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1944-08-27
En la concentración popular realizada en la plaza La Merced de Pergamino :
Pueblo de Pergamino: Hace breves instantes escuchaba las notas del Himno Nacional en esta plaza, bajo el augusto signo de la patria, nuestra bandera, y al unirse las voces de los que cantaban me representaba la imagen de nuestro pueblo como debe estar en estos momentos: unidos. Y así como se igualaron las voces y así como se entremezclaron los sonidos, ambicionaría como gobernante que se unieran y se entremezclaran los corazones de todos los argentinos. La Revolución del 4 de junio tiene sus postulados irrenunciables, entre los cuales se destaca como un imperativo en estos momentos esa absoluta unidad de los hombres para realizar también la absoluta unidad de la patria. Ninguna Nación que no haya conseguido unir sus hijos puede aspirar a los grandes destinos de los países. La acción disociadora de la lucha de casi un siglo de argentinos contra argentinos, debe cesar, si anhelamos de buena fe hacer una patria grande y poderosa. Es necesario posponer intereses personales y banderías inútiles; argentinos enemigos de argentinos no puede concebirse. Es menester que a toda asociación artificial sobrepase en pujanza la absoluta asociación de la nacionalidad. Por eso desde la Secretaría de Trabajo hemos iniciado una nueva política, aquella que se encamina a unir a todos los argentinos sin diferencias de colores, porque en nuestras luchas, en nuestras ambiciones y en nuestras aspiraciones solamente una bandera debe ir adelante de nosotros, que es la bandera de la patria. Ese es en mi concepto el postulado fundamental de esta Revolución, que ha de terminar con un sistema que ha acarreado tantos males individuales y tanto mal colectivo a la Nación. Yo no ataco a nadie. Señalo los errores porque es necesario que el gobernante indique al pueblo en forma directa cual es su propia enfermedad, para que él mismo le ponga remedio. La Revolución, además, ha propugnado y seguirá defendiendo, e impondrá si es necesario, una justicia social que sea igualitaria en los valores morales y que llegue a obtener en el menor tiempo posible un sistema estable de dignidad y de felicidad a que todos los argentinos tienen derecho, por haber nacido en esta patria rica donde Dios derramó sus bienes a manos llenas. Esa es nuestra única ambición. Queremos que este país vuelva a su normalidad, como algunos la llaman; pero una normalidad regenerada donde no sea posible destruir todo lo que nosotros estamos construyendo con un trabajo incesante y sin descanso desde nuestra Secretaría de Trabajo y desde la Casa de Gobierno. Nosotros tenemos una sola ideología y también un solo partido político: es el país. No nos interesa quien ha de beneficiarse o quien ha de perjudicarse. Nos interesa por sobre todas las cosas hacer la felicidad del país construyendo la felicidad de cada hogar argentino. La Secretaría de Trabajo no defiende causas injustas, no defenderá nunca una causa mal habida; pero no cejará un milímetro al defender la justicia por todos los medios posibles. Nosotros deseamos condiciones de trabajo, en general, apropiadas, y la unidad de todos los gremios obreros. Es indudable que para imponerlo deberemos luchar, pero esa lucha no representará para nosotros un esfuerzo porque cuando defendemos la justicia y la verdad Dios será nuestros compañeros y con Él hemos de triunfar cueste lo que cueste. Queremos asimismo realizar una obra de previsión social que asegure a los hombres que trabajan un régimen y standard de vida adecuados, y que cuando las desgracias les lleguen, ya sea por invalidez u otros riesgos, o cuando los años los doblegue por la vejez, tengan la tranquilidad espiritual y material necesaria para terminar dignamente sus años a cargo del Estado. Queremos también que se acaben en nuestro país los casos de hombres inútiles por desnutrición. Esto que haría reír despectivamente a cualquier estadista europeo, pensando en los millones de cabezas de ganado y en los millones de toneladas de trigo que producimos, es, desgraciadamente, una realidad, una desgracia social argentina. Sabemos que todos los años debemos renunciar a un 40% de la conscripción por inutilidad física, siendo la debilidad constitucional la lacra que más contribuye a este porcentaje. Queremos que todos coman, porque esto, que parece risible, es una triste realidad de la patria. Queremos finalmente coordinar y terminar para siempre con las luchas entre el capital y el trabajo. En los años pasados, en que, lejos de tratar de proscribir la lucha entre los patronos y los trabajadores, parecería que se la ha propugnado por todos los medios, la Nación ha perdido ingentes riquezas quemadas en esa estéril e inútil lucha entre el que posee el capital y el que trabaja. La Secretaría de Trabajo y Previsión ha iniciado un nuevo sistema de relaciones. Hace pocos días ha terminado el ciclo de consultas. Primero hablamos y correlacionamos los problemas de la clase trabajadora. Luego lo hicimos con la clase media y, finalmente, lo acabo de realizar con la clase capitalista. En esa forma, habiendo obtenido la colaboración total de esas tres clases, estoy absolutamente persuadido de que se ha iniciado una nueva era en las relaciones en las clases argentinas, cambiando esa lucha por una colaboración y cooperación que ha de producir el bien de todos y, por sobre todo, ha de producir gran bien a la Nación. No ha de pasar mucho tiempo sin que los trabajadores comiencen a recibir en forma directa los beneficios de ese entendimiento; los que trabajan en las fábricas, en los talleres y en las oficinas recibirán de sus patronos mejor trato, mejores trabajos, mejores condiciones y mejores salarios. El Estado asegurará lo demás para que ningún habitante de esta tierra pueda quejarse de que no se le da lo que en justicia le corresponde. Igualmente hemos de asegurar los sindicatos gremiales argentinos. Pero, entiéndase bien, sindicatos gremiales, no sindicatos políticos. No queremos empleados ni obreros de una misma actividad divididos en socialistas, comunistas, radicales o conservadores. No queremos esa forma de división realizada preconcebidamente para explotar una masa a base de promesas nunca cumplidas. No queremos que los trabajadores argentinos sigan siendo el juego de políticos inescrupulosos ni dirigentes venales que se venden al mejor postor. Algunos han dicho de que yo, porque pienso así, soy nazi o comunista. Yo soy solamente argentino y, además, anhelo leal y sinceramente el bien de la clase trabajadora; por eso aconsejo que se unan todos los de un mismo gremio para hacerlo, así, fuerte y unido para enfrentar a los elementos con los que ellos deben combatir para el logro de sus aspiraciones. Conversaba los otros días con un capitalista de una gran sociedad patronal y me decía: "Usted está haciendo la agremiación obligatoria". No, le contesté, no lo hago; pero si lo pudiera hacer lo haría, porque nunca me he podido explicar por qué un señor que forma parte de un sindicato patronal no quiere que los obreros formen parte de un sindicato gremial obrero". Nosotros queremos aquellos sindicatos obreros que sean organismos serios, con hombres responsables y honrados a su frente, para entendernos con ellos ya que no nos podemos entender con cada uno de los trabajadores argentinos. Queremos también sociedades patronales serias, representadas por hombres honrados, y entonces habremos suprimido la lucha entre los patronos y los obreros llevándola a una mesa de transacción donde, a la vista nuestra y bajo la dirección del Estado, lleguen a un acuerdo que, sin perjudicar al capital, beneficie y haga justicia al obrero. Si esto es ser chino o budista no me importa. Pero es lo que corresponde y es lo que se va a hacer. Señores, la Secretaría de Trabajo y Previsión distribuye abundantemente nuestros prospectos, donde está nuestro plan y donde está expuesta sinceramente nuestra doctrina. Por eso no me voy a extender más en esta conversación. Pero antes de cesar en el uso de la palabra deseo agradecer al pueblo de Pergamino la acogida que me han dispensado, asegurándole que llevo un recuerdo que será imborrable porque, como no ambiciono en esta vida más que el reconocimiento de los hombres a quienes yo sirvo por mandato de la Nación, representa para mí la paga más extraordinaria que pueda recibir como gobernante. .............................
1944-08-29
Ante profesores secundarios que concurrieron a la Secretaría de Trabajo
Ante profesores secundarios que concurrieron a la Secretaría de Trabajo Con íntima satisfacción recibimos a los señores profesores, porque entendemos que la política social del país debe realizarse con un concepto integral, en forma de que ningún elemento humano quede fuera de la misma. Algunos planes de política social han fracasado porque han sido encarados en forma unilateral, preocupándose por una clase determinada y descuidando las restantes. Generalmente la preocupación ha ido dirigida a la clase obrera, que es la más numerosa, pero se ha olvidado que los problemas obreros se hallan encadenados y ligados a los demás sectores que forman la sociedad. Es por ello que desde el primer momento, la Secretaría de Trabajo y Previsión se ha abocado a una planificación de múltiples problemas de la vida argentina, que afectan a diversas esferas y que permanecen sin solución desde hace muchísimo tiempo. Con esa visión de conjunto del panorama social argentino procedemos a la realización de objetivos reales y aspiramos a conseguirlo dentro de los límites de la perfectibilidad humana. El problema de los profesores comprende dos aspectos: el de la enseñanza y el gremial. El primero no nos compete directamente; el segundo le incumbe a esta Secretaría, porque su solución entraña un mejoramiento moral y material de la vida del profesorado. Encarada la política social con tales directivas, conseguiremos soluciones estables. Estoy en condiciones ideales para comprender lo que significa sentirse amparado por una ley estable. Como militar me he sentido protegido por la égida de una ley orgánica inflexible, pero justa, y desde hace 40 años experimento los beneficios de esta institución. No me explico entonces cómo pueden existir cuerpos de maestros o profesores que no estén protegidos por una ley orgánica y sometidos al capricho o a la buena voluntad de los hombres de gobierno. Sostengo que no pueden existir profesiones, carreras u oficios que aspiren a progresar huérfanos de toda estabilidad. No entiendo que el Estado mantenga institutos para formar profesores y nombre para las tareas docentes a personas que no se han diplomado en esos institutos. La conclusión no puede salir de estas dos: o los institutos están de más o se hacen las cosas mal. La Nación debe establecer un criterio de selección para que dirijan a la juventud los mejores. Esta selección debe ser apoyada por los mismos profesores, porque ella es ley de la vida. Nos pondremos a trabajar desde ya para satisfacer las aspiraciones de los profesores y las discutiremos con la rama técnica que es el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, que defenderá el aspecto técnico de la enseñanza, y nosotros el factor humano, es decir los profesores. Seguros estamos que hemos de llegar a una coordinación perfecta con beneficio de la enseñanza y sin perjuicios para los profesores. Deseamos formular un estatuto completo que fije un régimen inamovible de escalafones, de obligaciones, y que concurra a la perfección del profesorado. Por ahora no queremos decir nada más sino que desde ya vamos a dar comienzo a nuestra tarea en beneficio de ustedes. ...................
1944-09-02
En un acto en la ciudad de Quilmes :
Pueblo de Quilmes: He dejado mi mesa de trabajo en la seguridad de que llegando hasta aquí, daría a mi espíritu la alegría de verme rodeado por trabajadores, cuyas demostraciones constituyen el descanso de todo mi trabajo. Traigo para ustedes el saludo del excelentísimo señor Presidente de la Nación, quien especialmente me ha encargado expresarles que si no puede estar materialmente con ustedes, lo está de todo su corazón. Es sumamente auspicioso para la Secretaría de Trabajo y Previsión poder llegar por mi intermedio hasta ustedes, para traerles la palabra de todos los funcionarios que allí trabajan, elaborando y realizando una doctrina social que ha de poner a la población trabajadora argentina a una altura que ya debía haber alcanzado hace mucho tiempo. En materia social no pueden realizarse milagros. Es la sedimentación de los actos de gobierno, a través de los tiempos, lo que va conquistando paulatinamente la tranquilidad y la felicidad que en ningún aspecto de la vida el hombre puede alcanzar en el transcurso de poco tiempo. A pesar de ello, la Secretaría de Trabajo y Previsión ha acelerado en tal forma el ritmo, que con satisfacción podemos decir que en ocho meses hemos realizado una tarea superior a la que se había cumplido en el país en muchos años. No es que nosotros tengamos condiciones más elevadas que los que nos han precedido; no es tampoco que conozcamos más los problemas. Es solamente, que procedemos leal y sinceramente a cumplir lo que consideramos el imperativo de esta hora, para las masas que trabajan en nuestro país. Nuestra Revolución tendría poca razón de ser sino pudiésemos cumplir lo que nos propusimos al ponerla en marcha. Uno de sus postulados sobresale por su importancia de todos los demás: la justicia social. Consideramos que los mandatarios que en esta hora no realizaran una acción de justicia social y se dedicaran a la simple obra administrativa de gobierno, pasarían a la historia como algo intrascendente e indigno de ser recordado. Las revoluciones deben ser profundamente innovadoras en sus finalidades; y en el caso nuestro la innovación fundamental radica en llevar a las masas trabajadoras a un bienestar superior al que actualmente gozan; y en unir por ese medio a todos los argentinos en forma de amalgamar la nacionalidad, de modo que no pueda romperse ante ningún embate de la tierra. Hemos comenzado a sentir el reflujo de una oposición a nuestra política social. Sabemos bien cuáles son los orígenes de esa oposición y qué fuerzas la impulsan. En primer lugar, el eterno egoísmo del que ha alcanzado una situación que por bien de Dios ha adquirido, y que por eso mismo, está obligado a servir a los otros, ya que tiene la fortuna de no necesitar ser servido por los demás. En segundo lugar, las fuerzas ocultas de la mala política, que indudablemente no pueden ver con buenos ojos, que otros realicen con sinceridad y con lealtad, lo que sus malos sentimientos no les permitieron realizar a ellos. No atacamos a nadie. Señalamos al pueblo sus males para que él sea quién les ponga remedio, ya que no hay fuerza en la tierra que pueda obligar a un pueblo a hacer lo que su conciencia no le dicta hacer. La autoridad del gobierno emana del pueblo. El mandatario gobierna por un acuerdo tácito con su pueblo. El gobernante no puede ejercer su autoridad en contra de la voluntad del pueblo, del cual emana su propia autoridad. Pero desgraciadamente, los políticos encontraron en muchas oportunidades la forma de ejercer una autoridad con astucia, para violar el mandato del pueblo y hacerle cumplir obligaciones que no debía imponerle. Estos son los malos políticos, los hombres que no deben volver a la función pública si el pueblo argentino quiere estar a cubierto de todos los males que ha sufrido hasta ahora. Las corrientes sociales argentinas deben asegurarse. Nosotros estamos realizando una obra que no ha de ser firme y duradera sino la podemos consolidar profundamente. Estamos organizando el trabajo y el descanso, arreglando los salarios, creando una previsión social justa para todos los argentinos. Pero todas estas realizaciones no pueden quedar consolidadas en un año o dos, pues su afianzamiento necesita de la acción del tiempo. Entendiéndolo así, hemos de crear un instrumento que, aún cuando nosotros hayamos desaparecido de la dirección de la Secretaría de Trabajo, y aún cuando estemos en el cementerio, haga que nuestro espíritu esté vigilante del cumplimiento de cuanto establezcamos ahora. Es menester que los trabajadores argentinos sientan esta Revolución como la sentimos nosotros. No hemos ido a ella en pos de conquistas materiales para nosotros. Hemos expuesto en ella todo, empezando por nuestra vida y nuestra carrera, sin haber pretendido contar con el aliciente de la conquista de bienes materiales. Sólo queremos que la justicia social, a la que consideramos superior a todas las demás justicias de la tierra, alcance hasta el último de los argentinos, que por humilde que sea, representa en el engranaje nacional un factor indispensable para su funcionamiento. Por eso, he pedido muchas veces a los obreros argentinos, que piensen y mediten profundamente sobre cuanto he dicho al fijar la doctrina de acción de la Secretaría de Trabajo y Previsión. No se trata de un organismo estatal más. Es el corazón de la masa obrera argentina que palpita al lado del gobierno, para hacerle recordar que su función fundamental ha de consistir en propugnar todo aquello que haga la felicidad de la población trabajadora, porque ella es el centro de gravedad de todas las actividades del Estado. Esta demostración del pueblo de Quilmes quedará grabada en mi corazón, porque las exteriorizaciones de esta índole son la única recompensa a que yo aspiro en todos mis sacrificios. Deseo que todos los argentinos que nos acompañen de corazón en esta obra recuerden sólo una cosa: que cuando salimos de nuestros cuarteles, prometimos en una proclama realizar esto que estamos cumpliendo indefectiblemente, y que lo seguiremos cumpliendo se oponga quién se oponga, por las buenas o por las malas. Nosotros traicionaríamos a la Revolución y a nuestra propia conciencia si por debilidad o por egoísmo abandonásemos esta obra social antes de haberla consolidado totalmente, y ustedes los trabajadores, serían los que a corto plazo sufrirían las consecuencias de esta cobardía nuestra y del egoísmo de los gobernantes. Finalmente, agradezco esta demostración que me ha dado la oportunidad de hablar ante esta muchedumbre, repitiendo un espectáculo que es ya frecuente en todo el territorio de la Nación y que pone de manifiesto que nuestra Revolución está cumpliendo sus fines, porque se está convirtiendo en la Revolución del pueblo, lo que fue en sus comienzos la Revolución del Ejército. ............
1944-09-06
En la Secretaría de Trabajo y Previsión ante representantes de la Unión Obrera Metalúrgica da
Celebro la llegada del gremio de metalúrgicos a la Secretaría de Trabajo y Previsión, y manifiesto mi alegría por la visita de ustedes. En primer lugar, porque tienen a su frente a nuestra bandera, y en segundo lugar, porque, mientras vuestro delegado leía su discurso he visto en sus manos las huellas que me indicaban que se trataba de un auténtico obrero metalúrgico. La Secretaría de Trabajo y Previsión quiere esas dos cosas: que nos una a todos esa bandera y que todos los que vengan aquí a defender sus aspiraciones, concurran leal y sinceramente a luchar por las conquistas de su propio gremio. Nosotros queremos gremios unidos y organizados. Algunas veces los mal intencionados han querido hacer aparecer a la Secretaría de Trabajo y Previsión como contraria a la formación de gremios fuertes, unidos y poderosos. Nada más incierto que eso. Para entenderse con los gremios y con todos los trabajadores necesito que se agrupen, porque no puedo escuchar a cada trabajador por separado como serían mis deseos. El gremio organizado es la seguridad de una conducta racional y armónica en el movimiento gremialista y sindicalista argentino. No pueden aceptarse gremios que sean inorgánicos. Ellos han de ser organizados y unidos. Para ello necesitan tener la disciplina gremial necesaria y estar representados por verdaderos valores del gremio como dirigentes, en forma que con su inteligencia, su ponderación, su ponderación, su prudencia, puedan obtener para el gremio el mayor número de ventajas con el mínimo de sacrificio. Yo ya extrañaba que el gremio de los metalúrgicos no llegase hasta nosotros conociendo las dificultades de los gremios y lo próspero de la industria. Me había llamado extraordinariamente la atención, y muchas veces me había preguntado: ¿es que los metalúrgicos estarán tan bien? Recibo de ustedes este memorial, que hemos de poner inmediatamente a estudio de la Dirección de Acción Social Directa y de acuerdo con nuestro sistema, ella se ha de expedir rápidamente. Como digo, la Secretaría de Trabajo y Previsión es la casa de los trabajadores, y extrañamos a aquellos trabajadores que tardan en venir. Ninguno ha llegado a esta casa que no haya sido bien atendido y considerado en todas las cuestiones que ha solicitado. Aquí no preguntamos quien es, porque es nuestra obligación atender a todos los trabajadores que llegan, por intermedio de su representación, o directamente. Así lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo. Es necesario organizarse; que para nosotros un sindicato sea una garantía de orden y de ponderación, que no defienda otras cuestiones que no interesan al gremialismo, sino que defienda su propio gremio. Queremos sindicatos gremiales, no queremos sindicatos políticos. Para hacer política hay partidos; para hacer gremialismo hay sindicatos, y hacer política en los sindicatos es lo mismo que hacer gremialismo en los partidos. Nosotros queremos -y lo hemos dicho desde el primer día en esta casa- poner el hombro a todo lo que sea obrero, pero poner el pie a todo lo que sea político. Por eso defendemos el sindicalismo gremial obrero, y no aceptamos en esta casa ningún otro interés que no sea el auténtico interés de los trabajadores. Nosotros no somos ni políticos ni antipolíticos; no nos interesa. Solo sabemos que en la casa del trabajador y que las cuestiones políticas se defienden en la calle o en los comités. Al referirme a ello, hablo de la política de ideologías extrañas y a todas esas cuestiones que deben dilucidarse fuera de esta casa. Por eso, señores, cuando los trabajadores vienen a ésta, que es su casa, con buena intención, con la lealtad y la sinceridad con que nosotros obramos para asegurar una justicia que ha tardado tanto tiempo en llegar, el menor derecho que tenemos es el de pedir que conserven esa lealtad y esa sinceridad y que traten de caballero a caballero y no buscar segundas intenciones en un asunto que a nosotros no nos interesa. Nosotros somos hombres sin prejuicios y nos interesa exclusivamente el bien de la clase trabajadora, para ello el gobierno nos ha colocado en este puesto. Cuando hagamos otra cosa que no sea propender a esa finalidad, estaremos violando nuestro deber. Así lo entendemos y así lo seguiremos entendiendo. Agradezco la visita de ustedes y prometo que hemos de ocuparnos de estos problemas -y de ello pueden estar ustedes persuadidos- con el mismo entusiasmo y el mismo interés con que cada uno de ustedes defendería su propio problema. .................
1944-09-06
En el acto en que se constituyó el Consejo Nacional del Posguerral
Al hacerme cargo de la Secretaría de Trabajo y Previsión y encontrarme ante el multiforme aspecto que ofrecía el panorama social de nuestra patria, hube de concretar mis opiniones afirmando que "la vida civilizada, en general, y la económica, en particular, del mismo modo que la propia vida humana, se extinguen cuando falla la organización de las células que la componen". De entonces acá, toda mi preocupación de gobernante ha girado alrededor de este principio que juzgo polarizador de toda obra de gobierno. Todos mis afanes han tendido a la estructuración, cada vez más completa y ajustada, de organismos capaces y potentes, y al mejor funcionamiento de mecanismos suficientemente afinados para que estén constantemente en condiciones de cumplir su finalidad con la menor resistencia posible. No importa dilucidar aquí si, en lo que al medio social argentino se refiere, el ideal anhelado está próximo o lejano; importa tan sólo sentar una vez más la afirmación de que si no se contribuye con la mayor constancia y el más denodado empeño, a orientar, organizar y encauzar la vida del cuerpo social y de cuantos elementos, factores y sistemas contribuyen a que cumplan naturalmente sus funciones, el cuerpo social como el cuerpo muerto, cae y se precipita a los abismos del desorden, para desintegrarse finalmente en la anarquía. Los múltiples acontecimientos de la más variada índole que a diario he tenido ocasión de apreciar en la Secretaría de Trabajo y Previsión, han puesto de relieve el encadenamiento lógico de hechos y fenómenos que, a primera vista, alejados entre sí, y como pertenecientes a campos opuestos, se enlazan y mezclan de tal manera, que en la raíz de su ser o en la esencia de sus manifestaciones, armonizan en idéntica causa o razón. Débese ello a que no puede hablarse de una economía patronal y de una economía obrera sino de una economía nacional. Por este motivo, los problemas que afectan a uno cualquiera de los distintos grupos sociales, que en la vida real puedan existir, no son peculiares del grupo en que se manifiestan en un momento dado, sino comunes casi, a todos los demás. Basta el concurso de ciertas y determinadas circunstancias para que salgan a la superficie con mayor o menor virulencia; pero respondiendo a un reducido número de causas que, con características análogas, engendran los problemas económicos generales de un país. Y tal es la trabazón que entre sí guardan todos los factores que intervienen en la producción, distribución y consumo de la riqueza que no puede articularse la vida económica de los trabajadores sin tocar los soportes fundamentales de la economía patronal. El encadenamiento que existe entre los problemas que a unos y a otros afectan; las influencias que mutuamente ejercen, son testimonios elocuentes de la necesidad imperiosa de coordinar íntimamente los órganos y las funciones que enlazan la acción de los individuos con las responsabilidades gubernamentales. El sino económico de los individuos, el proceso dinámico singular de la economía, se enlazan e integran en la coyuntura económica nacional, y cuando las economías nacionales entablan entre sí relaciones y surge lo que denominamos economía mundial, los procesos dinámicos de la economía nacional se asocian para constituir una economía más amplia: la de la economía mundial. La redistribución de los recursos humanos, espirituales y materiales de un país, cuando se pasa de un período de normalidad a otro extraordinario o viceversa, requiere planes coordinados que no pueden dejarse a merced de la corazonada que inspire la exaltación de un sentimiento o a la audacia de una improvisación. Determinar la política económica que conviene seguir a corto plazo, y enlazar sus realizaciones con las medidas que deben tender a más lejana ejecución, son tareas que requieren, por encima de todo, una vasta acción coordinadora. La coordinación sólo es posible cuando se cuenta con la vocación decidida de implantarla, la capacidad técnica para proseguirla y el tiempo suficiente para consolidarla. Las fuerzas armadas, las fuerzas económicas y las fuerzas laborables, unidas en haz indisoluble por medio de una sólida cultura ciudadana, son los cimientos sobre los que debe edificarse nuestro porvenir para mantenernos económicamente libres y políticamente soberanos. La tarea, ciertamente, no es fácil, ya que se trata de lograr la homología funcional de un sinnúmero de engranajes que actúan en planos múltiples y opuestos; y de esta reunión de esfuerzos obtener, además, resultados positivos que contribuyan a proporcionar mayores satisfacciones y seguridades a la colectividad nacional. No faltará quien, al considerar el decreto que otorgó al vicepresidente de la Nación la superior dirección del ordenamiento social y económico argentino y creó el Consejo Nacional de Posguerra, juzgue que empeñarse en definir orientaciones de tal índole, equivale a comprometer innecesariamente el porvenir económico del país. La reacción normal de esos escépticos consiste en censurar cuantas iniciativas nacionales surjan y criticar cuanto se haga sin condicionarlo o supeditarlo a lo que decidan los que resulten vencedores en la actual contienda mundial. Frente a este escepticismo enfermizo, decadente y malvado, opongo rotundamente la fe en los altísimos y libérrimos destinos de la patria. Frente a esta maledicencia solapada, mezquina o innoble afirmo claramente la decisión inquebrantable de que la Argentina propulse la ascensión de su economía, la intensificación de su cultura, el mejoramiento de sus clases sociales y logre el prestigio que merece ante todos los hombres de buena voluntad que pueblen los continentes de la tierra. Y lo proclamo con fe y con tesón, porque tengo el convencimiento absoluto de que todos mis conciudadanos -salvo los cegados por el odio, por el egoísmo o por la pasión política- comparten mis ideas y mis sentimientos en cuanto se refiere a la orientación económico-social que la Argentina debe trazar en adelante; y que sintetizo en los siguientes postulados fundamentales: El Estado no debe alterar los principios de libertad económica, tanto para los productores, como para los consumidores; pero la desarticulación provocada por la guerra en la economía mundial exige prever las soluciones aplicables a las necesidades apremiantes de posguerra, estimulando la producción, y utilizar toda la mano de obra disponible, con el fin de alcanzar un justo equilibrio de las fuerzas productivas, y la elevación de la renta nacional. El Estado debe contribuir al perfeccionamiento de los conocimientos técnicos de cualquier orden en todas las actividades nacionales; a que se aumente el rendimiento individual; a mejorar de modo efectivo las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores; a fomentar el progreso de la clase media y a estimular el capital privado en cuanto constituye un elemento activo de la producción y contribuye al bienestar general. Serán estériles cuantas energías se consuman para alcanzar los objetivos precedentemente indicados, si no se actúa con un criterio ordenador, que asistido de los adecuados resortes consultivos, determine los principios fundamentales de carácter económico y social, y adopte las medidas que desde este momento deban aplicarse para resolver las situaciones que puede provocar el tránsito de la guerra mundial a la paz y las que requiera la posterior consolidación de la normalidad. Proclamo en primer término el principio de libertad económica. Pero esta libertad, como todas las libertades, llega a generar el más feroz egoísmo, si en su ejercicio no se articula la libertad de cada uno, con la libertad de los demás. En efecto, un instinto universalmente comprobado lleva a todos los seres a perseverar en su ser, a proveer a su conservación y a su desenvolvimiento. Este es el más radical, el más tenaz y el más eficaz de todos los instintos. Empuja al hombre a procurarse lo necesario para la vida, a buscar un cierto bienestar, a asegurar su porvenir. Comúnmente, llámese a este instinto, interés personal. Aunque la palabra interés se encuentra con frecuencia empleada en un sentido despectivo, el interés personal, puesto que responde a una tendencia natural, es legítimo siempre que respete los límites que le impone la moral individual, familiar y social. El abuso conduce al egoísmo; en cambio, el noble ejercicio de este instinto humano se extiende a los que en cierto modo son como una continuación de la persona individual -los miembros de la familia- y alcanza a cuantos la rodean -a los conciudadanos, a los compatriotas, a la humanidad entera-; y lleva, por tanto, en sí, una de las raíces del amor familiar, del patriotismo y del sentimiento de hermandad entre hombres y naciones. Su recto ejercicio, además de alcanzar el beneficio apetecido, es fuente originaria de las virtudes que sirven a su vez para moderarlo. Pero no todos venimos al mundo dotados del suficiente equilibrio moral para someternos de buen grado a las normas de sana convivencia social. No todos podemos evitar que las desviaciones del interés personal degeneren en egoísmo expoliador de los derechos de los demás, y en ímpetu avasallador de las libertades ajenas. Y aquí, en este punto sutil que separa el bien del mal, es donde la autoridad inflexible del Estado debe acudir para enderezar las fallas de los individuos, y suplir la carencia de resortes morales que debe guiar la acción de cada cual, si se quiere que la sociedad futura sea algo más que un campo de concentración o un inmenso cementerio. La naturaleza humana y la naturaleza material se encuentran por doquier, y siempre idénticas en su fondo. Pero una porción de modalidades y de circunstancias accidentales dan a cada época y a cada región del globo, así como a cada individuo, una fisonomía particular. El problema económico, siempre idéntico en su fórmula general, se plantea, pues, según los lugares y los tiempos, con hipótesis diversas. Estas hipótesis están condicionadas por la naturaleza del suelo y del subsuelo, los climas, la situación geográfica, la civilización, la forma del Estado, el régimen de las asociaciones, el desarrollo cultural, la moral, la abundancia de la población, la técnica industrial, los medios de comunicación, la situación de los trabajadores y otros factores relacionados con la idiosincrasia y las costumbres de cada pueblo. Querer, pues, aceptar e imponer un patrón universal, querer atribuir a uno solo de estos factores las responsabilidades que en conjunto les corresponden constituyen una utopía y demuestra la contumacia de la maldad. Ningún régimen, examinado en los detalles de su organización, es inmutable, pues, si bien es posible descubrir leyes y principios universales, su aplicación es susceptible de modalidades diversas según el lugar y el momento en que se vive. El derecho esencial que tienen los pueblos es exigir a sus gobernantes que al adaptar con la mayor prudencia los sistemas a las circunstancias cambiantes, jamás se abandonen los principios y las leyes esenciales. ¿Y sería injusto que este derecho legítimo de los pueblos se le negara al Estado cuando pretenda exigir su cumplimiento a los reacios o recordarlo a los que por olvido o distracción pretenden beneficiarse de la buena fe de los demás? Pero, en momentos excepcionales como el presente, en que el mundo se encuentra ante las ruinas de instituciones que se creían logradas e inmutables; en que se perfilan, si bien inciertamente, los contornos que revistará la sociedad futura; en que los hombres de gran experiencia política, como el primer ministro inglés, Winston Churchill llegan a preguntarse cómo es posible imaginar que la masa del pueblo sea capaz de decidir por votos, en las elecciones, la recta vía que se debe seguir entre el cataclismo de los cambios que contempla la humanidad, considero que tengo derecho a plantear estas cuestiones: Primera: ¿Es prudente dejar a merced de las múltiples, dispares y contradictorias determinaciones aisladas, la orientación ordenada de las delicadísimas cuestiones de carácter social y económico? Segunda: ¿No debe ser el Estado quien, en aras de un interés superior, que es del de todos y cada uno de los integrantes de la comunidad nacional, ejerza la inalienable función constitucional de promover por todos los medios el bienestar general? El principio de libertad económica que he proclamado no puede, pues, evitar que el Estado realice esta acción tutelar para coordinar las actividades privadas hacia una finalidad colectiva nacional, condicionada, consiguientemente, a ciertos preceptos que le son consubstanciales. Si una Nación quiere ser económicamente libre, y políticamente soberana, ha de respetar y exigir que le sean a ella respetados los principios básicos que rigen la vida de los hombres y de los pueblos: el derecho y la moral. Y si una Nación no quiere ser o no se esfuerza en mantenerse económicamente libre y políticamente soberana, merecerá el escarnio y la befa de los contemporáneos, y la condenación eterna de la historia. En concreto, el principio de "libertad económica" no se vulnera, ni siquiera se empaña, cuando el Estado, dirige la economía, de la misma manera que la libertad de transitar libremente por el país no queda afectada cuando se encausa o se dirige por determinadas rutas, en vez de permitir que, galopando a campo traviesa, se causen daños irreparables a terceros, sin conseguir de paso, provecho alguno para el viajero. El Estado puede orientar el ordenamiento social y económico sin que por ello intervenga para nada en la acción individual que corresponde al industrial, al comerciante, al consumidor. Estos, conservando toda la libertad de acción que los códigos fundamentales les otorgan, pueden ajustar sus realizaciones a los grandes planes que trace el Estado para lograr los objetivos políticos, económicos y sociales de la Nación. Y que no estoy innovando, rompiendo moldes clásicos ni improvisando orientaciones para alardear de originalidad, os lo comprueba el vuelco dado por el clásico de la economía política, desde que se convirtió en economía social. De ciencia que investigaba y realizaba tan sólo las leyes generales de la producción, distribución y circulación y consumo de los bienes materiales, ha pasado mayor jerarquía científica cuando ha orientado tales finalidades hacia la conservación y prosperidad del orden social. Este principio de libertad económica ha de ser el antídoto que se oponga al desarrollo de las ilusiones colectivistas, por un lado, y el estímulo a la iniciativa privada. Pero de igual modo que las prohibiciones o limitaciones del comercio interno e internacional, cuando se emplean como sistema general, pueden conducir a la asfixia de las actividades y al empobrecimiento de la población, la buena organización de las actividades humanas requiere la dirección conveniente junto al estímulo necesario. Por esto he afirmado que ante la desarticulación provocada por la guerra mundial es indispensable prever las soluciones aplicables a las necesidades apremiantes de posguerra, estimulando la producción y utilizando toda la mano de obra disponible, con el fin de alcanzar un justo equilibrio de las fuerzas productivas, y elevar la renta nacional. El Estado tiene el deber de estimular la producción, pero debe hacerlo con tal tacto que logre, a la vez, el adecuado equilibrio entre las diversas fuerzas productivas. A este efecto determinará cuales son las actividades ya consolidadas en nuestro medio, las que requieren un apoyo para lograr solidez a causa de la vital importancia que tienen para el país; y por último cuáles han cumplido ya su objetivo de suplir la carestía de los tiempos de guerra, pero cuyo mantenimiento en época de normalidad representarían una carga antieconómica que ningún motivo razonable aconseja mantener. De la acertada combinación de estas distintas situaciones, dependerá en gran parte el proceso de la futura industrialización nacional que permita dar ocupación normal, y bien retribuida, a todos los habitantes del suelo argentino. Desde un punto de vista puramente industrial, cabe fomentar aquellas industrias cuya materia prima sea genuinamente nacional, entre otras razones porque tienen mayores probabilidades de subsistir una vez terminada la guerra. Hemos de convenir que las condiciones especialmente favorables que la guerra ha creado en la Argentina con relación al resto del mundo equivale a una protección artificiosa y pasajera. La industria argentina, no sólo ha logrado sustituir a un gran número de artículos que antes se importaban del extranjero, sino que ha lucrado con una exportación creciente, a tal punto que en el año 1943 equivalía al propio valor de exportación de los productos agrícolas. En todo momento el Estado puede fomentar o proteger determinadas industrias. Puede pensarse en determinado orden de jerarquías dando preferencia a unas sobre otras. Pero, debe evitarse en lo posible la creación o sostenimiento de industrias artificiales, cuya vida económica depende de alguna forma de protección, que directa o indirectamente, siempre representa un gasto. Un mínimo de industria pesada siempre es necesario y conveniente para cubrir las mínimas necesidades de la defensa nacional. Los elementos básicos, tales como hierro y carbón, no sólo escasean en nuestro país, sino que, a causa de su enorme desgate, seguirán probablemente a precios elevados aún después de la guerra. Se habrán agotado nuestros recursos de hierro viejo, y su importación es inevitable, pero tengamos en cuenta que las fuentes de producción mundial son perecederas, y los países productores lo harán pagar cada vez más. El carbón, difícilmente recuperará sus precios normales de preguerra porque, al igual que el petróleo, son combustibles nobles que deberán ser usados para algo mejor que para ser quemados. Gran Bretaña y Estados Unidos, que han sabido utilizar el hierro y el carbón para adquirir su extraordinario poderío, están empeñados en investigar el descubrimiento de nuevos sucedáneos capaces de reemplazar el carbón de piedra, cuyos subproductos son más necesarios y valiosos que las calorías. Análogamente tratan de reemplazar en lo posible el hierro y el acero por material plástico, derivado de la producción agraria. Los cursos de agua, aprovechados racionalmente por el Estado, nos suministrarán la energía hidroeléctrica necesaria, independizándonos del vasallaje que rendimos al carbón. En otras palabras la técnica moderna presiente la futura escasez de materias primas perecederas y desvía su mirada hacia los productos de cultivo. En las pampas inagotables de nuestra patria se encuentra escondida la verdadera riqueza del porvenir. No debemos imitar a los grandes países industriales, siguiendo el camino que les condujo al poderío de preguerra, porque las circunstancias son otras muy distintas a las que existían en los comienzos de su industrialización. Debemos andar al compás de los tiempos modernos y crear industrias fundadas en materias primas del país. Al terminar la primera guerra mundial en 1918, la Argentina se encontró con gran diversidad de industrias establecidas para suplir la carencia de productos manufacturados que antes se importaban. El proceso industrial se había iniciado y progresivamente se fue acentuando. Pero esta transformación industrial, incrementada en el curso de la actual guerra, se realizó por sí sola, por la iniciativa privada de los que poseían una mayor confianza. "El Estado, -dije en otra ocasión- no supo advertir esa evidencia que debió guiarlos y tutelarlos, orientando la utilización nacional de la energía, facilitando la formación de la mano de obra y del personal directivo, armonizando la búsqueda y extracción de la materia prima con las necesidades y posibilidades de su elaboración, orientando y protegiendo su colocación en los mercados nacionales y extranjeros, con lo cual la economía nacional se habría beneficiado considerablemente". Quiera Dios que en las circunstancias presentes sepamos aprovechar las lecciones del pasado y las experiencias que hemos vivido para convertir esta tierra bendita en la verdadera tierra de promisión que nuestros próceres entrevieron en sus sueños de grandeza. Poco esfuerzo me costará sostener la validez de los principios contenidos en el segundo punto de las ideas fundamentales que sostienen mis convicciones, sobre política económico-social. Perfeccionar los conocimientos técnicos, aumentar el rendimiento individual, mejorar las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores, fomentar el progreso de la clase media y estimular el capital privado, son ideas que vengo sosteniendo desde el mismo día que me hice cargo de la Secretaría de Trabajo y Previsión. No debo, pues, abundar en detalles que pongan de manifiesto mi modo de pensar. Pero, la tergiversación que se ha dado a palabras mías, pronunciadas recientemente, me obliga a detenerme un tanto en el último concepto citado, o sea, el estímulo al capital privado. Mantener una firme decisión en lo económico, y lograr nuevos avances que intensifiquen la riqueza general y mejorar el nivel de la población son tareas que requieren una vasta preparación técnica que no puede improvisarse. Pero exigen también un verdadero denuedo para hacer frente a las malévolas insinuaciones de quienes quieren obtener nuevas riquezas a costa del sufrimiento ajeno, y de aquellos otros que buscan en la revolución roja o en la disipación anárquica, la única forma de encontrar satisfacción a sus ambiciones o compensación a sus fracasos. Sé que son dos flancos a cubrir, batidos por enemigos igualmente encarnizados. Pero la Revolución Nacional no se ha hecho en vano, sino que logrará extirpar por igual, odios y egoísmos, y seguirá su obra imperturbablemente para que la paz y tranquilidad reinen con igual intensidad y pureza en los campos, en los talleres, en las oficinas, en las fábricas, en el hogar de los patrones y de los trabajadores. Cualquiera que juzgue desapasionadamente, convendrá conmigo que no es posible encauzar los buenos deseos y desarraigar las malas costumbres, dejando a merced de cada cual la elección del camino a seguir. Es preciso limar asperezas, corregir errores, orientar voluntades. A lograr estos objetivos vengo dedicando mis mejores afanes de cada día, y en su realización empeño mi voluntad, mi decisión y mi cariño. Y tened por bien entendido, -y os ruego lo manifestéis a cuantos buscan zaherir la patriótica intención que me guía-, que no he de buscar en exóticas teorías ni en ajenas realizaciones la fórmula mágica que resuelva los problemas que nuestra patria tiene planteados. Para buscar la solución de los problemas de mi patria me basta solo con ser argentino. Uno de nuestros preceptos constitucionales declara que todos los habitantes de la Nación gozan del derecho de usar y disponer de su propiedad. Y otro, más terminante, añade que la propiedad es inviolable. La propiedad privada es, por lo tanto, indiscutible. Pero, la extensión de los derechos que confiere, las modalidades que presenta y los límites que alcanza son cuestiones derivadas o conexas que abarcan totalmente la organización del régimen de los bienes. Y de igual manera como se regula el derecho sucesorio, se organizan las profesiones e industrias sobre una base de concurrencia o monopolio, se fijan las reglas que presiden los tratados de comercio y el régimen aduanero, como se regula el contrato de trabajo. Resulta de ahí, que un régimen de bienes sólo puede ser justo de una manera relativa. Y será tanto más justo cuanto, por un lado, se adapte a las circunstancias económicas, políticas y sociales creadas por la naturaleza y por la historia, y por otro lado, en cuanto produzca a los particulares ventajas económicas que correspondan a la eficacia del esfuerzo que suministren a la colectividad. Quedan naturalmente comprendidos, dentro del régimen de bienes, el trabajo manual, el trabajo intelectual, el trabajo de dirección, la iniciativa y el capital. Decir régimen de bienes, equivale a régimen de riquezas. La riqueza general nace de la producción; y el desenvolvimiento de la producción, siente la influencia de los capitales disponibles. De ahí que, para la prosperidad de un país es de vital importancia desarrollar la formación de capitales y su utilización juiciosa por parte de los particulares y de los poderes públicos. Juzgo, en consecuencia, que debe estimularse el capital privado en cuanto constituye un elemento activo de la producción y contribuya al bienestar general. Dije en la Bolsa de Comercio, que "una riqueza sin estabilidad social puede ser poderosa, pero siempre será frágil". Dije, además, que "ni las corrientes comerciales han de modificarse bruscamente ni se ha de atacar en forma alguna al capital, que con el trabajo, forma un verdadero cuerpo humano, donde sus miembros han de trabajar en armonía". Por ello respeto los intereses obreros en la misma medida que respeto los capitales. Y añado, además, que tan insensato sería pretender negar los primeros como desdeñar los segundos. Y cuantos aquí están reunidos saben que esto no se hará, como tampoco se permitirá que cada cual imponga su voluntad por la fuerza o medrando con artimañas, pues el Estado, que está en condiciones de impedirlas, y posee legítimamente la fuerza que le otorga la autoridad de que está investido, la ejercerá siempre que sea preciso lograr que sean por todos respetados los principios del derecho y de la equidad. Siempre he considerado pernicioso el capital que pretende erigirse en instrumento de dominación económica; lo considero útil y beneficioso cuando veo elevar su función al rango de cooperador efectivo del progreso económico del país y colaborador sincero de la obra de producción, cuando comparte su poderío con el esfuerzo físico e intelectual de los trabajadores para acrecentar la riqueza del país. Humanizar la función del capital es la gran misión histórica que incumbe a nuestra época. Este criterio podrá ser compartido o impugnado, pero repasad la historia social en lo que va del siglo y luego, con la mano puesta sobre vuestro corazón, decidme lealmente si es preferible abrir la válvula de los sentimientos, de los buenos sentimientos, o hacer gala de egoísmo para sumir a nuestra patria -que cuenta con tantos recursos para hacer la felicidad de sus habitantes- en el desastre material y en el caos espiritual en que han caído tantos pueblos y naciones. Reflexionad con cordura acerca de lo que vengo exponiendo sobre la necesidad de que todos abramos los brazos para unirnos con un sentimiento de hermandad que significa la función social que cada un de nosotros cumplimos en la vida. Señores: Al dar por iniciadas las tareas que el superior gobierno de la Nación me ha confiado para contribuir al ordenamiento social y económico del país y dejar constituido el Consejo Nacional de Posguerra que, como organismo consultivo ha de prestarme su colaboración, he sentido la necesidad irrefrenable de trazar las grandes líneas a que sujetaré mi actuación futura. Creo que ellas pueden significar, tanto para patrones y trabajadores, como para los restantes grupos sociales del país, la garantía más absoluta de que serán respetados sus derechos y sus intereses, y propulsado, en la medida de lo posible y conveniente, el bienestar de todos. Estas grandes líneas han de estar robustecidas en cada caso concreto por el dictamen del cuerpo consultivo que ha de acompañarme en la ardua tarea que se me ha confiado. Al poner en posesión de su cargo a los señores que integran el Consejo Nacional de Posguerra, he de significarles cuánto me honra contar con la cooperación tan valiosa, de su inteligencia, capacidad y conocimiento de los complicados resortes de la economía nacional. A su actuación patriótica y a su dictamen leal ajustaré mis normas directivas. Y abrigo la esperanza de que en la acción futura, frente a este nuevo organismo, podré contar también con el concurso de todos los hombres eminentes, representativos de la técnica, del capital y del trabajo, para integrar las comisiones y subcomisiones que, llegado el caso considere necesarias. Y estoy convencido de que con la misma espontaneidad y sinceridad con que yo haré el llamado, me contestará cada uno de los requeridos, porque en momentos difíciles para el mundo, cuyas repercusiones pueden afectar a la Argentina, ninguno de sus hijos dejará de prestar abnegada ayuda, con tal de contribuir al florecimiento de su patria. Con esta confianza vivo y con esta convicción trabajo. Por último el teniente coronel Herrera dio a conocer la composición del Consejo Nacional de Posguerra que integrarán las siguientes personas: presidente, vicepresidente de la Nación, coronel Juan D. Perón; vicepresidente, el secretario de Industria y Comercio, general Julio V. Checchi; vocales: subsecretario de Trabajo y Previsión, mayor Fernando Estada; subsecretario de Industria y Comercio, teniente coronel Alfredo A. Baisi subsecretario de Agricultura, mayor Juan Carlos Lorio; subsecretario de Hacienda, doctor Juan Carlos Solá; subsecretario de Obras Públicas, teniente coronel Joaquín I. Saurí; director General de Trabajo, doctor Armando P. Spinelli; director General de Previsión Social, doctor Juan A. Bramuglia; director General de Aprendizaje Industrial y Trabajo de Menores, ingeniero Juan José Gómez Araujo; director General de Industria, teniente coronel Alfredo Garimaldi; director General de Comercio, doctor Ovido Schiopetto; director General de Agricultura, ingeniero Rafael García Mata; director General de Ganadería, doctor Juan Carlos Speroni presidente del Concejo de Racionamiento, coronel Julio A. López Muñiz; presidente del Banco Nación Argentina, doctor Cosme Massini Ezcurra presidente de la Caja Nacional de Ahorro Postal, coronel Aníbal F. Imbert presidente del Consejo Nacional de Estadística y Censo, doctor Juan M Vacaro; delegado del Consejo de Defensa Nacional y delegado del secretario del Ministerio de Relaciones Exteriores; secretario general, consejero técnico de la vicepresidencia de la Nación doctor José Figuerola; secretario auxiliar, consejero privado del secretario de trabajo y previsión, doctor José A, Rinaldi ...............
1944-09-08
En el acto organizado por los gremios obreros, en el estadio del Club Independiente Rivadavia de la ciudad de Mendoza
Obreras y obreros de Mendoza: Se eleva el corazón de los argentinos en esta tierra de Mendoza, que anima aún con su numen el Padre de la Patria, el general San Martín. Traigo el encargo del excelentísimo señor Presidente de la Nación de saludar al pueblo de Mendoza, con ese recuerdo que el general Farrell tiene para esta provincia, donde según él mismo afirma, ha pasado los mejores y más felices días de su vida. Nuestra Revolución del 4 de Junio tiene dos postulados fundamentales: el primero, que auspicia la unidad de todos los argentinos; y el segundo, que decía aplicar su más amplia acepción, una justicia social que yo considero superior a todas las de la tierra, y en cuyo empeño no desmayará un solo instante, hasta que exista una igualdad de felicidad relativa que haga posible la unidad de todos los argentinos y que ha de basarse en la desaparición de odiosas diferencias que hacen a los unos, felices, y a los otros, desgraciados, en medio de la abundancia. Para nosotros la riqueza de los países no estriba en que diez o doce familias privilegiadas gocen de todos los bienes, mientras el resto de los argentinos deambula por los caminos de la patria. Por eso sustentamos la necesidad de que se comprenda alguna vez que el gobierno no ha de ocuparse de la felicidad de unos pocos, sino de la desgracia de los más, que azota al pueblo argentino, después de más de cuarenta años de olvido hacia sus masas proletarias. Ha de comprenderse, por fin, que el gobierno moderno es más un problema social que un problema político; un problema social que abarca, organiza y armoniza la vida de todos los habitantes, desde el más sabio hasta el más ignorante, y desde el que manda hasta el que obedece; porque ha de comprenderse, repito, que la Argentina es una engranaje en el que el más humilde de sus hombres representa un factor indispensable para la marcha que esta máquina, que es la patria. Cuando nuestro pueblo y nuestros gobernantes hayan conocido y penetrado los problemas sociales, cuando sepan que el gobierno no se hace a base de promesas sino de realidades, cuando se estampe en el frontispicio de las casas de gobierno, la máxima de la Secretaría de Trabajo y Previsión, que dice, que mejor que prometer, es realizar; cuando los malos políticos hayan sido reemplazados por los buenos políticos; cuando haya desaparecido el electoralismo de la función de gobierno; cuando los hombres que han de ir a él sean de talento y virtuosos, entonces habrá llegado el momento de decir que hemos asegurado el porvenir por un siglo. Hasta ese momento no será posible entregar el gobierno, para que los políticos vuelvan a prometer lo que saben de antemano que no podrán cumplir; que no vuelvan a esclavizar por el fraude y la mentira a un pueblo, y que no hablen de virtudes que ellos jamás practicaron, para pedir una normalidad que nadie desea; normalidad basada en ese fatal error de nuestra política de haber entrado por el fraude, porque harán que jamás exista pueblo soberano, ya que no lo será si la mentira se enseñorea en los partidos políticos. Por eso queremos que en vez de especular con la política, se haga política social, porque de ese modo, por lo menos, haremos feliz a la masa de la Nación, que es la que necesita la acción de sus gobernantes. Yo sé que se ha afirmado que la Secretaría de Trabajo y Previsión es enemiga de las organizaciones gremiales. Nada más lejano de nuestros deseos que tal afirmación. Nosotros necesitamos gremios unidos, fuertes y bien dirigidos. No podemos entendernos con cada uno de los obreros, y por ello necesitamos entendernos con sus representantes; pero exigimos que estos representantes sean obreros auténticos. Queremos sindicatos gremiales, no sindicatos políticos. Queremos que los representantes obreros sean hombres que en sus sindicatos se sientan solamente obreros; anhelamos desterrar de las agremiaciones la política y las ideologías extrañas a las masas. La política ha de hacerse en los comités; los sindicatos han de ser pura y exclusivamente política gremial y obrera. Nuestra Secretaría de Trabajo y Previsión no es un organismo estatal más, creado para dar empleos y desarrollar un burocratismo inútil e intrascendente. Aspira a ser algo así como el corazón de la masa trabajadora de todo el país, que palpita y obedece a los impulsos de esa misma masa trabajadora. La concepción de la Secretaría de Trabajo, con relación a los intereses obreros, es la siguiente: consideramos que los patronos son de por sí más evolucionados que sus obreros; disponen además de suficiente dinero para sugestionar inteligencias y aun en ciertos casos, a los jueces que han de fallar a su favor. El obrero, en cambio, es menos evolucionado y no dispone de los medios necesarios para comprar las inteligencias que han de ejercer su propia defensa. La Secretaría de Trabajo dispone de los técnicos y de la inteligencia necesarios para defender a los trabajadores frente a las demasías de los patronos. Esa es nuestra misión específica, y trabajamos y trabajaremos día y noche hasta imponer en la República Argentina esa política social que nos hemos trazado. Sus objetivos son simples: salarios mínimos, asistencia social, previsión social, organización y reglamentación del trabajo y del descanso. Queremos que cada uno sea remunerado de acuerdo con sus esfuerzos, en forma de que pueda llevar una vida digna, pero por sobre todas las cosas, defendemos la suprema dignidad del trabajo. Queremos que el hombre gane lo suficiente para comer, vestirse y habitar dignamente. Lo demás está a cargo de la acción social privada y de la acción social estatal. ¿En qué consiste la acción social privada? En la creación de cooperativas para asistencia social, la creación de asociaciones patronales que otorguen asistencia social a sus obreros y complemente la del Estado; y finalmente, organizaciones del Estado, que cumplan la asistencia social en forma de que un obrero pueda ser asistido en la enfermedad y en la desgracia, como sería asistido el más pudiente de los argentinos. Deseamos, asimismo, una previsión social del Estado, que permita a todo hombre que hayan trabajado durante toda su vida, que en la invalidez o en la vejez tenga una asistencia asegurada por el propio Estado. Voy a terminar recomendando a los obreros mendocinos algunas cuestiones importantes: en primer lugar, queremos sindicatos únicos, unidos y fuertes; queremos dirigentes obreros puros, leales y sinceros a su propio gremio; y queremos, asimismo, que esos sindicatos sean lo suficientemente disciplinados como para responder a la orientación de la Secretaría de Trabajo, que no tiene otra aspiración que el bien de la masa trabajadora. Estamos preparando el Estatuto del Peón, que dentro de poco ha de salir por decreto del Poder Ejecutivo, estatuto qué hará desaparecer del país el índice de algunos salarios, que no pasan de 35 ó 40 pesos. Igualmente estamos preparando el Estatutos del Trabajo Femenino, porque entendemos que dentro de la masa trabajadora, sin duda las más explotadas son las mujeres. Tendemos en este sentido al establecimiento del principio de que a igual trabajo corresponde igual salario, tanto para el hombre como para la mujer. Finalmente agradezco esta demostración, como así también los presentes que se me han hecho llegar. Considero que para el funcionario que cumple con su deber, el mejor galardón que puede esperar es el reconocimiento y el recuerdo de sus conciudadanos. .................
1944-09-09
En la visita a la ciudad de San Juan
Pueblo de San Juan: Mis múltiples y extraordinarias obligaciones no me habían permitido llegar hasta aquí para tener el placer de visitar a los sanjuaninos, cuya desgracia he vivido desde mi despacho durante varios días, hora a hora, minuto a minuto. La Secretaría de Trabajo y Previsión, al realizar todo lo que hizo, cumplió con una obligación debida a hermanos cuando se hallan en desgracia y lo hizo con amor y con verdadera devoción. Sabemos de vuestros sacrificios, de vuestro dolor y de vuestra resignación, pero sabemos también que los pueblos que triunfan son aquellos capaces de demostrar esas virtudes que habéis demostrado vosotros durante meses de deambular sobre una ciudad desierta y destruida, poniendo de manifiesto el estoicismo que desde hace 300 años, viene cimentando la grandeza de esta zona cordillerana de la patria. La Secretaría de Trabajo y Previsión nació cuando San Juan era destruida. Nosotros movilizamos espiritualmente a los argentinos mediante la consigna que hemos establecido y por la que lucharemos día y noche incansablemente, para realizar lo que será un verdadero milagro, cual es la unión de todos los argentinos sin divisiones ni banderías que empequeñecen la patria en lugar de engrandecerla. Para los argentinos, la patria es una sola, y debe tener un solo cerebro, un solo sistema nervioso, un solo corazón, que ha de vibrar aun cuando sufra uno solo argentino en el lugar más apartado de sus confines por la injusticia de los tiempos o la adversidad. Sólo así seremos argentinos y cristianos, grandes en nuestras más antiguas instituciones, por cuya defensa hemos de salir una y mil veces a la calle, para morir si es preciso, pero salvar lo que en nuestro país hay de noble en sus virtudes, que son las únicas eternas, pese a que para algún espíritu egoísta, las riquezas materiales ocupen el primer plano. Cuando los argentinos hayamos llegado a tener el convencimiento de que no hay patria ni destino grande hasta que el más insignificante y humilde de sus miembros no se sienta un piñón indispensable de la enorme rueda que es la patria, no seremos grandes. El más poderoso, mientras tanto, tendrá que aprender a sentir la tristeza de comprobar que sufre el más humilde. Entonces estaremos a la altura de merecer bien de Dios, porque seremos virtuosos. El mundo del futuro será solamente de los que posean las virtudes que Dios inspiró como norte de la vida de los hombres. Cuando la Secretaría de Trabajo y Previsión proclama que en nuestra tierra no han de haber hombres demasiado ricos, ni extraordinariamente pobres, interpreta la doctrina de los siglos. Las patrias son ricas y grandes solamente sobre la base de la felicidad de sus hijos. No luchamos ni lucharemos jamás por el bien de cuatro o cinco privilegiados, sino para conseguir un mejoramiento para la totalidad de los habitantes del país. No amasamos teorías ni formulamos promesas que no podemos cumplir. Ya hemos establecido en el frontispicio de nuestra casa: "Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar". Basta, pues, de concepciones teóricas: vayamos a realizar lo que sienten y anhelan los argentinos. Realizamos lo que nosotros estamos viendo desde hace veinte años en ese pueblo vestido de uniforme que nos acompaña por los campos de la patria y lo realizaremos no con grandes proyectos sino a base de sincera lealtad, en los hechos, para que pueda beneficiarse ese pueblo a quien se lo debemos todo y para quien nunca se ha hecho nada en su favor. Los granaderos que fueron creados en Cuyo por el gran San Martín eran pobres e idealistas. Hagamos que los nietos de esos granaderos sean también nobles e idealistas. No transformemos la masa argentina en una turba de harapientos ilusos y engañados por quienes tienen la obligación de velar por el bien común, que es el bien de los pobres, porque los ricos velan por sí mismos. La Secretaría de Trabajo y Previsión que ha reemplazado al antiguo e intrascendente Departamento Nacional del Trabajo, interpreta su misión en el sentido de que debe acudir en favor de los humildes y por ello es que hemos dicho que ésa es la casa de los hombres que trabajan. Nuestra misión es simple, como es simple todo aquello para lo que se tiene la buena intención de cumplir. Pensamos que la masa trabajadora no podía seguir sin el apoyo estatal, y el apoyo del Estado debe estar destinado, precisamente a quien no tiene otra defensa natural en la vida. No olvidamos tampoco a las fuerzas patronales, porque ellas representan la grandeza de la patria y no queremos tampoco que los patrones puedan sentirse amenazados por peligros inexistentes. Los pueblos pueden labrar su riqueza, el patrimonio privado agrandarse con el trabajo y la protección del Estado, pero es necesario comprender también que ha llegado la hora de humanizar el capital. Pensamos que el capital se humaniza de una sola manera, haciendo que se transforme en un factor de colaboración para la felicidad de los semejantes, y ya no es posible en esta hora que vivimos lo que dijera el divino maestro: "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en reino de los cielos". Aspiramos a que en nuestra tierra no tenga razón de ser aquella sentencia bíblica, y que los capitales, en lugar de ser elemento de tortura que conspiran contra la felicidad de los pueblos, sean factores que coadyuven al bienestar de los que, necesitándolo todo, nada tienen. Queremos que el capital y el trabajo unidos en estrecho abrazo labren la grandeza de la patria mientras el Estado vela por el bien de unos y otros, asegurando la justicia para el rico y para el pobre, para el poderoso y para el débil, para el que manda y para el que obedece. Se nos ha dicho que constituimos un gobierno nazi. Lo que nosotros queremos es restaurar en esta bendita tierra, nuestras instituciones básicas. Los que nos tildan de nazis olvidan que somos soldados, que hemos jurado respetar nuestra Constitución, y el soldado jura de una sola manera, poniendo su vida en garantía para jugarla cuando el juramento no pueda ser cumplido. Juramos respetar todo aquello que se había conculcado dentro de nuestros derechos y de nuestra Constitución, para entregar al país una verdadera democracia en la que los hombres que asuman la responsabilidad del gobierno sean no sólo talentosos sino que su talento esté calificado por la virtud, sin la cual los talentos pueden ser diabólicos y estar al servicio del mal. Nuestro pueblo necesita no sólo de talentos sino muchas virtudes. El mal de los pueblos no está a menudo en la falta de capacidad de sus gobernantes, sino en la ausencia de virtudes de sus hombres. Los pueblos grandes en la historia del mundo han sido siempre los más virtuosos. Estas son nuestras miras para lograr una patria de cien millones de argentinos como lo soñara nuestro gran Sarmiento, pero cien millones de argentinos con un corazón limpio y una mente despejada, capaces de forjar la felicidad de la patria sin beneficiarse con bienes materiales, porque los únicos bienes eternos son los morales que hacen grandes a los pueblos y constituyen el único blasón que deben ostentar quienes cargan con la responsabilidad del gobierno sobre sus espaldas. Pueblo sanjuanino, sé de vuestros sufrimientos porque soy de los hombres que hablan y sienten con el corazón, y todo lo que os digo ha sido objeto de una madura reflexión. Soy un realista, y a veces un instintivo, y cuando me equivoco me rectifico, pero cuando estoy en la buena senda de la verdad, ni las armas, ni las amenazas, ni la muerte me podrían detener para terminar con una tarea que he emprendido. Os aseguro que si de aquí fuera al cementerio, habré dejado en la conciencia de los argentinos y en la conciencia de los obreros las conquistas que hemos ganado y seguiremos ganando y no habrá fuerza capaz de quitar un solo ladrillo al edificio social que estamos construyendo. Si muero haré seguir mi espíritu velando sobre lo que yo considero que es la verdad de la hora. Y ningún argentino, por cobarde que fuere, puede dar un paso atrás en lo resuelto. Para un pueblo de hombres de corazón, no existen fuerzas internas y externas capaces de detenerlo. A las fuerzas internas las arrollaremos y a las fuerzas externas que pudieran amenazar nuestro porvenir, podríamos enseñarles un día, que cuando los argentinos no son suficientemente fuertes, son valientes y nobles para morir en las pruebas épicas, si fuera necesario. Señores: yo debo regresar a Buenos Aires y tan pronto llegue, mi primera tarea será ponerme en acción para resolver cuanto inconveniente exista, a fin de iniciar lo antes posible la reconstrucción de San Juan. ....................
1944-09-11
Plan de acción presentado por el coronel Perón en la reunión plenaria del Consejo Nacional de Posguerra
Deben ponerse inmediatamente en ejecución dos órdenes de tareas que, si bien son distintas por su naturaleza, funciones y elementos encargados de llevarlos a la práctica, convergen hacia la última finalidad que se persigue: el florecimiento económico de la Nación entera. Estos dos órdenes de tareas son: I.- Realizaciones urgentes; II.- Fomento de las investigaciones tecnológicas. La ejecución de ambos órdenes de tareas puede considerarse iniciada desde este mismo instante. Su ritmo no será aminorado. Su marcha no deberá entorpecerse. Reconozco y lamento la carencia de muchos elementos de información y de bases estadísticas, que nos serían de positiva utilidad en las actuales circunstancias. Creo, no obstante, que todos convendremos en que no es momento de lamentarnos de la inexistencia de los útiles de trabajo de que nos ha privado la imprevisión de los demás, y que nos impide conocer exactamente nuestro poderío en riquezas materiales. No adoptaremos una actitud contemplativa; no recurriremos a los sistemas dilatorios de diferir el enfoque de problemas, que demandan decisiones inaplazables, hasta que se expida una comisión o se agote el término de una encuesta. Sin desconocer la necesidad de los asesoramientos y la utilidad de las investigaciones, a las que recurrimos y seguimos recurriendo con frecuencia, iremos desbrozando el camino desde ahora mismo, para luego, con mayor acopio de datos, ensancharlo, perfilar el trazado y embellecerlo con los retoques que lo hagan más útil y duradero. No importa que muchas brigadas se entretengan detrás de nuestro para consolidar nuestra obra de cada día; lo que hoy interesa de modo muy fundamental es que cada amanecer nos encuentre a mayor distancia del punto de partida. He dispuesto que sean requeridos todos los organismos oficiales para que hagan llegar a la Secretaría General de este Consejo, todos los proyectos planes e iniciativas que tengan trazados y en curso de elaboración; he dispuesto la integración de la comisión permanente que será como el espolón que aguijonee a cuantos tengan el deber de cooperar con el Consejo, y, en breve, serán creadas subcomisiones de orden técnico, de orden patronal y de orden obrero que estudiarán cuestiones concretas y determinadas. Será aceptada la colaboración que algunas entidades privadas han ofrecido ya con diligentísimo celo y se solicitará a otras cuya especialización las hace particularmente aptas para aportar su concurso al país en esta hora excepcional. Como antes he dicho, hoy fijaremos ya unos objetivos concretos. Los pertinentes órganos de la administración cuidarán de desarrollarlos o contestarlos, según convenga a la peculiar índole de cada asunto, presentando, si así corresponde, las medidas o soluciones precisas que pueden ponerse inmediatamente en práctica. Indicarán, igualmente, en cada caso, cuáles hechos determinarían o aconsejarían modificar las medidas que propongan. Los objetivos concretos que someto a consideración del Consejo, son los siguientes: I- REALIZACIONES URGENTES: A.- Información Informar verazmente a la opinión pública sobre: a) Planes y proyectos de carácter social y económico que se tracen y resultados que sucesivamente se obtengan de su aplicación; b) Situación de la Argentina al finalizar la primera guerra mundial y situación del actual momento; c) Experiencias mundiales del período de posguerra 1918-1923 y medidas tomadas entonces que ahora deben evitarse. B.- Intensificación de la defensa de la economía popular 1.- Mantener y, en lo posible, reducir el nivel de precios. 2.- Incrementar los cultivos de chacras cercanas a grandes núcleos urbanos, para contribuir al mejoramiento de la alimentación popular y abaratar su costo. C.- Intensificación de las riquezas naturales 1.- Agricultura y ganadería: a) Clasificar las tierras según la calidad del suelo y condiciones climáticas, formando zonas de características análogas para dedicarlas a explotación agrícola solamente; explotación ganadera solamente; explotación mixta. b) Determinar los cultivos más apropiados para cada zona. c) Establecer la nómina de las semillas más útiles para cada zona. d) Determinar las proporciones en que debe sembrarse cada cultivo en cada zona. e) Elaborar un plan racional agrícola que comprenda varios años, con el fin de obtener los productos al menor costo posible y elevar el nivel de vida de la población rural. f) Determinar las especies ganaderas más apropiadas en cada zona. g) Elaborar un plan ganadero de características análogas al expuesto en epígrafe "e" de este apartado 2.- Minas y canteras a) Clasificación de la riqueza minera b) Reservas actuales 3.- Industrias manufactureras: a) Cuales son las industrias que necesitan una protección especial, con indicación sumaria de las causas que justifican el trato preferencial. b) Cuáles deben ser las medidas de protección que tales industrias requieren. c) ¿Es conveniente proteger especialmente las industrias que emplean de modo primordial materias primas nacionales? d) Artículos que producen. e) Tipos y calidades. f) Producción de cada artículo según tipo y calidad g) Precios actuales. h) Perspectivas para el mantenimiento, aumento o disminución del precio actual. i) Materias primas que necesitan. j) Forma de aumentar la producción de materias primas. k) Forma de reducir el costo de las materias primas. l) Clasificar las industrias en categorías, atendiendo las posibilidades de su sostenimiento, desde los siguientes puntos de vista: a) Origen o procedimiento de las materias primas; b) Posibilidades de resistir la futura competencia internacional c) Posibilidades de mantener el mercado exterior D.- Legislación del trabajo 1.- Revisar las leyes nacionales y provinciales en vigor con el fin de depurarlas de las trabas que pueden entorpecer la expansión económica del país, manteniendo en su integridad los derechos de los trabajadores y sin perjuicio de los avances que en justicia se consideren necesarios o convenientes. 2.- Proyectar la legislación sindical orientando la acción de las asociaciones profesionales, tanto de patronos como de trabajadores, hacia objetivos de mejoramiento en todos los aspectos que exige la dignidad del hombre, agrupando dentro de lo posible a los trabajadores de una misma rama de actividad en una sola asociación, e igualmente a los patronos en su respectiva entidad, cuidando que las aspiraciones de unos y otros tiendan al deber ineludible de servir a la Patria con abnegado amor y verdadero espíritu de sacrificio. E.- Seguros sociales Proyectar el plan de los seguros de paro forzoso y cesantía, y asistencia de esos riesgos. De cada uno de los puntos que preceden deseo obtener rápidamente la información o contestación precisa o la solución concreta. A ese efecto los organismos a quienes corresponda por razón de la materia intervenir en cada asunto, enviarán sus proposiciones a la Secretaría General del Consejo Nacional de Posguerra (Perú 190 - 5º piso) antes del día 30 del corriente mes, para ser tratadas, previo estudio y correlación, en la próxima reunión plenaria. II.- FOMENTO DE LAS INVESTIGACIONES TECNOLÓGICAS El segundo orden de tareas inmediatas consiste en fomentar las investigaciones tecnológicas. Si el Consejo Nacional de Posguerra es el brazo consultivo que el estado necesita para hacer frente a las contingencias inmediatas, la investigación científica, en particular la aplicada a las artes e industrias es el brazo indispensable para sedimentar la grandeza futura. Ambas son funciones a desarrollar sin pérdida de tiempo, porque si la desidia en la acción inmediata puede perjudicar los intereses materiales de una persona o grupo de personas, la falta de interés en la investigación científica puede entorpecer la decidida vocación de que la Argentina contribuya al progreso de la cultura universal con aportaciones originales, fruto de las inquietudes intelectuales de sus hijos. La labor de estudio que me ha sido confiada para el ordenamiento social y económico del país sería ciertamente incompleta si no pudiera contar con la cooperación directa e inmediata de los referidos centros de investigación científica. A esta finalidad deseo consagrar preferente atención y espero que los señores consejeros me hagan conocer sus puntos de vista con la mayor urgencia. Coronel Juan Perón Vicepresidente de la Nación PRESIDENTE DEL CONSEJO NACIONAL DE POSGUERRA
1944-09-12
En el agasajo que el personal judicial hizo al coronel Perón :
Señores: He llegado a esta demostración con extraordinario placer. Ante todo, quiero hacerles presente que el excelentísimo señor Presidente de la Nación me ha encargado que les manifieste sus plácemes y un cordial saludo. Si he de traducir con fidelidad mis sentimientos en este momento, declararé que la alegría que disfrutamos en este instante es más intensa en mí, que para ustedes, porque mientras ustedes experimentan individualmente el regocijo de haber logrado una justa aspiración, yo, además de compartir esa alegría, tengo el honor de ser el secretario de Trabajo y Previsión que cumple una vez más con las obligaciones del cargo que desempeña. Y conste, señores, que no es un mérito para mí el haber coadyuvado a la obtención de esta conquista, pues sólo he cumplido con la función pública que me ha asignado el país y que desempeño -lo confieso- con verdadero amor y devoción. Sé bien que es un caso de estricta justicia y no me halaga el haber cumplido; más me reconforta el haber puesto todo mi empeño en el logro de una decisión que se había hecho esperar demasiado para materializarse en una mejora en la que todos cuantos he consultado, estuvieron de acuerdo en que era indispensable y de toda justicia. Pertenezco a un núcleo de hombres jóvenes que aspira, por sobre todas las cosas, a la unión de todos los argentinos. Entendemos que para realizarla debemos hacer desaparecer los enconos que pudieran existir entre ellos, procurando dar a cada uno lo que le corresponde. Borraremos así todo rastro de injusticia en que se pudiera apoyar alguna diferencia entre los argentinos, quienes, unidos, harán una patria grande, y en cambio, divididos, la empequeñecerían desde un punto de vista material y moral. Por ello es que quienes pensamos así, sufrimos las desgracias de nuestros hermanos y disfrutamos sus alegrías y sus progresos. La Secretaría de Trabajo y Previsión agradece por mi intermedio esta demostración. De ese organismo salen estos beneficios sociales, no solamente por la inspiración de su dirección, sino también por sus ejecutores, entre los cuales contamos con el brazo activo de Acción Social Directa, el doctor Darío S. Saráchaga, verdadero patriota que, desinteresadamente, comparte con nosotros largas y penosas horas de labor en bien del mejoramiento de todos los argentinos que lo necesitan. En nombre del excelentísimo señor Presidente de la Nación acepto conmovido el magnífico gesto de ustedes para esos hermanos pobres del Norte, a quienes he visitado hace pocos días, que viven en aquella heredad tan antigua, tan hermosa y tan sacrificada de las montañas, constituyendo una estirpe de argentinos quizá materialmente desnutridos, pero espiritualmente fuertes como las rocas que los cobijan. Defendemos los valores espirituales porque son los únicos eternos. No miramos el color ni medimos el peso de los hombres, sino que aquilatamos los atributos del espíritu porque serán ellos los que algún día, puestos en la balanza de los tiempos, dirán si nuestra patria posee la reciedumbre necesaria para hacer frente a las adversidades, a las desgracias, a las derrotas o a las victorias. Profundamente conmovido, acepto el obsequio de ustedes, que me recordará un momento vivido con un núcleo de argentinos que, con su trabajo, labra parte de nuestra grandeza común. Será para mí, siempre motivo de orgullo el haber sido declarado un hombre justo, porque una apreciación sobre valores morales puede ser y debe ser motivo de orgullo para los hombres de gobierno. Por último, les reitero el ofrecimiento de nuestra vieja casa: está abierta siempre para ustedes. Adviértase que he dicho vieja casa, pues en su corto año de existencia, ha logrado conquistas que no se habían obtenido desde mucho tiempo atrás. Prometo que esta casa seguirá incansablemente por un único camino y tendrá un solo norte: trabajar infatigablemente para conseguir una justicia que consideramos indispensable para todos los hombres de esta tierra. ...........
1944-10-03
En acto inicial de las actividades de la División del Trabajo y Asistencia de la Mujer
Dentro de nuestra inmensa tarea de poner orden en el complicado mecanismo social argentino, toca hoy el turno al trabajo de la mujer, un tanto olvidado y descuidado a pensar de su extraordinaria importancia presente. Más de novecientas mil mujeres de nuestro país intervienen en la producción, desempeñándose en los más variados oficios y profesiones. Dignificar moral y materialmente a la mujer, equivale a vigorizar la familia. Vigorizar la familia es fortalecer la Nación, puesto que ella es su propia célula. Para imponer el verdadero orden social ha de comenzase por esa célula constitutiva, base cristiana y racional de toda agrupación humana. Hablamos de una organización superior que imponga un orden que no sea una presión ejercida desde fuera de la sociedad, sino un perfecto equilibrio que se suscite en su interior. Para crear ese equilibrio interno, no basta un frío cuerpo de legislación mecánica, sino que es menester la seguridad del ejercicio de una justicia humana y segura, de que han carecido muchos legisladores y gobernantes. Por eso es que, sin cierta afición nativa a la justicia, nadie podrá ser un buen político. La División del Trabajo y Asistencia de la Mujer, cuya creación celebramos hoy, es una necesidad social; y la conciencia del deber de resolverlo, ha movido a esta Secretaría a concretar tal obra. Aquí hallarán eco las sanas inquietudes, y apoyo las legítimas aspiraciones de la mujer argentina de hoy, que con su colaboración honorable y destacada, en las labores intelectuales o científicas, en la docencia, en el comercio y en la industria, sabe sacar energías de su propia debilidad, para cooperar con el hombre en la elaboración de la grandeza de la patria. La sociedad moderna no restringe el trabajo de las mujeres, pero está en la obligación de asegurarles una eficaz protección, una mejor retribución de su esfuerzo, una asistencia, un apoyo y una ayuda oportuna y constante. A esa alta finalidad a de dedicarse por entero el nuevo organismo que hoy inicia su labor. La Secretaría de Trabajo ha querido poner al frente esta nueva división una distinguida mujer, la doctora Lucila de Gregorio Lavié y la señorita profesora e inspectora del Consejo Nacional de Educación, María Tizón, quienes con talento, virtud y entusiasmo, representan la máxima garantía a que puede aspirar el Estado. Dentro de nuestro sistema institucional, la asistencia y la tutela jurídica que el Estado debe prestar a la mujer, se manifestará principalmente en una legislación apropiada y humana. La forma de salvaguardar sus justos derechos y de satisfacer sus verdaderas necesidades, está en ampliar y perfeccionar la legislación que la protege y ampara. Las particularidades propias del trabajo femenino deben determinar en el país la existencia de una legislación especial; pero en nuestro caso adolece del defecto de que la integran leyes que son a menudo confusas, y que no abarcan la totalidad del problema. Requieren una articulación racional y una recopilación en cuerpo único, que constituyan el estatuto de la mujer que trabaja. En la preparación del mismo, la División del Trabajo y Asistencia de la Mujer, en manos eficientes, han de asegurar los elementos necesarios para llegar a una base sólida y segura. Es menester persuadirse de que para que las leyes del trabajo de la mujer, dejen de ser frías enunciaciones teóricas, deben ser objeto de una eficiente aplicación, que no puede quedar librada a la voluntad de quienes están obligados a cumplirlas, sino que deben estar sometidas a un severo contralor. Todo ello debe ser debidamente contemplado en la regulación jurídica de las normas que rigen las actividades femeninas del trabajo. Siendo así, tarea de coordinar, de ampliación y de perfeccionamiento de la legislación vigente, el proyectado de Estatuto del Trabajo Femenino, será el instrumento legal para la defensa y dignificación moral y material de la mujer que trabaja. Poco será todo cuanto se haga para evitar la explotación del trabajo de las mujeres, pues ellas contribuyen a ampliar con su esfuerzo meritorio el campo de la producción, aseguran la vida honesta y digna de sus hogares y contribuyen de manera efectiva al engrandecimiento del país. El salario inferior de la mujer puede convertirse en factor de explotación y competencia desleal para el hombre, perturbar la economía y generar una baja en los salarios generales. El establecimiento del principio de igual salario por igual faena es por ello, fundamental para la existencia de una verdadera justicia social y un normal desenvolvimiento del trabajo. Si la organización moderna de la sociedad exige a la mujer, el doble esfuerzo en funciones dentro y fuera del hogar, la retribución adecuada a su labor pasa a ser un imperativo elemental de esa justicia. Aparte de que los salarios femeninos por debajo del nivel de vida y del salario vital individual, traen consecuencias graves de índole física y moral, que el estado está en la obligación de evitar. Si he de confesar la verdad, os diré que de todas las tareas emprendidas aquí, ninguna es para mí tan grata como ésta. No sólo por que se trata de la mujer, que respeto y venero como la mejor creación del Supremo Hacedor, sino también porque reconozco lo que la mujer representa en la historia de la patria y en su grandeza presente, que hace que la argentina no tenga que recurrir a la legendaria Esparta para encontrar ejemplos de la grandeza heroica de sus mujeres. Pertenezco a un grupo de hombres que ha hecho de los valores morales el escudo contra todas las debilidades humanas y el baluarte de los magnánimos contra la vacuidad de los pusilánimes. Pensamos que el hombre tiene una misión creadora; vivir y ser, es producir grandes obras; no existir, conservarse, andar entre las cosas que ya están hechas por otros. Nuestras mujeres empiezan a sentir nuestras inquietudes porque comienzan a comprenderlas y porque en último análisis, ellas son tan sensibles como nosotros. Dichosos los pueblos donde sus mujeres se interesan en los problemas de sus hombres y desgraciados los países donde las mujeres desertan de la austeridad de sus hogares para refugiarse en la esterilidad de frívolas distracciones intrascendentes y secundarias. .....................
