que se consiguieron, si ellos hubieran vendido directamente la carne a sus consumidores? De la misma manera, los productores de cereales no habrían podido conseguir los precios que ha conseguido el gobierno. Porque hoy no hay monedas, no hay nada; está tan trastocada toda la economía del mundo, que hay que hacer verdadero equilibrio para poder vender a los precios que uno quiera. Si hoy se obtienen precios que como los que se pagan a nuestros productores por los cereales, ello obedece en un cincuenta por ciento a lo que hemos realizado hasta hoy. Nosotros podemos pagar mejores precios, porque los transportes terrestres son nuestros; porque los barcos que realizan el transporte de ultramar son también nuestros y porque los tratados y las compensaciones económicas internacionales las realizamos nosotros especulando con las necesidades de los otros, como antes los otros especulaban con las necesidades nuestras. El día que las cooperativas puedan hacer todo el trabajo, ¿que más queremos nosotros? Si la existencia de un instituto comercializador, como el IAPI, no es ninguna ventaja para el gobierno. ¿Que ventaja saca el gobierno con eso? Que perdemos plata. Hemos perdido plata normalmente y les voy a explicar como se ha hecho todo eso. Señores: tomen ustedes el país mejor organizado y más poderoso del mundo, y denme de él cinco cosas y no lo gobierna nadie más que yo. Denme la organización financiera -sistema bancario-, la importación, la exportación, los transportes terrestres y los transportes marítimos, yo les entrego todo lo demás y a ese país lo manejo yo. Eso pasaba con nuestro país: nos tenían tomados desde el exterior. Los transportes terrestres sabemos de quienes eran. La importación y la exportación, lo mismo. Es curioso, que por cada importador o exportador argentino, hubiese cien extranjeros. El sistema bancario lo manejaban los bancos extranjeros. Flota mercante no teníamos, y nuestros productos se transportaban en barcos extranjeros con seguros y reaseguros extranjeros. Nos manejaban desde afuera. Hoy hemos recuperado todo eso y hoy es posible la política de precios, porque todas esas cinco palancas las manejamos nosotros desde aquí, las manejamos en beneficio de los argentinos y no de los grandes consorcios capitalistas. Hemos llegado ahora a la segunda etapa, pero antes hubo que comprar todo eso. Antes teníamos que pagar dos millones y medio por día de servicios de la deuda externa. Hoy hemos pagado y ya nadie tiene que aportar para pagar la amortización e intereses de esa enorme deuda externa, porque ya no existe. Los ferrocarriles no representaban doscientos millones de pesos en servicios y dividendos. Ahora son nuestros. Ahora son nuestros los teléfonos, el gas, los puertos, los elevadores de granos, los servicios hidroeléctricos. Y todo eso, señores, toda la organización de nuestra riqueza en nuestras manos, nos permite ahora seguir una política económica propia para beneficiar a nuestros productores y para beneficiar a nuestros consumidores. Pero esto ha habido que comprarlo y pagarlo. Cuando les decían a los chacareros: "Les dan a ustedes veinte pesos por el trigo y lo venden a sesenta"; sí, pero antes les daban seis pesos y creían que era mucho todavía. Nosotros aprovechamos esas transacciones para poder hacer un poco de plata y poder comprar todo eso que nos independizará del exterior. Después, sí, los precios íntegros iban a ir al productor, y observen si se ha ido cumpliendo o no se ha ido cumpliendo ese programa nuestro. El I.A.P.I. con su máquina compró todo eso; el I.A.P.I. hizo la flota mercante. Se ha comprado todo y lo han pagado todos para beneficio de todos. No lo han pagado solamente los agricultores; lo han pagado también los otros, y además hemos hecho buenos negocios. Por que los países, señores, son como los hombres: si hacen buenos negocios se enriquecen, si hacen malos negocios, quiebran, se hunden. Nosotros hemos hecho buenos negocios; hemos comprado todo eso y lo hemos pagado con habilidad más que con dinero. Les aseguro, señores, que se han hecho magníficos negocios. Hemos acortado en nuestras provisiones. Ya en 1946 calculamos que las monedas se iban a ir debajo en el mundo y nosotros compramos entonces bienes de capital. Compramos maquinarias, treinta mil equipos industriales para industrializar nuestra producción y para satisfacer las necesidades de nuestra producción; compramos en una sola operación sesenta mil camiones, que son los que están actualmente caminando; compramos tornapulls; compramos a la Marina Mercante, y una infinidad de cosas, de maquinaria que necesitábamos y que habíamos desgastado durante los cinco años que duró la guerra. Los camiones que compramos en ocho mil pesos valen cien mil; cada tornapull que compramos en veinticinco mil está valiendo ahora ciento cincuenta mil; cada barco que compramos en un millón y medio de dólares, vale ahora siete millones de dólares. ¿Qué hicimos nosotros, entonces? Cambiamos moneda que se iba a venir abajo por bienes de capital que se iban a valorizar. Es cosa de tomar un lápiz y sacar cuentas, y veríamos entonces los miles y miles de millones que ganamos en esta forma. Con eso se ha adquirido lo que representa nuestra independencia económica, lo que, a su vez, se traduce en mayores beneficios para el campo y para todos los argentinos, se traduce en los mejores precios a que se negocian las cosechas, cosa que jamás podría ocurrir antes de la independencia económica, porque nunca nos iban a pagar esos precios ni nos iban a permitir que llegaran al productor. Señores: cuando nosotros no teníamos esa independencia económica vendíamos la carne en seiscientos millones de pesos al año, y vendíamos el ochenta por ciento de nuestra producción. Ahora sacamos más de mil quinientos millones de pesos y vendemos solamente el veinte por ciento de nuestra producción. Esto es lo que hay que considerar. En esta tierra nadie se puede hacer rico en perjuicio de todos los demás. Cuando el país se enriquezca se van a enriquecer todos; cuando el país sea en su totalidad más feliz, vamos a ser todos un poco más felices. Pero tratar de hacer la felicidad propia sobre la desgracia y la miseria de los demás, no es humano, ni lógico ni razonable, ni compensa el beneficio que produce el enriquecimiento general del país. Nosotros hemos tratado de llevar a todo el país a ese grado de felicidad; si lo hubiéramos hecho solamente para un sector hubiéramos procedido injustamente. Merced a estos negocios podemos decirle al productor del campo que hemos utilizado su dinero para comprar su libertad y su independencia económica; ahora va a recibir siempre el importe de su cosecha, y lo va a recibir siempre, con buena o mala cosecha. Y tendrá crédito bancario, en cualesquiera circunstancias, y no estarán más abandonados, no habrá más abundancia, no habrá más abundancia un año para compensar los años de miseria y abandono, pues la abundancia será permanente, mediante a esta organización. Por esa razón, cumplido ese ciclo, sacrificados tres o cuatro años en los que hubo que conformarse con ganar un poquito menos, tenemos ahora asegurado el porvenir, y el I.A.P.I. podrá decirles a ustedes: Muy bien señores; ¿Cuál es el costo de su siembra un año antes? Es tanto. ¿Cuál es el beneficio? Es tanto. Tienen precios básicos y se les va a pagar esos precios. Cuando comercializamos, si sacamos el 50 % más de precio, les vamos a devolver ese 50% de venta de la cosecha, porque eso es lo que podemos garantizar nosotros. Con eso les aseguramos que ustedes van a tener la totalidad del valor de la producción que realizan, porque queremos que se aumente la producción y que sea cada día mejor. En esto tienen que ayudarnos, ayudándose. Si producen más, van a ganar más. Garantizando esto se puede trabajar en el campo con tranquilidad si se sabe que en un momento en que pudiera producirse una mala cosecha o una desgracia, tendrán la ayuda del Estado, larga, abundante y sin muchas gestiones ni complicaciones. El Estado ayudará donde sea necesario ayudar porque también al Estado le conviene ayudarlos a ustedes, no vayan a creer que solamente les conviene a ustedes. Todo esto, puesto ahora en un plan, cada día será mejor. No tenemos problemas económicos. No les vamos a tener que aumentar los impuestos, porque no tenemos deudas ni vamos a hacer deudas. Nos arreglaremos con lo que tenemos. No iremos a pedir plata prestada porque sabemos lo que representa eso: hipotecarse para el resto de los días. ¿Y por qué el resto de los argentinos va a pagar los errores que pueda hacer yo con un empréstito que me puedan hacer? La grandeza del país es una sola cosa: trabajar. Y nosotros queremos obligar a todos los argentinos a que le tomen gusto al trabajo y trabajen. Cuando me hice cargo del gobierno, en este país trabajaba nada más que el 30 por ciento. Hoy trabaja más del 50 por ciento y espero que cuando termine mi gobierno trabaje el cien por cien y que todo argentino produzca por lo menos lo que consume. Si produce más, mejor, porque eso más que produce y está por encima de lo que consume, es la riqueza que se acumula en el país. Mientras tanto el gobierno sigue cumpliendo su programa de obras públicas, caminos, puentes, diques, energía, luz, etc., todas esas cosas que estaban abandonadas de tantos años. Vivienda. Nosotros hemos construido en nuestro gobierno más viviendas que en cien años antes, construcciones privadas y del Estado. Y esta obra va a traer beneficios, porque cuando uno mete una casita arriba es un beneficio que queda. Nosotros entendemos servir así al país y servir a los argentinos. En este tren de cosas saben ustedes cual es nuestra buena voluntad. Hemos hecho un programa; hemos realizado un programa que está dando sus beneficios que no los puede negar nadie. Los contra cierran los ojos, pero adentro saben que es cierto. Ahora, señores, lo que hay que mirar es el futuro. Siempre he hablado de la comunidad organizada, y el campo ha pecado siempre de falta de organización en nuestra tierra. Los grandes pueblos urbanos y los elementos humanos urbanos, se han organizado en nuestro país respondiendo a la necesidad de defensa de sus intereses profesionales. El campo, por varias circunstancias, por la idiosincrasia de sus hombres y por su mismo trabajo, no ha vivido en una organización, no ha sentido la necesidad de organizarse porque se ha sometido a una explotación inicua durante diez o más años; no ha sido capaz de afrontar esa decisión de organizarse; si el campo se hubiera organizado en su tiempo, ni los intermediarios ni el diablo lo hubieran explotado; la falta de organización, justamente, es la que lo ha puesto a merced de sus explotadores. Hay que tener esto como ejemplo, porque el mundo esta formado de acciones y reacciones. Hoy nosotros miramos tranquilos el provenir porque estamos todos decididos a ayudarnos, pero pueden cambiar los tiempos y lo que debemos desear es que si eso ocurriera, si cambiaran los tiempos, se encuentren todos organizados para defender sus intereses y no que estén siempre confiados a la buena o mala voluntad o al buen o mal proceder de un tercero, que está allá lejos y que no entiende nada ni le interesa nada del campo. La organización de la cooperativa de producción es una cuestión fundamental en la organización de la colectividad campesina. Ustedes tienen los medios para hacerlo; hay que desarrollar ese espíritu social entre los agricultores para que todos sepan que la defensa de todos no la puede realizar cada uno por sí, sino que la deben realizar todos juntos. El que crea que él la puede defender es un iluso. Hay que estar organizados, así cuando se le cometa una injusticia, venga aquí y diga: "Señor, vengo aquí en nombre de 700 mil agricultores...", y lo escuchará el Estado mejor que si viene solo a reclamar. Bien señores, todo cuanto les digo propugna la organización, y la organización campesina debe estar hecha a base de la cooperativa, cooperativa que ustedes mismos manejen. Vendrá en el futuro la posibilidad de que ustedes mismos industrialicen en su propia producción, vendiéndola a cuatro o cinco veces el precio a que la venden actualmente. En esto deben ir pensando. A mí me gusta más que la industrialicen allá y no que la manden aquí, porque aquí la agarran los grandes pulpos y yo sé lo que pasa. Que llegue un día en que ustedes mismos puedan organizar sus cosechas, o sus materias primas o sus mercaderías, aquí o en el exterior. Para eso hay que organizarse. Que llegue el día en que ustedes puedan hacer la industrialización y exportación de sus productos. Qué más quiere el gobierno. Si ustedes lo hacen solos, yo no tengo que tener una organización enorme como tenemos para ser reemplazada, porque los sueldos de los empleados los paga el presupuesto, no los pagan ustedes; es una organización que cuesta muchos millones de pesos, y esos millones no los paga nadie, no se recargan sobre las mercaderías de venta; los que se descuenta de las mercaderías es para ir formando un seguro para que, en el futuro, venga mal o bien a la cosecha, se tenga ese seguro que permitirá afrontar las crisis o malas cosechas. Los demás gastos de administración los paga el presupuesto nacional. Pero, si algún día las cooperativas pueden hacer una cosa mejor y más barata que eso, yo les entrego a las cooperativas para que ellas hagan la industrialización por su cuenta. Para nosotros es mucho mejor, porque representan 10 ó 12 millones de pesos menos en el presupuesto de cada año. Ustedes se dan cuenta de la inmensa buena voluntad que nosotros tenemos. Pero necesitamos la inmensa buena voluntad de ustedes, organizados para que, así, nosotros podamos estudiar el mercado internacional y decirles a ustedes, con un año de anticipación: "El año que viene me siembran 3 millones de toneladas más"; y otro año: "Para este año que viene siémbrenme 2 millones de toneladas menos"; sin que ustedes sufran en el proceso. Si no controlamos la producción, nosotros podemos ser los agentes que tiremos abajo nuestros precios. Es decir, hay que manejar organizadamente esto, con buena fe, no como hacían los consorcios, porque el negocio era para ellos; el Estado no tiene ningún interés en hacer negocios, el negocio es para ustedes. Los productores deben organizarse, señores, bendito sea Dios. Pero eso será para un tiempo un poco futuro, ahora necesitaremos producir, producir y producir. Lo que nosotros podemos asegurarles es que cobrarán todo el precio que vale el esfuerzo del trabajo de ustedes. Y les podemos asegurar que les compraremos todo lo que produzcan, aunque haya exceso de producción, porque en este caso, es preferible que se perjudique el Estado y no el productor, como ha sucedido en Balcarce con las papas. En Balcarce hubo exceso de producción y hemos comprado todos las papas; son 150.000 toneladas y no sabemos que hacer con ellas, pero ya veremos; mientras tanto se las compramos. De manera que ésta es la nueva política. La nueva política real, no el macaneo libre sobre la política agraria. Es muy lindo hacer disertaciones sobre la política agraria. Yo también, tomo tres o cuatro libros y podría prepararles una linda conferencia, pero ¿qué les importa la conferencia a ustedes? A ustedes les importa que les asegure el trabajo y el rendimiento de su trabajo; que no venga un vivo, les haga un lindo cuento y se quede con la mitad de la plata que ustedes han producido. El Estado está en esa orientación de asegurarles el rendimiento de su trabajo. Lo interesante ahora es que ustedes se organicen. Si yo los quisiera explotar desde el gobierno, no les pediría que se organicen; todo lo contrario, les pediría que disolvieran las cooperativas. Pero, mi interés coincide con el de ustedes. La defensa que ustedes hacen con sus cooperativas, la hago yo también desde aquí, con los mercados. Todo esto no es una acción complicada cuando es una acción de buena fe. Es fácil, es profundamente fácil cuando se hace de buena fe; cuando se pone feo y complicado es cuando uno lo quiere hacer de mala fe, porque hay que buscar enormes combinaciones para hacer aparecer como verdad lo que no es. Esto no lo va a hacer el gobierno, porque el interés del gobierno es el de ustedes. Al gobierno le interesa que ustedes produzcan y reciban el precio justo que pague lo suficiente. ¿Por qué? Porque cada día vamos a necesitar más producción. Aumentan cada día los hombres en el mundo y el hambre, que se acumula, también aumenta. Estamos estudiando ahora la organización del campo que está tan mal hecha. Tenemos ya realizados los estudios ecológicos necesarios para llevar a cada chacarero, en las zonas marginales, el rendimiento de su tierra, para que no trabaje en una tierra que no le va a rendir. Queremos racionalizar la producción. Hemos de racionalizar la producción para obtener el máximun de rendimiento con el mínimun de esfuerzo. Con esa racionalización de la producción queremos llegar a una producción científica donde cada productor tenga la mejor semilla, la mejor tierra, las mejores condiciones y vayan obteniendo los más altos rendimientos, que en cuanto a vender, de eso nos encargamos nosotros para obtener los mejores precios. Pero todo eso, señores, se hace si se está bien organizado. La organización del campo es fundamental. Estamos viendo que hay que unificar todo y, sobre todo, ir haciendo que los propios agricultores son quienes deben manejar sus cooperativas. Nadie lo va a hacer en reemplazo de ellos en forma que tengan que agradecerle; los mismos agricultores son quienes deben manejar sus cooperativas. Hay que ir unificando todo este movimiento cooperativo, de modo que el futuro los encuentre bien organizados. Esa gran organización central vendrá acá, a la Casa de Gobierno, y dirá: nosotros representamos los intereses de los agricultores. Y cuando nosotros queramos cometer un error, o lo cometamos sin querer, haya alguien que nos mire y nos diga: no, no; esto está mal. Esa organización integral debe representar a todo el agro, manejado por los propios agricultores; no puede manejarlo otro. Les agradezco todo este trabajo que están haciendo por el bien de la agricultura y del país en cada una de las cooperativas, y les pido que transmitan estas palabras a los demás agricultores, que nos crean que estamos trabajando de buena fe. Yo, para no trabajar de buena fe, no me quedo ni un minuto aquí, porque esto no es un lecho de rosas como ustedes se imaginarán. Aquí hay que estar planeando todos los días porque los problemas, señores, tiene solución, pero los que no tienen solución son los hombres. Cuando estén organizados tendrán su destino en sus propias manos; sin organización, el destino de ustedes estará en las manos de cualquiera, y no es prudente colocar el propio destino en las manos de otro. Yo prefiero tener mi destino en mi mano, y no abrirla nunca para que no venga otro a manejarme. Señores: yo quisiera charlar un rato más, pero tengo tantas cosas acumuladas, que no puedo hacerlo. Les agradezco mucho que hayan llegado hasta acá, y les agradeceré mucho más si son tan amables de transmitirles estas palabras a todos los compañeros, junto con un gran abrazo que les mando a todos, y decirles que no se olviden este año de poner en la puerta de entrada de cada chacra un cartelito que diga: "Producir, producir y producir". ...............
1951-07-16
Ante pobladores de Santiago del Estero
Yo no voy a pronunciar un discurso, sino más bien a hacer una conversación, agradeciéndoles este extraordinario esfuerzo que ustedes agregan a todos los esfuerzos que en el orden material y moral está realizando la República. Nosotros, los que hemos abrazado esta causa de todos los argentinos creando un gran movimiento que nos ponga a tono con la hora en que vivimos y que lleva a todos los rincones de la República nuestra palabra, nuestra ayuda y nuestra obra, apreciamos los gestos como éste que ustedes han efectuado. Quizá para la gente materialista que no ve en la vida sino sus conveniencias y no ve el valor de la humanidad nada más que en lo que pueda convertirse en dinero, esto no tenga ninguna significación. Nosotros creemos todavía que en el mundo los únicos valores que quedan son los valores espirituales, son los únicos que valen en la vida y los que hacen nobles a los hombres y grandes a los pueblos. Por eso apreciamos perfectamente bien este gesto de venir de Santiago del Estero por los caminos de la patria, para darnos a nosotros el testimonio de esa tierra grande, noble y vigorosa que es Santiago. No sé por que circunstancias yo, siendo un hombre del litoral, nunca había llegado a Santiago sin sentir la emoción de Santiago mismo. Santiago para mí ha sido algo así como la síntesis de todo lo que tenemos nosotros de grande y de sentimental en nuestra patria. No sé si será que en esa tierra dolorida a que se ha referido el compañero Juárez en su improvisación, vibra algo de toda nuestra tierra y de todo su dolor. La misma vidala que acabamos de escuchar y las que yo he escuchado en Santiago durante tantos años en mis viajes, no han dejado nunca de emocionarme. Siempre que he ido a Santiago por una razón u otra he dejado allí alguna lágrima de emoción y de sentimiento. Y hoy, en esta ocasión, compañeros, hemos mezclado nuestras lágrimas y nuestra emoción. Para mí, esto tiene un sentido grandioso de la vida; porque los hombres que no saben llorar de emoción, a menudo suelen llorar de miedo. Y eso sí que es feo y es malo. Por eso, muchachos, al reunirnos hoy aquí en éste que es un lugar más de nuestra tierra, ustedes representan a ese pueblo maravilloso de Santiago que soportó en silencio cuanto soportó Santiago, allá, en aquella tierra tan querida para todos los santiagueños. Porque éste parece que fuera otro fenómeno de la naturaleza: aquella tierra donde hay que luchar y bregar más para vivir, es la que uno aprende a querer más. En esa tierra, digo, quizás nosotros hayamos puesto toda la esperanza de la Nueva Argentina; en esa tierra que durante tantos años ha sufrido y ha luchado, y donde se han formado los hombres del temple que ustedes ponen de manifiesto: tiernos en la emoción y formidables en la lucha. Así debe ser la síntesis más grandiosa del hombre; debe tener un alma tierna y suave para el sentimiento, y un cuerpo duro y rígido para luchar en la vida. Nosotros sabemos apreciar lo que esto significa. Lo hemos visto durante 40 años si todos esos muchachos que anualmente llegaban hasta los cuarteles, sufridos, muchas veces débiles; habiendo soportado durante los veinte primeros años de su vida el azote de la injusticia, de la miseria y del dolor. Nosotros sabemos interpretar el sentido de esta cruzada de Santiago a Buenos Aires, en la que un gran esfuerzo físico y un gran esfuerzo espiritual vienen trayéndonos el recuerdo y el aliento de Santiago que, por ser de Santiago, vale para nosotros más que todas las banderas y todos los premios que pudieran ofrecernos por el sacrificio de gobernar a esta tierra. Por eso, compañeros, con esa emoción y con las mismas lágrimas que ustedes nos traen con tanta generosidad, nosotros queremos responderles de la misma manera que ustedes lo hacen, diciéndoles que para el sacrificio de la patria estamos siempre presentes. Cuando se tiene un pueblo como el pueblo argentino -que nosotros los justicialistas, decimos que es lo mejor que tiene esta tierra-, no habrá un hombre suficientemente vil como para que, cuando llegue el momento, no entregue satisfecho y honrado su vida por la defensa de ese pueblo. Nosotros, compañeros, desde el gobierno no tenemos ningún problema; todos los problemas que se habían presentado han sido superados. Seguiremos adelante con la experiencia de las grandes realizaciones y podremos alcanzar los objetivos iluminados que tenemos por delante. Lo único que podemos asegurar es que en la Argentina el pueblo deberá estar cada día más confiado en el futuro y satisfecho por todo lo que nosotros hemos conquistado. Ya no habrá ningún argentino que pueda prestarse para que un hermano suyo sea explotado en ningún lugar de esta tierra. De manera que ese pueblo, y, sobre todo, un pueblo como el nuestro, que es grande, que es generoso y que es bueno. Y con esto, compañeros, yo quiero también que cuando regresen a Santiago, lleven para todos los demás santiagueños el saludo tan cariñoso que yo les envío, con la reminiscencia de volver pronto a Santiago y refirmar este abrazo cariñoso que le mando por intermedio de todos ustedes a todos los santiagueños, diciéndoles que yo siempre he tenido predilección por aquella parte del pueblo que ha sufrido más y que ha Estado más pobre. Todo mi esfuerzo está dedicado a que en esta tierra no se vuelva a producir jamás la calificación de "provincia pobres" y "provincias ricas"; todos somos argentinos y todas las provincias son exactamente iguales y lucharemos para ponerlas unas a la altura de las otras, para que en el futuro en la República Argentina, se pueda vivir sin dolor ni sufrimiento. En este empeño hemos de trabajar incesantemente y en el Segundo Plan Quinquenal, Santiago del Estero dejará ya de ser una provincia sin recursos para ser una de las provincias más ricas. Muchas gracias por todo. Quizá yo no haya podido decirles en este momento todo lo que siento, y en eso ustedes tienen una gran parte de culpa, pues han conseguido emocionarme, y yo, cuando me emociono no sé lo que digo. Pero esto lo tomo con un inmenso cariño y este recuerdo para mí será imborrable en el rostro de mi vida. ......................................................
1951-07-27
En la comida anual de camaradería de la Gendarmería nacional
Yo deseo que mis primeras palabras sean de profundo agradecimiento por la amabilidad que ustedes han tenido de invitarme a compartir esta mesa con la institución que ustedes representan y que está tan unida a mis recuerdos y tan apegada a los sentimientos de mi corazón. Deseo también expresar, sin mayores preámbulos, la gratitud de todos los argentinos por el sacrificio y la abnegación con que la Gendarmería Nacional cumple sus funciones a lo largo de todas las fronteras de la patria, enarbolando allí, con dignidad y con honor, una línea inviolable de banderas argentinas que reafirman nuestra inquebrantable decisión de ser una nación justa, libre y soberana. La felicidad del pueblo y la grandeza nacional se expresan también a través de la organización adquirida en pocos años de fecundos esfuerzos por esta benemérita institución, que ha sabido conjugar las virtudes militares siguiendo el ejemplo de nuestro primer Capitán. Como si se tratase de una norma invulnerable, inspirándose en la tradición misma del Ejército Argentino, y siguiendo fielmente los principios que motivaron su creación, la Gendarmería Nacional ha sabido conciliar su vigilia permanente en la celosa custodia de las fronteras con la defensa de la patria por la elevación cultural de sus hijos y la educación de sus sentimientos. De esa doble acción de la Gendarmería, la patria tendrá que guardar un eterno recuerdo, y yo lo señalo a la consideración del pueblo argentino como un ejemplo digno de ser inscripto en las páginas de la historia que relatan las grandezas y las victorias de nuestra soberanía. La historia de nuestra tierra se divide, según mi sentir, en tres etapas totalmente distintas. En la primera -expresión revolucionaria de nuestra voluntad de independencia-, toda la lucha se dirige al objetivo fundamental que importa constituir una nación libre y soberana. Hay que darle fronteras, y para ello se constituyen ejércitos, cuya sangre señala en rojo los primeros límites de la patria que nace. Hay que darle gobierno, y para ello también se lucha denodadamente, reduciendo poco a poco las pasiones regionales y las ambiciones desmedidas de los caudillos. Y a través de esas dos luchas crueles, pero irremediables, se va conformando la unidad del pueblo, cuya alma se va delineando cada vez más grande y más noble con todas las virtudes que ahora nos hacen decir con justicia y sin vanidad, que es lo mejor de nuestra tierra. Alcanzados todos los objetivos de la primera etapa, y cuando el país podía darse íntegramente a la tarea de organizar su grandeza y su felicidad, la Nación fue cayendo progresivamente en manos de sus entregadores. No se alteraron las fronteras de la Nación, es cierto; porque la traición guardó las formas exteriores, porque siempre la traición se disfraza, pero de este lado de las fronteras, lo que era nuestro, ganado con nuestra sangre, dejó de ser nuestro. Y no sólo me refiero a la tierra misma, enajenada a individuos y empresas extranjeras; no sólo me refiero a la economía nacional dirigida y manejada desde afuera o a los servicios públicos entregados al capitalismo internacional. Me refiero también a los hombres mismos que dejaron de ser argentinos precisamente allí donde no podía haber sino argentinos. La Gendarmería Nacional sabe demasiado bien cómo había sido invadido el país desde el exterior de buena o de mala fe, pero invadido al fin. Mientras los gobiernos argentinos, de espaldas al país, se pasaban los días y los años mirando hacia el exterior, esperando el pago de sus entregas y de sus traiciones, en los territorios fronterizos el nombre y la bandera de los argentinos iban retrocediendo paulatinamente. No se movían hitos en la frontera, pero retrocedían nuestro pueblo y nuestra bandera, que son los únicos hitos que valen. ¡De nada sirve tener un hito sobre un territorio donde no se puedan poner un argentino y una bandera! Yo recorrí mi patria en aquellos tiempos de oprobio. Yo vi con mis propios ojos aquella etapa amarga de la historia. Y como argentino y como soldado, formulé, ya entonces, en lo más íntimo e invulnerable de mi espíritu, el propósito de luchar contra aquellas formas de la entrega nacional. La Gendarmería Nacional sabe cómo cumplí mis propósitos y sabe también que por esta misma causa la llevo muy hondamente grabada en mis recuerdos y en los sentimientos de mi corazón. La creación de la Gendarmería Nacional fue tal vez un signo precursor de nuevos tiempos. Con ello volvíamos los argentinos a luchar por la realidad soberana de nuestras fronteras, así como unos años más tarde volveríamos a pelear por la reconquista de todo lo que había sido nuestro en la tercera etapa de nuestra historia, cuya lucha estamos desarrollando victoriosamente en todos los frentes de la Nación. Para reconquistar a nuestro pueblo dimos la batalla de la justicia social, y vencimos. Para reconquistar el gobierno empeñamos la lucha por la independencia económica y la soberanía política. Todos los argentinos saben que también vencimos. Pero esta ya no es una lucha de fronteras. Es una lucha total. Las fronteras, en la lucha moderna, conservan sus hitos y sus formas. Si el que ataca a un país es el capitalismo, lo que le interesa es dominar en el gobierno y en los centros económicos. Si el atacante es el comunismo, le interesa dominar en el pueblo. El objeto final es el mismo: someter a la Nación a la tutela y a la explotación imperialista. Lo que nosotros jugamos en la lucha es nuestra libertad y nuestra soberanía. Por eso, ustedes, que desde hace mucho tiempos vienen respondiendo con probada eficacia en la doble forma de lucha que señalé al comienzo, sabrán apreciar mejor que nadie la verdadera situación que se plantea en la defensa nacional en estos momentos difíciles del mundo. Sabemos que se trata por todo los medios de infiltrar en nuestro pueblo la desunión necesaria para hacerla ineficaz en el momento decisivo. Nada escapa a la acción del enemigo. La Gendarmería misma ha comprobado incluso cómo agentes extranjeros disfrazan su condición bajo el rótulo de principios espirituales ajenos a la tradición nacional; y no pasa día sin que de alguna manera se trate de echar cizaña en las fuerzas que custodian la bandera de la patria y la patria misma que es el pueblo. Yo he denunciado públicamente esta acción del enemigo hace muy poco tiempo ante los camaradas de las Fuerzas Armadas y todo el país conoce ya quiénes trabajan en la sombra y a la luz del día en contra de sus sagrados intereses. No habrá escapado tampoco a sus intentos la Gendarmería Nacional. Pero yo tengo la íntima satisfacción de decirles aquí, esta noche, que la Gendarmería ha sido fiel a sus tradiciones y ha cerrado sus filas como un solo hombre. Yo me permito exhortarlos a que sigan sirviendo a la patria como hasta hoy. El servicio exige siempre sacrificios y yo sé que en las filas que ustedes componen, lo que menos se esquiva es el sacrificio. Sigan ustedes custodiando las fronteras de la Nación y preparando el pueblo de los-territorios fronterizos para la defensa integral. Los países hermanos no representan hoy para nosotros ningún peligro, pero ellos, como cualquier otro país del mundo, pueden ser subrepticiamente utilizados hoy o públicamente mañana por nuestros enemigos para cualquiera de las nuevas formas de invasión con que pretenderán dominar al mundo. Sigan ustedes -repito- custodiando las fronteras de la Nación y a sus pueblos fronterizos, que nosotros, en el gobierno, seguiremos atentos la lucha desde aquí; serenos, pero firmes, dispuestos a defender, incluso con la vida, todo lo que tanta sangre y tantos sacrificios nos ha costado para llamamos un pueblo justo, libre y soberano. Nos mantendremos unidos, fuertemente unidos, porque nos mueve un solo ideal; lo que ustedes defienden en la frontera es la misma patria que nosotros defendemos aquí con su mismo pueblo y con su misma bandera. Y así como ustedes por nada del mundo retrocederían allá, prefiriendo caer en la frontera antes que entregar un palmo de esta tierra bendita que Dios nos dio, nosotros aquí tampoco nos volveremos hacia atrás. Y con más razón que ustedes: porque abandonando ustedes las fronteras lo que se entrega al enemigo es un pedazo de suelo, valioso y todo, pero suelo al fin. En cambio, si nosotros abandonamos aquí nuestra lucha por la justicia social, por la independencia económica y por la soberanía política, dejaríamos detrás de nosotros con nuestra huida al pueblo mismo, que quedaría a merced de la explotación oprobiosa de esos enemigos. Señores: He querido ser claro, como corresponde a los tiempos que vivimos y a una reunión entre hombres cuyo único ideal y cuya única ambición es el servicio de la patria. ...........
1951-08-09
Ante una delegación de la colectividad libanesa, que concurrió a la Casa de Gobierno para solicitarle la general Perón que acepte la reelección presidencial
Ante una delegación de la colectividad libanesa, que concurrió a la Casa de Gobierno para solicitarle la general Perón que acepte la reelección presidencial Yo deseo que mis primeras palabras sean de profundo agradecimiento a las señoras y señores que representan a la colectividad libanesa por haber llegado a esta casa y darme la inmensa satisfacción, siquiera sea de tanto en tanto, de poder saludarlos personalmente. Como ha dicho la señora de Perón, para nosotros la colectividad libanesa es un sector de nuestra propia colectividad de argentinos. Nunca ha existido en el país una unión espiritual, de idiosincrasia, de acción, más absoluta que la que existe en todas partes entre los libaneses y los argentinos. Pareciera que, a través de casi todo el mundo, un marco invisible de identidad uniera al Líbano con la República Argentina. Los hemos visto con satisfacción llegar hasta esta tierra; los hemos visto, con una satisfacción mayor aún, identificarse con esta tierra como nos identificamos nosotros; los vemos hoy en el mundo colocados con una posición similar a la nuestra, con pensamientos unánimemente compartidos por ambos pueblos; los vemos trabajando con el mismo tesón, la misma honradez y la misma identificación de principios, de conceptos y de objetivos con que trabajamos nosotros. Eso es lo que ha hecho esa identidad, que será total y absolutamente indestructible entre nuestros dos pueblos, a través de la larga distancia que media entre nosotros. Vivimos profundamente convencidos de que nos entendemos y nos amamos. Eso no es nuevo para nosotros, desde que hemos aprendido aquí, a través de los hijos del Líbano, a querer profundamente aquella lejana patria como si fuese una continuación de la nuestra; no es ocasional ni es tampoco discrecional; es una cosa que se arraiga en lo profundo, en el espíritu de los hombres que, compartiendo tareas similares en Argentina, comparten también tareas iguales en el Líbano. Esta unión que, como digo, para nosotros es indestructible, para nosotros, los peronistas, tiene una significación mayor. Quizá muy pocos sectores de nuestro país nos hayan comprendido antes con más buena fe ni con mayor sinceridad que todos los libaneses que nos hacen el honor de compartir la vida en esta tierra de paz, y de paz constructiva y de trabajo, que es la mejor paz a nuestro entender. Siempre he encontrado yo, en todos los libaneses, ricos o pobres, jóvenes o viejos, sabios o no, esa comprensión que nace, más que del cerebro, del corazón; esa comprensión que es indestructible entre los hombres y que nace, más que del entendimiento, de los propios sentimientos. Ustedes y los descendientes de los libaneses que habitan esta tierra, para nosotros son argentinos, y lo son por sentimiento, que es la mejor argentinidad a que se puede aspirar. Hay pueblos en los que sus habitantes, siendo de una misma nacionalidad, parecen extranjeros en su propio país. El caso de los libaneses en nuestra tierra es el inverso: son pueblos que aun siendo extranjeros parecen y son hombres de la propia tierra. Estas pocas palabras les dirán a ustedes cuál es mi sentimiento y cuál es mi pensamiento referente a esta colectividad que tanto queremos nosotros los argentinos. Simplemente, que al llegar ustedes hasta esta casa, yo no considero sólo que ha llegado la colectividad libanesa; yo creo que ha llegado un sector de compatriotas a quienes quiero hablar amistosamente como amigos de un problema que nos es común a todos, que nos es común a los que habitamos esta tierra, a los que sentimos con la misma intensidad nuestra bandera y a los que nos asociamos para luchar por una vida que es también común como comunes son las esperanzas que abrigamos por un futuro mejor. Sólo quiero terminar esta conversación con algunas palabras sobre los distintos problemas que ha de contemplar el pueblo argentino en nuestros días de decisión. La República Argentina está en una etapa de decisión, decisión que no debo tomar yo, sino el pueblo, porque esa no es una decisión del gobierno, sino de la Nación Argentina. Es indudable que se ha de proceder -y yo lo voy a exigir así- de una manera racional. Se ha de esperar, para tomar las decisiones trascendentales, el tiempo justo; no se tomarán un minuto antes ni un minuto después; se tomarán exactamente en el minuto que corresponda con una situación bien clara en todos los aspectos. Se analizará fríamente el problema. Una vez analizado ese problema, se pensará en qué es lo que conviene más al país en este momento. Entonces, fríamente, se tomará la decisión que convenga a los intereses de la Nación, sin mirar otro objetivo ni otra razón de ninguna naturaleza. Lo que convenga al país, eso es lo que hay que hacer; eso es lo que va a resultar como solución en todos los pleitos políticos y sociales que deba resolver el país. Lo que convenga es lo que se hará. Teniendo este punto de vista, uno no puede equivocarse. Olvidando los intereses del país, se equivocan; sin olvidar eso, que es el interés del país, no hay posibilidad de equivocarse, y yo creo que tampoco nos vamos a equivocar nosotros. Debe hacerse lo que el pueblo quiera hacer. Del resolver por el pueblo ya estamos acostumbrados; se han equivocado siempre. Y el pueblo no sabe equivocarse; tiene muy buena intuición para dar solución a los problemas. El pueblo va a comprender cuando le demos razones y hagamos el análisis de la situación. Esto es lo que conviene, lo que debe hacerse; y eso que debe hacerse me parece que es el buen camino. Les agradezco muchísimo nuevamente, la amabilidad que han tenido en llegar hasta esta casa. Les hago presente una vez más, como les he dicho siempre que he tenido la oportunidad de estar con ustedes, que para mí la colectividad libanesa es una parte de la colectividad argentina, tanto es mi afecto y tal es la compenetración y la simpatía inmensa que yo siento por la colectividad libanesa. Además, les pido a ustedes que han llegado hasta aquí, limitados en el número, quieran ser tan amables de sentirse intérpretes mío frente a cada uno de los señores de la colectividad, agradeciéndoles profundamente su simpatía y sus deseos. Y también manifestarles que con un gran abrazo que me permito mandarles va un pedazo de mi sincero y leal corazón de argentino, que siente al unísono con lo que sienten ellos, trabajando con una sola intención: la de hacer el mayor bien posible a todo el país, con sentimiento patriótico, dedicación y voluntad, para forjar una patria más justa, más libre y más soberana. .............
1951-08-22
Al recibir la urna simbólica donada por el Partido Peronista Femenino
Al recibir la urna simbólica donada por el Partido Peronista Femenino Les agradezco profundamente estos recuerdos, los tendré siempre junto a mí como una representación gráfica y objetiva de la preocupación, el acierto y el talento con que ustedes están trabajando por el movimiento peronista en toda la República. Estos presentes, para mí tan queridos, patentizan el cariño que el Partido Peronista siente por nosotros y, recíprocamente, el cariño de nosotros hacia el Partido, como también el profundo agradecimiento con que vemos la incansable labor que realizan en el país todas las mujeres. Esa labor se traduce en civismo que, desde un principio, muchos negaron a la mujer argentina en su participación dentro de la política nacional. Estos símbolos me recordarán siempre que el Partido Peronista Femenino ha realizado en la República Argentina un milagro en organización, disciplina, acierto y capacidad para el desenvolvimiento político, que tendrá oportunidad de hacerlo presente muchas veces a los hombres y, sobre todo, a aquellos con gran experiencia política según ellos. Les agradezco profundamente y les ruego lleven a todas las compañeras de todas las provincias y gobernaciones, como afectuoso saludo, la seguridad absoluta de mi consideración por todos los sacrificios que realizan en todo el territorio de la patria, y la esperanza extraordinaria que tengo para las actividades políticas del país con intervención de todas las mujeres y, especialmente, de las mujeres peronistas. Muchas gracias. ........................
1951-08-22
En la avenida 9 de julio
Solo los pueblos fuertes y virtuosos son dueños de su destino. Hace seis años, cuando nuestro pueblo vivía horas de decisión, tomó el destino en su mano, como una bandera, enarbolándolo en las tres astas de su grandeza presente: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Desde entonces, un gobierno del pueblo y un Estado a su servicio, han realizado su custodia como celosos centinelas. Ninguno de sus actos se ha desviado de las claras líneas que la Constitución Justicialista ha fijado como designio y objetivo del pueblo argentino. Las tres banderas justicialistas son del pueblo porque ellas representan a la libertad y a la justicia, por las que los pueblos han luchado siempre. Hemos luchado y hemos trabajado por la felicidad común y la grandeza de la patria, haciendo solo lo que el pueblo quiere y sirviendo un solo interés: el del pueblo. La revolución justicialista, evolutiva e incruenta, aportó además a la Nueva Argentina la solución ideológica, la realización política, económica y social, como la organización funcional de un gobierno centralizado, un Estado descentralizado y un pueblo libre. Solución ideológica: El mundo contemporáneo es una lucha enconada y violenta entre ideologías caducas sobrevivientes, y nada podrá resolverse sin una nueva .solución ideológica. El justicialismo la ha encontrado, la ha realizado y está dispuesto a mantenerla. Dos guerras mundiales, con el pretexto de alcanzar la justicia y la libertad que los pueblos anhelan, no han hecho sino demostrar la existencia de nuevas injusticias y nuevas formas de colonialismo y tiranía. Una tercera guerra comienza, también, según se dice, en nombre de la justicia y la libertad de los pueblos. El éxito de uno de los bandos traerá una solución ya tan conocida como repudiada por los pueblos. El justicialismo no desea esperar una cuarta guerra u otros treinta o cuarenta años para alcanzar su justicia y su libertad. Por eso se ha lanzado a la tarea de crear su propia libertad y su propia justicia, tal como la anhela el pueblo argentino y la puede ofrecer esta maravillosa patria que Dios ha puesto en sus manos. El que anhela la libertad y la justicia es menester que se dedique a imponerlas y no esperarlas de los que nunca fueron ni libres ni justos. Las realizaciones: Nuestras realizaciones políticas han afirmado la soberanía del pueblo. Suprimido el fraude, cada ciudadano puede influir en la decisión de los destinos de la patria. En la democracia que practicamos es deber de cada uno la salvación del pueblo. En lo internacional, nuestra absoluta soberanía nos aleja cada día más del colonialismo preexistente. Nuestras realizaciones económicas, al hacemos dueños de nuestro patrimonio, no se han hecho por primera vez integral mente libres. El florecimiento económico de lo nuestro ha permitido consolidar la justicia social e iniciar una era de dignidad y felicidad que antes nunca conoció el pueblo argentino. Nuestra organización ha permitido gobernar realizando. La del pueblo ha posibilitado la dirección, la creación y la producción de su riqueza moral, intelectual y material. Hoy puedo afirmar al pueblo argentino que no tenemos sino pequeños problemas insignificantes en comparación de los que hemos superado desde 1946 hasta nuestros días. La defensa: El gobierno justicialista ha sabido cumplir con su deber. La recuperación nacional, la independencia económica, la organización del país, la dotación de la producción y la industria, la consolidación de la justicia social, la realización de más de 70.000 obras del Plan Quinquenal, la Constitución Justicialista, un nuevo derecho positivo y una doctrina justa y humana son la demostración real y fehaciente de su creación y de su empeño. Lo que resta por hacer deberá ser obra casi exclusiva del pueblo: la unidad nacional, para enfrentar los peligros foráneos y la traición interna; la organización del pueblo, para afirmar la unidad de acción; y la producción, para consolidar el presente y engrandecer el futuro de la patria. El justicialismo con su doctrina, su organización, sus realizaciones y su trabajo consciente representa la única tabla de salvación del futuro. El mundo contemporáneo, en su terrible lucha, no ha llegado aún a su punto crítico. El momento dramático de la humanidad se aproxima peligrosamente. El pueblo argentino se salvará mediante su unidad, su organización, su producción y su trabajo. De lo contrario, puede sucumbir, como sucumbirán muchos otros. Las crisis se enfrentan con preparación, y la que se aproxima en el mundo es verdaderamente temible. En ella, como en todas las circunstancias, solo el pueblo puede salvar al pueblo. Los trabajadores: En ellos nace la fe de mi confianza. Conozco al pueblo y sé de la lealtad de los trabajadores, porque hace mucho que les acompaño con mi corazón y mi cariño. La patria ha contraído con los trabajadores una tremenda deuda de gratitud. Ellos son los artífices de la Nueva Argentina justa, libre y soberana que llenará los sueños de cien generaciones de argentinos. Cada obrero y cada descamisado se han ganado un lugar en la historia que cantará la epopeya de un pueblo nuevo que supo conjugar su propia gloria con el canto inmortal de su trabajo honrado. Yo no aspiro a otra gloria que al cariño de mi pueblo. Por eso es que, emocionado frente a esta imponente masa, con la humildad de un hombre más de este pueblo maravilloso, deseo hablarles de mi gratitud y de mi orgullo de argentino y de trabajador. En esta Nueva Argentina, donde impera la suprema dignidad del trabajo, nadie puede aspirar a una jerarquía mayor que la que el trabajo discierne. Aquí no hay mayor honra ni mejor destino que los laureles anónimos conquistados en la lucha por el bien común y la común grandeza. El título más preciado lo da solo el trabajo, y el orgullo más puro, el sacrificio. Por eso, los trabajadores argentinos que posean orgullo y título en la más alta dignidad justicialista constituyen la vanguardia de este pueblo en marcha hacia la eternidad. Las fuerzas regresivas: Sabemos que frente a las fuerzas del bien, aún quedan los reductos de la reacción y de la regresión. Ellos tendrán también ocasión de decidir en las juntas democráticas que se aproximan. Vencedores, podrán imponer su voluntad. Vencidos, esperamos que se sometan a la suprema decisión del pueblo. Lo que sí deben saber es que ni la ayuda foránea ni el desorden ni las malas prácticas les ayudarán a doblegar la voluntad y la decisión que nos animan. Somos un pueblo consciente que conscientemente desea hacer su deber y su destino. Si para ello es menester morir, eso sólo será un detalle frente a la inmutable ley de la lucha por los ideales, la grandeza y la dignidad de la patria. Los compromisos: Mi conducta pública y privada me permite afirmar a los compañeros que tanto en el orden interno como en el internacional no tengo otro compromiso que el que contraje ya hace mucho con mi pueblo. Fiel a esa norma que regla mi vida, no haré sino lo que el pueblo decida ni serviré otro interés que el suyo. La República puede cumplir sin violencia sus compromisos defensivos, supeditados en cada caso a lo que su pueblo decida. En la defensa territorial de la patria contra cualquier agresión estamos todos, como buenos argentinos, dispuestos para morir en su frontera. Los que hablan del problema del general Perón o del gobierno de Perón, frente a las pretensiones o imposiciones foráneas, se equivocan. Aquí no debe haber otro que el problema de la República Argentina. Perón pudo solucionar su problema o el de su gobierno frente a lo externo en cinco minutos si hubiera sido lo suficientemente canalla como para hipotecar el futuro, la dignidad y la tranquilidad del pueblo argentino. El gobierno: En la situación actual del país, cuyo panorama termino de enunciar en síntesis, cualquier justicialista de corazón puede hacerse cargo del gobierno tal vez con ventajas sobre nosotros mismos. Esta es la verdad tal cual la digo como tal cual la pienso. La sucesión para nosotros no puede ni debe ser un problema desde que trabajamos todos para todos, desde que no ambicionamos cargos, sino tareas, y porque pensamos que es preferible merecer honores que disfrutar de ellos. Cada argentino en poder de la situación, meditará fríamente, hará una compulsa de todos sus factores y decidirá después, teniendo como único objetivo los sagrados intereses de la patria. Los justicialistas en este como en todos los casos, nos sometemos a la decisión el pueblo. Se hará, en consecuencia, lo que el pueblo decida. Compañeros: La Confederación General del Trabajo, con sus demostraciones, me ha hecho el más feliz de los hijos de esta tierra. Hoy agrego un agradecimiento más a la inmensa deuda de gratitud que me liga a los trabajadores argentinos Los trabajadores han sido y son la causa y la finalidad objetiva de todos mis desvelos y sacrificios, pero son también la fuente inagotable de mi propia felicidad. Desde la inmensa heredad de nuestra patria, millones de argentinos nos escuchan, a todos ellos va mi saludo cariñoso y mi recuerdo de compatriota y hermano. A los fieles descamisados de todas las horas, mi cariño inextinguible y mi abrazo, con que les estrecho muy fuerte sobre mi corazón.
1951-09-08
En la clausura del Primer Congreso nacional de Periodistas
He aceptado con un inmenso placer esta grata tarea para la que he sido amablemente invitado por el Primer Congreso Nacional de Periodistas. Entre todas las razones que yo tengo para sentirme cómodo y feliz en esta reunión extraordinaria quiero destacar una que es en mi sentir la más profunda y sólida: somos hombres de ideales. Los hombres de ideales, cualquiera sea el sentido que los oriente, y aun cuando sustenten ideales contrapuestos; están más cerca y están más unidos que todos los demás. Los hombres se separan y se dividen cuando los ideales son sustituidos y sobrepujados por los intereses. Yo creo que cada periodista, que cada auténtico periodista, es un hombre de ideales, y como yo me considero también un hombre profundamente idealista, no puedo menos que sentirme cómodo en este congreso, donde los periodistas de mi país han trabajado para convertir en realidades, viejos y queridos ideales. Así, como hombre de ideales, más que como presidente de los argentinos, quiero hablar en este congreso extraordinario. Sé que hablando así podré expresar mis pensamientos y mis convicciones más íntimas, con la seguridad de que ellas serán comprendidas, aunque no sean igualmente compartidas; y esto por la misma razón que ya expresé: lo que une a los hombres es el tener ideales, aunque se opongan; lo que divide a los hombres es el tener intereses, porque los intereses raras veces son comunes, y cuando son comunes no siempre son permanentes. Por eso, en mis luchas políticas, siempre he preferido tener frente a mis posiciones a los hombres que actúan y que me combaten en nombre de sus ideales, y no a los que luchan en nombre de sus intereses o como testaferros de intereses lejanos. La prensa, como los hombres, como las instituciones y como los gobiernos, y aun como los pueblos, orienta su conducta según sus ideales o según sus intereses. Yo no niego que el interés sea una fuerza poderosa para mover a los hombres. Pienso, en cambio, que cuando es posible y cuando no se deben sacrificar ideales, es bueno que los hombres se unan también por intereses comunes, cuanto más permanentes mejor. Pero sostengo firmemente, con la plenitud absoluta de mi convicción, que los ideales deben estar por encima de los intereses, y esta norma ética no puede ser violada ni por los hombres, ni por la prensa, ni por los gobiernos, ni por los pueblos, sin grave perjuicio para la justicia y para la libertad que sostienen como pedestales la dignidad del hombre y la dignidad de los pueblos. Esta es para mí una norma básica de la ética social y debe inspirar y regir todas las actividades del periodismo cuando el periodismo quiere serlo de verdad y quiere servir honradamente al interés social. Los señores periodistas aquí reunidos habrán de perdonarme que sobre este tema tan debatido y tan olvidado, sin embargo de la ética periodista y de la función social del periodismo yo exponga algunas ideas que estimo fundamentales. Ellas han sido maduradas en mi espíritu a través de estos años de intensa lucha y son la consecuencia directa de innumerables observaciones realizadas desde el puesto donde actúo y desde cuyo mirador puedo contemplar el panorama del mundo y de mi propio país. A través de estos años, he llegado a la conclusión de que la actividad periodística de un país en sus distintas formas es el reflejo de la vida misma de su pueblo. De colectividades sin ética y hombres sin honor no puede esperarse sino un periodismo sin objetivo, sin valores morales y sin virtudes. Cada pueblo tiene también el periodismo que se merece. La prensa al servicio de las malas causas, las empresas editoriales destinadas a la defensa de bastardos intereses, el periodismo encaminado a la difusión y prédica publicitaria del sofisma y la calumnia, como los diarios de asalto y el periodismo de infiltración y penetración, son el azote universal de nuestros tiempos. El periodismo, como toda actividad humana al servicio del pueblo, se ennoblece; al servicio de la pasión del hombre, se envilece. Yo estimo fundamental, por eso, que el periodismo acepte ante todo y como primera norma de su ética someter los intereses a los ideales. Solamente así podrá servir al pueblo y por la misma razón ennoblecerse. Este principio básico se vincula lógicamente con el tan debatido problema de la libertad. Yo quiero sobre este punto fundamental del pensamiento y de la vida periodística exponer lo que la doctrina justicialista sostiene en esta cuestión trascendente para el hombre. El justicialismo ha abandonado ya definitivamente el antiguo concepto liberal e individualista de la absoluta libertad, por entender que la libertad absoluta es el medio más propicio para el abuso de la libertad que conduce a la explotación y a la opresión del poder de unos pocos frente a debilidad de la inmensa mayoría. El justicialismo entiende que la libertad es un medio y no un fin; que no es lógico luchar por la libertad como tal, por sí misma, pero que ella es un instrumento necesario e insustituible para el hombre que ha de usado en su propio beneficio, pero también en beneficio de la comunidad. Para nosotros, la libertad como la propiedad, el capital, la economía y todo lo que es un bien del hombre, es no solamente un bien individual, sino que además es un bien social Aquí está, claramente definida, la tercera posición justicialista de la libertad. El mundo capitalista sostiene y sigue sosteniendo como un axioma, a pesar de sus derrotas y los peligros que amenazan su concepción y la vida misma construida sobre sus principios, que la libertad es un bien absolutamente individual, lo mismo que la propiedad, el capital, la economía, etcétera. Por este camino, y en nombre de la libertad, los dueños del capital y de la propiedad han creado en el mundo occidental la explotación del hombre por el dinero. El mundo comunista, en cambio, sostiene que todo eso: libertad, propiedad, capital, son bienes absolutamente sociales y sobre estas bases el Estado comunista se adueña de toda libertad, de toda propiedad y de todo dinero, sustituyendo así la explotación capitalista por la ominosa explotación del Estado. Los justicialistas, inspirados en una profunda y auténtica realidad humana y social, declaramos, en cambio, que ni la libertad, ni la justicia, ni la cultura, ni el dinero, ni la propiedad son bienes absolutamente individuales ni absolutamente sociales. Por eso sostenemos, cuando nos referimos a la justicia, que no es absolutamente justo que cada uno tenga todo lo que quiera, aunque sea su propio derecho, mientras haya quienes carezcan de lo indispensable. El viejo concepto individualista de lo justo ha sido por nosotros convertido en el nuevo concepto de lo justicial, según el cual debe darse a cada uno lo suyo, pero en función social. También la libertad debe ser considerada como un bien individual que tiene una función social que cumplir. El viejo concepto individualista de la libertad era un concepto que, en sí mismo, considerado aisladamente, parecía justo, pero la libertad que nos ofrecía no era en la realidad de los hechos una libertad socialmente justa desde que podía ser utilizada en contra de la sociedad y en contra de la justicia. Nosotros hemos visto durante muchos años que esa libertad fue utilizada por los intereses mezquinos del capitalismo internacional y de la oligarquía nacional, precisamente en contra de la justicia y en contra del pueblo. Era aquella una libertad socialmente injusta. El justicialismo, que ha resuelto dar al pueblo argentino su propia justicia y su propia libertad, quiere alcanzar la plenitud de una realidad construida sobre la piedra angular de una libertad socialmente justa. Esta es nuestra tercera posición justicialista. Este es el concepto justicial de la libertad estampado ya definitivamente por el justicialismo en la Constitución cuando afirma que el Estado Argentino no reconoce la libertad para atentar contra la libertad. La prensa argentina y los periodistas que la crean todos los días en el trajín incesante del comentario y la noticia, han sido los primeros en comprender que la libertad justicialista que nosotros proponemos al mundo como sistema de solución es la verdadera y auténtica libertad, la única libertad que puede conciliar el bien común del pueblo con la dignidad individual del hombre. La libertad tiene, como la propiedad, una función social que cumplir; y aplicando esta norma a la libertad de prensa, se abre ante los ojos del periodista auténtico el panorama que siempre ambicionó como teatro de sus ideales. Yo no he conocido ningún auténtico periodista que no se creyese, en cierto modo, un componedor del mundo, y en eso se parece a nosotros, los que por medio del poder político quisiéramos hacer la felicidad de nuestro pueblo. Nadie entonces mejor que ustedes para comprender este concepto justicialista de la libertad de prensa y nadie mejor que ustedes podrá entender que la verdadera libertad de prensa no existe cuando su ejercicio no es socialmente justo. Cuando esa libertad deja de ser ejercida como un derecho individual en función social, cuando la prensa sirve solamente a un mezquino interés personal o cuando abatiendo todos sus ideales se pone al servicio de intereses extraños a la sociedad que debe orientar y conducir con sus ideas, la libertad de prensa deja de ser lícita, puesto que ha pasado a ser socialmente injusta. Para que el periodismo ejercite la verdadera libertad de prensa socialmente justa que necesita, es necesario que sirva en primer lugar a la sociedad nacional en que desenvuelve sus actividades y, por medio de ella, a la inmensa sociedad humana. Ustedes y nosotros, periodistas y gobernantes, queremos, deseamos y luchamos por una humanidad mejor, y entendemos juntos que a una mejor humanidad se llegará cuando las naciones sean más justas, más libres y más soberanas. ¿Acaso podrán los pueblos del mundo ser felices si no alcanzan la justicia y la libertad que los causantes de todas las guerras han venido ofreciéndoles como solución sin alcanzarlas nunca? Los pueblos, para ser felices, necesitan ser ante todo justos y libres; pero el único camino que llevará a los pueblos a la justicia y a la libertad es el de su propia soberanía. Cuando cada pueblo del mundo pueda hacer su propia voluntad bajo la bandera de su propia soberanía, recién entonces alcanzará también su propia justicia y su propia libertad, la que él quiera y no la que quieran imponerle. La libertad y la justicia son como la mujer que amamos: nos gusta una mujer y la queremos aunque no le guste a nadie más que nosotros. La soberana elección de la propia justicia y de la propia libertad es fundamental. Los argentinos hemos decidido adoptar este camino para alcanzar la felicidad de nuestro pueblo y la grandeza nacional que soñamos. Por eso, también, luchamos para constituir una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Son los tres pilares sobre cuya solidez se asienta la justicia y la libertad de cada uno de nosotros. Yo pienso que si estos ideales justicialistas fuesen aceptados por cada pueblo del mundo y cada pueblo del mundo se obligase a respetarlos en su relación con los demás pueblos, pronto la humanidad alcanzaría la paz que tanto desea. La prensa de cada país debe, en mi sentir justicialista, ejercer su libertad dándole esa función social superior que tenga como objetivo propio los grandes objetivos nacionales de cada pueblo. Por eso, el justicialismo, en esta realidad argentina que nosotros estamos construyendo, quiere una prensa sana y libre, pero auténtica y absolutamente nacional. No concibo que se utilice la libertad que ofrecemos a cada ciudadano como medio para atacar o destruir los objetivos fundamentales del pueblo argentino, cuya justicia social, independencia económica y soberanía política no pueden ser ni siquiera discutidas en nombre de la libertad, desde que esas tres realidades son precisamente el fundamento básico de la libertad de nuestro pueblo. Señores: cuando la prensa nacional y el periodismo que le da vida y movimiento acepten total y absolutamente estas normas generales de la doctrina justicialista, nosotros habremos alcanzado uno de nuestros más grandes ideales. No se trata de coincidir en un movimiento político, porque eso sería incluso demasiado monótono. Se trata de coincidir en una política nacional, y esto es lo que trata de hacer el justicialismo fijando posiciones generales, básicas y fundamentales para la conciencia de todos los argentinos en cuanto a lo que se refiere a los objetivos superiores de la patria. En síntesis, yo diría que en cuanto al periodismo se refiere, la coincidencia con el justicialismo se reduce a la común aceptación de los tres principios que he desarrollado: 1º.- Subordinación del interés al ideal. 2º.- Ejercicio de la libertad de prensa en función social dentro del concepto justicialista de la libertad socialmente justa. 3º.- Servicio permanente de los grandes objetivos nacionales: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Para la prensa que reúna esas condiciones, el justicialismo tiene un lugar de privilegio en el concierto de sus afanes y de sus preocupaciones, porque sabe que cualquiera sea el ángulo de la posición que defienda, cualquier periodista, trabajará por el bien de la comunidad, por la grandeza del país y por la felicidad de ese pueblo cuya causa es mi único sueño. Yo no quiero terminar mis palabras sin rendir mi público homenaje a los periodistas argentinos que en cualquier parte de esta tierra nuestra luchan incansablemente por el bien común de los argentinos. Mi homenaje abarca, en primer lugar, a quienes han comprendido mis propias luchas, pero no olvida tampoco a quienes me han combatido en nombre de un ideal. Frente a este homenaje no puedo menos que expresar en cambio mi desprecio y mi condenación por todos los que, mercenarios de la pluma y de la inteligencia, vendieron ignominiosamente sus ideales y pusieron en manos extranjeras el formidable instrumento que heredaron de sus mayores para servir al pueblo con lealtad, con honradez y con patriotismo. Por fin, quiero hacer llegar a todos los periodistas aquí presentes mi voz de amigo y de compañero. Estamos en una misma lucha, tenemos una misma bandera. Tal vez no esté lejano el día en que tengamos que apretar filas y olvidar nuestras pequeñas diferencias de opiniones y enfrentar unidos la amenaza exterior. Precisamente por no haber levantado la bandera de los pueblos en medio de un mundo manejado con prescindencia de los pueblos, hemos sido ya marcados con el sello de los contaminados. Sin embargo, tenemos fe en el triunfo final del justicialismo porque creemos en el triunfo de los pueblos. Si compartimos su misma fe y hacemos todo lo posible para alcanzar la victoria que esperamos, tal vez la historia del mundo nuevo de los siglos venideros nos dedique una de sus mejores páginas. De lo contrario, caeremos destrozados por el inmenso desastre que amenaza al mundo. Yo he decidido creer en la victoria y estoy tratando de construirla en esta tierra y por mis propios medios. Yo los invito a todos ustedes a compartir mi fe con la firme esperanza de que mañana les sea dado también compartir la victoria que, en última instancia, no será ni de ustedes ni mía, sino de este pueblo maravilloso que tiene marcado en su corazón el sello de los grandes destinos. Nuestra misión consiste simplemente en ayudar al destino. La historia nos recompensará sin duda haber comprendido que teníamos que hacer precisamente eso. ...
1951-09-21
En la comida ofrecida al embajador del Brasil por los representantes de la producción, la industria y el comercio
Yo deseo unir mis palabras a este homenaje, al querido amigo Lusardo. Al hacerlo, yo rememoro épocas pasadas de esa amistad, como él ha dicho, invariable en los momentos buenos y en los momentos malos. Cuando a esta República han llegado los embajadores, desfilando en los servicios a sus patrias por todas las actividades de nuestro gobierno, me ha sido dado observar una diversidad de actuaciones; pero todas ellas encuadran en dos grandes maneras que singularizan la acción de esos representantes de países hermanos, cercanos o lejanos. Hay un tipo de embajador que pasa por estas tierras dejando recuerdos de un funcionario quizás capaz, quizás empeñoso. Pero hay otro de embajador que se prende a nuestra tierra, convive con nosotros y pasa a ser un argentino más de alma y de corazón. Nuestro amigo Lusardo es de esta segunda categoría. Él no solamente ha cumplido con su deber de patriota y de brasileño sino que ha cumplido también con su deber de americano, de amigo, casi de argentino. Por eso, deseo que en estas breves palabras llegue mi profundo agradecimiento al ilustre amigo Presidente de los brasileños, doctor Getulio Vargas, agradecimiento que de corazón le hacemos llegar los argentinos por este ilustre embajador que honra en esta tierra a esa maravillosa tierra de Brasil. También, señores, porque nosotros, los argentinos, compartimos el profundo pensar de este ilustre brasileño, al decir que la Argentina y Brasil, en esta hora incierta de la humanidad, unidos, nos salvaremos de cualquier asechanza, del destino o de cualquiera mala situación que pueda venir en los venideros. Unidos en esta parte del mundo, no sólo seremos ejemplos de unidad, sino que seremos también punto de apoyo para que ese ejemplo sea constructivo para todo el resto de los americanos. Persuadidos de la necesidad, animados en la más pura intención y en nuestro cariño y aferrados al destino de nuestras patrias, el pensamiento levantado, compartimos con los ilustres brasileños que dirigen esa tierra, con su embajador y con ese noble pueblo del brasil, los deseos y el entendimiento que ese porvenir depara a los argentinos y brasileños, unidos en un destino que todo nos ofrece. Para que esa unidad, para que esa indivisible unidad del destino futuro de estas tierras sea una realidad, estamos trabajando aquí como están trabajando allá. Lusardo, como lazo de unión que embellece la acción que realiza, es el embajador ideal para comenzar una tarea quizás muchas veces pensada, pero que nosotros, fieles a nuestro lema diremos aquí también que mejor que decir es hacer y que mejor que prometer es realizar, y haremos y realizaremos esa unidad indiscutible que es hoy esperanza de argentinos y brasileños. ......................
1951-09-28
En Plaza de Mayo Queridos compañeros
Queridos compañeros Ante todo deseo estrecharles simbólicamente la mano a todos estos trabajadores que, vistiendo el honroso uniforme de trabajo, llegan en un gesto de solidaridad y lealtad. Compañeros: Un grupo de malos argentinos ha deshonrado el uniforme de la patria, pero, compañeros, hay muchos jefes y oficiales que visten con honra ese uniforme. Son esos hombres que visten con honra ese sagrado uniforme los que han puesto en vereda a esos desalmados y malos patriotas. Por eso, compañeros, nuestra primera palabra de agradecimiento, en nombre de la República, va para esos virtuosos soldados que han sabido cumplir con su deber. Los malos soldados, los que han envilecido por primera vez en nuestros tiempos ese sagrado uniforme; los malos oficiales, enfrentarán la ley, y ha de ser inflexible con ellos. Les aseguro, compañeros, que en la historia de la República, este día 28 de septiembre marcará un ejemplo. Afortunadamente solo se trata de una minoría insignificante, frente a una mayoría aplastadora de las fuerzas militares que han sofocado este movimiento. Compañeros: Este maravilloso pueblo argentino, no ha nacido para ser esclavizado por nadie. Y esos oscuros individuos de la traición que nos esperaban en la puerta de Campo de Mayo para asesinamos, han quedado burlados en su propia e infamante acción de traidores. Hay, compañeros, en la vida de los pueblos un poder tutelar que nos defiende. Ese poder tutelar que hoy está tendido a todo lo largo y ancho de esta patria dirá a las generaciones del futuro del ejemplo que daremos con los traidores. Y este maravilloso pueblo argentino, reunido en esta plaza y en todas las ciudades de la República, estará advirtiendo a las generaciones de los ambiciosos y de los traidores cuál será la actitud del pueblo argentino frente a cualquier levantamiento. Afortunadamente, compañeros, son muchos los soldados que saben cumplir con su deber. Afortunadamente, está este pueblo de pechos fuertes y viriles para oponerlos a la traición. Pero yo quiero advertirles a los mandantes de estos criminales que pueden venir a esta tierra, que nos encontrarán listos para defenderla. Compañeros: Sabemos bien que estos criminales no actuaban por su cuenta; sabemos bien que detrás de ellos, están las fuerzas oscuras del capitalismo y del imperialismo. Pero, compañeros, quisiera que esas fuerzas del capitalismo y del imperialismo estuviesen aquí, en este momento, para contemplamos, para que así, una vez por todas, renuncien a sus ambiciones que aquí no cumplirán jamás mientras quede un argentino en pie en la patria de San Martín. Compañeros, pero esta asonada para el movimiento justicialista será bienhechora. Sabemos que tenemos un ejército, una aviación y una marina donde los hombres leales son más que los desleales, y esto nos permitirá mandar a presidio a todos los desleales y castigar con penas aún mayores a los cabecillas de este movimiento. Podemos asegurar, compañeros, que desde hoy en adelante en las Fuerzas Armadas no habrá más que hombres leales a su pueblo; y que todos los conspiradores, de cualquier naturaleza que sean, aprendan del ejemplo que vamos a dar en esta ocasión, para su futuro y su gobierno. Compañeros, los jefes de esta asonada, hombres deshonestos y sin honor, han hecho como hacen todos los cobardes: en el momento, abandonaron sus fuerzas y las dejaron libradas a su propia suerte; ninguno de ellos fue capaz de pelear y hacerse matar en su puesto. Compañeros: Nosotros, los soldados, sabemos que nuestro oficio es uno solo: morir por nuestro honor; y el militar que no sabe morir por su honor, no es digno de ser militar ni de ser ciudadano argentino. Ellos, compañeros, a los primeros tiros levantaron bandera blanca y se entregaron. Son unos cobardes, porque no supieron morir en la única vez en su vida en que debían haberla sacrificado por su honor. Por eso, compañeros, han de sufrir la pena infamante de los cobardes, y como cobardes se los ha de juzgar y como cobardes se los ha de ajusticiar. Eso lo haré para ejemplo de los que puedan seguir su ejemplo. Que se sepa que el que salga en el futuro a luchar con nosotros, o nos ha de matar, o los hemos de matar a ellos. Compañeros: Esta chirinada ha terminado, ha terminado cobarde y oscuramente, como terminan todos los que luchan contra la patria. Por eso yo les pido, compañeros, que regresen tranquilos a sus casas y den a sus mujeres y a sus hijos un beso, que es el beso de la República liberada, y les digan, compañeros, a todos los compañeros trabajadores que mientras tengamos soldados de honor, mientras tengamos soldados que tienen conciencia de la defensa de la Nación y de su dignidad, el pueblo puede velar y trabajar tranquilo por su grandeza. Este hecho, compañeros, ha demostrado que los soldados, aviadores y marineros, que custodian la grandeza de nuestra tierra están en su puesto, saben lo que es su puesto y tienen lo que hay que tener para defender su puesto. Por eso, compañeros, desde este balcón y desde esta plaza de los grandes hechos nacionales, damos gracias en nombre de la República, a esos nobles soldados, que hoy pusieron su pecho en la defensa, contra los traidores y contra los vendepatrias. Compañeros: Esto marcará, compañeros, la unión definitiva del pueblo y de sus Fuerzas Armadas, la unión sagrada de ese pueblo que es uno solo en la defensa de los bienes y de la grandeza de la Nación. Compañeros: Les pido que se desconcentren con toda tranquilidad. Ya ha terminado todo; el país está en orden y tranquilidad. Volvamos a nuestro trabajo y sigamos allí defendiendo la Nación desde nuestros puestos. ................................
1951-09-28
En la comida de camaradería de los expedicionarios al desierto
Yo deseo que mis primeras palabras sean de agradecimiento a las nobles y amables expresiones del señor presidente de la Asociación de Expedicionarios al Desierto. Quiero también rendir, antes de nada, mi emocionado homenaje a los camaradas fallecidos y, en especial, a nuestro inolvidable amigo el general Lamadrid. Todos los ejércitos del mundo, para vivir como custodia de sus glorias y de sus tradiciones, necesitan una tradición viviente. Nuestro Ejército, cuyas luchas son ya lejanas, conservan aún las reliquias de esa tradición en esta asociación que agrupa a todos los expedicionarios al desierto, que fueron los últimos soldados argentinos que ofrecieron su sacrificio y su vida a la patria. Nosotros, las jóvenes generaciones de oficiales, a quienes ha rendido también su homenaje el señor presidente de la asociación, somos hijos de esa tradición, y por eso nos sentimos siempre honrados en poder tener este insigne honor de compartir la mesa con los camaradas que, peinando ya muchas canas y luciendo muchos honores, que la vida de la profesión ha acumulado sobre sus valores, mantienen aún, después de tantos años, esta estrecha amistad y camaradería, porque comprenden y conocen que son esa tradición viviente de un ejército, sin la cual los ejércitos se descomponen y se disocian. Pero, señores, mi deseo es que tengan siempre presente cual es nuestro respeto y cual es nuestro agradecimiento por todos ustedes, como así también por todos los camaradas que, por enfermedad o por imposibilidad, no pueden asistir a estas comidas. Y finalmente, yo quiero hacer un solo brindis: porque ustedes sean muy felices, porque por muchos años podamos compartir unidos esta mesa y porque la patria tenga la inmensa satisfacción de contarlos a ustedes todos los años para conmemorar en este aniversario las glorias que nos van quedando de la vieja actuación de las Fuerzas Armadas. ............
1951-10-17
En el acto en la Plaza de Mayo en la celebración del 17 de octubre
Una vez más, nos reunimos, en este 17 de octubre, tan magnífico como todos los anteriores, para saludar desde esta plaza, corazón de la República, a todos los descamisados de la patria. Yo sé, porque me lo dice la intuición que nace desde lo más profundo de mis sentimientos de hombre de pueblo, que los descamisados de toda la República están firmes y de pie como nosotros. Este pueblo maravilloso, que ya hemos calificado como lo mejor de esta tierra, ha resuelto, que este 17 de octubre esté dedicado a Eva Perón. Nunca podrá haberse resuelto un homenaje más justiciero, más hondo y más honorable que esta dedicación del 17 de octubre a Eva Perón. Ella no solo es la guía y la abanderada de nuestro movimiento, sino que también, es su alma y es su ejemplo. Por eso, como jefe de este Movimiento Peronista, yo hago público mi gratitud y mi profundo agradecimiento a esa mujer incomparable de todas las horas. Ella, para nosotros, nació con el justicialismo. Lanzó a las falanges peronistas, el soplo vivificador de su espíritu incomparable, para iluminarlo y lanzarlo hacia los fastos de la historia de la Nación. El sindicalismo argentino recibió de ella la ayuda incomparable; esas ayudas que se realizan con el corazón, que hacen posible a los hombres o a las mujeres transformarse en líderes, transformándose en mártires y transformarse en héroes de los movimientos de la Nación. La Fundación Eva Perón, que ha esparcido por nuestra tierra, el hálito generoso a todos los humildes y necesitados de la patria, llevándoles con la tranquilidad de sentirse atendidos con el corazón de una mano generosa y levantar una vez en esta tierra de los argentinos, la oriflama de su agradecimiento profundo de un pueblo que sabe sentir, que sabe cumplir y que es leal y es generoso a la vez. Estaría de más que yo dijese a esta masa viviente del pueblo argentino cuáles son los méritos de la Fundación Eva Perón. Ellos, a lo largo de todos los caminos de la patria, van recibiendo los beneficios generosos y humildes de esta benemérita institución, que ha fijado para todos los tiempos de la historia argentina la figura de Eva Perón como una de las mujeres más grande de la humanidad. El Partido Peronista Femenino, obra de su inteligencia y de su espíritu realizador, constituye, como entidad política en nuestro país, un ejemplo de organización, de disciplina y de subordinación a la doctrina peronista. Ella, con una capacidad natural para el manejo político de las masas, le ha dado a este movimiento peronista una nueva orientación, una mística y una capacidad de realizaciones en el campo político, que ha puesto a la mujer casi a la par del antiguo movimiento cívico argentino, con muchos años de tradición y de existencia. Ella, durante estos seis años, me ha mantenido informado al día, de las inquietudes del pueblo argentino. Ese maravilloso contacto de todos los días en la Secretaria de Trabajo y Previsión, donde ha dejado jirones de su vida y de su salud, ha sido en holocausto a nuestro pueblo, porque ha permitido que, a pesar de mis duras tareas de gobierno, haya podido vivir todos los días un largo rato en presencia y contacto con el pueblo mismo. Aparte de todo ello, ella ha tenido con su tino maravilloso, la guardia de mis propias espaldas, confiadas en su inteligencia y en su lealtad, que son las dos fuerzas más poderosas que rigen el destino y la historia de los hombres. Y para terminar, la señora Eva Perón ungida por su propio pueblo, honrada por la ciudadanía argentina, ha querido darnos a todos nosotros, el más maravilloso ejemplo que nadie pueda dar a sus semejantes: su renunciamiento. Esto que fija par nosotros los justicialistas, una de las reglas más fundamentales de la acción de los hombres humildes, una de las reglas más sagradas para todos los hombres con posibilidades: enseñarnos que se puede ser grande por lo que hacemos, pero que se puede ser más grande cuando renunciamos a todo lo que se nos ofrece. Yo he escuchado, lecciones maravillosas de esta joven mujer, que en sus pocos años, vividos intensamente con el corazón puesto en los intereses y en la defensa de su pueblo, lecciones maravillosas que podrían aprovechar a muchos que cargan años y que cargan canas. Por eso, compañeros, en homenaje a ella, en homenaje a sus inmensos valores espirituales, en homenaje al recuerdo que todos nosotros guardamos permanentemente en nuestro corazón para esta mujer extraordinaria, he de decirles cuales son sus inquietudes de la hora, porque ella, por su debilidad y por el momento, no quiere referirse a esas cuestiones. En primer lugar, vivimos horas de decisión. Ella, desde lecho de doliente, ha vivido estos últimos tiempos, toda esta campaña que los intereses foráneos enfrentan a los intereses de la patria. Ha visto desfilar en la crónica de todos los días, a los traidores de la patria que enarbolando la bandera negra y despreciable de la traición, al servicio de los intereses foráneos, recomienda por mi intermedio, a todos los descamisados, que se sientan soldados en un puesto de permanente lucha contra la traición y contra los vendepatrias. Que recordemos, todos los días y a todas las horas, lo que cada uno de nosotros debemos a esta patria grande y generosa, y que cada minuto sea para juramentarnos frente al altar inmarcesible de esta patria, para derrotar a nuestros enemigos externos e internos, hasta aniquilarlos si fuera preciso. Compañeros: como todos los años, deseo haceros la pregunta de siempre: ¿si estáis satisfechos con el gobierno? El pueblo grita: ¡Si, si! Y aclama: ¡ Perón si, otro no! Compañeros, yo deseo terminar estas palabras reconociendo, desde este mismo lugar, en este mismo 17 de octubre, a este pueblo maravilloso que es siempre el mismo, su lealtad. Deseo agradecer, digo, esa lealtad y su grandeza de corazón, que es el que lo que hace también grande y generoso, para que en los tiempos se recuerde siempre, en la historia cívica de la República, la existencia de los valores que custodian lo más grande que esta tierra tiene: su pueblo. Y dentro de ese pueblo, que este 17 de octubre, marque, en la historia del justicialismo, el nombre de Eva Perón, porque ella, con su humildad y con su grandeza, personifica a la mujer del pueblo argentino. ...................
1951-10-23
A oficiales superiores, jefes y oficiales de la FFAA de la Nación :
Señores: Hace pocos días, con motivo de una ceremonia en el Colegio Militar, tuve oportunidad de conversar con un grupo de oficiales en ese instituto. En esa conversación comenté algunos de los problemas que nuestro país debe enfrentar actualmente en los distintos órdenes. Los señores ministros de las fuerzas armadas creyeron del caso -y así me lo hicieron saber- realizar esta conversación en esta casa para ampliar el núcleo de los señores que participaron de la citada reunión, invitando a los señores jefes y oficiales de la Marina de Guerra y a los señores jefes y oficiales de la Aeronáutica que no habían asistido a la misma. En ese sentido, yo no solamente no tengo ningún inconveniente, sino que tengo un gran placer en hacerlo. Yo me he encargado desde que estoy en el gobierno, de hablar a menudo con el propio pueblo de la República, para enterarlo de la marcha de la Nación, porque considero que él tiene el derecho honorable de saber cómo andan los asuntos de Estado. Yo he sido uno de los que han propiciado la idea de que el pueblo siga con ese interés por la cosa pública. Cuando yo me hice cargo del gobierno, grandes sectores del pueblo estaban totalmente desentendidos de la cosa pública. Creo que es esa una desviación peligrosa dentro de la Nación. Cuando el último ciudadano de la República se interese por la cosa pública, el país está salvado. De lo contrario, cuando los ciudadanos se desentienden de la cosa general, de la Nación, el país va camino de la perdición. Por eso siempre me he preocupado y hablo a menudo a la mayor cantidad posible de ciudadanos, como también lo hago directa y sistemáticamente a todos los dirigentes de las grandes agrupaciones populares. Así como a nosotros -los militares- para cumplir una misión de guerra se nos entera de la situación e intención del Comando, y de cuál es el plan a. desarrollar sin el cual no hay unidad de acción, aunque haya unidad de concepción, también la República marcha en una misión, no de combate pero sí de vida, de acción y de laboración de su grandeza y, por consiguiente, ningún ciudadano debe dejar de estar bien en claro sobre la situación, intención y planes que se están ejecutando. Eso yo no lo he realizado entre las fuerzas armadas porque ellas tienen sus comandos naturales, encargados de hacerles llegar todas estas cuestiones. Sin embargo, he considerado muy atinada la idea de los señores ministros al decirme que preferían que yo hablase personalmente. Estos problemas, señores, son para nosotros, los hombres de gobierno, totalmente conocidos. Vivimos en ellos de la mañana a la noche, de manera que cualquier conversación sobre este tópico, es para nosotros sumamente simple y agradable. En primer lugar yo deseo analizar sintéticamente la situación dentro de la cual debemos encuadrar la situación de la República y también elaborar toda nuestra intención y nuestro plan. No es un secreto para nadie que hoy el mundo vive en una lucha permanente y que los incidentes que pueden producirse en cualquiera de los países de la tierra, son el reflejo de la situación internacional. Hoy nada se dilucida en el orden interno del país que no esté tangencialmente tocado por la situación internacional, desde que vivimos cada día una vida de mayor relación entre los pueblos y entre las distintas regiones del mundo. Por eso, analizar cualquier problema en el orden interno sin referirlo al orden internacional, es tratar fragmentariamente una situación. Por eso deseo, señores, en una .síntesis brevísima, referirme a este problema. Terminada la segunda guerra mundial e iniciada, diríamos asÍ, los prolegómenos de la tercera, hemos vivido en esta posguerra última una actuación que presupone indudablemente, no una situación normal en el mundo, sino una situación totalmente anormal. Es la yuxtaposición de una situación de posguerra con otra de preguerra. A todas las interferencias y distorsiones que estas dos situaciones extraordinarias crean a los países están sometidas todas las situaciones y, en consecuencia, hay una influencia siempre directa o indirecta en cada uno de los problemas que tratamos. ¿Cuál es la situación del mundo? Señores: desde que en el mundo se mueven dos grandes zonas de influencia que catalizan no solamente lo político sino también lo social y especialmente lo económico, no hay ningún problema que escape a esas interferencias. Hoy se libra en el mundo una lucha bien simple. La mitad detrás de una cortina de hierro, y la otra mitad detrás de otra cortina, en las que tratan de meter a los pueblos dentro de su esfera de acción para formar las grandes coaliciones de la tercera guerra mundial. Esa es la realidad viviente del mundo que nadie puede tapar, porque no se puede tapar el cielo con un harnero. Eso es lo que esta ocurriendo hoy en el mundo, pero es indudable que dentro de esa situación, los pueblos están luchando por no entrar dentro de las cortinas, porque los pueblos han llegado a la conclusión de que hoy la guerra es siempre un mal negocio para el que la realiza, y que el que gana la guerra pierde en todos los demás sentidos; especialmente significa un retroceso en la grandeza, en la riqueza y en la organización de sus países y en la cohesión de sus pueblos. Esta lucha se realiza entre los pueblos y los gobiernos: Los gobiernos, aferrados por situaciones políticas, por compromisos internacionales, por la defensa de privilegios e intereses de todo orden, están tratando de meter a los pueblos dentro de las grandes agrupaciones que conforman los modernos pactos de coalición para preparar la tercera guerra mundial. Y si no, señores, analicemos cuál es la situación de los cinco continentes del mundo. Empecemos por Europa. En Europa tenemos a España, Francia e Italia; ninguna de las tres quiere la guerra, ninguno de los tres pueblos de estos países desea la guerra. Sus gobiernos están sometidos a una influencia que es la misma que sentimos nosotros aquí, de quien nos quiere llevar, empujándonos paulatinamente, por medio de acuerdos que comparten los gobiernos pero no los pueblos que sufren una serie de influencias a las cuales los gobiernos escapan, en los que se está moviendo aceleradamente una evolución. Por otra parte, en Europa está Europa Central que, escarnecida, vencida y dividida, no piensa sino en su liberación. Allí están, al norte, el Benelux, Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia, que se deslizan suavemente hacia una tercera posición, un tanto problemática por la cercanía de los focos de conflicto. Tienen América.... En el Canadá no se qué pasa. Viaja aceleradamente una princesa, porque comienzan a moverse ciertos sectores y factores que lo están alejando de la posición preconcebida. Triunfan allí tendencias un tanto liberatorias que se ponen en movimiento. En Centroamérica se confederan algunos Estados, pensando que su defensa está en esa confederación. Así vemos a Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica; en Sudamérica se producen un sinnúmero de procesos eleccionarios, todos influenciados por esa razón de atracción hacia las grandes esferas por los países que van siendo empujados en una dirección cuyos pueblos no quieren seguir. Es así que en nuestro país se produce en 1945 una primera elección donde la intervención foránea muestra ya una acción impulsada, dirigida desde el exterior. En Brasil se llama a elecciones y su presidente, que es el representante de un verdadero pueblo que siente y que marcha con esa evolución, gana la elección contra toda la presión del Norte y contra todos los dólares de la Standard Oil, cuyos documentos han sido publicados en los diarios; pero gana el candidato del pueblo. Vale decir, que los pueblos están despertando a una conciencia nueva. El mismo proceso se produce en Bolivia; no se si será el dirigente que mueve esa acción el hombre que representa el sentido público del pueblo, pero vence en una elección contra todas las presiones de todas partes, especialmente del Norte. Viene una segunda elección en la Argentina y se sostiene la misma lucha. En Chile, Ibañez está encendiendo la misma lucha; y va a vencer el pueblo porque está llegando en el mundo la hora de los pueblos. Y aquí vemos el despertar de esos pueblos: ¿quién va a ganar las elecciones? El hombre que represente el sentir y los sentimientos del pueblo; hoy ya se sale de esas esferas de presión y de coacción. En Asia está ocurriendo un fenómeno similar: los pueblos que se mueven detrás de la cortina de hierro tienen sus inquietudes ahogadas en .sangre detrás de esa cortina; pero se mueven esos pueblos. Detrás de la cortina del dólar en Asia, también comienzan a moverse los pueblos: la India ya ha tomado su tercera posición franca y abierta; Corea sigue siendo el centro de fricción; la Indochina representa, para el futuro, la Corea francesa; la Indonesia está levantada; Australia comienza a levantarse de hombros y dice: "No es conflicto nuestro". Irán, Irak, Afganistán, Pakistán, están en abierta rebelión contra el sentimiento de embanderarlos en una lucha que no consideran de ellos. A través del Mar Negro llega esto a todo el Mediano Oriente; Egipto hace cabeza; pero toda la Liga Árabe está ya en la posición de resistir. En el África del Sur, los sudafricanos dicen: "Queremos ser una república; queremos ser libres". Esta situación del mundo está haciendo ver que se produce en esos pueblos una evolución acelerada, y en esa evolución acelerada está la modificación, en mi concepto, en esta etapa que el mundo está viviendo. Este ligero análisis de la situación internacional mundial nos muestra que aquí hay causas profundas, y que uno no puede embanderarse superficialmente en la apreciación de un panorama de conjunto que divide al mundo en dos grandes zonas. "Dentro de una de las dos ha que estar", dicen todo los que a ojo de buen cubero, y sin conocer la situación del mundo, juzgan los problemas internacionales. Es muy fácil, en el café, charlando amablemente con algún amigo que sabe menos que uno, hacer la crítica a toda la situación mundial y resolver la situación del mundo. Otra cosa es estar metido dentro del problema y tener que estudiar día y noche la situación para no dar un paso en falso y que resulte después irremediable en el campo internacional. Dentro de esa situación, también nos movemos nosotros. Eso explicaría una campaña que se desarrolla dentro del país, pero cuya orientación y origen no tiene razón de ser dentro de él, sino que es importada. Esa campaña incide en todos los sectores. En los populares no ha podido entrar y, lógicamente no va a poder entrar porque el pueblo sabe ya la verdad por experiencia. El no lo ha leído en los libros, sino que lo ha sufrido en sus propias espaldas, en su dolor, en su miseria y en su hambre, y esos son maestros que enseñan y enseñan para siempre. De ahí que en las esferas populares este tipo de campaña no puede cuajar ni puede entrar. Aquí en la República Argentina, tenemos todo el encadenamiento de esa campaña. Comenzó con Braden en 1945, cuando era embajador de los Estados Unidos. Se embanderó directamente en la campaña política interna de nuestro país donde por ser un país extraordinariamente civilizado no le pasó lo que le hubiera pasado en cualquier otra parte. De Braden pasó a Griffiths, quien fue expulsado siguiendo en Montevideo su campaña mediante la cooperación de algunos traidores que siempre existen y que se prestan a servir causas exteriores, cuando tienen la causa interna de la Nación y que es su obligación primordial defender. Se inicia después desde México, un plan Benson que se pretendió negar con una aclaración que no aclaraba nada y que, por otra parte, era mentira. Es indudable que nuestro país, colocado en una posición de soberanía tiene que soportar el embate de los colonialistas. Esta es la historia del mundo. La solución nuestra, enfrentando el colonialismo internacional es la más difícil. A mí me sería mucho más fácil entregar el país de nuevo al extranjero y de esa manera yo no tendría ningún problema, ni mi gobierno tendría tampoco, ningún problema. El problema lo tendría el pueblo que volvería otra vez a lo de antes. Señores: sería largo historiar todo esto, y además los que leen los diarios, saben cómo la campaña se ha ido desarrollando e incidiendo en todos los sectores. Es una campaña publicitaria hecha para los tontos que, sin pensar, aceptan todo lo que viene escrito en letras de molde; hecha para los pueblos primitivos, para los pueblos salvajes, y los que aceptan esto, confiesan un cierto grado de salvajismo, porque el discernimiento es la herramienta de los pueblos evolucionados y la aceptación lisa y llana de las cosas es más de los pueblos salvajes que de los civilizados. Estas campañas hechas para los "nativos", como nos calificaban a nosotros en algunas metrópolis del mundo, tienen sin embargo, su efecto. Esa campaña panfletaria está dirigida a todos los sectores. A mí también me llegan los panfletos. Es un trabajo hecho sobre las familias, en las reuniones y en todas, esas cosas... Pero, no es una cosa nueva, no se realiza solamente en la República Argentina. Esa campaña de rumores, de provocación, de disociación, de intimidación, es un plan común que se aplica en todos los países. Los informes que nos llegan de Venezuela, son exactamente iguales; hay un plan que se cumple, un programa de mala gente que lo lleva a cabo tanto aquí como en el Brasil, en Chile y en cualquier otra parte. Ni siquiera lo adaptan a cada país. Es igual que uno de esos formularios de órdenes que llenamos los militares y en los cuales todo viene preparado. Ese esquematismo y practicabilidad común es lo mismo que observamos aquí. Señores: eso va evolucionando. Hoy se trata de colocar a las fuerzas de la organización del trabajo frente a las fuerzas armadas, diciendo que tiene más capacidad para el gobierno la CGT, que el Ejército, la Marina o la Aeronáutica. Pero ¿alguien lo cree? Son fuerzas del pueblo y, en consecuencia, yo tengo la obligación de atenderlas con la misma dedicación y entusiasmo a una que otra. ¿Por qué he de tratar de meter las fuerzas armadas frente a la GGT? Eso obedece a una campaña dirigida. Me decían el otro día que un oficial recibió por teléfono una orden diciendo: "de parte de la CGT, que vaya bien afeitado, bien vestido". Y el oficial -me, decían- recibió la orden medio asustado. ¡Hay que ver las palabras que le hubiera dicho yo al que hablaba, si hubiera recibido la orden! Toda esa campaña insistentemente realizada, señores, está poniendo en evidencia una cosa clara: bombas en el Consejo Supremo y al presidente del Consejo, y, señores, toda esa urdimbre de cosas. Hoy, la campaña ya incide en otra forma: con motivo del movimiento del 28 de septiembre tratan de poner a los jefes y oficiales de una tendencia o de otra, uno frente a otro, tanto en el Ejército, como en la Marina, como en la Aeronáutica. Toda esa acción, señores, es dirigida o conducida por una organización, que, lo triste, es que se paga con dólares, y, lo más triste, es que hay gente que se presta mediante esos dólares a secundar esa campaña. Señores: yo no deseo insistir en este aspecto de la política internacional. Indudablemente estamos suficientemente preparados y organizados para que nada de eso tenga éxito, pero debemos encauzar y afrontar perfectamente esa situación para no caer en los engaños que pueden producir acciones como las del 28 de septiembre, acciones que no tendrán ningún éxito, porque, señores, yo he aprendido a lo largo de mis 40 años de servicio que cuando hay 50 hombres decididos a hacerse matar, las revoluciones en este país no triunfan, ¡y nosotros somos muchos más de 50 los que estamos decididos a hacemos matar! De manera que no creo que pueda tener éxito ningún movimiento de ese tipo que se inicie en cualquier sector, y menos los movimientos de civiles armados que según dicen algunos pueden producirse dentro de la Capital con plena acción. A esos movimientos nosotros les vamos a oponer otro movimiento. De modo que no me preocupa esa situación. Me preocupa la disciplina; me preocupa el cumplimiento del deber de cada uno de los ciudadanos argentinos, porque yo no creo que solamente los hombres del Ejército, la Marina y la Aeronáutica tengan una función que cumplir. No creo que sólo ellos tengan la responsabilidad de la defensa del país. La responsabilidad de la defensa del país la tiene hasta el último ciudadano que vive en él, cuya función según la Constitución es armarse en defensa de la Nación. Y cuando se notan acciones externas como las que estamos sufriendo nosotros, la causa interna pasa a ser una causa internacional, y, si bien en nuestro país nadie levantará un soldado para ir a pelear a otro país, el que ponga un pie en nuestro territorio, antes que ponga el otro ¡tendrá que matar muchos millones de argentinos! Eso se los aseguro de la manera más absoluta. ¿Cuál es el problema serio que .nosotros hemos enfrentado con el gobierno y cuál es nuestro punto de vista? Señores, no hay duda que el pueblo argentino, como todos los pueblos del mundo, viene luchando hace muchos años por establecer una real democracia, donde la libertad sea efectiva y donde la justicia sea auténtica. ¿Cuál es la historia de la justicia y de la libertad en el mundo? La conocemos perfectamente bien. Desde el año 1815, cuando terminó el Congreso de Viena, hasta 1914, en que se inició la primera guerra mundial, el mundo vivió en paz con una justicia y una libertad soportables, pero engendró durante esa larga etapa de paz distintas ideologías y distintas escuelas, que marchaban también tras la quimera de la justicia y de la libertad que anhelan los pueblos. En 1914 se hizo la guerra y durante cinco años se desarrolló una lucha sin precedentes en el mundo; nos dijeron a todos los pueblos que esa lucha era por la justicia y la libertad y nosotros aceptamos que podía ser por la justicia y la libertad, que ya en 1914 se ponía en duda. Pero terminó la primera guerra y la justicia y la libertad quedaron igual en el mundo que antes de esa guerra. Después hemos sabido que esa guerra no se hizo ni por la justicia, ni por la libertad, sino porque Alemania tenía una industria que producía a menor costo y estaba inundando los mercados importadores del mundo y tenía una marina mercante que podía distribuir esa manufactura y una marina de guerra que la podía custodiar. Y a nosotros nos han hecho creer que la lucha había sido por la justicia y la libertad. Pasan veinte años y se inicia la segunda guerra mundial. También nos dijeron que era por la justicia y la libertad y nosotros lo volvimos a creer. Terminó la segunda guerra y la mitad del mundo quedó detrás de la cortina de hierro, cuya justicia y libertad todos conocemos; y la otra mitad del mundo quedó detrás de la cortina del dólar, cuya justicia y libertad también conocemos. ¿Entonces, de qué justicia y libertad nos hablan? Durante cuarenta años el mundo ha peleado por esa justicia y libertad, que no llegaron nunca. ¿No habrá llegado el momento en que cada país por su cuenta haya de fabricarse su propia justicia y libertad, de acuerdo con su manera de sentir y de pensar? Esto es lo que hemos hecho nosotros. ¿Pero es que aquí no se puede fabricar, en el propio país, la justicia y la libertad? De acuerdo con los cánones y obligaciones de la política internacional, hay que importarlas, "made" en una parte o "made" en otra parte, pero no podemos fabricar nuestra propia justicia y libertad, porque si no, pasamos a ser réprobos, somos fascistas o comunistas, porque la libertad que nosotros sostenemos no es la libertad que les gusta a los patrones del mundo. Si se habla de democracia, si se habla de respeto a la libre determinación de los pueblos, es menester aceptar la justicia y la libertad como los pueblos las quieren y no como se las quieren dar envasadas en una u otra parte del mundo. Por otra parte, señores, vemos cuál es la justicia y la libertad que reina en otros lugares, y, francamente, analizando la justicia que existe en mi país no tengo ninguna envidia. No será, perfecta, pero, la de aquéllos no es ciertamente mejor que la nuestra. Desde este punto de vista, nosotros pensamos que no puede haber justicia ni libertad, si ellas no se desenvuelven dentro de países que aseguren una justicia social, una independencia económica y una soberanía política de la Nación. Sin esos tres factores, la libertad y la justicia, como la democracia misma serán un mito, serán un cuento para los ingenuos, y ya en el mundo no van quedando ingenuos. Los pueblos no se conforman con una distribución de noticias más o menos inteligentes, ni con una acción publicitaria más o menos eficaz. Los pueblos piensan y evolucionan, dentro de sí, y esa evolución es la que está ofreciendo la Argentina. Por eso vemos que ya ha comenzado a ser una regla que no gana el caballo del comisario en las elecciones del país; que ya los "nativos" comienzan a pensar en su propio destino y a tener la pretensión de tomar el gobierno en sus propias manos, fenómeno que va siendo demasiado general para no tenerlo en cuenta. Es indiscutible que cuando uno piensa así, tiene que enfrentar un problema, porque en la lucha en que el mundo se desenvuelve, el que se pone a favor de su pueblo tiene que soportar la acción contraria en el orden internacional y, contrariamente, el que se pone a favor de ese orden internacional, tiene que enfrentar la lucha de su pueblo. Tal es la disyuntiva de todos los gobernantes. Se imaginan ustedes que en este sentido creo que, ni la dignidad de la Nación, ni su soberanía, ni la necesidad de su independencia económica, nos puede colocar a nosotros frente a la República, sino que nos obligan a ponernos mirando como mira el pueblo de la República. Les aseguro que en eso, no he de dar un paso atrás, cualquiera sea la circunstancia. Tengo una misión que cumplir y la he de cumplir a cualquier precio. Mi determinación es tan absolutamente definitiva que no tengo lugar a dudas en la elección. Estoy donde estoy para la defensa de mi pueblo, y no para servir los intereses de ningún país de la tierra que no sea el mío. ¿Cómo encaramos nosotros esa acción que hay que realizar para cumplir el objetivo fundamental y enfrentar esa lucha que lógicamente teníamos que enfrentar? Lo primero que se necesita cuando se deben realizar esas dos cosas, es tener una fuerza organizada y, desgraciadamente, yo recibí un país completamente desorganizado empezando por el gobierno. Cuando llegué a la Casa Rosada, y pregunté cuál era la organización interna de la misma, me encontré con el siguiente panorama: había allí un presidente, un jefe de despacho que me traía los decretos y se ponía detrás mío y me decía "media firma" o "firma entera". No existía un archivo; desde hacía más de quince años el Archivo General de la Nación teñía los anaqueles vacíos. Los decretos venían en los expedientes, allí se firmaban y volvían al Ministerio. En el camino se le cambiaban los nombres muchas veces. Había, además, un jefe de la Casa Militar, con sus edecanes, para recibir a las visitas; un secretario privado para contestar las cartas de los amigos y un secretario político que repartía los puestos públicos. Esa era toda la organización gubernamental de la República Argentina. Fue necesario montar todo un instrumento orgánico para poder concebir los distintos problemas y planificar toda la acción de gobierno. Y me lo explico: el gobierno de antes no era necesario que estuviese organizado, porque no se gobernaba desde allí; porque si hubiera sido necesario gobernar desde allí ya hubieran pensado sobre la necesidad de contar con una organización, porque no es posible gobernar un país sin tener por lo menos un plan de gobierno. Nosotros hemos investigado hasta Cornelio Saavedra y no hemos encontrado ningún plan de gobierno existente ni realizado. Si ha existido, habrá sido, en la imaginación de alguno, pero en el archivo, no existe absolutamente ningún antecedente. Señores: que es necesaria esa organización lo saben ustedes tan bien como yo. Entregarle a un presidente de la República una Nación para gobernar sin que esté organizada, sería como entregarle a un general, en globo, todos los hombres, los fusiles, los materiales y decirle: "Bueno, conduzca a este ejército". ¡Si no lo organizan, cómo lo va a conducir! ¿Cómo es posible conducir lo inorgánico, señores? Hemos debido realizar una tarea verdaderamente ciclópea para poder organizar un gobierno centralizado para concebir, un estado descentralizado para ejecutar y un pueblo organizado, para que pueda marchar todo en una misma dirección, trabajo, señores, que cuesta mucho, porque es muy fácil, decirlo, pero es muy difícil hacerlo. Esa organización hay que realizarla, no como algunos hacen, poniendo un gran papel y llenando allí los cuadritos o los agujeritos colocando un nombré adentro, porque con eso no anda el organismo. Es como esos cuadros muy lindos que vemos cuando nos enseñan fisiología, en donde apreciamos el cuerpo humano; pero eso no funciona, lo qué funciona es el hombre, no el cuadro. De la misma manera, esa organización bonita no anda, lo que anda es el lugar donde los organismos deben funcionar y deben marchar; Señores: esa fue nuestra primera gran tarea: la organización. Ustedes no pueden tener una idea de ello, porque las instituciones militares han estado generalmente organizadas y han vivido dentro de la organización. Pero lo demás en el país estaba total y absolutamente desorganizado. Ustedes mismos saben, señores, y en eso yo tengo una total liberación de conciencia, que he dado, tanto al ejército, como a la aeronáutica y a la marina, todo lo que ellos necesitaban. Todo, señores. A ninguno le he dicho: "No, eso no se puede hacer". Pusieron en nuestro Plan Quinquenal todas las necesidades y para ellas se les dieron todos los medios. Si no se hicieron, hemos de culpar a esos organismo que no lo realizaron, no al gobierno, porque el gobierno la única obligación que tiene es poner los medios a su disposición; son las instituciones las que tienen que cumplir su programa. Si perdieron el tiempo, si dejaron incendiarse en sus depósitos lo que compraron, eso no es culpa del gobierno sino de los jefes que no han sabido cumplir con su misión. Señores: en este sentido, estoy muy satisfecho. Se ha mecanizado totalmente al ejército, con un esfuerzo que es realmente admirable. Desde 1946 hasta nuestros días, el ejército ha cambiado en forma absoluta. La aeronáutica ha tenido lo indispensable para trabajar, y la marina, ha contado con todos los medios que necesitó. Ahora, cómo lo combinaron, que adquirieron, que esfuerzo realizaron, eso hay que cargárselo a la cuenta de las propias instituciones que debían realizar su propio trabajo con sus propios organismos. Los estados mayores han sido creados para eso. A mí señores, me competía otra función, que era la conducción del total de la Nación. Poniendo los medios a disposición de las instituciones, sabía que ellas, mediante sus organismos, iban a evolucionar. El pueblo es objeto de la directa conducción del gobierno. Para nosotros la solución del problema no era un problema parcial. Había que resolver el problema de la República Argentina dentro de la situación del mundo porque no queríamos solución para un año, ni para dos, ni para cinco; queríamos una solución de largo alcance. En consecuencia, había que resolver ideológicamente un problema, porque el problema del mundo en estos días es eminentemente ideológico. No podíamos estar en uno u otro sectarismo, embanderados en tendencias que no son las nuestras, y que nuestro pueblo no comparte. Son ideologías que fijan ya sistemas caducos en el mundo, que se esfuerzan y que luchan por subsistir pero que no sobrevivirán en lo futuro, porque la evolución va a arrasar con ellas en una forma violenta o en una forma incruenta, pero las va a arrasar. Yo traté de colocar a la República dentro de esa evolución, en el plano que más convenía a nuestra posición y a las aspiraciones de nuestro pueblo, no embanderándolo en ninguna de las tendencias ni de los sectores en que el mundo se mueve. Es así como surgió nuestra, doctrina, totalmente distinta a todas las otras doctrinas subsistentes en el mundo; porque nuestro pueblo es completamente distinto a los demás pueblos, y que esa doctrina ha tenido aceptación en el pueblo, se podrá comprobar esperando el 11 de noviembre próximo o mirando hacia atrás, el 24 de febrero, para saber qué es lo que el pueblo prefiere. Yo no le he ofrecido más que realizaciones dentro de esa doctrina, y si el pueblo está conforme, ¿quién tiene que decir que no? Dentro de esa doctrina, se empezó a concretar una solución social, desde el año 1944. No era un secreto para nadie que la lucha que se empeñaba en esos momentos, era una lucha abierta contra la penetración comunista. ¿Cómo había que lucharlo al comunismo? Algunos creen que hay que recurrir a la policía; otros creen que debe hacerse con la prédica, y no falta quien crea que debe hacerse con la guerra. Naturalmente, todos son sistemas, pero, evidentemente ineficaces. Al comunismo no hay que lucharlo en forma directa, sino que hay que hacerlo indirectamente. Combatiendo a la miseria y la injusticia, que es lo que provocan el comunismo, es la mejor manera de batirlo. Pretendiendo dominar la injusticia con otra injusticia mayor, no se llega a ningún puerto. Por algo Dios ha dado al hombre el discernimiento. La fuerza primaria aplicada violentamente, caracteriza la mentalidad del bruto, y nosotros creemos que no es con esa mentalidad con que se va adelante. Hemos tratado de poner remedio a numerosos males, con un resultado que hago siempre resaltar aún a las propias fuerzas que "se dicen" perjudicadas con nuestro sistema. La verdad es que cuando yo reúno a grandes sectores populares y les pregunto si están conformes con los salarios que ganan, me contestan afirmativamente. Y cuando reúno a industriales, comerciantes y productores, y les pregunto si están conformes ahora que ganan diez veces lo que ganaban antes, también me contestan que si. Entonces, ¿cuál es la macana que yo he hecho? Los obreros están contentos y los patrones también porque ganan diez veces más que antes. Por consiguiente, no se pelean y se están poniendo de acuerdo y marchan en orden. ¿Cuáles son entonces, los errores cometidos en esta, nueva política que nosotros hemos instaurado en el país? Cuando yo me hice cargo del Departamento Nacional del Trabajo, el 70 % de los dirigentes eran comunistas. No había ningún acto en que el pueblo argentino no llevase la bandera roja y cantara la Internacional; hoy, en la dirección sindical del país no existe un solo comunista, y se canta el Himno, y se lleva la bandera argentina. Si hay algún argentino a quien no le satisfaga este cambio, la culpa no es mía: yo he hecho lo que debe hacer un argentino. ¿Que con eso empezó una reforma social? Y... señores. ¿Que esa reforma social trajo inicialmente algún desequilibrio? Sí, señores; yo no he visto nunca a nadie que haga una tortilla sin romper algunos huevos. Y para arreglar y reformar una situación que no tenía arreglo en el mundo, no creo que lo pudiéramos hacer con palabras y consejos: eso hay que hacerlo con una acción decidida y tenaz que haga desaparecer las causas para que desaparezcan los efectos; porque estos problemas no se arreglan con .aspirina: hay que ir a algo más profundo; hay que cortar muchas veces profundamente para extirpar el mal en sus' verdaderos orígenes. Dicen muchos productores industriales y comerciantes que esa reforma social la pagaron ellos: ¡mienten! Ellos no pagaron nada de eso, porque ganaron con eso más que antes; yo tengo los impuestos a los réditos y las declaraciones juradas de cuánto ganaron antes y de cuánto ganan ahora, y yo sé la verdad. Aunque las declaraciones no dicen toda la verdad; dicen mucho menos de la verdad jurada. Esa reforma fue la que produjo naturalmente el desequilibrio. Cuándo llegué al gobierno en 1946, ¿cuál fue el panorama que encontré? Lo primero que hice fue pedir el balance que lógicamente se lleva en todas las contabilidades, tanto personales como estatales. Cuando me .trajeron el estado, resultó un balance que tenía solamente el Debe: el Haber estaba en blanco, porque en este país no se habla realizado hasta entonces ni siquiera un inventario del haber patrimonial del Estado. Sabíamos, cuánto debíamos, pero no sabíamos cuánto teníamos: una contabilidad sui géneris. En ese sector del Debe encontré una deuda externa de 6.500 millones de pesos; ordenamos hacer el inventario del haber patrimonial, que alcanzó, .más o menos en 1947 a 40.000 millones de pesos: eran las propiedades y bienes del Estado, valuados por su valor histórico. Frente a eso, teníamos una deuda externa de 6.500 millones y una deuda interna que pasaba los diez mil millones. Después, de apreciar ese Estado, pensé en lo que tenía que realizar; y empecé a confeccionar entonces el primer plan quinquenal, para entregado luego a la planificación de los técnicos. ¿Qué anoté en ese primer plan quinquenal? El primer artículo era: hay que arreglar la situación económica; porque ese andamiaje de la justicia social levantado sin un cimiento económico, era una amenaza permanente de que se viniese abajo y nos aplastase a todos los que habíamos intervenido en su construcción. ¿Cómo arreglar la situación económica? Para arreglar la situación económica, lo primero que hay que tener es el gobierno económico. ¿Y qué pasaba en el gobierno económico de la República? Que ahí gobernaban todos, menos la República. ¿Y cómo íbamos a arreglar el problema si no teníamos en nuestras manos la palanca que podía mover la economía de la Nación? Observen ustedes cuales son esas palancas: los transportes terrestres, mediante los cuales se fija toda la política económica interna; la importación y la exportación, dos palancas que mueven la política económica internacional; los transportes de ultramar, que son en último análisis los que fijan los precios -en el mundo moderno los precios son fijados por los transportadores-; y un sistema financiero que permita al gobierno accionar sobre todos los valores financieros del Estado. Los transportes terrestres estaban en manos de consorcios ingleses; no los ferrocarriles, como creen algunos: todos, señores, todos los transportes, desde la Corporación de Buenos Aires hasta las empresas de ómnibus, microómnibus, camiones, empresas de equipajes, Villalonga, Furlong, todo eso estaba acaparado en un solo gran consorcio internacional. La importación era de tres consorcios internacionales con sede en Londres. La exportación estaba en manos de tres testaferros cuyas casas centrales estaban también en Londres. ¡Que casualidad todo esto!, ¿verdad? La marina mercante correspondía a dos grandes consorcios, uno americano y otro inglés: El Banco Central, señores, estaba formado por dos directores nombrados por el gobierno y seis nombrados por los bancos extranjeros de plaza. Dentro de su directorio había tres directores argentinos que no sabían hablar el castellano. Y esos eran los que manejaban toda la emisión fiduciaria, controlaban los valores de plaza, establecían todo el régimen del crédito y custodiaban el oro de la Nación Argentina. Y nosotros, teniendo más de cien mil hombres sobre las armas, debíamos tener a cuatro o extranjeros para que cuidaran la riqueza de la Nación. ¡Y decíamos que la economía argentina era floreciente y magnífica! Señores: de cualquier país del mundo, por poderoso que sea, ustedes me dan esas cinco palancas y yo les regalo todo lo demás, porque a ese país lo manejo yo. Eso era lo que sucedía en la República Argentina. ¡Qué iba a gobernar el gobierno! ¡Eso era un cuento chino, señores! El gobierno no se gobernaba ni a sí mismo, porque incluso al gobierno lo gobernaban y a nosotros se nos llenaba la boca con la soberanía argentina, con la dignidad de la Nación y con todas esas frases hechas que tanto conocemos, que estaban en todas las bocas pero en muy pocos de los corazones. Me dirán ustedes: "Bien, ¿y usted qué hizo? Yo les voy a decir qué hicimos. Primero nacionalizamos el Banco Central, convirtiendo ese directorio en manos de los consorcios internacionales en un instrumento de la Nación, convirtiendo a todos los bancos de plaza en instrumentos de redescuento de ese Banco Central. De manera que durante la noche ni les dejamos la plata en sus arcas, porque la pasan al Banco Central, que es la única manera de manejar las finanzas argentinas. El segundo paso era recuperar para el país todo aquello que había sido vendido a los consorcios extranjeros. Y en eso entraban los ferrocarriles, todos los transportes terrestres, gran parte de los transportes aéreos, los transportes marítimos, el gas, los teléfonos, en fin, señores, todo: elevadores, el puerto de Buenos Aires, que de aquí para allá era inglés, el puerto de Rosario, el de San Nicolás, el de La Plata, todo, señores, todo. ¿Pero qué imponía eso? La recuperación imponía un desembolso superior a los quince mil millones de pesos, porque a esta gente había que pagarles y que se fueran, porque si quedaban aquí siempre eran peligrosos. De manera que de cualquier modo había que hacer quince mil millones para comprar todo eso, y recuperar para el país lo que nunca debió haber sido vendido. Pero, señores, teníamos otro grave problema. Además de esa recuperación nacional, que implicaba la independencia económica, o gran parte de ella, era menester también reponer toda la maquinaria industrial, que en cinco años de guerra se había casi exterminado y que si no lo hubiéramos hecho entonces, tendríamos hoy la mitad de nuestra industria parada y la mitad de nuestros obreros desocupados. Eso imponía, de acuerdo con los cálculos del Consejo Nacional de Posguerra, diez mil millones, que con los quince mil anteriores ya formaban veinticinco mil millones de pesos. Pero había que reactivar la economía, había que dar trabajo a una cantidad de desocupados que existía en nuestro país, donde estaba todo por hacerse y la mitad de la gente estaba desocupada. En consecuencia, había que planear esa reactivación, para levantar los valores fundamentales que pusieran en marcha un país detenido, detenido al nacer. ¿Qué hicimos para ello? El Plan Quinquenal; la realización de las obras públicas, muchas reditivas y pocas no reditivas. ¿Eso qué representaba? Nosotros calculamos unos seis mil millones, pero en, realidad representó más de quince mil millones. Ya con esto vamos llegando a los 40 mil millones. Sobre eso había que pagar la deuda externa, con lo que eran ya 46 mil quinientos millones. Además, había que consolidar la reforma social, capitalizando cajas, creando los seguros en los institutos, creando los bancos, el Industrial, etcétera, seguros, reaseguros, para no ser tributarios en los famosos envíos financieros al exterior, que sumaban más de cinco mil millones por año. Todo eso imponía, pues, otros cinco mil millones, con lo que llegaríamos a 51 mil quinientos millones de pesos. Ahora, me dirán ustedes: cómo se pudo hacer frente a esa cantidad para poder cumplir el programa, que si lo hubiéramos anunciado hace diez años hubieran dicho que éramos locos. ¿Para hacer frente a esos 50 y un mil quinientos millones, qué teníamos? Solamente nuestra buena voluntad y una deuda de seis mil millones en el debe de nuestro balance. El haber seguía en blanco. Esa era la situación. Me dirán ustedes cómo resolvimos el problema. De la única manera que se pueden resolver los problemas económicos cuando no se tiene un centavo y hay que hacerlo. Con habilidad, porque cuando no hay plata tiene que haber habilidad y, si no, uno se hunde. Los países, como los hombres, se enriquecen con buenos negocios y se funden cuando hacen malos negocios. En consecuencia, había una sola solución: que el país hiciese buenos negocios y, afortunadamente, los hicimos. Cuando la "contra" decía que no aguantábamos seis meses, yo miraba esa situación y aunque no estaba tan seguro como ellos que no aguantábamos seis meses, tenía mis dudas. ¿En qué consistieron esos buenos negocios? En dos sectores. Haciendo la recuperación por ese valor de quince mil millones sin gastar los quince mil millones, sin un centavo. ¿Cómo se hizo? Yo les daré un ejemplo. Lo primero que había que recuperar eran los transportes; y de ellos, los ferrocarriles, que eran un problema, no .solamente de necesidad, sino de dignidad para los argentinos. Ese problema nos colocaba a la altura de los habitantes del Congo: allí se encuentran en la misma situación de tener los transportes en manos de fuerzas extranjeras. ¿Cómo conseguimos comprar los ferrocarriles? Hicimos venir una comisión, para tratar su venta: vino la comisión; cuando le pedimos precio, nos dijeron ocho mil millones de pesos. Nosotros habíamos hecho valuar eso por nuestros técnicos, y al valor histórico se calculaba en 6.000 millones de pesos. Nos hicieron llegar, por cuerda separada un ofrecimiento de una comisión de 300 millones de pesos si los comprábamos por 6.000, a pesar de que los vendían a 8.000 millones... Está vivo Miguel Miranda, que es a quien le hicieron el ofrecimiento. Ofrecimos mil millones, nosotros; se enojaron los de la comisión, y se fueron a Inglaterra. Se produjeron algunas "cosas" en los ferrocarriles: la gente empezó a trabajar a reglamento. Llegaron a perder tres millones por día. Los ingleses vinieron en seguida a ver de qué se trataba, y, regateando; les sacamos los ferrocarriles por 2.029 millones de pesos. Pero había que pagar los 2.029 millones. Nosotros hicimos el tratado Andes, en el cual pusimos una cláusula que especificaba que si mantenían la convertibilidad de la libra pagábamos con los fondos bloqueados y congelados en Londres, y si no mantenían la convertibilidad, no pagábamos con esos fondos: pagaríamos de otra manera. Los ingleses decretaron, seis meses después, la inconvertibilidad de la libra; nosotros teníamos ya en nuestro poder los ferrocarriles, y no había medio de pagarlos. Entonces, se vinieron en seguida: hicieron un acuerdo nuevo y se los pagamos en trigo; los ingleses se comieron sus ferrocarriles en un solo año. Ese pago en trigo representaba para nosotros la solución de la financiación de los ferrocarriles. Había que pagar 2.029 millones: no teníamos un centavo; teníamos un poco de trigo de la cosecha de ese año. Los pagamos con trigo que nosotros tomábamos a 20 pesos a los agricultores que se quedaban contentos, porque antes les pagaban seis y lo vendíamos a los ingleses a 60 pesos. Vale decir, que pagamos el 33 %, o un tercio de los 2.029 millones: son más o menos 670 millones. Pero había que pagarlos: tampoco los teníamos. ¿Qué hicimos nosotros? Emitimos, por 670 millones. Pero como en el contrato pusimos con los ferrocarriles los bienes directos e indirectos, vinieron 23.000 propiedades no ferroviarias que pertenecían a la compañía inglesa de ferrocarriles. Entre esas estaba todo el puerto Dock Sur, estancias, pueblos enteros, leguas a lo largo de las líneas de ferrocarriles de la concesión inicial, compañías fruteras, todas las compañías de ómnibus del país, Furlong, Villalonga, en fin, veintitrés mil propiedades. De esas veintitrés mil propiedades vendimos unos cuantos miles y sacamos 2.000 millones, con lo cual pagamos los 670 millones de la emisión, y 1.400 y tantos nos guardamos en el bolsillo: eso costaron los ferrocarriles adquiridos por la República Argentina. En forma similar compramos las demás cosas que adquirimos. Eso lo hicimos con habilidad, nada más; porque no teníamos dinero. Bien: dirán ustedes esto lo compraron sin pagar, ¿cómo hicieron lo demás que había que pagar con dinero? Con otros buenos negocios. En 1946 se nos presentó a nosotros la necesidad de reponer toda la maquinaria industrial que representaba en dinero el desembolso inmediato y el pago al contado de 10 mil millones de pesos. Se nos presentó la realización del plan quinquenal que llegaba a 15 mil millones de pesos, y, todo eso, no lo podíamos hacer como compramos los ferrocarriles o construimos otras cosas. Había que buscar el dinero. Bien, nosotros no lo hubiéramos podido hacer si hubiéramos querido realizar todo ese programa con la plata que teníamos. ¡Qué íbamos a realizar! Pero, en el 46' nos reunimos con hombres de negocios, de negocios sobre todo, porque lo que nosotros teníamos que hacer eran negocios, y, para esto, a menudo, los que más sirven son los hombres de negocios. Bien, estudiamos la situación del mundo en el orden económico durante varios días, como en un cuartel general; comíamos un sandwich al mediodía y nos arreglábamos a la tarde con unos huevos fritos, y después seguíamos a la noche hasta estudiar perfectamente la situación. De ese estudio nosotros sacamos en conclusión dos elementos que nos sirvieron para afirmar toda nuestra acción económica aún en el orden internacional: primero, que en el mundo se iba a producir una extraordinaria inflación; segundo, que cómo consecuencia de ello se iba a producir la desvalorización general de todas las monedas. Señores: era lógico pensarlo. Cuando terminan las guerras llega la parte más difícil de las mismas, que es pagarlas. La posguerra es el momento de empezar a pagar las guerras, y las guerras se han pagado siempre de la misma manera señores: emitiendo moneda; bajando el valor de la moneda y pagando con papeles. Esa es la solución que han encontrado todos los países, vencidos o vencedores. En esta guerra no había por qué pensar que se iba a producir lo mismo. En ese momento, nosotros teníamos divisas, teníamos cosechas florecientes, teníamos oro. ¿Entonces qué pensamos? Cuando todas las monedas del mundo se vengan abajo o pierdan su valor, los bienes de capital adquirirán un valor inversamente proporcional a la desvalorización de la propia moneda. Porque el fenómeno económico es siempre el mismo: desvalorización monetaria, valorización de los bienes de capital, que representan la realidad, el valor, el verdadero valor de su propia moneda. Bien, eso lo previmos nosotros en el 46'. Y entonces nos decidimos, que es una de las cosas que a menudo no hacen los gobiernos: decidirse. Están indecisos y no realizan nada. Nosotros juzgamos esto como una batalla: o vencer aniquilando o ser aniquilados. Todavía en la historia del mundo no se ha descubierto para la decisión otra conclusión: o uno vence o lo vencen. Si se expone a ser aniquilado puede aniquilar, pero, aquel que no quiere exponerse a aniquilar a otro, tampoco llega nunca a ninguna conclusión aceptable. Así hicimos nosotros. Dijimos: si esto se produce, esta es nuestra gran oportunidad. Todas esas divisas, todo ese oro, todas las cosechas, yo ordené venderlas inmediatamente, cambiándolas por bienes de capital. Se trataba de que, cuando viniera la desvalorización total de la moneda, no nos agarrase ni con un solo signo monetario en nuestros bolsillos. Fue cuando en un solo día nosotros compramos, por teléfono, 60 mil camiones, mil tornapultas, los tanques del ejército, los Gloster Meteors de la Aviación, la Marina Mercante, treinta mil equipos industriales que están en el país en este momento instalándose o instalados para reponer toda nuestra maquinaria, todos los elementos que necesitábamos para el Plan Quinquenal. Es así que el año 1947comienza a llegar al puerto de Buenos Aires lo que habíamos comprado en todas partes del mundo y era cuando decían que nos habíamos vuelto locos, porque en el puerto ya no cabían los cajones. Todos los días me decían que ya no había donde ponerlos y yo les contestaba: "No importa, métalos. arriba, la cosa es que lleguen y que estén en el país". ¿Qué ha pasado desde entonces hasta ahora? Una cosa muy simple. ¡Cada uno de esos camiones que nosotros compramos en seis mil pesos, hoy valen ciento cincuenta mil y el que los tiene, cualquier día los va a vender!; cada tornapunta que compramos en veinticinco mil, hoy vale doscientos cincuenta mil; los tanques del ejército que compramos en veintidós mil quinientos cada uno, hoy no los compra nadie por medio millón de dólares cada uno; los equipos industriales ¿que nosotros pagamos a un dólar el kilo, hoy no se compran por veinte dólares el kilo; nuestros barcos que compramos término medio a un millón y medio de dólares, hoy no los compramos por siete millones de dólares. Calculen, señores, la diferencia de esos precios y tendrán lo que ganó el país en estos cinco años en cada uno de los miles y miles de elementos que se compraron. Por eso fue posible realizar toda la reposición de la maquinaria industrial, por eso fue posible crear una marina mercante, que a algunos se les llena la boca diciendo que es la tercera del mundo, pero también dicen que se ha desequilibrado un poco la economía después de eso. Señores: fue posible realizar todo esto, y mucho más, y de ahí sacamos la plata para realizar el Plan Quinquenal, que representa setenta y seis mil obras distribuidas en todo el país, como el gasoducto a Comodoro Rivadavia, Ezeiza, o una escuelita en Jujuy. Todas son obras comprendidas dentro de las setenta y seis mil, que voy a exponer fotográficamente para que no crean que ésta es una conversación solamente, así como el lugar donde se han realizado cada una de esas obras. Todo eso, señores, ha sido realizado y financiado, habiéndose pagado además toda la deuda externa y consolidado toco el sistema de previsión social. Algunos dicen que si bien se ha hecho todo eso, hay un poco de desequilibrio en la economía. Yo pregunto ¿qué país tiene equilibrada la economía en este momento?; ¿cómo lo hubieran hecho ellos sin desequilibrar la economía? A este respecto yo acostumbro referir un cuento de Discépolo, que es muy objetivo. El dice que tiene un amigo que siempre ve las pequeñas cosas malas dentro de las realizaciones; que un día fueron al circo donde vieron que un equilibrista puso una mesa, arriba de la mesa una silla y sobre la silla una botella; que se paró de cabeza en la botella y con las piernas sostenía, un arpa, que tocaba con las manos. El lo miró al amigo y le dijo: "¿Qué te parece?" El amigo le contestó: "No me gusta como toca el arpa". Después de lo que hemos hecho nosotros, algunos quieren todavía que seamos concertistas, de arpa. Nosotros no tenemos ningún problema económico. Quizá ahora tengamos un boliche, pero es por nuestra cuenta, que es muy distinto que trabajar por cuenta de otro. Algunos dicen: sí, pero no hay dólares. El que dice eso, no solamente demuestra que es poco perspicaz, que tiene poco ojo clínico, sino que además, es un poco animal. Les voy explicar en seguida porqué. El no se ha dado, cuenta de que la carencia de dólares, es porque el gobierno la quiere mantener. Porque en un país que produce lo que produce la Argentina, no puede haber carencia de dólares, cuando el mundo está hambriento y necesitado. Observen porque hay carencia de dólares. Cuando terminó la guerra, más de 15 mil industrias nuevas se habían hecho prósperas durante los 5 años que duró la contienda, pues no venía ninguna mercadería del extranjero. Si cuando yo me hice cargo del gobierno, hubiera abierto la importación, de esas 15 mil industrias 7 mil hubieran quebrado, porque eran industrias antieconómicas. Eran antieconómicas en los precios o en los costos de producción, pero eminentemente económicas en el aporte del trabajo nacional, para no tener que importar mano de obra desde otra parte. ¿Pero, cómo podíamos hacer para proteger esas industrias? Había dos: maneras: creando barreras aduaneras, cosa antipática y que este mundo librecambista y teórico que existe combate en todas partes, y no disponiendo de divisas, crear los permisos de importación para mantener el nivel de los saldos. Entre los dos sistemas elegimos el de no tener dólares, porque, cuando dijeron "vamos a traer 5 mil heladeras eléctricas", nosotros contestamos "no tenemos dólares", y las 5 mil heladeras eléctricas las fabricó Siam Di Tella con material y trabajo argentinos con el agregado que los precios nuestros son ahora más baratos que los de importación. Lo que digo de las heladeras, lo hago extensivo para 50 mil productos distintos, que ya no vienen de afuera sino que se fabrican aquí, dando trabajo a miles y miles de obreros, capacitando a una industria y sirviendo las necesidades del país, para que no nos ocurra lo que nos ocurrió en la primera y segunda guerra. Ustedes preguntarán, ¿cómo se hacen dólares? Cuando el gobierno tiene el manejo económico hace la cantidad de dólares que quiere, si tiene suficiente "estómago" como dicen algunos. Imagínense, le bastaría al que controla el comercio, la producción y la exportación, con preguntar cuantos pares de botines gastan los argentinos por año. Digamos, por ejemplo, doscientos millones de pares por año. Pues bien; yo digo: desde el año que viene gastan cien millones y los pagan el doble, y al pueblo le hago el cuento de la materia prima cara, que en el Brasil vale tanto y en Chile otro tanto, etcétera, porque el pueblo lo cree siempre. De esa manera, saco cien millones de botines gratis que los comercializo en Sudáfrica si quiero libras en Centroamérica o en Estados Unidos que hacen pocos botines o en Inglaterra adonde andan con un par de botines cada dos años. Lo que digo de los botines pueden aplicado a la ropa y a la comida. En otras palabras abrir la exportación. Pero, ¿a costa de qué consigo esos dólares? A costa de la miseria, del hambre y del dolor de nuestro pueblo. Nosotros hemos fijado una orientación distinta: primero queremos que se satisfaga nuestro pueblo y el remanente lo exportamos. Si no salen dólares, paciencia: haremos en el país lo que no podemos traer con los dólares, que nacen, -repito- de la miseria, del hambre y del dolor de nuestro pueblo. Antes de sacrificar en ese sentido a mi pueblo, yo prefiero que nos privemos un poco de la radio, de la televisión y de todas esas otras cosas superfluas. Lo que no es superfluo es el bife que deben comerse todos los días los hombres del pueblo, la ropa que deben tener sus hijos. Para mí esas son necesidades insustituibles, lo demás son lujos de los cuales bien nos podemos privar para bien del pueblo. . Bien, señores. Es lógico, que todo esto obedece a un plan. Nada de esto se puede hacer a ojo de buen cubero, Algunos dicen: "Sí, pero el peso no vale nada en el mercado internacional". Tienen razón. Pero el peso no es una moneda internacional. El peso es una moneda simplemente nacional. Y, que no se cotice afuera... ¿A mí, que me importa que no se cotice? Si yo cuando vendo en los mercados internacionales la producción argentina no la vendo en pesos, ni tampoco, en dólares, señores. El dólar es una unidad de medida, como quien dice un kilo. ¿Por qué? Porque el valor del dólar es un cuento chino. Yo les voy a explicar porque es eso: los americanos dicen "una onza troy en el Banco de Reserva Federal vale 35 dólares". Ustedes van al Banco de Reserva Federal y dicen: "Déme una onza", y paguen los 35 dólares a ver si les dan la onza. No se las dan porque la onza vale cincuenta dólares. Ellos fijan solamente el precio pero no les venden el oro. ¿Qué quiere decir eso? Que el dólar es un valor ficticio como son hoy todas las monedas y toda la circulación fiduciaria que rueda alrededor del mundo bajo el título de dura o de blanda, pero son todos cuentos. Ahora, dicen que un dólar vale 30 pesos. Y, tal vez, en el mercado negro pueda ser cierto; pero como al peso nuestro lo hemos desligado del patrón oro y, en consecuencia, lo hemos desligado del dólar y de la libra, transformando ese signo monetario antes internacional en un servicio público del país, no es absoluto el valor relativo ni con el dólar ni con el oro lo que caracteriza el valor fiduciario del peso. El valor del peso es el poder adquisitivo interno, lo que sirve aquí, lo que el peso sirve para comprar en nuestro país. Y, en eso, yo desafío a cualquier país del mundo, con la moneda más dura del mundo, a ver con un peso en la República Argentina y con un dólar en Nueva York, quién hace más. Me basta preguntar cuánto vale un bife en un restaurante de medio pelo en Nueva York: cinco dólares, que al cambio de treinta equivalen a ciento cincuenta pesos. Con eso me compro una vaca en la República Argentina, no un bife. Eso lo sabe cualquiera que haya viajado por el exterior. El cuento del peso, "valeroso" o de gran valor, diremos así, es cuento viejo del sistema capitalista. Siempre el capitalista dijo a su pueblo: "Cuide el valor del peso, que con ese peso usted se puede construir una casa". Pero lo que no le decían era que iba a correr 20, años atrás del peso y no lo iba a agarrar nunca. Eso no se lo dijeron. ¿Por qué? Porque es muy lindo tener moneda de alto valor sin poder darle al pueblo el poder de acceso necesario al peso. ¿Qué le importa al pueblo lo que vale el peso que está en la Caja de Conversión? Lo que le interesa es que valga el peso que tiene en el bolsillo y sin ese poder de acceso, el valor del peso es una mentira permanente. Nosotros no podemos sometemos a la crítica del sistema capitalista, porque nuestro sistema justicialista es lo inverso de ello. Nosotros hemos cambiado la faz económica y estamos construyendo otra economía de otro tipo, dentro de una concepción teórica totalmente distinta. Ellos tienen la economía al servicio del capital; nosotros tenemos el capital al servicio de la economía. En consecuencia ellos tienen al consumo subordinado a la producción, y nosotros tenemos la producción subordinada al consumo, porque eso es a la vez como un programa, un plan de acción que se va realizando. Ese aumento del poder adquisitivo de las masas que llevó a la producción argentina casi a duplicar lo normal y que la cuadruplicará, ha establecido ese equilibrio. ¿Qué problema vamos a tener por eso? Son tontos los que dicen que tenemos un grave problema económico. Para nosotros, que enfrentamos, en 1946 el problema que les acabo de mencionar, ¿puede ser este un problema grave? Hoy no tenemos ningún problema económico. Lo aseguro de la manera más absoluta. El único problema económico que tiene la Argentina, es el que tienen todos los países del mundo: la falta de materia prima, porque Estados Unidos ha acaparado toda la que hay en el mundo para la guerra: ¿Y con qué le vamos a sacar la materia prima a ellos? ¿Con conversaciones? Hay que producir la propia materia prima y si para eso tenemos que trabajar día y noche y ajustamos el cinto, no uno sino cinco agujeros, habrá que hacerlo, porque ese problema en ninguna parte del mundo tiene solución. La solución vendrá después de la guerra que traerá una deflación terrible, en la que subsistirán más o meno bien los pueblos que tienen comida, y los demás, Dios los libre. El mundo no está en peligro ahora, ni lo estará durante la guerra, sino cuando termine esta guerra que se va a iniciar dentro de unos años, probablemente. Hasta entonces seguiremos en la carrera inflacionista, pero después va a ser la de temer. Si no tenemos problema económico, ¿qué problema social vamos a tener? Nosotros, con nuestro sistema acompañamos la curva económica con la curva social. Por eso, en el año 1951 el país que ha tenido menos conflictos gremiales es la República Argentina, donde el índice es solamente de 0,09%; en 1950 el índice fue más o menos similar. Hay que ver lo que cuesta en millones y millones de pesos un solo día de huelga en un país. ¿Qué problema social vamos a tener, entonces? Yo les aseguro que aquí no hay ni habrá problema social. Con respecto al problema político, hemos realizado todo nuestro programa: la reforma de la Constitución y estamos en la confección y calificación de leyes orgánicas. Problema político en el país, no existe ninguno. Bien, señores. Si no hay problema de orden interno, en cambio hay un grave problema de orden internacional. En eso estoy de acuerdo con los que dicen que el problema es muy grave, pero yo recorro todos los países del mundo y veo cuál no tiene hoy un grave, problema internacional. Creo que los gobernantes de la mitad del mundo se levantan a la mañana y piensan qué les hará la otra mitad, y a nosotros nos pasa lo que al resto del mundo. El problema internacional es grave; lo sabemos desde hace ya mucho tiempo. ¿En qué consiste el problema de la República en el orden internacional? Ustedes lo saben tan bien como yo. Algunos de estos fáciles de entendimiento me suelen decir alguna vez: "Por qué no arregla este problema con los Estados Unidos". Yo les contesto siempre lo mismo: si se tratara de conversar con estos señores, no tendría inconveniente en hablarles seis horas, seis días; seis semanas; ¿pero es que eso lo vamos a arreglar con palabras, señores? Lo que esos países quieren son hombres para pelear en Corea y plata para pagarlos. Mientras no se solucionen esas dos cosas no hay solución a este problema. Soldados para pelear en Corea...no se si aquí habrá algún voluntario. Yo, en el pueblo, no he encontrado todavía ninguno, pero si lo hubiera, lo mando con mucho gusto y le pago, le doy plata. Pero yo no movilizaré a mi país, ni un sector de mi país, para ir a pelear a diez, doce o quince mil millas de distancia, por intereses que todavía no están claros; porque si alguno de esos que pudiéramos mandar a la muerte me preguntara: "Dígame, presidente: ¿por qué me manda a morir?", yo no sabría decirle el porqué. Mientras eso no sea, este problema no tiene solución; quizás tendría solución, pagándola. Pero, señores, recién nos paramos y ya nos quieren sacar la plata!... No creo que eso sea más justo que llevar a nuestros hombres a pelear por una causa que todavía nadie aclara. Ustedes ven que, no hay solución en este campo; y yo prefiero seguir inquebrantablemente lo que el pueblo decida. Y el pueblo nuestro ya lo ha decidido; no necesito hacer un plebiscito para saber qué piensan los argentinos a este respecto; si lo necesitara, demostraría ser un angelito y un angelito no puede estar en una situación de tanta responsabilidad. Algunos dicen: "Bueno, pero ése es el grave problema de Perón, el grave problema del gobierno de Perón". No, señores. El que me interesa a, mí es el grave problema de la República Argentina; a Perón y al gobierno de Perón que los parta un rayo. Yo tengo que resolver otro problema, porque el problema de Perón y el problema del gobierno de Perón los resuelvo en dos minutos: llamo a un embajador; lo siento a mi lado; le digo "Okey", y termina el problema: Perón pasa a ser el gobernante más democrático del mundo, y este país se convierte en la democracia más perfecta. Ya veríamos todo el orden publicitario batiéndonos palmas. Pero quién pagaría eso, después lo pagaría el pueblo, can sus hijos muriendo a 11.000 millas de distancia y sometido a la miseria, al dolor, al hambre, durante un siglo más. ¿Y, creen ustedes que yo puedo buscar una solución para mí embarcando a la República en un problema semejante? Prefiero que digan que soy un canalla, un bandido, un asaltante, todo lo que quieran; pero solucionar el problema de la República Argentina y no solucionar el problema de Perón o del gobierno de Perón. Ustedes me dirán que esta situación resuelve el presente pero no el futuro, Quién sabe, señores. Nadie puede resolver el futuro en el presente, a ciencia cierta. Todo esto es designio no sólo de los que manejamos estas cosas, sino designio de Dios y designio de los pueblos. Queda todavía mucho por delante; hay mucha ebullición en el mundo entero para que podamos afirmar conclusiones definitivas en factores que no son especulativos; pero en el orden internacional nada puede afirmarse en factores especulativos que pueden o no pueden producirse. Hay que ir de seguro en seguro si uno no se quiere equivocar: no hay argumentos, aquí hay realidades; no hay métodos ni sistemas: hay soluciones a casos concretos, como en la guerra. Y son esos casos concretos los que hay que ir solucionando paulatinamente, ¿Cómo será el futuro? Para entregarnos tenemos tiempo cinco segundos antes de la muerte; cómo, pues, vamos a ser tan miserables que después de tanto luchar para ser libres, para ser soberanos en nuestro país, defeccionemos miserablemente para salvar a Perón o al gobierno de Perón, o para salvar una causa ideológica o por salvar la ilusión con que pueden y quieren alimentar al mundo en estos momentos. Señores: yo en eso actúo con absoluta convicción y estoy no solamente decidido a realizarlo sino dispuesto a morir, si es preciso, en su realización, y en esto nadie, absolutamente nadie, mediante ninguna acción de ninguna naturaleza me va a torcer en los designios que yo me he fijado, como obligación patriótica a realizar mientras esté en el gobierno de la Nación, por el derecho que reasigna la Constitución y la ley, y que ha sido confirmado por el propio pueblo, que son para mí las leyes supremas que respeto. Fuera de ésas, no hay ninguna otra ley que yo deba respetar. No he de alterar en lo más mínimo mi conducta, sino ajustarla a la Constitución, a la ley ya la obligación que el pueblo me impone, y si para hacer eso es necesario hacer cualquier cosa, yo haré cualquier cosa. Señores: como he sido un poco extenso en la exposición, pido disculpas a todos los señores que están de pie; pero no hemos querido realizar esto en un teatro o en un lugar civil, de manera que les expreso mi agradecimiento por el esfuerzo. No quiero prolongar esta conversación, por lo que voy a finalizar con una exhortación a todos los camaradas que me escuchan. Uno de los grandes defectos que yo he reconocido que existen siempre dentro de las instituciones armadas es que sus hombres se preparan más para el mando que para el gobierno, mal que no es de nuestra institución solamente sino de todas las instituciones del mundo. Decía Alfonso El Sabio que el militar ha de actuar sobre los hombres y, en consecuencia, su ciencia está en conocer y en conformar a los hombres. El mando, señores, es una cosa; el gobierno, es otra totalmente distinta. El mando se ejerce sobre el individuo en forma directa; el gobierno se ejerce sobre el alma del individuo. En consecuencia, uno impone órdenes y el otro impone persuasión. En el mando se ha de nacer cien por cien de lo que se ordena; en el gobierno, el que gobierna debe conformarse con que los hombres hagan por lo menos el cincuenta por ciento de lo que él quiere, dejando que los demás hagan el otro cincuenta por ciento, teniendo la sabiduría de elegir, en el cincuenta por ciento que le corresponde a uno, las cosas más importantes y decisivas de la acción. Yo recuerdo siempre que en nuestras fojas de calificaciones se calificaba no solamente el mando sino también el gobierno. Y he visto, a lo largo de mis cuarenta años de servicio muchas calificaciones de excelente en el gobierno que yo ni siquiera hubiera calificado de mediocre. El que manda y gobierna una unidad, ha de ser, a la vez que su jefe, su caudillo. Vale decir, que debe ser el hombre más querido de la unidad para que sea el más obedecido. Nuestro oficio, en último análisis, es llevar a los hombres a la muerte y al hombre se lo lleva a la muerte por un sentimiento; jamás por una orden, porque la muerte es para el hombre el summun de las dificultades posibles. Para vencer a ese sentido innato de la conservación, se podrá accionar sólo sobre el alma de los individuos. Quien no sea capaz de llevar a los hombres a la muerte en forma persuasiva y en forma sensiblemente sentimental, no llevará a nadie a la muerte; probablemente se vaya él a la muerte, pero no llevará a nadie. Nuestro oficio, señores, impone algo más que saber mandar y saber conducir. Yo hablo a todos los camaradas que tienen mando, que accionan desde sus comandos y se preocupan no solamente de cómo realizan su trabajo sino también de cómo viven, qué piensan y cómo actúan en todas sus actividades, sin desentenderse de nada de sus subalternos, porque nosotros no solamente debemos ser conductores sino también maestros y ejemplo para nuestros subordinados; no solamente debemos darles la aptitud física e intelectual sino también la aptitud del alma, la aptitud espiritual y moral. Si las fuerzas armadas no trabajan y perseveran en esta acción, de nada valdrá ni su trabajo, ni su disciplina, ni su sentido y sentimiento del deber. El deber está afirmado sobre el alma de los hombres y cuando el superior no acciona sobre esa alma, le está haciendo el más flaco servicio al deber. Por esto, señores, yo hago este llamado. Yo realizo la misma tarea en el pueblo de la República, que es ahora mi ejército de soldados, mis jefes y mis oficiales directos. A ellos no trato de darles solamente lo que les corresponde, sino que trato de ejemplificar frente a ellos; trato de formarles su alma, trato de darles el mejor ejemplo para formar ciudadanos, para que el día en que nosotros necesitemos enfrentamos con un destino no tan feliz como el de ahora, podamos reunir a todos los argentinos y jugarlos en una sola acción para salvar a la República. Eso, señores, es indispensable. Yo quiero dar término a esta conversación diciéndoles que en los momentos actuales la República tiene bien claramente establecidos sus objetivos; nadie puede equivocarse en la elección del camino hacia esos objetivos; y los hombres que tengan distintos objetivos que los de la República, ya tendrán tiempo de reflexionar y de encarrilarse. El futuro que nosotros buscamos es la unidad nacional. La hemos pedido en todas las formas y si hasta ahora un sector del pueblo no ha concurrido a esa unidad nacional, ha sido pura y exclusivamente porque hay fuerzas externas que lo alientan y lo dirigen en otra dirección. Pero nosotros somos muy perseverantes; esperamos que antes de dos, tres, cuatro, cinco, veinte o cincuenta años, hayamos puesto a cada uno en su camino y en eso, pueden tener la absoluta persuasión que hemos de ser extraordinariamente perseverantes. Muchas gracias. .....................
1951-12-14
En el acto de entrega de sables a los nuevos oficiales de las fuerzas armadas realizado en el teatro Colón
En nombre de la República os entregamos el título habilitante y las insignias de mando. Vosotros, en cambio, ofrecéis la capacidad y os comprometéis al cumplimiento de vuestros deberes con la patria. Este compromiso está sellado sobre vuestra integridad de ciudadanos y vuestro honor de soldados. La patria espera que lo sepáis cumplir con la altura y la dignidad que vuestra condición impone. Sois ciudadanos armados con una misión clara y concreta, que el respeto de los argentinos os encomienda: la defensa de la Nación y sus instituciones. Vuestra función es servir y vuestro objetivo el servicio. Nada puede sacaras de ese servicio que no quebrante vuestros juramentos y nada puede desviaras de esa obligación que no desnaturalice vuestra razón de ser y de existir. Las instituciones armadas son organismos del pueblo encargados de su defensa. Alejar del pueblo la función castrense es desvirtuar la misión de las instituciones. Somos soldados de una democracia y, como tales, pueblo mismo. En la defensa de la Nación hay todos los días una función que cumplir cuando se defiende el honor de las armas y se ennoblece la misión de soldado. Las instituciones armadas constituyen la fuerza que la Nación sostiene para garantizar sus instituciones y el cumplimiento de la voluntad del pueblo. Sus comandos no pueden confiarse sino a hombres que por su prudencia y su lealtad sean una garantía de responsabilidad. Además de la capacidad de mando, es menester merecer la confianza de la autoridad para ejercerlo. Nada se justifica en las instituciones armadas y en los hombres que las componemos que no esté al servicio inmediato de la Nación. Nuestro juramento es con la Patria y su Constitución. Nuestro deber, servirlas como impone el honor: con abnegación y sacrificio. No es el mejor soldado el que más sabe, sino el que ofrece todos los días algún sacrificio por la prosperidad y la grandeza de la Patria. No es el mejor soldado el que sólo cumple con su deber, sino el que lo hace con profunda convicción patriótica y todos los días da algo de su vida misma para honrar y ennoblecer las armas que la patria le confía. Nuestra carrera no es simplemente una profesión. Es también una vocación. Los que carecen de esa vocación se transforman a menudo en empleados de la profesión, parásitos que deforman y envilecen la vida militar y descomponen las instituciones. Quien careciendo de valores morales anhele encontrar en la vida militar un refugio a su incapacidad se equivoca, porque el uniforme, cuanto más entorchados posee, si no hay contenido, más evidencia la pobreza del espíritu del que los ostenta. Por eso hay soldados de uniforme, soldados sin uniformes y uniformes sin soldados. Es precisamente en el carácter y en la conformación espiritual del hombre donde radican las virtudes militares, y es en esas virtudes donde se fundamentan las calidades y cualidades que hacen del soldado la personificación del deber y del honor. Sin ello la profesión militar se transforma en un oficio oscuro e intrascendente. Ejercer el mando presupone además de mandar, dirigir y gobernar. Para ambas cosas es menester ser además de jefe, modelo y maestro de los subordinados. No es suficiente con investir una jerarquía, en menester honrarla en el ejercicio del comando. Es en ese concepto que se explica un grado y se justifica el mando Cuando la vida militar se siente, es una escuela irremplazable de carácter y energía. Solo así se superan con decisión los sacrificios; solo así, después de cada uno de ellos, se fortalece el espíritu del que los vence y los somete; solo así se siente la alegría de luchar, que ha de ser consubstancial con el soldado. Por eso, el verdadero militar vive con alegría, sirve con abnegación y actúa con sinceridad. Por eso, los empleados de la profesión ni viven ni sirven ni actúan, porque pasan su vida huyendo al sacrificio, encandilados por la bajeza de usar las prebendas que el sacrificio de los demás pone en sus manos. En nuestra vida, como en la de los demás, hay dos clases de hombres: los que viven y trabajan solo para sí y los que sin acordarse de sí mismos viven y luchan para los demás. Las instituciones armadas tienen poco que esperar de los primeros y es su imperativo liberarse cuanto ante de ese lastre inútil parasitario para estimular a los que se sacrifican por el conjunto en la labor constructiva y patriótica de todos. Por eso, la noble profesión de las armas no ha sido creada para vivir de ella, sino para entregarle, con las energías y el esfuerzo de todas las horas, lo más puro de nuestros afanes y lo más sublime de nuestras permanentes inquietudes. La enseñanza militar es escuela de acción y escuela de lucha. Los burócratas y los conversadores no encuadran en la seriedad de la función castrense. La aspiración del que sabe mandar es el mando mismo. Un verdadero jefe nunca se siente más feliz que con el contacto de sus propios soldados. La apreciación del verdadero mérito militar no puede concebirse sino en la conducción efectiva y directa de las unidades de tropa. Es en esa conducción y gobierno donde se evidencian las virtudes y las capacidades, porque sin ellas no se puede ser jefe. La simulación y la disimulación, expediente de los malos y de los incapaces, no tienen éxito cuando se las somete a la prueba de los hechos mismos. Para ser general no es suficiente tener buena salud y esperar que la antigüedad premie a la constancia. Es necesario acreditar en el sacrificio del servicio diario las virtudes indispensables que garanticen a la Nación la existencia de un espíritu superior, digno de recibir, con los laureles de la República, la responsabilidad de su propio destino. Se honra al servicio con la constancia y con la abnegación. Se ennoblece el comando con el sacrificio del que lo ejercita, con honradez, con humanidad y con conciencia. Se enaltecen los valores de las arma de la patria con la vigilia permanente en la conservación de sus virtudes marciales. Las generaciones de soldados que se suceden en los tiempos reciben un sagrado testimonio que han de entregar honrado y engrandecido a los que les sucedan. Para lograrlo es indispensable que en las tareas de todos los días pensemos que el servicio se hace y se cumple con la finalidad suprema de servir a la patria y a su pueblo. Que un servicio que no obedezca a tan alta finalidad no es el servicio que la patria espera de nosotros. Vosotros, jóvenes oficiales, recibís hoy vuestro testimonio; debéis llevarlo a lo largo de toda vuestra vida. No olvidéis un solo instante que tenéis la sagrada consigna de entregarlo a los nuevos soldados que os sucedan con el brillo inmaculado que habréis de alumbrar con vuestra propia dignidad y vuestro propio honor. ........
1951-12-31
Mensaje de fin de año
En estos últimos minutos del año que termina quiero tender la mano cordial de mi saludo a todos los hombres y mujeres que se encuentran esta noche, bajo el cielo de nuestra patria, y todos los argentinos que, lejos, de esta tierra, la añoran con cariño de los buenos hijos. Quiero que el año nuevo nos encuentre a todos espiritualmente unidos en una inquebrantable voluntad de justicia, de libertad y de soberanía. En los tiempos que corren el destino de cada uno de los hombres está ligado al destino común. Los sueños y las esperanzas que individualmente nos formulamos acaso en esta noche, solo se realizarán en función de los planes y propósitos que guíen la marcha de la comunidad. Las naciones, que antes eran simples y rígidas, pero frías estructuras orgánicas, adquieren progresivamente el carácter de inmensas familias humanas. Los pueblos ya no son, como antaño, una turba de hombres sobre cuyo dolor y cuyo sacrificio los gobiernos construían la felicidad de los privilegiados con el pretexto de hacer la grandeza nacional. Ahora, el destino de la Nación es el destino de todos. El viejo concepto ideal pero abstracto de la patria, ha sido destruido por el nuevo concepto de la patria viva, cuyos límites coinciden con el número de sus hijos, con la dimensión exacta de su pueblo. Los planes y los proyectos que en esta noche construyen diez y siete millones de argentinos dependen del camino que la patria emprenda y de los derroteros que la patria siga. Tengo sobre mis hombros esa responsabilidad. Ha querido otorgármela la inmensa mayoría de los argentinos que me ha señalado su voluntad inquebrantable: seguir la ruta del Justicialismo. Esta es la única línea posible de mi conducción porque yo he prometido hacer la voluntad de pueblo, y la he de cumplir inexorablemente. Entiendo que es la única manera de hacer felices a los hombres y el único camino que nos queda para alcanzar la paz: ¡hacer los que los pueblos quieren! En este año que termina, el pueblo ha renovado su confianza en el justicialismo. Espero que ya no queden dudas acerca de cual es la voluntad soberana de los argentinos. En esta pausa de la lucha, a la que una tradición milenaria reviste de júbilo y de amor, yo me permito decir a los adversarios que nos quedan, que depongan sus odios y sus rencores y acaten la voluntad del pueblo que quiere trabajar en paz por su grandeza y por su felicidad. Nos les pido que cejen en su lucha. Les reclamo una oposición política leal y franca, de procedimientos honrados y dignos del hombre y de la herencia de argentinos que poseemos. Pero quiero advertirles que ya no seré tolerante con los procedimientos que intente burlar la voluntad del pueblo que es mi supremo afán y la primera ley de la verdadera democracia. Nos ha puesto en el gobierno para conducir los destinos de la Nación, un pueblo de trabajadores, de hombres y mujeres humildes, y nadie ignora que ellos constituyen la inmensa mayoría de la Nación. Yo sé que en el año que termina, ellos han sido un poco más felices y que están satisfechos. Hemos tenido grandes dificultades económicas derivadas de la pérdida casi total de nuestras cosechas y, a pesar de todo, el pueblo no ha tenido que realizar ningún sacrificio. Podemos confiar tranquilos en el porvenir. Ninguna sombra nos amenaza y podemos brindar también sin miedo por la felicidad del año que comienza. ¡Nadie podrá quitarnos el bienestar logrado! Los problemas económicos del mundo no podrán avanzar sobre nosotros con la violencia de la crisis que sumerge a los pueblos en la amargura del hombre y las necesidades. En el orden interno, la organización de los trabajadores es la mejor defensa frente a los abusos del egoísmo. Espero que las organizaciones económicas colaboren honradamente en la tarea común de equilibrar los precios y salarios. De cualquiera manera el resultado económico y social tendrá que ser de absoluta justicia. En última instancia, todos deben saber que el presidente de la República no se ha olvidado todavía de sus tiempos ni de sus métodos de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Hace hoy exactamente ocho años, el 31 de diciembre de 1943, decía en primer mensaje de año nuevo: "Llegan días en que parecerán absurdas y lejanas pesadillas el recuerdo del desamparo, de la injusticia, de la retribución inadecuada, de la imposibilidad para el obrero argentino, de mantener con decoro su familia". Yo traigo este recuerdo a la memoria de todos en esta noche de la realidad cumplida para que aquellas palabras me sirvan de pedestal para la ratificación de mi voluntad inquebrantable de servir al bienestar y a la justicia del pueblo. El justicialismo ha ganado sus mejores batallas; y ha vencido cada vez que los acontecimientos han probado la fuerza de su poderío moral y material. Pero su mejor victoria es indudablemente la felicidad del pueblo argentino. Esa felicidad es la garantía que prueba ante nosotros y ante el mundo entero la eficacia del justicialismo. En medio de una humanidad que se entrega a las angustias de la desesperación; y que no se decide a levantar sus propias ruinas, el Justicialismo presenta, al mundo entero, el espectáculo del único pueblo donde la felicidad no es una posesión limitada y personal; sino un profundo sentimiento compartido y común. Hemos sabido entender el antiguo mensaje del amor construyendo una fraternal comunidad organizada sobre un pedestal monolítico de justicia. La justicia es el único camino que conduce a la paz. Porque la paz entre las naciones es lo mismo que la paz entre los hombres, nace del corazón, y el corazón de las naciones es el pueblo. El día en que los pueblos de todos los países del mundo puedan decir, como el nuestro, que han recibido toda la felicidad humana que puede darse con el cumplimiento fiel de la justicia, nadie pensará en la guerra como solución para ningún problema. Por eso la solución justicialista que nosotros ofrecemos al mundo es combatida por los imperialismos dominantes, para quienes la guerra es una industria, pero en cambio es aceptada jubilosamente por los pueblos que quieren sobrevivir. Una vez ofrecimos el justicialismo como solución de paz a los gobiernos del mundo. Cometimos un error de ingenuidad que murió en el silencio de los intereses que han dividido el mundo en dos inmensos grupos de esclavitud y de justicia. Desde entonces preferimos entendernos con los pueblos y a pesar de la resistencia denodada de los imperialismos, la verdad justicialista va iluminando el mundo como una nueva esperanza. Por eso quiero extender también mi saludo cordial a todos los hombres y mujeres justicialistas del mundo. Diciéndoles que la doctrina que predicamos y realizamos solo tiene un objetivo supremo: la felicidad de todos... por la realidad efectiva de la justicia y del amor entre los hombres y entre los pueblos. Mis últimas palabras han de ser la expresión de mis augurios. ¡Que la patria siga en el año que comienza su marcha ascendente por le camino ancho de su grandeza espiritual y material sostenida por las manos esforzadas de un pueblo justo, libre y soberano! ¡Que la unión de todos los argentinos sea una realidad fecunda y vigorosa! ¡Que los hombres de esta tierra alcancen toda la felicidad que pueda brindarles la justicia y el amor de una comunidad organizada! ¡Que todos los pueblos del mundo aprendan a liberarse de la presión de sus dominadores y puedan imponer su voluntad de paz entre las naciones! Estos son los sentimientos y los pensamientos de mi corazón en esta noche limítrofe del tiempo. Yo deseo que Dios los recoja en el seno de sus designios y los convierta en realidad. Nosotros le ofrecemos nuestras honradas intenciones y nuestra buena voluntad que es todo cuando podemos ofrecerlo en señal de gratitud por los bienes espirituales y materiales que derramo sobre nosotros en el año que termina. No puedo dejar de decir por fin dos palabras de especial cariño para todos los que de una manera extraordinaria han hecho posible la realización de nuestros sueños: para los trabajadores cuya lealtad ha comprometido definitivamente mi gratitud; y mi decisión inquebrantable de servir a la causa de sus luchas como mi propia causa; para los descamisados de toda la República que mantienen al tope de sus mástiles la bandera nuestros ideales; para las mujeres que han sabido dar al mundo la maravillosa lección de un ejemplo sin parangón en la historia cívica de las naciones; para todos los compañeros y compañeras peronistas cuyo corazón conserva encendido el fuego inolvidable del 17 de Octubre, para todos los niños, los únicos privilegiados de la Nueva Argentina, que está construyendo en ellos, la grandeza futura de su pueblo; para todos vaya el abrazo fuerte de mi corazón que les desea un año nuevo feliz como este pueblo bendito se merece. ..........
1952-04-04
En el acto de devolución de su antiguo local a la embajada de Alemania
Excelentísimo señor embajador de la República Alemana: Yo he querido llegar hasta aquí para hacer entrega personalmente, en nombre del gobierno argentino, de la embajada alemana en Buenos Aires. Esto quizá no sea un acto protocolar, pero yo he querido que esté despojado de todo protocolo para investirlo de toda la amistad y de todo el cariño con que cumplo este cometido de la República. Los que tenemos el honor de vestir este uniforme no olvidaremos nunca ni pagaremos la inmensa deuda de gratitud que tenemos con los viejos camaradas del ejército alemán, a quienes tanto debemos nuestra instrucción y de nuestra educación, así como también el haber contribuido a hacer en este país, del oficio militar una verdadera profesión, donde el arte y la ciencia han coronado las tareas de la conducción elevadas a aquella condición. Todo eso debemos a esos viejos camaradas, la mayor parte de ellos muertos en la primera o en la segunda guerra mundial, pero que viven en nuestros recuerdos y en nuestro corazón. Por eso me es inmensamente grato llegar hasta esta casa para entregarla al representante de la República Alemana, renacida con la desgracia, pero enaltecida por los altos valores que han caracterizado siempre al pueblo alemán. En nombre de la República Argentina, en nombre de esa jamás desmedida buena amistad y del cariño que siempre hemos tenido por la nación alemana, en recuerdo de esos viejos camaradas y de la noble y numerosa colectividad que a tan larga distancia de su tierra ha sabido honrar a los alemanes en la Argentina, es para mí un inmenso placer, señor embajador, poder poner en sus manos esta casa. ......................
