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1948-04-20
Al dar la orden de partida al crucero escuela "La Argentina"
Nuevamente este crucero, que ostenta el nombre de nuestra patria volverá a abandonar las riberas argentinas para seguir un derrotero que ha de ser fecundo en enseñanzas. Con su carga de cadetes, ha de llevar a todos los puertos del mundo una muestra del afán que alienta nuestro pueblo en el orden internacional, que tanto prestigio le ha dado. Al detenerse en cada uno de ellos, todos vosotros, oficiales y tripulantes, habéis de poner de relieve esta preocupación que tenemos de conservar celosamente nuestra tradición diplomática, siempre orientada a mantener una inalterable solidaridad con todos los países. Señor comandante, durante vuestra permanencia al frente de este buque muchas responsabilidades habéis de afrontar: la que concierne a la seguridad de la nave, supeditada a vuestra pericia, la del mantenimiento de la disciplina y de la buena convivencia, dependientes de vuestras condiciones de mando, y, por ellas, la de ejercer la representación de la Marina de Guerra, que es parte integrante de la Nación. Junto con estas responsabilidades está la otra, de orden profesional, que determina fundamentalmente el viaje: la de moldear el espíritu y el carácter de los jóvenes cadetes que están aquí para llegar a la culminación de la carrera que han elegido. Oficiales: os toca a vosotros la tarea de secundar al señor comandante y completar la instrucción de los cadetes, ya iniciada por otros camaradas y profesores. Por primera vez los futuros oficiales se pondrán en contacto responsable con el medio en que tendrán que actuar. Es este un compromiso de honor que contraéis con la institución naval, que solamente podréis cumplir con esa rectitud y esa caballerosidad que es bien común de los marinos. Así os será fácil inculcar en el joven el culto del deber, el respeto a la disciplina y el sentimiento de responsabilidad. Jóvenes cadetes: de aquí saldréis hechos definitivamente marinos. Volveréis al término del crucero que se realizará para vuestro total aprendizaje, aptos para dar el paso firme del que se siente fuerte y bien dotado para asumir las más amplias responsabilidades. El mejor resultado dependerá de la contracción que pongáis en el estudio y en el trabajo. Hará falta mucha voluntad y un ansia incoercible de triunfar. Tened fe, no dejéis de ser leales y ensanchad permanentemente vuestro horizonte. Así concretareis vuestros ideales de la mejor manera y seréis útiles a la institución de la que formáis parte. Suboficiales, clases y tropa: dentro de vuestra función, aunque encuadrada en límites modestos, caben todas las colaboraciones. Prolongad aquí la noble trayectoria iniciada por vuestros predecesores, que se tradujo en todos los tiempos en óptimos resultados. Como ellos mantened siempre alerta vuestra atención y mostrad la elevación de vuestro espíritu patriótico. A todos os digo que al alejaros de las costas de la patria el pueblo os ha de seguir con cariño e interés, porque sabe que llevareis la representación de su hidalguía y de sus cordiales sentimientos, nunca desmentidos. Recordad siempre que este buque condensa en su nombre, "La Argentina", un ideal de concordia y de paz. Señor Comandante: podéis dar la orden de zarpada, y quiera Dios iluminar vuestros actos para bien vuestro, de vuestra gente, de la Marina y de la patria. ..................
1948-04-30
En un acto de adhesión de los estudiantes al día del trabajo
El universo entero es una fábrica: todo trabaja en él. Hasta lo inanimado es animado. ¿Animado por qué? Por el trabajo. En esa mole inmensa de piedra sideral que es la montaña, vive el trabajo infatigable, inmenso, que se esconde en su seno por los siglos. En el árbol ya muerto, sigue el trabajo silencioso, lento, para dar esa piedra del carbón, que puede culminar en el diamante a fuerza del trabajo de milenios. Así se cierra el ciclo: desde la flor al árbol, del árbol al carbón, del carbón al diamante, que es la flor del esfuerzo continuado. La vida es el trabajo más perfecto: en ella hay armonía y democracia. Cada ser vivo, agrupación de células distintas, equilibrio social, conjugación de esfuerzos coordinados, jerarquía de funciones para mejor vivir de todo el grupo. Imitemos la fábrica del mundo, espejemos la vida de los hombres en sabia Natura. El sol trabaja fuerte; de su trabajo vienen el calor y la luz, toda energía que da a la vida la savia milagrosa. La tierra con su esfuerzo permanente, trabaja, se fatiga y se renueva. Trabajar es vivir, transformar energías, repetir la labor del universo. De la flor al diamante, del trabajo al amor, del amor a la vida: a la vida del niño, que es la eterna esperanza de los hombres. ........................
1948-05-01
En un acto de homenaje a los obreros caídos frente a los talleres Vasena en 1919
Compañeros metalúrgicos: A pesar de las numerosas actividades del día, no he querido sustraerme a este acto de colocación de una placa en recordación de los mártires metalúrgicos de la trágica semana de enero de 1919. Es ese un episodio de la vida argentina que representa, con caracteres bien claros, una época de oprobio y de injusticia para los trabajadores argentinos. La semana de enero no fue sino la culminación de una lucha entre el capital y el trabajo que los obreros metalúrgicos lanzaron a la calle después de aguantar muchos años de vergüenza y esclavitud. Se ha dicho durante la campaña electoral que yo tuve intervención en esta zona en la semana de enero. Yo era teniente y estaba en el Arsenal de Guerra; hice guardia acá, precisamente, al día siguiente de los sucesos. Pude ver entonces lo que es la miseria de los hombres, de esos hombres que fingen defender y de los otros que combaten a la clase trabajadora. Allí, una vez más, reafirmé mi pensamiento de que un soldado argentino, a menos que sea un criminal, no podrá tirar jamás contra su pueblo. Eso lo aprendí cuando vi los numerosos muertos del día anterior, mientras algunos dirigentes habían huido a Montevideo, como siempre, y que son de los que hoy tratan de hacerme aparecer mezclado en aquellos acontecimientos. Esos mismos titulados dirigentes son los que, cuando me puse al frente de la clase trabajadora, para morir por ella si era preciso, estaban nuevamente en Montevideo. Y cuando el 24 de febrero se decidieron los destinos de la clase trabajadora yo estaba al lado de los obreros, y ellos en otro campo. Es claro que esas no son diferencias que hacen notar cuando quieren hacerme aparecer como tirando contra el pueblo. Yo, como oficial, como jefe, nunca hubiera permitido que uno de mis soldados tirara contra el pueblo. Señores: por haber visto a esos trabajadores muertos, por haberlos recogido yo con mis propios soldados para darles sepultura, conozco el valor que esta placa tiene en la recordación de esos hombres que supieron morir por su causa, para dar un poco más de libertad y de justicia a sus hijos. De manera que nadie mejor que yo aprecio lo que eso representa como valor espiritual de los obreros que supieron morir en la hora del sacrificio, ante la actitud de algunos que se dicen dirigentes pero que escaparon sin enfrentar a las tropas ni a los fusiles. Es un honor para los metalúrgicos de hoy, recordar a sus propios muertos, y es ese el recuerdo que he querido compartir, como presidente de la Nación, llegando a este acto para reafirmar que esta causa que comienza en la Semana de Enero, con una bandera ensangrentada, ha sido puesta de pie por el 24 de febrero. Queda a ustedes y a los hijos de ustedes hacer que la bandera de esa causa no sea arriada jamás en los siglos de los siglos. Compañeros: que este recuerdo, que se simboliza en una placa en memoria de los compañeros caídos, perdure para siempre entre nosotros; que esos sacrificios estén en nuestra mente y en nuestro corazón, pues con esos dolores y esos sacrificios se forma la tradición de la clase obrera. Ahora han cambiado los tiempos. Soplan nuevos vientos de bonanza en estas tierras, pero deben recordar que la responsabilidad de mantener esos vientos esta en manos de los obreros argentinos. Han triunfado; sepan mantener ese triunfo, aunque para ello si es preciso, haya que ofrecer la vida. .......................
1948-05-01
En el acto en que la Unión Tranviarios Automotor colocó una placa en la Casa Rosada
En el acto en que la Unión Tranviarios Automotor colocó una placa en la Casa Rosada Compañeros tranviarios: En nombre del gobierno tengo la inmensa satisfacción de recibir personalmente esta placa colocada en las viejas paredes de la Casa Rosada. Ella esta mostrando a los hombres del presente y mostrará a los del futuro el verdadero espíritu que hace grande a los pueblos. Sin estos rasgos, la clase trabajadora no habría cumplido íntegramente con su deber. La placa que descubrimos en este acto será recordatoria de la inmensa comprensión de nuestros obreros y marcará en los tiempos futuros cuales son las ideas que han de hacer más grande a nuestra Argentina. Esta placa será el testigo de la dignidad de los trabajadores tranviarios y de su sindicato. Ella dignifica al gobierno pero dignifica también a la clase trabajadora. Si la misma cumple las prudentes y sabias palabras que están grabadas en el bronce con el alto grado de comprensión que el gremio tranviario pone en evidencia, la Argentina habrá triunfado. ................
1948-05-01
En el acto de celebración del Día de los Trabajadores realizado en la avenida 9 de Julio
Compañeros: Sea este 1( de mayo la fiesta de un gobierno y de un pueblo de trabajadores, fiesta de hermanos, que se reúnen en este acto, para rubricar un abrazo sincero de argentinos, sin distinción de jerarquías, ni de castas, ni de clases. Todos iguales, con los mismos derechos y las mismas obligaciones, frente a la patria y frente a la historia. En un mundo atribulado y desesperado por la miseria, por la lucha, por la desazón, surge ésta Argentina como un lugar bendito de Dios en ese mundo desgraciado del presente; surge, para ejemplo de las generaciones presentes de este mundo, con su labor incesante y fecunda basada en el amor del hombre por el hombre, en el amor a la patria, en el amor al deber y en el amor a la verdad, que es lo único con lo que se construye perennemente. Cuantas veces me han preguntado cuál es la causa de nuestro éxito. Sin titubear he respondido: nuestros descamisados. La patria recogerá en su historia, que este momento cuando se cambia el destino de la patria, cuando su historia cambia el curso, todo el éxito, todo lo que se le debe, es al descamisado que supo sacrificar su propio beneficio por la colectividad que es su patria. Es a ese pueblo trabajador que la Argentina debe su presente y deberá su futuro. Y como este movimiento ha salido ya de las fronteras, para dejar de ser peronismo y convertirse en el mundo en el justicialismo social, no será difícil que podamos decir algún día que la felicidad del mundo se debe a un descamisado argentino. Compañeros: que sea esta la fiesta por antonomasia del pueblo argentino. Por esa razón, el gobierno que es pueblo puro; el gobierno, que se siente honrado con llamarse a sí mismo de trabajadores, inaugura esta fiesta bajo los auspicios de ese pueblo descamisado, ya benemérito para la patria; inaugura esta fiesta, alegrada y adornada por la representación de la mujer argentina, cuya síntesis tenemos que mirar en las reinas de las distintas actividades del trabajo de la República. Que esa belleza de nuestra tierra, representada en nuestras mujeres, sea el augurio feliz del festejo de miles de primeros de mayo, hermanados y unidos como un solo hombre todos los argentinos ...................
1948-05-07
En la inauguración de la Primera Exposición de Salud Pública
No sería yo justo, como aspiro a solo siempre, si me sustrajera al deseo de expresar públicamente mi felicitación al señor secretario de Salud Pública, por la inauguración de esta muestra, que, para mí, como presidente de la Nación, tiene un significado claro: la interpretación de una nueva conciencia de la salud pública del país. ¿En qué consiste esa conciencia? En lo mismo que consisten la conciencia social formada, la conciencia política en realización y la conciencia económica que estamos construyendo en el país. Antes, el individualismo había dejado a la colectividad argentina abandonada a sus propios medios. En lo social, se pretendía tener disociados a los trabajadores, impidiendo la organización del proletariado argentino. En lo político, se formaban sectas y partidos para dividir al pueblo argentino. En lo económico, existía una absoluta anarquía en la cual los intereses del país estaban por debajo de los intereses individuales, y en la salud pública, existía un abandono absoluto frente a los males colectivos que afligen al pueblo, dejando a cada uno librado a sus propios medios en la defensa contra los males que aun azotan y azotaron al país durante tantos años. Nosotros vemos las cosas de distinto modo y luchamos por imponer nuestra manera de pensar, no con palabras ni con leyes que no se cumplen, sino con actos de gobierno y con realizaciones efectivas. Por eso, en lo social, estamos defendiendo al pueblo argentino en la conciencia de que, el hacerlo, defendemos a cada uno de sus trabajadores; en lo político, defendiendo la verdad y la realidad frente a la mentira y frente al fraude; en lo económico, defendiendo la economía argentina frente a la de cuatro o cinco consorcios capitalistas que pretenden explotarnos. Y esta acción tenía que llegar también a la salud pública para no dejar librado al individuo a sus propios medios. Era indispensable organizar la acción tendiente a la defensa de la salud pública con un sentido social, para defender a la colectividad contra el mal y no permitir la explotación del enfermo, a quien hay que curar realizando todo lo que sea necesario. Esta exposición, con todos sus pabellones, está mostrando el empeño de la Secretaría de Salud Pública, para organizar la ciencia médica argentina y anteponerla al avance del mal que había llegado ya, en algunos casos, a situaciones verdaderamente pavorosas. Los médicos argentinos habrán de recibir de esta exposición el beneficio moral que su conciencia de hombres de ciencia exigía, y también la Nación habrá de recibir sus beneficios de esta organización sanitaria, que en la vida biológica y moral preserva a los hombres por igual, igualándolos frente a la ciencia, para que en esto tampoco haya privilegiados, ya que la vida vale igual para todos. Por eso estoy persuadido de que el verdadero médico argentino, el que se debe a su conciencia de hombre de ciencia, el que se debe a su conciencia de argentino, ha de aplaudir nuestros actos. No nos aplaudirán los eternos especuladores de la ciencia, de quienes ésta nada puede esperar. En nombre de esa ciencia y en nombre del gobierno de la Nación, presento mis felicitaciones al señor Secretario y a todo el personal de médicos, empleados y obreros de Salud Pública, por esta muestra que hoy se inaugura. ...........
1948-05-12
En la inauguración de una biblioteca en la Confederación General del Trabajo
Compañeros: Actos como éste son reuniones de amigos donde uno se siente verdaderamente recompensado de cuantos esfuerzos pueda haber realizado en beneficio de esta acción común, que alcanza al mayor número de argentinos. Se ha dicho aquí, interpretando las necesidades de la clase trabajadora y esbozando un programa de acción que la CGT piensa poner en marcha, lo más sensato y lo mas originalmente sencillo que pueda decirse con referencia a la cultura integral de la personalidad humana, con esa simpleza que es el contenido sintético de la observación quizá de toda una vida. Sin alardes de erudición que, a más de petulantes, suelen resultar confusos para la mayoría de los hombres, se ha expresado aquí una realidad de las necesidades de la clase trabajadora argentina. Esa educación integral comprende al hombre en sus tres aspectos fundamentales, según se ha enunciado; su educación e instrucción física, su educación e instrucción espiritual y su educación e instrucción intelectual, es decir, un complejo de asuntos que comprenden absolutamente lo más noble que el hombre tiene en sí. En cuanto a la formación espiritual, ha de realizarse llevando la cultura al ambiente de nuestros trabajadores y llevándola en forma tal que influya en el doble aspecto de conformar su espíritu y de elevar sus valores morales, sin cuyo cultivo los hombres se aproximarían en mucho al nivel de los irracionales. Ese cultivo lo hemos propugnado como algo inseparable de la necesidad de elevar la cultura social, al hacer en el plan de la Secretaria de Trabajo, la enumeración de los objetivos éticos fundamentales de la acción social: elevar la cultura social, dignificar el trabajo y humanizar el capital. Por ser complementario de esa acción el cultivo de las condiciones intelectuales, debemos pensar que son dos los métodos que se han puesto en marcha desde que la humanidad existe: la adquisición de una cultura general por la enseñanza y por la autoenseñanza; por la enseñanza que se esta impartiendo en todos los medios obreros, en los cuales el gobierno ha puesto en marcha una parte y la Confederación General del Trabajo y los sindicatos, simultáneamente, otra, para traer hombres que puedan enseñar cosas útiles a nuestros trabajadores. La otra etapa, la de autodidáctica, está en el contenido de estas bibliotecas, donde el hombre, después de sus horas de trabajo, puede llegar en procura de solaz, aprendiendo cosas útiles y buenas, en un ambiente de camaradería y de compañerismo, que es el más propicio para perfeccionarse intelectualmente. Es indudable que, como ha dicho el compañero Espejo, es la inteligencia calificada con los valores morales la que dirige y que gobierna el mundo. Los obreros, fatigados por su tarea, no han tenido oportunidad hasta ahora de poder cultivar convenientemente su inteligencia; pero, en cambio, son ricos en valores morales, porque la escuela de la conformación del espíritu no es la haraganería, la malicia, sino el sacrificio y el trabajo. Por esa razón, si estos dos valores de la inteligencia y el espíritu son los que gobiernan al mundo y los trabajadores tienen los valores morales necesarios, el cultivar su inteligencia para ponerla al servicio de esos valores morales completaría la personalidad del trabajador, llevándolo a una posición casi inalcanzable para otros hombres que no hayan sido educados dentro de ese espíritu de sacrificio y de dolor. Nuestro movimiento es netamente obrero y abarca el trabajo de todo orden. Todo el que trabaja es bienvenido en nuestras filas, y yo sólo confío en sus fuerzas para labrar el porvenir de nuestro movimiento. Pero es necesario que comiencen a pensar los organismos gremiales en la necesidad de preparar a las nuevas generaciones de trabajadores para que se hagan cargo del manejo de la cosa pública, la que, si así lo hicieran, nunca estaría en mejores manos. El gobierno está empeñado precisamente en eso: en preparar a las nuevas generaciones de trabajadores. Para ello, ha pensado crear las escuelas de capacitación, que no constituyen solamente talleres, sino verdaderos institutos de formación intelectual y espiritual de los trabajadores; y el año próximo hemos de iniciar los cursos de la Universidad Obrera, sea como sea, así también los cursos de capacitación gremial y política necesarios para que los obreros también puedan, en el campo de las actividades nacionales, tomar la dirección del Estado cuando sea necesario y oportuno. Ni la inteligencia ni el saber pueden estar reservados a una sola clase social: el saber, la inteligencia y el cultivo de la cultura del hombre, deben estar al alcance de todos. Dios ha puesto en cada uno de nosotros un grado del natural de inteligencia, y en nuestras manos debe poner el Estado la posibilidad de cultivarla, para que esté al alcance tanto de los más modestos como de los más poderosos. En esa forma, llevando a las posiciones desde las cuales pueden influir para bien de la patria, a todos los hombres que estén dotados y capacitados para ejercer la dirección en bien del conjunto, se perfeccionan los Estados. No me explico por qué la clase trabajadora no ha de luchar para que uno de sus hombres sea el que mañana tome el timón del Estado. En mis largas meditaciones sobre estos asuntos he pensado mucho como debemos ir paulatinamente capacitando a nuestra clase trabajadora. Para ello cuento con la colaboración decidida no solamente de los organismos gremiales, como la Confederación General del Trabajo, sino de los propios obreros. La clase obrera argentina debe persuadirse de que el futuro le pertenece y tiene que ponerse a estudiar día y noche, si fuera necesario, para no defraudar ese futuro. Cada biblioteca que creemos, cada escuela que fundemos, a las que concurran los trabajadores para perfeccionar su cultura, constituyen jalones que colocamos para que el futuro esté en nuestras manos y para que no defraudemos al pueblo cuando ello ocurra. Señores: Que cada obrero argentino medite sobre el alcance de mis palabras; que cada obrero argentino se haga la composición de lugar que crea oportuna, para darse cuenta de que, además del tiempo dedicado a su trabajo, puede disponer de unas horas para estudiar y perfeccionarse. Y si el cincuenta por ciento de nuestros obreros realiza este programa, el futuro de la clase trabajadora está asegurado y el futuro de nuestra patria, que aspiramos sea grandioso, estará absolutamente consolidado. Estamos trabajando firmemente para que la Universidad Obrera, que comenzará a funcionar en 1949, disponga del mayor número, de la más completa colección de libros que exista en el país. La biblioteca de la Universidad Obrera estará abierta a todos los trabajadores argentinos y en ella encontrarán todo el material que necesiten. Pese a ello, no olvidemos que nuestro país tiene dos millones novecientos mil kilómetros cuadrados de extensión y, por lo tanto, necesitaremos millares y millares de bibliotecas para que todos nuestros obreros puedan tener a su disposición un libro y cultivar su inteligencia en cualquier punto de nuestro dilatado territorio. Por ello invito a la Confederación General del Trabajo influya ante los gremios para que estas inauguraciones se multipliquen. Esta labor se verá complementada por la inteligente disposición del secretario de Educación en el sentido de que las escuelas y bibliotecas sean centros culturales para los trabajadores en toda la República y que los clubes-hogares de las escuelas les faciliten no sólo los libros, sino que les impartan enseñanza. Esta ampliación de la escuela destinada a los gremios es una brillante iniciativa del secretario de Educación, quien la está cumpliendo con personal y efectiva dedicación. Ha de conseguirse así la necesaria unión entre el ambiente de trabajo y el de estudios que ha de preparar a los trabajadores para permitirles compartir con sus hijos la cultura argentina. El logro de estas aspiraciones constituye uno de los programas más importante del gobierno. En la proyectada reforma educacional, el secretario de Educación ha contemplado todas estas posibilidades. La Secretaría de Educación, confiada a las manos expertas del doctor Ivanissevich, quiere la humanización de la enseñanza, llevándola al seno del pueblo, del que estaba divorciada, y poniendo a su vez a los trabajadores en contacto con la niñez. Los niños recibirán así el mejor ejemplo que se les pueda dar cuando vean a los hombres que humanizan sus actividades con la enseñanza y dignifican el trabajo con su esfuerzo. Al niño que hay que enseñarle a trabajar y hay que ponerle como ejemplo al trabajador y no al haragán. En este sentido observo -y por mi parte estoy acostumbrado- que en el panorama nacional comienzan a criticar al doctor Ivanissevich, tal como lo hicieron conmigo, pues hoy ya no lo hacen porque no tienen motivos para ello. Esos sectores criticarán siempre todo lo que se haga para capacitar a la clase obrera; porque, capacitada ésta, ellos podrán despedirse para "in eternum", ya que no volverán a ser nunca nada. Lo criticarán al doctor Ivanissevich, le inventarán cosas, le harán chistes pesados. Yo le he dicho al doctor Ivanissevich que esas críticas, esas cosas que inventen, esos chistes, lo pondrán un poco nervioso, por ahora, pero después se sentirá profundamente orgulloso, como yo me siento hoy. No crean que esos señores han dado por perdida la partida; están siempre listos para volver. Hoy me combate desde Montevideo diciendo que el peso baja, que el peso sube, que lo vamos a reemplazar por el San Martín y no sé que otras cosas. Todas esas mentiras ya las ha vivido el pueblo argentino durante varios años y por lo mismo criticarán la acción educacional que tiende a llevar la escuela hacia los trabajadores y a éstos hacia aquella. Criticarán cualquier cosa que hagamos, lo que está demostrando claramente que esos señores no han sido definitivamente vencidos y son los que dicen: "Cuando se vaya el loco éste volveremos a lo de antes". A esos mismos señores les contesto: "Cuando se vaya el loco éste les va a dejar un millón de locos como él". Señores: He dicho todo esto para que se persuadan de que hay que prepararse para la lucha, porque no ha terminado; es larga y hay que seguir luchando, no violentamente, sino con las ideas, con la inteligencia, con los procedimientos honrados, con la verdad. Con tales armas se vencerá siempre. Por ello hay que escudriñar profundamente para encontrar la verdad, empaparse de ella, porque cuando el hombre está en posesión de la verdad se hace matar por defenderla. Así triunfa el pueblo, así triunfa la Nación y así triunfará el mundo. ...................
1948-05-14
En la inauguración de la Casa de la provincia de Buenos Aires :
Señor Gobernador de la Provincia de Buenos Aires: Llego a la Casa de Buenos Aires como a mi propia casa, porque yo también he nacido en la provincia de Buenos Aires. He querido que el gobierno de la Nación, por mi intermedio, se asocie a la instalación de esta Casa porque, para todo el país, la provincia de Buenos Aires representa algo así como la precursora de todas nuestras glorias y de todas nuestras tradiciones. Buenos Aires, comprendiendo también lo que hoy es el Distrito Federal, ha sido el teatro inicial de nuestro proceso de independencia integral. De aquí salieron las legiones con las ideas; aquí volvieron, junto con los vencedores, esas ideas, consolidadas por la lucha, por la gloria y por la historia de la Nación. Buenos Aires, nuestra hermana mayor en el federalismo argentino, tiene para todas las provincias argentinas el recuerdo de aquellos tiempos heroicos. En esta bandera que el gobierno de la Nación, quiere ofrecer a la Casa de Buenos Aires se encierra la adhesión de todas nuestras provincias y nuestros territorios, y al entregarla, por mano del que representa a todos, rindo a Buenos Aires el homenaje de amor de todos los hermanos de la República. ...............
1948-05-20
En la inauguración de la exposición de productos de la provincia de San Juan en la Casa de esa provincia
Deseo aprovechar esta oportunidad que se me brinda para dar la bienvenida, en nombre del gobierno y de los residentes del distrito federal, a la Casa de San Juan, que nos recordara todos los días nuestra hermandad indestructible con los sanjuaninos que, en los Andes, con los mismos impulsos e iguales deseos, trabajan incansablemente por la grandeza de la patria. Frente a todo el esfuerzo que realizamos, pienso que no hay función más trascendente para los pueblos argentinos de las distintas regiones, que crear trabajo. Es precisamente la falta de trabajo lo que ha producido la pobreza en nuestros pueblos de esas mal llamadas "provincias pobres". Yo creo que las llamaríamos mejor si dijéramos que se trata de provincias adonde no ha llegado la creación del trabajo que enriquece a los hombres y a los pueblos. San Juan constituye un caso de falta de trabajo. Sin embargo, esta muestra nos esta diciendo claramente que, en todo lo que sus hijos han podido, San Juan ha trabajado sin descanso por engrandecer esa región de la patria. Nosotros, al realizar un verdadero esfuerzo de orden nacional, tratamos de llevar a las distintas regiones del país todo el empeño que el conjunto de la Nación ofrece para adelanto y creación de la riqueza en las provincias argentinas. Pero esto, señores, es insuficiente si los gobernantes provinciales no complementan este esfuerzo con su propio apoyo. Por eso, he dicho muchas veces que es intolerable que un gobernante de nuestro movimiento se reduzca a gobernar, lo que vale decir a "estar", sin crear nuevas riquezas, acostumbrándose a pasar quizás muchas veces inadvertidamente por entre las cosas que han creado los otros. Los hombres de nuestro tiempo deben crear; y, si no crean, no sirven para gobernar. Es en este sentido que quiero públicamente hacer un elogio al señor gobernador Godoy, a quien no conozco solamente de estos días. El ha sido un viejo luchador de nuestra causa, en la época en que nadie creía en nosotros; cuando todos dudaban de nuestras posibilidades, él, era un brazo avanzado en la Secretaría de Trabajo, que llevaba, con nuestra doctrina y nuestra mística, todos nuestros entusiasmos a San Juan. Hoy veo frente al gobierno de esa provincia a ese hombre que llevó en aquellos tiempos la Revolución a San Juan y lo veo con el mismo entusiasmo, con igual dedicación y realizando el mismo sacrificio que soportara en aquellos duros días en que todos pensaban que nuestra lucha era estéril, frente a la adversidad que se cerraba sobre nosotros; lo veo con ese entusiasmo y con la misma mística de entonces; lo veo dinámico, lo veo grande. Por eso, considero que San Juan es una de las provincias argentinas que tiene la suerte de contar con un gobierno que dejara una honda huella de su paso en las creaciones provinciales. Señores: este pedazo de tierra sanjuanina enclavada en nuestra Capital, nos recordará todos los días ese sentimiento de unidad que el pueblo argentino deberá cultivar en el futuro y en el que cada uno de nosotros debe poner su buena voluntad y su esfuerzo para que, de esa unidad indestructible de los pueblos que componen nuestra patria y de los hombres que constituyen esos pueblos, salga una nueva Argentina, alumbrada por una doctrina de bondad y de hermandad sin las cuales la vida no merece ser vivida. Me cabe, señores, en nombre de todos nosotros, dar la bienvenida a esta Casa de San Juan. Recordamos todas sus glorias y todas sus tradiciones, encarnadas en la fortaleza de esa raza andina, que no sabe de claudicaciones, pero sí de sacrificios y dolores. Esa escuela, que llega hasta acá con la Casa de San Juan, será un permanente ejemplo para los porteños de lo que puede hacer un pueblo pujante, aun cuando este azotado por la adversidad y por el dolor. En esos hijos de San Juan, nuestros hermanos de hoy y de siempre, encontraremos, en esta Casa, la amistad y la hermandad que aspiramos reine entre todos los argentinos. ....................
1948-05-20
Telegrama enviado al general Chiang Kai Shek con motivo de la asunción de la presidencia de China (*) Con motivo de asumir hoy la presidencia de la República China, el
Telegrama enviado al general Chiang Kai Shek con motivo de la asunción de la presidencia de China (*) Con motivo de asumir hoy la presidencia de la República China, el generalísimo Chiang Kai Shek, el primer magistrado, general Juan Perón, le envió el siguiente mensaje de felicitación: (*) Fuente: La Época, 20 de mayo de 1948 Al Exmo, señor presidente de la República China, generalísimo Chiang Kai Shek. Con motivo de la asunción del mando por V. E. como presidente de la noble nación China, me complazco en trasmitirle en nombre del pueblo y gobierno argentinos los sinceros votos que formulo por el bienestar y felicidad de la República China y porque el éxito acompañe a V. E. en tal elevada misión. (Fdo): Juan Perón Presidente de la Argentina .............
1948-05-24
Mensaje al pueblo mexicano
Mensaje del presidente de México, licenciado Miguel Alemán Al aproximarse la fecha en que los países del hemisferio occidental se asocian, fraternalmente, el júbilo con que la República Argentina conmemora el aniversario de la Revolución de 1810, es para mí un motivo de honda satisfacción el felicitar al laborioso pueblo argentino y formular mis mejores augurios por su interrumpida prosperidad, Cada vez que nos acercamos a la gran República del Plata vemos, indefectiblemente, como paradigmas de civismo, probidad y desinterés, a las personalidades máximas de su historia: San Martín y Sarmiento. Ante estos dos héroes, que figuran en la incomparable estirpe de Bolívar y Martí, de Morelos y de O'Higgins, de Washington y de Santander, el pensamiento y la voluntad de los libres hijos de América se inclina con reverencia. En efecto, si próceres como ellos labraron el marco político dentro del cual había de desenvolverse la vida del pueblo argentino, fue el pueblo mismo, fiel a sus guías, el que supo llevar a su patria por la senda del honor y la dignidad. La República Argentina, no nos brinda exclusivamente un prestigioso ejemplo de alentadoras virtudes ciudadanas, sino también de continuas luchas para la consolidación y el engrandecimiento de su destino. A estas finalidades concurren, por igual, el labrador, que obtiene de la pampa las dávidas de la tierra; el obrero y el artesano, que sustentan en las ciudades, industrias prometedoras, y los investigadores, los poetas y los sabios, que han sido mentores de sus compatriotas y luces de emulación para la intelectualidad latinoamericana. Una inteligente política económica ha situado al pueblo argentino en lugar prominente. Pero su más auténtico rasgo, aquel que en el campo de las ideas lo hermana de manera más entrañable al pueblo de México, es el fervor de su patriotismo. Orgullosamente de nuestro pasado y compenetrados de la responsabilidad de nuestro futuro, mexicanos y argentinos cultivamos un aprecio recíproco y convencido. Nuestra solidaridad no se funda, tan solo en el hecho de que convivamos dentro del mismo continente, ni siquiera en nuestro parentesco étnico, ni tampoco en el paralelismo de nuestra evolución. Otras y más íntimas son las afinidades que nos unen: nuestra devoción al derecho como norma de conducta, nuestro respecto a la rectitud y a la pureza del ideal y, sobre todo, el sentimiento que abrigamos de que la libertad constituye la razón central de nuestra existencia. Ahora bien; quien habla de liberad, habla de obligación; porque un patrimonio afianzado en la sangre y el sufrimiento de tantos esclarecidos predecesores implica, para nosotros, el compromiso de mantenerlo con honra, a fin de legarlo sin mancha a las generaciones del porvenir. Hemos escuchado con el mayor interés el mensaje que acaba de transmitir a todos los mexicanos el excelentísimo señor presidente D. Juan Perón, estadista activo y renovador, bajo cuyo gobierno las relaciones de nuestros dos países han alcanzado la más halagüeña cordialidad. Sus palabras, fuerte y nobles, hallan en nosotros un eco de límpida transparencia. Como lo reconoce su voz sincera, nuestras dos colectividades sostienen conscientemente la causa de la paz en un mundo lleno de urgencias amenazantes y de peligrosos gérmenes de discordia. En la reciente Conferencia de Bogotá nuestras delegaciones se pronunciaron por todo lo que ha de enaltecer la significación permanente del panamericanismo: la colaboración de nuestros Estados en la igualdad, el acatamiento de los derechos de la persona humana, la emancipación y la defensa de nuestras instituciones democráticas merced al progreso de la cultura y a la realización incesante de la justicia social. Nuestra América no sería la protagonista histórica de la civilización generosa que propiciamos si las naciones que viven sobre su territorio no comprendieran, como comprenden, que su verdadera misión estriba en proporcionar a los hombres, a todos los hombres del mundo, una suprema esperanza de paz y de bienestar". Argentina y México confían en el panamericanismo, porque creen en la función universal de los métodos del panamericanismo. Es decir, porque nunca lo han entendido en los términos estrechos de un aislamiento deliberado, sino, al contrario, en los términos amplios de una cooperación regional para servir mejor a la humanidad. Dentro de este moderno sentido del panamericanismo, la Argentina y México pueden aportar todo su contorno material y espiritual a la creación de un nuevo orden de vida en el continente. Un orden hecho por el trabajo y para el trabajo. Un trabajo dignificado por la justicia. Y una justicia basada en la independencia. Para llegar a una meta tan deseable, será menester vigorizar los programas de colaboración interamericana en materia económica, ya que, según lo han proclamado solemnemente nuestras repúblicas, la seguridad económica constituirá la mejor garantía de nuestro esfuerzo conjunto para el mantenimiento de la paz continental. Naciones que han ligado sus voluntades en un mismo anhelo de justicia y de democracia deben conciliar también sus propósitos para llevar a cabo la independencia económica de sus pueblos merced a la industrialización de sus recursos, al mejoramiento de su comercio y un aprovechamiento más equitativo y más amplio de todas sus fuentes de producción. A ese objetivo tendieron los trabajos realizados en Bogotá para concertar el convenio económico, que nuestros representantes firmaron el 2 de mayo. Los frutos de ese primer intento, trascendental en sí mismo, habrán de completarse y perfeccionarse dentro de un ánimo de eterna vecindad. De ahí que tengamos la firme esperanza de que la conferencia especial, que se efectuará en Buenos Aires al final del presente año o al principio de 1949, aportará a las colectividades americanas conclusiones prácticas y eficaces para el desarrollo de los elementos, que hacen de una gran porción de nuestro hemisferio una promesa de dicha, siempre aplazada. A los brazos que la concordia argentina nos tiende desde Buenos Aires, ofrecemos también los nuestros, con la franqueza de un entusiasmo viril. Por eso, en este día en el que invocamos a los libertadores de la patria de Belgrano y de Rivadavia, me complazco en enviar un saludo de acrisolado afecto al pueblo de la hermana República Argentina. Y elevo los votos más persuadidos por que ese arco al que, hablando de México, se refirió el señor presidente Perón en su discurso del 2 de abril, se forme con los colores de las banderas de todas nuestras repúblicas, erija definitivamente nuestra cooperación y consagre de modo imperecedero nuestra amistad. Mensaje de presidente argentina, general Juan D. Perón Pueblo mexicano: Desde el extremo sud de este continente que atrae sobre sí las esperanzas del mundo, llegue a vosotros por intermedio de mi voz el mensaje fraternal del pueblo y gobierno argentinos. Después de haber vivido gratas emociones compartiendo fuertes instantes con la delegación médico-militar que vino a traernos su afecto cordial, me dirijo al Excelentísimo Señor Presidente, don Miguel Alemán, y al noble y viril pueblo mexicano, para expresar los sentimientos de nuestra solidaridad y el profundo agradecimiento por el envío de esa brillante embajada de soldados y, por sobre todo ello, por habernos confiado la custodia de hermanos de la bandera tricolor, símbolo augusto de la soberanía, de la dignidad y de la libertad de México. Podéis estar seguros que el gobierno y el pueblo argentinos aprecian, aquilatan y valoran en toda su magnitud este gesto de confraternidad, comprometiéndose a honrar y custodiar el sagrado símbolo de los mexicanos. Queda, pues, bajo la custodia de nuestros brazos y de nuestros corazones ese pabellón glorioso que simboliza el alma de un pueblo heroico, su tradición y su fortaleza. La bandera de México ha venido a entrelazarse con el azul y blanco de nuestro orgullo, que es la expresión de las fuerzas espirituales que animan a los dos pueblos que en los extremos de Latinoamérica buscan la unidad indestructible, impulsados por la voz de la sangre, de la religión, del idioma y por su vocación por la libertad, la justicia y el derecho. Los argentinos nos sentimos, hoy como ayer y como siempre, hermanados a vosotros. Vuestra historia escrita en páginas de epopeya se confunde con la nuestra, que la espada de San Martín dejó grabada en las montañas de los Andes y en los campos de batalla de otros pueblos hermanos que fuera a libertar. Larga y cruenta fue la lucha por vuestra libertad, como fue la nuestra. Vuestros héroes, como don Miguel Hidalgo y Costilla, Morelos y Pavón, Guerrero y Juárez, escribieron las páginas más bellas de la historia de la lucha por la libertad, batiéndose sin que pesaran en sus méritos la desproporción de las fuerzas y la magnitud de la empresa, de la misma manera que lo hicieron nuestros generales. Seguramente porque a ambos pueblos anima un mismo ideal de fe republicana, de fervoroso culto por la independencia y un orgulloso sentido de la soberanía. Nos sentimos totalmente identificados con los conceptos y propósitos vertidos recientemente en una reunión de trabajadores por vuestro dignísimo presidente, en el sentido de que cualquier conferencia internacional debe ser conducida con un alto sentido de la responsabilidad, porque una nueva guerra podría destruir nuestra cultura y nuestra civilización. Las naciones latinoamericanas no deberán contribuir al estallido de esa nueva guerra; por el contrario, deben propiciar la paz hasta que la última esperanza de mantenerla se haya perdido. Nadie deberá decir nunca que esa esperanza final se ha perdido por nuestra culpa. Los mismos principios morales y espirituales rigen la política exterior de nuestros pueblos y coincidimos totalmente con la doctrina de México expuesta tan brillantemente por el ilustre canciller Torres Bodet, en la conferencia de Bogotá, porque nosotros sentimos profundamente y propugnamos, como el mejor ideal de convivencia humana, la solidaridad, la concordia y la paz entre todos los hombres. Los países de América van logrando día a día una más honda comprensión mutua y en este sentido México y Argentina han superado con obras trascendentes el límite local para consolidar el americanismo. No hemos de detenernos aquí porque ello significaría olvidar el sentido humano de la vida al ignorar, por egoísmo, a los millones de hermanos diseminados por el mundo. No hemos de aislarnos en nuestra América con la frialdad de quienes se unen con cálculo para realizar su sueño, mientras otros sufren o necesitan. No hemos de convertirnos en reducto privilegiado del bienestar cuando podemos hacer esfuerzos y trabajar por el bienestar de todo el mundo, en común y armónico acuerdo. México y Argentina nutren el ideal de América con la tradición histórica de sus pueblos, que siempre buscaron la formula más noble de la total solidaridad internacional. Conscientes de nuestras responsabilidades, estimamos como deber ineludible de la hora el de luchar por la independencia económica de los pueblos, para hacer efectivos los principios de las nacionalidades y de la soberanía y los conceptos de la igualdad jurídica de los Estados. Sabemos que este es el único camino por el cual puede llegarse a la felicidad de los pueblos, impidiendo las interferencias del imperialismo capitalista, que, con su afán de lucro y según sus propias conveniencias, restringe a los nativos los beneficios del trabajo y la explotación de sus riquezas, llevando fabulosas ganancias mas allá de las fronteras, influenciando negativamente el campo económico y social de la Nación y condenando a sus hijos a vivir muchas veces una vida miserable. Con el mismo espíritu americanista que guío las decisiones de nuestros antepasados, debemos contribuir en la medida de nuestras fuerzas y posibilidades para que de la América Latina desaparezcan definitivamente la explotación por parte de los capitales imperialistas y los trusts sin bandera que, corrompiendo conciencias, tergiversando la verdad, disfrazando sus intenciones con la propaganda pagada, humillan la dignidad de los pueblos y explotan para su exclusivo beneficio las riquezas naturales que Dios repartió para un mejor destino con su infinita sabiduría. Interpreto que colocados en esta posición contribuiremos de la mejor manera a la consolidación del panamericanismo, porque sobre la base de esta conquista podrán nuestros hermanos de raza, de sangre y de idioma, asegurar los beneficios de la paz interna, del bienestar general y el progreso de América, y con ellos su unidad efectiva, eliminando justos recelos, rebeldías y desconfianzas. Nosotros, al igual que vosotros, trabajamos por la paz y la concordia bregando por una auténtica justicia social para realizar la unidad del pueblo argentino, de ese pueblo que va hacia vosotros, mexicanos, con el fervoroso júbilo que provoca la pujanza de que hacéis gala bajo un gobierno que reactiva todas las fuerzas materiales y espirituales de México. Estáis movidos por un afán de justicia y consolidación de todos aquellos principios que levantara como bandera la revolución social encabezada por Madero en 1911, y que se materializara con vuestras conquistas sociales, con los adelantos de vuestras prácticas políticas, con el progreso de vuestras industrias, con el acrecentamiento de vuestra cultura, todo ello de una manera que marca rumbos en el continente, y con la afirmación de los derechos de los trabajadores, que constituyen, por cierto, el basamento indispensable para el bienestar de las naciones, para la paz interior y para la concordia internacional. La delegación mexicana deja en nuestro pueblo el recuerdo del hermano sincero. Yo repito mi agradecimiento, por cuanto ella ha hablado a nuestros corazones. Hermanos mexicanos, hermanos en el valor indomable de la raza, en la tradición milenaria de la estirpe, del idioma, en el génesis de la independencia y en la similitud de los ideales: llegue a vosotros la palabra de un gobernante argentino que está seguro de interpretar a su pueblo al tenderos los brazos amigos en demanda de una indisoluble amistad. ...............
1948-05-28
En el agasajo que hicieron los huéspedes de Estados Unidos, Cuba y Canadá al presidente argentino
Señores miembros de las delegaciones americana, canadiense y cubana; señoras, señores: En primer término deseo agradecer muy sincera y profundamente las amables palabras que Mr. Hecht ha tenido la gentileza de dirigirnos. Nosotros los argentinos, entre un sinnúmero de defectos que nos reconocemos, tenemos una virtud profundamente arraigada en nuestra personalidad y en nuestras costumbres, y es la de ser cultores, quizá hasta lo exagerado, de la amistad. Cuando un argentino brinda su amistad la brinda en un grado casi absoluto y sin limitaciones. Solamente quería decirles a los señores que nos han hecho el inmenso honor de compartir algunos días con nosotros que, cuando regresen a las hermosas tierras de donde provienen, lleven la seguridad de que dejan aquí amigos y amiga a la Argentina, y que desde sus tierras consideren que estamos en esta dispuestos a servirlos cono se lo hace con verdaderos amigos. Para terminar, señores, yo les ruego quieran levantar conmigo las copas brindando por la felicidad personal de los amigos que regresan a sus tierras, dejando en la nuestra tan gratos y sinceros recuerdos, y por la grandeza de sus respectivas patrias que para nosotros son una prolongación de la patria propia. .....................
1948-06-10
Con motivo del Día Nacional de la Seguridad en Tránsito
El ponderable auge del transporte automotor, -consecuencia inmediata de la etapa del desarrollo industrial que el país ha iniciado- se traduce en un constante acrecentamiento de los accidentes del tránsito. La prédica de mi gobierno a favor de la producción, cuya consigna es construir, destaca la conveniencia de cooperar con análoga intensidad en la no menos importante etapa, en defensa del acervo económico y humano de la Nación, de conservar. Esas circunstancias determinan que se considere indispensable que el afán o interés generales se encaucen en forma orgánica, para reducir, a la brevedad, las cuantiosas pérdidas de vida, de material y de horas de labor que en la actualidad provocan esos accidentes. En los países que marchan a la vanguardia de la civilización, el tránsito, su regulación y organización, marca el grado de adelanto logrado por cada uno de sus pueblos. En ese aspecto, la nación Argentina debe ocupar un sitio de privilegio por la comprensión, disciplina y cultura de sus habitantes. Como el fundamento del éxito de una acción a favor del ordenamiento del tránsito radica primordialmente en la educación que tanto peatones como conductores deben evidenciar, es necesario que la conciencia de la seguridad se adentre en el espíritu de cada uno de los habitantes del país. Hoy, 10 de junio, celebramos el Día de la Seguridad en el Tránsito. Por ello no he querido que falte mi palabra como estímulo para que la acción emprendida por el Comité de Seguridad en el Tránsito, organismo de la Administración General de Vialidad Nacional, dependiente del Ministerio de Obras Públicas, se vea respaldada por el decidido espíritu de colaboración de todos los ciudadanos, sin distinción de jerarquías, ya que se trata de salvaguardar vidas inestimablemente valiosas y material indispensable para el progreso del país. .......................
1948-06-13
Perón expone al mundo el principio y los fines que persigue su doctrina. 1º artículo
Situación política y social anterior a la Revolución de 1943 Los hechos que se producen en la vida de los pueblos débense a una serie de causas y razones sin cuyo conocimiento resultarían incompresibles o faltos de sentido. A veces esas causas son difíciles de determinar o no se advierten sin una investigación profunda. Una vez definidas, la explicación de aquellos hechos es sencilla y, generalmente, quedan justificadas. En esta serie de artículos voy a tratar de problemas políticos, sociales, y económicos, referidos a mi actuación presente y a las perspectivas futuras. Pero es muy posible que muchos lectores, especialmente aquellos que viven fuera de la Argentina y que desconocen nuestro modo de ser, no comprendan el sentido de lo que está pasando si no se es instruye acerca de lo que antes sucedía. De la cárcel al gobierno Para llegar a una consecuencia, es indispensable remontarse a sus causas y antecedentes. A tal fin he de fijar una línea divisoria que ha de ser, sin duda, el 4 de junio de 1943; y no ciertamente porque yo pueda aceptar la totalidad de la responsabilidad de los actos de la Revolución desde esa fecha hasta que abandoné, para ir a la cárcel, mis funciones ministeriales el 9 de octubre de 1945 sino por el simple motivo de que en la primera de las fechas señaladas se produjo un cambio en las normas de la gobernación del Estado, y porque en esos días se inició la actuación pública que me ha llevado a la primera magistratura de la Nación por voluntad clamorosa de mi pueblo, electoralmente manifestada. La lucha entre revolucionarios Creo conveniente también señalar que las causas de las revoluciones, aún siendo únicas para cada revolución, no se aprecian ni interpretan con el mismo criterio por todo el mundo. No ya entre los espectadores, sino entre los propios actores, se sienten de muy distintas maneras los fines y los propósitos revolucionarios. Esa y no otra es la explicación de por que en todas las revoluciones, inmediatamente después del acto revolucionario, empiezan las luchas, con frecuencia cruentas, entre los mismos elementos que hasta ese instante se mantuvieron unidos. Parecería como si entre los revolucionarios el solo punto de coincidencia fuese la necesidad de terminar con la situación existente. El golpe de Estado no constituye sistema normal Como los hombres de gobierno estamos sometidos siempre no sólo a la crítica serena, sino también a la interpretación malévola, cuando no injuriosa, de nuestras acciones y de nuestras palabras, deseo dejar bien establecido que cuando hablo de las causas de una revolución e incluso de la justificación que ésta encuentra en aquellas, estoy muy lejos de afirmar que la revolución o el golpe de Estado puedan constituir el sistema normal de la gobernación de los pueblos. Pienso, por lo contrario, que resulta reprobable en el orden doctrinal. Lo que sucede es que en ocasiones, en contadas ocasiones, la revolución es necesaria, incluso como motor de progreso político y social o, más modestamente, como procedimiento de terminar con situaciones insostenibles para las cuales no se encuentra otra salida de hecho o de derecho. Pero coste bien que el acto revolucionario no contiene, por su propia esencia, un concepto democrático o antidemocrático, dictatorial o no dictatorial. Será lo uno o lo otro según intención con que se realice. Sirva este ejemplo. En una monarquía absoluta, y también en una monarquía constitucional, las fuerzas republicanas de oposición se reputan titulares de una postura política mucho más democrática. Sin embargo faltara a la verdad quien sostenga que los republicanos de cualquier país monárquico han buscado siempre el cambio de régimen por los caminos de la legalidad y que nunca han acudido o tratado de acudir a la revolución popular o a la simple convivencia con elementos armados para dar el golpe de Estado. Más todavía: en el ánimo de muchos se encuentra la idea de que está llamada al fracaso toda subversión profunda que se quiera hacer en la vida de un pueblo utilizando medios de evolución y no de revolución. No comparto el criterio, pero es evidente que hay quienes piensan de ese modo. El pueblo legitima las revoluciones Lo que a mi juicio hace falta, es que así como puede haber, no tiranías pero si dictaduras legales (los plenos poderes que conceden los Parlamentos son una forma de ellas), la revoluciones resultan también legitimadas por el consenso de la opinión pública y por reputar que llevaron altos fines o que sirvieron para salir de una mala situación política. En lo que se refiere, por lo menos a mi participación personal en el movimiento del 4 de junio de 1943, y a mi gestión posterior, no cabe duda de que ha sido legitimado en las manifestaciones populares del 17 de octubre de 1945 y en los comicios no ya libres sino libérrimos de febrero de 1946. Todavía existe una diferencia básica para el enjuiciamiento de los movimientos revolucionarios, según que vayan encaminados a deshacer la legalidad constitucional o a restablecer su imperio desconocido o falseado por los poderes del Estado. Esta diferencia tiene gran importancia con respecto a la Argentina, según veremos más adelante. Los vicios del pasado La situación política anterior al 4 de junio de 1943. Posiblemente ella estaba originada, por lo menos en algunos de sus aspectos, por ciertos vicios de tipo universal que no eran inherentes a la doctrina democrática, si lo eran a la práctica de las democracias. Quien quiera tratar las cuestiones políticas despojándolas de hipocresía, habrá de reconocer que todo el sistema democrático se hallaba asentado en una oquedad, porque lo que en verdad interesaba -y esto ya lo he dicho en otras ocasiones- no era la realidad del régimen sino su apariencia externa. Y lo que es todavía más grave, se quería utilizar la democracia como elemento de coacción de las clases poderosas frente a las clases humildes. Todo el sistema se basaba en la igualdad de derechos individuales, pero como las situaciones económicas son muy dispares, tal igualdad de derechos no pasaba de la categoría de un argumento. Así lo prueba el hecho de que a través del siglo XIX y gran parte del siglo XX, el político ha estado en las manos de quienes tenían también la fuerza económica. En la vida pública, la masa proletaria, fuera de los esporádicos movimientos de rebeldía, no ha empezado a pesar en las esferas gubernamentales hasta hace relativamente pocos años y ello de manera bastante débil. El proletariado no podía ejercer sus derechos Ciertamente que todos los ciudadanos tenían derechos electorales; pero es igualmente cierto que las clases trabajadoras humildes no los podían ejercer porque su falta de independencia económica les sometía a la voluntad patronal, con lo cual venía a resultar que el patrono, para defender sus intereses frente a los del proletariado, contaba con su voto duplicado, triplicado, cuadruplicado o centuplicado según el número de asalariados que tuviese a su servicio. Y todavía, cuando la coacción del hombre no era suficiente a sus propósitos, podía permitirse el lujo de emplear en su provecho y en perjuicio de los trabajadores toda la organización del Estado, porque era él quien disponía de ella. El auge del fraude electoral En la Argentina, quizás por la violencia de pasiones de los pueblos jóvenes, ese vicio había alcanzado caracteres bochornosos. El fraude electoral constituía el procedimiento normal de practicar el sufragio. Modestos trabajadores de edad avanzada no habían podido nunca, hasta las elecciones de 1946, emitir su voto porque, llegado el momento, a la fuerza pública se utilizaba, desvirtuando y deshonrando su función tutelar, para retirar a los obreros y campesinos la libreta de enrolamiento, documento indispensable para votar. Bien se comprende la desilusión de esas masas por el ejercicio de sus derechos políticos. Más no era esta sola la triste realidad sino que ocurría algo igualmente deplorable. En la Argentina hasta las últimas elecciones ni siquiera pesaba, o pesaba muy poco, la opinión de los partidos políticos. El problema consistía para cada uno de ellos en lograr apoderarse del gobierno. Una vez logrado, la permanencia indefinida en él era bien sencilla, porque a disposición del partido gobernante toda la maquinaria del Estado, bastaba apretar un botón para que se pusiese en marcha la organización del fraude electoral, con tal descaro que la institución de la media palabra del presidente saliente, había tomado carta de naturaleza en nuestro país y servía para ungir como sucesor a la persona que el presidente señalaba, porque como él presidía las elecciones, podía manejar a su antojo los resortes del éxito. También el derecho a la libertad de pensamiento representó en el mundo una conquista de la democracia; pero los usufructuarios del poder tuvieron siempre buen cuidado de mantener a las masas obreras en situación tan mezquina que no les quedase tiempo ni ganas para pensar. Tal era la realidad mundial, y con referencia concreta a la Argentina puedo recordar, para que nadie crea que me complazco en recargar las tintas arbitrariamente, que más de medio siglo después de dictarse nuestra Constitución liberal, se veían los bochornosos casos de los yerbatales chaqueños donde los obreros estaban sometidos a normas peores que la esclavitud, porque el esclavo representaba un bien económico que al dueño interesaba conservar, como hoy le importa conservar una vaca o un caballo, mientras que el asalariado no tienen valor ninguno des de el momento en que se puede sustituir gratuitamente por otro. Si viniendo a años más recientes quisiésemos probar que esa vergüenza subsistió hasta hace muy poco, nos bastaría aludir a la situación de los hacheros en los obrajes y de los trabajadores de la caña y del azúcar en los ingenios. La explotación del hombre por el hombre Bien se comprende que esta realidad no era exclusiva de la Argentina ni de América, porque otra muy similar se podría señalar en plena era democrática aun en aquellos países que más jactan serlo. Puede decirse que los métodos de libertad y de democracia, no han sido incompatibles con la explotación del hombre por el hombre. La circunstancia de que el desarrollo del maquinismo y la consiguiente expansión industrial coincidió con el auge de la democracia, ha hecho que sea precisamente en ese período cuando más crueles manifestaciones haya tenido el trabajo de mujeres y niños, ase como las condiciones de duración, salubridad, retribución, etc., etc. Si malo era el espectáculo de nuestros yerbatales no era mejor el de las tejedurías inglesas o el de las minas belgas. Pasiones sin grandeza e intereses minúsculos No es de extrañar que siendo esa la situación política argentina, las masas trabajadoras no mostrasen un entusiasmo decidido en la defensa de unas instituciones que, pese a su democratismo aparente, no servían para llenar sus necesidades económicas y sociales. En verdad tampoco llenaban ninguna otra necesidad, porque ni el Poder Ejecutivo realizaba obra ninguna, ni el Congreso actuaba seriamente, ni la Justicia procedía con eficacia. Todo era un juego de pasiones sin grandeza y de intereses minúsculos. Ni ideas nobles -aunque fuesen equivocadas- ni aspiraciones elevadas. Régimen colonial en lo económico y de vasallaje en lo cultural. Ni siquiera conciencia de una posición internacional argentina. La Argentina junto a las Naciones Unidas Así, por ejemplo, cuando ahora se quiere zaherir al actual gobierno argentino, se la acusa caprichosamente de totalitario y de germanofilia; pero para ello tienen que olvidar los impugnadores estas dos cosas: que ha sido precisamente mi gobierno el que ha definido su posición internacional al lado de las Naciones Unidas; y que fueron los gobiernos anteriores a 1943 los que, sin abandonar el rótulo democrático, apoyaron a las naciones totalitarias e hicieron posible que en nuestro territorio se asentasen las organizaciones de ese tipo. La ficticia democracia servía para cubrir la mercancía totalitaria. Me sería fácil aducir casos concretos corroborados de mi aserto. El estallido de la Revolución de Junio Nuestro régimen se desmoronaba rápidamente y había de caer sin pena ni gloria al mínimo empuje de cualquier fuerza organizada, militar o civil. Circunstancias cuyo examen no importa en estos momentos, hicieron que el instrumento de la demolición fuese el movimiento militar del 4 de junio de 1943. Ya veremos cual era su contenido, por lo menos en mi pensamiento y en mi actuación. Mas pese a que en la proclama del 4 de junio se limitaban sus autores a señalar la necesidad de terminar con las corruptelas de la administración y de defender las auténticas libertades argentinas, es lo cierto que toda la opinión pública, quizás salvo muy contadas excepciones acogió el movimiento con calor y simpatía, sin preocuparse demasiado de su contenido democrático o antidemocrático. Repase quien quiera lo que se dijo en los periódicos y lo que se calló individualmente y se podrá advertir como en un primer momento se tuvo la sensación de liberación, que no en todos era desinteresada. ¿A que obedeció dicha cooperación tacita? De una parte a convencimiento unánime de que la situación existente tenía que terminar; y de otra a que cada grupo político se juzgo un poco beneficiario de la sucesión. El fraude de los conservadores Adueñados del poder por el fraude los conservadores (no importa que el penúltimo presidente se titulase radical) y, próxima una nueva elección, nadie dudaba de cual seria su resultado. Ahora es muy fácil al amparo de una amnesia intencionada, hacer la critica encarnizada de los sucesos, pero en aquellos momentos los radicales y los socialistas vieron en la Revolución el instrumento que ponía fin al conservadorismo asentado en el poder y creyeron fácil unirse a los triunfadores para una rápida sustitución. El sentimiento ideológico no peso en ellos para nada. Solo se acordaron de la Constitución que decían vulnerada y de las instituciones suspendidas en su funcionamiento, cuando se dieron cuenta de que la sucesión no era rápida y de que podía no producirse a su favor. Así, se ha dado la curiosa paradoja de que los denodados paladines de la democracia avasallada, en las elecciones del año 1946 lo que les ha dolido ha sido su pureza porque las fuentes del fraude, tan a gusto manejadas por ellos, habían sido cegadas. Reivindicación de los trabajadores Por si todo ello no fuese bastante, los entonces partidarios y luego opositores, se encontraron con algo que no les podía gustar, porque en materia social radicales y conservadores venían a ser lo mismo. De ahí que si yo no hubiese creado la Secretaria de Trabajo y Previsión y no hubiese iniciado la política de apoyo a las reinvindicaciones a los trabajadores, el 90 % de la oligarquía opositora habría seguido apoyando a la Revolución y colaboraría con el actual gobierno constitucional. Puedo asegurar que yo no he visto nunca el movimiento del 4 de junio como un medio de saciar apetitos sacando del poder a un partido para poner a otro, sino como el único procedimiento de restablecer el imperio de nuestra Constitución violada por los gobernantes anteriores a dicha fecha, y de implantar sobre las ruinas de una democracia mentida, los cimientos de una democracia auténtica. Ya se comprende que desde 1943 a 1946 he sido reiteradamente tentado para adueñarme del poder y ejercer una dictadura y lo he rechazado incluso cuando el 17 de octubre me vi aclamado por las muchedumbres enfervorecidas. ¿Son muchos los políticos argentinos que pueden decir otro tanto y atribuirse una tan limpia trayectoria democrática? Retorno a la Constitución En el aspecto político, la Revolución del 4 de junio cumplió debidamente su misión al terminar con un sistema y con unas normas que ya no se podían sostener sin grave daño del interés nacional. Actuó de barredera para dejar libre y expedito el camino del retorno a la Constitución sin falseamientos y sin privilegios de clase. Solo con eso se hace acreedora a la gratitud del pueblo. Mi prisión en la isla Si luego en el aspecto constructivo durante el periodo de gobierno de facto no todo marcho fácilmente y aun surgieron serios tropiezos, fue debido al hecho inevitable, a que he aludido al principio, de que la interpretación y los fines de la revolución no son homogéneos ni siquiera entre los revolucionarios. Puedo hablar de esto porque aparte de otras manifestaciones de conocimiento publico, esas diferencias dieron lugar incluso a mi separación del gobierno y a mi detención en la isla Martín García. Pero la revolución fue útil también para despertar la conciencia de las masas merced a la labor de la Secretaría de Trabajo y Previsión, obra de la que me enorgullezco, porque ella sirvió en el aspecto social para llevar a los trabajadores la confianza en su porvenir y la fe en la justicia; y en el aspecto político para hacer ver a esos mismos trabajadores que la reinvindicación de sus derechos podía obtenerse sin necesidad de acudir a ideologías extremistas que la inmensa mayoría del pueblo argentino repudia abiertamente. Broche glorioso: elecciones libres Por último, la revolución cierra sus actividades con un broche glorioso, porque por vez primera en la Argentina se celebran unas elecciones libres y sinceras a las que acuden entusiásticamente todos los ciudadanos, sin exclusión de los más modestos. Si un hombre público puede sentirse satisfecho por la adhesión popular, pocos habrán sentido esa satisfacción tan hondamente como yo. La situación social anterior al 4 de junio de 1943 En parte me he referido a ella en las palabras precedentes, con lo cual pocas mas bastarán para que el lector comprenda los hechos objeto de mi relato. Socialismo burgués La primera afirmación que hago es ésta: en la Argentina apenas existía una conciencia obrera ni un sentimiento sindical bien arraigado. El trabajador argentino por razones de formación y precedencia, era fuertemente individualista, y la agremiación, salvo para contados oficios, carecía de eficacia y casi de realidad. Ese desamparo de los trabajadores se encontraba acentuado por el hecho de que todos los partidos políticos, incluso el socialista, y aún principalmente el socialista, eran de tipo burgués y rechazaban abiertamente toda relación con los organismos sindicales. Únicamente así se explica que, contrariamente a lo que sucedía en Europa, el partido socialista no tuviese su apoyo en las masas obreras, hecho que queda corroborado en las últimas elecciones, ya que la masa obrera del campo y de las ciudades se vuelva íntegramente en el partido laborista y el socialismo tiene que ir a buscar los suyos en las clases capitalistas mediante la alianza o, mejor dicho, el contubernio con los elementos patronales y capitalistas. Si a esto se añade el bajo nivel de vida que tenían los trabajadores y su desesperanza por alcanzar las condiciones que en justicia les eran debidas, se advertirá a qué obedece su entusiasmo por la Secretaría de Trabajo y Previsión. Mi mejor obra: vida digna para los obreros Cuando mis opositores se refieren a estos problemas sacan a relucir la obra que sus partidos han realizado en materia social. Como no me ciega la pasión, he de reconocer que, en efecto, en la Argentina existían leyes similares a las de otros países en materia de reparación de accidentes, de protección al trabajo de mujeres y niños, de duración de jornada, etc., etc. Es decir, los trabajadores contaban con un sistema de leyes protectoras hechas, en cierto modo, contemplando los intereses capitalistas. No digo con esto que fuesen malas, limitándome a señalar que eran insuficientes y que no se ajustaban al panorama que la conmoción mundial hacia vislumbrar. No se trata ya de proteger a los obreros, sino de reconocerles el derecho de una vida digna, así como a la igualdad, a la verdadera igualdad, en las relaciones del trabajo. Posiblemente fue ésta la mejor obra que he impulsado. Así, mientras en los organismos anteriores a la creación de la Secretaria de Trabajo y Previsión les abrió las puertas de par en par y logró que en los conflictos del trabajo la paridad dejase de ser una palabra para convertirse en una realidad. Los trabajadores me dieron el triunfo Esto es lo que la oligarquía desplazada no me ha perdonado nunca y en tanto ella esgrimía como único argumento de combate mi supuesta demagogia, las masas obreras seguían su camino al amparo del apoyo encontrado en los organismos del Estado. Todo esto explica que el 17 de octubre cuando el elemento trabajador me creyó víctima de una injusticia, se lanzase a la calle y restablecieses con empuje formidable la situación política a su lugar adecuado. Y explica asimismo que en las elecciones del 24 de febrero, toda la población trabajadora votase mi candidatura. De la obra realizada por la Secretaría de Trabajo y Previsión en materia social me ocuparé en otro artículo. ................
1948-06-14
Perón expone al mundo el principio y los fines que persigue su doctrina. 2º artículo
Dignificar el trabajo, humanizar el capital, elevar la cultura ciudadana es la consigna de la Secretaría de Trabajo Procuramos el bienestar y la felicidad de toda la Nación El alcance y, principalmente, el significado de la reforma social que se está operando en la Argentina, podrán apreciarse más fácilmente si se tiene en cuenta unos cuantos antecedentes de universal conocimiento. La Argentina vino a dar en Nación independiente recién comenzando el siglo XIX. Sus mejores hombres dedicáronse a la tarea de estructurar políticamente la nueva Nación que surgía a la faz de la tierra. El pueblo se entregó con pasión a tan noble afán. El rigor de la explotación capitalista Mientras esto ocurría dentro de nuestras fronteras incipientes, otros países supieron, o pudieron, conciliar el ejercicio de dos actividades bien dispares: la lucha política y el progreso industrial. Conocido es el provechoso resultado obtenido por los capitalistas de gran número de países. Pero las artimañas de los capitalistas de otros países fueron aprendidas por quienes explotaban nuestras industrias rurales. Cayó entonces sobre el trabajador criollo, nuestro abnegado "peón de campo", y hasta muy entrado el siglo actual, el rigor de las organizaciones capitalistas internacionales. El "peón de campo" ha estado sujeto a la omnímoda voluntad del dueño del establecimiento. El "patrón" supo reeditar todos los privilegios del feudalismo medieval pero tuvo la habilidad de eludir los compromisos que el "señor" estaba obligado a guardar con sus "mesnadas". La "técnica industrial" enseñó a nuestros feudales del siglo XX que podían servirse a su antojo del "peón y su familia" con solo pagarle un "salario" al termino de la quincena o a fin de mes. No importaba la cuantía del salario con tal que alcanzara el límite mínimo que les impidiese morir de hambre. ¿Qué hay excepciones? ¡Naturalmente! Pero lo que aquí se expone es un estado social. El mecanismo de los Estados modernos En 1914 comienza en la Argentina el proceso de industrialización. Entre 1923 y 1930 se atenúa su ritmo; recupera su valor ascensional poco después y, por ultimo, marcha decididamente hacia adelante merced a las necesidades impuestas por la guerra que estalla en 1939. A medida que surgían problemas industriales y, concretamente conflictos de trabajo o discordias entre patrones y obreros, se siguieron, por comodidad y rutina, las huellas marcadas por otros países que nos habían precedido en las etapas de gestación y desarrollo del maquinismo y consiguiente evolución de los magnos conceptos que informan la estructura, los engranajes y los procedimientos funcionales del complicado mecanismo económico de los Estados Modernos. Nuevas formas de vida Es decir, que en el preciso momento en que iban entrando nuevas ideologías sociales, nuevas formas de vida, nuevos sistemas jurídicos para regular los servicios del capital financiero, nuevos métodos para imponer individual o colectivamente la voluntad de los trabajadores, nuevas intentonas para provocar la lucha de clases con ulteriores finalidades de predominio político por parte de los partidos proletarios protegidos o inspirados por las organizaciones internacionales de lucha, es cuando la Argentina, teniendo en sus manos la posibilidad de ser el país que tomara la orientación rectora de la tradición humanística, base insustituible y raíz imperecedera de su soberanía política y de su libertad económica, se limita a traducir algunas disposiciones legales de tipo social. En el país de origen, quizá hayan producido excelentes resultados tales medidas, pero injertados sus preceptos a nuestras modalidades peculiares, en vez de mejorar las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores, extendieron la proletarización a capas cada vez más extensas. La política de mimetismo seguida por todos los poderes del Estado, tomando leyes de cualquier país para resolver al azar un problema nacional, nos dio además de unos textos plagados de galicismos, una falsa conciencia social, un descreimiento absoluto en el imperio de la justicia distributiva y un lamentable desvío hacia las formas más extravagantes de conducir hombres y gobernar pueblos. Negación de los derechos obreros Negados el derecho a una retribución mejor o a una reparación equitativa en caso de accidente del trabajo o enfermedad profesional; desconocido el derecho a las indemnizaciones por ruptura arbitraria del contrato de trabajo, a una jubilación que permitiera siquiera subsistir, a unas pensiones que asegurasen un decoroso pasar a los familiares o a poder habitar casa higiénicas y a precio moderado ¿qué camino quedaba a nuestros obreros? La casi totalidad de patronos de todas clases, industriales y rurales, argentinos o extranjeros radicados en nuestra patria, afirmaban (y aun algunos siguen diciendo) que pretender tales "absurdos" equivale a proclamar las más atroces monstruosidades de la anarquía y fomentar la mas espantosa subversión social. Y también es dable escuchar, aun en nuestros días, que raya en espantosa demagogia y en la más cruel tiranía el gobernante que implanta un régimen jurídico que llevando a los trabajadores por cauces pacíficos les conduzca al disfrute de tan elementales derechos. Se comprende, pues, que el Estado, en uso del deber irrenunciable de propender el bienestar general, haya tenido que salir a la defensa de los que carecían de todo, incluso del derecho a que se les escuchara en sus demandas, pues ningún organismo ni oficina el Estado atendía sus relaciones. Y no se incurra en el sarcasmo de aducir que esa función la cumplía el extinguido Departamento Nacional de Trabajo, porque, aparte de ser jurisdicción local para la Ciudad de Buenos Aires exclusivamente (lo que equivale decir que las tres cuartas partes de los habitantes del país quedaban al margen de su actuación), cabe afirmar que sus autoridades se veían constreñidas a sujetar su acción a las orientaciones restrictivas emanadas del Ministerio político, siempre dócil a las sugestiones insinuaciones e indicaciones de los grandes consorcios capitalistas. ¡Esta es la absoluta verdad! Realizar el bien al mayor número de trabajadores Comencé, tan pronto tuve la posibilidad de hacerlo, por crear la Secretaria de Trabajo y Previsión, animándola de una ilusión: realizar el bien al mayor numero de trabajadores; dotándola de una consigna: trabajar noche y día hasta lograr el anhelo acariciado; señalándole una misión trascendental a cumplir concretada en los tres postulados siguientes: dignificar el trabajo, humanizar el capital, elevar la cultura ciudadana, dándole los medios necesarios para su desenvolvimiento, incorporándole el calor de las masas trabajadoras que siempre había sido despreciado cuando no temido, por el Estado y sus burócratas, marcándole un programa de realizaciones concretas de ejecución posible, exigiendo a funcionarios y empleados una lealtad a toda prueba y, por último, infundiendo a las masa trabajadoras una fe confianza en que sus deseos se verían colmados. La liberación del proletariado Y así empezó a trabajar la autentica "Casa del Trabajador". La labor realizada en cuatro años no ha sido escasa. Los objetivos y finalidades a alcanzar que, al formularse en 1943, pareció que excedían las posibilidades de la Secretaria de Trabajo y Previsión, integraron luego el Plan de Gobierno que, ya en funciones de Presidente de la Nación, sometía al Honorable Congreso el día 21 de octubre de 1946. La mayor parte de las previsiones, principalmente aquellas que no requieren la aprobación de una ley especial para ser llevadas a la práctica han sido puestas en ejecución. Estadísticas concluyentes ¿Y cuales son las mejoras reales obtenidas por los obreros? Haciendo a un lado detalles que corresponden a un determinado gremio o a cierta zona económica especial, los beneficios reales obtenidos por los obreros argentinos pueden concretarse así: 1) Aumento efectivo del salario con respecto al promedio del año 1943............................. ........................ 73.1 % 2) Proporción que sobre el nivel actual de salarios representa el aporte patronal a pagar: a) Aguinaldo...................................................8.33 % b) Ampliación ley de despido.........................5.83 % c) Jubilaciones.................................................11,-- % d) Vacaciones pagadas....................................5.--% e) Régimen de aprendizaje...............................1.-- % f) Fiestas nacionales pagadas..........................1.67 % Traducido a un lenguaje mas compresible puede decirse que por cada 100 pesos que en 1943 ingresaban a la economía obrera, hoy día ingresan 229 pesos con ochenta centavos. Estos beneficios son los que tienen un carácter general determinado casi siempre por preceptos legales. Pero existen otras ventajas derivadas de los convenios colectivos que rigen la mayor parte de los establecimientos, como son: a) Salario familiar. b) Medio salario complementario en caso de accidente. c) Salario por enfermedad común. d) Indemnización por días de huelga. Todos estos conceptos se estiman en más del 4%, quedando subsistente la indemnización doble por despido que representa un plus de más del 5%. Aumento del nivel de vida Si hubiese falta otra prueba de la mejor situación actual de la clase obrera podría encontrarse incluso en un dato negativo, cual es, que la producción media por obrero ha descendido del nivel 100 en 1943 al nivel 89,2 que se registra en la actualidad. El factor principal (puesto que existen otros de tipo político) en esa merma del rendimiento de trabajo, esta representado por los crecidos salarios que permiten al trabajador disminuir el ritmo de su producción sin que se resientan sus posibilidades de vida. Cuando señalamos esa realidad como prueba del bienestar económico del proletariado, no dejamos de advertir la necesidad de poner un correctivo a la situación como medio de proteger el interés colectivo de la Nación. Los derechos del trabajador No debo olvidar tampoco la Declaración de Derechos del Trabajador hecha en acto publico ante desbordante asamblea que sintetiza los fundamentos doctrinales y prácticos de la reforma social argentina, no limitada a la simple relación contractual entre patronos y trabajadores sino extendida a los amplios campos de la higiene, de la medicina, de la cultura, del aprendizaje y formación profesional, del descanso y turismo al alcance del pueblo, de la asistencia social, del transporte barato, protección familiar y otros medios que tienden a hacer lo mas felices posible a los argentinos en los ordenes espiritual y material. "La masa sufriente y sudorosa" De cuanto antecede es fácil colegir que cuando las masas obreras se percataron de que sus derechos eran reconocidos, sus reclamaciones atendidas, sus aspiraciones satisfechas se volcaron definitivamente al movimiento salvador. Ahí hay que buscar la explicación del porque me he visto no solo acompañado por los hombres de trabajo sino que entre la "masa sufriente y sudorosa" y yo se hayan tendido los estrechos lazos de cariño que nos unen por encima de las contingencias políticas. Pero esto, que tanto me halaga y que hace rebosar de gratitud mi corazón, por mucho que signifique en el terreno de los afectos no bastaba para impulsar y sostener las reinvindicaciones obreras. El cauce legal Era preciso dar a este movimiento reparador de tantas injusticias el cauce legal que también había sido negado, o, por lo menos regateado a los trabajadores; el derecho sindical, el derecho de agremiarse libremente. De esta manera, se encauzaba el movimiento dotándole de la organicidad necesaria dejando a salvo la libertad individual de asociarse o no, según la espontánea determinación de su conciencia. Porque en este terreno de la conciencia ni yo ni nadie de mi gobierno ha entrado ni permitiré que nadie entre jamás. Con igual respeto que los convencionales del año 1853, creemos nosotros que las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral publica están solo reservadas a Dios. Pero igualmente creo, como igualmente dice la Constitución Nacional en su articulo 19, conviene que no perjudiquen a un tercero. Si ello ocurre corresponde al Estado intervenir para reparar el agravio y restablecer el imperio de la Ley. Cuando el octubre de 1945 fue promulgado el Decreto que estableció el régimen sindical alcanzó gran boga la falsa imputación de que tenia un alcance totalitario. Nada más inexacto. El régimen sindical de tipo totalitario se caracteriza esencialmente por la prohibición de que existan asociaciones profesionales que no estén autorizadas e intervenidas por el Estado. No cabe, en consecuencia, dentro de tal régimen la libertad de asociación. En cambio, el Decreto 23.842/45, no solo no hizo eso, sino que estableció un régimen de asociación profesional libre, lo que no es incompatible, ni siquiera en la Argentina, con la concesión de determinadas ventajas, a las agrupaciones que reúnan determinados requisitos. Precisamente el artículo 1º ya determina que la asociación profesional puede constituirse libremente y sin necesidad de autorización previa, siempre que objeto no sea contrario a la moral, a las leyes y a las instituciones fundamentales de la Nación. Este tipo de asociación profesional, que ni siquiera autorización previa necesita para su constitución, puede actuar libremente en el cumplimiento de sus fines con la sola condición de inscribirse en un registro especial a cargo de la Secretaria de Trabajo y Previsión. Esa inscripción no representa ninguna norma de absorción de los sindicatos por el Estado, sino una precaución de orden elemental, como lo prueba el hecho de que igual requisito ha sido establecido con carácter obligatoria por la legislación de casi todos los países democráticos. Ahora bien, en la legislación argentina las asociaciones profesionales que obtengan la personería gremial otorgada por la Secretaria de Trabajo y Previsión, disfrutan de ciertas prerrogativas, como son el derecho a reunirse en local cerrado sin recabar permiso previo y, substancialmente, la defensa y representación antes el Estado de los intereses colectivos e individuales de los asociados, la colaboración con el Estado como órganos técnicos y consultivos en el estudio y solución de los problemas concernientes a la profesión y el establecimiento de convenios colectivos de trabajo. Esta diferencia de trato entre unas y otras asociaciones es lógica y se deriva del hecho de tener o no personería. En el orden civil ocurre exactamente igual, porque la asociación que tiene reconocida personería jurídica puede actuar en forma verdad a las asociaciones civiles que carezcan de tal personería, y tampoco cabe señalar que la norma totalitaria derive de una concesión de exclusividad en la personería gremial a favor de un sindicato determinado, porque conforme a lo dispuesto en el articulo 9º cualquier asociación puede obtener la personería gremial, aun cuando otra la esté disfrutando, con solo probar que tiene mayor numero de afiliados. Inconveniencia de los pequeños grupos Bien se comprende que esta norma va encaminada a favorecer las grandes asociaciones que defienden mucho mejor los intereses profesionales y a evitar que pequeños grupos, muchas veces en convivencia con la parte patronal, puedan entorpecer la marcha y la actuación de los verdaderos sindicatos. Para que se vea hasta que punto la imputación en ese aspecto seria carente de razón, bastara exponer un ejemplo aleccionador. En España, durante cierto tiempo, las masas obreras de tendencia izquierdista lucharon por la sindicación obligatoria única frente a la sindicación libre, sin que nadie se le ocurriese sostener que era aquella la norma totalitaria. Tratase de conceptos distintos, cada uno de los cuales ofrece su pro y su contra, pero que no significan una posición política determinada, mucho menos cuando no sostiene ya nadie con sentido con que los problemas sociales y económicos se pueden resolver en base a conceptos de una libertad fisiocrática. El intervencionismo del Estado en tales cuestiones se aplica cada día más dentro de los regimenes democráticos. La reforma social argentina Para la mejor comprensión de cuanto antecede juzgo oportuno sintetizar en unas pocas palabras la esencia de mis mas íntimos pensamientos y sentimientos sobre las cuestiones sociales para que quien analice la reforma social argentina de buena fe y con animo de comprenderla vea cuan lejana esta de toda teoría que este o haya podido estar de moda en cualquier país del mundo. Si hay coincidencia de palabras díganlo los gramáticos y si hay coincidencia de aspiraciones no habré de renegar de ellas porque un señor o un sistema político también las haya sostenido antes que yo. Para proseguir su defensa me basta el convencimiento de que su realización beneficia a los trabajadores de mi patria y es favorable al progresivo ascenso nacional. Lo demás son suspicacias que pueden entretener los ocios de quienes la voluntad popular ha desalojado de las posiciones que no supieron aprovechar para beneficio de la comunidad argentina. Ni yo ni los hombres que componen mi gobierno entendemos de maquiavelismos ni torcidas intenciones. Queremos la felicidad de nuestros conciudadanos y procuraremos dársela prescindiendo de las interpretaciones más o menos capciosas que quiera darse a nuestras palabras y a nuestras obras. La libertad dentro de la ley La reforma social argentina se basa en los principios constitucionales de libertad dentro de la ley y del orden supeditando la libre determinación de los hombres a las normas éticas y jurídicas que garanticen una sana convivencia. En este orden de ideas se respeta la propiedad privad al paso que se estimula al hombre que trabaja a mejorar su situación con el fin de extender la riqueza hacia capas mas densas y hasta hoy alejadas del mas mínimo bienestar. El Estado ha de ejercer su función tutelar sobre todos los habitantes dedicando atención preferente a las clases menos protegidas y capacitadas. Y por encima de todo ello considero misión esencialísima del gobernante procurar por todos los medios el exterminio del odio en los corazones y de la violencia en la acción. Mis lectores dirán si con estas ideas el pueblo argentino orienta su rumbo hacia la paz, la fraternidad y el progreso o se dirige a las simas del oscurantismo y de la tiranía. ..........
1948-06-15
Perón expone al mundo el principio y los fines que persigue su doctrina. 3º artículo
Hemos ordenado la vida económica de la Nación sin privarla de libertad y abriendo ancho campo a nuestras posibilidades Ofrecemos colaboración, pero con igualdad de tratamiento La franqueza con que estoy acostumbrado a expresar mi pensamiento o traducir mis sentimientos me obliga, al tratar el aspecto económico, a sentar esta rotunda afirmación: La Argentina es un país riquísimo que hasta ahora había sido saqueado por propios y extraños". Riqueza sin beneficio para el pueblo Sin beneficio para el país, sin beneficio para los mismos que producían la riqueza, sin beneficio para la gran masa de población, realizábanse negocios fabulosos cuyos resultados iban a parar a los bolsillos de un grupito de argentinos coaligado con las grandes organizaciones financieras internacionales. A raudales salían los cargamentos de carne, de cereales o de cueros, pero su equivalente en oro o divisas era desviado hacia cuentas abiertas en el exterior con toda la sabiduría de la técnica financiera y toda la inescrupulosidad de quienes no aman las cosas de su patria o de la tierra donde viven y medran. Así mientras las cuentas corrientes engordaban al compás de buenas cosechas y mejores remates de hacienda, la riqueza de la Nación disminuía y eran cada día mas lejanas las ilusiones que podían forjarse los hombres de trabajo de llegar a ver mejor remunerados sus desvelos y recompensados sus sufrimientos. Cunde el pesimismo El escepticismo cundía por todo el ámbito nacional, paralizaba todas las iniciativas encaminadas a incrementar el esfuerzo y creaba un subconsciente rencor a quienes provocaban tal situación y a quienes, pudiendo, no acudían a poner definitivo remedio. El consiguiente pesimismo hizo el resto, quedando estancado el crecimiento y progreso de gran numero de poblaciones del interior que situadas en parajes de inagotables recursos, han vivido una existencia mediocre porque unos pocos evitaban que la riqueza fuese a manos de los hombres que sobre el surco la habían creado. Junto al palacio del "dueño" muestra contraste agudo el mísero "rancho", la inmunda "tapera" y la denigrante "pieza de conventillo". Frente al despilfarro y molicie de unos cuantos privilegiados en la gran metrópoli, asiento de todos los esplendores, la dramática estrechez y la retadora tristeza del hábil operario arrastrado al suburbio y el trabajador rural sin mas ayuda que la del buen Dios que de igual modo hace salir el sol y caer la lluvia que hace germinar el trigo y parir las vacas. Retener y distribuir la riqueza Cualquiera que hubiese llegado al poder con un corazón en el pecho y los atributos de hombría en su lugar, y comprendiera que debía gobernar con espíritu argentino y para el pueblo argentino, debía darse cuenta de que la primera necesidad de interés nacional era cerrar todas las compuertas y taponar todos los agujeros por donde escapaba el caudaloso río de oro de nuestros campos y estancias. La primera necesidad era, pues, retener la riqueza. Lo que en segundo lugar debía hacerse era que esta riqueza, una vez dentro del país, no fuese acaparada por nuevos grupitos tentaculares sino distribuida equitativamente en proporción a los méritos de cada uno y de acuerdo al esfuerzo que se ponga en conseguir el resurgimiento nacional. Y así empecé a hacerlo tan pronto estuve en condiciones de hacer oír mi voz en el seno del Gobierno. Una economía nacional Mi idea central en materia económica es simple y clara. No he creído nunca que pueda hablarse de una economía patronal y de una economía obrera sino de una economía nacional. Por esto, los problemas que afectan a uno cualquiera de los distintos grupos sociales no son exclusivos del grupo en que se manifiestan en un momento dado, sino comunes a casi todos los demás. Y tal es la trabazón que entre sí guardan todos los factores que intervienen en la producción, distribución y consumo de la riqueza, que no puede articularse la vida económica de los trabajadores sin tocar los soportes fundamentales de la economía nacional. Ricos menos ricos y pobres menos pobres Ahí esta, precisamente, el origen de la disconformidad de los ricos con los métodos usados en beneficio de los pobres: en que vengo sosteniendo que los ricos han de ser menos ricos y los pobres menos pobres. Y lo sostengo y lo aplico porque la experiencia vienen dándome continuamente la razón acerca de la verdad de otro axioma que he procurado inculcar a mi pueblo, formulado así: "Una riqueza sin estabilidad social puede ser poderosa pero siempre será frágil". Nadie puede haberse llamado a engaño en cuanto respecta a mi posición en el terreno económico. Al constituir el Consejo Nacional de Posguerra, el 6 de septiembre de 1944, declaré que la orientación que imprimiría a lo económico-social se sintetizaba en los siguientes postulados fundamentales: Libertad económica 1ra.- El Estado no debe alterar los principios de libertad económica, tanto para los productores, como para los consumidores, pero la desarticulación provocada por la guerra en la economía mundial exige prever las soluciones aplicables a las necesidades apremiantes de posguerra, estimulando la producción de toda la mano de obra disponible, con el fin de alcanzar un justo equilibrio de las fuerzas productivas, y una adecuada elevación de la renta nacional. Tecnificación de la actividad 2da.- El Estado debe contribuir al perfeccionamiento de los conocimientos técnicos de cualquier orden, en todas las actividades nacionales; a que se aumente el rendimiento individual; a mejorar de modo efectivo las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores; a fomentar el progreso de la clase media; y a estimular el de la producción y contribuya al bienestar general. Criterio ordenador 3ra.- Serán estériles cuantas energías se consuman para alcanzar los objetivos precedentemente indicados si no se actúa con un criterio ordenador, que asistido de los adecuados resortes consultivos, determine los principios fundamentales de carácter económico y social, y adopte las medidas que desde este momento deban aplicarse para resolver las situaciones que puede provocar el transito de guerra mundial a la paz y las que requiera la posterior consolidación de la normalidad. Pagamos nuestras cuotas a la democracia Unos meses después, el 1º de mayo de 1945, dirigiéndome a los trabajadores asegurándoles la invulnerabilidad de las reivindicaciones que se iban logrando, expresé: "En esta trayectoria que me he trazado para orientar al ordenamiento social argentino, no hay bandazos hacia la derecha ni hacia la izquierda. Hay el propósito firme de evitar que la nave del Estado encalle en un banco de egoísmos o en un acantilado de odios, porque el desastre seria idéntico". Cuando pronunciaba esas palabras el problema argentino era el problema de un mundo convulsionado por cinco años de guerra, y nuestro país, como integrante de ese mundo, no podía escapar al influjo de los factores determinantes de la crisis. Con la producción de nuestros cinco años de paz, pagamos nuestra cuota incruenta a las democracias que luchaban en los campos de batalla. Nuestro país soportó gallardamente ese drenaje en su economía, y no debe olvidarse que, si impusimos un precio al cercal, pagamos mucho más por las materias primas imprescindibles para el desarrollo de nuestra incipiente industria. La falta de maquinarias y materias primas llego a obstaculizar el programa de nuestra contribución a la causa de las Naciones Unidas. Indispensable energía Es lógico pensar que al tomar las riendas del gobierno en medio de eses mundo agobiado por la miseria, por la inflación y por otras dificultades que se oponían al retorno a la vida normal, debíamos proceder con energía, previendo contingencias y anticipando soluciones. Nuestra Carta Fundamental, justa y magnánima en todos sus preceptos, preconiza la libertad de comerciar y desenvolver toda industria licita. Para que esa libertad produzca sus mejores frutos en beneficio de la comunidad entera, es preciso que sea encauzada, reglamentando su ejercicio. Con el conjunto de leyes que encontramos en vigencia y con el complemento de aquellas otras disposiciones que aconsejaba la situación del emergencia, hemos ordenado la vida económica del país, sin privarla de ninguna de sus libertades y abriendo ancho campo a nuevas posibilidades. Máxima eficiencia Hemos encauzado la economía, no la hemos dirigido. Encauzamos la economía hasta lograr de ella la máxima eficiencia, utilizándola no solamente como un fin, sino también como un medio; el mejor de los medios para la consecución de un fin superior: el bienestar general, propósito eminentemente constitucional, fiel y lealmente interpretado y cumplido por mi gobierno. ¿Como se esta operando la transformación económica que ha de distribuir la riqueza a círculos cada vez mas extensos de nuestra población. Poniendo en marcha los principios sociales y económicos que desde la Secretaria de Trabajo y Previsión, primero, y del Consejo Nacional de Posguerra después, fueron proclamados para felicidad de todo el pueblo argentino. Nacionalización bancaria Los planes económicos previstos principalmente por este ultimo organismo, requerida una transformación radical en el régimen jurídico bancario y para lograrlo se comenzó por nacionalizar el Banco Central y con este carácter transformarlo en Banco de Bancos. Con ello se logró que el capital estuviera al servicio de la economía de país, en vez de que la economía nacional siguiera al servicio capital interno y externo. Justo a la nacionalización del Banco Central dictáronse las nuevas reglamentaciones de los Bancos de la Nación, Crédito Industrial e Hipotecario y los ordenamientos de la Banca privada, control de cambios, prenda con anotación, sociedades de economía mixta, y además de otras medidas complementarias, creóse el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (I.A.P.I.) y los de Inversiones Mobiliarios y de Reaseguros. El ejemplo argentino Las criticas cayeron sobre las audaces reformas emprendidas en 1945, pero hoy día vemos complacidos que nuestros detractores las comparten cuando se dan cuenta de que viejos países que conservaban un respeto idolátrico a la economía clásica, principalmente aquellos que sostenían con intransigencia la "teoría de la libertad de comercio" (aunque en la práctica no existiera tal libertad por encontrarse dirigida la economía por grupos financieros y consorcios internacionales), han adoptado medidas análogas, cuando no idénticas, a las que hace casi tres años que decidimos implantar en la Argentina. Brillantes resultados Los resultados obtenidos no pueden haber sido más halagüeños. En poco tiempo hemos logrado elevar el nivel de vida reactivar la economía, impulsar la industrialización y crear el clima industrial, repartir la deuda, formar la flota mercante y la flota aérea, comprar los teléfonos, los ferrocarriles, los puertos, servicios de aguas corriente, usinas eléctricas; formar la plaza de seguros y reaseguros y estamos creando la plaza financiera de Buenos Aires. Cooperación con el mundo Todo esto nos permitió declarar el día 9 de julio último la Independencia Económica de la República Argentina en la misma Casa de Tucumán donde en 1816 fue declarada la Independencia Política. Pero debo dejar bien sentado, para evitar las falsas interpretaciones que han podido darse a la actitud argentina que nuestra independencia económica no es sinónimo de aislamiento ni se opone a la colaboración internacional. Al contrario, la Argentina anhela una estrecha y positiva cooperación con el resto del mundo. Su sólida posición le permite apreciar sin desviaciones el verdadero problema de la hora actual y, consecuente con ello, nuestro país ha contribuido con todos sus recursos posibles a la reconstrucción de los países azotados por la guerra y de los que sin haber entrado en ella sufrieron sus consecuencias. Tratados comerciales Ahí están los tratados con España, Italia, Francia, Finlandia, Bélgica y ahora con Holanda. Todo lo que ha estado a nuestro alcance hemos hecho por el viejo continente, pero más no podemos si no se nos dan los medios para producir más. Si se nos da lo necesario y se nos garantiza un precio en consonancia con los actuales costos de producción y los precios que se nos cobra por las materias primas y artículos que necesitamos importar, podemos producir extraordinariamente, y, de modo principal, transportarlo a los puertos. De nada nos servirá producir más carne o cereales si por falta de medios de transporte o por carecer de nafta, carbón o elementos mecánicos deben quedar las cosechas en los campos o en los depósitos de campaña. El problema de los alimentos He de aprovechar esta circunstancia para exponer desde el punto de vista argentino los principales aspectos del grave problema mundial de los alimentos. La producción europea, de cereales (exceptuando Rusia y los países del Danubio) es menor que la de 1946 y permite tan sólo una ración de 75 gramos de pan por día y por persona para todo el periodo 1947-48. Es el curso del año agrícola 1946-47, los países exportadores embarcaron 18 millones de toneladas con destino a Europa y 10 millones y medio al resto del mundo. A pesar de la forzada producción y exportación y de las excepcionales cosechas de Australia, Canadá y Estados Unidos las existencias mermaron desde 1945 en 30 millones de toneladas. Es decir, que de la reserva de 48 millones de toneladas que había en 1945 solo quedan ahora 18 millones. Déficit de producción Estas cifras revelan de por sí, una grave situación, pero es mucho mayor la gravedad si se tiene en cuenta que durante los tres últimos años los países exportadores han enviado, de las existencias usuales o normales, una cantidad casi igual a la que los países importadores necesitan para un año. Cuanta razón tenia el Secretario General del Consejo Internacional doctor Fitzgerald, cuando el 27 de octubre ultimo, expreso: "La presente situación de emergencia, solo puede ser conjurada mediante el desarrollo de planes concretos para una expansión de la producción en forma ordenada y coordinada". 200 millones más de habitantes desde 1939 En medio de estas contrariedades hay que hacer notar que la población del mundo excede casi de 200 millones la registrada en 1939, y el aumento normal de la población del mundo se aproxima a los 20 millones por año. La población de los países importadores de cereales es equivalente a la actual de los Estados Unidos. Cifras elocuentes Antes de la última guerra, los cuatro grandes países productores (Argentina, Estados Unidos, Canadá y Australia) embarcaban el 74% del cereal que se exportaba, quedando el 26% restante a cargo de Rusia, cuenca del Danubio y África del Norte. Compárese la exportación de 1947 con el promedio de 1934-38: Promedio. 1934-38 Promedio 1947 E. Unidos..................1.316-800 14.903.000 Canadá................5.171.300 6.757.300 Australia................2.757.900 1.365.800 Argentina.............11.637.200 4.220.500 Otros países..........7.504.400 1.197.000 ___________ ___________ 28.387.800 28.443.600 ___________ ____________ La Unión consumió sus reservas de cereales De estas cifras resulta que por cada cien quintales de Norteamérica exportaba en el periodo de preguerra, ha exportado doscientos en 1947. Esta es la demostración evidente de que ha consumido sus reservas de cereales. En cambio, la Argentina solo exporto treinta y siete quintales por cada cien en el periodo 1934-1938. Este descenso en los embarques reconoce como causa única la incomprensión de los países que nos hicieron sentir un injusto bloqueo económico. Como se ve, las consecuencias no las siente solamente la Argentina, sino los países ajenos a tan lamentable episodio. Pagando sobreprecios.... La Argentina ha de salir al paso de malévolas interpretaciones de su actitud, a veces poco conocida por falta de información, y otras veces por falsa información. Ha sido criticada porque no intensificaba la producción de cereales, pero ¿como hacerlo si no hemos contado con los implementos necesarios? No teníamos bolsa, ni carbón para las locomotoras, ni nafta para los camiones que previsoramente había adquirido el I.A.P.I. Felizmente, con el convenio de trueque con la India obtuvimos a ultima hora la arpillera que necesitábamos para la cosecha fina que en el momento actual se esta recolectando. Y pagando primas y comisiones sobre el precio y el carbón para salir del paso momentáneamente. Conviene insistir, para darse cuenta del cúmulo de dificultades que hemos debido vencer, que para obtener tales elementos hemos debido pagar mayor precio por tratarse de partidas llamadas "fuera de cuota". A favor del mundo ¿Que puede hacer hoy día la Argentina en pro de la cooperación económica internacional? La Argentina puede exportar cereales en cantidades iguales o superiores del promedio de 1934-1938. Mensualmente puede exportar, por lo menos, una millón de toneladas. Esto puede hacer mi país si cuenta con la ayuda indispensable de aquellos países que pueden proveerla de los elementos necesarios y se le cobren a precios que estén en consonancia con lo que por nuestra producción se nos pague. Ya no es posible tolerar que vendamos nuestros novillos a trescientos pesos, y aun menos y debamos subvencionar los ferrocarriles para no aumentar las irrisorias tarifas en vigor, mientras que en Chicago se pagan mil quinientos treinta y ocho pesos por un novillo similar. ¿A que viene esa diferencia? Los gobiernos de nuestra oligarquía deberían contestar esta pregunta, formar una flota de barcos frigoríficos, ni las fábricas de envases para estar en condiciones de colocar la producción ganadera a los precios normalmente remunerados. Todo esto lo estamos haciendo no en beneficio de un grupo determinado sino del conjunto económico nacional. Y lo estamos haciendo a pesar de soportar las injustificadas e injustas diatribas de quienes afirman que industrializamos al país a costa del campo. Es necesario revisar los precios En el futuro no podemos producir más carne a estos bajos precios. Los actuales deben ser revisados y ponerlos de acuerdo a la realidad del momento presente. No podemos seguir vendiendo en 300 pesos lo que en el mercado estadounidense se paga cinco veces. Tampoco es posible que segamos recibiendo hojalata de Inglaterra y tengamos que pagar el doble de lo que por ello se paga en Norteamérica. La Argentina tiene derecho a exigir una sola condición. Una sola, justa, razonable y equitativa condición: igualdad de tratamiento. A cambio del reconocimiento de este derecho natural, la Argentina pone todas sus posibilidades a las órdenes de la humanidad. Críticas injustas Con lo expuesto dejamos contestadas todas las críticas que se nos han hecho de que aprovechamos la oportunidad para cobrar por los cereales un precio exorbitante. Cuando se haga el balance de lo que tendremos que pagar para subvencionar los fletes ferroviarios (más de 600 millones por año), el consumo interno del pan del aceite, de la carne, de las papas y de tantos otros artículos se verá cuan infundados son dichas criticas. Y volviendo al abastecimiento del mundo, quisiéramos llamar la atención al Consejo Internacional de la Alimentación acerca de que el problema actual no es un problema de alocación como ellos llaman a los cupos que permiten comprar a cada país con la esperanza de comprar a los países productores a bajos precios; el problema es en este momento de producción. De nada le sirve a un país que le autoricen a comprar cierta cantidad de cereales si no existen. Hay que producir mas y para lograrlo creemos que Mr. Fitzgerald estuvo en lo cierto cuando dijo "que hay que hacer planes para la expansión de la producción", planes que deben coordinarse con los países productores y en forma que contemple la fórmula argentina "Igualdad de tratamiento". Produciremos trigo de acuerdo con pedidos en firme Creemos que las organizaciones internacionales que pretenden dirigir la producción alimenticia se han basado en el resultado que obtuvieron en 1918, suponiendo que el problema podrían resolverlo en forma sencilla y simple con que lo hicieron entonces. Pero no es así; el mundo se encuentra ahora en forma muy distinta a la que siguió a la guerra del 18. Ya no es posible que la Argentina cometa el mismo error de entonces. Muchos argentinos recordarán todavía aquella propaganda del Ministerio de Agricultura: ¡Plante trigo! ¡Plante trigo!, para que después lo tuviéramos que vender a precio vil o dejarlo perder. Esto ya no es posible; plantamos mas trigo, pero condicionando la siembra a los pedidos en firme que se nos hagan. Exactamente lo mismo que hacen los países que ya pasaron la etapa agrícola ganadera, a quienes, ni en sueños se les ocurres producir nada que no se les haya comprado y asegurado el pago mediante créditos irrevocables que exigen para producir lo que se les pide. 16 países europeos necesitarán quinientas mil toneladas de carne ¿Y que ocurrirá en el mundo si por motivos climáticos se perdiera o mermara la producción de granos en Estados Unidos o Canadá? El mundo debe meditar sobre ello. Ahora no hay reservas de donde echar mano y según el informe publicado por la subcomisión de alimentación y agricultura europea (C.E.E.C) en favor del plan Marshall la necesidad de importación de carne en los 16 países europeos mencionados, ascenderá en 1950-51, alrededor de 500.000 toneladas de carne. Según el mismo informe, deberá tenerse en cuenta que se necesita un millón de toneladas de forraje con suficientes potencias para permitir una producción, de 2 ½ millones de toneladas de leche, y que un millón de toneladas de cereal, con suficiente albúmina, ofrece la posibilidad de producir 200 mil toneladas de huevos o también 150 mil toneladas de carne de cerdo. Granos y cereales Después del año 1950-51 Europa tendrá que importar todavía 5 ½ millones de toneladas de tortas de oleaginosas para mantener el ganado en buen estado. Y por último, nadie deberá cerrar los ojos a la evidencia. Aun después del año 1950-51 los 16 países incluidos en el plan Marshall, deberán importar alrededor de 30 millones de cereales por año o sea mayor cantidad que la recibida hasta el presente. El Plan Marshall y la igualdad de tratamiento Vamos ahora, según nuestro criterio, lo que ocurriría si por desgracia se perdiese o mermara una cosecha en Estados Unidos o Canadá. Indefectiblemente los países necesitados del cereal, dependerán de las entregas que pudieran hacerle Rusia, pues ya hemos demostrado que no hay ahora suficiente existencia en los países productores como para poder soportar una emergencia cual la indicada. No hay duda alguna que llegado el caso Rusia, como es natural, fijaría condiciones a cambio de aliviar el hambre de Europa. ¿Que condiciones serán éstas? ¡Que cada uno haga su composición de lugar! Hemos hablado con claridad. Quedamos a la espera de que se nos comprenda y acepte nuestro ofrecimiento en colaboración con el plan Marshall en las únicas condiciones, repito, que podemos hacerlo "Igualdad de tratamiento" ..............
1948-06-16
1948 Discurso pronunciado al despedir a la delegación olímpica
Discurso pronunciado al despedir a la delegación olímpica Agradezco, en primer término, la amabilidad que ustedes han tenido en llegar hasta esta vieja casa para que tenga el inmenso placer de saludarlos antes de vuestra partida. Sobre todo, agradezco las amables palabras del señor general, dichas en representación de ustedes, recordando los buenos tiempos en que las facilidades de la vida me permitían practicar un poco los deportes. Quien ha participado en esta clase de actividades sabe bien lo que para un verdadero deportista representa ese sentimiento de camaradería, de sinceridad y de lealtad con que se alterna en las justas del deporte. Es ese espíritu el que en todas las funciones de la vida deja siempre una enseñanza, que tiende a la conformación de un espíritu superior y representa, sin dudas, a lo largo de toda la existencia de hombre, una de las conquistas más extraordinarias, tanto para el que tiene que mandar como para el que tiene que obedecer; aprender a dominarse y a mandarse primero a sí mismo. Cuando se ha practicado el deporte con esa orientación, dedicándolo a ejercer su influencia sobre el espíritu más que sobre los huesos y los músculos, recién entonces es cuando se llega a penetrar al verdadero fundamento de la necesidad del deporte entre los hombres. Por eso ha dicho muy bien el general que nuestra delegación a las Olimpiadas, mas que defender una chance material de éxito, deberá empañarse en defender una chance espiritual en su actuación frente a los demás deportistas del mundo. Importa mas perder con honor que vencer sin él. Dentro de esa orientación, cuando las delegaciones deportistas parten del país para representarnos en el exterior, les digo siempre que vayan a los campos del deporte a hacerse de un amigo y no a vencer a un adversario, porque, si no fuese así, el deporte no tendría sino una reducida utilidad. Estos deportes internacionales, desde el equipo de fútbol hasta la representación olímpica, para hacer bien a la República deben llevar una sola orientación y es que de su comportamiento pueda decirse, en el lugar de su actuación, que la representación argentina esta formada de deportistas y de hombres decentes. Lo demás no tiene ningún interés. El deporte ha de hacerse por el deporte mismo, pero por sobre el deporte está el hombre y por sobre éste, el espíritu. Quien no entiende el deporte de esta manera, ni se beneficia a sí mismo ni al país. Creo que nuestras representaciones siempre han hecho honor al país en el extranjero, pero cada día tenemos que tratar de superarnos en este aspecto, y superar las épocas pasadas, porque de otra manera el deporte no habría progresado en nuestro país como nosotros deseamos que progrese. Mientras yo esté en el gobierno he de auspiciar cualquiera de nuestras representaciones, porque sé bien el beneficio inmenso que ellas reportan al país cuando son desempeñadas como corresponde. Quiero agregar también un consejo a estas palabras de agradecimiento: la disciplina de la representación es parte importante para su buen desempeño material y moral. Los hombres que componen la delegación deben tener siempre en cuenta a todo el equipo, porque la defensa del conjunto esta por sobre la defensa de la chance individual de cada uno de los atletas que la integran. Este el punto de partida para que exista esa disciplina amable, consciente y de fondo que debe practicarse en esta clase de actividad. No se trata de una rígida disciplina de forma; eso no interesa. Es una disciplina de fondo que ha de basarse en el cariño y en la camaradería que cada uno de ustedes debe sentir, y en el respeto afectuoso y la consideración mutua que deben guardarse. En algunas representaciones que salieron al exterior han ocurrido cosas desagradables, incidentes y discordias entre los dirigentes, etcétera. Eso es lo peor que puede suceder. Les pido que mientras estén en el extranjero representando a nuestro país, sean amigos, compañeros y permanezcan siempre unidos. Recuerden que dentro de nuestro país, o fuera de él, para un argentino no hay nada mejor que otro argentino. El esfuerzo que el país realiza para enviar esta delegación al extranjero no hay que mencionarlo; es una inmensa satisfacción que el gobierno ha tenido al poder apoyar esta clase de manifestaciones, y solamente es la iniciación de ese apoyo que hemos de llevar hasta límites que muchos no imaginan todavía. Pero, señores, este esfuerzo debe ser compensado con los resultados; que aprendan mucho ustedes de estas olimpíadas en que van a participar, y que puedan traer para los demás atletas argentinos los beneficios que se obtienen de la observación de los métodos empleados por la otras escuelas. Es nuestra aspiración que el país reciba, por intermedio de ustedes, esa inmensa enseñanza que de ha de servir para todos los argentinos que en el presente y en el futuro deben participar en competiciones de esta naturaleza. Deseamos que ustedes se formen allí y que nos traigan, como resultado de ese esfuerzo, el mayor aporte posible de enseñanza para beneficiar a todos los camaradas que practican deportes en el país. Sabemos bien que nuestra aspiración no ha de ser la de clasificarnos en puestos destacados dentro de las diversas competiciones; eso tampoco nos interesa. Lo que sí interesa es que obtengamos de esta participación toda la enseñanza y utilidad practica que sean posibles, en beneficio de nuestros atletas, para que cada uno de ustedes, olímpicos, puedan después ser dirigentes del deporte argentino, porque yo creo que el deporte argentino no progresara ni llegara a ser nada mientras verdaderos deportistas, prácticos y reales, no tomen su dirección. Para saber lo que es una prueba de atletismo o de cualquier otra manifestación del deporte, es necesario haberse golpeado un poco en las lides deportivas y sufrir todo lo que hay que sufrir, espiritual y materialmente, porque es la única forma de llegar a obtener un dominio absoluto de tal actividad. Por eso, la dirección del deporte argentino hay que sacarla de manos de personas de buena voluntad, pero que no entienden suficientemente estos problemas. Cuando ello se consiga, el deporte habrá triunfado en la República Argentina y entonces no será un cincuenta por ciento de conversación y otro tanto de prueba. El general Rossi, que ha sido también un destacado deportista, sabe bien que lo que estoy diciendo es la absoluta verdad, porque su aspiración es llevar a la dirección del deporte nacional a los hombres verdaderamente deportistas. Por eso, señores, repito que la utilidad de la participación de ustedes en este torneo puede ser de extraordinaria importancia para el futuro del deporte argentino. Nosotros, desde las esferas oficiales y desde la dirección del organismo correspondiente, hemos de propugnar el logro de ese objetivo. De indudable provecho ha de ser que ustedes conozcan las organizaciones deportivas de Inglaterra, como también la de los distintos países participantes, para después poner esa experiencia al servicio de la obra que queremos realizar. Si esto se consigue, cualquier sacrificio que el país haga para intervenir en esta clase de torneos estará completamente compensado por el resultado y por el beneficio que hemos de obtener en el futuro. Como deportista, participo del entusiasmo de ustedes, y les deseo que tengan el mayor éxito en el desempeño de la misión que les ha sido encomendada. Igualmente deseo que disfruten ustedes del paseo y tengan felicidad en el viaje. Tengan la plena seguridad de que cualquiera necesidad que pueda presentárseles durante el transcurso de esta competición, será ampliamente atendida desde aquí, en la mejor forma posible. Para el futuro, procuraremos organizar mejor estos viajes, para que los atletas argentinos cumplan su misión con el mínimo de sacrificio y el máximo de provecho. Espero poder abrazarlos al regreso y agradecerles todo lo que en el exterior puedan haber hecho en bien del país. ..................
1948-06-16
Perón expone al mundo el principio y los fines que persigue su doctrina. 4º artículo
La Cultura Los hombres y los pueblos vivimos sujetos de modo ineludible a las leyes del ritmo y de la armonía. Pretender escapar a ellas, procurar eludir el imperativo de sus mandatos, conduce fatalmente al error, en los hombres, y el caos, en los pueblos. La vida es más rica en acontecimientos y más pródiga en satisfacciones cuanto más se adapta a las inescrutables leyes físicas y morales que la regulan. La naturaleza de las cosas, que al decir del dístico latino "no camina a saltos" sino acompasadamente, señala el ritmo, maestra el encadenamiento lógico de los acontecimientos y, a cada vuelta, revela la Suprema Voluntad de Dios, orientada a conseguir el equilibrio, la proporción y la armonía. La constante aspiración de un gobernante ha de dirigirse a unir o combinar los anhelos simultáneos y diferentes de su pueblo, dándoles una significación acorde ni sentir tradicional. Únicamente así logrará la armonía entre lo que es y lo que aspira a ser su Patria. Libertad de sentimientos y opiniones ¡En buena hora se manifiesta los más diverso sentimientos y las más contrapuestas opiniones, feliz sea el momento en que la chispa de la inspiración haga germinar nuevas ideas que ensanchen los ámbitos de la cultura! Pero el gobernante no debe estar ajeno a estas manifestaciones ni ausente de las rutas que las conduzcan hacia la obtención de los grandes objetivos que su Patria desea alcanzar. Por extraordinario que sea el talento creador de los hombres, por asombrosas que sean las materializaciones de su inteligencia hay que saber sujetarlos al módulo nacional. Cada pueblo posee unas modalidades ingénitas, unos principios consubstanciales a su propio ser, un destino providencialmente trazado que constituyen su verdadera personalidad. El mantenimiento de esta personalidad nacional, de esa individualidad que hace destacarle entre todos los demás, exige un renunciamiento de los afanes individuales de los hombres y una veneración a ese algo inmaterial, impalpable y prodigioso que constituye como el genio tutelar de cada pueblo. Noble significación de la cultura Ese renunciamiento y esa veneración no es probable que existan y sostengan de modo espontáneo. Como todos los sentimientos, deben cultivarse. Y porque figuran en la primera fila de los más elevados merecen, como ningún otro, el vigilante cuidado de las más altas y cultas jerarquías de la organización política de los pueblos. Por tratarse de una materia que hace a la conservación del alma nacional en sus más puras manifestaciones ninguna desviación debe ser admitida. Doy tal importancia a la conservación y progreso de la cultura que la considero como el verdadero origen de la felicidad de los pueblos. Le discierno tan noble significación porque la considero no solo preparación moral y arma de combate para sostener la posición de cada hombre en la lucha cotidiana sino instrumento indispensable para que la vida política se desarrolle con tolerancia, honestidad y comprensión. Momentos difíciles Si no se cuida, se diluye la cultura en un mar de azarosas inquietudes espirituales y muy difícil es la tarea de recuperación de lo perdido, porque el naufragio de la cultura de un pueblo equivale a la pérdida del propio ser nacional. La Argentina ha pasado por momentos difíciles, pero hace poco tiempo puede afirmar en vista del fervoroso resurgir de nuestra Patria, que "cuando un país se reencuentra después de haberse diluido en tanteos triviales e influencias extrañas a su tradicional modo de ser, la cultura se convierte en fuerza de inimaginables proyecciones". Por esto, hoy tengo la seguridad de su glorioso porvenir. Desde el momento que pude intervenir con seguridad de que mi voz sería escuchada en el gobierno de mi Patria, he llamado la atención sobre el problema integral de nuestra cultura, que debe abarcar desde la primera enseñanza hasta las más altas cumbres del saber. Fue previa a la reforma económico-social En el Plan de Gobierno fueron considerados todos estos aspectos, pero necesidad más apremiantes obligaron a postergar el enfoque definitivo y dar la señal de partida. Fue necesario atender a los problemas sociales para dar una general estabilidad a la población, reconociéndole derecho a una vida mejor y haciendo lo necesario para que viviese mejor efectivamente. A esta primera obligación debió seguir la de consolidar las bases de nuestras economía para que no faltaran los recursos que puedan mantenerla poderosa. La justicia y la política Se hizo necesaria la restauración política para volver a la prístina pureza de nuestra Constitución y liberar a hombres e instituciones de los vicios y corruptelas a que les habían conducido largos períodos de engaño, de fraude y de debilitamiento de nuestros recios sentimientos de criollos acostumbrados a fijar en nuestros propios medios y a confiar tan solo en la Providencia de Dios. El país necesitaba también contar con unos jueces que no buscaran interpretaciones más o menos sofisticada para negar a los humildes los derechos que a diario hoy se les reconocen, y fue la representación popular la que supo recorrer serenamente el camino que la Constitución ofrece. Hacia el cauce de la cultura Hecho esto podemos comenzar a recorrer el camino que nos lleve a la afirmación de nuestra cultura. Porque, puestos a ambicionar bienes para nuestra Patria, no festejaremos hasta lograr lo mejor que para la Argentina pueda apetecerse. Por esto he dicho que queremos una Argentina grande por la generosidad de su sentimiento; grande por la potencialidad de los bienes con que Dios la ha prodigado; grande por el espíritu esforzado y por el temple criollo de sus hijos y grande, en fin, por su contribución científica al progreso de la cultura universal. ¿Como recorreremos este camino? Exaltando los valores del espíritu, dejando en libertad a cuantos se sientan imbuidos del "quid divinum" que les guíe por el camino de las artes, de las letras y de las ciencias y premiando y estimulando a los que se distingan por los destellos de su inteligencia y mejor contribuya a incrementar el prestigio de la Argentina. No queremos cultura dirigible Conste que no queremos una cultura oficial ni dirigible; no queremos moldes uniformes a los que deban sujetarse nuestros intelectuales, artistas y científicos; no queremos hombres adocenados y obsecuentes a una voz de mando. Queremos -así lo dije a los profesores universitarios en fecha reciente- "una Universidad señera y señora; una Universidad libre de tutelaje e interferencias". Podría resumir más brevemente mi pensamiento. Universidad con alma argentina Queremos una Universidad con alma argentina, que llevando en su seno toda la civilización greco - latina y la cultura que heredamos de España, transforme nuestra Patria de asimiladora de cultura en creadora de cultura. He llamado a los elementos intelectuales, en el más amplio sentido, a fin de que pongan su empeño en seguir esta cruzada de bien público encaminada al mejor aprovechamiento de las actividades del espíritu. Estoy convencido de que los esfuerzos de cada día que pase excederán los de la jornada anterior. No se ve a trabajar para un partido, para un sector, para un grupo; se debe trabajar para la mayor honra del país y para la mayor felicidad de todos los argentinos. Libre iniciativa privada El Gobierno ayudará en la medida que haga falta y solo en la medida que haga falta. Deja a los organismos especializados y a la libre iniciativa privada el desarrollo de los planes culturales que ha trazado. Forman nuestro patrimonio cultural; la historia, el idioma, la religión, el culto a la familia, la poesía popular, el folklore, las danzas del pueblo y la devoción a las efemérides patrias. Hay que propulsar el conocimiento del origen y desarrollo de la historia patria, remontándola a la conjunción de elementos civilizadores que en ella intervinieron. Las tradiciones familiares tan unidad a nuestra religión deben ser atendidas y exaltadas, al considerar a cada individuo como jefe efectivo o en potencia de ese núcleo básico, ya que cuanto más perfeccionado esté en su educación y funciones, mayor será el nivel cultural de la ciudadanía. El folclore El fomento del estudio de la poesía popular será también cuidado con el objeto de que el conocimiento de esta expresión filosófica y artística del pasado, sea norma y fuente de inspiración espiritual para el presente. Las expresiones folklóricas deben ser estudiadas; el sentir del pueblo interpretado por danzas, música y canciones, debe cuidarse como exponente de íntima y popular cultura y como base del desarrollo de poemas propios de expresión artística. Es otra manifestación de superación intelectual, la devoción que rinde un pueblo a los hombres y hechos más salientes de la historia. Deben encauzarse esos conocimientos para que el pueblo pueda beneficiarse de todo el valor moral que de ellos se desprende. Repito que el Estado ha de estimular y ayudar para que se desarrolle tan amplia labor cultural, pero no debe absorber, ni siquiera interferir, la acción individual que es la verdadera fuerza inspiradora y creadora de tan elevadas manifestaciones espirituales. La enseñanza universitaria Dentro del concepto cultural, ocupa muy destacado lugar la enseñanza universitaria porque ella es la mejor exponente del nivel científico de un pueblo. Precisamente por eso, he tenido la preocupación constante de un mejoramiento en mi país de los estudios superiores; preocupación que no solo se manifiesta en un deseo de profundidad, sino también de extensión. Para comprender bien el problema, lo primero que se necesita es conocer lo que era la Universidad Argentina antes de la actual reforma. A ese conocimiento se tiene que llegar enjuiciando el tema de toda objetividad, sin apasionamientos en pro o en contra, sin que nos ciegue en el optimismo el sentimiento patriótico ni nos lleve al pesimismo el prejuicio político. Situado ya en ese plano, creo que estoy en lo justo si digo que los profesionales egresados de nuestras Universidades son por lo menos, en algunas disciplinas, tan buenos como lo puedan ser los mejores de otros países. Cultura sin contenido real Claro es que expuesta así la situación científica de nuestros profesionales, se podría llegar a la conclusión errónea de que siendo ellos buenos serían igualmente buenos los centros de enseñanza en que se formaban y que, por lo tanto, nada habría que hacer en materia universitaria. Sin embargo nada más incierto. Como ya he dicho en otras ocasiones, nuestras Universidades servían, a lo sumo, para marcar una orientación en el alumnado, para adquirir una cultura verbalista y memorista, pero sin contenido real, sin que los conocimientos teóricos se encontrasen acompañados de la práctica, ni mucho menos de la investigación científica. Nuestros profesionales y nuestros hombres de ciencia han sido hasta el presente verdaderos autodidactas, formados técnica y científicamente fuera de las aulas. No cabe tampoco pensar que si el resultado es, en definitiva, bueno, da lo mismo que el conocimientos se adquiera dentro o fuera de la Universidad, porque ni todos los estudiantes tienen capacidad para formarse a si mismos, ni cabe desconocer que la formación post - universitaria, sobre todo cuando hay poca base universitaria, representa una pérdida extraordinaria de tiempo. En esas condiciones el hombre de ciencia pierde en adquirirla, casi toda su juventud y no empieza a producir, es decir a dar el fruto de su sabiduría, hasta que ha entrado en la madurez. Los prejuicios que el menor tiempo de actividad útil y la menor cantidad de personas de elevada cultura representa para el progreso científico y técnico de la Nación, se comprenden fácilmente. Profesores sin dedicación Parte de ese defecto era debido al sistema universitario establecido en nuestras leyes y en nuestras costumbres. Pero también la culpa era atribuible al profesorado que, conforme hube de señalar ante el Honorable Congreso de la Nación, carecía de la dedicación necesaria a la labor docente. Habituados a que la función y las obligaciones del catedrático estaban limitadas a dictar sus clases por el breve espacio de una hora escasa y a veces no diariamente, la realidad era que el profesor ni convivía con los discípulos ni les servía de guía u orientación. En general dedicaban su actividad principal a aquellos trabajos particulares que les producían mejores rendimientos económicos y solo concedían a la enseñanza los residuos de dicha actividad. La calidad de profesor universitario ha sido, triste es reconocerlo, salvo honrosas excepciones, una simple ayuda de gastos, un título para moverse en sociedad, o un anzuelo para atraer mayor clientela particular. Enseñanza vedada a las clases humildes Por otra parte, la enseñanza superior en nuestro país como en otros muchos, estaba de hecho vedada a las clases humildes. Para entrar en una Facultad hacía falta un mínimo de bienestar económico, por dos razones: porque los estudios son relativamente costosos y porque las familias modestas necesitan incrementar sus ingresos utilizando el trabajo de los menores apenas llegados a la edad de catorce años. Frente a todo esto he luchado denodadamente. A mi juicio no es el dinero sino la capacidad el resorte que debe dar paso a los estudios superiores. Es deber del gobernador esforzarse en que a esos estudios tengan acceso quienes lo merezcan aunque carezcan de medios económicos; y que no entren quienes no tengan capacidad aunque tengan bienes de fortuna. Elevación del nivel científico Oriéntase pues, principalmente, mi labor de gobernante con respecto a la enseñanza universitaria en los dos sentidos que se desprenden de cuanto dejo consignado; elevación del nivel científico asó como de la eficacia docente, y extensión de las posibilidades de ingreso a los jóvenes de todas las clases sociales que tengan aptitudes para cursar estudios superiores. La magnitud del propósito impide un cambio rápido de la situación y obliga a avanzar por etapas; pero no pasará mucho tiempo sin que se adviertan los beneficios del cambio. La universidad del porvenir En cuanto al primer aspecto, la ley de reforma universitaria que, como consecuencia de mi Plan de Gobierno acaba de aprobar el Honorable Congreso de la Nación, marca un rumbo bien definido. La Universidad Argentina del porvenir, no será ya una fábrica al por mayor de títulos facultativos, sino verdadero centro de investigación científica y de altos estudios. Ese sentido se advierte ya en la determinación de las funciones que el artículo 2° de la nueva ley atribuye a la Universidad, no limitándolas a la preparación para el ejército de las profesiones liberales, sino también a afirmar y desarrollar una conciencia nacional histórica : a organizar la investigación científica para que se dediquen a ella quienes tengan vocación y capacidad de investigadores; a acumular, vocación y capacidad de investigadores; a acumular, elaborar y difundir el saber y la cultura ; a estimular el desarrollo de la ciencia aplicada y las creaciones técnicas; a formar un cuerpo docente dedicado exclusivamente a la vida científica universitaria; a propiciar y establecer la docencia libre; a crear y sostener institutos de investigación y cursos de perfeccionamientos y de especialización; a divulgar las investigaciones científicas y a fomentar el desarrollo de publicaciones y actividades científicas, sociales, jurídicas, económicas, literarias y artísticas. La mera enunciación de este plan excusa todo comentario. Mejoras para los profesores A fin de que el propósito no quede en una definición escrita e inaplicada, se asigna a los profesores - que serán ampliamente retribuidos - ciertas obligaciones además de las de dictar su curso y formar parte de las mesas examinadoras, tales como presentar anualmente su programa y proponer el plan de enseñanza teórico - práctica, desempeñar comisiones relacionadas con la enseñanza, colaborar en las publicaciones de la universidad y en las investigaciones de los institutos científicos, informar sobre las novedades científicas y docentes y sobre el movimiento bibliográfico, y establecer con sus alumnos y colegas una relación de comprensión y convivencia que facilite el sentimiento de una concepción social de las funciones universitarias. Esto aparte del derecho de los profesores a solicitar su designación "full - time". Cátedra e investigación Se advierte fácilmente que la idea matriz del nuevo sistema, es que la cátedra propiamente dicha vaya acompañada de los institutos de investigación. Cual ha señalado de los institutos de investigación. Cual ha señalado en otras ocasiones, la cátedra es la base del sistema universitario. Más para que la labor sea fructífera, se necesita que al lado de la cátedra figure el instituto, ampliamente dotado de elementos humanos y materiales, que se dedique no ya a las prácticas de seminario, notoriamente insuficientes, sino a la función científica de investigación. La aspiración suprema en esta materia se ha de conseguir mediante las agrupaciones de institutos, al objeto tanto de contrastar doctrina y resultados, cuanto de coordinar la actuación de disciplinas afines. Becas a los estudiantes pobres Y en lo que se refiere al segundo de los aspectos a que antes he aludido, se ha de alcanzar mediante la concesión de becas a estudiantes necesitados, en la forma que la propia Ley establece. Para llenar no solo la aspiración científica, sino también la social, las becas atienden a dos finalidades: gratuidad de la enseñanza, del material de estudio y del diploma, y comprensión económica, total o parcial a la familia del estudiante, del prejuicio representado por la carencia del aporte que podría hacer efectuado si en lugar de estudiar estuviese trabajando. No efectuando si en lugar de estudiar estuviese trabajando. No hay que añadir que la selección de los becados se ha de realizar con gran escrupulosidad, lo mismo en lo que se refiere a su capacidad intelectual que a su situación económica. Al servicio de la patria En el limitado espacio de un artículo periodístico no es posible ofrecer al lector todo el amplio panorama de la cultura en general y de los problemas universitarios en particular. He tenido que constreñirme a presentar mis puntos de vista a grandes rasgos. En definitiva lo que interesa es la orientación del pensamiento respecto a tales cuestiones. Y si el que a mi me anima llegar a adquirir realidad - como estoy seguro ha de suceder - me quedaría la satisfacción de haber prestado un gran servicio a mi Patria. ...........