1944-10-05
En la inauguración del Congreso Mutualista Argentino
Este acto, al que asisto con profunda emoción mutualista, reconforta el espíritu, anima fuerzas para seguir luchando por satisfacer al ser humano y trasunta, en su significación, la inquietud predominante en numerosos sectores sociales del país: el progreso del mutualismo, que, como se sabe, reposa en un sentimiento, la generosidad, y se realiza plenamente cuando florece en obras de beneficio colectivo, en cabal y armónico entreIazamiento de lo bello y lo útil. Es ésta una expresión de la ayuda mutua argentina, que escapa por ello a las líneas severas de un acto convencional, para ser, por la presencia de tantos valores, una asamblea brillante de trabajadores del mutualismo, como una prueba más de la salud moral del pueblo de la Nación, que viene recuperando en las disciplinas de una voluntad que quiere ir hacia delante, siguiendo en su marcha las huellas de la esperanza, con su ideario inmortal, para alcanzar la felicidad de las mujeres y de los hombres que habitan en esta tierra bendita. Sobre el dolor y la miseria nada se construye. El ideal, forjado en los siglos de la historia, se nutre con el doble afán de ensanchar el cauce fecundo de la solidaridad social. Ésta es, sin duda, la llama votiva de tan magnífica asamblea, como una advocación de los sentimientos del bien público. Las circunstancias ambientales en este acto son realmente extraordinarias. Están aquí los precursores del mutualismo en el país. Quienes comenzaron en años lejanos, a trabajar por una causa que adquiriría, con el simple transcurso del tiempo, la dimensión y la solidez de las obras que se construyen, en ritmo constante y creciente, siguiendo la línea natural que orienta el anhelo de la seguridad colectiva. Y también los continuadores de esa obra, incansables, animosos, veteranos, a pesar de sus años, en el trabajo anónimo de dotar de medios defensivos sociales más perfectos a la sociedad en la que viven, y a la que sirven con desprendimiento y altruismo. Están aquí los representantes de las mutualidades grandes y chicas; poderosas, débiles e incipientes; unas, con la estructura fortalecida por largos y penosos años de labor; otras, en los precarios o primeros la senda mutualista. Y está aquí, igualmente, el Estado, en sus expresiones orgánicas, para servir específicamente las necesidades del mutualismo en el país. Y por sobre todo esto, que constituye un cuadro de soberana magnificencia de esfuerzos y nobilísimos empeños, está, señores mutualistas, la imagen imborrable de la patria que soñaron nuestros antepasados ilustres y ante la que nos inclinamos fervorosos, para repetir el juramento inolvidable de servirla sin desmayos, ni desalientos, ni claudicaciones, y sin que se oscurezca, con nuestra conducta, la luz de sus tradiciones, ni el brillo de sus conquistas de libertad y justicia. Es que el sendero mutualista conduce a la integración de la justicia social, deidad humana que ilumina la lejanía ideal, y que, a la inversa de los dones de Dios, hace sufrir y esperar, aunque se la alcanza con fe, perseverancia, comprensión y amor. Estarnos asomándonos a una nueva etapa histórica en la vida del mundo. Se viven días de acentuado dramatismo. Los hombres, en esta epopeya transformadora y trágica, son conmovidos por hechos sociales superiores al hombre mismo; y el signo de la incomprensión ha empujado a los pueblos al martirio. Estamos, no obstante lo que puede decirse acerca de un mundo futuro, prontos y con ansias de entrar en los nuevos rumbos de paz y de trabajo que se aproximan para toda la humanidad, puesta de nuevo en marcha, vencidas las cegueras, para alcanzar la dignidad mana, en el límite mismo de lo perfecto, entre las angustias del pasado y las esperanzas de un porvenir venturoso y superior. Mundo de mañana, que anhela el bienestar general, base granítico de la convivencia humana, sobre la que pueden construirse en oro puro las columnas de la libertad como fundamento de una verdadera y auténtica recuperación moral. No hay moral sin libertad, ni ésta puede fundarse en la miseria y en la injusticia. Por eso es que, sin que hayan desaparecido aún las causas y los efectos de una lucha cruel, estamos ya elaborando pacientemente los medios que habrán de servirnos para enfrentar con seguridad los acontecimientos del futuro. Y en esta tierra nuestra, donde se han confundido y delineado los tipos sociales de las más encontradas inmigraciones, estructuramos, con fervor humanístico, los fundamentos económicos y sociales de un convivir, que no tiene más aspiraciones que la acción reconstructora de lo que el hombre pudiera haber perdido por su individualismo excesivo, no enteramente compatible con nuestras instituciones de honda raíz democrática. Las generaciones de hoy, observadoras fieles de un episodio que no se borrará jamás, sufridas y prietas por las paralelas de dos guerras, entrenadas más en la necesidad que en la abundancia, en la que debieron vivir, dispuestas a seguir el camino de la seguridad social que supone la comprensión ciudadana e impone la defensa del núcleo familiar, fundamento inconmovible de la grandeza de las naciones. De las herramientas que empleará el ser humano del presente para alcanzar tales destinos, la que cuenta con un lugar de preferencia, es el mutualismo, una de las más puras y esenciales manifestaciones de la solidaridad humana. Y la obra de previsión que realiza el mutualismo, por sus características, no puede ser excluyente de la acción estadual, y ésta, al reclamar participación en el juego libre de la actividad mutual, sólo necesita y quiere estimular, cooperar, sostener y defender la trayectoria de las realizaciones mutuales, dentro de una convivencia armónica, que haga estériles las deserciones y termine con las anárquicas formas del desencuentro mutual. Es necesario destacar con precisión y claridad que la iniciativa privada cargo de las mutualidades existentes en el país, ha sido y es, base segura de trabajo social. Las raíces profundas de estas mutualidades dan ahora sus más jugosos frutos en lo que llamaríamos acción comprensiva conjunto, entre las mutualidades y el Estado, que no es otra cosa que una vasta mutualidad de esfuerzos y entusiasmos. No es el Estado el que sale ahora a recoger los esfuerzos privados. Es la organización que el propio pueblo ha creado para su servicio, dentro Estado mismo, la que ofrece la técnica de sus funcionarios, la agilidad sus nuevas concepciones, la justicia de una nueva época y la realización sin trabas de de todos los sueños mutualistas. Queremos alcanzar para la Argentina una amplia seguridad social, que se traduzca en una protección biológica y económica, tanto para el hombre como para la mujer, que los cubra de todos los riesgos sociales y profesionales, sobre la base de una solidaridad organizada. De esta grandiosa finalidad, que es columna vertebral de las aspiraciones del gobierno surgido del 4 de junio, serán servidores eficaces las cajas gremiales, con relación a las diversas actividades; los seguros sociales para los diferentes riesgos; la asistencia social que llegue urgente al verdadero necesitado, como función supletoria del seguro social propiamente dicho; y el mutualismo en su realización integral de cooperación y colaboración. Creemos que no podía mantenerse el país dentro de un estatismo, configurado por fórmulas afligentes, que dificultaban la marcha. Tampoco es útil seguir las huellas de quienes pretendieron resolver los problemas permanentes con soluciones de emergencia. Nos hemos dado a la tarea de construir, enfrentando los problemas en su dimensión exacta, superando las relativas ventajas de las soluciones forjadas para un instante, para reemplazar éstas, por las obras de aplicación en el tiempo, flexibles y ágiles, para que coexistan con las mutaciones propias del progreso social. No queremos dejarles a los hombres del mañana una Argentina disminuida ni triste, ni habitada por ciudadanos vencidos por la pobreza, las enfermedades o el abandono. Por sobre todo lo que pudiera hacerse para borrar los cuadros dolorosos - trabajo y protección permanentes del pueblo de la República- estamos seguros de contar para la estructuración de una sociedad argentina, más justa y más humana, con la ayuda toda de este caudal de trabajadores del mutualismo que contribuyen diariamente al alivio de las terribles miserias de las masas. En todos los tiempos, bajo los más variados cielos, los hombres han trabajado tesoneramente para derrotar la miseria. Desniveles enervantes empujaron en distintas horas universales a muchos pueblos hacia la destrucción y las guerras, dejándonos como herencia de todo ello, el frenesí bélico. Los sabores amargos de las permanentes pobrezas de las masas han sido factores negativos en la organización de la sociedad. Pero esa línea de continuidad histórica parece cambiar de tonalidad, y tras los nuevos ideales de concepción generosa y humanística, los pueblos modificaran su pensar y su sentir, adaptándose también a las formas nuevas de los servicios sociales, que en marcha desde lejanas épocas, hoy se cristalizan en las asociaciones de ayuda mutua, de ayuda social, o en cajas de seguros mutuales. El Estado ha fijado ya las finalidades de su política mutualista. El gran objetivo que orienta la acción oficial en esta materia, lo constituye la implantación de un mutualismo integral, controlado por la Nación y en función subsidiaria del seguro social, como valioso instrumento de ayuda mutua. No se trata aquí de intervencionismos que desnaturalicen el equilibrio de la acción. Por el contrario, se desea fortificar, con la concurrencia del Estado, la posición del mutualismo, verdadero lugar de encuentro de los hombres que se inspiran en los principios eternos de la justicia social, para resolver, con arreglo a las doctrinas de la misma, los problemas sociales de los grandes núcleos populares. Se han señalado ya cuáles son las etapas obligadas del proceso formativo del mutualismo. Se comienza por crear un clima de fomento del mutualismo, para dictar luego las normas del derecho mutual; establecer la organización técnica de los servicios y terminar con la coordinación inteligente de todos los organismos afines que existan. El ambiente mutualista existe en toda la República. Para confirmarlo bastaría observar esta cálida asistencia de sostenedores y representantes del mutualismo argentino. La creación de lo que llamaremos Derecho Mutual, también han sido ya alcanzada por la realidad. Tal derecho será considerado por los asambleístas y las entidades que responden a directivas claras de organización y trabajo, y que estudiarán sin reservas, el código mutualista que encauce dentro de jurídicas las relaciones y posibilidades de las organizaciones de este carácter que existan y de las que pudieran constituirse. La organización técnica de los servicios, comprenderá las más diversas formas del trabajo administrativo y contable, siguiendo a las mutualidades en funcionamiento en todos sus detalles, para subsanar inconvenientes, aligerar su prestación de servicios y facilitar el digno cumplimiento de sus misiones salvadoras. Finalmente, la coordinación más completa con los cuerpos afines tendrá, en el caso del mutualismo, una realización inmediata y eficiente. Aboliremos la quietud o el pesado encadenamiento de trámites en las relaciones y salvaremos con energía los obstáculos que pudieran aparecer en la marcha ascendente y vigorosa. ¿Es esto difícil de alcanzar? ¿Es esto un problema que no podemos resolver, en sus aspectos integrales? ¿Es ésta una cuestión trascendente para la Nación? Debo contestar a estas preguntas, que les formulo desde mi acendrado espíritu mutualista. Alcanzaremos todo lo proyectado. Nada es difícil cuando los esfuerzos comprometidos se hallan el servicio de la Nación misma y es ésta beneficiaria de cuanto se haga. La seguridad social de la Argentina exige soluciones integrales, que vayan a fondo en sus cuestiones vitales y que, sin detenciones, sigan dotando a las clases trabajadoras, cualesquiera sea su militancia, su profesión, su fe, sus disciplinas civiles, de las más elementales ventajas. La trascendencia de la acción mutualista en la vida de la República es, por otra parte, de valor incuestionable. Es uno de los aportes más serios al bienestar general y constituye, por sus actividades puestas siempre al servicio del pueblo, una fuente natural de riqueza colectiva, donde se nutren y disciplinan los hombres y las generaciones. Estamos trabajando, señores mutualistas, en el gran escenario de la República y en un momento de la vida argentina que tiene ya una vibración histórica. De este trabajo que venirnos realizando todos los que en una forma u otra tenemos la responsabilidad del gobierno -y del que nadie que sienta verdadero amor por la Nación está excluido- debernos dar cuenta a los ciudadanos que nos sigan en el incesante andar del país. Más que nunca, unidos en la fecunda diversidad de trabajos y anhelos, las mutualidades, como los demás sectores argentinos, debemos afirmar la convivencia fraterna frente a los desniveles sociales y crear, dentro del clima propicio de la paz social, las seguridades para que el pueblo pierda su miedo a la pobreza, a la tristeza y al desaliento. Las naciones y pueblos que, como la Argentina y sus habitantes, están ya entregados a la meditación de las horas que se avecinan para los trabajadores del mundo, se identifican en el esfuerzo común de facilitar la seguridad y la prosperidad a las familias que en multiplicación constante, irán reemplazando en el trabajo y en la construcción del mundo del mañana, a los que han caído en la noche de este eclipse, cuya terminación se acerca para suerte del hombre. Creo fervorosamente en el mutualismo. Admiro a las mutualidades. Comprendo y valoro a los hombres cuando se agrupan en organizaciones de diversa índole, para derrotar a la soledad y para quebrar el aislamiento en que se suele caer cuando el individualismo, con su carga de egoísmo, le nubla el horizonte. La asociación, como medio natural de defensa, al par que estimula y defiende a los hombres, los educa en sus líneas espirituales, haciéndolos sensibles a las emociones más bellas de la confraternidad. Todavía no se ha despejado el cielo del universo y ya las llamas ardientes de las esperanzas de muchos pueblos comienzan a iluminar los caminos por donde transitará la juventud del mañana. Nosotros, desde la Argentina, como en los días forjadores de su nacionalidad, o como en el correr de su vida republicana, o como en el presente, en que somos todo anhelo por una mejor convivencia, nos aferramos a la voluntad de seguir trabajando por el destino del hombre, defendido y ayudado por lo esencial y eterno que preside nuestras vidas: la voluntad inconmovible de servir sin descanso al espíritu de la civilización. Señores mutualistas: Os esperan trabajos importantes. Tiene el país confianza absoluta en vuestras deliberaciones. Teniendo fe en vosotros, se tiene en todo lo que sois capaces de hacer. Tiene confianza la Nación, y así lo ratifica el gobierno, que seguirá vuestras deliberaciones, para ganar la causa del mutualismo y ofrecer al pueblo argentino, a sus habitantes y a sus generaciones del porvenir, la tranquilidad de horas más felices al amparo de los más nobles afanes. No olvidéis, como se ha dicho, que el poder viene de arriba y la confianza viene de abajo. No falta el poder cuando dura la confianza y para que ésta viva siempre, es necesaria la construcción continua. ............
1944-10-06
En un acto de la Federación de Obreros y Empleados Telefónicos
En primer término deseo hacerles llegar el afectuoso saludo con que la Secretaría de Trabajo y Previsión se adhiere a este acto realizado por los telefónicos argentinos. La Secretaría de Trabajo y Previsión ha demostrado ante la Nación que no es un organismo burocrático más, intrascendente en la marcha del país, sino el corazón palpitante de la masa argentina que trabaja y se sacrifica por el bien de la patria. Hace pocos días hemos inaugurado en la Secretaría de Trabajo y Previsión un organismo que hace muchos años debía funcionar ya en el país: la Dirección de Trabajo y Asistencia de la Mujer. Ese organismo está justamente destinado a hacer efectivos los resultados de ese estudio a que se ha referido el señor Gay. Tengo la persuasión absoluta de que dentro de poco tiempo ese organismo ha de dar sus frutos, impidiendo que se impongan, a la mujer que trabaja, horarios inconvenientes para su constitución fisiológica, para su vida y para las necesidades de su hogar, así como también para que se aprovechen sus especiales condiciones pagándoles salarios inferiores a los que corresponden al trabajo que realiza. Siendo así recojo en primer término lo que acaba de decir el señor Gay. Será para nosotros la primera conquista de esa dirección del trabajo femenino, cuya labor ha de encauzarse por caminos promisorios para las mujeres que cumplen con el doble deber de servir a su patria en el trabajo y en el hogar. Celebro que los telefónicos se encuentren unidos. La Secretaría de Trabajo y Previsión, de acuerdo con los principios ya enunciados, y que haremos cumplir irremisiblemente en el campo gremial argentino, desea que concreten su voluntad, dentro de las leyes de la Nación, con el más amplio espíritu de libertad absoluta en sus propias decisiones. La Secretaría de Trabajo trata con los representantes de los gremios y así considera a Gay y a Orozco, porque hemos dicho ya que nuestro organismo no podrá ceder ni ante la astucia de ninguna de las partes que quieran utilizar esta condición como arma para la transacción. Sería muy fácil dejar acéfalas las organizaciones gremiales, declarando cesantes a sus dirigentes para después no entenderse con ellos. Para nosotros, en el concepto gremial de la Secretaría, es telefónico aquel que es del oficio, trabaje o no trabaje. Hemos de tomar, para su estudio y apoyo, como es nuestra obligación, todos los puntos que han sido mencionados, para ser considerados equitativamente de acuerdo a las costumbres de la casa, estudios en que han de satisfacer, en primer término, las aspiraciones y necesidades de los trabajadores; en segundo lugar, los del Estado, y en tercer término, los intereses patronales que no serán perjudicados en ningún caso. Hemos dicho en muchas oportunidades que el gobierno está decidido a asegurar una política social dentro del Estado que haga posible alcanzar aspiraciones que ya van siendo demasiado viejas en el pueblo argentino par que no sean satisfechas. Las promesas que hasta ahora ha hecho la Secretaría de Trabajo han sido cumplidas sin una sola excepción, y lo seguiremos haciendo así, porque vamos realizando todo lo realizable. Tenemos nuestros planes, que fijan finalidades que no pueden ser alcanzadas en corto tiempo, pero estamos seguros de que una vez que estructuremos nuestros planes definitivos entregaremos a los obreros esas finalidades, para que, si por cualquier circunstancia no nos es dado cumplirlas a nosotros, sean ellos mismos quienes las puedan realizar. Comenzamos a sentir ya en la Secretaría la oposición desde diversos ángulos, en primer término algunos intereses políticos que no quieren quedar en este campo relegados a un lugar que ellos no creen justo por no haber podido realizar en 40 años lo que nosotros realizamos en pocos meses. En segundo término los que se oponen por egoísmo o avaricia, oposición que ya hemos comenzado a sentir por parte de ciertos individuos que olvidan que somos hombres educados desde niños para la lucha, y que no ha de ser la lucha en ningún Canopo la que nos haga volver atrás. Otras numerosas presiones de distintos ángulos existen, y allí la insidia se hace también presente: "Tenga cuidado coronel -me dicen casi todos los días-, usted realiza un juego peligroso; tenga cuidado, porque cuando usted quiera encontrar a sus obreros, va a desaparecer"; "ellos sacarán todas las ventajas que puedan de esta situación -me dicen- y después se olvidarán de usted". Yo contesto siempre de la misma manera: como yo esto no lo hago para que nadie me pague, porque estoy suficientemente pagado con mi sueldo, no aspiro a nada en ese sentido. Es que la gente no está acostumbrada a que los hombres realicen una obra con una sola intención: la del bien. La gente que no está acostumbrada a que se proceda sin segunda intención, y yo jamás digo una mentira ni procedo con segunda intención. La Secretaría de Trabajo cumple lisa y llanamente su obligación. Pero lo que yo les puedo asegurar es que no hay suficiente dinero en el mundo para comprar la conciencia de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Y también puedo asegurar que seguiremos allí cumpliendo inflexiblemente con el deber que nos hemos impuesto. A los empleados y funcionarios de la Secretaría de Trabajo y Previsión los sé suficientemente honestos para cumplir con su deber; y cuando no lo sienta así tomaré las medidas más severas contra cualquiera que pretendiese en forma alguna poner en duda con sus procederes la dignidad y la justicia con que en esa casa se trabaja. Pensando así es indudable que las palabras que acabamos de escuchar acerca de la seguridad y la confianza que los obreros y empleados representan al gremio telefónico tienen en nuestra casa nos llenan de satisfacción. Para nosotros, es un galardón que no se puede comprar con ninguna cantidad de dinero. Por eso, en los primeros días de inaugurarse nuestra Secretaría de Trabajo, con la firme decisión de hacer algo trascendente para los trabajadores, yo dije claramente: "éste será un organismo inflexible en el cumplimiento del deber estatal", y pedí a los trabajadores que tuvieran confianza, y esa confianza la hemos ganado con nuestro honrado y justo proceder desde la función pública. Esa confianza se transformó después en fe, y hoy tenemos la satisfacción y el orgullo de poder decir que nuestros colaboradores de trabajo son los propios obreros, que estudian en nuestra casa sus propios problemas. Podemos también decir que las deliberaciones y transacciones de nuestros acuerdos, así como el establecimiento de nuestros convenios, son absolutamente justos y equitativos, y de convenio en convenio, estructuraremos para los trabajadores de nuestro país un código del trabajo que vaya afirmando jalón a jalón esa justicia integral que es necesario alcanzar y que absolutamente nadie será capaz de borrar en el futuro. Para ello, señores, se necesita una sola cosa: que los trabajadores sigan manteniendo esa fe en nosotros, que no hemos de defraudarlos en ningún caso; y que defiendan esa creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión, como organismo indispensable para la consecución de la justicia social a que aspiramos todos. Si algún día se malograra interna o externamente la Secretaría de Trabajo, todos los trabajadores del país deberían temblar, porque sería una amenaza de destrucción para nuestras propias conquistas y porque significaría el retomo a épocas que no queremos ni siquiera recordar. Pero sé, señores, que las masas de trabajadores están formadas por hombres de una extraordinaria intuición; sé bien que esta Secretaría de Trabajo será defendida tenazmente por ustedes y yo habré colmado mi satisfacción de gobernante si cuando deba irme de esta casa dejo a su frente a un obrero que la defienda y se haga matar por ella si es preciso. ...............
1944-10-09
En la inauguración de un dispensario antituberculoso
Este dispensario representa en mi concepto, un eslabón de toda la previsión social que el país necesita. Salud Pública y Secretaría de Trabajo y Previsión Social, como lo acaba de significar el doctor Viera, son dos hermanos siameses que separados mueren y que solamente pueden vivir cuando trabajan con esa unión que la naturaleza les ha dado. Los dispensarios que cuidan de la salud son tan indispensables y tan necesarios como las previsiones de todo orden que nosotros tomamos en la Secretaría de Trabajo. Nosotros estamos trabajando incansablemente para que los salarios sean suficientes, para que la vivienda sea higiénica y digna, para que el descanso sea reparador. Salud Pública sigue de cerca a los hombres cuidando de ese bien inapreciable de la vida que es la salud. Combinado así, el día de hoy ha sido para mí un día de placer, de fiesta y de descanso, porque he asistido simultáneamente a la colocación de la piedra fundamental del instituto nacional de ciegos, cuyo edificio comienza hoy a construirse. Inmediatamente después asistí a la colocación del primer ladrillo de las 520 casas que se construyen en el partido de San Martín para casa habitación de obreros. Esas quinientas casas forman el primer grupo de más de mil que ya están en construcción en diversas partes del país. Y en el año 1945 hemos de construir por lo menos cinco mil casas más. Finalmente, el tercer acto de esta fiesta de la Secretaría de Trabajo es la inauguración de este dispensario. Yo atribuyo la iniciación de estas obras al resultado de nuestro trabajo común en la Secretaría o en Salud Pública, donde un núcleo de hombres modestos y trabajadores realizan una labor constructiva que no es un ideal perfecto, sino que es un arquetipo necesario para el momento que vivimos. Debemos considerar a nuestra patria como una gran familia donde unos trabajan para dar a los otros lo que les es necesario, y todos trabajamos para ayudar a la salud y el bienestar de todos los demás que son nuestros propios hermanos de patria. Hemos trabajado y seguiremos trabajando con este ideal y veremos si los tiempos que vienen coronan nuestra labor de hombres modestos, sin pretensiones, nada más que dedicados a hacer algo útil para nuestros semejantes. En este sentido la obra de los gobernantes, dirigiendo, y de los médicos, cuidando, y vigilando la salud del pueblo, constituyen los dos objetivos más elevados a que puede aspirar pueblo civilizado de la tierra: cuidar su material humano que es lo único grande que el país tiene. Ya nos hemos dedicado demasiado a las vacas y a los caballos para perfeccionar sus razas, y creo que ha llegado el momento de dedicarnos a los seres humanos para perfeccionarlos. Agradezco, señores, el regalo de nuestra bandera, que es la imagen perfecta de la patria, confiada en que no haya más fuerzas que sus hijos y sus armas para custodiarla y llegar, si es necesario, a morir por ella. Ella me acompañará en las horas de trabajo, que por muchas que sean no serán como las que ustedes realizan. Yo solamente tengo la misión de facilitar la tarea de los que ejecutan; ese es mi trabajo. El mérito está en la realización de las obras. La concepción en sí no vale absolutamente nada; y ustedes, desde el más alto director hasta el último operario son los que crean. En ese sentido el mérito es en un 90% de ustedes. Reitero mi felicitación a la fábrica de pólvoras y explosivos, en la que veo el porvenir de nuestra patria confiado a hombres jóvenes y capaces. Debemos estar tranquilos de que el porvenir esté en manos de hombres como estos, que representan, encarnan y patentizan ese mismo porvenir, ya que la juventud es el verdadero futuro de la patria. Les agradezco también en nombre del excelentísimo señor presidente de la Nación este esfuerzo y todos los sacrificios realizados para hacer cada día más grande, más perfecta y más poderosa nuestra patria. No hay esfuerzo que justifique más la abnegación y el sacrificio que este trabajo anónimo, sin exteriorizaciones inútiles, sino con realidades nacidas del trabajo y el sacrificio. Eso es lo único que hace grandes a los hombres y a los pueblos. Los pueblos como el nuestro tienen extraordinarias reservas, y el futuro ha de ser la comprobación de esto que se viene anunciando desde hace tantos años, y cuya realización, felizmente, parece comenzar ahora como una verdadera y fundamental síntesis de nuestra inteligencia, de nuestra capacidad; de nuestro trabajo. En ello, señores, tenemos puestas todas nuestras esperanzas. Los técnicos argentinos han realizado un verdadero milagro al hacer de la nada los productos argentinos para los argentinos; y para que la patria esté segura de que cuando necesite el brazo y la inteligencia de sus hombres no ha de faltarnos nada para salvarla, dando la vida por ella, si fuera necesario. .....................
1944-10-11
En un agasajo organizado por seccionales de la Unión Ferroviaria a los miembros del Poder Ejecutivo
Hago llegar a ustedes, en primer término, el afectuoso saludo de la Secretaría de Trabajo y Previsión, en cuyo nombre tengo el honor de hacerme presente con mi palabra. En las fiestas de los ferroviarios, la Secretaría de Trabajo y Previsión no está nunca ausente, porque la historia de las últimas conquistas de la Unión Ferroviaria, en todos sus aspectos, se halla íntimamente ligada a la historia inicial de la Secretaría de Trabajo, pues ambas fueron conquistas que nacieron simultáneamente para bien de los hombres que trabajan. Los primeros que llegaron hasta el excelentísimo señor presidente de la Nación, siendo entonces ministro de Guerra, fueron los ferroviarios, y una mutua comprensión hizo que él sintiera confianza en ese gremio, el cual, a su vez, le dio también las primeras pruebas de confianza en este gobierno, basadas en las sinceras y leales palabras del entonces ministro de Guerra, general Farrell. Desde entonces se jalonaron las conquistas de este meritorio gremio: las licencias con pago íntegro de salarios por enfermedad; el pago extraordinario en metálico, con compensación de días feriados y el de los días de asueto decretados por el Poder Ejecutivo; la bonificación del 10 y 5 por ciento para casados y solteros, hasta 250 pesos de sueldo; la nueva aplicación de los descuentos por averías al personal de maniobras; la reincorporación de obreros cesantes; la licencia de ocho días por fallecimiento en la familia; el reajuste de los escalafones, etcétera. Se planteó el primer problema cuando se trató de evitar la intervención, y luego vinieron las cuestiones para cambiar aquella intervención, que no correspondía a las necesidades del gremio ferroviario. Intervinieron en ellas Soto, Carugo, Polo Olivera y Bramuglia, el 26 de octubre de 1943. Llegamos así a la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión y, desde ella, a la solución de todos los problemas ferroviarios que fueron planteados. Después fue creada la Dirección General de Previsión Social para Ferroviarios, cuyo alcance, dentro de la previsión social del país, fijará un jalón de iniciación de una obra de tal importancia que no pueden siquiera imaginársela los que no tienen una idea de la tarea a que se aboca la Secretaría para llevar a término la previsión social en todos sus aspectos y en todo el país. Se luchó después por la unidad del gremio ferroviario. La intervención de la Dirección de los Ferrocarriles del Estado y luego la de la Dirección de Ferrocarriles, medidas ambas dispuestas por el excelentísimo señor ministro de Obras Públicas, general Pistarini, pudieron permitir al gremio ferroviario alcanzar una unificación que pido no sea jamás destruida para el bien del gremio en general. Posteriormente, se produjo la reforma de la ley 10.650, el pago de las jubilaciones -conforme al nuevo concepto-, el reconocimiento del personal administrativo, asunto que no ha sido aún puesto en ejecución por las empresas, pero que, de acuerdo con las resoluciones tomadas por la Dirección, de Ferrocarriles, han sido emplazadas para que lo ejecuten en el plazo de diez días, a contar del cual se aplicará una multa diaria que las obligará a reflexionar sobre la inconveniencia de resistir esta importante medida. También hemos encontrado resistencia en el aumento general de salarios y en la devolución de retenciones; pero hemos de buscar igualmente la forma de hacerlos efectivos conforme a lo dispuesto por el Poder Ejecutivo. Siguieron a ésta la anulación de los contratistas de las empresas, la reglamentación sobre defectos físicos y otras disposiciones. Todo esto prueba que la historia de la Secretaría de Trabajo y Previsión, hasta hoy, es la historia de esas conquistas por las cuales tanto había luchado el gremio ferroviario infructuosamente. Desde entonces hasta ahora, pasan los días y nos encontrarnos cada vez más unidos y solidarios en una obra que creemos justa, para bien del país y para la mejora integral de la clase trabajadora, abandonada hasta ese momento. Es necesario que hasta los más remisos lleguen a comprender que estamos frente a una revolución que podríamos llamar la "Revolución de los Pobres", ya que hasta hoy no se había realizado el milagro de poder hacer una que no fuese para los hombres pudientes. El país estaba enfermo de hombres importantes; es necesario que lleguen los días de los hombres sencillos y de trabajo, y la Revolución del 4 de junio ha tenido esa virtud de llevar al gobierno hombres sencillos, sin pretensiones y de trabajo. Me dicen a menudo: "Tenga cuidado coronel, los obreros sacarán todas las ventajas que puedan de usted, y después lo abandonarán". Nosotros hemos emprendido una obra sin buscar pago de ninguna naturaleza, y por eso no tenemos nada que temer del proceder ulterior de nadie. Hacemos el bien por el bien mismo y porque creemos que esta evolución que hoy emprende la ¡dad en todos sus campos ha de llegar también a la sociedad argentina para implantar un orden que sea base de un equilibrio interior de la misma y que no pueda jamás ser destruido en el futuro. Hay fuerzas que en el presente tratan de "ponemos tuercas en la vía" como dirían ustedes; fuerzas que están representadas por los malos políticos que no pueden ver con buenos ojos que nosotros realicemos lo que ellos no fueron capaces de hacer en tantos años. Existen también las eternas fuerzas del egoísmo y la avaricia, que hacen del bolsillo la única víscera sensible del hombre. Pero no hemos de detenemos ante detalles de esa naturaleza, cuando el porvenir y la raza argentina están por delante. En los primeros tiempos de la Secretaría de Trabajo pedí a los trabajadores confianza; después les pedí fe, y no me han defraudado jamás. Ahora necesitamos la cooperación de todos para salvar nuestras conquistas, que no deben perderse, y para llevar adelante los postulados de nuestra justicia social, en lo que no estamos ganando nada para nosotros sino para nuestro pueblo. Y si es necesario, pediremos ayuda a los trabajadores, persuadidos de que no defendemos nuestras posiciones, que no nos interesan, sino la que han alcanzado los trabajadores argentinos, que no podrán ceder en adelante un solo paso en las conquistas logradas. Estamos seguros de que hemos iniciado una época en el campo social de la política argentina; y en esa seguridad, sabemos que el surco que hemos abierto no habrá en el país fuerza capaz de cerrarlo en el futuro. Y si algún día los malos políticos, por intereses inconfesables, llegasen a anular el horizonte de nuestra política social, ustedes serán los encargados de evitar que este edificio, levantado de ladrillo a ladrillo, sea demolido por hombres guiados por el egoísmo, en un día que sería aciago y triste para el país. Nosotros, como he dicho, no somos hombres importantes. Somos modestos hombres de trabajo, como que venimos de las montañas y llanos de nuestro país. No tenemos más pretensión que la de servir al bien público con todas nuestras fuerzas, nuestra abnegación y sacrificio. Siendo así, agradecemos esta demostración, porque ella representa la mejor palma a que pueden aspirar los hombres de bien, desinteresados, que no esperan del futuro más que el reconocimiento de aquellos a quienes han servido con lealtad y con sinceridad. ..........................
1944-10-14
En un acto en la ciudad de Chacabuco
Agradezco conmovido esta recepción en nombre del gobierno que preside el señor general Farrell. Personalmente expreso mi reconocimiento por las amables palabras del señor Comisionado, inspiradas, quizás, más por la amabilidad que por mis propios méritos. Nosotros constituimos un grupo de hombres que no tienen otra pretensión que hacer el bien por el bien, como lo ha dicho el doctor Ramos, que nuestro país está ya enfermo de señorones, y que necesita un poco de la acción de hombres humildes y sencillos dispuestos a trabajar sincera y lealmente por el conjunto de los argentinos que forman la patria. Por eso señores, al pasar por las vecindades de Chacabuco he accedido a la amable invitación del señor Comisionado y he querido llegar a esta casa. Me retiro de aquí con un recuerdo que será imborrable para mí. El de haber podido apreciar la presencia de todos ustedes y la de ese pueblo que ha esperado en la calle, bajo la lluvia, pacientemente, y en ello, señores, veo un hecho auspicioso, porque quizás en estos momentos era más necesaria para Chacabuco la llegada de la lluvia que la del vicepresidente de la Nación. Por eso al reiterar mi agradecimiento por tanta amabilidad y al reconocer, como funcionario del gobierno y como mandatario del Estado, nuestras obligaciones para con el pueblo, prometo, como he prometido siempre, no descansar ni de día ni de noche para cumplir con ese deber de la Revolución del 4 de junio, que la solidaridad del pueblo de la República nos está imponiendo como un imperativo irrenunciable de esta hora. Nosotros no tenemos la pretensión de ser salvadores de la patria. Ya decía Agustín Álvarez que este país estaba enfermo de salvadores de la patria. Somos tan solo humildes soldados que en esta hora impuesta por las circunstancias hemos empuñado el timón y no lo abandonaremos hasta ver asegurada la verdadera democracia, que había sido desvirtuada en todos sus valores por los políticos profesionales. Apreciamos bien cual es el valor de la democracia que defienden los que hoy no tildan de demagogos, porque hacemos obra social. Ellos no se sintieron demagogos cuando dieron a este pueblo, como en el antiguo imperio romano, pan y circo, quinielas y coimas, taba y vino y cuando conculcaron todos sus derechos y olvidaron todos sus deberes para con el pueblo, llevándolo a la triste condición de una engañosa libertad haciéndole creer que elegía a sus gobernantes, cuando sólo le habían dado el derecho del voto para escarnecer esa libertad que hoy pretenden defender sin eficacia y sin éxito. Llevaré del pueblo de Chacabuco este recuerdo y esta impresión, junto con este petitorio que he de tratar de solucionar lo antes posible, haciendo intervenir para ello al excelentísimo señor presidente de la Nación y al señor ministro del Interior. Como debo seguir viaje, porque el tiempo apremia un poco, termino expresando nuevamente mi reconocimiento por esta amabilidad y generosidad de ustedes, que me obliga como funcionario, como ciudadano, y como hombre. .................................
1944-10-15
En una concentración popular en la ciudad de Junín
Comprovincianos: la Revolución del 4 de Junio trae un ideal y una realidad transformadores del panorama político, económico y social argentino. De ella surgirá toda una nueva política, no vagamente y como un germen, sino integralmente y en su detalle, creando no sólo los principios, sino la terminología, el estilo y la emoción de las nuevas formas. Tengo fe en las instituciones republicanas y democráticas del país. Pero instituciones y pensamiento político es sólo una dimensión de la política. La otra es la realización. Democracia no ha sido jamás venalidad, ni fraude, ni mentira, ni explotación, ni injusticia social. La voluntad popular, base angular de un gobierno de libertad, exige el ejercicio honesto de las virtudes de la democracia que se realizan en la justicia social, como fundamento del bienestar general. La exaltación de los principios no es precisamente lo sublime de los principios, sino su cumplimiento. Pueblo sobre el que se suceden gobiernos, producto del engaño, es pueblo que carece de libertad política. La libertad presupone honradez y justicia. Por eso afirmo que vivimos una nueva era en la vida de la Nación, que afirmará principios morales de convivencia, que habían sido olvidados en perjuicio del pueblo. El gobierno honrado del pueblo comporta poseer un régimen limpio; implica, asimismo, el deber de realizar, con organismos adecuados, todo cuanto es menester al libre ejercicio de los derechos y garantías de la Constitución Nacional, creados para lograr el bienestar general. ¿Vivía el país un régimen semejante? ¿Existía libertad para elegir gobierno? ¿Había organismos apropiados para satisfacer las necesidades de un Estado moderno? ¿Se realizaba la justicia social? Todo el país puede responder en un solo grito a estas preguntas que me formulo desde lo más profundo de mi conciencia de ciudadano. Todo había sido falseado: la libertad, la ciudadanía, la función directriz, la justicia y la moral. Como consecuencia de ello nuestro pueblo estaba al borde de perder sus fuerzas más ponderables: la esperanza y la fe. La más obscura y venal de las oligarquías en poder del Estado, había montado una máquina electoral que dio al pueblo el derecho de votar; pero jamás el de elegir sus gobernantes. Como si ello fuera poco, llegó a repartirse las ganancias con los caciques, aparentemente de la oposición. Se ha pretendido hacer creer al pueblo que esa lógica funesta de demagogos representaba la clase dirigente del país, su élite, y que, como tal, estaba formada "por sabios, por ricos y por buenos". Hay que observar que los "sabios rara vez han sido ricos y los ricos rara vez han sido buenos". Sin olvidar que ni sabios ni buenos han encontrado un lugar entre los políticos criollos. Nosotros realizamos leal y sinceramente una política social, encaminada a dar al trabajador un lugar humano en la sociedad. Lo tratamos como hermano y como argentino. Ellos dicen que somos demagogos. Demagogia han hecho ellos, verdaderos enemigos de la democracia, que en vez de de dignificar el trabajo, humanizar el capital y elevar material y moralmente el pueblo, se dedicaron a adularlo, exaltando las malas acciones, fermentando el espíritu de indisciplina social y contribuyendo a falsear y extraviar la noción de la cosa pública, indispensable para la obra ciudadana en toda democracia. Esa política inferior ha enfermado al país de caciques y señorones. Es menester que surjan ya hombres sencillos y sinceros, con ardientes deseos y firme decisión de trabajar lealmente para el bien común de los argentinos. Ellos barrerán a los verdaderos demagogos con empaques de señor, que han sido los industrializadores de la política, en la que a menudo han logrado lo único que poseen: una riqueza mal habida. El eminente profesor y jurisconsulto, doctor Bielsa, al referirse a este espécimen político, que llama el cacique en la función pública, dice: "Pan y circo es hoy, como en las postrimerías de la República romana, lo que se da al pueblo, aunque con menos generosidad: quinielas (fuente de abundante coima oficial), prostitución (que también da pitanza) y en las fiestas, alcohol, taba y monte". Y ellos dicen, para detener nuestra política social, que hacemos demagogia en las masas obreras, cuando defendemos sus derechos de vivir con dignidad de argentinos. Sus personeros llegan hasta mí para decirme: "¡Tenga cuidado, coronel! ¡Usted hace un juego peligroso con los trabajadores! Ellos sacarán todo el provecho posible, y luego le volverán la espalda". Yo contesto, invariablemente, que sólo anhelo de los trabajadores un recuerdo justo y amistoso para el funcionario que ha sabido cumplir con su deber. No realizo esta obra con interés personal ni político, y eso es lo que parece inverosímil para ellos. La Secretaría de Trabajo desea poner orden en el buen sentido de la palabra, no como una presión que se ejerce desde fuera de la sociedad, con la policía o con la fuerza al servicio de la injusticia, sino suscitando un verdadero equilibrio en su interior. Trabaja, así, no para perpetuar la felicidad y el bien de unos pocos, sino para defender contra el mal a los muchos. La demagogia, la avaricia, y el egoísmo, en una trilogía morbosa, comienzan su sistemática oposición a la obra política, económica y social de la Revolución. Ellos no pueden concebir que ésta sea una Revolución que alcance también a los pobres, como si la justicia fuera un privilegio de la fortuna. Los malos políticos se oponen porque no pueden aceptar de buen grado que nosotros estemos realizando en meses, lo que ellos han venido prometiendo en vano desde hace más de cuarenta años. Los avaros y los egoístas forman un frente común de resistencia, pero con ello no impedirán que el Estado cumpla con su deber: hacer respetar, proteger y amparada el trabajo manual o intelectual, poniéndole en tales condiciones de defensa que lo hagan invulnerable a los ataques quienes lanzan el poderío anónimo de su capital, para la explotación del hombre por el hombre. Hoy llegamos a todo el país con el Estatuto del Peón, que llenará una necesidad sentida en los campos argentinos. Sé bien que ello no agradará a algunos patrones sin conciencia. Sé también que será motivo de críticas por parte de algunos merodeadores de las grandes empresas y escribas sin escrúpulos al servicio de los poderosos, que ya han visto mal que yo defienda con más emoción el perfeccionamiento de la raza humana. Entendemos que en muchos aspectos, la situación de los peones había llegado, en ciertas oportunidades, a ser una forma disimulada de la esclavitud. No de otra manera ha de considerarse a hombres que sólo perciben un sueldo de 20 ó 30 pesos al mes. En el proceso de recuperación integral en que estamos empeñados, ponemos todas nuestras más sanas y puras intenciones, nuestra más honda fe patriótica y nuestra propia vida, si ello fuera necesario. El progreso general exige, ante todo, una reconstrucción en los cuadros de dirección e importa la creación de nuevos organismos para que el Estado cumpla los fines impuestos por la evolución económica y social que trae el progreso. Entre ellos, para referirme a algunos organismos, que más de cerca tocan las necesidades de esta zona, sen encuentran la Secretaría de Comercio e Industria y la Secretaría de Trabajo y Previsión. La primera atiende la conservación, el desenvolvimiento y la creación de nuevas fuentes de trabajo; la segunda ha iniciado una profunda transformación en la política social del país. Una fomenta ya toda política que favorezca el progreso comercial e industrial y tendrá en cuenta las zonas del país para apoyar con toda la fuerza del Estado, la inversión de capitales, que pueden y deben, en lo posible, ser locales, tendiendo al desarrollo y engrandecimiento de la pequeña industria, que hoy sólo tiene una vida precaria en proporción al valor técnico de la producción. Debemos cuidar el florecimiento de esos pequeños talleres donde se encuentran verdaderos artistas, y de cuya maquinaria y artículos se habla con respeto en todo el territorio de la República. La Secretaría de Trabajo y Previsión, por su parte, cuida el factor humano, que es la base de la riqueza. Trabaja sin fatuidad ni intemperancia, con fe, comprensión y amor. Los problemas del campo son encarados también integralmente: desde el agricultor y el ganadero hasta el peón de campo, tienen las soluciones que regularán armónicamente sus necesidades, sus derechos y sus deberes. En nuestro espíritu no gravitan prejuicios cuando defendemos el factor humano, como fuente natural de riqueza de la Nación. No apoyamos al trabajador contra el capital sano, ni a los monopolios contra la clase trabajadora, sino que propiciamos soluciones que beneficien por igual a los trabajadores, al comercio y a la industria, porque nos interesa únicamente el bien de la patria. La Secretaría de Trabajo y Previsión traduce el afán revolucionario de crear mejores condiciones de vida para la clase trabajadora argentina, porque entendemos que la miseria es disociadora, incita a la rebeldía, forja en páginas dolorosas el desaliento y la desesperación, destruye la moral y conduce a la declinación de los pueblos. Ése es el organismo de los trabajadores. Allí se enseña y se aprende a defender a los económicamente débiles, a los humildes. Nació del contacto entre los soldados y los obreros, y actúa como el órgano más sensible y vibrante del Estado, para recoger el reclamo de los trabajadores de la ciudad y del campo, desde Jujuy a Tierra del Fuego, y desde los Andes al Plata. Aspira el gobierno surgido de la Revolución a que el trabajador, sin distinción de raza o sexo, tenga el derecho de obtener por su labor lo necesario para vivir con dignidad, de modo que le permita atender las necesidades propias de su subsistencia y las de su hogar. Buena alimentación, vestimenta adecuada, vivienda sana y de decorosa; libre y alegre desarrollo físico y espiritual y protección biológica y económica contra los riesgos sociales y profesionales, son los basamentos inconmovibles de nuestra política social, impulsada vigorosamente desde lo más profundo de la conciencia popular argentina. Debemos cuidar al ser humano. No se concibe una sociedad donde ello no sea una preocupación fundamental de los hombres de gobierno. Yo, como argentino, estaría más orgulloso si fuéramos famosos en el mundo por la perfección de nuestros hombres, que por la hermosura y pureza de nuestros ganados. Otros, en cambio, piensan lo contrario. Ese profundo error, esa desviación de los imperativos de la razón, de los sentimientos y del espíritu, ha estimulado celosamente el crecimiento de los bienes materiales y han abandonado a una inmensa parte de las mujeres y de los hombres a los azares de una organización jurídica y social deficiente, que en pleno siglo XX, admite todavía la ignorancia y la miseria de grandes núcleos humanos. Quiero repetir frente a los hombres de mi provincia, lo que en profunda vibración resuena en todos los pueblos del mundo: el trabajo no es una mercancía, y la pobreza, en cualquier lugar, constituye un peligro para la prosperidad general. Una Argentina de trabajadores con salarios miserables, podrá enriquecer a unos pocos, pero labrará segura y fatalmente su propia ruina. El capital debe ser creador, como que es el producto honrado del propio trabajo. Cuando todo esto sea bien comprendido, cuando ambos factores, capital y trabajo, bajo la tutela del Estado, actúen y desarrollen armoniosamente, los símbolos de la paz social presidirán el vigoroso progreso de la Nación. Mientras tanto, bajo la pesada carga de un egoísmo individualista y absorbente, los humildes deberán buscar en la asociación y en la fuerza de los organismos del Estado la protección del derecho de vivir con dignidad. Respetamos la libertad sindical, pero preferimos, por razones de beneficio colectivo, los gremios unidos en un haz indisoluble e inquebrantable. El gobierno afirma su propósito de orientar su acción y la plenitud de sus energías en el noble afán de conquistar para los trabajadores de la ciudad y del campo el reconocimiento y el respeto de todos sus derechos. Con viva emoción he llegado a este progresista pueblo de mi provincia, cuyo historial refleja una lucha fervorosa y continua en su marcha constante para lograr el bien común; pero también con la serenidad trasciende de su sentido secular de paz, que absorbe las pasiones, purificando el sentir y el pensar, y fortaleciendo el espíritu en esta enconada porfía en que nos debatimos en defensa de los derechos del pueblo todo de la República. Hay fuerzas del mal que oponen dificultades a nuestra marcha enérgica y viril. En la antigüedad, cuando se describía a los distintos países, al tocar puntos desconocidos, se optaba por suprimirlos, poniendo una advertencia que decía: "De aquí en adelante no hay sino arenales faltos de agua y silvestres, o pantanos impenetrables". Nosotros ignoramos ese tipo de oposición, porque la mueven intereses mezquinos y aviesos, porque responden a fuerzas destructoras en lo social y en lo moral, y porque no negamos sitio a la colaboración honesta y virtuosa, en el ardiente deseo de elaborar una Argentina de hombres verdaderamente libres. ......................
1944-10-15
En un banquete popular en la ciudad de Junín
En primer término deseo hacer llegar a ustedes un afectuoso saludo de los miembros del gobierno que preside el general Farrell. Ellos, como yo, sin descanso en el cumplimiento de sus obligaciones, firmemente decididos a realizar una obra que no sabemos si será tan grande y tan permanente como lo desearíamos, pero que produce un bien que nadie pude con fundamento negar Al dirigirme hoy a ustedes, prefiero, en lugar de hacer un discurso, mantener una conversación, porque estoy convencido de que la verdad habla mejor sin artificios. Quizás el fundamento y el principio más importante de la Revolución consiste en lo que nosotros en nuestra proclama llamamos simbólicamente "la unión de todos los argentinos". No hay solución para ninguno de nuestros grandes problemas si antes no realizamos palmaria y prácticamente la unión de nuestro pueblo, que a través de tantos años ha venido disociándose en banderías ficticias y por la mala acción de sus dirigentes. Para realizar esa unidad se impone pensar en los altos objetivos de nuestra vida: Dios y la patria, que son sin duda las dos nociones que unen de modo totalmente indisoluble. Pero antes de pensar en una absoluta unidad del pueblo argentino, es necesario hacer desaparecer algunas diferencias que, por olvido o por inacción de los hombres de gobierno han venido formándose en el país hasta cristalizar en clases demasiado ricas frente a clases demasiado pobres. Es necesario distribuir más equitativamente las cargas del Estado, a fin de que los hombres que han sido menos favorecidos por la fortuna puedan elevarse un tanto hacia la igualdad cívica, política y social. Recién entonces podremos intentar con fundamento y con exactitud consolidar la unidad que ha de darnos la solución a todos nuestros problemas. Es preciso comprender que el mundo está en plena revolución. El problema argentino no es de carácter local; es un problema del mundo. Para verificarlo bastaría mirar a todos los continentes y a todas las naciones del universo; pero dentro de todo, deberíamos agradecer a Dios por hacemos vivir en esta tierra, en la cual los problemas no han llegado a agudizarse al extremo de hacer sufrir a los hombres y donde la Providencia ha derramado tantos bienes maravillosos que hacen a esta pampa grandiosa el lugar donde en un futuro se forjará el porvenir del mundo. Esa revolución que se viene cumpliendo en todos los pueblos de la tierra, y que marcará una etapa en la historia, es la que nosotros tratamos de llevar adelante con nuestras conquistas sociales, que constituyen, no una época en la historia de la Nación, sino un cambio tan trascendental que afirmamos no podrá ser borrado en adelante por ninguna fuerza de este país. En nuestro concepto, el futuro argentino está ya decidido y definido. Está decidido, porque no habrá fuerza capaz de detener esa evolución que nosotros hemos iniciado en el país para aliviar la miseria de muchos millones de argentinos; y está definido, porque nosotros hemos fijado objetivos que habremos de alcanzar, y si no fuese posible lograrlos a corto plazo, hemos de crear una conciencia legal y popular que impedirá en el futuro la paralización de la obra social desarrollada. Nuestra política social y nuestras conquistas en el orden nacional han de fijarse definitivamente dentro del marco de nuestras instituciones, y en esa evolución hemos de representar la imagen de lo que acaba de ocurrir: unos caen y otros quedan. Nuestras instituciones no caerán. El futuro argentino, que hemos de estructurar sobre bases absolutamente sólidas, está dirigido en lo político a la recuperación de nuestras fuerzas y valores. La recuperación ha de comenzar por el factor humano. Oímos hablar a menudo de que hay que recuperar la luz eléctrica, los bancos y otras cosas; pero yo digo que, en primer término, hay que recuperar a los hombres que se han perdido por la buena causa. Por ahí debe comenzar la recuperación, pues restituida la Nación desde el punto de vista humano y social, resolver los demás problemas sólo serán cuestión de tiempo y de buena voluntad. Nuestra democracia obedece a la experiencia de muchos años, y ello nos ha permitido observar que las instituciones son excelentes, en tanto que los hombres que las aplicaron fueron de mal voluntad o malintencionados. Por eso, afirmo que es necesario iniciar la tarea de recuperar a los hombres de buena voluntad y descartar a los que delinquieron en el manejo de la cosa pública. Esa y no otra es la evolución que se impone para nuestra democracia, cuyos principios están contenidos en la Constitución Nacional. En el orden económico no propiciamos el aislamiento que algunos suponen, sino la selección y la protección de los valores económicos nacionales, dando libre juego a todos los factores que enriquecen y atacando al capitalismo que empobrece al país. Entendemos que es necesario defender y mantener al capital, como herramienta de trabajo de la Nación. En lo social debemos asegurar en primer término la libertad de la Nación, porque habríamos hecho muy poco si después de tantos años de lucha para asegurar la libertad de esta tierra, fuésemos nosotros los que la limitásemos o la hiciésemos desaparecer. Esa libertad no se discute, se defiende. Y la defenderemos con todas nuestras fuerzas. El desiderátum de la Nación no será un individualismo exagerado, pero tampoco ha de ser un colectivismo de Estado, que mate al individuo y lo sepulte en una cárcel. Es preciso pensar profundamente en estos problemas, que constituyen, sin duda alguna, las bases de nuestra propia nacionalidad y de nuestro futuro. Debemos legar a la juventud que hoy comienza a actuar, que tiene inquietudes y que representa el porvenir de la patria, una experiencia amplia y una doctrina honrada del gobierno de la Nación, junto con el manejo que sigan adelante por nuestras huellas, que no son equivocadas. Es necesario, asimismo, comprender que el Estado es una máquina que funcional dentro de la Nación; que lo definitivo y lo que obedece a la tradición histórica es la Nación y no el Estado. Las nuevas fuerzas políticas que se organicen no han de querer hacer del nuestro un Estado que mate las energías de la Nación, sino una Nación rica, poderosa y grande que mantenga un Estado perfecto en su honradez y en la sinceridad de sus procedimientos. Lo que más hace falta es que perdamos el miedo absurdo que se ha tenido hasta ahora. Hay que acudir a la Nación para constituir la Nación misma. Esta visita tiene para mí una extraordinaria ventaja: la de ver los problemas en sus propios lugares y apreciar el trabajo en las mismas zonas que producen la fatiga y el provecho. A la Unión Ferroviaria y a La Fraternidad quiero dedicarles un agradecimiento especial. Los ferroviarios y la Secretaría de Trabajo hoy son dos instituciones muy amigas y muy camaradas. Iniciamos desde nuestro organismo las primeras conquistas del gremio, y las ventajas obtenidas representan también la historia inicial de la Secretaría de Trabajo. Los ferroviarios llegaron un día a nuestra casa y nos pidieron once puntos. Luego pidieron dieciséis. Hoy la Secretaría de Trabajo, les ha conseguido en conjunto, más de veinticinco puntos, que equivalen a otras tantas conquistas absolutamente justicieras, ya que nuestro organismo no hubiera movido jamás a ninguno de sus hombres si algo justo no hubiese sido reclamado por los trabajadores. Llevo de Junín la íntima satisfacción de haber convivido con ustedes un día agradable, lo que me permitirá reiniciar mis tareas con mayor empuje y con mayor cariño. Soy un austero soldado que no tengo ambiciones ni las tendré nunca; y recordaré esta demostración con una satisfacción que colma todas mis aspiraciones. Por eso, al alejarme de aquí, dejaré un pedazo de mi corazón unido a esta tierra de la que he merecido el bien que tanto agradezco. Me he comprometido a ir a San Andrés de Giles el 30 de noviembre. Allí tendré el gran placer de abrazar a su dinámico intendente y compartir con él un hermoso día de descanso y de recreo para mi espíritu. ...................
1944-10-20
En la inauguración del Quinto Congreso Nacional de la Federación Argentina de Periodistas
La presencia de los periodistas de todo el país en la Secretaría de Trabajo y Previsión, no puede ser saludada por nosotros, sino con un gesto de bienvenida y una expresión de reconocimiento hacia los hombres que día a día, anónimamente, han forjado en forma integral, la grandeza de una prensa cuyo sano prestigio sobrepasa las fronteras continentales. Hemos expresado clara y categóricamente en otras ocasiones el alto concepto que nos merecía la letra impresa, y cuál era, a nuestro entender, la función social de la prensa, porque la enorme experiencia recogida dentro y fuera de nuestra patria, nos permitía hacer un balance objetivo y desapasionado. Fuimos primero espectadores del engrandecimiento extraordinario de nuestros órganos de prensa, y luego asistimos a la decadencia y al fracaso de otra prensa que había perdido ese derecho de crítica que es la carne y la sangre del papel impreso, y el orientador más valioso con que cuentan los hombres de Estado. El elogio uniformado y dirigido ha sido un contrasentido que ha resultado fatal para los hombres que hicieron de él un arma política; y ni sus sistemas, ni siquiera su memoria ha podido sobrevivir al oleaje de silencio, de indiferencia, de rumores y de ridículo, con que el pueblo suplantó la libre expresión de las ideas. La libertad, por lo tanto, es el clima natural de la prensa ir fuera de ella vive amordazada. Pero la libertad sin libertinaje. Los hombres que integramos este gobierno, no tememos a la crítica. Por el contrario, la hemos solicitado públicamente y reiteramos ese pedido ahora, ante vosotros los que representáis a la prensa de todo el país; porque no nos consideramos ni salvadores de la patria, ni predestinados, ni infalibles en nuestras determinaciones, que estamos dispuestos a rectificar honestamente, tan pronto se nos demuestre que seguimos una ruta equivocada. Esto que entendemos como función esencial de la prensa, es precisamente lo que necesitamos. La verdad no nos asusta, de la misma manera que no nos ha intimidado la magnitud de los problemas sociales que encaramos, porque no podían seguir indefinidamente siendo un obstáculo al progreso de la República y al bienestar del pueblo. Nos interesa sólo la exactitud y la honestidad de una crítica despojada de todo interés político y de todo interés económico; como expresión auténtica del sentir y del pensar colectivo, por encima de las conveniencias de las empresas, de los sectores o de los círculos. Tiene ella el deber inexcusable de recoger el clamor de la calle, del taller y del campo, si desea que su juicio sea algo más que la expresión personal de un comentarista, cuya opinión no subestimamos, pero que no podemos aceptar como un reflejo del sentimiento popular. A lo que nos oponemos y nos seguiremos oponiendo con toda la fuerza de la autoridad, es a esa arbitraria invocación de la libertad de expresión, con que se encubren campañas destinadas a confundir y desorientar a la opinión pública. Las linotipias y las rotativas, no pueden ser impunemente convertidas en armas de perturbación económica, de disociación social, ni en vehículos de idearios extraños, ni de ambiciones políticas, ni de desahogos personales. Hemos sido fieles a estos conceptos destinados única y exclusivamente a impedir la subalternización de la prensa argentina, cuyo nivel intelectual sólo puede enorgullecernos. Toda la acción de la Secretaría de Trabajo y Previsión, ratifica esta afirmación. El Estatuto Profesional del Periodista, por el que venía luchando estérilmente el gremio desde hace un cuarto de siglo y la reglamentación de la ley de jubilaciones, que amenazaba desaparecer tras largos años de espera, son dos medidas de gobierno destinadas a enaltecer esta actividad de la que tanto se había hablado, pero en cuyo bien nada, absolutamente nada se había hecho. No voy a hacer el penegírico de estas dos conquistas gremiales precisamente ante quienes han sido sus beneficiarios. No creemos por otra parte haber hecho otra cosa que un acto de justicia. El panorama social que ofrecía la prensa mostraba el contraste tremendo entre unas empresas demasiado ricas con periodistas demasiado pobres. El estándar de sueldos que percibían los hombres que habían forjado la grandeza de nuestro diarios, dejando día tras día jirones de su espíritu inquieto, de su juventud y de su propia vida, en el torrente de papel impreso que crecía rumorosamente como una marea, no llegaba siquiera al que el Estado fija para sus servidores más modestos. Y el Estado no pudo permanecer indiferente ante el drama de estos miles de trabajadores intelectuales olvidados. Teníamos no sólo el deber sino también el derecho de exigir para ellos una retribución decorosa, ya que año tras año salen del erario público con destino a las cajas de las empresas periodísticas, millones de pesos en concepto de publicidad oficial y se otorgan franquicias o se cancelan derechos aduaneros en un verdadero subsidio estatal, que no podía ser un exclusivo beneficio patronal, sino de todos los que contribuyen con su esfuerzo fecundo al engrandecimiento de nuestra prensa. El Estado no hizo otra cosa que exigir una retribución racional de lo que daba generosamente, ajustándolo a la realidad de unos balances que demostraban el grado ya exacto de prosperidad de cada una de las empresas periodísticas. Hemos alejado el fantasma de la inestabilidad que flotaba sombríamente sobre los hogares de los periodistas, poniendo freno a los despidos arbitrarios. Hemos concedido derechos e impuesto deberes, cuyo cumplimiento exigiremos con inflexibilidad tanto a patrones como empleados. Hay que acostumbrarse definitivamente a esta idea. El Estatuto Profesional del Periodista debe cumplirse integralmente, porque ni la astucia, ni las amenazas, ni las influencias impedirán la vigencia de esta conquista, ni la sanción contra quienes intenten violarla. La reglamentación de la ley de jubilaciones y pensiones para periodistas, completa el programa de realizaciones cumplidas desde esta Secretaría en beneficio de un gremio a cuyo esfuerzo obstinado tanto debe la República. Hoy día, los periodistas argentinos pueden mirar sin angustia el porvenir porque una caja rejuvenecida y fuerte les asegura una vejez apacible. Ambas cosas os pertenecen íntegramente. A vosotros corresponde ahora la defensa de los derechos y las conquistas, para que la futura Casa del Periodista, que se levantará con la contribución estatal, se eleve en el centro de la gran Capital, como un símbolo de la unidad y de la fortaleza del gremio. ................
1944-10-20
En un agasajo que hicieron los radiotelegrafistas al coronel Perón
Señores: Nuestro trabajo en esta Secretaría impone ciertos sacrificios que todos soportamos con placer, pero tiene sus compensaciones espirituales que comportan una retribución al alma que no se puede comparar con ninguno de los estipendios. Los actos que como éste, hacen llegar a los hombres de trabajo hasta esta casa, para agradecer nuestra labor en cumplimiento de los deberes que el Estado impone a sus propios funcionarios, constituyen una de esas satisfacciones. Se ha hablado de la Secretaría de Trabajo y Previsión, y para todos nosotros, que tenemos un gran cariño por esta casa, la cual a pesar de su corta vida, parece por la obra realizada, que hiciera muchos años que existe, para nosotros, digo, todo lo que se refiere a la Secretaría de Trabajo, nos toca a cada uno, que somos sus fundadores. En esta casa solamente se tiene un mérito en el trabajo: realizamos nuestras tareas con toda lealtad y sinceridad y con un gran amor por la obra que efectuamos. Sólo así, con esta mística del deber que estamos inculcando y que estamos practicando en la casa, se puede explicar el esfuerzo extraordinario que en ocho meses ha permitido acumular una obra de beneficio social que ya se aprecia en toda la extensión de la República. Esa obra, señores, la hemos llevado a cabo, sin pensar en el tiempo ni en el esfuerzo; en esta casa se sabe a la hora que se entra pero no a la que se sale, y es lo lógico, porque nuestro trabajo es sui generis, en cuanto se refiere a horario. Estamos para servir a los hombres que trabajan y éstos durante su tarea no deben ser perturbados. Por eso a menudo terminamos nuestras tareas en horas de la madrugada. Ello nos produce en cambio una enorme satisfacción y es la de poder ser útiles de acuerdo a las necesidades. Por eso, señores, cada uno de estos actos en que se agradece la acción de la Secretaría de Trabajo y Previsión me obliga día a día más para con mis colaboradores, en quienes reconozco la enorme obra que se está realizando. Esta visita del gremio de telegrafistas me produce, como secretario de Trabajo y Previsión, otro gran placer: ver unido a un gremio más. Las conquistas que estáis obteniendo serán siempre producto de vuestro propio esfuerzo; nadie podrá ocuparse de vuestros problemas mejor que vosotros mismos. La unidad gremial es para la Secretaría de Trabajo una necesidad indispensable por tres factores: Primero, porque las conquistas que uno obtiene por su propio esfuerzo son más fácilmente apreciadas y guardadas en nuestra alma; en segundo término, porque necesitamos de la colaboración de los trabajadores para obtener sus propias conquistas y finalmente, porque la Secretaría de Trabajo realiza una obra que no debe terminar jamás, pues siempre las conquistas sociales van aparejadas a las nuevas necesidades de la vida y al progreso de la Nación. Y si algún trabajador de cualquier gremio abandona sus propias conquistas, quedará irremisiblemente rezagado. De esta manera la Secretaría de Trabajo y Previsión vendría a cumplir con desmedro la obligación institucional que le corresponde dentro del Estado. La Secretaría quiere ante todo la solidaridad de los hombres que trabajan y ese apoyo permitirá mantenerla en constante actividad, actividad que será siempre proporcional a la de los gremios que confirman su propia acción. En este sentido yo me permito recomendaros esa unión, y tener en el gremio hombres que aseguren la seriedad en el gobierno del mismo. Siendo así no tendréis ningún inconveniente en el desarrollo de la próxima justicia social que esta Secretaría ha planificado para desarrollar en todos los órdenes. Con el apoyo de los trabajadores, esta Secretaría seguirá constantemente su trabajo pudiendo asegurar desde ahora, que el surco que nosotros hemos trazado en el camino de las conquistas sociales de la República, no habrá fuerza ni poder humano en el país que pueda borrarlo. Sé que en este preciso momento en muchos gremios se está trabajando la disociación de las masas. Pero, señores, yo estoy perfectamente tranquilo porque en los gremios lo que cuenta es la gente de buena voluntad y ésta se adhiere a nuestra causa. Afortunadamente tenemos muy pocos enemigos entre la clase trabajadora y tenemos en cambio, muchos amigos, hombres de bien que han comprendido nuestra sinceridad y nuestra lealtad y que no piensan que desde aquí se desarrolle una acción demagógica, palabra que han empleado algunos que nos atacan. Confío en que el tiempo desmentirá esta falsa acusación contra la Secretaría. Nosotros no aspiramos sino al bien, por el bien mismo y cuando algunos me dicen que voy a ser traicionado por las masas obreras que en este momento me ha tocado en suerte proteger, les contesto: estoy suficientemente satisfecho con el bien que les he hecho y no espero para el futuro ninguna otra recompensa. Por eso, señores, cuando llegan hasta mí para agradecernos el cumplimiento de nuestras obligaciones, con verdadero amor de hermanos y de argentinos, ello colma toda mi gratitud y obliga todo mi reconocimiento hacia vosotros. Muchísimas gracias y sigamos pensando que cumplimos nuestro deber por el deber mismo, cualesquiera sean la obra que realizamos, los aciertos con que lo hagamos y los errores que pudiéramos cometer. ...............
1944-10-22
En la Municipalidad de San Isidro
Es simbólico para mí que con la bienvenida que termina de darme el señor comisionado de San Isidro, hayan querido obsequiarme con nuestro gran poema criollo, el Martín cierro. Martín Fierro es el símbolo de la hora presente. José Hernández cantó las necesidades del pueblo que vive adherido a la tierra. Todavía no se ha cumplido para el pueblo argentino la invocación de grandeza y de justicia que el Martín Fierro enseña. Nosotros hemos de tomar de él ese ideal ya cantado para llevarlo paulatinamente a la ejecución a fin de que se borren para siempre los males que él cantó, "no para mal de ninguno sino para bien de todos." Nosotros, criollos profundamente criollos, no tenemos otra aspiración que la del Martín Fierro. Y hemos de cumplirla con su propio consejo, haciendo lo que había dicho ya en los primeros versos: "De naides sigo o el ejemplo; naide a dirigirme viene; yo digo cuanto conviene, y el que en esta huella se planta ha de cantar cuando canta con toda la vos que tiene." Si hemos de realizar algo que sea beneficioso para el país y para el bien de esa masa cuyos dolores cantó; de esa masa criolla y sufrida que todavía no ha redimido sus males, ha de ser por ese camino, creando nuevas condiciones de trabajo, sin seguir ejemplos ni ser dirigidos por otra fuerza que no sea el bien, por el bien mismo, cantando, si es necesario con toda la voz que se tiene. Agradezco, señores, profundamente este regalo, porque en cada casa argentina y en cada escritorio de un gobernante debe haber un Martín Fierro, tan grande como sea posible, para que pueda leerse desde lejos y en todo momento. Si nuestros gobernantes hubieran leído el Martín Fierro, en vez de leer a autores extranjeros, es probable que hubieran comprendido los problemas argentinos hasta resolverlos con pasión, amor y carácter. Sin embargo, han pasado muchos años antes de que José Hernández pudiera haber sido interpretado en los males que él cantó. Nosotros no nos consideramos, como hemos dicho muchas veces, hombres providenciales ni salvadores de la patria, porque nuestra patria ha tenido ya demasiados salvadores. Somos hombres sencillos que queremos solamente su bien y trabajaremos así, sencillamente, con el espíritu que está en ese libro, para llevar adelante la acción que ha de ser bien para todos. ........................
1944-10-22
En el estadio del Club Atlético Tigre
Hoy ha sido para mí un día de intenso placer. He asistido a la inauguración de una maternidad, de un dispensario antituberculoso, a la inauguración de una universidad popular y finalmente a esta demostración en el Club Atlético Tigre. Todo esto simboliza en una gran síntesis una obra que se cumple en todo el país: el cuidado a la madre, al niño y a la salud del hombre, que en su conjunto cimentan la fortaleza del pueblo argentino. Nosotros comprendemos que la salud del país está en fortalecer material y moralmente a los hombres que forman nuestro pueblo, esos hombres a quienes hemos comenzado a discernir una justicia distributiva en el orden social, que ha de capacitarlos desde todo punto de vista. Se ha dicho que la Secretaría de Trabajo y Previsión está realizando una acción materialista cuando defiende los salarios y órganos de trabajo de la masa laboriosa del país. Ello es cierto, solamente en parte. Nosotros hemos comenzado por dar al pueblo un bienestar económico indispensable para inculcarle después los valores morales. Es difícil poder levantar la moral de un pueblo, que se encuentra menesteroso o necesitado. Primero es necesario dar pan suficiente al cuerpo, para después dar el pan necesario al espíritu. No puede ser obra de pocos meses el levantar el olvido de tantos años. Acaba de decir el representante de la Unión Ferroviaria que la Secretaría de Trabajo y Previsión ha escalonado su propia historia en la historia de las conquistas del gremio ferroviario. Hemos de llevar esa acción adelante para que todos los gremios del país, que constituyen la gente necesitada y que trabaja elaborando la grandeza del mismo, pueda decir otro tanto de la Secretaría de Trabajo y Predicción. Agradezco emocionado la distinción y el alto honor que el Club Tigre me ha conferido nombrándome su presidente honorario. Agradezco también el recuerdo y el presente de la Unión Ferroviaria, de la cual soy también presidente honorario. Nosotros somos hombres de trabajo como ustedes. Por eso no puede haber para nosotros mayor honor que compartir nuestras horas de descanso y de esfuerzo con los hombres que trabajan en el país. La designación de presidente honorario de un club tan popular como el de Tigre y de asociaciones de trabajadores como la Unión Ferroviaria, colma mi felicidad. Es para mí un alto honor el poder aceptarla y un placer estrechar las manos callosas de los trabajadores, porque esos callos son, han sido y serán siempre el signo glorioso del pueblo. No he de terminar esta visita sin confesar lealmente que con placer realizo estas giras, que me persuaden de que la obra que realizamos es la que se necesita y que estamos sobre la senda de la verdad. Y ese surco que la Secretaría de Trabajo y Previsión está abriendo en el campo social argentino, no habrá fuerza humana capaz de cerrarlo, mientras podamos luchar. Les agradezco esta demostración que, como digo, es el mejor laurel a que aspiramos nosotros, que hemos renunciado ya a todos los bienes materiales. Les puedo asegurar que la Secretaría de Trabajo y Previsión ha forjado para el porvenir planes que no se detendrán. Los hombres somos accidentes en la vida de los pueblos. Las instituciones son eternas, cuando arraigan hondamente en el alma de los pueblos. Hemos de dejar en la Secretaría de Trabajo y Previsión una institución que, por su honradez y su tradición, será perenne y en ella tendrán los trabajadores argentinos un instrumento permanente de defensa para que no vuelvan épocas, en el campo social, que no queremos recordar. Deseo también a este club popular el engrandecimiento que merece, porque es uno de los factores elementales y fundamentales de la fortaleza de nuestro pueblo. Necesitamos hombres fuertes que encaren el trabajo decididamente, porque en éste está, más que en ningún otro factor, el futuro y el porvenir de la patria. Le auguro así al Club Tigre el porvenir que merece y deseo que en este campo se levante un edificio grande para solaz y unión de las masas trabajadoras argentinas. Nosotros que ansiamos la unión de todos los argentinos por sobre toda otra consideración, defenderemos todo lo que sea agruparse por sentimientos afines, ya sea en sindicatos, mutualidades, clubes atléticos, o cualquier otra agrupación. Defendemos esas uniones, porque son las que harán una patria grande, ya que sin ellas no tendremos nunca un destino eminente. ......................
1944-10-23
En el agasajo que ofrecieron los empleados de seguro
En primer término deseo hacer llegar a ustedes un afectuoso saludo del excelentísimo señor presidente de la Nación, quien debido a ocupaciones propias de su cargo, no ha podido llegar hasta aquí como hubieran sido sus deseos. Quiero, asimismo, agradecer con toda emoción, en mi nombre y en el de mis compañeros de la Secretaría de Trabajo y Previsión, este homenaje y estos obsequios, que son para nosotros un nuevo incentivo para seguir contraídos al cumplimiento del deber que nos ha impuesto el país en esta hora. Esta bandera es para mí de un simbolismo extraordinario, porque representa a nuestra patria, que no ha sido, no es, ni será jamás custodiada por otras armas que no sean las armas de la patria. Este homenaje tiene para nosotros una especial significación. He dicho en varias oportunidades que nuestro país estaba ya un poco cansado de esos señores tan importantes que no podían descender a la solución de los pequeños problemas del pueblo. Nosotros somos hombres modestos y sin pretensiones, que tenemos una sola condición: la de trabajar con verdadero amor para producir obras que sean realizaciones útiles para nuestros semejantes. La jubilación de los empleados de las compañías de seguros, reaseguros, capitalización y ahorro, ha sido una verdadera aberración parlamentaria, puesto que los beneficiarios, las compañías y los legisladores estaban de acuerdo en que ella era de necesidad imprescindible, a pesar de lo cual no lograron llevarla adelante como eran los deseos de todos. No es éste un caso aislado. Hace cuarenta años que viene ocurriendo lo mismo, lo que ha dado lugar a la cristalización de una teoría sobre el fracaso del parlamentarismo. En mi concepto no hay tal fracaso. El fracaso ha sido de los parlamentarios, de los hombres, y ha consistido en que ellos salían de su misión específica de confeccionar leyes para el país, dedicándose a cosas de menor cuantía en el terreno de la política, de la economía o de otros aspectos de la vida ciudadana. Nosotros mismos procedemos dentro de un orden parlamentario. La Secretaría de Trabajo jamás prepara un decreto ley sobre organizaciones o instituciones sin hacerlo como cuerpo colegiado, donde participan los interesados de diverso orden y el Estado, que se beneficia en definitiva cuando interviene en la confección de leyes que tienden a beneficiar a unos sin perjudicar a otros. Entendemos que nuestra misión constructiva está suficientemente pagada en el orden espiritual, con esta clase de demostraciones que representa para nosotros el mejor premio. Es preciso comprender que estamos en plena revolución. Esta revolución no es solamente de la República Argentina, sino de todo el mundo. Hoy es necesario evolucionar hacia nuevas formas, de las cuales la política ha logrado hasta ahora substraerse, engañando a los pueblos. En lo sucesivo no será posible seguir engañando, puesto que la justicia social ha de permitir una vida digna para todos los hombres, y los pueblos cuyos gobiernos no han entendido todavía esta afirmación de la hora irán por mal camino. Si ha podido retardarse una acción será necesario defenderla y asegurarla para el futuro, a efectos de llegar a las soluciones permanentes, por las cuales actualmente luchamos. El Estado deberá garantizar que el máximo posible de los ciudadanos esté por encima del nivel medio de vida, evitando reducir a aquellos que lo sobrepasen y tratando de disminuir al mínimo los que estén por debajo de aquél. Sin pretensiones, y sin vanidades que quedarían mal en nosotros, aseguramos que habremos de realizar ese propósito en la medida de lo posible. No podemos pensar en verdaderos milagros en esta materia; pero sí podemos afirmar que el surco que la Revolución ha abierto en el campo social argentino no será cerrado por fuerza humana alguna. Los hombres somos menos accidentes en la vida de los pueblos, pero las instituciones cuando han sido leal y sinceramente creadas y cuando se les ha inculcado el honor como consigna, tal cual ocurre con la Secretaría de Trabajo, llegan a ser permanentes como la Nación misma. Hemos de dejar constituido en dicha Secretaría un organismo con las autodefensas necesarias para que ni aun los hombres peor intencionados puedan destruirlo. La Secretaría de Trabajo es para nosotros más que un organismo burocrático del Estado: es el verdadero corazón de la argentinidad que palpita para bien de todos los argentinos. Sabemos que hay un solo milagro que ha de realizarse para felicidad de la patria. Es la sagrada fuerza que anunciamos en nuestra proclama: la unión de todos los argentinos. Para ello necesitamos, en primer término, que todos los argentinos se sientan tales, con placer y con honor y que lleguen a persuadirse de una manera completa, que todos, desde el más encumbrado hasta el más humilde, representan dentro de nuestra sociedad un valor imprescindible, como el de un piñón de la enorme corona que es el girar eterno de la nacionalidad. Es necesario también que comencemos a hacer desaparecer toda otra bandera que no sea ésta, que ustedes han tenido la amabilidad de obsequiarme y que, en adelante, me recordará, minuto a minuto, la obligación que he contraído de luchar día y noche para que esa unidad de todos los argentinos sea efectiva en el más corto plazo. ...............
1944-10-26
En la inauguración del Consejo Nacional de Estadística y Censos
Excelentísimo señor presidente de la Nación Argentina, Señores ministros, Señores generales, almirantes, jefes y oficiales, Señores miembros del Consejo Nacional de Estadística y Censos, Señoras y señores: En nombre del excelentísimo señor presidente de la Nación, declaro inauguradas las sesiones del Consejo Nacional de Estadística y Censos de la República. El decreto ley 13.940 crea esta dependencia técnica del Estado erigiéndola en su cerebro, como elemento discriminante del estadista, y en el pulso de la nacionalidad. El Estado, o sea la Nación jurídicamente organizada, debe responder a los fines de la ley de continuidad histórica y a la concepción de Pascal de que "la humanidad es como un solo hombre, que siempre va aprendiendo". Por ello, el Estado debe amoldarse a los grandes progresos, tanto de la ciencia cuanto de la moral, porque ya no se vive el Estado omnipotencia, sino el Estado justicia, el Estado cultura, el Estado derecho. Su cumplimiento es la acción científica de la Revolución del 4 de Junio que entra, por medio de este alto organismo de gobierno, en la ejecución integral del ideario de Mayo, hecho realidad política por el Congreso de Tucumán, con la suprema aspiración de que esta Independencia sea realidad económica por nuestra obra, sólo revelable y comprobable por la estadigrafía científica. Este organismo será el medio por el cual el Estado adquirirá su unidad jurídica, financiera, económica, demográfica, social, política, como ciencia, erigiéndose así en unidad integral de la nacionalidad. Ello sólo será posible por medio de la centralización de las actividades estadísticas, a cargo de este Consejo, que coordinará las tareas ejecutivas correspondientes, a fin de lograr una adecuada unificación de la materia, que a base de informaciones oficiales permitan concentrar en una misma fuente todos los aspectos que interesen a la nacionalidad, con un criterio orgánico director y supervisor de carácter permanente, para coordinar la acción estatal. El ilustre presidente Vargas, en diciembre de 1940, decía que se debía tener, para hacer frente a cualquier eventualidad, reservas instruidas y estadísticas integrales. Teniendo en cuenta esto, el Ejército, reasumiendo el derecho esencial de la democracia, debió salir de su misión específica y sentarse en el sillón de Rivadavia, cual fiel guardián de la soberanía, para que el olvido de estas obligaciones no pudiesen un día llevamos al arrepentimiento de la nacionalidad. Trabajó para instruir sus reservas y creó, por este decreto, el medio necesario y de comprobación para la supervivencia de la patria. Desde ya queremos sentar un principio de gobierno que nadie podrá discutir, porque toca la esencia misma de la democracia y es la base de todas las constituciones democráticas a lo largo de los siglos. Su raíz se encuentra en el filósofo máximo de la democracia, 380 años antes de Jesucristo: Aristóteles, que en su libro La Política, sostiene la necesidad de que el interés individual ceda al bienestar de la comunidad. Esto es lo primordial y fundamental en tanto que la familia y los individuos derivan de ella. El todo ha de considerarse necesariamente como fundamento de las partes; y en consecuencia, no cabe discutir la soberanía y prioridad del Estado. Con la estadística, hecha alta ciencia del Estado, llegaremos a una armonización científica de la democracia. Haremos la democracia integral del filósofo gobernante de la "demos" griega, la democracia hecha número discriminado, o número que se explica a sí mismo. Haremos la verdadera democracia social. Alberdi, con su talento indiscutido, concibió la expresión: "Gobernar es poblar"; pero nosotros, hombres de 1944, debemos darle modernización asegurando por la estadística que gobernar es crear nuevas riquezas, gobernar es prever, gobernar es educar y orientar, gobernar es construir, gobernar es permanente superación, gobernar es preservar y prolongar las tradiciones; gobernar es hacer que la Argentina sea para los argentinos. A la vez ha de actualizarse científicamente la expresión de Sarmiento: "Hacer las cosas, aunque mal, pero hacerlas". Este concepto de gobierno, aceptable en su época, cuando la estadigrafía no era la base del acto político, no dejaba de tener su fin práctico, aun cuando tal criterio terminó en las consecuencias de la quiebra nacional de 1890. Hoy no es posible gobernar con una tal concepción de gobierno. El ex presidente Wilson, en uno de sus discursos de la campaña presidencial, dice: "Quien no sabe prever consecuencias, no puede gobernar de modo que redunde en beneficio de la Nación". Y nosotros preguntamos: ¿Cómo poderlo hacer sin datos fehacientes como hasta ahora? Hoy la ciencia va en auxilio del estadista por medio de la estadigrafía, siendo ésta la razón por la cual nos hallamos congregados en este solemne acto. La estadigrafía permite demostrar si el pueblo ha sido elevado a la alta función de Estado, y por ella, el gobierno llega al seno mismo del pueblo en cumplimiento de una democracia integral. "El gobierno no es un conjunto de fuerzas ciega, dice Wilson, sino un grupo de hombres con funciones diferenciadas, aunque con una misión y un fin comunes". Es indispensable su correlación. Su antagonismo sería fatal. No es posible la prosperidad de un gobierno sin la íntima coordinación con los órganos de la acción y de la vida. Esto no es una teoría, sino un hecho que se impone con toda la fuerza de la realidad, láncense las teorías que se quieran... porque una Nación es una cosa viviente, no una máquina". Combatimos como tiranía de que organismos que no representan al pueblo dominen la ley. La tiranía que significa la dirección de los negocios, la organización en favor de los grupos particulares, la alianza interesada de las máquinas políticas, la explotación del pueblo. "Muchos de nuestros gobiernos han dejado de ser, bajo esta influencia, representantes del pueblo, para convertirse en representantes de intereses especiales, dirigidos por máquinas que a su vez no eran dirigidos por el pueblo". Y como síntesis Wilson decía lo siguiente: "Esto es lo que quiero decir: Reintegrad el gobierno al pueblo". "No pido nada demagógico; no hablo como si quisiera que una gran multitud asolase y destruyese algo. No son ésos mis propósitos. Deseo que el pueblo tome posesión de su propio dominio, porque sostengo que el gobierno le pertenece y porque tiene derecho a ese acceso íntimo que determinará un cambio radical en la política. Los Estados Unidos no se han prestado nunca a ser custodiados. Nunca han de preferir la tiranía a la libertad." De modo, señores, que la Revolución del 4 de Junio, para ser una realidad argentina, dentro de ese espíritu que establece que: "La nueva libertad es sencillamente la antigua que vuelve a vivir, revestida de las energías incomparables de la América moderna"; crea este Consejo Nacional de Estadística y Censos, por el ansia de libertad y justicia. Por otra parte, la estadística resolverá la transformación de la economía política en economía social, posibilitando así "el reajuste de los valores" y la solución del tercer problema de la economía política: la distribución; vale decir, hacer factible un mayor consumo o mayor satisfacción de las necesidades de riqueza por el pueblo todo, lo que es en esencia un problema complicado de la sociología dinámica. "La producción es una empresa individual y relativamente sencilla, dice Lester Ward, mientras que la distribución, no en el sentido económico sino en el sociológico, es altamente compleja. La producción es el resultado del ingenio individual, aplicado a las fuerzas físicas y vitales de la naturaleza; la distribución debe ser el resultado del ingenio colectivo aplicado a las fuerzas sociales. La mayor parte de la llamada superproducción es sencillamente el entorpecimiento de las vías de distribución. El problema de la ciencia social consiste en despejar esas vías y dejar que los productos fluyan libremente hacia donde los traigan las necesidades humanas. El sociólogo lo cree posible mediante el ingenio y la mecánica social". De modo, señores, que para Ward, la sociología se refiere exclusivamente al destino de la riqueza; pero para ello es necesario que su base sustentatoria sea la estadística. La estadística debe ser la vía para llegar a este milagro social de "promover el bienestar general... para nosotros, nuestra posteridad y para los hombres de buena voluntad del mundo". Para conocer los factores que permitan la aplicación de los grandes y fundamentales principios de la economía de las naciones que escapan a la intuición del estadista y evitar las convulsiones por error, hay que prevenir la fenomenología social, fruto de lo económico-moral, mediante una estadística de Estado, que registre la actividad del pueblo. No podemos basarnos sólo en el "buen sentido" del cual nos habla Descartes en su Discurso del Método, dándolo como "la cosa del mundo mejor repartida", cuando en realidad es lo más difícil de hallar en el hombre. Ya no es posible gobernar con mero buen sentido, porque es menester gobernar de conformidad con la realidad y a ésta tan sólo puede llegarse de acuerdo con la ponderación esencialmente científica. Mediante la estadística, podremos hacer una obra cristiana, transformando la caridad voluntaria en asistencia social, cumpliendo con la escuela de solidaridad, que es el aspecto científico de la caridad, obligatoria y cargo del Estado en su alta misión de justicia distributiva y conmutativa. Así lo enseña su expositor máximo, León Bourgeois: "La solidaridad existe en el hecho, dice, pero sus resultados no son conformes a la justicia. Para realizar la justicia, el hombre debe observar las leyes de la solidaridad: después de haberlas comprobado, debe servirse de ellas para modificar los efectos en provecho de la justicia..., solidaridad hecho, solidaridad deber, no las confundamos, son dos contrarias. Pero era necesario comprobar la primera para percibir la necesidad moral de la segunda". El Estado debe intervenir para que los beneficiados por las fatalidades de la solidaridad, en detrimento de sus semejantes más débiles y desamparados de ella, paguen en beneficio de éstos parte de lo que hayan sacado de más en el reparto social, y eso sólo puede ser realizado mediante una estadística minuciosa y veraz. Ya en 1913, como ejemplo de ruptura de solidaridad, un distinguido profesor de filosofía en el Liceo de Rochefort, el doctor Duprat, en su Tratado de la solidaridad social, dice: "El formidable poder de las grandes empresas capitalistas, federadas bajo la forma de trust, deben atraer la atención de los legisladores sobre las medidas conducentes a remediar una especie de tiranía plutocrática. Los trusts tienden, fatalmente, a buscar el monopolio en una de las ramas de la producción humana, a arruinar todas las empresas que no puedan absorber, a destruir, por tanto, la libre cooperación". Por consiguiente, estos males deben ser prevenidos en nuestro país mediante una permanente observación, una constante vigilancia de etiología económica, demográfica y social; y sólo posible con la estadigrafía. Mediante este sistema de estadística integral podremos, en lo moral de su régimen sustentatorio, crear una economía cristiana, una economía humana, una economía diferenciada, jerárquica, autónoma, como baluarte de la libertad individual y defensora del orden público. Un eminente investigador de los tipos sociales, el profesor José Mazzarella, que ha divulgado los trabajos que al respecto realizó de 1875 a 1895 el juez Post, de la ciudad de Bremen, divide los tipos jurídicos de la Historia del Derecho en la siguiente forma: tipo gentilicio, o de vida nómada -de solidaridad gentilicia- que basa su estructura jurídica en la sangre; tipo territorial, o de vida sedentaria, sobre un territorio, de un tipo jurídico evolucionado con respecto al gentilicio, en el sentido de que el territorio es del dominio colectivo de todos los grupos familiares que componen la agregación territorial; tipo señorial, o protección del amo con respecto al siervo -mediante la subordinación del siervo al señor, cuyo origen está en la guerra- y su expresión máxima surge con el feudalismo. El cuarto tipo es el tipo corporativo, surgido de la Revolución Francesa, aun cuando ésta pretendió destruirlo teniendo por sujeto al individuo. La característica de este sistema jurídico es la libertad contractual, con un amplio campo de acción para el negocio jurídico. Por este sistema, el individuo es el responsable de sus actos. Tales son las formas elementales de la organización social; pero las formas superiores de estas organizaciones son los Estados, que se estructuran según el tipo social que los engendra; la organización corporativa no es todavía en ningún Estado el fundamento de la constitución social; y debido a ello es que la Revolución Francesa no dio la fructificación total de sus fines, porque su legislación se inspiró en el individualismo absoluto, propugnado por la filosofía de Voltaire. He aquí la razón del desequilibrio social contemporáneo, motivado por una desarticulación del dinamismo individual dentro de lo social; y corresponde al estadista de hoy, como cultor de la estadigrafía, el cumplir el fin supremo de la Revolución Francesa, que es el de la justicia social, sólo alcanzable mediante la obra científica del gobernante, basando su obra estatal en la interpretación de los hechos sociales, convertidos en números índices, por una estadigrafía altamente técnica. Este individualismo absoluto de tipo volteriano hizo concebir a Spencer, basándose en la concepción de Darwin: "La lucha de las especies", que en lo social triunfa el más fuerte; concepto positivista que desdice el ideal cristiano, siendo la base del liberalismo, engendrando la colosal injusticia social por inoperancia de los Estados, no basados en una estadigrafía de fines sociales y nacionales. Por tal, en 1912, Félix Le Dantec, profesor de La Sorbona, escribió un libro intitulado El egoísmo base de toda sociedad, en el cual, como acápite escribe: "Si el egoísmo es la base de nuestro edificio social, la hipocresía es lo que lo envuelve"; y más adelante agrega: "Cada uno por su cuenta procura para sí los elementos necesarios a sus reacciones vitales, y arroja al medio, sus deyecciones, pero el resultado de sus maniobras egoístas juega un papel en la vida ulterior de todos los individuos vecinos". Por esto, hoy es contenido por la estadística, que alecciona a la justicia conmutativa a los Estados. No es posible en estos tiempos de perfección científica y de revalorización moral, retrotraemos al concepto de Hobbes, que "el hombre es lobo del hombre", y que algunos pensadores positivistas transforman en esta expresión: "Ser es luchar, vivir es vencer". Tal concepto, dentro cientificismo de la hora, es declarar al que lo sustenta enemigo del hombre, en vez de que la ciencia esté a su servicio. Parecería que la máquina esclaviza al hombre, en lugar de que sea el hombre quien esclaviza la máquina. No temamos la expresión de Remy de Gourmont: "Lo que hay de terrible cuando uno busca la verdad, es que se la encuentre". Ello puede ser doble realidad mediante la estadística. La estadística y la técnica legislativa. He aquí un problema de gobierno no bien resuelto por los Parlamentos cuando en ellos no están representados por los grandes valores intelectuales de un país. Esto es lo que ha ocurrido en los últimos cuarenta años de legislación casi universal, haciendo decir a la crítica legislativa que el parlamentarismo está en crisis, cuando en realidad de verdad, lo está por imperio de la demagogia y la falta de una estadigrafía real. Hace años, afirmaba César Cagli: "Las disciplinas intelectuales se basan en los métodos experimentales. No se nota en el derecho. Son raras las encuestas para la redacción de una ley, y rara es la consulta a la estadística. Los legisladores, como único antecedente, recurren a la ley extranjera para fundar una reforma local. No comprenden que la ley debe responder al momento social y político-social. La ley debe distinguir la causa viviente permanente de las causas transitorias y accidentales. Aun que la ley es el producto de una actividad consciente, es obra de una voluntad refleja que debe responder a las costumbres. Muchas leyes responden más a un concepto metafísico que a lo práctico y justo". Es necesario notar que Alberdi, ya con anterioridad, nos decía en materia legislativa: "No nos vistamos de prestado"; "Legislemos para nuestro medio social". Este acto trascendental de gobierno, llevado a cabo por la Revolución, está plenamente justificado por la última etapa de la ciencia legislativa especializada. Apoyamos la evolución hacia el idealismo absoluto: "Hacer el bien por el bien mismo". Por ende, debemos usar ya de la expresión: "Renovación de valores", porque hay valores creados por la conciencia humana, y hay valores que se imponen a la conciencia. Para nosotros, los hombres del 4 de Junio, ello representa hacer entrar la acción de gobierno por la vía de la solución del tercer problema de la filosofía del derecho, aún no resuelto: el problema deontológico, del "deber ser". He aquí nuestra télesis de argentino: "el debe ser", que, como problema complejo de gobierno, halla su módulo en la estadigrafía, nueva disciplina de base matemática y punto de partida de otra aún en formación: la sociología o ciencia de los hechos sociales, que partiendo de ellos, por inducción, se remonta a sus causas y a sus leyes naturales. He aquí la gran obra científica que toca realizar a este organismo. Él estructurará una nueva concepción de gobierno, que aun debiendo ser política llegará, no obstante al campo integral de la ciencia, para buscar la solución del "debe ser", con metodología científica. La patria no es la música de ritmo exótico que deleita a su compás el baile de movimiento convulso. Ello es la parte inoperante de la nacionalidad. La patria es la sangre de sus hijos, hecha sudor en las fábricas y en los campos; en todo esfuerzo honesto que tienda a su grandeza. Esta concepción de vida proficua para la Nación surgirá del Consejo que inauguramos, por ser como decimos, el pulso de la nacionalidad. Él nos dirá del ritmo vital con la imparcialidad y exactitud del número, diferenciando lo que es argentino de lo que es antiargentino; lo que nos lleva a la grandeza positiva y moral, de lo que nos traba, nos daña, nos traiciona o nos desorienta. Señores: Ha llegado la hora de no hablar más de nuestra grandeza en forma empírica, porque podremos hacerlo en forma científica, mediante la estadística. Ella nos dirá de nuestras corrientes sanguíneas predominantes. La interpretación estadigráfica nos dirá si peligra nuestra ley de continuidad histórica; si nuestras tradiciones, si nuestra cultura no serán fagocitadas por otras corrientes culturales o no culturales. De modo que una nueva forma de concebir nuestro patriotismo es hacer la conciencia argentina de la estadística, como orientación de su actividad; y sepa reconocer donde están los peligros sociales, las definiciones económico- financieras y, en fin, todo aquello que puede promover el bien colectivo, para asegurar la felicidad por la actividad honesta y altruista, cuya expresión práctica es: "vivir y dejar vivir". Muchos gobernantes han fracasado en sus obras constructivas, no tanto por su incapacidad intelectual ni por su malevolencia, cuanto por carecer de los datos estadísticos integrales, coordinados y veraces. La estadística sistematizada revelará el carácter del Estado. El carácter es obstinación; es firmeza de voluntad en los propósitos nobles y justos; es la permanencia inquebrantable resistiendo al halago como a las amenazas y los peligros. La estadística puede evidenciar el heroísmo de cada instante de una Nación, como puede revelar la molicie, la indolencia y la agonía de un pueblo. Estudiemos la estadística de las grandes naciones y comprenderemos, por ejemplo, en nuestro momento histórico, su supremo esfuerzo de preguerra hecho hoy heroísmo de sangre, fuego y acero en todos los campos de la tierra; en un ansia sublime de superación de esos grupos humanos que en épica lucha mueren por la supervivencia material e histórica sus pueblos. Entre tanto, nosotros, preferidos por la Providencia, recurrimos a los números estadigráficos para reordenar valores de grandeza en un ansia infinita de hacer accionar a las fuerzas de la juventud pujante y valerosa de una nueva Argentina. Ellos pagan un terrible tributo a su pasado. Nosotros llevamos sobre los hombros la tremenda responsabilidad de nuestro futuro. Miremos entonces al mañana de la patria; afirmemos en los cimientos inconmovibles de la verdad, sus instituciones; y si mañana nuestra moral se debilita, que Dios nos mande la muerte, antes de haber reemplazado esa verdad por la mentira o los sofismas, que al envilecemos, puedan envilecer a la patria y a su historia. ................................