1952-05-01
En la inauguración el 86º período del Congreso Nacional :
Señoras y señores senadores, señoras y señores diputados: El día en que asumí el gobierno de la República declaré ante Vuestra Honorabilidad en este mismo recinto: "Mi empresa es alta y clara mi divisa; mi causa es la causa del pueblo; mi guía es la bandera de la patria". Han pasado los seis años de mi gobierno. Vengo a rendir cuenta de mis actos ante el pueblo argentino que representan los señores diputados y señores senadores en esa asamblea extraordinaria de la Nación que preside, con la belleza incomparable de su dignidad, la magnífica bandera de nuestras glorias. A ella, símbolo eterno del alma y de la historia de nuestro pueblo, le ofrecí, en los albores de mi lucha, todas las victorias y todos los sacrificios de mi empresa. Ella, como guía de mis ideales, ha señalado siempre, a lo largo de todos estos años, los rumbos de mi camino. Ella ha permanecido siempre izada al tope de su mástil en la secreta intimidad de mi corazón, presidiendo mis pensamientos, mis sentimientos y mis actos. Muchas veces he tenido que levantar mis ojos hacia ella buscando, entre sus pliegues, los caminos de la fe y de la esperanza cuando el cerco de enemigos cerraba los caminos de la victoria. Pemitidme, señores, que le entregue hoy el homenaje de mi gratitud dedicándole este mensaje de la Nueva Argentina que por mis manos vienen a ofrecerle nuestra generación en cumplimiento de su vocación irrevocable de justicia, de libertad y de soberanía. En esta oportunidad extraordinaria, Vuestra Honorabilidad representa con más realidad que nunca el auténtico pueblo de la patria. Por primera vez el presidente de los argentinos va a rendir cuenta de sus actos ante un Congreso que asume la personería integral de la República desde La Quiaca hasta la Antártida y que tiene la honra de representar a todas las provincias y a todos los territorios de la Nación, y al mismo tiempo, el histórico privilegio de compartir con la mujer de nuestra tierra las responsabilidades comunes del destino común. Yo saludo, en la nueva representación femenina, a la mujer de nuestro pueblo. Ella incorpora a la vida política nacional los sentimientos generosos que han venido sembrando, en el alma de los argentinos, desde los días inaugurales de la patria. En ella reside la explicación y la causa primera de todas las virtudes que adornan a nuestro pueblo. Por eso quiero rendirle, en esta magnifica ocasión y en nombre de la Patria, mi mejor homenaje. Yo saludo también, en los delegados de los territorios nacionales que se incorporan por primera vez al Congreso de la República, a los hombres y mujeres que representan y que llegan a la vida política nacional después de haberse ganado ese derecho trabajando, sin medir los sacrificios, por la grandeza de la patria, en las avanzadas de sus límites. Y rindo en ellos también el homenaje de la gratitud argentina a los pioneros que, desde los primeros días de la patria, abandonaron las comodidades de la vida ciudadana para colonizar las duras lejanías territoriales preparando en ellas el advenimiento del progreso. Señores: cuando en 1946 realicé, ante mi propia conciencia, el examen de la situación argentina, advertí que la voluntad de nuestro pueblo, depositada en mis manos en las elecciones del 24 de febrero, exigía decisiones trascendentales y extraordinarios sacrificios. Alguna vez he recordado ya la resolución de aquel examen íntimo, y pido a Vuestra Honorabilidad que me dispense rememorar mis conclusiones de entonces porque ellas tienen palpitante actualidad y porque han de servimos también como referencia de todas las apreciaciones y realidades que hoy quiero exponer ante mi pueblo. Estos eran los seis puntos fundamentales de mis pensamientos y mi resolución de 1946: 1°.- Cuando se viven tiempos de desbordados imperialismos, los Estados, como Hamlet, ven frente a sí el dilema de ser o no ser. 2°.- Por eso, la cuestión más importante para el gobernante de hoy es decidirse a enfrentar al exterior, si quiere ser, o sacrificar lo interno, si renuncia a ser. 3°.- Cuando defienda su independencia, haga respetar su soberanía y mantenga el grado de dignidad compatible con lo que debe ser una nación, deberá luchar duro con los déspotas y dominadores soportando virilmente sus golpes. 4°.- Cuando a todo ello renuncie, vivirá halagado por la falsa aureola que llega desde lejos, no enfrentará la lucha digna, pero tendrá que enfrentar la explotación de su pueblo y su dolor, que golpearán implacablemente sobre su conciencia. Tendrá a menudo que recurrir al engaño para que lo tolere a su frente y renunciará a su independencia y soberanía juntamente con su dignidad. 5°.- Esta es la primera incógnita que debo despejar en el gobierno de mi país, delante mismo de mi pueblo. 6°.- Yo me decido por mi pueblo y por mi patria. Estoy dispuesto a enfrentar la insidia, la calumnia y la difamación de los enemigos de adentro y de sus agentes de afuera. Mi resolución fue definitiva. La empresa, por lo tanto, era difícil. Pero en el fondo de mis pupilas había quedado grabado para siempre el espectáculo de las masas sudorosas y sufrientes que habían desfilado ante mi presencia en los años difíciles y duros de la Secretaría de Trabajo y Previsión; y resplandecía aún, con el contraste de sus luces y de sus sombras, la noche maravillosa del 17 de Octubre, y en mis oídos resonaban las voces de los descamisados argentinos reclamando, con mi nombre, sus propios e inalienables derechos a la justicia y a la libertad. Con ese pueblo a mis espaldas, yo me pregunto qué empresa, por difícil que sea, no vale cualquier sacrificio, aunque se trate del supremo sacrificio de la vida. El dilema de 1946 se ha cumplido en todos sus puntos inexorablemente. ¡Pero también mi resolución ha sido cumplida inexorablemente! Todos los años, al término de cada una de las etapas del camino recorrido he venido con mi carga de victorias ante Vuestra Honorabilidad para entregarla a nuestro pueblo como botín de mis batallas, reservando para la soledad de mis recuerdos las angustias y las amarguras de la lucha. Siempre he pensado que en el momento de ofrendar ante los altares de la patria o en las manos del pueblo los laureles de la victoria no se pueden mostrar, como una contrapartida de amargura, las heridas o las cicatrices que dejaron en la encarnadura del alma los golpes del enemigo derrotado. Por eso mis mensajes han tenido siempre un esencial contenido de victoria y de optimismo, porque siendo el auténtico reflejo de las realidades alcanzadas, han silenciado todos los sufrimientos y trabajos que costaron. Hemos sobrepasado muchas de las etapas cuya dificultad vislumbrábamos en 1946. Tal como lo preveía entonces, hemos tenido que soportar numerosos golpes del exterior, de sus déspotas y de sus dominadores, enfrentando la insidia, la calumnia y la difamación desatadas por sus testaferros y por sus mandaderos mercenarios, pero nunca golpearon, en cambio, sobre mi conciencia o sobre mi corazón ni el dolor, ni la miseria, ni la explotación, ni la indignidad de nuestro pueblo. Por eso el pueblo estuvo siempre a nuestro lado, ante la indignación de nuestros enemigos. Siempre de pie con la dignidad y la altivez de sus mejores tiempos y de sus mejores glorias, ofreciendo más de una vez su pecho descubierto al enemigo, probando que la victoria no siempre suele ser de los que tienen fuerza, sino más bien de los que tienen corazón. La hora de este mensaje no es más difícil que las horas de los otros mensajes de mi gobierno. La hora de este mensaje nos encuentra en la misma lucha de los años pasados, peleando frente a los mismos enemigos del exterior y frente sus mismos testaferros de aquí. La situación de nuestra parte es bastante distinta, sin embargo. El éxito que ha coronado muchos de nuestros esfuerzos, ha excitado los enconos del enemigo derrotado. Pero frente a sus desplantes cada vez menos disfrazados y cada vez más claros en la maldad y en la perfidia de sus intenciones, frente a la creciente agresividad de sus ataques, nosotros ofrecemos ahora también la creciente resistencia de nuestras realidades fundamentales y la unidad maravillosa del pueblo que nos acompaña con plena conciencia del momento de lucha en que vivimos, jugándonos todos los días nuestro destino y nuestra felicidad. Por eso la hora de este mensaje tiene la vibración del mismo optimismo con que todos los años, el 1º de mayo, celebramos jubilosamente las victorias obtenidas. La justicia, la libertad y la soberanía son nuestras conquistas fundamentales. Somos un pueblo justo, libre y soberano. La Nueva Argentina es, más que nunca, dueña de sus propios destinos. ¡Qué más podemos pedir, señores, en medio de un mundo cuyos imperialismos intentan convertir a todos los países en satélites, a todos los gobiernos en lacayos y a todos los pueblos en esclavos! Mientras el mundo se divide y las naciones se van agrupando bajo la sombra de los sistemas extremos que representan la destrucción del hombre por la explotación del dinero y del Estado, esta bandera nuestra protege a dieciocho millones de argentinos, que no serán explotados ni por el dinero ni por el Estado, mientras quieran mantener la justicia, la libertad y la dignidad de la soberanía que nosotros proclamamos. Podemos repetir, señores, a todos los vientos de la tierra, con legítimo orgullo, que frente al mundo injusto, sometido y humillado de 1952, nosotros, como nunca en los años de nuestra historia, constituimos un pueblo justo, libre y soberano. Este es el resultado fundamental del primer gobierno peronista y fue, señores, también, el objetivo esencial de mi resolución de 1946, cuando incliné mi voluntad por la independencia, la dignidad y la soberanía de mi patria y de mi pueblo. Señores: El gran objetivo de mis luchas ha sido siempre la felicidad de nuestro pueblo. Entiendo que la grandeza de las naciones es transitoria y efímera cuando no se construye sobre las bases de un pueblo digno, feliz y satisfecho. Acaso porque nosotros pensamos primero en la felicidad de nuestro pueblo, y quizá por haber elegido, como primera meta de nuestros afanes, a los sectores más humildes de la Nación, a quienes la vieja clase dirigencia bautizó con el insulto glorioso de "descamisados", Dios quiso que viésemos claro y hondo en el panorama de la humanidad contemporánea y que, sobrepasando el horizonte de las soluciones circunstanciales, apuntásemos a las altas y fundamentales soluciones que fueron integrando progresivamente la doctrina del justicialismo. Frente a nosotros se levantaba triunfante, por aquellos tiempos, el individualismo capitalista y el colectivismo comunista, alargando la sombra de sus alas imperiales por todos los caminos de la humanidad. Ninguno de ellos había realizado ni podía realizar la felicidad del hombre. Por un lado, el individualismo capitalista sometía a los hombres, a los pueblos y a las naciones a la voluntad omnipotente, fría y egoísta por dinero. Por el otro lado, el colectivismo, detrás de una cortina de silencio, sometía a los hombres, a los pueblos y a las naciones al poder aplastante totalitario del Estado. En todos los horizontes del mundo, las naciones, los pueblos y el hombre que los constituye soportaban, sin fe y sin esperanza, la explotación del dinero o del Estado como sistema de vida y de trabajo. Nuestro propio pueblo había sido sometido durante muchos años por las fuerzas del capitalismo entronizado en el gobierno de la oligarquía había sido esquilmado por el capitalismo internacional, que mandaba aquí como en su propia casa por conducto de los venales servidoras de su plutocracia. Cansados de servir como animales bajo el yugo de la infamante explotación, fermentaba, en los hombres de nuestro pueblo, la reacción anticapitalista, que aprovechaban los mandaderos del comunismo para abrir los caminos de la nueva esclavitud. Sobre las bases de aquel panorama teníamos que hacer la felicidad de nuestro pueblo. El dilema que se nos presentaba era terminante y al parecer definitivo: o seguíamos bajo la sombra del individualismo occidental o avanzábamos por el nuevo camino colectivista. ¡Pero ninguna de las dos soluciones había de llevamos a la conquista de la felicidad que nuestro pueblo merecía! Por eso decidimos crear las nuevas bases de una tercera posición que nos permitiese ofrecer a nuestro pueblo otro camino que no lo condujese a la explotación y a la miseria, una tercera posición argentina para los argentinos, que nos permitiese seguir, en cuerpo y alma, la ruta de la libertad y de la justicia que siempre nos señaló la bandera de nuestras glorias. Así nació el justicialismo, bajo la suprema inspiración de un alto ideal que ya estaba presente ante mis ojos el día en que anuncié mi decisión con las palabras del mensaje de 1946 que repitiera al comenzar. El justicialismo, creado para nosotros y para nuestros hijos como una tercera posición ideológica tendiente a liberamos del capitalismo sin caer en las garras opresoras del colectivismo, ha sido, para el exterior, algo así como la piedra del escándalo. Los pueblos del mundo han advertido en nuestra doctrina y en la realidad del peronismo la solución de sus propios problemas. Los conductores de los imperialismos que aspiran a dominar sobre los pueblos han tratado de menospreciar nuestras realizaciones saboteando nuestra doctrina y atacándola en todos los frentes y en todas las retaguardias. Nos acusan de auspiciar, en el mundo, la neutralidad como sistema. Si solamente pretendiésemos eso, el mundo de nuestra generación debería manifestamos ya profundamente agradecido; porque siempre es preferible la neutralidad como sistema en cambio de las guerras de ensayo o de las guerras preventivas. Pero se equivocan sustancialmente nuestros críticos internacionales. La tercera posición no es de neutralidad como sistema. No es una postura sin contenido, sino una doctrina distinta que nosotros, en nuestra tierra, ofrecimos a nuestro pueblo como solución en un momento crucial de su destino, y la realizamos para el pueblo que tuvo fe en nosotros y se jugó por nosotros en más de una ocasión. La tercera posición es una filosofía que conforma una doctrina y una filosofía en lo político, en lo social y en lo económico; y es sustancialmente distinta del individualismo capitalista y del colectivismo en cualquiera de sus formas. La doctrina peronista, señores, es la doctrina de esa tercera posición y puede aplicar a la solución de los problemas políticos sociales y económicos del mundo contemporáneo. Nosotros ofrecemos, con seis años de realizaciones, los resultados concretos de la tercera posición ideológica que asumimos en 1946. Confieso que no hemos podido todavía destruir hasta sus últimos reductos las estructuras del capitalismo que dominó cien años en nuestra tierra, pero declaro con absoluta certeza que ya se avizora, en todos los horizontes económicos, políticos y sociales de la República, el amanecer de la liberación justicialista. Nuestro objetivo inicial, la felicidad del pueblo, sigue siendo nuestra primera ambición como el día en que empezamos. No queremos ni pretendemos imponer en el mundo la doctrina peronista como solución de sus problemas. Pero tampoco podemos impedir que los pueblos de la humanidad, atraídos por la realidad de nuestro pueblo, que tiene fe en los destinos del hombre y que cree en la dignidad humana, se pregunten qué ha sucedido en este rincón argentino de la tierra. Y no podemos negamos a decirles que esta es la simple realidad del peronismo. Y tampoco nos es posible impedirles que, viendo nuestra verdad, no crean, y creyendo no se aferren a nuestra doctrina como solución de sus propios problemas, de los viejos problemas que no solucionó el capitalismo ni resolvió, con su enorme poder totalitario, la máquina internacional colectivista. No se quejen ni se extrañen los conductores de los imperialismos por el éxito que en tan pocos años va coronando la prédica peronista entre los pueblos. Ellos no deben olvidar que nuestra doctrina no se ampara bajo ninguna bandera de batalla, ni escuda la mano de ninguna agresión imperialista, ni pretende realizar el dominio económico del mundo, ni aspira a imponer sobre los pueblos del mundo una determinada justicia o una determinada libertad. Nuestra doctrina era para los argentinos. Nosotros trabajamos y trabajaremos nada más que para realizarla íntegramente aquí, para los argentinos y para todos los hombres del mundo que quieran compartir nuestra felicidad a la sombra generosa de nuestro cielo limpio. Si los pueblos el mundo quieren servirse de ella como solución de sus problemas, no será por culpa nuestra, sino en virtud del desgraciado proceso de los sistemas imperantes, y de su bancarrota como solución para el dolor y a la desgracia de los pueblos. No negamos tampoco que nos gustaría vivir en una humanidad justicialista, porque siempre es más pura la felicidad que se comparte, y por fundamentales razones de solidaridad humana nosotros deseamos, como un alto ideal para una noble empresa de los hombres, la desaparición del capitalismo y del colectivismo por la justicialización del mundo y de los hombres. ¡Qué distinto, señores, es esto comparado con la acusación de neutralidad que se nos lanza desde los frentes imperiales asustados por la deserción en masa de los pueblos que no quieren alinearse para morir en holocausto de causas que desprecian y prefieren, en cambio, vivir alentados por la esperanza de este mundo mejor, que se les ofrece como una realidad lograda por nosotros, que, al fin de cuentas, somos nada más que un pequeño pueblo de la tierra que ha decidido alcanzar por sí mismo la justicia y la libertad que los demás pueblos siguen esperando! En razón de haber logrado por nuestros propios medios la justicia y la libertad realizando la doctrina peronista en nuestra tierra, puedo yo decir aquí ante Vuestra Honorabilidad, en los comienzos de este mensaje, que la Nueva Argentina es más que nunca dueña de sus propios destinos. Mientras los gobiernos del mundo se dividen en imperialistas y satélites, y sus pueblos son arrastrados compulsiva y progresivamente a la destrucción, porque la guerra se prepara sin ocultamientos, el gobierno argentino, que no es imperialista -¡pero tampoco satélite!-, permanece de pie junto a su pueblo proclamando como principio internacional que "los gobiernos del mundo deben hacer lo que sus pueblos quieran..." Haber lanzado al mundo este principio, y sobre todo haberlo realizado entre nosotros, nos está costando el encono de la propaganda dirigida desde el exterior y nos ha costado el odio y la acción subversiva casi permanente insidiosa de sus bien pagados testaferros de aquí. Ellos pretenden, y seguirán luchando por conseguirlo, que el Movimiento Peronista caiga en el camino de sus victorias. Felizmente yo he tenido buen cuidado de inculcar nuestras ideas en la inteligencia y en el corazón del pueblo. Ellos podrán terminar con el justicialismo que yo llevo en la sangre y en el vigor de mi vida, pero no terminarán jamás con la doctrina peronista que ya he inculcado en el alma de todos los trabajadores de esta tierra y que, como una siembra prodigiosa, prolifera entre los trabajadores de América y del mundo. La doctrina del Movimiento Peronista ya no es propiedad absoluta de Perón, ni del peronismo, ¡ni siquiera de los argentinos! ¡Pertenece a todos los hombres y a todos los pueblos que quieran utilizarla como camino de liberación! Yo doy gracias a Dios que haya encomendado a nuestra generación el cumplimiento de tan altos destinos; pero no se me escapa que Dios ha sabido elegir un pueblo digno de su histórica misión. Estoy absolutamente convencido de que el pueblo argentino ha de defender, consolidar y perfeccionar las realizaciones políticas, económicas y sociales de nuestra doctrina, no solo pensando en su propia felicidad, sino por la conciencia plena que tiene de su destino extraordinario en estos trances decisivos de la historia. Esa es la gran tarea inmediata que tenemos: defender, consolidar y perfeccionar las realidades del justicialismo, para que las generaciones argentinas del futuro reciban el fruto de libertad y de justicia que nosotros les hemos alcanzado, y para que el mundo de los siglos venideros, siendo un poco más feliz que el de nuestro siglo, reconozca que en esta hora casi trágica del hombre, nosotros supimos cumplir nuestra tarea, sin exigirle nada más que un lugar de dignidad en el concierto de los pueblos libres. Señores: esta larga introducción de este mensaje es, en sí misma, el mayor y más alto resultado que pudiera ofrecer nuestro gobierno a la consideración de nuestro pueblo. Y si no, señores, yo pregunto a Vuestra Honorabilidad, y pregunto a mi pueblo: ¿en qué momento de su historia la República Argentina pudo exponer, por boca de su presidente, su propia y auténtica verdad? ¿Cuándo, señores, la República Argentina pudo señalar al mundo, como en esta mañana, la solución integral de sus problemas, enfrentándose, tal vez por este solo hecho, con los intereses políticos y económicos más formidables de la tierra? ¿En qué otro momento de su vida la República pudo probar, de esta manera, la realidad incontrastable de su soberanía? ¡Nunca, señores! Y se necesitaba solamente despertar en el alma de nuestro pueblo los viejos sentimientos del idealismo que lo llevó sangrando por los caminos de la libertad americana. Eso es lo que hicimos y aquí están sus resultados. ¡Cómo no iba yo a pensar en ofrecer tan extraordinaria realidad a esta vieja y querida bandera de nuestras glorias que simboliza acaso nuestro destino, el destino de esta Nueva Argentina, en cuyo pueblo parece que se hubieran concitado la grandeza sin dimensiones del cielo y la pureza de las cumbres incontaminadas de la tierra, para crear un nuevo mundo que será precisamente una realidad armoniosa de materia y de espíritu, de tiempo y de eternidad! Vale decir, un mundo adecuado para que el hombre se realice en su extraordinaria plenitud y alcance su verdadera y absoluta humanidad, a fin de que se ingrese también de esta manera, en una humanidad digna de haber salido de las manos de Dios. Señores: he querido mostrar hasta aquí el panorama en que se sitúa, dentro del mundo y de la historia la Nueva Argentina del justicialismo. Es necesario que entremos ya en el análisis general de sus realizaciones políticas, sociales y económicas. Como en los años pasados, yo he de resumir en una síntesis, lo más la posible, los resultados alcanzados hasta ahora, tomando como base general de mi exposición las memorias de los ministerios, cuyo texto integral queda en manos de Vuestra Honorabilidad. Sin embargo, he creído que en esta oportunidad se impone mostrar, más que los hechos mismos, su significado trascendente, fijando al mismo tiempo las bases doctrinarias generales que los producen, señalando también los objetivos más lejanos como meta de futuros afanes. El detalle total de las realizaciones de 1951 referidas al Primer Plan Quinquenal figura en el Anexo de este Mensaje, preparado por todos los departamentos de Estado, y Vuestra Honorabilidad podrá tomar pleno conocimiento de sus detalles y de su progresión en el tiempo de mi gobierno. Las realidades económicas alcanzadas se reflejan en la definitiva consolidación de la independencia económica nacional y en la progresiva sustitución de la economía capitalista por la economía social. La economía social y la independencia economía son, una en el orden interno, y otra en el orden internacional, nuestros dos grandes y fundamentales objetivos económicos. Realizar la economía social en nuestra tierra importaba quebrar el imperio egoísta del capitalismo entre nosotros y suprimir la explotación del hombre por el capital individual, levantando en su lugar la dignidad justicialista del trabajo y del trabajador. Realizar la independencia económica significaba romper las cadenas de los imperialismos capitalistas y de los capitalismos internacionales, suprimiendo así el nombre de la República Argentina de la lista negra de naciones explotadas, para incorporarla al mundo de los pueblos libres. Las realidades económicas que hoy podemos ofrecer a la consideración del pueblo se agrupan en estos dos grandes capítulos de nuestra acción, que son: la independencia económica y la economía social. Nuestra independencia económica, señores, es una realidad incontrastable. Cuando nuestros adversarios sostienen que ha sido solamente un simple eslogan de nuestra prédica política, se me ocurre que ellos no solo deben haber vendido el alma al diablo, como el viejo Fausto, sino también los ojos, los oídos, el corazón y hasta el nombre de argentinos que llevan sin haber hecho todavía nada digno como para merecerlo. Porque bastaría que hubiesen conservado uno solo de todos los atributos superiores del hombre para reconocer honradamente que ningún objetivo como este ha sido tan absolutamente alcanzado por nosotros. Yo no pretendo defender como perfectos todos los procedimientos utilizados en muestra política económica para alcanzar el fin que nos habíamos propuesto. ¡Declaro solamente, pero solemnemente, que somos económicamente libres! Señoras y señores: yo pienso que esta simple afirmación, si no fuese más que una simple afirmación, no nos hubiese costado el odio y el encono de las fuerzas económicas del capitalismo que nosotros mutilamos para que la independencia económica no fuese precisamente un simple eslogan de propaganda política. ¡La independencia económica argentina es una vigorosa realidad en marcha! A veces, en los momentos difíciles de la lucha, me he preguntado si verdaderamente es una cosa imprescindible para la felicidad de nuestro pueblo pelear por su independencia económica enfrentando los enconados ataques de tantos intereses y de tantos enemigos. Siempre he llegado a las mismas conclusiones. El problema es demasiado simple. Sus soluciones, demasiado claras. La felicidad de nuestro pueblo y la felicidad de todos los pueblos de la tierra exigen que las naciones cuya vida constituyen sean socialmente justas. Y la justicia social exige, a su vez, que el uso y la propiedad de los bienes que forman el patrimonio de la comunidad se distribuyan con equidad. Pero mal puede distribuir equitativamente los bienes económicos de la comunidad un país cuyos intereses son manejados desde el exterior por empresas ajenas a la vida y al espíritu del pueblo cuya explotación realizan. ¡La felicidad del pueblo exige, pues, la independencia económica del país como primera e ineludible condición! Este principio del peronismo tendrá que ser aplicado, señores, en el mundo futuro si alguna vez las naciones se deciden a realizar una paz auténtica y humana. ¡El mundo del porvenir será construido sobre la base de naciones solamente justas, económicamente libres y políticamente soberanas, o será destruido irremediablemente! Así como es verdad que la felicidad de los pueblos exige la independencia económica del país en que viven, también es cierto que un pueblo feliz está probando la realidad de la independencia económica, porque ella es fundamento ineludible de la justicia social y de la soberanía política. Señores: para confirmar que somos económicamente libres, yo no necesito probar, por suerte, la felicidad de nuestro pueblo. ¡Y menos ante Vuestra Honorabilidad, que representa, como ningún otro Congreso Nacional, al pueblo de los argentinos! La felicidad de los pueblos, lo mismo que la felicidad de los hombres, ve... ¡no se demuestra! Tampoco vamos a caer en el error de pensar que hemos realizado todo lo que necesitaba nuestro pueblo para ser feliz. Lo que el Movimiento Peronista ha hecho es suprimir las causas generales de la miseria y del dolor que azotaban al pueblo, y ha creado las condiciones generales de su felicidad. Porque en esto también debemos ser sinceros y realistas: los gobiernos solamente pueden crear las condiciones necesarias para la felicidad de los pueblos; pero los pueblos, como los hombres, son los únicos artífices de su propia felicidad. El nuestro es un magnífico ejemplo. Desde el principio de su historia, nuestro pueblo ha paseado por el mundo el señorío de sus virtudes. La generosidad, la justicia, la solidaridad, la hidalguía, el amor, el sentido cordial de la dignidad humana, su vocación por la justicia y por la libertad, su fe en los valores eternos del espíritu, le han ganado su derecho a la felicidad. Esta es, acaso, una lección ejemplar para una época que ve desmoronarse en bancarrota a los sistemas que menospreciaron la virtud como valor del espíritu, cimentando todas sus construcciones y sus esperanzas en las realidades materiales. Yo pienso que la historia seguirá escribiendo sus mejores capítulos por mano de los pueblos que cifran su fortaleza en la virtud, y por esta razón fundamental creo en el destino histórico del nuestro. Si la felicidad de nuestro pueblo está probando con su realidad incontestable que la República ha conquistado ya la independencia económica que necesitaba para crear las condiciones necesarias de aquella felicidad, no es menos cierto, señores, que la soberanía política de que gozamos aporta una prueba definitiva. Muchas veces he dicho ya, y en todos los tonos de mi voz, que ninguna nación puede proclamarse políticamente soberana mientras no realice, hasta los últimos extremos, su independencia económica. Esta es para nosotros una enseñanza de nuestra propia historia Yo me remito a los tiempos no lejanos, aunque felizmente superados, como las pesadillas de una noche trágica, cuando asentaban sus reales de dominio entre nosotros el capitalismo internacional y sus personeros imperiales que regenteaban la economía nacional y sus valores integrantes: el dinero, el capital, el crédito, las empresas, la tierra, la industria, el comercio, etcétera. Durante más de un siglo ellos fueron dueños absolutos sobre los bienes fundamentales de nuestra tierra. Con el pretexto de civilizamos, compraron casi siempre con el dinero argentino de los bancos que también ellos regenteaban todo lo que pudieron comprar en nuestro suelo: desde la riqueza minera escondida en las entrañas de la tierra hasta los pensamientos de los hombres guardados en la intimidad de sus conciencias. Todo fue adquirido porque todo tenía un precio para ellos, incluso el gobierno de la República, a cuya primera magistratura llegaban los abogados de sus empresas o los testaferros de sus abogados. ¡Lo único que nunca pudieron adquirir fue nuestro pueblo! ¡Ni pudieron comprarlo, ni pudieron engañarlo! Las manos que digitaban presidentes y que compraban conciencias no pudieron adquirir jamás el voto libre de los argentinos. Tuvieron que acudir al fraude como sistema electoral para que no se cumpliera la voluntad irrevocable y soberana de nuestro pueblo. Todo eso fue posible mientras nos ataban al exterior las cadenas de nuestra economía colonial. Muchas veces la República intentó su liberación sin ningún resultado. Las revoluciones se sucedían con la misma celeridad con que las copaban los hombres que se vendían al dinero de la traición. Era necesario que el pueblo mismo decidiese sus propios destinos. Y eso fue lo que sucedió en la noche prodigiosa del 17 de Octubre y se consagró como realidad el 24 de Febrero. Por eso, en los recuerdos de nuestro pueblo, la figura de Braden aparece como el símbolo de la prepotencia capitalista derrotada, y su desaparición señala el comienzo de la independencia económica que fundamenta nuestra definitiva libertad política. La sangre que los criollos derramaron por todos los caminos de la Independencia ha venido a florecer en nuestros tiempos y el grito de la libertad que proclamaron en la Plaza Mayor de nuestras glorias en mayo de 1810 y en Tucumán en 1816, se repite como un coro en los estribillos descamisados de la Nueva Argentina, que se declara, en los hechos de su realidad auténtica, dueña de su presente y de su porvenir. Hoy podemos afirmar, con al absoluta veracidad de un juramento, si fuese necesario, que la República Argentina es una Nación políticamente soberana. Esta rotunda afirmación tiene dos testigos que la prueban: el pueblo y el presidente de la República. El pueblo sabe ya, sin ninguna duda, que en esta tierra su voluntad es soberana y que el gobierno, elegido por el voto de sus hombres y de sus mujeres en elecciones ejemplares, no hace otra cosa que cumplir con aquellos designios soberanos. El presidente de la Nación es el segundo testigo de nuestra soberanía política, y yo afirmo por él que, en el gobierno de la República, han dejado ya definitivamente de intervenir, con las buenas o las malas maneras de sus representantes, los intereses extraños a la grandeza de la patria y a la felicidad de los argentinos. La felicidad de nuestro pueblo en su realidad indiscutible, la absoluta verdad de nuestra soberanía política, no valen todavía para muchos espíritus como pruebas irrefutables de nuestra independencia económica. Son los que quieren ver para creer. Pertenecen a esa clase de hombres que todo lo reducen a cifras estadísticas. No los menosprecio. Constituyen una categoría necesaria entre los hombres. Para ellos quiero aportar todavía algunas pruebas cuyas cifras concluyentes e irrefutables hablan de la realidad indiscutible que es nuestra independencia en el orden económico. Quiero referirme, en sus líneas generales, al comercio exterior de la República y a la renta nacional. En estos últimos tiempos y, para precisarlo bien, en 1951, nuestro comercio exterior ha arrojado en su balance final un déficit derivado de la escasa producción agropecuaria, causada fundamentalmente por factores climáticos. Durante todo este tiempo nuestros adversarios han declarado reiteradamente que es un enorme contrasentido peronista el que resulta si se relaciona nuestro comercio exterior con la independencia económica. Dicen, por ejemplo, que es una evidente locura nuestra la que nos hace hablar de independencia económica mientras carecemos de grandes saldos exportables en trigo y en carne por una producción agropecuaria deficiente, y que el país estaba mejor cuando producíamos y exportábamos más trigo y más carne. Señores: es verdad que durante dos años seguidos la sequía, que se sumó a una mayor demanda de mano de obra industrial y a una técnica deficiente de explotación agropecuaria, determinó la disminución de nuestra producción. Esta situación, unida al mayor consumo interno, produjo la reducción de nuestros saldos exportables. Nuestros adversarios se alegran por ello. Los problemas de la República nunca son para ellos problemas de nuestro pueblo, sino problemas de Perón. ¡Cuanto más graves, mejor! Si la inflación del mundo avanza sobre nosotros, se alegran por lo que me toca a mí, sin pensar que le toca primero a nuestro pueblo. Si aumentan las posibilidades de crisis económica en el mundo, piensan en el problema que tendrá el gobierno para evitar la caída vertical de su prestigio y de paso preparan una revolución por si la situación se pone propicia. Si pensasen un instante siquiera en este momento del mundo en que vivimos, se pondrían a nuestro lado, no digo en peronistas, sino en opositores con dignidad y con altura para servir a la patria en estos años de lucha difícil y enconada contra los enemigos de su pueblo. ¡Pero todo esto es una cosa prácticamente imposible! ¡Ellos quieren el gobierno y nada más que el gobierno! No para resolver los problemas del pueblo o de la patria, sino los propios problemas personales que, de tanto gastar dinero en la oposición, se están agudizando progresivamente a pesar de la ayuda que reciben de ciertas entidades internacionales de socorro y de beneficencia para exiliados revolucionarios de café. Lo malo para ellos es que el pueblo no los quiere en el gobierno de ninguna manera, y eso que, ya lo ha probado en las urnas por cifras indudables, se probaría mejor si otra vez intentasen realizar la revolución que todos los días proyectan para satisfacer la permanente intimación de sus lejanos financistas. Volviendo, con el perdón de Vuestra Honorabilidad por la referencia inopinada, a nuestro tema del comercio exterior, debo decir que, lejos de ser un contrasentido cuando se lo relaciona, aun en déficit, con nuestra independencia económica, es un poderoso e irrefrenable argumento en defensa de nuestra conquista fundamental. Basta con que recordemos los tiempos en que la economía nacional estuvo en manos de cualquiera de nuestros opositores o de sus aliados en la Unión Democrática de 1946 o en la confabulación antiperonista de 1951. Cuando ellos gobernaban, la República Argentina llegó a producir diez millones de toneladas de trigo por año. En aquellos tiempos, la producción agropecuaria se colocaba fácilmente en el exterior. ¡Tan fácilmente que el agricultor argentino, con los precios que le pagaban, se daba el lujo de morirse de hambre, rodeado de trigo! ¡Cómo no iba a ser fácil la venta de la producción argentina cuando los agricultores no tenían otra solución que venderle a un solo comprador a los precios que se fijaban en la bolsa mundial y que manejaba, a su antojo, los ferrocarriles, los elevadores, los puertos, los barcos e incluso el apetito de los consumidores! ¡Obreros explotados en las metrópolis por el mismo comprador de nuestro trigo! No hablo en términos de pura teoría económico-financiera, ni estoy inventando sofismas para una dialéctica depurada. Los organismos técnicos del Estado han probado fehacientemente que los precios que percibíamos por nuestras exportaciones eran un cuarenta por ciento inferiores a los que pagábamos por las importaciones ¡y que desde 1913 a 1946, contando en valores monetarios de ese período, la República Argentina perdió 21 mil millones de pesos! Nosotros no necesitamos acusar ni cargar responsabilidades sobre nadie para defender nuestra política económica. Las cifras que acabo de mencionar, cuya documentación está a disposición de cualquier argentino en el Banco Central de la República, no tienen otro objeto que el de señalar un símbolo para una época definitivamente superada. Pero hay algo más todavía. La riqueza argentina, vendida al cuarenta por ciento menos de su justo valor, dejaba todavía, lógicamente, una cierta cantidad de divisas que se aplicaba al pago de las importaciones y de los servicios financieros, beneficios y amortizaciones de los capitales que se decían "extranjeros", invertidos aquí como empresas o en préstamos públicos o privados. El Ministerio de Finanzas ha comprobado también fehacientemente que del cien por ciento de las divisas de nuestra producción, más del cuarenta por ciento -¡el cuarenta por ciento, señores!- era destinado a los pagos en el exterior de los servicios por capitales extranjeros que, además, no eran extranjeros sino de nombre... porque se constituían con un reducido aporte del exterior, sobre cuyo monto se aplicaba el crédito ilimitado de los bancos en los que el pueblo argentino depositaba ingenuamente las economías de sus sacrificios. Hace dos años que la República Argentina desgraciadamente no puede producir más que media cosecha -¡y aún menos! Algo que lógicamente no entienden nuestros opositares es cómo con tan poco trigo y con tan poca carne nosotros seguimos "aguantando" y la crisis no se plantea todavía con el dramatismo que tanto les gustaría a ellos. En las cifras que acabo de mencionar está la explicación. Nosotros, en 1946, eliminamos del pasivo de nuestros balances aquel cuarenta por ciento trágico que el pueblo argentino tenía que pagar religiosamente con buenas o malas cosechas. Realizamos, por otra parte, la industrialización del país, y nuestra industria, si no produce por lo menos todavía gran cantidad de artículos exportables con el consiguiente aporte de divisas, las ahorra, evitando el gasto que hacíamos antes en esas importaciones. La mayor parte de la nueva industria nacional se ha financiado con la economía de divisas que antaño se gastaban pagando en el exterior la mano de obra que ahora pagamos aquí... ¡y así de paso se explica también que mantengamos al país en plena ocupación! Lógicamente, a pesar de todo cuanto hemos hecho en el orden industrial, nuestra riqueza sigue siendo, como la riqueza del mundo, radicalmente agropecuaria. De allí que dos años de crisis en el campo hayan incidido sobre las finanzas de la República y que, por elementales razones de prudencia, nos vemos obligados a contener nuestra economía de acuerdo con los principios objetivos oportunamente señalados por mi Plan Económico para 1952. Las dos exposiciones con que difundimos para el pueblo nuestro Plan Económico 1952 figuran en el Anexo de este Mensaje como una expresión sumaria de la situación actual de la República, Y me remito a sus consideraciones en aquellos aspectos que por razones de tiempo no podría exponer ante Vuestra Honorabilidad. No obstante carecer, tal como alegremente lo señala nuestra oposición, de grandes saldos exportables de su producción, la República Argentina ha realizado en 1951 el mayor volumen y el mayor monto de importaciones que registra la historia de su comercio exterior, totalizando 12.000.000.000 de toneladas, y 10.500.000.000$. Hemos utilizado para ello prácticamente todas las divisas que poseíamos, reservando las indispensables para el cumplimiento de nuestros compromisos fundamentales, pensando que en tiempos de crisis como los que atraviesa el mundo, más vale tener bienes de capital que dinero, y que es mejor tener máquinas para el campo que el Banco Central abarrotado de oro, cuyo valor también ha dejado de ser absoluto. En esto, señores, somos consecuentes con los principios económicos de la doctrina peronista: ¡lo único que vale es el trabajo y aquello que el trabajo produce! El encarecimiento del oro, por la incidencia en su costo de los aumentos en la mano de obra minera, está probando, una vez más, que su valor depende del esfuerzo humano que lo extrae de la tierra, y que, en última instancia, el trabajo es el único patrón permanente del juego económico entre los hombres. No solamente hemos utilizado la mayoría de nuestras divisas: hemos comprometido, en las adquisiciones realizadas, parte de nuestros créditos en el exterior, reservando lo indispensable para necesidades eventuales. Esto, que nos ha sido sistemáticamente reprochado, prueba algunos hechos estrechamente ligados a la realidad de nuestra independencia económica. Antes de 1946, en los convenios de la República Argentina, los créditos adicionales eran siempre unilaterales Y beneficiaban solamente a los países extranjeros. Así, por ejemplo, Gran Bretaña nunca asignó a la República Argentina crédito adicional alguno. En cambio, nosotros, mejor dicho, los negociadores argentinos de entonces, les otorgaron siempre, en la práctica, extraordinarios márgenes de crédito, lo mismo que a la mayoría de las naciones que comerciaban con nosotros. Desde el día en que decidimos ser económicamente libres, los convenios de la República Argentina establecen créditos adicionales de carácter recíproco. Esta situación prueba también la confianza del exterior en la capacidad económica de la República Argentina. Ello nos permite utilizar en nuestro favor los créditos adicionales de los años malos para enjugarlos y aplicarlos en beneficio de nuestros compradores en los años buenos. Esperemos que en este año de 1952 la producción agropecuaria sea favorecida por las condiciones climáticas, premiando el esfuerzo de nuestros agricultores, y que de esa manera el comercio exterior de la República recobre su equilibrio sin ningún inconveniente. No quiero terminar con este tema del comercio exterior sin señalar una diferencia fundamental entre sus resultados de los tiempos del colonialismo y los tiempos peronistas de la independencia económica. Antes, con una gran producción agropecuaria, el país se vio obligado a contratar empréstitos que nosotros pagamos en nuestro gobierno con nuestra "deficiente producción" y nuestra "mala conducción económica". Además, el gobierno, de los diez millones de toneladas de trigo, no podía pagar los sueldos de los maestros argentinos ni de sus empleados, que nosotros pagamos religiosamente. Ahora, con muchas toneladas menos de trigo para exportación y bastante menos carne que en los buenos tiempos de la oligarquía, no solo pagamos a tiempo los mejores precios de la historia por sus cosechas: ¡Y además los capitalistas de la banca internacional esperan sentados que vayamos a pedir el empréstito que no contrataremos! Yo pregunto, señores, a tanta oposición financista, ¿cómo anda por las esquinas de las calles o en las confiterías enseñando a gobernar el país, si puede darse una prueba más evidente de independencia económica? Pero me queda todavía un argumento más. Corresponde a las cifras de nuestra renta nacional cuyo detalle figura también en la Memoria del Ministerio de Finanzas. Cuando asumí ante Vuestra Honorabilidad, en octubre de 1946, la responsabilidad de realizar nuestro primer Plan Quinquenal de Gobierno, declaré: "Para seguir nuestras conquistas sociales, necesitamos aumentar la riqueza. Nuestro plan considera en esta segunda etapa multiplicar nuestra riqueza y repartirla convenientemente. Sin bases económicas, no puede existir bienestar social..." Bien claros estaban, pues, en aquellos comienzos, nuestra intención, nuestro propósito y nuestro plan correspondiente, en relación con el incremento de la riqueza nacional. A seis años de aquellas fechas inaugurales de nuestra acción, yo me pregunto si algún país económicamente sometido puede de alguna manera decidirse a realizar su riqueza y efectivamente realizarla. Durante más de cien años los monopolios capitalistas y los personeros imperialistas del capitalismo trabajaron entre nosotros. Construyeron las redes ferroviarias y teléfonos, los puertos, los elevadores, los servicios públicos de gas y de energía, etcétera. ¿Aumentó con ello la riqueza nacional? ¡De ninguna manera! A medida que sus empresas construían, el trabajo de los argentinos, que era entonces su producción agropecuaria, tenía que aplicarse cada vez más en los pagos de interés y servicios al exterior. ¡Aumentaba la riqueza de los monopolios, pero no la riqueza de los argentinos! No pueden negar esta verdad absoluta ni los más enconados adversarios del peronismo. ¡A no ser que les paguen para mentir! Es evidente que el coloniaje secular del capitalismo foráneo no aumentó la riqueza nacional, a pesar de sus tan famosos intenciones civilizadoras. De allí que tanto progreso creado por ellos en nuestra tierra no sirvió para nada a nuestro pueblo que, por el contrario, fue perdiendo progresivamente su bienestar. Nosotros tomamos el Gobierno en 1946. En aquel tiempo, la renta nacional, según las compulsas estadísticas de 1945, eran de $ 16.500.000.000. Sobre aquella situación -Vuestra Honorabilidad lo sabe por mi mensaje de 1951- se trabajaba duramente en el Primer Plan Quinquenal, tanto por vía directa del Estado como por la iniciativa y actividad del pueblo auspiciada en el Plan de mi gobierno. Hoy puedo dar a conocer los resultados con las primeras cifras obtenidas en la compulsa realizada: la renta nacional ha subido de 16.500.000.000 de pesos, en 1945, a 73 mil millones de pesos en 1951. Pero hay algo más: la renta de la riqueza y del esfuerzo argentinos no se va al exterior. Hemos cerrado a máximo los conductos de su evasión. En la técnica de las estadísticas económico-sociales suele apreciarse el grado de bienestar de un país por la cifra que resulta dividiendo el valor de la renta nacional por el número de habitantes de la Nación. Este sistema de cálculo nos da para 1951 una renta media anual de cuatro mil pesos contra una de $ 1.100 para 1945. Pero debemos establecer todavía una diferencia más entre estas cifras absolutas, recordando dos hechos fundamentales. En primer lugar, sobre los $ 16.500.000.000 de 1945, hay que deducir el cuarenta por ciento que pagábamos al exterior por servicios, amortizaciones e intereses que ya no se van del país en 1951. Y en segundo lugar, el sesenta por ciento que quedaba era distribuido en el sector capitalista, integrado por el diez por ciento o menos de la población. La renta nacional, producto del trabajo y del sacrificio argentinos, quedaba así lejos de las manos del pueblo, que trabajaba para enriquecer a las metrópolis y a la oligarquía nacional. En 1951, las cosas han cambiado porque la economía social ha ocupado los caminos de la economía capitalista. Sobre nuestra renta nacional de 73 mil millones, no se deduce ya ni el uno por ciento de pagos al exterior por servicios, amortizaciones e intereses; y el 99 por ciento que nos queda se distribuye equitativamente entre los hombres que trabajan, que constituyen el noventa por ciento de la población, que despreció la oligarquía. La renta nacional es un producto del trabajo y sus beneficios deben volver como un premio al esfuerzo que la engendra en el campo, en los talleres y en las fábricas que laboran la riqueza de la patria. En esto, señores, también es necesario dejar bien establecidos nuestros principios fundamentales, opuestos en esencia a los del comunismo y el capitalismo. Para el capitalismo la renta nacional es producto del capital y pertenece ineludiblemente a los capitalistas. El colectivismo cree que la renta nacional es producto del trabajo común y pertenece al Estado, porque el Estado es propietario total y absoluto del capital y del trabajo. La doctrina peronista sostiene que la renta del país es producto del trabajo y pertenece por lo tanto a los trabajadores que la producen. El Estado sólo juega en la tarea distributiva cuando el capital no cumple directamente su función social en relación con el trabajo. Con este planteo entramos ya en los dominios de lea economía social, cuya realidad vamos a considerar. Creo haber probado, pues, fehacientemente ya mi afirmación inicial acerca de nuestra independencia económica. Su realidad es absoluta. Quiero traer a la memoria de los señores diputados y de los señores senadores una frase más del mensaje con que presenté al Congreso nuestro Primer Plan Quinquenal. Decía entonces: "En 1810 fuimos libres políticamente. Ahora anhelamos ser económicamente independientes". Rememorando aquella frase que entonces representaba solamente un ideal tan alto, que a muchos les parecía un sueño, yo declaro que la República Argentina, al término de su primer gobierno peronista, posee todos los atributos que caracterizan a las naciones soberanas y que en la inmensa extensión de nuestra tierra, cubierta desde el trópico hasta el polo por los pliegues de una bandera libre, los argentinos somos los únicos dueños de la patria. Señores: de nada nos serviría haber proclamado y realizado nuestra independencia económica si no hubiésemos asignado a la riqueza nacional que ella nos da una finalidad humana digna de la causa que sostenemos. La independencia económica de la República no es tan solo la causa eficiente de nuestra soberanía política. La independencia económica constituye también el sostén material en que se apoya la justicia social, porque nos permite aplicar y realizar efectivamente todos los principios de la económica social sustentados por nuestra doctrina. De nada serviría un Estado económicamente libre y poderoso si no redistribuyese equitativamente entre los hombres y mujeres de su pueblo los bienes de su libertad y de su poderío. Sería un Estado inmensamente rico para un pueblo inmensamente pobre, que acabaría por reaccionar como suelen reaccionar los pueblos: destruyendo hasta los fundamentos mismos del Estado, provocando así su ruina y decadencia. La riqueza, en el concepto capitalista, es un bien individual sobre el que nadie sino su poseedor absoluto tienen derechos inalienable s e imprescriptible en el espacio y en el tiempo. Los sistemas colectivistas consideran que la riqueza es un bien de la sociedad personificada para ellos en el Estado, que se convierte también en propietario absoluto con derechos que son asimismo inalienables e imprescriptibles en el espacio y en el tiempo. Nosotros sostenemos en este orden de cosas, como en todos los aspectos generales y esenciales de la vida humana, nuestra tercera posición ideológica, y pensamos que la riqueza es un bien individual que debe cumplir siempre una función social, porque también es un bien social al mismo tiempo. Nadie tiene derechos absolutos sobre las riquezas de la tierra: ni el hombre ni la sociedad. En esto, como en tantas otras cosas de la vida humana, lo justo, lo justicialista, no está en los extremos, sino en la armonía de las fuerzas que se contraponen. Esta concepción justicialista de la riqueza constituye el fundamento doctrinario de la economía social, cuya actitud constructiva enfrenta, con sus principios, al capitalismo decadente y a la reacción extremista del colectivismo. La causa final del capitalismo es el enriquecimiento individual amparado por la absoluta libertad económica, que no es libertad, sino liberalismo o libertinaje, y que se ha de realizar aun a costa de la explotación de los trabajadores como animales o como máquinas. La causa final del justicialismo, en sus aspectos económicos, es la justa distribución de la riqueza entre los hombres. No queremos la enorme riqueza del capitalismo que contribuye a la felicidad material de un pequeño grupo de hombres amasada en el dolor ajeno. Tampoco queremos la inmensa riqueza de Estado que no hace tampoco la felicidad de nadie. Preferimos, en cambio, la modesta riqueza justicialista de todos, que llega a cada uno con su aporte de felicidades la misma medida en que contribuye a la felicidad de los demás. Condenamos la explotación del hombre en cualquiera de sus formas, porque toda explotación es incompatible con la dignidad y la felicidad humanas. Para la doctrina peronista todos los bienes económicos fueron creados se crean y existen para el hombre en cualquiera de sus formas, porque toda explotación es incompatible con la dignidad y la felicidad humanas. Para la doctrina peronista todos los bienes económicos fueron creados se crean y existen para el hombre. Por eso condenamos los principios del individualismo y del colectivismo que ponen al hombre al servicio de la economía o del Estado y sostenemos que la economía y el Estado deben servir a la felicidad humana sirviendo al bienestar social. Ni el dinero ni la propiedad ni el capital -¡ninguno de los bienes económicos!- pueden constituirse en un fin de la tarea humana. ¡Son nada más que los medios que el hombre utiliza para realizar el afán de su destino! Estos principios simples, de meridiana claridad, nacidos de un sencillo análisis de la auténtica situación del hombre, responden a las más elementales aspiraciones de su corazón. Por eso, la doctrina económica del peronismo podrá ser vilipendiada en los sectores donde se discuten los altos problemas de la economía política, pero ganará mientras tanto el favor de los pueblos, ¡donde los hombres siguen creyendo en las razones del corazón! La economía social es una auténtica realización de la doctrina peronista. Así como he probado plenamente nuestra independencia económica, aspiro a demostrar que la economía social va sustituyendo progresivamente a la economía capitalista que infiltró, con su doctrina, con su teoría y con sus duras y amargas realidades toda la actividad material de la Nación. Confieso que en este orden de nuestras actividades el panorama de la economía nacional se parece al de una ciudad que se reconstruye: frente al gran núcleo renovado de acuerdo con los nuevos estilos, se levantan todavía, en la periferia, los restos del antiguo sistema capitalista que, a veces, aparece desafiando todavía nuestra paciencia desde sus últimos reductos, que habrán de caer inexorablemente en la misma medida en que nuestra decisión y la voluntad del pueblo soberano vayan cumpliendo sus etapas en el espacio y en el tiempo. Siempre he pensado que las revoluciones más profundas y duraderas son aquellas que llegan a modificar la conciencia de los hombres y de los pueblos. Por eso, cuando quisimos hacer la revolución que significaba nuestra reforma social, nos cuidamos muy bien de ir al mismo tiempo creando una nueva conciencia social en nuestro pueblo. La economía social representa una revolución total en el campo económico y una profunda reforma que viene a invertir totalmente los principios seculares de la economía capitalista. En esta nueva revolución que nosotros ya afrontamos decididamente, también es necesario crear un nuevo estado de conciencia: una verdadera conciencia de la economía social. Precisamente, en la mentalidad de muchos argentinos, incluso de los que tienen buena voluntad y desean cooperar con nosotros, han estado radicadas nuestras mayores dificultades en la efectiva realización de nuestra doctrina económica. ¡Qué vamos a decir de los hombres que militan en nuestra oposición y cuya mentalidad individualista o colectivista es impermeable, por ceguera voluntaria, a las razones y realidades que nosotros ofrecemos como solución para los problemas económicos de nuestro pueblo! Ellos siguen aferrados a los sistemas que sostienen porque construyeron sobre ellos la mentalidad que los conduce o porque les conviene cerrar los ojos a la verdad de la doctrina peronista. Este problema de los hombres solamente se supera con el tiempo, que les va modificando la conciencia o simplemente los elimina de la convivencia humana. Así desaparecerá en el mundo la mentalidad capitalista, hecha de egoísmos brutales y de instintos inhumanos; y también desaparecerá la mentalidad colectiva consecuencia de aquella, pero no menos inhumana. Los hombres van apreciando progresivamente la bondad dé nuestros principios económico-sociales porque estos tienen como vértice de sus aspiraciones la dignidad del hombre, por cuya causa tantos sufrimientos y tantas luchas lleva la humanidad sobre los hombros de su historia. Nosotros podemos ya mostrar al mundo, en grado avanzado de realización, algunos principios básicos de nuestro sistema de economía social. Y lo que me alienta a mostrarlos es, más que lo atrayente de sus enunciados, los resultados obtenidos en la difícil empresa de aplicarlos. Hemos pasado seis años escasos realizando una dura experiencia luchando contra una serie infinita de obstáculos, entre los cuales debo citar algunos, aunque no sea sino sumariamente. La realidad de un mundo en permanente desequilibrio económico; la reacción de los monopolios capitalistas desplazados de nuestra tierra y de sus imperialismos respectivos; la crisis internacional de 1949; la ausencia discriminatoria de la Argentina en el Plan Marshall; la inopinada inconvertibilidad de la libra esterlina; la desvalorización monetaria general; la creación de una zona del mundo prohibida para el comercio occidental; el dirigismo económico internacional adoptado como sistema por el mundo capitalista, sobre todo en cuanto se refiere a productos alimenticios y materias primas, etcétera, todas estas causas incidieron sobre el desarrollo de nuestra política económica tratando de romper, siempre como causas negativas, la línea de nuestras reformas. A pesar de todo, señores, hicimos gran parte de lo que queríamos. Subordinamos nuestra producción al consumo nacional; establecimos los precios de nuestra producción de acuerdo con la justicia que debíamos a nuestros productores; instauramos una nueva política monetaria convirtiendo el dinero en servicio público interno; hicimos la inversión absoluta de nuestro sistema crítico, que ya no sirve al capitalismo, sino a la economía del bienestar social; iniciamos la distribución de la tierra; fomentamos la creación de centenares de cooperativas como unidades básicas justicialistas para la organización nacional de la producción, la industria y el comercio; nacionalismos los servicios públicos; realizamos las 76 mil obras de nuestro Primer Plan Quinquenal; limitamos a su realidad absoluta el monto de los servicios que remitía al exterior el capital extranjero, estableciendo y respetando su verdadera condición de extranjero; reformamos nuestro sistema impositivo y aduanero con sentido social; fijamos tipos de cambio acordes con las nuevas finalidades justicialistas de la economía, dirigiendo sus beneficios al pueblo que trabaja; mantuvimos la plena ocupación del país, etcétera. Debería detenerme por espacio de muchas horas de fatigosa enumeración si quisiera detallar las medidas que se han ido concretando a lo largo del tiempo y que han conformado por sí mismas toda una teoría peronista de la economía social. Algunas veces nos habremos equivocado en los detalles de la ejecución, pero lo que yo puedo afirmar es que siempre, cada vez que hemos adoptado una medida económica cualquiera, no primaba el interés egoísta de un capital, como sucedía en el sistema capitalista, ni el interés absoluto del Estado, como sucede en el sistema colectivista, sino el supremo interés del pueblo, cuyo bienestar es la primera y más alta ambición del peronismo. Quiero señalar a la atención del Honorable Congreso Nacional algunos aspectos que prueban la vigencia de nuestra economía social y la realización de sus más concretos objetivos. Decía hace unos momentos que ningún bien económico es, en el sentir de nuestra doctrina, propiedad absoluta del individuo o del Estado. La reforma bancaria, su consecuente reforma de nuestro sistema monetario y la inversión del sistema crediticio son, acaso, las más visibles aplicaciones de aquel principio económico esencial. En el sistema capitalista la moneda es un fin y no un medio; y a su valor absoluto todo se subordina, incluso el hombre. En la memoria de todos nosotros está el recuerdo de los tiempos en que toda la economía nacional giraba en torno del valor del peso. La economía y, por lo tanto, el bienestar social estaba subordinada al valor del dinero y este constituía el primer dogma inviolable de la economía capitalista. Nosotros invertimos aquella escala de valores y decidimos que el valor del dinero debía subordinarse a la economía del bienestar social. Desatamos nuestro peso de su sagrado respaldo en oro. Ello no significa negar el valor del oro. En un mundo que lo utiliza como moneda internacional, nosotros no podremos despreciarlo en su calidad de medio de pago internacional, aun cuando estemos convencidos de que, por lo general, es mejor tener trigo y carne que dólares y oro. Pero, en el orden interno, la economía social de nuestra doctrina establece que la moneda es un servicio público que crece o decrece, se valoriza o desvaloriza en razón directa de la riqueza que produce el trabajo de la Nación. Yo me pregunto si es posible acaso tener en circulación en 1951 con 73 mil millones de pesos de renta nacional la misma cantidad de dinero que en 1945, cuando la renta era de 16.500 millones. Para servir a un país de gran actividad económica se necesita más dinero que para servir al movimiento económico de un país poco desarrollado. El dinero tiene para nosotros un solo respaldo eficaz y real: la riqueza que se crea por el trabajo. Vale decir que el oro que garantiza el valor de nuestro peso es el trabajo de los argentinos. El peso no vale como ninguna otra moneda por el oro que se adquiere con él, sino por la cantidad de bienestar que puedan comprar con él los hombres que trabajan. Me tiene sin cuidado el valor que le asignan a nuestro peso quienes lo relacionan con el oro o con el dólar, porque ni el oro ni el dólar engendran la riqueza. Por otra parte, ni el dólar ni el oro son valores absolutos y, en último término, también dependen del trabajo. Felizmente, nosotros rompimos a tiempo con todos los dogmas del capitalismo y no tenemos por qué arrepentimos. No les pasa, en cambio, lo mismo a quienes aceptaron de buena o mala gana las órdenes o las sugerencias del capitalismo y amarraron la suerte de sus monedas al destino de la que se acuña o se imprime en las metrópolis, cifrando toda la riqueza del país en las monedas fuertes que circulaban por él sin producir otra cosa que capitales de comercio y de especulación. Nosotros despreciamos, acaso, un poco el valor de las monedas fuertes y elegimos crear, en cambio, la moneda del trabajo, quizá un poco más dura que la que se gana especulando, pero por eso mismo menos variable en el juego mundial de las monedas. Mientras los argentinos quieran trabajar y se ingenien en producir, creando así moneda efectiva y real, el peso, cualquiera sea el valor que le asignen en los mercados del capitalismo, no entrará jamás en la crisis que le auguran desde 1946 nuestros obtusos críticos, cuyas finanzas giran alrededor del dólar, que, de paso, suele ser también la moneda que paga sus ataques y sus traiciones. Señores: en términos de economía social, es necesario establecerlo definitivamente: la única moneda que vale para nosotros es el trabajo y son los bienes de producción que nacen del trabajo. La valorización peronista de la moneda no tiene como efecto final el incremento de los capitales, sino el aumento del poder adquisitivo de los salarios. Los salarios tienen mayor poder adquisitivo, no en la medida del valor del peso, sino en la medida en que el trabajo que se paga con aquellos salarios produce bienes útiles a la comunidad. Para realizar todo esto, la República Argentina ha tomado plena posesión de su moneda convirtiéndola en un simple servicio público, y aun cuando a algunas mentalidades capitalistas esto les suene a desplante de herejía, podemos decir lisa y llanamente que los argentinos hacemos lo que queremos con nuestra moneda, supeditando su valor al bienestar de nuestro pueblo. Por otra parte, en último análisis, y aun cuando parezca contradictorio, es lo mismo que suelen hacer las metrópolis del capitalismo, que cumplen sus dogmas según la conveniencia, ¡único canon invulnerable de la doctrina que sustentan! La herejía que nosotros hemos consumado en beneficio del pueblo es la misma que los imperialistas realizan para expoliar al mundo. Nosotros desvalorizamos el peso argentino y así compramos todo lo que era nuestro y todos los bienes capitales que ahora producen y sustentan nuestro bienestar, del mismo modo que ellos desvalorizaron sus monedas para cobrarse la guerra que, al fin de cuentas, hicieron con hombres y con dinero de satélites y colonias. La prueba que da valor a nuestra reforma monetaria está en las cifras de nuestra situación. Desde diciembre de 1946 a diciembre de 1951, nuestra circulación monetaria aumentó en once mil millones de pesos, mientras que las reservas de oro y divisas disminuyeron en 3.600 millones. Pero, en cambio, repatriamos nuestra deuda externa, nacionalizamos empresas y servicios públicos, ampliamos el tonelaje de nuestra flota mercante poniéndola entre las primeras del mundo; creamos nuestra flota comercial aérea; industrializamos el país con más de veinte mil industrias nuevas; la renta nacional aumentó en 57 mil millones, y todo esto es riqueza auténtica y son valores materiales que siguen produciendo la riqueza que después se distribuye en el pueblo por los caminos abiertos de la justicia social. Con oro y divisas -valores improductivos- hemos adquirido valores de producción. Creo que esto era lo sabio. Es uno de los resultados evidentes de la reforma monetaria que tanto nos vienen criticando nuestros adversarios, desde aquí y desde las colonias del capitalismo, Pero los hechos están al alcance de las manos. Y mientras nosotros aumentamos nuestra riqueza y nuestro bienestar, ellos no saben cómo sostener el techo de la casa, que se les viene abajo. No nos alegra la desgracia ajena. Nos alegra, eso sí, la destrucción paulatina de un sistema que explotó a los hombres y a las naciones durante siglos enteros, y nos alegra porque los pueblos están surgiendo, de entre esas ruinas, con la fe y el optimismo de la nueva edad que inaugura en el mundo el reinado de la auténtica justicia y de la auténtica libertad. Así como la moneda dejó de ser en la economía social el signo del capitalismo imperante, también el crédito pasó a integrar nuestro sistema con la modificación de los principios que lo regían. El Banco Central de la República era un instrumento de la banca internacional y de su hija, bastarda pero servil: la oligarquía del país. Ahora es un instrumento del gobierno argentino y sirve al pueblo como cualquier otro instrumento del Estado. Antes de 1946, el sistema bancario era dirigido por extranjeros, ya que los bancos particulares, todos extranjeros, con un aporte de seis millones de pesos, equivalente a un treinta por ciento del capital inicial, aproximadamente, manejaban las asambleas, ejerciendo así prácticamente la conducción económica del país. Ahora el sistema bancario es dirigido por el gobierno que elige el pueblo. Cuando los bancos servían al capitalismo extranjero y a la oligarquía nacional, lógicamente los créditos bancarios, lo mismo que las divisas, en una palabra, la moneda del ahorro y la moneda de la producción, engendradas por el trabajo del pueblo, tenían siempre los mismos destinatarios, que de ninguna manea iban a promover una actividad de beneficio social, Desde 1946, el crédito tiene como destinatario al pueblo. Hay en esto una elemental razón de equidad y de justicia: aun cuando los capitales bancarios se integrasen con dinero de una pocas empresas, como ocurre por lo general en el sistema capitalista, siempre, en última instancia, nace del trabajo que lo crea y debe volver en su redistribución al pueblo que trabaja. Por eso, también, en los últimos tiempos, sobre todo, he venido insistiendo en la necesidad de que sea el pueblo mismo quien capitalice al país por medio del ahorro. Antes, el ahorro del pueblo no tenía sentido porque, utilizado por los bancos en beneficio del capitalismo, lo único que hacía era añadir un poco más de leña al fuego de la explotación a que sometía a los trabajadores. Ahora sí, señores, el ahorro del pueblo tiene sentido, no solo porque es una garantía de previsión extendida como un cheque sobre el porvenir, sino también porque es dinero que vuelve al pueblo en bienestar social, creando en su círculo permanente riquezas nuevas que sirven como bienes del pueblo y de la patria. Señalo, en este momento para el futuro y como política crediticia ideal de nuestra doctrina económica, los siguientes objetivos: 1° El crédito bancario debe servir para que cada argentino construya su propia casa. 2° El crédito bancario debe posibilitar a cada agricultor la adquisición su propia tierra. 3° El crédito bancario debe posibilitar la organización cooperativa de la producción agraria, minera e industrial, y la actividad comercial consecuente de las mismas debe tener privilegio en el crédito sobre las actividades económicas individuales. Estos objetivos del Segundo Plan Quinquenal, que anticipo a Vuestra Honorabilidad, exigen que el pueblo vaya capitalizando al país con el esfuerzo de su producción y de sus ahorros. Producir y ahorrar deben ser dos pensamientos permanentes grabados en la conciencia económica del pueblo. Los países capitalistas cifran su poderío en la capitalización de los monopolios y de las grandes empresas. Los países colectivistas cifran el poder de su economía en la capitalización del Estado. La doctrina peronista, también aquí en su clásica tercera posición, fundamenta todo el poder de su economía en la capitalización del pueblo, creándose aquí también una circulación permanente de valores económicos en el pueblo y la economía. El pueblo capitaliza a la economía por el ahorro y la producción de su trabajo y la economía sirve al bienestar del pueblo. Señores: todo esto se va realizando entre nosotros de acuerdo con el mandato imperativo de la Constitución Justicialista de 1949. Estamos en plena tarea destructora del capitalismo; pero ya se ven por todas partes las construcciones del nuevo estilo peronista. ¡Nuestros viejos ideales de 1943 empiezan a dominar en los panoramas de la realidad! Los problemas económicos que nos quedan se resolverán, en el futuro, con mayor facilidad si organizamos la conducción económica establecida por nuestra doctrina. En este sentido, también estamos en pleno período de transición. En 1943, la actividad económica de la Nación se regía por el sistema capitalista de la economía libre. Esto equivale a decir que la conducción económica de la República no existía como tal y que toda la actividad de la producción, del comercio y de la industria se orientaba según el impulso positivo o negativo de la acción privada, por lo general desvinculada del bienestar social. Resultados de aquella libertad liberticida fueron los monopolios y los trusts; la total dependencia de la producción agropecuaria; la asfixia sistemática de la industria nacional; la explotación ignominiosa de los más débiles por la prepotencia del poderío económico de los más fuertes y, lo que es más grave, la conducción del gobierno político del país en manos de vulgares o conspicuos agentes de los intereses económicos extraños al pueblo a la patria. Para terminar con aquella economía "libre" con la que sueñan todavía los abogados de las empresas capitalistas que nos dominaron, nosotros tuvimos que tomar en nuestras manos el control económico de la Nación y realizar durante estos años una verdadera dirección económica. Pero este no es el objetivo final y permanente de nuestra doctrina. La doctrina económica que sustentamos establece claramente que la conducción económica de un país no debe ser realizada individualmente, que esto conduce a la dictadura económica de los trusts y de los monopolios capitalistas. Tampoco debe ser realizada por el Estado, que convierte la actividad económica en burocracia, paralizando el juego de sus movimientos naturales. El justicialismo, siempre en su tercera posición ideológica, sostiene que la conducción económica de la Nación debe ser realizada conjuntamente por el gobierno y por los interesados, que son los productores, comerciantes, industriales, los trabajadores y aun los consumidores: ¡vale decir, por el gobierno y por el pueblo organizado! Mientras esto no se realice plenamente, el gobierno cometerá los errores propios de toda conducción unilateral y arbitraria por más buena voluntad que tenga. Por eso propugnamos tan denodadamente la organización de la comunidad. El gobierno está para hacer lo que el pueblo quiere, y esto también tiene valor en el campo del gobierno económico. Y para hacer en materia económica lo que le pueblo quiere, es necesario que el pueblo se exprese por medio de sus organizaciones económicas. Recién en este mensaje me es dado anunciar a Vuestra Honorabilidad que estas ideas peronistas han sido por fin comprendidas y en parte realizadas. En 1951, las organizaciones económicas han empezado a compartir con el gobierno la conducción de la economía nacional. Alguien, acaso, se pregunte si no podíamos hacer lo mismo con las "fuerzas vivas" de 1946. La respuesta es muy simple. Las organizaciones de entonces no aceptaban nuestros principios de independencia económica ni creían en la economía social. Sus nombres pertenecían a la vieja mentalidad capitalista y, en medio de la nueva ciudad que nosotros levantábamos, ellos eran los viejos y anacrónicos edificios ruinosos de un etilo en el que ya no podemos construir. Nosotros queremos compartir con los intereses privados la conducción económica de la República, pero exigimos que esos intereses se coloquen en la línea peronista que apunta a nuestros dos grandes objetivos económicos: la economía social y la independencia económica, porque ellos son mandato soberano que el pueblo nos ha impuesto y que nosotros tenemos que cumplir de cualquier manera: con la colaboración de las fuerzas económicas, si es posible, o enfrentándolas, si ellas no quieren compartir con nosotros el mandato del pueblo soberano. En esta tierra no reconocemos, señores, más que una sola fuerza soberana: la del pueblo. Todas las demás están para servirla. Cualquiera que intente invertir este valor fundamental está, por ese solo hecho, atentando contra el primero, básico y esencial principio del peronismo; atenta, por lo tanto, contra el pueblo y está, por otra parte, fuera de la Constitución Nacional, que rige el derrotero de la República. He creído oportuno fijar exactamente a Vuestra Honorabilidad los fundamentos de la economía social y establecer, con absoluta claridad, el método ideal que debe seguirse para la conducción económica del país. Concluido ya el Primer Plan Quinquenal, el gobierno, el Estado y el pueblo argentinos se disponen a iniciar el esfuerzo extraordinario de una segunda etapa en la gran tarea de la reactivación económica nacional. Es necesario, entonces que ya no queden dudas acerca de la doctrina y de los procedimientos que habremos de seguir durante los próximos cinco años. Es necesario que nadie se llame a engaño: la economía capitalista no tiene nada que hacer en nuestra tierra. Sus últimos reductos serán para nosotros objeto de implacable destrucción. En este aspecto de nuestra situación actual recuerdo también, como un testimonio indudable que prueba la claridad permanente de nuestras intenciones, las palabras que pronuncié en este mismo recinto, presentando nuestro Plan de Gobierno en octubre de 1946. Decía entonces: "No somos en manera alguna enemigos del capital, y se verá en el futuro que hemos sido sus verdaderos defensores. Es menester discriminar claramente entre lo que es el capitalismo internacional de los grandes consorcios de exportación foránea, y lo que es el capital patrimonial de la industria y el comercio. Nosotros hemos defendido a estos últimos y atacado sin cuartel y sin tregua a los primeros. El capitalismo internacional es frío e inhumano; el capital patrimonial de la industria y el comercio representa, a nuestro sentir, la herramienta de trabajo de los hombres de empresa. El capitalismo internacional es instrumento de explotación y el capital patrimonial lo es de bienestar; el primero representa por lo tanto miseria, mientras que el segundo es de prosperidad. No somos enemigos del capital, aun foráneo, que se dedica a su negocio; pero sí lo somos del capitalismo, aun argentino, que se erige en oligarquía para disputarle a la Nación el derecho de gobernarse por sí y al Estado el privilegio de defender al país contra la ignominia y contra la traición". Estos eran nuestros propósitos de 1946. En 1952 no modifican para nada nuestra posición, y sin añadirles un sola palabra pueden seguir orientado nuestra marcha. Desearíamos que el mundo occidental, tan empeñado en salvar las estructuras de nuestra civilización, advirtiese que es necesario seguir el ejemplo argentino, abandonando los viejos e inútiles cánones del capitalismo, para salvar al capital poniéndolo a servicio de los hombres y de lo pueblos. La independencia económica nacional y nuestra economía social, señores, ha tenido su más evidente y generosa consecuencia en las realidades de nuestro primer Plan de Gobierno. Para enunciarlas solamente, yo hubiese tenido que distraer la atención del Honorable Congreso durante muchas horas. Por eso he decidido referirme únicamente a algunas de esas realizaciones en los cuatro aspectos fundamentales del Plan de Gobierno correspondientes a la acción social, política, económica y de la defensa nacional. Dejo para la oportunidad en que presente a Vuestra Honorabilidad nuestro Segundo Plan Quinquenal la exposición exhaustiva de las realidades conseguidas en cumplimiento de las previsiones del Primero, y a tales fines todos los departamentos de Estado preparan la memoria correspondiente, para ser presentada como una rendición general de cuentas ante el pueblo que representa Vuestra Honorabilidad. La somera y parcial enunciación de algunos resultados que voy a hacer en esta ocasión ante Vuestra Honorabilidad probará una vez más que hemos cumplido con el pueblo y que no es inexplicable, como pretende nuestra oposición, que el pueblo siga cumpliendo con nosotros. Los beneficios del Primer Plan Quinquenal han llegado a todos los rincones y a todos los sectores del país, acaso con tanta mayor intensidad cuanto más apartados y más pobres. Cuando llegamos al gobierno, yo recuerdo que en este recinto y en una de las primeras sesiones del Congreso, el orgullo petulante de la oligarquía calificó a nuestra mayoría con el despectivo título de "aluvión zoológico". Traigo la memoria de Vuestra Honorabilidad el ingrato recuerdo, porque aquel "aluvión zoológico" es el que viene hoya ofrecer a la patria, corno resultado de su idealismo "descamisado" Y contra la soberbia de un siglo oligarca de explotación y de miseria, un verdadero aluvión de bienestar y de grandeza. El Plan Quinquenal que vamos terminando en este año intermedio y preparatorio del Segundo Plan Quinquenal arroja hasta la fecha, como resultado general en materia de obras públicas, la cantidad, no superada por ningún gobierno del país, equivalente a 76 mil obras nuevas destinadas al servicio del pueblo. Ellas evidencian, en sus construcciones de nuestro estilo, la realidad auténtica de la Nueva Argentina, que ya sabe para siempre cómo solamente con el esfuerzo de sus hijos se conquista el bienestar y se cimienta la grandeza el porvenir. Las cifras en inversiones del primer Plan Quinquenal son ya por sí mismas elocuentes: En el conjunto general de las obras y trabajos realizados se han invertido18 mil millones de pesos, que se discriminan así: vivienda, 960 millones; educación, 1.250 millones; salud pública, 500 millones; transportes, 2.300 millones; vialidad, 1.150 millones; combustibles, 2.150 millones; agua y energía eléctrica, 1.250 millones; navegación y puertos, 1.100 millones; producción agrícola-ganadera, producción industrial y defensa nacional, 7 mil millones de pesos. Clasificadas estas cifras según el concepto general de las inversiones, surge de ellas que hemos destinado más de 5.200 millones a las obras de carácter social; 5.400 millones a los transportes y comunicaciones, y 3.400 millones a combustibles y energía. Estos son los rubros fundamentales de nuestro Plan. El menos advertido de los ciudadanos podrá medir por la sola consideración de nuestras cifras generales el esfuerzo extraordinario realizado por nosotros y en qué medida hemos luchado, con nuestras realizaciones materiales, por afianzar los tres pilares de nuestra doctrina: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Señores: Yo me pregunto si no hubiesen podido hacer por lo menos la mitad de todo lo nuestro los gobiernos que antaño respondían a los sectores políticos que permanentemente nos combaten. Por aquellos tiempos, la mano de obra sobraba en el país; los materiales de construcción eran baratos y aun abundantes. Todo lo que nosotros construimos en nuestros tiempos pudo hacerse entonces con mucho menos dinero y sacrificio. Con los 21 mil millones de pesos que el país dejó de cobrar por diferencia entre precios de importación y exportación, tal como lo demostré a principio de este mensaje, se hubiesen podido realizar tres o cuatro planes quinquenales como el nuestro. ¿Por qué no se realizaron? Es la pregunta que nunca podrán explicar quienes defienden el pasado como si en él todo hubiese sido extraordinario y maravilloso. Y es también la pregunta que nosotros, ocupados en nuestra tarea de construir, tampoco queremos ni necesitamos investigar demasiado. Eso corresponde a la historia; y la historia recoge realidades. El tiempo que nos precedió en casi un siglo es un tiempo vacío de realidades. En cambio, las realidades de nuestro tiempo no podrán ser abarcadas nunca en un solo capítulo. Hemos trabajado demasiado como para no merecer una cantidad mayor de odio o de reconocimiento que el que puede contener un solo capítulo de la historia. Porque los historiadores no serán neutrales ni con nosotros ni con nuestro tiempo, como no lo fueron jamás con los hombres y las épocas que supieron enfrentarse cara a cara con el destino. ¡Pero nosotros no trabajamos para los historiadores, sino para el pueblo de nuestro tiempo, que ha de ir transmitiendo al pueblo de los tiempos venideros la verdad de lo que hicimos, inclusive las nobles intenciones y los grandes sueños que no pudimos realizar! Volviendo al tema de nuestras realizaciones, quiero informar a Vuestra Honorabilidad que el 75 por ciento de las inversiones del Plan Quinquenal se efectuó en el interior de la República y el 25 por ciento en el Gran Buenos Aires. En este sentido, debo señalar que las cifras han ido variando progresivamente desde el primer año del Plan hasta la fecha, intensificándose nuestra acción en el interior, y del interior, en los territorios nacionales, con cuyos habitantes la República tenía numerosas deudas que saldar. Las provincias han sido beneficiadas de manera extraordinaria por nuestro Plan y por la ayuda financiera del Poder Ejecutivo Nacional, que llegaba en diciembre de 1951 a la cifra sin precedentes de 1.856 millones de pesos, ayuda que se concretó sobre la base de los planes provinciales coordinados con el Plan Nacional través del Consejo Federal de Planes de gobierno. Estos hechos demuestran, juntamente con las pocas intervenciones federales dispuestas por nuestro Gobierno, la realidad del federalismo que practicamos, desposeído de formulismo y de formalidades mentidas y engañosas, pero auténtico y real como lo quiere el pueblo de las provincias, que ve los beneficios de nuestra acción tal vez un poco menos literaria pero más efectivamente. No quiero dejar de mencionar, aunque sea al pasar y para no volver obre este tema, la incorporación de dos territorios al número de las provincias. El Chaco y La Pampa, que el Honorable Congreso, como un homenaje que agradezco íntimamente, ha querido denominar "Presidente Perón" y "Eva Perón", se incorporan al número de los estados con autonomía federal, de acuerdo con nuestra política de otorgar al pueblo de todo el territorio patrio la plenitud de sus derechos ciudadanos. Una vez más, señores, se cumplió la palabra peronista sobre toda una historia de las promesas de antaño desvanecidas en discursos demasiado floridos para ser realizados. Tengo profunda fe en el porvenir de las nuevas provincias y espero que sabrán ser dignas del título que acabamos de otorgarle, trabajando como hasta el presente por la grandeza de la patria. No quiero tampoco dejar de destacar el nombre de una provincia que fue justo objeto de nuestros mejores afanes: me refiero a San Juan, donde el gobierno peronista ha contribuido con sus mejores esfuerzos y con su más grande cariño a la tarea argentina de restañar las viejas heridas de su tragedia de 1944. Un nuevo San Juan devolvemos a la patria y yo señalo a su pueblo ejemplar como la causa más importante de su resurgimiento. Si no hubiéramos encontrado en los sanjuaninos la fuerza de voluntad y el corazón dispuesto a reconstruirlo todo, como si nada hubiese sucedido, no hubiéramos realizado por ellos el esfuerzo extraordinario que ahora enorgullece a mi gobierno. El aluvión de las realidades peronistas en materia económica tiene innumerables capítulos. Yo no pretendo hacer la síntesis completa de todos ellos. Me bastará con señalar algunos hechos fundamentales, sin que eso signifique menosprecio para con los demás esfuerzos realizados por los organismos del Estado. Nuestra acción en materia agropecuaria puede expresarse en las siguientes realizaciones: El crédito agrario, instrumento esencial de nuestra economía social, pasó de 400 millones de pesos, en 1945, a 2.900.600.000, en 1951. La mecanización del campo nos ha costado 950 millones de pesos en divisas entre 1949 y 1951, y durante el Primer Plan Quinquenal hemos importado 25 mil tractores y 40 mil arados y numerosas máquinas menores. Apoyamos a la industria nacional de maquinaria agrícola en forma absoluta, y gracias a ello puedo hoy anunciar a Vuestra Honorabilidad que el país no tiene ya necesidad de importar otro tipo de maquinaria agrícola que no sean tractores, y si se cumplen nuestros planes, como es de prever, en el Instituto Aerotécnico de Córdoba, antes del término de nuestro Segundo Plan Quinquenal, la República Argentina fabricará sus propios tractores, y así toda su maquinaria agrícola. Aprovecho este momento de mi mensaje para anunciar también a Vuestra Honorabilidad que en el mismo instituto se ha logrado la fabricación total de los primeros automóviles íntegramente argentinos. Esta realidad no tiene solamente un objeto experimental. A partir de la fecha se fabricarán cinco mil unidades en 1952, produciéndose a sí mismo camionetas y pick-ups. La fabricación nacional de automotores ha sido posible gracias a la preparación de nuestros obreros y de nuestros técnicos, desarrollada a través de muchos años de experiencia en la fabricación de aviones militares. También debe señalarse la efectiva cooperación de la industria privada argentina, que ha posibilitado la construcción del automóvil "Justicialista" en todos sus detalles, sin que ninguna de sus piezas haya tenido que ser importada del exterior. Es significativo el hecho de que mientras la industria del mundo entero convierte sus mecanismos para las fabricaciones bélicas, nosotros aprovechamos la experiencia de nuestras fábricas militares para crear un poco más de bienestar para nuestro pueblo. El hecho de que el Ministerio de Aeronáutica haya querido designar al nuevo automóvil argentino con el nombre de "Justicialista" no es un mero detalle, y se me ocurre, por el contrario, que él es todo un símbolo de la Nueva Argentina. En otro orden de cosas, la acción colonizadora peronista tiene también cifras que por comparación con las de años precedentes resultan simplemente excepcionales. Desde 1941 a 1946 -el quinquenio que precedió a nuestro Plan de gobierno- el Banco de la Nación había entregado 55 mil hectáreas por valor de 8 millones de pesos. Desde 1946 a 1951 otorgó, en colonización, cerca de un millón de hectáreas por un valor superior a los 130 millones de pesos. Por otra parte, el Banco de la Nación ha seguido facilitando la adquisición de la tierra a los arrendatarios y esta acción será incrementada y aun facilitada en el porvenir. En otro sector de la acción peronista, que otorga la tierra a quien la trabaja -otro de nuestros principios calificados también oportunamente como demagógicos-, se han entregado 12 mil títulos de propiedad que favorecieron a numerosas familias de agricultores, a quienes se les otorgaron además los créditos necesarios para su adquisición. La acción colonizadora ha de ejercerse en el porvenir, de manera muy especial en las tierras beneficiadas por las construcciones hidráulicas. Las cooperativas agrarias han merecido nuestro total apoyo, corno que ellas son, en la economía social de la doctrina peronista, unidades de acción económica que realizan el acceso de los hombres que trabajan a la posesión total del instrumento y del fruto de sus esfuerzos. La ayuda crediticia a las cooperativas alcanzó en el quinquenio a la suma de mil millones de pesos, y va en progresivo aumento. Señalo como norma tendida hacia el futuro la de preferir en el crédito a las organizaciones cooperativas sobre las empresas de carácter individual. Llegaremos progresivamente a dejar en manos de la organización cooperativa agraria todo el proceso económico de la producción. No debe haber en el país un solo agricultor que no sea cooperativista, porque la organización cooperativa es al trabajador agrario lo que la organización sindical es al trabajador industrial, sin que esto signifique que la industria no pueda organizarse en forma cooperativa, porque es un ideal justicialista que todo el proceso económico quede en manos de los hombres que trabajan, y el sistema cooperativo tiende a ello. Los fracasos del cooperativismo, en tiempos de la economía capitalista, son explicables y perfectamente lógicos: una cooperativa, exponente perfecto de economía social, ni podía enfrentarse con los monopolios del capitalismo. Ahora, la economía social ampara y defiende a sus cooperativas y ellas tienen el campo abierto para una intensa y decidida acción cuyos límites están solamente determinados por la capacidad y el afán de sus organizadores y de sus componentes. Quiero declarar, no obstante, que así como no concibo un dirigente sindical capitalista, tampoco concibo una cooperativa de productores con mentalidad opuesta a la economía social justicialista. Yo los señalo como infiltraciones peligrosas para el cooperativismo, que triunfará en la medida en que los separe de su seno como elementos de ruina y destrucción. El cooperativismo agrario ha crecido extraordinariamente en los últimos cinco años y ya se puede decir que el campo está representado en él. Más de setecientas cooperativas agrarias van conformando un poderoso movimiento que agrupa a más de doscientos mil afiliados. Debo señalar y agradecer la adhesión casi unánime que el gobierno ha recibido oficial y públicamente de las entidades cooperativas como una prueba más de que el campo argentino apoya nuestra acción, ¡a pesar del abandono en que lo tenemos, según la oposición! También en relación con nuestra tarea agraria debo mencionar que el gobierno Nacional ha invertido, del Plan Quinquenal, más de 250 millones de pesos en el fomento de la producción, y de esa suma, 60 millones corresponden a inversiones realizadas en la distribución de 2.500.000 bolsas de semilla fiscalizada de trigo, maíz, girasol, lino, etcétera. Ya es conocida por Vuestra Honorabilidad; la acción del gobierno peronista realizada en materia de elevadores de granos. Ellos fueron durante muchos años elementos instrumentales de la explotación monopolista en el campo argentino. En 1946, el Estado poseía sólo una capacidad en elevadores igual a 164 mil toneladas. Desde entonces, construyendo y expropiando, el Estado posee casi dos millones de toneladas en elevadores, habiendo invertido 30 millones de pesos en expropiaciones y 160 millones en construcciones. La defensa de nuestra producción agropecuaria en el mercado internacional, realizada por intermedio del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, nos ha permitido cumplir nuestro propósito de remunerar generosamente el esfuerzo de los productores con precios compensatorios. Las cifras que enuncié en mi Plan Económico para 1952 son harto elocuentes y me eximen de todo comentario. Toda esta acción, tendiente a reactivar la economía agropecuaria, no ha tenido, por desgracia, la respuesta que acaso merecíamos en las cifras reales de nuestra producción de cereales. Pero nosotros sabemos que ello obedeció a factores cuyo control no estaba tampoco en nuestras manos. En esto, el gobierno no culpa a los agricultores, y yo sé que los agricultores no responsabilizan al gobierno. Pero yo no puedo silenciar en este momento un hecho que todos recuerdan y que fue la campaña derrotista de nuestra oposición política, cuyos dirigentes recorrieron todo el campo argentino exhortando a los agricultores para que no sembrasen. Aun cuando fueron desoídos por los hombres del campo, pues si la superficie sembrada disminuyó fue solamente por razones climáticas, yo me pregunto, ante los inconvenientes de la escasa cosecha que tenemos, ¿como se justificarían nuestros opositores si la causa de la disminución operada hubiese sido nada más que la prédica por ellos desatada? Una vez más se prueba así, señores, que a nuestros adversarios no les interesa el país, y que con tal de satisfacer a sus ambiciones y a sus amos, lo mismo les da hundir en el hambre o en el caos al pueblo y a la patria. Pero, felizmente, mientras los políticos de la oposición conversaban, el pueblo trabajaba. Esta es la razón por la cual siempre podemos devolverles una realidad por cada mentira. En mi último mensaje dejé expresa constancia del agradecimiento del gobierno a los agricultores del país por todo cuanto ellos contribuyeron al afianzamiento de la independencia económica. Hoy quiero reiterarles una vez más que el gobierno ha de responder permanentemente a aquellos esfuerzos, cumpliendo con su promesa de entregarles el producto total del trabajo y de los sacrificios que realicen; acrecentando siempre su cooperación y defendiendo por todos los medios a su alcance la producción agropecuaria. Como una prueba más de la voluntad firme de mi gobierno, en tal sentido, señalo la reciente incorporación del tung al régimen general de comercialización nacional de las cosechas. Y como una prueba elocuente de la fe y adhesión del Movimiento Peronista a los trabajadores del campo, señalo la acción recientemente iniciada por la Fundación "Eva Perón", que abre nuevos horizontes a los agricultores que han recibido con entusiasmo los equipos agrarios justicialistas. No quiero terminar el tema de la producción agropecuaria sin señal sumariamente algunos hechos. El país, durante mi gobierno, ha empezado a producir té y arroz en cantidades apreciables. Los productores de estos dos cultivos deben saber que la independencia económica de la República hace posible y aun exige que siembre en mayores cantidades, no solo para abastecer el consumo interno, sino para exportar, puesto que el mercado mundial está en déficit. Sobre esta materia, en los tiempos de nuestra dependencia colonial, los gobiernos de la oligarquía siguieron una política equivocada, prohibiendo o limitando algunos cultivos en beneficio específico de las importaciones de países extranjeros. Señalo como objetivo para el porvenir el siguiente, que ha sido norma de mi gobierno: ¡El país debe producir por lo menos todo lo que consume! Cuando las posibilidades del mercado internacional así lo exijan, debe aumentarse la producción para poder exportar. Esta ha sido la política seguida por nosotros en numerosos aspectos de nuestra acción. Señalo como ejemplo el caso del tabaco. En 1946 se sembraban 30 mil hectáreas de tabaco que ascendían en 1951 a 42.500. En 1946 importábamos nueve mil toneladas de tabaco. En 1951 importamos solamente 2.600 toneladas y desde este momento no gastaremos un solo peso para importar tabaco, puesto que la producción argentina debe abastecer nuestro consumo interno. A todas las realizaciones económicas que llevo mencionadas debo agregar hoy, una vez más, como en los años pasados, las cifras de nuestro superávit, que nuevamente supera los cien millones de pesos. En los años de nuestro gobierno, la gestión presupuestaria nos ha dejado desde 1947 saldos favorables que suman más de mil millones de pesos. Estas cifras prueban que hemos administrado los dineros del pueblo con sobriedad y con exacto y claro sentido de nuestra responsabilidad. Muchas veces en el curso de una gestión presupuestaria hemos tenido que afrontar situaciones de emergencia como las que determinaron en diversas oportunidades extraordinarios aumentos de sueldos al personal de la administración pública. Nunca pensamos en recurrir para ello al arbitrio común del déficit como resultado final de un presupuesto. Más bien hemos decidido y hemos realizado las economías necesarias para evitar el consecuente desequilibrio. Todo ello es posible, señores, y queda demostrado cuando se trabaja ordenadamente y se respetan los más elementales principios financieros que deben regir toda gestión administrativa. En otro orden de cosas, el aluvión de realidades peronistas se concreta en el impulso formidable y sin precedentes que ha recibido la industria nacional. Encontramos un país condenado por sus amos a trabajar exclusivamente en la producción agropecuaria. Nosotros decidimos realizar la industrialización de la República. Yo recuerdo haber dicho en este recinto, presentando ante Vuestra Honorabilidad el Primer Plan Quinquenal, las siguientes palabras que me permito repetir como palabras cumplidas: "Debemos producir el doble de lo que estamos produciendo; a ese doble debemos multiplicarlo por cuatro, mediante una buena industrialización, es decir, enriqueciendo la producción por la industria: distribuir equitativamente esa riqueza y aumentar el estándar de vida de nuestras poblaciones hambrientas, que son la mitad del país; cerrar ese ciclo con una conveniente distribución y comercialización de esa riqueza; y cuando el ciclo producción industrialización- comercialización-consumo se haya cerrado, no tendremos necesidad de mendigar mercados extranjeros porque tendremos el mercado dentro del país". Sobre la base de este principio fuimos cumpliendo progresivamente nuestro plan de gobierno en materia industrial. Aquí están las cifras de nuestra realidad: El volumen físico de la producción industrial ha llegado en 1951 al índice más alto de nuestra historia aumentando en un cincuenta por ciento sobre 1943. La República Argentina es el país del mundo que registra el más alto progreso industrial en los últimos años. En 1946, el monto de los salarios pagados en la industria era de dos mil millones, aproximadamente; en 1951 alcanza a 8.500 millones. Estas no son solamente cifras económicas. Señalan también el progreso del bienestar en la masa trabajadora. El crédito industrial, que en 1945 fue de 130 millones, llegó en 1951 a más de 3.500 millones. Debo aclarar que solamente me refiero a los montos otorgados por el Banco de Crédito Industrial. Se radicaron en el país doscientas empresas nuevas que aportaron maquinarias y equipos por valor de 250 millones de pesos. Lo fundamental de nuestro plan en materia de promoción industrial se realizó cuando incorporamos al país gastando diez mil millones en divisas, maquinarias y equipos que renovaron el material de las industrias existentes y permitieron la instalación de más de veinte mil industrias nuevas. Esta es otra de las simples y claras explicaciones de la plena ocupación que tanto molesta a nuestros adversarios, porque, según dicen ellos, ha ensoberbecido demasiado a los obreros. Así como en 1946 nos propusimos realizar la industrialización del país, ahora nos proponemos llevar adelante la minería nacional. Y así como hasta 1946 habíamos preparado en el Consejo Nacional de Posguerra todo cuanto era necesario para lanzar el gran objetivo de nuestro plan industrial, hemos venido preparando en los años pasados todos los mecanismos necesarios para que el Segundo Plan Quinquenal se caracterice como el Plan Quinquenal de la minería argentina. Todo está listo ya para este gran esfuerzo de los argentinos. Algunas cifras probarán mi afirmación. En 1946, el Banco de Crédito Industrial facilitó 400 mil pesos a lo mineros. En 1951, el mismo banco elevó aquella cifra a 45 millones de pesos. La producción minera, que en 1946 fue de 362 millones, en 1951 llegó a ocho mil millones de pesos. Yo señalo también como realidades fundamentales del gobierno peronista los trabajos cumplidos en la exploración y explotación del carbón argentino de Río Turbio; los trabajos de exploración del hierro en Sierra Grande; las tareas extraordinarias desarrolladas por la Dirección General de Fabricaciones Militares en los altos hornos de Zapla; el incremento extraordinario de nuestra producción petrolífera y el aumento de nuestras reservas conocidas por el descubrimiento de nuevas y fecundas zonas petrolíferas en el Norte argentino; la inmensa tarea realizada para lograr el aprovechamiento de las enormes existencias de gas natural en las zonas petrolíferas, etcétera. Cada uno de estos puntos por sí solo merecería un capítulo en este mensaje de nuestras realidades. Solamente señalo estos ejemplos como un índice de la riqueza extraordinaria de nuestra tierra, que todo lo espera del trabajo de sus hijos. En el Segundo Plan Quinquenal hemos establecido ya como objetivos concretos: que el país en el año 1958 tendrá que producir todo el carbón y todo el petróleo que consuma; que el plan siderúrgico ha de realizarse ahora sobre la base de las enormes existencias de los yacimientos nacionales del Norte y de Sierra Grande, que ha de explorarse intensamente la casi infinita riqueza minera de nuestro suelo, y que ha de producirse en el país todo el aluminio que nuestra industria necesita. Mañana dirán por allí nuestros adversarios que estamos soñando. Por suerte, tenemos a favor nuestro el antecedente de unos cuantos años convertidos en realidad, entre otros, el de la independencia económica, el de la flota mercante, el de los ferrocarriles, el de los teléfonos, el del gasoducto Comodoro Rivadavia-Buenos Aires, etcétera. En este capítulo de las realidades económicas que nosotros ofrecemos al término de mi gobierno, yo tendría que referirme indudablemente a las industrias del Estado, a las realizaciones de nuestro plan energético, a nuestras obras hidráulicas, a nuestra flota mercante, a nuestra flota aérea, u nuestra flota fluvial, al progreso de nuestras comunicaciones telegráficas y telefónicas, al desarrollo de nuestros transportes. Pero ello extendería demasiado mi exposición. Quiero, sin embargo, decir dos palabras acerca de un hecho que el año pasado anuncié como propósito en esta misma fecha. Me refiero a la construcción de vagones y locomotoras argentinos. En 1951 fue puesta en servicio la locomotora diesel eléctrica también bautizada por su ingeniero constructor con el nombre "Justicialista". Debo informar a Vuestra Honorabilidad que ella fue construida con importantes innovaciones de patente argentina y que demostró, en las pruebas a que ha sido sometida, el más alto rendimiento. Señalo como objetivo del Segundo Plan Quinquenal, en esa materia, la fabricación en serie de locomotoras, a fin de afianzar también en esto nuestra independencia económica. Debo destacar que, con el franco auspicio de nuestro crédito bancario, se ha instalado ya en nuestro país la primera fábrica privada de vagones y que el gobierno, protegiendo este esfuerzo argentino y cualquier otro que se produzca en esa línea de la industria nacional, ha resuelto no adquirir más vagones en el exterior. Si en el orden económico nuestras realidades constituyen un verdadero aluvión de cifras y de extraordinarios resultados, los del orden político no son de manera alguna, menores ni en cantidad ni en importancia. A lo largo de mi mensaje e ido señalando ya algunos aspectos de nuestra ingente tarea en el terreno político; pero he de realizar en este momento una rápida enunciación de nuestras realizaciones que, como una montaña de verdades, cae sobre todas las mentiras de nuestra oposición política que todavía no ha podido construir ni siquiera eso: una oposición política en el alto y digno sentido de la palabra. Empezamos por incorporar a la vida ciudadana una cantidad de argentinos superior en número a la que ejercía sus derechos en 1946, otorgando el voto a la mujer. Incorporamos a la vida nacional a los territorios dándoles representación directa en el Congreso. Dimos personería provincial al Chaco y a La Pampa, que añaden ahora sus escudos hermanos a los de las viejas provincias de la patria. Realizamos en seis años más elecciones que ningún otro gobierno, y en cada una de ellas la oposición tuvo la satisfacción de votar libremente y de certificar al mismo tiempo, aunque no con la misma satisfacción, el progresivo fracaso de sus procedimientos. Reformamos la Constitución Nacional de 1853, cuyo carácter individualista se oponía a los nuevos principios y realidades de la doctrina peronista que el pueblo quería como norma fundamental de sus destinos. Las provincias fueron respetadas en su autonomía hasta los últimos extremos y las intervenciones decretadas frente a gobiernos provinciales integrados por hombres de nuestro Movimiento, lo fueron por razones de orden y atendiendo a causas administrativas y al bienestar del pueblo, y nunca a razones meramente políticas como las que solían originar las intervenciones del pasado. En el orden político propiamente dicho, los partidos han gozado de plena libertad para el ejercicio normal de sus derechos democráticos. Durante todo mi gobierno han incitado permanentemente a la rebelión, sin que ello les produjese inconvenientes ni la limitación de la libertad por disposiciones del Poder Ejecutivo; y cuando en algunas oportunidades, ante la rebelión abierta y consumada o ante el desacato indudable, la Justicia ha procedido cumpliendo las leyes de la Nación, el suscrito, siguiendo una norma de conducta, ha procedido a indultar a los inculpados sin que ello les impidiese luego aspirar a las más altas funciones administrativas del país como candidatos de la oposición. En este sentido, debo hacer hoy ante Vuestra Honorabilidad y ante el pueblo una simple pero clara afirmación que involucra un decidido propósito: Muchas veces he llamado a la concordia a nuestros adversarios. He recibido siempre como respuesta el encono de sus actividades en una oposición indigna y subterránea. Yo acepto y admiro, aun considerando su error, a la oposición altiva y digna, que se levanta sobre pedestales argentinos. Pero rechazo y desprecio a la oposición rastrera e indigna, del rumor y del anónimo, que se maneja en las sombras y que se nutre con el dinero de los intereses extraños que intentan el regreso. A aquella oposición le aseguro plenas garantías en el porvenir. A esta solamente puedo asegurarle una cosa: su destrucción. A la oposición altiva y digna, argentina aunque equivocada, le ofrezco sin ninguna reserva todos los derechos que la Constitución le otorga en nombre de la verdadera democracia. A la oposición vendida y traicionera sólo puedo ofrecerle todos los rigores de la misma Constitución, en nombre de la democracia que ellos desconocen, desde que intentan torcer la voluntad de la mayoría absoluta del pueblo argentino. Quiero advertirles que ya no he de llamarles nuevamente a la concordia. He terminado por convencerme de que todo es inútil y de que nada puede oponerse a la fuerza del dinero que les paga. Es como sembrar sobre las piedras o como arar sobre las olas. Es mejor dejarlos que sigan el camino que eligieron. Nosotros tenemos demasiado que hacer en el nuestro. Lo único que quiero pedirles es que nos dejen trabajar tranquilos, mientras tengamos la mayoría del pueblo con nosotros. Si aceptan esta proposición, empezaremos a ignorarlos. Si no, ninguno de los medios legales y constitucionales a nuestro alcance dejará de ser utilizado para aseguramos la tranquilidad que nuestra tarea necesita. Yo no me olvido de que mi misión es trabajar por el bienestar del pueblo y la grandeza de la Nación, que para eso nos votó la mayoría de los argentinos. Y yo estoy dispuesto a trabajar tranquilo, con la tranquilidad que nos ofrezca la oposición de buena voluntad y la que nos aseguraremos nosotros aplacando los enconos de la que tiene mala voluntad. Mañana, cuando lean estas palabras, dirán otra vez que aquí reina la tiranía. Señores: si yo soy tirano, se dará así, por lo menos una vez en la historia, el caso de un pueblo libre que ha decidido libremente gobernarse por una tiranía, y esto no será muy lógico, pero ya es un progreso frente a los gobiernos democráticos que nuestra oposición elegía mediante el voto cantado y otros sistemas de fraude electoral. Las realizaciones en materia de defensa nacional constituyen un capítulo brillante de mi acción de gobierno. Cuando en 1943 llegué al Ministerio de Guerra, me encontré con un ejército en cuyos hombres y cuarteles se advertía visiblemente la incuria que formaba parte del cuadro general de la Nación. Por aquellos mismos tiempos empezó a realizarse una intensa tarea de preparación para la ejecución de los grandes trabajos que luego cobraron magnitud en el Plan Quinquenal de mi gobierno. En esta parte de mi mensaje tampoco me será posible reseñar con justicia la tarea cumplida por cada uno de los ministerios militares. Quiero solamente realizar la enunciación de algunos hechos que por sí solos caracterizan toda una política seguida en esta materia de nuestros afanes. Todos los ministerios militares cumplen sus tareas específicas o técnicas propias con más eficiencia que en 1946. Los soldados, como hijos de nuestro pueblo, son tratados con sentido humano y cordial, y desde su ropa hasta la paga que reciben han sido mejoradas sensiblemente por mi gobierno. Los suboficiales y los oficiales han merecido toda nuestra atención en cuanto se refiere al bienestar social que deben poseer quienes tienen una fundamental obligación que cumplir: la instrucción del pueblo para la defensa de la patria. Los cuarteles argentinos han alcanzado bajo mi gobierno el grado de dignidad que merecían los soldados de la patria; y tengo el orgullo de afirmar que, en materia de cuarteles, ningún gobierno los ha construido en tan apartados lugares de la República, en tanta cantidad ni con tanto confort. Los gastos militares de mi gobierno no han incidido de modo extraordinario sobre el rubro de las adquisiciones bélicas, cuanto en las obras y trabajos tendientes al mejoramiento de las condiciones generales en que se debía efectuar la instrucción militar de los jóvenes hijos de nuestro pueblo. Los ministerios militares de mi gobierno han orientado sus tareas hacia grandes objetivos generales. Todos contribuyeron de alguna manera a la reactivación económica del país. El Ministerio de Aeronáutica, con su fábrica de aviones, ha preparado técnicos para la industria civil y, luego de haber obtenido nuevos tipos de aviones militares que fabrica en serie, se apresta a realizar, en el Segundo Plan Quinquenal, la gran fábrica nacional de aviones de transporte que se proyecta levantar en Río Cuarto. Ya he mencionado su aporte a la industria nacional con la fabricación del primer automóvil argentino. El Ministerio de Defensa Nacional realiza, por su Dirección General de Fabricaciones Militares, una intensa tarea que me anima a declarar que ella es un verdadero puntal de nuestra independencia económica. Fabricaciones Militares ha cooperado intensamente con la industria civil del Estado y aun con la industria privada, trabajando en la elaboración de repuestos para nuestros ferrocarriles, para la explotación petrolífera, a la que ha provisto de trépanos, émbolos de profundidad, camisas de bombeo, etcétera, así como en la fabricación de numerosos elementos de uso civil. Hace poco tiempo tuve el inmenso placer de inaugurar la planta de tolueno sintético, que nos independiza del exterior en un fundamental aspecto de la industria química. El Ministerio de Marina prosigue sus tareas de construcción de los grandes astilleros nacionales de Río Santiago, que, lo mismo que el Instituto Aerotécnico de Córdoba en relación a la aviación, ha de servir como base para la industria naviera nacional. En esta materia, el Segundo Plan Quinquenal prevé también como objetivo la independencia del país por la conjunción del esfuerzo civil y del esfuerzo del Estado, que descansa sobre todo en la ayuda de su Marina de Guerra. Señalo las importantes tareas cumplidas por el Ministerio de Marina y por su aviación en las lejanas e inhóspitas regiones antárticas y, como un homenaje de gratitud argentina, quiero recordar en este momento de mi mensaje a los bravos muchachos argentinos de la expedición científica encabezada por el general Pujato, que cumplieron sus propósitos y sus planes creando en la bahía Margarita la base "General San Martín", la más austral del mundo. El Ministerio de Ejército contribuye a la reactivación económica del país con su plan de producción destinado a lograr su propio abastecimiento, ideal de extraordinarias proyecciones. Todos los ministerios militares trabajan también activamente por el mejoramiento general del estado económico-social de sus integrantes, por medio de una intensa y múltiple obra social. La acción del Estado en esta materia no solo beneficia a los miembros de las Fuerzas Armadas, sino también a sus familiares y aun a las poblaciones civiles donde tienen su sede. En otro orden de cosas, las Fuerzas Armadas no solo instruyen a los soldados para la defensa de la patria. En los años de mi gobierno se han iniciado y cumplido numerosas tareas de preparación de los soldados para el ejercicio de sus tareas habituales en la vida civil. Así cumplen las fuerzas militares con su doble misión de preparar al pueblo para la defensa y de servirlo en los tiempos de paz. La defensa del país tiene eficaz y eficiente cumplimiento en las tareas de seguridad interna que cumplen, coordinadas ahora por el Ministerio del Interior, la Gendarmería Nacional, la Policía Federal y la Subprefectura General Marítima, cuya labor silenciosa, honrada y profundamente identificada con el sentir del pueblo merece toda nuestra gratitud. El aluvión de las realidades peronistas tiene, en materia social numerosas expresiones. Solamente vaya reseñar algunas. El gobierno Nacional, por vía del Ministerio de Obras Públicas, de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, y por conducto del Banco Hipotecario Nacional, ha construido y posibilitado la construcción de 217 mil viviendas en el término de cinco años. Una medida comparativa del esfuerzo realizado pueden darla las siguientes cifras: desde 1920 a 1945 -¡cinco planes quinquenales no realizados!- el Banco Hipotecario Nacional otorgó 14.800 préstamos para construcción de viviendas urbanas y rurales por valor de 180 millones de pesos. Durante nuestro Plan Quinquenal, el mismo banco realizó 170 mil préstamos por un importe total de 5.700 millones de pesos. Con un agregado más, que hasta 1946 el banco prestaba dinero a los ricos para hacer grandes construcciones. Nosotros preferimos prestar a los trabajadores, para que cada uno de ellos sea dueño de su propia casa. Dicen por eso que nosotros damos al crédito una función política. Y acaso sea la única verdad entre tantas acusaciones mentirosas, porque lo cierto es que tratamos de servir al pueblo, ¡primero porque es pueblo, y segundo porque es peronista! Otras muestras de nuestra preocupación por solucionar los problemas de la vivienda: entre 1945 y 1952 el Ministerio de Obras Públicas construyó 6.500 casas y la Municipalidad de Buenos Aires edificó 3.200 unidades familiares. Yo sé que todo esto es un grano de arena en el esfuerzo que debe realizar toda la Nación para que cada argentino tenga su propia casa, nueva y digna de la Nueva Argentina. Pero yo sé que en los planes de cada trabajador argentino está el proyecto de su vivienda propia y puedo asegurarle que mi gobierno lo ayudará con las mayores magnitudes de su esfuerzo. Veo con profunda satisfacción la intensa tarea que en este sentido realizan las asociaciones sindicales de todo el país; y de manera muy especiilla Fundación "Eva Perón". También debo señalar que en el número de las 217 mil viviendas construidas en el quinquenio, no se incluyen los barrios levantados por las provincias, y que los créditos asignados por el Instituto Nacional de Previsión Social beneficiaron a 36.200 familias, con un monto total de 706 millones de pesos. En materia de educación, las inversiones en el Primer Plan Quinquenal suman 1.250 millones de pesos. Desde 1947 a 1951, el Gobierno Nacional ha construido más de mil escuelas. El plan de edificaciones escolares toca a su fin y señala, para orgullo del Movimiento Peronista, una realidad que no ha sido superada por ninguno de los gobiernos que nos precedieron, ni siquiera por todos ellos en conjunto. Los niños argentinos tienen ahora más de seis mil aulas nuevas y dignas de la generación que necesita la gran Nación de nuestros sueños. Hemos edificado también 38 nuevos colegios para la enseñanza secundaria, con más de quinientas aulas, por un monto total de 76 millones de pesos, y en 18 nuevos edificios universitarios hemos invertido 120 millones de pesos. Los fondos del presupuesto destinado actualmente a educación suman 1.183 millones de pesos, sobre los 285 millones de 1946. Debo aclarar que el mayor aumento de estas inversiones incide sobre gastos en personal docente; porque nosotros en esto también pensamos que los maestros, para realizar su tarea, que debe elevar el nivel cultural de nuestro pueblo, han de gozar del mayor bienestar posible. El número de alumnos que se educan en las escuelas argentinas también ha aumentado extraordinariamente, pasando de 1.250.000 a 1.500.000. Esto prueba eficientemente que el pueblo desea capacitarse y educarse, y que el Gobierno crea las condiciones necesarias para el cumplimiento de esas aspiraciones. He recordado alguna vez, y la ocasión se presta para rememorarlo, cómo la remanida frase de los viejos políticos "hay que educar al soberano" nunca pasó de ser una doble mentira, desde que jamás pensaron ellos que el pueblo fuese verdaderamente soberano y tampoco se preocuparon nunca de su educación. ¡Acaso porque sabían demasiado bien que educarlo significaba mostrarle peligrosamente los caminos de la soberanía! También en este sector de nuestra tarea me siento obligado a destacar: la cooperación del pueblo, que rodea a nuestras escuelas con su cariño; la colaboración de las organizaciones sindicales, cuyas escuelas de capacitación sindical contribuyen a la elevación cultural de los trabajadores, y el fundamental aporte de la Fundación "Eva Perón", cuyas 1.900 escuelas sembradas por toda la República serán eternos testigos de una obra cuyo verdadero sentido de solidaridad y de amor reconocerán las generaciones venideras. La salud pública también se incorpora con sus cifras y sus realidades al aluvión de la respuesta peronista. Si la obra quiere apreciarse en cifras de estadística general, aquí están sus números probando nuestro esfuerzo. Hemos invertido, de los fondos del Plan Quinquenal, la suma de quinientos millones de pesos, y de un presupuesto normal de sesenta millones de pesos que tenía en 1946, el Ministerio de Salud Pública invierte actualmente 250 millones de pesos. En 1946, el país tenía 66.300 camas hospitalarias, que en 1951 suman 114 mil. De ellas, el gobierno Nacional administraba en 1946 15.425 yen 1951,27.300. La Fundación "Eva Perón", a la que, por su espíritu y su origen, consideramos parte integrante del Movimiento Peronista, contribuyó al esfuerzo nacional con su plan de 35 policlínicos, que totalizan quince mil camas al servicio del pueblo. Los resultados obtenidos en materia de salud pública se revelan en las cifras de mortalidad general, que ha descendido de 9,5 por ciento, en 1946, a 8,5 por ciento, en 1951; y la mortalidad por tuberculosis, que prueba el estado sanitario y social de los pueblos como índice paralelo al de su bienestar, ha descendido de 73 a 48 por cien mil. La mortalidad infantil ha bajado también a sus cifras mínimas en la historia sanitaria de la República, llegando de 82 por mil, en 1946, a 68 por mil, en 1951. En obras sanitarias, los trabajos de provisión de agua y cloacas beneficiaron en su gran mayoría a las poblaciones del interior del país. La realidad de nuestra tarea, en este aspecto, puede definirse en cuatro cifras indiscutibles: en 1946 se beneficiaban 5.700.000 habitantes en 220 localidades. En 1951 se beneficiaron 7.600.000 personas en 380 poblaciones. Dos cifras más podrán servir acaso para apreciar mejor el ritmo de nuestro esfuerzo comparado con el que realizaron los gobiernos precedentes: hasta 1946 las obras que se realizaban en forma "vegetativa" hacían llegar los beneficios sanitarios a 73.000 personas por año. Desde 1946 a 1951 hemos incorporado anualmente 320 mil argentinos al bienestar y a la seguridad que las obras sanitarias representan, y mientras el ritmo antiguo de los trabajos incorporaba tres poblaciones por año, nosotros hemos servido en cada año de nuestro gobierno a 27 nuevas localidades. Señores: en esta, como en todas las materias que constituyen nuestro Plan Quinquenal, podría seguir enumerando cifras comparativas hasta el cansancio, probando la diferencia fundamental que existe entre gobernar para una pequeña oligarquía representante de intereses extraños y gobernar apasionadamente para el pueblo. En el capítulo de las realizaciones sociales, y sin pretender agotar el lema, por supuesto, podemos incorporar a nuestro aluvión de cifras las que nos llegan del Instituto Nacional de Previsión Social, que tenía en 1943, 480 mil afiliados y en 1946, 1.680.000 y un capital de dos mil millones de pesos. En 1951 beneficia a más de cinco millones de afiliados y su capital asciende a 15 mil millones de pesos. Los jubilados, que en 1946 eran 110 mil, son en 1951 226 mil, y además, por si hubiese necesidad de establecer una diferencia más entre los tiempos que pasaron y los de nuestro Gobierno, ahora cobran, y no solamente cobran el haber jubilatorio que les pertenece, sino los adicionales por mayor costo de vida que paga el gobierno de rentas generales, haciendo así justicia a los hombres y mujeres que dejaron su vida en el esfuerzo del trabajo, reparando también una situación injusta, ya que las jubilaciones actuales debieron otorgarse sobre la base de los salarios miserables que caracterizaron las épocas de oprobio y explotación de nuestro pueblo. Los derechos de la ancianidad tienen plena vigencia entre nosotros. Jubilaciones y pensiones acordes con los tiempos señalan aquella vigencia; y como si no bastasen, todavía se levantan, en numerosas provincias argentinas, los hogares de ancianos y de ancianas que la Fundación "Eva Perón" construye, como una prueba de cariño y de reconocimiento a las generaciones pasadas que nos legaron un pueblo que constituye nuestro mayor orgullo. No quiero detenerme sino enunciar solamente algunas obras sociales que son unidades constructivas del bienestar de nuestro pueblo: los balnearios populares; el turismo social; los parques infantiles; los hogares-escuela; las ciudades infantiles, estudiantiles y universitarias; las colonias de recuperación y readaptación; las escuelas-fábrica; las colonias de vacaciones para obreros y empleados, etcétera. Todo un plan de bienestar, en cuya realización el gobierno, por su acción directa o indirecta, en cooperación con la Fundación "Eva Perón" y las organizaciones sindicales cumple una obra que nadie puede negar, porque ni siquiera queda el recurso de decir, como suelen a veces decir nuestros adversarios: "es obra de gobiernos anteriores"; porque en esta materia los primeros ladrillos fueron puestos por nosotros y toda la obra, en su totalidad, ha sido realizada por el Movimiento Peronista en su permanente afán de cimentar la felicidad del pueblo. Los derechos del trabajador, vilipendiados también por nuestros adversarios, quienes no pudiendo ya discutirlos como enunciado, dijeron también que era una simple declaración lírica y que no éramos sinceros incorporándolos a nuestra Constitución, tienen plena y dinámica vigencia en nuestra tierra. Durante todo mi gobierno hemos gozado de plena ocupación y el derecho de trabajar ha sido ampliamente garantizado con ello. La plena ocupación no se alcanza en un país por obra de la casualidad: es el resultado de una buena conducción económica, que defiende, con su comercio exterior, la mano de obra nacional. Antes comprábamos mano de obra mandando al exterior materias primas. Ahora la vendemos enviando productos elaborados. Las divisas que nos producen van al pueblo en nuestra siembra permanente de bienestar. Por eso podemos ofrecer al mundo el extraordinario ejemplo de un país sin desocupación, con plena ocupación, en contraste con la desocupación que reina en el mundo occidental y con la ocupación forzosa del resto del mundo. Este equilibrio nuestro entre la oferta y la demanda de trabajo tampoco será quebrado por ninguna causa. Entre la actividad privada, a la que damos preferencia en nuestro Plan Económico para 1952, y la actividad del Estado, que se prepara para realizar plenamente su Segundo Plan Quinquenal, el país quedará asegurado contra cualquier amenaza de desocupación. En esto hemos tenido buena cabeza para prever. ¡Ahora no necesitamos de buenas espaldas para aguantar! Durante todo mi gobierno, y siguiendo con la política iniciada ya en 1943 en la Secretaría de Trabajo y Previsión, se celebraron 1.330 convenios colectivos de trabajo y en lo que va de 1952 se han firmado prácticamente convenios para todos los gremios del país, beneficiándose con ellos todos los trabajadores de la República. La intervención del Estado presidiendo las comisiones paritarias ha permitido mantener durante casi todo mi gobierno el equilibrio de bienestar entre precios y salarios. Los convenios celebrados en 1952 tienden a restablecer ese equilibrio, momentáneamente roto en 1951 por acción unilateral del capital, que elevó progresiva e inconsultamente los precios en los artículos de primera necesidad, uniéndose a la acción especuladora de inescrupulosos comerciantes agiotistas. A fin de que el nuevo equilibrio se alcance en todos sus detalles, y se mantenga luego permanentemente, hemos creado la Comisión Nacional de Precios y Salarios, con representación de trabajadores, patronos y consumidores. Mi gobierno permanece en actitud expectante, vigilando y controlando el movimiento de de precios y salarios, y yo puedo asegurar al pueblo argentino, con el derecho que me da el haber cumplido siempre, que el estándar de vida que crea las condiciones necesarias para una existencia digna no será destruido por ningún motivo y, cada vez que sea necesario, si no es respetada por los patronos la congelación de precios establecida, los salarios serán equilibrados al nivel del bienestar. La eterna oposición, de mentalidad capitalista dirá mañana que es dejar libre el camino a la inflación. Yo me adelanto respondiéndole que nadie nos ha demostrado que el bienestar de un pueblo dependa de la inflación, y que más bien nuestra experiencia nos dice que nuestro pueblo ha sido más feliz con inflación que sin ella. Contra los males de la inflación hay un solo remedio: ahorrar y producir. Cuando se ahorra y se produce, con inflación o sin ella, el pueblo, si el gobierno defiende su interés, puede vivir en bienestar, y esto es lo único que nos interesa. Largo sería, señores, seguir enumerando nuestras realidades sociales. Yo sé que han quedado, a lo largo de mi exposición, numerosos claros y que acaso haya cometido alguna injusticia dejando de señalar realizaciones también extraordinarias. Vienen en este momento a mi memoria las realizaciones extraordinarias cumplidas en todos estos años por el gobierno y por el pueblo en el campo cultural y deportivo; la reforma del régimen carcelario; los esfuerzos efectuados para dar a nuestra legislación general el nuevo sentido de nuestra doctrina, inspirada en las necesidades del pueblo; la tarea social cumplida en los territorios nacionales; la intensa obra de la Municipalidad de Buenos Aires, etcétera. Me consuelo pensando que Vuestra Honorabilidad, que representa de una manera total a nuestro pueblo, conoce tal vez mejor que nosotros mismos tanta realidad. Por otra parte, creo que es mejor que sea así: que haya tantas realidades como para superar a todo cuanto pueda decirse. De lo contrario, tendríamos que hacer lo de antes: cubrir los claros de la realidad con las mentiras de una literatura que hizo famosos a ciertos partidos que todo lo perdieron en su destrucción, menos el estilo literario y la costumbre de publicar manifiestos extensos y a menudo incomprensibles. A lo largo de este capítulo de mi exposición, he analizado las realizaciones más concretas de mi gobierno en materia social, y tal vez movido por mi afán de mostrar resultados evidentes, he insistido demasiado en las realizaciones materiales. Quiero advertir que ello no significa que, en la escala de valores de nuestra doctrina, los bienes materiales tengan prioridad sobre los demás valores del hombre y de la sociedad. Esto sería ponemos a la misma y escasa altura de los sistemas que han creado la situación actual del mundo que vivimos. Para nuestra doctrina, los valores económicos son solamente un medio y no una finalidad de la tarea humana, que tiene, para quienes aceptamos y reconocemos en el hombre valores eternos y espirituales, un destino superior. Pero los bienes económicos son la base material de la felicidad humana, así como el cuerpo es instrumento para la actividad del alma. Nosotros queremos la elevación moral de nuestro pueblo; luchamos por su dignificación; queremos que sea virtuoso e idealista y que se desarrolle en su seno una vigorosa vida espiritual, pero sabemos demasiado bien, por la experiencia de los años pasados bajo la explotación capitalista y oligárquica, que todo aquello es muy difícil cuando la vida de la comunidad no se desenvuelve en un ambiente de cierto bienestar material. También sabemos que el bienestar material de las naciones ha sido muchas veces en la historia causa de grandes desgracias y de fatales decadencias. Cuando un pueblo debe asumir en la historia un destino superior, tiene que poseer profundas reservas espirituales si no quiere causar a la humanidad más desgracias que beneficios. Esta es una verdad histórica muchas veces probada, incluso en los días de nuestro tiempo. El mundo occidental quiere enfrentar al comunismo y vencerlo con el inmenso poderío de sus ejércitos, que constituyen una extraordinaria fuerza material, pero ha destruido durante demasiado tiempo, y sigue destruyendo todavía, los valores espirituales de los pueblos que explotan el capitalismo y sus insaciables ambiciones egoístas de riqueza y de dominio. El colectivismo, a pesar de su declarado materialismo, posee un fondo idealista y un sentido generoso de fraternidad, que constituyen por sí mismos profundos y nobles valores espirituales, desgraciadamente al servicio de un ideal deshumanizado. Para vencerlo, más que pactos excesivamente perfectos en sus minuciosas previsiones y ejércitos demasiado bien pertrechados y equipados con las mejores armas de todos los tiempos, se necesitan pueblos que tengan fe en los valores superiores del espíritu. Yo creo, señores, que el pueblo argentino tiene un destino extraordinario que realizar en la historia futura de la humanidad; y ella será mejor o peor en la misma medida en que nuestro pueblo sepa cumplir con su deber histórico. ¡Esto depende de las fuerzas espirituales que posea al enfrentarse con su propio destino! Yo me permito hacer en este momento un llamamiento a todos los que, de una o de otra manera, tienen sobre sí alguna responsabilidad en la formación moral y espiritual de nuestro pueblo. Nosotros hemos creado todas las condiciones materiales necesarias para que un pueblo satisfecho pueda pensar en las tareas y actividades superiores del espíritu y las hemos favorecido y fomentado en todos los grados de su escala. Es necesario que cumplan ahora con su deber los responsables directos de la educación y de la formación moral y espiritual de nuestro pueblo, pensando que sobre ellos descansa también, en mayor o menor grado, la felicidad del mundo venidero. Esto que no tiene casi sentido para los que trabajan solamente con valores económicos tiene fundamental importancia para quienes seguimos creyendo en los destinos eternos del hombre y de la humanidad. Por eso, cuando en 1943 levantamos nuestra bandera de justicia social, le señalamos un alto objetivo espiritual: la dignificación de los trabajadores argentinos. El justicialismo posee también, para enfrentar a los sistemas dominantes, su propia doctrina de la justicia social. Nosotros no creemos, como suelen decir los ideólogos desteñidos de capitalismo en sus momentos de máximo arrepentimiento, que suelen coincidir con los momentos máximos de miedo frente al avance progresivo del colectivismo; no creemos, repito, que la justicia social consista solamente en un buen equilibrio de precios y salarios más unas cuantas conquistas sindicales. Tampoco creemos en la justicia social colectivista, que no distribuye nada, so pretexto de que todos los bienes del Estado son comunes ya nadie benefician. ¡Y a nadie dignifican! La justicia social del peronismo es otra cosa: su objetivo supremo es la dignificación de los trabajadores. Los salarios, las mejores condiciones de trabajo, la salud física, la seguridad, el bienestar material, son los medios de que nos valemos para llegar a nuestro gran objetivo, pero ni siquiera son medios esenciales. Sabemos cómo muchas veces valen más el respeto y la consideración que un beneficio material otorgado con desprecio. ¡Claro que cuando el egoísmo capitalista se niega a brindar el respeto y la consideración que merecen los hombres que trabajan, entonces es más justo todavía que los pague mejor y que, además, pague, como adicional, el desprecio que siente por el pueblo! Pero nuestra justicia social no desea solamente una equitativa distribución de valores materiales, sino también una correspondiente y justa distribución de bienes espirituales y morales. Todo lo que es o puede ser un bien de la sociedad ha de llegar al pueblo, que es el destinatario final de todos los bienes que Dios ha puesto en manos de los hombres. Por eso luchamos contra todos los privilegios, en cualquiera de sus formas económicas, sociales y políticas, porque todo privilegio significa, en alguna forma, el injusto acaparamiento individual de valores que deben ser distribuidos equitativamente en beneficio del pueblo. La justicia social del peronismo se opone a todo privilegio, así se trate de un monopolio económico, de una oligarquía política o de cualquier otra fuerza material o espiritual que no tenga como ideal de sus afanes el bien del pueblo y su felicidad. Acaso por eso mismo decimos que en esta tierra los únicos privilegiados son los niños, porque son los únicos que nunca pueden utilizar ese privilegio como instrumento de explotación o de opresión. Señores: en los años de mi gobierno hemos sido fieles a esta doctrina de la justicia social. Hemos distribuido, de infinitas maneras, enormes bienes económicos, sociales, políticos y espirituales. Creo que, a lo largo de todo este mensaje, ello ha sido fehacientemente probado. Yo sé que la tarea de la justicia es eterna, pero hemos perdido cien años de tiempo, que es necesario recuperar a toda costa. Lo que queda por hacer es mucho; y aunque no está en desproporción con mis sueños y mis deseos, siento muchas veces la limitación del tiempo y del espacio que nos impide realizar, en un solo día y en toda la extensión de la República, la plenitud de la justicia que merece nuestro pueblo. En este mensaje destinado a fijar, sobre todo, los principios generales de nuestra doctrina, quiero dejar bien establecida nuestra posición con respecto al sindicalismo. En el Estado capitalista que dominó durante un siglo nuestra tierra, las organizaciones del capital, so pretexto de cooperar con el Gobierno en la tarea de afianzar el bienestar general, fueron dominándolo progresivamente. El gobierno político constituía, indudablemente, para ellas una palanca poderosa, que muchas veces utilizaron contra el pueblo mismo cuando los hombres de trabajo, frente a la miserable explotación a que los sometían, levantaban la bandera de sus reivindicaciones. Esta misma fecha de hoy, junto con el recuerdo de las grandes victorias peronistas, nos trae a la memoria los episodios amargos que dejaron heridas profundas en el corazón de la clase trabajadora. Si las fuerzas del capital hubiesen representado alguna vez al pueblo en cualquiera de sus formas, y no a sus enemigos, hubieran podido ver, más allá del egoísmo y del dinero, el sufrimiento y el dolor de los humildes, y acaso la cooperación con el gobierno se hubiese traducido en bienestar social, con beneficio para todos. Pero el dinero ciega a los hombres y los pierde. La última vez que los perdió en nuestra tierra fue cuando pagaron, aliados con Braden, la traición contra la patria. Frente a la experiencia dolorosa de aquellas representaciones del capital ante el gobierno, nosotros sostenemos la necesidad absoluta de que el Estado reconozca, con todas las personerías del derecho, a las organizaciones sindicales, y no solo acepte, sino que propugne por todos los medios esa cooperación, que resulta indispensable cuando el gobierno quiere hacer lo que su pueblo quiere. Nuestros adversarios, en su permanente afán de desvincular al gobierno del movimiento político que lo apoya, dicen que el presidente de la República intenta subestimar primero y suprimir después la representación política del país, sustituyéndola por la representación sindical. En primer lugar; yo no sé cómo se puede conciliar esta peregrina acusación y la progresiva representación política con que el Movimiento Peronista viene incorporando la ciudadanía a la plenitud de sus derechos. En segundo lugar, sostengo que la representación política tiene una función esencial que cumplir en el juego de la verdadera democracia que nosotros propugnamos. Pero también sostengo, como un principio indiscutible que emana de la experiencia política de los últimos tiempos, entre nosotros y en el mundo entero, que tan esenciales como las organizaciones políticas son, en el juego de la verdadera democracia, las organizaciones sindicales. No existe contradicción en nuestra doctrina cuando afirmamos que este, indudablemente, es un momento de transición de los Estados políticos a los Estados de estructura sindical. Este Congreso es una rotunda afirmación de mis palabras, y yo me complazco contemplando las bancas que antaño ocupaban los empresarios del capitalismo, cubiertas ahora por la voz auténtica de los intereses soberanos del pueblo de la patria. La afirmación del derecho a la cooperación con el gobierno del país que nosotros reconocemos, propugnamos y realizamos para las organizaciones sindicales no excluye el derecho de ningún otro argentino; pero en la misma medida en que todos los ciudadanos del país vayan integrando la única clase de argentinos que debe existir en esta tierra -la clase de los hombres que trabajan-, la representación política dejará de serlo en el antiguo y desprestigiado sentido de la palabra, parar adquirir el nuevo sentido peronista de su dignidad. Por eso he señalado tantas veces, desde mis días de Trabajo y Previsión, la necesidad imperiosa que tenía nuestro pueblo de organizarse. Lo único que vence al tiempo son las organizaciones; pero las organizaciones imbuidas por la mística de un ideal superior a la vida misma de los hombres que lo alientan. Yo estoy profundamente satisfecho por la organización de nuestros trabajadores. En estos años decisivos, ellos han integrado una fuerza coherente que responde de manera orgánica a la conducción de sus dirigentes avezados y capaces. Yo me he preguntado muchas veces, frente a los peligros del exterior, cómo será posible para ellos vencer alguna vez a un pueblo organizado como el nuestro cuando les cuesta tanta sangre y tanto dinero sojuzgar a las masas inorgánicas de los pueblos que dominan. La organización sindical, que entre nosotros ha adquirido magnífica personería en la Confederación General del Trabajo, cumple ante nosotros no solo funciones directamente vinculadas a la actividad sindical; muchas veces, y con mayor frecuencia a medida que va pasando el tiempo, son los obreros argentinos los que se interesan por los problemas de la industria o el comercio y de la producción, ante el saboteo deliberado de los viejos representantes de la plutocracia capitalista. Estos hechos van probando que los trabajadores, poseedores de un gran sentido común y de un profundo patriotismo, tienen ya la capacidad necesaria como para realizar la eficiente cooperación con el gobierno que nosotros propugnamos, y que el acceso de los trabajadores a las organizaciones políticas, sociales y económicas de la Nación renovará, con aire fresco de pueblo, el espíritu de las instituciones, que dejarán de servir al privilegio de pocos para realizar el bienestar de todos. Algunas veces se dice que nosotros manejamos las organizaciones sindicales. Otras veces que las organizaciones sindicales nos manejan a nosotros. Señores: la auténtica verdad es que nosotros no hemos hecho otra cosa que establecer el sistema de cooperación que yo anuncié corno ideal de nuestra doctrina, cuando en 1943 propugné la cooperación del Estado con el trabajo y con el capital. Nosotros, el gobierno y el trabajo hemos cumplido. Los que no cumplieron porque no creyeron, aunque vienen llegando tardíamente -¡pero vienen llegando!- son los representantes del capital. Ha sido necesario que pasaran estos seis años y que cayeran, empujados por el tiempo o por la fuerza renovadora de la juventud, los antiguos dirigentes y que fueran sustituidos por los hombres nuevos que han aprendido ya, a fuerza de prédica y de experiencia, la lección peronista de 1943. Ahora empiezan a cooperar con el gobierno y con el trabajo. Yo les doy la bienvenida mientras quieran trabajar con nosotros en nuestra línea de economía social, por la justicia social y por la independencia económica de nuestra tierra. De la soberanía política nos encargamos nosotros, porque no es bueno que el dinero de las empresas se mezcle con los derechos soberanos de la Nación. Cuando las fuerzas que representan al capital, en sus tres ramas de industria, comercio y producción, hayan alcanzado la organización que tienen actualmente las fuerzas sindicales, se habrá realizado nuestro alto ideal de la comunidad organizada, en cuyo seno la felicidad no es el bien que se disfruta en el egoísmo cerrado de los individuos, sino el bien divino que se comparte juntamente con las tristezas y las amarguras del camino. También en este punto fundamental de nuestra doctrina, que se relaciona con las organizaciones y actividades económicas, quiero señalar que estamos quemando etapas de transición. Así como la clase de los hombres que trabajan va sustituyendo a los representantes del individualismo capitalista en el panorama político, también la clase de los hombres que trabajan va sustituyendo progresivamente a las empresas individualistas con las nuevas organizaciones de tipo cooperativo. Ello significa que los trabajadores, por la natural evolución económica de nuestro sistema, van adquiriendo progresivamente la propiedad directa de los bienes capitales de la producción, del comercio y de la industria. Este camino por el que avanzan ya los trabajadores argentinos tiene un largo pero fecundo recorrido y posibilitará el acceso del pueblo a la conducción de su propia economía. El viejo ideal del pueblo, en la plena posesión de sus derechos políticos, sociales y económicos, se realizará entonces, y en aquel momento la justicia social alcanzará la cumbre de sus objetivos totales y la doctrina peronista será la más bella y absoluta de las realidades. Todo este programa ya no puede ser ejecutado en las marchas aceleradas de la revolución, porque cada una de estas conquistas del pueblo debe ser precedida por la formación de su propia mentalidad, modificando su propia conciencia política, económica y social. Nuestro programa futuro habrá de realizarse por una constante y permanente evolución, pero esto no significa que a veces, en ese derrotero evolutivo, no sean necesarios los golpes de timón para destruir las olas de la resistencia embravecida de los privilegios que van a ir cayendo poco a poco al paso de nuestras realidades. Los distintos principios generales que he enunciado a lo largo de este mensaje ante Vuestra Honorabilidad deberán ser la norma fundamental de nuestra acción futura. Ellos serán el espíritu de todos nuestros actos, y el Segundo Plan Quinquenal se elabora ya sobre estas bases inconmovibles de nuestra doctrina, a fin de que, en las realizaciones del gobierno que vamos a iniciar, se afiancen definitivamente. Yo no quiero terminar esta exposición de realidades ante Vuestra Honorabilidad sin decir algunas palabras de gratitud que, ante la magnitud del camino recorrido, brotan cálida y espontáneamente de lo más íntimo y profundo de mi corazón. Doy gracias, en primer término, a Dios porque en esta hora del mundo y de la humanidad nos haya permitido realizar en paz la tarea que hemos cumplido con buena voluntad, deseando solamente el bien de nuestro pueblo y la grandeza de la patria. Llegue después mi humilde gratitud a todos cuantos me ayudaron en tan alta empresa, desde mis colaboradores inmediatos al más alejado y humilde servidor del Estado; a los que cayeron en el camino, como un holocausto de nuestro Movimiento en los altares del ideal que sustentamos, y a todos los que cooperaron de cerca o de lejos con el gobierno o en nuestro Movimiento en la lucha y en el esfuerzo cotidiano. Aunque a muchos parezca extraño, sería injusto con mi propia conciencia si no expresase, con la mejor palabra de mi cariño; mi cordial gratitud hacia una mujer cuya personalidad no sé qué título merece más el agradecimiento del presidente de la República: si su condición de líder del extraordinario Movimiento Peronista Femenino, su carácter de presidenta de la Fundación de Ayuda Social que dirige, su apasionado amor por la causa de los trabajadores o su incansable lucha por el bienestar de los humildes. A ella, que ha sacrificado todo en aras de nuestros ideales, mi gratitud y mi homenaje junto con mi cariño, lo mejor de mi corazón. Quiero también agradecer al pueblo que nos ha acompañado con su fe y con su cariño en las jornadas alegres y amargas del camino andado. Yo me decidí por él en mi resolución de 1946. No me arrepiento ni me arrepentiré jamás. A lo largo de estos años he sentido muchas veces latir junto a mi pecho el corazón inmenso de nuestro pueblo. Esos momentos compensan todas las amarguras de la lucha y reconfortan para seguir afrontando las contingencias de las duras batallas que libramos. Creo haber cumplido con mi pueblo. Aunque me llamen "tirano" los de afuera. Esto estaba ya en mis previsiones de 1946, y no me extraña en absoluto. Prefiero que me llamen "tirano" los de afuera con tal de merecer el cariño de mi pueblo. Creo firmemente que llega en el mundo la hora de los pueblos. Las instituciones que quieran mantener el cerco de sus antiguos privilegios y nieguen la realidad del pueblo impidiéndole que penetre en sus cuadros directivos, serán destruidas por la avalancha de las masas que surgen desde el principio de la historia por caminos de sangre y de dolor, pero como una marea incontenible de libertad y de justicia. Nuestra única gran virtud ha sido adelantamos al tiempo en su evolución irreversible y "organizar la marea", para que el paso de una edad a otra edad de nuestra historia se realice sin grandes inconvenientes y sin mayores sacrificios. La hora de los pueblos ya no es una palabra de la jerga demagógica en las mentid as democracias de nuestro tiempo. Los pueblos están abriéndose camino entre la maraña de redes y de sombras que los aprisionaba. Ninguna fuerza los podrá detener en ese camino de liberación. La sed de justicia que llena la boca y el corazón de la humanidad ya no podrá ser apagada ni con palabras ni con dinero. En nuestros tiempos se cumplirán inexorablemente las palabras de Cristo y serán bienaventurados los que tengan sed de justicia, porque ellos serán saciados. ¡Y saciados de justicia en la plenitud de su realidad! Yo me enorgullezco de que el pueblo argentino, levantando la doctrina peronista como bandera de sus ideales, sea el que inicia la marcha de los pueblos en este momento trascendente de la humanidad. La nuestra, señores, es una marcha de victoria ineludible. Acaso nosotros, como todos los que en el mundo han levantado una bandera por primera vez, caigamos aparentemente derrotados en nuestro afán casi infinito de justicia y de libertad. Pero la marcha no será interrumpida por nuestra caída. Detrás de nosotros vienen todos los pueblos del mundo sedientos de libertad y de justicia. La justicia y la libertad no se regalan; se conquistan, se defienden y muchas veces hay que morir por ellas. Yo invito a Vuestra Honorabilidad, que inicia hoy una nueva etapa, legislativa para un nuevo gobierno peronista, y en Vuestra Honorabilidad invito a todos los argentinos a proseguir conmigo la lucha que tenemos empeñada. Y me permito reiterar en esta solemne ocasión mi llamado de 1946 con las mismas palabras de entonces, como para que repetidas queden en el aire de la patria y golpeen en el alma de los argentinos hasta que se cumplan todos nuestros ideales: Quienes quieran oír que oigan; Quienes quieran seguir que sigan; Mi empresa es alta y clara mi divisa; Mi causa es la causa del pueblo; Mi guía es la bandera de la Patria. ...........
1952-05-07
Ante los delegados al Primer Congreso Universitario Panamericano de Odontología
Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer profundamente la amabilidad que han tenido los señores congresales al llegar hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de saludarlos personalmente. Les pido disculpas por el hecho de que, debido al número y para no retenerlos demasiado tiempo, no haya podido estrecharles la mano a cada uno de los señores, dándoles en nombre de toda la República la bienvenida más cordial y pedirles que se sientan aquí como se sentirían en su propia casa. El doctor Bizzozaro, decano de la Facultad de Odontología, sentía desde hace tiempo la inquietud de realizar en Buenos Aires un congreso odontológico. Coincidía esto con nuestra más buena voluntad para reunir a muchos odontólogos del continente en nuestra Capital, celebrando con ello, quizás, la elevación de categoría de los estudios de esta especialidad sanitaria en nuestro país, desde que la vieja Escuela Odontológica Argentina se ha convertido, no hace mucho, en la Facultad de Odontología, dando así nacimiento a una actividad mayor y colocando más altos y distantes los horizontes para que los hombres puedan, decididamente alentar la marcha para alcanzarlos. Creo que en esto hemos dado, en un sentido general, solución a un viejo problema y a una gran aspiración de todos los odontólogos argentinos, y debo confesar con toda franqueza que el gobierno no ha sido defraudado al adoptar una medida de tanta trascendencia como ésta. Los odontólogos argentinos honran a su profesión, y vemos que cada día los progresos se escalonan en ritmo mayor cada vez más. Aprovecho esta ocasión para agradecer, en nombre de la Nación, a todos los odontólogos por los progresos alcanzados y por la elevación que están haciendo de su profesión en nuestro país. Recuerdo que hace años, recorriendo un poco algunos países, llegué a uno en donde sufrí un inconveniente en la dentadura. Fui a ver a un dentista muy simpático y muy inteligente, y como yo no tenía mucho que conversar porque era nuevo en el lugar, le pregunté como andaba la profesión. Y él me dijo: "Vea señor, en un país donde se come tan poco como en éste, la dentadura no tiene mucha importancia". Este hecho que parecería una cuestión más bien jocosa, me dejó una enseñanza extraordinaria para el futuro y especialmente para cuando contraje con el pueblo argentino la responsabilidad de trabajar por su mejor destino. Dentro del proceso sanitario que nosotros hemos encaminado institucionalmente en el gobierno de la Nación, hemos dado a esto una importancia muy grande. Primeramente hemos trabajado mucho para que todos coman. Ahora, está en manos de todos los odontólogos preparar los medios para que eso pueda realizarse bien. Nunca se nos ha escapado la importancia que este tema tiene y lo hemos tratado muchas veces con los señores de la universidad, que son nuestros verdaderos consejeros en este aspecto. Yo siempre digo a ellos que cuando recorro la República, o asisto aquí a las reuniones multitudinarias, yo hago en cierta medida, una revista de nuestra gente y aprecio el estado de descalcificación, el estado de alimentación, etcétera, en esa rápida revista. Por intermedio del Instituto de la Nutrición, dependiente del Ministerio de Salud Pública, se está trabajando para ir evitando, a través de una alimentación adecuada, la catastrófica caída o pérdida del aparato dentario de nuestra población. Aquí hay regiones donde basta ver la gente cuando se sonríe para apreciar que el cincuenta por ciento carece de una dentadura apropiada para sus necesidades alimenticias. Esto nos ha llevado a formar también equipos volantes que llevan a nuestras escuelas un gran número de aparatos e instrumentos para la revisación, a fin de formar un catastro también por el Ministerio de Salud Pública de toda la población infantil. Es lógico -respetando la opinión del profesor Bizzozaro- de que aún a los viejos les podemos arreglar la dentadura; pero nosotros preferimos sacar un catastro de los niños y cuidarlos a ellos. Los viejos, que no nos hemos cuidado y perdido la dentadura, tenemos poco remedio. Busquemos el remedio para la juventud. Las escuelas son ahora, casi todas, centros de dentistería para la atención de nuestra población joven e infantil. En esto se ha dado un gran impulso. No se construye una sola escuela, ni se concibe tener una escuela sin que tenga su dentista y su consultorio odontológico. Están, además, los trenes sanitarios que recorren las poblaciones y a la vez que les hacen el catastro pulmonar, les hacen también el catastro dental, por que muchas veces los males del pulmón tienen sus orígenes en una falta de alimentación, o en una alimentación irracional o inconveniente. Quiero decir, entonces, que a los procedimientos sanitarios les vamos dando la gran trascendencia que tienen. Por eso decía yo, al iniciar esta conversación, que fue para mí una inmensa enseñanza. Hemos realizado una reforma social que permite a la gente comer. Ahora estamos realizando la reforma sanitaria que permite que la gente coma apropiadamente. No hace mucho hemos empezado a trabajar en esto. Desgraciadamente, habíamos descuidados los aspectos de la salud pública. Aquí interesaba mucho la salud de los toros; para eso teníamos un ministerio que se ocupaba de ellos con sus grandes instalaciones. De los hombres no nos habíamos ocupado, porque creíamos que se cuidaban solos. Sin embargo, por la experiencia hemos llegado a la conclusión de que tal vez los toros se cuiden más que los hombres y que es necesario cuidar de estos. La existencia en nuestro país de un servicio sanitario científicamente organizado para la atención o el cuidado de la población, vale decir, para la defensa del material humano de la Nación, que es para nosotros lo que consideramos más valioso, data de la creación del Ministerio de Salud Pública, en el año 1946. Desde entonces hasta ahora la obra cumplida por los médicos y odontólogos argentinos es muy grande, y nosotros estamos altamente satisfechos del resultado que está dando la preocupación de este elemento. En general es gente joven, activa, que anda mucho, o trabaja, se preocupa, tiene inquietudes y va realizando el programa que nosotros aspiramos realizar en el más corto tiempo posible. En este orden de cosas, hasta 1946, que no existió un Ministerio de Salud Pública, en general tanto los médicos como los odontólogos estaban un poco librados a su propia suerte. Nosotros hemos encarado esto con un sentido distinto. Creemos que los males, especialmente las enfermedades y flagelos, son de carácter colectivo en su mayor parte y, en consecuencia, que hay que combatirlos orgánica y colectivamente. A mí se me ocurre que la lucha realizada aisladamente por los médicos contra las enfermedades -sean esta de cualquier parte del organismo- es semejante a lucha que se realiza en algunos países salvajes contra las invasiones colectivas de otros pueblos. Sería como si para detener al invasión que efectúa un país con un ejército, entregásemos un revolver o un cuchillo a cada habitante del país invadido para que se defienda. Lógicamente, no iban a poder detener al ejército organizado. Con las enfermedades ha pasado lo mismo; nosotros formamos médicos, o odontólogos, farmacéuticos, etcétera, para combatir los flagelos que han azotado a nuestro pueblo. Pero después que salen de las facultades se les deja que cada uno, como un francotirador, se ponga a combatir individualmente el mal que, desgraciadamente, está siempre tan bien organizado por la propia naturaleza. Nosotros hemos combatido ese concepto. Creemos que el mal que naturalmente está organizado hay que combatirlo con los médicos y la medicina en general, pero también racionalmente organizados para combatir en conjunto y colectivamente. Esto nos ha dado un extraordinario resultado. Por eso, los señores no habrán podido observar mucho de nuestros progresos en esta materia, porque no tenemos grandes organizaciones en razón de que comenzamos no hace mucho tiempo a organizar. Tenemos una facultad más o menos en buen pie por la preocupación de estos muchachos que la han llevado adelante como así también por la de los viejos maestros de odontología argentina, que fueron echando las bases de esta magnífica organización. Nosotros, desde el gobierno hemos de darles los medios para que ellos puedan realizar esto en la forma más acabada y perfecta posible. Estamos profundamente satisfechos, pero, en el futuro, debemos tener en cuenta la defensa del material humano en todos los órdenes de la medicina, y, señores, eso se consigue mediante una lucha organizada colectivamente. Los resultados que se alcanzan son extraordinarios. Primero, yo creo que el gobierno, los médicos, los odontólogos, y todos los que practican el arte de curar, de una manera directa o indirecta, deben ser colaboradores, porque si el gobierno no hace su parte necesaria para dar de comer lo suficiente a la población y para que viva en condiciones higiénicas, entonces, está trabajando contra los médicos, los odontólogos y contra todos los que se dedican, de una manera u otra, directa o indirectamente al arte de curar. De modo que somos compañeros de trabajo. Así entendemos nosotros esta labor. Hay que darle de comer a la población, pero para que no se enferme. Y sí, a pesar de todo se enferma hay que organizar el trabajo, pero no individualmente, porque la tuberculosis, la lepra, la sífilis, no se la puede combatir de una manera aislada y unipersonalmente. Nosotros hemos organizado bien la lucha contra estas enfermedades, y en la tuberculosis hemos logrado bajar el índice de mortalidad, llevando de un 78 a un 48 por mil. Ese es un índice bueno en el que quizás nuestros dentistas tengan mucho que ver. En el aspecto dentario, alrededor del noventa por ciento de la población no tenía ninguna asistencia. Nosotros hemos bajado ese índice a un sesenta o setenta por ciento, gravitando especialmente en la gente joven. Los trenes sanitarios, los equipos volantes, que atienden gratuitamente, van realizando una labor permanente en la conservación de la dentadura de la población. El Ministerio de Salud Pública, mediante los regímenes de alimentación y el estudio de los fenómenos de todo orden, también está trabajando en los mismos objetivos. En esto hemos avanzado bastante. Así, estamos estudiando la influencia del flúor y tratamos que este llegue a las poblaciones donde se note la preeminencia de caries por el tipo de alimentación, como lo son la zonas de azúcar, de la naranja, de los citrus, etcétera, que han presentados fenómenos especiales. También tenemos zonas de superabundancia y que tiene su gravitación. Nosotros estamos trabajando sobre el terreno, y eso se lo debemos a estos muchachos que tienen inquietudes y que trabajan inquebrantablemente no solo para ejercer la profesión como un medio de vida, sino también como un factor de bienestar para la población medido y mirado desde un punto de vista colectivo, como debemos mirarlo nosotros. Por eso, cuando digo que ellos y nosotros somos colaboradores y compañeros de trabajo, con una tarea común, lo digo con el orgullo de sentirme interpretado por ellos y de interpretarlos yo a ellos, y algún día el país tendrá que agradecernos a todos en conjunto. Señores, yo no sé si sería prudente de mi parte abusar del tiempo que ustedes disponen para su actividades, pero quisiera decir pocas palabras más sobre eso, que con toda sinceridad deseo expresarles. Cuando el decano y el vicedecano de la Facultad de Odontología de Buenos Aires me dijeron que pensaban realizar un congreso en esta ciudad a pesar de que ello pudiera representar algún esfuerzo en el sentido material, yo puse incondicionalmente a su disposición todo lo que pudiéramos hacer para reunir a algunos hermanos del continente, hacerles partícipes de nuestras inquietudes y ofrecerles también lo poco que nosotros hubiéramos alcanzado en esta corta experiencia en el orden de la odontología. Sabemos que a ustedes, distinguidos profesionales, muy poco tenemos que ofrecerles, pero quiero que tengan la persuasión absoluta de que le ofrecemos nuestra amistad y nuestra simpatía y que tenemos a disposición de todos ustedes -ya que no tenemos mucho- nuestro corazón, que quizás es lo mejor que tengamos los argentinos. Pensamos que en ese intercambio cultural, por el que siempre hemos luchado los hombres de buena voluntad, al aceptar ese contacto y al propugnar esa amistad entre todos, estamos realizando el mejor de los intercambios culturales, ya que el intercambio cultural no se basa solamente en libros y en discursos ocasionales, sino más bien, se realiza de corazón a corazón y de inteligencia a inteligencia, en el contacto que uno pueda mantener el mayor número de veces posible. Los hombres aprenden a conocerse tratándose, y no por correspondencia, que es muy difícil. De manera que todo lo que nosotros podemos ofrecer para que nuestros amigos del continente puedan disfrutar unos días de muestra amistad y de nuestro cariño, estará siempre a disposición de todos los hombres de buena voluntad, que en el campo de ciencia quiera compartir con nosotros cualquier trabajo con lealtad y con sinceridad, sin otra condición que la de ser profesional. Nosotros hemos de propugnar siempre, en este sentido, una convivencia que sea lo más permanente posible entre los hombres de ciencia, sin otro interés que el de la ciencia misma. A menudo, nos visitan amigos de distintos países: hace poco vinieron brasileños con quienes hemos charlado largamente. Es mediante esa conversación y ese intercambio de actividades que nosotros vamos a realizar una tarea muy superior a la que realizan todas las cancillerías de la tierra. Hay una cancillería que no puede ser reemplazada con nada: es el trabajo común en la tarea común, el cariño que nace con las inquietudes compartidas. Quiero terminar estas palabras de saludo, ya que voy a tener el placer de concurrir a la clausura de este congreso, invitado por el señor decano, diciéndoles, para que muchos que tal vez vienen por primera vez a la República Argentina, tengan la seguridad absoluta de que aquí serán siempre bienvenidos, que los argentinos tenemos muchos defectos, pero tenemos una virtud por sobre todos esos defectos: cuando somos amigos lo somos de verdad, y cuando ofrecemos algo con el corazón lo brindamos con sinceridad y lealtad. Pensamos que cada uno de ustedes será siempre bienvenido en esta tierra, por que los hombres de buena voluntad, los amigos, no son nunca extranjeros aquí, son hermanos que se suman en esta actividad en que estamos empeñados para ser más fácil y más feliz la existencia de los hombres, para ir suprimiendo los factores que actúan negativamente sobre la felicidad de los que deseamos una convivencia dichosa en esta tierra, tan llena de presagios negros que nosotros convertimos en sueños celestes de realidad. Somos un pueblo humilde que trabaja no solo para alcanzar nuestra felicidad y la grandeza de nuestra Nación, sino para que una humanidad que interprete los verdaderos sentimientos y realice una verdadera tarea humana en la convivencia pueda vivir en paz por los siglos de los siglos, para que lo que está pasando el mundo sea, dentro de unos años, solo el recuerdo de un negro sueño, de una noche intranquila de la humanidad, y que la felicidad que nos pueda ofrecer nuestra amistad y nuestra hermandad, pueda construirse sobre nuevos valores, sobre nuevas ideas y sobre nuevas concepciones del hombre y de la sociedad. Ofrecemos al mundo entero, con nuestra amistad, nuestras ideas, que creemos puras y verdaderas. No queremos -como nos han hecho aparecer en algunas partes, diciendo que somos imperialistas- forzar a los demás con nuestras ideas políticas. No. Las ideas políticas argentinas las ponemos en práctica solo dentro de nuestras fronteras; lo que sucede más allá de ellas, no nos interesa en un sentido personal. Nos interesamos por solidaridad con nuestros hermanos y con nuestros amigos. Pero somos profundamente respetuosos de lo que pase en el orden interno de los otros países. Cuando realizamos reuniones de esta naturaleza -ustedes lo habrán podido comprobar- desde el punto de vista científico los asistentes tiene la gama más abierta. Desde otro punto de vista, nosotros, no tenemos ningún interés de molestar a la gente, ni de llevarla a ideas que no quieren compartir. Nosotros, tenemos nuestras ideas, las respetamos, y eso nos da la obligación de respetar las ideas de los demás. ......................................
1952-05-10
Mensaje con motivo de la clausura de la Semana de la Minería Justicialista
Compañeros: Este acto central de los festejos de la Semana de la Minería Justicialista, me brinda la doble oportunidad de poder saludarles y de expresar algunos conceptos, que considero indispensable hacer conocer, acerca de los propósitos del gobierno sobre la minería. Saludarles, me es particularmente honroso, pues no desconozco los enormes esfuerzos y sacrificios que representan los trabajos mineros y los obstáculos que hay que vencer para extraer los minerales de las entrañas de la tierra. Baste decir que yo también soy hombre de montaña y que sé tanto de su rudeza como de su generosidad cuando la voluntad del hombre consigue doblegarla. Este saludo tiene, además, el profundo significado de ir dirigido a los hombres, generalmente dispersos en numerosas regiones, y que hoy se han reunido a través del llamado de la Cámara Argentina de Minería, institución que ha sabido comprender desde hace tiempo el valor de mi consigna, que es también un toque de alerta: la necesidad de nuclear los intereses gremiales en organizaciones sólidas de trabajadores, conscientes de que la unión firme simplifica muchos problemas y que se vence y perdura en el tiempo con la mística de un ideal de patria, justa, libre y soberana. Hace pocos días, en mi mensaje a la asamblea legislativa, y por su intermedio al pueblo, expresé que, así como en 1946 nos propusimos realizar la industrialización del país, ahora nos proponemos llevar adelante la minería nacional. El Segundo Plan Quinquenal, que presta primordial atención a la industria minera, representará un gran esfuerzo, que sólo será posible con la ayuda de los trabajadores. Todo está previsto. El Estado ha de aportar los medios técnicos y financieros suficientes para aplicar sobre este ramo de la producción, la que desarrollará su acción de acuerdo con nuevas normas legales destinadas a encuadrar los derechos mineros en los principios de la Constitución Justicialista. Como ya prometí en 1950, la legislación proyectada ha tenido en cuenta las mociones de los mineros, expresadas a través de la su organización central, la Cámara Argentina de Minería. En esta nueva etapa a seguir, quiero dejar claramente sentado, con el fin de evitar confusiones o malas interpretaciones: la Nación respetará los derechos mineros acordados o que se le acuerden en el futuro, siempre que sus titulares cumplan con una condición: trabajar. Ha pasado ya, pues no cabe en la Nueva Argentina, la época en que se podrá sustraer del mercado importantes materias primas minerales con el propósito, unas veces de especulación egoísta, y otras, con el imperdonable fin de hacer el juego a los capitalistas foráneos, de los que la América Latina tiene una dolorosa experiencia. Pueden estar tranquilos los concesionarios de minas, si sus acciones son concordantes con la exigencia de rehabilitar la industria minera, estancada durante más de 100 años por la despreocupación y por la entrega. Pueden estar tranquilos los dueños de capitales nacionales o extranjeros, siempre bienvenidos si saben subordinarse a las necesidades de la economía y cumplen su función en beneficio de la colectividad. A ellos, la Nación les presta su más amplio reconocimiento y procurará que en sus ganancias compensen la magnitud de sus empresas. Y en lo que respecta a las minas ya concedidas, reitero nuevamente que seguirán en manos de los concesionarios que cumplan con los principios expuestos, pudiendo contar con la irrevocabilidad de sus concesiones, las que sólo pueden ser declaradas caducas por causas de un orden superior al interés particular y previas las indemnizaciones correspondientes. Pero los capitales cuyos poseedores tengan la vista puesta, no en mejoramiento económico de la patria, sino en las utilidades de consorcios extranjeros, contrapuestas al interés de la Nación, sepan que su hora ha terminado en la Argentina de la soberanía política, de la libertad económica y de la justicia social. Y es a ustedes, los trabajadores, a quienes corresponde defender el patrimonio minero nacional con el apoyo de los poderes públicos y con la seguridad de que debidamente organizados son invencibles. Finalmente, vaya con este saludo a los trabajadores mineros reunidos en su fiesta, el abrazo de un compañero más, que sólo espera colaborar con el bienestar y la felicidad de todos ustedes que es, en definitiva, el porvenir venturoso de la nacionalidad. ..............
1952-10-01
En el acto de clausura del Congreso de Viajantes de Comercio
He escuchado las sabias y prudentes palabras que termina de expresar el compañero Borlenghi. Veo en ellas no solamente el reflejo de una larga experiencia y de una capacidad indiscutida, sino también el sincero y leal sentimiento de un hombre que sirve a una causa por la causa misma. Este acto magnífico que los viajantes de comercio y la Confederación general de Empleados de Comercio ofrecen como un exponente de la cultura sindical argentina, está demostrando no solamente ese sentido y esa conciencia social que reina aquí, sino que también refleja la capacidad de sus dirigentes. He dicho muchas veces a todos los compañeros de las organizaciones sindicales, que mi profundo sentir y ni larga experiencia en las cosas del gobierno y de la vida, me han enseñado que todas las organizaciones no valen tanto por el número de sus adherentes cuanto por la capacidad de los hombres que encuadran la dirección de ese movimiento. Y he repetido muchas veces, para grabar ideas, que me convencen más cien ovejas mandadas por un león que cien leones mandados por una oveja. Por eso rindo aquí el homenaje de mi reconocimiento de argentino y de mi satisfacción de hombre enamorado de la justicia social al presenciar este congreso que tiene la maravilla de traer desde distintos regiones del país para unir en una sola raíz poderosa y fecunda las inquietudes, las iniciativas y los desvelos de una cantidad de hombres que han elegido en su vida no servirse a sí mismo sino servir a los demás. Solamente mediante esa clase de hombres los pueblos son grandes y las naciones son libres. Siendo así, compañeros, yo disfruto de este congreso con la misma amplitud y con la misma satisfacción con que ustedes mismos lo realizan para bien de todos los asociados de esta magnifica organización sindical. Siempre he creído que la aglutinación de las fuerzas sindicales procede de una sola fuente que es la solidaridad, el intercambio y el contacto de una profunda amistad como elemento aglutinante. Pienso que aquello que no esté basado en la solidaridad y en la amistad entre los hombres que forman la organización, no es estable ni permanente. Esa amistad, ese contacto, ese aire de amor que se respira en la organización sindical, son las que forman su capacidad para su permanencia y sus triunfos. Pero, compañeros, esa amistad y esa solidaridad deben afirmarse sobre honestos pedestales que las sostengan. Los sentimientos bajos jamás agrandan la amistad; es solo el desempeño honesto el que agranda la afinidad entre los hombres. Por esa razón, yo veo con una inmensa satisfacción estos hechos que se desarrollan ya en el ambiente sindical argentino y escucho orgulloso de nuestros hombres palabras tan sabias y tan prudentes como las que acaba de pronunciar el compañero Borlenghi. Señores: nosotros, dentro de nuestra doctrina justicialista, hemos establecido dos grandes etapas para la organización sindical, que es quizá el más fundamental de los objetivos que perseguimos. Hemos dicho que hasta el año 1952, y a lo largo del desarrollo del Primer Plan Quinquenal, anhelamos la organización sindical. Esa organización ha sido alcanzada. No diré que somos perfectos, porque esa perfección es difícil de alcanzar, pero sí que cada sindicato, en mayor o menor grado, ha alcanzado una organización que es el punto de partida para asegurar el futuro. La organización de los empleados de comercio y ahora la unificación de los viajantes de comercio, para confederar en una sola organización todos los intereses profesionales de un amplio sector de la clase trabajadora argentina están indicando que alcanzamos la organización. Anhelamos que el Segundo Plan Quinquenal, que comenzará en 1953, sea de organización y perfeccionamiento de esa organización alcanzada. Yo quiero esbozar sintéticamente a todos los compañeros que me escuchan cuales son mis ideas al respecto y cuál es mi consejo, que siempre les doy desinteresadamente y con una sola intención: la de ser sincera y lealmente partidario de las ideas que sostengo. Creo que la organización alcanzada es el punto de partida. Cuando se organiza una cosa, a menudo la gente cree que organizar es solamente buscar gente y poner a alguien adelante para que la dirija. Esa es una idea muy "sui generis" y muy particular de la organización. La organización es algo que es necesario conocer profundamente y realizar desde la iniciación en al forma más acabada posible, porque los errores orgánicos de la iniciación se sufren hasta la terminación de la organización misma. Los errores que pudiéramos cometer en la iniciación de las organizaciones sindicales argentinas deberían sufridas, quizás por siglos, los que formen parte de esas organizaciones mientras ellas duren. Por eso hay que pensar, y pensar muy profundamente en que consiste la organización terminada en el orden sindical. En primer lugar es necesario alcanzar una unidad doctrinal porque ese es el cimiento sobre el cual de he construirse el edificio de la organización. Si nosotros tomásemos veinte individuos, unos de un lado y otros de otro, y los juntáramos en una habitación diciéndoles que se pongan de acuerdo, veríamos, si volviéramos a la media hora, que ya estarían a los golpes. Es indudable que cuando se toman hombres de distintas procedencias, con distintas ideas y diversos sentimientos, y se los junta, se produce irremisiblemente el choque y la repulsión natural entre los diversos y heterogéneos modos de pensar y de sentir. Luego, la primera tarea para juntar la gente en una organización, es darle una doctrina común que haga que de una misma manera de ver resulte una misma manera de apreciar, y de una misma manera de apreciar, resulte de una manera semejante de obrar. Cuando se ha logrado esa unidad de criterio, de pensamiento y de sentimiento en una comunidad, recién puedo pensarse en producir dentro de ella un profundo y grande sentimiento de aglutinación. Si no, la organización suele ser más perjudicial que beneficiosa. Ustedes, compañeros, y la mayor parte de los gremios argentinos, tienen y ese basamento común, tienen ya ese cimiento. Ahora hay que construir el edificio de la organización. Quizá esté hablando yo al gremio argentino que más ha progresado y que tiene una organización afirmada sobre cimientos muy firmes, porque son la tradición de muchos años de lucha lo que no se alcanza por otro medio. Yo deseo ser amplio en la exposición de este sentido orgánico que debemos llevar a todos los sindicatos y organizaciones gremiales, que de una manera directa o indirecta sirven al movimiento social argentino. Sobre esos cimientos estamos listos para lanzar la organización definitiva que comprende una distribución orgánica o, en otras palabras, una organización estructural completa como la que terminan de alcanzar los viajantes de comercio al haberse unido en una única y sola organización para todo el país. Sobre esa base estructural de la organización, hay que crear la organización funcional, porque el esquema orgánico solo no es todo. Se asemeja a ese plano con el que nos enseñan anatomía en el colegio; un cuerpo humano, en el que levantamos las distintas partes y se ven los órganos que están debajo. Es perfecto pero no anda. Es solo un esquema. No es el hombre, no es un organismo; para que sea un hombre, cada una de los órganos debe llenar su función, debe moverse, vivir, pensar, crear, hacer cosas buenas.... y también cometer algún error, como se hace a veces. Eso es lo que necesitamos en la organización. Sobre ese esquema estructural, hay que hacer después la organización funcional, bien racionalizada y ajustada. Este es el primer piso de ese edificio, alcanzado y sobrepasado ya por ustedes. Vendría luego el segundo piso, que gravitará siempre sobre esos cimientos. Es el de la autodefensa orgánica. Sería largo seguir con esta disquisición fisiológica comparativa. Este es el segundo piso que tenemos que construir. Tenemos mucho realizado, pero todavía usamos mucho desinfectante. Es necesario hacer más por proceso de autodefensa. Arriba de éste hay que poner el tercer piso, que es la capacitación. Para poder conducir es menester un cierto grado de capacitación que es también, a la vez, una defensa natural de la organización. Cuando más capacitados estén los componentes de la masa y cuando mayor sea el grado de capacitación de sus dirigentes, más perfecta es la organización. Por eso la capacitación no puede venir solamente por la propia acción. Es necesario que la misma organización ofrezca los medios de capacitación; capacitar la masa para que no sea engañada, para no se reproduzca el problema de siempre, es decir que las masas proletarias, mediante lo que dicen los diarios capitalistas, han vivido engañadas con teorías de distinta clase que al final son todos suicidios colectivos para la propia masa. Es necesario abrirles los ojos y el entendimiento a esa masa para que no se deje engañar. Ese grado de capacitación, es también un sistema de seguridad para la propia masa. Muchas veces uno es un suicida sin darse cuenta, inconscientemente. Es como el chico, que por no conocer el peligro se va al agua, se cae y se ahoga. Las masas están propensas a eso, y solo la capacitación de esas masas les da el régimen de seguridad necesaria para prevenirse contra ese mal. Pero esa capacitación de esa masa es la garantía de los dirigentes, como la capacitación de los dirigentes es la garantía de la masa. Esa capacitación es indispensable y es necesario llevarla a un alto grado. Claro que hablo en un medio perfectamente evolucionado. Sé que ustedes tienen un alto grado de capacitación, que puede perfeccionarse todavía, indudablemente. Esto compañeros, es el tercer piso, en el cual hay todavía que edificar mucho en el sistema sindical argentino. Hay sindicatos muy evolucionados, que han alcanzado un alto grado; hay otros que están en peores condiciones. Es tarea de todos nosotros trabajar en eso, porque en el movimiento sindical no hay que hacer compartimentos aparte; es necesario elevar esa cultura social del pueblo, que todos nos pongamos a trabajar en la medida de nuestras fuerzas y de las posibilidades de nuestra acción para elevar esa cultura social del pueblo, que es la única garantía y seguridad para los dirigentes de una masa. No atropellemos situaciones, pero influyamos en todo lo que sea posible para que cada uno pueda ser un particular y un hombre de la masa para elevar la cultura de la Nación, porque es la única garantía de consolidación de nuestro propio movimiento. Ese piso es muy importante. Luego viene el cuarto piso, que ya es otra cosa; es la conducción Es necesario capacitar también a la gente para la conducción. La conducción es una cosa difícil es una cosa extensa y compleja. Es un arte, señores. Así como pintar, componer música, esculpir, son artes, conducir es también un arte. En consecuencia, siendo un arte, tiene su teoría y su técnica. Es la parte inerte del arte; la teoría y la técnica. Por otra parte está el artista que debe ponerlas en ejecución. Señores: esto puede hacerlo cualquiera, pues es cierto que de artista y de locos, todos tenemos un poco. Es cuestión de cultivar al artista, no al loco, porque algunos se dedican a cultivar al loco. Esa trilogía es lo común en todas las artes, lo mismo es la conducción que en la música. Tomemos como ejemplo la música, que es más conocido por todos. ¿Que le enseñan a un chico cuando empieza a estudiar un instrumento de cualquier naturaleza? Una teoría de la música. De allí pasa a las distintas teorías de la música, a la armonía, al contrapunto y a la alta composición y termina con el conocimiento de la teoría. Eso le da el conocimiento de la música. Después le preguntan: "Qué instrumento va a tocar?" Si elige piano, le enseñan la técnica del piano. Luego, mediante el conocimiento de esa teoría y el dominio de esa técnica empieza a tocar un piano. Después tocará cualquier cosa, pero lo que toque con alma y sentimiento dependerá de la artista que lleva dentro o del loco. Observen que toda manifestación de arte está constituida por la teoría, la técnica y además, por el artista. La conducción es la misma. Tiene su teoría, que se compone de principios, así como las ciencias tienen sus leyes, principios de enunciación fija y de aplicación y de aplicación infinitamente variable. El pintor tiene sus siete colores pero él forma miles de matices de acuerdo con su sentido artístico. El conductor es lo mismo: tiene siete, diez, cincuenta principios de la conducción que él aplica en miles de matices diferentes. El acierto está en que se aprende a manejar y a dominar la técnica. Algunos dicen: "Es un conductor de ejércitos, de pueblos." No; el conductor es conductor de todo o no es conductor. Es como el pintor; no hay pintor de soldados, de civiles, ni de ejércitos. Hay quien sabe pintar y quien no sabe pintar. De la misma manera hay quien sabe conducir y quien no sabe. Algunos piensan que el conductor nace; que el artista nace y no se hace. No es así. Si tuviéramos que esperar a que nacieran los artistas, que nace uno cada mil años, estaríamos listos. Nosotros escuchamos la música, vemos la pintura y la escultura. No esperamos que todo escultor sea un Miguel Ángel. Es bastante con que sepa esculpir o pintar o tocar y que lo haga. Lo que tenemos que formar es gente que sepa conducir y eso es algo que se enseña, que se aprende, que se hace y que se domina. La tarea es formar al conductor. Algunos me suelen decir; "Usted lo recibió?" ¿Yo lo recibí? Cuarenta años me ha constado aprender lo poco que sé. Hay que formar una escuela de conductores en nuestro país. El conductor debe ser del pueblo porque sino vendrá otro de afuera, que no es del pueblo, a conducirlo. Hay que tratar de formarlo de nuestra misma casta, gente que sea capaz de conducirnos en el futuro. Esta es una cosa que se puede alcanzar, que se va a realizar y que se debe realizar cumplidamente. No es una cosa del otro mundo. Es cuestión de ponerse a enseñar. Calculen ustedes el día que nosotros formemos una escuela de hombre capaces para la conducción, que dominen una teoría y una técnica de la conducción y que tengan algo de óleo sagrado de Samuel, que tenemos todos. ¿Que va a pasar en el panorama argentino? Es lo mismo que ocurre con ese chico que ha estudiado piano diez años, que conoce una buena teoría, que tiene una buena técnica, comparado con otro chico que toca un tanguito de oído. Ven ustedes la diferencia. Cuando tengamos el domino de esa técnica y de esa teoría, los políticos antiguos seguirán tocando de oído. Por eso les digo, compañeros, a ustedes que están en la avanzada de nuestras organizaciones sindicales, que tienen una profunda evolución ya realizada: vamos a tratar de construir esos cuatro pisos y de llegar a ese quinto piso. Nosotros todavía somos un poco aficionados. En las generaciones que nos sigan dentro de diez, doce o quince años, creadas en esta escuela científica de la conducción del pueblo, verán ustedes los resultados, verán cuantos hombres de alta capacitación para la conducción vamos a obtener de nuestra propia escuela y de nuestro propio pueblo. Por eso, construir estos cuatros pisos es muy importante en nuestra organización. Ese es el trabajo al que nos dedicaremos con todo durante el Segundo Plan Quinquenal. Éste no consiste solamente en construir diques y obras; consiste también en construir hombres, que es lo más importante, porque éstos serán los encargados de construir las futuras obras. Compañeros: este trabajo que ustedes están realizando, estos cambios de ideas son siempre constructivos, porque son amistosas y son racionales, dentro de una organización que lleva a conquistas como ésta de la unidad, que es quizá una de las más grandes conquistas del movimiento sindical. La fuerza y la defensa de los interese profesionales está precisamente más en la unidad que en ninguna otra consideración. Por eso, a pesar de mis arduas tareas y mi intenso trabajo, he querido venir y acompañar al compañero Borlenghi, para darles a ustedes, con un abrazo que les dejo desde el fondo de mi corazón, mi palabra de amigo y de hermano, elogiando la tarea que ustedes realizan, suponiendo que en estas realizaciones y trabajos en que los dirigentes de comercio, sean viajantes o empleados, están empeñados, está la grandeza y la consolidación del futuro movimiento sindical argentino. Que esta casa, que constituye ya un trozo del corazón del sindicalismo argentino, tenga en los siglos que nos vengan a recibir en la marcha de nuestro tiempo el honor de haber sido el punto de partida de esta consolidación y de este triunfo que anhelamos todos los argentino con el desinterés de pensar que es mejor trabajar para los demás que para uno mismo. .....................