1948-06-16
En una reunión en la Casa de Gobierno con dirigentes de la Confederación General del Trabajo
Señores: En primer lugar, deseo saludarlos a todos pues, a pesar de que los miércoles recibo a los diferentes dirigentes gremiales por cuestiones de ese carácter, pocas veces tengo el placer de conversar con todos ustedes juntos. Deseo tratar un asunto que interesa a todos por igual y he querido, al hacerlo, hablar directamente como lo he hecho a menudo con los dirigentes gremiales. He de referirme a distintos problemas que se agitan en este momento y que ustedes deben conocer en sus detalles, por que la divulgación de una serie de rumores dentro de la sociedad, lleva muchas veces a errores que después siguen proliferándose y agrandándose, hasta crear un ambiente ficticio dentro del orden en que se desarrollan las actividades. Quiero explicar, también, el alcance de algunas de las últimas disposiciones tomadas por el gobierno en beneficio de la estabilización de nuestra economía. En esto, yo les pido que ustedes dentro de sus sindicatos hagan divulgación de las cuestiones que yo voy a tratar ahora en esta conversación, y de la cual vamos a tener versión taquigráfica. Lo que quiero tratar, señores, es todo lo que se refiere de una manera general a lo fundamental de nuestra economía, de acuerdo a la conducción que hemos adoptado para llegar a una modificación de las circunstancias del pasado. En primer término, nuestro sistema se ha basado en dos premisas fundamentales, lo que llamamos el establecimiento de una economía social, y la independencia económica. Sin estas dos premisas, toda la obra económica social que pudiera realizarse en el país volvería a ser lo que era antes de 1943. En el mundo hay dos tipos de economía; la capitalista de explotación, y la economía social. La primera la conocen ustedes; es la que pone la economía al servicio del capital. Pero lo que nosotros propugnamos es una economía social, vale decir, que el capital esté al servicio de la economía. En el primer caso se trata, simplemente, de sacarle al hombre y a la riqueza el mayor provecho posible en beneficio de un grupo determinado. La economía social, en cambio, mediante el empleo del capital al servicio de la economía, obtiene las mejores condiciones de vida para una población total de trabajadores y para el resto de la ciudadanía. De manera que es bien claro el concepto que nosotros tomamos al iniciar la reforma económica y social argentina, sentando esta premisa básica: queremos instaurar una economía social para destruir el régimen o sistema capitalista de explotación. En cuanto a la independencia económica, del mismo modo que en el orden interno los grandes consorcios capitalistas han organizado la explotación total de la riqueza y del hombre, en el orden internacional han ejercido el colonialismo sobre los países, explotando a la Nación en conjunto, pero en el fondo todo es lo mismo. Esa es la realidad. De manera que nosotros no podemos hablar de un mejor estándar de vida de nuestros trabajadores si no comenzamos por establecer estas dos premisas: una economía social y una absoluta independencia económica. Resulta inútil luchar en el campo gremial, en el campo sindical, económico, social, nacional, si se sigue manteniendo el régimen capitalista de explotación y el colonialismo económico. Por eso hemos dicho que podemos ceder a cualquier cosa, pero no a esas dos. La economía social tal cual la concebimos, la venimos realizando paulatinamente por una mejor distribución de la riqueza, y por una desaparición de los grandes consorcios capitalistas, que han estado dominando el país durante tantos años. Ellos nos dejaban el derecho de producir y se encargaban de todos lo demás; ahora, en cambio, nos encargamos nosotros de todo. Es el mismo caso de un hombre que trabaje una quinta, de naranjos, por ejemplo. El hombre vivía allí antes y vendía al consignatario todos los años las naranjas, que es quien las embala, la transporta, comercializa, y distribuye; en una palabra, el que realiza la ganancia. Y eso es lo que ocurría antes con nosotros: producíamos el trigo y el chacarero, sacaba cinco a seis pesos por quintal, mientras que toda la ganancia salía afuera. Esa es la realidad. Nosotros queremos hacer que ese individuo que tiene una quinta de frutales, por ejemplo, no solo las plante, sino que haga también todas las operaciones que vienen después, de modo que solo reste comer la fruta. Naturalmente, nada de esto se realiza con facilidad. Por el contrario, esto presupone la lucha, y nada se hace sin luchar, menos cuando hay dinero de por medio. Esa lucha, en realidad, comenzó ya en 1944, cuando empezamos a poner las primeras picas en Flandes. Hemos luchado en dos órdenes. Lógicamente, para imponer la economía social hemos luchado con los patrones y con los consorcios financieros; y hemos vencido. Les hemos impuesto una economía social que cada día va siendo más social y menos capitalista. Indudablemente que ellos también han luchado, porque nadie se deja vencer sin luchar, pero tiene que convencerse que en este país ya no se puede volver atrás. El argentino no aceptará ya de ninguna manera una economía de explotación. Y así como en el orden interno ellos nos pelean, los que nos explotaban desde afuera también nos están peleando y nos hacen la guerra económica. Por eso no nos quieren comprar. Pero no importa. La venderemos a quien nos quiera comprar, porque en esto de la guerra económica, nosotros somos los que llevamos la mejor parte: tenemos la comida. Antes de entrar a conversarles acerca de economía, finanzas y monedas, esas cosas que las presentan como difíciles pero que en el fondo son sumamente simples, deseo que aprecien debidamente la situación económica y social del país, observándola desde la posición de ustedes. No es la posición mía, diremos, porque se me ocurre. No. Es la causa que venimos defendiendo desde el primer día. Realizamos esos dos postulados, porque conseguidos esos, se consiguen todos los demás. Por eso digo siempre que se habla de estas cuestiones, que el que va en contra de la economía social es enemigo nuestro; que el que va en contra de la independencia económica, también es enemigo nuestro; esa al mismo tiempo en el campo propio. Si yo fuese un gobernante como los que había antes en el país, arreglo el asunto en 21 horas, entregándose al capitalismo. De esa manera, anteriormente, continuarán fracasado mientras yo esté aquí, porque antes de entregarme me voy a mi casa y me entregue otro. Puestas en esa posición, veamos en que consiste la maniobra capitalista realizada en el orden interno. Ellos trabajan para destruir dos cosas. Primero, la economía social, y segundo, la independencia económica. Es lógico que así sea, porque esos son los dos pilares sobre los que descansan todas las conquistas logradas, y que continuarán inamovibles mientras no cedamos. ¿Como trabajan para destruir la economía social, es decir, para volver al régimen capitalista? Emplean un sinnúmero de maniobras y de movimientos. En el mes de junio de 1947 nos hicieron la cuestión política, pero ya con tendencia económica. Actualmente, en junio de 1943, hacen correr una extraordinaria abundancia de rumores. Que el peso baja, que las finanzas andan mal, que la moneda, etcétera. Pero todo eso no es cierto. Nosotros estamos en el mejor de los mundos, y ellos lo saben muy bien, tan bien como nosotros. Como estamos nosotros, no están en ningún país del mundo. Es una verdad que la pueden ratificar conversando con cualquier persona que haya visitado otros países. De manera que todo eso que dicen son mentiras, y lo voy a demostrar con pocas palabras. En primer término, sabotean la economía social, provocando inflación, es decir, haciendo subir el precio de los artículos y mercaderías. ¿Por que? Porque con ello van a un aumento de salarios, y contra el aumento de salarios está en la inflación de los precios, que equilibra. De esta manera se reduce el estándar de vida de la clase trabajadora que nosotros hemos venido levantando. Esta provocación de la inflación tiene dos características que analizaré después en detalle. Una está justificada por la falta de producción, pero la otra es injustificable, porque es especulación pura de los empresarios. En cuanto a los remedios, también los voy a indicar brevemente después. Están en producir más y, en segundo lugar, en actuar enérgicamente con los especuladores. Pero no vamos a actuar ahora contra el gerente; vamos a actuar contra el directorio todo. Contra la maniobra inflatoria que provoca el alza injustificada de los precios, no hay otro remedio. Se tomarán medidas drásticas, porque contra ese tipo de delincuencia se actuará sistemática e implacablemente. Otra de las formas de atacar la independencia económica a la vez que la economía social, es atacar a los organismos del Estado que han reemplazado a los grandes consorcios capitalistas. ¿Por que atacan tanto al I.A.P.I? Porque ese es el organismo del Estado que se encargado de la importación y exportación que rompe en la frontera la acción de los consorcios internacionales. De que es lógico que digan que el I.A.P.I. es malo, que se hacen negocios, etcétera. Por otra parte, antes hacían ellos lo que ahora hace el I.A.P.I., de manera que lo que se dice del I.A.P.I. ahora habría que aplicárselo a ellos antes. Además, lo que gana el I.A.P.I., se distribuye entre los 16 millones de argentinos, y lo que ellos ganaban se lo llevaban al extranjero. Destruir el I.A.P.I. sería destruir la independencia económica, sería destruir la economía social, por la simple razón de que ese organismo estatal es el que hoy paga al chacarero veinte pesos por el trigo y treinta por el lino, cuando antes solamente recibía de cuatro a seis pesos. El I.A.P.I. también saca y vende nuestro cereal al exterior. En concreto, la acción del I.A.P.I. es esta: toma el trigo a veinte pesos el quintal, lo entrega a los molinos harineros a nueve, perdiendo por lo tanto once pesos por quintal. ¿Adónde va ese trigo? Va el pueblo trabajador, el cual de esa manera puede comer pan, porque de lo contrario tendría que pagar de $1 a 1.50 el kilo. Imagínense ustedes la suma que pierde el I.A.P.I., teniendo en cuenta que el pueblo argentino consume tres millones y medio de toneladas de trigo. Esa es la subvención que el Estado da para que el pueblo tenga pan a un precio bajo. Podríamos dejar que los consorcios capitalistas, que antes explotaban el trigo, lo compraran, obligándoles a pagarlo al chacarero a veinte pesos el quintal, ¿pero ellos iban a perder once pesos por quintal para darle pan barato al pueblo argentino? Eso habría que preguntarles. El I.A.P.I. se resarce cobrando el remate que se exporta a un precio mayor. El lógico que así se haga porque de algún lado tiene que sacar el dinero, máxime teniendo en cuenta que así como hay subvención para la harina, la hay para el azúcar, el aceite y un sinnúmero de artículos de primera necesidad. Con los beneficios que el Estado obtiene por el precio que cobra sobre los productos que se exportan, puede hacer frente a las subvenciones que da para que el pueblo pueda conseguir los artículos de primera necesidad a bajo precio, frenando de esa manera la inflación que, de otro modo quién sabe donde hubiera llegado. Hay muchos que hacen circular rumores de toda clase para desprestigiar y combatir al I.A.P.I. y hasta pagan para que se le combata. Y, hay algunos tontos, que no saben absolutamente nada del I.A.P.I. pero también se acoplan en la crítica. También muchos de nuestros partidarios me han venido a hablar mal del I.A.P.I. Yo los he escuchado, como es mi costumbre. Es una bolsa grande que tengo y a la noche la abro y saco todo lo que no sirve. Así escucho a esos señores y mientras me van contando, por mi parte, pienso en los tontos que son para estar trabajando en contra de ellos mismos. La mitad de la gente que habla mal del I.A.P.I. no sabe nada del I.A.P.I. El I.A.P.I. es la cuchilla que corta, en la misma frontera, la acción de los consorcios capitalistas, que antes nos explotaban aún estando a ocho mil kilómetros de distancia. Ahora el que sale de la frontera es el gobierno y de ese modo podemos hacer una venta honorable, y si decimos aquí que el maíz vale cuarenta y cinco pesos, se lo entregamos a la embajada del país que lo importe sin pagar un centavo más ni un centavo menos. ¿Qué pasa en otros países? Se va a la fábrica de automóviles, pregunta cuanto vale y luego lo compra. Pero la cuestión viene luego cuando hay que sacarlo, cobrándole al comprador unos cuantos miles para hacer ese trámite. Esa es la realidad. Nosotros podríamos hacer aquí lo mismo. Podríamos vender el trigo a veinte peso y cobrar luego cuarenta pesos para sacarlo del país. ¿Es honrado eso? ¿No es más decente que sea el Estado el que haga la operación, sin intermediarios? Con la participación de intermediarios ocurriría que éstos se llevarían todo. Eso sería una oficialización de las coimas, que existe en los otros países que protestan contra el I.A.P.I. Señores: esto es serio. Nadie puede meter la mano, y, si alguno lo hace irá a la cárcel. Delincuentes hay en todas partes. No se puede juzgar a una organización por lo que puede hacer un empleado delincuente de los cuales hay en todas partes del mundo. Se combate también la economía social desde afuera haciendo circular rumores y escribiendo toneladas de diarios contra nuestro sistema social. Se trata de influir en la misma clase trabajadora de los otros países haciendo una propaganda contra nuestro sistema social. Eso está claro; ¿quién dirige todo eso? ¿quién lo paga? ¿los obreros de los otros países? Tengan en cuenta que hay millones y millones de empresas de propagandas contra nuestro sistema social en todo el mundo. Los obreros no pagan esa propaganda; y, si no la pagan los obreros, ¿puede ser de buena fe es propaganda? ¿Creen que los patrones la van a hacer para favorecer a los obreros? ¿Cuando sucedió eso en el mundo? Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía. Además de esa propaganda basada en el desconocimiento que el mundo tiene de nuestro sistema -porque es tan nuevo- aprovechan para realizar invenciones de toda clase haciendo circular rumores aquí y afuera. Hablan sobre el mal estado de la economía argentina, sobre la cual voy a explicarles más adelante, pues estoy enumerando solo las causas y las acciones que esos señores llevan contra nuestro sistema de economía social. Es indudable que, tanto en el exterior, los consorcios que nos han explotado, como en lo interno los que han explotado a la clase trabajadora, obtendrán un éxito maravilloso si mediante todas esas acciones coordinadas, hicieran que nosotros nos cansáramos y diéramos media vuelta implantando nuevamente el régimen que antes existía. Habrían ganado la batalla. Pero, afortunadamente, nosotros tenemos mucho aguante y hemos de seguir imperturbables hasta imponer esto en forma definitiva, incluyéndolo dentro de la organización institucional de manera que en el futuro nadie pueda cambiarlo. Señores: a esta situación contribuye mucha gente aquí. Tenemos, por ejemplo, sin ir más lejos, los políticos opositores, comunistas, socialistas, que sabotean la producción en distinta forma. Ellos están trabajando también para los capitalistas. Eso es cuestión de decirlo bien claro y de una vez por todas. Esos señores están trabajando para los capitalistas porque están saboteando la producción, y quien sabotea la producción en estos momentos produce inflación. ¿Como se sabotea la producción? Aliándose con los patrones; realizando una tarea de imposición de condiciones inaceptables, - como se piden en muchos casos- y provocando conflictos. No es el momento de provocar conflictos de ninguna naturaleza, porque nunca han sido atendidas las cuestiones obreras como ahora. Existe una Secretaria de Trabajo que siempre está en favor de los obreros. De manera que cuando se provoca una huelga para finalizarla con la imposición de un pliego de condiciones, no se puede creer que hay buena intención en ese tipo de conflictos. Antes, como ustedes saben, los dirigentes y los gremios se peleaban durante 10 años para sacar diez centavos de aumento. Les costaba lágrimas y dolores; y así y todo, no había muchos conflictos ni muchas huelgas como en nuestro días, en que todo se contempla y donde se da al César lo que es del César con toda liberalidad. Todo ello, claro está, mientras se pueda, porque hay veces en que no se puede. Cuando se pide la luna, es difícil que nadie pueda traerla, pero algunos piden la luna porque saben que no se le puede dar. Allí está lo malo. Esto es sabotaje a la producción, que carece, porque de nada vale subir los salarios si dejamos subir los precios en la misma proporción. Vamos a llegar a que el estándar de vida, para ser feliz. La plata no representa bienes, porque cuando ha perdido su valor adquisitivo por la elevación exagerada de los precios, es inútil tener mucho dinero. Son los bienes los que el hombre atesora y no el dinero. El dinero es para los que lo trabajan y le dan valor. Otra colaboración a esta campaña contra nuestra propia causa, está en muchos casos, en algunos dirigentes gremialistas que se han puesto de acuerdo con los patrones para aumentar los salarios y los precios. No se dan cuenta que si fabrican medias y les dan 1 peso más de salario, pero les cuesta 1 peso más cada par de medias, queda sin efecto el aumento obtenido. Esos acuerdos los ha destruido porque hace poco vinieron a verme patrones para decirme que iban a aumentar los precios "porque los obreros..."Preguntamos al sindicato y nos dijo que no habían solicitado aumento de ninguna naturaleza. De manera que esta es una maniobra que se viene realizando para poder aumentar el valor de las cosas. ¿No veo que en algunos gremios no puedan ganar más que el 18%? Pero el 18% en el volumen 10 no es lo mismo que el 18% en el volumen 100. En un caso son 1,8 y en el otro 18 pesos. Entonces ellos aumentan el volumen de venta con los precios y en el volumen de venta aumentan las ganancias. Si el obrero entra en esa combinación, ¿de que le vale que gane más si lo que compra le cuesta más? No se debe perseguir ganar mucho sino obtener mayor número de bienes. Esa es la base sobre la cual hay que mantener los precios y prestarse a ese tipo de maniobras. Sé que muchas de estas cosas se hacen por inconsciencia. Hay también una influencia política o una influencia patronal. Muchos obreros que inconscientemente colaboran ¿Por qué? Y... porque les falta discernimiento de las cosas. Se prestan a una campaña o a una maniobra inconscientemente; otros con pleno conocimiento. Lo que el hombre necesita tener para poder fijar su conducta es eso casualmente, discernimiento. Pensar si esas medidas van en contra de la economía social o a favor de la economía social. Eso es lo que debe dominar cada uno de los trabajadores, porque se está luchando por la causa de ellos. Nosotros no luchamos por otra cosa, lo hacemos exclusivamente por lo mismo que estamos luchando desde hace cinco años. No somos los charlatanes a que estábamos acostumbrados, que decían que luchaban pero no lo hacían. Nosotros luchamos en todos los terrenos y nos hemos expuesto a todo para obtener el éxito en nuestra campaña. Hemos de seguir luchando por la misma causa, pero necesitamos el apoyo consiguiente de la clase trabajadora, que es la directamente beneficiada. He querido interesarlos de todas estas circunstancias para poder encaminarnos en estas luchas de conjunto, porque esta va a volver a venir como en 1945 ¿Por qué? Porque se han organizado ahora de nuevo y vuelven a la carga. Tenemos entonces que prepararnos nosotros también para resistir. Es la única manera. ¿El objetivo final de esta maniobra? Para los patrones, volver a 1943. Es bien claro. Para los comunistas, porque ese es el terreno donde ellos tienen mayor ventaja para la lucha. No es el terreno de la justicia social el que les es propicio. Nosotros lo venimos demostrando. De manera que si los comunistas trabajan lealmente en defensa de la clase trabajadora, no pueden estar en el campo del sabotaje, contra lo que va a representar el triunfo y el éxito final de ella. Aquí hay que despojarse de toda mentira para entrar en la realidad. No se defiende a la clase trabajadora saboteando las medidas que la benefician. Se defiende poniéndose a su servicio. Lo mismo pasa con los opositores, ya sean estos radicales del Comité Nacional o Socialistas. Nos dicen que han luchado siempre. Ahora resulta que todos son más obreros que nosotros. Para ellos somos capitalistas duros y cerrados. Por eso, he analizado bien en detalle lo organizado por ellos. Cuando veo una ley como la 11.729, que se hizo para que no se cumpliera, o que se cumpliera como ustedes saben porque no tenía sanciones, pienso que ¿como un legislador puede sancionar una ley y no establecer sanciones? Ustedes tienen vacaciones por la ley 11.729, pero acuden al juez y este les dice: "tiene razón, pero marche preso, porque la ley no tiene sanciones". Pero eso ¿lo sabía o no lo sabía el legislador socialista que presentó el proyecto en la Cámara? Ya en este mundo quedan pocos tontos y les que había se han "avivado". Esos señores opositores, que vengan a luchar al lado nuestro contra los capitalistas y entonces nos van a demostrar que están en defensa de la clase trabajadora. Pero mientras sigan alejados, aliados con la "Unión Democrática", con los conservadores, con la oligarquía y con los capitalistas, no van a convencernos. Pueden, eso si, convencerse que ya es difícil afirmar que se está con la clase trabajadora cuando se está en el campo opuesto. Ellos dicen que están, pero en la realidad cuando hay que estar en los hechos y estudiar un asunto en el campo gremial o en el campo político, decidirlo, están con los patrones. Esa es la realidad. Ahora, digo yo, si estos señores siguen adelante en su prédica, ¿quienes serán a la larga los prejudiciales? Si ellos consiguen obtener sus objetivos, que son los de volver a 1943, los trabajadores serán los únicos perjudicados. Yo no tengo que analizar otra cosa en mi obra de gobierno que ver como llegan los trabajadores a esta casa y como llegaban en 1943 a la Secretaria de Trabajo. Desde la cara hasta la ropa, los botones y todo lo que tiene puesto ahora. Se critica que los trabajadores no han hecho economías, según dicen los patrones; que se han derrochado todo el dinero en vino y en las carreras. Eso es mentira. En los primeros años es cierto, en 1944, 1945 y 1946 los obreros no ahorraron un centavo, pero se compraron las pocas ropas que tienen. ¿Con qué iban a comprar, o ahorrar, si ganaban poco? Pero en el años 1947 y 1948 la Caja Nacional de Ahorro Postal, que es el banco de ahorro de los pobres, de 300 millones de pesos llegó casi a 1.000 millones. Quiere decir que los trabajadores primero se compraron sus cosas y recién después estuvieron en condiciones de poder ahorrar. Lo mismo ocurre con el Banco de la Nación. Los mayores depósitos corresponden a los agricultores; hay algunos que han pagado el campo con el producto de la cosecha de un año. ¿Cuando iba a soñar esa pobre gente con se dueños del campo con el producto de la cosecha de un año, si el 50% de esa cosecha fácilmente se los iba en ele arrendamiento a veces? Yo no necesito averiguar mucho en los índices de la economía de mi país para saber estos me basta ver la cara de un chacarero y saludarlo para darme cuenta como le va si está mejor o peor que antes. Todo esto, señores, tenemos que cuidarlo, y cuidarlo entre todos. Esto no puede ser la obra de un solo hombre, por más que trabaje de la mañana a la noche. Perón puede hacer algo pero no todo; el resto debe hacerlo la clase trabajadora, unida y trabajando sobre este objetivo concreto. Esta es la verdad, la realidad objetiva; ustedes saben bien que yo no acostumbro a decir mentiras. ¿Como se combate a la economía social y a la independencia económica? En primer lugar, sitiando económicamente al país; no comprándonos para obligarnos a capitular. Esto es de gran actualidad. Hay países a quien nosotros le compramos todo, y ellos no nos adquieren nada. Y de muchas maneras más: se hace un arreglo internacional, por ejemplo, y la Argentina no es incluida; se establece que se va a dar algo, y a la Argentina se la hace a un lado. Nosotros no necesitamos nada de nadie, pero tenemos que aclarar nuestra situación para no seguir prestándonos a maniobras de exclusión. Venderemos a quien nos compra; y si no tiene divisas quien nos compra, le cambiaremos nuestro trigo por máquinas o por lo que sea. No haremos guerra económica; no somos hombre de guerra, pero debemos tomar algunas medidas. En esto, señores, hemos hablado siempre claro. Los negocios internacionales para nosotros son importantes; ya he dado instrucciones bien claras a este respecto. La diplomacia argentina de ahora en adelante es el comercio argentino. Terminaremos ya con declaraciones y banquetes. Junto con esta guerra concreta nos llevan una guerra de rumores de todo orden, para influir psicológicamente en nuestra población o en la de los países que negocian con nosotros. Dicen; "si quitaran aquí las restricciones que se ponen a los capitales, este país se llenaría de capitales". Vean, les contesté: a nosotros no nos hacen falta capitales sino máquinas que creen trabajo; capital tenemos nosotros. Antes que dar preferencia al capital que viene aquí a alzarse con el santo y la limosna, prefiero dársela a los capitales argentinos que producen acá, que reditúan y se que dan en el país. El capital más noble y más efectivo es el trabajo, porque es el que produce la riqueza: el otro, es una suerte de malabarismo que con dos o tres pases de mano le saca a uno la amortización, el interés y la mitad de la renta si se descuida. Nosotros queremos crear trabajo para nuestros hombres, y no traer capitales de explotación y menos aún capital en forma de perfumes, whisky u otras cosas por el estilo. Nosotros queremos maquinarias, para no seguir exportando nuestro trabajo. De ahora en adelante recibirán aceite en vez de semilla de lino, y dentro de poco pintura; después, tendrán que traer sus casas para que se la pintemos nosotros. El trabajo argentino lo vamos a defender; nunca he concedido como era posible que se manden millones de toneladas de lino mientras nuestros obreros no tenían trabajo en este país. A esa campaña de desprestigio se agrega otra en el asunto cambios, para que hagamos un empréstito. Pero no hemos de hacer empréstitos; cuando no tengamos plata en esa divisa no compraremos. No tendremos "frigidaire", radio, televisión, pero comeremos y trabajaremos: lo que interesa es que el pueblo argentino viva bien. ¿Qué vale la libertad política que nos dejaban, cuando nos tenían zamarreando por el estómago mediante los empréstitos? Mientras este yo en el gobierno no volverán a hacerse empréstitos. Señores, nosotros sabemos a que atenernos. Este es un juego visto. No hay ni siquiera una carta tapada; están todas dadas vuelta. De manera que si hacemos juego de engañarnos, nosotros no hemos sido nunca muy zonzos, sabemos engañar y evitar que nos engañen también. Por eso, a juego de listo haremos juego de listos y en juego de honrados vamos a hacer juego de honrados. Pero lo importante para nosotros es asegurar que no volveremos a perder nuestra independencia económica, que nos ha costado tanto conquistar. Entre todo esto hay también la colaboración, en hechos y en distintos actos, de los hombres de aquí, contra nuestra independencia económica. Cuando se sabotea un servicio adquirido por el Estado, se va persiguiendo demostrar que nosotros no somos capaces de manejar nuestros medios de transporte. Y se han descubierto sabotajes graves. Quiere decir que entre nosotros hay también traidores que sabotean. Desgraciadamente. Todo eso hay que cuidarlo. Señores, es lógico pensar que en toda esta campaña hay hombres de adentro que se prestan a servir los intereses de afuera. En todos los tiempos ha habido, y sobre todo cuando median intereses personales esa clase de hombres. Los hombres, desgraciadamente la mayor parte tienen precio; es cuestión de encontrárselo. Esos son también nuestros enemigos, como también los saboteadores económicos, los que influyen con conferencias que en el fondo son huecas y no dicen nada. Hablan de la falta de poder adquisitivo y que el peso ha bajado y yo les voy a demostrar a ustedes que el peso no ha bajado. Lo que faltan son divisas. ¡Que importa, si nosotros no compramos ni el pan, ni la leche, ni el vino con divisas extranjeras! No compraremos a otros países, si no tenemos esas divisas. Pero el peso no ha bajado. Vale exactamente igual, lo de siempre. Sin embargo, se dan conferencias para demostrar que el peso ha bajado. Esa gente está como han estado siempre, al servicio de la burguesía en todos los tiempos, porque ellos son también burgueses aunque se disfracen. Basta analizar los bienes que posee cada uno de ellos para darse cuenta que idioma hablan y quienes son. Yo no voy a ir poner una nueva antorcha difamatoria al sistema si no estoy embanderado en una causa, o si no me pagan para ello. Lo que necesitamos son muchos hombres que no se vendan. Los monopolios capitalistas, castigados por nuestra justicia, son también los dictadores en el orden internacional. Un famoso monopolio, por ejemplo, habrá de terminar en nuestro país allanándose a pagar el Estado todo lo que antes ha ocultado. Seguiremos las causas correspondientes hasta que se coloquen dentro de la ley, pagando hasta el último centavo que adeudan, porque si no lo pagan ellos, tienen que pagarlo ustedes. La ley ha de ser justa y se ha de cumplir. Se acabó aquello de que el bicho grande se come al chico. Ahora será la ley pareja y justa para todos. Por eso, señores, es lógico pensar que los que han sido obligados a colocarse dentro de la ley no pueden hablar bien de nuestro sistema, y disponen de mucho dinero para movilizar una campaña de difamación contra nuestro sistema económico. Agreguen a eso los que han puesto las barbas en remojo, que son los que todavía no les ha alcanzado la justicia, y que se están curando en salud. También esos trabajan en contra. Yo confieso que si tuviera un consorcio capitalista estaría empeñado en lucha contra Perón. Si es lógico. Cómo no iba a luchar. Todo eso conforma un estado de opinión por nuestros adversarios, facilitando, como digo, por nuestra propia gente, que por ingenuidad o desconocimiento se prestan a servir de figuras a ese tipo de difamación falsa. Esos son los pavos que están en las vidrieras de las casas mostrando todo lo que tienen, que no es mucho, que no tienen mucho utilizable por lo menos. Son los que van haciendo de transmisores de toda esa difamación. Y ¡guay cuando a ese pavo le da por ser sabio, porque es el peor de todos! El objetivo final de los que trabajan de una manera u otra contra la independencia económica de nuestro país es: para los que nos colonizaron durante cien años, volver a la antigua explotación que ahora han perdido: para que los patrones, volver otra vez a lo de antes; para la oposición volver a lo que ellos siempre fueron: sirvientes de una oligarquía y coloniales de un imperialismo. Eso es lo que ellos añoran, porque viven ricos y contentos. Nosotros tenemos que combatir a toda su gente. Es peligroso ese sirviente que sirve de todas maneras; si era abogado servia a los intereses de los grandes consorcios capitalistas, contra los argentinos y contra el país. Yo, abogado, no hubiera defendido jamás una compañía extranjera: no hubiera descendido a eso. Sin embargo, eran a la vez abogados de consorcios extranjeros. Señores: se puede ser opositor y estoy completamente seguro que si yo no estuviera de acuerdo con el gobierno sería el primer opositor. Pero lo que no se puede aceptar es ser traidor a su país y traidor a sus conciudadanos. He querido extenderme un poco en esta conversación que hacemos en una reunión amable y de camaradería, porque tenemos que poner remedio a estas cosas y debemos fijar una norma de acuerdo a la cual tenemos que actuar. No interesan en este caso las pequeñas luchas sindicales o gremiales, porque hay una cosa superior a esas rencillas, que siempre existieron. ¿No se pelean acaso muchas veces marido y mujer y hermanos entre sí? No tiene importancia esto. Pero, cuando la familia es atacada desde afuera, entonces todos se unen y luchan contra el bando contrario. Nosotros tenemos que pensar de la misma manera. Para los que estamos en este orden de lucha y somos compañeros de una misma causa, cualquiera sean las rencillas que existan entre los dirigentes de un sindicato por pequeñas cosas internas, o que existan dirigentes de un sindicato y otra, esas son luchas de segundo orden. Hay una lucha de primer orden, que es la que la clase trabajadora realiza para imponer sus conquistas y para obtener un estándar de vida superior al que tenían hasta ahora, y al mismo tiempo luchar para consolidar un estado de cosas que no permita retomar al país a los oscuros días que ustedes conocen igual que yo. Eso es lo que queremos evitar. Lo lograremos, consolidando una economía social al servicio del pueblo y no de los consorcios capitalistas. Esa es la lucha de todos, y la tenemos que llevar adelante contra los de adentro y lo de afuera, y si es necesario realizar algún sacrificio, tendremos que realizarlo. Nada se obtiene en la vida sin sacrificio. Quien diga lo contrario se equivoca. Para llegar a obtener algo es preciso siempre un sacrificio. Que ese sacrificio en estos casos es algo que está fuera de la realidad. Ya el hombre en si lleva la sentencia bíblica de vivir con sacrificio, vale decir, obtener el sustento con el sudor de su frente. Ahora quiero, en pocas palabras, explicar a ustedes la realidad de la economía argentina. Muchos señores hablan de las dificultades económicas argentinas. En esto, para apreciar el panorama, hay que estipular claramente cuáles son los márgenes sobre los que ellos están hoy montando diversas teorías de economía política, de la cual todos habla pero el noventa por ciento no sabe una palabra. Yo he recorrido muchos países del mundo y en ninguna parte he encontrado que se sepa menos de economía práctica que aquí. Tenemos aquí dos clases de economistas. Está el economista erudito, que sabe bien como es la economía inglesa, como es la japonesa, la china, la rusa, la de Constantinopla, pero no sabe cono es la economía argentina. Esto no se arregla con teorías ni con estudios teóricos o elucubraciones de otro orden. Esto se hace conociendo profundamente cuál es la economía argentina, y la economía argentina comienza por la economía del obrero en su casa y termina por la alta finanza del Estado. Esa gama de cuestiones hay que conocerla profundamente. Como podían conocerla, si hace cuarenta años que en este país no se hace un censo, y no ha existido ninguna oficina de estadísticas que pudiera decir cuáles son las condiciones de la economía argentina. Nosotros hemos levantado un censo de la población, como también el censo industrial, comercial y ganadero. ¿No decían en 1946, antes que hiciéramos el censo, que los argentinos eran doce o trece millones? Resultó que, una vez hecho el censo, nos dimos cuenta que los argentinos eran dieciséis millones. Pequeño error: tres millones de habitantes. Esos economistas a la violeta que hemos tenido durante tantos años decían: "La riqueza argentina asciende a tantos millones. En consecuencia a cada argentino le corresponde mil pesos". Pero, resultó que había tres millones que se quedaban sin los mil pesos. Ellos creían que habían dicho una gran cosa, de la misma manera que habían establecido las curvas y los datos desde la renta nacional hasta la renta obrera. ¿Cómo se han hecho esos cálculos, si aquí no ha existido estadística? Por eso digo que todos esos que hablan de economía, lo hacen sin saber nada de la materia. Para hablar de economía hay que conocer los datos y saber lo que se tiene entre manos. El saber la economía de la China y conocer las leyes que rigen la ciencia económica, es una parte. La otra, es conocer la realidad argentina. ¡Para que vale las leyes y la ciencia si no se sabe dónde deben aplicarse! El otro tipo de economista que hay aquí, es el legislativo, que cree que sabe economía política porque ha estudiado dos proyectos de leyes, y quiere saberlo todo. Cuando sale un proyecto de ley de esos, hay que estudiarlo a la luz de los datos exactos para darse cuenta de las enormidades que se dicen y las barbaridades que se escriben. Ese autor no conoce ni la realidad argentina ni la economía política. Este es el tipo de economista que más abunda, y son los que vemos despotricar en las tribunas. Yo les dejaría esto para manejarlo, y si iba a dar cuenta de cuanto sabía y cuál era el resultado de su función. Por eso digo; cuando se habla de la economía del país, es necesario saber bien primero sobre que puntos hemos de incidir. En este momento tenemos una economía absolutamente sana. ¿Cuándo ha sido la economía argentina lo que es actualmente? Piensen solamente que hemos pagado la deuda exterior, es decir, que no debemos un centavo. Fíjense en lo que eso representa en dinero y lo que representa, además, en independencia y en libertad. Hemos comprado los servicios públicos en su mayor parte, y lo que no hemos comprado es porque no conviene comprarlos. ¿Por qué vamos a pagar tres mil millones, si más adelante lo vamos a comprar como hierro viejo? Esos son, como dicen, los malos negocios que hemos hecho nosotros. Nuestra marina mercante ya pasa del millón y medio de toneladas. Y todo obedece a un plan económico. Frente a esa situación, ¿puede ser malas las finanzas argentinas? Piensen que hace solamente dos años, cuando yo me recibí aquí, no había ni un peso; que solamente había un saldo de cosecha, y que con eso empezamos. Todo no se reduce a producir; el secreto está también en saber vender. En 1937, la República Argentina exportó su producción de 18 millones de toneladas y recibió en pago 1.600 millones de pesos. En 1947, vendimos 10 millones de toneladas, en vez de los 18 millones de 1937, y hemos cobrado 6.000 millones de pesos, en vez de los 1.600 millones de 1937. De que nos vale producir 20 millones de toneladas de trigo, si esa misma producción, por abundante, nos va a hacer bajar el precio. No es negocio para nosotros que nos compren toda la producción de lino, para que el año siguiente nos hagan dumping con nuestro propio lino que han guardado del año anterior. Nosotros vamos a producir lo que nos compren y a los precios que nosotros fijemos. Hace poco tiempo nos visitó un señor que ofrecía a 19 pesos el quintal. Le hice decir que le compraba todo el que tuviera, no a 18 pesos sino a 45, porque nosotros lo vendemos a 60. Y contestó: Ah, no tengo. Pero ¿como ofrece vender lo que no tiene? En un mundo comprador, como el actual, el que fija precio es el que tiene la mercadería. Es como si yo dijera que vendo platino a un peso el grano, que vale 20 y que cuando me vengan a comprar diga: Ah, no tengo. Yo le fijo el precio, nada más. Nosotros manejaremos el mercado de acuerdo a la demanda. Cuando pedimos cien automóviles, tenemos que pagarlos en el momento de hacer el pedido para que los manden. De la misma manera, cuando quieran cien mil toneladas de trigo, tendrán que pedirlas antes, porque yo tengo que encargárselas a los chacareros así como ellas encargan los automóviles a las fábricas. En esa forma iremos limitando la producción a la demanda y por estas razones que vengo explicando es que digo que el secreto no está en producir mucho, sino también en vender bien lo poco que se produzca. Esta manera de proceder rinda más con menor esfuerzo. No basta decir que hemos obtenido la independencia económica ni basta ir a Tucumán a jurarla. Lo indispensable es establecerla en los hechos y consolidarla en el tiempo, que es lo que nosotros estamos haciendo. Es por todo esto que hemos comprado la marina mercante, es decir, para poder llevar nuestras mercaderías a los distintos mercados consumidores. Anteriormente eran extranjeros los que realizaban todo el servicio entre el productor y el consumidor, mientras que ahora hacemos nosotros todo ese servicio. El productor transporta con empresas nacionales, el acopio y la exportación lo hace el I.A.P.I., el transporte a los mercados consumidores lo realiza la flota mercante nacional, y ahora, finalmente, hemos conseguido que algunos países amigos nos concedan zonas francas para instalar almacenes y frigoríficos. Tenemos ahora puertos francos en Sudamérica, en Centro América, en Norte América, en Cádiz y en Copenhague. Si nosotros nos tuviéramos esos depósitos en puertos francos, tendríamos que llegar nuestra mercadería y malvenderla tan pronto llegase; mientras que de esta manera la llevamos y la guardamos en los frigoríficos para venderla cuando los precios son buenos. Estas son las bases de toda la economía argentina. Por eso digo que no puede haber una mala moneda en un país que tiene una economía sólida como la nuestra. De manera que todas las maniobras que están haciendo hay que dejar que las hagan. El peso argentino vale, y ha de seguir valiendo lo que ha valido siempre. Que en el mercado no hay dólares; que en el mercado negro los cobran 6 pesos. Pero si esos dólares los compran los que van a pasear. Entonces, que los paguen. Pero el precio oficial del dólar con referencia al oro, de 4,03 está todavía por debajo del peso. Si dejáramos el mercado libre, el valor del peso argentino sería de 1,03, por dólar, como lo estamos cobrando en el Banco Central, al cambio oficial. De manera que todo eso es una campaña interesada cuyo objeto ya sabemos y sabemos también quienes la promueven. Pero nosotros tenemos la mejor moneda, la moneda de la que nadie puede prescindir: la comida, señores. Nosotros no tenemos la economía basada sobre un solo producto, el salitre, por ejemplo. En este caso ocurrió que cuando se inventó el salitre artificial toda esa economía se derrumbó. Pero han de pasar muchos años, señores, basta que se inventen vacas artificiales. Nuestra economía no solamente es sana y fuerte sino también inmensamente prospera. He conversado con comerciantes y hombres de negocio que han venido de diferentes países y todos coinciden en esto. Ellos quieren traer sus capitales aquí, pero en eso hay que ir despacio porque hay dos clases de capital: el que es patrimonio del trabajo, que viene a establecerse con una industria, y el otro que viene a prestar a elevado por ciento y a sacar la plata de la población. El primero, bienvenido sea; el segundo, que no venga porque no lo vamos a dejar actuar. La cuestión capitales es muy peligroso, hay que tener cuidado. En nuestro país hay muchas inversiones. Nunca inversión no es la común; es una inversión de riqueza porque hemos lanzado a la calle mayor trabajo, más medios para impulsar y reactivar económicamente al país. Antes las cosas valían un poco menos, pero nadie tenía plata para comprarlas, un par de medias valían cincuenta centavos, pero faltaban esos cincuenta centavos para adquirirlas. Hoy podrán valer dos pesos pero todo el mundo tiene sus dos pesos para las medias. No importa que los precios están altos sino que haya dinero para poder comprar las cosas. Hay que tener en cuenta que la deflación representa miseria, pobreza y desocupación. Y quien sufre esto es la clase trabajadora, los humildes; los otros no, y por eso quieren deflación. Así se les valoriza el dinero que tienen y consiguen mayor beneficio, pero quienes tienen que sufrir el hambre, el frío, las enfermedades y todo lo que significa miseria, son los trabajadores. Lo que interesa es que la gente pueda satisfacer sus necesidades y adquirir los bienes de consumo. Ustedes recuerdan la época de los años 17, 18 y 19 cuando estaba la olla popular. Yo he visto las condiciones en que vivían los trabajadores y como han tendió que sufrir. Sería fácil para el gobierno retirar dinero circulante y producir la deflación, ¿pero, con eso llevaríamos la felicidad al pueblo? No. Este es un problema que hay que pensarlo mucho. Dejemos la inflación mientras andemos bien. No provoquemos una caída vertical, pues eso significará miseria y dolor. Se dice también que las finanzas andan mal, y que se gasta mucho en el presupuesto. Pero el presupuesto de 1947 lo cerramos con 545 millones de superávit, que hemos empleado en amortizar la deuda interna: no pagamos intereses a consorcios capitalistas extranjeros, sino que es una deuda que tenemos entre nosotros mismos dentro del país, y que la vamos amortizando. La deuda interna está en los títulos públicos donde cada uno cobra su interés por los títulos que posee. De manera, señores, que mientras tengamos presupuesto equilibrado con 545 millones de pesos de superávit y sigamos el movimiento financiero del país, las finanzas andan bien. En cuanto a las privadas, señores, casi está de más hablar. Yo tengo de la Bolsa y veo que los títulos que en 1943 valían 100 pesos hoy se cotizan a 513 ; que no me digan, entonces, que andan mal porque yo se perfectamente que marchan muy bien. Esos señores tienen que emplear bien sus capitales de modo que produzcan, y entonces los valores seguirán aumentando. Yo no me opongo a que los títulos valgan 5.000 pesos, pero siempre que ello no gravite sobre las necesidades de la población. Es un asunto perfectamente claro. Otra cosa que influye en las finanzas nacionales es la balanza de pagos, es decir, de pagos con respecto a las naciones con las cuales negociamos y compramos. El balance se hace como en las casas de comercio; se debe tanto y se es acreedor por otra suma determinada. Luego se establece la diferencia en más o en menos según sea lo que debemos y lo que nos deben, y se tiene el estado financiero al día. Es una cosa muy simple, aunque muchos la complican un poco. ¿Cuál es la balanza de pagos para la República Argentina hoy? Debemos: cero, cero, cero. Nos deben: siete mil millones de pesos. Trazamos la raya para hacer la resta y tenemos: siete mil millones de pesos. ¿Puede ser malo el estado financiero del país cuando no debemos nada y por el contrario nos deben a nosotros siete mil millones de pesos? Ahora todos dicen: "No, no es bueno porque no tenemos más que 500 millones de dólares disponibles para comprar maquinarias". ¿Qué nos importa que tengamos solamente 500 millones de dólares? ¿Por qué necesitamos comprar obligadamente petróleo y carbón en el área del dólar? Los compraremos en el área de cualquiera que sea. Los cambiaremos por trigo. ¿Pero es que no hay petróleo en ninguna otra parte del mundo? Compraremos carbón que nos ofrece Polonia y le compraremos a Rumania petróleo, porque se lo cambiaremos por trigo que ellos necesitan y por otros productos que nosotros tenemos. Sobre todo, ¿se han olvidado algunos que la República Argentina tiene el monopolio de los aceites y grasas combustibles del mundo? Piensen ustedes en los países donde hay mucho hielo y nieve y temperaturas de 20° bajo cero, en los cuales no hay petróleo ni carbón para calentarse y necesitan consumir mucha grasa. Pues nosotros la tenemos toda guardadita. Por eso digo, señores: ante este balance de pagos tan favorable. ¿Qué nos importa que carezcamos de una moneda? Podría preguntar yo ¿quien tiene dólares en el mundo Ha pasado, como dice Miranda, como al chico que le ganó a todos jugando a las bolitas y para seguir jugando tiene que devolverlas. Así va a ocurrir también en este caso: si quieren seguir jugando a las bolitas tiene que repartirlas. Si no nos dan bolitas no jugamos. A todo esto hay que agregar que la República Argentina no tiene dólares no por miseria como los otros países. No tiene dólares porque he hecho grandes compras de materiales que necesitan. Cuando terminó la guerra, la República estaba sin máquinas y sin transporte, como consecuencia de que durante 5 años no llegó nada. ¿Por qué pasó eso? Porque los gobiernos anteriores fueron tan imprevisores que no se dieron cuenta que venía la guerra y no compraron lo que necesitaban comprar por si llegaba. Nosotros no quisimos cometer el mismo error: nos abocamos a comprar todo para solucionar nuestros problemas. Hoy tenemos casi todo lo necesario para cinco años. Ahora que venga la guerra. Los transportes y la maquinaria que hemos adquirido casi nos alcanza para cinco años. Faltan algunas cosas. Por eso no tenemos dólares, pero tenemos la maquinaria y los vehículos que valen más que todos los dólares juntos. Para mí, francamente, ha sido una salvación, porque se había despertado una fiebre de comprar tan enorme que no había plata suficiente para dar a fin de que compraran con lo cual no se gasta y se sigue acumulando miles de millones de pesos en crédito en el extranjero. Vale decir que esta carencia no solamente no nos perjudica sino que nos beneficia, porque nos va a hacer ahorrar lo que estábamos gastando inútilmente en el 90 % de los casos. No queremos gastar en frigidaires, en radios o en radio-televisión, en perfumes o en nylon, no nos interesa. Usaremos medias de seda de las que hacen aquí, a la criolla, pero no pagamos al exterior y perderemos nuestra moneda pagando cosas inútiles que puedan reemplazarse con otras. Este es un tema enorme, que yo lo trato un poco deshilvanadamente, porque solo quiero darles a ustedes ejemplos que eran elocuentes, evidentes, y que no puedan ser rebatidas por nadie, porque curando se ponen números no hay más discusiones. Hace 8 años debíamos dos mil millones de pesos y no teníamos en el exterior un solo centavo. Hoy no debemos un centavo y tenemos siete mil millones de pesos que nos deben en el exterior. ¿Era mejor antes que ahora? ¿Quien puede rebatir esto? ¡Que me van a venir a hacer el cuento del dólar y de las finanzas! ¡Que finanzas ni que ocho cuartos! Se debe o no se debe. Ahora ¿qué es lo que pasa con la agitación alrededor de la carencia de dólares? ¿Saben quién la hace? Toda la cadena de intermediarios que vive de ese comercio y de todo lo que entra al país. ¿Que harán no habiendo dólares? Tiene que estar en una situación contemplativa. Pero si esperan del gobierno les dé el medio de vivir a costa de ese comercio se van a volver Budas, porque no las vamos a hacer empréstitos. Nada de empréstitos. Si quieren que haya dólares comprarán aquí y si no, no compramos. Por qué vamos a pedir empréstitos si tenemos siete mil millones que nos deben. Compraremos donde nos deben siete mil millones de pesos y descontaremos esa suma. Esto es una cosa clara. Lo que pasa es que le ponen batúa y lo revuelven para que no se vea claro. Está clarito, clarito. El tercer problema que quiero tratar, es el de la inflación. La inflación es un fenómeno económico que los más grandes economistas del mundo todavía no han podido definir claramente. Esa es la realidad. Algunos le llaman desequilibrio, otros, inflación: finalmente, otros le asignan distintos nombres. Pero claramente nadie ha podido definir que es la inflación, porque son tantos los factores que influyen en la concurrencia entre precios y salarios, entre producción y precios y entre todos los factores que juegan, como la ley de la oferta y la demanda y un sinnúmero más, que es difícil dar una definición exacta de este fenómeno. Se manifiesta por un mayor valor de los bienes de consumo y actúa normalmente en el mercado interno y tiene sus proyecciones en lo internacional, como que la etapa de la actual inflación en el mundo no es argentina sino mundial. La inflación aquí es un juego de niños al lado de la que existe en algunos de nuestros vecinos, y en otros de los más lejanos, donde la inflación es superior a la de la Argentina a pesar de lo cual no están asustados. Unos dicen que no se asustan porque son poderosos. Nosotros, relativamente, no somos menos poderosos; lo somos para 16 millones, otros lo son para diez veces más. Quiero referirme a los impuestos. ¿Por qué? Porque los impuestos los pagan ustedes; los pagan los trabajadores en un 90 %, y los otros en un 10%. Siempre los impuestos inciden en mayor grado sobre la clase trabajadora. Se dice que el cigarrillo es una cosa superflua y se le pone un precio de cuarenta centavos. Los pobres fuman diez veces más que los ricos, pues estos se fumarían uno o dos cigarros que usan algunos señores, después de comer. En cambio nosotros nos fumamos un paquete o dos por día. Pagamos mucho más en concepto de impuestos. En todo pasa lo mismo. Seguimos la política de no aumentar los impuestos, pero nadie habla de eso aquí. Nadie dice que el gobierno no aumenta los impuestos. No se sabe. Se aumentó el precio de la nafta. No podíamos seguir dándole el mismo valor de antes. ¿Por qué? Porque el Gobierno tiene que pagar hoy el 30, el 40 o el 50 % del valor de la nafta. Si bien se perjudicarán algo los que tiene que trabajar con su vehículo, el ochenta por ciento se dedica a pasear. Llegó hace dos días Lord Strabolgi, un amigo nuestro, laborista inglés y dijo: "Que maravilla ver esta ciudad llena de automóviles, en Inglaterra muchas veces andamos horas por un camino sin encontrar un automóvil y no tenemos nafta". Tengan en cuenta que estamos hablando de Inglaterra que la produce. Nos hallamos entre los pocos países del mundo que no tenemos la nafta racionada. La cobramos un poco más cara, lo que vale, porque ahora los transportes cuestan tres veces lo que costaban antes. Estas son cuestiones que se menciona todos los días, pero de que no aumentarán los impuestos nadie dice nada. Yo soy el único que lo digo. Por eso digo, que entes estas injusticias de la oposición nosotros tenemos que reflexionar para ver la realidad de la cosa. Hablaba de la inflación. Se podría hablar una hora de este tema. Yo he leído mucho acerca de este punto, no desde hora sino desde hace veinte años. Después, en Europa, tuve la suerte de perfeccionarme en ese aspecto de la economía aplicada, no la pura. Es decir, no me dedicaba a hablar simplemente, sino que me preocupó siempre la economía para poderla aplicar al problema que tenga que resolver. Veamos que es lo que pasa aquí con la inflación. Podríamos hablar tres horas sobre el tema tocando la situación en Japón, China, Rusia, etc., pero nos interesa estudiar nuestra situación. Aquí hay un proceso inflatorio ocasionando por diversos factores, de los cuales solamente mencionaré los más importantes, para no extenderme. En primer lugar es necesario establecer que la inflación argentina divide su curva en dos ramas: una que tenemos que llamar la inflación real, y otra que podríamos llamar la súper inflación o inflación especulativa. ¿En que consiste la inflación? Consiste en el aumento de los precios de los bienes de consumo, es decir, de los artículos que se necesitan para vivir. Los economistas los han designado con el nombre de bienes de consumo. Además hay otros bienes que los llaman bienes de uso, bienes capitales, etcétera. El nombre se lo ponen para que los otros no entiendan nada. Entonces, bienes de consumo son los que necesitamos para vivir. La inflación es el encarecimiento o el aumento de precio de los productos que necesitamos o el aumento de precio de los productos que necesitamos para vivir. ¿A qué se debe esto? ¿En qué consiste la curva de inflación real? En primer término radica en los altos costos de producción, debido a la mala organización industrial y a la mala organización -diríamos- administrativa. Ese es un factor de encarecimiento. Otro factor es la poca producción, debido a distintas razones. ¿A qué lleva eso? A un aumento en la demanda, porque nosotros aumentamos los salarios. Nuestros obreros consumen más. Fíjense ustedes que en la República Argentina se come hoy casi medio millón de toneladas más de carne que el año pasado, y de trigo lo mismo. Y como nuestro obrero gana un jornal mayor, se compra más ropa, toma de vez en cuando algún vino bueno y demás. Todo eso aumenta el consumo. Si la producción disminuye y el consumo aumenta, se traduce en el mercado e n una disminución de la oferta y un aumento de la demanda, y el precio sube. Son factores vitales. Señores: en esto hay un factor natural. Cuando falta producción y aumenta el consumo, suben los precios, y ello trae por consecuencia un menor consumo, que deja un remanente natural que también influye, a su vez, sobre el precio. Son todos factores imponderables, de veinte distintas que actúan sobre el precio. A eso llamamos inflación real. ¿Con qué se combate eso? Con la contra medida de las causas que lo producen; organizando bien la producción para obtener un costo menor en la misma, lo cual se logra mediante un aumento de producción. De esa manera se compensa la mayor demanda del mercado y se gana más sobre el volumen. Lo que hay que hacer, en definitiva, es ganar sobre el volumen de producción y no sobre el artículo. Señores: es preciso aumentar la producción y disminuir los imponderables, entre los cuales el factor psicológico también juega, pues cuando hay necesidad de un artículo, el bolichero tiende a esconderlo y hace que disminuya más todavía aumentando en consecuencia su precio. Como eso hay cincuenta mil imponderables más que no se pueden estar mencionando concretamente, que contribuyen a aumentar el precio. Pero todo eso es justificado, porque a la mayor demanda se llega por un mayor poder adquisitivo de la clase trabajadora. Pero ese mayor poder adquisitivo a mayor precio le permite comprar más, y se establece un ciclo, que es bueno, porque el mayor consumo obliga a una mayor industrialización y comercialización ; y, una mayor comercialización obliga a una mayor producción y entonces se cierra el ciclo interno, que es también importantísimo para la prosperidad económica de la Nación. Si conseguimos que nuestra producción sea consumida íntegramente por nuestros hombres, habremos obtenido un gran progreso en el país. Nuestro pueblo debe comer y vivir bien para hacer una raza fuerte y vigorosa. Eso únicamente es posible mediante un régimen de vida adaptable. Esta inflación está justificada. Pero, viene la otra, la que está en manos de la comisión del agio. Me refiero a la inflación especulativa. En este caso, los patrones aumentan los precios por su cuenta y le cargan el fenómeno a la inflación real. Y así llega un helado, que cuesta 30 centavos, a venderse a cuatro pesos. Ese segundo factor de inflación no se combate aumentando la producción, se combate cobrando multas. En cuento a precios y salarios, es un asunto muy importante. Nosotros seguimos en forma permanente la curva de precios y salarios en la Casa de Gobierno. Igualmente la seguimos en la Secretaria de Trabajo y Previsión y en el Consejo Nacional de Posguerra. Es una cosa que vigilo siempre. De acuerdo a las relaciones entre precios y salarios se puede establecer el salario mínimo y por eso yo sistemáticamente voy fijando salarios mínimos a los servidores del Estado. Hoy no pueden vivir con menos de 300 pesos; por eso les he fijado ese sueldo mínimo. Pero la relación entre precios y salarios no nos interesa a nosotros mayormente. Nos interesa el poder adquisitivo, vale decir, las posibilidades del mantenimiento del estándar de vida, que se logra merced a los bienes disponibles y no al dinero disponible. Por estas razones yo sigo atentamente todo lo que se refiere a la relación entre precios y salarios. Estudiando el salario en sus condiciones adquisitivas; no el salario en pesos, sino el salario en bienes. Lo que la familia del obrero necesita para vivir. Pero ¿qué es lo que ha estado ocurriendo en los últimos tiempos? Los precios se estaban yendo un poco lejos; estaban subiendo desmedidamente. Y ese aumento en los precios, en muchas oportunidades, lo producen los mismos patrones, cuando dicen que los obreros no se satisfacen con los salarios que perciben y que necesitan aumentar los precios para retribuirles mejor. Cuando hemos averiguado en el sindicato, resulta que ellos no han pedido nada. No podemos seguir adelante con este tipo de engaño, que en el fondo es sólo un engaño más. Efectivamente, cuando se aumentan los salarios en un cinco por ciento y los precios otro tanto, el comerciante gana más, porque el volumen de las ventas es mayor y la utilidad aumenta correlativamente. Yo no soy partidario de la congelación de precios. Por eso el decreto no ha congelado los precios. Lo que yo quiero es mantener los precios actuales y que los beneficios que los obreros deben obtener -en este sentido y en muchos aspectos aún estamos atrasados- salgan de las ganancias patronales. ¿Qué no puede salir de las ganancias? Yo sé bien que sí. Antes de hacer este decreto he estudiado minuciosamente el asunto y a mí, después de cinco años de lucha, ya no me engañan. Se bien como están las cosas. Lo que hay que prevenirse es contra la continuación del tren inflatorio actual. Cuando haya una razón que justifique la elevación del precio, lo hemos de elevar en la proporción que consideremos justa. Pero de hoy en adelante todas las mejoras obreras han de salir de las ganancias patronales, y el que no pueda afrontarlas, que cierre. Porque no hay que olvidar que el Estado, por intermedio del Banco Industrial, es el que proporcionan el capital a ese hombre que instala la industria, y el Estado no puede seguir propugnando, con su propios capitales, una organización que sea antieconómica, que finalmente resulta un perjuicio para el Banco y por ende para el Estado. Esta medida indudablemente, los obligará a organizar las industrias. Y a este respecto voy a citar una conversación que he mantenido días pasados con un industrial. Le he dicho que tenía mal organizada la industria, que por eso no podía producir más. Me contestó que eran los obreros los que estaban indisciplinados y que por eso no producían más, que había mucho ausentismo, etcétera. Muy bien, me dije. Vamos a estudiar el problema. Y yo personalmente me puse a estudiarlo. Nombré a una especie de dictador, se ajustaron las cosas ¿y qué era lo que pasaba? En el puerto no había agua porque no se dragaba, no había obras para el transporte, etc. Se puso al puerto en condiciones. Se compraron dragas nuevas que reemplazaron a las antiguas, y resulta que antes no se podían cargar más de 800 mil toneladas por mes y ahora se carga un millón y medio por mes. A los industriales les pasa lo mismo: todo es culpa de los obreros. Lo que hay que hacer es organizar la industria bien y poner las cosas en su lugar para producir más con menor esfuerzo. Claro que es fácil echarles la culpa a los obreros, pero yo ya tengo mi experiencia propia al respecto. El que hoy tiene una industria debe preocuparse por ponerla al día y salir un poco de la rutina. En vez de pensar en tonterías debe ocuparse en producir más y tener bien a su gente. Esa es una forma de enriquecer al país. La obligación del industrial hoy no puede ser la misma de antes: hay que trabajar, preocuparse y ser diligente. Si no, es mejor que se vaya a otro lado. Por eso, a propósito de inflación, yo no he querido llegar a congelar precios y, menos aun, a congelar salarios. Nosotros vamos a seguir poniendo en condiciones a todos los que no lo estén. En la carrera entre precios y salarios estamos todavía en un término medio. Ya vamos a empezar a tomar medidas en este sentido, pero no hay tal congelación. No soy partidario de congelar una cosa pues ella no es natural, racional. Los precios suben o bajan según las condiciones. En lo que respecta a reducción de precios, yo ya he de reunir a los patrones para conversar con ellos, pero antes he querido hablar con ustedes pues los trabajadores pueden hacer mucho en esto. Yo he dicho que había que producir, producir y producir, pero en esto no hemos progresado gran cosa. Tenemos que producir más. Yo se que en esto está también el factor patronal, pero eso lo voy a encausar yo para que ellos produzcan más. El rendimiento hora por obrero no va adelante. Haciendo un índice de 100 para 1939, está hoy en 106 habiendo casi duplicado el número de empleados y de obreros en la industria. Quiere decir que esto no anda muy bien; el rendimiento hora-operario no ha aumentado. Debemos decirles a nuestros muchachos que deben aumentar la producción. Si se rinde más por obrero-hora, yo puedo solucionar el problema, pues después voy a exigir el aumento de los salarios y sueldos. Mientras eso no se solucionar, es más difícil exigirlos. Lo mismo ocurre con el ausentismo. No tengo los datos precisos aquí, pero la verdad es que el ausentismo ha aumentado mucho más en las fábricas. Esto también tenemos que decírselo a nuestra gente, que hay que tratar de hacer bajar el ausentismo en forma escalonada. Nosotros tenemos que hacer una campaña contra estas cosas, porque es claro que esto da motivo para que después los demás digan que no producimos por esto y por aquello. En cuanto a la desorganización de la empresa y algunas veces el sabotaje contra la producción, nosotros esto lo vamos a vigilar de una manera muy simple. Al que tenga mal organizada su industria no le daremos crédito; al que no produzca le restringiremos el crédito en los bancos, ya que él no tiene derecho de disfrutar de los dineros que el Estado, por intermedio de los Bancos, pone a disposición de la industria y el comercio. Hay que oponerse al sabotaje. Saben bien los obreros que me sería duro tener que reaccionar, y prefiero que sean los mismos obreros quienes en la fábrica reaccionen en contra el sabotaje, que cuiden que no se produzcan. En cuanto al sabotaje patronal de eso me encargaré yo. También hay dificultades en los transportes, pero eso lo estamos solucionando paulatinamente. Piensen ustedes que hace dos años no podíamos llevar 250.000 tonelada a nuestros puertos porque los transportes no daban, y hoy podemos transportar un millón y medio de toneladas si echamos mano a todos los recursos disponibles. Ese sistema que hemos adoptado de venderle un camión a los muchachos ha dado un buen resultado, y lo hemos hecho en forma individual porque así ellos van formando su capitalito. Los otros gobiernos lo hubieran hecho por intermedio de la gran empresa, pero en la forma individualista que lo hemos llevado a cabo nosotros he dado un resultado magnífico, grandioso. Ese asunto de la escasez de mano de obra lo vamos resolviendo poco a poco, graduando bien las obras a realizarse y tratando de seguir impulsando la inmigración. Vale decir que todos los problemas de orden estatal van siendo resueltos paulatinamente. Para eso tenemos nosotros un consejo de planificación y ejecutamos un plan de conjunto. Sobre lo que no puedo actuar yo es sobre la falta de producción, porque eso está en manos de los sindicatos o de las industrias. En este último sentido yo me limito a pedirles a ustedes que ayuden para que los compañeros falten lo menos posible y para que produzcan. En cuanto a los patrones, les voy a hacer producir aunque no quieran. Por otra parte, esta demás que les pida colaboración, porque todos deben prestar a esta obra que persigue el bien de todo el mundo. Yo personalmente, no puedo perseguir otra cosa que el bien de todos. El aspecto psicológico también tiene su importancia. Nosotros debemos hacer frente a todas las maledicencias que a menudo se desatan en contra nuestra. El peronista tiene que ser un hombre valiente para enfrentar decididamente a los que vienen con doctrinas raras que nunca dejan de ser interesantes. Tenemos que reaccionar contra esa gente; tenemos que ponernos frente a ellos. En este sentido hay que tomar de una vez una posición definitiva, porque en caso contrario la prudencia nuestra hace que triunfe la imprudencia de ellos. Otros asuntos que también tiene su gran importancia es el de las cuestiones sindicales. Yo, personalmente, jamás he intervenido en las cuestiones internas de los gremios porque entiendo que esas cosas deben estar exclusivamente en manos de los dirigentes y trabajadores, porque nosotros luchamos por una causa que tiene un objetivo determinado. Se puede aceptar la lucha entre dos dirigentes, entre dos tendencias o entre dos ideologías, pero lo que no se puede aceptar es que dirigentes conscientes hagan el juego a los que están actuando en el campo sindical con fines políticos. En este sentido siempre he dicho las mismas palabras: cuando en el sindicato entra la política, ¡pobre el sindicato! Porque política es todo aquello que no defiende única y exclusivamente el interés sindical. Señores, yo observo, aunque muchas veces me haga el que no veo, algunas caritas pecaminosas entre algunos dirigentes de extraña ideología, que piden la luna. Entonces, es para no ser menos, uno de los nuestros pide la luna y el sol. Otros que por ahí hacen algunas declaraciones que dentro del comercio argentino están fuera de lugar, porque dicen que la presión de los comunistas no les permite sostener sus propias doctrinas. Eso ocurre, señores, hasta en las mejores familias. Así como un señor que me dice un día que el estado económico de su país no permite defender su dignidad. En este sentido ocurre lo mismo. Ninguna amenaza me puede a mi cambiar de posición dentro del campo político argentino. Lo otro es suicida; es hacerle el juego a los que están luchando por la destrucción de lo que nosotros estamos defendiendo. En esto no es aceptable que una persona piense que se puede ser amigo y enemigo a la vez de una tercera persona. Eso, en buen romance, es una falta de personalidad y de seriedad, y una falta de vergüenza en algunos casos. En esto como en todas las cosas, se es o no se es. En este terreno, como en todos los demás, hay que trabajar, hay que trabajar y trabajar dentro de nuestros hombres, para llevarles la verdad. Yo no he intervenido nunca para pedirles, ni les pediré tampoco en el futuro, que lleven a los compañeros una cosa que no sea la verdad. Lo único que les pido es que lleven la verdad para que los hombres vivan en ella, porque el mayor peligro que puede correr la clase trabajadora es vivir engañada. Dios nos libre de organizaciones sindicales manejadas por dirigentes patronales, mientras ellos creen que son dirigentes obreros los que tienen. Sabemos bien que esos no son dirigentes obreros. Hemos visto como actúan en conferencias internacionales, donde el patrón más reaccionario muchas veces no habría dicho las barbaridades que dijeron esos dirigentes obreros. Yo sería incapaz de pedir a ninguno de ustedes que no dijese si no la verdad, la absoluta verdad y nada más que la verdad. Por eso, les pido que les digan a nuestros compañeros de causa y de lucha, que hay que trabajar. Yo seré el ejemplo, en lo que pueda. Me paso aquí el día entero, que ya es mucho; por eso digo, señores, tenemos que trabajar, no descansar, porque los enemigos no descansan y cuando levantan cabeza dicen: "Ya se va a ir el loco este y entonces vamos a arreglar cuentas". Por eso, cuando el loco se vaya, tienen que quedar muchos locos detrás de él. Para formar muchos locos, tenemos que trabajar mucho, porque no es fácil formar mucha gente que decididamente esté en esta causa con lealtad. Y el que está sin lealtad, es mejor que no exista. Cada uno debe tener la colocación firme y leal, como debe ser la colocación de los hombres. Si tenemos hombres, hemos ganado. Por eso digo que para ayudarles y apuntalarlos a eso hombres leales y sinceros, es que hay que trabajar y hay que luchar. Bien señores: yo he querido decirles a ustedes estas cosas, haciendo un paréntesis a mis enormes ocupaciones de estos días, porque quiero que sigamos siendo lo que hemos sido siempre en la lucha sindical que hemos sostenido y en la lucha social que hemos defendido desde 1943 hasta nuestros días. Yo creo que jamás ninguno de los hombres que trabajan conmigo les han fallado en lo más mínimo. Habrá habido discrepancias, pequeñas luchas, pero en lo fundamental, en la causa que todos defendemos, jamás nosotros hemos dejado de cumplir con nuestro deber y con nuestra palabra. Por eso es que la clase trabajadora tiene fe en nosotros, y nosotros, que hemos empeñado hasta el honor, pueden estar seguros, que nos hemos de defraudarlos aunque vengan degollando. Estamos hoy en el mismo punto que estábamos ayer y que hemos estado siempre. En ese sentido trabajamos con absoluta lealtad. Algún día tenemos que estar en claro respecto a quienes son los que están, quienes son los que no están y quienes nos quieren hacer creer que están. Señores: con esto quiero yo decirles, simplemente, que mi posición sigue siendo tan franca y tan leal como ha sido siempre. Yo a menudo no empleo las palabras, porque no creo en la eficacia de las mismas. Yo, cuando estoy, estoy; y cuando no estoy, digo no estoy. Nosotros tenemos que trabajar porque nuestros hombres tengan una conducta así, porque únicamente de esa manera podremos guiarnos en esta lucha que no ha terminado. No ha terminado en manera alguna, y quizá todavía tengamos que luchar fuerte, y alguna vez salir a la calle, como hemos salido otras veces, para que no nos engañen. Si la Argentina, en el orden interno afianza lo que ha conquistado, y no se deja llevar por delante en el orden internacional, puede considerarse que ya hemos vencido. Son muy pocos los que van quedando enfrente. Los que no se han convencido están entregándose por convencimiento. Nosotros no tenemos oposición, tenemos solo opositores, y la mitad de ellos vienen por la trastienda para conversar conmigo, la mayor parte de las veces para decir que ellos están, pero que tienen que salvar la cara. Y les digo esto para que, por si alguno les dice lo contrario, sepan que les están mintiendo, como siempre. Yo ahora los conozco por fuera y por dentro. De modo que, por eso, les dogo estas cosas. Quizá yo pueda ser brusco, quizá diga cosas que disgusten a algunas personas, pero lo que si puedo afirmar es que digo la verdad y lo digo como lo siento y como deben decirlo los hombres que tiene la personalidad que caracteriza a los hombres. Por eso es que he tratado estos asuntos con ustedes, como los he tratado siempre, como un compañero más en este puesto de combate distinto, pero que lucha por la misma causa. Quería enterarlos a ustedes de la realidad efectiva, de nuestra situación económica social, que es lo que interesa en estos momentos, para que tengan ustedes en sus manos la absoluta verdad, como la digo siempre yo. Podré algunas veces equivocarme, pero nunca haré algo sabiendo que está mal. El que se equivoca es al fin un desdichado que dice una cosa inconscientemente, pero el que sabiendo la verdad dice una mentira, ese es un criminal, un miserable. Ese es mi concepto el modo de como deben decirse las cosas. Por eso yo les pido que esto que hemos conversado lo lleven a los demás compañeros del gremio. La diferencia que hay entre los gobiernos anteriores y el nuestro, es precisamente esto. Yo quiero que el picapedrero, aun cuando no sepa leer ni escribir, que esta picando una piedra en la calle, piense en los problemas de la Nación. Vamos a hacer patria cuando todos los trabajadores piensen en los problemas que la Nación debe resolver, vale decir que, además de su trabajo, se ocupen de su país y de sus compatriotas. Me interesa llevar esta verdad a todos los compañeros de los gremios y decirles que nosotros estamos en esta trinchera luchando como el primer día, y que moriremos en nuestra trinchera, pero que no entregaremos esos dos asuntos que ellos también deben defender; la economía social y la independencia económica. ............
1948-06-17
Perón expone al mundo el principio y los fines que persigue su doctrina. 5º artículo
La política internacional argentina es y será siempre pacifista y generosa En el orden de la convivencia de los pueblos la política se desarrolla mi gobierno se orienta hacia un objetivo de paz. La doctrina internacional de la República Argentina se caracteriza a lo largo de la historia, por el respeto a los pueblos soberanos y el vivo deseo de la unidad continental; por las tradiciones y por la conducta de los próceres, que han influido en la formación espiritual de las sociedades americanas. La Revolución del 4 de junio de 1943, entre muchos estímulos que comunicó al pueblo argentino, produjo un resurgimiento del concepto de la soberanía nacional, fortalecido por el despertar de una conciencia nueva en materia social y jurídica, que vitaliza las energías generales de la Nación. Por ese concepto de la soberanía nacional, que caracteriza uno de los aspectos salientes de la política internacional de mi gobierno, no es agresivo ni lesiona los principios fundamentales de la estructura jurídica de las instituciones argentinas. Es, por lo contrario, la exaltación del patriotismo que, partiendo de la conciencia de la soberanía nacional, se encamina a estimular y respetar igual sentimiento en los pueblos hermanos y amigos. Dignidad jurídica de los estados soberanos La Argentina, sus gobernantes y su pueblo, reconocen y respetan la igualdad jurídica de todos los Estados soberanos, sin que graviten en la intensificación del vínculo internacional el potencial humano de las naciones, la extensión de sus territorios o el exponente económico de su riqueza. Sostiene, además, los principios de fraternidad y de cooperación política y económica, que caracteriza la única práctica de paz y justicia capaz de aproximar sin recelos a las naciones, y hacerlas vivir dentro de una misma aspiración de armonía. Amistad con todos los pueblos La Argentina mantiene amistad con todos los países del mundo, no se inclina hacia las hegemonías de izquierda y de derecha, porque tiene una conducta internacional definida. Es histórica por su raíz; pero nueva por su rumbo. Al enfoque de los problemas actuales, en el mundo, se suma la energía que tiene su origen en los principios. Nuestras normas internacionales están dictadas por principios, no por conveniencias transitorias. Pueblo y gobierno trabajamos en comunidad de sentimientos por la paz de los espíritus, sin pensar solamente en lo que conviene a los intereses de la República, porque un hondo sentido humano y cristiano inspira los objetivos de la política. Servir a la humanidad "Las fuerzas materiales y espirituales de la Argentina -dije en el mensaje del 6 de julio a todas las naciones- se movilizan hoy para expresar ante el mundo, la voluntad nacional de servir a la humanidad en sus anhelos de paz interna e internacional" "Nuestra volunta y nuestro espíritu -agregué- nutriéndose en la historia Argentina y de América, quiere tener un sentido de realización". "La Argentina desea colocarse con el enorme despertar de su ciudadanía, en la línea de ayuda que la sugiere el clamor universal. Aspira a contribuir con su esfuerzo a superar las dificultades artificiales, creadas por el hombre; a concluir con las angustias de los desposeídos y a asegurar que los sentimientos y la acción de nuestro país sirvan a las energías del bien, para vencer las energías dominadas por el mal". En mi invitación a todos los pueblos del mundo, señalé que en nuestro país el trabajo está organizado y defendido; la economía recuperada y sostenida por las manos del Estado; la cultura como m de traducción de los sentimientos nativos, confundida con el sentimiento universal de la viejas culturas; y las doctrinas y los ideales sociales, como instrumentación de la mística que impulsa al hombre de América a repudiar las condenables injusticias entre los hombres de trabajo. Política pacifista y generosa Estos enunciados fija la posición argentina: "La política argentina ha sido, es y será siempre pacifista y generosa". Los pueblos no pueden hacer, en el orden externo, una política completamente suya. Deben situarse en el concierto general y extender sus conceptos nacionales. Respetar y exigir respeto. Este es un rumbo que ningún gobernante debe perder. Búsqueda de la paz mundial Cuando con la cesación de las hostilidades en 1945, se cerró uno de los grandes ciclos de la historia del mundo, se inició otro, que se caracteriza por la ansiedad de la paz universal. Este nuevo ciclo, en busca de la paz mundial, persigue el ordenamiento jurídico de las naciones, después del explicable traumatismo de los métodos y sistemas sociales y económicos producido por la necesidad de concurrir a la contienda con todas las fuerzas capaces de sumarse a la acción. Avanzada por la paz Con su doctrina de comprensión y entendimiento, la República Argentina lleva una avanzada por la paz internacional, colocándose con todos sus valores materiales y espirituales, en lo que puede llamarse el epicentro de este gran ciclo histórico en plena marcha. Por esos caminos, que son las rutas de la política internacional argentina, el mundo podrá llegar a cerrar este nuevo ciclo de la historia universal con la proclamación de la paz, fundada en el derecho y la justicia. Los derechos del trabajador aseguran la paz Para propugnar las bases de la paz internacional, es menester la tranquilidad de la paz interna consolidada. La paz interna sólo se logra cuando los derechos del trabajador se abren paso en la legislación de los pueblos civilizados. En un artículo de esta serie me he referido con detalle a la Declaración que hice de estos derechos. Pero no olviden los estadistas que la paz interior no se adquiere ni consolida con fórmulas políticas. Sólo dimana de la paz social, que es la única que proporciona la verdadera paz de los espíritus. Respecto mutuo A los pueblos hermanos de América, al invitarlos a adherir a nuestros propósitos de paz, enunciados el 6 de julio, les expresamos que la necesidad de serenar las pasiones, pacificar los espíritus, contener los desbordes e intentar limitar las dificultades humanas, son aspectos que no pueden ser ajenos al sentimiento y al ideario argentino. Nuestra orientación pacifista, nuestra vida estatal, las tradiciones de nuestra patria y la acción desarrollada con testimonios incuestionables de nuestra historia civil, política y militar demuestran los títulos limpios y generosos para la fundamentación de una doctrina pacifista. Al propugnarla ante los demás países de América, recordamos que siempre hemos defendido la igualdad jurídica de los Estados y el respeto mutuo. Ante la U.N. y los pueblos de América La dinámica de este movimiento argentino por la paz mundial, que es algo más que un enunciado lírico, puesto que gravita de manera indudable en la atmósfera de las Naciones Unidas, está perfectamente reflejada en este párrafo de la comunicación que mi gobierno dirigiera a los gobiernos de América: "La paz internacional es el problema central de nuestro llamamiento; más que por el noble esfuerzo de las asambleas de naciones y por la determinación de los gobiernos, debe ésta consolidarse a través de las voluntades nacionales y sostenerse por la firme decisión de los cientos de millones de hombre, convertidos en seres que tutelen la diafanidad de los principios pacifistas universales, prontos para ser protocolizados por la voluntad nueva de quienes tienen la obligación de entregar a las generaciones del porvenir, un mundo estabilizado en el trabajo y en la tranquilidad". Y entonces -con la solidaridad de las naciones hermanas- el ideario argentino marca estas tres etapas, para ir hacia la finalidad propuesta: 1ra. Adherir firmemente a estos principios pacifistas. 2da. Acudir conjuntamente, los países americanos y la Santa Sede, antes los demás pueblos del mundo, para solicitarles la adhesión a estos principios pacifistas y ofrecerles la cooperación económica indispensable para materializar estos anhelos de todos los pueblos del mundo. 3ra. Comprometernos a proclamar y realizar estos anhelos, teórica y empíricamente, entre los Estados y también ante las asambleas, convenciones, congresos y reuniones internacionales. Esto es el plan pacifista de mi gobierno proyectado al Continente. Cooperación argentina Los altibajos de la posguerra registran nuestro gesto solidario con los pueblos sumidos en el luto, el dolor y la miseria. Múltiples y sin retacear amplitud, fueron las decisiones de cooperación generosa, los granos, la carne, los cueros, los vestidos. La producción nacional es un arma de paz en la República Argentina. Nuestro país no usa el potencial económico para presionar en el orden internacional. El abrazo de los pueblos, si lleva la complementación, de las energías creadoras, es doblemente fraterno. Lo dice el acuerdo celebrado últimamente con Bolivia y, en una larga lista de convenios concluidos en los últimos tiempos, se advierte el firme propósito de complementación económica y, a veces, de cooperación solamente, para que despierten en naciones hermanas y amigas, sus propias fuentes, dormidas por falta de medios para crear riquezas. Este es un enfoque de la política internacional argentina, de la hora actual, en el que los objetivos de paz y de entendimiento con todos los pueblos de la tierra, resaltan sin esfuerzo. ¿No es éste el temperamento nacional? ¿No fluye la historia de nuestro país y se perfila como una esperanza? Su proyección más allá de las fronteras del país está perfectamente caracterizada, en la esencia de la declaración propuesta en julio, a los gobiernos y pueblos del Continente americano, para que todos la hicieran suya, si la juzgaban oportuna. El llamado al mundo "1º. Llamamos a los pueblos y gobiernos del mundo a la pacificación interna e internacional, como único medio para lograr la felicidad de los seres humanos. 2º. Los pueblos y gobiernos alcanzarán el equilibrio y tranquilad interna en el respeto a los derechos inherentes a la personalidad humana, creando una economía de abundancia, fortaleciendo los derechos de los trabajadores y organizando las formas y medios de comprensión espiritual. 3º. Los pueblos y gobiernos deberán promover los factores determinantes de equilibrio mundial fundamentándolo en el respeto recíproco, la igualdad jurídica, el arbitraje obligatorio, la cooperación económica y la paz permanente, para asegurar la normalidad política internacional, la seguridad económica mundial, la justicia social en el universo y la pacificación de los espíritus". Estos enunciados o fundamentos se concretan en esta aspiración, que es su corolario: "Llamamos a los pueblos y gobiernos del mundo para que, inspirados en el bienestar del hombre, promovamos la conquista de la paz sobre la tierra, de la tranquilidad social, para la creación y conservación de los valores materiales y morales, fundando el contenido de nuestro llamamiento en la necesidad de un mundo mejor, más fraterno, más comprensivo, más justo y más humano y ofreciendo para ello nuestra solidaridad y nuestra cooperación espiritual y económica". Política social internacional cristina Las naciones de América han comprendido esta posición de la República Argentina que señala un rumbo en medio de la ansiedad mundial por la paz y, una a una, han ido adhiriendo a la declaración, con palabras inequívocas por su significado. El objetivo de la República Argentina, en este orden de cosas, es el triunfo de una política social internacional cristiana. La política económica internacional que mi gobierno realiza en estos momentos, sin descuidar el mantenimiento de los mercados tradicionales o la conquista de nuevos mercados, como es lógico, está impregnada de fraternidad para con los pueblos que sufren las consecuencias de la guerra y de cooperación mutua para con aquellos que, hallándose vigorosos en su producción nacional, aceptan y propician el intercambio como sistema que alienta la prosperidad, afianzando los vínculos que consolidan la paz. América, con su dinamismo y los valores intrínsecos de su espíritu puede contribuir a la noble tranquilidad del mundo. Las energías de sus pueblos, encaminadas hacia la victoria de las concepciones sociales más ecuánime y el respeto integral de la soberanía de las naciones, provocarán la suma de los esfuerzos de todos los pueblos del mundo, en la estructuración de normas de vida internacional para la paz permanente. América existe; América triunfará Una voz argentina repitió en la reciente conferencia interamericana de Río de Janeiro, aquella afirmación del Libertador José de San Martín: "La patria existe, la patria triunfará", con esta evidente extensión de su significado: "América existe, América vencerá". Esta es la fe del pueblo en los destinos de América. La política pacifista y creadora que propugnamos, logrará la contribución efectiva, al programa que el Continente realiza con la fuerza de la solidaridad y el ideario de la democracia. No hay remolinos de la confusión universal, capaces de disminuir nuestras esperanzas, porque nos mueve el fuego interior de las convicciones. El hombre está por sobre los sistemas e ideologías y no es justo ni aceptable para la humanidad se destruya en un holocausto de hegemonías políticas de la izquierda o de la derecha. Propósitos irrenunciables: paz y libertad En la política internacional de mi gobierno, la paz y la libertad son propósitos irrenunciables. Para lograr la paz y afianzar la libertad, la Argentina conjuga en una sola energía creadora, todo cuanto es adecuado al triunfo de su doctrina pacifista. ...............
1948-06-18
Perón expone al mundo el principio y los fines que persigue su doctrina. 6º artículo
El capitalismo individual del futuro solo podrá existir sobre la base de concesiones Basta una simple ojeada al panorama mundial, para advertir la gravedad de los problemas en que se debaten todas y cada una de la naciones. Tal vez sea la Argentina el país que por providencial designio disfrute de un mayor bienestar y de una tranquilidad más efectiva. Pero de todos modos las conmociones de afuera han de repercutir en nuestra casa. El deber del estadista, más consiste en prevenir el futuro que en salir al paso de los conflictos que continuamente se presentan. No es que el gobernante deba descuidar éstos, sino que debe investigar las causas de aquéllos para actuar con justicia, pero como generalmente estos conflictos obedecen a un proceso histórico, la visión de los problemas no se puede concretar al momento presente, sino que se han de adoptar las medidas necesarias para evitarlos en el porvenir. ¿Cómo se puede llegar a ese resultado y a esa previsión del futuro? No hay más camino que el que lleva a conocer hacia donde se dirige el pensamiento de los conductores y, sobre todo, de las masas en materia política, social y económica, no para someterse incondicionalmente, sino para encauzar los movimientos y procurar que la evolución produzca la menor cantidad posible de trastornos. Enseñanzas de la Revolución Francesa Es un hecho cierto que no se puede detener la marcha de la humanidad hacia donde ella se encamine, y que cuando se ha infiltrado una tendencia o una idea hay que aceptar el hecho y sacar del mismo el mejor provecho posible. La Revolución Francesa, a cuyas enseñanzas me he referido frecuentemente, ofrece un ejemplo magnífico en apoyo de la tesis que vengo sosteniendo. La exaltación del individualismo y los conceptos e igualdad, circunscriptos al aspecto puramente político, iban tomando tal auge, que permitió aprovechar la primera oportunidad para demostrar su fuerza arrolladora y cambiar la faz del mundo. Por circunstancias históricas que no es del caso comentar, el chispazo se produjo en Francia, y, naturalmente, fue allí donde inicialmente se implantaron todos los principios motivadores del hecho revolucionario. Pero no todos esos principios eran buenos y aun algunos llevaban en sí mismos el germen de su destrucción, porque planteado el tema en torno a una libertad meramente política y a una igualdad entre los hombres, desmentida por una desigualdad económica, vino a resultar que en ciertos aspectos las clases trabajadores de tipo modesto sufrieron un retroceso con respecto a su situación anterior. Anulación del proletariado No pasó mucho tiempo sin que se advirtiese no ya el grave error sino la monstruosidad que supuso la prohibición de las corporaciones profesionales, porque los seres débiles solo mediante la unión y la agremiación adquieren la fuerza necesaria para su subsistencia. Se creyó defender al individuo frente al empuje y a la coacción de los gremios, y el resultado fue la anulación individual -y también política- de todo el proletariado. Inevitable rectificación La inevitable ley del péndulo hizo que en la propia Francia la rectificación adquiriese caracteres alarmantes. Pero lo que interesa en definitiva señalar, es que quedaron subsistentes las ideas que de la revolución eran aprovechables y que con el correr de los años fueron borrándose si no todas, por lo menos gran parte de las exageradas o perjudiciales. Y es lo más aleccionador que aquella subsistencia se produjo o despecho de muchos de los gobernantes del período posrevolucionario, incluso del mismo Napoleón. En los momentos simultáneos de la Revolución Francesa, toda Europa, o mejor dicho, todos los gobiernos de Europa se muestran hostiles a la revolución y a sus principios. Sin embargo, las ideas se habían infiltrado en los pueblos y de ellas ha vivido el mundo durante siglo y medio. La rectificación en lo económico se produce, como manifestación de importancia, en el último tercio del siglo XIX y las discrepancias políticas sólo se hacen patentes a partir de 1918. Lo que sirve y lo que no sirve Si en lugar de fijarnos en la Revolución Francesa nos fijásemos en otra cualquiera, la conclusión resultaría idéntica. En todas habrá materia aprovechable de la cual se beneficia la humanidad; y un lastre de conceptos inútiles que las naciones habrán de ir tirando por la borda para poder mantenerse a flote. El estadista demostrará su capacidad en la distinción de lo que sirve y de lo que no sirve; es decir, de lo que en el futuro subsistirá y de lo que habrá de desaparecer. Lo universal en lo nacional La segunda misión del gobernante que quiera servir a su patria, consistirá en acoplar las ideas útiles de orden universal a las peculiaridades de su propio pueblo. Cabría sintetizar la función del estadista, diciendo que ha de guiar a sus conciudadanos de tal manera que las ideas triunfantes en el sentimiento de la humanidad se implanten por evolución y por decantación. Las ideas del mundo futuro Viene toda esta excesivamente larga disquisición, para señalar cual es mi visión del mundo futuro y de las medidas que entiendo se deben adoptar, y que estoy adoptando para evitar a la Argentina las conmociones bruscas que podría traer la imprevisión. Hasta la primera guerra mundial todas las naciones, o por lo menos todas las naciones influidas por la civilización occidental, se desenvuelven económicamente por métodos de capitalismo, individualistas, atemperados por un intervencionismo estatal cada vez más acentuado; y políticamente por las normas de una democracia que si en ciertos aspectos es real, en otros muchos resulta bastante ficticia. De todos modos, aun esa democracia deficiente llena su cometido porque en ella se basan ciertos derechos individuales inalienables y principalmente los de la libertad de pensamiento, de expresión y de autodeterminación. La primera guerra mundial representa la quiebra de muchos de aquellos conceptos, pues a partir del año 1918, el mundo se divide profundamente en la apreciación de unos y de otros. La economía colectiva de la Revolución Rusa La revolución rusa hace triunfar una economía colectivista sobre la base de un socialismo que, si inicialmente había sido puro, quedó desvirtuado en el correr de los años, pasando a ser un partido obrerista a ser un partido burgués. Quizás no esté lejano el día -desde luego no lo está en nuestro país- en que se tenga que examinar hasta que punto la defección socialista tiene la culpa de los extremistas comunistas. Y en lo que se refiere a los conceptos políticos y de organización del Estado, los sistemas llamados totalitarios asestan un rudo golpe a las ideas democráticas o seudo democráticas. Distintas posiciones de la U.R.S.S. Puede decirse que la segunda guerra representa la pugna, por una parte entre democracia y totalitarismo, y por otra entre capitalismo y comunismo, aun cuando se haya dado la circunstancia de una confusión evidente entre las posiciones políticas y las económicas, ya que en el curso de dicha guerra la U.R.S.S. ha estado una vez aliada con Alemania frente a las democracias y otra vez aliada a las democracias frente al totalitarismo. Demuestra esto algo que ya se ha dicho en otro artículo de esta serie, a saber: que, salvo posibles contadísimas excepciones, los conceptos sociales, y también los económicos, no son peculiares de una determinada doctrina política, sino que caben en cualquiera de ellas. Así, por ejemplo, puede un Estado desconocer el liberalismo económico y defender la libertad de expresión, de sufragio, de pensamiento, de culto, etc. Dualidades ideológicas E inversamente, puede otro Estado aceptar una absoluta libertad en la iniciativa económica individual y desconocer el derecho electoral, la libertad de pensamiento ola de emisión de las ideas. Nada de esto se encuentra en un terreno hipotético, sino en la realidad viva y candente. No quiero señalar tales o cuales naciones para corroborar el acerto. Están en el pensamiento de más lectores. Por otra parte nadie a estas alturas se atrevería ya a defender en lo social y en lo económico un liberalismo total, como quiero creer que tampoco se ha de atrever ya nadie a clamar por un totalitarismo político absoluto. El triunfo de las democracias y su excepción Las posiciones se encuentran, pues, bien delimitadas. Es cierto que la guerra ha terminado con el triunfo de las naciones que han luchado en nombre de la democracia, aun cuando entre los triunfadores exista una potencia que es, por definición y por estructura, dictatorial. ¿Pero se podrá decir con sinceridad que la guerra ha terminado con el triunfo completo de la democracia, mediante la destrucción del totalitarismo y con la victoria del sistema capitalista individual frente a los regímenes colectivistas? ¿No será más verdad que con la terminación de la guerra se han agudizado esos problemas e incluso en los países capitalistas y democráticos se están infiltrando las doctrinas comunistas y ciertas normas totalitarias? Esta última proposición podría encontrarse confirmada en recientes acuerdos de la U. N., como por ejemplo el relativo a la difusión periodística de noticias internacionales, además de otras que me parece ocioso señalar. Conste bien -y con esto salgo al paso de posibles suspicacias- que al mantener el criterio expuesto, lo hago en defensa de ideales democráticos, porque mi país lo es, como también la Constitución que he jurado. Lo que me pasa es que no creo que las ideas básicas tengan un contenido inconmovible e inalterable, sino que pienso que están en constante evolución y que en el futuro subsistirán los principios de libertad y de democracia y las normas de propiedad privad. Sin embargo su contenido no será igual al de hoy, como el de hoy tampoco se parece al de ayer. La libertad de la revolución francesa era incompatible, como antes he dicho, con la sindicación profesional, mientras que en el presente la sindicación constituye el requisito indispensable de la libertad individual y colectiva del proletariado. En el siglo XIX, por lo menos en sus principios, no se concebía el intervencionismo del Estado en materia social mientras que en el siglo XX no se conciben las relaciones entre el capital y el trabajo más que a base de la intervención estatal. Trato desigual pero compensatorio La igualdad de la revolución francesa consistía en tratar de la misma manera a todas las personas, en tanto que la igualdad de ahora consiste en tratarlas desigualmente para compensar las diferencias. El respeto a la libertad contractual, era un postulado intangible de libertad, pero en nuestro tiempo será raro el contrato en el que no se cruce el Estado para defender a los mismos contratantes por razones de orden público. Y si nos hiciese falta podemos obtenerlo de la siguiente manera: uno de los pilares de la democracia estaba representado por la división clásica de poderes. La independencia del judicial, en relación con el legislativo y con el ejecutivo era un concepto sagrado. Personalmente continuo estimándolo así. ¿Pero siguen pensando igual todas las democracias? La evolución en Francia Afirmo que no, porque Francia es una democracia y sin embargo el artículo 58 de su reciente Constitución determina que la Alta Corte de Justicia es elegida por el Poder Ejecutivo cada vez que comienza un nuevo período legislativo. Con esto se hace que la justicia se vincule a las alternativas de la política. ¿Es que Francia ha dejado de ser una democracia? De ninguna manera. Lo que sucede es que ha evolucionado en el contenido democrático. No quiero entrar a discriminar si lo ha hecho con provecho o con daño de la democracia. Cada cual lo apreciará como guste, pero me parece que en el terreno doctrinal se puede sostener perfectamente que la democracia auténtica consiste en que la voluntad del pueblo aparezca reflejada no en dos de los poderes del Estado, sino en los tres, aun cuando sólo sea como medio de impedir que mientras las Cámaras representen las ideas triunfantes, la Justicia queda rezagada y al servicio de interese conservadores. Aprovecho la oportunidad que se me presenta para señala ante mis lectores la incongruencia de quienes han aceptado la Constitución francesa como democrática y han exhibido públicamente su emoción admirativa hacia el alto ejemplo de la Francia triunfadora, mientras se rasgaban las vestiduras por el hecho de que nuestro Congreso Nacional, usando de una facultad establecida en nuestra Constitución, haya depuesto en juicio político a los ministros de la Corte Suprema Del anti-salario marxista al salario comunista Hay todavía otro hecho más característico. El desconcierto en los conceptos ha llegado a tales extremos, que ya no son los hechos o las ideas los que definen una doctrina, sino las personas o grupos que se apoderan de ella. Valga un ejemplo: en la escuela marxista el salariado se tiene como algo repudiable e inadmisible y su abolición constituye la base de la lucha de clases. Así se estimó también en los primeros tiempos de la revolución soviética; pero pasaron unos años y el comunismo implantó el salario como retribución única y sus dirigentes proclaman ahora por doquier sus excelencias. Entonces viene a resultar que el salario no es bueno o malo en sí, sino según quien lo pague. Ni siquiera según que se pague en un régimen capitalista o en uno comunista, porque dentro del mismo régimen comunista, para Lenin el salario era reprochable, pero para sus continuadores es lo mejor que se ha conocido en materia de retribuciones. El destajo en Rusia Lo mismo cabe decir con respecto al destajo. Las masas obreras debían rechazarlo porque era atentatorio a la salud de los trabajadores. Taylor fue para las organizaciones sindicales una especie de criminal que destrozaba a los hombres para aumentar la producción. Pero en Rusia se trabaja a destajo, y entonces el sistema reputado como criminal se convierte en humano. Stakhanov, que no es sino un Taylor traducido al ruso, se convierte en héroe nacional. Podría decirse que ya no es el contenido del bulto lo que vale, sino su marbete. Y así clamar también a los defensores del ideario comunista por la libertad de prensa y por la democracia, mientras que los que lo practicaban -recuérdese uno de los últimos discursos de uno de sus más calificados dirigentes- nieguen la conveniencia de una prensa libre y rechazan abiertamente los métodos de democracia. Las dictaduras De ahí que las dictaduras, según tan acomodaticio criterio, son malas si se aplican en los países de régimen capitalista y buenas para implantarlas en los comunistas, e inversamente, la democracia es indispensable a los primeros y perjudicial a los segundos. En esa subversión de conceptos, ni siquiera se salvan los que afectan a la soberanía nacional. Antes, la soberanía no admitía distingos, mientras que ahora presenciamos con estupor que los grupos políticos que aceptan sumisión y su vasallaje a determinada potencia, acusan de antipatriotas a quienes suponen que están entregados a la influencia de otros. Fue precisamente el conocimiento de esa situación desquiciada, lo que me llevó a decir en el acto de proclamación de mi candidatura que si la mayoría parlamentaria estaba constituida por mis enemigos, se diría que el Congreso era democrático, pero si los vencedores eran mis partidarios, se aseguraría por los vencidos que el Congreso era totalitario. Honestidad en las doctrinas Me parece que hay que volver a las normas de honestidad en el planteamiento de las doctrinas y de los problemas. Eso es lo que pretendo hacer, para poner fin a mis palabras. Normas democráticas en el mundo del porvenir Creo que el mundo del porvenir se desenvolverá dentro de normas democráticas y de respecto a la libertad individual. Ahora bien, los conceptos de libertad y de democracia están evolucionando con rapidez. La libertad será cada vez menos el derecho de cada cual a hacer lo que le plazca, para ser cada vez más obligación de hacer lo que convenga a la colectividad. En este sentido la intervención del Estado aumentará día a día, lo que no es incompatible con el más profundo respecto a los principios esenciales de una democracia auténtica y de una república representativa. Desgraciados los pueblos que por no querer ver la evolución de los conceptos políticos, se empeñen en establecer una incompatibilidad entre la fuerza del Estado y las ideas de libertad y de democracia. Véase lo que está sucediendo en Europa y se notará con cuanta razón hablo. Régimen capitalista basado en transigencias En materia política ha de suceder lo mismo que en materia económica. Subsistirá en el futuro el régimen capitalista individual, pero sobre la base se transigencias y de concesiones. Quienes se empeñen torpemente en conservarlo todo, correrán el riesgo de perderlo todo. Y esto, repito, es de aplicación tanto a las normas políticas como a las económicas y sociales. Ni la libertad económica puede tener un futuro próximo -no lo tiene ya.- el mismo sentido del liberalismo manchesteriano, ni la libertad política puede quedar en la revolución francesa. En ese criterio se inspira toda mi actuación de gobernante. Defensa del Estado democrático Pretendo que el Poder que el Poder Ejecutivo juntamente con el Legislativo y también con el Judicial, sean la representación de un Estado con toda la fuerza que corresponde a su soberanía y al poder que el pueblo he ha delegado, no en el sentido de un Estado fuerte al estilo totalitario, sino en el de que sea capaz de mantener una línea de conducta encaminada a la defensa del propio Estado democrático frente a los ataque de derecha o de izquierda que pretendan imponer por la violencia lo que la Nación rechaza. Para conseguirlo, lo mejor ha de ser no perder la serenidad y emplear, como medios de gobierno la equidad y la justicia. También la energía armada en caso necesario. Mejor distribución de la riqueza En el aspecto económico social me enorgullezco de haber implantado la única política que me parece eficaz para mantener los principios que deben regir al mundo, en el porvenir; apoyo a las justas reivindicaciones de los trabajadores, mejor distribución de la riqueza en todos sus aspectos, procedimientos conciliatorios para dirimir los conflictos entre el capital y el trabajo, intervencionismo del estado en todos los problemas sociales y también en los económicos cuando el sistema de libre iniciativa, ponga en peligro los intereses de la colectividad o cuando se emplee para mantener injusticias y desigualdades Proseguiré mi obra En una palabra: prosecución de la obra torpemente calificada por mis enemigos de demagógica. SI otros gobiernos la hubiesen seguido igualmente, es seguro que el mundo no tendría que presencia muchos de los espectáculos que se está presenciando. Así entiendo que será el mundo del porvenir, y así me dispongo a afrontarlo, convencido de que se pasará mucho tiempo si que se reconozca la limpieza de mi intención y el acierto de mis medidas. .................
1948-06-23
En la ceremonia de juramento a la Constitución de los funcionarios del servicio exterior
Con verdadera complacencia concurro a este acto. Creo que el simbolismo de esta ceremonia ha de traspasar los límites de lo protocolar y formulario para alcanzar la categoría de un rito civil. Debemos aspirar a que este rito infunda a los funcionarios del servicio exterior, el temple de alma necesario para llevar a los confines del mundo la hermosa verdad argentina. Esta verdad tan discutida por los argentinos como envidiada por todo el resto del mundo. Esta verdad que, a pesar de presentarnos como un país próspero, trabajador y entusiasta, algunos malos argentinos y ciertos competidores del exterior se esfuerzan en trastocarla con un panorama sombrío, ruinoso y decadente. Dentro de nuestras fronteras cada ciudadano puede apreciar, por lo que personalmente le afecta, la malicia de las pocas docenas de ambiciosos, despechados o egoístas que no llegan a comprender la generosidad de nuestra política destinada a elevar el bienestar de todos, aunque sea a costa de que algunos se priven de lo más superfluo. Dentro de nuestras fronteras, fácilmente se pueden desvirtuar estas campañas. Pero cuando los rumores salen al exterior, pueden llegar a afectar el crédito de nuestra patria. Ahí es donde los funcionarios del Servicio Exterior deben justificar su patriotismo y hacer gala de su capacidad y de su tacto. A los ataques de nuestros connacionales en el exterior, deberán responder restableciendo la verdad, pero con tal cautela que no aparezcan ante ojos extraños las disensiones de la familia argentina. A los ataques que puedan venir de las gentes de afuera, deberán responder con la máxima delicadeza que requiera nuestra cultura y nuestra hidalga condición. Dos años han transcurrido desde el inicio de nuestro gobierno. En nuestra mente ya se vislumbra la necesidad de dar un Estatuto legal al Servicio Exterior. En el Plan de Gobierno fue incluida la reforma y se sugirió su sanción al Poder Legislativo. Hoy la tenemos ya en marcha, pero no es suficiente. Necesitamos conformar todo el Cuerpo Exterior al alma nacional. Cada funcionario ha de ser un pedazo viviente de la patria, un centinela celoso de su función, un soldado en el puesto de peligro, un ciudadano que en cada acto y momento de su vida ha de hacer honor a la Nación y, ha de ser ejemplo de ciudadanía ante otros hombres que juzgarán de la Argentina por la dignidad o por la flaqueza de quien ostente su representación. Cada funcionario del Servicio Exterior ha de obrar como si todo el mundo tuviese los ojos fijos en él. Ha de ser tan austero como afable, tan digno como generoso, tan altivo como servicial. Ha de ser tan argentino que cuando se hable de diplomáticos capaces, probos, eficientes, cultos y honrados, se sobreentienda que se esta hablando de un diplomático argentino. Procurará mi gobierno no equivocarse en las designaciones, pero si al hacerlas alguno de los designados no se creyera con fuerzas para reunir las dotes que he señalado, o no se sintiera con fuerzas para sujetarse a una norma rígida de conducta, confío en que su patriotismo le llevará a ceder el puesto a otros mejor dotados. El gobierno abre un amplio crédito de confianza a sus servidores, pero sabrá ser inflexible en las transgresiones que se cometan. La patria entera recoge vuestro juramento. La sociedad entera está pendiente de vuestra actuación. En los momentos difíciles de los tiempos que vivimos debemos sentirnos mas atraídos por el cumplimiento de los deberes que respectivamente nos incumben. Unidos en el cumplimiento del deber, seremos cada día más queridos y respetados por los otros pueblos. Cuando ocupéis vuestros puestos, acordaos de la deuda que acabáis de contraer con vuestro pueblo, y cada día cumplid una pequeña acción en interés de la patria. No olvidéis que nuestro prestigio en el mundo ha crecido en los últimos tiempos, y que hay fuerzas negativas, diseminadas por doquier, que intentan minarlo a despecho de la buena amistad que, por fortuna, nos profesan todos los pueblos de la tierra. No olvidéis que la Argentina es un país codiciado por los dones que Dios le ha prodigado y por el clima de paz, de trabajo y de prosperidad que disfruta. Alerta, pues, y que nada llegue a enturbiar la pureza de las fraternales relaciones que mantenemos con todos los pueblos. A vosotros incumbe en gran parte el mantenimiento del esplendoroso momento que vive la Argentina. Que la confianza que hoy depositamos, sea estímulo de vuestra conducta y, al final de vuestra carrera, os sirva para haceros dignos de la gratitud de la patria. ................
1948-09-03
Mensaje radial sobre la reforma constitucional
Estos tiempos de intemperancias minoritarias, en que se desea imponer ideas a gritos, insultos y denuestos de todo orden; en que la calumnia, la intriga y la difamación aparecen en lugar de las ideas persuasivas y constructivas, no constituyen el ambiente sereno para debatir cosas nobles. Sin embargo, tampoco creo que el avance de la Nación deba detenerse por influencia de tales perturbadores del orden y de las buenas costumbres. Respetamos la conducta de los demás, pero confesamos que preferiríamos razones y no malas palabras. Las ideas ajenas nos son respetables, pero, tenemos también nuestras ideas, y no olvidamos el detalle de que si bien algunos ciudadanos emiten las suyas como tales, nosotros hemos sido elegidos por el pueblo para gobernarle y representarle y ellos no. Creo que ello nos inviste de cierto privilegio y nos impone cierta obligación y responsabilidad que ellos no tienen. Las declaraciones de sociedades y clubes que nada tienen que hacer con la marcha del gobierno de la Nación, desde que el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes legales, no constituyen sino meras opiniones de grupos de personas. Podrían formarse artificiosamente millones de ellos en la República, aun con fines muchas veces inconfesables. Cuando redactamos nuestra proclama revolucionaria en 1943, dijimos que no culpábamos a nuestra Constitución de los males que aquejaban a la República, sino a los hombres encargados de aplicarla, que lo habían hecho en su beneficio y no en el de la Nación. Seguimos pensando lo mismo que entonces y deseamos encarar su reforma para que, cualesquiera sean los hombres que la apliquen, no encuentren ya las posibilidades de reformarla y aplicarla capciosamente. Es evidente también, y eso lo reconocen todos los ciudadanos, que la Constitución Nacional no ha sido adaptada a los nuevos tiempos ni a las nuevas necesidades. Así parecen también haberlo comprendido casi todos los países, desde que nuestra Carta Magna es una de las más antiguas del mundo, en lo que a su actualización se refiere. La estabilidad es condición fundamental de toda Constitución, pero ella no ha de ser tal, que sufra en su perfectibilidad, que está en razón directa a su evolución. La Constitución no puede ser artículo de museo que cuanto mayor sea su antigüedad, mayor es su mérito, y no podemos aceptar sin desmedro, que en la época de la navegación estratosférica, que nos permite trasladarnos a Europa en un día, nosotros usemos una Constitución creada en la época de la carreta, cuando para ir a Mendoza debíamos soportar un mes de viaje. Esa Constitución, buena para cuando la República Argentina era un pequeño pueblo de pastores, sin adaptarla, no puede ser igual para una Nación de dieciséis millones de habitantes, llegando ya a los mayores adelantos de la industria moderna, con todos los problemas económicos y sociales que tal nueva situación presupone. La revolución peronista ha iniciado una nueva etapa en lo político, en lo social y en lo económico. Ha expuesto claramente su programa y ha elaborado una doctrina que ha enunciado con igual claridad al pueblo de la República, antes de llegar al Gobierno. Si el pueblo no hubiese estado de acuerdo con ello, no nos habría elegido para gobernarlo y para representarlo, en comicios puros y por una abrumadora mayoría. Elección que aun ha sido posteriormente confirmada a dos años de gobierno, en elecciones tan puras y con una mayoría aún más numerosa. Ese programa y esa doctrina actualmente en acción por voluntad popular, deben ser desarrollados y consolidados en los fundamentos básicos de la Nación misma, para estabilizarlos y darles carácter de permanencia. Quienes piensen lo contrario tendrán ocasión de defender sus preferencias en los comicios que consagrarán los convencionales convocados al efecto. Los que creen en cambio que han de obtener mayores resultados recurriendo a la violencia verbal o física se equivocan, porque el respeto y el orden han de asegurarse a cualquier precio. Si esos señores son verdaderos demócratas como anuncian tanto y tantas veces, su acción han de hacerla sentir en los comicios, no en los tugurios de la conspiración, ni en los desórdenes callejeros, ni menos aún en los desmanes verbalistas contra las autoridades que el pueblo eligió para que gobiernen a todos los argentinos, aun a los malos... Si el pueblo les vuelve la espalda, no le deben echar la culpa a sus adversarios ni inventar calumnias en su contra. Les valdría mucho más que recapacitaran y observaran su conducta que, posiblemente en ella, podrían encontrar mejor las causas del repudio y, sin ofuscación y con juicio, buscar también el remedio que les libre de algunos de sus males. Declararse contra el pueblo, insultarlo porque no les es propicio, despreciarlo porque no les vota, no creo que sea prudente ni de verdaderos demócratas. Es en la conducta de cada hombre donde se encuentra su perdición, jamás en la conducta de los demás. Una actitud fiera o perversa, que infunde temor a los débiles y decisión a los fuertes, no es la mejor actitud. Una conducta honrada y prudente suele ser la mejor llave para entrar en todas partes, aun en el éxito que muchos ambicionan. Nosotros, sin alardes y sin violencias, pero con ideas que persuaden y verdades que -aunque duelan- van encaminadas al bien público, consideramos indispensables las reformas que el peronismo, con su órgano partidario, propondrá a la Convención Soberana, que el pueblo elija para hacerla instrumento de sus decisiones colectivas. Tales reformas, minuciosamente estudiadas y compiladas, a la luz de nuestra doctrina y sometidas al juicio crítico, con toda la documentación y bibliografía existente, será un cuerpo serio de modificaciones substanciales orientadas a perfeccionar y actualizar la Carta Magna. En lo político, aseguramos y reforzamos el régimen Republicano, Representativo y Federal. Por el régimen Republicano: nadie ha hecho más que nosotros porque hemos suprimido la oligarquía plutocrática para poner en manos del pueblo las decisiones y el gobierno. Por el régimen Representativo: al eliminar el fraude, hemos suprimido el sistema de círculos políticos predominantes y a menudo sometidos al extranjero y a sus consorcios capitalistas que decidían sobre el gobierno y representación popular. Hemos suprimido a esos representantes espurios y foráneos para llegar a la verdadera representación popular por elecciones limpias y puras, como jamás se realizaron en el país. Por el régimen federal: a las declaraciones declamatorias de los políticos de viejo cuño, nosotros hemos opuesto la realidad de las realizaciones del plan de Gobierno, destinados a afirmar el federalismo político con el federalismo económico. ¿De qué podría valerle a una provincia ser políticamente autónoma si no representa una entidad económica? El Plan de Gobierno mediante la fijación y desarrollo económico de esas regiones está realizando en los hechos, un federalismo real y constructivo que no puede ser comparado al verbalista y estéril a que nos tenían acostumbrados los politiqueros desplazados. Nadie hasta ahora, ha realizado entre nosotros una obra efectiva por mantener y fortalecer el régimen republicano, representativo y federal como el peronismo; sólo que nosotros obramos y decimos la verdad, en tanto que los sofistas que nos combaten sólo atinan a esgrimir falsedades a sabiendas, destinadas a confundir la opinión pública, que no confundirán, porque el pueblo ha llegado a comprender bien la diferencia que existe entre los que sólo buscan sus conveniencias personales y los que trabajan por la felicidad y prosperidad de la Nación. En lo económico queremos: afianzar el bienestar y la prosperidad al pueblo argentino, mediante la independencia económica que asegure que la riqueza argentina ha de ser para los argentinos y no entregada al extranjero como lo había sido hasta nuestros días, con lo que lucraban los grupos que entregaban al extranjero las riquezas del país; suprimir la economía capitalista de explotación reemplazándola por una economía social, en la que no haya ni explotadores ni explotados y donde cada uno reciba la retribución justa de su capacidad y de su esfuerzo. El capital debe estar al servicio de la economía y no como hasta ahora ha sucedido que nuestra economía ha estado al servicio del capitalismo internacional; suprimir el abuso de la propiedad que en nuestros días ha llegado a ser un anacronismo que le permite la destrucción de los bienes sociales, porque el individualismo así practicado forma una sociedad de egoístas y desalmados que sólo piensan en enriquecerse aunque para ello sea necesario hacerlo sobre el hambre, la miseria y la desesperación de millones de hermanos de las clases menos favorecidas por la fortuna. Ya pasaron los tiempos en que se podía permitir dejar podrir la fruta en las plantas; arrojar el vino a las acequias, destruir las viñas o quemar los cereales para que no disminuyeran los precios. Hoy el bien privado es también un bien social. Es también la única forma de mantener y reafirmar el derecho de propiedad, porque de continuar con el abuso, la consecuencia puede ser lo que ha ocurrido en otras partes: un cataclismo social que termine con la propiedad. A pesar de cuanto afirmen los charlatanes de mitin político, el pueblo sabe bien lo que hemos hecho y lo que estamos haciendo en su beneficio, porque el resultado se traduce en hechos que ese mismo pueblo palpa diariamente en su mejoramiento económico y en el bienestar individual y colectivo. Esos políticos les hablaban siempre de toda clase de derechos y libertades, pero los trabajadores decían, y decían bien, que sólo tenían la libertad de ejercer el "derecho de morirse de hambre". En lo social buscamos: asegurar para nuestro pueblo un régimen social justo y humano; donde la cooperación reemplace a la lucha; donde no haya réprobos ni elegidos; donde cada hombre que trabaja reciba un beneficio proporcional a la riqueza que promueve; donde todos tengan un porvenir asegurado; donde la sociedad no se desentienda egoísta del viejo, ni del incapacitado y donde la fraternidad, la generosidad y el amor presidan las relaciones entre todos los argentinos; asegurar el acceso a la cultura y la ciencia a todos los argentinos, para terminar con un estado anacrónico y monstruoso en que el acicate de las capacidades es el dinero en vez de serlo las aptitudes, la inteligencia y la dedicación. Los hombres libres de prejuicios, el pueblo y, en especial, los trabajadores saben bien qué es lo que el peronismo se propone, porque no hemos engañado a nadie. Realizamos lo que hemos dicho en nuestra doctrina peronista y realizaremos ahora su consolidación en la carta fundamental de la República. Los ciudadanos que nos han elegido para gobernar a la Nación y representarlos en el parlamento, no fueron ni serán defraudados, porque somos la antítesis de los viejos políticos que predicaban falsedades insidiosamente, pero luego realizaban todo en acomodo a sus conveniencias o a la de los intereses que servían. Nosotros no servimos otros intereses que los del pueblo y los de la República. La clase trabajadora, explotada durante toda la historia de la existencia de nuestro país, debe saber que ha llegado su oportunidad de liberarse. ¡Ahora o nunca! Si para ello debe luchar, no estará sola ni conducida por cerebros marchitos, ni corazones intimidados. Debe ser sugestivo y aleccionador el proceder de los politiqueros de siempre: no hubo entre ellos quien antes no propugnara la reforma de la Constitución y hoy cuando el pueblo se decide a modificarla no hay uno entre ellos que no se oponga a toda reforma. ¿Es que la Constitución, es acaso un instrumento de ellos y no de la Nación? No, y ello lo saben bien. La Constitución es un instrumento fundamental de la República, y de acuerdo con sus dictados ha de estructurarse un nuevo orden de cosas y han de consolidarse la revolución y los postulados que sostuvimos. Ellos, derrotados y aniquilados en la lucha cívica, quieren "ganar la paz", embarullándonos en el momento que queremos afirmar para siempre las conquistas alcanzadas por el pueblo y, en especial, por la clase trabajadora. En otras palabras, ellos anhelan volver a lo de antes y consideran que perdidas todas las elecciones, repudiados por el pueblo que antes llamaban soberano y hoy denominan "aluvión zoológico", desahuciados por las masas laboriosas que adularon con insidiosa intención, no tienen posibilidad de avance alguno y entonces prefieren, por lo menos, no retroceder. Una Constitución anticuada se le presenta como un baluarte donde quemar los últimos cartuchos de su engaño. ¿Cómo, ellos que defendieron los intereses extranjeros van a defender la independencia económica? ¿Cómo, ellos que estuvieron siempre al servicio del capitalismo de explotación, se van a declarar ahora defensores de una economía social? ¿Cómo, ellos que fueron el instrumento y defendieron todos los abusos del individualismo y de la propiedad, se van ahora a poner al servicio de los bienes y bienestar de la colectividad? ¿Acaso el pueblo puede olvidar lo que recibieron de ellos en lo político, en lo económico y en lo social? ¡No lo olvida y ya no lo olvidará jamás! Eso es lo que los malos políticos no han comprendido aún de la nueva situación política argentina. Ellos fueron quizá hábiles en otra ocasión, cuando toda la política se decidía en los círculos de politiqueros que ellos dominaban. Nosotros, haciendo política de masa les hemos cambiado el panorama, el escenario y la distribución y manejo de las fuerzas. Por eso no vieron ni verán nada claro. Por eso se ofuscan, gritan, insultan y calumnian frente a la importancia a que les ha conducido su ineptitud y su falta de inteligencia. Como el pueblo no delibera ni gobierna sino por sus representantes, ellos crearon la muletilla de las direcciones omnímodas y discrecionales que les permitieran obrar en control. Hicieron también que sus escribas y fariseos difundieran aquello de que "las masas no piensan", y "sólo sienten", y que los dirigentes son los que piensan. Es claro: así ellos hacían cuanto se les ocurría, sin temor a que el pueblo les sancionara. Por eso, durante un siglo, la cultura política del pueblo argentino, su conciencia social y su sentido nacional han estado estacionarios, porque de lo contrario ninguno de ellos hubiera sido jamás dirigente de un pueblo, sin haberlo antes doblegado con el engaño y sojuzgado con la fuerza y la violencia. Nosotros creemos que la masa debe pensar, que cada ciudadano tiene una responsabilidad en la República y que por sí debe discernir sobre el partido que debe tomar en la lucha, por hacer más feliz y más próspera a la patria; que es necesario elevar la cultura cívica y social en la masa ciudadana para que a la par que se supere a sí misma ejerza un control sobre los gobernantes; que sea una verdadera autodefensa orgánica de la Nación. El único delito infamante para un ciudadano de la República, debe ser aquel que lo haga permanecer ajeno a ambos bandos en lucha o que en la lucha lo encuentre incorporado en los dos. ¡Y cuánto de estos hemos visto en las contiendas cívicas argentinas! Eso es lo que queremos evitar, que los ciudadanos sigan los malos ejemplos y para ello, hay sólo un camino: la verdad y el corazón honrado para hacerla cumplir. ..................