1944-10-28
En la fábrica de explosivos de Villa María
Señores: Es verdaderamente auspicioso para la nacionalidad visitar una fábrica como ésta que acabamos de recorrer. Los ejércitos no valen sólo por el número de soldados que pueden reunir y por las armas que pueden adquirir, sino, más que ninguna otra condición, por la fuerza que ellos puedan desarrollar con su inteligencia y con su trabajo. La Dirección de Fabricaciones Militares representa en el Ejército Argentino un coeficiente imposible de ser reemplazado por ninguna otra fuerza. Las fábricas militares, además de ser un índice de la producción de material de guerra, constituyen un índice de progreso nacional. Son la verdadera escuela de una futura industria que ha de ser perfecta y magnífica, no reparándose en los medios para lograrlo, cuando de la defensa nacional se trata. El ejército y los trabajadores en una patriótica conjunción, han de forjar un espléndido futuro para la industria militar. Yo debo felicitar, desde el señor general, que con pulso seguro y extraordinario talento, ha sabido organizar esta fuerza en marcha, hasta el último operario de la última fábrica militar, porque cada uno de ellos representa dentro de este organismo un resorte indispensable, sin el cual no sería posible hacer funcionar esta máquina que representa el potencial industrial militar del país. Una fábrica como ésta puede ser considerada modelo entre modelos, por el patriotismo que trasciende de cada uno de sus aspectos, por el amor que cada uno de sus operarios pone en sus trabajos; factores que constituyen el alma industrial militar, sin la cual sería inútil, empeñar esfuerzos y dinero. Las obras que se producen con verdadero amor son como los hijos, que cuando son del amor, son más bellos y mejores. Agradezco, señores, el regalo de nuestra bandera, que es la imagen perfecta de la patria, confiada en que no haya más fuerza que sus hijos y sus armas para custodiarla y llegar, si es necesario, a morir por ella. Ella me acompañará en las horas de trabajo, que por muchas que sean, no serán como las que ustedes realizan. Yo solamente tengo la misión de facilitar la tarea de los que realizan, ése es mi trabajo. El mérito está en la realización de las obras. La concepción no vale absolutamente nada sin la realización, y ustedes, desde el más alto director hasta el último operario, son los que realizan. En ese sentido el mérito es en un noventa por ciento de ustedes. Reitero mi felicitación a la fábrica de pólvoras y explosivos, en la que veo el porvenir de nuestra patria, confiado a hombres jóvenes y capaces. Debemos estar tranquilos de que el porvenir de la patria esté en manos de hombres como éstos, que representan, encarnan y patentizan ese mismo porvenir, ya que la juventud es el verdadero futuro de la patria. Les agradezco también en nombre del excelentísimo señor Presidente de la República este esfuerzo, y todos los sacrificios realizados para hacer cada día más grande, más perfecta y más poderosa nuestra patria. No hay esfuerzo que justifique más la abnegación y el sacrificio que este trabajo anónimo, sin exteriorizaciones inútiles, sino con realidades nacidas del trabajo y el sacrificio. Eso es lo único que hace grandes a los hombres y a los pueblos. Los pueblos como el nuestro tienen extraordinarias reservas y el futuro ha de ser la comprobación de esto que se viene anunciando desde hace tantos años y cuya realización, felizmente, parece comenzar ahora como una verdadera y fundamental síntesis de nuestra inteligencia, de nuestra capacidad, de nuestro trabajo. En ello, señores, tenemos puestas todas nuestras esperanzas. Los técnicos argentinos han realizado un verdadero milagro al hacer de la nada los reductos argentinos para los argentinos; y para que la patria esté segura de que cuando necesite el brazo y la inteligencia de sus hombres, no ha de faltarnos nada para salvarla, dando la vida por ella, si fuera necesario. ....................
1944-10-28
En la Plaza de Villa María
En primer término deseo hacer llegar a todos un saludo afectuoso del excelentísimo señor Presidente de la Nación, general Farrell, quien me ha encargado, todavía emocionado por su visita, traeros este saludo que os manda desde el fondo su corazón. Es auspicioso para un miembro del gobierno revolucionario hablar por primera vez en una plaza 4 de Junio y hacerlo a la sombra augusta de nuestra bandera y en presencia del padre de la patria, cuyo numen será desde hoy aquí iluminado por la lámpara votiva de vuestra generosidad y de vuestro amor a la patria. Rindo, señores, el homenaje de gobernante y de argentino a esta multitud que se agrupa en esta plaza 4 de Junio. Ella representa la trilogía más hermosa de la patria: el pueblo, que representa la garantía de su grandeza; el Ejército, que representa la garantía de su soberanía; y la juventud, que es el porvenir mismo de la patria. Hemos hablado muchas veces de que una de las ambiciones de la Revolución es la recuperación nacional. Entendemos por recuperación, la de las conciencias argentinas en primer término, porque creemos que lo más noble y valioso de la patria está, precisamente, en sus hombres; queremos recuperar los hombres uniéndolos a todos, sin distinción de razas, ni de religiones, ni de credos de ninguna naturaleza, bajó una sola bandera, que es la única que debe valer aquí: la bandera de la patria. Esa unión de todos los argentinos que propugnamos desde el 4 de Junio ha de venir como un milagro de esta noble epopeya. Nuestra independencia económica es la que cuenta hoy en día, ya que la independencia política, que costó tantas vidas, se selló el 25 de Mayo de 1810 y se promulgó el 9 de Julio de 1816 en Tucumán. Para ello comenzaremos por hacer desaparecer muchas odiosas diferencias de orden político, de orden económico y de orden social, que han impedido hasta hoy que los argentinos pudieran ponerse codo a codo para empujar con firmeza y con amor a la patria hacia un futuro venturoso. Esa unidad ha de permitir que cada argentino se sienta indispensable para el país, porque el milagro de nuestra grandeza no será efectivo hasta que el último y más humildemente de los argentinos no sienta el honor de serlo y no se sienta entonces indispensable para el porvenir de la patria. Por eso, fieles al mandato de Dios, hemos de practicar la solidaridad ideal, hacer el bien por el bien mismo, hacer el bien sin mirar a quién; para que siguiendo la doctrina del Gran Maestro de nuestra vida, del Maestro de todos los tiempos, podamos, al acostarnos, dormir con tranquilidad de conciencia, abrigando los amores que todo hombre bien nacido debe tener permanentemente en su pecho: amor a Dios, a la Patria y al Hogar. Otro postulado que la Revolución ambiciona cumplir es el de la justicia social, que manda dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. La justicia social no es ya una mera palabra de propaganda política, sino una realidad efectiva en el trabajo nacional. La Secretaría de Trabajo, organismo que puso sus cimientos y abrió -como el chacarero que termina de hablar- el primer surco en el campo social argentino, ha marcado una etapa, que no habrá fuerza humana capaz de borrar para el resto de los días de nuestra patria. Esa acción social, que es el contenido místico de la Revolución, está llegando a los azucareros del norte, a los yerbateros del oeste, a los colonos y agricultores de todo el país. Sostenemos, igual que los agricultores, que la tierra ha de ser de quien la trabaja. Y cuando ello se cumpla, será entonces posible realizar la segunda parte: si el dueño de la tierra no la quiere trabajar, que pague dignamente a quien la trabaje; y sino puede pagar, que la venda. Es necesario que todos los argentinos comprendan que esto es una revolución, y que, como tal, ha de revolucionar el campo político, el campo económico y el campo social. Si no lo hiciéramos, si por debilidad o por cansancio no cumpliéramos nuestros postulados, pasaríamos a la historia como cobardes, y no mereceríamos ni el recuerdo de los que nos hubieran vencido en la brega. Pasaríamos a la historia como débiles de carácter; y les aseguro que el índice más elevado de nuestra personalidad es, probablemente, la voluntad y el carácter. No nos doblegarán ni las amenazas, ni fuerza alguna, porque cuando un hombre está dispuesto a morir no hay sabios ni magos que lo hagan volver atrás. Necesitamos renovar valores. Esta Revolución debe ser tomada por la juventud argentina y ésta debe llevarla adelante para estructurar una nueva Argentina que sea más justa, más libre, y de la que estén ausentes el fraude, la mentira y los sofismas políticos. Anhelamos, en primer término, entregar a la juventud del país un trabajo casi completo, para que ella consiga afirmarlo y reafirmarlo en el porvenir. Ello dirá si es posible a la Argentina del futuro ser grande, ser libre, ser soberana, ser rica y respetada por los demás países de la tierra. Señores: no deseo prolongar extraordinariamente esta conversación, pero sí quiero, antes de terminar, llevar al espíritu de cada uno de ustedes, la convicción más absoluta de que nosotros no nos sentimos grandes señores de la política, porque sabemos que el país está ya cansado de esos señorones. Sólo somos hombres modestos, que queremos hacer el bien por el bien mismo, y no tenemos otra pretensión que el bien de la patria, y que si hemos de sacrificarnos en el presente y en el futuro, será para no dejarnos vencer ni por la debilidad ni por la molicie. Cada argentino que tenga el corazón bien puesto debe pensar que sobre esta generación pesa la tremenda responsabilidad del futuro de la Nación y que debe trabajar, en la esfera de su acción, para acumular el máximo de energías y las fuerzas necesarias para impulsar la grandeza de la patria. Lo único que en este momento constituye un delito infamante para el ciudadano es encontrarse fluctuando entre uno y otro bando, cuando ha de decidirse el futuro de la nacionalidad en la lucha en que estamos empeñados. Piensen, señores, que esa responsabilidad pesará sobre ustedes y sobre toda la descendencia de los argentinos. El futuro ha de reservarnos gloria y bienestar, o nos ha de deparar vergüenza y sacrificio. Es necesario colocarse ya en el bando que creamos justo, y si es necesario salir a la calle a luchar por salvar a la Nación en cuanto esté en peligro por la debilidad, el engaño o el error de sus propios hijos. Agradezco profundamente esta demostración y conservaré siempre un recuerdo de las amables palabras que he escuchado en esta plaza. Deseo a todos los habitantes de Villa María toda la felicidad que hayan merecido ante Dios y merezcan en el futuro ante la patria. ..........................
1944-10-30
Mensaje Radio telefónico con motivo del Día del Ahorro
La vida material y espiritual del pueblo argentino reclamaba el imperio de un ambiente digno y justo como factor principalísimo de renovación y fecundidad social. Para eso la Revolución creó los órganos sensibles, vibrantes, y activos del Estado. Nombro con esto, entre ellos, a la Secretaría de Trabajo y Previsión, que se propuso intensificar el cumplimiento del deber social que consiste en realizar la efectiva armonía de los factores de producción para lograr la felicidad de las mujeres y de los hombres de nuestra tierra. Dije ya, al anunciar la nueva era en la política social argentina, que propugnamos el ahorro como primer paso de la previsión individual y social. Reafirmo esa concepción en esta oportunidad porque, como ha sido dicho, "no es la posesión de bienes, sino su adquisición, lo que da a los hombres el placer y el sentimiento de su fuerza". Y los pueblos son fuertes, económica y moralmente, cuando poseen un elevado espíritu de ahorro, pues ello les permite acrecentar sus bienes materiales y sus valores espirituales, los que, incorporados al patrimonio nacional, pueden ser dispuestos por el Estado con absoluta libertad si los acontecimientos exigen al máximo de su potencial para servir a la patria. He dicho también que buscamos la unión de todos los argentinos porque la solución de los problemas sociales del país no pueden ser privilegio exclusivo de algunas personas o de sectores aislados de la sociedad. Y es por eso también que anhelamos disponer de un capital argentino, para que, en armonía con el trabajo, forme la base de nuestra grandeza industrial y del bienestar colectivo. El ahorro tiene en todo ello una función de la más alta importancia. Vinculado estrechamente a los más diversos y complejos problemas de la previsión social, contiene aspectos de organización, de legislación y de orientación doctrinaria que ha motivado la reunión de congresos internacionales, en los que se ha dilucidado su influencia en las costumbres y en la vida económica de las naciones, llegándose a establecer una fecha -el 31 de octubre- para conmemorar y afirmar en el mundo los ideales de disciplina moral y de trabajo fructífero que representa para todos un mejor empleo individual y social de la riqueza. A la luz, pues, de estas modernas orientaciones, en cuya virtud la razón de ser del ahorro consiste ante todo en la necesidad y posibilidad económica de acrecentar las fuerzas de la producción y del trabajo para aumentar la utilidad o el valor de los bienes y satisfacer las necesidades materiales y espirituales del hombre, se ve que el cumplimiento de los fines de la previsión social tienen en el ahorro, tal vez el más poderoso de los auxiliares. Es por ello que la inversión del ahorro popular, y particularmente del ahorro que proviene del esfuerzo de las clases menos favorecidas, ha de realizarse según principios de justicia económica y de modo que redunde en beneficio directo de la colectividad, mediante la realización de obras de bien público, de cultura, de saneamiento o de defensa; construcción de casas para obreros o viviendas baratas; edificación escolar; sostenimiento de bibliotecas, cajas de previsión o de retiro; préstamos a las sociedades cooperativas; mejora de la educación, perfeccionamiento de las profesiones y, en fin, haciendo una aplicación racional del ahorro para los más diversos fines de utilidad común. Fenómeno económico-social, es en sí esencial de carácter ético, tanto es así, que como virtud, vive de la voluntad, pero extrae sus anhelos de los mejores ideales humanos; es sensible a cualquier afán del espíritu y sirve para sostenerlo. Lo importante del ahorro y de su acción como elemento formativo de la psicología colectiva, ha sido advertida desde hace tiempo entre nosotros y es así como pensadores, legisladores, educadores, hombres de gobierno, han sentido la necesidad de estimular y fomentar el ahorro en las diversas esferas sociales, y especialmente en aquellas en que su aplicación inteligente puede representar una mejora de las costumbres y un aumento necesario en la capacidad adquisitiva de los sueldos o jornales. Mucho se ha hecho ya, pero mucho queda aún por hacer. El país..........una institución como la Caja de Ahorro Postal, que pasó a formar parte de la Secretaría de Trabajo y Previsión al constituirse este organismo y que hoy caracteriza su obra por su renovado dinamismo, por la eficacia de su obra educativa y moralizadora y por las proyecciones de su acción económica y social. Pero el régimen general del ahorro en el país está constituido por elementos dispersos que rigen separadamente a diversas instituciones públicas y privadas, en cuyas actividades puede observarse una manifiesta superposición de funciones, que es necesario corregir mediante una legislación orgánica y un ordenamiento de aquellas actividades en que se utiliza el ahorro en operaciones extrañas a sus fines específicos y a los deberes de previsión y de educación moral que le son inherentes. Pondremos en el estudio de estos problemas una inquebrantable decisión de seguir adelante. Se ha de fomentar el ahorro del pueblo como un instrumento de civilización, en todos sus aspectos, para comunicarle un sentimiento de confianza en el porvenir, sobre la cual descansa la idea del ahorro y del cual depende en primer término el progreso humano. Aseguraremos así el futuro de la Nación al infundirle un fuerte impulso moral de voluntad constructiva. El patriotismo se sobre todo un imperativo de acción, no una morosa delectación en el recuerdo de lo que hicieron los constructores de la nacionalidad. Bella es por cierto la emoción del recuerdo; pero es sin duda más bella y más noble la emoción de los que se afanan en la tarea de construir un futuro mejor para las futuras generaciones. Esa es la emoción que vibra ahora en mis palabras y esa es la emoción con que deseamos ver hermanados a todos los argentinos, unidos como uno solo; el deseo enérgico de anticipar el porvenir en obras que deparan al país años mejores en que ha de resplandecer ante el mundo como cuna de hombres libres y hogar imperecedero de bienestar y justicia. .....................
1944-11-02
En una concentración popular en la Secretaría de Trabajo de la ciudad de Córdoba
Trabajadores de Córdoba: En primer término deseo hacer llegar a todos ustedes un afectuoso saludo del excelentísimo señor presidente de la Nación. El señor general Farrell me lo ha encargado así antes de partir de Buenos Aires, y es con verdadero júbilo que transmito a ustedes ese saludo que lo sé leal, sincero y cariñoso. Hace breves instantes cuando entré en ésta vuestra casa, se me ha ensanchado el corazón al leer ese letrero que la identifica como la verdadera casa de los trabajadores. Eso es lo que hemos anhelado desde el primer momento: que la Secretaría de Trabajo sea realmente la casa de los hombres que trabajan. En ese empeño hemos de seguir adelante pensando siempre en mantener en alto nuestro lema: mejor que decir es hacer, y mejor que prometer es realizar. Hay quienes han puesto en duda nuestra Revolución. Pero, señores, es necesario que se dé cuenta todo el mundo de que esto es un pueblo en marcha detrás de una bandera, la argentina; que ese pueblo ha hecho suya nuestra inspiración y que la ha de apoyar contra todas las fuerzas que se opongan a su marcha. Nuestra Revolución, que está en marcha, se cohesiona detrás de cosas demasiado sagradas para sucumbir. Nuestros emblemas son: Dios, la Patria y la Justicia Social. A Dios lo seguimos a través de las palabras de nuestro Divino Maestro, haciendo que los hombres amen a su prójimo como a sí mismos; que todos los argentinos se unan detrás de ese amor, porque lo único que construye es el amor. La lucha destruye los valores, los hombres y las sociedades. Señores: nuestro segundo símbolo es la patria; y a esa patria la queremos servir, la serviremos hasta morir si es preciso. La justicia social ha de cristalizar las esperanzas de tantos años; esa justicia social que no va detrás de meras ambiciones, sino de las satisfacciones indispensables de la vida del pueblo. No queremos que nadie viva con lujo, pero tampoco queremos ni admitiremos que haya hombres que no puedan comer, vestir y vivir dignamente. Hemos de seguir adelante, porque sabemos que esta Revolución que comienza con la epopeya del hijo de la tierra verá levantarse delante de sí una felicidad que ambicionó vagamente durante tantos años. Se ha dicho que somos demagogos porque queremos que nuestro pueblo coma y viva como deben vivir los seres humanos. No hemos de ceder ante los malos políticos que en defensa de sus propios intereses quieren detener nuestra obra. El surco que la Secretaría de Trabajo y Previsión está abriendo en el campo social argentino, puedo aseguraos que no habrá fuerza humana, capaz de borrarlo en adelante. Se ha dicho también que la Secretaría de Trabajo y Previsión es enemiga de las asociaciones gremiales argentinas. Nada más inexacto, porque la Secretaría de Trabajo y Previsión no podría cumplir su misión sin una fuerza orgánica, sin sindicatos libremente organizados para que defiendan sus propios intereses. Esos sindicatos han de ser libres y han de estar exentos de toda idea política o ideológica extraña. No queremos que la política adentre en el campo gremial argentino su propia disociación. Queremos representantes obreros, auténticamente obreros. Queremos también que esos sindicatos, perfectamente organizados y serios, se manejen a sí mismos, como corresponde a nuestras instituciones republicanas. Queremos también que nuestros obreros no sean defraudados por sus propios dirigentes, y queremos, sobre todo, que esos sindicatos se cuiden a sí mismos, expulsando de su seno a los agitadores profesionales, que no van tras la defensa de la clase obrera, sino de sus propios intereses. Se ha dicho también que el gobierno quiere tener bajo su dirección a los sindicatos obreros. Nada más falso y mal intencionado. El gobierno propugnará y defenderá a las asociaciones obreras, pero quiere que ellas se organicen, que ellas se constituyan y que ellas se gobiernen. Señores: debido a que en estos últimos días he hecho un poco de abuso de mi garganta, voy a terminar agradeciendo profundamente esta demostración al gobierno nacional por su obra social. Quiero solamente antes de retirarme, pedirles a ustedes que piensen siempre que cuando realizamos una obra no pensamos en pedir retribución alguna, porque no la necesitamos, porque no la ambicionamos y porque nuestro trabajo va dirigido al bien de la patria y no al bien de persona determinada. Llevé de Córdoba en mi primera visita un recuerdo y una emoción que todavía no se han borrado de mi corazón; pero esta segunda demostración de los trabajadores de Córdoba, sella para siempre esa emoción profunda de un criollo que siente y piensa como sus hermanos de tierra. ..................
1944-11-06
Conferencia radial sobre scoutismo
A pedido de las autoridades de los boy-scouts argentinos, he aceptado complacido iniciar el ciclo de conferencias radiales que han de cumplirse en esta semana, dedicadas a llevar a conocimiento público la obra que esta meritoria institución realiza. No he podido sustraerme a ese deseo porque, como lo viene demostrando a diario el gobierno auspicia, estimula y apoya decididamente, toda obra cuyos fines culturales o propósitos educativos pretendan al mejoramiento moral y físico de la juventud; y el scoutismo llena ampliamente esa función. Cristaliza en la práctica la enseñanza teórica de la escuela; fortalece en el niño sentimientos nobles y generosos e impone una inflexible norma de conducta; crea el carácter, despierta la vocación, lleva a su conciencia el valor de su personalidad, le hace confiar en sus propias fuerzas y le da un concepto de dignidad que hace norma y es control de sus actos. ¿Cómo no ha de merecer todo el apoyo esta labor que alguien ha llamado, con toda propiedad, la escuela de enseñanza integral, o sea, la escuela de la vida? Eso es lo que necesita el país, eso es lo que estamos empeñados en realizar y, desde luego, damos mayor preferencia a todo esfuerzo que tienda a un mayor perfeccionamiento en hábitos y costumbres, a todo aquello que sea obra solidaria en un noble y sano anhelo de superación; y cuando estos principios se encarnan desde edad temprana, se preparan días venturosos para la sociedad y para la patria. Inculcar los postulados que sustenta el código del honor, que es la ley de alta moral que rige a los que voluntariamente se enrolan en sus filas, donde todos y cada uno hacen patria, si por tal se entiende, cumplir deberes y obligaciones, propender a un mejoramiento individual y colectivo y contribuir con su esfuerzo y con su ejemplo a un mejor futuro. Esta es la finalidad que se persigue, propendiendo así a la formación de generaciones sanas de cuerpo, mente y espíritu, de hombres honrados, leales y buenos, que piensen, juzguen y reflexionen juiciosamente, sin pretender construir nada extraordinario. Podemos pues, afirmar, que la escuela scout es la que prepara para la vida, que da propia autonomía, que emancipa al niño de prejuicios, llevándolo a la realidad con la fe y optimismo que corresponde a su edad. Surgirán así legiones de muchachos en plenitud de vida, viriles, optimistas, en marcha pujante hacia un porvenir que no es incierto, cuando se confía en el propio esfuerzo, se tiene luz en el cerebro y firmeza en el carácter, conciencia de sus aptitudes y un concepto positivo y realista de los deberes que impone la convivencia armónica y caballeresca. En los ejemplos de la moral cristiana encontrarán las normas que han de condicionar su espíritu y agilizar su sensibilidad. Estos principios encarnados desde edad temprana orientarán, sin duda, al educando hacia una línea de conducta recta y le darán un rumbo certero en el curso de la vida. Nuestros niños proceden de la escuela primaria, del taller, de sectores diversos, vale decir, un elemento heterogéneo con el que debe formarse el tipo scout. Por eso, en esta compleja tarea, no es bastante concretarse a la parte práctica. No es suficiente conseguir que el niño se ingenie, aguce su entendimiento, arbitre por intuición, inteligencia o sagacidad, los medios de salvar los obstáculos que puede encontrar en su camino, que sea capaz de bastarse a sí mismo, eso es de suyo muy importante, pero es necesario e indispensable para quien tenga la responsabilidad de dirigirlos penetrar en su psicología, descubrir sus inclinaciones y encauzarlas. El concepto de la amistad, del compañerismo, la comunidad en el esfuerzo, la mutua cooperación y la solidaridad, son los resortes que debe poner en juego. Exaltar sus sentimientos patrióticos, el respeto a nuestras tradiciones, a nuestros símbolos, la admiración a nuestros próceres, contribuirá a afirmar la conciencia de un sano argentinismo, emular el valor y la franqueza, el cumplimiento del deber y el concepto del derecho, son semillas que no se pierden en ese campo virgen; el amor a los padres, a los maestros, a sus camaradas, son virtudes que florecen cuando se cultivan inteligentemente. En esta breve disertación he emitido algunos conceptos, convencido de la necesidad de que el scoutismo adquiera todo el desarrollo que su noble acción requiere y, por ello, exhorto al pueblo así como a las autoridades nacionales y provinciales, a mis camaradas del Ejército y de la Armada, al profesorado y a los educadores en general, para que presten al scoutismo nacional la más decidida cooperación, formulando a la vez, mis mejores votos para que la campaña iniciada corone con el mejor éxito el esfuerzo que realizan todos los que se hallan consagrados a tan generosa empresa. ........................
1944-11-08
En un acto organizado por las asociaciones gremiales de la industria panadera
Señores: Tengo un gran placer en llegar hasta aquí para saludar a ustedes, con motivo del acuerdo realizado y de haberse dictado el decreto respectivo, estableciendo de una vez por todas, las mejores condiciones posibles para el trabajo del gremio de panaderos, al que considero que ha sido hasta ahora explotado en su trabajo y que lo ha realizado en pésimas condiciones de retribución y comodidad. Afortunadamente, se ha llegado a un acuerdo en este sentido. El decreto, que ya está firmado, finiquita totalmente una situación que era necesario regularizar en forma absoluta. En mi concepto, éste no es un triunfo del gremio de panaderos, sino un triunfo de la justicia que debe caracterizar a los actos del gobierno en la organización del trabajo y de sus hombres laboriosos. Por eso, a pesar de que yo vivo un poco acelerado, ganándole minutos al tiempo -que ya me es corto para realizar mis funciones- he querido llegar hasta aquí para conversar breves palabras con ustedes y llevar a vuestro ánimo la impresión de que, cuando se trata de cuestiones justas, nos alegramos juntos de las conquistas que en beneficio del gremio se logren, y de las que se lograrán en el porvenir. Sé bien que el gremio de panaderos ha sido un gremio de lucha, llevado muchas veces a difíciles situaciones de acción; pero al analizar las condiciones de trabajo, la retribución que ha recibido, el régimen de vida de muchos de sus integrantes, encuentro justificada la lucha porque cada uno apela a los medios que es necesario cuando la justicia no existe. Les aseguro, asimismo, que en el porvenir la Secretaría de Trabajo y Previsión ha de asegurar a todo el país y a todo el que trabaja, que no le sea necesario recurrir a medios violentos para obtener lo que en justicia le corresponde. Como no dispongo de mucho tiempo, voy a resumir en pocas palabras el pensamiento de la Secretaría de Trabajo a este respecto. En primer lugar, les recomiendo que constituyan una organización seria, fuerte y bien unida, integrada por todos los obreros panaderos del país. Algunos han dicho que la Secretaría de Trabajo y Previsión es contraria a las organizaciones gremiales. Nada más incierto que una afirmación de esa naturaleza. La Secretaría de Trabajo no hubiera podido entenderse con los trabajadores si no estuviera en contacto con cada una de las organizaciones. Nosotros necesitamos contar con las organizaciones obreras a fin de que la Secretaría tenga la posibilidad de conseguir las conquistas sociales en que estamos empeñados, y necesitamos también que esas organizaciones se ocupen nada más que de la parte gremial y constituyan el instrumento necesario para alcanzar sus conquistas. Nos es necesario por sobre todas las cosas que existan organizaciones unidas y fuertes, con dirigentes serios y capacitados que representen intereses del gremio y no otros; necesitamos la colaboración de organizaciones obreras de esta naturaleza, representantes verdaderos y reales de los intereses del gremio, que no se ocupen de otras cuestiones subalternas que no atañen al gremio, cuyos integrantes en la casa, en la calle o en el club piensen cómo se les dé la gana, pero que en el sindicato sólo piensen para el bien del gremio. Con organizaciones gremiales así constituidas, nosotros vemos facilitado extraordinariamente nuestro trabajo. He visto con gran placer la firma de este decreto, que en el futuro podrá ser mejorado respecto a los pequeños detalles que no se hayan contemplado ahora. Respecto de las mejoras solicitadas por ustedes, en su totalidad están contenidas en el mismo. Continúen trabajando en la obra de agremiación y en la constitución de los sindicatos, perfectamente unidos, formando organizaciones que se dediquen a fortalecer el gremio; recuerden que en la Secretaría de Trabajo y Previsión nosotros cumplimos con nuestra obligación leal y sinceramente, no tenemos nunca una segunda intención y no pedimos jamás a nadie la retribución correspondiente por los servicios que prestamos, porque estamos ya bien retribuidos con nuestros sueldos. Deben pensar igualmente que la Secretaría de Trabajo y Previsión es la obra de todos. Los que ya son viejos reflexionen si se habría llegado a los límites a que hemos arribado en las luchas por las conquistas obreras, si en la organización institucional argentina hubiera existido la Secretaría de Trabajo y Previsión o un Ministerio de Trabajo, y si hubiera sido necesario que en un año hayamos tenido que realizar todo lo que no se ha hecho en cuarenta años. Piensen en la necesidad de defender a este organismo, que es de los trabajadores. Por mi parte, aspiro y seré muy feliz el día que al frente de la Secretaría de Trabajo o del Ministerio del Trabajo vea a un obrero argentino con ciencia y conciencia de su deber. Cuando encuentro algunos hombres que no nos entienden y que tampoco comprenden la finalidad de la Secretaría de Trabajo y la atacan en cualquier forma, yo digo que son hombres que se están atacando a ellos mismos, porque la Secretaría de Trabajo defiende los intereses de los obreros. Hay mucha gente que no comprenderá esto jamás; por ello yo digo que un hombre que no comprende, suele ser más malo que uno malo. No vengo aquí a decirles a ustedes una cosa por otra, sólo digo la verdad; no tengo interés en engañar a nadie, y el día que tuviera que expresar una mentira me callaría la boca. Ya habrán observado que en toda la existencia de la Secretaría de Trabajo, nunca he prometido nada que no haya cumplido. Podremos equivocarnos, podremos hacer las cosas no de la mejor manera, pero siempre las hacemos con sinceridad y con lealtad y cuando nos equivocamos volvemos sobre nuestros pasos y rectificamos el error. Recuerden siempre que a la Secretaría de Trabajo y Previsión no se recurre nunca para encontrar un señor que no entiende de otra cosa que los altos problemas, sino que se encuentra allí un funcionario entendido en los pequeños problemas de los trabajadores; no encontrarán en esa casa jamás modales malos y sobre todo no encontrarán ni deslealtad ni falta de sinceridad. ...........................
1944-11-09
En el acto en que se dieron a conocer los Estatutos del Personal de las entidades bancarias del país
Señores: Esta es la Secretaría de Trabajo y Previsión. Hace mucho tiempo que aspirábamos a verla llena de entusiasmo y de júbilo por la tarea realizada. La alegría de ustedes es la compensación de nuestros esfuerzos. La alegría de ustedes es la nuestra porque con ella vamos mostrando que sabemos cumplir con nuestro deber en la forma que él se presenta en esta hora. La tarea de la Secretaría de Trabajo es humanismo puro. La realizamos de acuerdo con nuestros planes, cualquiera que sea la fuerza que se oponga a ellos. Realizamos planes perfectamente concebidos y perfectamente estructurados en forma que no ofrezcan fallas ni en el espacio ni en el tiempo. La Secretaría de Trabajo al cumplir su deber, está obteniendo un éxito extraordinario que yo atribuyo a que nosotros no cumplimos con un deber en forma fría e intrascendente sino que realizamos una labor plena de entusiasmo y con verdadero amor, convencidos de que en esta obra no hay nada más grande que la estructuración de la nacionalidad y que la justicia social que largamente anhelamos. Es indudable también que la tarea es de un volumen que alcanza mucho más allá de nuestro entusiasmo y de nuestra voluntad. Es tanto lo que hay que hacer en todos los órdenes que a pesar de que aquí se multipliquen los esfuerzos -no se tiene horario ni límite en el trabajo- diariamente nos vemos abrumados por verdaderas parvas de expedientes como se ha llamado en cierta época. Primero se trató de dirigir el esfuerzo hacia cuestiones más fundamentales: los sueldos y salarios. Después a la organización del trabajo en lo que éste tiene de más trascendente: asegurar que la justicia no sea una cuestión discrecional en manos de personas que proceden con cierta arbitrariedad, sino en fijar escalafones y condiciones de trabajo que permitan un progreso similar al de la vida en los años en que se acumula para la vejez. También hemos de llegar a los estatutos integrales y de ellos hemos de pasar a las leyes orgánicas que han de crear las fuentes y bases inconmovibles de esa justicia que para no ser discrecional no debe estar en manos de los hombres sino en manos de la ley. Esa es, señores, nuestra misión fundamental. Dicen algunos que somos demagogos. Dicen otros que estamos perturbando el ambiente social argentino. Otros afirman que somos irresponsables; que no sabemos lo que hacemos. Hace pocos días se ha puesto en ejecución, probablemente, el más extraordinario y trascendental de todos los estatutos de trabajo, el del hombre más humilde: el del peón de campo, que hasta ahora era algo así como un paria en su patria, en condiciones inferiores a la propia esclavitud ya borrada por la magna Asamblea del año 1813. Aunque no creo que estos hombres que trabajan por 15 ó 20 pesos al mes tengan muchas ventajas comparándolos con aquellos esclavos, por cuanto a éstos los amos debían mantenerlos en la vejez, mientras que al peón, cuando llega a viejo, se lo arroja para que muera en el campo o en los caminos. Parece que este Estatuto ha levantado un poco de resistencia, pero más fuerte que esa resistencia es el carácter y la voluntad con que lo haremos cumplir a todo precio. La tierra ha de dejar algún día de ser en nuestra patria un bien de renta para pasar a ser un bien de trabajo. Ya hemos sido bastante claros en algunas oportunidades: el que tiene tierra que la trabaje, y si no, que pague bien a los que trabajen por él; y si no puede hacerlo, que la venda. La República Argentina no puede darse el lujo en el año 1944, de que algunos señores terratenientes vivan consumiendo, sin producir, a costillas de los que trabajen la tierra. Señores: en esta digresión he querido solamente sentar cuáles son nuestras ideas: organización, organización del Estado, organización del trabajo, organización del descanso, organización en todos sus aspectos, para extraer de este suelo inmensamente rico toda la riqueza que él puede brindar, para que cada uno de los argentinos pueda acumular en el futuro una felicidad material mayor para él y para los hijos. El que desaprovecha sus campos, sus productos o sus riquezas, no sólo se hace un mal a sí mismo, sino que se lo hace a todos los que lo rodean y por sobre todas las cosas, hace un mal al país. Es indudable, señores, que esto va a costar. Pero en la vida, no hay nada digno que no cueste. Los hombres que todo lo poseen, piensan que es necesario conformarse con la suerte. Pero los que nada tienen, siempre ambicionan una suerte mejor; y el Estado, está en la obligación no de mantener un statu quo que lleva al país a la denatalidad, sino de abrir los horizontes para los que tengan aspiraciones. Es muy agradable ser el instrumento de ejecución de los dictados de una orden, o de un momento, o de una hora, en que ha de transformarse la vida del país. Si nosotros no fuéramos lo suficiente inteligentes y denodados para producir la transformación que la hora exige, debemos estar persuadidos de que vendrán otros que lo harán en nuestro lugar, y a ellos no tendremos nunca cómo agradecerles. Es necesario vivir esta hora con inteligencia y en acción. No pueden ustedes imaginarse cuanto agradecemos la presencia de los bancarios en la Secretaria de Trabajo y Previsión, y cuánto tiene de grande para nuestros espíritus que se hayan molestado en llegar hasta aquí para traer la amable palabra que hemos escuchado a los señores que me han precedido en el uso de la misma; pues ellas colman todas nuestras aspiraciones, ya que en la obra en que estamos empeñados, no aspiramos, como se ha dicho, más que a hacer el bien por el bien mismo. Expreso otra vez mi reconocimiento a las señoras, señoritas y niños, en cuyo nombre han llegado flores a mi despacho; flores que me son tan gratas y que me recuerdan que el cumplimiento del deber y el sacrificio es el que mayores satisfacciones reporta en la vida. Gracias en nombre de todos los colaboradores de esta casa, que quizá tengan un sólo gran mérito; son honrados por el lado que se les mire. Gracias por todo, y recuerden que en esta casa hay siempre un lugar para los argentinos que piensan en una Argentina mejor para el futuro. ...................
1944-11-10
En el acto de colocación de la piedra básica de un Policlínico para ferroviarios
He aquí señores, un acto más de nuestro programa de gobierno en la acción social que muchos han llamado acción demagógica. Al asistir a un acto de esta naturaleza se agranda el corazón porque vislumbramos ya en un gran sector de la población esa fe y esa esperanza a que se ha referido el señor Fernández, que nuestro pueblo había perdido en gran parte. Es necesario que los pueblos cuenten con esa fe y esa esperanza que representan una de sus más poderosos fuerzas. Cuenta Plutarco que al partir Alejandro el Grande para la conquista del Asia, había repartido entre sus amigos todas sus riquezas, y cuando su viejo general Parmenio le preguntó: "¿Qué guardas para ti?", contestó Alejandro: "Para mí guardo la esperanza". Alejandro el Grande tenía razón. Una de las fuerzas más formidables de los pueblos es la esperanza. Y la esperanza solamente es la que le permitió a él conquistar el antiguo imperio de los persas. En nuestros días, nosotros, que no soñamos ya con esa clase de conquistas, vamos hacia la conquista de la felicidad de nuestros pueblos que Dios ha puesto en nuestra tierra para que los hombres sean capaces de realizarla. Se imaginarán, señores, cuál es mi estado de espíritu y mi satisfacción al asistir a este acto que corona el trabajo, la acción y la voluntad de mucho tiempo. Los ferroviarios merecen, para mí, esto y mucho más. Ellos han sido leales para con nosotros y nosotros entendemos que la lealtad no juega a un solo bando: la lealtad es mutua o deja de ser lealtad. Cumplimos así, señores, con una medida de gobierno que constituye para nosotros una satisfacción extraordinaria porque realizamos nuestra labor con amor y estas obras han de ser trascendentes, como que los hijos del amor son siempre más bellos. Señores: a mí, maliciosamente, se me podrá acusar quizá de cualquier cosa, pero no de haber contemplado excesivamente a los patronos y a las empresas. De manera que me están permitidas ciertas licencias que otros no se han ganado con sus procedimientos; y quiero dejar constancia de que en toda la actuación que he tenido con el representante de los ferrocarriles, Mr. Eddy, inteligente, veraz, leal y sincero como es inteligente, veraz y sincera su patria, -Inglaterra- con él, deben saberlo los ferroviarios, hemos discutido como caballeros, durante diez semanas, y hemos llegado a este acuerdo después de esa larga discusión, sin que jamás hayamos cambiado una palabra enojosa. Ese hombre ha posibilitado los acuerdos que le serán agradecidos por nuestros ferroviarios. También es necesario dejar constancia de nuestro agradecimiento a las empresas que, a ejemplo de lo que ya han hecho los Ferrocarriles del Estado, van a entregar un peso por obrero y empleado, para el mantenimiento de esta obra social. Entramos, señores, a una época feliz de la justicia social, al absoluto entendimiento entre las empresas y los trabajadores, y entre estos dos y la Secretaría de Trabajo y Previsión. Mis primeras palabras en la Secretaría anunciaron que llegaríamos a realizar este milagro de la cooperación entre patronos, obreros y Estado. Esto comienza a ser la consecuencia de ese entendimiento y de esa colaboración, que tengo el gran placer de proclamar desde aquí como lo había hecho hasta hoy. Ferroviarios: Ustedes saben cuánto estimamos a este gremio. Por ese cariño que le tenemos, he de hacer como siempre, alguna recomendación o dar algún consejo: Sigan firmes en esta acción de solidaridad que da lugar a la realización de estas obras. Depúrense, porque entre los ferroviarios no debe haber ningún elemento que esté trabajando en contra de estas obras, cuando se lanza un panfleto contra la Secretaría de Trabajo y Previsión, se realiza un obra suicida, porque nosotros somos y seguiremos siendo la única garantía de la perdurabilidad de esa justicia social, que todos anhelamos y todos estamos decididos a realizar. ......
1944-11-17
Reunión con periodistas donde el coronel Perón dio a conocer y comentó el decreto-ley orgánica del ejército y también se refirió al estatuto del peón y al precio del pan
Reunión con periodistas donde el coronel Perón dio a conocer y comentó el decreto-ley orgánica del ejército y también se refirió al estatuto del peón y al precio del pan Las maniobras militares A las maniobras han ido los periodistas que han querido hacerlo, de manera que ustedes, tienen ya idea formada. Con ellas ha terminado el año militar y se han hecho ejercicios y maniobras parciales, que han permitido, más o menos, ver el éxito alcanzado en la instrucción durante el año militar Como se sabe, la instrucción del cuartel abarca los períodos de recluta, escuadrón, batería, regimiento; batallón y regimiento para infantería; es lo que podríamos llamar la instrucción formativa para los oficiales, suboficiales y tropa. Las maniobras son el ejercicio especial para la conducción de unidades por parte de los jefes. Con esto, ustedes se darán cuenta que las dos tareas fundamentales del ejército son: instrucción durante casi todo el año; es empírica; pero los comandos no tienen oportunidad de hacer instrucción con las grandes unidades. La instrucción de los comandos de las grandes unidades se efectúan en las maniobras, o sea se efectúa la instrucción de los oficiales. Ello permite comprobar si la instrucción impartida durante el año ha sido buena. Si no lo ha sido, las tropas no responden y los comandos no pueden efectuar una ejercitación más o menos útil. Estas maniobras han permitido ver que el grado de instrucción alcanzado durante el año ha sido excelente, por las informaciones obtenidas por mi personalmente, por haber concurrido a la parte más importante de las efectuadas en Córdoba y por los informes obtenidos de todas las unidades que han trabajado, cada una en su región. Sobre la carencia de oficiales Es indudable que hay una carencia de oficiales, que hay que irla compensando paulatinamente, porque así como un ejército en la parte constituida por la tropa necesita para una instrucción mediana, un año, los comandos tampoco pueden improvisarse. Es la obra de muchos años, tanto para los comandos de grandes unidades, como de subunidades, y aún para los suboficiales. Los comandos requieren muchos años de preparación para instruir al ejército como para conducirlo en las operaciones tácticas, o en otras clases de operaciones. Este año hemos alcanzado todo lo que se podía alcanzar. En la orden que ha dado el Ministerio de Guerra y en la que va a dar dentro de poco el presidente de la República, se dice todo lo que se apreció sobre el resultado alcanzado por los ejercicios finales. Mi impresión de conjunto es excelente. La organización del ejército Nosotros teníamos las leyes Nº 4707 y 9675 de Organización del Ejército, ambas un poco anticuadas. Los ejércitos, como todos los organismos, evolucionan con el tiempo. Detener la evolución es matar cualquier organismo, porque la ley de la vida es la evolución, tanto en los organismos de los hombres, y de los animales, como de los grandes organismos estatales. Las leyes deben evolucionar de acuerdo con la evolución del ejército porque son su fundamento orgánico. La ley crea un organismo y establece su ritmo de evolución, su ritmo de marcha, diremos así. Es indudable que el ejército no puede estar organizado ni funcionar hoy en la misma forma que cuando fue sancionada la ley 4707 hace cuarenta años, o cuando lo fue la ley 9675, hace veinte y tantos años. Claro está que un ejército que pretende ser moderno tiene que tener también sus leyes modernas, ya que ellas fijan su organización y su funcionamiento. La necesidad de contar con normas legales nuevas para regir nuevos organismos del Estado, es un asunto absolutamente lógico y racional. Por esa razón, nosotros, al imprimir un nuevo ritmo de evolución al ejército, hemos debido comenzar por el principio: su ley orgánica y constitutiva. Esa es la razón de por qué se han hecho nuevas leyes para un ejército que está en plena evolución, tanto cualitativa como cuantitativa. En mi concepto, las leyes antiguas había envejecido al ejército. Así como una nación, que conserva leyes arcaicas, envejece, los ejércitos que no se rigen con leyes modernas y adaptables a la circunstancias, también envejecen, porque las leyes no les permiten seguir el ritmo de la evolución que todos los ejércitos tienen, desde que se organizaron los primeros. La guerra de 1914-18 y la guerra actual, han cambiado totalmente la estructura, los sistemas y el funcionamiento de los órganos constitutivos de los ejércitos. Si nosotros nos detuviésemos en la evolución y conserváramos el ejército tal cual era como resultado de la guerra 14-18, actualmente sería un ejército anacrónico. Por ello hemos debido incorporar ya a esta evolución las primeras enseñanzas de esta guerra, no sólo en el orden puramente militar, porque la guerra no es hoy una actividad puramente militar. La guerra es, diremos así, el avance más extraordinario del concepto de la guerra integral. Elucubrar entonces en la preparación de la defensa nacional alrededor del un ejército solamente, es resolver fraccionariamente el problema. Hoy es necesario elucubrar en el sentido más amplio de la palabra: hoy no se prepara un ejército para la guerra sino que se prepara la nación para la guerra. Proceder de distinta manera sería engañarnos a nosotros mismos, y en estas cuestiones es necesario enderezar a la realidad. En ese sentido, esta ley trata de preparar las mejoras bases posibles para encauzar la evolución del ejército y de la nación hacia los modernos conceptos de la defensa nacional, aprovechando íntegramente el personal, el material y los distintos elementos constitutivos de los ejércitos en paz y en guerra. Es por eso que hay algunos conceptos nuevos en esta ley, pero que son la consecuencia y el resultado natural de la época en que vivimos. Esta ley hubiera sido hace veinte años quizás demasiado avanzada; hoy encuadra perfectamente dentro del momento histórico. La anterior era ya completamente anticuada para este momento. La nueva ley establece tres distintos estados del ciudadano en lo que respecta a sus obligaciones militares: el preconscripcional, la conscripción y el pos-conscripcional, es decir que se establecen las obligaciones que el ciudadano tiene frente a la cláusula de nuestra Constitución, que establece que el "hombre que nace en esta tierra está obligado a armarse en defensa de la patria". No quiere ello decir que se tenga el concepto de que debe armarse un hombre incapacitado; debe entregarse las armas a los hombres que están capacitados para realizar la defensa. Tampoco creemos que el Estado pueda obrar con una imprevisión tan grande como sería la de entregar a los hombres las armas en el momento de ir a la guerra. Se ha buscado, sin perjudicar las actividades ordinarias de los hombres en su trabajo, de escalonar perfectamente bien las actividades militares que deberán desarrollar, para que en vez de tener, como en otros países, dos, tres o cuatro años de conscripción, se pueda mantener el límite máximo de la misma que se tiene actualmente, -que es el de un año-. Pero como las armas y los medios de combate han adquirido una complejidad tan extraordinaria, como la técnica interviene siempre en mayor escala en las operaciones militares, cada día es más difícil que un hombre pueda prepararse y aprender lo que es necesario para la guerra, tan solo en un año. Las soluciones son dos; o se incorpora a los hombres por dos, tres o cuatro años, como se hace en todas partes, o se aprovecha el período preconscripcional, es decir antes de que el hombre entre al servicio, para enseñarle algunos rudimentos como gimnasia, etcétera, y así poder mantener el límite mínimo aceptable de un año de conscripción. Después de ella habrá un período de pos conscripción, en el que también sin perjudicar las actividades normales de la población, puedan dársele algunos conocimientos o llevarlos a algunas actividades de orden militar; es decir, que el principal fundamento de la preconscripción y de la pos-conscripción es el de poder abreviar en todo lo posible el período en que el hombre esté dedicado al servicio militar. Si no se procediese así, sería necesario aumentar a dos o tres años el período de conscripción, lo que indudablemente sería individualmente más perjudicial para los que tienen que prestar servicios. Servicio auxiliar femenino Este es un servicio que ya todos los países del mundo tienen establecido desde hace muchos años. Chile y Brasil lo tienen. En Europa existían servicios femeninos auxiliares aún antes de la guerra 1914-18. Si los países de gran población han debido recurrir a ese medio, con más razón debemos hacerlo los de población escasa. Es necesario que los hombres que parten para las operaciones militares puedan ser reemplazados por personal femenino en algunas de sus funciones anteriores, ya sea en la industria, en el comercio, en diversas actividades de la ciudad y aún del campo. Hemos considerado también la posibilidad de que los hombres casados sean eximidos del servicio militar. Es esta una medida humanitaria. Ocurre muchas veces que tenemos en los cuarteles una cantidad de hombres casados y nos vemos en la obligación no sólo de mantenerlo a él, sino también a su familia, traerla cerca del cuartel, mandarle la comida y facilitar cuidados médicos para los chicos, etcétera Eso lo hemos hecho hasta ahora, pero es indudable que un muchacho casado, incorporado al ejército, es un inconveniente grave para su familia, para él y para el servicio. Antes los exceptuados eran gravados con una tasa militar, lo que era injusto, porque no tenía por qué pagar durante muchos años un impuesto un señor a quien se exceptuaba del servicio porque no servía para el mismo. No era por su voluntad que no hacía el servicio, sino por voluntad del Estado, y éste no puede cobrar un impuesto por no realizar una función a quien obliga a no realizar. Dicha tasa militar ha sido suprimida en la nueva ley. Retención de empleos y cargos durante la prestación del servicio militar También lo establece la ley, y es una cuestión que consideramos importante. Cuando el Estado llama a un hombre a prestar un servicio obligatorio debe hacer de modo que los perjuicios que ello le eroguen no duren más que el año que dura el servicio, y no en el período posterior, como tampoco en el anterior. Esto trae una serie de consecuencias, porque algunos hombres no podían conseguir ningún empleo antes de la conscripción, ya que esta cortaba su actividad y debía ser reemplazado por otro. Se ha establecido que mientras el hombre está en el servicio militar debe pagársele un sueldo, sobre todo que por lo general pertenece a una familia pobre, a una familia de obreros, que no podrá mandarle los pesitos que necesite mientras está sirviendo a la patria. Por otra parte, el Estado no puede pagar grandes sueldos a los conscriptos, porque ello representaría una erogación excesiva. En esta forma el servicio militar no será excesivamente oneroso para nadie. He comprobado que hay varios establecimientos que guardan el puesto a los que van al servicio militar, y les pagan medio sueldo. Hace pocos días he estado en la Fábrica Argentina de Alpargatas, y he comprobado que ésta así lo hace. Podrían hacerlo todas las industrias del país, ya que la gente que está en esas condiciones es poca, y vendría ello a ser una especie de impuesto que todas las fábricas podrían pagar en bien de sus propios obreros. Esto se hará poco a poco; no es posible hacerlo de golpe. La buena voluntad actuará de calzador para esta finalidad. Grado de general del ejército Se ha creado este grado que puede ser ejercido por una sola persona. Anteriormente teníamos el grado de Teniente General. Actualmente nosotros tenemos un grado menos que la Armada. Esta tiene Contralmirante, Vicealmirante y Almirante; nosotros no tenemos más que general de brigada y general de división. Creamos entonces este grado para ponernos en el mismo pié que la Armada, que es lo que corresponde en todas las instituciones, y además, porque necesitamos tener un grado, ocupado por un solo hombre, el de Comandante en Jefe de Ejército, que viene a ser un grado igual, diremos así, al que ejerce el comandante en jefe. Con ello se premia al mejor general y se da un estímulo al hombre que ha mandado en jefe a todo el ejército. Servicios generales Esta es una creación de la nueva ley. Habíamos llegado a tener dos ejércitos, uno de retirados, de jubilados, y otro de línea. En el ejército, para poder mantener el grado de eficiencia y la perfectibilidad del organismo es necesario eliminar una cantidad de hombres que no están a la altura ideal de su misión como jefes y como conductores, ya porque les falla la salud, ya porque les falla la inteligencia, o ya porque les falla el corazón, o el espíritu. Los ejércitos se instruyen para formar la masa de hombres de combate y los conductores, pero claro está que la base fundamental era la conducción. El ejército tiene su razón de ser en la lucha, y no en otras cuestiones que pueden ser convergentes o para las que puede ser aprovechado. No hay que engañarse a este respecto. A Ortega y Gasset, un militar excesivamente pacifista le parece como un león herbívoro. No hay que perder el concepto de la función. La institución ha sido creada con la finalidad de la lucha y no se puede decir, que tenga otra. La finalidad del ejército es la lucha por la salvación, por la seguridad y por las necesidades del Estado. Los comandos se preparan para ello, pero no todos los comandos son útiles porque han perdido sus condiciones. Con las leyes anteriores pasaban a retiro. Un jefe en estas condiciones era un hombre que se iba a su casa, cobraba su pensión pesando en esta forma sobre el presupuesto y no prestaba ningún servicio. La nueva ley contempla esto desde otro punto de vista. Ese hombre puede haber perdido sus condiciones para el comando efectivo de la tropa, para el combate; pero en el ejército no todos son combatientes, sino que muchos sirven a las fuerzas que combaten. Se trata en general, de hombres jóvenes, con buenas aptitudes. Algunos pueden ser un poco rengos, otros un poco sordos, otros pueden haber perdido sus condiciones morales y haber quedado algo apocados. Esos hombres no sirven ya para mandar a la tropa; sus condiciones intelectuales no les permiten ya ir adelante, pero pueden servir para otras actividades dentro de la institución, por ejemplo las oficinescas. Algunos están mejor en una oficina, ya sea porque les gusta más esa situación o por cualquier otra causa. Por eso motivo se han creado dos grupos: uno para mandar la tropa y otro para tareas secundarias, de tal manera que no sea necesario que un hombre a los cuarenta o cincuenta años, cuando todavía puede ser útil a la institución se vaya a su casa y no preste más servicio. Ahora pasa al grupo de servicios generales. De esta manera se aprovecha integralmente el personal que al Estado le ha costado muchos años y muchos pesos para formarlo, y se utilizarán los servicios de gente que, aún, cuando tenga edad puede seguir sirviendo al ejército, representando ello una enorme economía para el presupuesto de la Nación y una enorme economía de personal. En esta forma los retirados serán muy pocos. Es indudable que el aumento de efectivos que hemos realizado nos exige un aumento muy grande de jefes y oficiales. Con este procedimiento, nosotros podremos desenvolvernos con un número poco mayor de oficiales del que actualmente tenemos. El reclutamiento de los oficiales se hacía antes en forma un poco heterogénea. Incorporándolos al Colegio Militar, o utilizando un método más rápido arreglaremos el reclutamiento del mayor número de oficiales que actualmente necesitamos. Ascensos y retiros El régimen de los ascensos de los oficiales también se perfecciona con la nueva ley. La ley puede rejuvenecer o envejecer los cuadros del ejército. La ley Allaria envejeció los cuadros. La nueva los rejuvenecerá. En este sentido, lo único que les puedo decir acerca de cual de los dos procedimientos es el mejor, es que la guerra no ha sido nunca una actividad de viejos, que ha sido siempre una actividad de hombres jóvenes con el máximo de sus energías, de sus ideales, de sus entusiasmos y de sus posibilidades. De tal manera, que no puede haber nada más peligroso para un ejército que un cuadro envejecido. Tampoco debe ser demasiado joven. Con la ley nueva buscamos tener generales de la misma edad de los generales de los ejércitos más adelantados del mundo. Claro está que la guerra actual ha llevado un rápido progreso a los cuadros, pero ello no es lo normal para tiempos de paz. Por ejemplo tienen ustedes presente al coronel, que tiene casi la misma antigüedad que yo, pero 32 años de edad, mientras que yo tengo 50. Para un ejército normal yo ya voy a ser viejo para general. Claro está que para coronel él es demasiado joven. Pero él representa el tiempo de guerra y yo el tiempo de paz. Lo ideal es que un general tenga la edad intermedia entre la de él y la mía, es decir de 42 a 45 años. En esa forma, el Estado, que ha gastado durante treinta años en el estudio y en la formación de un hombre una gruesa suma de dinero, tendrá derecho a utilizar sus servicios cuando ha llegado al máximun de su ciencia y de su experiencia militar, por lo menos durante diez años, y no ocurrirá lo que actualmente, que tan sólo después de tres o cuatro años de haber ascendido a general tiene que pasar a retiro. El régimen de los retiros está perfectamente bien establecido. La nueva ley introduce el retiro sin derecho a haber cuando el militar en cualquier situación de revista es dado de baja. Anteriormente, cuando un militar procesado, por tratarse de un ladrón o de un bandido, no tenía más castigo que el de la privación del grado, ya que el haber seguía siendo el mismo. Nosotros hemos establecido que a esa pena moral de la pérdida del grado se le agrega la pérdida pecuniaria. El exonerado pierde su derecho a jubilación. Se trata de conseguir la mayor economía posible para el Estado, reduciendo al mínimo la cantidad de hombres efectivamente retirados del servicio. Los retirados debes seguir prestando servicios en los grupos generales. La ley orgánica de aeronáutica La ley orgánica de aeronáutica se ha redactado sobre la misma base. Nuestro país era uno de los pocos que mantenía todavía las fuerzas aéreas dentro del ejército y dentro de la marina. Dentro de la marina todavía corresponde porque casi todos los países del mundo tienen aviación de marina. Pero es necesario crear las fuerzas aéreas nacionales, porque es otro imperativo de la evolución. Nosotros hemos tardado porque teníamos una aviación un poco incipiente. Ahora vamos reforzándola poco a poco, porque es un arma en la que no se puede improvisar, porque en ella todo se hace a base de conocimientos especiales. Ahora ha llegado el momento de separarla del ejército, de modo que las fuerzas aéreas sean de tierra, mar y aire. Como la fuerza aérea es una fuerza distinta a la del ejército, tiene también su régimen distinto de éste, desde el uniforme hasta su régimen de ascensos. En la fuerza aérea los oficiales deben progresar un poco más rápidamente que en ejército porque queremos tener coroneles en plena actividad de vuelo. Conviene que los hombres que dirijan la aviación sean hombres que están en plena actividad de vuelo y no que hayan perdido hasta el recuerdo de dichas actividades en razón de su edad. Si es necesario para la lucha que los hombres de la fuerza de tierra sean jóvenes lo es mucho más en la fuerza aérea. Por esta razón esta ley, siendo muy similar a la del ejército, tiene algunas diferencias, como la de llevar al personal directivo más rápidamente a los grados superiores, y la de contemplar aspectos técnicos del arma. Aunque son dos armas distintas, son dos actividades que marchan más o menos parejas. En esta ley nos hemos apartado un poco de lo que generalmente se ha hecho. Dice Alberdi que es necesario no vestirse de prestado, porque al que lo hace no le cae muy bien la ropa. Lo mismo pasa con estas leyes. Aquí se ha seguido muchas veces el procedimiento de importar una ley. En ese sentido, ésta es más argentina. Sin embargo, como a este respecto hay poco nuevo bajo el sol, coincide con otras leyes de otros ejércitos, especialmente del norteamericano. Nosotros hemos sido un poquito más exigentes; ellos tienen una ley parecida, pero más liberal. Muchas veces están inspiradas en esos ejércitos modernos. La opinión pública suele comentar en diversas formas estas leyes. Yo les pido a los que quieren hacer comentarios sobre la nueva ley, que las estudien antes profundamente. Y les digo más todavía, vengan aquí a consultarnos, que nosotros gustosos vamos a darles fundamentos reales de cada una de las cuestiones que esta ley contempla. Cada uno de los que comentan estas cuestiones lo hacen según la impresión que reciben de acuerdo con el color del cristal con que las miran. Algunos ven las cosas fragmentariamente y enfocan tan solo un ángulo de las mismas, sacando, en consecuencia, conclusiones no del todo verídicas; pero completado el panorama general, y conocido los fundamentos de cada una de las cuestiones que resuelve esta ley, se recibirá la impresión real y verdadera de su contenido. Todos nosotros -repito- y yo mismo, estaremos dispuestos a darles toda clase de explicaciones para que esta ley pueda ser bien interpretada. La ley es breve; contiene solamente lo general. Pero hay una reglamentación precisa, amplia, que desarrolla cada uno de los puntos contemplados en ella. Si se hiciese un comentario sobre la ley, sin contemplar su reglamentación, indudablemente que si aquel fuera de detalle, sería falso, porque la ley contiene una idea general, que la reglamentación contempla en detalle, en su forma de ejecución. La ley da la intención, y la reglamentación da la forma de ejecución de esa intención. Las intenciones pueden variar de acuerdo a la forma de ejecución. Les pido su apoyo para la fiesta del Día del Reservista. Se trata de una fiesta que ya se ha incorporado decididamente a nuestras rememoraciones, y aún cuando gastemos unos pesos en propaganda queremos ser lo más económicos posible. Los diarios pueden darnos una mano poniendo a contribución su buena voluntad para propugnar estas fiestas, que son siempre expresiones de aglutinación dentro del Estado. Quiero agregarles solamente que estoy plenamente satisfecho con la terminación de este año militar. Hemos realizado una evolución aceptable y preparado para el futuro una todavía más perfecta. Cumplimos así lo que consideramos fundamental: el más alto perfeccionamiento del Ejército, no sólo en el presente sino especialmente para el futuro. Esta es la concepción: en los años venideros veremos la ejecución. Soy de los que creen que la realización está siempre por encima de la concepción. Como Ministro de Guerra no tengo más que decir. Como secretario de Trabajo y Previsión tengo algunas cosas interesantes que decir: la primera, el asunto referente al Estatuto de Peón. Considero al mismo una de las cuestiones sociales más fundamentales realizadas por la Secretaría de Trabajo y Previsión. Nos habíamos dedicado extraordinariamente a lo que era el problema de las ciudades, pero era necesario encarar también el problema del campo. La Secretaría de Trabajo ha estudiado este estatuto durante seis meses y ha hecho un estudio minucioso de la situación, realizado encuestas, viajes, reconocimientos, etcétera, en cada uno de los lugares para los cuales se fijaban condiciones de salario y trabajo. De manera que no se trata de una improvisación. Tampoco considero que hemos agotado en seis meses su estudio, porque ésta es una cuestión complicada y cuyo estudio solamente se podrá agotar en muchos años. Pero estas medidas no pueden estar esperando largos años para ser estudiadas, otros más para ser practicadas y llegar, tras nueva espera de años aún, a una ejecución perfecta. Es necesario introducir en el ambiente, diremos así, el hecho revolucionario y después, durante la marcha, emparejar la carga, como decimos en montañas. Este estatuto tiende a solucionar posiblemente uno de los problemas más fundamentales de la política social argentina. La situación del peón en el país es de extraordinario desmedro para los hombres que trabajan en el campo. La Constitución del 53 abolía la esclavitud pero lo hizo teóricamente porque no es menor la esclavitud de un hombre que en el año 44 trabaja para ganar 12, 15 ó 30 pesos por mes. Y esa es la situación del peón en el campo. Se encuentra en una situación peor que la del esclavo, porque a éste el amo tenía la obligación de guardarlo cuando viejo, hasta que se muriera; en cambio al peón, cuando está viejo e inservible le dan un chirlo como al mancarrón para que se muera en el campo o en el camino. Es una cuestión que ningún hombre que tenga sentimientos puede aceptar. Yo sé que el Estatuto del Peón ha sido, es y será resistido, pero sé también que ha sido, es y será indispensable establecerlo. No tomaremos medidas violentas para hacerlo ejecutar, pero queremos que entre esto en el ambiente de una vez y que, paulatinamente, vaya ejecutándoselo en la mejor forma posible, para que en nuestro país no exista en adelante, la vergüenza actual de que casi medio millón de hombres esté ganando menos de 40 pesos por mes, mal cobijados, mal vestidos y mal comidos. El estatuto del peón Hemos establecido la necesidad de que al peón, si se le da comida y casa se le dé buena casa y buena comida, y se le pague un salario relativamente digno para que pueda vivir y tener familia. Hoy por hoy, un millón y medio de personas que están trabajando en el campo y los alrededores de las ciudades, no pueden casarse ni tener hijos, porque como bien se lo imaginarán ustedes, nadie que gane 40 ó 12 pesos moneda nacional puede mantener la familia, aunque le den de comer y casa. Hay que fomentar los matrimonios y los nacimientos. El crecimiento vegetativo empieza a decrecer en la República Argentina, en la que sólo hay 14 millones de habitantes en una extensión de casi 3 millones de kilómetros cuadrados. ¿Y pensamos que esto lo vamos a solucionar haciendo que el séptimo hijo sea ahijado del presidente? Creo que hay que llegar a tomar medidas más reales. Hay, como digo, medio millón de peones que no pueden casarse y tener hijos y que vive, por esa misma razón, degenerando la raza. Es necesario que se les dé un régimen de vida por el que esos hombres puedan casarse, tener mujer e hijos, que es lo menos que puede pedir un mortal. Nos ocuparemos un poco menos de que el séptimo hijo sea ahijado del Presidente y un poco más de que se pague al peón en forma más humana. Estos son problemas serios, que hay que resolver con seriedad, los que forman parte de un gran margen de justicia y de humanidad. Nosotros no podemos obligarles a que lo realicen de cualquier manera. Sin embargo, la Secretaría de Trabajo y Previsión, está preparando unas instrucciones sobre la forma en que deberá irse aplicando paulatinamente el Estatuto del Peón. Pero acerca de si el Estatuto del Peón se cumplirá, les aseguro que se cumplirá. Se dice que van a despedir a los peones. Peor para ellos, yo ya tengo donde ubicarlos en mejores condiciones. Si despiden peones, veremos; y si ellos declaran la guerra, no habrá límite. Si fuera necesario, se intervendrá cada estancia. Se cumplirá pese a quien pese y cueste lo que cueste, porque es absolutamente necesario que se cumpla. Espero y anhelo que lo sea sin ninguna violencia. No exigimos que esto se cumpla en un año, en dos o en tres; que se cumpla en un año o en cinco, pero que se cumpla. Que cada uno ponga su buena voluntad para que se cumpla, porque, si no, nosotros pondremos nuestra firme voluntad para exigirlo. No puede haber un millón y medio de argentinos que sean esclavos, después de la sanción de la Constitución del 53, que abolió la esclavitud en nuestro país. Y si nuestros antepasados se hicieron matar para abolir la esclavitud, nosotros podremos empezar de nuevo la lucha para abolir la esclavitud actual. Es una cuestión humana en la que no se pueden hacer concesiones. Sin embargo, quiero que ustedes, recalquen en su información, que la Secretaría de Trabajo agotará los recursos de tolerancia para que esto se vaya cumpliendo. Dicen que no pueden hacer los tinglados; que pongan entonces una lona. Hay muchos que han contraído la tuberculosis por tener que ordeñar durante 10 años todos los días a la intemperie. Esos pobres tamberos quedan entre el estiércol y mojados durante todo el año entero; pensemos que se trate de uno de nuestros familiares, a ver si lo aceptarían. No es humano que exista un porcentaje enorme de tuberculosis porque a esos hombres se les haga ordeñar durante todo el año a la intemperie; que por lo menos, les pongan una lona. No exijo que les pongan tejas españolas ni mosaicos pero sí que ese trabajo se realice en condiciones de higiene, porque por falta de ellas también nosotros nos perjudicamos, porque nosotros también tomamos la leche. He visto sacar de los tarros la bosta con una espumadera, y es la leche que nosotros estamos tomando. La beben también nuestros niños. Es necesario, como digo, asegurar condiciones higiénicas a esa labor. Se ordeñan vacas con aftosa y en donde hay medio metro de bosta. Si es necesario, cerraremos los tambos y la leche será vendida directamente por el Estado. Por un tiempo nos la pasaremos tomando un poco menos de leche, pero esto se va a solucionar, porque no puede seguir así. Les invitaría a visitar los tambos. Les recomiendo, y les pido, que hagan constar que no desafiamos a nadie. Que tenemos la tolerancia más grande para que ello se vaya realizando poco a poco y a medida que ello pueda hacerse. Que los patrones llamen a sus peones y se pongan de acuerdo; que les digan: "Hoy no te puedo pagar 85 pesos, te pago 75, pero el año que viene ya te pagaré 85", es decir, que pongan buena voluntad, pero esto tiene que cumplirse. Yo no me explico -o me explico bien, porque conozco todo el país- que haya estancieros que no quieran pagar a los peones 80 pesos. Yo no he fijado jornales que no se puedan pagar. Para muchos señores representa tan sólo los cigarros que se fuman en una semana. Los sueldos oscilan entre 120 pesos y 65 ó 55 en algunos casos. Es lo que gana una sirvienta en Buenos Aires. Estoy seguro de que muchos de esos señores que no quieren aumentar 10, 20 ó 30 pesos a un peón, tienen aquí 8 sirvientas de las cuales no necesitan más que dos o una, y a quienes pagan más que al hombre que les está extrayendo las riquezas de sus campos. Conozco el 80% de nuestras estancias. He nacido en una estancia. Y actualmente tengo estancia, de modo que también yo debo pagar a los peones. Por lo general la estancia argentina produce, cuando mucho, el 8 o el 10% del capital invertido, son 4 alambrados, un potrero, una casa ruin, o una casa linda, para cuando va el patrón a pasar unos días, con un hermoso parque, mientras que los peones están en unos rancheríos de alrededor, entran y salen vacas. Eso es todo lo que el estanciero hace producir a su estancia. Tiene diez, cinco, dos leguas de campo para hacerlas producir una insignificancia, y eso lo puede hacer merced a que no le paga a los hombres que le trabajan. Mientras tanto el patrón está acá, muy cómodamente instalado, tira el dinero, cuando lo tira aquí, que peor es cuando lo va a tirar al extranjero. Ese señor es el intermediario de la tierra. La tierra no puede ser ya un bien de renta en nuestro país, el que tiene tierra tiene que sacarle el jugo, porque ella es la riqueza del Estado. Si seguimos tolerando esa vieja estancia criolla, que no da ni la milésima parte de lo que la tierra debe dar, nos vamos a empobrecer en el futuro. La tierra no puede seguir siendo de ese señor, que la ha heredado y no la hace rendir; el que no sea capaz de hacerla rendir que se deshaga de ella, y que haga casas aquí, en la ciudad, y viva de las rentas que ellas le produzcan. Pero la tierra, dado el aumento de población y de riqueza, tiene que rendir. El que no sea capaz de conseguirlo que la venda. Si tengo un auto y no sé manejarlo y no tengo chofer tendré que venderlo. Lo mismo debe suceder con la tierra. No es agradable para el que tiene tierra, pero es muy agradable para el que no la tiene. El día en que pueda ponerse la tierra al alcance de la gente se solucionará el problema. Buenos Aires no va a tener 3 millones de habitantes, pero hasta muchos de nosotros, si se nos dieran oportunidades, iríamos a trabajar la tierra. Son problemas que hay que encararlos y resolverlos en general. La cuestiones ferroviarias Como secretario de Trabajo y Previsión, estoy encantado con la solución de las cuestiones ferroviarias. Hemos cedido en todo lo que era posible ceder a las empresas, sin perjuicio para el Estado. Y ellas, inteligentemente, lo han entendido así y han buscado satisfacer sus necesidades en todo sentido, sin perjudicar al Estado. Hemos cedido en algunas mejoras financieras, pero en ninguna que represente un privilegio para el futuro. En ese sentido tengo hasta que agradecer a Mr. Eddy, como ya lo he hecho constar, y a las mismas compañías inglesas, que se han portado muy bien. La cuestión del pan Otro asunto es el del pan, o más bien dicho, de los panaderos. Hay algunos diarios, como "La Razón", a los que no les gusta el asunto de los panaderos. En cambio, los patronos panaderos y obreros están todos contentos con lo que se ha hecho. Hay compañías de panaderos, que son monopolios del pan, que no están conformes, pero nosotros no podemos, para favorecer a monopolios, perjudicar a las masas de la población que trabaja en las panaderías, y, como es lógico, no se pudieron poner de acuerdo. Estas cosas se arreglan como mejor conviene al conjunto. Los obreros pedían mucho más, y algunos patronos pedían mucho menos; se cortó por el medio y se dio la mitad a cada uno. Los obreros pedían tasa y horario, los patrones pedían horario. Nosotros establecimos la tasa, porque también gran cantidad de patronos estaban de acuerdo con ella. Ha sido un arreglo perfectamente lógico. Se argumenta que aumentó el precio del pan. En realidad han aumentado los "felipes". Eso no importa que se aumente. ¿Que me importa que cuando voy a comer a un restaurante de lujo se me cobre 10 centavos más si voy a dejar 3 pesos de propina? Lo que se quiere asegurar es que el precio del pan que come el obrero, el de una pieza, no pase de 20 centavos. Dicen que los panaderos no fabrican los panes grandes. Ya he tomado las medidas necesarias. Les va a costar caro los "felipes" y "serafines", porque me voy a llenar de plata con las multas que les voy a aplicar. Ellos han llegado a un acuerdo conmigo y tienen que cumplirlo. Si han firmado de mutuo acuerdo ¿por qué hacen eso? Reintegración de los militares a sus funciones específicas Finalmente -concluye la versión oficial- el coronel Perón reiteró expresiones ya conocidas en el sentido de que paulatinamente, de acuerdo con las necesidades del desenvolvimiento de la Administración, los oficiales del ejército se reintegrarían a sus funciones específicas ..............