1953-01-14
En el Teatro Colón ante delegados de la CGT
En el Teatro Colón ante delegados de la CGT Compañeros: Sean mis primeras palabras para agradecer a la Confederación General de Trabajo, que me brinda una vez más la ocasión de poderme dirigir directamente a los dirigentes del movimiento sindical argentino, que han sido el alma y el nervio de nuestro Movimiento Justicialista. Al hacerlo, yo rindo acá el homenaje que todos los argentinos debemos rendir a esos dirigentes, encanecidos en defensa de la clase trabajadora, porque de ellos es el presente y de ellos será el porvenir de la patria. Este agradecimiento que hago a la Confederación General del Trabajo y, por su intermedio, a todos los dirigentes argentinos, que elaborando la grandeza de nuestra patria a través de sus magníficas organizaciones sindicales, pueden llevar al pueblo no solo el sentido sino el sentimiento de esta transformación reformatoria de la nueva Argentina que traza, con el Primero y con el Segundo Plan Quinquenal los lineamientos generales y la verdadera alma colectiva de la Nación Argentina. Yo no concibo, ni he concebido jamás, que un hombre pueda vivir una vida plena, sin un alma que sienta y sin un alma que exprese los sentimientos que ese cuerpo experimenta. De la misma manera, no concibo una Nación moderna, que a su cuerpo y estructura orgánica, no la acompañe con una verdadera alma colectiva, que es el sentimiento y el pensamiento de todos sus habitantes. La Nación que no posea esa alma colectiva, no es una comunidad; es una turba cuyo sentido no tiene orientación, y cuyos sentimientos no tienen un objetivo para vivir su vida. Las naciones, los pueblos, como los individuos valen por lo que sienten, más que por lo que son y por lo que serán. El mundo, compañeros, ha presenciado numerosas reformas en los distintos pueblos que componen la humanidad. Ninguna de ellas ha sido trascendente y, menos aun, permanente. Cuando una organización no ha culminado esa acción, dando carácter de perennidad a las ideas que circunstancialmente surgen en las masas que componen los pueblos, nada trascendente puede construirse en la humanidad que no se afirme sobre una doctrina, y nada puede construirse en una doctrina que sea solamente el enunciado teórico de algunas ideas. Es menester adoctrinar a los pueblos, es menester realizar esas doctrinas y es menester también, consolidarlas en el tiempo y en el espacio con el esfuerzo y el sacrificio de los propios pueblos. Pero hay también ejemplos en la historia de la humanidad que han jalonado glorias a través de todos los tiempos de la historia. Vivimos todavía los pensamientos quizás iniciales de la humanidad, cuando ellos han enmarcado un sentimiento humanista; sentimiento humanista que los tiempos han transformado en sentimientos sociales en su evolución. Lo que antes representó para los pueblos iniciales de nuestra civilización, el sentido de la defensa del individuo, hoy se transforma en la defensa de las colectividades formadas por individuos. Esa evolución que acompañó a la técnica y que acompañó a nuestra propia civilización, culmina en esta hora de los pueblos. Es menester que esos pueblos conduzcan las banderas de las modernas reivindicaciones, las consoliden en el tiempo, y quizás los siglos hablarán de esas conquistas y de esas banderas como hablamos hoy de la gloria de los siglos de Grecia, que fue el origen de nuestra verdadera civilización. Nuestros planes han estado y están encaminados a realizar esa reforma substancial indispensable en la comunidad argentina, de manera que pueda realizarse a la luz o bajo la sombra de las tres banderas que nosotros hemos colocado al frente de nuestro movimiento de reformas: la justicia social, la independencia económica y la soberanía nacional, esas tres banderas, que parecería que en nuestra hora conforman la realidad de nuestros verdaderos objetivos de alcanzar mediante la felicidad de la comunidad argentina la posibilidad de trabajar cada día con mayor esfuerzo, por la grandeza de nuestra querida patria. Es con esa orientación, compañeros, que quiero hoy tener una conversación con viejos amigos dirigentes del movimiento sindical, sobre el contenido de este Segundo Plan Quinquenal y sobre la necesidad de que todos el pueblo argentino, persuadido de la indispensable necesidad de llevarlo a cabo, lo conozca, lo difunda, persuada a los demás sobre la necesidad de cumplirlo y trabaje honrada y lealmente para la consecución de los objetivos fijados, que son los verdaderos objetivos de la nacionalidad en el presente. No es un secreto para nadie que antes de nuestra intervención en el campo político y social, como económico de la Nación, nuestro país en lo social era un sistema de esclavitud; en lo económico, era una colonia y en lo político, el fraude en lo interno permitía que la soberanía popular fuera burlada en cada ocasión en que el pueblo debía decidir quienes serían los que manejaran y condujeran su destino. Y en el orden internacional, por la dependencia económico-colonial en que el país se encontraba, no tenía otro camino, que seguir a la zaga de lo que se le indicara desde el exterior. Esa, compañeros, era en mi concepto y según mi propia apreciación personal, el estado social, económico y político en que vivíamos los argentinos, antes de nuestra intervención en la cosa pública y en la dirección del Estado. Yo podría decir que en lo social, cuando llegué a la Secretaría de Trabajo y Previsión, a caballo del viejo Departamento Nacional de Trabajo, el análisis de la situación social del país era realmente pavoroso. Muchos se agarraban la cabeza porque había en nuestro panorama social un disconformismo casi unánime, y las tendencias anárquico-comunistas era la regla en la clase trabajadora argentina. Yo confieso, y nadie podría tildarme a mí, ni de anarquista ni de comunista, que si yo hubiera estado en las condiciones en que se encontraba la mayor parte de los trabajadores argentinos, quién sabe si no hubiera sido también anarquista o comunista. Porque el estado existente en las condiciones de vida y trabajo de la clase trabajadora, la habían llevado a ésta a un alto grado de desesperación; y el hombre desesperado se agarra aun de un clavo ardiendo. Esa era la situación de la clase trabajadora argentina, a quien se le había negado el mínimun grado de dignidad que como hombres les correspondía, como así también el mínimun de felicidad que como hombres tenían derecho a disfrutar en una sociedad que vivía en medio de la abundancia. Y desgraciadamente, la miseria cuando es más enervante es cuando se desarrolla en medio de la abundancia. Afortunadamente, el apoyo de los trabajadores y del pueblo humilde de la patria permitió que esa injusticia fuera reparada. ¿Cuantos atribuyen y atribuirán hoy aquí y en todas partes del mundo, el mérito o la culpa de haber realizado nuestra reformas al ex coronel Perón? Sin embargo, si la idea inicial fue del coronel Perón, esa idea inicial fue puesta en marcha por una clase trabajadora que hacía cincuenta años que tenía esa misma idea. Y en la dinámica social, sostengo y sostendré siempre, que la acción está siempre por sobre todas las concepciones y todas las ideas. Es lo que debemos nosotros de presentar a la historia como un hecho consumado: la acción realizada por la clase trabajadora argentina, que puso el pecho decidido a cualquier sacrificio para lograr reinvindicaciones que hacía cincuenta años habían costado numerosas vidas de dirigentes y la miseria y el dolor de toda la sufrida clase trabajadora argentina. De manera, compañeros, que toda nuestra acción en lo social se ha realizado merced a esa dinámica social insustituible, que ha establecido ya, a lo largo de la historia del mundo, que los pueblos se liberan solamente por los pueblos, y que los trabajadores se defienden solamente mediante la organización de los propios trabajadores. Esta es una verdad inconmovible. Por eso, cuando nosotros establecimos dentro de esa dinámica social, la base de acción, dijimos nosotros: "Todos unidos triunfaremos". Eso significaba la necesidad de organizarse. Y es esta organización, la Confederación General del Trabajo de la República Argentina, que libremente formada y libremente organizada, como libremente representada, por sindicatos absolutamente libres, constituyen la verdadera fuerza de acción del pueblo argentino, que permite que el estado social alcanzado no pueda ser destruido por ninguna fuerza, ni interna ni internacional de la tierra. Y mientras, compañeros, se conjugue en nuestra patria, esa dinámica social; mientras los trabajadores, sobreponiéndose a cualquiera de las rencillas intersindicales existentes en todos los movimientos gremiales del mundo, cuando la tolerancia y la comprensión de los dirigentes y de los trabajadores en general configuren consolidadamente una organización sindical como la que posee el pueblo argentino, no solamente será invencible la clase trabajadora, sino que será invencible el pueblo y la Nación Argentina. El comienzo de la derrota de las comunidades, de los pueblos o de las naciones, está en la disociación de sus propios hijos. Por eso, los que quieren combatirnos de afuera se sirven de los traidores de adentro, para que ellos mediante la disociación, hagan perder la fuerza y la cohesión a las propias organizaciones, que mancomunadas en una concepción única y realizando una unidad de acción también única, son invencibles como organizaciones. Toda esta acción social ha sido alcanzada en el Primer Plan Quinquenal. Dijimos el 52', era el año de la organización. Hemos llegado al 31 de diciembre de ese año, y podemos afirmar que nuestra organización, como comunidad, no será perfecta, pero no hay en el mundo ninguna más perfecta que la nuestra. En cuanto al aspecto económico, el Primer Plan Quinquenal ha cumplido total y absolutamente con los objetivos trazados. La República Argentina no podría haber consolidado su reforma social si el Primer Plan Quinquenal no hubiera cumplido su objetivo de independencia económica, porque la justicia social se sustenta, en el campo de las realidades materiales, con una economía independiente. ¿Que podríamos nosotros ofrecer a nuestra clase trabajadora de lo económico argentino, si esto no dependiese de nosotros? No podríamos ofrecerle lo que estaba en la metrópoli de esta colonia, porque eso es de los imperialismos y no del pueblo argentino. Nosotros sabemos bien que los imperialismos, como dicen nuestros paisanos, "no han dado nunca potrillos para botas". Nosotros sabemos que nuestros patrones, los dueños de nuestros capitales no podían dar a sus trabajadores más de lo que ellos podían, siendo expoliados y explotados desde afuera. Era necesario, antes de pretender sustentar la justicia social argentina en la economía argentina, hacer que esa economía fuese argentina. Desgraciadamente en esa época podemos decir que no era argentina. La República debía exportar anualmente, solamente de las empresas de servicios públicos y las demás empresas de comercialización, seguros y sistemas financieros, una cantidad de dinero que casi representaba el 50 por ciento de la producción argentina. Exportando esa inmensa cantidad de dinero, que era el esfuerzo argentino, todos los años, como servicios financieros para pagar los ferrocarriles, los transportes de la Corporación de Buenos Aires, del Gas, de los Teléfonos, de los transportes de ultramar, de los seguros y reaseguros, etcétera, representaba una cantidad tal, que no había economía que la pudiera resistir. Era menester en el Primer Plan Quinquenal, impedir que anualmente saliera del país esa inmensa cantidad de dinero que había que restarle a la felicidad, a la tranquilidad y a la dignidad del pueblo argentino. El Primer Plan Quinquenal ha cumplido con creces esos objetivos. Hasta el año 46' la República Argentina exportó siempre el 46 por ciento de su riqueza anual para los servicios financieros, amén de lo que no se veía y que también se iba, como también lo que el país perdía por la mala comercialización de su propia riqueza. Un ejemplo lo darán los datos del Banco Central cuando dice que hasta el año 1946, solamente en diferencias de precio entre la importación y la exportación, vale decir entre lo que nos pagaban por nuestros productos de materia prima y lo que nos cobraban por los manufacturados, la República Argentina había perdido más de 21 mil millones de pesos. Compañeros: ¿que justicia social puede consolidarse con una economía en esas condiciones? Y hay algunos papanatas, economistas a la violeta, que dicen que la República Argentina está carente de capitales. ¿Que pasaría antes, cuando todos esos capitales que hoy son argentinos, eran extranjeros? ¿Que pasaría antes, cuando de esos capitales, anualmente nos descapitalizaban en una proporción de casi el 50 por ciento de nuestra riqueza? ¿Como querían esos angelitos de coche fúnebre, capitalizar al país, si el país es como un tanque grande, donde se va metiendo todo aquello que se va acumulando por el trabajo, por el ahorro y por la capitalización propia, si ese tanque tenía un agujero más grande que el tanque, por donde salía todos los años la mitad de lo que poníamos adentro? ¿Cómo se iba a capitalizar el país? Cómo íbamos a pensar nosotros que mientras saliese ese chorro del 50 por ciento de la riqueza amasada con el sudor de nuestros campesinos y el sudor de nuestros obreros urbanos, íbamos a llenar ese tanque? Lo primero que había que hacer era tapar el agujero. El Primer Plan Quinquenal ha tapado el agujero compañeros. Ahora, lo que entre allí, es la verdadera economía argentina. El secreto está en que peso que entra al tanque no salga más. Esa es la única...Y estos tontos se hacían ilusiones con los capitales que llegaban al país. Y vean ustedes con lo que nos encontramos nosotros en lo referente a los capitales extranjeros. Para muestra basta un botón, le voy a contar una. Un frigorífico de una Nación extranjera, de esos "beneméritos" para la Argentina, había llegado al país hacía más o menos unos 35 años. Cuando llegó, importó en moneda extranjera una cantidad equivalente a diez millones de pesos en la moneda de aquellos tiempos. Con esos diez millones de pesos, que era el aporte del capital extranjero, llegaron al país, construyeron algunas obras y después le pidieron cien millones de pesos al Banco de la Nación Argentina. Naturalmente, el Banco de la Nación Argentina, que estaba más o menos en manos como las de ellos, les prestó los cien millones. Con esos ciento diez millones comenzó trabajar, y en el segundo año de haberse instalado giraba a su país el 15 por ciento de beneficio neto sobre el capital invertido de ciento diez millones de pesos. Vale decir que giraba para allá quince millones de pesos. Y dicen que son capitales extranjeros. Si en el primer año ya devolvió el capital que trajo y la mitad más, y siguió trabajando treinta y cinco años girando más o menos a esa cantidad cada año a su país. Trabajando con capital extranjero decían... del Banco de la Nación. Vale decir que nosotros, los tontos que depositábamos en el banco nuestros ahorros, eran para que se lo dieran a él, para que él lo giraba a su país a razón de quince millones por año. Y nosotros, decíamos ah....el beneficio del capital. No ve que nos estábamos descapitalizando con nuestra propia plata. Y algunos pavotes de economistas creían que ese era un gran negocio para la República. Explotaban a nuestros obreros, nos sacaban la plata, nos descapitalizaban, y todavía había que sacarles el sombrero y hacer los que ellos decían. Nosotros no somos enemigos de que vengan capitales extranjeros al país, no somos enemigos. Pero que vengan a trabajar y no a robar. Que vengan a crear trabajo, a crear actividades útiles para el país. Pero si vienen a sacarnos la plata, ¿como los vamos a recibir con los brazos abiertos? Estamos de acuerdo que lleven un producto lícito de lo que ganan sus capitales invertidos, estamos de acuerdo; pero que nos dejen un poco de beneficio para nosotros, porque en esto, nadie trabaja por amor al arte. Creo que esta es una cosa justa y que el que sea honrado lo verá con honradez que este es un sistema de trabajo, y un sistema honrado de ganar. Pero es claro, señores, que ya se acabó el tiempo de los zonzos, en este país ya nos hemos avivado todos. Mediante todo esto, ustedes se darán cuenta, sin ser tan economistas como éstos que he mencionado, que era un mal negocio, y que era necesario ponerle remedio. Porque la clase trabajadora argentina ha trabajado durante un siglo y ¡como ha trabajado! y ¡como ha sufrido! ¿Para que? ¿Para que la Argentina se capitalizara? ¿Para que se hiciera un país de una economía sólida? ¿Para que fuera económicamente poderoso? No, para regalarle la plata a estos señores que venían con el cuento de los capitales. No puede ser posible ya en la nueva Argentina una conducta tal. Nos asociamos para trabajar, pero nos asociamos en igualdad de condiciones. No queremos esas sociedades que la que representan un jinete en la que el caballo somos nosotros y ellos son el jinete. ¡No! Nosotros queremos que en la Argentina, se sea justo. Nosotros somos justos, y nunca cometeremos una injusticia con nadie que venga a trabajar con nosotros de buena fe. Al contrario, si trabaja con nosotros, obtendrá todo el beneficio que nosotros podamos asegurarle mediante un trabajo ordenado y eficiente. Los capitales extranjeros que hoy están en el país y que trabajan con nosotros, después del análisis profundo que hemos realizado nosotros, están conformes en seguir trabajando en las condiciones actuales, porque ellos también se dan cuenta de que la justicia debe de tener dos direcciones: la de ellos y también la nuestra. En esas condiciones, sean bienvenidos, y tendrán acá no sólo las garantías que les acuerda la ley, sino las garantías que le va a acordar nuestra amistad, que vale mucho más que la ley. Todo esto, compañeros, ha sido ya terminando con la ejecución del Primer Plan Quinquenal. Hoy podemos decir que somos un país económicamente libre. Nos hemos liberado de esos pesos muertos de nuestra economía, hemos tapado todos los agujeros que tenía nuestro tanque. Y estamos elaborando ahora, con nuestro trabajo, nuestro equilibrio y nuestra consolidación económica. En esto, yo soy un convencido que no tenemos que pedir nada a nadie. Si es necesario hacer algún sacrificio como ya lo hemos hecho, lo haremos, pero lo haremos en beneficio nuestro y no en beneficio de los demás. En cuanto, compañeros, a lo político. Bien saben cuanto hemos realizado en el Primer Plan Quinquenal en lo político. Lo primero y lo más importante es devolver al pueblo la soberanía político interna del país, para sea el pueblo quien diga quien quiere que lo gobierne. Cuando, compañeros, se hacían aquellos discursos tan retóricos sobre la democracia argentina, yo pregunto, a la luz objetiva de los hechos, una democracia que elegía a sus gobernantes mediante una elección que se realizaba en el Correo entre los políticos actuantes. Si la democracia es el gobierno del pueblo, fallaba esta democracia por su base, porque este era el gobierno de los políticos que le hacían una manganeta al pueblo en una repartición pública que ellos manejaban. Señores, si sobre esa base puede hacerse un discurso que no sea sobre la suciedad de un fraude insoportable y asqueroso, la democracia ha de tener unas espaldas demasiado anchas para aguantarlo. Nosotros preferimos que nuestra democracia se asiente sobre la verdad y no sobre el fraude. Y durante el Primer Plan Quinquenal, nosotros hemos ya, asegurado, de manera indudable, que en la República Argentina el fraude ha terminado y ha terminado para siempre. Cuando nuestros adversarios políticos deseen tener el gobierno, deberán ganarlo en las urnas, que es la única manera que en la República Argentina de hoy y del futuro, podrán ganarse el derecho a manejar y a gobernar la cosa pública. Eso sólo, asegurado en el Plan Quinquenal, basta para justificar cualquier acción en la política interna del país. Señores: cuando la soberanía del pueblo ha sido devuelta al pueblo, se ha realizado, en mi concepto, la obra más extraordinaria que en lo político puede realizarse en país alguno. Y eso nos da derecho a hablar y a decir cualquier impertinencia en nuestros tiempos. Yo recuerdo que cuando fui a la Secretaría de Trabajo y Previsión e hice mis primeros discursos, muchos me tiraban del saco y después que terminaba, decían: "No diga eso; no diga eso; vea que se va a armar un escándalo". Y yo les decía: "Si lo que yo quiero es que se arme el escándalo, porque después del escándalo se va a saber la verdad y a mí me parece que yo tengo la verdad. A los que nos les conviene el escándalo es a los políticos, porque ellos no tienen ninguna verdad y se les va a descubrir después del escándalo". Compañeros: nosotros no solamente hemos actuado pensando en satisfacer una hora transitoria y circunstancial de la vida Argentina; hemos trabajado pensado en la historia, pensando en el futuro. Y yo digo, que a nosotros nos podrán discutir cualquier cosa los historiadores del futuro; pero lo que no podrán discutir es que nosotros volvimos a hacer argentinos los ferrocarriles, que nunca debieron dejar de ser argentinos; hicimos argentino el gas; hicimos argentino los teléfonos; hicimos argentino el dinero argentino, que no era; hicimos una flota mercante argentina; hicimos seguros y reaseguros argentinos; hicimos comercialización de nuestra producción por medios argentinos; pagamos una inmensa deuda externa y llegamos a tener la independencia económica de este país, que será la palanca con que en el futuro deberá moverse toda la República Argentina. Más, en un plan quinquenal estructuramos una reforma constitucional, asegurando la soberanía del pueblo y los derechos del pueblo en su clase trabajadora, en su vejez, en su familia y en su niñez. Y además de eso, en cinco le metimos 76 mil obras públicas a lo largo de la República. Y la historia, compañeros, la historia podrá hacer cualquier lucubración de cualquier naturaleza, pero esos monumentos de la realidad argentina presente, no los podrá levantar ningún historiador por mala voluntad y mala fe que tenga. Y porque miramos, compañeros, también a la historia, queremos consolidar todo esto realizando a lo largo de cinco años del Primer Plan. El Primer Plan ha representado la verdadera revolución reformatoria del país; pero los países no pueden vivir permanentemente en revolución. El estado permanente no es la revolución; el estado permanente es el equilibrio, que hay que alcanzar mediante una evolución equilibrada de todos los factores que juegan en la vida nacional, sean del orden político, sean del orden social o sean del orden económico. El Segundo Plan Quinquenal aspira a eso, aspira a dar la consolidación equilibrada que el pueblo argentino necesita para trabajar en felicidad la grandeza futura de la Nación. Por eso, en el Primer Plan establecimos los objetivos de la revolución, representados en esas tres banderas fundamentales de nuestra justicia social, de nuestra independencia económica y de nuestra soberanía política; aspirando a asegurar como primer objetivo la felicidad del pueblo, a que tenía derecho después de la miseria y el sacrificio realizado. Y así, en estado de felicidad, alegremente, trabajando todos los días, ir labrando paulatina y lentamente la grandeza de la Nación. Porque el primer objetivo es la felicidad del pueblo, la grandeza de la Nación es el objetivo posterior, porque para cualquiera se le presenta como cierto, que es mejor un pequeño pueblo de hombres felices que una gran nación de hombres desgraciados. Decía compañeros, que en el Primer Plan Quinquenal que era un plan de transformación de todas las orientaciones de la vieja oligarquía que había gobernado al país e infundido a este pueblo algo así como un temor engañoso de su propia capacidad y de sus propias posibilidades, engañándolo con discursos económicos que nadie comprendía, ni ellos mismos cuando lo hacían. Yo he asistido a numerosas reuniones donde se hacían conferencias de orden económico, y francamente no entendía una palabra. Siempre decía: "pero seré tan bruto que no entiendo nada de esto". Y ahora me doy cuenta: yo no entendía nada, ellos tampoco. Por esa razón ¿cómo nos íbamos a poner de acuerdo? A través de esa bibliografía tan abundante para sofisticar la verdad, a lo largo de todas esas conferencias de uno y otro círculo, he aprendido una sola cosa, que en lo que se refiere a la economía, la regla es una sola: trabajar para formar la riqueza y utilizar bien la riqueza mediante buenos negocios para enriquecer al país. Y los buenos negocios siempre tienen una sola regla: comprar barato y vender caro. La mayor parte de los economistas, a través de doscientas teorías y cosas raras, han olvidado esto. Los economistas que nos acompañan a nosotros en el gobierno son todos hombres que saben esto y no lo han olvidado a pesar de su cultura de carácter económico. Los hombres jóvenes que manejan la economía del país, ya sea en uno como en otro aspecto, son hombres prácticos y realistas. No tienen método, pero sí saben solucionar oportuna y ágilmente los problemas que se les presentan. Nos criticarán esos economistas teóricos, que ellos dan el método para enriquecerse, pero que están empleados con 450 pesos de sueldo. En esto los hombres deben aprender, una vez por todas, lo que nosotros dijimos ya en la primera hora: el hombre se muestra haciendo, no diciendo; el hombre se muestra en la realidad objetiva de las cosas y no en las consideraciones subjetivas de las teorías. Nuestros hombres son hombres que están en esa concepción, realizando, realizando dentro de esos tres objetivos fundamentales que ya son la norma y la orientación direccional del Movimiento Justicialista que nosotros hemos instaurado en la Argentina. Bien compañeros, el Primer Plan Quinquenal ha cerrado en el cumplimiento de la casi totalidad de los objetivos trazados, ya sea en lo social, como en lo económico y como en lo político. Vale decir que la gran transformación ha sido ya realizada con el Primer Plan; el Segundo Plan tiene por función perfeccionarla y consolidarla. Por eso en el primero establecimos tres grandes y generales objetivos; en el segundo ya hemos particularizado más de ochocientos objetivos concretos a realizar por cada una de las grandes actividades que el país tiene que realizar. Ese Segundo Plan ya tiene perfecta y absolutamente diversificado cada uno de los objetivos que debe realizar. Ahora los peronistas sostenemos que mejor que obligar a los hombres, es persuadirlos. Y el arma que nosotros utilizamos en el gobierno no es la coerción, el engaño, ni la obligación, es lisa y llanamente la persuasión del pueblo argentino. Un hombre obligado procede bien mientras esté vigilado, un hombre persuadido procede bien siempre. Nosotros queremos ganar la acción de los argentinos mediante esa persuasión. Por eso al establecer el plan, queremos que no sea un plan para el gobierno, queremos que sea un plan para el pueblo, queremos que sea un plan cada uno de los argentinos; y por esa razón hemos comenzado por consultar a cada uno de los argentinos cuales son a su juicio las necesidades que el país tiene en los distintos aspectos. Más de cien mil iniciativas de los ciudadanos e instituciones argentinas, y muchas de esas cien mil iniciativas están colocadas dentro del Segundo Plan Quinquenal. Ahora, compañeros, queremos que esas mismas iniciativas y orientaciones que hemos recibido del pueblo argentino, y de nuestra propia observación sobre la vida del pueblo argentino, transformados en objetivos, objetivos a realizar colectivamente, vayan al pueblo mediante la planificación, y conocidas por el pueblo, queremos persuadirlo de la necesidad de realizar cada una de esas iniciativas para bien de la comunidad. Esto es el Segundo Plan Quinquenal. No es una cosa compleja, es una cosa simple, es una cosa fácil, como simples y fáciles son las cosas que uno quiere realizar. En ese sentido es que nosotros estamos divulgándolo en todo el país por todos los medios. Si queremos realizar el plan, lo primero que tenemos que hacer es lograr que todos los argentinos lo conozcan. ¿Como puede el pueblo realizar un plan que solamente conozca el gobierno? No señores, si el plan ha de ser realizado por todos los argentinos, es menester que todos los argentinos lo conozcan. He dicho ya muchas veces, compañeros, que la obra de arte no es concebir un plan, la obra de arte está en realizarlo, porque ¿de que valdría la concepción metida en un cajón allá en el Ministerio de Asuntos Técnicos o en la Presidencia de la República? El plan vale cuando el más modesto y humilde de los obreros del país en el último extremo de su territorio, lo está conscientemente realizando, entonces empieza a valer el plan. Por eso, compañeros, lo primero que hay que hacer es conocer el plan, porque ¿como puede realizar una cosa uno que desconoce? Lo segundo es difundirlo para que lo conozcan los demás. Lo tercero es hacer una proficua propaganda para persuadir a todos de que deben cumplirlo y realizarlo. Y la cuarta es estar atento y vigilante para que durante la realización misma uno no se olvide y lo realice, y si hay alguno por ahí al lado que no lo hace, llamarle oportunamente a la realidad y decirle: "Amigo, usted está procediendo mal, haga esto, que es lo que usted debe hacer". Es menester que cada argentino sea un conocedor del plan, sea un mentor del plan y sea un censor en la realización del plan. Solamente así será posible conseguir la absoluta unidad de acción en la realización de esta tarea que es común a todos los argentinos. Compañeros: cuando el gobierno, el Estado y el pueblo argentino, en absoluta unidad de concepción y en absoluta unidad de acción, se pongan a realizar el plan en todo el territorio de la república, hay que darse cuenta la fuerza inmensa que ese hecho representará. La fuerza de cada argentino es una pequeña fuerza despreciable dentro del marco de toda la República. Pero, si sumamos las dieciocho millones de pequeñas fuerzas que cada uno representa, formamos un movimiento capaz de mover al mundo. Es sumando la actividad, el entusiasmo, la iniciativa, fuerza de cada argentino, con lo que pondremos labrar la felicidad de su pueblo y asegurar la grandeza de la Nación. Compañeros: es necesario que todos los argentinos nos pongamos en esa lucha. Para los que consideran bueno el plan, o para los que lo consideran malo; todos debemos hacer, porque en esto es mejor hacer una cosa mala que no hacer nada. Por eso, compañeros, ya no solamente como peronista sino como argentino, he hecho un llamado a todos los argentinos, para que deponiendo cualquier sentimiento, trabajen y sean útiles a la comunidad, sumando su esfuerzo al esfuerzo colectivo de la Nación. Ningún sentimiento, por respetable que sea, puede estar por sobre la conveniencia de la patria, y el Plan Quinquenal escalona objetivos que representan en cada uno de sus aspectos la verdadera conveniencia de la Nación. Quien esté contra de esa conveniencia, por respetable que sea el sentimiento que invoca, no podrá borrar jamás el rótulo de traición que se le puede poner a cualquier acto que realice. Cada uno tiene su puesto en esta lucha por la felicidad y la grandeza de la patria. Pedimos que solo cada uno cumpla con la misión que tiene, ya sea en la ciudad o en el campo, ya sea en el aula, en el taller o en el laboratorio, ya sea en la chacra, en la estancia, en cada uno de los puestos tiene una tarea que realizar dentro de los objetivos fijados por Plan Quinquenal. Solamente pedimos que cada uno la realice. Todo el sentido de comunidad organizada que ponemos en esto, tiene un alto sentido social y un alto sentido nacional. Los hombres deberán aprender alguna vez en su vida, que nadie puede realizarse a sí mismo en una comunidad que no se realice también. Para las realizaciones individuales, es necesario, la realización primero de la comunidad. Si la comunidad argentina, mediante el cumplimiento de sus objetivos, realiza esa comunidad, no habrá en esta tierra un solo argentino que no pueda realizar su propio destino de felicidad y de grandeza. Pero si esta comunidad de los argentinos, por egoísmo de sus hijos, no fuera capaz de asegurar su felicidad y su grandeza, no habrá ningún argentino que en medio de una comunidad desgraciada y pequeña, pueda sentirse ni feliz ni grande. Este sentido social de la vida de los pueblos modernos no puede ser olvidada por los países que aspiran a tener un pueblo feliz y una Nación grande y poderosa como aspiramos nosotros. Por eso, el sentido de comunidad organizada, y en consecuencia la solidaridad social preside al Segundo Plan Quinquenal. Trabajamos cada uno, pensando que trabajamos igualmente para todos. Si lo hacemos dentro de esa concepción y solidaridad social, todos tendremos algo que ganar; si olvidando la conciencia social que preside hoy al pueblo argentino, obráramos individual y egoísticamente, el Plan Quinquenal no podría realizarse en su plenitud. Por eso hemos dicho, dentro de su propio Plan, que la vida de la Argentina del presente, es de absoluta justicia y libertad individual, pero en función social. Eso, que es el pensamiento director de toda nuestra acción está en cada uno de los objetivos y en cada uno de los capítulos del Segundo Plan Quinquenal. Para nosotros, compañeros, realizar la comunidad, presupone asegurar la justicia social, la independencia económica y la soberanía política mediante la realización de los objetivos que han diversificado a lo largo de todas las actividades en todo el país los numerosos objetivos que lo contienen. Pero la finalidad rectora y directora de todo el Plan está en asegurar, primero, la felicidad del pueblo, y, después, la grandeza de la Nación. Vale decir que la orientación definitiva en la consolidación de la dinámica política, social y económica argentina, estriba como siempre, en la justicia, en la libertad, en la soberanía, en la felicidad del pueblo y en la grandeza de la patria. Finalmente, compañeros, como yo he querido que esta disertación, fuese más bien una enunciación de conceptos generales, he hecho preparar por la Dirección de Planificación del Ministerio Técnico un pequeño folleto, donde los compañeros encontrarán todos los objetivos que de una manera directa tienen algo que ver con la actividad de los trabajadores en la ejecución del Segundo Plan Quinquenal. Este folleto les será entregado a los compañeros ya a la salida del teatro y mandaremos, a la Confederación General la cantidad suficiente para que puedan ser entregados a todos los sindicatos profusamente. El contenido comienza con la organización del pueblo, organización social, política, económica; también con conceptos sobre la conducción del país, la libertad de organización del pueblo, la consideración del capital humano, de la familia, como así también los mismo los conceptos y capítulos básicos y fundamentales sobre la organización sindicalista. Viene después el trabajo como objetivo fundamental, la ocupación, retribuciones, condiciones del trabajo, productividad, asociaciones profesionales, relaciones del trabajo y colaboración profesional. También, como objetivos especiales, la organización del Servicio Nacional de Empleo, las retribuciones, las condiciones de trabajo, asociaciones, negociaciones colectivas, convenciones colectivas, fuero sindical y Código de Derecho Social. En Previsión, también los objetivos fundamentales, el sistema nacional de previsión, régimen jubilatorio, régimen de seguridad social, régimen general de asistencia social y régimen especial de asistencia social. Y después como objetivos especiales, el régimen jubilatorio, el de seguridad, el de asistencia, la organización, cooperativas y mutualidades, protección de menores y hogares de asistencia social. En Educación, todas la bases generales para la educación, pensando en que el pueblo ha de tener libre acceso a todas las fuentes del conocimiento y a todos los centros de enseñanza. La enseñanza técnico-profesional, escuelas industriales, monotécnicas y politécnicas, los cursos de perfeccionamiento, establecimientos regionales, escuelas profesionales para mujeres, centros educativos, para asegurar que hay que seguir creando técnicos para la industria, para la minería, etcétera, de la Argentina. También el aprendizaje y orientación profesional y la enseñanza privada. Lo mismo que en la cultura, asegurando, que queremos una cultura del puelbo y para el pueblo. No queremos una cultura de privilegios, sino culturas populares, cultura que presuponga un pueblo culto, no un pueblo inculto donde hay cuatro o cinco señores que son muy cultos. Queremos una cultura social, una función social del hombre de ciencia y del artista, la protección de los intelectuales y artistas, la difusión popular de la cultura. De la misma manera, las investigaciones científicas y técnicas, que deben servir al pueblo. La salud pública, estructurada dentro del pensamiento justicialista. La vivienda: bases generales para el plan de viviendas, función social de la vivienda, la vivienda urbana, la vivienda rural, fomento de cooperativos y consorcios civiles sin fines de lucro para la construcción de viviendas, régimen crediticio, estímulo del ahorro, emisión de títulos, etcétera. Lo mismo que el turismo; el turismo social, en esto, como en la cultura no queremos cuatro o cinco señores que viajen en pullman, queremos un pueblo viajando y haciendo turismo en sus ratos de descanso. De la misma manera, queremos la acción agraria, para que los trabajadores de la tierra sean contemplados. Que haya una función social de la tierra, que la propiedad sea, como hemos dicho un bien de trabajo. Crear las zonas de colonización y las bases para la acción colonizadora. En minería, las mismas condiciones, con la capacitación del obrero minero y las condiciones sociales integrales para el obrero de las minas. De la misma manera tienen acción también los trabajadores, en lo que se refiere al régimen de empresas, a la industria, al comercio exterior, al comercio interno, a la política crediticia, la política monetaria, la política impositiva y demás actividades del Estado. En este folleto, los compañeros encontrarán en forma enunciativa, toda la intervención que el trabajador, en sus diversas manifestaciones, tiene en un contacto directo o indirecto, con las realizaciones del Segundo Plan Quinquenal. Compañeros: el Segundo Plan Quinquenal ha sido enunciado en sus objetivos fundamentales, en sus objetivos generales y en sus objetivos especiales. Los fundamentales, que están expuestos en el Plan, son aquellos que la república tiene en forma permanente hasta que los cumpla. Los generales indican formas de ejecución de esos mismos objetivos. Y los objetivos especiales son los que el pueblo debe realizar en el período comprendido ente el año 1953 y el año 1957. Cada uno de esos objetivos, perfectamente graduados y dosificados, han de irse realizando por la acción conjunta del gobierno, del Estado y del pueblo organizado. Por eso, nuestro Plan difiere de muchos otros planes, que se refieren ya solamente a la acción estatal o solamente a la acción privada. Nosotros hemos hecho una planificación con la intención de que cada argentino pueda realizar, dentro de esa orientación, libremente, su acción en beneficio de la comunidad y en su propio beneficio. Vale decir, que la amplitud, dentro de la función ejecutora de cada argentino, es tan grande que hasta puede darse el caso de que alguno no quiera realizarla. Pero para eso hemos previsto: el Estado ayuda a los que quieren realizar el Plan, pero no ayuda a los que no lo quieren realizar. Habrá algún contra, que no quiera, y él en el pecado va a tener la penitencia, porque cuando llegue el momento de pedir ayuda se va a ahogar sin que nadie vaya a socorrerlo. La comunidad quiere ayudar a los que trabajan por la comunidad. Los que se apartan solos, son como esos crotos que andan por los caminos, que acá les llamamos crotos, en otra parte le llaman existencialistas. Ellos son dueños de vivir solitarios, renegando a la comunidad. Son salvajes permitidos por la civilización. Pero en cambio, no tienen derecho a disfrutar de los bienes que una comunidad organizada y justicialista ofrece a cada uno de los que trabajan en la comunidad. Sería largo, compañeros, de que yo expusiera en esta reunión los objetivos del Plan. Esa es tarea, que queda a cada uno de los compañeros en la lectura minuciosa del plan, cuya publicación profusa se está preparando ya para su distribución. Solamente he querido pedirles a todos los compañeros, que en esta tarea de persuasión, que es previa a la realización del plan, nos ayuden, llevando a los argentinos la persuasión sobre la necesidad indispensable y perentoria de conocer total y absolutamente el Plan; no para tener una mayor ilustración sobre él, sino para realizarlo en todas las ocasiones, sea en el trabajo, sea en la familia, sea en el descanso o sean aún en la diversión misma, un argentino que conoce el Plan y sabe sus objetivos, puede realizarlo de noche y de día, en todas las circunstancias. Si conseguimos, compañeros, que todo el pueblo argentino se ponga en esa tarea, el Plan, podemos decir ya está realizado. Y realizando él, cada uno de los 18 millones de argentinos que componen nuestra comunidad, saldrá beneficiado, no solamente en sus intereses personales y materiales, sino también en su dignidad, y en lo que vale más que la propia dignidad de los hombres: en la dignidad y en la grandeza de la Nación. ..................
1953-01-29
Palabras pronunciadas con motivo de la audiencia a los legisladores nacionales en el salón blanco de la casa de gobierno
Yo deseo señores, que mis primeras palabras sean para agradecerles, esta amabilidad más, que nuevamente me obligan, de los señores legisladores, por esta amable visita que me da la inmensa satisfacción de poderles saludar y estrechar la mano de cuando en cuando. Nuestras tareas, que hasta ahora se desarrollan sin pausas de ninguna naturaleza, quizá nos impidan estar más permanentemente en contacto; pero sabemos que cada uno en su puesto de combate, hace todo cuando está a su alcance para llevar adelante la difícil tarea que representa trabajar, tanta gente en común, coordinada y racionalmente. En este sentido, es que yo aprovecho, este amable saludo que me traen los legisladores a la Cada de Gobierno, para hacerles presente, no ya como presidente de la República, sino como compañero, como jefe de nuestro movimiento, de mi profundo reconocimiento por la labor que ustedes desarrollan en el Congreso, y, especialmente, por la forma prudente, inteligente y sabia con que la llevan a cabo. Yo, no sé, si en la historia de la República, ha habido parlamentos brillantes, pero sí sé que el parlamento actual de la República Argentina, es serio, es constructivo, es honrado y es trabajador, y eso para mí, es superior a cualquiera otra consideración de brillantez de cualquier naturaleza. Nada hay para nosotros más brillante que el que hace algo todos los días por el bien de la patria. Y eso sé, señores, que cada uno de nuestros legisladores lo cumplen, poniendo al servicio del país toda su actividad, toda su iniciativa y su inteligencia, para llevar adelante con mayor provecho, las tareas que le están confiadas dentro del gobierno de la Nación. En este sentido, yo me hago un deber en declararles a todos ustedes, la inmensa complacencia con que desde el gobierno vemos, la tarea tan eficaz y tan inteligente que desarrollan las dos cámaras legislativas: la de senadores y la de diputados. Yo debo decir, en honor de la verdad, que no solamente desempeñan esa tarea en forma admirable, sino que el año que ha terminado, ha puesto en evidencia la labor silenciosa y constructiva del parlamento argentino. Yo creo que en este sentido, nosotros hemos dado un gran paso en el avance que el parlamento debía a nuestro pueblo. Como digo, señores, ninguna cuestión que pueda ser tachada, ni ética ni moralmente, desde ningún punto de vista, se produce en el Congreso argentino. Tenemos memoria de cuantas cosas se han producido en ese parlamento. Y cuando algunos atacaban en esos tiempos, la acción del parlamento, en cierta manera, estaba muy justificada. Porque no se trata de que un parlamento, discuta mucho, hable mucho y produzca muchas cosas que puedan atacar el fondo moral mismo del parlamento. Yo creo que lo que los diputados y senadores de la República, necesitan tener en primer término, es un honor y una honradez inatacable, como para ser ejemplo y ser maestros de los ciudadanos. Si eso se cumple, lo demás viene por añadidura. Pero si el parlamento carece de valores morales y se empeña en empresas, no siempre bien puras y bien limpias, están trabajando por la destrucción del propio parlamento. No puede haber un parlamento respetado, si no está formado por hombres respetables. Y eso es lo que nosotros estamos evidenciando al pueblo argentino. Un parlamento que trata seriamente los asuntos, y los resuelve, a la altura de su capacidad. Que no interesa tanto como que lo resuelve a la luz de su propia honradez, para bien del país y para bien del pueblo argentino. Yo creo que cuando un parlamento cumple esto, cumple lo fundamental; lo demás es todo secundario en mi concepto. Aparte de eso señores, quizá por primera vez en la historia argentina, existe en nuestros parlamentarios, la decisión de trabajar en su puesto honradamente, sin interferir ni políticamente ni administrativamente en ninguna de las acciones de los otros poderes. Yo confieso francamente, que estoy admirado de ver, como las pequeñas cuestiones e interferencias políticas iniciales del parlamento, se han terminado total y absolutamente. Yo puedo decir, que antes, el parlamento era un foco de pequeños intereses políticos. Hoy, es solo, un foco que irradia la luz de su actividad, con absoluta prescindencia del trabajo personal y político de ninguno de los legisladores. El organismo del Poder Ejecutivo es tan sensible, que nosotros sentimos inmediatamente los pequeños toques de la política personal. Nosotros estamos terminando con ese aspecto de la antigua política, donde cada uno instalaba una especie de negocio por su cuenta en el campo de la actividad política nacional. Esto, en nuestro parlamento, ha desaparecido totalmente. Yo quiero decir, en honor a eso, que los compañeros legisladores, no solamente no molestan al Poder Ejecutivo con pedidos de ninguna naturaleza, puestos, cargos, etcétera, sino que aconsejan, en algunos casos, quienes son los hombres que deben ir a la función pública. Y ese consejo es una colaboración, así como antes, la imposición política o el deseo político, era una perturbación a la administración y al gobierno. Cuando los diputados y senadores aconsejan que un hombre deber ser designado en algún puesto, nosotros estamos seguros, de que lo hacen con tan buena intención, y con la intención de favorecer al conjunto, que aceptamos y agradecemos esa colaboración de los compañeros legisladores, pero no existen interferencias de ninguna naturaleza, lo que facilita extraordinariamente nuestras relaciones y crea ese verdadero espíritu de solidaridad que debe reinar entre nosotros, solidaridad que se enaltece y se fortifica a la luz de la colaboración y que se destruye con interferencias o con imposiciones de ninguna naturaleza. Esto señores es magnífico, es magnífico porque es una conquista dentro de nuestra marcha en el gobierno de la República. Señores, también, yo debo felicitarles desde otro punto de vista. Es desde el punto de vista, diremos, de nuestro bloque peronista, sin disidencias internas; cumpliendo una de las tantas verdades peronistas, de que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista; y cumpliendo también, eso que es fundamental en los cuerpos colegiados: la mayoría decide; se discute dentro del bloque, todo lo que haya que discutir; se disiente o no se disiente; se exponen ideas, se elige la mejor, pero cuando la mayoría ha decidido por esa, todas las pequeñas minorías que puedan resultar, las ideas propias se subordinan a esa idea de conjunto, y entonces, esa es la idea de conjunto que se defiende en el recinto. Yo he visto actuar, con esa disciplina, que es la mejor disciplina de todas, porque es la disciplina de la inteligencia y la disciplina del espíritu, al bloque peronista; y mucho de su extraordinario éxito legislativo y de su extraordinario éxito en la lucha legislativa, ha de estribar, precisamente, en esa homogeneidad de pensamiento y de acción, con que los legisladores peronistas se presentan a su lucha parlamentaria en el recinto. Esto, señores, nosotros los observamos, leemos en los diarios de sesiones, y vemos, como, nuestros legisladores, día a día, van progresando y superándose en la tarea de dar leyes justas y buenas a la Nación. Por eso, señores, yo quiero agregar a las otras consideraciones, como compañero y como jefe, el agradecimiento del Poder Ejecutivo a esa tarea admirable que ustedes han realizado durante este año, felicitarles, desde nuestro punto de vista, por la eficacia en la acción parlamentaria del bloque peronista. Señores, ustedes saben, y este es asunto que quiero dejar bien establecido, que el Segundo Plan Quinquenal, que ustedes discutieron y aprobaron en las cámaras, está en plena ejecución. Estamos en la primera etapa, a etapa de la difusión y propaganda del Plan. Yo he dicho ya, muchas veces, pero no está demás nunca repetir esto, que la obra de arte no está en concebirlo al plan, sino en ejecutarlo. La obra de arte va a ser la ejecución de nuestro Plan. Para ejecutarlo, es necesario, primero, difundirlo para que todos lo conozcan; segundo, hacer la propaganda necesaria para que todos se convenzan de la necesidad o de la conveniencia de ejecutarlo; y tercero, ponerse a la ejecución y vigilar que todos los demás lo ejecuten bien. Las cámaras tienen también, en este sentido, por propia iniciativa, o apoyando las iniciativas de los otros poderes, un valor extraordinario en la ejecución de nuestro plan. Nuestro Plan, no es, un programa materialista de acción estatal; es un programa a cumplir por el pueblo argentino, en todos los aspectos de su actividad, sea en el orden moral, en el orden intelectual, en el orden físico o en el orden material. Cada argentino tiene una parte a cumplir en cada uno de los objetivos que establece el Plan Quinquenal. Nosotros hemos podido aislar todos esos objetivos, a fin de que nadie pueda alegar en el país, ignorancia de cual es la función y misión, que dentro de esta acción mancomunada de la Nación debe cumplir cada día. Señores: el país necesita una legislación apropiada, como así también de regularizar y poner al día toda la legislación que hemos recibido hasta nuestros días y que no está de acuerdo con los objetivos que el Plan fija. Esa es la tarea del parlamento argentino: tomar los objetivos e ir revisando nuestras leyes para ir modificando y poniendo de acuerdo con la Constitución Justicialista, y en la dirección de los objetivos fijados en el Plan Quinquenal, toda la actividad de la Nación en todos sus órdenes, desde la producción hasta la cultura, toda la gama de desarrollos de todas las fuerzas que actúan en el interior de la República. En eso señores, nosotros podemos ayudarle algo al parlamento, en nuestra condición de colegisladores, desde el Poder Ejecutivo. Pero el estudio de la compilación legal, que se adapte en forma perfecta a los objetivos fijados en nuestro Plan Quinquenal, corresponde a los cuerpos legislativos. Y nosotros, desde el Poder Ejecutivo, agradeceremos profundamente a los legisladores, cuando tomando una disposición anacrónica de alguna ley anticuada, nos la pongan al día, dentro de nuestra Constitución, y encaminada al cumplimiento de los objetivos del Plan. Eso es, para nosotros, de extraordinaria importancia, y es, por otra parte, la colaboración que pedimos a los compañeros legisladores. Señores: hemos iniciado el 1º de enero, este nuevo año, es indudable que durante este año no podremos iniciar muchas cosas nuevas, porque viene el remanente de ejecución del primer Plan Quinquenal que todavía no ha terminado en todos sus aspectos, y deben de ir lanzándose las realizaciones de distinto orden, de acuerdo con un ensamblamiento que no produzca desequilibrios de ninguna naturaleza en el Plan. Vale decir que ante la esfumatura del Primer Plan, debe comenzar el Segundo, también desde un cierto grado de esfumatura, para que no haya solución de continuidad y no haya desequilibrio de transición entre un Plan y el otro Plan. Hay que hacer un chanfle a las tablas, para que no aumente el espesor, ni queden sobresaltos en la superficie de ensamblamiento. Este trabajo que permite mantener el equilibrio en lo político, en lo social o en lo económico, en lo cultural, etcétera, entre el Primero y el Segundo, obliga a que esta primera etapa sea de lenta y de suaves realizaciones para tomar el ritmo del Segundo Plan, sin perder el ritmo del Primero. Por esa razón, durante estos seis primeros meses del Plan, las realizaciones serán pocas. En cambio, se podrán aumentar en otros sectores. Por ejemplo, la limitación en las realizaciones estatales de la obra pública, que está regida por las posibilidades financieras, si nosotros estamos gastando novecientos millones en las remanentes del Primer Plan, y en total tenemos que gastar mil, nos quedan cien millones para invertir en este año 1953, para hacer el equilibrio. De manera que las ejecuciones de orden material en el orden de la obra pública estatal están limitadas por el factor financiero, que nosotros lo estudiamos y lo vamos aplicando muy racionalmente. Pero allí donde no hay que pagar, donde hay que gastar, ahí se debe aumentar. Por ejemplo en la acción legislativa, en todo aquello que va modificando un estado de cosas que está en nuestra conciencia y en nuestra obligación doctrinaria de realizar, ahí se puede hacer, total ahí no hay servicio financiero; de manera que esa tarea ha de cumplirse en grande escala ya desde el 1º de enero. En el orden cultural, todo aquello que no demande un aumento de gastos, sino un reordenamiento y una reactivación ideológica en la acción cultural, y ya se puede largar todo el trabajo que uno quiere. Es decir, disminuiremos lo que cuesta, por razones financieras; pero aumentaremos lo que no cuesta, para poder compensar lo poco que se hace en el otro orden, haciendo mucho en este otro orden, que es de trabajo personal de todo el gobierno y el estado de la Nación. Por esa razón, nosotros pedimos a nuestros compañeros legisladores, que le den duro a esa acción, que aprovechemos este receso para ir preparando estudios sobre distintos sectores de las leyes un tanto anacrónicas que todavía rigen las actividades de la Nación, para ir poniéndolas al día. Pero poniéndolas al día, en este concepto, compañeros legisladores, en el concepto peronista de la acción de gobierno. Nosotros no creemos en la eficacia de las leyes que salen como producto de una sesión trasnochada, de las cual el pueblo no tiene ni siquiera la menor noticia. Esas leyes que salen de la noche a la mañana y se la ponen, esas leyes son para violarlas o por lo menos para no cumplirlas. La única ley eficaz en mi concepto, debe llenar dos condiciones que son fundamentales: primero, que sea la ley que quiere el pueblo, porque, entonces, está inclinado a cumplirla; y segundo, que se la prepare por la persuasión, para que el mayor número se decida a cumplirla cuando la ley salga, vale decir, inclinar antes la costumbre que la ley. En este sentido, es la única forma de ir creando una conciencia legal, que nunca ha existido en la República Argentina. Aquí, era muy cierto aquello de "hecha la ley, hecha la trampa". ¿Por qué? Y porque era la consecuencia lógica de una ley improvisada, una trampa también improvisada para librarse de los efectos de la ley. Pero lo que nosotros debemos hacer es lo contrario, señores, como hacen y han hecho los grandes países: crear primero la costumbre y certificar después esa costumbre dándola permanencia y estabilidad mediante la ley. Por esa razón, nosotros somos más partidarios de persuadir que de obligar. La persuasión ha de ir antes de la obligación. Persuadimos primero, interpretando los deseos populares, y después le damos la ley para obligar, pero primero hay que persuadir. Al estudiar la legislación, nosotros los peronistas, sabemos bien que quiere el pueblo, y tenemos los medios después para persuadirlo, y entonces ha llegado el momento de dar la ley. De manera que yo pido, que en esto mantengamos una absoluta coordinación entre nosotros. Por eso, sabiamente establece la Constitución que nosotros somos poderes colegisladores, porque las leyes que ustedes preparan y promulgan, yo soy el encargado de ejecutarlas. Pero yo no puedo ejecutar bien una cosa que me viene de la noche a la mañana como un bombazo allí, y me cae para que al día siguiente comience su ejecución. ¡No ve que esto es irracional! ¡Que es inhumano! Que es falto de inteligencia como acción de gobierno. Pero en cambio, si ustedes, comienzan a estudiar aquello que nosotros ya vemos viendo que se va evolucionando en el país, que nosotros desde aquí vamos preparando al pueblo y dice: bueno ahora esto ya se realiza, vamos a darle ahora la ley. Y me avisan con tiempo para que yo haga la propaganda, hable a la gente, difunda esto en el país, persuada al ciudadano argentino de que esa ley que va a salir es la que le conviene, y que el debe cumplirla y no violarla. Que en vez de estudiar la trampa, debe estudiar como la va a realizar mejor en beneficio de los demás y en beneficio del pueblo y en beneficio del Estado. Si coordinamos eso, no saldrá nunca una de esas leyes bombas a que estamos nosotros acostumbrado. Que pensamos el día sábado que va salir una ley que dice que sí, y resulta que el lunes sale otra que dice que no. Eso no puede ser, esto no puede ser ni una lotería ni una ruleta. Esto es producto de la vida de un pueblo, y ustedes legislan sobre la vida, no sobre lo que se le ocurre a cada uno pensar como más conveniente a la noche que bien puede ser que esté equivocado. Entonces naturalmente si engranamos y establecemos esa perfecta coordinación como poderes colegisladores, y me dan a mi la oportunidad de preparar esa ley, sabiendo que ustedes y yo pensamos en que la ley debe prescribir lo que el pueblo quiero ¡porque para eso estamos aquí! No habrá dificultades ni habrá trampas para violar las leyes argentinas, sino un pueblo conciencia legal, dispuesto a cumplirla y a cumplirla de la mejor manera. Hemos de establecer durante el Segundo Plan Quinquenal, la organización necesaria para que el Poder Ejecutivo y el parlamento marchen en esto perfectamente de acuerdo. Y con ello ganarán ustedes que trabajarán más eficientemente, ganará el Poder Ejecutivo que no será desobedecido en la aplicación de las leyes y ganará el pueblo argentino porque tendrá la ley que quiere, que a la vez será la mejor ley que mi país necesita para su desenvolvimiento. En todo esto, compañeros, en el Segundo Plan Quinquenal, ya más organizados y mejor orientados en nuestra acción conjunta y solidaria, hemos de establecer las formas más perfectas para el funcionamiento. En ello ganarán ustedes, ganará el Poder Ejecutivo, pero por sobre todo por la acción coordinada y organizada, ganará el pueblo y ganará la Nación argentina. Yo prometo señores, ir organizando todo eso. Esto es también el producto el producto de la organización y todos ganaremos mediante esa organización. Pero lo que sí podemos asegurar es, que mediante esa organización, que asegura una acción racional y coordinada, como también garantiza una buena acción al pueblo argentino, nos irá llevando paulatinamente a conformar un parlamento, un Poder Ejecutivo y un poder judicial, en condiciones de dar a la República las mejores leyes, asegurar la mejor justicia y, sobre todo, dar la garantía de lo que es nuestro objetivo fundamental: asegurar la felicidad del pueblo argentino, mientras alegremente marchamos en la construcción de todos los días, asegurando paulatinamente de la grandeza de la Nación. No hay grandeza sin una labor coordinada y eficiente de todos los argentinos. Ya quedan pocos que se opongan a esta corriente orgánica que el país va llevando adelante. Los que van quedando desperdigados a lo largo del camino se incorporarán después, condolidos y arrepentidos, en la retaguardia de esta inmensa columna de argentinos decididos a construir, malgrado ellos, la grandeza de la Nación. Esos rezagados los veremos después incorporarse, y recibirán en castigo de su deserción el polvo que iremos levantando con las legiones de argentinos que marchan a la vanguardia de la grandeza de la Nación. Yo no sé, señores, si nosotros somos sabios y brillantes, pero sí sé que somos hombres humildes, modestos, que estamos dispuestos a trabajar por la Nación, y eso es cuanto nosotros necesitamos saber. Todo lo demás lo vamos a aprender durante el camino, pero todo lo que aprendamos para ponerlo al servicio de la Nación, será útil porque partimos de un punto de vista inicial adecuado. Basamos en esa humildad y en esa honradez personal la acción a desarrollar. Los parlamentos no se distinguen en el mundo ni por los sabios, ni por los brillantes, sino por la honradez que cada uno de los legisladores pone en la acción que realiza. Yo no preguntaré si hay un parlamento brillante en un país donde no haya hombres honrados, porque sé que no será brillante, ni será sabio, ni será prudente. Pero no tengo que preguntar que clase de parlamento tiene un país cuando constituye sus cámaras con hombres honrados; yo sé que ese es un buen parlamento, solamente porque está compuesto por hombres honrados. Lo que el país necesita es un parlamento de hombres honrados, lo demás viene por añadidura. Cuanto más brillantes, cuanto más sabios, sean los hombres corrompidos, representan un mayor peligro para la sociedad. Compañeros, el año 1953, como los anteriores, está empeñado el gobierno, en realizar el más alto grado de perfectibilidad orgánica en sus órganos directos de gobierno y en los órganos del Estado. Ustedes en la labor legislativa, los veo empeñados y realizando la misma tarea con inmensa eficacia en el orden de ideas que hemos mencionado anteriormente. En los órganos estatales, los señores legisladores, contarán en los organismos estatales con una absoluta y total colaboración. El Ministerio Técnico, ya tiene organizado, todo el sector que se refiere a la dirección de organización y la dirección de racionalización, como así también lo atingente a planes de gobierno, o sea los consejos de planificación. A disposición de los señores legisladores, está todo ese inmenso material, ya compilado en el Ministerio Técnico de la Nación. En el edificio que funciona aquí frente a la casa de gobierno, los cuatro pisos, están siendo terminados en su organización funcional. De manera que un legislador puede llegar al primer piso, ver cómo se ha estudiado el plan, cuales son los estudios bases realizados, cuales son las iniciativas, de donde, cómo se ha elaborado esos estudios bases, cómo se ha aislado el objetivo fundamental general o especial, y cómo se prevé su ejecución, así cómo se va a controlar su realización. Es bastante hacer un recorrido en eso donde está todo ya perfectamente organizado. De la misma manera, en lo referente a organización y planificación, como racionalización, tienen en el ministerio todo a su disposición. Ese es el ministerio de elaboración general. Allí encontrarán específicamente, todo lo que concierne a la ciencia y arte de gobernar, en el caso concreto de la República Argentina, comenzando por la doctrina peronista, que está allí, bien fijada y bien, diremos, aislada en cada uno de sus tópicos con su propia interpretación. De la misma manera todos los antecedentes constitucionales, como así también todas las prescripciones constitucionales con su acepción general interpretativa, para que no se preste a numerosas desviaciones, como se prestan las constituciones, según la interpretación personal de cada uno. En este aspecto, todo ese material está total y absolutamente a disposición de los señores legisladores, para facilitarles su tarea y para evitarles inútiles largas buscas bibliográficas o documentales, que nosotros ya tenemos en los archivos compiladas y a disposición de los señores que estudien cada uno de los temas de esta especialidad. De la misma manera yo he pedido a los señores ministros que tengan oficinas especiales en cada ministerio, para que puedan poner a disposición de los legisladores, el personal y las facilidades necesarias para la investigación de cualquier asunto específico de cada ministerio, en cada una de sus distintas divisiones orgánicas. De manera que en eso, señores, hemos de ser, en este año ya, absolutamente, diremos, constructivos, ofreciendo a los legisladores el acceso directo y que no pierdan tiempo en esperas inútiles ni en consultas, sino que se le evacue rápidamente los asuntos que los señores deseen conocer y se les adelante ya también toda la parte de investigación que ellos puedan necesitar para su acción legislativa. Entendemos que esta es una colaboración que el Poder Ejecutivo tiene obligación de prestar al poder legislativo. Nosotros no solamente queremos prestarla con obligación, sino con amistad, con solidaridad y con la mayor inteligencia posible y buena voluntad, para que esta tarea pueda llenarse más cumplidamente. De la misma manera, cualquiera otra cosa, en que nosotros podamos ser útiles, para la acción de los señores legisladores, estamos total y absolutamente a disposición. Y finalmente, señores, en el orden de nuestras vinculaciones y relaciones personales, ustedes saben que yo he estado un poco atareado con este Segundo Plan Quinquenal. El Primero me costó mucho, porque tuvo que hacerlo yo casi personalmente; el Segundo me ha costado menos, porque he tenido ya los organismos que lo realizaron. Pero me ha costado menos durante dos años que ellos han trabajado; me ha costado mucho más en estos últimos tiempos que he tenido que meterme yo de golpe dentro todos los planes y llegar a tener una idea exacta y veraz de todos los asuntos y revisar uno por uno cada uno de los objetivos y ver si su coordinación, etcétera, andaba más o menos de acuerdo con las ideas centrales. Por eso he estado sumamente ocupado, pero, en el futuro, los señores legisladores, por cualquier necesidad o por cualquier causa, necesiten hablar conmigo o aquí en la presidencia con cualquiera del personal, ya estableceremos, como de costumbre, como ha sido costumbre entre nosotros, tener un día a la semana, para que podamos reunirnos aquí, conversar y traer cualquier asunto de conjunto, como así también organizar un servicio de audiencias determinando un tiempo prudencial, para atender cualquier asunto que los señores legisladores deseen conversar conmigo. Mi tarea es un poquito pesada en estos tiempos, porque yo tengo el lunes, ustedes saben que dedico toda la mañana, atiendo en el lunes todo el Consejo Económico, de ocho a diez más o menos; de diez a doce, tengo generalmente, una hora y media con el Consejo de la Fundación; y después audiencias hasta doce y media; a la tarde, empiezo a las tres de la tarde, más o menos, en Trabajo y Previsión realizo la parte de ayuda social que termina a las cinco o seis, cuando se terminan los asuntos que hay que tratar allí; el martes en la mañana tengo yo el equipo político, que lo recibo y lo atiendo, los ministros del grupo político hasta las diez; después tengo audiencias hasta el medio día; a la tarde ese día, yo trabajo o con la Fundación, para atender, porque la Fundación ya a pasado a ser un ministerio bastante regular en sus actividades; el miércoles tengo los acuerdos de gabinete, de ocho diez más o menos; después atiendo las audiencias, los asuntos de estado; a la tarde, ese día atiendo toda la tarde gremios; el jueves tengo a la mañana el equipo de defensa nacional, de ocho a diez; después las audiencias hasta medio día y los asuntos que me traen los distintos ministerios; a la tarde, también lo dedico para Fundación, actos de una naturaleza o de otro; el viernes tengo toda la mañana con el equipo técnico, hasta las diez; después audiencias; a la tarde atiendo ayuda social, también de tres en adelante; y, el sábado lo dedico yo para actos y esas cuestiones. De manera que tengo la semana así, todos los días más o menos, siempre hay un lugar para una audiencia para cualquier cosa y eso está a disposición de los señores legisladores que por alguna cuestión tengan necesidad de hablar conmigo o resolver cualquier problema. Veremos de por lo menos una tarde por semana, sea un jueves o martes, dedicarlo también aquí para que mantengamos las conversaciones que manteníamos durante todo el período anterior. Claro que esto, será para cuando inicie el período de sesiones, porque ahora también ustedes se toman sus vacaciones, hacen sus estudios, preparan el trabajo legislativo para el año que viene, entonces no conviene establecer una cuestión que la mayor parte de los señores legisladores no van a poder concurrir. Pero tan pronto inicien las sesiones, iniciaremos nosotros también las tardes de esas que nos reunimos para cambiar ideas, para conversar, etcétera. En esto, señores, yo pido disculpas, si alguna vez, por alguna causa, alguno me ha querido ver, y yo he andado metido, no tengo materialmente tiempo, tengo todo mi tiempo completamente ocupado; pero arreglaremos eso, pondremos eso más o menos dentro de una organización también para poder dedicar el tiempo que esa necesario para atender a los compañeros legisladores. Con esto señores, y yo les agradezco profundamente esta visita. Creo que vamos cumpliendo el sentido y el sentimiento peronista inicial, de ser cada día más compañeros y más amigos, e ir estrechando esa solidaridad entre nosotros, que es la defensa común de todos los peronistas. Cuando esa solidaridad, a través de esa amistad y de esa comprensión, se establezca en forma absoluta, recién llegaremos a cumplir una de nuestras verdades, que es un postulado peronista: que para un peronista no haya nada mejor que otro peronista. ..........................
1953-02-10
SEGUNDA DISERTACION DIRIGIDA A LOS HABITANTES DEL PAIS SOBRE LA FORMA DE EJECUCION DEL 2º PLAN QUINQUENAL
La aplicación y el cumplimiento del Plan Económico 1952 ha determinado la creación de nuevas situaciones particulares que configuran también una nueva situación general. A partir de esta nueva situación general, nosotros debemos iniciar una etapa de realizaciones extraordinarias: las del Segundo Plan Quinquenal, que no significa, tal como alguien ha dicho sin conocerlo, un plan de inflación. Tampoco pensamos que sea un plan deflacionista, y ni siquiera aceptamos que pueda considerarse que perseguimos, mediante su aplicación, el antiguo ideal de los economistas liberales: un equilibrio estático o permanente de precios y salarios, de ofertas y demandas de bienes y en mano de obra, de consumo y producción, etcétera, etcétera. Muchas veces he dicho que no somos ni inflacionistas ni deflacionistas. La inflación y la deflación son fenómenos financieros y económicos que no deben tener directa relación con el bienestar del pueblo. En épocas de deflación como la de 1930-1932, el pueblo sufrió de hambre y de miseria, lo mismo que en el período de deflación ostensible en lo que llevamos del siglo, en los años 1919-1922. Otras épocas de deflación, sin embargo, hubiesen determinado tal vez el bienestar del pueblo, si sus hechos o fenómenos económicos y financieros hubiesen sido conducidos, no con criterio capitalista, sino con eminentemente criterio social. Con las épocas de la inflación sucede lo mismo. Nunca hemos tenido mayor bienestar en nuestro pueblo, que en los momentos del optimismo inflatorio que nosotros provocamos en la primera mitad del Primer Plan Quinquenal. Sin embargo, reconocemos que la inflación en otros países, y aun en el nuestro, durante las épocas que nos precedieron, provoca habitualmente, desequilibrios peligrosos para el bienestar del pueblo. Lo mismo sucede con el equilibrio estático de las relaciones económicas entre precios y salarios, oferta y demanda, producción y consumo, etcétera. Se trata de un equilibrio económico que puede o no ser beneficios para el pueblo, y ya veremos claramente cuál es el valor real que le asignamos en el terreno de la economía justicialista. Estas tres posiciones son exclusivamente económicas. Nosotros, al decidimos siempre por el pueblo, subordinamos lo económico a lo social, mediante la aplicación del sistema que denominamos de economía social; y frente a nuestra doctrina pierden valor, como es lógico, las tres posiciones de los economistas exclusivamente economistas. De allí que no nos preocupe la inflación, la deflación o el equilibrio económico, sino el bienestar social, o sea, la felicidad del pueblo. Si el pueblo es feliz con deflación, nos decidimos por ello, del mismo modo que fuimos inflacionistas o partidarios del equilibrio económico, cuando estas otras dos posiciones nos conducen fehacientemente al bienestar social. También sabemos que no hay un sistema permanentemente eficaz, que aplicado, produzca el bienestar material de la población y su consecuente tranquilidad política y social. Hay momentos económicos que deben ser resueltos con inflación defIación, así como hay momentos económicos que deben ser resuelto mediante el equilibrio económico. Por eso, siempre he dicho que en economía la única posición es la que se deduce de la realidad y de su exacta apreciación. También pensamos que no ha de ser permanente como ideal el desequilibrio económico, o sea la inflación o la deflación, pero eso no significa tampoco que nos decidamos por el equilibrio estático, ideal que sólo puede ser una solución momentánea y para una situación determinada. Nosotros creemos que el proceso económico -por lo menos en nuestro país- es un proceso de creación permanente de riquezas, y que ellas deben ser concomitantemente distribuidas a fin de que la economía sirva al bienestar social. Vale decir que, si crecen las riquezas, debe crecer el bienestar del pueblo. El ideal del equilibrio económico del justicialismo no puede ser, entonces, estático o permanente, sino dinámico. Si crecen las riquezas, o sea la renta nacional, como inmediata consecuencia, debe crecer la renta individual o, mejor aún, la renta familiar. Si creciese la renta nacional y no se incrementase la renta familiar, deberíamos pensar que la economía no es social, o sea que la economía se ha constituido en un fin, como en el sistema capitalista, y no en un medio que sirve al bienestar común mediante la redistribución de bienes que se efectúa por una eficiente justicia social. Si aumentan los precios, es porque en alguna forma han sido aumentados los beneficios del capital, con la sola excepción de los aumentos de precios derivados de mejores salarios en la actividad económica afectada; pero en este caso, de cualquier manera, los salarios deben seguir al índice general de precios, o sea, al costo de la vida. Negar la relación de precios y salarios es política de netos principios capitalistas, cuyos resultados desastrosos está viendo el mundo contemporáneo con angustiosa claridad. Nosotros no solo consideramos que deben relacionarse mutuamente, sino que el ritmo de los salarios debe seguir el ritmo de los precios. Si aumentan los precios, deben aumentar los salarios, y aquí aplicamos una vez más nuestro principio básico y fundamental: la economía -en este caso, los precios- debe seguir al bienestar social -en este caso, los salarios. Lo mismo sucede en cuanto respecta al equilibrio entre la oferta y la demanda. Los economistas del capitalismo sostienen que es preferible que la demanda exceda o supere a la oferta. Si se trata de bienes de consumo o de bienes imperecederos -en una palabra, de bienes económicos-, ellos dicen: "¡Mejor, así aumentan los precios y se beneficia el capital!" Nosotros pensamos que la oferta debe subordinarse a la demanda, dentro de un orden que llamamos de equilibrio dinámico, o sea que la oferta debe seguir bien de cerca a la demanda, a fin de no provocar el desequilibrio que es la inflación. Si se trata de mano de obra, también los economistas del capitalismo se alegran pensando que si la oferta es mayor que la demanda, la mano de obra baja de precio, con evidente beneficio para el capital. Por eso sostienen que la desocupación es beneficiosa, sin pensar que toda desocupación es inhumana y que afecta al bienestar del pueblo. La demanda de mano de obra debe exceder a la oferta; pero, en este caso, también la demanda debe seguir a un paso de la oferta, a fin de no crear aumentos en los costos por demanda injustificada de mayores salarios. Cuando los economistas liberales se refieren a la relación entre lo que se consume y lo que se produce, entienden que el equilibrio está en la subordinación del consumo respecto a la producción, y aplican aquí la vieja teoría capitalista del punto óptimo -ganar más con menos esfuerzo-, fundada en el principio hedónico, hondamente egoísta, aunque a la postre el pueblo, consumiendo a media ración, termine por reaccionar violentamente. Nosotros pensamos que la producción debe subordinarse al consumo, pero siguiéndolo de cerca, a fin de no provocar la especulación y el agiotismo, Persiguiendo el equilibrio económico estático de que nos hablan lo economistas del capitalismo, subordinan en el orden internacional la situación de los países agropecuarios a la que tienen los países industriales, y con tal motivo someten económicamente a los primeros, a quienes consideran poco desarrollados. El sometimiento económico -y nosotros lo sabemos por experiencia es la etapa fundamental de la explotación social y de la coerción política. Nosotros pensamos que este equilibrio económico estático es injusto y contraproducente, también en el orden internacional, y nos decidimos por un equilibrio económico dinámico, que vaya creando en cada país grupo de países, una armonía lo más perfecta posible, entre la producción agropecuaria y la producción industrial. Todos estos hechos y ejemplos, señalan las diferencias fundamentales que median entre el nunca alcanzado equilibrio estático del capitalismo liberal y nuestro equilibrio dinámico, que subordina siempre lo económico a lo social y lo social a lo político, entendiendo que lo político es -el más alta acepción- realizar la felicidad de un pueblo y la grandeza una Nación. Nosotros tenemos que afrontar ahora una etapa de expansión económica, tal como la prevé el Segundo Plan Quinquenal. El proceso económico más lógico, si queremos llegar al equilibrio económico dinámico -que nos parece el ideal más aceptable en general-, es, partiendo de la inflación simple, pasando por el punto de equilibrio estático, entrar por el ancho camino del equilibrio dinámico, que en síntesis no es otra cosa que una permanente creación de riqueza acompañada por una permanente creación concomitante de bienestar social. Hasta 1951 estuvimos en pleno período de inflación. En 1952, mediante el Plan Económico, llegamos o estamos llegando a un relativo equilibrio estático. Lo que debemos crear ahora es un estado de cosas que nos permitan avanzar durante todo el Segundo Plan Quinquenal, mediante el desarrollo del equilibrio económico dinámico, hacia las grandes metas de la patria: la felicidad del pueblo y la grandeza nacional, afianzando la independencia económica, para consolidar la justicia social y mantener la soberanía política. El equilibrio dinámico a que aspira el justicialismo tiene mayor trascendencia que la del simple terreno económico. No es solo un equilibrio económico; ni exclusivamente social, ni exclusivamente político. Queremos una economía en permanente y progresivo desarrollo, porque nadie podrá negar que el mundo entero, y en especial nuestro país, tiene ingentes reservas de producción. Pero el progreso económico no puede desenvolverse sin el consecuente progreso social. Tiene una eminente función social que cumplir. En estos días, el desarrollo económico en algunos países ha determinado la acumulación de enormes cantidades de alimentos. Pero los chinos siguen muriéndose de hambre. La economía capitalista del mundo, basada en su principio de egoísmo fundamental, ignora el hambre de los chinos, que acaso termine por destruir la propia economía del capitalismo y a los propios capitalistas. Queremos una situación social que mejore progresiva y paralelamente con la situación económica, y ello sólo puede alcanzarse mediante la justicia social, que da como resultado una mejor distribución de la riqueza. La justicia social es el medio de conciliación entre la economía y la sociedad, y en último análisis pone las riquezas del hombre al servicio del hombre. Por fin, aspiramos a que la situación política del país, y aun del mundo, siga su desarrollo progresivo, mejorando, sobre bases económicas y sociales en permanente superación, el grado de felicidad de los hombres y de los pueblos. En síntesis, y para terminar con esta exposición de motivos fundamentales que orientará nuestra acción general durante el Segundo Plan Quinquenal, podemos decir: 1) Que el desequilibrio económico puede coexistir con el bienestar social y la felicidad del pueblo. 2) Que el equilibrio económico es preferible al desequilibrio, pero el ideal no es el equilibrio estático que detiene la producción de la riqueza y su distribución, sino el equilibrio dinámico que aumenta la riqueza, pero al mismo tiempo incrementa el bienestar social. 3) Que no hay métodos uniformes y permanentes para la solución de los problemas económicos, sino momentos económicos, y aunque lo ideal es el equilibrio dinámico, puede ser en ciertos momentos conveniente la inflación o conveniente la deflación. 4) Que el equilibrio dinámico que auspicia como ideal nuestra doctrina, no es solamente económico, sino social y aun político, y nos permitirá afianzar la independencia económica, consolidar la justicia social y mantener nuestra soberanía política. Estos son en esencia, los principios básicos que informan nuestro Segundo Plan Quinquenal de Gobierno. Sobre ellos debemos hacer el análisis de la situación actual y sobre ellos habrán de estructurarse los planes anuales que en 1953 darán por iniciado nuestro Plan y que echarán los cimientos de su total y absoluta realización. Una vez más me permito recordar, como en los primeros tiempos del Primer Plan Quinquenal: es necesario no empequeñecer el horizonte mirándolo con lentes oscuros o con anteojos que limitan el panorama general. Hay que pensar en grande, para sentir en grande, y para poner después nuestra voluntad al servicio de las grandes empresas de la patria. Por más que hayamos hecho, yo no tengo temor en afirmar que en esta tierra todo está por hacerse. La potencialidad económica del país es casi infinita. Es necesario convertirla en riqueza y luego transformar la riqueza en bienestar social y el bienestar social en felicidad. Es la inmensa tarea que nos espera. Solamente pensando con rotunda insensatez o con excesiva y enfermiza prudencia, puede hablarse de pequeñas cosas y de realizaciones mínimas con el tono de un pesimismo inconfesable que sólo puede ser compatible con un pueblo pequeño y vencido definitivamente. Tenemos un pueblo nuevo y pujante que recién conoce la dignidad de la justicia, de la soberanía y de la libertad. ¿Podemos ofrecerle como programa de su acción una tarea restringida y mediocre? ¿No será mejor abrirle todas las compuertas de su optimismo y encauzarlo hacia el porvenir? Nada le falta para vencer en todos los frentes de su lucha. Por todo ello, yo creo que es necesario avanzar por el camino ascendente del equilibrio dinámico en lo económico, en lo social y en lo político, y siguiendo al pie de la letra las normas del Segundo Plan Quinquenal, realizar conjuntamente todos, gobierno, Estado y pueblo, la gran tarea que espera de nosotros la patria y que nosotros debemos a las generaciones futuras. Buenas noches
1953-02-23
En la ciudad de Valparaíso :
Amigos chilenos: Agradezco al excelentísimo señor presidente Ibañez, la oportunidad de llegar hasta esta tierra para presentar el saludo y el recuerdo del pueblo argentino al pueblo de Chile. Represento a un pueblo de trabajadores. Nuestra insignia son las banderas de ese pueblo y de ese trabajo. He querido traer a Chile el saludo de los trabajadores argentinos, y en ninguna ocasión, ni en ningún lugar, podía ser más apropiado que en esta ciudad compuesta por hombres de trabajo, por hombres honrados y por hombres de empresa. El sueño del pueblo argentino ha sido precisamente, establecer con absoluta sinceridad y lealtad, un puente de solidaridad entre nuestros pueblos. Ese mandato, que viene desde lo más lejano de la historia de nuestras tierras, pesa sobre nuestra responsabilidad de gobernantes. Frente a vosotros, frente a las autoridades del gobierno de esta noble Nación, frente a su mandatario ilustre, y viejo amigo, en nombre de los argentinos, prometo que nos hemos de abreviar sacrificio para realizar en su totalidad lo que es un anhelo para el pueblo de O'Higgins y para el pueblo de San Martín. Decimos en mi tierra que mejor que decir es hacer, y que mejor que prometer es realizar. Queremos que este aforismo peronista de la Argentina, tenga allá una absoluta realidad, persuadidos de que el pueblo y el gobierno chileno han de seguir la misma senda de realizaciones, porque la felicidad de nuestros pueblos, la grandeza de nuestras naciones, porque la justicia social que imponen los pueblos, porque la independencia económica que imponen las naciones, porque la soberanía política de nuestros países que impone nuestra propia dignidad, se cumpla, y se cumpla en esta parte del mundo, donde quizás hoy están puesto los ojos de muchos millones de latinos americanos. Y pido a Dios que, en su infinita grandeza, derrame sobre este noble pueblo chileno, sobre sus trabajadores y sus obreros, toda la felicidad a que tienen derecho, que queda en manos de un hombre cuyo corazón de patriota, cuya nobleza de sentimientos y hombría de bien, he comprobado a lo largo de casi toda mi vida. El general Ibañez es para la República Argentina la suprema seguridad y la garantía más absoluta. Dios quiera que este pensamiento, trasladado a nuestro pueblo, por lo que he visto en el pueblo de Chile, nos una cada día más, y que este ilustre general, y que este ilustre mandatario, encuentre en su pueblo la felicidad que yo he encontrado al compulsar el corazón del pueblo argentino. Porque para los hombres que luchamos por una causa y que cumplimos el deber nacional, no hay recompensa más gloriosa, ni mejor, que vivir en el corazón de nuestros conciudadanos. Quiera Dios iluminar al pueblo chileno; quiera Dios iluminar al presidente Ibañez para que realicen todos los sueños de felicidad y de grandeza que les deseo desde lo más profundo de mi corazón. .....................
1953-02-24
Desde la Intendencia de Concepción
Amigos chilenos: Lamento extraordinariamente no poder levantar la voz para hablarles a todos ustedes desde lo más profundo de mi corazón y con la mayor franqueza, sinceridad y lealtad que soy capaz de emplear en estas ocasiones. Sin embargo, no he podido substraerme al deseo que yo mismo tengo de decirles siquiera algunas palabras. Veo en esta plaza al pueblo de Concepción; veo en él a una multitud de trabajadores, y yo tengo por los trabajadores de mi patria y del mundo entero una debilidad que jamás puedo vencer. Por eso quiero decirles, compañeros, que les traigo el abrazo de todos los trabajadores argentinos; que les traigo el corazón del pueblo argentino para confundirlo con el corazón del pueblo chileno. Aunque no haya podido hablar, solamente quiero decirles breves palabras, como decimos nosotros los justicialistas: mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar. Concepción es un sector del litoral chileno del Pacífico, y Bahía Blanca es también un sector del litoral marítimo Atlántico en la Argentina. Hace cuarenta años, se encuentran detenidos los trabajos del Ferrocarril Trasandino del Sud que debía unir a estos dos grandes e importantes núcleos hermanos de Chile y de la Argentina. Comprometo aquí mi palabra de que en cuanto llegue a la República Argentina he de poner en marcha inmediatamente todo lo que sea necesario para que, en el menor tiempo posible, conectemos la línea trasandina del sud, para que sea ella un vínculo de unión que vaya efectivizando los deseos más fervientes de nuestros corazones, del general Ibañez y mío. Y como el médico me va retar después, yo quiero terminar diciéndoles a todos que regreso a la Argentina llevando de Chile..( - Uno de los concurrentes grita: "Un abrazo!"). Nada podía ser más elocuente: llevaré ese abrazo que ese compañero termina de enviar a los argentinos. Y les dejo a todos ustedes un abrazo del pueblo argentino y uno mío, que lo hago muy estrecho y muy ferviente sobre mi corazón. .................
1953-02-24
En el Club Concepción (República de Chile)
Yo deseo decir muy breves palabras para agradecer profundamente la inmensa emoción que me producen las amables palabras del señor alcalde. Yo soy en mi país un hombre humilde que solamente trabaja y lucha para poder cumplir con su deber de argentino. Con esa misión que mi país me ha confiado cargando sobre mis espaldas la inmensa responsabilidad de cumplir, siquiera sea medianamente con la función que cada argentino tiene como responsable, he llegado hasta Chile. De todas las acciones en que he empeñado mi vida con la decisión con que empeñamos la vida los soldados, quizá ninguna me ha sido hasta esta tierra de hombres también humildes y trabajadores, donde cada uno en su puesto lucha por llevar su patria a los más altos destinos. Nosotros pensamos en nuestras dilatadas pampas en dar un poco más de felicidad a nuestros hijos; vosotros, en esta tierra maravillosa de Araujo, pensáis en lo mismo. Tres mil kilómetros de fronteras comunes unen a dos países que se complementan en forma absoluta y tres mil prejuicios de mala fe y de incomprensión nos han separado hasta nuestros días. Hagamos todos los hombres de buena voluntad un santuario de esta unidad de Chile y la Argentina, y la historia algún día dirá que hemos sido beneméritos a nuestras respectivas patrias. Nosotros pensamos que en la vida de los pueblos hay hombres que se dedican a servirse a sí mismos, mientras que hay otros que se dedican a servir a los demás. Los que escriben la historia de la humanidad son los segundos, pero para escribirla digna y honradamente deben renunciar a sí mismos, poniendo los altos ideales de su patria más allá de su conveniencia. Por eso, cuando he ofrecido mi corazón, y al ofrecérselo sólo he ofrecido el corazón de mi patria y la mano de mi patria. No solamente anhelo, señores, que el tiempo y la Providencia me den la posibilidad de justificar este ofrecimiento que he hecho de todo corazón y del que no me arrepentiré en todos los días que me resten de vida. Dios proveerá para que yo pueda algún día volver a Chile para decirle que cuanto les he dicho era verdad. Toda la sinceridad y toda la lealtad y todo el cariño que traje en aquellos días lo he depositado en el corazón de los argentinos y acá están las obras. Hasta entonces es mejor callar. ...............
1953-02-25
de Febrero de 1953 En la universidad de Chile
En la universidad de Chile Señores ministros, señoras y señores: Se había, según parece anunciado que yo iba a hablar sobre un tema determinado. Confieso que es la primera noticia que tengo. De manera que en este sentido, yo podría quizás haber preparado algo académico. Tengo hombres, vecinos a mí, muy capaces como para escribir una cosa completa y muy perfecta, pero ustedes no hubieran oído, hablar al general Perón, sino a ese buen colaborador que yo tendría. Yo prefiero que ustedes me escuchen hablar a mí, con mis propias palabras, en defensa de mis propias ideas y de mis propias realizaciones; desde ya hago presente que para mí sería agradable poder contestar cualquier pregunta, o sostener cualquier discusión sobre los temas que voy a tratar en esta conversación. Prefiero hablar de esa manera, porque entiendo que los temas que corresponden al gobierno y a la acción de las naciones, deben decirse con toda claridad, con toda verdad. La verdad habla siempre sin artificios. Yo prefiero también que ustedes conozcan directamente por mí muchas de las cosas buenas y malas que yo he realizado en mi país, y al hacerlo, quiero que ustedes beban en la propia fuente, porque de lo que ha pasado allí yo soy el responsable y soy también el culpable. Comenzaré por fijar la situación. Mi país, como Chile, tiene detrás de sí una corta historia en el inmenso devenir de los siglos. Es un país que tiene un siglo en el pasado, y probablemente muchos siglos en el futuro. No como los viejos países que tienen milenios detrás y no sabemos cuantos días les queda por delante. En nuestra corta historia podríamos decir que existe un paralelismo extraordinario, casi con etapas que pueden determinarse perfectamente en la historia. Y nosotros debemos confesar con toda sinceridad, que Chile nos aventajó siempre en todo lo que a procesos institucionales y organizativos de la política del país se refiere. Ustedes tuvieron un Portales que nosotros tuvimos la desgracia de no tener. Él hizo que este país se organizase casi cincuenta años antes que el nuestro, y cuando ustedes pensaban en realizar para Chile una organización institucional, política, social y económica. Nosotros seguimos en nuestro país "pasándonos a lanza limpia", como se decía "para no gastar municiones". Es así que la anarquía nuestra llegó hasta más allá del 50'. La unidad nacional nuestra fue el producto de la guerra, y su organización comenzó, aún después de las grandes decisiones, a través de varias batallas donde los argentinos sufrieron en todos los órdenes de su potencial humano, político, social y económico. Desde entonces hasta nuestros días, en nuestro país la lucha fue por satisfacer el dolor de la tierra que se diezmó en su gente a través de la gesta libertadora y que recibió, después, en pago, el escarnecimiento, el dolor y la miseria. En consecuencia, nuestro pueblo siguió siempre disconforme con todos los gobiernos que sucesivamente fueron desfilando a través de nuestra historia de la organización nacional. Se sucedieron numerosas revoluciones. Cada una de ellas fue interpretada por los hombres de Estado o dirigentes, como un acto y un hecho eminentemente político y se decidieron a cambiar los hombres pero no los métodos y el estado de cosas contra el cual el pueblo se había sublevado. El cambio de los hombres volvía a reproducir el fenómeno de la revolución hasta convertirla en un acto institucional de la República, porque todos los revolucionarios al tomar el Gobierno juraban cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional. Se estudiaba profundamente este hecho y se le buscaba la solución, o volveríamos a tener a corto plazo otra y otras revoluciones. Fue así como frente a un gobierno abiertamente revolucionario, como era revolucionario el de 1943, del cual yo formaba parte, no estaba de acuerdo a veces con el 95 por ciento de sus decisiones. Pero era necesario luchar desde adentro. Hubiera sido muy cómodo salir de ese gobierno para ir a cabildear a algunos círculos intrascendentes e inoperantes que hay a lo largo de todas las revoluciones. Yo preferí meterme adentro y luchar adentro para tratar de sacar triunfante nuestras propias ideas. Nosotros creíamos que había que cambiar el orden social de la República y, en consecuencia, realizar una reforma de métodos y tratar de consolidarla a fin de no seguir sobre el mismo sistema de revoluciones, de contrarrevoluciones y de nuevas revoluciones posteriores. Creía, como sigo creyendo, que la más brillante y hermosa de las revoluciones siempre es más perjudicial para el país que un gobierno más o menos mediocre, porque yo he estado dentro de varias revoluciones, y conociéndolas de adentro, uno se da cuenta. Los revolucionarios siempre necesitan una testa coronada que reine, pero no que gobierne. El gobierno está siempre en la trastienda de las revoluciones, y ese es un hecho grave, peligroso, porque se lucha por intereses de círculo y personales, y no por los intereses de la revolución ni de la Nación misma. En esa revolución, yo era ministro de Guerra y vicepresidente, y en ese concepto sostenía una lucha tenaz y terrible dentro del gobierno. Cuando me di cuenta que allí no había nada que hacer porque los que no querían eran más que los que querían, traté de salir del gobierno en la forma más confortable posible. Fue así como pedí que se me nombrara Presidente del Consejo Nacional del Trabajo, un organismo total y absolutamente ineficaz, donde había que darle explicación a los obreros de todas las arbitrariedades que traía la explotación capitalista en nuestro país. Indudablemente que toda la gente del gobierno, cuando yo pedí un cargo tan intranscendente, se rieron mucho de que hiciera semejante pedido. De Vicepresidente y Ministro de Guerra, con gran parte del poder en mis manos, pedía ser director de Trabajo. Ellos no sabían lo que yo iba a hacer allá. Por eso se rieron. Desde ese organismo, que yo transformé inmediatamente en Secretaría de Trabajo, algo así como un ministerio sin la bendición, diríamos así, superior, empezamos a realizar la reforma social. Los primeros pasos fueron terriblemente difíciles, porque el gobierno no quería firmar ninguno de los decretos que nosotros le mandábamos. Tenía miedo de hacer la reforma social, pero así como se fueron acostumbrando y fueron entrando en la pendiente de las realizaciones en beneficio directo del pueblo, comenzaron a darse cuenta de que era lindo servir al pueblo y era muy triste tener que engañarlo. Fueron regenerándose de los viejos pecados que ellos habían compartido durante tanto tiempo, con las situaciones políticas ya caducas en nuestro país. Eso nos llevó a una reforma en el orden social, muy avanzada pero muy justa. Voy a dar algunas cifras para que se den cuenta de la situación. Había provincias donde los peones ganaban de quince a veinte pesos por mes. En consecuencia, era peor que la esclavitud, porque por lo menos al esclavo no se le da menos que diez pesos y ropa. La situación en las ciudades con las masas urbanas era mejor, mas evolucionadas, merced al trabajo de los dirigentes gremiales, pero el estado social de la República era espantoso. Lo que sí puedo decirles, es que fuimos mucho más allá de cuanto ellos pretendían que fuésemos, y mucho más acá de lo que pretendíamos nosotros hacer. Pero esa primera reforma, dio, diríamos, el puntapié inicial de ese partido que todavía estamos realizando. Después de la reforma, me confinaron en una isla, pero al pueblo le pareció que estaba mal, por lo que me hicieron salir de la isla y me quisieron llevar en ese mismo momento al gobierno. Yo contesté que llegaría al gobierno como elegido por mi pueblo, pero no por la revolución. Por revoluciones no se llega al gobierno y me fui al campo, con lo que hacía lo posible para que se olvidaran un poco de mí. Pero desgraciadamente no se olvidaron; me buscaron y me eligieron presidente por inmensa mayoría en 1946. Ese hecho, aparentemente halagador para cualquier ciudadano de mi país, era para mí un presente griego. Efectivamente, habíamos realizado la reforma social, pero ahora había que consolidarla en una reforma económica, pues de lo contrario estaba destinado a venirse todo al suelo, con el descrédito natural para los que la habíamos forjado y por el mal inmenso que habría ocasionado al país. De manera que cuando me hice cargo del gobierno en 1946, solamente yo sé lo que he pasado al asumir la terrible responsabilidad. Lo primero que tuve que hacer fue tomar una decisión, decisión que es absolutamente trascendental para todos los que se hacen cargo del gobierno en algún país de este continente. Para mí la elección fue muy simple. Yo me decidí por mi pueblo, y como soy de los hombres que creen que no se puede ser amigo y enemigo a la vez, me declaré enemigo de eso que había servido para explotar, escarnecer e indignificar al pueblo y a la Nación Argentina. Ahí empezó la lucha. Hoy casi está terminada, pero los seis años que he pasado solamente yo y mis colaboradores más íntimos los conocen. Combatido por todas las fuerzas, sobre todo por la más indigna y la más peligrosa: la calumnia, la infamia y la difamación internacional organizada en el mundo entero. Toneladas de papel impreso se han distribuido en el mundo hablando mal de la República Argentina, del gobierno, de mi persona, de mi señora y de mi familia. Nosotros no hemos contestado a esa campaña durante cinco años. Estábamos demasiado ocupados en nuestro trabajo como para contestar. Recién hace dos años hemos empezado a contestar con éxito, porque la verdad siempre tiene que tener más éxito que la calumnia y la mentira. Pero lo fundamental es que hemos resuelto el problema económico mediante el cual deberíamos haber sido estrangulado en nuestro país. ¿Cómo lo hemos resuelto? Es un poco largo de explicar y yo pongo a disposición de cada uno de los que me escuchan los archivos de nuestro gobierno y nuestro gobierno mismo para que investiguen cómo se ha realizado eso; pero como indudablemente todos no lo podrán hacer, me voy a referir muy ligeramente, en síntesis, como se revolvió el problema económico. Nosotros nos decidimos a estudiar el problema y a resolverlo, porque no quedaba otra disyuntiva después de haber hecho la reforma social que había levantado el estándar de vida de nuestro pueblo, las condiciones de trabajo de nuestros obreros y dignificando a la familia. Si no podíamos consolidarlos, el único recurso que me quedaba era pegarme un tiro o soportar el descrédito y la vergüenza de haber pretendido una cosa que era incapaz de realizar. Por eso resolví la recuperación nacional. La recuperación consistía en comprar todo eso que representaba a fin de año remesas financieras por cinco millones de pagos, para incorporarlos al haber patrimonial del estado, organizar el sistema financiero, la comercialización de nuestra producción y reponer la maquinaria industrial que durante cinco años había quedado casi agotada sin haberla podido renovar. Además de todo eso, había que consolidar la reforma social que representaban muchos millones de pesos. Y para hacer todo eso no teníamos un solo centavo, sino, por el contrario, teníamos que servir a una deuda de 6.500 millones de pesos en el exterior. Entonces llamé a algunos técnicos, y no me sirvieron. Llamé luego a algunos comerciantes, y me encontré con un viejo amigo que desgraciadamente acaba de fallecer en estos días, don Miguel Miranda, un hombre que comenzó en mi país ganando 90 pesos mensuales y que llegó a ser una de las fortunas más sólidas y grandes de la Argentina. Cuando llegué al gobierno, tenía unas 120 fábricas. Gracias a la habilidad de este hombre extraordinario, verdadero genio del negocio, para mí, pudimos hacer las compras de los teléfonos, en primer lugar, y posteriormente de los ferrocarriles. Esto solamente lo pudo hacer un hombre de las calidades de este gran patriota argentino que fue Miguel Miranda, a quien yo siempre rindo y rendiré el homenaje de mi gratitud porque mediante su extraordinario talento comercial me permitió resolver este problema y muchos otros. Creo que uno de los grandes males de nuestros países es haber descuidado este orden del gobierno y la administración. Nosotros no somos materialistas, nosotros no creemos que el dinero hace la felicidad, pero sí que ayuda. Es una verdad incontrovertible de nuestros tiempos que los grandes ideales se defienden y sostienen mejor con la consolidación económica de los países. Es así que esto que nosotros llamamos en lenguaje justicialista la independencia económica, la hemos alcanzado y estamos en condiciones de consolidarla y mantenerla cualesquiera sean las circunstancias que se presenten en el futuro, porque no solamente hemos resuelto los problemas, sino que hemos educado, preparado y organizado a nuestro pueblo hasta para pasarse una semana sin comer y sin protestar, en caso de que sea necesario. Él sabe y está persuadido que es mejor quedarse una semana sin comer que pasarse un siglo de miseria, de dolor y de explotación. Ustedes, intelectuales de alma y de criterio selecto, quizá se quejen de mis palabras, un poco extensas, pero yo podría seguir hablando por horas, por días y por semanas de esto, porque no solamente he trabajado, sino que lo he sufrido, y no hay nada que se grabe más en el cerebro, en el corazón y en el alma, que el sufrimiento que uno ha pasado. Que escuela extraordinaria es para los hombres esta clase de sufrimiento y de vigilancia patriótica. En reuniones de gabinete, siempre decía a mis ministros: nosotros podremos triunfar si cada día, cada uno de ustedes en el trabajo representa cinco días de los otros. Yo estoy muy contento y satisfecho de mí mismo. No se si ellos estarán igualmente satisfechos y contentos conmigo. Realizado esto, vale decir, construido el piso para que no se mueva a fin de poner los pies en él, hemos comenzado a organizar el país. Nuestro país era lo más inorgánico que ustedes se puedan imaginar. Hubo que organizarlo todo. Eran ocho ministros, cada uno de los cuales tenía cuatro o cinco funciones, a veces diametralmente opuestas y que trabajaba por su cuenta, como si fueran administradores de estancias. Hay países que hoy están empeñados en hacer amigos en todas partes, porque los necesitan. Los creo sinceros, de corazón, pero los organismos encargados de hacer amigos, son fabricantes de enemigos, porque proceden tortuosamente, porque ellos creen que todo se domina con la maniobra oculta, porque creen que el procedimiento no es el leal y el sincero; que lo ingenioso es engañar, y cuando se ven descubiertos, en vez de hacer un amigo, hacen un enemigo. Digo esto porque yo he venido a Chile a hacer una amistad sincera, leal, con este pueblo y con este país. Lo primero que he dicho a mis funcionarios es que ellos en esto tienen que actuar con honradez, con sinceridad y con lealtad, y que, al que yo le encuentre la menor falla en ese sentido, puede considerarse cinco minutos después separado del servicio. Hubo que organizar. Nosotros hemos organizado y lo primero que tuvimos que hacer fue una doctrina nacional. Sin esa doctrina es difícil organizar un país y difícil organizar un pueblo. Nosotros nos hicimos a base de una doctrina, creación nuestra, pero no invento nuestro. Eso es lo que el pueblo argentino viene pidiendo desde hace un siglo. Nosotros lo estudiamos y tratamos de darle ese contenido a nuestra doctrina: lo que quiere el pueblo. Por eso, entre las verdades del movimiento justicialista, la primera de ellas dice que el gobierno democrático es aquel que hace lo que el pueblo quiere y no sirve a otro interés que el del pueblo, y nosotros lo cumplimos, porque creemos lealmente lo que siempre decimos: lo mejor que tiene nuestro país es el pueblo. Sería muy largo de que yo pudiera explicar lo que es esa organización, pero también está en nuestros organismos a disposición de todos los señores, que bastará que se presenten ante cualquier repartición argentina y decir: quiero ver esto, y desde ese momento no sólo tendrá abiertas las puertas, sino que también tendrá los funcionarios necesarios para que lo acompañen y lo guíen en todas las investigaciones. Esa organización se hizo como lógicamente debía hacerse de acuerdo con las bases fundamentales de la organización: concepción centralizada y ejecución descentralizada. Por eso nosotros tenemos un gobierno centralizado, un estado descentralizado y un pueblo libremente organizado. Nosotros jamás hemos intervenido en la organización del pueblo sino para decirle: "!Organícense!", y para obligarlo a organizarse, porque el único pueblo que puede alcanzar la libertad es el organizado. Las turbas no han disfrutado nunca en la historia de ninguna libertad. Tengo la inmensa satisfacción de ver cómo mi pueblo avanza todos los días en su maravillosa organización. Ese es mi único orgullo. Ustedes saben que soy general; que he alcanzado mi situación grado a grado. Quizá podría ser mi mayor orgullo, porque soy un general de corazón; pero yo confieso a mis compañeros generales lo mismo: todo lo que he hecho en mi vida militar de trabajo no es ni la sombra del mérito que yo me atribuyo de haber dado a mi pueblo una conciencia social y una idea de la organización social. Hoy tenemos organizadas las fuerzas económicas que trabajan en absoluta armonía, coordinación y cooperación con el gobierno. Tenemos las fuerzas del trabajo, que actúan también allí, y todo lo que antes se conseguía por huelgas, motines y encuentros con la policía, ahora se logra alrededor de una mesa, tomando café, porque hemos desarmado el espíritu, diremos así, de lucha, propugnando en nuestro país que no debe haber más que una sola clase: la de los hombres que trabajan, porque no aceptamos que pueda haber una clase de vagabundos o vagos. Es indudable que consideramos trabajo toda actividad lícita y útil para la comunidad. Nuestro régimen descansa en la afirmación de que el individualismo, el egoísmo, el trabajo para cada uno, no es la solución de la comunidad. Ningún valor en la República Argentina, de acuerdo con su Constitución, puede existir si no sirve a la comunidad. Aún la propiedad, que es para nosotros invulnerable, no tiene ninguna garantía cuando atenta contra la comunidad. Y de la misma manera que no aceptamos la propiedad en perjuicio de la comunidad, no aceptamos la libertad para atentar contra la comunidad. No somos colectivistas, ni tampoco individualistas. Hemos tratado de hacer lo que nuestros pueblos quieren, y en ese sentido los pueblos, en esto de forjar ideologías, no se equivocan nunca. Los que nos equivocamos somos a menudo nosotros. El pueblo acierta siempre, y esta ideología, esta doctrina nacional, y este sistema nuestro, hoy en nuestro país, está resistida solamente por un diez, veinte o treinta por ciento de la comunidad; pero ese porcentaje de la comunidad debe sacrificarse al setenta, ochenta o noventa por ciento restante, que es la mayoría, la que produce, trabaja, se sacrifica, y la que tiene todos lo derechos, no porque sea la masa, sino porque son hombres dignificados por el sistema, porque son hombres que tienen derecho a exigir, por lo menos, a vivir en un clima de dignidad y felicidad, sin la cual la vida no merece ser vivida. Hasta hace poco tiempo, decían que nosotros éramos fascistas, y desde hace un tiempo dicen que somos comunistas, lo que demuestra que estamos allí, en el medio, donde queremos estar. Ni una cosa ni otra. Queremos lo nuestro, nada más. Algunos dicen que somos imperialistas. ¿Nosotros imperialistas con 17 millones de habitantes, cuando hay otros que tienen mucho más? Para ser nosotros imperialistas, tendríamos que estar locos o estúpidos, y creo que hemos demostrado que no somos ninguna de las dos cosas. En esa inmensa organización, nosotros hemos encuadrado la tarea cultural. Pero es indudable que la cultura nuestra, como la propiedad nuestra, como la libertad nuestra, como todo lo nuestro, es una cultura al servicio de la comunidad. Preferimos que en vez de tener cinco o seis grandes sabios y los demás analfabetos, sepamos todos leer y escribir para defendernos en todo sentido. Creemos que cuando el pueblo tiene solamente un pequeño núcleo de hombres capacitados y los demás son ignorantes, es un pueblo de ignorantes y no de sabios. Por eso queremos que la cultura y la instrucción sean para el pueblo, para todo el pueblo. Por eso hemos comenzado a liberar de gastos toda instrucción. En mi país la instrucción está al alcance de todos, no cuesta un solo centavo ni la enseñanza primaria, ni la secundaria, ni la universidad, ni la técnica. Con eso servimos a la idea inicial de que este alimento del alma y de la inteligencia debe distribuirse gratuitamente para que lo como todo el pueblo. Queremos también con este sistema terminar con las instituciones que cobran para enseñar, que hay en mi país. Todavía yo no he podido, porque hay muchos intereses creados en eso, pero nosotros no le hemos de dar ambiente. No creemos que una enseñanza tan fundamental como la que deben recibir los hombres y las mujeres, pueda ser nunca motivo de lucro, sino de entusiasmo, de amor y abnegación. El que quiere enseñar mediante lucro, va a enseñar muy mal a nuestra gente. Nosotros preferimos un hombre honrado y con valores espirituales, que no sabe nada, a un malvado que sepa mucho, porque el malvado, cuando más sabe, es más peligroso para sus semejantes. Por eso creemos que en nuestro país hay un gran horizonte intelectual y queremos que ese horizonte intelectual tenga todo el apoyo del Estado y que a cada uno de esos hombres, el Estado le solucione su vida para que pueda dedicarla al servicio de la ciencia. Nosotros creemos que todo cuanto se gaste en eso, es plata muy bien empleada y muy bien gastada. El presupuesto que regula las actividades culturales en mi país, que en 1946 insumió 25 millones de pesos en total, en estos momentos alcanza a 485 millones. Esto es lo que el Estado puede hacer. Lo demás tienen que hacerlo nuestros muchachos y nuestros intelectuales. Su organización, por otra parte, los pone a cubierto de todo, porque solidariamente organizados llegan ellos hasta el gobierno, no a pedir, sino a exigir que se haga lo que tiene que hacerse, porque yo creo que a las agrupaciones de trabajadores, de industriales, de comerciantes, de intelectuales y de universitarios, los gobiernos no les van a llevar nunca el apunte hasta que no estén organizados en forma de poder llegar al gobierno y de decir: "Queremos esto". Y el gobierno, pensando, tiene que hacerlo. Yo propugno eso desde el gobierno y lo realizo, y los intelectuales, que están acá, o los que ustedes pueden ir a visitar a Buenos Aires, podrán comunicarles largamente todo esto que yo les estoy diciendo. Tenemos algunos intelectuales en contra nuestra. Todos esos que querían hacer negocio y enriquecerse a costa de esto, o los que fueron grandes señores que no pueden creer ahora que se puedan poner de acuerdo con nosotros, los descamisados, los que pensamos, los que vivimos, los que luchamos por el pueblo, los que estamos decididos a morir por el pueblo el día que sea necesario. Ellos creen que nuestra vecindad es pestosa. Esperaremos hasta que cambien de opinión, pero mientras tanto vamos a formar en nuestros muchachos, hombres con quienes ellos no tendrán nada que hacer en el futuro. Eso se los aseguro yo. Quiero terminar diciéndoles a los amigos chilenos que nosotros somos todos hombres humildes; que creemos que la petulancia es el último refugio de los incapaces. Por eso no solamente somos humildes, sino que queremos también demostrar nuestra humildad. Sabemos que nuestras metrópolis han sido metrópolis de petulantes, donde todos eran sabios, ricos y poderosos. Nosotros, hombres del pueblo, tenemos orgullo de ser hombres del pueblo. Nosotros creemos que hay dos clases de hombres en el mundo: los que se sirven a sí mismos en ambiciones, en placeres, en importancia; y los que sirven a los demás, en cuyo caso ellos pasan a último término y están dispuestos a sacrificarse por servir a la comunidad y a los demás hombres. Ellos son los que están dispuestos a ser humildes y a trabajar; no a hablar, sino a hacer. Esa es nuestra escuela. Una vez, un señor que me hizo una interview me preguntó: "Ustedes están haciendo una revolución. ¿Su doctrina es nueva?". Yo le contesté: "Si, es nueva: hace dos mil años ya la habían anunciado". Hace dos mil años el justicialismo ya era justicialismo. Lo que pasa es que nadie le llevó el apunte y nadie le hizo caso. Pongamos en ejecución eso que hace dos mil años Cristo anunció al mundo, pero pongámoslo en términos que lo entienda la gente y traducido en actos que vayan en beneficio de los hombres que se sacrifican y que sirven a la comunidad. Y sobre todo, debemos pensar que uno solamente llega a la grandeza sirviendo con humildad, y que se llega a la vergüenza mediante la ambición, el egoísmo y la avaricia, que son los que dominan en estos tiempos. ...................
1953-02-25
ANTE EMPLEADOS DE COMERCIO EN SANTIAGO DE CHILE :
Compañeras y compañeros: Yo no haré una conferencia. Solamente una corta conversación sobre Chile y Argentina que es lo que culminantemente está hoy en todos los labios y en muchos corazones. Señores: nosotros pensamos cuando recibimos la invitación de vuestro ilustre presidente, que algo podíamos hacer por el acercamiento de nuestras dos patrias, pero debo confesar con el júbilo que sentimos las personas de buena voluntad, que vuelvo a la Argentina con la inmensa satisfacción de haber colmado en mucho todo cuanto supuse que podíamos hacer en beneficio de nuestras patrias en una reunión con el general Ibañez. Pero llevo a mi patria aun más que eso. Lo conozco un poco más al general; lo he conocido un poco más, y verdaderamente cada día que lo conozco lo admiro y lo quiero en una mayor medida. Hace unos días conversábamos sobre una persona, y me dijo: "Es adversario mío, pero es un hombre capaz y realizador". Señores: la ecuanimidad de este hombre es la más grande garantía para los chilenos. Dios libre a los pueblos a cuyo frente se pone un pasionista. Ese lo somete a todos los peligros. Lo que los pueblos necesitan es un hombre justo. Dicen los sabios que al diablo da más que hacer un justo que un millón de creyentes inoperantes. Eso es lo que me ha producido la más grande satisfacción y la absoluta persuasión de que todos los pasos que he realizado serán para beneficio de mi país y para beneficio de Chile también. Compañeros: Terminamos de escuchar a Borlenghi. Él ha hecho una larga disertación sobre momentos, ya en la actualidad intrascendentes, para nosotros que miramos siempre el futuro. Vemos nacer en Chile las mismas esperanzas que cristalizaron en millones de argentinos en nuestra causa. Nosotros resolvimos nuestros problemas dentro de nuestras posibilidades, porque estábamos decididos a hacerlo. Ustedes resolverán sus problemas dentro de las propias probabilidades de Chile, porque no solamente ustedes lo anhelan sino que el señor presidente también está decidido a trabajar por el pueblo de Chile. Para mí, ya viejo conocedor de los hombres y de la política, no es un secreto el pensamiento interno de los hombres. Yo confieso que he tratado cientos de hombres de gobierno de distintos países del mundo, pero confieso que un hombre leal, sincero, franco y honrado como el general Ibáñez no había conocido todavía. Ahora me explico por qué las multitudes se agrupan, se levantan y vitorean a su paso. Los pueblos nunca se equivocan; si los hombres hiciesen caso a sus pueblos, tampoco se equivocarían jamás. Dijo Borlenghi que llega la hora de los pueblos, y con la hora de los pueblos llega la hora de los hombres del pueblo. Y creo, señores, que nosotros, los hombres que trabajamos para los demás, que no tenemos interés en nuestras cosas porque a ellas hemos renunciado hace muchos años, tenemos derecho a que el pueblo tenga fe en nosotros, como nosotros tenemos una fe inmensa en el pueblo. Por eso pido a Dios, compañeros, que la Providencia ilumine al pueblo chileno e ilumine también al ilustre presidente de Chile, deseándoles tanto al ilustre mandatario como al pueblo chileno la inmensa felicidad a que tiene derecho por su calidad. Estas, señoras y señores, serán las últimas palabras que, en este viaje por lo menos, pronuncie en Chile. Dejo sobre mi corazón una leyenda que será inextinguible para el resto de mis días, que dice del inmenso reconocimiento, de la gran gratitud y del cariño, que será para mi imperecedero, hacia el general Ibañez y hacia este maravilloso pueblo de Chile. No deseo terminar estas palabras sin agradecer profundamente al señor Intendente y Alcalde de Santiago la distinción de que me ha hecho objeto entregándome la ciudadanía de Santiago, que será para mi quizá el más alto galardón que pueda ostentar mi humilde personalidad. Yo le agradezco profundamente todo cuanto ha dicho, pero le agradezco más que nada que me haya dicho que soy un hombre humilde y sencillo; eso, para mí, es el más grande de los títulos que pueda ostentar una persona. En nombre de esa humildad y de esa sencillez, quisiera decirle al señor intendente y alcalde de Santiago que no habrá un acto en mi vida que no sea destinado a honrar la ciudadanía que me acaban de otorgar, y que no olvidaré jamás, por los días que me resten en este mundo, que tengo desde ahora la obligación de sentir, al lado de mi patria tan amada, a esta segunda patria chilena a la que llevaré siempre en lo más profundo de mi corazón. ......................
1953-03-02
En la provincia de San Luis :
Compañeros: En primer término les pido disculpas por no poder levantar la voz, ya que estoy un poco afónico. Agradezco profundamente las amables palabras de mi amigo el gobernador Endeiza. Él sabe bien cual es mi profundo afecto por el pueblo de San Luis; también, cual es mi amistad por él, que es gobernador peronista. Es peronista, primero porque es un buen criollo; segundo, porque es un hombre capaz y honrado, y tercero, porque es un hombre humilde. Tres cosas que queremos los peronistas. He atravesado los otros días la provincia de San Luis. Siento la inmensa satisfacción de ver como están trabajando ustedes, de ver esos campitos verdes, y maíz sembrado en abundancia en todas partes. Quiera Dios que podamos seguir dándole a esta magnífica provincia todo el empuje que ella necesita en su trabajo, para alcanzar un poco de la felicidad a que todos los hombres de esta tierra tienen derecho. Este trabajo fecundo que puedo apreciar en San Luis, sus diquecitos, sus riesgos y todo lo demás, van avanzando como queremos nosotros. Por eso, es que yo felicito al gobernador y lo felicito en nombre de nuestro movimiento, por lo que él está haciendo, por su empeño, por su decisión y, sobre todo, por el entusiasmo que pone en la función pública, para hacer que ustedes y él puedan labrar para esta tierra la grandeza con que nosotros, los argentinos, soñamos para toda la patria. Vengo de Chile y traigo la impresión más extraordinaria que se pueda tener de ese maravilloso pueblo. Ellos son iguales que nosotros. Nos hablan con la misma sinceridad, con la misma humildad y con la misma amistad con que hablamos entre nosotros. Traigo de allí la impresión más favorable. Todos debemos trabajar para ser cada día más amigos, más sinceramente amigos, de ese maravilloso pueblo que me ha recibido para agasajar quizás, en mí, a todo el pueblo argentino. Compañeros: agradezco a todos que se hayan quedado levantados hasta esta hora para verme pasar. Ustedes saben lo feliz que me hace poder decirles siquiera unas palabras a los hombres del pueblo, a quienes amo tan profundamente. Esta recepción en San Luis, en este rápido pasaje hacia Buenos Aires, quedará muy grabada en mi corazón. He de volver a visitar San Luis exclusivamente, para venir entonces, a traer directamente el saludo a ustedes y a los pobladores de Villa Mercedes y Justo Daract. Entonces, yo les ruego a todos, compañeros, que sigamos trabajando con el mismo entusiasmo y la misma decisión con que lo estamos haciendo en todo la extensión de la República. Una ola de fervor peronista va levantando nuevos valores, va creando nuevas riquezas. Trabajamos todos los días, porque el único camino de la felicidad de los pueblos se recorre, para alcanzar los objetivos propuestos, a fuerza de trabajo y tenacidad. Ustedes, compañeros, que tanto entusiasmo demuestran en estas cosas, sigan trabajando, porque ésta es la única manera de alcanzar esa felicidad con que todos soñamos. Les prometo volver a visitarlos para poder conversar largamente con ustedes. Hasta entonces y un gran abrazo a todos. ..............
1953-03-02
En la estación Retiro a su llegada de Chile
Excelentísimo señor presidente en ejercicio, excelentísimo señor embajador de Chile, Don Conrado Ríos Gallardo, excelentísimos señores embajadores representantes de los países de América presentes, señores ministros, señores generales jefes y oficiales de las fuerzas armadas, señores funcionarios, compañeros: La primera de nuestras sentencias peronistas dice que los gobernantes de nuestra patria y de nuestra tendencia, hacen sólo lo que el pueblo quiere y no defienden otro interés que el del pueblo mismo. Por esa razón quiero que el primer acto que cumpla al retornar de mi viaje a Chile, sea dar cuenta en forma directa al pueblo mismo de cuales han sido nuestras gestiones. La idea de unidad, de asociación o federación americana es tan vieja como nuestra independencia. Ya en 1810, el fiscal de Lima, Pedro Vicente Cañete, lanza por primera vez la idea de una asociación de naciones americanas. Casi simultáneamente en Chile, Juan Egaña enuncia lo mismo. Y ya en 1810, el pueblo chileno fija las bases para una unión continental. Esas tres afirmaciones, de unidad de nuestra América, tienen su origen en estas benditas tierras australes. En 1810, en el mismo año, Juan Martínez de Rosas, un argentino que también fue chileno, presenta a nuestra junta de gobierno la idea de formar una federación de pueblos en la América meridional. La oposición de Mariano Moreno, quien instó a Chile a formar gobierno propio, hizo fracasar esta iniciativa. El 19 de septiembre de 1810, Álvarez Jonte lleva instrucciones en su misión a Chile de formar la Federación Argentino - Chilena. Y el 21 de marzo de 1811, se realiza la Primera Unión del Sud, tratado firmado por Álvarez Jonte en forma amplia y extensiva. En 1816, San Martín recibe instrucciones en el mismo sentido del gobierno de Pueyrredón. En 1818, las proclamas de San Martín en Chile, en Perú y en Argentina, afirman el mismo sentimiento americano meridional. En 1817, Bolívar insinúa a Pueyrredon formar una sola Nación de todo el nuevo mundo, o bien una sociedad de naciones en América meridional. En 1822, Bolívar trata de hacer efectiva la idea anterior y en 1826 se reúne el primer Congreso de Panamá que el 22 de junio de 1826 realiza los primeros tratados en el sentido de nuestra unidad. Luego en 1831, en 1838, en 1840, no se logra reunir el Congreso para llevar a cabo esto a pesar del empeño de México, que ya interviene en esta idea. En 1847 y 48 se reúne el primer Congreso de Lima donde se establece la Primera Confederación. El Segundo Tratado de Lima realiza la Unión y la Alianza. Luego, en toda nuestra América, sea en el Centro o sea en las formas de la Gran Colombia, se han venido gestando y propugnando todas estas clases de Unión, bien recibidas por los verdaderos americanos, los que no sirven intereses bastardos sino los intereses de los pueblos de América. No se nos escapa que hoy como siempre, hay intereses que se oponen a que nos unamos. Más que intereses son suspicacias y cabildeos pero de malos americanos. Sería largo explicar todos los antecedentes y juegos de cancillerías y de gobiernos que han intervenido en pro o en contra de la unión de nuestros países americanos. El viaje realizado por mí a Chile ha sido a iniciativa de mi viejo y querido amigo el general Ibañez. Si no lo hubiera conocido como le conozco; a este extraordinario soldado, de una sola palabra, sin doblez, con dignidad y honor de hombre y de responsable de una Nación como Chile; no hubiera concurrido a Chile. Como lo esperaba encontré un alma noble y un corazón sincero. Hablamos el mismo idioma, el idioma de los hombres honrados que sirven con honradez a su pueblo. Un gobierno que cree que la dignidad de su país es su más grande tesoro y está decidido a defenderla; y un pueblo que, como el nuestro, podemos decir que es lo mejor que tiene Chile. Así hemos firmado en nombre de nuestros pueblos, un compromiso leal y sincero de amigos, de hermanos, para servirnos en las buenas o en las malas. Ahora nos queda a nosotros, gobierno, Estado y pueblo, ver como vamos a efectivizarlo de buena fe. Los gobiernos y las cancillerías, que muchas veces no marchan de acuerdo, deben esforzarse por establecer objetivos limpios y definidos. En esto es más difícil de lo que parece. Sin embargo, es menester que el pueblo tenga la conciencia real de que debe cumplir ese compromiso, como lo cumplirá el gobierno y como lo cumplirán las cancillerías. Digo esto, porque si uno observa la política internacional de los países, suelen encontrarse anacronías extraordinarias. Uno de los países que quizá cuenta con mayor cantidad de hombres desafectos a su Nación, quizá no sea culpable. En esto yo creo que esa Nación de buena fe quiere ser amigo de todos los demás países, pero las formas de ejecución de su política, la forma en que se realiza capciosa o insidiosamente por los funcionarios e intermediarios encargados de llevar a término la buena política, es que en vez de cosechar amigos, cosecha enemigos. Yo deseo decir a todo el gobierno, a todo el Estado y a todo el pueblo argentino, que sería el más desdichado de los hombres si esta idea de unión nacida en la sinceridad y la lealtad más absoluta, fuese mal ejecutada por los hombres encargados de hacerla. Y en vez de unir nuestros corazones día a día, por esos malos funcionarios, por esos malos argentinos, en vez de conquistar un hermano, mañana conquistáramos un enemigo. Por eso, en este mismo acto, el primero que cumplo después de mi regreso de Chile, quiero pedir al gobierno, al Estado y al pueblo argentino, que cumpla el objetivo internacional trazado por nosotros en este modelo. Y se lo pido al pueblo, porque los gobiernos pasan pero el pueblo queda. Y el pueblo, debe saber proceder y debe saber cumplir este objetivo. Por eso, desde ya, pido a todos los argentinos, que tengan siempre presente lo que les voy a recomendar que cumplamos todos con el noble pueblo y gobierno de Chile. Primero: Cada argentino debe saber que los pueblos de Chile y de Argentina, conservando la plenitud de sus soberanías nacionales son real y efectivamente pueblos hermanos y en consecuencia debemos trabajar por la grandeza de Chile y por la felicidad de su pueblo, con la misma fe y con el mismo amor con que trabajamos por nuestra propia felicidad. Segundo: Desde hoy los chilenos serán considerados compatriotas por todos los argentinos y ésta debe ser una consigna de honor nacional. Tercero: Cada argentino debe comprometerse a trabajar en su puesto por el acercamiento material y espiritual de los pueblos de Argentina y de Chile. Cuarto: El gobierno, el Estado y el pueblo argentino arbitrarán todos los recursos y medios que contribuyan a consolidar en Chile la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, del mismo modo que luchamos por las nuestras, porque esas son las únicas bases de la unión comprometida. Quinto: La unión argentino-chilena no ha excluido ni excluye la futura adhesión de los pueblos hermanos de América sobre las mismas bases de justicia Social, de independencia económica y de soberanía política. Sexto: Cada argentino debe saber que esta es una acción constructiva, que no tiene finalidades ofensivas, que no está dirigida contra nadie y que tiene como único objetivo la felicidad y la grandeza de los pueblos que la componen o compongan en el futuro. Sexto: Las organizaciones sociales, económicas y políticas del pueblo argentino, habrán de promover la máxima vinculación posible con sus similares chilenas, a fin de realizar una acción armónica y solidaria en defensa de los intereses comunes. El gobierno prestará su más amplio apoyo a estas vinculaciones entre los pueblos hermanos. Séptimo: La legislación general argentina deberá corresponder en un futuro a la unión de los pueblos de Chile y de Argentina. Octavo: Los organismos del gobierno y del Estado en la Nación y en las provincias, particularmente en las provincias y territorio limítrofes con la hermana República de Chile coodinarán su acción con sus similares chilenas sobre bases de real y leal sinceridad. Noveno: Todo acto contrario a los intereses comunes de la unión de los pueblos argentino y chileno será considerado por los argentinos como una falta de honor en relación con el compromiso contraído. Décimo: Los pueblos de Argentina y de Chile son depositarios absolutos de esta alianza, puesta bajo la protección de Dios, fuente de todo amor, de toda justicia y de toda libertad. Cada argentino debe estar persuadido de que la vigencia y el desarrollo de esta unión asegurará la grandeza de América y la felicidad de nuestro pueblo. Y ahora compañeros que la conciencia de cada uno de nosotros, sea el vigía permanente de nuestros actos, y que cada argentino sepa hacer bien el deber de esta hora esplendorosa de la patria. Dios ha querido poner en nuestra patria, pueblos de hombres de buena voluntad, hagamos así el destino en lo que podamos para ser dignos de Dios y de nuestra patria. Compañeros, uno de los artífices de nuestra unión, el excelentísimo señor embajador de Chile, Conrado Ríos Gallardo, va a decir dos palabras. .............
1953-03-05
EN EL ALMUERZO OFRECIDO A LOS PARTICIPANTES DE LOS CAMPEONATOS INFANTILES "EVITA"
Un año más he querido venir personalmente para hacerles entrega de los primeros premios del Campeonato de Fútbol y de Basquetbol. Al hacerlo, como presidente de la Fundación "Eva Perón", no puedo iniciar esta ceremonia sin dirigir nuestro recuerdo a la fundadora y creadora de estas actividades infantiles que hoy nos llenan de orgullo a todos los argentinos: Eva Perón. - Los asistentes se ponen de pié en homenaje a la ilustre desaparecida. Muchas gracias - Deseo también que mis primeras palabras sean para encomiar, agradecer y felicitar a todos los dirigentes que intervienen en el desarrollo de este campeonato infantil, tanto a los entrenadores, masajistas y demás personal como a los dirigentes que han trabajado incansablemente durante estos dos últimos meses para que este Campeonato pueda realizarse de la mejor manera. A todos ellos el agradecimiento de la Fundación y las felicitaciones por el desempeño admirable que han tenido como dirigentes. Y a los pibes que han intervenido en el Campeonato, también nuestras mejores palabras por la actitud caballeresca con que se han comportado durante el mismo. La actividad deportiva, contemplada desde el punto de vista nacional, es de una importancia extraordinaria. Decimos que en nuestra tierra los únicos privilegiados son los niños. En ese privilegio debemos englobar la formación de sus jóvenes personalidades, y ninguna escuela más adaptada a su conformación espiritual y física que la escuela del deporte, cuando esa escuela se realiza con verdadero desprendimiento, con verdadero entusiasmo y gran corazón. En el gobierno, hemos pensado muchas veces cómo podríamos impulsar el deporte, ya que los pueblos deben tomar de esta actividad un sector de la conformación de cada uno de sus hombres. Hay países donde esto es legal, establecido por una ley; en otros está fijado por organizaciones estatales; y en otros, el pueblo es el que se crea la obligación de practicar los deportes. Yo he sido durante muchos años deportista y mantengo aún dentro de mi corazón el entusiasmo de la juventud deportiva. Creo que el deporte es una actividad que debe nacer en el pueblo, germinar en el pueblo, desarrollarse en el pueblo, y vivir perennemente en el alma de los ciudadanos del pueblo. Si el deporte no se practica con entusiasmo y por propia voluntad, ni vive en sí y por sí en cada individuo, es inútil hacerlo. El famoso método yoga, que habla especialmente de la actividad física de los hombres, presupone que esa actividad física deportiva es más importante para el alma que para el cuerpo. Cada uno que practica el deporte con entusiasmo varonil va formando las virtudes varoniles. Quien lo practique solamente para ser fuerte, puede estar cultivando un lindo animal, pero no un buen hombre. Por eso el deporte debe ser voluntario. Es necesario, primero, crear el entusiasmo, conformar el alma deportiva, y eso se consigue sólo cuando uno lo inculca en la juventud, mejor aún, en los niños. "Los árboles que nacen torcidos, -dice Martín Fierro- nunca llegan a enderezar su tronco". Los hombres que se forman en la niñez torcidos, es probable que tampoco puedan enderezar su vida aún cuando vivan 100 años. La República necesita, más que hombres fuertes, más que hombres sabios, más que hombres poderosos, hombres buenos. Y la bondad se forma desde la juventud, más todavía, desde la niñez. La escuela del deporte es el cultivo de los valores morales y de las virtudes humanas. En consecuencia, esta escuela que yo quisiera ver desarrollar en toda la niñez argentina, debe a la Fundación "Eva Perón" la maravillosa iniciativa de ir conformado la personalidad desde la infancia en nuestro país para que, si aceptamos como cierto que en un cuerpo puede vivir un alma sana, no es menos cierto que es fácil formar un cuerpo sano cuando se tiene un alma sana. Esto es lo que presenciamos anualmente. Por eso yo les pediría a todos los pibes que han intervenido en este campeonato, que han venido aquí no solamente a someterse a una prueba de suficiencia deportiva, sino a estrechar vínculos entre las distintas regiones de la República, que conserven esa amistad que cultivan en nuestros campos de deportes o en nuestros clubes. Que no olviden nunca que esos valores comienzan a conformar nuevas generaciones de hombres que nacen ya animados del sagrado sentido de la solidaridad nacional, y que esa solidaridad nacional es un sentimiento superior en los pueblos; que en cada club, donde veinte o treinta pibes se reúnen para formar un equipo y trabajar en conjunto por las glorias deportivas, se está solidarizando entre núcleos, que es el comienzo de la solidaridad total para el pueblo de la patria; que cada uno de esos clubes para ustedes debe de ser el refugio para pasar horas amables y honorables. Sigan cultivando ese espíritu. Los hombres aislados son sólo salvajes permitidos por la civilización; el hombre que hace vida de relación va cultivándose y cultivando a los demás; ésa ha de ser nuestra tarea del futuro. Por eso, comenzando desde niños a practicarla, nos será más fácil dominar en el futuro el verdadero espíritu que una a la patria y que haga del pueblo una masa de hombres solidarios, compañeros, que viven en colaboración y en cooperación permanentes. Tenemos también la inmensa satisfacción de poder anunciar que deberemos entregar una nueva cancha de fútbol al equipo de Córdoba, que ha ganado este campeonato, y que nosotros desearíamos ver surgir miles de canchas de fútbol en todo el país, donde un grupo de animosos muchachitos corra detrás de una pelota y practique un deporte tan popular como es el fútbol o como es el basquetbol. En el futuro, la Fundación se ha de ocupar para que en todas partes haya el mayor número posible de canchas para los chicos argentinos. En esto tenemos una inmensa satisfacción. Les recuerdo que ya hemos alargado un año más el límite de edad para que los equipos puedan seguir conformados y evitar que se disocien o se disgreguen. Esta práctica la hemos de seguir para que, cada vez más, en esta forma del deporte amateur váyase desarrollando la juventud argentina en una nueva escuela eminentemente popular y multitudinaria. No queremos que jueguen once y miren quinientos mil; preferiríamos que jugasen quinientos mil aunque solamente mirasen once. Esa debe de ser nuestra preocupación, aunque reconozco que también es conveniente que jueguen los grandes cracks, para que los miremos los quinientos mil, porque eso crea ambiente, entusiasma y desarrolla el sentido del deporte practicado a alta escuela. Ustedes, los chicos, deben de seguir trabajando en esto; deben de seguir cultivándose en los deportes. No olviden que ello no solamente les dará salud, los capacitará para la vida, los hará tesoneros y luchadores, sino que, por sobre todo, les enseñará una cosa: que cuando un equipo se pone a luchar desaparecen el interés personal y el individualismo, y que es la combinación de todos los valores, unificados y solidarios, lo que puede llevar a las grandes obras. Nuestro pueblo es solamente un inmenso equipo de hombres empeñados en labrar su propia felicidad y en llegar a alcanzar la grandeza de la patria. Que de ese inmenso equipo que formamos los dieciocho millones de argentinos, tomen nuestros pequeños equipos de chicos que juegan en los campos de deportes el espíritu necesario para triunfar en la vida, para hacer feliz a nuestro pueblo y para hacer grande a nuestra patria. ...............
1953-03-17
En la inauguración del primer año lectivo de la Universidad Obrera Nacional
Compañeros: Invitado por el decanato de esta casa, para dirigiros la palabra en este acto, no he querido preparar ningún discurso. Yo soy de los que creen que la verdad habla siempre sin artificios y en consecuencia, prefiero conversar con los amigos que me escuchan, que espectarles un discurso, quizá, muy lleno de adornos, pero muy falto de fondo y de sinceridad. No escapará a la comprensión de los compañeros que me escuchan, cual es la emoción que me embarga, al iniciar los cursos de la primera Universidad Obrera en nuestra patria. Probablemente podrá haber muchos que sientan una inmensa satisfacción al disponer de esta nueva casa de estudios, en esta Nueva Argentina, pero no habrá ninguno que la sienta con más sinceridad y con mayor profundidad que yo mismo, que en 1945 entreví la posibilidad de desarrollar en esta forma, una mayor elevación cultural de nuestro pueblo. Cuando hablamos de la justicia social, no dijimos que había que llevar solamente un poco más de dinero a los hogares del pueblo argentino o un poco más de comida a sus hijos; hablamos también de nutrir más abundantemente el alma y la inteligencia de nuestro pueblo. No es un fenómeno nuevo que en las etapas en que la humanidad se ha dedicado a explotar las masas populares como carne de cañón en la guerra, o brazo de trabajo en la paz, las clases dirigentes no se hayan dedicado también a hacerlas faltar la necesaria cultura y preparación. Siempre el pueblo ha sido una víctima privada de felicidad, de alimento, pero también, de cultivo, de cultura y de ciencia. Por eso la justicia social, como nosotros la entendemos, no es solamente poseer a nuestro pueblo materialmente, sino también poseerlo intelectual y espiritualmente. La formación de universidades de carácter técnico en el país presupone también, no solamente la formación de un técnico, sino también la conformación de un ciudadano de la Nueva Argentina. Por esa razón yo alabo las palabras que termino de escuchar del compañero Conditti; las alabo porque el fin de la ciencia y el fin de la cultura es la virtud. Las consecuencias de no haber practicado la virtud en las esferas de la cultura y de la ciencia, las estamos observando hoy en los resultados palpables que el mundo nos ofrece. La ciencia y la cultura deben de servir a las virtudes de los hombres y de los pueblos, sino serán siempre mal empleadas. Dar cultura a un hombre, dar la posesión de la ciencia a un hombre, y no conformarle un alma aparente(sic) (ver diario) para bien emplearlas, es como estar proveyendo armas a una mala persona. Cuando en el estudio de los numerosos problemas a que el panorama interno o internacional nos empujan en los momentos presentes, encontramos a cada paso un ejemplo que confirma lo que termino de decir. Cuando vemos que la política internacional de las naciones es un medio para preparar la guerra, nos está demostrando que la política internacional está en manos de malvados. Cuando la política interna de los países, en vez de servir para la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación, desviándola hacia el servicio de una clase dirigente, mediante la explotación del pueblo, de su miseria o de su desgracia, estamos viendo que la política interna está en manos de malvados. Cuando la ciencia se dedica a los progresos para exterminar a la humanidad y no para servir a su felicidad y a su grandeza, estamos viendo que la ciencia también está en manos de malvados. Lo que nosotros queremos, en esta Nueva Argentina, es que la ciencia y la cultura sean del pueblo, y que el pueblo esté formado por hombres que amen a los hombres y no que preparen su destrucción o su desgracia. Cuando la cultura y la ciencia, instrumentos maravillosos de la humanidad, estén al servicio del bien, manejadas por hombres buenos y prudentes, recién podremos decir, que la ciencia y la cultura son elementos positivos y no negativos de la humanidad. Y eso no será posible ni realizable hasta que la ciencia y la cultura estén en manos del pueblo y solamente del pueblo. Por esa razón, nosotros, en nuestros planes de gobierno, luchamos por una ciencia y una cultura populares. No podemos decir que un país sea culto, ni tenga gran adelanto en su ciencia porque tenga tres, o cuatro, o diez sabios u hombres cultos, mientras el resto es un mudo y torpe rebaño de ignorantes. La cultura del pueblo está en que aún cuando no poseamos ningún sabio ni ningún hombre extraordinariamente culto tengamos una masa popular de una cultura aceptable. Por eso, nosotros hemos establecido entre nuestros objetivos, que tanto la cultura como la ciencia son elementos al servicio del pueblo y esgrimidas por las manos del pueblo. No queremos la cultura de una cantidad de adocenados del pueblo. Queremos una cultura popular, queremos que cada uno de nuestros hombres disfrute y haga ejercicio de esa cultura, porque entonces tendremos un pueblo culto, y tendremos una ciencia argentina al servicio del pueblo argentino, que es lo único que justifica la cultura y justifica la ciencia. Esta Universidad Obrera, pone un jalón de avance en la cultura social del pueblo argentino. Pone, quizá, uno de sus más importantes jalones, porque da amplitud y extensión a la cultura popular, y sus puertas están abiertas a todos los hombres del pueblo que sientan la necesidad de elevar su cultura; está abierta a todos los hombres o mujeres del pueblo que tengan inquietudes intelectuales y quieran realizarlas. Las universidades argentinas, por otra parte, son todas de esta característica; pueden los hombres humildes del pueblo ir a cualquiera de las universidades argentinas, donde recibirán el mismo tratamiento, sean ricos, sean pobres, sean hijos de poderosos o sean hijos de los humildes hombres del pueblo. La cultura, que es el pan del espíritu y el pan de la inteligencia, no se le puede negar a ningún hombre del pueblo en un país que se sienta civilizado. Cuando en 1944 soñábamos con la etapa natural que ha de cumplir el pueblo argentino, pensábamos que la capacidad energética de los pueblos, no está solamente en razón del trabajo que realizan cuantitativamente, sino en el factor cualitativo de ese mismo trabajo. Nosotros soñábamos en que nuestra evolución habría de llevarnos desde pueblos pastores a pueblos agricultores, y de pueblos pastores y agricultores a pueblos industriales, como es la etapa natural en la evolución de los pueblos en la humanidad. Se iniciaba la entrada en la etapa industrial. Y la etapa industrial no se puede encarar sin la capacitación técnica y profesional. Fue entonces, en 1944, cuando lanzamos la primera disposición estableciendo la organización de la mano de obra y de la capacidad técnica para la industria argentina. Fue entonces, que pensamos en que nuestros obreros no habían de formarse más en el dolor del taller o en el abuso patronal de los aprendices de otros tiempos, explotados y escarnecidos en los lugares mismos del trabajo, que ellos deben amar y enaltecer. Fue entonces cuando dijimos, ¿cómo es posible que un médico, un abogado, un militar se formen en una escuela donde el Estado les paga sus estudios y un pobre obrero que no tiene medios, que vive en la miseria, tenga que ir a aprender en el dolor del taller o en la patada que recibe de sus patrones? Y de esa idea surgieron las escuelas de orientación profesional, donde nuestros muchachos, respetando y haciendo respetar los lugares de trabajo, debían ir conformando el espíritu de la mano de obra argentina, la que después, en la combinación de las concepciones técnicas y de nuestras máquinas, pudieran surgir los productos industriales perfectos, como hay que perfeccionarlos hoy para que sean útiles. Fue allí, también, donde dijimos: "Pero no es posible que un operario estudie para ser y para morir operario. Es necesario abrir el horizonte a la juventud que trabaja, porque ella es la que construye la grandeza y afirma la dignidad de la República Argentina". Es necesario abrir el horizonte a la juventud, poniendo en cada mochila un bastón de mariscal. Pero esto no se realiza por arte de magia, es necesario impulsarla y encaminarla con el esfuerzo del estado, como se impulsa y se encaminan todas las demás profesiones que se ejercitan lícitamente en la sociedad argentina. Fue entonces, que pensamos, que era necesario hacer evolucionar y dar posibilidad a que esos muchachos operarios, tuviesen sus escuelas de aplicación donde fueran cumpliendo etapas técnicas de progreso. Habíamos observado en todos los horizontes del mundo una limitación inaceptable: operarios que no tenían otra suerte que morir de operarios, después de sufrir y de luchar durante toda su existencia sin ninguna posibilidad de progreso. Esto, cuando se habla del comunismo y de las ideas extrañas, el caldo de cultivo más extraordinario para que proliferen esa clases de pensamientos y de doctrinas, está casualmente en la limitación del horizonte de aspiración para la clase trabajadora. Los hombres del pueblo, como todos los hombres, deben de tener abierto en absoluto el horizonte de aspiraciones para lo que sean capaces. Y en esta tierra, nosotros hemos afirmado que cada uno de los ciudadanos argentinos, si durante su vida hacen méritos, puede llega a ser dirigente máximo de la república y puede llegar a ser presidente de la nación si es necesario. En consecuencia, para que esto no sea una mentira criolla más, es necesario dar las posibilidades para que cada uno se realice a sí mismo; para que cada uno tenga en sus manos la posibilidad de ir ilustrándose y llenando los espacios culturales de su imaginación y de su inteligencia en la medida de su capacidad. Por esa razón, fue necesario estructurar todo un escalamiento en la confección de la concepción general de la Universidad Obrera. Esta universidad compuesta también de un ciclo elemental, de un ciclo medio, tenía que tener su ciclo superior. El ciclo superior lo iniciamos hoy con esta magnífica universidad obrera que ponemos en marcha. Por otra parte, tratándose de estudios técnicos, debía de cumplirse en esto, también con un factor de extraordinaria importancia. No queremos universidades para formar charlatanes y generalizadores. No queremos escuelas para formar hombres que le digan a los demás cómo hay que hacer las cosas, sino hombres que sepan hacer por sí las cosas. Durante un siglo y medio de existencia hemos tenido millones de hombres capaces de decir cómo hay que hacer las cosas, pero muy pocos hombres que hayan sido capaces de realizarlas. Por eso queremos que esta escuela, que nace con nuestras propias orientaciones, sepa que en la vida, ni la ciencia pura tiene ningún valor, si no se la somete a la aplicación. La ciencia pura, y... es un lujo que se pueden dar algunos que no tienen nada que hacer ni les interesa realizar nada. Es la ciencia aplicada, es el conocimiento profundo realizado en el empirismo absoluto de las realizaciones, sino las cosas no valen. Por eso he dicho y he sostenido muchas veces: queremos operarios que se formen en las escuelas de orientación profesional trabajando con sus herramientas y con sus máquinas, que sepan hacer, aunque no sepan mucho decir, porque es siempre más importante hacer que decir; queremos técnicos de fábrica que no solamente sepan decirle a sus operarios "vea amigo, esto hay que hacerlo así", sino que tomen la herramienta y lo realicen ellos mejor de lo que lo está realizando su operario; y queremos ingenieros de fábrica que no sean los charlatanes atildados que vienen una vez por día a la mañana veinte minutos para decir lo que hay que hacer y después se van a su casa, o al café o a la confitería; queremos técnicos de fábrica que se pongan su overall y convivan con sus obreros el trabajo, que sean ellos dirigentes, pero que dirijan y no charlatanes que no sirven ni para un lavado ni para un barrido. Y para esto, hay que tener manos de trabajador y vivir con olor a aceite de las máquinas y las manchas de la grasa, que son indelebles cuando se trabaja. Con lechuguinos no vamos a construir una gran Argentina. La gran Argentina con que nosotros soñamos se va a construir con manos de trabajadores, con brazos de trabajadores y con corazones de trabajadores. Y estoy seguro que la Nueva Argentina será de esos trabajadores; de esos que sepan capacitarse mental y físicamente, como manualmente, en la ejecución de todos los trabajos. La Argentina del futuro ha de ser de esos hombres; por eso quizá hoy estemos echando o colocando la piedra fundamental de una Nueva Argentina que todavía no conocemos. Por eso, compañeros, si yo hubiera de fijar el rumbo en la ejecución de las tareas docentes de esta casa, solamente daría una directiva de muy pocas palabras: tenemos que formar, primero, hombres buenos y del pueblo; segundo, formar trabajadores sobre todas las demás cosas; y tercero, formar hombres patriotas, que sueñen con una Nueva Argentina en manos del pueblo, como instrumento del pueblo, para labrar la grandeza de la patria y la felicidad de ese mismo pueblo. Si formáramos un nuevo grupo de intelectualoides ignorantes de los que tenemos tantos, que simulan saber para aprovechar de los que saben menos, no habríamos hecho un gran progreso sobre lo que tenemos. Hombres leales y sinceros, que sientan el trabajo, que se sientan orgullosos de la dignidad que el trabajo arrima a los hombres, y que, por sobre todas las cosas, sean capaces de hacer, aunque no sean capaces de decir. ............
1953-03-19
DISCURSO EN EL HOMENAJE TRIBUTADO EN SU HONOR POR AMBAS CÁMARAS LEGISLATIVAS
Señor presidente del Senado, señor presidente de la Cámara de Diputados, señores legisladores: Yo deseo que mis primeras palabras en este sagrado recinto de las leyes argentinas, sea para agradecer con mi más profunda emoción este homenaje que yo declino para el pueblo argentino que es mi mandante. Señores, yo no soy ni me he considerado nunca, nada más que el brazo ejecutor de la maravillosa voluntad del pueblo argentino, ¡lo mejor que tenemos en esta tierra! E Interpretando a ese pueblo, es que deseo agradecer en su nombre las amables palabras que en representación de las honorables Cámaras, termina de hacer nuestro ilustre amigo el almirante Tesaire. Los hombres somos elementos positivos o negativos en la evolución de la humanidad. Es así que nos adelantamos a los tiempos para esperar la llegada de los años o marchamos detrás del movimiento de los tiempos. Para el hombre común, ser retrógrado, es intranscendente; para el hombre público ser retrógrado, es un anacronismo inaceptable. Cada uno de los que tenemos la responsabilidad de representar al pueblo en su mandato, tenemos la inmensa responsabilidad de escribir la historia en su nombre. Y nuestra preocupación fundamental, ha de ser estar a la altura de nuestra misión, y para ello, debemos gobernar con sentido histórico como si después de veinte generaciones hubiéramos retrospectivamente de juzgar nuestros propios actos frente a Dios y frente a nuestra conciencia. La historia de los pueblos, he dicho muchas veces, es la historia de la lucha por la justicia y la libertad del hombre. En esa lucha por la justicia y por la libertad de los pueblos, es necesario concentrar humanísticamente, la contemplación de la historia de la evolución de la humanidad. Ella nos lleva a través de todos los tiempos en una evolución orgánica hacia mayores agrupaciones. Desde la familia primitiva a través de las tribus, de las ciudades, de los países, de las naciones, de las confederaciones, ha escrito la historia de la lucha del hombre por la conquista de su libertad, de su justicia y de su independencia. A nosotros nos está tocando vivir esta última etapa. Hemos asistido todavía muchos de nosotros, a la terminación de las formaciones de las nacionalidades en 1870, y presenciamos hoy, un nuevo movimiento orgánico y estructural de los viejos pueblos que nos dieron su origen. Es así que hoy, se está trabajando en Europa por formar la más formidable confederación de naciones que haya presenciado la historia de la humanidad. El año 2000, han dicho los visionarios de la historia, ha de encontrar a los continentes confederados. Quizá esa sea después la lucha de los continentes, hasta que, según anuncian algunos hoy, se llegue a la lucha interplanetaria. El mundo va siempre hacia mayores formaciones orgánicas. Mirando este panorama que nos presenta a los americanos, y especialmente a los americanos del sud, la inquietud de pensar si nosotros hemos de esperar al año 2000 adelantándonos a él, o será que el año 2000 habrá de esperarnos a nosotros en nuestras realizaciones. La elección ha de hacerse de acuerdo al criterio que cada uno tenga sobre el evolucionismo, es indudable que los positivistas del evolucionismo querrán esperar allá, en el año 2000 a que el tiempo llegue, los retrógrados pensarán que es más prudente ir detrás del año 2000 y no delante. Señores: ya no va siendo hora para pequeñas patrias indefensas, el hombre va demostrando cada día sus ambiciones, su injusticia y su opresión. Las pequeñas patrias indefensas tendrán su salvación solamente en su unión, o el futuro ha de demostrar a los que no fueran capaces de ponerse a la altura moral e histórica de los tiempos, que ha de llegar para nosotros y para encontrarnos o unidos o dominados. Esta idea de la unidad y de la unión continental, para nosotros latinoamericanos, no es nueva. Con el primer grito de libertad de 1810 surgió, precisamente de Chile, la primera idea de confederarnos. Ciento cuarenta y tres años han pasado donde no ha habido una sola hora de nuestra historia donde no se haya propugnado por los hombres de buena voluntad, y sin segundas intenciones, la unión de estos pueblos. Y como en la época de la primera independencia que nos llegaba la palabra de aliento para unirnos, de Chile, ciento cuarenta y tres años después, por el ilustre presidente Ibañez, nos llega también el llamado de la unión. Llamado que nos ha llenado el corazón de alegría, porque es el llamado de la tierra y de la sangre hermana, es el llamado de América, el verdadero llamado de América. No hay otro llamado de América. Y digo que es el único, porque es el único que pronunciamos nosotros con el corazón pletórico de amor y de sentimientos. Señores, esa unión de los pueblos de América no necesita ser importada en nuestros países. Ha vivido a lo largo de toda su historia desde sus primeras manifestaciones y se corona hoy con este pacto económico con Chile, que satisface las necesidades de nuestros pueblos, porque solamente para hacerlo hemos pensado en la felicidad de nuestros pueblos en el presente y en la grandeza de nuestras patrias en el futuro. Y hemos coincidido con los hermanos chilenos en pensar, que gobernamos con sentido histórico, no queremos que si mañana esta unión que nosotros anhelamos para América no se realizara, no fuéramos nosotros los que cargáramos frente a la historia con la tremenda responsabilidad de haber desunido a estos pueblos. Nuestra unión, para los que tienen buenas intensiones, no puede prestarse a ninguna sospecha. Nosotros vamos detrás solamente de causas confesables. No tenemos ningún sentido, ninguna causa, ningún sentimiento inconfesable. Nos preguntamos absortos ¿por qué algunos se enojan porque la Argentina y Chile se unen económicamente? Esos que se enojan, ¿podrían, como nosotros, confesar cara a cara por qué se enojan? Es a ellos a quienes desde acá desafiamos a discutir públicamente estos asuntos, en el momento que quieran y en el lugar que deseen. Nosotros gobernantes populares defendemos solamente a nuestros pueblos, no tenemos otro interés que cumplir sus mandatos y defender sus intereses. Nada hay detrás de todos nuestros acuerdos que no sean para beneficio del pueblo y para grandeza de nuestras patrias. En la política internacional de todos los tiempos, como en la actual, hay quienes se interesan por dominar Estados o gobiernos, nosotros somos de los que preferimos que nuestra política internacional sea hermanar a los pueblos, porque los gobiernos somos circunstanciales y los pueblos eternos. Trabajemos por los pueblos, porque los pueblos son los hombres, los Estados y los gobiernos son meramente sus instituciones. Busquemos de unir a esos pueblos, que ellos no dejarán después que sus mandatarios cometan los errores que cometen en el mundo, cuando han llevado a dividir a la humanidad en dos bandos irreconciliables y están listos a aniquilarse, pueblos, naciones y sectores enormes de esa humanidad. Nosotros no trabajamos para matar los hombres, trabajamos para que en colaboración y en cooperación construyan la felicidad de un mundo mejor con el que soñamos y por el que trabajamos minuto a minuto todos los días. Sostenemos la unión de nuestros pueblos, pero bajo las banderas inmarcesibles de la justicia y la libertad, basado en lo que nosotros hemos declarado bandera del movimiento popular: en la justicia social que nadie puede discutir ni negar como derecho del pueblo, en la independencia económica, que es tanto como la soberanía política de la Nación. Con esas banderas que son las que nosotros queremos unirnos, respetados y respetando como amigos, como compañeros, pero no como batallas. En la inconsciencia de algunas prensas venales se ha llegado a decir que esto era un atropello de la soberanía. En los tiempos modernos ya no se producen casi, sino muy aisladamente, atropellos de la soberanía. En los tiempos modernos la soberanía se compra, pero la Argentina no se ha ocupado, no se ocupa, ni se ocupará absolutamente de tan sucios negocios como comprar o vender soberanía. Nuestros acuerdos con nuestros hermanos chilenos, no han salido ni de las ideas trasnochadas de alguna cancillería, ni del sentimiento de lucro de los especuladores o los traficantes, han salido del fondo mismo de nuestra historia y de nuestros corazones. Queremos unirnos a Chile, no por especulaciones políticas ni económicas. Queremos unirnos porque amamos, respetamos y comprendemos a ese pueblo igual que a nuestro pueblo. Porque queremos con su colaboración resolver también nuestros problemas y dar lugar a que resuelvan también muchos de sus problemas. No comprendemos como hemos de traer hombres de las antípodas para trabajar en territorios que no tienen suficiente población cuando nuestros hermanos están al lado para trabajar brazo con brazo con nosotros mismos. No comprendemos porqué hemos de comprar el hierro a 10 ó 20 mil millas de distancia cuando nuestros hermanos lo están sacando allí con su propio esfuerzo y con su propio brazo. No comprendemos porqué una vaca a un metro en territorio argentino de la frontera chilena cuesta 3.000 pesos chilenos y porqué un metro al oeste de esa misma frontera en territorio chileno cuesta 14.000 pesos. Eso no lo comprenderemos nunca, pero la explicación es muy simple: en ese metro que hay del lado argentino le estamos robando a los hermanos chilenos 4.000 pesos y del otro lado los intermediarios le roban los 7.000 restantes. Esa es la verdad. Porque si la canalla intermediaria no interviniese, el pueblo chileno tendría derecho a comer esa carne igual que la nuestra al mismo precio nuestro, entonces recién podríamos decir que somos hermanos, porque no se concibe ni la especulación ni el robo entre hermanos. Señores, ¿quienes se oponen a estos tipos de acuerdo y de uniones entre países libres y soberanos de nuestra América? En el orden internacional, los que medran con nuestra separación o los que tienen malas intenciones para el futuro, porque divididos nos van a encontrar débiles y unidos no va a poder cumplir sus designios. Si hay alguno en el campo internacional que discuta estas uniones, yo lo denuncio públicamente que tiene malas intenciones para el futuro. También se oponen los que sirven a esos mal intencionados mediante pagas o mediante otras dádivas tan horrendamente despreciables como ésta. En lo de la prensa, señores, y ... nosotros sabemos por qué es. Porque le pagan para hablar. Porque le pagan para eso. Ningún americano podría escribir contra la unión de los pueblos americanos, si no fuese un mercenario a sueldo de los que tienen mala intensión. Aparte de eso, y justificando en parte cosas injustificables, hay también por ahí alguna cancillería que todavía actúa como en el siglo XVII con ideas un poco trasnochadas y sonámbulezcas, se les puede tolerar como ideas anacrónicas, retardatarias y retrogradas. Cuando evolucionen o se mueran, cambiarán los métodos y entonces todos los americanos no tendremos que sufrir ciertas ideas trasnochadas y anacrónicas que sufrimos todavía. En lo interno, tanto acá como en Chile solamente pueden oponerse aquellos que van a ser perjudicados en su negocio, pero nosotros estamos para beneficiar los negocios del pueblo y no de los especuladores. Señores, ustedes representan, fehacientemente, al pueblo de la República. Han sido elegidos en las elecciones más puras y más honorables que representa la historia política de la República Argentina. Mi respeto profundo a ese parlamento que es la representación genuina y auténtica del pueblo argentino, me da el derecho a expresarme con la franqueza que lo deben hacer los hombres libres, los que todavía se pueden llamar libres y se sienten libres. Y pueden estar absolutamente persuadidos los señores legisladores que el Poder Ejecutivo en la conducción de la política internacional ha de dar todos los pasos necesarios para que esas uniones se fortalezcan y se reproduzcan. Estamos listos para hacer lo que hemos hecho con Chile con cada uno de los pueblos americanos si es preciso. Y en esto tanto Chile como la Argentina han sido claros y explícitos por las bocas de sus gobiernos: Estamos dispuestos a hacer estos mismos pactos con cualquier país de América. Y es precisamente porque estamos exentos de culpa que podemos arrojar esta primera piedra. Señores legisladores, yo agradezco al ilustre parlamento argentino, que ha de ser un parlamento histórico dentro de nuestra política; que ha de ser el parlamento que ha de dejar el cuerpo de leyes más completo, la dignidad parlamentaria mejor sentada en este recinto; que ha de ser un parlamento en que los hombres humildes y de trabajo que lo forman están dando el único lustre que en nuestros tiempos ha recibido la patria desde este recinto. Es frente a éste parlamento de mi patria, que declaro solemnemente que en la política internacional argentina, que vuestra honorabilidad conoce punto por punto, no hay ni ha habido nada oculto, ni habrá en el futuro nada oculto, porque los negocios de Estado de lo interno como de lo externo, nuestro gobierno lo ha de ventilar en la plaza pública si es necesario. Y ese homenaje que me he permitido declinar hacia mi pueblo, graba en mi corazón una obligación más, frente a este ilustre parlamento, colaborador eficientísimo del Poder Ejecutivo, y al que yo en cada ocasión he dado las gracias, presentándole desde lo más profundo de mi corazón, mi gratitud de compatriota, de argentino y de mandatario, hoy refirmo ante todos los señores legisladores, que esos sentimientos no solamente me satisface sino también me llenan de puro orgullo de patriota y de peronista. ................
1953-03-20
Ante inspectores de enseñanza primaria
Señoras y señores inspectores: Yo deseo que mis primeras palabras sean de gratitud hacia todos ustedes que han colaborado tan eficientemente en la tarea censal que nos hemos propuesto realizar en el país. Tan admirablemente lo han hecho, de acuerdo a la información que yo dispongo, las escuelas, que pensamos que ese puede ser en definitiva el mejor sistema censal a establecer en la República. Todos los resultados de los censos anteriores han sido superados en los números y en la estadigrafía general por los resultados del último censo ganadero. Además de eso, han sido superados todos los tiempos y todas las economías que se pueden realizar en los censos. Este ensayo es para nosotros una verdadera revelación, no solamente en el método censal sino también en el aspecto cualitativo del personal que lo realiza. Hemos llegado con esto a la conclusión, de no solamente de la capacidad del personal del Ministerio de Educación, dirigido por ustedes, sino también a establecer de una manera absoluta que el censo realizado por este sistema será mejor en sus resultados, más económico ya que representa una economía extraordinaria, y, además de eso, de una rapidez tan extraordinaria que pone los datos estadísticos en la mano, en estos tiempos en que es todo tan rápido en su desarrollo, que los antiguos censos resultaban totalmente ineficaces. Un censo que costaba diez millones de pesos, cuyos resultados se tenían a los cuatro o cinco años, y, que en su aspecto general no eran de aproximada exactitud a lo necesario, es totalmente ineficaz. El censo se necesita para gobernar y, si las medidas de gobierno hemos de tomarla cinco años después de iniciadas las tareas censales, ustedes comprenden que eso y no tener nada es exactamente lo mismo. Por esa razón, estamos todos entusiasmados con los resultados del censo, y queremos ensayarlo en otras direcciones, pensando que la escuela argentina tendrá que cargar también, diremos, este pequeño trabajo, que se que lo hacen realizan tan patrióticamente y tan decididamente. Yo no quiero terminar estas breves palabras sobre el aspecto censal, sin agradecerles profundamente a todos ustedes, y rogarles que agradezcan también, en nombre del gobierno, todo lo que los maestros y las escuelas han beneficio del censo. Creemos, señores, que esto hace al magisterio argentino es merecedor de la gratitud pública. No saben ustedes quizás, todo el alcance en que el gobierno es beneficiado con estas tareas realizadas con la eficiencia, con la capacidad, con la exactitud, con la rapidez con que lo ha hecho el magisterio. Yo por eso, ya, que me siento atraído sentimentalmente al magisterio, tengo un motivo más de reconocimiento y gratitud para todos ustedes, que yo les ruego que lo hagan presente a todos los maestros argentinos. Atraído por la ocasión de poder conversar con todas las señoras y señores inspectores, yo, abusando un poco de la amabilidad de todos ustedes, quiero referirme también al Plan Quinquenal. En 1874, dicen que una vez le consultaron a Moltke -que había sido el jefe de la fuerzas en la realización guerra franco-prusiana- a qué atribuía él éxito del pueblo alemán en esa lucha. El contestó: "A los maestros alemanes, que han sabido formar la juventud que termina de vencer". Yo creo que Moltke tenía mucha razón. Yo creo que los pueblos, no quizás en el aspecto de la guerra, que es un aspecto parcial de la vida de los pueblos, pero sí en el aspecto del trabajo y de la vida de todos los días, los maestros tienen una enorme responsabilidad frente al pueblo. La enorme responsabilidad de formar el espíritu, especialmente el espíritu de los hombres del pueblo; de desarrollar sus valores intelectuales y de trabajar intensamente porque todas las culturas accesibles al pueblo y en manos del pueblo, se desarrollan con una amplitud digna de la nación y de la nacionalidad. El maestro tiene esa enorme responsabilidad. Quizá, no se ha dado al maestro la importancia, en nuestro país, que el maestro tiene, dejándolo siempre pospuesto en la situación de gravitación que él debe de tener en el desarrollo del espíritu nacional y del alma del pueblo. Nosotros estamos decididos a entregarles a los maestros la educación integral de nuestros hombres, persuadidos de que al entregarle esa responsabilidad, estamos poniendo en manos capaces y virtuosas la formación del espíritu, de la intelectualidad argentina y de la propia nación. Hemos pasado cinco años, en el desarrollo del Primer Plan Quinquenal, sin cristalizar sobre este aspecto de la organización estructural y funcional de la escuela argentina. Y lo hemos hecho no porque no hayamos tenido anteriormente inquietud a este aspecto de nuestras actividades, sino porque no hemos querido innovar en un área tan sensible como es la enseñanza; no hemos querido innovar sin estar primeramente persuadidos de que esa innovación había de ser constructiva y había de fijar rumbos definitivos. Cualquier otra improvisación hubiera sido, quizás, en perjuicio si lo hubiéramos hecho, por procedimientos aleatorios o precipitados. Hemos querido, primero, conocer, y tener una sensación exacta del estado de organización, sea en su estructura, como funcional, de la enseñanza argentina. Hoy, en posesión de una información suficiente, nosotros hemos decidido ya, marcar rumbos definitivos en ese aspecto de la actividad nacional. Es así que en el Segundo Plan Quinquenal nosotros ya, hemos establecido objetivos, que se nos presentan como fundamentales y que yo me voy a permitir recordar solamente para tener un punto de partida en esta conversación. El objetivo fundamental en materia de educación será realizar la formación moral, intelectual y física del pueblo, sobre la base de los principios esenciales de la doctrina nacional, que tiene como finalidad suprema alcanzar la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación mediante la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, armonizando los valores materiales con los valores espirituales y los derechos del individuo con los derechos de la sociedad. Como objetivos generales, la educación será realizada en todos sus ciclos según la siguiente bases generales: a) la acción educativa en orden al cumplimiento del objetivo fundamental, capacitará a los ciudadanos para la conducción social económica y política del país y para el ejercicio de las actividades correspondientes y b) la educación ha de crear en todos los habitantes del país, por medio de los centros de enseñanzas, por acción directa sobre los alumnos e indirecta sobre el ambiente, una clara conciencia nacional en orden a los objetivos del presente plan. La enseñanza primaria habrá de ser realizada conforme a las siguientes bases particulares: la educación moral de los establecimientos primarios insistirá particularmente sobre los principios de justicia social y solidaridad social, que integran la doctrina nacional. La escuela primaria no solo será considerada como una unidad básica de acción educativa y social en su jurisdicción, sino que, al mismo tiempo, constituirá particularmente un centro de acción censal y de promoción del ahorro popular. En el quinquenio 53-57 la enseñanza primaria tendrá los siguientes objetivos especiales: los programas de estudios serán orientados en orden al conocimiento del presente plan y la escuela primaria será un centro de irradiación de sus objetivos, a fin de crear en la población de su radio de influencia, el clima favorable para su conocimiento y el respectivo cumplimiento de cuanto corresponda al pueblo. Los textos escolares serán estructurados concordantemente con los principios de la doctrina nacional y contendrán referencias especiales acerca de los objetivos que en el presente plan señalan una orientación definida para cada actividad de la Nación. Los programas de estudio que regirán durante el quinquenio 53-57 serán reordenados conforme a los objetivos que señala este plan para los distintos ciclos y especialidades educativas y sobre las siguientes bases generales: adecuación total de los mismos a los principios de la doctrina nacional y los objetivos fundamentales y generales del presente plan. Nuestra finalidad desde el gobierno ha sido echar las bases de una organización. Yo recuerdo que cuando llegué al gobierno, mi principal preocupación fue el de establecer una organización estructural y funcional en todos los aspectos del gobierno y del estado, tarea que es fácil de enunciar pero no tan fácil de realizar; que presupone conocimiento exacto de los asuntos, una apreciación, una resolución, un plan de acción y una planificación para ponerlo en ejecución. Todo este asunto señores, nos ha llevado en los momentos actuales a una organización, organización que ahora debe ser racionalizada en todos sus aspectos. La racionalización, que es función del Ministerio Técnico de Gobierno, tiene para nosotros en este Segundo Plan Quinquenal una importancia extraordinaria. La organización en general plantea cuatro factores que uno no puede violar, y que representan los cuatro principios fundamentales de la organización. El primero es el de la objetividad, vale decir, que la organización esté realizada con un objetivo, que por lo menos se sepa donde uno quiere ir con la organización; no como acostumbrábamos a hacer nosotros aquí una organización para poner cuatro o cinco amigos y después entonces cuando estuviera organizada recién pensar para qué podía servir. El proceso nuestro es el inverso. Nosotros creamos el objetivo, creamos la función, y después recién pensamos en el organismo que la ha de cumplir. Ese principio de objetividad orgánica es indispensable y lo estamos cumpliendo, en la medida de nuestras posibilidades en cuanto a tiempo y espacio. El segundo principio orgánico que nosotros queremos cumplir, es el de la simplicidad. La organización en sus beneficios está en razón directa a su simplicidad, es decir lo indispensable para que pueda cumplir el objetivo y realizar la misión, y no como se hacíamos muchas veces antes, que teníamos que nombrar muchos empleados y entonces hacíamos una gran organización que no funcionaba ni para atrás ni para adelante porque se estorbaban los mismos que tenían que trabajar en las oficinas. Nosotros estamos por tener un menor número de gente, que cada uno trabaje un poquito más, pero que también esté mejor remunerado; no queremos tener mucha gente, mal paga sino poca gente bien paga y con mucho trabajo. El tercer principio de la organización al que nosotros debemos ajustar nuestra acción es el de la estabilidad. Generalmente las organizaciones suelen fracasar por falta de estabilidad. Hay gente que por evolucionismo permanente y sistemático terminan por estar empezando todos los días una cosa nueva, como los locos. Las organizaciones que no tienen suficiente estabilidad fracasan por esa circunstancia. Ahora, es indudable que la estabilidad también ha de conformarse a la necesaria evolución que permita la perfectibilidad orgánica, que es el cuarto principio de la organización. Es indudable que la estabilidad es antagónica con la perfectibilidad: más estabilidad, envejecen, se anquilosan, se hace rutinario el trabajo y no hay perfectibilidad orgánica; pero la evolución permanente en beneficio de la perfectibilidad puede matar también la estabilidad. Es necesario tener un punto que congenie estos dos principios, vale decir, una organización que sea estable pero que en su estabilidad cumpla la perfectibilidad. Para congeniar estas dos cosas que parecen simples pero que son complejas en su realización, nosotros hemos encontrado un sistema en el ministerio técnico, ya que el ministerio técnico es, precisamente, el destinado a mantener un gobierno sobre principios científicos, y una organización sobre principios científicos. Esa es la función específica, por eso él en este aspecto es el encargado de la planificación, que es un principio de la organización y de la racionalización. ¿Cómo congenia el Ministerio Técnico la estabilidad con la perfectibilidad? En lo orgánico. Señores: yo recuerdo que desde que actúo en la administración pública -que ya son muchos años- he visto desfilar por delante de mi conocimiento más de treinta comisiones de racionalización. Aquí hay una pieza donde ha de haber media tonelada de papel, producto de los informes de las comisiones de racionalización. Pero la administración pública seguía tan burocrática, tan intrincada y tan complicada y duplicada como siempre a pesar de los informes de la racionalización. Nosotros estudiamos porque ocurría eso, y llegamos a esta conclusión: la racionalización es el ajuste orgánico del detalle, vale decir, es el ajuste de los tornillos de la organización y que permite mantener un cierto grado de perfectibilidad orgánica. Entonces, pensamos, pero si aquí no había una organización ¿que querían racionalizar? Para hacer un guiso de liebre lo que se necesita es tener la liebre. Aquí querían racionalizar lo inorgánico, y lo inorgánico es irracionalizable. Era necesario, primero, fijar una organización, y realizada esa organización, estructural y funcional, porque algunos creen que la organización es solamente en hacer un gráfico con muchos cuadritos. No, no, no, es el funcionamiento lo importante de la organización, vale decir, lo funcional. Establecido lo estructural y sobre esa estructura orgánica, establecida lo funcional, recién puede entrar la racionalización, que es ajustarle los tornillos para que ese instrumento funcione bien engranado, sin fricciones y sin pérdidas de tiempo o de actividades. Nosotros señores estamos en eso. La racionalización es lo que se impone ahora, que a su vez irá perfeccionando toda nuestra organización. Y eso no lo queremos realizar solamente en la actividad estatal o gubernamental, sino también en la popular. Porque el gobierno necesita esa organización, sin la organización popular no se puede gobernar. Es como si a ustedes, inspectores, yo les reuniera en un campo, todos los maestros, todos los chicos y les dijera: "Bueno, enseñen ahora". Yo les pregunto si ustedes podrían enseñar en esas condiciones. Lo que ustedes tienen que hacer, es jerarquizar la dirección y la enseñanza, luego agrupar los niños por sus condiciones. Muy bien, con el país pasa lo mismo. ¿Cómo puede el gobierno entenderse con dieciocho millones de personas, si esos dieciocho millones de personas no están medianamente organizados? Sin un pueblo organizado no se puede gobernar. Las turbas son ingobernables. Es por eso, que el Plan Quinquenal va, paulatinamente, realizando esa organización. Porque gobernar es difícil cuando uno no lo hace racionalmente. Si yo obedeciese a mis impulsos de general que llevo adentro, organizaría y modelaría toda la marcha de la República con una banda y paso de desfile. Pero yo entiendo que gobernar no es mandar; es, precisamente, lo inverso de mandar; gobernar es persuadir; gobernar es enseñar. La misma tarea que realizan ustedes. Y el gobernante que no sea también un poquito maestro no va lejos, enseguida empieza a tropezar con la incomprensión, que él no sabe destruir y entonces empieza a los golpes donde debiera empezar a los consejos. Esta acción es lo que retarda también la ejecución; pero debemos pensar que el mundo no termina con nosotros, sino que sigue, y que nosotros podemos tener solo la pretensión de hacer algo en bien de la comunidad y dejar algo organizado mejor que como lo encontramos al llegar. Esa es toda la ambición que en el gobierno podemos cumplir. Hacerlo todo, es tarea superior a la vida de un hombre y a la posibilidad de un hombre. En consecuencia, hagamos todo lo que podemos, sin forzar la marcha; porque nadie, en la vida normal y cotidiana, anda a marchas forzadas: todo el mundo camina al ritmo a que está acostumbrado a hacerlo. Y eso no lo debemos forzar. La tarea de persuadir y de enseñar corre paralela a la organización estructural y funcional de la Nación. Yo he tardado cinco años en convencer a nuestros hombres productores, industriales y comerciantes, en que deben organizarse. Lo he conseguido aconsejándoles, pidiéndoles y después bien, haciéndoles ver que, en el mecanismo nacional, si no estaban organizados, pierden plata, que eso es lo más efectivo para eso. Y hemos conseguido finalmente, mediante esta persuasión, llevarlos a una organización. Nuestra finalidad es una finalidad muy natural, dentro de lo que debe de ser la idea de gobierno, y en la que los maestros tienen una función fundamental que cumplir; porque yo me encargo de enseñarle a los adultos y a los viejos, pero ustedes ya me van formando los muchachos dentro de esa idea, para que aseguren ustedes el futuro mientras yo me defiendo frente al presente y al futuro inmediato. Esa es una acción que nosotros debemos combinar y realizar de conjunto. Ustedes en la esfera extraordinaria de acción en que actúan con el prestigio y con el nombre que ustedes se han sabido ganar con su capacidad y honradez de tantos años. El magisterio argentino ha de ser en mi concepto -y conozco muchos países del mundo- el más perfecto de cuantos yo he conocido. De manera que el material humano, lo tenemos. Ahora es cuestión, de que nos pongamos a trabajar todos en una misma dirección, con una orientación uniforme y que pongamos toda nuestra inteligencia al servicio de conseguir pronto y mejor los objetivos que trazamos para el conjunto del pueblo argentino. En esto, es en lo que yo les voy a pedir una amplia colaboración. Nosotros no trabajamos nunca, ni esporádica ni improvisadamente; nosotros nos trazamos nuestros planes, con objetivos escalonados que vamos cumpliendo fatalmente. Creo que esa es la única conquista que suele consolidarse y adquiere carácter permanente: la que uno ha reflexionado profundamente y ha establecido como objetivos a cumplir y después que los cumple, que es lo más importante de todo. Nosotros estamos decididos, en este orden de actividad nacional, de la organización a llegar a completarla cuantitativa y cualitativamente. Cuando uno quiere tener una organización perfecta de un país, o lo más perfecta posible, debe de pensar que lo fundamental está en el espíritu de lo que han de organizar. Es inútil organizar ni los pueblos, ni las naciones, ni los estados, ni los gobiernos, si uno no ha conseguido inicialmente unificar una doctrina que sirva para todos y que encamine los espíritus de todos. Juntar hombres de distinta manera de pensar, distinta manera de sentir, sin haber aclarado los objetivos comunes, es juntar unos cuantos hombres para que discutan y terminen peleando. Si nosotros saliéramos a la calle ahora y juntáramos unos de aquí, unos de Constitución, le planteáramos un tema y los pusiéramos a discutir, y nos fuéramos, a la hora volviéramos quizás estuvieran ya a los sillazos a esa hora. Pero si juntáramos hombres con inclinaciones y aspiraciones más o menos similares, que piensen de la misma manera, que sientan de un mismo modo, y los juntáramos en la misma situación, a la hora es probable que encontráramos que son todos amigos, que se han hecho amigos ya en una hora, porque congenian. De manera que lo primero que hay que organizar es el espíritu de los hombres, hay que organizar su espíritu de acuerdo a una aspiración que puede ser común, y que todos los argentinos no podemos discutir, porque son la conveniencia de todos, del pueblo y de la Nación. Ese es el punto de partida que hemos tenido al fijar una doctrina nacional, afirmada sobre objetivos que ningún argentino puede discutir, porque no puede haber ningún argentino que sea enemigo de que en nuestro pueblo se haga una justicia distributiva, que no haya miserables, pobres o enfermos, llenos de dolor, a quien la comunidad no les de una mano de auxilio. La independencia económica, porque esa justicia social sin la independencia económica no es posible de realizar. Y una soberanía que nos permita la justicia y esa independencia a nuestro modo y no dictada desde otra dirección. Ahora, si esos objetivos que reconocemos todos como irrenunciables de la propia nacionalidad, están dirigidos a labrar la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación, creo también que son objetivos que nadie puede discutir, ni que nadie puede negar, ni que contra los cuales ningún argentino de buena fe puede estar. Bien señores, toda nuestra doctrina nacional está basada en esos objetivos realistas y verdaderamente objetivos de la nacionalidad. Todo nuestro plan se dirige a eso. Nosotros podremos olvidar cualquiera de las formas de ejecución que están fijadas en la planificación misma, pero no nos equivocaremos si pensamos siempre que en un momento de desvarío, de olvido o de equivocación, para salir a la luz, miramos esas banderas y marchamos hacia ellas. Cualquiera sea la forma en que lo hagamos, estaremos procediendo bien. Ese es el principio fundamental de nuestro plan. Ese es el principio fundamental de nuestro plan. Ahora, indudablemente, conformando el espíritu de los hombres mediante una acción persistente, nos permite afirmar que la organización será cohesionada, congruente en el tiempo y racional en su ejecución, que es lo que nosotros necesitamos. Ahora, señores, es indudable que siendo ése el punto de partida de la organización, debemos pensar que al organizar para realizar ese trabajo debemos desarrollar una inmensa tarea de persuasión. La formación orgánica y estructural de los pueblos presupone la necesidad de grandes realizadores, pero tan importante como los realizadores es, en las épocas modernas, la necesidad de disponer de millones de predicadores. Los realizadores organizan y ejecutan; los predicadores forman el alma de esa organización, y una organización sin alma es como un hombre sin alma: es un muerto. Ustedes forman, señores, la legión de los predicadores; la legión de los predicadores, en lo que más noble tiene el pueblo: la niñez y la juventud. Ellas representan el futuro de la patria, de ahí la inmensa responsabilidad que pesa sobre cada uno de los maestros que conscientemente ejercen el magisterio. También sobre los valores espirituales que los maestros deben tener, porque no es suficiente con enseñarle a un niño o enseñarle a un joven. Es necesario también conformarle un alma para que haga buen uso de esos conocimientos. Esta tarea que puede desarrollarse de dos maneras: sistemáticamente y conscientemente. De la enseñanza sistemática nosotros podríamos extraer quizás algunos sabios, pero no extraeríamos grandes ciudadanos, y los que hacen grandes a los países y felices a los pueblos son más, los grandes ciudadanos que los grandes sabios. Por eso nosotros nos decidimos, no por cultivar un reducido número de hombres privilegiados por la sociedad, ni aún por la naturaleza, preferimos llevar un cierto grado de cultura general a la generalidad del pueblo. Porque no es un pueblo culto el que dispone de una cantidad limitada de cerebros privilegiados, sino aquel que tiene una mediana general de cultura aceptables que permita a un gobierno justo, en una comunidad libre, donde cada uno, al realizarse a sí mismo realice también a la comunidad. La rémora de las comunidades está representada por dos clases de individuos: los malos, aún cuando sean inmensamente evolucionados, y los ignorantes, aún cuando sean inmensamente buenos. Por eso, al planificar hemos preferido que la tarea de nuestros maestros esté dedicada a formar hombres buenos y si es posible lo más capaces. Si nosotros cumplimos este objetivo hemos también de obtener los demás; tendremos también los sabios necesarios, pero en cada sabio vivirá una buena persona que es lo que nosotros queremos. Señores: todas estas cosas que yo he dicho y que han de ser lugares comunes para ustedes, las he querido repetir porque son indispensables para el trabajo que nosotros debemos realizar, y es el de conformar una organización popular. Esa organización popular no supone solamente agrupar por actividades a distintos sectores del pueblo. Eso sería estructurar una organización, y nosotros no nos quedamos jamás en la estructuración sino que vamos a ver el desempeño y desenvolvimiento, vale decir, cumplir lo más importante y fundamental de toda organización que es su aspecto funcional. En el pueblo al estructurar esta organización popular queremos darle los valores positivos y primarios que el pueblo debe tener, acción que nosotros dejamos librados en las manos y en la conciencia de todos ustedes. El gobierno seguirá trabajando en el aspecto multitudinario de ese funcionamiento orgánico. ¿Cómo? Nuestro objetivo fundamental es llegar a la unidad nacional. Es una cosa realmente cierta, que a pesar de nuestros casi ciento cincuenta años de existencia, no hemos realizado la unidad nacional. No la hemos realizado como nosotros la pensamos. No creemos que la unidad nacional sea tener un régimen institucional que nos una bajo la ley a todos los argentinos; porque esa es una unidad extraordinariamente aleatoria. Es necesario desarrollar dentro de la comunidad argentina, sentimientos y pensamientos tales, que la unidad sea un hecho por cohesión y no por obligación legal. Sobre las bases orgánicas que ya estamos echando en el pueblo con gran fruto, que permiten organizaciones de colaboración y cooperación, haciendo desaparecer la existencia de clases que ha sido el motivo de lucha permanente de las comunidades modernas. Para hacer desaparecer las clases hay varios sistemas. El colectivismo que reduce todos los hombres a una situación similar, estableciendo una sola clase proletaria. Nosotros pensamos que eso es retrogradar en el progreso y desenvolvimiento de la propia humanidad. Nosotros pensamos, que es posible unificar a las comunidades a base de que todos trabajemos en la actividad en que somos capaces de hacerlo, y que no existirá división de clases en tanto nosotros no establezcamos un sector de la comunidad de adocenados y privilegiados Y esta situación no presupone clases de hombres, sino actividades de hombres, que no es lo mismo; y que combinadas todas esas actividades permita un trabajo armónico, coordinado y en cooperación con toda la comunidad. Yo recuerdo que, visitaba una vez un país nórdico, y me llamó la atención porque una noche en una reunión había numerosas personas, que al llegar para mí eran todas iguales. Eran gentes de un pueblo, de una aldea, bien vestidos, de buenas maneras, igualmente cultos y que conversaban sobre temas generalizados, sin aparente diferencia. Cuando averigüé quienes eran, estaba el abogado, el médico, el carpintero, el herrero y todos formaban un grupo totalmente homogéneo. Eso me habló al sentido humanista con un lenguaje desconocido para mí hasta ese día, y me hizo comprender que es posible que los hombres seamos todos iguales, aún cuando cumplamos tareas diametralmente opuestas, y que eso puede lograrse en una comunidad si la misma esta educada y conformada de modo que acepte los principios humanos por sobre todos los demás principios. Es claro señoras y señores que para conseguir esto, hay que trabajar, hay que enseñar mucho y hay que dar al pueblo la posibilidad que adquiera un grado de cultura suficiente. Y eso es lo que nosotros queremos que se realice en el pueblo argentino. No seremos nunca un país civilizado mientras las diferencias populares permitan que haya un gran sector de analfabetos, de ignorantes por su culpa o por culpa de la comunidad en que viven, que representen un lastre para la propia comunidad. Yo me pregunto si puede llegar a mucho un país que tiene el setenta u ochenta por ciento de analfabetos como hay actualmente. Si será posible llevar ese pueblo a conformar una comunidad modelo en alguna oportunidad. Ellos tendrán que trabajar ocho siglos y quien sabe si lo van a conseguir. Eso, señoras y señores, es lo que nosotros queremos abatir en nuestro pueblo: hacer cualquier esfuerzo y cualquier sacrificio, para llegar a terminar con el analfabetismo; con el analfabetismo de los que aún saben leer y escribir que es el peor analfabeto que hay. Y eso es una tarea no solamente de los maestros; porque si los maestros no están ayudados por el pueblo, por el estado y por el gobierno, son impotentes para realizarla. Esa es una tarea que tenemos que cumplir como una obligación imprescindible todos los argentinos, que tomemos contacto con alguna de esas personas, ponernos decididamente y enérgicamente a combatir, enseñándole o haciéndole enseñar. Esta tarea la hemos de cumplir. Este Segundo Plan Quinquenal ha de terminar con los analfabetos en el país, cualesquiera sean los medios a que debamos echar mano para realizarla. Bien, dentro de ese orden de ideas, yo les diré que para el año 53', al fijar nuestros planes anuales dentro de los objetivos ya establecidos por el plan, en el orden en que hay que insistir más, porque es el que insistiremos nosotros en lo económico, en lo político y en lo social, es en solidaridad nacional. Nosotros ya tenemos organizados grandes sectores populares, les hemos inculcado una doctrina social que los ha llevado a disponer en gran parte de una conciencia social. Yo no sé si habré hecho algo por el país, pero de lo único que yo que me enorgullezco es de haber creado entre los argentinos una verdadera conciencia social. Pero considero que el desarrollo, en una comunidad solamente de una conciencia social. Pero considero que el desarrollo, en una comunidad solamente de una conciencia social, no es suficiente. La conciencia social hay que afirmarla sobre la solidaridad social, porque sino es también una forma solamente, y no un sentimiento profundo de cohesión. Como en todas las cosas, las obras que el hombre realiza con el corazón son siempre las mejores obras. La solidaridad radica, precisamente, en el corazón de los hombres y en corazón colectivo de los pueblos. Ese es el próximo objetivo. ¿Por qué queremos nosotros alcanzar ese objetivo? Porque sin solidaridad social no hay verdadera unidad nacional. La unidad nacional radica precisamente en la solidaridad nacional, y para alcanzar la solidaridad nacional es necesario tener una forma de ejecución. ¿Cómo podríamos nosotros desarrollar ese sentido solidario en dieciocho millones de argentinos dispersos en tres millones de kilómetros cuadrados, de la Quiaca hasta la Antártida, sin contacto? Tenemos que proceder a un ordenamiento orgánico de la población, que nosotros hemos pensado que sea por actividad, y propugnamos la organización gremial, ¿por que? Porque la organización gremial es una organización casi de derecho natural, como el de la familia. Muchas veces un obrero está más con el compañero de trabajo que con sus hijos y con su mujer, habitando el mismo local, con las mismas aspiraciones, con los mismos malos ratos muchas veces, con los mismos inconvenientes, y trabajando en una tarea que es común. Eso ha dado a la organización gremial un cierto sentido de derecho natural, que no tiene ninguna otra organización, ni económica ni política. Pensamos nosotros, que eso, por el hecho de ser una organización de derecho natural es permanente, porque el derecho natural es el que da permanencia, es el que ha hecho subsistir la familia a través de toda la evolución de la humanidad, a través de todas sus luchas, y a través de todas sus conquistas, porque es de derecho natural. La agremiación es también de derecho natural y veánla subsistir a través de los tiempos con distintas formas. La Edad Media terminó con todas las organizaciones antiguas, menos con las corporaciones, que pasaron a través de la Revolución Francesa al sindicalismo actual. ¿Por qué? Porque hay algo de derecho natural en la organización sindical. Es donde, es más aparente y posible el desarrollo de la afinidad y, en consecuencia, es más posible el desarrollo de la solidaridad. Para poder realizar el milagro de la solidaridad nacional recurrimos a esa forma. Agrupemos a los hombres argentinos en organizaciones que permita el desarrollo de esa solidaridad; unámoslos después, y habremos obtenido la solidaridad nacional, base de la unidad nacional. Por cualquier otro camino es más difícil. Se ha recurrido en el mundo a infinito número de recursos y formas para desarrollar el patriotismo, pero mientras el patriotismo no tenga un fundamento real estaremos en gran parte perdiendo el tiempo. El patriotismo no puede basarse solamente en cosas abstractas, porque el patriotismo es un sentido ideal de la vida, pero los idealismos hay que fundamentarlos en cosas concretas y no en engaños, porque el desengaño de los idealistas es el peor de todos los desengaños. En esto nosotros queremos ir afirmando también en realidades esos sentimientos tan importantes en la comunidad. Yo siempre predico esto a los obreros, y he observado en ellos una reacción tan extraordinaria y un desarrollo tan tremendo del sentido nacional en estos últimos cinco años, que me he persuadido de que estoy en el camino de la verdad. Siempre hemos criticado nosotros, los que hemos practicado el patriotismo en nuestro país, las exclamaciones de algunos obreros que, desengañados, decían que la patria no valía nada y que la bandera tampoco valía nada, que era un trapo, y que la patria estaba donde él se ganaba el puchero. Yo de muchacha recibía una reacción terrible cuando oía una cosa de estas. Ahora de viejo eso me hace meditar, y pensar si ese hombre no puede haber tenido razón en una exclamación semejante. Para eso, analicemos la vida que ese hombre ha pasado en una comunidad que no le ha ofrecido sino dolor, sacrificio y miseria, y que, en nombre de esa misma comunidad, un día le piden que el muera por la comunidad, y pensemos si eso es junto; y pensemos si ese sentimiento de solidaridad para con la comunidad puede estar desarrollado en los hombres que de esa comunidad no han recibido sino desprecio y dolor. Y muchas veces, por patriotas que seamos, tenemos que reconocer que en una comunidad injusta no puede existir el mismo grado de solidaridad y defensa de la comunidad por todos sus miembros que en una comunidad justa. Yo siempre comparo esto con el amor de la madre. Hay madres y madres. Una madre que abandona a sus hijos por mala conducta, y después quiere reclamar el cariño de ellos, creo que no tiene mucho derecho. De la misma manera una patria que abandona a sus hijos y después les quiere exigir un sacrificio en su nombre, tampoco creo tiene mucho derecho. Cuando se ha ofendido a los símbolos de la nacionalidad en muchas ocasiones, hemos reaccionado todos, porque todos tenemos un sentido abstracto del valor de los símbolos de la nacionalidad. Pero los símbolos de la nacionalidad son los de la comunidad. Si la comunidad es justa, si la comunidad es solidaria, esos símbolos tienen un valor extraordinario, pero no tienen el mismo valor en una comunidad injusta, en una comunidad que no se hace lo necesario por los desvalidos y desgraciados que toda comunidad suele tener. Señores: todo esto debe de ser motivo de profunda reflexión de los que verdaderamente queremos que este país exista un patriotismo de fondo, para lo cual es necesario crear una comunidad que sea de todos nosotros, y que todos nosotros la amemos. Y cuando se presente el momento de que esa comunidad esté en peligro, no nos veamos impelidos a defenderla por una ley o una obligación con sentido abstracto, sino por un sentido natural de defensa de lo que es propio. He tomado el patriotismo porque es el más evidentemente de todas las cualidades que nosotros debemos inculcar en nuestro pueblo sobre bases racionales y reales, no sobre mentiras o sobre errores. Como hablo del patriotismo podría hablar de la virtud, de la moral y de cincuenta mil cosas más que debemos inculcar en el alma de nuestros hombres, y que eso conforman la base de toda la coexistencia dentro de la comunidad. Formar hombres de esa naturaleza es nuestra misión, es la misión que tenemos todos como maestros de nuestro pueblo, los que tenemos el privilegio de poderlo ser. Y esto es lo que en última síntesis, yo les pido a cada uno de ustedes: que llevemos a los maestros argentinos la persuasión de la necesidad de trabajar incesantemente por esto. Esto es lo único que hace felices a los pueblos y grandes a los países, cuando ellos saben noblemente cumplir con su deber como lo cumplen ustedes, y lleven a nuestros maestros el reconocimiento permanente del gobierno por la labor que realizan, y les digan en nombre del gobierno que tenemos fe en ellos, que tenemos confianza en su capacidad y en su honradez y que seguro de esto es que estamos seguros de nuestro porvenir. ...................