1948-10-08
En el día de su cumpleaños
Quiero agradecerles desde lo más profundo de mi corazón el recuerdo de quienes a diario mezclamos inquietudes y trabajo en la solución de problemas de bien común, los combates que a diario debemos hacer frente y en que todos los colaboradores más inmediatos tienen conmigo la responsabilidad y la satisfacción de poder cumplir. Las horas más felices son las que se disfrutan en la camaradería. Por eso, en esta Casa de Gobierno, cuyo recuerdo sería imborrable para el resto de mis días, he forjado mi propia historia y el recuerdo de los compañeros. Al compartir este feliz momento en que compruebo la lealtad de sentimientos de mis colaboradores, manifiesto que no podré pagar la inmensa deuda de gratitud en que me veo empeñado. Todas las manifestaciones sensibles del espíritu de los hombres me interesan profundamente. Por eso, al tener ustedes la amabilidad de recordarme con estos preciosos presentes, mi espíritu 'se siente sensiblemente tocado en la buena como en la mala fortuna; mis sentimientos serán siempre los mismos para ustedes: unidos por esa camaradería y patriotismo formamos un equipo de poderosa acción. Por eso es probable que triunfemos; y si no llegáramos a conquistar ese triunfo, nos quedará la dicha de que fuimos los primeros en intentarlo y que otros, que vendrán después de nosotros, lograrán realizarlo. Con el cariño común y más grande que sentimos, que es el cariño por la patria, agradezco nuevamente estas manifestaciones de solidaridad y de recuerdo que me han brindado. TITULO REDACTADO - VERSION DEFINITIVA 8 de octubre de 1948 (*) Fuentes: Perón, Juan D.: Obras Completas - Tomo X - Vol. 2 - Fundación por Universidad de la Producción y del Trabajo - Fundación Universidad a distancia "Hernandarias" Quiero agradecerles desde lo más profundo de mi corazón el recuerdo de quienes a diario mezclamos inquietudes y trabajo en la solución de problemas de bien común, los combates que a diario debemos hacer frente y en que todos los colaboradores más inmediatos tienen conmigo la responsabilidad y la satisfacción de poder cumplir. Las horas más felices son las que se disfrutan en la camaradería. Por eso, en esta Casa de Gobierno, cuyo recuerdo sería imborrable para el resto de mis días, he forjado mi propia historia y el recuerdo de los compañeros. Al compartir este feliz momento en que compruebo la lealtad de sentimientos de mis colaboradores, manifiesto que no podré pagar la inmensa deuda de gratitud en que me veo empeñado. Todas las manifestaciones sensibles del espíritu de los hombres me interesan profundamente. Por eso, al tener ustedes la amabilidad de recordarme con estos preciosos presentes, mi espíritu 'se siente sensiblemente tocado en la buena como en la mala fortuna; mis sentimientos serán siempre los mismos para ustedes: unidos por esa camaradería y patriotismo formamos un equipo de poderosa acción. Por eso es probable que triunfemos; y si no llegáramos a conquistar ese triunfo, nos quedará la dicha de que fuimos los primeros en intentarlo y que otros, que vendrán después de nosotros, lograrán realizarlo. Con el cariño común y más grande que sentimos, que es el cariño por la patria, agradezco nuevamente estas manifestaciones de solidaridad y de recuerdo que me han brindado.
1948-10-16
En la inauguración de la IV Reunión Panamericana de Consulta Sobre Cartografía
Sean mis primeras palabras de agradecimiento por el honor que significa el habérseme conferido el título honorífico que acabéis de aprobar, como así también por las amables palabras pronunciadas por mister Randall y por las de nuestro querido amigo el general Zubia, con quien, como cisplatinos, nos liga una amistad y una hermandad que compartimos tanto el Uruguay como la Argentina. La celebración de la IV Reunión Panamericana de Cartografía, pone de manifiesto que los jóvenes países de nuestro continente están realizando una de sus más profundas aspiraciones: la cooperación franca en el orden científico y, según una de las bases aprobadas, que revelan la autenticidad de estas nobles inquietudes, la "unión efectiva de los países americanos". A la República Argentina toca hoy la satisfacción de constituir el escenario de este importante congreso y es obligación de todos nosotros no desestimar es significado de tal acontecimiento. Hace algunos años, los expertos en la materia empezaron a hablar del Mapa Oficial de las Américas. Aparentemente el proyecto se concretaba en el orden científico, y digo aparentemente porque no hay nada que América se proponga solidariamente que no tenga una elevada finalidad histórica y una visible trascendencia social. Sus naciones se hallan en plena evolución hacia el progreso, a variable distancia del cumplimiento de sus anhelos y en distintas fases de este desarrollo. No excesivamente pobladas, sin haber sometido todavía a una rigorosa explotación sus incalculables riquezas naturales, lejos aún de eso que suele llamarse "madurez" política y que por desdicha suele significar el desencanto de sucesivos fracasos, han constituido en el concierto universal del pasado una promesa de vitalidad, han representado ante naciones en plena actualidad histórica, de más larga tradición y quebrantos, una preciosa reserva de valores de toda clase. Pero en el mundo y en los planos de la historia existe de modo inevitable una cotización. Hay naciones o grupos de naciones que identificaban su poderío con la ley física de la gravedad, y es hasta cierto punto comprensible que se examine a los pueblos jóvenes y se les pregunte en que consiste el bagaje con que se acercan al campo de las decisiones cósmicas. A principios de siglos XIX objetaban a los Estados Unidos su atraso intelectual y cierta debilidad en su proyección exterior, efectos naturales de la etapa que en su desarrollo atravesaban entonces. Hace pocos años se objetaba a los pueblos de Hispanoamérica su inseguridad política, causante de cierto desbarajuste económico, y su escasa cohesión. Las circunstancias han variado porque, entre otras razones, en los movimientos hacia el progreso, las fases suelen suceder con rapidez cuando las impulsa una voluntad resuelta y porque es visible que esta voluntad exista ya entre nosotros. El panorama que hoy ofrecen nuestros pueblos no es ciertamente el de antaño. No hemos alcanzado la perfección, no nos hallamos todos en la misma línea, pero lo deseable, sobre lo que es bueno y lo que es malo. Hemos llegado a valorar con exactitud el sentido de lo auténtico y la eficacia de la acción y la decisión; es decir, porque poseemos una personalidad. Y la personalidad es, precisamente el factor que el mundo internacional aplica para cotizaciones. Pone sus acentos sobre los valores económicos, los industriales, los militares o los científicos; calcula que pueblos poseen voz y voto en la paz y cuales poseen el terrible voto de la guerra. Sea como sea, se trata de poseer esa fuerza que da el haber dejado de ser "nadie"; el haber recuperado la soberanía no como símbolo sino como realización, porque lo soberano no es lo que se acredita, sino lo que crea, funda y defiende. Acaso por esta causa hemos pensado todos que antes de ahora, en determinados períodos de nuestra historia, poseíamos sólo su apariencia. Por esa misma causa estamos convencidos ahora de que estamos en camino de ser reconocido, de que nuestra voz sea oída. La historia es un largo avance hacia la agrupación racional de valores afines y simultáneos. Que este proceso se conduzca por la catálisis de la guerra o con propósito de paz, puede, en su principio constituir un dilema necesario o una cuestión de selección. Los pueblos americanos hemos podido hasta ahora optar por la civilización de la paz, ya que ninguna de nuestras condiciones naturales de vida nos lo imponían. Esto, ciertamente nos marcaba de antemano las sendas de un destino, equivalía, en otros términos, a una vocación. Esta personalidad, esta vocación, no podían en modo alguno aislarse en las barreras naturales de todos y cada uno de nuestros pueblos. La América que el mundo contempla suele aparecer como un todo orgánico, y cuando se habla de una vida americana, de una opinión americana o del hombre americano, se da a entender claramente que hemos surgido en la historia con una responsabilidad que subrayan una serie indeterminada de hechos comunes. Se esperan nuestras decisiones en común, y se piensa muy corrientemente que existe entre nosotros, con el debido respeto a lo que es soberano a cada país, los frutos de una acción colectiva, sobre la que recae esa responsabilidad histórica. Es posible que los esfuerzos, las titánicas luchas que muchos de nuestros pueblos han tenido que llevar a cabo para constituir su fisonomía propia y levantar el complicado andamiaje de sus instituciones públicas, sus leyes y su pensamiento, no hayan sido debidamente emprendidas fuera de nuestro mundo. Acaso se haya interpretado como anarquía y confusión lo que era dolor inevitable de la fase formativa, o del momento constitutivo de las nacionalidades. En esos momentos mal podíamos ofrecer testimonios de una espiritualidad común o de un pensamiento afín, de una responsabilidad de continente, como podían armonizar tampoco para cualquier esfuerzo ni nuestros esfuerzos científicos ni nuestro esfuerzo económico. Hoy las naciones cuentan ya de un modo satisfactorio con nuestra presencia, porque podemos decir que hemos cumplido ya la más penosa de las etapas de nuestro avance hacia lo auténtico. La crisis que la humanidad atraviesa ha servido para templar nuestros ánimos en los primeros encuentros y, al mismo tiempo, nos ha permitido definir sin equívocos cuál puede ser nuestra futura participación en las tareas generales. Nuestra civilización no se ha ganado para la guerra ni para la destrucción. Nuestras uniones, nuestras asambleas, nuestro pensamiento en su expresión de bloque, no se caracterizan ciertamente por su belicismo. Si algún día se puede hablar de una cultura americana de un modo específico, es seguro que este término irá aparejada la idea de paz. Esta es la unión que podemos soñar y la personalidad continental que con toda nuestra voluntad nos disponemos a fomentar. Si algún día puede sernos exigida una responsabilidad, juzgarán antes si dejamos de hacer en bien de la humanidad, en provecho del hombre y del bienestar de los pueblos, en favor de las ciencias que crean contra las que destruyen, algo de cuanto humanamente hemos podido hacer. No olvidamos que en nuestra formación tradicional palpita siempre un alto concepto de lo providencial y que no nos referimos al destino de los pueblos en un simple juego de palabras. Hay pueblos-espada y pueblos-cruz. De los nuestros se aseguraba que eran pueblos-factoría. No sería justo ue reaccionásemos con ira ante este calificativo, porque el mundo que así nos identificaba, estaba entonces sumido en muy hondas luchas definitorias, y nosotros, en esta época, no defendíamos ni estábamos en condiciones de actuar resolutivamente sobre nada. Ahora la situación ha variado en nuestro favor, no tanto por la creciente incertidumbre de las fuerzas y culturas tradicionalmente avanzadas, sino por el visible progreso creciente de nuestros países. Hace años el conde Keyserling pudo escribir para sus lectores del mundo entero las siguientes palabras, refiriéndose a Sudamérica: "Allí, la vida no está en absoluto mecanizada, pero el espíritu no ha adquirido aún una facultad de iniciativa suficiente para dar a la conciencia un sentimiento de creatividad que no sea físico". Es cierto que lo que define a los pueblos, como a los hombres, es su vocación fundacional. Y no es de extrañar que cuando el pensamiento europeo se volvía a contemplarnos, acaso sin una comprensión extraordinaria para el momento que en nuestra evolución histórica atravesábamos, juzgase que estas naciones vivían, en lo interno, una existencia en cierto modo desorganizada, y en lo colectivo, una desunión y un aislamiento propicio a la ingerencia de los poderes extraños, a la sumisión por tanto, y negativo para las grandes realizaciones auténticas. Pero entendemos muy bien lo que ese mismo pensamiento exponía cuando definía el camino valedero de plenitud como la acentuación manifiesta de la creatividad, convertida en supremo valor vital, porque si en esas épocas no estábamos todavía en situación de crear, de ofrecer al mundo nuestras inquietudes, es decir de producir nuestros gran mensaje, el mensaje de América, esto no se debía a que no poseyésemos recursos espirituales adecuados, sino a que nuestras circunstancias no lo aconsejaban ni lo permitían todavía. El hombre y los pueblos, efectivamente, se parecen en eso, en que se identifican por su poder de creación. Este poder es la quintaesencia de la personalidad, e importa mucho que lo subrayemos en momentos tan amargos para la humanidad que llega a ser una corriente muy extendida la de creer que los mensajes más positivos son los que acumulan más poderío industrial, más cañones, más escuadrillas de bombardeo o más cascos de acero. Nosotros no podemos detener el impulso de esta corriente, aunque la juzguemos perniciosa y triste para los valores humanos; pero debemos anticiparnos a pedir que nuestros pueblos no se vean envueltos en este terror, y que aparezca bien claro que no hemos participado en las carreras que han producido las rivalidades, las querellas, las guerras y el dolor de la humanidad. Nuestra metafísica no tiene necesidad de corazas ni de escudos y puede vivir dichosamente a la luz del día, podemos desarrollar nuestra vida en una caja de cristal, a la vista de todos. Los hechos y las condiciones políticas europeas o mundiales determinantes de la última catástrofe pueden merecer nuestro juicio, pero no seremos juzgados en ellas por la historia. Lo mismo podemos decir respecto a los litigios actualmente en gestación, porque todo parece indicarnos que hemos sido fortalecidos y templados de un modo providencial en nuestro progreso, de modo que llegamos a tiempo de pronunciar una palabra de paz, no para agravar las disensiones; que hemos llegado preparados para inaugurar una nueva era de fraternidad, no para sumarnos al más doloroso esfuerzo exterminador. No tomaremos como una afrenta la afirmación de esos políticos iracundos que en convenciones internacionales aseguran que América vive una Edad Media. Vivimos tal vez una época de formación, una intensa vela de armas, pero estas armas son la conciliación y el respeto mutuo, aunque tal vez no sean las que están de moda en los palenques internacionales. De este modo pueden asegurar que vivimos una Edad Media, los que en realidad, con sus amenazas y contrasentidos, están preparando el más rigurosos aniquilamiento de la civilización. A esto, nosotros, y acaso en estos momentos me tome la libertad, en representación del sentir argentino, de identificar en él el pensamiento de los demás pueblos de América, podemos responder que no creemos que existan motivos fundamentales que autoricen la afirmación de que la guerra es inevitable. Opinamos que la guerra no es un remedio necesario y que puede ser evitada si las fuerzas en pugna se disponen leal y sinceramente a buscar el punto real de contacto y a prescindir, en holocausto de la paz mundial, de las grietas y zonas de fricción de su periferia política, histórica y económica. Esta opinión puede no ser atendida, pero en caso esto no hará sino afirmar nuestra idea de que nuestra personalidad, nuestro mensaje, han sido cuidadosamente elaborados por la Providencia, que civilizó e incorporó el mundo americano a la civilización, para proporcionar a la humanidad, hoy o más adelante, un bloque de reserva en la obra de pacificación de los espíritus. ¿Y no sería esto un principio de creatividad capaz para definir y valorar por sí sólo la presencia de nuestras jóvenes naciones? ¿No implicaría, sin más, que hemos colmado ya satisfactoriamente la primera fase de nuestra evolución desde las jornadas gloriosas de la independencia? No pronuncio estas palabras sin una profunda meditación de la relación que puede existir entre su significado y la inauguración de este Congreso, cuyas circunstancias nos honran. Desde que lo colectivo superó a lo individual, el medio circundante, el horizonte, el espacio, han inquietado al hombre. Las naciones son un invento relativamente reciente, porque antes de que los pueblos sirviesen a su patria, servían a sus reyes, y antes aún, servían a una idea que era una mezcla de honor colectivo, cultura y economía. Los griegos sitiando por el honor a Troya, los romanos denominando bárbaros a los elementos ajenos a su metafísica y los pueblos mediterráneos riñendo batallas por las rutas marítimas, configuran esas inquietudes primarias. Atenas, Roma y Cartago son testimonios de la época en que la ciudad, símbolo físico y arcano de valores, lo era todo. Antes de que Atenas se proyectase sobre el mar, se había inclinado expectante sobre el espacio que la circunda, sobre el camino que seguían sus mercaderes, sus soldados y sus filósofos. Los primeros mapas que la humanidad conoce eran mapas de caminos. Los dos papiros del museo de Turín señalaban el acceso a las minas de oro que Sesostris explotaba en Nubia. Seiscientos años antes de Jesucristo, Hecateo de Mileto trazó su carta, describiendo a la tierra como una circunferencia rodeada de mares. América, antes del descubrimiento, poseía también una interesante tradición cartográfica. Los aztecas habían levantado importantes planos catastrales de las ciudades de la costa y uno de eso mapas facilitó grandemente los movimientos de Hernán Cortés. Julio César, señor de los ejércitos y amo de las rutas europeas, proporcionó a la Roma imperial el mapa de las legiones. La Edad Media reivindicó el mapa de Tolomeo, desconocido de los romanos. El mapa que se conserva en Siena ostenta este significativo epígrafe "Itinerarum Scriptum", "Tabla de los Itinerarios. San Isidoro de Sevilla, al confeccionar el mapa de los "Orígenes", y Alfonso X el Sabio al fomentar la creación de los globos terrestres, colaboran en esta magna obra. Los mapas árabes, las cartas de navegación catalanas empiezan a delimitar de un modo concreto los espacios fabulosos sembrados hasta ayer de dioses y diablos, donde se divisaban las huestes de Hércules, el furor de las Estinfálidas, los enojos de Neptuno, donde cantaban las sirenas y las nereidas, se deslizaban las ondinas y donde Aquilón, Nereo y Eolo disponían de la vida de los navegantes. La Edad Media está todavía llena de sueños, porque es una época de transición. Sus cartas están llenas de poesía, hay égloga en ellas, bosques frondosos pintados a la vera de las ciudades, rumorosos arroyuelos, diablos tentadores, espíritu y carne; hay espadas, lanzas y escudos empuñados por San Jorge, arcángeles armados y gigantes, en una mezcla sublime de los sueños, el heroísmo y el miedo. Si la tradición cartográfica americana arranca de los planes de Moctezuma, luego tenemos en este dominio de la ciencia la formidable revelación de mapa de Juan de la Cosa. América emerge taumatúrgica a los ejes de la Europa quieta, la Europa que no ha navegado, la de las ciudades, las abadías y los castillos, como una realidad, como un paraíso descubierto. Pero ya no hay gigantesco y diablos en sus costas, porque el timón de Colón ha perforado el enigma del Finibusterre, aunque ello cueste derrumbar la leyenda del Jardín de las Hespérides. Después de las cartas de navegación catalanas, nada hay tan perfecto como ese mapa, dibujado por la fe, la audacia y el heroísmo de los navegantes. Es el preludio de América. En él están diseñados, presentidas, nuestras nacionalidades. Al dibujarlo, acaso inconscientemente, dibujaba Juan de la Cosa la metafísica de un mundo de paz de una reserva grandiosa de los valores de la humanidad ante el segundo estrago de una evolución costosa y sangrienta. Después, en el orden científico, la geodesia y la topografía han revolucionado la labor de los cartógrafos, y, en sus tareas, junto a la perfección matemática y técnica, han participado las tendencias financieras, los Estados Mayores, las flotas, la armada submarina y las escuadras aéreas. Pero volvamos al principio; observemos esos primeros mapas que hizo el hombre de Grecia y de Egipto. Observemos que su finalidad sustancial era el trazado de los caminos. Los griegos deseaban conocer el Asia Menor, y los egipcios se inclinaban sobre Siria, la Caldea, la Nubia, Etiopía. Se buscaban rutas desde el Porto hasta Cádiz y el camino de Eneas, hasta Roma, era una ruta de civilización. Tartessos, el fabuloso camino de Argantonio, el rey de la plata, en lo que ahora es Andalucía, es una inquietud fundacional. Se trazaba la unión de los meridianos para aproximar a los hombres, para poner en comunicación unas razas con otras, para fundar pueblos y naciones. Los mapas, repito, eran caminos, era esa maravillosa "tabla de itinerarios" romana. Julio César confeccionó el primer mapa militar, porque la era de los caminos había concluido, hasta Juan de la Cosa puede afirmarse que permaneció interrumpida. El contacto de los pueblos se hizo por medio de los campamentos de ejércitos antagonistas. El camino fue sustituido por la frontera. Los mapas ya no son mapas de caminos, sino mapas de fronteras que separan las naciones que unen a los pueblos. La tradición es larga y aún hoy se perpetúa porque hoy, todavía, acaso sean mucho más costosos y numerosos los mapas que facilitan el raid de las escuadrillas, y las flotas de bombardeo que los que leal y generosamente señalan las grandes rutas del hombre para practicar las artes de la paz y ennoblecer los sentimientos de amistad fraterna. En las cátedras se explica que, en líneas divisorias naturales los ríos unen y los montes separan. Siguiendo en este orden de ideas quizás quepa decir que la ciencia cartográfica primitiva acercaba y la posterior aleja. Es la transición de la confianza al recelo, de la cooperación a la rivalidad, de la paz a la guerra. Señores delegados: Es muy posible que en otras latitudes crean que es imposible volver a ese espíritu inicial; que se han agotado las posibilidades de retorno a la época de la fundación. En ese caso nos sentimos inclinadas a decir que los pueblos de América no opinan del mismo modo. En ese sentido, al menos, nuestra fe en la fraternidad universal, nuestro concepto de lo que es trascendental en la humanidad, nos impulsan a declarar que preferimos la técnica, o la vocación, de eso primeros mapas, los que señalaban los caminos que unen a los pueblos, los que llevan al hombre en busca del hombre, aproximan y complementan los intereses y permiten la selección general de los valores espirituales y la aceptación de lo mejor sobre lo menos conveniente. Sé perfectamente el valor que estas palabras tienen en lenguaje político, pero los siglos han demostrado muy a menudo que las utopías, cuando se fundan en la realidad y en la fe, llegan a cumplirse inexorablemente. Nosotros no tenemos fe en la técnica de la destrucción y la tenemos en la técnica de la creación. Nosotros queremos desterrar el odio y acrecentar el amor. Trataremos de emplear todos nuestros esfuerzos en la conversación de la paz, pero mientras tanto no regatearemos nada para procurar que la colaboración entre los países de América, unidades magníficas de ese gran espíritu pacifista continental, sea lo más intensa posible. Nosotros no nos reunimos para aniquilar al adversario ni para lanzar sobre su cabeza continuos anatemas, sino para considerar que medio será el más adecuado y rápido para fortalecer nuestra unión, mejorar nuestro clima moral y material y enriquecer nuestra ciencia y nuestro espíritu, y esto es así no sólo porque sentimos la necesidad de acelerar el progreso americano en orden a la superación de nuestra propia existencia, sino porque tenemos el presentimiento de que no está muy lejano el día en que vamos a ser necesarios a los pueblos hermanos de la otra orilla del Atlántico. Acaso lograremos que resulte perfecto el mapa oficial de las Américas, pero el sentido que presidirá nuestros trabajos es el de poder devolverlos algún día, en homenaje a esa carta creadora de Juan de la Cosa, un mapa de caminos capaz de sustituir esa técnica de fronteras y rivalidades cuya amenaza a los valores supremos de la civilización, no escapa a la profunda sensibilidad de nuestras naciones. ...................
1948-11-15
Felicitaciones al rey Jorge IV de Inglaterra
Con motivo del feliz acontecimiento que hoy festejan la Corona y el pueblo británicos, me complazco en hacer llegar a Vuestra Majestad así como a su alteza real la princesa Isabel y príncipe consorte, las felicitaciones más cordiales que trasmito en nombre propio y en el del pueblo y gobierno argentinos. ...........
1948-12-31
Mensaje de fin de año
La divisoria implacable entre dos años se traspone con una de estas dos actitudes: con la confianza en sí mismo de los seres fuertes o con el desaliento de los seres débiles. De los primeros es el ánimo de vencer, de los segundos el temor. Lo mismo que el hombre, los pueblos manifiestan en esas horas uno de ambos sentimientos. Lo que el hombre siente es el resultado de sí mismo. Lo que el pueblo experimenta es la expresión del momento que vive. Hay pueblos jóvenes y pueblos viejos; naciones en horas de creación y países en fase de simple administración. Para los primeros el plazo que se inicia tiene un significado vigoroso de emocionante plenitud. A fines del siglo pasado, algunos pensadores se tomaron el trabajo de definir la presencia humana sobre la tierra. Dijeron que el hombre no tenía solución ni remedio porque el mal alentaba en sí mismo, en su propia condición humana. Se formaron generaciones de amargados, de escépticos, de enemigos del hombre, de la familia, de la sociedad; pero esa monstruosa concepción de la vida y de los hombres se refugió en las imprentas nihilistas y en las reuniones seudo-intelectuales. Eran los decadentes de la civilización. Ni el obrero en su taller, ni el campesino arañando la tierra bajo los rigores del sol o del frío, sintió ni comprendió nunca el desaliento que querían infiltrarle. Para vivir felices les bastaba el trabajo, la alegría de vivir y de luchar por el hogar de sus hijos en la esperanza de elevarse por su propio esfuerzo. Esos hombres felices se encuentran lejos de los despachos donde los teóricos desgranan su pensamiento. Son la humanidad, son el hombre. Así son los argentinos de hoy. Nuestro pueblo no está en el bando de los pesimistas. El sabrá cambiar el curso de la historia cuando esté en juego su bienestar y el porvenir de la patria. Sus anhelos no suponen daño alguno para los demás. Que se les proporcione trabajo adecuado a sus aptitudes y energías; que este trabajo les permita una existencia decorosa; que no le sean negadas las cosas indispensables para vivir con dignidad. Nada impide que seamos cada año mejores; que cada año sea proporcionada al hombre una dosis mayor de bienestar; una mejor paz para su espíritu y una lógica satisfacción de sus necesidades. Su causa es nuestra causa. Merece que todos nuestros esfuerzos sean empleados en desterrar el egoísmo y el error en bien de la verdad y de la justicia. Pedir la felicidad al año nuevo es tal vez demasiado; pero contar con el hombre, con las naciones y pedirnos y pedirles acción, trabajo y confianza, eso entra en nuestras posibilidades. La fe es la condición fundamental de nuestra súplica al futuro. Fe en los destinos de la patria, fe en el trabajo y en la honestidad del hombre; fe también en que los reacios a comprender, comprenderán; en que los egoístas cederán en bien de todos. En el ámbito inmenso del país, no debe haber hoy quien no se sienta feliz o no se crea capaz de serlo. Hemos enaltecido el nombre de la patria; hemos abierto sus anchas puertas a la humanidad enceguecida por el odio y quebrantada por el hambre y hemos cerrado nuestros oídos y nuestros corazones a la infamia; hemos cumplido la consigna de asegurar una patria económicamente libre, socialmente justa y políticamente soberana. Hemos hecho todo eso y mucho más nos queda por hacer. Nada pensé ni nada hice que no estuviera pensado, propuesto y hecho en los generosos recodos del alma de mi pueblo. Sólo obedezco sus dictados. No tengo otra ley. Recogí sus resonancias en centenares de ocasiones; fue generoso conmigo y fue leal. Es el pueblo de Mayo, reunido bajo la lluvia en busca de su libertad; es el pueblo de Tucumán recibiendo de sus próceres el juramento de su independencia política; es el pueblo de nuestra lucha por la emancipación económica por la soberanía y por la justicia social. Quiera mi pueblo estrechar la mano que le tiendo, la mano de un leal amigo de todas las horas. Le devuelvo el inmenso calor de la suya, que me confortó en horas difíciles y me hizo sentir la identificación de nuestras vidas. ...................
1950-01-05
En el acto de entrega de sables los nuevos generales de brigada
Había preparado un discurso de tipo protocolar para pronunciar en este acto de entrega de los sables a los señores generales. Pero he preferido omitirlo en razón de que no quiero hablarles solamente como general, ni tampoco quiero hacerlo solo como presidente de la República. La mayor parte de los señores generales han sido alumnos míos en la Escuela Superior de Guerra, y estaría de más que yo repitiera los lugares comunes con que se entrega esta suprema insignia del mando en nuestro ejército, que es el sable del Gran Capitán. En este acto, creo que poco hay que decirle a un general de la República. Lo más importante que se le podría decir es que la Nación espera que con los conocimientos que cada uno posee y que con el espíritu forjado en tantos años de servicios, traten, como tratamos todos los generales, de honrar este sable, que tiene la más grande y más gloriosa tradición que el Ejército Argentino puede ostentar: el general San Martín. Ante ello, señores, las palabras huelgan. La República espera de los generales los hechos del servicio diario, quizás más difíciles que muchos de los actos en circunstancias extraordinarias. Los señores generales, forjados en la escuela de la disciplina del Ejército, ven realizados uno de sus más caros anhelos en este grado, que es, sin duda, al que aspiramos todos los que trabajamos en el Ejército. Es el resultado de tantos anos de lucha por el perfeccionamiento, por la conservación de esa disciplina y por el alto honor que representa investir el mando y ejercer esa disciplina desde el comando, en el mando y en la obediencia. Al hacerles entrega de los sables que distinguen a los generales de la República, solamente quiero hacer un voto: que él signifique la suprema felicidad para cada uno señores generales que lo ceñirán a su cinto; y que, reflejo de esa felicidad, sea también signo de trabajo constructivo, leal, sincero, y patriótico para la República. A eso aspiramos todo los ciudadanos que tenemos el insigne honor de haber nacido en esta tierra, como también aspiramos a tener la inmensa satisfacción de legarla más grande, más pura y más gloriosa aún de lo que la hemos recibido. Quiero terminar diciendo, simplemente, lo que siempre dijo San Martín a sus jefes y oficiales: "La función fundamental del soldado es honrar el servicio". No hay nada más sabio, y debe estar en la mente de cada uno de los soldados de la República, que seamos en ese servicio lo que debemos ser. Y sino podemos, no queremos o no nos sentimos capaces, mejor no ser nada. Muchas Gracias. .................
1950-01-05
En un agasajo a dirigentes obreros
Solamente quiero decir dos palabras para agradecer a todos los compañeros que nos hemos honrado con su visita a esta casa, brindándonos su amable y simpática compañía. Esta fiesta de Reyes, que nosotros hemos querido ofrecer a los amigos, ha sido hecha de todo corazón, aquí recibimos a verdaderos amigos, puestos a prueba en la lucha que todos estamos realizando por una Argentina mas justa, económicamente libre y políticamente soberana, y más que amigos, compañeros de una sola causa; la causa del pueblo argentino, la causa de la patria. Por eso, sintiéndonos honrados con la presencia de ustedes, queremos repetir una vez más, con el corazón puesto sobre nuestra conciencia, que somos hombres del pueblo, que luchamos por la causa del pueblo, dispuestos, si es necesario, a morir por esa causa, que es la única a la cual un hombre puede en estos días ofrecerle todo lo que tiene y con ello la vida. Compañeros: que esta fiesta que nos ha reunido como amigos y compañeros, sea el augurio de la inmensa felicidad que yo les deseo a todos ustedes, junto con los demás trabajadores argentinos. Finalmente, quiero agregar dos palabras de agradecimiento a todos los que han colaborado artísticamente en esta fiesta. Al amigo De Caro, poniendo siempre su exquisito arte al servicio de nuestra causa; a los artistas del Teatro Colón; a El Chúcaro y Dolores; a los que nos han ofrecido "El Carnavalito" de nuestra tierra; a todo el personal de la Municipalidad y al resto de los colaboradores, en nombre de todos, muchas gracias por los buenos momentos que nos han brindado. ....................
1950-02-24
El presidente de la República, por intermedio de DEMOCRACIA expresa su pensamiento en este nuevo aniversario de los comicios de 1946
En una reciente oportunidad, refiriéndome a las cosas de nuestro país, dije que lo mejor que tenemos es el pueblo y me complace recordar la frase para vincularla al extraordinario acontecimiento electoral del 24 de febrero de 1946, cuyo 4º aniversario rememoramos hoy. Muchas veces se atribuyó a ese pueblo escarnecido y tradicionalmente burlado la responsabilidad de los fracasos electorales y de las elecciones turbulentas que enlodaron el pasado argentino. Me complace recordar hoy aquella frase, precisamente para reivindicar a ese pueblo que el 24 de febrero de 1946 y después, en cuanta oportunidad se le ha llamado a comicios, ha ratificado su cultura cívica y su capacidad ciudadana para el sufragio cuando pudo ejercitar sus derechos sin coerción y sin amenazas, con lo que se ha demostrado que no era él -el pueblo- sino quienes lo engañaban, los responsables de los "vicios electorales" que parecían incorregibles. Si algo hubiera faltado para demostrar esa falsía, ahí están las recientes elecciones correctas y pacíficas en una provincia argentina donde se había hecho tradición el asesinato de gobernadores y el apaleamiento de ciudadanos. El 24 de febrero de 1946, efemérides gloriosa en la historia del civismo argentino, es pues, también, simbólico punto de partida de una nueva conciencia ciudadana sobre el voto, arma poderosa que por primera vez esgrime verdaderamente el pueblo y con cuyo uso todo argentino tiene el deber histórico de evitar que el país pudiera retornar algún día al caos político felizmente superado por la Revolución. Buenos Aires, 24 de febrero, año del Libertador San Martín, 1950 Juan Perón
1950-03-08
Discurso pronunciado en la ciudad de Junín :
Señores: Mis primeras palabras han de ser para cumplir un encargo de mi señora, quien con lágrimas en los ojos por la contrariedad de no poder viajar a Junín, me dijo que la representase en esta ocasión, para repetir a todos sus coterráneos cual es su inmenso cariño por Junín y por todos ellos. Agradezco al Excmo. señor gobernador de la provincia de Buenos Aires, la amabilidad de haberme invitado a hacer este viaje, para acompañarlo en la inauguración de numerosas obras que han de terminarse, o se han terminado ya, en la ciudad de Junín. La alegría, señores, de poder compartir los más felices momentos que tienen los gobernantes leales y sinceros, tiene para mí en esta ocasión, una importancia extraordinaria. Hablamos siempre de la nueva Argentina, la nueva Argentina con que soñamos los peronistas: una democracia justicialista, con gobiernos que en vez de charlar, realizan. Que elocuencia podría ser superior a la que terminamos de escucharle al señor gobernador en la larga enumeración de obras que jalonan la realidad de un gobierno realizador y honrado, que cumple con su deber como deben cumplir con su deber los gobernantes de la nueva Argentina peronista. Señores: si hubiéramos de analizar cual es la diferencia que existe entre la antigua y la nueva Argentina, el paralelo en hechos y realizaciones serían muy favorables para nosotros. ¿Que era la antigua Argentina en el orden político? Era las formas de la democracia deformadas por una realidad política basada en el fraude y en la mentira. ¿Que podría decirse de una democracia declamada cuando los comicios estaban viciados por el fraude y la substitución de la voluntad popular? ¿Que podría decirse de una democracia en la cual sus gobernantes habían tomado la tarea electoralista como fin y los bienes de la comunidad y de la Nación como un medio al servicio de ese electoralismo? Si nosotros no hubiéramos realizado, en lo político, otra tarea que terminar con el fraude, habríamos realizado una inmensa tarea. Bien señores, cuando afirmamos en 1945 que el fraude había terminado; cuando en las elecciones del 46' hasta nuestros días no hemos permitido el fraude en ninguna de sus formas, hemos cumplido con la doctrina peronista que establece que en la nueva Argentina la formas del futuro serán de la más pura democracia representativa, donde la voluntad popular expresada por el voto universal ha de ser la ley que rija las grandes designaciones que el pueblo haga. En otras palabras: en el orden político, la Nueva Argentina justicialista representa la corrección de todas las corruptelas que el país ha sufrido en ese orden, para formar una comunidad organizada, donde el pueblo sea verdaderamente soberano y donde cada uno de los hombres de ese pueblo merezca el mismo respeto de los hombres de todo el pueblo mismo. En el orden social, ¿que significa la Nueva Argentina? Significa, en primer término, los derechos negados al pueblo, los derechos negados a la clase trabajadora, los derechos negados a la ancianidad, los derechos negados al pueblo mismo, los derechos negados a un privilegio indispensable de la niñez, que reemplace al privilegio abominable de una clase que no supo cumplir con su deber. ¿Que era esto en la antigua Argentina? Derechos negados y atropellados por la fuerza; todas las formas de opresión, disimulada o no; la negación absoluta de los derechos del pueblo trabajador; la negación absoluta a su dignidad de ciudadano; porque algunos en esa antigua Argentina, consideraban que la dignidad era también el privilegio de una clase, como si la dignidad no fuera igual para el rico que para pobre. Y en lo económico, compañeros; en lo económico pensamos, que da vergüenza confesar lo que era la antigua Argentina: una Argentina que no se pertenecía a si misma, una Argentina manejada y dominada desde el exterior, mediante la existencia de una clase cipaya que entregaba permanentemente los intereses argentinos. Señores: esta Nueva Argentina, la Argentina justicialista, la Argentina que no espera nada de nadie más que de sí misma, esta Argentina que no esperando nada de nadie que no sea su pueblo puede realizar su vida confiando en su energía y en su trabajo. A esta nueva Argentina viene un gobernador justicialista a decir que al inaugurar todas las obras que hoy han de quedar selladas en la existencia de Junín, lo hace en el sentido de dar cuenta a su pueblo, que está cumpliendo con su deber de informar a la ciudadanía que nosotros no realizamos nada subrepticiamente, que lo que hacemos esta ahí, sobre el terreno, desafiando la crítica, la calumnia, la mentira de los infames, que todavía no han comprendido lo que debe tener de dignidad un ciudadano argentino para ostentar la representación popular, que todavía no han comprendido que en esta Argentina, socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana, con la que soñamos los peronistas, será la próxima dignidad de ellos mismos, que nos niegan, que nos calumnian y que nos insultan ante la impotencia de poder vencernos en las urnas. Pero, ya muchas veces he repetido, Dios suele cegar a los que quiere perder. Por cada insulto levantaremos una nueva obra; por cada mentira, afirmaremos en la Argentina una nueva verdad. Y por cada uno de estos detractores inconstructivos, surgirá un nuevo peronista decidido a construir y a levantar, afirmando para todos los tiempos que el peronismo no se conforma con decir, sino que esta decidido a hacer. Señores, será quizá, porque nosotros no nos hemos sentido sino hombres del pueblo, con el pueblo vivimos, con el pueblo gozamos o con el pueblo sufrimos. Con ese pueblo delante nuestro marchamos, sirviéndonos una vanguardia de argentinos que piensan y sienten como ciudadanos argentinos. Será quizás porque nosotros no nos hemos sentido jamás más que lo que somos, que no hemos de renunciar jamás a ser lo que debemos ser. Será quizás porque este pueblo, mil veces despreciado y mil veces vilipendiado por esos que quieren aparecer hoy como defensores, será quizás por esa causa porque nosotros no nos sentimos heridos por la injuria, por la calumnia o por la mentira. Sabemos el camino que recorremos. No esperamos siquiera que esos malintencionados nos entiendan, no esperamos siquiera que esos malintencionados se convenzan. Los hemos de convencer con el tiempo, que es el amigo de la verdad; con el tiempo, que ha de persuadirlos o sepultarlos, para que el pueblo argentino siga pensando en argentino, siga sintiendo en argentino y siga viviendo, única y exclusivamente en argentino. Compañeros, hemos escuchado al gobernador Mercante en su exposición, hemos presenciado el desfile de sinnúmeras obras, piensen ustedes que si Buenos Aires tuviese la fortuna de tener varias épocas gobernantes como Mercante, cual sería el futuro de esta enorme y riquísima provincia. Si la Providencia la protegiera mandando al gobierno de la provincia, por inspiración y por decisión de ustedes, el pueblo, hombres honrados, hombres probos y constructivos, ¡lo que sería de Buenos Aires en cuarenta o cincuenta años! Eso señores, es lo que el peronismo quiero ofrecer. Quizá no alcancemos toda la inspiración de nuestra ilusión de argentinos y de patriotas; pero, señores, la escuela que estamos sentando en el gobierno, el ejemplo que estamos dando a las nuevas generaciones de argentinos, será la escuela de esta nueva Argentina, donde los hombres que vayan al gobierno sepan que van a cumplir con un deber y a realizar un sacrificio, y no a disfrutar de comodidades ni canonjías, que el pueblo argentino no otorga a ningún ciudadano argentino. Quiero terminar exhortando a la juventud peronista. La juventud peronista tiene una inmensa y tremenda responsabilidad frente al futuro. Que nuestros actos, que nuestros consejos de hombres experimentados lleguen a su alma y conformen el alma buena y justa, sabia y prudente que la Nación necesita para regir sus destinos. Seria para nosotros, peronistas de la hora presente, la mayor satisfacción, poder cerrar nuestros ojos viendo delante nuestro a una generación de jóvenes argentinos inflamados en nuestra doctrina y decididos por nuestro ejemplo a realizar cuantas ilusiones que la muerte truncará a los hombres del presente peronista. Mi voto, señores, es para que trabajemos sin consideración, sin tener en cuenta ningún sacrificio, para que el futuro ofrezca a la Argentina hombres del tipo de Mercante, que vienen a decir lo que hacen y no lo que debieran hacer. ...............
1950-03-23
En el acto realizado en el teatro Colón con motivo de la entrega de distinciones a los miembros de la misión de auxilio al Ecuador enviada por la Fundación Eva Perón
En el acto realizado en el teatro Colón con motivo de la entrega de distinciones a los miembros de la misión de auxilio al Ecuador enviada por la Fundación Eva Perón En primer término, deseo agradecer a la Providencia que me haya permitido entregar personalmente las medallas peronistas que nuestra Orden ha discernido al valor y a la abnegación de este grupo de muchachas y muchachos que haciendo honor a la Fundación María Eva Duarte de Perón, ofrecieron sonrientes su vida en un momento supremo, en que los hombres y las mujeres solamente superiores, pueden hacerlo en la forma que ellos lo realizaron. Al felicitarles a ellos, felicito a la Fundación María Eva Duarte de Perón, que ha sabido formar espíritus de esta templanza; que ha sabido ser además, de una escuela de bien a la necesidad, y de solidaridad humana y popular, una escuela que templa el alma, porque solamente los hombres y mujeres que tienen su alma templada al sacrificio, a la abnegación y al valor, pueden ser ciudadanos que honran a la República, en cualquier parte que se encuentren. Cuenta la vieja tradición del glorioso Imperio Romano, que cuando sus guerreros, que enfrentaban la lucha por la defensa de la Roma inmortal, se encontraban muriendo y desfallecientes, lo hacían sobre su escudo, porque con ello conquistaban el derecho a ser trasladados a Roma con los honores de los héroes. A esto lo ha inmortalizado la estatua como el "Gallo moribundo", el "Gallo morente", ha fijado para toda la eternidad en que consiste el valor del héroe: sobreponerse a los estertores y al dominio de la muerte en el momento mismo de morir. Nuestro movimiento, que no quiere mártires, porque los mártires son casi siempre obra de la fatalidad, anhela héroes, porque los héroes son producto del alma humana. Estas muchachas y estos muchachos que la Fundación, en momento supremo, cuando la muerte estaba vecina, se unieron en un solidario y fraternal abrazo, para enfrentar la muerte cantando como los viejos romanos la enfrentaban sentándose para morir sobre su escudo. Esto es el gesto de los héroes, esto es, enseñar a los hombres a morir con dignidad, con abnegación y valor. En otras palabras, este gesto representa el dominio del alma sobre la materia, representa lo que es emblemático en nuestro movimiento. Hemos abatido un siglo de crudo materialismo y anhelamos inaugurar un siglo de profunda admiración por los valores espirituales, que hacen grandes a los pueblos y nobles a los hombres. Es por eso, que la Orden de la Medalla Peronista, inscribe en sus páginas de oro, el nombre de estos servidores de la comunidad argentina, para honor de esta generación y para emulación de cuantas puedan seguirla en este siglo, en que levantamos altares de este temple al alma del hombre, que es cuanto de más grande tiene la criatura humana, cuya la responsabilidad reside y estriba precisamente, en meter dentro de la miserable caja de su cuerpo, algún valor que honre a los hombres y que honre a la humanidad. ...............
1950-05-01
ASAMBLEA LEGISLATIVA - 1º de MAYO, Año del Libertador General San Martín, 1950
Señores senadores, señores diputados: Invocando la memoria del Gran Capitán vengo ante vuestra honorabilidad y ante el pueblo argentino, a dar cuenta de los actos que he realizado como presidente de la Nación, durante el cuarto año de mi gobierno. Por eso he querido que este mensaje supere, en sus caracteres generales, la extensión constitucional y sea no solamente la síntesis más o menos cronológica de un año de labor, sino más bien el íntimo examen de nuestra conciencia, que volviendo por sobre los caminos de todas las etapas que hemos recorrido, nos dicte la exacta respuesta que debemos dar a la pregunta que nos formula, permanente y silenciosamente, nuestro jefe supremo, desde las alturas de su inmortalidad. El mejor homenaje que podamos rendir a su memoria será, sin duda, el de una respuesta positiva, que casi con las mismas palabras que constituyen el alto ideal sanmartiniano, exprese con verdad y con austera dignidad ante su tumba centenaria: Somos lo que debemos ser. (Prolongados aplausos) Este es el sentido del mensaje con que vengo a inaugurar este octogésimo cuarto período legislativo: examen de nuestra conciencia, balance de lo que somos, compulsa de lo que hemos logrado ser en relación con lo que prometimos al pueblo interpretando sus sueños y sus esperanzas; síntesis íntima que vaya respondiendo a través de toda esta memoria a los planteos básicos siguientes: ¿Qué queríamos ser en 1946? ¿Qué somos en 1950? Y de esta manera podremos, sin duda, obtener la visión más clara de lo que aun nos falta... de lo que es necesario hacer hasta 1952... para que de nosotros pueda decirse, después de nosotros, que cumplimos todo nuestro deber; como teníamos la obligación de cumplirlo: con patriotismo, con dignidad, con honradez y con amor. (Aplausos) En el orden político nuestro movimiento tiene una finalidad básica desde sus instantes iniciales; la unidad nacional. Desde el mismo día de la revolución de junio, en la proclama que escribí con mi propia mano, expuse aquella finalidad que sigue siendo, a pesar de todas nuestras luchas, el alto ideal en cuyas aras todo lo ofrendamos: la unidad nacional. Decía en 1943: "Este postulado debe ser como la estrella polar para el pueblo argentino: la unión de todos, única razón de la grandeza de los pueblos; la unidad nacional; para que cuando sea necesario sufrir, suframos todos, y cuando sea necesario gozar, gocemos también todos." (Aplausos) Desde 1943 hasta hoy, pasando por las horas más difíciles y los mayores obstáculos, el alto ideal se mantiene incólume en nuestro corazón, y es más fuerte su atracción a medida que vamos advirtiendo cómo el sueño de entonces se convierte en realidad. La unidad nacional no significa la unión de todos los habitantes de la Nación a la sombra de una sola bandera política. ¡Tal vez esto sea contrario a la unidad nacional! En cambio, la unidad nacional es la coincidencia fundamental de todos en orden a los principios esenciales que deben orientar la marcha de la Nación. Vale decir, que para lograr la unidad nacional, finalidad suprema de nuestro movimiento, debimos cumplir dos etapas sucesivas. La primera consistió en fijar los principios esenciales que debían orientar la conducta de nuestra Nación en los órdenes políticos, económico y social. La segunda etapa fue la de allanar todos los obstáculos que se oponían a la coincidencia de los argentinos en orden a aquellos principios esenciales. Para cumplir con las exigencias iniciales de la primera etapa fue menester crear una doctrina nacional. Y aunque la forma definitiva de esa doctrina ha requerido varios años de lucha y de trabajo, sus principios esenciales ya estaban perfectamente establecidos el día que iniciamos la reconquista del país... Esos mismos principios esenciales resplandecen ahora, como estrella polar de la Nación, en el Preámbulo de su nueva Constitución justicialista... y ningún argentino bien nacido puede dejar de querer, sin renegar de su nombre de argentino, lo que nosotros queremos cuando afirmamos nuestra irrevocable decisión de constituir una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. (Aplausos) Podrá quedar tal vez, en nuestra tierra, algún antiguo explotador del trabajo humano que no pueda concebir una Nación Argentina socialmente justa; o algún astuto dirigente marxista a sueldo de intereses extraños a quien no le convenga nuestro justicialismo, porque le hemos hecho perder todos los argumentos que antes tenían; quedará quizá algún viejo abogado de empresas extranjeras que añore las épocas de los Bemberg, cuando también se pagaba la traición... (los legisladores y el público de pie, aplauden) y que no quiera saber nada con esta nueva Argentina que nosotros proclamamos económicamente libre; y tal vez quede algún grupo de hombres sin patria y sin bandera que no pueda querer que seamos una Nación políticamente soberana desde La Quiaca hasta la Antártida y desde los Andes hasta las Malvinas... ¡pero ningún argentino de bien puede negar su coincidencia con los principios básicos de nuestra doctrina sin renegar primero de la dignidad de ser argentino! Por eso afirmamos que nuestra doctrina es la de todos los argentinos y que por la coincidencia de todos en sus principios esenciales ha de consolidarse definitivamente la unidad nacional. La segunda parte de la tarea consistió en allanar los obstáculos que se oponían a la coincidencia mínima fundamental de los argentinos en orden a aquellos principios esenciales de nuestra doctrina. Era menester destruir las barreras que separaban al pueblo de su gobierno... Era menester que pueblo y gobierno coincidiesen también en los principios doctrinarios generales de la Nación... Era necesario que el pueblo hiciese suyo el ideario que habíamos lanzado a la calle como doctrina y que luego exigiese de nosotros, o de cualquiera que tenga el insigne honor de gobernarlo, la fidelidad más absoluta a esos principios esenciales. ¡Nos encontramos con un pueblo que durante cien años había sido explotado y engañado por quienes le habían prometido todo; olvidado y vendido por quienes tenían la obligación de servirlo con lealtad, y traicionado permanentemente por una oligarquía sin escrúpulos! (Aplausos) Después del período inicial de la Independencia política, en cuyas jornadas de lucha y de sacrificios el pueblo participó casi permanentemente en el gobierno, fue apareciendo en el país una generación de políticos hereditarios que, al amparo de apellidos ilustres, se consideraban poseedores del inalienable derecho de gobernar al resto de los argentinos... y utilizando todos los recursos de las fortunas que formaban a expensas de ingentes concesiones de tierras o de privilegios inconcebibles, fueron creando una oligarquía que gobernó al país durante casi un siglo de su vida. Desvinculados del pueblo, hicieron política de círculos para seguir explotándolo. Consideraron siempre al gobierno como cosa propia, olvidando que entre los bienes personales y los bienes del Estado hay una absoluta diferencia... y cuando terminaron de dilapidar sus propias fortunas, no dudaron en vender la fortuna de la patria... Todo esto ocurrió durante un siglo, solamente interrumpido por las periódicas revoluciones políticas que, inspiradas casi siempre en el sentir del pueblo, explotaban cada década como meteoros en la noche de la patria, para morir en seguida copadas por los mismos hombres de siempre, cuyos ilustres apellidos parecían imprescindibles en todo gabinete nacional. (Aplausos prolongados) Felizmente no sucedió lo mismo en nuestro movimiento, aunque probaron también coparlo y destruirlo muchas veces... ¡Basta recordar los nombres que intentaron integrar aquel extraño gabinete de 1945... nombres cuyo solo anuncio fue una de las causas que dieron celeridad a la reacción popular del 17 de octubre!... (Aplausos prolongados) ¡Basta verlos rondar en torno nuestro, tentando a nuestros dirigentes, haciéndose a veces pasar por peronistas para regresar al poder!... Son los que insinúan que no es conveniente que sigamos con nuestra política social; son los que si yo cometiese el error y la felonía de ametrallar a los hombres de trabajo, como ellos lo hicieron en una semana trágica, estarían a mi lado gritando: ¡Viva Perón! (Insistentes aplausos de los señores legisladores, señores ministros y público concurrente, puestos de pie. El señor presidente de la Nación también de pie, agradece las manifestaciones de adhesión) Son los que propician la vuelta a la economía libre, como si alguna vez ella hubiese existido en el mundo. Y son, por fin, los que harían un gran editorial elogioso en algún gran diario si alguna vez cometiésemos el error de darles la razón. Pero están equivocados. Ni les daremos la razón, ni volverán al gobierno. (Aplausos prolongados) Nosotros hemos entregado nuestro movimiento al pueblo; y mientras ellos no se conviertan en pueblo, es decir, mientras no aprendan a trabajar, mientras no sientan en sus carnes mismas el dolor de sus hermanos y el dolor de la patria como si fuese su propio dolor, no podrán volver a gobernar, puesto que desde nosotros en adelante para gobernar se necesita como única y excluyente condición tener carne y alma de pueblo. (Aplausos) Mientras eso no ocurra, es decir, mientras la oligarquía que se nos opone persista en su vieja política de círculos, mientras no decida convertirse al pueblo, seguiremos trabajando solos, reconstruyendo lo que ellos destruyeron y construyendo lo que ellos ni siquiera soñaron construir. (Aplausos) Para que nuestro pueblo hiciese suyo nuestro ideario y se lograse la coincidencia imprescindible para alcanzar nuestra finalidad primera de unidad nacional, era menester romper toda barrera de separación entre el pueblo y sus gobernantes y entre los distintos grupos sociales del mismo pueblo, y hacer que cada argentino se sintiese dueño de su propia patria. Por eso lanzamos el gran objetivo de nuestro movimiento: la justicia social. La explotación inicua del pueblo, tolerada por los gobiernos oligárquicos, era la primera y más alta barrera que separaba al pueblo de la patria. ¡Cómo podía sentir el pueblo algún cariño por la patria que todo le negaba!... Para ello debía ser el nuestro un pueblo de héroes, y los héroes no son la regla entre los hombres. Para que el pueblo se reconciliase con la patria, decidimos poner al gobierno en función de juez que administrase la justicia mínima necesaria para que cada argentino, por humilde que fuese, y cuanto más humilde mejor, se sintiese protegido por la gloriosa y querida bandera nacional. (Aplausos) Poco a poco, el pueblo comenzó a entendernos. Hombres sin fe y sin esperanza empezaron a vislumbrar una vida distinta... y alentados por las realidades de una nueva conducta de gobernantes, comenzaron a sentirse otra vez unidos al destino de la patria, y por el camino de la propia dignidad entendieron el alto sentido de la dignidad nacional. Para consolidar esta tarea y consolidar la coincidencia fundamental del pueblo y del gobierno restituimos a la ciudadanía todos sus derechos, restaurando nuestro auténtico sistema democrático de gobierno. Ahora sabe el pueblo que el gobierno es suyo; que los actos de su gobierno responden a sus propios deseos y aspiraciones, y que tiene asegurada el arma de su voto libre para impedir que se entronicen en el poder gobernantes que no sepan o no quieran interpretarlo. Así nuestro sistema republicano tiene hoy su más alta expresión desde que el gobierno ha dejado de ser posesión de la oligarquía, y modestos hombres del pueblo, con su extraordinario sentido común, integran los cuadros de todos los poderes del país y de sus representaciones en el extranjero. (Aplausos) Quienes primero creyeron insultarnos con el mote de "descamisados" y luego calificaron a nuestra victoria como "aluvión zoológico", no podrán sino reconocer, por lo menos en lo íntimo de su conciencia -si es que aún les queda conciencia-, que los descamisados del aluvión zoológico han sabido defender en todas partes con ardoroso entusiasmo la dignidad nacional, mejor que los más conspicuos políticos y diplomáticos de la vieja oligarquía. (¡Muy bien! Los señores legisladores y ministros como también el público de las galerías, de pie, aplauden insistentemente al señor de presidente de la Nación, quien agradece las manifestaciones) Nuestro sistema representativo llega hoy a su más alta pureza y a su más alta realidad por la expresión libre de la voluntad soberana del pueblo en correctas elecciones, que deben reconocer como intachables, incluso nuestros adversarios. Cada elección argentina es un ejemplo de civismo, que va creando en nuestro pueblo la conciencia de su responsabilidad política, acorde con su dignidad. Este aspecto del orden político es una consecuencia de principios absolutamente distintos de los que se aplicaron en el pasado. El fraude no fue sino una consecuencia del menosprecio por el pueblo... y el menosprecio por el pueblo no fue sino una consecuencia de la escasa o ninguna dignidad que ellos asignaron a nuestro pueblo. ¡Qué iban a asignarle alguna dignidad quienes no habían hecho nunca otra cosa que explotarlo y vivir de su sudor, de su trabajo y de su sacrificio! (Aplausos) Y cuando hablamos de nuestros opositores como autores del fraude dejo constancia expresa de que no distingo excepciones entre ellos, desde que si unos lo cometieron, otros lo apañaron o lo aprovecharon o por lo menos lo aceptaron como método utilizable el día que se dieron la mano en su intento desesperado de vencernos. (Aplausos) Para nosotros, que empezamos reconociendo y ponderando en su justo y extraordinario valor la dignidad humana, el fraude es un atentado contra esa dignidad y preferiríamos sentir el abandono de nuestro pueblo antes que permitir una afrenta contra su dignidad. (Aplausos) Por las mismas razones porque entendemos que todos los ciudadanos del país y todas las mujeres de la Nación tienen igual dignidad, hemos extendido a los territorios nacionales el ejercicio del derecho de votar en las elecciones presidenciales y hemos otorgado a la mujer el pleno ejercicio de sus derechos cívicos, en igualdad de condiciones que el hombre. (¡Muy bien! Aplausos prolongados. Los señores legisladores y los concurrentes a las galerías, de pie, aplauden insistentemente. El señor presidente de la Nación agradece, poniéndose igualmente de pie). Yo no voy a aprovechar este tema para hacer una frase florida y elegante. ¡La verdad es que el tema ha sido definitivamente agotado por nuestros opositores, que se pasaron toda la vida prometiendo en sus tribunas políticas el voto a la mujer!... Yo solamente quiero decir a la mujer argentina que ella se ha ganado, desde hace mucho, el derecho de votar como nosotros: porque ella, como nosotros, padeció las angustias de todas las luchas que cimentaron la independencia nacional; como nosotros trabajó y sufrió construyendo la grandeza de la patria, y como nosotros, salió a la calle a nuestro lado cuando el pueblo se jugó la carta más brava de su destino contra todas las fuerzas conjuradas por la antipatria, el 17 de octubre de 1945. Y me permito añadir además que yo tengo fe en las mujeres de mi patria, como reserva moral de la argentinidad, puesto que ellas, como madres actuales o en potencia, son la raíz de nuestro pueblo; y si en los hombres veo la fuerza del presente, en las mujeres advierto la grandeza de un futuro cuya realidad pueden vislumbrar solamente las madres cantando sobre el sueño de sus hijos y deseando para ellos la gran Argentina que nosotros no podremos contemplar. (Aplausos prolongados) En otro orden de cosas hemos afianzado el sistema republicano y representativo por la sanción constitucional de un viejo y acariciado anhelo de nuestro pueblo: la elección directa del presidente y vicepresidente de la Nación, así como de los senadores nacionales. Nuestro sistema federal ha sido por nosotros respetado, afianzado y consolidado. Siempre en procura de nuestra primera finalidad, la unidad nacional, hemos pensado que ella no sería posible sin poner previamente en pie de igualdad a todas las provincias frente al gobierno central. Esta, igualdad, que antes sólo tuvo un sentido teórico en el orden político, tiene ahora un indudable sentido práctico, tanto en el orden político como en el orden económico. Hemos echado los cimientos de un nuevo federalismo: el federalismo práctico que tiene sus bases en el ordenamiento económico de la Nación. En otras épocas el sistema federal era un buen tema de discursos parlamentarios. A ese federalismo declamatorio de ciertos políticos de antaño deben algunas de nuestras provincias el atraso en que las vemos todavía, a pesar de nuestros esfuerzos. La verdad es que el federalismo que ellos proclamaron según las circunstancias no fue sino un pretexto político para seguir explotando a las provincias como caudillos, del mismo modo que explotaban a sus peones en las estancias... ¡porque de otra manera no sería posible comprender cómo podían de tal modo aferrarse a un federalismo que implica una defensa tan lógica y tan justa de la propia tierra, los mismos que entregaban a la patria vendiendo su voto de legisladores a los intereses de cualquier país extranjero!... (Aplausos prolongados) Nuestro federalismo tiene un fundamento económico que es técnicamente inobjetable. Cuando logremos su total realización se verá cómo no puede darse otro federalismo más efectivo dentro de nuestra unidad nacional. Nuestras provincias se formaron en virtud de rencillas caudillescas y en cada una de ellas, lo mismo que en la Capital de la República, se entronizó una oligarquía familiar cuya única y principal preocupación fue mantenerse en el gobierno provinciano para poder cuidar mejor sus intereses particulares. Ellos fueron los que crearon en cada provincia una economía favorable a sus propias economías; los que crearon regímenes impositivos protectores para el latifundio, porque los dueños de los mayores latifundios eran ellos mismos; los que impidieron el progreso de las zonas provinciales que podían competir con la producción de sus campos, de sus fábricas o de sus negocios personales; los que llegaron incluso a torcer en rumbo de los grandes caminos para que se valorizaran las tierras que poseían; y para ello los bancos provinciales eran así como una caja fuerte que producía dinero para todos sus antojos, como si fuese de su propiedad y no patrimonio de los ciudadanos que trabajando engrandecían a las provincias. (Aplausos) ¡Por eso, aunque no les interesaba la defensa de la Nación entera, defendieron tan elocuentemente al federalismo! Como nosotros les hemos arrebatado el poder y lo hemos entregado al pueblo, siguen hablando de federalismo porque no pueden hablar de los intereses personales que perdieron al volver a la calle como ciudadanos. Pero aun tomando el problema en sus aspectos estrictamente técnicos, una provincia no puede ser políticamente autónoma sin serlo económicamente: y para que la unidad nacional fuese verdadera, todas las provincias deberían integrarla como unidades políticas y económicas. El federalismo político fue siempre una mentira desde que no existió nunca un federalismo económico. Nosotros hemos creado ya las condiciones básicas para que sea realidad el federalismo que impone la Constitución Nacional, y esas condiciones consisten: 1º En la distribución equitativa de los bienes económicos del país, de tal manera que sea anulado el déficit de las provincias menos dotadas; 2º En la reactivación planificada de las provincias que están más lejos de ser unidades económicas. Cada provincia argentina tiene en sí misma riquezas inagotables. Nuestro Plan Integral de Trabajos Públicos tiende a incorporar esas riquezas a la actividad del país, de tal manera que todas las provincias contribuyan al incremento de la renta nacional que, bien distribuida significa la felicidad de todos. Esto no sólo lo afirmamos como ideal. Lo estamos realizando. En los planes integrales de obras públicas vamos acercándonos cada vez más al ideal que nos hemos fijado en materia de prioridades geográficas, asegurando en 20 % de obras al Gran Buenos Aires y un 80 % al interior del país. Nuestro federalismo práctico no ha descuidado tampoco aquellos aspectos de orden político sobre los cuales tanto han hablado nuestros predecesores para ocultar la realidad, que era, precisamente, lo contrario del federalismo. Las intervenciones que nosotros hemos decretado han tenido siempre la alta finalidad de eliminar gobernantes que, aun siendo hombres de nuestro movimiento, intentaban entronizar nuevamente procedimientos y vicios semejantes a los que motivaron nuestro movimiento en 1943. Nuestras intervenciones federales han sido las absolutamente imprescindibles como para restaurar el imperio de la voluntad popular y han limitado su tarea a la normalización de los procedimientos y del clima democrático necesario para que el pueblo volviese a elegir sus propios gobernantes. (Aplausos) Todas estas cosas me llevan nuevamente al tema de la realidad de nuestro federalismo; y si insisto es para dejar perfectamente bien definida nuestra posición, que juzgará la historia mejor que nosotros mismos: el federalismo que nosotros queremos para nosotros y para nuestros hijos, y que estamos practicando, es aquel que realiza la unidad nacional por la integración de provincias que deben ser, no sólo unidades políticas sino también unidades económicas. El gobierno central, en nuestra concepción del federalismo práctico, planifica para todo el país en orden a los objetivos básicos de la doctrina nacional y las provincias tienen a su cargo la ejecución de la parte que les toca en los planes generales sin prejuicio de la plena libertad que poseen para el logro de sus propios fines. Queremos que cada habitante de cualquier provincia del país se sienta orgulloso de su nombre de provinciano, del mismo modo que se siente orgulloso de su egregio apellido de argentino. (Aplausos) En el mismo orden político y siempre luchando en procura del gran objetivo: la unidad nacional, hemos definido constitucionalmente algunos principios defensivos de aquella unidad. La soberanía de la Nación no sólo debe ser defendida en las fronteras. El mundo se ha achicado de tal manera en virtud del progreso extraordinario en las comunicaciones de todo orden y las nuevas doctrinas de la humanidad en que nos toca vivir han adoptado tales formas de lucha para dominar al mundo, que los pueblos no pueden sobrevivir si no se aprestan a crear nuevas formas de defensa adecuadas a la nueva técnica de las fuerzas de dominación. Del mismo modo que un ejército sólo puede ser vencido por otro ejército, una doctrina no puede ser combatida sino con otra doctrina. (Aplausos) En este momento se disputan el predominio del mundo en una parte del capitalismo y de otra parte el comunismo. Nosotros, que poseemos una doctrina nacional que no es capitalista ni es comunista, hemos creado en la Constitución Nacional los medios necesarios para defendernos de esos dos extremos. Para ello hemos prohibido la explotación del hombre por el hombre; hemos creado y realizado los Derechos del Trabajador (aplausos); hemos establecido que la propiedad privada tiene una función social que cumplir; que el capital debe estar al servicio de la economía nacional y tener como objeto el bienestar social. Y para asegurarnos definitivamente contra la acción de sistemas que pueden atentar contra el sistema que nuestro pueblo ha querido darse para vivir, hemos establecido que: "El Estado no reconoce libertad para atentar contra la libertad (aplausos), ni reconoce organizaciones nacionales o internacionales que atenten contra el sistema democrático que inspira a nuestra Constitución. Estas normas constitucionales corresponden a la doctrina que siempre hemos expuesto al pueblo y que el pueblo ha aceptado con la decisión de su voluntad desde el día que nos otorgó la autoridad y el poder para cumplirla. Vemos, por otra parte, con profunda satisfacción, cómo cada vez son menos los ciudadanos que se definen por sistemas extraños a nuestra tradición democrática; y aunque ello en parte se debe a la situación de bienestar económico reinante, no es menos cierto que fundamentalmente se debe a la aceptación por parte del pueblo de nuestra doctrina, que dentro de un orden cristiano de valores "supera las concepciones materialistas exaltando los valores del espíritu" y asigna al hombre una dignidad superior aspirando a que él logre sus altos destinos en una sociedad organizada con justicia. (Aplausos) Principios subsidiarios de aquellos fundamentales son también, en nuestra doctrina, "el afianzamiento de las libertades fundamentales de las instituciones y de los ciudadanos dentro del respeto y acatamiento de la ley, el fundamento ético de todas las actividades humanas; el sentido de abnegación y sacrificio en beneficio de los interese permanentes de la Nación y los comunes intereses de la sociedad; la exaltación del sentido de la responsabilidad social que cada argentino ha de poseer en grado extraordinario; el ordenamiento equilibrado de los valores humanos; el concepto de que la libertad, que sólo da derechos, es negativa y peligrosa; la norma de la colaboración y solidaridad social para el mejor logro de los fines del justicialismo, y, por fin, el respeto por los ciudadanos y por las instituciones políticas o religiosas que no atentan contra la seguridad del Estado democrático." (Aplausos) Una doctrina nacional así fundamentada, con objetivos básicos, tales como los que abren la portada de nuestra Constitución, es la mejor defensa que podemos ofrecer frente al ataque de las doctrinas que se disputan el domino del mundo. Muy poderosas tendrán que ser en lo futuro las fuerzas que intenten su destrucción para que la unidad nacional, cimentada tan hondo, pueda correr peligro. Yo me he preguntado muchas veces, frente al espectáculo de un mundo cuyas naciones se van disgregando por la acción interna de doctrinas extrañas, qué habría sido de nosotros si esta hora tremenda de la humanidad no hubiese encontrado en la República Argentina un pueblo unido por el trabajo, por la alegría de vivir; un pueblo optimista y sano de espíritu, capaz de tener grandes ideales y de jugarse por ellos; un pueblo con dignidad sobre todo, que es la única fuerza que puede salvar a los pueblos de su destrucción aunque caiga derrotado por la fuerza de las armas. ¡Y le doy gracias a Dios de ser el presidente de un pueblo como el nuestro en este momento en que tal vez su realidad sea la última esperanza del mundo! (Los señores legisladores y ministros, de pie, así como también el público de las galerías, aplauden en forma prolongada, agradeciendo, igualmente de pie, el señor presidente de la Nación) Para hacer efectiva la unidad nacional y conducir el país hacia sus grandes objetivos logrando la coincidencia previa de la gran mayoría de los argentinos, además de lo que ya hemos señalado como realidad, era menester que el mismo gobierno se organizase con vistas a la tarea enorme que nos habíamos propuesto. Hoy puedo anunciar a vuestra honorabilidad que el gobierno tiene ya una organización que corresponde a las realidades de la hora. Faltará tal vez que se armonicen algunos detalles de los nuevos organismos, detalles que van siendo coordinados sobre la marcha, pero ya la organización básica está en condiciones de servir a todas las necesidades e intereses del pueblo y del Estado. Veinte ministerios trabajan febrilmente en la tarea de administrar el país y en grado creciente del coordinación van logrando la unidad necesaria para una acción cada vez más efectiva. Puedo afirmar sin jactancia alguna ante mi pueblo, que en este momento de la historia política argentina el presidente de la República gobierna real y efectivamente al país; dirigiendo la acción del Poder Ejecutivo en todos los órdenes: político, económico y social, gracias a la nueva organización del gobierno; y ello le permite también asumir la plena responsabilidad de todos los actos del Poder Ejecutivo. (Aplausos) ¡Han pasado los tiempos en que ocho ministros, trabajando cada uno por su cuenta, hacían firmar decretos a un presidente de la Nación! Nuestro gobierno está organizado de tal manera que no puede actuar sino con absoluta unidad de criterio, siempre orientado hacia la primera y gran finalidad cuya realidad lograda queremos consolidar definitivamente. Sabemos que aun pueden cometerse errores. ¡Trabajamos con elementos humanos! Pero sabemos también que esos errores son cada vez menos lesivos para el país y menores en cantidad desde que hemos perfeccionado al máximo posible la información técnica que nos permite actuar cada vez con menos posibilidad de equivocarnos. En este sentido hemos creado en el gobierno conciencia de que habitualmente se procede tan bien o tan mal, como bien o mal informado se esté... ¡y puedo afirmar que nuestros predecesores no conocían el país que intentaban gobernar! (Aplausos) En otro orden de cosas hemos creado los organismos necesarios para realizar el control de la honradez en la función pública. En estos cuatro años no hemos dudado nunca en proceder con energía contra quienes, al amparo de sus cargos de funcionarios responsables, creyeron que podían jugar a su antojo con los bienes del pueblo... (aplausos) y todo el país ha comprobado cómo, frente al delito, el gobierno peronista procede siempre de la misma manera, aun ante quienes se titularon sus amigos y no hicieron honor ni a la amistad, ni al peronismo, ni a la patria. (Aplausos ) Antes, un delito contra el Estado o contra el país era denunciado a veces, únicamente a veces, por la oposición... ¡por lo general, cuando no le daban parte en las utilidades! (Aplausos) Ahora, si se comete algún delito, nosotros lo investigamos, nosotros lo denunciamos y nosotros mandamos a sus autores a la justicia. Esto no tiene otra razón de ser que la promesa que hicimos al pueblo en 1943 y que ratifiqué en este mismo recinto en mi primer mensaje de 1946. La organización del gobierno necesaria para la conquista y consolidación de la unidad nacional se traduce en el orden interno por la organización del país y en el orden externo por el ejercicio de una política internacional orgánica y bien definida. Puedo proclamar hoy, ante vuestra honorabilidad, que el país está organizado. Esta tarea ha sido fundamentalmente realizada durante el año fenecido por la reforma de las constituciones provinciales, que responden ahora a las normas generales de la Constitución justicialista. En el orden político, el país está organizado de tal modo que no vivirá ya permanentemente afectado por continuos procesos electorales que perturban la tarea de gobernar. En el orden social, los principios que nosotros hemos llevado al pueblo han sido incorporados como realidades aceptadas por el pueblo, como ley fundamental en todas las constituciones provinciales. En el orden económico, los principios de nuestro sistema rigen en todas las constituciones provinciales como normas de aplicación local. Si el país está organizado en el orden constitucional, lo mismo podemos decir en lo que se refiere a otros aspectos de singular importancia. En materia de obras públicas hemos creado por primera vez en el país un régimen de coordinación nacional, y a medida que sus previsiones se van cumpliendo, puede advertirse ya cómo el desorden que encontramos se va transformando progresivamente en orden. Antes, cada provincia y cada ministerio construía dónde y cómo quería las obras que se les antojaba construir. En un país organizado eso no puede ser. Debe existir un organismo de coordinación que ordene los planes generales de trabajos públicos de la Nación, de las provincias, y aun de los municipios, para evitar superposiciones y excesos o para subsanar los defectos propios de toda planificación. Un país organizado debe tener un plan permanente de trabajos públicos. Nosotros hemos sido los primeros en trabajar con un plan orgánico y esperamos que nuestro ensayo, aun con todas sus deficiencias, sirva de ejemplo a los futuros gobernantes de la Nación. (Aplausos) Como manifestación lógica de la unidad nacional lograda en el orden interno exhibimos en el orden internacional una situación distinta de la que poseíamos cuando no presentábamos al mundo el espectáculo de un país sólidamente unido en todos sus aspectos. En este momento podemos afirmar que, gracias a la unidad permanente de nuestra acción, el nombre de la República Argentina es conocido y respetado en todos los pueblos de la tierra. (Aplausos) En esto ha tenido preponderante influencia, es verdad, nuestra posición de absoluta independencia frente a todos los países que integran el consorcio de las naciones del mundo; independencia que no es aislamiento, sino soberanía, vale decir, personalidad propia que nosotros hemos puesto al servicio de la humanidad como la mejor contribución para la paz y la felicidad de los hombres. (Aplausos) La opinión de un país tiene valor únicamente cuando posee aquella personalidad. En los demás casos puede ser un voto más en las grandes asambleas internacionales, pero no es una opinión válida y fecunda para la paz del mundo. Nosotros tenemos ya la personalidad internacional necesaria y suficiente como para poder dar opiniones que constituyan alguna esperanza de solución en los graves problemas que afectan a las naciones. Alejados como estamos por nuestra misma doctrina nacional de los extremos ideológicos de la humanidad, nuestra voz tiene los caracteres de serenidad y de ecuánime autoridad que se necesitan para que sea escuchada respetuosamente por aquellos extremos como una voz libre de todo compromiso. (Aplausos) Libre de toda atadura material de orden económico y de toda atadura a los extremos ideológicos, la República Argentina puede hablar con igual altura moral frente a todos los países del mundo; y nuestra tercera posición justicialista nos permite buscar y hallar siempre las coincidencias necesarias como para que en esa tercera posición la humanidad encuentre su camino. No estamos ya tan solos en este intento idealista que venimos realizando en nuestro país desde 1943 y que ofrecimos al mundo como solución en 1947. Progresivamente hemos visto cómo han ido adhiriendo a nuestra concepción política, económico y social destacados dirigentes y pensadores de todos los países. Y reconociendo o no el origen argentino de esta doctrina, son cada vez más numerosos los hombres que en todos los pueblos no ven otra solución para lograr la paz que una tercera posición distinta de la que significan el comunismo y el capitalismo. (Aplausos) Esta es, por otra parte, la solución que hemos dado al problema y realizado en nuestro país y que nuestra Constitución ha sellado definitivamente. Que es solución nos lo demuestra la realidad concreta de nuestro pueblo, que se siente feliz porque puede trabajar con dignidad; porque el capital ha sido humanizado; porque la propiedad, el capital y las riquezas son ahora bienes individuales en función social; porque ha desaparecido la explotación capitalista del hombre y toda clase de explotación humana; y que es verdadera solución nos lo demuestra fehacientemente el hecho de que progresivamente, con la realización de nuestros planes, ha ido desapareciendo la reacción comunista, que ha dejado de tener entre nosotros los argumentos valederos que posee, en los países capitalistas, para ganar adeptos. (Aplausos prolongados) Tal vez será necesaria en este momento alguna pequeña aclaración con respecto a este aspecto de nuestra tercera posición, a fin de evitar malas interpretaciones. La tercera posición no es en manera alguna una posición de neutralidad frente a los problemas políticos, económicos y sociales del mundo contemporáneo. Es en cambio una actitud positiva que se ofrece a la humanidad como solución de sus problemas. Tal como están las cosas en este momento de 1950, puede ya afirmarse que el mundo marcha hacia una cierta unificación política. Basta considerar para ello diversas circunstancias entre las cuales se destacan el alto poder de las armas modernas, el acercamiento e interdependencia cada vez mayor entre las naciones, la reducción del número de potencias que prácticamente ha creado en el mundo un solo frente de dos naciones en alto grado poderosas. La guerra de 1914 redujo el número de potencias mundiales a unas pocas... la de 1939 nos dejó dos grandes potencias divididas no sólo por razones políticas, económicas o sociales, sino aún por razones ideológicas. Pensar que puedan coexistir ambas potencias, que más que potencias son sistemas de vida en un mundo cuyas comunicaciones lo han hecho tan pequeño, es pensar un imposible. Ambos sistemas tratan de infiltrarse mutuamente y la verdad es que ninguno de los dos ofrece al hombre perspectivas de felicidad tan elocuentes como para estar seguro de no ser infiltrado por el sistema opuesto. En este sentido es indudable que el sistema comunista tendría mayores posibilidades de ganar el mundo occidental desde que el sistema capitalista no puede ofrecer otra doctrina que el fracasado individualismo liberal, mientras deja abiertos por otra parte los flancos, que son, fuera de los Estados Unidos, pueblos agobiados por la miseria y por el hambre, aliados por la desesperación con cualquier otro sistema que se les ofrezca (¡Muy bien! Aplausos. prolongados. Los señores legislativos y los concurrentes a las galerías, de pie, aplauden insistentemente. El señor presidente de la Nación agradece poniéndose igualmente de pie) En su marcha tal vez irremediable hacia una cierta unificación política las naciones no pueden elegir sino muy pocos caminos. Si consideramos las posibilidades del mundo occidental en cuyo campo nos hallamos geográficamente ubicados, advertimos que no le quedan sino dos caminos: o la guerra, de cuyas consecuencias quedaría una sola potencia sobre un mundo totalmente destruido, o la modificación de sus estructuras ideológicas, con la consecuente reforma en los órdenes políticos, económico y social. Del lado comunista también pueden darse dos caminos: o la guerra o bien la infiltración ideológica del mundo occidental. Advertimos con facilidad que el occidente no puede ganar ideológicamente en las actuales circunstancias al mundo comunista; y que al mundo comunista no le interesa modificar en las actuales circunstancias sus estructuras económicas, sociales y políticas. No queda, pues, para occidente otra solución que renunciar a su concepción individualista si quiere oponer una valla eficaz al avance ideológico del comunismo y ponerse a mitad de camino del extremo ideológico oriental si quiere sobrevivir. (Aplausos prolongados ) En esa mitad del camino creemos nosotros que puede estar una solución para la paz. En el orden político, la tercera posición implica poner la soberanía de las naciones al servicio de la humanidad en un sistema cooperativo de gobierno mundial. En el orden económico, la tercera posición es el abandono de la economía libre y de la economía dirigida por un sistema de economía social al que se llega poniendo el capital al servicio de la economía. (Aplausos prolongados) Y en el orden social la tercera posición entre el individualismo y el colectivismo es la adopción de un sistema intermedio cuyo instrumento básico es la justicia social. (Aplausos) Esta es nuestra tercera posición, que ofrecemos al mundo como solución para la paz. (Aplausos) Cuando pienso que nosotros hemos sido los primeros en anunciar esta solución a los hombres; y cuando compruebo que hemos sido los primeros en realizarla, no puedo menos que confirmar mi fe en los altos destinos que Dios ha querido asignar a nuestra Patria; y mi alma se estremece de emoción pensando que puede no estar lejano el día en que la humanidad, para poder vislumbrar en su noche alguna estrella, tenga que poner sus ojos en la bandera de los argentinos. (Prolongados aplausos de los señores legisladores y ministros, puestos de pie, y del público de las galerías en igual forma, lo que agradece el señor presidente de la Nación poniéndose también de pie ) La tercera posición adoptada por la República Argentina como posición ideológica de paz, produce la gran unidad de acción en su política exterior, que complementa magníficamente nuestra unidad nacional y que es, por otra parte, su consecuencia lógica. Con criterio de estricta justicia hemos actuado en la organización mundial de las Naciones Unidas y en la Organización de los Estados Americanos. Nuestra tarea de cooperación en este sentido ha sido sin duda extraordinaria; y no necesito recordar a vuestra honorabilidad los hechos que prueban mi afirmación. Consecuentes con nuestra tercera posición en el orden político hemos puesto así nuestra soberanía al servicio de la humanidad. No hemos olvidado, sin embargo, en ningún momento nuestros derechos soberanos sobre los territorios cuya posición se nos discute. En cada ocasión propicia la República Argentina ha manifestado las razones que la asisten para reclamar la posición de las islas Malvinas y ha refirmado sus derechos sobre las islas Georgia del Sur, Sandwich y sobre la Antártida Argentina. (Se ponen de pie y aplauden insistentemente los señores legisladores y ministros, así como el público de las galerías, igualmente de pie) Por otra parte hemos creado en la ciudadanía del país clara conciencia de todos sus derechos; de tal manera que ya ningún argentino ignora que la unidad geográfica nacional termina en el mismo polo austral del mundo. En el orden económico de nuestras relaciones internacionales hemos subscrito convenios con una serie numerosa de países. Nuestras relaciones comerciales con los países del mundo se han multiplicado extraordinariamente en cuanto a la cantidad de naciones que se han vinculado económicamente con la nuestra. Ya no somos el país que encontramos en 1946 sometido a las veleidades de unos compradores. (Aplausos) Prácticamente comerciamos con todo el orbe que conoce nuestra posición de nación soberana que puede disponer como quiere a sus riquezas y de sus productos. Estos son los aspectos generales de la acción que en el orden político interno internacional ha desarrollado mi gobierno. Yo lo expongo a vuestra honorabilidad, y en su detalle relativo al año 1949 están a disposición de los señores legisladores en el apartado especial que contiene la memoria anual de todos los ministerios. La unidad nacional en el orden político ha sido pues lograda por nosotros. La República Argentina tiene una doctrina nacional para su marcha en el orden interno y la misma doctrina guía sus pasos en el orden internacional. Cada argentino sabe ahora lo que quiere y adónde va como argentino y tiene en sus manos el instrumento de su propio destino. No hemos hecho otra cosa que lo queríamos en 1946. Por eso yo me permito recordar con emoción a mis conciudadanos una frase de mi primer mensaje: "Mi empresa es alta y clara mi divisa, mi causa es al causa del pueblo; mi guía es la bandera de la patria." (Insistentes aplausos de los señores legisladores, señores ministros, y público concurrente. El señor presidente de la Nación también de pie, agradece las manifestaciones de adhesión) Se pasa a un cuarto intermedio. En el orden económico nuestra acción se ha cumplido también hacia la conquista de nuestra primera finalidad: la unidad nacional. Entre los objetivos que nos fijamos para lograrla, nuestra doctrina señala, además del objetivo político, que es la soberanía política, un objetivo social que es la justicia social y un objetivo económico que es la independencia económica. En este orden de cosas, el objetivo económico tiene para nosotros la importancia de lo que, siendo fundamental, permitió levantar sobre sus estructuras el edificio de la realidad política y de la realidad social que estamos construyendo. Están tan íntimamente unidos entre sí nuestros tres objetivos básicos, que no podríamos afirmar que hemos logrado uno de ellos sin conquistar al mismo tiempo los otros dos; y la unidad nacional tampoco sería posible sin las tres condiciones reunidas de justicia social, soberanía política y liberación económica. (Aplausos) Por eso la Constitución justicialista ha incorporado a su Preámbulo nuestra irrevocable decisión de ser una nación -vale decir, una unidad nacional- socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. (Aplausos prolongados) Existe sin embargo un cierto orden de prioridad entre los distintos objetivos que nos hemos señalado para lograr la unidad nacional. (Aplausos) Ya he dicho que para conseguir esta unidad era menester conseguir la coincidencia de todos los argentinos destruyendo las barreras que los separaban entre sí y de sus instituciones básicas. Una de estas barreras era indudablemente la que representaba las injusticias que la oligarquía capitalista cometía explotando a los trabajadores con la complicidad o la indiferencia de los poderes encargados, como autoridad, del ejercicio de la justicia distributiva. (Aplausos) Por otra parte no es posible considerar que un pueblo es políticamente soberano cuando en su seno hay hombres privilegiados y hombres explotados. (Aplausos) ¡No puede ser libre un pueblo cuya inmensa mayoría de hombres es de esclavos, del mismo modo que no puede ser jamás sojuzgado un pueblo de hombres libres! ¡La libertad de un pueblo reside en cada uno de sus hombres y frente a esa libertad ningún poder de la tierra puede prevalecer! (Aplausos) De allí que la justicia social, base de la libertad política, haya sido nuestro gran objetivo. Pero la justicia social no puede ser realizada por el gobierno de una nación que no posea el dominio de sus propias riquezas desde que la justicia social es fundamentalmente una tarea de redistribución de bienes y, ante todo, de bienes materiales. Intentar la realización de la justicia social sin la previa o concomitante toma de posesión del manejo de las riquezas de la Nación hubiese sido locura imperdonable. Hubiésemos terminado tal como lo deseaban nuestros adversarios: ¡con el absoluto desprecio de nuestro pueblo! ... Para realizar nuestro objetivo de justicia social advertimos en seguida que nos era necesario y urgente modificar la estructura interna de nuestra economía. La economía del país era una economía capitalista, vale decir, una economía de explotación de todos los valores del país en todos sus órdenes. El capitalismo no es otra cosa que el capital deshumanizado que no tiene otro afán que el de crecer a costa de cualquier cosa, ¡aun a costa de la explotación del hombre! Para cambiar de sistema vimos que era necesario invertir el orden de las cosas haciendo que la economía nacional que entonces servía al capital lo subordinase de tal manera que el capital sirviese a la economía de la Nación. (Aplausos) Parece fácil hacerlo porque es fácil decirlo. ¡Pero sólo Dios sabe cuánto nos ha costado realizar esa total inversión de sistema! Aun seguimos luchando y sin duda la lucha continuará hasta que desaparezcan del escenario nacional las mentalidades egoístas que produjo el liberalismo económico. (Aplausos) En cuanto anunciamos nuestro programa económico toda la oligarquía capitalista del país se puso en nuestro camino para atajarnos y nos acusó de hacer economía dirigida. Siempre dije que ése no era nuestro propósito. Tal vez recién ahora pueda dar las pruebas de mi afirmación, porque el panorama de las realidades está a la vista de todos los argentinos; y porque nuestras concepciones en esta materia han sido fijadas constitucionalmente. Por otra parte, recién ahora, en diversas partes del mundo se nos empieza a dar la razón porque, ante la imperiosa necesidad de revisar los defectos del sistema capitalista para enfrentar con éxito al sistema económico comunista, se advierte que la solución no está en ninguno de los dos extremos sino en nuestra solución que pudiendo definirse como "economía social" es, en el orden económico, la tercera posición. (Aplausos) Para realizar la economía social, vale decir, para poner el capital al servicio de la economía nacional dándole como principal objeto el que representa el bienestar social, era menester que modificásemos algunos conceptos liberales y burgueses acerca de la propiedad. Por eso en nuestra concepción económica la propiedad no es un derecho individual absoluto, sino relativo, desde que tiene la propiedad no solamente una función individual que cumplir sino una función social. (Aplausos) Puestas, pues, las cosas en su lugar, capital y propiedad individuales en función social, nuestra economía dejó de ser individualista sin pasar a ser colectivista, poniéndose de este modo en el justo medio que nos permite calificarla y denominarla con el nombre de economía justicialista. (Aplausos) Con estos principios básicos hemos procedido en el orden de nuestra economía interna. Todas nuestras medidas económicas van dirigidas a lograr que esos principios tengan realidad, sobre todo en aquellos aspectos que se relacionan más directamente con el bienestar y la felicidad de nuestro pueblo, cuyo trabajo ha sido así justicieramente valorizado como debía ser en una sociedad como la nuestra que se precia de ser civilizada. Pero, señores, en cuanto comenzamos la tarea de modificar la estructura económica interna; en cuanto entramos tan sólo superficialmente al estudio de sus factores determinantes, nos dimos cuenta de que nuestra economía era manejada desde afuera del país y que esa dependencia nos impediría cumplir nuestro propósito. Así, por ejemplo, para retribuir con justicia el trabajo de nuestros agricultores necesitábamos tener el manejo del sistema de comercialización de los granos, que era propiedad de un monopolio internacional; necesitábamos tener el manejo de los transportes terrestres y marítimos porque en manos extranjeras esos mismos transportes debían rendir utilidades a capitales extraños a costa, sin duda, del productor rural; y necesitábamos, por la misma razón, tener el manejo de seguros y reaseguros, de los elevadores de granos, de los puertos, etcétera. Para poder, en otro orden de cosas, retribuir mejor el trabajo de los obreros argentinos necesitábamos industrializar el país, y para ello era menester que tuviésemos el manejo de los créditos bancarios y el régimen de cambios, además de todo lo que señalamos como necesario para la justa retribución del trabajador agrario. (Aplausos) Para realizar la reactivación económica de todo el país era menester realizar ingentes y enormes obras públicas y para ello necesitábamos tener el manejo del dinero, en la misma forma que nos eran necesarios los ferrocarriles, los puertos, la flota mercante, etcétera. (Aplausos) Cuando pensamos solamente todo cuanto era necesario hacer para conseguir una cosa tan simple en apariencia como es la inversión del sentido de nuestra economía poniendo el capital a su servicio, nos dimos cuenta de que hacer todo eso significaba nada más pero nada menos que la misma independencia económica del país. (Aplausos) Y atraídos por el ideal cuya fuerza era superior a toda resistencia, nos lanzamos a la lucha. La posguerra nos presentaba una magnífica oportunidad, y la aprovechamos. En la historia argentina se han dado únicamente dos momentos propicios para hacer lo que nosotros hicimos: 1919 y 1946. (Aplausos) En 1919 los que hoy nos atacan perdieron la oportunidad que nosotros no perdimos en 1946. (Aplausos) Tal vez ello ocurrió así porque quienes están acostumbrados a vender y a entregarse no pueden de golpe comprar ni reconquistar. Nosotros vimos la oportunidad. La previmos desde mucho tiempo antes. ¡Y la aprovechamos! Tuvimos tal vez el grado necesario de valor como para jugarnos todo a una sola carta. ¡Y Dios se hizo criollo para premiar nuestra fe! (¡Muy bien! Los señores legisladores y ministros, como también el público de las galerías de pie, aplauden insistentemente al señor presidente de la Nación, quien agradece las manifestaciones). Para hacer todo cuanto nos habíamos propuesto necesitábamos dinero que no teníamos; la única solución era conseguirlo por los mismos medios con que nuestros explotadores extranjeros se habían convertido en capitalistas internacionales, por medio de los bancos cuyos créditos ilimitados utilizaban y por la comercialización de la riqueza nacional. Nosotros hicimos simplemente lo mismo. Los grandes capitalistas y los grandes monopolios que tuvo que soportar el país durante un siglo no hicieron otra cosa que eso para enriquecerse. Para comprar riquezas aquí o en el extranjero utilizaban en primer lugar el dinero de los bancos argentinos o de los bancos extranjeros existentes en el país, que eran extranjeros de nombre porque todo el dinero que manejaban era de los argentinos; y en segundo lugar, utilizaban el dinero que les producía las cosechas, los ganados y las demás riquezas argentinas, y compraban al precio que querían y vendían ganando diez, cien y mil veces sobre el precio que pagaban. (Aplausos) Si ellos lo hacían para enriquecerse ellos y gastar después ese dinero argentino en el extranjero a costa del sufrimiento y la explotación de nuestro pueblo, ¿por qué no íbamos a poder hacerlo nosotros que necesitábamos hacerlo para modificar la estructura económica del país y convertirlo en un país socialmente justo, en cuya dilatada extensión todos los hombres supiesen lo que es la dignidad humana, primera condición de la felicidad? (Aplausos) Por eso tomamos el sistema bancario en nuestras manos. Y por eso tomamos en nuestras manos el monopolio del comercio exterior. Con el dinero argentino de los bancos y con el dinero argentino que nos produjeron los buenos negocios que hicimos con la venta de nuestra producción, pagando, sin embargo, buenos precios a nuestros productores, compramos todo lo que necesitábamos para tener el dominio total de la economía nacional. Lo primero que recuperamos fue nuestra deuda exterior, por cuya existencia pagábamos millones de pesos en concepto de intereses. Compramos luego los ferrocarriles, los teléfonos, los puertos, los transportes aéreos y marítimos, los seguros y reaseguros, los servicios de gas, de obras sanitarias, los elevadores de granos, innumerables usinas eléctricas del país, etcétera. (Los señores legisladores y ministros, de pie, así como también el público de las galerías, aplauden en forma prolongada, agradeciendo, igualmente de pie, el señor presidente de la Nación) Me permito repetir estas cosas ante vuestra honorabilidad, porque en estas realizaciones estriba el orgullo de mi gobierno; y en este mensaje que he dedicado al héroe máximo de la independencia política pienso que nada ha de ser tan grato a su espíritu en la inmortalidad como la simple enumeración de todo cuanto nosotros hemos hecho para que aquella independencia política se coronase con nuestra independencia económica. (¡Muy bien! Aplausos prolongados. Los señores legisladores y los concurrentes a las galerías, de pie, aplauden insistentemente. El señor presidente de la Nación agradece poniéndose igualmente de pie) Recuerdo siempre que en cierta oportunidad, en 1945, hablando con algunas personas vinculadas a la economía privada, me referí a la independencia económica y mencioné la necesidad de hacer todo esto. Uno de mis oyentes, a quien no pude convencer que todo eso era posible, se retiró diciéndome, más o menos, que yo estaba loco. (Risas) A cinco años escasos de aquella fecha desearía preguntarle si sigue creyendo que estoy loco... (prolongados aplausos de los señores legisladores y ministros, puestos de pie, y del público en las galerías en igual forma, lo que agradece el señor presidente de la Nación poniéndose también de pie), ¡aunque cuando serenamente medito en todo cuanto nos ha costado realizar nuestros sueños debo reconocer que, efectivamente, en 1945 la independencia económica no podría parecer sino una locura!... ¡Una bella locura que gracias a Dios hemos podido convertir en realidad! Es lo que todavía no pueden reconocer nuestros adversarios. Es lo que todavía no alcanza a comprender la prensa "seria" del país. Ellos no pueden concebir que hayamos conquistado la independencia económica sin ellos... y aun a pesar de ellos. Y como no lo pueden concebir, nos están anunciando permanentemente próximos y definitivos descalabros. Desde que estamos en el gobierno vienen anunciando nuestra caída vertical económica y política. (Aplausos) Olvidan que nuestra fuerza es el pueblo. El pueblo es el gran motor que nos ha permitido hacer todo cuanto hemos hecho, a pesar de ellos. Ellos siguen esperando que cedamos al fin y contratemos algún empréstito. No se acuerdan que yo he afirmado que me cortaré las manos (se ponen de pie y aplauden insistentemente los señores legisladores y ministros, así como el público de las galerías, agradeciendo el señor presidente de la Nación, igualmente de pie) antes de poner mi firma en el acta de ninguna cosa que signifique un préstamo a mi país. Ellos saldrían gozosos a la calle a proclamarlo con pitos y sirenas si yo no cumpliese la palabra que tengo empeñada definitivamente. (Insistentes aplausos de los señores legisladores, señores ministros y público concurrente. El señor presidente de la Nación, también de pie, agradece las manifestaciones de adhesión) Felizmente, mientras ellos anuncian la próxima firma de un empréstito, nosotros nos permitimos el lujo de comprar 60 toneladas de oro. (Aplausos) Esa ha sido nuestra respuesta de siempre... ¡Una realidad por cada mentira! (Aplausos) Convertida nuestra economía interna en economía social, y conquistada nuestra independencia económica, pudimos idear y lanzar a la ejecución el primer plan de trabajos públicos que haya conocido la Nación. Largo sería enunciar la innumerable serie de obras públicas que llevamos realizada. Para ilustrar en forma sumaria a los señores diputados y senadores hemos puesto a disposición de cada uno un ejemplar de una publicación gráfica que prueba todo cuanto hemos construido en el país, durante estos cuatro años de mi gobierno, cumpliendo con las promesas que hicimos al pueblo cuando asumimos el poder. Allí están perfectamente individualizadas gran parte de las innumerables obras realizadas a lo largo y a lo ancho del país. Cualquier argentino puede comprobar que todo cuanto allí se afirma es una realidad. No solamente ha construido el gobierno nacional por sí mismo. También han construido las provincias. Mi gobierno ha alentado la iniciativa de la producción por medio de la cooperación económica y financiera que les ha prestado dentro de la concepción federalista práctica a que ya me he referido. Es verdad que algunas provincias han construido más que otras, pero ello se ha debido a distintos factores, que no es del caso analizar en esta oportunidad. Me permito destacar, sin embargo, a la consideración de vuestra honorabilidad, saliéndome un poco de las normas habituales, la magnitud de la obra realizada por el gobierno de la provincia de Buenos Aires, que honra al movimiento por su capacidad constructiva. (¡Muy bien! Los señores legisladores y ministros, como también el público de las galerías, de pie, aplauden insistentemente al señor presidente de la Nación, quien agradece las manifestaciones) Organizado ahora el sistema de coordinación y planificación nacional con la creación y funcionamiento de los consejos interministerial coordinador y coordinador federal, hemos obtenido así la elaboración anual de los planes integrales de trabajos públicos, con lo que se ha logrado el ordenamiento necesario para la buena y lógica distribución de las obras de gobierno. Espero someter a la aprobación de vuestra honorabilidad durante este período de sesiones que hoy inauguro, la ley básica de planificación integral de la Nación que nos permitirá en lo sucesivo trabajar con un permanente, claro y definido plan de obras que produzca la reactivación armónica de toda la Nación. Si en cuanto a las obras públicas nuestro sistema económico nos permitió hacer todo lo que el país tiene ante sus ojos, no menos importante es lo que nos permitió realizar, por vía indirecta, en orden a la industrialización del país. Mucho han hablado y mucho han mentido también nuestros adversarios en este aspecto de nuestra acción. Lo que ocurre en esta materia es similar a lo que mencionaba recién con respecto a la independencia económica. El país ha tenido sólo dos oportunidades para industrializarse, y ellas han sido determinadas por las dos guerras mundiales que nuestra generación ha debido soportar. La industrialización que comenzó en 1914 y se desarrolló durante toda la primera guerra mundial, cayó enseguida en decadencia durante la posguerra inmediata, debido a la ausencia total de previsiones gubernamentales que debieron proteger a aquella industria que prometía progresar rápidamente en nuestro país. Lo que ocurrió en la primera posguerra no pudo suceder en esta segunda oportunidad porque nosotros habíamos tomado las previsiones necesarias desde el Consejo Nacional de Posguerra. (Aplausos) Hoy puedo anunciar ante vuestra honorabilidad que la industrialización del país sigue su marcha ascendente cada vez con mayores posibilidades, y si en este sentido no bastase la simple rápida visión de cualquier rincón de nuestra patria, algunas cifras estadísticas darían la prueba de mi afirmación. En 1943 se solicitaron 8.700 marcas de fábricas y 1.734 patentes de invención. En 1949 las solicitudes de marcas de fábricas ascendieron a 16.039 y a 5.016 las nuevas patentes de invención. El índice de producción industrial continúa creciendo uniformemente sin que las dificultades que hemos tenido durante el año 1949 hayan logrado disminuirlo. Mi gobierno ratifica hoy ante vuestra honorabilidad su decisión inicial de auspiciar la creciente industrialización de la Nación porque seguimos creyendo que en nuestro país puede y debe producirse el ciclo integral del proceso económico, que se inicia en la producción agropecuaria y termina en la más alta industria. Cuando lleguemos a ese nivel definitivo la independencia económica será total y podremos servir con la mayor eficiencia también a la causa de todos los pueblos. Tal vez no sea inútil repetir que el sentido de nuestra independencia económica no es de orden aislacionista. No podría concebirse así de ninguna manera. Sería una orientación opuesta a nuestra misma tradición de solidaridad que mantenemos con los demás pueblos del mundo, en especial con nuestros hermanos de América desde el mismo momento de nuestra emancipación política. (Aplausos) El día que fuimos libres no nos bastó con serlo únicamente dentro de nuestras fronteras, y salimos con nuestro primer Capitán por las rutas de América para sellar con nuestra sangre la libertad de Chile y del Perú. (Aplausos) El día que tuvimos que darnos una Constitución, no pensamos solamente en nosotros, y en su Preámbulo magnífico anunciamos al mundo que nuestra libertad era para nosotros, para nuestros hijos y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. (Aplausos) Ahora que somos económicamente libres no nos conformamos tampoco con serlo a solas, y es por eso que en mi mensaje de paz de 1947 y en la reciente sesión extraordinaria del Consejo Interamericano Económico y Social hemos ratificado nuestra decisión de acudir con nuestra cooperación técnica donde sea necesario y dentro de nuestras posibilidades para reactivación de las economías de los países hermanos de América que la deseen. (Aplausos) Nuestros principios en esta materia son claros y bien definidos. Únicamente adversarios sin escrúpulos pueden tratar de atribuirnos torcidas intenciones. Nosotros sostenemos que para reactivar la economía de los pueblos es prudente y conveniente crear en ellos las fuentes de trabajo necesarias para que todos sus habitantes puedan incrementar el nivel de vida que poseen. Esto se logra por la adquisición de la producción de las naciones que tienen problemas económicosociales de esta naturaleza y por la consecuente industrialización. En este sentido nuestro país, aun en plena tarea de su propia reactivación, está dispuesto a brindar su colaboración técnica a los países de América en la forma en que, a pesar de todas sus dificultades, ha tratado de hacerlo hasta la fecha. (Aplausos) En orden también a la industrialización del país y para terminar con el tema quiero hacer algunas observaciones más acerca de los capitales extranjeros que deseen radicarse en el país. Nuestros adversarios, en su afán político, han intentado tácticas distintas para mostrarnos ante la opinión pública como equivocados o como malos defensores de los intereses de la Nación. Y utilizando los servicios de algunos medios de información tendenciosos, han intentado demostrar fuera del país que nuestro clima económico era desfavorable para la radicación de capitales extranjeros. Por otra parte, y surgiendo aquí como defensores de los intereses económicos del país, casi como si ellos hubiesen hecho la independencia económica, han tratado, por todos los medios posibles, de tergiversar nuestras intenciones cada vez que hemos dictado algunas medidas favorables a la introducción de capitales y de empresas extranjeras. Felizmente los creadores de la independencia económica somos nosotros y no ellos. (Aplausos) Nosotros nos hemos ganado el derecho de conceder franquicias a los capitales que quieran venir a nuestra tierra y lo haremos cuantas veces sea necesario sin que nuestra conciencia nos acuse un solo instante, porque no sólo hemos luchado por la liberación del país, sino que también hemos asegurado esa liberación en cláusulas constitucionales perfectamente claras. Pueden venir a nuestro país todas las empresas extranjeras que deseen y pueden trabajar libremente y tal vez con mayor libertad que en cualquier otra parte del mundo. Nuestra Constitución les asegura que "toda actividad económica, salvo la importación y exportación, se organizará conforme a la libre iniciativa privada", con la única limitación que expresamente se declara en la misma ley fundamental de la Nación, diciendo "siempre que no tenga por fin ostensible o encubierto dominar los mercados nacionales, eliminar la competencia o aumentar usurariamente los beneficios." (Aplausos) El campo de actividades posibles es enorme, casi infinito. Todo está por hacerse. Podríamos ser el país más grande de la tierra en el orden económico. Y aunque nuevamente esto parezca una locura, queremos serlo. (Los señores legisladores y ministros, de pie, así como también el público de las galerías, aplauden en forma prolongada, agradeciendo, igualmente de pie, el señor presidente de la Nación) Tenemos para ello toda esta patria que Dios nos ha regalado; y tenemos un pueblo de hombres dignos dispuestos a trabajar sin desmayos... con una sola condición, eso sí, que ya no abandonará jamás: el respeto absoluto de su dignidad. (Aplausos) Dentro del ordenamiento económico del país debemos considerar también y en forma muy especial los aspectos que se relacionan con nuestra producción básica agropecuaria. Nuestros opositores afirman, felices, creyendo que han comprobado un error nuestro, que ahora volvemos al campo. Errores, es verdad, hemos cometido; y seguiremos cometiéndolos desde que errar es humano. Pero en este caso no hemos cometido el error que ellos nos atribuyen porque no volvemos al campo como ellos dicen. A poco que se analice podrá verse si se trabaja con buena intención, cómo todo cuanto hemos hecho ha sido precisamente para asegurar un promisorio porvenir a la economía agropecuaria. Si Estados Unidos, cuyo grado de industrialización es enorme, se considera aún a sí mismo un país agropecuario y su gobierno actúa en consecuencia, ¡cómo podremos pensar otra cosa nosotros que en el orden industrial recién comenzamos! Cuando la economía de un país es puramente agropecuaria, como era la economía que encontramos, si no tiene un mercado interno que cubra con sus requerimientos toda la producción, fatalmente ha de depender de los precios del mercado exterior, y ha de estar a su arbitrio. Eso era lo que sucedía en 1943. Nosotros pensamos entonces que debíamos lograr la mayor independencia posible para la colocación de nuestra producción agropecuaria. Por eso propiciamos la industrialización del país. El proceso industrial actúa sobre el proceso agropecuario de dos maneras: elevando por un lado el standard de vida de los trabajadores, aumentando con ello el consumo; y por otro lado, valorizando la producción agropecuaria cuando el proceso industrial se ejerce directamente sobre el proceso básico de producción agropecuaria. Que hemos conseguido, en este orden de cosas, nuestros objetivos, lo señala, por ejemplo, el enorme aumento del consumo interno de nuestra producción. De la faena ganadera en fábricas y grandes frigoríficos solamente, la parte destinada al consumo, que en 1945 era de 382.100 toneladas en bovinos, ascendió en 1949 a 545.000 toneladas. (Aplausos) En cuanto a la industrialización misma de nuestros productos básicos citaré el ejemplo del lino, porque ha sido utilizado con mala intención por nuestros adversarios. Sosteníamos nosotros que con la fabricación del aceite de lino y luego de pintura íbamos a valorizar el lino. Por circunstancias extrañas a nuestra voluntad no pudimos seguir colocando nuestro aceite de lino; y nuestros adversarios comenzaron a gozar lo que ellos consideraban un fracaso peronista. En primer lugar se equivocaban como argentinos: nuestro propósito era evidentemente sano y loable. (Aplausos) Si triunfábamos, la ventaja material no hubiese sido nuestra, ciertamente. Incluso hubiesen ganado ellos, que todavía siembran o mejor dicho "hacen" sembrar lino en sus campos. Ante nuestras aparentes dificultades salieron en seguida a proclamar un nuevo y gran fracaso del gobierno, alegres, como si el fracaso nuestro no hubiese sido en cierto modo el fracaso del país. (Aplausos) Poco a poco, sin embargo, la situación ha ido normalizándose y ya colocamos de nuevo nuestro aceite de lino en el mercado exterior. De este modo nuestros compradores no pagan ya únicamente el lino; ¡pagan también el sustento de miles de obreros argentinos de la industria aceitera! (Aplausos) Me complazco en señalar el único ejemplo que no favorece tanto nuestra posición en esta materia, y por eso insistimos en que por vía de la industrialización directa, se logrará una mayor valorización de la producción agropecuaria. Además, la industrialización bien conducida podrá proveer oportunamente de maquinarias y elementos útiles a la producción agropecuaria y se cerrará así también, por este lado, el ciclo del proceso económico, que de esta manera recuperará su equilibrio. Tan importante como la industrialización del país, en vinculación directa con la producción agropecuaria, es, sin duda, lo que hemos hecho al nacionalizar el sistema de comercialización exterior, suprimiendo los monopolios que lo dominaban. Este hecho constituye, podemos decir con toda verdad, el punto inicial de nuestra reforma en el orden económico, ya que desde ese momento se cambia en forma total nuestro sistema de comercio, en especial en relación con el comercio exterior de nuestras cosechas. Desde ese momento, los intereses internos y externos con relación al país desataron su campaña de calumnias y de insidias y entre otras cosas nos consideraron enrolados en una política totalitaria de economía dirigida. Es interesante que, pasado un poco el momento más agudo de la campaña antiargentina desatada por los intereses mencionados, hagamos algunas reflexiones sobre este aspecto de nuestra acción económica. En cuanto nacionalizamos el sistema de comercialización de nuestros productos, lógicamente fijamos los precios que queríamos cobrar por ellos. Por aquellos mismos tiempos, en una reunión internacional, se fijó el precio mundial del trigo, muy inferior al fijado por nosotros y que no aceptamos nunca para nuestras operaciones comerciales. Yo no quiero discutir el derecho que aquella conferencia tenía para fijar el precio mundial de un producto que solamente tres o cuatro naciones pueden lanzar al mercado internacional. Pero me permito recordar ahora que quienes entonces nos acusaban del exterior de hacer una política totalitaria de economía dirigida, veían con buenos ojos el dirigismo económico internacional que era, ni más ni menos, el que sancionaba como método la conferencia mundial del trigo fijando sus precios internacionales. (Aplausos) Nuestros detractores en el orden interno no procedían tampoco de una manera más lógica. Hemos visto a los "dirigentes" de las entidades rurales proclamar en todas partes que el gobierno se enriquecía a expensas del productor agrario, y que eso era una tremenda injusticia contra la que era menester reaccionar no sembrando más..., pero ellos sembraban, mejor dicho, ¡hacían sembrar!, porque los precios no eran tan malos... Lo hemos visto agitando permanentemente el campo argentino, explotando la buena fe de nuestros colonos, hasta que un día mostraron la hilacha y, creyendo que habían sembrado bastante prestigio con tanta charla, ¡sacaron sus candidaturas políticas! ¡Por suerte para el país, ni los ingenuos creyeron en ellos, porque hasta los ingenuos tienen un poco de memoria!... (Risas y aplausos) La comercialización de nuestra cosecha fue realizada a buen precio, pagando, sin embargo, buenos precios al productor, muy distintos de los que recibió en la primera posguerra. Y el saldo favorable de los buenos negocios que hicimos nos permitió crear nuestra flota mercante, adquirir los ferrocarriles, los puertos, etcétera, vale decir, consolidar totalmente el sistema que desde entonces nos permite actuar libremente en el mercado internacional vendiendo nuestra producción al país que nos pague más y mejor. (¡Muy bien! Aplausos prolongados. Los señores legisladores y los concurrentes a las galerías, de pie, aplauden insistentemente. El señor presidente de la Nación agradece poniéndose igualmente de pie) Los hombres del campo argentino pueden estar tranquilos ahora. No volverán los tiempos en que sembrar era toda una aventura que no sólo dependía del tiempo sino de otros factores todavía mucho más variables como la disponibilidad de vagones y de bodegas, al precio arbitrario de los monopolios extranjeros e incluso el buen o mal humor de nuestros dos o tres compradores que nos amenazaban permanentemente con irse a otros mercados con sus barcos y dejarnos con la cosecha pudriéndose en los puertos argentinos. ¡Y esto no es una fórmula literaria! ¡Esto sucedió en este mismo país y lo ha comprobado nuestra misma generación! (Aplausos) Nuestro comercio exterior ha conocido durante mi gobierno las más elevadas cifras de la historia nacional, tanto en importaciones cuanto en exportaciones. Y si bien durante el año 1949 la situación internacional en materia monetaria ha determinado una disminución general de nuestro comercio, ya puede advertirse un promisorio ascenso en las curvas estadísticas que lo expresan, y ello, unido a nuestra política sana de convenios y en especial al éxito de nuestra política de franqueza cordial para con los Estados Unidos, nos permite anunciar que la República Argentina no tiene ningún problema económico de gravedad y que sus hijos pueden seguir trabajando con optimismo por la grandeza de la Nación, que es la felicidad particular de todos los argentinos. (Aplausos prolongados) La posesión del manejo de nuestro comercio de importación y de exportación no podrá ya ser de ninguna manera discutida al Estado desde que hemos tenido cuidado de consolidarla en la nueva Constitución. Tampoco podrá ser anulada en la práctica porque hemos nacionalizado al mismo tiempo todo el sistema que asegura el ejercicio total de este derecho que asume el Estado argentino. Así, por ejemplo, si no hubiésemos creado la flota mercante no hubiese sido posible realizar el transporte de nuestros productos. Hoy puedo anunciar a vuestra honorabilidad que si en 1946 cargábamos la decimocuarta parte de las cargas de nuestros puertos, en 1949 cargamos ya la octava parte y seguimos incrementando el tonelaje de nuestra flota mercante a tal punto que hoy podemos afirmar que poseemos la cuarta flota mercante del mundo. (Se ponen de pie y aplauden insistentemente los señores legisladores y ministros, así como el público de las galerías, agradeciendo el señor presidente de la Nación igualmente de pie) ¡Y ésta es, señores, otra de nuestras locuras de 1945...! (Aplausos prolongados) Con una flota mercante argentina de esta magnitud, con el dominio de los ferrocarriles, con el manejo de los seguros y reaseguros, con la ingente flota de transportes terrestres que hemos creado y puesto en manos de los hombres de nuestra tierra, con los puertos y elevadores argentinos, ya podemos darnos el lujo de fijar los precios que hemos fijado a la producción de cereales y con la anterioridad con que los hemos establecido. Por otra parte no estamos ya en la situación colonial de 1943. No tenemos un comprador único. Nuestros compradores están en todos los países del mundo ¡y nadie podrá en lo sucesivo "extorsionarnos"...! (Aplausos) ¡Ésta es una prueba más, por si faltase alguna, de que la independencia económica que proclamamos en Tucumán era algo más que una declaración literaria de principios...! No se me escapa que en orden a la producción agropecuaria la industrialización del país ha creado un cierto desequilibrio en la mano de obra que indudablemente ha actuado como una causa eficiente en la disminución de las áreas sembradas, en especial sobre el área del maíz, cuyo proceso de recolección requiere mayor cantidad de brazos. Por este motivo pusimos en este año todo nuestro empeño en dotar al agro de los elementos mecánicos necesarios para que la siembra de 1950 sea la que el país necesita para mantener el ritmo de su economía; y, por otra parte, hemos adoptado una serie de medidas tendientes a estimular al producto agrario. Yo me permito pedir la colaboración de vuestra honorabilidad, que por anticipado descuento, para que en forma conjunta y en forma personal los señores legisladores apoyen la acción del Poder Ejecutivo en esta campaña de reactivación agraria. Es necesario crear conciencia en el campo argentino de que no debe haber un solo lugar de tierra que pudiendo producir no produzca, y en este sentido tal vez no sea inoportuno adoptar las medidas legales tendientes a hacer efectivo el principio constitucional que asigna a la propiedad privada una función social. (Aplausos) Por otra parte, y a fin de remediar la carencia de brazos y de aumentar el número de tierras laborables, hemos realizado y seguiremos trabajando con una bien definida política de colonización. Nuestro principio que declara que la tierra debe ser de quien la trabaja se ha concretado en la colonización de numerosos latifundios. Las cifras estadísticas de esta acción son concluyentes. En 1944 el Banco de la Nación solamente entregó 2.369 hectáreas de tierra a 237 familias. En 1949 el mismo banco entregó 68.000 hectáreas a 4.200 familias. (Aplausos) En orden al principio peronista, que dice que la tierra es un bien de trabajo y no un bien de renta, se ha fijado una nueva rebaja sobre los arrendamientos rurales, medida que esperamos repercuta directamente sobre la producción en forma fehaciente. Todos estos aspectos de la economía y todas las consideraciones que me he permitido presentar a la consideración de vuestra honorabilidad, son solamente algunas de las realidades que nuestro movimiento puede ofrecer al país como consecuencia directa de su acción. En la memoria correspondiente a los respectivos ministerios que integran el equipo económico hallarán los señores legisladores las cifras estadísticas y los hechos complementarios de mi exposición en este aspecto de mi mensaje. Lo fundamental es, sin embargo -e insisto en ello porque en ello estriba mi orgullo de argentino y de peronista- (insistentes aplausos de los señores legisladores, señores ministros y público concurrente, poniéndose de pie. El señor presidente de la Nación, también de pie, agradece las manifestaciones de adhesión), haber creado un nuevo sistema económico en el mundo, el sistema de la economía social, y haberlo asegurado como realidad nacional por la independencia económica. Solamente de esta manera era posible realizar íntegramente la justicia social. Ahora sí podemos hablar de los aspectos sociales de la nueva Argentina. Podrán criticarnos errores de detalle. Podrán decir que en esto o en aquello nos hemos equivocado. Pero la verdad es que no nos debemos haber equivocado tanto desde que el pueblo es feliz... (aplausos) desde que los que eran "descamisados" en 1945 ya no son "descamisados" (aplausos), aunque les guste y nos guste llamarlos así como un homenaje al "descamisado" que todos los peronistas llevamos en el corazón. (¡Muy bien! Los señores legisladores y ministros, como también el público de las galerías, de pie, aplauden insistentemente al señor presidente de la Nación, quien agradece las manifestaciones) La verdad es que, mientras todos los países están siendo constantemente amenazados por el hambre, nosotros seguimos recibiendo el cariño efusivo de un pueblo que nos quiere precisamente porque está satisfecho. Ésa es una realidad que, estando en la calle, basta salir a la calle para verla. No nos debemos haber equivocado tanto. Sólo nos falta para consolidar todo esto limar algunos detalles, equilibrar un poco las cargas. El porvenir dirá después indudablemente que, si la nuestra fue una locura, fue una bella locura, porque la hicimos realidad. (Aplausos) En cambio la locura de quienes viendo no creyeron ¡ésa sí que es una triste locura! (Los señores legisladores y ministros de pie, así como también el público de las galerías, aplauden en forma prolongada, agradeciendo igualmente de pie, el señor presidente de la Nación) Se pasa a un cuarto intermedio. En el orden social nuestra realidad satisface con mayor plenitud aún que en los órdenes político y económico las aspiraciones de nuestros comienzos en la lucha y en el gobierno. Lo que quisimos ser es lo que somos. De ningún modo queremos decir con ello que hayamos alcanzado en materia social el máximo ideal. Sería creer que el progreso social tiene un límite natural; y la verdad es que todos cuantos conocemos un poco la historia de los pueblos sabemos perfectamente bien que la sociedad humana ha seguido, en el devenir de su vida, una marcha ascendente, a pesar de sus momentáneas caídas o descensos; y ello nos permite suponer que posee la fuerza interior suficiente como para seguir progresando en su ordenamiento intrínseco. Nuestro concepto optimista y positivo de la historia; optimista aún a pesar de los momentos actuales realmente difíciles, nace de nuestra profunda fe en los valores humanos, sobre todo con relación a aquéllos que radican en el espíritu del hombre. Por eso al clausurar el I Congreso Nacional de Filosofía, afirmé nuestra concepción positiva de la sociedad diciendo: "El progreso social no debe mendigar ni asesinar, sino realizarse por la conciencia plena de su inexorabilidad." "Esta comunidad, que persigue fines específicos y materiales, que tiende a superarse, que ansía mejorar y ser más justa, más buena y más feliz, en la que el individuo pueda realizarse y realizarla simultáneamente, dará al hombre futuro la bienvenida desde su alta torre, con la noble convicción de Spinoza: 'Sentimos, experimentamos que somos eternos'." Por tales y tan fundamentales razones creemos que es posible un continuo y mayor perfeccionamiento de nuestra estructura social; pero de lo que hemos conseguido realizar estoy íntimamente satisfecho, y puedo decir con toda verdad que supera a cuanto queríamos hacer en el momento incierto en que empezamos la lucha por la felicidad de nuestro pueblo. (Aplausos) También en este orden de cosas nuestra doctrina es clara y simple como en todos los aspectos que hemos considerado. Frente a un mundo absolutamente dividido en dos fracciones diametralmente opuestas de individualismo y colectivismo, nosotros realizamos en nuestro país, y proponemos a la humanidad, la doctrina del equilibrio y la armonía del individuo y la colectividad por la justicia social que dignifica al trabajo, que humaniza el capital, que eleva la cultura social, que suprime la explotación del hombre por el hombre, que produce la realidad positiva de los derechos del trabajador, del anciano, del niño y de la familia (aplausos), de tal manera que el "nosotros" de la sociedad se realiza y perfecciona por el yo individual, dignificado como persona humana. Ése fue el propósito que anunciamos en 1943. Lo repetimos por todo el país durante el período revolucionario propiamente dicho. Me sirvió de bandera en la campaña preelectoral de 1946. Lo anuncié como programa social el 4 de junio de 1946 en este mismo recinto al tomar posesión del poder. Lo establecimos constitucionalmente en 1949. Y lo seguiremos alentando, consolidando y perfeccionando convencidos de que vamos por el camino de las verdaderas soluciones, desde que el pueblo sigue con nosotros con su misma fe y con su mismo entusiasmo. (Aplausos) Por eso, después de la finalidad esencial de nuestro movimiento: lograr la unidad nacional, señalamos como objetivo inmediato de nuestra acción el de la justicia social y nos dedicamos con todas nuestras energías a la tarea de hacerla efectiva en todo el país. Por las mismas razones la nueva Constitución (aplausos), después de establecer que mantenemos nuestra irrevocable decisión de ser una Nación, vale decir, una unidad nacional, señala las características fundamentales de esa unidad y, en primer jugar, la de ser socialmente justa. Pero la justicia social no es en la nueva Constitución únicamente una expresión de deseos escrita en el Preámbulo. Ella campea en todo su texto renovado, infundiéndole un espíritu distinto que no puede ser sino denominado "de justicia social". (Aplausos) Aun las previsiones económicas y políticas de la nueva Constitución no se entienden si no se