1945-01-27
Declaraciones a periodistas sobre asuntos vinculados al Ministerio de Guerra y a la Secretaría de Trabajo y Previsión
Hemos empezado el año militar con lo que consideramos fundamental: poner toda nuestra mayor preocupación en el perfeccionamiento de los comandos y de las tropas, como asimismo, todo lo que se refiere a la parte orgánica del ejército: reagrupamientos, completamiento de unidades que no lo estaban, de manera de terminar en este año totalmente la organización y estructuración del nuevo ejército, y colocar todos los comandos disponibles en sus puestos, para que no quede afuera de los cuarteles ningún personal útil para la instrucción y para el trabajo en los mismos. Se han realizado ya pases y nombramientos en forma casi total. Quedan solamente muy pocas personas fuera del ejército. En El Palomar, en el Colegio Militar, se realizó una reunión en la que yo personalmente he dado las directivas generales para la instrucción de las tropas, dando también los puntos de vista para el trabajo de este año en forma de alcanzar dentro del ejército lo que se llama la Escuela de Regimiento. La Escuela de Regimiento consiste en preparar dentro de cada unidad una metodología de trabajo que permita hacer de cada unidad del ejército una verdadera escuela de instrucción y preparación para la guerra. Ella se realiza organizando, diremos así, la escuela para la preparación de los jefes y oficiales para la instrucción y conducción de las tropas. Lo mismo para los suboficiales, que representan los pequeños comandos. Además de ello, se tiene en cuenta la preparación -diremos así- de todo lo que se refiere a la tropa. Realizando esto se inicia un trabajo intensivo para todos los componentes de cada unidad. A esa nosotros llamamos la Escuela de Regimiento, porque el regimiento es en realidad la unidad táctica general para el empleo del ejército en la guerra. Esa Escuela de Regimiento necesita de buenos comandos, por lo que ha sido necesario seleccionados y llevar al comando de tropas a los mejores jefes que tenemos. La Secretaría de Aeronáutica Otra novedad es la creación de la Secretaría de Aeronáutica. La Secretaría viene a ser la culminación orgánica de un largo programa de las fuerzas aéreas argentinas. En casi todas las partes del mundo se ha seguido el mismo proceso orgánico de estructuración de las fuerzas aéreas; formar primeramente una aviación del Ejército y otra de la Armada. Es indudable que la guerra ha puesto en evidencia la necesidad de dar preponderancia extraordinaria a los elementos aéreos. Ello nos ha conducido a llevar -diremos así- el centro de la evolución en la organización a las fuerzas aéreas, por lo que ha querido dárseles la independencia que necesitan para prosperar, para desenvolverse, para organizarse y para trabajar en forma más eficiente. La creación de esta Secretaría implica la separación bien clara entre las fuerzas de tierra, las fuerzas de mar y las de aire. Ello permitirá a la aviación desenvolverse con un criterio absolutamente aeronáutico independizándola y dándole los medios necesarios para que alcance las conquistas que nuestra industria y que nuestros medios pueden brindarle por el momento. En poco tiempo hemos dado a la aviación un incremento mucho mayor del que se le había dado en muchos años, lo que robustece mi fe. Todo lo que pueda organizarse se está organizando. Posiblemente, la terminación de la guerra nos ponga en manos de elementos más perfeccionados y en mayor número, lo que nos permitirá montar rápidamente una fuerza aérea civil y militar bien preparada. Ya tenemos la Escuela de Aviación, de la que este año han salido cincuenta y tres aviadores, y de la que obtendremos paulatinamente el elemento necesario para la formación de los futuros cuadros de la aeronáutica nacional. Se ha dado también gran incremento al vuelo sin motor, que es el que va formando conciencia de vuelo y que va adaptando desde jóvenes a los hombres al aire. Todo eso ha tenido un éxito extraordinario en el país. Se han organizado ya las tres etapas fundamentales para formar la conciencia aérea: primera, el aeromodelismo para los chicos, los que comienzan así a penetrar las leyes de la aerodinámica; segunda, el vuelo sin motor, cuando son mayores que es un entretenimiento deportivo que va adaptando al hombre al nuevo medio; y finalmente, vienen las fuerzas aéreas que son las que culminan toda esta preparación. Es difícil adaptar al hombre adulto directamente al medio que no le es común: el aire. Así como los mejores esgrimistas son los que se dedican a este deporte desde niños, los mejores aviadores son los que desde temprana edad se dedican a este deporte, ya que la actividad del aire tiene siempre algo deportivo. Todo esto está ya realizado y ahora es solamente cuestión de tiempo. Hasta ahora esto no se había hecho en el país; desgraciadamente hemos perdido muchos años. Yo había visto en Europa como preparaban desde niños a los futuros componentes de las fuerzas aéreas. Nosotros deberemos ir formando desde ahora, no sólo a los hombres necesarios para la aviación de guerra, sino también los pilotos necesarios para las líneas aéreas comerciales que recorrerán todo el país. En un país como el nuestro, tan dilatado, tan extenso y tan despoblado, las líneas aéreas serán sin duda el transporte rápido del porvenir y cada día tendrán mayor importancia. Como digo, deberemos formar los hombres necesarios para la aviación de guerra y además una gran cantidad de pilotos para nuestras líneas aéreas para llenar las necesidades de nuestra aviación de cabotaje y aún internacional. Claro está que sobre esto último se está siempre atado a las convenciones internacionales. La Secretaría de Aeronáutica contempla los tres aspectos de la aviación: la de guerra, la comercial y la deportiva. Por ello la creación de esta Secretaría tiene una gran importancia y estimo que ella va a dar un nuevo impulso a todas las actividades aéreas. Los ascensos Hemos puesto en ejecución ya la nueva ley de ascensos. Los ascensos producidos corresponden a la nueva ley. Ya han salido los correspondientes a los oficiales hasta teniente coronel exclusive, y dentro de la próxima semana saldrán los correspondientes a los grados superiores de teniente coronel a coronel y general. La incorporación de los conscriptos Las actividades del Ministerio de Guerra marchan perfectamente bien. Hemos incorporado ya más de la mitad de los efectivos, y esta operación se va realizando sin ningún inconveniente en toda la República. Los contingentes que vienen son bastantes buenos. Se nota un aumento en la población; las clases van siendo un poco más numerosas. Ya se está dando instrucción a los incorporados, pero la instrucción regular comenzará del 1º al 15 de febrero, en todas las unidades, y se hará de manera tal de alcanzar el mayor grado de eficiencia en el menor tiempo posible. Una huelga fracasas Hay un hecho saliente -prosiguió el coronel Perón- relacionado con la materia de la Secretaría de Trabajo y Previsión. El Congreso de Trabajadores de la América Latina, reunido en Cali, Colombia, había decretado una huelga de carácter simbólico, en apoyo de "los trabajadores oprimidos en la Argentina". Afortunadamente, esa huelga se ha producido en algunas partes, menos en la Argentina: nuestros trabajadores no han tenido interés en la operación. El simbolismo de ese movimiento es bien conocido. Sabemos cual es la orientación y la ideología de los hombres que han concurrido a Cali. Sabemos también quienes son los representantes argentinos que han ido allí; los conoce el país y los conocen especialmente los obreros. Son hombres que están totalmente descalificados frente a nuestros obreros. El solo hecho de que hayan renunciado a ser representantes de la Argentina ha producido pésima impresión en nuestros sindicatos obreros. Son hombres sin ningún prestigio ni arraigo en las masas obreras y esa es la causa fundamental de que no haya tenido repercusión una cuestión de solidaridad traída de los cabellos que nadie pedía ni necesitaba. La respuesta elocuente y rotunda que se ha dado aquí se pone en evidencia con los datos suministrados por la policía y con los recogidos por la Secretaría de Trabajo y Previsión. Aquí no se ha detenido ninguna actividad el día 25. Los gremios más numerosos o de una representación cualitativa más importante se han mantenido ajenos a todo intento negativo. Lo demuestran las siguientes cifras: De 35.781 metalúrgicos, sólo 34 faltaron al trabajo sin causa justificada. Probablemente se adhirieron al paro esos 34. De 22.699 trabajadores de la construcción, solamente 69 faltaron a sus tareas sin causa justificada, y de 45.230 textiles, sólo 26 faltaron a sus obligaciones sin causa justificada. Estos son datos de la policía, que coinciden totalmente con los datos de la Secretaría de Trabajo. La proporción de inasistencias que ellos reflejan carece para nosotros de toda significación. Es una enorme satisfacción para la Secretaría de Trabajo comprobar que esto se haya producido así, porque eso da la medida del grado de consecuencia de los obreros en general con la Secretaría, a través de sus organizaciones sindicales. Existe una huelga pendiente en un frigorífico, pero en los demás frigoríficos se concurre normalmente al trabajo y los mismos obreros reconocen que esa huelga es injusta y repudian totalmente el movimiento que los ha obligado a parar actividades unos cuantos días. Es explicable, pues, que yo, que como secretario de Trabajo y Previsión he trabajado en estas cosas con verdadero amor, que siento verdadero cariño por la clase trabajadora -no de palabra, sino de sentimientos-, sienta una extraordinaria satisfacción al comprobar esta consecuencia de la clase trabajadora para con la Secretaría de Trabajo y Previsión. Los problemas obreros Cuando me dicen a mí: "tenga cuidado con los obreros...", siempre he respondido: "no creo". Y estos hechos van reafirmando que quien tenía razón era yo y no esos consejeros ocasionales que decían: "No afloje mucho a los obreros". Nadie "afloja" nada. Se ha de cumplir honestamente con lo que uno cree que es justo dar a los hombres y ayudarlos en lo que uno considera deba hacerlo. He recibido en ese sentido enormes satisfacciones. Todos los sindicatos han concurrido entre el 20 y el 24 a la Secretaría de Trabajo para anunciar que en sus gremios no pararía absolutamente nadie. Estamos en absoluto apoyo, dijeron, de la Secretaría de Trabajo, que consideramos nuestra casa. Esas manifestaciones tienen un doble valor. Primeramente, indican que las organizaciones obedecen a sus dirigentes, es decir, que las organizaciones obreras van siendo cada día más serias y se va afirmando la disciplina gremial, que yo considero la base de la organización y del movimiento social del país. Ello me autoriza a pensar que no estoy en error cuando hace años vengo propugnando por la necesidad de que las organizaciones obreras sean serias y bien dirigidas. Las masas obreras más peligrosas son las inorgánicas, porque pueden ser instrumento de cualquier "vivo" con pasta de caudillo que se coloque a su frente para hacerles hacer cualquier disparate. Felizmente, dentro de las masas obreras argentinas, la organización seria, con dirigentes responsables se va imponiendo en todos los órdenes, a fin de asegurar el bienestar de los propios compañeros y para actuar también con seriedad frente a los patrones y sus organizaciones. Los señores que temen tanto al sindicalismo y a la formación de grandes agrupaciones obreras bien organizadas, dirigidas y unidas, pueden desechar desde ya sus temores. Nada hay que temer de la organización; debe temerse de las desorganizaciones. Estas son peligrosas. Ese es el primer aspecto del extraordinario significado del paro realizado el día 25. El segundo aspecto es el del apoyo incondicional de los obreros a la Secretaría de Trabajo y Previsión. Ese organismo ha sido creado pensando muy especialmente en el bienestar de los obreros. En ese sentido se recogen en nuestra casa enormes satisfacciones. Los obreros la consideran como una verdadera casa de ellos. Y hay casos notables. Cuando algún ordenanza o algún empleado comete cualquier pequeña incorrección, los mismos obreros se encargan de observarles y sugerirles que modifiquen su actitud. Esos detalles reflejan que los obreros sienten ya cariño por nuestra casa y que la consideran como si fuera de ellos. Este es el corolario de la enorme satisfacción que hemos recibido. Sin temor a equivocarnos, podemos decir que hoy, desde Jujuy a Tierra del Fuego y desde Buenos Aires a Mendoza la Secretaría de Trabajo y Previsión, sin coerciones y sin violencias de ninguna naturaleza, puede orientar, dirigir y conducir, las grandes masas de trabajadores argentinos y cada día que pasa lo iremos haciendo en forma más perfecta, porque diariamente se va reforzando la disciplina sindical. Sin disciplina sindical las masas son imposibles de manejar. Espero pues, que la Secretaría siga siempre con este espíritu. Sé que hay algunos que no creen, desgraciadamente, en la distribución de justicia; no siempre se puede dejar a ambas partes contentas. Nos queda, sin embargo, la satisfacción de decir que conseguimos este resultado porque no hemos cometido jamás injusticia alguna, ni nos hemos prestado a medida alguna que no estuviera guardada dentro de la más rígida justicia. Podrán decir cualquier cosa, pero que no somos honrados y que no trabajamos día y noche para satisfacer necesidades obreras, eso no lo podrá decir nadie. Cualquier otra cosa que digan no nos interesa. Las medidas y la forma de la acción pueden tener pequeños defectos, pero el fondo está perfectamente inspirado. Los hombres de la Secretaría de Trabajo y Previsión, trabajan dentro de esas normas, cuando alguien no lo hace así, no dura mucho en la casa. Plan de acción para 1945 En el año que se inicia, la Secretaría tiene una nueva etapa a cumplir. Estamos terminando ya, las cuestiones correspondientes al ciclo del año 1944. Corresponde ahora iniciar el ciclo del año 1945. No sé si ustedes tienen los gráficos de la organización de la Secretaría de Trabajo y Previsión, con el detalle de sus objetivos a largo plazo. Se ha estructurado ya el Consejo Superior de la Vivienda. Hemos pasado un año realizando obra de experimentación. Hemos construido pequeños grupos de casas para obreros en casi todo el país, sobre todo en las zonas donde la vivienda es más deficiente -Córdoba, Santa Fe, Corrientes, Chaco, La Pampa, Capital Federal-, y estamos experimentando distintos tipos de casas, pues no queremos equivocarnos acerca del tipo más conveniente. Instalado ya el Consejo, que es una organización autárquica, dirigida por hombres capaces, se comenzará a llevar a la práctica un plan de veinte años con una inversión de 4.000 millones de pesos. Los planes deben tener carácter integral; los que tienen carácter parcial, estructurados para corto plazo, generalmente no resultan. Los planes de construcción de viviendas para obreros deben se amplios y escalonados a través de un largo plazo. Así ese plan lo comenzaremos a poner en práctica con una emisión de doscientos millones de pesos al año, de manera que al cabo de diez años la obra realizada habrá cambiado por completo el aspecto de la vivienda en todo el territorio del país. Se dará una primera batalla contra los conventillos y los ranchos sucios de algunas regiones del país. Después de esa primera acción, que será fuerte y rápida, se extenderá la construcción de viviendas. Para cumplir esa tarea se ha estructurado previamente un plan basado en la estadigrafía de que disponemos. Los censos escolares realizados con anterioridad, han permitido decir en qué provincias y en qué regiones de cada provincia, la vivienda es más deficiente, y hemos establecido entonces, porcentajes de fondos disponibles en relación a los resultados de esos censos. Es sabido que esos censos han exteriorizado que en muchos casos habitan en una sola pieza diez, doce y quince personas de ambos sexos y de toda edad. De manera que los centros de gravedad de nuestro plan, tendrán que incidir sobre los lugares donde es más deficiente la vivienda. El Código del Trabajo Igualmente, este año, vamos a completar la codificación del derecho del trabajo. En esa codificación se establecerán ya claramente formas básicas para las comisiones paritarias, contratos de trabajo etcétera, así como los estatutos para las organizaciones sindicales patronales y obreras, en forma de estructurar una organización que nos permita accionar con más racionalidad que hasta ahora. Nosotros hemos recibido un organismo, el Departamento Nacional del Trabajo, que era totalmente insuficiente para las necesidades y que tenía una falsa orientación en sus funciones. Hemos construido un instrumento que ha actuado muy bien en su primer año de trabajo. Durante la marcha hemos debido ajustarlo de acuerdo a las necesidades. Si hubiéramos tratado de organizarlo en un año, para accionar después, nada hubiéramos hecho. No soy partidario de las largas organizaciones. Las organizaciones deben obedecer a la combinación armónica del medio ideal y del medio real. Hay que organizar lo indispensable para poner en ejecución; durante la marcha debe irse luego perfeccionando y montando la propia organización, de acuerdo a las necesidades empíricas del trabajo que realiza. Así lo hemos hecho con la Secretaría de Trabajo y Previsión y creo que no lo hemos hecho mal. No lo hemos hecho en forma excelente, pero tampoco en forma deficiente. Los resultados están a la vista. Dialogo con los periodistas Coronel Perón.- Si algunos de ustedes desea formular alguna pregunta....... Un periodista.- ¿Me permite, Coronel? En el mercado de Abasto se trabaja veinticuatro horas. Allí la gente está muy esperanzada en que le fijen un horario, clausurando el mercado durante ciertas horas. Coronel Perón.- Una de las primeras cuestiones que me presentaron en la Secretaría de Trabajo fue el régimen de labor en los mercados. Esa es una cuestión "sui generis" que tienen que arreglarla los trabajadores con los patrones. La Secretaría de Trabajo no puede promover esos problemas parciales cuando tiene enormes problemas generales a su consideración. Si ellos promueven la cuestión y llegan a la Secretaría de Trabajo, nosotros nos abocaremos inmediatamente al estudio del problema para resolverlo de alguna manera. El problema es muy difícil. Si se establecieran turnos, haciendo trabajar medios turnos, se encarecerían todas las funciones del mercado y subirían los artículos de primera necesidad. Y en todo lo que se refiere a artículos de primera necesidad hay que andar con pié de plomo, porque cualquier medida, de cualquier orden que sea que encarezca los artículos de primera necesidad hay que evitarla. Si se trata de artículos suntuarios el problema sería distinto. Porque quien quiera compra un artículo de lujo, que lo pague. Pero, repito, cuando se trata de artículos vitalmente necesarios hay que ir con mucho cuidado. En este mundo, algunos tienen que perjudicarse un poco para beneficiar a muchos. Esa es nuestra doctrina. El sacrificio de uno que sirve para diez, no es sacrificio: es un honor. Un periodista.- El problema del encarecimiento de la vida ¿puede estar relacionado con la Secretaría de Trabajo? Porque los artículos de primera necesidad, según mi madre, están un poco caros. Esa es la verdad. Sobre todo en las ferias. Es un problema fundamental de la Capital. Coronel Perón.- Creo que es debido a la especulación. Y le diré como se puede conocer. Es necesario conocer los costos de producción, de los artículos de primera necesidad, bien sean para comer, vestir o útiles de cualquier orden. Hay gente que cree que artículos de primera necesidad son la carne y el pan. Hay un sinnúmero de artículos de esa naturaleza. Habría que calcular perfectamente bien los costos de producción, calcular los intermediarios, reduciéndolos al mínimo posible para asegurar la circulación y la comercialización. Ese sería el proceso para buscar la solución de este problema. En nuestro país los costos de producción aún no se han calculado. Me refiero a los artículos de primera necesidad. Los comerciantes también deben someterse a la ley del pequeño sacrificio, porque el que vende carne no puede pretender ganar lo mismo que el que vende ciertas prendas de vestir, por ejemplo, que pueden dejar un mayor margen de ganancia. El comerciante debe saber que hay que sacrificarse lo suficiente para no perjudicar a sus semejantes. Los costos de producción se conocen por medio de las estadísticas. Por aquí no existen estadísticas de ninguna clase y las que hay son en su mayoría inexactas. Esa es la realidad desgraciada. Un país no se puede gobernar si no existen los datos estadigráficos necesarios como para saber donde se tienen, como se tienen y como se venden esos artículos. La Secretaría de Trabajo fue la primera que notó en los hechos -teóricamente se sabía hace mucho- a que ha obedecido la falta de estadísticas y de censos. A insinuación de esta Secretaría se creó el Consejo Superior de Censos y Estadísticas de la Nación. Ellos realizarán el trabajo necesario para que nosotros tengamos una visión integral de la estadigrafía nacional. Algunos miran el panorama estadigráfico por un agujerito; hay que tener un panorama abierto, amplio. Es necesario establecer la línea de la vida debajo de la cual el hombre pierde salud y sobre la cual también la pierde pero por exceso. Esa es la base para establecer precios, salarios, etcétera. Si nosotros tuviésemos hoy esos datos, podríamos evitar enérgicamente la especulación; pero no podemos evitarla totalmente, porque simplemente no poseemos esos datos. Les diré lo que sucede, por ejemplo, con un artículo: las camisetas. Antes se usaban de hilo; ahora en cambio, de algodón. Cuestan lo mismo que las de hilo. Como si el algodón que viene del Chaco, hubiera subido. Ahora valen seis veces más. Antes costaban dos pesos, ahora ocho. La explicación se la doy con un dato: conozco una fábrica textil instalada en el año 1940 con un capital del 600.000 pesos, que cerró el ejercicio del año 1943 con un capital de siete millones y medio de pesos. Mienten quienes dicen que hay mayores gabelas. Los impuestos del año 45 son los mismos que los del año 39. Hay, sí, uno por mil de aumento natural, y un 999 por mil de aumento especulativo. Eso es lo que yo creo. Podría citar casos de fábricas textiles que con un capital que no alcanza a ocho millones de pesos, han obtenido en un sólo año, ocho millones de beneficio. El industrial que cito me discutía un día un aumento de veinte centavos por hora para sus obreros. Argumentaba que si hacía efectivo ese aumento, tendría que encarecer la mercadería. Le respondí que lo que él quería era obtener una ganancia de 16 millones. Así no se hace patria. Un periodista.- La ley 12.521 sería muy adecuada para contener los avances especulativos. ¿Por que no se aplica, cuando está tan idealmente hecha? Coronel Perón.- No es la ley lo que nosotros objetamos. En el país tenemos 56.000 industriales, y para poder comprobar por qué el industrial viola la ley, a veces con una filigrana admirable, deberíamos tener un inspector que no se vendiese en cada fábrica, lo que implicaría 56.000 inspectores honrados, difíciles de encontrar por dos razones: por el gasto que demandarían sus sueldos y por su honradez. La ley es espléndida, pero al igual que la 11.729, parecen estar hechas para que no se pueda cumplir. Cuando fui a la Secretaría de Trabajo -y esto lo relato siempre- me encontré con un abogado joven que me preguntó cual era la ley social más importante para poner en práctica en nuestro país. Y yo le respondí: "una que haga cumplir la mitad de las que existen". ¿Se cumple la ley 11.729? ¿Se dan los días de descanso anual que ella determina? Nosotros tuvimos que dictar un decreto porque no siempre se cumple. La hicieron para que no se cumpliera; es una ley demagógica. Ella determina el número de días de descanso. ¿Que pasa cuando no se dan? Se recurre a la justicia; el obrero se sacrifica un año, pierde unos pesos, y cuando falla el pleito se le dice: a usted le deben tantos días. Pero no se los dan, porque la ley no tiene sanciones. ¿Que pena se le aplica al patrón que no da esos días de vacaciones? La única, el dictamen de la justicia: usted tiene razón, le corresponde tantos días. La ley así no es suficiente. En nuestro país no existe una conciencia legal. La ley debe ser coercitiva; la sanción debe ir junto con la ley. En Inglaterra no se escriben y se cumplen; aquí se escriben y no se cumplen. Hay que formar, repito, una conciencia legal. Un periodista.- La ley tiene sanción....... Coronel Perón.- Se lleva doble contabilidad. Nadie ignora que en nuestro país, a fin de evitar el impuesto a los réditos y para justificar la especulación, muchos establecimientos llevan doble contabilidad. Si se cae de improviso a un establecimiento es fácil comprobar lo que digo. Pero difícil hacerlo en 56.000 establecimientos. Un periodista.- En principio la ley es muy buena, y la prueba la tenemos en que se contuvo la especulación. Pero lo que ocurrió es que las sanciones que se aplicaron fueron dejadas por ahí, guardadas, con el objeto de hacerlas prescribir. De modo que el único argumento valedero, las multas, quedó sin efecto. La ley es buena siempre que su aplicación sea correcta. Coronel Perón.- Ahora es muy difícil. Hemos estudiado bien ese punto. La ley inicialmente se cumplió. Cuando la ley viene con sanciones detrás la gente se pone de pié y la cumple, pero cuando pasan seis meses o un año, ya no se le hace caso si se encuentra el camino para rodearla. Las sanciones, como ustedes dicen, no se aplican, y entonces cae en el desprestigio. Un periodista.- Lo que no la hizo cumplir fue el largo trámite dado a las actuaciones. Pero ahora la organización que tiene la Secretaría de Industria y Comercio permite su aplicación directa, sin esperas, sin el trámite del Ministerio de Agricultura, que era donde se detenían todas las cosas. Creo que puede volver a reivindicarse. Coronel Perón.- Nosotros hemos aplicado multas hasta de 10.000 pesos, cosa que no dice la ley. Los especuladores ganaban un millón de pesos y pagaban 10.000 como multa. De esta suerte hemos cobrado varios millones de pesos. La Secretaría de Industria y Comercio vive con el presupuesto de las multas. Pero eso no es el procedimiento; la gente debe cumplir la ley y no pagar la multa. Hemos dictado un decreto estableciendo precios máximos para cada artículo. Todo es inútil cuando hay resistencia, cuando hay sabotaje, cuando hay intención de no cumplir. La especulación se termina de otra manera. La doctrina es simple y la he establecido desde el primer día: cuando los precios suben económicamente, es decir, naturalmente, no hay otro remedio que aumentar los salarios para que la gente puede vivir. Es una cuestión lógica. Si los precios suben artificialmente, hay que bajarlos. Es lo que yo creo que hay que hacer ahora. Aquí no se justifica la inflación sino en forma muy reducida. Lo demás es especulación. Bastaría ir a Impuesto a los Réditos a pedir una documentación. Hay un caso notable de un señor que por disolución de firma le habían entregado como beneficio del año anterior dos millones de pesos, y que hizo un juicio al socio arguyendo de que se lo habían entregado dos millones de pesos, pero que los beneficios alcanzaban a cuatro. Es una lucha tremenda. Industria y Comercio está trabajando de firme y se van a conseguir resultados. Industria y Comercio no tiene debilidades. ...........
1945-01-27
En un acto de adhesión al gobierno organizado por los ferroviarios de Villa Lynch
Señores: Llego a la casa de los ferroviarios como a la mía propia. Profeso por ellos un profundo reconocimiento porque soy un convencido de que muchos de los éxitos obtenidos por la Secretaría de Trabajo y Previsión, se deben, precisamente, a los obreros del riel. La Revolución del 4 de Junio va cumpliendo los ciclos programados anticipadamente. El ejército debía realizar el movimiento, luego entregar la bandera de la revolución al pueblo y retornar a los cuarteles dejando que el pueblo terminase la obra iniciada por el ejército. Tales ciclos se van cumpliendo perfectamente y el pueblo, en su expresión más noble, la de los trabajadores, comienza a hacer suya la revolución. Las conquistas alcanzadas por el pueblo marcan una época en la historia de la República, una era en la que termina el predominio absoluto del capitalismo. Pensamos que en adelante, el poder político tendrá que organizarse en forma tal que sea el Estado quien evite que las fuerzas del capital y el trabajo entren en conflicto, asegurando la armonía que deberá regir las relaciones de ambos, y por sobre todo, con la finalidad de asegurar una vida digna a los trabajadores y un equitativo beneficio para los capitalistas. Es para mí doblemente grato hallarme en este local de ferroviarios acompañado de mi dilecto amigo el doctor Bramuglia, a cuyo talento se debe gran parte de la obra realizada por la Secretaría de Trabajo, especialmente en su aspecto más importante: el de la previsión social, para cuya implantación se han echado las bases de una futura estructuración que ha de llevar la tranquilidad a muchos hombres envejecidos en el trabajo o disminuidos en su capacidad. Constituía una de las aspiraciones más fundamentales contenidas en el programa revolucionario la de llevar a las posiciones públicas a hombres de trabajo y de talento, poseedores de la virtud indispensable que debe ostentar todo gobernante. El doctor Bramuglia, interventor de la provincia de Buenos Aires, es uno de los nuestros por su modestia, virtud y talento. Es por este camino que la Revolución ha de llevar al país a una verdadera democracia ejercida de corazón y no con palabras. Siempre me siento feliz al hallarme entre los trabajadores porque ellos son los que elaboran y producen, y en nuestro país, en el futuro, no ha de haber lugar para aquel que consume sin producir. En esta obra social nuestra debemos vencer grandes obstáculos porque los intereses creados son poderosos, aunque más poderosa habrá de ser nuestra voluntad y nuestra decisión para vencerlos. En nombre de los funcionarios a quienes ustedes han querido honrar, y en el mío propio, agradezco este recuerdo muy grato para mi corazón de argentino por provenir de hombres sencillos y sin ambiciones y de quienes he tenido siempre un elevado concepto, aun en los momentos en que se me recomendaba prudencia en mis relaciones con ellos, precisamente, porque me han inspirado siempre un gran respeto por su dignidad. La Secretaría de Trabajo ha vivido ayer su día más feliz al comprobar que los trabajadores habían respondido íntegramente a sus deseos desde el momento que no habíamos pedido nada injusto. Solamente aspiramos a que, como nosotros, piensen sin egoísmo y sin injusticias. Agradezco esta prueba de entendimiento y de colaboración y pueden estar seguros de que no he de abandonar nunca la causa de los trabajadores. A los gobernantes se nos proponen a menudo cosas excesivamente curiosas. Yo sé de esas proposiciones. Pero he de seguir respondiendo con dignidad porque no deseo enriquecerme, ya que cuento con lo suficiente para vivir modestamente y mi felicidad descansa, no en lo que se puede ambicionar inútilmente, sino en lo esencial para llevar una vida tranquila y digna. He tenido una fe inquebrantable en los obreros del riel y les pido que la fe que sientan por nosotros sea también inquebrantable. Empeño mi palabra de argentino que, si algún día no puedo cumplir con justicia con ustedes, seré el primero en confesarles la verdad de los hechos. .............................................
1945-01-29
En el acto en que se firmó el convenio colectivo del trabajo marítimo :
Señores: Es este sin duda uno de los actos más trascendentales que se hayan realizado dentro de la concepción de las nuevas formas sociales que nosotros tratamos de establecer en el país. Como en todas las cosas de la vida, hay dos caminos para llegar a las soluciones de los problemas del trabajo: el ideal, hecho a base de doctrina y de teoría; y el real, hecho a base de empirismo puro, en la efectiva satisfacción de las necesidades de la vida. Dentro de este orden de ideas, hace ya muchos años que en nuestro país se ha escrito un código de trabajo que ha sido tan poco leído como casi absolutamente nada practicado. Esa concepción ideal ha fracasado lamentablemente en nuestro país; y nosotros iniciamos el otro camino: considerando empíricamente los problemas en una mesa tradicional, buscamos de establecer las verdaderas bases de una futura codificación del trabajo. Este plan de acción fue anunciado por mí en los primeros días en que se puso en marcha la Secretaría de Trabajo, con una nueva concepción social. Dije que elaboraríamos tantos convenios colectivos como fuese necesario para echar las bases reales del código de trabajo. En un año hemos formalizado casi 900 convenios colectivos, estructurando así sobre la realidad las condiciones del trabajo argentino. Dije hace un año que en la concertación de los convenios colectivos intervendrían los tres elementos fundamentales interesados en ellos: los obreros, los patrones y el Estado. Pero ningún otro elemento interviene puesto que a nadie más interesa que a aquellos tres sectores la dilucidación de los problemas que el trabajo plantea. La Secretaría de Trabajo podrá ser tildada de cualquier cosa, pero nunca podrá decirse que no haya procedido con absoluta honradez y con entera justicia. No hemos estado jamás detrás de una causa mala y no estaríamos jamás detrás de ningún interés. Esta afirmación debe constituir la absoluta garantía que sirva para establecer esas bases de la futura codificación del trabajo en nuestro país. Siento una intensa satisfacción al comprobar que después de un año de actuación, hemos reemplazado a las huelgas y a las luchas entre el capital y el trabajo, por la cooperación y la colaboración entre patrones, obreros y el Estado. Pensamos que esta concepción tan vieja en el mundo en la teoría y tan reciente en su aplicación práctica, no puede producir sino beneficios para el que trabaja con sus músculos, para el que expone su capital y para el que tutela los bienes superiores del Estado. Creemos que de esta combinación de buena voluntad y de tolerancia mutua ha de nacer esa cooperación integral dentro del país que tienda a que cada uno, rico o pobre, sabio o ignorante, poderoso o humilde, obtenga el mayor coeficiente de felicidad material, de desprendimiento y de amor a los semejantes. Esa bondad debe ser llevada dentro del país a los límites más extremos, ya que tenemos la suerte de vivir catorce millones de almas en casi tres millones de kilómetros cuadrados. Téngase presente que la felicidad del mundo está ligada muy estrechamente a esa relación de lo que se puede extraer a la tierra y de lo que el hombre necesita consumir para ser feliz y disfrutar de la vida. Agradezco profundamente la buena voluntad que han puesto en evidencia los señores armadores juntando un poco su corazón con el de los hombres que desafiando los temporales y pasando penurias y necesidades en sus largos viajes por los ríos argentinos, elaboran también la grandeza de la nación. Del mismo modo agradezco a los obreros su buena disposición para llevar a feliz término las negociaciones con sus patrones. Refiriéndome a la unidad de los obreros marítimos, he de decir que yo soy uno de los hombres que he bregado desde el primer momento por la absoluta unificación de todos los gremios. Las masas humanas necesitan de la organización, pues la masa inorgánica se perjudica a sí misma y puede ser vehículo de anacronismos sociales e instrumento de hombres sin conciencia que la lleva a embanderarse en causas que no benefician ni a los trabajadores ni al país. Por eso uno mi palabra a la del representante de la Federación Obrera Marítima para instar a los trabajadores del gremio a que se unan. Solamente así, realizarán la verdadera hermandad que debe existir entre hombres del mismo oficio, y solamente así también tendrán esa fuerza de aglutinación que los haga respetables en sus aspiraciones. .................
1945-02-20
En la reunión plenaria de la comisión que estudia el Estatuto del Operador Radiotelegráfico
Agradezco profundamente este hermoso recuerdo que conservaré con gran afecto porque representa un testimonio para mí extraordinariamente grato. Aún no me explico como ha podido la República llegar hasta nuestros días sin haber reglamentado con espíritu estatuario todas las profesiones que componen el conglomerado social argentino. Pareciera que también en este orden la sociedad argentina había hijos y entenados y así vemos como profesiones muy beneficiadas por el esfuerzo común se hallan legalizadas y garantizadas por el Estado, mientras que las más humildes, que son las que necesitan del amparo y de la vigilancia del gobierno, se encuentran abandonadas a su propia suerte. Vemos así que hombres que durante su vida han ganado más dinero se hallan favorecidos por las leyes de jubilaciones, mientras que otros, que no pueden ni con los mayores esfuerzos y sacrificios acumular lo suficiente para asegurarse una vejez tranquila y decorosa, han sido completamente olvidados por nuestras leyes de previsión permaneciendo en una orfandad desesperante y expuestos a una vejez triste y dolorosa. Tanto por lo que se refiere a la organización del trabajo, como de la previsión social hemos encarado los problemas con un criterio distinto, es decir, buscamos, precisamente, regular el trabajo de aquellos sectores que gozan de menores garantías y estructurar la previsión para aquellas clases sociales más desamparadas, que son las que requieren una mayor protección social para subsistir. Por esas razones hemos establecido en nuestros planes elaborados en la Secretaría de Trabajo y Previsión, la creación de todos los Estatutos. Ello nos ha traído algunas luchas porque hay señores que pescan a río revuelto y a quienes les conviene que los demás estén desorganizados para aprovechar todas las ventajas en beneficio personal. El Estado, convertido en juez, debe asegurar jurídicamente las relaciones, las obligaciones, los derechos y las garantías para todos los que trabajan. Una vez que ello esté establecido, nadie quedará liberado a manejos discrecionales por parte del que contrata o del que paga y de este modo se habrá suprimido el factor principal de disociación, de desorden y de abuso. La Secretaría de Trabajo y Previsión no ha de desmayar hasta concluir con la tarea que se ha impuesto de terminar la organización del trabajo en el campo gremial, en el técnico especializado, en el de las profesiones liberales, en el de los trabajadores estatales, porque considera que las únicas fuerzas sin defensa y por consiguiente, perjudiciales a sí mismas y a la sociedad, son las masas inorgánicas, porque no tienen disciplina, porque no obedecen a un sentimiento de colectividad que les permita, como componentes de un mismo núcleo concentrar y acumular fuerzas para la lucha por la vida. No se concebiría un ejército que no estuviese amparado por una ley orgánica para que pueda dedicarse a sus tareas específicas y de la misma manera no puede explicarse que profesiones, como la de telecomunicaciones, puedan vivir sin reglamentaciones estatutarias, completamente abandonadas, sin saber cuales son sus derechos y cuales sus garantías de acuerdo al esfuerzo y al trabajo desarrollado. Yo, en mi carácter de que secretario de Trabajo y Previsión no me atrevo a desafiar el juicio de un futuro, en el que todas las comunicaciones y en especial, las telecomunicaciones, alcanzarán plan gran desarrollo técnico y en el que se pudiera decir que en nuestro país, los hombres que dominan esta actividad no son nada más que francotiradores a pesar de estar prestando servicios de una enorme responsabilidad y de gran sacrificio, solamente comparables a la actividad del centinela que vela día y noche en su puesto por la seguridad, por el bien y por el honor de su patria. Es con verdadero placer que inauguro estas sesiones que han de ser sumamente provechosas para el país y con ello habremos rendido a la Nación el mejor tributo de nuestro patriotismo. Estructurar las distintas actividades representa en las naciones nuevas, echar los cimientos que han de asegurar un porvenir, que Dios quiera sea libre y glorioso como nuestro pasado. Por último he de agradecerles el pergamino que ustedes me ofrendan, pero he de decirles que solamente lo acepto como expresión de sus buenos sentimientos de argentinos y no por la obra que yo pueda desarrollar, porque, en la Secretaría de Trabajo y Provisión, no hacemos más que cumplir con nuestros deberes de funcionarios porque para ello el Estado nos proporciona los medios morales y materiales que necesitamos para ejercer nuestra función con toda tranquilidad de conciencia. .......
1945-02-28
En la plaza Independencia de Tucumán ante una concentración obrera
Excelentísimo señor Interventor de la provincia de Tucumán; señor Comandante de la Quinta División de Ejército; señores ministros y funcionarios; señoras, señores, trabajadores tucumanos: En primer término deseo hacer llegar a ustedes un afectuoso saludo del excelentísimo señor presidente de la Nación quien por mi intermedio ha querido estar presente en esencia en esta reunión del músculo de Tucumán, a quien la Nación debe tanto por sus sacrificios. Hay un camino en la República que tiene el simbolismo de la unión de todos los argentinos que nosotros propugnamos: es el camino que une Buenos Aires, que con su 25 de mayo se convirtió en la cuna de la libertad, con Tucumán, que con su 9 de julio se convirtió en la cuna de la independencia argentina. Al recorrer ese camino he querido traerles el símbolo de nuestra unidad, que como lo hiciera el Gran Capitán en 1815, que traía el Regimiento de Granaderos y otras tropas de infantería para reforzar en Tucumán al ejército auxiliar del Perú, fue entonces también el símbolo del valor y de la unidad argentina. Nosotros consideramos a esa unidad como indispensable para la salvación del país. Vivimos momentos duros como no lo han sido tanto a lo largo de toda nuestra historia, pero hemos de salir adelante con la dignidad, con el valor y la decisión necesarias, para lo cual necesitamos estar profunda y férreamente unidos, como nos encontramos hoy la mayoría de la población argentina. Para ello es preciso que el más humilde de los argentinos se considere un diente indispensable de ese enorme engranaje que es la integridad total de nuestra patria; pero es necesario también, para que esa unidad sea efectiva, que sacrifiquemos un poco de egoísmo para que en este país, como lo dije muchas veces, no haya hombres exageradamente ricos en perjuicio de otros exageradamente pobres. Para tener hombres decididos a defender la patria es necesario, en primer término, que esos hombres sean fuertes y amantes de esa patria, cuyo amor está generalmente en razón directa con la justicia que esa patria asegura para todos sus hijos. Por eso nos hemos puesto a la obra para realizar en nuestro país un trabajo indispensable, para que no pueda existir la desgracia de ver la miseria en medio de la opulencia. Los soldados sabemos bien de nuestro pueblo; recibimos vuestros hijos y vuestros hermanos en los cuarteles, vivimos con ellos, conocemos sus penas, la desnutrición y las enfermedades de los niños que repercuten en el muchacho de veinte años; sabemos de su miseria inicial y queremos de una vez por todas poner remedio a esa miseria que no toleraremos en el futuro cueste lo que cueste y se oponga quien se oponga. Queremos hombres fuertes y hombres sanos, queremos que vuestros niños aprendan a sonreír desde su niñez, queremos que en esta tierra donde el trabajo sobra, no haya ningún hombre tan desgraciado que no pueda ganarse el pan con el sudor de su frente. Es natural que todo ello no lo podamos desarrollar en poco tiempo; la incuria y el abandono de cincuenta años mal podrían remediarse en el corto lapso de un año. Ustedes han demostrado poseer la confianza que les pedí inicialmente hace un año, y veo nacer en las masas argentinas una fe en lo que hemos de hacer, que nos da todas las fuerzas que necesitamos para luchar hasta lograr nuestro propósito. Quiero dar cuenta al pueblo de Tucumán de nuestros planes, de la obra realizada y de la por realizar. En primer término, la Secretaría de Trabajo y Previsión ha buscado obtener en las masas argentinas el dominio y el desarrollo de principios éticos indispensables al trabajador, mediante la elevación de la cultura social, la dignificación del trabajo y la humanización del trabajo. Buscamos organizar el trabajo para que en esta tierra no vuelva jamás a ser una mercancía que se compra. El trabajo es una fuerza humana y ha de organizarse y administrarse como fuerza humana; no habrá en adelante fundamentos capciosos que puedan desvirtuar dentro de la masa trabajadora la mística que nosotros estamos inculcando para su bien y para asegurar su futuro. Para ello es necesario también, que la masa trabajadora comprenda su problema; debe organizarse gremialmente en sindicatos sólidamente constituidos y seriamente dirigidos, para lo cual esos sindicatos deberán ser unidos y fuertes, bien disciplinados gremialmente y deben arrojar de su seno toda cuestión política o ideológica que no esté de acuerdo con su bienestar obrero. La política dentro de un sindicato es una bomba de tiempo destinada a destrozarlo cuando menos lo piense la clase trabajadora. Hemos organizado ya la justicia del trabajador. Es indispensable que el trabajador tenga el fuero que lo defienda de la injusticia de los demás. Esa justicia comenzará ya a funcionar en el mes de junio en toda la república. Hemos estructurado y estamos estructurando la organización de los salarios generales. Hemos de establecer un salario mínimo de cada uno de los gremios y para todos los trabajadores del país. Nadie podrá ya intentar en adelante, la explotación del hombre por el hombre sino que deberá retribuir el trabajo del hombre en forma humana y cristiana. Hemos estructurado totalmente la organización de las relaciones entre los trabajadores y sus patronos. Ya no será posible ni el abuso de los unos ni la prepotencia de los otros. Las finalidades de esa relación se alcanzan ahora en una mesa transaccional bajo el ojo vigilante de la Secretaría de Trabajo que no permite injusticias y que no tolera injusticias de ninguna naturaleza. Mil convenios colectivos hemos realizado en el año 1944; ellos serán la base de nuestro futuro código de trabajo; con él, la garantía de la masa trabajadora está asegurada para siempre. En la previsión social ya está terminado el plan, que ha iniciado su ejecución, para la construcción en el país de casas para obreros por cuatro mil millones de pesos. Pensamos en pocos años hacer desaparecer el conventillo y el rancho en toda la extensión de nuestra patria. En materia de seguros sociales, tenemos ya estructurado el Consejo Nacional de Previsión Social. El panorama del país era triste en cuanto a la previsión social; tenían jubilación sólo aquellos que habían ganado mucho dinero durante su vida, en tanto que los humildes y los trabajadores estaban desamparados totalmente de la previsión social del Estado. Un millón y medio de hombres, hemos incorporado este año a la previsión social, con el Consejo aseguraremos el seguro integral de los trabajadores contra los riesgos profesionales y desterraremos el cuadro pavoroso de una vejez desamparada o de una invalidez sin asistencia social. Estamos sobre el camino de la mutualidad integral; en otras palabras, comenzaremos por el ahorro que es la asistencia individual de cada trabajador, continuaremos con la mutualidad, que es la asistencia del grupo, y terminaremos con la asistencia general del Estado que es la previsión social indispensable para la masa de los trabajadores. Referente a Tucumán, el problema del azúcar ha tenido una feliz solución; basta ahora que se ponga en cumplimiento el decreto del Poder Ejecutivo, y les aseguro que hemos de poner en movimiento todos los medios necesarios para que eso se cumpla irremisiblemente; no habrá remisos en el cumplimiento de este decreto porque lo hemos de imponer de cualquier manera. Yo pido a los ingenios, la comprensión necesaria para que ello realice sin violencia de ninguna naturaleza. El ingenio es en esta tierra un producto del ferrocarril y de la protección del Estado; en consecuencia sus beneficios no han de ser todos para el ingenio sino que es indispensable que ellos aseguren la vida de las masas trabajadoras en esta región insalubre. La protección a la industria sólo se justifica cuando refluye sobre la masa que trabaja y se sacrifica. Se ha dicho que el régimen de trabajo de la industria azucarera argentina puede ser similar al de otros países; yo contesto a eso diciendo que en los demás países las industrias azucareras son industrias de negreros y aquí lo son de blancos y argentinos. Referente a las leyes de protección obrera, la ley 11.544 que se refiere al pago de las horas extras, la Secretaría de Trabajo tiene preparada una resolución por la cual se aclara que todo el personal de las fábricas de la industria azucarera tienen derecho al pago de las horas extras, reclama el cumplimiento del decreto número 678, que aumenta el precio del azúcar y fija los salarios para todos los obreros que intervienen en la industria del azúcar con especialidad. Ese decreto no se discute; se cumplirá en todas sus partes. Ya han intervenido las fuerzas del capital y del trabajo en las conversaciones previas, de manera que sólo resta cumplirlo. Como complemento de una conquista más del decreto, se ha firmado ayer otro decreto, que lleva el número 4.531, cuyo texto traigo aquí para que sea leído a ustedes desde este micrófono. Seguidamente el capitán Russo dio lectura de dicho decreto y continuando su exposición el coronel Perón agregó: Sobre asistencia médica y social, la Junta Nacional del Azúcar, que está por constituirse administrará los fondos especialmente destinados a este objeto, por el decreto 678 con la denominación de "fondos especiales". Ahora, para nuestros amigos los ferroviarios deseo decirles que los ferrocarriles del Estado, tendrán, en marzo, el escalafón administrativo, y las retenciones ya han sido puestas en planillas para efectuar los pagos en el mes de abril. Con respecto a subsidios, se ha ordenado la inversión de doscientos cincuenta mil pesos en concepto de subsidios para Tucumán. También traemos la orden para distribuir subsidios de beneficencia. Para ayuda escolar a la provincia de Tucumán, como asistencia social se ha ordenado la inversión de 240.000 pesos para comedores escolares y la suma de 200.000 pesos para ropa de los escolares. Señores: Antes de terminar, quiero agradecerles profundamente esta demostración que colma mi corazón de argentino y satisface ampliamente los anhelos del secretario de Trabajo y Previsión. Sólo quiero hacerles una recomendación a los trabajadores de Tucumán. Cuiden sus organizaciones; depúrenlas y únanse, apoyen a la Secretaría de Trabajo y Previsión, porque ese es el organismo que defiende las conquistas presentes y las futuras conquistas de los gremios de los trabajadores. Piensen que esas conquistas han de asegurarlos en el porvenir cuando elijan y apoyen a los hombres que han de ser útiles al país, en primer término y al pueblo en segundo lugar. Piensan que estamos en el comienzo de las conquistas de nivelación social y de justicia del trabajo. Piensen que sólo las conservarán según sea la conducta que observen los trabajadores como ciudadanos de la nación. Y piensen que si estas conquistas algún día las pierden, no habrá en ello más que un solo culpable: el trabajador mismo. Finalmente les agradezco de nuevo todas las amabilidades que ustedes tienen con este modesto soldado de la Revolución, les agradezco y les recuerdo que allá en Buenos Aires existe el corazón de la clase trabajadora que palpita y que vive en la Secretaría de Trabajo y Previsión. .......
1945-02-28
En el Congreso de Delegados Regionales de la Secretaría de Trabajo y Previsión reunido en Tucumán
Celebro poder tener la fortuna de haber iniciado el trabajo de esta reunión de Delegados del Norte Argentino. La Secretaría de Trabajo y Previsión, más que un organismo estatal es una verdadera causa que se ha iniciado como obligación perentoria de gobierno para poner al día problemas que habían sido abandonados. En cada Delegación, pues, debe sentirse la mística de la Secretaría de Trabajo y Previsión y vivirse su técnica. Si las delegaciones no son la encarnación de la Secretaría de Trabajo y Previsión, nuestra obra turbará y sufrirá un atraso en la tarea de extenderse al interior de la República, lo que nosotros hemos promovido en la Capital Federal y sus alrededores. Cada delegación debe ser siempre la prolongación de la Secretaría, inspirarse en sus mismos principios, tener la misma fe en el éxito y obrar con la misma perseverancia inquebrantable en la persecución de sus fines. Cada uno de ustedes, tiene en la mano nuestros planes, basados en los principios fundamentales de nuestra obra y tiene también a su alcance una doctrina que hemos ido elaborando a través de un año de trabajo, de modo que la teoría tiene la orientación que necesita para triunfar. Todo lo que resta señores, depende de los delegados. Decía Napoleón, que en las tareas de gobierno el hombre es todo y los hombres no son nada. En cada región, según sea el delegado de la Secretaría de Trabajo y Previsión será el resultado de la acción en que estamos empeñados. Si es el hombre capaz, dinámico, modesto y trabajador, el éxito de la Secretaría en toda la República debe descartarse. Si por el contrario él es un funcionario burocrático, que se conforma con cumplir estrictamente con su obligación sin poner nada de su parte para ir un poco más allá, el éxito de la Secretaría aparecerá comprometido en la jurisdicción donde ese funcionario actúe. Sé bien que ninguno de ustedes tiene esas características que constituyeron la causa del fracaso de toda una generación de argentinos. Las nuevas generaciones han de ser de otro cuño; es necesario romper los viejos moldes y fundir desde ahora moldes nuevos. Eso es lo que la Secretaría quiere y lo que ha de conseguir. Deseo en esta oportunidad hacer público mi reconocimiento por la acción del señor Agulleiro al frente de la Delegación Regional de Tucumán. Lo que hoy hemos presenciado es suficiente para que un funcionario quede perfectamente perfilado frente a camaradas del trabajo como somos nosotros. Cada uno de los Delegados, en su esfera de acción, en su área territorial debe tender exactamente a lo mismo: organizar la masa obrera; hacer que ella tenga confianza en el trabajo que realizamos; a lograr que apoye la obra de la Secretaría que es la obra de gobierno y conducirla a defender sus propias conquistas. Por nuestra parte, nosotros nos dedicamos a cumplir con nuestro deber a fin de que el Estado pueda mañana decir bien de los funcionarios que han sabido cumplirlo. Antes de terminar, sólo deseo hacer una recomendación: cada delegado debe ir formando su personal. Ya ha sido aprobado el presupuesto y estamos en condiciones de completar en cada Delegación el personal requerido. No hay que olvidar además que cuando faltan hombres la multiplicación del esfuerzo de la actividad de los que existen debe suplir esa falta. Esa ha sido nuestra norma en la Secretaría de Trabajo donde es público y notorio que se sabe a la hora que se entra pero no a la que se sale. Esa debe ser nuestra tarea si queremos llevar a buen término nuestra acción. He de trabajar incansablemente hasta dotar a ustedes, de hombres y de medios. Ustedes han de seleccionar su personal dentro del concepto de que el hombre útil debe progresar y que el que no es útil debe ser encaminado hacia otra dirección en la cual pueda dar beneficios al país. No todos pueden servir para esta difícil función. Señores: al dejar inaugurado este Congreso de Delegaciones del Norte, les deseo los mejores éxitos, recordándoles que en la sede de la Secretaría de Trabajo y Previsión encontrarán todo el apoyo que necesitan para el mejor rendimiento de sus funciones. .....................
1945-03-03
En un acto de trabajadores ferroviarios realizado el local del Club Atlético Ferrocarril Midland
En primer término, señores, deseo agradecer esta demostración y saludar a los presentes en nombre del Excelentísimo señor Presidente de la Nación, general Farrell. El general, convaleciente de una bronquitis un poco fuerte, no ha podido tener el placer de llegar hasta aquí el día de hoy, porque nosotros mismos le hemos aconsejado que no lo hiciera. De lo contrario, hubiera venido. Agradezco, señores, este homenaje, que es sin duda alguna, el mejor pago espiritual que pueda recibir un funcionario celoso del cumplimiento de su deber y amante del bien público. La casa de los ferroviarios me es extraordinariamente grata, en primer término porque tengo el honor de ser presidente honorario de la Unión Ferroviaria y luego, porque yo no olvidaré mientras viva que la primera agrupación obrera de la república que tuvo confianza y puso su fe en nosotros fue precisamente el grupo de ferroviarios que nos está acompañando y que nos está ayudando y estimulando en esta lucha en que estamos empeñados para el bien integral de los argentinos. Dentro de la concepción moderna de la democracia, caben, sin duda alguna, diversas escuelas. Nosotros, amantes de las instituciones de nuestro país, democráticos como el que más, amamos la libertad, pero una libertad con justicia, que es la mejor. Dos escuelas han caracterizado la historia de la democracia en el mundo. Una es aquella que caracteriza a un país que trabaja para un grupo de personas y para un grupo de funcionarios que llegan al poder por buen o mal camino. La otra es la que asegura el gobierno a los hombres más aptos y más capacitados, es decir, los hombres que califican su capacidad con la virtud. La Revolución ha querido fijar esta segunda escuela para las masas y para los dirigentes económicos, políticos y sociales de la Nación. Por ello, ha buscado, en primer término la purificación de las formas administrativas de la Nación, a las cuales se ha referido tan elocuentemente mi amigo el doctor Bramuglia. En segundo lugar, ha buscado por todos los medios evitar que los bienes que este país ha recibido de Dios y de la naturaleza, no sean distribuidos entre un grupo de privilegiados, sino que puedan ser compartidos y disfrutados por todos los argentinos. El comienzo de nuestra revolución, como es natural, ha tenido sus altibajos, sus luchas, sus aclaraciones; pero hoy entramos francamente por un camino claro, con un objetivo perfectamente definido y ya las masas de trabajadores argentinos y el pueblo mismo no pueden ser engañados por los que buscan crear espejismos que en esta época de aclaración de todas las situaciones, no pueden tener eficacia. Ya no podrán volver las épocas del engaño y de la falacia integral de algunas personas que medraron en beneficio de esos grupos privilegiados. Asistimos a un movimiento nuevo dentro del país. El fenómeno político del año 1945 será distinto a todos los fenómenos políticos anteriores. Hoy, los moldes viejos han sido rotos y fundiremos sobre nuevos moldes. Se engañan aquellos que creen que con los mismos sistemas pueden volver a situaciones semejantes. Ni en el campo político ni en el social pueden nuestras conquistas ser ya borradas de la vida argentina, y si alguno lo intentara, debe saber que nos hemos de levantar todos para impedirlo. Este mismo panorama que estoy presenciando, lo he visto hace pocos días a lo largo del país, hasta la provincia de Tucumán. Hay una nueva mística en las masas. Afirmo que he de seguir trabajando incansablemente para que cada argentino se convenza que de la honradez con él proceda, con la honradez con que él sepa elegir a los futuros gobernantes y con la honradez con que él le imponga el cumplimiento de su deber a los nuevos gobernantes, de que por humilde que sea, es un piñón de ese extraordinario mecanismo que es todo el país. En el futuro, no tendremos nada que temer porque aquel que caiga en el delito nuevamente o robe su voto al ciudadano será castigado por la ley, y si la ley no lo castiga lo castigaremos nosotros. Es satisfactorio ver que la revolución ha cumplido un ciclo, pero lo es más, ver que la revolución está en el pueblo, que los hombres y las mujeres han llegado a comprenderla en su síntesis y esencia y la han comprendido aquellos que más merecen comprenderla: los hombres que trabajan y producen y no los que consumen sin producir. La revolución tiene en su postulado un símbolo, el símbolo de los hombres nuevos, de los hombres jóvenes. Han de despedirse para siempre muchos viejos que delinquieron en el manejo de la cosa pública, porque ésos no volverán. Tienen marcado están camino: de dónde están, a su casa, y de su casa al cementerio; pero jamás a la cosa pública. La República debe defender su futuro y cada hombre joven en su puesto debe saber que está en un puesto de combate para no permitir que las generaciones caducas que fracasaron en la conducción del Estado vuelvan a tomar el gobierno en sus manos para desvirtuarlo en sus verdaderos fines. Los jóvenes tienen en esta hora una responsabilidad tremenda. Ellos son los únicos que pueden prolongar la revolución hasta la consumación total de su obra purificadora. Los jóvenes deben tener cada uno una bandera en su casa y un símbolo en su corazón que les asegure que, para salvar al país, hay un solo camino: trabajar honradamente por el bien argentino, persuadidos de que si cada uno no es capaz de cumplir con su deber, el país no será restaurado jamás, ni recuperaremos para la patria los bienes maravillosos que la naturaleza ha sembrado a manos llenas. En todo esto rindo un homenaje a los ferroviarios del país. Ellos en sus locomotoras y en sus trenes han llevado la idea de la revolución a los cuatro puntos cardinales del país. Ellos nos han ayudado en esta obra de difusión de nuestras ideas y de nuestros ideales que han compartido y han ejecutado en muchas partes. Por eso afirmo que la Unión Ferroviaria y La Fraternidad son elementos fundamentales en la consecución de los fines de la Revolución del 4 de junio. Nosotros no hemos apelado para llevar la revolución al país, a los señores gastados de los lujosos salones, que no han producido sino penas, desgracias y sufrimientos al país. Nosotros hemos pensado primeramente en los hombres humildes, cuya vida, por no haber estado en excesivo contacto con el dinero, les ha permitido mantener ideales que valen más que todo el dinero del mundo. Por eso hemos buscado a esos hombres humildes, porque, como todo el país, estamos desengañados de de los grandes señores, cuyo fracaso ha sido evidente. Ha dicho Bramuglia, con razón, que el país no necesita de grandes talentos sino de hombres honrados y trabajadores, sea en el gobierno como en el trabajo de los campos o en cualquier otra actividad. Para terminar, como siempre, en mi carácter de presidente de la Unión Ferroviaria, recordar a los ferroviarios un consejo que no me cansaré jamás de repetir: cuiden la organización, sean absolutamente unidos, no provoquen jamás dentro de la organización la lucha, pues, de lo contrario, no serán nunca fuertes; sean disciplinados consigo mismos y con la organización, depúrenla y manténganla como hasta ahora dentro de la más absoluta pureza; no permitan jamás que la política se meta dentro de la organización, porque a menudo un político dentro del gremio es una bomba de tiempo que uno no sabe cuándo ni cómo puede explotar. Finalmente, señores, agradezco esta demostración que para mí es una exteriorización de ese espíritu de camaradería que hemos desarrollado con el gremio ferroviario, espíritu de camaradería nacido donde más se fortifica el amor entre los hombres: el trabajo, con el cual se conquista un puesto bajo el sol, el que había sido negado a los ferroviarios durante más de cuarenta años en este país. Les agradezco como Secretario de Trabajo y Previsión, y les agradezco como soldado, porque los soldados de la patria no han tenido nunca más que un norte en su vida: procurar por todos los medios la felicidad de sus conciudadanos, la grandeza de la patria y a la seguridad de sus fronteras. ........................
1945-03-09
Conferencia radial con motivo de la Primera Reunión Nacional de Municipios
Tocan a su fin las tareas preliminares de la Primera Reunión de Municipios de la Nación argentina. Por primera vez en la historia de nuestra patria, las células políticas, en contacto directo con las necesidades y aspiraciones de los habitantes de nuestro suelo, se reúnen para tratar problemas de interés común; de este interés que se ve hoy acrecentado por la gravitación de factores que actúan allende las fronteras y que originan problemas que podemos resolver si nos dedicamos con tesón a mancomunar nuestros esfuerzos para dar a la patria los días de gloria que sólo podemos ofrecerle con amor y devoción. Mucho espero de esta reunión de municipios que me honro en presidir, porque he sido siempre un convencido de que el individuo aislado e inerme ha de encontrar en el municipio la primera institución política que actúe como órgano tutelar y amparador de la vida civil. Y esto por razones históricas, psicológicas y políticas. Históricamente, por haber constituido en la antigüedad la primera tentativa de formación federalista capaz de bastarse con su sola presencia y sucesivo perfeccionamiento, para llenar páginas plenas de cultura, de civilización y de magnífico brillo que desde la Hélade llega hasta nuestros días. Psicológicamente, por ser expresión de la tendencia del espíritu humano a aferrarse con sus afectos a los objetos próximos que nacen en el hogar y trascienden sus puertas hasta completarse con los que forman el villorrio, el pueblo, la ciudad y todo lo que cotidianamente familiariza su sensibilidad y llena día por día sus horas de trabajo, de descanso, de lucha y de amor. Socialmente, porque nace en la vida del grupo menor de familias una comunidad de necesidades, de anhelos y sufrimientos. Es allí donde se gestan las ideas de la cooperación y de la solidaridad benefactora, es el primer contacto que, al ponerse ante la civilización, tiene el hombre al dejar su choza primitiva y su habitación familiar para entrar en la vida política y social que dan contenido y realidad a sus valores. El municipio, forma original del Estado, anterior al Estado mismo y a toda otra formación colectiva, en contacto directo con las necesidades del pueblo, es el organismo que refleja con mayor exactitud sus inquietudes y sus incesantes caminos de progreso y en el que reproducen, en último término, beneficiosa o inversamente, los actos de gobierno de un país, elevando o deprimiendo el nivel moral, político, económico o social de los individuos. La naturaleza, intensidad y alternativas de la guerra actual han producido, en todos los países del universo, graves trastornos de orden moral, social y económico, cuya extensión y arraigo pueden dificultar la normalización de las condiciones de equilibrio y mesura que deben constituir el más firme apoyo de la justicia y del progreso de los pueblos. Por otro lado, la confusión de ideas y sentimientos de tales trastornos derivados, enturbia las conciencias, fomenta el espíritu de disociación entre distintos sectores sociales y agudiza oposiciones injustas, sin reparar comúnmente en que, para disiparla, bastará fortalecer la serenidad en el juicio, la templanza en la reputación, la comprensión de las acciones ajenas y la hombría de bien en las propias. El actual momento exige formar una conciencia colectiva sobre los aspectos más destacados de los problemas que puedan afectar al país, como consecuencia de las repercusiones de la guerra; por ello sólo será posible si a los organismos y autoridades que tienen confiada la misión de velar por el ordenamiento social y económico, llegan las auténticas inquietudes y aspiraciones del pueblo argentino y a éste las previsiones que para la defensa de su tranquilidad, bienestar y progreso, estructuran los correspondientes órganos del Estado. Los municipios, por su calidad de entidades primigenias de la vida política de la nación, recogen las más leves vibraciones del sentimiento popular y son el fiel trasunto de las reacciones espirituales del ciudadano, del núcleo familiar y del sector profesional. Por ello, el gobierno de la Nación, por decreto número 35.190 de diciembre 1944, ha convocado a la Reunión Nacional de Municipios, que tendré el honor de presidir, bajo los auspicios del Consejo Nacional de Posguerra, con el primordial objeto de formar una conciencia colectiva sobre los aspectos más destacados de los problemas que puedan afectar a la economía del país, como consecuencia de la terminación de la guerra mundial y su liquidación. A tal efecto, serán consideradas las inquietudes y aspiraciones de los municipios de la Nación, en materia social y económica, conforme a un temario cuidadosamente elaborado. Todos los aspectos de la vida municipal y de las relaciones económicas entre las comunas, las provincias y el poder central, serán objeto de amplio estudio y consulta; cada uno de los representantes de las ciudades y pueblos planteará a la asamblea sus necesidades económicas, sociales y financieras. Así se llegará en un futuro próximo, a la adopción de medidas preventivas para evitar los perjuicios derivados del tránsito de la guerra a la paz. El temario elaborado, guardando un absoluto respeto por la autonomía municipal, condición indispensable de su vitalidad y fuente inagotable de soberanía ciudadana, tiende a vigorizar la vida del las comunas en el orden administrativo, económico y social, presentando un carácter consultivo con objeto de que los estudios que hayan de realizarse en la Reunión Nacional de Municipios, sirvan de fehaciente y valiosa documentación para la ordenación de la vida económica y social. En anteriores oportunidades he afirmado que la revolución nacional busca restablecer la pureza de las instituciones democráticas, removiendo todas las causas que habían originado su innegable decadencia. Este movimiento innovador se esfuerza por lograr una total recuperación moral del pueblo de la República, pero para ello se requiere la previa solución de los problemas económicos-sociales. Siguiendo esta línea de gobierno el Poder Ejecutivo de la Nación ha convocado esta Reunión Nacional de Municipios, con propósitos esencialmente constructivos, buscando una coordinación racional de las necesidades y anhelos de expansión de las comunas con la política económico-social de la Nación, que permita lograr soluciones a los problemas que plantee el período posbélico dentro de principios de justicia y equidad social. Ratifico mi esperanza en que la magna reunión nacional que se avecina, representará una positiva contribución a la dilucidación de los importantes problemas que se plantearán al país en el siempre incierto período de transición de la guerra a la paz. .........................
1945-03-09
En un acto del Sindicato Obrero del Vidrio realizado en el Luna Park
Agradezco muy profundamente esta demostración ofrecida a la Secretaría de Trabajo y Previsión y a los funcionarios que, cumpliendo un mandato de la Revolución del 4 de junio, ajustamos desde allí los resortes de una justicia que ya hemos proclamado superior a todas las demás justicias de la tierra, porque es la que alcanza al mayor número de hombres de trabajo honrado y humilde. Es interesante contemplar el panorama de los obreros argentinos a quienes por primera vez llega esta justicia plena y bien intencionada, sin que detrás de las acciones de nuestro organismo estatal estén escondidos mezquinos intereses políticos. Es interesante contemplar cómo los trabajadores que reciben lo que en justicia les corresponde por su esfuerzo en la labranza de la grandeza de la patria, agradecen al gobierno que no hace sino cumplir con el más elemental de sus deberes. El gobierno que no sea capaz de hacer justicia social no es gobierno, sino un mecanismo destinado a favorecer a los siempre favorecidos y elegido también por los siempre favorecidos, porque la masa argentina que hoy agradece la justicia que con retardo le llega, dentro de nuestro viciado régimen democrático anterior, no elegía sus gobiernos, aún cuando se le daba el engaño del voto en el comicio. Yo estoy absolutamente persuadido de que si las masas trabajadoras hubiesen sido las que elegían a los gobiernos, jamás se hubiese llegado a la situación de ignominia por la que atravesaba el país. Por eso, estas demostraciones de verdadera cultura social que ofrecen las nuevas masas argentinas, liberadas del peso extraordinario de una injusticia que era vergüenza para el país, representan el nuevo movimiento caracterizado por una conciencia del presente y una esperanza en el porvenir, que la mayor parte de los argentinos había perdido en esta hermosa tierra. Estas reuniones de los hombres de trabajo -que producen lo que consumen, en tanto que otros consumen lo que son incapaces de producir- están indicando al país una nueva conciencia sin la cual no ha de salvarse, porque esas fuerzas nuevas encarnadas en la juventud argentina han de perpetuarse en el tiempo y han de aspirar a un futuro que las masas trabajadoras merecen, pese a lo que ya se está pensando en dos entretelones políticos. No se me escapa que hemos sido, somos y seremos combatidos a causa de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Algunas personas critican nuestra obra sin saber que se están produciendo daño a sí mismas. Un obrero que no apoya nuestra labor sería un verdadero suicida, y aquel que haya manifestado ser amigo y protector del obrero, mientras ataca nuestra política social, es un felón que no merece ni la estimación ni el reconocimiento de los propios obreros. En el gobierno, en las actividades de la dirección del país, no basta decir que es bello y que es grande asegurar la justicia social, porque más bello y más grande que decirlo es hacerlo. Desde el punto de vista gremial y sindical es también magnífico este espectáculo. Las masas argentinas, como lo he entrevisto en mis sueños, serán más unidas cuando cada uno de los obreros sea un verdadero hermano del que trabaja a su lado. Por eso siempre que converso con los obreros me aventuro a darles mi consejo tan desinteresado como honrado: únanse, depúrense, lleven a la dirección del movimiento sindical a hombres probos, inteligentes y honestos, porque así asegurarán la supervivencia de la organización con todas las fuerzas que la organización necesita para imponer sus derechos. Es indudable que el movimiento gremial ha de mantenerse incontaminado de la política, pues, como he dicho varias veces, un político metido dentro de una organización gremial es una bomba de tiempo que uno no sabe cuándo ni cómo va a explotar. El político, en el comité; en el sindicato, el obrero defendiendo sus auténticos intereses. Para que los sindicatos mantengan esa unidad de acción y sean un verdadero instrumento de la defensa gremial, sin desviaciones peligrosas hacia el campo político que no interesa al movimiento gremial, es necesario mantener una absoluta disciplina de gremio. Esa disciplina que asegura la unidad gremial llevará también el éxito de las propias conquistas. Se han dicho de la Secretaría de Trabajo y Previsión y de mí muchas cosas. Yo solamente sé una: que no hay un obrero argentino a quien se le haya pedido compensación por el trabajo que nosotros realizamos por él, y que nos paga el Estado. Sé también que no hay ninguna organización obrera a la que le hayamos impuesto condiciones que no sean en beneficio directo del gremio. Nosotros no trabajamos a compensación, sino que lo hacemos por el bien del país y sin pensar en otra cosa que no sería pura y exclusivamente el bienestar y la felicidad del pueblo. Se hacen correr innumerables versiones y se ha llegado a afirmar que yo estoy peleado con mi querido amigo el teniente coronel Mercante. Tendrían que ocurrir muy graves cosas para que eso pudiese suceder. Formamos un núcleo de hombres que no buscamos nada para nosotros, y no habiendo mezquinos intereses personales jamás la discordia surge entre los hombres. Agradezco esta demostración que colma de satisfacciones mi sentimiento de argentino y de hombre que ama a la masa obrera de su patria. Y para terminar quiero decirles que digan lo que digan, propalen las versiones que propalen, nosotros somos los mismos soldados que llegamos hace un año a la Secretaría de Trabajo y Previsión, somos los mismos hombres que estamos decididos a sacrificar todo por asegurar la justicia social en el país y somos la encarnación de una Revolución que ha de prolongarse en nuestros trabajadores y que no podrá ser detenida en el futuro por ninguna fuerza. .........
1945-03-09
En la primera comida de camaradería de los empelados civiles del Ministerio de Guerra
En primer término deseo hacer llegar a todos ustedes, el saludo muy afectuoso del Excelentísimo señor Presidente de la Nación. Los saludo también en nombre del Ministerio de Guerra, que como organismo director de las actividades del ejército tiene mucho que agradecer a los hombres que, anónimamente, colaboran en la extraordinaria tarea de formar las fuerzas armadas de la Nación. El ejército ha aprendido a querer a sus empleados porque sabe de sus sacrificios y sinsabores, de su contracción a sus deberes y, sabe también, la extraordinaria colaboración que prestan en la diaria tarea al ejército y a sus reparticiones en especial. Las actividades de los ejércitos modernos han probado suficientemente que detrás de los soldados, que se mueven, hay un verdadero ejército de funcionarios, que sirven a esas actividades en forma indivisible. Los ejércitos no son nada sin sus funcionarios y los funcionarios nada podrían tampoco sin sus ejércitos. Dentro de las actividades de ese cuerpo de funcionarios que posibilitan nuestra misión, existe un margen considerable en manos de la mujer. Hoy, señores, la guerra moderna está probando que la mujer ha pasado a ser un factor indispensable de las fuerzas armadas, no solamente en las tareas de la retaguardia, porque hoy se ven verdaderos cuerpos formados por mujeres que prestan servicio, sino como combatientes, en las tareas inmediatamente detrás de los combatientes. Por eso, al rendir desde aquí el tributo, que en las actividades modernas de los ejércitos prestan las mujeres, rindo un homenaje a la mujer argentina que nos acompaña en esta comida de camaradería. Es grato presenciar el espectáculo de los ocho mil servidores del Estado que nos acompañan en la labor que, unidos, desarrollamos para bien del país. Todos los hombres y mujeres, compañeros nuestros en la lucha por hacer grande a la patria, deben estar con nosotros, profunda, inseparablemente unidos, porque esa es nuestra consigna y debe ser la consigna de la hora de los argentinos. Señores: el Ministerio de Guerra y en particular los jefes y oficiales han demostrado siempre que no abandonamos a nuestros camaradas de lucha. Tampoco abandonaríamos a nuestros camaradas de trabajo. Si hasta ahora no hemos encarado la solución de numerosos problemas que conocemos perfectamente es porque las horas de trabajo no nos han dado la tregua suficiente, pero ya el Ministerio de Guerra ha tomado las medidas necesarias para solucionar la mayor parte de las dificultades que afligen a este enorme sector de la actividad militar. Hace ya tiempo que existe y está por terminar su cometido, una comisión que ha de formar la mutualidad para los empleados del Ministerio de Guerra. Ese será el punto de partida sobre el cual hemos de indicar un sinnúmero de conquistas que paulatinamente han de alcanzarse, como sacar la asistencia social integral como se la ha estado estructurando para otros gremios. El Ministerio de Guerra ha de tomar las medidas para conseguir, en el más corto plazo, la realización de todas las resoluciones atinentes a la asistencia social del personal. Hasta tanto ello pueda cristalizarse, he dictado una resolución para que los servicios hospitalarios del Hospital Central Militar, sean cuanto antes extendidos a todo el personal civil del Ministerio de Guerra. Ello permitirá salvar transitoriamente la situación y para más adelante, aspiramos a construir un policlínico que pueda prestar íntegramente sus servicios al personal civil. También nos pondremos en gestiones para obtener un terreno donde construir las instalaciones necesarias para que el personal civil del Ministerio de Guerra cuente con su campo de deportes y anexos. En estos días designaremos la comisión que ha de estudiar el escalafón y las reformas al régimen jubilatorio. Señores: Hago grata esta oportunidad para saludarlos a todos muy cariñosamente, para formular un voto en el sentido de que sigan siempre camaradas y unidos como estamos en este momento, para que sigamos trabajando unidos incansablemente por el bien de la patria, que es el bien de todos. Muchas gracias. ...............
1945-03-14
En un acto de la Unión Obreros Municipales
En primer término, quiero hacerles llegar el saludo más cordial del Excelentísimo señor presidente de la Nación, general Farrell. En segundo término, deseo expresar mi agradecimiento y el del señor teniente coronel Mercante por el obsequio que oportunamente nos entregaron en nombre de la Unión Obreros Municipales. Magnífico espectáculo es presenciar esta reunión de obreros, hombres libres y criollos que bregan por sus mejores derechos. Nuestra obra no puede ser reconocida en el presente. Somos y seremos atacados por los que tienen intereses que no son, en verdad, de la clase trabajadora. Nuestra obra no es para hoy. Nuestra obra está destinada al futuro. Nuestra obra no es para nosotros. Estamos trabajando para los demás y es indudable que en este tren de actividades los hombres que han perdido posiciones y ambicionan recuperarlas han de caer implacablemente sobre nosotros con sus calumnias y sus injurias. Somos espíritus preparados para la lucha y la afrontamos con la franqueza y con la dignidad que la lucha honrada requiere para triunfar. Estamos convencidos de que no habrá fuerza de ninguna naturaleza que pueda detenernos en la acción que estamos desarrollando. No la habrá, porque la fuerza del mal jamás podrá sobreponerse a la del bien. Deseamos inculcar en la clase trabajadora los principios éticos indispensables para su progreso. Luchamos por la elevación de la cultura social del pueblo, luchamos por la dignificación del trabajador, que todo lo da al país, y por la humanización del capital que ha de ponerse al servicio de ese trabajo constructivo de la grandeza de la patria. Las conquistas del presente, si bien visibles, nos son tan efectivas como las que estamos propiciando para el porvenir. Los aumentos de salarios, la mejor organización del trabajo, el aprovechamiento de los descansos indispensables para el trabajador, representan el cúmulo de ventajas que han de verse multiplicadas con las del porvenir, acumuladas por una previsión social que el Estado está en la obligación de desarrollar y defender para su clase trabajadora. Esta previsión social ha de ser integral para que sea efectiva. Comienza por el ahorro, esa virtud extraordinaria de los hombres previsores, que si representa un pequeño esfuerzo en las épocas de bonanza, ve compensados sus sacrificios en las épocas difíciles. El ahorro es la acción de primer grado en la previsión social, es decir, la previsión individual. El segundo grado está en las mutualidades, que ya han sido defendidas desde la Secretaría de Trabajo y Previsión y que comprende el esfuerzo de una comunidad o gremio en defensa de todos sus miembros. El tercer grado de la previsión social es la acción del gobierno en su aspecto integral de seguros, asistencia social y demás servicios anexos. Dije hace un momento que los beneficios del presente, salario, trabajo y descanso, han de verse extraordinariamente aumentados por esa previsión social a cargo del Estado, que complementa y amplía la previsión individual por el ahorro y la previsión de la comunidad, organizada en mutualidades. Los jornales se ven así aumentados porque los hombres disponen para vivir de su salario y para sus necesidades extraordinarias cuentan con los medios que la previsión del Estado y la comunidad le ofrecen. He asistido complacidísimo a la enumeración de las conquistas obtenidas por el gremio municipal. Como argentino y como Secretario de Trabajo y Previsión experimento la misma satisfacción que cualquiera de ustedes por estas ventajas y conquistas. Yo soy de los hombres que piensan que el que gobierna ha de tener en su alma el sentido innato de la justicia. Sin esa condición, ningún hombre puede hacer, buen gobierno. Y debe tener también en su corazón el amor al prójimo y en particular al trabajador, que es de los prójimos el que necesita y merece más amor. Es para mí un deber en reconocer públicamente la acción del teniente coronel Forcada. El recibió una misión que ha cumplido brillantemente, y yo, como superior jerárquico, como Secretario de Trabajo y Previsión, debo felicitarlo públicamente por esa acción que ha beneficiado a tantos obreros y empleados de la comuna y a tantos hogares argentinos que se lo agradecerán entrañablemente. No deseo terminar esta conversación sin insistir sobre algo que he repetido muchas veces: deben ustedes procurar que el sindicato sea cada día más fuerte y más unido. Los trabajadores tienen frente a los poderes económicos y políticos una sola defensa: la unidad. Eso solamente es lo que los puede hacer más fuertes y capaces de defender sus propios derechos. Un obrero vale poco, pero cien mil obreros valen mucho. Mantengan un gremio unido. Entre ustedes deben respetarse y quererse como verdaderos hermanos. La discordia en las comunidades es siempre un síntoma de disociación que debilita y descompone. Sean ustedes absolutamente disciplinados gremialmente; sobre todo, tengan en el gremio un concepto claro de que para vencer en la lucha por la vida es necesario ir tras un solo objetivo, que es la defensa gremial. A menudo, los cazadores que van detrás de dos liebres acaban por no alcanzar a ninguna; para cazar una liebre hay que dedicarse a esa sola. Esto quiere decir que en los gremios es indispensable ante todo establecer como condición primordial que la aglutinación de los hombres de trabajo persigue la defensa del gremio y de las conquistas gremiales. No dejen que la política se introduzca dentro del gremio, porque entonces con ella entra la segunda liebre; y cuando ustedes se pongan a perseguir a esa liebre perderán la otra. Les digo esto como un consejo que nace del fondo de mi corazón, con la lealtad y la franqueza con que debemos hablar los hombres que no tenemos nada que ocultar. Se me ha dicho, y sé, que hay algunos trabajos en los gremios para desviarlos políticamente de mí. No me interesa, porque el trabajo que he realizado en los gremios ha sido correr tras una sola liebre; les he hablado siempre mal de la política, y si yo hubiera querido explotar a los gremios políticamente, hubiera empleado otro lenguaje. Por eso, aparte de todas las acusaciones que puedan hacerme en ese sentido, los trabajadores que me han escuchado, que creo que son todos los de la República, saben bien que soy un hombre incapaz de explotar lo bueno para emplearlo con fines subalternos. ..............
1945-03-20
En el acto de homenaje que la Asociación Bancaria hizo al coronel Perón
He de agradecer este homenaje a la Secretaría de Trabajo y Previsión que, confieso, me emociona profundamente, porque los bancarios que tomaron contacto con nosotros, hace un año, hicieron gala de un entusiasmo y de una pureza de intenciones tan extraordinarios que todos en la casa nos sentimos ligados a sus aspiraciones. He de aprovechar esta oportunidad para conversar con ustedes como acostumbro a hacerlo, porque prefiero la conversación a los discursos, ya que la verdad habla siempre sin artificios. Nuestra situación en la Secretaría es en estos momentos de una comodidad enorme, porque nos consta que los hombres comprenden nuestra teoría, penetran en nuestra misión y acompañan sentimentalmente nuestra obra, que ha de marcar rumbos en el país y para la que no habrá gente suficientemente perversa como para desvirtuarla en el porvenir. Los pueblos y los hombres se entienden acabadamente en las cosas que son nobles y justas, que se cumplen con lealtad y desinterés, y no hay embusteros lo suficientemente poderosos como para confundir lo que las masas tienen por verdad y por mentira. Sin embargo la confabulación de algunos contra el pueblo, no ha terminado. Exilados voluntarios, desplazados del fraude y de la prebenda, se aferran a los últimos maderos que quedan de este temporal purificador. Parte de una generación de hombres caducos que fracasó tanto en la función pública como en la política, se debate en los estertores de una muerte lenta pero segura. A su frente, una generación de hombres jóvenes y fuertes, cansados de una tutela y vasallaje infamante, reacciona para tomar su puesto en la lucha, decidida a triunfar para bien del país. Esta lucha de generaciones, que ha de ser decisiva para la Nación, representa dos épocas distintas: la explotación de la función pública en beneficio personal, frente al sacrificio por la defensa de la cosa pública, que es, en último análisis, la defensa de la patria. Es indudable que esgrimimos la verdad en lucha franca, frente a la falsedad, a la calumnia y a la injuria agazapada detrás del anónimo. Los que se han decidido a salvar al país de las garras veraces de los explotadores, para extender a los hombres de trabajo honrado, son tildados hoy de "colaboracionistas". Algunos de esos señores que hablan de "colaboracionismo" suelen hacerme llegar, varias veces por semana, y por interpósitas personas, un pedido de audiencia privada; pero no seré yo quien les dé "el levántate y anda" que necesitan para seguir viviendo. Desde el día en que pusimos en marcha la obra de la Secretaría de Trabajo y Previsión para sacar a los hombres de trabajo del descreimiento y el escepticismo en que habían caído, comenzó un combate despiadado contra nosotros. Afortunadamente, hemos vencido, y mientras ellos hablan, les estamos demostrando que procedíamos y procederemos con éxito. No trabajamos para estos días sino para el futuro. Algún día las generaciones de argentinos, podrán, como en el caso del ilustre Sarmiento, saber con qué clase de gente hemos tenido que vérnosla. Algunos dicen que usufructuamos la función pública. Personalmente puedo decir que no tengo un centavo ni lo tendré nunca, porque no lo necesito. Si 1alguien puede encontrar algo que sea mío, que lo declare públicamente, porque se lo he de regalar. Se me dice que soy un acaparador de puestos y también puedo explicar eso. Yo he pedido un solo puesto: el de Secretario de Trabajo y Previsión. Convengo que yo gestioné ese puesto. Yo propuse la creación de ese organismo al gobierno y he de admitirles que, por lo que se refiere a mi comodidad personal, no he salido ganando con ello. El cargo de vicepresidente de la Nación, les consta a mis camaradas y al Excelentísimo Señor Presidente de la Nación, que lo rehusé reiteradas veces y solamente a pedido del propio Presidente y de los jefes del Ejército he aceptado. Exactamente lo mismo ha sucedido con el Ministerio de Guerra, que me ha sido impuesto por mis camaradas, a quienes no puedo negarles absolutamente nada. En cuanto a los sueldos -aunque es triste tener que hablar de estas cosas- debo expresar que no cobro como vicepresidente, ni como ministro, ni cobro viáticos; solamente percibo mi sueldo de coronel, y nada más. He acusado ante la justicia a los que se han permitido difamarme "río de por medio"; y cuanto a los que desde aquí lanzan acusaciones les garantizo la más absoluta seguridad para su persona y los suyos, bajo mi palabra de caballero, si se atreven a lanzar una acusación ante la justicia de nuestro país, por la que tengo el más alto respeto. La Revolución espera cumplir integralmente su cometido. Hemos dado pruebas de que somos capaces de ponernos frente a la muerte por nuestros ideales. Los que nos combaten, no han demostrado todavía esa virtud. Los hombres políticos que nos acompañen en el futuro deberán ser tan puros como lo hemos demostrado nosotros, porque no deseamos exponer al país a nuevas depredaciones. Hemos dado nuestra palabra de soldados en el sentido de que hemos de cumplir, cualquiera sea el esfuerzo que debamos desarrollar, para que los hombres que hoy hacen juegos malabares y combinaciones de toda laya estén absolutamente persuadidos que para nosotros no existen otros postulados que los del país y la grandeza de la patria. El país vive una nueva era. La del fraude, de los peculados y la mentira ha terminado. Los que juzgan el panorama con criterio e ideas antiguos, están equivocados. Nuevos conceptos han de surgir con hombres jóvenes, porque es necesario romper los viejos moldes y fundir otros nuevos; si no, la obra revolucionaria ha fracasado irremediablemente. Hemos de tomar la bandera de las nuevas generaciones, no de un hombre, sino de muchos hombres. Somos enemigos en absoluto de los personalismos, porque pensamos como San Martín y no queremos a nuestro lado a aquellos que prefieren servir, a un caudillo antes que a su patria. Es menester alentar esa nueva mística y honrarse con ella. Los países cuya generación de hombres jóvenes es impermeable a la mística del deber, no llegan lejos. Aspiramos a que nuestra Argentina, prolongada en nuestros jóvenes, pueda llegar muy alto en el futuro. Para ello cada argentino ha de responder ante su conciencia si supo forjarse un alma nacional en la que estuviera ausente toda idea de inmoralidad y de bajeza y todos los males que envilecieron a la nación en el pasado. Deberemos huir de todos los extremismos, siempre unilaterales y exagerados, porque la evolución del mundo ha sido y será siempre pendular y la estabilización se halla en la vertical. ¿Por que habríamos de pretender la detención del péndulo en una posición siempre inestable? Los extremismos han sido siempre necesarios en las primeras etapas de la evolución, pero la sedimentación los va paulatinamente borrando hasta desaparecer, para resurgir cuando se inician nuevos ciclos evolutivos. Nuestro país ha de seguir adelante por su propio camino, que es el que nos fijaron nuestros mayores, y que no fue un mal camino, sino que fueron malos quienes debieron seguirlo. Malos baqueanos que se extraviaron durante la marcha, especialmente en la oscura noche que vivimos durante los últimos tiempos que precedieron a la Revolución, época de fraude y de mentiras. Yo pregunto que ocurriría en el país si los hombres de la Revolución abandonasen la función pública y la entregasen a los que estaban antes del 4 de junio. Esos señores tratan de meternos miedo, agitando fantasmas en todas direcciones; esos señores, verdaderos tigres de peletería, no pueden ni podrán jamás asustar a quienes cumplen con su deber dispuestos al sacrificio. Es lamentable que algunos argentinos cedan al temor de que ellos puedan volver a las épocas anteriores del 4 de junio. Hemos notado en ciertas esferas una falta de colaboración a la Revolución, que no podemos justificar, ni siquiera explicar. Por esta razón hago un llamado a los hombres jóvenes que no tienen el alma marchita, para que acompañen a la Revolución, que ha de ser salvadora si logra sus objetivos; y de lo contrario habrá de hundirse en el caos más espantoso si, después de muertos nosotros, llegase a fracasar. Porque no acepto que antes de fracasar, podamos nosotros quedar con vida. He abusado de la amabilidad de ustedes y por eso les anticipé que quería conversar; porque alguna vez, es necesario que entre argentinos podamos discutir los problemas del futuro de nuestra nacionalidad para ponerse de acuerdo y marchar en una misma dirección, que no puede ser otra que el sacrosanto objetivo de nuestra nacionalidad. Hemos de defender la libertad conseguida, hemos de asegurar la honradez y la gloria de su futuro.
1945-03-23
En la clausura de la Primera Reunión Nacional de Municipios
Después de los densos debates sostenidos en el curso de las deliberaciones y de los discursos de las sesiones inaugural y de la que estamos realizando, poco podría decir que no corra el riesgo de no invadir el campo de los especialistas de las múltiples materias que han sido tratadas en esta Primera Reunión Nacional de Municipios. Pero no debo llamarme a silencio cuando vibra mi corazón con vuestro propio entusiasmo y quiero sentirme, una vez más, como parte integrante de vuestro propio ser y compartir vuestras inquietudes. No podría tampoco dejar que os alejarais de Buenos Aires, donde habéis traído la presencia física de nuestros hermanos del interior, sin que os diera un abrazo de despedida que sea, a la vez, promesa de imperecedera amistad. Mucho he reflexionado durante estas dos semanas de labor comunal sobre los problemas permanentes de nuestros municipios, y los transitorios que pueden presentarse en la posguerra. Muchas han de ser las medidas de carácter pasajero que puedan ser tomadas para superar los inconvenientes del pasaje de la guerra a la paz. Otras habrá que incorporar al acervo legislativo de las épocas normales. Lo que no podemos prever, ni siquiera imaginar, es si la evolución legislativa que en lo porvenir experimente el derecho municipal, llegará a dar forma jurídica completamente definida a todas las cuestiones que la excepcional situación del mundo nos ha señalado como de inaplazable estudio en los momentos actuales. No sería prudente predecir esta trascendental transformación, ni podemos entrever si las funciones de los organismos municipales del futuro serán más amplias o más restringidas que las que el vigente derecho encomienda a los actuales. Pero, sin entrar en el análisis del mayor o menor alcance sustancial del derecho de fondo que rija los organismos comunales, juzgo conveniente que los técnicos, eruditos y especialistas en asuntos municipales, estudien si ha llegado la oportunidad de emprender la codificación de nuestro derecho municipal. Este sería el primer escalón de una obra de mayor envergadura cuya necesidad es, sin duda alguna, tanto o más sentida: la codificación del derecho administrativo argentino. Así terminaríamos con la anarquía en que se debate el ciudadano frente a los problemas que le crean sus relaciones con las diversas jerarquías de la administración pública. Concibo el municipio como una comunidad de vida con un gobierno propio, cuyos problemas han de enfocarse, plantearse y resolverse teniendo en cuenta la naturaleza de la propia comunidad, sus necesidades y sus fines, su situación y sus recursos. Debido a este respeto que siento por las comunidades locales, células más o menos desarrolladas -pero siempre expresión de una personalidad definida-, he considerado que debían ser llamadas a colaborar con el gobierno de la Nación en los momentos que, a través del Consejo de Posguerra, se están estructurando los planes y señalando las orientaciones que han de servir al país para reordenar su vida económico-social. No podían estar ausentes los municipios de esta tarea, porque debía llegarnos el aire purísimo del interior y con él nueva savia que robustezca nuestra mente y reavive el ritmo de nuestro corazón. No valdría lo primero si faltara lo segundo, porque no es la inteligencia sino el corazón el único manantial copioso de las grandes obras, ya que sólo en él reside el talismán que mueve y cautiva voluntades, que congrega a los hombres y los saca de su soledad para sumarlos a las grandes empresas colectivas. La inteligencia establecerá los resortes para que las organizaciones se formen, consoliden y prosperen; pero el único motor capaz de mover las voluntades es el corazón, porque en él preside la fuerza creadora e incontenible del amor. Apreciaréis si es o no es cierto lo que os digo con sólo pensar en cuál es el sacrificio que no somos capaces de soportar por el amor a nuestra madre o por el amor a nuestra Patria. Se comprenderá, pues, qué concibiendo el municipio como una comunidad de vida, no participe de la concepción abstracta de unos municipios sujetos a un modelo único, al que deban ajustarse todos, desde aquel rural de pocos vecinos hasta el de la gran metrópoli porteña. Las necesidades rudimentarias de una comunidad rural entrañas problemas notoriamente distintos de los que agitan la vida material y espiritual de una gran ciudad como Buenos Aires. Se comprenderá así mi personal satisfacción, al haber podido examinar por mis propios ojos las inquietudes y aspiraciones de todos los núcleos municipales de mi patria, en circunstancias como las presentes, en que se puede acudir a remediar una necesidad y, lo que es más interesante, se puede conjugar esta necesidad con otras análogas de otros municipios, sean vecinos o alejados entre sí por miles de kilómetros. En el gigantesco ordenamiento económico-social que proyectamos han de tener cabida todas vuestras inquietudes y todas vuestras aspiraciones. Si no fuera así, habríamos desperdiciado un tiempo valiosísima, de cuya pérdida me consideraría responsable ante el país. Sin embargo, me anima la esperanza de que esta Reunión Nacional de Municipios haya escrito en los anales de nuestra historia elocuentes páginas que inspiran el renacimiento de nuestras virtudes cívicas. Afirmación que no será exagerada si consideramos que el espíritu de cooperación social desborda en cada línea que habéis escrito. Este sentimiento de hermandad que fluye de toda la obra realizada; esta aproximación real y efectiva entre hombres de todas las latitudes de nuestro vasto territorio; esta compenetración de las angustias y problemas recíprocos; esta alegría por las mejoras logradas y apetecidas por los demás, fundada en el gran amor a la patria común, constituye para nosotros y para el porvenir, una simiente que arraigará con raíces profundas y se desarrollará con tallos vigorosos que no será fácil arrancar en el futuro. A todos nosotros toca cuidar que no se malogre, y transpuesto el período crítico de la posguerra, podremos esperar con tranquilidad las buenas cosechas que se sucederán hasta la lejanía de los tiempos. No exagero cuando afirmo que nos encontramos ante un verdadero renacimiento nacional. Todo debe germinar, florecer y fructificar. Necesitamos un renacimiento total de nuestro modo de ser, y al tiempo que aprovechamos todo lo bueno que constituye la nervatura del carácter de nuestro pueblo y de nuestra raza, debemos hacer un acto de fe en nosotros mismos y un acto de confianza en el futuro esplendor de nuestra patria. Fomentar las artes, las industrias, las bellas letras; impulsar los estudios filosóficos, jurídicos y los más variadas ramas del saber; modernizar -estilizándola, perfilándola, despojándola de lo superficial- toda nuestra legislación; incrementar por todos los medios las fuentes del saber humano, los institutos de investigación y de enseñanza. Debemos honrar los talentos, el trabajo y a los artistas, reverenciar la magistratura y a las autoridades que se destacan por su saber, por su virtud, por su patriotismo; debemos elevar a los cargos públicos a los hombres de mérito, salidos del pueblo; debemos enseñar a los magnates cuáles son sus deberes de solidaridad social, porque la cuna dorada ha dejado de ser un título de monopolio para los honores, las influencias y la participación del poder. Debemos ser un ejemplo constante de amor patrio. Pero que nuestro patriotismo flote purísimo y encendido como un hálito de bendición, patriotismo congénito, inadvertido, indestructible, que actúe sobre nosotros y sobre nuestros ciudadanos y sobre todos los hombres del mundo, con la comunicación emotiva que sólo puede engendrar la sinceridad. Llevad a vuestras ciudades, a vuestros pueblos a vuestros lugares; llevad a las grandes asambleas, a la plaza pública o a la intimidad de vuestros amigos y de vuestro hogar, el deseo fervoroso de que nuestra patria viva días luminosos de su historia, forjados con el esfuerzo paciente y abnegado de todos sus hijos; llevad el deseo fervoroso de que ni ricos ni pobres pierdan la fe en el insobornable afán de justicia distributiva que nos anima y que permite, sin lesionar derechos legítimos, barrer para siempre la miseria y la desigualdad irritante; llevad el anhelo de que ni un solo habitante de este pródigo país deje de prestar su concurso a la obra de renacimiento moral y material de la Nación, en la seguridad de que su esfuerzo será recibido y estimado en igual medida que la lealtad con que lo preste. Vosotros debéis ser la avanzadilla que llegue a todos los confines argentinos, plante el mástil, enarbole la bandera y proclame que somos un país de hombres y mujeres esforzados que tienen como finalidad esencial de vida servir a la patria para engrandecerla y hacerla respetar. ...........
1945-03-23
En el banquete realizado en honor a los delegados que participan de las deliberaciones de la Primera Reunión Nacional de Municipios
Excelentísimo señor Presidente, excelentísimos señores ministros, señor Intendente Municipal, señores interventores y gobernadores, señores delegados: El Consejo Nacional de Posguerra, al convocar por primera vez en la historia política de la Nación, la primera reunión de municipios, ha querido recordar y pensar en cada uno de los villorios y ciudades de la patria, convocando sus hombres hacia la gran metrópoli argentina, para unir en un haz de voluntades y de corazones las aspiraciones y las necesidades de la patria. Es por ello, señores, que saludo en ustedes y rindo mi homenaje reverente, a cada una de las regiones de la patria con las que soñamos todos los argentinos, haciendo votos para que sea siempre una realidad la estrofa de nuestro Himno, y podamos saludar siempre gloriosas y altivas a las provincias unidas del Sud. Nuestro federalismo impregnado del orgullo y la satisfacción regional, ha de tener como símbolo medular de su fuerza, el estímulo y la emulación de que cada uno en su propia región pueda hacer más para elevar y dignificar, cada día más, a la patria grande que todos amamos por sobre todos los demás amores de la tierra. Es por ello señores, que como presidente del Consejo Nacional de Posguerra, pensando en todo y en cada una de las partes de nuestra patria, pensamos en la necesidad de elevar una fuerza nueva, con nuevo símbolos, que agruparemos alrededor de la bandera de la patria, para hacer la virtud y la pureza de las formas, la honradez del fondo, la justicia social, que nos levante ante la vista de propios y extraños, haciendo de cada argentino un hombre un poco más feliz que lo que era; con la aspiración suprema de asegurar la felicidad de todos, que es la felicidad, la grandeza y el futuro de la Nación, elevando el espíritu, perfeccionando nuestra democracia, perfeccionando nuestros sentimientos, para que en este país no haya nadie desigual ante la ley. Y que las condiciones para gobernar o para dirigir las colectividades, sean solamente dos: el talento y la virtud, que hace a los hombres capaces, material y moralmente, para dirigir a sus conciudadanos. Sueño, señores, como argentino que he vivido un pedazo de mi vida en cada provincia de la patria, con una gran casa central en Buenos Aires. Un hermoso edificio de veinte pisos donde cada provincia tenga su propio piso para cuando venga a Buenos Aires pueda juntarse con todas las demás regiones de la patria, para hacer la verdadera unidad nacional. Y sueño, finalmente, señores, con una Argentina que sea también un conglomerado cuyo símbolo sea esa casa, en la cual no palpite más que un solo corazón, el corazón de los argentinos. ................