1953-03-25
Al anunciar los precios de la cosecha fina
Desde hace cuatro años vengo anunciando a nuestros agricultores, los precios que el gobierno asegura para sus cosechas con suficiente tiempo, como para que puedan hacer sus planes de trabajo y organizar sus tareas con la tranquilidad necesaria y sin las incertidumbres de otros tiempos, cuando sembrar la tierra, una de las mas nobles tareas del hombre, podía ser comparada con un simple juego de azar, porque no sólo eran los factores climáticos los que preocupaban a los agricultores, sino la avaricia de un sistema económico de explotación, que muchas veces los obligaba a dejar sobre las chacras más quintales de cereal que todos los que acaso se perdían por sequías y granizos. Los tiempos han cambiado. Y felizmente, no soy yo quien necesita ya recordarlo. Lo dicen los mismos agricultores y en cualquier parte del país. Solían decir los políticos de antes, que los agricultores estaban en contra o en favor del gobierno según lloviese bien o no lloviese. Y esta idea llena de malevolencia, que presentaba a los hombres de campo como irrazonables, fue otra de las tantas injusticias de la oligarquía capitalista que nos dominó, y de sus aliados políticos de todos los tiempos. Lo que sucedía, era una cosa muy simple: que los agricultores -que en aquellos tiempos constituían prácticamente el único sector argentino que podía trabajar- se sentían y se sabían positivamente abandonados por el gobierno, pero lo sentían y lo sabían más efectivamente cuando el clima no les era propicio. Ellos sabían que para arar el campo, necesitaban en aquellos tiempos una buena lluvia o varias lluvias seguidas, pero sabían también que con un buen tractor -que solo podían comprar los ricos- les bastaba una sola lluvia regular para asegurar este primer momento fundamental de la siembra. Sabían que si una cosecha fracasaba por razones climáticas, el único recurso era para ellos el acopiador del pueblo, que les prestaba el dinero necesario para sembrar de nuevo. Y éste se lo prestaba con toda tranquilidad: primero, porque a él el monopolio cerealista o el Banco se lo prestaba porque era rico y no a los agricultores, que no tenían otra riqueza que la de su trabajo; segundo, porque además del interés bancario les cobrara siempre algún adicional, y como si fuese poco, le cargaba los precios del "fiado" en las viejas libretas del almacén de ramos generales que indefectiblemente poseía hasta el más incapaz de los acopiadores; y tercero, porque si la cosecha salía buena, el hombre de campo no tenía más remedio que venderla al acopiador que en ese momento le sacaba la cuenta de las "generosidades" que había tenido y de esta manera se las venía a cobrar con elevados intereses. Ahora, el agricultor sabe que el tiempo, cuando es desfavorable, no significa su desastre definitivo. Ahora sabe que su trabajo honrado es defendido por el gobierno como cualquier otro trabajo; y que aún más, es defendido de las mismas inclemencias del clima, porque frente a las inevitables consecuencias, el Estado no permanece insensible y acude en ayuda generosa y desinteresada de los agricultores. En esta acción solidaria del Estado, que representa a la comunidad, se cumple también en todo el proceso de la tarea productiva mediante la distribución de las mejores y más adecuadas semillas y a precios de fomento; el sistema de crédito agrario planificado; la adecuada distribución de maquinaria agraria cuya fabricación ha comenzado auspiciosamente en el país; el apoyo permanente y orgánico al movimiento cooperativo que va sustituyendo todo el antiguo sistema comercial del monopolio; la lucha contra las plagas que antes era siempre un arma política del gobierno para nombrar "langosteros" y de la oposición para criticar al gobierno, es desde nuestros tiempos, una seria y constante preocupación técnica del gobierno. Evidentemente los tiempos han cambiado. El camino del triunfo obtenido no ha sido fácil ni para los agricultores ni para nosotros que tuvimos necesidad de romper las cadenas de la explotación. Incluso el clima decidió probar nuestros nervios y durante tres años golpeó duramente nuestros campos; cuyo desastre tan alegremente pronosticaba siempre nuestra oposición que todavía cree que los agricultores son partidarios del gobierno o sus enemigos, según el estado del tiempo. La cosecha 1952-53, en condiciones climáticas favorables y con una organización agraria del gobierno y del pueblo en plena marcha, demostró que ni los agricultores estaban equivocados cuando sembraron confiados en mi palabra, ni yo lo estaba cuando pedía que sembrasen confiando en el patriotismo y en el tesón de los agricultores. En 1952 el agricultor no ha tenido prácticamente ningún inconveniente a pesar del gran esfuerzo realizado. Hubo buena semilla y a tiempo, maquinaria de roturación adecuada, envases textiles en el momento necesario, créditos fáciles y sin los viejos inconvenientes de la antigua burocracia bancaria que prestaba a los que hacían trabajar para que siguieran explotando a los que trabajaba, eficiente disposición de maquinaria cosechadora, comercialización y pago inmediato de los granos en la generalidad de los casos, transporte y almacenamiento adecuado al tiempo y al lugar pero siempre eficaz y sin ningún trastorno para el agricultor. En este sentido yo deseo agradecer muy especialmente la colaboración de los trabajadores agrarios, organizados en la Federación Argentina de Sindicatos Agrarios, que colaboraron como peones de campo y como transportistas, a pesar de sus propios problemas que patrióticamente postergaron en homenaje a la necesidad nacional de cumplir con la consigna peronista de realizar una gran cosecha. Este agradecimiento muy cordial lo extiendo asimismo a los trabajos realizados por la Fundación Eva Perón cuyo plan agrario fortaleció la fe de los agricultores, ayudando con su grano de arena en la tarea nacional emprendida. Las cooperativas, particularmente sus organizaciones de segundo grado, los órganos de difusión y sus dirigentes llevaron al campo mi palabra y la apoyaron con fe y con entusiasmo, haciéndose acreedores a mi gratitud que representa la gratitud del pueblo argentino en su totalidad. Pero son los agricultores, quienes de manera especial suscitan mi agradecimiento, porque en último término, ellos, son los que realizaron la mejor siembra y la mejor cosecha de los últimos diez años. Yo no suelo decir solamente palabras de agradecimiento, creo que la mejor gratitud es aquella que se aprueba con los hechos. Por eso ahora quiero informarle cuales son los propósitos del gobierno para el futuro. En último análisis, todos ellos pueden relacionarse con nuestro Segundo Plan Quinquenal, conocido en general por la mayoría del pueblo argentino. Pero quiero tener la satisfacción de explicar a los compañeros agricultores algunos de sus aspectos fundamentales. Así por ejemplo, deseo que sepan como una cosa ya definitiva, que el Segundo Plan Quinquenal señala una política permanente en materia agropecuaria e industrial; esta política deberá ser de equilibrio dinámico entre los dos grandes sectores del trabajo nacional. El argentino que trabaja en el campo, lo mismo que el que trabaja en la ciudad, tiene derecho a gozar del mismo bienestar y de la misma felicidad. Ahora yo me pregunto, si puede tener bienestar y ser feliz un agricultor que no posee las condiciones mínimas indispensables que el progreso industrial ha sembrado por todas las ciudades del país. Hemos hecho la reforma social del trabajador industrial mediante la justicia social y la ayuda social ejercida por nuestros regímenes de trabajo y de previsión. Ahora se impone la reforma social agraria. Para ello es necesario ayudar al agricultor a fin de que construya su vivienda -y así lo dispone el Segundo Plan Quinquenal- para que no solo la tierra, sino también su casa lo unan al campo que siembra con tanto ardor y con tanto sacrificio. Es necesario que el campo obtenga los beneficios del progreso en materia de energía; que electrifique sus viviendas; que pueda utilizar los nuevos combustibles y especialmente gas envasado; que se mecanice al máximo a fin de que el trabajo duro de todos los días sea más fácil y más agradable. Es necesario que los servicios económicos y sociales que ahora debe sobrellevar el agricultor aisladamente y por su cuenta, sean organizados por las cooperativas, a quienes corresponde cumplir no sólo con fines económicos sino también con los servicios sociales de toda índole que necesitan urgentemente las familias del campo, creando sus servicios mutuales, y en especial los médico-asistenciales, los servicios de aprovisionamiento y aún la fundamental tarea de ayudar a los agricultores en sus esfuerzos para elevar la cultura social. El gobierno y el Estado cooperaran en esta nueva etapa del campo argentino, mediante el apoyo de la industria agropecuaria que promueve el bienestar del campo, sus planes de créditos para vivienda agraria a cargo del Banco de la Nación Argentina, su apoyo total a las cooperativas en el cumplimiento de sus funciones económicas y sociales, y todas las medidas que de una o de otra manera beneficien a la familia agraria, a fin de que pueda obtener la plenitud de la dignidad que deben poseer y sentir todos los hombres y todas las mujeres de esta tierra, justa, libre y soberana. Solamente así lograremos que los argentinos que viven en el campo se sientan hermanos solidarios con los argentinos que viven en la ciudad; conformando todos, la única clase a que aspiramos: la de los que trabajan. He deseado referirme a estos temas, tal vez un poco generales antes de entrar en la parte final de mi conversación, acerca de los precios de la cosecha próxima, porque no he querido perder esta oportunidad que se me brinda, para decirles a los agricultores a dónde vamos y qué pensamos hacer, a fin de que todos sepan que el destino común de la República depende de lo que cada uno realice por su propia felicidad y la felicidad de los demás. Cada agricultor debe tener presente, de manera fundamental, que el gobierno, el Estado, y las cooperativas, podrán ayudarle en su trabajo y tendrá así la sensación de que no está solo en su noble tarea, pero deseo también que todos sepan claramente que, pese a la ayuda y al auspicio que se les otorga, el beneficio, el bienestar y la felicidad son obra del esfuerzo constructivo de cada uno, y que cada agricultor debe trabajar como si todo el éxito dependiese de su esfuerzo exclusivo a fin de que cuando alcance el éxito, siempre le sobre un poco como para hacer el bienestar y la felicidad de los demás. Debo ahora ocuparme de un tema concreto: los precios para la cosecha 1953- 1954. Cuando los mercados internacionales están en suba, el asunto de fijar los precios de una cosecha con nueve meses de anticipación es cosa fácil: se determina un precio inicial y luego, en el balance final, las ganancias se distribuyen entre los productores. Cuando el mercado está en baja las cosas cambian. En ese caso se requiere pensar bien y prever que si un cereal no se vende ganando, hay que enjugar las pérdidas con buenos negocios, y los buenos negocios no se pueden realizar en cualquier momento. Los precios de 1952 para los cereales fueron fijados con un mercado internacional que se presentaba ya en baja, con relación a nuestros precios internos e internacionales. No obstante ello, nosotros pensamos entonces, lo mismo que ahora, que si bien es verdadera una relación entre los precios internos y los internacionales, en nuestro sistema de economía social, esa relación no es ni debe ser absoluta. En el orden interno del comercio y de los precios está en juego, como supremo interés, el bienestar social. En el orden externo entran ya en juego factores distintos, que van desde la especulación a cargo de los monopolios internacionales, hasta las más sutiles interferencias políticas. Nuestra política de comercio exterior, bien definida en el Plan Quinquenal, nos permite seguir una determinada y justiciera línea de conducta en esta materia, como en tantas otras. Estoy seguro de que ella representa la única solución de tantos problemas económicos que conforman el desorden total del mundo en que vivimos. Ya en 1952 habíamos definido claramente nuestra política de comercio exterior, y fue sobre sus bases, las mismas que acaban de ser convertidas en ley quinquenal por el Congreso de la Nación, como nosotros fijamos los precios para la cosecha de 1952-53 teniendo en cuenta la situación económica y social de los agricultores, y particularmente la situación angustiosa del campo argentino frente a la desgracia climatérica que venía azotando nuestros campos. Felizmente los agricultores, ustedes, los hombres humildes que trabajan nuestros campos no se echaron atrás. Sembraron hasta en los caminos y Dios los ayudó. Sembraron 12 millones de hectáreas en total, y obtuvieron los mejores rendimientos de los últimos años. Yo sé que, en algunos sectores reducidos, los incendios, el granizo desbastaron algunos sembrados. Oportunamente dispuse que los gobiernos provinciales y el Ministerio de Agricultura y de Finanzas, acudiesen a resolver el problema planteado por esas contingencias ineludibles y en la medida de lo posible. Yo sé, por otra parte, que en un orden de cosas más alentador, que los rendimientos obtenidos en general han aumentado los beneficios de tanto esfuerzo realizado a través de tres años de angustia y de sufrimiento. Estos resultados halagüeños me hacen pensar que los agricultores ven con fe y con optimismo el porvenir, y que por esa misma razón, habrán de cumplir total y absolutamente los objetivos que les hemos señalado para el Segundo Plan Quinquenal. A ustedes compañeros y amigos agricultores les corresponde: 1º) Organizar sus cooperativas de primer grado, y el sistema nacional único que les dará la fuerza necesaria para defender por ustedes mismos el trabajo que realizan. 2º) Colaborar con el Banco de la Nación, que es el banco agrario, a fin de que el crédito agrario planificado no sea solamente un elemento financiero, sino un medio para orientar la producción agraria, a fin de que cada uno en su chacra produzca lo mejor, y lo más económico. Siguiendo nuestra terminología habitual diremos que de este modo el gobierno podrá conducir, sin obligar a nadie pero con beneficio para todos, la producción agropecuaria. 3º) Mejorar la técnica de los cultivos mediante la capacitación de los muchachos campesinos en las escuelas especiales, pero cuidar que no se vengan a la ciudad porque en las ciudades no se necesitan técnicos agrícolas sino en el campo. 4º) Pedir y estudiar en las sucursales del Banco de la Nación y en las agronomías regionales el mapa ecológico que aconseja adónde, cómo y qué producto se necesita sembrar. 5º) Solicitar de los organismos del estado que defiendan realmente la salud de los sembrados. 6º) Colaborar con el Gobierno para que en cada zona del país se siembre el tipo de cereal que rinda más y mejores calidades. 7º) Cumplir todos los objetivos del Plan agrario en materia de áreas sembradas. No olvidar que en 1957 tenemos que alcanzar: 8.000.000 de hectáreas de trigo. 2.000.000 de hectáreas de lino. 1.900.000 de avena 1.400.000 de cebada y 2.800.000 de centeno. Por fin y antes de realizar el anuncio general de precios, me permito sugerirles todavía dos o tres consejos que yo estoy seguro cumplirán ustedes de la mejor manera posible, porque en último término los beneficiarios son ustedes mismos. 1º) Muchos campos están perdiendo su fuerza productiva por falta de abonos adecuados. He dispuesto que el Ministerio de Agricultura asesore a los agricultores en esta materia a fin de que no se pierdan nuestras buenas tierras y con ello nuestros altos rendimientos. 2º) Hay que seguir diversificando la producción. La producción tambera y granjera tienen un gran porvenir en la República. Cada casa de campo debe poseer su huerta familiar y cada agricultor ha de saber que debe plantar árboles en su campo contribuyendo así a la forestación del país en primer lugar para su propio beneficio y en segundo lugar para cumplir con la acción forestal de nuestro plan que beneficia a todos. 3º) Por fin les recomiendo ayudarnos para aumentar la capacidad de almacenaje que tenemos, aumentando nuestros silos subterráneos y nuestros elevadores. Todo cuanto se haga en este sentido es poco, porque es prudente acumular los excedentes de los tiempos buenos para que no nos apure el consumo interno en los tiempos malos; para que podamos eludir en los años buenos la especulación artificial y tal vez, para que también algún día nos sea posible resarcirnos de una sola vez de todo cuanto perdimos cuando los monopolios extranjeros vendían a 50 pesos la cosecha que nos pagaban 10. Los precios para la cosecha 53-54 se mantienen prácticamente en los límites de 1952-53. El trigo será pagado $50.- El lino, 65. La avena, 35. La cebada, 42. El centeno, 43. Estos precios con rendimientos normales han sido ampliamente compensatorios en 1952. Yo espero que el clima y los demás factores concurrentes mantengan para 1953 los rendimientos de 1952. Lo demás, yo les solicito a ustedes lo dejen por nuestra cuenta. Cuando el gobierno, según la primera verdad peronista defiende sólo el interés del pueblo, sea en el orden político, social o económico, siempre alcanza la victoria. Yo sé que ustedes ya están pensando en sembrar como en 1952. Me permito pedir a cada una de las provincias agrarias todavía un poco más que en 1952, y lo hago después de haberles expuesto las razones fundamentales que nos impulsan. Tengo plena fe y absoluta confianza en los hombres que trabajan en el campo. Son hombres humildes y esforzados, y en homenaje al cariño que siento por ellos y como una retribución justa de todo cuanto por ellos hizo el movimiento peronista, yo les solicito que sigan adelante por el camino emprendido, que produzcan más y que produzcan mejor, pensando siempre que de cada uno de ellos depende en primer lugar su bienestar y su felicidad y luego, como una noble y alta consecuencia, el bienestar y la felicidad de todos los argentinos que constituyen el cuerpo vivo de la patria, cuya grandeza es mi sueño y es mi esperanza. ..............
1953-03-26
En el acto de inauguración del busto de Miguel Miranda
En este día he deseado llegar a este lugar para rendir un justiciero menaje a Miguel Miranda. Él, como hombre, merece mi gratitud persona, y como ciudadano, merece la gratitud de la República. Es muy posible que muchas personas hayan conocido en vida a don Miguel Miranda, pero es difícil que nadie lo haya conocido en sus verdaderos valores morales como lo he conocido yo, personalmente. En 1944, próxima a terminar la Segunda Guerra Mundial, juzgué necesario constituir un Consejo Nacional de Posguerra, que fuese preparando en el país las medidas con que habríamos de defender a la República en su aspecto económico, político y social, una vez que se desencadenara la nueva situación que había de crearse al terminar la guerra. Fui designado presidente del Consejo Nacional de Posguerra, creado por mí, y llamé a colaborar a numerosas personas ligadas a la economía en su aspecto de la producción, la industria y el comercio de la Nación. Entre las personas que llegaron allí a colaborar en esta importante tarea de acción, como uno de tantos, llegó don Miguel Miranda. Fue en realidad el primer contacto oficial que tomé con él a pesar de que lo conocía desde mucho tiempo antes. El primer día que nos reunimos, en el Consejo Nacional de Posguerra, tuve mi primer pelea con Miguel Miranda. Chocamos inmediatamente. Él era un hombre de carácter y yo también y, en consecuencia, con distintas ideas, nos llevamos por delante. Resolví, entonces citarlo a mi despacho para conversar largamente con él; conversamos varias horas y nuestra primera pelea la transformamos allí en nuestra primera conexión de amistad, de colaboración patriótica y desinteresada. Concertó allí, don Miguel Miranda, toda la acción del Consejo Nacional de Posguerra y comenzamos entre los dos a trabajar esforzadamente para asegurarle a la República que, producida la terminación de la guerra, no se iban a reproducir los fenómenos económicos que en 1918 llevaron a la República al borde de la crisis más extraordinaria que hubo de soportar en su historia económica. Las revisiones que en ese Consejo se tomaron eran la única garantía para el período de posguerra, y en eso Miguel Miranda trabajó esforzadamente. Fue de ese Consejo Nacional de Posguerra que surgió la creación del nuevo sistema financiero y la idea de la recuperación de todos los bienes que habían sido enajenados en la República; de allí surgió el apuntalamiento de toda la industria creada durante la guerra, amenazada de derrumbe tan pronto fuesen abiertas las fronteras a las industrias competitivas extranjeras; y surgió de allí, también, toda la reforma económica que posibilitó a la República en estos cinco años llegar al estado actual de recuperación absoluta y de absoluta independencia económica. En todo eso, Miguel Miranda fue un colaborador insigne, abnegado hasta el sacrificio. Su salud no le permitía empeñarse en una tarea tan abrumadora como era la de enfrentar todos esos estudios. Ayer se ha celebrado la nacionalización del Banco Central. La nacionalización fue idea de Miguel Miranda, como fueron ideas de Miguel Miranda casi todas las creaciones del sistema financiero actual. En la obra de recuperación nacional, Miguel Miranda fue el negociador insustituible y fueron su inteligente acción y su genio de negociador los que permitieron comprar los ferrocarriles por un precio y en unas condiciones de pago que califican a esta operación como la más conveniente y la más fructífera que ha realizado la Argentina en toda su historia de negociaciones internacionales. Hace pocos días se ha publicado un libro en el que el ex embajador de Gran Bretaña, Sir David Kelly, dice que los ingleses se comieron en carne sus ferrocarriles en un año y medio. Esto habla del precio que se pagó por esos ferrocarriles, y todo ese mérito de los miles de millones de pesos que la República Argentina ganó en esas negociaciones corresponde a Miguel Miranda. Señores: Es común que los homenajes póstumos los hombres se excedan en los elogios de los muertos. En esta oportunidad no ocurre lo mismo. Yo no suelo exagerar ni aun para los muertos; digo simplemente la verdad: Miguel Miranda, en la inmensa tarea que representó la recuperación de la República, fue el colaborador más extraordinario, y su honradez y su hombría de bien quedaron demostradas ante nosotros en cada una de las ocasiones en que negoció. Sus enemigos, como los tenemos todos los hombres de acción que trabajamos para bien del país, llegaron a afirmaciones tan aventuradas como miserables. Miguel Miranda, cuando llegó al gobierno era rico y probablemente salió del gobierno menos rico que cuando llegó. Pero yo puedo atestiguar que una vez un negociador llegó a ofrecerle por una venta al Estado argentino una comisión que pasaba de los trescientos millones de pesos a depositar en un banco extranjero. Miguel Miranda vino al día siguiente y me dijo: "General, me ofrecen trescientos millones de coima. Quiere decir que no vale lo que piden. Vamos a darles tres mil millones menos". El pueblo argentino, que ha presenciado durante su historia la venta de la República y la venta de los hombres públicos por moneditas, sabrá apreciar lo que un gesto de esta naturaleza representa en un funcionario de la República. Miguel Miranda podrá haber tenido los defectos que se quisiera, pero estaban justificados por el genio, el talento y el sacrificio que puso al servicio de la República. Los hombres tenemos todos defectos, pero lo que hay que considerar es si sus virtudes sobrepasan en valores positivos a sus propios defectos. Yo, personalmente, he deseado y he querido que en esta estación, quizá la más monumental que existe en la República Argentina, en este hall de entrada, se erigiese el primer busto a Miguel Miranda como un reconocimiento popular a su acción extraordinaria, para que los miles de argentinos que, viajando por nuestras tierras, desfilen por esta puerta de entrada, al pasar frente a este busto, sepan que fue un ciudadano ilustre que la República debe honrar, porque su estado económico actual se debe, en gran parte, a su extraordinaria acción y sacrificio. Miguel Miranda crecerá en sus proyecciones con el tiempo, y cuando la historia de esta etapa que vive la República se abra a la contemplación y a la admiración de los argentinos, su personalidad tendrá, en esta etapa de la historia económica argentina, proyecciones que hoy ni siquiera entrevemos. Ha de ser la historia la que le haga justicia a él, como es la historia la única que hace verdadera justicia a los grandes hombres. Esperemos hasta entonces para ver las proyecciones de la obra de este extraordinario argentino, que en su hora puso su vida, su riqueza y su salud al servicio de la República. Hoy la República reconoce en este acto, por mi intermedio, la gratitud que los argentinos debemos a los hombres que se sacrifican por los demás. ....................
1953-04-01
En la Comisión Especial para resolver el problema de los precios
Presidente: Todo esto, de lo que ya hemos hablado y es público, lo vamos a considerar aquí, dentro de nuestra organización, para tratar de resolverlo. Es indudable que se trata de un problema que, perfectamente, tiene su solución. Y cuando los problemas tienen solución, hay que sacarlos para resolver; cuando no tienen solución hay que tratar de esconderlos. Este problema tiene solución. Por consiguiente, vamos a estudiarlo y resolverlo. No es un problema del otro mundo, y ha sido aprovechado por un sinnúmero de sectores para agitar y promover una solución de molestia entre la población. Han habido, desde luego, muchos factores que se han unido para provocar esa situación; y posiblemente, nosotros hemos confiado demasiado en la buena fe de los que tenían que ejecutar, quienes nos han demostrado que, en realidad, no tenían tanta buena fe como habíamos presupuesto nosotros. Por tanto, tenemos que retornar el problema, llevarlo a su verdadero lugar y resolverlo. Hay algunos aumentos de precios que están justificados, indudablemente el equilibrio ha de establecerse sobre las mismas bases que nosotros tuvimos ya en marzo del año pasado. El proceso de esta situación no es exclusivamente argentina, es un proceso mundial, de manera que debemos considerarlos en su debida forma. No podríamos paralizar esto totalmente si en otra forma no pudiéramos seguir adelante con otro sector o con otro control. Es indudable que en esto no han incidido solamente los problemas que hemos mencionado, y que sería inútil repetir ahora, la parte popular es la que debemos ir tranquilizando, porque ya se advierten maniobras que están agitando a los diversos sectores de la población, y temo que lleguemos a cuestiones un poco graves, como ya hemos visto en otros países -reacciones violentas, incendios, y cosas mas graves con reacción popular contra la carestía de la vida-. Yo quiero evitar, de manera absoluta, todos esos desórdenes que uno sabe como comienzan pero nunca como terminan. En otros países hemos advertido ya las consecuencias de la reacción popular, levantamientos, represalias, huelga de carne -sabemos que en algunos países se ha declarado huelga de carne, se han sacrificado haciendas-, y yo no quiero que a nuestro país llegue ninguna de esas cosas que son mucho más perjudiciales que tomar las medidas que encaucen esa situación. La violencia es perjudicial para el país y para los propios sectores populares, como para los empresarios es siempre más perjudicial una huelga que paralice la actividad de diez días que una medida oportuna. Todo esto incide en mi espíritu y me obliga a tomar medidas rápidas que eviten un desequilibrio de cualquier naturaleza. En estos momentos algunos dirigentes enemigos de nuestra situación se mueven valiéndose de este estado de cosas; se trata de dirigentes políticos y gremiales opositores -y de algunos que se dicen nuestros-, que quieren hacer méritos levantando la población para enfrentar ellos la situación, cuando, indudablemente, está la CGT que es más capaz que ellos y que tiene la suficiente responsabilidad para hacerlo. Tenemos que evitar que toda esa agitación pueda llegar a tomar cuerpo; no podemos permitir que ellos la lleven adelante porque se trata de gente sin escrúpulos que no reparan en realizar cualquier acto por la calle que no nos conviene a nosotros, como gobierno, ni tampoco a los trabajadores ni a los empresarios. Esto se puede arreglar con prudencia, dentro de bases justas y que satisfagan en forma absoluta a las partes y que eviten el desequilibrio. Evidentemente cuando nosotros establecimos el equilibrio del costo de la vida con el poder adquisitivo de los salarios para la carne, por ejemplo, fijamos el precio de 80 centavos, y ahora está a 20 pesos. Indudablemente, hay un desequilibrio, y eso es injusto. También cuando fijamos el equilibrio fijamos el precio del pan en 1,10$, ahora se está vendiendo a 4 ó 5 pesos. También hay un desequilibrio. Lo mismo ocurre con la verdura y con otros productos. Evidentemente, señores, ningún espíritu ecuánime puede dejar de reconocer que aquí hay un problema que es abusivo desde todo punto de vista. Esa piedra libre para hacer eso no puede mantenerse sin una reacción porque al que le cobran 4$ por un kilo de pan, en vez de 1,40$, ó 20$ por un kilo de carne en lugar de 3,50$ tiene derecho a reaccionar porque le están robando. La reacción puede ser de distintas naturaleza, hasta hacerse justicia por su propia mano, ya que la policía y la justicia que existen me impiden enfrentar un problema tan multitudinario como es el de que todos los comerciantes se vean obligados a proceder así. Yo no creo tampoco que sean solamente los comerciantes; están también los intermediarios a los que hay que cortarles igualmente la cabeza. Hay que cortársela hipotéticamente, si es posible, y si no, realmente. Hay que solucionar este problema porque mucha gente está en la picota como ladrón, no siéndolo. ¿Por qué? Porque a él, a su vez, le están robando; él es la consecuencia; no es la causa, es el efecto. Todo eso lo debemos analizar y resolver tomando las medidas que sean necesarias, de cualquier tipo que sean. En este sentido yo quería hacer un llamado a los señores. También hay otros sectores de actividad que hay que contemplar. Ha habido una retracción natural por numerosas causas. Hay deudas del Estado que están impagas y que también inciden porque eso va retirando de la circulación una gran cantidad de dinero. Otro sector de injusticia lo constituye el hecho de que a un hombre le estén cobrando los impuestos y el Estado no le paga la deuda que tiene con él. Indudablemente, vamos a contemplar esos casos y empezaremos a activar el pago de órdenes pendientes para dar un poquito más de impulso a la actividad comercial. Todas estas cuestiones motivarán un sinnúmero de medidas del Consejo Económico que se pondrán a trabajar permanentemente para dar una rápida solución al problema. Asimismo, hay un poco de paralización en ciertos sectores donde se efectúan pagos. El señor ministro de Hacienda tiene a disposición seiscientos millones de pesos en Tesorería para abonar órdenes de pago, las que están atrancadas, no sé por qué. Esos seiscientos millones echados a circular provocarán, lógicamente, una reactivación económica. En fin, señores, hay una conjunción de cosas que las vamos a encarar y a resolver expeditivamente. Ya haremos las averiguaciones para saber por qué causa esas cosas están paralizadas, ya que también puede tratarse de una maniobra para sacar un beneficio deshonesto. A los culpables se les mandará a la justicia y se les aplicará el Código Penal con toda celeridad, de acuerdo a lo que hemos establecido. Con cuatro o cinco que vayan a la cárcel se solucionará este asunto. Es muy sospechoso que seiscientos millones de pesos estén durmiendo en la Tesorería mientras en los Ministerios y reparticiones públicas no se hacen efectivas las órdenes de pago. Ese era un sistema muy lindo en los tiempos de antes para coimear. En esto, el señor ministro tomará las medidas pertinentes. Hay también otras cuestiones que merecerán el estudio del Consejo Económico, tales como el redescuento, los préstamos y los empréstitos que habrá que activar. Quizá la conjunción de todas estas medidas nos den la posibilidad de activar todo eso. La carestía de la vida en el orden de la alimentación es otro de los puntos que habrá que estudiar detenidamente. Los precios de los demás artículos están más o menos estabilizados y se han cumplido. Pero como se ha sustraído la carne, algunos han aprovechado para cobrar más los fideos y otros alimentos, por el que no come pastas, y, naturalmente, a río revuelto ganancia de pescadores. Es humano; deshonesto, pero humano. Pero en Italia, al que hacía eso lo fusilaban, y se hacía todos los días durante la guerra. Aquí, como no los podemos fusilar, ¿Cómo no lo van a hacer? Entonces, nosotros debemos tomar las medidas para que no lo hagan y a ese estudio debemos dedicar toda nuestra atención. Primero, no lo deben hacer porque no tienen necesidad de hacerlo y, segundo, al que lo hace sin necesidad haremos que no lo haga sin necesidad. Eso es en mi concepto ecuánime para nosotros. En consecuencia, yo le pido al Consejo Económico que tome este asunto y resuelva todo lo que corresponda como resolución del Consejo Económico. Hay también una falta de activación. Hay que reactivar el país, porque ocurre que muchos obreros, antes, aún cuando les costara más cara la comida, podía vivir muy bien porque trabajan todos en la casa. Ahora, en cambio, se ha retraído un poco la ocupación y, en consecuencia, trabaja menor número de gente en cada una de esas familias obreras. Si a ese menor número se suma un incremento en los precios, es claro que la carestía se hace sentir con más intensidad. Trataremos, pues, repito, de reactivar por un lado al país, para que se reocupe la gente. Ahora bien, estamos en un plan de equilibramiento y de economía, pero esa economía no debe llegar a tal punto que empecemos a morirnos de hambre, sino que ella debe realizarse sin morirnos de hambre. De manera que todo eso se va a llevar con prudencia, pero vamos a largar, repetimos, medidas no solo de reactivación efectiva, sino de reactivación psicológica. Hay que dar mucha publicidad a eso para que psicológicamente la gente comience a darse cuenta de que hay que reactivar y aconsejar y tomar las medidas, y decir: "esto es para que reactiven", porque sino lo van a llevar a otra parte. Todo esto, que constituye la solución que va a dar el Consejo Económico en el orden de la tonificación general de la economía y de las finanzas, el reajuste de los precios y de los salarios, en forma que podamos restablecer el equilibrio, y las medidas, diríamos, substanciales, aunque secundarias, que nos permitan realizar de la mejor manera y lo mas rápidamente posible el cumplimiento de este programa va a traer una solución a corto plazo. De todo esto puede resultar una cosa que no se pueda realizar efectivamente si no me la pasa a mí. Entonces, yo tomo el problema a mi cargo y con el ejército, si es necesario, lo realizo. Si es necesario, por ejemplo, traer carne, la traeremos, aunque tengamos para ello que tomar por asalto la estancia. De manera que saben que cuando yo me decido lo hago. Es lo único que interesa saber. Ya cargo con cualquier responsabilidad, pero cumplo los designios y creo cumplir de acuerdo a mis obligaciones y responsabilidades. Por eso, le pido al Consejo Económico que se aboque rápidamente a esto. A la Comisión Económica Consultiva, que se expida también rápidamente con las soluciones; que nos diga qué hay que hacer. Además, a toda esta tarea hay que darle amplia publicidad, porque el pueblo quiere qué es lo que se está haciendo, porque no los vamos a convencer con pocas palabras. De todo esto debe darse amplia publicidad. Se está tomando versión taquigráfica de lo que digo para publicarlo y todo debe publicarse. Aquí trabajamos con amplia publicidad. Tanto lo que hace el Consejo Económico como la Comisión Económica Consultiva debe salir a los diarios en su totalidad. Sr. Cabrera.- ¿Me permite, señor Presidente? Usted bien lo ha dicho, que esta Comisión tiene que abocarse lisa y llanamente a resolver este problema, que es de bastante gravedad. No olvidemos que esta Comisión Económica Consultiva no viene a ser apéndice sino continuación de la antigua Comisión de Precios, que dentro de su condición específica y en el plazo estipulado, en lo que respecta al sector obrero- pero no quiero personalizar con el sector obrero sino que todos los sectores que forman esa Comisión- ha cumplido eficientemente con su mandato. Todavía tenemos pendiente esa comisión, que es la que no va a interesar ante la Comisión Económica Consultiva, no el asesoramiento sino la información expeditiva que se ha solicitado a algunos ministerios, en lo que respecta a algunos artículos que hacen al costo de la vida, en qué forma han incidido, cuáles han sido los motivos que han permitido en cierto casos en algunos productos la liberación de precios y, en otros, la fijación de un precio determinado, que no ha sido nunca contemplado ni aceptado por esa Comisión de Precios y Salarios. De esa conclusión y esa armonía necesaria, o de esa concordancia que debe hacer entre la Comisión Económica Consultiva y los distintos ministerios, va a salir la relación armónica, que es la que nos va a permitir hacer el aporte eficaz, o la obra nacional, en la que usted está involucrado consecuentemente, de acuerdo con el compromiso contraído con el pueblo de la Nación. Nosotros, en este caso, en nombre del sector obrero, y hablando con la libertad necesaria, les pediríamos a los señores ministros que, cuando se les solicito alguna información acerca de los motivos que han tenido en cuenta para fijar un determinado precio, sin asesoramiento de un sector o dos de determinada comisión, fuesen lo más explícitos posibles, porque eso nos van a llevar a la conclusión de que en la solución final podremos avalar ese criterio que fijase el ministerio respectivo y no recibir como cosa hecha una planilla de precios para que nosotros, lisa y llanamente, aceptemos. Eso, en nombre del sector obrero, no lo podemos aceptar porque nosotros tenemos una responsabilidad y un compromiso ante la masa obrera, a la cual en estos momentos estamos representando. Sr. Presidente.- Tiene razón. Sr. Gómez Morales.- Yo considero que es razonable lo que dice el delegado, pero quiero hacer notar que en la conformación de la Comisión Económica Consultiva la presidencia de la misma la tiene usted, señor Presidente, y estaré yo y todos los ministerios. De manera que con la nueva conformación de la Comisión todos esos inconvenientes no se van a repetir. Sr. BORGI (de la Comisión Económica Consultiva).- Podríamos decir que si nos mantenemos en ese círculo vicioso y no curamos el mal de raíz, no vamos a hacer y vamos a girar siempre dentro de ese círculo, sin que ninguna solución. Hay que terminar de una vez por todas con los coimeros y con los especuladores. En ese sentido la Confederación General Económica esta dispuesta a actuar, y yo pido a la CGT para que nos aboquemos con ello a buscar rápidamente esta solución. Sr. CAMPOS (De la Comisión de Precios y Salarios).- La Comisión Nacional de Precios y Salarios, cuando actualizó el costo de vida, que tuvo el honor y el gusto de traer a su consideración, señor presidente, propuso, de acuerdo con los tres sectores, es decir, la Confederación General Económica, la CGT y la representación de consumidores, un sinnúmero de medidas a aplicarse para llegar al abaratamiento del costo de la vida. Sr. Presiente.- Las tengo; fueron las que presentaron en diciembre. Se hicieron llegar y se aplicaron, pero no les llevaron el apunte, porque, claro, mientras no sean medidas compulsivas, la gente no les lleva el apunte. Sr. Campos (De la Comisión de Precios y Salarios).- Yo sugeriría que esas medidas que se aconsejaron en esa oportunidad sean nuevamente estudiadas para que se pongan en práctica. Sr. Presidente.- Los que están en marcha por el consejo Económico, ya se empiezan a aplicar. Sr. Gómez Morales.- También hay otro tema importante: el establecimiento de precios justos. En muchos casos se ha dejado libertad para estos precios. Tenemos que volver al procedimiento ya conocido de establecer precios justos sobre todo en los productos alimenticios, que es la parte básica y, en segundo lugar, tomar todas las medidas para hacerlos aplicar. Tenemos que eliminar ese escepticismo reinante de que resultamos ineficientes para hacerlos cumplir. Señor Presidente.- Yo voy a poner el ejército, si es necesario. Pondré un centinela en cada boliche. ¡Lo voy a hacer cumplir a culatazos! ¡Y van a tener que cumplir! Señor Gómez Morales.- En realidad, como decía, se ha formado una corriente de escepticismo. Todos piensan que los precios no se pueden bajar, que las medidas drásticas nunca se toman, etcétera. Yo creo que el precio justo debe ser cumplido de cualquier manera. Señor Presidente.- Naturalmente. Eso es lógico, o se controlan los precios o se deja libertad absoluta: si se controlan, es necesario que los hagamos cumplir, y si no, los dejamos libres, y en muchos casos les van a quemar los negocios y van a adoptar cualquier medida contra los proveedores. Señor Vuletich.- Con respecto a las listas confeccionadas ya, con los precios de todos los productos, y que hace tiempo se publican en todos los almacenes, yo puedo asegurar que no las miran ni les llevan el apunte ni el almacenero ni los compradores: nadie las mira. Más, todavía, en las ferias, las listas de precio de carne mueven a risa; resultan completamente inoperantes. Señor Presidente.- Hay que preparar a la policía en ese sentido. Es necesario que cada vigilante sea un inspector. Aunque cobren cinco centavos de más que llevar al infractor noventa días a Villa Devoto. Señor Gamboa.- A propósito de eso, señor presidente, la dirección de Precios y Salarios solicitaría a los señores funcionarios que los precios que se adopten se den a conocer oportunamente, en forma tal que la gente los conozca y agilice su difusión. Ya hemos insistido en que debemos continuar con el sistema de establecer precios fijos; sabemos que muchos productos han sido liberados y muy pocos quedan con precios fijos. Señor Presidente.- ¡Eso es angelical! ¡Nunca he visto nada igual! ¡Es angelical! Señor Gamboa.- Hay un mínimo de artículos con precio fijo, porque a muchos artículos el precio se los fija directamente el comerciante. Eso debemos evitarlo. Señor Presidente.- Yo le ruego que usted actúe conjuntamente con la Comisión. Señor Ginocchio.- Yo creo que si se establecen precios para el mercado debe haber la suficiente protección para que, de inmediato, se adopten. Yo deseo referirme, por ejemplo, a la producción de fideos. En ese sentido rogaría a los miembros de la CGT que normalizaran la situación en las fideerías, ya que en estos establecidos se produjo una anormalidad que ocasiona la falta de producción. En ese ramo hubo un pequeño conflicto que la Comisión Consultiva tendrá que tomar y considerar a su debido tiempo para que la producción se normalice evitando el entredicho entre la parte patronal y la obrera. Señor Vuletich.- Eso ya está resuelto. Señor Presidente.- Todas esas cuestiones deben ustedes resolverlas. Deben dilucidarlas como corresponde. Por nuestra parte, nosotros también trabajaremos lo que nos corresponda. Muy bien. Es cuestión de estudiar y resolver el problema. Cada uno debe trabajar donde le corresponde. No vamos a tratar de considerar ahora todas las soluciones porque si no tendríamos que discutir tres horas seguidas. Yo prefiero que ustedes discutan las tres horas solos, y yo también discutiré por mi parte. Les ruego que, a la brevedad, traten de encontrar las soluciones y exponerlas. Buenas tardes. Muchas Gracias. ............................
1953-04-09
Ante los granaderos
Señores: Yo he querido, como todos los años, tener la atención de saludarlos en esta breve y sencilla ceremonia para los soldados, que realizamos todos los años con el señor ministro y el Jefe del regimiento. Es un acontecimiento que tiene por objeto que yo tenga la oportunidad de poder saludar a todos los granaderos que han dado guardia al presidente de la Nación. El sólo hecho de haber pertenecido al regimiento de Granaderos a Caballo "General San Martín" es para un ciudadano un honor suficientemente insigne como para grabar en su vida la emoción más grande. Por esa razón quiero reafirmar ese honor con un apretón de manos que doy todos los años a cada uno de los soldados de aquí y entregarles un pequeño recuerdo para que sepan que en esta casa, siguen siendo los soldados de Granaderos hombres de la casa, y que en cualquier oportunidad o circunstancias en que nosotros podamos ser útiles a cualquiera de ellos tendremos la inmensa satisfacción de hacerlo. Al despedirlos les deseo que la vuelta a la vida civil les sea propicia. No olviden que tienen por delante ustedes todo el provenir de una vida. Son ustedes muchachos de veinte años y recién se inician en la vida: sean honrados, sean buenos y trabajan mucho y con esas tres condiciones les aseguro que han de triunfar en la vida. Que esa felicidad que les deseo, sea el mejor regalo que un hombre viejo puede hacer a muchachos de veinte años que se inician en la vida. Que sean muy felices y que les vaya muy bien.
1953-04-17
EN LA INAUGURACIÓN DE LOS CURSOS DE LA ESCUELA SINDICAL DE LA CGT
Yo deseo que mis primeras palabras sean para rendir, a través de la compañera María de la Cruz, el homenaje de nuestra hermandad, de nuestro cariño y de nuestra sincera adhesión al pueblo de Chile. Hace ya diez años que yo tuve por primera vez materializada la dicha de tomar contacto con los compañeros trabajadores a través de sus dirigentes, diez años en los que he tratado de poner todas mis buenas intenciones, todo mi trabajo y todo mi amor al servicio de esta causa que ha pasado a ser entonces la causa de mi propia vida. A menudo llega a mí, a través de la incredulidad común en todos los hombres de la política, la pregunta un tanto maliciosa de las oligarquías y de las direcciones políticas de cómo es posible gobernar sometiéndose al contralor de los trabajadores argentinos, y cómo es posible que un gobierno sea el que propugne la organización, la unidad orgánica de los trabajadores y el progreso de sus instituciones de bien público, dirigidas a fortalecer y consolidar esa organización y a elevar el nivel cultural y social de la masa de los trabajadores. Señores: es posible que nunca un capitalista, menos un oligarca y menos aún los políticos que los sirven puedan entender esto que es tan elemental para nosotros, los justicialistas. Es que yo creo sinceramente que el más grave error que cometió el capitalismo fue el haber enfrentado a las masas proletarias y no haber utilizado todo el tesoro extraordinario de buena fe, de sinceridad de honestidad y de amor que esas masas contienen en sí misma. Nosotros, los justicialistas, hemos dicho que nuestra única razón de ser es, precisamente trabajar para esa masa que todo lo da, que todo lo construye, que todo lo hace, porque entendemos que el descontento de esa masa es el descontento de la propia Nación y del propio pueblo. Nuestra única razón de ser gobierno estriba, precisamente, en que nos encontramos empeñados en hacer que ese pueblo se organice, que adquiera el poder de defensa que se le ha negado siempre y que se convierta en un aliado y colaborador del gobierno a través de sus propias organizaciones. Es lógico que en aquello turbios y oscuros, ya casi olvidados, tiempos del dominio de la oligarquía capitalista, la organización obrera estuviese reducida a una comisión directiva encargada de la lucha por la defensa de los intereses profesionales, porque esa lucha presuponía la muerte, la cárcel, el hambre y la miserias, y cuando estas cuatro cosas se les presentaban a los pueblos, como los jinetes del Apocalipsis, nadie piensa en otra cosa que en lugar y en morir por anularlas. Pero, compañeros, para nosotros los tiempos han cambiado. Ya no se lucha meses y años para obtener una ínfima ventaja. Hoy se discuten nuestros problemas en una mesa de buena voluntad, de compresión y de justicia y se acuerdan los términos que esa justicia impone, y el gobierno se encarga de hacerlos respetar a cualquier precio. En consecuencia, el sindicalismo argentino no puede reducirse a una comisión de lucha en defensa de los intereses profesionales; hoy es necesario extender la esfera de acción dedicándose a otras actividades que, el sindicalismo, necesariamente, tiene que enfrentar en bien de la comunidad de cuya acción los dirigentes son los responsables, a la vez que los artífices. Señores: es necesario que el sindicalismo argentino extienda su organización hacia los sectores de la mutualidad, hacia los sectores de la capacitación, como también hacia los sectores de las cooperativas, en defensa del poder adquisitivo de los salarios. De ahí surge una nueva organización sindical para la Argentina. Con una organización mutual para atender la salud física de sus asociados y para cubrir aquellos riesgos que siempre están descubiertos para el individuo que ha sido imprevisor o al que ha castigado con ensañamiento la desgracia; a ese compañero es la mutualidad sindical la que le lleva la primera ayuda y le tiende la primera mano. Así confirmamos y afirmamos una solidaridad social, sin la cual el sindicalismo no tiene razón de ser. Cuando, empeñado en esa defensa, el sindicato construye policlínicos, construye maternidades, levanta dentisterías y servicios externos para la revisación y el cuidado de la salud de sus asociados, ¿cómo podría el gobierno estar en contra de él? ¿No ven que si no lo hace el sindicato o el pueblo, lo tiene que hacer el gobierno? En consecuencia, ¿cómo vamos a estar en eso frente a los sindicatos? ¿No realizamos una misma labor y marchamos del brazo ayudándonos? Esa es una concepción humana y a la vez muy conveniente para los gobiernos que proceden con inteligencia y con justicia. Si se trata de la defensa de los salarios, ¿pero cómo el gobierno podría esta en contra de una comisión de hombres que defienden sus derechos a la luz de la justicia que brindan nuestras leyes?¿Cómo podemos estar nosotros, gobierno, en contra de una comisión que lucha por elevar los salarios de sus gremios, si al establecer en nuestra Constitución los Derechos del Trabajador estamos demostrando que el gobierno es el principal responsable de que estos derechos se respeten? ¿Y cuando el sindicato establece la necesidad de instalar en todos ellos cooperativas o proveedurías para defender el poder adquisitivo de los salarios frente a la concepción rapaz de la vida que tiene algunos comerciantes? Si el gobierno es el primero que está empeñado en evitar a los ladrones que están destruyendo la obra social en la elevación del poder adquisitivo de la masa mediante ese robo que es el agio y la especulación, ¿cómo podría en esto estar enfrentado a los sindicatos, que están realizando la misma obra que está decidido a realizar el gobierno? En esto también marchamos del brazo y de acuerdo. Señores: y cuando ustedes hablan de lo más fundamental, quizá, para el futuro de las organizaciones obreras, la instalación de una escuela sindical en cada gremio y de las escuelas sindicales generales de la Confederación General del Trabajo; si ellas están encargadas en elevar la cultura general de la masa argentina, en elevar la cultura social y en preparar los encuadramientos conscientes y prudentes que el sindicalismo necesita, si se trata de elevar la cultura del pueblo, ¿cómo el gobierno podría estar en contra, si tenemos millares de escuelas encargadas de la misma tarea? Esto explica la sin razón del sobresalto de las oligarquías capitalistas y de los políticos que la sirven, pensando en que yo estoy fabricando mi propio cadalso al fortalecer las organizaciones obreras. Ellos olvidan un detalle: que ellos, frente a las organizaciones obreras, estuvieron para combatirlas; yo estoy para ayudarlas. Esa es la resultante: que ellos estuvieron para engañar al pueblo, y yo estoy para servirlo, y para mí no hay más que un solo pueblo, el que trabaja, el que sufre y el que construye. Ese es el único pueblo. Como termina de decir el compañero Valerga, siempre he sostenido que en este trabajo incesante, que es la preparación y elevación cultural de nuestra masa popular, el dirigente cuenta en primer término. Las organizaciones, efectivamente, según me lo viene demostrando la experiencia, no cuentan tanto por el número de cotizantes cuanto por la calidad de los dirigentes que los encuadran. Yo repito siempre, al respecto, una vieja afirmación de los griegos: vale más un león al frente de cien ovejas, que una oveja al frente de cien leones. El nacimiento de las escuelas sindicales argentinas, a través del método prudente y sabio que las propias organizaciones han establecido, dejando que cada escuela sindical gremial nazca y viva al calor y a la influencia del propio gremio, era lo necesario porque el dirigente sindical es difícil hacerlo. Este nace y prolífera dentro de su propia organización. Cometeríamos un grave error si substrajéramos de los gremios las escuelas sindicales y formáramos algo así como un enciclopedismo gremial que capacitara a hombres para todo, lo que presupondría que no están capacitados para nada. Estas, como ustedes saben, necesitan su clima y su almácigo. Sin eso mueren ya al nacer o se deforman. Las escuelas sindicales funcionan en el propio gremio y reciben de él la influencia directa. No es lo mismo defender los intereses profesionales de un oficio, de una profesión o de un trabajo, que defender los de otro. Son distintos los gremios en su organización. Son libres en la interpretación de sus acciones y de sus reacciones y, en consecuencia, el dirigente ha de formarse allí machacando en la fragua de todos los días, que es la fuente de toda enseñanza y de toda sabiduría. Por eso los jóvenes dirigentes que se capacitan en las escuelas sindicales, han de recibir la influencia de los viejos dirigentes. Especialmente en nuestra evolución sindical, esto es importante. Que esos viejos dirigentes que peinan canas -a los que les quedan canas-, y que han luchado y que han sufrido en las épocas duras del sindicalismo los que han visto morir a su lado a sus compañeros de lucha, los que han sufrido la persecución, la cárcel y la miseria a que los condenaba la lucha sindical; esos tienen mucho que enseñarles a nuestros jóvenes dirigentes. Les van a enseñar lo que ellos después tardarían mucho en aprender, en el dolor y en la lucha; les van a pasar el testimonio de la historia, el testimonio que les mostrará que siempre no ha sido Jauja, que había otras épocas en que había en que sufrir y que morir; y les enseñarán, por sobre todas las cosas, una: que el dirigente debe ser un luchador, que el dirigente debe ser un vigilante permanente en defensa de los intereses. No queremos dirigentes sometidos, esos dirigentes a los cuales la oligarquía se encargó muchos años de inculcarles la resignación, que es algo así como inculcarles la esclavitud. La resignación es el alma de la esclavitud. Mediante esa resignación, propalada e inculcada, si le da la dosis de opio necesaria al pueblo para que se someta a la miseria, a la explotación y al dolor. Esos no son ni nuestros deseos ni nuestros métodos. Queremos dirigentes que sientan su responsabilidad, que protesten cuando hay que protestar y que se impongan cuando deban imponerse. En suma, compañeros, lo que la escuela sindical debe formar, ya que el manejo de la dirección y conducción sindical es tarea de hombres o de mujeres capacitados para esa conducción; lo que la escuela sindical debe formar -repito- son hombres y mujeres, pero en la verdadera acepción de la palabra: luchadores y conquistadores. Compañeros: También se necesitaría -y eso lo ha encarado admirablemente también la Confederación General del Trabajo- una escuela que no solamente se unilateralice con la dirección de un sector sindical, sino hombres de concepción integral, que aprecien el problema de la conducción general del movimiento sindical. Y así como las primeras escuelas forman para la dirección de los sindicatos, la escuela sindical de la Confederación General del Trabajo debe formar dirigentes para la Central Obrera. Los conceptos son distintos en la conducción táctica de la lucha de los gremios que en la conducción estratégica de la totalidad del movimiento. Y lo uno está tan compenetrado en lo otro, que podríamos afirmar que la existencia de magníficos sindicatos, no unificados en una central obrera, no significa ninguna fuerza, así como una central obrera formada por sindicatos malos tampoco tiene ningún valor. Y la calidad del sindicato, la unificación del movimiento y la calidad de la Central Obrera, estarán directamente proporcionados con la capacidad y calidad de los dirigentes que representan. Por eso, la existencia de la escuela sindical argentina es quizá en el mundo, uno de los primeros ejemplos donde la clase trabajadora está pugnando no solamente por la posesión de sus derechos y su justicia presentes, sino asegurando el destino, sintiéndose ellos propiamente artífices del pueblo, que es de su pertenencia, y que debe defender mediante la calificación de sus hombres, no solamente en la honestidad, que es común entre los trabajadores, sino en la capacidad que es la aspiración del futuro. En esto, compañeros, cada trabajador no debe ahorrarle un minuto a su capacitación. Cuando la clase trabajadora argentina ve que los destinos de la nacionalidad están en sus manos, es de su responsabilidad luchar porque esos destinos sean manejados con honestidad y con capacidad. Esa es la responsabilidad de estos dirigentes, donde se está formando la nueva clase directora de la República Argentina. Sería extraordinariamente largo que yo me explayara en un análisis que los compañeros conocen tan bien como yo y que hemos repetido ya en numerosas ocasiones frente a los dirigentes gremiales de toda la República. Yo he querido solamente recordar en esta ocasión cuánto esperamos los argentinos de buena voluntad, que somos servidores reales y sinceros del pueblo, de esta legión de dirigentes que comienza a adquirir su capacidad en nuestras escuelas de capacitación sindical; cuánto espera la República de la honradez y de la capacidad de estos hombres, donde, como digo, se está salvando, más que el presente de la organización obrera argentina, el verdadero destino de la Nación. En esto, compañeros, con el orgullo que ello ha de representar, va también involucrada la tremenda responsabilidad que comienza a pesar sobre la espalda de todos nosotros. En esto es que cada obrero argentino, como dicen las verdades peronistas, no deben sentirse jamás más de lo que es, pero debe tener la suprema aspiración de no llegar a ser menos de lo que debe ser. Pero, compañeros, este deber de la hora que cumplen las escuelas sindicales argentinas, no es toda la acción que la escuela sindical debe desarrollar en la masa de trabajadores. Sería poco que organicemos tantas escuelas sindicales solamente para formar un sector de hombres capacitados; debe tener también influencia directa e indirecta en toda la masa. No olviden que este es el sector intelectual de la masa trabajadora argentina, que ha de extender toda la utilidad que recibe de estas escuelas al resto de la masa. La escuela ha de servir para elevar en ella el nivel cultural e integral de la misma y debe servir para desarrollar cada día más la solidaridad social. Y sobre esto quiero decir dos palabras. Hasta ahora nosotros hemos desarrollado una conciencia social de la que todos estamos satisfechos, que no ha quedado reducido al horizonte de las organizaciones sindicales sino que ha trascendido a todas las demás organizaciones, y hoy casi podríamos decir que el más oligarca de los oligarcas, siente cierta repugnancia cuando no se cumple un sector o un factor de la conciencia social que hemos desarrollado. Hoy, a todos los hombres, aun a los que no son tan buenos, les repugna en su conciencia violar la conciencia que nosotros hemos establecido en el pueblo argentino. Y esta conquista es una conquista extraordinaria, pero a nosotros no nos debe satisfacer del todo. El desarrollo de una conciencia, social es sólo un sector de lo que podemos hacer en este sentido. Es una acción dirigida a la comprensión y a la inteligencia de los hombres. Es dirigida a los buenos sentimientos de los individuos, pero tenemos que ir más allá. Esa conciencia social debe dar un paso adelante, convirtiéndose en solidaridad social, que ya toma el alma de los hombres y el alma de la comunidad. El cambio a recorrer, alcanzando objetivo tras objetivo escalonaría perfectamente bien el sentido de esa solidaridad. Primero, despertar en las masas populares una conciencia social, incrementarla y darle una mística personal hasta convertirla en una solidaridad social, que ha de terminar en una solidaridad nacional, única solidaridad a través de la cual podremos llegar a la verdadera unidad nacional. En esto, compañeros, ustedes me entenderán perfectamente bien; de dar un ejemplo; supóngase, cada uno de ustedes, en el puesto de presidente de la República, ¿Quién no sabe que la unidad nacional es quizá uno de los objetivos mas importantes a realizar para tener una verdadera Nación? Pero la unidad nacional no se consigue geográficamente; es necesario desarrollarla anímicamente. La unidad nacional debe estar en los corazones y no en los mapas, y nosotros hemos de luchar para que en la escuela argentina desde niño, comience a inculcarse esa solidaridad social que ha de conducirse a esa unidad nacional. Y la escuela sindical debe hacer el mismo trabajo en las masas que llegue un día, en esta bendita patria, en que el dolor de un hombre no sea nunca ajeno a ninguno de los otros hombres que formamos la comunidad argentina, y para que en esta patria no se vuelva a repetir nunca el anacronismo monstruoso de hombres que deseaban tener, toros gordos aunque para ellos fuera necesario tener peones flacos. Frente a ese problema, un hombre de conciencia y que siente su responsabilidad, y que quiere aprovechar sus horas para realizarla, no tiene más que un camino: la organización de la comunidad. Si una comunidad organizada, en la cual cada hombre es un enemigo de otro hombre, no se puede realizar la comunidad. Y cuando la comunidad no se realiza, es inútil que los hombres que la componen luchen para realizarse a sí mismos. Los hombres se realizan en una comunidad que se realiza. Es como un barco; si el barco se hunde, ninguna llegará a puerto; para llegar a puerto, tiene que llegar el barco. Con la comunidad pasa lo mismo; o la comunidad no realiza, y dentro de ella se realizan sus componentes, o allí no se realiza nadie, ni la comunidad ni los hombres. Bien, compañeros, ¿cómo hago para desarrollar dentro de la comunidad ese sentido de solidaridad? Comienzo por la organización. Imaginen ustedes un sindicato: ¿Dónde la ayuda mutual? ¿Dónde la ayuda material? ¿Dónde la capacitación? ¿Dónde la prédica? ¿Dónde la defensa de los intereses comunes podrá desarrollar mejor el sentido de solidaridad que en ese sindicato de la misma manera en que todas las demás organizaciones de carácter cultural profesional, comercial, de la producción, de la industria, etcétera? Desarrollado el sentido de solidaridad en las agrupaciones, en la raíz común, será posible obtener un sentido nacional de la solidaridad, a través del cual, únicamente, se puede obtener la unidad nacional. Ese es un programa que está en plena ejecución en la República Argentina, y ustedes saben mejor que yo, que eso se va realizando y se va realizando a pasos agigantados, porque también nosotros estamos dando ocasión de que eso se produzca, cambiando las formas anacrónicas en que hemos vivido. Yo recuerdo, que desde muchacho, de doce o catorce años, ya me empezaban a inculcar el patriotismo. Indudablemente, nadie puede desconocer el valor extraordinario que como fuerza propulsora de los pueblos, es le patriotismo; pero hay que analizarlo, no corren tiempos en que se puedan inculcar en las masas valores abstractos, sin considerar también las situaciones positivas y concretas de los hombres y de los pueblos. El capitalismo siempre elaboró el patriotismo sobre cuestiones abstractas, porque no tenía nada concreto que ofrecer a sus pueblos, entonces creó un sinnúmero de símbolos que no representaban sino una idea de lo que todos sabían que no era así. El patriotismo, como lo entiendo yo, es el verdadero sentido de solidaridad, es amor a la comunidad, es amor a los hombres y mujeres que componen esa comunidad. Yo no puedo amar ni las casas, ni las calles, ni los campos, ni las bestias; yo amo a mis hermanos, y ese es el verdadero patriotismo. Pero, ¿cómo podría llegarse a ese amor si dejamos libertad para que en la comunidad desorganizada cada hombre sea un lobo para el hombre, de acuerdo, a la vieja sentencia? Es necesario primero crear esa comunidad amable, uno ama lo que es para amar, no lo que es odiar, y eso es una cosa que radica exclusivamente en el alma de las personas. El amor a la patria, es como el amor a la madre; si una madre tiene un hijo y lo tira en un zaguán, y después, a los veinte años lo encuentra y quiere que la ame, es una injusta y una ilusa, ese hijo no tiene por que amarla; el amor está en el sacrificio de la madre, en la ayuda de la madre, cuando el niño la necesita. La patria, es en cierto sentido la madre de todos nosotros, pero si es una madre desnaturalizada que sólo nos da miseria, dolor y hambre, ¿cómo podemos amarla? Pero cuando esa patria se desvive a través de su comunidad, de su gobierno, a través de cada uno de sus hombres, porque nadie sufra, por que nadie llore, esa es la madre que queremos todos y entonces ese patriotismo es natural. Ese patriotismo no se hace por discursos ni por enseñanzas, ese patriotismo es innato en los individuos, y lo que debemos hacer es que el patriotismo sea un sentimiento natural y un credo. Pero los oligarcas capitalistas que explotaron al pueblo, no pudieron ofrecerle ese amor leal, y entonces le ofrecieron símbolos en los que nadie creía. Cuando todos amemos a la patria como amamos a nuestra madre, Dios lo libre al que intente hacer algo contra la patria; no habrá nadie que no vaya a defenderla presuroso. Pero son muy pocos los que irían a defender una patria que solo está al servicio de cuatro vividores políticos y oligarcas que se sirvieron de ella a través de la miseria y de la explotación de su pueblo. Compañeros: he querido presentar este ejemplo descarnado para mostrar que es necesario que los símbolos de la nacionalidad sean honrados por la patria misma, para que en ellos no exista el escarnio de mostrarnos un símbolo que resulte para nosotros el símbolo de la explotación o de la miseria. Cuando esa comunidad, consciente y responsable de su deber, defienda a todos sus hijos, no habrá necesidad de símbolos porqué el más grande y mejor símbolo será la propia comunidad. Entre las numerosas tareas que la Escuela Sindical tiene, está la de llevar a la masa esa verdad. Ir formando los verdaderos sentimientos del pueblo argentino que desplacen y reemplacen a los viejos sentimientos del engaño, de la explotación y de la mentira. Esa tarea esclarecedora entre las masas trabajadoras es también función de la Escuela Sindical, porque si algún día las oligarquías o los políticos quieren volver a escarnecer al pueblo y a explotarlo, utilizarán al mismo pueblo como instrumento para hacerlo, engañándolo a través de sus escuelas, de sus diarios, de sus revistas, del cine, etcétera. Y cuando no los tienen, a través de rumores o de cualquier otra cosa. Esa es la tarea de engañar al pueblo y darle el veneno repartido en todas partes para que el mismo lo tome y se muera. Es el viejo método del capitalismo y de la oligarquía: hacer que el pueblo se haga el harakiri, para ellos poder explotar en su beneficio todo lo que un pueblo tiene de explotable en su trabajo, en sus sacrificios y en su abnegación. Por eso, estas escuelas sindicales están destinadas a abrir los ojos a nuestros hombres; a abrirles y a ampliarles la inteligencia, porque cuando el hombre abra los ojos y vea claro, sabrá qué es lo que le conviene, y se pondrá en la defensa de su propio interés y no podrá ser engañado por el más ingenioso de los malabaristas de la oligarquía o de la política. Que cada hombre sepa qué es lo que le conviene. En 1944 yo aconsejaba ya a mis queridos compañeros, los trabajadores, sobre esta tarea. Es necesario que de allí, de esas escuelas, surja el discernimiento, para que cuando le den a uno un diario, o escuche la radio o le cuenten un cuento pueda someterlo primero al propio discernimiento antes de dar el fallo. Hay que desarrollar la profundidad de análisis propio en cada uno de nuestros hombres, para que se califiquen y se capaciten para su propia apreciación. Yo recuerdo que contaba un viejo cuento que me enseñó mucho en mi vida. Una vez, mi padre, que era estanciero de la Patagonia, compró unos carneros finos aquí en la exposición rural; se los mandaron para allá, para el Chubut, pero él tenía la impresión, cuando llegaron, de que se los habían cambiado, como siempre hacen estos "vivos". Yo, que era chico, la dije: "No papá, ¡qué van a cambiar! ¿No ve que son los mismos animales?" Y miraban las orejas, que estaban perforadas y todo. "¡Como van a cambiarlos! Es gente seria". Mi padre no me contestó: "Mirá no te ilusiones mucho con la gente seria, con que siempre dice la verdad. Mirá, fíjate vos". El tenía un perro grande, que se llamaba León. Y le dice: "León, León". Y el perro vino. Ves -me dijo-, le digo León y viene, pero no es León, es perro". No he olvidado nunca esa lección, y quizá sea por ella que estoy aquí hoy; porque si no, hubiera creído siempre que el perro es León. Por lo menos, a mí me educaron y tuvieron siempre para que yo creyera que el perro era León. Pero yo puse mi propia imaginación y mi propio discernimiento y me di cuenta, desde hace muchos años, que ese león que nos presentaban no era león: era perro, y muy perro. Si cada escuela sindical fuese capaz de darle a cada dirigente una lección como la que yo recibí de mi padre en esa ocasión, probablemente los destinos de nuestro pueblo estarían bien custodiados y bien dirigidos. Quizá lo que más necesite el hombre en su vida, es aprender a discernir por sí. Cuando un pueblo tiene en cada ciudadano un hombre capaz de discernir por sí y un hombre interesado en la cosa pública ese país está salvado; pero cuando a los ciudadanos no les interesa la cosa pública y ellos no son capaces de discernir sino en majadas, ese país está irremisiblemente perdido. El valor de un pueblo. Dios quiera, que estas escuelas sindicales iniciadas bajo el auspicio de la prudencia y la sabiduría de nuestros propios dirigentes, pueden cumplir ampliamente con esa función. Y yo les pido a ustedes, compañeros, que no descansen un momento, para que esas escuelas sindicales no se transformen nunca en instrumentos de inútil e inoperante enciclopedismo sindical; que forman allí hombres de acción, que son los únicos que salvan; los demás suelen servir para embrollar a los pueblos y para complicar la vida a la humanidad. Muchas gracias. .......................................
1953-04-20
Al inaugurar los cursos del año lectivo
Muchas veces, a lo largo de estos años, en que he debido soportar sobre mis hombros la responsabilidad que pesan sobre el presidente de la República, he dicho que gobernar es persuadir, que gobernar es educar y es enseñar. Los pueblos y los hombres que no conocen y comprenden la verdad que les llega por el camino de la enseñanza, de la educación y de la persuasión, frecuentemente caen víctimas de la mentira y del engaño, que son las armas con que luchan la explotación, la opresión y la ignominia. Los culpables de tales desgracias, o son los maestros o son los hombres, que no aceptan la enseñanza de la verdad. Como gobernante de mi pueblo y por lo tanto como primer responsable de su formación integral para la vida, yo me siento tranquilo con mi propia conciencia. Junto a mis tareas de gobierno he realizado una permanente tarea de enseñanza y de persuasión. He tratado de ser siempre para mis conciudadanos más que un presidente un amigo, un humilde maestro del pueblo, diciéndole la verdad, fundada en una doctrina de principios simples, claros, profundamente humanos, y respaldando esa verdad con el inmenso caudal de sus realizaciones. A pesar de las luchas que he debido soportar, con los enemigos externos del país y los enemigos internos, los resultados de mi trabajo como primer responsable del adoctrinamiento nacional me llenan de orgullo y de satisfacción. Todos sabemos, y esto lo descuentan todos los maestros desde el día en que asumen la responsabilidad de su misión, que algunos se persuaden más fácilmente que otros de la verdad que se les ofrece. Yo sé que la verdad de la doctrina nacional que he venido ofreciendo a los argentinos no ha persuadido a todos. Hay quienes no quieren persuadirse. Hay también quienes están persuadidos pero no quieren reconocerlo. Y no faltan tampoco quienes de buena fe, no aceptan nuestros principios, porque prefieren ver nuestros errores sin advertir que junto a ellos, se levantan como montañas nuestras realizaciones. Son por ejemplo quienes no aceptan nuestra doctrina porque la escuela a la que mandan sus hijos no está en condiciones dignas de cobijar a los niños a quienes consideramos los únicos privilegiados; pero no ven cómo nosotros en seis o siete años de gobierno, hemos dado escuelas nuevas y dignas a la tercera parte de los alumnos del país construyendo más edificios escolares que todos los gobiernos que nos precedieron. La incomprensión de quienes no se persuaden, no puede detener la tarea de enseñar y menos la tarea de realizar. Es mejor, y por lo general, seguir enseñando y seguir trabajando. La tarea de persuadir solo puede ser interrumpida para sancionar a los que están persuadidos, saben la verdad, pero no quieren que se realice plenamente, porque ahora, como en todos los tiempos de la historia, hay hombres que prefieren servir a la mentira. Este largo preámbulo de mi conversación de esta mañana, dirigido principalmente a los maestros, tiene por objeto hacerles conocer mis pensamientos acerca de la responsabilidad que ellos han asumido en relación con el porvenir de la República, representado por los niños y jóvenes alumnos que el pueblo deposita en sus manos. La República Argentina tiene ahora, por primera vez una doctrina nacional, que no es, como se ha dicho con mala intención, la doctrina de un partido político. Es la doctrina de un pueblo que la hizo suya, es la doctrina de la patria misma, porque la patria no es, no puede ser, solamente sus fronteras y sus símbolos que son elementos inertes. La patria vive y se hace permanente y eterna en sus hijos, y empieza y termina en sus diez y ocho millones de habitantes, porque si todos ellos, por una tremenda e hipotética desgracia dejasen de existir, yo me pregunto si algo de lo demás podría tener algún valor eterno. Lo único eterno de las naciones son los pueblos, no sus símbolos, ni siquiera sus fronteras. Por eso insisto tanto en crear un alma en nuestro pueblo, para darle la unidad nacional que necesita para vencer sobre todas las vicisitudes de la historia. El alma de nuestro pueblo debe ser conformada sobre los principios de la doctrina nacional que él ha aceptado plenamente a través de su inmensa mayoría, por su eminente contenido humanista y cristiano. En estos años pasados, los que transcurrieron durante nuestro primer gobierno, hemos tratado de realizar una inmensa tarea material en relación con la enseñanza del pueblo. Las escuelas primarias construidas, los colegios e institutos secundarios, las escuelas fábricas, las escuelas técnicas, comerciales, profesionales, industriales, de aprendizaje, normales comunes y normales regionales, etcétera, concurren, como realizaciones efectivas para que sobre ellas empecemos a levantar el edificio espiritual del porvenir: el alma de las generaciones futuras. Siempre dijimos que aspirábamos a que los niños empiecen a sonreír desde la infancia, y no solo lo dijimos, hemos sembrado el país de realidades para que los niños de esta tierra se sientan felices y sonrían. Sobre este clima de la niñez argentina, los maestros tienen que construir un pueblo extraordinario, que no sea egoísta de su felicidad, que sepa conservarla y aumentarla con sacrificio, y que no olviden jamás que la felicidad no consiste en la satisfacción de todos los placeres, porque el placer de vivir sin penas bien vale la pena de vivir sin placeres. En este momento de la vida nacional, y en esta primera lección del año, que he de dictar mientras sea responsable del gobierno de mi pueblo, y teniendo en cuenta que la doctrina que yo he venido enseñando y realizando ha sido declarada Ley de la Nación y de todas las provincias, como Doctrina Nacional, yo delego en los maestros y profesores argentinos la responsabilidad de inculcarla en los niños y en los jóvenes de la Nueva Argentina. Yo sé que ellos, maestros y profesores que viven en contacto con el pueblo, sabrán hacerse merecedores de esta responsabilidad y que la patria deberá brindarles algún día su más profunda gratitud precisamente por haber sido ellos los creadores del alma nacional. Hace pocos días declaré que este es para todos los argentinos el año de la solidaridad social. Los maestros tienen una importante misión que cumplir para realizarla. Ya tenemos una conciencia social formada en nuestro pueblo. Ahora cada argentino se siente un poco responsable de un destino común y sabe que él es un poco de la patria misma. También tenemos un pueblo social, política y económicamente organizado. Ahora, nos hace falta insistir sobre todos los hombres y mujeres, niños y ancianos que viven bajo nuestro cielo, a fin de que todos cumplamos con un principio esencial de la doctrina nacional, y que se expresa en ella con el lema de todos para uno y uno para todos. Por ese camino, poco a poco, llegaremos a realizar la verdadera y auténtica unidad nacional, en la que cada argentino se sienta hermano y amigo de todos los demás, como si todo el pueblo de la patria, no fuese más que una inmensa familia guiada por una sola idea común, vivificada por el mismo corazón y por los mismos sentimientos. Yo sé que una tarea tan noble y tan alta solo puede entregarse en manos de hombres y de mujeres acostumbrados a servir con dignidad y con nobleza. Nadie mejor entonces que los maestros de la niñez y de la juventud, que han hecho de su vida un ideal de sacrificio y de abnegación en el servicio del pueblo y de la patria. A los niños y jóvenes alumnos, sólo quiero decirles dos palabras muy simples que, junto a mi saludo cordial, les lleven mi consigna para el año lectivo que comienza. Ellos saben que están siempre muy cerca de mi corazón. Quiero que sepan, que también pienso frecuentemente en ellos. Cuando la lucha desatada en contra de nuestros ideales por los enemigos del país intenta doblegar mis energías, las renueva y las enardece el recuerdo de la niñez y de la juventud que está creciendo en toda la República. La generación que yo represento por la mayoría del pueblo, no puede ni debe pensar solamente en su felicidad presente, porque la patria no termina con nosotros; la patria seguirá en su juventud de ahora y después en sus niños de ahora y de mañana. A nosotros nos toca luchar y sufrir para que la patria que encuentren los niños y los jóvenes de 1953 cuando asuman nuestras responsabilidades sea más grande y más feliz que la patria vendida y entregada que nosotros encontramos. Pero los niños y los jóvenes de ahora deben ir sabiendo, que la felicidad no se regala nunca. Se gana trabajando todos los días y a veces luchando y aún sufriendo todos los embates del sacrificio y del dolor. Hay una felicidad que está por encima de todo dolor, de todo sacrificio, de toda lucha y de todo trabajo: es la íntima felicidad del deber que se cumple honradamente por el bien de los demás. Enseñar y estudiar con la mirada puesta en el bien que ahora y en el futuro cada uno podrá realizar para los demás, es la consigna que dejo para maestros, profesores y alumnos en esta primera lección del año. Siguiendo, en otro orden de cosas nuestro viejo lema de hace diez años nacido en la inolvidable Secretaría de Trabajo y Previsión, y cuyo enunciado conocieron todos los argentinos: "Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar", yo deseo anunciar en esta oportunidad y sumariamente, los hechos y las realizaciones que van a jalonar nuestra ruta en 1953. La fundación Eva Perón ha entregado ya al Ministerio de Educación para ser habilitadas, 310 escuelas -289 en provincias y 21 en los territorios- que serán habilitadas en territorios que serán habilitadas en el curso actual. De estos 310 edificios escolares, 175 reemplazan a viejas y derruidas escuelas de la Argentina que nosotros encontramos; y 135 corresponden a nuevos establecimientos educacionales. La Nación ha terminado de construir y habilitar desde 1946 hasta la fecha 1.282 edificios destinados a la enseñanza primaria, 17 institutos secundarios y 9 escuelas fábricas distribuidas en todo el país. En 1953 serán habilitados tres albergues escolares que resolverán el problema de la dispersión escolar para la enseñanza primaria; serán creados once establecimientos de enseñanza media cuya nómina es la siguiente: Colegio Nacional en Santos Lugares, Colegio Nacional de San Miguel; Colegio Nacional de Coronel Pringues, Colegio Nacional de General San Martín en Mendoza, Colegio Nacional General Güemes en Salta, Curso del Magistrado anexo al Colegio Nacional de Comodoro Rivadavia, Escuela de Comercio de Rafaela, Santa Fe, Sección Comercial anexa al Colegio Nacional de Santos Lugares, Sección Comercial anexa al Colegio Nacional de San Miguel, Escuela de Comercio de Puerto Deseado, Sección Comercial anexa al Colegio Nacional de Vicente López. Además, en el sector de la enseñanza técnica serán organizados 14 institutos cuya distribución y especialidad es la siguiente: tres escuelas industriales en la provincia de Buenos Aires, cuatro escuelas profesionales en el interior del país, tres misiones monotemáticas de especialidades requeridas en localidades del interior, cuatro misiones de Cultura Rural y Doméstica también en el interior del país. Dependientes de la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional comenzarán a funcionar asimismo, durante el año 1953, seis nuevas escuelas fabricas de las siguientes especialidades: del Papel, del Frío, del Vidrio, de Relojería, del Caucho y Plástico y de Arte Musivo. La enseñanza media, básica y especial, ha sido incrementada desde 1946 hasta la fecha casi en un 100%. En 1946 el país tenía 354 institutos de este tipo. En la actualidad funcionarán, a partir de la fecha, 652. En 1946 la Nación tenía 42 escuelas fábricas que habían sido creadas por la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional desde la Secretaría de Trabajo y Previsión y a partir de 1943. Al iniciar este año lectivo funcionarán 131 establecimientos fabriles- escolares con 240 cursos. En la enseñanza primaria, la Nación inicia el año lectivo con las 8.000 divisiones de grados creadas en 1952, pero el número de los mismos será incrementado según las exigencias de la población. Los cursos medios, básicos y especiales, iniciarán el año lectivo con 294 divisiones nuevas: 98 para colegios nacionales y liceos, 98 para escuelas normales, 91 para escuelas de comercio y 7 para escuelas normales regionales. Los cursos de enseñanza técnica industrial y profesional tendrán 15 divisiones nuevas y las escuelas fábricas de la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional 83. Los planes de estudios han sido modificados en todos los ciclos de la enseñanza a fin de que los alumnos conozcan y vivan las realidades del país en su dinamismo actual y se capaciten de tal manera que desde la niñez y la juventud conformen una personalidad que los haga miembros útiles de la comunidad a fin de que cada uno integre la sociedad nacional y la sociedad nacional se integre con ellos. En la enseñanza primaria los nuevos programas están dirigidos al entendimiento de los niños sobre quienes se inicia ya la tarea de formarles una conciencia previa de la solidaridad social y de la unidad nacional, fundadas en la concepción básica del pueblo como esencia viva de la patria. Al mismo tiempo los programas insisten en la trascendente misión de las virtudes del espíritu, que dan vigor y permanencia a las naciones en su misión histórica. En la enseñanza media básica y especial, profesorado técnico profesional se establece una lógica correlación y ordenamiento racional que permitirá a los alumnos pasar a los distintos tipos de enseñanza superior sin mayores inconvenientes. La enseñanza media en sus diversas formas será, según los nuevos programas, eminentemente práctica y humanista; porque tiende -según nuestros principios doctrinarios- a formar hombres de bien que sirvan a la patria sirviendo al pueblo que es su esencia viva y perdurable. Los planes de enseñanza técnica se reducen a seis años. porque el país necesita con urgencia de grandes cantidades de técnicos que serán destinados principalmente al desarrollo y progreso de la producción industrial y agraria. La inclusión de la materia cultura ciudadana, tiende a capacitar alumnos en los principios básicos contenidos en la doctrina nacional cuya expresión concreta es el Segundo Plan Quinquenal de la República. Sobre este particular recomiendo a los profesores y maestros, se dediquen a estudiar los objetivos fundamentales, generales y especiales del Plan, no sólo entre los alumnos, sino en el ámbito grande o pequeño que tengan asignado. Deseo asimismo que llegue a todos los maestros del país el texto completo de las palabras que dirigí oportunamente a los inspectores de enseñanza primaria con motivo del Primer Curso que se les impartiera sobre las nuevas funciones censales en la Escuela. En la enseñanza superior, los nuevos programas comprenden el cumplimiento de la prescripción constitucional, que establece la obligatoriedad de cursos de formación política que serán adaptados a cada tipo de enseñanza superior comprendiendo como materia: la "Formación de la cultura argentina, Estudios Económicos Argentinos; la Independencia Económica, Estudios sociales argentinos; la Justicia social, Organización política argentina y soberanía política. A los maestros y alumnos universitarios y secundarios, deseo recordarles muy especialmente, que perfeccionen sus organizaciones sobre el lema de solidaridad social adoptado en 1953. Los maestros verán mejorada aún su situación económica en 1953 mediante la creación de la Dirección de Obra Social del Ministerio de Educación que ha de valorizar sus salarios organizando nuevos y valiosos servicios sociales y económicos. Por de pronto el Ministerio de Educación nos informa, que a mediados de 1953 será inaugurada la proveeduría central de la mencionada Dirección cuyos beneficios recibirá la totalidad del personal. En otro orden de cosas, sin perjuicio del estricto cumplimiento de los objetivos del Segundo Plan Quinquenal y atendiendo a sus enunciados he dispuesto que el Ministerio de Educación, en reemplazo de los viejos maestros que se jubilen o que fallezcan en el ejercicio de su noble tarea, designe con preferencia ineludible a los hijos de los mismos que reúnan las condiciones de idoneidad exigida por la Ley. Deseo anunciar asimismo, que se han terminado los trámites para nacionalizar nueve establecimientos adscriptos a cuyos fines se ha reajustado el presupuesto de la Nación. Esta medida beneficia a 1.000 docentes y 5.000 alumnos. Estas y otras realidades y realizaciones que escapan en este momento a mi memoria, serán objeto de la acción constructiva de 1953. Para terminar y junto con mi saludo cordial, solo me resta recabar la cooperación de todos, y me permito descontarla en homenaje al patriotismo y al amor por el pueblo que vibra como algo natural y lógico en el corazón de todos los maestros y de todos los niños y jóvenes de la República. .............
1953-04-21
ANTE BASQUEBOLISTAS QUE INTERVINIERON EN EL TORNEO INTERBANCARIO :
Señoras y señores: Deseo que mis primeras palabras sean para agradecer la amabilidad que ustedes han tenido de llegarse hasta aquí, para darme la inmensa satisfacción de estrecharles la mano. La Asociación Bancaria Argentina, viejos amigos nuestros, compañeros, como los llamamos nosotros, me da a mí también la gran satisfacción de poder conocer, por lo menos, los equipos que han competido en este campeonato interbancario. El deporte para nosotros tiene una profunda significación y en nuestros planes de gobierno tiene igualmente sus objetivos para cumplir. Vale decir que nosotros interpretamos que el deporte es una de las tantas actividades nacionales objeto de una meditada planificación de gobierno. Creemos que entre todas las cosas que el gobierno debe realizar mediante una racionalización orgánica y una planificación la más amplia posible, el deporte ocupa un lugar tan importante como todas las demás actividades. Por eso vemos la llegada de amigos y hermanos del continente que nos traen la enseñanza de su acción y el estímulo de su compañerismo, con el corazón abierto a la noble inquietud de ganar en esa cancha, más que un partido, numerosos amigos que necesitamos tener dispersos por todo el mundo. Entendemos que en la escuela más grande que puede tener el país en la formación anímica de su población, en la conformación de su pueblo, el deporte ocupa un lugar prominente. Nosotros creemos que estamos forjando mediante el deporte los verdaderos hombres que el futuro de la patria necesita. Este aporte de ustedes lo apreciamos y lo guardamos como un signo de nuestra amistad, ininterrumpida de tantos años y de una hermandad efectiva, que anhelamos todos los argentinos con todos los pueblos americanos. Ya no es probablemente para nosotros un acto ni protocolar ni obligado, es el placer de los amigos que reciben a otros amigos, a quienes ofrecen lo más grande y lo más puro que tienen, que es su amistad y su cariño. Yo deseo que ustedes, mientras están en nuestra tierra, se sientan aquí como en su propia tierra, que se sientan así como en su casa, porque la República Argentina, para los sudamericanos, no es un país extranjero; es un país de hermanos que ofrecen todo lo que ellos tienen, desde lo más profundo de su corazón y con la sinceridad y lealtad más absoluta. Hemos querido dar esta muestra a todos los países sudamericanos, hemos querido mostrar a ellos nuestro corazón. No se si lo habremos logrado, pero el que viene a esta tierra y lo compulsa hombre por hombre, llevará la impresión exacta de que aquí se quiere a los latinoamericanos y se los quiere de verdad. Nosotros no estamos haciendo una política internacional; nosotros estamos haciendo una cuestión de sentimientos, una cuestión que nace del alma de cada uno de los ciudadanos argentinos. Lo único que yo les pido es que al regresar a sus patrias, lleven estos sentimientos y esta verdad, que es una verdad que será inalterable en nuestra tierra. Nosotros, en nuestra acción de gobierno, trabajamos por esa hermandad; pero trabajamos por esa hermandad no en discursos de cancillería ni en comidas protocolares. Trabajamos para la amistad de nuestros pueblos, que es la única amistad perdurable. Por eso, no nos interesa por sobre todo que vengan grandes diplomáticos ni personajes a conversar con nosotros; nos interesa que vengan sectores del pueblo a compartir la vida de nuestro pueblo, sabiendo que lo mejor que hay en esta tierra es nuestro pueblo. Seguramente, al recibir sectores de otros pueblos americanos, recibimos también lo mejor que hay en cada una de esas patrias. Lleven el saludo del pueblo argentino, que yo les ofrezco, al pueblo de cada una de sus patrias, recordándoles que los pueblos no mienten. Podrán mentir sus representantes, pero los pueblos no. Y este sentimiento, que nace de lo más profundo de los sentimientos de nuestro pueblo, no puede ser una mentira, no será jamás una mentira. No sé si verdaderamente soy el intérprete de mi pueblo, pero lo que sí yo sé es que cuando yo pulso el sentido y el sentimiento de nuestro pueblo no me suelo equivocar. En esto, nuestra política es una sola: hacer lo que el pueblo quiere y no defender ningún otro interés que no sea el interés del pueblo. Y el pueblo quiere la hermandad con los pueblos latinoamericanos; y el pueblo quiere que defendamos el interés de América como el propio interés. Y yo estoy decidido a cumplir ese mandato popular hasta el último minuto de mi vida. No se si mi sinceridad será bien entendida; pero lo que sí se es que soy profundamente sincero. Lleven con estas palabras a todos los bancarios de los países que ustedes representan y a los pueblos de los cuales ustedes forman parte, un abrazo cariñoso de un hombre, también del pueblo argentino, que piensa y siente que en esa grandeza de los pueblos está afirmada la única grandeza posible de nuestros países, y que en esta hermandad y confraternidad de nuestro pueblo está la única seguridad que el futuro de nuestra historia ofrecerá al continente latinoamericano. Muchas gracias. ...........
1953-04-24
EN EL SALÓN BLANCO DE LA CASA DE GOBIERNO ANTE REPRESENTACIÓN DEL COMERCIO MINORISTA QUE CONCURRIERON A EXPRESARLE SU ADHESIÓN EN LA CAMPAÑA DEL AGIO Y LA ESPECULACIÓN
EN EL SALÓN BLANCO DE LA CASA DE GOBIERNO ANTE REPRESENTACIÓN DEL COMERCIO MINORISTA QUE CONCURRIERON A EXPRESARLE SU ADHESIÓN EN LA CAMPAÑA DEL AGIO Y LA ESPECULACIÓN Señores: No es la primera vez que en este mismo lugar nos reunimos quizá con un objeto similar al que nos reunimos en estos momentos. Yo deseo hacer algunas consideraciones sobre lo que termino de escuchar. Y decirles a los señores que si algún sentimiento el gobierno ha puesto siempre en evidencia ha sido el de la tolerancia, el de la cooperación y el deseo de no causar mal a nadie sino de producir el mayor bien al mayor número de personas posibles. Nuestras medidas de gobierno no son nunca ni han sido nunca unilaterales. En este momento nosotros tenemos enfocado el problema del gobierno, desde un ángulo en el cual nadie puede ser perjudicado en sus intereses sin escuchar a los representantes de esos intereses mismos. La creación de la Confederación General Económica de la República Argentina nos ha permitido establecer contacto con todos los sectores de la producción, la industria y el comercio. Los representantes que allí existen, son los representantes reales y fehacientes de esos intereses, desde el momento que son esos mismos intereses quienes los han designado. El gobierno no tiene intervención ni quiere intervención, ni en la organización, ni en la conformación y menos aún en la representación que esas comisiones consultivas tienen frente al gobierno. Si la actual Confederación General Económica, como termina de decir el señor, necesita una subcomisión que represente al comercio minorista, ese no es asunto del gobierno, es asunto de la Confederación General Económica y el gobierno no quiere meter las narices donde no debe de meter las narices. Para que esas organizaciones sean realmente representativas del comercio han de manejarse y organizarse por sí. El problema de formar una subcomisión es problema de la Confederación General Económica y de la Junta o de la Comisión Consultiva Económica, que funciona ya, y que tiene dentro del gobierno una acción que nosotros respetamos, escuchamos y cumplimos en todas las ocasiones. De manera que si hay en algún aspecto de esto una mala representación para el comercio minorista no es asunto del gobierno; el gobierno escucha al comercio minorista por intermedio de sus representantes. El comercio minorista está adherido y forma parte de la Confederación General Económica de la República Argentina y tiene allí su representación. Nosotros escuchamos a esos representantes que creemos que son los reales y representantes absolutos de ese interés. Quería aclarar esto, porque no quiero que aparezcamos nosotros, gobierno, como organizando una organización que se organiza a sí mismo, es independiente, libre, y nosotros no tenemos nada que hacer, más que escuchar lo que ellos dicen. No hemos indicado ningún hombre y los hombres que están ahí son hombres insospechables en todo sentido y designados por las organizaciones a quienes representan. Aclarado este punto señores, yo quiero ir a otras cuestiones más importantes. No es un secreto para nadie que esta crisis de desequilibrio producidos entre precios, salarios, etcétera, es un problema del mundo no es un problema de la República Argentina. Es un problema del mundo entero, que han tenido distintas manifestaciones, en algunas partes que es común. En muchos gobiernos a llevado hasta el ataque directo a los comercios, incendios, rupturas, etcétera de los comercios, por bandas populares etcétera. Yo creo que eso hubiera sido lo más inconveniente siempre pensado, que el orden, aun cuando sea un poco duro, es siempre es mejor que cualquier desorden por blando que sea. Eso nos ha hecho pensar a nosotros mucho desde hace mucho tiempo. En la República argentina es indudable señores que hemos tenido que contemplar más profundamente el problema porque a ese fenómeno natural del mundo se agregaba otra circunstancia: el que nosotros realizábamos una reforma social. Reforma social destinada a dar al pueblo un mayor poder adquisitivo en su salario y una elevación del estándar de vida, que es a la vez una solución también y una tonificación para toda la actividad comercial, industrial y de la producción del país. De manera que no producía un mal a nadie, podría producir bien en conjunto, pero no mal a nadie. Pero es indudable que al haber aumentado el poder adquisitivo de los salarios hemos aumentado extraordinariamente el consumo, porque quien consumía uno ahora consume cuatro. Y la elevación de los salarios ha sido una evolución rápida porque la reforma se realizó en uno o dos años, en consecuencia la demanda subió, bruscamente, y con esa demanda subió bruscamente el consumo. Pero señores, si a esa demanda debe corresponderle una oferta que está regida y equilibrada por la producción, la producción desgraciadamente no la podemos subir con la rapidez que subimos el poder adquisitivo de las masas y con ello la demanda y el consumo. La producción quedó debajo y hoy, la demanda supera extraordinariamente a la oferta. O en otras palabras el consumo es mayor que la producción. Ahora dicen algunos que eso es causa, diremos así, de la elevación de los precios. Según como se lo tome..., según como se lo tome.....; es natural que si nosotros dejáramos todo libre, librado, a la casualidad o al hecho fortuito de las circunstancias y dejáramos jugar la ley de la oferta y la demanda en un mercado en el que la oferta y la demanda están desequilibradas como consecuencia de una reforma reciente, ¿cómo salvaríamos el cataclismo que se produce naturalmente al pasar de una oferta que es la cuarta parte de la demanda? Podríamos nosotros satisfacerlo de una manera, dejando hacer... ¿Qué va a pasar? Van a subir los precios en consecuencia yo le aumento los salarios para nivelarle con salarios los precios. Es, ¿puede ser esa la solución? No, lo que hay que hacer es aumentar la producción señores. Pero eso no lo puedo aumentar yo por decreto, desgraciadamente, eso hay que aumentarlo trabajando y produciendo. Pero lo que debemos tomar, prácticamente, es el problema de un desequilibrio entre la producción y el consumo. Y buscarle un sistema que crea una escalera, sabe, para ir subiendo con la producción hasta poner en nivel la oferta y la demanda. Si yo fuera un gobierno que hace fácil, resuelve fáciles los problemas, y hubiera dejado que los precios se fueran a cualquier parte y hubiera dicho: muy bien, un obrero para vivir necesita tanto, los salarios van a tal parte. Eso traería a la vez el aumento de los precios, después el aumento de los salarios y después el aumento de los..... y ¿a dónde llegamos señores? ¿Y quienes se perjudicarían con ese procedimiento cuando tuviéramos que ir con un carrito para llevar la plata atrás nuestro? ¿Quiénes se perjudican? Todo el que tiene algo. El único que no se perjudica es el que no tiene nada. Son los sectores económicos los que van a sufrir el impacto de esa inflación y son esos sectores económicos los que van a ir la ruina. Cuando la ruina del caos se produzca todo el que tenga algo lo perderá, señores. ¿Puede ser ese el camino que el gobierno elija dejando hacer? Hay algunos que superficialmente dicen: yo soy partidario del precio libre. Yo soy el más partidario de todos del precio libre. Pero para que haya precio libre tiene que haber equilibrio entre producción y consumo. Mientras no haya ese equilibrio el precio libre nos lleva a lo que dije anteriormente. Como va a ser solución llevar el país al caos y fundir a todos los comerciantes, industriales y productores que hay en el país. Y sólo va a quedar con un peso aquél que tenga una vaca o un pedazo de campo. ¿Sería eso justo? Sería destruir el trabajo de un siglo de la República. ¡Precio libre! ¡Bendito sea el precio libre! Pero para que haya un precio libre, tiene que haber antes una condición que permita el precio libre. Pero el precio libre que nos lleve al caos y a la destrucción de todos los valores que ha costado tanto construir no creo que pueda ser una panacea que la tomemos en un momento en que el mundo está poniendo control en todas partes, nosotros los vamos a sacar. ¿Por qué el mundo está poniendo control? Porque a todos les ha pasado lo que nos está pasando a nosotros. La guerra ha destruido un sinnúmero de valores que ahora hay que construir, se produce la mitad de lo que se producía antes por consecuencia de la guerra y entonces lógicamente todo el mundo está tratando de controlar. ¿Hasta cuando? Hasta que sea necesario. El control es un mal, pero el caos es un mal mayor. Para evitar el caos tenemos que controlar. Señores, esto es una cosa tan clara. Y ¿qué hemos hecho nosotros? Y yo lo he dicho miles de veces. Creemos el precio libre que ofrece, que sea la solución económica pero para que haya solución económica debe haber equilibrio económico, por lo menos en los ciclos de la producción y el consumo. Mientras ese equilibrio no exista ¿Qué hemos de hacer la solución económica? Hay que hacer una solución inteligente, desde otro punto de vista. Y salvado.... Entonces ¿qué ha dicho el gobierno en este problema? Hoy, señores, el consumo es cuatro veces quizás la producción, o dos veces la producción. El gobierno ha hecho un plan. Le ha pedido al país... el problema del país es producir y el lema de nuestro momento es producir, producir y producir. ¿Por qué? Porque queremos ir nivelando esos dos factores del equilibrio de la economía. Pero hasta tanto nosotros lleguemos a nivelar la producción con el consumo y podamos liberar el precio para que el precio juegue como un factor natural de la economía natural del país, vamos a establecer un control que es para bien de todos, que no nos lleve al caos. Un control que digamos, bien señores, en este momento, como hay la mitad de lo que se consume, ustedes pueden cobrar el doble por un artículo. Pero ¿qué va a pasar si cobran el doble? Que el consumo va a disminuir, va a haber infraconsumo, y ese infraconsumo va a llevar a un malestar, porque la gente no se va a sentir conforme con lo que gana porque como tiene que gastar el doble va a ganar más y entonces entramos en la espiral nuevamente y nos vamos a las nubes para caernos de allá sin paracaídas... sin paracaídas. Todo comerciante sabe que hay épocas para hacerse rico y épocas en las que uno tiene que conformarse con ganar lo suficiente para vivir lo mejor que pueda. Esa es una ley del comercio. Hay momentos en cuando se puede matar la gallina de los huevos de oro que hay que conformarse con comer medio huevo ¿sabe? Y hay momentos en que se puede y entonces le metemos cada uno como puede porque todos trabajamos para lo mismo, para progresar, para prosperar y para pasar a ser del comercio... y eso le conviene al país porque al país; al país le conviene un comercio próspero. Si yo pudiera hacer por una medida con una varita mágica que cada uno de los comerciantes argentinos ganase mil veces lo que gana, ¡pero hombre tocaba diez veces para ganar diez mil! Qué me puede perjudicar a mí; no si al país lo beneficia con que cada uno tenga mejores beneficios y progrese con su negocio y tengamos un comercio extraordinariamente floreciente, ¡pero no son épocas! En este momento no se puede hacer eso. Porque si tendemos a hacer eso y dejamos esa libertad, ah bueno, vamos a entrar en la espiral y la espiral es peligrosa, sumamente peligrosa. Señores, nosotros hemos dicho a todos los hombres de la economía que conversan con nosotros, vamos a controlar precios, vamos a ponernos de acuerdo y vamos a cobrar solamente con estos beneficios, por ahora. Cuando el consumo haya sido alcanzado por la producción, a entonces les vamos a decir: ¡piedra libre! para que todo el mundo pueda desarrollar su actividad como quiera y donde quiera y cuando quiera. Pero estos momentos no son para eso. Y mañana, cuando la producción haya superado al consumo el gobierno se va a poner a defender a los comerciantes para no dejarlos que se hundan. Hoy frente a un aumento extraordinario del consumo y de una infraproducción defendemos al consumidor, porque es el que está en el medio, el que esta mal. Mañana cuando haya una superproducción el gobierno tendrá como obligación defender a los comerciantes, para que esa superproducción no les tire abajo los precios en forma ruinosa y los arruine. Estamos para defender a todos, pero esperemos que llegue la ocasión, mientras tanto defendamos un poco entre todos a todos. Ustedes ven señores como se pone la calle cuando el alza de los precios, realizado en forma general, produce un estado de cosas donde los salarios ya no alcanzan para vivir. ¿Quién va a pagar las consecuencias de eso? La vamos a pagar todos y en primer lugar ustedes, señores, que son los que tienen algo que perder. Porque los pueblos ya no se conforman con eso. Ya los pueblos no se conforman con vivir, y menos el nuestro que se ha acostumbrado a vivir en un estándar de vida de emergidos y no de sumergidos. No, no, no exitemos eso. Porque es peligroso. La economía es poderosa, pero cuando vienen los conflictos sociales se derrumba en un día, señores. Es poderosa pero es frágil. La economía es como un vaso de cristal, una corriente social la puede quebrar en un momento, de manera que el primer factor que hay que acomodar es el equilibrio social. Establecido el equilibrio social y la satisfacción social, la economía cuanto más progrese, pero en ese clima, será más poderosa y más fuerte, si no, si no es aleatoria. Bien señores, decía yo, ustedes vieron la calle como se puso. Yo no puedo permanecer impasible frente a un fenómeno como el producido hace un mes en la República Argentina, porque el pueblo sabe ahora eso. El pueblo estudia y conoce, y ya discuten en las comisiones económicas nuestras. Esos problemas que trascienden a todas las organizaciones populares y el pueblo vive una hora de conocimiento perfecto de todas las circunstancias y todas las condiciones. Sean estas políticas, sean económicas o sean sociales. Mi obligación es ponerle remedio a todas esas amenazas de cataclismo. Se imaginan ustedes que el que pasa mejor noche cuando se produce una de esas cosas, ha de ser aquél que está explotado, el que la pasa peor soy yo, señores, que tengo que pensar a la noche que producirá o qué se producirá al día siguiente como consecuencia de eso. Me llegan a mi por todos los conductos de sensibilidad del sistema nervioso que nosotros tenemos establecido para captar la opinión popular, todos los días algún dolor neurálgico de distinta naturaleza que repercute sobre nuestro propio sistema nervioso. No estoy yo en un lecho de rosas cuando me preocupo por resolver los problemas. Viviría muy tranquilo si yo hiciera como hacían los presidentes que venían muy tranquilos a las once y se iban a las doce a su casa, iban al weekend el jueves y volvían el lunes a la tarde, ¿no? Y estaría mucho más feliz y mucho más contento, señores. No se si ustedes andarían mejor. Ahora señores, observen ustedes, que estos problemas, tampoco es el gobierno el que unilateralmente los resuelve. Nosotros hemos hecho una Comisión Consultiva Económica, y una Comisión de Precios y Salarios, donde están representados todos los intereses, y no tomamos ninguna decisión que no haya sido aprobada por unanimidad dentro de esas comisiones. Es natural señores que no sale a satisfacción amplia de todos, algunos se quejan y los otros también. Unos se quejan en más, otros se quejan en menos, pero se quejan todos. Porque en este país parece que han aprendido bien aquello del que no llora no mama. Todos lloran, lloran porque les cobran caro y lloran porque no tienen ganancia, esa es la política natural. Nosotros el gobierno, estamos en el medio, somos el sandwich y tratamos de hacer una partición salomónica para que el descontento sea menor... porque dejar contentos en estas comisiones a todos es muy difícil. Todos están siempre descontentos. Porque tienen mayores aspiraciones que las que la realidad puede brindarles. Sobre en momentos como el que vivimos nosotros, que son momentos de contracción, que son momentos de temperancia, salimos de una crisis, larga, pero estamos saliendo nosotros. Piensen lo que pensarán los países que están entrando ahora, en este momento están comenzando a entrar. Vamos a ver dentro de un año, nosotros ya estamos saliendo de eso. Ahora señores, como digo, esas comisiones de precios y salarios, son las que establecen esto. Nosotros no tomamos jamás una medida sin que tengamos la aprobación de las comisiones. Hay una comisión económica consultiva, que es también quien estudia con nosotros y acuerda con nosotros. Y el gobierno saca la consecuencia de eso, y las medidas que se toman son medidas, en cuanto a precios, en cuanto a salarios, son las medidas que aconseja la comisión. Pero ahora señores yo les pregunto: ¿conviene el sistema adoptado por nosotros de realizar convenios colectivos que permitan a las empresas comerciales, industriales y de la producción mantener dos años de tranquilidad sin conflictos obreros? o ¿conviene que eso lo dejemos librado al azar para que cada uno tenga cada semana dos o tres huelgas dentro de sus establecimientos? Yo pregunto: si un comerciante que tiene que hacer su administración y sus presupuestos y cálculos para el año, calcula mejor diciendo, bueno yo calculo sobre esto pero estoy seguro que ningún conflicto intermedio de orden social o de cualquiera otra naturaleza que es un factor imponderable en el cálculo de mi presupuesto y desarrollo industrial o comercial o de la producción, no me va a producir entre medio una pérdida que me va a hacer perder toda la ganancia y parte del capital. Porque una huelga señores de veinte días o quince días creo que produce más pérdidas, que lo que uno puede hacer por otros renglones. Nosotros aseguramos la tranquilidad mediante esa fijación por dos años, en los que se establecen los convenios colectivos. Señores, los obreros cumplen. Los obreros cumplen esos dos años. Pero ellos exigen una sola cosa: nosotros cumplimos los dos años sin pedir aumentos de salarios y sin llevar conflictos a las casas, ni hacer ninguna cuestión, pero queremos que por lo menos mientras tengamos esos salarios la vida nos cueste más o menos lo mismo que nos costó cuando establecimos los salarios, porque nosotros queremos los salarios para vivir. Y es justo entonces, a esos obreros que dicen por dos años no queremos modificación en las condiciones de trabajo ni en los salarios, que el gobierno les garantice que por dos años no se le van a mover los precios, porque si los precios suben entonces de que vale el establecimiento de un salario. El gobierno está obligado porque está entre la espada y la pared. La pared son ustedes con los precios, la espada son ellos con los salarios. Y mientras yo haga respetar los precios, tengo derecho a hacer respetar los salarios, pero tan pronto se pierden los precios y yo no creo que sea justo que lo hagan... le apliquen la ley del embudo que se respetan los salarios y no se respetan los precios. Se dan cuanta ustedes cual es mi situación. Yo aquí no hago nada en forma personal y menos discrecional. Tenemos algunas reglas y algunos principios que tenemos que cumplir y respetar, eso son los de la justicia, de la justicia más elemental. Imagínense señores, si nosotros tenemos que efectuar un contralor sobre los salarios y sobre los precios. Hemos tenido que crear una enorme cantidad de inspectores porque los precios nunca se han cumplido. Seamos francos entre nosotros. Se han cumplido por los comerciantes honestos, pero no son todos los comerciantes son honestos, como todos los ciudadanos tampoco son honestos. A mi me han propuesto miles de cosas. Me han propuesto grandes sectores de la población ser ellos los que controlan los precios. Les digo no, porque ustedes se van a acomodar para coimear ustedes. Y lo que queremos aquí es que se realice una cosa seria y que todo el mundo tenga la mayor garantía posible. Yo podría designar también cientos de miles de inspectores que al final los pagarían ustedes, no los pagaría el gobierno. Yo le aumento los impuestos y con esos impuestos pago a los inspectores.... la manea sale de la misma lonja siempre. Pero, ¿qué es lo que ocurriría? Que tendría que nombrar a cualquiera de inspector, si tengo que nombrar a 50.000, imagínense, tengo que nombrar a cualquiera y ese sería el que les sacaría la plata a ustedes de la ganancia en coimas todos los días haciendo el chantaje de la inspección. Se nombra gente segura, gente que se sabe que va a proceder bien, quizás un poco duros, un poco exigentes, pero eso es mejor con el hombre que cumple y no tiene nada que temer a la exigencia de los demás. Ahora indudablemente, señores, creo que a ustedes mismos les conviene que a los deshonestos del comercio se los saquemos del medio. Porque si no va a ser lo que pasa en las grandes comunidades donde se permite que existan deshonestos que al final son todos calificados de deshonestidad y creo que el comercio argentino es un comercio honesto, yo estoy persuadido, la prueba está que en 10.000 son 20 casos, 40 casos, 80 casos, en 10.000. Lo que quiere decir que hay que sacar esos 80 casos. Hay que sacarlos y extirparlos, sin consideración y los más interesados en que extirpemos esos tumores malignos del comercio, son ustedes mismos por su buen nombre. Imagínense el día que yo pudiera suprimir todos los inspectores, y que más querría yo si no tendría que pagarlos. Sería el ideal. Por eso he dicho muchas veces: controlen ustedes mismos, que se haga responsable la organización, que la organización sea su propia policía. Yo le entrego el control, pero quiero que cumplan. A mi qué me importa. Si mañana ustedes que representan la organización de todo el comercio minorista vienen y me dicen: el control lo vamos a hacer nosotros, yo le doy el control. Pero claro que yo voy a ver después si se cumple porque si después no se cumple ¿de qué vale ese control? A mi me convendría porque los que van a quedar mal con los almaceneros son ustedes no yo. A mi me conviene que lo hagan ustedes el control. Y ya les propongo que lo hagan ustedes. Pero es lógico, señores, que esto de una manera o de otra manera hay que cumplirlo. No podemos dejar de cumplirlo, porque no cumplirlo es peor. Ahora yo sé que ustedes también tienen el problema de los mayoristas, sí, sí. Pero convengamos que muchas veces allí hay una.... eh? Ustedes saben. No siempre el mayorista tienen toda la culpa. A veces también nos acomodamos, así arreglamos, el comercio es transaccional, no es un crimen eso, ni es un delito. Pero indudablemente que cuando las cosas se plantean en el tren que se nos plantean a nosotros, que tenemos que hacerlo irremisiblemente, entonces hay que llamarlo al orden al mayorista también. Y decirle al mayorista: señor usted en otra época ganó tanto ¿no? Ahora no me hace el convoyaje ni nada de eso, porque cuando usted lo haga nos vamos a juntar todos los minoristas y lo vamos a acusar a usted directamente. Y si a mí viene el público y lo acusa al minorista, y yo tengo que proceder con el minorista; pero si viene un minorista y lo acusa a ese otro que es otro pícaro pues, saquemos los pícaros. Pongámonos de acuerdo todos para sacar a esos especuladores y esos, diremos agiotistas y me dicen: éste es el que nos obliga a comprar en convoy. Éste es el que está acaparando, y éste, porque yo no lo puedo saber, porque es difícil entrar allí. Es difícil saber eso. Pero ustedes que sufren los efectos saben todos quienes son. Bueno pero si nos apretamos, si sufren ustedes, ¿porque estos señores no va a sufrir también las consecuencias de sus malas maniobras? Claro que el ideal es el que están encarando ustedes: hagan cooperativas y suprímanlos ahora. Ustedes saben señores, que el gobierno está en la política cooperativista. Ustedes hacen sus cooperativas y sus cooperativas tendrán el apoyo incondicional del gobierno. Porque entendemos que esa es la solución. Señores, con referencia a lo que me decía el señor sobre los procedimientos para con los hombres que están detenidos y que han violado disposiciones contra el agio y la especulación, vean señores yo he revisado minuciosamente los procedimientos. Nadie puede ser condenado sin ser escuchado y sin comprobar lo contrario. Es natural, señores, que todo el que ha cometido en este sentido una falta se sienta inocente y alega que es inocente. Es humano que es inocente y es humano.... a sí mismo, pero no se condena absolutamente a nadie sin el derecho a ser escuchado y de comprobarse el hecho. Es curioso, que aquí hay 10.000 negocios, de los cuales por lo menos 9500, no han sido nunca ni sospechados de tales maniobras, pero hay 500 que son diez y quince veces reincidentes. Es curioso que esto se concentre a un pequeño sector. Porque llevamos cinco años de experiencia y nosotros anotamos todos los antecedentes. La policía económica tiene todos los antecedentes anotados. Y es curioso, estos últimos casos producidos son todos de reincidentes. Y de numerosas veces reincidentes. Es lógico señores que nosotros en la clasificación de estos delitos ahora hemos tenido que prescindir un poco de la cantidad, digamos, de delito cometido, para encuadrar sólo el delito. Piensen ustedes que ese que hoy cobra 50 centavos de más en un artículo no se lo va a condenar porque haya cobrado 50 centavos de más, si antes no tiene 5 ó 6 veces en que ha habido también otros de 40 y de 50... no se puede entrar a comprobar el que ha ganado mil o diez mil o cien mil o un millón de pesos de más porque a ese no lo van a encontrar nunca. Nunca lo van a encontrar, se encuentra el que tiene 50 centavos. Pero no se condena al que solamente tiene 50 centavos sino al que atrás tiene un antecedente que lo sindica como que es un hombre que normalmente realiza tales maniobras. Porque los antecedentes se van sumando, señores. Y es curioso porque yo llamé al jefe de la policía económica y le dije: señor tengo la impresión de que se está procediendo, con algunas personas, con demasiada violencia en estos días. Y me dijo: señor, la violencia no existe, las medidas que se toman son sobre los hombres a quienes se les comprueba fehacientemente. Además se toma la medida, se analizan todos sus antecedentes, se hace la investigación y la averiguación minuciosa con testigos, circunstanciaciones, averiguación de antecedentes, todo ello, recién se condena y todavía él tiene derecho de recurrir a los jueces naturales en recurso para que el juez juzgue si ese procedimiento de la policía económica ha sido justo o injusto. Y además de eso tiene la Suprema Corte para ir si quiere. Y yo creo que más garantías no se le puede dar. Más garantía que eso sería darle más garantía que a los demás ciudadanos que no tienen otra garantía, que el de ese procedimiento policial, viene el judicial y ahí tiene las instancias para recurrir en todas las cosas. Lo que yo no quiero es que se condene a ningún inocente. Dios me libre, sería un cargo de conciencia para mí que algún día se condenara a un inocente. Ahora señores pónganse ustedes en mi situación. Desde 1946 yo vengo sosteniendo esta lucha, se acuerdan cuando nos reunimos allá en la plaza Miserere, para empezar la campaña, y usted ve que me han burlado siempre, nunca he podido conseguir. Seis, siete años van a ser que lucho y lucho... perdono... y hago hasta indultos... y hago todas esas cosas, nadie podrá decir que hemos procedido ni con arbitrariedad, ni con violencia, ni siquiera con una gran dureza, al contrario, yo soy en eso medio blandengue me dicen por ahí en la calle, dicen que yo soy blando, que soy demasiado blando. Si hasta ahora he pecado en eso, pero frente a esta situación creada, hemos tenido que dar un poquito de orden para que se sea un poquito más enérgico, si no voy a perder yo la autoridad que tengo por no saberla emplear en los momentos oportunos con oportunidad y con fuerza. Esto es un asunto que hay que hacerlo, señores. Pero ya les digo a ustedes, ustedes representan al comercio minorista, ¿se responsabilizan ustedes de que el comercio va a respetar los precios? Porque no podemos proceder de otra manera. Si se responsabilizan ustedes yo les retiro la policía, los jefes y todo. Pero ustedes son responsables, ustedes son responsables. Piénsenlo. Si ustedes se hacen responsables, yo acepto la responsabilidad de ustedes, claro que si se cumplen después me queda el derecho a mi de hacerlos responsables a ustedes. Yo no tengo ningún interés en controlar, ni los almacenes ni nada. Lo que me interesa a mi es que esos precios se respeten, porque ustedes se dan cuenta que no se puede dejar de respetarlos. Yo no tengo ningún otro interés que el de resolver el problema que eso plantea. Si ese problema me lo resuelven ustedes, vea, les voy a dar un abrazo y todo mi agradecimiento, porque esto es lo más violento que yo hago, tomar una represión en general, contra un sector de la población, que ustedes saben que nunca lo he tomado y no soy partidario de esas medidas. Pero, hay circunstancias y circunstancias. Ustedes se dan cuenta señores que mayor amplitud que la que nosotros tenemos, que mayor amplitud que la que nosotros queremos tener, no se pueden pedir, sólo queremos que se respeten los precios. Si los precios se respetan en medio de sonrisas para nosotros es mucho mejor. Pero si no y bueno, si no hay que hacerlos respetar con el vigilante, ¿qué voy a hacer? Ese es un deber ineludible para mí. Señores: yo creo que no hay en esto ningún otro problema aquí. Y creo también, que vamos a llegar a un acuerdo y a formas que resulten convenientes para todos. Yo voy a hacer revisar de acuerdo a lo que termino de escuchar todos esos casos. Es lógico señores que nosotros empleemos un poco de energía en este caso. Porque hemos predicado siete años señores. Hemos perdonado siete años, y al cabo de siete años los precios llegaron a un nivel que verdaderamente era inaceptable, eso lo saben ustedes mejor que yo. Ahora, señores, tienen ustedes la palabra, ustedes que son los representantes y que pueden ser los responsables. Para mi la solución, los medios para ustedes. Claro señores, que en esto, la responsabilidad de ustedes es grave, porque el hecho ha de cumplirse de cualquier manera. Si hay que revisar artículos, etcétera, estamos dispuestos por revisarlos, a estudiarlos y aún a resolver las formas que las coloquen dentro del nivel que deben tener los precios para que el beneficio sea remunerador, no queremos aquí que nadie trabaje por amor al arte. Queremos que cada uno tenga el beneficio, el mayor beneficio posible, pero que no sea en perjuicio de los consumidores que también nosotros tenemos que defender. Ese es todo el problema. Señores: que ustedes cuentan con la buena voluntad del gobierno, no es una novedad. El gobierno no tiene mala voluntad para nadie. El gobierno no puede tener sino buena voluntad para resolver los problemas en la medida que sea... para eso nos pagan a nosotros, señores, en último análisis. Nosotros somos un empleado del Estado como cualquier otro, que tiene su responsabilidad, que ustedes mismos nos han dado a nosotros, ¿cómo vamos a estar en otra posición? Por eso señores, yo aconsejaría lo siguiente: para salvar este impase y hasta que nosotros resolvamos este problema, yo pediría a la Comisión Consultiva, a la Confederación Económica, que incorporen el mayor número de hombres que entiendan este problema en el comercio minorista y que puedan venir a discutir con nosotros. Porque si ustedes tienen razones y, nosotros tenemos otras razones también, combinemos esas razones que a lo mejor vamos a sacar una razón que les convenga a ustedes y nos convenga a nosotros. Lo que nosotros necesitamos es solución. Y la solución podemos alcanzarla perfectamente bien, por el camino de los acuerdos y del respeto de los compromisos o por el camino de la represión que desgraciadamente yo soy el que la tengo que aplicar. Desgraciadamente. Porque yo preferiría que la aplicara cualquier otro, no soy partidario de la represión. Pero si se establece un acuerdo y ese acuerdo se viola, el culpable es el que violó el acuerdo, no el que lo respetó. Y señores, y yo que soy el que está para hacer respetar el acuerdo veo que se ha violado de una parte, y... yo me le tiro con todo al que la ha violado. Creo que eso es la justicia. Señores: yo quiero terminar estas palabras un poco deshilvanadas, pero llenas de verdad como ustedes saben tan bien como yo, señores. Yo no les voy a venir a hacer el cuento. No vamos a venir a echarnos la suerte entre gitanos aquí. Ustedes saben, yo también sé. Estos son problemas que no son nuevos para ustedes, tampoco nuevos para mí. No los voy a engañar yo a ustedes ni ustedes me van a engañar a mí tampoco. Sabemos muchas cosas que no decimos, tanto ustedes como yo. Sabemos que hay hombres deshonestos en el control. Sí sabemos. Pero si esos existen es porque no los denuncian ustedes. Porque en vez de pagarle a un inspector o a uno que se finge inspector, porque hay padres de los pobres, hay de todo en esto, eh. Ese que va a pedir avisos para el diario... yo les he pedido ya, denúncielo a la policía, llamen a la policía, háganlo llevar preso. Pero hay algunos que son flojos, tienen miedo, y bueno, hay que sufrir también las consecuencias de la flojedad y del miedo. El miedo suele ser el peor enemigo de los hombres. Aquí no hay que tener miedo, hay que ponerse los pantalones y si ustedes, va alguien de parte del gobierno a proponerles algo deshonesto, ahí no más lo deben agarrar de una oreja, una trompada en la cabeza y entregarlo al vigilante. Señores: si cada uno cumplimos con nuestro deber, es la mejor forma de que todo marche bien. Son los incumplimientos y las debilidades lo que produce en estos casos los mayores males. Por eso cada uno en su casa está en su puesto, cumple y tiene sus derechos. ¡Guay que aquél que cumpla, no le cumplan con él! porque entonces él tiene derecho de agarrar la cuchilla de los fiambres y resolver el problema. Y yo lo voy a proteger. Yo lo voy a proteger con toda la fuerza del Estado porque esa es mi obligación. Señores: yo celebro que a estas reuniones hayan concurrido algunos amigos representantes de los gremios minoristas de Brasil y de Chile. Dos pueblos hermanos delante de los cuales aún podemos ventilar las propias cosas de familia. Ellos son también considerados por nosotros de nuestra familia. De manera que las verdades que nos decimos nosotros las pueden escuchar ellos y nosotros estamos orgullosos de que ellos sepan que nosotros aquí hablamos un lenguaje claro y tratamos nuestros problemas sin desmedros y sin indignidades para nadie. Cada uno en defensa de sus propios derechos, yo en defensa de los intereses del Estado. Y a pedido de ellos mismos que me han hecho llegar sus inquietudes a este respecto, yo he de tomar las medidas el lunes para analizar bien todos estos problemas pendientes con motivo de estas últimas represiones un poco fuertes. Porque no las tomo solamente fuertes, porque ello no me gustan las cosas fuertes, hasta los cigarrillos fumo suaves yo, no me gusta nada fuerte. Pero yo en la calle y en el resto del país tengo un pueblo delante del cual soy responsable, señores, no hay que olvidarse de eso. Esos, me van a exigir a mí el cumplimiento de mi deber. Y si yo no lo cumpliese porque lo siento y porque soy responsable de ello, ellos van a ser los primeros que van a venir aquí a hacérmelo cumplir. Y creo que es mucho mejor hacerlo antes que ellos vengan a hacérmelo cumplir. Sin embargo, señores, yo he de tomar las medidas necesarias para estudiar, si es necesario, personalmente caso por caso. Antes de tomar medidas enérgicas, como pensamos tomar con esos hombres que no saben cumplir con su deber de comerciante. Porque alguien cree que el comerciante no tiene deberes. El comerciante es un ciudadano, tiene los derechos y en consecuencia los deberes correspondientes a todo ciudadano. No tiene ni más deberes ni más derechos que los que tengo yo. Yo me considero con los mismos derechos pero también con los mismos deberes que cada uno de ustedes. Ustedes cumplen sus deberes, tienen sus derechos, yo se los he de hacer respetar con toda la fuerza de la Nación encima para hacer respetar sus derechos. Pero claro, quiero que también se cumplan los deberes. Los comerciantes tienen sus deberes y en esta hora de la República tienen ciertos deberes que yo me permito indicárselos a través de las disposiciones que se toman. Si ustedes creen que son injustos, esta casa está siempre abierta y ustedes tienen en la casa una representación, por intermedio de ellos hacen llegar "esto es injusto", y señores, el general Perón no ha hecho nunca, ni hará nunca a sabiendas nada que sea injusto. Finalmente señores, yo les pido que afinen ustedes y racionalicen bien su organización. La única forma en que podrán imponer siempre sus derechos, y ustedes deben imponerlos, porque para ello son derechos, será tener una organización que se haga presente con toda la fuerza de la organización en el momento oportuno. Los derechos de las comunidades sin organización no son derechos. Porque no hay quién los haga valer ni quién los haga respetar. Pero cuando las comunidades están organizadas con toda la fuerza que la organización presupone, serán respetados, señores. Claro, que el Estado tiene la ventaja en ese caso, de que la propia organización será también la que haga respetar los deberes. Para mí el ideal, es que me imponga la organización a mí que yo le respete sus derechos y los haga cumplir. Yo estoy para eso, para eso me pagan. Pero exijo también, porque ese es parte de mi derecho que la organización obligue a sus asociados a cumplir con su deber. Y cuando alguien no lo cumple debe ser expulsado de la organización, porque la organización no puede tener elementos negativos que perjudiquen el buen nombre del conjunto orgánico que representa. Por ello, señores, estas cosas las hemos dicho tantas veces. Yo les pido que ajusten esa cuestión de la organización, que vayan responsabilizando, ustedes mismos, vigilando ustedes mismos e imponiendo ustedes mismos y todas estas cosas desagradables que han sucedido se podrán subsanar. Yo preferiría vea, hablando así aquí en gran confianza, que uno de ustedes fuerte y decidido fuese y le diese un buen coscorrón a un almacenero que cobra más por los precios a tener que mandar yo un vigilante para después procesarlo y mandarlo a Villa Devoto. Si ese coscorrón que les dieran ustedes me salvaba, pero, yo le levantaba un monumento al coscorrón, señores. Desgraciadamente no lo podemos hacer. Pero con eso quiero indicarles que les pido a ustedes, que la mejor colaboración que pueden prestar al gobierno, es simplemente ocuparse ustedes también de vigilar estas cuestiones y pedirles a todos los asociados y compañeros que por esta épocas vayan respetando un poco la cuestión de los precios, que no nos hagan otra vez lo que nos hicieron. Porque indudablemente lo colocan al gobierno en una situación bastante mala. Imagínese que papelón me he mandado yo en estos últimos tiempos. Que todo el mundo viene y me echa en cara, y viene la Confederación General del Trabajo y me dice: usted presidente hace respetar los salarios pero a nosotros no se nos respetan los precios. Vea es cuestión de que se le cae la cara de vergüenza a uno, porque sabe que eso en la calle se está viviendo. Yo no soy un hombre que viva tan lejos del pueblo que no conozca todas esas cosas. Me lo dicen todos los días. Yo aguanté dos meses, pidiendo que se hiciera y viendo y dando conferencias y le decía al jefe de policía: dé conferencias, que hagan esto, que por favor no me obliguen, bueh! y ustedes saben que no. ¿Creen ustedes que no he hecho un papelón yo? A mi el papelón no me interesa si la solución viene, porque bien vale una solución un papelón. Pero, señores, yo les pido que esa es la colaboración que ustedes pueden prestarle al gobierno. Ayudarnos, ayudarnos para que esos precios se respeten. Y si ustedes creen que alguno de esos precios es injusto, pero, tiene todas las vías para llegar acá al Ministro de Asuntos Económicos ¡o a mí, directamente! y decirme: "¡esto es injusto, señor!". Señores yo no apaño jamás la injusticia ni a los hombres injustos, y yo les he de solucionar el problema. Señores, les agradezco las palabras que por intermedio del señor que termina de hablar, hacen llegar de colaboración, y les pido que lo hagan efectivo. Que refuercen esas comisiones, tanto en la comisión Consultiva como en la Confederación Económica Argentina, y para que allí dentro de ésa, se agarren un poquitito los minoristas y los mayoristas y diluciden allí sus propios problemas y no los traigan al gobierno ni menos los lleven a la calle. Ahí es donde hay que ajustar cuentas. Si ustedes tienen una organización en la que hay comerciantes minoristas y mayoristas. Y qué esperan para decirle a los mayoristas: compañeros vamos por parte, ajusten un poquito usted esto acá. Ese es el control de ustedes. Señores: yo deseo que mis últimas palabras sean de saludo a los hermanos chilenos y brasileños que nos han acompañado en esta reunión, para que lleven a sus gremios respectivos nuestro saludo afectuoso y la consideración del gobierno y del pueblo argentino que a través de mi persona les hago llegar. Y a los compañeros argentinos, señores, nuestra buena voluntad de siempre, nuestros mejores deseos, y Dios quiera que lleguemos a controlar este momento y a solucionar este problema, que por otra parte es un problema simple. Sólo se trata de cumplir. De cumplir una cosa justa, y si es injusta, la vamos a discutir, no tenemos ningún inconveniente en hacerlo. Muchas gracias señores y, como siempre, a sus órdenes. Muy buenas tardes. ..................
1953-05-01
EN PLAZA DE MAYO CELEBRANDO LA FIESTA DE LOS TRABAJADORES
Compañeros: Hace apenas quince días la sangre generosa de cinco compañeros fue vertida en esta plaza por la mano traidora de la reacción. Esa misma traición servida desde el interior, a sueldo desde el exterior, pretende alterar el orden en la República. Ellos creen que a un pueblo como este se lo puede asustar con bombitas. Esa creencia sólo puede albergarse en la mente retardada de los estúpidos de afuera. Los de aquí saben bien que eso no es posible, pero ellos son unos vivos, que para seguir disfrutando de los dólares que reciben siguen haciendo ruido. Por eso, los radicales, autores según parece de esos cinco asesinatos han producido su consabido declaración, su consabido manifiesto de siempre. En él repudian que el pueblo le haya desocupado la cobacha inmunda de sus porquerías. Y también repudian que se hayan destruido otros edificios, pero se olvidan que cinco trabajadores argentinos han perdido la vida. Para nosotros, los hombres del pueblo, vale más la vida de un trabajador que todos los edificios de Buenos Aires. Compañeros: sabemos quienes están detrás de todo esto, pero ellos han de persuadirse algún día, que a nosotros nos sobra lo que a ellos les falta. Y quizá el destino ha de darnos la satisfacción de presenciarlos disparando cuando nosotros pongamos el pecho a los acontecimientos. No conocen al pueblo argentino, no conocen a los pueblos. La lección que este maravilloso pueblo de la patria ha de darles a propios y a extraños ha de perdurar en la memoria de los pueblos que se sientan dignos. Cuando un pueblo está dispuesto a morir por su dignidad, eso es un pueblo invencible. Y compañeros, lo que está en juego en este momento es la dignidad de la misma patria, y así como en épocas todavía recordadas, hicimos morder el polvo de la derrota a Braden, así haremos morder el polvo de la derrota a todos los "bradenes" que vayan saliendo. Compañeros: la clase trabajadora argentina, cuya conciencia social ha despertado ante los ojos admirados del mundo que la observa, o con simpatía o con temor, porque ven en ella el ejemplo de la liberación de millones de esclavos que sufren bajo el látigo del capitalismo o del comunismo. Compañeros: no hemos de cejar en nuestra empresa, he dicho mucho que es clara nuestra divisa, y las divisas claras se defienden con la vida en un puesto de combate. Cada trabajador argentino, está en su puesto de combate, de combate para consolidar la liberación del pueblo trabajador argentino y si es preciso para luchar por la liberación de todos los pueblos trabajadores del mundo. Antes compañeros las luchas se originaban en los países, antes eran las fuerzas del capitalismo en lucha despiadada con la masa popular explotada y escarnecida; hoy los pueblos trabajadores del mundo están abriendo el ojo; hoy los pueblos trabajadores del mundo comienzan a tener conciencia de su poder. Quiera Dios que se organicen, quiera Dios que se organicen y se unan para adquirir la fuerza extraordinaria que han tenido, tienen y tendrán en esta tierra de los argentinos. Por eso los trabajadores argentinos soñamos con un pueblo que haya despertado a su destino histórico, con pueblos a cuyo frente las banderas de cien patrias diferentes los conduzcan a la liberación del proletariado universal como única meta que este siglo no perdonaría a la humanidad el no haberlo realizado. Esta es la hora para lanzar nuevamente al mundo la sagrada frase de la liberación, diciendo en todos los idiomas de la tierra, ¡Trabajadores del mundo, uníos! Compañeros, sabemos de donde viene el golpe, ante estas ideas todos los pueblos saben de donde viene el golpe. Pero lo hemos parado y ¡ahora se lo vamos a contestar! Pero, se lo vamos a contestar inteligentemente, ellos quieren que aquí, donde decimos estas cosas, que le hacen cosquilla en la cartera, se produzca un desorden. Entonces ellos aprovechan por medio de sus agencias noticiosas para repartir por el mundo de que la República Argentina es un caos. Por eso compañeros, no le vayamos a hacer el juego. Cuando ha habido que pegar fuerte ustedes me han dejado pegar a mí, ahora, como siempre le pido a mi pueblo "la volada". Yo les he de pegar donde duele y cuando duele. Por eso compañeros yo pido que me dejen actuar a mí. Que no actúen ustedes en forma colectiva, porque eso les da lugar a decir que vivimos en el más absoluto desorden y que aquí no hay gobierno. Yo les pido compañeros, que no quemen más, ni hagan nada más de esas cosas. Porque compañeros, cuando haya que quemar voy a salir yo a la cabeza de ustedes a quemar. Pero entonces, si eso fuera necesario, la historia recordará de la más grande hoguera que ha encendido la humanidad hasta nuestros días. Compañeros: hoy como siempre, la bendita fiesta de los trabajadores, nos encuentra unidos de corazón a corazón, en un pueblo dispuesto a dar la vida. En un pueblo dispuesto a dar la vida por Perón y en un Perón dispuesto a dar ¡mil vidas por su pueblo! Los que creen que nos cansaremos se equivocan, tenemos cuerda para cien años nosotros. Por eso compañeros, hoy el día del trabajo, debemos juramentarnos todos los trabajadores, para vencer, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Que para ello compañeros nos sirva de acicate el recuerdo del crimen de Chicago y los miles de crímenes que se están planeando en su cercanía. Compañeros: hagamos en nuestro recuerdo un lugar para todos los trabajadores que en la historia del mundo han muerto luchando por la causa del proletariado. Hagamos un recuerdo en cada corazón proletario, en forma de un altar para esos hombres rudos, valientes e idealistas que supieron dar la vida por sus compañeros. Que cada 1º de mayo sea para nosotros un altar levantado en cada corazón para revivir la memoria de los que murieron en la defensa de los pueblos. Esos seres anónimos que nadie los recuerda porque han sido abandonados en la lucha anónima de todos los días. Para ellos nuestro reconocimiento. Para ellos el mejor recuerdo de nuestro corazón de hombres de trabajo y de hombres buenos. Compañeros: en todas las plazas de la República se estrechan hoy los brazos musculosos y las manos callosas de nuestros hermanos trabajadores. Vaya para ellos lo mejor que tenga mi corazón de argentino y de trabajador, orgulloso de poderme entremezclar en lo mejor que tiene la patria: su maravilloso pueblo que en la lucha de los talleres de todos los días está construyendo la grandeza de esta bendita patria. Para ellos, mi abrazo fraternal y amigo. Y para ellos mi juramento inquebrantable, que he de morir cien veces antes que traicionar la causa que ellos han puesto en mi mano y en mi corazón. ......................................
1953-05-01
Al inaugurar el 87º período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación
Señoras y señores senadores; señoras y señores diputados: La Constitución de la República establece, como atribución del preside la Nación, entre otras, la de convocar e inaugurar las sesiones del Congreso para el 1º de mayo de cada año, y es también atribución presidencial dar cuenta al Congreso, en esta circunstancia, de la situación general del país, de las reformas prometidas por la Constitución y, por último, recomendar a la consideración del Poder Legislativo las medidas que juzgue necesarias y convenientes. Desde que ejerzo la primera magistratura del país no he dejado de cumplir estrictamente con esta atribución fundamental y trascendente, entendiendo que sólo mediante una burda distorsión de los preceptos constitucionales puede alterarse, como en otros tiempos de la historia parlamentaria, el normal funcionamiento del Poder Legislativo, que ha sido elegido por el pueblo para hacer precisamente lo que el pueblo quiere. En años anteriores, y en mis mensajes ante Vuestra Honorabilidad, he presentado la situación de la República, el estado de las reformas prometidas por la Constitución y he recomendado las medidas que debían adoptarse como soluciones básicas para los problemas del pueblo, cuyas dimensiones espirituales y morales coinciden con el alma de la patria. Cada mensaje ha jalonado la lucha en que debimos empeñamos contra todas las formas de la agresión descubierta o solapada, señalando nuestras grandes victorias o insistiendo sobre los grandes objetivos de la República. Así fue, señores, como en los primeros años de mi primer gobierno me limité a la enunciación de los hechos generales y particulares que iba dejando la Revolución en su camino apresurado de realizaciones. Analizando aquellas rendiciones de cuentas, es fácil advertir que y vivíamos, ya sin ninguna duda, la segunda etapa de la revolución: la de nuestra reforma económica en plena ejecución, para consolidar la reforma social inevitable. Es lógico que la reforma económica no se realizase, como un plan de operaciones de desarrollo matemático, sino como un plan general hacia cuyos grandes objetivos debíamos llegar, por cualquier camino, a costa de cualquier sacrificio y soportando cualquiera de las formas con que suele presentarse la lucha económica entre los intereses de los hombres y entre los encontrados intereses de los imperialismos y de las fuerzas capitalistas internacionales. Los tres primeros mensajes de mi gobierno tienen una característica fundamental: se parecen a los partes que se escriben al pie de las batallas, Desde 1950 en adelante, la reforma social adquiere ya características de realidad permanente y definitiva. La reforma económica prueba su vigor y su eficacia cuando nos vimos obligados a resolver los más graves y los más agudos problemas internos e internacionales y va fortaleciendo sus estructuras esenciales. La nueva Constitución Justicialista señala los caminos de la reforma política fundamental, que otorga al pueblo de la República, y por su propia y soberana voluntad, una nueva concepción para una nueva realidad del derecho político, más digna y más justa, pero, sobre todas las, cosas, más humana y más lógica. Desde 1950 mis mensajes van señalando la integración de los hechos parciales que fueron las numerosas batallas libradas dentro de la unidad que ha regido mis ideas de gobierno desde 1943 en adelante. Así, el mensaje de 1950 pudo ser calificado como el "Mensaje de la unidad nacional", porque en él señalaba las realidades de esa unidad de la que tanto se había conversado inútilmente en esta tierra, pero sobre todo diseñaba los caminos conducentes a su total y absoluto cumplimiento. En 1951 traje ante Vuestra Honorabilidad mi absoluta convicción y las pruebas evidentes de nuestras victorias sociales, económicas y políticas. Y nadie pudo negarlas sino cegado por un apasionamiento incompatible con la realidad de los hechos o por una excesiva subordinación de la mirada hacia los hechos negativos, con desprecio del amplio panorama general de la República. Yo mismo caractericé a aquel mensaje con la denominación de "Mensaje de la victoria", corno expresión de mi optimismo. En 1952, al terminar prácticamente el Primer Plan Quinquenal, rendí cuentas de su ejecución ante Vuestra Honorabilidad y pude decir, entonces, con la íntima satisfacción y el indiscutible derecho de mi deber cumplido, que, con todas las deficiencias que siempre reconocí pública y privadamente, el Primer Plan Quinquenal de la República había superado todas mis ambiciones en materia de realidades a la vista del pueblo. El pueblo mismo empezó a llamarle el "Mensaje de la Nueva Argentina", y yo confieso que entonces me sentí tentado ya como Licurgo a dar por terminada mi obra, retirarme a mi casa y dejar que los nuevos hombres y los nuevos valores del Movimiento Peronista y de la patria tomaran el timón de la República para seguir el derrotero que yo señalé en nuestra doctrina, después de auscultar todos los días los sentimientos, los pensamientos y la voluntad del pueblo. Razones personales que golpeaban profundamente sobre mi propia vida incidieron en aquel momento y gravitaron también sobre mi deseo de pasar a otras manos la responsabilidad de llevar adelante nuestra doctrina nuestras realizaciones. Y si resolví aceptar sobre mis espaldas el peso abrumador de otra nueva jornada de gobierno fue porque otra vez decidí subordinarlo todo, incluso mi tranquilidad, a la voluntad del pueblo, que entendió que de da hubieran valido todo el esfuerzo y el sacrificio realizados sin la consolidación interna y aun internacional de las victorias obtenidas bajo mi conducción. Siguiendo desde lejos el alto ejemplo de San Martín, pensé que ni la justicia social ni la independencia económica ni la soberanía política de la República, podían consolidarse definitivamente sin la unión de los pueblos sudamericanos y que solo la unión americana podía recíprocamente realizar la felicidad de los países y la grandeza de los pueblos que la integran. Retomé entonces mis ideas de 1947, cuando pedí la cooperación mundial para la paz sobre la base de una tercera posición, que luego llamamos justicialismo, por su equidistancia de equilibrio justo y dinámico entre el individualismo y el colectivismo y por su carácter de solución distinta de las dos posiciones que dividen al mundo. Y sobre estas bases decidí realizar las primeras etapas, poniendo la República al servicio leal y honesto de la unión efectiva y realista de los pueblos sudamericanos. La reacción de los intereses encontrados con el idealismo superior de mis principios y propósitos desató una de las más deplorables reacciones que registra la historia del Movimiento Peronista. Los hechos serán conocidos plenamente por Vuestra Honorabilidad, y van desde la insidia internacional de la prensa y de las agencias calumniosas hasta la bastarda organización de los rumores infundados, pasando por una evidente movilización de algunas cancillerías sometidas al dominio económico y político de los mismos intereses que vienen combatiendo nuestra denodada pero victoriosa resistencia frente a toda entrega y frente a toda traición. Los hechos que configuraron toda una situación artificiosa son demasiado simples y claros y suficientemente conocidos como para ser expuestos ante Vuestra Honorabilidad. Personalmente he informado al pueblo de toda la República sobre algunos episodios de esta turbia maquinación de todas las fuerzas de la antipatria, confabuladas para vencernos inexorablemente. Sobre esta situación circunstancial y de detalles aparentes se levantan como fundamentales, las verdaderas causas determinantes del conjunto los hechos anormales, y yo debo denunciarlas en esta trascendente oportunidad. América del Sur desea unirse, tal como lo permiten los estatutos las Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos y como se están organizando, con rótulos y realidades progresivas, los Estados de Centroamérica y los Estados de Europa Occidental. Sin embargo, las fuerzas disociadoras del imperialismo, que ven un evidente peligro en la unión de los pueblos sudamericanos, y que, sin embargo, por rara paradoja, quisieran unirlos para empresas o aventuras internacionales, que nada tienen que ver con sus intereses ni con sus ideales, organizan su campaña de insidias calumniosas, armando una reacción exterior dirigida con especial preferencia contra el núcleo de aglutinación argentino-chileno y deciden provocar situaciones internas anormales en los dos países que inician el camino de la unión. ¿Qué propósitos persiguen las fuerzas extranjeras enemigas de nuestros designios? Muy claros se presentan a la vista del mundo: desviar la mirada de Argentina y de Chile puesta en sus grandes derroteros, desprestigiando, mediante una guerra psicológica evidente, el éxito de nuestro sistema interno y el cumplimiento de nuestros pactos en plena tarea de elaboración. El planteo es bien simple para el enemigo; demasiado simple: si Perón no consigue resolver sus propios problemas internos, ¿cómo podrá realizar la política de cooperación necesaria para la unión sudamericana? Si trascendiese en el mundo, y particularmente en América del Sur, que la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, a que expresamente decidimos referirnos con el señor general Ibáñez, en nuestra Declaración de Santiago de Chile, fuesen "concepciones mitológicas de una improvisación política", -como suelen decir de nuestra acción las noticias que se reparten por el mundo-, y si se pudiese atribuir, con algún argumento, que el culpable de esa anormalidad es el gobierno de la República Argentina, a quien se considera gestor de la unión sudamericana, las fuerzas enemigas del movimiento comenzado habrían obtenido el éxito de sus planes tenebrosos y maquiavélicos: mantenernos desunidos para dominarnos y seguirnos explotando. Acaso mi gran error haya sido mi excesiva sinceridad en la formulación de la política internacional argentina. Pero no me arrepiento. Yo estoy persuadido de que el mundo actual, desorientado y casi sin remedio, se arregla con una sola manera de política internacional: con la sinceridad de todas las cartas puestas sobre la mesa, donde se define el porvenir de las naciones y de los hombres. No me cabe la menor duda de que Hegel tenía razón cuando afirmaba que, precisamente aquí, en América del Sur, estaba el porvenir de la humanidad. Nosotros podemos cumplir con esta lejana pero certera profecía si enfrentamos con decisión esta guerra psicológica y la campaña de provocación con que el exterior, con sus agentes e intermediarios internos, intenta hacernos olvidar de nuestra irrenunciable vocación americana. La situación de los últimos tiempos, urdida desde afuera y servida consciente o inconscientemente por las fuerzas internas de cierta oposición y aun por algunos errores de nuestros propios hombres, resulta absolutamente artificial. Hace cuatro meses, el Congreso Nacional y todas las Legislaturas provinciales aprobaron el Segundo Plan Quinquenal de la República, y en esas circunstancias se realizó el análisis exhaustivo de la situación económica, social y política del país. El pueblo entero ha sido testigo del respeto que la mayoría peronista tuvo para con los sectores oponentes. Hace dos meses, a fines de febrero, y antes de partir para Chile, yo mismo expuse al pueblo la situación económica, social y política de República, sin ocultamientos de ninguna especie. Pero quince días más tarde, sobre la base de algunos hechos, acerca de los cuales personalmente establecí las responsabilidades aparentes del gobierno, de sus funcionarios, de las organizaciones económicas y del propio pueblo, se construye el andamiaje de un clima de crisis económica, social y política. Cualquiera que analice objetivamente los hechos no puede negarse a aceptar que hemos sido instrumento de una acción organizada desde afuera para desmedrar el prestigio internacional de la República y crear, en el orden interno, un clima de intranquilidad y descontento que perturbara la firme y decidida acción con que el gobierno y el pueblo están trabajando sobre la línea de nuestros claros postulados. También cambió de frente nuestra oposición política, la que había logrado, desde 1951 hasta la fecha, recorrer el largo trecho de camino que media entre la posición antinacional de la Unión Democrática manejada por Braden hasta la posición de crítica que nosotros aceptamos con altura en el debate parlamentario del Segundo Plan Quinquenal. Sobre este planteo fundamental yo deseo realizar el análisis de la situación interna e internacional de la República, efectuando un examen sumario acerca del cumplimiento de las reformas prometidas por la Constitución y proponiendo las medidas a adoptar por el Congreso Nacional en estrecha colaboración con el Poder Ejecutivo. Para analizar objetivamente la situación general del país, sería suficiente con que me remitiese a las cinco disertaciones radiales en las que expuse al pueblo, desde el 9 al 13 de febrero, las ideas del Poder Ejecutivo sobre las normas generales de aplicación del Segundo Plan Quinquenal el año 1953. Realicé entonces una exposición concreta de la situación económica, social y política de la Nación. Dichas exposiciones, que se añaden como anexo especial del presente mensaje, contienen todo cuanto pudiera decir hoy ante Vuestra Honorabilidad, si no fuese porque los últimos acontecimientos, que son de público dominio, han creado una nueva situación que, sin menoscabar en un solo punto mis ideas de febrero, viene a añadir nuevos elementos de juicio que reafirman la línea política y la acción del gobierno, del Estado y del pueblo en lo económico, en lo social y en lo político. Los hechos de estos últimos tiempos me permiten afirmar lo que voy a probar, con la eficiencia de pruebas innegables: que el Movimiento Peronista, en estos instantes de su trayectoria nacional, está pasando por un momento singular y extraordinario. Los observadores superficiales o los malintencionados, que ven solamente las causas aparentes y no las fundamentales de los hechos, piensan, bajo la influencia de los rumores de origen internacional, que estamos en un momento de crisis, económica, social y política. No advierten que nosotros ya hemos superado, y precisamente en 1952, la más peligrosa crisis económica que haya azotado a la República Argentina. Tampoco aprecian que no existe ninguna posibilidad de crisis social ni de crisis política, desde que el pueblo entero nos apoya cada vez más solidario con el Movimiento Peronista, a pesar de los errores, de los defectos y aun de las maldades y de los crímenes que nos atribuyen la propaganda exterior y sus agentes interiores. La única razón de este momento especial y trascendente que yo señalo al analizar la situación general de la República es que el Movimiento Peronista, en virtud de las realizaciones de su doctrina, ha logrado ya la madurez necesaria para imponerse y se está imponiendo como sistema y corno organización sobre los viejos sistemas y las viejas organizaciones económicas, sociales y políticas. Cuando asumí el gobierno de la República, esas organizaciones y sistemas consideraron que la etapa revolucionaria, desarrollada en la Secretaría de Trabajo y Previsión, había sido de pura demagogia política, como trampolín para las "inconfesables ambiciones de un ambicioso coronel", y apreciaron que ya en el gobierno, como tantos otros políticos del pasado, me olvidaría de los principios enunciados y de las realizaciones iniciadas. Por eso, después de la victoria electoral del 46', intentaron el primer acercamiento pensando más en recuperar la prevalencia perdida que en el establecimiento de una cooperación patriótica, sincera, constructiva y honrada. Pero se estrellaron contra mi decisión irrevocable de cumplir con mi patria y con un pueblo, a despecho de todos sus enemigos. Durante todos los años de nuestro primer gobierno fuimos configurando en realidades lo que antes nuestra oposición consideraba demagogia, y progresivamente se plasmó nuestra doctrina, cuyos principios ganaron el corazón, las ideas y la voluntad de nuestro pueblo, no tanto por belleza de sus enunciados cuanto por la belleza de sus realizaciones. No obstante cuanto acabo de decir, la oligarquía, que fue siempre la central interna de la resistencia organizada contra nuestro gobierno mantenía sus esperanzas de volver alguna vez al gobierno del país, atribuyó nuestras reformas sustanciales al espíritu de la extraordinaria mujer que nos acompañó durante aquellos años con una fidelidad y un fanatismo que la llevaron a los más dolorosos sacrificios. Desaparecida la señora Eva Perón, espíritu de nuestro Movimiento y esencia viva de su pueblo, las antiguas organizaciones y sistemas esperaron qua fuese verdad aquello que repartió por el mundo la mentira organizada: que todo cuanto hacíamos en el gobierno en beneficio de nuestro pueblo, rompiendo con los moldes de las viejas estructuras nacionales, era producto de la inspiración ardorosa de la señora Eva Perón. Ahora saben ya definitivamente que ella fue la más fiel ejecutara de la doctrina peronista, que es la voluntad de nuestro pueblo justo, libre y soberano, y que todo cuanto ella realizó, con las virtudes infinitas de sus ideales y de su fanatismo, se fundaba en su extraordinario amor por la causa de su pueblo, amor que apoyaba mi decisión irrevocable de servir hasta el fin y a cualquier precio. Ahora ya saben los dirigentes y los testaferros de las antiguas organizaciones y sistemas caducos de la República, que lo de 1943 a 1946 no fue -como ellos dijeron- "demagogia de un ambicioso coronel"; y también saben que lo de 1946 a 1952, en cuanto pudo ser atribuido a la voluntad realizadora de Eva Perón, fue cumplido por ella según los principios, de nuestra doctrina y bajo mi propia, absoluta y responsable decisión puesta, como la de ella, al servicio de nuestro pueblo. Todo esto significa la derrota definitiva de todas las reacciones; y quiero dejar constancia de que no me refiero a la oposición política en conjunto, sino a los hombres de la oposición antinacional y enemigos, por lo tanto, del pueblo, ya sea que actúen en el campo económico, político social. Y a esta derrota definitiva, a la que no se resignan evidentemente, se añaden dos hechos fundamentales y trascendentes que cierran para todos ellos la vuelta de sus intereses al poder. Los dos hechos son evidentemente demasiado claros y demasiado simples como para que no los entiendan los hombres que componen la despreciable reacción interna antinacional y antipopular y la evidente reacción internacional. En primer lugar, han advertido que yo no he modificado en una sola sílaba mi decisión de 1943, ni su confirmación de 1946; que para mí no hay más que un dueño del país -nuestro pueblo- y que yo no soy otra sosa que un fiel instrumento de sus sentimientos, de sus ideas y de su soberana voluntad. Y en segundo lugar, ya saben positivamente -iy también definitivamente!- que no es Perón el "dictador", sino el intérprete de un pueblo que está asumiendo progresivamente la responsabilidad de sus destinos y, por lo tanto, se siente dueño de la revolución social, económica y política que el Movimiento Peronista configura. Yo asumo ante la historia dos responsabilidades: concretas, definidas y absolutas: 1) la de haber configurado una nueva doctrina y una nueva realidad, tratando de interpretar todas las ideas, todos los sentimientos y todas las voluntades del pueblo argentino, y 2) la de haber entregado definitivamente al pueblo organizado bajo mi conducción aquella misma doctrina y aquellas mismas realidades, como para que nada ni nadie pueda oponerse ante la marcha inexorable de la voluntad del pueblo hacia las altas cumbres de su destino extraordinario. La Revolución peronista, el Movimiento Peronista, la doctrina peronista, solo llevan un nombre y un apellido que los identifican por su origen, pero todos sus principios y todas sus realizaciones ya se han convertido en principios y realizaciones de carácter nacional. En las creaciones de la conducción política, como en las creaciones del hombre, llega un momento en que los hijos adquieren mayoría de edad y se lanzan abiertamente a cumplir con su destino. La doctrina peronista ya ha alcanzado la mayoría de su edad. Por eso decía, hace unos momentos, que estamos en una etapa definitiva de la lucha. Desde aquí para adelante todas las posiciones quedan absolutamente definidas y el justicialismo -que se apoya y se respalda en el pueblo, que no será vencido jamás- no podrá ser tampoco derrotado aunque se oponga a su realidad el mundo entero. Si yo hubiese sido un caudillo político, si hubiese pensado en mi prevalencia en el poder, si no hubiese tenido siempre ante mis ojos el porvenir brillante de la República y su misión trascendente en relación con el porvenir de América y del mundo, yo no hubiese revelado al pueblo mis deas, mis principios e incluso mis intenciones y mis planes. ¡Pero este sería también el momento de mi derrota! Empecé por hacer de cada argentino una unidad humana que se supiera, se sintiera y actuara como integrante de la comunidad, creando en cada uno de los hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos de esta tierra una conciencia social efectiva y dinámica. Sobre las bases firmes que conforman una idea, un sentimiento y una voluntad común, trabajé sin desmayos por la organización social, económica y política del pueblo para darle una fisonomía diferente, una personalidad definida y auténtica, y un nuevo y trascendente sentido de su misión. Mi gran ambición -lo que mis adversarios califican de locura- fue darle un alma a nuestro pueblo, un alma que no tenía, a fin de que, frente a las contingencias de la lucha dura y despiadada que los tiempos nos están imponiendo, nuestro pueblo pudiese enfrentarla con la decisión de los grandes pueblos, a quienes la humanidad reconoce, tarde o temprano como agentes creadores de la historia. ¡Ahora nuestro pueblo tiene alma nacional! Podrán decir lo que quieran sus eternos enemigos de la explotación foránea y de la oligarquía, pero, ¿quién puede negar que en este momento crucial de la República el alma de su pueblo se manifiesta ya con la plenitud de su grandeza y de su dignidad? Y este es un hecho absolutamente irreversible, como es irreversible la creación de las almas en los hombres. El Movimiento Peronista, mediante su doctrina -el justicialismo- y mediante sus realizaciones políticas y de gobierno, ha construido, a pesar de nuestros errores y defectos, una Nueva Argentina, un pueblo nuevo y distinto del que encontramos, y este es justamente el momento preciso que la Nueva, Argentina y el pueblo nuevo de los argentinos, tomando como suyas las banderas del Movimiento Peronista, se lanzan hacia el porvenir, con la absoluta certidumbre de la victoria, para realizar nuestro destino de justicia, de libertad y de soberanía. Nadie puede negamos que el pueblo argentino de 1953 es absolutamente distinto del pueblo de 1943. Yo me encontré con una masa inorgánica, vencida, dominada, que había decidido entregarse al arbitrio de las circunstancias de la vida y del destino. El pueblo de 1943 era, en realidad, una masa informe que había terminado por someterse al fatalismo de las circunstancias, desinteresándose de su propio destino y de su misma vocación histórica. Ni la independencia económica, ni la justicia social, ni la soberanía política, lograban provocar alguna reacción en la inmensa mayoría de los argentinos. ¡Qué iban a luchar por la independencia económica de la patria quienes no podían levantar la frente para mirar un porvenir individual o familiar que les diese una mínima seguridad económica! ¡Qué iban a luchar orgánica y solidariamente por la justicia social los hombres de un pueblo que había estrellado los reclamos de su indignación y de su rebeldía frente a las policías bravas, ante los jueces prostituidos, ante los políticos venales y mentirosos, ante los gobiernos manejados por las empresas del capitalismo e incluso ante algunos dirigentes sindicales que pagaban las organizaciones internacionales del comunismo o del capitalismo! ¡Y qué iban a interesarse por la soberanía política -suma y origen de toda libertad individual, porque es la libertad de la República- los integrantes de un pueblo sometido a todos los atropellos del fraude, a todas las injusticias y a todas las formas de la opresión y del oprobio! El pueblo de 1943 se sentía definitivamente derrotado bajo la fuerza aplastante de un complejo de inferioridad que lo estaba haciendo juguete de los acontecimientos, más que actor principal en el devenir de su historia. Yo convertí a aquel pueblo. Yo lo desperté de su aparente derrota definitiva. Yo le señalé otra vez el derrotero perdido de su destino y de su vocación. Para fundar su independencia económica, empecé por dársela a cada ciudadano de la República. Para fundar su justicia social, empecé por hacerle sentir a cada argentino, hasta la médula del alma, la suprema dignidad humana que nos iguala a todos, mediante la destrucción de todas las injusticias que nacen de la explotación. Para fundar la soberanía política, le di a cada argentino la libertad individual en el goce efectivo de todos sus derechos, que surgen de la dignidad que únicamente pueden disfrutar los hombres económicamente liberados por la justicia social, cuando se realiza, corno lo hicimos nosotros, sin calcular el precio ni los sacrificios que necesitábamos hacer para lograrla. Señoras y señores senadores; señoras y señores diputados: el porvenir nos pertenece porque se ha encarnado en el espíritu inmortal de nuestro pueblo. Nuestros propósitos de 1943, renovados en 1946, han sido plenamente logrados. Unos cuantos ejemplos valdrán más que demasiado número de palabras. En 1943, el pueblo argentino no tenía ni la menor idea de su independencia económica. Si no podía ocuparse con éxito en resolver los reducidos problemas económicos individuales y familiares, yo me pregunto si no era lógico que asistiese hasta entonces casi insensible a la entrega progresiva del patrimonio nacional. Los obreros vivían explotados por el capitalismo nacional, por lejanos consorcios del capitalismo foráneo o por algunos de sus mismos dirigentes sindicales, a quienes interesaba más la paga que recibían como agitadores o la que cobraban entregándose; "intermediarios" sindicales a quienes convenía la injusticia, porque así conservaban el escenario y clientela que justificaban la presencia de ellos, pero sobre todo la paga del servicio que prestaban. Los agricultores eran explotados por los monopolios del comercio exterior. Y debajo de los agricultores, doblegaba su cabeza la inmensa legión de los peones, explotados a su vez. Pero nunca, sino por excepción y aisladamente, se levantó de la masa campesina una protesta realmente vindicatoria de sus derechos, de su dignidad, de su libertad y justicia. El pueblo entero era objeto de explotación y vivía sumergido en la miseria. También entonces los intermediarios del comercio, los especuladores y los agiotistas, confabulados o no con algunos sectores oligárquicos de la producción -"señores" de la ganadería, del vino y del azúcar, por ejemplo-, robaban descaradamente los dineros que el pueblo ganaba trabajando de sol a sol, sin descansos, sin seguridad social, sin aguinaldo, sin vacaciones, sin ningún derecho, cobrando los sueldos y jornales de una miseria deprimente. Pero el pueblo no reaccionó jamás sino esporádica e inorgánicamente, y cuando lo hizo, sus gritos de rebelión no alcanzaron a sobrepujar el silencio de la oprobiosa esclavitud en que vivía, si a aquello podía llamársele vivir. El presidente Yrigoyen mandó al Congreso un proyecto de ley de expropiación del azúcar a fin de combatir la especulación de los productores industriales y de los intermediarios que lo acaparaban. La ley murió en el Senado, ante la más absoluta indiferencia del pueblo, cuyo presidente había intentado sin éxito la defensa del interés común. En otro plano de los hechos económicos, la desorganización del pueblo posibilitó la entrega y la venta progresivas del país a los intereses extranjeros del imperialismo que gobernaba lo económico, lo social y lo político con la arrogancia enguantada de su diplomacia. Nosotros revertimos las fórmulas de la economía, pero antes hicimos de cada argentino, peronista o no, un ciudadano que se interesaba por el bien económico común. Los trabajadores, organizados por millones, en millares de sindicatos, han tomado por propia voluntad e iniciativa la defensa de sus economías; y son ellos los que enfrentan ahora la especulación y el agiotismo que pretenden desvalorizar los salarios alcanzados. Ya no piden aumento de salarios, porque saben que al fin del proceso económico, ellos mismos los pagan, porque el capital, irresponsable, individualista y explotador, se los cobra indirectamente cargando con precios abusivos cada uno de los artículos de consumo popular. Los trabajadores no pretenden asfixiar al productor, pero son implacables en sus exigencias cuando reclaman el respeto absoluto de los precios y denuncian la acción de los ladrones que, con patente de comerciantes, especulan a costa del hambre de los humildes. Son también los trabajadores del pueblo quienes, mediante sus organizaciones sindicales, organizan sus proveedurías y sus cooperativas para la mejor defensa de sus economías. Los productores del campo, organizados en millares de cooperativas que agrupan hoy a más de doscientas mil familias argentinas, constituyen en estos momentos una fuerza extraordinaria que gravita en la producción agraria de manera prácticamente total y empiezan a introducirse progresivamente en el comercio interno y en el comercio exterior. El antiguo sistema de comercialización externa, cuya cabeza destruimos nosotros en 1946 mediante la acción decidida del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, ya está sintiendo la acción efectiva de cooperativas, y ninguno de los doscientos mil productores agropecuaria piensa con temor que puedan volver los tiempos amargos de la explotación. Yo estoy persuadido de que si alguna vez cualquier "comerciante la República" intentase la venta del país, en el más mínimo de sus derechos inalienables e imprescriptibles, no sería ya un reducido sector de ciudadanía el que levantase el índice acusador sobre los nuevos e infames delincuentes, sino todo el pueblo quien saldría a la calle enardecido p defender la dignidad, la libertad y la justicia de su independencia económica y de su economía social. Todos estos hechos demuestran que la reforma económica concebida en la doctrina peronista y realizada por el Movimiento Peronista en los primeros años de gobierno ya no son mis ideas ni mis principios, ni siquiera mis realizaciones, sino las ideas, los principios y las realizaciones de un pueblo que está dispuesto a defenderlas a cualquier precio, aun sus enemigos vengan degollando. La reforma económica ha sido transferida por nosotros mismos de mis espaldas a las espaldas del pueblo. Y yo me alegro; no porque me sienta aliviado de una inmensa responsabilidad, sino porque los hombres pasamos y los pueblos quedan, y porque todo cuanto hemos construido y realizado no fue tampoco para nosotros, los hombres de nuestra generación, sino para el pueblo que ha de sobrevivimos aun después de que siglos hayan borrado nuestro recuerdo en la historia de la humanidad. En mis manos, limitadas en el espacio y el tiempo, la independencia económica y la economía social serían demasiado endebles y fácilmente desvirtuadas y vencidas; pero, en cambio, en las manos del pueblo, numerosas por millares y eternas en el tiempo, nada podrá impedir que nuestras reformas económicas sigan afianzando la economía social, en la soberanía política que contribuirá a realizar la grandeza nacional y la felicidad generaciones venideras. . Por mi parte, yo sé positivamente que al tomar el pueblo nuestra reforma económica y al hacerla suya no hipoteca su porvenir. Por el contrario, lo asegura definitivamente. Los enemigos del justicialismo, los promotores y los intermediarios de la mentira organizada para cerrar a nuestra doctrina el camino de su inevitable trascendencia americana, como no pudieron cerrarnos el de nuestra propia libertad, dicen paladinamente que no tenemos ninguna doctrina económica. Pero, señores, si no tenemos doctrina económica, ¿por qué le tienen tanto miedo? ¿Por qué razón, en 1950, el ex subsecretario de Estado de la Unión, mister Miller, nos pidió con tanto interés que no hablásemos tanto de la tercera posición ideológica ni de doctrina peronista ni de justicialismo? ¡No había de ser porque carecemos de doctrina económica! Les interesaba tanto la repercusión internacional del justicialismo, y particularmente en América, que el ex funcionario de la Unión prefirió pedirnos el abandono de nuestra doctrina, más bien que la firma de un pacto bilateral, como lo están soportando algunas naciones de América. También -según lo he informado a Vuestra Honorabilidad- los enemigos de la República pretenden desacreditar nuestra reforma económica arguyendo que estamos en plena crisis. Yo tengo la obligación constitucional de informar al pueblo la verdad, la más absoluta verdad, dándole las pruebas correspondientes. Es mi obligación por ello informar a los señores diputados y señores senadores que la crisis económica argentina sobrepasó en septiembre de 1952 el punto de su mayor gravedad. En 1951 habíamos tenido, en nuestro comercio exterior, un saldo negativo equivalente a 2.118,6 millones de pesos en divisas y en 1952 el déficit alcanzó a los 3.413,5 millones de pesos. En 1952, las exportaciones argentinas alcanzaron el índice más bajo de la historia económica nacional en lo que va de este siglo, llegando a un nivel de 30 con respecto al promedio 1935-1939 igual a 100. En el mes de septiembre, cuando tocábamos fondo, vislumbramos la orilla tal como lo habíamos previsto, y en estos momentos estamos haciendo pie sobre las realidades de la tierra firme. Las causas de la crisis económica argentina de 1952 son suficientemente conocidas por todo el país y considero no necesario repetirlas, remitiéndome a mis exposiciones de febrero relacionadas con la aplicación del Segundo Plan Quinquenal en 1953. Deseo referirme, sin embargo, a algunos hechos irrefutables que prueban la solidez extraordinaria de nuestra economía y, por lo tanto, de las reformas prometidas y realizadas. Nosotros hemos soportado el más aplastante déficit de la producción agropecuaria de que se tenga conocimiento en la historia económica argentina. La cosecha de 1952-1953, que no es la más abundante de nuestra economía agraria, arroja, con respecto al promedio de los últimos cinco años -los más deficientes de nuestra producción agropecuaria-, aumentos cuya cifras resultan elocuentes hasta para los analfabetos. La producción de trigo aumentó en un 57,6 por ciento sobre el quinquenio pasado y en un 271 por ciento sobre 1951. La cosecha de maíz se incrementó en un 30,3 por ciento sobre el quinquenio y en un 81,4 por ciento sobre el año pasado. La cebada y el centeno registran aumentos de 105,3 por ciento y 280,2 por ciento sobre el "quinquenio de las vacas flacas", y sobre 1952 los aumentos alcanzan a 255,2 y 1.552,8 por ciento, respectivamente. Las cosechas de tomate, arroz, tabaco, legumbres, maní, frutas, etcétera, son superiores en cifras absolutas a todas las que se registran en la estadísticas nacionales de producción. Mañana dirán los intermediarios, representantes de los mayoristas extranjeros que pagan los servicios de la propaganda extranjera, que yo no hablo más que de lo que me conviene, y que por eso antes hablaba de la producción industrial y ahora sólo me ocupo de la producción agropecuaria. ¡No pienso darles el gusto, como no se los he dado nunca! Siempre he dicho la verdad, porque así como me gusta saberla, m gusta decirla, y además tengo la obligación de hacerla conocer a mi pueblo. Dicen los testaferros de los imperialismos que yo hablo demasiado porque todos los días les digo a los obreros, a los productores, a los comerciantes, a los industriales, a los maestros, a todos los que van a la Casa de Gobierno, lo que estoy haciendo, lo que quiero hacer y les aconsejo lo que el país necesita que ellos hagan. A Yrigoyen lo criticaban porque hablaba poco. Reconozco que hablo frecuentemente con el pueblo. Lo reconozco y me enorgullezco. Pero es que tengo mucho que decir, por varias y sencillas razones: ¡Porque tengo la obligación de hacerlo, porque necesito de la comprensión del pueblo y también porque trabajo! Si no trabajase como lo hago por el pueblo no podría enfrentarme con él todos los días porque sentiría de frente su propia acusación. Este breve paréntesis me permite volver al tema fundamental. La producción industrial de 1952 disminuyó sobre 1951 de un Índice igual a 150,8 a un nivel de 141,3 en general. Disminuyeron los índices de la industria manufacturera en general, que pasaron de 152,9 a 141,7; la de textiles, que bajó de 151,4 a 124,4; la de confecciones, de madera, de papel y cartón, de imprenta y publicaciones, de productos químicos, del cuero, etcétera. Aumentaron las industrias extractivas; de tabaco, de alimentos y bebidas, de derivados del petróleo, del caucho, de vehículos y maquinarias, de aparatos eléctricos, etcétera. Es interesante señalar, por otra parte, que las industrias de bienes durables mantienen el índice de 1950, y que son las industrias que fabrican bienes no durables las que han disminuido en un 7,3 por ciento con respecto al índice de 1950 y de 1951. Pero esta disminución general de la industria de 1952, no solo fue lógica, sino que, además, fue prevista y producida por nosotros, que decidimos hacer de 1952 un año económico, por si volviesen a fracasar nuestras cosechas. ¿O acaso no fui yo quien provoqué la contención de los gastos del pueblo y especialmente en textiles? ¿Acaso no fui yo quien anuncié una menor ocupación? Y digo menor ocupación y no desocupación, porque en 1950 se remataba la mano de obra por escasez de empleo y exceso en su demanda. Cuando anuncié que el año económico provocaría menores demandas de trabajo, lo hice sobre bases firmes, sólidas y realistas. Por eso no me equivoqué. Hace pocos días, un diario norteamericano, que se permite, como de costumbre, mentir para agraviamos, declaraba en sus columnas que en la República Argentina una sequía se produce una vez por siglo y que cuando ello sucede no hay gobierno que pueda resistirla. Por lo visto, el diario de Boston, que se llama Christian Science Monitor, está tan bien informado de la actualidad mundial como nosotros de paleontología o de prehistoria. No hay un argentino que no conozca la frecuencia cíclica de las sequías que malogran nuestras cosechas. Y si bien es cierto que algunas malas cosechas han provocado también las correspondientes crisis políticas argentinas, lo que no dice la publicación norteamericana es que a nosotros no solo no nos hizo tambalear una sequía, sino que superamos tres años de adversidad climática y de otras adversidades provocadas por las numerosas circunstancias que tantas veces he denunciado. Tampoco dice, lógicamente, que teníamos todo previsto para afrontar una nueva sequía y, lo que es más importante, sin la ayuda de los famosos empréstitos que, fiel a mi palabra, todavía no he firmado ni firmaré jamás. Ahora empezamos el resurgimiento hacia una nueva situación económica que se nos presenta con inmejorables perspectivas. Si tengo algún mérito es el de haber sabido conducir los acontecimientos, sin haberme dejado nunca conducir por ellos. Yo no esperé que "una mala cosecha", añadiéndose a las de 1949, 1950 Y 1951, nos trajese una semana trágica, con "ollas populares", "Villa Desocupación" y todas las consecuencias que produjo la pérdida de una sola cosecha. Tampoco esperé que sucediese lo de 1929, cuando, "gracias" a la abstención total del gobierno en materia económica, no pudimos exportar nuestra producción porque el mercado internacional estaba abarrotado de especuladores, entre los cuales figuraban aquí los monopolios del cereal que manejaban a su antojo -y según las sugerencias interesadas del capitalismo internacional, que fijaba los precios en la Bolsa de Chicago- a los títeres de nuestra antigua Bolsa de Comercio. A nosotros no nos pueden ni nos podrán sorprender ni los intereses de afuera ni sus intermediarios especuladores y testaferros de aquí. El único factor que puede hacemos pasar un mal rato en nuestra economía es el que no podemos conducir nosotros las condiciones del clima en general y el régimen de lluvias en particular. Pero aun en este caso, cuando no podemos remediar lo inevitable, por lo menos hemos demostrado ya que sabemos prever sus consecuencias. Eso fue lo que hicimos en el año económico pasado. Dice el ya citado representante de la prensa norteamericana que yo soy un hombre de suerte porque he sobrepasado una sequía. ¡Si los que redactan el Christian Science Monitor supieran los sacrificios que cuesta tener un poco de suerte no serían tan desafortunados en sus apreciaciones! La suerte en el gobierno económico se construye también un poco. ¡Y se construye en una medida que va más allá de todas las contingencias imprevistas y de todas las casualidades! Si ahora estamos mejor es porque a tiempo supimos prever y porque todos juntos, gobierno y pueblo, codo a codo, cumplimos con el Plan Económico de 1952 que nos propusimos realizar. Además, en los buenos tiempos, hicimos todo lo necesario para que no nos tomasen desprevenidos los años de las vacas flacas. Si no hubiésemos cancelado la deuda externa el año pasado, en vez de comprar combustibles, materias primas y maquinarias agrícolas para aseguramos esta buena cosecha actual, hubiésemos tenido que pagar los "módicos" intereses con que nos "civilizaban" -según decían ellos- los monopolios de la piratería internacional, que lo mismo desembarca en unas islas ajenas que se hace regalar una legua de campo a los dos lados de cada línea ferroviaria que proyecta construir. Si no hubiésemos impulsado en 1946 el desarrollo de una industria nacional, no solo hubiésemos tenido que importar numerosos artículos de primera necesidad para el pueblo, sino que, ante la crisis agraria, se nos hubiese llenado el país de desocupación. Si no hubiésemos creado el Banco Central, que nos permitió manejar los depósitos nacionalizados, no hubiésemos podido tampoco planificar el crédito y orientarlo hacia el campo, en 1952, para que en un solo año se recuperase de los tres largos años de infortunio que debi6 padecer el país. Si no hubiésemos creado el lAPl, yo me pregunto a qué precio estarían vendiendo los agricultores las cosechas actuales frente a un monopolio de compradores poderosos que, sin ningún apremio, hubiesen esperado pacientemente el día de la desesperación económica de nuestros productores, Si no hubiésemos desvinculado el peso de las reservas monetarias, el año pasado no hubiésemos podido importar absolutamente nada o de lo contrario hubiésemos tenido que retirar dinero de la circulación, paralizando así las transacciones internas y llevando entonces la situación a los extremos mismos de la crisis. En cambio, nosotros compramos lo indispensable para mantener la economía nacional y mantuvimos la circulación monetaria que aseguró el bienestar de nuestro pueblo. Pero todas estas realizaciones nos fueron criticadas acerbamente y, según decían los miembros de la primera minoría opositora -la que debió responder por compromisos previos ineludibles a los dólares de Braden-, todo cuanto acabo de reseñar era gobierno de economía dirigida. Reconozco que en aquellos momentos, y casi hasta la actualidad, todo cuanto hacíamos era, en rigor de verdad, economía dirigida; pero yo, como argentino -y creo que conmigo unos cuantos millones de argentinos-, pensábamos entonces, como ahora, que indudablemente debe de ser más efectiva una economía dirigida por un gobierno elegido democráticamente por el pueblo que una economía dirigida por los dólares de un indigno y pintoresco embajador, aunque aparezca como representante de la más conspicua y respetable democracia del mundo. Volviendo sobre el tema, es interesante señalar que los mismos numerosos productores, comerciantes e industriales que en 1946 y 1947 querían libertades económicas son los que ahora llegan todos los días a la Casa de Gobierno pidiendo economía dirigida "para que el gobierno los saque del pantano". Lo malo para ellos es que llegan tarde por segunda vez. Cuando pedían economía libre, el pueblo necesitaba de la dirección económica que nosotros impusimos y que, pese a sus inconvenientes, fue la etapa previa necesaria para la solución definitiva que vamos realizando. Ahora solicitan economía dirigida por el gobierno, y nosotros, en cambio, siguiendo los planes de nuestra reforma, nos vemos obligados a decides lisa y llanamente: "Señores, nosotros no tenemos nada que ver con este asunto. Entiéndanse con la Confederación General del Trabajo o arréglense con la Confederación Económica Argentina o con el Sistema Nacional Cooperativo. Vale decir, entiéndanse con las organizaciones del pueblo". Nosotros no auspiciamos ni la economía libre del capitalismo ni la economía dirigida del comunismo. La tercera posición, que tanto preocupó a los ex funcionarios del Departamento de Estado de la Unión, ha definido su doctrina económica, su teoría y sus formas de ejecución, transfiriendo buena parte de las funciones del Estado y del gobierno a las organizaciones populares y creando un sistema particular que nosotros llamamos de "conducción económica". Esta nueva situación evolutiva es causa de perturbaciones críticas, pero nosotros sabemos lo que hacemos porque lo hemos previsto. Y al decir nosotros, digo el Gobierno y el pueblo organizado. Los resultados de nuestra doctrina económica aplicada a la política correspondiente son ya evidentes, aunque recién empezamos la etapa de la recuperación posterior a la crisis de 1952. Debo mencionar algunos hechos, aunque sea sucintamente. El saldo del comercio exterior, o sea, las ganancias, vale decir, la diferencia entre lo que vendemos y lo que importamos, vuelve a sernos progresivamente favorable desde noviembre. En noviembre ganamos 72,1 millones de pesos en divisas; en diciembre, 132,5; en enero de 1953, 177,8 y en febrero, 204,6 millones de pesos. La posición neta de oro y divisas del país había desmejorado constantemente durante los primeros nueve meses del año 1952, hasta llegar en septiembre de ese año a su punto crítico: 772 millones de pesos en oro y divisas, computando un saldo negativo de 42 millones de pesos en divisas. A partir del mes de octubre de 1952 se inicia la recuperación en forma sostenida, y así llegamos en la actualidad a incrementar nuestras reservas de oro de 814 millones de pesos a 1.358 millones, o sea, más de un 66 por ciento, y las tenencias en divisas llegaban al 23 de abril próximo pasado a la cifra de 555 millones de pesos. Esta promisoria situación se debió en gran parte a nuestras previsiones en materia de política cambiaria, que permitieron, por una parte, la colocación ventajosa en el exterior de numerosos productos, especialmente agropecuarios, como lanas, carne conservada, queso, cueros, etcétera, y, por otra, importantes ingresos de divisas fuertes, que solamente en el caso de las lanas alcanzaron a los 180 millones de dólares. Como si estos hechos no bastasen para confirmar mis palabras y mi aseveración de que ya ha pasado la crisis económica argentina, debo informar a Vuestra Honorabilidad que el ejercicio económico del Estado cerrado al 31 de marzo próximo pasado arroja un superávit aproximado de 72 millones de pesos, obtenido gracias a una economía de inversiones en rentas generales igual a 1.500 millones de pesos. Después de todas estas pruebas de la solidez de nuestra economía y de nuestra reforma económica, yo me pregunto si el invento de nuestra crisis que desparraman por el mundo entero la United Press y la Associated Press, integrando una orquesta internacional de difamaciones malevolentes, no será la reacción histérica de la desesperación de nuestros enemigos, que confiaron excesivamente en nuestra derrota frente a las adversidades naturales de nuestra producción agropecuaria. Pero tal vez son ellos mismos quienes, muy ocupados en perturbar la vida ajena, la vida del mundo, y abrumados por los reclamos de los intermediarios que ellos mismos eligieron; demasiado ocupados -repito- en repartir mentiras vestidas de noticias, rumores internos e internacionales y bombas alarmantes o criminales, no han advertido todavía que la crisis internacional se les avecina acaso irremediablemente y que la única medida de previsión que han adoptado hasta ahora consiste en declarar que no habrá crisis económica, como si las crisis se arreglaran con declaraciones. Nosotros desearíamos que se olvidasen un poco de la República Argentina. Es lo único que les solicitamos. Tenemos la esperanza de que así suceda. No porque lleguen a comprendemos, sino por cuanto acaba de predecir acerca de los graves problemas que sobrevendrán en el escenario de sus propios intereses, en la propia casa que ellos manifiestan gobernar para ejemplo del mundo. Esperamos también que cuando llegue ese día resuelvan ignorar todas las mentiras que urdieron y se decidan por la verdad de nuestra doctrina, donde hallarán la única solución de sus próximas desgracias. Entonces, por lo menos, no dirán que el justicialismo es una simple palabra. Advertirán que es una auténtica realidad en marcha que va ganando pueblos y más pueblos, precisamente porque no avanza escondido a la sombra de ningún imperialismo, y que cuando sale de sus fronteras -como salió conmigo a Chile-, lo hace con la frente descubierta y en alto, sin intereses inconfesables, sin etiquetas que ocultan la identidad de las intenciones y sin más argumentos que la verdad, una verdad simple y humana, la que yo tomé de los sentimientos, de los pensamientos y de la voluntad de nuestro pueblo. Cuando a fines de 1943 tomé la dirección del Departamento Nacional del Trabajo, que pocos días más tarde se convirtió en la ya histórica Secretaría de Trabajo y Previsión, los trabajadores argentinos estaban casi totalmente desorganizados. A pesar de la existencia de algunos gremios relativamente numerosos, la masa de los trabajadores no había encontrado el camino de su liberación. Y aun los gremios con alguna organización carecían por lo general de una masa que se sintiese absolutamente solidaria con sus dirigentes. Las causas de esta difícil situación radicaban en la dureza propia de todas las luchas en aquellos tiempos heroicos del sindicalismo, en la desilusión de los mismos trabajadores engañados y entregados a veces por sus propios compañeros, o vencidos por la esterilidad de sus huelgas prolongadas, llenas de sobresaltos, de persecuciones y aun de crímenes organizados por el capitalismo con el visto bueno o con el apoyo policial de los gobiernos oligárquicos. Lo cierto es que cuando en 1943 yo asumí las responsabilidades de la reforma social, me encontré con una inmensa masa inorgánica de trabajadores desorientados, sin la menor esperanza en el porvenir individual y de la patria y con muy poca fe en la sinceridad de mis propias palabras. Y los trabajadores tenían razón. Habían sido engañados infinidad de veces y habían conocido todas las formas de la explotación y de la mentira. Pero el mal de los trabajadores argentinos no radicaba en esa desilusión, amargura, incredulidad, desesperanza o desconfianza, que eran solamente síntomas de la enfermedad social generalizada que los acosaba. La causa de todos los males que padecían estaba en la desorganización casi absoluta. Los partidos políticos con algunos principios o con alguna inclinación popular habían contribuido a la dispersión y a la desunión de los obreros de toda la República, sometidos a las más absurdas divisiones. Por su parte el gobierno, sirviente fidelísimo de la oligarquía y del capitalismo, propiciaba y auspiciaba esa desunión y esa división de los obreros, según la antigua táctica de todos los gobiernos del privilegio que dividían para reinar. Cuando en el ejercicio de mis nuevas funciones pedí a los trabajadores que se uniesen, creo que desconfiaron todavía más de la sinceridad de mis palabras, o por lo menos se desconcertaron totalmente. Precisamente consideraban que eso no podía ser auspiciado desde el gobierno mismo -¡y también tenían razón!-, porque yo mismo, por aquella prédica incansable que realicé desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, llegué a conquistar las resistencias que provocaron mi renuncia del 9 de octubre de 1945. Sin embargo, poco a poco, las realidades fueron ganando camino sobre mis palabras, y en el escaso tiempo de dos años la masa, trabajadora llegó a brindarme su confianza y su cariño. ¡Una confianza y un cariño que hemos mantenido y acrecentado mutuamente en estos años largos y penosos de nuestras comunes inquietudes! Hoy, la organización sindical argentina reúne en el haz de la Confederación General del Trabajo a más de seis millones de trabajadores, y no es tan solo una organización de dirigentes, sino una masa totalmente organizada, en la que cada uno de sus hombres se siente, se sabe y procede como responsable solidario del conjunto. Si de algo me enorgullezco como argentino y como peronista, es precisamente de que se haya construido con mi auspicio la organización sindical más poderosa del mundo; poderosa no tanto por el número de sus afiliados -que son la inmensa mayoría de los trabajadores argentinos-, cuanto por la unidad de concepción y la unidad de acción que los estrecha entre sí, como hermanos de la gran familia de los trabajadores. La doctrina peronista fue conocida por ellos en primer lugar, y yo puedo decir con absoluta verdad que la elaboré con ellos, en el contacto diario con sus inquietudes, con sus afanes y con sus sentimientos. Yo les expuse mis ideas: las que habían configurado mi carácter militar. Ellos me expusieron sus propias ideas, que resultaban del dolor y de la miseria en que vivían. Así nació, poco a poco, la doctrina del Movimiento Peronista, y así nacieron sus realizaciones: de un entendimiento mutuo fundado en la comprensión solidaria de los problemas y de las ideas comunes. Yo había aprendido, por ejemplo, que la patria se concretaba en sus realidades materiales, en sus fronteras o en las abstracciones ideales de sus símbolos. Ellos me hicieron ver que la verdadera realidad de la patria está en el pueblo y que el verdadero patriotismo no consiste en la exaltación unilateral de los símbolos ni en el conocimiento valorizado de sus riquezas materiales, sino en la unidad espiritual del pueblo, y que esa unidad espiritual solo se alcanza cuando cada uno de los integrantes de la comunidad empieza a sentirse primero compañero, luego amigo y después hermano de todos los demás. Cuando se llega a esa unidad espiritual, entonces el destino del país está definitivamente asegurado y la patria no puede ser ya sometida a ningún vasallaje y a ninguna afrenta, porque ante ellos reacciona toda la fuerza vital de la Nación, que reside en su pueblo. Sobre estos principios de unidad nacional fundamos la doctrina peronista, que por eso mismo, porque no es sectaria ni unilateral, ha sido convertida por Vuestra Honorabilidad en la doctrina de toda la Nación. Pero yo, que tantas deudas tengo con los trabajadores argentinos reconozco una más: la de haber colaborado ellos, directamente conmigo, en la configuración de la doctrina nacional y sobre todo la de haberla difundido por toda la República y aun por todo el mundo, como predicadores incansables de sus principios fundamentales de justicia, de libertad y de soberanía. Ellos han sido también sus más eficaces realizadores, porque no solamente han cumplido con sus preceptos generales, sino que en numerosas circunstancias, mediante la fuerza de sus razones y la razón de sus organizaciones, han exigido de sus conciudadanos, y aun de los enemigos del pueblo, la observancia de las reformas prometidas a la República en el avance permanente del Movimiento Peronista. Pero es principalmente la reforma social el motivo que los une en la defensa de sus principios y de sus realidades. Ya no es Perón tampoco el "dictador" de la justicia social, sino el intérprete del pueblo, que para mí, pese a quien le pese, es el único dictador que puede realizar la plenitud de la justicia. Y lo mismo que en el caso de la reforma social, yo me alegro de esta definitiva transferencia, porque es un nuevo síntoma de la conciencia social adquirida por nuestro pueblo, de su organización y de su personalidad, que se afirman en la existencia de profundos sentimientos solidarios que cimientan la grandeza y la trascendencia de los pueblos en la historia. Si la reforma económica realizada sobre la base de los principios del justicialismo no ha podido ser vencida ni desvirtuada por los dos años duros de tantos contratiempos que se dieron la mano con nuestros invariables enemigos de la oligarquía, del capitalismo internacional y de los imperialismos, la reforma social, que se fundamenta en la economía social y en la independencia económica, tiene más solidez que nunca. Y no solo porque haya tenido que soportar el embate de las dificultades derivadas del proceso económico que he venido describiendo, sino precisamente porque ha dominado las adversas circunstancias de un momento difícil. Hemos soportado, por ejemplo, en este último período anual, dos situaciones de evidente desequilibrio entre precios y salarios: la del primer trimestre de 1952 y la última de febrero y marzo de 1953. La primera tuvo solución adecuada y justiciera con el aumento de salarios que decidimos en febrero de 1952. La última, motivada por causas artificiales, se está solucionando mediante la acción solidaria del Gobierno y de las fuerzas sociales que lo apoyan. En quince días, los precios de la alimentación bajaron 84 puntos y en estos momentos se respetan los precios máximos establecidos. Pero yo no deseo referirme a todos los hechos que son suficientemente conocidos por el pueblo en general, y en especial por Vuestra Honorabilidad, que lo representa. Prefiero volver, en cambio, sobre la tesis inicial y probar, con ejemplos indiscutibles, que la reforma social -vale decir, la justicia social-, tal como la acabo de anunciar, también ha sido transferida al pueblo, que la exige y la va complementando progresiva y prodigiosamente. La diatriba internacional, desatada por las fuerzas imperialistas, intenta convencer al mundo, y particularmente a los pueblos de América, de que nuestra justicia social es una gastada expresión de la propaganda peronista, destinada a correr una cortina de humo sobre nuestras realidades. A nosotros nos basta preguntar tres o cuatro cosas simples, pero definitivas, para demoler todas las mentiras y sofismas de la propaganda antinacional y antiamericana. Preguntas como esta, por ejemplo: ¿Qué país del mundo, con excepción de los que viven en el silencio de la opresión o de la esclavitud, ha tenido menos conflictos de carácter social que la República Argentina? En 1952 hubo en la Capital Federal catorce huelgas, y de ellas, doce no tuvieron ninguna importancia. Las dos huelgas de cierta magnitud comprendieron a los gremios de la alimentación y gráficos y afectaron a 13.600 trabajadores. Desde 1944 la República Argentina no registraba tan escaso número de conflictos sindicales. Sin embargo, los participantes en las reuniones gremiales aumentaron en un 35 por ciento sobre 1951, prueba evidente de que los trabajadores argentinos ya no solo se reúnen para dirimir conflictos, sino con otros motivos, que se vinculan generalmente con el desarrollo progresivo, permanente e ineludible de todos los derechos del trabajador. El costo del nivel de vida, que había sido incrementado en marzo del 52' por el aumento de todos los salarios, se mantuvo casi estacionario hasta febrero de 1953. En enero de 1953, el índice estadístico disminuyó, incluso sobre sus valores de diciembre próximo pasado. Pero llega febrero y, por una rara coincidencia, mientras en Chile sellábamos un pactó de repercusión americana que se apoya en los tres pilares del justicialismo, que son la independencia económica, la soberanía política y la justicia social, la justicia social argentina recibe el impacto de un aumento en el costo del nivel de vida equivalente a 34 puntos sobre el índice del mes anterior. Como un contraste extraordinariamente significativo, debo señalar el hecho siguiente: cuando se aumentaron los salarios en un ochenta por ciento, a principios del 52', el incremento del nivel de vida fue desde marzo hasta diciembre -nueve meses- igual a 56 puntos, y en un solo mes -febrero 1953- el incremento alcanza 34 puntos. Pero al mismo tiempo se reduce el abastecimiento de carne de la Capital Federal y empiezan a decir los informantes políticos internos y sus comentaristas extranjeros, afrentando al pueblo de Chile, que yo le había regalado carne al general Ibáñez para que ganara una elección. Sin embargo, desde el lado chileno se nos está reclamando el cumplimiento efectivo de nuestros compromisos en relación con las cuotas normales de ganado establecidas antes de nuestra Declaración de Santiago. Y más sugestivo resulta el análisis del censo ganadero de 1952 -cuyas cifras se añaden a este mensaje en el anexo estadístico correspondiente-, que arroja sobre el de 1947 un aumento de cuatro millones de cabezas de ganado vacuno. Que en todo esto se realizó una burda maniobra totalmente artificiosa lo prueba el hecho de que, entre la denuncia pública realizada por mí, el 1º de abril, y la primera fijación de precios -¡casi diez días después!-, el costo de la vida en materia de alimentación bajó setenta puntos, que es la medida del "robo minorista", y después catorce puntos más, que es -a grosso modo- la medida del robo conjunto y solidario que realizaban, en complicidad, casi todos los minoristas de acuerdo con los intermediarios. Yo denuncié estos hechos oportunamente y en todos sus detalles. Lo que hoy reafirmo de mi denuncia inicial es que toda esta maniobra fue organizada, a pesar de cuanto digan a coro casi todas las famosas sociedades rurales, donde, por una extraña coincidencia, militan conocidos dirigentes de la oposición. Sería demasiado largo enumerar todos los hechos anormales y las causas que integraron el panorama del inusitado incremento del costo de la vida, principalmente en nuestra Capital. Bueno es recordar, sin embargo, para llegar al término de nuestro razonamiento, que este fenómeno anormal, lo mismo que el sinnúmero de rumores tendenciosos, y en general infundados, se localizó en la Capital Federal, donde también comenzaron a estallar algunas bombas desde el día en que llegué de Chile. También es importante que Vuestra Honorabilidad considere detenidamente por qué raras y extraordinarias circunstancias la prensa mundial, servida por las agencias norteamericanas, y bajo la sigla de la UP, AP y de INS, rompe su estudiada "prudencia" de los últimos tiempos con respecto a la República Argentina, a su gobierno y a su pueblo, para lanzarse abiertamente a la campaña de mentiras más infame de los últimos tiempos, En todo el mundo occidental se presenta la situación argentina como una situación de crisis para demostrar que la justicia social es nada más que un eslogan de la "dictadura peronista", y para ello se aducen, como "pruebas", la falta de carne, el costo de la vida en incremento, los rumores y la ofensiva de bombas sincronizada con una ostensible campaña de difamación internacional. Cuando en la Plaza de Mayo se junta un millón de trabajadores, las agencias noticiosas del imperialismo solo alcanzan a ver unos cien mil empleados públicos a quienes -según ellos- se les tomó asistencia obligatoria. Cuando estallan dos bombas en la más grande concentración que registra la historia de la Plaza de Mayo, las agencias "responsables" transmiten al mundo entero la "noticia" que previamente publican tergiversada por cualquier diario de Montevideo o propala cualquiera de las emisoras uruguayas. Pero en la noticia truculenta no se olvidan de afirmar que las bombas fueron puestas por Perón, que siente debilitados -según las mencionadas agencias- su poder y su prestigio. Cuando detenemos, para defender al pueblo, a los especuladores y agiotistas, las agencias denunciadas dicen que estamos destruyendo los últimos restos de la libertad de comercio que existían en la República. Cuando la policía toma medidas para salvamos de la peste organizada de rumores, la propaganda internacional dirigida declara que Perón ha decidido suprimir la libertad de palabra, como si la libertad de palabra consistiese en mentir y no en decir la verdad, que ahora, como en todos los tiempos, es el único camino para cualquier liberación. Podría seguir denunciando infinitos ejemplos de la difamación organizada en el exterior sobre la base de algunos hechos producidos entre nosotros. Pero no quiero terminar este largo paréntesis sin decir también cómo se calla, que es la manera más hipócrita de mentir. Ninguna de las agencias noticiosas al servicio de la calumnia ha creído "conveniente" decir, por ejemplo, que el abastecimiento del pueblo está normalizado en cantidad, en calidad y en precios, con gran satisfacción del pueblo. En cambio, rueda por el mundo una infinita cadena de lamentos por el incendio del Jockey Club, que -según miente un pasquín uruguayo- fue quemado "mientras hablaba el general Perón en la Plaza de Mayo". Señoras y señores senadores; señoras y señores diputados: el pueblo argentino, que representa Vuestra Honorabilidad, ha de ser quien juzgue tanta calumnia repartida en el mundo por un reducido grupo de extranjeros indignos de la buena argentina y de nuestra cordial hospitalidad. Yo no solo me limito a denunciar la campaña de difamación internacional de la República consumada por las agencias noticiosas United Press, Associated Press e International New Service. Solicito de Vuestra Honorabilidad una rápida, total y urgente investigación, así como la condigna sanción que sirva como ejemplo -y por muchos años- de cómo se defiende a un pueblo de sus enemigos, aunque disfracen la mentira con careta de ingenuos e inocentes periodistas, para vergüenza y escarnio de los periodistas auténticos que sirven a la verdad. Pero toda esta situación social en que vivimos tiene un saldo positivo favorable, con cuyos efectos nunca contaron los lejanos capitalistas de la infamia organizada ni sus intermediarios de aquí, vendedores de rumores, transportistas de bombas y petardos. ¡Y ese saldo positivo es la reacción irrevocable de los trabajadores y del pueblo argentino! Hace un año, cuando aumentaron los precios, no hubo otra solución que incrementar los salarios. De ninguna manera hubiese sido posible intentar el equilibrio mediante la reducción de los precios a sus niveles de 1949, vulnerados a lo largo de todo el proceso industrial y comercial irracional y desorbitado. Hacía falta entonces quien afrontase la situación para resolver el problema, y fue así corno el planteo de 1952 debió ser realizado por el gobierno mismo; y personalmente propuse las soluciones adecuadas en el Plan Económico del año que pasamos. Hace un mes, el problema planteado se presenta de nuevo con caracteres alarmantes, pero es presentado al gobierno por la misma organización sindical en nombre de millones de trabajadores. Y no trata de exigir un aumento general de salarios, sino de mantener el poder adquisitivo de los mismos. Yo he visto con profunda satisfacción el proceso realizado en esta oportunidad excepcional. Hasta 1943, los obreros defendían sus salarios, aunque, por lo general, infructuosamente y de una sola manera: pidiendo los aumentos justos o exigiéndolos mediante los recursos de la huelga. Después de 1943, hasta 1946, y aun más adelante, la defensa del salario siguió la misma técnica, con distintos resultados, técnica que fue disminuyendo en su aplicación a medida que se fueron imponiendo los principios de justicia social que contiene la doctrina peronista. Ahora, ya en 1953, los trabajadores no piden incremento de salarios. Solo exigen justicia, y entienden que la justicia no consiste siempre en cargar un platillo de la balanza, sino en descargar también a veces el otro platillo, cuyo peso excesivo se opone al equilibrio. Todo esto equivale a decir que los trabajadores del pueblo organizado han tomado como propia la bandera de la justicia social que yo levanté, precisamente para ellos, a fines de 1943, cuando pedí el antiguo Departamento Nacional del Trabajo y lo bauticé con el nombre inolvidable de Secretaría de Trabajo y Previsión. Si se añaden a los hechos mencionados la acción social que se va desarrollando por las organizaciones sindicales en todo el territorio del país, y la intervención de los organismos sindicales en el gobierno social, económico y político de la República, se advertirá fácilmente que la justicia social es un hecho definitivo y permanente -que no pasará conmigo ni con mi gobierno-, que no será desvirtuada ni por las maniobras de la especulación, ni con bombas asesinas, ni con rumores internos, ni con mentiras internacionales matemáticamente sincronizadas por las oficinas de información internacional al servicio de cualquier departamento de Estado del mundo. Si en el orden económico y en el orden social el pueblo organizado de la Nueva Argentina es el dueño de los principios y de las realidades que fue configurando y construyendo el Movimiento Peronista, en el sector político interno, y aun en el sector político internacional, el gobierno actúa de acuerdo con la primera verdad peronista, según la cual "la verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el pueblo". Hasta 1943, en el orden o, mejor dicho, en el desorden político general, el gobierno procedía inorgánica y anárquicamente, desvinculado del pueblo, que ya se estaba olvidando de sus más elementales e inalienables derechos ciudadanos. Los gobiernos iniciaban su existencia en los conciliábulos del Jockey Club y del Círculo de Armas, donde convergían los ex patricios de la oligarquía conservadora, radical y aun socialista, para lograr la media palabra de los grandes empresarios extranjeros o de sus abogados argentinos. Así nacieron numerosos gobiernos de la República. Y quiero dejar constancia de que esta verdad, denunciada numerosas veces por mí, figura expresamente en las memorias del ex embajador inglés en la Argentina, Sir David Kelly. Después de los arreglos previos entre la oligarquía nacional, el capitalismo extranjero y el imperialismo dominante, la solución presidencial se vestía con los disfraces de la democracia. El pueblo argentino era convocado a la farsa del fraude electoral, y mediante aquel carnaval de libertades, el Gobierno tan "democráticamente elegido" por el pueblo se dedicaba a la tarea de cumplir los compromisos pendientes con sus verdaderos electores: la oligarquía, el capitalismo internacional y el imperialismo dominante. El pueblo, mientras tanto, reunido en una serie de partidos, en cuyo seno cada uno se sentía caudillo y cada caudillo dueño de los votos que robaba y aun de los hombres que votaban; el pueblo -repito- agachaba su cabeza resignado a su destino, sin fe y sin esperanza. En el orden internacional, la política de la República no podía ser distinta de la situación interna, y al fraude político interno correspondía, en consecuencia, el fraude político internacional. También en esta materia los gobiernos oligárquicos disfrazaban con declaraciones patrioteras y con profundos conceptos de filosofía cívica la realidad dura y amarga que escondían a los ojos del pueblo. La política internacional argentina consistía esencialmente en una serie de acciones y reacciones dirigidas a servir los antiguos intereses de un imperialismo capitalista, que entonces nos dominaba, en contra de los intereses del nuevo imperialismo capitalista que pugnaba por ganar posiciones en América. Las pruebas de la lucha entre los dos imperialismos han suficientemente confirmadas por los propios interesados, quienes, ante el fracaso de sus afanes y de sus inconfesables intenciones, han descubierto quienes eran los amigos que los servían al acusar a los hombres y a las entidades e instituciones que, dentro de la República, actuaban en favor del imperialismo opositor. Para nadie es un secreto en el mundo la política contrapuesta que llevaban a cabo entre nosotros los imperialismos capitalistas por lograr la dominación económica de la República, a cuyo efecto no podían dejar de pretender el ejercicio de la dominación política. Frente a tan dolorosa realidad, nuestro pueblo, apabullado por el poder aplastante de las fuerzas enemigas; inconsciente de lo que puede hacer un pueblo cuando quiere luchar por su liberación; engañado por las declaraciones y las posiciones artificiales de sus famosos cancilleres y obligado por la miseria económica y por la injusticia social a mirar casi exclusivamente sus desgracias individuales y familiares; el pueblo -repito- era un ilustre ausente en materia de política internacional. A pesar de la denodada resistencia de algunos reducidos sectores de la ciudadanía, la República Argentina llegó por estos caminos a la más execrable entrega de su propia política internacional. En esta maniobra no fueron ajenos los partidos que componen nuestra oposición, Los conservadores, cuyo interés radicaba en la colocación de sus excedentes ganaderos, trabajaban por el antiguo imperialismo, y con una consecuencia digna de sus mejores súbditos defendieron pertinazmente los intereses de sus amos. Los dirigentes radicales, calculando con la victoria final de los intereses del nuevo imperialismo, iniciaron, en sus círculos internos y a espaldas de Irigoyen, la política de acercamiento, que aparece claramente denunciada por el ex embajador Kelly en sus memorias, que, bajo el título Los pocos que gobiernan, acaban de publicarse en Londres. Los socialistas, en general, estuvieron siempre divididos, como de Costumbre, entre el servicio del marxismo y el servicio del capitalismo. Esta situación, que se mantuvo durante muchos años, les granjeó el mote de "amarillos", con que los distinguieron siempre los hombres de todos los partidos políticos y los hombres honrados del mismo Partido Socialista. El Partido Comunista, mientras tanto, seguía, sin discutir y con fidelidad de servidumbre bien pagada, las instrucciones de su internacional correspondiente y preparaba el camino de las reacciones que se llamaron "frentes populares", tratando de copar las incipientes organizaciones sindicales en franca y enconada lucha con los políticos gremiales del socialismo. Los demás partidos políticos de la República seguían más o menos de una u otra manera las líneas internacionales adoptadas por las cuatro organizaciones políticas definidas. El pueblo, mientras tanto andaba a tientas en relación con su destino de Nación integrante de la comunidad humana. Desde 1943 en adelante, y especialmente desde 1946, el Movimiento Peronista inaugura una nueva política interna y una nueva internacional: la que el pueblo quiere. La política interna del país nos presenta el panorama de una ciudadanía en la plenitud de sus derechos, y por si hubiese faltado alguna prueba de mi verdad, la tenemos en la decisión radical de seguir manteniendo su oposición en la tarea legislativa nacional. El gobierno que presido desde el 4 de junio de 1946 decidió, por otra parte, que el único dueño de los destinos internacionales de la República es el pueblo mismo. La República Argentina no necesita tutelajes de ninguna naturaleza y no quiere ser colonia de ningún imperio, ni siquiera "la mejor colonia", como nos calificaron groseramente en el parlamento inglés. La República Argentina ha decidido resolver sus problemas internacionales por propia y absoluta voluntad, sin ninguna interferencia foránea. El pueblo que integran nuestros dieciocho millones de habitantes quiere poseer una efectiva soberanía política, porque entiende que la unión de los pueblos solo puede realizarse entre naciones precisamente justas, soberanas y libres. Nosotros no admitimos ya ni admitiremos jamás que se nos imponga -¡o se nos sugiera!- ningún compromiso destinado a obligamos a realizar la defensa de aquellos intereses que luego, los vencedores internacionales, nos harán sentir, más que nunca, el peso de su poderío. El pueblo argentino no está dispuesto a morir por ningún imperialismo porque es un pueblo idealista, generoso y amante de la paz. No cree que las guerras interimperiales puedan darnos un mundo de libertad y de justicia. Pero está dispuesto a desaparecer -y si es necesario, morir- por la defensa de su tierra, de su comunidad y de los ideales que constituyen la esencia misma de su doctrina nacional. En centenares de ocasiones he preguntado directamente a las organizaciones populares si estaban dispuestas, por ejemplo, a que mandásemos tropas a Corea. Y el pueblo argentino, que sale a la calle a pecho descubierto para defender de la traición la libertad de un hombre, probando, como el 17 de octubre de 1945, su entereza y su valor, ese mismo pueblo se niega rotundamente a luchar por causas cuyas razones desconocen -o por lo menos discuten- los mismos contendientes. Esta posición espiritual del pueblo es la que yo, como gobernante, debo interpretar precisamente en nombre de la justicia, de la libertad y de la democracia. El ejemplo que acabo de mencionar ha sido interpretado por algunos como una posición egoísta de los argentinos. Nada más injusto ni más equivocado. El pueblo argentino no piensa ni actúa en función de sus propios intereses. Por naturaleza, tampoco se siente atraído por la ambición de predominios imperiales. Ha logrado realizarse a sí mismo; posee una doctrina que lo hace feliz; advierte que está unido a los otros pueblos de la humanidad y particularmente a los de América del Sur, con quienes se siente solidario por su origen, y por cierta conciencia de predestinación, posee una vocación americanista de profunda raigambre histórica. Todas estas causas y razones son las que lo llevan a realizar, primero, la transferencia de la reforma política nacional desde mis espaldas a sus propias espaldas, y luego, como insatisfecho todavía de su acción, predica entre todos los pueblos -quebrando la propaganda insidiosa de los imperialismos- la doctrina del justicialismo como tercera posición entre las dos mitades del mundo en trance de batalla, como doctrina justa y humana para la solución de los problemas del hombre y de la sociedad y como principio fundamental de la unión entre los pueblos sobre bases imprescindibles de justicia, de libertad y de soberanía. Quienes en 1943 o en 1946 pensaron que el coronel o el general Perón era el culpable de todas estas situaciones de orden político interno o internacional se encuentran en 1953 con que ya no bastaría destruirlo a Perón para terminar con la causa del justicialismo, y admiten, también, que el justicialismo se ha encarnado para siempre en el pueblo argentino. Por eso, en los afanes de su encono, propios de la desesperación y el histerismo, se animan a despreciar al pueblo y lo atacan por todos los medios de que disponen: la prensa internacional y sus agencias, los agentes internos del rumor malevolente, la difamación de los hombres que componen el gobierno, el resentimiento de los políticos exilados voluntariamente y el apoyo de algunos gobiernos impopulares que siguen sirviendo a los intereses antiamericanos y antiargentinos. Pero es fácil advertir que no vencerán en sus inútiles aunque infames pretensiones. Se han olvidado de algunos principios esenciales y de algunas realidades indiscutibles. Ignoran o quieren ignorar que esta es la hora de los pueblos. Nada ni nadie podrá contra la voluntad de los pueblos que han realizado todo el proceso evolutivo de crear una conciencia social, organizarse, formar una personalidad definida, adoptar una doctrina nacional sobre la base de principios universales y aglutinar todo eso -conciencia, organización, personalidad y doctrina- mediante un profundo sentimiento de solidaridad indestructible. Y así como no podrán vencer a nuestro pueblo, tampoco les será posible dominar con mentiras o con infamias el avance progresivo de la marea de los pueblos que viene llegando desde el fondo de la historia. Estas son las causas auténticas y profundas del momento crucial en que vivimos, dentro de sus aspectos políticos internos e internacionales. No se trata tampoco en este caso de una crisis política argentina, desde que el Movimiento Peronista ha logrado concitar la inmensa mayoría de los votos ciudadanos. Es la doctrina política de nuestro Movimiento, que ha ganado a nuestro pueblo, que ya es doctrina nacional, que ha trascendido las fronteras de la República, conquistando el corazón y la inteligencia y la voluntad de los pueblos de América y del mundo, y despierta, por eso mismo, el recelo, la envidia, el temor y la reacción de los interesados en la explotación de todos los pueblos que el justicialismo promete liberar sin imponer ninguna condición. Las demás causas aparentes -los rumores internos, la acción de los círculos políticos, la inconducta de funcionarios y dirigentes, etcétera-, son las razones o sofismas que presentan, con careta de honradez y patriotismo, los intermediarios conscientes o inconscientes de esta extraordinaria confabulación internacional que viene a repetir, con proporciones mucho más grandes, la confabulación internacional de 1946, que bajo la batuta de Braden pudo reunir a conservadores, radicales, demócratas progresistas, socialistas y comunistas en la famosa Unión Democrática de 1946, que ahora pretende reorganizarse, acaso bajo idéntica o "parecida" batuta, y que podría surgir bajo el sugestivo rótulo de "Unión Democrática Internacional Antiargentina y Antijusticialista". Pero así como en 1946, a pesar de sus recursos extraordinarios, la unión antinacional cayó vencida por la voluntad del pueblo, yo no dudo tampoco esta vez de nuestra victoria, porque tengo la certeza de que los pueblos como el nuestro solo pueden ser vencidos de una sola manera: destruyéndolos. Y no creo que por segunda vez en la historié se repita lo de Roma contra Cartago. Por otra parte, Cartago era pueblo sin grandes ideales. El nuestro, en cambio, como todos los pueblos de la nueva humanidad, quiere alcanzar su destino de felicidad y de grandeza, cualquiera sea la magnitud de los sacrificios que deba realizar. He analizado, señoras y señores senadores y diputados, más bien que los hechos mismos de la situación actual de la República, cuya expresión objetiva se expone en las memorias ministeriales que acompañan al presente mensaje, las causas de nuestro estado económico, social y político interno e internacional. De todo lo expuesto surge como indiscutible realidad que la tesis de este mensaje es absolutamente exacta y que en virtud de sus enunciados el Movimiento Peronista, de raigambre popular, nacional -por sus límites geográficos, por sus propios objetivos- e internacional -por su doctrina-, está llegando o ha llegado tal vez a un momento decisivo de su historia. De aquí para adelante el Movimiento Peronista y su gobierno, sostenido por el pueblo, no tienen más que dos caminos a seguir: o consolidan la doctrina que sustentan, avanzando resueltamente hacia el porvenir, o bien se detienen en su marcha revolucionaria, se quedará a mitad de camino, corriendo el riesgo probable de no consolidarse plenamente. Si elegimos el camino de las contemplaciones excesivas, si nos detenemos ante la reacción desatada por los intereses lesionados, si consideramos alcanzada definitivamente la victoria, es probable que la lucha se prolongue demasiado tiempo. Empezaremos a discutir entre nosotros mismas. Proliferarán los círculos, y los intereses personales comenzarán a prevalecer sobre el interés común. Cada uno de nosotros se convertirá en un enemigo de todos los que hasta hoy hemos sido compañeros unidos por la lucha. Y sobre esta situación interna del Movimiento Peronista, la reacción opositora tratará de infiltrar nuestros principios, nuestra doctrina y nuestras organizaciones, e incluso procurará adueñarse de las banderas que nosotros levantamos para esta segunda epopeya de nuestro pueblo. En este momento trascendental del Movimiento Peronista no puede prevalecer ninguno de los hechos que acabo de señalar. El Movimiento Peronista debe imponerse todos los sacrificios que la lucha exige, reemplazando los hombres que gastó en sus batallas mediante la formación de nuevos valores que interpreten con fidelidad inexorable la doctrina del pueblo y modificando aquellos métodos que no hayan sido suficientemente eficaces para servirlo. Si me permito hablar ante Vuestra Honorabilidad de éstos problemas de nuestro Movimiento no es con una finalidad política partidaria, sino que entiendo que, en plena realización de nuestros ideales, está íntimamente ligada con las reformas prometidas al pueblo por la Constitución y porque considero necesario y prudente que sean conocidas nuestras ideas por todos los argentinos, que no pueden eludir la responsabilidad común y solidaria que nosotros tenemos ante el mismo pueblo. La única decisión que puede adoptar, en estas circunstancias, el Movimiento Peronista consiste en proseguir resueltamente por el camino de su Revolución. Cuando se sube al Aconcagua, quien se detiene corre peligro de morir. Ese es el riesgo que podemos correr. No debemos detener la marcha contemplando al enemigo que nos provoca ¡Y no la detendremos! ¡Ni siquiera para lamentar la deserción de los que regresan! Sería preferible, tal vez, recibir a los antiguos enemigos que se equivocaron de buena fe que llorar las faltas, la debilidad o los errores de nuestros propios amigos. Una de nuestras verdades proclama que "en la acción política, la escala de valores es la siguiente: primero la patria, después el Movimiento y luego los hombres". El pueblo tampoco se detendrá en sus afanes ni en su irrevocable decisión de justicia, de libertad y de soberanía. El pueblo es ya depositario fiel y dinámico del Movimiento Peronista; de sus reformas económicas, sociales y políticas; de su doctrina y de sus realidades. El Movimiento Peronista, que nació en el pueblo, no se divorciará jamás de sus inquietudes. Seguirá los caminos del pueblo y no se detendrá para nada en su decisión irrevocable de conquistar las metas prometidas en sus planes y programas. Es necesario, para que ello se cumpla inexorablemente, que todo el Movimiento sirva al pueblo, que es la patria misma. Y es necesario que todos los hombres del Movimiento lo sirvan con fe peronista, con honradez acrisolada y con toda su capacidad en el lugar que les haya sido asignado por el Movimiento para servir a la patria, que es su pueblo. El Movimiento creará sus propias defensas interiores y los hombres del gobierno venidos del Movimiento, en sus diversos sectores, serán atentamente seleccionados y rigurosamente vigilados, para que no destruyan la fuerza vital del Movimiento, que reside en el idealismo de sus hombres, en su permanente honradez y en su probada y progresiva capacidad de acción para el servicio austero de la comunidad. El Movimiento Peronista, en sus tres sectores -masculino, femenino y sindical-, es el responsable directo y principal de la conducta de sus hombres y mujeres. Yo deposito en él mi más absoluta confianza. Y en todo caso, está el pueblo como árbitro supremo y como fuerza superior a todas. Llamaré entonces a las organizaciones del pueblo mismo con la certeza invulnerable de que en ellas residen ya -y definitivamente- todas las fuerzas materiales y morales de la Revolución, del Movimiento, de la doctrina y de sus realizaciones. Yo he venido observando con detenida atención que la Revolución, el Movimiento, la doctrina y sus realizaciones han ganado los espíritus, las inteligencias y las voluntades del pueblo con prevalencia sobre las facultades anímicas de nuestros propios dirigentes, ocupados algunas veces en los problemas personales de supervivencia oficial o política. Reconozco que se trata de casos excepcionales; pero, de todos modos, es indudable que ante el pueblo y ante la Revolución se levantan todavía algunas vallas y barreras determinadas por quienes no conocen o no quieren conocer los principios fundamentales de nuestra doctrina. No basta con que estén afiliados a los partidos que componen nuestros cuadros y nuestra masa organizada. No basta con que blasonen de peronistas porque ostenten un distintivo cuyo espíritu de solidaridad no llevan en el alma. Es menester que conozcan la doctrina, es menester que la sientan, para amarla después y para servirla luego, siguiendo el ejemplo inmortal que nos señala la frase de un fanatismo ejemplar, que nos sigue por todos los caminos de nuestra lucha gritándonos: "¡Caiga quien caiga y cueste lo que cueste!" He señalado hasta aquí todo cuanto el Movimiento Peronista debe trabajar en relación con la imperiosa necesidad de cumplir sus compromisos contraídos con la infinita masa del pueblo que lo apoya. Pero me permito señalar también ante Vuestra Honorabilidad la responsabilidad ineludible de nuestra oposición frente a los mismos problemas que nosotros afrontamos. Nosotros hemos sabido diferenciar perfectamente la oposición antinacional de la oposición antiperonista. Con respecto a la primera, sabemos ya de memoria que el tiempo que empleásemos en convencerla de sus errores sería tiempo perdido, en la urgencia de nuestras luchas empeñadas por la grandeza de la patria, por la felicidad del pueblo, por su justicia social, su independencia económica y su libertad política. Con respecto a la segunda, no hemos dejado de respetarla en sus derechos y en sus actividades. En este momento fundamental de la República, yo me dirijo a esta segunda oposición y la intimo, en nombre de la patria, para que rompa definitivamente con los círculos políticos que le impiden entrar por el ancho camino de la unión nacional. Sólo pretendo con esto mostrarles el camino de una liberación que tiene una meta final ineludible: la grandeza de la Nación y la felicidad de su pueblo. Todas estas consideraciones políticas tienen una evidente relación con mis propósitos de informar a Vuestra Honorabilidad sobre el estado de las reformas prometidas por la Constitución. Todas las reformas que promete la Constitución están implícitas o explícitamente contenidas en una ley fundamental de la República, que es el Segundo Plan Quinquenal. Este Plan Quinquenal debe cumplirse y será cumplido inexorablemente por el Gobierno y por los organismos del Estado. Pero es menester que contribuyan con su esfuerzo ejecutivo todas las organizaciones e instituciones de la República, entre las cuales se cuenta, como es lógico, el Congreso Nacional, que incluye a la minoría opositora. La ley 14.184, aprobatoria del Segundo Plan Quinquenal, exige, por lo menos, la sanción de 340 disposiciones legales que, en su inmensa mayoría, posibilitan la realización de numerosas promesas constitucionales, toda vez que el mismo Plan no es otra cosa que la forma de ejecución de los principios doctrinarios que el pueblo quiere y que han sido configurados en las disposiciones mismas de la Constitución, que no solo juran los diputados del Movimiento Peronista, sino todos los ciudadanos del país, incluso los que integran la oposición parlamentaria. El Poder Ejecutivo asume en este momento, conjunta y solidariamente con el Congreso Nacional, la responsabilidad de formular toda esa nueva legislación, que será la expresión legal de las medidas que iremos proponiendo a Vuestra Honorabilidad. Señoras y señores senadores y diputados: todo este mensaje está destinado a demostrar una sola tesis, que se inspira en la gran ambición de mis ideales: lograr la más absoluta solidaridad del pueblo argentino. No hay unidad nacional sin una efectiva y permanente solidaridad de todos los hombres y mujeres que integran la comunidad. No hay tampoco una unidad nacional auténtica sin la organización previa del pueblo en el orden económico, social o político. Tampoco hay unidad nacional, organización social, personalidad social y solidaridad sin la base indispensable de una conciencia social ineludible. Todas estas virtudes y realidades se afirman en la existencia de un alma nacional, de un espíritu nacional que asegure la eterna permanencia de un pueblo más allá de los acontecimientos históricos. El pueblo argentino ha alcanzado ya una etapa de madurez en su destino mediante la creación de una verdadera conciencia social; de una efectiva y permanente organización económica, social y política; de una personalidad definida sobre las bases y principios de una doctrina nacional, que es la doctrina del Movimiento Peronista, y de una solidaridad social que se manifiesta en la plenitud del amor, "lo único que construye". Y en estos momentos se propone cumplir con su vocación internacional de pueblo justo, libre y soberano. Cuando todo ello se cumpla, yo reuniré -como Licurgo- al pueblo que tanto amo por sus virtudes y, sobre todo, por su gran corazón, por la adhesión incondicional que me brinda, por sus valores individuales y colectivos. Y como Licurgo, le pediré que me formule un compromiso juramentado de no modificar su doctrina, sus ideales y sentimientos hasta que yo regrese. Y como Licurgo, no regresaré jamás, a fin de que los siglos venideros recuerden asombrados cómo nosotros, unidos en los momentos felices y en los momentos amargos, supimos realizar la comunidad de un pueblo que llenará la historia, no tanto por sus creaciones materiales cuanto por sus creaciones del espíritu, identificados por una doctrina que será, pese a quien le pese, "la única estrella de una humanidad que había perdido su derrotero en la noche de este siglo doloroso y amargo". Señoras y señores: por fin, sólo me resta pedir a Dios que nos ayude, y a nuestro pueblo que lo ayude a Dios, porque nuestra empresa únicamente puede realizarse mediante la conjunción extraordinaria de un pueblo, que es la voz de Dios, y de Dios, que nunca se aparta de los pueblos. ................