las considera como elementos básicos de una Nación socialmente justa. Por eso mismo, la Constitución de 1949 tiene para el pueblo un carácter esencial definitivo, y el mismo pueblo es el que, en su intuición maravillosa, nos ha enseñado a denominarla "Constitución Justicialista". Las realidades sociales que nuestro gobierno ha logrado, de acuerdo con nuestras esperanzas de 1943 y nuestras promesas y planes de 1946, están en cualquier parte de la Nación y de ellas es testigo y es prueba cada uno de los hombres y mujeres que en los campos y en las ciudades luchan con un nuevo sentido de la vida, del trabajo, y de la misma patria, que ya no es para ellos el nombre vacío de una realidad ausente, sino la permanente presencia de una forma viva que, como una madre de verdad, protege a sus hijos con el abrazo de la justicia y del amor. (Aplausos) Aunque en 1943 fijamos como finalidad básica de nuestro movimiento la unidad nacional, no insistimos en ella para nuestra prédica. La unidad nacional era, en aquellos tiempos, también una palabra vacía de sentido intrascendente para el pueblo argentino. Divididos como estábamos en explotadores y explotados, en privilegiados y réprobos, hablar de la unidad nacional hubiese sido ridícula pretensión de teorizantes. Nos decidimos entonces por el camino de la realidad... ¡y la realidad era un pueblo de trabajadores explotados por un capitalismo nacional e internacional deshumanizado que impedía a los argentinos levantar la cabeza de sus esperanzas...! ¡La realidad era un pueblo marchando con las espaldas encorvadas mirando al suelo, hacia un destino que desconocía y que ni siquiera intentaba conocer...! ¡Qué íbamos a hablar de la unidad nacional, de la patria o de sus símbolos a ese pueblo! (Los señores legisladores y ministros, de pie, así como también el público de las galerías aplauden en forma prolongada, agradeciendo, igualmente de pie, el señor presidente de la Nación) ¡Ahora sí puede hablársele de la unidad nacional, de la patria y de sus símbolos, porque solamente con la cabeza erguida es posible advertir en el cielo el brillo de las estrellas de los altos ideales y solamente con la cabeza erguida es posible contemplar en lo alto de los mástiles el tremolar de las banderas. (Aplausos) Por eso la justicia social fue siempre nuestro primer objetivo. La coincidencia de todos los argentinos en los aspectos fundamentales de la vida del país no podía ser lograda sin destruir previamente todas las barreras que nos dividían. Destruir las barreras políticas del fraude y de la venalidad (aplausos) que separaban al pueblo del gobierno fue solamente un paso en aquel afán, pero de nada hubiese valido si no hubiésemos tratado de conseguir enseguida la destrucción de las barreras sociales que dividían a los argentinos en señores y en esclavos, lo mismo que en las épocas más remotas y obscuras de la antigüedad. Que no exagero diciendo que en 1943 había esclavos en la República Argentina pueden probarlo, con el testimonio de sus propios sufrimientos, los peones de campo, los hacheros de los obrajes, los trabajadores de la caña de azúcar y de los yerbatales (insistentes aplausos de los señores legisladores, señores ministros y público concurrente. El señor presidente de la Nación, también de pie, agradece las manifestaciones de adhesión), las mujeres del servicio doméstico; en una palabra, todos los que durante muchos años no tuvieron otro remedio que aguantar la opresión de sus patronos ante las puertas cerradas del ignominioso Departamento Nacional del Trabajo, en cuyos recintos todos los días el gobierno se lavaba las manos, como Pilatos, entregando a los trabajadores a las manos vengativas de sus patronos. El día que creamos la Secretaría de Trabajo y Previsión, 27 de noviembre de 1943 (aplausos), es para mí el día inicial de nuestro movimiento. Desde ese instante la revolución adquirió un nuevo sentido y se largó por un camino sobre el cual no podría ya volverse jamás. En aquellos tiempos todavía el gobierno de la revolución de junio estaba siendo sometido permanentemente al asedio de los grupos políticos de la vieja oligarquía, que deseaban infiltrarse en nuestro movimiento. Seguían la táctica que había malogrado muchas revoluciones. Nosotros los veíamos llegar a los umbrales mismos de la Casa de Gobierno e incluso advertíamos con amargura cómo la vieja mentalidad conservadora copaba algunas posiciones fundamentales en algunos ministerios de la Nación. Casi nunca los gestores iniciales de un movimiento revolucionario están de acuerdo en sus objetivos esenciales. Al decidirse un movimiento sólo se advierte la necesidad de realizarlo. Después de realizado, por lo general, aparecen las divergencias de opinión acerca de los fines inmediatos. Y eso también ocurrió en nuestro movimiento en aquellos últimos meses de 1943. Estoy seguro de que si no hubiésemos creado la Secretaría de Trabajo y Previsión, la revolución de junio sería hoy un episodio más en la historia política argentina, de cuya trayectoria se diría, poco más o, menos, lo que nosotros decimos de otras revoluciones copadas, en su beneficio, por la misma oligarquía que quisieron destruir. Lo único que impidió la transformación del movimiento en una simple revolución política, y que cerró el camino del regreso a los políticos de la pertinaz oligarquía, fue nuestra decisión del 27 de noviembre de 1943. (¡Muy bien! Aplausos prolongados. Los señores legisladores y los concurrentes a las galerías, de pie, aplauden insistentemente. El señor presidente de la Nación agradece poniéndose igualmente de pie) Desde ese día el pueblo empezó a comprendernos y a sentir que nuestra revolución, realizada en su nombre, tenía también por objeto su felicidad. ¡La revolución estaba en el camino sobre el cual ya nadie podría hacerla regresar! ¿Qué hemos hecho hasta hoy en el campo social? Podemos afirmar, en primer término, que existe una nueva conciencia social en el pueblo de la Nación. Cada argentino sabe que no está solo ni puede estar solo en el país; que sus actos y sus obras repercuten sobre el resto de los habitantes de la Nación, y que sobre él confluyen las múltiples influencias de todos los demás. Hemos creado el concepto de la solidaridad social, por lo cual todos, en la familia argentina, tenemos que cumplir, además de nuestro destino personal, una parte del destino común. (Aplausos prolongados) Este concepto, felizmente, fue comprendido de inmediato por los hombres de trabajo, y a sus organizaciones gremiales de 1943 han venido a sumarse miles de nuevos sindicatos que agrupan a los trabajadores y que en el país representan una fuerza extraordinaria por su magnitud y por su unidad. (¡Muy bien! Los señores legisladores, ministros y público concurrente a las galerías, aplauden insistentemente, de pie, al señor presidente de la Nación, quien en igual forma agradece las manifestaciones) Una prueba de que el pueblo argentino tiene "conciencia social" es el hecho de que la "cooperación ha reemplazado a la lucha". Capital y trabajo, después de cumplidas las exigencias de la justicia social, comienzan a entrar en un terreno de franca colaboración mutua. En 1949 los conflictos gremiales han disminuido extraordinariamente en relación a los años anteriores. Algunas cifras estadísticas probarán claramente mi afirmación. (Aplausos prolongados) En 1948 participaron en 103 huelgas 278.000 asalariados, mientras que en las 36 huelgas de 1949 sólo hubo 29.000 participantes. Por otra parte, se han firmado en 1949 trescientos treinta y cuatro convenios colectivos de trabajo, que comprenderían a más de 2.000.000 de trabajadores. Estas cifras no significarían nada si no viésemos todos los días ejemplos aleccionadores de cómo los patronos van entendiendo que los obreros merecen un trato digno y condiciones de trabajo adecuadas. Podemos, pues, afirmar ya que nuestra aspiración de 1943, crear una conciencia social en el país, ha sido lograda plenamente. Este hecho, por su valor intrínseco, incalculable en medidas materiales, es sin duda una de las obras más grandes que hayamos construido nosotros en el país. Solamente cuando ella se vea desde un poco más lejos, la perspectiva permitirá apreciarla en su real magnitud. (Aplausos) Hemos elevado la cultura social, dignificado el trabajo y humanizado el capital por la efectiva realidad de todos y cada uno de los Derechos del Trabajador. Los Derechos del Trabajador, constitucionales desde 1949, son, desde hace mucho tiempo, realidades absolutas en la nueva Argentina. Como todas las cosas que hace el hombre podrán ser aún perfeccionadas en su aplicación, pero que existen ya como derecho positivo en el país, nos lo prueba el simple y somero análisis del panorama social argentino. El derecho de trabajar está asegurado por la plena ocupación que poseemos. La plena ocupación no es un hecho casual, desde que nosotros hemos creado todas las condiciones necesarias para que a ningún argentino que quiera trabajar le falten los medios para ganarse el sustento. La ocupación sigue en aumento a pesar de las dificultades de algunas industrias y de la menor producción agraria debida, especialmente, a la pérdida de una parte de la cosecha de maíz, que requiere gran cantidad de brazos. Es cierto que el gran desarrollo industrial ha desequilibrado un poco la distribución de la mano de obra disminuyendo sus disponibilidades en los centros no industriales; pero ese desequilibrio es y será compensado en parte con la inmigración y colonización agraria, y en parte con la mecanización de las tareas rurales. (Aplausos) La inmigración ha alcanzado en 1949 la cifra máxima de esta posguerra, llegando a la suma total de 157.000 personas, y este incremento de la población, unido al crecimiento vegetativo que en 1949 superó también las cifras máximas de los últimos años, me permiten hoy anunciar al país, por intermedio de vuestra honorabilidad, que el pueblo de la Nación Argentina supera en población la suma de 17.000.000 de personas. (Aplausos) Para asegurar el derecho de trabajar no sólo hemos creado condiciones de plena ocupación. En otro orden de cosas el Estado ha acudido a remediar las escasas situaciones locales de desocupación cuantas veces ha sido necesario, colocando en forma directa la cantidad de 32.043 obreros y empleados. El derecho a una retribución justa es una realidad general en la Nación. No me detendría en su consideración si no fuese para señalar que el valor adquisitivo de nuestros salarios en relación con los elementos básicos de la economía familiar supera en general al valor adquisitivo de los salarios medios de todos los países del mundo. Este hecho concuerda, por otra parte, con la estadística de salarios y costo de la vida. El índice promedio de salarios para ayudantes o peones ha subido, de 1943 hasta diciembre de 1949, de 100 a 340, y para oficiales, de 100 a 305, mientras que el índice de costo de la vida está actualmente en 265. No es del caso entrar a hacer tampoco el análisis minucioso de nuestras cifras en esta materia. La realidad está en todo el país. La mejor estadística podremos verla esta tarde desfilando multitudinaria por las calles de la ciudad. ¡Estará, como todos los años, en las caras alegres y felices de millares y millares de trabajadores, celebrando la fiesta del trabajo! (¡Muy bien! Aplausos prolongados. Los señores legisladores y los concurrentes a las galerías, de pie, aplauden insistentemente. El señor presidente de la Nación agradece poniéndose igualmente de pie) El derecho a la capacitación es una realización que se cumple ampliamente en todo el país. A nuestra exclusiva acción se debe la organización del aprendizaje de los menores en el país. Gracias a ello hoy funcionan misiones mono-técnicas, escuelas fábricas de aprendizaje, escuelas de medio turno, escuelas de capacitación, además de las antiguas escuelas técnicas de oficios cuya acción reformada se ha incrementado al máximo posible. En 1949 solamente se han implantado 38 nuevas escuelas fábrica de aprendizaje y capacitación obrera; 31 cursos nuevos en las escuelas ya existentes, 13 escuelas más de ciclo técnico (ley 13.229) y se han inscrito 36.778 alumnos. La acción gubernativa que nosotros hemos desarrollado en orden a la capacitación general y técnica de los obreros argentinos ha servido de estímulo a la propia acción que, con la misma finalidad, realizan ya en grado extraordinario las organizaciones gremiales. Existe hoy, entre los trabajadores argentinos, un extraordinario afán por elevar el nivel cultural en que se encuentran. Ello nos ha movido a popularizar todas las fuentes en que puede saciarse esta sed espiritual de nuestro pueblo. A nuestra concepción social de la cultura se deben, precisamente: el acceso libre a las instituciones oficiales de educación por la supresión de todo gravamen arancelario, la acción de cultura social a cargo de distintos organismos del Estado, la democratización de esos mismos organismos antes reservados a una exigua minoría y ahora abiertos al pueblo, que recién los conoce después de haberlos pagado durante muchos años. (Aplausos prolongados) Cito en este sentido el caso particular de nuestro primer coliseo, cuya magnífica riqueza y cuya extraordinaria jerarquía artística eran conocidas solamente por los extranjeros y por unos pocos privilegiados argentinos, mientras el pueblo de Buenos Aires pagaba cifras millonarias para conjurar el déficit anual que producía. Realidad que nosotros ofrecemos al pueblo es un teatro abierto a sus afanes e inquietudes artísticas. Es que para nosotros el espíritu de un descamisado vale tanto, ¡por lo menos tanto!, como el de un millonario. (¡Muy bien! Los señores legisladores y ministros, como también el público de las galerías, de pie, aplauden insistentemente al señor presidente de la Nación, quien agradece las manifestaciones) El derecho a condiciones dignas de trabajo es positivo derecho en todo el país. En este aspecto de nuestra acción social hemos realizado gran trecho del camino, por lo menos en lo que a la parte estatal de la acción corresponde. Lo demás es cuestión de tiempo, ya que lo esencial ha sido cumplido; y lo esencial era hacer entender al sector patronal que el trabajador tiene una dignidad humana igual a la que puede poseer cualquier patrón, y que a esa dignidad corresponden condiciones dignas de trabajo. Lo que en este terreno hemos hecho es de conocimiento público. La diferencia entre lo presente y lo pasado es casi la diferencia que existe entre la esclavitud y la libertad. (Aplausos) El derecho a la preservación de la salud es también una vigorosa realidad en la Nueva Argentina. La asistencia médica ha sido convertida en un derecho del pueblo; y aunque la acción de tres años de intensa lucha no ha podido suplir todavía la incuria de un siglo, en esta materia, ya podemos decir que vamos en camino de lograr la protección sanitaria integral del pueblo argentino. (Aplausos) Nuestra acción no sólo se realiza por vía directa del Ministerio de Salud Pública, creación de mi gobierno. Prácticamente todos los organismos del Estado han asegurado la atención de sus propios servidores en materia de salud, al mismo tiempo que han organizado sus servicios sociales en general. Paralelamente hemos propiciado la acción constructiva de las entidades gremiales cuyos organismos mutuales son, en algunos casos, ejemplos extraordinarios. En cifras estadísticas la acción en esta materia se concreta así: en 1943, 57 hospitales atendían 15.425 camas; en 1949, 119 hospitales atendían 23.395 camas. (Aplausos) Pero tal vez no sea de tanta importancia esta acción, ni tampoco el haber doblado en tres años el número de hospitales y de camas, como el hecho de haber creado una conciencia sanitaria distinta en relación con el enfermo. Los hospitales que hemos construido, según nuestra doctrina, son ante todo humanos. No concebimos que pueda haber ninguna diferencia entre la atención que merece el humilde obrero de nuestro pueblo y la que puede merecer cualquier otro argentino por más dinero que posea. (Aplausos) Las construcciones hospitalarias antiguas, y al decir antiguas me refiero a todas las realizadas antes de nuestra acción en materia sanitaria, respondían a conceptos opuestos a los que he enunciado como principios de nuestra doctrina. La verdad es que los gobernantes y las sociedades de beneficencia que construyeron aquellos hospitales no pensaron servirse de ellos: porque no se consideraron nunca parte del pueblo que debía sufrir en sus salas desmanteladas y frías. (Prolongados aplausos de los señores legisladores y ministros, puestos de pie, y del público de las galerías en igual forma, lo que agradece el señor presidente de la Nación poniéndose también de pie) Nosotros construimos hospitales pensando que pueden servir para nosotros mismos... y por eso les damos sentido de humanidad. Si toleramos todavía la existencia de los antiguos hospitales es porque nuestros deseos de construir no pueden ser alcanzados por las posibilidades reales. No podemos realizar en algunos pocos años todo cuanto se dejó de hacer en un siglo de inercia y de imprevisión. Pero así como consideramos pasado ya el tiempo de la explotación del hombre por el hombre, el recuerdo de los hospitales que nosotros encontramos tendrá que pasar a la historia de las pesadillas que tuvo nuestro pueblo en una época dolorosa de su pasado. (Aplausos) No quiero seguir adelante sin señalar a la consideración de vuestra honorabilidad cómo el primer postulado de la Doctrina Peronista, que dice "pensamos en una Argentina profundamente cristiana y profundamente humanista", se cumple totalmente en este aspecto de nuestras realidades. El derecho al bienestar se concreta principalmente en la posibilidad de que los trabajadores dispongan de vivienda, indumentaria y alimentación adecuadas. En materia de viviendas nuestra acción directa ha significado la edificación de más de 35.000 unidades en todo el país, hallándose en construcción un número todavía mucho mayor que hace llegar el total de nuestro plan a una suma superior a 100.000 viviendas. Todos los barrios de viviendas obreras construidos en el país son prácticamente obra de nuestro gobierno, ya que pueden contarse con los dedos de una mano los que levantaron nuestros predecesores. (Aplausos) Si a esto se añade la acción indirecta del Banco Hipotecario Nacional, podrá tenerse una idea total de nuestro esfuerzo. El problema de la vivienda es de tal magnitud que la unión de todos nuestros esfuerzos no ha conjurado sino en parte la crisis que debió ser prevista y conjurada cuando podía construirse a menos costo que ahora y con más abundante mano de obra. (Aplausos) Protestan nuestros críticos de escritorio porque nuestra acción intensa de construcciones en vivienda ha desequilibrado un poco la actividad privada de edificación. La verdad es que hemos tomado ya las medidas tendientes a conjurar ese desequilibrio, que no es tan grande, desde que todo el país construye al mismo tiempo intensamente en todos los órdenes y en todas las zonas, como puede comprobarse en cualquier parte. Pero no es posible dejar de informar a la opinión pública que si nosotros construimos viviendas ahora para nuestros trabajadores es porque nuestros antecesores no las construyeron. (Aplausos) ¡Aunque esta omisión es perfectamente lógica en quienes no pensaban en los obreros sino para explotarlos! En materia de seguridad social cuanto prometimos ha sido efectivamente realizado. Prácticamente ningún argentino que trabaja ha de quedar desamparado en su vejez desde que el sistema jubilatorio ha sido extendido a casi todas las actividades del trabajo, y aquellos casos excepcionales que las leyes jubilatorias todavía no amparan, pueden acogerse a los beneficios de la ley 13.478, que estableció la pensión inembargable a la vejez y que hoy ya beneficia a más de 23.000 ancianos desamparados e inválidos. (¡Muy bien! Los señores legisladores y ministros, como también el público de las galerías, de pie, aplauden insistentemente al señor presidente de la Nación, quien agradece las manifestaciones) A este régimen se han adherido ya todas las provincias, y su realidad efectiva va siendo poco a poco totalizada. Hoy podemos ofrecer al mundo el espectáculo de un país en cuyo seno "el trabajo, en cualquier parte que se preste, es fuente de derecho para la seguridad social". En este momento el régimen del Instituto Nacional de Previsión Social está cubriendo a 3.438.000 argentinos con respecto a los riesgos de vejez, maternidad, etcétera. A esto se ha venido a añadir la primera experiencia de seguros a cargo del Estado, que se lleva a cabo por intermedio de la Caja Nacional de Ahorro Postal mediante los planes de tipo mutual que ella ofrece. El seguro obligatorio para todo el personal del Estado ampara hoy a un millón de vidas humanas, por un total de capital asegurado cercano ya a los 5.000.000.000 de pesos. Prácticamente puede decirse que toda la población del país tiene un positivo derecho a la seguridad. Todo esto es de indudable valor social y humano. La seguridad es condición indispensable para que el hombre trabaje con eficacia y con intensidad. El presente es más fecundo cuando no existen dudas acerca del futuro. Y como el presente está asegurado con la garantía de un porvenir sin angustias, nuestra generación de trabajadores ha recobrado la alegría de vivir que había perdido y el optimismo necesario para vencer en la lucha cotidiana. El derecho a la protección familiar es ejercido en beneficio de los trabajadores y del pueblo en sus aspectos morales y físicos por la acción del gobierno en materia de educación, salud pública y asistencia social. Pero quiero referirme, en forma especial, a la acción que por las familias humildes de nuestro pueblo desarrolla una institución que, aun sin formar parte de nuestro gobierno (aplausos), merece una especial mención en este mensaje, desde que su presencia y su obra en el país reflejan la existencia de las nuevas condiciones espirituales que nosotros hemos creado. Me refiero a la Fundación de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón. Por razones que vuestra honorabilidad comprenderá perfectamente, yo preferiría guardar silencio con respecto a esta benemérita institución. Pero tengo en cierto modo la obligación de referirme a ella, desde que ella mereció el año pasado la atención de vuestra honorabilidad en la sanción de una ley que el Poder Ejecutivo debió observar por las razones oportunamente expuestas. Quiero expresar a los señores legisladores que la actitud del Poder Ejecutivo, además de las razones de orden económico que la determinación, obedeció también al deseo de conservar para la Fundación de Ayuda Social una característica que la hace única en el mundo y que es la de ser una institución cuyos fondos provienen en forma directa del mismo pueblo, que da, de esta manera, un ejemplo extraordinario de generosa solidaridad. (Aplausos. Los señores legisladores y público de las galerías se ponen de pie y así permanecen la terminación de la lectura del mensaje) Aprovecho esta oportunidad para destacar la inmensa labor social de la Fundación, cuyas obras se van levantando con asombrosa rapidez en todas partes, llegando así, con la solicitud efectiva del amor, a los más apartados rincones del país. Ella constituye el complemento maravilloso de la justicia social y podemos decir con toda verdad que, si nuestro movimiento tiene dos brazos tendidos hacia el pueblo, uno es el de la justicia social y otro es el de la ayuda social (aplausos prolongados), y que solamente los dos unidos pueden estrechar al pueblo con el abrazo de nuestro cariño. Ya me he referido en el curso de mi exposición, aunque en forma indirecta, al derecho al mejoramiento económico y al derecho de defensa de los intereses profesionales como absolutas realidades de nuestra reforma social. De esta manera van siendo realizados y consolidados los derechos del trabajador, de la familia y de la ancianidad. Ya tiene el país la evidencia de su positiva realidad social en todas partes. Y en todas partes, gracias a esta obra fundamental de nuestro movimiento, un clima de bienestar común ha substituido al antiguo estado de lucha permanente, de inseguridad, de resentimientos y de inquietudes. Han caído las barreras sociales que separaban a los argentinos. Ahora es posible hablarles de la unidad nacional. (Aplausos prolongados) Quiero referirme en forma especial a la acción educativa de mi gobierno porque ella completa el panorama que acabamos de repasar rápidamente. La escuela argentina es también fundamental instrumento que hemos puesto al servicio de la unidad nacional. La unidad nacional que perseguimos debe empezar en la escuela bajo el amparo luminoso de la verdad. Para ello hoy la escuela dice la verdad completa a los niños argentinos poniéndolos frente a los problemas reales de la vida y de la eternidad; enseñándoles a conocer a Dios y a valorar las cosas del espíritu; acercándolos a las fuentes mismas del trabajo; llevándolos a las fábricas y talleres para que aprendan en ellos que allí se construye la grandeza de la Nación. La escuela habla hoy a los niños argentinos de la verdad económica, de la verdad social y de la verdad política del país, y les muestra la patria tal cual es en toda su extensión y en toda su maravillosa magnitud. Con sentido cristiano y humano de la vida, la escuela que nosotros hemos realizado asegura al porvenir generaciones de argentinos capaces de comprender y defender todo esto que nosotros hemos hecho. Yo me permito hacer un llamado al espíritu patriótico de los maestros solicitándoles que enseñen simplemente la verdad argentina a sus alumnos; la verdad que está en todas partes deseando ganar el corazón de los niños para proyectarse en ellos hacia el porvenir. (¡Muy bien! Aplausos prolongados. El señor presidente de la Nación agradece poniéndose de pie) Confío en la generación de jóvenes actuales que se forman en nuestros institutos, y de manera muy especial en aquellos que, habiendo salido de los más humildes hogares de nuestro pueblo, no podrán olvidar jamás que en ellos descansa fundamentalmente la tarea de defender, en los ambientes de su actuación, todas las conquistas que esta generación les deja como legado digno de ser defendido, incluso con el sacrificio de la misma vida. (Aplausos prolongados) Si en materia de conquista políticas, económicas y sociales hemos avanzado tal como lo he expuesto ante vuestra honorabilidad, no es menos conquista la que el pueblo ha realizado en relación con otros valores de orden moral, a los cuales asigna nuestra doctrina extraordinaria importancia y que aparecen como consecuencia directa de nuestra acción. Nuestro pueblo tiene ahora sentido del respeto por la dignidad de las personas, concepto patriótico de la vida, conciencia de su responsabilidad social, sensibilidad humana frente al dolor de sus semejantes, y es posible esperar de un pueblo así todo cuanto es necesario para que una nación alcance en el concierto mundial el privilegio de un destino como el que queremos para nuestra patria. (Aplausos) Todos estos estados de conciencia de nuestro pueblo son la mejor conquista y el mejor resultado de todas nuestras reformas, porque ni la reforma política, ni la económica, ni la social serían duraderas, a pesar de su consolidación constitucional, si no crearen aquellos estados de conciencia popular. Insisto en este aspecto de mi exposición porque solamente la absoluta compresión del pueblo puede darnos la seguridad absoluta de que nuestras verdades y nuestras obras tendrán la permanencia necesaria para hacer la grandeza de la patria. (Aplausos) Cuenta la historia que al recibir Napoleón su espada de soldado dijo, como presintiendo su destino: "La empuñadura es de Francia, pero el acero es de Napoleón." (Aplausos) Cada argentino recibe en esta etapa de la vida nacional también algo así como una espada: los instrumentos con cuyo buen uso podrá lograr el porvenir magnifico que soñamos. No será inoportuno que cada uno piense como Napoleón... "la empuñadura es de la patria...", vale decir: la justicia social, la independencia política, la soberanía económica..., "pero el filo es de Napoleón", vale decir: es de cada argentino... y cada argentino ha de saber usarlo en la medida de su capacidad si quiere que todo este presente venturoso sea gozado con mayor felicidad aún por nuestros hijos. (Aplausos prolongados) Las reformas social, económica y política, pilares firmes de nuestra unidad nacional, no podrán ser, pues, definitivas si no se afirman sobre los firmes cimientos populares. El pueblo es lo único permanente en el país, y es el pueblo la única base de sustentación para la unidad nacional. De generación en generación el pueblo va transmitiendo la historia hacia el porvenir, y la repetición de los principios básicos que los padres hacen sobre la mentalidad abierta de los hijos va creando estados de conciencia que son individuales primero, colectivos después, nacionales por fin. Un estado de conciencia nacional es la mejor garantía de todo cuanto hemos realizado. Y para ello nada mejor que seguir en la ruta del pueblo que nosotros hemos elegido. Solamente el pueblo puede terminar de hacer lo que nosotros hemos empezado. Al pueblo, pues, lo entrego yo poniendo mis realizaciones en las manos de vuestra excelencia, y ruego a Dios por que cada uno de los señores legisladores sepa encontrar el camino para hacer conocer al pueblo nuestra verdad. (Aplausos) No quiero terminar mi exposición sin hacer una especial referencia al papel que desempeñan, en relación con la unidad nacional que perseguimos como finalidad esencial de nuestra acción, por una parte las fuerzas armadas, con un nuevo sentido de la misión integral que deben cumplir en esta etapa constructiva de la República, y por otra parte las fuerzas organizadas del trabajo dentro de una concepción auténticamente nacional, alejada de los peligrosos extremos internacionalistas que intentan dividirlas para reinar por ellas en el pueblo argentino y, por ende, dominar al país en beneficio de extraños intereses. (Aplausos) Con respecto a las fuerzas armadas afirmo que ellas cumplen en la Nueva Argentina una misión integral que abarca, no sólo los específicos fines militares cuyo servicio se realiza con la mayor perfección que se haya dado en historia nacional, sino también los numerosos fines de carácter civil que en épocas de paz importan prácticamente el cumplimiento de un servicio de trabajos civiles cuya magnitud ya está conociendo y comprendiendo el pueblo de toda la Nación. (Aplausos) En este sentido solamente quiero señalar algunas actividades que cumplen, con esta orientación, los ministerios del equipo de Defensa Nacional. El Ministerio de Marina realiza intensas actividades de investigaciones oceanográficas e hidrográficas; cumple servicios puramente civiles de transporte de correspondencia, pasajeros y cargas en toda la Patagonia; efectúa los mismos servicios por su red de aeródromos en el Sur del país, y por su obra social se benefician, no sólo los organismos propios militares y civiles, sino también el pueblo mismo que acude a sus instituciones de ayuda social. (Aplausos prolongados) El Ministerio de Ejército, por medio de sus unidades, está cumpliendo, sobre todo en las zonas más alejadas de las ciudades capitales, una imponderable obra de ayuda a la población civil. Pero aun dentro de sus mismos cuadros la acción no se circunscribe a la función específica militar de preparar soldados para la guerra. El ejército prepara soldados para la paz (insistentes aplausos de los señores legisladores, señores ministros y público concurrente. El señor presidente de la Nación, de pie, agradece las manifestaciones de adhesión), es decir, construye ciudadanos argentinos útiles al país, alfabetizándolos, instruyéndolos en las tareas agrarias, educándolos en sus liceos, etcétera. Los organismos sanitarios del ejército prestan atención, no sólo a los agentes civiles o militares que le pertenecen, sino también a las poblaciones en que tienen asiento, auxiliándolos en sus necesidades con los modernos recursos de la acción médica, odontológica y de asistencia social. El Ejército Argentino construye caminos, puentes, redes telegráficas y telefónicas en zonas apartadas del país; y en la gobernación militar de Comodoro Rivadavia rivaliza en sana emulación con la gobernación naval de Tierra del Fuego que administra el Ministerio de Marina, afianzando así el progreso (aplausos) de las antaño olvidadas regiones patagónicas, cuya incalculable riqueza abre promisorias perspectivas al porvenir. Las fuerzas aéreas contribuyen también con su pujanza, cada día mayor, al progreso de la aviación civil, y a ella se debe la nueva conciencia aeronáutica nacional, respaldada por el control y la supervisión constructiva del Ministerio de Aeronáutica, que ha contribuido asimismo con sus esfuerzos en la creación y organización de la Flota Aérea Mercante, actualmente en el Ministerio de Transportes. (Aplausos) El Ministerio de Defensa Nacional, cumpliendo su misión de organismo coordinador de los ministerios militares, no se ha substraído, sin embargo, a la acción integral concurriendo al progreso del país por las realizaciones de su Dirección General de Fabricaciones Militares, cuya actividad se ha dirigido hacia la cooperación con la industria civil a la que provee de aceros, ácidos, productos laminados y trafilados de cobre, latón, conductos eléctricos, repuestos y accesorios ferroviarios, etcétera, colaborando al mismo tiempo y de manera muy especial en el progreso de la industria metalúrgica nacional, y fomentando, por otra parte, la investigación científica de las riquezas nacionales. He citado solamente algunas actividades de carácter civil que cumplen silenciosamente los ministerios militares. (Aplausos) Éste es el nuevo panorama que ofrecen al pueblo las fuerzas armadas de la Nación, que contribuyen así al bienestar común y nos ayudan a afianzar las conquistas políticas, económicas y sociales que nos conducen hacia la unidad nacional. En este capítulo de nuestros planes también podemos decir que somos lo que debemos ser. (Aplausos) La organización militar argentina responde plenamente a nuestra finalidad y a nuestros objetivos. Y si bien celebro que las fuerzas armadas hayan vuelto a sus tareas normales, después de la intervención que desde 1943 a 1946 tuvieron que ejercer en el gobierno del país, no puedo menos que celebrar también que el contacto de esos años con el pueblo haya servido para que hoy sigan influyendo en sus trabajos las inquietudes civiles en pro de la grandeza de la Nación. La estrecha colaboración de las fuerzas armadas con el pueblo para la ejecución de tareas civiles acercará, indudablemente, a todos los argentinos que en el pueblo o en las fuerzas armadas deseen sinceramente el bien común, y traten de alcanzarlo sin establecer distingos entre los grupos que integran la República. (Aplausos) Ésta es otra realidad que hemos cumplido nosotros en pro de la unidad nacional, porque así lo ha querido la Providencia; esta realidad tiene su símbolo en mí mismo, que habiendo salido de las fuerzas militares me precio de estar en el gobierno con el apoyo total de las fuerzas del trabajo. (Los señores legisladores y ministros, así como también el público de las galerías, aplauden en forma prolongada, agradeciendo de pie, el señor presidente de la Nación) ¡Que ambas, al fin de cuentas, no son más que las fuerzas del pueblo organizadas para crear, defender y consolidar la grandeza del país a la sombra de una sola bandera, en cuyo homenaje todos los corazones argentinos, así palpiten debajo de un uniforme o de una simple camisa de trabajo, se unen para el entusiasmo de un mismo amor! (Aplausos) Las fuerzas del trabajo organizadas en todo el país constituyen un magnifico ejército pacífico que lucha en las fábricas, en los talleres, en las oficinas y en el campo por nuestros objetivos y por nuestra esencial finalidad. Parecerá extraño tal vez a la mentalidad de nuestros críticos permanentes, congelada en los moldes de una época felizmente superada, que en su mensaje al Congreso de la Nación el presidente de la República se refiera a la marcha de las organizaciones gremiales del país. Sin embargo, declaro que ellas tienen una relación directa con nuestra acción. Nosotros hemos creado el clima necesario para que ellas progresen; hemos favorecido la integración de su unidad y nos enorgullecemos de haberlo hecho así. Nuestros predecesores se preciaban de favorecer la creación de entidades capitalistas; para ellos el buen gobierno consistía en propiciar la organización de fuertes sociedades rurales y buenas exposiciones ganaderas; en amparar la existencia y el progreso de las entidades patronales del comercio y de la industria, especialmente cuando ellas respondían a los intereses extranjeros, cuyos abogados eran siempre, y no por mera coincidencia, conspicuos dirigentes políticos. Nosotros nos preciamos, en cambio, de favorecer a las organizaciones gremiales y lo hacemos con nuestro apoyo moral y material. (Aplausos) Y me permito decirlo ante vuestra honorabilidad con toda mi franqueza. No sería digno de nosotros que fuésemos menos agradecidos que nuestros adversarios. Ellos llegaban al poder por influencias extrañas, con las que siempre cumplieron crecidamente en el gobierno, entregándoles el manejo económico de la Nación. Nosotros, que llegamos al poder con el apoyo leal y decidido de los trabajadores organizados, tenemos la obligación moral de trabajar para que esas organizaciones progresen y se consoliden. (Aplausos) Pero esta acción no sólo debe ser realizada por razones de gratitud y de leal consecuencia. La unión de los trabajadores es etapa fundamental en el camino de la unidad nacional. La justicia no es social si no es ejercida a través de las organizaciones que reúnen a los distintos grupos de personas; en especial a los grupos de trabajadores que son la mayor parte de la población. No sería posible el ejercicio de la función de justicia social sin la existencia previa de las organizaciones obreras. Vale decir, que la existencia de una organización nacional fuerte, numerosa y unida de trabajadores, es condición necesaria para lograr la unidad nacional. (Aplausos) Esa organización existe ya felizmente, y es fuerte, numerosa y unida. (Aplausos) Mientras nuestros predecesores se especializaron en dividir a los sindicatos, nosotros hemos hecho de nuestra parte todo cuanto nos ha sido posible por unirlos. (Aplausos) Los gobiernos anteriores a nuestro movimiento temían al pueblo. Al fin de cuentas una organización gremial es una parte del pueblo mismo, del más auténtico pueblo, que se reúne en procura de su bienestar. Razones para temerlo tenían desde que gobernaban a espaldas del pueblo, traicionándolo con la entrega permanente del país. (Aplausos) Nosotros, en cambio, no le tenemos miedo a la unidad del pueblo. Deseamos la unión de sus organizaciones gremiales y las apoyamos porque nuestra conciencia está limpia de todo recuerdo y de todo propósito de traición. (Aplausos) Señores senadores, señores diputados: comencé este mensaje ofreciéndolo a la memoria insigne del Libertador General José de San Martín. (Aplausos prolongados) Creo haber demostrado cómo, por primera vez en la historia del país, el pueblo argentino puede decir con verdad absoluta, ante la tumba centenaria de su primer Capitán, que la Nación Argentina es cuanto el insigne Jefe del Ejército de los Andes deseó que fuese, soñándola en el largo recorrido de sus glorias. (Aplausos prolongados) La verdad es clara y definitiva: somos lo que debemos ser. (Aplausos) Y aunque nosotros no hayamos sino cumplido la última etapa de la liberación nacional, debemos bendecir a la Providencia que nos ha concedido la gracia y la gloria de cumplir nuestros propósitos de 1943 y nuestros planes de 1946. Ello nos permite considerarnos algo así como los últimos soldados del Gran Capitán; y como tales, al regreso de todas las batallas, volvemos al punto de partida para entregar a las generaciones del porvenir todo esto que es una patria justa, libre y soberana. (Los señores legisladores y público de las galerías aplauden y aclaman al señor presidente de la Nación) (Diario de Sesiones, Congreso Nacional, Cámara de Senadores, 1º de Mayo, Año del Libertador General San Martín, 1950; Asamblea Legislativa; ps. 5 a 29) .............
1950-05-29
En el acto de homenaje con motivo del ascenso del general Perón al grado de general de división
Camaradas, después de cuarenta años de servicios ininterrumpidos, alcanzo hoy, como alcanzaron muchos de mis compañeros que están presentes, la más alta jerarquía a que puede aspirar un soldado. Es indudable, señores, que en estos cuarenta años, hemos visto desfilar toda la evolución del ejército argentino, que comenzó en su era verdaderamente moderna, con la incorporación, después del año 1910, 11, 12 y 13, de las nuevas promociones de oficiales que terminaron con el ejército del voluntariado y comenzaron con la conscripción, realmente efectiva en todos sus aspectos. He visto desfilar, así, a todo el ejército, desde aquellos tiempos que teníamos todavía, la mitad del personal de voluntarios en los regimientos; y hemos visto desfilar, también, en estos cuarenta años, posiblemente, la última etapa de la evolución del país. Y en esos cuarenta años, hemos visto, y hemos ansiado ver, las nuevas formas a que nosotros ajustamos el desgaste apresurado de ese tiempo de nuestra juventud y de las etapas a que estamos llegando. Yo descarto, señores, de una manera absoluta, que cada uno de ustedes, ha tenido las mismas inquietudes que he tenido yo, de ver un ejército perfecto, una marina también completa y perfecta en sus medios, y una aviación en el mejor grado de adiestramiento y de capacidad. Es probable, señores, que ninguno de nosotros, hayamos visto satisfechas todas nuestras ilusiones, y todas nuestras aspiraciones de profesionales, entregados en forma absoluta al cumplimiento de nuestra misión castrense. Pero, señores, en la etapa en que yo estoy viviendo, puedo decir con inmensa satisfacción, que nunca he visto a las fuerzas armadas, en el grado que actualmente ostentan, tanto en su instrucción, como en su dotación y aún, cuantitativamente considerado en su número. Es todo cuanto la República puede realizar como un esfuerzo realizar en nuestros días, y es el producto también de estos cuarenta años de trabajo de todos ustedes, que han realizado, en muchos casos, los sueños de aquellos jóvenes que nos incorporamos al ejército buscando de hacer por él todo cuanto fuese posible. Yo he tenido, señores, sobre todo, una inmensa satisfacción, y es, alcanzar el grado de general de división, hecho día a día en el servicio, sin haber faltado jamás a la actividad militar, durante los cuarenta años de servicio, más que por causas totalmente fortuitas. Por eso señores, que agradezco las amables palabras del camarada Sosa Molina, con quien nos unen casi cuarenta años de amistad, y agradezco también señores, lo que en nombre de todos los generales, brigadieres y almirantes, representa para mí esta demostración de los compañeros de armas y de los camaradas de las otras instituciones armadas, porque colma la parte espiritual de esta profesión, sin la cual a menudo, la vida no merece ni ser vivida. Al alcanzar este grado, en la presidencia de la República, no es para mí solamente una inmensa satisfacción, sino una extraordinaria obligación, porque nosotros los soldados, tenemos frente al país dos responsabilidades: la de la profesión que representamos y la institución en que nos hemos formado y por la cual vivimos y, además, señores, el país que, como ciudadanos, a todos debe interesarnos por igual. Yo tengo la inmensa satisfacción, en el cargo de presidente de la República, servir estos dos ideales, y trato de satisfacer esas aspiraciones y esos ideales que vengo acariciando durante toda mi vida. Y tenido quizá un solo defecto: el de haberlos realizado de acuerdo a mi manera de pensar, de sentir y de actuar. Eso lo aprendí en el ejército. Cuando uno se siente comandante en jefe es para hacer su voluntad y no la de los demás, ni de los comandos, ni de los cuarteles generales, ni de los estados mayores. Eso es conducir, lo otro es ser conducido, y yo he estudiado cuarenta años para conducir, no para ser conducido. Por esa razón señores, quizás, he aprendido en el gobierno; y he aprendido a ser comandante en jefe; y he practicado ese comando. Solamente los pobres de espíritu y los mediocres pueden no interpretar lo que es un comando. Y esto que yo ejerzo es verdaderamente un comando, sin violencias, sin ninguna clase de rigideces, pero comando en el fondo, firme, porque sé que sobre mis espaldas pesa una responsabilidad, y en mis brazos y en mi cabeza tengo los medios para defenderla, y nadie podrá defenderla en forma que yo tenga que agradecerle mejor que yo mismo con todos mis colaboradores, a quienes en esta oportunidad, debo dar las gracias y demostrar mi profundo agradecimiento, porque todo cuanto estamos realizando quiero ser yo el responsable; pero quiero reconocer también que todos los que me ayudan, todos los que trabajan conmigo, son los verdaderos ejecutores de esta obra, que si algún lustre puede darnos será en conjunto; y si alguna responsabilidad debe enfrentarse algún día, seré yo quien la enfrente, frente al pueblo, frente a la Nación y frente a la historia, si es necesario. Por eso, señores, este nuevo escalón, con que hoy los camaradas han querido tener la amabilidad de festejarlo conmigo, se los agradezco tan profundamente, y como soldado yo, y como soldados ustedes, solamente puedo decirles, que lo entiendo como una nueva obligación del soldado y del ciudadano, para aumentar todavía el esfuerzo y el sacrificio si ello es necesario, porque los grados, si comportan honores, es necesario también que quien los recibe sepa honrar al cargo con que se le distingue. Por esa razón señores, yo como soldado, puedo decirle a ustedes, que si antes he trabajado, que si antes me he sacrificado, si he realizado cuanto han sido mis intenciones y mis ilusiones, en muchos casos, me siento hoy doblemente obligado, y seré el general de división que he soñado ser, con la inmensa responsabilidad de investir el grado, pero también señores, con la vida puesta para honrarlo y para dignificarlo. Yo agradezco, señores, esta demostración que es una muestra inequívoca de esta camaradería, de que nosotros hemos hecho gala durante toda la vida. Yo agradezco de los señores generales, almirantes y brigadieres, porque ellos representan los comandos y la dirección de las fuerzas armadas, y porque al serlo así señores, y ser también hombres pares, con nosotros mismos, entienden cual es el estado espiritual de los hombres que luchan por honrar una profesión con la cual fueron honrados durante toda su vida. Muchas gracias. ......................
1950-06-07
7 de junio de 1950
En el acto realizado en el cuartel de la policía montada durante la entrega de diplomas al personal de Policía ascendidos Señores: Yo no iba a hablar. Solamente deseo hacer llegar mi propia congratulación, que hago extensiva a la de cada uno de los señores que han alcanzado un nuevo grado de nuestra meritoria Policía Federal. Esa congratulación y las felicitaciones que uno a ella son un reflejo fiel de la inmensa simpatía, del gran respeto y de la consideración que tengo por estos servidores del país, para quienes no hay suficiente ponderación, ya que exponen todo lo que tienen para el bien del servicio, que es cada día más eficiente y cada día más honroso. Esa felicitación la formulo en nombre del gobierno de la Nación, al que cada uno de ustedes sirve con la misma dedicación, el mismo sacrificio y el mismo entusiasmo que ponemos todos en la función pública. Que eso sea también el augurio de felicidad para todos, desde el Jefe general Bertollo, hasta el más humilde de los servidores de la Policía Federal. ....................
1950-06-07
Mensaje radial dirigido a los ganaderos de todo el país
Hace poco más de un mes, tuve la profunda satisfacción de llegar con un mensaje de realidades a los agricultores de todo el país, haciéndoles conocer, con la mayor anticipación que registra la historia de la economía argentina, los mejores precios que se hayan pagado jamás, a los hombres de campo, por el producto de sus esfuerzos y de sus sacrificios. Hoy vuelvo, a dirigir mi palabra hacia otro sector del campo argentino, el que integran los productores ganaderos, creadores de una de las riquezas básicas de la economía nacional. No voy a insistir sobre algunos aspectos generales que precedieron, en mi anterior mensaje, al anuncio de los precios de los cereales, pero creo necesario referirme a algunas ideas y conceptos que recién ahora muchos va entendiendo. Los amigos ganaderos que me escuchan, han sido asediados durante casi cuatro años, por la prédica continua de entidades que diciendo defender a los productores, solo hicieron baja y mala política, de sistemática oposición a todo cuanto nosotros estábamos realizando. Durante todo este tiempo yo he tenido la paciencia de escuchar sin alterarme esa prédica inescrupulosa, pensando que al final, la mentira siempre cede su paso a la verdad triunfante. Además, mientras nuestros opositores de las sociedades rurales y afines, por lo general dirigidos por gente de la ciudad, se ocupaban de criticarnos, nosotros seguíamos trabajando con el pensamiento fijo en los grandes objetivos que debíamos conquistar para la felicidad del pueblo argentino y para la grandeza de la Nación. Uno de esos grandes y claros objetivos nuestros fue la independencia económica del país. Todo el pueblo argentino sabe como, y en que grado la hemos logrado, pero yo quiero que los amigos ganaderos sepan por mí mismo, que la fijación de los nuevos precios de la carne como los voy a anunciar dentro de unos instantes, solo es posible hoy, únicamente en razón de aquella independencia económica, de la independencia económica que nosotros hemos logrado, mientras nos insultaban vanamente las entidades seudo rurales a que me he referido. Hoy la República Argentina puede afirmar que es dueña de su propio destino en el orden económico, y que por lo tanto puede organizar su producción ganadera, independientemente, de factores extraños al país mismo. Precisamente, porque somos económicamente libres, el gobierno puede hoy anunciar, los mejores precios que se habrán pagado por la carne argentina, sin tener en cuenta la situación anormal, de algún habitual mercado comprador de nuestras carnes. La posesión de nuestros ferrocarriles, el dominio de nuestros puertos, la potencialidad de nuestra flota mercante, el ordenamiento integral de la economía nacional, nos han permitido multiplicar nuestros mercados compradores de carne. La industrialización por nosotros provocada, y nuestra política social, han hecho que viviendo mejor nuestros obreros, consuman más carne, y por lo tanto el precio de la misma, se rija algo más, por la demanda interna que por los precios internacionales. La faena ganadera, de consumo interno, ha pasado, por ejemplo, de 4.4000.000 cabezas de bovinos en 1945, a 7.200.000 cabezas en 1949. Todo ello ha hecho que los precios de la producción ganadera, hayan sido durante de nuestro gobierno siempre por lo general remuneradores. El aumento indudable de la producción ganadera, que ha sido determinado también, es verdad, por la disminución de las áreas de producción agrícola, demuestra que ese tipo de producción, ha sido bien remunerada dentro del concierto de nuestra política económica. Pero, sin embargo, es tan grande la demanda interna, y tan importante necesidad de nuestros mercados extranjeros, que consideramos indispensable estimular en forma especial el aumento de la producción ganadera en todo el país. Por ello, el poder ejecutivo afronta hoy la responsabilidad de asegurar precios mínimos a los productos ganaderos, precios que son la expresión más clara y elocuente de cuanto acabo de decir. Queremos intensificar la producción para mantener nuestro consumo interno, para aumentarlo todavía en algunas zonas del país, y para satisfacer la demanda de nuestros ahora numerosos mercados extranjeros, a los cuales llegan hoy, nuestras carnes, en nuestros barcos, a la sombra de nuestra bandera soberana. Deseamos mantener un equilibrio adecuado entre la agricultura y la ganadería, ya que son actividades complementarias. El poder ejecutivo está empeñado en realizar el ordenamiento total de la producción ganadera. La nacionalización del mercado de Liniers y del Frigorífico Municipal de Buenos Aires, es la primera y fundamental etapa que permitirá ordenar y planificar la producción ganadera de todo el país, asegurando mercados estables, sin variaciones artificiales, organizando la distribución adecuada de carnes, mejorando la industria a fin de que los animales sean aprovechados integralmente, creando comercios y mercados de concentración y ventas mayoristas, que aseguren buena calidad, buen precio y condiciones higiénicas perfectas, etcétera, impidiendo por otra parte, que se faenen excesivas cantidades de animales jóvenes, cuyo sacrificio pueden poner en peligro las reservas nacionales. Todas estas medidas tienen por otra parte, aquel mejor precio que se pague al productor corra parejo con el mejor precio para el consumidor. Nuestros precios, no están destinados, como en los tiempos en que gobernaban nuestros opositores, los mismos que ahora nos critican desde sus puestos de dirigentes en las entidades seudorurales; nuestros precios, repito, no están destinados a satisfacer a un limitado grupo de productores o invernadores; deseamos que se beneficie todo aquel que trabaja como productor ganadero, sea grande o sea pequeño el campo en que lo hace. Nuestra política de precios ganaderos queda pues fijada de la siguiente manera: con fecha 2 de agosto del año pasado, se establecieron para los novillos que entren en el régimen de tipificación y clasificación oficial, un precio promedio de 65 centavos por kilo vivo. Este precio será elevado a 80 centavos por kilo vivo también de promedio, lo cual significa que en algunos casos y por haciendas de calidad superior del grado "J", puede llegar alrededor de 94 centavos según rendimiento. En cambio para las categorías inferiores de los grados "A" a "T1" representará 65 a 70 centavos también según rendimiento. Sobre estas bases solicito la cooperación de todos los hombres del campo argentino. Quienes necesiten la colaboración del gobierno la tendrán por intermedio del Ministerio de Economía, que tiene a su cargo la dirección de nuestros planes ganaderos y que está a disposición de los amigos ganaderos de todo el país, para las soluciones directas e inmediatas. Por fin, en mi saludo cordial quiero expresar a cada uno de los trabajadores del campo argentino, agricultores, ganaderos, peones o patrones, aparceros o medieros, que sigo todo el movimiento agrario del país con profunda atención, y el optimismo que en estos momentos se advierte en el campo argentino, es la mejor compensación por todo lo que hemos realizado para poder llegar a esta situación que nos permite hacer justicia a los hombres que trabajan con tanto cariño nuestra tierra, creando la gran riqueza de la Nación. ....................
1950-06-10
En el acto de inaugural de dos escuelas-fábricas
Cuántas veces he oído preguntar a hombres que se dicen a sí mismos inteligentes, o que sus amigos dicen que es un hombre bien y hombre inteligente, el porqué de la natural división de clases y la lucha enconada entre los que poseen y los que no poseen nada. Cuántas veces he oído criticar acerbamente a la clase trabajadora, porque durante tantos años ha venido luchando en todos los campos, por alcanzar un ideal, al que todos los hombres tienen derecho. Frente a esa incomprensión de los hombres, que se dicen a sí mismos inteligentes, frente a esa terrible incomprensión de ese núcleo de intelectuales ignorantes que existen en todas partes, he reflexionado sobre la verdadera causa y la verdadera justicia que anima en el reclamo de tales reivindicaciones. Y recuerdo, que entre las primeras que yo mismo encontré como causa para justiciar ese fenómeno sociológico, que como todos los demás fenómenos, si se producen, tienen una causa, que no se puede negar, ni aun cuando uno se llame a sí mismo "intelectual". Decía, la primera causa, señores, que yo encontré, la encontré en la comparación entre mi niñez y la niñez de otros pobres que casi carecieron de esa niñez, porque a los siete u ocho años ingresaban a aun taller para ser explotados y tratados con indignidad. Y así como, señores, nosotros los viejos, llegamos recordando quizá una injusticia que se cometió con nosotros cuando teníamos siete u ocho años -porque esas injusticias son las que no se olvidan jamás-, asimismo, señores, debemos de ver, esos hombres que fueron injustamente tratados desde la niñez, cuando llegan a la edad madura como no va a ser resentidos, cómo no van a estar doloridos con los hombres y con la vida que los trató tan dura e injustamente. Señores: La historia de todos nuestros trabajadores es esa misma. Todos aprendieron en el dolor del taller, en el trato injusto y grosero, de los mismos quizás trabajadores, que tuvieron que enseñarles, porque ellos ya eran maestros u oficiales, hasta el patrón que lo explotó, porque no le pagó nada y lo utilizó como estropajo durante varios años, hasta que la edad le obligó a que le pagase un pequeño jornal. Diremos eso con la niñez nuestra, que entramos a los institutos del Estado, porque podíamos quizá pagar algunos pesos, o el Estado nos instruyó gratis, nos dio cierto grado de cultura gratis. Nos llevó adelante. Nos dio después de mediante esa cultura, adquirida por el esfuerzo del Estado, que vale decir que es por el esfuerzo del pueblo, mediante eso nos dio autoridad, nos dio dirección y comenzamos a mandar y a dirigir. ¿Cómo podría, señores, decir que por ese solo hecho, hay una razón que explique justicieramente esa diferencia? Nosotros, los que hemos tenido la fortuna de poder estudiar y de poder perfeccionamos, cuando llegamos a esta altura de la vida y tenemos conciencia, y tenemos justicia y tenemos vergüenza, debemos hacemos perdonar con nuestras obras, el haber sido diferencialmente tratados durante la niñez. En cambio, señores, a menudo vemos que cuanto más alto es el dignatario, mayor es su petulancia y su falta de comprensión, mayor su falta de modestia. Señores: Yo no sé si habré llevado siempre con una altivez exagerada mis entorchados de general con los que me ha honrado la República; yo no sé si habré desempeñado este cargo de presidente de la República con el empaque a que estábamos acostumbrados; pero sí sé, señores, que todos los días me pregunto. si soy lo suficientemente humilde como para sobrellevar la carga de injusticia con que he llegado a ser lo que soy frente al pueblo. Señores: es pensando en estas cosas, es reflexionando sobre estos hechos, que en 1944, concebimos la necesidad de crear las escuelas-fábricas de orientación profesional y aprendizaje. Señores, siendo así, pensábamos nosotros, existiendo en todas las profesiones liberales, para los hijos de los hombres que pueden costearles una carrera, los institutos que le dan una profesión, que le dan una profesión liberal para que él se gana la vida, para que él se haga rico en muchas ocasiones, ¿cómo es posible que no exista una miserable escuela para que se forme el operario que ha de vivir pobremente de su oficio toda su vida? ¿Pero es que ese hombre no tiene derecho, a que siquiera cuando sea chico, alguien se acuerde que es chico, y que le tolere y que le ayude, que lo levante y que lo lleve a la altura de los demás. No puede haber una injusticia más terrible que esa, en la sociedad moderna. Señores, es así que la concebimos la escuela-fábrica, diciendo que si nosotros teníamos derecho a llegar a nuestras profesiones, ¿cómo no habían de tener derecho los pobres chicos de los obreros a tener sus escuelas, donde se les enseñara, donde se los capacitara manualmente para que ellos ganasen su vida y donde también se les enseñara que son hombres dignos como somos dignos todos los demás. Porque la dignidad, no tiene gradaciones; la dignidad no tiene alcurnias; la dignidad, es lo mismo en el poderoso y en el rico que en el pobre y en el desgraciado. ¿No hemos dicho que la grandeza de los países se manifiesta por su trabajo? Luego, debemos dignificarlo a ese trabajo. ¿Y cómo podríamos dignificar al trabajo sin dignificar al trabajador, que lo ejecuta? Por eso, señores, me he emocionado profundamente al pasar al lado de un torno, donde veo un chico trabajando y aprendiendo su oficio, porque con ese hecho está dignificando a trabajo y se está dignificando él como trabajador. Nosotros no tendremos jamás un pueblo grande ni una patria fuerte, mientras no sea constituida por el total de los millones de hombres dignos. Sin dignidad, los pueblos no llegan a ninguna parte, ni las naciones pueden sobreponerse a su propio esfuerzo. Por eso señores, si estas escuelas tienen valor porque van a formar la mano de obra capacitada que necesita el futuro de nuestro país; si van a formar los obreros que crearán la riqueza material de la Nación, eso, como provecho, es insignificante al lado del valor que yo les asigno, porque van a dignificar el trabajo, y van a formar trabajadores dignos y celosos de su dignidad, para que en esta tierra no pueda jamás repetirse el panorama que hemos conocido nosotros, donde los hombres que todos los días, que todo lo sacrificaban, eran tratados como hombres de una clase inferior. Para los argentinos del futuro no debe haber más que una clase, de los que trabajan. ¡Esa es la única clase que queda en la Republica Argentina! Por eso, la inauguración de esta escuela-fábrica, a la que he querido venir personalmente, me produce señores, la realización de ese sueño, de un sueño que es todo espíritu. No buscábamos con esto riquezas ni poderes materiales para la clase trabajadora, buscábamos, más que nada, modificar un triste panorama de vergüenza que seguía y tardaba mucho en desaparecer en nuestra tierra. Ese sueño que hace cinco años comenzó con un estudio, lo estoy viendo realizado en estos doscientos establecimientos, que pido a Dios, que sean pronto miles de establecimientos, miles de escuelas para formar, primero hombres, hombres dignos y hombres capaces, y después operarios manualmente capacitados para la industria y para la producción de nuestro país. Por esa realización, señores, es que yo quiero agradecerle al señor ministro Castro, que es el hombre que ha puesto en marcha la realización de ese sueño. Quiero agradecerle y felicitarlo, porque la existencia de esa obra, su desarrollo, se debe a su acción tesonera y decidida, y también a la acción de todo el personal que lo secunda en la dirección y en la enseñanza. Que esos hombres, muchos de ellos modestos trabajadores, que poseyendo un oficio manual, lo transmiten con honradez y con camaradería a los nuevos muchachos que serán las futuras generaciones de argentinos, que honrarán al trabajo y que honraran a la patria. A ellos, a la dirección, profesores, mi profundo agradecimiento, porque están interpretando y formando generaciones de argentinos como los que nosotros soñamos para hacer libre y grande a nuestra patria. Señores: a esos muchachos que se forman en estas escuelas, mi abrazo cariñoso de compatriota y de hermano; que sigan trabajando, que dediquen sus tareas a eso, a ennoblecer el trabajo, que es lo más grande que el hombre puede realizar en su vida, porque ennobleciendo al trabajo es la única manera en que se ennoblece a la patria. .......................
1950-06-11
En el acto realizado en el Club Hípico
Yo no quisiera que termine esta magnífica reunión deportiva sin agradecer la fina atención que el Club Hípico Argentino ha tenido al dedicamos un recuerdo de esta amable reunión de amigos y de deportistas; quisiera también hacer presente mi reconocimiento a todos ellos por lo que hacen por el desarrollo del deporte hípico. Nuestra tierra, señores, es tierra de centauros, y esas tradiciones no pueden perderse sin una grave desventaja para la raza misma. Por eso, esos oasis de nuestra tierra donde se rinde culto al jinete y al noble bruto, que es la tradición de nuestra tierra de centauros, representan no un mero hecho deportivo, sino la bandera de la tradición y del porvenir de la República, porque aquí se forjan los caracteres de los hombres acostumbrados a la lucha; y los tiempos enseñan que aquel que no es capaz de luchar es el que sucumbe. Por eso es que como primer mandatario de la Nación dije a los amigos que fueron a invitarme para gestionar mejoras para el Club Hípico, que no correspondía que ellos me agradecieran a mí, sino que agradeciese yo a ellos el que estuviesen realizando una gestión tan magnífica y tan promisoria para las actividades hípicas en la República, y porque si ellos no lo hacían, sería el Estado quien tendría que hacerse cargo de esa función que es indispensable dentro de las actividades de la ciudadanía argentina. Por esta razón, a esas palabras de agradecimiento quiero unir las que en este momento dedico a esos hombres que ganan tiempo a sus tareas y a sus funciones, dedicándose al desarrollo de una actividad tan hermosa, tan útil y constructiva como es la que realizan. El gobierno no omitirá esfuerzos para ayudarlas, a fin de convertir esto en un club que les pertenezca, porque moralmente les pertenece ya, y para que tengan todos los medios que el gobierno se obliga a ofrecer a los que se dedican a esta noble actividad que hace puros a los hombres, fuerte a la patria y nos va formando al hombre en el tiempo, puro, bueno, luchador y grande. Deseo agregar, por encargo de mi señora, que ella, por una circunstancia especial, a pesar de tener decidido el concurrir a esta cacería, no lo ha podido hacer, por lo que me ha pedido que la disculpe ante ustedes. No ha podido asistir debido a la enfermedad de un miembro de su familia. Prometemos que la próxima vendremos los dos, no solo porque creo que con eso ponemos nuestro pequeño grano de arena en el trabajo que ustedes realizan, sino porque representa para nosotros una inmensa satisfacción y un gran honor compartir estos breves momentos con los amigos que realizan el hipismo. Por eso, señores, desde ya comprometo al presidente del Club a que sea tan amable y nos invite a todas las cacerías que realicen. Muchas gracias. ...................
1950-06-19
En un acto organizado por la Unión de Obreros y Empleados Municipales en el teatro Colon :
En un acto organizado por la Unión de Obreros y Empleados Municipales en el teatro Colon Compañeras y compañeros: Agradezco la amabilidad de los obreros y empleados municipales que han hecho llegar a mí, un obsequio y el carnet de presidente honorario del Sindicato de la Unión de Obreros y Empleados Municipales. Lo agradezco y lo agrego a las innumerables pruebas de sincera amistad y cariño que recibo de los sindicatos argentinos, que realizan para mí, mediante estos recuerdos, la más grata de todas las recordaciones que tendré a lo largo de mi vida. Le agradezco también al compañero Soto sus amables palabras, que con la elocuencia con que las ha expuesto esta tarde, me ha recordado los primeros días de la Secretaría de Trabajo y Previsión, a una hilera de hombres, como llamamos en milicia, constituida por Soto y Carugo, que siempre eran nuestros colaboradores inmediatos y directos desde las primeras horas de la Secretaría de Trabajo y Previsión. El señor ministro de Trabajo, compañero Freire, ha dicho sesudas palabras que su experiencia como dirigente sindical, le hacen en presencia de toda su experiencia y frente a la realidad que vive y al futuro que entrevé, con la sinceridad y la lealtad de su gran corazón obrero. Freire quedará en la memoria y en la historia de nuestro Movimiento Justicialista, como el primer ministro obrero de la Revolución Peronista. Es para mí una inmensa satisfacción ver a la Unión de Obreros y Empleados Municipales organizados y constituidos. Pienso lo azaroso que ha sido, desde 1943, el desenvolvimiento de este sindicato de obreros y empleados municipales. Yo he tenido una sola preocupación: y es de que este sindicato fuera siempre respetado, jamás atropellado en sus derechos, pensando de que cada sindicato debe tener vida propia. Por eso no he permitido que en caso alguno, se hubiera accionado por el gobierno o por las autoridades municipales, dentro del campo gremial, que correspondía solamente al sindicato dilucidar en sus cuestiones internas. Pero señores, por eso, en estos momentos asistimos a la elección de una nueva comisión directiva, de hombres jóvenes y capaces, llenos de entusiasmo, decididos a trabajar por el gremio dentro del movimiento sindical, sin ningún color político ni preponderancia política de ninguna naturaleza. Muchas veces que yo he hablado a los sindicatos, les he recomendado siempre las mismas cosas. En primer lugar, no realizar dentro del sindicato, ni permitir que los dirigentes de los sindicatos hagan política dentro del sindicato. La política metida dentro de un sindicato, dije en 1943 en Rosario, es una bomba de tiempo que nadie sabe cuándo va a estallar. Algunos de mis adversarios políticos, dicen que yo he utilizado políticamente a los sindicatos, y saben que faltan a la verdad cuando así dicen. Yo jamás le he pedido el voto a ninguno de los dirigentes de los gremios argentinos ni a ningún trabajador argentino. Nuestros adversarios dirán: Y entonces, ¿cómo los obreros votan por Perón? Yo les contesto que si los obreros votan por nuestro Movimiento Peronista, no es porque yo les haya pedido el voto, sino porque ellos saben mejor que nadie por quién deben votar. De ahí, a hacer política dentro de los sindicatos, media un mundo de distancia. El Movimiento Peronista maneja su política desde sus unidades básicas o desde sus organizaciones políticas, y jamás una organización política del peronismo se ha inmiscuido en la vida interna ni en la política interna de los gremios. Casi todos los dirigentes gremiales que han pasado a realizar la vida política, en un cargo o al frente de una organización, han tenido la prudencia de renunciar a su puesto en la organización sindical, para no meter la política dentro del sindicalismo. Yo he aplaudido esa actitud y en nuestro Congreso hay numerosos dirigentes, pero casi el 95 por ciento o el 99 por ciento de ellos, no actúa ya dentro de los sindicatos. Han dejado el cargo que ellos ocupaban, libre para que los hombres jóvenes del movimiento los reemplacen, quizá con nuevas ideas, con nuevos entusiasmos y con nuevas, conquistas que tendrá el porvenir para los obreros argentinos. Yo he hablado de la necesidad de que el sindicalismo argentino se unifique. Considero que todo el país debe organizarse, y debe organizarse gremialmente. Dentro de esa organización, he considerado que el movimiento de los trabajadores argentinos es hoy la mejor organización, la más perfecta, la más disciplinada, la más honesta y la mejor conducida de todos los movimientos argentinos. Y hoy, señores, estamos viviendo el ejemplo de esa organización. Frente a los conflictos del gremio municipal que llevan ya tanto tiempo de existencia, la intervención oportuna de la Confederación General del Trabajo ha permitido que los obreros y empleados municipales elijan a sus propias autoridades, para constituir su sindicato, completamente independiente, sin ninguna interferencia y gozando de una absoluta libertad de procedimientos dentro del sindicato. Las conquistas sociales, compañeros, no son todo en la vida sindical. La vida sindical sería muy poca cosa si solamente se redujese a obtener de cuando en cuando una mejora en los salarios o en las condiciones de trabajo. Crear ese tipo de sindicalismo es crear una organización endeble, y no la organización poderosa que necesita la República. El régimen justicialista, he dicho, vivirá el tiempo que los obreros y trabajadores del país lo apuntalen con su decisión y con su energía. Pero el movimiento sindical argentino también desaparecerá el día que desaparezca el régimen del justicialismo. Los trabajadores argentinos saben bien, que nuestra doctrina, nuestra Constitución y todo lo que estamos realizando en la organización del país, está apoyado en la potencia que representan los trabajadores unidos sindicalmente en la Argentina. Pero, señores, no deben olvidar tampoco que todo lo que el gobierno está haciendo es para resolver una situación de sumersión permanente en que los trabajadores argentinos han vivido más de un siglo. Esta ayuda que el Movimiento Justicialista está realizando para el pueblo argentino es la correspondencia de la inmensa deuda de gratitud que el régimen justicialista ha contraído desde el 17 de Octubre en adelante para con toda la clase trabajadora argentina. Se me informa que en la Organización Internacional del Trabajo, nuestra representación obrera ha debido enfrentar a una impugnación realizada por los marítimos argentinos que tienen su sede central en Londres y en La Habana. Afortunadamente, los obreros que desempeñan tales funciones, están en condiciones de defenderse por sí, porque llevan, como decía Sarmiento, los puños llenos de verdades de la organización sindical argentina. Compañeros: el gobierno justicialista no ha de realizar ningún acto de violencia contra los trabajadores, así sean estos de La Habana o de Londres. Y no lo hará porque, casualmente, no tiene necesidad de echar mano a ninguna presión, y menos a una violencia cuando está en posesión de la verdad y cuando tiene el movimiento de todos los trabajadores argentinos a su favor. Nosotros constituimos un gobierno de trabajadores. En consecuencia, si hay una cosa que vamos a respetar minuciosa, escrupulosamente, es los derechos que los trabajadores tienen a peticionar, de trabajar o de no trabajar. Por eso, compañeros, la organización de un sindicato, que constituye sus comisiones y emprende la marcha bajo el signo de nuestro justicialismo, es siempre profundamente grato en nuestro corazón, porque es una señal de una reciprocidad sin la cual no viviríamos contentos ni el gobierno ni los trabajadores argentinos, que somos una misma cosa, porque nosotros nos desvelamos por mejorar las condiciones de los trabajadores y los trabajadores se desvelan para la consolidación del Movimiento Justicialista. Por eso felicito cordialmente a los Unión Obreros y Empleados Municipales. Les agradezco en lo más profundo de mi corazón que se sientan misioneros de nuestra palabra y de nuestra doctrina. La doctrina peronista es una doctrina humana y social. Es necesario expandirla en su difusión por todo el país. Es menester persuadir a los que quedan todavía engañados o que no han comprendido y penetrado nuestra doctrina. Cada peronista debe llevarla como la verdad flameante, como la verdad para abrir el entendimiento y el sentimiento de los hombres, y muy especialmente de los hombres que trabajan. Señores, un fenómeno extraordinariamente claro me está diciendo a lo largo de toda la República, que nuestra doctrina es la real doctrina del pueblo argentino, porque aun cuando nuestros opositores quieren hablar contra nosotros, si lo hacen en el orden político, lo hacen en el orden social, o lo hacen en el orden económico, comienzan hablando en peronista. Dije los otros días que ese es nuestro más grande triunfo. ¡Si emplean nuestras propias palabras! ¡Si ni siquiera le han cambiado las palabras al programa peronista para lanzarlas en los discursos! Mientras ellos sigan expandiendo o hablando de la doctrina peronista, no les pregunto yo de qué partido son, si son amigos o enemigos. Preferimos aun que en boca de nuestros enemigos se difunda nuestra propia doctrina, porque ello significará que los hemos vencido en su entendimiento, que los hemos vencido en sus sentimientos, no importa que sigan protestando contra Perón si dicen que hay que hacer lo que dice Perón. Por eso les agradezco tan profundamente, el que los obreros y empleados municipales, hayan empleado esas tres palabras de la Confederación General del Trabajo, que es quizá una de las atenciones que más he apreciado en toda mi vida de lucha y de trabajo por elevar la condición y la dignidad de los trabajadores argentinos. El que los trabajadores sean misioneros de Perón implica tácticamente el triunfo de nuestra doctrina en nuestra patria. Por eso compañeras y compañeros, me han ustedes esta tarde una de las más grandes satisfacciones a que puede aspirar un hombre público: sentirse comprendido, sentirse interpretado y sentir latir su propio corazón con los cientos de miles de empleados y obreros municipales que por estar orgánicamente tan cerca nuestro, los sentimos cada día más cerca y a nuestro corazón. Y de este espectáculo que quedará grabado en mi memoria y en mi corazón, porque he recibido la sensación de esa colaboración y de esa camaradería que debemos guardar todos los argentinos para los demás argentinos, se completa con este maravilloso espectáculo de ver a nuestras enfermeras en la platea del Teatro Colón, honrando este teatro. Por ellas, que tantos esfuerzos hacen por los que sufren y por los que lloran, para esas mujeres que representan dentro de este sindicato lo que podríamos conformar como el corazón viviente del sindicalismo de obreros y empleados municipales; para ellas mi homenaje cariñoso, el homenaje cariñoso que rendimos todos los hombres de bien a esas mujeres abnegadas y heroicas que luchan sin compensaciones a veces, por el dolor ajeno y por la salud de nuestro pueblo. Por todo ellos, os doy compañeros, las gracias y me despido hasta siempre, dejándoles un abrazo muy estrecho sobre mi corazón. .................
1950-06-20
En el barrio Presidente Perón :
Amigos del barrio "Presidente Perón": Doy gracias a Dios porque me ha dado la oportunidad de presenciar este magnífico acto, y agradezco a la Providencia, porque no creo que a muchos hombres les sea dado presenciar estas demostraciones de sus conciudadanos y amigos, que son las únicas que pueden hacer inmensamente feliz a un hombre de gobierno. Soy feliz, porque los veo a ustedes satisfechos y felices; soy feliz porque veo a estos niños alegres y bulliciosos, como deben ser los niños de la patria; soy feliz porque veo a los niños todos los domingos jugando en la calles, en sus placitas y en sus jardines; porque veo en este barrio de hombres honrados y humildes, como los veo hermanos y cariñosos los unos con los otros, darse en la vida de todos los días la mano generosa de compatriotas y amigos. Y soy feliz, porque veo su hermosa iglesita, y dentro de ella a un verdadero pastor de almas, un verdadero sacerdote, como lo he soñado en toda mi vida de católico y de cristiano, un verdadero pastor de almos, como lo necesitan los argentinos. Por todo ello soy feliz, señores. Y esa felicidad rebasa mi alma al ver este barrio, al cual, para darme la inmensa satisfacción de poder contemplarlo, vengo todos los domingos, por lo menos a hacer una pasada por sus calles, que retemplan mi espíritu y elevan mi alma. Por todo ello señores, es que doy, una vez más, gracias a Dios, que nos permite vivir en estos momentos entre ustedes. ...............
1950-06-26
En el congreso de la Unión Ferroviaria :
Compañeros: He llegado hoy, hasta este local, para tener la inmensa satisfacción de acompañarlos en la reunión de clausura de esta veinticinco asamblea ordinaria de delegados ferroviarios Me siento verdaderamente abrumado por las delicadezas y atenciones que recibo siempre de este gremio, con el cual me siento ligado por una profunda deuda de gratitud, que quizá no llegue a pagar en el resto de mis días. Es por eso compañeros, que para agradecer solamente, surge de la pobre elocuencia de pocas palabras, el decirles una vez más compañeros, muchas gracias por todas estas atenciones. La realización....(es interrumpido por el público con el canto: "La vida por Perón. La vida por Perón") Decía compañeros, que para mí, es siempre inmensamente grato asistir a estos congresos de trabajadores, donde ellos, con la profunda fe en los destinos de nuestra Nación y con un profundo convencimiento de las razones que asiste a nuestro justicialismo, deliberan en apoyo de esta patria que nos es tan querida y en apoyo de la consolidación de nuestro justicialismo, que hace más pura y más grande a esta misma patria. Hace pocos días, nuestros compañeros de la Confederación General del Trabajo, dijeron en Ginebra una verdad que es de una elocuencia extraordinaria. Cuando les preguntaron si el gobierno tenían ingerencia en los gremios obreros; ellos refutando dijeron: pero como va a tener, si los gremios obreros mismos son los que están en el gobierno. Es indudable compañeros, que esta es una verdad suficientemente elocuente para que ni siquiera nosotros debamos comentar. Pero es indudable también, que en el mundo hay algunos intereses encargados de desmentir una realidad que en nuestra tierra es ya es indesmentible. No puede negarse que en la patria, que nuestra organización estatal, como nuestra organización sindical, son dos elementos de la comunidad argentina que marchan perfectamente paralelizadas en la consecución de los destinos que son comunes a los argentinos de bien: la felicidad de los habitantes y la grandeza de la Nación. Nosotros compañeros, entendemos perfectamente bien, porque estamos consustanciados con esa realidad diaria que la Argentina vive; porque estamos consustanciados con los principios inmanentes de ese justicialismo que todos vemos en un realidad palpable de una nueva Argentina que surge sobre valores y sobre dignidades distintas a lo que nos tiene acostumbrado la historia del mundo y a los que nos tenía acostumbrados la realidad del pasado argentino. Hay algunos teóricos, que como todos los teóricos, se preguntan todavía a donde va la Argentina. Hay algunos teóricos, que como todos los teóricos, preguntan todavía si nuestra doctrina es marxista, es socialista, es demócrata cristiana o demócrata no cristiana, o es fascista, y si nos debatimos entre una doctrina u otra doctrina del pasado. Esos teóricos, son los mismos que en el pasado, elaboraron siempre una doctrina, que copiaron de una parte o copiaron de otra. Son los mismos que nunca hicieron nada, porque se pasaron pensando en cual era lo mejor que se podía hacer. Son los mismos teóricos que hemos visto desfilar durante cincuenta años de la vida política argentina; esos mismos que hacían hermosos discursos de cómo debía vivir el trabajador, pero nunca les interesó como realmente vivía el trabajador en la Argentina. La doctrina de nuestro movimiento justicialista, es una doctrina simple. Quien quiera saber todavía, en que consiste, que lea la Constitución Argentina del año 1949. Lo que nosotros hemos realizado, no elucubrado, pensado o establecido teóricamente, no, lo que hemos realizado, es una doctrina argentina, inspirada en el pueblo argentino, realizada por el pueblo argentino, consolidada por el pueblo argentino y plasmada en una Constitución argentina. De modo señores, que ajustada a una realidad de esa naturaleza es probable que le encuentren algunos puntos de contacto con otras doctrinas existentes en el mundo, en el tiempo presente o en la época pasada. A nosotros no nos importa quienes pensaron de la misma manera que nosotros, porque nosotros no estamos construyendo un tratado de sociología teórica, nosotros estamos realizando una revolución. Eso es lo que los teóricos deben saber antes de preguntar cual es nuestra verdadera ideología. ¿Hacia donde vamos? se preguntan muchos de esos teóricos. Señores, hacia donde vamos, están fijados los objetivos de este movimiento justicialista. ¿En que medida hemos de realizarlo? Eso es lo que los teóricos deben preguntarse, porque nosotros hemos establecido en nuestra Constitución, un amplio sector dentro del cual pueden jugar las soluciones del futuro. Por eso, cuando establecemos, por ejemplo, el derecho de la propiedad, o cuando establecemos los principios esenciales de la economía, decimos que va desde el individualismo hasta el colectivismo. Damos toda esa amplitud, lo pueden realizar los individuos privadamente o lo puede realizar el Estado estatalmente. Dentro de esto, que sería el capitalismo crudo del siglo XIX, hasta el comunismo avanzado de 1950, dentro del régimen justicialista caben las soluciones de uno a otro extremo, porque hemos querido darle al pueblo argentino una Constitución elástica, que le permita ahora como dentro de cien años, la posibilidad de tomar las soluciones correspondientes al momento que el pueblo argentino vive. Es indudable compañeros, que quien analice con criterio amplio y con profunda penetración la Constitución justicialista del año 49', se va a encontrar con sorpresas extraordinariamente importantes. Va a comenzar a ver que no es una constitución fascista, porque las constituciones fascistas o nacional-socialistas o comunistas son constituciones sectarias, que estrechan y dan una solución para todos los casos y no dejan amplitud. Lo democrático, es dejar que el pueblo decida en cada etapa de su historia, como quiere que las cosas se realicen, eso da estabilidad y da perfectibilidad a una constitución, y es lo que nosotros hemos querido realizar. ¿Hasta donde vamos a ir en eso? Hasta donde sea necesario. Cuando las fuerzas patronales tratan de sabotear el movimiento nuestro, y le dice a los obreros: "No, pidan mas, pidan más, pidan más". Cuando le dicen: "queremos el 30 por ciento"; dicen "pobres muchachos denles el 70 por ciento". Que sigan, que sigan dando ellos, pero lo van a dar de sus ganancias, eso es lo que ellos se han olvidado. Para el gobierno justicialista, esto no es un sabotaje, si no que nosotros queremos que den todo lo que puedan dar. Señores: estas formas de sabotaje, son las que van creando dentro del nuevo capitalismo, la gradación que aplicará el Estado en ese amplio margen de nuestra Constitución. Vale decir, los capitalistas serán artífices de su propio destino. Ellos con sus procedimientos determinarán donde está el equilibrio entre lo individual y privado y entre lo colectivo y estatal. Si es necesario llegaremos hasta el límite más avanzado del estatismo, o de lo contrario equilibraremos donde sea prudente y necesario. Eso no lo puede determinar el gobierno, lo determinan las necesidades, y las necesidades surgen en los movimientos como el nuestro, de la lucha que se realiza en el campo empírico de las actividades, en lo comercial como en lo político. Por eso digo señores, que esto que los teóricos no conciben, esto que los teóricos no saben a donde vamos, podríamos decirles que nosotros, nosotros sabemos bien donde vamos. Y sabemos más, sabemos hasta adonde vamos a llegar. Y de eso, pueden estar absolutamente persuadidos, aquellos que se unen para combatirnos, sean ellos de la extrema derecha o sean ellos de la extrema izquierda, para los dos nosotros tenemos el remedio y se lo hemos de aplicar . No descartamos señores, y en esto el justicialismo tiene que ver claramente las posibilidades y los objetivos futuros, no descartamos que el mundo lleve a una reacción capitalista en el futuro. Es necesario comenzar a pensar, para dentro de diez o quince años. Si esto se produjera señores, debe de tomar al movimiento justicialista con una garantía absoluta en su organización. ¿Y que es el movimiento justicialista? El movimiento justicialista se confunde con el movimiento sindical. He dichos muchas veces, que el día que el sindicalismo argentino no apoyase al justicialismo, este sucumbiría; pero no le arrendaría yo la ganancia al sindicalismo una vez que hubiera sucumbido el justicialismo. Estas son fuerzas recíprocas en su acción, no se concibe una sin la otra. Por esa razón cuando los compañeros de la Confederación General del Trabajo dijeron en Ginebra, que los obreros estaban en el gobierno, dijeron una verdad más grande que esta casa. Pero compañeros, a que voy finalmente con esta conversación: a la necesidad de la realización de estos congresos en todos los gremios, pero bien organizados y con un objetivo, claro, definido y definitivo, que es el de la organización Los sindicatos argentinos, compañeros, dicho sea entre nosotros, no están todavía organizados como yo creo que han de organizarse. Es necesario pensar cual será la lucha del futuro. En las organizaciones de todos los países del mundo, las luchas del futuro estarán preferentemente en el campo económico. Conquistada la dignidad ciudadana, elevada la cultura social, organizado el sindicalismo, protegido el gremialismo por leyes de dignificación y de amparo de derechos, la lucha ha de ser siempre en el campo económico. Ya se acabaron los tiempos en que los obreros paraban el trabajo, salían a la calle a discutirle al gobierno y a sus patrones el derecho a una vida digna y a un trabajo justamente compensado, para que ellos le pusieran la policía y terminase el conflicto de la misma manera, con unas cargas, con unos sablazos, con la cárcel y con algunos cementerios también. Mal negocio para el proletariado es esta clase de lucha, y muchos de ustedes, viejos sindicalistas saben que esta lucha es un mal negocio. Mal negocio porque durante cincuenta años lo han realizado ¿y cuales habían sido las conquistas alcanzadas por este sistema de lucha violenta? Lucha violenta, donde siempre los obreros llevaban las todas las de perder, porque sus patrones estaban tomando el té tranquilo con alguna señorita mientras ustedes peleaban con la policía en la calle. Esto no puede volverse a repetir como lucha, para todos los casos que pudieran en el futuro presentarse al sindicalismo argentino. Es necesario reemplazar la violencia por la inteligencia en la lucha. Donde más se necesita la inteligencia es precisamente en la lucha, porque allí es donde se puede perder más. ¿Cómo ha de ser esa lucha inteligente? Señores, en la inteligencia dicen, que la condición más fundamental de la inteligencia es la previsión. Por eso dicen algunos, que el que no tiene buena cabeza, tiene que tener buenas espaldas, para cargar con las imprevisiones que por su mala cabeza llega a cometer en la vida. En estos tiempos de tranquila convivencia social, es necesario ir conformando el sindicato del futuro. Los sindicatos no pueden fortalecerse en la lucha, se fortalecen en las épocas de calma y de bonanza. Este es el momento de dedicarse a organizar lo sindicatos de una manera que los haga unidos, disciplinados y poderosos. ¿Poderos en que? Poderosos en todo, poderosos en cuestión, poderosos en valores espirituales y poderosos en valores materiales. Pensemos compañeros, que en la vida no todo son días luminosos y primaverales; hay también días opacos, oscuros y aun lluviosos. Es menester prepararse para unos como para los otros: una buena camisa de seda de manga corta para los buenos y un buen perramus para los malos. Esto señores, es indudablemente, lo que hoy que los dirigentes sindicales argentinos deben profundamente pensar. La Unión Ferroviaria merced a un espíritu ponderado de sus miembros, a una dirección altamente capacitada y consciente, como responsable de lo que pesa y carga sobre sus espaldas de dirigentes, no tiene casi problemas. Es un sindicato privilegiado por el esfuerzo propio de sus propios adherentes; es un ejemplo de cómo se puede alcanzar un privilegio, que es siempre espléndido para contemplar y para presentar, no, a un sindicalista, para presentar al mundo como un ejemplo de cohesión, como un ejemplo de disciplina y como un ejemplo de organización sindical. Pero a pesar de eso, nosotros hemos pensado y seguimos pensando que hay que trabajar para enriquecer las organizaciones. Hay unos viejos sindicalitas, que cuando yo les he dicho, hay que enriquecer, hay que hacer medios económicos dentro de los sindicatos, porque la lucha en el futuro será lucha económica. Ellos me han dicho algunos: "Vea yo les tengo miedo a los sindicatos muy ricos". Y le digo vea: "los obreros de un sindicato van a seguir siendo pobres, no van a ser nunca ricos, pero es necesario que su organización a la que ellos pertenecen, esa sí, ella sea rica, porque ella es la que le deber prestar apoyo a todos los otros que son pobres, porque ella le debe salvar de los malos ratos y cuando haya que luchar, ella es la que va a formar lo necesario para mantener la lucha Por otra parte compañeros, no digo que en estas organizaciones se han de poner en juego cuestiones materiales, pero uno se siente mas cómodo y mejor dentro de un sindicato que bien organizado le puede prestar servicios que otro sindicato no le presta. Si tiene sus colonias de vacaciones organizadas, sus hoteles, sus policlínicos, sus cooperativas, todos sus organismos, bueno yo me adhiero más fácil a uno que tiene todo eso que a uno que no lo tiene. Eso es una cosa humana, no se puede decir que uno piensa materialmente, sacarle el jugo. No, no, no; uno va donde más le conviene y eso es humano y eso es lógico y eso es natural, y eso es lo que debe impulsar a que los sindicatos, cada día posean más al servicio de sus asociados. En esto es en lo que hay que enriquecerse, en esto es en lo que hay que fortalecer al sindicalismo argentino. Estas organizaciones si son moralmente formidables, muy bueno; pero si además de ser moralmente formidables, son formidables materialmente, mucho mejor. Ahora señores, como el sindicalismo o los hombres de trabajo que tienen el ejemplo de los capitalistas, ¿que hacen los capitalistas? Se unen entre varios para formar una gran empresa, y entre diez poniendo un millón cada uno, forman diez millones, Pero y los obreros que son millones, poniendo un pesito, forman los mismos millones que forman esos diez que son ricos y poderosos. Y ahora les garantizo, que esos diez millones formados de pesito en pesito, valen mucho más que los diez millones formados por diez hombres poderos, porque detrás de esos diez millones de pesito en pesito hay también diez millones de hombres que lo respaldan, y que mediante que esa consolidación del espíritu y de la conciencia social se forman como si fuesen un solo hombre. ¡Ese es el sindicalismo! Esa es la fuerza que es necesario organizar dentro del sindicalismo argentino. Señores, yo digo esto a los ferroviarios, porque los ferroviarios son lo que mas me van a comprender al decírselos. Porque los ferroviarios pueden ser los compañeros que lleven a los demás sindicatos argentino estas palabras y les digan a los demás compañeros que se organicen. Muchos de estos muchachos asociados a otros sindicatos en la capital, me dicen a mí: "Ah los comerciantes minoristas, nos cobran caro por el aceite nos cobra caro por los porotos". Y yo les digo: "Y porque no hace un cooperativa compañero, y allí usted, no se deja robar por el almacenero ni por nadie sino que usted mismo administra su dinero y compra a precio de costo sin dejarse explotar por los comerciantes". Porque todos los sindicatos no me prestan esa ayuda. Y me suben los precios igual; no hay agio no hay nada a que le tengan miedo, ni a Villa Devoto ni a nada, cuando se trata de sacarle un peso al prójimo. Tendría que tener millones de inspectores y no los puedo tener, pero si cada gremio tuviera su cooperativa que vendiese a precio de costo, vería usted como íbamos empezar a pensar con más prudencia ante de elevar exagerada y arbitrariamente los precios, como se elevan. En esto compañeros, los sindicatos bien organizados pueden prestarnos una extraordinaria ayuda al gobierno. Ahora, nosotros los justicialistas, cuando estamos en el gobierno, no pensamos ni para nosotros, ni para intereses que no sean los intereses colectivos; tratando de llevar al sindicalismo argentino todo lo que nosotros podamos aportarle para su fortalecimiento lo realizamos. La Fundación de Ayuda Social que es una institución ya poderosa económicamente, creada por el esfuerzo colectivo de los trabajadores, que han hecho allí su aporte generoso y abundante, los estatutos establecen que el día que la señora de Perón por cualquier causa desapareciese de la presidencia de la Fundación, la Fundación pasa pertenecer a un directorio compuesto en la mitad de sus miembros por la Confederación General del Trabajo y la otra mitad por el Ministerio de Trabajo, vale decir por la totalidad de trabajadores. En otras palabras compañeros, lo que es del pueblo tiene que volver al pueblo, esa es nuestra consigna y esa es nuestra realidad. De la misma manera dentro de nuestros hombres, que han organizado otras empresas, empresas que van progresando y que se han hecho pesito sobre pesito, que se pueden justificar en cualquier momento, trataremos de formar empresas poderosas que pasarán también oportunamente a reforzar ese poder que en la economía queremos que alcance la Confederación General del Trabajo y los gremios argentinos. Nosotros no nos dormimos, velamos bien despiertos por un futuro que siempre prevemos en sus cosas o en sus inconvenientes también; pero lo que yo quiero compañeros, especialmente a los compañeros delegados que han sido siempre los portavoces de nuestra doctrina y que por el congreso han sido declarados "misioneros de Perón", como me han hecho el honor de llamarse, les pido que como en los buenos tiempos de la Secretaría cuando los ferroviarios a lo largo de todas las vías del país, dispersaron las primeras conquistas y las primeras esperanzas del movimiento justicialista, lleven también ahora al dispersare a todos los compañeros de todas las partes del país, la palabra y el consejo mío: que organicen férreamente los sindicatos, que traten de afirmarlos y consolidarlos en su organización, y que trabajen para hacerlos también económicamente bien dotados, con sus sedes, con sus cooperativas, con su mutualidad. Si cada uno de los gremios argentinos pudiera tener lo que tienen los ferroviarios, la organización de asistencia social que ha construido tantos edificios, tantos hospitales, tantos sanatorios, policlínicos, etcétera, yo sería el más feliz de los hombres, viendo que cada uno de los sindicatos argentinos, no pierde su tiempo, sino que va escalonando conquistas de su propio esfuerzo a lo largo de la marcha de la organización sindical. El Estado está para ayudar esto, y lo ayudaremos sin medida, con toda la buena voluntad y toda la buena intensión que tenemos, pero necesitamos que ustedes entusiasmen a los demás gremios, para que hagan cuanto antes sus mutualidades y sus cooperativas, para que hagan cuanto antes sus locales sociales y distribuyan a lo largo de toda la República, las casas, donde uno cuando llegue a una población vaya desfilando frente a esos centros que están indicando los escalones finales de esa cultura social que queremos elevar por todos los medios para bien de todos los trabajadores de la República. Compañeros: nuevamente, yo les agradezco, ésta, una más, de las infinitas amabilidades que tienen los ferroviarios para conmigo; le agradezco al compañero López, al consejo directivo y a los delegados, como así también a los asesores, les agradezco profundamente, ésta -repito- nueva señal de nuestra compenetración, de nuestra camaradería y de nuestra solidaridad, y no olviden nunca que yo soy de los hombres que tienen por honor insigne, el poderse llamar un obrero de la nacionalidad, un obrero que trabaja a la par de ustedes en la construcción y en la grandeza de la Nación. Muchas gracias. .............
1950-07-05
En la comida anual de camaradería de las Fuerzas Armadas :
Una vez más el recuerdo de la Patria nos congrega para gozar de la solidaridad cordial de camaradas, y recordando nuestros héroes, exaltar nuestras conciencias de argentinos y de soldados, frente a la responsabilidad que como soldados y como argentinos, hemos asumido ante la historia. La tarea de servir a la patria y a su pueblo no puede sufrir interrupciones. Estas pausas que hacemos en el camino, no para descansar de las fatigas, han de ser para requerimos acerca de cómo estamos realizando nuestra vocación. En ese concepto, deseo decir simplemente a mis camaradas, mi propia meditación, la meditación que tengo el deber de realizar desde que la Providencia me ha cargado con la responsabilidad de contemplar el panorama de nuestra vocación y de nuestro destino. En la evocación de nuestra independencia, y de los hechos y héroes que la realizaron en 1816, no debe haber solo admiración y gratitud. Es menester que su recuerdo constituya un mandato histórico para todas las generaciones de argentinos. Para nosotros, el gran acontecimiento de la independencia proclamada en Tucumán no debe ser solamente un solemne episodio de la historia. Es en cambio, un gran comienzo; el comienzo de una etapa cuyo término es el ideal de un pueblo constituyendo la unidad nacional socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Así expresamos nuestro concepto de la fecha que celebramos y al mismo tiempo nuestro exacto sentido de la historia. La historia, tal como ha sido considerada hasta nuestros días por muchos argentinos, ha sido materia rica en temas para brillantes alardes de oratoria y de literatura. Nosotros, que como soldados, tenemos la vocación luchar y morir aun en los recodos más difíciles de la historia, sabemos que los grandes acontecimientos del pasado determinan una conducta en el presente y fijan una ruta para el porvenir. La independencia de la Nación proclamada en Tucumán hace 134 años es la primera expresión política y jurídica de la soberanía nacional. Ningún argentino bien nacido puede, desde ese instante, recordar aquel acontecimiento, sin sentirse solidariamente responsable con aquellos ilustres ciudadanos que supieron expresar la definitiva voluntad de los argentinos y de aquellos heroicos soldados que la consagraron con el propio sacrificio de su vida. Y aunque hayan pasado 134 años, yo afirmo, que esa solidaridad es un deber irrenunciable y permanente que nos sigue obligando a todos por igual, desde que la soberanía nacional, lo mismo que el honor de los hombres, no es nunca un hecho definitivo, sino una condición que ha de conservarse pese a todas las amenazas y a despecho de todos los peligros, aun a costa de la misma vida. Cuando la historia me juzgue como presidente de los argentinos, mi condición de soldado hará que de ese juicio algo recaiga en el Ejército, y por ello, en cada uno de vosotros. Yo no solo deseo dar el ejemplo de una conducta honrosa, sino que quiero que sepáis por mi propia boca que el mandato histórico de Julio ha sido mi obsesión de gobernante, el honor de las armas argentinas mi aspiración de soldado, como la dignidad de mi pueblo es mi preocupación permanente de ciudadano. Desde 1816 hasta el presente, la solidaridad nacional para con el mandato de los beneméritos congresales que proclamaron nuestra soberanía ha sufrido diversos altibajos. Yo no deseo recordar aquí detalles de épocas pasadas que, por otra parte, pertenecen a la historia y por ello al juicio libre de todos los ciudadanos. Si me permito rememorarle es solamente, para que comparando esta hora con aquella, los camaradas, que han compartido conmigo la lucha por la reconquista nacional, sientan como siento yo todos los días, la satisfacción de haber sido leales con nuestra vocación de soldados y con los altos destinos de la nacionalidad. Hubo épocas en que la soberanía fue una mentida apariencia, una palabra resonante pero hueca en los discursos de los políticos y parlamentarios. En la realidad de la vida nacional muchos responsables entregaron cuanto era posible entregar, cuidando las apariencias de la soberanía. Algunos argentinos solían a veces enorgullecerse por los discursos que se pronunciaban en las conferencias internacionales. Ahora sabemos que eso era solo parte de la representación teatral, porque en las bambalinas, sus mismos autores, vendían los bienes de la Nación. Yo no les reprocho tanto el haber entregado alguna vez una parte del patrimonio nacional, obligados por la fuerza de las circunstancias, como el haber negociado el porvenir de la República a cambio de ventajas personales. Nosotros hemos soportado la lucha más enconada que se haya desatado contra el país. Las fuerzas más extraordinarias han intentado dominarnos, exigiéndonos la entrega, pero hoy puedo afirmar, lo que ya sabe el pueblo argentino: hemos triunfado. Para ello bastó solo una cosa: ¡negamos a la entrega! Eso es lo único que debieron hacer y no quisieron hacer los que antes que nosotros tuvieron la responsabilidad de cumplir el mandato de Julio. Por eso los condenamos definitivamente. No tanto porque nos interesen ellos, sino porque nos interesa señalar tan doloroso ejemplo a fin de que nunca vuelva a repetirse el hecho en la tierra de San Martín. Felizmente ni el pueblo ni el ejército se enredaron jamás en las confabulaciones de la antipatria. El pueblo sufría con estoica resignación. Pensaba que alguna vez las cosas cambiarían sin saber ni cuándo ni cómo. El ejército sufría de la misma manera, pero sus sentimientos de resignación, estallaban de vez en cuando con la santa indignación que produce el amor por las causas grandes y generosas. Varias veces el pueblo argentino vio salir a sus soldados en procura de un gobierno mejor. Siempre lo acompañó en esas empresas. Desgraciadamente, ninguna revolución militar logró vencer ganando la batalla del gobierno. Poco a poco la máquina montada por la oligarquía se negaba a marchar, como se negó a marchar también frente al nuestro movimiento de 1943, y entonces las cosas volvían las cosas a lo de antes. El presente de la Nación comienza en 1943. Con nosotros salió a la calle la indignación muchos años contenida, y con el optimismo de la inexperiencia decidimos reconquistar todo lo perdido. No nos dábamos cuenta, que todo lo perdido, eran ni más ni menos que cien años de entrega. ¡Un siglo entero, en cuyo transcurso el pueblo de los argentinos estuvo ausente de su propia patria! Todos los camaradas que me escuchan saben tanto como yo la historia que comienza el 4 de junio de 1943. Hasta 1946 no es sino la historia de una lucha permanente y denodada por la reconquista del pueblo. Para hacer todo lo que queríamos hacer, era menester, ante todo, contar con el pueblo. Por eso nos lanzamos a su conquista, enarbolando la bandera de la justicia social y diciéndole la verdad política, la verdad económica y la verdad social, tratando de reanimar en su corazón el amor por la patria cuya realidad le habían hecho olvidar quienes lo explotaban en su nombre. Una vez que el pueblo se entregó a nuestras verdades y se puso en marcha al amparo de nuestra bandera nada pudo, ni podrá, detenemos. Todo lo demás, fue una consecuencia lógica de nuestra comunión con el pueblo. Del brazo del pueblo entramos, pues, al presente magnífico de la patria, y del brazo del pueblo marchamos hacia un porvenir cuya grandeza, que solo vislumbramos, nos anima en la lucha templando nuestro corazón en las horas difíciles del camino. El presente de la patria nos encuentra en una posición firme y clara, de absoluta solidaridad para con los ilustres patricios que proclamaron la independencia en Tucumán. Nuestra solidaridad no es verbalista ni académica, ni retórica. Nuestra solidaridad es práctica, franca y decidida. Ellos proclamaron la soberanía del país declarando la independencia política mientras los ejércitos luchaban por realizarla en todas las fronteras. Nosotros hemos proclamado aquella misma soberanía declarando la independencia económica, como fundamento necesario de la independencia política, y hemos abierto la lucha económica en los más diversos y variados frentes de la Nación contra las fuerzas más poderosas que puedan imaginarse. Algunas veces pienso que esta lucha por la independencia económica que nosotros hemos sostenido, ha sido en muchos aspectos más difíciles que la lucha por la independencia política. En 1816 los enemigos eran numerosos y atacaban por todos los frentes de la Nación, pero, al fin de cuentas, eran enemigos visibles y estaban enfrente. En 1946, cuando nos propusimos nosotros realizar la independencia económica, los enemigos eran también numerosos, pero no sabíamos exactamente dónde estaban, desde que durante cien años de entrega, las redes de sus monopolios habían tomado todas las defensas interiores de la Nación y todos los puntos estratégicos de su economía. Felizmente, hemos ganado ya las grandes batallas y hemos consolidado todos nuestros ideales de independencia económica en las prescripciones permanentes de la Constitución Justicialista. Lo que queda por hacer ya es cuestión de tiempo y de forma. Mis opositores, los mismos que antes vendieron sus conciencias a los opresores económicos y políticos de la Nación, proclaman que nuestra política internacional está manchada por la sombra del sometimiento, porque hemos firmado y sancionado el Pacto Americano. La Nación Argentina no actúa en ningún caso y de ninguna manera impulsada por ninguna fuerza extraña a su propio pueblo ya su propio gobierno. Nuestra soberanía es absoluta, pero nuestro sentido de la soberanía es generoso, como lo fue en el corazón, en el pensamiento y en la acción de San Martín: soberanía al servicio de la patria y de América. Por eso, este Año Sanmartiniano nos encuentra a los argentinos en el camino de la plena adhesión y solidaridad con los pueblos de América; adhesión que no tiene el sentido de la sumisión con que la República Argentina de los tiempos oprobiosos, firmó sus compromisos internacionales, sino el nuevo y alto sentido de los actos libres de un pueblo que ha logrado la plenitud de su derecho y de su dignidad. La diferencia entre una y otra Argentina es clara y es total. La Argentina de mis opositores guardaba las formas para entregarse. La Nueva Argentina, entra en la unidad americana después de haber demostrado a todos los pueblos de la tierra, incluso a los más poderosos, que no tolerará jamás, no ya una orden, ¡ni siquiera una sugerencia que ponga una sombra en su honor y en su dignidad! Yo creo que después de nuestra lucha de seis años liberando al país de todas las cadenas que construyeron nuestros opositores, nos hemos ganado el derecho de firmar un compromiso que nos incorpora dignamente a la unidad de América como pueblo soberano. Quiero dejar bien aclarado que estas palabras no tienen el sentido de una justificación. El pueblo es quien por medio de sus representantes, ha decidido esa adhesión. Mi justificación está en la lucha misma que yo he sostenido contra las opresiones extrañas, y está en la realidad nacional que proclama a todos los vientos la total soberanía que nosotros hemos consumado. Ya no será posible la entrega de los bienes nacionales a ninguna fuerza extraña a los intereses del país. Primero, porque nuestra Constitución establece clara y definitivamente "que la República Argentina es propiedad inalienable de los argentinos". Segundo, porque el pueblo conoce ahora también claramente su vocación y su destino de pueblo soberano, y tiene plena conciencia de su grandeza y de su dignidad. Y tercero, porque las Fuerzas Armadas de la Nación se sienten unidas al pueblo, y con el pueblo forman la unidad nacional, contra cuya fortaleza se estrellarán todos los intentos de la antipatria. El porvenir que se presenta a nuestros ojos es el de una comunidad organizada marchando hacia la conquista de claros objetivos. La comunidad organizada que nosotros queremos, es la de un pueblo, cuyos distintos sectores actúen cada uno en procura de sus propias finalidades, pero tendiendo siempre hacia los grandes objetivos de la Nación. Realizada la organización de las fuerzas del trabajo, vamos encarnizándonos hacia la organización similar de las otras fuerzas económicas. Todos ellos, trabajando armónicamente con el Estado, también organizado, deberán tener como objetivo común y a la total realización de la justicia social y de la independencia económica. Las fuerzas políticas están reducidas en la actualidad a una fuerza que crea y a otra fuerza que se opone. Esta fuerza no podrá subsistir sin reformar sus estructuras y emprender el camino de la cooperación constructiva que nosotros deseamos. Dentro de la comunidad argentina, las Fuerzas Armadas de la Nación, son algo así como la columna vertebral que sostiene la vertical de todo el organismo, formando parte de la unidad nacional, pero no como una parte inerte, sino como un órgano vivo integrante de todos e integrado por todos los demás. Las Fuerzas Armadas han de ser siempre en la vida nacional lo que son ahora: parte del pueblo, trabajando para el pueblo y compartiendo con el pueblo sus afanes y sus inquietudes. Del panorama que observamos, en este nuevo aniversario de la independencia, el saldo del examen nos resulta plenamente favorable. Podemos seguir tranquilos y entusiastas nuestra lucha, cada uno en su puesto, donde la patria nos haya confiado un cargo y una responsabilidad. Desde mi puesto, en la guardia que monto como argentino y como soldado, me es dable comprobar cómo, en medio de un mundo sin fe y sin esperanzas, nuestro pueblo, con el optimismo de los mejores días de los grandes pueblos, ofrece a la humanidad el espectáculo de una Nación que por ser socialmente justa, vive en paz consigo misma; por ser económicamente libre, puede proveer a la necesidad material de todos sus hijos, y por ser políticamente soberana, puede decir sin reservas su palabra de paz a los hombres desde su tercera posición, cuya filosofía social, económica y política, es quizá, la única solución de este mundo atormentado en que nos ha tocado vivir. ......................
1950-07-10
En el acto conmemorativo de la fundación de la Bolsa de Comercio
Quiero agradecer en primer término la amabilidad que ha tenido el señor presidente de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires al invitarme a presenciar esta magnífica ceremonia y acompañarlos en este día aniversario de la Bolsa. También, accediendo a una amable insinuación del señor Hernández, voy a tener el placer de aprovechar esta excelente oportunidad para hablarles a los señores socios de la Bolsa sobre un problema que interesa, especialmente en estos momentos, a la organización de esa comunidad organizada a que me he referido muchas veces. Creo, señores, que aún aquí en presencia del bronce sanmartiniano, y recordando el aniversario de la Bolsa, lo mejor que podemos hacer es hablar constructivamente en este día y en esta presencia, para bien común de la patria y de todos sus habitantes. Me he referido varias veces a la necesidad de la organización. Sé que eso ha tenido una buena acogida y cierto entusiasmo por realizarla. Yo quiero aprovechar esta oportunidad para decir más claramente cual es el problema que a mí me preocupa en este tipo de organizaciones. Sé buen, señores, que la organización no es una cosa que pueda improvisarse, no cosa de poco tiempo. Pero hay ya en el país anticipos de esa organización, uno de cuyos ejemplos es esta casa organizada desde hace tantos años, luchando por los intereses que le son propios, con un objetivo claro y definido dentro de las fuerzas económicas del país. Pero, señores, no podemos decir mucho sobre organización en nuestro país. Desgraciadamente, es un país todavía desorganizado. Yo nunca me he explicado una cierta lucha que ha existido en el país para evitar la organización, por combatir la organización, por olvidar la organización. Hemos empezado por olvidarla en las escuelas y en las Universidades, porque siendo la organización toda una ciencia, aquí nunca se ha estudiado ninguna materia que se pueda considerar como organización pura u organización aplicada. Es quizá uno de los pocos países del mundo en que se la ha olvidado. Sin embargo, siendo un país como somos nosotros, relativamente nuevo, no debía haber argentino que no tuviese, por lo menos, los rudimentos de esa ciencia, tan importante y tan fundamental para los países nuevos como la República Argentina. Pero, señores, de nada nos valdría tampoco estudiar teóricamente la organización pura y la organización aplicada si no tuviéramos el conocimiento cabal de cuál es la situación del país en el cual debemos aplicar esos conocimientos en la escuela, en la universidad o en la vida. Yo siempre pienso que los pueblos evolucionan en el tiempo y en el espacio. La evolución de naciones coma la nuestra, en el tiempo, está señalada por esa evolución que ha marcado a todos los pueblos del mundo una orientación, comenzando por ser pueblos pastores, posteriormente agricultores y finalmente industriales. La evolución en el espacio, por otra parte, nos indica que ella se produce desde la periferia hacia el centro, empezando por los grandes desiertos, continuando por las zonas ganaderas y agrarias y terminando en las ciudades, como focos de irradiación de esta evolución en las zonas industriales. Combinar la evolución del tiempo con la del espacio es lo que da, señores, las bases para la organización. Quien organizase con cierto criterio de estabilidad una nación, un pueblo o un Estado, sin tener en cuenta los factores que juegan en la evolución del tiempo y del espacio, iría al fracaso desde el mismo momento de la iniciación de esa organización. Señores: mirando con este criterio a la República Argentina, debimos pensar en que es necesario comenzar a organizar nuestro país. La República estaba muy desorganizada, y nosotros, obligados por las circunstancias sociales y políticas del mundo, tuvimos que aplicar a esa desorganización una completa transformación, con los consiguientes temas de evolución y de reformas. Este es el panorama, señores. La tarea argentina es organizarse, para lo cual es necesario comenzar reconquistar lentamente los valores argentinos para la Argentina. Afirmé que lo primero que había que reconquistar era al hombre; y sigo pensando que en la tarea de organizar al país, lo primero que hay que hacer es organizar al hombre, para después proseguir con lo demás, porque lo humano, a pesar de los siglos que han transcurrido desde la época de las cavernas hasta nuestros días, sigue siendo lo más importante de todas las sociedades humanas. Por eso, señores, el imperativo fundamental de la hora es organizarse. En ese sentido, yo puedo asegurar que las fuerzas del trabajo están en excelente pie de organización. Las fuerzas del Estado están siendo cada vez mejor organizadas. Yo les puedo asegurar que existe un gobierno organizado; que existe una administración estatal organizada, muy perfeccionable, pero en tren orgánico, como las demás fuerzas del Ejército, la Marina, la Aeronáutica, etc., están perfeccionadas. Ahora, señores, quedan por organizar en forma conjunta, y no unilateral y fragmentariamente, las demás fuerzas, especialmente las fuerzas económicas en esta consideración. En primer término, la producción; en segundo, la industrialización, y en tercer lugar, la comercialización, como así también al consumo, que ha de organizar a los consumidores. En esta forma, señores, entiendo, el Estado moderno y, especialmente, el Estado de características sociales modernas; sin el cual, o sin cuya organización, iremos fatalmente a sistemas totalmente carentes de estabilidad, como sería la reacción a Estados capitalistas puros o comunistas, como se anuncia ahora en todos los caminos del mundo. Es necesario, señores, crear un Estado social más que político, como ha sido hasta nuestros días; nos hemos acostumbrado porque hemos nacido crecido y desarrollado en un siglo de Estados políticos. Comenzamos un nuevo siglo de Estados sociales y tenemos que evolucionar. Creo que esta evolución será conveniente para todos: para los que trabajan en una actividad, como para los que trabajan en otra actividad. Pero lo que debe establecerse en bien de esa libertad individual de trabajar y de progresar; en bien de ese individualismo necesario a las comunidades organizadas, pero terriblemente peligroso para las inorgánicas desorganizadas; en bien de esa libertad de comercio que todos propugnamos, en bien de todos esos hechos que consagra nuestra Constitución Justicialista y que apoyamos todos, es que hay que llegar al equilibrio permanente de las fuerzas organizadas. Sin ese equilibrio permanente es una utopía que nadie podrá cumplir, el ejercicio total de esa libertad que todos amamos pero que no podemos practicar. Entre tanto, no existe la garantía necesaria de un equilibrio que permita al Estado, en comunidad organizada, sea un mecanismo cuyas ruedas puedan engranar perfecta y racionalmente para producir el movimiento sin fricciones y sin necesidad de lubricantes de ninguna naturaleza. Tantas veces hemos hablado del precio, del salario y de un sinnúmero de circunstancias que concurren para los estándares de vida, para el comercio, para la transformación y para la distribución! Pero, señores, eso se obtiene de dos maneras: una, en forma de equilibrio y con una perfecta organización; y la otra, con una perfecta buena fe que establezca una ética, sin la cual ninguna organización anda bien, ni ninguna empresa puede desarrollarse correctamente bien. Cuando establecemos controles en los precios o vigilamos el desenvolvimiento de cada uno de los ciclos económicos, negamos siempre a la misma conclusión: hay precios económicos y hay precios antieconómicos que obedecen siempre a una causa que es fundamental: defectos de organización y defectos de administración y explotación. Señores: lo que el Estado debe vigilar es que esos estados de mala producción, como son todas las producciones antieconómicas, no los pague el consumidor, sino que se busque la forma orgánica, administrativa y funcional que permita no producir a precios antieconómicos que obligan a pagar por una cosa mala un precio exorbitante, apoyada por todo el ciclo económico, porque el que produce económicamente, también le conviene los altos precios de la explotación antieconómica. Todo eso se puede regir con una buena organización. Esa buena organización no la puede hacer el Estado, la tienen que hacer las fuerzas económicas. Tienen que crear los organismos necesarios para que ese control quede en manos de las propias organizaciones de la economía y no tengan que pasar a manos de la justicia o del gobierno. Si esa garantía se establece por medio de esa perfecta organización de hombres responsables y serios, el Estado tendrá que agradecer inmensamente el no tener que disponer de los miles de inspectores con que hoy debe constar para controlar una actividad que, con una ética suficiente, no debería ser necesario controlar. Las organizaciones son las encargadas de crear esa ética y de imponerla. Cuando eso esté organizado, se habrá establecido un equilibrio, y será un equilibrio permanente. Debemos llegar a una sociedad en la cual nadie tenga necesidad de proceder mal para vivir, ni tenga necesidad de luchar para subsistir. Habrá un equilibrio perfecto, del que no habrá desaparecido del todo la mala fe, pero se habrá reducido a índices insignificantes, que es lo que nosotros podemos buscar como perfectibilidad de un sistema organizado. No creo que las fuerzas económicas puedan organizarse en conjunto, inicialmente. Creo que será necesario organizarse por gremios para formar la base fundamental de esa organización. Después vendrán quizá las federaciones, y finalmente una confederación que agrupe todo. A esa gran confederación le incumbirá las grandes directivas y discutir los grandes problemas con el Estado o con la Confederación General de los Trabajadores, que son fuerzas que juegan en ese equilibrio. Los secretarios de esos gremios, que pueden ser de la producción, de la industria, del comercio, serán los que discutirán con los otros gremios del trabajo las condiciones de sueldos, salarios, etc., mientras por su parte discuten con el Estado y con los consumidores precios, etc. Y finalmente vendrán los organismos encargados de los estudios primarios paritarios, ya sea con el Estado, ya sea con los trabajadores. Pero una desorganización de las fuerzas económicas, ¿a qué conduce? A que haya un Estado fuerte; a que haya una organización del trabajo poderosa. Pero, ¿y ellos? ¿Quién defiende sus intereses, quién hace oír su voz y quién discute sus conveniencias? De manera que cuando yo propugno la organización, estoy propugnando la defensa del interés de los productores y de los comerciantes. Pero, al hacerlo, estoy defendiendo también a la Nación, estoy defendiendo ese equilibrio sin el cual continuaríamos la lucha en vez de trabajar en colaboración. Y la lucha, señores, no es lo que más interesa al gobierno. Al gobierno, pese a distintas ideologías o sentimientos o sentidos políticos, lo que le interesa es tener una organización de la Nación; pensar en la posibilidad de no inmiscuirse en las cosas que no deben interesarle en forma directa al Estado. Ya con el Estado solo, hay demasiadas cosas que manejar para estar deseando meterse en los sectores que deben manejar otros. He querido decir estas pocas palabras después de haber conversado largamente con los señores ministros del Consejo Económico, porque queremos que se inicie esta organización; queremos discutir cualquier problema pero con los hombres responsables e interesados en el bien del conjunto, no con los que vayan a discutir sus intereses, porque para discutir sus intereses tienen sus clientes y sus compradores. Nosotros queremos, en nombre de los intereses de la Nación Argentina; discutir con los señores los problemas generales que incumban a su actividad económica, y dentro de esa defensa tenemos que coincidir, porque nosotros no discutimos otra cosa que el bien de conjunto, que el bien común. En esa forma, yo espero que con el entusiasmo que han causado las lloras orientaciones en este sentido, tengamos pronto la dichosa oportunidad de atender con el Consejo Económico a un grupo de industriales que represente a todos los industriales. No a un sector o a un grupo. No nos interesan los sectores ni los grupos. Asimismo, espero que pronto recibamos a un grupo de comerciantes que represente, también, el conjunto, que represente a todos y defienda los intereses de todos para tratar estos asuntos y establecer una conexión orgánica y funcional que nos permita escuchar los consejos de ustedes y discutir con ustedes los problemas. Cuando nosotros vamos a la discusión de un problema, no tenemos ninguna idea preconcebida de hechos ni de situaciones. Si ustedes nos convencen de que estamos equivocados, pues haremos lo que dicen ustedes; pero si nosotros los convencemos de que nosotros tenemos razón, ustedes harán lo que decimos nosotros. Creo, señores, que las circunstancias son propicias. Y son propicias que hay dos modos de organización: uno, ideal, que es ese cuando uno hace en el papel muchos cuadraditos con los nombres adentro y después no se aplica jamás; el otro es el empírico, en el que uno primero hace la organización y después se pasa al papel. Eso es lo práctico, lo que da resultado. Claro que en el papel se puede hacer en cualquier momento; pero en el otro hay que elegir los momentos oportunos para realizarlo. Y los momentos oportunos dentro de las fuerzas del trabajo, como de la economía, son aquellos en que la gente está satisfecha; es en esos momentos en que la gente puede pensar en organizarse, porque cuando anda malo peleando, generalmente no le da por organizarse. Abandona todo y no quiere saber nada. En ese sentido, el gobierno ha dado la sensación, por lo menos, de que interpretó los momentos oportunos. Organizamos las fuerzas del trabajo y establecemos el estatuto legal de las asociaciones profesionales en momento de auge social, cuando se hacía la primera, segunda o tercera reforma. Todo el mundo estaba contento y deseaba organizarse. Eso ya está organizado. El agro lo estamos organizando y ahora le pagamos 28,50 a los chacareros. Es lógico, pero es el momento de organizarse. Y creo también que la industria no tiene mucho de qué quejarse. Nosotros, hasta ahora, la hemos servido y la hemos servido bien. De manera que es el momento también para encarar la organización de la industria. Ya han pasado muchas de nuestras peleas y ahora podemos decidimos a construir. Los hombres, generalmente, son así; pelean, discuten, después se olvidan, y al final triunfa la razón, el entusiasmo y la acción. A eso tenemos que llegar. Y de la misma manera, señores, el comercio sabe que son momentos buenos para organizarse, y aunque hayan faltado algunas divisas, las cosas no han sido tan malas que digamos. Ese es el cartabón con el que el comerciante debe medir sus progresos y sus satisfacciones dentro del comercio. Porque la parte ideológica, en esta disciplina, juega un papel muy limitado. Yo siempre recuerdo una conversación que sostuve cierta vez con un amigo industrial, con el cual tocamos el tema de la reforma industrial. Me decía este señor que los obreros querían ganar cada día más. Y yo le respondí: "Yo también quiero ganar más, y me parece que usted no desea lo contrario". "Sí -me contestó-, pero no hay disciplina". A lo cual yo dije: "Vea, yo soy técnico en disciplina. Porque hace cuarenta años que obedezco y que mando, y aún sigo practicando la disciplina. Para nosotros, los soldados, la disciplina es la base de nuestra carrera, porque para llevar a un hombre a la muerte, es necesario que este se olvide de todo lo que no sea entregar su persona. Pero usted, señor, no se hizo para ser soldado, sino para ser comerciante, de manera que su finalidad no será hacer disciplina, sino ganar dinero". "Sí, claro -me contestó-. Yo busco hacer dinero y no disciplina, pero esta es siempre necesaria". "¿Cuánto dinero ganó el año pasado? -le pregunté-·". "Tanto". "¿Y el anterior?" "Un poco menos -me respondió-". "¿Y el otro año?" "Un poco menos -me dijo". "Quiere decir -continué- que usted, con menos disciplina, gana más. Y entonces, ¿para qué quiere la disciplina?" Con esto, señores, no quiero decir que la disciplina no sea necesaria; lo es, pero en su medida. Es indudable que se hubiera ganado más todavía con disciplina, pero en la vida hay épocas en que cesaría cambiar muchas cosas, y esta no es una época para imponer mucha disciplina. Hay que estar de acuerdo con los tiempos y con las épocas. Decía esto porque en este tipo de organización en el que estamos empeñados tendremos que sacrificar muchas cosas; conformémonos con ganar y con conservar beneficios en lo que son fuerzas económicas. Creemos riqueza y aprovechémosla mientras podamos hacerla, porque no sabemos qué nos ofrecerá el mundo para dentro de dos, tres, cinco y diez años. Mientras tanto, consolidemos todo eso con una perfecta organización, porque si algo necesita consolidarse son casualmente las fuerzas de la economía. Las fuerzas económicas son tan frágiles, tan sutiles y tan sensibles que se sienten tan fácilmente influenciadas por los factores que juegan en todos los medios políticos, sociales y económicos. Señores: Solamente he querido hacer un llamado para que nos pongamos a trabajar en esto de inmediato, pues es mucho más serio de lo que resulta de la simple enunciación. Cuando hablamos, por ejemplo, de suprimir la lucha entre el capital y el trabajo mediante esta organización, lo hacemos a fin de que el patrón no se vea obligado a pelear con su obrero por cuestiones de salario. Eso es resuelto por un tercer organismo al que obedecen los dos. Discuten todo el patrón y el obrero, acatando luego la resolución de los organismos superiores. Comenzamos a suprimir la lucha donde ella se produce para después suprimir por medio de una organización perfecta y lo más perfecta posible todos los factores necesarios para crear factores constructivos. Señores: si juntamos esto y hacemos la comunidad organizada con que soñamos y debemos soñar los racionalistas en el orden de la organización, todos vamos a tener algo que ganar, sea de carácter material o de carácter espiritual, en bien de todos. Con este llamado, que no es la primera vez que lo hago y que ya ha tenido eco entre los señores componentes de la Bolsa de Comercio, espero que dentro de poco podamos comenzar las primeras discusiones con los grupos que vayan a conversar con nosotros, siempre en procura de la verdad y reconociendo la razón a quien realmente la tiene. Para ello cuento con los señores ministros del grupo económico y también amigos de la verdad. Si ustedes, y si nosotros los convencemos, con la misma buena voluntad y la mejor idea de colaboración, harán ustedes lo que digamos nosotros. Muchas gracias. ...............................