1945-04-09
Ante dirigentes obreros en la sede de la Secretaría de Trabajo y Previsión
En primer término tengo el placer de saludarlos. He querido reunirlos para conversar con ustedes sobre la realización de todos nuestros planes de trabajo y previsión social. Creo que los dirigentes obreros no solamente deben seguir el movimiento y el desarrollo de todas las iniciativas de la Secretaría de Trabajo y Previsión, sino también conocer sus planes, la orientación de sus finalidades y aspectos de trabajo y previsión social, que la Secretaría tiene como objetivos a corto y largo plazos. Ello tiene la ventaja de que los dirigentes obreros sientan dichos beneficios como una conquista propia y colaboren efectivamente con la Secretaría de Trabajo y Previsión. En esta tarea cada uno de ustedes debe ser verdadero apoyo de la obra de política social de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Para hacerlo con toda la eficacia que cabe suponer, quiero, a un año de la iniciación de nuestra tarea, recapitular y enterarlos de una manera general de lo que hemos hecho y de los planes existentes en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Nosotros somos hombres racionales y no improvisamos. Necesitábamos crear el organismo y realizar la obra. Parecería que ello habría dado lugar a una labor inorgánica y no es así. Se establecieron planes y objetivos y rápidamente se hizo la obra indispensable. Si hubiéramos sido teóricos todavía estaríamos organizando. En cambio, resolvimos, bien o mal, pero resolvimos. El conocimiento de los planes de la Secretaría, tiene la ventaja que cada uno de ustedes tenga la oportunidad de conocerlos y defenderlos. Yo trataré de que en lo sucesivo por lo menos una vez por mes, conversemos sobre nuestra labor y nos ayuden a que la realicemos juntos. De estas conversaciones yo entregaré la versión taquigráfica para que todos tengan el exacto conocimiento de lo conversado, y evitar que pueda haber tergiversaciones, equivocaciones o comentarios dirigidos a un confusionismo determinado. Los planes de la Secretaría de Trabajo y Previsión han sido elaborados desde hace casi diez meses, poco después de haberse organizado la misma. En el aspecto constructivo y de realización han sido divididos en dos grandes aspectos: trabajo y previsión social. En lo referente a trabajo hemos sentado principios éticos de nuestra política de justicia social que se resumen en tres postulados: 1º) Elevación de la cultura social; 2º) Dignificación del trabajo, y 3º) Humanización del capital. El primero, parecería contener a los otros dos; pero es necesario enumerarlo y enunciarlo separadamente para hacer resaltar que la dignificación del trabajo y la humanización del capital representen una parte importante de la cultura social; pero hay otros aspectos que no entran dentro de esos renglones y que tienen una importancia extraordinaria en la elevación de la cultural social del país. Uno de ellos será desarrollar en el pueblo argentino una verdadera conciencia social, sin la cual las conquistas sociales o son resistidas o pasan poco menos que desapercibidas. En necesario llevar a la conciencia del país la sensibilidad indispensable para poder apreciar lo que es el bien de una conquista social, llevar al espíritu de los hombres la natural repugnancia que representa para el corazón humano, el negarse para cualquier conquista que vaya en beneficio del prójimo menos afortunado dentro de la colectividad. También dentro de esa elevación de la cultura social entre un aspecto importantísimo y fundamental para la masa de trabajadores: la formación de una verdadera mística social dentro de la masa obrera. Los grandes movimientos de cualquier orden tiene en la vida una fuerza motriz superior a todas las demás fuerzas: es esa mística que el corazón y la mente llegan a desarrollar en los hombres que luchan por la misma causa. Los obreros deben poseer esa mística: los dirigentes están en la obligación de desarrollarla, pensando que dentro de la masa no ha de haber sentimientos dispares con los sentimientos que propugnan el mejoramiento moral y material de la propia masa. Esa mística que forman parte de la cultura social de un pueblo, es en nuestras masas mucho más indispensable que en cualquier conglomerado humano, porque nosotros somos un pueblo nuevo, en formación, que comienza recién a compulsar los verdaderos valores dentro del campo social de la Nación y del mundo entero. Nosotros, con esa mística en la masa obrera, y con esa conciencia social desarrollada dentro del país, iniciaremos una causa que deberá triunfar en el tiempo, porque posee lo que es la fuerza motriz de los grandes organismos sociales y que no ha de permitir que vuelvan épocas en que el trabajador sea expoliado en nuestro país. Esa conciencia social y esa mística de la masa obrera, son las que encarnan los factores de las fuerzas que se mueven en el campo social. Hay un deber del dirigente obrero y un deber del dirigente patronal. El deber del dirigente obrero debe estar encaminado a cumplir dentro del campo del espíritu del trabajador social, los principios éticos que hemos enumerado anteriormente, y dentro del campo material de la política social, cumplir los planes que hemos trazado y que sin duda alguna van hacia la persecución de objetivos superiores de beneficio para la clase trabajadora. Además de estos principios éticos, la Secretaría de Trabajo ha estructurado los planes que todos ustedes pueden leer y penetrar más profundamente en el libro que ella ha publicado, en el que figuran los planos gráficos, las planillas, enumeración de cuestiones y una doctrina que ha sido cristalizada en todas las conversaciones que he tenido con los obreros. Está en ese libro todo lo que la Secretaría de Trabajo piensa llevar a cabo para conseguir dar estabilidad a las condiciones generales de trabajo en la República. En primer término se ha estructurado perfectamente todo lo que se refiere a la administración laboral, organización y funcionamiento de todos los organismos con la gratitud de todos los servicios. La Secretaría de Trabajo ha de hacerse cargo en el futuro de todas las cuestiones que involucraban un asunto ante la justicia o de cualquier otro aspecto, en el cual el obrero deba pagar honorarios. En el futuro aspiramos a que el obrero sea defendido por funcionarios de la Secretaría de Trabajo, sin tener que desembolsar un solo centavo por aquel concepto. En cuanto a la organización profesional, buscamos realizarla científicamente, en base a una estadigrafía real, en forma de que todos los trabajadores cuenten con la garantía necesaria para su organización, evitando que muchas veces los sindicatos tengan que vivir a salto de mata, frente a los patrones o las autoridades. Es necesario fijar a estos organismos sus derechos y sus garantías frente a las demás fuerzas que trabajan para su destrucción. En este sentido pueden ustedes leer todas estas cuestiones en el libro que ha de facilitar a quien lo solicite la dirección de Acción Social Directa. Con su lectura podrán ampliar los conceptos de esta conversación. Con respecto a las condiciones de trabajo, vamos hacia el establecimiento definitivo del contrato colectivo. Aspiramos a no escribir en el aire, sino a darle una estructura jurídica a cuanto estamos haciendo, para que en el porvenir no haya nadie tan osado que sea capaz de atacar a estas instituciones, que no han de morir, para bien de los trabajadores. También hemos de estructurar, y ya se está trabajando activamente en ello, todo lo que se refiere a las condiciones de trabajo en general, orden interno en los locales de trabajo, duración de la jornada, accidentes, descanso, etcétera. Otro aspecto interesante es el relacionado con la justicia del trabajo. En todas partes del mundo la justicia del trabajo ha pecado de lenta. En nuestro país es una verdadera tortuga, porque cuando un obrero necesita recurrir a la justicia pierde también el dinero que va a reclamar. Conociendo eso, nosotros hemos organizado la justicia del trabajo, rápida inmediata, gratuita, a cubierto de todos los especuladores. Un obrero no puede estar perdiendo su tiempo todos los días para ir a ver al abogado Fulano o al procurador Zutano. Su asunto debe ser resuelto en un juicio rápido, dentro de lo posible oral, y si tiene razón, no hay porque estar haciéndole chicanas; y si no la tiene, no hay porque hacerle perder el tiempo reclamando lo que no le corresponde. A eso tiende la organización de los Tribunales del Trabajo. El Estado tendrá que pagar unos pesos más para formar esos tribunales, pero nuestros obreros tendrán que desembolsar unos pesos menos y obtendrán una justicia técnica, verdadera y rápida. Este asunto ha sido objeto de algunos torpedos. Es natural que lo quieran torpedear los que antes vivían de la explotación de los pobres obreros. Sabemos muy bien que ya se mueven fuerzas hasta en el foro, diciendo que esto es inconstitucional. Sabemos muy bien a donde van dirigidos esos dardos y por que se disparan; pero como estamos decididos a defender los intereses de los que tienen menos intereses, hemos de sacrificar cualquier cuestión para que esto se cumpla. Una justicia de trabajo rápida, real, sin explotaciones de ninguna naturaleza, es la base de todo el mecanismo de solución en los conflictos del trabajo. Hasta ahora, lo hemos hecho nosotros, aquí en la Secretaría, un poco arbitrariamente si se quiere, pero saben perfectamente ustedes el extraordinario bien que ésa, nuestra justicia, quizá fuera de la ley, ha proporcionado a la masa de trabajadores. Otro aspecto de nuestro plan es el de la retribución del trabajo, asunto sumamente importante y que ha significado durante muchos años el nudo gordiano de las relaciones entre trabajadores y patrones. Desde que se consideraba al trabajo como a una mercancía, hasta estos días en que lo hemos elevado y dignificado suficientemente, la escala creciente ha sido bastante pronunciada. Sin embargo, esto ha llegado sólo a algunas partes, y es necesario hacerlo llegar hasta el último rincón de la República. La Secretaría de Trabajo está empeñada en eso y ha de cumplirlo a despecho de la crítica, de las diatribas, de las calumnias y de las infamias puestas en movimiento. El salario mínimo es una conquista que yo creo han logrado ya hasta los negros de África. En nuestro país, desgraciadamente, todavía no es un hecho. El Estatuto del Peón, al que le han tirado hasta con escopeta, es un monumento que no lo van a voltear nunca. La Secretaría de Trabajo va más lejos. Ha organizado ya el régimen de las comisiones de salarios mínimos. Hemos de llegar a todas partes con esas comisiones, controladas por nuestras propias delegaciones. Cada zona del país tendrá las comisiones necesarias de acuerdo con las condiciones del trabajo, las necesidades y las posibilidades de cada región. De esa manera lograremos que cada hombre que trabaja pueda vivir con su familia digna y decorosamente, ya que el salario no sólo debe contemplar el punto de vista materia, sino también el espiritual. Esperamos tener establecido en todas partes durante este año el salario mínimo, no solamente en forma teórica, sino aplicado y controlado. En este aspecto de la retribución del trabajo, se está trabajando también sobre las tarifas del salario, forma de pago, organización y reglamentación del trabajo a destajo, salarios en especie, etcétera, como asimismo, también, con respecto al servicio social en los establecimientos, cosa que debe formar parte de la retribución del trabajo. El patrón no solamente debe pagar al obrero, sino que también debe cuidar su salud. Otra cuestión que interesa a nuestro plan es la referente a las fuentes de trabajo. Nosotros no somos hombres teóricos, somos más bien hombres realistas y prácticos, de manera que no nos hemos puesto a elaborar un código del trabajo, de esos que no los aplica nadie y no los lee sino quien los ha hecho. Nosotros estamos construyendo en sentido contrario. Hay dos métodos que la clasificación filosófica pone a disposición del que trabaja: el método ideal y el método real. El ideal será construir un código de trabajo como los que ya existían en el país y que no sé si muchos los habrán leído. El otro método es ir a ver las condiciones de trabajo de los obreros y de allí sacar las leyes que han de servir para organizarlo. Nosotros queremos elaborar tantos convenios colectivos como sea posible y de allí extraer las bases reales para la reglamentación del trabajo argentino. No hay mente humana que teóricamente pueda elaborar nada constructivo en este sentido. Es el sacrificio del trabajo real de todos los días el único que acumula la sedimentación de los conocimientos necesarios para llegar a la realidad de trabajo. En esta forma estamos buscando de establecer un cuerpo de doctrina, de leyes y reglamentos del trabajo, que han de ser en todos los casos redactados por los técnicos, pero aprobados por los otros que son más técnicos: los que realizan el trabajo. Tenemos también planificada la organización internacional del trabajo. Es lamentable que el Estado argentino no haya propugnado hace mucho tiempo la creación de una oficina para la organización internacional del trabajo. Este asunto, que ha venido acumulando antecedentes a través de numerosos congresos, acuerdos y convenios entre diversos países, no ha cristalizado jamás en nada práctico. Es necesario establecer dentro de la Secretaría de Trabajo un organismo destinado a realizar la verdadera organización del resto del continente y, por extensión, del resto del mundo. Vamos también hacia la regulación de las relaciones entre patrones y trabajadores, lo que se viene realizando por medio de la Dirección de Acción Social Directa. Esto va a ser estructurado conjuntamente con la Dirección del Trabajo. Hasta ahora han funcionado separadas por razones de ejecución pero, paulatinamente, nos orientamos hacia el manejo de estas cuestiones dentro de un régimen absolutamente jurídico. Con ello, sin que se pierda el ritmo de actividad que le imprime la Dirección de Acción Social Directa, necesitamos estructurar jurídicamente los organismos dándoles los instrumentos para asegurarles que el porvenir no haga variar ni la forma ni la acción de este organismo que durante un año, según lo han apreciado ustedes, ha dado excelentes resultados en todos los aspectos de la política social argentina. Otra cuestión interesante, ya estructurada en la Secretaría, se refiere al trabajo de asistencia social de la mujer. Ese organismo, creado por primera vez en el país, separando unas actividades de otras, en razón de las distintas exigencias de la vida, tiende a que la mujer sea preferentemente considerada en su trabajo y en su acción doméstica. La creación de esa Dirección del Trabajo y Asistencia de la Mujer tendrá cada día mayor importancia porque la mujer necesita mayor defensa por estar más expuesta a las demasía de los demás. Otro aspecto del plan que cumplimos es el relativo al aprendizaje y trabajo de menores. Aspira la Secretaría a que los futuros obreros argentinos se hayan formado en las escuelas del Estado. Si los abogados, médicos, militares y maestros son gratuitamente formados por el Estado en escuelas que pagamos todos, por que razón hemos de condenar al obrero a que aprenda sacrificándose en el taller y que no haya una escuela que lo prepare como un artesano útil para el resto de su vida. ¿Es aceptable que el hombre más pobre, más librado a sus propios medios, sea abandonado por el Estado, mientras a los demás se les costea los estudios? Esto es injusto. Por cada uno de los señores que teniendo medios abundantes para costearse su futuro en las escuelas, aprovecha las ventajas que el Estado le proporciona, debe haber cinco obreros que sean formados como artesanos, en la seguridad de que esos cinco hombres han de dar en el futuro tanto provecho al país como los otros en quienes se ha gastado ingentes sumas de dinero. Por esta razón, la Secretaría de Trabajo ha luchado a pesar de todos estos inconvenientes y dificultades, para formar las escuelas de artesanos. Hemos de formar las escuelas contra quien se oponga, para que los muchachos obreros puedan hacer su aprendizaje sin sufrimiento y dolor; que cuando vayan al taller puedan tener un salario más de acuerdo con sus modalidades y también más de acuerdo con sus aptitudes. Formaremos el artesanado argentino, que hasta ahora ha sido preparado sobre el dolor y el trabajo de la niñez. Estos son los problemas que presentamos en forma simple porque queremos cumplir con nuestra promesa de darles solución. Si no tuviéramos la intención de hacerlo, probablemente lo presentaríamos lleno de complicaciones. La segunda parte del plan comprende todo lo que se refiere a previsión social y política inmigratoria. En lo que atañe a previsión social, el primer aspecto corresponde a la seguridad social, a propósito de la cual hemos estructurado todo un plan que ustedes podrán leer en el libro a que he aludido. Un primer asunto es el relativo a la vivienda, que presenta otra grave injusticia. Mientras existen compañías de capitalización y bancos estatales que al hombre que gana un alto sueldo le construyen una linda casa a pagar en cuarenta o cincuenta años, el obrero queda librado a sus propios medios y debe vivir hacinado en un conventillo sin poder tener la aspiración de construirse su propia casa, pese a que es el que más la necesita y el que más la merece. El Estado tiene la obligación ineludible de gastar aunque sea 4.000.000.000 de pesos para dar casa, humilde sí, pero limpia, sana y alegre, a los obreros que consumen sus vidas en las fábricas. Es éste un problema más complejo de lo que parece, y todavía estamos luchando para imponer nuestro plan. No es fácil, todos quieren saber cómo se va a pagar y eso es lo que no me interesa a mí. Lo que a mí me interesa es ver levantar las casas cuanto antes. Hemos de poner nuestro plan en ejecución muy pronto. Hasta ahora hemos estado haciendo experiencia, porque no queremos hacer una cosa que después resulte un clavo. Debemos hacer una casa que no sea un palacio, por que no lo podría pagar el obrero, y que tampoco sea un conventillo. Debe dársele una casa para que la pague como quiera y cuando pueda. El otro aspecto que la Secretaría persigue es el relativo a la seguridad social. El panorama que nosotros encontramos en este aspecto no era menos injusto que los que hemos venido enumerando. El que ganaba cinco mil pesos por mes se jubilaba a los 30 ó 35 años de servicio con esa cifra, cuando si hubiera hecho una vida ordenada se hubiese podido jubilar él mismo a los diez años. En cambio, al pobre que ganaba cinco pesos por día, que lo partiera un rayo. La Secretaría quiere llegar a un seguro social que sea compartido por los patrones, por los obreros y por el Estado. En otras partes del mundo, donde los hombres son menos avaros, las propias compañías dan un seguro social a sus obreros. Conozco grandes compañías en las cuales, si un obrero deja el diez por ciento de su sueldo como ahorro, cada mes, el patrono pone otro diez por ciento, para ir formando el seguro social. Otras empresas lo van formando mediante acciones, cupones, etcétera. Resulta inconcebible hoy que haya hombres tan poco humanos que no consideren indispensable la seguridad de la vida y la salud de los obreros que trabajan para él. Si se gasta en la reposición de maquinarias, ¿como no va a gastarse en la reposición de los hombres, que valen más y son más difíciles de conseguir? Aquí no ha prendido todavía esa idea. Mientras ello no se realice será el Estado quien deba descontar un tanto por ciento a los patrones y un tanto por ciento a los obreros, para realizar el seguro social que cubra los riesgos de la vejez la invalidez. Hacia eso vamos, y este año hemos incorporado casi un millón y medio de trabajadores -no de vividores- a la causa del seguro social argentino. Otro aspecto de nuestro plan es la asistencia social que en nuestro país había sido interpretada casi como una beneficencia. El que sea amigo de hacer obras caricativas, que las haga de su bolsillo, pero no con el dinero del Estado. Nosotros hemos de suprimir esa clase de beneficencia del Estado, para hacerla por los funcionarios de Asistencia Social que cumplen un servicio del Estado para el hombre que verdaderamente lo necesita. Con ese propósito hemos creado un Registro General de Asistencia Social, una Comisión Nacional de Ayuda Escolar -porque el niño del obrero necesita que en la escuela lo ayuden con ropa o con comida-, el Patronato Nacional de Ciegos, que se encarga de la reeducación de estos pobres hombres que han tenido la desgracia de perder la vista, y un sinnúmero de establecimientos que el Estado debe tener la obligación de mantener, para mitigar la desgracia ajena y evitar el espectáculo de miseria social que ofrecen las personas abandonadas en la vía pública, por carecer de medios propios para subsistir. La Dirección de Subsidios administra los fondos destinados a ese efecto, no en forma discrecional, sino encargándose y responsabilizándose de que el subsidio llegue a quien le corresponde y no al que tenga una influencia política o de otra naturaleza. Existen también los asilos nacionales que llamamos ahora hogares. He visitado también algunos de ellos y he observado que en esta materia tenemos mucho que hacer. No podemos saber si los que estamos hoy aquí algún día nos veremos en la necesidad de alojarnos en uno de esos hogares, de modo que es justo que nos preocupemos por mejorarlos hasta con un propósito egoísta. La medicina social es otro de los aspectos de nuestro plan. La medicina social tiende a prevenir y a curar con el objeto de conservar el material humano. Ya que todos los días tenemos exposiciones y congresos para ver como se saca más lindo a un toro o una vaca, es bueno también que empecemos a ocuparnos de cómo se saca mejor a un hombre o una mujer, y se los conserva bien durante la vida, para que sean útiles y felices. Esta medicina la hemos de extender a todos los ámbitos donde haya hombres que la necesiten, ya sea en sus lugares de trabajo o de reposo. En esta materia ofrece la república un margen extraordinario de aplicación porque no se explica en un país de casi tres millones de kilómetros cuadrados y catorce millones de habitantes, haya tanta tuberculosis, lepra, paludismo y otras cosas que van en contra de la raza. Hemos de empeñar la obra de la Dirección de Acción Social, como así también de la Dirección de Salud Pública, para llegar hasta el último rincón del país en procura de la salud y el bienestar. Otro aspecto del plan es el referente a la mutualidad. La previsión social tiene tres grados distintos. El primer grado es el ahorro personal, en el que cada persona, mediante el ahorro hace su propia previsión para las necesidades más inmediata. Cuando él no puede sobreponerse a la desgracia o a la enfermedad por sí misma, recurre a la colectividad, y entremos aquí en el segundo grado de la previsión social: la comunidad, unida en una mutualidad defiende a cada uno de los hombres que la componen. El tercer grado es la previsión social integral, la que está obligado el Estado a prestar a todos sus habitantes y que, por otra parte, todos los habitantes lo pagan, y lo pagan bien. El descanso es otro de los aspectos de nuestro plan. Si se organiza el trabajo, es necesario organizar también el descanso. Pensamos que cada hombre debe tener el necesario descanso diario para reponer sus fuerzas; el necesario descanso semanal para reponer su espíritu y el necesario descenso anual, para reponer las fuerzas del cuerpo y del alma. Esta organización es, sin duda, la más larga, porque pensamos estructurar también el turismo social en forma de que no sea un privilegio de los pudientes oxigenar o yodificar su cuerpo después de cada año de trabajo. El mar y la montaña deber ser accesibles a todos los hombres, ricos o pobres, porque la salud no reconoce distintos grados de necesidad. El obrero, sin un desembolso que pueda perjudicarlo para el resto del año, debe poder pasarse quince o veinte días anuales en las playas o en las sierras. En estos momentos trabajamos con el Ministerio de Obras Públicas en la formación de un plan que permite, dentro de dos o tres años, llevar un millón de trabajadores con sus familias a la montaña o al mar, alojarlos y darles de comer por un precio sumamente módico, que pueda representar el ahorro de unos pesos de su salario durante el año. Finalmente tenemos lo relativo a la política inmigratoria; este es un asunto importante, tanto considerando las migraciones internacionales como los movimientos interlocales. Es sabido que los obreros son los que sufren más con la introducción de inmigrantes al país, porque con ello se aumenta la oferta de brazos, en tanto que se mantiene en un mismo nivel la oferta de trabajo. Es un problema que debe estudiarse cuidadosamente. La política argentina en este sentido es de poblar, buscando aumentar en lo posible el número de habitantes con la introducción de hombres que sean sanos y buenos; pero ello será después que hayamos asegurado que la introducción de esas masas no producirá un perjuicio a los propios argentinos que ya trabajan en el país. Dentro de esa norma propugnaremos de todas maneras la inmigración, pero con destino a los lugares despoblados del país, y no hacia donde tenemos exceso de población. Será necesario establecer un nuevo régimen de adaptación a la tierra, atrayendo a los inmigrantes directamente a las zonas que le son destinadas y de las que no puedan salir por lo menos durante un largo tiempo. Es éste un problema que ya lo estamos estudiando para la posguerra. En cuanto a los movimientos interlocales, hemos de estudiar también el asunto para evitar que ellos perjudiquen a los obreros, especialmente en las grandes ciudades. Señores: en grandes líneas éstas son, en general, nuestras ideas para el futuro que, como digo, son simples, porque tenemos la buena intención de cumplirlas. La Secretaría de Trabajo ha hecho cuanto ha dicho hasta ahora; no hemos prometido nada en vano, y ustedes lo saben tan bien como yo. Ahora estamos empeñados en consolidar lo que hemos hecho, y hemos de conseguirlo. Yo les diría a ustedes que en esta segunda parte -la consolidación de nuestra obra- tienen tanto que hacer como nosotros. Nosotros hemos de hecho de nuestra parte todo lo que hemos podido hacer con verdad y con lealtad. En adelante serán ustedes los que tengan que defender estas conquistas al lado nuestro. Cuando comencé esta obra era nazi o era comunista. Luego demagogo, ambicioso u oportunista; después, les hacía fraude a ustedes, a los obreros. Yo he de demostrarles hoy que solamente soy un hombre que ha trabajado de buena fe, dando de sí todo lo que tiene y no pidiendo absolutamente nada, cosa que no sé si todos los que han hecho algo pueden decir. Lo que no dicen de mí, es que yo en un año he hecho más que lo que muchos han charlado durante cuarenta años, cobrando dietas y engañando al país y a los trabajadores. Mi falta ha consistido en levantar y dignificar el trabajo y el nivel social de la masa obrera; en nivelar la vida de los hombres en este país donde por un lado se ganan diez mil pesos por días y en otros se ganan veinte centavos diarios. Hemos hecho aumentar los jornales a todos los trabajadores del país; hemos mejorado las condiciones de trabajo de todos los obreros y en todos los establecimientos; hemos asegurado el descanso diario, semanal y anual en todas las actividades del país; hemos establecido ya en gran parte los salarios mínimos y los estableceremos en todas partes, mejorándolos paulatinamente; hemos fomentado la mutualidad y la extenderemos cada día más; hemos asegurado el régimen social al país y hemos desarrollado una conciencia social que es indispensable en todos sus aspectos y la vamos desarrollando cada día con más intensidad. A cambio de esto sólo hemos pedido a los trabajadores una cosa: que nos ayuden en la defensa de sus propias conquistas. Jamás en esta casa se le ha pedido a nadie algo que represente un beneficio para nosotros. Estoy persuadido de que no he de pedir nunca cosa semejante, primero, porque me avergonzaría de eso y segundo, porque, a pesar de lo que muchos dicen, mi demagogia es completamente distinta de la que piensan ellos. Yo pregunto si la ley 11.729 pudo haber sido hecha para cumplirse, si no se le incluyeron las medidas compulsivas para hacerla efectiva. Nosotros hemos tenido que substituirla, en la parte referente al descanso, por un decreto que asegure por lo menos quince días de vacaciones. Pregunto a los obreros si alguna vez se les ha cumplido lo dispuesto en la ley 11.729 y si cuando no se les cumplió y recurrieron a la justicia, la justicia ha hecho algo más que decirles: tiene razón, pero marche preso. Nosotros hemos hecho un decreto inconstitucional, pero que obliga a los patronos a dar quince días o a pagar multas. Es que los políticos no acaban nunca de aprender y combaten con las mismas armas de siempre: la mentira, la insidia, la calumnia, etcétera. Pero éstas tienen las piernas muy cortas; no van muy lejos. Los malos políticos no hacen experiencia; son como las moscas, a las que uno las espanta y vuelven tantas veces que hay que matarlas. Trabajamos para el país, como ya lo he dicho muchas veces, y al que hace bien, así sea enemigo, no se le puede probar que hace mal. Los que critican destructivamente al hombre que realiza una obra, se envilecen, en tanto que el que es capaz de ponderar a un enemigo, se enaltece. Yo aprecio a los hombres como los veo, sean blancos o negros, y los juzgo por sus obras. Si es un enemigo a muerte el que hace una obra buena, estoy listo para decirle que es buena; pero así sea mi íntimo amigo o mi jefe, al que hace una cosa mala, bien estoy listo para decirlo que es mala. Eso es lo que necesitan los hombres de este país, donde llevamos ya muchos años de pelea intrascendente e inconstructiva. Alguna vez hemos de pelear para hace bien; pero no debemos pelear jamás por destruir lo bueno. Dicen que los sueldos y los salarios han aumentado pero que también ha aumentado el costo de vida. ¿Es que ellos habrían preferido que no hubiesen aumentado los salarios mientras los precios subían? La inflación es una enfermedad como la pulmonía. Hay que pasarla y curarla; pero hace falta tiempo. Vendrá la cura de la pulmonía y los salarios se mantendrán donde están, y vendrá entonces el mentís para esos señores que conversan y dicen que hay que hacer lo que ellos nunca fueron capaces de realizar. Lo que yo puedo asegurar es que el peso se mantendrá en su valor y que dentro de cinco o diez años, los obreros comprarán con un peso más de los que están comprando hoy. Eso es lo que el gobierno debe cuidar, es decir mantener el poder adquisitivo pese a la inflación. La inflación argentina es del veinte al cuarenta por ciento, mientras que en todos los países del mundo es del doscientos al cuatrocientos por ciento. Tengo aquí un informe de un señor americano llamado Roditi, que es un famoso industrial y poderoso comerciante de Estados Unidos. En un artículo para la United Press, dice que después de haber recorrido casi todo el mundo ha comprobado que en la República Argentina es donde los sueldos están menos abultados y donde se vive más barato y mejor. Voy a leer la parte pertinente del artículo: "Me he detenido especialmente en la República Argentina cuya situación si ofrece aspectos comunes con las de sus vecinas latinoamericanas, se distingue por características permanentes y circunstanciales. En la Argentina, el costo de la vida ha aumentado debido al exceso de exportación y a la gran disminución de las importaciones, pero en razón de la abundancia y mayor solidez de su economía, los precios ha sufrido un aumento sensiblemente inferior a los demás países del mundo, pudiendo afirmarse que acaso en ninguna parte del mundo hoy es posible vivir una vida tan civilizada y barata a la vez. Esto es lo que piensa un hombre que termina de pasar por la Argentina. Es que este fenómeno, que algunos ven tan difícil, reducido a su realidad es simple. En esto hay exceso de exportación déficit de importaciones y gran margen de especulación. Ese margen de especulación lo estamos lavando con cientos de miles de pesos todos los días, en concepto de multas que en muchos casos, nuestros jueces disminuyen al diez por ciento. Hemos de seguir incansablemente en esta campaña porque estoy seguro de que cuando comiencen las importaciones las van a pagar todas juntas. Sobre el aumento de salarios se me ha dicho todo lo que se le puede decir a un hombre. Se dice que he sido el culpable de la inflación. Que la inflación es la que produce el aumento de los salarios, pero en la especulación no se piensa. Cuando se aumentan en el diez por ciento, los salarios, los productos aumentan un cincuenta por ciento. Pero eso, nosotros lo sabemos perfectamente bien. Dicen que es de medida la carrera de aumento de los salarios, pero no saben todavía lo que hemos de aumentar en el porvenir. Cuando los precios obedecen a causas naturales de costo de producción, comerciales, o de circulación, no hay más remedio que aumentar los salarios, y yo les he oído decir a todos los industriales y comerciantes que las causas son naturales. Entonces, aumentamos el salario. Si no fueran naturales aquellas causas no habría por que aumentar el salario, pero entonces tampoco tendrían que subir los precios. Por otra parte esto coincide con lo que yo quiero: elevar el estándar de vida, cosa que se logra de una sola manera, esto es: aumentando los salarios. Ahora bien, el nivel de esos salarios va a ser complementado con los planes de previsión social. Hasta ahora recibimos una osamenta social a la que estamos poniendo los músculos y los nervios para hacer que parezca algo mejor que una osamenta. Si yo debo evolucionar aumentando el estándar de vida de los trabajadores, no tengo más recurso que la elevación de los sueldos. Pero cuando esté bien desarrollado nuestro plan de previsión social ello implicará un aumento indirecto de los salarios, porque si en lugar de tener que pagar cincuenta pesos por la habitación, se tiene una casa mejor por treinta pesos, el resultado práctico equivaldrá a un aumento de veinte pesos en los ingresos. Del mismo modo si el Estado presta asistencia médica y no hay que hacer ningún desembolso por este renglón, ello ha de traducirse en un virtual aumento de sueldo. El mismo concepto puede extenderse al suministro de medicinas y a la organización en todos sus aspectos de los servicios de asistencia social. Por eso creo que en el futuro hemos de contemplar el panorama, logrando con la previsión un virtual aumento de sueldo. Como ya no puedo echar mano de eso, tengo que aumentar los salarios. Las cuestiones de previsión social han de ser encarados en forma racional a fin de que resulten una cosa conveniente y no perjudicial. Tenemos el caso del Hospital de los ferroviarios que no hemos podido construir, a pesar de contar con el terreno y con el dinero, pues es preciso ir despacio a fin de realizar algo que llene por completo las aspiraciones de los trabajadores. En definitiva, vuelvo a decirles que cuando la previsión social del Estado sea completa, los obreros habrán triplicado sus jornales. Bien, he llegado al término de esta disertación y quiero referirme al deber de la clase obrera en esta hora. El futuro es siempre incierto y lo es especialmente para los pobres. Si alguien llegara a destruir lo que hemos construido y lo que hemos hecho, para los obreros argentinos, el panorama del futuro sería aún más incierto. Ustedes deben impedirlo de todas maneras y desde ya deben llevar a sus gremios estas inquietudes. ¿No ven ustedes que ya algunos diarios comienzan una campaña difusa contra esas conquistas, no en forma abierta, pero sí en forma solapada, defendiendo algunas doctrinas o teorías extrañas como comenzando a dudar de la validez de nuestras construcciones? ¿No ven que otros diarios derrotistas atacan la obra realizada? ¿No ven que hace pocos días ha salido de uno de nuestros tribunales de justicia una acordada que dice que todo lo que se ha realizado es inconstitucional, como si la constitucionalidad dependiese de la apreciación de las personas y no de la apreciación de la obra? Las obras buenas son constitucionales, la que son inconstitucionales son las obras malas. Es anacrónico decir que una obra es mala porque no ha salido del Congreso, precisamente el mismo día en que otra Cámara condena a ocho miembros de la Cámara de Diputados por delitos comunes. Señores: he de confesarles a ustedes, que son obreros, y he de decirles por qué soy obrerista: porque quiero a los argentinos y porque de los catorce millones de argentinos hay doce millones de obreros y pobres, mientras que de los otros hay apenas dos millones de privilegiados que no necesitan de mi cariño ni de mi protección. Quienes combaten lo que se ha hecho en el campo obrero, no son argentinos ni patriotas, son vulgares aventureros al servicio de un dinero manchado por la infamia muchas veces con el deshonor. Nosotros defendemos nuestras conquistas sociales porque nos hemos identificado con ellas. Son tanto de ustedes como nuestras. El que diga lo contrario miente y no lo podrá probar en momento alguno. Ustedes deben defender esa obra. Yo lo pido y lo aconsejo. Lo pido en nombre de la Secretaría y lo aconsejo porque estoy convencido que es la obra de ustedes, y que si ustedes no la defienden, nadie la defenderá en su lugar en forma que tengan algo que agradecerle. Ustedes deben agitar a las masas y tenerlas listas y alertas. No debe haber nada que pueda malograr esta obra. Yo les diré cuando es necesario iniciar la lucha, y en tal caso les aseguro que estaré a su frente. Yo les pido que hagan llegar a sus compañeros estas palabras. Cada obrero debe estar en su puesto de lucha para defender su propio bienestar. Cada obrero debe defender en todo momento la obra que nosotros hemos construido para ellos. Desde su puesto, en todo lugar, en todas las circunstancias ellos deben defenderla abiertamente, porque si eso no se produjese puede llegar el momento en que por indiferencia de masas sean nuevamente burladas y caiga en la situación en que se hallaban antes, de descreimiento y de miseria social. Los hombres que tienen una cosa que defender, deben defenderla hasta con la vida si fuese necesario, porque eso forma parte de la felicidad de ustedes y de sus familias. Nadie tiene derecho a quitarles lo que ustedes han conquistado en buena ley. Todo obrero debe combatir en cualquier forma esta solapada campaña contra las conquistas sociales. Cada uno debe saber que el ataque contra esa obra es el ataque contra la clase obrera, y hoy más que nunca los obreros deben cumplir con su deber, porque si n lo hacen ustedes, tendrán mucho de que arrepentirse en el futuro. No son las palabras ni los cuentos chinos los que hacen la felicidad de los hombres. Son los hechos; y los hechos no se discuten, se conquistan luchando y se conservan peleando abiertamente si es menester. ................
1945-04-18
Ante empleados del Banco Municipal de la Ciudad de Buenos Aires
Deseo agradecer con pocas palabras este amable homenaje que se rinde a la Secretaría de Trabajo y Previsión. En todas las tareas que desarrollamos en esta casa, algunas muy duras y continuadas, los sinsabores son abundantes; pero también los momentos agradables como el presente, suelen sobrepasar en intensidad a todos los momentos de amargura que el trabajo nos brinda para probar nuestro temple. La República, señores, vive en estos momentos quizá una de las horas más dura prueba en que pueda colocarnos el destino. Una ola de intriga envuelve al país, lanzada a la calle por los interesados en producir un caos que no se producirá. Y puedo afirmar que ello no se producirá porque tenemos dos factores fundamentales para detener a todas las fuerzas que tras una mala causa puedan lanzarse a correr en el territorio de la patria: contamos con el espíritu justiciero que ha de juzgarnos en la parte del pueblo que más vale, que es la que trabaja; y contamos, además, con los medios necesarios para detener cualquier ambición bastarda dirigida a frenar el curso de esa justicia. Yo agradezco en nombre de mis colaboradores, este homenaje a nuestro trabajo, No hacemos sino cumplir honradamente con nuestra obligación, de manera que al ofrecernos un recuerdo por ello, lo atribuyo más a la amabilidad de ustedes que a los merecimientos nuestros, que solamente pueden fincar en la buena voluntad que ponemos para resolver los difíciles problemas que hemos encarado más con la fuerza de nivelar las grandes capas sociales del país. Por ello, al agradecer esa amabilidad con que ustedes llegan a nosotros, les pido en nombre de la Secretaría de Trabajo, que recuerden siempre que esta casa es para todos los hombres de buena voluntad que con lealtad lleguen a ella buscando lo que les corresponde en justicia, pero jamás para aquellos que quieren medrar a costa de malas artes para enriquecerse o ganar más de lo que merecen por sus actividades y por su trabajo. Desde luego, no ignoramos que ello provocará la enemistad de muchos, pero nos consolamos pensando que seremos amigos de quienes deseamos serlo y permanecer unidos para asegurar esa justicia social en el presente y luchar o pelear en el futuro si es necesario, para mantenerla. Agradezco las amables palabras que se acaban de decir para la Secretaría de Trabajo, como agradezco, asimismo, la presencia del señor Presidente del Banco Municipal, que ha tenido la amabilidad de honrarnos con su presencia, asociándose sentimentalmente con sus empleados, lo que para nosotros representa el más grande de los honores a que puede aspirar un hombre que dirige a otros hombres. Antes de terminar, quiero rendir un homenaje conjunto a todos los bancarios del país, a quienes sé animados de un profundo sentimiento de camaradería con nuestra Secretaría. Sabemos bien que los bancarios del país nos han comprendido, y ésa será nuestra felicidad: vernos comprendidos por los hombres que pueden comprendernos, ya que a los que no quieren comprendernos -que también los hay- no nos interesan ni nos interesarán jamás. La Secretaría de Trabajo y Previsión, por mi intermedio les presenta también sus sentimientos de agradecimiento. Nosotros hemos tratado de dar a esta casa un alma colectiva formada por un espíritu de bondad infinita que hay en los que componen su personal de trabajo y en el de los que concurren a ella, buscando una colaboración para mejorar su situación en el orden del trabajo, del descanso o de sus haberes. Sabemos perfectamente que el día en que todos los hombres que trabajan y se sacrifican por el bien del país, -en cualquier parte en que ese sacrificio se realice- se unan con nosotros para obtener una mejor situación para el común de los argentinos y asegurar una justicia que he declarado varias veces, es superior a todas las demás justicias de la tierra, porque se dirige a hacer felices a los hombres, cosa que rara vez consiguen otras justicias, ese día se habrá logrado un anhelo largamente alentado. Por ello les pido que recuerden que en esta casa encontrarán siempre corazones amigos dispuestos a luchar al lado de ustedes para asegurar esa justicia que reconocemos dentro del país sobre todas las demás justicias. ....
1945-04-20
En la inauguración del Congreso Panamericano de Telecomunicaciones
En nombre del Poder Ejecutivo de la Nación, quiero cumplir con el agradable deber de expresar la más cálida de las bienvenidas y la más firme de las simpatías, a todos los delegados de los países hermanos que nos honran con su presencia, en este Congreso. Es nuestro deseo más ferviente que os sintáis en esta tierra argentina como en vuestra propia casa, cual si las fronteras y las distancias se hubieran borrado prodigiosamente de vuestra sensibilidad. Todos vosotros, expertos de las telecomunicaciones, jugáis a diario con las distancias y aproximáis insensiblemente las ciudades a las ciudades y los hombres a los hombres. En este sentido sois, verdaderos ciudadanos del mundo; y al poner esta casa a vuestra disposición, no hago más que rendir un cordial homenaje a vuestra universalidad, acatando de paso los dictados sinceros de vuestra propia conciencia americana. Los materialistas de la historia, como todos los espíritus unilaterales, creyeron en su hora que los conflictos bélicos que vienen agotando a la humanidad tenían su íntima razón de ser en insalvables divergencias o disensiones económicas. Si eso fuera cierto, Grecia, la Grecia inmortal de Platón y de Pericles, habría sucumbido en Maratón y en Salamina; Roma habría sido presa fácil de Cartago, y las Naciones Unidas se habrían rendido al invasor que depredaba y arrasaba sus ciudades y habrían depuesto las armas ante el empuje victorioso de los agresores. Afortunadamente, por encima de estas ficciones se levanta siempre el sol del espíritu, eterna fuente de luz y de vida por que en él se refugian los sentimientos más excelsos y las aspiraciones más desinteresadas. Ha sido preciso, pues, rastrear nuevas razones genéticas. Historiadores y sociólogos de distinta cuerda invocaron otros factores y otros motivos belicistas, cuya exégesis no es propia de esta oportunidad. Sin embargo, una casual hay, entre otras, que siempre invoqué ante mis alumnos de la Escuela Superior de Guerra, y que tengo ahora el derecho de invocar ante esta Asamblea porque os atañe especialmente a todos vosotros, que hoy día sois los felices dominadores de las distancias. Me refiero al aislamiento como causa concurrente de la falta de comprensión entre los pueblos. El hombre fue en lo antiguo, en lo medieval, en lo moderno y en buena parte de lo contemporáneo, un eterno prisionero de las distancias terrestres o marítimas. Hasta hace poco tiempo, las comunicaciones eran difíciles y los medios de transporte bien rudimentarios por cierto. La civilización y la cultura, puede decirse que florecían tan sólo a la vera de los caminos reales, sobre las ruedas de las diligencias o merced de las frágiles embarcaciones que arrostraban los infinitos peligros del mar. Unos y otras unían fatigosamente las poblaciones mediterráneas o ultramarinas sin corregir empero el pasado aislamiento que gravitaba sobre ellas. De esta suerte, los pueblos apartados de las grandes carreteras o a trasmano de las rutas oceánicas fundamentales vivían una existencia precaria y marginal propicia a la ignorancia recíproca y al separatismo racial y político. Y bien: la incomprensión, las rivalidades, la envidia, el recelo, los antagonismos y mil otros sentimientos negativos, son raíces que germinan a la sombra, en el aislamiento material y espiritual de los pueblos. Las telecomunicaciones, serán de por sí impotentes para desvanecer las diferencias y suprimir los escollos acumulados por los siglos, pero, al combatir el aislamiento de antaño, como factor de discordia, procurarán una vía de acceso a la comprensión recíproca. Por desgracia, las máquinas no pueden hacerlo todo. Los aparatos carecen de alma; son instrumentos que maneja el hombre, y al hombre debe pedírsele cuenta del uso hecho por él. Si las conciencias no hubieran estado tan corroídas por odios y antagonismo seculares, las telecomunicaciones habrían desempeñado una misión providencial en la historia de la humanidad. El sombrío panorama del aislamiento debió cambiar bruscamente de tono y de sentido cuando el hombre pudo abatir las distancias con la propagación casi instantánea de su mensaje. Y así fue cuando, rebelde, magnífico y genial contra la tiranía del espacio, Morse inauguró hace apenas un siglo, -en 1844- el primer circuito telegráfico, uniendo con un cable atrevido las ciudades de Washington y Baltimore. Como en la parábola bíblica, David había vencido nuevamente al gigantesco Goliat. El espacio era ya un trofeo de la ciencia. Las distancias quedaban prácticamente abolidas. El telégrafo ofreció desde entonces a los hombres una amplísima perspectiva de progreso, comprensión y hermandad. Desde entonces las telecomunicaciones, como uno de los tantos factores de unidad espiritual y material entre los pueblos, tal vez llegaron algo tarde para Europa, pero no para América, que es tierra joven y sabía aprovecharlas concienzudamente para afianzar su propio destino. Por eso mismo, porque reina entre nosotros un clima espiritual muy distinto, las telecomunicaciones allanan todas las fronteras y desvaneces todos los recelos. Tal es, señores delegados, la incalculable trascendencia histórica que todo hombre de gobierno tiene el deber de asignar a las modernas telecomunicaciones. El Poder Ejecutivo de la Nación, al hacer llevar su voz a este recinto, no hace más que cumplir escrupulosamente con la obligación que le imponen los sagrados destinos de la patria y los supremos intereses comunes del continente. Tras de exaltar la enorme significación moral y material que reviste este Primer Congreso Panamericano de Telecomunicaciones, a lo cual me creí obligado por elementales razones de conciencia, habréis de permitirme ahora algunos comentarios sobre su cometido sobre la misión que le incumbe y sobre las muchas esperanzas gremiales que todo el continente depositó confiadamente en él. El mundo vive una etapa de profunda transformación social política y económica. Aún no sabemos cual será su fisonomía definitiva, su tesitura estable. Ni es del caso tampoco arriesgar vaticinios o profecías prematuras. Pero sí sabemos, porque ello está a la vista de quien lo quiera ver, que en lo social quedarán abolidos todos los privilegios, como no sean los del espíritu, la cultura y el trabajo; que en lo político advendrá una democracia auténtica, tan ajena a los totalitarismos o dictadura de izquierda o de derecha, como incompatible con la demagogia o con la ficción representativa de los politiqueros de un mal llamado régimen democrático, por lo menos entre nosotros; finalmente, sabemos también que en lo económico tendrá que venir la armonía definitiva del capital con el trabajo, a base de instituciones orgánicas de previsión social a base de sueldos y jornales equitativos, justos y humanos, a base también, por supuesto, de un régimen flexible pero no menos orgánico, de obligaciones, deberes y derechos recíprocos entre los patronos y obreros. El new deal, de que nos habló sabiamente ese gran luchador que fue Roosevelt, no es una aspiración hipotética; es una realidad palpable. Quienes no se persuadan ni convenzan de esta profunda transformación general de la sociedad de nuestros días, están en el caso lamentable de los que tienen ojos y no ven o no quieren ver lo cual es mucho más grave aún. Quiero aclarar, que el actual gobierno, no pretende ser el depositario exclusivo de la verdad, aun cuando constituyen una enorme masa los ciudadanos que comparten sus directivos y su enfoque de los problemas sociales, políticos y económicos que agitan al mundo. El gobierno, por su parte, ni cree detentar ningún secreto o fórmula mágica ni se arroga la facultad de administrarlo discrecionalmente. Las verdades que acabo de exponer, son algo así, si se me permite la frase como el famoso secreto de polinchinela, pues todo el mundo las conoce por los numerosos ejemplos cotidianos. Pero es el caso, señores delegados que no tenemos porque acudir a los recuerdos cruentos o dolorosos. Aquí no se ha venido a discutir sobre el desarrollo de las redes alámbricas o sobre el emplazamientos de centrales trasmisoras y receptoras, problemas de tráfico, rendimiento del capital invertido, etcétera. Este Primer Congreso Panamericano de Telecomunicaciones, sólo quiere deliberar sobre el factor humano de los servicios respectivos, sobre el personal de empleados y obreros que los atiende en una relación cualquiera de dependencia con las empresas. ¡Por una vez siquiera el hombre ha sido antepuesto a la máquina! Y esto, señores delegados, no es fruto del azar ni es obra del capricho. Es, ni más ni menos, que el espejo de las actuales circunstancias universales, la consecuencia lógica y natural del momento social porque atravesamos. En este mismo Congreso Panamericano de Telecomunicaciones el primero que se realiza sobre la materia específica que lo informa y cuya organización asumió por cuenta propia una entidad privada, la Asociación Argentina de Telegrafistas Radiotelegrafistas y Afines de Acción Sanitaria y Amparo Social, que bien merece un cálido voto de aplauso por sus desvelos y gestiones gremiales. Al brindarle la protección oficial por intermedio de la Secretaría de Trabajo y Previsión, conforme a las expresas determinaciones del Superior Decreto del 10 de abril en curso, el gobierno ha demostrado no solamente su inalterable consecuencia para con la política social que persigue, sin distinciones de grupos o banderías, sino también, por añadidura, su absoluta adhesión y lealtad a las decisiones de dos conferencias interamericanas: la de seguridad continental, realizada en Santiago de Chile desde el 10 al 16 de setiembre de 1942, y la de comisiones de fomento interamericano, reunida en New York, el 18 de mayo de 1944, cuya recomendación nº 43, precisamente concuerda en un todo con el espíritu que anima a este Primer Congreso Panamericano de Telecomunicaciones. Nadie mejor que nosotros mismos, señores delegados para concretar ante los pueblos de América, vuestros deseos sinceros y vuestras legítimas aspiraciones gremiales y sociales. Las declaraciones o recomendaciones que votaréis al final constituirán sin duda el fiel reflejo de estas y aquello. Y habrá llegado entonces el momento de que los gobiernos americanos las estudien para acordar entre sí una política concordante. Entre tanto, séame permitido decir que la Secretaría de Trabajo y Previsión, siempre fiel a la obra social que lleva a cabo no ha olvidado ni podrá olvidar, a los esforzados servidores de las Telecomunicaciones. El temario de este Congreso es amplio y profundo y, en resumen, comprende los tres aspectos o partes que cabe considerar en el ejercicio de la profesión de telegrafistas, radiotelegrafista terrestre, marítimo y aéreo y calegrafistas. O sea la sanidad, la ayuda o amparo social, y la didáctica profesional. Si bien se observa señores delegados, la convocación de este Congreso es una consecuencia directa y lógica de la declaración adoptada por la primera conferencia interamericana de Santiago de Chile, a la que ya tuve ocasión de referirme. Y no deja de halagar nuestro sentimiento americanista que la iniciativa haya partido de Buenos Aires. En efecto: el punto 4º de esta declaración inspirada toda ella, en los más altruistas, previsores y sagaces principios de cooperación interamericana establece, por ejemplo, que "cada país debe crear, mantener y acrecentar el valor intelectual moral y físico de sus generaciones activas, preparar el camino a las generaciones venideras y sostener a las generaciones eliminadas de la vida productiva. Este es sentido de la seguridad social: una economía auténtica y racional de los recursos y valores humanos". Por su parte, el inciso c) del punto 6º, al prescribir el seguro social como expresión de la pertinente seguridad colectiva determina que la institución de aquel está llamada a "procurar los medios de existencia necesarios en caso de cesación o interrupción de la actividad profesional como consecuencia de enfermedad o accidente, de invalidez temporal o permanente, de cesantía, o de muerte prematura del jefe de la familia". El mismo criterio de solidaridad social inspira el punto 7º, el cual señala que "una política de seguridad social de América deberá promover las medidas destinadas a aumentar las posibilidades de empleo y mantenerlo a un alto nivel, a incrementar la producción y las rentas nacionales y distribuirlas equitativamente, y a mejorar la salud, alimentación, vestuario, vivienda y educación general y profesional de los trabajadores y sus familias". "En consecuencia -dice el punto 8º- la salud, la capacidad y el bienestar de los trabajadores de una nación americana interesan también a las demás naciones americanas, por lo que se impone una acción concertada de los organismos de seguridad social en resguardo del capital humano garantía de la integridad y defensa continental". En definitiva el punto 9º reconoce que "esta acción involucra la necesidad de constituir entre las naciones de América un acervo común de los elementos necesarios para la continuidad de su acción social, para el mantenimiento de su unidad y para hacer frente en ese orden a toda clase de eventualidades". Finalmente, el puno 10º prevé esta propia conferencia y las demás que tendrán que seguirla forzosamente en otros aspectos de las actividades humanas al declarar que "un acuerdo continental de los organismos de seguridad social establecerá nuevos vínculos de solidaridad en la solución de los problemas que afectan más profundamente el destino y la conciencia de los pueblos, y reforzará la fe en el futuro de América". En presencia de las sabias recomendaciones que acabo de leer expresamente, me cabe en estos momentos la enorme satisfacción de declarar aquí, como Secretario de Trabajo y Previsión de mi país, que el organismo a mi cargo, cumpliendo escrupulosamente sus finalidades intrínsecas en el orden interno y acatando los principios de solidaridad continental en el orden externo, ha ido elaborando una obra social de extraordinaria proyecciones nacionales e internacionales, pese a que no fue cumplida todavía en todas y cada una de las complejas situaciones y aspectos que cada actividad comprende. Pero estamos en camino de lograrlo en el más breve plazo posible, y la obra social de conjunto será una hermosa realidad cuando el plan orgánico general esté en plena sazón y madurez. Mientras tanto, la Secretaría de Trabajo y Previsión que sabe colocarse en la realidad cotidiana, ha resuelto sobre la marcha las cuestiones más premiosas, arbitrando soluciones transitorias que el plan orgánico reajustará luego con criterio racional. De ahí precisamente algunos desajustes más aparentes que reales. Y de ahí también, en conclusión, la necesidad de promover el referido plan para tranquilidad de todas las conciencias en general y de la mía en particular. Es muy posible -no lo niego- que los eternos críticos y descontentos de la labor ajena, esos espíritus inferiores y mezquinos que todo intentan destruir sin edificar ni producir cosa alguna que encuentren reparos de oponer o deficiencias que señalar. Y acaso tengan razón alguna vez, porque es mucho más cómodo y elegante discurrir en la mesa del club o del café antes que abocarse al estudio de los problemas y tratar con los obreros y patrones. A todos ellos, y a algunos otros, incluso a los impacientes, siempre he preferido dedicarles la respuesta soberana y aleccionadora de Sarmiento. Las cosas, decía poco más o menos aquel insigne sanjuanino, aunque mal, hay que hacerlas. Porque lo mejor es, en efecto, enemigo declarado de lo malo tanto como de lo bueno. Y por mi parte puedo aseguraros que la obra social de la Secretaría de Trabajo y Previsión sin ser perfecta, como que es humana, es perfectible con un poco de buena voluntad. Los modestos servidores de las telecomunicaciones aguardaron en vano del régimen antes imperante la solución adecuada de sus dolorosos problemas de sanidad y amparo social. Nada consiguieron. Todos hemos sido testigos de la desesperación y de la impotencia de estos humildes servidores de un servicio tan indispensable para la vida de relación entre los pueblos y entre los hombres. Les hemos visto amarrados a su manipulador durante veinte o veinticinco años, sin estímulos, ascensos ni escalafones. Hemos visto también como caían muchos de ellos en las garras arteras de la tuberculosis sin que el Estado corriese en su ayuda, ya por que faltaba la correspondiente previsión legal o porque no se disponía de una sola cama en los preventorios y lazaretos. Los hemos visto debatirse en la impotencia, clamando por un poco de justicia social, mientras se consumaban en el sagrado recinto de las leyes los negociados más tenebrosos de que tenga memoria el país. Estos recuerdos, señores delegados, no son mandobles de efecto demagógico para exaltar a las masas, como suelen decir los privilegiados recalcitrantes, esto es realidad, es historia auténtica que los hechos suscriben con su incontrastable poder documental. Y es, me cabe la patriótica satisfacción de afirmarlo uno de los tantos problemas que a diario resuelve el organismo que me ha confiado el país. La Secretaría de Trabajo y Previsión tenía en estudio el estatuto del Profesional Telecablerradiotelegráfico y Afín de la República, en las tres ramas o destinos que comprende el ejercicio de la actividad: tierra, mar y aire. El estatuto en vías de preparación y despacho importaba sustancialmente la implantación de la carrera de las telecomunicaciones en la Argentina. Y ello organizando los servicios de modo que fuera posible obtener en todo tiempo un triple objetivo: 1°.- La utilización del factor humano debidamente clasificado, supervisado y homogéneamente distribuido. 2°.- La orientación normativa claramente definida del personal en todo cuanto concierne a sus deberes y derechos, dentro de la técnica privativa que domine y se le reconozca. 3°.- El aseguramiento del bienestar económico así como la preservación de la salud del personal para lograr el resguardo del capi humano de las telecomunicaciones. En consecuencia, el Estatuto comprendía las condiciones de ingreso en la carrera, la estabilidad, el escalafón técnico administrativo, y, además, todas las previsiones exigidas por los más elementales principios previsión y amparo social. Sin embargo, ante la inminencia del presente Congreso, la Secretaría de Trabajo y Previsión creyó prudente aguardar sus conclusiones sin comprometer la sanción de un decreto que fuese luego preciso modificar para concordar, acaso, con aquéllas. No obstante, y sin perjuicio de ello, creí necesario proponer cuanto antes las medidas necesarias para conjurar, por lo menos transitoriamente los problemas gremiales que la incuria legislativa y ejecutiva del régimen depuesto, había agravado extremosamente en el caso de las telecomunicaciones. A este propósito, señores delegados, concurren tres actos de gobierno cuya significación gremial y social juzgaréis vosotros mismos: 1º.- Por decreto número 27.797, del 10 de octubre de 1944, el Poder Ejecutivo estableció el horario de seis horas continuas de trabajo con veinte minutos de descanso para todos los operadores telecablerradiotelegráficos del país; asimismo, abolió la trocha en la clasificación los telegrafistas ferroviarios en escalafón; prohibió la intervención contratistas y dispuso que la Secretaría de Trabajo y Previsión promoviese el estudio integral del problema que afecta a todos los servid res de las telecomunicaciones. 2°.- Por decreto número 29.776, del 10 de noviembre de 1944, el Poder Ejecutivo reconoció la enfermedad profesional del telegráfica, incluyéndola en dicho carácter en el decreto reglamentario la ley 9.688 de Accidentes del Trabajo; este decreto, por otra parte, provee la base necesaria para la reglamentación que deberá dictarse indefectiblemente, según lo dispuesto por el decreto número 30.656, sobre medicina preventiva y curativa, a fin de que las dolencias provocadas por el trabajo no asuman las proporciones de un verdadero flagelo social. 3°.- Como consecuencia del primer decreto, el Nº 27.797, la Secretaría de Trabajo y Previsión, por resolución que firmé el 26 de octubre próximo pasado, dispuso que una comisión especial integrada por los representantes de cuatro ministerios estudiase la sanción del Estatuto del Personal de Telecomunicaciones del país. Esta comisión se expidió el 5 de abril en curso, y elevó un proyecto que importa, según dije antes, la implantación de la carrera de las Telecomunicaciones en la Argentina. Significa esto, señores delegados, que la República Argentina ha resuelto ya en gran parte el ominoso problema que angustiaba, desde hace muchos años, a los abnegados servidores de las telecomunicaciones. Ha cumplido así, por otra parte, con la letra y el espíritu de dos conferencias internacionales -la de Santiago de Chile y la de Nueva York- en lo que a esta primordialísima profesión atañe, y espera vuestras decisiones para completar, en el mismo sentido, la obra ya iniciada con las mejores intenciones y el más firme aplauso. Y ahora, señores delegados, para concluir, permitidme sólo dos reflexiones. El mundo de posguerra será un mundo regido por la justicia social y, sobre todo, por un firme anhelo de paz efectiva y duradera. El mundo ha pagado muy caro sus anteriores errores y no desea repetirlos. No se habla ahora de una paz de vencedores, como se habló antaño. Ahora se habla de otra cosa muy distinta. Se habla de mantener la paz sobre la base de la seguridad colectiva, la cual se asienta en indiscutibles principios de justicia social. La economía de preguerra y la economía de posguerra serán, sin duda, diferentes en la forma y en el contenido. Ignoro si el pasaje de la una a la otra se hará con método, orden y paz en el resto del mundo. Pero los americanos y los argentinos como miembros de esta comunidad de naciones del continente, tenemos la obligación de evitar a nuestros pueblos las torturas y los errores de la violencia. La Secretaría de Trabajo y Previsión ha nacido con un designio bien preciso y definido: quiere ser, entre los argentinos, el nexo de unión entre el mundo de hoy y el de mañana; quiere asegurar la paz y llevar la tranquilidad a todas las conciencias, sin diferenciación de clases. Y puedo aseguraros, señores delegados, que sus decisiones se harán respetar en todos los terrenos. Puedo agregar que el Poder Ejecutivo de la Nación está dispuesto a mantener en toda forma los beneficios legítimos alcanzados por los trabajadores argentinos. Ni una sola de estas mejoras podrá ser dejada sin efecto, estando de por medio los supremos destinos de la Nación, la tranquilidad de las conciencias y el pan de los hogares. Entendemos, señores delegados, que el derecho es una manera -y la más excelsa- de administrar la justicia, de modo que a él nos amoldamos por convicción y por respeto a las instituciones fundamentales del país. Basado en estos conceptos y en nuestra inquebrantable decisión de apoyar esta política social creemos sinceramente servir a la felicidad de nuestros conciudadanos y colaborar eficientemente, y de corazón, en la armonía espiritual y material de todos los pueblos de América. ............
1945-04-25
En el acto de la celebración del Día de las Américas y de homenaje a Roosevelt
Excelentísimo señor ministro de Relaciones Exteriores, señores representantes diplomáticos y consulares, señor presidente del Instituto Económico Interamericano, señoras y señores: Llego a esta tribuna embargado por dos encontrados sentimientos: el de pesar por la desaparición del gran estadista norteamericano, recién fallecido, y el de satisfacción emocionada por verme acompañado de los representantes diplomáticos y consulares de los países de América y de altas autoridades y figuras representativas de destacados sectores de la vida múltiple de mi patria, como si se quisiera simbolizar la feliz y enternecida fusión de la hermandad americana, que ya no deberá verse aminorada jamás. Norte, centro y sur del continente americano, vertebrados por la gigantesca mole andina, con la varia expresión de sus diversos pueblos, con la fuerza ancestral de sus profundas raíces autóctonas, templadas por el fuego civilizador de españoles, portugueses, y anglo-sajones, bruñidas por las gestas emancipadoras de Washington, Bolívar y San Martín y afirmadas por su rotunda voluntad soberana de naciones libres, puedan proclamar hoy en todas direcciones, porque ya ha florecido su Rosa de los Vientos, que restablecida la paz, encontrarán, para defenderla, un baluarte en cada corazón americano. Acepté complacido asistir a este acto para conmemorar el Día de las Américas encontrándonos de nuevo reunidos todos los hermanos. Y al honor de asistir, ha querido agregar el señor presidente del Instituto Económico Interamericano la delicadeza de permitir que llegue mi voz a vuestros mismos hogares, separados por miles de kilómetros y diseminados en la vastedad del continente. Permitidme, pues, que a vosotros, aquí presentes, y a los pueblos que representáis y que en este momento nos escuchan, han de llegar el saludo leal, emocionado y sincero de este soldado argentino que siempre os ha llevado en el recuerdo y en el corazón. Los problemas esenciales de la Argentina son los mismos problemas esenciales que tienen planteados los demás países americanos. Como denominador común de todos ellos, ofrece destacado relieve el económico- social. Conocidos y señalados sus alcances, estamos tratando por todos los medios la forma de darle solución satisfactoria en aquellos aspectos que constituyen motivo permanente de discordia. Hablaré, pues, de las orientaciones económico-sociales del momento presente por habérseme confiado su dirección al crearse el Consejo Nacional de Posguerra a fines de agosto del año último. Antes de crearse la Secretaría de Trabajo y Previsión, desde el mismo momento que me hice cargo del extinguido Departamento Nacional del Trabajo, expuse mi convicción, profundamente arraigada, de que debían desaparecer el encono y la violencia entre patronos y trabajadores. Para lograrlo no prescribía otro remedio que la implantación de la justicia social; que el Estado intensificara el cumplimiento de su deber social. A la distancia que hoy llevamos recorrida, ratifico una vez más mi convencimiento de que para llegar a una perfecta inteligencia entre patronos y obreros, y establecer, a la vez, un verdadero equilibrio en su vida de relación, se requiere que la base de sustentación sea una inquebrantable justicia distributiva. No es difícil encontrar unanimidad de criterio en esta declaración. Rara vez se escuchan detractores de ilusión tan bella, pero las impugnaciones aparecen a medida que se van colocando los ladrillos que sedimentan las sucesivas reivindicaciones. No obstante, la obra de reparación del abandono en que se hallaban las masas obreras al hacerme cargo de la conducción de la política social no debe detenerse; posiblemente necesite un ajuste, una temperancia, una correlación con otros múltiples factores de la economía, pero ya no podrá detenerse jamás, si se quiere evitar que la desesperación impida llegar a soluciones dentro del orden y al amparo de la justicia. Ningún país del mundo, podría permitirse que al empezar a recorrer el camino de la reconstrucción, surgieran obstáculos que pretendieran cerrar el paso al progreso de los pueblos enarbolando banderas de morigeración, cautela y prudencia en la obra de los gobernantes, pero oponiéndose en realidad a las concesiones que reclama un verdadero espíritu de justicia. Llevo en este sentido una trayectoria limpia y clara. Siempre he afirmado que al iniciar la era de la política social argentina no perseguía otra finalidad que la de lograr una verdadera justicia distributiva. Nadie tiene derecho a considerarse defraudado porque mi acción se haya encaminado a reducir las diferencias exorbitantes que separan a los ricos, que lo poseen todo, de los obreros, que no poseen nada. Creo que en el nuevo mundo que surge en el horizonte, no deberá ser posible el estado de necesidad que todavía agobia a muchísimos trabajadores; no debemos olvidar que el mundo mejor que todo ser humano cree posible tan pronto acabe la pesadilla de la guerra, ha de estar desprovisto de la sensación de angustia que produce el sentirse desamparado por el Estado, ante la posibilidad de estar a merced de un patrón inescrupuloso. Lo que debe impedir todo gobierno conciente es que este estado de necesidad llegue y se convierta además en estado de peligrosidad, porque nada hace saltar tan fácilmente los diques de la paciencia y de la resignación como el convencimiento de que la injusticia es tolerada por los que tienen la obligación de evitar que se produzca. Y yo pregunto a cuantos combaten la obra social que se está haciendo, si las mejoras otorgadas a los trabajadores han obligado a los patronos a reducir en la más mínima parte ninguno de sus gastos necesarios y privarse del más insignificante de sus gastos superfluos. Los aumentos que han experimentado las retribuciones, en nada pueden comprometer el resultado de las empresas; en cambio contribuyen eficazmente a mejorar la situación de miles de personas y pueden asegurar una paz social, que, de otro modo, quedaba comprometida definitivamente. Un deber nacional de primer orden, que hoy es ya un postulado universal, exige que la organización económica se transforme en un organismo al servicio del pueblo. Esta será la verdadera función social de la democracia. Si la industria no admite ser puesta en condiciones de pagar remuneraciones que permitan al trabajador comprar y utilizar los artículos producidos con su trabajo, experimentará una regresión considerable y volveremos a las antiguas crisis de subconsumo. Si la industria no se aviene voluntariamente a que los trabajadores salgan del estado de necesidad y se oponen rotundamente a la acción conciliatoria que incumbe irrenunciablemente al Estado, se enfrentará con una de las más aciagas contingencias que pueda imaginar. Y no será, ciertamente el Estado argentino, el que no habrá hecho todo lo posible para evitarlo. Ante esta alta tribuna desearía declarar a la conciencia americana que la acción entablada por el gobierno argentino en favor de sus hombres de trabajo, consiste en dotarles de las condiciones necesarias de existencia para que se sientan copartícipes de las riquezas de la Nación; que tales condiciones sean dignas y compatibles con la condición humana que corresponde a un país civilizado; que no sean posibles el abandono material y moral en que nuestros trabajadores del campo y de las regiones apartadas viven hasta el presente; en que no debemos avergonzarnos más frente al rancho de los suburbios de nuestros emporios industriales, ni ante el muchachito descalzo de nuestros desiertos de piedra y arena, ni ante el espectro humano que surge hambriento de entre las espesuras de la selva. Y no queremos avergonzarnos más de que en la gran ciudad de todos los refinamientos, el obrero experto, profesionalmente calificado, viva hacinado en una pieza inmunda porque su patrono se niega a pagarle un jornal decoroso. Estos son los deberes sociales del Estado moderno, que vengo proclamando desde que inició mi gestión. De modo, que en la política social seguida hasta ahora, no ha existido variación de concepto ni cambio de rumbo. Por la conquista de la justicia social empeñe mi palabra, y en las brechas abiertas para lograrla me mantengo. Pero cuantos han seguido de cerca la obra cumplida, saben también que no han sido pocos, ni resultado estériles, los esfuerzos realizados para coordinar los distintos resortes económicos del país y las de los diferentes grupos sociales entre sí. El día 6 de setiembre del año último, al inaugurar el Consejo Nacional de Posguerra, expuse las líneas generales a que sujetaría las funciones que se me confiaban para dirigir el ordenamiento económico social. Repasad mis discursos y revisad la obra cumplida y decidme si en la actuación personal que me incumbe y en la obra del Consejo Nacional de Posguerra, me he apartado un ápice de las directivas que en aquel entonces merecieron unánime aprobación de todos los ámbitos económicos del país. Las previsiones más trascendentales fueron tomadas desde el primer momento: restricción de obras públicas para hacer frente a eventuales trastornos de mano de obra; estudio del plan de adquisiciones para reponer y ampliar las plantas industriales, la agricultura y el transporte; planes de exportación agropecuaria para el próximo quinquenio; plan de protección de las explotaciones manufactureras y de minerías; plan para combatir la desocupación; fomento de la inmigración y colonización; uniformación de la enseñanza técnico-profesional; organización de los elementos encargados de orientar y defender la industria y movilización de todos los sectores ciudadanos a efectos de formar una conciencia ciudadana sobre los aspectos más destacados de los problemas que pueden afectar al país como consecuencia de las repercusiones económicas de la guerra. Y últimamente fueron tomadas medidas para contrarrestar la inflación. Estas medidas aceptáronse en forma unánime y el Consejo Nacional de Posguerra se ha esforzado denodadamente para que lleguen a tener absoluta efectividad. Se han hecho cargos a ciertos organismos por no haberse apresurado a cumplir con algunas de las medidas anti-inflacionistas; pero no podrá hacerse ningún cargo al Consejo Nacional de Posguerra, porque en todo momento ha cumplido con el deber de reclamar por el estricto cumplimiento de lo ordenado. Han sido impartidas instrucciones para que se cumplan inexorablemente estas medidas y proclama que considero un deber de buen gobierno velar para que se lleven a cabo sin resistencias ni obstrucciones. Hago estas declaraciones ante vosotros, que representáis un organismo técnico americano, para que tengáis el convencimiento que si propongo la justicia social que necesita el trabajador, contemplo también los intereses de las empresas como elementos productores de riquezas y células del engrandecimiento nacional. No soy de los que opinan que el arte de gobernar los pueblos sea arte de intrigas y habilidades en que toda formación doctrinaria es innecesaria y en que la improvisación pueda suplir la falta de preparación y estudio. Reflexivamente hemos llegado a establecer las normas generales del ordenamiento económico-social y estamos dispuestos a cumplirlas y a hacerlas cumplir, no para regatear mejoras sociales sino para que éstas sean sólidas, robustas y durables. Al lado de las medidas de urgencia que en orden al trabajo, a la previsión social, a los precios y a las prácticas de la industria y del comercio han debido tomarse por ausencia o deficiencia de la legislación, han sido consideradas desde el Consejo Nacional de Posguerra, y a través de las facultades que se me han otorgado para dirigir el superior ordenamiento económico-social del país, las formas jurídicas de estabilización que pueden asegurar el equilibrio y restablecer la confianza: a los patronos, de que no serán arbitrariamente desconocidos sus intereses; a los obreros de que podrán ser duraderas sus conquistas. Ninguna ocasión mejor que la presente para extremar la serenidad de nuestro juicio, manteniendo la firmeza de nuestras decisiones, orientadas hacia un futuro mejor para todos nuestros conciudadanos. Pero este futuro mejor no será posible si cada uno de los entes activos del país no contribuye con la parte de esfuerzo o de sacrificio que le corresponde. A un punto de equilibrio deben llegar las relaciones entre capital y trabajo; a un punto de equilibrio en que patrones y obreros sientan las ventajas de la paz social, los beneficios de la seguridad económica y los provechos de la concordia ciudadana. Pero de igual modo que no podría lograrse este equilibrio prescindiendo de las estructuras jurídicas, políticas y económicas que caracterizan a nuestros pueblos, fracasaríamos en el intento si dejáramos de lado los novísimos métodos y las fórmulas que exige la cambiante realidad de cada día. Yo no sabría expresaros con palabras más certeras que las utilizadas por el presidente Roosevelt cuando contestaba los ataques que desde ángulos diametralmente opuestos le dirigían con igual saña sus adversarios. Decía así: "Ciertas personas timoratas, a quienes asusta el progreso, tratan de calificar con palabras nuevas y exóticas la obra que realizan. A veces la tildan de fascismo, otras veces de comunismo, otras de intervencionismo o de socialismo. Buscan así hacer parecer difícil y teórico algo que es, en realidad, sencillo y práctico. "Soy partidario de las explicaciones concretas y de la conducta práctica. Estoy convencido de que la obra que hoy ejecutamos es la consecuencia lógica de la política tradicional de nuestro pueblo, la realización de antiguas y probadas concepciones americanas. "Permitidme un ejemplo sencillo. Este verano, mientras dure mi ausencia de Washington, se iniciarán trabajos de renovación y ampliación de la Casa Blanca. Los arquitectos han hecho planos para agregar nuevas habitaciones al edificio actual, que tiene un sólo piso y es muy pequeño. Aprovechemos esto para hacer construir cañerías modernas para agua y electricidad e instalar un sistema moderno de ventilación que nos permita trabajar en oficinas frescas durante los calurosos veranos de Washington. Pero la arquitectura del antiguo edificio administrativo de la presidencia subsistirá. Las líneas armoniosas de la Casa Blanca son obra de los constructores de los primeros años de la república. La sencilla y fuerte estructura de este edificio resiste victoriosamente a todas las pruebas de la ciencia moderna. No obstante, las necesidades de la administración moderna nos obligan a reorganizar y reconstruir dentro de este cuadro magnífico. "Si yo prestara oídos a ciertos perfectos profetas actuales no me decidiría a ejecutar estas reformas. Temería que, durante mi ausencia, arquitectos me edificasen una extraña torre gótica, una fábrica, o una copia del Kremlin o del palacio de Postdam. "Yo no experimento esos temores. Los arquitectos son personas de buen sentido, cuyo gusto artístico está de acuerdo con las ideas americanas. Saben que las reglas de la belleza y la propia necesidad exigen que las nuevas construcciones estén en armonía con las líneas fundamentales del antiguo edificio. Esta combinación acertada de lo antiguo y lo nuevo es la característica de progreso ordenado y pacífico, no solo en la construcción de edificios, sino también en el modo de gobernar". Quien con tanta fe llevaba adelante su obra, debió sentir conmovidas todas las fibras de su sensibilidad cuando la Suprema Corte de Justicia de su país declaró nulos los 750 códigos industriales invalidando la fijación de salarios y horas de trabajo que autorizaba la Ley de Rehabilitación Nacional de las Industrias. La Corte encontró inconstitucional la forma, aunque reconoció que la meta de la ley era, nada menos, que la restauración nacional. Dramático problema constituye para la conciencia de los custodios del derecho, tener que decidirse entre el estricto precepto escrito y la candente realidad que ha forjado un derecho subjetivo, que ignorarlo o desconocerlo, puede producir graves convulsiones en la vida económica, social y espiritual de una Nación. Cuando el gobernante, desde los receptáculos de la vibración nacional percibe las ansias de mejoramiento de los humildes, de los que se afanan en el cumplimiento de sus deberes, de los que anónimamente contribuyen a labrar el porvenir de la comunidad patria, sienten desbordar en su corazón el sentimiento más puro que contiene los principios inmutables de la igualdad y fraternidad humanas, y anhela que aquellas ansias, aquellos afanes y aquellos esfuerzos encuentren el condigno reconocimiento de la justicia humana. Yo no sé como pueden ser interpretadas estas emanaciones del sentimiento innato de justicia que conservo en mi corazón; siento cada día más acusada la necesidad de que todos comprendan que sólo podremos marchar en paz y hacia adelante, si la equidad preside las relaciones jurídicas y económicas entre los hombres y entre los pueblos. La reciente "Declaración de México" establece la igualdad jurídica y la colaboración económica como premisas esenciales a la prosperidad común de las naciones americanas. Pero la prosperidad de las naciones no puede ser una teorización abstracta, por lo que añade que los Estados americanos consideran necesaria la justa coordinación de todos los intereses para crear una economía de abundancia, en la cual se aprovechen los recursos naturales y el trabajo humano, con el fin de elevar las condiciones de vida de todos los pueblos del Continente. Si así lo hacemos contribuiremos a implantar el reinado de justicia. ....................
1945-04-26
En la sesión de clausura el Congreso Panamericano de Telecomunicaciones
Excelentísimo señores delegados al Primer Congreso Panamericano de Telecomunicaciones, señoras y señores: Agradezco con profunda emoción la distinción que han tenido la amabilidad de conferirme los congresales de las telecomunicaciones de América, y les ruego que lleven a sus patrias lo único que yo puedo darles: un inmenso abrazo, recordándoles que todas las tierras de América han vivido, viven y vivirán eternamente muy cerca de mi corazón. La carga pública, señores, cuando se ejerce con verdadero amor y con sacrificio, es dura y pesa mucho; pero hay satisfacciones que levantan el espíritu por sobre los sacrificios y sinsabores. Cuando un funcionario que cumple su deber con amor, recibe actos como el presente, queda resarcido de todos los dolores y de todos los sacrificios. Dichosos los gremios que tienen delante de sí a un Francisco Pardo, dichosos porque los gremios generalmente son fuertes, unidos y constructivos cuando saben elegir sus conductores. El éxito de la acción obrera en todos los campos de la humanidad depende de esos líderes, y para conseguir las conquistas que propugnamos, será necesario elegirlos y formarlos para que sean una garantía de un ejército potente, unido, lanzado hacia la conquista de sus propios derechos. Hace pocos días, entre todos los calificativos que me han colocado, porque sostengo que la justicia social ha de ser la justicia más grande de todas las justicias de esta tierra se ha dicho, -cuando estaba de moda- que era nazi; después, que era comunista; más tarde, que soy un demagogo. Yo les he de demostrar con el tiempo que soy solamente un hombre humilde y honrado. Algunas agrupaciones reaccionarias a esta justicia que tardó en llegar a nuestra tierra, han sostenido primero que era enemigo de las agrupaciones sindicalistas, después que era sindicalista; luego, que quiero formar un solo gremio de los trabajadores argentinos dirigidos por el Estado; pero nunca han dicho la verdad, que ellos conocen mejor que yo: que quiero que los trabajadores se unan para que sean fuertes y para que en esta tierra no vuelvan a presenciarse jamás actos de injusticia que empequeñecen y que envilecen a los gobernantes y a los hombres que algo pueden hacer por sus semejantes. No queremos en la Secretaría de Trabajo gremios regimentados, y el haber propugnado un Congreso Interamericano, es la demostración más palpable de que estamos contra todo sectarismo y contra toda división de la clase trabajadora. Yo entiendo que eso ha de regirse con un principio rígido, económico- social. Ningún país ha de pensar que en el futuro será posible competir con el país de al lado, abaratando su producción a costa del hambre y del sacrificio de sus obreros. Quien quiera competir en el mercado del mundo, deberá perfeccionar su máquina, su organización y su mano de obra. De allí sacará los dividendos necesarios para enriquecerse en la cantidad que quiera, sin sacrificar a los hombres que están dando su vida con su trabajo para hacer grande al país y enriquecerlos a ellos mismos. Eso es lo que nosotros propugnamos y desearíamos que en todos los países de esta grandiosa y hermosa América, existiese un igual estándar de vida, un precio uniforme, y también un salario y un sueldo que en ningún caso estén por debajo de la línea de vida, porque el hombre puede entregar su energía, pero no debe entregar su salud. En ese cartabón en que han de medirse la capacidad de trabajo y la cantidad de esfuerzos han de convenir todos los países para que nadie se sienta tentado a ir a la concurrencia de los mercados del mundo especulando sobre la miseria de sus propias masas trabajadoras. Hay países que ello se hace en defensa de la necesidad superior de una raza, porque los pueblos que han puesto en práctica métodos contrarios dentro de varios siglos llegarán a tener hombres de este tamaño, porque la raza se irá desgastando, debilitando y América señores, debemos aspirar a que sea el continente de la raza del futuro. Señores, este Congreso en Telecomunicaciones, al que hemos tenido el honor de albergar en nuestro seno, deja un extraordinario sedimento y fija un magnífico ejemplo para el porvenir. Yo me sentiría el más orgulloso de los hombres si en el futuro pudiera considerar que mi querida Buenos Aires no solo fuera grande por el volumen de sus exportaciones o de sus importaciones, por la hermosura y pureza de sus toros o de sus vacas, sino que fuese por la justicia que practican sus hombres en la distribución, de acuerdo al esfuerzo y de acuerdo a la necesidad, para que en esta tierra haya el mayor número posible de hombres felices haciendo desaparecer la aberración que representa la miseria en medio de la abundancia. ....