1953-05-08
ANTE AUTORIDADES DE LAS ASOCIACIONES COOPERATIVAS AGROPECUARIAS DEL PAIS
Yo agradezco profundamente la amabilidad que ustedes han tenido al otorgarme esa designación que para mí es un gran honor. Yo solamente puedo decirle que siento el cooperativismo como lo sienten ustedes mismos, y lo siento en forma más intensa porque yo tengo en esto una enorme responsabilidad. Es la responsabilidad que tiene el gobierno al decidirse por una acción en la organización del pueblo argentino, que ha de ser particularmente decisiva en los destinos de nuestra comercialización. Yo sería redundante si repitiese lo que ya varias veces he dicho a casi todos los señores que se encuentran reunidos aquí. Nosotros pensamos que en la organización del pueblo argentino, que será el único que pueda realizar sus destinos en forma que tenga algo que agradecer, el sector cooperativista forma casi el puntal más decidido y más importante de toda esa organización; sector cooperativista que yo no solamente lo deseo organizado en el pueblo argentino por las actividades de la producción, sino para todas las actividades. Es indudable que al decidirnos por el cooperativismo, no podemos nosotros dejar su acción fragmentaria reducida a un sector; es necesario extenderla a todos los sectores. Se ha dicho y se ha sostenido muchas veces que el cooperativismo había fracasado. Es lógico, el cooperativismo tiene que fracasar en un pueblo desorganizado, como toda organización fracasa generalmente en lo inorgánico. Cuando el gobierno se decide por una organización y toma realmente a su cargo la responsabilidad de la tarea de impulsar y de propugnar la organización, el cooperativismo no tiene porque fracasar, tiene que triunfar, y tiene que triunfar con éxito brillante. Señores: si nosotros observamos la historia del mundo y elegimos este momento para caracterizar el estado agrario, vemos que se inicia en todo el mundo la necesidad de una reforma agraria, vale decir que, así como hemos sentido en el mundo la necesidad de una reforma social, de la misma manera se siente la necesidad de una reforma agraria. Países con cuatro mil años de organización están en plena reforma agraria, como Italia, como el centro de Europa, como toda la Europa Occidental. No hablemos de América en donde hemos vivido con muchos años de atraso y estamos sintiendo en forma perentoria la necesidad de tal reforma. Las reformas agrarias en el mundo se han sucedido desde la época de los griegos hasta nuestros días en casi todos los estados de la civilización. Los métodos empleados para las reformas agrarias han sido siempre los mismos que para la reforma social. La reforma social es simplemente la manifestación de un estado popular disconforme con la repartición proporcional de los bienes que el trabajo produce. Las reformas agrarias son una disconformidad con un estado de cosas que no reparte con justicia los bienes producidos por la tierra. Y este es el problema del mundo que da lugar a todas las reformas, las que se han producido siempre por tres sistemas. Primero, por el sistema cruento, tipo Méjico, repartiendo la tierra de todas las grandes estancias después de haber colgado a los patrones. Eso costó a Méjico millares de hombres, que fueron colgados de los postes telefónicos. El otro sistema de la reforma es el sistema comunista. Los comunistas organizaron el trabajo colectivo, los koljoces. Tomaban un campo de ocho mil hectáreas, por ejemplo, y al dueño le decían: "Vamos a darle un puesto con 300 rubros por mes de sueldo o si usted prefiere, le dejamos cinco hectáreas de las 8.000 para que usted trabaje; el resto lo organizamos colectivamente. Ese es otro tipo de reforma agraria que se ha hecho en Rusia y casi todo el centro Europa. Le preguntaba yo a un señor que venía de un país colectivista ¿Cómo han hecho ustedes la reforma agraria? "Está todo el mundo contento", me dijo. Pero, le respondí "El señor que de cinco mil hectáreas se quedó con solo cinco, ¿se conforma?". "No -me contestó- ese señor ya no cuenta para nada". Hay métodos y métodos. Este es el segundo método. El tercer método es el que me parece más racional. No se hace en forma cruenta, como el primero, ni en forma injusta, como el segundo. No se puede entronizar una justicia a base de entronizar también una injusticia. Algún derecho ha de tener el hombre que tiene un campo, a menos que lo haya robado. Por lo menos, hay que estudiar para ver que derechos tiene. Eso es lo lógico, lo que corresponde en justicia: estudiar el estado de cosas con fundamento y entonces iniciar una evolución del estado malo para alcanzar un estado mejor. Eso es lo que nosotros hemos querido hacer en nuestra reforma agraria. Nosotros sostenemos que la tierra ha de ser de quien la trabaje, pero para eso hay que establecer quien trabaja la tierra, para no quitársela a alguien que la trabaja y dársela a alguien que no la trabaja. Hay que hacer las cosas con justicia, estudiando el problema y resolviéndolo después. Nosotros, en la reforma agraria, como en todas las reformas que hemos encarado, pensamos que provenimos de un régimen antiguo donde no todo ha sido malo. Algunas cosas también han sido buenas. Pero nosotros creemos que pueden perfeccionarse, pero deben perfeccionarse sin destruir lo ya construido y tratando de realizar nuevos valores para las nuevas aspiraciones. En otras palabras, no debemos despreciar totalmente las realizaciones del régimen capitalista del cual nosotros prevenimos. Es indudable que el régimen capitalista se ha basado simplemente en la posesión de todas las cosas por un pequeño sector de la población con privilegios, que capitalizó valores de disfrute directo y personal, mientras el pueblo era una masa desposeída porque no había tenido la posibilidad de capitalizarse mediante la existencia de un régimen de trabajo, de producción de comercio, etcétera. En el primero y en segundo sistema se tomó lo capitalizado para repartirlo entre quienes no tenían nada. Quizá eso no sea lo racional de una reforma social. Esta ha de basarse, en mi concepto, en actuar sobre los valores ya adquiridos en la capitalización, mantenerlos; no dejar que eso se hunda. ¿Por qué ha de destruirse todo eso? Y con el otro sector, con el desposeído, hay que empezar a crear valores en forma de poseer a una clase sin desposeer irracional e injustamente a la otra. Me parece que eso es lo más lógico. Es indudable que en esto hay muchas injusticias. Vamos a revisar esos casos de desposeídos y los casos de injusticia serán agregados al remanente que debe repartirse entre los desposeídos. Hagámoslo prudente y sabiamente. Ese es el tipo de reforma que nosotros propugnamos. Bien señores: yo dije hace mucho tiempo que en esa función el Estado debía encarar todos los problemas con esa concepción ideológica justicialista de no cometer injusticias, sino que tenia que asegurar la justicia realizando el programa. Si alguna injusticia se ha deslizado, bueno, que nos perdone Dios de esa injusticia; pero no basamos nuestro procedimiento justicialista en la injusticia. Por lo menos tratemos de cometer el menor número posible. Dentro de ese programa, el gobierno tiene que cumplir su parte. El capital privado y las organizaciones populares privadas cumplen la suya. La organización de la comercialización como ya se ha dicho es el primer paso que el gobierno debe dar hacia un sistema directo en la explotación. Vale decir, el primer tiempo de una operación de dos tiempos: extirpamos el cáncer y pusimos una cánula; ahora, los tejidos deben crecer hasta reemplazar esa cánula que sacaremos oportunamente nosotros. Ese es el sistema que ha empleado el gobierno. Ustedes son los tejidos y el I.A.P.I. la cánula. Cuando los tejidos lleguen a poder realizar por sí mismo la solución, nosotros sacaremos la cánula y todo volverá a la normalidad. Habrá sido una operación con éxito. Claro está que, para que suceda esto, los tejidos tienen que ser buenos; no debe haber mucho tejido fibroso, sino tejido noble, como dicen en los médicos, que se ensamblen bien, que cicatricen bien. De esa manera, nosotros tendremos asegurado, en forma absoluta, la obtención de nuestros objetivos, nuestras intenciones y nuestra decisión en la reforma. En cuanto a la reforma económica que nosotros la vamos realizando es la base del cooperativismo. Sin la reforma económica ustedes tampoco tendrán el mejor clima creado para el desarrollo de sus actividades, porque si funcionasen dentro de un ambiente económico no propicio, los nódulos, los ganglios del antiguo cáncer extirpado es probable que hiciesen metástasis en poco tiempo y entonces volverían a tener la manifestación cancerosa que habíamos extirpado inicialmente. Este es un proceso que nosotros tenemos que evitar y lo evitaremos mediante distintos tratamientos que tendremos que aplicar entre ustedes y nosotros. El médico solo, sin ayuda del organismo no puede hacer nada. El gobierno solo, sin ayuda de las organizaciones populares que son la que realmente realizan, tampoco va lejos. El gobierno no salva a un pueblo sino por su estado de organización de decisión y de acción. ¡El pueblo se salva solo o no lo salva ni el demonio! En esto, lo importante es que establezcamos una absoluta colaboración y cooperación permanentes y que en las decisiones del gobierno esté siempre presente la asociación central de las federaciones de cooperativas. Nosotros por nuestra parte podemos producir algunos actos de gobierno que tienden hacia la progresiva imposición del cooperativismo. Para eso ya hemos tomado algunas medidas que son de ensayo, pero llegaremos a completar en forma absoluta la organización y la acción cooperativa; llegaremos a establecer que no se comercialice sino por intermedio de las cooperativas. Si no, no. Los intermedios, acopiadores, etcétera, tendrán que vender y comprar a las cooperativas, o desaparecerán. Creo que tendremos que llegar a es, pero no lo podemos eliminar a los existentes antes de que se organice el sistema que habrá de remplazarlo. En este orden de cosas yo sé cuanto ha representado ya la acción de las cooperativas; yo sé cuanto representa en este momento, sobre todo en potencia y en posibilidades. Yo creo que en un año más habremos organizado en todo el país la acción cooperativa en forma tal que realice el noventa por ciento de todo cuanto hoy está representado por la intermediación necesaria en todos los campos. ¡Porque este año les vamos andar duro! Lo que nosotros queremos es que en todos los casos de la producción, del comercio, de la industria, la intermediación desaparezca, para dar nacimiento a la acción cooperativa. Si ustedes nos ayudan, si trabajamos todos de consumo, nosotros estamos absolutamente seguro de triunfar; y el triunfo del gobierno en la organización de este sector será también el triunfo de una vieja aspiración de todos ustedes. Señores: en este sentido, nosotros necesitamos mantener un contacto permanente con ustedes. Las asociaciones cooperativas deberán conectarse con el Ministerio de Industria y Comercio, con el de Comercio Exterior, etcétera, pero nosotros hemos preferido que se conectaran directamente con la Presidencia, por esta razón: porque nosotros tenemos aquí la supervisión de todo lo que es organización y racionalización. Las cooperativas en este momento están en estado de organización. Hemos preferido encomendar momentáneamente al Ministerio Técnico las tareas relativas a las mismas; y hasta que se encuentren funcionando integralmente en el país nosotros tendremos un gran placer en compartir con ustedes todas las inquietudes y en tomar directamente todas las medidas que nos lleven a la realización integral de nuestros deseos; los deseos de ustedes y los del gobierno. Acompañaremos eso con otra serie de cooperativas en otros campos, como son las cooperativas de consumo y también en el orden del comercio. Quizá el gran secreto está en que ustedes apuren la acción, porque la cooperativa de producción es la cooperativa madre, originaria y original, de todas las asociaciones cooperativas. Ustedes deben proliferar en todo los campos. Yo no quisiera que proliferasen mucho las cooperativas de comercio, por ejemplo, porque ¿quién va a hacer mejor el comercio, vigilar mejor la distribución, que los mismos productores? Las cooperativas de comercio serían en cierto modo, otro tipo de intermediarios cooperativos. Yo no puedo prohibirles a ellos la acción, porque existe libertad de asociaciones de acuerdo a los que establecen la Constitución. Su acción cooperativa es una acción lícita, de manera que la ley no puede prohibirla. En cambio, las cooperativas de producción, especialmente las agrarias, pueden llegar a tomar todo el sector comercial. Nosotros les daremos preferencia para que puedan comerciar y distribuir en mejores condiciones para el consumo. Lo mismo en los que se refiere a la parte industrial. A estas cooperativas nosotros daremos preferencias en divisas y en todo lo que sea necesario. De manera que también las cooperativas de producción se hagan sobre las bases más lógicas. También entendemos que esto va a beneficiar al consumo. Todos estos sectores, están contemplados dentro del Plan Quinquenal, y los tenemos que ir cumpliendo paulatinamente. Ahora, es necesario que los que nos hagan cumplir a nosotros sean ustedes, porque nosotros los funcionarios, tenemos ochocientos ochenta objetivos, de los cuales un objetivo es el de las cooperativas; ustedes, en cambio, tienen un objetivo, que es el de las cooperativas, y son los más indicados para hacernos cumplir. A ese efecto nos deben incitar todos los días, sin ninguna consideración. Nos deben decir: "Tienen que hacer esto, tienen que hacer aquello". En esa forma nosotros estaremos despiertos y atentos y podremos cumplir, dentro de los ochocientos ochenta objetivos, con la urgencia necesaria, el objetivo de las cooperativas, coordinándolos, al mismo tiempo, con los demás objetivos que de alguna manera directa o indirecta tiene algo que ver con las cooperativas. Por esa razón, señores como ustedes representan aquí a todas las organizaciones de segundo grado y han llegado ya a una centralización para tener una dirección unificada, van a formar parte del gobierno. Las organizaciones económicas, para nosotros, no son organizaciones colaterales ni fuera del gobierno; para nosotros están dentro del gobierno. Nosotros tendremos mucho gusto en formar una comisión gubernamental, es decir, una comisión que comparta con nosotros la tarea y la responsabilidad del gobierno en el sector cooperativo; de manera que todo lo que sea cooperativo lo resuelvan ustedes, o nos aconsejen a nosotros, pues será la única manera de mantener en forma permanente la posibilidad de vigilar con conocimiento de causa, ya que los desaciertos que muchas veces cometemos se producen por desconocimiento de esa causa, no porque tengamos mala intensión. Muchas veces no conocemos los sectores que hay que atender y como hay que atenderlos. Esa acción y esa cooperación que yo les pido la vamos a conectar con el Ministerio Técnico de la Presidencia. Nosotros nos encargaremos luego aquí de actuar sobre el ministerio que corresponda. Es conveniente crear un organismo nacional consultivo de cooperativas. No tienen una idea de la importancia que tiene el decreto que acabo de firmar, el de la Comisión consultiva Económica. Me agradaría que pronto saliese el que crease el Consejo Nacional de Cooperativas. Cuando haya que discutir, discutiremos con las otras organizaciones que intervienen. Me parece que ese es el proceso y el procedimiento. El decreto tiene mucho valor porque le daría existencia legal al Consejo. No sé si ustedes creen que nosotros podemos realizar algo más. Para cualquier otra cosa, no solamente nuestra simpatía sino nuestro interés de gobierno está en estudiar cualquier problema para favorecer el desarrollo y la implantación integral del sistema nacional cooperativo como organización del pueblo. Señor Ireneo Barrios: (Presidente de Federación Argentina de Cooperativas Agrarias). Ahora tenemos la suerte de habernos conocido y comprendido, y de habernos comprometido a estar en una acción conjunta como argentinos, sería tonto desperdiciar esta oportunidad que para nosotros representa no solamente a salvación de los intereses de los productores sino el apoyo a la gran obra del gran presidente de los argentinos. Lo hemos comprendido perfectamente bien y nuestros organismos han de responder ampliamente porque sabemos que estamos jugando en ello la cabeza. Responderemos "aunque vengan degollando" -como dice Su Excelencia- y no vamos aflojar, por lo menos nosotros. Creo que los demás compañeros tampoco. Naturalmente, no somos tan ilusos para pretender reemplazar en un solo día a los sistemas antiguos. Yo decía el otro el día que nuestra acción consistirá en entrar por una orilla empujándolos poquito a poquito hacia fuera; y cuando nosotros estemos adentro los otros sistemas estarán afuera. Hay personas que están ubicadas en una posición que ya es tradicional desde hace muchos años. Ellos creen que están cumpliendo una operación interesante e imprescindible. Por ejemplo, los arrendadores de campo, que están entre el dueño y el arrendatario, aducían que esa tarea no iban a poder dejarla. Sin embargo ahora se ocupan de otras cosas y les va bien. Los que se ocupaban de la distribución de mercaderías y maquinarias se encuentran en la misma situación. Cuando no tengan esa función, harán otra tranquilamente y el país ocupará la posición real y firme que le corresponde en el concierto económico. La Federación agraria Argentina, que es la base sindical que usted, señor presidente conoce muy bien, prestará su calor a este movimiento y, por una rara coincidencia especial, en las cooperativas bonaerenses y chaqueñas, por ejemplo, hay socios de la Federación Agraria argentina que están ejerciendo cargos directivos sin ninguna lucha. De manera que hay unión. Presidente de la Nación: Usted debe confiar en nuestra acción leal, ¡leal en un cien por cien! Esto lo digo por todos los cooperativistas aquí presentes. El cooperativismo se puede realizar por muchos caminos pero hay que darse cuenta de que hay que estar unidos; esa es la base. Lo que va a unir es la lucha misma, pues esto no se va a realizar sin lucha. Esa lucha contra el enemigo común es lo que va a unir. No hay nada más efectivo para unir que la lucha contra un enemigo común. Yo creo que el éxito del cooperativismo está asegurado porque el gobierno lo propugna, lo impulsa y lo apoya. De este modo tiene un camino más fácil. Nosotros, en primer lugar, vamos a propugnar toda la legislación a favor del cooperativismo. Además, todas las medidas de gobierno que directamente van a incidir en lo que se refiere a la producción, industria y comercio van a estar también encaminadas a la misma finalidad. Entonces, para no triunfar en esto debería suceder algo extraordinario que no creo que pueda suceder. En esto vamos a jugarnos la cabeza todos. El gobierno también se está jugando en esto, pero así hay más posibilidades de ganar. Señor Celestino Sienra: (Presidente de la Asociación de Cooperativas Argentinas). Me permite, señor Presidente Presidente de la Nación: Como no. Sí Señor. Señor Celestino Sienra: Realizar incruentamente la reforma agraria y toda la reforma social, sin despojo, sin violencias, logrando satisfacer la necesidad, tan claramente expuesta por el señor presidente, de corregir las injusticias, es un ideal. Toda la reforma agraria es un ideal. Nosotros hemos propugnado la reforma agraria sin despojo, respetando el derecho de los demás. Las cooperativas compartimos totalmente este propósito de justicia expresado por el señor presidente. Tenemos la experiencia de varios años de lucha; recordemos la incomprensión de los sectores de nuestra economía, de nuestra política y de nuestra organización social de antes. La reforma agraria es indispensable en la Argentina pues tiende a establecer la posibilidad cierta de una Nación libre, justa y soberana. Esta reforma se puede realizar en los términos que ha expresado el señor presidente. Hemos sostenido este concepto, señor presidente, exclusivamente agrario, porque nuestro país sea capaz de captar población, de crear trabajo, que permita la realización total de los derechos de la clase trabajadora, que tendrán un mejor estándar de vida a través del proceso industrial. La única forma de poder realizarlo es en base a una gran incrementación de la producción agraria. Es necesario crear las bases necesarias para que las raíces de este gran árbol que sostiene su tronco y su copa que es el gran Buenos Aires, se mantengan bien firmes. Hay que trabajar de firme para posibilitar todas las realizaciones. Todo el proceso industrial, es una asociación magnifica de productores y consumidores de todos los sectores de la vida nacional, se ha de realizar mediante esta reforma agraria, señor presiente. La misma se ha de llevar a cabo como usted ya lo ha dicho sin violencia, sin despojos, sin injusticias, haciendo una realidad cada vez más grande ese principio suyo de que la tierra es para quien la trabaje. Hay que afirmar, crear núcleos de propietarios de tierra que sientan el fervor y el amor al trabajo. Así hemos de promover a la mejor realización del su Segundo Plan Quinquenal. Lógicamente que para él necesitamos el apoyo del gobierno. Pensamos realizar una gran campaña para interesar a la gente a fin de que vuelva al campo, para elevar el potencial obrero agrario, trayendo si es posible a esos agricultores que un día vendieron sus cosas y se fueron a la ciudad. Hay que tratar de resolver el problema crítico, a mi juicio de los hijos de los agricultores que quieren casarse y no tienen un pedazo de tierra donde ir a formar su hogar, si nosotros logramos que toda esa gente vuelva al campo y le entregamos fracciones de tierra para que la trabajen, habremos hecho una política de incrementación del potencial obrero agrario. Eso lo debemos buscar acá. No nos lo va a mandar de Europa Occidental, porque la gente que trabaja la tierra la necesitan ellos, a lo mejor más que nosotros. Este proceso industrial de transformación de la materia prima por nuestras organizaciones cooperativas es necesario realizarlo como estimulo cierto para la valorización de nuestra producción, y con nuestro esfuerzo económico financiero, con el apoyo del gobierno, pero sin afectar al resto del proceso industrial que es necesario mantenerlo, porque consideramos que para que se realice ese proceso hay que realizar la reforma agraria posibilitando la posesión progresiva de la tierra por los que la explotan y valorizando por la transformación industrial de nuestra producción agraria, se modificara la fisonomía del campo argentino; se construirán casas en todo el país, y en ellas habrá un cuarto de baño, habrá heladeras y otras comodidades, que bien lo merecen nuestros productos agrarios. Se producirá también el proceso industrial regional, sin el cual tampoco podremos posibilitar una riqueza agropecuaria. Todo esto, señor Presidente, es la preocupación de los viejos hombres de campo y de quienes lo hemos servido con lealtad. Todo esto ha sido perfectamente puntualizado en el Decálogo Cooperativista que usted, señor Presidente, dio el 13 de Octubre en el Teatro Colón, y que vamos a hacer cumplir, señor presidente, sin retaceos, sin vueltas, sin enredos, posibilitando toda su reforma agraria, sin despojo, sin violencia y sin inconvenientes. Con respecto al otro proceso, el de la justicia social y la independencia económica, nos disponemos todos juntos a trabajar sin abandonar nuestros distintos medios de acción, coordinándolos y combinándolos en una acción esforzada y noble, tesonera e inspirada no solamente en nuestros intereses cooperativistas, que los consideramos inferiores en relación con los altos intereses de la Nación. Presidente de la Nación: Yo lo felicito al señor Sienra, pero sobre todo no olviden ustedes, que quienes tienen que realizar todo eso son ustedes. Nosotros los ayudamos. El error de la gente es creer que el gobierno debe realizarlo todo. El gobierno ayuda y posibilita, pone el hombro; quien debe realizar es el pueblo y todas estas cosas deben hacerla ustedes en nuestra ayuda, que no les faltará. Señor Ministro de Asuntos Técnicos: Una decisión ya adoptada por todas las asociaciones cooperativas reunidas ha sido el relacionado con motivo de un objetivo práctico como es el de tratar de abastecer en parte a la capital federal con los distintos productos del campo. Se ha creado ya un organismo que está integrado por los representantes de las organizaciones cooperativas, algo así como el Consejo Confederal de la Confederación General del Trabajo, y luego, dentro de esa organización, un Comité Ejecutivo, que vendría a ser como el secretario de la CGT. Las organizaciones cooperativas en general van a trabajar por ello en conjunto con un sistema nacional de cooperativas, y lo harán compulsando todas sus reales posibilidades para actuar directamente dentro del comercio interno, tal como lo viene auspiciando usted señor presidente desde hace mucho tiempo. También desean establecer contacto con las cooperativas de consumo para entrar directamente en un sistema de abastecimientos que permitirá a los productores cobrar más por sus productos y a los consumidores pagar menos, con la eliminación de los intermediarios inútiles. Señor Presidente: El ideal, en esto, sería que ustedes abasteciesen a la ciudad de Buenos Aires. Nosotros les daríamos la responsabilidad del abastecimiento de toda la ciudad de Buenos Aires, en los productos que ustedes trabajan. Eso sería extraordinario. Señor ministro de Asuntos Técnicos: Es interesante lo que se relaciona con el abastecimiento de carne por parte de las cooperativas. Las cooperativas según me han informado los señores, están en condiciones de llegar a Buenos Aires, con un gran sector de ese abastecimiento de carne, si se les otorgan algunas facilidades que momentáneamente se encuentran en manos de gente inescrupulosa como son los remates ferias y consignatarios, por ejemplo. Nosotros cumpliendo con su indicación y su orden, ya hemos establecido el organismo de enlace a fin de que las cooperativas nos utilicen como sus gestores oficiales; y cuando haya algún problema que dificulte el cumplimiento de la acción cooperativa el organismo cooperativo podrá traerlo al ministerio que, con toda celeridad posible, tratará de diligenciarlo. Por otra parte, eso es lo que usted señor presidente, acaba de decir: que las cooperativas consideren que ellas tienen que hacer el trabajo y nosotros prestar la ayuda necesaria. Puedo decirle, con seguridad y con el mayor gusto, que esa es una expresión de deseos de las mismas cooperativas. De manera que en eso hay plena y total coincidencia con el pensamiento del señor presidente. Yo me alegro profundamente señor presidente por esto; porque todo lo que se está diciendo, porque todos los principios enunciados por la doctrina que usted, señor presidente, sustenta en materia de cooperativismo es, justamente, lo que han expresado los cooperativistas, expresión que han hecho notar también en la reunión que realizamos el 24 de abril con ellos. Esto indica, una vez más, señor presidente, que usted interpreta verdaderamente lo que el pueblo quiere, ya que los señores representan 270.000 productores agrarios, 270.000 familias del campo que, a través de las organizaciones cooperativas, están expresando lo que quieren, que es precisamente lo que usted hace. Presidente de la Nación: El cooperativismo, visto de buena fe tiene que coincidir en todas las personas. La mala fe es la que no deja coincidir. Si hay buena fe, todos coincidimos; y como estamos trabajando con ella, no podemos si no estar todos de acuerdo. Señor Aimar A. Balbi: (Presidente de la Asociación de Cooperativas Bonaerenses) Señor presidente, la cooperativa que represento es acaso la benjamina de las cooperativas, la más jovencita. No obstante eso, ya tenemos más de 200 cooperativas. Nosotros nos hemos iniciado en la era justicialista y vamos siguiendo en una línea recta, juntamente con los demás compañeros de las cooperativas, los lineamientos y las directivas del presidente de la República. Lógicamente, estamos dispuestos a poner el hombro para llegar a eliminar, de una vez por todas, todos los intermediarios que nos han tenido tan mal y por cuya culpa hemos tenido, desgraciadamente días aciagos. Ahora bien: entendemos que todavía hay una parte de intermediarios que constituyen un mal necesario. Como bien lo ha dicho el señor presidente y también los demás compañeros, yo creo que la organización no está suficientemente capacitada todavía como para que de golpe reciba toda la comercialización. El señor Barrios lo ha explicado muy bien: entraremos por la orilla e iremos copando poco a poco la comercialización, y entiendo que en el curso de un año, como lo ha dicho el señor presidente, vamos a triunfar en el comercio interno, y no solo eso, sino que tomaremos la misma exportación. Nosotros, con ser lo más nuevos, ya estamos en ese proceso de comercio exterior. Desgraciadamente, señor presidente, todavía hay algunos, y sabemos que los vamos a seguir teniendo, que no ponen la proa. Hay quienes nos están diciendo que no lo vamos a hacer y nos dicen que con su influencia no nos van a permitir desarrollar nuestra acción. Yo tendré oportunidad de dar a conocer esas circunstancias para que el gobierno intervenga sobre aspectos muy interesantes para los productores. Presidente de la Nación: Prepárenme la organización para exportar, y después vamos a conversar otra vez. Eso hay que hacerlo, organizarlo, y no es cosa del otro mundo, Después vamos a ver. Señor Juan Casanovas: (Presidente de la Asociación de Horticultores Bonaerenses) Nuestra Asociación es también muy joven; fue fundada en el año 1950, en plena era justicialista. El primer paso que dimos fue comenzar a apartar a los intermediarios, porque nosotros sabemos que tenemos un papel importante que cumplir, que es el abastecimiento directo a la ciudad de Buenos Aires. Podemos asegurarle que los horticultores hemos de cumplir; no hemos de fracasar porque contamos con el apoyo del gobierno, en primer lugar, y luego, con el de los productores, que ha aumentado la producción hortícola de un 30 a un 35% desde 1950. Muchas gracias señor presidente. Señor Merino: (Delegado de Fábricas de manteca SANCOR) SANCOR, dedicada a la fabricación de manteca, se siente honrada en su consubstanciación con los principios expresados por el señor presidente y los demás compañeros cooperativistas en esta reunión. En cuanto a lo manifestado por el señor presidente en el sentido de que las cooperativas puedan abastecer a la Capital Federal, nos complacemos en manifestar que desde ya hace un par de años la mayor parte de su producción viene a Buenos Aires y hemos conquistado prácticamente el mercado. Esperamos que con la colaboración de las demás cooperativas mantequeras del país, podamos a breve término, contando con la maquinaria adecuada para el fraccionamiento, proveer totalmente a la Capital Federal. Nada más, señor presidente. Presidente de la Nación: es agradezco muchísimo que hayan tenido la amabilidad de llegarse hasta aquí, y solamente quiero decirle que esta es la casa de ustedes; que siempre serán bienvenidos y que estamos aquí para servirlos y serles útiles en la tarea que es común a todos los cooperativistas. Por otra parte, esta tarea es muy importante para nosotros. Todo esto es necesario apresurarlo porque las reacciones comienzan ya a manifestarse de distintas maneras. El secreto es andar rápido para no esperar el efecto de nuevas reacciones. Los otros se van a defender de los grandes intereses, que no son desconocidos por ustedes, ponen en juego todos sus recursos a fin de que nosotros no logremos desmontar la maquinaria. Es lo que tenemos en contra. El gobierno está en condiciones de hacer esto por las buenas, pero también está en condiciones de hacerlo por las malas. De manera que no podemos dudar del resultado. Dios nos ayudará y esperamos hacerlo por las buenas. Le diremos a los intereses opuestos que se dejen de molestar, que se pongan a trabajar como nosotros deseamos. Si no, tendremos que utilizar otros métodos, pero la decisión de alcanzar el objetivo es definitiva y absoluta. Y lo hemos de lograr. Muchas gracias. ...............
1953-05-13
Ante delegados al Congreso de la FONIVA :
Compañeras y compañeros: Yo le agradezco mucho las amables palabras del compañero Valerga, y les agradezco una vez más a ustedes que hayan llegado hasta aquí, así yo tengo la inmensa satisfacción de saludarlos de cuando en cuando personalmente, con la importancia de que estos congresos realizados por la FONIVA, como ya se ha hecho hábito con casi todos los demás sindicatos, tienen una extraordinaria ventaja para la organización del movimiento sindical argentino. El cambio de opiniones, el contacto personal entre los compañeros de distintas regiones, las conversaciones y el estudio de los problemas que son comunes a los trabajadores, trae siempre un sentido de verdadera solidaridad, que es lo que nosotros vamos buscando de desarrollar en forma práctica, en forma objetiva y en forma real en los sindicatos. Hasta ahora nosotros, nos habíamos conformado con desarrollar una conciencia social en el país. Piensen ustedes como en nuestras realizaciones de la organización popular, hemos ido gradualmente alcanzando diversos y sucesivos objetivos en la marcha de las realizaciones. Si ustedes echan una mirada retrospectiva al año 1944, cuando luchábamos en la Secretaría de Trabajo, con un movimiento sindical en parte embrionario, fraccionario, en muchos casos, circunstancial en otros casos, y en otros momentos irreal, en el país, una conciencia netamente capitalista había suplantado la conciencia social. La conciencia social solo estaba en algunos núcleos. A nadie le interesaba la suerte de nadie, cada uno luchaba por su propia suerte, aun cuando esto representara la desgracia de los demás. En fin, un país sin una conciencia, sin una conciencia social. Eso se ha ido trabajando, se ha ido desarrollando, porque las tareas las grandes comunidades, es más tarea de tiempo y de repetición de las cosas, hasta ir desarrollando en los hechos mismos, que son la mejor, ir desarrollando los valores que caracterizan a la comunidades civilizadas En este sentido, nosotros comenzamos desde esa Secretaría de Trabajo, en el momento que fue el Departamento Nacional del Trabajo, empezamos a lanzar a toda la población trabajadora argentina, los llamados de una antena invisible, pero de un efecto extraordinario, porque llamaba a una nueva conciencia, llamaba al pueblo a desarrollar y a poner en ejecución ideas que representaban una nueva conciencia social. Esto fue penetrando paulatinamente en la colectividad, después pasó a impregnar las grandes comunidades y finalmente saturó total y absolutamente al país. Hoy podríamos decir que aun dentro de las fuerzas patronales, en nuestros días, la explotación del trabajador por parte del capital resulta una cuestión que repugna al espíritu de la misma gente que forma las clases patronales. La conciencia social es una cosa que una vez que comienza a actuar llega a impregnar y a saturar completamente todo. Yo creo que en este momento, tanto la organización, el gobierno, el Estado, el pueblo, y aun las fuerzas económicas, culturales, etcétera, todas están dentro de una tónica distinta a la individualista de aquellos tiempos y una conciencia social ha reemplazado el sentido de una comunidad egoísta y desaprensiva con respecto a los problemas que representan la vida y la felicidad de los hombres de trabajo dentro del pueblo. Esta es una conquista, y sobre todo una de las mejores conquistas, porque son conquistas sobre el espíritu, que son las más grandes. Nosotros no nos damos por satisfechos con eso. Porque así como esa conciencia social vino, puede mañana comenzar a desaparecer por no usarla o porque otra fuerza comienza a empujarla o reemplazarla por otra cosa que no sea la conciencia social. Es decir que esto, no tiene consolidación si no se le agrega algunos otros condimentos, que verdaderamente la fijan y la hacen permanente. En el Segundo Plan Quinquenal, nosotros pensamos que si el Primer Plan Quinquenal fue, diremos así, en el orden de la organización el de la conciencia social, el Segundo Plan Quinquenal ha de ser el de la consolidación de esa conciencia social en los hechos de la organización misma, alcanzando un alto grado o un grado mayor de eso, que es el de la solidaridad social. La solidaridad social es el sentimiento de aglutinación orgánica que necesitan todos los que forman la organización popular. El sentido de solidaridad social, que lleva al de la solidaridad nacional, es otro grado mayor; es lo que nosotros debemos de desarrollar en este Segundo Plan Quinquenal, en lo que se refiere a la conquista de la organización popular. Yo creo, y soy un convencido, que no se puede practicar una democracia en ningún país del mundo, sin una organización popular. Si la democracia es el gobierno del pueblo, ¿cómo puede el gobierno ejercerse desde el pueblo si no existe una organización que lo haga real y efectivo? ¿Ustedes en que los gobiernos de la oligarquía podían ser considerados gobiernos democráticos? ¿A quienes representaban ellos? A un pequeño sector de privilegiados dentro de la comunidad argentina. ¿Cómo va a ser eso un gobierno democrático? ¿Como va a ser eso un gobierno popular? El gobierno popular es el que surge del pueblo, representa al pueblo y es un instrumento del pueblo, y esto solamente puede alcanzarse a través de una organización popular que imponga el gobierno y que le imponga al gobierno lo que el gobierno tiene que hacer. Esa es la democracia como la entiendo yo, y no una democracia falsificada, como la que estamos viendo en todas partes y como la que hemos estado viviendo nosotros hasta hace poco tiempo. Por esa razón, en el Segundo Plan Quinquenal, nosotros propugnamos por la organización integral del pueblo. En esa organización integral del pueblo, solamente se va a tener la realidad democrática con que muchos pueblos sueñan en el mundo. Es claro, señores, que para alcanzar esto, vamos a tener que luchar contra las oligarquías. Y las oligarquías no se entregan, están agonizantes, pero todavía patean. Y esto nos recuerda una cosa que siempre decía la señora, que la lucha de clases solamente termina con la desaparición de una clase. Y esto tenía mucha razón. Porque todo el mundo ha pensado y ha creído, que los verdaderos clasistas de la humanidad son los obreros; grave error, los clasistas, los eminentemente clasistas son las oligarquías. No ve que ellos comenzaron llamándose las "clases", las clases dirigentes, las clases privilegiadas se llamaban ellos, las de la inteligencia, las de la cultura, las del saber, las del buen sentir y del buen decir. Ellos eran todo lo bueno, pequeñas clases. Esto tiene su origen, no ahora; tiene su origen pero en la más remota antigüedad, y se ha hecho a través de las clases de privilegio tanto en las organizaciones de Oriente como en las de Grecia y como en las en Roma. Allí se llamaban "patricius", le llamaban ellos; es decir los dueños de la patria. El pueblo no era nada, el pueblo era la gleba, junto con la tierra, los árboles, los animales, los hombres del pueblo. Esos son los eminentemente clasistas. Por eso cuando yo he dicho "hay que terminar con las clases", y quiero significar que hay que terminar con ellos, para que en nuestra comunidad no haya más que una clase: la de los que trabajen y producen, la clase del pueblo, que es la única clase que se justifica. Con esto, digo, observen ustedes que ellos, los clasistas, ahora, en este momento, cuando todo ha sido ya dominado, y cuando todo está traducido en el lenguaje del pueblo y todo está vuelto a trabajar en beneficio del pueblo, ellos surgen como clase. Y lo que antes decían ellos del pueblo cuando, impotente frente a la prepotencia de la clase oligárquica, tiraban bombas y hacía todas esas cosas el pueblo desesperado, porque no tenía otra salida. Era una válvula de escape que tenía el pueblo, colocar una bomba y disparar por ahí, porque si no lo mataban o lo metían preso. Para ellos que criticaron durante un siglo los tira-bombas, tiran bombas ellos ahora. Es natural ese ataque directo y absoluto al pueblo, es la muestra evidente de su impotencia, esos son métodos de la impotencia. Como ellos plantearon en aquella época, si ellos hubieran podido terminar con el pueblo, hubieran terminado; pero ellos no podían terminar con el pueblo, porque el pueblo era el que trabajaba y producía para ellos. Ahora, nosotros, el pueblo, podemos terminar con ellos, porque ellos representan lo único parasitario que tiene el pueblo; en consecuencia, no son necesarios. Al contrario, son un contrapeso muerto al pueblo, han vivido del pueblo y han explotado; son unos vivos que se les ha terminado ya la viveza. Por lo menos nos hemos avivado nosotros también, los del pueblo. En el Primer Plan Quinquenal, nosotros hemos terminado con la organización oligárquica para hacer una organización popular. En el Segundo Plan Quinquenal, tenemos que terminar con la oligarquía. Para terminar con ellos hay tres caminos: que se conviertan al pueblo, que es una; que no se conviertan al pueblo y nosotros los reemplacemos a ellos con el pueblo; y el tercero es el sistema de México: colgarlos a todos y terminar de una vez. Ellos se han refugiado, como siempre se refugian las oligarquías, en la tierra. Observen ustedes, que tanto en la organización de las antiguas civilizaciones, como Grecia, como Roma, como la Edad Media, el Medioevo, ellos se refugiaron en la tierra, se fueron a su tierra y allí formaron unos pequeños enquistamientos y se quedaron los señores feudales que conocemos con los que eran obedientes; se fueron quedando cada vez con menos, cada vez con menos y al final desaparecieron, pero fue un proceso de achicamiento normal. Nuestra oligarquía está haciendo el mismo proceso, pero nosotros lo sabemos y los estamos siguiendo. Ahora, generalmente estos movimientos terminan, las reformas totales de estos movimientos terminan, no con el proceso urbano, con el proceso rural, con las reformas agrarias, que se han llamado en el mundo. Observen ustedes que ese es el último eslabón que les queda. Así terminaron en las antiguas civilizaciones, así terminaron en el Medioevo, así terminaron en la Revolución Francesa, así terminaron en la Revolución rusa, y así van a terminar aquí, igualito que en todas partes. Este es un proceso natural. Nosotros estamos ahora en plena realización de la reforma agraria, que generalmente es toda la que culmina y termina todos estos tipos de reformas sociales. Es lógico, primero se toman las ciudades, que son numerosas, más populosas, donde están los mayores problemas, y después se va por etapas llenando. Ellos primero están aquí, luchan aquí; cuando se sienten derrotados se van al campo; ahí lo vamos a agarrar en el campo y vamos a terminar la cosa dentro de poco. En consecuencia, el Segundo Plan Quinquenal es también el Plan de la reforma agraria. El sentido de reforzamientos de las organizaciones institucionales del pueblo, mediante el desarrollo de la solidaridad social, que es la que va a consolidar el movimiento de la organización popular; y la reforma agraria, que es la que se desarrolla siempre en la última etapa. Fíjense ustedes, que el mundo ha venido evolucionando y terminando siempre cerrando los ciclos de la evolución a través de las reformas agrarias. ¿Cómo se han realizado las reformas agrarias en el mundo? Siempre por tres métodos. Uno, por transformación y equilibramiento. El otro, por despojo. Y el otro, por supresión biológica de los terratenientes o, diremos, de los señores de la tierra, como se les ha llamado en la historia. Nosotros, hemos empezado por el primer método, porque no queríamos el despojo. Creíamos que el despojo quizá no era el mejor camino, porque es el camino cruento, es el camino de la lucha, preferíamos el incruento. Que era en la sociedad argentina o la comunidad argentina un sector de un cinco por ciento que había capitalizado con el trabajo del otro noventa y cinco por ciento que estaba desposeído. ¿Es así o no es así? El pueblo, que es el noventa y cinco por ciento desposeído, a través de una capitalización de los poseídos, que es del cinco por ciento. Las reformas, en casi todas partes del mundo, han sido tomar este cinco por ciento, repartirlo entre el noventa y cinco por ciento. Eso es lo más fácil, pero no lo más constructivo, porque trae grandes convulsiones y desequilibrios en lo económico, que al final refluye en perjuicio del propio pueblo. Se rompe todo, empieza, y abre..., y ustedes ven que nosotros hemos hecho toda la reforma sin que todavía hayamos corrido mucho la liebre, ni hayamos pasado por todas esas cosas. Es decir, sin producir cataclismos económicos, que son siempre origen de sacrificios dentro del pueblo. Por eso lo hemos hecho por transformación. Hemos mantenido la capitalización existente y hemos tratado de ahora para adelante, toda la capitalización sea hacia el pueblo. Es decir, no hemos desposeído a los poseídos para poseer a los no poseídos, sino que tratamos de trabajar y de organizar una sociedad que vaya poseyendo al noventa y cinco por ciento que ha estado desposeído. Ahí está, la creación de los nuevos valores van al pueblo y no a la capitalización ya existente. Es un proceso natural. Pero uno observa en la humanidad, y especialmente en la historia de la humanidad, de que no siempre ha sido posible esto. Son los mismos, estos del cinco por ciento, los que se oponen a que esto se haga por transformación, porque son tan brutos y tan faltos, diremos, de sentido común, que ellos se oponen, luchan y pelean y obligan a los otros entonces, a que ese método que es el no cruento, se transforme en un método cruento. Observen ustedes, las reformas agrarias en el mundo se hacen en tres tipos. Un tipo es éste: muy raro en la humanidad, muy pocas veces se ha hecho, y muy pocas veces se ha hecho con éxito, y sobre todo, muy pocas veces se han podido terminar por ese procedimiento las reformas. El otro, es el que emplean los comunistas, por ejemplo. El comunista le ocupa la tierra y le dice: "Señor, usted es el dueño?". "Sí". Opte por un sueldo de trescientos rublos, o doscientas, hectáreas de las cinco mil que tiene, doscientas para que siga trabajando, y el resto se va a repartir". Ese es el despojo, liso y llano. Es otro procedimiento. Y el tercero, es por ejemplo, el que se usó en México, que fueron la gente a la tierra, encontraron los patrones, los colgaron en los postes de teléfono y se quedaron con la tierra. Ese también es otro. Nosotros estamos en el primero, en el de evolución. No sabemos si estos señores, nos obligarán a emplear el segundo o el tercero. Pero sí, de lo que deben de estar seguros, es que vamos a emplear cualquiera de las tres, el que sea necesario, pero sí vamos a cumplir los objetivos que nos hemos trazado. Porque no lo hago yo solamente porque tenga la obligación de hacerlo en el sentido moral, sino porque el pueblo lo exige. Estas cosas no tienen reversión, no van pa' atrás, van pa' adelante. Una vez que eso se empieza a marchar, es un camino, de un automóvil, un camino que no tiene marcha atrás. Marchan siempre adelante. Ellos nos irán dando el módulo de la forma de realizarlo: por el primer procedimiento, por el segundo o por el tercero. Ellos dirán. Eso depende más de ellos más que de nosotros. De nosotros, depende solamente la inquebrantable decisión de realizarlo. Y lo vamos a realizar. Cualquiera de los tres métodos es fácil para nosotros. Por el Estado, podemos hacer el primero y el segundo. Y el tercero, lo hacemos directamente por el pueblo. Llamamos a las organizaciones y les decimos "Muchachos piedra libre". Va a ver usted que en que en quince días está todo hecho. Esta gente no tiene una idea de lo que es la fuerza del pueblo organizado, porque ellos han tenido frente a sí a un pueblo desorganizado. Pero lo que sí debe servimos de lección a nosotros, y de aviso, y de llamado de atención, es que se deciden a resistir. Entonces hay que abrir los ojos a las organizaciones populares y decirles: "Cuidado, que estos quieren resistir". A la resistencia de ellos debemos de oponerles nuestra propia resistencia que, afortunadamente, es un poquito mayor que la de ellos. Todo esto, compañeros, es un problema que nosotros lo conocemos bien. Afortunadamente, no hacemos nada nosotros con los pies, lo hacemos con la cabeza, la mayor parte de las cosas que hacemos. Ellos podrán hacer la prédica, las campañas, los rumores, y todo eso, nosotros le vamos a meter todos los días un pasito más adelante. Esto que lo tengan absolutamente por seguro. ¿Que van a alterar el orden? Y...vamos a ver. Nosotros lo vamos a restablecer al orden cada vez que ellos lo alteren. Pero que vamos a cumplir los designios que nos hemos tratado, eso pueden estar absolutamente seguros, ellos y todo el pueblo argentino, porque vamos realizando, dentro de la menor violencia posible, con la mayor tolerancia, pero los vamos a cumplir. Y donde no sea suficiente la tolerancia, pondremos la presión; y donde no sea suficiente la presión, la coerción; y cuando no sea suficiente, la violencia. Pero lo vamos a hacer, lo vamos a ir realizando tal cual lo hemos planeado, con prudencia, pero con energía y con decisión. Bien, todo esto para nosotros, representa un problema a enfrentar con la organización. Lo único que vence esto en forma aplastante, y en forma diremos, irreversible, es la organización. Por eso he insistido tanto en la necesidad de la organización del pueblo. Solamente es dueño de sus destinos un pueblo organizado. Los pueblos que no se organizan no serán jamás dueños de su destino; serán instrumentos de los organizados. Los pueblos tienen esas dos características: organizados, son dueños de su destino; desorganizados, son instrumento de los organizados, que son generalmente pequeños núcleos que cargan con la parte del león en el reparto de los beneficios del trabajo de la comunidad. Esa es la realidad absoluta. El sistema capitalista no es nada más que pueblos que se mantienen desorganizados para poderlos explotar. Nuestro sistema quiere un pueblo organizado, para que no pueda entrar de nuevo la explotación. Por eso en el Plan Quinquenal, nosotros hemos puesto, como primer número, la organización del pueblo, como primer objetivo. Todos los demás objetivos del Plan se cumplen a través de un pueblo organizado, incluso el gobierno. ¿Cómo puede gobernarse un pueblo desorganizado? No podríamos nosotros, gobierno, ni saber que es lo que quiere el pueblo si está desorganizado. Si son dieciocho millones de hombres y mujeres que les pueden ir a preguntar a cada uno de ellos lo que les parece, para después sacar una mediana general. Solamente si ellos se organizan y hacen llegar sus inquietudes, sus necesidades, sus aspiraciones y aun sus ambiciones, a través de sus dirigentes, puede el gobierno interpretar al pueblo. Si no, como va a interpretar dieciocho millones de voces que le llegan al unísono. Entonces, los gobiernos que quieran hacer lo que ellos quieren, les interesa que el pueblo esté desorganizado, porque ellos hacen lo que ellos quieren y le hacen creer al pueblo que hacen lo que el pueblo quiere. Pero nosotros, los tipos de gobierno como el nuestro, que quieren hacer lo que el pueblo quiere, necesitan la organización, necesitan que el pueblo me haga llegar qué es lo quiere, en cada sector y en cada organización de la comunidad, necesitamos esto. Entonces yo me pongo a trabajar para conseguido; esa es mi misión y esa es mi función. Por esa razón, compañeros, el Plan Quinquenal podrá tener para nuestras organizaciones sindicales, muchas tareas a cumplir, pero no hay ninguna que sea más decisiva e importante, que la de la organización. Hay que trabajar por la organización, hay que constituir cada día una organización más poderosa, más numerosa, más solidaria, para que entonces pueda ser más fuerte. Tampoco yo quiero organizaciones débiles, ni quiero individuos que no les interese nada más que vivir para ellos. No, en la comunidad argentina, ya nadie vive para él solo; todos vivimos un poquito para los demás, porque es la mejor forma de que vivamos para nosotros mismos. Si lo que yo hago por los demás, sé que los demás lo van a hacer por mí, imagínense el beneficio personal que recibe uno de dieciocho millones que trabajan para uno también poquito. De manera que hasta por egoísmo hay que constituir una comunidad donde nadie trabaje en contra de nadie, sino que todos trabajemos en beneficio de todos, porque esa es la forma de construir y esa es la forma de realizar. Solamente mediante una solidaridad absoluta entre nosotros podremos llegar a constituir una comunidad justa. Las comunidades no son justas mientras no sean solidarias, porque nadie brinda la justicia en forma gratis. En este mundo las justicias son pagas todas. Dicen que la de Dios no es paga, pero es paga también, con buenas acciones, según dice la doctrina. De manera que todo en esto, la justicia se paga de una u otra manera; y la justicia social también, se paga mediante esa contribución solidaria, que uno hace para los demás y los demás hacen para uno. Ese es el pago de esa justicia social. Nuestro camino, compañeros, de la organización nacional, es un sector decisivo la organización sindical. Ustedes ven que los que antes no querían organizarse ahora está pensando que es mejor organizarse. Son tozudos, son porfiados; recién han necesitado casi diez años para entrar en la organización, pero han entrado. Y en la comunidad argentina, cada día será más indispensable, porque los sectores no organizados serán los únicos que van quedando abandonados de la mano del gobierno, de la mano del Estado y de la mano del pueblo. Hoy ya todo el mundo reconoce que aquí no se puede vivir muy bien sino organizados. Observen ustedes que hasta las fuerzas económicas, que hasta el último quisieron ellos hacer cada uno lo que quería, ahora están pensando que hay que meterse en organizaciones y trabajar también dentro de un sentido de comunidad, dentro de un sentido social; que ya no pueden estar ellos aislados, porque el que esta aislado va quedando indefenso frente a la organización del resto de la comunidad organizada. Esto es el principio del fin de ese individualismo destructor que había caracterizado a la comunidad argentina. Siempre se trató de inculcar en los pueblos ese individualismo, porque la forma de dominar a los pueblos es dejando a cada individuo aislado y, en consecuencia, indefenso. Y la clase trabajadora, y el socialismo y los partidos radicales, etcétera, trabajaron siempre por el individualismo, y es claro que fuera así porque ellos eran los instrumentos políticos de la dominación oligárquica. No ve que si yo le digo: cada individuo solo no debe asociarse, debe defenderse en la vida. Es claro, lindo se va debe defender contra los otros que forman una organización férrea que los tiene sometidos y explotados. A la explotación conviene el individuo aislado y, en consecuencia, indefenso. Una comunidad desorganizada, donde los obreros de la aguja no se presentan cada uno a reclamar frente a una organización que le dice: "Vaya si quiere, y si no quiere, váyase al diablo". Si se presentan todos unidos y dicen: "Venimos todos aquí". Entonces le van a contestar de otra manera; no le van a decir que se vayan porque si se van, ellos son los que revientan. Y de la misma manera, un gobierno. Si se enfrenta un pueblo desorganizado el gobierno, y viene uno a protestar le manda a la policía y termina el problema. Pero cuando en vez de venir uno a protestar, viene el pueblo a decirle "no estamos de acuerdo con esto"-, vamos a ver si el gobierno no piensa dos veces antes de mandar a la policía. Entienden, que en esto hay una técnica, la técnica de la defensa popular o la técnica de un pueblo librado a la mano de cualquiera: del que tenga el poder o del que tenga la riqueza. Y ni el poder, ni la riqueza, que se ejercen en nombre del pueblo y se obtienen por la acción del pueblo, pueden volverse para oprimir al pueblo. ¿No ve que eso es una cosa verdaderamente anacrónica: que sea el pueblo el que dé el poder para que lo tiranicen o que sea el mismo pueblo que dé la riqueza para que lo exploten, lo humillen y lo hagan vivir en el dolor y la miseria. Estas cosas, tan claras, han sido tan hábilmente tergiversadas a través de la prédica de la prensa, de las doctrinas, que muchas veces el pueblo mismo ha sido su propio opresor, porque él mismo ha elegido los que han de oprimirlo o escarnecerlo. Lo que nosotros no queremos, es que en el pueblo argentino ese mismo panorama vuelva a repetirse en el futuro; y cuando nosotros desaparezcamos queremos dejar un pueblo organizado, que sepa defenderse, que haga valer sus derechos, y cuando el gobierno, o los capitalistas, o los que representen a los capitalistas o sus organizaciones no puedan volver nuevamente a sus andadas. Esa es nuestra única e íntima aspiración. Por eso el trabajar por la organización popular, el trabajo por fortalecer y perfeccionar la organización sindical, es en este momento y en el Plan Quinquenal, lo más importante que el Plan Quinquenal tiene, porque todo el Plan se ejecuta mediante eso y nada se cumplirá del Plan si eso no puede ejecutarse para apoyarlo, para impulsarlo y para imponerlo cuando sea necesario. Bien, compañeros, ustedes han tratado en su Congreso, el Plan Quinquenal. Yo quería en esta breve conversación, darles a ustedes el fundamento de la organización de ese propio Plan Quinquenal, y darles también, la tónica sobre cómo debe impulsarse el Plan Quinquenal desde la organización, cumpliendo la primera y fundamental obligación de las organizaciones dentro del objetivo fijado por el Plan Quinquenal, que es la organización del pueblo. Manteniendo una organización inicialmente con un alta conciencia social, y llevar ahora un desarrollo al mayor grado posible de la solidaridad social dentro del gremio. Esa solidaridad social, como todas las cosas en la vida, se produce realizándola. ¿En qué consiste en un gremio la solidaridad? Compañeros: Lo primero que hay que hacer es ir trabajando dentro del gremio, para que el mayor número de adherentes lo constituya, para que no quede nadie fuera de la organización. Hay tres clases de hombres en los elementos del trabajo, de mujeres también, disculpen. Unos, que son sindicalistas de corazón, porque creen y sienten esto que acabo de decir: que toda la garantía de la vida y de la felicidad de la familia trabajadora está en su organización, que es lo única que lo va a garantizar. La clase trabajadora se salva por la acción de los trabajadores. Si ellos no se preocupan de salvarse, no van a encontrar muchos que los quieran salvar. La clase va a ser libre por su acción, y si no, no va a ser libre. Ese sindicalista de corazón es el que tiene que tener la dirección de la organización. Hay otro tipo, que es cuando le convine, que también hay de esos, él es sindicalista cuando le conviene. Y otro que no quiere saber nada, porque sigue siendo un salvaje permitido por la civilización, quiere vivir solo y aislado aun dentro de la comunidad. El primero, es el sindicalista de corazón, ese hay que darle, darle porque ese trabaja y lucha para la organización. Al otro, al que es cuando le conviene, y hay que darle lo que le conviene, porque ese viene al principio le conviene, a lo mejor adentro después lo convencemos y hacemos de un hombre bueno de ese; también cotiza y forma número. Y al otro, al otro hay que dejado que se vaya al diablo, porque ¿qué le va a hacer? ya ese tipo no tiene.... Para crearle esas conveniencias, la defensa de los intereses profesionales, cuyos beneficios él también los siente; la mutualidad o el servicio social para la defensa de la salud física de los asociados, que también atrae gente porque tiene su atención médica, su maternidad, su dentista, etcétera; y este dice, esto es barato, le conviene, entra; las cooperativas o las proveedurías para la defensa del poder adquisitivo de los salarios, eso también le conviene, por eso también entra; las escuelas, que van elevando el nivel cultural y social de la masa, eso también le conviene, porque a lo mejor tiene un muchacho en la familia que lo manda a estudiar allí a la escuelita, y se va capacitando y perfeccionando en eso, o él mismo. Todo eso tiene un profundo sentido, tanto para el que va de corazón, como para el que va por conveniencia, y es el sentido de la solidaridad. Aún el que lo hace de buena fe y de corazón, maravilloso; y el otro que lo hace por conveniencia, porque también dentro de la conveniencia hay un sentido de solidaridad social. Todo es conquista dentro de la solidaridad. Pero sobre todo hay una cosa: que se van creando comunidades o pequeñas agrupaciones u organizaciones, donde cada uno es amigo, es compañero, siente la ayuda del otro y siente placer en ayudarlo al otro. Ese es el sentido, verdadero sentido de la solidaridad, que es por el que se llega a todos los grandes sentimientos de las comunidades. Las comunidades modernas no se afirman en la riqueza, ni en... ¡No! En la solidaridad. Cuando no hay solidaridad en las comunidades, es igual que en una familia donde todos están peleados, que es una bolsa de gatos que no se puede vivir. Y es lógico. Es solamente la solidaridad la que apacigua las todas las formas y lima todas las aristas y prepara la comunidad para vivir en orden y en felicidad. Este trabajo de la organización sindical hacia la solidaridad social tiene una importancia decisiva en la organización, porque eso es lo permanente, porque una vez que se construye la organización sobre ese sentido y sobre ese sentimiento solidario, entonces las organizaciones son indestructibles. Entonces, recién se han consolidado. Mientras están basadas solamente en una doctrina, en una idea vaga o en una conciencia social un tanto vaga, no son permanentes las organizaciones, pueden destruirse; pero cuando hay solidaridad, no se destruyen. Por eso, todas las organizaciones suelen destruirse. La familia difícilmente se destruye. ¿Por que? Porque en la familia hay sentido verdadero de la solidaridad. Y esta ha de ser una gran familia al lado de la pequeña familia que tenemos todos nosotros. Y bien compañeros, cuando la organización sindical sea la gran familia, será también indestructible, como es indestructible la familia. Los pueblos que han querido destruir a la familia se han destruido a sí mismos y no han destruido a la familia. Cuando ese sentido de solidaridad reine en nuestras organizaciones, el que quiera destruir nuestras organizaciones se destruirá a sí mismo, pero no conseguirá aniquilar nuestras organizaciones. Por esa razón, el Segundo Plan Quinquenal quiere dar a las organizaciones sindicales el verdadero sentido de la solidaridad social, porque sabe que conseguido eso, se habrá consolidado definitivamente el movimiento sindical argentino; y con la consolidación definitiva del movimiento sindical argentino se habrá también consolidado definitivamente el justicialismo en la Argentina, que es nuestra aspiración. Compañeros: ustedes, que se dispersan ahora en todas direcciones, yo solamente les pido, que lleven a los demás compañeros, estas palabras, que son leales y sinceras. Yo no trabajo aquí por otra cosa que no sea por estos ideales, que son los ideales que interpreto que son del pueblo. Yo no tengo ningún otro interés, que el de realizar una tarea en beneficio del pueblo, y no sirvo otro interés que el del pueblo. De manera que les ruego que, con un abrazo que les mando a los compañeros de toda la República, sean ustedes portadores de estas ideas, que son ideas que nos convienen a todos, y que nos conviene también hacerlas conocer por todos los compañeros. Nosotros acostumbramos, después de esto, a dar la versión taquigráfica de lo que yo he dicho, de manera que la FONIVA les hará llegar los folletos y todas cuestiones, y yo únicamente les pido que lleven a nuestros compañeros estas palabras. Palabras que no tienen como digo, otra intención que la de realizar el bien común y, en consecuencia, son cosas que con sinceridad y lealtad yo entrego como ideas fundamentales de nuestras realizaciones, y vamos realizándolas dentro del Segundo Plan Quinquenal. No hemos hecho un Plan Quinquenal solamente para construir edificios, como dicen algunos. Estamos construyendo en el alma de los argentinos un edificio que ellos no van a poder derribar nunca, y de esto es lo que se han olvidado. Y estas ideas, que van construyendo en el alma argentina ese edificio, es el que yo les pido, compañeros, que lleven a los demás compañeros, y les digan, que aquí, le seguimos metiendo como todos los días y como todas las horas, para ir llevando adelante esas ideas, que son las ideas del pueblo. Tampoco son ideas mías. Algunos dicen, mi doctrina.... sí...sí;, yo la he hecho, pero yo la he bebido en el pueblo, yo la he recibido del pueblo, yo soy solamente un vulgar y silvestre intermediario del pueblo, que he tenido, la suficiente, diremos, condición de captar del pueblo qué es lo que el pueblo quiere y voy realizándolo como yo lo interpreto que el pueblo lo quiere. He visto durante cincuenta años un pueblo sufrido, miserable, hambriento en muchos casos, y una familia abandonada, una patria que solamente se podía ver en los 25 de Mayo; el resto era dolor y miseria; y quiero construir una patria más feliz, una patria donde todos tengamos obligación de amarla, porque como la madre nos presta todos los días un nuevo servicio y una nueva ayuda, y que cuando que alguno, el más desgraciado, está en un momento de desgracia, seamos todos el resto que constituimos la patria, quienes les demos la mano para sacarlo de su desgracia y de su dolor, seguros de que cuando nosotros constituyamos una comunidad de esas características, nosotros podremos estar seguros que será una comunidad amada y defendida por todos los argentinos. Así entiendo yo el patriotismo. Yo no veo el patriotismo en otra cosa que en el amor a la comunidad, y en el deseo de supervivencia de una comunidad justa y de una comunidad libre como la que queremos crear. La comunidad -lo he dicho muchas veces- es como la madre. Para que sea amada, es necesario que haga lo que tiene que hacer para que la amen. A nadie se le puede decir que ame lo que no quiere. El amor una cosa que uno lo siente o no lo siente. No se lo meten con discurso, ni con bandera, ni con nada, se lo meten con acciones. Eso es lo que nosotros queremos, tener una patria justa que ayude a todos sus hijos, y entonces como las madres buenas, que ayudan a sus hijos, será también amada por todos sus hijos. En esa comunidad todos tenemos algo que hacer, porque a menudo le hemos echado también muchas veces la culpa a los demás. Si no hemos tenido una comunidad de esas características, es porque no todos nosotros hemos trabajado para el bien de la comunidad. Entonces, sintámonos cada uno de nosotros un poco responsables de eso y trabajemos para eso en el futuro, en lo que de nosotros dependa, sea lo que nosotros aspiramos a que sea la comunidad. Se ama a la comunidad, a los hermanos que la forman, ya que es inconcebible que amemos ni las casas, ni las vacas, que no son dignas de amarse. Son dignos de amarse nuestros hermanos, que forman con nosotros una comunidad. Si es justa y si es buena, si es solidaria, ¿y cómo no la vamos a amar? Eso es lo que nosotros queremos, y el camino para alcanzarlo es el que ustedes están realizando. Cuando se reúnen ustedes, no para discutir cada uno de ustedes lo que pasa en su casa. No, lo que les pasa a todos los compañeros de la comunidad, están construyendo esa comunidad justa y esa comunidad buena, que nos servirá a todos así como todos la servimos. Estas ideas, compañeros, son las únicas que nos pueden hacer libres y nos pueden hacer justos, de manera que trabajemos por eso. Y llevarles a los compañeros estas palabras, es estar echando un poco de bendiciones sobre la tierra argentina, bendiciones sobre una comunidad que ha de devolvemos lo que nosotros sepamos darle, y que en bien nos devolverá con creces el bien que le hagamos y, sobre todo, que conformará una nueva situación, a que todos debemos aspirar para que en la República Argentina no se reproduzcan, en el futuro, los fenómenos que estamos viendo en la vieja Europa, en el Asia, y en el África y en todas partes, donde los hombres se ocupan de matar y de saquear a los demás hombres, en vez de dedicarse a vivir en honradez y en felicidad, que son dos cosas que van de la mano. Las comunidades que no viven en honradez, difícilmente viven en felicidad. Les ruego, compañeros, que quieran llevarle un abrazo muy fuerte a todos los compañeros de toda la República, y decirles que, así como nosotros estamos todos los días aquí en el yugo dándole por obtener esto, les pedimos que ellos también, allá en su humilde puesto de trabajo, en su piecita con su máquina, puedan realizar también la misma tarea, tan importante y tan grande como la que realizamos aquí, porque entre los argentinos nadie es grande ni es pequeño, todos tenemos una obligación que cumplir, y frente a la Nación, somos grandes o somos chicos, si la cumplimos bien o si la cumplimos mal. Muchas gracias y buenas tardes. .................
1953-07-02
CLASE DICTADA EN LA ESCUELA SUPERIOR PERONISTA
Me siento muy feliz en volver a tomar contacto con ustedes, especialmente aquí, en la Escuela superior Peronista. Hoy, como un anticipo de lo que hemos de conversar después muy largo en el Movimiento Peronista Femenino, sobre las tareas que todavía nos quedan por realizar, que son muchas y muy grandes, quiero tomar un tema circunscrito a un problema: el de la humanización de la enseñanza en el pueblo argentino. Nosotros, hasta ahora, sin ajustarnos a esquemas, que suelen ser siempre perturbadores de las verdaderas finalidades que uno persiste en las grandes reformas de orden social, hemos venido, dentro del movimiento peronista, tratando de humanizar todos los aspecto de la vida. Creemos que durante muchos años, partiendo desde concepciones filosóficas distintas, se han ido paulatinamente deshumanizando todos los aspectos de la historia y de la vida de los pueblos, para tecnificarlos en una o en otra dirección. Cuando decimos que queremos hospitales humanizados, es verdaderamente un anacronismo que haya que decir que uno aspira a tener un hospital humanizado. Sin embargo, es real: habían deshumanizado hasta los hospitales, que es lo más humano que debe existir. Pero es que es solamente un aspecto de los tantos que nosotros debemos encarara para ir cambiando paulatinamente la vida. Hemos pensado desde el principio, cuando concebimos un gobierno ejercido de distinta manera, cuando hicimos los planes quinquenales, en muchas otras cosas. Es indudable que no solamente hicimos un plan quinquenal técnico para el desarrollo material de muchos aspectos de la vida argentina, sino que también nos ubicamos dentro de la doctrina justicialista, que establece que el hombre es el centro de todo el sistema doctrinario. Si no hemos enunciado esas cosas, si no las hemos llevado todavía a nuestra prédica en algunas partes, es porque no hemos considerado oportuno el momento, porque entendimos que la tierra no estaba preparada. No queremos sembrar donde no se vaya a producir. Por eso hemos estado y estamos preparando una tierra fértil para después recién colocar la semilla. En este sentido, nosotros tomamos un aspecto de los miles que se pueden tomar en este orden de cosas: la formación de nuestra comunidad partiendo de su unidad, el hombre. Pensamos nosotros que el mundo ha llegado a la situación actual, que es desastrosa, porque no puede haber nada peor como situación que el que la mitad del mundo se esté preparando para lanzarse sobre la otra mitad para destruirla, y que la humanidad no podría haber llegado jamás a una situación más terrible que ésta. ¿Por qué se ha llegado a eso?, nos preguntaremos nosotros. Hay que echarle la culpa a mucha gente. Primero, a ese grupo de ancianos ineptos que han mejorado el mundo como dirigentes y que han estado tan poco acertados en su dirección, que lo han llevado a esta situación. Eso es lo primero que tenemos que pensar. Pero decimos: las comunidades malvados están formados por una preeminencia de hombres malvados, porque los pueblos tienen las cualidades intrínsecas de cada uno de sus componentes, sean dirigentes o dirigidos. En consecuencia, este mal es un mal que debemos verlo en la comunidad y que debemos verlo también en cada uno de los hombres. Se ha estado durante casi un siglo trabajando para formar malvados y no gente buena, gente honesta y gente bien encaminada. Claro que esto es el producto de concepciones filosóficas inadecuadas, por lo que creo que debemos volver otra vez al principio. Tenemos que hacer una suerte de refutaciones socráticas, como hizo Sócrates, que revisó la filosofía y se dio cuenta que toda la filosofía griega se había desarrollado paulatinamente hasta quitarle objetividad a la filosofía y que, en consecuencia, había que comenzar a revisar todo eso y empezar de nuevo -como a menudo suele hacerse, también en la filosofía-; e hizo sus refutaciones a todas las concepciones de la filosofía subjetiva y volvió a una filosofía objetiva, a estudiar la vida en sí, por su manera de realizarse y por sus finalidades, y estableció una escuela filosófica distinta a todas las otras que hasta ese momento se habían desarrollado. Yo creo que nosotros, los pueblos, para quienes la filosofía es una ciencia positiva, tenemos que comenzar a hacer nuestras refutaciones socráticas para volver as empezar desde el principio, abandonado a todos esos que han hecho una filosofía introspectiva, vale decir, subjetiva; lo que a ellos se les ocurrió. Esa no es la filosofía; la filosofía es lo que ocurre; no lo que a ellos se les ocurre. Destruyendo a todos esos deformadores, quizá nosotros entremos a considerar un nuevo camino, donde la vida simple que surge de la observación subjetiva de la vida misma, nos lleve a una nueva concepción filosófica, problema para el cual no se necesita ser filósofo, ni sabio, ni erudito. No, no; se necesita tener una cabeza, que a todos nos da Dios, y una imaginación que también nos da Dios, afortunadamente un poco limitada, porque si no, ¡quien sabe hasta donde nos podría llevar la imaginación y la facultad para poder juzgar y poder sacar conclusiones propias! Todo esto, que es una realidad, debemos transformarlo, diremos así, en una concepción doctrinaria para que el pueblo la conozca y para que, si la cree prudente, la ponga en marcha. Dentro de eso, nosotros consideramos que es esa enseñanza deshumanizada la que ha formado las generaciones de malvados que el mundo tiene, y que con una acción inversa se consigue accionar sobre las mujeres y los hombres en forma tal de darles una nueva sensibilidad, una nueva mentalidad, una nueva concepción filosófica de la vida. Llegaremos a conseguir, así como se consiguió formar un mundo de malvados, formar un mundo de hombres buenos que piensen que la vida, que la humanidad, que los hombres, que las mujeres, que las ciencias, que las artes, que la técnica, hay que llevarlas al servicio del bien y no al servicio del mal. He ahí el problema inicial. Se imaginan que sobre todo esto hemos pensado; porque nosotros no creemos que nos pusieron para gobernar un pueblo solamente para darle de comer, es decir, para la vida animal, sino también para la otra vida, que vale tan poco como esa; no para subsistir y vegetar sino para vivir, verdaderamente para vivir. Esto nos trae a nosotros un problema extraordinario desde el punto de vista de la cultura popular, y sobre todo es la conformación doctrinaria espiritual de un pueblo que aspira a otros destinos hoy ofrece una humanidad con una vida dirigida sobre objetivos para nosotros negativos. Por eso no estamos ni en la posición de unos ni en la posición de otros, y ciando hablamos de tercera posición no creemos nosotros que la llamamos tercera porque estamos entre medio de las dos. No; nosotros somos la tercera porque venimos después de la segunda. Vale decir, la primera es el capitalismo, que nos llevó a esta situación; la segunda, el comunismo que fracaso como solución. Nosotros somos la tercera, la que creemos que está en un justo medio para la concepción filosófica futura. Es claro que nosotros planificamos todo, porque creemos que ese método es el camino de la realización; vale decir, que la planificación es la preparación de la acción. Si no, pasa lo que pasaba antes acá, que había hombres muy inteligentes, que hablaban cinco horas de una cosa y lo dejaban a uno convencido, y nunca hacían nada. Lo sublime de los principio, lo sublime de las doctrinas y lo sublime de las virtudes no está en su enunciado, sino en su ejecución. Eso es lo sublime. Nosotros planificamos también todas estas cosas, y cuando llega a considerarse ese aspecto dentro del problema concreto y real del pueblo argentino, no nos quedamos pensando en que esas ideas eran las justas y eran las buenas, sino que pensamos como las íbamos a realizar. En el Primer Plan Quinquenal, nos dedicamos a preparar la tierra, le echamos abono, la mantuvimos bien húmeda, la oxigenamos, le dábamos vuelta todos los días para que se oxigenase. Para el Segundo Plan Quinquenal vamos a empezar a sembrar. Y, probablemente, después, en el tercero, vamos a tener un lindo sembrado, si nos portamos bien y cumple cada uno con su deber. Quiero, en esta conversación, decirles cual va a ser la tarea de ustedes en la siembra y, después, en la recolección, que son dos aspectos importantes de esta cosecha. En el Primer Plan Quinquenal, dije preparamos la tierra. Es natural. La preparación de la tierra, diremos, expresando así, metafóricamente, fue nuestra reforma social. Nosotros creemos que a la gente ya formada, llena de prejuicios, de deformaciones y de vicios, es difícil que la podamos reformar, o reformar completamente, a través de toda nuestra prédica, nuestra doctrina y nuestra actividad diaria. Es probable que muchos de ellos ya mueran con lo que se han formado durante cuarenta o cincuenta años de vida, pero pensemos que los que vienen, los jóvenes, ese es el terreno fértil sobre el cual nosotros debemos trabajar en el futuro, y a ellos es a quienes especialmente dedicaremos nuestra acción. Por eso nos dedicamos mucho a formar un ambiente para que la conformación espiritual de las generaciones del futuro sea distinta a la conformación que tienen las generaciones ya maduras de nuestra época, que han crecido en el sórdido ambiente de la injusticia social. Nosotros no trabajamos para aquel pequeño número de hombres que han tenido una existencia digna y han vivido en un ambiente satisfecho de todas las necesidades de la vida. Hablamos para ese noventa por ciento que no lo ha tenido. Eso es lo que llaman nuestro "gran defecto", no hablar de los privilegios, sino de aquellos a quienes el privilegio les pesaba duramente en el sacrificio y el dolor de todos los días, porque entendemos que esas masas son las que forman el pueblo. Por eso pensamos que para informar de una manera distinta a las generaciones del futuro, debíamos crearle una plataforma de sustentación que les permitiese absorber una prédica filosófica nueva, basada en concepciones y en conceptos nuevos. En otras palabras, como cuando cualquiera quiere hacer una cosa bien hecha, hay que ponerle un piso fijo, es decir, darle una sustentación material que le permita estar con un centro de gravedad definido y en equilibrio estable, como así también brindarle en todo lo que exteriormente influye en la formación espiritual de los individuos un ambiente saturado de optimismo y no de pesimismo. Por eso empezamos a mejorarle las condiciones de vida de la familia, a elevar su estándar de vida, a presentar el problema de la dignidad con otro concepto que el que se lo veía antes; a desarrollar en cada uno de los hombres, de las mujeres y de los jóvenes un nuevo concepto de esa dignidad y un nuevo concepto de la responsabilidad que él, como ente de una comunidad solidaria, necesitaba tener; es decir, empezamos a darle al hombre, al mujer y al joven un nuevo concepto de su existencia, comenzando por mejorarle materialmente su vida. Después le dimos una mejor existencia real en la familia misma; tratamos de ir suprimiendo el terrible peligro que representa la existencia en medios sórdidos, donde quince personas de distinto sexo y de distintas edades duermen en una pieza, promiscuidad que va siempre trabajando hacia la deformación y los vicios, y no hacia la conformación espiritual y a las virtudes. O sea, que no se le puede hablar el mismo idioma a ése que vive en una pieza con quince de distintos sexo, en la mayor promiscuidad, que aquel que tiene una vivienda saludable espiritual y materialmente considerada. Entonces, la construcción de trescientas cincuenta mil viviendas en el país no iba solamente encaminada a satisfacer la necesidad animal de vivir mejor, sino también la necesidad espiritual de suprimir la escuela del vicio. En segundo lugar, lo tomamos al muchacho fuera de su familia, lo llevamos a la escuela. Las escuelas eran sucias, sórdidas, llenas de ratones y se vivía también allí en la mayor promiscuidad. Por eso construimos casi tres mil escuelas en el primer Plan Quinquenal, para que el niño tuviese un local aireado, sano y luminoso, como así también su calefacción, sus medio de vida indispensables para no formar en un medio sórdido una mentalidad y un espíritu sórdido. Después dijimos que el chico, los niños, tienen privilegios. Es decir, no el antiguo privilegio de la oligarcas, porque eso es repugnante aún para los niños, pero sí el privilegio de vivir amparados y protegidos por la preocupación de la humanidad, de su familia, de sus padres, de sus maestros y de su gobierno. Con eso pretendimos darle a cada niño una nueva concepción de su existencia transcurrida en la incuria y en el abandono de tantos años. Con esto quisimos elevar especialmente al niño, a través de ese privilegio que todos le acordamos. Y esto, y mucho más, que hemos paulatinamente realizado, es la preparación de esa tierra. Ahora tenemos un medio. No es la mejor tierra todavía, no la hemos preparado bien todavía, aún no hemos roto bien todos los terrenos y no hemos obtenido esa tierra linda que desearíamos para sembrar. Y a pesar de que no hemos alcanzado el coeficiente ideal para esto, tenemos que empezar a sembrar. Para eso, nosotros hemos hecho un plan también, pues nosotros hacemos planes para todo; es decir, continuar, mientras podamos, mejorando las condiciones de la tierra. Vale decir, no abandonar ya esa tierra, sino seguirla carpiendo, seguir mejorando las condiciones de vida, construyendo por distintos sistemas y dejando un poquito que ellos mismos se construyan la casa y vayan mejorando, porque así también se van civilizando. Hay que darse cuenta de los problemas que nosotros teníamos en ese sentido; gente que no estaba habituada a vivir bien se le daba una buena vivienda y la destruía, no la utilizaba. Es decir, hay problemas muy graves, pero que se pueden resolver a medida que la gente también se vaya adaptando a la habitación. Es un problema entre el hombre y el medio. Si a un salvaje, por ejemplo, se le da una casa, con seguridad que la quema, porque a él le gusta vivir en la selva. Entonces, lógicamente, hay que ir adaptando el hombre a la vivienda como la vivienda al hombre. Es lógico, son problemas similares. Y eso es lo que nos corresponde seguir realizando en el Segundo Plan quinquenal. Ahora, con referencia a lo más fundamental, nosotros tenemos que trabajar para el futuro. ¿El pasado? Y... el pasado lo recogerán los historiadores, bueno o malo, nosotros no tenemos nada que hacer con lo pasado, sino acordarnos de los errores que han cometido para no hacerlo nosotros. En cuanto al presente, es tan efímero y tan rápido que tampoco es digno de nuestro esfuerzo. Pero nos debe preocupar el futuro, porque ese es el estado ideal en el cual podemos pensar para que la República lo alcance y cumpla así sus destinos. El futuro es todo; ni el presente ni el pasado representan para nosotros un esfuerzo; en cambio, el futuro es el objetivo de todos nuestros desvelos y nuestras preocupaciones. En eso es en lo que hemos pensado ahora, para que en el Segundo Plan Quinquenal comencemos la siembra; para poder indicar a cada uno qué debe sembrar, quiénes deben sembrar y cómo deben sembrar. Nosotros pensamos utilizar todas las unidades básicas, especialmente las femeninas, porque tenemos que formarlo al niño desde que nace. La madre y el padre son sus primeros maestros. Por eso, yo siempre digo que el padre debe ser un poco maestro, porque él debe hacer crecer derechito a ese arbolito que sale de la semilla, porque, como dice Martín Fierro, "árbol que nace torcido, nunca su tronco endereza". Los padres serán los culpables de que ése sea torcido. Y observen ustedes la responsabilidad de los padres cuando se está hablando en el mundo de la preeminencia de la delincuencia infantil sobre la delincuencia de los adultos. Hay países donde los índices de la delincuencia infantil casi alcanzan ya a la otra delincuencia. Eso sucede aún en los "más desarrollados". Son producto de una mala educación. Los niños no nacen delincuentes, son los padres los que los hacen delincuentes. Entonces, hay que insistir sobre el padre y sobre la madre, para que sean los primeros maestros de esos niños. Como pasa en la medicina en vez curar después que se ha enfermado, vamos a prevenir. En vez de tener reformatorios para niños delincuentes, vamos a decir a los padres: "Cuidado, que usted puede tener un niño delincuente", para que el prevenga esa situación y lo vaya educando en la familia. Por otra parte, el Estado, entre toda la formación que ha venido realizando en la preparación de la tierra, ya ha previsto eso. De los cuatro millones de niños en edad escolar, nosotros nos percatamos que solamente trescientos mil iban a los estudios secundarios. Vale decir que casi 3.700.0000 mil eran descartes de la instrucción, que no alcanzaban sino el ciclo básico de la enseñanza. Esos eran ya, en germen, resentidos dentro de la comunidad. ¿Donde iban esos? A los potreros, a jugar a la pelota, que a veces es la primera escuela de la delincuencia. Después la "barrita" del café, que es un paso más en la escuela del perfeccionamiento de la delincuencia. Y, finalmente, las reuniones en las boites y en los cabarets, que para muchos ya es el ejercicio legal de la delincuencia. De manera que para prevenir el camino y la escuela de la delincuencia, ha sido menester resolver en alguna forma esos problemas e irlos resolviendo cada vez en mayor proporción. Por eso creamos escuelas de orientación profesional, tecnológica, etcétera, para ir transformando esa escuela del delito en una escuela útil. En ese sentido, nosotros podemos decir ahora que casi hemos triplicado el número de los que van a la enseñanza secundaria, y casi cuadriplicaron los que van a la enseñanza universitaria, técnica y profesional, y seguiremos orientándolo a medida que el tiempo lo vaya posibilitando, hasta que estas escuelas de capacitación científica, artística y técnica reúnen a todos esos 3.700.000 muchachos, que eran proyectos de resentidos sociales para el futuro y linda carne para el comunismo y todas esas cosas raras. Todo esto, que es parte de la preparación de la tierra, nos facilita la otra tarea. Cada padre y cada madre, ha de ser un predicador incansable de sus hijos y cada hogar debe ser una escuela que luche contra la delincuencia, contra la deformación y los vicios. Solamente así vamos a formar hombres buenos. Si se forman en la calle solos, dejados de la mano de Dios, siempre agarrarán el camino menos difícil, que es el camino de tratar de gozar de la vida con honradez si es posible y si no gozar sin ella. Hay que hacer escuela para la conformación espiritual de un hombre y de un pueblo. Claro que esto impondrá una tarea muy grande. Primero, como digo, en el hogar. Es allí donde las unidades básicas van a tener su razón principal de existir y su acción más prolífica, más hermosa y su misión más grande y más honrosa; es decir, hacer de las unidades básicas centros de difusión de todo lo que nosotros vamos a ir dando en el aspecto doctrinario justicialista, como consejo para la formación espiritual de la niñez. Después cuando llega el niño a la edad escolar, hay que dárselo al maestro. Por eso hay que ir conformando también el espíritu de los maestros, para que así como el padre o la madre deben ser maestros de sus niños, los maestros sean un poco padre y madre de los chicos, a fin de que no haya solución de continuidad entre una actitud y otra actitud. Entonces, pasarán los chicos, continuarán en la escuela y en la casa recibiendo la misma enseñanza, y se irán formando espiritualmente en la misma doctrina, en la misma escuela, mediante el mismo sistema y la misma técnica. Por eso, cuando algunos maestros me hablaban de formas de la pedagogía, pienso que ellos se han quedado embobados en la forma y han abandonado el fondo de la enseñanza, que es formar un hombre de bien. La pedagogía y todas esas cosas son caminos para llegar a un fin, pero, generalmente, la gente no conoce más que el camino, y no sabe adonde lo lleva ese camino. A mí no me interesa solo el camino: lo que me interesa es adónde voy; eso es lo que me interesa y es lo que no voy a perder nunca de vista. Todo eso hay que hacerlo evolucionar en forma de que la gente no se embarulle, ni se entusiasme frente a las formas; y sí inteligente y profundamente piense en los fines, que son los que cuentan. Las formas cuentan mucho menos que los fines. Por eso, mediante un método científico y admirable, han llevado al mundo a la perversidad; nosotros, mediante cualquier medio, lo queremos llevar a la bondad, que es otro fin completamente distinto al de los otros. Esto me recuerda lo que dicen algunos diplomáticos: que en estos momentos un país se está desmembrando en el mayor orden, mientras otro está arreglando todos sus problemas en el mayor desorden. Me quedo con este último y no con el primero. Ustedes se darán cuenta, de la trascendencia de este tema, que nosotros tratamos así nomás, con toda simplicidad. Es posiblemente en este el nudo gordiano que la humanidad debe cortar, si no quiere seguir siendo tan desgraciada como en este momento. Quizá muchos no se ocupen de esto, pero la vida depende de esto y no de altas elucubraciones de la estratosfera, como piensan algunos. Alguien tiene que ocuparse de estas cosas trascendentes, aunque simples, ya que muchos se han visto llevados a otras esferas tan elevadas que no alcanzan a verlo desde allá. En este aspecto, nosotros tenemos una tarea extraordinaria que cumplir, y yo comienzo como comencé siempre todas las obras que Dios me ha permitido realizar en este pueblo: predicando personalmente. Esa es la mejor escuela y ese es el mejor método. Primero, es necesario que una persona conciba y comience él a predicar. Ya le van a salir numerosos alumnos que van a ir predicado lo mismo, si lo que él predica es bueno y si consigue convencerlos y persuadirlos de la bondad de la prédica. Por eso no he querido yo en esto hacer un método común de un plan, porque los planes también se tecnifican y, en consecuencia, se deshumanizan, y para llegar a las concepciones de esta naturaleza, a realización, es necesario establecer una comunión espiritual directa entre el predicador y los predicados. En esto hemos de seguir el método que tan mal resultado no nos dio desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, cuando comenzamos a hacer la primera prédica: la de la justicia Social. Nosotros vamos a seguir ese método tranquilo y humano, que tan mal no ha de ser cuando Jesucristo empleó ese sistema. Empezó él a predicar, un poco con la palabra y otro poco con el ejemplo, formó sus condiscípulos y los envió por el mundo a hacer la misma prédica que él había hecho. Y ellos saturaron de prédica al mundo. Nosotros en una comunidad más reducida como es la nuestra, podemos emplear este sistema, seguro de que lo vamos a conseguir, no en tan largo plazo, sino a corto plazo. Con una prédica mejor organizada, en una comunidad que no la resista, como resistieron la de él cuando mandaban al circo a todos los que predicaban, podemos realizar una tarea extraordinaria, en la seguridad de que con esto haremos a nuestro pueblo el mayor bien y a la comunidad, indudablemente, el bien más extraordinario que se le puede hacer. Vamos, como los primeros griegos, a empezar desde el principio. Creo que después de Grecia ningún pueblo alcanzó un grado de felicidad, de tranquilidad y de grandeza mayor que la suya, porque cuando se habla de "pueblos desarrollados" se está hablando en sentido figurado. Para mí, el pueblo más desarrollado es el que tiene un espíritu y una mentalidad más desarrollada, no el que produce un millón de automóviles por día. Estos están desarrollados en la técnica, que es lo menos importante de las cualidades que el hombre debe reunir en sí mismo. Yo creo que el desarrollo de cada uno de los hombres es el que cuenta y el que vale para la humanidad, como así también para la felicidad, la tranquilidad y la grandeza de los pueblos. Todo ese sector no lo vamos a descuidar nosotros. Yo he de hablar pronto con los maestros y después iniciaremos, a través del Partido Peronista Femenino, del Partido Peronista Masculino y de la Confederación General del Trabajo, la prédica intensiva también en ese orden. Hemos predicado la doctrina, hemos predicado los planes, y ahora vamos a comenzar la predica de este sector tan extraordinariamente importante y tan trascendente para la vida argentina. En eso, las unidades básicas tendrán un papel fundamental. Esto lo hemos de arreglar bien y hemos de ir formando esa clase de predicadores para influir sobre la familia. En la escuela, afortunadamente, tenemos buenos maestros, magníficos maestros. Yo tengo una gran fe en el magisterio argentino, porque no ha de haber en el mundo ningún magisterio mejor que el argentino. Yo conozco muchos países del mundo. Lo que hay que hacer con ese magisterio es darle la misión que tiene, enseñarle la mejor manera de cumplirla y dignificarlo en el grado en que debe estar dignificado el que enseña y el que forma. Después, entregarles los niños, no sólo para que les enseñen a leer y a escribir sino para que sean artífices formadores del individuo que lleva dentro de cada niño, y que es lo que más debemos ver. El maestro debe tener la tarea, no solamente de instruir, sino también de educar, porque debe comprender que cuando se trata de un perverso, o de un malvado, es mejor no enseñarle nada, porque darle enseñanza e instrucción a los hombres es darle armas para que luchen en la vida, y a nadie se le ocurre proveer de armas a una mala persona, a un delincuente. Es mejor que el delincuente sea bruto e ignorante, porque si sale un delincuente o un malvado inteligente e instruido, ese hace un mal terrible a sus semejantes. Por esa razón más que formar un sabio, hay que formar un justo, y si ese justo es sabio, tanto mejor; pero nunca hacer un sabio malvado, porque ese no deja barbaridad por hacer contra los demás. Toda esa concepción de la vida, que es la concepción real de la cual no debía haber salido nunca el hombre si aspiraba a ser feliz, es la que la humanidad ha olvidado y es la causa de todas sus desventuras y todas las desgracias que hoy tiene que soportar. Esto lo sabe todo el mundo. Lo saben los analfabetos, los chicos, los grandes, los sabios, lo ignorantes, los inteligentes y los brutos. Todos lo saben, pero no lo hacen. Vamos nosotros a ponernos a hacerlo, aún cuando haya muchos que no saben porque lo hacen, pero que lo hagan. En esto, es más importante hacer que saber. Claro que si lo hace a sabiendas, lo hace más inteligentemente y lo va a hacer siempre mejor. Ustedes se deben dar perfectamente bien cuenta que si todos los argentinos nos ponemos a trabajar con esta misma idea, con unidad de acción y de concepción, vamos a cambiar la República Argentina en quince o veinte años. ¿Se dan cuenta lo que eso representa? No nos vamos a ir a ocupar de los que pasa en Corea o en la Cochinchina. Vamos a empezar por resolver los problemas nuestros, no sea que nos vaya a pasar lo que les pasa a los que pretenden arreglar a los demás mientras ellos, en su propia casa, no los arregla ni el demonio. Ustedes ven que en este aspecto también nosotros estamos persuadidos de la necesidad de realizar una obra profunda y trascendente. Es indudable que en el campo de la cultura y de la conformación espiritual de los hombres, las mujeres, los niños y el pueblo, no se pueden seguir los mismos métodos que para hacer una escuela, hacer un puente, una represa o una usina. Hay otros métodos, otros sistemas, y el camino es distinto. Aquí se trabaja con algo sutil, que es el espíritu de la gente, en un problema totalmente abstracto, en el cual el pensamiento necesita recurrir a una imaginación y a un trabajo espiritual, donde es menester, en primer término, concebir, para después abarcar y penetrar un problema difícil en el hombre, porque lo más intrincado y difícil que el hombre tiene es su alma. Si la pudiéramos exhibir, ¡qué lindo sería! Desgraciadamente, no podemos poner el alma así al descubierto, pero podremos influir sin verla, por lo que nosotros conocemos de ella, e irle conformando ya a cada hombre un espíritu, un alma, merecedora de serlo. Los hombres son grandes por el número de hombres virtuoso que los conforman. No son grandes por ninguna otra cosa. No son grandes porque tengan la mayor delincuencia del mundo, el rascacielos más alto, la fábrica más grande o la mayor cantidad de materia prima acumulada; no. Son grandes por la cantidad de hombres grandes que poseen, y los hombres grandes son grandes solamente cuando son justos, cuando son virtuosos. De manera que, en este orden de cosas, la mayor riqueza que podríamos ambicionar para nuestro país, para nuestro pueblo, es tener en esta comunidad solidaria de mujeres y de hombres que trabajan por el bien común, el mayor número posible de hombres virtuosos y de hombres justos. Por esa razón, esta inmensa tarea de una trascendencia insospechada, es el trabajo que nos queda por realizar y en el cual yo he de empeñar, probablemente, el último esfuerzo, pero el más decisivo. No sé en qué grado lo podremos ir consiguiendo, pero si todos no podemos a trabajar con la misma idea, con la misma decisión, con el mismo tesón, hemos de conseguir aquí más que en el primer Plan Quinquenal y que en el Segundo, y formaremos más hombres buenos, justos, honestos, decentes, y mujeres buenas, honradas y capaces, que la cantidad de casas que hayamos construido, que el número de escuelas que hayamos levantado o de diques que hayamos puesto en funcionamiento. Y esto será, sin duda, también de mayor trascendencia que todas esas conquistas materiales alcanzadas por el pueblo argentino. Esa tarea está especialmente confiada a las manos y a los corazones de las mujeres argentinas. Porque las mujeres argentinas no solamente deben conformarse con dar hijos a la patria, sino que no deben olvidar que es función de ellas dar buenos hijos, para lo cual no es suficiente tenerlos, sino que también es necesario educarlos y formarlos. Crear esa responsabilidad en la madre y en el padre -responsabilidad que han ido olvidando poco a poco- es también una tarea fundamental y que debe estar confiada a las mujeres, porque las mujeres son, en último análisis, las que sufren y las que lloran todas las barrabasadas que hacen sus hijos, por culpa de que ellas no los han formado y no los educaron bien. Toda esta enorme tarea a realizar es simple; es tarea humana, es tarea agradable para una mujer, y yo sé que todas nuestras mujeres la van a realizar no solamente con éxito. sino también con placer y con honor. Esta idea, que es posiblemente una de las primeras que yo adelanto públicamente, la hemos de ir conformando ya en una acción permanente y tesonera. Si la realizamos, probablemente las mujeres argentinas tendrán en nuestra generación el más insigne de todos los honores, aquel al que se referían las mujeres espartanas cuando un romano les dijo en una reunión: "Ustedes manejan a los hombres". Y ellas le contestaron: "Si, porque entendemos que las únicas que parimos hombres somos nosotras". ............
1953-08-19
ANTE SECRETARIOS DE GREMIOS Y GESTORES DE PREVISION SOCIAL
En primer lugar, deseo agradecerles que hayan llegado hasta aquí para que yo pueda tener, de cuando en cuando, la satisfacción de saludarlos personalmente, lamentando no poder estrecharle la mano a cada uno, ya que el número excede a la posibilidad de hacerlo. El asunto de los gestores sindicales es algo que a mí siempre me ha parecido muy interesante. Por otra parte, para mí no es nuevo ni como idea ni como realización. Una de las primeras preocupaciones que tuve en 1944, en el entonces Departamento Nacional Trabajo, fue la observación de un sinúmero de pequeñas oficinas distribuídas alrededor del mismo; algo similar a lo que pasa en el bosque cuando hay un animal malherido en un claro y están todos los buitres arriba de los arboles esperando que de el ultimo estertor para lanzarse sobre la presa. Indudablemente, todos los que en nuestro país tienen que diligenciar, discutir o peticionar echan mano a un asesor jurídico. Naturalmente para que cualquier persona ése es el camino más fácil, desde que uno llama al técnico y le dice: "Vea, tengo este pleito; yo le encargo a usted que mediante este poder que le doy, me diligencie este asunto". Como cómodo, el procedimiento es comodísimo; la cosa es después cuando termina el pleito y hay que pagar. Entonces es cuando hay que abonar los servicios profesionales, que son justos y están en cierta manera, fijados en su proporción por la ley. Generalmente, la gente renuncia a los pleitos por temor a los honorarios más que por temor tal pleito. Eso es grave cuando se trata de dilucidar asuntos de crecidos montos, pero es mucho más bravo para un trabajador que tiene que cobrar un despido, ya que ocurre generalmente que a través de un pleito que alarga las gestiones, llega el dinero cuando el trabajador está ya ocupado desde hace un año o dos en un nuevo empleo, y le llega disminuido casi en un cincuenta por ciento porque lo demás se ha ido en estampillado diligencias y honorarios. Si esto puede ser una solución, para un millonario, no lo será jamás para un trabajador que tiene limitados medios. Cuando en 1944 llegué al antiguo Departamento Nacional de Trabajo me encontré con que todos los asuntos debían diligenciarse frente a la justicia ordinaria, porque no existía entonces la justicia del trabajo. Precisamente lo que nos movió a actuar, fue la observación de ese terrible panorama que se le presentaba a cada uno de los obreros para disfrutar de los pocos beneficios que entonces le acordaba la ley, a trabajar para las horcas caudinas de los honorarios crecidos y de los desorbitados gastos. Así se originaba una situación de verdadera injusticia; porque los derechos, para que sean derechos, deben ser reconocidos por todo el mundo sin cobrar nada, ya que sí para hacer valer los propios derechos hay que pagar, ¿de qué derecho nos hablan? Esa fue la causa por la cual nosotros ya en la Secretaría de Trabajo y Previsión, en el año 1945, creamos la Asesoría Jurídica de Trabajo y Previsión, donde se prestaba asesoramiento gratuito a los trabajadores que lo necesitaran. Pero para poder llenar ese cometido hubiera sido necesario poner miles de empleados y miles de profesionales para atender los numerosos casos que se presentaban y que cada día eran más numerosos. También nosotros en esa época prohibimos que en todas las gestiones que se realizaran en la entonces Secretaría de Trabajo y Previsión intervinieran personas extrañas a los propios interesados en las gestiones. Indudablemente, todo esto iba tendiendo a un mismo fin: no debilitar los ya magros estipendios que resultaban de las gestiones a realizar para el cumplimiento liso y llano de una prerrogativa, de un derecho o de una facilidad que la ley acordaba a los trabajadores. Desde entonces hasta ahora, los procedimientos no han mejorado o no habían mejorado mucho. Pero como yo siempre he sostenido, los trabajadores solamente pueden ser defendidos por sus organizaciones. A cualquier otro que intervenga en su defensa, no siendo de su organización, no tendrán nunca mucho que agradecerle; a veces les resultará caro, otras veces les resultará desleal y todas las veces les resultará menos agradable ser atendidos por un extraño que por un compañero. Por otra parte, la ley no establece en ningún momento que para diligenciar los propios derechos que la ley acuerda a los ciudadanos, sea necesario la intervención de personas extrañas. Todas las gestiones pueden realizarlas en forma permanente los propios interesados o cualquier otra persona que los interesados autoricen. En consecuencia, señores, no puede haber nada más conveniente, más cómodo, más barato y más natural, que las organizaciones tomen a su cargo esa tarea, que indudablemente, en el futuro deberá, ampliarse con gestores de los propios organismos. Son estos los que deben designar a hombres de buena voluntad, que más o menos entiendan este asunto y deben impartirles alguna capacitación especial, y, si es necesario, les faciliten un centro de asesoramiento jurídico que puede salvar los inconvenientes profesionales que ellos, por no ser pueden salvar por sí. Esto se hará en la misma forma que con los servicios médicos que tenemos, que en cierta forma socializan un poco la medicina, para que cada uno de los asociados de un sindicato no se vea obligado a recurrir a un médico en caso de enfermedad, quien le cobra por ese caso participar; como también tenemos los policlínicos para los casos de intervenciones y las ayudas medicas de todo orden con los dispensarios de atención o externos, y que cuando el interesado no pueda concurrir, la organización le manda sus médicos para que lo revisen. Todos esos servicios médicos se pagan en conjunto y para todos, en cuyo caso salen mucho más baratos que si cada uno utiliza en cada oportunidad los servicios de un médico. Como ahora en nuestro país existe la costumbre de pagar a los médicos -costumbre que antes parecía que estaba un poco olvidada-, convine que estos servicios se centralicen. Bien, esta buena costumbre de pagar a los médicos cuando uno los utiliza, trae la centralización de esos servicios para la atención de la salud física de todos los asociados a través de una mutualidad médica. ¿Por qué razón, entonces, nosotros no podemos organizar también con nuestra propia gente un servicio para la atención de los derechos legales o de los intereses de cada uno de los asociados de los sindicatos? Probablemente este primer paso dé lugar a la creación de estos servicios, para que en cada sindicato también existan servicios asistenciales jurídicos, como existen los servicios asistenciales médicos. Los trabajadores serán los propios gestores de los intereses de la organización y de cada uno de los asociados de la organización, ya sea para los trámites jubilatorios, ya sea para, los trámites jurídicos, de reclamos, pleitos, etcétera. Nada más cómodo para un asociado de un sindicato que el puede ir al mismo y decir: "Yo tengo este problema y vengo a que el sindicato me lo arregle". El sindicato debe tener siempre sentido de una asociación de solidaridad, debe tener los medios para poder atender ese problema que el asociado puede plantearle. Organizar bien en ese sentido los sindicatos es, también, otro paso hacia la mutualidad, porque esto no es nada más que un servicio mutual en lo jurídico, como el otro es un servicio mutual en lo asistencial o médico. Este concepto refuerza, asimismo, el sentido de solidaridad de las organizaciones y será un paso más hacia esas conquistas de la organización. El Estado es el más interesado en seguir desarrollando y en ampliar, cada día más, las posibilidades de este estado de organización. Por esa razón, yo encomio en alto grado la decisión de haber creado estos gestores, que inician la marcha de las vanguardias de una acción que puede llegar a ser amplia y prolífica dentro del funcionamiento sindical. Son también los derechos del sindicato los que se ven a defender frente a cualquiera otra deformación natural y común en las cuestiones jurídicas y jurisdiccionales de derechos, garantías, etcétera. Los sindicatos tienen que crear estos medios; tienen que crear los organismos necesarios para hacerse cargo de esta nueva función. Debe llegar un momento en que un hombre a quien la ley le acuerde el derecho de jubilarse, no esté de la Ceca a la Meca, viajando durante mucho tiempo sacrificándose él, sacrificando a su familia, pasando sobresaltos para que un día, tarde, muchas veces, le llegue la resolución de su situación y para que ya viejo, cansado con todas las deformaciones que trae la vejez en el orden físico y en el orden espiritual, no se vea obligado a pasar malos ratos, vicisitudes y sobresaltos. Esta debe ser una función normal y natural. Llegado el término, decir: "Señor, este hombre se jubila". Y el mes siguiente empezar a recibir los beneficios de la jubilación. Es claro que para hacerlo es necesario que las Cajas tomen los recaudos, porque en esto hay muchos aprovechadores también, y hay que darle al que le corresponde, aunque sea sonso, y no el que no le corresponde, aunque sea vivo. Y entonces, naturalmente, esto trae la necesidad de un diligenciamiento documental que permita afirmar fehacientemente que a ese hombre le corresponde. Lo que nosotros debemos hacer a través de gestores oficiosos u oficiales de la organización o del gobierno, o simultáneamente de los dos, es abreviar el trámite en lo posible, asegurándose de que en cada caso se proceda con absoluta justicia. El método está en dos cosas: en no retardar el cumplimiento de un derecho adquirido y en hacer imposible que, usando, de esa liberalidad y rapidez de trámite, entren aquellos a los cuales no les corresponde por la misma puerta por la que entran aquellos que tienen derecho a ese jubilación, o a ese beneficio prescripto por la ley. Señores: El problema es simple, como son simples casi todas las cosas de la vida. Somos nosotros, los hombres, los que las complicamos. Por eso yo siempre digo que no hay problemas complejos, sino que hay mentalidades complicadas. Y para terminar con esas complicaciones en las mentalidades de los hombres, no hay nada mejor que simplificar. Yo estoy absolutamente convencido de que cuando los asesores, o los gestores legos, intervengan en estos diligenciamientos, van a desaparecer muchas complicaciones a que nos habían llevado las mentalidades técnicas profesionales. Por eso, compañeros, a través de esta corta disquisición sobre estos fundamentales asuntos, yo aconsejaría que los gestores sindicales traten, como primera tarea, por ahora, de cumplir con el diligenciamiento de las jubilaciones. Creo que más adelante deberán ir ocupándose también de los asuntos, además de las jubilaciones correspondientes, como derechos de los obreros, como ser despido y todas esas cuestiones, para que el sindicato tenga en sí su propia realización y vaya creando los órganos indispensables y baratos para poder enfrentar todas las situaciones jurídicas que puedan ventilarse por los asociados, con enorme provecho para cada uno do ellos. Lo primero que hay que hacer es estudiar o ir imponiendo, a través de los hechos mismos, la significación de todo el diligenciamiento, que creo ahora es muy complicado. La forma de obtener la documentación, la forma de presentar cada hecho, debe ser de lo más sencillo para que llene lo fundamental y para que fehacientemente demuestre o niegue el derecho. Cumplida esta primera regla, queda la segunda. En ningún caso los gestores, ni por amistad ni por otra circunstancia de cualquier otra naturaleza, deben defender lo que no corresponda en derecho, porque el origen de todas las complicaciones nace ahí. Cuando uno quiero probar que lo blanco es negro, no tiene otro camino que el de embarullar las cosas porque no se distinga lo que es blanco de lo que es negro; porque si en buena ley quiere hacerse triunfar la verdad, no existe más que un camino, el más elocuente, el más real, que es presentar la verdad objetiva a luz del propio derecho, y entonces las cosas se comprueban de por sí, sin necesidad de hacer muchos alegatos ni de escribir muchas hojas, generalmente inútiles, costosas y que no conducen nunca a un buen resultado. Si además de eso, que es un gran mal para la simplicidad, se complican los trámites, será peor, porque muchos quieren probar que son, pero no son, y entonces en los trámites eso es imposible probar, sino es a través de una gran complicación. Si se quiere probar la verdad, el camino es corto; el trámite también será corto y no se complicarán las cosas. Por otra parte, existe una ventaja más: los gestores oficiales del movimiento sindical, al venir de sus organizaciones, tienen el concepto de justicia, y cuando el hombre es justo, dice: "Esto es así". Yo desearía, el para bien de las organizaciones, que jamás un gestor defendiese una cosa injusta. Para eso están los abogados. A ellos se les paga para defender lo justo y lo injusto, y generalmente dos abogados hablan veinte días, uno a favor y otro en contra de un criminal; uno para demostrar que es un ángel y otro para demostrar que es un monstruo, y a veces se ponen de acuerdo y hacen mitad y mitad. Pero esa es una cuestión natural de la profesión, porque ellos cobran para atender, y alguien tiene que atender también a los criminales. De manera que esa es una cuestión que está dentro de la profesión misma de los abogados y ellos tienen obligación de atender también a un criminal y defenderlo aun cuando estén convencidos de que es un bandido. Pero nosotros no; nosotros no tenemos esa obligación ni cobramos por eso. Nosotros no defendemos al malvado ni al bueno; nosotros defendemos el derecho y defendemos la verdad. El gestor debe ser un colaborador de la Caja, y no un enemigo, porque él también pertenece o va a pertenecer a ella y pobre de él si no llega a hacerlo. De manera que él tiene la obligación de defenderla porque es también una pertenencia de su propio gremio, de su propio futuro. El ideal, en este sentido, sería que cuando el gestor se presentara a la Caja y le dijera: "Este señor tiene derecho", la Caja respondiera: "Muy bien tiene derecho; nosotros vamos a hacer nuestros trámites, pero desde ya se lo reconocemos de hecho". Pero también, cuando no tiene derecho, el gestor debe presentarse a la Caja y decir: "Esta persona no tiene derecho y no le corresponde". Debemos ser siempre veraces entre nosotros. Estamos para defender hombres; estamos para defender la verdad el derecho, dándole razón al que le corresponde, y negándosela al que no le corresponde. Ustedes no son colaboradores de las malas causas, son colaboradores de las buenas cosas. Solamente así vamos a conseguir que los gestores ofíciales de las organizaciones sindicales sean una falange de hombres justos y ecuánimes, respetados tanto por los beneficios como por las Cajas, sin ser enemigos de uno o de otro, porque no deben embanderarse en la defensa del hombre que no tiene derecho o en la defensa de la Caja cuando tampoco esta tienen razón. Deben colocarse en el fiel de la balanza para ser desde allí un poco jueces: estar a favor de lo que corresponde y no de lo que no corresponde. De lo contrario, llegarían a ser también como los abogados, que tienen la mitad de la biblioteca a favor y la otra mitad en contra, y la vuelcan de un lado o del otro según sea el interés de su defendido. Los gestores de esta naturaleza, para ser respetados y para que, en consecuencia, sean respetados tanto por los asociados sindicales como por las Cajas, deberán mantener una conducta absolutamente incorruptible en ese sentido. El mejor amigo debe ser el sindicato, debe ser la organización; ese es el mejor amigo. Después vienen los hombres, porque ser amigo de todos los hombres es siempre superior a ser amigo de un hombre en este orden, diríamos, de diligenciamientos. Uno defiende el interés común, que es el interés respetable, porque es el de un amigo, el de un compañero, pero nunca tan respetable como el interés de todos los compañeros y amigos que forman la comunidad. Solamente procediendo así nosotros hemos de asegurar que estos gestores, que inician su marcha en el sindicato, se extiendan a las demás actividades, asegurando a la labor sindical, ya honrosa y honrada en tantas otras actuaciones de la actividad nacional. De esa manera recibirán también el sello de honradez y de honorabilidad a que pueden hacerse acreedores desempeñando siempre con honestidad y con honradez la función que la comunidad les confiere. Y volvemos así, compañeros, al principio de lo que afirmamos siempre, que ya dice Martín Fierro: "El amigo más fiel es siempre una conducta honrada". Es indudable que si en alguno parte tiene razón este aforismo de Martín Fierro, en esta la tiene más que en ninguna otra. Es precisamente, una conducta honrada, el amigo más fiel, el amigo más leal que el hombre puede tener. Yo compañeros, en este sentido, y como más viejo, puedo aconsejarles a todos los que van a hacer de gestores en estas tareas tan importantes, recomendándoles eso: que usen ese amigo, ese sincero amigo, que no lo va a defraudar jamás, recordándoles también, al mismo tiempo, que pongan de su parte el entusiasmo, la decisión y el corazón necesario para que este triunfo sea efectivo. Esta no es una meta ya alcanzada, sino la enunciación de una obra que puede ser extraordinaria para todos los sindicatos y que dependerá en mucho la extensión en que pueda realizarse, de cómo se comporten ustedes y de como desarrollen la tarea que les han confiado los compañeros de las organizaciones. Yo deseo y pido a Dios, que lleven ustedes en esa conducta el acierto y también el buen nombre, a través de los cuales uno ennoblece las cosas o envilece la vida. En eso, compañeros, está el éxito que yo les deseo de todo corazón a cada uno de ustedes y a las organizaciones en general. Muchas gracias. ............................
1953-08-29
En el Partido Peronista Femenino de Santiago del Estero
Voy a ser muy breve en razón de que tenemos un programa que cumplir. Pero no quiero despedirme de ustedes sin felicitarlas a todas por el local que acabo de visitar. Ya los locales del Partido Peronista Femenino tienen un carácter especial, y tienen una profusión de flores y unos detalles extraordinarios. En los viejos centros políticos argentinos no había limpieza moral ni material; lo primero que empezamos a hacer fue cambiar ese aspecto. En la sede del Partido Peronista Masculino acabo de decir cuál es nuestra orientación en el orden partidario, en las organizaciones de nuestros centros cívicos. Los antiguos políticos dijeron durante muchos años que había que "educar al soberano", vale decir, que había que educar cívicamente a nuestro pueblo. Si ellos hubieran cumplido, hace muchos años, su palabra de educar al pueblo en el orden cívico, no habrían podido realizar durante tantos años el fraude, porque indudablemente un pueblo educado e instruido cívicamente no permite el fraude en una democracia como la nuestra. Nosotros no hablamos de educar al soberano, pero lo estamos haciendo a través de esta organización partidaria. Nuestras unidades básicas no son para gente de politiquería; son más bien ateneos culturales del pueblo argentino donde tratamos de enseñarles a nuestras mujeres cómo deben enfrentar la vida en los distintos aspectos; es decir, queremos que esos ateneos sean centros de educación y de instrucción. Lo importante es que en esos centros podamos ir educando a los chicos y a las chicas, y también ir instruyéndolos; vale decir, tenerlos allí para enseñarles sus deberes, corte y confección, economía doméstica, para que el conglomerado de la familia argentina vaya aprendiendo cosas útiles, siempre morales. La acción en la mujer va a permitir una mayor ampliación en el orden familiar, de lo que nosotros llamaremos la "verdadera cultura cívica de nuestro pueblo". Para eso estamos estructurando todo un sistema de educación. No queremos los antiguos comités de la baraja y de la empanada; queremos centros donde la gente concurra sabiendo que allí lo primero que se practica es la moral y, dentro de eso, la moral cívica, que es su preocupación fundamental. Por eso hemos estructurado para todo el país una verdadera organización, que comienza por la unidad básica, que es lo más importante. Cada unidad básica, en el orden de la cultura popular cívica, hace lo que puede y de acuerdo a sus medios. En esto lo que vale, más que nada, es la intención, la buena intención que preside los actos de nuestros afiliados. Por eso no tiene tanto valor el continente -es decir, que la casa sea lujosa, linda- como el contenido; es decir, la moral que preside esos centros de acuerdo a las posibilidades que tienen. Si se puede tener una casa linda, coqueta y lujosa como esta, mejor; porque yo siempre digo que las mentalidades sórdidas son las que se forman en los lugares sórdidos. En este orden de ideas, nosotros hemos estructurado ya dentro del Partido toda la organización cultural. El Segundo Plan Quinquenal ya establece que el Movimiento Peronista va a promover en el país la reforma en el orden educacional y la reforma en el orden cultural. Hasta ahora no nos habíamos ocupado mucho de ello porque había muchas otras cosas que hacer. Para hablar de la virtud al hombre, primero hay que darle de comer y vestirlo bien; no es lo mismo hablarle de virtudes a un corazón alegre y a un estómago completamente satisfecho que a un corazón triste y a un estómago vacío. Por eso hemos preferido, antes que nada, preparar esta tierra maravillosa, que es el pueblo argentino. No hemos hecho todo lo que queríamos hacer: hemos hecho solamente lo que pudimos hacer. Seguiremos luchando para preparar magníficamente esta tierra maravillosa. Comenzamos a sembrar en el espíritu de esa gente. Eso es lo que nos va a llevar adelante en el orden espiritual en la República, y cuando el espíritu de las personas esté preparado, lo demás será cuestión de poco tiempo. Hemos estructurado toda una escala educacional y cultural en el movimiento del Partido. Tenemos nuestra Escuela Superior Peronista en Buenos Aires. Los que han cursado allí esos cursos, y se han preparado para dirigir las Escuelas Provinciales, irán a cada capital de provincia, en donde habrá una escuela peronista, y en ellas desarrollarán esos cursos de capacitación los muchachos dirigentes de las unidades básicas. Los mejores que salgan de allí pasarán a la Escuela Superior Peronista. La unidad básica prepara a todo el pueblo dentro de su jurisdicción. La Escuela Peronista Provincial prepara a los dirigentes para la conducción de las unidades básicas. De ahí pasan a la Escuela Superior Peronista, donde preparamos todo nuestro Movimiento. Por eso ahí estudiamos la conducción política, que es una materia importante, difícil, complicada y que no se puede aprender en poco tiempo, sino que es una cuestión que hay que llevar adelante para que algún día nosotros podamos realizar una conducción política científica y artística, porque hasta ahora hemos sido simples amateurs. El vicio político de todos los sectores y de todos los ángulos ha sido posible por falta de cultura, proveniente de no saber cómo se conduce y cuáles son los valores de la conducción. Tal capacidad de conducción es indispensable para llevar adelante un pueblo como el nuestro, que es cada vez más culto más patriota y más moral. En este trabajo en que nosotros estamos empeñados sabemos que las seis mil unidades básicas del Partido Peronista Femenino, distribuidas a lo largo de toda la República, están haciendo obra de bien, obra moral y obra patriótica. Sabemos también que lo haremos cada día con mayores medios y mayores posibilidades a través de nuestra organización cultural y partidaria, y lo haremos también con el mayor sentido de la capacidad y posibilidad de nuestros propios dirigentes. Esta capacidad comenzó hace solamente cinco años, en que hemos trabajado sin descanso, y todo eso se debe a la acción tesonera y al sacrificio y a la abnegación de todas las mujeres argentinas. Yo sé bien cuál ha sido la extraordinaria influencia de Eva en todas estas cosas, y les agradezco este recuerdo que ella siempre ha merecido de parte de ustedes. Yo les agradezco a todas ustedes ese gran corazón que la mujer argentina ha puesto en evidencia en toda nuestra acción y nuestro trabajo. Estoy seguro de que si a ella le fuera posible verlas a cada una de ustedes en este momento, se sentiría la más feliz de las mujeres; yo sé con qué sacrificio, con qué decisión y amor ella trabajó siempre por todas las mujeres. Compañeras: yo solamente las puedo felicitar por lo que veo y agradecerles, en nombre de nuestro Movimiento y en nombre de la patria, porque todo eso que estamos realizando por la elevación de la cultura de nuestro pueblo es en beneficio de nuestra comunidad y de nuestra patria. Según yo lo veo, esta es la forma activa y real del patriotismo: ir elevando la cultura de nuestro pueblo en la medida de nuestras posibilidades. La tarea de la cultura es nuestra; somos nosotros los que la vamos realizando con la ayuda de los maestros y de los padres que tienen que ir formando cada día hijos más buenos y llenos de virtudes como los anhelamos los argentinos. Yo les ruego que a todas las compañeras del Partido les lleven un abrazo muy estrecho y muy sincero de mi parte; que sigan ellas trabajando y perseverado en este orden de ideas. Para nosotros, los dirigentes, todo debe ser a fuerza de sacrificio y de abnegación; los dirigentes no nos podemos dar otro lujo que sufrir abnegadamente por el cumplimiento de nuestro deber. Ese es nuestro único sentir y esa debe ser nuestra gran satisfacción: el sacrificio por los demás. En esto hay dos clases de hombres -siempre lo he dicho-: los que trabajan para sí y los que trabajan para los demás; los dirigentes pertenecen a esta última clase. Quiera Dios que cada una de ustedes reciba en felicidad, como suele hacer Dios, cada uno de los servicios que prestan a los demás. La recibirán, sin duda, porque no hay felicidad mayor que la de sentir el bien que se puede hacer a los semejantes. Muchas gracias. Que sean todas muy felices y un gran abrazo a todas las compañeras. ..........................
1953-09-08
CLASE MAGISTRAL ANTE MAESTROS DE LA PROVINCIA DE CORDOBA :
Señoras y señores: Yo no podía pasar por Córdoba sin, por lo menos, tener la inmensa satisfacción de poder conversar breves momentos con los maestros cordobeses. Yo he sido siempre a lo largo do toda mi vida quizás, un hombre dedicado más a la enseñanza que ninguna otra actividad. Por eso, siento profundamente la convicción que ustedes mismos los induce a ejercer esta suerte de apostolado que es la enseñanza. El gobierno, tal cual lo entendemos nosotros, es también una manera de enseñar; nosotros preferimos persuadir al hombre y no obligarlo. Ese es el camino que hemos seguido en todas nuestras actividades y en todas nuestras luchas. Y persuadir es también enseñar. La tarea del gobierno, tal cual lo entendemos nosotros, no se puede reducir a la administración de la cosa pública, a dar de comer, a vestir, y a hacer habitar bien a nuestro pueblo. Ha de tener también la gran tarea de educar y de formar las generaciones de argentinos, que han de sucedernos en la responsabilidad de enfrentar las tareas de engrandecimiento y de felicidad de nuestra patria. Por esa razón, considero yo a los maestros como directos y absolutos colaboradores del gobierno en la trascendente tarea de elevar la cultura y de formar la Nueva Argentina. Por ello, cuando llego a cualquier población, es una de mis primeras preocupaciones tomar contacto con los maestros y conversar con ellos, cono lo hago en estar ocasión. En 1944 y en 1945 yo tuve ocasión de iniciar en el país una reforma, reforma que trascendentemente ha abarcado hasta ahora lo social, lo, económico y lo político. Yo no he de decir que las reformas a que hemos arribado sean las mejores a las cuales podría arribar el pueblo argentino, pero sí puedo decir, frente a la experiencia de los hechos mismos, que esas reformas eran absolutamente indispensables. No creemos tampoco que solamente la reforma social, económica y política sean las necesarias a nuestra comunidad. Entendemos que hay una reforma que ha de ser también trascendente o importante, y es la que se refiere a todo aquello que debemos reordenar y racionalizar en lo referente a la cultura y educación. En otras palabras, la reforma cultural y educacional del país. Yo creo que esta es una tarea que debemos emprenderla de consuno los dirigentes, los padres y los maestros, como así también toda suerte de funcionarios que tengan hombres bajo su dirección o bajo su gobierno. Vale decir, que debemos convertir al país entero, en una inmensa escuela para instruir y para educar a nuestro pueblo. Desgraciadamente, todavía nuestro pueblo no es un pueblo culto; yo no creo que sea un pueblo culto aquel que tiene diez o quince sabios muy sabios, y millones de ignorantes, muy ignorantes. Yo entiendo la cultura de un país o de un pueblo cuando la media general cultural se ha elevado sobre la normal ignorancia de los pueblos un tanto primitivos. Queremos, por lo tanto, no una cultura de privilegio, sino una cultura popular y ella ha de incidir hasta en el más humilde de los argentinos para que sea cultura. También yo creo que en lo que se refiere a la instrucción y educación de nuestro pueblo tenemos mucho que hacer; yo creo que la humanidad desde hace varios decenios se ha despreocupado un poco de la educación de las personas. Nos hemos dedicado mucho a formar eruditos sin pensar si esos eruditos eran hombres de bien o eran hombres para el mal. Cuando uno está instruyendo, está dando armas para la lucha por la vida; Dios nos libre cuando esas armas tan extraordinarias las ponemos en manos de una mala persona. Es menester que la comunidad argentina, por lo menos, nos preocupemos nosotros de educar un poco más, aun cuando no instruyamos todo cuento anhelamos instruir. En esto la tarea formativa ha de ser predominante en la educación de las personas, según nuestra manera de ver y entender. Es indudable que esto surge con simplicidad de un análisis, también simple, de lo que es la actual humanidad y de lo que son los actuales pueblos del mundo. Yo no sé si nosotros podremos realizar acabadamente esa misión; pero sí sé que es importante que nos pongamos cuanto antes a pensar en ello y a resolverlo. Para mí no se trata de un problema difícil. En general, los problemas de esta naturaleza no son complejos; hay mentalidades complicadas que los hace complejos, pero el problema en sí es simple como son simples todos los problemas de la vida, de los hombres y de los pueblos. Yo analizo la situación del mundo actual y pienso cómo puedo la humanidad haber llegado a situación que no puede ser peor, porque tomado en su conjunto, vemos la mitad del mundo armándose y preparándose, para destruir a la otra mitad, mientras que la otra mitad hace también la diligencia para destruir a la anterior. Si podemos pensar que esta situación del citando es buena, entonces yo no sé a qué le llamaremos malo. La humanidad, durante muchos siglos, quizá durante muchos milenios, viene esforzándose por alcanzar la felicidad, puerto lejano do la permanente ambición de los hombres. Sin embargo, observo que en vez de llegar al puerto de la felicidad, está llegando al puerto de la desesperación y de la destrucción; y en nombre de un fatalismo histórico -dicen que es Inevitable- que por un fatalismo y determinismo histórico, la humanidad debe ponerse a la "hermosa", tarea de destruirse. Y a eso le llamamos "homo sapiens", y no hay ninguna clase de animal irracional que se ponga al mismo trabajo que nos ponemos los hombres en los actuales momentos. Yo pienso, señoras y señores, que es menester reaccionar sobre tal sentido, sobre tal orientación, porque indudablemente la humanidad ha equivocado el camino, y lo sabio y lo prudente cuando uno ha equivocado el camino, es retroceder nuevamente hasta tomar el buen camino. Entiendo que a nosotros los argentinos, especialmente a nosotros los dirigentes argentinos, nos corresponde la tarea de realizarlo para defensa do nuestra propia responsabilidad de dirigentes. Algunos piensan que es mejor ir a arreglar por ahí algún lejano país de las, Antípodas. Yo creo que es mejor que nos pongamos a arreglarnos nosotros, primero. ¿Quiénes son los culpables de este estado de cosas en la humanidad? Es muy simple discernir rápidamente; los primeros culpables somos nosotros, los dirigentes. Porque gobernar no es solamente darle de comer al pueblo; es también educarlo y formarlo de la mejor manera para asegurar un futuro que esté más en el alma de las personas que en su sapiencia o que en sus ideas. En esto yo reconozco que los dirigentes son los principales culpables. También hay un poco de culpa en las familias, en los padres, y en las madres. No se trata solamente de dar hijos a la patria, se trata de dar buenos hijos a la patria, que es otra cosa. Y la responsabilidad de la familia no reside solamente en que el chico sea sano, gordo y rozagante. Reside también, en que dentro de él haya una buena persona. También un poco de culpa la tenemos los maestros; aunque no es toda la culpa en esto de los nosotros, porque no nos han dado los medios, o no nos han permitido ejercer nuestro magisterio de la mejor manera en que fuera posible ejercerlo. Sin embargo, debemos también acusarnos en cierta medida, porque no debemos tampoco arrojar la primera piedra no estando exentos de toda culpa. Señores: yo pienso que ha llegado el momento de encarar con seriedad esta tarea. En 1945 ó 1946, cuando empecé a realizar las reformas, y presenté el pecho a todas las incomprensiones y a todos los ataques, porque alguien tenia que hacerlo, se dijo que yo era un materialista, que no pensaba más que en que había que dar de comer, mejorar salarios, mejorar condiciones de trabajo y que de las cosas del espíritu yo no me interesaba. Superficialmente juzgado en ese momento, quizá había un cierto grado de razón; pero ¿qué iba yo a ponerme a hacer discursos sobro las virtudes y los valores morales a un pueblo deprimido, escarnecido, hambriento y miserable? Piensen ustedes lo que hubiera ocurrido si yo, subido en una tribuna, a esos hombres en zapatillas y harapientos los hubiera espetado un discurso sobro las virtudes del hombre. Yo pienso que antes de hablar de los valores normales y de las virtudes de los hombros y de las mujeres tenemos que darles un plano material de sustentación que les permita afirmarse sobre realidades. Cuando hablamos que uno de los principales flagelos contra la moral de la familia es la cohabitación en una pieza por quince personas de distintos sexos y de distintas edades, decidimos una gran verdad, pero, ¡bendito sea Dios!, esos quince que viven en esa pieza, ¿acaso están allí por placer? Están por perentoria necesidad. Luego, no son ellos los que caen al campo de la crítica; somos nosotros, los gobernantes, quienes tenemos que resolver el problema la habitación. Cuando decimos que los padres y las madres han despreocupado la educación de sus hijos, confiándole toda esa tarea al maestro, también estamos diciendo una verdad, pero cuya ecuanimidad de juicio no es de la misma verdad que la afirmación. Un obrero que tiene que estar quince o veinte horas trabajando fuera de su casa para podar llevar el sustento a su mujer y sus hijos y, muchas veces, su mujer en otra fábrica o en otro lugar, cumpliendo una misma tarea, ¿cómo puedan atender a sus chicos en la familia? Cuando decimos que los maestros tampoco educan bien a los chicos, que no les dan el optimismo con que los jóvenes deben emprender la vida, no nos acordamos de que, a lo mejor, esa escuela funciona en un mísero rancho, sucio e inadecuado para formar tales personalidades. Por eso, nosotros antes de hablar de reformas educacionales, culturales y morales, hemos preferido hacer algo para resolver esos graves problemas que lo Impedían todo. Por eso, en el Primer Plan Quinquenal hemos construido trescientos cincuenta mil viviendas para sacar a esos quince de la pieza. Sabemos que no hemos hecho todo lo que necesitamos hacer; hubiéramos querido construir un millón de viviendas, pero, desgraciadamente las posibilidades no están siempre al alcance de nuestros propios deseos. En el Segundo Plan Quinquenal trataremos de hacer otras trescientos cincuenta mil y en pocos años hemos de resolver ese terrible problema contra la moral pública y privada en nuestra patria. Hemos mejorado las condiciones de salarios, de sueldos, de vida, diremos así, de nuestra población popular, para poder capacitar a la familia en forma de que se defienda por sí, como asimismo hemos posibilitado, a través de trabajos bien reglamentados que la madre o el padre pueden también a atender a su familia. Hemos construidos cinco mil escuelas en cinco años, lo que nos permite ofrecer a los maestros un lugar más adecuado para desempeñar sus tareas, pensando que allí la educación será más posible, si mencionamos que, normalmente en los lugares sórdidos es donde se fraguan también las mentalidades sórdidas. Señoras y señores: digo bien que no hemos hecho todo lo que queríamos; hemos hecho solamente lo que podíamos, y nos empeñaremos en seguir realizando en la medida de nuestras posibilidades para resolver todos estos problemas que nos permitan iniciar, una tarea más completa y más perfecta. Para esto necesito yo la colaboración de todos los maestros. Es en este sentido que he deseado hablarles a los maestros. Nosotros, pensamos que, dentro de nuestra comunidad, si los padres y las madres son un poquito maestros de sus hijos, podrán irlos formando y educando de la mejor manera, para que después los maestros, sí son también un poquito padres de sus alumnos, puedan, sin solución de continuidad tomarlos en la escuela e irlos formando en la instrucción y en la educación adecuada para que en los ciclos superiores de la enseñanza, también sin solución de continuidad, podemos ir conformando una mentalidad y una sensibilidad en nuestros hombres y en nuestros mujeres que nos permitan asegurar el futuro de la mayor cantidad de ellos. Yo aseguro de la manera más absoluta que, si todos nos ponemos a la tarea de realizar esa obra, en quince años podemos cambiar la República Argentina. Yo creo que esa promesa vale bien que nos ponemos a trabajar para realizar la República Argentina. Afortunadamente, cuento con maestros y maestras altamente capacitados desde todo punto de vista, personal idealista y con capacidad suficiente para realizar la tarea. De que los maestros argentinos son idealistas no tenemos nosotros la menor duda y que también cuentan con esa verdadera concepción que he mencionado. Por eso, yo estoy absolutamente persuadido de que he de conseguir el concurso y la colaboración inteligente de todos los maestros argentinos, como así también de todos los padres y madres argentinas, lo mismo que la colaboración y cooperación de todos los dirigentes argentinos para que, puestos en una misma tarea, con un misma objetivo y hacia una misma finalidad común, realicemos en la comunidad un trabajo que ya se está haciendo tarde para iniciarlo; para que nos pongamos a trabajar para formar hombres humildes y buenos que trabajen por el bien de la comunidad en forma solitaria, haciendo desaparecer el maldito egoísmo que es el azote más terrible de nuestros tiempos. Puestos todos en esta tarea, hemos de triunfar, y hemos de triunfar a corto plazo. Por razón, yo quiero, para correr esta breve conversación, pedirles a todos los maestros argentinos, y especialmente en esta ocasión a los maestros y maestras de Córdoba, que piensen suficientemente sobre los temas que yo he mencionado en este momento, y que comencemos a dedicarnos mucho a educar a nuestros niños, aun cuando para ello sea preciso abandonar algunas de las tantas cosas que les enseñamos innecesariamente. No se trata, en la tarea formativa de los jóvenes, solamente de meterles muchas cosas en la cabeza; quizá sea conveniente meterles menos cosas en la cabeza y unas cuantas cosas más en el corazón. En el Segundo Plan Quinquenal nosotros hemos ya fijado los objetivos; pero es indudable que el Plan Quinquenal es solamente una enunciación de un estudio técnico y de un método técnico de acción. En estas cuestiones de los métodos técnicos, yo creo que tienen una gran utilidad para cosas; pero para otras cosas no tienen utilidad. La difusión técnicamente organizada satura un ambiente del conocimiento de una cosa; pero no llega, muchas veces, el corazón de una persona. Es bueno para vender dentífrico o goma de mascar, pero no para convencer a un sector humano sobre las conveniencias de sus procedimientos personales. Para esto hay un solo método: el más viejo, el método humano, eso que permite humanísticamente trasladar de un corazón a otro, sentimientos profundamente arraigados, o que deben arraigarse profundamente. Nosotros pensamos que el método técnico, frío y científico no humaniza. Es al método humanístico el único que puedo transmitir estos sentimientos. Por eso hemos de seguir al mismo procedimiento. Empezaremos predicando alrededor nuestro; formaremos primero, cientos de predicadores, miles de predicadores, después millones de predicadores. Es a través de esto que vamos a ir impregnando no sólo el conocimiento de los muchachos, sino también el corazón y el alma de nuestra juventud. Señoras y señores: yo no deseo abundar más en estos conceptos. Solamente he querido, al paso por Córdoba, tener la inmensa satisfacción de saludarlos personalmente y dejarles este pedido de un hombre humilde que tiene profundos y grandes sentimientos argentinos, para que cada uno de ustedes discierna si cuanto yo les he dicho encierra o no la verdad que perseguimos desde hace tantos años; que disciernan sobre ello y pongan en el apostolado que ustedes realizan toda su sensibilidad y sus sentimientos, en primer término, y después su capacidad, para que, compulsando verdades, lleguen a conclusiones constructivas que están ansiosamente esperando todos los niños argentinos. Si algún día conseguimos realizar este ideal de unificación, de racionalización de nuestra enseñanza, muchas generaciones de argentinos tendrán que agradecernos. Es en nombre de esas generaciones que yo he convocado ya a través de un mensaje emitido el año 1950 para la juventud del año 2000; he creado también nuestra responsabilidad frente a esas juventudes. Si cumplimos con nuestro deber seremos quizá acreedores al bien de esas generaciones; si no, seremos juzgados duramente como merecen ser juzgados los que tienen oportunidad de realizar y se niegan a hacerlo. Muchas gracias ............
1953-09-28
Homenaje al teniente general Alexis von Schwarz :
Señores: No es sólo un hombre más el que acaba de caer esta vez arrebatado la garra inexorable de la muerte. Es el teniente general de la legendaria Rusia Imperial, don Alexis von Schwarz, un soldado de recia contextura espiritual, un hombre que marca época en el complejo y difícil arte de la guerra de "sitio", un cerebro que nutrió durante más de un cuarto de siglo a la intelectualidad militar argentina y un corazón que trazó huellas imborrables en la sensibilidad afectiva de una extensa generación de oficiales de nuestro Ejército. El teniente general Von Schwarz procedía de una noble cuna de la Rusia de los Zares y era el más genuino representante de un sólido tronco familiar de añeja estirpe marcial. Desde muy temprana edad, impulsado por ancestral vocación, abrazó la carrera de las armas, a la que dedicó todo su saber, su entusiasmo, sus afanes y sus desvelos. Se sintió atraído, muy particularmente, por una de las ramas más difíciles de la guerra: el arte de fortificación. Su clara inteligencia y sus vastos conocimientos de ingeniería le permitieron penetrar con singular éxito en la senda de los Pagan, Vauban Montalembert y Brialmont, en cuyas fuentes absorbió los amplios conocimientos teóricos que la tan complicada ciencia de las fortalezas podría ofrecerle. Perfeccionando, luego, aquellos conocimientos de acuerdo con la evolución de los procedimientos de guerra y de los materiales bélicos, y enriqueciendo esa ciencia con creaciones propias originadas en su experiencia personal, prolongó aquella línea de los artistas de la fortificación por rutas más modernas y fecundas, marcando una nueva época, en los comienzo del presente siglo en la historia de la fortificación, época que ya no podrá ser concebida o separada de su nombre, como no lo puede ser el siglo XVI de la figura de Vauban, el XVIII de la de Montalembert y el XIX de Brialmont. Tras graduarse en la Escuela Superior de Ingeniería Militar de Petersburgo, de la cual fue su más destacado alumno, la guerra ruso- japonesa de 1904-1905 le brindó la primera oportunidad para aplicar sus creaciones originales. La crítica defensa de Port Arthur, vetusta fortaleza condenada, según cálculo, a caer en un plazo no mayor de cuatro semanas, reorganizada por el joven teniente coronel Alexis Von Schwarz con los escasos elementos que pudo hallar en el lugar, dado que no se le pudo proporcionar ni los medios más indispensables para ponerla en condiciones de defensa, reveló su extraordinaria pericia, al resistir durante ocho mes las temibles embestidas del enemigo, al que obligó a derramar torrentes de sangre y a sembrar de cadáveres todo el terreno extendido frente a glacis, a sus taludes y a sus bastiones. Esta heroica defensa valió al joven ingeniero la Orden de San Jorge que era la más alta condecoración otorgada al valor militar. La Primera Guerra Mundial volvió a proporcionarle nuevos campos para demostrar sus descollantes aptitudes en el arte, que cultivara con tanto amor y entusiasmo y para consagrar, definitivamente, su recia personalidad de soldado y de artista de la fortificación. Todas las fortalezas rusas erigidas en el territorio de la antigua provincia polaca fueron sucesivamente rendidas o destruidas por la avasalladora arremetida de las huestes germánicas, pero Ivacongorod, la vieja y ruinosa fortaleza que defendía el general Von Schwarz, y que carecía hasta de lo más indispensable para afrontar los modernos procedimientos del ataque, resistió con la ciencia y la heroicidad de su defensor, frustrando uno tras otro los feroces asaltos de los adversarios. Fue Ivacongorod la única fortaleza rusa que no pudo ser expugnada, y frente a cuyas murallas el enemigo mordió el polvo de la derrota repetidas veces, mientras en aquellos bastiones inconquistables flameó imperturbable la banderola de comando de este guerrero indomable. En el año 1917, la tormenta bolcheviquista, que despojó a Rusia de todas sus instituciones monárquicas y tradiciones nobiliarias, arrolló también a este veterano de guerra. Así, el teniente general Von Schwarz, que durante toda su vida llevó en lo más puro de su alma un altar consagrado a Dios, al Zar y al Ejército Imperial, trinidad que constituyó siempre la mística más elevada de todo su sentir espiritual, prefirió recurrir al amargo pan del destierro, después de perder todos sus bienes, antes que claudicar en aquellos principios que fueron los pilares de su rancia tradición familiar. No obstante las tentadoras ofertas que diversos países amigos le hicieron llegar, optó por cobijarse bajo el cielo de nuestra patria, a la que llegó pocos años después de terminada la gran conflagración, para brindamos sus conocimientos, su experiencia y toda la nobleza de espíritu tallado en e bronce o en el granito de los héroes de leyenda. Todo el manantial de fecundas enseñanzas, recogidas en su larga y ardua carrera nos fue generosamente volcada desde la cátedra en sendas publicaciones que enriquecieron nuestro acervo bibliográfico militar, o bien en proyectos de su especialidad, que le fueron confiados por nuestras altas autoridades castrenses. Con su estampa patriarcal, su saludo habitual saturado de bondad y cariño, con su blanca cabeza cargada de nieve, de experiencia, de recuerdos y de glorias, este austero y modesto soldado de una época que ya pertenece a la historia fue adentrándose poco a poco en nuestros corazones, a la vez que su nueva patria Argentina iba penetrando gradualmente en su alma hasta llegar a ser, como él mismo lo expresara en tantas oportunidades, la única patria que amó y poseyó en los últimos treinta años de su resistencia física. Fue así como este anciano y paternal maestro se convirtió un algo muy nuestro. Su figura llegó a ser la más familiar e inseparable de las aulas de nuestra Escuela Superior de Guerra y de nuestra Escuela Superior Técnica, donde hoy se le llora, no como una separación más, sino como una pérdida irreparable. Teniente general Alexis von Schwarz: en estos momentos de pesar y de congoja para nosotros, la Escuela Superior de Guerra se hace presente en la mención del silencio para despediros en vuestro viaje a la Eternidad y para tributaros su más fervoroso homenaje, depositando sobre vuestro féretro la más pura expresión de cariño y de la veneración que os profesan sus directores, sus profesores, sus alumnos y todo el personal de aquellos institutos. Igualmente, todos los que fuimos vuestros discípulos, elevamos nuestras preces al Supremo Creador para que Él os dé allá, en las inmaculadas alturas, la paz del espíritu que el destino os negó en las horas más amargas y dolorosas de vuestra existencia prodigiosa de singular ejemplaridad. ¡Dormid en paz, glorioso General! ¡Dormid en paz y en la completa seguridad de que esta tierra argentina que tanto habéis amado acoge en su seno vuestros restos mortales con al mismo amor y la misma gratitud lo hubiera hecho vuestra vieja Rusia Imperial! ................