1950-07-17
Orden de Navegación del crucero-escuela "La Argentina"
Nuevamente zarpa nuestro buque escuela en viaje de instrucción. Lo hace esta vez bajo el signo de la veneración que embarga al pueblo todo de la República. A manera de avanzada de la nacionalidad, se allegará a las playas donde el Libertador General San Martín vivió sus últimos años, para rendir homenaje en el centenario de su tránsito a la inmortalidad. Grande es el privilegio que os ha correspondido, dotación del crucero "La Argentina". Señor comandante: El honor que ello significa para vos, solo es comparable a vuestra responsabilidad. A esa misión, especialísima en orden al tiempo al sentimiento nacional, se suman las que específicamente corresponden al buque escuela. Lleváis la representación de la Marina de Guerra a los países amigos a que arribará la nave como mensajera de amistad y de paz. Vuestra actuación, y la de vuestros subordinados, se reflejará sobre el pueblo argentino por cuyo buen nombre debéis velar. En el orden profesional, debéis coronal la labor de formación de los cadetes, que a manera de nueva savia se extenderá luego por las ramas del árbol años de la institución naval. Y por último, debéis dar cima a vuestra comisión, con las ejercitaciones que pondrán a prueba la eficiencia de la nave y que implican un cuidadoso adiestramiento del personal y preparación del material. Señores jefes y oficiales: A vosotros toca cooperar leal, constante e inteligentemente con vuestro comandante. Los cadetes constituyen el motivo determinante del viaje y tenéis el deber de finalizar la labor ya comenzada, para completar sus conocimientos y forjar su carácter; afianzando en sus espíritus el sentimiento de una decidida vocación, e inculcando en ellos las virtudes que en el futuro los ayuden a cumplir con su deber y a superar honrosamente inevitables dificultades. El empeño que pongáis en tan importante como noble tarea, nunca deberá pareceros suficiente. Cadetes: toca esta vez a vosotros cumplir el viaje de aplicación que sin duda ansiabais y que en no pocos casos habrá decidido vuestra inclinación. Coronáis así vuestros estudios en ese elemento con el que ya habéis tomado contacto, y que en adelante deberá seros familiar. Debéis desde ya tomar hábito de las virtudes que tendréis que ostentar imperativamente como oficiales; y como el sentido de la responsabilidad es la portada que conduce a todas ellas, cuidad de ejercitarlo en todos vuestros actos. Tenéis confianza en vuestros superiores. Recurrid a ellos si alguna vez las circunstancias ponen a prueba vuestras reservas morales; y con la fe puesta en el futuro de la patria, sin olvidar jamás que en ella están vuestras raíces, seréis inmunes a la duda y perseverantes en vuestros nobles empeños. Suboficiales, cabos, marineros: a vosotros está encomendado el cumplimiento de tareas, que no por encuadrar en otros límites son menos importantes. En la organización de la nave, las partes son indispensables para el funcionamiento normal del conjunto, al que debéis contribuir en la medida de vuestra experiencia y particulares conocimientos, con espíritu de patriotismo, disciplina y lealtad. Procedente de todos los rincones del país, juntamente con vuestros superiores formáis un pedazo de patria que debéis servir con abnegación y cuyo buen nombre debéis cuidar en vuestros actos. El afecto del pueblo de la patria grande y la confianza de vuestros superiores os acompañarán en vuestros afanes. Podéis soltar amarras, señor comandante, con vuestra experiencia, y secundado por los hombres a vuestro mando, la nave cumplirá su itinerario en un clima de disciplina y cordial convivencia. Que Dios os guíe por rutas seguras y os conduzca al feliz término de vuestra misión. .....................
1950-07-17
En el acto organizado por la CGT en el teatro Colón para recibir a la delegación obrera que asistió en representación del país a las deliberaciones de la 33º Conferencia Internacional
En el acto organizado por la CGT en el teatro Colón para recibir a la delegación obrera que asistió en representación del país a las deliberaciones de la 33º Conferencia Internacional Compañeras y compañeros: Yo he deseado, unir, con todo mi entusiasmo y con todo mi corazón, el homenaje del gobierno a este acto, en que los trabajadores argentinos al dar la bienvenida, rinden homenaje a esta delegación de trabajadores, que ha obtenido un magnífico éxito en la Conferencia Internacional del Trabajo. Hemos escuchado al compañero Espejo, que con sutil y fina observación, trae las conclusiones de un panorama que ha apreciado con sus propios ojos, en numerosos países que nuestra delegación ha tenido la suerte de poder visitar. Ese panorama, evidencia la superioridad de nuestro país, en lo que a la justicia social se refiere, estableciendo un paralelo que nos honra a todos los argentinos, que hemos sabido y hemos sido capaces de realizar en esta tierra una justicia distributiva que establece un grado de felicidad y de dignidad que ningún pueblo civilizado de la tierra puede renunciar sin desmedro, frente al panorama pavoroso de un mundo que se desgasta en luchas y no intenta construir un poco de felicidad para los hijos de esta tierra. Ese panorama, compañeros, evidencia también, porque nos combaten los capitalistas y gobiernos de algunos países. No podrán ellos perdonarnos el mal ejemplo que estamos dando al mundo. Yo he soñado con una comunidad organizada, de la cual he hablado muchas veces. De esa comunidad organizada, que anhelo fervientemente para mi país, se evidencian en este instante dos fuerzas, ya perfectamente organizadas: el gobierno y la clase trabajadora. Yo, según dicen en algunos países, un tremendo tirano, he conseguido que el gobierno y la parte más representativa del pueblo, marchen perfectamente en acciones paralelas. He conseguido un gobierno, que no hará nada que no quiera el pueblo que se haga. Estoy realizando lo que considero yo que es la verdadera democracia: que un gobernante no sea un señor voluntarioso colocado en una casa de gobierno para hacer lo que se le ocurra, así sea la más grande de las macanas. Esta tarde mismo, frente a un asunto internacional importante, me preguntaban algunos, cuál sería la actitud que tomaría el gobierno argentino. Y yo les contesté: el gobierno argentino tomará la actitud que quiera su pueblo y ninguna otra. Si algún mérito ha de tener mi gobierno, ha de ser el de interpretar cabalmente los deseos de mi pueblo para proceder; yo no soy sino el brazo ejecutor de la voluntad de un pueblo socialmente justo, económicamente libre y políticamente soberano. Mi virtud ha de estar refirmada en la ejecución correcta y honrada de esa voluntad popular, y lo que yo puedo asegurar, es que podré equivocarme en cualquier cosa, pero no me equivocaré jamás, en las decisiones que tome inspirado por esa voluntad del pueblo argentino. Mientras me sea dado interpretarlo, lo haré; y cuando no esté seguro de qué es lo que resuelve el pueblo, para resolverlo yo, se lo preguntaré oportunamente. Porque compañeros, si algún error en la decisión del pueblo, ha de conducir a consecuencias que deba sufrir el pueblo, lo más lógico es que si se equivoca el pueblo, sea el pueblo el que se equivoque y no yo. Porque cuando el pueblo se equivoque, aunque yo me de cuenta que estoy equivocado le aconsejaré en otro sentido, pero si el pueblo insiste haré el error del pueblo aunque sea un error. Esa comunidad organizada, de que tanto he hablado es la que me permite auscultar la voluntad popular. Para eso quiero tener organizada la comunidad: para saber que piensa, para saber que quiere, para saber como lo quiere, y yo cumplir la voluntad popular ejecutando lo que el pueblo quiere, como lo quiere. Se ha hablado, a propósito de la organización de los trabajadores argentinos, que el gobierno impone a los trabajadores normas de conducta, que dirige el movimiento obrero, señores, estaría demás que yo les dijera a los trabajadores que eso no es cierto, porque ellos lo saben mejor que yo. Lo que ocurre acá, es que el gobierno es un gobierno de trabajadores, como lo ha dicho el compañero Espejo en la Conferencia de Ginebra, y el gobierno marcha en línea absolutamente paralela a la que marchan las organizaciones obreras del país. Yo quiero en este sentido, rendir mi homenaje, de conductor de la política internacional argentina, a la Confederación General del Trabajo, que es también conductora de la política sindical internacional argentina. En este sentido, compañeros, la conducción que ha hecho el gobierno de la política internacional, es total y absolutamente coincidente con la conducción de la política sindical internacional que ha realizado el secretariado de la Confederación General del Trabajo. Yo he conducido la política internacional, comenzando por respetar a todos los países y exigiendo que todos los países respeten a la República Argentina. He querido que nosotros seamos amigos y hermanos de los demás países, pero exigiendo que ellos también sean países amigos o hermanos del nuestro. No hago diferencia entre amigos y hermanos, porque una cosa es ser amigo y tomar conductas comunes, y otra cosa es que uno mande y otro obedezca. El mundo está hoy de tal manera complicado, es tanta la mala fe que se esgrime y se mueve en todos los desarrollos de la política internacional, que es como uno que marcha de noche oscura en un bosque y no sabe contra que árbol va a dar de narices en un momento dado. Parece que en este mundo, todavía hay quienes creen que es posible explotar la propia viveza con la ignorancia o la tontera de los demás. Parece que todos están decididos a "trabajar de vivos", como dice nuestra gente. No hay una situación que no presente varios momentos inciertos, en los cuales uno no sabe a que valores atenerse; si a las verdades y a la lógica, si a los sofismas, a las mentiras, a las calumnias, a la infamia que circulan por todos los periódicos de la tierra, para agrupar a la mitad de la humanidad y lanzarla a una guerra a muerte contra la otra mitad. Como, señores, sucede siempre en circunstancias semejantes, cuando la incertidumbre es la regla para la acción, yo he querido reservarle a la Argentina la decisión por sí, en el momento en que la Argentina lo considere probable; y cuando digo Argentina, digo su pueblo, el pueblo argentino. La Argentina sabe lo que hay que hacer, hoy y mañana, y lo hará oportunamente en su beneficio y no en el de ningún otro. Yo soy de los que piensan que me han puesto en la casa de gobierno no para hacer mi voluntad ni mis buenos deseos, sino para cumplir con un mandato implícito que el pueblo argentino me ha confiado, y en consecuencia, fiel a ese pueblo, he de cumplirlo en el momento y en la oportunidad necesaria, previa una consulta, a ese mismo pueblo argentino. Por esa razón, la política internacional argentina ha sido sin dobleces, pero sin contraer obligaciones que no pueda cumplir. Ha sido recta y clara, con absoluta congruencia, pero sin hipotecar anticipadamente esa decisión que tomaremos nosotros. A la luz de esa política, que he seguido imperturbablemente hasta nuestros días, y que he de continuar en la misma forma, deseo analizar cual ha sido la conducta que ha seguido en el orden internacional la Confederación General del Trabajo. Nos hemos consultado numerosas veces, hemos cambiado opiniones y, afortunadamente, hasta hoy hemos coincidido total y absolutamente en la política internacional que debemos seguir. El movimiento obrero argentino ha seguido, desde que yo estoy en el gobierno, una orientación política sindical internacional, de una rectitud imperturbable y de honradez acrisolada, en cada una de las decisiones que para bien del movimiento obrero del mundo deben tomar las organizaciones responsables en otros tiempos. La división del mundo en dos ideologías -la comunista y la capitalista- ha llevado a los movimientos obreros a numerosos engaños. Muchas veces se ha levantado la bandera de las reivindicaciones en nombre de malas causas. También decían los franceses, en la revolución francesa, cuantos crímenes se habían cometido en el nombre de la libertad, que ellos defendían. La organización sindical del mundo puede ser explotada hacia causas que no son las causas de la organización proletaria. Frente a ese panorama, el mantener la ecuanimidad es lo más difícil, para uno que conduce una organización tan importante como la Confederación General del Trabajo argentina. Es que en muchas partes del mundo las organizaciones fragmentarias, divididas, impedidas, no aprecian la responsabilidad que presupone el dirigir un organismo que agrupa a la totalidad de los trabajadores de un país. Por eso lo embanderan en uno u otro partido, sin pensar que no están defendiendo a la clase trabajadora sino defiendo a un Estado o a un particular que explota. Desde que mantenemos esa unión y ese cambio de opiniones con la Confederación General del Trabajo, coincidimos siempre en la necesidad de mantener al movimiento obrero argentino, distante, igualmente distante, de los tipos de organizaciones que agrupaban trabajadores, bajo el pretexto de la defensa de los intereses profesionales, cuando las verdaderas causas, era agrupar los trabajadores en una o en otra de las ideologías que llevarán al mundo a la lucha. Es así, que primero, existió la famosa C.T.A.L. de Lombardo Toledano, comunista. Para enfrentarla, el capitalismo internacional creó la Confederación Interamericana de Trabajadores, en el Perú, con un asiento inicial de un congreso en Lima, y la existencia permanente en La Habana. Para esas dos organizaciones, la Confederación ha sido instada, pero con un evidente buen juicio y no queriendo tener malas compañías, ha permanecido aparte de las dos ideologías en pugna. Como eso no dio resultado, se realizó después, previo un congreso, nacido en una reunión de la Organización Internacional del Trabajo, tentando a nuestra Confederación para embanderarse en una central obrera anticomunista, olvidando que la Federación Sindical Mundial comunista, será su oponente, y se reeditaba el panorama latinoamericano en un panorama mundial. Es que los trabajadores de Latinoamérica, o los trabajadores del mundo, ¿necesitan agruparse como comunistas o como capitalistas para defender los intereses de los obreros? ¿Es posible aceptar que para defender los intereses profesionales de los trabajadores haya que estar en una agrupación comunista o en otra anticomunista? ¿O bien en la Federación Internacional de Gremios Libres, como le llaman ahora? ¿O bien en la Federación Sindical Mundial, como le llaman ahora en la otra banda? Yo creo compañeros, que el éxito obtenido por los trabajadores argentinos en la Organización Internacional del Trabajo, y especialmente en esta última conferencia de Ginebra, se debe a que todos esos dirigentes, observan nuestro movimiento, penetran en nuestra orientación y aprecian el proceder honrado de nuestros dirigentes frente a los métodos pecaminosos de reclutar dirigentes a fuerza de dinero, de privilegios o de dávidas. Y llegamos al día de hoy, en que la Confederación General del Trabajo, en cuanto a la política sindical internacional se refiere, puede tomar la decisión que crea oportuna, en el momento oportuno, de la misma manera que el gobierno argentino tomará la decisión internacional en el momento oportuno y en la forma que sea oportuna del gobierno popular. Compañeros: otra sería nuestra situación si el gobierno tirase para un lado y los trabajadores tirasen para el lado opuesto. La congruencia en las decisiones de conjunto es lo que nos da en el campo internacional como en el interno, el poder que actualmente disfrutamos, poder que no derrocharemos, que no derrochamos, no hacemos uso de él, sino para estar unidos y consecuentes los unos con los otros, no para perjudicar a nadie, sino para beneficiar a todo el mundo. He querido decir, compañeros, estas pocas palabras de nuestra acción común con la Confederación General del Trabajo. Yo hubiera hecho poco en mi tierra, si hubiera reducido mi acción de gobernante a mejorar algunos salarios, crear mejores condiciones de trabajo o asegurar algunas jubilaciones o protección a los elementos humanos abandonados en nuestra tierra. Yo he querido hacer más, he querido que en el futuro en esta tierra, cualquiera sea el que la gobierne, esté sometido a la voluntad popular, dejando una comunidad organizada a la cual los futuros gobernantes tendrán que respetar y dignificar, dignificar en el más alto grado, y es respetando la voluntad popular, que es la base de toda democracia. No queremos discursos de democracia, queremos hechos democráticos, y eso es lo que estamos probando. Quiero cerrar estas palabras, compañeros, rindiendo mi homenaje cálido a los compañeros que han constituido la delegación obrera en la Conferencia de Ginebra, como también a la delegación de representantes del Estado y patronales argentinos, porque todos ellos, en absoluta coordinación, cooperación y colaboración, han podido presentar en Ginebra, una delegación homogénea y pareja; y felicitar especialmente por lo que han honrado a la República con su conducta. Sé que ellos no han andado de fiesta en fiesta, como muchos otros; han estado contraídos de la mañana a la noche a su trabajo, y el éxito de esto depende, en mayor grado que de ninguna otra consideración, a esa contracción y sacrificio que los trabajadores argentinos están dando muestras no sólo en esta tierra sino en todas las partes del mundo donde actúan. Por eso señores, yo quiero hacer llegar en nombre del gobierno de la nación, mi profundo agradecimiento, nuestro reconocimiento, no solo a la acción sino también a las virtudes de estos hombres, hombres modestos, como son todos los grandes; hombres sin petulancia, como son todos los capaces; hombres que no quieren ser más que hombres; hombres honrados y hombres dignos, como cabe a todos los habitantes de esta tierra. ....................................
1950-07-18
En la inauguración de la Casa del Deporte
Agradezco profundamente las amables palabras de mi amigo, el doctor Valenzuela, presidente de la Confederación. Durante casi treinta y tantos años de mi vida he sido un deportista y he concurrido en muchos deportes, directa o indirectamente, a realizar esfuerzos o a ayudar a los esfuerzos realizados por los demás. Quien ha hecho una vida activa en el deporte, sabe lo que el deporte representa para los hombres y para los pueblos. Desde el gobierno hemos tenido la suerte y el privilegio de poder ayudar a toda esa falange de hombres jóvenes y de hombres viejos en cuyos corazones no han muerto los entusiasmos por realizar un esfuerzo por el esfuerzo mismo y de traer a la patria un trofeo por la patria misma. A pesar de cuanto ha dicho el doctor Valenzuela, yo creo que el gobierno está en mora con los deportistas argentinos. No ha correspondido el esfuerzo del gobierno, ni de mi gobierno, al esfuerzo realizado por todos esos muchachos animosos que de día y de noche realizan el perfeccionamiento de su físico, pensando en el espíritu que nuestra raza y nuestro pueblo necesita para subsistir gloriosamente. Sé que cualquiera de estos esfuerzos, casi esporádicos, que el gobierno realiza, tienden a subsanar un profundo olvido para con los deportistas del país, olvido al que no hemos escapado nosotros, encandilados por la necesidad de producir y de construir para la patria. Yo me había prometido, para antes de terminar el gobierno, haber podido ofrecer al pueblo argentino una ciudad para el deporte. Los terrenos, que ya están adquiridos en la extensión suficiente -3.500 ó 4.000 hectáreas-, donde comienza la avenida que conduce al aeródromo Pistarini, han de dar alojamiento a toda una ciudad olímpica cuya planificación ya está bastante avanzada. Hemos de establecer allí los reales de todos los deportistas argentinos, y esto que terminamos de recorrer es una síntesis brevísima de cuanto la Nación deberá ofrecer a sus deportistas; hemos de construir todo lo necesario, incluso la Casa del Deporte, donde por extensión podamos ofrecer a todos los deportistas argentinos la amplia y hermosa casa que se han ganado son su esfuerzo de tantos años. Por eso agradezco las amables palabras del doctor Valenzuela y que me haya ofrecido la oportunidad de estrechar la mano a tantos amigos en los cuales uno ve siempre la lealtad y la sinceridad de una expresión cariñosa y de un apretón masculino que llega no solo a la mano sino también al corazón. Prometo que esta feliz ocasión, en que encuentro reunidos a tantos amigos de los viejos y de los nuevos tiempos, que el gobierno ha de poner todo lo que sea necesario para ofrecer en el más breve tiempo todas las instalaciones que necesitan nuestros deportistas, lamentando que para estos Juegos Panamericanos no podamos ofrecer sino los nuevos estadios e instalaciones de los viejos clubes de Buenos Aires, beneméritos para todo el deporte argentino, a quienes reconozco públicamente el extraordinario mérito de haber hecho por sí todo cuanto el Estado debió realizar para el deporte argentino. Si los próximos Juegos Panamericanos han de cumplirse merced al esfuerzo de esos meritosos clubes populares que ofrecen estadios para la realización de las pruebas, yo comprometo aquí mi palabra de echar las bases para que los próximos Juegos a realizarse en la República Argentina puedan disponer de las instalaciones más completas. Me comprometo a eso, pero también quiero comprometer a todos los deportistas argentinos, a los viejos con su experiencia y a los jóvenes con su entusiasmo, para que, pensando en esa comunidad organizada de que tanto hablo diariamente, formen también la falange de esa organización para el deporte de nuestro país, porque pienso que a los deportistas argentinos estarán confiados en el futuro los destinos del deporte argentino. En esa comunidad organizada, los hombres que entienden de deporte habrán de tomar la dirección y el manejo de toda la actividad deportiva. Sé bien y he aprendido a lo largo de mi vida que el deporte no se arregla. Por esa razón, señores, no me interesan las reglamentaciones ni las leyes destinadas a una actividad ficticia. Me interesan los hombres, que están por sobre las leyes y las reglamentaciones. En la República Argentina se hará en deporte lo que diga la Confederación Argentina de Deportes; y nada más. Por eso quiero comprometer a los amigos deportistas a que me acompañen a organizar esa actividad y en manos de ellos el Estado ha de poner todo lo necesario para que realicen ese esfuerzo. Cualquiera sea el esfuerzo que el Estado deba realizar para satisfacer esta actividad, sabe la Nación que es dinero bien empleado, porque está empleado en la salud, en el vigor y en la fortaleza de la raza futura de argentinos. Con este acto dejamos inaugurada una nueva etapa, en que el deporte será de los deportistas y para los deportistas. Entiendo, señores, que ustedes han de unirse estrechamente en un solo equipo para trabajar y presentarme, en el más corto tiempo posible, los planes que cada una de las federaciones y la Confederación tienen para el desarrollo futuro de sus actividades, y yo he de poner en sus manos la posibilidad de realizarlos. Ese compromiso que yo empeño como presidente de la Nación y que yo pido como deportista a los compañeros deportistas de todo el país debe ser el pacto inicial de una nueva época en que no queremos forzar a nadie a hacer lo que no debe, pero en que queremos que los demás nos dejen hacer lo que nosotros queremos hacer. Por eso creo que esta casa debe ser de todos los deportistas argentinos, sean ellos quienes sean. Hay un solo título para entrar en esa casa: ser un deportista o ser un entusiasta del deporte, que si no actúa directamente, lo hace indirectamente en su defensa y en su actividad. De ahí que yo también he de permitirme algunas veces la inmensa satisfacción de llegar hasta esta casa como un deportista más. Les agradezco, señores, que hayan tenido la amabilidad de estar presentes aquí para darme la inmensa satisfacción de estrecharles la mano y de decirles que en el campo del esfuerzo, para realizar nuestra organización y llevar adelante nuestro deporte, me encontrarán siempre presente, en todo lugar y a toda hora. .....................
1950-07-19
Ante una delegación de estudiantes brasileños
Para mí, que ya soy viejo -aunque no lo parezca tanto-, la llegada de los muchachos brasileños siempre es un motivo de profunda alegría. A pesar de ser viejo, no tengo confianza en los viejos, sino en los muchachos, en los jóvenes. Los viejos han llegado al mundo en una situación muy difícil, de manera que no son muy hábiles, y en manos de los jóvenes el mundo puede andar mejor en el futuro. Ustedes representan el porvenir; nosotros representamos ya el pasado. Por eso, los jóvenes son siempre visitas profundamente gratas en nuestro tiempo, más si se trata de estudiantes brasileños. Nosotros tenemos una cierta predilección por los brasileños. Ya habrán advertido cómo los atienden aquí: basta que digan que son brasileños para que todos sean atentos y los traten, en cualquier lugar, con verdadero cariño, porque aquí es una cosa realmente efectiva el cariño que se siente por ustedes. En nuestro país no ha habido jamás una acción en contra del Brasil, por parte de ninguno de los diarios, que son los que más mal pueden hacer en ese sentido. Si alguna vez se ha insinuado algo, lo he llamado al director para decirle: "No me publique estas cosas, porque no debe hacerse". Siempre he trabajado en ese sentido, y cuando se habla entre nosotros del Brasil, siempre se habla bien. Por esa razón, en nuestra tierra los brasileños son siempre bien recibidos, y nosotros estamos para servirlos. No preguntamos quién es; basta con que sea brasileño para que nosotros lo atendamos bien. No nos metemos en orientaciones en la política interna del Brasil, que a nosotros no nos interesa. En este sentido siempre les digo algo de mi pensamiento, desfigurado muchas veces en el exterior, donde me hacen aparecer como dictador. En fin, la lucha en este aspecto es una lucha difícil, porque estamos cambiando el concepto ideológico con una nueva doctrina, y entonces nos atacan los de las doctrinas contrarias, los dos juntos. Nosotros creemos que sostener las propias ideas y sentimientos -cuesta siempre mucho decir la verdad como uno la siente- es siempre un delito que no le perdona la humanidad. Recuerdo que cuando mataron a Mahatma Gandhi, preguntaron a Bernard Shaw qué opinaba, y entonces él dijo: "Eso es lo que demuestra que decir la verdad en el mundo no es una cosa muy acertada". En este sentido, yo siempre he sostenido, especialmente cuando recibía la visita de amigos brasileños, cuál es nuestra orientación de carácter político internacional, para nuestros días y para el futuro. Primero les pido perdón a los muchachos con quienes estaba hablando por la interrupción y le agradezco al estudiante de San Pablo las amables palabras que ha pronunciado. A la delegación anterior le había preguntado si ustedes eran la delegación que me habían anunciado que vendría. Las dos sean muy bienvenidas. Mi deseo más profundo es que se sientan aquí como en sus propias casas. Ustedes observarán, como les decía a los muchachos, que en esta tierra se quiere muy bien a los brasileños; lo observarán en la calle, con cualquiera que hablen; con cualquier persona que se encuentren, verán en su cara la alegría y el deseo de atenderlos y el cariño que ella tiene por los brasileños. Además, les decía cuál era nuestra orientación, que creo es la que debemos defender en esta parte del continente, entre nosotros. Ustedes han tenido un hombre extraordinariamente ilustre: el barón de Río Branco, que fue el primer hombre que sentó las bases de una unidad entre Brasil, Argentina y Chile, el famoso ABC. Solamente los hombres iluminados, como fue el barón Río Branco, extraordinariamente inteligente y capaz, tienen estas concepciones geniales. Indudablemente que, desaparecido él, los que lo siguieron tanto aquí, como en Chile y Brasil, no estaban a la altura del barón Río Branco. Perdonen que les diga esto con toda franqueza, pero ellos no supieron llevar adelante la magnífica idea esbozada por él. Yo me permitiré dar los fundamentos de todo eso y decirles a los muchachos brasileños, que son el futuro del Brasil, como los nuestros lo son de la Argentina, que piensen en el futuro sobre la necesidad de volver a esa política del barón Río Branco, que es la más sabia que se ha esbozado, en todos los tiempos en esa parte del continente. El mundo evoluciona y evoluciona rápidamente. Los viejos ya estamos atrás del movimiento; los únicos que pueden estar a tiempo para esa evolución tan rápida de nuestra época son los muchachos y las jóvenes que pueden hacer mucho por su país, con ideas que sirvan para favorecer el bien común y no crear las divisiones que hacen el perjuicio individual de cada uno de los países. Esta evolución del mundo va indicando que sigue la evolución natural de toda la humanidad, desde el hombre de las cavernas hasta el de nuestros días. Primero fue el hombre; después la familia y la tribu; luego la sociedad; más tarde la Nación y el conjunto de naciones. Hoy parece que son los continentes. A esta evolución de la humanidad, en cuanto a sus conglomerados políticos, sociales y económicos, le faltan dos etapas para realizar: las reuniones, los acuerdos locales o regionales y los acuerdos continentales. Allí terminará, por lo menos, esa etapa de la evolución de la humanidad. Es indudable que nosotros, contemplando esa evolución que sería fatal para el mundo, debemos pensar primero en nuestros países, porque la caridad bien entendida empieza por casa. Yo digo, señores, que frente a ese estado de evolución política, social y económica del mundo, estamos nosotros en un momento de extraordinaria crisis, y en este momento de crisis extraordinaria del mundo, estamos pasando a esa etapa de la evolución. Me pregunto qué nos puede pasar si no comprendemos la situación. Observen ustedes lo siguiente: en esa evolución de la humanidad, los pueblos se han conglomerado de dos maneras: por la buena voluntad o por la fuerza. Eso es fatal; es la historia del mundo. Los grandes conglomerados políticos se han realizado por las conquistas imperialistas o por los acuerdos regionales o generales. La historia de estos últimos tiempos nos está mostrando cómo se ha formado el Este y cómo el Oeste. El alumbramiento de esta nueva forma se ha producido como todos los alumbramientos: con profundo dolor. Dos guerras han sido necesarias a la humanidad para hacerle comprender que Oriente y Occidente corresponden al futuro grado de evolución, a la etapa que ha de consolidarse por cierto tiempo. Nosotros debemos pensar lo siguiente: que en el futuro del mundo solamente subsistirán los conglomerados políticos, sociales y económicos que constituyen una unidad económica, porque la lucha del futuro será esencialmente económica. No subsistirán los países, por fuertemente que estén organizados en lo social y en lo cultural, si no constituyen una unidad económica, que esa será el arma de la lucha del futuro. Yo pienso siempre, observando esta parte del continente, si constituimos una unidad económica. A pesar de representar el mediodía de esta parte de América, nosotros no representamos una unidad económica, como tampoco Brasil ni Chile. Y ahí está la visión extraordinaria del barón de Río Branco, que concibió esta situación, y que hoy empezamos a ver con claridad. Para el futuro de estos países, o formamos nosotros tres una unidad económica que no tenemos de por sí aisladamente, o nosotros seremos instrumentos de la pasión imperialista de uno o de otro grupo, porque el imperialismo no va a desaparecer en el mundo, ya sea tomando las formas sociales, políticas o económicas. La única solución para estos países es la unión, problema completamente simple. Si nuestros países se unen, pueden hacerlo primero económicamente y después seguir pensando en una unidad mayor, o unirse de golpe en todos los aspectos y presentar una colaboración en las luchas del futuro, que serán terribles. Cada día que pasa las luchas serán más bravas, sean luchas de tiempo de paz o de tiempo de guerra, porque la característica moderna de la vida de los pueblos es la lucha permanente por distintos medios, tamo en la paz como en la guerra, en una incruentamente y en la otra cruentamente. Esa es nuestra idea y nuestra concepción, honrando así la memoria de un ilustre brasileño, que fue el primero que concibió para esa parte de América esa unidad de que estoy hablando, cuando ni siquiera se la podía prever. Esa es la mejor manera de honrar a los hombres que tuvieron tan extraordinaria visión para los días venideros. En mi orientación política internacional yo he seguido imperturbablemente esa línea general, y la seguiré mientras esté al frente del gobierno; trataré de llevar esa doctrina a la Argentina, haciendo que los argentinos comprendan y sientan la necesidad para nuestro pueblo de lograr esa unidad. En ello encontrarán ustedes la razón de por qué acogemos a los brasileños con todo nuestro corazón y con todo nuestro cariño y por qué el pueblo argentino siente, como nosotros, eso que divulgamos y expresamos en nuestros diarios, y en cada brasileño ve un amigo, casi un compatriota. Yo deseo, señoritas y señores, que al llegar hasta aquí me han brindado la inmensa satisfacción de poder estrechados la mano a cada uno de ustedes, que cuando retornen al Brasil puedan decir que han bebido en la propia fuente, o sea, que les he hablado un poco acerca de cuál es nuestra doctrina. Nosotros creemos que en el mundo moderno se mueven diversas y numerosas doctrinas, de todo orden: unas son doctrinas capitalistas; otras comunistas; unas son marxistas; otras son socialistas, y hay un sinnúmero de doctrinas. Nosotros consideramos que para nuestro país no andan, pues las doctrinas son como los botines: tiene que ser a medida, sino duelen, y los pueblos a menudo no aguantan esa clase de dolores. Hemos hecho una doctrina que es para el pueblo argentino, que está tomada del pueblo argentino; no hemos inventado nada. Lo que el pueblo quiere lo hemos traducido en una doctrina de carácter económico, de carácter político, de carácter social, de carácter cultural. Es una doctrina simple, como tienen que ser todas las doctrinas que anhelen triunfar; es una doctrina combatida, como deben ser combatidas todas las doctrinas destinadas a triunfar. Ninguna doctrina en el mundo ha sido más combatida que el cristianismo; por eso ha triunfado. A mí me alegra extraordinariamente ser combatido por las otras doctrinas y por los otros doctrinarios, pues eso me está haciendo ver que mi doctrina puede triunfar. Por esa razón, deseo decirles lo esencial de nuestra doctrina. Nuestra doctrina no es nueva en el mundo. Hace ya dos mil años que fue anunciada por el cristianismo. La base de toda nuestra doctrina es la social cristiana, solo que nosotros no creemos -como a menudo ha creído la Iglesia que se pueda vivir en el siglo veinte con los hábitos y costumbres, y aun con el idioma, de la Edad Media. Creemos que el cristianismo hay que llevarlo adelante con nuevos métodos; no por algo vivimos en la etapa de la era atómica. Entendemos que las ideas cristianas hay que llevarlas a la realización por métodos y sistemas modernos, y eso es lo que nosotros dentro de nuestra doctrina social cristiana mantenemos como orientación fundamental. Nosotros no estamos en contra de ninguna doctrina; estamos en favor de la nuestra, que no es la misma cosa. No nos dedicamos a combatir otras doctrinas; nos conformamos con exponer la nuestra y hemos tenido la fortuna de que, en esa exposición, ha habido una inmensa mayoría del pueblo que la ha aceptado y la ha apoyado. Nuestra doctrina es una doctrina humanista; nosotros pensamos que no hay nada superior al hombre y, en consecuencia, nuestra doctrina se dedica al hombre individualmente considerado, para hacer su felicidad, y al hombre colectivamente tomado, para hacer la grandeza y la felicidad del país. No creo que ningún gobernante pueda tener otro objetivo que el de cumplir con su deber: asegurar la felicidad de los hombres que están bajo su gobierno y asegurar la grandeza de la Nación que ha sido confiada a su custodia. Nuestra doctrina reside en eso, en establecer un elemento armónico entre lo que es individual y lo que es colectivo. Todo nuestro sistema gira alrededor del hombre en todo lo que no perjudique al Estado y gira alrededor del Estado en cuanto no perjudique al hombre. Esa sería nuestra tercera posición ideológica. Alrededor de eso hemos construido un orden social en el cual hemos dado los derechos que la clase trabajadora debe tener. Hemos asegurado un estándar de vida suficiente, pero junto con eso, que representa los valores materiales en las conquistas del trabajo, le hemos dado una dignidad que representa los valores espirituales. Algunos creen que nuestra doctrina se reduce a dar buenos sueldos y bien de comer. En cierta manera es exacto; damos buenos sueldos y bien de comer, pero también alimentamos el espíritu. No lo hemos olvidado ni lo olvidaremos jamás. Aspiramos a tener una comunidad organizada con alto sentido de la ética. Toda la base fundamental filosófica de nuestra doctrina reside en eso, en no darle solamente al hombre las dos dimensiones terrestres, sino darle, también, la tercera dimensión, mirando al cielo, que es uno de los males que ha llevado a la humanidad, a la encrucijada actual, por haberse olvidado de mirar al cielo. Esa tercera posición que establece el sentido moral de nuestra concepción ideológica, es también una de las nuevas concepciones justicialistas, como llamamos a nuestro sistema, que no solamente anhela la felicidad y el perfeccionamiento, sino también elevar la cultura social, dignificar el trabajo, humanizar el capital y darle al hombre una proyección moral distinta a la que tenía en todos los regímenes de doctrinas materialistas que la historia nos presenta hoy, como las que están luchando por imponerse. Por esa razón, no somos nosotros enemigos de nadie, pero no somos partidarios del capitalismo ni del comunismo, porque el capitalismo es un sistema de explotación del hombre por el hombre y el comunismo es una explotación del hombre por el Estado. Lo que nosotros queremos es que nadie explote al hombre, ni aun el propio hombre. Consideramos que el capitalismo actual del mundo, con sus abusos en la propiedad, con sus abusos de los poderes materiales, con sus abusos en las concepciones económicas, es el culpable de que exista el comunismo, porque si tales abusos en el capitalismo no se hubieran producido, el comunismo no existiría en el mundo. La concepción marxista no es causa, es consecuencia de la explotación capitalista y así como nosotros, cuando queremos que un enfermo sane, no le damos una aspirina para que se le vaya el dolor de cabeza, sino que atacamos el mal donde está, consideramos que para que desaparezca el comunismo, es necesario modificar el actual capitalismo de explotación. A eso llamamos nosotros la tercera posición o el régimen justicialista. De esto, podría hablarles muchos días, porque he pasado muchos años haciendo malabares con esta concepción filosófica, pero como voy a tener oportunidad de entregarles a ustedes la publicación donde está nuestra doctrina, no deseo extenderme demasiado. En lo político, señores, nuestra doctrina es muy simple: ir a las formas básicas de la democracia, suprimiendo el fraude. En este país, las elecciones eran un cuento chino. Aquí, las elecciones se hacían el día anterior en la oficina de correos, llenando ya las urnas. No se hacían elecciones puras ni elecciones reales, desde que yo tengo uso de razón. A mí, muchas veces me han dicho en la mesa de elección: "Usted ya votó", y me entregaban la libreta. Tan es así que había un chiste al respecto. Cuentan que a un votante le habían entregado la libreta diciéndole que ya había votado. El ciudadano preguntó entonces: "Pero, por lo menos, ¿puedo saber por quién voté?" Y le contestaron: "¿No sabe que el voto es secreto?" El estado político nuestro era más bien un estado politiquero. Los políticos habían llevado al país a una situación muy difícil. Y yo lo puedo decir porque yo no soy político; yo soy político circunstancialmente, y más por obligación que por otra cosa. Nosotros hemos inspirado nuevas formas políticas. No aceptamos ni aceptaremos jamás ninguna otra cosa que la elección universal. Queremos que voten todos los argentinos y que ellos establezcan así, en elecciones correctas, lo que el pueblo quiere, porque entendemos que el que gobierna no hace su santa voluntad, como entienden algunos, sino que es un cumplidor fiel y sincero de la voluntad del pueblo. No venimos a pasar buena vida ni a "hacer el personaje"; venimos a trabajar todos los días desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche para satisfacer un servicio. Esa es nuestra concepción. Por eso no usamos mucho protocolo, ni somos hombres muy importantes; nosotros somos hombres como todos los demás hombres del pueblo, uno más que ha tenido la fortuna -o la desgracia, no sé cuál de ellas- de estar aquí, en la Casa de gobierno, para gobernar a los demás. Y el hecho de que no nos creamos importantes es lo que nos está haciendo más importantes. En el orden social, señores, hemos hecho una modificación total. Hemos estructurado de nuevo todo el orden social del país, dando a cada argentino lo que cada argentino tienen derecho a recibir, de acuerdo con su esfuerzo y con su trabajo. Eso ha traído una reactivación económica extraordinaria en el país, lo que nos ha permitido iniciar una reforma económica para mantener esa reforma social, porque hacer reformas sociales sin dar los medios económicos para mantenerlas, es mal negocio: uno termina colgado, porque cuando no tiene más que dar, lo cuelgan. Para evitar eso, hay que hacer una reforma económica. ¿En qué ha consistido nuestra reforma económica? Se los diré en pocas palabras. El país produce actualmente, con sus cosechas y demás riquezas, alrededor de 8.500 millones de pesos; los monopolios extranjeros se llevaban anualmente de 4.000 a 4.500 millones; vale decir que el pueblo argentino vivía con la mitad de lo que producía cada año. ¿Cuál ha sido nuestro secreto? Sacar los monopolios y tomar todo eso en manos del Estado. Son cuatro mil millones de pesos que antes se iban y que ahora, anualmente, quedan en el país. Entonces, el pueblo argentino vive hoy con ocho mil millones en lugar de cuatro mil millones; por eso vive mejor y todo anda mejor que antes. ¿En qué consistían esos monopolios? Los ferrocarriles eran extranjeros y nos llevaban doscientos cincuenta millones de pesos por año en dividendos; por servicios de gas salían ciento cincuenta millones; por teléfonos, otros ciento cincuenta; por seguros, nos llevaban doscientos millones; por reaseguros, unos cien millones; los transportes marítimos nos sacaban quinientos millones. Nosotros compramos los ferrocarriles, los pagamos, les dimos las gracias y se fueron. Lo mismo hicimos con el gas y los teléfonos. Compramos la marina mercante, que puede sacar mensualmente alrededor de un millón y medio de toneladas, que es nuestra producción, y el importe de los fletes viene aquí en dólares en lugar de ir a otra parte. Es así cómo esos cuatro mil millones están sustentando la reforma económica. Pero ese no es el único beneficio. Yo hoy puedo ofrecer, con la independencia económica que aquello presupone, servicios mejores, que serán cada día más baratos, al pueblo argentino. Y cuando la amortización se haya completado, serán más baratos, costaran la tercera o cuarta parte. Es decir, hemos dado una solución económica. ¿Cómo? Con la independencia económica; no hay otra manera, porque si no los monopolios se lo llevan todo. El proceso es simple. Muchas veces yo he protestado contra los patrones diciéndoles que no pagaban lo suficiente a los obreros. Eso era justo solo en parte, porque esos patrones, que explotaban a los obreros, eran su vez explotados por los consorcios capitalistas. Suprimidos estos, yo obligué a los patrones a pagar más a los obreros. Y hoy pasa lo siguiente en la República Argentina: el obrero gana tres o cuatro veces más que antes, y el patrón también; los que no ganan son los consorcios internacionales, los grandes monopolios. Yo les podría decir de esto mucho muchachos, pero les aconsejaría que no me creyesen lo que les digo y que bebieran en la propia fuente, pues soy parte interesada en "ponderar la mercadería". Les aconsejo que visiten y recorran la República, que pregunten a todos los argentinos sobres estos tópicos, pues ellos saben tanto como yo de esto. Yo, porque lo he concebido; ellos, porque lo han sufrido antes y lo disfrutan ahora. Pregúntenle al mozo, al chofer, al hombre de la calle, al hombre del campo, pregunten a todos cómo estaban antes y cómo están hoy, pregúntenles si están contentos. Algunos no estarán, quizá, contentos; no hemos podido beneficiar a todos, sino, simplemente, a la gran mayoría. Pero no me aflige el que no sean todos partidarios míos, porque el gobierno no puede ser infalible, a pesar de su buena voluntad. Sabemos que Dios es justo y misericordioso; sin embargo, en el mundo hay muchos que no están con Él. De manera que el que no esté conmigo, es muy perdonable. Por eso digo que todo lo que yo puedo ofrecerles a ustedes está a su disposición. Viajen por el país y ahí vean lo que estoy haciendo; vean las obras, lo que se está haciendo en la República; lo que estamos construyendo; cuál es el estado económico y cuál es el estado social del pueblo; si el pueblo está conforme, si está contento, si es feliz y si ha sido dignificado por nuestra acción. Todo cuanto puedan comprobar en ese sentido es mejor que todo lo que podamos decirles. Los pueblos se conocen en dos partes: en los lugares de trabajo de los obreros y en los mercados que abastecen a las ciudades. Ahí se conocen. Si el mercado es muy bueno y está bien provisto, ese es un país que vive bien; y si en el trabajo no son bestias de carga y se los trata con dignidad, ese es un pueblo que también está bien. Lo contrario es engañarse. Hay cosas por las cuales uno conoce inmediatamente el estado de un país. No les vaya dar más la lata. Creo que los dos grupos de estudiantes, los de Minas Geraes y los de San Pablo, sería conveniente que viajen por separado, para que cada uno vea lo que más les gusta. Lo que nosotros queremos es que aquí cada uno haga su gusto. Estamos a disposición de los señores por todo el tiempo que quieran quedarse. Cuanto más se queden, mejor para nosotros, más felices seremos y podremos atenderlos mejor. En cuanto al gasto, sé que los muchachos no están nunca abundantes de plata. Yo, cuando era muchacho, no tenía nunca nada. Nosotros corremos con todo eso para que puedan tener unos pesitos para sus gastos. Y cuando vuelvan, podrán salir con todo lo que quieran. Con respecto al programa para organizar los viajes, se pondrán de acuerdo con los señores que los orientarán. Ustedes dirán dónde quieren ir. Ahora es una linda oportunidad para visitar Bariloche, donde se practican los deportes de invierno, pero hay que organizar con anticipación el viaje, porque todos los hoteles están llenos. Allí tengo, en Llao-Llao, un departamento que nunca uso y que pongo a disposición de ustedes. Si quieren visitar la Obra Social, deberán ponerse en contacto con mi señora. Si quieren viajar por el interior del país, no les aconsejo que en esta, época lo hagan por avión, porque hay mucha niebla, y deseo que todos vuelvan sanos a su patria. Pueden utilizar ómnibus, que pondremos a disposición: tenemos muy buenos caminos y así podrán observar más en detalle todas nuestras ciudades y pueblos. ..............
1950-07-27
27 de julio de 1950
Al recibir el despacho del Congreso Nacional promoviéndolo a general de división Señores presidentes de las Honorables Cámaras de Senadores y Diputados de la Nación; señores legisladores; señores miembros del Poder Judicial; señores ministros y amigos: Cuarenta años de servicios a la Nación, que he cumplido con el fervoroso entusiasmo de la juventud nunca terminada para los que somos verdaderos profesionales, no me habían dicho jamás que al recibir mis despachos de general de división debiera contraer una inmensa deuda de gratitud para con los amigos de la Cámara de Diputados y de la Cámara de Senadores, que han querido dar a este acto una trascendencia tan cara a mi corazón de soldado, de amigo y de ciudadano. Es con la emoción de esos cuarenta años vividos y de los cuarenta años que vivo en este intenso momento de felicidad y de agradecimiento, que quiero decirles a los compañeros de ambas Cámaras, que premian nuestra inquebrantable voluntad, nuestra sinceridad y lealtad mutua con este acto que será un recuerdo, para todo el resto de mis días, de esa amistad, de esa sinceridad y de esa lealtad que ni ellos ni yo hemos desmentido en un solo instante de nuestro trabajo y de nuestro común sacrificio. Las circunstancias verdaderamente extraordinarias que el destino ha querido prestar a mi ascensión al grado más alto de la jerarquía militar y que la Providencia ha querido calificar con un hecho, que, sin duda, será el más honroso de mi vida de soldado y de ciudadano, harán que mi recuerdo, ya de por sí imborrable hacia los compañeros a que me he referido, nos ligue con ese parentesco patriótico e individual que cada uno de nosotros contraemos más en la vida que en el nacimiento; de esa amistad que, al compenetrar corazones, compenetra sangre, compenetra entusiasmos y compenetra ilusiones, sin las cuales los hombres a menudo no tienen ni pueden tener la grandeza ni la elevación con que Dios quiso designar a la criatura humana al darle la condición de hombre. Es por eso, señores, que en medio de esta profunda emoción, no deseo prolongar estas breves palabras, pero sí deseo cerrarlas haciendo presente a estos amables amigos que me dan tan inmensa satisfacción que les agradezco de todo corazón, este gesto que vale para mí y para mi vida tanto, como será eterno mi reconocimiento y profundo el recuerdo que guardaré para cada uno de ellos que premian, no al soldado, no al ciudadano, sino que premian al amigo, palabra que en la vida, suele valer más que todos los calificativos a que puede aspirar una persona, porque es, señores, el sentimiento que más une, que más cohesiona el espíritu y el corazón de los hombres. Y es en nombre de ese sentimiento y de esa amistad que les agradezco y les prometo, como me prometo a mí mismo todos los días, ser mejor amigo y ser mejor ciudadano. ............
1950-07-28
En la celebración del XII aniversario de la fundación de la Gendarmería Nacional
En la celebración del XII aniversario de la fundación de la Gendarmería Nacional Sean mis primeras palabras de homenaje a esos hombres virtuosos que ofrecieron, en todas la fronteras de la Patria, su vida por el cumplimiento de la ley. Yo me siento y me he sentido siempre ligado a esta noble institución de la Gendarmería desde la concepción misma de su organización. Recuerdo que en 1935, después de insistir numerosas veces ante el Congreso de la Nación, un proyecto de ley de formación y de creación de la Gendarmería Nacional dormía desde hacía varios años. En 1936, el entonces ministro de Guerra, general don Manuel Rodríguez, de quien era ayudante de campo, me llamó a su despacho y me preguntó qué pensaba yo sobre la Ley de Gendarmería. Después de escuchar mi opinión, me dijo: "Bien, si usted es tan partidario, vaya a preparar una conferencia, que dará en la Escuela Superior de Guerra, a la que yo haré asistir a los ministros y legisladores. Allí, usted, con toda la elocuencia que le sea posible, presentará el problema; usted lo estudiará y tratará de convencer a los legisladores, para que este año la cuchilla de la Ley Olmedo no nos corte definitivamente la posibilidad de creación de la Gendarmería Nacional". En cumplimiento de esa orden, revisé el proyecto, terminé algunos aspectos que políticamente convenía introducirle a fin de interesar a las autoridades y legisladores, y en dos sesiones di una conferencia, lo más elocuente que pude y con los elementos de juicio más fehacientes, para mostrar el panorama pavoroso de nuestras fronteras, indefensas y descuidadas, y propugnar la creación de una unidad orgánicamente constituida, con responsabilidades y con posibilidades legales para asegurar las fronteras de la patria. No sé si fue el resultado de eso, pero al poco tiempo se aprobó la Ley de la Gendarmería y hace doce años comenzó a organizarse la Gendarmería Nacional. Es por esa razón, señores, que no solamente ahora me siento ligado al desarrollo y a los destinos de esta noble institución, sino que me siento también unido a su nacimiento, como un parentesco cercano de mis propios sentimientos de soldado y de ciudadano. Y siempre que me ha sido posible, he recordado, con esa honda emoción que se siente cuando se está tan profundamente ligado a una institución, los éxitos de este noble cuerpo de la Gendarmería que, día a día, en todas las fronteras de la patria, derrama el bien de su honradez, de su capacidad y de su noble inspiración de institución de orden y de trabajo. Cuando estructuraba el proyecto de creación, con esa dedicación con que uno realiza las obras en que pone un poco el amor de su vida, soñé ver el territorio de la patria lo que hoy todos los ciudadanos argentinos ven en la realidad de esta función: policía judicial, policía aduanera, forestal, caminera, de inmigración, cubriendo los numerosos sectores vacíos en el cumplimiento de la leyes de la Nación en las lejanas fronteras de la patria. Y hoy, señores, podemos decir que .las fronteras argentinas, que durante tantos años han vivido en ese estado inorgánico, se sienten asistidas y confirmadas en sus realizaciones, en su orden y en su progreso, afirmados en el noble brazo del trabajo y de la honradez, representados por la Gendarmería Nacional en los más lejanos confines del país, donde también llega, con ese orden y con esa honradez, la ley de la Nación, impuesta por la ley misma con la bondad que presupone ese gendarme, que es el amigo, el médico, el odontólogo, el consejero de los ciudadanos de la patria. Y digo esto, señores, porque quizá no todos los ciudadanos sepan del sacrificio y de la abnegación de esos nobles gendarmes, que se desplazan día y noche a lo largo de nuestras fronteras; que cuidan de la vida de esos habitantes abandonados a su propio destino. No saben tampoco los ciudadanos argentinos que gendarmes de esta noble institución han construido escuelas con sus propias manos, y han hecho de maestros en aquellos lugares de nuestra frontera donde existía el analfabetismo. Ellos han hecho de constructores de escuelas, de maestros, de educadores en esos lejanos rincones de nuestra patria. Quizá tampoco sepan muchos ciudadanos de la Nación que en aquellas lejanas regiones donde actúan esos oficiales, esos soldados, esos suboficiales o jefes de la Gendarmería Nacional, que muchas veces vemos pasar por nuestras calles, a menudo los hombres mueren sin asistencia médica y ellos deben recorrer leguas y leguas en busca de un facultativo o de algún remedio. Tampoco saben que con sus sistemas de comunicaciones llevan muchas veces las buenas o las malas nuevas a los lugares donde ningún otro medio de comunicación alcanza, y no saben tampoco que nuestros gendarmes han construido, con sus propias manos, muchos kilómetros de caminos en esas alejadas regiones, aisladas de toda noticia y de toda comunicación. Quizá tampoco muchos ciudadanos argentinos sepan, cuando ven durante sus licencias a nuestros hombres de la Gendarmería en las grandes ciudades, que ellos pasan el noventa por ciento de su vida aislados, en los bosques, en los hielos o en las montañas de nuestros confines. Ellos tampoco saben que en estos doce años, más de cien gendarmes han rendido sus vidas en la custodia de nuestras fronteras y de los intereses argentinos, y que más de cuatrocientos gendarmes han quedado inutilizados o heridos en cumplimiento de su deber. En fin, no conocen los ciudadanos argentinos que viven en los centros urbanos, o en el interior de la República, toda la complicada gama de esa vida de sacrificios y que, en la defensa de las fronteras de la patria, el gendarme será el primero que caiga en el cumplimiento de su deber. No saben tampoco que en las fronteras se vive en permanente guerra: contra los contrabandistas, contra los maleantes que allí pululan, contra la naturaleza hostil y donde frente a una misión difícil, librado a sus propios medios, hay que ser más soldado y más hombre para enfrentar a la adversidad de la naturaleza bravía y a la delincuencia desplegada en esas regiones. No saben quizá nuestros ciudadanos qué significa ser un gendarme en una frontera donde la única representación es ese ya glorioso uniforme que está reflejando los colores de nuestra bandera y la soberanía de la frontera nacional. Estoy persuadido de que si todos los ciudadanos de la República conociesen esa vida y ese sacrificio; si hubiesen visitado como lo hemos hecho nosotros los lejanos puestos y retenes de nuestra gendarmería; si supiesen que no piden nada: ni cuarteles ni viviendas confortables ni aumentos de sueldos; que sólo enfrentan el deber con la abnegación propia de los hombres patriotas, honrados y humildes; si supieran con qué desprendimiento actúan, llegarían a querer a la Gendarmería como la queremos nosotros, que conocemos tan profundamente su patriotismo, su abnegación y su honradez. Esa vida de patriotismo, de honradez y de abnegación se vive más intensamente en la frontera, porque donde el hombre se siente más argentino es en el extranjero, y después en la propia frontera. Allí la bandera de la Patria no se mira nunca sin emoción; no se mira nunca la función que se cumple allí sin sentir la noble emulación que despierta el propio patriotismo. Esta escuela de tan nobles virtudes es la que ya, en los pocos doce años, ha dado a este cuerpo una veteranía que lo presenta a la consideración de la Nación como una institución que tuviera siglos de existencia. Es la nobleza de su misión, el sacrificio de todos los días, el que va multiplicando sus años de vida y sentando una tradición tan grande y tan honrosa para este cuerpo que le otorga una veteranía que nadie soñaría alcanzar en simplemente doce años. Ustedes, señores, que conocen esa vida, que conocen la nobleza de esos sentimientos; ustedes, que conocen el desprendimiento del patriotismo de esa función llenada a conciencia y con honradez, saben que, al escucharme decir estas cosas, están reviviendo los numerosos momentos felices de ese cumplimiento del deber y de ese sacrificio hecho por la patria en los lejanos confines, donde el hombre que no es hombre no puede vivir, y donde el hombre que es hombre no se conforma con ser útil a sí mismo y a su patria, sino que quiere serio y prodigarse con todos los ciudadanos que allí habitan. Por eso, al pasar el gendarme en su caballo, con todo su equipo, correctamente vestido, aun en el medio del monte, se lo ve con el respeto y la admiración que inspiran a los ciudadanos aquellos que saben sacrificarse en el cumplimiento del deber y que saben sacrificar su vida en aras de su patria y de sus compatriotas. Pasarán los años, señores; pasarán los siglos, y esta institución será cada día más fuerte, más unida y más gloriosa, porque ustedes han sabido infundir en sus gendarmes los valores morales, con los cuales se triunfa en la vida; porque ustedes han sabido infundir en la institución una escuela que es honra para el ciudadano y es honor para la patria. Por eso vendrán siglos que cimentarán la tradición de este cuerpo. Ustedes tendrán la inmensa satisfacción de haber sido los fundadores y creadores de esta institución y, día a día, sobre el sacrificio y la abnegación, irán acumulando méritos sobre méritos, para que, en el futuro, cada uno de ustedes haya sido artífice de esta institución, honrando a la misma y honrando a la patria de los argentinos, que es cuanto más se puede pedir un ciudadano para la posteridad. ....................
1950-07-31
En el acto realizado por la Unión Ferroviaria para agasajar al general Perón :
En el acto realizado por la Unión Ferroviaria para agasajar al general Perón Compañeras y compañeros ferroviarios: Agradezco profundamente las amables palabras del compañero lturbide y del compañero López, presidente de la Unión Ferroviaria, palabras honestas de hombres honrados, que traen a nuestro recuerdo, todas las luchas de estos últimos años, en que nuestros corazones, mancomunados tras los mismos objetivos, han recorrido idénticos caminos de trabajo, de abnegación y de sacrificio. Me siento inmensamente feliz, y felicito al señor ministro de Transportes, que ha podido dar ejecución feliz, a nuestra idea justicialista, de que los trabajadores del riel lleguen a tomar la dirección de las empresas ferroviarias de la Nación. Agradezco, las amables palabras de salutación dirigidas hacia mi persona y hacia mi señora. Ella me ha encargado que sea intérprete ante ustedes de su cariñoso saludo, haciéndoles presente que si no está en presencia, está entre nosotros, en esencia. La circunstancia de haber coincidido dos actos en un mismo día, ha obligado a que repartiéramos la tarea, representándome ella ante la clausura del Congreso de los Trabajadores del Estado, y dándome así yo, la inmensa satisfacción de compartir estos maravillosos momentos con los compañeros ferroviarios. Cuando nosotros, muchas veces, pusimos en nuestra marcha los objetivos justicialistas de nuestra doctrina, pensamos siempre en hacer el mayor bien posible a la comunidad argentina. Pensamos en llevar adelante estos postulados, destinados a satisfacer necesidades y a brindar a cada argentino una mayor posibilidad de alcanzar un mayor grado de felicidad y de grandeza. Para ello debimos fijar nuestra posición ideológica y, al hacerlo, nos apartamos igualmente de la derecha, cuya experiencia en la explotación han sufrido los trabajadores argentinos; y nos alejamos igualmente de una extrema izquierda, cuya experiencia estamos viendo, en el desarrollo de una lucha en el mundo, en que fatalmente ha de levar a los explotadores en nombre del individualismo pasado y a los explotadores del Estado moderno comunista. Por esa razón, entre el capitalismo y el comunismo, hemos elegido el justicialismo, que está igualmente distante de la explotación del hombre por el hombre, que de la explotación del hombre por el Estado. Nosotros no aceptamos la explotación en nombre de nadie; aceptamos la justicia social, desarrollada en un Estado justicialista, que pena la explotación del hombre por el hombre y no acepta la explotación del hombre por el Estado. ¿Cuál ha sido la consecuencia de esa colocación ideológica de los trabajadores y del Estado argentino? Señores, que hayamos sido igualmente combatidos por las fuerzas del capitalismo que por las del comunismo. Son, en estos momentos, dos enemigos del justicialismo, pero ellos mismos, al lanzarse el uno contra el otro, están levantando el monumento de la verdad futura de nuestro justicialismo. Cuando ellos se lancen a la lucha y sobrevenga una decisión, venza quien venza, no existirán más en el mundo ni el capitalismo ni el comunismo. Los pueblos han de elegir su nuevo destino y, si lo eligen bien, caerán fatalmente en el justicialismo argentino. Por eso debemos seguir trabajando sin hesitaciones y sin violencia. Cuando uno posee la verdad y lucha por la justicia, no necesita ni de la fuerza ni de la violencia, porque tiene en sus manos la verdad, que en la historia del mundo, ha sido finalmente, siempre superior siempre a la violencia y a la fuerza. Un anticipo de ese futuro lo estamos viviendo en la Argentina. Observen ustedes que para poder vivir en esta tierra, sin resultar un ente extraño al medio, los capitalistas se están convirtiendo y hablando en peronista; y los comunistas, para poder hacer algo en sus medios naturales, también tienen que hacerlo al grito de "Viva el peronismo!, porque, si no, en esta tierra, ni a unos ni a otros los sigue ningún argentino. Yo no sé si podrá ser inteligente y si podrá ser de alguna utilidad que cuatro dirigentes comunistas infiltrados en alguna organización peronista, saquen con engaños a la calle a algunos incautos y los hagan servir a sus intereses. Pero sí estoy seguro de que cuando esos incautos conozcan las causas que mueven a esos dirigentes y conozcan por qué los sacan a la calle, tendrán que disparar, y muy rápidamente los dirigentes. Mucha gente que llega hasta mí, me ha preguntado varias veces por qué, teniendo el apoyo popular y apoyo de las organizaciones obreras, no yo no termino violentamente con los dirigentes comunistas infiltrados. Yo les contesto lo siguiente: Cada organismo debe tener, como el organismo humano, autodefensas; y las autodefensas se desarrollan dejando que entren algunos microbios, para poner a prueba las defensas. Porque he aprendido de la naturaleza que esas autodefensas son indispensables para la vida. Observen ustedes ese chico hijo de rico, que es tan blanquito, no sale al sol para no quemarse, ni al aire para no enfermarse de pulmonía; observen que a él lo cuidan, le miden la comida, y siempre está enfermo. Observen, a ese chico hijo de pobre, que está siempre tirado en la tierra, todo sucio, está gordo y fuerte y nunca está enfermo. Yo quiero que las organizaciones peronistas o las organizaciones gremiales, no estén nunca enfermas, que crezcan con sus autodefensas, y que sepan bien que esos microbios que aparecen, que vendrá un día que las propias autodefensas de las organizaciones terminen sistemática e inmediatamente con ellos. A mí no se me oculta -y lo dije hace cuatro años o cinco, no hace un mes- que nuestro Movimiento Justicialista no había terminado con sus enemigos internos, pero que no eran peligrosos; que los más peligrosos eran los enemigos internacionales que están fuera de nuestras fronteras. En efecto; nos combaten y combaten al justicialismo todas las organizaciones capitalistas y los monopolios en el exterior, utilizando todos los diarios y los medios de difusión, para hacer creer a los pueblos y a las naciones de que este es un país de una brutal tiranía, donde no se puede comer ni se puede vivir. Pero, señores, con esa lucha fuera de nuestro territorio no van a conseguir conmover nuestra organización perfectamente asentada sobre la libertad, sobre la verdad y sobre la verdadera democracia. En cuanto a los enemigos interiores, nosotros sabemos perfectamente bien como nos combaten, y mientras sigan utilizando los medios que usan, no tenemos que preocupamos, porque serán total y absolutamente ineficaces. Hemos de demostrar en el futuro, que para combatir a esos enemigos contumaces de la verdad, necesitamos una sola medicina: seguir manteniendo y practicando la verdad. Por eso, compañeros, decía, es la inmensa satisfacción de poder llegar a estas grandes concentraciones con mi palabra sencilla, pero veraz; poder llegar hasta los trabajadores argentinos para decirles que tengan cuidado, que en medio de todos nuestros organismos, como en los organismos fisiológicos, existe un permanente pulular de microbios de distinta naturaleza. Hay que dejar que estos organismos mismos pongan en acción las autodefensas; y si ello no es (necesario (tendría que decir suficiente) suficiente, yo elegiré el momento preciso para echarles la cantidad suficiente de desinfectante y nada bueno. Les agradezco a todos los compañeros la inmensa satisfacción de estos momentos; momentos que representan algo así como un oasis en la marcha penosa de todos los días que un gobernante debe llevar y seguir arrastrando pesadamente la nave del Estado hacia los objetivos de la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. Y prometo, como prometo diariamente, seguir imperturbablemente la marcha de nuestra organización, seguir imperturbablemente hacia los objetivos justicialistas, seguir imperturbablemente el cumplimiento de nuestro plan de acción hacia los objetivos de una Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Seguir esa marcha sin prisa, pero sin pausa, seguro de que con este maravilloso pueblo que nos acompaña, no habrá empresa imposible de realizar, no habrá sacrificio suficientemente grande que no seamos capaces de enfrentar, ni habrá para la República Argentina fuerza extraña o propia suficientemente fuerte para quebrantar nuestra voluntad inquebrantable de vencer y de vencer bien. ...............
1950-08-01
Ante delegados del congreso internacional de cirugía
Sean mis primeras palabras para dar la bienvenida a este país a todos los señores cirujanos que participan de este magnífico Congreso y para decirles que yo me sentiría el más feliz de los argentinos si cada uno se considerase aquí como en su propia casa. Por otra parte, nos resultaría sumamente interesante que, además de las tareas específicas del Congreso, visitaran lo que estamos haciendo de nuevo en esta tierra y que conozcan más de cerca a nuestro pueblo, pues así podrán tener la absoluta seguridad de que formamos un pueblo de gente sencilla y de trabajo, con la inmensa aspiración de ser cada día mejores y más útiles a nuestra patria y a la humanidad. Señores: yo solamente quiero, en estas palabras de salutación, decir muy pocas cosas desde el punto de vista en que yo puedo encuadrar la salud pública y las actividades médicas dentro del país. Nuestro sistema, que hemos llamado justicialista, tiene algo de común con la profesión de ustedes, pues hace girar toda la actividad alrededor del hombre, a quien consideramos principio y fin de todas nuestras aspiraciones y nuestro trabajo. Por otra parte, siendo el hombre en sus proyecciones naturales el objeto de todos nuestros desvelos, es a él a quien le hemos dedicado, en nuestro sistema justicialista, toda la atención tanto en su aspecto físico como moral, actividades todas estas que no son en ningún caso extrañas a las que desarrollan los médicos en general. En este sentido, hemos tratado por todos los medios de orientar la ciencia médica hacia las actividades del trabajo, creando la medicina del trabajo, hacia la vivienda, hacia la alimentación y hacia la salud del hombre. Nosotros soñamos con una comunidad organizada, donde el hombre sea objeto y fin de ella misma. No aceptamos la explotación del hombre por el hombre, y menos aceptaremos la explotación del hombre por el Estado. Creemos, sí, que la sociedad modernamente organizada debe ser una colectividad en la que el hombre sea atendido y ayudado por el hombre, y los hombres atendidos y ayudados por el Estado. Nosotros concebimos al Estado organizado social, económica y políticamente, donde la libertad del hombre sea absolutamente respetada en todo aquello que no perjudique al Estado, y que la autoridad del Estado se realice integralmente en todo aquello que no tiranice al hombre. Dentro de esa concepción equilibrada es que luchamos por llegar en nuestra tierra a obtener una comunidad organizada donde la ética, desarrollada en toda la organización y en todos los habitantes, sea una garantía de convivencia honrada y feliz, de un pueblo que labora su grandeza para el futuro. Es dentro de esa concepción que nosotros hemos organizado por primera vez en la historia de la República Argentina un Ministerio de Salud Pública. Aquí teníamos un ministerio que se encargaba de la salud vegetal y de la salud animal y no teníamos uno que se encargara de la salud de los hombres. Hemos tratado de empezar a hacer efectiva la necesidad de cuidar el material humano que hasta ahora habíamos desperdiciado lamentablemente, abandonado a su propia suerte a los habitantes, especialmente del interior, y abandonando también a los médicos a su propia suerte. Se hacía el tipo de medicina primario, donde cada médico, con su valija, hacía lo que podía dentro de la población. Siempre eso se me asemejó como el caso de la invasión de un país a otro país, en que le dieran un fusil a cada habitante para que defendiera la Nación. Cada médico, librado a su propia suerte, y sin ninguna organización, puede hacer frente a algunos males individuales; en cambio, los epidémicos, o los males colectivos, iban progresando paulatinamente porque no se le anteponía a la organización natural del mal y del flagelo la organización sanitaria necesaria para abatirla, deteniéndola, primero, y combatiéndola, después, en todos sus reductos. Nosotros podemos dar gracias a Dios de que en nuestros días hayamos convertido en nuestro país esos verdaderos problemas de Estado, de gobierno -que representan el paludismo, la tuberculosis, la sífilis- en un problema médico. El Estado ha hecho el combate integral y organizado, y un caso interesante para los médicos es que nosotros, en cuatro años, hemos terminado con una de las zonas palúdicas más extensas de todo el continente americano. Hoy el número de nuevos palúdicos es tan insignificante que podemos asegurar que mediante la campaña sistemática en cuatro años habremos terminado con el paludismo en el país. Señores: podría enumerar todos estos extensos e intensos problemas de la sanidad argentina, pero bastaría con decir que en nuestro país se consideraba en el año 1946 que existía una plétora absoluta de médicos; teníamos una cantidad suficiente para los servicios que prestábamos a nuestra población en el orden médico. Sin embargo, ante esa plétora de médicos -evidenciada porque había una gran cantidad de los que debían abandonar la profesión para dedicarse a simples burócratas, dentro o fuera de la sanidad, porque no podían subvenir a su propia vida con su propio trabajo- y ante la creencia que existía en nuestro país de que los médicos debían prestar el servicio público en forma casi totalmente gratuita, nosotros interpretamos que esa plétora de médicos no existía en el país. Lo que faltaba era asistencia médica. Ese problema nos indujo a pensar que la solución debía encararse desde dos puntos de vista. Primero, por una política social adecuada; el mejoramiento progresivo y sistemático del estándar de vida de nuestra población fue demostrando paulatinamente que hacia falta más médicos o, en otras palabras, que la población indigente de nuestro país moría en gran cantidad sin asistencia médica, pues no podían pagar a sus médicos. Esta política social, que ha llevado una elevación de casi el cuatrocientos por ciento del volumen total de los salarios argentinos, ha puesto en evidencia que tal plétora de médicos era totalmente falsa. Hoy, después de cuatro años, notamos que en todas partes faltan médicos. Ello, completado con una política sanitaria que ha ido creando servicios hospitalarios y de sanidad general en todo el país, que ha permitido absorber una enorme cantidad de médicos, nos presenta hoy el triste panorama de que en la República Argentina falta casi un veinticinco por ciento de médicos para cubrir las necesidades totales que el Estado costea o que costea el propio pueblo mejor remunerado y con medios para pagar a sus médicos. Algunos datos estadísticos resultarán siempre más elocuentes que todo cuanto yo pueda explicarles, referentes a este aspecto del aumento y perfeccionamiento de los medios sanitarios argentinos desde 1946 hasta nuestros días. Yo sólo cuento mi gobierno. En 1946, el presupuesto nacional destinaba para Salud Pública y Asistencia Social solamente 120 millones de pesos; en 1951, destinará 407 millones. En estos cinco años hemos aumentado el 308 por ciento para gastos de Salud Pública y Asistencia Social. Indudablemente, este problema trae otros problemas y, en consecuencia, ha sido necesario servir a otras necesidades de la educación y de la instrucción universitaria. Es así que en 1946 el presupuesto de la Nación dedicaba a educación popular 306 millones, y en 1950 el presupuesto destina 1.036 millones, lo que representa un aumento del trescientos por ciento sobre el presupuesto de 1946. Las universidades argentinas tenían un presupuesto total en 1946 de 35 millones de pesos; en la actualidad tiene uno de 220 millones de pesos, 10 que representa un aumento de 625 por ciento en estos cuatro años. Durante este tiempo nosotros hemos dedicado por intermedio del Ministerio de Salud Pública todo cuanto es necesario para mantener el estado de salud en la población. Las norma fijadas por nosotros en el cuidado del material humano de la Nación las hemos establecido con un concepto menos rígido que el que normalmente se usa. Nosotros pensamos que así como una persona no puede decir a priori un presupuesto anticipado para los gastos de enfermedad que va a tener durante el año, sino que gasta lo necesario, hemos establecido que el presupuesto que sirve a las necesidades sanitarias de la población es el que resulta de esas necesidades y, por lo tanto, repito, no se establece a priori. Señores: si difícil ha sido el problema sanitario en la Argentina porque nunca se había dedicado a cuidar verdaderamente la salud -sobre todo la salud de los niños, que es lo que más nos interesa, porque nosotros trabajamos con gran tesón para el porvenir, aunque no olvidamos la de los ancianos, que merecen tanto nuestro agradecimiento y nuestra protección como nuestro respeto-, cualquiera de los problemas que hemos encarado llevaría mucho más para explicarlo que el tiempo que la amabilidad de ustedes me puede dedicar a mí para escucharme. Pero están a disposición de los señores aquí presentes todos los datos estadísticos sobre las construcciones que hemos realizado y sobre la forma en que hemos propugnado, desde todos los ángulos, la Salud Pública. Y si esa estadística pudiera no representar las suficientes garantías, hay una estadística que es superior a todas las demás: mezclarse con el pueblo y a ese hombre de la calle, al chofer, al mozo que los sirve, al mucamo, preguntarles -porque ellos no suelen faltar a la verdad cuando se trata de sus propias necesidades- si realmente están contentos. El pueblo argentino es, un pueblo satisfecho y por eso, nosotros, los gobernantes, que somos simples hombres de trabajo sin ningún otro mérito que el' de poner nuestra buena voluntad para servir, tenemos la pretensión de sentirnos profundamente patriotas, decididos a trabajar humildemente para mejorar las condiciones de nuestra población como un mandato supremo de estos tiempos, en que parece que la humanidad solo se ocupa de destruir y no de construir sobre esa criatura humana abandonada tantos siglos de la mano de Dios. Señores: ¡qué podría decirles yo a ustedes de cirugía en nuestro país! Francamente, la ciencia, la técnica y el arte quirúrgico están aquí suficientemente desarrollados desde el punto de vista científico. Pero la cirugía es todavía en la Argentina sumamente costosa porque no hay abundancia de cirujanos y no tenemos aún una organización que pueda servir a todas las necesidades quirúrgicas. Poco vale para mí que un país tenga unos cuantos cirujanos distinguidos, de inmenso talento, de gran arte y técnica depurada, si no se le puede llevar a la masa de la población el auxilio quirúrgico oportuno y eficiente. No me equivocaría, señores, si dijese ante nuestros distinguidos cirujanos, y ellos lo saben mejor que yo, que en nuestro país hasta ahora las actividades quirúrgicas han servido solamente a una parte de nuestra población. El régimen justicialista, por ser tal, no puede aprobar tan grande injusticia. Nosotros creemos que el derecha a la vida lo asiste tanto al que puede pagar como al que no puede hacerla, y pensamos, además, que la ciencia no puede hacer distingas de esa naturaleza. Nos hemos puesto a trabajar para resolver este problema y para que toda la masa de nuestra población -pobres o ricos- pueda recibir el auxilio oportuno y eficiente de la ciencia llevada a su más alto grado. En la Argentina, este no es problema fácil de resolver. En toda la historia de la salud pública de nuestro país, solo se había conseguido disponer de 80 mil camas en los hospitales, que aquí son completa y absolutamente gratuitos. Nosotros hemos pensado que es indispensable acelerar este proceso para que por cada mil habitantes se disponga de una cama en un hospital humano y bien atendido. Y es así como en estos cuatro años hemos trabajado en la medida de nuestras posibilidades aumentando 30 mil camas mediante la acción directa del Gobierno en todo el territorio de la República. En este sentido, la Fundación de Ayuda Social, que dirige la señora de Perón, ha librado y librará al público, hasta el año 1952, 15 mil camas hospitalarias más. Estas 45 mil camas nos aproximan relativamente a nuestras aspiraciones. Y pensamos que, resuelto este primer problema del aumento del número de camas, se podrá también llegar a la especialización de grupos quirúrgicos, que es otra de las soluciones que estamos propugnando. En una palabra, formar grupos especializados que permitan disponer de mayor número de elementos quirúrgicos capacitados para atender a una masa de 17 millones de habitantes, como tiene la República Argentina. Otro de los aspectos de nuestro programa es preparar el mayor número posible de cirujanos dentro del país y en las especialidades que creemos necesario. Estos tres puntos, que representan para mí el problema de gobierno, serán solucionados en el más breve plazo. Quedará después para a los cirujanos argentinos la responsabilidad de cumplir lo que yo he cumplido como gobernante. Con referencia a la cirugía, en eso estamos, y ello explicará a los señores por qué hemos visto con tan grande satisfacción y apoyamos incondicionalmente las actividades que han traído a tantos distinguidos cirujanos a nuestro Buenos Aires. Aquí les ofrecemos no sólo nuestras posibilidades, sino también nuestro corazón, haciéndoles presente que el que ustedes se encuentren bien en esta tierra y cómodos durante los momentos en que tengamos la honra de ser acompañados por ustedes, hace nuestra mayor felicidad. Piensen, señores, que al incorporarse cada uno de ustedes a nuestra tierra, nosotros los consideramos argentinos ilustres que entran en nuestro país y, además de eso, amigos sinceros, hombres que vienen a compartir nuestras preocupaciones y nuestros problemas, y en ese sentido acepten de mi parte, en nombre de la Nación Argentina y del pueblo que represento, los saludos afectuosos de ese pueblo que verá en cada uno de ustedes a un hermano dispuesto a trabajar con él para bien de nuestro país, para bien de la humanidad y para bien del hombre, principio y fin de todas nuestras preocupaciones en esta Argentina justicialista. Señores: He dejado para lo último el desearles el más grande de los éxitos y que cada uno de ustedes salga satisfecho de nosotros y satisfecho de su propio trabajo. Tengan la seguridad absoluta de que, en esta tierra de hombres de buena voluntad, todo cuanto decimos es lo que sentimos y que cuanto hacemos es lo que nos dicta una conducta honrada de ciudadanos al servicio de todas las causas, cuando las causas son elevadas y nobles. Reciban ustedes, en nuestra tierra, el abrazo cariñoso de cada uno de los argentinos, como los abrazo yo en este acto, profunda y fuertemente, sobre mi corazón. ...........
1950-08-04
En el acto académico del Congreso Internacional de Cirugía
En primer lugar, quiero agradecer a las autoridades de este VII Congreso Internacional de Cirugía, la gentileza de invitarme a este acto académico de clausura y a la Universidad argentina que haya dispuesto brindarme la honrosa satisfacción de poder entregar a destacados y eminentes cirujanos extranjeros, el título de "Miembro Honorario" de las Universidades argentinas que el Consejo Nacional Universitario les confiere como testimonio de los méritos que ellos han conquistado en su lucha afanosa por el bien de la humanidad. Nuestra Universidad se honra así, honrando a los ilustres cirujanos; y con ella se honra el gobierno y el pueblo argentino, puesto que desde este mismo instante los extranjeros que reciben esta distinción pasa a integrar la lista de los hombres a quienes consideramos hijos adoptivos de esta tierra. Cuando tuve el inmenso placer de recibir a los señores congresales en la Casa de Gobierno, expuse enana conversación amistosa desprovista de de todo protocolo, algunos principios y realizaciones de mi gobierno en materia sanitaria. Pensé que ello resultaría de especial interés para los señores delegados a este magno Congreso y que así quedaba agotado el tema de las cosas que un hombre de gobierno, acostumbrado a lides tan distintas de las que debe sostener un cirujano, podía decir ante un congreso como este, y en una asamblea como la que hoy clausura esta semana extraordinaria que ha vivido la Universidad Argentina y la ciencia médica de mi país. Pero ante la necesidad de aceptar la generosa invitación de las autoridades del Congreso, he pensado reunir en una síntesis lo más prieta posible, todos los pensamientos que pueden existir como comunes entre hombres que, como los señores delegados, están acostumbrados a luchar diariamente junto a la vida y un hombre que ha sido puesto por su pueblo en el primer sitio de otra lucha igualmente vital: la de ese mismo pueblo por su propia existencia; y pos su propia felicidad. Como es lógico, yo no he de hacer el análisis de ningún problema particular de relación directa con la técnica, que es materia especialísima de la vida y de la acción de los señores cirujanos. Pero existen problemas que nos son comunes; tenemos indudablemente preocupaciones parecidas y, como que somos hombres construidos de la misma materia humana, no nos puede ser extraño ningún problema que afecta a la humanidad misma, desde que cualquiera que sea la posición ideológica que nos hallemos, el solo hecho de tener una posición ideológica es ya participar de un ideal, que es en último análisis una inquietud humana por una mejor humanidad. Yo sé que cualquier médico, por el solo hecho de ser médico, de haber elegido su destino de médico, ha decidido servir a la humanidad. Este es nuestro primer punto de contacto: nuestro primer problema común es el hombre y al mencionarlo entendemos referirnos también a la humanidad- Si en mi lugar tuviese que hablar cualquiera de los señores delegados presentes, no haría otra cosa que esto: tratar de encontrar los objetivos comunes; y me diría a mí -hombre de gobierno- en que forma camino piensa llegar él, como mi cooperación, a la conquista final y definitiva de esos objetivos. Tal vez me diría que la felicidad del hombre se logra por el camino de la seguridad de las personas frente al peligro escondido de las enfermedades quirúrgicas; que es necesario ahondar en el estudio de la técnica para llegar a eso; que es conveniente hacer que las mejores técnicas sean conocidas por el mayor número de médicos en todos los países del mundo; y que quizá me daría a conocer un plan de tareas comunes a desarrollar entre gobierno y cirujano. Cualquiera de vosotros que hablase aquí, en mi lugar, aun buscando los principios comunes de contacto lo haría en función de cirujano, tratando de hacerme conocer los fundamentos de la técnica general en que su acción se orienta hacia la hacia la conquista de su alto objetivo: la felicidad del hombre. Yo, sin olvidarme de que estoy hablando con cirujanos, no podré expresarme tampoco sino en función de gobernante para quien ningún problema de la humanidad le es lejano puesto que siendo problema de la humanidad, lo es también del pueblo que le ha otorgado el privilegio y la responsabilidad de la conducción de sus destinos. En una palabra: yo hablaré de la técnica cuya aplicación realizo como gobernante, para conseguir el objetivo que nos une: la felicidad humana. Y he de señalar con especial atención aquellos aspectos que nos sean comunes y que se refieren a las aplicaciones científicas de aquella misma técnica. Como en el caso del cirujano ante cuya perspicacia clínica y habilidad técnica se plantea cada día el problema del enfermo, siempre distinto y siempre nuevo, yo también puedo decir como gobernante que frente al cuerpo social de mi pueblo, yo me encuentro todos los días ante problemas siempre urgentes, siempre distintos y siempre nuevos. Han de entenderme por eso muy bien los señores cirujanos si les digo que el día en que me ví frente a mi país experimenté tal vez la misma extraña sensación del cirujano ante quien se presenta una enfermo cuya enfermedad debe diagnosticar certeramente para poder cortarla de una sola vez en un solo acto quirúrgico inicial, de cuyo éxito depende una vida y una felicidad humana. Ye me encontré con un cuerpo social cuyos órganos esenciales -el gobierno y el pueblo- no se entendía de ninguna manera. Ante mi vista se presentó el espectáculo de dos Argentinas. Una, la Argentina alegre y feliz, optimista y despreocupada de los que todo lo poseían: gobierno, riquezas, derechos, posibilidades de salud y bienestar, educación, seguridad, A la sombra de esta Argentina, que era la única que tal vez pudieron conocer a la distancia los señores cirujanos extranjeros que nos visitan, estaba la Argentina triste y pálida, sombría y agobiada, que solamente conocíamos los argentinos que no teníamos vergüenza de mezclarnos con el pueblo. Esa Argentina dolorosa y sacrificada que vivía sin vivir a la sombra de la Argentina gubernamental, brillante, oligárquica y académica, era el pueblo, nuestro pueblo, cuyo esfuerzo sostenía con dolor en andamiaje de una Nación aparentemente libre y aparentemente justa. La Argentina aparente, era aquella de cuyas maravillas hablaron en sus cátedras universitarias y en los congresos internacionales los argentinos que, gozando del privilegio común de toda una clase social, de ninguna manera podían hablar de aquella otra Argentina del pueblo que desconocían y que despreciaban como si no fuese parte de la patria misma Así se dio el caso de un académico argentino, de indudable prestigio internacional, que al hacer su reseña de labor universitaria en 1942 a la Oficina Sanitaria Panamericana de Washington, afirmó en un trabajo titulado "Recientes avances de la medicina argentina", que "la avitamosis era rara en nuestro país"; y pasó por alto toda referencia a las condiciones de salubridad del pueblo argentino, El día que nosotros iniciamos esta lucha que yo dirijo ahora por la voluntad de mi pueblo, nos encontramos de golpe frente a las dos Argentinas a que me he referido. En el núcleo de los hombres que integraban el gobierno de la Revolución, algunos se decidieron por el camino fácil de la Argentina alegre, brillante y oligárquica. Yo pensé que estando la humanidad en las vísperas del día de los pueblos, la Argentina que podía tener valor y jugar algún papel trascendente en el mundo nuevo era la otra; la Argentina triste y explotad de los trabajadores, la Argentina esforzada y heroica de los descamisados. Pensé que tal como ahora lo afirman filósofos de la talla de Maritain en la víspera del día en que no habrá distinción entre el homo faber y el homo sapiens, porque ambos gozarán por igual de la suprema y excelsa dignidad humana, ante cuyos valores infinitos toda calificación desaparece, confundida en la única, substancial, profunda, íntima y común calidad humana. Lógicamente, ante aquella mi irrevocable decisión de tomar como propia la causa de la Argentina humilde y sudorosa, los hombres de la otra Argentina desataron contra mí, con buenas y con malas maneras toda la fuerza de sus ataques y todo el veneno de sus amarguras, de sus incomprensiones y de sus calumnias. Lógicamente no podía estar de acuerdo conmigo quienes desconocían el dolor de la Argentina, cuya bandera de redención había tomado en mis manos para llevarla a la victoria, o caer con ella en el fragor de la batalla. Y no estuvieron de acuerdo, lógicamente, los hombre de la vieja Universidad, construidos en el ambiente brillante de la Argentina rica y poderosa; ellos no me entendieron; no creyeron que el pueblo, estaba desnudo y que estaba enfermo de hambre; que en el país del trigo y de la carne había argentinos que se morían por inanición y que por esos caminos marchábamos a la destrucción de lo único permanente que poseía la patria: su pueblo. No creyeron en mí, porque no conocían la realidad viva que es el homo faber del pueblo. Pero no iba por eso a detenerme en el camino. Mientras ellos salían por el mundo a desparramar, como malos argentinos, la insidia de su disconformidad y de sus calumnias, valiéndose del privilegio del prestigio ganado a costa del dinero del pueblo, que había pagado durante muchos años sus estudios e investigaciones, nosotros nos dedicábamos a la tarea de construir una Universidad de hombres que sintiesen como nosotros el dolor y las angustias de la otra Argentina, cuya redención y dignificación yo me había propuesto, por imperativo del mismo pueblo. Hombres jóvenes y hombres nuevos empezaron a sustituir a los que no quisieron o no pudieron entender que comenzábamos aquí, en la República Argentina, una etapa distinta para la humanidad. Tal vez no hayamos logrado aún nuestros objetivos. Más bien estamos seguros de haber solamente iniciado un largo camino. Pero este Congreso ha demostrado fehacientemente que los hombres por nosotros elegidos, identificados con nuestra concepción y con nuestra decisión de servir al pueblo humilde y esforzado, son tan capaces técnicamente como los que se fueron; y prestan a la patria un servicio mucho más eficiente, desde que ellos han entendido en forma unánime y magnífica que la investigación científica y el tecnicismo más depurado carecen de sentido, cuando no trascienden saliendo de si mismo, en procura de los sitios y superiores objetivos del bien social. Aún considerando que se trata de un problema total y absolutamente nuestro, yo he querido hacer esta breve referencia a un aspecto de nuestras luchas; porque aquellos mismos argentinos que no nos comprendieron han llevado su apasionado resentimiento al terreno internacional; y es por esta sola razón que yo me siento obligado a denunciar ante este Congreso científico internacional, la actitud asumida por el Comité Organizador del XVIII Congreso Internacional de Fisiología de Copenhague, que ha omitido invitar a las Universidades de mi país respondiendo a la información tendenciosa y a la presión egoísta de unos pocos y malos ciudadanos argentinos. Los señores delegados extranjeros ante este Congreso de Cirugía podrán ahora llevar al mundo entero la verdad acerca de lo que nosotros somos y realizamos en el terreno de la investigación y por el progreso de las técnicas científicas. Podrán hacer conocer, en los ambientes universitarios y científicos del mundo, la verdad acerca de las Universidades Argentinas. Podrán decir en todas partes que en la República Argentina las Universidades gozan de su plena autonomía técnica, docente y científica y del pleno ejercicio de su personalidad jurídica, y que han sido extirpados de ellas los motivos pequeños de luchas políticas estériles. La única política que se puede ejercer en la Universidad Argentina actual es la alta y bien definida política nacional, que tiende al logro de la unidad nacional por los caminos bien claros y bien diseñados de la justicia social, de la independencia económica y la soberanía política; porque entendemos que en esta tierra cada uno tiene derecho a pensar lo que se le ocurra, pero nadie tiene derecho a negar los objetivos esenciales de la Nación, sin negar previa o concomitantemente su condición egregia de argentino. Si algo nuevo o distinto puede decirse de la Universidad Argentina actual, es que ella trata de orientar su trabajo según el nuevo e integral sentido social de la vida argentina. Que es casi como decir que la Universidad Argentina ha iniciado ya la marcha por el camino que, tarde o temprano, tendrán que recorrer todos los pueblos del mundo, si quieren sobrepasar esta hora crucial de la humanidad. Yo ruego a los señores Delegados quieran ser portadores de nuestras razones, desde que tan francamente me he permitido exponerlas aquí, alterando un poco en cierto modo la solemnidad académica de este acto trascendente. Cerrado el paréntesis de esta digresión, quiero exponer a los señores cirujanos cumpliendo lo que les prometí al principio, cual es la técnica que yo he aplicado y aplico en mi tarea de conducir a mi pueblo cabía su felicidad. He afirmado hace unos instantes que en el principio de nuestro Movimiento, yo decidí mi posición poniéndome del lado del pueblo, porque entendía que la hora del mundo que vivíamos anunciaba ya esta hora de hoy, que es cada vez más claramente "la hora de los pueblos". Felizmente la Argentina descamisada creyó en la sinceridad de mi adhesión incondicional; primero me sacó de la cárcel el 17 de Octubre de 1945, y después me entregó sus destinos en febrero de 1946, en las elecciones más puras de la historia cívica argentina. Ahora yo puedo declarar con legítimo orgullo que mi técnica, vale decir mi doctrina, es bandera de mi pueblo, y aunque la táctica de su aplicación tenga que ser distinta, según los lugares del mundo en que se realice, es indudable que el Justicialismo puede ofrecer soluciones efectivas a todos los pueblos que no acepten ni la explotación del hombre por el capital ni la explotación del hombre por el Estado. La técnica que yo he usado es muy simple: frente a dos extremos ideológicos que como solución repugnan a la naturaleza humana yo he elegido la única posición ideológica posible, aquella en cuya realidad "el individuo se integra por la comunidad y la comunidad se realiza por la superación individual". Reconocemos en el individuo la existencia de valores que trascienden a todo valor colectivo; pero afirmamos que existen en la comunidad organizada razones superiores, ante cuyas magnitudes deben inclinarse las unidades humanas que la integran. Por eso hemos tratado de superar el concurso individualista de lo justo, que da a cada uno lo suyo reconociendo sólo derechos individuales, y el concepto colectivista de lo justo que no reconoce sino derechos sociales, para crear el concepto justicialista, que da también a cada uno lo suyo, pero "en función social". En el orden práctico esto se ha materializado en prescripciones constitucionales claras y simples, que afectan al orden económico, político y social; y que en el fondo no son sino aplicaciones concretas de nuestro principio básico justicialista: que por ser inicial y fundamentalmente humanista, no quiere ser individualista porque el individualismo creó en el mundo la explotación del hombre por el hombre, que utiliza como instrumento de esclavitud el poder del dinero o de la fuerza; y tampoco quieres ser colectivista porque el colectivismo nos ha dejado como consecuencia la explotación del hombre por el Estado. El justicialismo aspira a que todo derecho individual sea ejercido en función social, a fin de que el perfeccionamiento social permita a su vez, en un dinámico equilibrio, la perfección cada vez mayor del hombre. En el orden de la actividad cultural o universalista, que es de particular interés de los señores delegados, así como en el terreno de la investigación médica o de la acción sanitaria, nuestro principio justicialista se aplica prácticamente estableciendo como norma de conducta y de trabajo que la actividad individual debe estar de alguna manera al servicio de la comunidad. No concebimos la investigación por la investigación misma, ni la técnica por la técnica misma, ni la ciencia por la ciencia misma. Han pasado para nosotros los tiempos en que un hombre podía realizar en la Universidad argentina o en los institutos de investigación argentinos, juegos técnicos o científicos cuyos resultados no tuviesen ningún interés ni beneficio para el pueblo. Cuando nosotros afirmamos que la Universidad ha de estar al servicio del pueblo, no queremos decir que los profesores y los investigadores hayan de salir a la calle a divulgar lo que saben como resultado de sus afanes y sacrificios; pero entendemos, eso sí, que la tarea que ellos realicen ha de ser útil al pueblo, desde que el pueblo es quien los ha segregado de sí mismo para que, liberados de la dura necesidad de vivir del trabajo del campo o de la fábrica, realicen su vocación a favor del bien del mismo pueblo. Quienes deseen seguir trabajando como antes, tiene el resto del país para hacerlo, pero no la Universidad que paga el pueblo y que es del pueblo y para el pueblo. Nosotros aspiramos a suprimir de nuestra tierra todo estad de necesidad. Hemos comenzado, luchando por eliminar definitivamente de nuestro país el estado de necesidad económica. Para ello hemos decidido que el capital ha de estar al servicio de la economía. Y la economía al servicio del bienestar social. Como consecuencia, hemos elevado extraordinariamente el estándar de vida nuestro pueblo. Esta verdad está en la calle. Los señores delegados habrán podido verificarla fehacientemente. Sobre los fundamentos de una economía más justa, hemos asegurado las unidades humanas que integran la comunidad nacional, las bases de operaciones necesarias como para poder luchar contra los demás estados de necesidad cultural, biológica ética etcétera. El Estado Justicialista no ha dejado al hombre librado a su solo destino en estas luchas de superación individual. Contra el estado de necesidad biológica que se concreta en la pérdida de la salud, los señores delegados conocen ya las referencias y las realidades de nuestros sueños de 1946, realizados en 1950 o en plena ejecución. Nosotros soñábamos que las cifras estadísticas que nos anunciaban la existencia demográfica de 17 millones de argentinos, se identificase con la estadística biológica, ofreciéndonos también 17 millones de argentinos libres de todo estado de necesidad biológica remediable por la acción sanitaria. Algunas realidades, como la que citara en la Casa de Gobierno refiriéndome al paludismo, nos anuncian que nuestros sueños de 1946 van ya cumpliéndose en promisorias realidades. Para que todo cuanto en este orden de cosas hemos planificado se convierta en fecundas realizaciones, yo he contado y cuento con la colaboración efectiva y sacrificada de médicos argentinos que han entendido el principio justicialista que distribuye derechos y deberes en función social. Son los mismos médicos argentinos que han hecho posible este magnífico Congreso. Yo les rindo aquí el testimonio de mi gratitud y les declaro acreedores al reconocimiento del pueblo, que es el máximo honor a que puede aspirar un argentino. Ellos han sabido interpretar fielmente los principios doctrinarios del justicialismo, y les han dado realidad en los actos de su vida. Yo deseo expresar, antes de concluir mis palabras, que los principios claros y fundamentales de nuestra "técnica" argentina y justicialista son -y a mí no me cabe ninguna duda- los que han de informar a la humanidad que surja de esa lucha terrible e incierta entablada entre las dos mitades del mundo. Los argentinos no pretendemos crear en el mundo actual una tercera fuerza; porque entendemos que tal vez haya pasado el momento oportuno para organizarla, pero considerando que las ideas son más poderosas que todas las fuerzas materiales reunidas, hemos creído que era nuestro deber ofrecer al mundo la idea de una tercera posición ideológica; y para ofrecerla al mundo con algún atractivo mayor la hemos realizado ya nosotros, entregándola a la humanidad más como experiencia que como doctrina. El ensayo ha sido feliz. En medio de un mundo que se debate en la incertidumbre y gasta todos sus esfuerzos en estériles luchas de carácter social, nosotros hemos logrado realizar la unidad de nuestro pueblo; y las fuerzas del trabajo, organizadas según nuestros principios, se mantienen alejadas de los extremos ideológicos que luchan en la humanidad. Yo me permito sugerir a los señores congresales la organización de las fuerzas culturales, según estos mismos principios; a fin de que, reunida espiritualmente con las fuerzas del trabajo, respalden ante el mundo la idea de una nueva solución que salve a la humanidad de su destrucción y de su ruina. De este modo tal vez se haga posible en el mundo lo que nosotros ofrecemos ya como realidad. Y que así como, de las dos Argentinas que encontré al principio de mis luchas no queda ya sino la Nueva Argentina, cuyo pueblo sabe ahora como se siente y como se vive la dignidad humana, los hombres de este siglo tan difícil encuentren la forma de convertir los dos mundos que se enfrentan en un solo mundo, cuyos integrantes puedan sentir desde la altura de una humanidad mejor, la suprema felicidad de ser hombre, alta finalidad por la cual vosotros y yo estamos bregando cada uno desde el puesto que Dios nos ha asignado en esta hora definitiva del hombres. ..............
1950-08-05
Durante el agasajo a los participantes del VII Congreso Internacional de Cirugía
Solo quiero decir muy pocas palabras. En esta tierra hay una tradición que dice de nuestra amistad; para los argentinos el mayor título que puede unir a dos personas, es precisamente esa amistad legendaria que nos viene desde los más antiguos tiempos de nuestra República. Quisiera que al partir cada uno de los delegados que nos ha hecho el honor de estar breves días con nosotros, pudiéramos decir que parten nuestros amigos, asegurando que cuando decimos amigos queremos decir que lo somos hasta la muerte. Cada día más, el mundo se divide en dos grandes sectores: los hombres que trabajan para el bien de todos los hombres y los que trabajan para el mal de los demás hombres. Nosotros hemos puesto todas nuestras fuerzas y todo nuestro corazón para ser de los hombres que trabajan para el bien de los demás hombres. Los señores delegados, colocados frente al dolor de la humanidad, son hombres que han probado al mundo que trabajan para el bien de los demás hombres. Por eso creemos que los hombres de buena voluntad, los que desean trabajar por el bien de los demás hombres y de la humanidad, debemos estar unidos y en permanente contacto. Y quiero terminar deseando que esa amistad que nosotros brindamos a los hombres de buena voluntad, como los señores delegados que nos han visitado, sea el vínculo que, por todo el tiempo que nos resta en esta tierra, nos una como amigos, como servidores los unos de los otros. Agradecemos esta visita con que nos han honrado y les deseamos toda clase de felicidades y de ventura y esperamos confiados la vuelta de los amigos que siempre serán recibidos en esta tierra con los brazos abiertos. ................
1950-08-14
En la inauguración del salón "17 de Octubre" en la Subsecretaría de Informaciones Señores;
En la inauguración del salón "17 de Octubre" en la Subsecretaría de Informaciones Señores; No deseo decir nada más que dos palabras, porque dentro de unos momentos tendré que pronunciar algunas más para nuestros compañeros trabajadores del agro. Solamente quiero significar cuál es mi complacencia al asistir a la inauguración de esta exposición "17 de Octubre", que es el producto de la preocupación y del esfuerzo de la Subsecretaría de Informaciones. Por esa razón, no deseo dejar pasar esta ocasión sin felicitar muy efusivamente a nuestro excelente colaborador, el señor Apold, como así también a todo el personal de la Subsecretaría de Informaciones que ha colaborado en esta magnífica obra, donde todos los días podremos ofrecer, a los ciudadanos que nos visitan, novedades sobre informaciones referidas a distintos asuntos, que van dando a conocer una obra que, por haber tenido precisamente tanto que hacer, no hemos podido difundir antes en el país. Deseo el más grande de los éxitos a esta exposición informativa del Salón "17 de Octubre" y espero poder visitarlo en actividad otro día, para formarme una impresión personal de cómo funciona y cómo marcha. Hasta entonces, y le deseo mucho éxito, señor Apold. ................
1950-08-14
Mensaje a los trabajadores del campo
La Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación ha querido inaugurar este salón de exposiciones "17 de Octubre" con una muestra de las realidades que nuestro gobierno ha ofrecido al agro argentino, dentro de sus planes de acción Esta circunstancia es propicia para que, con la cordialidad que siempre me han inspirado los hombres que trabajan en el campo por la grandeza de la Patria yo me permita hacerles llegar en mensaje de amigo y, aún más que de amigo, de compañero de luchas y de afanes, mi palabra de franco aplauso y de sincero estímulo. He seguido atentamente, tal como oportunamente lo prometí a los agricultores argentinos, todos los pasos de la campaña dirigida a incrementar la producción agraria. Desde el mirador de mi puesto he podido ver, con satisfacción de quien recoge los frutos esperados de una siembra, cómo el campo argentino ha escuchado el llamado que le hiciera hace algún tiempo en mi carácter de presidente de la Nación. Superando todas las dificultades imaginables, utilizando todos los medios que pudieron ser aprovechados, los agricultores del país entero, olvidándose de las amarguras y de la última sequía prolongada y desoladora que soportaron, han cumplido con su deber de producir más. En estos momentos las áreas sembradas, que son una realidad incuestionable, superan en forma extraordinaria a las áreas del año pasado; y con ello se demuestra sin que quede lugar para ninguna duda, que el campo argentino y los hombres que en él habitan constituyen reservas preciosas de la Nación capaces de todos los esfuerzos aunque cuesten sacrificio. Como presidente de la Nación me siento profundamente satisfecho al comprobar que las virtudes del pueblo argentino están presentes de una manera uniforme en todos los sectores del trabajo nacional; y que lo mismo en el campo que en la ciudad un llamado del presidente de la República, hecho en nombre de la patria, encuentra siempre un eco favorable en todas partes, y halla voluntades y corazones dispuestos a brindarse con la generosidad criolla, que es la causa más eficiente de la grandeza del país. Mi palabra de aplauso y de agradecimiento me obliga a reiterar una vez más mi más absoluta decisión de continuar atento y vigilante a las inquietudes y aspiraciones de los agricultores. Estamos ya a mitad de un camino que es necesario recorrer hasta el fin. Tal como lo prometí a los hombres del campo argentino he de estar con ellos hasta el término de la jornada para servir a todos sus afanes, inquietudes y necesidades, a fin de que ningún obstáculo se oponga y el triunfo más rotundo desmienta a los que no creyeron en la capacidad ni el patriotismo de los agricultores. Todos los organismos específicos del gobierno están atentos al llamado y a la necesidad de los productores del país; y yo mismo, personalmente desde la Presidencia de la Nación, sigo atento a sus requerimientos con toda mi fe de argentino puesta en ellos, seguro de que, como hombres de trabajo, sabrán hacer honor, como hasta hoy, a la confianza que en ellos ha depositado la Nación entera por mi intermedio. Por todas estas razones, yo me permito hacer llegar mi aplauso cordial a la Subsecretaría de Informaciones que han pensado con acierto inaugurar este salón "17 de Octubre" con una muestra de nuestra acción en el campo argentino. Los hombres de la ciudad que pasen hoy en adelante por esta avenida de Mayo de la gran Capital no podrán menos que detenerse a meditar un instante recordando a ese otro gran sector del pueblo que son los hombres de trabajo que luchan en el campo; y ese recuerdo será como un símbolo de lo que nosotros hemos deseado siempre que fuese la Nación: una fuerza organizada de hombres de trabajo, sin distinguir en ningún momento entre quienes luchan en el campo o en la ciudad, importándonos únicamente que todos trabajen pensando leal y sinceramente en la grandeza de la patria. ................
1950-08-14
Al asumir las nuevas autoridades del Instituto Sanmartiniano
He deseado llegar personalmente hasta esta casa para poner a los miembros del Instituto en posesión de los diversos cargos, de cuya resolución tomamos conocimiento, porque entiendo, señores, que este Instituto debe merecer, con nuestro respeto, nuestra mayor preocupación. El Instituto Nacional Sanmartiniano es una repartición del Estado y, en consecuencia, como jefe de ese Estado, deseo decir algunas palabras sobre su funcionamiento, porque hasta ahora lo que más ha dado el Instituto Sanmartiniano es trabajo. No creo, señores, que ello pueda constituir en el futuro una preocupación. En primer lugar, este Instituto, creado para interesar a todos los argentinos en la defensa de las glorias y de las tradiciones que nos legara el Gran Capitán, no ha podido conseguir en todos sus años de funcionamiento, más de cuarenta y cinco mil adherentes, cuando en esta tierra hay diecisiete millones de sanmartinianos. Ello habla de la incuria y de la falta de preocupación de los que lo han dirigido hasta nuestros días. Por otra parte, la preocupación del Instituto se ha dirigido a tratar cuestiones de carácter interno y no a llevar el conocimiento profundo de la personalidad de San Martín fuera de nuestra República, donde es más necesario que se le conozca, porque los argentinos lo conocemos demasiado para quererlo. El panorama en la Capital Federal, con esta sede del Instituto, y las afiliaciones conseguidas, no es tan desolador como en el interior del país, donde todavía las filiales están en absoluto grado de desorganización. Mientras aquí se discutían cuestiones intrascendentes, sin ningún valor, San Martín permanecía abandonado a la buena voluntad de los que quisieran honrarlo en otras partes de la República, donde por razones de difusión es necesario que se lo conozca y se conozcan y recuerden todos los días sus virtudes, su fama y su gloria. Este Instituto todavía, en mi concepto, no ha hecho nada trascendente. Ha pasado sus días y gastado el dinero que se le ha asignado en cuestiones total y absolutamente intrascendentes, como las que resultaría de las discusiones bizantinas sobre si uno lo quería y otro no lo quería. Esa no es nuestra función de argentinos. Nuestra función de argentinos es hacer que todos lo conozcan y todos lo amen, como lo aman los patriotas argentinos. Desde que estoy en el gobierno no he recibido sino quejas de las instituciones populares que han llegado a esta casa. Sería largo enumerar la enorme cantidad de quejas que han llegado a la Casa de Gobierno de personas que han venido aquí representando a instituciones o agrupaciones populares y que se las ha maltratado. San Martín no es de nadie, porque es de todos los argentinos. Nadie es dueño de esta heredad porque lo somos todos los argentinos. El más modesto de los argentinos que llega a esta casa debe ser respetado y debe ser considerado. No se puede pretender que cada uno que venga hasta aquí sea un sabio o un prudente, porque entonces van a llegar muy pocos argentinos en estos momentos. Es necesario que, si es humilde y no sabe expresarse, nosotros, que somos más evolucionados, tengamos tolerancia, porque el hombre que a nuestros años no ha aprendido a tolerar a los demás no tiene derecho a pedir tolerancia para consigo por parte de los demás. El Instituto debe ser un lugar de reunión amable, de cariñosos recuerdos del héroe, hermanados todos aquí, sin hacer diferencias de ninguna clase y sobre todo dejando la expansión libre a cada uno de los ciudadanos. San Martín dio su vida por la libertad y este debe ser el lugar donde la libertad sea más amplia. No puede llegar aquí una agrupación a la que se le diga cómo debe rendir el homenaje, qué es lo que tiene que decir y qué es lo que debe hacer. Cada uno quiere a su manera y cada uno se expresa a su manera. El fin es lo que justifica los medios. Creo que la prudencia ha faltado en gran volumen en el desarrollo de estas actividades. Lo que necesitamos los argentinos es prudencia, gran prudencia. Con ella, señores, es como vamos a juntamos en un solo haz de patriotas y de bienintencionados. No queremos hombres que dividan: queremos hombres que unan. No creo que el gobierno necesite venir al Instituto Sanmartiniano a hacer política favorable al gobierno. Pero lo que sí sería mucho más imperdonable es que se hiciese aquí un poco de política contra el gobierno, ya que es una repartición pública. Por otra parte, señores, yo he visto con dolor que frente a un agravio al general San Martín, repudiado por el mismo organismo al cual pertenecía el hombre que lo infirió, y repudiado por toda la República, no haya sido repudiado por el Instituto Sanmartiniano, cosa que no me podrá explicar nadie jamás sin que medien intereses ajenos a los que deben tener los miembros de una institución como esta para defender la memoria y la fama sagrada de San Martín. Y al final, señores, el Poder Ejecutivo se vio obligado a tomar medidas, porque casualmente en el Año Sanmartiniano se convierte la función de este Instituto -que debe ser sagrada para los argentinos- en un conflicto de hombres, como si nosotros valiéramos algo frente a la memoria del Gran Capitán, como si pudiéramos hacer primar nuestras intenciones y nuestros intereses frente a su recuerdo. Ningún conflicto de hombres puede plantearse en este Instituto, y el que piense lo contrario tiene el camino a seguir que es bien simple: mandarse a mudar antes de causar ningún perjuicio a la unión y a la unidad que debe existir entre nosotros. En mi concepto, este Instituto debe tener claramente establecidas sus funciones en las pocas cosas que vaya decir. En primer lugar, hay que trabajar para que esta institución tenga, por lo menos, varios millones de adherentes. Que todos los argentinos que lleguen aquí y quieran adherirse, sean desde ese momento adherentes sin estudiar nada: que todos los argentinos que quieran ser sanmartinianos puedan serlo inmediatamente. Así tendremos varios millones de conciudadanos que apoyarán la obra sanmartiniana en todo el país, porque en todo el territorio de la República es necesario mantener la antorcha encendida y la marcha en actividad, si queremos pensar en salir al exterior con la memoria insigne de San Martín. Por eso, esa misión que asigno yo a los señores que se hacen cargo de la dirección de este Instituto es marchar de prisa para adherir materialmente a este Instituto a todos los argentinos que quieran hacerla. Hay que desarrollar una acción interna, pero de fondo; no bastan cuatro o cinco discursos; es necesario estudiar e investigar, porque es una vergüenza que en la República Argentina todavía haya muchos aspectos de la vida del general San Martín que no se, hayan divulgado ni publicado y, a veces, hasta son desconocidos. Es inconcebible que en nuestros días todavía estemos pensando y discutiendo cosas intrascendentes frente a una figura y a una obra como la del general San Martín, en vez de ponemos a escribir la verdad, la verdad fehaciente, que nace de recorrer archivos, investigar documentos y de sacar a la luz una verdad que todavía tarda en ser verdad a los ojos y a la evidencia de todo el mundo. Y la verdad no la vamos a sacar con discursos escritos en ratos desocupados. Eso implica una labor de investigación consciente y paciente. Eso es lo que debemos hacer, sobre todo los que cobramos para hacerla. En segundo lugar, señores, es necesario salir al exterior con el conocimiento de San Martín: es necesario crear; es necesario ir a los demás países donde no lo conocen, para hacerlo conocer; es necesario llevar esa verdad con persuasión y con trabajo personal. Hay que ir a todos los países americanos y hacerlo conocer. Es una vergüenza que aún haya países americanos en donde todavía no saben quién ha sido San Martín. Y nosotros tenemos aquí un Instituto discutiendo cuestiones intrascendentes y de ninguna importancia, en vez de ponerse a trabajar seriamente sobre este problema sanmartiniano. El Instituto Sanmartiniano es el instituto del pueblo. Él lo paga y es de él, y aquí, el hombre del pueblo que llega a este Instituto es igual que el más encumbrado de los personajes de la Nación. Nosotros no somos personajes; solamente somos argentinos dentro de este local, y aquí, para los argentinos, la atención, el respeto y la consideración es la misma para el presidente de la República que para el último de los ciudadanos. Por otra parte, este Instituto Sanmartiniano, creado por una inspiración popular, nacionalizado después, luego considerado como el corazón de nuestras glorias y de nuestras tradiciones, debe ser libre en todos sus aspectos y en todas sus cosas. Si en alguna parte puede considerarse que existe una dictadura sobre las ideas y sobre los sentimientos, puede ser en cualquier parte, menos en el Instituto Sanmartiniano. Aquí debe haber pocos reglamentos y muchos corazones, porque los argentinos queremos a San Martín con el corazón y no con los reglamentos. Queremos que los argentinos rindan ese respeto, pero que lo0 rindan con sus palabras y con sus sentimientos, que son los únicos que valen. Es inútil que yo me venga con una hoja de papel escrita a leer lo que me han escrito otras personas. Yo no diré nunca lo que no siento. Déjenme hablar, déjenme decir quizá un disparate si no estoy preparado para decir algo mejor, pero ese disparate lo digo con el corazón en honor de San Martín, y no con lindas palabras que quizá vienen inspiradas por un interés que no es el interés de amar y de venerar al Padre de la Patria. Señores: Para los hombres de la casa, que estén en un lugar de trabajo, que sea un lugar de recogimiento para los hombres que quieran trabajar por la memoria de San Martín haciendo una obra constructiva para su conocimiento. San Martín no necesita que lo conozcan los argentinos por una propaganda de cordón de veredas comercial, como me propusieron hacerla. Lo que debemos decir de San Martín es la verdad. La verdad de los héroes que se hacen amar solo con la verdad. Por eso, este Instituto quiere a esos hombres investigadores, hombres que sacrifiquen su vida de gabinete día y noche para desentrañar una verdad. Es muy fácil escribir historia copiándola a los que la han escrito antes. Hay que ir al documento: hay que quemarse en vida y los ojos investigando. Eso da mérito: el sacrificio y la abnegación del historiador. Tenemos demasiados historiadores "a la violeta" para que sigamos tolerando a los que nos quieren engañar. Sobre historia, señores, ya no se engaña a nadie. Sabemos bien cuáles son las fuentes de las que salen un sinnúmero de trabajos. Yo le doy méritos a ese que anda en los documentos, a ese que escribe la historia y que agrega los documentos que él ha descubierto y que no habían sido descubiertos antes por otros historiadores. Los demás son mulas de noria que van alrededor de un camino demasiado trillado para que puedan representar un acervo histórico para la República Argentina. Esos son los hombres que necesitamos acá: esos que son más de lo que aparentan ser, pero que rinden a nuestra historia un nuevo jalón colocado delante de los que lo han hecho detrás de él. El historiador es, primero, un investigador: analiza toda la bibliografía y luego de ese análisis, dice "aquí debe faltar algo". Y se pone a investigar. Cuando entrega un nuevo libro, dice: "Esto estaba, pero yo he visto todo esto nuevo". Eso es lo que necesitamos: hombres que digan cosas nuevas, que estaban perdidas o que habían desaparecido en los archivos de la Nación. Esos hombres deben venir acá. No necesita San Martín charlatanes que lo defiendan: necesita historiadores que sepan desentrañar la verdad y presentarla a los argentinos; esa verdad que es la grandeza de San Martín. Señores: He tratado en esta ocasión, en que he tenido tiempo y he podido hacerla, de seleccionar hombres prudentes y responsables para ponerlos al frente del Instituto Nacional Sanmartiniano, hombres con criterio claro sobre cuál es la finalidad y sobre cuáles son las proyecciones que en el futuro debe tomar este Instituto. Y al rendir un homenaje a esos historiadores que trabajan, a esos historiadores que investigan, a esos historiadores que yo conozco a través de mis propios estudios de historia, en esta casa, les hago un llamado para que vengan a trabajar al Instituto, para que vengan con el resultado de sus investigaciones, para poner más claro cada día la maravillosa personalidad de San Martín, cosa que no se hace romanceando una novelita con un nombre vistoso que no dice nada al corazón de los argentinos, como no sea un engaño de aquel que quiere vender un jabón que no sirve poniéndole lindas palabras para su propaganda. San Martín no necesita novelitas romanceadas: necesita historia veraz, historia de documentos que prueben esas verdades. Por eso, esos hombres son bienvenidos a esta casa, porque sé que esos son los hombres que trabajan, esos son los hombres que nos pueden dejar algo nuevo en el acervo histórico. Con este homenaje que les rindo en este momento, les hago ese llamado en nombre de la Nación, en nombre de la patria y en nombre de la memoria de San Martín. ....................
1950-08-15
Al recibir la condecoración que le impusiera el gobierno del Perú
Mi general: Yo podría decir que este momento es para mí de intensa emoción y gran júbilo, porque para mí, un profesional que ha seguido mi profesión desde niño hasta viejo, en el trabajo, en la abnegación y en el sacrificio, no puede haber ningún premio más grande ni más honorífico que el de recibir de manos de otro viejo soldado la insignia que distingue a los profesionales que hemos dedicado nuestro esfuerzo y nuestra labor al perfeccionamiento del soldado. Pero si esto proviene de las manos de un soldado peruano, ese honor y son mucho más intensos, porque los argentinos tenemos un solo pensamiento con referencia a la noble nación peruana y a cada uno de sus hijos: ver en ellos a un amigo, a un amigo en la concepción tradicional de esta tierra que considera a la amistad como el más fecundo y el más extraordinario de los vínculos que pueden unir a dos pueblos o a dos hermanos, Habéis llegado hasta nosotros con esa amistad y recibiréis de nosotros ese cariño. Habéis traído una campana secular desde la cual tantos tiempos contemplan la inconmovible amistad y hermandad del Perú y de la Argentina. Yo os prometo, señor general, en nombre de esta Nación Argentina, que esos vínculos no serán jamás desmentidos por los amigos argentinos. Perú tendrá siempre en nosotros una Nación que será solidaria con su presente y con su destino como lo fue con su pasado. Cada soldado argentino ha bebido en la inscripción sanmartiniana ese amor profundo al que nos une en la historia y nos unirá en un futuro que espero brillante para esa noble patria que tanto amamos, y que consideramos como una prolongación de nuestra amada tierra. Os ruego, señor general, que tengáis la amabilidad, al regresar a vuestra noble tierra, de llevar mi abrazo cariños y fraterno al excelentísimo señor presidente, general Odría, y al señor general ministro de Guerra, por los cuales sentimos un profundo cariño. Igualmente, os pido que les trasmitáis que en esta tierra de argentinos late el corazón de San Martín, que tanto amó al Perú y que dejó a cada uno de nosotros, en esa tradición gloriosa de amor a ese Perú, un recuerdo que no será jamás desmentido por los argentinos. ..............