1945-05-01
En la celebración del Día del Trabajo
Primera parte, leída por el teniente coronel Mercante Para conmemorar el Día del Trabajador, considero nada mejor que daros cuenta del año de trabajo, cumplido para el mayor bienestar de los trabajadores. Por intermedio de la Dirección General de Acción Social directa, y con la sanción de 29 decretos y la realización de 319 convenios y 174 gestiones conciliatorias, se ha beneficiado a 2.582.400 personas. Los trabajadores marítimos han conseguido el convenio colectivo que regula toda la actividad marítima y sienta las bases para la futura reglamentación del trabajo del mar. Se llegó a la uniformación en todo el país de los salarios de la navegación fluvial. Dentro de un régimen orgánico se elaboró un sistema de vacaciones de quince días hábiles perfectamente adaptables a la naturaleza del trabajo. Se incluyeron enfermedades profesionales que anteriormente no consideraba la legislación vigente. Asimismo, se incorporó al subsidio, al conscripto y las condiciones en que éste se otorga. La comisión paritaria creada por el mismo convenio, ha ido elaborando toda una jurisprudencia del trabajo fluvial que ha sentado nuevas normas en la interpretación de las realizaciones entre tripulantes y empleadores. Este convenio fue integrado por una serie de convenios parciales que resolvían situaciones particulares de acuerdo a la naturaleza del trabajo. Los trabajadores gráficos de editoriales, diarios y revistas, han logrado el convenio colectivo correspondiente, que puede, llamarse un verdadero "derecho de los oficios", pues regula la actividad de todos sus matices. En los salarios se produce una mejora considerable que lleva a esa rama de trabajadores a una condición superior a todos los otros gráficos. Ahí también se crea perfectamente definido el comité arbitral que, a través de un buen tiempo de práctica, ha mostrado las ventajas de su labor. En el fotograbado también se realizó un convenio colectivo dentro de los lineamientos del anterior, que luego fue hecho obligatorio por medio de un decreto del Poder Ejecutivo. Por primera vez en el país, la industria sombrerera fue motivo de un convenio entre patronos y obreros. En el convenio ha quedado sentado el principio que requiere igual salario para hombres y mujeres a igualdad de trabajo y producción. También una resolución-convenio de los astilleros navales "La Central", otorga verdaderas mejoras al personal. El convenio colectivo efectuado en la industria cartonera es una reglamentación completa del trabajo. En el mismo se reconoce igualdad de sueldo a hombres y mujeres. Se obliga a los patrones a comunicar los nuevos sueldos a los obreros y a la Secretaría, por ser ésta la mejor forma de control. Para toda la industria metalúrgica se decretó un laudo arbitral de la Dirección General del Trabajo y Acción Social, fijando un justo porcentaje de salarios para todos los trabajadores. Por primera vez se fijó una ordenación equitativa en el sector del turf. Los vareadores fueron beneficiados con aumentos de sueldos y otras ventajas Por otra parte, entre los convenios realizados que benefician al gremio automotor merecen ser citados con preferencia dos. El primero que logró aumento de salarios, prorrateo riguroso del trabajo y otras ventajas, favorece a 38.000 obreros del transporte camionero de carga. El segundo, beneficia a 8.000 lavadores, peones y suplentes, con el sueldo mínimo y otras medidas. En las peluquerías fue abolida la propina, por un régimen de sueldos y porcentaje, que significa una remuneración más decorosa y justa. En la industria del quebracho, resultaron beneficiados 6.000 trabajadores en mayores salarios, vacaciones pagas y otras equitativas concesiones. Los obreros de la industria del vidrio, obtuvieron algunas mejoras; entre ellas, la de quedar comprendidos en la ley 11.729 aún con aquellos lugares donde la legislación provincial así no lo acuerda. En la industria tintorera se logró, merced a un intenso trabajo, clasificar y calificar las distintas tareas que se realizan, y a las que hasta ese momento se les negaba diferencias de categorías. Los beneficios a los obreros, y para algunas especialidades, resultaron de un 60%, demuestran el estado de abandono en que se tenía a los problemas relacionados con esa industria. Los obreros de las fábricas de pintura, por otra parte, obtuvieron jornal mínimo, vacaciones y cumplimientos de algunas leyes. Con estos convenios y medidas se han logrado condiciones de trabajo más humanas. Otras importantes determinaciones, de indudable sentido económico- social, son las siguientes: Bancarios: se dictaron los decretos-leyes 29.829 y 29.830 de escalafón, estabilidad y salario familiar de empleados de bancos. También se dictó el decreto número 23.407 de horario bancario. Empleados de justicia: fueron reajustados los sueldos para un sector del personal de justicia, mediante el decreto nº 22.455, de agosto de 1944. Ciencias económicas: se dictó el decreto Nº 5.103, de marzo de 1945, que reglamenta a las profesiones de doctores en ciencias económicas, contadores y actuarios. Empleados de seguros: se establecieron convenios de horario y estabilidad, escalafón y salario familiar de los empleados de seguros. Profesores interinos: se gestionó su confirmación definitiva, la que fue aprobada en principio, por el decreto nº 25.899 del 22 de septiembre de 1944. Como complemento de estas tareas realizadas se estudian los estatutos de las profesiones del arte de curar -médicos, odontólogos y farmacéuticos-, escribanos, idóneos de farmacia, mecánicos dentales, traductores y calígrafos, empleados y corredores de seguro, rematadores o martilleros y balanceadores públicos, médicos legistas y kinesiólogos. Al mismo tiempo se arbitraran los medios para nada remuneración de los médicos y odontólogos municipales escalafonados que no han sido contemplados en el último presupuesto municipal. Además, entre la intensa tarea realizada en beneficio de los gremios en general, cabe señalar las medidas que se consignan a continuación: Convenio colectivo de la industria peletera, que incluye mejoras de salarios, determinación de categorías y otras disposiciones accesorias. Convenio colectivo de trabajadores de ambos sexos de la industria vitivinícola, con asiento en la capital federal -bodegas y fraccionadoras- con especificación de sueldos mejorados y determinación de categorías. Convenio de salarios y condiciones de trabajo en beneficio de los obreros y empleados en molinos y fraccionamiento de especies. Más de 2.000 personas han resultado beneficiarias con esta disposición, que abarca a hombres, mujeres y menores que trabajan. Convenio colectivo con salario mínimo especificado de acuerdo a categorías determinadas, en beneficio de los trabajadores del Sindicato Obreros de Construcción, Conservación Sanitaria y Anexos y la Cámara de Empresarios de Conservación de Obras Sanitarias Domiciliarias. Convenio colectivo que incluye mejoras en salarios y condiciones de trabajo, para los obreros agrupados por la Cámara Industrial Argentina de Confeccionistas. Los beneficios alcanzaron a 2.000 personas. Convenio de escalafón, con mejoras de sueldos y condiciones de trabajo de empleados de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad, que beneficia a más de 1.000 personas. Convenio de salarios mínimos y condiciones de trabajo para los obreros en las fábricas donde se moldea material plástico. Convenio colectivo de salarios mínimos y mejoras de trabajo para los empleados y obreros del Sindicato de Biseladores y Anexos. A estas iniciativas, concretadas ya en positivas realidades, agrega sabe muchas otras, cuya enunciación sería extensa. Realizado por la Dirección General de Previsión, el estudio de los sistemas jubilatorios y la situación de las Cajas existentes en el país, pudo comprobarse su desequilibrio económico, poniéndose de relieve la necesidad de modificar el régimen en vigor. Seguidamente fueron intervenidas las Cajas y creado el Consejo Nacional de Previsión Social, confiándole que estudiara la posibilidad de uniformar y actualizar las normas y procedimientos en uso y, extender los servicios a los distintos grupos sociales no beneficiados todavía. De ahí nació el Instituto Nacional de Previsión Social. Las Cajas de Jubilaciones de Ferroviarios y Empresas Particulares han sido transformadas, se han extendido los beneficios jubilatorios al personal de hospitales, sanatorios y clínicas; se ha otorgado la jubilación a empleados de comercio, industria y actividades civiles; se ha establecido un sistema de medicina curativa y preventiva que permite prevenir o tratar oportunamente las enfermedades que amenacen al trabajador; se organiza con sentido social la ex-Caja de Periodistas; se incorporan al régimen jubilatorio los obreros del Estado que trabajan a jornal o destajo; se rectifica el otorgamiento del suplemento del subsidio de la ley de Maternidad, se establece la computación de los servicios prestados en el transporte antes de su incorporación al régimen de la ley 11.110, al personal de la Corporación; se declara acogida a la provincia de Salta, al régimen de la ley 11.110, incorporación al sistema de la ley concebir 11.575 al personal de la Compañías de Seguros, Reaseguros, Capitalización y Ahorro; se modifica el régimen de la ley de jubilación de la Marina Mercante Nacional, reglamentándose además, la contribución del importe sobre los fletes de cargas, a la misma Caja; se implanta un sistema especial de retiro para el personal de la Prefectura General Marítima, Cárceles Nacionales y Policía Aduanero; se exime de sellado a las peticiones de los trabajadores; se reglamentan los servicios para recibir en el extranjero; se extienden los beneficios de la inembargabilidad al personal de la ley 10.650; se otorga el Subsidio Familiar al Personal de los Ferrocarriles Nacionales, y se preparan numerosos proyectos para perfeccionar la legislación en vigor. La Junta Nacional para Combatir la Desocupación ha continuado su trabajo, atendiendo a la gente sin trabajo alojándolos en el galpón Nº 5 de la Aduana, ocupándola en su escuela-taller y en la quinta de Villa Soldati y en la Chacra Experimental Anexa y en los paseos públicos de Buenos Aires, extrayendo árboles secos, cuyo madero se utiliza en la carpintería y como leña. La Comisión Honoraria de Reducciones de Indios, ha desarrollado sus actividades en la forma habitual con resultado no del todo satisfactorio en cuanto a la producción agrícola, debido a la sequía que asoló los campos. No obstante cabe destacar como adelantos de dotación al aserradero en Bartolomé de las Casas, de maquinarias adecuadas a fin de incrementar el trabajo, el aumento de la producción de carbón de leña, la inauguración de un internado para niños indígenas construido con materiales fabricados en la misma reducción, la construcción de un local escuela, y de una pista de aterrizaje en Bartolomé de las Casas. Se proyectó, además la construcción de un internado en la Reducción Napalpi y de otros locales para fines diversos y la instalación de hogares escuelas en las Reducciones. Cumple también a la Comisión, la fiscalización de los ingenios que utilizan los servicios de los indígenas en sus obrajes y la protección y la defensa de los indios de los atropellos que pudieran inferir los que pretendieran aprovecharse de su debilidad e ignorancia. Es indispensable para que esta Comisión pueda seguir cumpliendo con su humanitaria tarea que se le conceda una partida anual de 2.000.000 de pesos destinada a llenar las necesidades de las Reducciones y cubrir los déficits que múltiples causas se producen. Movimiento de expedientes (año 1944) de la Dirección General de Previsión Social Número de expedientes generales entrados y tramitados...................... 8.786 Número de expedientes correspondientes a la ley nº 4.349, de los cuales resultaron 701 decretos, por los que se acordaron 2.722 jubilaciones, 1.113 pensiones, 585 nuevos haberes y 110 varios..............4.630 Total general.............13.410 Antes de crearse la Dirección General de Asistencia y Previsión Social para ferroviarios, la asistencia médica contaba con el aporte voluntario un peso moneda nacional mensual, con que contribuían casi 53.000 trabajadores, alcanzando estos beneficios únicamente a los asociados y no a sus familiares. Luego se transformó en obligatorio, el aporte de los empleados y obreros de ese gremio, contando desde entonces con derechos de asistencia integral los trabajadores, y sus familiares de primer grado, además estos aporten son efectuados en escala proporcional al sueldo o jornal y también contribuye el Estado, como patrono. Con esta medida el total de los aportes de ferroviarios activos y jubilados afiliados, ascendió a 200.000 personas, lo que significa, incluyendo los familiares de los mismos, que casi 500.000 personas recibirán en adelante asistencia médica. Los ingresos mensuales por contribución obrera y patronal han pasado de 53.000 pesos m/n a más de 400.000 pesos m/n. Se proyectó el Policlínico de Asistencia y Previsión Social Para Ferroviarios, con una capacidad fijada de 500 camas y para la realización de esto, el Ministerio de Obras Públicas, ha cedido un terreno ubicado en la zona del puerto de la Capital, y el Estado ha acordado un subsidio de 1.000.000 de pesos m/n. Además se han establecido numerosos consultorios externos regionales los cuales sirven a los núcleos ferroviarios de mayor importancia. También se verán favorecidos los ferroviarios con la instalación de sanatorios y hospitales. El trabajador del campo, el más abandonado por los órganos del Estado ha encontrado en la Secretaría de Trabajo y Previsión, un denodado defensor. Originados en la Dirección General del Trabajo, recibirán sanción del Poder Ejecutivo los decretos que fijaron salarios y condiciones para la cosecha fina, la cosecha del maíz y la zafra de azúcar. Preveía una investigación y un detallado estudio de las posibilidades económicas de cada zona, fue promulgado el Estatuto del Peón que beneficia a más de 300.000 personas, que trabajan con carácter permanente. Los aumentos otorgados representan alrededor de 24 pesos por personas y más, o sea 7.000.000 de pesos mensuales, y 83.000.000 de pesos por año. Los problemas del trabajador industrial también han sido considerados. Los ocupados en los frigoríficos se han visto amparados por un decreto que asegura un mínimo mensual de horas de trabajo; el personal de sanatorios, hospitales particulares y clínicas fueron beneficiados por un ajuste de salarios; los telegrafistas han visto mejoradas las condiciones en que prestan el trabajo; los peluqueros se han logrado un nuevo régimen de retribuciones. En orden a las nuevas estructuras jurídicas, la Dirección General del Trabajo, proyectó el decreto, ya sancionado, creando y organizando los Tribunales de Trabajo, ha modificado la forma de calcular el salario diario a los efectos de la indemnización por accidentes; ha determinado excepciones ocasionales al régimen general de trabajo en razón del las circunstancias provocadas por la guerra; ha solucionado las dificultades que se presentaban en ciertas actividades con respecto al pago de los salarios en días feriados, y ha intervenido en múltiples casos con el afán de acelerar o precisar el alcance de la legislación del trabajo. La Dirección de Aprendizaje y Orientación Profesional, está desarrollando sus tareas de organización; ha preparado ciclos de conferencias, clases y exhibiciones cinematográficas; ha redactado los programas de cultura general; con la colaboración del Consejo Nacional de Estadística y Censos, obtuvo el empadronamiento de los establecimientos industriales y de los menores, que trabajan en ellos; aplazado las bases del Departamento Psicotécnico. Esta labor de organización se ha unido a varias realizaciones inmediatas, a saber: elaboración de 26 planes de estudios; creación de cursos de perfeccionamiento para obreros; celebración de actos deportivos. La Caja Nacional de Ahorro Postal, tras una intensísima labor, ha aumentado en el curso de 1944, en 284% la cantidad de depositantes que tenía en 1940, y el crecimiento de depósito líquidos en 532. La caja ha requerido la colaboración ofreciendo aguinaldos y libretas de ahorro a sus servidores, en las escuelas oficiales se ha hecho obligatoria la enseñanza del ahorro, y cada establecimiento escolar es una agencia de la Caja; el material didáctico para la enseñanza del ahorro, se ha enriquecido con nuevas películas cinematográficas, láminas, cartillas escolares, folletos, etcétera; se han realizado giras de fomento por el interior del país, y se ha conmemorado con gran esplendor el Día Universal del Ahorro. La Cámara de Alquileres, ha proseguido desempeñando su laboriosa gestión de bien público, de acuerdo a las disposiciones legales que la rigen y ha propiciado la promulgación de nuevas medidas que hace más eficaz su cometido. Entre otras figuras, las referentes a la forma y límites de la presentación obligatoria de los servicios de calefacción y agua caliente y aceptación de consignación de fondos para el pago de alquileres. La Dirección de Migraciones, ha fiscalizado los pedidos de permiso de entrada. Esta tarea ha podido desarrollarla gracias a la reorganización de los destacamentos fronterizos y a la labor coordinada con la Prefectura General Marítima y Gendarmería Nacional. Ha realizado varios estudios de su especialidad y en lo referente al tránsito de pasajeros con las naciones limítrofes se ha firmado un nuevo convenio con el gobierno de Chile y está en estudio los que regirán las relaciones con Uruguay y Paraguay. Importante ha sido también la tarea del Registro Nacional de Colocaciones, Oficina de Informes y Reclamos, Servicio Médico y Secretaría Privada. Todos estos resortes administrativos han cumplido sus funciones con la aspiración común de ser más útiles a la causa de la justicia social. Los Servicios Estadísticos han cumplido sus fines de proveer, en cada caso necesario la confrontación precisa y exacta de los hechos que se deseaba conocer. La Secretaría de Trabajo y Previsión, presta atención preferente a la cultura social por medio de su Oficinas de Prensa y de Publicaciones Técnicas y la Biblioteca especializada. Segunda parte, leída por el coronel Perón El primer dilema que se presentó al enfocar las directivas sociales estaban planteado en los siguientes términos: se crean potentes instituciones de protección social, que constituyan una valla en torno del trabajador para que pueda el hacer frente a una posible crisis que debemos prever, o se procede a combatir el estado de ansiedad originado por la carestía de la vida. Al analizar con detención el verdadero sentido del dilema, fue posible apreciar que el estado de necesidad no era producido por una elevación circunstancial del costo de la vida, sino por algo peor aún. Era un mal endémico, sufrido como consecuencia del desnivel que desde antiguo existía entre las "necesidades reales y efectivas de la familia obrera y el nivel de las retribuciones". Estas venían siendo notoriamente insuficientes desde mucho tiempo atrás. No se trataba, pues, de una necesidad transitoria de vida a una circunstancia que originaría un accidental aumento del costo de la vida, sino que el nivel de vida era ya insuficiente en épocas normales, e incluso, en momentos de auge económico. La razón es obvia. El auge económico lleva aparejada el alza de los precios, pero rara vez los salarios logran una adecuada correlación. Estas razones determinaron que el apasionante dilema fuera resuelto con una fórmula salomónica. Una parte de justicia se destinaría a la inmediata liberación de las retribuciones. Otra, a las predicciones y garantías para el futuro de los trabajadores. Hacer de una vez todo lo que hacía -y sigue haciendo-falta era abrumar a la economía general del país, con cargas excesivas y comprometer la eficacia de las mejores concedidas. Para evitar retrocesos que siempre causan descrédito y fomentan desalientos, se ha avanzado con precaución, tanteando las posibilidades de penetración y consolidación subsiguiente. No hemos olvidado nunca que los derechos y los interese de los patrones y trabajadores, los resortes vitales de la economía, podían ver entorpecido su desarrollo si practicábamos experiencias arriesgadas o nos lanzábamos a adoptar contraproducentes radicalismos. De esta manera, las atribuciones han ido en emparejándose con las necesidades esenciales de la familia obrera por medio de convenios colectivos. La legislación ha sido retocada en ciertos aspectos que la realidad señalaba como perjudiciales y la protección futura se ha establecido a través de etapas que han conducido a la creación del Instituto Nacional de Previsión Social. No se nos oculta que la verdadera transformación que debe operarse en las relaciones entre patrones y obreros no debe basarse en la política de los salarios, o mejor dicho en los aumentos de los salarios, que puede perderse con tanta o más facilidad con que se logran. La verdadera protección de los trabajadores, se encontrará en una organización potente y efectiva, que opere conjuntamente con una potente organización del Estado de derecho que sea conocedor de las necesidades de todos los grupos sociales y administre justicia sin claudicaciones. Se me tacha de haber agitado la conciencia obrera del país, de haber creado un problema social que no existía, cuando lo que he hecho ha sido buscar los medios para encontrar soluciones al que se venía ocultando. En vez de ocultarlo, en vez de solucionar las desigualdades y las injusticias sociales, lo he puesto al descubierto para casi todos supiéramos donde estaba el mal y pudiéramos hallar los medios más convenientes. La táctica ha sido muy otra de la que habían seguido los gobiernos de las últimas décadas; la práctica anterior consistía en fingir un bienestar social, acreditado tan sólo por el orden aparente de la calle, con la finalidad exclusiva de no perturbar las buenas digestiones de la burguesía dorada. El destino económico de los trabajadores estaba exclusivamente en manos de los patrones. Si no los satisfacía un pedido de reivindicación de los trabajadores, se negaban a formar parte de los Consejos de trabajo que autorizaba la ley 8.999, y ante esta negativa, el Estado ya no podía intervenir. Y si los obreros organizaban un movimiento de protesta o adaptaban cualquier actitud defensiva de sus derechos, quedaban fuera de la ley y expuestos a la represalia patronal y a la represión de la policía. Pero usar esta política revelaba poseer una mentalidad muy parecida al instinto del avestruz que mete la cabeza bajo la tierra para no ver el peligro que se avecina, y, además demuestra la sensibilidad característica de los fríos de corazón que podría ser compatible con la ostensible prestación de las obras de beneficencia, combinadas con festejos al aire libre, pero que ni remotamente alcanzan los linderos de la justicia social. Se comprende pues que no conociendo el arte del disimulo haya expuesto -como era mi deber hacerlo- a la conciencia pública las angustiosa situaciones que acongojaban mis sentimientos a medida que adentraba en el dédalo inextricable de las leyes, decretos, órdenes, resoluciones, fallos y sentencias, que en gran número de casos coartaban los derechos del trabajador o que, si se les reconocían, había tal cúmulo de trabas y que si no eran letra a muerte servían para matar hasta el último resquicio de esperanza en la justicia. Yo he removido este estado de cosas y si por haber salido en defensa del derecho de los hombres que trabajan, mi nombre ha de ser execrado por los que vivían felices con la infelicidad de cuantos contribuían a levantar e incrementar sus fortunas, ¡Bendigo a Dios por haberme hecho acreedor a tal execración! Y no es que yo me ponga al lado de los que tienen sed de justicia para enfrentarme con un determinado grupo social. Lo que hago es contribuir con todas mis fuerzas para que cese la arbitrariedad, la injusticia y el egoísmo entre patronos y obreros; a que la concordia presida sus relaciones; a que la malicia en los contratos sea sustituida por la mutua buena fe; a que el trato humano que al personal dispensen los patrones y sus representantes sea la garantía más firme de la disciplina. No soy partidario del desorden en la calle ni en los lugares de trabajo; pero debemos comenzar por poner orden al modo de proceder con nuestros semejantes y con mayor motivo con aquellos que contribuyen con su inteligencia y con sus brazos a que prosperen las empresas en que empeñamos nuestra acción. Hace pocos días ha tenido la honra de dirigirme por radiotelefonía a la opinión pública de nuestro continente, exponiendo las grandes líneas de nuestra orientación económico-social. Esta orientación expuesta clara y sobriamente pueden reunirse así: "Reconocimiento y defensa de los derechos e intereses de los patrones y de los trabajadores, para que la Argentina sea una nación próspera y justa dentro de la hermandad patria". Sé muy bien que para alcanzar estas finalidades no basta la simple acción de Estado; sé muy bien que se requiere la acción de las mejores inteligencias y el apoyo de los más esforzados corazones de cuantos juzguen que tal es el deber de la hora actual. Por ello aprovecho esta hora solemne que vivimos en lo exterior y en lo interno; este momento decisivo de la historia de la humanidad, este instante de reconocimiento de las fuerzas del trabajo en la fecha conmemorativa de su festividad, para hacer una vez más, el llamamiento cordial y sincero a todos los hombres de buena voluntad, patrones y trabajadores, para que, de una vez por todas, sientan la responsabilidad, que sobre ellos recae y que el gobierno de la Nación comparte, en el ordenamiento de las actividades económicas en los ciclos que se avecinan. Que se convenzan los díscolos, los descreídos, los intransigentes; que se convenzan los resentidos, los amargados, los envidiosos; que se convenzan los impacientes y los retardatarios; la Argentina ha de lograr, por encima de todo, el triunfo de los ideales de la Revolución, porque estos ideales se confunden con el propio ser de la patria y con el propio sentimiento criollo de comprender la vida y con el propio anhelo triunfal de nuestro pueblo de que sin mentiras ni excusas imperen los principios de nuestra Constitución. Es preciso insistir en que los principios constitucionales han de imperar libremente, porque ni el fraude ni la violencia, ni las amenazas ni los halagos, ni las veleidades de los hombres, pueden torcer los caminos de nuestra vida institucional. Nuestra vida institucional se ha desarrollado en el ambiente tímido y confortable de los salones, como esas flores de invernadero que se mustian al contacto del aire y de los rayos del sol. Hoy la vida es mucho más ardua que la transcurrida en el período que lleva recorrido nuestra patria como país libre y políticamente organizado; hoy necesitamos estar curtidos para que no nos perturbe la intemperie así nos expongamos al aire o a los rayos del sol. Por esto no debemos temer enfrentarnos con la realidad por dura que sea y conservar toda nuestra presencia de ánimo para resolver los problemas que se nos planteen. Y si nos encontramos ante un problema social grave, que no hemos creado, provocado, ni agravado, sino que existía y se disimulada, que era una realidad peligrosa, debemos apelar a todos los remedios para lograr su curación. Conozco los linderos que separan una reivindicación obrera de índole económico social, de otra que aspire al dominio del proletariado. Conozco que tan peligroso es para nuestra paz interna el extremista que aspira al triunfo para vengarse de las injusticias recibidas como el potentado que financia las fuerzas opresoras del pueblo. Y conozco, y todo el país ha tenido ocasión de conocer en estos días, cuanto o más peligrosa es la alianza entre unos y otros cuando pretenden a toda costa apoderarse del poder con la secreta esperanza, por parte de cada uno, de sacarse de en medio al aliado para quedar como único amo y señor de la situación. Que se convenza el país entero de que ni la intimidación ni otro medio extorsivo de ninguna clase, nos apartarán del camino emprendido de implantar la justicia social y de devolver al país la Constitución que ahora preservan las armas, para que no la contaminen el fraude ni la violencia. No debemos seguir conductas equívocas ni emplear métodos tortuosos. Debemos ir con la verdad en la mano. Debemos hacer derroche de sinceridad. Porque por arduos que sean los problemas, siempre se encuentra solución, cuando hay buena voluntad; por esto deseo que se me expongan sin eufemismos y sin reservas de igual modo que si en mi juicio me equivoco, agradezco siempre que se me advierta el error. Soy hombre que tiene la valentía de rectificarse. Por esto desprecio las formas tortuosas y las actitudes solapadas; por esto no transijo con el engaño ni con el disimulo. Ayer, ante pleno Consejo Nacional de Posguerra denuncié públicamente una maniobra subterránea que, de modo sutil, saboteaba la acción de gobierno en el campo económico. Mientras se procedía a estructurar los resortes de la economía interna en forma que permitiera orillar las dificultades surgidas por reflejo de cinco años y medio de guerra y, mientras se procuraba que nuestro país no estuviera ausente de las estructuras del futuro dentro de la armonía continental, unos grupos capitalistas, los que más se han caracterizado siempre por su oposición encarnizada a las reivindicaciones obreras, trazaron una incalificable maniobra para neutralizar las medidas que venían adaptándose para detener la elevación del costo de la vida, en primer lugar y contrarrestar los efectos de la inflación, en segundo término. No me refiero a quienes abiertamente -aunque basándose en hechos deformados-, hayan podido expresarme discrepancias o disconformidades con la política económico-social; me refiero a quienes ocultamente han maniobrado sin dar la cara, engañando y confundiendo las conciencias y procurando desacreditar la obra de gobierno para formar un clima favorable a la rebelión y llevar al poder a unos gobernantes que, son sus palabras "restituyeran a las fuerzas vivas del país las quitas" que para ellos representan las mejoras concedidas a los obreros. Y el clima favorable a la rebelión han venido formándolo de la manera más sutil y solapada que podía ocurrírseles; provocando el aumento general de precios de todos los artículos que no están regulados por la ley 12.591, sustrayendo al consumo las mercaderías que abarrotan sus depósitos y recargando artificialmente el valor de toda clase de negocios y transacciones, con lo que han pretendido agobiar al consumidor, principalmente a la clase media, dándole a entender, con hábiles campañas, que la impericia del gobierno conducía al caos económico. Resumiendo: algunos industriales y comerciantes, asesorados por letrados especialistas en discutir los derechos de los trabajadores se han coaligado o confabulado para: 1º) provocar aumentos indebidos del precio de las cosas; 2º) beneficiarse ilícitamente con las especulaciones; 3º) desacreditar la obra de gobierno haciendo aparecer ante los consumidores que las medidas de protección social en vez de mejorarla empeoraba su situación; 4º) sabotear las medidas de buen gobierno dictadas para reprimir el agio, la especulación y la inflación; 5º) mantener un estado de inquietud e inseguridad en la población provocando desconfianza y recelos a la acción del gobierno; 6º) crear un clima favorable a la subversión social; 7º) aliar a su empresa a cuantos pudieren prestarles un apoyo para intentar el entronizamiento de unos gobernantes que arrancaran las conquistas obreras y restituyeran a los industriales y comerciantes el dinero que han abonado en concepto de aumento de salario, vacaciones pagas, jubilaciones y otras mejoras que en este año y medio últimos se han establecido. Estas actitudes obligan al gobierno a precaverse todavía más para que no puedan repartirse hechos de esta naturaleza. Estas precauciones darán lugar a protesta más o menos veladas censurando las medidas que se adopten para anular o neutralizar tan criminales intentos. Y la credulidad pública, dispuesta siempre a opinar sin el debido conocimiento de los hechos y desconfiada de las informaciones oficiales, volverá a ser vehículo de rumores malsanos que enervan, perturban y, pueden llegar a esterilizar las mejores intenciones y los mayores aciertos. Son demasiados solemnes las horas que vivimos para debatirnos en un ambiente irreal creado por fantásticos rumores. Es conveniente que tampoco sea abultada la situación de los trabajadores en sus pedidos de reivindicación. Es necesario ajustar las necesidades individuales y familiares a las posibilidades de la economía general, no sólo interna sino la creada por la interdependencia mundial. En esta coyuntura, sería realmente utópico pretender conseguir lo que el país no esté en condiciones de dar. De ahí que, de nuevo, insista en recomendar la posición de equilibrio y comprensión entre los patronos y trabajadores con el concurso efectivo del Estado, no para que este gobierne en casa ajena, sino para que oriente, aconseje y haga cumplir lo que mejor resulte al bienestar de la comunidad nacional. En esta trayectoria que me he trazado para orientar el ordenamiento económico-social argentino, no hay bandazos hacia la derecha ni hacia la izquierda. Hay el propósito firme de evitar que la nave del Estado encalle en un banco de egoísmos o en un banco de odios, porque el desastre sería idéntico. Repito una vez más que las reivindicaciones logradas por los trabajadores argentinos han de persistir y que las fuentes de riquezas serán estimuladas y respetadas; pero también repito que la rebeldía, el sabotaje y la intriga, venga de donde viniere, será arrancada de raíz. En estos últimos días algunas empresas comerciales, sociedades anónimas, bolsas de comercio, etcétera, elevan pedidos al gobierno. En este movimiento que es absolutamente político, leo algún nombre de gran significación, que he leído también en algunos de los documentos de la conspiración a que antes me he referido. Sería edificante en realidad, aceptar que hubiera tanta preocupación patriótica en nuestro mundo de los negocios. Un grupo de "políticos criollos" está en cambio mezclado en todo esto. Se pretende obtener que la reforma social naufrague. Se busca alcanzar que el gobierno renuncie y se deje manejar por los señores de siempre y sean instrumentos de sus manejos. Estamos frente a Europa destruida. Tenemos campos y tierras fértiles. Somos trabajadores y no somos tontos. La República Argentina es así el único país del mundo que puede criar y engordar a la intemperie, sin techo, inmensos rebaños de animales, que debemos tender por lo que valen a quienes los necesiten. Tenemos la única tierra del mundo que dará cuarenta años trigo sin abonarla. ¿Por qué tanto miedo? Estos señores que hacen peregrinaciones ante el gobierno, hay que acotar que son en su mayoría intermediarios; que ninguno de ellos extrae la riqueza de la tierra ni la elabora. La sociedad humana debe ser una cosa orgánica no un río revuelto. Una cosa es producir y otra traficar con el producto ajeno. Peor aún cuando los que manejan desde bambalinas son los políticos que ambicionan volver a ser el instrumento de las combinaciones económicas que los financian y los utilicen. El gobierno vela por el bien del país. Esta es su principal preocupación y lo que anima todos sus actos. Los argentinos útiles deben estar tranquilos, trabajar y producir; entregar sus productos argentinos al mundo hambriento y necesitado y todos los "fantasmas" con que los traficantes quieren asustar, desaparecerán. La riqueza de la Nación, extraída del suelo por las duras manos del labriego y elaborada por las callosas manos del obrero es el patrimonio del pueblo al servicio de su felicidad y de la grandeza material de la patria. No podría justificarse ni aceptarse que lo fuera en beneficio de una clase y menos aún de los traficantes de mercancía, verdaderos prestidigitadores del precio, que al pasar la riqueza ajena por sus manos, pierde la mitad real de su valor para su verdadero propietario. La especulación incontrolada es el azote más terrible para el elemento humano de los pueblos que los condena a una muerte lenta por inanición. El salario es la base y el punto de partida de todo el ordenamiento económico-social, porque la salud y el estómago no admiten economías. Nadie debe en estos tiempos pretender competir en precios a base de salarios de hambre. La competencia ha de buscarse en el orden interior como internacional, por la percepción orgánica, la mejor mano de obra, la maquinaria moderna y la nobleza de calidad. El Estado, custodio de la justicia social y de la honradez como del honor nacional enseñó su aspecto integral, tiene la obligación de velar por que no se desvíe el curso verdadero de la justicia distributiva. Por eso, la justicia social que propugnamos, como base de la convivencia armónica de la ciudadanía nacional, tienden sencillamente a dar al "César lo que es del César". Sabemos que el último decreto-ley de granos será criticado en los bufetes porteños, pero la Secretaría de Industria y Comercio, asegurará al chacarero con él, más de cien millones de pesos que, de otra manera, irían a parar a la bolsa de los intermediarios. Sabemos que las conquistas sociales serán resistidas pero la Secretaría de Trabajo y Previsión, asegurará con ellas el pan de los pobres y el derecho que ellos tienden de vivir como la gente. Labriego y obrero, verdaderos artífices de la riqueza de los pueblos, reivindicarán sus derechos al amparo del Estado, que propugna una justicia superior a las demás justicia de la tierra. ............
1945-06-03
En la comida de camaradería del personal civil de la aeronáutica
Se ensancha el espíritu ante la contemplación de un espectáculo de camaradas como el que estamos presenciando, porque él representa una síntesis de la hora argentina que estamos viviendo: la necesidad de la unión de todos los que sientan igualmente la patria en su corazón. Deseo agradecer vivamente, en primer término, al excelentísimo señor presidente de la Nación que nos ha hecho posible llenar todas nuestras necesidades y cumplir todas nuestras ambiciones, para bien de la aeronáutica de la patria, que es el bien de la patria misma. Como ministro de Guerra brindo un homenaje emocionado a la capacidad de concepción y acción puesta en evidencia por el señor brigadier De la Colina, colaborador eficiente de todas las horas, entusiasta y verdaderamente enamorado de su aeronáutica. Ha podido cumplir así, una obra de valor, pues los hijos del amor son siempre los mejores y más bellos. Como secretario de Trabajo y Prevención, rindo también homenaje a su extraordinaria comprensión de la política social que el gobierno ha impreso al país, y que para mi representará, por todos los tiempos, uno de los mayores orgullos de la Revolución del 4 de junio. Hasta hace poco el Estado era un mal patrono. Nos ha cabido la fortuna de ir transformando paulatinamente a ese patrono para convertirlo en el patrono justo que la hora reclama y que el corazón impone a los hombres que saben sentir y que saben pensar. Nos cabe a los actuales participantes de las fuerzas armadas, y en especial a los que tenemos la responsabilidad de su conducción, el honor de haber sido los primeros en el país que hemos organizado nuestras fuerzas, asegurando de la mejor manera posible la justicia al verdadero mérito, para la perfección de los servicios del Estado. Lo hemos realizado porque sabemos que dentro de las fuerzas armadas de la Nación se mueve un verdadero ejército, invisible y abnegado, de ciudadanos patriotas que codo con codo, buscan diariamente en el trabajo honrado la mayor felicidad para la patria. Jamás me había explicado que pudieran existir instituciones que el Estado no apoyase en una medida orgánica o por un estatuto. Ello representa, como organización, una verdadera aberración que el tiempo no podrá seguir permitiendo cuando se despierte en el país la conciencia social, sin la cual los Estados pasan a ser algo así como un rebaño sin pastores. El Estatuto del Empleado Civil de la Aeronáutica llena esa misión a poco de haberse formado esta nueva rama de los defensores de la patria. Le cabrá siempre a ella el honor de no haber desperdiciado tiempo en asegurar la justicia y el perfeccionamiento personal, como así también haber asegurado la estabilidad y fijado el horizonte en el parabrisas para todos los que trabajan en la aeronáutica de la Nación. Estructura hoy la aeronáutica nacional su futuro técnico: los ingenieros, verdaderos cerebros de ese organismo técnico, los técnicos especializados, que son algo así como el sistema nervioso de esta institución, y los operarios, que representan el músculo inteligente de la ejecución. Quiero hacer llegar mi palabra a los empleados administrativos. Ellos, desde el humilde empleadito hasta el más encumbrado funcionario, tienen ante la nación la misma responsabilidad que tenemos y sentimos todos los verdaderos soldados. Hago y haré siempre honor a ese humilde empleadito, porque muchas veces los elevados funcionarios llegan a las soluciones por una sugestión del empleadito de la trastienda de su despacho. Así cristalizamos en nuestras ambiciones un futuro unido sin el cual la institución no será nada, como nada será la Nación mientras no estructure de una manera perfecta e indestructible la unidad de todos los argentinos. Es grato expresar públicamente que en el poco tiempo de existencia de la aeronáutica independiente, es ya orgullo de las fuerzas armadas de la Nación. Avanza al ritmo de sus motores y creo que no habrá fuerza suficiente para detenerla mientras tengamos un brigadier De la Colina al frente de la misma, y una pléyade de hombres jóvenes, dispuestos a jugarse la vida y hacer honor al nuevo gris pizarra que caracteriza a los hombres del cielo de nuestra patria. En mi nombre, como uno de tantos de vosotros, que colaboráis en esta obra tan halagüeña para nuestro futuro; como uno de los hombres de trabajo humilde que no creen que su obra es mayor que la de los demás, pero tampoco cree que nadie pueda poner tanto entusiasmo o más entusiasmo que este modesto servidor, sin pretensiones, pero lleno de buena voluntad y de patriotismo; al agradecer la amabilidad de haber dedicado esta comida a mi persona, como primer aviador de la República, les digo, emocionado, que esta satisfacción colma todas las aspiraciones de mi vida. .............
1945-06-06
En el acto en que se constituyó el Consejo Directivo de la Asamblea Nacional de la Vivienda
En mi carácter de Secretario de Trabajo y Previsión tengo la grata satisfacción de hacer llegar al pueblo de la República la noticia de una medida de gobierno, acaso la más importante que se haya adoptado hasta aquí, en orden al mejoramiento de las condiciones de vida material, moral y espiritual de la clase trabajadora, por la magnitud de la obra que implica y por su proyección en el futuro. Me refiero al decreto-ley que acaba de dictar el Poder Ejecutivo por el cual se crea la Administración Nacional de la Vivienda, organismo que tendrá a su cargo la enorme pero nobilísima tarea de proporcionar a miles de hogares, techo sano, decoroso y agradable y eliminar al propio tiempo el conventillo promiscuo, el rancho primitivo y el tugurio insalubre, focos de innumerables males. En ocasión de iniciarse los estudios preliminares que condujeron a la estructuración de la Secretaría de Trabajo y Previsión, sostuve que no podía escapar a la órbita de sus atribuciones específicas cuanto atañe al problema de la vivienda que, junto con el del salario, constituyen, como gráficamente se ha dicho, los dos polos de la cuestión social. Propugnar una política social nueva, integral y dinámica, dejando de lado uno de sus aspectos básicos, como es el que nos ocupa, por temor al esfuerzo, a los intereses creados o a otros pretextos igualmente fútiles, hubiera importado quebrar el sentido orgánico que debe presidir la labor de la Secretaría y claudicar, en mitad del camino, del programa de acción que aspiramos a realizar no importa con que sacrificios y cuya finalidad, como ya lo he manifestado categóricamente y explícitamente, hacer efectiva la intercolaboración de todas las fuerzas del país, de todos sus sectores patronales, obreros e incluso de las autoridades públicas para que en el ámbito de nuestro vasto y rico territorio imperen los preceptos saludables de la justicia distributiva y se alcance así la más pacífica y feliz de las convivencias. De acuerdo, pues, con el concepto lógico e incuestionable que debía primar, la Secretaría de Trabajo y Previsión asumió desde un principio la obligación de afrontar el angustioso problema de la vivienda planteado entre nosotros y notoriamente agravado en los últimos tiempos, en virtud no sólo del crecimiento desorganizado y vertiginoso de los centros poblados sino también de la carencia que una política comprensiva dirigida a su solución. Si la vivienda pobre, destartalada y miserable pudo servir hasta ahora de argumento para efectivas y truculentas disertaciones y ser tema que difundió la prensa en enjundiosos editoriales, estudió el sociólogo hasta sus últimas derivaciones, analizó el estadígrafo a través de numerosos reveladores de increíbles hacinamientos y de progresiva desnatalidad y si, por lo demás, dio lugar a algunas iniciativas legislativas y a realizaciones prácticas de escaso relieve frente a las ingentes necesidades del pueblo, no constituyó nunca en las alturas del poder una preocupación verdaderamente honda y patriótica que, impulsando la voluntad con decisión incontenida, provocase ese empuje realizador que todo gobernante debe desplegar cuando, como en el caso, corren riesgos valores imponderables como la supervivencia misma de la estirpe y el acrecentamiento del capital humano cuyo déficit es y ha sido siempre síntoma inequívoco de grandes males sociales. Cuidando de no caer en el error de diagnosticar la enfermedad sin poner en práctica consecutivamente los procedimientos curativos, traté por todos los medios de llevar al terreno de los hechos, los antecedentes meramente informativos que existían sobre la cuestión; ponencias, monografías, cuestionarios, y fue así que, juntamente con la Secretaría de Trabajo y Previsión, formando parte integrante de la misma surgió en las esferas de las actividades públicas la Dirección de la Vivienda, la cual después de auspiciar una exposición que atrajo a más de 700.000 visitantes y de llenar una etapa experimental, dio comienzo en la vecina localidad de general San Martín, a las obras del barrio Villa Concepción; ciudadela modelo presupuestada en más de seis millones de pesos que satisfará necesidades materiales y afanes de cultura y cuyas 520 casas, que asoman ya sus perfiles sobrios y simpáticos darán albergue, dentro del presente año, a igual número de familias obreras. Asimismo dispuso que la intersección de las calles Juan B. Alberdi y Lacarra de la Capital Federal, se abrieran los cimientos de otro núcleo de edificación constituido por ciento 174 departamentos y que en Santa Rosa de Toay se licitase la edificación de 24 casas. De tal suerte que, sin haberse abordado todavía los planes de fondo, estas 718 viviendas mandadas a construir en tan breve lapso nos revelan que casi hemos alcanzado el nivel de todo lo que el esfuerzo nacional de otrora pudo lograr. La mencionada Dirección se transformó luego en el Consejo Nacional de la Vivienda, entidad que con la eficaz colaboración de personas de buena voluntad preparó el estatuto legal y financiero de la actual Administración Nacional de la Vivienda, por el que se otorga a esta la calidad de repartición autárquica y se pone a su disposición los fondos necesarios para encarar con inquebrantable firmeza una obra en vasta escala que, no trepido en afirmar, colocará a nuestro país a la vanguardia de los más adelantados en punto a proporcionar a las clases necesitadas vivienda higiénica, adecuada y económica. En este aspecto hago público mi agradecimiento al excelentísimo señor ministro de Hacienda doctor Ceferino Alonso Irigoyen por su valiosa cooperación. Un problema de tanta magnitud, que ha incidido sobre la raza valorando sus ricas calidades autóctonas, sobre esta raza criolla y sufrida, sobria y paciente, y por lo mismo digna de todo estímulo y ayuda; sobre esta raza valiente y heroica con cuya sangre y sudores se conquistaron nuestras glorias más puras; un problema de tanta trascendencia que atenta contra la estabilidad del hogar al que le cierra la puerta de su natural desarrollo y fortalecimiento, no podía dejar de ser afrontado en toda su dolorosa realidad por este gobierno revolucionario que siente en sus entrañas la acuciadora inquietud de asegurar el porvenir, a todas luces grandes de la patria, asegurando primeramente a la célula sustancial de la sociedad, la familia, al mayor número de las mismas, la propiedad de la casa que es manantial de sentimientos puros, afección a las cosas, evocación del recuerdo, sostén del linaje y base de una misión social. Y tal es nuestro afán en ese sentido que si los tratadistas de derecho público señalan como elemento integrante de la Nación, primordial y sine qua non al territorio, nosotros sostenemos que no es posible concebir la idea de familia que indisolublemente, como la sombra al cuerpo, esté adherida a ella el espacio vital, el techo, elemento material que cobija y aglutina y a cuyo amparo se expande y florece la vida. De ahí nuestro ideal: "una vivienda para cada familia, cada familia en su vivienda", y cuya cristalización, tras la cruzada que hemos de emprender al instante, traerá irremisiblemente aparejada una firme y segura armonización social. Profundos cambios, inquietudes que vienen desde lo más hondo del alma de los pueblos y urgentes reclamos de la pura obligan a afrontamientos decisivos y a enfoques totales. A tales imperativos responde la concepción de la Administración Nacional de la Vivienda, cuyas grandes líneas, el vasto panorama que abarca, los elementos y fuerzas sociales, privadas y públicas, que pone el juego y las soluciones de fondo a que aspira nos permiten entrever, no en la lejanía brumosa de un futuro distante sino en días cercanos, asentadas en miles y miles de viviendas, miles y miles de familias, las familias de los artesanos y de los campesinos que, rebosantes de alegría y su salud rejuvenecida, serán testimonios, el más fehaciente, de que tal era necesario realizar para desterrar la vergüenza de ese clamor de los guarismos que repercute en las páginas del Censo Escolar de 1943 al consignarse en ellas que son más de 300.000 los casos en que conviven en una sola habitación en condiciones, las más deplorables, cinco y más personas; que conviven noche y día, viejos, jóvenes, hombres, mujeres, enfermos y sanos. Excedería mi propósito analizar en estos momentos, punto por punto, el articulado del decreto-ley creador de la Administración Nacional de la Viviendas y su régimen especial y civil, lo cual no es óbice para que haga una rápida incursión por él y advierta, ante todo, que en virtud de la misión respetable asignada a la Administración, nadie debe aspirar a desempeñarse en ella que no tenga verdadera vocación hacia el bien común, y no sea cultor de la más acrisolada honradez, pues se trata en definitiva de una labor de apostolado social y administrativo, encaminada a brindar viviendas holgadas al menor costo posible, a quienes para adquirirlas tienen, con inquietante frecuencia, que ahorrar sobre el hambre y la salud. Un organismo en extremo ágil, con amplias atribuciones, regido por un consejo que preside el Secretario de Trabajo y Previsión y dotado de un personal, el mínimo necesario, que al ponerse en funciones cree el clima propicio para que se incorporen sincronizadamente a su movimiento mediante convenios de ayuda financiera y de administración, los gobiernos de provincias, las comunas, las entidades patronales y gremiales, las asociaciones mutualistas, las sociedades cooperativas y demás personas responsables con el fin de construir viviendas económicas, individuales o colectivas, ya se trate de plan de conjunto o de obras aisladas, y de alquilarlas o venderlas; y con facultad de ejercer funciones de contralor y tutela para asegurar que los fondos provistos sean empleados debidamente y que las construcciones efectuadas con los mismos se utilicen según las respectivas disposiciones, he ahí el objetivo central de la Administración Nacional de la Vivienda. El sistema de convenios de ayuda financiera o de coparticipación que vamos a poner en práctica y que es una de las características de la nueva repartición permitirá actuar con extrema desenvoltura, abrirá la puerta a la iniciativa privada ofreciéndole amplio campo de acción, alejará la posibilidad de dar pie a engranajes burocráticos de pesado rodaje y será, por tanto, una garantía que no recaerá sobre la cuota de venta o de alquiler de las viviendas un porcentaje de gastos tal que las torne inasequibles para sus legítimos destinatarios, los hogares de más exiguos recursos. La Administración instaura un régimen fiscal y civil para las viviendas puestas bajo sus disposiciones protectoras, las cuales son anotadas en un registro especial y eximidas de sellados, de impuestos que graven directamente su valor; de tasas que se refieran a prestaciones de servicio público a cargo de reparticiones oficiales -esto último por un plazo de diez años- y de los gravámenes de los contratos, actos, escrituras públicas y actuaciones administrativas que tengan por objeto la adquisición de terrenos con destino a estas viviendas o la construcción y colocación de las mismas. De los planes de construcción de conjunto a que anteriormente nos hemos referido, fluye la posibilidad de que se obtengan diversas ventajas. Por un lado los gastos generales de edificación se reducen, y ello hace posible el propósito que tenemos de que el obrero no insuma por concepto de vivienda arriba de la quinta parte de sus ingresos mensuales. Por otro, la agrupación de determinado número de familias facilita la prestación de servicios sociales, cada vez más necesarios. A este respecto no es aventurado pensar que el esfuerzo realizado se malograría si junto a los barrios no se establecen, mediante el apoyo privado u oficial, aquellas entidades de fomento que velen por la salud física y espiritual de los moradores, promoviendo un convincente "aprendizaje de la propiedad" e impartiendo la enseñanza, en su más amplio sentido de la "manera de vivir". Si bien la Administración tiene como función primordial la de resolver el problema de la vivienda económica para la clase auténticamente trabajadora, se ha tenido en cuenta, asimismo, las exigencias no menos dignas de protección, de otros importantes sectores de la población, el de la clase media, igualmente descuidados hasta el presente. A tal efecto se dispone la iniciación inmediata de los estudios pertinentes y se prescriben medidas de carácter práctico. El estatuto legal otorga a la Administración facultades que le permitirán extirpar de una vez por todas esa lacra de nuestra Capital: el conventillo; prevé la formación de nuevos centros de población, particularmente industriales, que reúnan los adelantos de la técnica urbanística; dispone se empleen materiales de construcción que ofrezca la naturaleza allí donde se erijan las futuras viviendas, y cuida que éstas, en su arquitectura y en su color, no choquen con los contornos del ambiente lugareño. La vivienda económica, dentro de su modestia y sencillez de líneas, debe ofrecer matices agradables que completen si es posible, nunca que malogren, la belleza del paisaje nativo. Con un exacto conocimiento de nuestra realidad de ayer y de hoy, y con una clara visión de las necesidades del futuro se ha creado el Fondo Nacional de la Vivienda de cuatro mil millones de pesos destinados exclusivamente a la ejecución de obras, dentro del espíritu que informa el decreto-ley. Dicho fondo ha de constituirse e invertirse en un plazo de veinte años y se integrará con el aporte de la Nación, para lo cual se autoriza la necesaria emisión de títulos o de bonos de edificación y ahorro. También el producido de las cuotas de venta o localización de las viviendas que se construyan serán reinvertido con los mismos fines, lográndose de este modo un fondo rotativo que sobre la base del 3% del interés mínimo fijado para los préstamos y treinta años de amortizaciones, ha de requerir una financiación de aproximadamente dos mil millones de pesos. El esfuerzo de financiación que la Nación debe realizar se verá disminuido en forma proporcional a la participación activa de las provincias, municipalidades, entidades públicas, sociedades mixtas y empresas privadas que construyan viviendas económicas conforme a las directivas enunciadas. Dicha participación se producirá amplia y sobradamente. Me inclina a afirmarlo la extensa expectativa que en estos momentos existe sobre todo a cuanto atañe al problema de la vivienda, el unánime deseo de coadyuvar a su solución y el convencimiento general de que para alcanzarla es preciso realizar un esfuerzo como el que intentamos: coordinado, de gran aliento y equitativamente repartido entre múltiples entidades de orden privado y los diversos organismos estaduales. Y siendo así, ¿quien puede dudar que en su oportunidad tan propicia no arrimen su buena voluntad y no aporten su generosa contribución autoridades, patronos de los grandes centros industriales agrícolas y ganaderos, asociaciones gremiales, a fin de adelantar la hora en que veamos vivir a nuestros obreros de la ciudad y a nuestros peones del campo de acuerdo con su dignidad de seres humanos? No pretendo abusar de vuestra atención examinando otras particularidades del decreto-ley a que me estoy refiriendo, de tanta importancia como las expuestas. Con lo dicho, creo haber llevado a vuestro ánimo la persuasión de que las dificultades iniciales han sido superadas y que nos encontramos en condiciones de lanzarnos a una acción pujante y efectiva. La primera batalla emprendida y ganada por la Secretaría de Trabajo y Previsión fue la batalla contra la apatía, contra el espíritu marcadamente individualista, asocial y egoísta que iba prevaleciendo entre nosotros. No bien comenzaron a notarse las primeras manifestaciones de una conciencia social más viva y sensible, acercando a las dos fuerzas productoras, la patronal y obrera, propiciando sus respectivas organizaciones y rompiendo toda una trama de prejuicios que se oponían a la conquista de la justicia distributiva, pudimos, con inmenso júbilo, hacer depositar en la mano curtida y noble del trabador un salario más equitativo y remunerador. Nos corresponde ahora resolver esta otra ardua cuestión. Para ello quemaremos también las naves y no cejaremos hasta ver convertidos en realizaciones orgánicas el contenido virtual del decreto-ley y los proyectos trazados. En suma, de hoy en más, y mirando al porvenir, nos proponemos facilitar el acceso a la pequeña propiedad privada al mayor número de familias, con lo que entendemos contribuir al afianzamiento de una de las bases más sólidas de la seguridad social. No se me oculta que la tarea es ímproba y espinosa, pero también reconfortante. Por lo demás, nada me arredra. Todas mis energías y todos mis afanes los he puesto al servicio de los intereses supremos de la patria. ¡Plantemos un nuevo jalón en la realidad del movimiento social argentino y demos comienzo a la labor que ha de salir airosa contando con la ayuda de aquel que dejó caer sobre los corazones la bienaventuranza de la justicia y del amor. .....................
1945-06-10
En una comida organizada por el Sindicato de Obreros de la Industria del Vidrio
En primer término deseo hacer llegar a ustedes el saludo del excelentísimo señor presidente de la Nación, general Farrell, quien por encontrarse ocupado en otras tareas, no ha podido concurrir a presidir esta reunión, como hubiera sido sus deseos. Saludo al Sindicato del Vidrio, como una de las mejores organizaciones gremiales de nuestro país. Merced a ello, el Sindicato del Vidrio se encuentra en el estado actual de armonía y unión, que lo hace fuerte y eficiente para su misión. Por eso rindo también homenaje a sus dirigentes por la acción inteligente que han desarrollado hasta ahora. Y rindo mi homenaje al gremio entero, por la unidad y por los sentimientos gremiales que han puesto de manifiesto. En las luchas gremiales la base y el objetivo es la aglutinación de las masas. En esa acción, intervienen los dirigentes y el ideal que sustenta esa base. Por eso el gremialismo ha de seguir echando raíces sobre esa unión y sobre ese amor gremial para reunir a todos los trabajadores argentinos. En todos los órdenes de la vida, la aglutinación de las masas se hace por dos senderos: detrás de un caudillo o detrás de un ideal. El ideal de la masa trabajadora debe ser el gremialismo mismo, porque él es la base de sus conquistas y la sustentación final de los ideales del trabajador. La Revolución, para llegar a la perfecta justicia social ha llegado en todos los casos a un entendimiento que es una verdadera trilogía: el obrero, el patrón y el Estado. Ellos se ha conseguido, a mi entender, en la forma más perfecta dentro del gremio que representa el Sindicato del Vidrio. La Revolución se encontró con un panorama social que ha querido remediar: malos sueldos, mala organización del trabajo y deficiente organización del descanso. Por ello hemos comenzado buscando ajustar convenios colectivos que permitieran a los gremios obtener lo indispensable para vivir con dignidad. Tal cosas se ha conseguido hasta hoy en la forma más completa que las circunstancias han permitido. Queremos seguir adelante con las tareas de la previsión social, completando lo ya realizado. Es indispensable que el Sindicato de Vidrio acelere las tareas que lo lleven a una mejor previsión social: una mutualidad y una cooperativa, a fin de que con la colaboración del Estado puedan llegar a obtener una organización completa. Me hablaban hace pocos momentos del policlínico social para los obreros del vidrio. El señor ministro del interior, contralmirante Teisaire, me conversaba también sobre la posibilidad de obtener a corto plazo la asistencia social necesaria para este gremio. Hemos de comenzar el estudio de este problema para solucionarlo lo más pronto posible, de manera que el gremio pueda contar con un sanitario propio, para sus trabajadores. Otro tanto se ha de hacer en lo que se refiere a la asistencia médica y hospitalaria a realizar en gran escala, con medicina preventiva y curativa y con remedios al alcance de todo el mundo. Otro asunto que ya hemos conversado con los dirigentes gremiales, es el que se refiere a la vivienda obrera. Iniciaremos cuanto antes las tratativas con la Administración Nacional de la Vivienda, para habilitar dos o más barrios en construcción en este año, y posiblemente para habitar en el año próximo, para familias obreras pertenecientes al Sindicato del Vidrio. Igualmente comenzaremos el estudio de lo que se refiere al turismo social para los vidrieros, facilitando, ya sea en las sierras o en los balnearios, las comodidades necesarias para que las familias obreras puedan disfrutar en sus vacaciones de un descanso reparador. Todas estas cuestiones, hemos de conversarlas y ajustarlas en la Secretaría de Trabajo y Previsión, cumpliendo con nuestros deberes. Agradezco, señores, en nombre del excelentísimo señor presidente de la Nación, general, del excelentísimo señor ministro del Interior, contralmirante Teisaire, del teniente coronel Mercante; del doctor Zanoti, este homenaje y los obsequios de que hemos sido objeto. Hago votos por la grandeza del Sindicato del Vidrio, pensando en que todo cuanto pueda obtenerse se lo han ganado de sobra por representar un gremio orgánicamente constituido, bien dirigido y que tiene a su frente dirigentes desinteresados, honrados y patriotas, lo cual es la base de la prosperidad a que aspira la Secretaría de Trabajo lleguen los gremios. ..............
1945-06-16
Declaraciones a periodistas para hablar de los cuestionamientos económicos contenidos en el manifiesto de las fuerzas productoras del comercio y la industria y nota de la Secretaría de Trabajo y Previsión respondiendo sobre el mismo tema
Hace tiempo que no los invitaba a conversar porque no había nada de gran interés para hacerlo. Hemos pasado por una época carente de noticias trascendentales, pero hoy, con motivo de algunos movimientos de opinión vinculados a la acción de la Secretaría de Trabajo y Previsión, quería enterarles de ciertas cuestiones para que no queden sin respuesta las inquietudes que se registran en el juego, más o menos libre, de las fuerzas que se consideran perjudicadas, y otras que se curan en salud, con respecto a las disposiciones de orden económico-social que se están adoptando. En los diarios de esta mañana ha aparecido un manifiesto del comercio y de la industria que, en mi concepto, tiene un carácter netamente político. Se trata en él poco de industria y de comercio, advirtiéndose fácilmente su alcance político. Para mí, es ello completamente explicable que suceda. Indudablemente la revolución ha estructurado un nuevo ordenamiento económico-social y como todos los nuevos ordenamientos produce sus fricciones, sus oposiciones de un lado y su apoyo de otro. En el libre juego de las instituciones democráticas es un fenómeno natural que se da, algunas veces, con cierta violencia, como en este caso en que el asunto político interfiere en el asunto económico, estimulando así las pasiones. Este es el caso. En mi concepción realista del Estado moderno, concibe perfectamente bien los estados actuales: dictadura del proletariado en la extrema izquierda y dictadura del capital en la extrema derecha. Hay países de los dos cuños. La nuestra hasta ahora había sido una dictadura del capital -hay que reconocerlo- y nosotros queremos dar a esa estructura una nueva forma, creando la verdadera democracia en el medio, donde ni el capital ni el proletariado actúan sobre las decisiones del gobierno. Esa democracia consistiría en nuestro concepto, como concepción integral, que el Estado, el poder absoluto del poder político, sea el que gobierne sin presiones y sin interferencias. Tanto el capital como el trabajo en la elección de tipo democrático contribuyen a la formación del gobierno; y muchos de sus hombres están con él representados. Pero otra cosa ocurre cuando desde las sociedades poderosas se quiere gobernar. Eso no es posible. El gobierno lo ejerce el Estado por su deber político y nadie sale al cruce para decir como se debe gobernar. Para eso ellos tienen la posibilidad de concurrir al gobierno con sus propios hombres. Ese equilibrio que establecería el Estado con su poder político, es el que concilia a las dos enormes fuerzas que hoy juegan en los países modernos: el capital y el trabajo. Así, en términos generales; queda explicada esa idea sintética y el contenido político e institucional que es el producto de la concepción revolucionaria. Y vamos a eso. Hasta ahora ha sido la nuestra una verdadera dictadura del capital. Sabemos que se han hecho gobiernos con el capital, vendiendo el alma al diablo muchas veces. Pero la democracia no es eso. Por lo menos, la democracia a que nosotros aspiramos. En este asunto es muy grato comprobar que los señores industriales, por quienes siento aprecio especial, la industria, por la que tengo verdadero cariño, no están representados en el manifiesto de hoy, lo que habla muy alto de la comprensión, de la inteligencia y del patriotismo de los industriales argentinos. Y digo esto, señores, porque soy de los hombres que no ha olvidado las cuestiones fundamentales para dedicarse a las subsidiarias. El país tiene dos fuerzas preponderantes en su riqueza: los productores, que extraen la riqueza de la tierra y los industriales que la elaboran. Esas son las dos grandes columnas económicas del Estado. Las demás son todas subsidiarias. Entonces al César lo que es del César. Hay que reconocer que el productor y el industrial son los que crean los valores. Los demás los negocian o trafican o hacen cualquier cosa. Dada esa concepción es inmensamente satisfactorio para nosotros que no estén representados las dos fuerzas fundamentales del Estado: la producción y la industria. Por otra parte estas fuerzas que firman el manifiesto han representado dentro del país la eterna oligarquía económica que ha manejado a la oligarquía política que gobernó durante tantos años. Yrigoyen fue el primero que quiso poner las cosas en su lugar, abatiendo esa oligarquía económica que sustentaba la oligarquía política, que era su instrumento y que verdaderamente no gobernaba al país, de acuerdo a los que nosotros entendemos por democracia, que asegura la justicia igual y distributiva para todos. Yrigoyen tenía razón y la atacó incansablemente. Y fue la reacción de esa oligarquía la que volteó a Yrigoyen. En el juego natural de las revoluciones y las contrarrevoluciones, está en germen esa lucha en todos los países del mundo. Por eso esta reacción se explica. Es una reacción netamente oligárquica, en nombre de otros intereses. Por eso la ausencia de las fuerzas productoras y las fuerzas industriales de ese manifiesto me produce una gran satisfacción. No voy a contestar ninguno de los cargos porque no son de carácter técnico para la Secretaría de Trabajo y Previsión. Son cuestiones generales de carácter más o menos político, que no contesto como Secretario de Trabajo de Trabajo y Previsión. Sólo contesto al memorial que elevaron al señor Presidente de la República, en el que puntualizan cuestiones técnicas y lo contesto destruyendo totalmente los cargos que se hacen, un tanto apasionados, deshilvanados y faltos de reflexión. Este movimiento, aparentemente, es por la disminución de los precios, vale decir, que estos señores se curan en salud porque todavía no se han fijado todos los precios máximos. Lo curioso es que los precios máximos los vamos a fijar con una representación de ellos, que integran la Subcomisión Patronal del Consejo de Posguerra, de la que forma parte el presidente de la Bolsa de Comercio, firmante del manifiesto y todas las demás fuerzas patronales. Ellos van a fijar los precios y ya protestan contra los precios que ellos mismos van a establecer en parte. En este momento en el Consejo de Posguerra se trabaja para establecer los precios, con un criterio de estricta justicia. No se pueden fijar los precios de la leche condensada al 31 de diciembre del año pasado, cuando durante al año la Secretaría de Comercio e Industria ha autorizado un aumento en el precio del azúcar y de la leche. Cada uno de los precios van a ser minuciosamente estudiados y establecidos de acuerdo a lo que sea justo. Lo que nosotros queremos disminuir no es el aumento natural, sino evitar la especulación. Por eso estudiaremos precio por precio, antes de establecerlo y esto lo hace el Consejo de Posguerra con la Subcomisión Patronal en la que están representados los señores que van a vender al precio que ellos mismos fijarán. Y protestan. Para mí esto no tiene ninguna explicación. En cuanto al control les resulta mal que lo haga la policía. Yo he alterado un poco las disposiciones de la ley 12.591, que establece comisiones vecinales, porque ha creído que el contralor de la policía representa una mayor garantía para los propios comerciantes, que entregarlo a comisiones vecinales. También se forman esas comisiones vecinales pero ellas hacen el procedimiento por intermedio de la policía, a la vez que éstas hacen su propio contralor. Lo que se trata de asegurar es que no pase como otras veces, que se establecen precios para que todo el mundo los viole. Esta vez los precios se respetarán tal como se establezcan. Esta es una cosa importante porque el interés del gobierno es claro y sencillo: fomentar la justicia social. Esta resistencia producto de la mentalidad de quienes se resisten a las más justificadas reivindicaciones de los hombres que trabajan, representa verdaderamente un alzamiento contra las disposiciones del gobierno; un alzamiento teórico porque las disposiciones del gobierno se van a cumplir, porque son justas y deben ser cumplidas. Estudiemos muy bien cada eso antes de resolver; sabemos bien que son justos y que pueden cumplirse. No dictaremos disposiciones que no pueden llevarse a la práctica y cualquier error que se deslizara será motivo para que retomemos el estudio con vistas a subsanarlo. De esto hemos dado prueba ya en muchos casos. Estas asociaciones patronales han dicho siempre que tienen gran interés en colaborar, pero cuando llega el momento, como sería este, se advierte, por lo que he dicho, que existe otro sentimiento que el de colaboración, como es el de oponerse haciendo una cuestión política de lo que es un problema eminentemente económico. Se reúnen para deliberar sobre lo que no estuvieron nunca de acuerdo. El problema lo he presentado yo a la Subcomisión Patronal del Consejo de Posguerra en los términos en que se presentan estas cuestiones, con toda la estadigafría a la vista, con una estadigrafía compilada, teórica, de muchos años, y otra empírica, que realizamos todos los años diez mil o quince mil familias obreras, para establecer lo que ellas necesitan mensualmente para vivir. Al considerarse la relación que debe existir entre precios y salarios, la base tiene que ser el salario, porque si se puede limitar las necesidades vitales del hombre. Por eso el salario debe ser la base de cualquier combinación para establecer el equilibrio económico-social. Cuando el hombre percibe menos de lo que necesita para vivir, es su salud la que comienza a sufrir. Por eso el salario tiene esa extraordinaria importancia. De acuerdo con la estadística de hoy, los precios existentes y de conformidad con nuestros estudios teóricos y empíricos y la estadigrafía disponible, el salario mínimo debería alcanzar a 193,60 $ por mes. Es lo que necesita una familia obrera para vivir un mes. De acuerdo con las estadísticas que pongo a disposición de quienes quieran consultarla, si ese es el salario mínimo hasta la referida suma mensual o disminuir los precios, para que la situación vuelva al antiguo nivel exigir uno de estos caminos. Si alguien tiene otra teoría la aceptaremos para proceder a su inmediato estudio; si existe otra solución, que la expongan. De lo contrario, o bajan los precios o el gobierno aumentará los salarios y seguiremos así en la carrera de la inflación, que será más perjudicial. Esto es algo claro como el agua. No alcanzo a percibir otra solución inmediata. Por ello resolvimos, todos de acuerdo, bajar los precios hasta el nivel que existía con el salario mínimo de 160$ por mes, es decir al nivel medio de lo que necesita un hombre para comer, vestirse y habitar con su mujer y tres hijos. Para ello tenemos que bajar el precio de la carne, de la ropa y de otra serie de artículos, en una pequeña porción por cada artículo. Si conseguimos eso habremos detenido la inflación en forma inmediata. La detención mediata se está estudiando sobre la base de medidas generales; pero por ahora hay que frenarla y para ello no existe otro medio que condicionar precios y salarios. Y eso es lo que hemos hecho. En consecuencia, nadie podrá en este país ganar menos de 160$ cuando hayamos bajado los precios hasta relacionarlos con ese límite porque de lo contrario no podrá vivir. Ese es el problema que planteo, y repito que si existe otra solución espero que la expongan, en lugar de publicar solicitadas que no construyen nada y en cambio dificultan, molestan e interfieren. Si se presenta otra solución la recibiremos encantados. Pero lo cierto es que hasta ahora nadie la ha aportado. Se trata, pues de evitar la continuación de carrera inflacionista. Los firmantes de la solicitada en vez de buscar soluciones mandaron al señor Presidente de la República un memorial que yo contesto aquí en forma general. En dicho memorial no se puntualiza nada. Se habla de generalidades. Se dice que la Secretaría de Trabajo y Previsión no hace política social. Yo no sé que es lo que hacemos entonces. ¿Haremos tortas? Se agrega que en vez de asegurar la tranquilidad social, la hemos perturbado; y, en fin, otro sinnúmero de cuestiones que podrán leerse en ese memorial y a las cuales contesto, como he dicho, en forma general, primero, y luego con comprobaciones estadigráficas porque los números hablan con la mayor elocuencia en estas cuestiones en económico-sociales. Les enumero por ejemplo la cantidad de huelgas que ha habido durante el período en que ellos dicen que estaban tranquilos. Y respecto de una teoría esbozada de que la Semana Trágica aseguró al país 26 años de tranquilidad social, eso hace suponer que quisieran otra Semana Trágica. Entendida así la tranquilidad social, no hay nada que conversar. Si se trata de matar cinco o seis mil obreros para luego obligar a trabajar como se quiera y por lo que se quiera, con el objeto de asegurar así 25 años de tranquilidad social, yo no me voy a prestar para eso. Conclusión: El anhelo más ferviente del Poder Ejecutivo es claro y sencillo: fomentar la justicia social. La realización práctica de este anhelo, choca con la mentalidad de quienes se resisten a la más justificada reivindicación obrera y de aquellos otros que pretenden imponer doctrinas económicas y sociales ajenas a nuestras instituciones jurídicas. Dentro de las leyes fundamentales de la Nación pueden coexistir las mejoras sociales que no se han realizado en lo que va del siglo, y que la experiencia recogida de las dos guerras mundiales, aconseja llevar a la práctica. El gobierno está decidido a implementarlas por espíritu de justicia, y no llega a comprender porque los representantes del comercio y la industria no comparten su convencimiento aunque no sea más que por espíritu de conservación. El gobierno ha puesto en primer plano la cuestión social por que el mejoramiento de las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores es un deber elemental, que obliga moral y jurídicamente a cuantos comparten la responsabilidad del poder. Quien considere los síntomas exteriores de riqueza de nuestra metrópoli y de las grandes ciudades del interior, quizá no llegue a apreciar la estrechez en que viven los trabajadores ni sospeche las miserables condiciones en que se vive y trabaja en el interior del país. Nadie puede rebatir esta afirmación. Nadie puede, tampoco, negar legitimidad a las medidas que se adoptan para remediar la injusticia que representa permitir que continúe tal estado de cosas. A pesar de esta evidencia, cuando llega el momento de contribuir cada cual al bienestar colectivo, el interés particular sobrepuja al interés social y produce las más enconadas resistencias subterráneas que, la verse atajadas, provocan las expresiones públicas de disconformidad. El gobierno nacional ha solicitado la colaboración a las representaciones patronales y obreras. Al prestarla, no pueden pretender los interesados que su opinión sea la que prevalezca, pues, en posesión de sus opiniones, ha de ser la autoridad del Estado la que imponga las normas de justicia. No entenderlo así, es alzarse contra las decisiones de la autoridad; pretender ofuscar a la opinión señalando una sola faz de los problemas, equivale a atentar contra el orden y la paz que, por todos los medios aspira alcanzar el gobierno dentro de un estricto espíritu de equidad y de justicia. Contestación al memorándum elevado por las entidades económicas La presentación, ante el excelentísimo señor presidente de la Nación, general de brigada Don Edelmiro J. Farell, de la Bolsa de Comercio, la Unión Industrial Argentina y numerosas otras organizaciones patronales, expresando el juicio que les merece la política social seguida por la Secretaría de Trabajo y Previsión, entraña un ataque a fondo a la intensa y difícil tarea que ha venido desarrollando esta Secretaría, para mejorar el estándar de vida de la población laboriosa del país. En poco más de un año de existencia este organismo ha probado con hechos irrefutables que no defraudó las esperanzas cifradas por el pueblo en oportunidad de su creación. Hasta el 17 de noviembre de 1943 la legislación del trabajo no sólo era escasa, sino que su cumplimiento quedaba librado a la buena o mala disposición patronal o a la fuerza de que dispusieran los sindicatos obreros para imponer su respeto. El Estado se encontraba ausente, puesto que el Departamento Nacional del Trabajo y sus similares de las provincias carecían de suficiente autoridad efectiva y de los recursos legales que les permitieran defender los legítimos derechos del trabajador, aún en los casos que las leyes hubieran estipulado expresamente esos derechos. Más grave aún era la situación de los trabajadores con respecto a sus salarios, pues no contando con una legislación que los regulara, quedaban al arbitrio de los empleadores, dando lugar, por lógica consecuencia, a los reclamos obreros, casi siempre rechazados. En no pocas oportunidades, no sólo se rehusaba la mejora solicitada sino que adoptaban medidas que significaban represalia contra los trabajadores que se destacaban en la defensa de los intereses de sus compañeros de tareas. Las huelgas, con todos los inconvenientes para los patronos, los trabajadores y el Estado, eran consecuencia inevitable de ese proceso. Recién entonces los gobiernos tomaban intervención y -justo es decirlo- casi invariablemente lo hacían para sostener y proteger los intereses patronales, con desmedro de la justicia y en perjuicio de la paz social. Sólo las muy sólidas organizaciones obreras -y en mérito a su propio esfuerzo- lograban imponer mejoras para sus respectivos gremios. Los demás estaban desamparados. Para modificar sustancialmente esta situación, se creó la Secretaría de Trabajo y Previsión. Si alguna demostración definitiva era menester para comprobar la eficacia de orientación seguida y de la obra cumplida por la Secretaría de Trabajo y Previsión, la encontramos precisamente en que esa obra provoca las quejas de algunas fuerzas económicamente poderosas, habituadas a encontrar ciertos gobiernos sumisos a sus pretensiones y siempre prestos a poner la fuerza del Estado para acallar violentamente el reclamo de los humildes. Cuando los trabajadores del país comprobaron que en la Secretaría de Trabajo y Previsión se atendían sus pedidos justificados y se les protegía en el derecho constitucional de asociación, se hicieron presentes para solicitar mejoras, que hacía mucho tiempo necesitaban, pero que debían silenciar por falta de autoridades que los comprendieran y de garantías para su incipiente organización. No es cierto que la Secretaría de Trabajo y Previsión impulse "un clima de agitación social". El clima lo impulsan las injusticias sociales y la intransigencia de algunas organizaciones patronales. La Secretaría de Trabajo y Previsión busca con afán y con serenidad las soluciones adecuadas y justicieras que lleguen a eliminar "la agitación social" que tanto preocupa a las entidades de empleadores, pero que éstas tan escasamente contribuyen a evitar. La acción de la Secretaría de Trabajo y Previsión dio esperanzas a los trabajadores, y éstos se movieron espontáneamente, para entrar por la puerta que se les abría ampliamente y que antes, cuando no estuvo totalmente cerrada, la encontraban apenas entornada. Dice la presentación patronal que "la Secretaría de Trabajo y Previsión ni estudia ni resuelve problemas de fondo relacionados con el trabajo", "Impone soluciones circunstanciales para satisfacer conveniencias del momento, sin mediar sus alcances ni sus proyecciones". No son necesarios estudios muy profundos para saber que salarios de $4 y $3.50 para hombres, de $3 y $2 para mujeres mayores y de $1.50 y $1 y hasta de $0.80 por día para menores, representan una vergüenza en plena Capital Federal. Imponer el aumento de esos salarios, aunque pueda considerarse una solución circunstancial para "satisfacer conveniencias del momento", es un acto de estricta justicia que habla muy alto de la tarea de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Es así que se han efectuado numerosos convenios que llevaron mensualmente algunos pesos más a hogares de trabajadores modestos que sufrían penurias incontables. Son numerosos los gremios de toda actividad y de distintas jerarquías en el trabajo que pudieron resolver viejos problemas, merced al esfuerzo y al tesonero empeño de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Pero cuando esta Secretaría resuelve o estudia problemas de fondo es cuando más se acentúa la queja o la oposición de los que dicen que no estudiamos ni resolvemos los problemas de fondo. La previsión social ha encontrado en esta Secretaría un estímulo que nadie puede desconocer, y por ello se han incorporado a distintos regímenes jubilatorios muchos gremios, llevando sus beneficios a centenares de miles de trabajadores. Ningún gobierno ha estudiado más a fondo los graves problemas de la previsión social de lo que lo hemos hecho nosotros, y las soluciones dadas responden a las justas demandas de las masas afectadas y a los conceptos modernos y científicos que informan la materia. Se pretende, por las organizaciones patronales reclamantes, sentar una disconformidad con el procedimiento seguido para el estudio del decreto-ley sobre jubilación de los empleados de comercio. Nadie con menos autoridad moral que esas mismas organizaciones para ensayar siquiera una queja por aquel procedimiento. Esta Secretaría, por intermedio del entonces Consejo de Previsión Social, convocó a las organizaciones patronales y de trabajadores para que participaran del mencionado estudio. Después de varias reuniones muy numerosas, especialmente por la crecida cantidad de delegados patronales, éstos se opusieron a que continuaran las deliberaciones, porque no se habían aceptado previamente sus puntos de vista. Consta en la versión taquigráfica de la reunión efectuada el 31 de julio de 1944, que fue la representación patronal la que consideró suficiente el envío de memoriales por cada organización, exponiendo sus puntos de vista sobre el proyecto de jubilación de empleados de comercio, para que el gobierno resolviera en definitiva y estimando innecesario discutir en particular el proyecto. Se comprueba así que sólo aceptan colaborar cuando previamente consiguen imponer sus puntos de vista. En este caso no fue el gobierno que lo excluyó, sino los delegados patronales que negaron su contribución a la discusión y estudio del proyecto. Como es lógico, si el reclamo de los empleados de comercio por obtener su régimen jubilatorio era justificado, el gobierno no podía postergarlo por atender el disimulado sabotaje patronal. El régimen jubilatorio instituido para los empleados mercantiles ha sido cuidadosamente estudiado, y puede asegurarse que constituye el mejor sistema de los existentes en el país y posiblemente de los que rigen en el extranjero. Lejos de merecer críticas, podrá presentarse como ejemplo y constituirá legítimo orgullo para la previsión social argentina. Señalan los organismos patronales, en la presentación que nos ocupa, su temor de que siguiendo el mismo proceso de elaboración del decreto-ley 31.665/44, se dicte otro sobre salario mínimo, salario vital móvil, aumentos de sueldos y participación de los trabajadores en las ganancias de los empleadores, según la iniciativa de la Confederación General de Empleados del Comercio. La Secretaría de Trabajo y Previsión, ha consultado reiteradamente la opinión del comercio y de la industria sobre el citado proyecto, se han dado todas las oportunidades para que las organizaciones patronales expresen sus puntos de vista y hagan llegar sus estudios sobre la materia. Pero se ha tropezado últimamente con la obstinación de esas organizaciones en pretender señalar, no sólo a esta Secretaría, sino al gobierno en conjunto, la forma y el método como debe estudiarse la iniciativa, al extremo de indicar en qué entidades o reparticiones deben buscarse los componentes de la comisión de estudio y redacción definitiva del proyecto. Esta Secretaría ha designado para ese efecto una comisión compuesta por técnicos profesores, profesionales y especialistas en problemas sociales y económicos, todos de reconocida capacidad, ilustración y de indiscutible honestidad para que estudien y redacten el proyecto en carácter de comisión oficial y no de comisión paritaria de empleados y patronos. Aparentemente se hacen objeciones de procedimiento, pero lo que inquieta a los reclamantes es que iniciativas como el salario mínimo que hacía más de tres décadas esperaba infructuosamente el pronunciamiento del Parlamento, actualmente es estudiada con seriedad y con posibilidades de convertirse en realidad. La participación en los beneficios parecer alarmarles, pero no se han dado las razones que demuestren la perturbación que provocaría y menos que prueben la injusticia del sistemas que, por otra parte, no incidiría sobre los precios, no provocaría inflación, ni afectaría a las actividades poco remunerativas. También parece intranquilizar a los firmantes del memorándum el proyectado aumento de sueldos, cuando la elevación del costo de vida les podría ser atribuida en buena proporción. Y más aún, llama la atención esta actitud patronal de solapada oposición a un mejoramiento de los trabajadores, en las actuales circunstancias, en que, en general, han obtenido y obtienen ganancias extraordinarias, en muchos casos fabulosas; quedando en evidencia sus espíritu egoísta a no admitir de ninguna forma que esa situación de evidente holgura sea compartida en mínima parte de los trabajadores. Igualmente pretende el memorándum que ese proyecto comprometería "nuestra capacidad competitiva dentro de la comunidad internacional". Nada más inexacto por las razones ya apuntadas y porque nuestro porvenir económico sigue presentándose promisorio, si se lo compara con el de otros países, cuyo comercio e industria deberán soportar fuertes gravámenes para amortizar los gastos de guerra. De esta situación privilegiada de nuestro país, también tienen derecho a participar los trabajadores. La política de la Secretaría de Trabajo y Previsión, tendiente a proteger al obrero y al empleado, no ahuyentará capitales que quieren invertirse en nuestro territorio, porque todavía les resultarán reditivos. Pero, por otra parte, no podremos olvidar que últimamente los capitales foráneos pocas veces se han invertido en forma estable y con miras a los intereses generales de la Nación. No faltarán capitales, sino, por el contrario, los tendremos de muy buena fuente, provenientes del ahorro popular, establecido por los aportes y contribuciones de nuestro régimen de previsión social. Serán capitales argentinos, al servicio del progreso del país y que, al propio tiempo, afianzarán los sistemas jubilatorios que protegen a nuestros trabajadores. Esta es la obra de la Secretaría de Trabajo y Previsión y de ahí pueden deducirse el valor de la críticas que les formulen los representantes patronales. Con ligereza extraordinaria las organizaciones patronales afirman en el memorándum que la Secretaría de Trabajo "persigue a los dirigentes gremiales y se los reemplaza por otros adictos....". El asombro que provoca esa aseveración no sólo radica en su inexactitud, sino en que es la primera vez que los representantes patronales parecen inquietarse por el supuesto atropello a los dirigentes obreros. La Secretaría de Trabajo no ha perseguido ni ha pedido la detención de ningún dirigente gremial. Tampoco es cierto que los haya substituido por "adictos", pues no ha impuesto un solo dirigente a ningún sindicato y, por lo contrario, las organizaciones han elegido libremente sus comisiones directivas. Prueba de ello es que casi la totalidad de los actuales dirigentes gremiales lo eran ya antes del 4 de junio de 1943. Por razones de carácter político, el gobierno ha impedido la actuación de algunos dirigentes que utilizaban los sindicatos para servir a un partido político declarado ilegal por todos los gobiernos del país desde hace más de veinte años. Pero la Secretaría de Trabajo no ha reemplazado a esos dirigentes. El movimiento obrero se desenvuelve normalmente y con mayores garantías que antes de la revolución. Contrariando esa supuesta preocupación por la suerte de los dirigentes obreros, la presentación patronal lamenta que esta Secretaría haya declarado legales varias huelgas, entre ellas la de trabajadores frigoríficos. Es que no pueden olvidar las lejanas y recientes épocas, en que toda huelga era reprimida violentamente por la fuerza que el Estado tiene, no para esas funciones, sino para guardar el orden. Este gobierno no ha usado la fuerza contra ninguna huelga de trabajadores, porque no tiene compromisos espurios con las capitalistas y porque respeta el derecho del obrero a defender sus justas reivindicaciones. Termina la nota patronal recordando que "durante veinticinco años desde la semana trágica de enero de 1919 el país ha vivido dentro de una casi perfecta tranquilidad social". Pareciera reclamar una nueva "semana trágica" para asegurarles otros veinticinco años de tranquilidad. Este gobierno no lo hará. No asegurará ni veinticinco años ni veinticinco días de tranquilidad a los capitalistas siguiendo el ejemplo doloroso de la semana de enero de 1919, pues la sangre de los trabajadores sacrificados entonces, no debe refrescarse con nuevos actos de injustificada violencia oficial. La cohesión social es interés del gobierno, pero debe basarse en la justicia social. La revolución no pude pasar infructuosamente en esta materia. El fraude electoral y los negociados públicos no eran los únicos males de que padecía nuestro país. También lo afectaba una profunda injusticia social, que los hombre de la revolución del 4 de junio queremos eliminar en la medida que la época y las circunstancias lo permitan. Hay que unir al país en el bien y en la paz, que sólo son posibles si todos los habitantes y, esencialmente los humildes, encuentran en el gobierno de la revolución la sensibilidad de captar y resolver con altura los problemas y las necesidades que los afectan. Para que todo el país sea una unidad próspera en lo económico, no deben desecharse las reivindicaciones, y medidas sensatas de los trabajadores. Así podrá vivirse una democracia auténtica, en la que cada ciudadano sea un valor individual al servicio del bien colectivo. Así también podrán apreciarse los beneficios de la libertad, que es consustancial con la existencia del hombre, a cubierto de necesidades económicas y en el ejercicio de sus derechos democráticos. La revolución no cumpliría su cometido si solo mejora al país en lo político. También tiene que mejorarlo en lo económico, procurando la justicia social. Así llegaremos a señalar un momento histórico con justicia en lo económico-social, en un régimen de democracia depurada y auténtica y en un clima de verdadera libertad. Un anexo contiene diversas estadísticas La "Contestación al memorándum elevado por las entidades económicas al excelentísimo señor presidente de la Nación", que ayer entregó el secretario de Trabajo, está acompañado de un extenso anexo que, recogiendo afirmaciones del memorándum, empieza así: No es lícito hablar de una legislación atenta a la satisfacción de las más justas reivindicaciones obreras", refiriéndose a la que regía antes de las revolución. Esta legislación no tenía la atención fija en las más justas reivindicaciones obreras, ni siquiera en las más apremiantes exigencias del instinto primario de atender a las necesidades más perentorias. El "anexo" examina en seguida la evolución de la legislación obrera argentina, recordando que ya en 1904 el proyecto de "Ley Nacional del Trabajo", preparado a iniciativa de Joaquín V. González, trazaba las líneas generales de una codificación general. Después de examinarla, prosigue el "anexo". A pesar de esta previsora iniciativa, la legislación promulgada desde 1904 hasta la revolución del 4 de junio de 1943, contempló solo aspectos parciales o circunstanciales de la vida del trabajo, no enfoncándose el problema social como un todo orgánico que debía resolverse armónicamente. Ni orgánica ni armónica ha sido la legislación social. No ha sido orgánica porque solo medidas fragmentarias, aisladas e inconexas se han adoptado. No ha sido armónica, porque al dictarse, para satisfacer una necesidad momentánea o una presión política tenaz, la medida social no ha considerado el orden general en que se desenvolvía nuestra economía. De ahí que no sólo hayan sido ineficaces muchas leyes obreras, sino que han entorpecido muy frecuentemente las marcha de las actividades industriales, por falta de convenientes enlaces y adecuada coordinación. El "anexo" que nos ocupa enuncia luego cada una de las leyes obreras dictadas en el orden nacional entre 1905 y 1943, para continuar así, recogiendo otra manifestación del memorándum de las fuerzas económicas: La "intensificación de la actividad económica que daba amplias posibilidades al trabajo" se ha debido en el curso de los últimos diez años a dos órdenes de concausas: 1º.- De 1935 a 1939, a la reacción económica experimentada por el país al despejarse las consecuencias de la gran crisis económica mundial (1929- 1934), cuyo máximo esplendor alcanzamos en 1937, con un saldo comercial favorable de pesos 753.313.422; 2º.- De 1939 en adelante, a nuestra industrialización provocada por las necesidades de la guerra, a efectos de atender por igual las demandas de los mercados exteriores y las del mercado interno, que requería artículos que antes de la guerra se importaban. Es decir, los capitales se han arriesgado cuando el "riesgo que se corría no era ganar o perder, sino ganar 3.000 por 100, o conformarse con duplicar la suma que se exponía. El "anexo" cita juicios del Banco Central y de diversos especialistas y añade: Si asombrosa resulta la afirmación de que "la cuestión social como problema latente careciera de causas inmediatas y determinantes de exteriorización pública, debido a la legislación atenta a la satisfacción de las más justas reivindicaciones" y capciosa puede ser la sutil sugerencia de que a ello podían contribuir las "fuerzas vivas" por su deseo o esfuerzo encaminados a intensificar la actividad económica que daba amplias posibilidades de trabajo, resulta incalificable la audaz aseveración de que fueron "crecientes las mejoras a la retribución del trabajo" Antes de la Revolución escasos fueron los salarios que se aumentaron. Aumentaba el volumen global de salarios pagados, porque la activación económica debida a las causas analizadas en los párrafos precedentes había proporcionado mayor cantidad de empleos. De 609.900 personas ocupadas en la industria en 1935, de las cuales 474.400 era obreros, registráronse 1.020.000 en 1944, de cuya cantidad 806.000 eran obreros. De 536 millones pagados en concepto de salarios en 1935, se pasó a 1.269 millones en 1944. De una producción que tenía un valor de 3.400 millones en 1935 se pasó a un valor de 8.000 millones en 1943, último año de que se poseen cifras. En un cuadro basado, según expresa, en las estadísticas oficiales se desarrollan estas cifras por bienios entre 1935 y 1943, agregando las de 1944. Estas "cifras absolutas" las traduce luego otro cuadro del "anexo" en sus correspondientes "números índices" con la base 100 colocada en 1935, lo que hace anotar para 1943 los siguientes índices: personas ocupadas en la industria, 164,4; salarios pagados, 209,9; valor de la producción, 235,3 y para 1944 a 167,2 el primer renglón, a 169,9 el segundo y a 236,8 el tercero, quedando en blanco el referente al valor de la producción. Otro cuadro da enseguida los "números índices" de los precios mayoristas. Partiendo de la base 100 para 1935, anota los siguientes ascensos, para cada dos años hasta 1943: 110,32 en 1937 y luego 110,70, 157,96 y 225,84. Agrégase a continuación el "índice" de 1944, que llega a 236,55. Varios cuadros anotan después las variaciones de los precios minoristas en el mismo período -pero año por año-, con relación a los siguientes artículos: pan, papas, carne, legumbres, huevos, pastas, pescado, aceite, conservas, queso, harina, yerba, azúcar, arroz, café, leche, vino, soda, tabaco, carbón, kerosene y jabón. Después dice el "anexo": "Pero si se quieren conocer las crecientes mejoras en la retribución de los trabajadores, es preciso consignar otra serie de cifras, también oficiales, que revelan cuál era la situación en la época que, según él memorandum de las entidades patronales, la cuestión social "carecía de causas inmediatas y determinantes de exteriorización pública". Estas cifras son las referentes a salarios nominales costo de vida y variaciones del índice del salario real, que a continuación se consignan: NUMEROS ÍNDICES Años Salario nominal Costo de la vida Salario real 1935........ 100,- 100,- 100,- 1937........ 106,50 112,05 95,05 1939........ 106,17 112,17 96,04 1941........ 106,97 114,97 97,80 Contrariamente a lo que afirma el memorándum, las estadísticas oficiales no comprueba las crecientes mejoras a la retribución, sino lo siguiente: 1º.- Que en 1944 había 410.100 personas ocupadas más que en 1935. 2º.- Que el importe global de los salarios pagados en 1944 fue superior en 733 millones con relación al de 1935. 3º.- Que el valor de la producción industrial fue en 1943 superior en 4.609 millones de pesos con respecto al que alcanzó en 1935, o para hacerlo más comprensible, el valor de la producción pasó de un valor relativo de 100 en 1935 a 735 en 1941. 4º.- Que los precios mayoristas de artículos no agropecuarios pasaron de 100 a 236,5 en las mismas fechas. 5º.- Que los salarios nominales, es decir, los importes efectivamente percibidos como retribución del trabajo, subieron un 14,9% de 1935 a 1942. 6º.- Que el índice del costo de la vida pasó de 100 en 1935 a 117,86 en 1942. 7º.- Que el poder adquisitivo del salario estuvo durante este largo periodo por debajo de las necesidades vitales mínimas de la familia obrera. De donde resulta que, aún manteniéndose para época actual el mismo salario real, es decir, el mismo poder adquisitivo, no se han beneficiado los obreros en nada, pues a cambio de su esfuerzo ajustado en trabajo, continuarían en la misma situación relativa de 1935, o sea con un nivel de vida bajo, según resulta de las encuestas realizadas, mientras que la plusvalía debida al desarrollo industrial ha ido a parar a unas pocas manos. Durante veinticinco años, desde aquella semana trágica de enero de 1919, el país ha vivido dentro de una casi perfecta tranquilidad social. Muy análoga a la tranquilidad social que precedió a la revolución del 4 de junio de 1943 debió ser la que precedió a la semana trágica de enero de 1919. Porque el malestar social interno, revelado por mil síntomas y detalles que conocen cuantos intervienen de cerca en los conflictos sociales, estudiándolos metódicamente y midiendo sus antecedentes y consecuencias es, por desgracia, trágico problema que viene de muy antiguo, de muy antes de la semana trágica de enero de 1919. Las causas que pudieron crear el ambiente necesario a tales desmanes fueron idénticas a las que hubieran impelido a las masas trabajadoras a resoluciones extremas si la revolución de junio se hubiera forjado precisamente para establecer una verdadera justicia social. La indefención del ciudadano como trabajador ante el patrono injusto y la indefención del ciudadano como consumidor ante las especuladores son las causas que empujan a las masas obreras a tomar resoluciones desesperadas. El "anexo" recuerda otra vez el proyecto nacional del trabajo de 1904 y cita una frase del mensaje del P. E. de aquella época, para añadir: Ya se habla de agitaciones y huelgas, que luego continuaron ininterrumpidamente. Pero el periodo inmediato anterior a la semana de enero, el que transcurre desde la declaración de guerra de 1914, conviene compararlo con el que transcurre desde 1939 hasta el presente. El "anexo" se cierra con esa comparación, materializada en los "números índices" de las huelgas declaradas entre 1914 y 1918, por un lado y entre 1939 y 1942, por el otro. ................... Version 2 = es la que va TITULO REDACTADO - VERSION DEFINITIVA 16 de junio de 1945 Declaraciones a periodistas para hablar de los cuestionamientos económicos contenidos en el manifiesto de las fuerzas productoras del comercio y la industria (*) En su despacho de la vicepresidencia de la Nación, el coronel Perón recibió ayer a los periodistas destacados en la Casa de Gobierno, a quienes hizo declaraciones acerca de problemas económico-sociales de actualidad. (*) Fuentes: -Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación - Biblioteca del Congreso Nacional - Biblioteca Peronista -La Prensa, 17 de junio de 1945 -La Nación 17 de junio de 1945 Hace tiempo que no los invitaba a conversar porque no había nada de gran interés para hacerlo. Hemos pasado por una época carente de noticias trascendentales, pero hoy, con motivo de algunos movimientos de opinión vinculados a la acción de la Secretaría de Trabajo y Previsión, quería enterarles de ciertas cuestiones para que no queden sin respuesta las inquietudes que se registran en el juego, más o menos libre, de las fuerzas que se consideran perjudicadas, y otras que se curan en salud, con respecto a las disposiciones de orden económico-social que se están adoptando. En los diarios de esta mañana ha aparecido un manifiesto del comercio y de la industria que, en mi concepto, tiene un carácter netamente político. Se trata en él poco de industria y de comercio, advirtiéndose fácilmente su alcance político. Para mí, es ello completamente explicable que suceda. Indudablemente la revolución ha estructurado un nuevo ordenamiento económico-social y como todos los nuevos ordenamientos produce sus fricciones, sus oposiciones de un lado y su apoyo de otro. En el libre juego de las instituciones democráticas es un fenómeno natural que se da, algunas veces, con cierta violencia, como en este caso en que el asunto político interfiere en el asunto económico, estimulando así las pasiones. Este es el caso. En mi concepción realista del Estado moderno, concibe perfectamente bien los estados actuales: dictadura del proletariado en la extrema izquierda y dictadura del capital en la extrema derecha. Hay países de los dos cuños. La nuestra hasta ahora había sido una dictadura del capital -hay que reconocerlo- y nosotros queremos dar a esa estructura una nueva forma, creando la verdadera democracia en el medio, donde ni el capital ni el proletariado actúan sobre las decisiones del gobierno. Esa democracia consistiría en nuestro concepto, como concepción integral, que el Estado, el poder absoluto del poder político, sea el que gobierne sin presiones y sin interferencias. Tanto el capital como el trabajo en la elección de tipo democrático contribuyen a la formación del gobierno; y muchos de sus hombres están con él representados. Pero otra cosa ocurre cuando desde las sociedades poderosas se quiere gobernar. Eso no es posible. El gobierno lo ejerce el Estado por su deber político y nadie sale al cruce para decir como se debe gobernar. Para eso ellos tienen la posibilidad de concurrir al gobierno con sus propios hombres. Ese equilibrio que establecería el Estado con su poder político, es el que concilia a las dos enormes fuerzas que hoy juegan en los países modernos: el capital y el trabajo. Así, en términos generales; queda explicada esa idea sintética y el contenido político e institucional que es el producto de la concepción revolucionaria. Y vamos a eso. Hasta ahora ha sido la nuestra una verdadera dictadura del capital. Sabemos que se han hecho gobiernos con el capital, vendiendo el alma al diablo muchas veces. Pero la democracia no es eso. Por lo menos, la democracia a que nosotros aspiramos. En este asunto es muy grato comprobar que los señores industriales, por quienes siento aprecio especial, la industria, por la que tengo verdadero cariño, no están representados en el manifiesto de hoy, lo que habla muy alto de la comprensión, de la inteligencia y del patriotismo de los industriales argentinos. Y digo esto, señores, porque soy de los hombres que no ha olvidado las cuestiones fundamentales para dedicarse a las subsidiarias. El país tiene dos fuerzas preponderantes en su riqueza: los productores, que extraen la riqueza de la tierra y los industriales que la elaboran. Esas son las dos grandes columnas económicas del Estado. Las demás son todas subsidiarias. Entonces al César lo que es del César. Hay que reconocer que el productor y el industrial son los que crean los valores. Los demás los negocian o trafican o hacen cualquier cosa. Dada esa concepción es inmensamente satisfactorio para nosotros que no estén representados las dos fuerzas fundamentales del Estado: la producción y la industria. Por otra parte estas fuerzas que firman el manifiesto han representado dentro del país la eterna oligarquía económica que ha manejado a la oligarquía política que gobernó durante tantos años. Yrigoyen fue el primero que quiso poner las cosas en su lugar, abatiendo esa oligarquía económica que sustentaba la oligarquía política, que era su instrumento y que verdaderamente no gobernaba al país, de acuerdo a los que nosotros entendemos por democracia, que asegura la justicia igual y distributiva para todos. Yrigoyen tenía razón y la atacó incansablemente. Y fue la reacción de esa oligarquía la que volteó a Yrigoyen. En el juego natural de las revoluciones y las contrarrevoluciones, está en germen esa lucha en todos los países del mundo. Por eso esta reacción se explica. Es una reacción netamente oligárquica, en nombre de otros intereses. Por eso la ausencia de las fuerzas productoras y las fuerzas industriales de ese manifiesto me produce una gran satisfacción. No voy a contestar ninguno de los cargos porque no son de carácter técnico para la Secretaría de Trabajo y Previsión. Son cuestiones generales de carácter más o menos político, que no contesto como Secretario de Trabajo de Trabajo y Previsión. Sólo contesto al memorial que elevaron al señor Presidente de la República, en el que puntualizan cuestiones técnicas y lo contesto destruyendo totalmente los cargos que se hacen, un tanto apasionados, deshilvanados y faltos de reflexión. Este movimiento, aparentemente, es por la disminución de los precios, vale decir, que estos señores se curan en salud porque todavía no se han fijado todos los precios máximos. Lo curioso es que los precios máximos los vamos a fijar con una representación de ellos, que integran la Subcomisión Patronal del Consejo de Posguerra, de la que forma parte el presidente de la Bolsa de Comercio, firmante del manifiesto y todas las demás fuerzas patronales. Ellos van a fijar los precios y ya protestan contra los precios que ellos mismos van a establecer en parte. En este momento en el Consejo de Posguerra se trabaja para establecer los precios, con un criterio de estricta justicia. No se pueden fijar los precios de la leche condensada al 31 de diciembre del año pasado, cuando durante al año la Secretaría de Comercio e Industria ha autorizado un aumento en el precio del azúcar y de la leche. Cada uno de los precios van a ser minuciosamente estudiados y establecidos de acuerdo a lo que sea justo. Lo que nosotros queremos disminuir no es el aumento natural, sino evitar la especulación. Por eso estudiaremos precio por precio, antes de establecerlo y esto lo hace el Consejo de Posguerra con la Subcomisión Patronal en la que están representados los señores que van a vender al precio que ellos mismos fijarán. Y protestan. Para mí esto no tiene ninguna explicación. En cuanto al control les resulta mal que lo haga la policía. Yo he alterado un poco las disposiciones de la ley 12.591, que establece comisiones vecinales, porque ha creído que el contralor de la policía representa una mayor garantía para los propios comerciantes, que entregarlo a comisiones vecinales. También se forman esas comisiones vecinales pero ellas hacen el procedimiento por intermedio de la policía, a la vez que éstas hacen su propio contralor. Lo que se trata de asegurar es que no pase como otras veces, que se establecen precios para que todo el mundo los viole. Esta vez los precios se respetarán tal como se establezcan. Esta es una cosa importante porque el interés del gobierno es claro y sencillo: fomentar la justicia social. Esta resistencia producto de la mentalidad de quienes se resisten a las más justificadas reivindicaciones de los hombres que trabajan, representa verdaderamente un alzamiento contra las disposiciones del gobierno; un alzamiento teórico porque las disposiciones del gobierno se van a cumplir, porque son justas y deben ser cumplidas. Estudiemos muy bien cada eso antes de resolver; sabemos bien que son justos y que pueden cumplirse. No dictaremos disposiciones que no pueden llevarse a la práctica y cualquier error que se deslizara será motivo para que retomemos el estudio con vistas a subsanarlo. De esto hemos dado prueba ya en muchos casos. Estas asociaciones patronales han dicho siempre que tienen gran interés en colaborar, pero cuando llega el momento, como sería este, se advierte, por lo que he dicho, que existe otro sentimiento que el de colaboración, como es el de oponerse haciendo una cuestión política de lo que es un problema eminentemente económico. Se reúnen para deliberar sobre lo que no estuvieron nunca de acuerdo. El problema lo he presentado yo a la Subcomisión Patronal del Consejo de Posguerra en los términos en que se presentan estas cuestiones, con toda la estadigafría a la vista, con una estadigrafía compilada, teórica, de muchos años, y otra empírica, que realizamos todos los años diez mil o quince mil familias obreras, para establecer lo que ellas necesitan mensualmente para vivir. Al considerarse la relación que debe existir entre precios y salarios, la base tiene que ser el salario, porque si se puede limitar las necesidades vitales del hombre. Por eso el salario debe ser la base de cualquier combinación para establecer el equilibrio económico-social. Cuando el hombre percibe menos de lo que necesita para vivir, es su salud la que comienza a sufrir. Por eso el salario tiene esa extraordinaria importancia. De acuerdo con la estadística de hoy, los precios existentes y de conformidad con nuestros estudios teóricos y empíricos y la estadigrafía disponible, el salario mínimo debería alcanzar a 193,60 $ por mes. Es lo que necesita una familia obrera para vivir un mes. De acuerdo con las estadísticas que pongo a disposición de quienes quieran consultarla, si ese es el salario mínimo hasta la referida suma mensual o disminuir los precios, para que la situación vuelva al antiguo nivel exigir uno de estos caminos. Si alguien tiene otra teoría la aceptaremos para proceder a su inmediato estudio; si existe otra solución, que la expongan. De lo contrario, o bajan los precios o el gobierno aumentará los salarios y seguiremos así en la carrera de la inflación, que será más perjudicial. Esto es algo claro como el agua. No alcanzo a percibir otra solución inmediata. Por ello resolvimos, todos de acuerdo, bajar los precios hasta el nivel que existía con el salario mínimo de 160$ por mes, es decir al nivel medio de lo que necesita un hombre para comer, vestirse y habitar con su mujer y tres hijos. Para ello tenemos que bajar el precio de la carne, de la ropa y de otra serie de artículos, en una pequeña porción por cada artículo. Si conseguimos eso habremos detenido la inflación en forma inmediata. La detención mediata se está estudiando sobre la base de medidas generales; pero por ahora hay que frenarla y para ello no existe otro medio que condicionar precios y salarios. Y eso es lo que hemos hecho. En consecuencia, nadie podrá en este país ganar menos de 160$ cuando hayamos bajado los precios hasta relacionarlos con ese límite porque de lo contrario no podrá vivir. Ese es el problema que planteo, y repito que si existe otra solución espero que la expongan, en lugar de publicar solicitadas que no construyen nada y en cambio dificultan, molestan e interfieren. Si se presenta otra solución la recibiremos encantados. Pero lo cierto es que hasta ahora nadie la ha aportado. Se trata, pues de evitar la continuación de carrera inflacionista. Los firmantes de la solicitada en vez de buscar soluciones mandaron al señor Presidente de la República un memorial que yo contesto aquí en forma general. En dicho memorial no se puntualiza nada. Se habla de generalidades. Se dice que la Secretaría de Trabajo y Previsión no hace política social. Yo no sé que es lo que hacemos entonces. ¿Haremos tortas? Se agrega que en vez de asegurar la tranquilidad social, la hemos perturbado; y, en fin, otro sinnúmero de cuestiones que podrán leerse en ese memorial y a las cuales contesto, como he dicho, en forma general, primero, y luego con comprobaciones estadigráficas porque los números hablan con la mayor elocuencia en estas cuestiones en económico-sociales. Les enumero por ejemplo la cantidad de huelgas que ha habido durante el período en que ellos dicen que estaban tranquilos. Y respecto de una teoría esbozada de que la Semana Trágica aseguró al país 26 años de tranquilidad social, eso hace suponer que quisieran otra Semana Trágica. Entendida así la tranquilidad social, no hay nada que conversar. Si se trata de matar cinco o seis mil obreros para luego obligar a trabajar como se quiera y por lo que se quiera, con el objeto de asegurar así 25 años de tranquilidad social, yo no me voy a prestar para eso. Conclusión: El anhelo más ferviente del Poder Ejecutivo es claro y sencillo: fomentar la justicia social. La realización práctica de este anhelo, choca con la mentalidad de quienes se resisten a la más justificada reivindicación obrera y de aquellos otros que pretenden imponer doctrinas económicas y sociales ajenas a nuestras instituciones jurídicas. Dentro de las leyes fundamentales de la Nación pueden coexistir las mejoras sociales que no se han realizado en lo que va del siglo, y que la experiencia recogida de las dos guerras mundiales, aconseja llevar a la práctica. El gobierno está decidido a implementarlas por espíritu de justicia, y no llega a comprender porque los representantes del comercio y la industria no comparten su convencimiento aunque no sea más que por espíritu de conservación. El gobierno ha puesto en primer plano la cuestión social por que el mejoramiento de las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores es un deber elemental, que obliga moral y jurídicamente a cuantos comparten la responsabilidad del poder. Quien considere los síntomas exteriores de riqueza de nuestra metrópoli y de las grandes ciudades del interior, quizá no llegue a apreciar la estrechez en que viven los trabajadores ni sospeche las miserables condiciones en que se vive y trabaja en el interior del país. Nadie puede rebatir esta afirmación. Nadie puede, tampoco, negar legitimidad a las medidas que se adoptan para remediar la injusticia que representa permitir que continúe tal estado de cosas. A pesar de esta evidencia, cuando llega el momento de contribuir cada cual al bienestar colectivo, el interés particular sobrepuja al interés social y produce las más enconadas resistencias subterráneas que, la verse atajadas, provocan las expresiones públicas de disconformidad. El gobierno nacional ha solicitado la colaboración a las representaciones patronales y obreras. Al prestarla, no pueden pretender los interesados que su opinión sea la que prevalezca, pues, en posesión de sus opiniones, ha de ser la autoridad del Estado la que imponga las normas de justicia. No entenderlo así, es alzarse contra las decisiones de la autoridad; pretender ofuscar a la opinión señalando una sola faz de los problemas, equivale a atentar contra el orden y la paz que, por todos los medios aspira alcanzar el gobierno dentro de un estricto espíritu de equidad y de justicia. ...................