1953-10-08
EN LA SEDE DE LA CGT EN PARANA
Compañeros: Siguiendo una vieja costumbre no he querido llegara Entre Ríos sin visitar a los compañeros de la CGT. Siempre que hago esto, aprovecho para mantener contacto con los compañeros dirigentes y cambiar algunas ideas sobre nuestras tareas comunes. Yo he sentado en el país la premisa de que todos los dirigentes son en cierta manera responsables. Cuando las cosas andan mal, la culpa no es generalmente de los dirigidos, sino de los dirigentes. Por esa razón, yo siempre digo que el más modesto y el más humilde de los dirigentes, en el más apartado lugar de la República, puede ser más grande en su misión que el más alto funcionario de la República, si él sabe cumplir con su deber y el presidente no. Nosotros hemos realizado en el país la organización, en cierta manera. El año 1952 establecí que ese era el "Año de la Organización". Ese año conseguimos organizar todo el movimiento sindical argentino. Las organizaciones juveniles echaron las bases; también las organizaciones de profesionales. Surgió un sistema cooperativo organizado en toda la República. Vale decir que en el año 1952 comenzó realmente la organización, y he de decirles por qué, en pocas palabras, a todos los compañeros dirigentes. En 1944 comencé en la Secretaría de Trabajo y Previsión dicha tarea. Cuando analicé el movimiento organizado de la República Argentina, me encontré con un panorama desalentador. En el orden de las organizaciones económicas, sociales y políticas, había algunos núcleos organizados para beneficio de cuatro o cinco aprovechados que habían ocupado la situación. Voy a dar un ejemplo. Hace poco tiempo hemos intervenido el Club Universitario de Buenos Aires. Ese club se fundó para que los universitarios se agrupasen en una asociación de carácter deportivo, social, etcétera. Como el Estado tenía interés en que se organizara, lo compró y lo pagó, y una vez que cristalizó en un gran club, en cuanto ya no había nada que pagar, lo que estaban allí empezaron a dispersar a los otros, se apropiaron de todo y quedaron dueños. Es decir, que me encontré con un club universitario en que había de todo, menos universitarios. Por eso le hemos intervenido, y ahora vamos a hacer que sean universitarios los que vayan a ese club. Con ese ejemplo, quiero demostrarles que significaba la organización en muchos de sus aspectos. En el aspecto sindical había muchos sindicatos que eran formados por cuatro o cinco amigos. Con un sello, un papel con membrete y nada más. Muchas organizaciones sindicales eran patronales y estaban al servicio de los patrones. Otros estaban organizadas, pero aglutinadas en pequeña cantidad de gente. El sindicalismo necesita cantidad; si eso no tiene ningún valor. Por esa razón, luché para persuadir a los compañeros, a los nuevos dirigentes que iban surgiendo de la masa. Ustedes comprenden que para organizar, lo primero que hay que organizar es el sentimiento y el conocimiento de los hombres. Si ustedes toman diez personas que piensan y sienten de distintas manera, las juntan en una pieza y les dicen que tienen que resolver un problema, y vuelven a las dos horas, cuando vuelven encuentran que están todos peleados. Para poder juntar a la gente en una organización, lo primero que hay que darles una manera similar de pensar y de sentir, una doctrina con objetivos comunes, aspiraciones comunes, deseos o intereses comunes. Si piensan de una misma manera en base a una doctrina uniforme, no se pelean, proceden todos de buena fe y resuelven todos los problemas, indicando la solución en la misma dirección. Para eso yo decía que cuando comencé este trabajo en la Secretaria de Trabajo y Previsión, quise poner a todos los hombres en conocimiento de una doctrina común, para todos pensaran y sintieran de la misma manera. Eso fue cristalizándose. En el año 1952, Año de la Organización, después de muchos sacrificios, todo el país llegó a organizarse. Era necesario llegar a la organización para gobernar un país inorgánico; uno se podrá defender en la anarquía, pero no se puede decir que gobierne. Algunos han creído que organizar un país era crear un gobierno, unos cuantos gobernadores, muchos ministros y muchos empleados públicos. Eso no es organizar el país; organizar el país es poner en estado de organización a la masa que hay que dirigir. Debe lograrse que se realice la comunidad, para que después puedan realizarse los hombres. La comunidad es como un barco que va de un puerto a otro. Si naufraga, nadie va a quedar boyando. La comunidad es un barco que navega hacia el destino de la Nación. Nosotros somos los pasajeros, si ese barco no llega a destino, tampoco vamos a llegar nosotros. Por eso, para realizar el destino de cada individuo es necesario realizar primero a la comunidad. El país ya está organizado, pero ahora debemos consolidar esa organización. Organizarse no es todo, pues desgraciadamente en esto, como en todas las cosas de la vida, es cuestión de comenzar a actuar para darse cuenta de lo mucho que hay que hacer. La organización hay que consolidarla, y se consolida de una sola manera para hacerla indestructible: hay que darle fuerza de aglutinación mediante la solidaridad. Yo he dicho que el año 1953 es el "Año de la Solidaridad". Saber en que consiste esto, es muy simple. El mejor ejemplo lo tenemos en la familia. Desde que el mundo es mundo, muchas fuerzas han tratado de disolver la familia, pero ninguna lo ha logrado, porque ella es una organización de derecho natural. Para nosotros esto significa el respeto a la tradición solidario de la familia. La familia no se ha disuelto por la solidaridad familiar, y sigue siendo siempre la célula de la organización social. Bien, señores, cuando yo me refiero al sindicato, me refiero también a una gran familia, porque la solidaridad familiar no nace por los lazos de sangre, como muchos creen. La prueba de esto está en que si se separa al hijo de la madre y se lo junta a ella después de treinta años, no siente ningún efecto por la madre, porque lo que une es la solidaridad, es la vida en común, que es precisamente lo que hace indisoluble a la familia. Por esto nosotros que las organizaciones sindicales, donde los hombres están juntos en el trabajo durante la mayor parte del día, donde nacen afectos a través de las mismas luchas, de los mismos triunfos y de las mismas alegrías, deben desarrollar un alto sentido solidario, para que la organización sindical sea algo así como la familia. ¿Cuales son los caminos para lograr esta solidaridad? Hay dos caminos: el de la organización, esto es, el sistema colectivo de acción solidaría y el individual. El sentido colectivo de la solidaridad lo realizan todas las organizaciones sindicales. Las organizaciones sindicales, para la defensa de los intereses profesionales, luchan para mejorar la situación de todos los compañeros, y esta es una forma de solidaridad práctica, objetiva, que va desarrollando y profundizando el sentido de la solidaridad. Cuando hacemos una mutual dentro del sindicato, para atender la salud de los asociados, o cuando se instala un consultorio para atender la salud de todos, a través de una organización, también estamos prestando un servicio solidario. Cuando instalamos una proveeduría o una cooperativa para defender el poder adquisitivo del salario, no hacemos otra cosa que solidaridad objetiva, práctica. Una escuela sindical también es una forma de desarrollo de la solidaridad. Estos son medios colectivos de solidaridad. Los métodos individuales se logran por el desarrollo individual del hombre. Al Estado le corresponde dar la calidad de los hombres a través de los métodos culturales y educacionales. Nosotros estamos llegando a esta etapa; ustedes están realizando la solidaridad colectiva; el Estado comenzará ahora a trabajar por el mejoramiento espiritual. En otras palabras, así como hemos cambiado el método individualista del capitalismo por la acción social de nuestro sistema justicialista, así como hemos establecido que la propiedad sea respetada, pero en función social, vale decir, en función de la comunidad, todos los hombres han de hacerse a eso. Cuando en lo económico decimos que ahora no es como antes, que la economía no depende del capital, sino que el capital depende de la economía, la economía del bienestar social, es porque hemos cambiado las bases de la concepción económica Ahora tenemos que hacer lo mismo con la concepción social. Vamos hacia una nueva sociología, porque partimos de distintos principios filosóficos. Hemos cambiado la filosofía. Nosotros no pensamos que la felicidad de la comunidad, la felicidad de los hombres pueda seguir realizándose por los medios que se ha realizado. Para ello, basta observar el mundo: la mitad se está preparando para destruir a la otra mitad, y esta su vez, para destruir a la anterior. El hombre se llama a sí mismo "Homo Sapiens", vale decir, se declaró el rey de la creación por su sabiduría, y está realizando un acto de destrucción que ninguna especie de los irracionales ha realizado jamás. Entonces, quiero decir que la humanidad ha equivocado su camino; que salió en busca de una felicidad y en el monte perdió el camino. Lógicamente, cuando se pierde un camino -ustedes que son hombres de montes, de cuchillas, lo saben bien-, lo mejor es volver atrás y retomar el camino que se perdió. Eso es lo que debe hacer la humanidad Nosotros queremos adoptar una nueva filosofía, abandonar el camino que no nos lleva a ninguna parte, para tomar el camino que nos conduce realmente a donde nosotros queremos ir. Todo esto presupone una extraordinariamente tarea a cumplir, pero la hemos de realizar. El sistema ha de ser el mismo que utilicé para cambiar la concepción social. Es una cuestión simple. El gobierno debe seguir una filosofía objetiva, sin perder el contacto con el pueblo, porque cuando se pierde ese contacto los hombres de gobierno nos equivocamos y no dejamos insensateces por hacer. El secreto está, repito en hacer una filosofía simple y objetiva, par ir cumpliendo sucesivamente los objetivos; no acumular una enorme cantidad de ellos y después no poder cumplirlos; despacio y con buena letra, es decir, poniendo cada cosa en su lugar paulatinamente. Toda esta tarea presupone un trabajo grande e importante. En ella vamos a intervenir todos los dirigentes. Tenemos que cambiar la concepción de la vida; cambiar lo que se llama cultura, y cambiar también los métodos educativos. Tenemos que ir a otra concepción distinta de la vida. Esto sólo podría organizarse técnicamente; tengo en la Casa de Gobierno técnicos que me harían un plan maravilloso, yo lo lanzaría por todo el país, la gente leería el plan y lo guardaría debajo de la almohada. Yo no quiero eso, porque el método técnico deshumaniza la acción. Lo que yo quiero es llevar la persuasión al corazón de cada argentino. Para eso, compañeros, no hay más que un método: el método humanista. Cada uno de nosotros tenemos que transmitir al corazón de los demás lo que nosotros sentimos; las cosas, humanos deben seguir métodos humanos. La difusión y la propaganda sirven para vender dentífrico o goma de mascar; pero las cosas humanas no se pueden trabajar por ese sistema; hay que trabajarlas, elaborarlas, transmitirlas humanísticamente. Yo, en la Secretaría de Trabajo y Previsión, hice lo mismo con la cuestión social. Cuando comencé muchos se rieron; decían que no iba a llegar a convencer a los dieciocho millones de habitantes, que ese sistema no servía. Pero yo insistí: llegaban diez y les hablaba a los diez; llegaban cien y les hablaba a los cien; llegaban mil, diez mil y les hablaba a los diez mil, llegaba uno y le hablaba a uno solo. A todos les decía las verdades y les daba mis razones, y los persuadía con razones y con verdades. La suprema elocuencia está verdad, Algunos creen que la elocuencia está en la retórica y en la dialéctica que se pone en juego para un discurso. Es un error, la elocuencia, repito, está en la verdad dicha con palabras simples y al alcance de todos. Este mismo método vamos a utilizar ahora. Cuando comencé, algunas veces me desanimaba, porque al fin soy hombre, pero un paisano que llegó a la Secretaría de Trabajo y previsión con una tropa de reseros, me dio el consejo más sabio que he oído en este orden de cosas, consejo que recordaré toda la vida. Como me encontró desanimado, me dijo: "Vea, coronel, no se acobarde. Métale no más. No se olvide que una vez un loro, de maíz en maíz, se comió un maizal". Esa es la tarea que tenemos que realizar: insistir siempre. Las doctrinas como la nuestra necesitan de muchos realizadores y de muchos predicadores que las pongan en conocimiento de los millones de hombres que quieren contribuir al esfuerzo común. Es indudable compañeros, que esta es una tarea que debemos realizar conjuntamente en el Segundo Plan Quinquenal. El Segundo Plan Quinquenal ya está lanzado, en realidad, es la industrialización. ¿Saben ustedes por qué? Es una cosa simple. Los países que están industrializados desean que continuemos siendo la panera del mundo, que les demos de comer, mientras ellos nos venden los automóviles al precio que quieren. Pero eso no puede ser, y nosotros tenemos que industrializarnos. Las masas urbanas deben fabricar lo que el campo necesita para extraer la riqueza de la tierra y cerrar así el ciclo de la productividad que es común para todos los argentinos. No podemos continuar teniendo grandes masas de pueblo que vienen en las ciudades a costillas de los que trabajan en el campo. A este respecto, siempre recuerdo un viejo cuento inglés. En una iglesia de pueblo había una torre cuadrada que giraba cada seis horas, es decir, cada cuarto del día. Aparecía primero un abogado que decía: "yo defiendo vuestros derechos"; enseguida un policía que expresaba: "yo guardo vuestra ciudad"; luego un pastor, que decía: "yo cuido vuestras almas"; y, finalmente, un agricultor que decía; "yo les pago a los tres". Esto es muy cierto. Lo que nosotros queremos tratar de hacer, es poner en posesión de las masas populares la maquinaria, la industrialización necesaria para producir lo que el campo necesita para extraer su riqueza. El Segundo Plan Quinquenal va a realizar la industrialización; pero es indudable, que no todas deben ser conquistas materiales; yo no creo que las conquistas materiales sean malas; la felicidad no es la plata, pero esta ayuda bastante a la felicidad. De manera que las conquistas materiales hay que seguir acumulándolas, pero, además, hay que ir conformando las conquistas espirituales, para que la comunidad no haga mal uso de la riqueza. Para ello debemos educar a los niños; instruirlos no es suficiente; eso es quizás el principio de las actuales deformaciones y degeneraciones. Es mejor que un hombre, en vez de sabio, sea bueno, porque si el sabio es malvado, no deja maldad por hacer. Ni las ciencias ni las artes tienen valor positivo alguno si no están en posesión de hombres espiritualmente conformados, de hombres de buena inclinación que sepan poner esas ciencias y esas artes al servicio del bien y no del mal. ¡Dios nos libre cuando la sabiduría cae en manos de un desalmado! Es peligrosísimo para toda la humanidad. Por esta razón, queremos ir conformando en nuestro pueblo buenos sentimientos. No queremos que los maestros enseñen tantas cosas a los niños, a condición de que les inculquen unas cuantas cosas buenas en el corazón. Eso es ir trabajando por la solidaridad. Si en la organización sindical trabajemos por la solidaridad social, en la Nación debemos trabajar por la solidaridad nacional. Poco a poco hemos de ir consiguiendo. Yo creo que bien vale trabajar para realizar una cosa tan importante y que tanto bien ha de causar a nuestro pueblo. Sueño con una comunidad de hombres y mujeres buenos, que sirvan al interés común, que se ayuden, que se auxilien. Yo creo que una comunidad donde el hombre no es un lobo para los otros hombres; hay quienes dicen que eso es inexorable por un fatalismo histórico, pero no tenemos que quedarnos con el fatalismo histórico; hay que terminar con los lobos, porque si no ellos terminarán con nosotros. Eso puede realizarse perfectamente bien. ¿Cómo? Analizando quienes son los culpables de lo que actualmente ocurre en el mundo, de la lucha entre las naciones. ¿Quien tiene la culpa de ello? Son los dirigentes que tienen algunas naciones. Los pueblos son buenos y no quieren pelar. Los dirigentes los hacen pelear. Otro poco de culpa la tienen los padres y los maestros, porque no se preocupan mucho por educar a sus hijos. La obra completa no está en dar hijos, sino en dar hijos buenos. Algunos creen que es suficiente con que el hijo sea sano, robusto y fuerte; no importa aunque sea flaco físicamente, lo importante es que sea gordo de corazón, que tenga un gran corazón. Los padres tienen que ocuparse para conseguir esto; deben ser un poco maestros, después, cuando los chicos vayan a las escuelas, los maestros deben ser también un poco padres. Vale decir, que todos deben comprender la responsabilidad que tiene para formar hombres buenos, honrados, humildes, sin soberbia, sin ambiciones mezquinas, pero sí con ambiciones de grandeza para la comunidad, para la patria. También el maestro ha de comprender su función. Todos los demás funcionarios y dirigentes tenemos la obligación de dar a nuestros hombres, a los que están bajo nuestras órdenes, el más alto ejemplo para que vean en nosotros un modelo y un maestro. Si todos realizamos esa tarea, dentro de diez años la República Argentina será extraordinaria. Debemos ponernos a trabajar en eso, que es la obra más sagrada que debemos realizar. Bien compañeros, esta es la orientación que estamos desarrollando; hay millones de hombres en el país que trabajan para lograr nuestros objetivos. Yo estoy encaminado la escuela argentina la enseñanza media, y la enseñanza universitaria argentina, porque esa es la fuente principal en que bebe nuestra juventud. La juventud debe interesarnos extraordinariamente porque constituye el patrimonio del mañana. Nosotros tenemos la suerte de que todos los pibes están de nuestra parte; eso lo conseguimos de una manera muy simple, porque nosotros luchamos por la bondad, y la bondad está en el corazón de todos los niños. Los niños son todos buenos; nosotros los hacemos malos muchas veces. Entonces, sobre esos valores de la juventud, de los niños, el Estado está organizando una gran reforma en la que colaboran todos nuestros organismos: la Confederación General del Trabajo, el Partido Peronista Masculino y el Partido Peronista Femenino. A este último, sobre todo le corresponde una labor muy importante, pues es indudable que la mujer es la que más influye en la educación de los niños. Es indudable, como decía Martín Fierro, "que el árbol que nace torcido nunca su tronco endereza". La madre es la que cuida que el arbolito no ese tuerza; desde la cuna se preocupa para que crezca derecho y cuando el arbolito creció derecho, es difícil que llegue a torcerse. Es por ello que afirmamos que las mujeres tienen una importancia extraordinaria en la educación de los niños y queremos que nuestras unidades básicas sean escuela de educación. El Partido Peronista Masculino también tiene que secundar en esa obra al Partido Peronista Femenino. Todos debemos ponernos de acuerdo en realizar cualquier sacrificio para educar a nuestros niños, porque es mejor que el podemos dejar a nuestra patria. Yo puse en la Plaza de Mayo, en el año 1950, un pergamino dirigido a la juventud del año 2000, en el cual están dichas todas estas cosas. Dios quiera que nunca tenga que decir lo que nosotros decimos de esos dirigentes incapaces a quienes debemos todas las desgracias que actualmente afligen a la humanidad .............
1953-10-17
En la Plaza de Mayo :
Compañeros: Yo deseo que mis primeras palabras sean para rendirle, desde lo más profundo de nuestros corazones, un homenaje sincero y argentino al excelentísimo señor presidente Somoza, que nos acompaña. Rendimos en él el homenaje más caro de nuestros corazones al hermano pueblo de Nicaragua y a su hermosa patria, recordando asimismo al inmortal Rubén Darío, que vivió con nosotros largos años y que representa para nosotros el elevado idealismo de esa patria generosa que, aun lejana en el espacio, está muy cerca de nuestro corazón. Quiero agradecer también a los compañeros de la Confederación General del Trabajo que, en nombre de seis millones de afiliados, ha tenido la amabilidad de colocarme sobre el pecho esta banda argentina que, por venir de los trabajadores de la patria, representa para mí la más honrosa, la más digna y la más alta distinción de que pueda ser objeto un gobernante. Y como de costumbre, deseo, desde esta plaza, en la cual reviven todos los momentos de nuestra vida histórica e institucional, hacer llegar a todas las plazas de la República, donde en este momento están reunidos los compañeros para escuchar la palabra que les dirigimos desde aquí, este saludo que yo les hago llegar con el más apretado y el más sincero abrazo de compañero y de hermano. Y como en todos los 17 de Octubre, quiero, desde este balcón, dar cuenta al pueblo, sintéticamente, de cómo marcha nuestro gobierno. Compañeros: hemos seguido desde 1944 hasta nuestros días una línea inquebrantable de conducta determinada por los objetivos de nuestra doctrina. El Primer Plan Quinquenal ha realizado, como todos ustedes conocen, una obra extraordinaria en todos los órdenes, pero para mí la más satisfactoria es haber afirmado en esta tierra de todos mis amores, la justicia social, la independencia económica y la soberanía de la Nación. Ese Primer Plan Quinquenal que afirmó esas banderas en las astas inmortales de nuestra historia dio también al pueblo argentino un grado de bienestar no alcanzado jamás en nuestra historia, y dio, por sobre todas las cosas, un grado de dignidad sin la cual la vida no merece ser vivida. Hemos iniciado en el año 1953 nuestro Segundo Plan Quinquenal. Los objetivos de ese plan se afirman también en las banderas izadas y consolidadas de nuestra justicia, de nuestra independencia y de nuestra soberanía. Tiende el nuestro a completar el ciclo que nos asegure, en su orden general, una economía integralmente satisfactoria. Yo, al contrario de lo que pensaron muchos economistas argentinos, pienso que no nos podemos conformar con ser un pueblo de pastores y agricultores, aunque nos llamen la "panera del mundo", como se ha dicho muchas veces. Es por eso que quiero que el Segundo Plan Quinquenal, al cristalizar los objetivos totales y definitivos de nuestro esfuerzo social, económico y político, dé orden de preferencia a todas las realizaciones industriales. Queremos ayudar a esa inmensa masa campesina, que con su sudor de todos los días ha mantenido durante un siglo y medio en pie la argentinidad, y el trabajo campesino con el esfuerzo de las masas urbanas destinado a la transformación de la materia prima y a la distribución de la riqueza, para que, establecido el ciclo integral de la República, pueda tomar silenciosa y dignamente el camino de su riqueza y de su engrandecimiento. Para ello necesitamos solamente dos cosas: organización y trabajo. La organización es tarea del gobierno, y ustedes saben con qué ritmo la estamos realizando. En cuanto al trabajo, yo sé que los brazos generosos de los trabajadores argentinos están pidiendo actividades para producir: que en sus pechos honrados late un incontenible deseo de luchar y de trabajar por engrandecer a la patria. Si en el Primer Plan Quinquenal conseguimos elevar el estándar vida a un grado de satisfacción y de dignidad nacional, en el Segundo Plan Quinquenal ese estándar de vida ha de elevarse todavía muy considerablemente. Yo, como presidente de la República, no estoy todavía muy satisfecho con el estándar de vida general alcanzado por el pueblo argentino. Podemos llegar a mucho más. Para ello, solamente necesitamos las dos cosas que acabo de mencionar: organizamos y trabajar incansablemente para lograrlo. El trabajo, compañeros, como yo lo veo, es poner en acción todos nuestros capitales y todos nuestros esfuerzos. Ello ha de lograrse con el cumplimiento de nuestros objetivos. Y desde ya descarto el éxito, porque el pueblo argentino, con su grandeza extraordinaria, me ha hecho optimista y me lo ha hecho entrever, y así como en el Primer Plan Quinquenal sobrepasamos todos los objetivos trazados -que habían sido calificados de ambiciosos-, en el Segundo Plan Quinquenal hemos de sobrepasar también todos esos objetivos. A pesar de todas esas realizaciones de orden material, estamos también empeñados en promover la reforma cultural y educacional de la comunidad argentina. Queremos que en el orden de la cultura los grandes valores que esa cultura promueva trasciendan al pueblo. Nosotros no concebimos una comunidad donde hay veinte o treinta sabios muy sabios y veinte millones de ignorantes muy ignorantes. Nosotros queremos una cultura para el pueblo, para que así cada uno pueda ser el artífice de su propio destino. Hemos de promover esta reforma, y en cuanto a las ciencias, a las artes y a la cultura en general, cada argentino tendrá en su mochila el bastón de mariscal prometido. Yo he de empeñarme en esta reforma con la misma decisión, con la misma perseverancia con que me empeñé en la reforma social en 1944, seguro de que con la ayuda de ustedes hemos de triunfar. En cuanto a la política interna, ustedes saben tan bien como yo cuáles son los progresos que en este orden hemos realizado en la República. Después de diez años de lucha frente a la mala fe, frente a la lucha despiadada desde todos los rincones de esta tierra, comenzamos a llegar a la época de la persuasión definitiva. Yo nunca me he hecho ilusiones de convencer simultáneamente a todos los argentinos; pero gracias a Dios estoy viendo hoy que todas las legiones de hombres de esta tierra comienzan a marchar en la misma dirección, y esa es para mí la victoria decisiva de mi patriotismo y de mi misión. Como sucede después de todas las luchas, comenzamos, ya terminada la victoria obtenida, sobre nuestras realidades y realizaciones, la tarea de apaciguamiento. He dicho, y repito en este venturoso 17 de Octubre, que ningún adversario o enemigo que quede entre nuestros hombres nos tenderá una mano sin encontrar la mano generosa del peronista para asirse a ella. Nosotros, he repetido muchas veces, somos hombres de paz y de trabajo; sin embargo, nos atrae la lucha; pero queremos que esa lucha sea para la grandeza de la Nación y para el destino común de los argentinos. Ahí, en esa lucha, queremos quemar toda nuestra energía y toda nuestra vida, si es preciso. Compañeros: el cuadro que en síntesis podría ofrecer en todas las actividades económicas y políticas del orden interno de la República, nos está mostrando una situación que, en plena consolidación, puede ofrecer a los argentinos la seguridad, la tranquilidad y la dignidad con que deben vivir los hombres en una comunidad organizada. Y yo estoy persuadido de que en el futuro, esa seguridad, esa tranquilidad y esa dignidad han de ir creciendo a la sombra de nuestra buena fe, de nuestro patriotismo, de nuestra humildad, de nuestro trabajo y de nuestra buena voluntad. En el orden internacional, doy gracias a Dios de que nos haya permitido en este año estrechar nuestras relaciones con todos los pueblos de la tierra. Un pequeño diferendo, más de forma que de fondo que existía con los Estados Unidos de Norteamérica y la Argentina, ha sido total y absolutamente solucionado. Y en ello, haciendo la justicia a que tengo el deber, debo exaltar la ilustre personalidad del general Eisenhower, presidente de los Estados Unidos, quien con un gesto que lo honra y lo enaltece, mandó a su propio hermano para zanjar todas las dificultades que pudieran existir con la Argentina. Yo soy el más feliz de los hombres al haber podido realizar este acto que nos une sin reservas mentales a los pueblos hermanos de América. Compañeros: las verdades del justicialismo, como toda nuestra doctrina, pueden confrontarse con nuestras realidades en el orden institucional; somos lo suficientemente idealistas como para entender que la realidad constituye el supremo ideal. Los pueblos, como los hombres, no han podido todavía aprender la ciencia oculta de vivir soñando; viven de realidades. Y los mejores sueños son lo que se cumplen. Por eso, como en el año 1943, yo repito al pueblo: "Mejor que decir es hacer, y mejor que prometer es realizar". Por eso, nosotros, con la dignidad nacional, que es la suma de todas las dignidades individuales que llevamos en el corazón, podemos decir que este 17 de Octubre de nuestros hechos y de nuestras glorias, el Movimiento Peronista, el gobierno peronista y el maravilloso pueblo peronista vienen cumpliendo todas estas verdades de nuestra doctrina política internacional, desde el primer día en que el sol nos encontró madrugando en el gobierno por la felicidad y la grandeza de una Nueva Argentina justa, libre y soberana. En este año del calendario peronista, que va del 17 de octubre de 1952 a este nuevo 17 de Octubre, el mundo ha sido testigo de nuestra posición internacional clara y definida. No podríamos equivocarnos. Se equivocan los gobiernos que no cumplen con la voluntad de su pueblo. Y no nos equivocamos porque yo he jurado ante mi propia conciencia no hacer sino lo que el pueblo quiere. Yo he dicho, por ejemplo, que nosotros trabajamos primero para la Argentina, después para el continente americano y luego para los otros pueblos de la tierra. Yo lo he dicho porque eso es lo que quiere mi pueblo. ¿Sí o no? (La muchedumbre contesta: " ¡Si!") ¿No he dicho también que los argentinos no pelearemos jamás fuera de la República Argentina; pero el que se anime a poner un pie en nuestra tierra, cuando ponga el segundo encontrará a dieciocho millones de argentinos dispuestos a morir por la defensa total de nuestra patria? Y lo he dicho porque eso es lo que quiere mi pueblo. ¿Sí o no? (La muchedumbre contesta: "¡Sí!") Yo he dicho infinitas veces que estábamos en contra de todo imperialismo. Y ahora me alegro de que el presidente de los Estados Unidos, el general Eisenhower, condene con nosotros toda política internacional imperialista. Eso es todo lo que el pueblo argentino quiere para todos los pueblos de la tierra. ¿Sí o no? (La muchedumbre contesta: "¡Sí!") Yo he declarado también que no somos enemigos de ningún pueblo de la tierra, puesto que todos merecen nuestro respeto y pueden hacer lo que quieran dentro de sus fronteras. Y lo he dicho porque eso es b que el pueblo quiere. ¿Sí o no? (La muchedumbre contesta: "¡Si!") ¿Quiere o no quiere el pueblo argentino que seamos amigos de todos los pueblos de la humanidad? (La muchedumbre contesta: ¡"Sí"!) ¿Quiere o no quiere el pueblo argentino que seamos amigos de todos los pueblos americanos? (La muchedumbre contesta: "¡Sí!") Por eso fui a Chile, y el pueblo chileno, con el inmenso cariño de su corazón, me hizo pensar que la República Argentina y el pueblo argentino tienen que cumplir con los designios del Gran Capitán, luchando incansablemente por la libertad americana. Por eso, a mi regreso de Chile, proclamé el decálogo de la unión entre los pueblos hermanos y este maravilloso pueblo argentino. ¿Es eso lo que quiere el pueblo argentino! (La muchedumbre contesta: ¡"Sí!") Por eso fue también al Paraguay, allí sentí palpitar emocionadamente el corazón de América, interpretado por un gobierno humilde que sirve a un pueblo cuya humildad impone el respeto que merecen los grandes pueblos. El pueblo de Paraguay merece nuestra más alta consideración y todo nuestro cariño. No ambiciona más de lo que posee, y por eso no ha pedido nada a cambio de nuestra amistad leal y honrada. Por eso yo pido al pueblo argentino que cumpla con los paraguayos un decálogo similar al que sostiene al pueblo chileno por sobre todas las nieves mediocres que oponen sus intereses personales a las altas, eternas e irrevocables ideales de los pueblos. En homenaje al pueblo paraguayo yo deseo reiterar en este día solemne de nuestra historia, el contenido sumario y sustancial de aquel decálogo y lo propongo al pueblo argentino como principio para la unión definitiva y eterna entre los paraguayos y los argentinos. Y ahora deseo trasmitir a todos los compañeros de la patria ese saludo afectuoso de todos los años, invitándolos a que me acompañen a dar estas vivas: ¡Viva la República de Nicaragua! ¡Viva el general Somoza! ¡Viva la República del Paraguay! ¡Viva la patria! ..................
1953-10-25
En la sede del Partido Peronista Femenino de Lobos
Yo he querido, como acostumbro a hacerlo, llegar a este local del Peronista Femenino, para saludar a las delegadas subcensistas y, de paso, poder conversar sobre algo que nos interesa mucho: la organización. Ustedes saben -lo he dicho yo muchas veces y lo vuelvo a repetir ahora- que estamos en plena tarea de organización, que hemos tardado muchos años en adoctrinar al pueblo y que ahora, que tenemos más o menos adoctrinada a la masa, debemos ir a la organización definitiva. El Partido Peronista Masculino ya está en plena organización, colocando a su frente casi toda la dirección capacitada para las unidades básicas y las demás etapas o comandos del Partido. Yo he asumido la presidencia del Partido Peronista Femenino para llevar adelante esta obra. Es lógico que todavía no haya decidido darle una organización definitiva porque el partido es de muy reciente creación. Nosotros provenimos de distintas direcciones, con distintos modos de pensar y distintas maneras de sentir. Nuestro Movimiento no es un partido político, es un movimiento nacional. En consecuencia, lo primero que hay que hacer es uniformar modos de pensar y de sentir entre nosotros para que, al juntarnos, no sea una materia para discutir diferentes puntos de vista o el choque de distintas pasiones o distintas ideologías. Lo primero que hay que organizar en las personas es su espíritu y su inteligencia; una vez logrado eso, juntarlas para que actúen constructivamente. Si las juntamos antes de organizarlas, solo tendremos una bolsa de gatos, lo que no queremos para nuestro Movimiento. En esta tarea, cuanto más tiempo se emplee en adoctrinar, menos tiempo se pierde en organizar. Una vez adoctrinada la masa, la organización puede hacerse en un día, si es necesario. En este aspecto, no he hecho otra cosa. Cuando llegué a la Secretaría de Trabajo y Previsión no contaba con ninguna organización. Nos presentamos a las primeras elecciones sin organización. Para ganar elecciones no se necesita organización; se necesitan votos, y para ganar los votos se necesita convencer a la gente de que uno es un hombre de bien y que va a procede bien. Eso lo conseguimos nosotros y fuimos a la elección sin organización de ninguna clase. Pero había muchos que pensaban y sentían como nosotros, y eso era lo primero que teníamos que conseguir. La tarea de nuestras unidades básicas es, precisamente, convertirse escuelas de civismo para desde ellas educar a las mujeres en nuestra do trina, inculcársela y hacerlas trabajar por esa doctrina. Trabajar por nuestra doctrina es trabajar por el bien de la patria; es establecer que no hay nada que sea superior a la Nación. Nuestro primer objetivo debe ser siempre la Nación, después nuestro Movimiento y los hombres que lo formamos. Nosotros somos accidentes en la vida del país; lo único permanente es la Nación y el pueblo, de manera que luchamos por ellos. Formemos nuestras unidades básicas y los dirigentes indispensables para que sean capaces de ser predicadores. Los grandes movimientos como el nuestro, que son movimientos liberadores de los pueblos, requieren de dos clases de personas: los realizadores, que hacen, y los predicadores, que dicen por qué y cómo deben de hacer y llevan al pueblo la persuasión de que es necesario apoyar la obra que se está realizando. Entonces, si nosotros necesitamos en nuestro movimiento de realizadores, necesitamos también de predicadores. Estas unidades básicas son escuelas de predicación y escuelas de predicadores. Esto es escuela de civismo, base de todas nuestras escuelas. Ya para los dirigentes de otras épocas tendremos las escuelas de peronistas en la capital de las provincias y la Escuela Superior Peronista, en la Capital Federal, para ir formando a los que han de tomar las banderas cuando nosotros, ya exhaustos de realizar esa obra, tengamos que entregarla a hombres más jóvenes y capacitados que nosotros. Esa es la tarea que tienen las escuelas superiores. Pero la más grande escuela, la más importante, es la unidad básica. No habrá nunca un Movimiento Peronista bien organizado y consciente si no tiene numerosas unidades básicas bien organizadas y conscientes. Esa es la base de toda nuestra organización; esa es la responsabilidad de los que actúan como dirigentes en estas unidades básicas, dirigentes que no deben hacer cómo los antiguos teólogos, que decían: "Haced lo que yo digo, y no lo que yo hago". Es necesario predicar, pero primero hay que predicar con el ejemplo, que es la única prédica que convence. Vale más el ejemplo que da la propia conducta de los dirigentes que todos los lindos discursos que se puedan pronunciar. Por esa razón decimos que es en los sacrificios y en la abnegación de cada uno de nosotros los dirigentes, donde está la mejor prédica. El pueblo, por otra parte, no le hace mucho caso a las palabras; presta más atención a las obras. Entonces, son obras las que tenemos que hacer: obras materiales y obras espirituales. Esa es nuestra tarea y esa es la función de estas unidades básicas. Ahora, compañeras, yo no solamente estoy conforme; estoy orgulloso de nuestras unidades básicas, que he visto aquí, en Resistencia, en Jujuy, en Mendoza y en otras zonas. En todas se ve esa limpieza, ese orden, ese optimismo, no solo en el continente, sino también en el contenido y en los que actúan dentro de estas casas y con nosotros. Es indudable que ese es un gran progreso en la política argentina. Recuerden los antiguos comités de la taba, de los naipes y de la empanada. ¿Por qué se llegaba en esos comités políticos a esas deformaciones, a ese cultivo de los vicios? Porque no había nada que hacer. Como no se tenía nada que hacer, entonces se hacía una partida de taba, de truco o de monte inglés. Pero en nuestra casa siempre debe haber algo que hacer; y realmente hay mucho que hacer aquí; hay que ir instruyendo y educando al pueblo en los principios y virtudes del civismo ciudadano. Es necesario que esta sea la escuela del civismo, que ayude a los chicos, que enseñe a las madres economía doméstica, etcétera. Cuando no haya nada que hacer, ¡cuidado! Porque el día que aquí deje de haber trabajo, entrará en su reemplazo la molicie, y con esta entra siempre el vicio, que deforma. Eso es indispensable: cuando no hay nada que hacer, hay que inventar algo para hacer. Claro que ese algo no debe ser la taba ni el naipe. En otras palabras, para que esto no se convierta en un antro, debemos convertirlo nosotros, con nuestro trabajo, en un templo. Solamente así arrimaremos nosotros al pueblo lo mejor que le podemos arrimar, es decir, el cultivo de las virtudes y el abandono de los vicios. Ahí comienza la regeneración de todos los males. Por eso digo yo que no solamente estoy satisfecho, sino que estoy orgulloso. Basta pasar por un local del Partido Peronista Femenino, para darse cuenta de que ese local no puede dedicarse a nada malo, sino que se dedica a todo lo bueno. Eso nos está demostrando que nuestras unidades básicas se están convirtiendo, en todos los lugares, en el local de reunión decente. Recurren allí para recibir un consejo, una enseñanza; a inspirarse sobre algo noble. Nosotros tenemos que ofrecer esa clase de locales que sean verdaderos templos donde se cultive nuestra doctrina. Si la doctrina se cumple, y se da desde estos locales como nosotros la pensamos y la sentimos, ellos serán, indudablemente, con el tiempo, un templo benemérito para el pueblo. Y esa debe ser nuestra aspiración. En eso debemos tener el concepto claro de la misión que cumplimos nosotros, los dirigentes, que tenemos la tremenda responsabilidad de lo bueno y de lo malo que podamos realizar. Debemos pensar que los dirigentes no estamos para recibir nada más que sinsabores, sacrificándonos con abnegación en la tarea que debemos cumplir. Hay dos clases de hombres en el mundo: los que trabajan para sí y lo que trabajan para los demás. Cualquiera puede trabajar para sí, pero el dirigente no puede trabajar sino para los demás. El que trabaja para sí recibe el beneficio de sus conquistas y bienes materiales; nosotros, los que trabamos para los demás, recibimos en pago el agradecimiento del pueblo que es el más alto pago que puede recibir una persona. Formarnos en esa escuela y formar numerosos dirigentes en esa misma idea y con esas mismas virtudes es la función de estas unidades básicas. Dios quiera, compañeras, que nunca se olviden estos principios en esta casa. Dios quiera que estas unidades básicas sigan, como hasta ahora, siendo unidades de progreso y de virtudes, así como de honradez y de dignidad. Siendo así, el Partido Peronista Femenino no solamente progresará, sino que será un ejemplo para todos los argentinos. Y yo seré el más feliz de los hombres si nuestro Movimiento Peronista Femenino, que representa lo más querido que un hombre puede tener en la vida -la madre, la hermana, la novia, la hija-, sea quien nos dé el ejemplo. En la casa generalmente sucede así: es la madre la que nos inspira y nos da todo. Que en la vida ciudadana y en el pueblo sean nuestras mujeres las que nos inspiren permanentemente y nos lleven a producir y producir el bien para la patria ..................
1953-11-09
En el acto realizado con motivo de la graduación de 564 suboficiales en el Departamento Central de Policía
Yo he deseado llegar en este día, hasta el Departamento Central de Policía, para cumplir un acto que me llena de satisfacción y, es a la vez, una obligación la que tenemos los funcionarios de la República de discernir el estímulo, con que también se vive, cuando la vida no solamente está formada de bienes espirituales, sino también, por los valores espirituales. Los funcionarios de la República cobramos, la mitad en sueldo y la mitad en estímulos. Cuando estos estímulos no existen los funcionarios vivimos a medio sueldo. Por eso, señores, yo veo siempre con inmensa complacencia, cuando estos actos destinados a elevar el espíritu de los hombres, se cumplimentan dentro del servicio, pero cuando estos actos-estímulos están dirigidos a los suboficiales y a la tropa es cuando mayor valor tienen. Los suboficiales en las instituciones como la policía, el ejército, la marina, la aeronáutica, son el nexo de unión de inteligencia, de entendimiento y de ejecución, entre la jerarquía y la tropa. Nada se realiza bien, sin una intervención leal de los suboficiales. Por eso, la suprema virtud de los suboficiales en nuestras instituciones, es la lealtad. Por eso, tuvimos ya en el nacimiento de nuestra patria el ejemplo inmortal del sargento Cabral, cuya lealtad fijó el camino para todos los suboficiales argentinos. Por esa razón señores, este acto, en el que se trata de hacer justicia a viejos servidores de la patria y de la sociedad, no podía tenerme a mí indiferente. He venido verdaderamente con el corazón a este acto, porque he querido estrechar la mano a estos viejos servidores, en los cuales se asienta el orden y se asienta la libertad y se asienta el respeto de los propios argentinos. Pero señores, yo no quiero dejar pasar esta brillante y magnífica oportunidad, sin dirigir algunas palabras a este meritoria institución. Le decía recién al ministro, cuando entrábamos después de ver el cuerpo de cadetes formados, que yo he recorrido muchos países en el mundo, he visto muchas policías, pero instruidas, presentadas como la argentina no he visto muchas. La acción de las policías, también dentro de nuestra concepción justicialista, tiene su propia doctrina. ¡Debe tener su propia doctrina! No es lo mismo las policías que formaban los cuerpos áulicos de las viejas oligarquías; no puede ser lo mismo esa policía que la policía del pueblo; La policía del pueblo tiene en sí, una función mucho más elevada, más digna y más grande que cumplir: es la defensa y la educación del pueblo. La policía constituye de por sí, dentro de la sociedad, un dirigente, y un dirigente con grave responsabilidad, y eso no debemos olvidarlo nunca. Él no es un hombre de la masa, él es un dirigente en esa masa. El no es solo un hombre del pueblo, es un hombre jerarquizado dentro del pueblo, cualquiera sea su categoría, porque él tiene la responsabilidad de hacer que ese pueblo, viva en paz, reprimir los ataques contra el pueblo y prevenirlo a través de la educación y de la enseñanza que él tiene obligación de realizar sobre todos los ciudadanos. De ahí nacen, señores, las dos misiones fundamentales de la policía. En primer lugar, la prevención, que no ha de ser solamente la prevención material contra el delito, sino la prevención humana contra las desviaciones también humanas a través de la enseñanza y de la educación del propio pueblo. Después viene la represión que ha de ser siempre ingrata para el corazón del verdadero policía. Al verdadero policía, al que sirve al pueblo con verdadera vocación, ha de ser tan ingrato reprimir, como el padre cuando tiene que reprimir a su propio hijo; es mejor siempre prevenir, es mejor siempre persuadir. La policía del pueblo, la policía que nosotros queremos es una policía respetada, pero jamás temida; no es necesario temer para respetar, es mejor respetar a través del amor que se inspira cuando se cumple noble y elevadamente con su deber. Hemos hablado estos últimos tiempos, de todas nuestras ideas de la reforma cultural y educacional del pueblo argentino. En esa tarea cultural y educacional el policía tiene un sector inmenso que cubrir.Él está en la calle para evitar, para persuadir, para aconsejar; él debe de ser en su parada de modesto vigilante, el consejero de todo el barrio que custodia para las razones y las necesidades de seguridad; él debe ser el consejero del niño y el amigo del niño, como el amigo del viejo, o el amigo de todos los demás. Y cuando yo digo que el policía en cualquier jerarquía es siempre un dirigente, quiero significar que él tiene esa responsabilidad de dirigir. Para dirigir hemos de establecer en toda la comunidad argentina una escalera que no ha de terminar sino al final de la vida de los hombres. Tomaremos a los niños en la casa, donde tendrán en sus padres sus primeros maestros; tomaremos al muchacho con los maestros, que serán sus segundos padres; los tomaremos después en la enseñanza secundaria con los profesores y en la universitaria y finalmente los tenemos que tomar todos nosotros los que somos dirigentes, para vigilarlo permanentemente previniendo de todos los males y todas las desviaciones que le puedan ocurrir, porque en general es siempre bueno que el hombre sea vigilado, para ayudarlo o para corregirlo; porque todos los hombres somos buenos pero si nos vigilan somos mejores. Por eso señores la tarea y la misión que la moderna policía argentina debe cumplir, es de una trascendencia para muchos insospechables, porque es su acción, es en su prevención y en su represión donde descansa la educación del propio pueblo y la formación de un sector importante de la nacionalidad. Que cada policía sienta la responsabilidad de este deber, lo sienta con amor, lo sienta con respeto y, entonces señores, ese agente del orden, de la tranquilidad y de gran parte de la justicia será de extraordinario valor. Yo he visto mejorar paulatinamente esta acción. Por todo esto lo felicito al señor jefe de policía, a todos los jefes y oficiales de la Policía Federal, a todos los suboficiales y a cada uno de esos modestos agentes que en la intemperie, soportando las inclemencia del tiempo, y en el recargo de servicio, y en las circunstancias ordinarias o extraordinarias, está siempre pacientemente cumpliendo su deber de soldado pacífico del orden y de la tranquilidad. Y pido a Dios para cada uno de ellos toda la felicidad que los modestos servidores de la comunidades merecen y pido también a Dios esa felicidad para ellos porque es desde esos puestos, humildes y modestos, cuando se cumple con verdadero patriotismo el deber, desde donde se está forjando y desde donde se haciendo la propia patria. ...............
1953-11-11
En la Escuela Nacional de Guerra
Señores: He aceptado con gran placer esta ocasión para disertar sobre las ideas fundamentales que han inspirado una nueva política internacional en la República Argentina. Es indudable que, por el cúmulo de tareas que yo tengo, no podré presentar a ustedes una exposición académica sobre este tema, pero sí podré mantener una conversación en la que lo más fundamental y lo más decisivo de nuestras concepciones será expuesto con sencillez y con claridad. Las organizaciones humanas, a lo largo de todos los tiempos, han ido, indudablemente, creando sucesivos agrupamientos y reagrupamientos. Desde la familia troglodita hasta nuestros tiempos eso ha marcado un sinnúmero de agrupaciones a través de las familias, las tribus, las ciudades, las naciones y los grupos de naciones, y hay quien se aventura ya a decir que para el año 2000 las agrupaciones menores serán los continentes. Es indudable que la evolución histórica de la humanidad va afirmando este concepto cada día con mayores visos de realidad. Eso es todo cuanto podemos decir en lo que se refiere a la natural y fatal evolución de la humanidad. Si ese problema lo transportamos a nuestra América surge inmediatamente una apreciación impuesta por nuestras propias circunstancias y nuestra propia situación. El mundo, superpoblado y superindustrializado, presenta para el futuro un panorama que la humanidad todavía no ha conocido, por lo menos en una escala tan extraordinaria. Todos los problemas que hoy se ventilan en el mundo son, en su mayoría, producto de esta superpoblación y superindustrialización, sean problemas de carácter material o sean problemas de carácter espiritual. Es tal la influencia de la técnica y de esa superproducción, que la humanidad, en todos sus problemas económicos, políticos y sociológicos, se encuentra profundamente influida por esas circunstancias. Si ése es el futuro de la humanidad, es indudable que estos problemas irán progresando y produciendo nuevos y más difíciles problemas emergentes de las circunstancias enunciadas. Resulta también indiscutible que la lucha fundamental en un mundo superpoblado es por una cosa siempre primordial para la humanidad: la comida. Ese es el peor y el más difícil problema a resolver. El segundo problema que plantea la industrialización es la materia prima; valdría decir que en este mundo que lucha por la comida y por la materia prima, el problema fundamental del futuro es un problema de base y fundamento económicos, y la lucha del futuro será cada vez más económica, en razón de una mayor superpoblación y de una mayor superindustrialización. En consecuencia, analizando nuestros problemas, podríamos decir que el futuro del mundo, el futuro de los pueblos y el futuro de las naciones estará extraordinariamente influido por la magnitud de las reservas que posean: reservas de alimentos y reservas de materias primas. Eso es una cosa tan evidente, tan natural y simple, que no necesitaríamos hacer uso ni de la estadística y menos aún de la dialéctica para convencer a nadie. Y ahora, viendo el problema práctica y objetivamente, pensamos cuáles son las zonas del mundo donde todavía existen las mayores reservas de estos dos elementos fundamentales de la vida humana: el alimento y la materia prima. Nuestro continente, en especial Sudamérica, es la zona del mundo donde todavía, en razón de su falta de población y de su falta de explotación extractiva, está la mayor reserva de materia prima y alimentos del mundo. Esto nos indicaría que el porvenir es nuestro y que en la futura lucha nosotros marchamos con una extraordinaria ventaja frente a las demás zonas del mundo, que han agotado sus posibilidades de producción alimenticia y de provisión de materias primas, o que son ineptas para la producción de estos dos elementos fundamentales de la vida. Si esto, señores, crea realmente el problema de la lucha, es indudable que en esa lucha llevamos nosotros una ventaja inicial, y que en el aseguramiento de un futuro promisorio tenemos halagüeñas esperanzas de disfrutarlo en mayor medida que otros países del mundo. Pero precisamente en estas circunstancias radica nuestro mayor peligro, porque es indudable que la humanidad ha demostrado a lo largo de la historia de todos los tiempos, que cuando se ha carecido de alimentos o de elementos indispensables para la vida, como serían las materias primas y otros, se ha dispuesto de ellos quitándolos por las buenas o por las malas, vale decir, con habilidosas combinaciones o mediante la fuerza. Lo que quiere decir, en buen romance, que nosotros estamos amenazados a que un día los países superpoblados y superindustrializados, que no disponen de alimentos ni de materia prima pero que tienen un extraordinario poder, jueguen ese poder para despojarnos de los elementos que nosotros disponemos en demasía con relación a nuestra población y a nuestras necesidades. Ahí está el problema planteado en sus bases más fundamentales, pero también las más objetivas y realistas. Si subsistiesen los pequeños y débiles países, en un futuro no lejano podríamos ser territorio de conquista, como han sido miles y miles de territorios desde los fenicios hasta nuestros días. No sería una historia nueva la que se escribiría en estas latitudes; sería la historia que ha campeado en todos los tiempos, sobre todos los lugares de la tierra, de manera que ni siquiera llamaría mucho la atención. Es esa circunstancia la que ha inducido a nuestro gobierno a encarar de frente, la posibilidad de una unión real y efectiva de nuestros países, para encarar una vida en común y para planear, también, una defensa futura en común. Si esas circunstancias no son suficientes, o ese hecho no es un factor que gravite decisivamente para nuestra unión, no creo que exista ninguna otra circunstancia importante para que la realicemos. Si cuanto he dicho no fuese real, o no fuese cierto, la unión de esta zona del mundo no tendría razón de ser, como no fuera una cuestión más o menos abstracta e idealista. Señores: es indudable que desde el primer momento nosotros pensamos en esto; analizamos las circunstancias y observamos que, desde 1810 hasta nuestros días, nunca han faltado distintos intentos para agrupar esta zona del continente en una unión de distintos tipos. Los primeros surgieron en Chile, ya en los días iniciales de las revoluciones emancipadoras de la Argentina, de Chile, del Perú. Todos ellos fracasaron por distintas circunstancias. Es indudable que, de realizarse aquello en ese tiempo, hubiese sido una cosa extraordinaria. Desgraciadamente, no todos entendieron el problema, y cuando Chile propuso eso, aquí a Buenos Aires, en los primeros días de la Revolución de Mayo, Mariano Moreno fue el que se opuso a toda unión con Chile. Es decir que estaba en el gobierno mismo, y en la gente más prominente del gobierno, la idea de hacer fracasar esa unión. Eso fracasó por culpa de la Junta de Buenos Aires. Hubo después varios que fracasaron también por diversas circunstancias. Pasó después el problema a ser propugnado desde el Perú, y la acción de San Martín también fracasó. Después fue Bolívar quien se hizo cargo de la lucha por una unidad continental, y sabemos también cómo fracasó. Se realizaron después el primero, el segundo y el tercer Congreso de México con la misma finalidad. Y debemos confesar que todo eso fracasó, mucho por culpa nuestra. Nosotros fuimos los que siempre más o menos nos mantuvimos un poco alejados, con un criterio un tanto aislacionista y egoísta. Llegamos a nuestros tiempos. Yo no querría pasar a la historia sin haber demostrado, por lo menos fehacientemente, que ponemos toda nuestra voluntad real, efectiva, leal y sincera para que esta unión pueda realizarse en el continente. Pienso yo que el año 2000 nos va a sorprender o unidos o dominados; pienso también que es de gente inteligente no esperar que el año 2000 llegue a nosotros, sino hacer un poquito de esfuerzo para llegar un poco antes al año 2000, y llegar en mejores condiciones que aquella, que nos podrá deparar el destino, mientras nosotros seamos yunque que aguantamos los golpes y no seamos alguna vez martillo, que también demos algún golpe por nuestra cuenta. Es por esa razón que, ya en 1946, al hacer las primeras apreciaciones de carácter estratégico y político internacional, comenzamos a pensar en ese grave problema de nuestro tiempo. Quizás, en la política internacional que nos interesa es el más grave y el más trascendente; más trascendente quizá que lo que pueda ocurrir en la guerra mundial, que lo que pueda ocurrir en Europa, o que lo que pueda ocurrir en el Asia o en el Extremo Oriente; porque éste es un problema nuestro, y los otros son problemas del mundo en el cual vivimos, pero que están suficientemente alejados de nosotros. Creo también que en la solución de este grave y trascendente problema cuentan los pueblos más que los hombres y que los gobiernos. Es por eso que, cuando hicimos las primeras apreciaciones, analizamos si esto podría realizarse a través de las cancillerías actuantes, como en el siglo XVIII, en una buena comida, con lúcidos discursos, pero que terminan al terminar la comida, inoperantes e intrascendentes, como han sido todas las acciones de las cancillerías de esta parte del mundo desde hace casi un siglo hasta nuestros días; o si habría que actuar más efectivamente, influyendo no a los gobiernos, que aquí se cambian como se cambian las camisas, sino influyendo a los pueblos, que son los permanentes, porque los hombres pasan y los gobiernos suceden, pero los pueblos quedan. Hemos observado, por otra parte, que el éxito, quizá el único éxito extraordinario del comunismo, consiste en que ellos no trabajan con los gobiernos, sino con los pueblos, porque ellos están encaminados a una obra permanente y no a una obra circunstancial. Y si en el orden internacional quiere realizarse algo trascendente, hay que darle carácter permanente, porque mientras sea circunstancial, en el orden de la política internacional no tendría ninguna importancia. Por esa razón, y aprovechando las naturales inclinaciones de nuestra doctrina propia, comenzamos a trabajar sobre los pueblos, sin excitación, sin apresuramientos y, sobre todo, tratando de cuidar minuciosamente, de desvirtuar toda posibilidad de que nos acusen de intervención en los asuntos internos de otro Estado. En 1946, cuando yo me hice cargo del gobierno, la política internacional argentina no tenía ninguna definición. No encontramos allí ningún plan de acción, como no existía tampoco en los ministerios militares, ni siquiera una remota hipótesis sobre la cual los militares pudieran basar sus planes de operaciones. Tampoco en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en todo su archivo, había un solo plan activo sobre la política internacional que seguía la República Argentina, ni siquiera sobre la orientación, por lo menos, que regía sus decisiones o designios. Vale decir que nosotros habíamos vivido, en política internacional, respondiendo a las medidas que tomaban los otros con referencia a nosotros, pero sin tener jamás una idea propia que nos pudiese conducir, por lo menos a lo largo de los tiempos, con una dirección uniforme y congruente. Nos dedicamos a tapar los agujeros que nos hacían las distintas medidas que tomaban los demás países. Nosotros no teníamos iniciativa. No es tan criticable el procedimiento, porque también suele ser una forma de proceder, quizá explicable, pues los pequeños países no pueden tener en el orden de la política internacional objetivos muy activos ni muy grandes; pero tienen que tener algún objetivo. Yo no digo que nos vamos a poner nosotros a establecer objetivos extracontinentales para imponer nuestra voluntad a los rusos, a los ingleses o a los norteamericanos; no, porque eso sería torpe. Vale decir que en esto, como se ha dicho y sostenido tantas veces, hay que tener la política de la fuerza que se posee o la fuerza que se necesite para sustentar una política. Nosotros no podemos tener lo segundo y, en consecuencia, tenemos que reducirnos a aceptar lo primero, pero dentro de esa situación podemos tener nuestras ideas y luchar por ellas para que las cancillerías, que juegan al estilo del siglo XVIII, no nos estén dominando con sus sueños fantásticos de hegemonías, de mando y de dirección. Para ser país monitor -como sucede con todos los monitores- ha de ser necesario ponerse delante para que los demás lo sigan. El problema es llegar cuanto antes a ganar la posición o la colocación; los demás van a seguir aunque no quieran. De manera que la hegemonía no se discute; la hegemonía se conquista o no se conquista. Por eso nuestra lucha no es, en el orden de la política internacional, por la hegemonía de nadie, como lo he dicho muchas veces, sino simple y llanamente la obtención de lo que conviene al país en primer término; en segundo término, lo que conviene a la gran región que encuadra el país; y en tercer término, al resto del mundo, que ya está más lejano y a menor alcance de nuestras previsiones y de nuestras concepciones. Por eso, como lo he hecho en toda circunstancia, para nosotros, primero la República Argentina, luego el continente y después el mundo. En esa posición nos han encontrado y nos encontrarán siempre, porque entendemos que la defensa propia está en nuestras manos; que la defensa, diremos relativa, está en la zona continental que defendemos y en que vivimos; y que la defensa absoluta es un sueño que todavía no ha alcanzado ningún hombre ni nación alguna de la tierra. Vivimos solamente en una seguridad relativa, pensando, señores, en la idea fundamental de llegar a una unión en esta parte del continente. Habíamos pensado que la lucha del futuro será económica; la historia nos demuestra que ningún un país se ha impuesto en ese campo, ni en ninguna lucha, si no tiene en sí una completa, diremos, unidad económica. Los grandes imperios, las grandes naciones, han llegado desde los comienzos de la historia hasta nuestros días, a las grandes conquistas, a base de una unidad económica. Y yo analizo que si nosotros soñamos con la grandeza, que tenemos la obligación de soñar para nuestro país, debemos analizar primordialmente ese factor en una etapa del mundo en que la economía pasará a primer plano en todas las luchas del futuro. La República Argentina sola, no tiene unidad económica; Brasil solo, no tiene tampoco unidad económica; Chile solo, tampoco tiene unidad económica; pero estos tres países unidos conforman quizá -en el momento actual- la unidad económica más extraordinaria del mundo entero, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa disponibilidad constituye su reserva. Estos son países reservas del mundo. Los otros están quizá a no muchos años de la terminación de todos sus recursos energéticos y de materia prima; nosotros poseemos todas las reservas de las cuales todavía no hemos explotado nada. Esa explotación que han hecho de nosotros, manteniéndonos para consumir lo elaborado por ellos, ahora en el futuro puede dárseles vuelta, porque en la humanidad y en el mundo hay una justicia que está por sobre todas las demás justicias, y que algún día llega. Y esa justicia se aproxima para nosotros; solamente debemos tener la prudencia y la sabiduría suficientes para prepararnos a que no nos birlen de nuevo la justicia, en el momento mismo en que estamos por percibirla y por disfrutarla. Esto es lo que ordena, imprescriptiblemente, la necesidad de la unión de Chile, Brasil y Argentina. Es indudable que, realizada esta unión, caerán a su órbita los demás países sudamericanos, que no serán favorecidos ni por la formación de un nuevo agrupamiento, y probablemente no lo podrán realizar en manera alguna, separados o juntos, sino en pequeñas unidades. Apreciado esto, señores, yo empecé a trabajar sobre los pueblos. Tampoco olvidé de trabajar sobre los gobiernos, y durante los seis años del primer gobierno, mientras trabajábamos activamente en los pueblos, preparando la opinión para bien recibir esta acción, conversé con los que iban a ser presidentes, por lo menos, en los dos países que más nos interesaban: Getulio Vargas y el general Ibáñez. Getulio Vargas estuvo total y absolutamente de acuerdo con esta idea, y en realizarla tan pronto él estuviera en el gobierno. lbáñez me hizo exactamente igual manifestación, y contrajo el compromiso de proceder de igual manera. Yo no me hacía ilusiones porque ellos hubieran prometido esto, para dar el hecho por cumplido, porque bien sabía que eran hombres que iban al gobierno y no iban a poder hacer lo que quisieran, sino lo que pudieran. Sabía bien que un gran sector de esos pueblos se iba a oponer tenazmente a una realización de este tipo, por cuestiones de intereses personales y negocios, más que por ninguna otra causa. ¡Cómo no se van a oponer los ganaderos chilenos a que nosotros exportemos sin medida ganado argentino a Chile! ¡Y cómo no se van a oponer a que solucionemos todos los problemas fronterizos para la internación de ganado los acopiadores chilenos, cuando una vaca o un novillo, a un metro de la frontera chilena hacia el lado argentino, vale diez mil pesos chilenos, y a un metro hacia Chile de la frontera argentina, vale veinte mil pesos chilenos! Ese que gana los diez mil pesos no va a estar de acuerdo nunca con una unidad de este tipo. Cito este caso grosero para que los señores intuyan toda la gama inmensa de intereses de todo orden que se desgranan en cada una de las cosas que come el pobre "roto" chileno y que producimos nosotros, o que consumimos nosotros y producen ellos. Ese mismo fenómeno sucede con el Brasil. Por esa razón nunca me hice demasiadas ilusiones sobre las posibilidades de ello; por eso seguimos trabajando por estas uniones, porque ellas deberán venir por los pueblos. Nosotros tenemos muy triste experiencia de las uniones que han venido por los gobiernos; por lo menos, ninguna en ciento cincuenta años ha podido cristalizar en alguna realidad. Probemos el otro camino que nunca se ha probado para ver si, desde abajo, podemos ir influyendo en forma determinante para que esas uniones se realicen. Señores, sé también que el Brasil, por ejemplo, tropieza con una gran dificultad: es Itamaraty, que allí constituye una institución supergubernamental. Itamaraty ha soñado, desde la época de su Emperador hasta nuestros días, con una política que se ha prolongado a través de todos los hombres que han ocupado ese difícil cargo en el Brasil. Ella los había llevado a establecer un arco entre Chile y el Brasil; esa política debe ser vencida con el tiempo y por un buen proceder de parte nuestra. Debe desmontarse todo el sistema de Itamaraty y deben desaparecer esas excrecencias imperiales que constituyen, más que ninguna otra razón, los principales obstáculos para que el Brasil entre a una unión verdadera con la Argentina. Nosotros con ellos no tenemos ningún problema, como no sea ese sueño de la hegemonía, en el que estamos prontos a decirles: "Son ustedes más grandes, más lindos y mejores que nosotros; no tenemos ningún inconveniente". Nosotros renunciamos a todo eso, de manera que ese tampoco va a ser un inconveniente. Pero es indudable que nosotros creíamos superado en cierta manera ese problema. Yo he de contarles a los señores un hecho que pondrá perfectamente en evidencia cómo procedemos nosotros y porque tenemos la firme convicción de que al final vamos a ganar nosotros porque procedemos bien. Porque los que proceden mal son los que sucumben víctimas de su propio mal procedimiento; por eso, no emplearemos en ningún caso ni los subterfugios, ni las insidias, ni las combinaciones raras, que emplean algunas cancillerías. Cuando Vargas subió al gobierno me prometió que nos reuniríamos en Buenos Aires o en Río y haríamos ese tratado que yo firmé con Ibáñez después: el mismo tratado. Ese fue un propósito formal que nos habíamos trazado. Más aún, dijimos: "Vamos a suprimir las fronteras, si es preciso". Yo agarraba cualquier cosa, porque estaba dentro de la orientación que yo seguía y de lo que yo creía que era necesario y conveniente. Yo sabía que acá yo lo realizaba, porque cuando yo le dijera a mi pueblo que quería hacer eso, yo sabía que mi pueblo querría lo que yo quería en el orden de la política internacional, porque ya aquí existe una conciencia política internacional en el pueblo y existe una organización. Además, la gente sabe que, en fin, tantos errores no cometemos, de manera que tiene también un poco de fe en lo que hacemos. Más tarde Vargas me dijo que era difícil que pudiéramos hacerlo tan pronto, porque él tenía una situación política un poco complicada en las cámaras y que antes de dominarlas quería hacer una conciliación. Es difícil eso en política; primero hay que dominar y después la conciliación viene sola. Son puntos de vista; son distintas maneras de pensar. Él siguió un camino distinto y nombró un gabinete de conciliación, vale decir, nombró un gabinete donde por lo menos las tres cuartas partes de los ministros eran enemigos políticos de él y que servirían a sus propios intereses y no a los del gobierno. Claro que él creyó que eso en seis meses le iba a dar la solución; pero cuando pasaron los seis meses, el asunto estaba más complicado que antes. Naturalmente, no pudo venir acá; no pudo comprometerse frente a su parlamento y frente a sus propios ministros a realizar una tarea, en la que había que ponerse los pantalones y jugarse frente a la política internacional mundial, frente a su pueblo, a su parlamento y a los que había que vencer. Naturalmente, yo esperé. En ese ínterin, es elegido presidente el general Ibáñez; la situación para él no era mejor que la situación de Vargas, pero en cierta manera llegaba plebiscitado, en todo lo que puede ser plebiscitado en Chile, con elecciones muy sui generis, porque allá se inscriben los que quieren, y los que no quieren, no. Es una cosa muy distinta a la nuestra. Pero él llega al gobierno naturalmente. Tan pronto llega al gobierno, yo le informo lo que habíamos conversado, lo tanteé. Me dice: "De acuerdo, lo hacemos". ¡Muy bien! El general fue más decidido, porque los generales solemos ser más decididos que los políticos, pero antes de hacerlo, como yo tenía un compromiso con Vargas, le escribí una carta que le hice llegar por intermedio de su propio embajador, a quien llamé y le dije: "Vea, usted tendrá que ir a con esta carta y tendrá que explicarle todo esto a su presidente. Hace dos años nosotros nos prometimos a realizar este acto. Hace más de un año y pico que lo estoy esperando, y no puede venir. Yo pido autorización a él para que me libere de ese compromiso de hacerlo primero con el Brasil y me permita hacerlo primero con Chile. Claro que le pido esto porque creo que estos tres países son los que deben realizar la unión". El embajador va allá y vuelve y me dice, en nombre de su presidente, que no solamente me autoriza a que vaya a Chile liberándome del compromiso, sino que me da también su representación para que lo haga en nombre de él en Chile. Naturalmente, ya sé ahora muchas cosas que antes no sabía; acepté sólo la autorización, pero no la representación. Fui a Chile, llegué allí y le dije al general Ibáñez: "Tengo aquí todo listo y traigo la autorización del presidente Vargas, porque yo estaba comprometido a hacer esto primero con él y con el Brasil; de manera que todo sale perfectamente bien como lo hemos planeado, y quizás al hacerse esto se facilite la acción a Vargas y se vaya arreglando así mejor el asunto". Llegamos, hicimos allá con el ministro de Relaciones Exteriores todas esas cosas de las Cancillerías, discutimos un poco -poca cosa- y llegamos al acuerdo, no tan amplio como nosotros queríamos, porque la gente tiene miedo en algunas cosas y, es claro, salió un poco retaceado, pero salió. No fue tampoco un parto de los montes, pero costó bastante convencer, persuadir, etcétera. Y al día siguiente llegan las noticias de Río de Janeiro, donde el ministro de Relaciones Exteriores del Brasil hacía unas declaraciones tremendas contra el Pacto de Santiago: que estaba en contra de los pactos regionales, que ésa era la destrucción de la unanimidad panamericana. Imagínense la cara que tendría yo al día siguiente cuando fui y me presenté al presidente Ibáñez. Al darle los buenos días, me preguntó: "¿Qué me dice de los amigos brasileños?" Naturalmente que la prensa carioca sobrepasó los límites a que había llegado el propio ministro de Relaciones Exteriores, señor Neves da Fontoura. Claro, yo me callé; no tenía más remedio. Firmé el tratado y me vine aquí. Cuando llegué me encontré con Gerardo Rocha, viejo periodista de gran talento, director de O Mundo en Río, muy amigo del presidente Vargas, quien me dijo: "Me manda el presidente Vargas para que le explique lo que ha pasado en el Brasil. Dice que la situación de él es muy difícil; que políticamente no la puede dominar; que tiene sequías en el Norte, heladas en el Sur; y a los políticos los tiene levantados; que el comunismo está muy peligroso; que no ha podido hacer nada; en fin, que lo disculpe, que él no piensa así y que si el ministro ha hecho eso, que él tampoco puede mandar al ministro". Yo me he explicado perfectamente bien todo esto; no lo justificaba, pero me lo explicaba por lo menos. Naturalmente, señores, que planteada la situación en estas circunstancias, de una manera tan plañidera y lamentable, no tuve más remedio que decirle que siguiera tranquilo, que yo no me meto en las cosas de él y que hiciera lo que pudiese, pero que siguiera trabajando por esto. Bien, señores. Yo quería contarles esto, que probablemente no lo conoce nadie más que los ministros y yo; claro está que son todos documentos para la historia, porque yo no quiero pasar a la historia como un cretino que ha podido realizar esta unión y no la ha realizado. Por lo menos quiero que la gente piense en el futuro que si aquí ha habido cretinos, no he sido yo solo; hay otros cretinos también como yo, y todos juntos iremos al "baile del cretinismo". Pero lo que yo no quería es dejar de afirmar, como lo haré públicamente en alguna circunstancia, que toda la política argentina en el orden internacional ha estado orientada hacia la necesidad de esa unión, para que, cuando llegue el momento en que seamos juzgados por nuestros hombres frente a los peligros que esta disociación producirá en el futuro, por lo menos tengamos el justificativo de nuestra propia impotencia para realizarla. Sin embargo, yo no soy pesimista; yo creo que nuestra orientación, nuestra perseverancia, va todos los días ganando terreno dentro de esta idea, y estoy casi convencido de que un día lo hemos de realizar todo bien y acabadamente, y que tenemos que trabajar incansablemente por realizarlo. Ya se acabaron las épocas del mundo en que los conflictos eran entre dos países. Ahora los conflictos se han agrandado de tal manera y han adquirido tal naturaleza que hay que prepararse para los grandes conflictos y no para los pequeños conflictos. Esta unión, señores, está en plena elaboración; es todo cuanto yo podría decirles a ustedes como definitivo. Estamos trabajándola, y el éxito, señores, ha de producirse; por lo menos, nosotros hemos preparado el éxito, lo estamos realizando, y no tengan la menor duda de que el día que se produzca yo he de saber explotarlo con todas las conveniencias necesarias para nuestro país, porque, de acuerdo con el aforismo napoleónico, el que prepara un éxito y lo conquista, difícilmente no sabe sacarle las ventajas cuando lo ha obtenido. En esto, señores, estoy absolutamente persuadido de que vamos por buen camino. La contestación del Brasil, buscando desviar su arco de Santiago a Lima, es solamente una contestación ofuscada y desesperada de una cancillería que no interpreta el momento y que está persistiendo sobre una línea superada por el tiempo y por los acontecimientos; eso no puede tener efectividad. La lucha por las zonas amazónicas y del Plata no tiene ningún valor ni ninguna importancia; son sueños un poco ecuatoriales y nada más. No puede haber en ese sentido ningún factor geopolítico ni de ninguna otra naturaleza que pueda enfrentar a estas dos zonas tan diversas en todos sus factores y en todas sus características. Aquí hay un problema de unidad que está por sobre todos los demás problemas, y en estas circunstancias, quizá muy determinantes, de haber nosotros solucionado nuestros entredichos con Estados Unidos, tal vez esto favorezca en forma decisiva la posibilidad de una unión continental en esta zona del continente americano. Señores: como ha respondido el Paraguay, aunque es un pequeño país; como irán respondiendo otros países del continente, despacito, sin presiones y sin violencias de ninguna naturaleza, así se va configurando ya una suerte de unión. Las uniones deben realizarse por el procedimiento que es común: primeramente hay que conectar algo; después las demás conexiones se van formando con el tiempo y con los acontecimientos. Chile, aun a pesar de la lucha que deben sostener allí, ya está unido con la Argentina. El Paraguay se halla en igual situación. Hay otros países que ya están inclinados a realizar lo mismo. Si nosotros conseguimos ir adhiriendo lentamente a otros países, no va a tardar mucho en que el Brasil haga también lo mismo, y ése será el principio del triunfo de nuestra política. La unión continental a base de Argentina, Brasil y Chile está mucho más próxima de lo que creen muchos argentinos, muchos chilenos y muchos brasileños; en el Brasil hay un sector enorme que trabaja por esto. Lo único que hay que vencer son intereses; pero cuando los intereses de los países entran a actuar, los de los hombres deben ser vencidos por aquéllos, ésa es nuestra mayor esperanza. Hasta que esto se produzca, señores, no tenemos otro remedio que esperar y trabajar para que se realice; y ésa es nuestra acción y ésa es nuestra orientación. Muchas gracias. ...........................
1953-12-01
ANTE DELEGADOS DE LA CONFEDERACION GENERAL ECONOMICA :
Señores: En primer término, yo deseo agradecer la presencia de todos los señores que nos dan la inmensa satisfacción de poder cambiar algunas ideas y poderlas desarrollar personalmente. Comenzaré por decir con cuánto placer he remitido al Congreso el mensaje correspondiente a las bases para la conformación de una ley que establezca, ya en forma permanente, las reglas y principios sobre los cuales se realiza la organización general de la Confederación General Económica. Asimismo, he tenido la satisfacción de firmar hoy la personería jurídica de la asociación en forma que desde ahora en adelante pase a ser una institución incorporada a todas las formas jurídicas y legales de nuestro país. Ello me permite felicitar a la Confederación General Económica y también al país por haber llegado a concretar esta organización que es base fundamental para un equilibrio, un entendimiento y una alta comprensión en la comunidad. Mi trabajo, en general, ha sido siempre dirigido a establecer esta base solidaria de una mancomunidad constructiva. No puedo el gobierno tener otro interés que establecer esta solidaridad dentro de la cual todo puede ser creación, todo puede ser progreso y todo puede ser grandeza. Cuando los hombres sienten la responsabilidad del cargo que ejercen, su única satisfacción debe estar encaminada a ir creando los organismos que hagan posible esa solidaridad y el establecimiento de un equilibrio que descarte la lucha estéril en la comunidad en que vive. Creo yo, que gobernar no es solamente administrar más o menos bien el país, ni es tampoco dirigir más o menos acertadamente el gobierno de la Nación, sino que es ir creando para el futuro las bases de una acción constructiva, fehaciente y real que asegure a todos los ciudadanos una convivencia solidaria y asegure al país una creación permanente que lo lleva a su grandeza. Es indudable, señores, que en ese camino no siempre es fácil realizar sin una pequeña lucha. En la vida, las grandes conquistas se alcanzan también a través de las grandes luchas; pero luchar constructivamente por el bien del conjunto, por el bien de la comunidad, no es luchar sino trabajar efectivamente por el bien de todos. Quizá el tiempo, la distancia, hará que en la consideración histórica de este sector de la vida argentina pueden criticarse muchas de las cuestiones sucedidas, muchos de los hechos producidos, pero lo que no podrá criticarse nunca es la altura debida con que se han orientado las finalidades, ni tampoco las intenciones con que cada uno de nosotros hemos realizado nuestro trabajo. Aceptamos que hayamos cometido errores, quizá grandes errores, pero desgraciadamente en el devenir de la historia y de los tiempos, los éxitos no se alcanzan solamente con aciertos; los éxitos se elaboran se construyen y se realizan con aciertos y con desaciertos. Pero lo fundamental es realizar; realizar algo útil, algo que nos vaya aproximando al éxito definitivo y total, y eso no se lo consigue sin hacer. Nadie ha conseguido hacer una tortilla sin, por lo menos, romper unos cuantos huevos. Esta es una ley de la vida, es una ley de la acción y está encarnada profundamente en la propia filosofía de la acción. Nosotros no escapamos a la ley general; tampoco nos ensoberbecemos ni nos sentimos propietarios de la verdad. Nos sentimos solamente artífices de una construcción común, que si la realizamos habremos hecho algo por nuestro bien y por el bien de la sociedad en que vivimos, por el bien de nuestra comunidad y por la grandeza de nuestra patria. Ese es nuestro único norte y ése es nuestro único objetivo a realizar, en la lucha algunas veces violenta y otras veces menos violenta. Señores: hace un mes yo tuve el placer de hablar a todos los dirigentes de la Confederación General del Trabajo, como así también a todos los miembros que tienen bajo su vigilancia y su responsabilidad el equilibrio de nuestra economía, equilibrio que nosotros hoy podemos designar con una frase muy en boga: "el nivel de vida". Es indudable que dentro de nuestra concepción hemos creído siempre que al factor social es de un valor extraordinario para poder realizar, para poder construir y para poder crear con tranquilidad, con paz y con provecho; y al hacerlo, hemos tenido que contemplar no unilateralmente el factor económico, que si bien tiene una importancia extraordinaria en la vida de los hombres y en la vida de los pueblos como en la acción de las naciones, no es único, ni es unilateralmente el factor que resuelve todos los problemas. Hemos necesitado considerar, desde un punto de vista más integral, la posibilidad de congeniar perfectamente bien lo económico, lo social y lo político. Generalmente cuando esos factores se conjugan y se conjugan con ecuanimidad, se llega a soluciones constructivas. Cuando el olvido y la imprevisión entra o cae en un unilateralismo de cualquier orden, son siempre perjudiciales para el equilibrio, porque parecería que en la misma naturaleza de los hombres y de las naciones existe un equilibrio fuera del cual comienza a hacer una gravitación absolutamente negativa en la propia vida de los hombres y de los pueblos. Por esa razón, siempre desde el gobierno, aún escuchando a los técnicos, pensamos que las decisiones deben estar en manos del que conjuga el conjunto del problema. Los técnicos en general, por la naturaleza de su acción, se inclinan siempre a dar un coeficiente mayor en la consideración de los problemas al factor que se conjuga y que ellos realizan. Por esa razón, dentro de nuestra concepción integral, buscamos un perfecto equilibrio, difícil de alcanzar, pero que a través de la comprensión de los hombres que intervienen en el propio problema es posible realizar y realizarlo acabadamente. Indudablemente, eso lleva a que unos sectores en algunos momentos deban realizar un pequeño sacrificio, pero también lleva a que en los momentos favorables puedan tener un provecho que los compense de los anteriores sacrificios. Toda esa gama de acciones y reacciones, tanto en el campo social, como en el económico y en el político, es simplemente la compulsa de un problema total e integral que es lo que interesa a la comunidad. Señores: hace un mes, hablando a la Confederación General del Trabajo, les hice notar que me adelantaba a la previsión de los fenómenos que pudieran provocarse como consecuencia de la alteración o del no cumplimiento de algunas de las partes establecidas en los convenios colectivos de trabajo. El convenio colectivo de trabajo no puede ser considerado por nosotros como un instrumento unilateral en el equilibrio del desenvolvimiento económico; es un factor que juega dentro del problema que nos es común. Vale decir, que la obligación de aceptar y de cumplir el convenio colectivo de trabajo debe estar también correspondida por el mantenimiento del valor adquisitivo de los sueldos y de los salarios mediante, diremos el estricto cumplimiento de los precios establecidos. Sin ello, romperíamos el equilibrio y no seríamos ecuánimes si exigiésemos el cumplimiento de los convenios y no cumpliésemos los compromisos contraído en el establecimiento de los precios. Señores: si no consideráramos esto ecuánimemente, yo no me hubiera animado a hacer las afirmaciones que he hecho en esa conferencia celebrada con los dirigentes obreros. Y si hubiera entendido proceder demagógicamente desde un punto de vista político unilateral, probablemente me hubiera callado la boca. Pero yo no estoy aquí para hacer ni lo uno ni lo otro; yo estoy aquí para decir la verdad como la siento y como honradamente la aprecio a través de la observación. En esto, como en todas las circunstancias, solamente la verdad es lo que puede poner las cosas en su lugar, y por eso yo trato de hablar con la verdad, crudamente, aunque ella me beneficie o perjudique, cuestión que no entra en la apreciación de esa verdad. Por esa razón, en esa ocasión yo apunté los peligros que entrañaba el incumplimiento de los convenios colectivos de trabajo. Hoy quiero referirme a ello también en forma de consejo. Ya en nuestra hermenéutica, diríamos, en la consideración de estos problemas ha desaparecido toda la acción compulsiva amenazante. Se trate de conversar entre amigos sobre un problema al que todos debemos empeñarnos un encontrarle solución. El proceso argentino es bien simple, señores. Es lo primero que nosotros debemos comprender. La República Argentina, en 1945, 1944 y 1943, vivió un momento de crisis más bien social que de otra naturaleza. Las crisis económicas en la República Argentina son cuestiones eminentemente circunstanciales. En un país rico, con inmensas reservas, con una capacidad energética suficiente en sus habitantes, no pueden producirse crisis peligrosas en el orden económico, y menos en la clase de país como el que nosotros tenemos, donde el elemento básico y fundamental de la vida está a su alcance, fuera de la tierra, y listo para ser aprovechada. Así que tenemos que trabajar un poquito, nada más, todos los días. Nada vive aquí con un esfuerzo exagerado; vivimos todos con un pequeño esfuerzo, que cada uno hace lo posible para que sea mínimo, y que en el futuro tendremos que aumentarlo para obtener mejores resultados. El problema era eminentemente social. En el orden económico, la lucha, los intereses propios y los extraños, siempre en pugna; nuestra producción disminuida por factores del comercio internacional; extraordinarios servicios financieros y el aprovechamiento de un sinnúmero de factores que gravitaban sobre la población, siempre en forma negativa, habían creado un malestar que era evidente y que nadie puede negar, salvo que quiera tapar el cielo con un harnero. En el orden político, había, evidentemente, una disociación entre el pueblo y los dirigentes. Este es otro fenómeno que nadie puede negar. Que el pueblo no estaba de acuerdo con sus dirigentes políticos, eso era indiscutible. Yo me encontré con un hombre venido de afuera, que en ese problema no tenía "parti pris" ni en uno ni en otro bando, y que, por consiguiente, podía mirar las cosas de otra manera, y en ello habrá de coincidir quien aprecia las cosas en la misma forma en que yo las aprecié durante toda mi vida: había una abierta lucha entre loa dirigentes políticos, a quienes el pueblo no creía y a quienes el pueblo repudiaba, en gran parte, porque había sido engañado, porque había sido llevado a una condición de vida que no aceptaba de buen grado. Por otra parte, los dirigentes solo luchaban por mantenerse. El problema era simple. Yo me debía decidir por los dirigentes o por el pueblo. Y me decidí por el pueblo. Como generalmente sucede, yo debía enfrentar a los dirigentes, y cuando uno se mete a redentor, tiene necesariamente que enfrentar ese peligro. Se trataba de una lucha dura, pero que yo estaba dispuesto a soportar y llevar hasta el último extremo desde el momento en que me había embanderado en unas de las tendencias existentes. Bien, señores. Durante diez años hemos mantenido esa lucha, y la hemos mantenido con éxito. Mi tarea consistía en lo siguiente: en hacer que en la comunidad argentina volviese a restablecerse el acuerdo entre el pueblo y sus dirigentes, para que los dirigentes puedan actuar sobre la masa y para que ésta pueda influenciar las decisiones de los dirigentes, de tal manera que jamás vuelva a producirse esa lucha enconada y abierta, ese desprecio extraordinario que no puede existir en una comunidad organizada, entre sus dirigentes y pueblo. Fenómeno simple, señores: fenómeno extraordinariamente simple y que a menudo suceda en casi todos los pueblos de la tierra. Felices aquellos que tienen la oportunidad de resolverlo. Creo que nosotros podemos, desde ese punto de vista, considerarnos felices. Estamos en un momento en que podemos restañar todas las heridas, reconstruir todos los hechos y no acusarnos de haber sino ni pasionistas ni haber descargado una lucha cruenta como ha sucedido en algunas partes. Este mismo fenómeno en algunos países ha costado millones de vidas. No hemos desencadenado acontecimientos luctuosos, y nunca se nos ha adelantado la lengua al pensamiento ni hemos cedido a los impulsos sino a la reflexión. Tampoco hemos seguido el pasionismo, sino la ecuanimidad, indispensable para la solución de los problemas. Estamos en el momento más hermoso de esta evolución. Lo que yo quiero, es hacer un llamado a todos ustedes para que, incorporando el valor extraordinario que ustedes representan en la vida argentina, colaboren para que realicemos esa comunidad, una comunidad en la cual la justicia, la verdad y el derecho estén respetados y para que los dirigentes de todo orden, sea en lo político, sea en lo social, como en lo económico, tengan la oportunidad de dirigir y realizar, ayudados por la colaboración extraordinaria de un pueblo trabajador cuya capacidad energética ninguno de nosotros puede discutir. En el orden económico tampoco nosotros hemos improvisado. Hemos realizado un programa ayudados por las circunstancias. Martín Fierro dice que al hierro hay que doblarlo caliente; nosotros lo tomamos caliente y a través de un esfuerzo, no muy grande lo hemos doblado. Esto, traducido en otras palabras, quizá no muy técnicas, pero si reales, quiere decir que aprovechamos un momento propicio dentro de la economía mundial, y aprovechamos también la posguerra. Cuando todo el mundo comenzó a pagar la posguerra, nosotros dedicamos ese esfuerzo a nuestra liberación económica; a propugnar y mantener una industria que estaba al borde de la amenaza de destruirse si no la hubiéramos protegido y ayudado, para impulsar la producción y mantenerla dentro de las líneas más o menos, diremos justas, un comercio que tampoco puede quejarse de nuestra acción. Pero lo que si nosotros podemos asegurar, es que en la acción que hemos realizado, aun dentro de la consideración del orden político, no hemos utilizado el poder del Estado para perseguir a nadie en el campo económico, ni aun a nuestros propios adversarios políticos, quienes han gozado de las mismas garantías, de los mismos derechos y de la misma seguridad que los demás argentinos. El proceso económico argentino se puede explicar en muy pocas palabras. Es indudable que toda la impulsión del progreso y la reactivación es necesario hacerla con el trabajo y con el ahorro. Sin embargo, existe también la posibilidad de impulsarla con el capital bancario, como llamaba muy bien el ministro de Hacienda hace pocos días, hablando a los aseguradores, "capital inflatorio". Nosotros hemos hecho esa inyección en circunstancias en que el clima mundial la posibilitaba, y posibilitaba la inflación como un proceso para el progreso y la reactivación económica. Es indudable que este es un camino, y la historia económica de los grandes países esta demostrando que sucesivos procesos inflatorios son los que han llevado al desenvolvimiento y a la reactivación económica en esos países. Inglaterra es un ejemplo de los más palpables, Alemania también, lo mismo que todos los países que han intentado una acción semejante. Ahora, es indudable que esta situación no puede ser permanente. Una vez producido el avance y la reactivación por el proceso inflatorio, es necesario restablecer el equilibrio. Para capitalizar el trabajo y el ahorro, esa detención es indispensable. Nosotros hemos seguido perfectamente bien ese proceso. Hemos aprovechado el proceso inicial de la posguerra para incorporarnos a ese proceso inflatorio, y yo nunca me quejé ni me asusté por la inflación que azotó al país durante estos últimos diez años, porque sabía que era una forma de progreso y reactivación. Pero indudablemente, después de realizado ese proceso no se puede seguir en el mismo tren. Hay que detenerse, equilibrarse, para capitalizar ahora el trabajo y el ahorro. Cuando lo hayamos conseguido, será la oportunidad de dar otro golpecito más, pero por ahora no se puede seguir. Naturalmente, ese equilibrio que hemos establecido tampoco puede ser estático. En general, los equilibrios constructivos difícilmente son estáticos. En la vida, el único equilibrio perfecto es la muerte, y no creo que ese pueda ser un equilibrio seguido por nosotros. Este equilibrio ha de ser dinámico, vale decir, constructivo. Si el pueblo crece, y la población aumenta, la actividad correspondiente tiene que aumentar progresivamente. Yo no soy amigo de los equilibrios muy perfectos. Cuando hayamos obtenido el perfecto equilibrio, lo volveremos a romper para avanzar, no en forma total, pero si en forma parcial. Un amigo brasileño que está aquí me decía siempre lo difícil que es hacer una tortilla sin por lo menos romper algunos huevos. En ese equilibrio hay que romper siempre algunos huevos si queremos seguir adelante. De manera que así como no creo en una inflación permanente provocada, tampoco creo en un equilibrio estático. Ustedes saben bien que este equilibrio hay que mantenerlo luchando y perfeccionándolo durante la marcha. Pero el vaivén natural de la marcha ha de sentirse aún dentro de ese equilibrio. A ese equilibrio es al que me quiero referir ahora. Es indudable que en marzo de 1952 nosotros habíamos alcanzado ya la línea de largada del nuevo estado de cosas equilibrado. Allí nos establecimos más o menos cada uno en su puesto y se dio la orden de largada. Hemos corrido hasta abril del 53' y en esa fecha hicimos una revisión de todo el espacio de carrera desde enero del 52' y, evidentemente, el equilibrio se había roto. Y se había roto por una razón natural. Liberados en el procedimiento, los precios habían aumentado en algunos sectores exageradamente; y habían aumentado precisamente en aquellos sectores de más influencia en al vida popular. Como consecuencia de ello tuvimos una reacción popular que se hizo presente en todos los círculos, en todos los lugares y en todas las actividades, lo que quería decir que esa absoluta unanimidad nos demostraba que el problema era real, era efectivo, y cuando compulsamos la estadística llegamos a conclusiones bastantes desagradables. La vida había subido extraordinariamente en un 15% en el nivel general; en la alimentación había llegado a un 23 % de aumento y en la indumentaria un 7%. Fue entonces cuando haciendo un alto en la marcha estudiamos el problema, no unilateralmente por el gobierno, sino con la intervención de los señores de la entonces proyectada Confederación General Económica, y llegamos, a través de una conversación amable -como deben ser nuestras conversiones y como lo serán permanentemente en el futuro, no de luchas ni de discusiones, sino de soluciones- a que era menester responder al compromiso contraído ya en 1952, o sea que respetaríamos los sueldos. pero que respetaríamos también los precios. Se produjo inmediatamente después de esa conversación una reacción y, naturalmente, hubo que tomar algunas medidas porque había que responder a la reclamación pública y había que darle al pueblo una satisfacción a su justa indignación. En esto nadie puede quejarse ni puede dolerse cuando se le da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Establecido eso, en febrero de 1953, vemos que en la rama de la alimentación se produce hasta nuestros días, una disminución de casi el 18% -apreciable disminución- en el orden del abastecimiento alimentario. Sin embargo, en la rama de la indumentaria, del vestido, que había aumentado inconsultamente hasta enero del 53' el 7%, aumenta el 5% más hasta nuestros días, lo que quiere decir que la rama textil en general tiene un aumento del 12%, lo que representa en términos estadísticos más o menos puntos en total y 40 puntos desde enero hasta nuestros días, que no se justifica en manera alguna frente al mantenimiento actual de los salarios. Se dice que la materia prima ha subido. Sí, se puede justificar un pequeño aumento, pero la materia prima no pueden justificar noventa puntos en total ni cuarenta puntos en los últimos tiempos, o sea el 7 % que sumados a un 5% hacen un 12 %. Esto, señores, ¿es justo y esto es real? Por eso yo lo señalo y lo señalo a la consideración de ustedes para que se sirvan tener el bien de estudiar este punto y tomar las medidas necesarias para que se introduzcan la condigna reacción y las soluciones vengan, porque sino esto va a tener una influencia mucho más desfavorable: porque al aumento del costo de la vida, la comisión encargada de realizar esos estudios va a aconsejar un aumento de salarios. Los dirigentes obreros, en la reunión de enero de 1952, en este mismo lugar, me dijeron a mí: "No queremos aumentos de salarios; queremos disminución en el costo de la vida; nosotros no reclamamos ganar un centavo más, pero no queremos que se nos disminuya el poder adquisitivo de nuestros salarios". Política inteligente, política responsable y política que todos nosotros debemos aplaudir en los dirigentes obreros, pero el mejor aplauso que le podemos brindar a esa inteligencia e inteligente comprensión del problema del equilibrio del costo de vida, es tomar las medidas necesarias para darle en los hechos una razón que le reconocemos. Esto es lo que yo quiero pedirles a los señores que consideren muy seriamente. Que no sigamos un tren donde los sectores luchen por un favorecimiento parcial, que al final va a resultar contraproducente para todos. El sector textil, señores, yo lo conozco y lo conozco mucho porque lo vengo viendo actuar desde hace diez años y, afortunadamente, sigo las estadísticas que me trae un organismo especializado todos los días; teóricas y estadísticas reales que van surgiendo del recorrido de los comercios en todas partes. Yo no me ajusto solo a los términos generalmente duros y fríos de la estadística. A mi me gusta ver esto en los propios comercios, que yo hago visitar de una manera u otra. Les puedo asegurar con toda franqueza que esto no es un asunto nuevo. Ustedes saben que no le vamos a sacar el cuero a los textiles acá, pero vamos a hablar de todo lo que sabemos. Las más grandes fortunas que han amasado en la República Argentina son la de los textiles en estos últimos diez años. ¿Hay algunos de ustedes que duda de eso? En la época de las vacas gordas del 44', 45', hasta el 51', casi fueron los mejores años para ellos. Está bien que después, con el Plan Económico, hubo dos años de retracción. ¿Pero que significaba eso frente a los cinco años anteriores de Jauja? Y... el comercio es así; algunas veces va bien y otras no. Entonces, es lógico que si para mantener el equilibrio les pedimos el pequeño sacrificio a los hombres que han sido favorecidos por la fortuna, creo que no estamos pidiendo nada del otro mundo; estamos pidiendo comprensión y colaboración, buenamente, para que resolvamos un problema, de lo contrario, se nos puede traducir en un descontento popular que nos llevaría a tomar medidas desagradables, como sería la congelación de precios, comprar en los mercados extranjeros más barato aquello que nosotros estamos fabricando y vendiendo más caro. Yo estoy de acuerdo que el pueblo se sacrifique para consolidar una industria inicialmente más cara y ponerle en una situación próspera en el país. Pero en lo que no estoy de acuerdo es en que se establezca una mala calidad y altos precios permanentemente. Eso no lo va a permitir el pueblo, y cuando el pueblo no lo acepta, el "cabeza de turco" soy yo. Yo soy quien después tiene que tomar las medidas, porque soy instrumento de ese pueblo. Entonces, pongámonos de acuerdo; resolvamos el problema para que no me venga después de allí, de rebote, la obligación de tener que tomar medidas de gobierno que me son antipáticas. Esas medidas son cada vez más antipáticas, desde el momento que podemos reemplazarla por la comprensión y la inteligente colaboración de todas las partes que forman el proceso argentino. Es indudable que en este problema de los textiles los industriales están presionando un poquito. Si yo fuera minorista o mayorista, les compraba a los precios del año 52'. No hacía ningún pedido fuera de esos precios. Eso sería una solución. Naturalmente, mejor sería conversar antes con los industriales y decirles: "No, vamos a arreglar este asunto para no tener luego que tomar medidas". Pero, repito, si yo tuviera una tienda, no compraba ni un pañuelo que no fuera al precio del 52'. En esto todos debemos defendernos; es justo, si se pudiera ganar mil veces más, encantado de que lo hicieran. Pero no está el horno para bollos; nos encontramos en un equilibrio permanente que no podemos romper, porque si lo hacemos sacaremos consecuencias más funestas al final. Y lo que yo busco son soluciones de largo alcance, aunque tengamos que hacer un pequeño sacrificio. El estándar de vida del pueblo argentino hay que aumentarlo, y solamente se puede lograr eso con el trabajo y la producción. Nosotros ya hemos agotado las posibilidades de aumentar el estándar de vida con lo que actualmente hacemos; hay que hacer más para poder aumentarlo, y con ese aumento sobrevendrá el aumento del poder adquisitivo. Con ello también aumentará la demanda, y, por consiguiente, podrán ganar más. Ese proceso es común e integral. Tratar de resolverlo unilateralmente significa tener hoy una gran fortuna y perderla mañana. Yo no creo que ese pueda ser el régimen a que aspiramos; nosotros aspiramos a algo que no sea muy ambicioso, pero que sea seguro, y que, a la vez, nos brinde la posibilidad de ir hacia lo ambicioso. Yo no descarto tampoco lo ambicioso; me gusta lo ambicioso, pero dentro de un margen de seguridad que nos asegure un permanente desenvolvimiento y un futuro venturoso. Cuando uno es audaz procede sin pensar en la aventura del proceso final, es un audaz con un cierto grado de inconsciencia. Señores: todo esto es el proceso que ha de venir produciéndose en la consolidación del equilibrio de nuestro desenvolvimiento económico. No se le puede pedir peras al olmo; yo sé que estos fenómenos tienen que producirse inicialmente hasta que la sedimentación natural y doctrinaria, como ha dicho muy bien el señor presidente de la Confederación, conforme dentro de la organización un concepto definido de la acción en colaboración racional y constructiva. Ustedes observen lo que sucede en los comienzos de la producción o de la industria: hay muchas cuestiones y resortes que ajustar detalladamente en una racionalización permanente que debe regir todos los organismos. Yo me doy cuenta que tendrán estos inconvenientes en la organización, para juntar hombres en ese organismo. Cuando uno junta hombres, a menudo se producen procesos de desorganización y no de organización. Lo primero que hay que organizar es la mentalidad y el sentimiento de los hombres que se organizan, para que todos vean los problemas de una misma manera, los aprecien en forma similar y los resuelvan con soluciones más o menos iguales. Cuando eso no sucede, juntar hombres es armar peleas, discusiones interminables y luchas también interminables. En cambio, cuando los hombres están en cierta manera adoctrinados, tienen objetivos que son comunes -en vez de convertirse cada uno de ellos en un francotirador dentro de la organización, en tal forma que marcha cada uno para donde le conviene y se le ocurre-, la solución es buena. Cuando hay una falta total del sentido de solidaridad, sin el cual la organización no se consolida jamás, entonces, señores, eso no es organizar, es desorganizar. En toda organización actúan dos fuerzas: una que aglutina, empujando desde la periferia al centro; y otra que lucha por disociarse, del centro hacia la periferia. El secreto está en hacer tan poderosa la fuerza de asociación, que la fuerza interna de disociación no pueda vencerla con su reacción. Y eso es de orden doctrinario; es puramente de orden doctrinario. Por eso, señores, yo me doy cuenta que todavía tendrán ustedes algunas dificultades en la organización. Dios quiera que la inteligencia, el espíritu de solidaridad orgánica y la comprensión de cada uno de ustedes vaya superando todos eso hasta lograr, en un momento determinado, establecer una doctrina única en la organización, en cuyo caso los problemas se solucionarán en una pequeña discusión entre amigos, que, compartiendo los mismos deseos y la misma finalidad, lleve también a las mismas soluciones. Todo esto yo lo anhelo profundamente, porque sé que, como consecuencia de ello, resultará un bien inmenso para el país. Esta organización ha de tener, contando con su magnífica finalidad, un éxito final y definitivo. Yo lo auguro y lo deseo de todo corazón. Deseo dar por terminada esta disquisición de tipo orgánico, pidiéndole a la Confederación General Económica que se aboque rápidamente al estudio, para solucionar el problema a que me he referido, que es el único problema que tenemos, sin esperar que se produzcan las reacciones. Ustedes deben ponerse a estudiar este problema. Por otra parte, se han comprometido conmigo. Los señores que entienden especialmente en estas cosas se han comprometido conmigo: me han dado su palabra, oportunamente, de que esto no se iba a producir. Desgraciadamente, se ha producido. Entiendo que es ajeno al compromiso que ellos formalizaron conmigo. No tiene importancia. Nos habíamos comprometido a bajar los precios. No ha sido posible. Bien, habrán intervenido circunstancias ajenas a su voluntad; pero yo pido que ahora pongan su voluntad para destruir esas circunstancias ajenas a ella y resuelvan el problema. Creo que en la próxima semana esto debe quedar resuelto. Por esa razón, deseo terminar pidiéndoles a los señores de la Confederación General Económica que estudien este problema y que lo resuelvan lo antes posible para que, en esa forma, nosotros podamos darle la palabra definitiva al pueblo argentino de disminuir los precios de la indumentaria, porque si no, las consecuencias pueden ser siempre desagradables, y yo no quiero tener ninguna consecuencia desagradable en el futuro, sino todas cosas agradables y constructivas. También los exhorto a que trabajen por su organización, y los dirigentes solo tienen un camino para hacerlo: luchar para que la justicia y la ecuanimidad reinen dentro de ella, para que la solidaridad se desarrolle en el más amplio campo y para que una concepción doctrinaria que unifique criterios llegue a ser la regla básica del funcionamiento de la organización. Quizás en esos tres factores radique el éxito que les auguro y que les anhelo de todo corazón. Muchas Gracias. ...................
1953-12-14
DURANTE LA COMIDA DE CAMADERIA EN EL CIRCULO MILITAR
Yo les agradezco profundamente la solidaridad y la camaradería que me han demostrado, no solamente ahora, sino durante todos los años de nuestro conocimiento. Al mismo tiempo, quiero tener un recuerdo para todos los muchachos que desgraciadamente han ido quedando en el camino. Y pienso que lo mejor que podemos hacer es pedirle a Dios que el año próximo nos encontremos todos nuevamente sin que falte ninguno a la cita. ..............
1953-12-14
de diciembre de 1953 EN EL MINISTERIO DE EJERCITO
EN EL MINISTERIO DE EJERCITO Deseo que mis primeras palabras sean para felicitar al señor ministro de Ejército y a todos los señores generales, jefes, oficiales, suboficiales y soldados del Ejército, porque esta orientación que termina de escuchar de boca del primer soldado de la República -como debe ser el ministro del Ejército, me lo presenta como un general de los que quiere la ley: que sea a la vez ejemplo y maestro de sus subalternos. Los ejércitos solamente van adelante cuando sus generales pueden cumplir acabadamente con este precepto de la ley: que sean ejemplo y maestros de sus subordinados. Cuando un ejército alcanza esta orientación es un ejército triunfante, aun durante la paz. Es quizá más difícil cumplir una vida militar con el servicio de todos los días que realizar un acto heroico en la guerra, porque aquello implica un heroísmo humilde y realizador de todos los días que conforma una virtud puesta al servicio del heroísmo permanente con que deben vivir los hombres de alma, cuando están animados de un profundo amor a la patria y sentido del sacrificio con que nosotros debemos vivir. Yo he escuchado, no solamente complacido sino jubiloso, la orden que termina de hacer leer el señor ministro de Ejército; y la de escuchado jubiloso porque es lo que he pensado y sentido durante los cuarenta años de mi vida de soldado. He vivido, puede decirse, todo el desenvolvimiento del Ejército y he llegado, a través de muchos años de servicio, a las mismas conclusiones que se cristalizan en esa admirable síntesis representada por la orden que terminamos de escuchar. Lo que el Ejército necesita son hombres realizadores. El soldado es por antonomasia, un hombre de acción: debo dominar en forma absoluta toda la filosofía de la acción. Para él, la realización, la ejecución, está siempre por sobre la concepción. Una concepción tal vez no muy profunda, pero realizada con energía y con tenacidad, suele darnos el éxito que no nos da la más brillante concepción realizada con timidez o con cobardía. Por ello, los valores morales son para el soldado la fuerza motriz más extraordinaria. Formar hombres de esta naturaleza debe ser, indudablemente, nuestro principal objetivo. Así, cuando se habla de mística, cuando se habla de fervor, se dicen palabras que deben iluminar permanentemente el alma del soldado. Yo no concibo un soldado académico; yo no concibo un soldado frío; yo no concibo un soldado indiferente. Nosotros somos hombres que, por nuestra profesión, debemos estar inflamados siempre de un sentimiento de acción enérgica y decidida; tenemos que amar la responsabilidad porque ella es el pan nuestro de todos los días. Constituimos, dentro del pueblo, una parte importante y decisiva de su personal dirigente, y lo menos que podemos pedir es que estemos a la altura de la responsabilidad de esa función de dirigentes. Durante toda la vida militar hemos pensado que la guerra es una actividad en la que nosotros debemos meditar todos los días, porque nuestra función impone hombres con su espíritu lleno del noble deseo de hacer algo todos los días. Queremos también un pueblo con las mismas características, no solo, como digo, para luchar en la guerra, sino también para luchar en la faena de todos días para el engrandecimiento de la patria y para la felicidad de nuestro pueblo. Cuando hemos analizado un factor en la consideración de nuestros planes de operaciones, siempre hemos hablado del factor que representa los valores morales del pueblo y el índice patriótico de la Nación. Sin eso, la guerra es una actividad sumamente difícil. Cuando el pueblo va a una guerra impopular, nosotros sabemos perfectamente bien que índice desastroso actúa en forma negativa sobre nuestras previsiones. Es indudable que una de las funciones más fundamentales del gobierno, es, precisamente, el desarrollo de ese índice patriótico y de ese índice de fortaleza moral sin el cual los pueblos no van a la guerra con probabilidades de éxito. ¿Como desarrollar ese índice patriótico? Señores: es indudable que lo más fundamental es inculcar una doctrina nacional dentro de la cual el índice patriótico sea el trabajo permanente de todos los días. Con esto pasa lo mismo que con un regimiento. Cuando en el regimiento se exige un saludo correcto solamente en instrucción y durante el resto del día los soldados saludan mal, en ese regimiento jamás se saludará bien. Es necesario que durante todo el día, todos los que están en el cuartel exijan la misma corrección en todos los instantes del servicio, de la instrucción y de la vida diaria, para que eso culmine en la realización de una costumbre permanente en la correcta conducta de los hombres. En el orden espiritual sucede lo mismo. Algunos creen que puede desarrollarse el índice patriótico del pueblo con los soldados incorporados solamente un año en su vida y con ello se consagran a una disciplina y están protegidos por la acción de una moral patriótica inculcada durante un año. Un año es un solo instante en la vida de un hombre, y en la vida de los pueblos se pierde en la lejanía de los tiempos. Es un pequeño sector con el cual no se puede influenciar en la masa, en el espacio y menos aún en el tiempo. Para conseguirlo, es necesario que todos dediquemos en todas partes todo el tiempo necesario para obtener algún rendimiento en la tarea de adoctrinar a nuestro pueblo. Lo primero que debemos hacer es tener una doctrina, porque, ¿cómo se puede adoctrinar a un pueblo si nosotros, los que vamos a adoctrinar, no tenemos una doctrina? Es una cosa que yo jamás me he podido explicar durante toda mi vida. Señores: quizás ese sea el punto de partida de toda una generación de argentinos que he de ser benemérita por todos los tiempos que decidirnos a ser nosotros. Porque si confiamos en los que van a venir no alcanzaremos grandes objetivos, como tampoco los hubiéramos alcanzado si hubiéramos confiado en los que se han ido. Por eso, yo alabo lo que el señor ministro nos acaba de decir: que necesitamos jefes de acción y jefes creadores, hombres que vayan a cumplir su función no solo por satisfacer el servicio, muchas veces intrascendente e inoperante, sino para poder realizar su propia personalidad de realizador y de impulsador de una obra nueva que abre nuevos horizontes que van demostrando en cada iniciativa el fervor extraordinario con que debe dirigirse la vida del soldado, cuando uno ama profundamente a la patria y está decidido a dar su vida por ella. Yo, desde mi puesto, estoy realizándolo así. Hemos tratado, en primer lugar, de desarrollar dentro del pueblo argentino una justicia, de poner a su alcance y en sus propias manos el destino libre de la Nación, tanto en el orden político como en el orden económico, porque este es el punto de partida. En la Nación, aún más que en la Nación, en el pueblo, como en el regimiento, un jefe no puede aspirar a tener disciplina si no empieza por establecer allí, inconmoviblemente, la justicia. Donde no hay justicia no hay disciplina; y donde no hay justicia, no hay amor al servicio y muchas veces no hay amor a la patria. Yo hablo de un amor a la patria que es distinto al de la concepción abstracta que podamos tener nosotros, los dirigentes, pero que no podremos inculcar jamás verazmente en la masa. Hablo de un amor a la patria que se lo gana la patria protegiendo a sus hijos y asegurando un grado de justicia que nadie puede ni debe violar. Es así como uno se hace amar como comunidad, y ese es el único, patriotismo que yo conozco y defiendo. Cuando hablo al pueblo lo hago con las propias palabras de la verdad que es la única manera de llegar tanto a la inteligencia como al corazón de los hombres. Debemos inculcar en el pueblo el amor a nuestra comunidad y ésa es tarea tanto nuestra, de los militares, como de los dirigentes de todo orden. Muchas veces habrán reflexionado ustedes, como he reflexionado yo, que no es un problema nuevo la falta de patriotismo en algunas masas populares. Nosotros hemos visto desfilar a través de los milenios la palabra del Evangelio,-que es la inmensa patria moral de los hombres que creen en algo, y hemos oído hablar de la apostasía de las masas. Dicen los pastores de la grey cristiana que el problema de estos siglos es la apostasía de las masas, vale decir, las masas que han abandonado la fe. Y hemos oído decir también que frente al avance del internacionalismo, las masas han perdido gran parte del patriotismo inicial de las naciones. Son dos fenómenos de la sociología moderna. Pero no hemos pensado cuales son las causas reales de esa apostasía de las masas que las ha llevado hasta perder la fe y que a llevado a los pueblos a perder el sagrado sentido de la nacionalidad y del patriotismo. Señores: éste es un problema más profundo de lo que aparentemente parece. Sin embargo, tiene un remedio que puede y debe aplicarse. Para volver a la fe es indispensable que los hombres tengan fe, que es lo que pierden cuando no hay una verdad evidente o se vive en un clima donde la fe es un artículo de lujo, porque la fe se inspira, la fe no se hace ni con sermones ni con discursos. Cuando más académicos son los discursos más inocuos, inoperantes e intrascendentes resultan. Los que necesitamos es tener los conceptos en el alma y saber exponerlos a todo el mundo como ejemplo, y entonces no caerá la fe como no caen las grandes acciones del hombre cuando se vive espiritualmente, cuando se hace una vida humanista, una vida pensando en el hombre, sintiendo al hombre y muriendo por lo que el hombre siente. Nuestra función militar es, precisamente, eso. No es mucho más importante, como muchos creen, ni la administración de una unidad, ni de sus depósitos, ni de sus materiales. Lo más grande, lo más sagrado y lo más importante que tenemos son los hombres que están confiados a nuestros comandos. No hay nada superior al hombre. Cuando hablamos de las estrellas, éstas apenas sirven para adornar el cielo, pero no piensan, no sienten, no viven. Lo que nosotros necesitamos a fondo es el material humano que estamos manejando. De él depende el presente, de él depende aún más el porvenir; preparar ese porvenir a través de nuestra obra, es prolongarnos a través del tiempo y de la vida. Esa es nuestra acción y es la única acción que merece ser vivida. Las demás, la acción de los perros, cerdos y demás animales, no tienen para nosotros la trascendencia que tiene vivir espiritualmente para nuestros hombres y morir por ellos si es necesario. Ese es el patriotismo que hay que desarrollar: un amor a esa comunidad que vive por nosotros, que sufre y que goza con nosotros. El soldado es por antonomasia un conductor de hombres, grandes o chicos. Lo primero que necesita conocer es el corazón humano, pero no para servirse de él, sino para servirlo y servirlo con todas sus fuerzas. Esta es la única solidaridad que existe: la misma entre los soldados. No se hace ni a través de banquetes ni a través de discursos, se hace en la vida de todos los días, donde se desarrolla el verdadero amor al camarada, el verdadero cariño. Y no se va después a una reunión a criticar al amigo, al camarada, en corrillo o en rueda, practicando lo peor que el hombre tiene en su solidaridad y que es la hipocresía. Para un soldado, este debe ser un delito infamante. Yo anhelo para mis camaradas que los cuarteles sean verdaderos templos de amigos dispuestos a jugarse todos los días por el bien del servicio y por la patria, mancomunados en una solidaridad indestructible que es el verdadero patriotismo. No se puede amar a las vacas, a los campos ni a las ciudades; se ama a los hombres, que son los únicos dignos de nuestro amor y de ese patriotismo que nosotros propugnamos. Señores: el patriotismo es amor y el amor se siente o no se siente. Nadie desarrolla el amor a través de discursos ni de ninguna otra cosa. El patriotismo es una suerte de amor. Se ama a la madre que nos cuida, que nos educa, y aquella que tira a su hijo, no puede reclamar este amor. La patria es lo mismo. Cuando la patria es justa, es solidaria en el dolor y la miseria con el más humilde de los ciudadanos, está haciendo patriotismo, está inspirando ese amor que no se inspira de otra manera. En esto sucede como a aquel que quieren imponerle una novia. Con discursos no entra. La novia entra o no entra, sea buena o mala, linda o fea, si no hay una suerte de atracción que es el amor. El amor a la patria es como todos los demás amores. Debemos inspirarlo y cultivarlo con hechos y con acciones, no con palabras. No sé si de todo cuanto he tratado de hacer en este país hay algo trascendente e importante, pero sí sé que ese pueblo descreído ha vuelto a la fe por el patriotismo. Lo pulso todos los días. Esos hombres, a través de la solidaridad que comienza en las agrupaciones y termina en la patria, está despertando un nuevo patriotismo, el único, el verdadero patriotismo. No crean ustedes que esos que hacen discursos patrióticos son patriotas; la mitad de ellos son patanes, son especuladores; muchos de ellos son cualquier cosa menos patriotas. Patriota es el que trabaja todos los días al servicio de la patria, no el que va de cuando en cuando a decir lindas palabras, llenas de retórica y llenas de dialéctica, que es una de las formas de la hipocresía literaria. La verdad es la verdad, y la suprema elocuencia es la que presenta la verdad descarnada en el menor número de palabras, no llena de retóricas y laureles que, al fin y al cabo, se inventaron tanto para adornar la testa de los vencedores como para hacer un lindo tuco para los tallarines. Nosotros, señores, los soldados, somos maestros, y lo hemos sido durante cuarenta o cincuenta años de nuestra vida, y sabemos bien en que radica el patriotismo y en que radica el sacrificio y la abnegación de los hombres al servicio de la patria. La escuela del regimiento, institución sagrada dentro del ejército, que no debió ser abandonada jamás, porque es la célula espiritual en que deben fundirse los hombres de mando y donde deben formarse los hombres de obediencia, es la única escuela sagrada dentro de la instalación. La escuela de regimiento, así se la practique en el más apartado lugar o en la menor unidad, está presentando el jefe, además del hombre que manda, administra y dirige, el hombre que es el maestro. El maestro que otorga con su ejemplo más que con su palabra. Los hombres se forman generalmente por imitación más que por ilustración. Algún ancestro del Pithecantropus Erectus ha de quedar en nosotros todavía, que nos hace ser tan buenos imitadores y hace que la enseñanza esté en el propio ejemplo o en el de los superiores. Todo esto, señores, constituye el punto de partida, constituye la médula espinal de todo un sistema que nosotros hemos practicado y que sabemos que en otras partes y en otras instituciones no se practica. Debemos seguir ese ejemplo, esa vida abnegada y sacrificada del jefe que no solamente se preocupa por su instrucción, sino que también se preocupa por la educación espiritual de sus hombres, porque sabe que de nada valen los genios que no se animan a arrimarse al campo de batalla. Los genios los necesitamos en el campo de batalla y debemos darle la fuerza motriz necesaria. La guerra es un drama sangriento y apasionado, donde la lucha es el factor del éxito; y la lucha es acción, acción y más acción. Por eso, el formar jefes creadores, jefes con amplio espíritu de iniciativa e inquietud permanente, es formar hombres de acción y es formar hombres luchadores. Dios quiera que nunca nos haga falta emplear ese espíritu desarrollado en tiempo de paz. Pero, señores, debemos prevenirnos y hablar todos los días de esa actividad. Yo no concibo que el hombre de guerra hable solamente de paz; debe hablar todos los días un poco de eso que puede ser su misión fundamental y final. Dentro de una acción de conjunto, que el gobierno está empeñando en desarrollar mediante el Segundo Plan Quinquenal, el ejército tiene un rol extraordinario. Nosotros concebimos toda su acción realizada en lo que se refiere a la reforma social, en lo que atañe a la reforma económica y en lo que concierne a la reforma política puesta al servicio de los verdaderos valores del pueblo, que son los valores espirituales. Nosotros no concebimos ni la felicidad ni la grandeza, sino el servicio de las virtudes del hombre. Por eso decimos que hemos elaborado una doctrina profundamente humanista. El humanismo, para nosotros, está dirigido precisamente a formar en el hombre los únicos valores que son decisivos en la vida, tanto de él como de los pueblos. Ni las ciencias, ni las artes, ni la técnica, tienen ningún valor intrínseco. Las ciencias, las artes y la técnica son buenas cuando están al servicio de bien, y son malas cuando están al servicio del mal. De manera que como valor intrínseco, las ciencias, las artes y las técnicas tienen un valor relativo, relativo al hombre que las emplea. Por eso lo fundamental es el hombre y por eso nosotros queremos influir para que él haga buen uso de las ciencias, de las artes y de la técnica. Sin hombres buenos, patriotas y honrados, las ciencias, las artes y la técnica, no serán sino nuevos azotes para nosotros, mismos, porque pueden estar en manos de una mala persona. Cuando damos instrucciones, sean ellas artísticas, científicas o técnicas, la primera pregunta que debemos hacernos es para que sirven estos elementos del hombre. Sirven para capacitar al hombre en la lucha por la vida; sirven para dar armas a los hombres. Pero debemos pensar, cuando damos estas armas, sino la estaremos dando a una mal persona. Por esa razón el gobierno está empeñado también en realizar una reforma educacional y una reforma cultural, que ha de llevarse a cabo integralmente dentro de nuestro pueblo, porque de lo contrario es indudable que proliferarán los malvados a medida que nosotros nos desentendemos del problema de la educación. Nuestro país, como la mayor parte de las grandes comunidades modernas, se ha ido desviando del problema inicial de la formación del hombre hacia el problema superficial de la ilustración del hombre. Se ha hablado mucho de los métodos formativos, pero a nadie se le ocurrió reformarlos. Ustedes saben como yo, señores, que es mucho más fácil hacer un discurso de cuando en cuando y dirigir la instrucción desde el despacho del jefe del regimiento; pero la instrucción tendrá muy poco que agradecerle a ese jefe. Es necesario ir todos los días a mirar cómo vive el soldado, como calza, como come y como realiza su instrucción. Enseñándole a manejar bien su arma se le enseña también a manejar su alma, que es la que sostiene el fusil. Esto es de una trascendencia tan importante en el pueblo como en el regimiento; en la más pequeña unidad como en la más grande. Por esa razón nosotros estamos empeñados en iniciar durante el Segundo Plan Quinquenal una reforma educacional y una reforma cultural en el país. Pero esta reforma no se podrá realizar dentro del pueblo argentino con métodos técnicos. Yo no podría efectuar una reforma educacional dirigida al alma de los individuos a través de un lindo plan desarrollado y lanzado a través de la propaganda mural, escrita o hablada. Eso sirve bien para vender dentífrico o goma de mascar, pero cuando hay que ir al alma del hombre se llega mediante un aparatito transmisor que tenemos nosotros y otro receptor que tiene él; ese es el camino. Hay que trabajar, hombre por hombre, en toda la extensión del espacio nacional y del tiempo. Es una tarea más difícil de lo que parece; pero, si nos ponemos todos a realizarla, lo lograremos acabadamente. En el Ejército, cuando llegan los futuros oficiales, los recibimos en el colegio Militar. Allí les enseñamos lo que podemos; los conducimos, los vigilamos y aconsejamos permanentemente; les corregimos sus errores, a veces con demasiados días de arresto, porque un consejo puede ser más oportuno que muchos días de arresto cuando uno trabaja sobre el corazón de los hombres. Sale después de oficial, y se lo entregamos al capitán; este lo vigila y lo observa. Lo cuidamos como si fuera nuestro hijo; si no sirve, lo echamos, lo que es una gran ventaja. Por ello, en el ejército se consiguen cuadros con alto valor moral en los hombres. En el pueblo no podemos hacer todo eso; pero podemos hacer mucho de ello. Empecemos por influir en la casa, por enseñarle ya en su casa lo indispensable, y que cada padre y cada madre sea algo maestro de sus propios hijos, a quienes tienen a veces un poquito abandonados. Después pasará a la escuela, donde lo recibirá el maestro, que no solo debe enseñarle a leer y escribir, sino que, además, tiene que ser un poco padre. Enseñemos eso, si es posible, en la Escuela de Guerra, porque nosotros practicamos en los actos de toda nuestra vida una escuela activa. En las otras se forman esos tipos de académicos que leen una conferencia que a lo mejor no la escribieron ellos, sino que la hizo un amigo que tenía ganas de escribir, pero que sabía menos que él. La lee con gran prosopopeya, con un gran tono, pero de él no hay nada, ni la personalidad. No piensa que lo que va a decir, aunque sea muy malo, siempre es mejor que lo que va a hacer el otro y lo va a pasar de contrabando. Ese está demostrando que es un inútil. En esto, señores, nosotros tenemos que llegar a la realización dentro de nuestro pueblo. Estamos hartos de discursos académicos; es necesario que empecemos a decir la verdad, y la única manera de decir la verdad es con pocas palabras, aunque sean dichas brusca y rudamente, sin ninguna retórica, pero que sea la verdad. Yo prefiero la verdad desnuda a una mentira con traje de etiqueta. Señores: después de la escuela, el muchacho pasa al colegio nacional. Ahí le toca nuevamente al maestro ir formándolo, ilustrándolo y educándolo. Más tarde pasa a la universidad, que es lo más frío que he visto en mi vida. Hay buenos profesores, sabios muchos de ellos, pero sin ningún deseo de enseñar. Ocurre con esto un fenómeno que sucede muy a menudo en algunas partes en las que las nosotros damos instrucción y que está definido por los italianos en forma de chiste. Me decía un alpino: "¿Servicio Militar Obligatorio? ¡Ah, sí! Hay un señor empeñado en enseñar una cosa que él no sabe y que los otros no tienen ningún interés en aprender". Algo parecido resultan esas clases académicas en nuestras universidades, ya que los profesores universitarios no se dan cuenta que son, además de académicos y profesores, maestros para enseñar. Muchos dicen: "El médico se forma después de recibido". Eso ocurre cuando no tienen maestro. No pensaría Hipócrates lo mismo, que tenía sus alumnos con él y que lo aprendieron todo con él. Señores: este es el proceso de deshumanización de la enseñanza. Se enseña a los hombres y, en consecuencia, la enseñanza debe ser perfectamente humana; sin embargo, una técnica pérfida y fría ha llevado a la deshumanización de lo que debe ser más humanizado. Muchos de ustedes, jefes y oficiales de Estado Mayor recordarán la enseñanza activa de nuestra escuela Superior de Guerra, y comparando como aprendieron antes muchas cosas, se darán cuenta de cuánto vale la escuela activa, en la que el profesor trabaja durante ocho o diez horas al lado del alumno, quizá más que él, cuando no es un profesor "barato" de esos que hacen que trabaje el alumno, y él trabaja lo menos posible. Señores: el proceso de la reforma educacional que hemos de realizar con el Segundo Plan Quinquenal implica ponernos todo el mundo a trabajar en la misma causa, vale decir que desde el padre y la madre hasta el último hombre en el escalón del pueblo debe trabajar, vigilar y observar a los demás, porque eso muchas veces actúa sobre la conducta, y uno suele ser mejor. Los hombres somos todos buenos, pero si nos vigilan somos mucho mejores. También eso es exacto y real. Por esa razón, el pueblo, que está formado por hombres que realizan y hombres que dirigen, arroja la responsabilidad tremenda sobre los dirigentes, que no solamente actúan sobre las cosas materiales que él dirige, sino sobre sus ejecutantes. Deben accionar sobre ellos con el ejemplo, con la moral y con el espíritu, pero, como digo, no solamente deben hablar de virtudes, sino también practicarlas, porque lo sabio de las virtudes no está en su enunciado, sino en su práctica. En estos nosotros hemos de iniciar una gran tarea en el pueblo. Son dieciocho millones de hombres sobre los cuales debemos trabajar, y todo el que pueda poner su hombro en este sentido, si es dirigente mejor, ha de ponerlo para que realicemos el milagro. Yo lo voy a hacer; muchas cosas más difíciles las he realizado ya. Cuando emprendí en Trabajo y Previsión esta misma prédica, yo estaba sólo allí y hay que ver lo que me costó hablar a uno, a diez, a cien, a mil, a cien mil... e ir convencido como lo sigo haciendo hasta hoy, porque es tarea de los dirigentes del gobierno, así como la de todos los dirigentes, además de gobernar, enseñar. El gobernante que no sea a la vez un maestro no llega lejos porque acciona sobre la administración del gobierno, que es la parte más inerte del gobierno, pero no acciona sobre los hombres que es la parte vital del gobierno. No creo que gobernar sea solamente administrar más o menos bien la cosa pública y gobernar más o menos bien el país. Gobernar es accionar sobre el espíritu de las personas, irlas conformando en la dirección que la patria exige; ir formando almas, que es lo más grande que el hombre puede formar. Algunos lloran de alegría cuando les nace un repollo. ¿Cómo tendríamos que llorar, entonces, si viésemos salir un hombre formado por nosotros, con nuestro ejemplo y con nuestra decisión de hacer. Esto, señores, es grandioso tomado desde este punto de vista; y la tarea del jefe que gravita todos los días sobre sus subordinados es grandiosa cuando se la ejerce de esa manera. La carrera militar, ejercida con esa altura, es una profesión, quizá la más digna y la más grande. De lo contrario, se transforma en la fuerza más intranscendente de la vida. Que cada una ponga sobre su corazón y sobre su conciencia el contacto necesario para inspirarse en las sabias palabras que acaba de pronunciar el señor ministro de Ejército. Yo tengo cuarenta años de servicio y podría confesar en este instante que jamás de un ministro de Ejército he escuchado palabras más sabias y más prudentes. Yo doy gracias a Dios porque estos hombres sean los que dirijan la institución que tanto amo a través de tantos años de servicio, de sacrificios y de abnegación. Muchas gracias. ..................
1953-12-23
ANTE CADETES DE LA POLICIA FEDERAL
Deseo en primer termino, agradecer profundamente emocionado la entrega de esta gloriosa bandera de la Policía Federal, emoción que ha tocado las fibras más sensibles de mi corazón por haber sido recibida de manos de los viejos servidores de la patria y del orden público, representados por esos veteranos que nos honran con su presencia en esta ceremonia. Jóvenes oficiales: habéis recibido en esta escuela una capacitación policial; os habéis educado en una disciplina, y os habéis forjado un carácter. Y a lo largo de toda vuestra vida policial no olvidéis jamás estas tres enseñanzas básicas que se os han impartido. Ellas constituyen básicamente las tres condiciones fundamentales que os caracterizarán en el futuro como verdadero policías. Si hay algo honroso en la vida de un hombre, es poner su vida al servicio del orden y del bien. Por eso, el acto que realizamos es el más trascendental de nuestra vida. Salís de la masa ciudadana para incorporarnos a vuestra carrera de dirigentes en la comunidad argentina. Esto presupone una gran responsabilidad, que se sirve solamente con lealtad, abnegación y sacrificio. Esas tres condiciones son las divisas que debéis ostentar siempre en vuestra frente honrada de ciudadanos y de policías. Es indudable que en ese carácter de dirigentes en una comunidad, la responsabilidad estriba no solamente a cumplir fríamente la obligación de reprimir, sino también en elaborar a lo largo de toda vuestra vida la noble función de prevenir, de prevenir enseñando y de prevenir aconsejando. Así, el pueblo de la República, además de respetaros, os amará y la policía, cuando es amada y respetada, cumple mejor su importante función. Sabemos que la ciudadanía argentina, componente de una comunidad organizada, está también imbuida de una disciplina y de un orden. Es precisamente al servicio de esa disciplina y de ese orden popular que estamos todos los ciudadanos, pero a ello estamos aún más obligados aquellos a quienes se nos discierne el más insigne honor que puede alcanzar un ciudadano de esa comunidad: dirigir o conducir a los demás que la componen. Por eso, jóvenes oficiales, vuestra misión no solamente es noble, sino también sagrada dentro de la ciudadanía. En vuestras manos estará también, en el futuro, el bien y el respeto de vuestros conciudadanos en sus derechos. Servir a la comunidad es hacer respetar a cada uno de sus ciudadanos en sus derechos; servirlos con amor y con abnegación es vuestra función permanente y fundamental para que la policía sea siempre una garantía de orden y de honradez, a la par que un amparo que encuentren todos los ciudadanos en todas las ocasiones de su vida. La mejor policía es aquella que es más respetuosa de la ley y más respetuosa del derecho y de la dignidad del pueblo. Servir a esa ley, a esa dignidad y a esos derechos es la causa más noble y la consigna más insigne que pueda recibir un ciudadano. Quiera Dios que a lo largo de toda la carrera que iniciáis pueda acompañarnos permanentemente la satisfacción inmensa del dirigente que sabe cumplir todos los días con abnegación y con sacrificio la tarea que le confían los demás ciudadanos. Y pido a Dios que al final de vuestras vidas podáis, como los veteranos de la Policía Federal, ostentar sobre vuestras frentes los recuerdos de una honradez y de una dignidad vividas velando por la patria, por la sociedad y por los ciudadanos. .....................
1954-01-04
En la ceremonia de entrega de los sables corvos a los nuevos generales
Señores generales: He querido también este año, tener el privilegio de entregar personalmente los sables a los señores generales recientemente ascendidos. La República pone en manos de los señores generales esta insignia, para nosotros ya gloriosa, porque rememora las hazañas del más grande de los soldados argentinos, el general San Martín. Es indudable que al poner tan alto honor en manos de generales argentinos, la República piensa también que, juntamente, pone la tremenda responsabilidad de que sean ellos dirigentes capacitados dentro del personal de la misma; dirigentes como fija la ley: ejemplo y modelo de sus subalternos. En este sentido, yo tengo la inmensa satisfacción de poder declarar a los señores generales que el gobierno se siente feliz, y que la República está segura y consciente de que ustedes sabrán hacer frente a su responsabilidad con la sinceridad y lealtad que el servicio impone. Hemos visto como, paulatinamente, el adoctrinamiento nacional dentro de las instituciones armadas progresa a pasos rápidos y seguros. El adoctrinamiento nacional representa para nosotros el punto de partida de una Nueva Argentina que piensa de una misma manera, siente de un mismo modo y obrará unánimemente en una misma forma. Por eso, damos a este adoctrinamiento una importancia extraordinaria. Yo observo, especialmente en el ejército, que este adoctrinamiento progresa, y progresa constructivamente. Ese mérito es mérito que debo asignar personalmente al señor ministro y en forma general a los señores generales que están realizando una verdadera conducción en el ejército, dentro de esa doctrina nacional. Me satisface, como ciudadano y como soldado, que este adoctrinamiento progrese y que se vaya haciendo carne efectiva en la sinceridad y en la lealtad de los que mandan. Por eso, al entregar los sables a los señores generales, y al ratificar la entrega que en otras oportunidades hemos hecho a los que hoy no los reciben, pongo en manos de ellos no solamente el cariño de camarada, sino también la confianza de mandatario en cada uno de los señores generales, que, por ser pares, satisface en forma extraordinaria a mis sentimientos de soldado. Señores generales: Les deseo, en el grado que inician los que han recibido hoy el sable como generales de la República, que la suerte los acompañe, y les auguro, también, la prosperidad que merecen los hombres dignos y de honor que dedican su vida y sus sacrificios al servicio de la patria. Que Dios los colme de felicidad. Con ello deseo, también, en nombre de la República, que mantenga esta insignia en la dignidad y el honor con que se ha mantenido siembre en el ejército de la patria. .......................
1954-01-20
Al recibir una condecoración del gobierno de Italia :
Señor embajador: Esta distinción representa para mí un insigne honor, no por una sola causa sino por numerosas razones ligadas a lo más profundo de mis sentimientos. Primero, porque yo, he tratado de mantener en esta parte del mundo una consigna que debe ser sagrada para todos los que provenimos de la progenie latina; he tratado por todos los medios, de ser, antes que nada, útil a esa unión y a esa unidad que creo debemos mantener intangible e inconmovible todos los que de una manera directa o indirecta venimos del viejo "latio" de los romanos. En segundo lugar, porque habiendo vivido en Italia largo tiempo, he aprendido amarla profundamente como a mi propia patria, y tercero, porque en esta tierra argentina estamos consubstanciados con todo lo que es Italia y con los italianos mismos. Finalmente, además de las numerosas razones que no mencionaré aquí, por venir de las manos del ilustre presidente Einaudi y por llegarme a través del embajador Arpesani, que es un grande y querido amigo nuestro. Señor embajador: Yo solamente deseo que estéis persuadido y que hagáis llegar a vuestro gobierno la persuasión de que al colocar esta insignia de la noble Italia sobre el pecho de un ciudadano argentino, podéis tener la convicción más absoluta de que en todos los actos de mi vida haré por honrarla y por enaltecerla en el nombre de Italia, que es para mí tan querido y tan sagrado. ...................
1954-02-14
Al recibir la insignia de Primer Patrullero de la Policía Federal
Señor jefe, señores oficiales y suboficiales de la policía; compañeros patrulleros: Para mí es, indudablemente, un inmenso honor el que ustedes hayan tenido la amabilidad de traerme esta insignia, tan noble y tan honrada por ustedes mismos, en el desempeño de las tareas de la Policía Federal. Y más que nada, me honra y me llena de satisfacción, que sea un modesto servidor de la Policía Federal quien me lo haya hecho llegar a mis manos, con palabras tan emotivas y tan simples, pero tan llenas de cariño y tan llenas de respeto. Para nosotros los que miramos con los ojos del alma, estas funciones, a las que damos todo nuestro estímulo par llevarlas adelante, constituyen un motivo de honor. Porque vale más desempeñar una tarea de esa naturaleza, cuando uno cumple con su deber, que el desempeñar cualquier alto cargo de la República si no se lo hace con dedicación y con sacrificio. Por eso nuestra Policía Federal va afirmando en el pueblo, día a día, ese respeto y ese cariño de que nosotros queremos verla rodeada. Me llena de honor y de satisfacción que me hagan llegar este recuerdo que luciré permanentemente como un símbolo del respeto, de la admiración y del cariño que yo siento por ustedes. Dios quiera que la patria vea ese día feliz, en que cada uno la sirva modestamente, con sacrificio, con cariño y con admiración, cualquiera sea la función que la providencia nos asigne. Varias veces he dicho que cada día me siento más orgulloso de la Policía Federal, no porque ellos represente para mí una cuestión personal, sino porque viéndola desde mi puesto de funcionario de la República observo la eficacia, la honradez y el sacrificio con que ustedes sirven a la patria. Por eso este es para mí un inmenso honor que agradezco y que jamás olvidaré. Muchas gracias. ...............
1954-02-24
En la clausura de la reunión de gobernadores
Señores: Vamos a clausurar este reunión de gobernadores, que yo desearía que haya sido útil a todos los compañeros que han concurrido a ella. La finalidad de estas reuniones, más que nada, es la amplificación de los conceptos peronistas en los distintos aspectos y, en este momento, para lanzarlos en provecho de la acción futura. Además, coordinar nuestros métodos y sistemas para ir creando una escuela que nos permita ir extendiendo a toda la República los métodos y sistemas de trabajo que nos han de dar un alto grado de organicidad en la acción. Creo que uno de los más grandes males de la República ha estribado precisamente en esa falta de organización de conjunto. Todos los días, la historia nos presenta ejemplos de países que sucumben ante la más pequeña incidencia de crisis y otros que resisten las más grandes crisis que pueden producirse. La enseñanza que arroja esto es simple. Resisten los países organizados y sucumben los países no organizados. Por esa razón, frente a esta observación objetiva de hechos, sin considerar ninguna otra cosa, nada más que lo que está sucediendo, lo que se está produciendo, y analizando cuáles pueden ser las causas de esos fenómenos tan difíciles de explicar de otra manera; por ello, una de mis principales preocupaciones ha' sido siempre influir para realizar cosas que sean trascendentes, para que se graben con sentido orgánico en la nacionalidad. La organización que vive sin sistematizar su acción es como aquel que escribe en el aire y a medida que escribe se borra la escritura. Por otra parte, los hombres pueden ser decisivos en la vida de los pueblos, pero no son permanentes si no se traducen en obras y organizaciones; porque el tiempo vence al hombre. Pero lo que no puede vencer al tiempo es la organización, que trasunta los pensamientos, las ideas y las acciones a través del tiempo y de la distancia. Por eso he dicho muchas veces que una de las cualidades más importantes en la conducción y en el gobierno es precisamente una escuela. El gobernante debe ser un maestro, debe educar y formar también en su pueblo hombres asimilados a su escuela y a su acción. El peronismo no habría hecho mucho para la Nación sino dejase sus enseñanzas. Esto es lo que interesa, esto es lo que es trascendental en la vida de los pueblos. Por esa razón, yo aspiro a que el peronismo no sea un elemento de acción presente, sino más bien de acción futura. Que no logremos nosotros solamente nuestra acción y nuestra palabra, sino nuestra escuela y que ella trascienda quinientos años en la República, si en esos quinientos años será útil y proficua para la felicidad de los argentinos y para la grandeza de la patria. En toda nuestra acción, que yo trataré en estas circunstancias de recapitular, hemos seguido una técnica; eso no lo puede negar nadie. Hemos tenido siempre un plan y tenemos permanentemente un método. Es esa técnica, es ese plan y es ese método lo que tiene valor permanente para la nacionalidad y lo que nosotros debemos dejarle a la República Argentina cuando abandonemos esta vida como un legado hereditario, que será lo único que quizá podamos dejar de trascendente y permanente para la República. Nuestro empeño en realizarlo está en que podamos en estos tiempos ir haciendo de esa técnica y de ese método la posibilidad de perpetuarla en los sucesivos planes, que los sucesivos hombres de la República puedan poner en, ejecución para el bien del país. Esta acción es la que nosotros tratamos de desarrollar en estas reuniones, de gobernadores, para que estas ideas vayan expandiéndose a lo largo de todo el país y para que de una vez por todas pensemos que la República Argentina no es solamente la Capital Federal, sino que los verdaderos valores del futuro de la República están más en periferia que en su centro, están 'más en esos inmensos territorios que podemos influenciar desde aquí que en nuestra metrópoli, que habiendo llegado a un extraordinario desarrollo tiene más bien un presente y un pasado que un futuro tan promisorio y tan grande como tiene el resto de la República Argentina. Por eso, compañeros, el poder llevar al interior estas ideas, el poder llevar al interior nuestros planes, nuestra técnica y nuestro método es tan importante, aún mayor de la que nosotros podamos sospechar. Hacer de este país un organismo que piensa y siente en conjunto, que tiene un alma colectiva, y que esa alma tiene las mismas vibraciones anímicas en Jujuy, en Tierra del Fuego, en Buenos Aires y en Mendoza, es darle unidad a la Nación y darle unidad en el sentido verdadero de la palabra; unidad espiritual primero, para darle unidad material después. Es necesario desarrollar una cultura cívica, de ahí la Escuela Superior Peronista; de ahí las escuelas peronistas. La influencia que estos sectores de la cultura peronista van a tener en la cultura argentina va a ser extraordinaria. Nosotros no hacemos una Escuela Superior Peronista para enseñarle a los peronistas como deben ser más sinvergüenzas cada día, como eran las antiguas políticas, sino que enseñamos cómo deben ser mejores patriotas cada día, cómo deben ser hombres decentes cada día más y como hombres cultos y capaces un poco más también cada día a través de esa educación. La Escuela Superior Peronista no da solo conocimientos, sino también principios morales y virtudes para nuestros dirigentes, porque de poco valdrían dirigentes muy capacitados si fueran sinvergüenzas. Sería sumamente peligroso. Por eso, nuestra escuela se ocupa en tomarle a cada uno de los que ingresan en el curso un juramento de honradez y de lealtad al país y a la patria. Esto es nuevo en nuestro país. Por eso queremos que esas escuelas se instalen cuanto antes y que, una vez instaladas y en funcionamiento, trabajen sobre el espíritu de nuestros dirigentes y también sobre su capacidad. También tenemos que enseñar a un inmenso sector de la población nuestra doctrina. Para eso son los organismos doctrinarios básicos. Y tenemos que formar numerosos dirigentes honrados y capacitados, y para eso son las escuelas formativas. Queremos que los dirigentes del futuro hayan pasado todas esas escuelas, porque será la forma de uniformar todo este método, todo este sistema que estamos poniendo en ejecución en la República, no solo por el sentido práctico, empírico, rutinario del trabajo, sino por la concepción y la iniciativa de todos los días, que permitirá que cada peronista vaya un día y otro perfeccionando y mejorando nuestra organización, nuestra manera de pensar y nuestra manera de sentir. Por eso, señores, yo les recomiendo mucho que amparen y que ayuden a las Escuelas Peronistas provinciales, como también a las Escuelas Sindicales que funcionan en todo el país. La reforma cultural es una reforma a la que hay que darle mucha importancia, y hay que ocuparse personalmente. Me gustaría ver que en las provincias, los ministros de Educación, como así también todos los organismos de la cultura, tomasen como una cuestión personal todo esto. Me gustaría que realizasen su acción personal, les hablasen a los maestros. Yo ya le hecho la parte principal, la grande, organizando a los maestros, reuniéndoles en Buenos Aires, y aquí, hablándoles varias veces, y hablándoles también a los sindicatos y organizaciones para que todos influyamos en la reforma cultural. Yo les pido que quieran ser tan amables de llevar mi saludo a todos los compañeros de las provincias, saludo que lleva también la complacencia de las organizaciones políticas por el feliz desempeño que realizan los compañeros en toda la República. ..................
1954-03-04
A los mejores estudiantes secundarios del interior del país
Hay que ir extendiendo las organizaciones estudiantiles en todo el país para los estudiantes aprendan a manejarse solos, para que pierdan ese complejo de inferioridad que tenían hasta ahora. Yo quiero un pueblo de triunfadores, de gente que quiera luchar o ir adelante, pues de esa manera es como progresa el país. Para ir lejos lo esencial es querer ir lejos; y para ir lejos hay que formar la juventud luchadora. Queremos iniciar en el país una manera de ser menos hipócrita y con más realidad de la vida. Que cada uno luche y triunfe cuando merezca triunfar, pero, sobre todo, que sea dueño de su propia personalidad sin atarse a prejuicios y preconceptos de ninguna naturaleza. Nosotros queremos que la gente sea normal, no por que no conozca la inmoralidad, sino que conociéndola, no la cometa por convicción. Esa es la verdadera escuela del carácter. Lo otro es ocultismo, que nunca ha sido provechoso para la humanidad. Nosotros queremos darle al pueblo la posibilidad de que viva la realidad, y que, sobre la misma, construya. Se cometerán muchos errores como los que empiezan a hacer algo, pero sobre los errores se hacen las cosas buenas. El que no quiere cometer errores termina por no hacer nada que es el más grande error que se pueda cometer. Todas estas cosas las vamos después extendiendo, y contamos para ello con la gente joven. La vida es ingrata con los hombres y las mujeres. Cuando uno llega a viejo ha aprendido muchas cosas, pero no le sirven para nada porque le queda poca vida. Les queda, entonces, a los jóvenes, a misión de ir adelante. Los viejos tenemos que darle un poco de experiencia que nos ha permitido ser honorables y honrados durante toda la vida. Les trasmitimos esa sabiduría y prudencia que hemos adquiridos a esta altura de la vida como un bastón para que empiecen a caminar ligero. Los felicito a ustedes porque, dentro de lo que es nuestra principal preocupación -los jóvenes-, ustedes son el elemento sobresaliente. Ustedes tienen en esta cruzada el premio por el comportamiento y la aptitud, lo que significa que, entre todo el elemento estudiantil secundario, ustedes son el elemento mejor o por lo menos el que se preocupa más, o el más inteligente, o el que tiene más suerte, que son todos factores positivos. Todo esto tiene su valor positivo, pero yo sé que ustedes tienen además de esto, mucha capacidad, inteligencia y sabiduría. Por esto yo los felicito en nombre del gobierno, del Ministerio de Educación, y les pido al mismo tiempo que sigan adelante, porque entre ustedes están los elementos dirigentes del futuro. Cada uno de ustedes debe vivir como si en el futuro, dentro de veinte o treinta años, tuvieran que sentarse aquí con toda la responsabilidad del país sobre sus espaldas. Cada argentino debe vivir pensando en eso y hacer desde ya todo lo posible para que, si debe cargar con esta responsabilidad, sepan defender y llevar adelante al país, en bien del pueblo. ....................
1954-03-05
Ante gerentes de cooperativas :
Señores: Deseo que mis primeras palabras sean para agradecer la infinita bondad del amigo Sienra, a la que ya nos tiene acostumbrados en tantos años que trabajamos juntos. Por otra parte, quiero agradecerles a cada uno de los señores la amabilidad que han tenido de llegar a esta casa para darme la inmensa satisfacción de poderlos saludar personalmente. Yo he escuchado al amigo Sienra con toda la emoción que en mí producen los hombres de buena fe, con entusiasmo y con amor, que trabajan por las cosas que nos son comunes a todos los argentinos. El plan de desarrollo cooperativo no solamente ha contado con nuestra simpatía, sino que cuenta y contará con nuestro apoyo permanente. Ello corresponde a toda la planificación de gobierno. Ustedes saben bien, -y lo he dicho en numerosas oportunidades y el gobierno lo ha hecho público a través de sus resoluciones, de sus decretos de su planificación- que el sistema cooperativo es uno de los grandes ideales perseguidos por nuestro movimiento; y no de ahora, sino desde los comienzos, en 1943 y 1944, cuando hablar de cooperativismo en el país era una cosa un tanto escabrosa. Yo dije en aquella oportunidad que el sistema de comercialización de la producción argentina era de tal manera desastroso que la prolongación de este sistema iba a llevar no solamente a la pérdida de todo entusiasmo por producir, sino también, a la desvalorización total del campo argentino. Una de las primeras medidas que adoptamos, precisamente, en la estructura de nuestra situación económica, fue la de tomar la comercialización por el Estado. Yo expliqué en otra oportunidad, en la misma ocasión de realizar la primera reforma, que nuestro deseo era terminar con la intermediación que, en el fondo, constituía el elemento básico de la explotación del campo argentino. Debíamos reemplazarlo por un sistema cooperativo en el que cada uno de los productores, representados en él, tuviera la posibilidad de defender sus propios intereses. Y al hacerlo, nosotros creamos la famosa organización IAPI, tan criticada por algunos y tan defendida por otros y que, cualquiera hayan sido sus defectos, ha reemplazado con extraordinarias ventajas a todos los sistemas existentes hasta nuestros días en el país. Y el hecho surge claro en los actuales precios de los cereales, aún en los momentos en que el mercado internacional está decayendo por numerosas circunstancias. Nosotros dijimos que nuestro sistema ha de mantener lo máximo posible los precios de los cereales y la remuneración siempre conveniente para los productores agrarios. Hasta ahora hemos cumplido al pie de la letra cuanto habíamos prometido y planeado; el futuro dirá sobre lo demás, pero en este sentido nosotros somos ampliamente optimistas. Nosotros entendemos perfectamente bien que el Estado no es el mejor comercializador, porque no puede ponerse en ciertas cosas en que sí pueden ponerse otros comercializadores. Pero, planteado ese problema, nosotros, en este momento, tenemos la dificultad de la comercialización internacional de nuestra producción. Y, actualmente, ¿Quién la puede realizar mejor que nosotros? Aquí no caben más que tres situaciones: que el movimiento cooperativo se desarrolle en el país en tal forma que ustedes puedan realizar esa función, para lo cual necesitan una gran organización que actualmente no existe; que el Estado desarrolle esa gran organización, y esto no es un inconveniente porque va a ser reemplazado por otros órganos posteriores, y, por último, entregar a los antiguos monopolios la comercialización. Estos son los tres remedios que quedan. Yo me he decidido por el IAPI, es decir, me he decidido a seguir comercializando en la forma en que lo estamos haciendo, con algunos defectos, con algunos errores, con algunas cosas que no estarán del todo bien, pero que, indudablemente, constituye un procedimiento mucho más conveniente que si volviéramos a entregar la comercialización a los monopolios. Esperemos que el movimiento cooperativo se desarrolle serenamente y se organice, lo cual, desde luego, no se puede hacer en cinco minutos. También los grandes consorcios necesitaron cuarenta o cincuenta años para organizarse y sacar sus beneficios propios de esa organización, porque los beneficios de esa organización no iban a los productores, en manera alguna. Esto debe hacernos ver que si alguien que no sean ustedes realiza la comercialización, el beneficio no será para ustedes sino para quien lo realiza o para intermediario. Y esto último es lo que queremos evitar. Cualquier sistema de comercialización que se establezca, en cualquier momento que ello ocurra, debe tener una sola finalidad: favorecer al productor. Si eso no se realiza, no es un buen sistema de comercialización, ni interior ni internacional. Señores, esto no es un problema simple, por eso yo he venido luchando y hemos conversado bastante con los cooperativistas para ir desarrollándolo de una manera integral. Hoy, con inmensa satisfacción, compruebo que ustedes están realizando ese esfuerzo, porque el movimiento cooperativo no es sólo un elemento que se dedique a comercializar internacionalmente una producción, sino que es un movimiento integral que se permitirá la industrialización parcial, para satisfacer las necesidades regionales, e ir tomando esos sectores que si ustedes no los toman caerán en manos de intermediarios, a quienes nunca tendría mucho que agradecer porque ellos no trabajan para los productores ni para las cooperativas, trabajan para ello. Muchas veces se ha dicho que el gobierno está contra algunas cosas. No, no; el gobierno no está contra nadie. El gobierno está para cumplir una función impuesta por las necesidades y por las posibilidades. Hasta ahora estamos sometidos a las necesidades porque no tenemos todavía las posibilidades. Ustedes están creando estas últimas. Dios quiera que lo logren. Esa es la orientación que gobierno ha declarado permanentemente. Esas posibilidades están en manos de las cooperativas, y nosotros seríamos sumamente felices si pudiéramos entregarles a ustedes toda esa función para que la realicen, a cambio de la que estamos realizando nosotros por el IAPI, que en este momento actúa como cámara de compensación en la comercialización. No es ningún negocio realizarla: el Estado está distrayendo ya una gran cantidad de dinero -pagos de la Administración, empleos, etcétera- pérdidas que a menudo se producen en toda la comercialización.- Por otra parte, no creo tampoco que sea una función permanente del Estado la comercialización, ni la interna ni la internacional de la producción, sino una función de los productores. Pero también creo que cuando esos productores la realicen hay que entregársela íntegramente. Pero hasta tanto no estén en condiciones de realizarla, es peligros hacerlo porque puede caer nuevamente en manos de los monopolios, con el consiguiente peligro para los propios productores. Esa es la situación actual. Por eso quiero decirles a ustedes que todo movimiento que tienda a fortalecer, desarrollar y ampliar la acción cooperativista, ya sea en el campo de la comercialización como en el de la industrialización de nuestra materia prima, tiene el apoyo del gobierno, porque coincide total y absolutamente con toda nuestra orientación. Asimismo, quiero expresarles que no es una cosa tan simple ni tan rápida como parece. La producción argentina es inmensa para la organización actual. Nosotros sabemos bien de esas tremendas dificultades, el ideal nuestro sería que el Estado interviniese para regular el intercambio internacional y dejar libertad absoluta en el proceso de comercialización. Naturalmente, las cooperativas por sí solas, en el estado actual del intercambio mundial, no podrían realizar ninguna comercialización. Hoy las relaciones de Estado a Estado y los compromisos bilaterales de los convenios, y demás cosas, han regulado el tráfico del intercambio en tal forma que, sin el apoyo y la acción del gobierno, no se puede concretar ninguna comercialización internacional con beneficio. El problema es, entonces, extraordinariamente complejo; pero en esto, afortunadamente vamos asociados las cooperativas y el Estado, no hay enemigo que pueda vencernos. En este asunto, la última palabra la tenemos que decir nosotros, unidos y asociados. Hay otro problema: existen un sinnúmero de intereses que debemos considerar. Debemos comprender que no se puede destruir ni se puede perjudicar cuando algún elemento contemplativo permite que se vaya realizando una evolución sin quebrantos. El gobierno ha tenido siempre en cuenta estas cuestiones y desea respetar también los intereses de los antiguos acopiadores, y los respeta porque entiende que no hay necesidad de romper de raíz ni de hundir a nadie ni esto se puedo ir concretando con el acuerdo, con el consenso de cada uno. Estamos en esa tarea; no estamos para pelear, para enfrentarnos y para destruir; todo lo que nosotros destruyamos será siempre perjudicial para el país. Por eso, estamos ayudando a haber esa evolución, poniendo la más buena voluntad para que se vaya reemplazando un viejo sistema, que sabemos que ha sido malo para el país, por uno nuevo que tampoco ser teóricamente resuelto; tiene que ser resuelto prácticamente, empíricamente. Si iniciáramos una organización teórica para resolver estos grandes problemas tendría el fin que tienen esas organizaciones que suelen fallar en sectores extraordinariamente grandes, lo que trae quebrantos que sufrimos todos. Lo sufre el productor, la cooperativa, el país, el gobierno, en fin, lo sufren todos. La tarea del gobierno reside en eso ahora, en dar tiempo al desarrollo cooperativo y que los hombres se vayan empapando bien, se vayan capacitando bien. No se improvisan estas grandes organizaciones. Ustedes tienen muchos años de existencia y abarcan sectores muy grandes en la República. Esto es como las grandes empresas que siempre comienzan de la misma manera. Yo tengo mucha fe en ese que empieza con un bolichito y que se va agrandando paulatinamente, y no le tengo fe a ese que comienza con un edificio de diez pisos, instala el negocio, y a lo mejor se funde. Esto tiene un proceso de engrandecimiento, y el cooperativismo, desgraciadamente, no puede escapar a ellos. Estos esfuerzos son los que llevan al desarrollo. Posiblemente seas el primer grande y serio esfuerzo cooperativista que se realiza en la América del Sud. Tenemos que asegurarlo. Es necesario continuar con este trabajo; hay que hacerlo triunfar de cualquier manera. Indudablemente que son ustedes lo que lo harán triunfar. Nosotros los podemos ayudar si algún día llegan a flaquear un poquito, dando una manito y otorgándoles preferencia en todas las cosas que necesiten para vuestro desarrollo, porque nosotros, al movimiento cooperativo, le damos toda la preferencia. Si, lo vamos a ayudar, porque somos un gobierno de solidaridad y ese es el núcleo, es la médula nuestra. Siempre, entre una acción y otra acción, nosotros nos decidimos por la que más tiende a la solidaridad. Y el movimiento cooperativista es básicamente eso, es un movimiento de solidaridad que se aviene con nuestra manera de pensar, con nuestra manera de sentir y con nuestro modo de proceder. Dios nos ayude y nos ilumine para llevar a grande esta empresa, que es tan importante para ustedes como para el gobierno, porque el gobierno tiene sumo interés en que las cooperativas progresen ya que constituye una parte de su programa. Otra cosa que yo quiero decir antes de terminar, es que, para nosotros, el movimiento cooperativo es decisivo. Es indudable que en este movimiento cooperativista argentino hay todavía una fórmula un tanto sui generis de organización. El proceso orgánico es importantísimo en un movimiento cooperativo; permite dos cosas, sin las cuales ninguna empresa, sea política, social, económica o de cualquier orden, puede andar, cuando no se tiene una unidad de concepción bien centralizada y una realización bien descentralizada. El actual movimiento cooperativo argentino es una organización muy sui géneris dentro de la cual no existe de manera alguna unidad de concepción. Son sectores y en relación al "cuantum" argentino, todavía pequeños actores. Por eso hay que luchar y mover el ambiente cooperativista argentino hacia un mayor acercamiento. No interesa que uno sea de la cooperativa a, b, c, o d; interesa que sea cooperativista; es necesario llegar a formar una organización cooperativa única, porque este es un factor fundamental del éxito; caso contrario, llegará el día en que las cooperativas se pelearán entre sí, que será mejor camino para destruirse. Señores: nuestra orientación está en eso. ¿Quién va a dirigir todo el movimiento cooperativo? Va a pasar lo que en todas las cosas: el que esté mejor capacitado. Para el gobierno no tiene importancia ninguna otra cosa que no sea el triunfo de ese movimiento, para lo cual es necesario llevar a la gente más capaz para que lo dirija. No podemos pensar en cuestiones de politiquería, ni nos interesa ese aspecto. ¡Que vamos a andar en estas cuestiones! El triunfo del cooperativismo será un triunfo nuestro, porque nosotros lo hemos amparado y lo vamos a apoyar y ayudar. Esa satisfacción que, como gobierno, podemos tener; lo demás no nos interesa. De ahí que yo diga que hay que tratar de luchar dentro del movimiento cooperativista para ir reuniendo todas las cooperativas y establecer algo concreto. Nosotros no lo queremos hacer desde el gobierno. Desde aquí, nosotros hacemos este movimiento de acercamiento; pero no queremos la dirección, ya que no lo podríamos hacer bien. El acercamiento viene en la acción empírica del cooperativismo; no puede dirigirse ni digitarse con hombres o con grupos. Esto hay que irlo realizando entre cooperativistas, estableciendo esa solidaridad. Para un cooperativista no debe haber nada mejor que otro cooperativista. En esa tarea de acercamiento, nosotros contribuiremos dándoles siempre preferencia en todas las medidas de gobierno a ese sentimiento de cooperativismo. Yo les agradezco profundamente lo que ustedes están realizando. Quizá algún día habrá de reconocerse todo lo que el movimiento cooperativo ha hecho en la República Argentina en nuestro tiempo; y ustedes, que han sido los verdaderos propulsores de este movimiento, y los hombre que, como Sienra, han luchado durante toda la vida para realizarlo, llegarán a tener el reconocimiento de la comunidad argentina, reconocimiento que se gana por las acciones de los hombre y es el único a que nosotros podemos aspirar. Dios quiera que el éxito corone la empresa de ustedes, para bien del cooperativismo argentino y para bien de la patria. Muchas gracias. .................
1954-03-22
Ante representantes de la Confederación General el Trabajo y de la Confederación General Económica
Señores: Desde distintos sectores se me ha hecho llegar un cierto grado de inquietudes, sobre la interpretación de este momento especialísimo para el equilibrio económico del país, de la renovación de los acuerdos colectivos de trabajo. Parecería que a lo largo de estos años en que hemos estado ya trabajando y reafirmando un sistema orgánico, todavía en algunas partes no habría un concepto claro sobre la sistematización de nuestra acción económica y social. Es indudable que el gobierno tiene la obligación de dar en este sentido la orientación para que una mejor inteligencia y comprensión pueda realizar, en el ambiente de las relaciones del trabajo y del capital, una colaboración sin la cual es difícil mantener un perfecto equilibrio y satisfacer ecuánimemente las aspiraciones y los deseos de los distintos sectores que intervienen en el diligenciamiento y acción de toda la economía argentina. Es por eso que yo tengo un gran placer en poder hablar personalmente sobre este asunto que siempre he seguido muy de cerca y con un verdadero interés de gobierno. Señores: en este país hemos tenido la fortuna de poder llegar a un equilibrio, deseado en todas partes del mundo, pero alcanzado en muy contadas partes del mismo. No es para nadie un secreto el estado de alteración existente en el mundo en las relaciones laborales. Bastaría que abriésemos diariamente los periódicos, para ver que en este preciso momento hay conflictos en el mundo entero. Hay procesos desenfrenados de inflación; hay desequilibrios; hay terribles amenazas de desocupación; hay paralización en importantísimos sectores de numerosos países y es indudable que esto sucede porque, naturalmente, alguien ha de pagar las consecuencias de los reordenamientos posbélicos. Es un fenómeno observado especialmente por la gente que se dedica a estudiarlos, que después de las guerras, diez o doce años después, se produce un profundo estado de crisis. Un ejemplo, el más próximo pero también el más palpable, fue la primera guerra mundial, terminada en 1918, que produce la gran crisis de 1929, diez años después. Y ya se anuncias en muchas partes una nueva crisis para este o para el año que viene, vale decir, diez años después de haber terminado la segunda guerra mundial. Esos períodos de crisis son los que producen un sinnúmero de desequilibrios que van desde lo económico a lo social y desde lo social a lo político. Nosotros, afortunadamente, hemos podido enfrentar ese período con innumerables previsiones que nos hacen ver que ese período crítico para nuestro país probablemente ha pasado con aquellas dos largas sequías que sufrimos en los años 1950, 1951 y parte de 1952. Sin embargo, podemos cuidadosamente enfrentar el momento de prueba para el mundo, que será la crisis, con las esperanzas más optimistas por parte nuestra en lo que se refiere a la economía argentina. Señores: el problema del equilibrio tiene precisamente mucho que ver con la economía. Los desequilibrios de orden económico traen generalmente los desequilibrios de orden social. El estado social de los pueblos es directamente proporcional en su equilibrio, con el factor económico. Aún en los países de neto corte de capitalismo individualista, donde existe un cierto grado de explotación, si su economía es poderosa los estándares de vida de las poblaciones son elevados; y en otros países donde la economía es incapaz de sostener esa prueba, por más buenas medidas que se tomen, el estándar de vida permanecerá siempre bajo. Cualquiera sea el sistema y cualesquiera sean las soluciones que se encaren estos deben ser pautas que nos pongan sobre aviso para la consideración de cualquier factor que en el orden político, social o económico haya que analizar en los países. La República Argentina, afortunadamente, para nosotros, es de una capacidad y de una economía en potencia tal, que nosotros podremos enfrentar cualquier prueba si sabemos sacar a esa economía en potencia el fruto que corresponde obtener a través del trabajo y a través de la dedicación. Si no se procede así, todos los valores que pueden existir no tienen ninguna importancia, ni realizan lo que el hombre no es capaz de realizar sino con su trabajo y con su sacrificio. Este es el punto de partida que nosotros no podemos ni debemos olvidar al considerar cualquiera de los factores o el problema integral en la relación de nuestro estándar de vida con la economía de la Nación. El estándar de vida está en razón directa a la economía. Con una mala economía no hay un buen estándar de vida, porque esto no es cuestión que se hace cuando uno quiere, sino cuando se tienen las capacidades y cuando se puede. Esto es un punto de partida fundamental sobre el cual debemos afirmar todas las construcciones, si queremos que ellas sean firmes y se consoliden definitivamente en el país. En otras palabras, el estándar de vida se conquista, y se conquista de la única manera que el hombre conquista algo serio y algo fundamental trabajando. Es indudable que en la consideración del estándar de vida, es menester hacer un distingo entre lo que es el estándar de vida indispensable y lo que es el estándar de vida progresivo. Nosotros ya en 1944, establecimos lo que llamamos una líneas de la vida, vale decir, lo que podría traducirse aproximadamente en un salario vital, debajo del cual se encuentran los sumergidos y sobre el cual se encuentran los emergidos. Los pueblos de economías incipientes, desorganizadas o carentes de posibilidades, es probable que tengan la mayor parte de sus integrantes entre los sumergidos. Los de posibilidades económicas, si se manipulan bien esas posibilidades, pueden llegar a tener toda su población emergida, siempre que en la solución de este problema se actúe con buena fe, en primer término, y con sentido social, en segundo término. Desgraciadamente, los hombres no poseen todos las calidades y cualidades para ser emergidos de por sí. Hay algunos que por falta de capacidad, sea capacidad moral, intelectual o física, son de por sí sumergidos, porque no están en condiciones de producir por lo menos lo que consumen. Esto establece el primer término de este problema. Los hombres de capacidad son generalmente, los candidatos a vivir un mejor estándar de vida. El gobierno no puede mirar indiferente el problema de los sumergidos y tiene la obligación de propugnar que en el pueblo no existan hombres, a pesar de sus deficiencias, que no tengan lo indispensable para subsistir. Sin embargo, señores, yo no dejo de reconocer que visto este fenómeno fríamente, y sin otro concepto que el factor económico, este no extraña un verdadero sentido de la justicia fría, que uno debe compulsar en los problemas económicos, porque como justicia no lo es el darle a aquel hombre que por incapacidad o porque es un vago en muchos casos, o porque no rinde en el trabajo o porque es en muchas circunstancias un hombre con sentido de la vista un tanto retrógrado o porque por cincuenta mil circunstancias, no produce lo que debe, un salario igual a aquel otro que lo rinde. Y no es justo, porque es indudable que para poderle pagar a ese hombre que no rinde su propio salario, es necesario quitarle a otro que lo rinde, para poderle dar. Pero, señores, en beneficio de la paz social, en beneficio de la solidaridad social, estamos todos en la obligación de perdonar y de tratar de ir educando y reeducando a esas personas, y tenemos la obligación de crear los instrumentos necesarios para capacitar a nuestra gente en forma de irle dando las armas necesarias para que de un hombre deficiente hagamos un hombre eficiente en el rendimiento de nuestro trabajo. Por esa razón, es que la existencia de un salario vital mínimo que establezca un estipendio suficiente para esos hombres naturalmente deprimidos en su actividad, es un principio de la solidaridad social que nosotros aceptamos como indispensables, hasta que, a través del trabajo, de la educación, de la capacitación y de la reeducación de los hombres, consigamos que ese número de negativos en la producción sea el menor posible, hasta que desaparezcan definitivamente. Otra es la situación de los hombres que, produciendo en su trabajo en escala ascendente, van también mejorando su estándar de vida sobre esa línea de salario vital, de acuerdo con su propia capacidad, porque esto no es solamente una cuestión de los empresarios, es también una cuestión de nuestra propia economía. El hombre más útil a la economía argentina es aquel que más rinde sea empresario o sea trabajador; la economía se beneficia por la acción de cada uno de los hombres que intervienen en el ciclo total de su desenvolvimiento, sean productores, sean transformadores, sean distribuidores o cualquiera sea la mano que actúa en cada uno se esos ciclos de la economía. Cada hombre está beneficiándola cuando produce y esté perjudicándolo cuando deja de producir. Todo este fenómeno extraordinario es el que nosotros debemos compulsar en la contemplación integral del problema económico. Por esa razón nosotros hemos establecido ya desde el año 1944 que debemos luchar por llevar a la población argentina que está sumergida a la línea de nivelación, es decir al límite, para que de allí empiece a progresar hacia arriba. Sabemos bien que en la población argentina la gente sin capacitación es el mayor número. Pero de eso no debemos culpar solamente a los hombres que carecen de ella, porque el Estado no se preocupó nunca de capacitarlos. Nosotros hemos creado las escuelas de capacitación, y hemos abierto las posibilidades de la capacitación intelectual al mayor número de argentinos. En este momento hacemos un esfuerzo por ir completando cada día más los procesos y sistemas de capacitación, a fin de que desaparezcan cuanto antes esa inmensa masa carente de ella y para que el estándar de vida, que es siempre directamente proporcional al estado de capacitación popular, vaya naturalmente elevándose por una mayor y mejor producción en el ciclo económico. Señores: esto para nosotros no es un asunto nuevo. Estamos en marcha. Pero es indudable que debemos contemplar todavía numerosos factores negativos que intervienen en el problema económico-social argentino, y que debemos contemplarlos con sentido humano y con sentido realista. Tenemos que perdonar muchas cosas, para que así también los demás nos perdonen a nosotros muchas cosas que nos tienen que perdonar. En esto, señores, ninguno de nosotros puede arrojar la primera piedra. Sabemos bien que cometemos errores, tanto de lado gubernamental como del lado de los empresarios y del lado de los obreros. Tolerándonos y perdonándonos mutuamente nuestros errores es como podremos comenzar a trabajar, pero a trabajar honradamente, a trabajar de buena fe, sin ocultaciones que no son necesarias y que en cambio son siempre contraproducentes, para llegar a configurar la verdadera empresa económica donde el empresario es un asociado de su trabajador, donde el progreso de la empresa le trae sus beneficios porque él también lleva un cierto grado de beneficio al trabajador, que con su mejor producción, que con su mayor preocupación, está también siendo artífice del progreso de la propia empresa. Es claro, que yo hablo de buena fe. Sé que este es el problema en su parte honrada, leal y sinceramente expuesta. Sé que intervienen muchos factores que no son de la misma naturaleza, que hay quien no tiene interés en que esto se perfeccione y se arregle; que algunas veces la inflación que se puede provocar por distintos caminos, satisface intereses personales, y no intereses comunes, que hay agitadores ideológicos a quienes no les interesa el proceso económico, ni el mejoramiento y que lo único que les interesa es la confusión y la buscan por el cambio que les parece más adecuada. Sé que hay un sinnúmero de factores que juegan en el orden político, ideológico, etcétera, pero esos son factores, que diremos espurios del problema, que no los debemos considerar sino fuera de la realidad del problema. Son parásitos del problema. Lo que hay que hacer en esto es descubrir alguna fórmula, como el DDT, para ir echándoles todos los días. Dentro de estas ideas generales expuestas, la posición actual nuestra es bien simple: nosotros pensamos que deben mantenerse los términos ya fijados hace mucho tiempo, es decir, un salario vital, que el gobierno tiene interés en mantener para que por debajo de él no quede ningún argentino. Ese es el punto de partida que para nosotros es irreversible. Sobre ese salario vital, ya no corresponde al gobierno intervenir en la dilucidación de las remuneraciones, de los salarios y sueldos de ninguna naturaleza, porque el gobierno no puede analizar por sí, intrínsecamente, en cada empresa, las condiciones económicas en que se desenvuelve, ni puede establecer una discriminación entre cada una de las actividades de la economía para poder llegar a establecer el salario de cada uno de los hombres que trabajan. Esta es una cuestión que debe surgir del acuerdo entre los empresarios y los trabajadores para uno o para otro gremio, para una o para otra persona. El gobierno no podría discriminar entre los siete u ocho millones de argentinos que trabajan, cual ha de ser el salario que deben ganar, porque eso está relación con la empresa de que se trata, con la que esa empresa produce, con el rendimiento del trabajo y aun con las condiciones de administración de la propia empresa. Lo que sí podemos establecer bien claramente, es que, así como una empresa es antieconómica cuando sus costos de producción no son reales a las posibilidades de comercialización en el mercado en que se las consume, de la misma manera una empresa es antieconómica cuando para poder vender a precios económicos tiene que explotar a sus trabajadores. Tan antieconómicos es lo uno como lo otro. Si sus costos de producción son excepcionalmente elevados por falta de capacidad administrativa o técnica, esa empresa va a la quiebra. Y si para remediar ese problema, explota a los obreros, es peor, porque entonces lleva a la Nación a la quiebra a través de un proceso social catastrófico. Son éstos los términos que nosotros apreciamos como fundamentales para juzgar este problema. ¿Que hemos hecho nosotros, que es lo que pensamos sobre este problema? Es lo que yo quiero decirles en pocas palabras, después de este exordio que ha resultado un tanto prolongado. Señores: nosotros en 1944 comenzamos a estudiar y a penetrar este problema. Nos encontramos con un panorama lamentable en el orden del equilibrio económico social, como así también en el estado social del país. Había hombres que ganaban diez pesos por mes, había también mujeres que trabajaban en las fábricas por un sueldo de cincuenta, sesenta o setenta pesos. Había también hombres que ganaban veinte centavos por día. Eso, es indudable, que no solamente era un grave problema social, sino que también era un estúpido enfoque del problema económico. Me recordaba a un amigo mío que me decía que era una suerte que en su país hubiera negros que solamente consumían una banana por día. Yo le conteste: "Bien, señor, ¿pero usted se ha fijado si el negro produce una banana por día?" Porque lo interesante no es que se vive consumiendo una banana, sino que se produzca, por lo menos, la banana que se consume. No se trata de tener una población sumergida, miserable y hambrienta y que no consuma. También dentro del ciclo económico, una de las grandes riquezas, es precisamente, el consumo. En este momento de desarrollo industrial para la República Argentina, quizás el factor más preponderantemente importante de este problema es que tenemos el mercado donde hemos de colocar lo propio que nosotros industrializamos y el consumo es nuestra riqueza y es nuestra posibilidad para el futuro. Bien, señores, como digo, en 1944, nosotros enfrentamos una difícil situación. Difícil situación por postración social y difícil situación también por bajo índice de consumo. Yo pienso que cuando encaramos ese problema, la situación era crítica para el país, porque no solo había que resolver ese problema, sino que también había que resolver el más importante, que era el de consolidar la economía de la Nación. Creo que en estos diez años que han pasado, tanto uno como otro problema han sido bien y definitivamente resueltos en la República Argentina. Frente a ese problema y establecido ya en el año 1949 un equilibrio en la relación que debe siempre existir entre los salarios y los precios para que pueda realmente calcularse y sostenerse una línea de vida, hemos pensado que todo este ciclo de nuestro reordenamientos orgánico debe consolidarse a través de ese equilibrio. Yo digo en este momento que en todos los convenios que se establezcan en la República Argentina, para fijar realmente una coordinación entre la economía y los factores sociales, es necesario establecer un plafond mínimo sobre el cual se escalonarán por capacidades, por rendimientos, los verdaderos salarios en toda la República. Pensamos en esto que el ideal son altos salarios y para mano de barata; altos salarios para satisfacer dignamente a los que trabajan, y mano de obra barata porque esos altos salarios son bien compensados por una buena y abundante producción. A la empresa económica no puede asustarle el pagar altos salarios si el rendimiento le compensa el pago de esos salarios. Y esto puede alcanzarse, y puede alcanzarse bien, trabajando de buena fe y produciendo de buena fe, llevando a que la empresa económica interesa tanto al empresario por sus beneficios cuanto al obrero porque sea mejor remunerado y elevado su estándar de vida. Esto es fundamental: que los trabajadores quieran ganar más es justo y natural, como también lo es que el empresario quiera ganar más. Para eso trabajamos; no lo hacemos para ganar cada vez menos, sino para ganar cada vez más. Y es mejor que así sea, porque el progreso de la Nación será siempre un factor que correrá parejo tanto con ese progreso económico de las empresas que dan trabajo como de los obreros que lo producen. Por esa razón, señores, esta es una cosa natural que nosotros hemos llegado a establecer como equilibrio y que no debemos romper por razón alguna. Los empresarios deben convencerse que es necesario ir elevando el estándar de vida y los obreros deben convencerse que para que ese estándar de vida pueda ir elevándose es necesario ir rindiendo más y elevando la economía de la Nación. Es inútil pensar que con una peor economía pueda obtenerse un mejor estándar de vida. Nosotros constituimos una sociedad integral, donde cada uno de los hombres del pueblo argentino pone algo de su parte para mejorar nuestra situación económica. Y esa repartición, que nosotros aseguramos que ha de ser proporcional y justa, será la que lleve el mayor número de beneficios a unos y otros de los componentes del pueblo argentino. Este es un asunto común; es un asunto de conjunto. Si a mí no se me hubiera ocurrido crear las condiciones orgánicas hubiera sido un imprevisor y tendríamos que aguantar hoy las consecuencias de esa imprevisión, porque no habría forma de poner de acuerdo a las partes inorgánicamente lanzadas a la solución de un problema sin solución. Pero es que desde 1946, en que estoy en el gobierno, vengo luchando por crear la organización que ha de realizar esa coordinación y cooperación entre unos y otros para que todos podemos ir mejorando nuestro estándar de vida en la República. A través de esa organización, nosotros podemos ver desfilar, delante de nuestros ojos la estadística que establece, en números redondos y aproximativos, el salario real en la República Argentina, en su curva desenvuelta desde el año 1949 hasta nuestros días. En el año 1949, sobre un índice 100, el salario era, aproximadamente, 125, salario real. En 1950, varió poco, llegando de a 126. En el mes de enero de 1951, alcanzaba a 137. Después se hizo sentir la crisis de la falta de cosecha y fue descendiendo desde 1951 hasta 1952, hasta llegar a un índice de 86. Fue cuando nos reunimos y tomamos las primeras medidas para retomar el equilibrio. Esas medidas fueron elevando el salario real hasta llegar al año 1954 con un salario real oscilante sobre 104. Esta es una prueba más de que el estándar de vida, fijado precisamente por esos índices de salario real, obedece también en la conformación de su curva al estado económico del país. En las épocas de crisis, baja, mientras que en las épocas de abundancia, sube. Es claro que median también razones espurias, que no entro a considerar, pero que pueden solucionarse mediante buenas y oportunas disposiciones. El Plan Económico de 1952, que fue un plan de retracción, gravitó para la disminución en el salario real medio, pero esas condiciones ya pasaron y en el año 1954 ya ha retomado nuevamente su posición y vuelve a equilibrarse el salario real. Para el futuro debemos persuadirnos que es el trabajo conjunto y coordinado es el que no solamente va a mantener el equilibrio, sino el que va a elevar el estándar de vida. La elevación de ese estándar de vida no es un factor privativo de ninguno de los argentinos, sino que es un factor conjugado por todos los argentinos de una u de otra actividad. Ni el gobierno puede elevarlo arbitrariamente, ni lo obreros pueden imponerlo tampoco arbitrariamente, ni los patrones pueden decidirlo de manera alguna en forma unilateral. Es el conjunto. Nosotros en el Segundo Plan Quinquenal, con el desarrollo de nuestra industria, estamos propendiendo a un aumento de nuestra economía y, en consecuencia, a una elevación del estándar de vida. En primer ciclo, que fue de imposición, vale decir, de elevación drástica del estándar de vida hasta la línea de la vida, ya ha finalizado, ya se ha superado, de manera que ahora no pueden actuar los métodos drásticos. Ahora son los sistemas racionales los que van a llevar paulatinamente a un aumento progresivo del estándar de vida de nuestra población, y en eso intervendrán las medidas acertadas de gobierno que complementen y completen la economía argentina, la buena administración, organización y desenvolvimiento de las empresas, de modo que las hagan más provechosas, y la mano de obra asociada en el esfuerzo y en el sacrificio del trabajo. Si en esto cada uno de nosotros cumplimos con nuestro deber, es indudable y es indefectible que el estándar de vida de la República Argentina irá aumentando progresivamente, porque hemos afirmado los pies con toda firmeza sobre un suelo firme, que es el de una economía equilibrada; porque tenemos la organización necesaria para que ese desenvolvimiento sea cada vez más provechoso y porque tenemos, afortunadamente, una patria que posee una riqueza tan extraordinaria que solamente nuestra ineptitud y nuestra incapacidad podría desperdiciar al punto de no saberla aprovechar. Señores: yo quiero, al término de esta conversación, ser lo suficiente concreto, como para no dejar duda de cuál es la posición del gobierno en el problema que actualmente se ventila en la estructuración de los nuevos convenios colectivos de trabajo. En primer lugar, el gobierno está interesado en que el estándar de vida de la población vaya aumentando progresivamente. Y para no comprometer la economía, tiene también la aspiración de que ese progreso continuado en la elevación del estándar de vida, esté de acuerdo con las condiciones económicos de la Nación, vale decir, que aspira a una afirmación constante y permanente de nuestra política de todos los tiempos; que es necesario aumentar el volumen de nuestra producción para que la repartición proporcional de los bienes que ella produce, pueda satisfacer al pueblo argentino en forma absoluta. En otras palabras, que sea un proceso racional, ya que en estas cuestiones de la economía nadie puede producir actos de taumaturgia de ninguna clase que puedan resolver este problema tan grave, como sería el de repartir. Desgraciadamente, después de Cristo a nadie le fue posible multiplicar panes o peces. Eso no nos está dado a nosotros. En consecuencia, cuando tenemos que repartir, esa multiplicación se produce por un solo proceso, por el trabajo, por la producción, por la buena e inteligente dirección y administración de las empresas económicas. En esto, estriba precisamente nuestro punto de vista. Que han de elevarse salarios en tales o cuales sectores no es asunto del gobierno; es asunto de la discusión ente las organizaciones empresarias y de las organizaciones obreras. Cada uno de los sectores, ecuánimemente, ha de proceder a establecer las condiciones. Lo único que el gobierno quiere es que no haya sumergidos. El concepto de salario vital mínimo es el que expresé al iniciar la conversación, quizá injusto algunas veces, pero que desde el punto de vista de la solidaridad social nosotros estamos en la obligación de satisfacer. Más arriba de eso, más arriba de ese salario vital, que tampoco es rígido sino ponderado porque hay un sinnúmero de circunstancias que hay que conjugar, arriba de eso, ya no es cuestión nuestra. No puede el gobierno opinar en ninguna de esas cuestiones, por la simple razón de que opinaría en barbecho, es decir, sobre una cosa que no conoce. Y no hay nada más estúpido que estar opinando sobre lo que uno no conoce o no sabe. Algunas veces he oído decir a algunas personas, por ejemplo: "Los obreros de esta rama de la industria tiene tal salarios, y nosotros, de esta rama del comercios, tenemos tal otro. No es posible que éstos tengan más salarios que nosotros". Esto no depende de un deseo ni es tampoco un asunto de la justicia. Cada gremio tiene el salario de acuerdo con el rendimiento de esa actividad. No quiere decir que todos los gremios van a tener salarios iguales, porque hay algunas actividades que rinden y otras que no, momentos de auge para algunas y momentos de depresión para otras, y los salarios deben estar de acuerdo con el rendimiento posible de las empresas. Si una empresa da el 60 por ciento de beneficios -o el 300 por ciento como dan en algunas oportunidades- tiene que pagar mejores salarios. Esas sí tienen que pagar mejores salarios. Pero si algunas dan el 5 por ciento, no pueden mejorar el salario, y no se les puede hacer aumentar porque eso significaría llevarlas a la quiebra y producir una situación sin solución. Por otra parte, el cierre de esas empresas produce una desocupación que es un factor que gravita sobre el volumen popular en forma tan negativa que entonces si los salarios se viene abajo, y se vienen abajo por la desocupación, porque posiblemente ese sector va a afluir a otros aumentando la oferta en la mano de obra frente a una demanda constante, y eso va a hacer bajar el salario. De manera que con este equilibrio hay que tener cuidado. No es un secreto para nadie que los obreros saben lo que ganan sus empresas, y que los empresarios conocen mejor que nadie lo que pueden pagar a sus obreros, de manera que son ellos lo que deben discutir las condiciones. Y son entonces los buenos dirigentes obreros los que deben exigir a sus patrones que paguen todos lo que puedan pagar a sus obreros de acuerdo con sus necesidades. Como ven señores, en esto el gobierno tiene una posición ecuánime y no quiere inmiscuirse donde no debe, donde estaría demás porque desconoce el problema. Hay muchos casos de obreros que tiene familia y la desgracia de no estar capacitados, como es el 60 por ciento de nuestro material obrero, son hombres sin oficio, que no tienen la culpa ellos de no estar capacitados. La culpa de ello, en gran parte la tiene el Estado, porque no supo educarlos, porque no supo capacitarlos y porque no supo prepararlos. En consecuencia, en su situación de incapacidad para el trabajo, es un hombre cuyo rendimiento no puede estar a la altura de otro hombre capacitado, con un oficio o con una profesión. Pero ese hombre tiene que dar de comer a su mujer y a sus hijos y nosotros no podemos despreocuparnos insolidariamente de esto que representa el punto de partida de la solidaridad social. A ese hombre debemos ayudarlo. Es un compatriota y es un hermano nuestro, y es nuestra obligación darle la mano. Pero no todos están en esas condiciones. Muchas veces se trata de un muchacho de diez y ocho años que viva con su padre y su madre, y le saca al patrón, lo mismo que le saca al padre ya la madre, todo lo que puede. Con ése no vamos a tener las mismas consideraciones. Quiere decir que este es un problema en el que juegan un sinnúmero de consideraciones. No puede ser la regla la línea mínima. Si queremos ser ecuánimes tenemos que considerar todos los factores de ese problema para llegar a conclusiones que sean aceptables, donde no haya abusos de un lado ni del otro, porque lo que enerva y lo que produce los grandes desacuerdos son, precisamente, los factores de injusticia. En esto estriba el actuar con absoluta ecuanimidad. Estos son problemas tan conocidos por nosotros que ya no hay posibilidad de ventajas. Debe procederse con cierto criterio elástico y racional. Desgraciadamente a menudo no existe eso. Si uno le pide un dictamen a una parte, dice nada. Si se lo pide a la otra, dice todo. Entre esos dos extremos no hay conciliación posible y tan erróneo es uno como otro dictamen. Son dictámenes negativos que no arriban a ninguna solución. Son dos extremos irreconciliables, cuando en esto todo debe ser transnacional. Es necesario estar dispuestos a ceder de una o de otra parte hasta el límite en que esa cesión es posible. Y sobre ese límite, cuando los dos extremos se han acercado, puede darse el apretón de manos conciliatorio y final. Ahora, es indudable que fuera de la ética de acción que termino de enunciar, está también la existencia de otras numerosas acciones que califican negativamente al problema: los políticos que querían especular con este momento, otros que querían crear dificultades, otros que hacían discursos tratando de embarullar un asunto tan simple como éste, algunos que especulaban políticamente en provecho propio. En fin, señores, un sinnúmero de factores que han de ser colocados de lado antes de tratar el problema dentro de la verdadera ética con que debe ser considerado. Si nosotros no nos ponemos en este terreno, comenzamos ya en un punto de partida falso. Cuando me dicen: "Es que estos de la CGT quieren tanto....", yo les contesto: "Y si ellos están para eso, piden lo que pueden". Y cuando me dicen que los patrones no quieren dar nada, yo digo: "Pero si ellos están para eso, para defender sus intereses". Pero, hay un punto medio donde se coordina hasta dónde pueden los patrones aflojar y hasta donde pueden los obreros tirotear. Y el objeto de los convenios colectivos de trabajo, es ese precisamente. Unos actúan en defensa de unos intereses y otros en defensa de intereses distintos. Lo peor que puede ocurrir es la lucha; lo mejor que puede ocurrir es el acuerdo cuando es ecuánime y cuando es justo. Señores: yo que conozco la buena voluntad que existe en ambas partes; yo que he compulsado los dos sectores, el que representa la Confederación General del Trabajo y el que representa la Confederación General Económica, sé perfectamente bien que, colocados en el terreno de la ecuanimidad y de la justicia, ambos han de llegar a un acuerdo definitivo. Lo único que yo, como agente estatal, podría pedir, es que se apuren esos convenios, porque todo el tiempo que va pasando crear esos problemas, es necesario apresurar las discusiones y llegar al establecimiento de los nuevos colectivos de trabajo. Estas son las bases de las futuras posibilidades. Hemos alcanzado un equilibrio que está hoy establecido por la existencia de precios. No podemos aumentar esos precios, porque de nada servirían todas las mejoras obtenidas si ellas habrían de ser descontadas con un aumento inmediato de precios. Nosotros pensamos que si hay gente sumergida debe de ser llevada a la línea de inmersión por lo menos, y pensamos que los aumentos que puedan producirse en uno o en otros sectores en mayor o menor grado, han de ser siempre teniendo en cuenta la necesidad de no alterar el actual equilibrio del país. Por eso, nosotros hemos creado las organizaciones encargadas de la propia vigilancia. Existe la Comisión de Precios y Salarios, existen las organizaciones empresarias, existen las organizaciones obreras. Esos términos del problema han de ser considerados por las propias organizaciones. Los aumentos que puedan producirse en el futuro han de ser siempre sin influir sobre los precios, porque sino no habríamos alcanzado un equilibrio ni una solución, sino que habríamos desequilibrado el actual panorama y creado un nuevo problema para el futuro. En esto, los términos son bien claros y perentorios. Todo debe ser motivo de un análisis, análisis que puede ser minuciosamente realizado, y después, de buena fe, con verdadero y justiciero sentido de ecuanimidad, fijar las condiciones en que nuestro trabajo ha de realizarse en los dos años futuros. Si nosotros, señores, conseguimos esto, y lo conseguiremos a corto plazo, será indudablemente de beneficio para todos los argentinos. Ese aumento progresivo del estándar de vida está asegurado por las condiciones de nuestra economía. La regulación está en manos de ustedes. Son ustedes los únicos que pueden realizar el estudio con conocimiento profundo de causas y establecer las consecuencias futuras. Pero es indudable que el progreso de la economía nacional estará fijado también por la elevación del estándar de vida. Sería inútil o engañoso que dijéramos que la economía argentina es progresiva del estándar de vida que justifique esa afirmación. Señores: esto es todo lo que el gobierno puede decir. Queda ahora en manos de las organizaciones argentinas responsables el estudio de este problema, la dilucidación de sus términos y la solución definitiva. Dios quiera e ilumine a cada uno de ustedes para que lo resuelvan de la mejor manera. Siempre el gobierno estará también en condiciones de analizar aquellos casos que en justicia deben ser considerados por una u otra razón, como así también de prestar su apoyo a aquellos elementos de la producción, del comercio y de la industria que lo necesiten. Bien saben las empresas que cuando han necesitado nuestra ayuda no han pedido jamás en vano el apoyo del gobierno. ........................