1950-08-20
En el almuerzo ofrecido al presidente de Paraguay
En el almuerzo ofrecido al presidente de Paraguay Excelentísimo señor presidente de la República hermana del Paraguay; señores delegados que nos han hecho el honor de asistir a esta fiesta sanmartiniana; señoras y señores: La historia del mundo es la historia del drama de los hombres y de los pueblos en lucha por su libertad. Esa historia, vivida por casi todos los pueblos y todas las naciones del mundo, tiene para los argentinos un significado extraordinario en la figura del Capitán de los Andes, que es el arquetipo de nuestra nacionalidad y de esa lucha por libertad. Los argentinos hemos recibido como herencia gloriosa de nuestra tradición, la defensa de esa libertad, que para nosotros vale más que todas las fuerzas del mundo y que todas las ambiciones o los hechos que pueda encontrar la República en su marcha. Es desde el fondo de esa historia que se nos manda morir en defensa de la libertad. Por esa razón, este año, al cumplirse el primer centenario de la muerte del más ilustre de los argentinos, los argentinos del presente hemos querido llevar a Dios, con la plegaria por su descanso eterno, el compromiso de seguir firmes en la consigna centenaria de este gran argentino de morir, si es preciso, por la libertad de nuestra patria. Nuestro júbilo ha sido extraordinario, porque al elevar nuestras preces no estamos solos recordando al paladín de los argentinos. Estamos acompañados por el ilustre presidente de la República del Paraguay y delegaciones de los hermanos de Bolivia, Chile, Perú y Uruguay. Pero aun fuera del protocolo, no me he podido substraer al deseo de manifestarles que esta presencia obliga a nuestra gratitud de argentino, y que no sabremos jamás olvidar esa gratitud hacia los hermanos que en estos momentos, en que rememoramos la gloria más pura de nuestra nacionalidad, nos han hecho el honor de compartir las fiestas y el mantel de esta mesa, que es de amigos y que es de hermanos. Yo os ruego, señores, que al retomar a vuestras hermosas patrias, llevéis de nosotros, los argentinos, el abrazo fraternal a esos pueblos que no desaparecen nunca de nuestra memoria, sea en los momentos azarosos de la lucha, sea en los momentos jubilosos de los éxitos. Ellos compartieron la gloria, y ellos comparten un espacio ilimitado en nuestros corazones. ....................
1950-08-22
22 de agosto de 1950 En la inauguración de la Escuela Fábrica General San Martín
En la inauguración de la Escuela Fábrica General San Martín Esta nueva escuela profesional es una piedra más en la construcción de una conciencia hecha realidad en nuestro pueblo. Es una escuela del pueblo y para el pueblo; está destinada a evitar el dolor de nuestros muchachos; está destinada a capacitar nuestros hombres para que tengan el derecho de exigir una retribución de acuerdo con su capacidad y con lo que esa capacidad represente como rendimiento para la sociedad argentina. Esa capacitación, que antes solamente se le daba a un sector del pueblo argentino para que pudiera acumular privilegios injustamente acordados, es la que iguala a todo el pueblo de la patria, cualquiera sea la procedencia de cada hombre. Esa capacitación es la que le da los medios para que pueda defenderse en la vida y ser igualmente honrado, digno y argentino, como todos los demás. Estas creaciones de escuelas-fábrica y de orientación profesional van dirigidas a formar de nuestro pueblo una comunidad organizada y capacitada para poder decir que en el futuro, en nuestra tierra, será lo mismo ser un sabio eminente o un modesto obrero. Cada uno en su oficio o en su profesión rendirá lo que debe rendir de sí, pero en esa comunidad organizada, tanto el sabio como el modesto operario, serán dos hombres igualmente libres y dignos. Por eso, señores, cuando veo crecer esto que fue un sueño nacido en eras en que nuestra tierra estaba todo por hacer; cuando veo surgir todas estas escuelas que tuvieron su origen en una ley elaborada en 1944, producto de ese sueño y de esas inquietudes que son realidades hechas efectivas por la comisión que dirige a estas escuelas de orientación profesional, no puedo menos que hacer llegar mi abrazo cariñoso a todos, al ministro Castro, que es su presidente, como también, a los profesionales, funcionarios, técnicos, operarios y aprendices. Con ese abrazo va mi solidaridad indestructible con esta obra y va el sentido fraternal de un argentino que sueña con ver a cada uno de los argentinos cada día más felices y más dignos. Que estas conquistas del pueblo argentino, que van conformando la integridad de nuestro propio justicialismo, sean defendidas y apoyadas por el pueblo humilde de la República. Ello será, sin duda, la seguridad de su éxito, y en esa seguridad de ese éxito estará la seguridad del éxito de nuestra obra justicialista, para que sea verdad en esta tierra que cada argentino, en el futuro, sin distinción de sexos ni de situación, lleve su bastón de mariscal en la mochila y para que en el futuro de esta patria podamos todos los argentinos pensar de una misma manera, sentir de un mismo modo y amarla con el agradecimiento de los hijos que han recibido de ella todo cuanto son y el bienestar de que disfrutan con sus propias familias. Quiero cerrar estas palabras, señores, haciendo un voto para que estas escuelas, desde la más humilde hasta la universidad obrera sean en el futuro las verdaderas escuelas del pueblo argentino donde se aprenda lo más grande que pueda aprender un hombre: a ganarse el sustento con su propio trabajo; que sean en lo futuro las verdaderas escuelas de formación del carácter y de las virtudes del pueblo argentino, porque queremos ese pueblo virtuoso, pero con su virtud templada en la más grande y en la más noble de las cosas que un hombre puede hacer: trabajar. ....................
1950-08-25
En la recepción del Círculo de Oficiales de Reserva
En la recepción del Círculo de Oficiales de Reserva En primer término, les agradezco la amabilidad que han tenido de llegar hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poderlos saludar personalmente, siquiera sea una vez cada siete años. Es indudable que quisiera tener un contacto mucho más asiduo, lo que a veces es difícil por falta material de tiempo. Sin embargo, por ser un soldado, me es profundamente grato que ustedes, hombres de la reserva, tan ligados a nuestros afectos y a nuestras actividades, sean muy bienvenidos, no solamente esta vez, sino todas las que ustedes deseen venir. Recuerdo perfectamente las veces que hemos conversado sobre estas cuestiones referentes a la constitución de los centros de oficiales de reserva. Después de haber visto el último desfile de reservistas, ningún argentino puede dejar de estar persuadido que todas las agrupaciones de los hombres de reserva, sean oficiales o soldados, están constituyendo en nuestro país instituciones de bien público; es por lo menos el único país del mundo que realiza actividades de esta naturaleza. Nuestras Fuerzas Armadas han tenido la virtud, pese a todas las cosas que puedan haber ocurrido, de, dejar un sedimento patriótico en el alma de los hombres argentinos que ansían, por lo menos, una vez al año, volver a tomar contacto con los jefes y oficiales que tuvieron en el servicio militar. Eso es halagador para las Fuerzas Armadas. Siempre he pensado, señores, y pienso hoy más que nunca, desde el punto de vista profesional, lo que esto representa como valor y como unidad para la propia nacionalidad. Uno de los grandes defectos de la organización argentina ha sido el no haber propugnado por, todos los medios el tratar de llegar a la verdadera unidad de la nacionalidad. Creo que nosotros nunca hemos trabajado decididamente por esa unidad nacional. Sin embargo, voy viendo que esa unidad nacional, que debe ser el punto de partida de nuestras inquietudes nacionales, va trabajándose en todos los sectores en forma de una comunidad organizada, tendiente a la formación de esa unidad que anhelamos todos y que en realidad todavía no hemos conseguido integralmente. Y hago esta afirmación porque entiendo que la política, la politiquería misma, puede originar discrepancias entre los distintos sectores: puede un argentino pensar de distinta manera que otro argentino en muchos aspectos, pero hay aspectos en los cuales los argentinos no podemos pensar sino de una sola manera: son los aspectos de la vida nacional que está destinada a la defensa de los grandes objetivos de la nacionalidad. Sin embargo, desgraciadamente, hay argentinos que están divididos en distintas tendencias y que en las cuestiones fundamentales de la nacionalidad tampoco están de acuerdo. Ahí es donde veo la falta de unidad. Para los pueblos hay una unidad que establece objetivos, fuera de los cuales no hay más que traición contra el país. Esto, nosotros tenemos que ir trabajándolo, trabajándolo paulatinamente, hasta llegar a establecer en forma perfecta cuáles son las cosas en las cuales los argentinos no pueden tener divergencias, como cuando se trata de la soberanía del país o como cuando se trata de las cuestiones fundamentales de la defensa, diríamos, de la vida argentina frente a todos los demás países extranjeros. Yo, señores, soy un hombre que he aprendido a lo largo de la vida, la tolerancia. No creo que esto sea una cosa del otro mundo, pero sí creo que todos debemos trabajar todos los días para acercamos cada vez más a esa unidad nacional, estableciendo los grandes y verdaderos objetivos y poniéndonos todos los argentinos a luchar para conseguido. Discreparemos en todas las demás cosas, pero no podemos discrepar en ninguna que sea fundamental para la vida y grandeza de la Nación. Por eso estas agrupaciones de buena voluntad, patriotas, que conservan de su paso por las filas ese poco de espíritu militar que nosotros podemos dar en solo un año de la vida de un hombre, son siempre bienvenidas para nosotros, sobre todo los profesionales, los soldados. Yo me he esforzado en forma, decidida para que estas agrupaciones puedan vivir y puedan progresar, porque entiendo que las Fuerzas Armadas y el pueblo, o sea su reserva, deben constituir una cosa absolutamente indivisible. Es decir, señores, que en el sentido de la unidad nacional, si hay algo que es indivisible, es esa unidad absoluta entre el pueblo y las Fuerzas Armadas. Observen ustedes que nuestro oficio es llevar los hombres a la muerte; en último análisis, esa es la triste misión que nos queda a los soldados cuando las circunstancias lo imponen. Para llevar a los hombres a la muerte, hay que llevados por algo más que por una obligación impuesta por una decisión del gobierno o por una ley, porque no hay ley que esté sobre la muerte, desgraciadamente. Para hacerlo es necesario formar en el hombre una naturaleza superior aun a la muerte, y eso es una cosa sumamente difícil. Creemos que uno de los factores fundamentales es mantener esa unidad entre las Fuerzas Armadas y su pueblo, vale decir, entre los verdaderos valores permanentes de las Fuerzas Armadas, que son los cuadros, sean estos cuadros en actividad o de la reserva, porque los cuadros no tienen diferencias en el momento de la decisión. Esa unión con el pueblo debe ser a base de un profundo cariño que debe existir entre las Fuerzas Armadas y el pueblo, o sea sus reservas. No hemos seguido a lo largo de nuestra historia el mejor camino para que eso se produzca. Hemos sido el brazo ejecutor, violento, de medidas que pudieron haber sido resistidas por algunos sectores del pueblo. Me he propuesto que cuando el pueblo tenga un conflicto, jamás tenga que ser él reprimido por las Fuerzas Armadas, porque eso no es la función de las mismas. Para reprimir los conflictos internos con las Fuerzas Armadas, habíamos distanciado al pueblo de estas últimas y habíamos formado algo así como él enemigo común de todos los que reclaman o tenían algo que reclamar por medio de la lucha. No había conflicto o huelga en que no saliesen las Fuerzas Armadas a pegar culatazos y a tratar mal a la gente. Creo que eso nos separó extraordinariamente del pueblo. Y el día en que fuera necesario, sería ese pueblo al que nosotros tendríamos que conducir. ¿Y cómo podríamos conducido bien si esas fuerzas fueran enemigas de nosotros? Y cuando ustedes se pongan la guerrera, con sus grados, nadie va a preguntar si son hombres de la reserva o del servicio activo; no les van a preguntar si son jefes u oficiales, porque en la guerra las diferencias entre los de servicio activo y los de la reserva, al poco tiempo de las operaciones, desaparecen en forma total y absoluta. Por esa razón digo que estas organizaciones que mantienen esa unidad también deben trabajar con nosotros para que cada día las Fuerzas Armadas sean más queridas por nuestro pueblo. Por otra parte, hay que ir formando, dentro de la nacionalidad, el ambiente, por medio de esa instrucción, de conferencias dictadas en los distintos sectores de la actividad de la Nación, para que no tengamos que soportar el triste espectáculo de países que deben ir a la guerra y que no la pueden hacer porque su pueblo no quiere. Hoy, las guerras que se emprendan deben ser eminentemente populares para poder vencer. Ningún país puede vencer en una guerra si esta no es una guerra popular. Porque la guerra popular, señores, se lleva adelante impulsada por una causa que el pueblo siente y por la cual, sobre todo, está dispuesto a sacrificarse. Es necesario crear esas causas en el país; hay que educar al argentino diciéndole cuáles son sus objetivos. Yo siempre digo que nosotros quizá no podamos levantar a un solo argentino para emprender una guerra de conquista. Hace cien años que venimos diciendo que no hacemos guerra. Por eso, fuera de nuestra tarea de luchar por la conquista de los objetivos positivos, probablemente ningún militar argentino pueda levantar a un solo hombre del pueblo; pero lo que sí tenemos que arraigar en la población es la idea de que el que con afanes de conquista pusiese un pie en nuestro territorio, antes de poner el otro tendría que matar a todos los argentinos. Solamente creando esas causas y educando al pueblo en esa escuela podremos evitar la posibilidad de que en el futuro, cuando se presentase esa situación, hubiera argentinos que no quisieran sacrificarse por su patria. En una palabra, todo esto debe hacerse a priori y no a posteriori, porque cuando llegue el momento de las decisiones, si el pueblo no ha sido preparado, es inútil que el gobierno o los hombres dirigentes se esfuercen por tomarlas. La educación para la guerra debe ser una sola: la población decidida a sacrificarse por el bien del país. Y cuando todos estemos en esas condiciones, no necesitaremos situaciones de crisis agudas ni de otros hechos para poder movilizar a los habitantes, es decir, que existan sensibilidades a desarrollar. Todo esto debe hacerse en base a que tengamos un pueblo amante de la Nación. En una palabra, que el índice patriótico de la población sea la base para tomar decisiones. Porque nadie defiende aquello que no ama o, por lo menos, no lo defiende con cariño. Hay que hacer amar a la patria, y para ello es preciso que la patria se haga amar. Esto último tiene alguna similitud con lo que ocurre con la madre. ¿Quién podría amar a una madre que lo hubiera abandonado cuando tenía cinco o seis meses? Es necesario que la madre, para hacerse amar, se sacrifique por sus hijos. Y cuanto mayor es el sacrificio, tanto mayor será el cariño que le dispensará su hijo y el fervor que pondrá de sí en defensa de ella. Con la patria ocurre lo mismo, porque es la madre común. En este sentido, yo siempre me pregunto si todos los argentinos tenemos la misma obligación de amar a la Patria. Entiendo que moralmente que sí y creo, además, que los hombres que tienen el corazón bien puesto deben amar a la patria de una misma manera. Pero todo eso, señores, es teórico, porque también el calor del patriotismo tiene algo de realidad. Yo siempre analizo estas situaciones y, especialmente, mi caso, que es muy palpable. Yo ingresé al Colegio Militar a los quince años, y toda mi carrera fue costeada por el Estado. Por otra parte, me dio mando y honor. Después, la Escuela Superior de Guerra me dio conocimientos superiores, y cuando estuve en condiciones, me envió a Europa para que me perfeccionara. Viajé como solo podría haberlo hecho un hombre que dispusiera de muchos más medios que de los que podría disponer yo. Todo esto, repito, me lo costeó el Estado. Me dio posibilidades y yo culminé mi vida como muy pocos argentinos pueden hacerlo. Y bien, señores, yo pienso que si mañana el país me dijera: "Señor, tiene que dar su vida, dentro de una hora, por la patria", yo no tendría otro camino que contestar: "Sí, cómo no, dentro de una hora o dentro de diez minutos". Todo lo que soy es el producto del empeño de este país; a él-lo debo todo. De ahí para abajo hay un sinnúmero de gradaciones, pero todos tenemos alguna deuda con el país. Analizando la situación de ese pobre hombre del pueblo que, a lo mejor, es analfabeto porque tuvo que trabajar desde chico y su padre no pudo enviarlo a la escuela; que no ha tenido otra perspectiva durante su vida que trabajar y ser explotado; que se sintió siempre abandonado por todos, yo me pregunto si ese hombre tiene la misma obligación que yo de morir por la patria. Indudablemente, hay obligaciones materiales dentro del patriotismo. Moralmente, ese hombre sí tiene la misma obligación que yo, pero esto lo hemos creado nosotros, los favorecidos por la fortuna. Por eso digo yo que, en el fondo, toda esa justicia social que propugno está en hacer de todos y cada uno de los argentinos un hombre agradecido de su país, porque cuando lo estén, tendrán la obligación material, además de la moral, de amarlo y defenderlo hasta morir. Señores: En toda la concepción que nosotros vamos propugnando y llevando adelante está el sentido básico de la nacionalidad y el defensa. Y en esa inmensa tarea que debemos realizar todos los argentinos, si alguno está más obligado, somos nosotros, los que tendremos, en el momento de la decisión, la obligación de llevar a esos hombres a la muerte. Somos nosotros los que debemos trabajar por alcanzar esos altos objetivos de la nacionalidad 'y preparara los argentinos para el sacrificio, si este fuera necesario, para la defensa de los altos intereses. Ustedes, los oficiales de la reserva, que son nuestra prolongación profesional, que son los soldados sin uniforme del país, son los jefes y oficiales del futuro; esa oficialidad que nosotros no alcanzamos a cubrir sino, en un mínimo porcentaje. El ideal a perseguir es que todos los oficiales de la reserva de la República estén unidos y asociados, que rememoren juntos las épocas pasadas en la instrucción de los cuarteles, pensando en una sola cosa: en el arte militar, en el espíritu militar, y en el perfeccionamiento dentro de esas ideas, descartamos todo lo político, porque nosotros los soldados, tenemos muy poco de políticos, ni nos interesan las cuestiones políticas. Podemos utilizar la política como un medio, jamás como un fin. Por esa razón, señores, es que no solamente recibo complacido la visita de ustedes, sino que pienso y siento como piensan y sienten ustedes que, como digo, son los oficiales y jefes del futuro, los jefes y oficiales efectivos en los momentos más difíciles que el país tenga que afrontar. En ese sentido yo les ofrecí, siendo jefe de la Secretaría, con esta misma idea que sostengo y mantengo hoy; todo el apoyo que nosotros podamos prestarles, ofrecimiento que repito hoy, quizá con mayores posibilidades de darlo en forma más efectiva. Les reitero el interés de apoyarlos y de ayudarlos en todo lo que sea necesario, para que ustedes extiendan a toda la República, si es posible, la organización de estos centros que son altamente beneficiosos para la finalidad que las Fuerzas Armadas persiguen y que la Nación desea. Por eso, señores este pequeño memorial lo consideraremos con todo interés y desde ya le encargo al señor ministro de Defensa Nacional que resuelva todos los problemas que se presenten y lo invito a que trate de extender su acción al interior del país, porque sería magnífico que en cada población existiera un centro de oficiales de reserva; que en todas las ciudades y pueblos, la gente constituyera esos pequeños clubes; a los que el Ministerio de Defensa Nacional puede ayudar mucho. Por nuestra parte les daremos todo lo que necesiten, no solamente aquí en Buenos Aires, sino en todas partes. Sería interesante que uno pudiera visitar en cualquier lugar de la República esos centros de oficiales de reserva; lo haríamos todos los oficiales en actividad con un gran cariño. Esas reservas militares, que están perfeccionándose en sus ratos perdidos para honrar el título de oficiales de reserva o de jefes de la reserva de las Fuerzas Armadas, constituirían en los desfiles que hacemos una pequeña movilización. En este sentido les digo que no solamente cuentan con mi simpatía y cariño, sino también con todo nuestro apoyo, para que ustedes puedan formar sus centros y mantenerlos en las mejores condiciones. Entiendo que esta no es solamente una cuestión que deba confiarse al patriotismo y buena voluntad de cada uno de ustedes; deben ser instituciones de verdadero bien público, que el gobierno tiene la obligación de propugnar y apoyar por todos los medios. ................
1950-08-29
Ante delegados del Congreso de la Confederación de Empleados de Comercio En primer término, les agradezco que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta esta casa para darme la satisfacción de saludarles.
Ante delegados del Congreso de la Confederación de Empleados de Comercio En primer término, les agradezco que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta esta casa para darme la satisfacción de saludarles. He escuchado las palabras del compañero Argaña que me llenan de satisfacción, porque los objetivos de la Confederación son en realidad los mismos objetivos nuestros. Nosotros luchamos porque las organizaciones sindicales adquieran el relieve más importante que organización alguna pueda alcanzar dentro del régimen justicialista. Y lo hacemos nosotros, los justicialistas, por un factor de defensa propia, porque entendemos que el justicialismo está apoyado en estas organizaciones y que no iría lejos el día que le faltara ese apoyo. Pero es indudable, también, que estas organizaciones no ganarían mucho con el abatimiento del justicialismo. Son dos cosas que se conforman, se complementan y se apoyan mutuamente. Obrando con inteligencia, nosotros tenemos que ir conformando a estas organizaciones una situación de poder. He reflexionado mucho antes de fijar las verdaderas normas para el desarrollo del movimiento sindical dentro del justicialismo y cada día me reafirmo más en la conclusión absoluta de que son dos fuerzas que se compenetran y compensan; dos fuerzas recíprocamente dentro de la comunidad organizada que el justicialismo pretende para reemplazar las antiguas formas del Estado capitalista. En ese sentido, señores, nosotros hemos llegado a conclusiones totalmente concretas y terminantes sobre la teoría de la conformación de ese Estado justicialista. Dentro de ella, el factor que primordialmente esta gravitando para la consolidación es la conformación de organizaciones sindicales de un gran poder, por su número, por su organización y por su riqueza material. Y esto lo hacemos, no porque hay causas muy importantes que gravitan y gravitarán en el futuro sobre la consolidación del Estado por intermedio de estas grandes organizaciones sindicales. Sin aventurarnos a decir que el orden futuro será social en vez de político, podemos afirmar que el mundo va evolucionando de lo político a lo social, y las organizaciones humanas han de acompañar ese movimiento en todo el mundo, o están destinadas a derrumbarse un día como organizaciones humanas. Nosotros pensamos, por esa razón, que cada día la acción política va perdiendo importancia para cederla a la organización social. Esa es la orientación definitiva del régimen justicialista. En cuanto a la organización institucional y estatal, ya se ha debatido entre la dictadura y la libertad, que son dos factores antagónicos de la organización humana. Ahora bien, lo difícil es establecer el equilibrio perfecto entre esos dos factores, es decir, entre el gobierno centralizado y dictatorial, que es un extremo, y la absoluta libertad o la anarquía, que es el otro. Lo más difícil, repito, es buscar una compensación equilibrada. El Estado justicialista pretende haber dado con una solución creando, dentro de la Nación, las tres gradaciones naturales que representan el gobierno, el Estado y el pueblo de la Nación. Nosotros pretendemos afirmar que, en nuestro concepto, el equilibrio puede establecerse con un gobierno centralizado, a base del sacrificio de los hombres que lo forman. En una palabra, deben sacrificarse para que el pueblo goce de la libertad dentro régimen justicialista. Las instituciones del Estado, perfectamente organizadas, deben gozar también, en un grado menor, de las libertades que él debe asegurar para el pueblo. Organizado así el Estado, el pueblo debe gozar de absoluta libertad. El otro escalón de la Nación es el pueblo. Asegurándole esa absoluta libertad al pueblo, el Estado justicialista establecerá el futuro equilibrio; no como antes, que la concepción del gobierno consistía en que ellos decían lo que había que hacer, pero no hacían lo que debían hacer. Nosotros creemos que para que el pueblo sea libre, el gobierno debe ser esclavo de su deber; sólo así se asegura la libertad del pueblo, y con esa libertad, dentro de la ley y de una ética, el Estado justicialista ha de ir desarrollando en el pueblo una compensación y un equilibrio perfectos. En este sentido, la organización juega un rol fundamental, porque ella es el núcleo donde se va a desarrollar esa ética del respeto a la ley y alas buenas costumbres de la convivencia. Por otra parte, observen ustedes qué es lo que el pueblo quiere. El pueblo quiere, compañeros, un gobierno centralizado y sacrificado por el bien común; eso es lo único que pide el pueblo; quiere un Estado organizado, que cumpla real y lealmente con su deber. Y eso es lo que el pueblo quiere, eso es lo que el Estado justicialista establece como norma. Nosotros no nos ponemos en contra de la corriente del pueblo, sino que hacemos lo que él quiere, porque rara vez se equivoca. Dentro de esa concepción, compañeros, se ofrece un panorama muy amplio -como que da nacimiento a una nueva teoría social y política-. Las organizaciones representan un sector, es decir que dentro de ese concepto de libertad para el pueblo, el primer principio es la libertad de asociación para la defensa de los intereses profesionales. Y de ahí hacen los núcleos que presentan afinidad; esto, en realidad, no es un concepto nuevo, sino que ya es bastante conocido, y ha sido aplicado de distintas maneras. En una palabra, el concepto de mutualismo y de cooperación, que a los hombres que defienden los mismos intereses los lleva a formar una asociación libre, muchas veces ha sido desvirtuado por el Estado y se lo ha llevado a las corporaciones. No; las corporaciones son un estado dictatorial dentro de la organización popular, porque son elementos estatales. Lo que el Estado justicialista quiere es la libertad de agremiación; es la libertad absoluta de asociación puesta en juego dentro del Estado justicialista, que se gobierna por sí, se organiza por sí y resuelve por sí todos los problemas que tienen atingencia con esa organización. Por esa razón, nosotros propugnamos y ayudamos la organización sindical y gremial, pero no intervenimos en la solución de los problemas que corresponden ser resueltos por las propias masas. En eso radica el germen de nuestra libertad justicialista. La acción del gobierno está en el pueblo para que éste se organice y marche. Esta es la teoría de nuestra concepción justicialista. ¿Por qué queremos organizaciones poderosas? , Vean, señores: El mundo ha estado organizado a través de muchos siglos en el sistema capitalista, que ha esclavizado a millones de personas. No han sido capitalistas los que salían a luchar; ellos eran débiles; los fuertes eran los organismos que ellos habían creado. Entonces, ¿por qué el pueblo no se va a organizar también en la misma forma, no para imponer la injusticia, sino para imponer la justicia al servicio del pueblo? Las luchas del futuro van a ser luchas económicas, cualquiera sea la solución a que llegue el mundo mediante la guerra o la paz. Yo creo que será la guerra con seguridad, que ahora se hace muchas veces en nombre de la paz. Es una cosa un poco difícil de explicarse, pero sucede así, y sea la guerra o la paz, nosotros debemos mirar para después de esa guerra. En ella, solamente van a explotar, diremos así, las fuerzas que están comprimidas. ¿Y después? Debemos pensar en lo que va a venir después de esta guerra. Podemos decir que en ella es muy probable que triunfe el capitalismo, que no ha sido debilitado todavía como para sucumbir y tiene aún fuerzas extraordinarias y poderosas. Eso será en el mejor de los casos, porque en el otro vendrá un caos y cada uno tendrá que arreglarse como pueda. En la mejor situación, con el triunfo de capitalismo en el mundo, debemos recordar que no ganan todos los que están en el bando vencedor, sino que gana uno: el más fuerte, quien impone su teoría. Esto nos indica que en el futuro debemos esperar la reacción capitalista, que tratará de avasallar al mundo justicialista. Por eso es que debemos estar preparados con organizaciones poderosas, porque la lucha se hará más bien en el campo económico que en la calle o en el campo de la lucha activa. Será difícil abatir al Estado justicialista, que ya se ha dado una constitución y tiene un cuerpo de leyes adaptadas a ella. Y será difícil abatir si está apoyado en organizaciones sindicales fuertes; y si el pueblo y el gobierno marchan de acuerdo en esta concepción, constituirán una fuerza indivisible. En eso llevamos todas las de ganar, pero tenemos que luchar, como digo, con organizaciones poderosas, con grandes medios económicos, con una gran unidad y una gran elevación en la cultura de las masas. Ustedes representan el elemento más evolucionado dentro del orden justicialista. Por eso, yo agradezco y me satisfacen extraordinariamente las decisiones tomadas por el décimo tercer congreso, confirmadas en este congreso, de ir difundiendo todo lo referente a la doctrina peronista. Nosotros pensamos que la doctrina justicialista -hasta que alguien nos pruebe lo contrario, no con palabras, sino con los hechos que el pueblo y la Nación viven- es lo mejor que se ha hecho en el país. Por eso la sostenemos. El día que nosotros, los justicialistas, creyéramos que eso no es justo, y, a pesar de ello, lo sostuviéramos, no seríamos justicialistas. En ese sentido, yo no me cansaré de felicitar a la comisión directiva y al compañero Borlenghi por las conquistas alcanzadas por la Confederación de Empleados de Comercio, por la orientación que han llevado al ir adquiriendo sus propiedades. Esto es inteligente, porque es ir consolidando una organización. Nosotros no queremos, ni pretendemos, que en el futuro del régimen justicialista todos los hombres trabajadores del pueblo sean ricos; pero la que debe ser rica y fuerte es la organización. ¿Por qué? Porque esa organización es la que va a defender el estado de vida de esos trabajadores, sus salarios, sus condiciones de vida, sus regímenes de previsión, es decir, todo el régimen de la masa va a estar defendida y apoyada por esa organización. A mí me satisface extraordinariamente el apoyo decidido y sincero que presta la organización a su Caja de Jubilaciones y la defensa de todas las cosas del gremio, porque así es como se consolida y fortalece el sentimiento gremial y sindical cuando los-dirigentes toman las cosas del gremio como propias y las defienden con entusiasmo y con amor. Las conquistas logradas así no se pueden quitar porque pertenecen a esa organización, y cuando esta las defiende, no hay poder humano que pueda arrebatarlas. Ese es el poder del gremio en un Estado como el nuestro, no el antiguo procedimiento capitalista de confundir y disociar a los gremios para anularlos o convertirlos en organizaciones débiles dominadas por el capitalismo y por el Estado. El procedimiento que usamos nosotros es el de dar el verdadero sentido social a la agrupación. Dentro de la comunidad organizada de esas asociaciones libremente constituidas y dirigidas, hemos dado el verdadero significado a los gremios, a la federación, a esas asociaciones que tienen, para nosotros, el carácter de instituciones de bien público, y las hemos colocado dentro de la ley, contra lo que antes se hacía de colocarlas al borde o fuera de ella. Con ello, estamos dando estado institucional a estas organizaciones y, al hacerlo, las estamos convirtiendo en organizaciones que serán perdurables dentro de régimen justicialista. De manera que el procedimiento y la acción de las actuales organizaciones no son los de antes. Antes eran organizaciones para luchar solamente; hoy son organizaciones para construir y para, mediante esa construcción de un organismo poderoso, dar apoyo directo e indirecto a la defensa de los intereses profesionales de toda la asociación. Es otro el concepto, porque es otra la función y es otro el continente, diremos así, de esa organización dentro del Estado. Es decir que el régimen justicialista, en pocas palabras, ha cambiado el panorama social del país. Él ha dado una concepción distinta y nueva, como ha dado también una organización estática y funcional al Estado, con otras características y otra naturaleza. El que las organizaciones del tipo de la Confederación de Empleados de Comercio apoye esta concepción, la defienda y la extienda en la masa es de una importancia extraordinaria. Por eso creo que la conclusión de este congreso de llevar y hacer la prédica de esto es importantísima. Para triunfar se necesita la conducción y. la acción; pero para perdurar se necesita la predicación, se necesita llevar la persuasión a todos los que aún no estén persuadidos. Por eso digo que nuestro Movimiento necesita de hombres de acción; necesita también un gran número de predicadores que vaya esparciendo nuestra doctrina, que es una doctrina de justicia y de bien. Como es asÍ, es entonces fácil predicarla; lo difícil es predicar la mentira; lo más fácil que hay es predicar la verdad. Finalmente, compañeros, yo, como se lo he expresado al compañero Borlenghi, siento una inmensa satisfacción cuando puedo tomar contacto con ustedes, que han demostrado ser una organización seria y responsable; que han demostrado ser una organización celosa de la defensa de sus intereses profesionales, porque esa es la función primordial -quiérase o no- de las organizaciones sindicales: la defensa de los intereses profesionales. Eso es, diríamos así, el fundamento base, los cimientos de estos tipos de organización. Y es, por otra parte, el poder de aglutinación natural. Eso se complementa con los servicios que la' organización puede prestar a sus asociados en el sentido mutual y cooperativo y de elevación de la cultura. Sí, señor. Todo el núcleo está en la defensa de los intereses profesionales, que ahora no tiene tanta importancia porque el Estado está en lo mismo; pero eso no puede hacer suponer que siempre será igual. Puede ser que en el futuro cambie la situación y, para eso, la organización, debe estar preparada. Por eso digo que al tomar contacto con las organizaciones como la que ustedes representan en todo el país, es para mí, diríamos así, visto desde un punto de vista muy personal, un triunfo nuestro, es decir, un triunfo del justicialismo el ver que estas organizaciones van progresando y perfeccionando su organización y su funcionamiento; se van notando progresos generales tanto en el orden moral como en el material. Además, se nota cómo se compulsan y se estudian los problemas para alcanzar los límites posibles para que sea respetado todo lo que es respetable dentro de una organización justicialista, es decir, el interés profesional, el interés de los capitalistas y el interés del Estado, sin lesionar; porque todo puede hacerse sin lesionar ni una cosa ni la otra. Por eso yo alabo la comprensión de los dirigentes de la Confederación General de Empleados de Comercio, comprensión, diríamos así, inteligente de los problemas que se puedan presentar, aun cuando muchas veces, como dice el compañero Argaña, no satisfagan todas las razones de los técnicos. En esto, y dentro del Estado justicialista que justifica, diremos así, la comprensión amable e inteligente de los problemas, es siempre una decisión que honra la renuncia a una conquista importante o pequeña en bien del conjunto, que los justicialistas consideramos más importantes que los intereses individuales. Yo conocía el problema, sobre él hablamos varias veces con el ministro Borlenghi, pero no quise intervenir porque no era un problema mío. En ese sentido, yo soy muy respetuoso. Yo tengo otra función y dejo que esto sea dilucidado en el campo en que debe serlo, sin intervenir para nada. Porque si lo hiciera, dejaría de ser un justicialista, para pasar a ser un dictador; y yo no tengo pasta ni alma para serlo. Pero eso digo, señores, después de las palabras inteligentes que ha pronunciado el compañero Argaña, que en este tren de marcha y de transacciones, conviene esa inteligente compenetración de los problemas, que es la base del sentido justicialista. Todos debemos estar decididos a renunciar a algo en beneficio del conjunto, porque esa es la regla natural de ese equilibrio. Cada uno debe renunciar a algo. Siempre digo a los ministros, con quienes charlamos a menudo, que el secreto de mi gobierno está, precisamente, en eso: en que yo renuncio a muchas cosas para que los demás puedan beneficiarse con esa renuncia. Yo entiendo que en el gobierno, el presidente y sus ministros deben conformarse con un cincuenta por ciento, para dejar que los demás hagan el otro cincuenta por ciento como se les antoje, porque ese es el margen de libertad en que debe desarrollarse el gobierno. Naturalmente, que de ese cincuenta por ciento que me corresponde hacer a mí, muchas veces renuncio a una parte para no tener luchas ni fricciones. En algunas oportunidades dejo a los ministros que discutan entre ellos, pero a mí me toca la tarea de hacer de padre, porque son discusiones constructivas y jamás llega la sangre al río. Ello se debe a que estamos permanentemente en buenas relaciones. Esto, creo, es, lo que debemos hacer en el futuro. Hemos tenido que luchar y ser violentos en ciertos momentos para imponer nuestras ideas, que no solo se imponen con conferencias, sino que a veces es necesario recurrir a otros medios. Las buenas ideas ya están impuestas dentro del país. Yo no me siento Inclinado a seguir la lucha, sino a apaciguar y tranquilizar a la gente. Hay que llegar a la tribuna para convencer al pueblo, que va a llegar a la compenetración absoluta del sistema de la persuasión. Así hasta los "contras" que vienen a conversar conmigo aquí salen convencidos; por lo menos, eso es lo que me manifiesta. Muchas veces mis colaboradores me dicen que no les crea, que no están de acuerdo con el justicialismo. Yo les digo que lo que el justicialismo quiere de ellos no es que lo amen, sino que lo respeten. Compañeros: No quiero extenderme más. Solo quiero agradecerles una vez más el placer que me han dado en conversar con ustedes, y cambiar estas ideas, para que ustedes las dispersen en todas direcciones. Este congreso, que con tanto acierto una vez más han realizado ustedes, es, como los anteriores, un congreso constructivo, integrado por gente respetada, que viene a discutir problemas de fondo para el país, es decir, que toman la personería de representación que jamás aquí se había dado a las fuerzas del trabajo y a las fuerzas populares, cuando en realidad lo que el gobierno debe hacer es defender eso. Nosotros defendemos y jerarquizamos la representación que ustedes invisten, porque está en el bien del gobierno mismo y del país, y en bien de nuestra sociedad el hacerla. Antes, los que hacían eso, eran algunos señores que tenían un gran nombre y una gran importancia, pero en realidad nunca hacían nada. Nosotros creemos más bien que es el hombre humilde, el del taller, del comercio, el que minuto a minuto realiza una obra que, en conjunto, constituye el inmenso edificio de la felicidad argentina. No creemos en la labor ciclópea que hace un hombre; creemos en la labor ciclópea que realiza un pueblo. Esa es nuestra concepción; no pensamos que nadie pueda hacer nada tan grande que reemplace a la labor de un pueblo. Y damos su representación y personería a los representantes de ese pueblo argentino, que son para nosotros siempre respetables porque representan respetables intenciones y respetables opiniones de todos los círculos. En este sentido, compañeros, yo sólo les pido que lleven estas ideas y las lancen por ahí, que siempre fructificarán y serán un bien para nuestra sociedad y nuestro país. Sé bien de vuestra labor constructiva y vivo, por intermedio de Borlenghi, la vida que ustedes viven; las inquietudes de ustedes son las nuestras, porque aquí somos nosotros uno para todos y todos para uno. Está concepción de una vida común que realizamos nosotros, los justicialistas, va dirigida, por intermedio de ustedes, a todos los obreros de todas las regiones del país, a quienes les ruego que lleven mi abrazo cariñoso, afectivo y sincero para todos ellos. Y, para terminar, que con ese abrazo vayan mis deseos de la más absoluta felicidad y progreso de la institución y de cada uno de los hombres de buena voluntad, amigos que la representan. Muchas gracias. ........................
1950-08-30
En un agasajo organizado por la colectividad árabe
En estos momentos, en que tengo con la inmensa satisfacción el privilegio de compartir una mesa tan amable con viejos amigos muy allegados a mis sentimientos y a mi corazón, quiero, en nombre de la Nación Argentina y en el de todos los que me hacen el honor de acompañarme en esos momentos, que dediquemos, con nuestro pensamiento y con nuestro amor, un recuerdo a todas las tierras lejanas de habla árabe que son tan queridas para nosotros. Es extraordinario el fenómeno ocurrido con esta mutua atracción entre los argentinos y los árabes. A través de todos los siglos de la historia conocida, en que se escalonan las civilizaciones más notables, unas a continuación de otras, llegamos hasta nuestros días a los pueblos nuevos como el nuestro, ligados por el afecto y por la absoluta comprensión con los pueblos más viejos que ustedes representan. ¿Qué nos une así nos comprendemos, que así convivimos, que así nos amamos? Los sentimientos, que son comunes a estos pueblos heroicos en los días de adversidad, patriotas, trabajadores, juntos y amantes de la paz. Esos valores, que son las fuerzas inmanentes de la construcción humana, nos unen indestructiblemente. Por esa razón, cuando se encuentran un representante de estos nuevos pueblos en contacto con otro de aquellos milenarios pueblos árabes, no encuentra diferencias: estamos armados del mismo fervor, de las mismas virtudes y hasta a veces compartimos los mismos defectos. Nada puede separar a pueblos que son una, misma cosa en lo espiritual. Por esa razón, nosotros, los argentinos, cuando recorremos nuestra campaña y viene un sirio o libanés a caballo, como nosotros, vestidos como nosotros, lo miramos y hasta que no habla no sabemos si es un criollo o un sirio libanés. Señores: las inquietudes nuestras son las de ustedes. Son estirpes separadas en el tiempo pero unidas en sus virtudes y en sus sentimientos. Por eso somos y seremos un solo pueblo, amante y respetuoso de las mismas cosas y que, con un destino común, trabajamos con la mirada puesta en las virtudes de nuestros antecesores y con la ambición colocada en lo que es más: en el amor, en la paz, en la justicia y en el trabajo. Por eso encuentro razón cuando mi señora dice que los árabes son buenos peronistas. Los peronistas solo tratamos de interpretar a nuestro pueblo y de seguir sus propias inclinaciones, vale decir que vivimos con sus inquietudes, con sus necesidades y con sus aspiraciones; y ustedes, que tienen un alma igual a la de nuestro pueblo, ¿cómo habrían de ser otra cosa que peronistas, si ello, ser peronista o justicialista, es más un sentimiento que un partido político, más un estado espiritual que un estado político? En ese sentido, yo he tenido, con esta maravillosa colectividad de los pueblos árabes las más inmensa satisfacciones de gobernantes. Los he visto trabajar sin desmayo, soñar con nuestros sueños y vivir nuestra vida con las mismas intenciones, con la misma buena fe, sinceridad y lealtad con que nosotros la vivimos. Por eso, señores, en esta tierra no ha sido, no es ni será jamás extranjero el árabe que nos haga el honor, a nosotros y a su tierra, de compartir su vida con nosotros. Para los hombres de mi generación, la vida del pueblo argentino está desarrollada lo largo de una actividad que todos conocimos. Hemos visto a los árabes que llegaron a esta tierra forjar con nosotros en el trabajo de todos los días la grandeza de una patria tan amada para ellos como. Para nosotros. Hemos vivido en el campo y las ciudades y los hemos visto compartir nuestras fatigas y nuestro pan; y cuando los pueblos, en la vida de relaciones, comparten esos momentos, no hay fuerza humana que pueda separarlos, porque están construyendo vidas que paralelamente van entrelazándose para confundirse en la eternidad de los tiempos en una sola cosa: el amor a la tierra donde se sacrifican y donde se viven los momentos de inquietud y de lucha. Bienvenidos sean a esta tierra todos los árabes que quieren compartirla con nosotros. Muchos millones de kilómetros cuadrados aguardan a esos pueblos laboriosos y nobles que, ennobleciendo la tarea de todos los días, están honrando a sus lejanas patrias como honran a nuestra propia tierra Agradezco, señores, con la emoción que sentimos los hombres honrados que queremos decir todo cuanto expresan nuestros sentimientos, que esta demostración, que es para mí, no una demostración más, porque sé bien que proviniendo de corazones árabes llega profundamente al corazón de un argentino. Les agradezco también las miles de demostraciones que me han hecho diariamente, a lo largo de mi vida, desde las más humilde, allá en los lejanos tiempos de mi niñez, en las viejas estancias, cuando el "Turco" Amado me regalaba alguna cosa de su cajón de mercachifle, hasta hoy, que puedo apreciar cuánto regalan ustedes a esta tierra generosa con sus afanes, su honradez y su trabajo. A lo largo de toda mi vida he visto y apreciado siempre que un árabe es en esta tierra no solo un agradecido, sino un benefactor a la altura de muchos argentinos. Quiero que mis últimas palabras de esta improvisación sean para hacer llegar por intermedio de todas las delegaciones aquí representadas mi abrazo afectuoso a todos los árabes de la Argentina, junto con el agradecimiento de todos los argentinos que hemos compartido nuestra vida con esos nobles árabes, que en todas las regiones de la Patria, cuanto más desérticas, más pobladas por árabes; cuanto más lejanas, más honradas con su trabajo. Desde la Presidencia de la República yo sigo apreciando ese aporte y deseando que los pueblos árabes nos manden muchos compatriotas que puedan construir en el futuro, lo que ustedes ya han construido en esa noble Argentina. ....................
1950-09-13
En la inauguración de la Escuela de Enfermeras
Yo no he querido abandonar esta casa sin expresarles, por lo menos en pocas palabras, toda mi admiración y todo mi cariño hacía esta obra ya benemérita para los argentinos: la Fundación María Eva Duarte de Perón. Dentro de las numerosas acciones benemérias que desarrolla la Fundación, es indudable que la formación de un cuerpo homogéneo de enfermeras altamente capacitadas, moral e intelectualmente, para ejercer sus funciones, es quizá la más noble, la más grande y la que tendrá las mayores proyecciones en el futuro de la Nación. Y no digo esto porque esté en esta casa formando enfermeras. Hay dos clases de enfermeras: las enfermeras que prestan su trabajo manual o su acción solamente laboral en beneficio de esa ocupación que tanto dignifica a la mujer, y las que, a la vez que se capacitan para el desempeño de esa función tan noble, forman sus corazones para ejecutarlas con verdadero amor, lo que importa más que todas las demás capacitaciones. Y lo digo porque yo he penetrado profundamente los valores morales que animan a la Fundación. Yo he visto actuar a sus integrantes; las he seguido en su acción, no sólo por lo que he visto sino también por lo que me han referido. Pero hay una cosa que yo no olvide ni olvidaré jamás. Soy de los hombres que piensam que los valores del espíritu son los únicos que adornan al hombre y veo a la Fundación adornada de esos valores. Yo no olvido jamás que cuatro chicas de esta Fundación marcaron el primer jalón del martirologio, que hace grande a los hombres y sublimes a las mujeres. Ellas han ofrendado a la vida de la Institución, lo que ésta necesita para tener su bandera espiritual. Esas cuatro muchachas que en el incendio del avión se unieron cantando "Los muchachos peronistas", demostraron la mística, sin la cual la vida no merece ser vivida, la mística que hace sobreponer el espíritu frente a las miserias del cuerpo y a las amenazas de la muerte. Cuando se ha aprendido eso en la vida, podemos decir que queda por aprender. Porque eso es lo más de difícil que puede aprender el género humano: morir con dignidad, morir pensando que cuando se muere por una causa noble y digna, se sigue viviendo en la gloria, que es donde más hermoso. Si no hubiera otra causa para admirar, reverenciar y amar a las enfermeras de la Fundación, esa sería suficiente para mí. Por eso, quiero decirles solamente que esos valores son los que hay que desarrollar en esta escuela; que toda la manualidad aprendida con el consejo sabio de los profesores no habrá alcanzado a nada ni servirá de nada si en el alma de cada una de ustedes no está profundamente arraigado ese misticismo sin el cual servir a la patria, servir a Dios o servir a la humanidad es un oscuro servicio intracendente. Cuando las obras que el hombre desempeña las realiza con verdadero amor, son siempre más grandes y son siempre más bellas, de la misma manera que siempre los hijos del amor son más bellos. No olviden eso. Que las maravillosas máximas seleccionadas para colocar en las paredes de esta escuela, se graven profundamente en la imaginación de todos ustedes y queden selladas impertubablementes e imborrablemente en el corazón de cada una de ustedes. Olviden todo cuanto pueden olvidar, pero no olviden el sacrificarse para hacer la felicidad de los enfermos a quienes tengan que atender. Cada grado de sacrificio que ustedes realicen será un grado en que se engrandecerá esta maravillosa institución; cada grado de sacrificio que ustedes realicen será un espaldarazo que el honor de la Nación irá poniendo sobre la trayectoria de esta institución y un jalón más de laureles que iremos agregando a esa corona que ustedes han comenzado a formar con el sacrificio. Al dejarles mi saludo y mi abrazo más cariñoso, quiero que recuerden siempre, que no olviden jamás, que honrando a esta institución, se honran ustedes y nos honran a los argentinos. .............
1950-09-18
En la ceremonia en que el general Perón recibe una condecoración del gobierno de Siria
Yo agradezco profundamente emocionado esta alta distinción que el excelentísimo señor presidente de Siria ha tenido la amabilidad de otorgarme. En ella rememoro todo cuanto conozco yo de la milenaria acción Siria, desde la vieja dinastía que esta condecoración representa, cumplidora del mandato de la civilización y de la cultura de Mahoma, enlazada con nuestra propia sangre en la España musulmana y reafirmada, sin ninguna excepción, por todos los nobles sirios que han llegado a nuestra tierra para labrar con nosotros, de común, la grandeza de esta nueva patria. Es por esto, señor ministro, que agradezco profundamente esta distinción, y le prometo que en los días de mi vida sabré honrarla, haciendo cada vez más estrecha la amistad que de la Siria moderna, independiente y republicana, llega con el mandato de sus viejos califas hasta el corazón de los hombres de este tiempo; que sabremos respetarla, amarla y honrarla a través de la colectividad siria de Buenos Aires, a la que nos une tan profundo cariño y respeto. Señor ministro, yo le ruego que, además de los que oficialmente conestare al gobierno sirio, quiera ser intérprete de mi profundo agradecimiento y decirle, al señor presidente que en esta lejana Argentina, viven y trabajan sus hombres con el mismo cariño con que vivieron en Siria; y que el presidente de la República Argentina obligado una vez más por esta amabilidad de su gobierno será fiel intérprete de ese sentimiento amistoso y cariñoso con que los argentinos acogemos en nombre de Siria a sus representantes y a sus connacionales. ...................
1950-09-26
Al recibir la Gran Cruz de la Orden de Guatemalteca del Quetzal
En primer término deseo agradecer al Excmo. señor Presidente de Guatemala, mi amigo el doctor Arévalo, la amabilidad que ha tenido de colocar sobre mi pecho está simbólica condecoderación que representa la unidad de nuestros pueblos. Pero, lo que más le agradezco es que haya tenido la fineza de hacerlo en nombre del Ejército de Guatemala y que los portadores sean los camaradas del Ejército de Guatemala, honrando también así al Ejército de mi patria. El simbólico Quetzal de Guatemala está en el corazón de todos los hombres libres; de modo que, al mérito de este recuerdo de fraternidad, se une para mí lo más importante y es que este emblema representa la causa por la cual he luchado toda mi vida: la causa de la libertad. Nosotros, los argentinos, tenemos el verdadero concepto de la libertad; sabemos que la libertad individual se hace a base de justicia; sabemos que la libre determinación de los pueblos se hace a base de la independencia económica y sabemos que la libertad individual no se basa sino en la soberanía de los países. Por eso es que comprendemos perfectamente a Guatemala y, también, comprendemos la altivez y el orgullo que mantienen todos sus hijos, cualquiera sea la amenaza que pese sobre ellos. Señores: al aceptar, en este acto, este abrazo simbólico del pueblo guatemalteco, de su ilustre presidente y de su gobierno, yo prometo solemnemente saber honrar esta condecoración y su símbolo que es la libertad, por la que lucharé incansablemente, como ha luchado siempre el pueblo argentino; y, al hacerlo, prometo, señor mayor, saber honrarla como sabré honrar la memoria de vuestro pueblo, tan unido con el nuestro en sus orígenes y en sus ideales. Quiero que, aparte de cuanto yo le haré llegar de mi agradecimiento, le transmitáis al Excmo. señor presidente Arévalo un fraterno abrazo de un soldado argentino, curyo corazón aquí, a la larga distancia, late para la defensa del poder argentino con los mismos ideales y con la misma predeterminación que el suyo para la defensa del pueblo guatemalteco. Llevad, señor mayor, a los camaradas del Ejército guatemalteco, con este abrazo cariñoso, la promesa de ser siempre fiel a la idea y a la inspiración sanmartiniana. Luchamos y lucharemos por esa soberanía, por esa libertad y por esa justicia, por las cuales luchó el general san Martín para todos los pueblos de América. ...............
1950-09-27
En la ceremonia realizada a bordo de la fragata colombina "Almirante Padilla"
Desde los albores de nuestras independencias respectivas, dos fuerzas inmensas avanzaron sobre el continente: la que traía Bolívar desde Costa Firme y las que llevaba San Martín desde Buenos Aires. Esas dos fuerzas, que envolvieron en un inmenso abrazo a este continente sudamericano, ha permanecido, a pesar de los tiempos, como dos fuerzas inmanentes de nuestra libertad, de nuestra independencia y nuestra soberanía. La llegada de la fragata "Padilla" a Buenos Aires , es una consecuencia de esa inmensa fuerza que el corazón de Colombia ha lanzado siempre, con un miraje glorioso y siempre recordado hacia nuestra patria. Nuestro cariñoso saludo enviado por la Fundación, es también una consecuencia de que la inmanencia de esas fuerzas está en los espíritus argentinos con la misma fuerza con que la late en los corazones y en los espíritus colombianos. Señor embajador, yo he querido tener el inmenso honor y la satisfacción de visitar esta fragata que trae , para nosotros, un trozo de Colombia para que, confundiéndolo con nuestros propios sentimientos y nuestros corazones de argentinos, tejamos paulatinamente esa red que será la red de unificación de todos los hombres de este nuevo continente, que va siendo cada día más la esperanza del mundo futuro. En esa unidad, en ese amor y en esa fraternidad en que confundidos nuestras acciones y nuestros sentimientos, llega en buena hora este recuerdo de los hermanos colombianos, para darnos el honor inmenso de colocar la efigie de Bolívar sobre nuestro corazones, y comprometernos en un voto permanente de que sabremos hacer todo cuanto esté de nuestra parte para honrarla, y para hacer cada día más cierta y más potente esa inmensa corriente que transaron nuestros héroes de norte a sur y de sur al norte. Yo deseo, señor embajador, que trasmitáis al Excmo. señor presidente de Colombia, con nuestro sincero agradecimiento, nuestra promesa de hacer cada día un poco más para que esa unidad se selle en el futuro, sin divisiones de ninguna clase, para que en esta tierra nueva de la América nueva sea cada vez más cierto lo que con tanto acierto acaba de decir mi señora: que seamos todos para uno y uno para todos. ......................
1950-09-29
Ante representantes del consumo
Con verdadera satisfacción he escuchado a la señora que en representación de las amas de casa, ha tenido la amabilidad de expresarme su pensamiento. Es indudable que todo cuanto a dicho es una verdad que conocemos y compartimos. Yo, aprovechando esta ocasión, trataré de volcar acá todas mis ideas sobre este problema, por el cual vengo luchando desde hace siete años. Siete años que me han demostrado que antes de nuestros métodos de represión surgen todos los días algunas ingeniosas combinaciones para burlarlos. No haya ley, no hay decreto, no hay resolución que al poco tiempo de haberse establecido no haya sido ya violada por la habilidad de los especuladores, que luchan incansablemente por vencer todo control y toda limitación a sus deseos extraordinarios de enriquecerse en pocos días. Es evidente que es un problema no exclusivamente de nuestro país, sino del mundo. Estando yo en Europa he visto ajusticiar a los especuladores. Sin embargo, la avidez de dinero parece ser un sentimiento superior en algunos a la propia vida. Es indudable que en todas partes la ley resulta siempre poco efectiva frente a las pasiones y frente a los vicios de los propios hombres. Por eso existe la justicia; por eso hay una policía; por eso hay cárceles y por eso hay Código Penal. Este que contemplamos, es un delito más de las pasiones de los hombres. En consecuencia, así como la sociedad compulsa a la justicia para que en su nombre castigue a los culpables de otros delitos y es solidaria la población en aplicar esas penas, en este delito, que también es un delito como todos los demás, debemos colaborar con la justicia para la represión. Pero, antes de señalar este aspecto, yo quiero decir dos palabras sobre la economía doméstica, sobre la economía de la población. Yo vengo observando esto desde que he tenido, por razones de mi cargo, que ocuparme de este aspecto y aprender mucho de lo que hoy sé en la contemplación de los hechos que desfilan delante mío desde que estoy en el gobierno, ya que hasta que llegué a él nunca había tenido que ocuparme de problemas de esta naturaleza. Recorro por la mañana, a las seis, antes de llegar a la Casa de Gobierno, muchas calles de Buenos Aires, donde están los cajones de basura que las familias argentinas depositan allí para que sean conducidos a los vaciaderos, como los llama la Municipalidad, y observo que con el pan y la carne que se tira Buenos Aires todos los días, podría comer cómodamente durante una semana, cualquiera de las ciudades europeas que conocemos. No hay día que no se arrojen a los vaciaderos o a los hornos incineradores toneladas y toneladas de pan y de carne. El pueblo argentino, desde 1946 hasta 1950 ha duplicado el consumo de carne; solamente en esa etapa de tiempo, el pueblo argentino se come 3 millones de vacas más que antes por año y casi un millón y medio de toneladas más de trigo. ¡Bendito sea Dios! Ojalá comiese el doble. Pero lo que es lamentable, lo que es triste, es que de estos tres millones de vacas tiremos a la basura un millón y medio. Desde ahí hay que partir con este problema, que es un problema que está en todas partes. Cuando yo llegué a la residencia presidencial la suma menor que se gastaba por mes era de doce mil pesos. Hoy a los sumo se gasta 1.200 pesos por mes. ¿Cómo hemos conseguido esto? Con un administrador honrado y un hombre capacitado para la economía. Cuando yo llegué allí nombré al señor Renzi y él ha ido ajustando. El primer mes que actuó ya no se gastaron nada más que 3.000 pesos, y hoy, comiendo todo el personal de servicio, se gastan 1.200 pesos al mes. Esto sucede porque él ha hecho plantar verduras en la residencia de Olivos, y tenemos, además, vacas, frutales y toda clase de aves, por lo que no gastamos nada en eso. Yo sólo cito esto para poner en evidencia un caso que a mí me toca de cerca y porque quiero predicar con el ejemplo. No quiero hacer como los antiguos teólogos, que decían así: "Haz lo que digo, pero no lo que yo hago". Si en cada casa, en Buenos Aires, y en toda la República se ajustase de alguna manera la economía doméstica, es indudable que el país ahorraría miles de millones de pesos al año. Mientras nosotros en nuestra casa comemos la verdura que nosotros mismos producimos, en la localidad donde tengo mi quinta, en San Vicente, no se planta verdura; se lleva de Buenos Aires. Eso demuestra la existencia de una enorme cantidad de haraganes que, teniendo inmensas extensiones de terreno, no son capaces de cosechar su propia verdura. Es que el pueblo argentino todavía no ha sentido necesidad y no se ha visto obligado a poner en marcha recursos que hasta son agradables, porque es mucho más lindo comer una ensalada de lechuga que uno mismo ha plantado y cosechado, que comer la vieja verdura depositada en frigoríficos, a lo mejor cuatro, cinco, diez o quince días. Es necesario que inculquemos eso en el pueblo; hay que meter las ideas de la economía doméstica, que es la más formidable de toda las economías. Por eso me place que esa iniciativa la tomen las dueñas de casa, porque en manos de ellas tienen ese resorte fundamental de la economía de la Nación. Digo esto porque sólo quiero citar un sector. No hablemos del sentido de "rastacuero" que tenemos todos los argentinos muy arraigado en nuestro corazón. Para un argentino es casi un deshonor, cuando va a un restaurante, ver si en la cuenta no le han robado la mitad de lo que le cobran. Él, munido de ese sentido exagerado, mira el fin de la cuenta. Cuando son 30 pesos, saca 40 y da 10 de propina, cuando resulta que hace un año hemos abolido la propina. La propina ya van incluida en la cuenta, pero sin embargo, nosotros, que somos tan importantes, le dejamos diez pesos al mozo. Y después nos quejamos de que nos cobran caro. Si vamos a comprar a la feria o al mercado, nunca preguntamos cuánto cuesta. Compramos, pagamos y nos vamos tranquilos, porque ya nos hemos hecho a esa "rastacuérica" costumbre de sentirnos o de querer aparecer ser más de lo que somos. El cuidar la economía, cuidando el centavo, es la base de todo, porque los pesos a menudo se cuidan solos. Hay que cuidar ese centavo que nosotros no hemos intentado cuidar. !Si ya van desapareciendo las moneditas! !Si no se juntan las moneditas! He visto en Europa y en otras partes del mundo, cuando los hombres y mujeres van a pagar cualquier cosa, sacar su pequeña faltriquera y contar monedita por monedita. Ahí está la base de toda economía. Y nosotros todo eso lo hemos abandonado porque a menudo nos sobra también un poco de dinero. Si yo ya he recibido algunos que me han venido a decir: "Ya no puedo ir a las carreras con lo que cobran la entrada". Eso es muy de nosotros los argentinos. Antes que encarar los problemas que siguen a esto, primero es necesario poner los puntos sobre la economía y sobre ese espíritu de rastacuero que hay que eliminarlo de una vez dentro de nuestra población. Claro que cuando se va a comprar una cosa y resulta caro, el comerciante, que es un pícaro en muchos casos, va a decir: "Vea, le tengo que cobrar: han aumentado los salarios, ha aumentado todo". Pero él no dice que le ha aumentado el 50% más arriba. Él le dice al cliente: "!Quién sabe a donde vamos a ir a parar con esto, con las cosas como se están poniendo!". Y entonces se junta el cliente y él a protestar contra el gobierno. Y observen el panorama que resulta. El gobierno ha fijado los precios, pero, cuando se está cobrando el doble de los precios fijados por el gobierno, el que compra desaprensivamente no se acuerda de eso y se une a la protesta de ese vivo que protesta para cobrarle al doble. Es decir que el gobierno tiene que cuidarle el bolsillo a cada uno de los argentinos, y para eso sería necesario nombrar 17 millones de inspectores para que nos acompañaran a cada uno de los argentinos cuando va a hacer sus compras. Yo creo que esa no sería la solución, porque esos 17 millones de inspectores nos iban a salir más caro, primero, porque el sueldo se lo tendrán que pagar los propios argentinos y, después, nombrando tantos no se podría seleccionar y llevarían la inherencia de la coima del inspector, coima que éste se la cobra al comerciante y el comerciante la carga al cliente en el precio. Serían dos aumentos. Evidentemente, esto no puede ser la solución. Cuando el comerciante deshonesto le cobra al cliente el cien por cien del precio que debe cobrarle, el zonzo no es el comerciante si el cliente lo paga; el zonzo es el que paga. Y mientras haya zonzos, habrá vivos. Cada argentino sabe que esto representa una síntesis de lo que cada uno de nosotros somos, y sabe bien que es cierto lo que estoy diciendo. Una vez, un célebre escritor español vino aquí. Cuando regresaba su país le preguntaron cuál es el mejor negocio que se podía hacer en la Argentina. Él dijo: "Vea, comprar un argentino por lo que vale y venderlo después por lo que ellos dicen que valen". Esto es extensivo a ese espíritu que nosotros tenemos, de creer que para valer mucho hay que ser desprendido y dejar que nos roben. En esto el gobierno no puede hacer sino nombrar una sección para controlar; pero ese control que el gobierno ejerce no va mucho más allá de sus propias posibilidades. En este momento la Dirección Nacional de Vigilancia de Precios y Abastecimiento tiene un trabajo inmemso. Y yo he de explicarles en pocas palabras por qué. Primero, antes de entrar en este asunto, me voy a referir en dos palabras a la inflación. La inflación es un problema del mundo. Hay que ver lo que dicen los que han viajado -y acá debe haber algunos - por Europa y Sudamérica para saber lo que es la inflación. Cuando uno entra a un restaurante y pide un bife, y al levantarse le dicen que son cien pesos... Por lo menos, aquí con cien pesos nosotros nos comemos casi una vaca. El gobierno ha tratado de seguir en el orden del inflación una política de término medio. Es imposible que la República, que hace una vida económica de relación con el resto del mundo, viva en estado de deflación. Nosotros tenemos el clima del mundo en el cual vivimos, y así como un pez no vive bien fuera del agua ni un hombre en el agua, tampoco un país puede vivir en crisis en un mundo inflado y en permanente y ascendente inflación. Por eso nosotros hemos seguido una actitud retenida, manteniendo una curva media de la inflación. No hemos llegado al máximo de inflación ni estamos en el mínimo; estamos en término medio, para seguir el movimiento de inflación y deflación del mundo. Para nosotros, los argentinos, ese es el ideal que podemos alcanzar: un término medio. Si el gobierno quisiese deflacionar al país, lo haría en una semana. Con los ferrocarriles hemos comprado veintitrés mil propiedades que no son ferroviarias. Bastaría venderlas recoger ese dinero, llevarlo a la Caja de Conversión y quemarlo, y la circulación bajaría casi un treinta, cuarenta o cincuenta por ciento. Pero después, ¿quién agarra un peso? ¿Quién encontraría un peso, rarificados así los medios de pago? Nosotros hemos preferido mantener en esto un nivel normal. Con él, frente a los salarios que tenemos y al costo de la vida, que debe ser normal en nuestro país, se viviría aquí en el mejor de los mundos. Viviríamos quiza mucho mejor. Pero ¿qué es lo que ocurre? ¿Es el nuestro, en el orden del encarecimiento, una consecuencia de la inflación? En parte, quizá en un treinta o cuarenta por ciento. Por una inflación natural, porque aumentaron los salarios y el valor de la materia prima, es lógico que tenga que aumentar un poco el precio. El precio debe aumentar con un tres o cuatro por ciento. Pero es que a esa inflación natural le sigue una inflación especulativa, la que el comerciante, el industrial o el importador, le ponen de su cuenta. Y cuando vienen al Consejo Económico y éste le dice a ese señor: "Le vamos a permitir aumentar un dos por ciento en sus precios", aumenta el dos por ciento por cuenta del Consejo Económico y el cien por su propia cuenta. Por esa razón nosotros fijamos lo precios oficiales y la Dirección Nacional de Vigilancia de Precios y Abastecimientos efectúa sus inspecciones, cobra multas, cierra casas, manda a Villa Devoto. Pero, señores, mientras el público, el pueblo argentino, siga aceptando, nosotros no podemos dar abasto en nuestro control. ¿Qué ha sucedido? Cuando se han visto frente al control, los malos, que generalmente son más que los buenos, se han reunido subrepticiamente y les han dicho a los demás: "Muchachos, el lunes aumentamos el 50% todos los artículos", y para cientos de miles de comercios que aumentan simultáneamente sus precios en un 50 ó 60%, no me alcanzarían cien mil Villas Devoto. No los puedo controlar ni sancionar a todos porque es una maniobra de conjunto. Contra esa maniobra de conjunto, lo que ustedes proponen es la única solución; es decir, que cada argentino sea su propio inspector de precios y abastecimientos y de represión del agio. Que cuando vaya a comprar un par de medias y pregunte el precio, si le dicen, por ejemplo, cuatro pesos, saque la libretita que debe tener en el bolsillo y vea: media de tal calidad, dos pesos. "Muy bien, envuélvamelas". Le da los dos pesos, y si protesta, llama al vigilante y manda al vendedor a Villa Devoto. Si todos hicieran eso, en 48 horas se acaban los especuladores. En Navidad, por ejemplo, cuando se les ocurre comprar un pollo, el día 23 vale $7; y el día 24 vale $20. Porque hay pocos pollos para la demanda, aumenta cuatro o cinco veces el precio. Lo que debe hacer el que va a comprar el pollo es decir sin preguntar precio: "Bien señor, deme ese pollo. Se lo envuelve y le dá $7.50. Si protesta, al vigilante y a Villa Devoto. Yo veré después cómo él va a justificar que porque hay muchos que quieren comer pollo y hay pocos pollos, él los cobra cuatro veces lo que valen. Vamos a ver cómo explica él ese fenómeno. Dirán que es la ley de la oferta y la demanda. Cuento chino: no hay tal ley porque ha sido rota por los bandidos hace ya muchos años. Yo lo explico en otras palabras. En el régimen capitalista, ¿quién fijaba los salarios? El patrón. ¿Quién fijaba los precios? El patrón. ¿Y donde está ahí la ley de la oferta y la demanda? Porque como mantenían siempre un sector desocupado, cuando venía un obrero le decían: "Ganás tres pesos- "ganás", le decía- tres pesos al día". "No, yo no trabajo por tres pesos". "Bueno, andate, el que viene atrás va a aceptar". Y como los pobres estaban desocupados, no tenían más remedio que aceptar por tres pesos. Mediante esa explotación, él podía fijar un precio más o menos bajo, basado, claro está, en el hambre y en la miseria del otro pobre diablo, que no tenía derecho ni a protestas, porque el patrón lo trataba de "che" y lo despreciaba. Fijaba un precio, y a ese precio mandaba él la mercadedría a la venta. Como no se pagaban salarios, había poca demanda de mercaderías, se consumía la mitad o la cuarta parte de lo que ahora consumimos. Él satisfacia, entonces, la demanda que había: el que venga atrás, que arree. Él fijó siempre el precio, fijó siempre el salario. ¿Dónde está la ley de la oferta y la demanda, si él era el que fijaba todo? No había ninguna libertad en la compra-venta de mercaderías o en la contratación de la mano de obra. Por eso, señores, cuando hablan por ahí de la ley de la oferta y la demanda, lo dicen para cobrar 20 pesos por un pollo que vale 7,50; ésa es la realidad. Esos son los argumentos de todos esos bandidos que especulan. Esos son comerciantes. El comerciante honesto tiene precio fijo y no cobra un centavo más o menos. Los demás son filibusteros del comercio. Y hay que terminar con ellos. En el futuro nosotros vamos a empezar, junto con la acción que ustedes van a propugnar para que se desarrolle en toda la República, a clausurar definitivamente los negocios de los que especulen, para que en lo sucesivo quien ejerza el comercio sea gente honrada. A eso tenemos que llegar. Así como no se le permite ejercer una profesión al que no esté capacitado moralmente para ejercer el comercio en nuestro país, puede ir retirándose desde ya del comercio para dedicarse a otra cosa. Señores: en esto yo quiero extenderme un poquito más para plantear el régimen que propugna el justicialismo como tarea de equilibrio en este orden de cosas. Decía yo que en el régimen capitalista, los capitales fijaban el salario y el precio. Adémas manejaban también el gobierno. Ese era, lógicamente, el régimen capitalista. El régimen justicialista busca otra cosa. Busca tener un gobierno centralizado que cumpla con su deber; un estado organizado que también cumpla con su deber; y un pueblo libre que se organice y funcione libremente. En base a eso va a surgir, en salarios y en precios, el verdadero justicialismo que nosotros queremos. La fijación de los salarios debe hacerse en las organizaciones de la mano de obra, en las organizaciones obreras en discución con las organizaciones patronales para que le paguen al obrero todo lo que él merece que le paguen. Todo eso no puede surgir sino de la discución entre los dos interesados: el que está interesado en bajar los costos de la producción y el que está interesado en defender sus intereses profesionales. En una palabra, una organización frente a la otra. Por el otro lado, para los precios, están los patrones organizados. Entonces, hay que organizar a los consumidores para que ellos defiendan los precios en discusión con los patrones. Eso es lo que nos va a proporcionar el verdadero equilibrio entre los salarios y precios; de lo contrario, se hace muy fácil la maniobra de estos señores que, elevando los precios, nos hacen fracasar nuestro justicialismo. Y nosotros, desaprensivamente, pagando esos precios estamos trabajando en contra del justicialismo, porque la manera de anular el poder adquisitivo de los salarios y de los sueldos dignos que hoy se pagan es elevar los precios, volviendo de esa manera a lo de antes. Y esta, señores, es una maniobra que está en ejecución. Y porque está en ejecución, es que yo he pedido muchas veces que se organicen. Ahora, organizada la mano de obra y organizados los consumidores, vamos a ver si se organizan los bandidos. Y si se organizan, vamos a ver cómo les va. Esto, señoras y señores, tiene para el régimen justicialista una importancia mucho mayor de cuanto nosotros podemos imaginar. El control de los precios es la defensa del poder adquisitivo de sueldos y salarios. Si ese control de los precios se realiza solamente por el gobierno, ya sabemos que eso no puede ser, porque tendríamos que tener 17 millones de inspectores. Entonces hay una sola manera de hacerlo efectivo y real; que cada argentino sea un exigente, cuanto más exigente mejor, inspector de los precios de los abastesinientos y de la represión del agio, denunciando a todo comerciante inescrupuloso al vigilante de la esquina. No hay que ir más lejos. Ya nosotros daremos instrucciones para que, comprobada la infracción, podamos inmediatamente tomar las medidas necesarias. En esto también nosotros vamos a accionar, porque hay un viejo cuento: el minorista le echa la culpa al mayorista; éste le echa la culpa al fabricante; y éste al productor. Los vamos a apretar a todos en conjunto. Es indudable que debemos escalonar las conclusiones de cuanto hemos dicho. Lo primero es la economía doméstica. Hay que cuidar; no hay que compar más de lo nesesario; hay que educar al pueblo para que sea económico en esto. Que no vayan a los tarros de residuos todos los días toneladas de carne y de pan. En segundo lugar, hay que educar a los argentinos que no seamos rastacueros, que no paguemos más de lo que debemos pagar, así después no nos vamos a quejar de que pagamos mucho. Es indispensable que cada uno ponga de su parte lo necesario para que por lo menos le roben lo menos posible. Que se cuiden. En otras palabras: que no sean zonzos. En tercer lugar, debemos vigilar y reprimir el agio recurriendo inmediatamente a la autoridad, que va a estar a disposición, para tomar medidas enérgicas contra los especuladores y contra los malos comerciantes. En cuarto lugar, hay que organizarse como consumidores, formar una comisión de consumidores, organizar todo para llevar a cada uno el convencimiento de que ésta es la solución para no verse después obligado a protestar contra el gobierno, que no tiene ninguna culpa en esto, ni tampoco protestar contra los malos comerciantes, sino hacerlo llevar presos. Es mejor hacerlos llevar presos que protestar contra ellos. Hacerlos llevar presos sin enojarse, sin discutir, sin gritar; riéndose, llamar al vigilante, riéndose se le entrega a éste la prueba del delito, y se termina el problema. Y si luego el comerciante, como represalia, se niega a vender a quien lo hizo poner preso, hay que comunicarlo nuevamente para que vuelva a la cárcel. Esta organización que, según tengo entendido, ya está practicamente planeada, debe contar con representantes de todas las organizaciones que toman el sector de los obreros, de los empleados, de las profesiones liberales y, sobre todo las amas de casa deben ser los ángeles tutelares de la economía doméstica y, en consecuencia, en manos de ellas está el poder remediar muchos males. Debe ridicullizarse a esos zonzos que gastan y dilapidan el dinero y se dejan robar todos los días. Y nada mejor para conseguirlo que la acción en la propia casa con el marido, con el hermano. A ellos hay que decirles todo esto, porque con todo lo que dilapidan en la calle, tal vez, hace falta en la casa. Hay que decirles que si le cobran caro en las carreras, que no vayan; que no hagan como aquellos que dicen que ya uno no se puede emborrachar con lo caro que están las cosas. Toda esta educación, que en la casa llena la mujer con una eficiencia extraordinaria; todo esto en manos de las amas de casa, será un arma extraordinaria; para bien de la Nación y para bien de los propios argentinos. Por eso, en esta organización tan representativa de todos los sectores de los consumidores -porque consumir, consumimos todos- llama especialmente la atención el interés que las amas de casa ponen en esto. Y se explica, porque ellas son las que sufren directamente las consecuencias. Por eso, de esta organización, en mi sentir, deben salir tres medidas fundamentales: primero, la acción para convencer a la gente de la necesidad de la economía doméstica, de no dejarse engañar, de no dejarse robar y denunciar a los ladrones. Segundo, propugnar por todos los medios la formación de proveedurías en los gremios y en las asociaciones. Teniendo los gremios sus propias proveedurías y las asociaciones su propia cooperativa o proveedurías, los precios van a bajar de un cuarenta a un cincuenta por ciento. Y si una proveeduría que pertenece a un gremio cobrara un poquito más, sería para sacarlo de un bolsillo y ponerlo en otro, sería como robarse uno mismo, de modo que no quedaría ni el derecho a protestar porque sería en bien de la colectividad. De manera que esa es otra de las bases. Y tercero, extender toda esa organización a toda la República para que cada argentino se persuada, por sí, que es necesario: primero, evitar la dilapidación y controlar; segundo, organizarse para defenderse, organizarse como consumidor, propugnado por todos los medios la de creación proveedurías y de cooperativas, para que con su propio dinero puedan abastecerse. Yo no sé en detalle cuál será el programa que surgirá de esta asamblea, pero sí tengo entendido que ya están designados los delegados para conformar la comisión directiva de la Organización de Consumidores. A esa comisión directiva, que representará a toda las organizaciones y sectores del consumo argentino, el gobierno le va a prestar todo el apoyo, sin limitaciones. Primero, porque creemos que es una institución de bien público, desde que va a completar la organización del ciclo económico argentino; y segundo porque será la mejor cooperación que hasta ahora ha recibido el gobierno del pueblo: ayudarlo a cuidar el poder adquisitivo de los sueldos y de los salarios y también prestarle su colaboración para sacar a los bandidos que están emboscados con distintos nombres, pero que no son más que vulgares ladrones. Quiero dar por terminado este acto agradeciendo en nombre del gobierno a todos los señores y señoras que me escuchan, la preocupación y las inquietudes que han puesto de manifiesto que son las mismas que tiene gobierno. Deseo agradecerles también la colaboración que le prestan al gobierno, que ha querido el desarrollo de esas actividades dentro de la más absoluta libertad, libertad que debe terminar cuando comienza el delito, porque los argentinos tienen libertad para todo, menos para cometer delitos. Y el más infame de los delitos es enriquecerse con la miseria, con el hambre y la salud de los demás. Al agradecerles nuevamente esta preocupación de ustedes y decirles que el gobierno les prestará el apoyo incondicional para todas las acciones que realicen; al agradecerles que hayan escuchado al gobierno y que se propongan organizar este sector importante de la actividad económica de la Nación, dándome a la vez la inmensa satisfacción de conversar estos pocos momentos con ustedes, les digo a las señoras y señores que componen la comisión directiva que podríamos, a continuación celebrar una pequeña reunión para que pueda yo presentarles a los empleados y funcionarios estatales que colaborarán en forma directa con esa comisión directiva. Pongo a disposición de ustedes todo lo necesario para el control de precios y del abastecimiento, como así también para la represión contra los delincuentes económicos. Finalmente, le deseo a esta organización toda la prosperidad y el éxito que merece por su patriotismo, por su preocupación por las cuestiones de gobierno y en especial por la preocupación, que es santa, y que todo argentino debe tener, por la defensa de nuestro justicialismo en su forma pura, para que los delincuentes no pueden, a lo largo del tiempo, deformarla ni destruirla. .......................................................
1950-09-30
DISCURSO CON MOTIVO DE SU VISITA AL CONGRESO
Al agradecer las palabras del doctor Zavalla, quiero solamente responderle con mi profundo agradecimiento; profundo agradecimiento que no llega solamente a la forma de satisfacer sino el intenso sentimiento que sus palabras despiertan en los espíritus honrados y sinceros. El personal parlamentario de las cámaras, y de la Cámara de Diputados aquí representado, ha tenido para nosotros siempre el sentimiento amable de la comprensión. Lo hemos visto seguir la tarea de estos bravos muchachos peronistas que se incorporaron neófitos a las cámaras; lo hemos visto seguir sus pasos con su sabio consejo, producto de la larga experiencia; lo hemos visto acompañarnos en esta casa, y por eso nuestro agradecimiento será eterno y profundo. Hace pocos instantes les decía en el bloque a los compañeros diputados que habíamos alcanzado el supremo escalón que los espíritus sensibles de los hombres patriotas alcanzan en la unidad: la verdadera, sincera y leal amistad que los hombres necesitan para vivir. Pero deseo ampliar ese concepto diciendo que cada vez que hemos llegado a esta casa, cada vez que hemos tenido oportunidad de compartir, siquiera sea breves instantes , no hemos encontrado sino amigos. Por eso, señores, yo quiero hacer el más valioso de los brindis para mí que puedo hacer en esta ocasión; brindis, señores, de felicidad para todos los amigos de esta casa; y brindis, para que esa felicidad sea eterna como eterna ha de ser nuestra amistad. ...............
1950-10-02
Mensaje dirigido a los agricultores de todo el país
Una vez más deseo dirigirme a los hombres de campo, para llevar, especialmente a los agricultores, mi palabra de aliento y mis sentimientos de gratitud por el esfuerzo que realizan en bien de la patria, que es como decir, en favor de todos los argentinos. Nosotros consideramos que la Nación esta formada por una sola clase: la de los hombres que trabajan, hemos dicho muchas veces. Es a un sector de esos hombres, que deseo hacerles llegar mi saludo y mis congratulaciones, como asimismo el agradecimiento de toda la Nación, por los progresos cuantitativos y cualitativos que la nueva siembra arroja ya, como consecuencia de los esfuerzos patrióticos de los agricultores por aumentar la producción. Las áreas sembradas arrojan: en trigo un aumento de casi de un millón de hectáreas; en lino, un aumento de casi cincuenta mil hectáreas; en avena, casi setenta mil hectáreas; en cebada, un aumento de cincuenta mil hectáreas, y en centeno, un aumento de ciento setenta mil hectáreas. Estos aumentos son ampliamente satisfactorios, dadas las condiciones adversas en que el tiempo se presentó en algunas zonas en la época de la siembra. En cambio, las actuales y previsibles condiciones meteorológicas y generales, permiten abrigar fundadas esperanzas optimistas sobre los rendimientos. Nuestra política agraria, que responde a la vez, a los deseos del agro argentino, es propugnar cada día mejores condiciones de trabajo, más remuneradoras y rendidoras, con respecto al esfuerzo de los agricultores. Más producción representa más riqueza; mas riqueza representa mayores medios de acción. La mecanización del agro será posible mediante este camino y, por la mecanización, los mayores rendimientos, los menores costos y la racionalización integral del trabajo rural. Pueden estar absolutamente persuadidos los compañeros agricultores, que el gobierno no ha de olvidarlos ni abandonarlos. Desde la selección de semillas, la defensa contra las plagas, el asesoramiento oportuno, los estudios científicos agrológicos, lo de los centros tecnológicos regionales, hasta los recursos de crédito oportunos y demás necesidades, son objeto de nuestra preferente atención, y no habrá esfuerzo que el gobierno no realice cuando esté de por medio la defensa de los intereses campesinos. Es en ese concepto, y consecuente con esa política, que hemos estudiado las condiciones creadas para la siembra del maíz. Se ha dicho que no se dispondría de brazos para la recolección. En ese sentido deseo asegurarles a los agricultores, que cualquiera sea la necesidad, dispondrán de brazos, pues el gobierno tomará las medidas oportunamente sea necesario para ello, y yo no sé prometer cuando no me siento capaz de cumplir. Se ha dicho también que se encarecerá la mano de obra y que ello repercutirá reduciendo la justa compensación de los esfuerzos del agricultor. Para cubrir mayores gastos de cualquier orden, el gobierno resuelve hoy otorgar a los verdaderos productores, un sobreprecio de 3 pesos por quintal, de manera que para la cosecha futura de maíz el precio total será de 24 pesos por quintal. Mi gobierno entiende que la verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y donde se defiende un solo interés: el del pueblo. Es en cumplimiento de lo primero y en defensa de los intereses populares que el campo representa dentro de la Nación, que nos preocupamos por servir las necesidades, resolver los problemas y apoyar los esfuerzos de los trabajadores de la tierra, que forman un sector popular por excelencia y a quienes las poblaciones urbanas deben agradecer el pan nuestro de cada día. .....................
1950-10-05
Durante un agasajo a legisladores peronistas
Compañeros: en primer término deseo agradecerles a todos, los buenos recuerdos expresados por los señores presidentes de la Cámara de Senadores y de la Cámara de Diputados. Al hacerlo, debo hacer presente que me hacen inmensamente feliz todas estas atenciones y recuerdos con que me abruman los amigos que han visto en mí, quizá, un hombre de buena voluntad al servicio de todos, como ellos también son hombres honrados y de buena voluntad al servicio de toda la Nación. Todos los méritos que nosotros pudiésemos acumular en nuestra actuación pública se justifican solamente si están al servicio de todos. El ponerse sin considerar sacrificios al servicio de los demás, es sin duda la causa que más puede emnoblecer a los hombres bien nacidos. En nuestra patria hemos recibido nosotros, los peronistas, la prueba más acabada de que ello es cierto. Y cuando ello es cierto, en una patria como la nuestra, esa patria que está salvada porque ensalza los verdaderos valores de los ciudadanos. Esas muestras que nosotros hemos tenido de nuestro pueblo son las que más nos honran, pero son también las que más nos obligan. Yo agradezco, señores, que entre todo cuanto pudieran elegir los amigos para conmemorar la fecha de mi nacimiento, hayan elegido una medalla del Congreso. Se ha dicho y se ha repetido en muchas partes del mundo que los parlamentos estaban en declinación. Pero nosotros los peronistas, hemos dado un mentís a esas afirmaciones, porque constituyendo un Congreso de hombres honrados, de hombres que cumplen con su misión con verdadera pasión pública y con verdadera capacidad -como han demostrado los señores legisladores peronistas en el Congreso de la Nación-, estamos levantando el parlamento a la altura en que el parlamentarismo del mundo debe estar en las democracias a la que nosotros aspiramos. El movimiento peronista, si no hubiese tenido ningún otro mérito, tiene el mérito de haberle cambiado el rótulo al Congreso, para decir que es una reunión de hombres sabios, prudentes y honrados. Por eso, señores, en esta comida de camaradería, quiero hacer presente mi orgullo de peronista y mi orgullo de amigo de todos los legisladores que forman ese Parlamento. Podrá decirse, a lo largo de los tiempos, muchas cosas del peronismo; pero lo que no podrá decirse jamás con fundamento es que nosotros no hemos realizado una función parlamentaria a la altura de las necesidades del país, y a la altura de los hombres que lo representan con la máxima virtud y con la máxima honradez. Podrán, quizá en el futuro discutirse nuestras decisiones, pero que no se ha legislado para el país honradamente, eso no lo podrá sostener ningún argentino con fundamento. Por eso, señores, he querido hacer presente no ya mi satisfacción, sino mi orgullo de peronista. Al hacerlo quiero que expresarles mi profundo agradecimiento a a todos los señores senadores, a los señores diputados y a los empleados y obreros del Congreso, que en un haz apretado de corazones han sabido llevar adelante la difícil tarea que han tenido. El Poder Ejecutivo, merced a la legislación sancionada, no ha tenido en caso alguno ningún inconveniente; la tarea del Poder Ejecutivo es simple cuando se tiene un parlamento de la calidad y la altura del que en este momento formamos los peronistas. Como dije los otros días en el bloque, hemos alcanzado ya un momento decisivo entre los dirigentes peronistas; hemos alcanzado un momento de extraordinaria responsabilidad para todos. Debemos estructurar los cuadros que han de consolidar este movimiento y para ello hemos logrado el índice más ponderable de todos cuantos pudiéramos haber alcanzado los peronistas: somos, además de correligionarios, verdaderos amigos. Y siendo amigos, habremos conquistado para el futuro la fuerza motriz más magnífica con que una organización puede nutrirse para vencer y llevar el país a los destinos con los cuales todos soñamos, unidos y abrazados entre nosotros, siendo cada día más amigos, siendo cada día más buenos, siendo cada día más virtuosos, por ese cariño y esa amistad que sentimos todos y que todos debemos defender en las luchas, sean éstas entre nuestros propios correligionarios o con nuestros adversarios políticos. ...................
1950-10-18
En la inauguración del Monumento a la Constitución Justicialista en el Congreso de la Nación
Queridos amigos: La historia de la humanidad ha sido, sin duda, la lucha o el apoyo, entre lo hombres y la ley. Cuando los hombres no han tenido las virtudes necesarias y las leyes no han sido conformadas de acuerdo con la necesidad, han ocasionado inversamente, en leyes y hombres, el sentido de la lucha para sobreponerse a la maldad. Cuenta la historia, que Licurgo pasó su vida conformando las leyes de Esparta y educando en la virtud al pueblo espartano, y terminando ya su vida, legando a su patria la ley y el hombre, se fue ante los oráculos sagrados y se dejo morir allí por inanición, no sin antes haber hecho prometer y jurar a sus conciudadanos que hasta que él regresara cumplirían sus leyes y las cumplirían bien. Para que sus conciudadanos no tuviesen el pretexto de llevar su cadáver a Esparta para no cumplir sus leyes, estableció, como ultima voluntad, ser incinerado y que sus cenizas fueran aventadas al mar. Así recibió Esparta, la más grande bendición que puede recibir un pueblo: una ley justa y un pueblo sabio y prudente. Pasaron los años, se deformaron los hombres, que deformaron después las leyes, y eso trajo la decadencia y la ruina. En esta casa, donde soñamos con leyes sabias y con leyes justas, el patriotismo de nuestros legisladores ha querido levantar este templo a la ley para que lo argentinos, atribulados o no, vengan aquí a jurar a Dios y a jurar a la Patria cumplir esa ley, porque el pueblo argentino ha de saber que hay una sola manera de ser libre, y es siendo esclavo de la ley. Aventaremos las cenizas del mal, aventaremos las cenizas del bien, y sobre ellos construiremos la piedra sillar de la argentinidad, mientras los argentinos juremos aquí, en el templo de la ley, cumplirla y hacerla cumplir hasta morir, los argentinos construirán a su protección y a su sombra, la Argentina con que nosotros soñamos. Los justicialistas queremos dejar esa ley, que ha sido construida sobre el dolor, sobre la miseria y sobre la desesperación de cientos de generaciones de argentinos. Y yo como humilde ciudadano de esta tierra, que no anhela poderes, ni anhela honores, porque solamente quiere el sacrificio de la lucha, para dejar más grande a nuestra tierra y mas felices a nuestros hermanos, les pido a los trabajadores de esta tierra, que cuando desfilen delante de la imagen de la ley, ¡juren ante Dios y a su patria morir para hacerla cumplir! ................
1950-10-18
En el acto de inauguración del edificio de la CGT :
Señores: Yo quiero que mis primeras palabras sean de profundo agradecimiento hacia la Fundación Eva Perón, que en esta forma ha ofrecido su leal y sincera colaboración a todos los trabajadores en la personificación de la Confederación General del trabajo. Y en la Fundación agradezco también a todo el personal que ha trabajado, sin hacer distinción de cargos ni categorías, porque el valor de su trabajo no esta en los ladrillos que hayan podido apilar, sino en el sentimiento y en el sentido patriótico que han puesto en u labor todo lo integrantes de la Fundación. Nosotros, los justicialistas, no apreciamos la grandeza de un país por altura de sus rascacielos ni por la cantidad de millones de pesos que han conseguido acumular los magnates de la industria, del comercio o del capital. Nosotros, los justicialistas, no creemos que en la apreciación de los pueblos, ya sea en su sabiduría, en su virtud, en su riqueza o en su felicidad el secreto estribe en hacer felices, sabios, prudentes y virtuosos a los miembros de un pequeño núcleo de la población del país. Nosotros preferimos, a un pequeño grupo de hombres virtuosos, un pueblo virtuoso; nosotros preferimos, a un pequeño núcleo de hombres felices, un pueblo feliz. Es por eso, compañeros, que los justicialistas argentinos llegan a esta casa imbuidos de esas ideas, que son las ideas más modernas y más justas que el mundo puede enarbolar como una banderola para el presente y el futuro de la humanidad. Generalmente, compañeros, en la vida no se regala nada. Si lo trabajadores argentinos van construyendo los peldaños de esa dignidad es porque la merecen y se la están ganando todos los días. El justicialismo no regala. El justicialismo pone en acción al pueblo para que el se haga digno, honrado y feliz a sí mismo. Podemos decir que todas estas conquistas hacia la dignidad, hacia la suprema dignidad del trabajo, las van construyendo con su honradez, con sus virtudes y con su capacidad todos los dirigentes de los trabajadores argentinos. Yo podría decir que en la apreciación del panorama nacional, donde encuentro mayor cúmulo de virtudes, porque son capaces de mayor abnegación y de mayor sacrificio dentro de la comunidad argentina, es en los dirigentes de todos los gremios. Yo me he educado, señores, en el estudio de la técnica de la conducción, y sé cuales son las características que deben reunir los conductores. Y esos conductores nacen dentro de la comunidad, y es la comunidad la que los lleva a la conducción. Sería angelical y seria estúpido que tratáramos de hacer los dirigentes a dedo, indicando desde el gobierno o desde cualquier otra situación quienes deben encuadrar a la masa de trabajadores argentinos. El que procede así no sabe lo que es conducción e ira irremisiblemente al fracaso; no se hacen por decretos ni por indicaciones. En la vida se está capacitando para dirigir o se está solamente capacitado para obedecer. Los dirigentes son aquellos a quienes Dios ha puesto el suficiente óleo sagrado de Samuel para que no solo hagan lo que ellos deben hacer sino para que estén en condición de aconsejar a los demás lo que deben hacer. El dirigente debe ser, en primer término, honrado. Cualquier condición que pueda tener el conductor, por grande que sea, por inteligente que puedan ser sus concepciones, por sabio que sea en todas las ocasiones, si no es honrado, no le sirve de nada. La masa tiene un olfato especial para descubrir a los que no son honrados. De manera que aun podemos, quizá, engañar a la masa sobre el grado de nuestra capacidad y de nuestra inteligencia, pero no la podemos engañar jamás sobre el grado de nuestra verdadera honradez. Cuando se es honrado, se puede conducir; más o menos bien pero se puede conducir. Señores: si yo hubiera de decir qué se necesita para conducir, diría: sinceridad, lealtad y honradez. Cuando se tienen esas condiciones, todos los hombres quieren ayudarnos y acompañarnos; pero cuando somos pillos, ninguno se quiere poner de nuestro lado. Entonces, la tarea se hace imposible de realizar, porque tenemos honor en acompañar a los honorables, pero tenemos temor en acompañar a lo que carecen de virtudes. El dirigente, además de esas condiciones, que son las únicas que lo capacitan, debe tratar, una vez conseguido eso, de capacitarse, porque su acción será tanto mejor en el desarrollo del gobierno y de la conducción del gremio cuantos mayores sean sus conocimientos y cuanto mayor sea su capacidad de concepción y su capacidad de acción. Nosotros hemos echado las bases para las escuelas de capacitación en la República, a mí me cabe el honor de haber sido el creador de la primera escuela de capacitación aquí en el país. Hoy, no hay gremio en la República que no tenga, de una manera o de otra, sus cursos o sus escuelas de capacitación. La conducción es un arte: como todas las artes, tiene una parte que uno recibe en forma de óleo sagrado de Samuel, pero tiene otras que se aprenden con la técnica y la hermenéutica de la propia acción de la conducción. Para conducir, no es suficiente tener solo intuición; es necesario darles a los trabajadores argentinos la posibilidad de la alta capacitación para la conducción y gobierno de sus entidades. Me dirán que empezamos tarde. Tal vez, aunque nunca es tarde cuando la dicha es buena. Pero, ¿qué podrían haber hecho nuestros pobres trabajadores, hasta hace cuatro o cinco años, cuando tenían que luchar para no morirse de hambre? ¿Iban a estar pensando en capacitarse para la alta conducción y el gobierno de las entidades gremiales? Pero, señores, yo debo confesar que desde mi punto de observación, que quizá es el mas magnifico de todos los mangrullos que pueden construirse para observar, he visto actuar desde hace siete años a todos nuestros dirigentes, jóvenes o viejos, formados en el entusiasmo del justicialismo o provenientes de otras regiones ideológicas, y los he visto actuar con una absoluta y acrisolada. Sé bien de cuantos lados han sido tentados nuestros dirigentes, ya fuera en rublos o ya fuera en dólares; han sido tentados desde toda dirección, y ellos, a todos esos halagos de una posible riqueza, han preferido la pobreza honrada del honor argentino. Por eso quiero afirmar desde esta tribuna -la más autorizada de todas las tribunas para hablar a los trabajadores argentinos- que los dirigentes de todas las organizaciones obreras argentinas pueden ser, en mi concepto, en sabiduría y en honradez para la conducción de esas organizaciones, un modelo. Yo debo rendir desde aquí ese homenaje a mis compañeros trabajadores en la dirección de las organizaciones sindicales. Los he visto siempre en su puesto, los he visto con carácter y con honradez y los he visto, por sobre todas las cosas, en el fondo justicialista. No han ido a engañar a sus hombres; no han ido a halagarlos; no han ido a hacer prestigio político a costillas de la organización que conducen; no han de hacer caudillismo, sino que han ido a luchar la mejora en el campo profesional; a crear sus mutualidades, para defender el material humano de los gremios; a crear sus cooperativas, para mejor servir a la defensa del salario o del sueldo y crear escuelas para perfeccionar y elevar el nivel cultural de la masa, porque ese es el porvenir del sindicalismo argentino. Cuando tienen dirigentes así capacitados, cuando esos dirigentes enarbolan las banderas de la abnegación y del sacrificio y no de la ambición o del lucro; cuando se conduce a las organizaciones con abnegación, honradez, el camino a recorrer es largo y será glorioso. Ellos fijaran para las nuevas generaciones de argentinos que no han aprendido en el dolor de la lucha, lo que vale es sindicalismo; ellos podrán inculcarle a esos que vendrán a una vida más fácil y más digna que la que recogieron las viejas generaciones de dirigentes que en cada una de sus canas llevan una amargura de esa vida de miseria, de dolor y de desesperación. Esos jóvenes de las nuevas generaciones de argentinos, que no aprendieron en el dolor, que es una gran escuela, por lo menos recibirán la capacitación y el consejo respetuoso de esos viejos que bebieron en la experiencia, que es la mas grande sabiduría que los hombres alcanzan: el haber aprendido en la vida lo que no son capaces de enseñar ni los libros ni ninguna teoría. Señores: desde esta casa, donde desfilaran sin duda los más calificados dirigentes de todos los gremios argentinos, podremos decir a las futuras generaciones cuanto dolor y cuanto sacrificio costó a las generaciones pasadas de trabajadores argentinos alcanzar este estado floreciente en su sindicalismo. Desde esta casa diremos a todas las generaciones de argentinos que formen nuestro pueblo futuro, del justicialismo, piedra sillar de una felicidad que no había alcanzado nunca el pueblo argentino; de ese justicialismo que enarbola como primera frase la que esta estampada en las paredes de este recinto: "La libertad hay que asegurarla a fuerza de trabajo". En la causa de los trabajadores, cuando se piensa así, cuando se obra así, el triunfo del sindicalismo argentino esta marcado a etapas cercanas y seguras. Yo deseo, señores, para cerrar estas breves palabras, a todos los dirigentes de esta masa, los que me han hecho el mas insigne honor que he tenido en mi vida, el de llamarme el Primer Trabador Argentino, agradecerles estas oportunidades que son las únicas que me hacen profundamente feliz, como la de poder observar que nuestros trabajadores, ya sea en una o en otra actividad, están construyendo no edificios sino que están construyendo el edificio indestructible que será el de la moral, que será el de las virtudes de este pueblo que una vez construido será indestructible por los siglos, para honor y para grandeza de esta patria, a la cual todos estamos igualmente obligados. ................
1950-10-29
En la jefatura de policía de la ciudad de Rosario
Yo agradezco profundamente este magnífico momento que he pasado en este almuerzo de amigos. Las palabras del señor de Intendente de Rosario -palabras peronistas- tienen la virtud de todas las palabras peronistas: llegar profundamente al corazón y rendir el efecto que todos buscamos: que seamos cada día más unidos y más amigos. La clausura de este Congreso Eucarístico, a que se ha referido el señor intendente, es evocadora para los peronistas; y lo es porque nosotros no solamente hemos visto en Cristo a un Dios sino que también hemos admirado en él a un hombre y no solamente hemos admirado y admiramos los rituales y los ritos católicos, sino que admiramos y tratamos de cumplir esta doctrina. Es muy fácil someterse a los dictados de una religión si en ello hemos de cumplir satisfactoriamente sólo sus formas; pero es difícil una religión cuando uno trata de cumplimentar su fondo. En esto, como en todas las cosas de la vida, la religión tiene su forma y tiene también su fondo. Yo creo que ser un buen cristiano no es sólo cumplir con las formas de todos los rituales religiosos. No es buen cristiano aquel que va todos los domingos a misa y hace rápidamente todos los esfuerzos por satisfacer las disposiciones formales de la religión. Es mal cristiano cuando, haciendo todo eso, paga mal a quien le sirve o especula con el hambre de los obreros de sus fábricas para acumular unos pesos más al final del ejercicio. Ese podrá cumplir de todas las formas que el cristiano impone a los católicos, pero no será jamás un buen cristiano. Por eso, compañeros, el peronismo, que quizá a veces no respeta las formas pero que trata de asimilar y de cumplir el fondo, es una manera efectiva, real y honrada de hacer el cristianismo, por el que todos nosotros, los argentinos, sentimos una inmensa admiración. Amamos a Cristo no sólo porque él es Dios. Lo amamos porque que dejó sobre el mundo algo que será eterno: el amor entre los hombres. Y lo amamos por la dignidad humana y el sacrificio contra la avaricia, contra el egoísmo, en beneficio de los hermanos. Así entendemos los peronistas el cristianismo, tratando de practicarlo, de hacer todos los días el bien en nombre del bien mismo, sin mirar otra intención que la de favorecer a alguien que sea menos favorecido que nosotros. Señores: yo alabo al pobre que se desprende de la mitad de lo que tiene para hacer feliz a otro que no posee ni ese mitad; pero no alabo ni admiro al rico que se desprende de una pequeña parte de lo que atesora para repartirlo insuficientemente entre cuatro o cinco. Ese se olvida que para ser buen cristiano no debe tener escondido en bodega o en su casa de hierro lo que miles están necesitando para vivir. Nosotros somos simplemente cristianos y queremos serlo. Queremos ser cristianos en nuestras obras y no por la ropa que nos ponemos ni por los actos formales que realizamos; y también por ello compañeros, nos hemos puesto en las obras de difundir nuestras que doctrina. Difundiendo la doctrina peronista, expresándola por toda la República, sabemos que estamos haciendo el bien. Hacerlo sin mirar, a quien, favoreciendo donde podemos favorecer; así es nuestro cristianismo, el cristianismo práctico justicialista. Señores: yo he querido llegar hasta Rosario, a pesar de que me había impuesto un descanso, más que por mí, por mi señora. He querido hacer el esfuerzo de llegar hasta aquí porque nosotros, los peronistas, como todos los que actuamos en la lucha por el bien y por la verdad seremos calumniados y vituperados. Nadie en la humanidad ha hecho el bien sin sufrir las consecuencias de haberlo hecho. Por eso he aceptado dirigir unas palabras en la ceremonia de hoy. En ellas he de decir lo que siempre he dicho: la verdad, como yo la siento y como yo la sé, seguro de que con ello he de interpretar a todos los compañeros peronistas. Sabemos que para ello tendremos que luchar. Lucharemos como hasta ahora: con la persuasión. No utilizaremos ni el poder, ni la fuerza, ni la violencia, mientras las persuasión puede abrir completamente nuestro camino. Finalmente, compañeros, les agradezco profundamente estos gratísimos momentos, que quizá son los que llegan más profundamente al corazón de los hombres, porque nosotros no tenemos si no sinsabores y sacrificios, y la única realidad que vemos con inmensa satisfacción es la felicidad del pueblo argentino, única razón de nuestra lucha y de nuestro sacrificio. Y si para ese triunfo fuera necesario multiplicar hasta el infinito nuestro sacrificio, mientras haya vida y haya energía, no habremos de ahorrar ni una sola de ellas para cumplir nuestra misión, como dice mi señora, caiga quien caiga y cueste lo que cueste. .................................
1950-10-29
En la clasura del Congreso Eucarístico Nacional
Muchas veces he hablado que a mi pueblo; muchas veces he compartido con él las horas alegres y las horas tristes o difíciles de sus hijos, participando de su felicidad e infundiéndoles fe. En el largo camino de mis muchas veces también he elevado mi espíritu hasta vuestro corazón, que, rogando por la felicidad de mi pueblo y por la grandeza de mi patria. Hoy vengo, Señor, en cambio, con mi pueblo, y con él, postrado humildemente ante Vuestra Divina Majestad, os reitero públicamente mi gratitud y la gratitud de todos los argentinos, por cuanto nos ha sido dado de felicidad y de grandeza en estos años que llevo al frente de los destinos de la Nación. Os agradezco porque en vuestra infinita bondad nos habéis concedido la paz y las condiciones espirituales y materiales necesarias para trabajar construyendo está Nueva Argentina. Os doy gracias porque habéis tenido a bien inspirarnos desde el fondo mismo de vuestro Evangelio una doctrina de justicia y de amor, y porque nos habéis ayudado a realizarla progresivamente en esta tierra y para este pueblo. Os agradezco, Señor, porque vuestro amor y vuestra gracia han sido magnánimas y generosamente derramados sobre nuestro pueblo y porque vuestra bendición ha descendido abundantemente sobre sus afanes, sus trabajos y sus sacrificios, creando así la situación de mayor bienestar en que se encuentra. Quiero reiteraros asimismo, Señor, en esta oportunidad, los ruegos que os he hecho otras veces en la intimidad de mi corazón. Os pido que vuestro amor siga derramándose sobre este pueblo argentino que os reconoce y os ama desde los comienzos mismos de su vida. Os pido especialmente que lo ayudéis en las luchas que sostiene por su dignidad de Nación justa, libre y soberana y por la dignidad de cada uno de sus hijos. Os ruego que así como acrecentáis la fecundidad de nuestras tierras y el trigo de nuestros campos -que por vuestro amor se consume en la unidad de la Eucaristía- se acreciente aún más la fecundidad del corazón de todos los argentinos para que sea una sola cosa en virtud del amor, que es lo único que construye. Os imploro el auxilio necesario para que mis afanes y trabajos, lo mismo que en las luchas de los hombres que comparten conmigo ahora y después de mí la responsabilidad del gobierno en nuestra patria, nunca se altere nuestro propósito inicial de servir realmente al pueblo, sobre todo que a sus hombres y mujeres más humildes, porque estoy seguro de que sirviéndolos con lealtad y con amor, estaremos siempre muy cerca de vuestro corazón. Os ruego también, Señor, por la paz y la felicidad de esta patria nuestra tan querida y por la paz y felicidad de todos los hombres y de todos los pueblos del mundo, para lo cuales imploro vuestra misericordia y vuestro amor. Para mí, Señor, no os pido otra cosa que la luz necesaria para seguir conociendo los mejores caminos de mi pueblo y la fortaleza que sea menester para conducir a sus altos destinos. Por fin, con absoluta conciencia de la responsabilidad que asumo y en señal de gratitud por cuanto habeís otorgado a la Nación Argentina, en la abundancia de vuestro amor, os ofrezco todo cuanto soy y cuanto poseo, vale decir, mi vida por la grandeza y felicidad de mi patria y de mi pueblo, a cuyos destinos deposito en Vuestro Divino Corazón. .....................
1950-10-31
Mensaje dirigido al país en el Día Universal del Ahorro
Ya tienen el significado de una norma establecida entre nosotros, que cada 31 de octubre, con motivo de la colaboración del Día Universal del Ahorro, realicemos un rápido examen sobre el comportamiento del pueblo argentino, frente a las ideas de la previsión en sus distintas formas, en especial, ante la necesidad de que cada habitante del país practique por sí, voluntariamente, su propio ahorro. En todos estos campos podemos afirmar que hemos realizado, en los últimos tiempos, firmes progresos. La previsión social, con el ahorro que significan los aportes para la jubilación y para el seguro colectivo, cubre ahora con sus beneficios a todas las familias de trabajadores del país, lo que equivale a la casi totalidad de la población argentina. El crecimiento de la previsión en la esfera particular y familiar, está claramente expresado en el constante y vigoroso aumento del ahorro nacional que de 2.800 millones de pesos de pesos que sumaban en 1943, llega en 1946 a 4.600 millones, y hoy, se acerca a la elocuente cifra de 8.000 millones de pesos. Es posible afirmar, entonces, que el pueblo trabajador argentino forma una sociedad de hombres virtuosos, dado a las sanas y virtuosas prácticas de la previsión y el ahorro. Esto es lo conseguido en el país, mediante el imperio de la justicia social, y como una de las consecuencias de la independencia económica conquistada. La desaparición de las amarguras y de los sufrimientos de la inmensa mayoría de los hogares argentinos, cuya posibilidad económica era un miserable jornal, que los condenaba a la desesperanza de alcanzar las mínimas satisfacciones, unido a la plena ocupación de brazos productores, también ha servido para cambiar la actitud de la población con respecto al futuro, capacitándola mejor para afrontar la incertidumbre que encierra y para utilizar la previsión y el ahorro como herramienta constructiva del propio porvenir y el de los hijos. De este modo, el pueblo argentino, además de formar una sociedad de hombres virtuosos, constituye una Nación de hombres espiritualmente fuertes, que conocen el valor del propio esfuerzo, y como, ese esfuerzo puede extender su acción y su influencia a través del tiempo. Hace pocos días, el señor ministro de finanzas de la Nación, se refería, en esta nueva característica de nuestros trabajadores, y mencionaba, como una demostración del hecho, el ambiente distinto en que ahora se desarrollan sus tareas los gestores de seguro y los agentes de ahorro de la Caja Nacional de Ahorro Postal. Al respecto me decía el señor ministro, que hasta hace muy pocos años la labor de esos funcionarios era ardua, y de resultados muy inferior al esfuerzo y a la voluntad que ponían en el cumplimiento de su misión, mientras que en la actualidad, no solo son atendidos y entendidos por los trabajadores, sino que son secundados entusiastamente por las organizaciones y dirigentes gremiales, y que en fábricas y talleres se constituyen y actúan comisiones de obreros y empleados que colaboran en el buen propósito de difundir y fomentar los beneficios y la práctica de la previsión. Eso es lo que debe hacerse, y tal es la forma de proceder por el interés propio y por el de la sociedad. En estos momentos precisamente, en que la población por sí misma se ha movilizado para vencer a los malos comerciantes, que especulan con sus necesidades más simples y vitales, la coincidencia de la conmemoración del Día Universal del Ahorro, ofrece una oportunidad muy propicia para expresar nuestras sencillas normas del ahorro, ¡del buen ahorro!, que podría llamarse a aquel que se realiza con el equilibrio y el buen orden de la economía doméstica y que consiste en administrar con inteligencia y sobriedad los bienes disponibles. Este es el secreto para que todas las familias disfruten y aumenten el bienestar que es general en los hogares argentinos. ¡No privarse de lo necesario!, pero solo de lo necesario y no hacer inversiones superfluas, no comprar aquello que no sea indispensable en el momento y solo comprarlo en la cantidad requerida por una cantidad verdadera. Es indudable, que procediendo de este modo, el dinero disponible en el hogar de cada trabajador aumentará de inmediato, y que las sumas así obtenidas podrán ser destinadas a la libreta de ahorro, para atender en el futuro otras necesidades reales. Tal conducta generalizada, tendría además otro efecto no menos importante, serviría en cierta forma para producir un equilibrio natural entre la producción y el consumo, y ello contribuiría a impedir, la acción de los especuladores, cuya delictuosa conducta se ve favorecida cuando se les arrebatan los artículos de las manos y se les pagan por ello cualquier precio. Comportándose toda la población conforme a estas normas, cuya práctica no requiere sabiduría, sino buena disposición y hábitos de sobriedad, y persistiendo los trabajadores, sus organizaciones y dirigentes en su plausible interés en favor de la previsión, tanto en el aspecto del ahorro como en el del seguro, ya que este constituye un ahorro perfeccionado, muy pronto la Nación, que por tantos motivos hoy se destaca en el mundo, ha de constituir también en el aspecto de la previsión individual y social, un ejemplo, que ha de ser imitado en beneficio de los hombres y de la paz y la estabilidad social. Tiene ese inmenso valor que en la Argentina disfrutan por igual todos los habitantes, para afianzarlos definitivamente, acrecentándolos sin pausa, solo es necesario vivir nuestra realidad nacional, realidad que forjada sobre los nobles postulados de trabajo y dignidad, se consolida por la fe inquebrantable de los altos destinos de la patria, y ese extiende confiada sobre la multitud de la generaciones de argentinos que han de sucedernos en la empresa cuya felicidad hoy delegamos, y en la que ha de tener su significativo valor y decisiva influencia el carácter nacional que modelamos con nuestros propios hábitos previsores. ....................
1950-11-15
En el acto de clausura de la Exposición Filatélica Internacional
En primer término, deseo agradecerles a los señores organizadores de esta exposición la amable invitación para asistir a su acto de clausura. Al hacerlo, quiero presentar el saludo del gobierno y del pueblo argentino a todos cuantos han llegado a esta tierra para realizar esta exposición, diciéndoles en nombre de este pueblo y de este gobierno que son bienvenidos a este país y que nuestra mayor felicidad será que se sientan en él como en su propia casa. También, señores, felicitó en nombre de de este gobierno y de su pueblo, como en el mío propio, a los expositores que mediante el tesonero afán de esta dedicación, tan útil e inteligente, de la filatelia han llegado a ofrecernos, con su presencia, su amistad y su cariño. Y a los argentinos que en esta exposición han demostrado su afán e inteligente acción, vaya también nuestro efusivo abrazo de felicitación por sus colecciones y por lo que ellos representan para el país en su futuro y presente desenvolvimiento. La República Argentina, nuestra comunidad, es una comunidad de gente humilde y de trabajo, profundamente amante de la paz. Por eso, son bienvenidas estas demostraciones, que son efectivas y fehacientes demostraciones de amor entre los hombres. La filatería es en el mundo una inmensa telaraña insensible e invisible de amor y de entendimiento entre los hombres, a través de una actividad aparentemente intrascendente. Esa inmensa telaraña de amor y de comprensión que a través de esta actividad une a los pueblos, pensamos nosotros, los hombres de paz, los que queremos reemplazar el rencor por el amor, los que queremos reemplazar la incomprensión por la comprensión, los que creemos que la violencia en el mundo no resolverá nada de lo que el mundo tiene como problemas, es quizás una acción más eficaz que miles de los discursos de cancillería que a menudo escuchamos. Por eso no he querido faltar a este acto; no porque represente para él más lustre ni más significación la presencia de un hombre más de esta tierra, sino porque los siento profundamente y porque creo que estas actividades que unen a los hombres desde son las que reivindican al hombre con su onciencia en el futuro. Esta amistad, este compartir las mismas inquietudes en una actividad común, como es la filatelia en esta clase de demostraciones, que unen a los pueblos, los hace conocerse y los hace comprenderse, lo que es el punto de partida para que se amen, será siempre bienvenida a esta tierra del paz y de comprensión, donde los hombres pensamos que solo redime al hombre el trabajo y el amor. Esperamos que en 1956, cuando se cumpla el primer centenario del sello argentino, tengamos miles de filatelistass que nos visiten para estrechar nuestras manos y unir nuestros corazones. ................
1950-11-24
En la comida de camaradería del personal de la Policía Federal
Nuevamente tengo este año el inmenso placer de compartir esta amable mesa de compañeros en la común tarea de servir cotidianamente a la patria. Traigo a ella la palabra de saludo y de estímulo del Poder Ejecutivo, que ve en su policía el brazo y la ejecución de lo que es para nosotros tan sagrado: la ley. Nuestra policía es cada día técnicamente mejor; cada día pone en evidencia que en ese difícil camino de interpretar a una sociedad y de servir la lealmente, sus intenciones y buena voluntad son superiores a toda ponderación. Yo considero que el servicio policial de la Nación tiene dos aspectos a que son altamente fundamentales: su servicio técnico y su servicio humano. El servicio técnico está representado por la capacidad, por la organización y por la dotación; y el servicio humano está representado por las virtudes que adornan al personal que lo ejecutan y por la corrección del procedimiento en esa ejecución. El justicialismo ansía que su policía sea técnicamente y humanamente correcta. Desde que son dos actividades con cierto grado de diferencia, ansía también que el equilibrio y la coordinación perfecta del antagonismo que pueda existir entre ambas funciones, se realicen de la manera más completa posible. El tecnisismo enfría, mecaniza y, a veces, esquematiza los procedimientos. El factor humano vivifica, da conciencia, humaniza la gestión. Coordinar ambas cosas, tan difíciles de combinar en la práctica, es el arte esencialmente policial . Decía Alfonso el Sabio que el oficio de dirigir hombres impone, en primer término, la obligación de conocer al hombre. Esto, que aparentemente es una cosa tan simple y axiomática en la concepción, no es realmente cosa simple de alcanzar en la ejecución. Hace poco me refería un policía un hecho interesante para contar desde este punto de vista. Se trata de uno de esos procedimientos que se realizan en un lugar donde se reúnen muchedumbres y donde la policía tiene que estar con el ojo alerta para la vigilancia. Ese oficial había detenido a un ciudadano y éste, sacando sus papeles, le dijo: "Señor, ¿porque me detiene? Yo soy un hombre honrado". El policía miró el papel, le miró la cara y le dijo. "Podrá ser, pero vos tenes cara de malandra; marchá". Hasta aquí, parecería un acto intrascendente y sin enseñanza. Si realmente hubiera acertado el policía, hubiera demostrado ser un conocedor de hombres, y su procedimiento, aunque incorrecto en el lenguaje, hubiese sido en el fondo aceptable. Pero resulta que se había equivocado: a pesar de la cara, no era un malandra; era un hombre honrado. Señores: ese profundo conocimiento del hombre y ese profundo respeto por la libertad de los ciudadanos son absolutamente indispensables en el policía. Ella no debe cometer errores groseros ni en el conocimiento de los hombres, ni en el conocimiento de su función básica de hacer respetar al ciudadano y de respetarlo él mismo. En el aspecto humano, para mí el mejor policía es el que conoce al hombre y lo domina sin hacer aparecer su autoridad ni su poder. No escapa, señores, a nadie que la policía es siempre un factor de orden, jamás de desorden; que es un factor de dignificación, jamás de indignidad. No escapa tampoco que el pueblo no debe temer a su policía; debe amarla, pero también debe respetarla; y para ser respetada lo primero que hay que poner en ejecución es una acción correcta que lo haga a uno respetable. Nosotros, que confiamos la fortuna del pueblo, sus derechos, su libertad y la seguridad interna de la Nación a la honradez, a la corrección y a la capacidad de la policía, podemos estar tranquilos y seguros, ya que estamos en condiciones de afirmar que en nuestra Policía Federal, en todo su procedimientos, es una policía capaz y honrada, que no solamente viste un uniforme sino lo sabe honrar y dignificar. Es un deber de todo funcionario aquilatar estas virtudes y manifestar el agradecimiento que el gobierno y pueblo argentino deben brindar a su policía, que en cada acto evidencia lo elevado de su misión y el sacrificio en el cumplimiento de la misma. Es por eso, señores, que en esta nueva comida de camaradería, en la que el señor jefe ha tenido la amabilidad de hacer resaltar que en esta Argentina justicialista estamos de todos, en una misma dirección, trabajando por un mismo objetivo y luchando por la felicidad del pueblo, rindo yo, como primer mandatario de la Nación, para ejemplo de todos los argentinos, el homenaje de agradecimiento y de respeto a esta sacrificada Policía Federal. ................... .........................