1945-07-02
Ante empleados de compañías de Seguros, Reaseguros, Capitalización y Ahorro
Hace pocos días se me ha llamado agitador de las masas argentinas. Yo no rechazo el título, y si algún día por necesidades de la justicia o del país hubiera de ser un verdadero agitador de las masas trabajadoras, no titubearé un segundo en ponerme a su frente. Se me ha acusado igualmente de exacerbar las pasiones subalternas de las masas, porque he defendido la necesidad de dar a la gente lo mínimo e indispensable para que pueda vivir. Se dice que mi prédica va dirigida siempre hacia los salarios y las condiciones de trabajo, en vez de orientarse hacia los valores morales de la población. Me explico por qué esas fuerzas prefieren los valores morales: es que a los otros hay que pagarlos. No se me escapa tampoco que en este momento, fuerzas naturalmente ocultas de la reacción en contra de las conquistas sociales propugnadas por nuestra Secretaría, movilizan todo lo que es movilizable en nuestra contra y todo lo que puede comprarse y venderse en materia de conciencias y dignidad. Llegan así desde el diario venal que escribe el artículo de fondo en la contratapa del aviso que lo paga, hasta el profesional indigno que prefiere defender los intereses opuestos a los de la Nación cuando con ello obtiene un mayor rendimiento en su paga miserable. Lo que en otra época los políticos llamaron el "sabalaje de la reacción", aparece hoy empeñada en crear en el país un sentido de insurrección contra la Revolución del 4 de junio. Esperamos esa insurrección, que no tememos. Tenemos la fuerza necesaria para reprimirla en nuestra ejército firme y unido, y al lado del ejército tenemos a ese otro valeroso ejército del trabajo, unido y solidario con nuestra Secretaría. Pero por sobre ellos dos, como una fuerza más poderosa aún, tenemos la razón y la verdad, y no habrá poder en el país que pueda borrar con mentiras ni con prédicas malsanas de políticos varias veces fracasados, la verdad de nuestras conquistas, la realidad de nuestra justicia y la honradez de nuestras convicciones. Pueden seguir agitando todo lo que es agitable, por maldad o por inconsciencia; y el día en que hayan reunido la fuerza necesaria para luchar, los esperaremos tranquilos porque en esa lucha estarán con nosotros las fuerzas que representan la honradez y la verdad dentro de nuestra República. Frente a la amargura de la vida que el mandatario debe arrostrar, entre calumnias, infamias y mentiras, se alzan estos oasis de gente humilde que tiene un corazón para sentir en vez de un bolsillo para acumular. Cada hombre tiene su precio. Ellos han demostrado tenerlo en metálico. Nosotros demostraremos tener un precio en sentimiento. Por eso, señores, para nosotros humildes soldados que trabajamos sin ningún otro interés que el bien de los argentinos, una asamblea hermosa y vibrante como ésta representa en satisfacciones lo que para ellos puede significar un jugoso dividendo anual. Es así que en nombre del excelentísimo señor presidente de la Nación, ante quien tendré el honor de representar a ustedes, y en el de los funcionarios de la Secretaría de Trabajo, como en el mío propio, agradezco estos obsequios que serán para nosotros un recuerdo imperecedero cuando todo haya terminado, y que significarán que alguna vez en la vida hemos realizado el bien por el bien mismo. Y a este respecto séame permitido pensar si muchos de los que nos combaten en estas horas podrán, en su lecho de muerte, ante la parca que a todos nos alcanza e iguala, sonreír evocando el recuerdo de los hombres a quienes se ha servido con desinterés y patriotismo. ...................
1945-07-11
En la comida anual de camaradería de los suboficiales y clases de aeronáutica
Sean mis primeras palabras de agradecimiento y expresión de nuestros más amplios y fervoroso deseos de grandeza y felicidad para los países hermanos, tan bien representados en esta comida por los señores delegados de las alas de Chile y del Brasil. Al agradecerles su presencia en este acto les ruego quieran presentar nuestros saludos cariñosos y fraternales al señor ministro de aeronáutica del Brasil, doctor Salgado Filho, y al subsecretario de aeronáutica de Chile, general Tovarías Arias, a quienes en espíritu consideramos presentes entre nosotros como los jefes máximos de las aeronáuticas de los dos países hermanos. Hace un año nos reunimos en una comida de camaradería. Era la primera que organizaban los suboficiales de aeronáutica bajo el comando en jefe de esta fuerza. Este año tenemos la dicha de realizarla con la misma unción y con el mismo entusiasmo, bajo la égida de la Secretaría de Aeronáutica, que es el embrión que ha de convertirse en el futuro Ministerio del Aire. Es así, que a esta realidad unimos la esperanza de este progreso, que ya puede considerarse en un año, como un verdadero milagro, realizado a fuerza de trabajo y de corazón. Entre las virtudes más admirables que pueden adornar a los hombres, se encuentran, sin duda, la abnegación y la lealtad. Estas virtudes, inculcadas desde los primeros pasos por nuestros grandes hombres del pasado encarnan para los argentinos y en especial, para los soldados, una directriz que ha de ser para todos nosotros como la estrella polar que guía nuestras vidas y nuestros entusiasmos, de ciudadanos y de soldados. Esas virtudes la hemos tenido en grande, en nuestra historia. San Martín fue leal a la patria; fue agregado, hizo su sacrificio por la santa causa de nuestra libertad y personifica al jefe de nuestras fuerzas, ya sean de mar, de aire o de tierra, porque es el verdadero padre de la patria. Como una visión sublime de esa admiración y de esa lealtad que ha de iluminar la historia del cuadro de suboficiales de cualquier fuerza que sea de la República, está la figura inmortal de Cabral, cuya abnegación y lealtad dio el bautismo de esas virtudes militares al elevar las almas de nuestro suboficiales del ejército, de la armada y de las fuerzas aéreas, que jamás han desmentido esas maravillosas virtudes de sacrificio y de lealtad a la patria y a sus jefes. Por eso, ensancha el corazón leer ese lema que dice tanto para bien de la patria y para bien de las fuerzas armadas: "La abnegación y el esfuerzo en la aeronáutica no deben ser de unos, sino de todos". Yo agregaría que la abnegación y el esfuerzo en la patria, no deben ser de algunos, sino que necesariamente deben ser también de todos. Ese lema ha reeditado a las fuerzas aéreas el orgullo de haber presenciado el pasaje de la Escuela Militar de Aeronáutica y de la Escuela de Especialidades de Aeronáutica: dos ejemplos vivientes y palpitantes de lo que pueden la honradez del esfuerzo; la abnegación del espíritu y la realidad de un patriotismo que ha de transformarse en obras y no en palabras. Esos dos institutos representan el nacimiento de una fuerza que Dios quiera que crezcan y siga con el mismo entusiasmo, con la misma abnegación y con el mismo esfuerzo que vibra en el corazón de los hombres que sienten en sí la patria y que por sentirla están dispuestos a cualquier sacrificio. Me siento y me sentiré siempre ligado a nuestras fuerzas aéreas por el honor que me han conferido al declararme compañero de todos ustedes; pero me siento más vinculado por esa obra que con tanto entusiasmo hemos convertido en realidad: yo, en una parte de colaboración y el señor ministro, brigadier de la Colina, con esa realización magnífica que ha impulsado para materializar lo que desde muchos años era el sueño de todos los soldados honrados de este país. Señores: brindo porque la Aeronáutica siga con ese mismo ritmo para que el cielo de la Patria esté siempre cubierto de alas y corazones como los vuestros. .......................
1945-07-12
En el acto organizado por la Comisión de Unidad Sindical
Hoy es un día de fiesta para esta casa, y representa en el sentimiento de nuestra apreciación, el triunfo de la clase trabajadora, que es también nuestro triunfo, porque hemos abrazado con cariño la bandera del proletariado argentino, que defenderemos siempre. Cuando iniciamos esta cruzada redentora sabíamos bien que habíamos de vérnosla con enemigos poderosos; pero no dimos nunca, ni daremos jamás, un paso atrás en la lucha empeñada. Sabemos que tenemos la razón, y cuando un hombre avanza montado sobre la razón, no necesita espuelas. Es hoy un día jubiloso para la Secretaría de Trabajo y Previsión. Hemos sido calumniados; hemos sido vilipendiados; mucho honor para nosotros, porque ello ha sido por la causa más noble, cual es la defensa de los humildes y de los hombres que trabajan y realizan diariamente el esfuerzo sudoroso para hacer la grandeza de esta patria por la cual estamos dispuestos a dar la vida. No habrá calumnia, no habrá obstáculo, no habrá sacrificio que pueda impedirnos seguir firmes en la defensa de nuestra causa, porque en ella está el porvenir de la República. Somos hombres de trabajo y de lucha. La República tiene por delante un grandioso porvenir que nosotros forjaremos con tesón y sin medir el esfuerzo. Dije hace mucho tiempo que no nos creemos indispensables. Estamos empeñados en una lucha por la razón, por la verdad y por la justicia; y si a pesar de nuestros buenos augurios caemos en la demanda, habrá siempre detrás de nosotros otros decididos que tomen nuestra bandera y la lleven adelante. Nosotros no hemos hecho sino interpretar un ambiente del mundo y quien se oponga a ello caerá vencido por esa evolución mundial que tiende a que cada día el hombre sea más libre, más feliz y más dichoso. Quien esté en contra de esa evolución está perdido por el tiempo y estará perdido en el futuro si no sabe reaccionar modelando su corazón y atemperando su egoísmo y su codicia. No somos abanderados de nada nuevo. Somos abanderados de una justicia que ha sido eterna en la teoría, pero que rara vez ha triunfado en los hechos. Pero tenemos la seguridad de que con sacrificio, con unión y con patriotismo, habrá triunfar en el futuro. Esta enorme multitud, que está dando a Buenos Aires un ejemplo de cultura, de entusiasmo y de decisión, no puede ser vencida en sus anhelos. Los hombres podemos desaparecer por circunstancias de la vida, somos pasajeros; pero los pueblos son eternos. Los hombres que servimos a los pueblos con unción y con sacrificio, estamos resarcidos de ello cuando presenciamos el entusiasmo de tantos argentinos que luchan por la grandeza de la patria, al luchar por su propia felicidad. Señores: ¡felices los pueblos que pueden dar este espectáculo de cultura ciudadana y que resuelven sus problemas arrimando los corazones para unirse y formar el gran corazón palpitante de la nacionalidad! Les pido que se desconcentren en orden para evitar posibles accidentes y les ruego que lleven grabada en la retina esta magnífica demostración de lo que es una verdadera democracia en marcha, democracia siempre superior a la cacareada por los que nunca supieron cumplirla en forma auténtica. ........................
1945-07-25
Discurso con motivo de la creación de los tribunales del trabajo
Señores: no he querido dejar pasar esta oportunidad sin reunirnos en este recinto, por los menos una vez más, para congratularnos con una nueva conquista de nuestra Secretaría de Trabajo. Se encuentran en la sala los señores jueces y camaristas componentes de la Excelentísima Cámara del Trabajo y el resto del personal del mismo fuero. Hace un año y medio, cuando iniciamos por primera vez el estudio de las complejas tareas que imponía la Secretaría de Trabajo y Previsión, descubrimos como indispensable la creación de un fuero de justicia propia para dilucidar los pleitos originados en las relaciones entre los trabajadores y los empleadores. Esta necesidad que he puesto en evidencia en numerosas oportunidades, se ha ido reafirmando a medida que la Secretaría fue desarrollando su labor durante el año 1944. En varias oportunidades como secretario de Trabajo y Previsión, prometí a los dirigentes y a los obreros en general, ocuparme de defender ante el gobierno de la Nación, la necesidad de crear este fuero. Desde hace cuatro meses, esa promesa es ya una realidad teórica, pero desde hoy, la justicia del trabajo es una realidad práctica para los trabajadores de la patria. Se bien lo que esto representa para los trabajadores que en cumplimiento de sus obligaciones debieron recurrir a la justicia ordinaria para dilucidar las diferencias que normalmente surgían en sus relaciones con los empleadores. Esta justicia, por estar ocupada habitualmente en otras funciones que la sociedad le imponía, no podía dedicar al fuero real de la justicia del trabajo sino limitadísimo tiempo. No diremos que esa justicia no fue buena ni respetable, pero sí que no pudo cumplir con lo que hubiera sido necesario a las masas trabajadoras en la solución de sus propios pleitos. Tantas veces le he oído decir a los obreros y contar numerosos casos ocurridos, que yo los he sintetizado en uno solo: un obrero despedido de una casa a quien el patrón no le abonó ni el despido, ni el salario; recurrió a la justicia, pleiteó durante dos años; al cabo de ese tiempo había perdido la mitad de su haber y el resto se le liquidaba en momentos en que ya estaba en otra ocupación, cuando ya no le era tan necesario como durante el tiempo de su inactividad. Si la justicia del trabajo, no puede hacer que el empleador liquide al obrero el despido en el concepto en que la ley lo ha establecido para cuando él está cesante, ¿de que le vale el despido? De que vale que se lo paguen dos años después, para que un domingo vaya al hipódromo y en una tarde liquide todo su haber. Otro de los conceptos que deseo exponer, es la interpretación que hemos pretendido dar a este fuero, distinto de los demás fueros de la justicia ordinaria, en el aspecto de la celeridad que debe tener y la necesidad de que el obrero que no posee medios, esté en las mismas condiciones de defender sus derechos que aquellos que los poseen. Ya lo ha dicho Martín Fierro, que la ley es como la telaraña: los bichos chicos se quedan y los grandes, la rompen y pasan. Nosotros queremos que en la tela de la ley, defendida por el fuero del trabajo, no haya ni bichos grandes ni bichos chicos que puedan romperla. Este fuero, cuyos señores camaristas, jueces y secretarios nos hacen el honor de tomar este primer contacto con nosotros, debe ser una absoluta garantía para los patrones y para los obreros. El personal que lo compone, comenzando por su presidente, el doctor Pérez Colman, conocido de todos por su larga vida pública de honradez y de virtudes de ciudadano y de patriota, debe ser el máximo de garantía para todo el que recurra al fuero del trabajo, en busca de una real justicia que todos cancelamos. Los señores camaristas poseen las mismas cualidades, como así los señores jueces. Y es una verdad absoluta que la justicia es cómo son sus jueces. Con buenos jueces habremos asegurado buena justicia y yo tengo la absoluta persuasión de que todo el personal del fuero del trabajo, es inmejorable desde el punto de vista intelectual y moral. Esta conquista de la Secretaría de Trabajo y Previsión, nos impone obligaciones para esa justicia, que es nuestra justicia y la defenderemos por todos los medios para asegurar que el futuro de los conflictos del trabajo esté siempre en manos incontaminadas que den, como siempre deseamos en esta casa, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Lo más triste que le puede pasar a un país, es que haya muchos hombres que clamen justicia y no la obtengan; cuando esa justicia es clamada por los humildes, el panorama es más triste todavía porque ellos son los que necesitan más de esa justicia. Por eso otra de las afirmaciones nacidas de esta casa, es que consideramos que la justicia social es la justicia más imprescindible sobre la tierra. Y gran margen de esa justicia social está desde hoy en manos de estos caballeros, camaristas y jueces, y tenemos la absoluta seguridad de que de la ecuanimidad de sus resoluciones dependerá en gran parte la afirmación de esa justicia social y del orden futuro en la masa de los trabajadores. Este proyecto, transformado afortunadamente hoy en realidad ha sido realizado por personal de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Por ello, agradezco a los señores que han trabajado durante largos meses en la confección del decreto correspondiente y en la reglamentación. Doctor Stafforini, doctor Martínez Vivot, doctor Brusca y señor Ruffa: en nombre de la Secretaría, os agradezco el empeño y la rectitud puesta en la elaboración de este trabajo. Deseo, antes de terminar, hacer por intermedio de ustedes los obreros, un llamado a la clase trabajadora del país, para que tenga confianza en esta nuestra justicia del trabajo, para que tenga fe en las resoluciones que ella establezca, que serán siempre justicieras y leales; para que cada uno de los trabajadores argentinos sientan en su corazón, como lo siento yo, el deseo de apoyar a nuestros jueces con todas las fuerzas y con toda la colaboración que podamos prestarles para que ellos puedan cumplir de la mejor manera con su difícil misión, convencido que hemos dado un paso trascendental y decisivo para las futuras relaciones del trabajo, de que hemos hecho una obra de bien que va a beneficiar a un sinnúmero de trabajadores argentinos y de patrones argentinos; y convencido también de que las leyes del trabajo desde hoy en adelante no podrán ser violadas ni violentadas por nadie, ya que tenemos por delante la majestad de una justicia que obedecer y la majestad de esa misma justicia que defender con nuestros propios actos. Y para terminar este sencillo pero tan elocuente acto, quiero pedir a los trabajadores argentinos que recuerden que cuando nuestra justicia del trabajo deba actuar, ellos han de ser los principales colaboradores, no tratando de violar o de engañar a sus propios jueces, sino formando en la masa de los trabajadores argentinos la verdadera conciencia de la ley del trabajo. Las leyes tienen valor cuando se cumplen. Que cada uno se ponga dentro de la ley y cuando crea que ella ha sido violada en su perjuicio, recurra a sus jueces y encontrará el apoyo de la Nación, por intermedio de los representantes de la propia ley. Desgraciadamente en nuestro país, no se cumplen las leyes porque no existe una conciencia legal formada en la población. Yo como secretario de Trabajo y Previsión, anhelo que en la masa de trabajadores exista una conciencia legal de las leyes del trabajo para que así comencemos nosotros a dar el ejemplo al resto de los argentinos, de cómo se debe cumplir y cómo debemos cumplir. Finalmente, agradezcamos a los señores camaristas, a los señores jueces y a los señores secretarios aquí presentes, que hayan querido hacernos el honor de compartir estos breves minutos con nosotros, y prometámosles que en el futuro todos acataremos la ley y seremos firmes defensores de los fallos que a base de esa ley ellos dicten. ................
1945-07-26
En un acto a favor de los derechos políticos de la mujer
Hace casi un año, la Secretaría de Trabajo y Previsión, que tiene un contacto permanente, directo e indirecto, con casi un millón de mujeres que trabajan, vio la necesidad de crear dentro de su organización, una Dirección que amparase los derechos y encarase los problemas que atañen a esa legión de mujeres argentinas. Hoy, esa Dirección, tan hábilmente dirigida por la doctora De Gregorio Lavié, rinde óptimos frutos y motiva el legítimo orgullo y la plena satisfacción de esta Secretaría. Tenemos indiscutiblemente el gran honor de haber sido, por intermedio de ese moderno organismo, los primeros en proclamar la necesidad de reconocer que en nuestro país la mujer existe. Soy un convencido de la necesidad de otorgar a la mujer los derechos políticos y apoyo con toda la fuerza de mi convicción, el propósito de hacer de esto una realidad argentina. Es necesario dar a nuestra Constitución su plena aplicación dentro de las formas democráticas que practicamos; y debemos una reparación a esa Constitución, mutilada en lo que se refiere a la mujer. Por otra parte, hemos suscripto con pleno conocimiento de nuestra responsabilidad, compromisos internacionales que estuvimos, estamos y estaremos dispuestos a cumplir integralmente. Resulta paradójico que mientras los hombres sostenemos esta necesidad impostergable, dentro de nuestra evolución humanista y como una continuación de nuestra obra de justicia social y política, haya mujeres que se opongan a compartir nuestra responsabilidad en el manejo de la cosa pública. No es ése el espíritu espartano que la nación necesita. Es ésta una hora en la que ni los hombres ni las mujeres deben rehuir la responsabilidad que la grandeza futura de la patria impone a todos sus hijos, sin diferencias de sexo. En síntesis, soy partidario de otorgar el sufragio a la mujer, porque no hay ninguna razón que se oponga a que esto llegue a concretarse en una realidad. Agradezco la amabilidad de ustedes al escuchar estas pocas palabras, animadas por una profunda convicción que anida no solamente en mi cerebro, sino también en mi corazón. Y en prueba de ello, empeño mi palabra como vicepresidente, como ministro y como secretario de Trabajo y Previsión, en el sentido de trabajar incansablemente por llevar adelante esta hermosa iniciativa. .....................
1945-07-29
En el homenaje de los ferroviarios del puerto a las autoridades de la Secretaría de Trabajo y Previsión
En el homenaje de los ferroviarios del puerto a las autoridades de la Secretaría de Trabajo y Previsión Es para mí una vez más una enorme satisfacción poder llegar hasta los fraternales para recibir de ellos un gesto más de su infinita amabilidad para conmigo. Agradezco en nombre del señor teniente coronel Mercante y en el mío propio este homenaje que servirá de recuerdo de estos gratos momentos pasados entre ustedes, y de certificación de todo lo que hemos hecho para ayudarnos a cumplir con nuestro deber. Como decía recién el señor Jesús Fernández, ha habido que luchar mucho en oportunidades para conseguir pequeñas cosas que a nosotros se nos presentaban como absolutamente justas. Catorce mil pesos en el presupuesto para poder beneficiar a humildes trabajadores eran una insignificancia al lado de 500 millones de pesos que teníamos de déficit en la Junta de Granos para beneficiar a la Bolsa de Comercio. Esa y no otra ha sido la orientación que el gobierno ha tenido la obligación elemental que le incumbe para hacer una verdadera justicia social distributiva en la Argentina. No es tarea fácil; es tarea difícil, porque un cúmulo de intereses forma una trama tal que sería necesario llevar una máquina delante para poder abrir el camino que hay que recorrer. Hubiera sido para nosotros mucho más simple haber seguido el camino trillado de los años anteriores en que no se luchaba por ninguna conquista para los trabajadores ya que todo el país dependía del apoyo, de la propaganda y de la ayuda de los poderosos. Sabemos bien que esta política nos ha puesto frente a poderosos enemigos. Las fuerzas vivas, los diarios pagados por esas fuerzas vivas y por otras fuerzas, menos confesables todavía, los funcionarios que vivieron siempre de los honorarios abultados que reditúan las compañías extranjeras y capitalistas que defienden con ello sus intereses, todos ellos se han colocado frente a la Secretaría de Trabajo y por extensión, frente al gobierno y piden hoy lo que ellos no fueron nunca capaces de ofrecer a los argentinos: normalidad y libertad. Nosotros también somos amantes de la libertad. Por ser amantes de esa libertad y de la verdad democrática que sostenemos salimos el 4 de junio a la calle expuestos a perderlo todo, incluso la vida. Yo pregunto si alguno de esos señores que hoy son campeones de la pureza de nuestras elecciones, que son campeones de nuestra libertad, que son campeones y defensores de nuestras instituciones han hecho algo en su vida semejante a eso: exponerlo todo para salvar la verdad de nuestras instituciones y no la ficción que ellos ejercitaron para favorecer sus intereses personales. La Revolución del 4 de junio podrá tener muchos errores. ¿Quien no los comete? Sin embargo en lo que no nos hemos equivocado es en nuestra honradez. Hemos procedido siempre honradamente favoreciendo a quien en justicia le correspondía y oponiéndonos tenazmente a favorecer cosas que no fueran justas ya que la justicia inmanente es, sin duda, el más fundamental de todos los deberes del funcionario del Estado. El futuro, señores, ha de ser tan difícil como lo fue el pasado y lo es el presente. Si los obreros y en general todos los trabajadores argentinos apoyan esta lucha, vencerán ellos y venceremos nosotros. Pero si esa ayuda, si ese apoyo, si esa fe y confianza en ésta, nuestra honradez desfalleciera, lo probable es que no triunfaremos nosotros ni los trabajadores. Hay muchos sistemas que sin violencia pueden ir anulando sucesivamente una a una todas las conquistas obtenidas. Es cuestión de habilidad y hay ciertos hombres, encarnación de maléficos genios de la injusticia, que cuentan con todos los recursos necesarios para buscar sutilezas y anular una a una, toda la justicia que se ha hecho durante nuestra administración. El gobierno de la Revolución del 4 de junio aspira a retirarse después de haber cumplido, por lo menos, con lo básico de nuestro programa de reformas, que implica: una reforma en la organización de la riqueza de nuestro país; una reforma en la retribución, organización y demás normas del trabajo, del descanso y de la previsión social para las masas de trabajadores urbanos; pero también señores, una reforma para los trabajadores rurales. Aspiramos a que la tierra sea del que la trabaja, a que no sea un bien de renta sino un bien de trabajo y en consecuencia, señores, a que la tierra no pertenezca jamás a quien quiera especular con ella, sino al que procure arrancarle riquezas para hacer más próspera, más grande y más hermosa nuestra patria. En esto, los obreros urbanos tienen también su responsabilidad: ellos deben apoyar a los compañeros que trabajan en el campo, ya que éstos, distribuidos como están en nuestra enorme heredad, no pueden llegar aquí para buscar un apoyo directo a sus conquistas. El compañerismo, la camaradería de los que trabajan, impone que los obreros urbanos apoyen, como han apoyado su causa, la de los trabajadores del campo. Nada resolveríamos si prosiguiéramos logrando conquistas solamente para los trabajadores urbanos; y esto por una simple razón: hace veinte años la República tenía el 70% de sus hombres en el campo y el 30% en las ciudades; hoy, el 70% está en las ciudades y el 30% en el campo. Entonces si seguimos en este tren, no pasarán muchos años sin que la acumulación y el desequilibrio demográfico, nos lleven a un empobrecimiento paulatino en perjuicio precisamente de los propios trabajadores de las ciudades. Es menester apoyar esta reforma de todas maneras para poder llevarla adelante con la misma decisión con que hemos conseguido impulsarla en las ciudades. Si así sucede, si nosotros podemos realizar con profunda decisión la reforma rural, organizaremos mejor la riqueza y la República Argentina habrá resuelto su problema fundamental por uno o dos siglos. El mundo, señores, vive momentos de reestructuración, de profunda evolución, que solamente los miopes o los simples pueden ignorar en estos momentos. La clase trabajadora ha pasado a tener una enorme responsabilidad en el Estado, que posiblemente en otros tiempos no ha tenido. Esa responsabilidad de la clase trabajadora debe llevarnos a una profunda meditación sobre la acción a desarrollar en el futuro. Si la clase trabajadora siguiese pensando que no le incumbe a ella reflexionar sobre los problemas del país, el futuro de nuestra patria volvería a lo que fue antes del 4 de junio. La clase trabajadora debe pensar que cada uno de sus hombres, el más humilde, representa un piñón de ese enorme engranaje que está constituido por todo el factor humano de nuestro país, así como también que, cuando en una corona falla uno solo de sus engranajes, la máquina no puede marchar con la misma suavidad y potencia que cuando la corona está íntegramente sana. Cada trabajador debe tener conciencia de este hecho y reflexionar profundamente en que de su acción y de su propio pensamiento dependerán, no sólo su futuro, sino el del país. Cuando todos los trabajadores piensan de esta manera, nuestra nación comenzará por primera vez a ser grande. Hasta ahora la despreocupación de los argentinos es lo que ha permitido el desarrollo de todos los males de que nosotros mismos nos quejamos. No olvidemos, pues, que todos tenemos un poco de responsabilidad por el hecho de que esas cosas hayan sucedido y si deseamos liberarnos de esa responsabilidad del pasado, debemos pensar en accionar honrada y lealmente en el futuro para evitar que el panorama de disociación y de tristeza que todos anhelamos proscribir en el país, no vuelva a presentarse en el futuro. Cuando se proyectó el Estatuto de los Partidos Políticos se excluyó del mismo, en un principio, a los analfabetos. Nosotros hemos dispuesto inmediatamente que se modificase esa disposición, porque el último analfabeto del país no puede dejar de pensar que él también es un ente que acciona dentro del elemento humano del país, que le corresponde ejercitar los derechos de todo argentino y que debe también cargar con las responsabilidades del ciudadano. Siendo así y ajustándonos a este pensamiento, es que hacemos un llamado a todos los trabajadores argentinos para que piensen y sientan en el futuro de modo tal que su responsabilidad efectiva se traduzca en los hechos cívicos que han de dar motivo al cambio de nuestro gobierno por el gobierno que encaje dentro de la normalidad y de la Constitución, como todos lo anhelamos, pero siempre que esa normalidad no vuelva a estar constituida por el fraude, el negociado, la coima y la injusticia social que durante tantos años ha venido sufriendo nuestro país. Eso, señores, no está en la mano de nadie; nadie puede decir por su cuenta, que eso debe terminar para que con ello termine. Pero si todos los argentinos nos proponemos borrar esos vicios del pasado, pueden estar ustedes absolutamente persuadidos de que, desde el momento en que nos propondremos que eso desaparezca, desaparecerá. Para terminar señores, agradezco una vez más las amabilidades de que nos han hecho objeto en este acto, concordantes con otras a las que ya nos tienen acostumbrados, recalcando que estas demostraciones, obedecen siempre más a esa amabilidad que a nuestros propios méritos, ya que nosotros no hacemos otra cosa que cumplir con un elemental deber de todo funcionario. Les ruego me acompañen en un brindis por la unión de la clase trabajadora y por la felicidad de la patria. ........................
1945-07-30
Ante empleados de los molinos harineros
Agradezco profundamente en nombre de mis colaboradores y en el mío propio, el hermoso obsequio que se nos hace llegar en esta magnífica asamblea de hombres congregados para pasar breves instantes con nosotros festejando la obtención de una jubilación cuyo otorgamiento no implica sino reconocer el derecho que tienen todos los que gastan sus vidas en el trabajo cotidiano. Quienes han tenido el excelente gusto de elegir la imagen de nuestro gaucho para traducir los sentimientos de mi espíritu, no podían haber estado más acertados. He nacido en la pampa y tengo el extraordinario orgullo de sentir dentro de mí algo de ese gaucho legendario que luchó por nosotros. La Secretaría de Trabajo y Previsión se siente una vez más, orgullosa de haber cumplido con su deber. Es dura la lucha que desarrollamos desde hace casi dos años, pero tiene estos verdaderos oasis de satisfacción que llenan el alma de ese dulzor amable a que da motivo el reconocimiento de los hombres a quienes uno sirve, sirviendo al propio tiempo a la Nación, no con miras al engrandecimiento, sino con el propósito de hacer el bien por el bien mismo, lo que representa el postulado fundamental de nuestra Revolución, iniciada con el supremo idealismo de hacer cada día algo más para que los habitantes de esta bendita tierra puedan ser más iguales y más felices. No es la nuestra una obra fácil. Esta ley de jubilaciones ha levantado algunas resistencias. Lo más difícil que encuentra un gobernante en su tarea de distribuir justicia tan difícilmente repartible en los pueblos, es precisamente convencer a los hombres, de la necesidad imprescindible, dentro de la evolución de la humanidad que busca inquieta nuevos horizontes de emparejar las cargas e igualar las prebendas que en este tránsito por el mundo nos toca a cada uno de los mortales. Hemos sido tildados de demagogos. Nada de lo que nosotros hacemos, está hecho con desinterés; si realizamos una construcción, es porque queremos favorecer algunas personas para luego pedirles algo en nuestro propio beneficio; si queremos que no haya fraude, estamos restringiendo la libertad; si queremos terminar una obra, estamos postergando la vuelta a la normalidad; si queremos realizar un programa completo para que nadie pueda en el futuro mover en contra de los hombres de trabajo ninguna de las conquistas alcanzadas, estamos tratando de perpetuarnos en el gobierno. Y lo triste, señores, es que quienes sienten y hablan de esta manera, son los que nunca hicieron nada a pesar de haber dicho mucho; y son también los que reclaman libertad, justicia, normalidad y comicios libres y leales, los que han escrito en la historia institucional argentina, las páginas más anacrónicas, con los pensamientos que se atreven a lanzar al aire, sin pensar que como un boomerang ellos dan la vuelta para azotarles el rostro en el mismo instante en que profieren agravios contra quienes no los merecemos. Hemos sostenido desde hace dos años, la necesidad de que los argentinos nos unamos para resolver el problema argentino; y ellos prefieren irse en otras direcciones que la dirección de la patria. Hemos sostenido la necesidad de unirnos para hacer más grande este país con nuestra unidad, pero esa unidad solo puede ser posible a costa de equilibrar un poco las desgracias y equilibrar también la felicidad. Pensamos que cada uno de los argentinos, ha de tener en el futuro un poco de responsabilidad de lo que pasa en el país. No hay hombre que pueda salvar a la patria, si no es capaz de aglutinar la voluntad de todos los argentinos para salvarla; pero para aglutinar a todos los argentinos será necesario que muchos despojen de su avaricia y sepan repartir con los hermanos de la tierra, lo que hayan podido conseguir demás en su paso por la vida. Ese es el único sentimiento que podrá unirnos y que podrá en el futuro hacernos sentir orgullosos de haber nacido en esta tierra. En los actos de la Secretaría de Trabajo y Previsión, yo desafío a cualquiera a que encuentre otros sentimientos que los que estoy diciendo y que los que estamos enunciando desde hace dos años. Agradezco nuevamente a la Asociación de Empleados de Molinos Harineros esta demostración, y al hacerlo, quiero permitirme hacerles una recomendación. El futuro de los pueblos, de las naciones y del mundo entero girará alrededor de la unidad y de la unión absoluta de los hombres que trabajan. Muchas de las instituciones del siglo pasado serán reemplazadas por otras, pero es absolutamente seguro que el futuro será como nunca del dominio de las masas populares que trabajan. Veremos dentro de poco, un día venturoso para la Nación, que será aquel en que las autoridades sean la representación genuina de su pueblo, pero del pueblo que trabaja y que sufre y no de una parte privilegiada de ese pueblo que con engaño, escamotea el poder a los que deben detentarlo por su propio derecho. Entonces habrá llegado para los argentinos el día de la verdad y el de la justicia, y cada uno de nosotros que de alguna manera haya contribuido a que los hombres que nos gobiernan sean la representación legítima del pueblo que trabaja, habrá logrado acrecentar su felicidad y orgullo de pertenecer a esta nación, a la que debemos todos los sacrificios y la que debemos honrar con acciones nobles y justas, sin denigrarla jamás en la más insignificante de nuestras acciones individuales que pueda repercutir sobre el buen nombre y honor de la Nación. Señores; hagamos votos porque ese venturoso día para los argentinos llegue pronto, cargando sobre nosotros la responsabilidad de que si no lo hiciéramos bien, sepamos sufrir las consecuencias de habernos equivocado. .......................
1945-07-31
En el acto de clausura del congreso de la Confederación General de Obreros Panaderos
Señores: Agradezco profundamente el obsequio que me acaban de hacer en nombre de los panaderos argentinos, que representa para mí un recuerdo extremadamente valioso y será un precedente que me recordará, mientras tenga la suerte de poder hacer algo por los argentinos pobres, mi obligación de seguir trabajando y perseverando en la obra en que está empeñada la Secretaría de Trabajo y Previsión. He querido llegar hasta aquí muy especialmente para clausurar el congreso de panaderos de la Nación. Estos congresos que tienden a la unidad de los trabajadores, son y serán siempre gratos a la Secretaría de Trabajo y Previsión, porque son la manifestación superior de una cultura social en las masas obreras que ya tardaba mucho tiempo en llegar en nuestro país. Hemos dicho muchas veces que anhelamos la unión de todos los argentinos, consecuentes con nuestra idea primaria a ese respecto de que la Nación solamente puede ser grande cuando nos unamos todos para trabajar por ella. Para eso, es necesario que cedan un poco los sentimientos de codicia y avaricia de los unos, para igualar un poco esta felicidad que todos tenemos derecho a disfrutar. Sé bien que la lucha en que estamos empeñados es ardua y durará mucho tiempo. Basta hacer presente que en nuestro país, después de dos años de incesante labor por parte de la Secretaría de Trabajo, todavía los obreros tienen que reclamar el cumplimiento de algunas leyes. Esa tarea señores, debemos irla realizando paulatinamente, para que en este país se desarrolle una conciencia legal de tal naturaleza que no haya quien no acate íntegramente las leyes. La casa de nuestra Secretaría de Trabajo y Previsión se ha caracterizado desde hace dos años por ir exigiendo e imponiendo, muchas veces, el cumplimiento de las leyes obreras, ya olvidadas o falseadas en el pasado. Cuando la Secretaría haya terminado de hacer cumplir todas esas leyes que no se han cumplido y de imponer su programa total, tenemos la seguridad de que no quedara ningún obrero desamparado en su trabajo, en su vejez o en su invalidez. Bien saben todos ustedes que la causa de la clase trabajadora es la causa de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Nunca lo hemos ocultado; ese organismo ha nacido para poner la Nación al día en materia de justicia social y no ha de cerrarse hasta que esa justicia se haya logrado íntegramente. Hemos escuchado aquí la palabra de los delegados del interior, que han puesto de manifiesto sus necesidades. Yo he hecho presente, muchas veces, que en nuestro país se ha legislado y trabajado para hacer crecer y hacer brillar a nuestras grandes capitales, pero es necesario pensar que la revolución debe cumplir sus fines, llevando hasta el interior muchas cosas que hasta hoy han sido olvidadas en todas las reformas políticas, sociales y económicas. No habríamos cumplido con nuestro deber de gobernantes si no realizaremos una verdadera justicia distributiva entre todos los hombres y entre las distintas regiones del país. Es indudable que las reformas de orden social verdaderamente revolucionarias que se han realizado en las ciudades organizando el trabajo, el descanso, el régimen de salarios y la previsión social de la clase trabajadora urbana, puede crear en el futuro un problema demográfico difícil, ya que abandonadas las masas campesinas a su suerte, afluirán hacia las ciudades, creando así un problema pavoroso. Para establecer el equilibrio indispensable es necesario que en el segundo tiempo de nuestra reforma, llevemos a los trabajadores del campo las mismas condiciones de vida que pedimos para los de la ciudad. El Estatuto del Peón, creado especialmente para la campaña argentina donde la explotación era verdaderamente inicua, ha contribuido a solucionar en parte ese problema; pero es necesario encarar decididamente la reforma agraria, para que la tierra no sea más un bien de renta sino un útil de trabajo, a fin de que no esté en manos de quien quiere explotarla, sino de quien desea trabajarla. Con ello los trabajadores de las ciudades estarán también mejor, porque no vendrá la mano de obra de los campos a disputarle sus actividades con menores salarios. Se trata de evitar la competencia entre los trabajadores, porque ya sabemos que cuando el río se revuelve, quiénes son los que sacan ventajas. A ello tendrá que seguir la reforma integral en la organización de la riqueza para que ese producto extraído de la tierra por el campesino y elaborado por el obrero urbano, tenga el precio necesario para remunerar a uno y a otro y para que no se preste a explotaciones injustificadas en perjuicio de los hombres que han producido la riqueza o la han elaborado. Así entiendo yo la libertad de producir, la libertad de elaborar y la libertad de vender, ya que no puede considerarse una libertad benéfica para el país, la que deja en manos del poderoso la posibilidad de exprimir al que trabaja en su propio beneficio. Todos nosotros tenemos la misma responsabilidad. En estos momentos estamos evolucionando hacia nuevas formas populares. Terminaron hace dos siglos los gobernantes de la aristocracia; hace menos tiempo terminaron los gobiernos de la burguesía y, han de venir, los gobiernos populares, que son verdaderamente democráticos, en los cuales la responsabilidad de las masas trabajadoras, que son médula espinal del pueblo, han de tener enorme responsabilidad. Ni el más humilde de los artesanos ni el más encumbrado de los señores pueden hoy desentenderse de los problemas fundamentales. Cada uno forma un piñón que es ese enorme engranaje que es la Nación, y en el futuro cargará con la responsabilidad si fracasamos, o compartirá la gloria si triunfamos en nuestro anhelo de un porvenir más feliz para todos los argentinos. Estaría de más exaltar la necesidad de que cada ciudadano sienta dentro de sí la responsabilidad de las decisiones futuras si no pensáramos firme y fielmente en entregar el gobierno al que sea resultado de la voluntad del pueblo, sin presiones, sin fraude y sin miserias políticas. Lo que queremos es que sea el pueblo quien lo elija y que su decisión no se la escamotee una convención de partidos y que no la engañen haciéndole fraude en el comicio. Queremos la libertad de elegir a quien queremos. Oigo muchas veces entre mis amigos obreros cierta insinuación: Perón no es un funcionario que vaya detrás de la prebenda. Es un hombre que está detrás de una causa y solamente le interesa esa causa. Las demás no le importa, y ha de servir a esa causa desde la función pública, desde el llano o desde la calle, pero la ha de servir siempre. Deseo terminar recordándoles que en el futuro piensen seriamente en todo cuanto les he dicho: una clase obrera que deponga todo interés que no sea el de la clase trabajadora, que lucha por su unidad para defender sus propias conquistas, porque si no lo hace no encontrarán a nadie que lo haga en reemplazo de ustedes. Desgraciadamente, no vivimos en días de hombres idealistas. Cada uno debe ser su propio idealista, unirse a los demás y luchar por su propio bienestar, porque quien renuncia a la lucha renuncia a la vida. Felicito al congreso de panaderos que realiza una obra de bien para el gremio y, al mismo tiempo, prometo que hemos de ocuparnos de todos sus problemas con el mismo interés de los de Buenos Aires o de Jujuy, de los de Salta o de Tierra del Fuego, porque para nosotros los problemas de las clase trabajadora son los problemas fundamentales del país, y no descansaremos un instante hasta resolverlos.
1945-08-08
Mensaje radial inaugurando el ciclo de conferencias del Consejo Agrario Nacional
Hablo al agro argentino, bajo la advocación de nuestro lema de reforma agraria: ¡La tierra no debe ser un bien de renta sino un bien de trabajo! Hablo a todos los trabajadores del campo y de las ciudades para anunciarles que, tras la reforma del trabajo urbano ya iniciada con el auspicio de los trabajadores, comenzamos hoy la reforma dental trabajo rural, que esperamos cuente con el mismo auspicio que la primera. Hoy deben estar de pie los que trabajan, sean ciudadanos o campesinos, porque la solución integral será la solución de todos. La reforma urbana ha solucionado la vida a millones de trabadores industriales y comerciales; la reforma rural debe solucionar la vida y el arraigo de millones de campesinos, y hacia ello vamos llenos de fe y con la inquebrantable voluntad de realizarlo. La revolución del 4 de junio, ha predicado incesantemente la unión de los argentinos. Esta exhortación tiene un sentido evidente: intentar que cesara entre nosotros el aislamiento de las clases sociales. La búsqueda exclusiva del medro de cada uno de ellos sin reparar en la prosperidad o en la miseria ajena, porque cuando un pueblo obedece tan sólo al impulso del egoísmo, prescindiendo del sentimiento claro del bien común, que es el de la fraternidad de los seres libres, ese pueblo viola lo que es ley y condición del progreso y está amenazado de descomposición nacional y de muerte pública. La Revolución ha querido y quiere que no fueran sacrificados como consecuencia de esa descomposición, las instituciones que son ya nuestra tradición viviente, y por ello ha combatido las ambiciones particularistas de ciertos grupos sociales que dispusieron siempre por el engaño o por la corrupción del poder y de la fuerza. Por eso la Revolución adquiere una inconfundible significación nacional y ninguna de las clases sociales puede en este momento vivir aislada de las demás e indiferente a sus problemas, porque hemos logrado forjar una conciencia popular sobre los destinos de la argentinidad. Cuando nosotros denunciamos públicamente la despoblación del campo y su correlativo hacinamiento urbano; cuando exhibimos el rancho y el conventillo como vivienda obligada de los trabajadores; cuando describimos la desnutrición y la miseria fisiológica de los habitantes del interior y el resultado de estas condiciones insalubres humanas de existencia; cuando señalamos que el cincuenta por ciento de nuestros muchachos de veinte años están inhabilitados para la prestación del servicio militar, lo que significa su incapacidad para la lucha por la vida; cuando estudiamos el problema del salario con relación al costo de la subsistencia; cuando nos referimos a la denatalidad de nuestra población, que no aumenta, estamos en realidad diciendo que a la suerte del más humilde ciudadano está ligada, por inmutable solidaridad, la suerte de la nación entera, y que cualquier injusticia contra él cometida ofende a la patria toda. Es verdad que el pueblo posee una insospechada capacidad para soportar el sufrimiento, al punto de que para provocar una ligera reacción es necesario verter toneladas de injusticia en el platillo de la indignación popular. Esto lo saben los poderosos; y ellos saben también que es tarea fácil conseguir la paz social para la cual no se requiere una justicia estricta, de perfección absoluta, basta con un poco de medida en el desenfreno de la fuerza y del privilegio. Desgraciadamente ni ese mínimo de desprendimiento son capaces de conceder los que nos acusan de demagogos, de perturbadores del orden, de agitadores de las más bajas pasiones populares. La Revolución ha cumplido su etapa social asegurando a los trabajadores de las ciudades condiciones mínimas de dignidad para una subsistencia próspera. Habría faltado al más grave de sus deberes si no se enfrentaba con aquello que es sustancial en todos los movimientos revolucionarios dignos de ese nombre que refleja la historia: el problema del régimen de la tierra, problema arriesgado y sumamente difícil de resolver, que los demagogos han eludido siempre y que nosotros, que no somos demagogos sino forjadores auténticos del bien, único orden social posible, el que se basa en la justicia, vamos a encarar con decisión y con fe, confiados en la comprensión de los argentinos. Hemos encargado ya este problema con los decretos de rebaja obligatoria de arrendamientos que han de leerse a continuación, rebajas que han contado con el beneplácito de todo el país y que permitirán ahora cuando los precios de los productos del suelo han de experimentar indudablemente un alza general, pues no en vano el mundo hambriento y desvastado mira anhelante hacia la Argentina, granero universal, que el beneficiado sea el trabajador del suelo y no aquel que ha hecho de la tierra un simple instrumento de renta. Encaramos además, el problema en forma fundamental, haciendo del Consejo Agrario Nacional un organismo que dé tierra a todo aquel que quiera trabajarla, a fin de que ningún hijo de chacarero se vea obligado a desertar de los campos encandilándose por las luces engañosas de la ciudad donde la lucha es áspera y sin las compensaciones espirituales que proporciona la labor ruda, pero fresca y sana del campesino. Esa tierra que el Consejo Agrario Nacional irá proporcionando con su renovada estructuración legal y dentro de modernas concepciones económicas no ha de ser el lote caro y amortizable en período que oscila entre 40 a 70 años, en condiciones tales que la colonización social se convierte en un escarnio más del agricultor, que nunca verá la tierra que cultiva convertida en el firme asiento material de su hogar. La tierra que proporciona la Revolución debe ser tierra barata, esto es, ajustada a su valor actual de producción y no inflado éste por la especulación determinada por la puja incesante de las muchedumbres espoleadas, siempre dispuestas a sacrificar las condiciones de vida propias y de los suyos en el afán de encontrar una charca donde levantar su rancho. Sólo así podremos hacer de nuestra agricultura una industria sólida y estable y convertir nuestro campo en un mundo pleno de fe y de optimismo. Esta empresa, repito, no es fácil, requiere antes que nada una exacta comprensión nacional, es decir por parte de los habitantes de las ciudades cuyas suerte está vinculada a la del campo y también, y muy principalmente, por parte que los agricultores y de los peones asalariados que aspiran a convertirse en agricultores, quienes deberán revestirse de energía y decisión para ayudarnos a consumar sin tropiezos una obra de auténtico sentir revolucionario que nos impone hemos como una exigencia inaplazable de nuestro destino de pueblo creado para grandes conquistas sociales. El trabajador urbano debe apoyar esta política como su propia causa, porque su vida y su trabajo dependen en gran parte del trabajador rural. El campesino puede estar persuadido que si todos nos proponemos apoyar la reforma agraria con fe y energía habrá sonado la hora del campo. Trabajadores del campo y de la ciudad: la reforma agraria es la causa de todos. Apoyadla y luchad por ella. Algún día la patria nos lo agradecerá a todos. .................
1945-08-11
En un acto en Avellaneda organizado por el Comité Sindical de la provincia de Buenos Aires
El mundo vive hoy una jornada venturosa, en que comienza la etapa de estructuración de la paz internacional. El triunfo de la justicia y del derecho dará al campo internacional la posibilidad de realizarla dentro de los conceptos humanos y cristianos a que todos aspiramos. Y en cuanto a nuestro país, es necesario pensar en asegurar esa misma paz, basada en una justicia que alcance a todos los argentinos por igual. Muchos señores sabihondos hablan hoy del triunfo del laborismo y de las ideas sociales. Hablaron de los mismos temas desde hace un siglo y sin embargo en la masa de las hombres que trabajando elaboran la grandeza del país hay todavía ignorancia, hambre, necesidad y sacrificios que no se justifican. Hace pocos días bandas de jovencitos acicalados recorrían las calles céntricas de Buenos Aires rompiendo vidrieras porque sentían ansias injustificadas de liberación y de reivindicación de derechos. Pero no recordaban que nuestros trabajadores con centavos, restados a veces a la necesidad, les están costeando su educación. Se me critica que yo esté creando escuelas para los hijos de los trabajadores diciéndoseme que es una utopía, que eso demandaría impuestos, pero se olvida que estamos pagando impuestos para preparar a los políticos que después llevan el país al caos. Mi esfuerzo va dirigido a los humildes, que en su vida no harán otra cosa que sacrificarse y trabajar para hacer cada día más grande y más próspera a nuestra patria. Se me critican que haya creado los Tribunales del Trabajo, porque con ello se evita la intervención de los picapleitos que ya no podrán sacar dinero del bolsillo de los pobres trabajadores cuando éstos deban recurrir a la justicia en defensa de sus derechos. Conozco el origen de esas críticas. Hace dos años que tengo el extraordinario placer de servir a los hombres que trabajan y lo hago con una honradez y una lealtad que, entiendo, nunca ha sido puesta en evidencia en mismo grado. Esos señores olvidan que el mundo evoluciona, que hoy la clase trabajadora tiene derechos que no dejará pisotear. Olvidan que llegan tiempos mejores para los que fueron siempre postergados; olvidan que el Estado moderno tiene compromisos con sus hombres de trabajo que no puede eludir ni por el engaño ni por el despojo; olvidan que se acaban de matar muchos millones de hombres jóvenes y trabajadores y que sobre el sacrificio de ellos ha de levantarse el verdadero monumento que la humanidad debe a los hombres que trabajan por una vida mejor. Hemos iniciado con la Revolución una reforma integral del país en lo político, en lo social y en lo económico. Esa reforma que ya ha alcanzado a las masas urbanas ha de seguir extendiéndose sobre esa misma masa de trabajadores urbanos hasta que se obtenga la total organización del trabajo, del descanso y de la previsión social. El cumplimiento y extensión de la ley 11.729 y de la ley de maternidad, la ley general de jubilaciones para la Nación y todas las demás conquistas que se reclaman están estudiándose para estructurarlas y exigir después su cumplimiento integral. Esta reforma tendiente a nivelar la vida de los trabajadores de las ciudades y asegurar su vejez y su invalidez, la extenderemos a los trabajadores del campo. En ese sentido hemos iniciado anteayer la reforma agraria pendiente a obtener tan alto objetivo. Los obreros de las ciudades que me han apoyado en la defensa de su propia causa, que es la mía, me han de apoyar también en el futuro, así lo espero, para que los camaradas del campo puedan obtener también las ventajas que merecen porque en la defensa de ellos está la de las masas urbanas de trabajadores. Nuestras mejoras en las condiciones del trabajo urbano han dado lugar a que las clases laboriosas del campo afluyan a la ciudad. El Estatuto del Peón fue una medida tendiente a evitar el éxodo del campo, ya que la afluencia hacia las ciudades podría representar en el futuro la ruina de las masas urbanas. Es necesario compensar y establecer un verdadero equilibrio demográfico llevando nuestras mejoras al campo. Estamos hoy en esa obra de mejorar las condiciones de trabajo en el campo. No pasará mucho tiempo sin que los obreros urbanos que sientan aspiraciones de ser campesinos y tener su tierra propia, quieran salir de las ciudades para ir a poblar y hacer fructificar nuestras tierras vírgenes, haciéndose propietarios de un solar donde podrán esperar tranquilos la vejez y la muerte y dejar a sus hijos una heredad en la que fundar una familia honrada que con su trabajo fecundo asegure el porvenir de la patria. Por eso deben recordar los obreros que es necesario apoyar la reforma agraria en la misma forma en que han sido apoyadas las conquistas de las clases trabajadoras urbanas. Esa es nuestra causa, es la causa de los hombres humildes, y no hay que olvidar que la patria está sostenida sobre las hercúleas espaldas de la clase humilde de la Nación. El futuro es claro para nosotros. En tanto que antes los políticos lograron poner al ejército frente al pueblo para servir así mejor sus intereses, hoy podemos afirmar que el ejército estará al lado de las masas trabajadoras, porque ellas son su propia carne. El ejército no volverá jamás a salir de sus cuarteles para cumplir una misión que no le competa y que lo ponga frente al pueblo en vez de ponerlo a su lado. Soñamos con un futuro donde cada argentino ha de poner su esfuerzo para hacer más grande, más rica y más feliz a esta tierra. Soñamos con un futuro en el que no haya ninguno que esté consumiendo sin producir por lo menos lo que él mismo consume. Soñamos con un futuro en el cual el pueblo nombre sus representantes para que lo dirijan, eligiéndolo, no entre los más hábiles políticos de comité ni entre los más camanduleros para hacer un fraude, sino entre los que hayan probado que son honrados y leales a la clase trabajadora. Esta causa que deberá ser la de toda la clase trabajadora, es la verdadera causa de la Nación, y quien desertara de apoyarla sería en el futuro un desertor a la causa de la patria. Nadie ha de hacer para las masas trabajadoras tanto como los trabajadores mismos. Cada trabajador debe pensar que su futuro depende de lo que él haga y resuelva. Cuando los cinco millones de obreros del país piensen así, se organicen y se unan, no habrá poder en la tierra que pueda hacer que sean engañados, defraudados y estafados en su voluntad.
1945-08-20
Los encargados de casas de renta agasajaron al coronel Perón
He aquí un nuevo acto que evidencia lo que algunos llaman nuestra demagogia. Nuestra demagogia ha consistido en crear dentro de nuestro medio social una jerarquización de todo cuanto represente un valor positivo para la nacionalidad y para la construcción efectiva de nuestro futuro como Nación. Por eso, desde nuestros primeros pasos en la vida pública hemos propugnado la justicia social y defendido la formación de nuestros gremios de trabajadores luchando incansablemente por la defensa de la totalidad de la clase trabajadora del país. Lo primero es un imperativo de los corazones cristianos y también de la hora que vive el mundo. Hemos fortalecido las asociaciones obreras como un índice y una necesidad de la defensa de sus propios intereses abandonados tantos años por el Estado y, como organismo estatal, hemos defendido a la clase trabajadora porque consideramos indispensable que en todo litigio individual o colectivo exista un juez que sea una garantía para ambas partes. Sabemos bien que muchos protestan por la intervención del Estado en la solución de los problemas sociales y económicos. Sin embargo, está aún fresco en nuestra memoria el pedido de esos mismos señores que angustiosa, aunque muchas veces injustificadamente, pedían la intervención del gobierno para defender sus ingentes intereses. En cambio, hoy se sienten heridos, casi en su honor, porque el Estado toma a su cargo el deber ineludible de defender a los que necesitan ser defendidos. ¡Cómo no habíamos de asombrarnos al ver ese espectáculo de menesterosos millonarios que piden plañideramente que no se intervenga para distribuir un poco la riqueza entre los que todo lo poseen y los que nada poseen. Podemos decir hoy que el problema está planteado entre dos grandes bandos. Los que luchan aferrándose a su dinero y los que luchan para dar a sus hijos el pan para su cuerpo y para su espíritu. El panorama es sumamente aleccionador. El pueblo que trabaja y que sufre realiza su labor ordenada y tranquilamente, mientras que los que quieren defender sus riquezas, muchas veces mal habidas, lanzan a la calle sus instrumentos pagos y organizados. Estos no han de poder quebrantar la voluntad del verdadero pueblo, que no se deja arrear para realizar acciones que no se justifican; ni se dejar arrear como rebaño para servir intereses mezquinos, ni a la avaricia, ni a los intereses contrarios al país. Cuando comenzamos nuestra obra pedimos confianza a los trabajadores argentinos y yo desafío a cualquiera que pueda decir con fundamento que hemos defraudado la confianza que pedimos. Cuando comenzamos nuestra labor, modestos y oscuros soldados que tenían en su corazón la consigna sagrada de cumplir con su deber, pedimos también que tuvieran fe en nosotros. A pesar de las consejos de los que hoy nos combaten y que nos dijeron muchas veces que los trabajadores solamente nos acompañarían mientras se les pudiera dar algo y, en caso contrario, nos volverían la espalda, yo puedo contestar hoy que cada día tengo más fe en los trabajadores argentinos y que, si por cualquier azar de la vida, viviera apartarme de esta causa que he abrazado con toda la fuerza de mi corazón, lo haría persuadido de que he realizado el bien más grande que he podido realizar en mi vida dando de mi parte todo cuanto poseo para hacer más felices a quienes más se lo merecen. Hemos iniciado una obra de aliento. No hemos venido a sacar ventajas de nuestro trabajo. Por eso estructuraremos las formas que purifican, ennoblecen y enriquecen a la clase trabajadora. Las formas morales relativas a la elevación de la cultura social como primer postulado, la dignificación del trabajo, como segundo y la humanización del capital en tercer término. No hay lugar a dudas que hemos elevado la cultura social, desarrollando en las masas argentinas, entre pobres y ricos, una conciencia social que antes no existía. Hemos desarrollado una cooperación armónica que antes no se conocía y estamos dando a la República un ejemplo que antes tampoco se había dado. Para poner esto en evidencia bastará decir que hace un mes se reunieron en Buenos Aires casi trescientos mil trabajadores sin que se hubiese roto un solo vidrio ni registrado el menor desorden. Esto debe servir de ejemplo para todos los hombres de este país. En contraste con ello hemos dado libertades amplias para festejar los días gloriosos de la paz y, en las manifestaciones realizadas por otras fuerzas, que no son las del trabajo, ha habido muertos y heridos, se ha asaltado y robado en pleno centro de la ciudad y además, se han causado enormes destrozos. Me niego a creer que los causantes sean trabajadores. Los trabajadores sienten la democracia pero no la explotan en su beneficio. Sostenemos que queremos la democracia, pero la queremos sin oligarquías, sin fraudes, sin coimas, sin negociados, sin miseria y sin ignorancia. Condenamos esos actos de verdadero salvajismo en nombre de la nación que se ufana de haber alcanzado un alto grado de cultura. Tengo profunda fe en las fuerzas del trabajo, fe que -debo ser franco- no puedo alentar con respecto a otras fuerzas. Como soldado, como ciudadano argentino y como gobernante, quisiera sentir una fe profunda por todas las fuerzas del país y hoy, a dos años de trabajo, no hay patrones que se resistían a las mejoras obreras, ni capitalistas que no digan que ellos no se oponen a las conquistas sociales, pero no queremos que eso quede en palabras. Queremos que cuanto antes se transforme en hechos tangibles para los que trabajan y para los que sufren. Mientras esas palabras se cumplen, nosotros seguiremos vigilantes. Seguiremos atentamente esa buena voluntad que esperamos y que reconoceremos en su hora. Pero, trabajadores urbanos y campesinos, están esperando de las fuerzas patronales y del Estado la reforma necesaria para que en cada lugar de la República se puedan reunir cinco o diez mil hombres para dar gracias a Dios cuando se haya conseguido la justicia indispensable que el gobierno debe asegurar a todos. Pero los obreros ante recordar que no deben ser -y no lo serán- instrumentos de ninguna fuerza ajena a su propio derecho y a su propia justicia. Si es así, el porvenir no puede inquietar a nadie. Estos momentos son de verdadero júbilo para el espíritu del hombre que ha trabajado sin mezquindades y sin segundas intenciones y que recibe este homenaje tan espontáneo, lo repito, espontáneo, porque no faltará mañana quien diga, sabiendo que es mentira, que ustedes han sido traídos a la fuerza a este local. Este es el júbilo que siento al contemplar esta magnífica asamblea, cuyo recuerdo quedará grabado en mi mente y perdurará por los tiempos en mi espíritu. Para terminar, vuelvo a agradecer en mi nombre y en el de los camaradas que han sido obsequiados en este acto. En cuanto a mí puedo asegurarles que en todo lo que se refiere a la clase trabajadora, he de ser el soldado personificado en esta estatua, listo para la lucha, convencido de que si hay una causa noble que defender es la del trabajo que representa la síntesis armoniosa de la República personificada en el bronce que me habéis obsequiado. ............
1945-08-21
Ante una delegación de obreros ladrilleros
Señores: Es con gran placer que doy la bienvenida a la delegación de ladrilleros que ha concurrido a esta casa para recoger de nuestras manos una conquista social, que al cabo de muchos años alcanza, finalmente, una culminación y que no es más que un anticipo en cuanto a la satisfacción de otros deseos del gremio referentes a modificación de salarios y jubilación. Estas cuestiones están en marcha en la Secretaría para solucionarlas lo antes posible. Deseamos, especialmente, que el tiempo nos permita seguir acumulando conquistas para todos los trabajadores. Hasta ahora hemos utilizado nuestro tiempo al máximo porque en esta casa se sabe a la hora que se entra y no la hora que se sale. Con este ritmo acelerado de trabajo hemos elaborado una serie de disposiciones tendientes a llevar a la práctica las conquistas sociales aseguradas por nuestra legislación y otras que habían sido olvidadas. La reducción de la jornada de trabajo a sus justos y legales términos no es, en realidad, una conquista social sino el cumplimiento de un derecho de los trabajadores que por injusticia no había sido satisfecho. Lo único que lamento es que lo hayamos podido hacer recién ahora porque el tiempo de que disponemos es escaso debido al extraordinario trabajo a que nos hallamos abocados. Entendemos que estamos realizando una obra que habrá de ser reconocida en el tiempo como una de las obras más fundamentales realizadas por la Revolución del 4 junio. La República, hoy, se halla dividida en dos bandos perfectamente claros y reconocibles. Esa división ha tenido origen en la acción de esta casa, y el gobierno ha tenido que elegir entre paralizar la acción social realizada para hacerles el gusto a aquellos a quienes les duelen nuestras conquistas o seguir realizando la obra que nos hemos propuesto con todos los inconvenientes que ella presupone. Si se observa el panorama de la República se ven perfectamente divididos los dos bandos, que, naturalmente, surgen de esta lucha por la consecución de un futuro mejor para los trabajadores. De un lado, está claramente determinada la oligarquía que se había en entronizado en el país durante tantos años, esa oligarquía que había conseguido explotar en el país en todo lo que era explotable, y había llegado en sus extremos de explotación hasta explotar la miseria, la ignorancia y la desgracia de nuestra clase trabajadora. Esos hombres que jamás tuvieron escrúpulos ni frente a la desgracia, ni frente al dolor, ni frente al sacrificio de nuestras masas, se sienten hoy humanizados por un sentido de democracia que nunca sintieron sino para explotar la democracia en su propio provecho. Así como antes la oligarquía explotó esa democracia en su provecho con la secuela de fraudes, coimas y negociados de que está llena nuestra historia política; así como explotó a la democracia en su provecho y en perjuicio de la clase trabajadora, hoy, pretende levantar la bandera de la democracia que no siente, para servir a sus futuros intereses políticos, que han de transformarse como siempre en pesos y más pesos succionados a los pobres trabajadores que son los que menos tienen, pero que son los más capacitados para trabajar, para sufrir y para producir. Vemos, hoy, esa misma oligarquía que antes mandó felicitaciones muy afectuosas mancomunadamente a Hitler, y a Mussolini, que con el mismo desenfado manda también telegramas de felicitación a Roosevelt, Truman o Stalin. La vemos desfilar en esta nueva actitud pero la finalidad sigue siendo una sola: explotar esa fingida democracia, que ellos sienten a su manera, para seguir explotando al país en la misma medida que antes. Ellos se sienten apoyados por alguna fuerza que, en rápido análisis, veremos de que fuerza se trata. En primer término, por los diarios, porque los periódicos en nuestro país, desgraciadamente no son empresas de opinión sino empresas financieras. Cada una de nuestras conquistas sociales viene reproducida en artículos de fondo, a los que, si les hiciéramos caso, nada de lo que hemos hecho sería en beneficio del país sino en su perjuicio, y, además, inconstitucional. ¿Quién más los apoya? Aquellos que siempre han estado a su servicio y al servicio del capitalismo extranjero o argentino, aquellos que antes redactaban los alegatos contra los sindicatos obreros y que hoy, hacen alegatos en contra del gobierno. Ha variado solamente el tema, pero el trabajo sigue siendo el mismo: antes contra la clase trabajadora, ahora contra el gobierno. Nosotros establecimos una justicia del trabajo porque queremos que los obreros tengan justicia rápida y gratis. Es natural que siendo gratis no represente negocio para nadie. Hoy el obrero se ve favorecido porque no tiene que pagar, como antes, la mitad del despido o indemnización por honorarios a quien lo defendía. Como no pueden decir que hacemos política, porque todos saben que al entrar en esta casa no se les pide nada político, dicen que somos demagogos, que estamos despertando en las masas las más bajas pasiones. Exigir que se retribuya el trabajo, que se organice, que se establezca el descanso, que se adopten leyes para la jubilación, que se hagan cumplir las leyes obreras, todo ello al decir de quienes hacen tal acusación, es despertar pasiones. Lo que nosotros queremos es que, de una vez por todas, sean integral y absolutamente cumplidas por patronos y obreros las respectivas obligaciones y derechos. Esa oligarquía que viene reclamando, no sin amenazas, derechos que no dio, ha dado pruebas de cuales son sus propósitos e intenciones. Hicimos retirar la policía y dimos absoluta libertad para que cada uno expresara su sentir. ¿En que se tradujo esa libertad absoluta de acción? A unos cuantos choques en las calles, roturas de vidrieras, y en el asalto y robo a dos o tres casas comerciales. De manera que lo que produjeron los mandantes de esa gente en el gobierno, ellos lo produjeron en la calle. En cambio, los trabajadores están dando al país un ejemplo que debe ser imitado por todos. Los obreros están unidos y organizados, protegidos en su organización gremial y sindical, y apoyados por el Estado en sus justas aspiraciones. El Estado no obliga a la agremiación, pero aconseja que se agremien, porque así los trabajadores en el futuro, bien organizados, con dirigentes honrados y leales a su frente podrán mantener las conquistas logradas cuando nosotros hayamos desaparecido de la función pública. Dijimos hace dos años que la Revolución debía pasar al pueblo. Para mí "pueblo", es todo habitante de la República que se comporta de acuerdo con las necesidades de la Nación. La parte más importante es la que trabaja y produce, y la menos importante es la que consume sin producir. No creo que lo que ha llegado a calificarse en todas partes como "pueblo" obedezca a este concepto integral. Cuando se dice pueblo somos nosotros, y cuando se dice aristocracia, capitalismo y otras cuantas calificaciones, son ellos. Aquellos que afirman que nos hemos colocado frente al pueblo, deben recibir la oración por pasiva, porque los que han estado siempre, están y estarán contra el pueblo, son ellos y no nosotros. Ellos habían conseguido siempre, triunfar, y no se pueden convencer que ahora han sido vencidos. Es natural, pues, que les quede ese elemental ínfimo recurso de apelar a cualquier medio para impedir la derrota. Seguiremos imperturbables en nuestro camino, convencidos de que los trabajadores no volverán a equivocarse oyendo los cantos de sirena y la dialéctica de hombres que en su vida no hicieron otra cosa que engañar al pueblo trabajador de la República. Piensen ustedes cuantas verdades han dicho ellos y cuantas nosotros. Piensen cuantas leyes obreras proclamaban ellos durante cincuenta años y cuantas cumplieron y, en cambio cuantas conquistas sociales de las que nosotros no hemos hecho alarde, pero que hemos llevado a la práctica. Es que nosotros no decimos sino hacemos. No tenemos precio, no hemos negociado con la función pública. Si por desgracia, en esta casa puede haber algún bandido a quien se le ocurriese lucrar con su cargo, el día que lo descubramos tendrá el camino que le corresponde. Hacemos administración de puertas abiertas, no tenemos nada que ocultar, los obreros vienen a esta casa y observan y vigilan todo lo que en ella se hace. Ello constituye para nosotros un verdadero placer y una conveniencia porque ellos mismos son los encargados de controlar que las cosas se hagan bien. Yo creo que los malos políticos que siguen pensando en combinaciones raras y comprometiendo opiniones, que han ofrecido ya la venta del país, que se han entregado a las grandes empresas para servir sus intereses, esta vez se equivocan, porque no será posible en la Argentina que puedan compararse conciencias. Estoy seguro, que si eso volviera a ocurrir, el pueblo auténtico no lo permitiría. Yo no tendría en este momento ningún problema de política interna si me hubiera entregado a los intereses que muchas veces me han solicitado. A mi despacho me han llegado toda clase de proposiciones que se pueda imaginar, pero he preferido luchar y seguir por la mañana para cumplir con mi obligación para con el país con lealtad y con honor, y no habrá precio suficientemente grande que me pueda comprar en el futuro. Apelo al testimonio de los obreros con quienes hemos tenido contacto para que digan si alguna vez han observado en nuestra acción algún procedimiento que no se haya ajustado a la realidad y a un estricto sentido de justicia. Pensamos que ésta debe ser la escuela del porvenir. Ustedes, obreros auténticos, hombres esforzados, sacrificados, han de conseguir que el futuro tenga esa misma pureza en todo estaba país, porque unidos y organizados podrán hacer cumplir a los funcionarios en sus puestos. Como sucede en todas las democracias, en las manos de los trabajadores está el destino de ellos mismos. Seguir imponiendo en forma inquebrantable en el futuro, la rectitud y la lealtad de los funcionarios, es imprescindible para el bien de la Nación. .............