1954-03-31
En la clausura de las deliberaciones del Congreso de la Federación Argentina de Sindicatos Agrarios
Compañeras y compañeros: En esta ocasión voy a tratar los dos temas que han sido planteados: primero, las consideraciones sobre este magnífico Congreso de la F.A.S.A., y en segundo término voy a tratar de contestar rápidamente y concretamente a la insinuación que me ha hecho el señor secretario de la Confederación General del Trabajo. En lo referente al primer punto, señores, es extraordinario el progreso orgánico que estamos notando nosotros desde el año 1952, año de la organización sindical del país. Generalmente, en el mundo entero, los obreros más sacrificados, los más sumergidos, y a menudo los más escarnecidos, han sido siempre los peones rurales. Aun en los países más evolucionados, existe todavía el verdadero paria de la tierra, que es el peón rural, que no sabe cuando tiene trabajo, donde tiene trabajo y en que condiciones él podrá subsistir a través de esa verdadera odisea en su lucha por vivir. Existen calificativos, como el de los abandonados, las "espaldas mojadas", y otra serie de calificativos que no son otros, que la denominación de los pobres obreros rurales, que en largas caravanas luchan por el sustento de todos los días. Esto debe tener un origen y debe tener una razón. El origen es indudable que es tan antiguo como el mundo mismo, y la razón ha de ser porque ellos no han estado nunca bien organizados. La razón es las grandes distancias de su escenario de trabajo, las dificultades y la inestabilidad que no les han permitido naturalmente cristalizar organizaciones sindicales que defiendan los intereses profesionales de los hombres del agro. En nuestro país, la existencia de esta organización sindical, está poniendo a cubierto a nuestros obreros rurales, para que a diferencia de lo que sucede en otras partes del mundo, dejen de ser abandonados, "espaldas mojadas" o parias de la tierra. Con estas palabras, pretendo yo, hacer el más grande y el más justo elogio a esta organización sindical de los peones rurales de toda la República, y al cortar esta cinta he sentido una inmensa satisfacción, la inmensa satisfacción que puede experimentarse al leer todos estos discos, los lugares donde van sentando sus bases la F.A.S.A. y la Confederación General del Trabajo, está dando garantías de la defensa de los intereses profesionales para los hombres de la tierra. Por esa razón compañeros, este hecho para mí, es enormemente auspicioso, porque los obreros urbanos tienen simple y fácil organización, y los obreros rurales van ganando en todos los órdenes, y la República también va ganando en todos los órdenes con la extensión de esta organización a todo el país. Compañeros, yo ya es en esta ocasión, la tercera vez que asisto a la clausura del congreso de esta organización, aquí o en la Casa de Gobierno, y no quiero dejar de pasar esta ocasión sin agradecerles en nombre del gobierno y en nombre de la República a todos los componentes de la organización de la F.A.S.A., agradecerles la inmensa comprensión y buena voluntad que siempre hemos encontrado en ellos y la garantía que ellos han representado para el gobierno en los momentos difíciles en que teníamos la cosecha, que no se arreglaban las condiciones de trabajo y los obreros rurales dijeron: "en una o en otra condición nosotros llevamos la cosecha a puerto y la despachamos para el extranjero". Esto señores, no es solamente la muestra de una amplia y generosa comprensión por los trabajadores rurales, sino también, un alto ejemplo de patriotismo, alto ejemplo de patriotismo, que bien harían muchos en imitar de nuestros humildes obreros del campo. Yo solamente les pido compañeros, que sigan adelante. Las organizaciones rurales son complejas y son difíciles. Solamente en un campo animado por una profunda solidaridad social, pueden alcanzarse organizaciones como las de ustedes. La obra que ustedes están realizando, a través de la organización en todo el agro argentino, es una obra de inmenso bien público. Mucha gente que ha estudiado los problemas del campo, ha descartado la posibilidad de llegar a un trabajo armónico a base de la solidaridad. Sin embargo nosotros vemos, en cada día que avanza nuestra organización, que el único factor que puede desarmonizar en forma total el trabajo en el agro, es la desorganización y la anarquía. Solamente la organización sindical y cooperativa del campo, es la que llegará a establecer el perfecto equilibrio y la perfecta cooperación y coordinación de todas las tareas agrarias. Por esa razón compañeros, ustedes tendrán en la historia de la organización del pueblo argentino, siempre la inmensa honra de haber sido los iniciadores y propulsores de esa organización, que generosamente está ofreciendo al campo argentino, el trabajo mancomunado y coordinado, que es el único que puede hacer triunfar al campo en la lucha por subsistir y por progresar. Por eso compañeros, yo en nombre del gobierno y en nombre del país, les pido que sigan adelante, que luchen todos los días por una mejor organización, por perfeccionarla, por engrandecerla y por consolidarla y, sobre todo, que luchen para expandir por los campos argentinos, el ideal de la solidaridad social, que es la única fuerza que puede mancomunar a todos los argentinos para luchar con éxito por la felicidad del pueblo y por la grandeza de la Nación. Yo les pido también compañeros, a ustedes que han de dispersarse en todas las direcciones, hacia los más recónditos lugares del agro de la patria, que lleven a los demás compañeros las siguientes palabras: vivimos en un mundo en crisis económica, vivimos una etapa de crisis para el mundo, de todas las combinaciones económicas más diversas, entre ellas el dumping de los cereales realizado por algunas naciones que han tenido grandes stocks almacenados para en caso de guerra, que todo esto está incidiendo en el mercado de precios del mundo, que los cereales comienzan a bajar o comienzan a tener precios depredatorios. A nosotros no nos está interesando mucho ese problema, porque hemos dicho, que así como nosotros establecimos en una etapa precios, en que el agro dio la mano a las grandes ciudades para apoyar sus masas urbanas, quizás haya llegado el momento en que las masas urbanas den su mano al agro para salvarlo de las crisis que puedan ocasionar la baja catastrófica de los precios. Y cuando los políticos de la oposición decían, que cuando nosotros vendíamos el trigo a treinta pesos, le pagábamos solamente veinte a los chacareros, habrá llegado el momento de demostrarles a esos mentirosos, que cuando el precio de los cereales en el mercado internacional baja, nosotros mantenemos los precios. De manera que, puede asegurarse, que hemos de hacer lo necesario, y eso estamos estudiando ahora minuciosamente, para asegurarles que el agro no pasará por ninguna crisis ni sufrirá las consecuencias de la crisis en el campo internacional de los cereales. En esto, he de dar yo la palabra definitiva dentro de poco tiempo, pero puede ser un adelanto que lleve al campo quizá la tranquilidad que muchos mal intencionados están tratando ahora de provocar. Esto naturalmente no ha de incidir solamente en favor de los productores, sino también en provecho de sus servidores eminentes e indispensables, que son casualmente los braceros del campo. Y finalmente compañeros, quiero también, que sean tan amables de llevar mi palabra a todos los trabajadores del agro, para agradecerles una vez más todos sus desvelos, toda su comprensión y todo su patriotismo, y decirles que uno de los puntales del campo argentino, para el gobierno y para el país, son precisamente son precisamente sus trabajadores. Y con esto también, llevarles un abrazo muy cariñoso y muy amistoso, que yo me permito a través de ustedes, trasmitirles a todos los trabajadores del agro. Y ahora vamos a contestar al compañero Vuletich, como primer trabajador, como él ha dicho. En el teatro Colón, yo hablé con la ecuanimidad, con la seriedad y con la prescindencia que debe hacerlo el presidente de la República, planteando un problema en sus verdaderos términos, problema que indudablemente de sí es importante, para no alterar un equilibrio felizmente alcanzado por nosotros, la República Argentina, en un momento en que el mundo entero se debate entre las crisis y las inflaciones; en un momento en que ese equilibrio no ha sido alcanzado por ningún país de la tierra; en un momento en nosotros podemos decir que no vivimos exageradamente bien, pero tampoco hay quien viva exageradamente mal; en un momento en que las empresas económicas están en progreso; en un momento en que la economía nacional está equilibrada y consolidada; en un momento en que todas nuestras conquistas de la recuperación nacional de todo lo que había dejado injustamente de ser argentino, para ser incorporado al patrimonio de la Nación; en un momento en que las instituciones y las fuerzas de la República Argentina podemos decir quizás por primera vez en la historia de nuestra patria que son argentinas; en un momento en que a través de una lucha tremenda en lo interno y en lo internacional, hemos consolidado al país en su justicia social, en su independencia económica y en su soberanía política. Quiere también, como primer trabajador, con la responsabilidad que ese sagrado nombre a mí me impone, decir en pocas palabras, muy objetivas y muy concretas, cual es mi idea desde ese punto de vista, sin desprenderme de la ecuanimidad que debe caracterizar los actos de todo hombre de trabajo. Y cuanto voy a decir, no es producto de mi imaginación, sino el producto del conocimiento de la situación, del real conocimiento de la situación, a base de la estadística fehaciente y real. Para hablar de salarios mínimos y para hablar de aumentos de salarios, que son dos problemas distintos, como lo hice notar en el teatro Colón, es menester establecer sumariamente cual es la situación. Los dos puntos que vamos a dilucidar y que son los únicos que deben dilucidarse básicamente, para sobre ello armar todos los contratos colectivos de trabajo pendientes, y que deben ser aprobados y realizados a corto plazo, porque no se puede estar discutiendo diez años esto, porque nos vamos a morir mientras discutamos de esto, es menester establecer concretamente de que se trata. Se trata en primer lugar de decir cuánto es un salario mínimo ponderado, para que en el país no haya sumergidos, primer punto. Segundo punto, cuáles son los aumentos que sin comprometer el equilibrio de la economía argentina pueden realizarse en todos los salarios que están sobre la línea de inmersión. Esos son los dos puntos a tratar. Para resolverlos es necesario hacer un estudio comparativo. Nosotros en 1943, teníamos en el país un setenta por ciento de sumergidos, vale decir, de hombres que no alcanzaban a vivir dignamente con el salario o el sueldo que se les pagaba. El cuarenta por ciento, vivía más o menos.... más o menos, pero tampoco con gran abundancia. Esto nos indujo a nosotros, precisamente, a la reforma social que hemos realizado. Reforma social que se justificaba en forma absoluta. Reforma social que estaba destinada a dos cosas: primero, a asegurar que en nuestro país no hubiera gente sumergida, vale decir gente que no ganase lo suficiente para vivir; y en segundo lugar, que se aumentase el bienestar social de la masa trabajadora, a través de un mejoramiento de su estándar de vida, alcanzado mediante, el pago directo de salarios, la previsión social que cubriese los riesgos de todo hombre que trabaja, y el aumento en aguinaldos y servicios sociales que complementase ese estándar de vida para alcanzar un cierto grado de dignidad y de felicidad en la vida de los hombres. Nadie podrá negar en nuestro país, sin mentir, que no hemos realizado absolutamente todo lo que nos habíamos propuesto en 1943, cuando encontramos al país, en el pavoroso problema social de que el sesenta por ciento de su población no ganaba lo suficiente para comer y para vestir. Por eso, yo me río cuando algunos políticos por ahí en la tribuna dicen que estamos mal. !Como estaríamos en la época de ellos entonces! Sé que no estábamos tan bien como sería de desear, pero si también sé que no estamos tan mal como en la época de ellos. Y me río porque esto se lo dicen a los obreros, y mencionan estadísticas, cuando el obrero tiene la mejor estadística: el bolsillo y el estómago, no hay mejor estadística que ésa. Bien compañeros, sobre este punto, es que es menester, hacer las reflexiones para establecer el momento actual, las aspiraciones actuales y las posibilidades actuales. Ahí está el problema en su verdadero término. Comencemos por analizar esto, a la luz de un salario real, vale decir del salario ponderado de acuerdo al costo de la vida, porque ese el salario. El obrero no quiere la plata ni para guardarla ni para tenerla de recuerdo, sino para vivir. De manera que de acuerdo al costo de la vida es el salario real, los demás salarios son todos nominales, pero no, el que interesa es ese que está de acuerdo con el costo de la vida. En esto nosotros hemos establecido los índices. Sobre un índice 100, que el de satisfacción mínima, nosotros hemos observado que en 1949, que fue sin duda el mejor año para nosotros porque fue antes de las pérdidas de aquellas dos cosechas y media, de la crisis que se produjo aquí, el índice era 125. Ciento veinticinco de índice, que arroja más o menos el sesenta por ciento más de lo que se tenía en 1943 para vivir. El sesenta por ciento, más el aguinaldo, que no había sido contado en ese 125 de salario real, más la previsión social que tampoco entró allí, más las medidas colaterales de carácter social que traen siempre un aumento indirecto de salarios. De manera que podríamos decir que el año 49' fue sin duda, el año en que la masa trabajadora argentina alcanzó un mayor índice de estándar de vida. Desde 1949 empezaron a producirse las pérdidas de nuestras cosechas. Indudablemente, el índice comenzó a bajar, y a bajar especialmente sobre ese índice de 125. Y es así, que el año '52 llegó a perder los 25 sobre el 100 y a bajar hasta 86, vale decir, 14 puntos más, que fue cuando nos alarmamos y estudiamos el problema y establecimos el famoso Plan Económico para enfrentar el difícil momento de la crisis. A través de esas medidas, y a través de buenas cosechas, etcétera, desde 1952 hasta nuestros días, los índices fueron mejorando y hemos podido decir que el año '53 tuvo un índice de 104, término medio, en algunas veces más, otras veces menos, pero fluctuante de 104. Y que actualmente tenemos 105, término medio, en líneas generales. Muy bien, pero recordemos que el año '49 teníamos 125, quiere decir que todavía estamos 20 puntos debajo de lo que debe ser normal para nosotros, en cuanto a salario real le estoy hablando. Es indudable que yo, como trabajador y como dirigente de trabajadores, debo de tener una aspiración, aspiración que debo de poner en un programa progresivo a realizar. Y cuando yo digo que no estoy conforme con el estándar de vida alcanzado por el pueblo argentino, y que quiero llegar a duplicar este estándar, establezco ya también un plan-programa par ir cumpliendo en lo sucesivo. En ese plan-programa entra la industrialización, y todas esas cosas de que tanto he hablado en estos últimos años. La realización del Segundo Plan Quinquenal es lo que nos va a posibilitar eso, porque si seguimos siendo pastores y agricultores no vamos a poder duplicar el estándar de vida. Los pueblos y los países de pastores y de agricultores difícilmente salen de pobres. Las grandes ganancias están precisamente en la transformación, vale decir, en la industria. Industrialicemos el país y todas las conquistas del estándar de vida podrán ser paulatina y sucesivamente alcanzadas. Ese es el primer punto del programa. Bien señores. Han fenecido los convenios colectivos de trabajo establecidos el año '52, precisamente el año de la crisis. Pero ya hemos salido de la crisis, y estamos saliendo cada vez más de la crisis! De manera que yo pienso que cuando salimos de la crisis ganamos más, y si las empresas, etcétera al salir de la crisis ganan más y tienen que pagar un poco más también, esa es una cosa natural. Entonces, en este índice 105 que estamos actualmente, yo digo: para estos convenios que han de establecerse ahora, hay que llegar a un índice mínimo de 115, tenemos que subir 10 puntos en los convenios. Esos 10 puntos para estos convenios, para los otros que hagamos el '56, '57, tendremos que llegar a 125, vale decir, vamos a subir otros 10 puntos, para que al terminar el Plan Quinquenal hayamos aumentado casi el 50% de nuestro standard de vida. ¿Es justo esto o no es justo? ¿Es posible? !Claro que es posible! Bien, me dirán ustedes como me dirán muchos: muy bien pero eso de los 105, de los 115, de los 125 lo entiende usted pero nosotros no lo entendemos. Entonces yo le hecho una traducción al castellano a eso. Lo he puesto en idioma legible. Esto representaría en los dos puntos que nosotros tenemos que dilucidar. Como primer trabajador argentino, yo indicaría la necesidad planificada y la posibilidad económica comprobada con nuestra información de que es posible para lo sucesivo establecer un salario mínimo ponderado y medio de 900 pesos por persona. Este salario tampoco es arbitrario, y lo calculo de acuerdo con los índices de los salarios reales. Hoy un peón urbano, tomado la media general de los doce peones industriales más calificados, arrojaría un salario medio de 814 pesos. Sacado así: 4 pesos por hora; ocho horas de trabajo, son 32; por 25 días de trabajo en el mes, que es lo que debemos asegurar, son 814 pesos. Un aumento indispensable de un 10% aproximado da 900 pesos, justo. Y creo que con ese salario no quedará ningún hombre sumergido. Es indudable que eso hay que establecerlo como un salario medio. Habrá algunos muchachitos que no necesitan ganar tanto, y habrá algunos otros que tienen familia que necesitan ganar más. Eso es lo que hay que resolver. Yo establezco una media general ponderada, que es lo único que se puede establecer, porque no es justo establecer líneas rígidas, porque las líneas rígidas no toman generalmente a todos los que deben de tomar. Vamos al segundo punto, a los porcentuales o al porcentual medio de aumento para los que no están sumergidos, sobre el salario mínimo. Señores, nosotros vemos que en la ponderación del salario real, hemos establecido que del índice 105 tenemos que ir al índice 115, para progresar y como programa. De manera que ese objetivo no se va a llenar solamente con lo que nosotros podamos llevar al salario mínimo. No se alcanzaría ese índice, es necesario también gravitar sobre los demás, que están sobre la línea de inmersión. Pero es indudable que ellos no necesitan tanto aumento como los que están sumergidos, ¡lógico! Habrá algunos que tienen grandes sueldos que con 5% estarán bien arreglados. Habrá otros, que tienen sueldo mínimo, que habrá que aumentarle el 20 ó 30%. Pero además de esto, habrá empresas que no andan muy bien, que no pueden sino momentáneamente aumentar un pequeño porcentaje, pero habrá otras que han engordado mucho que pueden aumentar el 30 o el 40%. De manera que si fijáramos alrededor de un porcentual medio del 20% para los demás salarios - muchos aumentarán el 5, otros el 40 - estaríamos también en un término justo que no pondría en peligro el actual equilibrio y que no sería necesario aumentar precios para poderlo satisfacer. Pero el gobierno, creo yo, conociendo a nuestro gobierno, que en el caso de que fuera necesario tocar un pequeño por ciento en algún precio para satisfacer una necesidad de mejoramiento de la masa trabajadora, los patrones mismos no encontrarían inconvenientes, si se justificase en cada caso y se comprobase fehacientemente que es necesario, se podría hacer, como una excepción, para satisfacer una causa que nos es sagrada para nosotros: el mejoramiento de la vida del pueblo. No se, si habré satisfecho con esto la pregunta del compañero secretario de la Confederación General del Trabajo, pero sí sé, que he enunciado una cosa ecuánime y una cosa justa; que no me he salido de las consideraciones básicas que hice en el Teatro Colón, sino que, transformado de primer mandatario allá, a primer trabajador acá, lo he interpretado al general Perón en su conversación del Colón. Compañeros: yo me siento feliz, de que haya sido en el congreso de la F.A.S.A., en que haya tenido oportunidad de hacer estas disquisiciones. Primero, porque estoy ligado a ustedes desde la formación de la organización, y segundo, porque por las naturales inclinaciones de mi corazón, yo siempre quiero más y estoy más cerca de los que son más humildes. Y termino, compañeros, augurándoles y deseándoles, como organización sindical, el progreso incesante de la F.A.S.A., progreso que será incesante, si ustedes animados de la verdadera solidaridad social que debe unir a todos los argentinos, como dirigentes cumplen la responsabilidad de llevar su inspiración y su acción, que la sé tan noble y tan justa, al corazón de todos trabajadores del agro argentino. .........
1954-04-01
Mensaje radial inaugurando el año escolar :
Mis queridos amigos: Los trabajadores argentinos saben desde 1943, que fuero, son y serán siendo mis compañeros de trabajo y mis poderosos aliados en la lucha diaria que sostenemos juntos por la felicidad del pueblo y por la grandeza de la patria. Pero cunando hablo con sus hijos, con los maestros de sus hijos, y con los mismos trabajadores del pueblo en su sagrada condición de padres, siento necesidad de llamarlos simple y sencillamente pero cordialmente amigos. Son mis amigos los niños, desde los niños que empiezan a hacerse hombres o mujeres, hasta los adolescentes que ya miran de frente, y casi como hombres hechos, un porvenir que nosotros quisiéramos ofrecerles más placentero pero que tendrá más valor si lo construyen con el esfuerzo del trabajo y con la abnegación que se requieren para ser útiles en la vida. Son mis amigos también los padres y las madres de los niños y de los muchachos que hoy inician sus tareas en las escuelas primarias y secundarias del país. Siempre he dicho que los padres deben ser un poco maestros de sus hijos así como los maestros deben ser un poco padres de sus alumnos. A través de mi vida familiar tengo como una de mis mejores honras la de haber sido maestro de mis soldados, luego maestro de suboficiales en la Escuela Sargento Cabral y después maestro de los oficiales del Ejército en la Escuela Superior de Guerra. Más tarde, en función de gobierno nunca olvidé mi vocación por el magisterio y he tratado de gobernar mediante la persuasión, explicando al pueblo las razones de los actos realizados o aquellos que deben realizarse y explicándole casi diariamente los fundamentos de la doctrina con que se conducen los destinos del país. Y al sentirme maestro de soldados, de suboficiales y de oficiales; y al sentirme responsable de la información cultural y moral y espiritual del pueblo, no he podido concebir tampoco estas funciones docentes sin establecer una relación de amistad con todos aquellos de cuyos destinos me he sentido y me siento responsable en alguna medida. Por eso me he permitido dirigirme a todos -niños y jóvenes alumnos, padres, y maestros-, llamándolos amigos, que es la palabra más cordial creada por los hombres con indudable inspiración de Dios, para expresar los más nobles y los más profundos sentimientos de solidaridad social que pueden existir en la humanidad. Nunca he creído tampoco que ser presidente de la República constituía una dignidad incompatible con la amistad del pueblo. Muchas veces los hombres esconden, detrás de las apariencias del título que ostentan, el frío de sus almas, de sus cabezas complicadas y de sus corazones llenos de maldad. Y con el pretexto de la investidura que los cubre, se apartan del resto de los hombres que les han sido confiados para ayudarlos a vivir con un poco más de felicidad. La grandeza moral de los hombres que tienen responsabilidades en la tarea de formar a sus conciudadanos no debe residir en la autoridad que se impone por el temor, no por el título, no por la investidura, sino en el respeto cordial que se gana por una amistad sincera noble, profunda, leal y permanente. Por eso, más que la autoridad del presidente, más que el carácter solemne que la Constitución me otorga declarándome jefe supremo de la Nación, he preferido ganar la amistad honrada y pura de mi pueblo para trabajar con esa autoridad. Entre el "Excelentísimo Señor Presidente" y el ciudadano que trabaja en la Casa de Gobierno para ser digno de la amistad de un pueblo bueno y agradecido, para mantener esa amistad y aun para acrecentarla, yo me quedo con el ciudadano humilde; porque la historia nos demuestra, con prueba de sobra, que el mundo tiene más deudas de reconocimiento con los hombres humildes que con las soberbias y vanidosas "excelencias" causantes de tantas desgracias para la humanidad. Estas referencias, tal vez un poco personales, reflejan la más sincera intimidad de mis sentimientos y de mis pensamientos. Recuerdo que en 1943 tuve que improvisar unas palabras en un almuerzo de camaradería de profesores y maestros. Hace poco me encontré, casualmente, con la versión de aquella conversación, tan grata para mí. Leyéndola, y a partir del tiempo trascurrido, advertí que hace 11años pensaba de la tarea docente lo mismo que hoy; y que, en aquel discurso breve del 20 de diciembre de 1943, ya formulé las bases de lo que ahora llamamos "reforma educacional y cultural". Hoy podría repetir las mismas palabras, los mismos conceptos tanto a los maestros, un poco padres de sus alumnos, como a los padres un poco maestros de sus hijos. Decía entonces, entre otras cosas que la "tarea del maestro -como la de los padres- no es solamente la de instruir sino la de educar y formar el alma de la inteligencia de los alumnos y de los hijos -dándoles así la mejor enseñanza y la mejor herencia que es armar a los hombres del futuro con bondad más que con sabiduría. ¡Porque es indudable que construye más el amor de corazón aunque no tenga mucha ciencia, que la ciencia de una cabeza que no piensa inspirada en un poco amor! Estos conceptos son los únicos fundamentales de toda nuestra reforma educacional y cultural. Ya los he expuesto en numerosas ocasiones en los últimos meses del año lectivo precedente. Hoy los rememoro porque deseo de todo corazón ue se graben profundamente en el alma de todos los maestros y de todos los padres argentinos, a quienes reúno simbólicamente en una numerosa organización espiritual del pueblo argentino, para confiarle decididamente la tarea de crear el alma de las generaciones que harán todo lo que nosotros soñamos hacer y que no podemos desgraciadamente realizar según la magnitud de nuestras esperanzas, porque nos ha tocado trabajar en una humanidad en cuyo seno los hombres de corazón, los hombres buenos, son tan escasos que producen asombro entre los demás, como si se tratase de hombres anormales. Muchas veces pienso, con angustia, en el porvenir de los niños a quienes no en vano llamamos "los únicos privilegiados". Y con las razones que nos dan las noticias diarias acerca del caos mundial que nos rodea, creo que la única solución del porvenir consistirá en cambiar el alma de los hombres futuros, que son los niños y los jóvenes de nuestro tiempo. Deberá llegar un día del mundo en que los hombres no consideren que una persona buena es un loco o un anormal. Una humanidad digna de nuestra condición humana será aquella en que los malos sean la excepción, vale decir, la anormalidad o la locura. Si no conseguimos cumplir, y a breve plazo, este propósito fundamental, será mejor desde ya que un día de estos la ciencia de los átomos, que se engaña a sí misma con la argucia pretextada del amor a la justicia, a la libertad o a cualquier otro ideal digno del hombre nos borre de la faz de la tierra, por no haber sabido mantener la divina dignidad que se fundamenta en la bondad del amor, de la gratitud y de la humanidad que nos hacen solidarios venciendo al egoísmo, al amor propio y a la soberbia que llevamos en el barro de nuestra debilidad humana. Hemos recibido un mundo con demasiados hombres sabios pero sin corazón. Es urgente volver a constituir una humanidad cuyos hombres tengan mucho corazón, porque aunque no sepan tanto, por lo menos con ellos podremos vivir un poco más tranquilos, con la paz necesaria como para que podamos pensar en las grandes cosas que nos han legado -para redimirnos de la maldad- algunos grandes corazones que recuerda la historia y que nosotros hemos olvidado voluntariamente, acaso para no sentir la amargura de sus reproches golpeando sobre la conciencia de nuestras maldades. Por eso, deseo expresamente que en este año lectivo, inaugurado hace un momento mientras se levantaba a las alturas nuestra bandera, demos otro paso en la reconstrucción que la patria exige de nosotros. A los más chicos, que van a la escuela primaria, les recomiendo y aconsejo que por el ejemplo de los mayores, de sus padres y de sus maestros, aprendan las lecciones de la bondad mejor que las otras. "Que sean entre ellos mejores amigos más que buenos alumnos, a fin de que se vaya formando en sus almas el espíritu de solidaridad que dará a nuestro pueblo la fuerza que necesitamos para vencer sobre los tiempos. El mejor alumno de cada escuela no deberá ser el que sepa más aritmética o geografía, sino el que todos los días vayan aprendiendo a ser más bueno, más noble y más amigo de sus compañeros. A los mayores les recomiendo y aconsejo lo mismo. Pero, además, deseo expresamente que aprendan a vivir solidariamente con sus compañeros integrando las organizaciones que ya los están agrupando. En ellas irán capacitándose para ser dirigentes y conductores. No me refiero a la dirección o a la conducción política. Todos los hombres y todas las mujeres de un pueblo digno tienen que ser dirigentes y tienen que ser conductores. Por de pronto, hay una dirección o una conducción sin la cual no se puede realizar más o menos bien la propia existencia y es la conducción de nuestra propia vida. La conducción de los demás, la que realiza el padre o la madre en la familia, un oficial del ejército, el gerente de una empresa, etcétera, se empieza a aprender y se aprende en las organizaciones libres de la juventud, donde se va creando, en cada uno de sus miembros, una conducta ajustada a la solidaridad; donde se aprende a olvidar los pequeños problemas e intereses individuales en homenaje al interés de todos; donde se llega a apreciar realmente que distinto es vivir solo trabajando para uno mismo y vivir con los demás, trabajando para los demás, ayudándolos a vivir. Recomiendo especialmente a las organizaciones ya creadas de la Unión de Estudiantes Secundarios que extiendan rápidamente sus filiales por todo el interior del país, donde tenemos una juventud incontaminada, poseedora de un alma y de un cuerpo puro como el aire que respiran y con un ardor entusiasta, parecido al del sol que los hace fuertes y sanos. A los maestros y profesores les he hablado muchas veces de todos estos afanes e inquietudes que son comunes entre nosotros. Les pido solamente que sigan los que son: ante todo maestros, las misión más alta del hombre; tan alta que los escasos reformadores extraordinarios de la humanidad, empezando por Cristo, prefirieron a toda otra dignidad el título de "maestro", el único que nunca sembró desgracias entre los hombres porque fue creado siempre en función del amor a los demás. Se ha dicho también, algunas veces sin ningún derecho, que el gobierno quiere maestros y profesores que hagan política de partido en las escuelas. Nada más falso. Deseamos, es verdad, que los maestros compartan nuestras ideas porque creemos sinceramente que son buenas y que tienen un profundo contenido de amor y justicia. Siempre he dicho que no queremos mezclar la politiquería con la enseñanza, pero también he pensado siempre -y lo he manifestado en numerosas ocasiones- que en las escuelas argentinas, lo mismo que en otras instituciones respetables y dignas del pueblo, no podría tolerarse la actuación de quienes no estuviesen de acuerdo con la Doctrina Nacional que el pueblo ha adoptado para construir su felicidad presente y la grandeza de la patria. Tenemos una doctrina que también es del pueblo, yo solamente he sido un intérprete de sus aspiraciones; y que es para el pueblo, por eso he tratado de realizar nuestra doctrina en su beneficio. Creo que nuestro sentido auténtico de la democracia nos autoriza a pedir a los maestros y profesores argentinos cumplan también, como el gobierno, la voluntad soberana de nuestro pueblo y que les enseñen honradamente a los hijos del pueblo la doctrina nacional, sin pensar siquiera que ella coincide con la de un movimiento político. Los movimientos políticos se desorganizan con el tiempo, se dividen y por fin mueren, aunque hayan nacido y vivido sirviendo honradamente a la sociedad como lo hace el Movimiento Peronista. Pero si han logrado plasmar una doctrina que realiza una sincera interpretación del pueblo, y el pueblo interpretado llega a considerarla como suya, ya deja de ser una doctrina política; pasa a ser la doctrina de un pueblo, o se una doctrina nacional, y entonces se perpetúa a través de los siglos. Frente a esta situación, y ante el desorden ideológico del mundo que nos exige soluciones urgentes, no podemos esperar que pase el tiempo para empezar a inculcar en las generaciones nuevas una doctrina que por ser probadamente del pueblo y para el pueblo, es la doctrina nacional de la República. No deseamos maestros que apoyen a ningún partido político. Ni siquiera les pedimos que apoyen nuestro movimiento a pesar de que es mayoritario y de que cuenta con todo el apoyo de los humildes. Pero queremos -eso sí- que cada maestro argentino sirva lealmente al pueblo y a la patria inculcando en las generaciones futuras -que van a conducir la patria y el pueblo del porvenir- la Doctrina Nacional. Lo deseo ardientemente por la felicidad y por la grandeza de los únicos y grandes objetos de mi vida: el pueblo y la patria, en cuyo homenaje el 17 de octubre de 1945, prometí realizar cualquier sacrificio "hasta quedar exhausto si fuera necesario. ................
1954-04-02
Habló Perón a los delegados que participaron del Primer Congreso Nacional de Administración Pública
En primer término deseo agradecer al señor gobernador y a todos los señores congresales la amabilidad de haberme llegado hasta aquí para darme la inmensa satisfacción de poderles estrechar la mano. Sé bien cual ha sido la tarea que ustedes han realizado a través de la información que he recibido del señor ministro de Asuntos Técnicos, estoy más o menos en claro sobre la preocupación y la gran labor llevada a cabo, como así también sobre el esfuerzo y el sacrificio que cada uno de ustedes ha hecho en la dilucidación de un asunto tan importante para nosotros como es la racionalización. Muchas veces he hablado sobre este asunto, aquí en la Presidencia; me he quejado amargamente en distintas ocasiones de la falta de eficiencia en la racionalización de nuestra administración pública. La historia de esto es para los que de una manera u otra hemos sido funcionarios públicos durante muchos años, una historia un poco larga. En primer lugar, siempre se ha hablado aquí de la racionalización. Esta no le es desconocida a ningún funcionario público de larga data; pero así como siempre hemos mencionado la racionalización, nunca la hemos alcanzado en forma completa. En 1930 y en 1935 yo estuve en el Ministerio de Guerra. En las dos oportunidades en que fui funcionario aquí, en la Casa de Gobierno, encontré que funcionaban simultáneamente varias comisiones de racionalización. Pero confieso también, que al volver después de tantos años, creo que todo sigue tal cual lo dejaron aquellas comisiones. Esto me indujo a pensar en las causas que podían haber motivado la esterilización total de los resultados de los estudios sobre racionalización. Ello me llevó a crear un ministerio técnico de gobierno que se especializara en la organización, en la racionalización y en la planificación. En el país no existió nunca un plan porque no había un organismo que lo concibiese, que lo pusiera en ejecución, y vigilase luego esa ejecución. De manera que cualquier plan que se hubiera puesto en marcha -jamás se puso en marcha ninguno- habría fallado en la primera, en la segunda o en la tercera etapa; pero habría fallado siempre. Esto nos dio la pauta de la necesidad de crear un ministerio para la organización, la planificación y la racionalización. ¿Por qué pensamos nosotros que nunca se racionalizó nada en el país? Simplemente, porque el concepto de racionalización, para mí, es base en la organización. Para racionalizar hay que tener algo organizado, porque racionalizar es ajustar los detalles de la organización. Naturalmente, para tener una organización destinada a una acción es preciso contar con un gran plan, porque la organización es consecuencia de un plan. Si no existe un plan que determine que es lo que se quiere hacer, ¿como se va tener una herramienta que no se sepa lo que es? Lo primero que hay que tener es un objetivo a realizar. La organización es la herramienta para realizarlo y la racionalización es el temple, la formación, etcétera, de esas herramientas. ¿Si se carece de una organización, como es posible que hagamos la racionalización? Nosotros llegamos a esa conclusión y tanta importancia le dimos que hemos creado un ministerio encargado exclusivamente de la organización consecuente al plan y a la organización. Por eso yo creo ahora en la eficacia de lo que ustedes han estudiado y han hecho, pues actualmente tenemos un plan, una organización. Ahora es cuestión de que racionalicemos para que esa herramienta orgánica creada para realizar el plan tenga la mejor forma, las mejores condiciones, el mejor temple, etcétera, todo lo que es necesario con la herramienta. Las conclusiones a que ustedes han llegado a través de la experiencia han de ser, indudablemente, de gran valor. Pero todo el valor teórico que puede tener esta concepción, si no lo llevamos a la práctica y lo ejecutamos simultáneamente en toda la administración pública federal y provincial, es igual que no hubiéramos hecho nada. La importancia no está solamente en que ustedes, hombres capacitado y con larga experiencia, para realizar eso, hayan hecho un bueno informe. Lo importante es que lo pongamos en ejecución ese informe en todas partes; que las conclusiones que surjan de esto, las adoptemos en toda la administración para racionalizarla, empezando por el punto más fundamental de nuestra racionalización, o sea, corregir el criterio ampuloso con que los funcionarios públicos procedemos cuando tenemos que llevar a cabo un trabajo. Este es un punto sobre el cual quiero decir dos palabras solamente para no tomar en consideración una gran cantidad de cosas. El problema más difícil de la racionalización en la administración pública es el referente al personal. Esa es la falta más importante que nosotros tenemos todavía, y la tuve yo también cuando encaré la organización de los ministerios. En la tarea pública, para evitar la necesidad de tener que crear después organismos especializados en la racionalización, hay que proceder inicialmente con un criterio sintético en la organización. Nosotros tenemos un concepto contrario porque en nuestro país no se ha estudiado organización. Por consiguiente, lo primero que tenemos que hacer es estudiar la organización, ya que es una ciencia y un estudio que se transforma luego en ejecución, en un arte de organizar que obedece a leyes y principios como todas las ciencias y todas las artes. Esos principios son inviolables en la organización y, lamentablemente, repito, nunca los hemos puesto en ejecución aquí. Por esa concepción un poco liberalista de las organizaciones que nos hace escapar siempre a los principios. La primera condición que debe tener una organización es su objetividad. Se crea una organización con una finalidad, con un objeto, con un objetivo y a veces nosotros no lo cumplimos. La segunda es la simplicidad. Tan pronto como hagamos un estudio analítico de la función a cumplir, si creamos cuarenta reparticiones, destruimos la simplicidad orgánica que es el factor más importante de la ejecución. La complicación orgánica destruye la ejecución. La tercera condición es la estabilidad. Hay algunos que están todos los días modificando la organización, están empezando de nuevo todos los días. Ese es un error grave. La estabilidad orgánica es indispensable y la misma debe realizarse de manera que no destruya la perfectibilidad en la evolución orgánica. Estos dos factores antagónicos hay que ponerlos de acuerdo. Entonces cuando uno ha cumplido con estos principios, toda la racionalización no es necesaria en gran parte. El proceso y la necesidad de racionalizar viene cuando se ha organizado mal, si se ha organizado bien la racionalización no es necesaria. Vale decir que la racionalización está en relación directa a los errores orgánicos cometidos por falta de objetividad en la organización, por falta de simplicidad, por falta de estabilidad y por falta de perfectibilidad. La organización hay que hacerla con criterio sintético; hay que planear analíticamente y después hay que comprimir para llegar a la síntesis. Es el mismo proceso que hacemos para todas las demás cosas, es el proceso para la organización. De una síntesis que es la función, que es la tarea, que es el plan, vamos a un análisis que es la forma de ejecución, que es la conclusión orgánica a que debemos llegar para que, con el menor organismo, en el menor tiempo, podamos hacer la mayor tarea. Esta es una cosa que la vamos a tener que ejecutar en el Segundo Plan Quinquenal. Nosotros estamos bien en claro sobre esto. Pienso que, con las conclusiones a que han arribado ustedes y la experiencia que nosotros tenemos, el Ministerio de Asuntos Técnicos podrá llegar a una conclusión exhaustiva sobre este problema, que es la etapa inicial de la racionalización, para difundirla luego en todo el país; de manera que nos pongamos de acuerdo, tanto el gobierno federal como los gobiernos provinciales, a fin de llevar a cabo una verdadera obra de racionalización. Esa obra de racionalización tiene dos etapas: la primera es de revisión orgánica, para eliminar los grandes errores; la segunda, de racionalización de detalles, parte final del proceso. En esa también tenemos que empeñarnos todos. En el gobierno federal ya estamos dedicados a ella; no es fácil de realizar: se trata de una tarea larga y compleja, en la que a menudo hay que despojarse un poco de los deseos para ir a la realidad de la ejecución de lo que estamos haciendo. Cuando lo logremos, la racionalización será un éxito. Yo sé que ustedes hay trabajado con seriedad y con eficacia, por lo cual les agradezco en nombre del gobierno. El resultado de este trabajo será muy conveniente y útil para nosotros. Espero que lo estudiemos detalladamente y que luego realicemos reuniones sucesivas para que, así como nos hemos reunido a fin de ponernos de acuerdo sobre que es lo que debemos hacer, nos pongamos nuevamente de acuerdo para realizarlo, qué es lo más importante. La ejecución, en esto, está siempre por sobre la concepción. Tenemos la concepción, ahora viene la tarea difícil: la de realizar. Confío en que de este congreso saldrán conclusiones nuevas que lleven a la solución de los graves problemas de la organización y de la racionalización en la administración pública y en el gobierno de toda la República. Muchas gracias por todo. Los felicito, porque sé que han trabajado y que las conclusiones a que han llegado nos serán extraordinariamente útiles. ...........
1954-04-03
Mensaje radial a los trabajadores de la industria papelera en su día
Compañeros trabajadores de la industria papelera: Con la misma y cordial alegría de todos nuestros afanes, he deseado asociarme a la celebración de los trabajadores que integran la Federación de Obreros y Empleados de la Papelera, federación que es ejemplo dentro de nuestra organización obrera nacional. Podemos dar gracias a la Providencia porque el panorama actual de la organización nacional de los trabajadores demuestra que nuestros esfuerzos e inquietudes comunes de la Secretaría de Trabajo y Previsión, ha sido y siguen siendo generosamente compensados en cuanto se relaciona con la unidad solidaria de todos los trabajadores del país y en particular de la Federación que constituyen los trabajadores papeleros. Esta organización de los trabajadores argentinos, cada día más fuerte, más solidaria, más unida y más capacitada, es la prueba evidente de que los hombres y mujeres humildes de esta tierra no han olvidado ni olvidarán jamás una época de desorganización, de explotación y de miseria a la que no quieren regresar. Compañeros: yo deseo aprovechar esta oportunidad para felicitar afectuosamente a todos los compañeros y compañeras que se agrupan en la Federación Obrera de la Industria del Papel, Cartón, Química y Afines, que yo siempre recuerdo con cariño, llamándoles como en la Secretaría de Trabajo y Previsión, con el nombre de "los muchachos papeleros", y los felicito porque dentro de nuestra organización sindical el gremio que constituyen ha sido y sigue siendo siempre un ejemplo de trabajo y de acción solidaria. La organización de los trabajadores de la industria papelera y sus esforzados dirigentes, tienen numerosos méritos que justifican el reconocimiento del gobierno y de la patria. Ellos han contribuido eficazmente a echar las bases de la industria nacional del papel. En numerosas ocasiones han sido ellos quienes, mediante la organización capacitada que poseen, han permitido que el gobierno conocieses la realidad total de los distintos problemas en la industria del papel. Escuchando a los dirigentes de la industria papelera he conocido muchas veces no solo la real situación de los trabajadores, sino también la verdadera situación del capital económico y técnico de las empresas, y mediante ese conocimiento y la adopción de medidas oportunas, se han podido cumplir las etapas señaladas en nuestros planes quinquenales, con beneficio para todos, para los trabajadores, para los mismos empresarios y con utilidad real para comunidad argentina y para la patria que en ella se encarna. Debo destacar, porque realizo con ello un acto de justicia indiscutible, que gracias a los compañeros del gremio y gracias a la organización que poseen, a sus esforzados dirigentes, al sentido de responsabilidad que los anima y al espíritu patriótico que los alienta, se han cumplido ya prácticamente durante el año 1953, el primer año del Segundo Plan Quinquenal, el 80% de todos los objetivos que el plan les señalaba como mínimo a lograr en 1957. Fijamos una producción de cincuenta mil toneladas de pasta mecánica para papel, y en 1953 hemos podido obtener ya 32 mil toneladas. Establecimos una producción de 135 mil toneladas de pasta química y estamos ya en las 81 toneladas, que a fines de 1954 serán de 90 mil. Solamente en 1953 la industria nos ha dado ya las 18 mil toneladas de alfa-celulosa que deseábamos como mínimo para 1957. La producción de papeles y cartones -excepción hecha del papel de diario- llegó en 1953 a las 350 toneladas, objetivo mínimo que ambicionábamos alcanzar en 1957. Todo esto no se ha hecho sin sacrificio de los trabajadores, que por sí mismos resolvieron trabajar incluso sábados y feriados, batiendo todos los récords de producción de 1953. Yo espero que para el próximo año y en este mismo día podamos celebrar juntos la solución nacional del único problema que nos aqueja y que está en vías de resolverse: producir mucho más papel de diario, si es posible todo el que necesitamos. Y en este objetivo debemos empeñarnos, solidariamente juntos, el gobierno y los trabajadores y las empresas. Pero yo desearía que fuese la organización sindical la que tomase a su cargo la diaria tarea directa de seguir este objetivo hasta que se cumpla. Estoy seguro que dejo en buenas manos la supervisión del problema. Debería decir muchas otras cosas que no considero elogio, sino las auténticas realidades del gremio, realizaciones que por sí mismas han prestigiado la organización: sus servicios médicos, su seguro de vida colectivo, su régimen de préstamos personales, de subsidios por enfermedad, de préstamos hipotecario de ayuda social por desgracias personales, su organización de proveedurías y cooperativas, su biblioteca, sus escuelas de capacitación, su capital inmobiliario de más de diez millones de pesos, su administración honesta hecha a la luz del día con la clara honradez que aplican en estas cosas todos los trabajadores del país a pesar de la crítica calumniosa e irresponsable que los presentan utilizando en beneficio propio los bienes comunes. Sobre esto los obreros del papel saben que un peso que ponen en la organización les da un interés y un beneficio mayor que si lo pusieran en una empresa personal. Tengo ante mis ojos el manual del trabajador papelero. Deseo recomendarlo como elemento útil de toda organización ejemplar e incluso lo señalo a las empresas y a las organizaciones económicas que tienen en esto mucho que hacer y mucho que aprender. Cundo lo realicen, el beneficio será tan grande que me agradecerán el consejo y agradecerán el ejemplo de organizaciones sindicales como la Federación que agrupa a los compañeros obreros y empleados del papel, cartón, química y afines. No deseo terminar estas palabras sin felicitar, una vez más, a todos y cada uno de los compañeros, diciéndoles expresamente que la patria les es deudora del deber que ya han cumplido con tanto sentido de la responsabilidad y que espero de todos la colaboración especial y que les he pedido para los doce meses venideros. Por fin, y como siempre, les mando un gran abrazo de mi corazón, abrazo que trata de retribuirles con afecto cuanto los compañeros realizan en bien de la felicidad del pueblo y por la grandeza nacional. .....................
1954-04-07
En la inauguración de la Semana de las Américas en el teatro Cervantes
Hace unos días, cuando los organizadores de esta asamblea, tuvieron a bien expresarme por intermedio del señor ministro Méndez San Martín, su deseo de que hiciese una conferencia comencé por decirles que, desgraciadamente, yo no tengo tiempo para preparar una conferencia, y menos aún, una conferencia de corte clásico, de corte académico. Por eso, solamente voy a hablar con un sentido casi familiar, haciendo una charla para los muchachos amigos sobre el interesante tema que han tenido la amabilidad de indicarme para disertar hoy. Comenzaré por decirles que agradezco las amables palabras del señor dirigente de la Federación Americana de Estudiantes. Mi natural inclinación hacia la juventud surge, no porque yo no tenga veleidades de joven, sino porque analizo la situación del mundo y veo que los viejos no han sido muy eficaces hasta ahora. Entonces, eso me inclina a pensar que quizá sea interesante que nosotros, los viejos, hablemos con los muchachos para ver si ellos, en el futuro, lo pueden hacer mejor que nosotros. Por esa razón, en los problemas de gobierno, que tienen sobre todo en el sentido humanista, una gran proyección para el porvenir, siempre me interesa todo lo que sea cambiar ideas para dar a la gente joven algo de la experiencia que yo he recogido a lo largo de la vida, porque pienso que la juventud puede utilizarla quizás con mayor provecho y más brillantemente que nosotros. En las organizaciones de nuestro país, hemos dado en estos últimos tiempos preferencia a las organizaciones juveniles e infantiles y en general, a las organizaciones estudiantiles. Y lo hemos hecho con el deliberado propósito de que representen dentro de nuestro país a una verdadera fuerza, la fuerza pujante, optimista y entusiasta de la juventud, para que pueda aparejarse a la experiencia de los viejos en forma de hacer una conjunción favorable y constructiva. Esa fuerza de la juventud está en marcha en nuestro país. La fuerza de la juventud no es la dispersión de un sinnúmero de ilusiones juveniles, sino la concentración organizada de una voluntad que debe ser considerada y respetada dentro de las instituciones del país. Dentro de esto, los hermanos de América, constituidos en la Federación Americana de Estudiantes, juegan también un papel muy importante, Es un nexo de unión, es un corazón americano que late con el mismo entusiasmo y con el mismo patriotismo con que laten nuestros propios corazones. El concepto de la organización de nuestros estudiantes es bien simple. Los trabajos que el pueblo debe hacer para llevar adelante el país, deben ser realizados por golpes de generación. A nosotros nos ha tocado, desgraciadamente, vivir la lucha de dos generaciones: la que nos precedió y la que estamos encabezando y formando nosotros para el futuro. Dos generaciones que plantearon una tesis y una antítesis que estamos viviendo, y que la esperanza de nuestro tiempo está cristalizando en hechos. La historia dirá siempre después si ellos tuvieron razón o si la tenemos nosotros; pero mientras creamos que la razón está con nosotros, hemos de luchar hasta imponernos. Ese momento actual de la historia argentina debe ser conocido y concebido por nuestra juventud. Las nuevas generaciones de argentinos nacen con nuevas responsabilidades, con nuevos módulos de vida y con nuevas modalidad de acción. Es menester que nuestra juventud se dé cuenta de ello. Si no estuviese organizada, si no fuera capaz de tener un alma conjunta y uniforme, todos los esfuerzos llevarían a la dispersión, y lo que nosotros queremos es que en la juventud argentina exista la necesaria unidad de concepción del momento que vive para que se traduzca, con el correr del tiempo, en unidad de acción, para realizar lo que represente en el futuro la felicidad de nuestro pueblo y la grandeza de nuestra patria. Por eso queremos que la juventud se organice, y por eso trabajamos en tal sentido y ayudamos a su organización. Queremos que ella sea absolutamente libre, que esté en manos de los estudiantes y que sea manejada y orientada por ellos. No hacemos de esto una cuestión política sino una cuestión gremial. Los estudiantes deben tener sus organizaciones y manejarlas ellos mismos. Sería estúpido pensar que si queremos incorporar a todo lo nuestro la sangre nueva de una juventud argentina sin prejuicios y sin presiones fuéramos nosotros quienes le diéramos la orientación. Queremos aprovechar su orientación y no aprovecharlos en beneficio de la nuestra que bien puede no ser buena. Dentro de esas organizaciones, la Federación Americana de Estudiantes es una organización más; una organización argentina más, porque tenemos por nuestros hermanos latinoamericanos un cariño profundamente arraigado. Por esa razón, no solamente la hemos visto con simpatía desde el comienzo sino que pensamos y creemos que representa el sentir de todas las organizaciones estudiantiles. Nos resulta sumamente grato por la amplia colaboración que nos llega de todo el continente, ya que nosotros nunca hemos creído que somos los propietarios de la verdad, porque la verdad se esconde en todas partes y hay desentrañarla de todos los lugares de la tierra. De esos lugares esperamos la verdad, sea cual sea, para hacerla nuestra. Por esa razón yo quiero hacerles llegar la palabra del gobierno a los compañeros de la Federación Americana de Estudiantes. Nosotros estamos trabajando para poner a nuestros estudiantes en posesión de los locales y los medios necesarios para funcionar como organización. Sabemos por experiencia, quizás un poco dura para nosotros, que los estudiantes no disponen de los medios necesarios para crear grandes organizaciones. Nosotros hemos sido estudiantes muy pobres; mucho más que ustedes, con seguridad, de manera que no hubiéramos ni soñado con tener organizaciones. Entonces, ¿cómo no vamos a conocer y no vamos a sentir las inquietudes de nuestros muchachos, y no vamos a hacer un poquito más de lo que se ha hecho siempre, para ponerlos en posesión de las posibilidades de tener sus organizaciones y de manejarlas? Con la misma simpatía, con el mismo entusiasmo y la misma decisión con que nosotros ayudamos a nuestras organizaciones de estudiantes para posibilitarles los medios; en la misma situación, sin distingos de ninguna naturaleza, concretamos también la promesa a la Federación de Estudiantes Americanos, de toda nuestra ayuda y la expresamos todo nuestro beneplácito, con todo nuestro agradecimiento, por la forma en que se han organizado. Deseo también que la realización de estas sesiones puestas al servicio de la causa que nos es común a todo los americanos, expresada por boca de la juventud e impulsada por jóvenes corazones, tenga todo el éxito que merecen las muchachas y muchachos que empiezan a sentir ya la responsabilidad que no sintieron muchos hombres y muchos viejos, pensando en que las banderas de nuestro americanismo han de brillar solamente cuando brillan las mentalidades que las conducen. Las banderas solas no representan nada al detrás de ella no hay corazones ardorosas que las hagan flamear donde deben flamear. Por eso razón, cuando los hombres y las mujeres jóvenes se reúnen para tratar temas trascendentes, de interés común y general pienso que estas reuniones son siempre constructivas y digo que son siempre constructivas porque se exponen siempre nuevas ideas y se está dilucidando el porvenir, que es el que más interesa. El presente es un tanto efímero y el pasado presenta glorias y tradiciones que debemos defender y que debemos luchar por engrandecerlas y por honrarlas. Estas discusiones dedicadas al porvenir, son el augurio de nuestra felicidad y de nuestra grandeza. Por eso, en nombre del gobierno, les deseo el más grande y el más rotundo de los éxitos. Y ahora, voy al tema, que ha de reducirse, más que nada, a comentarios. Comentarios un tanto generales, pero que afirman nuestra posición en el campo de la política internacional. La República Argentina ha tenido siempre en su marcha como país, una política definida, basada en numerosos principales más bien declamados que defendidos o que aplicados. Nuestra doctrina política internacional no es nueva, es solamente la refirmación de los grandes principios que nosotros hemos tratado de defender eficazmente, creando a la vez nuevas orientaciones que refuerzan los grandes principios que hemos defendido y apoyado siempre. En 1947, al inaugurar un nuevo ciclo de nuestra política internacional y continuando nuestro anterior orientación y refirmándola con nuevos conceptos y con una nueva doctrina, hice desde la Casa de Gobierno una exposición dirigida a todos los países del mundo. En ella afirmé cuales serían los principios y las ideas fundamentales que orientarían y regirían la conducción de nuestra política internacional en el mundo del presente. La política internacional se compone en todas las acciones de los hombres, de dos acciones bien definidas y diferenciadas. Hay una línea que continúa invariable a través de los tiempos, basada en una verdadera doctrina internacional, apoyada sobre principios inmutables; pero, hoy otra, circunstancial, que representa los medios de ejecución de esa política. Las primeras, son permanentes e inmutables; las segundas, son inmensamente variables, de acuerdo con la circunstancia de la aplicación. Nosotros hemos tratado de afirmar en forma permanente esos grandes principios y asimilar las formas de ejecución siempre tendientes a la defensa y al reforzamiento de esos grandes principios. En aquella oportunidad enuncié cuales eran para nosotros los principios que serían invariables en la conducción de nuestra política internacional. Ellos se referían, en general, en primer lugar, a la autodeterminación de los pueblos. Nosotros no concebimos una política interna o internacional que no esté basada en una auténtica autodeterminación del propio pueblo. Como consecuencia de ello, también nosotros apoyamos nuestra acción en la no ingerencia en los asuntos internos de otros países, como asimismo tratamos de mantener las mejores relaciones con todos los países, tratando de llevar siempre como grandes principios de nuestra política internacional los fundamentos, de nuestra justicia social, de nuestra independencia económica y de nuestra soberanía política. Yo he extractado algunas afirmaciones que he hecho en numerosas ocasiones con motivo de discursos o declaraciones de tipo político internacional y que contienen algunos de los principios que cristalizan esta concepción política internacional. Primero, hemos establecido como doctrina internacional la prescindencia absoluta en todo problema que pertenece a la política interna de cualquier estado americano; segundo, en América ya no deben existir pueblos irredentos para quienes no ha llegado todavía la hora de libertad y siguen siendo colonias de naciones extraamericanas; tercero, la República Argentina ha decidido resolver sus problemas internacionales por su propia y absoluta voluntad, sin ninguna interferencia foránea; cuarto, la unión política y económica americana, debe hacerse sobre la base de naciones justas, soberanas y libres. La unión de los pueblos de América no necesita ser importada en nuestros países, ha vivido a lo largo de toda su historia desde sus primeras manifestaciones. La felicidad del mundo no llegará sino por la obra de los pueblos. Solamente los pueblos salvarán a los pueblos. Esa es nuestra concepción de la vida. "Cuando los pueblos tienen libertad, eligen aquel gobierno que se proponga defender sus intereses y ningún otro". "La unión entre las naciones exige que se trate de naciones justas, soberanas y libres. Si esta condición puede confundirse unión con anexión, y ésta es una palabra que no se puede pronunciar entre pueblos que tienen dignidad". "Siempre he pensado que los pactos entre los gobiernos no sirven para nada si no los refrendan la voluntad de los pueblos". "La paz se conseguirá cuanto tanto en el orden internacional como en el interno, se haga la libre autodeterminación de los pueblos, el fundamento del gobierno y de las buenas relaciones entre los países igualmente soberanos y dignos". "No intervenimos en los conflictos internos de otros países, porque así es nuestra orientación doctrinaria básica en el campo internacional". "Mientras haya colonias nadie podrá creer que existen hombres libres, porque mal se puede considerar a un hombre libre en un país esclavo". Yo solamente he tomado algunas de nuestras afirmaciones permanentes en la política internacional y no deseo abundar en este orden de cosas, pues tenemos un amplio y prolongado diligenciamiento en todas las acciones políticas internacionales en que nosotros hemos intervenido, en la que nosotros hemos aparecido como proponentes: la unión económica americana. Toda esa acción, asentada exclusivamente en nuestros principios, en todo cuanto nosotros hemos defendido doctrinariamente en el orden interno como en el orden internacional, implicaba la necesidad de pensar en soluciones. Para nosotros, la solución fundamental comenzó en una unión económica, y con respecto a esto yo quiero dar unos rápidos fundamentos. El mundo actual es un mundo que encamina, indudablemente, a una lucha económica, cada día más difícil, y esto surge naturalmente de una rápida apreciación, observando como está el mundo superpoblado y superindustrializado. En consecuencia, el problema del futuro será primero, la comida, como ocurre siempre donde el mundo está superpoblado, y después la materia prima, que es el elemento de transformación de nuestra industria y de la industria del mundo entero. Esos dos problemas hacen que, aparte de todas las demás consideraciones de todo orden, consideremos el problema económico como sumamente importante para el futuro de nuestras relaciones internacionales. Pensando en nuestros países y en esa situación, podemos decir que en un mundo superpoblado y superindustrializado el futuro estará, indudablemente a corto o a largo plazo, en manos de aquellos países que tengan mayores reservas, vale decir, que posean las reservas alimenticias y las de materia prima más importantes. Considerando este problema en el mundo, es evidente que no hay región de la tierra que tengan mayores reservas que Latinoamérica. Es indudable que nosotros poseemos las mayores reservas de materias primas, lo que nos haría pensar que representa para nosotros el factor más decisivo de nuestro futuro. Es halagüeño para nosotros, pero no debemos olvidar que esto que representa quizás el factor de nuestra futura grandeza, representa también el más grave peligro para nosotros, porque la historia demuestra que cuando se carece de comida o se carece de medios, se la va a buscar donde exista y se la toma por las buenas o por las malas. Esa inmensa reserva de Latinoamérica que representa su porvenir de grandeza, representa también el más grave peligro que la acecha en los tiempos que van a venir. Por esa razón, pienso yo que debemos comenzar a pensar seriamente en estos problemas, por otra parte para enfrentar un difícil porvenir, porque en el mundo yo no creo que puede haber fácil porvenir para ninguno sino, por el contrario, difícil nosotros pensamos como americanos y especialmente como latinoamericanos que debemos ir previendo la posibilidad de una necesidad de nuestros medios y de nuestros propios países. Y la mejor defensa está, precisamente, en nuestra unión, y en nuestra unidad, por eso he afirmado, en muchas ocasiones que el año 2000 nos encontrará unidos o dominados. Cuando se analizan desde el punto de vista geopolítico nuestros países, ninguno está preparado para ser un gran país del futuro, porque todos carecen de unidad económica. Ni Brasil tiene unidad económica, ni Argentina tiene unidad económica, no la tienen tampoco Chile, Perú, Bolivia, Colombia ni Venezuela; ninguno de estos países tiene, por sí, unidad económica suficiente como para garantizar su porvenir, pero unidos representamos la unidad económica más formidable que pueda existir. Entonces, señores, yo preguntaría, desde el punto de vista político internacional, que estamos esperando para realizar lo que hace más de cien años ya nos estaban indicando Bolívar y San Martín. Cuando pensamos en estos problemas, unirnos es una conveniencia, pero cuando lo pensamos profundamente, relacionándolos con rápido cálculo de posibilidades de futuro, unirnos es una perentoria e indispensable necesidad. Si nosotros, por pequeños pensamientos o sentimientos de la política interna de los países, o quizá "cabestreando" injustificadamente a sentimientos que vienen de afuera de nuestra América, no nos uniésemos, cargaríamos con la tremenda responsabilidad de nuestro futuro. He dicho muchas veces, lo he dicho públicamente y lo sostendré públicamente, que nuestro país está total y absolutamente preparado para esa unión. Hemos dicho que estamos a disposición de los que quieran unirse, que nosotros estamos convencidos de esa necesidad, y queremos señalar para el futuro, cuando las circunstancias carguen la responsabilidad de no habernos unido sobre los hombres públicos de nuestro tiempo, que yo, por lo menos, estaré libre esa tremenda responsabilidad. Es claro señores, que quien quiera impulsar esta unión, cargará siempre con los factores adversos de toda lucha por la unidad. Quien sostenga y levante esta bandera, será tachado de imperialista, como nos han calificado a nosotros. Existiendo los "pequeños imperios" que existen, ¿cómo nos vamos a poner nosotros ahora a ser imperialistas? Sin embargo, es necesario afrontar esto. A Bolívar le dijeron lo mismo cuando él lanzó su idea; también las banderas que se levantaron siempre desde las conferencias en La Habana, en Chile, en México, a través de cien años de intentonas para realizar esta unión, siempre fueron tachados de lo mismo. Yo, por mi parte, no tengo ese temor a las acusaciones ni a los calificativos. Creo que las causas que uno defiende con verdadero amor, traen, como todos los amores, un sector de sinsabores que hay que enfrentarlos con decisión y con valentía, porque sin sinsabores no existen amores y estas causas deben ser las causas de la juventud de América. Por lo menos que nosotros, que no hemos podido cumplir acabadamente con esta decisión, leguemos a ellos el bagaje de nuestra experiencia y les hagamos notar que ese futuro que ellos han de vivir y que han de vivir sus hijos, está preñado de acechanzas, y que un seguro natural para esa existencia feliz, para esa grandeza a que aspiramos todos para nuestras patrias, debe ser mancomunado por una idea común, nacida en América, sostenida en América y triunfante en América. Señores: Si todo esto que representaría una premisa no fuese suficiente, un ligero análisis de lo que ha sucedido en el siglo pasado en Europa, sería comprobatorio de cuanto terminamos de afirmar. En 1815, Europa comienza un período muy similar al que estamos comenzando nosotros ahora en América. En procura de transformación paulatina, ellos también entonces, de pueblo de pastores y de agricultores, comenzaron a preparar su gran potencial industrial para ponerlo en acción. En el Congreso de Viena de 1815, que puso fin a las luchas napoleónicas en Europa se constituyó un continente equilibrado. Desde 1815 a 1914 pasó un siglo. En ese siglo, los países de Europa se industrializaron; todo fue bien mientras que esa industrialización no salió a la competencia con los grandes centros industriales del siglo pasado, pero tan pronto el equilibrio industrial de Europa se alteró se produjo la primera guerra. ¿Cuál fue el error de Europa? El haberse desmembrado y dividido por falta de una coordinación en el comienzo de su industrialización. Alemania por su parte se industrializó con un poder técnico extraordinario. Francia hizo lo suyo, Bélgica, Holanda, etcétera, etcétera, hicieron lo propio. Inglaterra también. Y llegó un momento en que grandes corrientes contrapuestas en la industrialización lanzaron a Europa a la primera guerra mundial, cuyas consecuencias las conocemos nosotros, consecuencias que se prolongaron durante el lapso de los veinte años que transcurrieron entre la primera y la segunda guerra mundial, con las mismas tendencias. La segunda guerra fue por la misma causa y la tercera puede ser también por la misma causa. La experiencia en carne propia es el maestro de los tontos. Más vale siempre experimentar en carne ajena. Miremos a la Europa del siglo XIX para pensar en lo que será el siglo XX de nuestra América y en este momento, en todo estamos comenzando a industrializarnos en América Latina no creemos los mismos problemas que crearon los europeos de 1850, porque nuestros biznietos van a pagar los errores de la misma manera que lo han pagado los de Europa. Es pensando en todo esto que nosotros hemos tratado de realizar una unión económica en nuestro continente, unión económica que está, precisamente, destinada a evitar que comencemos a crear corrientes antagónicas entre nuestros intereses, porque, señores, la afirmación de que los países no tienen amigos ni enemigos permanentes sino intereses permanentes, es muy cierta. Es quizá no del todo cierta, pero sí una gran parte. Sobre los intereses que hoy coloquemos en antagonismo en nuestro continente, florecerán las luchas del futuro. Y cuando los grandes intereses se enfrentan, los hombres son imponentes para evitar la lucha. Son esos grandes intereses los que han provocado las luchas en los últimos dos siglos de la humanidad. ¿Qué es lo que nosotros queremos con las uniones económicas? Es evitar para el futuro la creación de antagonismos de grandes intereses, complementándonos en nuestro desarrollo y en nuestra acción. Si Chile, por ejemplo, produce hierro en gran cantidad, nosotros no tenemos interés en producirlo mientras se lo podamos comprar a ese país. Si Brasil produce otro elemento, por ejemplo, manganeso tampoco tenemos nosotros interés en producirlo, aún cuando lo tengamos en nuestro territorio, porque con lo que ellos nos envíen y con la que nosotros les enviamos a ellos vamos a ir creando un interés común y paralelo y nunca los antagonismos que nos van a llevar después, fatalmente, a discrepancias en el siglo que viene. Por esa razón nosotros no hemos hecho tratados ni bilaterales ni multilaterales al estilo clásico de los tratados de las cancillerías, porque hemos visto que aquella afirmación de que los tratados son tiras de papel tiene mucho de verdad en la realidad de los hechos de la política internacional. Los tratados que se firman y después se ponen en el cajón o en la caja de hierro de las cancillerías, son instrumentos muertos. Lo que nosotros queremos crear entre nuestros países son organismos vívidos, de acción permanente, viviendo y haciendo, vale decir comisiones permanentes de los dos países que están coordinando su acción, para que desde el comienzo, o desde los prolegómenos mismos de su desarrollo industrial, no estén formando las causas de sus futuras luchas o de su futuro antagonismo. Por este motivo, señores, todo ese proceso de la unión económica es combatido. Claro, ¿como no va a combatirse una cosa que es tan provechosa y tan útil para los americanos? En esto juegan igualmente intereses. El día que nosotros podamos realizar nuestro comercio entre nosotros, nos habremos realmente independizado de toda ponencia y de todo poder extracontinental, y en esto debemos pensar que para nosotros, los americanos, no debe haber nada mejor que otro americano. Si en esta lucha que está en germen, nosotros sabemos unirnos y protegernos entre nosotros, solamente así estaremos seguros. Nadie podrá darnos ningún factor de seguridad para nuestros países mientras no estemos unidos para asegurarnos nosotros mismos. El continente americano es un continente nuevo, y es de pensar que el futuro del mundo tiene algo que ver con la responsabilidad que nosotros estamos enfrentando en este mundo. Por estas razones nosotros en nuestra política internacional hemos luchado y lucharemos porque esa unidad sea efectiva, comenzando por el campo económico, que es donde están los verdaderos factores de verdadera unidad en el mundo actual. Yo no soy de los que piensan que el año 2000 irá agrupando a los países cada vez en una forma más eficaz. Corresponde a una evolución natural de la humanidad que comenzó con el troglodita aislado, pasó a la familia, después a la tribu, a la ciudad, al Estado, a la Nación y, por último, a la agrupación de naciones. Vaya a saber si para el año 2000 no está prevista la organización política del mundo por continente. Por lo menos la evolución natural nos indica eso. Dios quiera que el año 2000 no nos tenga que esperar a nosotros, sino que nosotros seamos quienes lo esperamos unidos. Nuestras ideas son simples, como siempre son simples las ideas que se quieren ejecutar. Cuando uno las hace demasiado complejas, difícilmente pueda ejecutarlas. Trabajemos en esto honrada, leal y sinceramente con los demás países. Confesamos que en todas partes no hemos encontrado ni la misma sinceridad ni la misma buena voluntad, pero el tiempo se encargará de demostrar cuanta es nuestra lealtad y sinceridad al promover y al presentar un proyecto para este tipo de unión. Es indudable, señores, que nosotros observamos que el momento actual es difícil para el progreso rápido de esas ideas. La situación interna de los países es un poco difícil, en general en nuestra América. Vemos a menudo que la política internacional desciende en su nivel de dignidad para convertirse en un asunto de política doméstica. Es indudable que esto trae graves y grandes perjuicios para una idea de unidad continental. Es como todas las cosas de la vida que descienden cuando uno no las mantiene en el horizonte de dignidad en que deben mantenerse. Hacer de una cuestión de política internacional un asunto de política interna para embarullar y sacar alguna ventaja de orden interno, es para mí rebajar el horizonte de dignidad que deben tener los asuntos políticos internacionales. Es algo así como tomar la trilogía de Wagner y ponerla en tiempo de foxtrot o de bugui- bugui. Cada cosa debe tener el nivel de dignidad que le corresponde. Este es uno de los factores más graves que se oponen en la actualidad a que lleguemos a soluciones definitivas y constructivas en la unión americana. Yo no creo que esta unión pueda seguirse haciendo con banquetes de cancillería o con discursos. Esto se hace primero con los corazones, en la convicción y la decisión de los pueblos primero, y después de los gobernantes, porque los pueblos son eternos y los gobernantes son solamente circunstanciales. De manera que está en nuestras manos el defender esta doctrina internacional de la unidad de América y el iría llevando a todas partes con nuestra persuasión y nuestro trabajo de todos los días. Y es ambiente propicio, este de jóvenes de todas partes de América para que por lo menos, si algún día se les presenta la oportunidad, sepan que nosotros los argentinos y especialmente el gobierno argentino, tiene la convicción de esa necesidad y la propugna con toda sinceridad y toda lealtad para toda América. Yo podría hablarles mucho sobre estas cuestiones pero preferiría presentarles solamente el cuadro descarnado de la realidad que vivimos. Es indudable que otro de los grandes inconvenientes que se presentan a esto, son los grandes intereses que juegan. Una América o una Latinoamérica unida y coordinada, dejará de ser un mercado tan importante como lo es actualmente para otros intereses del mundo. Lógicamente esos intereses que luchan por la colocación de su producción no podrán estar tan de acuerdo con nosotros en una acción económica, y éste es un obstáculo muy serio. Los intereses suelen tener los brazos muy largos y llegan hasta muy lejos. Nosotros sentimos una presión subrepticia que apoya esto en todas partes, en la parte que se ve, pero que por debajo, en lo que no se ve, se la mina en todos los países a través de la propaganda. Muchos políticos de todos los países están trabajando, no sé por qué, en contra de esta unidad y de esta unión. Cuando se habla de unión, dicen: no, no. Nos quieren absorber; como si nosotros en esa absorción no fuéramos también a ser absorbidos. Cuando se habla de que la Argentina quiere hacer un tratado de unión económica con determinado país, en seguida dicen: se lo quiere absorber; como si nosotros no fuéramos también a ser absorbidos. Porque la coordinación de acciones es mutua. Nosotros no tenemos una mayor posibilidad. Tenemos las mismas posibilidades y las mismas situaciones que los demás países, sólo que nosotros procedemos con toda rectitud y hablamos solamente el idioma de la conveniencia general, de la lealtad y la sinceridad de nuestros procedimientos, y nadie puede acusarnos, en este sentido, de no haber procedido por los medios más rápidos y expeditivos. Pero los intereses son tremendos, y contra esos intereses es contra los que hay que luchar. Claro que cuando uno está decidido a hacerlos, por lo menos en la parte que a uno le corresponde, el éxito está mucho más cercano de lo que parece. Nosotros anhelamos que la persuasión de esta necesidad de mantener una verdadera unión llegue a los pueblos, y a través de ellos, a los gobiernos, porque no nos interesa quien está en el gobierno, sino que esos sentimientos estén realmente arraigados en el pueblo, y a través de ellos, quizás en cinco, en diez, o en cincuenta años, esto llegue a imponerse para bien de todos nuestros países. Y Dios quiera que ese sentimiento que nosotros hemos impreso en nuestro país, basado en la justicia social, en la independencia económica y en la soberanía política, nos permita en el futuro constituir acuerdos con países que también enasten esas mismas banderas, para que los acuerdos puedan ser realizados por entes independientes y soberanos. La amistad se basa en una igual dignidad. En esa dignidad debemos de encontrarnos en el camino de nuestra felicidad y de nuestra grandeza. Dios quiera que el destino de América, confiado en las manos, en la inteligencia y en el entusiasmo de la juventud, de cuyos sectores estamos compartiendo en toda nuestra América, nos ilumine para que cada uno de nosotros, argentinos, brasileños, chilenos, peruanos, etcétera, luchemos por esa causa, que es la causa superior de América. No creemos en otros tipos de uniones hechas "entre gallos y media noche" en cualquier organización; creemos en la unión de los pueblos, no en los hombres que dicen muchas veces representarlos y no los representan. Finalmente, señores, quiero agradecerles la oportunidad de haber podido decir estas pocas palabras en esta ocasión y los exhorto a todos los muchachos a que mediten sobre estos importantes temas de la política internacional. Quizá yo he expuesto nuestra política internacional en forma fragmentaria, porque en el mundo no existe solamente Latinoamérica sino que existe mucha otra porción de tierra. He querido referir todo el tema a lo que nos interesa a nosotros, como si habitáramos en familia. Y quisiera que a esta familia inmensa de los que hablamos un mismo idioma, que tenemos iguales sentimientos, iguales quejas, iguales dolores, se la encuentre siempre unida para defendernos en conjunto. Quizás así capeemos las exigencias del año 2000, para que nos encuentre felices, libres y soberanos. Muchas gracias. ..............................
1954-04-08
Ante una delegación de la Fuerza Naval Antártica
Yo agradezco la feliz iniciativa que ha tenido el señor ministro de Marina al hacerlos llegar hasta aquí para darme la inmensa satisfacción de poderles estrechar la mano. Entre las numerosas tareas que nos caben a todos los argentinos, son indudablemente, de una trascendencia importante, las que se cumplen en toda la región austral de nuestro territorio, porque esta es la zona más desconocida para nosotros y la más despoblada por lo que tenemos que prestarle la mayor atención. Por esa razón, cumpliendo un programa de permanente trabajo, la Marina de Guerra ha intensificado su acción allí en estos últimos años. Esto tiene para nosotros dos grandes beneficios: primero, ir afirmando nuestros derechos en esas regiones y defenderlos, y segundo, la posibilidad de dirigir nuestros trabajos de adiestramiento de la Marina de Guerra hacia esos mares australes, difíciles e inclementes, que imponen extraordinarios sacrificios a la navegación. Los marineros se forman navegando en circunstancias difíciles: por ello, el adiestramiento en esa zona es de gran utilidad para nuestra Marina de Guerra. Ustedes han cumplido en este período, esa acción difícil y peligrosa a entera satisfacción de la institución naval y del gobierno de la Nación. Por eso quiero, personalmente, hacerles llegar nuestra inmensa satisfacción al verlos regresar felices de haber cumplido con su deber, y de haber cumplido bien. La tarea de los argentinos no consiste solamente en cumplir con una obligación, sino en hacer mucho más que lo que esa obligación impone, para el bien del país y para la grandeza de la patria. A este respecto, la tarea eficiente de los señores jefes y oficiales, la ejecución acabada por parte de todas las tripulaciones, la labor científica llevada a cabo por nuestros hombres de ciencia y el trabajo efectuado por nuestros obreros, representan la acción común y coordinada de nuestro pueblo en esas regiones. Paulatinamente, habremos de ir aumentando nuestras actividades hasta saturar todos esos territorios un poco olvidados por nosotros que han sido más o menos discutidos en los discursos académicos de las conferencias, pero no en los hechos y en las conquistas reales argentinas en los territorios australes. Ustedes tendrán siempre el honor de haber sido los primeros argentinos que colocaron los derechos de la República Argentina a los territorios australes bajo la posesión real de nuestra soberanía. Ese honor a que nosotros aspiramos, y que cada uno de ustedes tiene la satisfacción de alcanzar, es, como sentimiento patriótico, una natural superación del espíritu argentino. Por ello, yo agradezco a todos ustedes, en nombre del gobierno, los esfuerzos y sacrificios realizados y felicito, por la dirección de estos trabajos, a los jefes y oficiales, y, en ellos, a cada uno de los tripulantes por la tarea cumplida. Aspiramos a que esto, realizado en forma ininterrumpida todos los años, nos vaya dando cada día un derecho mayor para agregar a nuestras pretensiones de posesión de esos territorios. La tarea no es simple; pero, como en esto lo que vale son los hechos y no las palabras, y los hechos los realizan ustedes, el mérito de esta empresa y de esta acción permanente corresponde a los hombres que la llevan a cabo. Quiera Dios que algún día los argentinos sepan reconocer todos los sacrificios realizados por ustedes y la acción que ininterrumpidamente ha desarrollado allí la Marina de Guerra, dándoles, en el lugar de las glorias y tradiciones que forman la aureola de las instituciones argentinas, el laurel que corresponde a la Marina de Guerra. Felicito al señor ministro, lo mismo que al señor capitán Ogara y a cada uno de los hombres que han participado en esta tarea. Les deseo que sean felices, y confío en que, a la terminación de la campaña del año próximo, podamos decir palabras tan halagüeñas como estas que motivan ustedes por haber cumplido a satisfacción con un deber y por haber hecho algo en bien de la patria. Muchas gracias. ............
1954-04-08
Ante los becarios de Latinoamérica
Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles la amabilidad que han tenido de llegar hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poderles estrechar la mano. Desde hace unos años hemos intentado, por todos los medios, de llegar a un intercambio cultural con todos los países, y especialmente con aquellos que son más afines con nuestras ideas y con nuestros sentimientos. La tarea de intercambio cultural es una tarea lenta; no se puedo provocar en forma demasiado drástica. Nosotros lo estamos iniciando y el curso que se realiza en la Universidad de Cuyo, es probablemente uno de los ensayos más brillantes de nuestra intención de promover un intercambio cultural. Tenemos la fortuna, además de contar en nuestro país con un aporte extraordinario de residentes de Latinoamérica. En este momento nuestra Universidad tiene 18.000 estudiantes de toda Latinoamérica, lo que representa tal vez un treinta y tres por ciento del total de alumnos de nuestra Universidad. Afortunadamente, tenemos conectada a nuestra juventud -me refiero a las de Buenos Aires, especialmente- con un grupo numeroso de muchachos del resto de los países de América. Ayer he tenido también la suerte de poder conversar con otros jóvenes que realizan estudios en Buenos Aires, no solamente con nuestra aprobación, sino con nuestra simpatía y nuestro cariño. Ellos están organizados y se defienden de la vida y de todas las cuestiones de las que es necesario defenderse, mancomunándose en una organización que es una verdadera maravilla de solidaridad y camaradería. Por esa razón, nosotros, desde el primer momento, hemos difundido, ayudado y propugnado ese tipo de organización. No se hace en ella cuestión de países, se hace más bien cuestión de ideas y de cultura, reinando entre ellos una admirable armonía. Esos muchachos nos están dando a muchos viejos un grande y proficuo ejemplo de cordura en muchos aspectos. Nuestra satisfacción no solamente están en poderles ser útil, sino en ver como ellos aprecian nuestros problemas y como aplican sus idea y sus iniciativas a toda nuestra acción, incorporándose al potencial humano de la República, para colaborar, para ayudar y para trabajar con nosotros. Este intercambio, para mí, no tiene paralelo en la historia de la cultura argentina y de ahí que hayamos dado a esto una gran trascendencia. Si ese aporte de la juventud estudiantil, que viviendo con nosotros, nos comprende y aprende a amarnos como nosotros los amamos a ellos, lo reforzáramos con este intercambio de gente ya más madura y con mayor aporte intelectual, probablemente estableceríamos los dos escalone más proficuos para el intercambio cultural entre los pueblos de América. Yo pienso, como el doctor Vasconcellos, que la parte de unión económica tiene una gran importancia, pero, indudablemente lo decisivo para nosotros será, precisamente, la unión espiritual. Las bases sobre las cuales nosotros trabajamos y que creemos son las justas, las hemos impuesto en nuestro país y nuestro pueblo va adquiriendo paulatinamente una conciencia de la política internacional que seguimos, como así también de las grandes corrientes culturales que defendemos y propugnamos. Si en todos los países de América consiguiéramos que en los pueblos se destilara gota a gota este sentido de leal y sincera colaboración internacional americana, habríamos obtenido quizá uno de los más hermosos objetivos para nuestra unión. Yo les he de decir a ustedes que representan a casi todos los países de América, con toda franqueza un poco de mi amargura al ver que en los problemas de política internacional se mezcla a menudo en muchos países la política, diríamos, de entre casa, la política interna, y si aprovechan los diarios para enconara un pueblo, contra otro pueblo. Afortunadamente, nosotros hemos superado eso. En la República Argentina, ni los diarios que responden a nuestra tendencia, ni los que están en la oposición, jamás publican, la manera de pensar y de sentir, nada que pueda representar un encono entre nuestro pueblo y los demás. La política interna es una cuestión casera, y la cuestión de vinculación una amistad con los demás pueblos para nosotros es sagrada. En este sentido, les he pedido a todos los representantes de la prensa que dejen que este asunto lo maneje yo, haciendo amigos, porque yo no utilizaré jamás la política internacional para hacerla pesar en los problemas de la política interna. Yo citaba como ejemplo ayer mismo, esto que es rebajar -diríamos así- el nivel en el índice de dignidad que debe mantenerse en la política internacional. Para cosechar buenos amigos, para hacer realmente amigos, no se puede ser amigo y enemigo a la vez. No se puede ser amigo y enemigo de una misma persona: o se es amigo no se lo es. Y si se es amigo, se hace todo para conquistar esa amistad y mantener ese gradote dignidad en el cual esa amistad prolífera y se agranda. Naturalmente, en este sentido, no es posible obtener el ideal, pero podemos aproximarnos poniendo un poco de buena voluntad para no mezclar estos problemas importantes de la unidad de América con la política casera. Decía yo ayer que rebajar el índice y el nivel de dignidad de esta cuestión, es como tocar en tiempo de fox o de zamba una trilogía de Wagner. Hay cosas que son demasiado respetables como para que nosotros no pongamos un poco de empeño en respetarlas. Todos los que podemos tener alguna influencia directa o indirecta en estos problemas debemos trabajar para que no haya elementos de perturbación en nuestra amistad. No es solamente el intercambio cultural, no es solamente el intercambio económico, no es solamente -diríamos- el intercambio político internacional el que ha de afirmar nuestra amistad y nos ha de permitir trabajar unidos y abrazados por un mismo ideal que nos es común; es también un trabajo para evitar que las malas personas, con su influencia, desaten una rivalidad inexistente, en el espíritu de las naciones y de los pueblos. Yo creo que eso debemos trabajar. Debemos ir persuadiendo a la gente de que es negativa para nuestra unidad la acción que se desarrolla para provecho de las políticas internas en el orden de la política internacional. Yo aprovecho esta oportunidad para pedirles a todos ustedes que reflexiones sobre esta cuestión. Aquí jamás procedemos de esa manera, porque tanto nuestro pueblo como nuestros diarios -opositores o no- jamás han desatado nunca una campaña contra el gobierno, el pueblo o las personalidades de otros países, porque sabemos que ese es un proceso de encono paulatino que no termina bien. Y podremos nosotros trabajar mucho por la unidad de América; pero mientras tengamos elementos parasitarios metidos dentro de los organismos estatales o populares, no llegaremos nunca a cristalizar algo completo y constructivo para nuestra unidad. Por eso he querido hablarles de eso en esta oportunidad. Ustedes ven con la lealtad y con la sinceridad que nosotros trabajamos en ese orden de cosas. Por esto, si este deseo pudiera extenderse a toda América, haríamos el más grande servicio a la unidad de nuestro continente. Por otra parte, yo sé cuán extraordinario es el provecho que obtenemos nosotros de la colaboración que todos ustedes traen a la Universidad de Cuyo. En este sentido, les doy las gracias en nombre del gobierno y también del pueblo argentina -como ustedes habrán podido comprobar personalmente- mira con gran afecto a todos los que nos visitan y vienen a compartir con nosotros unos días de tranquilidad. Además, les pido que sigamos trabajando para que esto vaya agrandándose. Yo creo que una semana, una vez al año es poco. Si nosotros pudiéramos obtener que en otros países se organizase lo mismo y cada una de nuestras universidades pudiera realizar un curso de verano o de otra estación del año, en forma de ir ligando, diríamos, ese pensamiento y sentimiento en todo el horizonte directivo de nuestras universidades, sería muy placentero para nosotros y creo que para la unidad de América sería de gran utilidad. Por esa razón yo iba a pedirle que nos pongamos a trabajar ya que ustedes conocen nuestra posición y nuestra situación; que cada uno en su país trabaje para ver conectados directamente con nosotros, podamos ir promoviendo, una vez en la Universidad de Buenos Aires, otra en la Universidad del Litoral o Mendoza, dos o tres grandes intercambios de esta naturaleza durante el año, no solamente de profesores sino también de estudiantes o simplemente de amigos, que nos son siempre muy gratos y útiles para la tarea en que estamos empeñados. Les agradezco muchísimo la colaboración, que descarto que ustedes han prestado y siguen prestando en este campo de actividades a las que nosotros estamos tan ligados, y les comprometemos para que no se olviden de costroso y sigan pensando que tienen aquí muy buenos amigos, de quienes vienen a recibir un afecto leal y sincero. No tenemos otra orientación ni otra intención que cambiar ideas y conversar sobre distintas cuestiones que pueden ser útiles para ustedes y para nosotros. No sé si en este orden de cosas podemos ofrecerles mucho: pero sí podemos ofrecerles nuestro corazón que es lo más grande y hermoso que pueda brindarse. He conversado con el señor ministro de Educación sobre estos aspectos. Estamos en esta etapa de nuestra evolución en tren de grandes transformaciones, especialmente en la juventud. Nuestro programa ha sido simple. En los primeros años hemos tratado de arreglar muchos errores que vienen arrastrándose de años anteriores, vale decir que nos hemos ocupado un poquito del pasado. Ahora nos estamos organizando del presente, organizando el Estado, el gobierno y el pueblo argentino. Ya hemos alcanzado un grado de organización que nos permite manejarnos y estamos actualmente comenzando a pensar en el futuro, o sea organizar y trabajar con nuestra juventud, seguros de que este trabajo es el más importante de todos los que estamos realizando, pues representa la consolidación de todo cuanto venimos haciendo. Es que nosotros, un poco fatigados y envejecidos en el servicio de la República, queremos formar una nueva generación a la que podamos entregar sin sobresaltos y sin penas la bandera que hemos sostenido durante tantos años. En este trabajo de la organización nos hemos dedicado también especialmente a un sector que se refiere a la juventud estudiosa. Por eso les hemos pedido a los muchachos que se organicen libremente, pensando que las organizaciones estudiantiles en nuestro país, sean universitarias o no, deben ser libres, manejadas y dirigidas por los propios alumnos. Nosotros estamos poniendo en sus manos las posibilidades para organizarse, pero la organización la tienen que hacer ellos, como asimismo poner las ideas y directivas que rijan sus destinos. Creemos que en lo futuro podremos también ofrecer a los estudiantes de todos los países de Latinoamérica la posibilidad de que nos visiten contingentes de alumnos en la época de las vacaciones para pasar en nuestros clubes estudiantiles el tiempo que quieran, en los que sean atendidos por los propios muchachos. Hasta ahora, en este orden de cosas, no hemos contado con organización. Los profesores vivían como franco tiradores, como generalmente viven muchos profesores en el mundo. De la misma manera, los maestros estaban totalmente desorganizados, cada uno se defendía como podía. Nosotros estamos tratando de terminar con ese individualismo negativo en la vida de los hombres y de los profesionales en especial. Estamos organizando la Confederación General de Profesionales, dentro de la cual se están agrupando también los profesores, maestros, etcétera, para que, con la ayuda del gobierno o de las instituciones que directamente sirven a esas organizaciones puedan tener también una vida propia dentro de su organización prestando servicios sociales indispensables y crear con eso los locales y elementos para que puedan desarrollar una vida colectiva además de su vida individual. En este orden de cosas creo que en el futuro también podremos ya, a través de las organizaciones profesionales, ofrecer a todos los camaradas de América la posibilidad de que nos visiten con mayor frecuencia y establezcamos además de este intercambio, diremos, amistoso, que es el mejor de todos los intercambios, según apreciamos nosotros. Quizá, todavía, no podamos establecer esto acabadamente, pero trabajamos a asiduamente para que a través de esas organizaciones, vayan creciendo verdaderas instituciones de bien público que han de estar al servicio, no solamente de los intereses profesionales de los argentinos, sino también de nuestros amigos americanos para que nos puedan visitar siempre colocándonos en la placentera situación de poder convivir con ellos largo tiempo. Todo esto, señores son promesas, pero son a la vez realizaciones que están en marcha. Yo espero que en poco tiempo más, nosotros podamos ofrecer tanto en el orden estatal, como en el orden privado, como en orden de las organizaciones profesionales, la posibilidad de aumentar en la República Argentina la afluencia de numerosos profesionales y estudiantes de todo orden, que nos permita un intercambio que será, siempre, inmensamente favorable para nosotros. A todo ese programa que realiza el Ministerio de Educación podemos, hasta tanto se cristalice en una realidad efectiva, reemplazarlo con la realización de estos cursos que son sólo circunstanciales y esporádicos en nuestro tiempo. No obstante, aspiramos a hacerlos permanentes y hasta integrantes de un sistema que hemos de instaurar en el futuro. Hasta que eso se produzca, yo pido disculpas a todas las señoras y señores que nos visitan, por las incomodidades que puedan haberse presentado por la falta de preparación adecuada que nosotros necesitamos para prohijar este intercambio. Desde ya les prometemos que hemos de subsanar estas dificultades en el futuro para ofrecerles no solamente nuestro corazón sino también nuestra ayuda para cualquier cuestión en que podamos ser útiles. Señores, antes de terminar, yo quiero como ustedes, dedicar un recuerdo cariñoso al doctor Cruz. Él fue el iniciador de esta actividad. En nombre de la Universidad de Cuyo y del propio doctor Cruz les agradezco los amables recuerdos que ha expresado el señor Vasconcelos. Yo les pido a los señores que lo recuerden siempre y que piensen que dejan aquí buenos amigos que no tienen otra intención que ofrecerles con su corazón, su sinceridad y su lealtad. .............
1954-04-13
En la inauguración del hogar Escuela Evita de la Fundación Eva Perón en Ezeiza
Compañeros de la Fundación, señores y señoras: Es con inmensa alegría, que llego hasta este Hogar-Escuela, donde el marco que presentan todas las personas de buena voluntad que quieren acompañarnos en el corazón, en la creación de estas obras, se encuentran jubilosas como nosotros. Yo deseo como siempre lo hago en esta oportunidad, agradecer a los dirigentes de la Fundación, a los que han dirigido la construcción de estas obras y muy especialmente, a los compañeros trabajadores, que con su esfuerzo de todos los días y con el entusiasmo con que trabajan en estas obras, han podido colocarla en condiciones de que la podamos inaugurar para dar albergue a 1.700 chicos, que son, como decimos nosotros, los únicos privilegiados de esta nueva Argentina. Quiera Dios que la Providencia ilumine a cada una de las personas a quienes la Fundación confía una misión a cumplir en estos Hogares-Escuela. Y quiera dios también, que los colme de felicidad, que sean estos hogares, lugares de felicidad común para los niños a quienes se albergan, como también a todo el personal que ha de desvivirse diariamente para hacerlos más felices y para hacerlos mejores. Compañeros, es bajo la advocación y el recuerdo a Eva Perón que quiero dejar inaugurado este Hogar-Escuela, pensando que ella nos tutelará a todos desde el más allá, donde estoy persuadido que seguirá pensando y luchando por todos nosotros. .........................
1954-04-21
En la inauguración de la Cooperativa de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini
Yo he querido tener la inmensa satisfacción de llegar hasta este edificio para ver una obra que es, diríamos, el sueño permanente de todas mis preocupaciones. Yo creo que el sistema cooperativo y de ayuda mutua será en el porvenir una de las obras sociales más extendidas y más fructíferas en la República. Y las escuelas son, precisamente, el campo más fértil para comenzar a sembrar estas ideas fundamentales de la solidaridad humana. A lo largo de mi vida he escuchado miles de discursos -algunos muy elocuentes- y algunas poesías maravillosas sobre la solidaridad humana. Pero para mí, mejor que todos los discursos y todas las poesías es una cooperativa de este tipo, porque esto es una realidad; las otras con concepciones, y la realización está siempre por encima de la concepción. Es indudable que el espíritu de la nueva solidaridad -que ha de reemplazar a un individualismo un tanto egoísta en la moderna comunidad no sólo de la Argentina, sino del mundo entero- va hacia formas también nuevas. Hay una evolución en este sentido solidario de la vida a la cual es menester adelantarse. La solidaridad ha de venir por la necesidad, pero ¿por qué no podemos ir ayudando para realizar esa solidaridad antes que la necesidad nos acucie en forma perentoria? Es mejor ue estos centros de solidaridad nazcan en la escuela, para que los chicos y las chicas vayan formándose dentro de esa moderna escuela de la solidaridad humana. Demasiado ha luchado el hombre contra el hombre y demasiado han luchado los hombres contra los hombres. A nosotros nos ha tocado vivir en un mundo de permanentes guerras, catástrofes y desgracias inculpables solamente a los hombres. Cuando se analizan las causas de las mortandades de las últimas guerras, muchos culpan a la fatalidad, pero no, la fatalidad tiene poco que ver en este asunto: los culpables, y los únicos culpables, somos los hombres. Es necesario que después de esto se produzca una reacción; esa reacción ha de ser hacia la solidaridad. Adelantémonos nosotros con método para ir cumpliendo esa solidaridad en los hechos, para que después no nos atosiguen con lindos discursos, que se piensan mucho pero no se realizan jamás. Señores, realizar esto en la escuela es ir conformando esa nueva mentalidad. Al mismo tiempo, ¿Dónde los padres de familia van a tener lo más sagrado de sus aspiraciones sino en la escuela? Allí tienen su prolongación: sus hijos. Y ¿Dónde un padre de familia se va a sentir más feliz que compartiendo algunos momentos con los muchachos de las escuelas? Uno aprende a lo largo de la vida que ellos son los mejores amigos. No hay nada mejor, como amigo, que un muchacho o una muchacha. Ayudarlos a ellos, que empiezan, con la experiencia de los que terminamos, es un deber a la vez que una virtud de los viejos. Esa experiencia que nosotros hemos podido cristalizar quizá en el sacrificio y algunas veces en las penurias, es un legado que tenemos la obligación de hacer a los que nos siguen. Crear en los colegios instituciones como esta que hoy inauguramos donde vibra no solamente un espíritu patriótico sino también un sentido humano de comprensión y de colaboración, es estar sembrando en tierra sumamente fértil. Yo quiero, antes de terminar estas palabras, felicitar al señor Rector de la Universidad, a la dirección y personal docente de este Instituto, a los padres de familia que colaboran tan patrióticamente con ellos, y finalmente, felicitar a todos los que contribuyen con su cooperación en esta obra, en la que vemos realizado un ideal que yo creo debe ser el de todos los argentinos: que nos unamos todos, padres, hijos, obreros, empleados, profesionales, capitalistas, con una sola finalidad, que es la que de que nuestro pueblo pueda ser cada día un poco más feliz y nuestra patria más grande y más gloriosa". .............
1954-04-22
En el acto realizado por la Confederación General de Profesionales con motivo de la institución del premio América "Juan Perón"
Excelentísimo señores representantes del cuerpo diplomático, eminencia, señoras y señores: En primer término, yo deseo agradecer profundamente, el honor que representa para mí, que los profesionales agrupados en la Confederación General de Profesionales, hayan tenido la amabilidad de asociar mi nombre al nombre de América en el establecimiento de este premio. Ello no solamente colma inmensamente mi satisfacción personal, porque la causa de la solidaridad humana, comenzando por nuestra solidaridad, es la bandera detrás la cual he comprometido mi propia vida, sino también, por asociarlo al nombre de nuestro continente, porque es también, detrás de ese sagrado nombre de América, que todos debemos comprometer nuestras vidas para su defensa. Señores: es también inmensamente grato para mi espíritu de argentino, que el primer acto de esta inteligente asociación de argentinos, haya sido para afirmar como en una piedra sillar, la decisión de unirse para hacer la vida mejor, pensando en que en ese espíritu superior solamente pueden afirmarse las grandes causas de la Confederación General de Profesionales. Cuando los hombres colocan una divisa de este valor en el frontispicio de sus aspiraciones futuras, puede decirse y descartarse el éxito, porque nada se afirma así como el espíritu de que tenga uno después algo que arrepentirse. Señores: si todo esto es inmensamente grato para mi espíritu, no es menos el tener la inmensa satisfacción de poder hoy saludar, en esta asamblea, no solamente a los dirigentes de la Confederación General de Profesionales, sino a tantos y tan distinguidos asistentes a este acto, que le da el espaldarazo definitivo a esa magnífica organización. Y abusando de esa circunstancia, yo que quiero hoy, con toda la sinceridad y con toda la lealtad de que soy capaz, decir unas pocas palabras que abonen y expliquen esta inmensa satisfacción. Una de las cosas que más me ha preocupado en el gobierno, ha sido, precisamente, el de alcanzar una organización. Yo soy de los hombres que piensan que es quimérico para el hombre mismo, el pretender vencer el tiempo. Es probablemente, una de las más grandes preocupaciones que el hombre ha tenido en todos los tiempos frente a lo insignificante existencia de su vida. Probablemente habrán ensayado muchos el camino en el campo de la ciencia y de la filosofía. Algunos lo habrán encontrado, pero estoy absolutamente persuadido, que la mayoría inmensa de esos hombres no han sabido encontrar el camino de la consolidación y perpetuación de sus propias ideas y decisiones. Yo soy de los hombres que piensan, que así como el hombre es siempre vencido por el tiempo, hay un solo medio de vencerlo al tiempo, prolongándose en las obras que valen siempre mucho más que el hombre. Y ese medio es la organización. Nosotros, componentes de un pueblo un tanto desaprensivo, hemos quizá despreciado un poco los extraordinarios valores que animan a la organización. Hemos vivido y nos hemos desenvuelto en medios inorgánicos y la consecuencia de ello, ha sido el desarrollo exagerado del egoísmo y del individualismo, que son casi sinónimos. No hemos pensado, todas las veces que lo debiéramos haber hecho, en cuanto es de importante una comunidad el concepto de que es imposible la realización individual en una comunidad que no se realiza. Yo recuerdo, cual fue mi situación al llegar al gobierno, frente a un inmenso trabajo que realizar, sin poseer el instrumento necesario para hacerlo. Ha de ser algo así, como un cirujano, que debe realizar una dificilísima operación y no dispone del instrumental necesario para intervenir; ha de ser algo así como el de un hombre de ciencia que busca en el arcano, descifrar algunos de los secretos que la naturaleza le oculta y carece de los medios indispensables para percibirlos y para apreciarlos. Vale decir que el hombre de gobierno, es casi indefenso cuando no tiene el instrumento necesario para realizar el trabajo que le dan. Señores: quizá nadie haya apreciado este problema con mayor responsabilidad que yo, por el hecho de estar inerme e incapacitado frente a un tremendo problema, que era el problema de la Nación. Yo recuerdo y lo he recordado muchas veces, lo que encontré como organización cuando llegué al gobierno. Nosotros teníamos un Estado medianamente organizado, con grandes deficiencias, pero organizado. Sus instituciones eran viejas instituciones de la Nación, pero con un gobierno total y absolutamente inorgánico, incapacitado para concebir; para concebir en la amplitud y con la profundidad que es necesario concebir los grandes problemas del Estado, e incapacitado para dirigir la realización a través de las instituciones estatales. Vale decir, señores, que no teníamos el instrumento que nos asegurase la posibilidad de concebir, de concebir bien, y de dirigir una ejecución en el resto de la República. Pero si este problema era difícil en el gobierno, era totalmente imposible en el pueblo. Porque así como necesitamos un Estado organizado y un gobierno organizado, para poder concebir y realizar las concepciones gubernamentales, es indispensable un pueblo organizado para que él realice a la vez conjuntamente con el Estado, porque el Estado es, a mi manera de ver, un coeficiente insignificante frente a la inmensa masa popular del país. Fue señores, desde ese preciso momento en que pedí al pueblo argentino que se organizara. Ustedes saben tan bien, o quizás mejor que yo, que en el orden popular nuestra desorganización era absoluta. Cada uno se había agrupado en distintas organizaciones, más bien orientadas a favorecer individuos o grupos de individuos, pero no a grandes sectores populares. Con ello se habían creado un sinnúmero de organizaciones antagónicas, que es el principio más negativo de toda organización, vale decir, eran organizaciones creadas para destruirse las unos a los otras, pero no para colaborar en una tarea común que nos permitiese realizarnos conjuntamente, para ofrecer así el mejor camino a cada uno para realizarse individualmente. Debí luchar muchos, señores, y eso también lo conocen ustedes tan bien como yo, para comenzar, desde la Secretaría de Trabajo, la organización del pueblo. Algunos, me han criticado, el hecho de que yo haya recurrido inicialmente a la organización de los trabajadores. Muchos pensaron que mi idea fundamental en eso, era aprovechar esa enorme masa políticamente. Francamente, yo podría confesar hoy, que cuando realicé ese trabajo, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, no pensé jamás que habría de servirme yo de ello, como una palanca política. Yo perseguía desde entonces, objetivos que sirvieran a una causa, y no objetivos que me sirviesen a mí personalmente. Si en ello hubo alguna coincidencia, no creo que ello haya sido el móvil que movilizó, ni mi entusiasmo ni mi trabajo para realizarlo. La Confederación General del Trabajo, fue el movimiento inicial de la organización popular, porque era el único medio en el cual existía ya una conciencia social. No es un secreto para nadie, que es en los medios obreros en el mundo entero en donde anida, de una manera más sincera y más leal una conciencia social. Sus luchas a través de la evolución de la humanidad son los que han desarrollado esa conciencia social. Desde las corporaciones de la edad media, a través de todo el sindicalismo de los siglos XVIII y XIX, están demostrando que ese paulatino trabajo sobre una misma razón de existir y de accionar, es lo que ha desarrollado una conciencia social. EL resto de la humanidad no ha sido trabajado, sino subsidiariamente para la conformación de organizaciones. Por esa razón, si habíamos de iniciar ese trabajo, aprovechando todo el remanente de una prolongada evolución, debía ser en la clase trabajadora. Pero entonces mismo, yo establecí ya el año 1944 como concebía la organización popular, sin la cual era imposible todo gobierno democrático como lo entiendo yo. Muchos años de lucha, han ido, paulatinamente persuadiendo al pueblo argentino de la necesidad de esa organización, que la vemos hoy quizás culminada con la obra que realiza la Confederación General de Profesionales. Es para mí, señores, ya viejo luchador en este campo de la organización, una satisfacción superior quizás a cuando ustedes mismos consideran, el poder pronunciar estas palabras en esta ocasión. Me siento inmensamente feliz, como argentino, de este hecho auspicioso de nuestros profesionales. No con un criterio político pequeño ni mezquino, sino con ese amplio espíritu que debemos tener los argentinos cuando ponemos nuestro pueblo y nuestra Nación por sobre toda otra consideración mezquina. Muchos han visto en nuestra organización, nacer un sentido corporativo. Nada está más lejos de la verdad que semejante consideración. Nosotros en estas organizaciones no perseguimos conceptos estrechos de la organización corporativa. No pensemos en manera alguna que la finalidad de estas organizaciones deba ser el hacer pesar en el campo político la organización realizada a base de una solidaridad social insospechable. No creemos que estas organizaciones puedan ser realizadas para el servicio político de los individuos, sino para un servicio colectivo en beneficio directo y exclusivo de la comunidad. Para nosotros, en el orden de la organización, no cuentan ni los grupos políticos ni los individuos políticos. Estas organizaciones se realizan con una finalidad bien clara y bien exclusiva: la defensa de los intereses profesionales de los grupos organizados, para que ellos tengan también una representación en el gobierno, y para que ellos puedan conectar una amplio sector de la comunidad con el propio Estado y el propio gobierno, de manera que las medidas consultas o inconsultas que la ley pueda establecer y que el gobierno pueda ejecutar tengan un control popular directo en defensa de los intereses profesionales de las organizaciones. En otras palabras, es la lucha sistemática contra lo que podríamos llamar intereses de grupo; es la lucha sistemática contra el interés personal e individual, que ha sido, quizás, la regla en épocas pasadas. Con ello no quiero hacer una crítica a las épocas pasadas, quiero simplemente colocar un ejemplo para que nos sirva en el futuro de orientación. Conviene siempre más, frente a las decisiones de la ley y del gobierno, que un grupo de personas responsables, fehacientemente representantes de los grupos representativos de la comunidad, puedan hacer sentir su voz y sus razones frente a decisiones que puedan perjudicar grandes e importantes núcleos de la propia población. Y de la misma manera, en que hoy, no se toma desde el gobierno ni desde el Parlamento, una decisión que pueda influir en la vida y en los bienes de las organizaciones obreras y de las organizaciones económicas de la Nación, es justo y es indispensable que en ese contralor esté también presente la verdadera representación intelectual del país representada por los profesionales de la Nación, que hagan sentir su voz efectiva y realmente en las grandes decisiones que interesan a los argentinos. Con esto no pretendemos sojuzgar a nadie; tampoco aprovechar a nadie en servicio ni beneficio de nadie, sino simplemente, con toda sinceridad y con toda lealtad, ajustar los órganos necesarios para que exista una inteligente cooperación entre todos los argentinos para construir el bien de todos los argentinos. Señores, no escapa ni escapará a nadie que esta organización de profesionales argentinos nace auspiciosamente para el país. Yo he sentido en las provincias argentinas la inquietud por realizarla. Lo he sentido aquí en la Capital, resumido en las inquietudes y en la acción de los profesionales argentinos. En esta lucha por construir, que todos realizamos, solamente inclinados hacia el bien común y orientados hacia las necesidades del país, creo este acto marcará una etapa definitiva en la consolidación de nuevas formas, que han de ser beneficiosas no solamente para el país sino para cada uno de los argentinos. La organización de los profesionales argentinos, en quienes reconocemos la amplia capacitación y la inteligente dedicación al servicio del país, ha de ser constructiva en la era de nuestra organización, e iremos colocando diariamente, alejados de todo interés que no sea el del país, colocando nuestras conquistas orgánicas en la escala de valores que indiscutiblemente es necesario establecer en la vida misma de la Nación, para que obtengamos con el mínimun de esfuerzo el máximum de provecho al servicio de la comunidad argentina. Señores, es indudable que la constitución de la Confederación General de Profesionales argentinos, completa el panorama que es el sueño de nuestras construcciones orgánicas. Y es indudable que la Nación espera de esta organización, de su inteligente dirección y organización, como de su incesante trabajo, provechos que serán superiores a toda ponderación. Desde el gobierno, nosotros comenzamos a sentir ya, que estas organizaciones, trabajando incesantemente, por el bien común, partiendo del servicio sectorial de la organización, y comprometiendo la colaboración y cooperación con las otras organizaciones, ha de ser un provecho indiscutible para el país. En esto, señores, yo ya tengo la palabra de la Confederación General del Trabajo, donde inicialmente se organizaron algunos sectores de profesionales frente a la ausencia absoluta de una organización que los cobijase a todos, para tratar en forma directa y amistosa, la incorporación de los sectores que aún permanecen en la Confederación y que pertenecen naturalmente a la Confederación General de Profesionales. Yo aspiro, señores, a que realicemos entre los directivos de la Confederación General de Profesionales y los directivos de la Confederación General del Trabajo una reunión conjunta, donde yo tendré la inmensa satisfacción de actuar como intermediario, para establecer unas conexiones y relaciones. Yo sé bien, que se mantienen magníficas relaciones en los momentos actuales. Esas relaciones podrían, quizás, friccionarse, si se estableciese una lucha, que la inteligencia debe descartar, porque en esta clase de trabajo orgánico, debe de evitarse de toda manera el choque entre las distintas organizaciones. Yo he de poder actuar en forma que nos permita, que no iniciemos nuestro trabajo con esa clase de fricciones, y que, la existencia de estas organizaciones permita asegurar la colaboración y la cooperación entre ellas y nunca la lucha. Finalmente, señoras y señores, yo deseo agradecer, en mi nombre, y especialmente en nombre del gobierno, toda la buena voluntad que veo puesta al servicio de la organización de la Confederación General de Profesionales; todo el esfuerzo que realizan los hombres de buena voluntad para lograrlo; y todo el apoyo, que estoy viendo llegar desde todos las partes del país, lo que habla mucho de la inteligencia, de la buena fe y de la buena voluntad de los profesionales argentinos. Yo pienso, señores, que en esta organización, donde todos los sectores profesionales puedan tener su representación, de manera que haya un organismo que trabaje por todos, mientras cada uno trabaja para sí dentro de esa organización, ha de ser altamente constructiva para el bien de la Nación y para el bien de cada uno de los componentes. Y pido a Dios, que, ilumine a los organizadores, y que ilumine a cada uno de ustedes, para que surjan en la dirección de esta organización, los hombres más capaces, porque las organizaciones no valen por el número de sus asociados, sino por los dirigentes que las encuadran y las conducen. Y pido también, que todo interés, que no sea el interés profesional, que debe caracterizar la defensa de estas organizaciones, prime sobre cualquier otro. Nosotros queremos organizaciones libres, porque sabemos que este tipo de organizaciones cuando no son libres, o son dirigidas, o cuando se desvirtúan sus finalidades, no tienen larga vida, y nosotros queremos una organización permanente; para que sea permanente ha de ser libre, y para que sea libre, ha de ser cuando se posibilite la realización y defensa de los verdaderos intereses de la organización y no de intereses externos a esa organización. No hacemos organizaciones políticas, esas funcionan en otro lugar. Estas son organizaciones gremiales, que defienden intereses profesionales. No nos interesa cómo cada uno de los asociados piensa políticamente porque esa es harina de otro costal que no juega en la decisión de los grandes intereses de la organización. Señores, yo pido a Dios, que ilumine a los dirigentes y que ilumine también, a cada uno de los asociados de la Confederación General de Profesionales, para que cada uno tenga dentro de ella, la libertad para realizar, la conciencia para concebir, y que aseguren siempre, que esta organización sea libre y cumpla con su finalidad. Si ello sucede, esto será permanente. Si ello no sucede, en ningún caso podrá alcanzar su consolidación. Si aquí hombres de buena voluntad, provengan de donde provengan, siempre que sean profesionales, piensen como piensen, siempre que sean profesionales; actúen como actúen, sean un asociado más, con los mismos derechos y con las mismas obligaciones que los demás asociados, no prohijados ni por tendencias políticas, ni por razas, ni por religiones ni por ninguna otra consolidación que no sea la defensa de los intereses profesionales. Si la Confederación General de Profesionales es así, triunfará; si no es así, ya podemos afirmar que su vida ni será larga ni proficua. En esto señores, yo he sostenido, y he sostenido con verdad, que las organizaciones tienen que ser eminentemente libres. Digo con verdad, porque a menudo a los políticos no se nos atribuye mucha veracidad, pero en esto yo, si no fuese en lo demás, en esto por lo menos, quiero ser sincero y quiero ser leal. Para nosotros, como gobierno, el dirigente no nos interesa ni como se llama, ni cual es su procedencia, ni como piensa. Es bastante con que él piense que está puesto allí para servir los intereses profesionales. En ese caso, él se va a entender siempre con nosotros. Algunas veces discutiremos, otras veces nos ayudaremos, otras veces serviremos unos u otros, pero siempre con una finalidad que debe ser incorruptiblemente realizada: la defensa de los intereses profesionales. Vale decir, que aquí hay una bandera detrás de la cual irán todos los asociados de la Confederación General de Profesionales, y detrás de la cual el gobierno no podrá negarse a ir, porque al gobierno le pagan para que sirva, para que sirva a esos intereses, como para que sirva a todos los demás intereses del pueblo argentino. Y en esto señores, ustedes saben, que si algunas veces no lo realizamos, no es por mala intención, sino quizá, por haber equivocado los medios. Pero que nuestro espíritu está inclinado a hacerlo, eso es indefectiblemente cierto. Y si a ese espíritu inclinado, y a esa decisión de servir, unen ustedes, con su capacidad y con su concepción el consejo oportuno en defensa de los interés de los profesionales, estamos convencidos de que nosotros no nos hemos de equivocar, y cuando nos equivoquemos, estarán siempre ustedes a tiempo para tirarnos del saco oportunamente. Señores: yo agradezco profundamente, el que me hayan dado ustedes la oportunidad de abusar estos momentos de la amabilidad y de la atención de ustedes, pero les ruego que me consideren a mi también, uno de ustedes, dispuesto a servirlos aún con sacrificio, porque si eso no fuese la inclinación de mi alma sería la obligación que tengo como gobernante. ..........
1954-05-01
Al inaugurar el 88° período ordinario de sesiones en el Congreso de la Nación
Señoras y señores senadores; señoras y señores diputados: Tengo el insigne honor de inaugurar el 88º período ordinario de sesiones del Congreso Nacional, que representa la voluntad de nuestro pueblo justo, libre y soberano. El año gubernamental que iniciáramos el 1º de mayo de 1953 y en este mismo recinto tiene, según la opinión del Poder Ejecutivo, una característica fundamental: el pueblo realiza aceleradamente su organización social, económica y política. Siempre recuerdo que al asumir, el 2 de diciembre de 1943, la Secretaría de Trabajo y Previsión, piedra fundamental de la Nueva Argentina, declaré que "el imperativo de nuestra época era organizarse". Nos encontrábamos entonces frente a una masa inorgánica que no tenía el menor contenido de conciencia social. Para esa masa inorgánica, individualista, disociada por el desengaño, por el fraude, por la ausencia de esperanzas en horizontes nuevos y mejores, se había realizado nuestra Revolución. Para esa masa -por su felicidad y por su grandeza- traíamos al frente de la Revolución las tres banderas de la justicia social, de la independencia económica y de la soberanía política, que ahora - diez años después- el mundo entero reconoce por sus colores argentinos, cualquiera sea el lugar de la tierra en que se nombren. Ya en aquellos momentos iniciales de 1943 advertimos que solamente el pueblo organizado con la plenitud de su conciencia social, un pueblo que tuviese un cuerpo y un alma, vale decir, una personalidad definida podría tomar aquellas banderas y perpetuar así en el tiempo nuestros levantados ideales de justicia, de libertad y de soberanía. La Revolución de 1943 -como tantas otras revoluciones- hubiese pasado sin pena ni gloria, a pesar de sus altos propósitos, si no le hubiésemos infundido un eminente contenido de revolución social. Fue entonces cuando la responsabilidad de realizar la justicia social de crear, desarrollar y consolidar las organizaciones obreras del pueblo que se harían cargo de nuestra primera bandera cargó sobre mis espaldas. Por una suerte extraña de vocación y de destino, la Providencia quiso asignarme esa responsabilidad. En la Secretaría de Trabajo y Previsión la masa inorgánica y disociada de los trabajadores fue adquiriendo conciencia social de sus destinos y organizándose progresivamente. Recuerdo haberles dicho en 1943, cuando recién empezábamos a conocernos: "Sembraré mi simiente en el fértil campo de los trabajadores de mi tierra, que estoy persuadido, entienden y comparten mi verdad con esa extraordinaria intuición que poseen las masas cuando se las guía con lealtad y honradez. ¡Ellos serán mis hombres!" ¡Y no me equivoqué! Y dejé en ellos la simiente. Y ellos -¡el primer sector de masa organizada y consciente que tuvo la República!- fueron mis hombres. Fueron los del 17 de octubre de 1945, los del 24 de febrero de 1946, los del 28 de septiembre, los del 11 de noviembre de 1951... los esforzados gestores del último y reciente 25 de abril, los de ayer y hoy y los de siempre, por cuya felicidad empeñé mi vida como el mejor homenaje de mi gratitud a una lealtad que me ha seguido en las malas y en las buenas con la misma fe, con la misma franqueza y con el mismo cariño inquebrantable, sin ningún interés... de acuerdo con los dictámenes del corazón siempre generoso de los hombres humildes que trabajan. Yo sé que, desde hace mucho tiempo, la doctrina de la justicia social está en manos de los seis millones de trabajadores afiliados a la Confederación General del Trabajo. En 1946, por una decisión electoral mayoritariamente de los argentinos, puestos de pie como en todas las horas decisivas de esta década de pueblo humilde, trabajador y descamisado, asumí el gobierno de la República. Siempre he pensado que más bien que asumir el gobierno de la república, en aquel 4 de junio de 1946, asumí la responsabilidad de conducir las banderas de la Revolución hasta dejarlas en las manos del pueblo: únicas manos que no pueden destruir ni la acción disociadora del tiempo ni la inconsciencia o la maldad de los hombres. Desde entonces nuestra consigna de gobierno fue siempre la misma: "Es necesario organizarse", "Se impone organizarse", "El imperativo de la hora es organizarse", etcétera. Sentía que era demasiado grande el peso de mis responsabilidades personales en relación con el destino extraordinario de nuestro pueblo. Analícense mi prédica y mi acción a lo largo de todos estos años de gobierno y se advertirá en ellas cómo todos mis esfuerzos tienden a despersonalizar los propósitos de la Revolución, circunstancialmente personalizados en mí, para que pudiesen perdurar más allá del tiempo en que me han sido asignados la gloria y el honor, pero también la enorme responsabilidad de servir a nuestro pueblo. Yo no he creído nunca que el mejor camino para lograr aquel propósito fuese una prédica o una acción limitada a los pequeños sectores dirigentes sociales, económicos, políticos y culturales. Los pequeños círculos han fracasado siempre en el trabajo de difundir por el mundo las ideas de una nueva doctrina... y la han conducido inexorablemente al fracaso en sus realizaciones. Para cumplir la misión asumida en 1946, y perpetuar nuestros ideales, era necesario llevar a cabo dos tareas indispensables: 1) Conformar una doctrina nacional sobre la base de "nuestras banderas". 2) Organizar todos los sectores del pueblo para completar nuestros fines, entregándole al pueblo organizado aquella doctrina y las realidades logradas bajo sus signos de justicia, de libertad y de soberanía. Así entendí siempre que debía "despersonalizar" todo lo que nuestra Revolución había personalizado en mí. Nunca me he sentido otra cosa que un hombre demasiado humilde, al servicio de una causa siempre demasiado grande para mí, y no hubiese aceptado nunca mi destino si no fuese porque siempre me decidió el apoyo cordial de nuestro pueblo. Por eso he tratado de conformar la serie de principios que constituyen nuestra doctrina y al mismo tiempo he trabajado permanentemente por la organización de aquella masa inorgánica y disociada de 1943, tratando de convertirla en un pueblo conscientemente organizado, con caracteres básicos de una personalidad que ya advierte el mundo y que se manifiesta en el ejercicio pleno y absoluto y de nuestra independencia y de nuestra soberanía. Aquellos principios fueron en rigor de verdad el ideario de la Revolución que yo traía en mi propia alma desde los cuarteles, donde los dolores de la masa humana que poblaba nuestra tierra no eran más que la interpretación de las esperanzas, sentimientos e intuiciones de aquella masa. La conformación de nuestra doctrina, que pueden aceptar todos los argentinos, porque tiene caracteres de solución universal, y que, incluso, puede ser aplicada como solución humana a la mayor parte de los problemas del mundo, como tercera posición filosófica, social, económica y política, constituyó la primera etapa de lo que podría denominarse la "despersonalización" de los propósitos que la Revolución había encarnado en mí, tal vez porque yo sentía, desde mucho tiempo antes, vibrar "la revolución total del pueblo", y estaba decidido, tal como lo expresé, para los trabajadores argentinos, el 2 de diciembre de 1943, a "quemarme en una llama épica y sagrada para alumbrar el camino de la victoria". La doctrina fue adoptada primero por los trabajadores. Yo los elegí para dejar en ellos la semilla. Lo acabo de expresar: "Ellos fueron mis hombres!" Elegí a los humildes. Ya entonces había alcanzado a comprender que "solamente los humildes podrían salvar a los humildes". Recuerdo que cuando me despedí de la Secretaría de Trabajo y Previsión, el 10 de octubre de 1945, les entregué a ellos todos mis ideales, diciéndoles más o menos estas mismas palabras; "No se vence con violencia: se vence con inteligencia y organización"; "Las conquistas alcanzadas serán inconmovibles y seguirán su curso"; "Necesitamos seguir estructurando nuestras organizaciones y hacerlas tan poderosas que en el futuro sean invencibles"; "Estas conquistas nuestras representan los objetivos que han de conducir a nuestra República a la cabeza de las naciones del mundo"; "El triunfo será nuestro". Desde entonces, los trabajadores argentinos han sido portadores do nuestros ideales. Ellos los han difundido por todo el país y por todos los países del mundo. Si en estos momentos el nombre de la República Argentina, los principios de nuestra doctrina y la verdad de nuestras realizaciones son conocidos en todos los países, debemos agradecerlo, con el profundo y honrado reconocimiento que merecen, a la convicción persuasiva de los dirigentes sindicales actuantes en las organizaciones internacionales y a la de sus representantes obreros agregados al servicio diplomático en el exterior. Desde 1946 hasta la fecha el movimiento político que apoya a nuestro gobierno ha ido compenetrándose con el ideario de nuestra doctrina, y tanto el Partido Peronista Femenino cuanto el Partido Peronista Masculino han sabido comprender, unidos a la Confederación General del Trabajo y con meridiana claridad, que la mejor organización para la acción política es aquella que se cimienta en la unidad de concepción que nace de una doctrina lógica, congruente, fundamental y profundamente humana. ¡Así es nuestra doctrina! Yo he visto con profunda satisfacción cómo las fuerzas que integran el Movimiento Nacional Peronista, aun en el fragor de las luchas políticas, y frente a la campaña de nuestros adversarios -campaña destructora, individualista, anárquica, llena de odios y de rencores antipopulares, y carente de todo fundamento doctrinario-, han sabido oponer la solidez de nuestra doctrina, prefiriendo así contrarrestar: la mentira con las ideas; la difamación con los principios; lo deleznable de las pasiones subalternas con la dignidad de los grandes ideales, y las antiguas promesas repetidas con la presencia ante el pueblo de nuestras realizaciones, muchas veces ni siquiera prometidas. Veo también con íntima satisfacción cómo nuestra doctrina -no tanto por imperio del articulado que integra la Constitución Nacional ni por la obligatoriedad legal de las disposiciones en vigor cuanto por la gravitación fundamental de sus principios- ha sido tomada incluso por nuestros adversarios, que ahora se declaran defensores de la justicia social, de la dependencia económica y de la soberanía política, esgrimiéndolas en contra de nuestro propio Movimiento, de nuestra propia doctrina y de nuestras propias realizaciones, logradas precisamente en contra de la acción negativista y destructora que ellos representan. Desearíamos que las manifestaciones a que aludo tuviesen la buena fe que nosotros hemos puesto durante diez años en la defensa y en la realizan de la doctrina. Pero aun cuando no fuese de buena fe, nos satisface que en esta tierra nuestra, hasta para combatimos, no se puedan usar otras ideas que las que nosotros hemos sembrado con nuestro Movimiento. Los ideales que la Revolución y el pueblo me confirieron el 17 de octubre, y luego el 24 de febrero y el 11 de noviembre, como una responsabilidad personal, que afronté dispuesto a realizarlos a costa de cualquier sacrificio, ya han dejado de ser mis ideales y constituyen hoy nuestra doctrina nacional: ¡La doctrina de todos los argentinos, la de nuestra generación y la que servirá de guía para la acción de las generaciones venideras! Iniciamos este nuevo período parlamentario de sesiones bajo el signo del pueblo, que ya no es, como hace diez años, una masa inorgánica y amorfa, sino un cuerpo orgánico que ha crecido y se ha desarrollado libremente bajo el auspicio franco del gobierno, cuya única exigencia o condición ha sido la de que sus organizaciones sociales, económicas, políticas y culturales concurriesen a realizar, conjunta, responsable y solidariamente con nosotros, la felicidad y la grandeza de todos, mediante la justicia social, la independencia económica y la soberanía política de la Nación. Me alegro porque me encuentro aquí por primera vez ante la representación de la comunidad argentina organizada. Me alegro profundamente de que, al iniciar sus sesiones ordinarias, las autoridades de este octavo congreso peronista hayan tenido la felicísima idea de invitar a los representantes de las organizaciones económicas, sociales, políticas y culturales de la Nación. Tal vez no pueda ser llamada aún la expresión total de nuestro pueblo, desde que muchas organizaciones recién empiezan a funcionar dentro del complejo mecanismo que es el cuerpo vivo de la comunidad y algunas de esas organizaciones no han alcanzado a desarrollar su acción en toda la república, ni han podido coordinar sus tareas con las que realizan las otras organizaciones del pueblo, con los correspondientes organismos del Estado y con el gobierno mismo. Pero ya están aquí presentes, deseosas de participar en la plenitud de la vida nacional... y esto me alegra casi como si me fuese dado contemplar, en este momento y en este recinto, la presencia augusta de la patria entera, reunida por primera vez en el milagro de encarnación viviente que es el pueblo, cuyo cuerpo de organizaciones sirve de base de sustentación para el alma que le da nuestra doctrina nacional. Compárense ahora las diferencias existentes entre la masa de 1943 y el pueblo de 1954. Ahora sí podemos decir que la Revolución ha cumplido la mayoría de sus propósitos. Y yo me siento satisfecho y ampliamente compensado. Ya me resulta posible desentenderme un poco de mis responsabilidades iniciales, seguro del éxito, y no porque les tenga ningún temor a las responsabilidades, por grandes que sean y por duro que resulte asumirlas. Soy un soldado al servicio del pueblo, como deben ser todos los hombres y mujeres de la humanidad justa que seamos. ¡Y los soldados verdaderos, cuando asumimos una obligación, no nos quedamos a mitad del camino, a no ser que nos sorprenda allí la eternidad de la gloria, que suele ser el único premio con que soñamos! A la personalidad de la comunidad nacional que representan sus organizaciones sociales, económicas, políticas y culturales, a la personalidad que se llama el pueblo argentino y que sostiene con la materia viva de sus organizaciones el alma eterna de nuestra doctrina, ya me resulta posible ir entregándole progresivamente, con plena fe en el porvenir, las banderas inmaculadas de la justicia social, de la independencia económica y de la soberanía política. Muchas veces he debido soportar la incomprensión de la mediocridad que no entendía -o no quería entender- que, al fin de cuentas, humilde instrumento de la Providencia, yo tenía un mandato que cumplir. Fiel a ese mandato, que llevo marcado a fuego sobre mi corazón, lo cumpliré hasta el fin. Felizmente. He probado no ser un hombre a medias, y aunque tampoco me considero un ser privilegiado, me siento depositario de aquel mandato. ¡Y lo cumpliré, inexorablemente, pese a quien pese! Por esa posición espiritual he sido criticado como "personalista". Pero mi personalismo no ha sido nunca ni será jamás egoísta ni ególatra, ni tendrá la megalomanía de "los grandes hombres por autodecisión". Soy el hombre de una causa. Tengo en mis manos un mandato de justicia, de libertad y de soberanía que personalmente debo y deseo entrega totalmente y cuanto antes al pueblo argentino también en persona, vale decir: a la personalidad de nuestro pueblo aquí presente. ¡Esta es la clave, la piedra angular de mi personalismo: un "personalismo" que tiene su raíz más honda en mi propio sentido de la responsabilidad y que va disminuyendo en la misma medida en que se va creando, en la personalidad de nuestro pueblo, el sentido de la responsabilidad que manifiesta progresivamente en las organizaciones de nuestra comunidad! En esta transferencia de responsabilidades no acepto ni aceptaré jamás intermediarios de ninguna clase. No deseo personeros para cumplir con mi mandato. Bienvenidos los que trabajen de buena fe para llevarlo cabo, apurando la organización solidaria del pueblo, su adecuada coordinación funcional y su total adoctrinamiento. Ellos merecerán la gratitud eterna de los argentinos, y también modesta gratitud, acaso un poco egoísta, porque yo también, aun dispuesto a terminar la misión que me ha sido providencialmente conferida, siento el peso de las batallas empeñadas y de las amarguras, que no dejan de ser amarguras aunque gozosamente las ofrezca en los altares del pueblo, que es la patria. Espero que en este año gubernativo que iniciamos hoy, la organización comunitaria se desarrolle al máximo posible. Deseo, como si se tratase de un sueño largamente acariciado, que "el tan mentado personalismo de Perón" sea substituido cuanto antes por "personalismo del pueblo argentino", de nuestra comunidad organizada, y no veo la hora en que este "personalismo" definitivo y eterno sostenga con sus propias manos -y para siempre!- las victoriosas banderas de nuestra nacionalidad. Señoras y señores: yo no me lavo las manos en este momento como se ha dicho, con motivo del problema circunstancial de los convenios, planteados entre las organizaciones económicas y las organizaciones sociales del pueblo. El gobierno debe seguir siendo gobierno. Pero la única, posibilidad de conciliar el gobierno con la libertad del pueblo es gobernar con las organizaciones del pueblo. Es la única forma por medio de la que el gobierno puede arbitrar soluciones justas para las organizaciones del pueblo, para su felicidad y para su grandeza. Hacer lo contrario sería no gobernar con el pueblo, vale decir: ejercer una verdadera dictadura, de la que tanto nos acusan los "nuevos" defensores de la libertad. Yo no me lavo las manos. Muchas veces he jugado toda mi vida destino a una sola carta. No es mi costumbre la política de la "media palabra". ¡O no la digo entera o no la digo! Si trato de asignar alguna responsabilidad directa en la resolución de los problemas económicos, sociales, políticos o culturales de la República, no me lavo las manos. Todo lo contrario: asumo, en todo caso, ante la historia la responsabilidad de compartir el gobierno con las organizaciones que han nacido y que se han desarrollado y se han ido consolidando bajo nuestros auspicios. Si se diese el caso de que fracasasen las organizaciones del pueblo, que van compartiendo cada vez más esas responsabilidades de gobierno, desde ya cualquiera puede prever que tal fracaso no le será asignado al pueblo, sino a mí, que trato de gobernar conduciendo, que es la única solución entre la dictadura del liberalismo y el libertinaje de la dictadura. Pero yo tengo absoluta fe y la más ciega confianza en la victoria del sistema de gobierno que reúne de una manera simple y objetiva todas las condiciones de la única, verdadera y auténtica democracia, en la que el gobierno es elegido por un pueblo libre: gobierna con el pueblo y, lógicamente, gobierna para el pueblo. Lo más frecuente es que se considere libre y democrático a un gobierno que es elegido libremente por un pueblo. Este es un concepto limitado de la democracia y de la libertad; porque si ese pueblo no es libre; no podrá jamás elegir libremente a sus gobernantes. La libertad del sufragio o la libertad electoral no es, por sí sola, la libertad política de un pueblo. Un pueblo sometido a la explotación del capitalismo, como estuvo el nuestro hasta 1943, no elegía el gobierno que deseaba, que no podía ser que el gobierno de su liberación. Cuando no era engañado mediante el fraude, no tenía otro remedio que limitar su decisión entre el abogado del imperialismo explotador y el abogado de otro imperialismo. La libertad electoral de aquella "democracia" se parecía exactamente a la libertad del condenado a muerte, a quien se le concede elegir el árbol desde cuyas ramas prefiera balancearse entre la vida y la eternidad. El gobierno libremente elegido solamente lo es por un pueblo libre de todo sometimiento extraño a su voluntad. No puede existir libertad electoral -que es la primera libertad política- en un pueblo que no sea socialmente justo ni económicamente libre. La segunda condición de una verdadera democrática es la de que el gobierno sea ejercido "con el pueblo" y la tercera que sea gobierno para el pueblo. No se gobierna para el pueblo si, no se gobierna con el pueblo. Para gobernar con el pueblo se necesita, señoras y señores, esto que nosotros poseemos en principio: una comunidad organizada. Es cierto que resulta, sin duda alguna, mucho más difícil gobernar con el pueblo, porque entonces el gobierno debe hacer con justicia lo que el pueblo quiere y no puede servir otro interés que el del pueblo. Esto es difícil cuando se considera que la política es un fin que pone al servicio de los gobernantes, o los hombres de gobierno viven y gobiernan de espaldas a sus pueblos. Pero es fácil cuando se concibe y se realiza la política como un medio cuyos supremos objetivos están en la felicidad y en la grandeza del pueblo y de la patria. Esta ha sido no solo una de las veinte verdades de nuestra doctrina. Por sobre la concepción hemos pensado siempre que debíamos ofrecer a nuestro pueblo la verdad de nuestras realizaciones. Nunca hemos hecho de la política una finalidad, vale decir "una profesión", sino un medio, un instrumento, para seguir adelante con el afán de cumplir nuestros mandatos supremos en beneficio de la patria. Sin ir más lejos, las últimas elecciones realizadas son la prueba eficaz y más elocuente de nuestra verdad. Mientras el antiperonismo, recordando sus antiguas prácticas demagógicas, prometía el oro y el moro por si el triunfo llegaba a sonreírle, el Movimiento Peronista, actuando en función de los reales y auténticos intereses del pueblo y de la patria, se limitó a sostener que los problemas pendientes tendrían solución; ahora como en cualquier otro momento nuestra acción, de acuerdo con las normas y principios de nuestra doctrina y según la teoría y las formas de ejecución que el pueblo conoce mejor que los dirigentes de la enconada reacción que nos combate. El problema de los convenios -repito- fue un ejemplo concreto. El antiperonismo prometió durante su campaña preelectoral, con la irresponsabilidad consabida de su demagogia tradicional extraordinarios aumentos de salarios. Propuso también, como solución "salomónica" casi "sobrenatural" del problema, implantar la jornada de seis horas de trabajo, criticando acerbamente la de ocho horas. Ni el Movimiento Peronista ni el gobierno han prometido nada en vísperas del acto electoral. El anuncio de algunas medidas o realizaciones concretas ha sido hecho con nuestra sobriedad acostumbrada, atendiendo a los intereses generales y a la más ajustada realidad y en las circunstancias en que solemos hacerlo habitualmente. No caímos en el terreno, primero florido de la demagogia, pero después resbaladizo y peligroso que conduce inevitablemente al desastre. ¡A ese terreno nos quiso llevar la irresponsabilidad opositora! Nosotros, mientras sigamos fieles a nuestra doctrina -y no la abandonaremos por unos cuantos votos interesados-, no somos ni seremos jamás "políticos profesionales". A estos la ciudadanía, aun la que vota por ellos, los desprecia e ignora. Porque no se nos escapa ya que definitivamente la república tiene solamente dos sectores: el Movimiento Nacional Peronista y el antiperonismo, el justicialismo y el antijusticialismo, la Revolución y la contrarrevolución, la acción constructiva y la reacción destructora, el que quiere una nueva Argentina y el que añora la otra, ¡la que nadie, felizmente, verá jamás en el futuro! En una palabra, sabemos, y lo dejamos sentado definitivamente, que el panorama político no tiene por el momento más que dos grandes sectores. Uno se llama con un nombre alto, digno y soberano: el pueblo; y el otro no puede sino denominarse con el nombre deleznable e indigno de los privilegios juntos que conoce la historia: el antipueblo. En el pueblo están los hombres humildes de todas las condiciones, que integran la única clase de argentinos que nosotros reconocemos: la clase de los que trabajan. En el antipueblo antiperonista, antijusticialista y retrógrado de la reacción, están -peleando siempre entre ellos por las migajas que caen de la mesa- los restos de todos los partidos políticos de antaño, que no pueden ni podrán jamás reunirse, con nosotros, en organizaciones solidarias que subordinan los propios intereses al superior interés del pueblo, que es a fin de cuentas, el interés sagrado de la patria. Yo no condeno de ninguna manera, con estas palabras desposeídas de toda pasión negativista, ni a los dirigentes de la oposición en general ni a los ciudadanos que la apoyan: les estoy señalando la posición de caída vertical en que se encuentran. Deseo que en estos años próximos se detengan en la pendiente y retomen si es posible, el camino perdido. Yo no lo deseo por mí ni por el Movimiento Peronista, sino por la Argentina futura. Lo deseo porque anhelo la unión integral de todos los argentinos. Si bien me he permitido presentar ante el pueblo, que aquí tiene su más alta y fundamental expresión, el panorama político que acabo de poner sumariamente, no me ha guiado ninguna finalidad de politiquería subalterna. Sé que los vencedores no deben ensañarse con la desgracia de vencidos. Pero también me siento en la obligación moral de poner en nacimiento del pueblo argentino la realidad del antipueblo, que ese opone al cumplimiento de sus designios. Nuestro pueblo no es amigo de venganzas ni de violencias. Tiene generosidad que reside en la naturaleza misma de todos los pueblos de la tierra. Cuando el 28 de septiembre de 1951 pude ordenar el fusilamiento del general Menéndez y de los oficiales sediciosos, no lo hice porque aquello hubiese sido dar al pueblo y a la justicia una satisfacción momentánea, que luego el pueblo y yo con el pueblo hubiésemos lamentado. Algunos creyeron que aquello era debilidad. Hay momentos en mayor fortaleza consiste en aplacar, con una aparente debilidad, el espíritu de justicia y el fuego de la indignación. Solamente los fuertes pueden permitirse el lujo de ser débiles. Por otra parte, aquella debilidad nos ha otorgado el derecho de mantener, hasta el momento en que sea necesario, las decisiones tomadas. En esta emergencia política yo no deseo que, ante el desborde de la oposición, el pueblo proceda con apasionamientos inconsultos. Es cierto que durante varios meses hemos debido tolerar las bravatas, los insultos y las calumnias que nos ha enrostrado gratuitamente el enemigo. Es necesario saber que las ofensas injuriosas solo pueden satisfacer orgullo y la vanidad egoísta de los que ofenden. Debemos responder como se dice que Buda contestó a uno enemigos: "Yo he rehusado aceptar tus injurias y te pido que te las guardes para ti". Así como el eco pertenece al sonido y la sombra al cuerpo, del mismo modo la injuria consumirá seguramente a sus propios autores. Pero hay algunos delitos que ya no podemos considerar sol como una injuria. He de tratar de intervenir, en cuanto me sea posible, para que ningún adversario sea condenado por los ataques que personalmente me haya inferido. Pero no puedo dar el ejemplo de renunciar a la dignidad de los fueros del presidente de la nación, afectados por la inconsciencia y la irresponsabilidad. Hay también dos delitos políticos fundamentalmente graves en los que se ha incurrido. Uno es el de agraviar gratuitamente a las instituciones del país. Sus propios titulares responsables deberán dejar debidamente aclarada la situación del caso ante la justicia. Si el ataque malevolente hubiese afectado a algún funcionario del Estado, este deberá proceder según corresponda, no solo en su descargo personal, sino también en defensa de la institución que él personalmente representa. Pero el delito político más grave que se ha cometido es el de haber usado de las libertades personales para atentar contra la libertad del pueblo. El pueblo organizado y consciente, que llena este recinto en las bancas y en las representaciones políticas, sociales, económicas y culturales de nuestra comunidad, merece que nos dediquemos plenamente a él. Hoy, como siempre, desde 1943 y desde 1946, para nosotros no cuenta más que el pueblo. Los demás habitantes de la República tienen dos caminos a seguir: o se incorporan al pueblo organizado y consciente, o se hacen merecedores de nuestro desconocimiento. No podemos gobernar ni lo inorgánico ni lo anárquico. No les exigimos -entiéndase bien- que se incorporen a nuestro movimiento político. Los instamos una vez más a que se organicen en el orden social, en el orden económico, en el orden político y en el orden cultural, aceptando solidariamente los preceptos de la Constitución que ellos han jurado observar, cumplir y hacer cumplir. Señoras y señores: he deseado referirme expresa y extensamente a estos problemas que nos interesan a todos en general. Nosotros representamos lo orgánico, enfrentándose con lo anárquico, lo individualista, lo disociado y lo disociador. La historia no recuerda que jamás haya triunfado lo inorgánico y lo anárquico ante la fuerza invencible de las organizaciones, siempre que estas hayan tenido un alma, vale decir, una doctrina que cumplir o realizar. Cinco mil espartanos organizados no fueron jamás vendidos ni dominados por doscientos mil ilotas que componían la masa inorgánica y amorfa de sus esclavos. ¡Cómo vamos a dudar acerca de nuestra victoria total si constituimos una organización que, además, aglutina a la inmensa mayoría de nuestro pueblo! No deseo terminar la primera parte de este mensaje sin dejar establecidas algunas normas que juzgo conveniente y necesario establecer pan nuestra acción futura, solidaria y común: 1) Es necesario y urgente que las organizaciones del pueblo sociales, políticas y culturales, se desarrollen y consoliden en toda la Nación siguiendo, en lo posible, el sistema de nuestra organización política federal. 2) El gobierno anhela que las organizaciones del pueblo actúen libremente. No les imponemos más que la condición legal de que concurran a afianzar, en el orden interno y en el orden internacional, la justicia social, la independencia económica y la soberanía política de nuestro pueblo. 3) Resulta imprescindible, por lo tanto, que todas las organizaciones del pueblo conozcan y comprendan los principios fundamentales de la doctrina nacional. Ella les dará unidad de concepción para realizar sus fines con unidad de acción, y les facilitará la convivencia solidaria con las demás organizaciones del pueblo. 4) Las instituciones sociales, económicas, políticas y culturales de la Nación no deben olvidar que ellas personifican al pueblo: son el cuerpo del pueblo argentino, vivificado por el espíritu de la doctrina nacional. Estas condiciones establecen por sí mismas la responsabilidad que han asumido. 5) Es aconsejable que las organizaciones del pueblo se desarrollen sobre los principios orgánicos funcionales de simplicidad, objetividad, perfectibilidad y estabilidad impuestos por la experiencia universal en todas las organizaciones que han cumplido eficientemente las finalidades que inspiraron su creación. 6) Es necesario coordinar las funciones que cumplen las organizaciones del pueblo. Esta tarea de coordinar debe ser llevada cabo por las mismas organizaciones del pueblo conducidas por el gobierno. Deberán armonizar para ello sus funciones sociales, económicas, políticas, o culturales. Deben tener en cuenta que una organización del pueblo es solo preponderantemente social, o económica, o política, o cultural; pero que ninguna de ellas es absoluta y totalmente social, o económica, o política, o cultural. La Confederación General del Trabajo, por ejemplo, es una organización preponderantemente social, pero puede considerar, sin ningún inconveniente, con la Confederación General Económica, los problemas de la producción que son prevalentemente económicos. Por todos estos caminos será posible que alcancemos el ideal que venimos acariciando desde 1943, cuando la Revolución decidió propugnar la unión de todos los argentinos, ideal que aparece repetido centenares de veces en nuestra prédica y en nuestra acción hasta configurar incluso el primer objetivo fundamental del Segundo Plan Quinquenal, que nos señala como un imperativo nacional "conformar la unidad del pueblo argentino" sobre las bases de la Constitución Nacional. 7) Señalo también como absolutamente necesario acordar la acción de las organizaciones del pueblo con la que deben cumplir concomitantemente, y según sus propias responsabilidades, los organismos de conducción y de ejecución del gobierno y del Estado. Esta norma determina implícitamente la necesidad de armonizar las estructuras orgánico funcionales del gobierno y del Estado con las estructuras orgánico funcionales del pueblo. El Poder Ejecutivo se propone enviar próximamente al Congreso Nacional el proyecto de ley que modifica la actual organización de los ministerios, ley que al mismo tiempo reducirá los gastos de nuestra burocracia administrativa y facilitará el entendimiento armónico del pueblo con las organizaciones simples y objetivas del gobierno y del Estado. Si el pueblo, el Estado y el gobierno se dedican a cumplir solidariamente las medidas que acabo de enunciar; dentro de poco tiempo ningún problema fundamental argentino será difícil de resolver con equidad. Realizaremos entonces el ideal de nuestro sistema de gobierno. Gobernaremos libremente elegidos por un pueblo libre por su justicia social, por su independencia económica y por su soberanía política. Gobernaremos con el pueblo, con la participación en el gobierno de sus organizaciones responsables. Cumpliremos así la primera verdad del peronismo, que constituye los fines de la verdadera democracia. Nuestro gobierno será, tal y como lo anhelamos, gobierno de conducción: posición de justicia y de armonía entre las concepciones liberalistas de los gobiernos, que todo lo dejan abandonado al imperio del libertinaje individual, y las concepciones colectivistas que todo lo subordinan a la suprema decisión dictatorial. Señoras y señores: Me considero feliz, en este 1º de mayo nuestro, de tantas glorias y recuerdos, porque la Providencia me otorga esta suprema satisfacción de hablar, no solo como Presidente de cada uno de los argentinos individualmente considerados, sino como Presidente del pueblo argentino organizado. Yo lo contemplo en este recinto histórico y le rindo el más puro, sincero y elocuente homenaje de mi corazón. La revolución del pueblo cumplió su etapa realizando un día, en humilde persona, la transferencia de sus propósitos. Hoy puedo cumplir con la última etapa del mandato recibido, entregando al pueblo, que ustedes orgánica y espiritualmente representan, los sueños del pasado convertidos en la realidad de esta Nueva Argentina que levanta, sobre la planicie de un mundo decadente, las banderas verticales de la justicia social, de la independencia económica y de la soberanía política. ¡Este es el homenaje argentino y peronista a los supremos destinos hombre, que solo pueden realizarse absolutamente en una comunidad cuyo sentido finalista de auténtico humanismo provoca el asombro mundo contemporáneo, cuya única crisis reside en la deshumanización todo lo que puede darle algún valor a la vida y alguna explicación a eternidad! Sólo le pido a Dios que nos ayude y que nos permita ayudarlo en empresa, que, por ser tan profundamente humanista, no puede ser ajena a los designios de la divina Providencia, que conduce a los hombres lo mismo que a los pueblos. ****** Esta segunda parte de mi exposición tiene por objeto dar cuenta a Vuestra Honorabilidad, y en presencia de las organizaciones de nuestro pueblo, acerca del estado de la Nación y de las reformas constitucional y al mismo tiempo recomendar a la consideración legislativa alguna las medidas que el Poder Ejecutivo juzga necesario y conveniente adoptar en el futuro, para el mejor cumplimiento de nuestros designios de justicia, de libertad y de soberanía. Así lo establece nuestra Constitución Nacional. Para cumplir mi cometido, sin abusar de la paciencia de Vuestra Honorabilidad, he de referirme a la situación económica, social y política y de la República, señalando tan solo los hechos fundamentales que caracterizan cada una de aquellas situaciones particulares, que comprenden en conjunto el estado general de la Nación y de las reformas constitucionales prometidas. Durante el curso del informe, y en los casos pertinentes, he de recomendar algunas medidas que pueden ser útiles para la adecuada solución de los problemas que, en el momento actual, plantea la vida de nuestras instituciones básicas: el gobierno, el Estado y el pueblo. La economía de la Nación se nos presenta en este momento de la vida argentina con buenas y promisorias perspectivas, que han de consolidar, una vez más, por la vía empírica de las realizaciones, nuestras teorías económicas. Esto aparece con extraordinaria claridad si analizamos la situación aun sin mirar demasiado lo que sucede en el resto del mundo. Pero si vamos un poco más allá y la comparamos con la situación de numerosas economías nacionales, analizando nuestra propia economía dentro del panorama internacional, veremos cómo, en rigor de verdad, mientras el mundo entero no sabe qué hacer con el desorden económico reinante, la República Argentina mantiene una situación interna sólida, segura y estable que se refleja en las situaciones parciales de orden social, político interno y aun político internacional, que configuran el estado general de la Nación. La economía de una Nación se parece mucho a la economía de una familia. No es menester que esta sea excesivamente rica para poder vivir con dignidad y ser en lo posible libre y feliz. ¡Es suficiente con que los bienes que posee le sirvan para sustentar las actividades propias y naturales de su existencia! ¡Así es nuestra economía nacional! No somos ni demasiado ricos ni demasiado pobres. No tenemos poderío material como para que dicho poderío nos imponga la aventura de lanzamos al orden internacional, con inconfesables intenciones de predominio, que nunca pudimos concebir y que más bien, por el contrario, siempre combatimos por haberlas sufrido en nuestra propia carne. No estamos tampoco en situación económica de pobreza. Pero, eso sí, deseamos ser considerados económicamente libres, como creemos que deben ser considerados todos los países del mundo. Condición básica fundamental para la igualdad política de las naciones, grandes o pequeñas, y teoría que la República Argentina sustenta permanentemente en su política internacional. Porque si ya resulta oprobiosa y execrable la explotación del hombre, más oprobiosa es, sin duda alguna, la explotación de un pueblo por otra nación extraña o por intereses internacionales sin patria ni bandera. El análisis de nuestra situación económica actual nos presenta el período anual de 1953 dividido en dos semestres distintos entre sí. Durante el primero, se mantuvieron, en general, niveles económicos de la segunda mitad de 1952, niveles que nos habíamos propuesto como finalidad positivamente concreta del Plan Económico. Se caracterizó el comienzo de 1953 por la contención económica lograda gracias al esfuerzo solidario del Gobierno, del Estado y en especial del pueblo. El segundo semestre de 1953 se distingue del anterior porque aparecen los primeros resultados positivos del Plan Económico, que se manifiestan en una serie de hechos, índices y realidades indiscutibles. Deseo solamente señalar los más importantes, toda vez que el detalle figura en la memoria que cada ministro secretario de Estado ha elevado al Poder Ejecutivo, en cumplimiento de la responsabilidad que, en tal sentido, le asigna al artículo 86 de la Constitución Nacional y la Ley Orgánica de los Ministerios. He dispuesto que las memorias mencionadas se agreguen al presente mensaje como anexo documentado del mismo, a fin de que puedan ser utilizadas por Vuestra Honorabilidad en la acción parlamentaria y conocida, en particular, por las organizaciones del pueblo. El proceso inflatorio que nosotros intensificáramos en los primeros años de nuestro gobierno, siguiendo también el ritmo inflatorio casi universal de entonces, se desarrolló ya en los tiempos de nuestra reforma social y se tradujo, por lo tanto, en un mayor bienestar del pueblo: A partir de 1949, los beneficios iniciales del proceso inflatorio fueron actuando de manera cada vez negativa sobre la economía nacional en conjunto y, particularmente, en consecuencia, sobre el bienestar social. En 1952 se hizo necesario y aun urgente prever y promover la contención de nuestra inflación negativa, a la que agravaban factores internos (déficit de producción) y factores externos (direccionismo económico internacional). El Plan Económico se propuso contener la inflación de costos. Algunos economistas improvisados miden la inflación por el valor del peso en el mercado paralelo o por el aumento de la moneda circulante. Los primeros ignoran que el mercado paralelo no se rige únicamente por la ley de la oferta y la demanda, sino por todas las argucias de la especulación incontrolable. Los segundos ignoran que el dinero es, según nuestra doctrina económica, un servicio público que tiene que estar lógicamente en relación con la riqueza que se mueve en el país; de la misma manera que los transportes deben corresponder al número de pasajeros que tiene que trasladar y según los momentos del día. A veces se necesitan más transportes o menos, según la hora y el lugar, y también, a veces, un país necesita más o menos dinero en circulación, según la riqueza que se moviliza y en razón del tiempo y del lugar en que se moviliza. Debemos tener presente, además, que existe, sin duda alguna, en numerosas cajas fuertes privadas del país -y aun en el exterior- dinero sustraído de la circulación. El gobierno, que no quiere ni puede comprobar todas estas sustracciones, que son verdaderos delitos contra la economía social y el bienestar del pueblo, tiene que emitir la moneda necesaria que reemplace a la que se retira dolosamente de la circulación, con fines inconfesables, que, por lo general, se relacionan con el interés privado de eludir el pago de algunos impuestos o por no denunciar ganancias de naturaleza ilícita. Si en vez de dinero nacional se trata, como sucede frecuentemente, de moneda en divisas o en oro, el problema se traduce también, como en el primer caso, en una "aparente" desvalorización de nuestro signo monetario. La conclusión de estos argumentos es muy simple: ni el valor del peso en el mercado negro ni la emisión monetaria progresiva son signos reales de verdadera inflación o deflación. Tanto la estabilidad como la inflación y la deflación se miden con una unidad: por el poder adquisitivo real de la mejor unidad monetaria del mundo: ¡una hora de trabajo! En 1953 se ha contenido la inflación porque, con el salario de una hora de trabajo, un obrero argentino ha comprado -con algunas variantes circunstanciales, momentáneas y ajenas al problema- la misma cantidad de artículos necesarios que compraba en el semestre de 1952, para sustentar su economía individual o familiar mínima y vital. Se ha estabilizado la línea de precios y la línea de salarios. En el anexo de los principales índices estadísticos que he dispuesto añadir a este mensaje, según nuestra costumbre, puede apreciarse la realidad de esta afirmación, que es aleccionadora como ejemplo. La recuperación de la economía nacional de 1953 se originó fundamentalmente en el sector de la producción agraria. Lo sigue, luego, pero con menor intensidad, el sector de la actividad ganadera. Algunos sectores de la industria y del comercio contribuyeron a la recuperación, pero de una manera especial las empresas que fueron alentadas por las prioridades del Segundo Plan Quinquenal y aquellas que supieron orientar oportunamente, hacia el interior, la promoción de sus ventas, siguiendo nuestros consejos. El comercio exterior -realizado sobre todo en base a la producción agropecuaria-, contribuyó de una manera sustancial a reactivar la economía nacional. Se aumentaron los valores totales de explotación, y los recursos obtenidos posibilitaron nuestro mejor abastecimiento en el exterior. Gracias a una política prudente de importaciones y a los buenos negocios realizados, a pesar de la situación del mercado internacional en baja, crecieron las reservas monetarias en oro y en divisas. La Nación superó así los recursos mínimos a que había llegado en 1952 por la falta casi absoluta de ingresos. Se produjo el ordenamiento racional de algunas actividades del capital, que por este camino tuvieron que disminuir los costos de producción, a fin de obtener el aumento necesario de las ventas. Este reajuste produjo, inicialmente, una limitación de las horas de trabajo por obrero ocupado en la industria, y luego determinó algunos despidos. Los despidos fueron muy demorados, gracias a nuestra legislación social en la materia, y muchos fueron absorbidos por la reactivación agropecuaria en plena realización. La recuperación se traduce ahora en el fenómeno inverso: las horas de trabajo por obrero aumentan progresivamente todos los meses. Es fácil presumir que dentro de poco tiempo sobrevendrá una mayor demanda de mano de obra, mano de obra que en esta oportunidad -debo advertirlo a los trabajadores- será mejor seleccionada por las empresas. Por eso, nuestras previsiones de 1943, en orden a la capacitación, perfeccionamiento obrero y técnico-profesional, serán un nuevo motivo de satisfacción para quienes tuvimos fe en el progreso general de las industrias nacionales. La renta nacional fue en 1953 de 92 mil millones de pesos. El volumen físico del producto nacional representó un aumento del cuatro por ciento sobre 1952, pero esta cifra, promedio parcial y provisional del año, ha sido superada en los últimos meses de 1953. Analizando ese incremento del cuatro por ciento, vemos que resulta de aumentos del 58 por ciento en el volumen físico de la producción agraria y del seis por ciento en la producción ganadera, compensados en parte por una disminución del tres por ciento en el sector de la industria, de la construcción y de la minería. Hay que tener en cuenta que estos índices porcentuales se refieren al promedio de 1952 y que la industria recién empezó su declinación correlativa a la crisis agropecuaria a mediados del año económico. El volumen de la renta nacional de 1953, aumentando en un cuatro por ciento sobre 1952, nos permite prever un porvenir económico que ya puede apreciarse con sano, lógico y prudente optimismo. En los meses venideros, la producción agraria y la producción ganadera realizada, así como la actividad de las industrias con desarrollo positivo, acentuarán la reacción de nuestra economía. Ante los resultados que nos suministra la renta, producto o incremento de la riqueza nacional, y sobre todo ante el enorme porcentaje con que participa en la reactivación económica de 1953 el aumento de la producción agrícola y ganadera, se impone recordar y reconocer algunos hechos que voy a enumerar sucintamente. El Plan Económico de 1952 fue oportuno y eficiente en sus determinaciones generales, y particularmente cuando estableció que el centro de gravedad de la acción económica a desarrollar estaba en el campo. El gobierno Nacional y los organismos responsables del Estado, y los gobiernos provinciales en la órbita de su competencia, cumplieron el plan trazado mediante el más amplio apoyo del crédito bancario; el eficiente suministro de semillas seleccionadas; la coordinación de la acción de todos los organismos del Estado para obtener sin inconvenientes la mayor siembra y el más eficaz levantamiento de la producción; el suministro adecuado de envases textiles; el almacenamiento eficaz de la cosecha fina; la coordinación entre el transporte automotor 'y el transporte ferroviario, cuya cooperación contrastó de manera absoluta con las deficiencias planteadas cuando el gobierno, recién adquiridos los transportes ferroviarios y debiendo trasladar menores volúmenes de producción que en 1953, tuvo que soportar numerosas críticas, justificadas en gran parte, por la mala organización del sistema ferroviario, destinado más bien al comercio monopolista, desarrollado a lo largo de numerosas décadas y orientado hacia el suministros de nuestra producción a los consumidores extranjeros, con prescindencia casi total de los requerimientos del consumo interno. En la adquisición de la cosecha 53/54 se aplicó por primera vez el denominado sistema justicialista en el comercio de granos y por primer vez también en la historia agraria de la República, los productores cobraron su cosecha en el acto de la entrega. Así, de manera gradual, se va realizando la transferencia del antiguo sistema propio de la economía individualista, al que nosotros deseamos cumplir, que es nuestro sistema de economía social. En estos momentos se prepara también el almacenamiento en silos de una cantidad igual a dos millones de toneladas de cereal. Así será siempre más fuerte nuestra posición en las negociaciones respectivas. De este modo defiende el gobierno a los productores agrarios. Por eso también puede pagarles sus esfuerzos perdiendo "dinero"; pérdida que puede ser considerada más bien aparente que real, cuando la Nación conduce efectivamente los sistemas o llaves maestras de su economía: el sistema crediticio, el sistema monetario, el sistema de transportes y el sistema de comercio exterior. La reactivación agropecuaria fue también cumplida mediante la rápida y eficaz mecanización del campo que se haya realizado en la República. Se han importado y se importan aún máquinas agrícolas; y pese a que el gobierno ha establecido que al término del Segundo Plan Quinquenal habrán de ser fabricadas casi totalmente en el país, no podremos dejar importarlas mientras la industria nacional no se organice racionalmente para producir maquinaria de buena calidad y de costos razonables. La organización de sindicatos agrarios y las organizaciones cooperativas de productores agropecuarios contribuyeron patrióticamente al éxito logrado. No puedo menos que expresarles mi gratitud por cuanto ellos hicieron en bien de la economía nacional y, en consecuencia, del bienestar del pueblo. La reactividad agraria es un hecho indiscutible. El trabajo agrario produjo en la economía nacional un ingreso de 12.300 millones de pesos 1953, en relación con los 6.900 millones de 1952. Esta diferencia obedece a mayor producción y mejores precios, habiéndose eliminado, en los cálculos, el espurio factor inflatorio. Son valores absolutamente realistas. Estas cifras sugieren nuevamente a las empresas industriales y comerciales que deben reorganizar la promoción de sus ventas en el interior, donde hay mayores posibilidades económicas efectivas. Las provincias han sido también beneficiadas en sus finanzas presupuestarias por esta reactivación agrícola y ganadera, y en menos de dos años, con una más ordenada y eficiente organización de las recaudaciones, aconsejada y resuelta en las habituales reuniones de gobernadores, la mejor situación económica del sector agrario les ha permitido, juntamente con un aporte de 905 millones de pesos de los recursos del Segundo Plan Quinquenal, ordenar sus presupuestos deficitarios, cancelar sus deudas e iniciar, aun antes que el propio gobierno nacional, y con ritmo acelerado de ejecución, las obras previstas en el Segundo Plan Quinquenal. ¡Este es el sentido del auténtico federalismo, que venimos practicando según nuestros principios fundamentales de unidad y solidaridad nacional! El gobierno nacional, por último, entendiendo que la economía agropecuaria es causa concurrente fundamental de la reactivación industrial, han resuelto mantener para 1954, los precios que pagó por los cereales en 1953, a fin de consolidar el nivel de producción actual del campo e incluso incrementarlo hasta lograr todos los objetivos del Segundo Plan Quinquenal. De esta manera, también, el gobierno reconoce la buena fe de los agricultores de la Nueva Argentina, que siempre desoyeron a la reacción antijusticialista y creyeron, en cambio, en nuestra palabra, sembrando sus campos, ¡precisamente porque nos creyeron! La producción ganadera es satisfactoria. Sobre la base de 100 -promedio 1935/39- hemos llegado a 115. Y los ingresos del sector ganadero alcanzaron en 1953 a 10.340 millones de pesos, en relación con los 8.500 millones de 1952. La producción industrial, lógicamente, recién comenzó a reactivarse levemente en el segundo semestre del '53. La reactivación fue más rápida en las industrias mejor organizadas, que creyeron con buena fe en los objetivos de reactivación agropecuaria que contenía nuestro Plan Económico. El pueblo prefirió seguir, por algún tiempo, las consignas del año 52, que habían repercutido en forma favorable en la economía familiar, y el gobierno no consideró prudente modificar bruscamente la situación. Particularmente, fueron afectadas por la contención del proceso económico inflatorio: las industrias textil, metalúrgica, maderera y de la construcción, y otras que merecen el más amplio apoyo del gobierno, del Estado y del pueblo, porque conjugan las mayores fuerzas del capital y del trabajo. Tanto las organizaciones económicas como las entidades estatales han cometido, sin duda, algunos errores que influyeron en las situaciones negativas de 1953 y que antes he mencionado. Es conveniente que la Confederación General Económica y la Confederación General del Trabajo, en cuanto deben interesarse por un mayor empleo, una mayor producción y una mejor calidad, así como por los menores costos de consumo, cooperen de cerca con el gobierno y que, con la buena fe que descontamos, propongan ante los organismos respectivos las soluciones no adoptadas aún, o bien aquellas que no hayan sido cumplidas. Sé que hay gran número de reparticiones serias y responsables en la estructura orgánico-funcional del Estado. Pero también pienso que a veces algunos hombres pueden actuar con apresuramiento o con fines inconfesables. El gobierno desea que estos casos le sean debidamente denunciados por las organizaciones responsables del pueblo. Deseo señalar el cumplimiento de nuestros objetivos del Plan Quinquenal en materia de vivienda, tema vinculado al de la industria de la construcción, en pleno proceso de reactivación, gracias a la eficiencia de los distintos planes crediticios del Banco Hipotecario Nacional, el que ha posibilitado, solamente en 1953, la construcción de 67.400 viviendas mediante créditos que oscilan entre el 80 y el 92 por ciento del costo total escriturado. El Banco ha invertido en esta acción extraordinaria casi cuatro mil millones de pesos. Cuarenta y siete mil ochocientas viviendas corresponden a unidades familiares, y de ellas más de trece mil fueron objeto de la promoción crediticia establecida en el Plan "Eva Perón". En los cinco años del Segundo Plan Quinquenal nos proponemos facilitar la construcción de trescientas mil viviendas. Siguiendo el ritmo de 1953, el Banco Hipotecario Nacional posibilitará la construcción de un número mayor del que habíamos establecido. Últimamente se ha formulado, además, un plan específico de créditos para viviendas rurales, como una justa retribución al ahorro de los agricultores, que el sistema bancario ha recibido en el interior de la República. La cifra de cuatro mil millones de pesos acordados significa que el monto de los créditos del Banco Hipotecario Nacional ocupa ya el sesenta por ciento de la .industria de la construcción. Si a esto añadimos la acción del Instituto Nacional de Previsión Social, del Estado mismo, que completa actualmente los barrios levantados en el Primer Plan Quinquenal y las viviendas que construyen la Municipalidad de la Capital Federal, fácil es prever que la cifra de trescientas mil viviendas será superada. El gobierno debe advertir, sin embargo, que una cifra mucho mayor que la planeada requerirá esfuerzos suplementarios, que solo podrán ser cumplidos en razón directa de nuestra situación económica futura. Creo que, sin embargo, nos será fácil sobrepasar los cálculos "ingeniosos" de la reacción opositora, que no cree todavía que el Estado pueda posibilitar la construcción de una casa familiar cada ocho minutos y medio. La producción petrolera nacional alcanzó, en volumen físico, la cifra máxima de 4.530.000 metros cúbicos, cifra que representa un quince por ciento de de aumento sobre 1952. Es relación con el problema del petróleo, deseo dejar bien establecido que Vuestra Honorabilidad: 1) Que el país tiene que resolver su problema energético si no quiere ver, en cualquier momento, expuestas sus industrias a la paralización casi total y por circunstancias extrañas a la voluntad del trabajo nacional. 2) Que sin resolver el problema energético argentino no podrán cumplirse todos los objetivos industriales y agropecuarios, que en el Segundo Plan Quinquenal dependen del factor energía. 3) Que por el momento -y acaso por pocos años más, hasta que obtengamos energía atómica con fines industriales-, el petróleo es la fuente de energía más útil para cualquier país, máxime si lo posee en el subsuelo que le pertenece. 4) Que el déficit de petróleo argentino ha sido un permanente factor negativo en la negociación de nuestras carnes, ya que Gran Bretaña, con todo derecho, solo nos vendía petróleo según su propia necesidad de carne. ¡Los negociadores británicos siempre han sabido que el pueblo inglés, como cualquier otro pueblo puede vivir sin carne, pero que ningún país puede desarrollarse sin petróleo! 5) Que nosotros mismos, desde 1943, fuimos los impulsores de las actividades industriales de la República, tratando de obtener la plena ocupación del pueblo, factor básico material de su bienestar social. A esta acción nuestra de progreso se debe que el país necesite hoy mucho más energía que en 1946. Y en 1958 necesitará, sin duda, por lo menos el doble de la actual. 6) Que de cada cuatro dólares que gastamos en importaciones, uno debemos dedicarlo a la adquisición de combustibles. Preferimos gastarlo en la creación de nuestra industria pesada, centro de gravedad de nuestros planes industriales. 7) Que el subsuelo argentino puede producir a corto plazo todo el petróleo que necesitamos y que aun podemos exportarlo. 8) Que la resolución es, por lo tanto, obtener el petróleo necesario para que el progreso nacional no se detenga. 9) Si la empresa del Estado, que es YPF, puede cumplir esta resolución fundamental de la política petrolera que establece el gobierno, tanto nosotros como Vuestra Honorabilidad y el pueblo entero nos sentiríamos más satisfechos que con un dudoso nacionalismo, que nos cuesta en divisas, para importar únicamente petróleo, alrededor de quinientos millones de pesos anuales. 10) Que el gobierno ha llegado a la conclusión de que es necesario extraer rápidamente todo el petróleo de nuestro subsuelo, por cualquier medio que pueda ser conciliado con la Constitución que nosotros mismos propusimos a la aprobación del pueblo, que nos asegura la propiedad del petróleo y su comercialización en el mercado interno o en el internacional. Los recientes defensores de la soberanía nacional; los elementos siempre negativos de la relación; los que no nos acompañaron cuando aseguramos en la Constitución Justicialista, y bajo nuestra responsabilidad, el más lógico nacionalismo en materia petrolera, perdieron el derecho de hablar de este problema, que el Movimiento Nacional Peronista resolverá con el pueblo, porque este no es un problema político, sino nacional; no es un problema puramente económico, sino de la economía social que ellos no conocen; y, por último, es un problema del pueblo argentino, ¡y hasta ahora nosotros somos sus legítimos representantes! El informe, ya realizado, acerca del estado de nuestra producción nacional de 1953, evidentemente es auspicioso. Pero si los volúmenes de producción alcanzados no hubiesen sido absorbidos, en su mayor parte, por el comercio interno y por el comercio exterior, tanto nuestro Plan Económico de 1952 como las previsiones correlativas de nuestro Plan Quinquenal en ejecución estarían probando su ineficacia con el más rotundo fracaso. El comercio interno no presentó graves dificultades en ningún momento de 1953. Sus momentos malos fueron ficticios, como en febrero y marzo. Sus inconvenientes reales, pero nunca graves, derivaron de una organización industrial o comercial inadecuada, o de una mala distribución de la producción elaborada o de bienes transaccionales en el consumo normal. El Poder Ejecutivo insiste en la ventaja de una industrialización regional específica para cada tipo de producción primaria, así como en la ventaja del sistema de comercio interno de tipo cooperativo y de las cooperativas en relación con las proveedurías, especialmente si estas pertenecen a servicios sociales, y organizadas, por lo tanto, sin fines de lucro. Esto, sin perjuicio del actual sistema individualista del comercio en general. Me permito señalar, asimismo, que el Poder Ejecutivo no ha dejado de advertir que la separación de las funciones vinculadas al comercio interno y externo en distintos ministerios del Estado dificulta la conducción efectiva de una política adecuada en el orden comercial, con repercusión directa en el sistema económico. El comercio exterior de la Nación debió efectuarse, durante 1953, bajo la acción negativa de algunos factores de naturaleza internacional. Influyó, ante todo, la oferta abundante de una producción similar a nuestros saldos exportables por parte de países tradicionalmente hábiles en el juego del comercio exterior. Además de la oferta abundante realizada, no dejó de incidir, en segundo término, la movilización de reservas de productos primarios y elaborados, acumulados en previsión de una extensión de la guerra coreana, por razones de carácter militar o de naturaleza especulativa. El tercer factor negativo que se opuso a nuestro comercio exterior una excepcional producción similar, obtenida por algunos países que habitualmente adquieren en el nuestro esa misma producción, y que en 1953 no solo no la adquirieron, sino que aun salieron a competir con nosotros. El Poder Ejecutivo pudo salvar tan importantes obstáculos median numerosos arbitrios, entre los que no puedo menos que citar, en primer término, la permanente aplicación integral de nuestra "Doctrina Nacional de Comercio Exterior". Ella se ha desarrollado ya como teoría normativa del comercio internacional y es auspiciada por la República Argentina en su propia acción ante todos los organismos económicos internacionales, como única tendiente a lograr que, aun las naciones más pobres, puedan gozar de la libertad económica que se cimienta en la justicia aplicada al comercio exterior. Debo informar a Vuestra Honorabilidad y al pueblo, en la personería de sus organizaciones, que los negociadores oficiales argentinos gozan un bien ganado prestigio internacional por la corrección y el realismo con que han formulado nuestros convenios, sin menospreciar nunca la probable incidencia de factores no estrictamente comerciales. Nuestro criterio político internacional, por ejemplo, nos indujo, por otra parte, al establecimiento de relaciones comerciales amplias con el mercado japonés, y particularmente con el extraordinario mercado soviético y con los países que forman el bloque económico oriental. Los convenios firmados en 1953, ya en plena ejecución, significa intercambio anual de 8.400 millones de pesos. Ello importó asegurar, medio de tales compromisos bilaterales, la colocación del sesenta ciento de nuestros saldos exportables. Tales compromisos han sido realizados en forma bilateral, con la seriedad que hemos convertido en norma en las relaciones comerciales de la República Argentina. No deseo pasar sobre este aspecto de nuestra economía sin señalar que la República Argentina fue el primer país latinoamericano que en negociaciones con el gobierno soviético y el segundo país occidental. Si faltaba una prueba más de nuestra independencia económica, solo hecho se convierte en la razón incontestable, que solamente la necesidad y la ceguera voluntarias pueden objetar. En esta forma cumplimos también con el Segundo Plan Quinquenal aprobado por Vuestra Honorabilidad, y que establece, como objetivo del Estado: "Consolidar y diversificar sus mercados de importación y exportación, para actuar con la mayor libertad posible en sus tratativas económicas internacionales". La defensa de nuestro comercio exterior ha sido realizada también mediante operaciones de compensación, que complementaron los convenios, para seguir asegurando la colocación de nuestros saldos exportables, abastecer al país de los productos esenciales necesarios, y en términos justos de intercambio. El Poder Ejecutivo fomentó de manera especial las exportaciones de la producción manufacturera, sobre todo la de textiles y la de libros. En esta gestión actuaron eficientemente las organizaciones del pueblo, que se interesaron en el problema. El intercambio comercial con los países adheridos al Acta de Santiago fue siempre objeto de tratativas preferenciales, como por ejemplo los convenios de intercambio con Chile, Paraguay y Ecuador. Los resultados positivos de nuestro intercambio fueron, en 1953, los más altos de nuestra balanza comercial. La República Argentina exportó un volumen de 7.142.000 toneladas (un 135 por ciento más que en 1952), equivalentes a 7.107 millones de pesos. Importamos, en cambio, 9.0583.000 toneladas (un 22 por ciento menos que en 1952), y por un valor total de 5.655 millones de pesos. El análisis de las importaciones de 1953, debidamente calificadas, nos indica que debemos insistir en el desarrollo de nuestra industria siderúrgica y de la industria pesada, así como en la explotación de nuestras fuentes energéticas. A los "augures" fatídicos de siempre, que con tal de ver la caída de nuestro gobierno serían felices con la quiebra de la patria misma las cifras y los resultados de nuestro intercambio comercial les resultarán "imposibles". Me permito recomendarles el estudio y el análisis de las cifras, que por sus propios medios publican los institutos de otros países, sobre la economía argentina y que coinciden con las nuestras. Los renglones de importación de productos siderúrgicos, de la industria pesada y de materias primas energéticas, insumen el 53 por ciento de las divisas que logramos con nuestras ventas al exterior. Vale decir que la Nación Argentina emplea la mitad del valor de sus exportaciones para adquirir hierro y sus derivados, inclusive maquinarias, y para comprar los "combustibles" que tiene "reservados" en razón de un falso "nacionalismo" que no termino de entender -¡como no he comprendido jamás a lo que se mueren de hambre con la caja fuerte llena de dinero! El lAPI, del que ya no hablan más ni siquiera los "lAPIs" privados de antaño, ni los políticos que cobraban en las gerencias de los mismos si firmar ningún recibo, el lAPl -repito- ha realizado directamente el 63 por ciento del valor total de las exportaciones del país. En cambio, ha adquirido en el exterior bienes de uso indispensable de interés social o nacional por un veinte por ciento del total importado e valores efectivos. Así ingresaron al país, por vía oficial: arpillera, productos siderúrgicos, tractores, papel de diarios, cauchos, cobre, aluminio, cemento, etcétera, que abastecieron a las necesidades nacionales. Debo dejar bien establecido que si en algún rubro las adquisiciones fueron tan buenas como las que pudo haber realizado un "hábil importador privado", ello se debe a que el organismo oficial solo actúa como "importador esporádico y de emergencia". También esta situación impone la necesidad de que asuman responsabilidades comerciales directas funcionarios públicos siempre expuestos a la crítica de muchos que desearía estar en lugar de ellos para efectuar acaso "un solo negociado productivo" que los enriqueciese para toda la vida. Por último, quiero dejar también establecido que si alguna vez las adquisiciones no fueron tan convenientes desde el punto de vista comercial y según la opinión de algunos interesados "resentidos", la situación fue compensada por la ausencia del factor especulativo, que no figura en los balances comerciales del lAPI. El gobierno no desea que el IAPI dirija el comercio exterior, sino que lo conduzca. Así lo establece nuestra teoría económica en materia de comercio exterior. Es menester que las organizaciones del pueblo coparticipen en esa gestión comercial del Estado hasta que, más adelante, la conduzcan ellas mismas. El IAPI, tal como lo afirmo siempre desde 1946, es solo un órgano de comercio estatal que actúa con funciones de agente compensador. Desde entonces, desde 1946, ha obtenido ganancias anuales que en total suman aproximadamente dos mil millones de pesos, y ha sufrido pérdidas anuales que sumadas llegan a 2.500 millones de pesos. Esto demuestra que, en su gestión comercial exterior, el gobierno cumple la palabra empeñada, como en todo cuanto propone el pueblo argentino. Enfrentándonos con la inestabilidad comercial del mundo, piensen que somos el único país cuyo sistema económico nos ha permitido independizar, por lo menos momentáneamente, los precios internos de la producción con relación a los precios internacionales fijados por la especulación foránea, que tantas veces hemos tenido que enfrentar, abierta o encubiertamente "monopolizada". En la comercialización interna de nuestros granos actuaron, durante 1953, en forma progresiva, las organizaciones cooperativas que adquirieron al productor el 45 por ciento del volumen total de sus cosechas. En 1952 habían comprado solo el 28 por ciento. La importancia del incremento es el resultado de las siguientes medidas del Poder Ejecutivo: precios de estímulo al comercio cooperativo de granos; asignación de maquinarias y repuestos a precios de costo; recensión preferencial de los acopios cooperativos en los elevadores oficiales, galpones ferroviarios y molinos harineros; autorización especial para efectuar embarques directos; bonificaciones de preferencia en la compra de mercaderías importadas por IAPI, etcétera. ¡Así actúa un gobierno elegido por el pueblo cuando desea servir al pueblo, en las organizaciones que lo personalizan! El gobierno incorporó también al sistema de comercio exterior la exportación de algunas materias primas de naturaleza mineral, cuyo carácter de elementos críticos promovía exportaciones dolosas (de contrabando) con una cuantiosa pérdida de divisas y de materiales por un valor inestimable en la actualidad. Producir de acuerdo con las previsiones de nuestros planes, ponderados con equilibrio, y vender bien nuestra producción, una vez satisfecho el consumo interno, y, por fin, comprar los bienes necesarios para la Nación y al mejor precio, nos trajo como consecuencia un ingreso de 1.760 millones de pesos (calculado en pesos de 0,20 de dólar, igual a $ 5,00 por dólar) y un aumento total de oro y divisas de dos mil millones de pesos. Estos ingresos representan el más elevado incremento registrado en un sólo año desde la creación del Banco Central de la República. En la actualidad, la Nación tiene, en oro y divisas, 3.085 millones de pesos. En otras épocas, estos valores respaldaban el crédito de la moneda nacional. Ahora todos olvidamos aquel índice económico: nosotros, porque no creemos mucho en los valores dinerarios que se guardan; y los demás porque si todavía creen que sirve para algo, prefiero no mentarlo. Poseemos, pues, la suma de bienes monetarios que el país necesita para realizar, sin mayores inconvenientes, la gestión económica que exige el cumplimiento ordenado, racional y prudente del Segundo Plan Quinquenal. Si al factor monetario se agrega la contención inflatoria, pode asegurar que, gracias a la prudencia con que actuó el Poder Ejecutivo durante los años 1952 y 1953, prudencia que no se ha modificado en ningún momento, el Segundo Plan Quinquenal será cumplido sin inconvenientes y aun sobrepujará sus objetivos económicos. Digo esto pensando que los bienes de inversión serán realizados, en su mayor parte (dos tercios aproximadamente), por la actividad privada, siempre más productiva que la actividad del Estado. El Segundo Plan Quinquenal es relativamente "estatal" en sus realizaciones y preponderantemente privado. Lo dijimos desde el primer momento y la ley aprobatoria así lo establece. No obstante ello o, mejor dicho ¡precisamente por ello!, creo que el pueblo de 1958, al término este Plan, recibirá del Plan Quinquenal un incremento mayor de su bienestar social que el beneficio recibido del primero. Porque en 1946 solamente el gobierno podía proyectar un plan y realizado. Ahora interviene toda la Nación organizada por nosotros. El bienestar social que promoverá este Segundo Plan Quinquenal ni será atribuido, quizá, a las actividades directa y exclusivamente oficial pero si todos trabajamos juntos en estrecha cooperación, como el gobierno desea; y cada argentino comprende que "el Plan es de todos y para todos", todos nos deberemos a todos el reconocimiento mutuo, que es la primera letra que, en el abecedario de la solidaridad, conduce a la unidad fraterna que hace felices a los hombres y grandes a las naciones. Me he extendido expresamente en el análisis de la situación económica nacional para demostrar que podemos considerar iniciado un nuevo período de desarrollo económico, que debe seguir en ascenso por poco que nos acompañe la buena suerte, que suele ser generosa con quienes hace como nosotros, todo lo posible por ayudada. Hemos creado en nuestra doctrina un sistema integral, en el que todas las cosas -el capital, el dinero, la propiedad; la libertad e incluso la ciencia, la cultura- deben tener una eminente función social que cumplir. La economía de la Nación no puede escapar a la regla general que orienta toda-nuestra concepción en orden a la conducción de los destinos de nuestra comunidad organizada. La economía de una Nación -suma de la economía del Estado y de la economía del pueblo- debe traducirse en bienestar social. Esta finalidad social de la economía o, en otras palabras, nuestra economía social, nos distingue substancialmente de las teorías económicas surgidas de las doctrinas individualistas del siglo XVIII y de las doctrinas colectivas del siglo XIX. Las teorías económicas individualistas consideran que la actividad económica se desarrolla bien cuando son normales o altas las ganancias y normal y buena la situación de las empresas de propiedad individual. Por eso, se mide la situación económica del país según la situación que presenta el capital de las empresas, situación que se precia de acuerdo con las variaciones del mercado bursátil. Las teorías económicas colectivistas consideran, en cambio, que la actividad económica se desenvuelve bien cuando son buenos los balances del Estado o cuando el desarrollo de sus planes económicos es auspicioso. Nosotros, según nuestra economía, medimos la actividad económica general o particular mediante el análisis periódico o permanente de los índices que reflejan el bienestar del pueblo. Nos interesa más la situación social, o sea, el estado del pueblo, que la situación económica del Estado o la situación económica de las empresas individuales o privadas, sin que estas dejen de interesarnos como fuentes de bienestar social. Nosotros subordinamos el capital al bienestar social; tanto el capital individual cuanto el capital colectivo que posee el Estado. La situación social es la situación del pueblo. Si el pueblo vive económicamente bien, la economía es justicialista. Por eso, en último término, el gobierno se preocupa tanto por la situación de la economía individual de las empresas cuanto por la economía colectiva del Estado, porque ambas economías -o sea, ¡toda la economía!- deben servir el bienestar social, y por esta razón le interesa el conocimiento de los índices o signos que le permiten conocer la situación de mayor o menor bienestar que pueden otorgar al pueblo la economía privada y la economía del Estado. Pero los índices o signos que le interesa a nuestra doctrina son los índices o signos directos del bienestar social. Si los índices o signos son favorables, deduciremos que la economía sirve al bienestar social. Si la economía sirve al bienestar social, es porque el capital sirve a la economía. La economía, según nuestra doctrina y nuestras realizaciones, resulta de la cooperación y no de la lucha entre el capital y el trabajo. Pero la cooperación no puede ser realmente efectiva si las organizaciones económicas y sociales no armonizan su acción para que se realice el bien común mediante una mayor productividad, que originará una mayor riqueza que la justicia social distribuirá después en un mayor bienestar social. Todo esto es la teoría. En la práctica, el bienestar social se traduce por numerosos índices o signos, a algunos de los cuales deseo referirme brevemente. La ocupación es, por ejemplo, un signo que indica si el capital es utilizado eficientemente por la acción de la economía social, que pone el capital al servicio de la economía. El nivel de ocupación industrial no habría descendido en estos años si no se hubiesen producido algunos hechos ajenos a nuestra voluntad que afectaron nuestra economía. Si hoy el nivel de ocupación industrial no es el mismo de 1952, ello no se debe en forma alguna a la teoría ni a la doctrina por nosotros aplicada para resolver nuestros problemas económicos. El Plan Económico de 1952, elaborado según dicha doctrina y su correspondiente teoría, pese a los desastres de la producción agropecuaria y sin acudir al recurso de los antiguos empréstitos de rigor, que comprometían nuestra riqueza, creada, al fin de cuentas, por el trabajo nacional, probó que era capaz de evitar mayores males, entre ellos el de una grave desocupación. El decrecimiento de la ocupación industrial fue absorbido, merced a las previsiones del Plan Económico, por la reactivación agropecuaria. En los últimos meses de 1953 vuelve a aumentar el número de horas que los obreros trabajaban en la industria. Dentro de poco tiempo, la industria -que ya empieza a requerir técnicos- aumentará sin duda, también, el número de obreros ocupados. Luego sucederá presumiblemente lo mismo en el comercio. Toda la economía debe ser un ciclo interrelacionado. Cuando logremos "cerrar el círculo económico", tal como lo declaré como propósito al presentar el Primer Plan Quinquenal, entonces toda nuestra economía se convertirá en una gran empresa solidaria, cuyas distintas actividades irán subsanando y corrigiendo, alternativamente, los hechos negativos. Esto se logrará en la República cuando la industria pesada cierre el círculo de nuestra producción. No habrá ya entonces sectores del pueblo fácilmente expuestos a las contingencias negativas de la vida económica general e individual. Se sobreentiende que estas ventajas solo podrán ser logradas si el sistema económico general es conducido y realizado por la comunidad organizada. Lo mismo sucede con el costo del nivel de vida y el salario vital mínimo, sea este individual o familiar. Sobre este tema he expresado últimamente, en varias ocasiones, la opinión del Poder Ejecutivo y aun mi opinión personal. Ante Vuestra Honorabilidad sólo debo declarar que este signo del bienestar social ha logrado mantenerse casi uniforme durante estos dos últimos años, a contar de abril y mayo de 1952, con las variaciones artificiosamente creadas, en enero y febrero de 1953, por las causas que enuncié en mi mensaje del 1º de mayo próximo pasado. Pero la estabilidad actual no es satisfactoria. El mejoramiento de los salarios vitales solo puede efectuarse aumentando el salario real, que es como aumentar el poder adquisitivo de la "unidad monetaria obrera", que vale "una hora" o "una jornada de trabajo". Para ello, si no pudiesen reducirse los precios (y pueden reducirse mediante la disminución de costos por el racional ordenamiento técnico y económico o administrativo de las empresas), deberán aumentarse los salarios. Pero si todavía estos no pudiesen incrementarse -situación todavía excepcional entre nosotros- la única solución estaría en la cooperación del capital y del trabajo, para lograr una mayor productividad de las empresas. Aparte de estas soluciones, deben pensar, tanto las organizaciones sindicales como las económicas, que los salarios reales se mejoran en muchas otras condiciones, como por ejemplo: 1) Cuando el obrero está mejor capacitado, porque produce más y gana más. 2) Cuando los acuerdos entre las partes concurren a facilitar la prestación de servicios sindicales, de naturaleza social, económica o cultural. En esto últimos días últimos me he alegrado profundamente al saber que en una encuesta social realizada entre cincuenta y ocho federaciones de sindicatos obreros se había establecido, entre otros hechos: 1) Que en 1943 esas cincuenta y ocho federaciones de trabajadores argentinos solo tenía cinco consultorios médicos odontológicos, que atendían a 1.342 asociados por año, y que, ahora poseen ocho policlínicos y 226 consultorios, que en 1953 atendieron a 1.667.000 personas. 2) Que en 1943 no tenían una sola proveeduría sindical, y hoy más de ciento cincuenta proveedurías, organizadas como tales como cooperativas o como mutualidades, y atienden a 570 mil obreros. 3) Que en 1943 poseía una de las federaciones mencionadas una sola colonia de vacaciones para mil quinientas personas por año y hoy tiene ya veintidós colonias y han pasado por ellas 310 mil personas en el último período veraniego. Desisto de abundar en los demás elementos que componen, ya no el estándar de vida, sino los índices del bienestar social que miden el verdadero estado del pueblo y de las reformas constitucionales prometidas, índices que, por otra parte, se manifiestan en la felicidad del pueblo que está creando la patria grande del futuro. La situación política interna es bien conocida por Vuestra Honorabilidad y por toda la Nación, y en particular me he referido a ella en algunos pasajes que componen la primera parte de esta exposición. Además, la situación política nacional se refleja de manera extensa en las memorias de los ministerios específicos. Por otra parte, el propio pueblo acaba de expresar cuál es la verdadera situación política interna, decidiéndose una vez más por nuestra doctrina y por el movimiento que nos apoyó en las elecciones del 25 de abril. La opinión del Poder Ejecutivo ha sido también manifestada por en estos últimos días. Si algo queda por añadir, es tan solo el reconocimiento del gobierno a nuestro pueblo, por la extraordinaria conciencia social manifestada en amplio espíritu cívico, y mi especial reconocimiento a la mujer argentina El estado de la Nación, en cuanto se relaciona con la situación internacional, es también ampliamente del conocimiento de Vuestra Honorabilidad. Por ello, he de limitarme a informar sumariamente al Congreso Nacional, que Vuestras Honorabilidades representan, acerca de los principios que informan toda la política internacional de la República, y que lógicamente se fundan en sentimientos muy arraigados en el corazón de nuestro pueblo. Entiendo que la comunidad internacional y las comunidades continentales solo pueden lograr su entendimiento pacífico sobre algunas bases fundamentales, que podrían ser algo así como nuestras verdades justicialistas internacionales: 1) Todos los pueblos han de ser socialmente justos, económicamente libres y políticamente soberanos. La comunidad humana debe esforzarse por lograr que así sea. 2) En la comunidad internacional no deben existir pueblos dirigidos ni pueblos dirigentes. Todos los pueblos tienen igualdad de derechos y de deberes, no importa cuáles sean las dimensiones de sus límites geográficos, las magnitudes de su historia ni el número de sus habitantes. 3) La verdadera democracia universal será aquella en la que todos los pueblos sirvan a la comunidad humana. Los gobiernos que pretenden servirse de otros pueblos con fines nacionales dejan de ser justos, soberanos y libres. 4) No deben existir en la comunidad internacional humana gobiernos o naciones explotados ni gobiernos o naciones explotadores. 5) La escala internacional de valores humanos es la siguiente: primero, la humanidad; luego, los pueblos, y por fin, los hombres. 6) El hombre es la más alta realidad de la comunidad. Pero el hombre debe cumplir con sus funciones sociales, sirviendo a su pueblo y a la humanidad. 7) La política internacional no es un fin, sino un medio que sirve para realizar la felicidad de los pueblos y la grandeza de las naciones. 8) Los pueblos deben asegurarse el indelegable derecho de elegir la paz, mientras no sean agredidos por otro pueblo o por los pueblos de otras naciones. 9) Esta es la hora de los pueblos. Los gobiernos que los representan deben servirlos inexorablemente. 10) Cuando todos los gobiernos cumplan la voluntad libre de sus pueblos, reinará la verdadera paz entre los hombres. La humanidad se sentirá digna de haber sido creada por Dios. Señoras y señores: Muchas cosas más, y acaso de igual o de mayor importancia que las enunciadas, podría seguir diciendo en este octavo mensaje que leo ante Vuestra Honorabilidad. Me remito nuevamente a memorias de los ministerios, que integran el presente informe. La acción desarrollada por el Poder Ejecutivo, con todos los defectos con que la hayamos desfigurado los hombres, con nuestras debilidades, pequeñeces y miserias, ha sido excesivamente múltiple como para que fuese posible comentarla íntegramente. Permitidme, por ello, que asuma ante la historia la responsabilidad todo lo malo que se haya realizado, y que, en cambio, todo lo bueno sea posible hallar en nuestra acción lo ofrezca sencillamente al pueblo que es la misma patria. ...................... ----------------------- 26
1954-05-01
En la Plaza de Mayo
En la Plaza de Mayo Compañeras y compañeros: Deseo que mis primeras palabras serán para agradecer en nombre y en recuerdo de Eva Perón las amables palabras del señor secretario de la Confederación General del Trabajo. No pasará en mi vida, probablemente, ningún 1º de mayo sin que yo dirija mi recuerdo a esa inolvidable mujer, porque ella fue la amiga sincera y la defensora de los trabajadores en todas las horas de su vida, desde sus luchas en la Secretaría de Trabajo hasta el postrer momento de su vida cuando ella, que tenía fe en mi y conocía mi vocación, murió diciéndome que no abandonarse jamás a los trabajadores. En este 1º de mayo de 1954 deseo también tener un recuerdo que debe ser imborrable para los trabajadores argentinos. Los trabajadores del mundo entero recuerdan hoy en todos los lugares de la tierra el crimen de Chicago. Nosotros, los trabajadores argentinos, debemos recordar el crimen cometido hace un año en esta propia plaza, por las bombas radicales. Para esos compañeros pido un minuto de silencio, durante el cual los iré nombrando a cada uno de ellos, para que todos los primeros de mayo recordemos nuestros mártires inocentes, sacrificados por la ignominiosa traición de los políticos: Mario Pérez Salvador Manes Leo David Roumenux Osvaldo Mouche Santa Festiggiatta José Cuto Compañeros: la justicia que todos los hombres de un pueblo llevan en su corazón ha de hablar, con la ecuanimidad de sus recuerdos solidarios, de estas acciones inconsultas producto de la desesperación de los hombres impotentes, para aconsejarles que cambien de métodos, porque el asesinato no ha sido jamás remedio para ninguna situación cívica. Deseo desde este lugar y en este 1º de Mayo, agradecer a todos los trabajadores de la patria la confianza que han puesto en el gobierno el 25 de abril próximo pasado Nosotros, que no somos políticos sino dirigentes de un pueblo en marcha, que no hemos hecho una profesión de esa dirección que ejercemos, que somos los ciudadanos, que por voluntad de los demás ciudadanos ejercemos el gobierno de la República, sabemos bien que ese pueblo humilde, que es el que elabora la grandeza de la patria en todas las latitudes, tiene la inteligencia y la comprensión superior que tienen todos los pueblos, y sabemos que cuando ellos ponen su confianza en nosotros, es el índice que advierte a nuestra propia conciencia para tener confianza en nosotros mismos. Por eso, compañeros, he hablado hoy a la mañana de organización y de doctrina. El cuerpo institucional de la República y el cuerpo cívico del pueblo, necesitan tener, como todas las cosas de la vida, un cuerpo y un alma. El cuerpo lo constituyen las organizaciones de la Nación, que son las organizaciones del gobierno, las organizaciones del Estado y las organizaciones del pueblo. Por esa razón, es necesario que todos los trabajadores argentinos sean, permanentemente, difusores de nuestra doctrina. Que sean ellos los millones de verdaderos predicadores que la patria necesita para elaborar su triunfo final. En este 1º de Mayo, en que deseamos con todas las fuerzas de nuestro espíritu, afirmar la doctrina justicialista, yo pido a todos los trabajadores argentinos, en nombre de la felicidad de nuestro pueblo, que se conviertan en predicadores de la doctrina justicialista, y que nunca olviden que al predicar esa doctrina, llevamos en alto nuestras tres inmarcesibles banderas: la justicia social, la independencia económica y la soberanía de la patria. No olviden jamás que todas las prédicas doctrinarias, por grandes que sean, si no están consolidando la justicia social en nuestro pueblo, si no están afirmando la independencia económica de nuestra patria, y si no están defendiendo la soberanía de la Nación, caerán en el vacío. Cuando nosotros enastamos al frente de nuestro pueblo esas tres banderas sabíamos que la suprema aspiración del pueblo argentino era consolidar definitivamente -en un pueblo enmarcado en sus propios dirigentes y persuadido de la necesidad de luchar por su grandeza- las banderas que asegurasen la justicia, la libertad y la soberanía. Yo tengo una fe inquebrantable en el destino venturoso de la patria. Yo sé que millones de argentinos piensan hoy en esa patria, que es la comunidad argentina organizada. Pienso que no habrá dentro de poco, argentinos que puedan desertar de la causa común de nuestra tierra, y como en las primeras horas, en las horas iniciales de nuestra vigilia, allá en el año 1944, en la Secretaría de Trabajo, pongo mi fe inquebrantable en los trabajadores de la patria. Hace diez años, afirmaba allí que había alcanzado a comprender que solamente los humildes salvarían a los humildes. Diez años de experiencia me han persuadido en forma absoluta de que el pueblo argentino tiene un solo camino para su liberación: el camino señalado por el propio pueblo argentino. No hay, en la vida de los hombres o en la vida de los pueblos, conquistas que puedan subsistir y consolidarse si no las defiende. En nuestra tierra los trabajadores argentinos han obtenido un sinnúmero de conquistas materiales, espirituales y de dignificación de su propia vida, pero deben recordar también que las mismas serán solo permanentes y se consolidarán si en cada uno de los trabajadores vive permanentemente el espíritu luchador de todas las horas, y si están dispuestos a imponerlas y a realizarlas, cuesto lo que cueste. Pobres los trabajadores argentinos si la vida fácil los llevara a matar el sentido de la lucha, necesario para mantener y consolidar nuestras conquistas. La vida y la influencia de la clase trabajadora argentina en la vida de la Nación, deben ser el centro de gravedad en la dilucidación de todos los problemas populares. Desde que la clase trabajadora representa el 85 por ciento del pueblo argentino, el 85 por ciento de las decisiones trascendentes debe estar en manos de los trabajadores argentinos. Por eso compañeros, yo no me cansaré de repetir, para tenerlo siempre presente, que en nuestro sistema, en nuestra doctrina, en la teoría de esa doctrina y en su realización, para nosotros, los justicialistas, no habrá jamás ninguna afirmación más cierta que cuando decimos que en esta tierra no ha de existir más que una clase de hombres: la clase de los hombres que trabajan. Es a esa clase que trabaja, es a todos los compañeros que a lo largo de la República, cubriendo las plazas de nuestros pueblos y de nuestras ciudades, elevan hoy sus plegarias silenciosas de amor y de solidaridad; es a todos esos compañeros que desde esta Plaza de Mayo, como todos los años invocando sólo mi condición de humilde hombre que también trabaja; invocando los manes de todos los hombres que en esta tierra hicieron algo justo y algo digno por la grandeza de su pueblo y por la grandeza de su patria, yo les recuerdo, como un llamado de todos los tiempos a los compañeros trabajadores, que piensen siempre que esa organización que constituye hoy la Confederación General del Trabajo -en la cual se aglutinan todos los sindicatos y federaciones de la patria-, es la consuman vertebral de la Nación. Por eso deben cuidarla mucho e ir estrechando filas todos los días en su organización, dedicando diariamente un pensamiento para todos nuestros dirigentes humildes y honestos que hacen su grandeza. Es a esos dirigentes y a esa inmensa masa de sacrificados que forman el trabajo de la República a quienes yo dedico en este momento -como en todas las horas de mi vida- el homenaje más puro y más grande de mi propio corazón. Y a través de ese elevado pensamiento de recuerdo y de agradecimiento es que, en nombre de la patria, estrecho a todos los que me escuchan en toda la República en un abrazo de hermano cariñoso y profundo, sobre mi corazón. .............