1950-11-27
Ante agentes de viajes y turismo de los Estados Unidos
En primer termino, señores, yo deseo agradecerles la visita y pedirles que se sientan aquí, como en su propia casa. En la Argentina no habíamos tratado hasta este momento de desarollar el turismo en gran escala porque no estábamos en condiciones de atender bien a los turistas. En estos últimos tres años hemos tratado de realizar algunas obras que nos permitan brindarles una atención mejor. Sabemos que todavía no estamos en condiciones de atender todo lo bien que deseamos a los turistas que vengan ya sea por vía aérea o marítima. Pero supliremos todo eso con nuestra mejor buena voluntad. En primer lugar, carecíamos de alojamiento necesario, aspecto este que ya hemos solucionado en parte y seguiremos arbitrando los medios necesarios a fin de dejar totalmente solucionado este problema. En segundo lugar, en nuestro país no estaban organizados los viajes de turismo. Ahora, estamos tratando de extender el servicio aéreo a toda la República. También tratamos de dar felicidades a todo el movimiento turístico para lo viajes por tren o por barco en la líneas fluviales. Para que tengan una idea de nuestro servicio aéreo, les diré que en estos últimos cuatro años hemos construido en el país alrededor de cien aeródromos y pistas de aterrizaje. Así hemos podido establecer un servicio aéreo permanente en todas las direcciones. Otro tanto ocurre con la navegación fluvial, cuyo servicio hemos extendido a fin de que el movimiento turístico pueda llegar hasta los lugares más apartados. En lo que se refiere al servicio ferroviario, estamos montando los trenes más cómodos y rápidos. Para darles una idea les diré que el servicio de Mar del Plata se cumple actualmente en la mitad del tiempo que se empleaba hace cuatro años. Otro tanto sucede con lo viajes a Bariloche. Tenemos todavía mucho que hacer en lo que se refiere a viajes, pero puedo asegurarles que cumpliremos esto en el menor tiempo posible a fin de poder ofrecer un servicio mejor, más cómodo y más rápido. Sabemos bien que para el turista el momento de crisis es el viaje. Queremos acortarles, lo más posible, esos momentos de crisis para que pueda disfrutar de los lugares que desea visitar el mayor tiempo posible. Sabemos que el otro momento de crisis para el turista, lo constituyen sus pasaportes y toda la documentación para ingresar y salir del país. Ese es ya un problema más complicado para nosotros, porque no solamente había que cambiar un sistema, sino que había que cambiar la mentalidad de los hombres que habían servido a ese sistema. Una de las luchas más grandes que he tenido, en ese campo, fue vencer la inercia de los empleados, de la burocracia y el exceso de la vigilancia en todos esos complicados sistemas de entrar y salir del país. Es indudable que, en los tiempos que vivimos, tampoco es posible abrir muy ampliamente las puertas, porque en general, estos son también los caminos que utilizan los agitadores internacionales para hacer un poco escándalo en el país. De esa manera, nosotros hemos querido que actúen las empresas turísticas del mundo en colaboración con nosotros. Sabemos nosotros que Estados Unidos está tan interesado como nosotros en no abrir demasiado las puertas a esa gente. De manera que la responsabilidad de las empresas de transporte y de turismo es para nosotros, suficiente. Si ellas nos dan el visto bueno para que entre un turista, nosotros tendremos la garantía de esas empresas para saber si es un turista que no viene hacer otra cosa que turismo. Durante el funcionamiento de todo este servicio, iremos ajustando los detalles hasta que se realice el ideal que yo persigo para la entrada de los turistas al país. Mi ideal es que en el aeropuerto o en el puerto, si viene por vapor, se detenga al turista, cuando mucho, un minuto y que le solucionen todo sin que se le detengan más de un minuto. No sé si lo lograré, pero he de poner toda mi influencia ante los empleados que dependan de mí para lograrlo. En otro sentido, todas las facilidades que nosotros podamos dar para este intercambio, las otorgaremos incondicionalmente. Yo creo que hemos de triunfar ampliamente, porque ya se han tomado las disposiciones necesarias para que los primeros contingentes de turistas que llegen a la República Argentina puedan proceder aquí como si estuviesen en su propio país. Nosotros pondremos a disposición de las empresas que se ocupan de estas actividades, todos los elementos y todos los medios que puedan serles necesarios en la seguridad de que consideramos que las empresas son nuestras colaboradoras, no nuestros competidores, ni ninguna otra cosa. Esto se afirma más si les digo que nosotros no tenemos compañías de transportadores, de manera que no podemos, ni siquiera, ofrecerles competencia. Quisiera que las compañías me hicieran llegar en forma directa a mí, a la Presidencia de la República, cualquier inconveniente que tuviesen durante la realización de su trabajo, así yo podré en veinticuatro horas, solucionar cualquiera de los problemas que se le puedan presentar. Ahora, nosotros estamos estudiando para hacer un programa completo de todas las zonas de turismo más atractivas que existen en el país, y tan pronto ese estudio que caracterizara las zonas principales, secundarias y las del tercer orden, esté terminado, nosotros se lo vamos a hacer llegar a todas las compañías de transporte, con cartografía y todos los demás elementos que puedan ilustrar sobre nuestras zonas de turismo. Nosotros tenemos zonas muy importante de turismo, en algunas de las cuales es posible llegar y alojarse cómodamente, y en otras aún no. Ustedes conocen Bariloche, que es una linda zona de turismo pero tenemos también otra en el sud, en Tierra del Fuego, Ushuaia, que es tanto o más linda que ésta, y donde estamos construyendo grandes hoteles. De manera que en el futuro podremos ofrecerla como zona extraordinariamente buena para el turismo, con las comodidades necesarias de viaje y alojamiento. Toda la zona austral Argentina, desde Bariloche hasta Tierra del Fuego, es magnífica, y existen lugares que en belleza son superiores a Bariloche, a lo cuales no se puede llegar todavía con comodidad. A medida que esos lugares se van habilitando para el turismo, lo comunicaremos a las distintas compañías para que ellas puedan ponerlos dentro de su programa. En ese sentido, nos interesaría que todas las compañías de transporte que tienen sus delegados aquí, en Buenos Aires, mantuvieran un contacto permanente con la dirección de Parques Nacionales y Turismo, a fin de tenerlos completamente informados. A este respecto, nosotros no solamente queremos servirles, sino también colaborar ampliamente en esta tarea. En lo que se refiere al país, sabemos bien que estamos, diremos así, prácticamente asociados a las compañías y queremos proceder como buenos socios. Haciendo uso de eso es que desde ya ofrecemos a los señores todo cuanto nosotros tenemos. En ese sentido, pueden considerarse en el país como en su propia casa. En el asunto de la visación, en algunos consulados que todavía no conocen bien claramente todo el sistema implantado, yo les pido disculpas; los consulados no están siempre bien al día, en todas partes del mundo. Yo no sé si los señores tienen que completar aún su programa del día. Si alguno de los señores necesita algo, nosotros estamos totalmente y absolutamente a su disposición para atenderlos en esta oportunidad como en cualquier otra. Una última palabra sobre la cuestión documentación necesaria para entrar o salir del país. Nosotros hemos tomado un sinnúmero de medidas, pero si los señores creen oportuno que tomemos alguna otra, recibiremos con el mayor gusto todas las sugerencias que nos hagan llegar. Nosotros hemos dado libertad de visación hasta a los capitanes de los barcos, como así también a los de los aviones, para que visen los pasaportes de los turistas. De la misma manera, hasta acá en los aeródromos los turistas no tendrán ninguna gestión que hacer. Esos trámites se hacen previamente en el hotel donde se alojan, de manera que desaparecen las molestias personales. Pero sí, a pesar de todo esto, ustedes creen oportuno hacer sugerencias en este sentido, la recibiremos complacidos. Un delegado: Quisiéramos saber si en la cuestión de la tarjeta judicial está eliminada la necesidad de ir... Presidente Perón: Sí señor. Se hace en el hotel directamente con los encargados. El turista no tiene nada que hacer. Él lleva sus cosas al hotel y allí el gerente o el encargado hace todo. Un delegado: ¿El viajero no tiene contacto directo con la policía? Presidente Perón: Solamente lo tiene la compañía que lo trae y lo lleva. En este sentido, vuelvo a repetir que todo lo ustedes nos puedan sugerir, tendremos el mayor gustó en recibirlo. Con referencia a los viajes a Bariloche, en avión o en tren, en las épocas de turismo nosotros vamos a aumentar los servicios de acuerdo con las necesidades. Más aún, hay gente que viene directamente desde los Estados Unidos a pasear en el lago Traful. Nosotros podemos facilitarle el tránsito directo dese allí, sin bajar en ninguna parte. A esta altura la exposición del primer magistrado, el señor Tildo Carrero, miembro de la organización de Carrero's Irternational Travel Service, de Miami, Florida, agradeció al general Perón el obsequio de la obra "La Nueva Argentina", dedicada a cada uno de los visitantes, que contiene, conjuntamente con nuestras fotografías de la obra que cumple el gobierno justicialista, artísticas notas de la llegada de los delegados norteamericanos. Al respecto expreso el señor Carrero: Quiero darle la gracias por este recuerdo que constituye una prueba más de la eficiencia de la Nueva Argentina, por la rapidez con que se ha ejecutado este magnífico libro. Ni en los Estados Unidos se consigue esto con tanta celeridad". Señor presidente.-muchas gracias. Presidente Perón: Es otra prueba de la excelente organización de la Subsecretaría de Informaciones. Los señores visitan, mañana, a las 9, la ciudad infantil. Como son obras de mi señora, le voy a pedir a ella que mañana a las 9 los espere a todos en la ciudad infantil. Les quedo muy reconocido a los señores y les pido que vean en nosotros a verdaderos amigos, como somos, dispuestos a servirlos en cualquier momento y estar a su disposición. Al señor que ha tenido la amabilidad de darme el nombramiento de ciudadano honorario de la Boy's Town , le agradezco extraordinariamente este recuerdo. Porque yo también soy uno de los hombres que amo profundamente los niños. Nosotros en Argentina, sostenemos que los únicos privilegiados son los niños . ............
1950-11-27
En la celebración del 7º aniversario de la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión :
Compañeros: Les pido a esos esñores que estan entusiasmados, que guarden un poquito de entusiasmo para después y me dejen hablar. Hace siete años echamos las bases del destino de los humildes argentinos en esta casa, que hoy es el Ministerio de Trabajo y Previsión. Desde entonces nuestros adversarios políticos, dijeron que yo era un demagogo. Un demagogo, en mi concepto, es aquel que promete a su pueblo, lo que de antemano sabe que no podrá realizar. Es aquel que en una campaña política ofrece que el va a dar todo cuanto el pueblo ambiciona, pero que tan pronto llegue al poder, él demuestra, lo que ya estaba convencido desde antes, que él al pueblo no le puede dar nada, que el pueblo solamente puede recibir aquello que él mismo elabora, con su propia mano. En este sentido señore, yo desde esta casa jamás prometí nada, porque dije el primer día, que era mejor hacer que decir y realizar que prometer. Han pasado siete años; esos siete años han sido de verdadera labor y de verdadero sacrificio para los hombres que estamos empeñados en hacer de esta patria una Nación justa, libre y soberana. Desde hace siete años la clase trabajadora argentina ha recibido en ésta, la casa del trabajador, las reivindicaciones a que tiene derecho por haber sido pospuesto en la miseria y en la desesperación durante un siglo de la historia argentina. Durante siete años hemos estado empeñados en elevar la cultura social del pueblo argentino, en dignificar el trabajo y al trabajador y en humanizar el capital. Después estos esos siete años, yo pregunto a los trabajadores argentinos si alguien pudo haber hecho más ni mejor que nosotros. Compañeros, entonces pregunto yo, ¿dónde están los demagogos? ¿Somos nosotros, que hemos realizado un programa o son nuestros adversarios políticos, que prometieron la luna y dieron la miseria y el dolor al pueblo argentino? Ahí, se reúnen en congreso los socialistas y los radicales, se reunen esos señores en congresos y algunos de ellos han declarado que se encuentran frente al pueblo más despreciable que pueda darse. Y nosotros, los demagogos, decimos en nuestras veinte verdades peronistas, que lo mejor que tiene esta tierra es el pueblo. En esto, compañeros, quisieran no hacer un discurso, sino conversar, lisa y llanamente, como le gusta al pueblo y como me gusta a mí. Ellos, que levantaron siempre la bandera de ese pueblo despreciable; que encuentran hoy; ellos, que se sirvieron de esos votos para vivir a expensas de ese pueblo tantos años; ellos, que se dijeron representantes directos y lícitos del pueblo que hoy desprecian; ellos, que no hicieron por el pueblo argentino sino la venta del país al extranjero, encadenándolo al país a un colonialismo del cual todos los argentinos han tenido que sufrir. Cuando el pueblo argentino comía una vez al día, los gobiernos eran buenos administradores; hoy, que comemos cinco veces, nosotros somos malos administradores; cuando los presupuestos se cerraban con cientos y cientos de millones de déficits, ellos eran honrados; hoy que cerramos los presupuestos con superávits, nosotros somos ladrones. Ellos, que fueron vendiendo, una a una, todas las riquezas de la Nación, eran patriotas; nosotros, hemos restituido a la patria todo lo que ellos vendieron, no somos patriotas; ellos, que se prestaron siempre al juego del capitalismo, para destruir poco a poco las organizaciones sindicales y oprimir, castigar y vejar a los obreros, eran obreristas; nosotros, que hemos consolidado y dado legalidad al sindicalismo en la Argentina, que hemos dignificado al trabajador, que le hemos dado lo que en derecho le corresponde, nosotros somos demagogos y antiobreros. Pero compañeros, lo más notable es lo siguiente: hay diarios en este Buenos Aires que prestándose siempre a la causa foránea, porque no pertenecen a ningún hombre de la Nación Argentina, sino que son capitales extranjeros; esos diarios que sirvieron para escanecer y para vejar al pueblo argentino al mismo tiempo que se lo sometía a la coyunda más ignominiosa del servilismo, esos diarios que sirvieron siempre las causas antiargentina, hoy, frente a un conflicto obrero, son también obreristas . Hace su poco tiempo, un conflicto producido desde el exterior por una causa inexistente, al servicio de intereses extranjeros, esos diarios le encontraban razón, al mismo tiempo que las organizaciones sindicales de Londres declaraban que se trataba de un movimiento patronal. Y hace pocos días, en un conflicto también artificial, provocado directamente por agentes comunistas y socialistas, al día siguiente que había terminado ese conflicto, uno de esos diarios sacaba un artículo de fondo diciendo que si había terminado, los obreros tenían razón. Ellos, que son instrumentos directos del capitalismo, nos quieren engañar a nosotros, diciendo que ahora son obreristas. Compañeros: quizás alguna de esas cosas quizás pudo haberse producido con éxito en el pasado cuando era fácil engañar a la clase trabajadora. Hoy, desde que existe en Ministerio de Trabajo, que es la casa del pueblo y de los trabajadores, ya no es posibel más, engañar de esa manera a la clase trabajadora. Compañeros: yo recuerdo, aquellos primeros días de la Secretaría de Trabajo y Previsión, cuando con el teniente coronel Mercante nos hicimos cargo de esta difícil tarea. Eramos dos montañeses, pero esto como tarea, resultaba una tarea más difícil que pasar la cordillera de los Andes. Estábamos solos y comenzábamos una labor ciclópea. Desde aquí, creada esta palanca, debimos mover todo el sistema institucional argentino. Cuando llegamos aquí dos humildes hombres animados de un profundo amor a la patria y a nuestro pueblo, sin más medios que nuestra energía, que nuestro tesón y que nuestra verdad. Pero como todo el que está decidido a realizar un esfuerzo, llegamos a la casa, comenzamos nuestro trabajo, y hoy, señores, recordamos el día que clavamos en el suelo argentino esa palanca, buscando un punto de apoyo; recordamos después de siete años, que con esa palanca hemos dado vuelta el sistema institucional argentino: donde reinaba la injusticia, la hemos reemplazado por la justicia; donde reinaba el entreguismo, lo hemos reemplazado por la libertad económica de la Nación; y donde reinaba el acatamiento a las teorías y a las acciones foráneas, la hemos reemplazado por la soberanía política de la patria. Comañeros: ¿Cual fue esa marvillosa palanca que nos permtió realizar este esfuerzo ciclópeo? La única palanca a la que puede echar mano un argentino. Esa palanca fue el pueblo argentino. Sin esa maravillosa palanca no pdríamos haber realizado nada ni en la Secretaría ni en la Casa Rosada. Nada de cuanto yo he hecho se debe a mí; nada de cuanto ha hecho este ilustre amigo, se debe a él. Todo se debe al pueblo. Nosotros hemos puesto la dirección, y el pueblo es el que ha realizado la marcha Compañeros: al recordar desde acá, aquel primer acto realizado también en este mismo lugar, al cumplir el primer acto de la fundación de esta Secretaría, lanzo una mirada retrospectiva y observo el inmenso panorama de la Nueva Argentina, de esta Argentina justa, libre y soberana, con que los argentinos nos orgullecemos en el presente, y pregunto a la historia, señores, si cualquiera haya sido el error o los errores que podamos haber cometido, si esta patria es hoy más feliz, es hoy más justa, es hoy más libre y es hoy más soberana que en toda su historia y que en todos sus tiempos. Compañeros: esa mirada retrospectiva, que va fijando en la historia de la patria los nuevos momentos que nos toca vivir, no olvidará jamás a nuestro pueblo, como no hemos olvidado nosotros, al glorioso pueblo de Mayo, que quería saber acá acerca de qué se trataba. Y cuando desde esta casa pusimos en manos del pueblo su destino, después que el 25 de mayo de 1810, ningún otro en esta tierra, entregó a sus humildes hijos, el destino de la patria con más buena, con más santa intención, que lo hicimos nosotros desde esta casa. Ahora compañeros, esta casa, que representa para todos nosotros, la cuna del justicialismo, en la que lo compañeros de los sindicatos se aprestan a colocar placas recordatorias, que son más las placas que demuestran que el pueblo argentino es agradecido y que el pueblo argentino jamás abandona a los hombres que no lo traicionan. Esos sindicatos, compañeros, que nosotros recibimos como instituciones al margen de la ley, que uno de los primeros decretos-leyes dictados realizados en esta casa, dio a los sindicatos el derecho legal de su existencia, el derecho a su personería jurídica y a su personería gremial, tienen porque estar agradecidos a esta casa, que es el alma tutelar del sindicalismo argentino. Cuando en algún sindicato, los hombres sin conciencia, infiltrados en él, trabajan contra sus dirigentes o contra el justicialismo, son suicidas, porque si el justicialismo depende del apoyo del sindicalismo argentino, la existencia del sindicalismo argentino depende de la existencia del justicialismo. Compañeros: no olvidemos las artimañas del capitalismo internacional. Ellos trabajarán, como siempre, para disociar a los sindicatos; ellos trabajarán siempre, para que no se organicen nuevos sindicatos; ellos trabajarán e infiltrarán sus caballos de Troya para decir, como_hace pocos días se ha dicho, que la Unión Ferroviaria, en su comisión directiva, estaba traicionando a Perón. Eso, por inteligente que sea esa prédica, no ha de prender en los trabajadores, porque yo declaro públicamente que la comisión directiva de la Unión Ferroviaria es de las más fieles peronistas que en este momento existen. Lo que los trabajadores peronistas deben hacer es no dejarse engañar por los cantos de sirena que aparecen en algún diario como artículo de fondo, que está pagado por un gran aviso de una empresa extranjera que está inmediatamente atrás de eso. Todo esto compañeros, debe hacer reflexionar a la masa y a los dirigentes argentinos. Defiendan los sindicatos, manténganlos unidos y fuertes, no dejen que esa perturbación maligna pueda alterarlos. Lo que buscan esos perturbadores buscan es que el gobierno intervenga en los sindicatos, pero yo tengo suficiente capacidad y suficiente cancha para no ir a intervenir allí. Se equivocarn si creen que el gobierno va a intervenir un sindicato, como hacian ellos en su tiempo. El sindicato es para mí y es para el gobierno una institución respetable, que sólo puede ser intervenida por sus autoridades y no por el gobierno. De manera que están completamente equivocados si creen que provocando conflictos artificiales, el gobierno va a ir, como antes, con la policía a poner orden. Donde haya desorden, yo dejaré que el pueblo, el pueblo sólo, restablezca el orden. Y para esos perturbadores de la vida sindical, para esos verdaderos traidores de la clase trabajadora, cuando haya que castigarlos, yo he de dar piedra libre necesaria al pueblo para que los castigue. Compañeros: en esta casa tanto el amigo Mercante como yo, hemos aprendido muchas cosas sobre sindicalismo como para que cometer el error de quererlo dirigir. El sindicalismo argentino es libre, determinantivamente y definitivamente libre. Hace lo que se le antoja dentro de su organización, y así como sindicato colabora y respeta al gobierno, yo colaboró y respeto al sindicato. Lo que ellos buscan es que el gobierno intervenga con la policía para arreglar los conflictos obreros. Esos tiempos ya pasaron y si esperan que yo tome tal actitud, es bueno que se vayan comprando un buen sillón para esperar. Compañeros: yo no deseo terminar esta conversación sin antes rendir mi homenaje de descamisado y de justicialista a la Secretaría de Trabajo y Previsión y al Ministerio de Trabajo, como al compañero José María Freire, que con mano diestra de viejo dirigente la conduce, y con corazón de verdadero peronista, la alumbra como ministerio de la Nación, y hago votos para que esta casa sea siempre la casa de los trabajadores argentinos y para que en ella éste siempre sentado como ministro un trabajador auténtico de nuestra patria . .........................
1950-11-28
En la visita al barco "17 de octubre"
Yo quiero decir muy pocas palabras, porque normalmente nosotros decimos que frente a los hechos las palabras sobran. La incorporación de este nuevo elemento fundamental para los intereses económicos de la República, representa para nosotros en nuestro supremo afán de agregar todos los días un nuevo elemento para la grandeza de la patria, una inmensa satisfacción. El barco "17 de Octubre", con que hoy la Marina Mercante aumenta su acervo, tendrá para nosotros, y para las generaciones de argentinos que nos sigan, el simbólico homenaje que los hombres del Movimiento Justicialista rendimos al pueblo de la República. Por eso, al invocarlo en esta ceremonia, lo hacemos como homenaje que todos los hombres de este movimiento rendimos a los argentinos humildes que hicieron posible esta epopeya de nuestra Nación para llevar a donde nuestra Constitución establece: una Nación justa, libre y soberana. Y lo hacemos con satisfacción y con orgullo; con satisfacción y orgullo porque en este barco justicialista, desde el capitán hasta el último tripulante, tienen la dignidad, en su vida y en sus funciones, de los pueblos que trabajan mancomunados y en cooperación, sean los funcionarios, sean los empleados, sean los obreros, todos unidos en una tarea común de honrar y hacer grande a la patria. En esta ocasión, nosotros jubilosos, en la cubierta de esta nueva nave argentina, damos gracias a Dios por todo cuanto hemos podido realizar merced a su ayuda y al brazo vigoroso de los argentinos.
1950-11-29
En la clausura de un congreso de la Confederación General Universitaria
En primer término, deseo pedir permiso para hablar desde sentado, porque voy a hablar un rato largo. Señores: yo en vez de hacer un discurso, prefiero mantener una conversación amistosa con ustedes. Primero, porque siempre he pensado que la verdad habla sin artificios y segundo, porque nosotros los justicialistas, cuando nos quitamos el saco queremos significar que renunciamos a todas las jerarquías, para hablar solamente entre argentinos. Es así que deseo hablarles, despojado totalmente en total, de toda otra significación que no sea la de ciudadano argentino, que me corresponde con tanto honor como a cada uno de ustedes, y sin ningún prejuicio ni ningún preconcepto que me pudiera frenar en el uso de las verdades que quiero exponer. Los hombres se han llamado a sí mismos homo sapiens, y buscan hoy, por diversos caminos que la humildad de ofrece, encauzarse para la solución de todos sus problemas. Y parecería que ese homo sapiens, animado de lo más grandioso que el hombre tiene, su inteligencia, buscara solucionar los problemas de la destrucción, de la miseria y de la muerte, por el camino de la guerra. Como también que buscase liberar a la humanidad de la explotación, por el camino de explotación misma. Es frente a estos verdaderos anacronismos de la inteligencia, que la doctrina justicialista, reaccionando sobre toda esa escuela decadente y anacrónica, que busca un nuevo camino, que es el justicialismo. En primer término, significa para nosotros ese camino, cambiar la antigua política individual materialista, por una nueva política espiritualmente social. Esa nueva política, que algunos discuten, que otros combaten, representa frente a las antiguas ideologías, una síntesis a la cual a de oponerse una antítesis que esperamos para combatirla, con la única que arma que la inteligencia uso: la verdad. Nosotros, los justicialistas, consideramos al sistema capitalista y al sistema comunista como dos extremos ya sobrepasados por los tiempos en las ideologías humanas. Consideramos al capitalismo con sus abusos, como causa; y al comunismo, con sus desastres, como efecto. Porque las malas causas, no pueden sino engendrar malos efectos. Ideológicamente nace en este punto el justicialismo, que condena por igual, los abusos del capitalismo y los abusos del comunismo. No somos nosotros, en este orden de cosas, sino una colocación ideológica que debemos aclarar. El justicialismo no está contra nadie; está en defensa de la verdad, que conocemos y que queremos hacer triunfar. Nosotros hemos creado una doctrina. Entendemos, que en la técnica de la orientación filosófica, solamente se pueden encausar a las comunidades mediante una doctrina. No como los antiguos políticos, que trataban de colocar a los pueblos detrás de los apetitos que ellos exacerbaban. Nosotros ofrecemos solamente realizaciones para todos y no conveniencias para nadie en forma determinada. Sería largo y fuera de lugar, que quisiera yo extenderme acá en una disertación analítica sobre justicialismo; pero quiero si ajustar pocos conceptos, en ajustada síntesis sobre la concepción integral de nuestra doctrina, de nuestra teoría y de nuestras formas de realizarla. Nosotros concebimos que la única manera de actuar colectivamente es dando a la comunidad una doctrina común, una doctrina que no basta aprenderse, que es necesario inculcarla, para que no solamente se conozca, sino que se sienta profundamente. Conjuntamente con esa doctrina debe de ir una teoría, que esa sí se aprende, que ésa sí se comprende. Es a pocas y determinadas cuestiones que deseo mencionar de nuestra doctrina y de nuestra teoría. Ustedes conocen ya perfectamente, en líneas generales y sintéticas, el contenido de la doctrina justicialista; pero pocos conocen las teorías que encauzan las realizaciones de esa doctrina, porque si bien yo he dado a conocer profusamente la doctrina, me he guardado para mí, en casi todos los casos, la teoría de su realización, porque en ello estriba la ventaja en la lucha política. He dicho que vamos a hacer, pero me he guardado cómo lo vamos a hacer. Y hoy quiero referirme, solamente a algunos aspectos de esa teoría. En lo social, conocen por la realización misma, que es la mejor maestra y la mejor enseñanza, cual es la teoría de nuestra doctrina. Hoy en el punto a tocar inmediatamente, me he de referir cual es la interpretación del justicialismo en el aspecto sindical, es decir, como concibe la realización de la conciencia social que la doctrina inculca, en los hechos mismos del sindicalismo. En el aspecto económico, tantas realizaciones han hecho posible el cumplimiento de nuestra doctrina, que sería también largo enumerar. Partimos que para la posibilidad de consolidar una justicia social, base de todo nuestro sistema, es necesaria la independencia económica. Sobre esa independencia económica es que pivotea toda nuestra teoría en lo referente a los aspectos económicos. Señores: la independencia económica era la base y el punto de partida de todas nuestras realizaciones. Sin independencia económica era imposible consolidar la justicia social que hemos realizado. Por eso, dada la primera batalla y conseguido para nosotros, justicialistas, el concepto que la masa tenía de nuestra acción y el predicamento político necesario para que fuéramos apoyarnos democráticamente en nuestra acción, fue necesario encarar la forma económica. Y la reforma económica no fue nada más que la batalla por obtener la independencia en nuestra economía, cuyos últimos actos estamos viviendo en estas venturosas horas de la nueva Argentina. Pero aun conseguida la independencia económica, era necesario revertir el sistema económico para que no volviéramos, a largo plazo, a caer en el mismo colonialismo del que salimos con la independencia económica. Y fue necesario montar una nueva teoría, una nueva teoría económica que fuese total y absolutamente revolucionaria. Por eso, en este aspecto de la economía, hay mucha gente que todavía no nos entiende, no nos entenderá por mucho tiempo, y no tenemos interés en que nos entiendan a destiempo. Hay gente de la cual uno no necesita esperar que lo apoye; es suficiente con que obedezca. Pero yo trataré de explicar en muy pocas palabras, en que consiste ese segundo aspecto, el de revertir los sistemas económicos. Es una cosa simple. Es la evolución la que nos va llevando a los nuevos sistemas. Es natural que al principio la gente se resista a abandonar los sistemas usados. Y cuando me refiero a esto, siempre presento el ejemplo de cuando dejamos el caballo y pasamos al automóvil: a veces extrañábamos las riendas y la fusta. Cambiar todo el panorama del sistema económico seguido por la República hasta nuestros días, y no cambiar las bases para el futuro sistema, hubiera sido como pretender ponerle riendas y fusta al automóvil, para reemplazar el volante y del acelerador. En ese sentido, señores, yo quiero explicar en pocas palabras, especialmente para los muchachos de ciencias económicas que me escuchan. El sistema económico perteneciente al sistema capitalista es simple. Le habrán dicho muchas veces los antiguos profesores, como me dijeron a mí cuando me ensañaban economía política: la base de todo el sistema capitalista está montada sobre el famoso principio hedónico, que aconseja obtener siempre el máximum de provecho con el mínimum de esfuerzo, principio técnicamente perfecto en la economía pura, que nadie puede discutir, ya que no seria ni lógico ni natural ni científico que los hombres trabajasen con un gran esfuerzo para obtener pequeños beneficios. Este principio dio base a toda la estructuración de la economía capitalista, donde la economía sirvió siempre al capital, donde los ciclos de la economía, como el de consumo, estuvieron subordinados a la producción, y así correlativamente todo el desenvolvimiento de una economía, obedeciendo a ese principio, subordinó los intereses de la colectividad a los intereses de las empresas. Un ejemplo aclara todo, decía Napoleón. Y yo voy a poner un ejemplo. Supongamos, una empresa de cualquier naturaleza, de los que se adjuntan a lo que se ha llamado en la economía política capitalista, la teoría de los puntos óptimos. ¿En que consiste la teoría de los puntos óptimos? Es la realización empírica en la empresa del principio hedónico. Dice simplemente, que si una empresa comienza a instalarse, produce en la curva económica pérdidas iniciales y a medida que va creciendo, va disminuyendo sus pérdidas hasta llegar a un punto donde obtiene el máximum de ganancias. Por ejemplo un índice diez, supongamos. Eso obedece al principio hedónico, porque si sigue aumentando la producción, comienza a disminuir en el provecho, hasta llegar quizás al punto veinte, a la misma situación que tenía en el punto cero cuando empezó la iniciación de la curva económica. Esos puntos óptimos, diez, fijados desde el punto de vista de la economía pura, es también perfecto, porque es lógico que no va a producir más para perder, ni menos para ganar menos. La empresa está obligada a mantener la producción en su punto óptimo, pero esto es en economía pura. Cuando empezamos a considerar la economía aplicada, cuando a ese factor de la economía hay que agregarle un factor social, que también gravita y un factor político, que también juega, el asunto cambia total y absolutamente de aspecto. Bastaría considerar ese señor, que produce diez, vendría el sociólogo y le dijera: "Muy bien, señor capitalista, pero usted produce para algo, para el consumo; bueno para el consumo de la población es veinte, y usted produce diez". El capitalista le dirá. "Que reviente, que consuma la mitad, yo no voy a salirme del punto optimo". Esa es la teoría capitalista. Y el sociólogo le dirá: "No señor, usted va a instalar otra industria, va a hacer otra cosa, pero usted me lleva a veinte, porque yo a la gente, no la puedo tener a media ración. Ese es el concepto justicialista. Y si ese capitalista, que sostiene que la población debe estar a media ración para que el no se salga del punto óptimo, si no tiene la suerte de que venga el sociólogo y le diga: "No amigo, vaya veinte, mire que las cosas se van a poner muy malas". Si él no tiene la suerte de tener ese consejo, va a venir un día la masa, lo va a colgar y le va a quitar la fábrica y lo va a colgar. Esa es la otra conclusión. Por eso, señores cuando hablamos en economía justicialista, de que la economía debe estar servida por el capital, y no el capital por la economía, está mostrando la diferencia de estos dos aspectos. De la misma manera, podríamos sostener en el sistema justicialista que la producción está subordinada al consumo; por eso nosotros aumentando el consumo, es como vamos a reactivar la economía, y no sometiendo.... ¿Y como vamos a hacer grande a la patria? Es casualmente, aumentando ese consumo y aumentando esa producción, que es la riqueza, para mantener una economía de abundancia y no someter al pueblo a una economía de miseria que no se justifica si no a la necesidad de los retrógrados que no pueden producir o de los hombres que se conforman con explotar al prójimo, tratando de llenar sus dividendos a la más alta... de la manera mayor a fin de fin de año. Ustedes comprenderán, señores, que cuando se nos ha dicho al gobierno justicialista que estamos improvisando, yo creo que han cometido un grave error; grave error que van a pagar con la derrota absoluta y definitiva de nuestros adversarios. Nosotros no hacemos nada pensarlo profundamente. Y para esto que acabo de decirles, que revierte la bases de todo un sistema económico, para el cual han escrito los economistas del mundo durante un siglo millones de libros, nosotros hemos comenzado a moverle el piso, y a decirle que en los momentos actuales ese sistema ya no va, porque ese sistema conduce al comunismo, conduce a la revolución social o conduce al cataclismo social, donde el dinero, que es tan poderoso, es tan frágil, en los conflictos sociales. Por esa razón, por una razón de conservación, en este momento, lo conservador es ser revolucionario, porque aquellos que quieran conservarlo todo, perderán el tiempo y estarán expuestos a perderlo todo, incluso las orejas, que suelen valer más que los capitales. Señores: también el aspecto político podría desarrollar nuestra teoría. Pero señores, mejor que cuanto les pueda decir yo de estas teorías del justicialismo, encontrarán ustedes en los hechos del justicialismo: en lo que hemos hecho ya por una Nación socialmente justa, en lo que hemos realizado por una Nación económicamente libre y en lo que estamos haciendo por conseguir una patria absolutamente libre y soberana en el orden político. Ahora quiero brevemente hablar del justicialismo y el sindicalismo. Quizá el prejuicio de muchos hombres que han formado parte de nuestra universidad, estará en estos momentos criticándome a mí, presidente de la República, que esté aquí, compartiendo un congreso con los muchachos estudiantes. Yo nunca he sido un hombre demasiado serio, y en consecuencia he tratado de conservar para los malos tiempos, que son la vejez, algo de los buenos tiempos, que es la juventud. Pero quizás aclare a mis detractores y a mis críticos ocasionales, cual es la posición justicialista frente al sindicalismo, sea éste de la clase trabajadora, como de la clase capitalista, como de los estudiantes o como de cualquier otra actividad nacional. Nosotros consideramos que el capitalismo cometió un terrible error, cuando se opuso y trató de destruir al sindicalismo. Desde que el hombre es hombre, el sentimiento sindical es un sentimiento natural de las comunidades. Es así que en la lucha que el sindicalismo sostuvo con todos los regímenes, desaparecieron todos los regímenes, pero el sindicalismo está hoy presente en nuestros días. Esa fuerza, no fue nunca aprovechado para el bien del Estado, porque el Estado se opuso a todo lo fue ese tipo de unión de los hombres, para poderlos someter al poder de las organizaciones políticas, y las organizaciones políticas, fueron solamente instrumentos en mano de las minorías para someter a las mayorías. Nosotros, los justicialistas, tenemos otro concepto del sindicalismo. Creemos que el sindicalismo es una fuerza poderosa, que debe estar al servicio del Estado y no en contra el Estado. ¿Que representa para nosotros la organización sindical? Lo diré con toda franqueza, como acostumbro a hablar yo, que tengo muy pocas cosas que esconder. El sindicalismo, como lo entendemos nosotros los justicialistas, es simple. El justicialismo vive con la sangre y la savia que viene del sindicalismo. El día el sindicalismo dejase de apoyar al justicialismo, el justicialismo desaparecería; pero no le arriendo yo la ganancia al sindicalismo el día que en esta tierra o en cualquiera, hubiera desaparecido el justicialismo. Y esto obedece, señores, a que nosotros no nos oponemos a la evolución, sino que tratamos de ayudarla y de servirnos de ella. ¿Que dice la evolución en el mundo en este momento con referencia al sindicalismo y a la política? Quien mueve el piso a los gobiernos en cualquier parte del mundo? ¿Los partidos políticos? No, esos están todos arreglados entre ellos; son los sindicatos los que comienzan a producir los terremotos que se observan de un lado y de otro lado. Cuando se ganan elecciones contra todas las previsiones de los políticos, panorama que estamos observando en diversas partes, incluso en la República Argentina, ¿que fuerzas actúan? Quiere decir, señores, que si hace veinte años, los partidos políticos eran el factotum de las situaciones, hoy van perdiendo esa preeminencia y las organizaciones sindicales van adquiriendo una preeminencia que nunca tuvieron dentro del panorama de las comunidades modernas. Por esa razón nosotros apoyamos al sindicalismo. Lo apoyamos también porque lo consideramos una fuerza útil. Nadie puede representar a los sectores de esa comunidad mejor que los hombres que representan las propias actividades. Dicen nuestros adversarios que esa es una teoría fascista. Y yo les contesto que no saben lo que es fascista ni saben lo que es justicialista, si sostienen tal cosa. El sindicalismo nace con una finalidad predeterminada. El sindicalismo sostuvo inicialmente, y no perdió a lo largo de todo su desarrollo, la orientación hacia el Estado sindical. No consideraba al Estado político como apropiado, ya que el sindicalismo era una asociación natural y la política o los partidos políticos eran una creación artificial. Sostenían que había que llegar al sindicalismo dentro de la organización del Estado. Los socialistas, en la Tercera Internacional, se aprovecharon de este sindicalismo y lo pusieron a su servicio en la acción política, desviándolo del objetivo inicial, para lo cual, ellos simularon ser también sindicalistas. Cuando llegaron al poder, lo primero que hicieron fue oponerse a ese sindicalismo. Porque ellos vivían un Estado político y no podían servir de buen fe al sindicalismo dentro del Estado. Los fascistas iniciaron otro camino, hicieron las corporaciones para reemplazar a los sindicatos. Las corporaciones eran sindicatos del Estado, dirigidos, manejados y gobernados por el Estado. Pero así, como sí hay animales que no pueden vivir en una jaula, o plantas que no pueden florecer en ciertos climas, el sindicalismo, cuando se le quita su condición fundamental, que es la libertad, desaparece por sí solo. Por eso, el sindicalismo no pudo vivir convertido en corporación, como tampoco puede vivir convertido en un sindicalismo de Estado, que es el régimen comunista. Para conservarlo al sindicalismo, hay que darle libertad: que él se organice, que él se defienda, que él viva por sí, que él sirva al Estado por sí, que él colabore con el Estado por sí y que él se sirva por sí del Estado. Yo asistí una vez a un caso, que me sugirió que la organización futura del mundo, por la evolución y por los hechos, irá fatalmente, a parar en este tipo de organizaciones. Se produjo, en un país europeo donde yo estaba, un aumento del cien por ciento en las tarifas telefónicas. Y, cuando llegaba fin de mes, iba el cobrador, con la policía, como el había prestado el servicio, cobraba y había que pagar. La compañía era estatal por otra parte, de las bellezas que se imponen con la policía. Así, a los usuarios telefónicos se les ocurrió un día reunirse. Hicieron una pequeña asamblea, comunicaron a los demás, hicieron después una gran asamblea, constituyeron un sindicato y resolvieron en esa gran asamblea, que todos los usuarios comunicaran a la compañía telefónica que al día siguiente le retiraran los aparatos. No querían más teléfonos. Es natural que al día siguiente las tarifas bajaron otra vez a como estaban antes. Señores: esto que parecería un incidente sin importancia, está demostrando que en las colectividades organizadas, la representación de los diversos intereses, son solamente bien defendidos por los propios interesados. Idea vieja como el mundo mismo, y desviada por la política durante todo el desarrollo de la evolución de la humanidad hacia otros campos. No hemos pensado todavía, en que hagamos triunfar esto que se ha combatido siempre, por lo menos para experimentar si esa es la verdad que nunca se experimentó. Nosotros sostenemos que ese es un camino y que hay que seguirlo, y sabremos recién al final de esa experiencia si es la solución con que soñábamos o si estábamos equivocados. Es por eso, señores, que yo estoy en esta asamblea, y estoy entusiasmado y orgulloso de estar, porque el sueño mío es ver organizados a todos los estudiantes en una inmensa organización, no al servicio de nadie, sino al servicio de los estudiantes y de sus necesidades, y para que nos hagan llegar a nosotros sin necesidad de intermediarios interesados, todo cuanto nosotros debemos hacer para los estudiantes argentinos. Termina el presidente de este congreso de decirnos que quieren los estudiantes. Y yo veo, señores, que los estudiantes quieren medios par estudiar. ¡Y cómo el gobierno, sabiendo, conociendo sus necesidades, no se va. a poner a satisfacer esas necesidades y esos justos deseos de los muchachos estudiantes, cuando nosotros sostenemos, que no estamos para servimos del pueblo sino para servir al pueblo! Y por eso, señores, yo quiero terminar estas palabras sobre este asunto, diciéndoles, que así como el gobierno está al servicio del pueblo argentino, este gobierno está también al servicio de los estudiantes. Quiero decirles señores... quiero también referirme después de esta breve síntesis, que no quiero alargar, al aspecto del justicialismo en la educación y en la cultura. Señores: yo siempre me siento halagado cuando tengo la oportunidad de conversar con hombres jóvenes. Al fin y al cabo, si echamos una mirada retrospectiva a la historia de estos últimos tiempos, observamos que nosotros los viejos no hemos llevado a buen puerto a la humanidad, que se encuentra hoy frente a un problema que no entrevemos siquiera su solución. El mundo ha sido perdido por los viejos y será solamente salvado por los jóvenes o no lo salvará nadie. Es por eso, que el problema del mundo se ha transformado en una lucha de generaciones; pero en esa lucha de generaciones van a ganar los jóvenes, porque a pesar de la petulancia de nosotros los viejos, los jóvenes serán al final, quienes van a imponer su voluntad, con la razón o con el tiempo. Señores: ¿qué hemos buscado nosotros para las universidades? En primer lugar, cuando enfocamos este problema para resolverlo, dijimos: "¡Que desgracia la de la República Argentina, si los abogados más calificados han estado al servicio de las empresas extranjeras, para defender los pleitos contra la nacionalidad; cuando hablamos que nuestros ingenieros también debieron servir a empresas extranjeras; cuando hablamos que nuestros médicos estaban curando a los hombres que por incuria del gobierno se enfermaban. Yo no olvido nunca una lección maravillosa que hace veinte años dio un estudiante de medicina que hizo un diagnóstico de un muerto en un hospital. Era uno de esos desnutridos y desesperados por la miseria, que moría en un hospital, y cuando hubo que de poner el diagnóstico puso en un papel grande, bien escrito, con lápiz colorado: "Miserias fisiológicas y sociales". Esa era la verdadera causa de la muerte de ese hombre. Por eso, señores, para no tener que preparar hombres para defender empresas extranjeras o intereses de metrópolis en un país colonial, es que nosotros hemos realizado nuestra independencia económica. Y es para que los pobres médicos no pasen su vida curando moribundos o muertos que caminan, que hemos hechos nuestra justicia social, porque no hay cantidad de médicos suficientes para curar los enfermos que produce un régimen mal administrado, de hambre y de miseria, y sobrarán los médicos cuando nosotros, desde el gobierno, hayamos alcanzado las soluciones para que los hombres vivan en estado de salud, por su felicidad y por el acopio de medios que necesitan para una vida sana y vigorosa. Señores: es pensando en todo esto, que nosotros hemos realizado ya, una obra extraordinaria, que amplía y extiende la Fundación Social para aquellos a quienes las medidas del Estado no lo alcanzan todavía, creando por la organización estatal y por la Fundación numerosos hospitales. Aunque, señores, he de confesar personalmente, que para mí el mejor hospital es aquel que no tiene ningún enfermo, vale decir, que el gobierno trabajará, y trabajará incansablemente, para que esos hospitales estén lo más vacíos posible. Yo quiero que las universidades argentinas vivan esta verdad, que ellos sepan que se preparan para este país y que en este país estamos todos colaborando con ellos, para que no creemos un sistema colonialista en el futuro, para que sepamos defender esta independencia y para sepamos defender el material humano, que es lo más noble y mejor que tiene la Nación. Señores, y cuando criticábamos que nuestros hombres públicos estaban al servicio de países extranjeros y cuando decimos que tal presidente era abogado de la Unión Telefónica, o que tal otro era abogado de los ferrocarriles, estamos diciendo una gran verdad, que era una gran vergüenza para nosotros los argentinos. Pero, desgraciadamente, esos presidentes, se elegían en las cámaras extranjeras, seis meses antes de las elecciones. Para terminar con eso, no había que con terminar con los hombres, había que terminar con el sistema, y nosotros hemos terminado con el sistema. Por eso, señores, queremos una universidad argentina, que se prepare y que prepare hombres para la Argentina, hombres libres, no para una colonia, porque no creo que en el futuro ningún argentino pueda permitir que esta tierra vuelva a ser una colonia de nadie. Por eso hemos hablado de una orientación argentina, porque ahora podemos pensar y podemos obrar como argentinos y no habrá fuerza en el mundo que .pueda doblegarnos de nuevo a la coyunda de un colonialismo que todos conocemos. Eso señores, es más importante que cualquiera otra enseñanza, porque quienes blasonan de ser libres y no lo son....señores, la alabanza inmerecida suele ser sátira disfrazada. Esa independencia que sostenemos y esa soberanía' que anhelamos, no se discuten: esas se defienden. La Constitución Justicialista ha colocado, en el capítulo tercero, inciso cuarto, los derechos a la educación y a la justicia. Esa amplia contemplación de capacitar a los argentinos para defender lo más noble de la nacionalidad, es hoy una cláusula constitucional. Estamos dando armas a los argentinos para que se defiendan, pero anhelamos que esas armas no estén nunca en manos de una mala persona. Y por esa razón es que esa universidad debe ser celosamente cuidada por todos los que la forman. La universidad no vale por sus autoridades; vale más por el contenido espiritual de la masa juvenil que .la forma, y es por este sistema, llevando a los hombres a la conciencia de su propia responsabilidad, como enalteceremos los valores universitarios. ¡No es cuestión de saber mucho, sino de saber cosas buenas! Es necesario que esto se comprenda alguna vez y definitivamente en la universidad argentina, y ustedes, los jóvenes, los que no traen prejuicios, los que no traen preconceptos, los que tienen todavía el alma pura, el cerebro esclarecido y el corazón pujante, son quienes deben combatir sin tregua para imponer en la universidad la moral, la verdad y el patriotismo, que es lo menos que se puede pedir. A menudo se cree que es el gobierno quien puede hacer todo. Señores, la comunidad argentina está dividida en numerosos compartimentos, algunos compartimentos estancos, que llamamos nosotros autónomos, entre los cuales está la universidad. El gobierno solamente puede arrimarle los medios; lo demás tiene que hacerlo la universidad. En este sentido, señores, yo creo que el gobierno ha arrimado suficientes medios a las universidades. El presupuesto antiguo y moderno en sus datos exactos es bien elocuente. En 1946 y 1950, para nosotros puntos de comparación, los presupuestos eran los siguientes: en Educación, Ministerio de Educación, en 1946 tenía 306 millones; en 1950 tiene 1.036 millones, casi tres veces y medio el antiguo presupuesto. Y la universidad o las universidades tenían, en 1946, para todas, 35 millones; y en 1950 tienen 220 millones, casi seis veces y media lo que tenían el año 46'. En cuanto a profesores, teníamos antes 1.200, ahora 1.600; los sueldos de esos profesores eran antes de 375 pesos, a los cinco años, hasta 675, a los veinte años. Hoy los profesores adjuntos ganan 800 pesos por cátedra; los titulares, 1.800 pesos por cátedra, y los profesores full-time, 3.500 pesos por mes, más, para todos, un diez por ciento cada cinco años de aumento para su sueldo. Señores: creo que el gobierno, en lo que él puede hacer, ha hecho todo cuanto podía. Hace poco tiempo, un profesor de medicina, perdía su tiempo en la cátedra en decirles a sus alumnos que como el gobierno no daba medios a la universidad, debían tomarlo como ejemplo para que cuando llegaran a ser algo, no cometiesen los mismos errores que cometía el gobierno ahora en no dar los medios para tener elementos de trabajo. Eso, señores, iba por su cuenta, porque en cuanto a medios, creo que hemos dado bastantes. El gobierno no es responsable de la forma como se distribuyen y emplean esos medios, porque no toca al gobierno administrarlos en detalle. Las universidades están, en mi concepto, perfectamente bien dotadas de medios; el gobierno no puede hacer un sacrificio mayor o imponer al país un sacrificio mayor. En este sentido, con ese dinero... señores, medianamente bien administrado y distribuido, hay suficiente para hacer funcionar perfectamente bien todas las universidades. Pero, señores, hemos suprimido también los aranceles, que eran rémora dentro de la universidad, y hemos pensado en los locales universitarios. En esto, señores, el Congreso nos ha votado una ley especial, con impuestos propios, que se están acumulando para las construcciones universitarias, y hay muchos, muchos millones, y las universidades todavía no comienzan a construir sus locales. Yo recuerdo que concurrí a la Facultad de Ingeniería, y me llevaron como una deferencia especial, al aula que había inaugurado mi abuelo de Química Inorgánica, hace casi cien años. Cuando la ví, yo le dije: "Vea esto debe esta igual que en la época de mi abuelo". Y les dije, señores, que en "en casa de herrero, cuchillo de palo". Ellos, que podían haber hecho los planos y empezado a construir la nueva Facultad de Ingeniería todavía no habían hecho nada. Y les dije: "Tienen la plata a disposición, empiecen a construirla, pónganse a trabajar, porque yo no entiendo mucho de planos, de manera que no me puedo poner yo a trabajar en eso. Esto, señores, quiere decir, que ustedes también pueden ayudarme a mover lo de las universidades que se construyan sus propios edificios, porque el dinero, que es lo único que les puede dar la Nación, ya lo tienen. Señores, esos y muchos otros aspectos me interesan de la universidad. Yo muchas veces me he referido, a cuál es el pensamiento del gobierno en cuanto a las tareas universitarias. No queremos nosotros, ni profesores ni cátedras que se conformen con dar una conferencia; necesitamos maestros que sean capaces de formar hombres; maestros que dirijan su enseñanza y su ejemplo a para formar hombres de criterio y de acción, no memoristas que sepan repetir más o menos bien lo que han leído. No queremos ese tipo de enseñanza, en que un hombre habla y los demás hagan figuritas en un papel o duermen el sueño atrasado de la noche anterior. Queremos que una enseñanza consciente sea destinada a formar hombres conscientes, y los hombres conscientes, en mi concepto, que necesita la Nación, son hombres sabios y prudentes puestos al servicio de la patria. ¡Este es el hombre útil!, ¡el único hombre útil que yo considero! Y cada uno de lo estudiantes debe hacer por sí para su preparación; debe de pensar todos los días que él va a tener la responsabilidad de la conducción de la Nación en el futuro; cada uno debe sentirse con esa responsabilidad y trabajar para eso, porque en esta tierra libre de los argentinos cada uno de ellos, lleva como decía Napoleón, el bastón de mariscal en su mochila. Otra de las cosas, señores, que no me cansaré de repetir. En general, yo he sido durante diez años profesor en la Escuela Superior de Guerra, y he visto profesores y profesores. Hay profesores fáciles; hay profesores que trabajan y hay profesores que solo hacen trabajar a sus alumnos, mientras ellos no trabajan nada. Esto es siempre imperfecto. Solamente puede rendirse en el trabajo y en el estudio, cuando el profesor trabaja para facilitarles la tarea a sus alumnos, y ellos trabajan y se esfuerzan por satisfacer las exigencias del profesor. Por eso, señores, yo creo que es una cosa indispensable -durante diez años lo he hecho yo, por eso o que puedo decirlo con franqueza- es inadmisible que un profesor de una conferencia y no entregue en el acto a sus alumnos el contenido de lo que les ha dicho por escrito. Señores: Yo conozco bien a esos profesores que esconden el libro que utilizan mientras aconsejan otros libros. De eso, todo el que ha estudiado y el que ha enseñado, conoce numerosos secretos. Pero, señores, el profesor que actúa de buena fe, para enseñar a sus alumnos, que no tiene reservas mentales para con ellos como no debe tenerlas un profesor, repito, que si yo fuera autoridad en la universidad, habría puesto como condición indispensable que ningún profesor diese una cátedra que no entregase por escrito a sus alumnos. Lo contrario es propugnar profesores que van a improvisar en la cátedra, que no han preparado su materia, y que muchas veces van allí a macanear durante una hora. Por eso, señores, cuando se trató los emolumentos que corresponden al profesorado, yo fui un apoyador entusiasta del aumento de sueldo. Porque sino, señores, cuando le pagaban 375 pesos a un profesional para que diera una cátedra, él tenía que en su consultorio, gastar hasta el último minuto para ganarse unos pesos y poder vivir. En cambio, señores, cuando el Estado ha solucionado al profesor, casi gran parte de su vida con sus cátedras, lo menos que puede hacer un profesor es dedicarle unas cuantas horas en el día para preparar su materia e ir a impartir una clase interesante, que enseñe a los alumnos, y entregarles de buena fe después la versión de lo que ha dicho, para que ellos puedan estudiar. Por eso, señores, yo encuentro monstruoso, monstruoso, que los alumnos, reunidos en un congreso, deban pedir que les faciliten los apuntes escritos, cuando esa es una obligación primaria de todo hombre que de buena fe enseña. Señores: en cuanto a los alojamientos, en cuanto a la construcción de los locales universitarios se refiere, la palabra la tienen las universidades; los medios los da el gobierno. En cuanto a las ciudades universitarias, que es también una aspiración y un sueño mío, señores, nosotros en el Plan Quinquenal, habíamos ya pensado en las ciudades universitarias, pero las realizaciones han sido tan extraordinarias, que realmente no hemos podido cumplir todavía con este sector. Entonces, mi señora, que es siempre es quien se encarga de realizar muchos de mis sueños, ha pensado ya en ese problema y ha comenzado a realizarlo, teniendo una en marcha y otra en proyecto. Y ella, como es de acá de Buenos Aires, ha querido comenzar por el interior a construir las ciudades universitarias. Pero, señores, nosotros estamos empeñados en resolver ese problema, y yo les prometo que en el más corto plazo hemos de comenzar en las distintas partes, las construcciones de las ciudades universitarias. Pero como éstas son obras largas, pues cuando se hace una ciudad universitaria hay que hacerla bien, hay que hacerla con el confort y hay que hacerla con la comodidad que es necesario, debemos de pensar en la solución de ese problema, de alojamiento, alimentación y esparcimiento de los estudiantes en una forma adecuada, hasta que estén las ciudades universitarias construidas. Por eso nosotros hemos de tomar contacto con la Confederación General Universitaria, para que nos hagan llegar en forma directa, las necesidades y sugerencias, y nosotros estudiaremos en forma especial el problema para que en el año escolar de 1951, podamos llevar la solución a la mayor parte de los sectores necesitados. Estas iniciativas que yo quisiera cristalizar rápidamente en el Ministerio de Educación, consistente en que podemos hacer para el alojamiento, ya sea haciendo convenios con hoteles, pensiones, etcétera; o construyéndola nosotros para instalar los comedores escolares que mi señora me acaba de decir que ella se va a encargar para todas las universidades. Y cualquier otro problema, referente también los textos, libros, bibliotecas, etcétera, lo hemos de arreglar con las autoridades de la Confederación General Universitaria, apara aportarle los medios necesarios, para que sea la propia organización, quien disponga, administre y costee, con la ayuda nuestra, los elementos necesarios para llenar esa finalidad tan importante. De la misma manera, mantendremos un contacto permanente con la organización, para servir a todos los fines sociales. Ya también, mi señora me sopló por acá, que para las vacaciones, es decir las colonias para vacaciones de estudiantes, ella que dispone ya de algunos locales, van a ser asignados y empezaremos lo antes posible a posibilitar ya el esparcimiento en las regiones de mar o de montaña. Un alumno: Queremos comer un asadito con usted, mi general Señores finalmente.... entonces vamos darle preferencia al asado. Ya el señor ministro de Educación va a tomar las medidas de manera que el domingo podamos reunirnos a comer el asado. Señores, todos esos problemas pueden ser fácilmente solucionados, es suficiente que el señor ministro conozca, él se va a encargar de solucionar todos esos problemas. Y finalmente, señores, yo deseo felicitarles por la magnífica idea de lo realización de esta asamblea, como así también por todas las ponencias que se han discutido y que conozco. Creo que son profundamente atinadas, son lógicas, son patrióticas y son la justa aspiración que honradamente los buenos estudiantes pueden poner en ejecución. Y les auguro, señores, que con esa inspiración y que con esa orientación netamente argentina y patriótica, sean ustedes los pilares futuros de la Argentina que todos soñamos. Piensen y sientan que sobre ustedes pesa una inmensa responsabilidad, que es el futuro. Capacítense para llevar ese futuro con la misma dignidad con que la República lleva su días, ahora y en su historia. Piensen, señores, que esto que nosotros decimos hoy, en un ambiente como este de jóvenes, es la verdad de todos los siglos, es el futuro del país el que vive y vibra en cada uno de ustedes. Capacítense, fórmense para ser dignos de esa inmensa responsabilidad que la patria pone en cada uno de ustedes. Y yo pido solamente a Dios que me sea permitido verlos triunfar, que estas nuevas generaciones de argentinos que hagan más feliz a nuestro pueblo y más grande a nuestra patria. ..........
1950-11-30
En la ceremonia en que se entregó diplomas a los andinistas militares que escalaron a la cumbre del volcán Lanín
No deseo dejar pasar esta oportunidad sin recordar los buenos, tiempos y decides algunas palabras a los señores que han realizado esta hazaña. Estamos acostumbrados ya a que nuestros hombres, de un amplio espíritu deportivo y de unidad, realicen ascensiones a las altas montañas de nuestra cordillera. Yo he querido hacer un acto extraordinario en este momento y en esta circunstancia porque lo que han realizado ustedes tiene para mí, soldado de montaña, una importancia superior a todas las demás empresas deportivas. Llegar a la cumbre de la montaña con una unidad completa es un tipo de ascensión a la que el mundo entero no está acostumbrado. De ahí parte el mérito extraordinario de esta empresa. Que un hombre llegue a la cumbre de una montaña de la importancia del volcán Lanín, y con las dificultades que ese ascenso impone, es cumplir una empresa arriesgada, interesante y valiente, que revela un amplio espíritu deportivo. Pero llegar con una unidad completa presupone otros valores tan importantes como esos, además de ese. A las cumbres de la montaña, como a las realizaciones de las grandes empresas, se llega más bien con la cabeza y el corazón que con las piernas. El jefe que sabe organizar y estudia minuciosamente la empresa, que la prepara y después la realiza a conciencia con los conocimientos que la experiencia de la montaña da, está muy difícilmente expuesto a un fracaso. Quien atropella la montaña con las piernas solamente, muy difícilmente llega a vencerla. Un jefe de tropas, de cualquier unidad que sea, que arme una empresa y la realice con su unidad, solo lo puede hacer con una buena cabeza, un gran corazón y unas fuertes piernas. Esta empresa tiene para mí extraordinaria importancia. Para las tropas de montaña no interesa tener sólo dos o tres hombres fuertes y valientes; los hombres de montaña deben ser todos fuertes y valientes. Por eso esta hazaña tiene para mí, como digo, profundo conocedor de la guerra y de las actividades de la montaña, una importancia extraordinaria, pues se realiza por primera vez en el país una ascensión con una unidad completa. El que se ascienda, se llegue y se vuelva, sin ningún accidente ni dificultad, presupone en el jefe una capacidad que debe ser inherente a todos los hombres que mandan en la montaña. El mando en montaña tiene una grave responsabilidad tanto en la instrucción como en la guerra. Los hombres no solamente mueren frente al enemigo. Allí el peor enemigo es la montaña. Por eso, señores, yo he encomiado especialmente la aptitud, la conducta y la capacidad del señor teniente primero Renner, que ha presidido esta expedición, como así también la de los oficiales que han colaborado con él en la conducción; la de los suboficiales que han guiado sus tropas en la dirección y en la marcha de esta columna, y la de los soldados que han realizado esta ascensión. Dicho esto, señores, quiero cumplir una vieja promesa que hice al señor teniente primero, de regalarle, para que los experimente, los primeros esquíes que se han construido en el país. Ahora, señores, para terminar, quiero felicitar en esta unidad a todos los regimientos. Ruego al señor Mayer que trasmita a su gente en Bariloche la complacencia extraordinaria que he experimentado personalmente, y el saludo y la felicitación del gobierno a todos esos muchachos que allá en la lejanía de la patria cumplen con su deber con la misma conciencia, con la misma disciplina y con la misma dedicación que nosotros aquí. Que sean muy felices, y los felicito a todos muy efusivamente. ...........
1950-12-01
En la comida anual de camaradería organizada por la Asociación de Expedicionarios al Desierto
Yo deseo que mis primeras palabras sean de agradecimiento a las nobles y amables expresiones del señor presidente de la Asociación de Expedicionarios al Desierto. Quiero también rendir, antes que nada, mi emocionado homenaje a los camaradas fallecidos y, en especial, a nuestro inolvidable amigo el general Lamadrid. Todos los ejércitos del mundo, para vivir como custodia de sus glorias y de sus tradiciones, necesitan una tradición viviente. Nuestro ejército, cuyas luchas son ya lejanas, conserva aún las reliquias de esa tradición en esta Asociación que agrupa a todos los expedicionarios al desierto, que fueron los últimos soldados argentinos que ofrecieron su sacrificio y su vida a la patria. Nosotros, las jóvenes generaciones de oficiales, a quienes ha rendido también su homenaje que el señor presidente de la Asociación, somos hijos de esa tradición y por eso nos sentimos siempre honrados en poder tener este insigne honor de compartir la mesa con los camaradas que, peinando ya muchas canas y luciendo muchos honores, que la vida de la profesión ha acumulado sobre sus valores, mantienen aún, después de tantos años, esta estrecha amistad y camaradería, porque comprenden y conocen que son esa tradición viviente de un ejército, sin la cual los ejércitos se descomponen y se disocian. Es por eso, señores, que yo, en nombre de la República y de todos los camaradas de las Fuerzas Armadas, les felicito por esta unidad. Los felicito porque ustedes están manteniendo en primer plano la bandera de la patria, enastada en lo que queda de gloria y queda de tradición el viejo ejército de la patria. Y al rendir este homenaje, que es todo el pueblo de la Nación, quiero pedirles que recuerden siempre que en nosotros, los soldados de las nuevas generaciones, los que no hemos tenido la fortuna de ofrecer todavía nuestro sacrificio, sino en el trabajo pacífico de todos los días, existe el reconocimiento, el recuerdo y el agradecimiento que todos los argentinos tenemos por aquellos que han tenido que el gran honor de sacrificar parte de su vida en las lejanas regiones de nuestro territorio; para darnos esta Argentina que todos queremos: hermosa , libre y gloriosa, como ustedes nos la han entregado . Por eso, señores, nosotros nos sentimos honrados al concurrir a esta fiesta de camaradería de los expedicionarios al desierto, y con estas palabras quiero pedirles, señores, que nos perdonen cualquier olvido o cualquier despreocupación que nosotros hayamos tenido para colmar todo lo que ustedes merecen, pensando en que, atraídos por nuestras propias misiones, muchas veces hayamos podido dejar en blanco otras que son muy importantes. Pero, señores, mi deseo es que tengan siempre presente cual es nuestro respeto y cual es nuestro agradecimiento por todos ustedes, como así también por todos los camaradas que, por enfermedad o por imposibilidad, no pueden asistir a estas comidas. Y, finalmente, yo quiero hacer un solo brindis: porque ustedes sean muy felices; porque por muchos años podamos compartir unidos esta mesa; y porque la patria tengan la inmensa satisfacción de contarlos a ustedes todos los años para conmemorar en este aniversario las glorias que nos van quedando de la vieja actuación de la Fuerzas Armadas.
1950-12-01
En acto de la Agremiación del Docente Argentino realizado en el teatro Colón
En acto de la Agremiación del Docente Argentino realizado en el teatro Colón Deseo que primeras palabras sean para rendir un homenaje a todos los maestros que en todas las latitudes de nuestra tierra están forjando el alma argentina, con sacrificio, con humildad y con capacidad, que reconocemos todos los argentinos. Y ofrecemos a estos, nuestro cariñoso saludo, donde quieran que estén, porque en sus manos está el futuro de nuestra nacionalidad. Yo quiero aprovechar esta magnifica asamblea de los docentes argentinos para dar mis puntos de vista sobre el sentido del sindicalismo gremial en la sociedad argentina. He escuchado dos magníficos discursos de los señores que me han precedido en el uso de la palabra y verdaderamente veo, alborozado y orgulloso, cómo el sentido de una conciencia colectiva en el orden social va entrando en la sociedad argentina en todas sus esferas. Y lo veo alborozado porque estoy profundamente persuadido de que eso forma parte de la felicidad del pueblo argentino por cuyo logro, he comprometido todos mis esfuerzos y todas mis buenas intenciones. Es lógico que en todas las comunidades modernas el peso de los prejuicios y de los preconceptos de otro sistema se hagan sentir todavía. Se ha tratado en el mundo entero, por todos los medios, de ir paulatinamente desprestigiando en la prédica y aún en los hechos, el sentido del gremialismo en las comunidades. El sindicalismo, mirado desde el punto de vista gremial o político, es un sentido y sentimiento natural de la unión de los hombres. Esto pertenece, como la familia, a un derecho natural de la unión. Nadie puede negar que los hombres, que tratan de aglutinarse para formar fuerzas colectivas, han iniciado estos movimientos en lo que practican la misma actividad en la vida. Es por esa razón que es de derecho natural la agremiación y su consecuencia, que es el sindicalismo. Señores: las sociedades modernas han llegado hasta nuestros días en un combate abierto contra el sindicalismo. Esa ha sido la consecuencia natural del dominio de las minorías. Éstas han trabajado en el mundo para que no sea posible el sindicalismo, porque este es el dominio de la mayoría y hasta ahora en el mundo sea trabajado por el dominio de las minorías. Esa ha sido la causa fundamental de que esos hombres han trabajado en perjuicio del sentido y del sentimiento gremial y sindicalista. El sindicalismo ha nacido con la sociedad humana. No es ni una nueva forma, ni es una evolución avanzada: es de sentido y de sentimiento primario. En el régimen capitalista era lógico que el dominio de las minorías económicas combatieran despiadadamente al sindicalismo, porque ellas estaban empeñadas en imponer un régimen de explotación que no sería posible el día que las mayorías se hubieran organizado sindicalmente. Pero desaparecido en nuestro régimen justicialista el deseo de la explotación de unos por otros, tenía que desaparecer también totalmente la lucha por la destrucción del sentido y del sentimiento sindical. Es por eso que en 1944 desde la Secretaría de Trabajo y Previsión nosotros echamos la primera base para el sindicalismo argentino. ¿Cuál fue esa primera base? El decreto ley, hoy convertido en ley de la Nación por la aprobación del Congreso, que establece el derecho de las asociaciones profesionales para la defensa de sus intereses: se llama el Estatuto Legal de las Asociaciones Profesionales. Cuando hicimos eso, a pesar de que mucha gente no se dio cuenta dimos el paso más fundamental para el sindicalismo argentino. ¿Qué eran los sindicatos antes de nuestra intervención? Eran asociaciones margen de la ley, toleradas pero no aprobadas por la ley. Cuando un sindicato realizaba un acto que fuese contrario a los intereses defendidos por los capitalistas, se les colocaba inmediatamente al margen de la ley o se los procesaba como asociación ilícita, y este pueblo, que pregonó durante tantos años en libertad, no tenía todavía la libertad primaria de los hombres de unirse en defensa de sus propios intereses. Para consolidar eso fue necesaria la reforma constitucional, dando implícita y explícitamente el derecho a la sociedad argentina de asociarse con fines útiles en cualquier organización de sentido cultural. Estaba en los hechos a realizar por el gobierno y la legislación argentina, el consolidar la acción sindicalista. Señores: con ese concepto se puso la piedra sillar del sindicalismo argentino. Observen ustedes que en el mundo el grave error de los siglos XIX y XX ha estribado, precisamente, en que una fuerza de sentido natural en el hombre fue combatida para beneficiar a las minorías, vale decir; que se opuso siempre a que la comunidad se organizase en sindicatos y, con eso, no solamente se negó un sentido primario de la libertad política sino que se colocó a las asociaciones al margen de toda la defensa, sometiéndolas a un régimen político de minorías que no respeta ni la libertad colectiva en su actuación. Ello llevó, con el correr de los tiempos, a que los sindicatos se organizasen solamente para luchar. Por eso se desvirtuó el concepto inicial del sindicalismo, se lo llevó a formar organizaciones de lucha cuando en realidad el sindicalismo, si bien implica en sí la lucha en la defensa de los intereses profesionales, implica también el sentido mutualista para la defensa de la salud física y moral de los asociados, implica el cooperativismo para la defensa del poder adquisitivo de los sueldos y de los salarios e implica el establecimiento de las escuelas sindicales para la elevación cultural de la conciencia social de los pueblos. Pero, señores, esas organizaciones eran peligrosas para los regímenes de injusticia. Por esa razón, esa prédica de tantos años buscó desprestigiarlos. Se decía: "El sindicato de zapateros" como una cosa despreciable; pero cuando se hablaba del sindicato del acero: "!Ah el sindicato del acero!", decía la gente. Y al, fin, eran dos sindicatos iguales. Pero en el fondo lo que se buscó siempre fue evitar la acción sindicalista, vale decir someterla solamente a la lucha profesional; y entonces ellos ya se encargaron de formar cooperativas pero sin fines de sentido sindical, mutualidades, pero con finalidad social -decían- como si el sindicato trabajase con alguna otra finalidad que no fuera eminentemente la social. Cuando nosotros, los justicialistas, hablamos de la organización de la comunidad no hablamos de la comunidad política, no hablamos de la comunidad económica; hablamos precisamente de la comunidad social. Cuando nosotros los justicialistas, decimos que anhelamos ver organizada esa comunidad, no lo hacemos para arrimar votos que no necesitamos. No lo hacemos para lucrar económicamente, asunto que no nos interesa. Lo hacemos para dar el sentido de conciencia social a nuestro pueblo, sin cuyos sentimientos y sin cuyo sentido los pueblos van a la disociación, como lo estamos observando en los cuatro puntos cardinales de nuestra tierra, donde los hombres, desunidos por sus intereses, totalmente desconectados en sus sentimientos de amistad y de hermandad que hacen la unidad de todos, se lanzan en lucha interna, que termina en la lucha internacional que estamos presenciando en el mundo. Para mí, la comunidad organizada es, lisa y llanamente la asociación de los hombres en la forma más libre posible. No hay asociación que pueda vivir si no tiene la libertad necesaria para respirar esa vida. Por eso hemos establecido que el régimen justicialista tiene tres graduaciones: en el orden institucional un gobierno centralizado donde nadie discute otro derecho que el del sacrificarse por el pueblo, único derecho para los hombres de gobierno; un Estado organizado, dependiente de ese gobierno, para la realización de los hechos concebidos por los hombres de gobierno; y un pueblo libremente organizado como el pueblo quiera organizarse, y dirigido y representado por los hombres que surgen del mismo pueblo, sin presión de ninguna naturaleza. ¿Por qué hemos hecho eso? Porque sabemos que cuando se ponga en práctica esa libertad de asociación sin ninguna limitación, sin cortapistas de ninguna naturaleza, van a surgir los sindicatos por actividades para presentar espectáculos maravillosos como el que están presentando en este momento los maestros argentinos. Nosotros hubiéramos sido muy poco capaces y muy poco inteligentes si hubiéramos creído que toda la organización de esta clase terminaba organizando los gremios obreros. Ellos eran los que primero necesitaban organizarse para adquirir conciencia de sus actos y potencia en sus decisiones. Por eso trabajamos para organizarnos lo antes posible, porque sabíamos que los pobres obrero que durante tantos habían estado explotados habían estado explotados podían hacer valer sus derechos solamente cuando estuvieran unidos y asociados en poderosos sindicatos que no solamente representasen la opinión de cuatro o cinco dirigentes, sino la verdadera preocupación, la verdadera necesidad y la verdadera aspiración de todos los hombres que componían cada uno de estos gremios. Pero eso era necesario que se completase. Es necesario que se organizasen también los que defienden los sectores patronales de la producción, de la industrialización y de la comercialización. Todos ellos debieran formar un sindicato, como así también todos los demás sectores de la actividad nacional, sea en el orden del trabajo físico o sea en el orden del trabajo intelectual. Y he asistido ayer y hoy a dos actos que me hacen inmensamente feliz, cuando veo que los estudiantes por su parte se organizan sindicalmente y hoy que presencio en esta magnífica asamblea la decisión inquebrantable de los maestros de constituir también su sindicato. Cuando esta organización sindical se realice, asistiremos en esta República a un hecho singular: que en el equilibrio natural que debe existir entre los núcleos de la población en una comunidad organizada, éstos marchen y se devuelvan armónicamente sin necesidad de una intervención extraña; vale decir, que el país camine solo, porque si se infiltran las fuerzas que antagónicamente discuten derechos, no las vamos a llevar a la pelea sino a la discusión; y de ese derecho, que sea el que corresponda, que sea el justo, surgirá la solución que dejará contentos a ambos núcleos y el gobierno será feliz de no tener que ser él quien por la fuerza, como sucedía antes, o por los golpes o por los choques, deba imponer en nuestro país el derecho que corresponde a cada uno de los ciudadanos. Solamente cuando la comunidad argentina esté completamente organizada, será posible en este aspecto de la vida nacional realizar lo que es ambición de todos los hombres y mujeres nobles del mundo: hacer triunfar la fuerza del derecho y no el derecho de la fuerza. Ahora, para que ese sindicalismo sea realmente efectivo, es necesario que no exista solamente el interés de la lucha profesional se han resuelto sobre una mesa de buena voluntad, discutiendo ese derecho y asignándole el derecho a quien le corresponda. No hemos tenido huelgas, ni se ha pegado a nadie, ni ha habido la necesidad de sacar la policía o el ejército a la calle, ni de tirar tiros, ni nada. Todo eso está indicando una sola cosa: cuando actúa la fuerza es por que el derecho está ausente, y que en nuestras discusiones está siempre presente el derecho. Señores: frente a este panorama, ¿que lucha puede haber entre los componentes de los distintos núcleos argentinos, cuando un sindicato discute con otro sindicato de patrones sus derechos, asesorados por los organismos correspondientes? Un ejemplo que aclare todo: Viene un sindicato y dice: "Nosotros queremos cincuenta"; y los patrones dicen que no pueden dar más que diez. El Consejo Económico, que tiene los réditos y las ganancias patronales, al fin del período es que quien dice si pueden por no pueden hacerlo. Y entonces todo se reduce a estudiar si pueden o no pueden y, comprobado que pueden, no quedan ningún otro punto que discutir. "Hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". No se si esto será de la aprobación de todo el mundo, pero lo que sí puedo decir es que mediante este sistema de hemos suprimido en el país la lucha estéril que mundo destruyó tantos valores, en conflictos sindicales y sociales durante tantos años. La República Argentina ha alcanzado en estos cuatro años el índice más bajo de movimiento huelguistas: el 0,09, es fue el de 1949, y el del 50' ha de ser más bajo. Vale decir que los hombres trabajan, y trabajan todos los días. No están la mitad del tiempo paralizados por conflictos gremiales, que producen pérdidas al país que los terremotos que puedan haberse producido en toda su historia. ¿Por qué es eso? Entre nosotros ya la lucha por la defensa de los intereses profesionales se reduce a una discusión, porque el Estado es quien está interesado que en que a cada uno se le reconozcan sus derechos y, para ello, ha comenzado por poner en la carta magna de la Nación los derechos que le corresponden a cada uno, para qué sean cumplidos y respetados por todos los argentinos. Entonces, si el sindicalismo se redujese sólo a la lucha por los intereses profesionales, en nuestro país sería una institución que tendría poco que hacer y poco valor. Por esta razón, todo aquel sindicalismo argentino ya constituido ha dedicado sus actividades a lo más noble a que pueda dedicarse un hombre: a la acción social, es de decir a poner todo lo que el tiene al servicio de sus compañeros y de sus hermanos, por la acción mutual. Eso es lo básico de un sindicalismo: formar las sociedades mutuales necesarias de un sindicato para poder dar asistencia médica, para poder crear maternidades, consultorios médicos y odontológicos, colonias de vacaciones, alojamientos y prevenir todos los riesgos que no pueden estar comprendidos en la previsión social, es decir, constituir un pequeño sector de la actividad mutual que cumple el Estado para el pueblo argentino. En otro sentido, si este aspecto mutual es para la defensa de la salud física y espiritual de los asociados, es también importante la defensa del poder adquisitivo de los sueldos y salarios, para los cuales el sindicato es la organización más capacitada y más indicada para realizar en todas partes las proveedurías a base de cooperativas de consumo o de proveedurías lisa y llanamente. De esa manera se podrán vender a precio de costo los artículos de abastecimiento para el gremio. Con ellos se está defendiendo el poder adquisitivo. Y, finalmente, la creación de escuelas sindicales, que están destinadas a elevar la cultura social de la masa. Muchos de nosotros, que hemos tenido la fortuna de estudiar, hemos menospreciado en general los conocimientos que se refieren al aspecto social. Esas escuelas están destinadas a enseñar a los jóvenes y a los viejos, porque todos tenemos siempre algo que aprender, cuáles son las medidas que una organización debe tomar para ir elevando la cultura social de la masa e ir desarrollando una verdadera conciencia social, porque en el fondo la conciencia social es lo mismo que la organización profesional que en el sentido patriótico con referencia a la patria, es decir, aquello que nos une y que nos pone a cada uno en la necesidad y en la obligación de ayudar al que está al lado, que es un compatriota y que es un hermano. ¿Por qué el justicialismo propugna esta clase de sindicalismo? Porque nosotros, contrariamente al régimen capitalista, no combatimos al sindicalismo; lo ayudamos, lo impulsamos y le damos todo nuestro apoyo moral y material. No queremos cometer el error del capitalismo, que durante un siglo se ha estado oponiendo a una fuerza que hoy lo enfrenta para dominarlo en el mundo, que el comunismo. O los pueblos van hacia el justicialismo o van a la catástrofe, que es el comunismo. Eso es lo que nosotros debemos pensar. La evolución del mundo nos va llevando a eso. Observen ustedes que hace veinte años un partido político, es decir, una organización de minorías para el dominio de las mayorías, era el factotum dentro de nuestro país. Observen el panorama del mundo hoy, después de veinte, treinta o cincuenta años de evolución. Hoy, el sentido sindical o social está dominando al sentido político. Hoy, por más que los políticos, todos más o menos trenzados entre ellos, se defiendan malamente, los gobernantes caen más bien por la acción de organizaciones sindicales que por cualquier otra acción. El mundo de las organizaciones antinaturales, que son las organizaciones políticas, evoluciona hacia las organizaciones naturales, que son las organizaciones gremiales. Pese a que el los fascistas las deformaron con las corporaciones; pese a que los comunistas las deformaron con el sindicalismo de Estado; pese a que la acción de los socialistas siempre amarillos e informes, desprestigiaron el sindicalismo cuando se apoderaron de él; pese a toda esa acción contraria al sindicalismo, cuando se da verdadera libertad para actuar, surge pujante y poderosa, como está surgiendo la República Argentina. Entonces, quiere decir que ha llegado el momento no de combatirlo si no de ayudarlo y empujarlo en esa evolución. Sólo los pueblos retrógrados y reaccionarios se oponen a la evolución, que es algo así como nadar contra la corriente: nunca ha sido de gentes inteligentes tal hecho. Por esta razón nosotros ayudamos a esta evolución y estamos poniéndole el hombro al movimiento sindical argentino para que sea cada vez más poderoso, y si él ha de reemplazar en el futuro a toda otra organización, ¡bendito sea Dios! ¡Que venga cuanto antes el sindicalismo a nuestro país! Esto es una cosa natural. Si ustedes, los docentes, alguna vez frente a cualquier actividad, sea del Estado o de particulares, deben ser colectivamente representados, nadie los va a representar mejor que otro maestro. ¿Cómo el Estado no va a apoyar el sindicalismo, si los dos realizan y cumplen la misma función: defender los intereses profesionales? ¿No es, acaso, el gobierno, que ha puesto en la constitución los derechos de los hombres que trabajan, sea en una actividad física o intelectual, el primer interesado en que se respeten los derechos profesionales? El sindicato, a su vez, realiza la misma cosa, tiene la misma razón. Y cuando se hace mutualismo, ¿no somos nosotros, el Estado, un inmenso organismo mutual que por todos nuestros sistemas y todas nuestras asociaciones hospitalarias y de salud pública estamos deshaciéndonos por ofrecer maternidades, dentistas, médicos y toda clase de asistencia al pueblo argentino? En cuanto a las cooperativas, ¿no soy yo el primero en combatir los precios elevados y la especulación, para terminar con los ladrones en nuestro país? Con ello, el Estado está defendiendo el poder adquisitivo de la población; y las proveedurías y las cooperativas de consumo de los gremios, ¿no tienen esa misma función? Y cuando hablamos de las escuelas sindicales, están destinadas a elevar la cultura del pueblo en sus manifestaciones más humildes, y, por ellas, elevar la cultura social, ¿no constituimos nosotros el más hermoso y maravilloso ejército de miles de hombres y mujeres, destinado a elevar la cultura de la Nación? Entonces, sucede, que el sindicato realiza lo mismo que tiene la obligación de hacer el gobierno, ¿y como vamos a estar uno frente a otro en vez de ir del brazo en la misma dirección y ayudarnos en nuestras tareas comunes? Y yo pregunto ahora, finalmente, si puede haber un hombre de buena fe o una persona que comprendiendo este, nos que dándose cuenta que esto es una de las fuerzas más maravillosas que podemos poner en acción para hacer más feliz a nuestro pueblo o a nuestra patria con el tiempo, pueda oponerse a que se organicen o a que se cumplan con su sagrada libertad de asociarse, de protegerse entre sí para defender sus propios intereses. Pero ¿hay alguno en el que país que no tenga derecho a defender su intereses? Y, entonces, como no vamos a ayudar a que se asocien, que se unan para que organizadamente puedan defender de sus propios intereses haciéndolo presente al gobierno cuando tenga que resolver. Cuando un gremio me dice: "Necesitamos tal cosa", no lo tomo nunca como una imposición; lo escucho y lo atiendo como un deber, porque para eso me pagan. Cuando alguno pide más de lo que se puede dar, todo es cuestión de demostrarle que no podemos darle más de lo que le damos. Pero no es cuestión de enojarse, no es necesario ponerse furioso, de emplear la policía ni el ejército. Es suficiente con emplear la razón, que cuando es real vale más que la policía y el ejército Señoras y señores: por esas razones, después de haber escuchado esto, verán porque yo propugno y propugnaré incansablemente este tipo de asociaciones, cualquiera sea la actividad que el hombre desarrolle. No son las instituciones ni el nombre de las mismas las que hacen a los hombres, sino los hombres son los que hacen el prestigio y el nombre de las instituciones. Por eso, yo veo con la más grande simpatía este movimiento sindicalista y gremial dentro de la docencia argentina. Lo veo así porque lo consideró una institución de bien público, una forma orgánica de defensa por núcleos dentro de la colectividad, porque creo que este es uno de los compartimentos más importantes de la comunidad argentina; y porque toda organización lícitamente constituida en defensa de los derechos sagrados de cada uno de los ciudadanos argentinos es respetable y es sagrada para el gobierno de la Nación. Y en este sentido el gobierno no solamente ve esto con simpatía, sino que está obligado a apoyarlo materialmente. Al respecto, yo, que he visto durante veinte años construirse el Hogar de los Maestros, que no se terminó nunca, que visto durante tantos años la nulidad absoluta en el sentido de una formación social dentro de magisterio, que creo indispensable de gran utilidad, les digo a los señores que representan a todos los maestros argentinos, de que no recurrirán nunca en vano al gobierno cuando para la defensa de sus intereses profesionales, mutuales, cooperativistas y de escuelas sindicales, tengan que acercarse a él en demanda de apoyo, de un apoyo que no van a pedir, sino que tienen derecho de exigir al gobierno. No quedarán en manera desconformes con el apoyo que nosotros presentaremos en todos casos. No olviden que yo he dicho que antes, en este país, los bancos prestaban la plata a los que tenían mucha; nosotros prestamos la plata a los que no la tienen. De manera que espero que esta organización disponga pronto de su local social y de locales sociales en todas las partes donde pueda conformar grupos importantes; que tengan sus establecimientos mutuales; sus cooperativas, sus proveedurías y sus escuelas sindicales para formar los futuros dirigentes gremiales. Todo eso ha de ser ha apoyado incondicionalmente por el gobierno. Nosotros daremos todo lo que podamos: nuestro apoyo moral y los medios materiales que necesite la organización. La palabra, señores, la tienen ahora ustedes. Ustedes podrán realizar cuando deseen. Será cuestión de la capacidad y del empeño que pongan en lograrlo. Quiero finalizar esta conversación diciéndoles a cada uno de los amigos maestros que escuchan que vuelven a las zonas de la República que ellos representan y que digan a todos los demás maestros cual es nuestra interpretación, cual es nuestro deseo y cual es nuestra admiración por la obra que todos ustedes realizan al conformar en esta nueva Argentina el alma de los niños, que serán el alma de los hombres de mañana. Sigan imperturbables en esa tarea que la República pueda contar el futuro con legiones de hombres sabios y prudentes que pongan todo al servicio de la patria. Al reclamar insistentemente el auditorio la palabra de la señora Eva Perón, dijo presente la Nación: Por prescripción médica mi señora sufre en este momento la pena más grande que puede sufrir una señora: no la dejan hablar. Tiene una laringitis; quiere así que yo me haga intérprete de sus sentimientos diciéndoles que les ruega que lleven a toda la patria, para repetirla en todos sus rincones, la expresión de todo el cariño de su corazón para las maestras y maestros argentinos. También dice que les promete estar permanentemente con ustedes y ocuparse de los problemas que pueden interesar al gremio. ................
1950-12-07
En una reunión en la Casa de Gobierno con los ministros de Hacienda
En primer término les agradezco la atención que han tenido de llegar hasta aquí para darme por lo menos una vez al año, la inmensa satisfacción de poderlos saludar. Hemos hablado mucho de estas cuestiones con los señores ministros del Concejo Económico. Es indudable que es algo sumamente importante para nosotros, para el Estado en conjunto, todo lo que se refiere a la economía y a las finanzas de la Nación. Nosotros entendemos bien que todo cuanto hemos hecho solamente se puede consolidar con una gran economía y con unas buenas finanzas. Es indudable que esto es un problema importante para nosotros, muy serio, y afortunadamente hasta ahora lo llevamos más o menos bien. De manera que siguiendo nuestro programa desde el principio, y manteniéndonos dentro de una situación media, sin provocar fenómenos extremos en ningún caso, estamos defendiéndonos perfectamente bien en esta época extrema de peligros, en que se está desenvolviendo el mundo. No sabemos cómo será el futuro, pero nosotros estamos en condiciones de defendernos lo suficientemente bien en caso que sobrevenga cualquier fenómeno o algo que no pueda preverse. Hoy no se puede decir lo que va a pasar dentro de una semana o dos. Países tan poderosos económicamente como Estados Unidos o Inglaterra, están abocados a problemas serios y graves que de una manera general podremos decir que influencian a todo el mundo. De manera que mantener una finanza y una economía más o menos clara y bien llevada es de importancia fundamental. Este año pasado hemos tenido que restringir un poco los gastos. Es indudable que nosotros hemos sido un país hasta ahora en toda la historia de la República Argentina, que nunca hemos tenido reserva de un con respecto a las finanzas nacionales. Cuando teníamos deuda, porque teníamos deuda; y después que pagamos las deudas, porque había que formar esta reserva. Y eso no se forma fácilmente. Es lo que estamos tratando de hacer nosotros: formar una reserva que sirva de amortiguación para cualquiera de los famosos ciclos de que tanto que nos han hablado los economistas. Las crisis cíclicas responden primordialmente a la falta de formación para hacerles frente. Esas reservas deben ser permanentes y nosotros debemos ir formándola por todos los medios. El año pasado pensamos mucho en eso, pero la pérdida de las tres cuartas partes de la cosecha no nos permitió seguir trabajando que en ese orden de cosas porque había que hacer frente a una situación muy difícil, por la cual tuvimos que echar mano a todos los medios. No es simple el problema de perder casi una cosecha entera y de tener que subsistir, sin que la población sufra las consecuencias de la imprevisión que se ha tenido siempre en el país de no constituir una reserva para los tiempos malos, como hacemos todos. El Estado debe también hacerlo y la Nación debe hacerlo también. En lo que concierne a la economía privada, es fácil y posible, porque existen hombres previsores, pero en el Estado es una cuestión totalmente indispensable. Como consecuencia de no disponer de esa reserva y tener que afrontar las necesidades con los recursos del año, hemos tenido que introducir economías bastante apreciables para poder cerrar el presupuesto sin déficit, como lo hemos hecho hasta ahora, y con alguna habilidad del señor ministro de Hacienda, también. Hemos tenido que echar mano a todos los recursos porque no queremos cerrar por primera vez el presupuesto con déficit .Es una buena política para nosotros. Por otra parte la carencia de esa reserva nos ha obligado, además de ese tipo de economía, a disminuir el ritmo de las obras a realizar; de lo contrario todo eso iría a acumularse sobre la situación del país un poco marcada. Y creo que es de buena política, después de todas las obras que hemos realizado, llamarnos a la contemplación de la situación para apreciarla y resolverla con un poco de freno en los gastos. Los ministros de hacienda son los verdaderos frenos de todos los gobiernos, incluso del gobierno federal. Cualquier esfuerzo que haya de hacer en este sentido, lo haremos, aunque no estamos en una situación difícil ni mucho menos. Para que esta situación difícil no llegue es que tenemos que ir regulando un poco la cuestión gastos de Estado. Por esa razón habíamos resuelto con el Concejo Económico no iniciar obras nuevas. De todas maneras, las provincias que no han iniciado obras hasta el quinto año, poco van a ganar con iniciarlas en el último de año del plan. En el gobierno federal las obras no iniciadas ahora dentro del plan, será difícil que se inicien. Por otra parte, yo deseo terminar con un vicio inveterado de la administración, que es el dejar las obras a medio hacer. Hemos hecho un estudio de las obras que en los últimos veinticinco años se han iniciado y no se han terminado; a muchas de ellas les falta el techo y son verdaderamente ruinas; otras iniciadas en épocas electorales y que una vez terminada la elección no se ponía un ladrillo más. Ese es dinero tirado al camino, y nadie tiene una idea de los millones de pesos que representa el haber comenzado esas obras que no se terminaron. Yo no quiero que a nosotros nos pase lo mismo, es decir, que dejemos las obras a medio hacer. Prefiero que dejemos terminado todo el programa iniciado y no empezar obras nuevas. Aquéllas que han quedado retraídas por falta de fondos, de materiales o de maquinarias, es mejor no iniciarlas ahora. El segundo Plan Quinquenal las tomará, con lo que buscamos también no seguir sobrecargando los costos de la construcción, que ya son excesivamente elevados en casi todo el país. Por otra parte, debemos ir paulatinamente preparando la desmovilización de grandes núcleos de trabajadores en distintas partes, que han intervenido en obras, como las de Ezeiza, donde han trabajado miles de obreros. No se les puede de un momento a otro largar a la calle al terminarse las obras; hay que ir desviando a esa gente hacia la construcción privada, que está careciendo de brazos, lo que trae un encarecimiento de la mano de obra. Está situación, especialmente de los operarios especializados, trajo como consecuencia el tener que pagar $50 por día a un carpintero o a un albañil. Tenemos que regular estas cosas para evitar que el costo de la construcción aumente en forma extraordinaria. Todos estos fenómenos han sido estudiados minuciosamente en el ministerio técnico para tenerlos en cuenta en el planeamiento del Segundo Plan Quinquenal. En este sentido, el Consejo ha redactado una encuesta para todas las provincias y para la Capital Federal, en la que se preguntan las obras que se han realizado, las obras que se necesitan para completar las iniciadas; qué obras se necesitan para satisfacer la primera etapa del Plan Quinquenal; qué necesidades quedan para completar esa misma obra ya iniciada dentro del Plan Quinquenal, como así también que necesidades locales existen en cada una de las regiones del país, para que, una vez junto todo eso y coordinándolo con las provincias, podamos establecer un plan completo. Hay muchas obras pequeñas en las poblaciones, en lugares de provincias, incluidos y tratados dentro de los planes de las provincias y de la Nación, que en el segundo gobierno del Partido Peronista serán todos quinquenales. Todos los gobiernos provinciales que asuman conjuntamente con el federal, van a tener una acción igual y van a tener planes quinquenales perfectamente coordinados con el gobierno federal. Todo eso nos va a facilitar la tarea para que después nos reunamos y coordinemos que deben hacer las provincias y el orden federal de acuerdo con las obras, con su importancia, con el carácter de las mismas, como así también de acuerdo con las disponibilidades de maquinarias, de materiales, etcétera. En realidad, es un trabajo un poco más completo que el que realizamos en el Primer Plan Quinquenal, donde no disponíamos ni siquiera de una estadística. La consecuencia de eso sido el encarecimiento de la mano de obra, de los materiales, de las maquinarias y demás. Dimos un paso un poco más largo del que nos permitían los pantalones. Yo, por mi parte, estoy encantado de que haya sido así. Esa fuerza, ese remanente de la fuerza que lleva para la realización de obras en el país, me satisface ampliamente porque este país estaba enfermo de ataxia y no marchaba; nosotros lo hemos hecho marchar. Y eso ya es una cosa sumamente importante. Que haya marchado un poco más fuerte de lo que debía marchar, importa. No estoy arrepentido. Es lo que pudimos hacer. Nosotros no encontramos antecedentes, ni estadísticas, ni censos. Estábamos a oscuras y ciegos. Hicimos todo a base de lo que nosotros conocíamos de la Nación y de los pequeños reconocimientos que pudieron hacer. Cada provincia hizo lo mismo por su cuenta y coordinados después que lanzamos el trabajo. Si nos hubiéramos preocupado por racionalizar el detalle, todavía estaríamos racionalizando. Lo importante es hacer. Se produjeron algunos fenómenos, sí, pero las obras están en el terreno, ya construidas y prestando utilidades y revirtiendo la inversión otra vez a las finanzas de la Nación. En una palabra, para nosotros que el tiempo vale más que todos las demás cosas. En nuestro Segundo Plan Quinquenal sería imperdonable que no hiciéramos una obra de racionalización y planificación general. Ahora haremos un plan bien hecho: vamos a racionalizar perfectamente; vamos a consultar con cada una de las provincias, nos vamos a poner perfectamente de acuerdo con ellas y, al final, diremos: "Esto lo hago yo. Esto lo hace usted. El dinero para esto será tanto". Financiaremos en conjunto dentro del plan de gobierno y entonces sí podremos actuar mejor racionalizadamente, y mejor planificadamente, en virtud del Segundo Plan Quinquenal. En este sentido, la experiencia hay que pagarla siempre; nosotros la hemos pagado con algunos inconvenientes. Si esta cosecha que hemos tenido no hubiera sido tan mala y hubiéramos logrado constituir algunas reservas para hacer frente a esos males después, quizá no hubiéramos sentido mayormente el golpe. En realidad, lo hemos sentido más los que dirigimos que la gente que anda por la calle. Todas esas pequeñas cosas son perdonables frente a la improvisación que hemos tenido que hacer. Pero sí serán imperdonables en un Segundo Plan Quinquenal. En eso nosotros hemos tenido la experiencia: hay que planificar; hay que hacer una planificación lo más perfecta posible, pensando que después, en la ejecución, siempre hay grandes imperfecciones; pero si no se planifica, son todas y imprevisiones. De manera que esta vez lo vamos a hacer bien. Para el año 1951 el Ministerio de Asuntos Técnicos tiene preparado y terminado su trabajo; ya están todas las encuestas sobre las obras realizadas y vamos a hacer una exposición sobre eso, aquí en Buenos Aires, como también en las provincias, para lo cual vamos a hacer una exposición desmontable para que pueda presentarse las obras, sus fotografías y todas esas cosas para que todo el mundo sepa lo que hemos hecho. En la Rioja, nada más, uno se pasa tres horas viendo las obras realizadas y a uno lo llena de satisfacción porque nunca esa provincia tuvo la oportunidad de hacer grandes obras. De manera que en ese sentido yo estoy muy satisfecho. Ahora, con respecto a la parte que se refiere al aspecto de la financiación, los técnicos siempre tienen su punto de ataque y de disconformidad con las obras que ellos mismos han realizado. Pero yo no mido eso ni punteando planillas ni compulsando cifras. No puedo mirarlo así como lo mira un Ministro de Hacienda. Yo miro a la República, miro la situación y lo que hemos hecho. Miro lo que encontré y lo que vamos a dejar. Ese es mi punto de vista. Yo no puedo apreciar lo que se ha hecho punteando planillas. No vería ni haría nada. Recibí hace cinco años un país que tenía una gran deuda pública externa, por la cual se pagaba millones de pesos por la amortización y los intereses, yo sé que hoy no pagamos un centavo al exterior, porque todo lo hemos cubierto. El país no debe un centavo al exterior. Hoy estamos al día, por primera vez en la historia de la República, desde que se encontró el primer empréstito, en el año 1825. Por primera vez la República no tienen deuda externa. Todo esto son lo veo desde el punto de vista nuestro y pienso que no podemos quejarnos. Desde otro punto de vista, nosotros teníamos todos los años en servicios financieros y otras cosas, una enorme cantidad de dinero que perdíamos como consecuencia de la existencia de grandes consorcios de servicios públicos. Todo eso, sumado a los fletes de pagábamos por los transportes de nuestra mercadería al exterior, a los seguros y reaseguros, a las otras filtraciones permanentes, como así también lo referente a la comercialización de la cosecha en el fondo la plata que iba a un consorcio que inmediatamente las sacaba del país para invertirla en otra parte, todo ese dinero salía de la economía del país para invertirse en otros países. Ese drenaje de miles de millones de pesos por año para todos esos servicios, que de una manera u otra se iba al exterior, ya sea de acuerdo o con conocimiento de los señores del grupo económico o sin conocimiento de ellos, lo hemos cubierto perfectamente bien y podemos decir, con derecho, que hoy sale por esos conceptos muy poco dinero fuera del país. Hoy esos servicios financieros, por habilidad de los señores del grupo económico, en vez de salir del país se van invirtiendo aquí en empresas que benefician a la Nación y dan trabajo el pueblo. De manera que, vistos desde este punto de vista, el aspecto económico de la Nación no puede ser sino inmensamente satisfactorio, por haber agregado al haber patrimonial del Estado bienes por valor que nosotros podríamos calcular en miles de millones de pesos a pesar de que nosotros los hemos comprado por mucho menos, como en el caso de los ferrocarriles y en otras cosas que hemos negociado para el país. Nosotros hemos saneado la situación económica del país, y la hemos saneado por el que en el tren de cosas que íbamos, era inútil que siguiéramos conversando sobre lo que íbamos a hacer o podríamos hacer. Por el solo hecho de pensar con criterio retroactivo de quince o veinte años atrás, si se nos hubiera dicho que compraríamos los ferrocarriles, el gas, etcétera, y que tendríamos la marina mercante, los seguros, los reaseguros, el Banco Central, etcétera, en nuestras manos, organizado y funcionando, cualquiera de nosotros se hubiera reído. Yo mismo me hubiera reído. Yo también tenía mis dudas antes de iniciar este enorme movimiento en el país. Afortunadamente los hemos cumplido, y cumplido bien. Ahora, lo que tenemos que hacer es administrar bien lo que tenemos para ir formando nuestras reservas y los pilares necesarios con una sustentación poderosa, con buenos cimientos, para qué no se vengan abajo el día menos pensado. A fines de 1952, habremos de redondear las construcciones públicas en cifras que la gente ni imagina. Entre las provincias y el gobierno federal no más, habremos construido casi 5.000 escuelas, que es la mitad de las que le faltan al país, y que representa una cantidad casi cuatro veces superior a todas las escuelas construidas en el resto de la historia de la República Argentina. Nadie sospecha el esfuerzo que esto significa, a pesar de que La Prensa dice que nosotros no hemos hecho escuelas. En Agua y Energía sucede lo mismo: hemos hecho más obras de irrigación que las realizadas en el resto de la historia de la República Argentina. En el orden de las obras públicas, en general, el desarrollo del trabajo realizado es extraordinario. De manera que, cuando yo analizo todo el panorama, veo una obra extraordinaria, que creo que ni nosotros mismos podemos repetirla, y lo hemos hecho porque entramos con un gran empuje y porque atropellamos valientemente la solución. Sólo yo sé las noches que he pasado pensando en la deuda que teníamos cuando superaba casi la plata que teníamos bloqueada inconvertible en los Estados Unidos y en Inglaterra. Sin embargo hemos pagado todo y estamos tratando ahora de aumentar la producción, valorizar todo lo que tenemos y después constituir un sistema estable para formar nuestras reservas. Eso es lo que hacen todos los países del mundo. Por eso tenemos que tratar de conquistar nuestra propia autarquía frente a todos los países del mundo. Si la autarquía es una mala cosa, como dicen algunos, yo les pregunto por qué. Ellos dirán: "Porque es un régimen fascista". ¿Y por qué lo tienen ellos sí es un régimen fascista? Ellos lo han alcanzado y no quieren que la alcancemos nosotros. Nosotros la necesitamos para colocar nuestro excedente en el exterior, que es lo que nos va a ir enriqueciendo paulatinamente, tratando de no ser tributarios y de que los otros sean tributarios nuestros, es decir, pasar de la triste situación de colonia que teníamos antes, a la de metrópoli, que no es indudablemente una aspiración imperialista, sino humana. Cada uno en su casa debe tratar de que se viva y se esté lo mejor posible; después pensaremos en las casas de los demás. Es un problema este -entre nosotros lo podemos decir, porque hay cosas y designios que más bien conviene mantenerlos en secreto- del que no podemos hacer una bandera internacional porque sabemos que nos van a atacar, aunque ya nos atacan y no deberíamos asustarnos. Pero ese programa habrá de cumplirse paulatinamente. Tenemos el problema de la industria pesada en el que hay que ir despacito. Son insospechables las posibilidades de la industria argentina. Los extranjeros que han venido acá se quedan admiradores de que nuestra industria haya podido hacer las cosas que hace. De manera que en la industria pesada será cuestión de coordinar para que las distintas ramas fabriquen cada una sus partes y armarlas luego en una central que, a su vez realizará las partes que no pueden hacer las otras. Ya estamos construyendo automóviles, despaciosamente, de a uno; después habrá que montar las fábricas para que se hagan en serie. Lo mismo con los tractores, pues el resto del material se puede fabricar en el país en iguales o mejores condiciones que el importado. Quiere decir que en el Segundo Plan Quinquenal nosotros tenemos que anotar esa etapa: llegar a la materia prima, o sea tener hierro, acero y aceros especiales. También debemos tener totalmente terminada la rama del aluminio. Todo eso está dentro del Plan y si el Plan se cumple en el año 57', nosotros tendremos totalmente cubiertas casi todas esas ramas y se podría decir que casi somos autárquicos. Ese será, sin duda, un gran paso y para nosotros conviene más pagar el doble por un automóvil construido en la República Argentina, que la cuarta parte de los precios actuales era un automóvil construido en el extranjero porque queda todo en beneficio de nuestros hombres, de nuestro pueblo , de nuestro trabajo. Lo que nosotros debemos tratar cada día es de perder menos trabajo y podrán dar trabajo a nuestra población, aumentar su estándar de vida, que ellos aumenten su consumo y el milagro lo vamos a realizar aquí dentro, sin necesidad de que tengamos que pensar en los mercados de la China o de Inglaterra o de cualquier parte. Algo tendremos siempre que intercambiar y eso será magnífico, porque el secreto para poder realizar el milagro es ir aumentando acá adentro el consumo y la producción, satisfaciendo primero las necesidades completas nuestras y lo demás colocarlo en el mercado internacional conquistando esas plazas con la mejor mercadería. Naturalmente que todo esto no es posible realizarlo en un plan quinquenal ni en dos planes quinquenales. Es una tarea de muchos años de trabajo. Estados Unidos ha tardado a ritmo acelerado, casi setenta años en realizar esto; Inglaterra tardó casi un siglo. Nosotros sí lo hacemos en un siglo debemos estar contentos. Yo no creo que la República necesite una gran potencialidad hasta de aquí a un siglo. Nosotros debemos ponernos en la tarea de hacer una Argentina grande, poderosa y rica para de aquí a un siglo. Si lo queremos hacer en cincuenta años, a echaremos el alma y no lo lograremos. Señores: yo creo que el año que viene quizá nosotros, de acuerdo con el resultado de la cosecha, podremos ayudar un poquito más que lo hemos ayudado este año a las provincias, porque nuestro concepto es poder proporcionar a las provincias la mayor ayuda del gobierno federal. No creemos que el federalismo consista en que cada uno se arregle en su provincia con lo que la provincia tiene, si no que todos pongamos un poquito de nuestros medios para ayudar a los otros. Al fin y al cabo, ayudar a las obras de la provincia, es ayudar a la República que a la postre es lo que interesa. No se si los señores del grupo económico comparten esto, pero si la cosecha viene buena, nosotros vamos a poder dar una ayudita un poco o superior a la que dimos el año pasado. Ministro de Hacienda de la Nación: Este año hay 280 millones de pesos más para las provincias, de acuerdo a las modificaciones impositivas que se han hecho. Es una cifra importante. Ministro de Hacienda de la provincia de Buenos Aires: Para la provincia de Buenos Aires hay un problema importante: es el pago de las obras públicas realizadas. Es el problema fundamental. Presidente Perón: Claro, a ustedes se les ha ido a la mano. Se entusiasmaron y....pero tendremos que buscar la forma. Ministro de Hacienda de la provincia de Buenos Aires: El problema no es grave. En Buenos Aires, por ejemplo, que se comprometió obras por valor de 2.300 millones de pesos, se pagó, con la ayuda del Ministerio de Hacienda de la Nación, un poco menos de 1.900 millones. El saldo es relativamente fácil pagarlo; incluso nosotros hemos acumulado superávit de ejercicios, de manera que pagamos los dos tercios. Hoy, Buenos Aires, está pagando mensualmente 60 millones de pesos. De manera que creo que lo único que preocupa a todas las provincias es el pago de lo realizado. Presidente Perón: Para nosotros es cuestión de buscar la forma de consolidar eso. Ministro de Hacienda de la Nación: Es un esfuerzo que no tiene precedentes: 1.300 millones en dinero efectivo..... Presidente Perón: Buscaremos nosotros la forma de consolidar esa deuda. Alargándole un poco más el plazo se va a cubrir perfectamente, porque de las obras realizadas, casi el 80% son productivas. De manera que para los presupuestos futuros -y eso le interesa a usted que va a hacer el administrador de todo eso- va a comenzar a producir. Por lo tanto, el presupuesto no va a estar solamente reducido a los impuestos sino que tendrá otras entradas que nosotros estamos procurando hacer. El Estado ha construido barrios de viviendas, etcétera, que van a producir y eso va a volver. Ministro de Hacienda de la provincia de Buenos Aires: Nosotros hemos demostrado que todo el plan trienal se paga a así mismo, incluso las obras que no son reditivas. Presidente Perón: Entonces, lo único que se necesita es tiempo. Consolidaremos la deuda; buscaremos algo que incida lo menos posible sobre la inflación. Ministro de Hacienda de la Nación: En la conferencia de ministros de Hacienda se han estudiado algunas propuestas de algunos señores ministros, por las que los mismos interesados son los que aportarían mediante la suscripción de títulos, para que se financien las obras públicas. Presidente Perón: Plata hay y perspectivas hay más. Por otra parte, no pagaremos nosotros todo lo que van a consumir nuestros hijos y nuestros nietos; que ellos paguen un poco. Ministro de Hacienda de la Nación: Ahora tenemos que estar previendo. Hay que ordenar el paso de acuerdo a nuestras posibilidades. Ministro de Hacienda de la provincia de Buenos Aires: Mil trescientos millones de pesos es un caso extraordinario en la historia de las provincias. Presidente Perón: Quiere decir que los negocios marchan bien. Ministro de Hacienda de la Nación: No solamente hemos pagado, sino que hemos tenido superávit. Nos ha costado algunos sacrificios, pero comprendemos que tampoco se puede dejar a las provincias sin esa ayuda fundamental del gobierno federal. Presidente Perón: Hasta ahora hemos hecho una economía de miseria. Somos los primeros que hemos tratado de hacer las cosas en grande. Antes se conformaban con puchitos y vivían una miseria espantosa, tanto en el orden estatal como en el privado. Nosotros hemos hecho una reactivación económica real. Hemos reactivado en la economía y la producción está aumentando enormemente en todos los sectores. A nadie se le puede pedir que produzca para que se le pague una miseria. Creo que aumentando todo esto es como vamos a llegar a la reactivación total. El doctor Cereijo tiene razón; hay que reactivar estas cosas, porque no podemos hacer como los turcos, con un buen cajón para meter la plata. No podemos seguir ese sistema del cajón, tenemos que organizar todo de común acuerdo entre las provincias y el gobierno federal. Juntos salvaremos cualquier dificultad que se presente. Para el Segundo Plan Quinquenal ya hemos hecho la triangulación de las grandes obras en el sentido de las obras en conjunto, como irrigación, transportes, etcétera, y ya podemos desviar un poco a las provincias el centro de gravedad. Queremos que cuando se termine el Segundo Plan Quinquenal no haya en lo posible ninguna provincia pobre, es decir, que en el ferrocarril que representa la República Argentina, donde hay máquinas y vagones, todos sean máquinas para que todos empujen. Las provincias no son pobres; están insuficientemente desarrolladas y todas ellas están en condiciones de poder ganarse la vida por sí. Vamos a dedicar a las provincias en el Segundo Plan Quinquenal la ayuda técnica para llevar de buena fe a esas provincias la ayuda de todas las demás y del gobierno federal y que puedan construir las obras básicas que necesitan para el aprovechamiento integral de su territorio y desarrollar aquellas industrias regionales que le permita dar esa riqueza. De esta manera en el Segundo Plan tendrán una economía nivelada y tranquila para la vida propia. Si realizamos eso por lo menos con tres o cuatro provincias, ya habremos cumplido suficientemente el objetivo. Yo entiendo el federalismo como una ayuda de los unos a los otros y no he estemos peleando entre nosotros. Si hacemos eso, yo creo que ninguna provincia tendrá inconveniente en ceder un poco de lo suyo en beneficio de las provincias pobres, y así haremos una gran obra para la república Argentina. El gobierno federal se librará de esa ayuda permanente, pero extraordinaria, que debe prestar ahora a las provincias, con beneficio para todos. Creo que todo esto nosotros pero podemos hacer bien en el Segundo Plan Quinquenal. Claro que algunas provincias están atrasadas porque han tropezado con inconvenientes. Yo veo nuestro futuro con una claridad absoluta. Arregladas nuestras finanzas internacionales, no debiendo nada nadie, trabajando y produciendo, tenemos que hacer un país rico y formidable en pocos años. Nosotros podremos decir hoy tranquilamente que estamos en una situación más ventajosa y que vivimos más felices, más contentos y más dispuestos a trabajar e ir hacia adelante que hace diez o quince años, cuando el país estaba paralizado. Señores: yo siempre hago este balance, porque no soy de los que se ilusionan, sino de los que vive en la realidad. Estoy totalmente satisfecho, y veremos que es podemos hacer el año que viene para ayudar a los señores gobernadores para que llenen sus aspiraciones, que son también las nuestras. Ojalá podamos hacer mil veces lo que hicimos. Esa es nuestra aspiración. Pero, todo eso, lógicamente, está sujeto a la ley de posibilidades, que no ofrece un campo tan amplio como el de la imaginación de los que tenemos ambición de servir al país. Hoy, nuestra misión es posibilitar el progreso de todas las provincias en todo lo que podamos. Nosotros no somos más que hombre de trabajo que estamos todo el día metidos acá para posibilitar que ustedes trabajen y para que todos los argentinos puedan trabajar en todas partes. Si lo hacemos bien o mal, no se; pero la buena voluntad y la intención la tenemos. Todo nuestro esfuerzo y nuestro sacrificio lo realizamos para facilitar la gestión de todos ustedes. Nosotros sabemos perfectamente bien que si las provincias trabajan, el resto de la Nación prospera y todos vamos en coche. La Capital Federal, por su parte, marcha sola. Nosotros no le damos más a la Municipalidad, por el contrario, a veces le pedimos. En realidad, hemos perdido algunos años en la Capital Federal, pero nosotros no le hemos dado gran cosa. Este año, en el presupuesto para Capital Federal, y habiéndose realizado una obra bastante grande, se han hecho cuarenta millones de pesos de economía. Secretario de Hacienda de la Municipalidad de Buenos Aires: Se han hecho cuarenta millones de pesos de economía y cien millones de pesos de superávit. Presidente Perón: Y se han realizado diez veces más obras que en los cuatro años anteriores. Nosotros podemos decir que a la Capital no le hemos dado nada. Ministro de Hacienda de la Nación: En realidad, señor presidente, se le ha dado bastante dinero. Presidente Perón: Dentro de la participación que le corresponde. Ministro de Hacienda de la Nación: Yo estoy hablando de créditos extraordinarios. Para el plan de obras, por ejemplo, le hemos dado... Presidente Perón: Nosotros no hemos hecho como en otras oportunidades en que todas las obras de la Capital Federal han sido pagadas por el gobierno federal. Nosotros, en general, le hacemos pagar a la Municipalidad las obras públicas que le corresponden, nada más; pero quiero decir que nosotros nos hemos ocupado en nuestros planes más de las provincias que de la Capital Federal. No hemos hecho la política de siempre que los que gobernaban veían esto y se dedicaban a esto. En vez, nosotros no hicimos eso. La Municipalidad ha trabajado y no le hemos dado nada extraordinario ni le daremos nada extraordinario. Quería inaugurar hace poco trabajos de construcción de ese tipo de sistema de monoblock, pero no se dio el dinero. Pero me interesa eso: recalcar que no hemos dado preferencia al distrito federal con relación a las provincias. Al contrario, hemos dado más a las provincias en todos los casos; y lo digo, no porque quiera hacer resaltar eso porque sean ustedes ministros de hacienda, sino porque con la ayuda federal iremos a las provincias de que más lo necesiten. Aquí nos arreglaremos nosotros. Con el distrito federal nos arreglaremos nosotros. Señores: no quiero hacerles perder más tiempo. Es una charla de cómo veo el asunto y como estamos preparando y ruego que al volver a las provincias lleven el saludo cariñoso a los compañeros están trabajando en las provincias con la misma intensidad y voluntad nuestra para decirles que este año no olviden que es un año político, no en el concepto que tenían antes. Nosotros no tenemos necesidad de hacer política desde gobierno. Para eso están las organizaciones partidarias. Para nosotros la parte política que hace la administración es la obra, que es una gran política. Claro está que es necesario que esa gente que puede hacer esa política no haga una obra y después la eche abajo, sino el pueblo no va a quedar contento. La obra que se realiza con la política hay que hacerla servir en beneficio partidario. Este año es un año político, será un año político. No creo que nosotros tengamos problemas de orden político. Del punto de vista de la disciplina de nuestro partido no hay problemas, puesto que todos luchamos para el pozo común. Nadie trabaja para sí. Se ha llegado a un apaciguamiento de la masa de partidaria de toda la República. Se nota un mayor desprendimiento de los hombres. Hubo al principio algunos que trabajaron para sí, pero no les salió bien la cosa y entonces la gente al verlo no los siguió y se volvió más atemperada en el orden de las ambiciones personales. No es que critique a los hombres que tengan ambiciones. Me gustan los hombres ambiciosos porque es fuerza motriz que construye y mueve, pero, claro, en esa ambición debe estar en razón directa de la capacidad de los hombres. La gente ambiciona llegar, pero si llega y fracasa, Dios me libre de ese ambicioso fracasado. Ahí, en ése, la fuerza es contraria. Ahora, el capaz que ambiciona, llega y triunfa, ése es el nombre que nosotros necesitamos. Con hombres que no tengan interés no vamos a ninguna parte. Hemos seguido una política en ese sentido, que sin matar las aspiraciones justas de las ambiciones, naturales y justificadas de los hombres, impidió esa lucha por puestos y cargos. Muchas veces he tenido que designar personas y he debido andar buscando y algunas veces se ha dicho. "No soy capaz". Me gusta más eso que la lucha por los puestos. Antes, el hombre ocupaba cualquier puesto, por la simple razón de que el puesto era una prebenda. Ahora hay mucha gente que rechaza los puestos, porque no se sienten con fuerza ni con capacidad para desempeñarlos. Quiere decir que hoy el puesto es una carga, y es lo que debemos llegar a establecer: que nunca sea el puesto una canonjía para un hombre; de que sea una carga y un sacrificio y es sólo lo desempeñen aquellos que sean capaces. Desde el punto de vista político, para mí es lo más maravilloso que hemos conseguido. Ha desaparecido ese pequeño caudillismo que teníamos en todas partes. Algunas medidas aplicadas bien y a tiempo por el partido, han permitido atemperar todo esto. Por otra parte, no se justifican en el Movimiento Peronista la lucha de los hombres por los puestos. Además, tenemos que formar dentro de nuestra modalidad el concepto de que donde lo manden a uno a servir, allá tiene que ir. Para nosotros no son los puestos que honran a los hombres, si no que los hombres son lo que deben dignificar a los puestos. Debemos implantar esa moral política para terminar con la lucha que siempre ha existido en tiempos anteriores. En este sentido, cada día nos vamos conociendo más; cada día vamos siendo más amigos entre nosotros. En las organizaciones políticas, la amistad vale mucho más que cualquier otra cosa. La disciplina que se debe seguir en el orden político no debe tener otra finalidad que la capacidad de los hombres. Vamos a jerarquizar a los hombres que valen, a los hombres honrados. No debe existir otra jerarquía. Eso le irá dando una nueva modalidad al partido, donde los valores apreciables se van jerarquizando y los despreciables se van eliminando. Esto es lo único que puede dar inmunidad a una agrupación de hombres. Al hablar de este tema político a los ministros y hacienda, lo hago sólo con el fin de que el lleven a todos los compañeros del interior mi palabra de satisfacción por ver como el panorama se va cada día aclarando. Es un ejemplo muy aleccionador para la política del país. Triunfar sobre esto es más importante que triunfar sobre cualquier otra cosa. Los hombres que triunfan sobre sí mismos son siempre superiores a lo que triunfan sobre lo demás hombres. Tenemos que tratar de formar en nuestro partido hombres capaces de triunfar sobre sí mismos, en lo que está el germen de los triunfadores sobre los demás. Yo les agradezco nuevamente la amable visita y les ruego que lleven un abrazo a todos los compañeros de interior, a los gobernadores, a los ministros y a todos los demás descamisados. Los ruego también que transmitan mi reconocimiento por la obra que estos realizan en favor del engrandecimiento de la Nación. ..............