1954-07-02
En la primera convención convocada por la Confederación General Económica
En la primera convención convocada por la Confederación General Económica La organización de nuestras fuerzas económicas ha sido, más que una aspiración, una esperanza que me ha movido siempre a mí. Ello surge de la circunstancia de que yo he debido enfrentar la acción de gobierno careciendo total y absolutamente de una acción constructiva de las fuerzas del gobierno, como consecuencia de su absoluta desorganización. Yo entiendo por organización las fuerzas que están unidas y agrupadas, no solamente en forma de organización que une a los hombres, sino de organización que tiene un pensamiento y un sentimiento uniforme y real. Nosotros, desde el gobierno, desde 1946, hemos tratado y propugnado alcanzar la posibilidad de una colaboración permanente entre la producción, la transformación, la distribución y el consumo con el gobierno y con los órganos estatales. Si ello no ha podido realizarse por falta de una organización, hemos debido reemplazarla con organismos estatales, que bien sabemos nosotros que no .siempre son los más eficaces para realizar cuestiones que, por una falta de organización, no se han podido concretar en el país. Pero ha sido necesario realizarla. Nosotros la hemos apreciado como indispensable. Por eso, yo, desde el principio del gobierno, reclamé y pedí por todos los medios una organización que representase verdadera y fehacientemente la expresión de nuestras fuerzas económicas, aun cuando algunas organizaciones representaban algunos círculos de intereses o de empresas que estaban medianamente organizadas. Frente a la organización de las fuerzas del trabajo, organización que en nuestro país es indudablemente grande y eficiente, era indispensable la organización de las fuerzas económicas. Durante muchos años hemos buscado por todos los medios esta organización. Por eso, ahora, que yo los veo reunidos a ustedes, que representan realmente los intereses económicos de toda la Nación en esta asamblea, podrán ustedes imaginar cuál es mi inmensa satisfacción al poderles decir que comienza para la República Argentina, no para la economía argentina, una nueva etapa constructiva en la que los hombres de buena voluntad, ya sean de empresas, de trabajo, funcionarios estatales o gubernamentales, cumplimos una misión en colaboración y coordinación, que es la única forma en que la República puede ir adelante. Todos estos años de experiencia me han demostrado que si la grandeza de nuestra República, ya sea en su orden material o en su orden espiritual, está confiada a la acción de un hombre o de unos cuantos hombres, será un sueño y una ilusión más. La grandeza de la Nación, en todos los órdenes, será obra de todos los argentinos o no se realizará en materia alguna. Esta conexión se hará cada vez más efectiva por la inteligencia que podamos establecer entre nosotros. Yo no soy de los que piensan que creando puestos y estableciendo jerarquías y organismos se llega a nada constructivo. Es mejor colocar hombres que se entienden y que trabajen en conjunto y con una misma orientación. De esa manera, esa coordinación y esa acción se establecen insensiblemente, que es como se establece mejor. Pero aspiramos a que esta conexión no esté realizada solamente en el orden de los organismos superiores del Estado, sino que la acción de la organización económica pueda hacerse sentir en todos los distintos estamentos de la organización institucional del país. Hasta ahora solamente hemos empezado a hacerlo en un pequeño aspecto, pero tenemos que realizarlo en todos los aspectos, porque la acción de las esferas superiores es muy limitada. Estamos en la iniciación de un gran movimiento transformador en la República Argentina, lo que supone la necesidad de una poderosa organización que, sin hacer una crítica, no ha existido en nuestro país ni en el orden político, ni en el orden económico, ni en el orden social, ni en el orden espiritual. Si nosotros queremos llegar a asegurar al país un estado permanente de consolidación en todos los órdenes, lo vamos a obtener a través de la organización. No lo podremos obtener a través de ninguna otra cosa, ni con prédicas de ninguna naturaleza, ni con conformaciones espirituales especiales. Esto vendrá por una organización integral del país, y cuando cada uno de los factores que juegan en el panorama nacional hayan alcanzado un alto grado de organización que los haga inconmovibles frente a cualquier de los fenómenos que azoten o agitan las comunidades. Yo no tengo otro interés que el de promover esta organización, y de promoverla dentro del más amplio ambiente de confraternidad, de verdadera unión y de cooperación entre los argentinos. Asimismo, he de proceder, desde el cargo que tengo la responsabilidad de ejercer, con el más amplio espíritu de ecuanimidad, sin perjudicar inútilmente a nadie con nuestras disposiciones, sino que trataré de arrimar las mayores posibilidades que nos permitirá, en conjunto, realizar nUestra comunidad y asegurar los medios y las formas, para que, dentro de la comunidad realizada, cada uno puede realizarse a sí mismo, de acuerdo con su condición y capacidad. Lo que yo quiero es que ustedes se organicen y obliguen a todos los estamentos estatales y gubernamentales, para que se cumplan en la realidad estas ideas que acordamos entre nosotros. Eso lo vamos a obtener solamente si al construir yo la organización estatal y gubernamental, y al construir ustedes sus organizaciones económicas, lo hacemos ya en grado de que a cada escalón del de ustedes, corresponda uno de los nuestros; es decir, que cada hombre que trabaje con la responsabilidad de un cargo gubernamental tenga a su lado un hombre que trabaje también con un cargo representativo de las fuerzas económicas, que sea quien nos haga conocer a nosotros cuando las organizaciones estatales no están en correspondencia con las organizaciones populares. Yo he agregado a las obligaciones ministeriales de orden general, por primera vez en la historia argentina, la conexión, coordinación y funcionamiento permanente en coordinación y colaboración con las organizaciones populares. Eso llevará a lo que yo considero el gobierno verdaderamente representativo. Lo que yo deseo es asegurar las formas para que en la propia organización del Estado y en la propia organización del gobierno, estén real y fehacientemente representadas todas las actividades del país; es decir, no solo lo político, sino preferentemente lo económico, porque, señores, sabemos como la economía gravita sobre la acción política y la acción social. Yo recuerdo que los grandes movimientos transformadores han sido siempre os grandes valores económicos que han gravitado en los factores políticos, y lo normal y común es que estos sectores económicos sean los que manejen la política. No es difícil que en el futuro de la Nación pudiera reproducirse de nuevo este fenómeno. Yo no he querido que jamás la República caiga, en este orden de cosas, en un sector o en un círculo de intereses, porque eso llevaría a la destrucción de un sinnúmero de otros círculos, tan respetables como el que estuviera en el gobierno, con un perjuicio extraordinario para la economía nacional. Se ha dicho que nosotros estábamos en tren de una economía dirigida. Se ha sostenido también que nuestra finalidad era estatizar todo lo posible, quitándoles a los privados su acción, para transformar las empresas en organizaciones estatales y tener a los privados como agentes nuestros para el trabajo y la economía. Nada más distante de la verdad. Y esto no lo afirman solamente mis palabras, lo dicen también los hechos que se han venido produciendo. Cuando nosotros estudiamos este aspecto del fenómeno económico argentino para establecer nuestra orientación en la Constitución, pensamos lo siguiente: la anterior Constitución era en cierto sentido extraordinariamente rígida y establecía la imposibilidad de que el Estado pudiese intervenir en ninguna de estas cosas. Como consecuencia de ello, el estado social de la República Argentina no era bueno ni con mucho; ni siquiera era regular. Estábamos abocados a terribles problemas que se han sufrido y que se sufre en otras partes. Nosotros quisimos dar a nuestra Constitución una mayor amplitud que nos permitiera desplazamos desde un sector a otro. Vale decir que nuestra Constitución actual establece la posibilidad de que se pueda ir desde un sistema totalmente estatal a un sistema total y absolutamente privado. La Constitución no dice en qué caso ni cómo; son las circunstancias las que decidirán. Lo que nosotros hemos querido es crear un amplio sector para desplazamos dentro de él; hemos querido crear ese sector que nos permita realizar nuestra economía con la más absoluta libertad desde el gobierno y desde la empresa privada. Por eso establece que el Estado puede tomar para sí la realización de cualquier empresa, de cualquier naturaleza, en el orden económico, y también establece que puede entregar a los intereses privados absolutamente toda su economía. Esto nos permite desplazamos dentro de ese sector. El Estado tiene en la actualidad un sinnúmero de empresas que, en cualquier momento, pueden ser entregadas a las empresas privadas a medida que las curvas de la economía de aquellas pase a ser positiva. Por eso, es menester que si al final, ustedes, los empresarios privados de la República Argentina son los que van a recibir todo eso para su administración y funcionamiento, estén desde ahora conectados al Estado, para que en el momento oportuno puedan mirar con sus propios ojos cuál es el desenvolvimiento y la marcha de esas empresas, la marcha de esas organizaciones, pudiendo hacerse cargo así sin perjuicio para sus propios intereses y con beneficio para el Estado. Felizmente, estamos ya preparando el pasaje de una organización estatal a una organización privada. El Estado argentino, dentro de nuestro concepto, se sentirá muy feliz el día en que no tenga una sola empresa comercial, industrial o de la producción en su poder, porque habrá llegado el momento en que todas las empresas de la producción, de la transformación y de la distribución que están hoy en poder del Estado, en situación floreciente, sean absorbidas por el interés privado. Esa es nuestra orientación. Yo sé que el poner en marcha esto no es tampoco cuestión de una semana, un mes, o de la buena voluntad de todos nosotros, sino de un trabajo permanente. En la última reunión de gobernadores, yo ya les pedí a ellos que tomaran contacto con las organizaciones económicas y procediesen de manera similar a la nuestra en el gobierno federal, dando intervención en todos los asuntos económicos a las organizaciones de tal carácter; es decir, que los ministros que actúan en el orden de la economía tengan por consejeros a los empresarios económicos de cada región. De la misma manera, he pedido a nuestras fuerzas políticas que en la designación de candidatos estén siempre representadas las fuerzas del país, a fin de que haya obreros, empresarios, políticos, etcétera, es decir, que en la representación política, que es la que va a trabajar en la conformación legal de nuestro ensayo de sistema, estén representadas todas las fuerzas y puedan dividirse todos los intereses que juegan en el panorama de la comunidad. Esto, señores, lo iremos realizando paulatinamente. La organización no puede ser teórica, sino que es siempre empírica. Hay que ir tanteando y realizando la organización. Ustedes, como hombres de empresa, saben bien que de poco vale poner un gran papel, llenado de agujeritos e insertar los nombres; mientras eso no marcha en la realidad de los hechos, la organización no tiene ningún valor. A la organización es mejor irla haciendo a medida que uno va avanzando en el trabajo y con una concepción orgánica general, que es lo que tratamos de hacer. Es inútil organizar teórica e idealmente; es mucho más constructivo y real trabajar en la organización de los hechos mismos; vale decir que el factor empírico debe jugar en la organización un papel preponderante sobre todos los otros factores. Nosotros hemos separado bien esas cuestiones; no hemos mezclado la economía con la política. Hemos atendido a todo el mundo de la misma manera y hemos tratado de hacer el bien en el orden económico para todos. No sé si lo habremos conseguido siempre. Algunas veces lo hemos conseguido, y otras no. Pero la intención ha sido siempre buena. Nosotros no hemos tenido mala intención, porque si la hubiéramos tenido, con el manejo que tenemos en ese orden de cosas, imagínense lo que hubiéramos podido hacer. Nunca lo hemos hecho y pensamos que nunca lo haremos porque es un mal al país, y nosotros no estamos para hacerle un mal al país. Yo quiero terminar esta conversación diciéndoles con toda franqueza y con toda sinceridad que soy un hombre que ya ha superado toda posibilidad de ponerse a trabajar a favor de pequeños problemas políticos o de cualquier orden. Yo no quiero más que realizar el bien a la Nación en la forma más honrada, sincera y leal que pueda. Han pasado los tiempos de lucha; ahora estamos en los mejores tiempos, que son los constructivos. Para estos tiempos es que yo quiero hacer a través de ustedes un llamado a todos los empresarios argentinos, para que nos pongamos a trabajar juntos con el objeto de realizar lo que podemos realizar en este país tan extraordinario. Yo no creo que en muchas partes se pueda ofrecer la posibilidad que se nos ofrece a los argentinos. Tenemos un país lleno de reservas, donde todo está por hacerse. Es bastante que nos pongamos a trabajar para realizarlo. Ganas de trabajar tenemos todos; todos estamos decididos a trabajar. Nunca el país ha tenido mayores deseos de construir y de realizar. En consecuencia, ¿qué es lo que nos hace falta? Ponemos de acuerdo entendemos y empezar a trabajar de la manera más orgánica y más racional posible. Desde mi cargo, lo único que puedo ofrecer es esa buena voluntad. Lo que tenga que hacer, no lo podré hacer yo solo. Estoy seguro, sí, de que todo lo que puedo hacer solo, ya lo he hecho; lo que se tenga que hacer en el futuro lo tendremos que hacer entre todos o no podremos hacer nada. De manera que este es mi llamado, el llamado a la buena voluntad de todos y a la colaboración de todos para superar los problemas de la mejor manera posible, y para ir estableciendo para el futuro formas de acción que nos permitan ir asegurando un gobierno y un Estado al servicio de la acción popular en todos los sectores. Debemos evitar toda clase de unilateralidad. Que cada uno realice dentro de sí al panorama que él sueña, y que para eso tenga la ayuda incondicional del gobierno, porque esa es la obligación y esa es la misión que nosotros creemos que debe tener el gobierno. Yo estoy profundamente agradecido a la acción que viene desarrollando al señor Gelbard y toda la comisión directiva. Ellos han constituido un aporte inestimable para la perfección orgánica del gobierno, y espero que su acción nos permita ir extendiendo en todo el gobierno y el Estado la conexión indispensable para que trabajemos unidos construyendo con nuestro esfuerzo común, también, la grandeza común. Aprovecho esta oportunidad para agradecer públicamente al señor Gelbard y a la comisión directiva de la Confederación General Económica toda la inmensa ayuda y el buen consejo que permanentemente recibimos de ellos. Finalmente, les agradezco la buena voluntad que han tenido para escucharme y les pido que transmitan en toda la República mi saludo afectuoso a todos los asociados de la Confederación General Económica, llevándoles con ese saludo la seguridad y la persuasión de que nuestra orientación es bien clara: estamos al servicio de los intereses nacionales, y dentro de esos intereses nacionales y generales, estamos al servicio de cada uno de los hombres que con su trabajo, con su esfuerzo y con su patriotismo están también elaborando la grandeza de la Nación. Nuestra finalidad es bien clara: un gobierno al servicio del pueblo. Ustedes y sus empresas están al servicio del pueblo y nuestra obligación está en servirlos en todo momento, con sinceridad, lealtad y profundo patriotismo. ............................
1954-08-11
Durante el homenaje organizado por la Unión Obrera del Calzado :
Compañeras y compañeros: Que mis primeras palabras sean para agradecer los amables conceptos vertidos por el compañero Cristiano, testimoniándoles también mi profundo reconocimiento por los presentes que me hacen llegar. Compañeros: yo he seguido muy de cerca las actividades de este gremio y he visto con gran placer como la comisión directiva ha ido ordenando y reactivando toda la tarea social del mismo, como así también la organización, establecimiento y creación de su propio sindicato. Cuando nosotros establecimos el Año de la Organización -comenzó a llamarse así el año 1951 y parte del 52-, nos encontramos en el panorama de la organización sindical con numerosas dificultades. Ustedes recordarán que en 1944, cuando desde la Secretaría de Trabajo y Previsión empezamos a trabajar por una organización sindical que debía ser la base de toda la obra social realizada, existían tres centrales obreras, ninguna de las cuales aglutinaba mayor número de gente. ¿Se acuerdan ustedes? La Confederación General del Trabajo número uno, la número dos y la Unión Sindical Argentina. Tres centrales que no representaban en sí, sino un pequeño número de sindicatos, entre las cuales había uno de "oficios varios", que nosotros conocíamos muy bien. Un sindicalismo donde hay sindicatos de "oficios varios" es siempre un mal indicio. Naturalmente, cuando no pueden aglutinarse los sindicatos por sus especialidades profesionales, se junta a la gente y se hace una cosa de esas en que, generalmente, solamente existen algunos dirigentes detrás de los cuales no hay nada, nada más que un sello y un membrete. Ese era el sindicalismo que nosotros veíamos desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, en 1944-. A mí me preocupaba mucho, porque hay dos caminos en el orden político para hacer las cosas. Uno, al que nosotros estábamos acostumbrados, vale decir, a esa acción de los viejos gobiernos en que el político llegaba y con unos lindos discursos llenos de palabras bien complicadas, para que nadie lo entendiera, prometía a los obreros: "nosotros vamos a nacer por ustedes esto y lo otro", pero una vez que llegaban al gobierno no hacían nada. Lo único que hacían era en su propio beneficio. Vale decir, esa era la tarea demagógica natural de los políticos. El, otro camino, es el de no pensar ni actuar como los políticos. Cuando yo llegué a la Secretaría de Trabajo y Previsión, mi orientación, mi manera de pensar en ese momento, no era el de ser político. Yo no aspiré nunca a ser un político ni aspiraba desde ahí a nada. Yo tenía una sola visión, yo pensaba que la hora de los pueblos iba avanzando en el mundo y creía que se podía aprovechar esa revolución que se había producido para acelerar esa hora de los pueblos. Pero, indudablemente, la hora de los pueblos no podía ser otra vez la hora de los políticos, sino la del pueblo, de la gente humilde, que estaba esperándola desde hacia cien años y nunca llegaba. De manera que frente a ese panorama que yo vi, me descorazonaba un poco que no tuviese el pueblo una representación real, porque si nosotros habíamos de entronizar en el gobierno y en el país el dominio del pueblo, era necesario primero tener el pueblo. En consecuencia, para nosotros el pueblo era lo fundamental; pero era necesario tener un pueblo organizado, porque un pueblo inorgánico, ¿con quién se va a entender, o qué puede hacer un pueblo que esté disperso o inorgánico? Esa era mi preocupación permanente porque yo no quería hacer como los políticos, una demagogia más; prometer muchas cosas y después no cumplir al llegar al gobierno. Quería hacer una cosa profunda, que transformara a la Argentina y que esa transformación comenzara a ser realizada por el instrumento natural para transformarlo que es el pueblo. Cuando en un país se transforma cualquier cosa y el pueblo no hace suya esa transformación, tal transformación dura lo que dura un lirio. Tan pronto viene un individuo que no lo quiere hacer, no lo hace. Lo que nosotros queríamos realizar era una cosa profunda y consolidada para que en el futuro nadie pudiera dar marcha atrás. Y creo que eso es lo que nosotros hemos logrado. Para hacerlo, el camino era muy simple: era necesario organizar al pueblo. La organización del pueblo es siempre la misma; es sistemáticamente popular, o no lo es. Y digo esto por una simple razón: el pueblo constituye el noventa por ciento de la Nación; el otro diez por ciento son esas fuerzas que mencionábamos hace un momento, esos que decían estar organizados, que representaban al país y que en realidad no representaban sino a una ínfima minoría. Para ir formando eso, empezamos a trabajar en la Secretaría de Trabajo y Previsión, poniendo de acuerdo al pueblo y organizándolo. Tuvimos en cuenta que juntar tampoco es organizar. Algunos creen que organizar es tomar un número determinado de individuos y juntarlos. Eso solamente es originar pelea, cuando los que se reúnen tienen distintos intereses y diversas maneras de pensar. Yo siempre pongo como ejemplo el siguiente caso: si juntamos en una pieza a veinte personas y les decimos que se pongan de acuerdo, lo más probable es que cuando volvamos están peleando. Ello es lógico, porque se trata de personas que piensan de distinta manera y tienen diversos criterios. El comienzo de la organización es siempre una cuestión espiritual: que la gente se ponga de acuerdo, piense de una misma manera y tenga, objetivos comunes. Esto es lo que nosotros hemos llamado adoctrinamiento. Yo comencé el adoctrinamiento por el orden social, es decir hablando a la clase trabajadora y propugnando su organización, para la obtención de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Les di esas tres banderas, las que todos debemos seguir porque son del pueblo y son del país. Después fuimos diciendo qué era eso y cómo había que hacerlo. Esa era la doctrina. Primero dimos la doctrina de la clase trabajadora, que esta hizo suya convirtiéndola en doctrina nacional. Todo ese es el principio de la organización. Una vez realizado, el pueblo empezó a aglutinarse y a formar sus organizaciones. Esa tarea extraordinaria, que nosotros encaramos desde la Secretaría de Trabajo, duró hasta el año 1951. ¿Por qué? Porque la gente desconfiaba, y tenía razón en desconfiar. Yo no podía tener la pretensión de que me creyeran a mí. ¿Cómo me iban a creer esos dirigentes viejos que hablan creído, tantas veces, si tantas veces hablan sido engañados? Por otra parte, se imponía pensar si yo iba a ser capaz de realizar. Es posible que hubieran existido anteriormente muchos con buena intención de realizar y que hubieran fracasado hasta entonces en el país. Indudablemente, ha existido gente de buena intención, que no pudo llevar a cabo esa tarea porque le faltaron algunos factores: decisión a unos, energía, oportunidad o capacidad a otros. Por esa razón era lógico que esa tarea durara un período más o menos largo, hasta que los dirigentes fueran dándose cuenta de que lo que sosteníamos nosotros era la conveniencia del conjunto y lo que convenía a la organización sindical. Entonces, se fueron estructurando todos los grandes sindicatos que después formaron la única central obrera, porque para que sea central obrera, tiene que ser una; no pueden ser dos o tres. Así se llegó a constituir la Confederación General del Trabajo. Los compañeros que fueron elegidos del movimiento sindical para representar a los gremios en la CGT han sido hombres prudentes y de buenas intenciones. Todos han dejado alguna cosa buena. Muchos han cumplido su ciclo y se han ido modestamente al puesto que tenían anteriormente en su sindicato, o se han retirado. Pero con la acción de todos se ha ido conformando una organización, y esto es lo que va consolidando realmente el movimiento obrero. En el año 1951, entonces, yo vi que esto ya estaba maduro. Hasta entonces, indudablemente el país no estaba adoctrinado. Ustedes recuerdan que nosotros dijimos que 1950 era el año de los predicadores. Fueron predicadores a todo el país, divulgando esa doctrina. Fueron convenciendo y persuadiendo a todo el país a los compañeros, de que lo que teníamos que hacer era eso que estábamos indicando nosotros en la doctrina. Se adoctrinó al país y los adoctrinadores no fueron charlatanes ni políticos fueron compañeros obreros, dirigentes obreros. Todo esto el un asunto tan antiguo como el mundo: nunca los predicadores profesionales han llegado a persuadir a nadie, porque nadie les cree. Al que se le cree es al hombre humilde, porque ese no dice nunca mentiras. No hay que olvidarse que cuando Cristo tuvo que elegir a los doce apóstoles para predicar su doctrina eligió a doce hombres humildes, no a los doctores. Ningún doctor había entra ellos. De manera que nosotros adoptamos el mismo procedimiento. Teníamos a los compañeros predicando la doctrina por todo el país y se llego, a través de ese predicamento a constituir una organización, una organización que ahora está consolidada, que ahora es permanente. Y no puede producirse ninguna cosa porque es tan grande el poder de la organización que no hay fuerza que la pueda destruir. Es el país entero en marcha detrás de un objetivo. ¿Quién lo podrá parar? No hay muralla ni obstáculo que pueda detener a un pueblo cuando se pone en marcha por una causa justa. Eso dijimos en 1951. En 1952 lo fuimos cumpliendo, y se cumplió. En 1953 nosotros alcanzamos, probablemente, la mejor organización sindical que existe en el mundo, no solo por la cantidad de hombres que aglutinamos sino por la calidad de los hombres que conforman la organización, vale decir la cantidad de hombres persuadidos, hombres convencidos. No están allí por una conveniencia personal; no están allí porque los presionan; no están allí porque se le ocurra a nadie. Están allí porque están convencidos de que hay que estar. Calculen ustedes entonces una organización que además del número tiene el aspecto cualitativo que posee nuestra organización. Es indestructible y es invencible, que es a lo que yo quiero, para cumplir diríamos, la etapa que está viviendo la organización, porque en esta cuestión de la organización no se termina nunca. La buena organización es una cosa tan importante, y, en consecuencia tan permanente y extensa, que no termina nunca, porque va perfeccionándose e intensificándose todos los días en su valor espiritual, que en el año 1953, yo dije: "Bien; ahora nos queda por cumplir la etapa que llamaríamos de la solidaridad porque ese es el espíritu que aglutina a las organizaciones sindicales. Así como los capitalistas se unen por sus intereses materiales, así como los ejércitos se unen por su disciplina y organización, así en fin, como las sociedades políticas se unen por sus intereses políticos, las organizaciones sindicales se unen por una sola fuerza: la solidaridad social". Lo que nosotros tenemos que desarrollar, en consecuencia, dentro de nuestras organizaciones, para hacerlas más fuertes y permanentes, para consolidarlas, es la solidaridad social, que es la fuerza invencible de los organizaciones sindicales. Ninguna otra fuerza puede consolidar ni aglutinar con mayor potencia que la solidaridad. Es decir que estas organizaciones de carácter social se unen por una fuerza, que les convierte, casi, en una organización da derecho natural. Observen ustedes, por ejemplo, el fenómeno de la familia. A través de miles de años en que se ha ido formando la familia en el mundo, nadie ha podido destruirla a pesar de los numerosos intentos que ha habido por destruir esa entidad como organización social, porque la familia es una organización social. Tan es así que el derecho positivo ha llegado a considerar que la familia tiene su propio derecho. Vale decir, que es una organización de derecho natural, cuyo derecho emerge de sí misma, que no tiene un derecho, diremos, creado sino un derecho en sí. Eso es debido exclusivamente a la solidaridad familiar. Esa es su única fuerza. Con el sindicato pasa lo mismo, porque así como la solidaridad familiar nace de la convivencia, lo mismo ocurre con la convivencia en los lugares de trabajo, en la lucha y en el esfuerzo de todos los días dentro de la organización sindical. Desarrollando el espíritu de solidaridad en las organizaciones, lograremos que se produzca el mismo fenómeno que observamos en la familia. Las organizaciones deben ser consideradas como una gran familia, y para que ello sea realidad es preciso desarrollar la solidaridad social en su más alto grado, lo que permitirá que haya una defensa espontánea y natural en la organización, defensa que actúa dentro de la organización o hacia afuera, vale decir, autodefensa o defensa propia de la organización. Dije yo que todo esto tarea debía desarrollarse, y con esto quiero llegar al punto que interesa especialmente tratar hoy. Quiero, frente a todos los compañeros delegados rendir mí homenaje a los dirigentes de este gremio, tanto a aquel que cumple funciones de delegado de fábrica como aquel está en la comisión directiva. Todos han trabajado con extraordinaria capacidad y prudencia. Yo he visto crecer al gremio al que conocí pequeño allá por el año 1944. Lo he visto desarrollarse hasta constituir un gran gremio y también lo he visto creando y desarrollando sus posibilidades. Sé bien que ustedes tienen ya su colonia de vacaciones, su local social en marcha; que tienen su proveeduría; que están por crear la Escuela Fabrica. Sobre eso ya voy a hablar yo con Cristianio para ver en que forma podemos nosotros ayudar en la tarea colectiva del desarrollo de la solidaridad social. La solidaridad social se desarrolla por dos caminos: por el camino individual, que comprende la tarea que realiza cada, individuo; y por el camino colectivo, que comprende la tarea conjunta de organización sindical, es decir la obra que desarrolla la comisión directiva con todas sus delegaciones etcétera, para defender en primer lugar, la salud física de sus asociados, vale decir, la asistencia social; la obra que hace para defender el poder adquisitivo de sueldos y salarios, vale decir, proveedurías y demás, como así también la obra que realiza por el bienestar social de los asociados, mediante colonias de vacaciones y demás. Y eso hay que agregar la obra que realiza para la elevación de la cultura social de la masa a través de las escuelas sindicales o profesionales del gremio. Toda esa tarea es la que desarrolla esa solidaridad. Vale decir, que el hombre que esté dentro de la organización tenga cubierto todos los riesgos en el orden de previsión social, pero que también tenga cubiertos los riesgos extraordinarios e imprevisibles por medio de la organización y de sus servicios asistenciales. Esto es lo que nosotros vanos buscando. Cuando el gremio aporta una ayuda de esa naturaleza, ya sea en el orden individual, en el social o en el de la elevación cultural, está prestando un servicio a sus asociados que los obliga y va desarrollando ese cariño y amistad indispensable entre todos los que trabajan por el bien común. Ese es el sentido y el sentimiento de la solidaridad que hace de esas organizaciones poderosos organismos de noble acción social y de ayuda a los demás compañeros. Esto es lo que yo busco no solamente para las organizaciones sino también para todo el país, porque lo que yo quiero es hacer de todo el país un gran sindicato donde todos trabajemos en colaboración y cooperación. Ese sería, indudablemente, el desideratúm de las concepciones políticas y sociales de la época. Todo esto conforma un panorama de una importancia mucho más grande que la que muchas veces le asignamos nosotros mismos desde el gobierno. Es la tarea anónima de los meritorios dirigentes que se ocupan de ir quemando esas etapas de la organización sindical. Primero, en la estructura orgánica misma de la organización después, en su organización funciona, y, finalmente, en la administración y creación de los verdaderos valores de organización sindical. Por eso, yo lo he dicho a todos los dirigentes gremiales y entre ellos compañero Cristiano, que el gobierno está, en la obligación de ayudar. Por lo tanto, nosotros ayudaremos todo lo que sea necesario para que la organización llegue a tener el más perfecto fundamento orgánico y funcional. No habrá esfuerzo que nosotros no realicemos en ese sentido, porque esta no es una cosa que yo haga porque a mí se me ocurre, sino porque conviene al país. Piensen ustedes que antes los gobiernos andaban siempre en lucha con los sindicatos porque no querían que el sindicato hiciera lo que hacía, pero los gobiernos tampoco lo hacían. Esto era algo así como lo del perro del hortelano que no comía ni dejaba correr al amo. Lo que yo quiero hacer es ponerme en la función que debo cumplir, digamos así, como dirigente del país: hacer que los sindicatos y el gobierno tengan una tarea que los sea común, porque el sindicato no va a trabajar para mal de sus asociados, como tampoco va a trabajar, el gobierno para mal de sus gobernador, sino para bien de todos. Si los dos tenemos que cumplir una tarea para el bien del pueblo, unos en un sector y otro en la totalidad, ¡cómo no vamos a estar de acuerdo! Lo que pasaba antes es que el gobierno tenía otras intenciones, cosa que en general todavía pasa en muchos partes. Es decir, si los obreros tenían una comisión para la defensa de sus intereses profesionales y pedían que se mejoraran sus condiciones de trabajo, de descanso y de previsión social, chocaban con el gobierno. Cuando se reunían los obreros, el gobierno se agarraba la cabeza y decía: "Estos bárbaros, que irán a hacer allí". Nosotros, en cambio, cuando se reúnen los obreros estamos encantados, porque no pueden hacer otra cosa que la que queremos nosotros. Nunca pensamos que los obreros se reúnen para hacer una cosa mal hecha, porque lo único que ellos quieren es defender sus conveniencias, sus aspiraciones y su propia dignidad. Si nosotros estamos en eso, ¿cómo vamos estar en contra? Somos compañeros en una tarea que nos es común. Y sí no, analicen ustedes. Cuando la comisión directiva quiere conseguir un mejor salario para todos los trabajadores, hacer respetar sus derechos, nosotros estamos de acuerdo con ellos porque también queremos lo mismo, y eso lo hemos puesto en la Constitución Nacional. Si el gobierno piensa de la misma manera, ¿como no vamos a estar de acuerdo con esa comisión directiva que lucha por lo mismo? Cuando los obreros quieren levantar sus policlínicos y todas las demás cuestiones asistenciales, maternidad, proveedurías, etcétera, cómo no los vamos a ayudar y a estar de acuerdo con ellos. Si ustedes no lo hacen, lo debemos hacer nosotros, porque la defensa de la salud física de la población, también es una obligación del gobierno, y si ellos no levantan sus organizaciones para la defensa de la salud, lo tendrá que hacer el gobierno, y le va a resultar mas caro, estará peor organizado y tendrá que atender un sector mucho mayor. Lo mismo ocurre cuando se habla del poder adquisitivo de los salarios o de los sueldos y de su defensa. Ustedes con sus proveedurías, vendiendo mas barato a los compañeros, están combatiendo el agio. Nosotros hacemos lo mismo, sino que lo que están presos en Villa Devoto. De manera que cómo no va a estar de acuerdo el gobierno con las organizaciones sindicales. Cuando ustedes levantan una escuela sindical o profesional para su gremio, que tiene por objeto elevar la cultura general y social del pueblo, nosotros no podemos estar sino contentos de que así procedan. Si ustedes nos ayudan, ¿cómo no se lo varios a agradecer. Es decir que en nuestros días se ha llegado al desideratum de que todos trabajadores por la misma causa, sin jugarnos sacio, con toda franqueza, sinceridad y con todas las cartas a la vista. Nosotros creemos que cuando los obreros hacen una escuela para la elevación cultural, no podemos pensar que eso está mal ni como otros que dicen que se hace para echar abajo al gobierno. Nosotros no podemos pensar en eso tenerlos que pensar que está en buenas maneras un bien para el país. Naturalmente, compañeros, que para poder hacer justicia, primero hay que hacer muchas otras cosas nosotros estamos haciendo que calle antes ellos no han hecho. Hay que entronizar la justicia y no la injusticia, porque en nombre de la injusticia no se obtiene todo. Yo como antes no se han dado cuenta de ello. Yo quiero en esta ocasión expresar a ustedes, los delegados, al compañero Cristiano, y a toda la comisión directiva, nuestro ofrecimiento de siempre para ayudarlos en la medida que sea necesario para que los sindicatos y este sindicato vayan adelante, venciendo, los inconvenientes y las dificultades que se los pueden presentar. En esto no hay que hacerlo todo al contado. Muchas veces conviene deber un poco. Las organizaciones son serias y responsables. Nosotros sabemos, y en esto el gobierno tiene la seguridad y la persuasión absolutas, que son organizaciones serias, porque son definitivas, porque están consolidadas, porque esto no puede cambiar. Consecuentemente, si el gobierno no es tonto, debe ayudar a que esas organizaciones se consoliden, y en este sentido la mejor ayuda en hacer que posean, que tengan. Si no tuvieran nada, sus miembros se separan y todo se pierde; pero teniendo, van a pensarlo dos veces antes de separarse. Ahora, quiero señalar también otra cosa que considero de justicia. Ustedes han formado esta organización; todos han hecho un sacrificio para constituirla, sacrificio de orden material o de orden espiritual; mucho han trabajado con verdadera abnegación en la tarea desarrollada como dirigente. Pero no lo paguen todo; dejen para que los que vengan, los hijos, los nietos, paguen un poquito, ya que ellos también lo van a disfrutar. Está bien que los sindicatos vayan teniendo colonias de vacaciones, escuelas, locales sociales; pero que paguen un poco los que en el futuro van a disfrutar también de esos beneficios. Por otra parte, tengan en cuenta en estas cuestiones que se refieren a empresas económicas, que de todos esos ricos que ha por allí ninguno se ha enriquecido con dinero propio; lo han conseguido con plata prestada. Eso es bien cierto. De manera que, no hay razón valedera para que el desarrollo económico de los sindicatos, que representar el interés y la necesidad de millones de hombres, no se realice por el camino común. Todas esas fábricas y grandes empresas deben sus riquezas al banco; pero es cierto, administran bien. Crean trabajo y el banco, les presta, precisamente por eso; porque es plata que está bien colocada, que, va rindiendo en todo sentido. Y esto se consigue mediante una buena organización. Muchos de esos ricos no lo son sino en apariencia. Algunos solamente tienen deudas, pero se van reponiendo y arreglando. Los pobres siempre hemos creído que los ricos tienen mucha plata y en esto hay mucho de equivocado. En estas cuestiones de economía, todo se reduce a financiar bien, a manejar adecuadamente el dinero, para constituir una garantía. Entonces, los sistemas crediticios dan al que representa una garantía. Lógicamente no la van a dar a esa persona que derrocha el dinero y no produce nada. En este sentido, entonces, debemos obrar de acuerdo con este criterio para ir constituyendo todas esas empresas de carácter económico, con el sentido moderno que debe tener una empresa, es decir con sentido de organización social pero debe tener, también, su carácter de empresario, porque las luchas del futuro van a ser económicas, y en lo económico se lucha mejor cuando uno tiene alguna cosa que cuando no tiene nada. En por eso, precisamente, que digo que el hecho de que los sindicatos posean bienes tiene una importancia extraordinaria. Primeramente, los consolida mas, porque es cuando tienen mayor cantidad de bienes que todos están dispuestos y obligados a defender esos bienes, y ello contribuye a formar una situación de solidaridad que, aunque es material, también es de solidaridad. Eso es una cosa muy importante. Se ha dicho con referencia a los países, que los países no tienen amigos ni enemigos permanentes, sino intereses permanentes. Con los hombres suele ocurrir algo parecido: los que están unidos por intereses generales discuten entro ellos, pero no se pelean nunca. Porque es así; es conocimiento del espíritu humano y de la técnica de la vida. Todo esto tiene una extraordinaria importancia en la organización. Por eso veo con extraordinaria simpatía cómo los sindicatos van desarrollando sus propias empresa, generalmente, como digo, con el criterio honrado de la gente humilde que todo lo quiere pagar. Pero no debe ser así. Paguemos de a poquito. El que debe, no es tampoco o si paga. "El que debe y paga, no debe nada", dicen, y es así. Algunos creen que por deber ya son tramposos. No, no. Si debe y paga, no es un tramposo. Al contrario, es un hombre que evoluciona, es un hombre de empresa. El tramposo es el hombre que debe y no paga. Todo esto se puede realizar perfectamente bien. Y yo veo la inteligencia y la prudencia con que el gremio del calzado va desarrollando su acción, lo que había mucho de los dirigentes, es decir de su, seriedad, de su capacidad y de su honestidad. Sé que tienen algunas dificultades con referencia al local social. En verdad que lo primero que debe tener un sindicato es una casa con todas las comodidades necesarias para poder desarrollar de la mejor manera su acción. Desgraciadamente, nosotros no podemos ayudar de otra manera que proporcionándoles los medios que necesita para construir. Por otra parte, también es mejor que sea el propio sindicato el que la construya. Si yo construyera una casa y se la regalara al sindicato, posiblemente no la apreciarían tanto como si el mismo sindicato la construyera. Es lo mismo que ocurre con los hijos: siempre uno tiene predilección por el hijo de uno que por el extraño. Por eso, repito que nosotros podemos ayudar económicamente al gremio para continuar y acelerar esas viviendas, de manera que disponga cuanto antes de su local social adecuado, donde podrán reunirse cómodamente, estrechar vínculos y hacerse amigos. Una de las fuerzas muy importante en esto es que todos los dirigentes sean amigos entre sí. No hay ninguna cosa que una tanto como esa amistad entre los dirigentes y eso es uno de los factores fundamentales de la organización. Ustedes están construyendo un barrio de viviendas. Es necesario acelerar esa obra. Nosotros les daremos el apoyo incondicional para que vayan desarrollando esos barrios de viviendas. En el orden de las viviendas el gobierno ha seguido una táctica. Algunos políticos contrarios a nosotros dicen que el gobierno hizo muchas viviendas en el Primer Plan Quinquenal y ninguna en el Segundo. Dicen que ya no hacemos nada y que nos hemos abandonado. No es así. En esto de construir viviendas ocurre como en el comer: a uno le viene el apetito cuando comienza a comer. El apetito viene comiendo, dice un refrán. De la misma manera, en esto de la vivienda nosotros hemos querido dar un ejemplo impulsando la construcción en gran escala. Es así que hemos construido trescientas cincuenta mil unidades en el Primer Plan. En el segundo, construiremos más; pero no vamos a ser nosotros los que las levantemos sino los propios interesados. Antes ese dinero lo empleábamos en la construcción. Ahora se lo prestamos al que quiera construir para que construya por su cuenta. Así, cada uno elige el terreno en el lugar que quiere y va construyendo su propia vivienda. Nosotros por nuestra parte financiamos, por medio del Banco Hipotecario esas viviendas. En ese sentido podemos ayudar mucho para que aceleren la realización del barrio de viviendas que ustedes están construyendo y que indudablemente es una necesidad para los propios asociados. Del mismo modo en la escuela profesional nosotros tenemos más interés quizá que ustedes mismos. En 1944, yo llegué a la Secretaría de Trabajo y Previsión, siendo en ese entonces presidente del Consejo Nacional de Posguerra, institución que fundé en 1944 porque se terminaba la guerra y pensé lo que iría a ocurrir después que eso terminase. Dije entonces: "Vamos a estudiar la forma de no perjudicarse por la posguerra". Y era lógico, había que prevenir porque el que no tiene buena cabeza para prevenir, después tiene que tener buenas espaldas para aguantar. Yo pensaba eso en 1944 y me decía: "Ahora viene la etapa dura y difícil, porque hay que pagar la guerra. La guerra no es dura cuando se realizaba, sino cuando se termina, porque es cuando hay que pagar los destrozos. Ahí empieza la tragedia, que es la que el mundo está viviendo ahora. La guerra no es más que un acto de locura colectiva. Es como si en su casa uno se vuelve loco, toma un palo y empieza a romper las arañas, los cuadros y todo lo que se le ocurre. Después que se le pasó el ataque de locura tiene que pensar en todo lo que ha roto y en que tendrá que pagar todo eso. La guerra es lo mismo pero en gran escala. Se vuelven locos todos, empiezan a destruir las casas con bombas, dejan ciudades arrasadas y después que pasa la guerra y termina el ataque de locura colectiva, piensen que hay que levantar de nuevo la ciudad. Eso hay que pagarlo, y entonces viene el terrible esfuerzo económico que hay que realizar. Todo eso ha echado en el país una raíz muy profunda. Así con tenemos escuelas para todas las especialidades técnicas, nuestros muchachos están preparándose en esta otra especialidad y están muy orgullosos de poderlo hacer. Son estudiantes como todos los demás. El hombre que aquí para ser un buen mecánico, era un tipo secundario. Si no estudiaba para doctor, no valía nada. Pero resulta que el doctor tiene mérito en su especialidad, como el mecánico el o el que fabrica calzado, la tiene en la suya. Cada uno realiza una función que no debe ser denigratoria. Es tan noble ese trabajo como cualquiera otro. Vale decir, la dignificación del trabajo, que es una de las causas por las que luchamos nosotros, va a venir con esa capacitación. El carpintero produce con la misma dignidad con que trabaja el médico o el abogado. Cada uno en su especialidad requiere conocimiento especial. Lo que hay que hacer, entonces es darle esos conocimientos. Por esa razón nosotros en que hay miles de escuelas profesionales, porque de las mismas van a salir los creadores de nuestras grandeza industrial y técnica. Nuestro país es un país sin técnicos porque cuando antes necesitábamos algún producto de la técnica, lo comprobaremos lo a ocho mil kilómetros de distancia, cosa que no va ocurrir cuando adquiramos esa técnica, trabajando y estudiando. Por eso considero que la inquietud de ustedes es la inquietud más trascendente que se puede tener: crear su propia escuela profesional que forme a los muchachos en contacto con el gremio, que es lo que yo quiero. Así se lo he dicho al presidente de la Comisión de Aprendizaje y Orientación Profesional. Quiero que los muchachos aprendan en contacto con su propio gremio desde que empiezan a estudiar para que vivan ya la vida gremial, para que desde la escuela misma donde se están capacitando, están directamente, en contacto con sus futuros compañeros gremiales, y vayan formándose dentro eso concepción sindicalista, que para nosotros es decisiva en la organización del país que hemos adoptado para el futuro. Por esa razón no solamente vamos a ayudar; vamos a hacer toda la escuela si es necesario, y Dios quiera que ustedes mismos puedan manejarla. Que más quisiera yo que los que entienden en el asunto manejen la escuela. También está el otro aspecto de la escuela sindical para la formación de dirigentes. Ese debe ser otro paso que conviene dar, porque la continuidad de la organización se asegura transmitiendo la experiencia de los dirigentes mayores a los jóvenes dirigentes que vendrán. Nosotros tenemos que pensar que en un aspecto u otro de la actividad popular, los hombres que vengan nos tienen que ayudar. Entonces, enseñemos a ese, que nos sigue para que se capacite, sin pensar como aquel rey que decía: "Después de mí, el diluvio". Los hombres sin egoísmos y bien intencionados piensan en el futuro más que en el presente. El presente lo tenemos asegurado, aseguremos en futuro, entonces preparando a esos muchachos para que reciben todos los conocimientos de nuestra experiencia. Esto es extraordinariamente importante en nuestro movimiento, porque los muchachos que vienen creen que esto ha sido siempre así, cuando la realidad es que no ha siempre así. Es bueno que conozcan la experiencia de lo viejos dirigentes que sufrieron en las épocas duras y, difíciles, donde era exponer la vida tratar de lograr una conquista. Yo recuerdo bien cuando los viejos dirigentes salían a la calle acosados por la policía y el ejército, y muchos perdían la vida. Eso yo lo he visto, de manera que es bueno que los jóvenes dirigentes reciban de los viejos ese testimonio que ellos han vivido y esa experiencia para que se esfuercen y no permitan que esas cosas vuelvan a ocurrir en el país. Finalmente, quiero felicitar también a los directivos de la organización por los últimos convenios que han firmado. Yo me he substraído de actuar en las tratativas de esos convenios y les voy a explicar en pocas palabras el porque. Hemos organizado en el país todo lo necesario para que eso sea una cuestión natural. No iba a ser yo quien dijera que lo que era necesario, porque si eso hubiese ocurrido, yo estaría reemplazando a los dirigentes y, entonces, ¿para que están los dirigentes? Es la mejor manera de echarlos abajo y destruirlos, es decir haciendo el trabajo que ellos deben hacer. Los dirigentes debe adquirir todo el predicamento en su gremio a través de esa lucha para obtener mejoras y salarios y ese trabajo lo debe realizar precisamente el dirigente con todas las dificultades e inconvenientes que debe soportar en su tarea. Los dirigentes deben pensar que en esa lucha van a sacar hasta el último centavo que puedan obtener, nadie debe sacar más de lo que puede, pero tampoco debe sacar menos de lo que puedo. Nosotros dejamos no actuar normal y naturalmente a los dirigentes que debían obtener las conquistas, porque el mérito de esas conquistas está solamente en manos de los dirigentes. Son estos los que tienen todo el mérito de las conquistas obtenidas y eso no lo ignora la masa, y para que la masa siga y obedezca a sus dirigentes, hay que hacer ese trabajo. Cuando los dirigentes realizan un trabajo, la masa los sigue, los quiere y los obedece. Pero cuando no lo realizan, ni los siguen, ni los obedecen, ni los quieren. Por esa razón, cuando vencieron los convenios, aunque me lo pidieron yo me opuse terminantemente a intervenir. A mí me fueron a ver muchos, algunos un poco asustados, y algunos patrones me pidieron que intervinieran. Yo contesté que no tenía nada que hacer que no quería saber nada que se arreglaran las cosas como se deben arreglar: en la mesa de las tratativas, "sin egoísmos y sin caprichos", les dije. Aquí hay que poner las cartas sobre la mesa y obrar lealmente. Es necesario que nos convenzamos de una vez que hay que pagar altos salarios y tener la mano de obra con una buen rendimiento. Esto va a venir cuando los patrones y los obreros estén totalmente de acuerdo y trabajen por la conveniencia común. Mientras haya egoísmos de una parte, igualmente lo habrá de la otra. Eso va a venir despacito, mediante la organización. Cuando el obrero sepa que produciendo más ganará más, van a ver ustedes como se preocupara de aumentar su producción. Estas son cosas naturales, y vendrá cuando estos pequeños sectores, diremos así de la justicia social se hayan llenado. Tengan en cuenta que nosotros hemos hecho de la justicia social la parte gruesa. Ahora eso se va a ir afinando hasta el detalle, y en todo va a haber justicia, que es lo que queremos. Y la justicia llega por esa vía, por el respeto mutuo, por la colaboración y el trabajo en común. Cuando no haya que ocultar ni ninguna trapisonda que hacer, cuando todo sea natural, cuando la gente sepa que produciendo más se beneficiaría, aumentará su rendimiento, porque nadie trabaja en su perjuicio, sino en su beneficio. En una comunidad donde se haya asegurado la justicia social, todo eso se va logrando naturalmente a través del trabajo y de la actividad de todos los días. Sabemos bien que sin trabajar es difícil vivir; todos tenemos que trabajar. Ahora, en eso trabajo, hay más o menos conveniencia. Cuando hay conveniencia, trabajamos más, si hay menos conveniencia, trabajaremos menos. El rendimiento, consecuentemente, está en razón directa de la conveniencia. Llegará un momento en que todos estarán persuadidos de que cuando hay mayor beneficio es necesario que sea distribuido convenientemente entre los que lo han originado. De esta manera, se podrá trabajar y producir en armonía, y esto es tarea de los dirigentes y patronales y de los dirigentes obreros. Ellos deben hacer ese trabajo, y lo deben hacer de la mejor manera posible. Todo está organizándose y en marcha pero hay que dejarlo andar. Yo he dejado que eso marche, y ustedes han podido comprobar que todo salió bien. Algunos han dicho que los extremistas iban a aprovechar esta situación. ¡Que van a hacer todos ellos si ya no engañan a nadie! Harán algún pequeño lío por ahí. Pero ¿que puede hacer eso a un movimiento sindical como el argentino? ¿Qué pueden hacer cuatro o cinco que anden haciendo lío por allí? Esa acción no puede perjudicar al conjunto. Con esas banderas que levantan para asustar, no nos pueden asustar a nosotros. Ya nosotros conocemos mucho para que nos asusten con eso. Hay, es cierto, politiquería gremial, sindicalista. Y eso es lógico. La política sindical es también una suerte de política: algunos dirigentes que quieren, algunos que no quieren. Ese es el juego natural, al que tampoco hay que tener. Lo que hay que evitar, nosotros lo evitamos desde el gobierno. Yo ya conozco el juego de esas comisiones que salen por allí y quieren hablar en nombre de un sindicato. Cuando se trata de una comisión, yo pregunto de que gremio es por que voy a recibir a la CGT o a la comisión directiva de ese gremio y no a los componentes de esa comisión. ¿A quién representan ellos? A nadie. En cambio uno recibe a los autoridades gremiales. Ellas son las que pueden entenderse con el gobierno. Y no recibimos a cualquiera del gremio por el hecho de que esté desconforme. Hay un orden. Yo recibo a las autoridades de esa organización, no puedo recibir a cualesquiera. De manera que sabiendo de qué se trata, no podemos prestarnos a ninguna de esas cuestiones. Por eso digo que todo está consolidado perfectamente bien. Habrá algunos casos en que no se ha obtenido todo lo que se pedía. Habrá otros en que se ha obtenido un poco más. Hay algunos que quieren subir los precios, mientras nosotros tratamos de bajarlos. Esta es una cosa que no puede ser regida tan fácilmente. Pero el resultado de este ensayo de libertad en el establecimiento de los convenios colectivos que han vencido el año pasado, ustedes ven que ha sido perfectamente bueno. Es lo que me da a mí la prueba definitiva y acabada de que la organización nuestra es eficiente, progresiva y justa. Por eso yo también participo un poco de la alegría que disfrutan los compañeros dirigentes cuando mencionan el último convenio. Finalmente, compañeros agradezco muchísimo la oportunidad que han brindado, de poder conversar con ustedes y todo lo que hacen como dirigentes para ir perfeccionando cada día más la organización que los agrupa. Aprovecho también para ponerme totalmente a disposición de ustedes y para poner el gobierno a disposición de las construcciones que ustedes están realizando, y para felicitar al compañero Cristiano, a quien he visto luchar durante diez años con un gran sentido de abnegación y de sacrificio, no sólo en los buenos momentos, sino también en los malos y a quien he visto trabajar con gran honestidad y capacidad. El resultado es este sindicato, cada día más próspero y grande. Les ruego, también, que a las personas y demás delegados de fábricas que no han podido venir por razones de lugar quieren hacerles llegar mis mejores augurios de felicidad y un gran abrazo que les envío desde lo más hondo de mi corazón. ...................
1954-08-16
En la ceremonia de devolución de los trofeos de guerra a la República del Paraguay
Vengo personalmente a cumplir el sagrado mandato encomendado por el pueblo argentino, de hacer entrega de reliquias que aspiramos sellen para siempre una inquebrantable hermandad entre nuestros pueblos y entre nuestros países. No podría cumplir cabalmente ese mandato sin hacer presente en esta circunstancia nuestro júbilo y nuestro agradecimiento a la Providencia que nos permite llegar a esta tierra de soñadores y de patriotas para ofrecerle lo más sagrado que tenemos en nuestra patria: nuestra amistad y nuestro corazón. Lo hago inflamado por la más honda emoción al sernos permitido estrechar sobre nuestro corazón de soldado el corazón de un soldado paraguayo que preside los destinos de esta patria. Representamos a un pueblo que se llama a sí mismo justicialista. En nombre de esa Nueva Argentina, con la que soñamos y para la que forjamos todos los días nuestro destino; en nombre de esa Nueva Argentina que ha reivindicado la justicia para sí, queremos reivindicarla también para todos los hombres de la tierra, alentados por el sentido cristiano de nuestro pueblo y de nuestro país. Y agradezco a Dios, fuente de toda razón y de toda justicia, que me ha permitido en este día, invocándolo desde lo más profundo de mi alma, llegar hasta aquí no como portador, sino como hombre que viene a rendir homenaje al Paraguay, homenaje que en estas circunstancias tengo el insigne honor de rendir en el nombre sagrado del mariscal Francisco Solano López. Cumple al honor, a la justicia y a la grandeza de los pueblos y de los hombres rendir homenaje a los héroes que han sabido sacrificarse por la felicidad y por la grandeza de su patria. Depositamos en el altar de estos héroes, que la memoria y la gratitud de los hombres ha levantado a esa justicia, a ese honor y ese patriotismo, también nuestro homenaje; homenaje que hago llegar en nombre del pueblo argentino a esta patria tan respetable para nosotros, y tan querida, con palabras que humildemente quieren significar nuestra amistad, nuestra devoción y nuestro respeto. Es en nombre de esa amistad, de esa devoción y de ese respecto del pueblo argentino que pongo en manos del primer mandatario de la República del Paraguay, con esas reliquias, el testimonio de nuestra hermandad inquebrantable. He deseado hacer entrega personal y directa al excelentísimo señor presidente del Paraguay de un documento que estuvo en poder de una familia argentina, que al tener conocimiento de que el gobierno pedía a quienes tuviesen algunos recuerdos en museos o en colecciones particulares que los hicieran llegar, lo ha entregado para que sea enviado juntamente con todos los demás efectos que constituyen este museo de reliquias que patentiza el valor y el patriotismo del Paraguay. Es un documento popular y, por eso, para mí el más sagrado de todos: el pueblo del Paraguay regala una espada al mariscal Francisco Solano López, y con esa espada acredita la gratitud del pueblo en un pergamino que está contenido en este libro cuidadosamente guardado. Esto nos identifica a través del tiempo y a través del espacio con ese ilustre paraguayo, porque nosotros, también como él, no aspiramos a otro premio que la gratitud de nuestro pueblo. He querido, también, traer una prenda de uso personal del mariscal para entregarla yo mismo en forma que patentice nuestra admiración por él: es su reloj de oro, que pongo en manos del excelentísimo señor presidente, rogando a Dios que él marque horas felices al pueblo paraguayo y de grandeza a la nación hermana. Finalmente, deseo cerrar estas breves y humildes palabras de un hombre que lleva en su corazón a esta hermosa tierra guaraní diciendo a este ilustre soldado que pido a la Providencia, para él y para su pueblo, la grandeza y la felicidad a que tienen derechos por sus sacrificios y por su patriotismo. ...........
1954-08-16
En el acto en que el general Perón recibe el grado de General de División Honoris Causa del Ejército del Paraguay
Excelentísimos señores, señores ministros, camaradas: Recibo con la más profunda emoción esta nueva distinción con que me abruma el pueblo paraguayo y sus instituciones. Es indudable que a través de mis 45 años al servicio de la República he tratado siempre de ser allí lo que vosotros habéis tratado de ser en esta noble tierra paraguaya. Los soldados bebemos de una sola fuente, que es la patria. No tenemos otro objetivo que el de servirla con honor, con honestidad y con sacrificio. Cuando las canas llegan con las recompensas de esos servicios prestados, nos sentimos generalmente abrumados por ellas mismas. Para mí, como el más humilde soldado de mi tierra, que tiene el único mérito de haber tratado de llenar el servicio a satisfacción, recibir el grado de general de división de esta tierra, que se ha cubierto de gloria a través de luchas y de sacrificios, es superior para mí, a toda ponderación. Es por eso, que al agradecer, solamente puedo decir en pocas palabras que nacen de mi más profunda sinceridad, que el mérito con que aspiro a llenar este inmenso honor es honrar como habéis honrado vosotros las jerarquías que investís en este noble y glorioso ejército paraguayo. Llevaré a mi tierra este diploma para decirles a mis camaradas cuanta es la grandeza de alma de los camaradas que quedan aquí, pero que me llevo de ellos en mi corazón el más profundo y el más grande recuerdo. Y quiero, como despedida de este acto, decir pocas y breves palabras más. Nosotros, los generales argentinos, recibimos de la República el sable que ciñera sobre su cinto el general San Martín. Desde que ascendí a general he llevado este sable, que es mi más grande honra. Lo dejo en el comando en jefe del ejército paraguayo, para si algún día esta noble tierra llegara a necesitar de los servicios de un humilde soldado, sepan que he de tomarlo para morir por ustedes. ........
1954-08-23
En la inauguración del Primer Congreso de Organización y de Relaciones del Trabajo
Yo deseo, señoras y señores, que mis primeras palabras, sean para agradecer la amabilidad que han tenido los señores organizadores de este primer Congreso de Organización y Relaciones del Trabajo, de invitarme a decir algunas palabras de apertura del mismo congreso. Yo me limitaré a muy pocas cuestiones, porque leído el relatorio de este congreso, afirmo con inmensa satisfacción que el gobierno, dentro de su propia orientación, podría firmar los despachos, satisfecho de que aconsejan una gran obra para la organización de nuestras actividades económicas en la República Argentina. Señores, es inmensamente satisfactorio, para los que de una manera general, venimos sosteniendo hace mucho tiempo la necesidad de una buena dirección, de una buena organización, de una perfecta racionalización, en todas las actividades integrales que componen el sector de la finanzas y de la economía nacional. De la misma manera que venimos luchando por asegurar por todos los medios un aumento de un aumento de nuestra producción. Y es indudable también, que el gobierno satisfecho por la tarea realizada de promover y de propugnar estas mismas inquietudes, estará en presencia y con el corazón puesto en las discusiones que los señores delegados han de comenzar para realizar una tarea constructiva y fructífera en este congreso. Es indudable, señores, que solamente un ignorante podría discutir, que la empresa ha sido el factor más preponderante en el desarrollo, en la riqueza y en la felicidad de todas las comunidades en los últimos tiempos. Hoy en la lucha empeñada en el mundo, es indudable, que ha de triunfar la empresa. La empresa representa para nosotros, el factor fundamental de la organización de las economías modernas. Muchas veces se nos ha hecho aparecer como enemigos de la empresa. Nada más falso que una afirmación semejante. Nosotros, somos quizás, en los momentos actuales, los más efectivos defensores de la empresa, pero la empresa moderna, no la empresa antigua; la empresa evolucionista, no la empresa retardataria o retrógrada; la empresa que toma su función integral y no solamente la de un crudo capitalismo que ya ha pasado para la economía moderna en el mundo. Hacia esa evolución es a donde nosotros queremos llevar la empresa. Y reconocemos a esa empresa como un factor de progreso, un factor de riqueza, un factor de felicidad, cuando desarrolla sus actividades en el concepto de una economía social y no de una economía netamente capitalista, egoísta, como era la empresa en los tiempos pasados. Esta evolución en el mundo viene produciéndose desde hace más de diez años. Nosotros aquí hemos propugnado la constitución de la moderna empresa. Al mirar el temario de este congreso, al leer el relatario de los temas que han de profundizarse en su estudio, y al conocer las numerosas afirmaciones de este carácter, donde se observa perfectamente bien, el moderno concepto de la empresa, podemos afirmar, señores, que mediante ese trabajo, con una dirección capacitada, una organización eficiente, una racionalización ajustada, es el camino del triunfo que los empresarios argentinos comienzan a echar en bases en la República Argentina. Dios quiera que la Providencia les ayude, y que sean ellos los hombres que coloquen al tope, en la bandera de nuestra patria, esos ideales en lo económico y en lo financiero, para que las generaciones del futuro les rindan el merecido homenaje que los hombres de empresa, cuando encaran su tarea patrióticamente, merecen y deben ser exaltados. En los tiempos que corren, los enemigos de la empresa podemos catalogarlos en tres grandes sectores: primero, el colectivismo que suprimió la empresa privada para convertirla en una empresa estatal. No destruyó la empresa, cambió sus dirigentes. Sacó al dirigente privado, capacitado y entusiasta, para reemplazarlo por un funcionario o por un empleado, generalmente carente de entusiasmo, cuando no también de capacidad. La empresa subsistió, a pesar del cambio de métodos. El otro enemigo de la empresa ha sido un sistema que no difiere mucho de la colectivización. El colectivismo no respeta la propiedad privada, en consecuencia, todo es reemplazado por la empresa estatal. Al que produce le dejan el 10% de su producción y le retiran el 90% restante para ser comercializado por el Estado. El otro sistema respeta la propiedad privada. Allí cada uno trabaja con lo suyo; solo que a fin de año le sacan el 90% en concepto de impuestos, dejándole el 10% para su provecho personal. Indudablemente que este sistema, desde este punto de vista es también enemigo de la empresa. El tercer enemigo es la lucha, enemigo que vemos en muchas partes y que ha gravitado catastróficamente en la economía de los distintos países. Ni la estatización, ni el sistema de exacción por la carga pública, ni el sistema de lucha son defensores de la empresa y menos aún de la empresa privada. La empresa se defiende de una sola manera: con buena dirección, con buena organización, convenientemente racionalizada para producir en las mejores condiciones y en la mayor cantidad. Esa es la única defensa de la empresa, y ésos son los temas que ustedes van a estudiar para defender la empresa argentina, que es la empresa por la cual nosotros debemos luchar permanentemente. En los tiempos que corren, señores, debemos persuadirnos de que no existen, en realidad, en las comunidades modernas, los grandes directores que usan y abusan de su poder económico. Generalmente están las comunidades compuestas, en el sector de la producción, de la transformación, y de la circulación, por hombres de empresa que, al fin y al cabo, analizados un poco desaprensivamente, viven con la ilusión de que ellos están amasando una inmensa riqueza. Pero visto en un concepto filosófico más amplio, son como nosotros, los funcionarios: pobres hombres al servicio de grandes causas; hombres que hacen su vida de sacrificio y de penurias porque creen en esa actividad como creen en su propia vida. En el fondo, ilusos, que terminamos todos de una misma manera, ya que al otro lado ninguno de nosotros llevamos sino los recuerdos que quedan en este mundo. Al hombre de empresa le pasa lo que al hombre de Estado. Sabemos nosotros que nuestra función está dividida en dos sectores un tanto antagónicos. Los que queremos una grandeza rápida del país, muchas veces sacrificamos a la comunidad para obtenerla en corto plazo; pero sabemos también que nuestra misión es dar un poco de felicidad a la gente de esa comunidad. Y esto, generalmente, no puede congeniar. No se puede hacer un gran país sin sacrificio, ni se puede obtener un estado de felicidad con gran sacrificio. El saber regular y equilibrar esos dos factores de la vida, es la sabiduría y es la prudencia, tanto de los hombres de Estado como de los hombres de empresa. Se puede hacer una gran empresa con un inmenso sacrificio. Y eso sacrifica extraordinariamente el aspecto social de la producción empresaria. Se puede hacer mas lentamente una gran empresa, sin imponer grandes sacrificios, pero indudablemente, el hombre que lo hace debe tener buenos nervios y debe saber esperar. En esto estriba la sabiduría, porque todo se puede acelerar racional y científicamente, es cuestión de tener una buena dirección y una buena organización y una perfecta racionalización de la empresa. Por eso señores, yo alabo en la más grande medida la sabiduría con que se han elegido los temas para este primer congreso. Creo que, desarrollados eficientemente, han de ser la piedra sillar sobre la cual se asiente la verdadera organización de la Confederación General Económica. Y el Estado y las organizaciones sindicales, estoy seguro, que han de arrimar la más amplia colaboración, porque encuadra perfectamente bien dentro de la orientación gubernamental y estatal, como así también dentro de la orientación seguida por nuestras organizaciones sindicales de trabajadores. Señores, yo deseo cerrar estas palabras, repitiendo algunos conceptos que he dicho muchas veces en nuestro país. Nosotros concebimos que la realización de cada uno de los argentinos, podrá realizarse perfectamente cuando se realice la comunidad. Si la comunidad no se realiza difícilmente ninguno de los argentinos ha de realizar su destino acabadamente. Por eso he sostenido siempre la necesidad de que toda la lucha sea reemplazada por la cooperación y por la colaboración. Colaboración que ha de estar en el espíritu de todos los argentinos y que se ha de realizar en todas las formas de nuestra vida. El gobierno ha propugnado siempre esa colaboración, peleando algunas veces y otras veces no, pero la hemos defendido siempre y la hemos buscado siempre. Eso surge señores, de que yo pienso que todos los males acarreados a la humanidad, en el último siglo se desprenden precisamente de exacerbación de la lucha. Lucha en el campo político, en el campo económico, en el campo social y aún algunas veces en el campo cultural y en las demás actividades. Yo no creo que esa lucha pueda ser nunca constructiva, y en lo que respecta a nuestro problema, yo lo analizo desde un punto de vista muy personal y muy objetivo, porque creo que los que hemos vivido los acontecimientos no podemos contemplarlo de otra manera. En 1944 cuando yo entré, diremos, un tanto obligado por las circunstancias, a accionar desde de la Secretaría de Trabajo y Previsión, ¿cuál era el panorama? Señores, como lo vi yo, muy simple. El fenómeno que ocurría a la comunidad argentina se caracterizaba por una circunstancia perfectamente bien determinada. Era una masa que había repudiado a sus dirigentes. Esa era la verdad. De un lado estaban los dirigentes, en lo político, en lo económico y aún en lo social. Y del otro lado estaban las masas descreídas que ya no tenían confianza en sus propios dirigentes. En lo político eso se manifestaba por las revoluciones, por todas esas cosas. En lo económico, por las huelgas y las luchas permanentes. En lo social, por las mismas razones, por las mismas causas y con los mismos fenómenos. Yo venía como hombre injertado desde fuera de ese panorama, ya que no pertenecía yo a ninguna de las dos facciones, sino al cúmulo general del sedimento popular argentino, había estado un poco al margen como militar. Yo debía decidirme por uno de los dos bandos en que naturalmente se dividían. Y cuando creyeron, mucha gente, que era mi personalidad la que había arrastrado a las masas en mi apoyo, se equivocaron. No hay una personalidad posible que arrastrara a esas masas si no se hace causa común con ellas. No se las interpreta, si no se pone al servicio de ellas. Como en ese momento no había ningún dirigente que levantase esa bandera, yo la levanté. Al levantarla inmediatamente tuve todas esas masas en apoyo a mi concepción, no a mi persona. Yo me tracé entonces una conducta y una misión. Era la de hacer evolucionar la comunidad hasta tanto consiguiéramos poner de acuerdo a los dirigentes y al pueblo. Para eso habría incluso necesidad quizá hasta de luchar. Pero bien, creo yo que "París bien valía una misa", en esas circunstancias. Bien valía la pena para resolver este problema, si no queríamos caer en problemas mucho más graves, porque de esto han pasado diez años y muchos nos hemos olvidado de muchas circunstancias. Pero cuando yo llegué a la Secretaría de Trabajo y Previsión, los dirigentes obreros que encuadraban nuestras organizaciones, eran de tendencias terriblemente peligrosas, no solamente para las organizaciones mismas, sino para el país también. Teníamos vecino lo que había ocurrido en España. Todas esas circunstancias las hemos ido olvidando. Pero bastaría pensar lo que desde entonces hasta nuestros días hemos alcanzado en orden y en tranquilidad en el país, para apreciar si estos sistemas nuevos que hoy veo por el relatorio que están total y absolutamente compartidos, no sólo por los numerosos autores que se fijan, sino por nuestros propios empresarios, que entonces quizá no tenían ni obligación, ni posibilidad de creer que nosotros seríamos capaces de realizar lo que no se había realizado sino en muy pocas partes del mundo. Pero, señores, en este momento yo me siento orgulloso de poderlo decir, que todo cuanto nos propusimos realizar en 1944 a través de un trabajo intenso y perseverante, lo hemos ido alcanzando paulatinamente. Y hoy, quizá como en muy pocas partes pueda ocurrir, la República Argentina podrá reunir un congreso en el cual, los empresarios, los dirigentes representativos del movimiento sindical y los agentes del gobierno, puedan discutir en paz y en colaboración, como vamos a hacer en conjunto para aumentar nuestra producción, para aumentar nuestra riqueza y para aumentar nuestra felicidad. Señores, en los países que evolucionan y sobre todo en los que evolucionan con ritmo moderno, aceleradamente, llevar la paz y la tranquilidad a los espíritus, es ya una gran conquista. Pero la mayor conquista de todas, es sin duda, el alcanzar a hombres de buena voluntad, reunidos en una tarea común, que en colaboración y en cooperación, representando todas las fuerzas nobles de la comunidad, se dedican a un trabajo constructivo. Por esa razón, señores, a través de tantas tribulaciones que tenemos los que andamos a cuestas con nuestra tremenda responsabilidad, se tienen también estos oasis de felicidad al ver realizándose lo que anhelamos como uno de los objetivos fundamentales de la Nación. Por eso señores yo quiero cerrar estas palabras al inaugurar este congreso, augurándoles el más grande de los éxitos, deseándoles la más fructíferas discusiones para la tarea constructiva a que ustedes se dedican en este momento y deseando que se capaciten en el más alto grado los directores de nuestras empresas para hacerlas triunfar, que lleven a ellas la organización más científicamente realizada hasta nuestros días, que tecnológicamente alcancen los más altos resultados e introduzcan en ellas una racionalización que les permita ir alcanzando los objetivos decisivos de nuestra economía. Y finalmente, señores, que con todos esos factores en la mano, podamos incidir conjuntamente, el gobierno con las mejores medidas, los empresarios con su mejor acción y nuestros obreros con su mejor trabajo, a la tarea que nos es común a todos: de asegurar la felicidad presente a nuestra comunidad y la grandeza futura de nuestra Nación. ...........
1954-10-01
Mensaje Radiotelefónico anunciando las medidas a adoptar para mantener el equilibrio de la economía
Señores: En primer término deseo agradecerle a todos los concurrentes a esta reunión que hemos realizado en la Casa de Gobierno, a fin de considerar un problema que es para nosotros de extraordinaria importancia, sobre todo en los momentos actuales. No, porque nuestra economía no sea promisoria y excelente en estos momentos, sino porque queremos prever todas las circunstancias para poder mantener y prolongar en el tiempo el actual equilibrio económico establecido en la República. Es este buen estado el que queremos conservar, pensando en que aquellos que no tienen buena cabeza para prever, suelen tener necesidad de tener buenas espaldas después para aguantar lo que no han previsto. Como de costumbre, señores, yo no he de hacer una disquisición técnica; no soy técnico y mal podría hacer una cuestión de esa naturaleza. Sin embargo, como acostumbro hacerlo, en lenguaje popular y con conformación de ideas también populares, deseo hacer una apreciación general sobre diversos asuntos que tienen importancia directa o indirecta con la economía nacional, con la economía familiar y con la economía individual de los habitantes de la República. Todo esto, hecho a la luz de nuestra información estadística, como así también de informes directos recibidos de la población por los distintos órganos de información de la Presidencia de la Nación. En esto, señores, nosotros seguimos un sistema que es bien conocido, pensamos nosotros que la economía, como todos los factores que gravitan en el desenvolvimiento de las actividades integrales de la Nación, tiene una evolución. Evolución que puede ser controlada y puede ser incontrolada. Nosotros preferimos controlarla. Para que esa falta de control no recaiga después en problemas que por tardíos en sus soluciones llegan a ser insolubles. Por esa razón, hacemos nuestros planes generales en el Plan Quinquenal, y nuestros planes parciales, a corto plazo, para ir cumpliéndolos dentro del objetivo general fijado por el Plan Quinquenal La conversación de hoy tiene por objeto exponer un plan parcial de los tantos que vamos realizando progresivamente a lo largo del tiempo, en forma de que nos permita a todos conocer perfectamente bien la situación, apreciarla y tomar las decisiones necesarias para alcanzar un mejor estado económico en lo individual, en lo familiar y en lo nacional. Señores: Este plan no tiene otro objeto que el arrimar estas previsiones indispensables para que una buena situación económica no pueda trocarse en una no buena, después con el tiempo y la imprevisión. Ese es el único objeto de este plan. No quiero con mis palabras, que serán como siempre sinceras y algunas veces crueles, presentar problemas que no tienen ninguna importancia como algunos problemas de la economía nacional. Nosotros estamos en un buen momento de nuestra economía, perfectamente bien equilibrada y, podemos tener los cálculos más optimistas para el futuro argentino. De manera que no quiero traer aquí un pesimismo que no existe en la realidad, sino una previsión que acentúe para el futuro ese optimismo que todos los argentinos podemos tener sobre nuestra economía. Por otra parte, señores, estos planes a corto plazo, son en general los instrumentos normales en todos los países donde se sigue atentamente el desenvolvimiento de la economía; no son estos planes, ajemos a ninguno de los grandes países que manejan con seriedad los problemas de la economía y de las finanzas nacionales. Hay algunos que prefieren no tener planes y abandonar esas previsiones pensando en que Dios hará todo lo que ellos no prevén o no realizan. Los resultados están a la vista: hay algunos países que hoy se quejan amargamente de su estado de inflación extraordinario y de la secuela que esa inflación o esos desequilibrios económicos llevan después al aspecto político, al aspecto social y a todas las clases de perturbaciones que se originan en la economía de los países. Algunos han entrado ya en cesación de pagos; Dios los ayude y les resuelva los problemas que ellos no han resuelto. Nosotros preferimos resolver en tiempo los problemas para no entrar después en cesación de pagos, que es una situación tan terrible para un país. En esto, señores, nosotros queremos predicar con el ejemplo. Por esa razón hemos iniciado ya hace tiempo una racionalización, una reestructuración gubernamental, que nos permita hacer un reajuste para nivelar los gastos presupuestarios. No venimos a decirle al pueblo que él tiene que hacer economía o que tiene que ajustar tal o cual sector de la economía mientras nosotros nos disponemos a despilfarrar lo que ellos nos dan en impuestos y en contribuciones. Queremos decir, como punto de partida de esta conversación, que el Estado se va a imponer una economía de mil quinientos millones de pesos. Por esa razón creemos que vamos a hablar con la autoridad suficiente en todo lo que vamos a proponer que se realice en el país y esperamos que como siempre se ha cumplido, nuestros conciudadanos de todos los sectores nos ayuden, cooperando en la medida de sus posibilidades a que las disposiciones de este plan se realicen sistemáticamente, asegurando con esto, que este equilibrio que hemos alcanzado merced a muchos esfuerzos y a algunas veces a algunos sacrificios, nos permitirá ir desenvolviendo una economía equilibrada sin sobresaltos, donde cada ciudadano tendrá los medios necesarios para subsistir bien y para labrarse un porvenir a través de su trabajo y a través de su producción. Eso es cuanto el Estado, ordenadamente, puede asegurar a los ciudadanos argentinos si cuenta con su colaboración sincera, leal y decidida. Señores: Comenzaré diciendo que somos uno de los pocos países del mundo que merced a esa colaboración, a esa comprensión y a esa inteligente colaboración de los ciudadanos de todos los sectores que componen la comunidad argentina, hemos conseguido frenar la inflación. En un mundo donde la inflación corre desenfrenadamente hacia quién sabe que finalidades, nosotros hemos contenido esa inflación, hemos equilibrado nuestra economía y nos estamos desenvolviendo en un medio apto para la construcción y para el progreso nacional. Todo nuestro objetivo es ese: mantener ese equilibrio y no romperlo. No romperlo ni en un sentido ni en otro, porque las curvas económicas actuales se manifiestan como las más convenientes a nuestro equilibrio. Es indudable que existen pequeños problemas, pequeños problemas de precios, de abastecimiento de materia prima, etcétera, pero son pequeñísimos problemas que con poco los podemos resolver todos; y los podemos resolver mejor, si nos juntamos todos para resolverlo en la forma más acertada y más inteligente posible. Para hacerlo bastará solamente, mantener esta colaboración comprensiva, que hemos iniciado ya con el establecimiento de los últimos convenios colectivos de trabajo, donde los empresarios, los obreros y el Estado reunidos han tratado de estudiar los problemas; han discutido en la forma más honorable posible, dentro del calor de la discusión por intereses, como resulta siempre, una fórmula que no alterase sustancialmente el equilibrio que venimos defendiendo, y que es el único que será constructivo y beneficioso para el conjunto, ya que cualquier desequilibrio provocado por una de las partes o por las tres partes: el Estado a través de presupuestos inflados, o los empresarios sobre precios recargados, o los obreros sobre salarios incontrolados, cualquier desequilibrio sería perjudicial para las tres partes, tanto para el Estado, como para los empresarios, como para los trabajadores. De manera que esa comprensión inteligente de este problema integral que representa la economía argentina, es lo básico y es lo fundamental y es lo que yo vengo desde aquí a propugnar para que sigamos contemplándolo con la misma comprensión y la misma inteligencia que lo hemos hecho hasta ahora, para mantener ese equilibrio que deberemos defender a toda costa contra cualquier problema que quisiera interferirse para alterarlo. En esto no improvisamos ahora una explicación a posteriori. Venimos ya desde mucho tiempo antes de los salarios, preparando el mantenimiento de ese equilibrio, buscando un mejoramiento en el stándard de vida de la población, que es también consubstancial con la tranquilidad que debe reinar en el medio popular para que el equilibrio se mantenga, como así también la contemplación de los intereses de las empresas, que deben tener sus beneficios justos y que deben ser respetados en los derechos, en su producción, en su comercialización y en los beneficios que ellos necesitan mantener para subsistir y para progresar. Todo esto, señores, en una medida que contemple suficientemente los diversos intereses. El Estado no puede tener otro interés que el de beneficiar a los sectores que gobierna, sean estos de las fuerzas de la economía, como de las fuerzas del trabajo, como las fuerzas profesionales y como todas las demás fuerzas que juegan en el panorama nacional. Eso no depende tampoco del gobierno, sino depende más bien de cada uno de todos los ciudadanos argentinos. Nosotros solamente buscamos esa armonía sin la cual desaparece el equilibrio y sin equilibrio las economías pueden tener sorpresas desagradables. Nuestra función no es la de producir; nuestra función es la de coordinar y ayudar a todos los que trabajan para que sus beneficios sean mayores, así como también asegurarle al pueblo un bienestar a que tiene derecho por su trabajo, por su abnegación y por su sacrificio. Indudablemente, señores, hay algunos pequeños problemas. Pequeños problemas que muchas veces se utilizan en la calle para agrandar. Sabemos que en esto no solamente interviene el factor económico, interviene a menudo, el factor político. Y ellos de una pequeña cosa muchos tratan de hacer una gran perturbación. Yo voy a referirme a dos o tres asuntos, en el fondo insustanciales, pero que presentan el panorama de este aprovechamiento político de ciertas pequeñas cosas que siempre .se producen. Por ejemplo, tenemos el pan. El pan a través de los convenios que han mejorado en un por ciento a la mano de obra, ha sido necesario aumentarle veinte centavos en el precio. No se ha aumentado todo lo que los patrones panaderos querían que era 1,90. No se ha mantenido lo que existía, pero se ha aumentado lo justo. Lo justo para que esa gente tenga la retribución de su trabajo, no tan abundante como quieren ellos, pero tampoco tan magra como sería si no se aumentase nada. Una cosa que es justa, distributivamente justa. Bien, esto se ha aprovechado para decir que se ha aumentado el precio del pan. Y es lógico, si hay que pagar más la mano de obra y de donde quiere que saquemos nosotros... Si pudiera yo hacer por algún arte especial un beneficio que no fuese que saliera del precio, lo haría. Pero no, tiene que salir del precio; de manera que eso es justo y eso no se puede discutir de ninguna manera. Ahora, que en los convenios colectivos de trabajo se ha hecho efectivo el hecho de que los obreros panaderos no desean trabajar de noche. Y eso lo han acordado en esos convenios colectivos libremente contratados con sus empresarios y han resuelto trabajar de día, por lo cual el pan en vez de salir al amanecer, sale a las nueve de la mañana. Eso ha sido objeto de que algunos digan, que se quejen y protesten. Y es que no se puede conformar a todos. Por otra parte, yo no puedo obligar a la gente a trabajar de noche si la gente cree con mucha justicia que el trabajo de noche es un trabajo insalubre, es un trabajo insano. No se puede condenar a toda una legión de hombres que no puedan disfrutar siquiera del sol porque nosotros queramos comer el pan crocante al amanecer, pero que lo pongan en la tostadora un poco, también que hagan un poquito de tostadas. Yo creo que esto no tiene ni valor para ser comentado en una reunión como ésta. Hay otras partes, en las provincias donde ya se ha establecido este sistema y todo el mundo se ha acostumbrado. Y yo me acuerdo en Europa. En Europa, cuando yo estaba cuando había pan, nos daban pan de dos o tres días, hay que ver que rico era. No digo que eso deba suceder aquí, pero creo que bien vale París una misa, para que esos hombres puedan disfrutar un poco del sol, del día, todos los demás por solidaridad ayudemos a que trabajen de día. Podríamos también resolver el problema poniendo el pan las tablas a la noche, pero lo comeríamos podrido al día siguiente. No sería eso una solución, aunque lo podríamos engañar dándole el pan temprano pero ácido, sabe. Como ha sucedido acá. Se busca la mejor solución. Pero son pequeñas cosas como ustedes ven. Otros se quejan porque dicen que la panadería no se abre el lunes. Que los patrones han resuelto cerrar un día por semana. Yo creo que eso podría contemplarse. No es justo que se pierda un día por semana, a mi apreciación personal. Se podría hacer turnos como hacen las farmacias, o se podría... los patrones que son dos o tienen un hijo, turnarse un poco y descansar un poco un día y otro día descansa otro, en fin buscarle alguna solución para también darle satisfacción a los consumidores en ese aspecto, y no tener un día cerradas las panaderías por semana. Eso sería una cosa buena de colaboración, solución que puede encontrarse perfectamente bien si se tiene buena voluntad. Y para que nosotros entonces y comprendan ellos, la necesidad de aumentar veinte centavos el valor del pan y que le aflojáramos en esto del lunes, sería una cosa linda que arreglaría las dos cosas. Pero ustedes ven que son minucias, insignificancias. Nosotros no tenemos problemas, por eso tratamos de crearlos. Otro problema que a menudo me suelen conversar a mí, es el de la carne. Y es que algunas veces escasea un poco la carne, de manera que puede faltar algunas veces. Y bueno, en algunas épocas como ésta que estamos viviendo, indudablemente, los animales no están completos en su peso, vienen menos al mercado, se carnea menos, siempre hace falta un poquito de carne. Yo creo que esto es muy bueno. Es muy bueno porque eso le da un descanso al hígado de los argentinos durante un tiempo. Ya que somos tan pocos obedientes al médico que nos dice siempre: 'No coma tanta carne', en fin, es una buena medida que quizá la naturaleza misma nos está tomando para defensa de nuestra propia salud. Porque, que un argentino se queje de cualquier cosa, pero que se queje de que falta carne, eso es..... Vea, un pequeño cálculo aproximado. Estados Unidos tiene de ciento sesenta y dos millones de habitantes, ciento sesenta. Tiene ochenta millones de vacas; con esos ochenta millones comen los ciento sesenta millones de americanos y todavía exportan una gran cantidad de carne. Nosotros los argentinos, somos dieciocho millones escasos; tenemos cuarenta y cinco millones de vacas y cuarenta millones de ovejas y casi no tenemos carne para exportar. Y todavía nos quejamos porque comemos poca carne. Cada uno de nosotros comemos por cinco norteamericanos que son los hombres mejor alimentados del mundo. Como ustedes ven, la gravedad del problema de la carne es terrible en la República Argentina; pero es terrible, porque comemos demasiada carne, !demasiada carne! Bueno, señores. ¿Para qué voy a seguir extendiéndome en este problema? Es bastante andar por una calle de Buenos Aires, somos todos gordos aquí, nos podemos quejar de cualquier cosa, pero que de no comemos, eso es lo único que no podemos quejarnos, somos todos gordos, todos. El asunto de los precios, es otro asunto también que indudablemente es difícil poder mantener sistemáticamente el escalón matemático de precios. Eso no se puede conseguir ni aunque todos nos juramentásemos para hacerlo, porque hay muchos que no cumplen ni los juramentos, sabe. De manera que después, es en la técnica misma de la compra y de la venta, de la distribución, de los costos, de montón de factores que juegan en los precios que se van alterando. Claro en este sector hay un coeficiente que es importante: el de los "vivos". Ese es un factor también que gravita extraordinariamente. Y es a ellos que nos dirigimos especialmente para que traten de mantener el equilibrio de los precios. Que en lo posible traten de mantener ese equilibrio porque es la base de todo nuestro sistema. Sin que no sea necesario la intervención de la Dirección de Control de Precios y Abastecimientos; sino que el mejor control de precios y de abastecimiento debe estar en la conciencia de cada uno, y cuando es necesario aumentar un precio, porque es justo, recurrir a nosotros, que no lo hacemos con mucha prontitud pero lo hacemos, algunas veces lo hacemos. Cuando no hay prontitud, es porque no vemos muy claro el asunto; cuando es claro, hay prontitud. Eso lo vamos a ir resolviendo paulatinamente. Por otra parte, hay muchos precios que están fijados, pero hay muchos otros que no están fijados. En eso, un alto grado de conciencia ciudadana, de conveniencia común es la que debe fijar -diremos- una escala que sea la humana, que sea la normal, que sea la sincera. Señores, nosotros - y digo nosotros, por decir el gobierno- no queremos otra cosa, como agentes del pueblo, que resolver estos problemas económicos, estos pequeños problemas económicos. Capitalizar para el pueblo y asegurar a la patria una tranquilidad social y una tranquilidad política. Todo esto señores, depende en alto grado del pueblo mismo. Hay un factor que es necesario que tengamos en cuenta por sobre todos los demás factores. Nosotros hemos organizado una economía, la hemos organizado en grado de que puede ser planificada y conducida equilibradamente. Esto ya es una conquista extraordinaria para cualquier economía del mundo. Ahora nos queda solamente el llevarla adelante, estableciendo cual ha de ser el objetivo fundamental que nos permitirá alcanzar todos los otros objetivos subsidiarios, y eso es lo que yo quiero antes de entrar directamente a considerar los factores del plan que voy a exponer, hacer resaltar con claridad porque ese es -diremos- la estrella polar que debe guiamos en todas las concepciones y en todas las soluciones de nuestra economía: me refiero a la productividad. Organizada la economía, planificada la acción, nosotros podremos mejorar el estado de nuestras empresas y el estándar de vida de nuestro pueblo solamente produciendo más. Produciendo más bajaremos los costos y bajaremos los precios y el poder adquisitivo de cada uno aumentará; y produciendo más las empresas podrán vender a mejores precios y hacer mejor negocio, como así también habrá mayores márgenes para los que se encarguen de la distribución y comercialización de la producción. Todo ese ciclo es el que conforma la satisfacción general de los objetivos perseguidos por nuestra economía popular. Si producimos más, aquí no habrá ningún problema y la economía y las finanzas argentinas estarán aseguradas en la forma más imperturbable. Si no producimos más, es inútil que tengamos ambiciones de ganar más y de estar mejor. Ese es un dilema de hierro en que nuestra economía está encerrada. Lo único que yo puedo darles, señores, es una economía organizada y conducirla equilibradamente. Lo demás debe hacerlo el pueblo, deben hacerlo los empresarios y deben hacerlo los obreros y deben hacerlo los consumidores. Señores: Ahora quiero entrar someramente a la exposición de un pequeño plan, simple y objetivo, como son todos los planes que nosotros presentamos para ser cumplidos por el pueblo. En primer lugar, quiero dar las características del momento económico actual. Durante el primer semestre de 1954 se continuó observando, en general, las características favorables similares a las registradas a fines del año anterior, en que la producción y las transacciones ya habían comenzado un franco período de recuperación. La actividad industrial mantuvo los niveles del último semestre de 1953. En el sector agrario influyó favorablemente la buena cosecha de 1953/1954. De acuerdo con las actividades de siembra, también se esperan iguales resultados para la cosecha actual, sobre todo en maíz. En lo que respecta a la explotación ganadera, en este primer semestre se registró un aumento del dieciséis por ciento de la faena, con respecto al mismo período del año anterior. Además se observa que se está reteniendo una mayor proporción de vientres, con lo que se favorece el aumento de nuestros planteles. El comercio exterior siguió acusando saldos positivos, no obstante que se han aumentado considerablemente las importaciones para mantener adecuadamente abastecido el mercado. La creación de nuevos medios de pago fue un treinta y tres por ciento menor que en el primer semestre del año anterior. El Mercado de Valores contó con mayor abundancia de fondos disponibles, lo que determinó una gran actividad, que se refleja en precios y volúmenes de operaciones como no se habían registrado en el país desde 1949. Frente a esos aspectos favorables, se advierte, sin embargo, que existen ciertos factores latentes que pueden provocar presiones de índole inflacionista. Así, se observa una tendencia alcista en los precios en muchos sectores de la actividad, lo que se refleja en el costo del nivel de vida, cuyo índice comenzó a crecer a partir de abril último, a raíz de la incidencia de los convenios sobre salarios. Faltan aún establecer aumentos a los trabajadores de algunas ramas de la producción y también están pendientes ciertos reajustes de precios. Unido esto al hecho, de que el efecto total de los mayores costos de producción se produce recién después de cierto tiempo, hace prever que este factor puede continuar aún incidiendo sobre los precios. Señores, en síntesis, este es el panorama que nosotros en grandes líneas podemos establecer como punto de partida para toda apreciación posterior. A todo ello se suma la necesidad de nivelar y equilibrar el presupuesto nacional. Asunto que nosotros hemos visto ya, desde mucho tiempo antes, y estamos en la tarea de realizar un ajuste sustancial en los gastos públicos. Ajuste que es indispensable, no solamente porque gravita negativamente en el equilibrio que queremos establecer, sino que queremos también corregir errores de concepto en la imputación presupuestaria que existe desde hace mucho tiempo. En otras palabras, y popularmente dicho, hay demasiada gente "colgada" del Presupuesto Nacional que hay que "descolgarla". Me refiero en esto, no a los agentes del Estado, sino a instituciones que han vivido siempre a la sombra del Presupuesto Nacional. El Presupuesto Nacional debe de ser para los servicios públicos, para los agentes del Estado y para la administración estatal. Las demás instituciones deben vivir por sí, deben trabajar y deben arbitrarse los medios para subsistir independientemente. El problema es bien simple. Con el actual presupuesto ajustado, aún con economía, el aumento vegetativo y los mejoramientos realizados de la administración a favor de los agentes del Estado en sus sueldos y jornales, nos llevan a un aumento vegetativo y extraordinario, que implicaría un déficit bastante pronunciado en el presupuesto futuro. Para evitarlo hay solamente hay dos caminos: o aumentar los impuestos, o reducir los gastos. Aquí se trata de un balance bien simple en el cual no cabe otra combinación. Emitir es mucho peor que cualquiera de estos dos remedios y nosotros no vamos a recurrir a ello. De manera que, como no creo que sea factible ni conveniente un aumento de impuestos, no queda otro remedio que reducir los gastos y en eso, es en lo que estamos decididos a realizar. Señores, cuando yo hablo de gente que vive a la sombra del Presupuesto Nacional, lo hago, no como una idea de crítica, sino con una interpretación de la función presupuestaria. Nosotros concebimos el Presupuesto como un gasto mínimo que la Nación debe hacer al Estado para mantener las indispensables instituciones estatales, asegurar su buena administración y tener una dirección adecuada para que cada argentino pueda ser feliz y progresar en nuestra tierra. Todo gasto que no esté directamente imputable o que no sea directamente imputable a estas finalidades está de más en el Presupuesto. Por otra parte, esas instituciones que viven del Estado son a menudo las que más se quejan contra los impuestos y son, a la vez, las que protestan contra los excesivos gastos públicos. Entonces vamos a darles también un poquito en el gusto a ellos como en el gusto a todos los demás, reduciendo a lo indispensable. Yo lamento extraordinariamente, porque mis deseos serían el de dotar abundantemente de todos los medios económicos para que todos ellos vivieran opíparamente, pero desgraciadamente, mi deber de funcionario, no está de acuerdo con mis excelentes deseos al respecto. De manera que, desde ya, dejo establecido este punto de vista como la orientación y política presupuestaria del actual gobierno de la Nación. Suprimiremos todo aquello que no vaya directamente a las finalidades expresadas, suprimiendo todas las partidas de subvenciones, de subsidios, de gastos reservados. ¡Se acabó todo eso! Ahora son partidas las cuales están imputadas en el Presupuesto y de las cuales no se puede salir por ninguna causa y ni en ninguna dirección que no sea que establece la Ley de el Presupuesto de la Nación. Todo esto es un compromiso que tenemos los ministros y el que es Presidente que habla, de manera que hemos de cumplirlo porque estamos perfectamente en claro que ese es nuestro deber y que esa es nuestra obligación, en consecuencia, lo hemos de cumplir, pidiendo desde ya disculpas por no poder ser tan generosos como nosotros desearíamos; pero, es más honrado ser tacaño con lo ajeno que regalarlo. Sobre los objetivos a alcanzar en este plan, señores, es bien simple. Nosotros tenemos un principio de racionalización y planificación, y queremos alcanzarlo en la mejor medida. A fines de marzo último yo expresé que la economía había vuelto a retomar un punto de equilibrio firme y promisorio. Desde entonces, los hechos han confirmado esa situación favorable, que se ha venido afianzando día a día. Sobre esa base, dije en aquella oportunidad que la finalidad inmediata de la acción a desarrollar debía consistir en la elevación del poder adquisitivo del trabajador como una consecuencia lógica del mejoramiento general de la economía. Manifesté también que el bienestar del obrero no se mide solamente por la cantidad de pesos que se recibe, sino por el poder de compra de esos pesos, lo cual depende también de los precios que debe pagar por los bienes y servicios que consume. La relación entre los índices del salario monetario y del costo de la vida, da la medida del llamado salario real y define cual es su poder adquisitivo. Asimismo, expliqué que dicho índice de salario real había pasado desde un máximo de ciento veinticinco en 1949, a solo ochenta y seis en 1952, principalmente como consecuencia de la pérdida de cosechas. Posteriormente se fue recuperando hasta llegar a ciento cinco a principios de 1954. En este momento, se pensó que, con motivo de los nuevos Convenios Colectivos de Trabajo, el índice podría subir hasta ciento quince. El propósito así previsto se ha cumplido en distintas etapas, comenzando en la primera de ellas con un aumento medio de un veinte por ciento de los salarios monetarios. Se había estimado inicialmente que existían empresas que estarían en condiciones de absorber los aumentos con sus propias utilidades; otras que podrían solamente efectuarlo parcialmente; y otras para las cuales eventualmente habría que considerar una adopción de medidas especiales. Entre estas últimas están, por supuesto, casi todas aquellas empresas que por dedicarse a productos de primera necesidad tienen establecidos precios máximos para la venta de sus mercaderías. Vale decir, que al efectuarse los aumentos de salarios ya se previó que iba a ser necesario el ajuste de algunos precios. Se han adoptado medidas para que estos ajustes sean lo más reducidos posible, en forma de moderar su incidencia en el costo de la vida, ya que de otro modo el alza de los precios podría llegar a neutralizar los aumentos de salarios. Dentro de ese concepto, es evidente la necesidad de contemplar algunos aumentos en los precios de ciertos artículos, con lo que la incidencia total sobre el nivel del costo de vida podrá reflejarse en un aumento del diez al once por ciento. Si se tiene en cuenta que el promedio de aumento en los salarios monetarios fue de un veinte por ciento, es evidente que se ha logrado, teóricamente, en términos generales, el propósito de mejorar el poder adquisitivo del trabajador, elevando su salario real a un nivel de ciento quince, índice previsto a comienzos de año. El objetivo a alcanzar deberá consistir ahora en consolidar este nuevo nivel de equilibrio, como otra etapa en el camino hacia el constante aumento del stándard de vida de la población. En síntesis, debemos proseguir nuestra política de estímulo al desarrollo económico del país, cuidando evitar procesos inflacionistas perjudiciales. Plan de acción: Para asegurar la consecución y el mantenimiento del nuevo equilibrio, es indispensable ejecutar enérgicamente una política a corto plazo, que ha de requerir, como siempre, la colaboración de todos y cada uno de los distintos sectores de la economía. Debe reconocerse que en un país como el nuestro, en que la justicia distributiva ha alcanzado su máxima expresión, el aumento del salario real de los trabajadores podrá realizarse solamente si se obtiene una mayor producción. Ya no es posible que se beneficie un determinado sector de la actividad económica mediante el aumento de su participación en la distribución de la renta nacional, en detrimento del resto, sino que la mayor retribución únicamente se ha de lograr elevando la cantidad de bienes a repartir. De esa manera el beneficio es general y el mejoramiento de la situación se realiza armónicamente. Por consiguiente, el aumento producido ya en el salario real debe considerarse en realidad como un anticipo y como tal debe ser consolidado para lograr que sus efectos sean estables y permanentes. Se hace este planteamiento franco de los problemas económicos para que la población conozca, no solo los planes de gobierno de largo alcance, como es por ejemplo, el Segundo Plan Quinquenal, sino también la política a corto plazo. La ventaja de ese conocimiento es que el pueblo está así en mejores condiciones para ayudar a que dicha política se materialice. En primer lugar, el conocimiento completo de la situación, evita la formación de una psicosis de la población, como cuando por ejemplo, por el solo hecho de pensarse que habrá de producirse una inflación se distorsionan las relaciones económicas normales y entonces la inflación encuentra campo propicio para desarrollarse. En segundo término hace posible materializar en hechos positivos la conjunción de esfuerzos como los que se mencionan a continuación y que representan nuestro verdadero plan de acción a corto plazo. Primero. Colaboración del empresario. El empresario debe de tender a mejorar la calidad, aumentar la producción y reducir el costo de sus productos, como único medio para ampliar las utilidades. Para ello, se deberá racionalizar la organización de las empresas y adoptar la técnica más moderna en los procesos productivos. También habrá de racionalizar la comercialización de los productos a fin de disminuir los costos de distribución. Segundo. Colaboración del obrero. El obrero deberá esforzarse por aumentar su productividad. Tercero. Colaboración de los consumidores. Los consumidores en general deberán defender el poder adquisitivo de sus ingresos, negándose a pagar mayores precios que los que correspondan. Además, se evitarán los despilfarros consumiendo lo que en realidad sea necesario. Cuarto. Colaboración de los propietarios rurales. Los propietarios de predios rurales se esmerarán en explotar eficientemente sus campos, evitando que tierras aptas queden mal explotadas o improductivas. Quinto. Acción del Estado. En cuanto al Estado, le corresponderá proseguir su política de equilibrio presupuestario. Además, deberá propugnar o vigilar el cumplimiento de las siguientes medidas, que se encuentran contempladas en general y específicamente en el Segundo Plan Quinquenal, y a cuya aplicación debe darse prioridad: En materia de precios: a) Intensificar la acción represiva del agio y la especulación, principalmente en los artículos de mayor gravitación en el costo de la vida. b) Tratar que los aumentos de precios aún sin resolver, en caso de producirse, solamente representen reajustes compensatorios y en la medida en que no puedan ser absorbidos por las empresas. c) Controlar que la traslación de los aumentos de precios en las distintas etapas de la producción y comercialización sean estrictamente justificadas por incrementos del costo y no originen utilidades adicionales. d) Alentar la adopción de sistemas racionales de distribución de los productos, a fin de disminuir los costos de comercialización. En materia de producción: a) Estimular la mayor productividad de la mano de obra. b) Alentar la implantación de métodos modernos y mejoramiento técnico en la industria, a fin de obtener mayor producción y costos decrecientes. c) Proseguir con la política de mecanización rural en todos su aspecto. d) Cuidar con el otorgamiento de los permisos de cambio para las importaciones que asegure un abastecimiento regular de las necesidades de la población. e) Acelerar la ejecución de los planes tendientes a instalar o ampliar las usinas de energía eléctrica. f) Intensificar al máximo la explotación petrolífera. g) Propender a una mejor utilización de las tierras, gravando más onerosamente las inexplotadas o las que se explotan en forma deficiente. h) Incorporar a la producción las tierras fiscales sin explotar. En materia de crédito: a) Continuar la política de selección crediticia en lo que respecta al carácter o naturaleza de las actividades a que está destinado y teniendo especialmente en cuenta la mejora en la productividad de cada empresa. b) Desalentar el crédito que favorezca la financiación de stocks excesivos de mercaderías o la retención de inventarios. c) Estimular la utilización del mercado de acciones para financiar las necesidades a largo plazo de las empresas y para consolidar sus actuales deudas bancarias o con organismos oficiales. En materia de ahorro: Perseguir con la política de estímulo al ahorro y su canalización hacia inversiones productivas. En materia de comercio exterior: a) Continuar con la política de defensa de los precios de nuestros productos en el exterior. b) Estimular las exportaciones de artículos manufacturados, c) Facilitar la exportación de productos no regulares y de los que el país tenga sobreproducción, en compensación con la importación de maquinarias o equipos destinados a perfeccionar y hacer económicamente más productiva la industria. d) Colocar en todos los casos posibles, las órdenes de compra o la adjudicación de licitaciones de reparticiones oficiales entre las empresas industriales del país. Señores: En estas simples pero importantes medidas radica este plan a corto plazo para el mantenimiento del equilibrio económico alcanzado por la economía argentina. Yo, desde aquí, hago un llamado a todos los habitantes del país para que en lo que a ellos corresponda, de acuerdo con al puesto de trabajo que ocupen en la comunidad, sepan interpretar este plan como una intención que nos es a todos común, porque radica precisamente en ello, el éxito integral de la economía argentina, y pensando que en ese éxito integral de la economía puede estar el éxito económico de cada uno de los argentinos. Hemos también constituido en la Presidencia de la República un coordinador de abastecimiento, para la solución a través del Consejo, que ya existe por disposición del Poder Ejecutivo, se resuelvan todos esos pequeños problemas de la calle que muchas veces da que hablar a mucha gente, problemas que si bien no tienen gran importancia económica, tienen en cambio, una cierta importancia política que queremos considerar. Por esta razón en ese Consejo, hemos de ventilar todos los problemas, buscarles una solución y llevarlas a ejecución a través de todos los organismos de las organizaciones del Estado y del pueblo. Yo deseo terminar, señores, estas palabras agradeciendo a ustedes la atención que me han prestado y rogándoles quieran ser intérpretes nuestros ante todos los asociados de las organizaciones que representan para pedirles, en nombre de nuestra comunidad, en nombre de nuestra Nación y en nombre de nuestro gobierno, la colaboración amplia, sincera e inteligente para la solución de estos problemas. .............
1954-10-01
Ante representantes de la Asociación de Viajantes de Comercio
Compañeros y compañeras: Yo deseo comenzar agradeciéndoles a todos ustedes la amabilidad que han tenido de llegar hasta esta casa para darme mí la inmensa satisfacción de poderles saludar personalmente. El júbilo que ustedes sienten con la inauguración de su casa propia, trasciende a todo mi entusiasmo, porque siempre he sostenido la necesidad imprescindible de que las organizaciones tengan su casa. Así como la familia se arraiga, y toma amor en su vivienda, las organizaciones, también mediante su propia casa -lugar de convivencia donde la solidaridad está en todas sus manifestaciones- va creando ese sentido de unión, de solidaridad y de amistad, que en las organizaciones representan el verdadero elemento de aglutinación que las hace permanentes, solidarias y el que las hace consolidar en el tiempo y en el espacio. Por eso, el hecho de que ustedes inauguren hoy una casa y me den a mí el honor de hacerlo simbólicamente desde esta aquí, me llena de satisfacción y de orgullo, porque veo que las organizaciones argentinas van progresando materialmente al mismo ritmo en que progresan espiritualmente. Esta inmensa satisfacción, señores, no puede ser un secreto para ustedes, que bien saben cual es mi simpatía y mi cariño por la organización de los viajantes de comercio que, como filial de la Confederación General de Comercio, ha asistido a todo nuestro desenvolvimiento, ha seguido con entusiasmo todas nuestras propias causas y las han dispersado por todo el territorio de la República, como ha dicho el compañero secretario, con una verdadera visión de predicadores, de predicadores del bien de nuestra doctrina, que no persigue otro anhelo que el de hacer un poco más feliz a cada uno de los argentinos cualquiera sea su situación y cualquiera sea posición. En esto también estriba el verdadero mérito de los hombres, que como ha dicho también el compañero secretario, trabajan no solamente en sus ocupaciones, sino también para los demás. Yo creo que, precisamente, en este desprendimiento altruista en que todos los hombres empeñamos algo de nuestras faenas, está el grande honor a que podemos aspirar ya que cuando nos vayamos de aquí no dejaremos nada como no sea el recuerdo en el corazón de los demás. Celebro, compañeros, con inmensa satisfacción este jubiloso día del viajante de comercio y deseo que lo hagan en plena felicidad. Ustedes representan la auténtica y única organización que nosotros reconocemos, cuya personería gremial expedida por el Ministerio de Trabajo y Previsión, da la garantía legal que hemos establecido en la organización sindical argentina. Por esa razón, me hago un deber, y al mismo tiempo expreso una inmensa satisfacción al poder exponer a ustedes en esta ocasión las ideas fundamentales que deben regir toda nuestra organización sindical, porque, indudablemente, con el correr del tiempo, las organizaciones no solamente se aglutinan y se consolidan sino que también, crecen a su alrededor algunas excrecencias externas a las mismas, siempre dispuestas a crear distorsiones o deformaciones. Luchar contra eso es luchar por el movimiento sindical, y luchar con sinceridad y con lealtad es el deber los dirigentes de todas las organizaciones. Yo he dicho hace unos pocos días que eso es vital para el movimiento obrero. Es una cuestión aceptada por nosotros que la organización sindical está basada en los oficios y ocupaciones y no en la otra consideración extraña, y lo aceptamos porque se fundamenta en un principio de derecho natural, como lo es la existencia del sindicalismo. Es por ello que creemos que solamente el sindicalismo podrá afirmarse en su verdadera concepción organizativa y funcional cuando está afirmada la coexistencia de un mismo trabajo. Decimos nosotros que la familia en toda la legislación positiva de este siglo se ha afirmado como una organización de derecho natural, y se ha afirmado más por su coexistencia o por la de sus miembros que por cualquier otra circunstancia. Bastaría pensar si un hijo abandonado por su madre al nacer tiene alguna afinidad familiar después de veinte años de sucedido el hecho. Esa dispersión no es suficiente para destruir el lazo familiar, pero lo es para destruir la solidaridad familiar. Lo mismo ocurre con los gremios. Pueden aglutinarse gremios con fuerza casi de derecho natural cuando sus miembros coexisten en el trabajo; es decir, están en un mismo oficio o profesión que es el que desarrolla la solidaridad. La familia es indestructible por su solidaridad familiar como única circunstancia, y los gremios serán indestructibles cuando exista esa solidaridad social que crece en el oficio común, en el esfuerzo común, y en la dicha y en las desgracias comunes. Como sé compañeros, que esa es, precisamente la fuerza de aglutinación poderosa que une a la organización que ustedes representan, es para mí la más respetable. Yo no creo en ninguna otra afinidad que una tanto con la misma fuerza solidaria. De ahí que no crea en ninguna organización de carácter político, ideológico, racial o de cualquier otro tipo que pueda unir verdaderamente a sus miembros, con una solidaridad real y efectiva, como no sea la del sindicalismo basado en el oficio común, en el trabajo, en el desvelo y en la abnegación comunes. Por eso, compañeros, yo me siento inmensamente feliz al ver este gremio organizado y sobre todo al ver a sus dirigentes que están cumpliendo una labor que debe ser sagrada para todo dirigente. Quiero felicitarlos, no solamente por las conquistas que van alcanzando, por su casa propia y por su vida de organización, sino también porque deseo augurarles los éxitos que merecen los hombres que se sacrifican y trabajan para que su organización prospere y triunfe. Yo les auguro ese triunfo y esa felicidad desde lo más profundo de mi corazón y pido a ustedes quieran ser tan amable de llevar a los viajantes de comercio un saludo muy afectuoso que quiero completar con una promesa que solamente puedo hacer dentro de ciertos límites. El instrumento o la herramienta de trabajo que ustedes utilizan es el vehículo automotor. Esa es para ustedes una herramienta indispensable, pero ustedes saben que la penuria en la disposición de divisas es la característica de esta época. La causa está en que nosotros vendemos nuestra producción fuera de la órbita de las divisas fuertes y lo hacemos intercambiando nuestra producción. Por esta razón, los centros de abastecimientos de vehículos están siempre un poco exhaustos de disponibilidad de divisas. No obstante, para la materia prima y para las herramientas de trabajo -que para nosotros es un renglón sagrado en la actividad nacional-, hemos de disponer de las divisas necesarias. Quizá no daremos tanto como sería nuestro deseo, pero tampoco habremos de otorgar en cantidad tan reducida como son los deseos del señor Finanzas. Como deseo que este saludo, que pido trasmitan a todos los compañeros viajantes de comercio, vaya acompañado de una noticia que puede serles agradable, es que prometo que hemos de hacer todos los esfuerzos necesarios para que, en el menor tiempo, podamos poner a disposición de los compañeros viajantes el mayor número posible de vehículos. Agradezco muchísimo la amabilidad que ustedes han tenido y les deseo muchas felicidades.
1954-10-01
En la inauguración de un nuevo local del Sindicato de Luz y Fuerza
Compañeros: Es con verdadero júbilo que asisto a estas ampliaciones, que van marcando el progreso del Sindicato de Luz y Fuerza. Antes de iniciar esta conversación amable, quiero rendir homenaje al compañero Quevedo, que fue secretario de Luz y Fuerza, a quien recuerdo y recordaré siempre por su sinceridad y por su lealtad hacia nuestro movimiento, desde las primeras horas. Yo jamás olvidaré que el 9 de octubre de 1945, en los momentos más difíciles de mi vida, llegó este compañero a darme la mano y a decirme: "Coronel, yo y todos los muchachos de Luz y Fuerza estamos a sus órdenes". Quiero que sea ese el mejor homenaje que rinda a la memoria de este compañero fallecido. Compañeros: he visitado el local. He visto cómo está organizado el sindicato. Yo soy un hombre de organización y creo que de todas las conquistas que el gremio pueda ir acumulando a lo largo de su vida, esta es la mejor. La organización es lo permanente y es la más excelente muestra de que los trabajadores no solamente son capaces de defender sus derechos, o que también son capaces de construir organizadamente el futuro de sindicato. He terminado de revisar esta máquina. No necesito interiorizarme de sus detalles, porque las organizaciones son como las máquinas, y una vez que están construidas, solo basta ponerlas en marcha para que sigan funcionando. Yo he seguido el desenvolvimiento de la organización de Luz y Fuerza. He visto todas sus conquistas, no solamente en lo que se refiere a la preparación de su organización y a la defensa de sus intereses profesionales, sino que también he visto la parte mutualista, sus viviendas, la acción que desarrolla para llevar a cabo la construcción de colonias de vacaciones, corno así también, las demás construcciones y la Escuela Sindical. El sindicato está ya casi completo en su organización primaria. Ahora es cuestión de que los dirigentes sigan adelante con la tarea para ir perfeccionando y elevando cada día más el nivel cultural y social de la masa. Esa es la tarea permanente de todos nosotros, de cada uno de los dirigentes, cualquiera sea el puesto de lucha en que le toque actuar. Yo siempre digo -y esto debe ser una premisa para todas las organizaciones- que los dirigentes no valemos por el cargo que ocupamos, sino que valemos por el trabajo que realizamos desde él. Ver esta organización es estar viendo la capacidad y la honradez de los dirigentes de Luz y Fuerza, y por eso quiero que mis primeras palabras sean para felicitar a los dirigentes. Las organizaciones no valen por el número de afiliados que agrupen, sino que valen más por la clase de dirigentes que las encuadran. Ver las construcciones que están realizando ustedes es ir ya entreviendo la calidad de los dirigentes que Luz y Fuerza, cómo organización del pueblo va a tener una responsabilidad extraordinaria en el futuro. Es casi un axioma que los países progresan hoy al ritmo de su capacidad energética. Preguntado una vez Lenin en qué consistía un gobierno soviético, él dijo: "Unos cuantos obreros y campesinos y muchos millones de kilovatios/hora". Quería significar con ello que interesa poco quiénes componen un gobierno; lo que más interesa es que ese gobierno sea capaz de crear una enorme capacidad energética en el pueblo para desarrollado e impulsado hacia sus grandes destinos. El porvenir de la República está muy condicionado a la posibilidad del desarrollo energético. Por eso Luz y Fuerza tiene en la organización popular argentina una responsabilidad quizá mayor que la de todas las otras organizaciones del pueblo argentino. En este momento, nosotros estamos frente a un panorama que, indiscutiblemente, es necesario desarrollar. Nosotros no tenemos ni la mitad de la capacidad energética que necesitamos para el desarrollo de nuestra industria. Hemos hecho esfuerzos quizá superiores a nuestras posibilidades presentes para instalar las nuevas usinas en San Nicolás y otros lugares del país, como así también para desarrollar nuestra energía hidroeléctrica. Sin embargo, estamos recién en los comienzos del esfuerzo. Es probable que en cinco años más el ejército civil más extraordinario que se movilice en el país sea precisamente el que se aplique a la producción energética. Desgraciadamente, eso está subordinado a la existencia de combustible. La República Argentina tiene casi toda su fuente de energía hídrica en la periferia, en la cordillera especialmente, y en la parte externa del litoral. De manera que utilizar la energía hidroeléctrica no es un problema de fácil solución para la República Argentina. Debemos calcular que normalmente se puede contar en forma permanente con solamente el cincuenta por ciento del producido de la energía eléctrica. Vale decir que, si hay un millón de kilovatios instalados, por la variabilidad del régimen pluviométrico o la crecida o bajante de los ríos, que son las fuentes de producción energética, solamente la mitad es permanente. Lo demás es fluctuante. De manera que si tenemos instalaciones que quieren producir un millón de kilovatios, solamente será posible utilizar de esa cifra quinientos mil. Pero si esa fuente de producción está a mil kilómetros del centro de consumo, en la transmisión se perdería otro cincuenta por ciento. De manera que nos quedaría en definitiva doscientos cincuenta mil kilovatios. Ese es un problema que nos está indicando que la producción de hidroelectricidad debe ser utilizada especialmente en forma regional, para el desarrollo de las industrias, con energía barata, que están instaladas en los centros de producción de energía eléctrica. En cuanto al resto, no tenemos más remedio que producir esa energía a través de usinas termoeléctricas, es decir, quemando combustible. Esto nos obliga a pensar en el petróleo. Si queremos desarrollar rápidamente nuestra industria, necesitamos energía eléctrica. Si queremos poseer rápidamente energía eléctrica, necesitamos gran disponibilidad de combustible líquido para producirla. Ahí está el problema argentino. Por eso pensamos que es necesario echar mano de ese petróleo cuanto antes. Extraerlo y poderlo quemar en beneficio de nuestra industria y del desarrollo de la República Argentina. Esa enorme existencia de petróleo, por otra parte, está amenazada por la creación de la energía termonuclear, que puede hacer que de un día para el otro el petróleo ya no tenga valor. Entonces, es necesario que lo extraigamos. Estamos quizá entre las cuatro grandes zonas petrolíferas del mundo. No vaya a ser que por guardarlo mucho nos quedemos con todo eso encerrado y que no valga nada. He hablado mucho de la necesidad de que este petróleo no vaya a manos extranjeras. ¡Qué va a ir a manos extranjeras! Hemos establecido en nuestra Constitución que los combustibles, cuando están fuera de la tierra, son de propiedad imprescriptible e inalienable de la República. ¡Lo vamos a usar nosotros! En cuanto a quién lo va a sacar, a mí no me interesa. Por eso hemos establecido ya en nuestros planes y estamos encauzando la posibilidad de sacar cuanto antes el petróleo. Piensen ustedes lo que representaría para el país que mañana se produjera una guerra y que nosotros, que importamos más del cincuenta por ciento del combustible que necesitamos, nos quedemos sin ese combustible. ¿Cuál sería el panorama de la República? La mitad de los trabajadores se quedaría sin trabajo. Ese es mi apuro y esa es mi preocupación. Este es un problema por cuya eficaz solución estamos ya trabajando de la mejor manera posible. Yo ya he asistido a una guerra que puso al pueblo argentino en una situación de miseria terrible. Me acuerdo que en el año 1915 y 1916 el gobierno no había previsto que esa guerra iba a paralizar los abastecimientos; llegó la guerra y allí, en el puerto, había alrededor de veinte mil personas sin trabajo, viviendo como animales, a veces robando para poder comer. Ese era un cuadro pavoroso de miseria e imprevisión del gobierno. Esos que me critican ahora porque yo quiero sacar el petróleo, están deseando que me pase a mí lo que les ha ocurrido a ellos. Eso, compañeros, eso no va a repetirse. Todas estas preocupaciones deben ser también las preocupaciones de las organizaciones del pueblo, porque si bien es cierto que yo tengo la responsabilidad de resolver el problema, los que van a sufrir las consecuencias si yo no lo resuelvo, son ustedes, los trabajadores argentinos. Por eso, todo esto tiene una importancia extraordinaria para los trabajadores, que, en definitiva, son los que sufren las consecuencias. Nosotros necesitamos esa energía, porque es el pivote sobre el cual aseguraremos la grandeza de la Nación. No saldremos nunca de pobres ni de ser un país de agricultores y pastores mientras no construyamos esa enorme industria para abastecemos y, llegado el caso, poder vender a los demás. Ningún país se hace rico con ovejas, vacas y trigo solamente, sino que también debe poseer esa industria poderosa. Lo veo cuando se vende y cuando se compra; cuando vendo materias primas nos pagan uno, y cuando nos venden automóviles, manufacturas en general, pagamos diez. Perdemos nueve. Vamos a salvar esos nueve por lo menos con una industria, para empezar a venderles a diez y pagarles a uno. Esto es lo que alguna gente desaprensiva no entiende o no quiere entender. Nosotros tenemos que impulsar de cualquier manera esa industria. Hoy en el mundo existe gente desocupada y la tarea del gobernante más que nada es la de crear trabajo. Lo dramático en un país es cuando hay hombres que quieren trabajar y no tienen en qué trabajar. Veo países con millones de habitantes, en donde la mitad no tiene nada que hacer; eso es pavoroso y terrible. Eso no puede ocurrir en la República Argentina. Es angustioso ver familias con energías y deseos de trabajar y tengan que soportar miseria por falta de trabajo. Lo que nosotros queremos es seguir creando trabajo, ya habrá quien lo va a ocupar; la prueba está en que cuando nosotros llegamos al gobierno había mucha gente que no trabajaba, y ahora estamos trabajando todos de una manera o de otra. Eso es lo que hay que hacer en el país, hay que darle ocupación a la gente, hay que darle trabajo bien remunerado; elevar a la gente en su dignidad de trabajador. Todo eso es lo que el país debe ofrecer a sus hijos; nada mejor puede ofrecerles. El trabajo es sacrificio, es abnegación, pero también una dignificación para el hombre. Nosotros ofrecemos, justo con esa abnegación y sacrificio, la posibilidad de elevación y dignificación de nuestro pueblo. Con eso creo que estamos realizando una obra extraordinaria. Volviendo a Luz y Fuerza, dentro de ese panorama, la importancia de su organización sindical, para nosotros, los justicialistas, es bien clara. No creemos que la responsabilidad del país esté solamente en manos de quienes por tener muchos millones de pesos manejan la energía del país; creemos que la responsabilidad de toda la producción energética que necesita nuestro país para desenvolverse está también en manos de los hombres; de todos los obreros que trabajan en Luz y Fuerza; por esa razón, queremos interesarlos en este problema. De ello surge también la importancia que Luz y Fuerza tiene para el porvenir: será uno de los sindicatos más poderosos del país. De ahí también la responsabilidad de los dirigentes para que sepan organizarlo bien y crearle todas las posibilidades para desenvolverse en el mejor campo y en mejor ambiente. Nosotros, decíamos, necesitamos hoy casi el doble de la energía eléctrica que tenemos, y en cinco años, con el Plan Quinquenal desarrollado, vamos a necesitar todavía el doble de eso, vale decir, cuatro veces lo que hoy tenemos. En consecuencia, el sindicato de Luz y Fuerza en su número, responsabilidad y dirección, si hoy tiene cien, tendrá que tener doscientos, y dentro de cinco años deberá tener cuatrocientos, de coeficiente. Así es que ustedes, que son los responsables de esa enorme organización, que llevan sobre sí, a su vez, la responsabilidad de mantener la producción energética permanente en el país, que es reguladora de toda su fuerza y de todo su desenvolvimiento, tienen una tremenda responsabilidad que cumplir. No es una responsabilidad que pesa solamente sobre mis espaldas, sino que también está pesando sobre las espaldas de todos ustedes, que componen el ejército energético de toda la República. Por eso, para mí es una inmensa satisfacción el poder llegar hasta este local y ver cómo está funcionando y cómo está organizado. Aquí surge claro el ambiente que reina entre los dirigentes de Luz y Fuerza, dirigentes que no solamente se están ocupando de la defensa de sus intereses profesionales, sino que también están interesados en el bienestar del gremio e ir brindando para él las posibilidades de cubrir los riesgos extraordinarios que no están cubiertos por leyes ni beneficios sociales de otra naturaleza. Sé que también están trabajando en una forma racional y planificada para que cada uno de los afiliados pueda tener la vivienda, como así también poder ofrecerle a bajo precio la posibilidad de un descanso anual reparador. Toda esa creación y toda esa conquista que caracteriza a los dirigentes, que no solamente están pensando en el momento que viven, sino que también están soñando con un futuro cada vez mejor para su organización, pone en evidencia el valor de los mismos. Por todo eso, quiero terminar estas palabras, felicitándolos a ustedes y rogándoles quieran transmitirles a los compañeros de Luz y Fuerza de todo el país, la inmensa satisfacción que siento al tomar este contacto, viendo a dirigentes honrados y capacitados al frente de esta organización, que, como digo, tiene tanta importancia para el desenvolvimiento futuro de la República. También les ruego que quieran ser intérpretes ante los demás compañeros de Luz y Fuerza de todo el país de estos pensamientos y que, además, les transmitan un abrazo muy estrecho y muy fuerte sobre mi corazón.
1954-10-01
En el acto realizado en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda
A pesar de mis múltiples tareas y a pesar de haber tenido que posponer algunos compromisos, no he deseado faltar hoy a esta ceremonia que me llena de la inmensa satisfacción que sentimos los hombres de bien por las obras de bien. El Ministerio de Educación está empeñado en introducir en nuestra enseñanza algunas reformas que permitan una confederación más integral del alma, de la inteligencia y del cuerpo de nuestra juventud. Esa inteligente decisión del' señor ministro ha impulsado a la enseñanza hacia nuevos rumbos y por eso este acto, con el que vosotros celebráis el cincuenta aniversario de este memorable colegio, anima nuestros votos y augurios por su felicidad y su éxito. Por eso he querido llegar hasta aquí para encomiar al señor rector, a los señores profesores y a la asociación cooperadora del colegio, este acto que, conformando la misma idea sobre la cual nosotros trabajamos, representa todo el altruismo del corazón de nuestros padres y de nuestros maestros. No es necesario justificar la satisfacción con que veo, esta nueva orientación el colegio. Ya en Grecia, la educación de la mediana edad de la juventud en manos del Estado no se conformó jamás con trabajar unilateralmente cada una de las actividades del hombre. Ellos crearon ya en aquella época un método integral para la educación y la formación de sus hombres. El individuo en su vida no está compuesto por compartimentos estancos. Los hombres están o no están educados según se haya cultivado o no su inteligencia, su cuerpo y su alma. Eso es lo racional. Los romanos instituyeron así también sus gimnasios. En ellos se cultivaba integralmente al hombre. Se iba formando en ellos una inteligencia despierta y un criterio capaz, pero se formaba también un alma buena y bien cultivada, sostenidas ambas cosas por un cuerpo sano y fuerte. Esa es la nueva orientación que el Ministerio de Educación está introduciendo en toda la enseñanza de la juventud argentina. Por esa razón el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda tendrá siempre para nosotros el galardón de su iniciativa, al haber establecido el primer club estudiantil del país. Esperamos que a continuación de él, también se esfuercen los demás por ponerse a tono con la necesidad de la hora. Es de extraordinaria trascendencia el hecho de que el Ministerio de Educación haya resuelto constituir en todo el país clubes de estudiantes secundarios, donde los muchachos se vayan formando a sí mismos y aprendiendo a ser no solamente buenos, sino libremente buenos. Yo quiero dejar, en este día y en este lugar, el encomio de mi palabra de mandatario para todos los alumnos, los profesores y el rector de este colegio, de manera que sirva de emulación y de ejemplo a los demás colegios del país, para que, secundando la obra inteligente del Ministerio de Educación, vayan poniendo en manos de los muchachos su propia formación. Lo que el hombre no alcanza a conquistar por el consejo de sus maestros, debe conquistarlo por el consejo de su propia conciencia. En consecuencia, es tan importante como formar mentalidades conformar conciencias, porque esas conciencias serán siempre en la vida del hombre su mejor maestro, su mejor guía y su mejor consejero. Quiero cerrar estas palabras con mi agradecimiento, en nombre del gobierno y del Estado, para el señor rector que ha inspirado el espíritu que vibra en este colegio, para los padres de la asociación cooperadora, que tanto han colaborado, y para todos los que inteligentemente interpretan el sentir y el pensar del gobierno argentino, para que todo ello unido sea el mejor ejemplo con que se enseña a la juventud cómo se es bueno y cómo se trabaja por el bien de la patria. .................
1954-10-06
Ante representantes de la Asociación Argentina de Aeronavegantes
Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer los amables conceptos que terminamos de escuchar del compañero secretario general de la Asociación Argentina de Aeronavegantes. El problema de la aeronáutica civil en nuestro país, como en todas las naciones que no cuentan con medios tan abundantes como las más evolucionadas, es un problema difícil. Yo recuerdo que en 1941, al regresar de Europa, había podido apreciar el rápido desarrollo que a partir de 1940 se produjo con el transporte aeronáutico. En aquella oportunidad me causó una gran impresión ver, por ejemplo, en Río de Janeiro, el movimiento incesante de entrada y salida de aviones, mientras que aquí, en Buenos Aires, aún nos deteníamos en la calle cuando pasaba un avión. Es decir que en aquella época no teníamos absolutamente nada en materia de líneas de transportes aéreos. Yo me hice la composición de lugar de que en este orden de cosas estábamos tan atrasados, como también lo estábamos en algunas otras cosas. Pero pensé que el porvenir de la aeronáutica era tal, que quedarse atrasado en eso iba a representar una gravísima desventaja para la República Argentina. Por eso, una de mis primeras preocupaciones al llegar al gobierno fue propugnar por todos los medios, sin reparar en gastos, para que se organizara un servicio de transporte aéreo de pasajeros y carga, que fue de limitadas posibilidades al principio, pero que luego se desarrolló en forma progresiva. Esto representó un tremendo esfuerzo para el país, no solamente para el desarrollo interno, sino más bien para el desarrollo de nuestra aeronáutica internacional de transporte. Se sabe que este es un medio que todavía no alcanza a costear sus necesidades; pero se entiende también que no se puede prescindir de esta clase de servicios, pues ello habría significado un atraso en la evolución del país equivalente a sesenta años. En consecuencia, fue necesario emprender la tarea y realizarla. Todo debía depender, en el futuro, de la acción de nuestro personal en las empresas aeronáuticas. Por eso, yo quiero, en primer término, reconocer que el esfuerzo realizado por la Nación para poner en vuelo sus aviones, en las líneas de trasportes de pasajeros nacionales e internacionales, ha sido compensado ampliamente por la capacidad, por el patriotismo y por el entusiasmo puesto por todo el personal aeronavegante del país. Nuestra organización no será la mejor del mundo, como algunos suponen, pero está entre las mejores. Yo recibo todos los días informaciones de las diferentes personas que, por una razón u otra, se ven obligadas a viajar en nuestras líneas, y el que viaja una vez prefiere seguir haciéndolo en nuestras líneas y no en otras. Eso representa un honor para nuestro personal y para nuestra aviación. Hace pocos días regresaron los legisladores que viajaron por casi toda Europa. Lo hicieron en Aerolíneas, y yo debo confesar ante ustedes, con un inmenso placer, que al preguntarles cómo andaban nuestras cosas en el exterior, ellos contestaron con total y absoluto convencimiento que la mejor institución que el país tiene en el orden internacional en su relación es Aerolíneas Argentinas. Esto, señores, es para mí lo más halagüeño que puedo recibir como informe de la actividad de los argentinos en el orden internacional. Por eso es que a ustedes, partícipes y quizá artífices de la bondad de estos servicios, quiero expresarles francamente, como deben decirse las verdades, la inmensa satisfacción que me embarga cuando veo el desarrollo de la República a través de sus hijos, cuando lo hacen con entusiasmo, con honradez y con patriotismo. Es también para mí una inmensa satisfacción el poderles hablar y verlos reunidos en una tarea de solidaridad, que es indispensable en las grandes instituciones. Yo siempre digo y repito que nuestras organizaciones han de ser las artífices del destino de la República. Yo no creo tanto en los hombres como en las instituciones que los hombres forman y conducen. Quizá para las instituciones se necesita un hombre bueno para que las dirija, pero se necesitan muchos millones de hombres buenos para que realicen. En esto estriba precisamente el éxito de las grandes empresas. Por eso yo creo que ustedes, solamente ustedes, pueden crear la institución que la aeronáutica civil necesita para poner en marcha una gran actividad. Para hacer un guiso de liebre, lo primero que hay que tener es la liebre, digo siempre yo. Hasta ahora nosotros hemos tenido una aeronáutica civil que ha sido una semi institución, filial de la aeronáutica militar, y esto ha sido por razones de su propia iniciación. Inicialmente, la República Argentina nunca contó con la posibilidad de desarrollar por sí la aeronáutica civil paralelamente a la que desarrolló en la aeronáutica militar, pero yo creo que ustedes deben ir creciendo en la medida institucional posible para bastarse a ustedes mismos y para organizar la gran institución que debe presidir los destinos de la aeronáutica civil. Todo esto lo tendrán que hacer ustedes mismos, nadie lo hará en reemplazo de ustedes en forma que ustedes tengan algo que agradecer. Cuando una institución quiere progresar, cuando quiere engrandecerse, solamente lo puede conseguir por sus propios medios. Nosotros podremos ayudar, pero los que tienen que hacerla son ustedes, que forman la institución, y para ello, lo primero que deben hacer es organizarse, agruparse entre sí y ponerse a trabajar para resolver los grandes problemas institucionales. Si ustedes no son capaces de realizarlo, pueden estar seguros de que eso no se va a realizar; pero si ustedes tienen la ambición sana de hacerlo y la capacidad suficiente para realizar una tarea racional y efectiva, entonces ya han triunfado, no tienen que esperar el tiempo para que conforme esa institución. Por esa razón, yo veo con gran simpatía que ustedes se reúnan para organizarse, a fin de encarar sus propios problemas y los problemas institucionales de la aeronáutica civil. Unidos ustedes, realizarán el gran destino que la aeronáutica civil debe de tener en nuestros días, sobre todo la aeronáutica comercial. Es insospechable a lo que pueden llegar en el mundo entero los servicios de la aeronáutica comercial. Es insospechable, porque progresa todos los días de un modo extraordinario. Quedarse detrás de ese movimiento sería terriblemente lamentable para los fines que la República persigue. Por esa razón, ustedes no solamente deben trabajar para lograr, diremos, la creación institucional de esta aviación, sino que todos también tienen un poco la responsabilidad de realizarla. Por eso, señores, yo quiero aprovechar esta oportunidad para expresarles a ustedes lo conforme que el gobierno está de cómo van desempeñando su acción, como asimismo lo agradable que es para mí ver que comienzan a organizarse y que han creado la institución, institución a la que el gobierno ha de confiarle el destino de la aeronáutica comercial y civil, pensando en que nadie podrá hacerlo mejor que ustedes. El Ministerio de Transportes, que siempre tiene y tendrá sus graves inconvenientes, que estriban más que nada en que los servicios de transportes en el mundo, en todas sus especialidades, son servicios deficitarios, está pensando todos los días en la necesidad de la colaboración directa y personal de los hombres que realizan estos servicios. El Ministerio de Transportes diariamente me presenta problemas de algunas de sus especialidades, pero mantiene el concepto de que dentro de su Ministerio, Aerolíneas Argentinas y todas sus especialidades colaterales son las que tienen menos problemas, no solamente en el aspecto cuantitativo, sino también en el aspecto cualitativo de su personal y de sus servicios. Sin embargo, todavía tenemos mucho que hacer; tenemos mucho que realizar; tenemos mucho que organizar y, en este sentido, lo que nosotros podemos prometer, es ir progresando en el orden de la actividad aerotécnica, para ofrecerle en el futuro a esta actividad todo lo que sea menester para realizar sus servicios. En la actualidad estamos en trato para instalar la primera fábrica de aviones en el país, que será el punto de partida, diremos, de nuestras posibles realizaciones futuras. No creo que podamos llegar tan lejos como soñamos si no desarrollamos una industria aerotécnica en el país suficiente como para cubrir nuestras propias necesidades. Además de eso, y de la formación de todo el personal técnico necesario para el desenvolvimiento de una verdadera aeronáutica en el país, necesitamos ir progresando también tanto en la realización de los servicios como en la construcción de nuestro propio andamiaje aerotécnico, que el Estado va a realizar cualquiera sea el esfuerzo que tenga que hacer. Se trata de dos ramas que deben ir creciendo paralelamente. La parte técnica está un poco en retardo con referencia a lo que ustedes ya están realizando en la parte de servicio comercial, de transporte, como así también de la actividad de la aeronáutica civil, en todas sus manifestaciones, desde la deportiva hasta el de la lucha contra la plaga, como terminamos de escuchar. Sin embargo, eso no debe ser óbice para que nosotros no sigamos trabajando intensamente en esta actividad para poder realizarla acabadamente. El Estado les va a prestar a ustedes todo el apoyo que pueda brindarles, pero también les pide que realicen todo el esfuerzo que sea menester para hacer progresar esta actividad. Estamos bien, pero deberemos llegar a estar muy bien. Ese sector de perfeccionamiento está en manos de ustedes, no en las nuestras; de ustedes como institución y también como personal que realiza la actividad. En ese sentido, descarto la participación efectiva de ustedes porque conozco el espíritu que los anima, el patriotismo, la decisión y la honradez con que trabajan. De un momento a otro, el Estado puede poner en marcha la faz técnica en forma que los sobrepase a ustedes, con un poco de esfuerzo. El proyecto es de instalación de una fábrica, que se está contratando; y probablemente dentro de muy poco tiempo ya podremos poner en marcha la construcción de los primeros aeroplanos comerciales, con patentes extranjeras, por ahora. De manera que yo les paso el dato para que ustedes no se dejen alcanzar por esto y traten de ir adelante. Sobre todo, señores, les pido que continúen la organización. Si en alguna actividad de la vida la solidaridad es un respaldo material y moral para los hombres y para la familia, es precisamente en las actividades aeronáuticas, que son de cierto riesgo. Es allí donde la solidaridad puede hacer prodigios. Y esa solidaridad correré paralela en su progreso a la organización que ustedes alcancen a conseguir en la actividad. Por eso pido que sean cada día más unidos, que se organicen de la mejor manera, que vayan creando paulatinamente todos los servicios que correlativamente ayuden al desarrollo de esa solidaridad. Deben tener su organización para la defensa de los intereses profesionales, primer asunto que es fundamental. En ese sentido, el Estado considerará siempre y verá con agrado el progreso individual de los que trabajan en esta actividad. Lo verá siempre con simpatía; y en esto he tratado de fijar siempre un punto de partida con sentido ecuánime. No queremos que nuestro personal que desarrolla una tarea de riesgo permanente gane mucho más que los otros, pero tampoco queremos que gane menos que los demás. Así como progresan las otras líneas internacionales que costean su propio servicio, queremos que progrese nuestro personal y tenga su grado de retribución en las mismas condiciones que los demás; no más, pero tampoco menos. Para defender ese punto de vista, necesitan ustedes de la organización. Nosotros hemos demostrado que en este tipo de organización representativa en que el pueblo está empeñado está la verdadera garantía de todas estas cuestiones, especialmente las que se refieren a la defensa de los intereses profesionales. Ustedes deben tener su organización para eso, de lo contrario estarán indefensos. Si tenemos en cuenta que nosotros, por ejemplo, con la previsión social de todo orden no llenamos sino algún sector de los riesgos que tienen los hombres y las familias, debemos llegar a la conclusión de que una mutualidad es siempre lo más aparente para la defensa de la salud física de los asociados y para cubrir aquellos riesgos que la previsión social, por imprevistos, no alcanza a cubrir nunca completamente. La creación de esas mutualidades para llenar la tarea preventiva y asistencial y para crear las organizaciones necesarias para la atención de los distintos servicios en la organización es tarea que también tiene un sector de solidaridad muy amplio. De la misma manera, debemos crear las proveedurías y cooperativas que defienden el poder adquisitivo de los sueldos y salarios, cosa que algunos no consideran pero que en la vida tiene valor apreciable. Lo mismo puede decirse con respecto a la creación de escuelas de orden general para la preparación de dirigentes, o de las escuelas profesionales que están siempre en nuestro sistema adosadas a las instituciones de organización popular. La escuela que termino de mencionar sería interesantísima para nosotros. Si el gremio de aeronáutica expresa su deseo de contar con una escuela profesional, nosotros, como ha ocurrido con los demás gremios, le crearemos la escuela y le suministraremos todos los medios para su desenvolvimiento. Cuando creamos esas escuelas, les entregamos la supervisión y toda la dirección general al propio gremio, que es quien tiene más interés en tenerla. La formación de los muchachos en las distintas actividades debe ser realizada por las mismas organizaciones porque estas les dan, además de su capacidad técnica, una capacidad social y moral para desempeñarse en la vida, que nadie podrá darla mejor que el gremio. Por lo tanto, con gran alegría y con verdadera decisión, yo les tomo la palabra. Ustedes empiecen, que nosotros vamos a ayudarles. Esta es una cuestión que nosotros contemplamos con todas las organizaciones. Indudablemente, cuando se trata de uno o varios problemas de esta naturaleza, nosotros tenemos por misión desarrollar y desenvolver estas actividades. Pero cuando no existe una organización responsable, ¿con quién nos vamos a entender? Si el gobierno tiene que hacerla, entonces lo hace por su cuenta, y en ese caso son siempre escuelas o instituciones gubernamentales, en donde las actividades tienen un límite de expansión y nada más que ese límite. Si las organizaciones se hacen cargo de ello, ese límite de expansión se agranda enormemente y llega a los rendimientos extraordinarios que es dable esperar de las mismas. Por esa razón, a nosotros nos conviene mucho más poner a disposición de ustedes los medios necesarios para poder crear una institución dedicada a la formación de sus propios pilotos. Si ustedes lo hacen, nosotros pondremos a su disposición todo lo que sea necesario. En esto no hacemos una excepción con ustedes, sino que igual cosa ocurre con los demás gremios, como, por ejemplo, los fabricantes de calzados y los cocineros, que oportunamente me pidieron la creación de escuelas profesionales, que hoy están funcionando. De manera que esto no es una excepción. Si ustedes quieren formar sus pilotos en sus propias escuelas profesionales, no tienen más que comunicarme qué necesitan para que nosotros pongamos a su disposición los elementos correspondientes para que esa escuela comience a funcionar dentro de pocos meses. Ustedes tienen la extraordinaria ventaja de la actividad de vuelo que mantienen y desempeñan permanentemente. De esta manera, los muchachos pueden formarse rápidamente en la escuela y después completar su preparación acompañando a las tripulaciones que realizan los largos viajes de transporte. En consecuencia, ustedes tienen todo en las propias manos. Si no lo llevan a cabo, es porque ustedes no quieren. Desde este momento yo los responsabilizo a ustedes, porque ustedes tienen una escuela y tienen que hacerlo. Señores: no hablemos solamente de esas escuelas, porque hay muchas actividades que deben complementarse y completarse, y eso puede conformar toda una institución formativa para el personal que actúa en transportes aéreos. No es bastante con que tenga un piloto o un copiloto; toda una tripulación debe ser educada especialmente y conformada especialmente. Y ustedes, hasta ahora, en la actividad que han realizado lo han hecho tan bien que yo quisiera que ese personal que se vaya formando, desde el comandante de la aeronave, hasta el más modesto auxiliar de a bordo, fuese formado en esa escuela; es decir, es indispensable ir formando ese personal y no improvisándolo frente a la necesidad. Hay que tener la cantidad suficiente de personal ya formado en una escuela. Para eso, como digo, la palabra está empeñada; ahora yo espero que ustedes me digan lo que necesitan, y yo les voy a poner todo en las manos, todo lo necesario. Señoras y señores: yo deseo terminar estas palabras agradeciendo también todo cuanto terminamos de escucharle al compañero en su buena intención de trabajar y de producir. Precisamente, estamos en un momento de la vida argentina donde cada uno de nosotros no debe tener otra orientación ni otra intención que la de producir algo para el bien y el progreso del país. En esta, como en todas las demás actividades, yo sé que ustedes tienen la patriótica intención, y sé también que ya no queda solamente en intención. Por eso les pido que sigan trabajando y perseverando porque todavía tenemos por delante el noventa por ciento para hacer; hemos hecho apenas el diez; si ese diez está bien hecho, quiere decir que el noventa por ciento restante también podremos hacerlo bien. Yo les pido a ustedes, que representan aquí a ese numeroso personal disperso en distintas actividades de la aeronáutica en todo el país y aun fuera de él, que pertenece a las empresas aeronáuticas o a la aviación civil de la Nación, quieran transmitirles el estímulo de nuestra palabra, diciéndoles que estamos decididos a impulsar por todos los medios esas actividades, que no omitiremos ningún esfuerzo que el Estado pueda realizar para engrandecerlas y para perfeccionarlas, y que en manos de cada uno de ellos y en manos de ustedes está el realizar acabadamente esto que comienza ya a configurarse con caracteres serios como una realidad con grandes alcances para el futuro. Les pido quieran también ser tan amables de transmitirles un afectuoso saludo, como asimismo hacerles presente nuestra conformidad y nuestra satisfacción desde el gobierno, al ver cómo están trabajando en todas las actividades de la aeronáutica y cómo estamos entreviendo también la posibilidad de irlo haciendo mejor todos los días, pidiéndoles que cada uno redoble su esfuerzo, que si hace un poco, que haga un poco más por perfeccionarlas y por engrandecerlas. Sé también, señores, que este es el pensamiento de cada uno de ustedes. Vuelvo a reiterarles, en nombre del gobierno, que vamos a apoyar incondicionalmente las inquietudes de ustedes, que no son sino las propias inquietudes que debe tener toda persona que se sienta orgullosa de haber nacido en esta tierra y que tiene el sincero deseo de engrandecerla. Un cordial abrazo para todos. ..................