1950-12-20
En el acto de clausura del Congreso Generl de la Confederación de Empleados de Comercio
En la sala del teatro Pol Compañeros latinoamericanos y europeos, compañeras y compañeros: Yo deseo que mis primeras palabras sean de homenaje a los compañeros empleados de comercio de Latinoamérica y Europa, que nos hacen el honor de su visita, diciéndoles que para nosotros no sólo son hermanos, que en esta tierra no son ni serán nunca extranjeros, porque para los justicialistas, los trabajadores del mundo entero son nuestros hermanos. Yo he querido llegar hasta esta magnífica reunión de los compañeros de la Confederación de Empleados de Comercio para traer a ella mi cariño y mi entusiasmo por la causa que es de todos los argentinos que trabajan; he querido llegar hasta acá para traer con mi palabra el entusiasmo con que sigo hoy como en los primeros días, la causa de los trabajadores argentinos, y para ello, como deseo ser breve, quiero tocar solamente pocos puntos, de cuantos me había proyectado considerar en esta noche. En primer término, deseo presentar mi homenaje a la Confederación de Empleados de Comercio de nuestra patria, como entidad gremial, como conciencia social y sindical, por su organización, por su cohesión, por su disciplina y por su entusiasmo, que hoy hemos escuchado de boca del compañero Argaña, del compañero Diskin y del compañero Borlenghi; quiero presentar mi homenaje de ciudadano, de argentino y de compañero, a esta organización que puede ser modelo en cualquier parte del mundo. Deseo también adherirme de todo corazón al festejo que la Confederación General de Empleados de Comercio realiza con motivo de la aprobación del decreto-ley 33.302. Ese decreto sé bien cuanto ha costado y cuanto nos ha costado, pero para mí, frente a la Confederación General de Empleados de Comercio, tiene una virtud de haber mostrado a través de la gestación de ese decreto, el corazón noble, leal y sincero de esta agrupación de trabajadores. Recuerdo que a ése está ligado la parte de crisis de toda la acción que nosotros realizamos desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, y no olvidaré jamás, que en la gestación de ese decreto ustedes me apoyaron. Borlenghi, que fue el verdadero iniciador de este decreto, lo redactó y el 9 de octubre, cuando como causa gravitó también este decreto, hube de abandonar el gobierno, estuvieron en el último momento conmigo los empleados de comercio frente a la Secretaría de Trabajo y Previsión. Cuando les hablé, me despedí de ellos, los vi presentes, concentrados en menos de dos horas más de cincuenta mil personas, eran los mismos empleados de comercio que en la primera gran concentración estuvieron también conmigo, y el 17 de octubre, cuando retornaba de Martín García, fue también el compañero Borlenghi y el compañero Argaña en representación de los empleados de comercio que me dieron el primero y jubiloso abrazo de los amigos al retorno. Por eso para mí, el decreto tiene esos dos méritos: el de haberme permitido la satisfacción jubilosa de rememorarlo con ustedes y el de haberme dado la oportunidad de conocer a los buenos amigos. Hemos escuchado en la exposición del compañero Diskin, la obra realizada por los predicadores de nuestra doctrina, que recorriendo los lejanos caminos de nuestra tierra, han ido derramando una simiente que no será nunca estéril en la tierra argentina. Esos hombres que tienen y tendrán el mérito de haber sido los sembradores de la futura felicidad de los argentinos, los que llevaron con la doctrina del Justicialismo el corazón de los hombres honrados y de buenos sentimientos, los que trabajamos no para nosotros sino para el pueblo argentino, porque haciéndolo estamos trabajando por la felicidad de sus hijos y por la grandeza de esta patria tan amada. Yo agradezco a todos esos compañeros anónimos, que por anónimos, tienen el mérito más grande frente a la obra justicialista. El Justicialismo, hemos dicho muchas veces, necesita de realizar obras pero necesita también de predicadores, porque nosotros no queremos imponer una verdad sino que queremos persuadir al pueblo argentino de esa verdad y de los bienes que esa verdad acarreará a los trabajadores argentinos. Nosotros hemos de predicar una y mil veces, con la palabra y con las realizaciones, hasta que no haya un sólo argentino que pueda dudar, no de nuestra capacidad y de nuestro éxito, sino de nuestra buena intención, porque en los pueblos y en los hombres, lo que vale no son solamente sus obras sino la intención con que esas obras han sido realizadas. En esto también debo reconocer, que la iniciativa y la organización de toda esa campaña, para la difusión de nuestra doctrina, ha sido debida a la inteligencia, a la capacidad y a la lealtad de mi ministro del Interior y de mi querido amigo, el compañero Borlenghi. Yo no habría de hacer aquí el elogio del compañero Borlenghi ante ustedes que lo conocen mejor que yo, sólo puedo decir que es su tacto, que es su tino y que es su capacidad uno de los puntales para que esta política de nuestro país tan complicada y tan difícil, vaya haciéndose cada día margen de tolerancia, margen de comprensión, que nos conducirá al objetivo que con él nos hemos trazado: realizar la unidad del pueblo argentino por la comprensión, por la tolerancia, y señores, por la persuasión de que nosotros no tenemos otra ambición que favorecer a los hombres de esta tierra con todo nuestro esfuerzo y con todo nuestro sacrificio. Que en esa intención estriba nuestro patriotismo, más que en todas las palabras que podamos decir para ensalzar la patria. Por eso compañeros, estos actos de rememoración de los días de lucha, son los oasis que nosotros, los hombres de lucha, tenemos a lo largo de nuestra vida; los que la tarea de gobierno encadenan a una función de sacrificio porque han ido al gobierno no para servirse del pueblo sino para servir al pueblo; los que no tenemos otra diversión, no tenemos otra satisfacción, que ver la cara jubilosa de nuestros compañeros trabajadores, de ver el grado de felicidad que hace nuestra propia felicidad, de ver el grado de grandeza de nuestra patria, que será la que haga el grado de grandeza de los hombres que todo lo hemos sacrificado y que diariamente sacrificamos para el beneficio de todos los argentinos. Por eso compañeros, yo deseo para no alargar ya esta reunión, decirles solamente que este homenaje de un compañero, quizá el más humilde de todos, pero el más fervoroso por la causa de todos, quizá el más modesto de todos, el que aspira solamente al reconocimiento de sus conciudadanos, que no ha puesto su fe en otra ambición ni en otro destino que en ser todos los días un poco útil a quienes más lo necesitan. De un hombre que solamente reclama para sí, el insigne honor de haber podido cumplir debidamente cuanto el pueblo quiere que se cumpla; un hombre que ha tratado de luchar por la verdadera libertad, por la libertad que no usa careta, por la libertad que es la libertad primaria de los hombres, que es la defensa de su propia libertad y de su propio albedrío, y que trata de ofrecerle al pueblo argentino esa libertad por la cual los argentinos han sabido morir y han sabido luchar. De un hombre señores, que solamente aspira a que algún día sus conciudadanos digan solamente que supo cumplir con su deber. En nombre de todos esos sentimientos compañeros, es que yo quiero resumir en un sólo homenaje de mi corazón, a estas realizaciones de la Confederación General de Empleados de Comercio, diciéndoles que todo cuanto ustedes están realizando, son parte de los propios ideales que yo acaricio y que por ello bendigo la hora en que ustedes unidos, camaradas entre todos, compañeros en todas las horas, realicen lo que soñamos que el proletariado argentino ha de realizar: formar una comunidad de hombres que trabajan, que trabajan con dignidad y con amor, y que así mientras ven crecer a sus hijos, vean crecer la imagen de nuestra patria justa, libre y soberana. En nombre de todo ello, compañeros, es que yo presento éste, mi humilde homenaje, a todos los compañeros de la Confederación General de Empleados de Comercio, y les deseo que en este año 1951, que ha de iniciarse dentro de breves días, venga para ustedes colmado de felicidades y de venturas y que cada uno de ustedes como bien lo merecen sean cada día más felices. ...............................
1950-12-21
En la inauguración del edificio de la Caja de Retiros, Jubilaciones y Pensiones de la Policía Federal
Yo no voy a hacer un discurso, sino simplemente que a manifestar mi júbilo por este nacimiento de la Caja de Jubilaciones y Pensiones de la Policía Federal, júbilo que tiene su explicación para todos ustedes, si recordamos que una de mis más grandes satisfacciones estriba, precisamente, en que las organizaciones de todo orden vayan bebiendo en su propia conciencia social la necesidad de preparar el amparo de esa comunidad, que está por sobre las necesidades del amparo de cada uno de sus hombres. En el mundo hay siempre dos clases de hombres, como hay dos clases de pueblos: los hombres que sienten para sí, trabajan para sí y no tienen ninguna inquietud hacia fuera, y los hombres que creen que la vida es muy triste para vivirla en la soledad del espíritu y en el egoísmo de las cosas propias y que piensan que, unidos, pueden realizar lo que jamás realiza el hombre aislado. Así como hay hombres que piensan y sienten de una y otra manera, también hay pueblos que mantienen su doctrina individualista y otros que han superado esa doctrina. A los que pensamos que ese individualismo ha sido sobrepasado por los propios sentimientos del hombre, que es la conciencia social de los pueblos y de los hombres, esa conciencia nos junta, nos hermana, nos hace más cristianos, más buenos y nos permite realizar obras que el esfuerzo común cristaliza, como en este caso, para la defensa de todos, mediante esfuerzo y ayuda también de todos. Es por eso, señores, que yo, a pesar de estar en estos momentos un poco ocupado por lo interno y lo externo, no he querido faltar a este acto y he querido venir a esta casa, muy modesta, pero que para mi tiene la más grande significación. Yo soy de los que creen que el hombre, mediante esta clase de obras, es como se va a superar a sí mismo y es como va llevar a cada uno de los que comparten su vida un poco de las satisfacciones que pueden sobrarle a cada uno, para que todos seamos un poco felices, más buenos y más dignos de vivir esa vida que, para nosotros, no puede tener solamente las dimensiones horizontales, sino que también debe tener una dimensión vertical. Mi esposa, que comparte estos sentimientos y que además tiene especial simpatía por la Policía Federal me encargó, porque está afectada por una laringitis aguda y no ha podido venir, que la representara ante ustedes y les hiciera llegar a todos los integrantes de la Policía Federal sus sentimientos por no haber podido asistir, aunque en evidencia siempre se considera presente en estos actos que ampara con su infinita bondad su buen corazón. Señores: a pesar de que el inspector mayor Gamboa me ha echado la culpa a mí de todo esto, yo quiero rendirle a él un merecido homenaje, porque ha sido un luchador que tesoneramente ha bregado por levantar esto que hoy es una obra común de los hombres de la Policía Federal que sé que han prohijado con todo tesón y entusiasmo el desarrollo de esta obra. Quiero decirles a todos los integrantes de la Policía Federal que esta casa, nacida del esfuerzo de la propia policía y del común sentimiento de confraternidad que los anima, la cuiden mucho, la hagan próspera, la vigilen en forma permanente para que siga siendo la fuerza tutelar de los hombres que, llegando a la vejez o a la invalidez, encuentren aquí el techo de su segundo hogar. Aquí, todos los demás compañeros les ofrecerán su cariño, su amistad y su hermandad sin la cual la vida no merece ser vivida. Finalmente, señores, al agradecer en forma personal todas las amabilidades de que he sido objeto esta mañana, quiero desearles en estas próximas fiestas y en el próximo año se inicia sean ustedes inmensamente felices en compañía de sus familiares. ................
1950-12-27
Ante una delegación de jefes, oficiales y representantes de hogares policiales de la Policía Federal
Deseo que mis primeras palabras sean de agradecimiento por la amabilidad que han tenido de llegarse hasta esta casa para darme a mí la inmensa satisfacción de poderlos saludar personalmente. Después de escuchar las palabras del jefe, yo pienso que ustedes, en su acción social y patriótica, han sido verdaderos precursores del justicialismo, porque nuestra principal preocupación ha sido, casualmente, buscar el desarrollo de una conciencia dentro del país sobre la necesidad de que hagamos algo los que podemos hacerlo por los que no lo pueden hacer, es decir, asociaciones de bien público destinadas a ayudar a aquellos hombres humildes que prestan sus servicios a la Nación, exponiéndolo todo por una modesta paga. Por esa razón, es para mí gratísimo poderles reconocer y agradecer, en nombre del Estado, la acción que realizan los hogares policiales, porque ellos están haciendo un aporte de la función que el Estado debe llenar con sus propios servidores; El gobierno considera que la acción desarrollada por los hogares policiales es una colaboración directa que ciudadanos patriotas y honrados prestan a la Nación misma. Nosotros sabemos que los servidores policiales, en todos los tiempos, no han tenido una remuneración que los cubra de los numerosos riesgos que afrontan. Por esa razón, nosotros hemos tratado de hacer un esfuerzo para darles una remuneración que, aunque no cubra todos los riesgos, por lo menos cubra una parte de los mismos, Todos los ciudadanos que, comprendiendo ese esfuerzo, realizan la labor que ustedes realizan, ofreciendo a esos servidores casas en mejores condiciones, ayuda pecuniaria y el cubrimiento de algunos de los riesgos que el hombre siempre tiene en la vida, están llenando una función que si bien el Estado todavía no ha podido llenar, debe aspirar a llenarla. Por eso es doblemente meritorio lo que ustedes realizan. De la misma manera; resulta sumamente interesante el constituir comisiones para organizar los festejos con motivo de los días patrios que nos muestran a la Policía alejada de todo otro problema que no sea el servicio del país mismo. Esto también se los agradezco en nombre del gobierno. La elevación del índice patriótico ha sido una de nuestras preocupaciones constantes, y en este sentido hemos hecho todo lo posible por alcanzar el más alto índice, no solo en una esfera, sino en todas las esferas de acción de los ciudadanos argentinos. Yo siempre he pensado que en esto es necesaria una acción conjunta entre todos los argentinos. Yo, desde el Gobierno, trato de ayudar a esas comisiones de festejos que exaltan el sentimiento patriótico de la masa en toda forma, pero principalmente mediante la acción social. Yo siempre digo -y en esto, como en todo, analizo .siempre mi caso- que siendo un ciudadano como todos los demás, he tenido el privilegio de que el Estado me costease los estudios, como se los costea en general a todos los que pueden seguirlos. Siendo aún un muchacho se me dio mando; cuando terminé eso estudié en la Escuela Superior de Guerra, completando mi cultura siempre mediante la ayuda del Estado; cuando terminé mis estudios me mandó a Europa para continuar estudiando y aproveché todo lo que pude esa canonjía que daba la Nación a uno de sus hijos. . Analizando todo eso, yo digo, en conciencia, que cuando la Nación me pida mi vida, yo no tengo otro camino que ofrecérsela, porque a ella le debo todo lo que soy. Pero es muy distinta la situación de un hombre a quien nunca la Nación le dio nada, sino malos ratos; que ha tenido que trabajar duramente siempre, y que quizá no sepa leer ni escribir. ¿Tiene ese hombre la misma obligación que tengo yo para con la patria? No, señores. La patria es como la madre: uno la ama más cuanto más se preocupa ella por uno, pero no la ama mucho cuando lo abandona. Es una cosa humana. Lo contrario sería pedir que todos fuesen héroes y los héroes son excepcionales; no existen pueblos de héroes, existen pueblos de hombres y los hombres son tales con todas sus virtudes y todos sus defectos. Por eso entiendo yo que la mejor obra patriótica es ir convirtiendo a cada uno de nuestros hombres en un patriota. Muchos se rasgaron sus vestiduras cuando un obrero dijo que su patria era donde ganaba el pan, y quién sabe si ese obrero no tenía razón. Yo, a pesar de ser un patriota, no me azoré cuando escuché una exclamación de ese orden, pero lo que sí, traté de ponerle remedio, para que la Argentina, formando una Nación justa, pudiera ofrecer a los hombres a quienes la fortuna había abandonado desde niños, la solidaridad y el apoyo de los demás argentinos para quienes pudieran ser un poco más felices y tener una vida un poco más digna. Y ahora ese hombre comienza a estar obligado para con la patria. Esa es la forma de levantar el índice patriótico de la población, junto con esa acción de ustedes, que van logrando exaltar, en ese hombre que yo vaya formar patriota obligándolo con la patria, los sentimientos de amor a su tierra, en los días en que la nacionalidad festeja sus fastos y rememora a los hombres que, haciendo de su vida un sacrificio permanente, nos legaron esta patria que nosotros debemos entregar a las generaciones del futuro, de acuerdo con lo que reza nuestra Constitución, convertida en una patria justa, libre y soberana. Imaginarán ustedes que si yo soy un hombre que pienso así, ustedes han dado justo en el gusto del presidente de la República, porque ustedes están haciendo lo mismo que yo. Vale decir; ustedes con sus hogares policiales están formando hombres agradecidos de la sociedad argentina, hombres agradecidos de la patria y los exaltan en los momentos en que la nacionalidad llega a la cima de su entusiasmo en los festejos de nuestros días patrios. Por eso, la acción que ustedes realicen no solamente es encomiable desde el punto de vista humano y desde el punto de vista patriótico, sino que lo es también desde el punto de vista institucional. Están ustedes colaborando en la forma más perfecta y más grande con el propio gobierno, que vela para que cada uno de los hijos de esta tierra sea un agradecido de ella, y para que cada uno de sus hombres se acuerde que, en esos días que festejan la memoria de nuestros héroes y las glorias de nuestra tradición, él también debe levantar su grito entusiasmado, como los demás hombres que estamos agradecidos a esta patria grande y noble que tanto amamos. Señores: mi señora me ha encargado que yo les agradezca la amabilidad de ustedes, porque ella está castigada por una laringitis. En su nombre, acepto el ofrecimiento de la presidencia honoraria y les agradezco esta gentileza. Ella también es una humilde colaboradora de esta gran obra que realizamos todos los argentinos que pensamos que para hacer una patria grande tenemos que poner un poco de todo lo que nosotros tenemos: si es buen corazón, buen corazón; si es poder material, poder material, y si no, virtudes, abnegación y sacrificio. Ella piensa como pienso yo a ese respecto, y por eso, señores, se une a mi profundo agradecimiento por la acción que ustedes realizan, que los hace acreedores al reconocimiento del gobierno por esta colaboración inapreciable con que ustedes están sirviendo al gobierno y a la Nación. Y en ese agradecimiento, señores, va también, en retribución, los deseos más fervientes de que ustedes, en este nuevo año que vamos a iniciar, colmen todos sus anhelos de felicidad. Que sean ustedes inmensamente felices y que recuerden que a la acción que ustedes realizan, el gobierno ha de prestar todo el apoyo que le sea posible. Al gobierno no recurrirán nunca en vano, y sin alardes de ninguna naturaleza, estamos dispuestos a entrecruzar nuestros esfuerzos y abrazos en una acción común. ...........
1950-12-30
En la inauguración de la Facultad de Medicina de la Universisad de Cuyo
Yo solo deseo decir unas pocas palabras, no para exaltar esta obra, que es para mi una obra indispensable a realizar dentro de la Universidad de Mendoza, pero sí para hacer presentes algunas circunstancias que quizá los señores asistentes a este acto desconozcan. Hace ya tiempo que el señor rector está empeñado en que la Universidad de Cuyo tenga también su Facultad de Medicina. En ese empeño ha intervenido también el gobernador de la provincia, mi amigo Brisoli, el señor Ministro de educación, doctor Méndez San Martín. Ellos me han hablado de la necesidad de Cuyo tuviese su Facultad de Medicina y yo les he contestado siempre que tenía la misma opinión por que esta Universidad carecía de la Facultad de Medicina, siendo una necesidad sentida en esta región del país, sino porque yo tengo de la Universidad de Cuyo -y lo confieso sin ningún rubor- una cierta debilidad que ha ganado mi corazón. Ello ocurre no solo porque yo he vivido en Mendoza - sabemos bien que quien vive aunque sea pocos días en Mendoza, comienza a amar profundamente a esta tierra generosa-, sino también porque esta universidad ha sido la primera del país que ha tomado un ritmo verdaderamente justicialista, vale decir, el ritmo que nosotros queremos imprimir en el país. Ello se ha puesto en evidencia en el empeño extraordinario que su rector, los señores decanos y todo el profesorado de la Universidad ha puesto para llevar a esas casas de estudio una orientación que satisfaga las necesidades del tiempo y las aspiraciones de los argentinos. Es así, como señores, que en breve tiempo vemos surgir aquí el Instituto del Trabajo, primera creación de la Universidad de Cuyo. Vale decir que vemos a la Universidad Argentina en el trabajo de extensión cultural que nosotros creemos que deben llevar para servir en forma directa al pueblo; vemos después el desarrollo de sus congresos, todos ellos interesantes y todos importantes. Y culmina este bendito Año Sanmartiniano en que, señores, esta ha de ser la tierra elegida por Dios para que nosotros pongamos a este año un final un final que condiga con nuestro inmenso amor por el Libertador, realizando un congreso sanmartiniano que mañana clausuraremos. Y lo haremos en nombre de la patria argentina, agradecida a esta tierra cuyana que fue sin duda la cuna de las glorias del Libertador. ....................
1950-12-30
En la entrega de diplomas a alumnos del Instituto del Trabajo de Mendoza
Antes de irme, quiero decir siquiera dos palabras. Desde que este Instituto funciona en la Universidad de Cuyo, siempre he tenido la inmensa satisfacción, todos los años, de entregar los diplomas en este día. Tampoco hoy he querido faltar, aun cuando el tiempo me apremia a andar un poco mas rápido de lo que ando. Quiero decirles que los felicito por la marcha de estas creaciones de los tiempos justicialistas; los felicito a todos y deseo que este progreso que se ve en todas las actividades de la Universidad de Cuyo, que esa satisfacción que veo en la cara de cada uno de los muchachos que me escuchan, lo lleven adelante, poniendo toda su inteligencia, toda su fe y todo su trabajo para que esto marche adelante y sea lo que todos los argentinos de esta Cuyo, esperamos que sea. Nosotros, que tenemos el recuerdo, tengamos también este presente jubiloso que nos anuncia un futuro mejor y mas lindo para todos los muchachos de Cuyo. Para ello tienen ustedes la voluntad ustedes la voluntad inquebrantable de hacerlo, tienen una dirección patriótica, leal y capacitada, ese esfuerzo es el único que les pido: trabajen sin cesar y triunfarán. Muchas felicidades. .........................
1950-12-30
En una acto en la plaza Independencia de la ciudad de Mendoza
Señor gobernador de la provincia y querido amigo Bras Brisoli, autoridades nacionales y provinciales, señores jefes superiores y jefes y oficiales de las fuerzas armadas, compañeros trabajadores: Yo he deseado llegar una vez más atraído por los sentimientos de mi corazón hacia esta hermosa tierra cuyana, y he querido hacerlo para venir a clausurar el año Sanmartiniano aquí, en esta tierra que podríamos llamar cuna de la libertad argentina porque sus hombres junto con el gran capitán aseguraron desde aquí la libertad de América. Para los buenos argentinos, San Martín y Cuyo son una misma cosa. Por esa razón a pesar de todas las tareas y de todas mis preocupaciones, he querido llegar hasta esta Mendoza tan querida, para cerrar desde ella el año en que los argentinos día tras día hemos revivido junto a la gloria y a la tradición legada a los argentinos por el Gran Capitán de América. He deseado que sea desde Cuyo, desde donde pueda decir a todos los argentinos, que la memoria, la vida y las hazañas de San Martín no son sólo para ser mentadas sino para ser imitadas por cada uno de los argentinos. Él, que fue nuestro libertador, ha de haber tenido en lo más profundo de su alma la idea integral de nuestra libertad. Él no pudo soñar para el pueblo argentino una libertad a medias o regateada, desde fuera o desde dentro del país. Él no pudo soñar una patria políticamente libre pero encadenada a la esclavitud de su economía o explotada desde el exterior y desde el interior de la patria. Él no pudo soñar con una argentina nominalmente libre compuesta por un pueblo esclavizado por el capital foráneo o por la ambición de los propios gobernantes de esta tierra. Él no pudo soñar con un pueblo argentino laborioso que sólo tuviera la libertad de morirse de hambre. Es por eso compañeros, que nosotros los justicialistas, pensamos interpretar al general San Martín cuando queremos una Nación socialmente justa, económicamente libre, políticamente soberana. Nosotros pensamos que si San Martín viviera en este tiempo no querría un pueblo indigno ni indignificado, sino un pueblo compuesto por trabajadores dignos y libres. Por hombres que, unidos por el patriótico sentimiento de hermandad que debe unir al pueblo argentino, trabajasen mancomunados por asegurar su propia felicidad y la grandeza futura de esta patria tan querida. En fin, pensamos que si San Martín viviese en nuestros días, San Martín hubiera luchado con nosotros por la justicia social en nuestro pueblo. Pensamos también los justicialistas que si San Martín hubiera vivido en nuestros tiempos, hubiera defendido la causa de nuestra libertad económica. Él hubiera luchado como nosotros por terminar con los grandes consorcios capitalistas explotadores del pueblo argentino, hubiera luchado por restituir a la Nación sus transportes, sus puertos, sus teléfonos, sus flotas y todo aquello que constituye la verdadera libertad de estos tiempos: la libertad económica. Pensamos que si él hubiera vivido en nuestros tiempos hubiera luchado como nosotros por la libertad económica y pensamos finalmente que si él hubiera vivido en nuestros tiempos hubiera luchado como nosotros por la liberación de todo poder extraño, es decir, por la soberanía inmaculada de nuestra patria con referencia a todos los poderes extraños de la tierra. Pensamos, compañeros, que si él hubiera vivido en nuestros tiempos hubiera arrojado de nuestra tierra como arrojamos nosotros a Braden, y además de arrojar de nuestra tierra a Braden, hubiera también calificado tan duramente como calificamos nosotros a los traidores argentinos a su servicio Compañeros: cuando en las horas tranquilas analizo mi conciencia de argentino a la luz de la tradición que nos legara el Gran Capitán y voy midiendo con ese cartabón acto tras acto de los que yo he realizado, podría decir, que en este momento, llamado a presencia del general, podría decirle que he cumplido su mandato de la historia que de un siglo viene marchando. Es por eso, compañeros, que he venido hasta Mendoza con la frente alta, porque si no, no hubiera tenido el cinismo de presentarme ante un pueblo de los quilates del pueblo cuyano para decirles el día que cerramos la campaña de nuestro año sanmartiniano, que he venido a su presencia, ya que el Gran Capitán desde la gloria me escuchará, que he sabido cumplir con San martín y con su pueblo cuyano. Y a ustedes compañeros mendocinos, descendientes de aquellos hombres ilustres de nuestra historia que formaban la legión de los humildes que realizan en silencio los más grandes y los más importantes sacrificios de toda gloria; a ustedes descendientes de todos aquellos valerosos hombres que con sus pechos hicieron una muralla frente a la tiranía extranjera; a ustedes, compañeros mendocinos, creemos como yo, que han sabido mantener ese corazón criollo de todos los tiempos, les vengo a decir que el pueblo argentino considera a Cuyo y al Gran Capitán como una sola cosa y le rinden por mi intermedio el homenaje que este pueblo cuyano merece a través toda su historia. Y finalmente, compañeros, yo quiero agradecer en presencia de todos ustedes las infinitas amabilidades que recibí siempre en esta tierra privilegiada de Dios. Agradecer al excelentísimo señor gobernador, todas sus atenciones en forma personal, pero agradecerle como justicialista y como presidente de la Nación todo lo que está haciendo por levantar una inmensa obra de esta Mendoza. Agregando a esa felicitación al señor gobernador por la obra realizada, también una felicitación que nace de lo más profundo de mi corazón a la Fundación Eva Perón, por la obra que está realizando en beneficio de la niñez, del pueblo y de la vejez de esta provincia. Yo siempre aprecio y mido el corazón de las personas cuando más desinteresada es su obra, por eso para mí son sagrados todo aquello que se haga por los niños y por los viejos. Por los primeros, por los niños, porque ellos son la esperanza de la patria y el futuro de la Nación; y por los viejos, porque ellos representan la tradición de nuestra tierra y nuestros recuerdos, y porque los pueblos que no son capaces de honrar a sus viejos no merecen figurar en la historia de los hombres. Y agradezco también a los compañeros de la Confederación General del Trabajo que me han dado oportunidad de decir estas palabras frente a los trabajadores mendocinos, porque el estado por los hechos que escalonan a nuestra acción, es hoy la preocupación constante y permanente del gobierno de la Nación. El publico dice "Mendoza por Perón, Mendoza por Perón Perón contesta: Muchas gracias, muchas gracias y Perón por Mendoza. Finalmente, compañeros, ya que estamos al filo del año 1950, deseo que el año 1951, venga cargado de felicidades para el pueblo argentino, que en este año la divina Providencia sepa inspirar a pueblos y gobiernos de nuestra tierra, para que cada uno trabajando en común entendimiento, podamos dar a esta patria la mayor grandeza y a este pueblo la felicidad que tanto merece. ................
1950-12-31
En el teatro Independencia de Mendoza, clausurando el año sanmartiniano
En el teatro Independencia de Mendoza, clausurando el año sanmartiniano Excelentísimo señor gobernador de la provincia de Mendoza; su señoría ilustrísima, señor obispo de Mendoza; señores ministros del Poder Ejecutivo Nacional; señores ministros del Poder Ejecutivo Provincial, señores generales, jefes y oficiales de las fuerzas armadas; señores miembros de los poderes ejecutivos y judiciales nacionales y provinciales; señoras y señores: Hace precisamente un año, tuve el honor de declarar en Buenos Aires la apertura del Año Sanmartiniano, con que los argentinos quisieron rendir homenaje a la memoria del padre de la patria. Hoy he deseado declarar su clausura en Mendoza, tratando de dar su exacto simbolismo, ya que en Buenos Aires comenzó aquella obra que culminó en Mendoza, donde su genio inmortal forjó la gloria con el éxito de una campaña que lo inmortalizó como conductor y como libertador. Por eso, en la apertura, hablé como un humilde ciudadano de la República, en nombre del pueblo que represento y con los sentimientos que nacen de lo más profundo de nuestros corazones de argentinos y de patriotas. Hoy, deseo clausurar el ciclo como general de la República, con la admiración y el respeto que infunde esta obra maestra del arte de la conducción militar. En la trayectoria de los hechos que escalonan la acción del héroe, Buenos Aires y Mendoza, fueron teatros decisivos en su vida. La primera, metrópoli moral de las Provincias Unidas, le dio el impulso inicial a sus hazañas. Allí comenzó su primera creación, los granaderos, y desde allí salió en busca de su bautismo de sangre y de gloria. Mendoza, fue la cuna su gloria misma, quizá él nunca la olvidó y añoró, lejos de la patria, la hora de volver a su chacra, para estar más cerca de esta tierra amada. Cuyo, fue su sueño en la ciudadela de Tucumán, durante su breve comando en el Ejército Auxiliar del Perú. Mendoza fue la realidad en el esfuerzo con que este conductor forja la herramienta para su hazaña concebida. Mendoza fue su orgullo de soldado y de patriota, porque allí su genio orgánico y logístico levantó el mejor ejército que se haya formado jamás en la tierra de los argentinos, que fue la herramienta maravillosa con que se forjó nuestra libertad y fue una escuela eterna para los soldados de esta tierra. El general San Martín, en nota al Director Supremo del Estado, el 21 de octubre de 1816, hace el reconocimiento de las virtudes y los méritos de este noble pueblo de Cuyo: Admira, dice el general "que un país de mediana población, sin erario público, sin comercio, sin grandes capitalistas, falto de maderas, pieles, lanas, ganados en muchas partes y de otras infinitas primeras materias y artículos bien importantes, haya podido elevar de su seno un ejército de 3.000 hombres", "fomentar los establecimientos de maestranza, laboratorios de salitres y pólvora, armería, parque, sala de armas, etcétera, erogar más de 3.000 caballos y 7.000 mulas, innumerables cabezas de ganado vacuno; en fin, para decirlo de una vez, dar cuantos auxilios son imaginables". Y agrega: "las fortunas particulares casi son del público". "La mayor parte del vecindario sólo piensa en prodigar sus bienes en común conservación. La América es libre". Para terminar diciendo en la misma nota, "por lo que a mí respecta, conténtenme con elevar a V. E. sincopada aunque genuinamente las que adornan al pueblo de Cuyo, seguro de que el Supremo Gobierno del Estado hará de sus habitantes el digno aprecio que en justicia se merecen". Por eso se he querido venir hasta Mendoza, para decirles desde aquí, a los descendientes de aquellos hombres y de aquellos pueblos de Cuyo, en nombre de todos los argentinos, cuánto es nuestro agradecimiento y nuestra gratitud por la grandeza de su alma y el desprendimiento de su patriotismo. Sé que al hacerlo cumplo el mandato implícito del general don José de San Martín, que desde la gloria, se sentirá interpretado por un soldado que, si no con su genio, con su inspiración, trata de seguir su ejemplo en el ineludible deber de sostener el estandarte glorioso de su tradición, en la lucha por ofrecer a los argentinos y al futuro la bendición de poseer una patria justa, libre y soberana. Cuyo y San Martín tienen para los argentinos un mismo significado, una sola gloria inseparable e indivisible. La República rinde a ellos, por mi intermedio, el homenaje sincero de la gratitud nacional. Un general, si es a la vez un conductor, no sólo de ha de mandar su ejército. Es menester que personalmente lo forme, que lo dote, lo organice, lo alimente y lo instruya. A menudo con el conductor muere también su ejército. Sobreviven de ellos, su gloria, su tradición y su ejemplo. He dicho que ello sólo sucede cuando coincide en un hombre, el general con el conductor. Asunto que rara vez ha sucedido en la historia. El general se hace, el conductor nace. El general es un técnico; el conductor es un artista. San Martín con Napoleón, son los dos únicos hombres que en el siglo XIX llenan tales características del arte guerrero, por eso son ellos también las más altas cumbres del genio de la historia militar de este siglo. Generalmente, un conductor es un maestro. Su escuela llena también su siglo. Su ejemplo adoctrina a sucesivas generaciones de un ejército o de un pueblo. La orientación sanmartiniana en nuestro ejército y en nuestro pueblo, ha sido la más decisiva influencia de perfección y de grandeza. La producción extraordinaria de su genio, no fue más fecunda y arrolladora que la fuerza invencible de sus virtudes: por eso era un conductor. Si era un estratego, era primero un hombre. Por eso puso al servicio de su causa la técnica de su profesión. Fue desde entonces el hombre y el conductor de una causa. Por eso era invencible. Como no concibo un hombre si alma, nunca he concebido un conductor sin causa. La grandeza de San Martín fue precisamente la de haber sido el hombre de una causa: la independencia de la patria. El confiesa haber vivido sólo para esa causa. La verdadera grandeza de los conductores estriba precisamente en que no viven para ellos, sino para los demás. Pareciera que la naturaleza en su infinita sabiduría, al dotar a los hombres, carga extraordinariamente en la dosificación del egoísmo pero evita cuidadosamente que este ingrediente contamine las almas de los grandes hombres. Por eso son grandes. A menudo la historia no acierta a discernir la infinita variedad de matices que la creación de los grandes hombres ofrece a la contemplación del futuro. El arte militar, como los demás, presupone creación, que es la suprema condición del arte. San Martín era un artista, por eso no pudo conformarse con andar por entre las cosas ya creadas por los otros. Se puso febrilmente a crear y con esa creación revolucionó las ideas y los hechos ante la incredulidad de los mediocres, ante el escepticismo de los incapaces y bajo la crítica, la intriga y la calumnia de los malintencionados. Sobre todos ellos triunfó porque la victoria es de Dios. Nada hay más adverso al genio que el mediocre, sobre todo el mediocre evolucionado e ilustrado. No podrá concebir jamás que otro realice lo que él no es capaz de realizar, porque cada uno concibe dentro de su capacidad de realización y los mediocres vuelan bajo y en bandada, como los gorriones, en tanto que los cóndores van solos. San Martín fue depuesto de su cargo por la bandada de los que vuelan bajo, pero los mendocinos, en cabildo abierto, le dieron el mando que le negaba el Director Supremo. La intuición popular de Mendoza salvó así la libertad de América, porque los pueblos y los héroes se entendieron siempre, porque hay algo en la Divina Providencia que está más allá de todos los arcanos. Desde entonces, estuvieron aquí el hombre y el pueblo. Aquel hombre maravilloso y este pueblo cuyano no menos maravilloso, en la conjunción más perfecta de una dinámica superior de la gloria: la concepción y conducción del genio y la acción armónica de la fuerza que nace del patriótico desprendimiento de los pueblos. ¡Como no había de ser grande la empresa y glorioso su epílogo! Conducir es un arte simple y todo de ejecución, por eso es difícil. Es la aplicación armónicamente combinada de los principios del arte, con los factores materiales y morales de las fuerzas, con terreno y las circunstancias. A menudo, cuando sólo se dispone del general, las fuerzas son todo. Cuando se dispone de un conductor, decía Napoleón, el hombre es todo, los hombres no son nada. El arte de la conducción tiene como todas las artes su técnica, representada por los propios principios que rigen la conducción y las reglas para el empleo mecánico de las fuerzas. Pero, por sobre todo ello está el conductor. Lo primero representa la parte inerte del arte, el conductor es su parte vital. Por eso San Martín, al comparar las fuerzas, con las realistas existentes en Chile, que eran doble número, ha de haber calculado más o menos así: "Tengo 3.000 hombres y yo, que sumados hacemos los 6.000 que necesitamos". Los hechos mismos le dieron la razón al genio estratégico del Gran Capitán. El conductor ha de sentirse apoyado y asistido por su buena estrella. Ello le da la decisión y fortaleza de carácter que lo impulsa a jugar decisivamente su destino en cada ocasión. Reza en un viejo poema árabe que se gravaba en las hojas de los sables: "La cobardía es una vergüenza, y el valor una virtud. Y aun cobarde el hombre no escapa a su destino. Vive digno y muere también digno, entre el chocar de las espadas y el tremolar de las banderas". Sin esto la victoria no es posible. Por eso, San Martín, frente a todos los escepticismos y a todos los renunciamientos de la época, juega todo a una carta y vence, porque Dios ayuda a los valerosos cuando tienen genio, sino suele estar de parte de los batallones más numerosos. Como técnico San Martín es también la maravilla de la época. Formó un ejército de la nada, con el concepto de la "Nación en armas", que sólo un siglo después fue mencionado por los estrategas más famosos. Con ese ejército, que fue fuerza y escuela, pasó las cordilleras más elevadas que tropa alguna haya cruzado jamás. Con una maniobra estratégica que maravilla por lo ingeniosa en su concepción y perfecta en su realización, llega a la batalla decisiva en Chacabuco; pero que ya la había sido ganado antes de ponerse en marcha, en Mendoza. Esa extraordinaria previsión, esa perfecta preparación y esa acabada realización, sólo se presentan cuando los genios conducen. San Martín, como Napoleón en Europa, es un revolucionario en los métodos de guerra en esta parte del mundo. Es un creador, jamás un imitador. Por eso lo vemos como maestro, como jefe, como artesano, como político, como gobernante, como estadista y como guerrero. Los hombres superiores a menudo sirven para dirigir todo eso. Después de ellos venimos los hombres comunes, que bien dirigidos servimos para todo o no servimos para nada. Como general, como conductor, como hombre y como ciudadano, San Martín es una sola cosa, "es lo que debe ser", según su propia sentencia. En la vida y en el destino de las naciones, aparecen muy de tanto en tanto, estos hombres extraordinarios, que con una época, fijan una gloria y establecen una tradición. En que los demás sepan emular esa gloria y prolongar su tradición es en lo que estriba la grandeza de esos pueblos. En este acto solemne de clausura del Año Sanmartiniano de 1950, desde este solar glorioso de Cuyo, en nombre de la patria misma, deseo exhortar a todos los argentinos para que emulando las virtudes del Gran Capitán, tengamos la mirada fija en los supremos intereses de la patria, en la felicidad de todos sus habitantes y en la realización de su grandeza. ..................
1951-01-18
Al entregar los diplomas a los nuevos agregados obreros :
Queridos compañeros: Por segunda vez asisto a un magnífico acto de esta naturaleza, de reafirmación de nuestra justicia social puesta en marcha por nuestro movimiento. En primer término, quiero hacer el elogio de los agregados obreros que han desempeñado su labor en el extranjero con una conducta y una capacidad superior a toda ponderación. De ese resultado surgen nuevas promociones de agregados obreros de nuestra escuela de capacitación, y surge también de ello la más inmensa satisfacción que puedo experimentar al ver que nuestros muchachos en el extranjero están dando el ejemplo de esa capacitación y de esa conducta. Es por eso que esta noche me siento inmensamente feliz al contemplar el panorama del pueblo trabajador argentino, que por sus sentimientos, capacidad y su honradez podría ser también el ejemplo de todo el pueblo argentino. Siguiendo esas orientaciones espirituales, y cumpliendo los postulados que está fijando con su palabra y su conducta, le podríamos decir al pueblo argentino: "Mirad a vuestros hijos humildes y en los que encontraréis la norma de vuestra conducta". Pero tenemos por delante una larga tarea que cumplir; tenemos que dar muestras de mucha perseverancia y aun de sacrificio. Los caminos que conducen a la felicidad de los pueblos no se alfombran de flores ni de placeres, sino de sacrificios y de abnegación. Nuestro pueblo, glorioso en todos los aspectos; nuestro pueblo, sufrido y valiente en todas las muestras que nuestras historia presenta a la contemplación de propios y extraños; nuestro pueblo, grandioso en sus valores espirituales; nuestro pueblo, virtuoso; nuestro pueblo bueno, está dando estas muestras de que de sus filas pueden salir hombres sobre los cuales habrá que construir la grandeza de cada tierra. Los compañeros que tan felizmente terminan sus cursos de capacitación para esparcir por el mundo el perfume de esta gloriosa y querida patria argentina; los compañeros que han de llevar a todas las latitudes de la tierra el sentido y el sentimiento de este nuevo pueblo argentino que nace a la luz de una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana, y que lo puede proclamar a los cuatro vientos, podrá llevar nuestra palabra, nuestra amistad, nuestra honradez y nuestra verdad par mostrarla con la frente alta y el corazón henchido de orgullo nacional a todos los hombres de la tierra y decirles: "Esta es nuestra verdad. Esta es nuestra verdad que no se compra ni se vende; esta es la verdad de un pueblo que ha decidido su destino y está dispuesto a hacerla triunfar, aunque para ello sea necesario cualquier esfuerzo y cualquier sacrificio". Quiero agregar algunas palabras para esos dilectos compañeros que festejan hoy la colación de grados de su capacitación para representar al pueblo trabajador de la República en todas las naciones amigas y hermanas que nos sepan comprender y queremos con la misma amplitud, el mismo desinterés y la misma honradez con que nosotros las queremos. El agregado obrero -como se ha dicho esta noche- va hacia esos pueblos a ofrecer nuestra amistad, a corregir el anacronismo de todos los tiempos cuando las relaciones eran de cancillería a cancillería, de hombre a hombre o de gobierno a gobierno. Nosotros interpretamos la verdadera amistad de los pueblos cuando hay amor de pueblo a pueblo. Hoy mismo observamos el triste espectáculo de un pueblo que ama nuestro pueblo; de un pueblo que está unificado en el sentimiento de su nacionalidad con nuestra nacionalidad, y, sin embargo, vemos fructificar mediante la paga de una prensa venal una campaña para enemistar a los pueblos. Señores: esto es triste, esto es trágico, pero es trágico para los que realizan esa campaña y no para nosotros, que no nos ocupamos de la vida ajena. Eso es lo que queremos que nuestros agregados obreros lleven a todas las latitudes de la tierra. Aquí hay un gobierno respetuoso de los demás pueblos, que no tendrá jamás la propensión de intervenir en sus asuntos ni de apañar a los que se encargan por la radio o por diarios de varios países en insultar al pueblo argentino o en insultar a sus gobernantes. Ese respeto lo queremos imponer con el ejemplo y pueden seguir en sus campañas difamatorias, pueden seguir los diarios vendiendo su propaganda y sus noticias para atacamos. Los diarios argentinos, Dios sea loado, no entrarán en esa clase de compra y ventas, no atacarían jamás a un pueblo amigo. Por eso, nuestros muchachos, agregados obreros, luchan con una sola arma, que es la verdad. He dicho muchas veces que el que monta la verdad no necesita espuelas. Esta acción de hacer conocer la verdad, de establecer una estrecha amistad y comprensión entre los pueblos, de ayudar en todo cuanto sea posible para que los pueblos sean más felices, de respetar y de inspirar respeto, de sembrar la verdad practicándola, de sentir la verdad diciéndola, de establecer el ejemplo practicándolo, es lo que nuestros muchachos esparcen a lo largo de todos los continentes de la tierra, y a la fe mía que lo esparcen bien, porque he tenido quejas de toda naturaleza, pero jamás he tenido una queja de un agregado obrero. Cuando se presencian espectáculos como el que estamos viendo en este instante, ¿quién puede dudar que nuestro movimiento es ya invencible en esta tierra? ¿Qué han de ofrecemos los comunistas o los socialistas que no nos hayan ofrecido ya y nos hayan engañado? ¿Qué han de ofrecemos esos señores maestros en la perturbación y en la insidia, pero incapaces de construir nada sobre la tierra? ¿Por qué ellos, que se pasaron la vida haciendo discursos y engañando el favor del pueblo, para traicionarlo, no hicieron antes lo que nosotros estamos haciendo? Y todos estos otros señores que hoy hablan de la independencia económica y de que vaya entregar el país al extranjero, que vaya contratar empréstitos y que vaya poner la economía argentina al servicio de economías extranjeras, ¿a mí me lo dicen? Reflexionemos sobre si puede haber un cinismo semejante. Ellos, que durante un siglo vendieron todo lo que había de vendible en este país; ellos, que no nos vendieron a nosotros porque no habíamos nacido, ¿van a venir ahora a decirle al pueblo argentino que yo lo vaya vender? Si esto no fuera grotesco resultaría gracioso, pero ni siquiera es gracioso porque es demasiado grotesco. Que ellos se transformen ahora en profesores de una moral cuyas virtudes claudicaron y corrompieron sin excepciones; que ellos, que faltaron a todas las banderas de la tierra; que ellos, que vendieron en todas las maneras a la nacionalidad, quieran dictamos clases de moral patriótica es simplemente grotesco. Pero, señores, su historia está ya escrita en la memoria y en la conciencia del pueblo argentino, que ha dado definitivamente su veredicto. Tal veredicto es la sentencia definitiva de muerte civil a todos esos señores que hoy hablan de un moral que desconocen intentando propugnar medidas que no fueron capaces de tomar. Señores: yo estoy tranquilo. El problema argentino lo conozco profundamente. Sé bien cual es nuestra situación y sé, también, cuáles son los objetivos que perseguimos. Estoy decidido a alcanzarlos a alcanzarlos, y puedo anticipar que no habrá en la tierra fuerza capaz de impedir que este país alcance sus objetivos. Compañeros: analicemos muy brevemente cuales son esos objetivos y en que estado se encuentra nuestra marcha hacia ellos. En el aspecto político, han sido ya superados y falta consolidarlos. Hasta el 24 de febrero pensaban en oponernos batalla y la opusieron. Los resultados los conocemos todos y ellos fueron confirmatorios de la batalla anterior del 17 de octubre, cuyos resultados los conocemos también. Y eso debe persuadirlos, para el futuro, de que el 17 de octubre y el 24 de febrero fijan dos fechas definitivas que les demuestran que ni por las malas ni por las buenas pueden con nosotros. Anunciamos que el fraude terminaría en la República, y el fraude terminó. Anunciamos que habíamos de cambiar la sensibilidad política, y la hemos cambiado. Hemos hecho ya desaparecer el comité, la empanada, el vino y el juego. Estamos barriendo ahora con otro mal mucho mayor: el caudillo político, que también muere. Y así, señores, hemos de ir terminando una por una todas las lacras que nos legaron esos políticos que hoy conservan y difunden rumores, hasta que el panorama político argentino sea una verdadera democracia y no una mentida democracia al servicio de cuatro vividores. Los políticos -esos no son políticos, sino politiqueros- han visto que cuando presentan batalla no les va bien; entonces, ahora, se dedican a hacer la guerra de guerrillas. Las armas que emplean son la mentira, la insidia, la calumnia y los rumores que hacen circular. Ellos creen que porque digan que el general Perón está preso el país ya no tiene gobierno. Yo me encontraba tomando la primera semana de descanso que me tomo desde que estoy en el gobierno, cuando una mañana me llevaron a San Vicente una noticia. Me dijo el mensajero, que era uno de mis allegados de la Casa Militar: "¿Sabe lo que dicen? Que ustedes está preso". Y yo le dije: "¡Magnífico! Mientras no sea cierto". Otro rumor que difunden en esa campaña es el que dice: "Perón es bueno; los malos son los colaboradores". Pero ellos olvidan que Perón no conserva a su lado un minuto a un colaborador que no sea bueno. Toda esta campaña que esos charlatanes vienen desarrollando, como n la feria, cuando le quieren vender a uno papa por batata o pollo por gallina, podrán engañar quizá a algún pobre ingenuo, pero no a la dueña de casa que cocina todos los días, y el pueblo es una dueña de casa que ha cocinado a muchos políticos como para no conocerlos. Con respecto al asunto económico, la República Argentina está en bancarrota, dice una revistita del Atlántico Oeste. Otros dicen que las acciones bajan en la Bolsa y que hay mucha gente que se perjudica: los especuladores, naturalmente -pero también es gente... también es gente. Pero el que va a jugar a la Bolsa, como el que va a jugar a la ruleta, tiene que correr el pequeño riesgo de perder lo que lleva, y nadie se queja; cuando mucho se paga un tiro, pero no se queja. Eso cuando se trata de buenos perdedores. Dicen que el peso vale un veinte por ciento menos, que no tenemos "moneda fuerte", como le llaman ahora -ha vuelto el peso fuerte otra vez-; que la República Argentina se va a detener, y si se detiene, quedamos todos como estamos; que todo lo que habíamos prometido no lo hemos realizado; que el Plan Quinquenal no se cumple; que las obras públicas no se levantan; que los gasoductos no se construyen; que la flota mercante no la compramos; que los ferrocarriles no son argentinos; que los teléfonos tampoco; que los puertos no son nuestros, que el Banco Central sigue siendo extranjero. ¿Y qué vaya decir yo? ¿Que no es cierto? Todo el pueblo sabe que eso no es cierto. Pero yo me pregunto una cosa. Cuando la República Argentina estaba bien en su economía llegamos a deber doce mil quinientos millones de pesos y hoy no debemos nada: hemos pagado todas nuestras deudas externas. Perdíamos todos los años de doscientos a trescientos millones en los fletes marítimos; ahora los barcos son nuestros. Con los ferrocarriles sucedía una cosa semejante, porque doscientos o trescientos millones eran los dividendos anuales; ahora los ferrocarriles son nuestros y el secretario de Transportes me dice que se empieza a ganar plata. Los teléfonos representaban otros ciento y tantos millones; ahora son nuestros y quedan acá. Los seguros significaban otros doscientos millones; ahora quedan acá. Los reaseguros daban cien millones, que también quedan en el país. Cuando la plata queda, estamos mal, y cuando se iba a engrosar la bolsa de los que la defienden, estábamos bien. Yo pregunto, ¿es posible sostener con un grano de juicio, de buen juicio, que la República Argentina está económicamente mal porque el peso ha bajado en un veinte por ciento y que estaba bien cuando todos los servicios públicos, los puertos, la flota, el banco, eran extranjeros? ¡Qué nos importa que el peso valga un veinte por ciento menos con relación a las monedas extranjeras si nosotros tenemos en casa todo eso que antes representaba muchos miles de millones al año que se iban al extranjero! Precisamente esos que critican nuestra acción económica, porque hemos restituido al país todos esos bienes que ellos habían enajenado en sus buenos tiempos, dicen que vamos a entregar el país al extranjero. Si soportamos una verdadera guerra económica es porque hemos asegurado la independencia económica del país; si soportamos una verdadera guerra económica desde todos los rincones es porque no vendemos el país. Este es un problema que podría terminar en una hora. Sería suficiente que yo dijera a ciertas personas que seguimos como antes y esto se arregla en seguida. Pero Dios me ha puesto, sobre esta tierra para la independencia y la libertad del pueblo argentino, y no para venderlo ni para esclavizado. Si alguna vez, siendo yo presidente de la República, tuviera que firmar un compromiso que nos hiciera perder esa independencia conquistada o hiciera peligrar la felicidad del pueblo argentino, no sería yo quien lo firmara y antes me pegaría un tiro. Que lo firmen ellos, porque sé que si no les tembló la mano cuando vendieron al pueblo argentino, no les va a temblar ahora para esclavizado de nuevo. Compañeros: Hemos cumplido y estamos cumpliendo todos los objetivos económicos. La situación económica de la República Argentina es tan buena, tan segura y tan floreciente como en sus mejores tiempos. Ahora tenemos más cosas argentinas y mayor libertad para disponer de ellas. Tenemos la seguridad de poder enfrentar con éxito cualquier lucha económica, y si es necesario, le pediría al pueblo argentino que se sacrifique -y se sacrificará, o me voy a mi casa. Pero no va a llegar a sangre al río. En el aspecto social, ¿qué les puedo decir a los trabajadores argentinos de lo que hemos hecho por mejorar no solo su condición material, sino también su dignidad? ¿Cuando los habían considerado? Los miraban como a un perro en la calle o los utilizaban para llevados a los sucios comités; de sus sucias políticas, pero jamás para defenderlos y dignificarlos en ninguna parte. Nos propusimos elevar la cultura social, y los compañeros que han hablado en este acto nos están demostrando si hemos o no cumplido con ese postulado de la Revolución. Nos propusimos elevar las condiciones de trabajo y la dignidad del trabajador, y ustedes saben mejor que yo si lo hemos logrado. Nos comprometimos a humanizar el capital, y se ha humanizado en parte, pero se va a humanizar totalmente. Señores: ustedes ven que los postulados básicos enunciados como objetivos de nuestro movimiento se han cumplido todos; nos falta consolidados, y para ello se necesita una sola cosa: que el pueblo se mantenga firme y unido, que tenga confianza, que no pierda esa fe que me ha dado a mí, porque yo he de saber cumplir con mi deber. Yo soy hombre de otra política y no de la que nos tenían acostumbrados ciertos señores. Y si yo no pudiera cumplir, los llamaría a todos para decírselo, pero no les engañaría, como era el artificio y el arbitrio de los políticos, quienes, cuando no podían cumplir, engañaban al pueblo. Yo no lo vaya engañar. Compañeros: Que sea esta la última clase que pueda impartir a nuestros queridos camaradas que dentro de poco tiempo nos dejarán para ir a cumplir su apostolado en otras regiones de la tierra; que sea esta lección la lección de la honradez, de la verdad, del sacrificio y de la abnegación; que sea esta la lección de abatir lo injusto y levantar lo justo, la virtud de defender los valores morales y despreciar los viles valores materiales de las monedas de todos los países que intentan la conquista por el hambre y la miseria; que sea la verdad del tiempo huevo, que sea la verdad argentina, que la hemos hecho relucir en esta Patria y que la hemos de enastar en su cielo, para que si alguno tan infame y miserable pudiera dudar de la honradez que alienta nuestros designios, mire a ese cielo, se refleje en esa verdad y avergüence su conciencia para no trasmitir a sus hijos que es un miserable o un bandido. .......................
1951-01-24
Reunión en la Casa de gobierno con dirigentes de la CGT para tratar el conflicto ferroviario
Yo he tomado la iniciativa de invitarlos a concurrir aquí, porque deseo hablar y consultar con ustedes respecto a algunas cuestiones a que nos lleva el gremio ferroviario con esta huelga inconsulta que está realizando. Ninguno más que yo sabe cuanto hemos hecho como sacrificio para satisfacer las necesidades del gremio ferroviario. Recuerdo que en los primeros momentos de la Secretaría de Trabajo fue el gremio ferroviario el que obtuvo, diríamos así, las primeras conquistas, cuando discutíamos todavía los defectos físicos en La Fraternidad y la devolución de los aportes de toda la Unión Ferroviaria. Nunca ningún gremio ha tenido más buena voluntad de parte del gobierno para satisfacer sus necesidades, hasta el extremo de llevar a los ferrocarriles a más de mil millones de déficit para poder atender todas las demandas que la Unión Ferroviaria ha expuesto en sus gestiones. Pero, compañeros, a mí no me interesa el sacrificio que deba realizar el Estado cuando se trata de reivindicaciones sociales. Nuestra política ha sido aceptar siempre en los hechos cualquier sacrificio para satisfacerlas. Lo que no puedo admitir es que, por razones políticas, sin existir ningún conflicto gremial, se produzca una perturbación destinada a un ataque directo contra nuestro gobierno. En estos momentos, el gremio ferroviario ha provocado un conflicto que es de características total y absolutamente políticas. No es asunto nuevo para nosotros; hemos tratado de prevenirlo buscando la comprensión de los hombres y aun cuando sabíamos que los últimos reclamos eran injustos, hemos preferido aceptar porque siempre ha sido nuestra norma eliminar de nuestra parte la injusticia, aun cuando los demás la cometan. Es indudable, también, que nuestro sistema de gobierno no ha admitido y ha suprimido totalmente las injusticias capitalistas. Pero no estamos dispuestos a que se entronicen las injusticias de los obreros, porque en ese caso habríamos destruido la única verdad que puede mantener nuestro sistema en pie. Confieso que frente a las reivindicaciones he sido débil; en muchas ocasiones he sido conscientemente débil. Ello no quiere decir que yo sea un hombre timorato, que tenga temor a ninguna responsabilidad y que no sea capaz de tomar una medida más fuerte en el momento en que crea que eso es conveniente. Este conflicto, compañeros, es, a todas luces, injusto. Nosotros recibimos, hace ya cuatro meses, noticias de que en las últimas reuniones del Partido Comunista en Europa, se había establecido que había que accionar sobre los transportes, tanto marítimos como terrestres. Inmediatamente de eso, se produjeron las grandes huelgas en los ferrocarriles y vapores, tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos, lo que obligó a este último país a movilizar a los ferroviarios. Eso mismo ha ocurrido en Chile, en Brasil y en varios países americanos. Yo no creí -porque en la reuniones de los ferroviarios he oído gritar muchas veces "la vida por Perón"-, no creí jamás repito, que llegase a producirse en nuestros ferrocarriles una cosa como la que se está produciendo, que es el producto de mil o dos mil agitadores y ciento cuarenta y ocho mil indecisos. A toda las conquistas, compañeros, que se han realizado hasta ahora, les he puesto el pecho yo, pero los trabajadores deben tener presente que alguna vez tendrán que poner el pecho ellos, porque yo no soy eterno ni tengo tampoco una resistencia como para seguir agobiado por esta clase de problemas injustos que nos provocan los agitadores apañados por la condescendencia a maniobras de otra parte de los hombres del gremio. Este conflicto, anunciado hace seis meses, tuvo su primera manifestación en la huelga de los marítimos, que lógicamente, por ser una huelga injusta, fracasó, como va a fracasar esta también. Hace más o menos un mes eso mismo se reprodujo nuevamente en los ferroviarios. Ello nos permitió a nosotros tomar el hilo e ir estudiando a cada uno de los personajes que constituían la Comisión de Emergencia. Esos señores forman parte de un sistema comunista puesto en marcha en todas partes del mundo para destruir a los gremios y desmontar las comisiones directivas que los representan libremente. Si nosotros aceptamos que es posible negociar asuntos gremiales con comisiones de emergencia, las comisiones directivas de los gremios estarían demás. Y esto, señores, se transformaría en una verdadera anarquía y todas las autoridades gremiales caerían sistemáticamente al suelo. El Ministerio de Transportes, violando la ley de asociaciones profesionales, que le imponía no tratar con una comisión de emergencia, lo hizo. Por eso, el Ministerio de Transportes ha sido reemplazado porque no supo cumplir, como será reemplazado todo organismo oficial que no sepa cumplir con su deber o viole la ley en cualquiera de sus partes; porque si nosotros hemos hecho la ley, los primeros que debemos cumplirla somos nosotros. Por eso, compañeros, cuando nos trajeron el conflicto aquí a la Casa de Gobierno, yo les dije: "Y esos señores, a quien representan?" Y dijeron que a una comisión de emergencia que ha tratado con el Ministerio de Transportes. Entonces, el Ministerio de Transportes ha violado la ley de asociaciones profesionales. Decían que en el Ministerio de Transportes había una Dirección del Trabajo. Quiere decir que habían establecido un nuevo Ministerio de Trabajo. Llamé al Ministerio de Trabajo y pregunté por que razón no se había cumplido la ley, que al designar funciones a los ministerios establece que es al Ministerio de Trabajo y Previsión al que corresponde intervenir en todos los conflictos entre el capital y el trabajo. Y para nosotros, el Ministerio de Transportes es un patrón como cualquier otro. Por lo tanto el Ministerio de Trabajo debió haber intervenido en esto, pero no lo hizo por el Ministerio de Transportes lo hizo antes que él. Se trataba, por lo tanto de un mal procedimiento, que yo critico. Ordené que se cumpliera la ley y con eso se terminó el primer conflicto. Naturalmente, no se trataba de un conflicto sindical porque todo cuanto había pedido se les había dado. No les dimos la luna porque no la pidieron. Les hemos dado todo. Se han beneficiado con dinero del Estado, con policlínicos, con hospitales, todo se ha construido con dinero del Estado. Evidentemente, pedían una enormidad, que nos lleva a un déficit de mil millones de pesos que hay que pagarles a los señores, sacándolos de otros sectores de la economía. Los ferrocarriles dan cada día mayor déficit. A pesar de eso enfrentamos cualquier sacrificio porque se trataba de reivindicaciones. Y, señores, pasan veinte días, se les había acordado todo eso, y ahora resulta que realizan otro paro inconsulto, a medianoche, sin que nadie sepa por qué. No hay ningún obrero ferroviario a quien se le haya preguntado, que sepa contestar por qué están en huelga. Bandas de radicales, comunistas y socialistas andan por las distintas partes castigando a las mujeres y niños de los ferroviarios que quieren trabajar. Hay varios obreros ya lastimados por haber intentado trabajar. Han cometido, compañeros, todos los abusos que se pueden cometer, desde provocar descarrilamiento arrancando los cambios y sacando las agujas, afortunadamente sin desgracias personales, aunque pudo haber muerto mucha gente. Han paralizado el abastecimiento de la ciudad; los hospitales están sin leche y alimentos para los enfermos. No tienen conciencia ni les interesa todo el mal que causan. Esta huelga provoca en el pueblo una reacción contra los trabajadores. ¿Qué están haciendo, bendito sea Dios, los trabajadores para echarse a la opinión pública en contra? Yo he trabajado siete años para dignificarlos, hacerlos respetar y querer por el pueblo, y ellos hoy trabajan para hacerse odiar y hacerse indignos. Compañeros: la reacción popular sube cada momento. Recibo llamados de todas partes preguntándome que espero yo para tomar alguna medida y poner en su lugar a estos señores radicales, comunistas y socialistas que son los provocadores; antes de tomar ninguna medida, compañeros, he querido provocar esta reunión porque cuando la tomo no vuelvo atrás así vengan degollando. Como yo sé la firmeza con que voy a actuar, no he querido tomar una decisión enérgica sin antes reunir a todos ustedes para decirles estas palabras y pedirles la autorización para tomar las medidas que correspondan a fin de poner en su lugar a los radicales, comunistas, anarquistas y socialistas que están actuando Un obrero: " Hay que darle leña mi general" Sr Presidente: Un momento. Yo sé bien que no nos conviene proceder fuera de la ley. Yo les voy a aplicar la ley; pero nada más que la ley. Y ahora, compañeros, a esos señores también les voy a aplicar la ley: voy a decretar la movilización de todo ese personal que se niega a concurrir a sus tareas. Decretada la movilización, el que concurre a su trabajo está movilizado en él; el que no concurra tendrá que ser procesado e irá a los cuarteles, se incorporará bajo el régimen militar y será juzgado por la justicia militar, de acuerdo con el Código de Justicia Militar. He de aplicar estrictamente la ley; no me he de apartar ni un milímetro de ella. La ley no es nueva ni ha sido creada por nosotros; es muy antigua y yo he de aplicarles esa ley antigua, que si antes fue buena, no tiene porque ser mala ahora. Como observo, compañeros, que en estas medidas hay asentimiento general, si alguno de los compañeros no está de acuerdo, yo quisiera que lo hiciera presente. En cuanto, compañeros, al personal de los ferrocarriles que, de acuerdo con las insinuaciones, no se ha presentado a recibir servicio, han sido ya exonerados los que componen la Comisión Consultiva de Emergencia, porque todos esos tienen antecedentes extremistas y sabemos que ellos son los dirigentes de este movimiento. Además de ser exonerados, ellos serán procesados por la justicia de acuerdo con la ley, por sus jueces naturales. Allá ellos y allá sus jueces. Con respecto al resto del personal que no haya concurrido será también separado de sus puestos, porque ellos han colaborado. Estudiaremos después los antecedentes de cada uno, para no cometer una sola injusticia. Pero compañeros, una vez que tome esto como decisión, yo seré absolutamente inflexible; me iré a mi casa antes de reincorporar a uno solo de esos hombres. Si mañana la clase trabajadora no estuviera de acuerdo con eso, presentaré mi renuncia y me iré a mi casa. Quiero hacer bien presente eso porque esto que les acabo de decir se va a publicar en todos los diarios para que lo conozca el pueblo. Yo no tomo medidas inconsultas; antes de adoptar una medida de esta naturaleza he reflexionado hondamente el problema y lo veo de una injusticia terrible. Yo no estoy aquí para amparar la injusticia entre los argentinos, y en eso, compañeros, he de ser inflexible. Creo que con ello hago un gran bien al movimiento obrero organizado, porque si yo cediese en esto mañana no habría dirigentes en el país, que no fueran manoseados. Los sindicatos tienen el derecho de elegir a sus propios dirigentes que los representen. El Estado, por ley de asociaciones profesionales, está obligado a respetar, reconocer y tratar con esos dirigentes. Yo no puedo apartarme de la ley; en consecuencia, pondré toda la fuerza del Estado, si es necesario, para hacer cumplir esa ley que, por otra parte, ha sido hecha por los propios dirigentes obreros. Ellos, que han hecho esa ley, son los primeros que deben respetarla. De manera que a la ley de asociaciones profesionales, que da jerarquía y autoridad a los dirigentes gremiales, yo la he de hacer respetar, aunque para ello tenga que poner la fuerza íntegra del Estado en defensa del cumplimiento de esa ley. Compañeros: hoy, como siempre, mis intenciones son las mismas, y la defensa del movimiento obrero organizado es una de mis principales causas. Yo sigo siendo el mismo de siempre y es en defensa de la organización, de la jerarquía, de la dignidad de los propios obreros que voy a tomar las decisiones que les he anunciado. No me guía otro interés que el de defender a la clase trabajadora argentina, porque si nosotros toleráramos la anarquía no habríamos ganado nada sobre el régimen capitalista, al cambiar una explotación y una anarquía por una injusticia y otra anarquía. Mi interés, compañeros, es defender lo que todos nosotros tenemos que defender. Estos bandidos están actuando disfrazados de peronistas porque gritan "Viva Perón". Los conocemos a todos y todos están fichados. Nosotros sabemos bien como actúan. Señores: si nosotros actuáramos como ellos, a todos estos infiltrados ya los hubiéramos asesinado, porque así proceden ellos: dejan infiltrar a cualquiera que es contrario, para después asesinarlo. Si nosotros fuéramos como ellos, ya los hubiéramos asesinado. Compañeros: solamente les voy a pedir, como siempre, de compañero a compañero, que ustedes reúnan a sus gremios y les expliquen cuanto les acabo de decir, y los persuadan de la necesidad que tenemos, en defensa de los mismos gremios, de tomar las decisiones que vamos a tomar. Al pedirles esto no me guía otro interés que el de que cada uno de los compañeros de la clase trabajadora sepa las verdaderas causas y las verdaderas razones de las medidas que tomamos, que no adoptaré nunca sin haber consultado a los dirigentes responsables del movimiento argentino. Autorizado por ellos, las voy a tomar, pero las voy a tomar con mucha firmeza que debe sentar un precedente y dejar una enseñanza entre el movimiento obrero argentino. Persuadido, compañeros, de que ustedes lo han de hacer bien, es que doy por terminada esta reunión. Les agradezco la presencia de ustedes aquí y les pido disculpas por haberlos molestado. ......................
1951-01-25
En un acto de homenaje brindado por los suboficiales de las fuerzas armadas
Deseo que mis primeras palabras sean de profundo agradecimiento por la amabilidad que han tenido de llegar hasta aquí para darme la inmensa satisfacción y la profunda emoción de poder saludarlos en medio de las inmensas tareas que realizamos, siquiera de cuando en cuando una vez. Mi identificación con los suboficiales nace de dos circunstancias providenciales de mi vida. Primero, porque siempre, en cualquier situación, me he sentido profundamente ligado a los hombres humildes; y, segundo, porque en la iniciación de mi carrera tuve la fortuna de tener como destino la Escuela de Suboficiales, donde durante muchos años profundicé el noble corazón de los muchachos que allí se forman, de esos hombres humildes, trabajadores y abnegados que han formado el nervio de la actividad y de la energía, como del patriotismo y de la lealtad que caracterizan a las Fuerzas Armadas de la República Argentina. Podríamos decir que hay dos clases de hombres: los que están inspirados en sentimientos materialistas y los que, inspirados por sentimientos idealistas, forman la legión de los estoicos, sirviendo a los demás, en tanto que los materialistas se sirven solo a sí mismos. Siempre he pensado que entre estas dos escuelas existe un abismo, que es profundo del lado de los egoístas, que es oscuro y es dramático en la lucha por la ambición desenfrenada y por la avaricia miserable de los hombres. Del otro lado están los que quieren servir a los demás, sirviéndose a sí mismos; que no ven la vida como una razón de lucro permanente, de lucha, de dolor y de miseria, sino que ven la vida con los ojos del alma, que son los que más ven. Y mi cariño, señores, por los suboficiales es porque desde allá, desde muchacho, compañero de tareas con ellos durante casi toda la carrera, los he visto ver la vida con los mismos ojos con que la miro yo. Por eso, compartiendo esa visión, apreciando lo mismo que ellos y actuando igual, me he sentido profundamente identificado con ellos, como se sienten identificados los hombres cuando no están unidos por intereses o especulaciones, sino con el corazón. Y es también por esa misma razón, porque los suboficiales, mediante su educación; mediante su vida austera, abnegada y a veces sacrificada, han aprendido a ver con los ojos del alma y poner en movimiento su corazón, que podríamos decir que la escuela más grandiosa de lealtad y de abnegación de todas las fuerzas existentes en la Nación radica en la Escuela de Suboficiales y en los suboficiales. Me acaba de decir mi viejo amigo Farina -a quien recluté hace ya muchos años como aspirante a la Escuela de Suboficiales- que aquí están muchos de esos bravos y, queridos muchachos a quienes anualmente despedíamos de la Escuela con lágrimas en los ojos y congoja en el corazón, porque siempre nos alejábamos de un amigo querido. Esa Escuela fue la formación de muchos muchachos que he visto después a lo largo de toda la vida, triunfadores y optimistas, siempre dignos y siempre honrados, fuertes de alma y fuertes de cuerpo, dispuestos a enfrentar la vida, no para el mal, sino para el bien de la patria. Y los veo aún ahora, en muchas oportunidades, pasar junto a mí, quizás un poco encanecidos o envejecidos, pero yo siempre recuerdo en cada uno de ellos a ese viejo amigo, o a ese viejo compañero que conmigo, en la Escuela de Suboficiales, ganó tiempo a las horas para ser un hombre útil, un patriota y, por sobre todas las cosas, un hombre de bien, abnegado y honrado, al servicio de una sola causa: la patria. La Escuela de Suboficiales fue también, señores, una escuela para mí. Allí tomé contacto con legiones de muchachos humildes que venían desde todas las latitudes de la patria. De cada uno de ellos aprendí un poco por esas virtudes que la tierra da mediante la escuela grandiosa que es el dolor de la propia tierra y que no iguala ninguna otra escuela de la vida. Conviví con ellos, porque con ellos convivía día y noche; muchas veces era yo su propio enfermero y les daba las fricciones cuando estaban enfermos. Por eso llegué junto a ellos, no junto a su presencia física, sino junto a su presencia espiritual; tomé de ellos ese dolor de la injusticia, el dolor de esa pobreza honrada de nuestra campaña y de nuestras ciudades. Fue para mí la escuela de más valiosa enseñanza, porque allí vi la grandeza de esos hombres humildes a quienes la patria todavía no les había ofrecido una oportunidad para ser lo que ellos ambicionaban en esta vida, y puse al servicio de esos hombres humildes mi vida y mis mejores intenciones. Por eso he agradecido siempre a la Providencia este contacto, porque enseña más en la vida de un hombre lo que él puede sentir que todo aquello que puede leer o conocer. Para los hombres que tienen el alma bien puesta, vale más un sentimiento que el más hermoso y profundo de los pensamientos. Por todo eso, también, debo mi profundo agradecimiento a esa verdadera escuela del contacto espiritual con los hombres. Allí también aprendí que dentro de un uniforme de soldado, de oficial, de suboficial o de jefe, como dentro del overall de un obrero, no debemos olvidar nunca que hay un hombre: un hombre que piensa, un hombre que siente, un hombre que tiene aspiraciones, un hombre que debe tener posibilidades. Aprendí, señores, que no hay que mirar los continentes, que es necesario mirar los contenidos. Y cuando la Providencia puso en mis manos el destino de los argentinos, traté de realizar un gobierno humano, porque pienso siempre que dentro de cada uniforme o de cada traje, además de un ente, hay un hombre. Por eso humanicé el gobierno, por eso hice un gobierno de hombres para hombres. Esa escuela, que fue para ustedes la iniciación de su vida, fue quizá para mí la escuela donde descubrí la verdad de la vida, en contacto con los hombres que pusieron a mi observación, por primera vez, el sentido y el sentimiento real de la vida de los hombres. Por eso, cuando debí ejercer el gobierno, no me olvidé jamás de los humildes. Por eso, todos los días, al terminar la tarea diaria, que para mí empieza a diana y termina a silencio, como siempre, me pregunto si en el día no he hecho algo para que mi pueblo sea más feliz y para que mi patria vaya asegurando diariamente la grandeza con que soñamos todos los buenos argentinos. Nosotros, los soldados, tenemos un gran amor, que es la patria. Es ese gran amor el que da origen y objetivos a nuestra vida. He visto también en los suboficiales ese patriotismo, que para mí tiene muchos más méritos en los pechos de los hombres humildes que en el de los encumbrados. A nosotros la patria nos ha dado todo; el día que nos pida la vida, tenemos que ofrecerla en el instante. Pero yo siempre recuerdo que no es ese el mismo concepto que puede tener el hombre humilde. Yo analizo mi caso y el de los demás del pueblo. Pretender que el hombre a quien se le haya negado todo sea un patriota, no es lo mismo que pretender que lo sea aquel al que todo se le ha dado. Yo llegué al Colegio Militar a los quince años; el país me formó, me llevó después a completar mis conocimientos. Luego, cuando ya tenía una cultura, me mandó a Europa a perfeccionarla. Me dio mando, aunque también me obligó a la obediencia. Y me dio después la posibilidad de llegar, por la lucha, al puesto que ocupo. Si mañana la patria me dijese: "Usted tiene que entregar hoy su vida", yo tengo el deber de ofrecerla. Pero, señores, si esto es lógico en mí, pienso en el hombre humilde que quizá no tuvo ninguna oportunidad; fue analfabeto, porque en su tierra no había la escuela que el Estado debía haber llevado para cultivar su inteligencia. Así, creció sin medios, trabajó rudamente sin recibir en recompensa lo que su trabajo debía ofrecerle. Si va a la plaza, viene el policía y le dice: "¿Qué está haciendo aquí? ¿Quién es usted? A ver, ¿sus papeles? Váyase, aquí no puede estar". Si se sienta en un banco, le ocurre lo mismo. Si va a la oficina pública, dicen: "Es un atorrante; no le lleven el apunte". "Váyase". Señores, si mañana la patria le dice a ese hombre olvidado: "Tiene que entregar su vida", él puede decir que no. Yo no puedo decirlo, pero él sí, porque la patria es como la madre: cuando la patria le ha dado algo, uno tiene que estar más ligado a ella, así como cuando la madre lo ha abandonado al nacer, uno tiene muy poco que agradecerle. Pretender que ese pobre hombre, dejado de la mano de sus compatriotas y abandonado por el Estado y la Nación, sea Un héroe es un absurdo. Los pueblos no están formados por héroes. De entre muchos, puede salir algún héroe. Hay que hacer de la patria una buena madre que se ocupe de sus hijos y que cada argentino esté dispuesto siempre a dar una mano para levantar a otro argentino. Y cuando mediante esa ayuda, esa preocupación, cada uno debamos algo a la patria, tendremos entonces un pueblo de patriotas. Por eso, señores, mi preocupación al llegar al gobierno, no fue la de seguir predicando en el desierto, haciendo discursos patrióticos. El patriotismo no se hace con discursos, se hace con ayuda efectiva, con justicia, con amor, con solidaridad y con fraternidad patriótica. Es por eso, señores, que he querido transformar al pueblo argentino: de una masa egoísta he querido hacer una masa de hombres unidos por sentimientos más nobles que el interés y la miseria. He querido labrar la felicidad de los argentinos pensando en que, cuando todos sean un poco más felices, serán también un poco más patriotas. No sé si habré logrado mi objeto, pero yo he visto desaparecer las banderas rojas y los signos de la antipatria para coronar nuestro cielo con la única bandera que se puede levantar en esta tierra. Para ello no he tenido que dar ningún decreto ni hacer discursos: me ha bastado con hacer el bien en la mayor medida posible y para el mayor número posible de argentinos. Por eso, señores, cuando nosotros decimos que queremos una patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana, decimos que esas tres banderas son las banderas de la nacionalidad, porque no puede haber una patria formada por patriotas si no existe la justicia social; no puede haber una Argentina económicamente libre si todos unidos no nos sacrificamos para enriquecerla con nuestro sacrificio y con nuestro trabajo, y no puede haber una patria políticamente soberana mientras nosotros no creemos dentro de ella la independencia económica por medio del trabajo que acumula la riqueza argentina y nos permite cortar la columna del colonialismo que nos ató hasta nuestros días. Podemos decir hoy que esas tres banderas, que deben ser sagradas para los argentinos, están al tope de cada uno de sus mástiles. Dirá el futuro si los pechos argentinos han sido capaces de no dejarlas arriar jamás, y que el día que fuera necesario, cuando alguien quisiera arriar cualquiera de esas tres banderas, yo tengo la ambición de pensar que los argentinos estaremos -como los marineros que creen que la única manera de vencer a la adversidad es hundirse con la bandera al tope- decididos a hundimos con la Nación entera, antes que una sola de esas banderas sea arriada. Por eso, señores, yo quiero decir en esta ocasión en que tan viejos compañeros de trabajo, de ilusiones y de lucha han tenido la amabilidad de ofrecer este maravilloso acto de confraternidad y de amor entre hombre compañeros y camaradas de una causa y de una carrera; quiero decir, decía, que esa escuela que nosotros hemos puesto en marcha desde el gobierno -con esos tres pabellones al tope de sus astas y que los hemos puesto en el texto de nuestra Constitución- representa la verdadera gloria de esta patria. Por ella lucharon y por ella sucumbieron los que nos precedieron en la lucha por engrandecerla. Quiero decir que toda esa inspiración, que toda esa ilusión de patriota y de argentino la aprendí junto a ustedes, hombres humildes, tan humildes como grandes y nobles. Por eso, cuando he oído al amigo Farina decir que todos estos son soldados dispuestos a luchar porque esas banderas no se arríen jamás y he visto cómo ustedes aplaudieron ese párrafo, las lágrimas de mi emoción saltaron a mis ojos, porque los veo hoy casi encanecidos por el servicio y por los sacrificios, pero remozados en ese corazón noble y grande que siempre les conocí, que siempre les admiré y que hoy, ya en el término de mi vida, voy reconociendo nuevamente en los jóvenes y en estos viejos suboficiales que representaron en mi vida algo así como el placer espiritual que hace olvidar toda miseria y toda tristeza. Señores: Yo les agradezco profundamente esta demostración. Le agradezco la fina inspiración de ustedes al haber querido perpetuar esta reunión en un recuerdo, en cuya elección ha influido el espíritu de esos muchachos que saben que a un criollo nada le puede emocionar más y satisfacer mejor que una prenda criolla. Yo soy de los hombres que, a pesar del contacto con la vida, sigo siendo un hombre de la tierra, sigo siendo un criollo en mis costumbres y en mis pensamientos. Por eso, señores, les agradezco profundamente y, sobre todo, les agradezco que en esa intención hayan visto que en mi corazón vibra un criollo igual que el que vive en el corazón de ustedes. Antes de terminar, deseo pedirles que lleven a los camaradas del interior y a los que, por el servicio o por otras causas, no han podido asistir a esta numerosísima reunión -hubiera sido imposible dar cabida a más gente- mi abrazo cariñoso, mi saludo y mi recuerdo, y les digan que desde aquí asisto todos los días a su diana, a su trabajo, a sus fatigas y a sus sacrificios, y que les agradezco, como padre común de todos los argentinos, con este recuerdo y con el abrazo que les pido a ustedes les lleven muy fuerte y muy apretado sobre mi corazón. ................
1951-02-08
En la exhibición oficial del Pulqui II
Deseo decir muy pocas palabras, sobre todo para contestar las que tan amablemente ha pronunciado el señor ministro de Aeronáutica. La Aeronáutica, lo que es y lo que será, se lo debe a sí misma. Yo no he puesto en esto nada más que buena voluntad. El trabajo, el tesón y las conquistas que van obteniendo los aviadores argentinos es obra de ellos y no mía. Es indudable, señores, que estos jalones de la Aeronáutica son para mí de júbilo, como para todos lo aviadores, porque no solamente he compartido sus inquietudes y sus buenos deseos, sino también esas horas de preocupación para poder tener nosotros una Aeronáutica a la altura de los que la República Argentina merece tener. Los primeros jalones los hemos puesto nosotros, pero queda aún un inmenso futuro que llenar: eso será obra de los aviadores y, sobre todo, de los pilotos jóvenes, de los muchachos que nos han de suceder, para seguir marcando rumbos en la conquista del cielo argentino. Señores: yo deseo dedicar en esta oportunidad un recuerdo de mi gratitud para los hombres que han trabajado en la concepción y en la construcción de esta máquina. Yo no olvido, ni olvidaré nunca, que los bien nacidos tienen una condición por sobre todas sus condiciones, y que es la de la gratitud. Yo, en la Escuela de Guerra, en el Colegio recibí la valiosa enseñanza de numerosos profesores alemanes, a los cuales debo, quizá, gran parte de la cultura militar que he adquirido en mi vida, y guardo para ellos una profunda gratitud, que es obligación conservar para todo hombre bien nacido. A esa gratitud que guardo y guardaré toda mi vida para con esos dignos caballeros que dieron de sí lo mejor que tuvieron para enseñamos y para instruimos, debo agregar hoy la gratitud de un hombre formado y la gratitud de la Nación al profesor Kurt Tank, a cada uno de los técnicos que han trabajado en la concepción de esta máquina, como así también a los obreros argentinos que lo han construido. El mérito de esto es, pues, de estos hombres que llegan a nuestra patria con un corazón sin prejuicios y con un alma inclinada a colaborar y a trabajar con nosotros para lograr las conquistas aeronáuticas con que soñamos. A ellos va mi palabra agradecida. A los hombres de la Aeronáutica que incorporan en su Instituto Aerotécnico esta nueva conquista, dentro del Plan Quinquenal establecido ya en el comienzo de nuestro gobierno, les incito a seguir trabajando. Es necesario cumplir el Plan hasta fabricar el último tornillo de una máquina en nuestra tierra. No está de más que en esta oportunidad recuerde a los camaradas de la Aeronáutica que nuestro programa, que nació en ese Plan Quinquenal prescribía, hasta el año 52', cumplir un ciclo que terminaba con la formación del personal técnico indispensable, de la mano de obra necesaria y capacitada, con la constitución del Instituto Aerotécnico, que sería el núcleo para el futuro de las fabricaciones y la dirección técnica de la nueva fábrica de aeronaves. También que seguimos luchando para conseguir dominar ya la producción de la materia prima, elaborar todas las formas del aluminio y llegar a la confección de aceros especiales que intervienen en la construcción de las máquinas; establecer los altos hornos necesarios y toda la elaboración de la materia prima para que, en el Segundo Plan Quinquenal, de 1952 a 1958, pueda cumplirse la segunda etapa de este plan, en poder ya de técnicos, de mano de obra, de institutos técnicos capacitados, y podamos instalar la fábrica, al tiempo que produzcamos la materia prima. Podremos así, en el año 1958, hacer real nuestro deseo y nuestra aspiración de tener, no solamente una aeronáutica a la altura de las necesidades de la República, sino también una fábrica de aeronaves que nos capacite para independizarnos totalmente del extranjero en la producción. Señores: Hago votos porque estos éxitos sigan produciéndose cada día con mayor ritmo y seguridad; porque todos nosotros recordemos permanentemente a los hombres que ponen su inteligencia y su trabajo al servicio de una actividad tan noble como es la aeronáutica, y porque la felicidad, la tranquilidad y el éxito sigan acompañando al señor profesor Tank, como así también a todos los técnicos que constituyen para nosotros un núcleo de nuevos hermanos argentinos que se incorpora a trabajar, a luchar y a vivir con nosotros. ................
1951-02-12
Al despedir a una misión científica a la Antártida Argentina :
Señores: Yo he querido personalmente venir a despedir a la Comisión Científica que parte hoy a la Antártida. Al hacerlo, me he inspirado en los deseos de darle a cada uno de esos hombres emprendedores, una cordial despedida en forma personal, ya que se alejan hacia una ignota región de nuestra tierra para arrancarle muchos secretos que, en el orden científico permanecen desconocidos para nosotros. Quiero hacer presente que esta Comisión se ha organizado por iniciativa del propio señor coronel Pujato que la preside. En segundo lugar, siento una inmensa satisfacción, como presidente de la Nación, en hacer de cada uno de estos muchachos un hombre que una empresa a la que voluntariamente dedica su vida y sus conocimientos. Hago también presente la inmensa satisfacción que experimento al ver entre tantos que piden para ir a Europa y a los Estados Unidos, hay algunos que lo hacen para sacrificarse por el país. Les hago presente a hachas que, al hacerlo, recuerden que las páginas de nuestra historia futura están abiertas para los nuevos héroes que quieren ofrendar su vida en el altar de la patria. Por esa razón es que, al despedirlos, los felicito y tengo la absoluta seguridad de que han de salir triunfantes en la empresa que emprenden. Estoy también, seguro, señores, porque conozco el temple de los argentinos, que ellos han de cumplir no solamente la misión que se les ha encomendado, sino que harán mucho más para satisfacer nuestros deseos de conocer y de tomar posesión efectiva de esos territorios que algunos nos disputan. Estas empresas son las que irán asegurando la posesión real de un territorio, y como el tiempo es la mejor justicia que el mundo ofrece a los hombres, debemos esperar tranquilos, porque si ahora no nos reconocen lo que justicieramente nos pertenece, el poder progresivo de la Nación y el tiempo irán fijando esas bases incontrovertibles de nuestro derecho. Quizá algún día, si la justicia no hace triunfar el derecho argentino, lo haremos triunfar, si es necesario con la fuerza. Yo he hablado con el jefe de la expedición y le he dado mis consejos de soldado y de amigo. Esta expedición ha de hacer su vida tranquila en esa lejana región, y ha sido minuciosamente preparada; se han descartado todas las situaciones que no han podido preverse, pero lo previsible está hecho. Ellos deben contar con que la Nación entera sigue sus pasos y los recordarán todos los días desde la patria. Ellos, al cumplir esta misión, saben que ésta es la primera expedición, y han de seguirla todas las que sean necesarias para mantener en forma permanente el estudio y la ocupación de las bases que comienzan a establecerse. Nosotros tenemos acuerdos para no ocupar todavía con fuerzas estas regiones de la Antártida. Las expediciones científicas argentinas, que irán sucesiva y progresivamente ocupándola, serán la mayor fuerza que hemos de poner por ahora en nuestro territorio antártico. Esta expedición ha de realizar el estudio necesario para llegar hasta el Polo Sur mismo en forma progresiva, y la Nación ha de ir preparando los medios para que se pueda cumplir en forma efectiva esta difícil misión. Señores: partan sabiendo que el corazón de los argentinos los acompañará permanentemente en su misión. Antes de terminar, quiero agradecer públicamente la inteligente y patriótica cooperación prestada por la compañía Pérez Companc S.A. para que esta empresa se llevara a cabo, poniendo un barco mercante que los ha de conducir hasta la Antártida, ayudados por las fuerzas marítimas de esa región en todo cuanto sea necesario. Me satisface extraordinariamente que sea este un barco mercante, pues nosotros nos hemos comprometido con los ingleses y los chilenos a no mandar todavía fuerzas de la Marina de Guerra en misión a la Antártida. Nosotros cumpliremos estrictamente nuestros compromisos. No sabemos si los demás que se han comprometido también lo harán; pero, señores, lo que sí sabemos es que tenemos la permanente y absoluta decisión de obrar en esa región de acuerdo con nuestros derechos y con nuestras posibilidades. Eso lo haremos con toda la energía de la Nación, en éste y en cualquier otro momento, en defensa de la soberanía de su territorio y de sus derechos. Finalmente, señor coronel, usted lleva la responsabilidad de esta empresa. Yo lo conozco desde hace muchos años; sé que no solamente es capaz de realizarla por sus condiciones morales, por su espíritu militar y por su capacidad, sino que sé también que es un hombre acostumbrado a vencer en la montaña los obstáculos más invencibles que opone la naturaleza. Sé que no habrá ninguna empresa que usted acometa que no logre realizarla inteligentemente. Por eso tengo la absoluta persuasión de que ha de cumplir perfectamente bien con su deber y que será para todos los componentes de la expedición su jefe y su amigo, pues en estas largas penurias de conjunto, además de un jefe, es necesario tener un amigo. Serán todos amigos, y al partir deben tomar la decisión de que, cualesquiera sean las circunstancias, la amistad, la unión y la camaradería deben reinar entre todos; ello será la garantía de la mutua protección contra los agentes adversos de la naturaleza. Así, unidos y camaradas, venceremos, de ello estoy totalmente convencido. Quiero hacer presente que, también por iniciativa del señor coronel, se ha fundado en el Ministerio de Asuntos Técnicos, el Instituto de la Antártida, que llevará el nombre del señor coronel, quien será su primer director. ........................
1951-02-24
En la inauguración del Policlínico Presidente Perón en Sarandí
Que sean mis primeras palabras, para agradecer profundamente en nombre del pueblo argentino, este monumento al amor, a la justicia social y a ese mismo pueblo, que como he dicho tantas veces, es lo mejor que tenemos en esta tierra. Quiero agradecer en primer término, a la señora presidenta de la Fundación de Ayuda Social Eva Perón, y en ella, a los hombres y mujeres, que han trabajado con verdadero amor para levantar este policlínico, donde los argentinos vendrán a tener la realidad palpable, de lo que son los buenos corazones y de lo que son los buenos sentimientos. Y quiero mencionar en este agradecimiento especialmente, al doctor Méndez San Martín, que además de la atención del Ministerio de Educación, él encuentra siempre tiempo, para ocuparse haciendo más de lo preciso para satisfacer las inquietudes de la hora y los programas de nuestra acción de gobierno. También quiero agradecer al señor ingeniero Bonnani y a todos los técnicos que han intervenido en la dirección de esta construcción, como así, a mis queridos obreros, que han puesto no solamente su trabajo sino también su entusiasmo. Yo dije, en una oportunidad, que en el aspecto asistencial, mi sueño era que los argentinos poseyesen hospitales humanizados. En nuestra tierra, como producto de un egoísmo inextinguible, las instituciones de asistencia popular no debían llamarse hospitales, sino inhospitales, porque no eran precisamente allí, los sentimientos hospitalarios los que primaban, sino la inhospitalidad absoluta, adonde se arrojaban a los pobres desesperados en su lucha por la salud y por la subsistencia. Un hospital de un pueblo civilizado ha de ser una casa donde el dolor sea respetado y donde el hombre sea defendido frente a la muerte, con respeto y con amor, con el respeto y con el amor con que la persona humana debe ser defendida de los males. Estos hospitales de la nueva Argentina, que surgen impulsados por otros sentimientos; estos hospitales que surgen en toda la República, para amparar a nuestros hombres y para amparar especialmente a los pobres, son también una escuela. Aquí el enfermo debe recibir no solamente la atención médica, sino que también debe ver en el ejemplo de una vida higiénica, como debe ser la prolongación de lo sano en su hogar; limpio, higiénico y digno. Como eso completa también una acción. Es haciendo un verdadera escuela de la profesión de nuestros médicos. ¡Cómo es posible que a veces culpáramos a nuestros médicos de la desatención de los enfermos, si ellos debían de luchar con la muerte y con la enfermedad sólo con sus propias manos! Es necesario ofrecer al profesional la última palabra, el último instrumento, lo más moderno, para que él no malgaste sus energías y su sabiduría en emplear con medios rudimentarios lo que la ciencia hoy ha sobrepasado ya en siglo. Nuestros hospitales cuidaron excesivamente la economía. ¡Cómo es posible que en la defensa de la vida de nuestros hombres pensemos en la economía, cuando derrochamos millones en cosas que no tienen ningún valor ni ninguna importancia! Por eso, es por lo que más felicito a la Fundación en esta creación. Han tenido la clarividencia de no derrochar, pero tampoco, de no hacer esa economía superficial que algunos hacen. Al dotar esta casa, se la ha dotado con largueza, y se la ha dotado en el orden científico de los mejores médicos que tiene nuestra patria. Al poner la dirección de este instituto en las manos del ilustre maestro Finochietto, no solamente se cumple con un deber de gratitud a la ciencia argentina, sino que se demuestra, que esta maravilla hospitalaria no es solamente un continente, sino que hay dentro de sí, un contenido que vale tanto como el continente. Y esto es especialmente grato a mi corazón de argentino y de hombre del pueblo, porque ofrecemos a nuestros hombres humildes, las más altas de las cumbres que nuestra ciencia está produciendo en nuestro tiempo. Y finalmente, es halagador, ver que en este hospital, no solamente se ha tenido en cuenta la comodidad y la dignidad con que son atendidos los enfermos, sino que los médicos, el personal administrativo, los enfermeros, disponen de alojamientos también dignos. Ese trabajo a que someten estas actividades a médicos y enfermeros, necesita un descanso reparador en un ambiente agradable, que pueda hacer descansar no solo el cuerpo, sino el espíritu. Esto ha sido contemplado. Estos médicos que trabajarán en esta casa, han sido considerados como hombres y como médicos, y los enfermeros también, como hombres y como enfermeros. Señores: pido a la Providencia que siga ayudando a esta benemérita obra de ayuda social, para que sus treinta y cinco policlínicos, en todos los lugares de la patria, vayan colocando nuevas banderas, nuevas banderas justicialistas, que irán demostrando al mundo de nuestros tiempos, que cualesquiera sean las luchas y los dolores, nosotros, los argentinos, iluminados por una nueva estrella de la justicia, trabajamos para que los hombres, cada día, sean más amigos de la paz, más hermanos y luchen por unir sus corazones mientras la humanidad se desangra y se mata por causas injustas. Que estas, mis palabras, sean como las de todos los días, palabras de aliento para los que trabajan, palabras de aliento para los hombres de buena voluntad que quieren seguir construyendo para nuestro pueblo, para nuestros hombres, para nuestros pobres. Que esa iluminación que solamente llega a los pueblos muy de tanto en tanto, sea la simiente que sembramos en la tierra maravillosa de esta Argentina, para que cada día, para que cada hora, en esta tierra, haya hombres más buenos y hombres más sabios, para que con el correr de los tiempos, si recuerdan alguna vez de nosotros las futuras generaciones de argentinos, vean en estas obras, cuanto hemos amado a nuestro pueblo, y cuanto hemos luchado por hacerlo feliz. .............
1951-03-12
Discurso pronunciado en el acto inaugural de las sesiones de la 3º Reunión Interamericana de seguridad social.
Señor representante de la Organización Internacional del Trabajo, señores delegados al Congreso Interamericano de Seguridad Social, señores representantes diplomáticos, señor gobernador de la provincia de Buenos Aires, señores ministros, señoras, señores: En primer término, deseo agradecer cordialmente a las autoridades de la Tercera Conferencia Panamericana de Seguridad Social, que han querido, conferirme tan insigne honor, como es el de invitarme a inaugurar sus deliberaciones. Entiendo que con ello la Organización Internacional del Trabajo por intermedio del Comité Interamericano de Seguridad Social, quiere honrar a la Nación Argentina y a su pueblo de trabajadores y en nombre de ellos, de mi Nación y de mi pueblo, yo voy a intentar aquí exponer, en sus líneas generales, nuestro pensamiento acerca del gran problema humano de la seguridad social. Argentina se siente complacida de ser la sede de la Tercera Reunión de la Conferencia Interamericana de Seguridad Social, organismo tan estrechamente vinculado a la Organización Internacional del Trabajo. El interés de las autoridades de la Organización Internacional del Trabajo, está demostrado por el esfuerzo material y personal que ha desplegado para que esta conferencia tenga pleno éxito. Asimismo agradecemos el interés demostrado por la O.I.T. al enviar, a tan larga distancia de su sede normal, al calificado personal técnico que acompaña al señor subdirector general. Obligado moralmente por la amable invitación de los señores delegados a decir estas palabras, creo que es mi deber de gobernante, a quien siempre han preocupado los fundamentales problemas, que resueltos constituyen la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación, decir aquí, con absoluta franqueza, despojada de todo preconcepto, aún cuando ese preconcepto parezca principio inconmovible, todo cuanto la experiencia nos ha dado como triunfo o como derrota, en esta materia tan importante del gobierno de los pueblos. Creo que ese es mi ineludible deber. Si yo dijese en este acto un discurso más, y no abordase con franqueza cordial y fraterna, el tema en sus proyecciones prácticas, no habría cumplido con mi obligación de gobernante de un pueblo que ha hecho una norma de su vida, el servir a todas las causas justas y a todos los altos y nobles ideales de la humanidad. Ello no implica que adoptemos ninguna actitud rectoral. Simplemente nos sentimos obligados a exponer nuestras nuevas experiencias en materia de seguridad social, a fin de que los amigos y hermanos en este noble propósito de proteger a la persona humana, vean en el trabajo cumplido por nosotros toda su realidad, nos señalen los lógicos defectos de su construcción humana, y si algo puede serles útil, lleven luego a sus respectivos pueblos como una contribución argentina a la felicidad de América y del mundo. El hecho de que yo me proponga exponer simplemente nuestra experiencia de estos últimos años, no importa negar el valor de los principios teóricos generales en esta materia. Por el contrario nada hemos construido que no estuviese orientado por una doctrina perfectamente bien definida desde el primer momento; una doctrina básica general, ante cuyas aras no hemos dudado nunca, cuando ha llegado el momento, en sacrificar algunos conceptos secundarios, que a pesar de eso, habían adquirido en cierto modo carta de ciudadanía en la materia y aparecían como dogmas inconmovibles de la seguridad social. El primer objetivo de esa doctrina básica que nuestro pueblo ha consagrado ya bajo el nombre de Justicialismo, es la felicidad del pueblo que coincide lógicamente con la grandeza de la Nación. A ese supremo y alto ideal se subordinan todas nuestras teorías y sobre todo se ordena toda nuestra acción. Para conseguir la felicidad del pueblo y la grandeza nacional, que son dos ideales intangibles de nuestra doctrina, hemos comenzado por asignar al hombre un valor definido. Ese valor coincide en cierto modo con el que asignaron al hombre las concepciones individualistas y por eso nosotros afirmamos, en las primeras páginas de nuestra doctrina, que el hombre es el único objeto de nuestros afanes y que somos profundamente humanistas. Pero el individualismo se quedó en aquel primer paso y se apartó de la realidad cuando no quiso dar el segundo, que era ubicar al hombre en la realidad auténtica e indudable de la sociedad humana. Por eso fracasó como concepción y como realidad. Dejó al hombre solo y abandonado, por haber confundido indudablemente lo que es el valor de la persona humana con la fuerza de la misma. Nosotros también asignamos al hombre un valor superior a la comunidad, pero nos rendimos ante la evidencia de que la fuerza de la comunidad es superior a la de sus individuos considerados en forma aislada. Por no haber aceptado esta suprema evidencia, el individualismo abrió el camino de la esclavitud y los hombres fueron sometidos a la explotación de las fuerzas poderosas, que son el absolutismo del poder político o del poder económico, todavía peor que el primero. Tampoco coincide lógicamente nuestra apreciación de los valores humanos con la asignación que establecen las concepciones colectivistas. El colectivismo fundamentó toda su arquitectura en el reconocimiento de la comunidad como fuerza superior a la del hombre y en el desconocimiento absoluto de los valores individuales, negando que existan en la persona humana valores que trasciendan y superen a la sociedad. Como en el caso del individualismo, el colectivismo confundió la fuerza de la comunidad con el valor identificando conceptos totalmente diferentes. Por eso, toda concepción colectivista es opresora, desde que se funda exclusivamente en el reconocimiento de la comunidad como fuerza superior a la del hombre. En el fondo, las dos concepciones, la individualista y la colectivista, son verdades parciales, cuyo error básico consiste, precisamente, en que son parciales y no aceptan al hombre y a la sociedad como son: como valor y como fuerza. El Justicialismo que nosotros propugnamos como tercera posición ideológica en el mundo, pretende tener una concepción realista del hombre y de la sociedad y no confunde por eso el valor con la fuerza. El valor del hombre es para nosotros superior con respecto a la comunidad, pero reconocemos que la comunidad es fuerte y que el hombre es débil. Nuestro gran objetivo es el hombre, valor superior, pero el gran medio del hombre es que la fuerza extraordinaria de la comunidad lo ayude y no lo explote, lo sirva y no lo aplaste. Eso es por otra parte, lo justo, lo que da al hombre y a la sociedad su lugar en el gran concierto humano. Por eso y porque el instrumento fundamental de nuestra Doctrina es la Justicia Social, ella ha sido denominada Justicialismo. Sobre esta concepción básica hemos construido el edificio de todas nuestras reformas económicas, sociales y políticas. Todo eso implicaba cambiar fundamentalmente la estructura del sistema de explotación capitalista que imperaba en nuestra tierra. Todo eso importaba realizar una revolución, y como en toda revolución frente a la nuestra, se abrió el camino de la realización pacífica y el otro de la ejecución violenta. Yo siempre he creído que la historia no se hace con la violencia, aunque a veces la violencia haya servido para abrir el camino de la evolución pacífica. Por eso elegimos el camino más difícil y más largo, pero más humano y menos costoso para nuestro pueblo, aunque más difícil para nosotros. Decidimos afrontar el enorme trabajo de cambiar el sistema antiguo por el nuevo sistema inculcando en los hombres y mujeres de nuestro pueblo nuestra nueva doctrina y realizándola poco a poco, a medida que al pueblo iba comprendiendo la necesidad de esa realización. En otras palabras, podíamos haberlo hecho todo de golpe y por la fuerza, pero sabiendo que la fuerza no construye nada duradero en el mundo, decidimos hacerlo todo pacífica y empíricamente, de acuerdo con las circunstancias y con la realidad. Muchas veces he dicho, por ejemplo, que la justicia social no hubiese sido posible sin la reforma económica, pero si hubiésemos encarado primero la reforma económica para hacer después la justicia social, lo más probable es que el pueblo nos hubiese desalojado del gobierno, antes que nuestra primera etapa hubiera sido cumplida. Por eso, aun cuando la teoría nos enseñaba que la primera etapa era indispensable, nosotros comenzamos los dos trabajos contemporáneamente, a fin de que el pueblo, menos explotado y un poco más feliz, nos ayudase a conquistar la independencia económica y a romper los moldes de la vetusta explotación capitalista que cerraba todos los horizontes de nuestro pueblo. Para que la reforma social pudiese ser efectivamente realizada debíamos -repito- inculcar en el pueblo la nueva doctrina e ir demostrando al mismo tiempo sus realizaciones positivas. Para eso decidimos crear, en nuestra Nación, una conciencia social clara y profundamente cimentada. De nada vale sostener desde el gobierno una doctrina que anuncie en el hombre valores superiores con respecto a la comunidad y que la fuerza superior de la comunidad debe ayudar al hombre y servirlo, si esos mismos conceptos no están arraigados profundamente en la conciencia del individuo y de la comunidad. A eso dirigí siempre mi prédica y sobre esa base construí mis realizaciones. Así puedo decir hoy con legítimo orgullo, que si algún bien he hecho a mi pueblo, es precisamente el de haber desarrollado en él una clara y firme conciencia social fundada en principios éticos inconmovibles, una conciencia social que hace a los hombres de una misma colectividad nacional, no enemigos sino amigos permanentes y, ello supone, no la lucha destructora, sino la colaboración que construye y hace felices a los hombres y grandes a las naciones. Hoy, cada argentino se siente responsable del destino común de todos sus hermanos, y aunque eso parezca solamente una concepción teórica frente al problema de la seguridad, la experiencia de estos años nos ha probado que nunca el hombre se siente más seguro que cuando vive en un pueblo donde cada uno ha comprendido que tiene deberes ineludibles para con todos los demás. Yo puedo afirmar hoy, con toda verdad, que existe en el pueblo argentino una clara conciencia social. Cada uno de los habitantes de esta tierra sabe que ni está solo ni puede estar solo en el país; sabe que sus actos y sus obras son el principio y el fin de las obras y de los actos de todos los habitantes de la Nación como el resultado de una confluencia de múltiples influjos colectivos. Esta conciencia social ha creado en todo el país un auténtico sentido de solidaridad social, y cada uno de los hombres y mujeres que viven a la sombra de nuestra bandera y según los principios de nuestra doctrina, sabe que además de cumplir su propio destino, tiene que realizar, en la vida, una parte del gran destino común. Otro resultado de este nuevo estado de conciencia social, es el hecho evidente de que la cooperación entre capital y trabajo ha reemplazado ya, en nuestra tierra, a la lucha social. Una vez cumplidas las exigencias básicas de la justicia, el capital y trabajo, suprimidos los problemas enervantes que los enfrentan, entran en el terreno de la colaboración mutua. Las fuerzas patronales han comprendido, siguiendo el ejemplo que nosotros hemos dado desde el gobierno, que se construye más y se gana más, cuando se cuenta con el apoyo digno de las fuerzas organizadas del trabajo. Estos son los principios fundamentales que sobre esta materia nos han permitido declarar muchas veces que nuestro pueblo ha decidido recorrer unido en un solo haz, todo el camino que lleva a la felicidad de sus hijos y a la grandeza de la Nación. Nos sentimos ya felices de haber realizado una gran parte de nuestras aspiraciones. Y cuando a veces ofrecemos nuestra doctrina y nuestras realidades a los demás hombres y a los demás pueblos, lo hacemos sin ningún propósito avieso, sino con la simple, clara, humana, cordial y generosa intención de servir según nuestra manera a la felicidad del mundo. Sobre estas bases doctrinarias, hemos edificado todas nuestras realizaciones, y entre ellas, una de las más importantes según nuestro modo de ver, es cuanto hemos realizado en materia de seguridad social. Esas realizaciones, que como experiencia ofrecemos a este Tercer Congreso Internacional de Seguridad Social, van desde las medidas más simples, de orden puramente administrativo, hasta las profundas modificaciones substanciales que importan la reforma de nuestra Constitución y la inclusión en ella de los Derechos del Trabajador. Todos los Derechos del Trabajador fijados constitucionalmente como norma de derecho social en nuestra tierra, responden a un concepto básico de protección del trabajador, que pueden ser incluidos bajo el título general de Seguridad Social. Todos esos derechos tienen evidentemente una enunciación teórica e ideal. Pero lo interesante no es haberlos enunciado, lo interesante es que previamente había sido iniciado el camino de su realización, y más interesante todavía, es que habíamos llevado a la conciencia íntima de las organizaciones obreras el concepto fundamental de su imperiosa necesidad. Las constituciones de los pueblos, puedan ostentar en el articulado que las compone, magníficas enunciaciones teóricas, y las leyes que las complementan pueden ser teóricamente lo mejor de la tierra, pero si el pueblo no ha adquirido conciencia de la necesidad de que aquellos principios y aquellas leyes se cumplan y sobretodo si el pueblo no ha creado sus propios organismos capaces de exigir las realizaciones necesarias, la Constitución y las leyes son letra muerta y están destinadas a caer en el descrédito. Por eso, tal vez en este caso de la seguridad social y de los derechos del trabajador, como en todos los aspectos de la vida, más importante que concebirlos es realizarlos; y tal vez más importante que realizarlos todavía, sea crear en el pueblo, la conciencia que exija aquella realización, porque de este modo los principios y sus realidades consecuentes empiezan a adquirir permanencia en la historia de los pueblos. Entre nuestros Derechos del Trabajador destacamos el derecho a la seguridad social, según el cual en esta tierra, el derecho total de los individuos a ser amparados en los casos de disminución, suspensión o pérdida de la capacidad para el trabajo, es un principio definitivo. El mismo derecho establece, como contra partida, la obligación que tiene la sociedad, de tomar a su cargo las prestaciones o de promover regímenes de mutua obligatoriedad destinados unos y otros a cubrir y complementar las insuficiencias e inaptitudes propias de ciertos períodos de la vida o las que resulten del infortunio provenientes de riesgos eventuales. Este concepto de la seguridad social, fijado en nuestra Constitución Justicialista de 1949, nos permite ir en esta materia, desde la realización actual que el pueblo quiere a la posible futura realidad de cualquier sistema más perfecto, que podrá ser aplicado cuando el pueblo tenga conciencia de su necesidad y quiera realizarlo. Lo importante para nosotros, es que en nuestro país, todos se sientan seguros mirando al porvenir, y conseguir esto es nuestro supremo afán, no importa cuales sean los sistemas o lo métodos que debamos aplicar. Por eso cuando nuestro pueblo no creyó llegada todavía la hora de un sistema rígido de seguro social, nos dedicamos a dar seguridad a los sectores todavía no protegidos por otros medios, más de acuerdo con el sentir de nuestro pueblo, aunque tal vez no tan perfectos como concepción o como técnicas de la seguridad social. Algunos de esos medios por nosotros utilizados, constituyen ya, en cierto modo, una novedad argentina en la materia. Así por ejemplo, todos los trabajadores del país han podido organizar con el apoyo franco y decidido del gobierno y con la colaboración cada vez menos forzada y más comprensiva del capital, sus propios institutos asistenciales y de ayuda social que protegen al obrero argentino y a su familia contra los riesgos eventuales de la enfermedad, de la maternidad y de la vejez. Ninguno de los miles de los sindicatos argentinos que se precie de ser una organización seria y estable, ha dejado de realizar en este sentido, una extensa tarea constructiva. Yo veo con legítimo orgullo, como ellos mismos levantan sus policlínicos y sus consultorios, organizan su asistencia médica y odontológica, crean sus cooperativas y sus proveedurías, levantan sus barrios de viviendas y sus colonias de vacaciones; y me enorgullezco de todo eso, no tanto por la ayuda con que el gobierno acude en estos casos, sin ninguna reticencia, cuanto porque yo veo que nada de eso se haría en el país si no existiese aquella profunda y clara conciencia social que decidimos crear el día mismo que yo abracé la causa de mi pueblo en nuestra vieja Secretaría de Trabajo y Previsión. Por eso, muchas veces conversando con los obreros de mi país, hemos convenido juntos, que el Justicialismo no tendría razón de existir sin el sindicalismo, y que el sindicalismo tampoco podría existir, por lo menos en nuestra tierra, sin el Justicialismo. En 1943, cuando yo di mis primeros pasos en procura de esta realidad que hoy vive nuestro pueblo y llama con legítimo orgullo la Nueva Argentina, no hubiese podido hablar a los compañeros trabajadores de todas las cosas que hoy ellos mismos reclaman. Y es justo también y es razonable que eso sucediese; este pueblo era un pueblo de explotados. Cien años de injusticia y de opresión habían llevado a nuestros obreros a la lucha, y la política de dirigentes extraños, que servían a doctrinas e intereses ajenos a la realidad nacional y aun al propio sindicalismo, los habían conducido al terreno del odio, que nunca construye, que no deja abierto el camino a ninguna forma de cooperación que solo puede traer la ruina y la desgracia de los pueblos, empezando la ruina y la desgracia de los propios trabajadores. Pero si yo en aquellos primeros días les hubiese hablado de colaboración, ellos con todo derecho hubiesen podido tacharme de ser un traidor a sus propios intereses. Lo primero que hice, fue por estas razones, apoyarlos en sus viejas demandas de mejores salarios. Por otra parte siempre he sostenido que no se puede hablar de seguridad social donde no hay salarios justos, desde que el justo salario es el único sostén para la economía de la seguridad social, y aun es la única base verdadera para esa otra economía individual que es el ahorro, cuya función social nos permite también incluirlo en el capítulo de la seguridad, puesto que permite al trabajador cubrir numerosos riesgos de su propia vida. Con buenos salarios, nuestros obreros adquirieron todo lo que les faltaba desde toda la vida. En vez de vivir, prácticamente, habían durado en la sombra de la necesidad. Los primeros pesos que ganaron por encima de esa necesidad fundamental de alimento y de vestido, los gastaron en muchas cosas que los ricos consideraban superfluas, porque ellos, que no trabajan, tampoco necesitan la alegría en el descanso; cosas superfluas, pero que son indispensables, para que precisamente el descanso sea alegre y feliz, y el trabajo sea después más fecundo y más efectivo. Fueron ellos, los ricos satisfechos aunque temerosos de la tormenta que se avecinaba, los que me condenaron como demagogo y me pronosticaban todos los días que el pueblo no sabría gastar lo que ganaba. En el fondo no les importaba tanto que los obreros gastasen en cualquier cosa el dinero que ganaban como que ese dinero fuese el mismo que antes ellos podían tirar despreocupadamente en la satisfacción de sus placeres y de sus egoísmos personales. En otros tiempos, ellos creían que les pertenecía no sólo el dinero de los hombres, sino también el trabajo, y aún le agradecían a Dios que hubiese tenido la buena idea, de condenar a los hombres al trabajo con su bíblica maldición a la salida del paraíso. Felizmente, los malos augurios de mis críticos nunca se cumplieron. Felizmente, para bien de la humanidad, los augurios de los hombres egoístas nunca se cumplen. Yo mismo desde hace siete años los vengo oyendo anunciar mi primera derrota, fijándome plazos para un desastre que siempre se posterga. Hoy, nuestro pueblo trabajador ahorra en un mes, lo que antes ahorraba en un año, y en un día muchas veces los depósitos en cajas de ahorro son superiores a los que antes se hacían en un mes. El ahorro es seguridad social; seguridad social que solamente puede crearse con salarios justos, con salarios dignos del trabajo digno, que realizan hombres dignos de su condición de hombres. El mismo sentido y las mismas razones nos asisten para decir que un salario justo y adecuado es la base fundamental que sustenta la inmensa obra de asistencia social realizada por los sindicatos de trabajadores en todos los ámbitos del país. Yo me permito invitar a los señores delegados a que visiten, conducidos por nuestros dirigentes sindicales, las obras sociales que ellos mismos, a veces con nuestro aporte, y también a veces, únicamente con sus propios recursos han levantado en nuestra patria. En este orden de cosas, el Estado mismo ha querido dar el primer ejemplo, creando en todos los departamentos que integran el gobierno, obras de asistencia, de ayuda y de previsión, que aseguran el bienestar de sus servidores y cubren los riesgos eventuales del infortunio, de las insuficiencias y de las inaptitudes propias de ciertos períodos de la vida. Muchas veces he citado el ejemplo de los ministerios militares, para probar cuanto puede en este sentido hacer una buena conciencia social. Hombres hechos a una disciplina y en una escuela de formación especial, los hombres de la milicia, creíamos siempre, que el Estado al cual nosotros debíamos servir hasta con el sacrificio de la propia vida, tenía obligación de suministrarnos todo cuanto nos fuese necesario, cubriendo todos los riesgos y atendiendo a todos los aspectos de nuestro bienestar. Nunca nos pareció que debía preocuparnos ningún problema común. Hoy sin embargo al cabo de siete años de afanes, yo me enorgullezco como general, advirtiendo que en las organizaciones militares existe tanta conciencia social como entre los obreros de cualquier sindicato del país. Han entendido nuestra doctrina. Han visto que sin perjuicio de la función protectora del Estado, es posible alcanzar un mayor bienestar y una más amplia seguridad con la acción conjunta de la misma organización que los agrupa. En otro orden de cosas, y siempre guiados por el afán de garantizar a los trabajadores nuestro derecho constitucional de la seguridad social, hemos creado por la acción conjunta del estado nacional y de las provincias, las obras, los institutos y los servicios asistenciales para la atención de los trabajadores en el infortunio de la vejez, de la invalidez y de la enfermedad. En todo el país, la asistencia que brinda el Estado en sus hospitales, en sus maternidades, en sus policlínicos, en sus hogares de ancianos y de niños, es total y absolutamente gratuita, entendiendo siempre que la atención de los infortunados es un deber social de la comunidad. Yo debo señalar en estas circunstancias, a la consideración de los señores delegados, la obra benemérita de una institución, que se ha ganado el derecho al reconocimiento de todos los argentinos: la Fundación Eva Perón. Por razones de índole personal que los señores delegados sabrán comprender fácilmente, debería tal vez callar el elogio a esa institución extraordinaria. Pero la omisión sería injusta y no me la perdonarían los mismos trabajadores de mi pueblo, ya que la obra de la Fundación no es solamente el producto del esfuerzo personal de la esposa del presidente de la República, sino la obra maravillosa de todo un pueblo, que ha decidido realizar el milagro único en el mundo, que se produce en esta tierra todos los días, cuando los obreros, hombres humildes, contribuyen con su esfuerzo y con su sacrificio en la difícil tarea de ayudar a los humildes. Esta realidad que es la Fundación, ha venido a cumplir un viejo principio que yo he sostenido casi como una profecía: solamente a los humildes corresponderá la gloria de salvar a los humildes. Existen en el mundo otras instituciones similares a esta, pero todas han tenido su origen en el aporte de fortunas fabulosas, muchas veces originadas en la explotación inhumana de los trabajadores. Esta obra argentina que se precia de su profundo sentimiento justicialista, se realiza y vive con el exclusivo aporte del pueblo, que así demuestra una vez más que ha nacido para grandes destinos. Yo creo profundamente en los altos y nobles sentimientos de todos los pueblos. Cuando yo afirmo que en esta tierra lo mejor que tenemos es el pueblo, no excluyo en mi concepto a ningún pueblo de la tierra. La Fundación ha repartido por todo el país sus obras de ayuda social y de asistencia. Sus hogares de ancianos y de niños, sus hogares de tránsito, sus policlínicos, sus centros de rehabilitación, sus colonias de vacaciones, sus proveedurías, sus centros culturales, sus ciudades infantiles y universitarias, sus células mínimas de ayuda social, su sistema rápido de pensiones y subsidios de emergencia, complementan con exceso la acción del Estado y de las organizaciones profesionales; y muchas veces el gobierno debe agradecer honradamente esa colaboración, que subsana el retardo del sistema burocrático común de todos los Estados. Yo no he querido expresamente hablar a los señores delegados de lo que es fundamentalmente nuestro específico sistema de seguridad social, de nuestros regímenes jubilatorios, ni de nuestras leyes de seguros especiales, ni de nuestras Cajas que han logrado ya la coordinación uniforme y total de sus sistemas entre el estado Federal y las Provincias, ni de cuanto hemos realizado en tal sentido, siguiendo siempre nuestra norma invariable de proceder en cada caso sobre las bases firmes de la realidad mejor ponderada. Todo ello es materia conocida y la delegación argentina está en condiciones de informar a esta Conferencia, en los distintos aspectos que puedan interesarle. Yo solamente quiero insistir acerca de un aspecto que considero fundamental, según la experiencia argentina: entiendo que los seguros sociales no constituyen el único método de la seguridad social, y que la unidad o pluralidad de los sistemas debe ser decidido por cada país según la situación en que se encuentra y sobre todo según los deseos del pueblo que es soberano y tiene derecho a decidirse incluso por regímenes tal vez menos perfectos, pero más acordes con su manera de sentir y de pensar. Nosotros sostenemos como verdad fundamental de nuestra doctrina, que la verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo. De nada valdrían por otra parte -al menos así lo entiendo yo- magníficas leyes de seguridad social en países cuyos obreros no tuvieren acceso a otros derechos esenciales del trabajador, comenzando por el derecho de trabajar, de retribuciones justas, de condiciones dignas de trabajo, etcétera. De nada le valdría a un país poseer magníficas leyes de seguridad social por otra parte, sino pudiese disponer de los recursos de su propia economía, si no pudiese vivir y actuar como Nación económicamente libre y políticamente soberana, para disponer así de todos sus bienes y poder distribuirlos con equidad y con justicia entre sus hijos. La seguridad social es ciertamente una parte fundamental de la justicia social, una de sus más brillantes consecuencias. Pero la experiencia argentina, lo mismo que la experiencia de muchos otros pueblos de la tierra, nos han demostrado positivamente que la justicia social es una simple leyenda mitológica cuando no se asienta sobre las firmes bases de una economía social sustentada por una absoluta independencia económica. Solamente por vía de una independencia económica verdadera y efectiva pudimos nosotros hacer la revolución que importa invertir los valores económicos del capitalismo, sustituir el viejo concepto de la economía sirviendo al capital, creando al nuevo concepto Justicialista, que pone el capital al servicio de la economía, y hacer después todo lo que la justicia social exigía a fin de que nuestro pueblo estuviese contento con nuestra obra y se sintiese feliz. Por estas razones, la Argentina en su política internacional sostiene, y habrá de luchar por ello, que la independencia económica es la única base que hace posible la autodeterminación de los pueblos, y que la autodeterminación de los pueblos es el único camino, que puede conducir a los hombres a la paz y a la felicidad.
1951-03-30
Discurso pronunciado en ocasión del descubrimiento de un busto del doctor Finocchietto en el Policlínico Rawson
Solamente deseo agregar muy pocas palabras a las elocuentes verdades que terminamos de escuchar referentes a la ilustre vida del maestro Finochietto. Para nosotros, los hombres que sentimos de una misma manera y que tenemos profundamente grabado en nuestro corazón el sentido y el sentimiento humano de la vida, los únicos grandes hombres son éstos. Son éstos que han hecho en su vida una gran obra, han presentado a sus conciudadanos un gran ejemplo y han muerto amado por todos a quienes hicieron el bien y por todos los que recibieron el magnífico ejemplo de estos hombres, cumbres de la ciencia, que para honor de nuestra tierra han vivido entre nosotros, han luchado entre nosotros y nos han legado, con su obra, el compromiso de imitarlos. Por eso no he querido dejar de llegar a este lugar para que, siquiera, sea con nuestra presencia, rindamos el homenaje que estos hombres merecen. Los que de una manera u otra trabajan por los ciudadanos argentinos deben sentir profundamente ese agradecimiento por éstos médicos que frente a la orfandad de recursos, que frente a la carencia de posibilidades, lucharon como verdaderos héroes, con sus propias manos, contra el mal, cuando no tenían a disposición los instrumentos y los elementos necesarios para hacerlo con todos los adelantos de la ciencia. Hoy, quizá nosotros más evolucionados, con un margen mayor de posibilidades, podemos y podremos tener más facilidades que ellos, pero no tenemos que olvidar jamás todos los hombres, que debemos tener un poco este sentido de los sentimientos de los médicos, que ellos, los precursores de la ciencia argentina tienen todo el mérito y deben tener también de nosotros, toda nuestra veneración. Por eso, señores, en esta sencilla ceremonia, -que debe ser sencilla porque a los sabios y a los héroes probablemente les agrade más la sencillez espontánea de la verdad dicha en actos como éste-, en esta ceremonia nosotros, los que vivimos reconocidos a estos hombres por bien que hicieron, llegamos para fijar como ejemplo para las futuras generaciones de médicos, diciéndoles que quisiéramos que todos los médicos argentinos imiten el ilustre ejemplo del maestro Finocchietto, que vayan formando la nueva generación de médicos argentinos templados en ese espíritu y forjados en ese trabajo para que algún día, en cada uno de los hospitales argentinos haya varios bustos de médicos ilustres que lo hayan merecido. ..............