1945-08-24
En un acto en el teatro Marconi organizado por la Asociación Obreros y Empleados del Estado
Señoras y señores: Es altamente auspicioso para un secretario de Trabajo y Previsión, llegar hasta esta magnífica asamblea de trabajadores del Estado, buscando un contacto que es absolutamente indispensable para que, al propio tiempo de conocer los problemas, pueda vibrar la cuerda espiritual del hombre sin la cual nada se arremete con pasión, como es necesario hacer para resolver los problemas del Estado. Bien lo han dicho los que me han precedido en el uso de la palabra, que el campo de todas las actividades argentinas se encuentra en estos momentos dividido en dos verdaderos bandos con ambiciones y aspiraciones distintas. Uno de ellos es el de los que defienden sus conquistas alcanzadas después de tantos años de insatisfechas aspiraciones y de duros trabajos para obtener lo indispensable, para vivir con la decencia y con el placer a que tienen derecho todos los habitantes de esta tierra. El otro bando esta representado por aquellos que no sienten el placer de que los demás sean felices como ellos aspiran a serlo sin satisfacerse, porque para ser feliz es necesario ante todo aprender que no se es feliz por poseer mucho sino por no ambicionar lo innecesario. Los trabajadores que se cuentan en el primer bando utilizan la petición con orden, con razones; los otros utilizan la maniobra política desde las sombras, sin razón y sin honor. Se habla en estos momentos de colaboracionismo: ¿que representa el colaboracionismo entre argentinos? La ayuda mutua, la ayuda del poderoso y del pobre, de un hombre para el otro hombre, la ayuda del pueblo al Estado y la ayuda del Estado al pueblo. Quienes se niegan a colaborar, no tienen sentimiento patriótico para el hermano de la tierra, no tienen sentimiento patriótico para su país, ni interés de colectividad, sino interés mezquino y personal. Los países no son grandes sin esa colaboración. La colaboración del mezquino es adulonería y la colaboración del altivo es la crítica constructiva, pero sin segundas intenciones. Ansiamos, aceptamos y aceptaremos esa colaboración leal. Queremos colaborar con los demás argentinos y en esa tarea de colaborar, ayudando a los que lo necesitan, estamos empeñados desde hace dos años con una lealtad que en ese campo no se conocía en este país. Es indudable que nuestro trabajo no es de resultados inmediatos. Esperamos tranquilos el juicio de los tiempos, seguros de que procediendo bien, hemos de enfrentar la crítica de pie. Sabemos que no hemos robado, que no hemos engañado y que nos hemos opuesto con todas las fuerzas de nuestro espíritu a que el país siguiera siendo vendido al mejor postor. Cuanto más conservemos esta tierra, que es el patrimonio de miles de generaciones argentinas que han de venir, cuanto más pura, más íntegra y más rica la conservemos, más tranquilos podemos esperar el juicio de la posteridad que no arrojará sobre nuestra acción el baldón del robo, que arrojó en otros tiempos de triste memoria para los argentinos. No sé si hemos desarrollado una acción tan grande, como fue grande nuestra aspiración de hacerlo. Pero sí sé, que en ella hemos puesto una buena voluntad superior a toda nuestra capacidad, y el hombre que realiza lo que puede no está obligado a ir más allá. Los trabajadores saben perfectamente bien que no estamos regalando sino que estamos asegurando una justicia que tantos años tardó en llegar para los hombres que sufren y que trabajan por el país. Se ha hablado en estos últimos tiempos de inflación. Yo la llamo con otro nombre: especulación. Sin embargo quiero recordar que en este sentido nuestro país, con nuestro gobierno, ha ido mucho más lejos de lo que era previsible. No soy de los hombres que hacen autopropaganda, pero solamente presento el problema que encontró en el orden económico-financiero este gobierno, al hacerse cargo de la cosa pública: un país que producía apenas el 50% de lo que consumía y lo demás lo llenaba con la importación. Nosotros por causa de la guerra, nos encontramos con que se había suprimido la totalidad de esa importación y fue necesario abastecer al país con la propia industria de todo lo que antes no producía, lo conseguimos con la ayuda de esa propia industria hasta abastecer integralmente al país. Pero fuimos aun más allá: se estiró todavía un 100% más para exportar y abastecer a Centro y Sudamérica y Sudáfrica. Sin embargo no hemos sufrido necesidades que no fuesen perfectamente soportables. Por otra parte los problemas, que eran tan difíciles, se resolvieron todos racionalmente, como el de combustible. Este país sólo producía el 65% de su combustible; sin embargo se triplicó la industria, no paró una sola fábrica y estamos actualmente produciendo el combustible necesario para que menos se detenga y siga adelante. Este problema pues, que se presentaba con caracteres ciclópeos ante el gobierno, ha sido resuelto perfectamente bien. Se habla de la inflación, y yo les digo que piensen en el año 1917; a esa altura durante la otra guerra teníamos un 185% de inflación, y hoy no alcanzamos al 30% término medio. Entiendo que las medidas tomadas por el Consejo de Posguerra, en medio de los insultos de los inconscientes, han solucionado en forma inmediata el problema de la inflación. También sé que eso me ha acarreado el poderío de mucha gente, pero yo confieso que soy de los que creen que así como hay cariños que envilecen hay odios que honran. Sin embargo es necesario hacer algo frente a esa pequeña inflación. Y digo pequeña, porque si miramos hacia los vecinos cercanos o lejanos, podemos establecer que en ningún país del mundo existe una inflación menor, que en esta bendita Argentina, y que mientras miramos a los alrededores y vemos inflaciones que pasan del 200% y aún del 300%, aquí estamos en un 30% insignificante de inflación. Es claro, señores, que cuando se habla de precios se dice que hay inflación y cuando se habla de salarios ya nadie se acuerda de la inflación. Lo racional, lo lógico y lo científico es tomar como punto de comparación de todo el movimiento de precios y salarios, al salario mismo, porque -lo he dicho otras veces - el estómago y la salud del que dar gana poco no pueden hacer economías, pudiéndose economizar en todos los demás renglones de la vida y restañar cualquier perjuicio. Estamos estructurando un instituto para estudiar científicamente los salarios en forma de establecer definitivamente en el país el salario vital móvil, el salario mínimo y el salario familiar. Nuestros estudios permitirán que nadie gane un salario inferior al que necesita para vivir y mantener una corta familia. Las estadísticas en nuestro poder, estadísticas teóricas y empírica confeccionadas simultáneamente en todo el país por nuestros organismos sobre doce mil familias obreras, nos permitirán proceder sin apresuramiento y en forma eficiente. Estas mismas estadísticas nos han llevado a la conclusión de que actualmente el salario está por debajo del costo de la vida. El Consejo Nacional de Posguerra se halla abocado en estos momentos a la solución del problema, partiendo de la base de que en esta materia las correlaciones son de una sensibilidad extremada. Si el precio de la mercadería sube por el aumento lógico del costo de producción, de comercialización o de industrialización, el salario debe subir para ponerse en equilibrio con aquel, pero si el precio sube por razones puramente especulativas, debe bajar el precio para ponerse a tono con el salario. Es dentro de ese criterio que se estructuran actualmente los salarios mínimos. La Secretaría de Trabajo y Previsión ya ha gestionado y obtenido de distintas reparticiones el salario mínimo de ciento ochenta pesos que es el que defendemos. Así se ha pedido a la provincia de Buenos Aires, y sus autoridades se han comprometido a implantarlo, y lo estamos reclamando a todas las reparticiones del Estado para llegar al establecimiento de un salario uniforme y hasta tanto se cree el Instituto de la Remuneración se establecerá por decreto. Con respecto a las solicitudes de ustedes sobre casos particulares, como ser, hospitales de beneficencia, Marina y Obras Públicas y demás organismos, procederemos inmediatamente a resolver la situación y haremos cumplir, como lo estamos haciendo hasta ahora, las leyes referentes a la mensualización, a la jubilación, al horario de trabajo y demás mejoras de que debe gozar el personal obrero. Deseo hacerles llegar nuestras palabras de aliento en esta lucha que sostienen por las reivindicaciones y decirles que deben mantenerse unidos, con esa paciencia que han demostrado durante tantos años, seguros de que nosotros trabajaremos a fin de que en el menor tiempo posible sean satisfechas las aspiraciones de los obreros del Estado en todas las reparticiones y para que el Estado, en un futuro no lejano, sea dentro del país el mejor patrón. Finalmente quiero hacerles llegar a ustedes, directamente, y por radio a todos los trabajadores del Estado que me están escuchando, la expresión de que serán los obreros a quienes apoyaron hemos con la mayor decisión y que paulatinamente hemos de estructurar un estatuto con escalafones, promociones, ascensos, que satisfagan las aspiraciones de todos los trabajadores al servicio del Estado. Han de comprender ustedes que no podemos improvisar, pero también han de estar convencidos de que la Secretaría de Trabajo y Previsión pone su mejor voluntad para satisfacer las justas aspiraciones obreras, y no ha de descansar hasta dar cima a las aspiraciones de los trabajadores del Estado, que por eso mismo tienen el carácter de una obligación para el gobierno. ..........
1945-08-25
En una comida organizada por los empleados del Banco Nación, para celebrar el primer aniversario su sindicato y agasajar a las autoridades de la Secretaría de Trabajo y Previsión
En una comida organizada por los empleados del Banco Nación, para celebrar el primer aniversario su sindicato y agasajar a las autoridades de la Secretaría de Trabajo y Previsión Señoras, señores: Se ensancha el corazón de los hombres que tienen sentimiento frente a actos de camaradería como lo es éste. La camaradería entre los hombres de una misma institución constituye la fuerza de polarización que indica que esos seres mancomunados en su labor y en sus sentimientos forman una célula de la unidad nacional sin la que la patria no puede subsistir. La Secretaría de Trabajo y Previsión puede sentirse orgullosa una vez más de su inspiración y de su labor. Hemos dicho muchas veces en esa casa que no queremos que la disciplina de las instituciones esté basada en el servilismo ni en la amenaza de la necesidad; la disciplina debe basarse en la justicia. Por eso nosotros que no sólo mentamos a los hombres libres sino que queremos ciudadanos libres, hemos auspiciado y propugnaremos toda labor a base de justicia, de honradez y de verdaderos valores humanos. Es simpático ver en esta reunión del personal del Banco de la Nación el espíritu de cordialidad, de unión y de pensamiento firme en el progreso de la institución, porque ello representa el porvenir de la entidad que no está en los hombres que ya claudicaron o que claudican, sino en la juventud pujante y viril que no cede ante la presión y la amenaza porque sabe que de ella depende el porvenir de la patria. Afortunadamente, por una ley biológica de perfeccionamiento, la vida y el futuro no son de los temerosos ni de los claudicantes, sino de aquellos que sienten el deber y la responsabilidad y que están dispuestos a sucumbir por sus ideas y por todo lo que sea justo y honorable. Desde los venturosos días de Mayo en ningún momento la República ha necesitado tanto de ciudadanos libres y honorables que sepan jugar su vida por el futuro de la Nación, como en nuestros días. Es indiscutible que hay fuerzas antagónicas que luchan por otros ideales que no son los nuestros y sabemos también que el problema de nuestra Nación puede resolverse rápidamente si nos decidimos a vender lo que se puede vender de este país. Pero no creo que estas generaciones de argentinos puedan desertar ante la historia y no se levanten, siquiera sea, por respeto a los que murieron por darnos libertad y autonomía, para oponerse firmemente a toda posible claudicación frente a propios y extraños que no sienten la tierra de su patria como propia. El problema argentino no sólo hay que penetrarlo sino que es menester sentirlo y solamente pueden sentirlo los verdaderos patriotas, a quienes el tiempo no haya marchitado el corazón ni las tentaciones les hayan sumido en la ruindad de una entrega. Es así que es grato al espíritu encontrarse en una reunión como ésta, realizada por un sindicato que señala rumbos en el movimiento gremial argentino y dentro de la propia nacionalidad. Recuerden los bancarios aquí presentes y todos los demás camaradas que me escuchan desde el interior del país, que éstos son momentos decisivos y que los argentinos que no sientan profundamente el valor de su patria no viven el tiempo presente, están atrasados o han sido transportados a una época en la que no merecen vivir. La Secretaría de Trabajo y Previsión, llena de legítimo orgullo, agradece por mi intermedio esta demostración que le brinda el personal del Banco de la Nación. Por nuestra parte, no hemos hecho otra cosa que cumplir con nuestro deber de argentinos y afirmamos que seguiremos en esta acción para oponernos a todo aquello que no sea para el bien del país y la felicidad del pueblo. ............
1945-08-27
En el acto organizado por la Unión Ferroviaria en la Secretaría de Trabajo
Amigos ferroviarios: Sean mis primeras palabras de homenaje sincero a nuestra hermandad predilecta del Pacífico, la República del Perú, tan gallardamente representada por el ilustre soldado que se ha dignado llegar hasta nosotros, conduciendo las cenizas de uno de nuestros soldados de la independencia, carne de pueblo, como nosotros, que sacrificó su vida en aras de la patria. La Secretaría de Trabajo y Previsión se engalana hoy, como hace casi dos años, con la presencia de los dirigentes de la Unión Ferroviaria, amigos predilectos de esta casa desde las primeras horas, en momentos en que tal vez el resto de los trabajadores argentinos no confiaban en este organismo, porque habían sido engañados y defraudados durante más de treinta años. Fue el apoyo de ese esforzado gremio el que nos dio el vigor inicial que hemos conservado durante nuestro trabajo respaldado por la lealtad, la corrección y la honradez de nuestros procedimientos con la visión puesta sobre un objetivo superior a todos: la patria. Hoy, como entonces, la Secretaría de Trabajo y Previsión recibe en su casa a los hermanos trabajadores argentinos, sin pedir nada y sin regalar nada tampoco, pero asegurando una justicia que hemos proclamado superior a todas las demás justicias de la tierra: la justicia social. El alborozo extraordinario que puede producirnos la presencia de nuestros ya viejos amigos en quienes depositamos la misma fe que ellos han puesto en nosotros, fe que es lo único que puede hermanar a los hombres, hombro a hombro y corazón a corazón, será para nosotros un timbre de honor que nos impulsará a marchar, con armonía indestructible, con afán incesante y con profundo sentido humano, tal cual lo hemos hecho, en las acciones en que hemos debido compartir Estado y trabajadores para llegar a la promulgación de los decretos que acaban de ser enumerados por el señor Luna, tendientes todos a lograr un futuro mejor para los hombres que en el trabajo elaboran una Argentina más hermosa y más rica. Ese sentido profundamente humano y cristiano y por lo tanto, absolutamente democrático, es el que damos a nuestra labor, que llevamos a cabo con el corazón abierto, sin rencores, sin prejuicios y con una voluntad que debe presidir la actuación de los hombres frente a objetivos superiores, como son los de la Nación y la de esa masa anónima que, como el soldado de la independencia, sabe sacrificarse para forjar una patria mejor. Agradezco en nombre propio y en el de los demás obsequiados, estos bustos tallados en criollo quebracho de los montes del norte. Para nosotros, el simbolismo de este quebracho tendrá dos significados: el primero, la obligación de continuar la lucha emprendida hasta terminarla con éxito; y el segundo, que este anticipo del reconocimiento de uno de los principales sectores de la actividad del trabajo nacional nos obliga, hoy más que nunca, para abordar con firmeza los problemas que han de hacer de nuestra justicia social un ejemplo para todo el que nos contemple desde afuera. No deseo terminar estas breves palabras de agradecimiento sin expresarles que la Secretaría de Trabajo sigue empeñada con toda sus fuerzas en el estudio del escalafón y de la reglamentación de trabajo; que su solución depende exclusivamente de la necesidad del tiempo material para resolverla, y que tan pronto ello haya sido realizado, hemos de iniciar las perspectivas para imponer las resoluciones sin violencias de ninguna naturaleza. Invocando un título que hace aproximadamente dos años me confirieron los obreros ferroviarios en una memorable reunión celebrada en Rosario -el de "primer trabajador argentino"-, título que tanto me enorgullece, deseo pedirles a todos ustedes que lleven a los compañeros de todo el país la palabra leal de esta Secretaría en el sentido de que hoy, más que nunca, descartando influencias políticas e ideológicas, la Unión Ferroviaria y La Fraternidad, tienen su destino sellado por el éxito, si son capaces de asegurar una unidad indestructible para que el futuro no sea de lucha entre hombres del mismo gremio, sino de acción mancomunada por mantener los derechos que en justicia les corresponden. Los trabajadores no habrán escuchado jamás en esta casa una palabra que no sea el consejo sincero de perseverar en la obtención de la unidad gremial, con lo cual se logra el grado de organicidad necesaria para subsistir. Un gremio, si es unido y no introduce ni la política, ni ideologías extrañas, que son gérmenes de disociación gremiales, puede triunfar en el presente y en el futuro, pero va a su destrucción tan pronto da cabida a esos factores de perturbación que representan una bomba de tiempo, que nadie sabe cuando explotará. Ese es, ha sido y será mi consejo, porque los quiero bien, porque siento las inquietudes de ustedes como si fueran las mías propias. Y les repito: ¡ferroviarios, uníos! ......
1945-08-28
En el Consejo Nacional de Posguerra al incorporarse nuevos vocales
Cuando el día 11 de setiembre del último año expuse al Consejo Nacional de Posguerra, en su primera reunión plenaria, el plan de realizaciones urgentes, expresé que los organismos oficiales habían sido requeridos para que hicieran llegar a la Secretaría General los proyectos, planes e iniciativas que tuvieran trazados sobre organización política económica y social para afrontar los problemas que se planteen y atenuar las repercusiones que en nuestro país produjera la guerra mundial y su liquidación. En la misma reunión fijáronse unos objetivos concretos, cuyo desarrollo fue confiado a los pertinentes órganos de la Administración con la consigna de presentar las medidas o soluciones concretas susceptibles de ser llevadas a la práctica inmediatamente. Estos objetivos concretos de realización inmediata se dirigieron, ante todo, a intensificar la defensa de la economía popular, para continuar con el fomento de las riquezas naturales y las industrias manufactureras. No han sido pocos los esfuerzos ni escasos los resultados obtenidos. A estas tareas se ha sumado la colaboración eficaz de varias de las Subcomisiones técnicas e informativas. Culminaron las labores preparatorias con la promulgación del Decreto Nº 2.505 dictado el día 2 de febrero del corriente año, que estableció medidas para conjurar los peligros de inflación, principalmente por medio de la estabilización de gastos públicos y adecuada contención de las alzas injustificadas de precios y salarios. Este Decreto, tiende a hacer efectiva la coordinación que el Poder Ejecutivo se propuso obtener al confiar a la Vicepresidencia de la Nación, con el asesoramiento del Consejo de Posguerra, el ordenamiento económico-social del país. Pero la coordinación apetecible debe intensificarse y extenderse, a la vez que consolide las ventajas obtenidas. Presentábase como una necesidad inaplazable reunir los esfuerzos aislados y el material disperso, ante la venturosa terminación de la guerra, para coordinar los esfuerzos encaminados a consolidar, defender y desarrollar la industrialización del país. Así lo expuse en reciente reunión de gabinete, y, respondiendo a este criterio central, el Poder Ejecutivo ha promulgado el Decreto Nº 19.288 que va a permitirme sumar al asesoramiento del pleno Consejo de Posguerra los frutos del patriotismo, de la inteligencia y de la especialización técnica de cada uno de los señores que, en mérito del expresado Decreto, que lleva fecha del 22 del corriente mes, se incorporan en este acto a la Comisión Permanente del Consejo de Posguerra. Declaro, pues, incorporados al organismo orientador de la política económica y social de los señores generales Don Santos V. Rossi y Don Manuel N. Savio, coronel Don Bartolomé Descalzo, teniente coronel Don Guillermo Streich, ingeniero Don Félix Silvano Florit y doctores Don Bernardo Velar de Irigoyen y Don Ricardo Bunge, que ejercen los cargos de Presidente de la Dirección Nacional del Transporte y de Fabricaciones Militares, Director Nacional de la Energía, Director General de Navegación y Puertos, Administrador de Vialidad Nacional, Procurador del Tesoro de la Nación y Consejero Político Legal del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Así ampliada la Comisión Permanente del Consejo Nacional de Posguerra, espero que podrá realizarse el objetivo que persigue el Decreto que acaba de dictarse. Este objetivo está claramente expuesto: establecer a la mayor brevedad, con expresión de los fundamentos en que se apoye, un plan mínimo de acción a cumplir en el período de posguerra, que comprenda: 1.- Las necesidades previsibles de materias primas de origen nacional, combustibles, energía eléctrica de origen técnico e hidráulico, máquinas e implementos y medios de transporte; 2.- El estado y grado de suficiencia de los sistemas actuales de producción, explotación y/o distribución de los elementos indicados; 3.- Un programa mínimo de las obras e inversiones que deban realizarse de inmediato para asegurar un suministro adecuado de: Materias primas de origen nacional, Combustibles, Energía eléctrica de origen térmico o hidráulico, Equipos mecánicos (máquinas e implementos), Plan concertado de transportes y Medidas complementarias de carácter financiero o comercial, a fin de obtener un desarrollo racional, conveniente y sistemático de la industria y de la agricultura del país, basado en los estudios preindicados. Este programa deberá ejecutarse en cinco años o plazo más corto y en coordinación con las explotaciones ya existentes. 4.- Un avance de descentralización industrial y formación de zonas industriales, teniendo en cuenta la variedad del suelo y del clima, la diversificación de la producción, emplazamiento de las fuentes naturales de energía, las vías de comunicación, los medios de transporte y los mercados consumidores. No olvida el Decreto las cuestiones de orden legal a que pueda dar origen la ejecución del referido plan mínimo en relación al derecho vigente y a la eventual elaboración de acuerdos que, a los fines de la utilización de fuerzas hidráulicas, puedan concertarse con países limítrofes. Para esto resultaba indispensable contar con el transcurso insustituible de los señores Procurador del Tesoro y Consejero Político Legal del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Con las amplias facultades otorgadas por el Decreto de creación del Consejo Nacional de Posguerra, el cometido y las autorizaciones que ahora se acuerdan a la Comisión Permanente, y el espíritu que sin duda alguna animará la acción de cada uno de sus integrantes, estoy convencido de que el plan resultante no sólo responderá a las necesidades de expansión económica que el país anhela sino que estará respaldado por una amplísima base jurídica que lo hará respetable ante la opinión pública y lo validará ante el Honorable Congreso de la Nación. Me permito someter a la Comisión el siguiente Método del Trabajo para elaborar el plan: 1.- a) Cada uno de los señores vocales de la Comisión Permanente determinará el criterio general que sustente sobre las cuestiones que contiene el Decreto Nº 19.288/45, y en un plazo no superior a diez días a contar del día de hoy, lo remitirá a la Secretaría General. b) En la determinación del referido criterio serán incorporadas en su caso, las directivas que sobre cada cuestión hayan impartido los organismos a que pertenezcan o a las autoridades de que dependan. 2.- La Secretaría General analizará los asuntos que reciba, los cotejará debidamente resumiéndolos en forma sistemática y fácilmente comparable y los someterá en forma articulada, a consideración de la Presidencia, a efectos de que pueda establecer las bases de la coordinación de las orientaciones propuestas. 3.- El proyecto resultante y sus antecedentes serán remitidos a consulta de las correspondientes Subcomisiones técnicas e informativas, que deberán evacuar dictamen en un plazo que no exceda de quince días, expresando su conformidad o proponiendo en forma articulada, las reformas que consideren oportunas, remitiendo la documentación utilizada a la Secretaría General. 4.- En vista a todos los antecedentes recopilados será elaborado el proyecto que se someterá a consideración del Consejo Nacional de Posguerra en pleno, con la antelación necesaria que permita estudiar el proyecto y consultar los antecedentes recopilados. 5.- Una vez expresada la opinión del Consejo en pleno, llegará el momento de establecer cuales serán las cuestiones que pueden realizarse o tener principio de ejecución de acuerdo a los términos del Decreto Nº 23.847 y cuales deben pasar a consideración del Honorable Congreso de la Nación, para recibir sanción definitiva de la soberanía popular. No creo necesario tener que exhortar a los señores vocales a que pongan el más decidido empeño en que sea prontamente una magnífica realidad el plan de acción, a cumplir en el período de posguerra, para obtener un desarrollo racional, conveniente y sistemático de la industria y de la agricultura, cuya elaboración acaba de sernos confiada. Un ruego, sí que espero me lo permitan. Debemos afrontar esta nueva obligación desposeyéndonos de nuestras preferencias peculiares y contemplar únicamente lo que pueda contribuir al progreso de nuestra patria y al bienestar de sus habitantes. Debemos enfocar nuestras orientaciones huyendo de lo que sea episódico, circunstancial y efímero; apartándonos de los estados de ánimo pasionales, que pueden desviar el recto juicio y la sana intención que ha de guiar nuestros actos de gobierno. ........................................
1945-08-28
Mensaje por radiotelefonía a los estudiantes de todo el país
Jóvenes compatriotas: Durante los últimos días he actuado en el ejercicio de la primera magistratura del país, y deliberadamente quiero hoy despojarme de mi investidura como vicepresidente de la Nación, para acercarme hasta vosotros al margen de todo formulismo protocolar, y poder hablaros en lenguaje sencillo, que evite torcidas interpretaciones y caprichosas interferencias. Comienzo por afirmaros, que cuando el azar o el destino, si así queréis llamarle, eleva a los hombres hasta las más altas magistraturas de su país, el espíritu se recoge en instintivo movimiento de introspección, tal como si fuera ascendiendo hasta la cumbre de una montaña, y desde allí, una extraña sensación de eternidad domina e invade todo el proceso volitivo, para esfumar los seres y las cosas en lo que tienen sus perfiles de transitorios, y valorarlos tan sólo por lo que implican en su verdadera sustancialidad. Desde allí, desde la atmósfera azul-gris que se atisba ahíta de horizontes, no se miente, no puede mentirse, y sólo los malignos o los ofuscados por el odio deben sentirse capaces de dudar. Por eso debéis creerme; con serenidad he venido siguiendo atentamente todos vuestros movimientos, angustias, impulsos generosos y más nobles inquietudes. Os vi al principio sobrecogeros expectantes, cuando la primera jornada revolucionaria del 4 de junio; comprendí entonces que vosotros la espersbais, porque hasta las casas de estudio, había llegado también en parte el ambiente de sensualidad que estaba ahogando la vida misma de la República. La cátedra, no siempre era ocupada por los más capaces de vuestros maestros, y muchas de las conquistas, que habíais logrado en las cruentas luchas de la reforma universitaria, se desvirtuaban frente a los habilidosos manejos de ciertos grupos, que primero bregaban por su hegemonía dentro de los claustros, para después oponerse a sus antagonistas vencidos, en una permanente pugna de desplazamiento. Intervenimos por ello las universidades, y los resentidos del proceso anterior, como los lastimados por vuestras propias conquistas, confundiendo la medida de gobierno, creyeron que marcaba la hora de sus revanchas, y enfáticamente se lanzaron al ataque de las posiciones, tratando mañosamente de conformar una universidad intransigentemente medieval, comenzando por cambiar las figuras rectoras de la patria, que ya habían recibido el espaldarazo simbólico de la historia. A su vez tuvimos que desplazarlos a ellos, y después de distintas medidas de gobierno, que no siempre pueden ser explicadas en su verdadera naturaleza e intención, devolvimos la autonomía a la universidad, mediante elecciones absolutamente libres presididas por jueces intachables. De vuestros derechos específicos, uno solo os debe el gobierno; el que señala el artículo 5º del decreto del 10 de febrero último, por el que se suspende el voto estudiantil, para actuar en la integración de las ternas de profesores; ello hasta tanto el Consejo Superior Universitario se pronuncie sobre las reformas y modificaciones a incluir en el estatuto respectivo, por lo que os será devuelto, si ello no ocurre dentro de un breve plazo prudencial. Reconocimos también, con jerarquía de autenticidad, algunos de vuestros superiores organismos gremiales estudiantiles, a pesar de haberse éstos, conformado, al margen de comicios, que garantizaran una verdadera y auténtica representación. Escuchamos todos vuestros reclamos de estudiantes, relacionados con la vida de vuestras casas de estudio, y poco a poco llegamos también a liberaros de profesores que desnaturalizaban la cátedra, usándola para ensayos de prácticas y doctrinas políticas, que rechaza la esencia misma de nuestra nacionalidad. Luego, pues, de todos los sectores que integran la población del país, con el vuestro, es con el que más ha cumplido la revolución en el breve plazo de dos años que lleva de desarrollo. ¿Por que, entonces, sois los más intranquilos, permaneciendo en una agitación constante? Hace días, desde mi despacho os he visto desfilar por las calles en tumultuosa algarabía, llevando al frente banderas de casi todas las naciones de la tierra y festejando -al principio- el triunfo de ideales humanos de fraternidad, democracia e igualdad, que yo también, como el señor presidente y demás integrantes del gobierno, con idénticas ansias compartimos. El tumulto callejero dejó un saldo doloroso que todos lamentamos. Nadie que no sea un descastado o un perverso, puede creer que el gobierno se haya solazado con ello, o lo provocara en un incomprensible afán de represión. Cayeron víctimas de la fatalidad que impulsaron los últimos estertores de grupos inconscientes, resentidos por no haber logrado desnaturalizar a una revolución, que se precipitó para que el país retomara su posición centrista, tradicionalmente argentina, escapando así al peligroso vaivén en que se venía columbrándose, sobre los extremos artificiales y foráneos de derecha y de izquierda. Como vosotros, el presidente, yo, y los demás camaradas de las fuerzas armadas de la Nación, hicimos vuestro luto simbólico en nuestro también, pues si los jóvenes desaparecidos tan prematuramente eran argentinos, nosotros no somos extranjeros. Sin embargo, os seguís agitando, cambiando en parte el simbolismo de vuestras manifestaciones anteriores, por un perentorio afán político de retorno inmediato a la normalidad constitucional o de súbito desplazamiento del gobierno, que no me extrañaría, si lo oyera pronunciado también tumultuariamente como por vosotros, pero en las expresiones de los malos políticos que con sus actividades de ayer, provocaron el movimiento revolucionario y que hoy, sin correr mayor riesgo, especulan con la posibilidad de un comicio precipitado, que les permita retomar las posturas abandonadas bajo el índice acusador de su propio pueblo, vejado y escarnecido por ellos. Justifiqué vuestros afanes cuando actuabais en el rol de estudiantes secundarios y universitarios, pero no puedo justificar ahora vuestra conducta en defensa de posiciones políticas que no desempeñasteis y que muchos de aquellos a quienes el pueblo las confió, desnaturalizáronlas tanto, que hasta el 3 de junio de 1943 el país había caído en un verdadero festín donde, en levadura de fraude, violencia y vejámenes a la ciudadanía, todo se compraba y se vendía, hasta la patria misma. ¿Es que acaso os habéis olvidado de aquel espectáculo que avergonzaba la República? ¿Es que acaso, mucho de vosotros o de vuestros familiares, no habéis sido vejados en el instante de depositar el voto, cuando la ciudadanía iguala sus diferencias de fortunas, culturas, orígenes y posición social? Os habéis olvidado de que hasta el recinto augusto de las leyes, fue manchado por la mácula de un crimen, donde apuntaba ya el doloroso proceso de descomposición en que habría de caer la República. Preguntad, jóvenes compatriotas a los más malos políticos que os sustraen a vuestras jornadas de estudio -que muchos de vosotros realizáis robando horas al sueño-, para pediros vuestro apoyo en la alharaca callejera. ¿Que han hecho ellos en sus partidos respectivos desde el 3 de junio hasta acá, para depurarlos de los elementos que implantaron el fraude y la violencia como supremo recurso electoral, o se beneficiaron en silencio con los rezagos del mismo? Observad, con que súbita intención se apresuran a expulsar del seno de los partidos, a las figuras ciudadanas que colaboran con el gobierno, mientras que ni vosotros ni nadie, puede señalar un solo caso de cancelación militante, para tantos dirigentes que corrompieron con el fraude, la coima y el peculado, la vida política y social argentina. ¡Aquello es el 3 de junio!, que a pesar de sus perfiles siniestros, nadie motejó de subversión ni de tiranía, con el énfasis que ambas palabras se pronuncian actualmente; ni sacó a la calle a las llamadas figuras apolíticas, que viven siempre a la sombra de todos los gobiernos; ni provocó las renuncias de las cátedras por vuestros profesores; ni alteró la vida de los claustros universitarios; ni conmovió a las distintas entidades y colegios gremiales; ni proyectó grandes y sibilinos editoriales periodísticos sobre la unión sagrada del pueblo; ni tornó necesario que nadie os sacara a la calle, desde los serenos ambientes de la especulación científica y del estudio, para apuntalar, como enfáticamente lo proclaman ahora los desplazados de ayer, a una patria que entonces sí, moría en estertores de ignominia y de vergüenza. Jóvenes compatriotas, recordad todo esto y meditad muy hondo, sobre lo que ocurriría con un retorno precipitado del país a la normalidad constitucional, sin que antes se reconstruyan los partidos sobre bases ciertas, y sin que se haya podido impulsar una auténtica discriminación de las conductas y los valores políticos del momento, mediante la depuración que deben producir las propias masas afiliadas. Os invito a ello, porque vosotros tenéis, una cultura que habrá de permitiros razonar sin mentores oficiosos, como los que os están halagando en todo lo que más tenéis de noble, que es vuestro sano patriotismo, vuestra llaneza ciudadana, vuestra sincera emotividad en los sentimientos y vuestro cariño orgánico por la libertad. Políticos oscuros que se intuyen desplazados definitivamente del escenario nacional, están agazapados, planean e impulsan todo el movimiento de resistencia, al que bregan por sumar vuestros impulsos generosos, en un juego que intentan llevar hasta la avanzada armada, buscando su propia perdición. Serenamente y para vuestro bien os dijo: ¡Tened cuidado!, no les hagáis el juego. Con patriótica determinación, el señor presidente en su discurso del 6 de julio próximo pasado, hizo saber que para fin de año, el pueblo será convocado a elecciones generales, libres y garantidas, y lo dijo, consciente de que con ello le ponía principio al fin del proceso revolucionario. Empeñó en tal sentido la palabra y la de todos los camaradas que integran las fuerzas armadas de la Nación. Hoy para vosotros, yo reitero la seguridad de que habremos de cumplir fielmente aquel compromiso. Esperad pues, y abandonando el tumulto volved a la provechosa utilidad de las horas de estudio, dejando que los interesados directos luchen y se agiten en defensa de posiciones políticas, que ellos desean volver a ocupar y no vosotros. Creed en la palabra de vuestro compatriota, ya que la mentira, no puede integrar el equipo de la mochila de un soldado. Para hablaros así, se necesita más carácter, serenidad y firmeza, que para precipitar medidas de castigo y represión; os encarezco que lo entendáis así, pues sería un lamentable error que pretendierais ver en estas palabras dirigidas a vosotros, un gesto inexistente de debilidad en el hombre de gobierno, ya que solo he querido hablaros como compatriota, sinceramente, y de corazón a corazón. ............
1945-09-02
Ante una concentración de obreros cerveceros en la ciudad de Quilmes :
Nunca me siento más satisfecho y honrado que cuando puedo tener el placer de hablar con trabajadores auténticos, porque los considero la fuerza vital de la nacionalidad. La promulgación del decreto-ley que incorpora a la jubilación al gremio de los cerveceros, es, sin duda, en mi sentir, una de las medidas de gobierno más trascendentales, porque van afirmando profundamente en el campo social argentino las medidas de previsión que fundamentan la tranquilidad de los hombres que trabajan, que no deben pensar con tristeza y amargura en un futuro, que el país tiene la necesidad de asegurarles cuando su cuerpo extenuado por la fatiga o por la enfermedad, no los presenta aptos para hacer frente a su propia vida con su propio sudor de su frente. La justicia social, ha de basarse, más que en la ley fría, en la ley del corazón y en la solidaridad humana a que todos estamos obligados en este valle de lágrimas, cualquiera sean las ambiciones o pretensiones que hayamos alcanzado mediante méritos, buenos o malos, ya que en el discernimiento de las condiciones humanas rara vez se encuentra la verdadera justicia en la tierra. Por eso, señores, la Secretaría de Trabajo y Previsión, al estructurar su plan de previsión social, ha fijado el objetivo más grande que puede alcanzarse en lo que a previsión se refiere: aspiramos a que no haya un solo trabajador argentino, que haya trabajado en su vida, que no tenga asegurada por el Estado la vejez o la invalidez tranquila y honrada. Bien ha dicho el señor Montiel, al referirse a lo que el gremio ha hecho, que esa es la verdadera previsión social. Comienza con el ahorro personal, que es el primer grado de la previsión de los hombres. Después, cuando él debe hacer frente a una circunstancia de la vida a la cual no es capaz de dominar por sí, la solidaridad gremial obliga a que el gremio se ocupe por medio de la mutualidad o de la obra social gremial. Pero sobre todas ellas está la previsión del Estado, que tiene la obligación imprescindible e irrenunciable de asegurar la tranquilidad social, por medio de una justicia solidaria, entre todos los hombres que trabajan. Hemos abrazado en el gobierno de la Revolución, una causa que nos ennoblece y ennoblecerá siempre a la obra del gobierno revolucionario: el desarrollo de una conciencia social, y aparejadamente con ella, la realización de una justicia social que tardaba en llegar. Estamos absolutamente persuadidos que cualquiera haya de ser el juicio que la historia asigne a nuestro gobierno, habrá una cosa que no podrán destruir ni la mentira, ni la calumnia, ni ninguna desazón de los hombres, que mal piensan y mal sienten: es la obra social realizada. Hoy mismo nos encontramos frente a la natural reacción que esta obra social había de producir en el medio argentino. Es una de las fuerzas más viles la que une a algunos hombres contra esta justicia en el país, la avaricia y la ambición desmedida que ha aglutinado a algunos hombres en contra de nuestra obra. La reacción no es contra las medidas políticas del gobierno, porque el gobierno todavía no había tomado medidas políticas cuando se produjo la reacción. La reacción es lisa y llanamente, la resistencia de una oligarquía que no quiere ceder su puesto a la justicia. Hoy no podemos aceptar que dentro del movimiento que está viviendo la república, haya quienes se unen para oponerse a esa justicia. Son muchos los millones de argentinos que tienen el corazón bien puesto y la cabeza les permite un discernimiento justo de la hora que vivimos. No habrá posibilidad en el futuro de aglutinar fuerzas contra este movimiento que es la nación misma; no habrá política posible para destruir esto que estamos dispuestos a imponer. Y si por algún medio, por inaudito que fuera, se intentara imponer a una parte de la opinión pública estos malos fines que algunas organizaciones persiguen, tenemos la energía suficiente y la fuerza para imponer la verdad aún cuando sea por la violencia. Con ello no haríamos sino poner en beneficio de la justicia lo que en otros tiempos se ha puesto a favor de la injusticia. Está fresco todavía en la memoria de los obreros cuando se empleó la fuerza para forzarlos a la miseria y a la desesperanza. Nosotros estamos dispuesto a emplearla para conservar esa justicia que hemos ganado y a la que no renunciaremos. Piden libertad, que estamos dispuestos a darla sin medida, por la simple razón que, poseedores de la justicia y montados en la verdad, no necesitamos coartar la libertad ciudadana para imponer la razón que sostenemos. Si ellos quieren una verdadera democracia, si no quieren volver al fraude y a la mentira, tendrán una democracia integral pero limpia, en la cual no tememos a nadie, porque sabemos que el pueblo tiene una nariz especial para olfatear la verdad y la justicia. No hemos de ceder, y no hemos de ceder porque lo conquistado hasta ahora no puede dar un paso atrás. Son muchos millones de hombres los que están dispuestos a sostener lo que hemos dado porque en justicia correspondía. La Secretaría de Trabajo y Previsión ha tomado un contacto espiritual con las masas, y ese contacto espiritual es el que no le permitirá equivocarse en la distribución de esa justicia. Ese contacto personal que muchos dicen que lleva al acomodo de dirigentes: en la Secretaría de Trabajo y Previsión no se acomoda nadie, ni el propio secretario. Quiero terminar con unas palabras de elogio a este esforzado gremio que durante tantos años ha luchado por mejorar la condición de sus hombres. Ello demuestra que los dirigentes de este gremio son hombres leales al gremio y honrados, que han gastado su tiempo, no en fútiles cuestiones de agitación, sino en el estudio de las medidas concurrentes a asegurar el bienestar de su gremio, que es, por sobre todo lo demás, la función fundamental de los dirigentes obreros. Señores, para finalizar, he de recurrir a mi viejo consejo: los gremios valen por su unidad. Nosotros hemos asegurado la libertad de agremiación y hemos defendido, por todos los medios, sindicatos fuertes y unidos. El futuro podrá ser incierto, pero no lo será si los gremios están absolutamente unidos, y decididos a mantener también las ventajas conquistadas. No habrá fuerza, ni económica, ni política, ni social, que pueda anteponerse a los gremios, si ellos están unidos y convencidos que en esa unidad está todo el factor de su futuro y del éxito que puedan alcanzar. ..................
1945-09-05
Discurso pronunciado durante una reunión organizada por la Confederación de Empleados de Comercio en la Secretaría de Trabajo y Previsión
Señoras y señores: Siento un inmenso placer en poder compartir con los señores empleados de comercio, el cierre de su VII Congreso Nacional. La Secretaría de Trabajo y Previsión, organismo del gobierno creado por la Revolución del 4 de junio, puede decir con toda satisfacción, con toda lealtad y con todo orgullo, que jamás ha llegado un solo trabajador a esta casa a quien se le haya preguntado a que fracción política pertenece, cual es su manera de pensar y mucho menos que se le haya pedido absolutamente nada en beneficio, ni de la Secretaría de Trabajo y Previsión, ni de ninguna de las personas que trabajan en esta casa. Me es también satisfactorio reconocer la justeza de las palabras del señor Borlenghi, porque nosotros como funcionarios del gobierno, estamos aquí cumpliendo una obligación, sin segundas intenciones y menos aún, con intenciones políticas. Mucha gente desconoce o no ha pensado a través de los hechos, cuales son las verdaderas finalidades de la revolución, tanto en el orden económico, como en el orden político y como en el orden social. La Revolución del 4 de junio no es una revolución más, intrascendente ni carente de contenido en lo económico, en lo social y en lo político. Los hombres que todavía no han comprendido esto, creen que esta revolución puede ser sobrepasada, por la mentira, la falsa propaganda, las malas intensiones escondidas detrás de bellas palabras, o la falta de sinceridad con que se puede utilizar las malas artes, con la intención de ocultar tras de una cortina de humo una verdad que todos conocemos y que todos apreciamos. Esa verdad señores, ha de abrirse paso, tarde o temprano, y los que no tenemos ambiciones, sino que cumplimos aspiraciones, nacidas del contenido de esa revolución, no nos interesa que esa verdad se conozca dentro de una hora, de una semana, de un año o de un siglo. La revolución ha tenido un contenido económico que podrán discutirlo, pero lo hemos cumplido para bien del país. Ese contenido económico, ha sido de liberación de los valores argentinos, para que sean aprovechados en beneficio de la felicidad de los argentinos. En segundo lugar, tomar para los argentinos lo que muchos hombres que hoy se dicen puros, enajenaron impúdicamente del patrimonio, que no solamente nos pertenece a nosotros, sino a las miles de generaciones de argentinos que han de venir. Y en tercer lugar, tomar las medidas para asegurar que en el futuro, el patrimonio de los argentinos sea realmente de los argentinos. Aparte de esos postulados irrenunciables, no de la revolución, sino de la argentinidad misma, hemos resuelto los problemas que se han presentado sumamente difíciles desde que estamos en el gobierno. Para apreciarlo bastaría pensar solamente, que este país, que no producía, sino el 50% de lo que consumía, por la desaparición total de la importación, se ve abocado a resolver el problema de abastecer a la Nación de todo lo que no producía. Y ese milagro señores, ha sido realizado sin que la población argentina, en muchas partes se diese cuenta de que tal problema existía. No solamente se ha llenado ese objetivo, sino que las condiciones del tiempo de guerra, nos obligaron a abastecer a nuestros hermanos de América, especialmente de Centroamérica, Sudamérica y algunos más lejanos de Sudáfrica; y nuestra industria y nuestro trabajo, se estiró todavía un tercio más, para llegar a ser en un momento, el país de mayor volumen de exportación de nuestro continente. Todo ello señores, fue resuelto por medidas de gobierno. Tales medidas, darán una idea del ciclópeo trabajo realizado, si se piensa en que para triplicar nuestra industria y producción, teníamos por ejemplo, uno de sus problemas fundamentales, el combustible, que la República no producía sino en un 65% de su necesidad. Sin embargo ninguna industria se detuvo, sino que triplicó su acción, y el país dispuso de todo el combustible necesario para hacer frente a esa triplicación de su actividad. Ello, no puede resolverse con lindas palabras ni con lindos discursos, sino trabajando día y noche, hasta encontrar la solución del problema y presentarlo, que quizá no haya sido el mejor, pero señores, a menudo, lo mejor, llega a ser enemigo de lo bueno, porque para obtenerlo se tarda tanto tiempo, que cuando la solución llega, el problema ha desaparecido. Otro argumento económico normalmente esgrimido por nuestros detractores, es el famoso asunto de la inflación, al cual me he referido en distintas oportunidades. Pero yo solamente, quiero llamar la atención y el recuerdo, de épocas pasadas que muchos de los presentes en esta reunión han vivido como yo, comparándolos con lo que está actualmente pasando en el país, y asimismo con lo que pasa en otros países no lejanos del nuestro. En este momento, países vecinos llegan al 230% de inflación, y el que menos llega de nuestros vecinos pasa del 185% de inflación. Nosotros, escalonado entre el 0 y el 88 tenemos un término medio solamente del 25% de inflación. Pero por si resulta poco convincente esta cifra, recordemos que en la guerra pasada, el año 18', similar a este año 45', la inflación argentina llegaba casi al 200%; y deben recordar muchos de los señores que están presentes, que comprábamos el kilo de azúcar en la comisaría a 1,20 pesos, y que durante nuestra acción no ha pasado en ningún momento de 45 centavos el kilo, en su precio oficial. Recuerdo también que en este país, el año 17', estábamos obligados a comprar un pan especial, porque todos los demás habían llegado a un límite de precio, que la gente trabajadora no lo podía consumir. Señores, tengo en mi poder la estadística completa comparada, y esto que resulta del azúcar y del pan, pueden ustedes extenderlo, sin temor a equivocarse a casi todos los demás artículos de consumo especialmente de la clase trabajadora. No hemos hecho mucho, hemos luchado contra las "fuerzas vivas", que siempre procuraron la inflación y que yo tuve que detener draconianamente por decretos del Consejo Nacional de Posguerra. Y piensen señores, si son injustos los ataques que en ese sentido se lanzan, y reflexionando llegamos a que en aquel momento de inaudita inflación, no se aumentaron los salarios de la clase trabajadora; y hoy con un 25% de inflación se han aumentado, sin excepción, los salarios de la clase trabajadora. En ello señores no hay más que una regla natural, que ya tardaba de llenarse en sus requisitos fundamentales en nuestro país; no hay mérito en ello, pero hay previsión de gobierno, y podemos haber cometido algunos errores, pero por lo menos, podemos decir con satisfacción, que con todos nuestros errores antes, nadie lo hizo mejor. Pensamos, que toda la hojarasca que se ha echado a volar en estos días, no obedece a la necesidad de la solución de los problemas argentinos. Por esa razón no prestamos a ello ninguna atención, porque tenemos delante de nosotros la solución de graves e importantes problemas que interesan al país y no la politiquería a la cual nos quieren llevar, sin éxito, por lo menos hasta ahora. En el orden social no hemos improvisado en manera alguna. Hemos establecido nuestros planes, nos hemos ajustado a ellos, y estamos organizando de la mejor manera posible el trabajo, el descanso y la producción social. En los regímenes de salarios, hemos procedido rápidamente, porque la lentitud a que nos hubiera llevado la conformación y organización de un instituto especial para la remuneración, nos hubiera llevado a la situación, a la que nos querían llevar ciertos intereses, de detener los aumentos de los salarios hasta que la cuestión se hubiera estudiado completamente, con lo cual todavía estaríamos estudiando los salarios, que habrían sido muy ajustados a la estadigrafía, muy científicos, pero que no habrían llegado a tiempo. En cambio hemos preferido dirigirnos a la reforma social urbana llevando los salarios, sin temor de equivocarnos, a los aumentos necesarios que no pudieran poner en peligro ni el desenvolvimiento natural de la economía argentina, ni las necesidades de los obreros que todo lo hacen para servir a esos intereses capitalistas. Estaría de más que pretendiese explicar la obra social de la revolución. Basta decir que en este aspecto quizá también nos habremos equivocado, pero estamos seguros igualmente de que antes nadie lo hizo mejor. Y llegamos a la eterna política. La revolución tiene una aspiración en este campo, que es sana como han sido sanos todos los postulados que enunció y que ha cumplido, como son sanas y leales las intenciones que tiene de cumplir todo lo restante. En lo político queremos solamente que no se vuelva al 3 de junio, porque lo político será lo que consolide a lo social y a lo económico y si el fraude y la mentira de entonces volvieran en el año 1946, todo lo que hemos hecho, suavemente, científicamente si se quiere, con una gran cautela, iría desapareciendo paulatinamente en las letras y líneas y complicaciones de las futuras leyes que estructurarán los hombres que todo lo prometieron y no fueron capaces de darnos nada. Yo he de confesar lo que siempre he dicho: no soy "peronista", y no lo soy porque no creo que el problema argentino pertenezca a un hombre y pueda resolverlo un hombre, porque ello sería negar lo que nosotros entendemos por democracia, muy cacareada por otros, que cuando tuvieron la oportunidad de hacerla lealmente la dieron vuelta para servirla a su favor. Si fuera "peronista", hubiera aceptado un sinnúmero de ofrecimientos pecaminosos que se me han hecho, de millones de pesos para financiar una campaña política, a quienes yo les he contestado: el aceptar un compromiso de esa naturaleza si yo tuviera las ambiciones que ellos me suponen, sería lo mismo que el pacto de Fausto, que para sobrevivir a la muerte era necesario entregar el alma al diablo, pero que el interés de los argentinos que son verdaderamente patriotas y desinteresados, no está en ganar una elección sino en asegurarle seis años de gobierno honrado al país, que sepa cumplir como hemos cumplido nosotros con los compromisos que contrajimos al hacer la revolución. Señores, estas son en pocas palabras nuestras aspiraciones políticas, y si Juan Pérez las va a cumplir yo votaré por Juan Pérez, pero si no aparece Juan Pérez y viene algunos de esos nuevos camaradas, que eran los antiguos oligarcas, confieso también que he de poner mi vida al servicio de la Nación, para que esos hombres no vuelvan al gobierno. Señores, yo solamente indico peligros; no hago personalismo que no me interesa, pero al indicar en palabras honradas y claras cual es nuestro pensamiento, creo interpretar a una enorme masa de hombres que tienen la misma aspiración que sentimos nosotros en esta casa y por la cual estamos trabajando incansablemente hace más de un año y medio. Sobre los resultados de este congreso de empleados mercantiles, yo solo puedo decir que los apoyo completamente, y la Secretaría de Trabajo y Previsión, de acuerdo con lo que es su misión específica ha de apoyarlos completamente con la misma fuerza y el mismo entusiasmo que lo harían ustedes mismos. Señores, éstas son nuestras ideas y nuestro sentimientos. En estos momentos parece ser que las fuerzas que combaten a ustedes y que nos combaten a nosotros, son las mismas. Tenemos un enemigo común, pero tenemos una enorme ventaje, nosotros estamos con la verdad, ellos están con la ambición del lucro y la avaricia. Por otra parte, en lo que a nosotros funcionarios toca, esta es una causa que hemos iniciado hace mucho tiempo y a la que hemos servido lealmente. Jamás, hemos cometido un acto que pueda desmentir esta afirmación que hago en este momento. De manera que es una causa en la cual hemos puesto nuestro sentimiento, que como valor moral, está bien al lado de las causas que son justas y que se estiman necesarias para la clase trabajadora del país. En ello, no hemos de ceder, porque somos hombres de una causa y no hombres de un interés. Por eso hemos dicho que no pedimos, ni indicamos ni insinuamos nada a nadie, porque no lo necesitamos. Estamos simplemente, detrás de una causa, que hemos de llevar adelante. Y los que crean en esa causa, y los que sientan esa causa como propia, estarán con nosotros; los que no la sientan -dije hace mucho tiempo en uno de los primeros discursos- los que no estén con esta causa o defiendan otra causa, no nos interesan en nuestro campo. La clase trabajadora se encuentra hoy frente a un grave problema: la continuidad en las conquistas sociales obtenidas, y asegurar la posibilidad de que ni por subterfugios legales o constitucionales se le reste ninguna de las conquistas que con todo mérito han alcanzado. Esos dos objetivos, enormemente importantes, tanto para la clase trabajadora como para el gobierno de la Revolución, que encaró la solución de ese problema sin interés, pero sí con sentimiento, necesita de los trabajadores una sola condición que les pido: es que se mantengan unidos para ser fuertes y defender sus propias conquistas. El día que nosotros desaparezcamos, quedarán ustedes librados a sus propios medios, y les advierto que el Estado ha impedido que esos poderosos enemigos que existen hayan podido incidir sobre las soluciones en bien de la clase trabajadora, cuestión que no estando nosotros, no podemos en forma alguna garantizar. Quedarán ustedes librados a sus propios medios. Esos medios serán fuertes, si están unidos y unificados, y serán débiles, tanto más débiles, cuanto más divididos y desunidos se encuentren. Ese es el consejo que todos los trabajadores de país han recibido siempre en esta casa, y quien pueda afirmar que alguna vez hemos incidido sobre los gremios o dirigido actividades de los gremios, en provecho de esta casa, falta a la verdad deliberadamente o se equivoca. Nosotros nos sentimos unidos a los trabajadores porque defendemos su derecho, y los trabajadores que reconocen esta acción de la secretaría, se sienten unidos a nosotros, porque nos reconocen como sus defensores y como sus amigos. Esos señores, es un fenómeno explicable y natural, que se trata de desvirtuar con calumnias de todo orden, tan en boga hoy, entre Santa Fe y Rivadavia, Callao y el Puerto; porque el resto del país, que yo pulso permanentemente no está en el mismo orden de ideas. El panorama posiblemente desde fuera de Buenos Aires, se ve mucho más claro que aquí mismo, como cuando uno está delante del sol, puede oscurecerse con la propia luz que el sol proyecta. Una vez más, para terminar, la Secretaría de Trabajo y Previsión, se une al placer que ustedes deben han de haber experimentado en la realización de este congreso, porque desde que estamos aquí, hemos ayudado y propugnado todos congresos que se han realizado por los distintos gremios, porque creemos que el entendimiento que de ellos surge es un factor de unidad y nosotros no hemos hecho otra cosa que propugnar, en todos los tiempos, la unidad gremial como una función fundamental de su capacidad y de sus posibilidades futuras. ........................................
1945-09-07
Discurso pronunciado por el coronel Perón durante el homenaje que le tributara la Asociación de Comerciantes y productores de Papas
Excelentísimos señores ministros, señor Interventor del Mercado Nacional de Frutos y Hortalizas, señores: Después de la brillante improvisación del padre Filippo desearía decir poco, de tan conceptuosas cuestiones en que él ha hecho correr su extraordinaria imaginación. Yo solamente agregaré que también respondiendo a una encíclica papal de León XIII, la Secretaría de Trabajo y Previsión desde sus primeros instantes propugnó la unidad entre todos los hombres de esta gran Nación: capitalistas y trabajadores, pueblo en general. Y esta magnífica conjunción de colaboradores para establecer una mayor grandeza nacional no se ha realizado en todas las oportunidades; pero esta magnífica fiesta pone en evidencia que tanto los productores como consignatarios comerciantes y exportadores de papas han sido, en mi concepto, los que integralmente han realizado de mejor manera este verdadero milagro de cooperación. Recuerdo que en los primeros días de la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión fuimos llamados a intervenir por primera vez en las inquietudes en que se encontraba sumido el gremio de productores y comercializadores de papa. Ello me llevó personalmente por primera vez al mercado del puerto, donde comprobé dolorosamente en que estado de abandono y de inescrupulosidad se desarrollaban las actividades y distribución y venta de la papa. Si ese día no hubiese pensado en que miles de productores de papa hubieran perdido su producto no hubiera titubeado en clausurar ese mercado aún cuando se perdiese todo el producto. Desde entonces hemos seguido desde la Secretaría de Trabajo todas las vicisitudes de este gremio. He asistido a numerosas conferencias de carácter técnico con que siempre quisieron demostrarme la imposibilidad de realizar lo que hoy se ha realizado. En ellas he observado infinitos diagramas que indicaban el camino recorrido por la papa desde el productor hasta al consumidor, tratando al intermediario o descartándolo. Francamente nunca quedé convencido de que ello fuera la culpa de toda la inquietud que regía en este aspecto de la vida nacional. Napoleón dijo señores, una vez, en una de sus colosales sentencias "los hombres no son nada, el hombre es todo". Ha bastado que el señor Bracamonte se hiciera cargo de la intervención de este mercado para que todas las dificultades existentes hayan desaparecido: el mercado de patatas ha encontrado su hombre. Celebro poder en esta reunión, de un inmerecido homenaje, inmerecido porque no creo que los homenajes cuadren a los funcionarios que tienen la obligación de cumplir con su deber; entiendo que todos estamos empeñados en un mismo esfuerzo para bien del país: los que producen, los que comercializan y lo que consumimos. Lo único que necesitamos es que poco a poco vayan desapareciendo aquellos que consumen sin producir. El problema de los mercados de frutas y hortalizas, que han tropezado hasta ahora, con grandes desventajas y han producido grandes perjuicios, desde el pequeño distribuidor hasta el productor en gran escala, ha de resolverse en mi concepto a breve plazo, ya que podemos anunciar que antes de seis meses hemos de iniciar la construcción del gran mercado de frutas y hortalizas. Señores, es extraordinariamente grato a mi espíritu, presenciar esta reunión de caballeros, que tras de un ideal común, han llegado a entenderse, compenetrándose en sus propios problemas, y marchando todos tras un sólo objetivo, en una misma dirección, con una misma ansia de superación y de amor a nuestra patria, que puedo augurar que si todo se desarrolla y desenvuelve de esa manera, han de triunfar, ustedes en sus justas aspiraciones, y ha de triunfar la patria cuando encuentre los esfuerzos unidos y mancomunados como en este caso. Agradezco señores, profundamente esta demostración, que son nuevas fuentes de energía para nuestro espíritu, que si no se ha debilitado ha sufrido ya, los quebrantos de tantos inconvenientes. Estas demostraciones, son verdaderos oasis en medio de este estéril desierto de la crítica inconstructiva a que debemos estar acostumbrados los gobernantes. Y yo agregaría finalmente a esas tres magistrales condiciones del gobernante que ha mencionado el padre Filippo; además de esas tres, el gobernante necesita tener una inquebrantable voluntad para vencer los escollos que ponen siempre los hombres de mala voluntad a los que pretenden imponer una buena voluntad en la vida. Finalmente señores, hago votos y pienso augurosamente, en la marcha de esa intervención que ha de llevar a buen puerto la nave llena de ilusiones y de aspiraciones, que este esforzado gremio ha puesto en este funcionario, que desde ya, descarto en absoluto que obtendrá un éxito jubiloso. ....................................................
1945-09-12
En un acto organizado por la Unión Tranviarios en la Secretaría de Trabajo y Previsión
Recibo el memorial para la Secretaría de Trabajo y Previsión, con la misma predisposición de ánimo que se reciben en esta casa todas las peticiones justas que, como funcionarios del Estado, estamos en la obligación consignar, de defender y llevar adelante. El gremio de transporte de la ciudad de Buenos Aires, atraviesa en estos momentos por una crisis que es común a casi todos los gremios de trabajo de la República. Yo explicaré en pocas palabras porque sucede en estos momentos este fenómeno. Hemos propugnado desde el primer día en esta casa, la necesidad imprescindible de que los gremios, y los trabajadores en general, estrechen su contacto y se unan indestructiblemente para conseguir lo que en justicia les corresponde y para conservar en el futuro esas conquistas. Las fuerzas que hoy emplean ingente cantidad de dinero, que es la única virtud de algunas personas: poseer dinero; lo gastan a manos llenas. Entran desde el exterior al país, enormes cantidades de dinero, y ese dinero está volcado para introducir dentro de los gremios una cuña, que ha de dividirlos y llevarlos a la debilidad que será su propia ruina en el futuro. Movimientos hasta hoy desusados comienzan a hacerse presente, bajo diversas mentiras por bandera. Unos hablan de democracia, nosotros la estamos haciendo. Normalmente estamos acostumbrados a recibir los petitorios de las organizaciones obreras. Sabemos bien, cuando un petitorio se presenta para una justa aspiración de un gremio, de otro que preconcebidamente va presentado para que no pueda ser aceptado. Este juego es demasiado conocido para que puedan engañar ni a la Secretaría ni a los mismos gremios obreros. Las huelgas de carácter político no pueden sino perjudicar a la clase obrera buscando la destrucción de los propios gremios, porque cuando se pide una cosa injusta; o se pide una cosa que de antemano se sabe que no ha de aceptarse; o cuando aún excediendo los límites por congeniar se acepta, al día siguiente se dice, !no! ahora queremos tal otra cosa, es porque preconcebidamente se va a provocar un conflicto y no a buscar una solución para el gremio. Contra esas maniobras, no hay más que una sola contestación: la unidad del verdadero gremio. Unir y mantener orgánicamente constituido el gremio detrás de los dirigentes que no los engañaron. Ese gremio de autotransporte de la Capital Federal, es en nuestro sentir, un clásico ejemplo de lo que es un gremio democráticamente constituido. Están presentes, todos los que hayan llegado a esta casa, para saber si alguna vez ha existido acá alguna presión para dirigir al gremio. El gremio se ha organizado sólo, y las autoridades que lo representan son las legítimas, de acuerdo con sus estatutos y nadie, en ninguna forma, ha presionado para sacar a tal o cual dirigente de la dirección, o para poner a tal otro o cual dirigente al frente de la organización. Se explicará, como es de anacrónico, el que los hombres que en nombre de la democracia quieren arrojar violentamente del frente de la organización, a una mesa directiva que ha sido elegida legal, sincera y justamente por la mayoría de sus asociados. Señores, para terminar, quiero decirles con la misma sinceridad, con la misma lealtad que yo siempre he hablado a los trabajadores en esta casa, sin pedir -entiéndase bien-, sin pedir nada: nosotros hemos sido leales con los trabajadores, en cuya defensa estamos empeñados, y queremos solamente que los trabajadores correspondan a esta, nuestra lealtad, con la suya. Asociarse en estos momentos con la oligarquía que ha esclavizado a las masas de trabajadores, es un anacronismo que no resiste el menor análisis. Los trabajadores deben de pensar, que ese apoyo puede resultarles en el futuro, el propio yugo al cual han de ungirlos para seguirlos explotando en la misma forma inicua que fueron explotados en el pasado. Eso es lo que queremos defender. Queremos para nuestro país el gobierno de la representación real del pueblo, especialmente del pueblo que trabaja. No propugnamos ni queremos imponer absolutamente nada que no surja realmente del pueblo, pero sí estamos firmemente decididos a no permitir que nadie, por ningún medio, pueda imponer a quien no imponga el pueblo en forma directa. Y termino con un consejo gremial. Cuando los trabajadores piensen en sus conquistas, recuerden que la Secretaría de Trabajo y Previsión no ha realizado sino una mínima parte del programa que se ha trazado. Es necesario todavía perseverar para completar nuestros planes, que son enormemente superiores a todo cuanto se ha realizado. Debemos imponer definitivamente en el país los principios éticos del trabajo que estamos defendiendo hace casi dos años. Es necesario llegar a la elevación máxima de la cultura social del país, a la dignificación absoluta del trabajo y a la humanización, que pese a las resistencias, a la humanización del capital que ha de llegar, pese a quien pese y resista quien resista. Recuerden y difundan entre sus camaradas la necesidad de gravarse el programa de acción que ha de desarrollarse en el sentido de la justicia social de los trabajadores argentinos. No hay que creer que reclamar un salario, es todo cuanto debe hacerse en el sentido de elevar la cultura social de las masas, ni de conseguir las conquistas materiales a que el trabajo da derecho. Es necesario pensar que hay un programa integral que defender. Ese programa integral toma todo cuanto se refiere a la organización del trabajo; organización del trabajo que no solamente quiere decir tener un taller en condiciones para no enfermarse o para no trabajar en exceso. La organización del trabajo va mucho más allá. Es necesario asentar una legislación del trabajo, completarla, terminar con las bases jurídicas del trabajo argentino, desarrollar el derecho del trabajo, defender las asociaciones obreras, que es también una parte del trabajo. Nosotros hemos defendido acá las asociaciones obreras y hemos llegado hasta a estructurar un estatuto de las asociaciones obreras, para que en el futuro nadie pueda discutir a los trabajadores argentinos su derecho de agremiarse, de unirse, y de defenderse por sus propios organismos. Todo eso representa la organización del trabajo. Todo eso representa defender la organización del trabajo. Para la Secretaría de Trabajo la organización obrera es una necesidad imprescindible. ¿Como controlamos cincuenta o cien mil fábricas? Tendríamos que tener cien mil inspectores. La organización obrera es nuestro mejor inspector, para que cuando no se cumpla la ley, llegue a la Secretaría, por vía de ese organismo, que debe ser sagrado para el Estado, la denuncia de donde se viola ley. Además de esta organización del trabajo que comprende cincuenta tópicos, que paso por alto en bien de la brevedad, existe la organización del descanso que asegura la salud, la continuidad del trabajo y el respeto a la condición humana del trabajador. El descanso diario, hebdomadario, anual, las expansiones a que tiene derecho el hombre que trabaja, organizadas por las asociaciones especialistas en eso. En tercer término, la organización de la previsión social, que el gremio tiene la obligación de vigilar y de defender en bien de sus asociados. Ello comienza con el ahorro del hombre que es el primer grado de la previsión social. Cuando terminan las posibilidades del hombre comienza la mutualidad dentro de la agremiación, para que esa mutual se haga cargo de los problemas que el hombre en sí, por sus propios medios, no puede resolver; y, en tercer término, la previsión social organizada por el Estado para satisfacer todas las otras necesidades a que el individuo ni la colectividad puede hacer frente. Dentro de eso, asegurar que cuando el hombre termina el trabajo de su vida, por incapacidad o por vejez, no sea abandonado a sus propios medios y tenga su jubilación y su pasar a que se ha ganado por el trabajo de toda su vida. Todo esto está ligado a la obligación del Estado, pero esa obligación del Estado no libera al sindicato de su propia obligación. Porque ustedes saben por experiencia que cuando los sindicatos no presionaron, cuando los sindicatos no mantuvieron despiertos a los poderes públicos y a los poderes patronales, ninguna de esas cuestiones de trabajo, descanso y previsión, fueron muy felizmente resueltas para los trabajadores. Ello impone la necesidad de propugnar en el futuro como una organización con fuerza de Estado, a cada uno de los sindicatos obreros. Señores, hace un año y medio que estamos luchando por eso. Llegamos a este momento de la vida argentina y tenemos fe en el buen tino y en el juicio de los trabajadores. Si mañana todas estas nuestras conquistas y todo lo que podríamos hacer todavía, lleguen a derrumbarse, habrá un solo culpable: la masa trabajadora que no ha sabido comprender su problema. Señores, nunca es tarde cuando la dicha es buena. La responsabilidad que carga sobre todos nosotros en estos momentos, está en asegurar ese futuro a las masas trabajadoras argentinas. Nosotros seremos responsables ante la historia si habiéndosenos presentado esta oportunidad brillante para resolver nuestros problemas, por incomprensión, por venalidad, o por cobardía, no hemos sabido vivir la hora a la altura de las necesidades históricas del momento. Señores, los que nos hemos embanderado en esta lucha social, que creo que es definitiva para la Nación, debemos seguir imperturbables en nuestra obra. Que no vengan los agitadores de extrema derecha que ya nos desilusionaron muchas veces, ni los de extrema izquierda, que quieren hacer un experimento con nuestras masas. Sabemos a qué atenernos. Conocemos cuales son los objetivos que hemos de conquistar, y ninguna influencia, que no sea la influencia que la Nación dicte con sus necesidades, debe llevarnos hacia otros campos, y menos aún, al más peligroso de todos: al de la disociación de las agremiaciones, porque ello dictará, primero un período de debilidad y después un período definitivo de muerte para las agrupaciones obreras. Yo he notado en todo esto una maniobra que comienza a perfilarse. Y es curioso, esos señores tratan de presionar a sus camaradas en forma prepotente. ¿Como es posible que se pueda admitir en un país civilizado que cuatro señores, a quienes se les paga, puedan producir una escisión en un gremio compuesto de cientos de miles de trabajadores? Es necesario reaccionar contra la debilidad, contra la cobardía o contra la indiferencia. Cada uno ha de defender su puesto en la vida, y el que no sepa defenderlo, será juguete de un destino que no le podrá ser nunca grato en el futuro. El país vive días de lucha. Vivimos tiempos para hombres guapos y no para cobardes. Cada uno ha de defender sus derechos, si es ciudadano libre de esta república libre, sin interferencias de ninguna clase. Primero hemos de asentar, que para ser libre lo primero es sentirse libre, y lo segundo defender por todos los medios la libertad. Y la libertad, señores, se defiende en el campo, en el taller, en la calle, en la casa y en todas partes, porque no se puede aceptar que uno sea libre en su casa mientras es esclavo en otra parte, o en el taller, en la calle o en otro lugar. Es necesario que los obreros comprendan y conozcan esto. Seguir adelante con esta organización y defenderla señores. La libertad individual es base de la libertad colectiva. Señores, para terminar quiero recomendarles una vez más, defiendan su organización, si los agentes del desorden y la disociación llegan a abrir una grieta, puede en poco tiempo puede desplomarse lo que tanto tiempo de trabajo les ha costado. ........................
1945-09-18
Mensaje radial a todo el país con motivo de la "Marcha de la Constitución y la Libertad"
En primer término deseo agradecer muy vivamente, la presencia, de numerosos trabajadores en nuestro recinto. Ello me recuerda, los hermosos días pasados en esta Secretaría, compartiendo nuestros trabajos, con los hombres auténticamente trabajadores de nuestra tierra. Hombres y mujeres de la República, trabajadores argentinos: dentro de breves horas, distintas calles de la Capital Federal, habrán de constituirse en escenario para el anunciado desfile de la "Marcha por la Constitución y la Libertad". En verdadero alarde de propaganda, por sus organizadores y propulsores, esperan, al conjuro casi mágico de ambos vocablos, lanzar el pueblo a la calle como si fuera necesario convocarlo a somatén, para evitar algún grave peligro que estuviera amenazando la estructura de la República. Porque a pesar de sus tonalidades casi heroicas, la anunciada convocatoria sólo encubre un acto más de la lucha sin cuartel de oscuras fuerzas de regresión que están librando contra el gobierno a través de una táctica que consiste en atacar por oleadas para tratar de derribarlo, es que en mi carácter de secretario de Trabajo y Previsión, he creído necesario adelantarme al acontecimiento denunciando ante la opinión sana del país, cuál es su verdadera finalidad, con objeto de que nadie pueda llamarse a engaño y las masas trabajadoras en general queden advertidas de los oscuros móviles que se persiguen con esta nueva maniobra. Desde que la Revolución del 4 de junio apagara los impulsos de su propio alumbramiento, para iniciar la tarea de la reconstrucción moral, política y económica del país, propugnando la reforma de los viejos métodos y sistemas que mantenían a la República anquilosada, frente al violento precipitar de los acontecimientos mundiales, un oscuro sector de las fuerzas vivas, que jamás había sido controlado medularmente por gobierno alguno, se dispuso a la batalla, intuyendo el peligro y en resistencia solapada primero, y manifiesta, después, comenzó a moverse para enfrentar la acción del gobierno. Sus tácticas, orientadas por dirigentes que constituyen una genuina expresión de la oligarquía criolla, económica y política, no fueron en momento alguno expresiones de un juego limpio, que el gobierno hubiera deseado observar, para invitarlos a la colaboración que ningún argentino tiene derecho a negarle a la República. Por el contrario, todos los esfuerzos realizados para llamarlos a la realidad de una hora que está marcando la iniciación de un nuevo ciclo en el mundo entero, fueron contestados por ellos, con artimañas políticas y económicas y un egoísmo injustificable. En lugar de comprender que el viejo apotegma marxista de la lucha de clases, había caído derrotado en los albores de este siglo por el más humano y valiente de la colaboración, que permite mantener cordiales relaciones entre el capital y el trabajo bajo la regencia tutelar del Estado, se resistieron a todo llamado a la compresión, que al precio de algunos puntos menos en sus altos dividendos, habría de permitir al gobierno expandir por todos los ámbitos de la patria, un poco más de la justicia social que nuestro pueblo, manso y sufrido, venía reclamando humildemente, sin dejarse tentar por los ejemplos de otras tierras donde el mismo fruto, en lugar de esperarse se arranca. Al principio, aquellos representantes de la oligarquía económico- política, ensayaron la vieja táctica con que siempre habían logrado contentar y entretener a los gobiernos, es decir, se avinieron a formar parte de los organismos oficiales, e intervinieron en la solución de algunos problemas, que ellos mismos impugnaron después, demostrando con ello no sólo deslealtad en los procedimientos, sino además el preconcebido propósito de perturbar e impedir el logro de conquistas sociales indispensables para que el trabajador argentino comience a sentirse orgulloso de habitar y haber nacido en esta tierra nuestra. Descubiertos en este juego poco sincero por el gobierno, cambiaron de inmediato su táctica, y se lanzaron al ataque violento de la Secretaría de Trabajo y Previsión, por intermedio de numerosas solicitadas, que este organismo contestó de inmediato, sin rehuir la invitación al lance, mientras que los trabajadores jerarquizados ya en su propia y verdadera personalidad, comprendiendo el peligro de aquellas actitudes audaces, descendieron también a la contienda y, recogiendo el guante, no sólo expusieron ante la opinión la voracidad insaciable de ciertos capitales, mostrando como muchas veces sus ganancias anuales los sobrepasaba en el monto invertido, sino que, además, se corporizaron en un movimiento multitudinario que enmarcó en el ángulo de dos calles porteñas, Diagonal Norte y Florida, la realidad palpitante de doscientos mil trabajadores, pura pulpa vida de auténtico pueblo, demostrar su existencia como fuerza potencial dispuesta a expandirse quizá en la última de las instancias. Con la evidencia de aquella concentración, que hacía varios años no contemplaba la capital de la República, comprendieron que habían perdido su primera batalla, y ensayando ante el gobierno, explicaciones que tomamos con beneficio de inventario, se recogieron en un silencio temporario, alterado por el temor de que la Secretaría de Trabajo y Previsión concretara en realidad, el proyecto de aumento de sueldos y participación en las ganancias para los empleados de comercio, que por entenderlo justo, propugna en estos momentos ante el poder ejecutivo, seguro de que habrá de convertirlo en realidad, para terminar así con sueldos inconcebibles, que a veces sólo alcanzan a cincuenta pesos o sesenta pesos mensuales. Ya recordé anteriormente que la táctica ensayada por aquel sector plutocrático, consiste en atacar con oleadas de agitación popular que disimulen la presencia de su sórdida avidez y, en consecuencia, estamos hoy en presencia de un nuevo intento para reconquistar de golpe, el terreno perdido en dos años de acción revolucionaria. Cohesionados con ciertas figuras políticas de un pasado que no les permite posibilidades futuras; con otras apolíticas quizás más perniciosas que las anteriores, porque sin ninguno de los peligros que acechan al combatiente, viven medrando al amparo de todos los gobiernos, y ayudadas, en fin, por determinados agentes foráneos, han logrado preparar un plan que en la técnica de una activa y costosa propaganda, aplaudida con rara unanimidad por ciertos sector del periodismo, se va a poner mañana en marcha con el desfile ofrendado a la constitución, cuyo respeto místico nos sacó de los cuarteles, y a la libertad, que los militares argentinos entendemos, no como un recurso retórico, sino como la levadura santa que permite saturar de dignidad a la vida, y sin la cual, es preferible es morir, para lograrla lo mismo entre los pliegues metafísicos que delinean al espíritu. Estamos pues frente a una nueva maniobra, la derrota ulterior les aumentó el coraje, y hoy no atacan ya a la Secretaría de Trabajo y Previsión, sino al gobierno mismo, sobre el conjuro de una constitución que escarnecieron con el fraude y la violencia y de una libertad a cuya sombra edificaron posiciones personales de verdadero privilegio político y económico. Con serena firmeza y ante el superior tribunal de mi pueblo, cuya sentencia espero tranquilo en el presente y en el futuro, porque siempre habré de servirlo con auténtico cariño fraterno, cualquiera sea el retén donde me encuentre apostado como soldado, debo denunciar algunas etapas preparatorias del desfile que culmina mañana, y de otros actos que habrán de sucederle. El viernes 14 próximo pasado, en el local de la Bolsa de Comercio, a las 15 y 30 hs., se reunieron en sesión secreta los delegados de las entidades que componen la junta ejecutiva de la asamblea permanente del comercio, la industria y la producción. Numerosos fueron los miembros presentes, cuya nómina conoce el gobierno, determinados oradores con extraña vehemencia propugnaron el cierre total para el día 19, otros sostuvieron que se realizara a las 11. Alguien reparó que la proposición resultaba peligrosa pues el numeroso personal licenciado a tal hora optaría por volver a sus hogares sin retornar al centro de la ciudad a la hora del mitin, y por último resolvióse cesar las actividades a las 14.30 hs. Luego pues por curiosas circunstancias, se espera el apoyo de aquellos cuyo estándar de vida procuramos legítimamente elevar, para intentar con la presencia de los mismos una vez más, jaquear al gobierno. Sólo el pueblo habrá de dar al respecto la última palabra, que confiada en su instintivo sentido del rumbo, espera la Secretaría de Trabajo y Previsión. Entretanto sepa también el mismo pueblo, que en la semana anterior determinadas figuras, expresión genuina de aquél sector oscuro que se resiste a la colaboración, buscando con ansias de lucha despiadada contra el gobierno, reunidas en un escritorio particular, han constituido doce teams integrados por dos personas cada uno, para iniciar subrepticiamente ciertas actividades de sabotaje a la obra social del gobierno y recolectar fondos de fuertes firmas comerciales e industriales para lograr el dinero necesario que les permita mantener una lucha solapada y violenta, impropia por ello de argentinos en cuya tradición histórica solo se amojonaron escaramuzas y entreveros caballerescos, realizados de frente y a cara descubierta. Consciente de mi responsabilidad, como integrante de un gobierno, que mira el futuro argentino levantando la vista una línea más arriba que la del horizonte, he querido que el pueblo, en general y su sector de obreros y trabajadores en particular, conozca esta combinación oscura de elementos foráneos, espíritus reaccionarios, políticos desahuciados y plutócratas egoístas, que viven enquistados desde hace años en organismos representativos del comercio, la industria y la producción, cuyos derroteros entorpecen, quebrándoles la línea de lo que debía ser una límpida trayectoria al servicio del país. Así, no por acción del gobierno, sino por la actitud de aquellos sectores reaccionarios, podrá saber mañana nuestro pueblo, a quien debe el no poder vivir exactamente sobre el meridiano de su destino promisorio. He dicho muchas veces a los trabajadores argentinos, que deben ellos mismos defender las conquistas logradas sino quieren verse despojados de las mismas a corto plazo. Hoy les recuerdo, con idéntica lealtad, que si las primeras etapas de la lucha fueron superadas merced al buen tino, a la decisión y la prudencia de que hicieron gala, para lograr el éxito en la batalla por venir, es necesario que se mantengan vigilantes a la influencia de doctrinas extrañas que buscan atomizar los movimientos obreros para después coparlos, y además mostrarse unidos frente a ciertos sectores económicos regresivos, que se resisten a ceder una parte ínfima de sus cuantiosas ganancias, para que sus colaboradores obreros puedan sentir un poco más hondamente la alegría de vivir en esta tierra privilegiada. Con el apoyo del enorme y apretado haz de voluntades que integran la masa obrera argentina confío seguir manteniendo en alto la bandera de otras reivindicaciones sociales a lograr para el trabajador urbano y el rural; completar un plan integral de previsión social; convertir en realidad la vieja añoranza de que la tierra deben dejar de ser un bien de renta y tornase en un bien de trabajo; lograr que desaparezca definitivamente de los campos el sufrir de millones de argentinos que viven el dolor de la tierra, y conformar por fin, nuestro programa definitivo de reformas sociales, que habrán de consolidarse después, en la decisión política que sepa dar el pueblo, cuando próximamente sea convocado para las futuras contienda electorales. A ellas deben lanzar los trabajadores argentinos el peso cuantitativo de sus honradas decisiones, ya que sólo así alcanzarán a ser los artífices de sus propios destinos. La Secretaría de Trabajo y Previsión, que siempre ha tutelado y defendido lealmente los intereses de los trabajadores argentinos, está en la obligación de evitar, que la actual perturbación, de una propaganda virulenta como uniforme, pueda perturbarlos en sus actividades futuras, y los lleve a caer en manos de mentidas orientaciones políticas circunstanciales, que fatalmente provocarán la pérdida de todas las conquistas logradas en la dura lucha de los últimos dos años; así como alejarán definitivamente la esperanza de obtener otras, planeadas para el curso de los días futuros. Muchos miles de trabajadores esperan de nuestras energías e inquebrantable voluntad, mejores condiciones de vida para ellos y sus familias. Afirmo hoy, una vez más, que no esperan en vano; unidos a vosotros en la verdad y con el inmanente concepto de la justicia por guía, formamos un todo que nos torna suficientemente fuertes como para mirar tranquilos la lucha futura. Trabajadores argentinos: mañana puede haber desórdenes y quizá lucha; se realizará en un campo tremante de pasiones políticas extrañas a vosotros y a vuestros intereses, pero no importa; observad atentamente el desarrollo de los acontecimientos y comprobaréis el clima exacto del instante en que vivimos, donde se intenta debatir torcidamente cuestiones que son ajenas a nuestros intereses específicos y al sereno destino de la nación misma. Nosotros, por nuestra parte, seguiremos vigilantes y listos para actuar siempre que sea necesario, vosotros en cambio practicaos la consigna del trabajo a casa y de casa al trabajo. Unidos así, esperemos férreamente y con firmeza el mandato de los días futuros, que a pesar de los oscuros pelajes donde aparentemente se ausculta la lejanía, yo aspiro plenos de luz y grávidos de bienaventuranzas para vosotros, para el pueblo todo y para el mismo futuro luminoso de la patria. ..................
1945-09-22
Mensaje radial dirigido a los obreros de Salta :
Trabajadores de Salta: Contesto emocionado vuestro mensaje de recuerdo y aplauso a la Secretaría de trabajo y Previsión y os retribuyo con un estrecho abrazo el saludo que nos enviáis desde la legendaria tierra de Güemes. Siento como propio el dolor de esa tierra espoleada y escarnecida en los descendientes de aquellos gloriosos gauchos, con quienes todos tenemos en esta patria una inmensa deuda de gratitud. El enfoque del problema social y político que os termino de escuchar es exacto y me llena de satisfacción que en lejanas regiones tengan los trabajadores conciencia formada sobre una obra de deformación de la realidad y del engaño descarado en que se encuentran empeñados algunos malos elementos políticos, oligárquicos y capitalistas, con los que cooperan otros no mejores elementos de la propaganda, el periodismo y la difusión en general. No es precisamente a base de falsedades y calumnias que se puede construir algo duradero y estable. Marchamos dentro de la evolución del mundo. Tenemos un gran ideal por guía y un entusiasmo inextinguible constituye nuestra fuerza motriz y por sobre todo, esgrimimos una verdad irrebatible como arma de lucha. Así unidos y decididos somos insensibles. Algún día sabrán en nuestra tierra los que se oponen a las conquistas sociales que propugnamos lo que vale y representa un pueblo de trabajadores unidos por sus verdaderos ideales. Algún día han de avergonzarse muchos de los que hoy nos combaten por incomprensión o por avaricia. El futuro es nuestro porque el mundo ha demostrado ya en los lejanos países del viejo mundo, que una evolución incontenible barre con todos los egoísmos mezquinos para que todos seamos más hermanos y más justos en la coparticipación de los esfuerzos y las satisfacciones. La Secretaría de Trabajo y Previsión recién comienza su verdadera obra y tiene por delante un largo camino para recorrer. En primer término los obreros, cuando acostumbran a pedir reivindicaciones que están todavía dentro de la órbita sometida y retrasada a que han sido acostumbrados por nuestras nefastas costumbres de conceder milímetros cuando se podían dar metros, sin poner en peligro ninguna hacienda ni ninguna heredad. La Secretaría piensa, y así ha estructurado sus planes, que es necesario que la justicia social sea integral, porque cuando la justicia es parcial, deja de ser justicia. Al estructurar sus planes generales la Secretaría de Trabajo y Previsión ha querido recordar a todos los trabajadores argentinos que es necesario ir pensando y penetrando los planes que se han difundido, de los cuales depende la conformación del presente y constituyen las posibilidades y esperanzas de futuro de la clase obrera. Nuestros planes -y acostúmbrense los trabajadores a verlos integralmente- forman una base ética y una organización integral del trabajo; una organización integral del descanso; una organización integral de la remuneración y una organización integral de la previsión social. Todo ello constituye la justicia social y si se le quita una sola de sus partes, deja de ser justicia por haber fragmentado lo que es infragmentable. Los principios éticos que hemos enumerado: elevar la cultura social, dignificar el trabajo y humanizar el capital, tres verdaderos postulados, forman un verdadero plan que se dirige primero al alma de los hombres y a sus valores eternos, después la organización del trabajo en sus innumerables aspectos que suman la totalidad de esta rama, ya sea en la administración laboral, en la organización profesional, en el contrato individual del trabajo y en el orden interno de los lugares de trabajo, en la duración del trabajo, en los accidentes del trabajo y en la precisión y reparación de los mismos; en el régimen legal de las asociaciones profesionales y en la fuente del derecho del trabajo argentino. Es necesario recordar que defendemos íntegramente toda esta organización, donde las instituciones obreras, los sindicatos, las federaciones y confederaciones tienen para nosotros una presencia especial porque queremos ver a la masa trabajadora argentina organizada. Estamos creando ya un decreto-ley sobre el régimen legal de las asociaciones profesionales que garantice a nuestros sindicatos, para que no vuelva a producirse lo de nuestra historia social: la persecución sistemática contra la organización obrera, como si se tratase de una asociación ilícita. Tendrá dentro de la ley argentina su lugar y su personalidad gremial que garantice su funcionamiento y que le atribuya y le haga respetar derechos como representante de los verdaderos trabajadores. Sobre esto es necesario pensar también en la organización del descanso, que comprende el descanso diario, el descanso hebdomadario, lugares de esparcimiento, descanso anual con el turismo obrero, los descansos extraordinarios y otros. Esto debe organizarse en forma tal que ninguna parcialidad pueda restringir los derechos al descanso higiénico y fisiológico que el que trabaja desde tener asegurados con un régimen legal dentro del trabajo mismo. En la organización de la remuneración -hay remuneraciones directas e indirectas- comprendemos los salarios: mínimo, vital-móvil, familiar; tarifas de salarios según lugar y tiempo, actividad, habilidad y rendimiento; las formas de pago, los salarios en especie, los servicios sociales en los establecimientos y patronos medios de remuneración indirecta. La organización de la previsión será, tal cual la entendemos nosotros, que comienza en su primer grado por la organización del ahorro, continúa con la organización de la mutualidad y finaliza con la previsión social a cargo del Estado, lo que comprende la vivienda, los seguros los sociales, los seguros por actividad y régimen de jubilaciones; también la asistencia social y la medicina social. Entendemos que los obreros deben conocer este plan de estructuras en la realidad de sus formas. Frente al Estado, frente a los patronos, los obreros tienen derechos irrenunciables. En manos de ellos está el ir consiguiendo paulatinamente todas estas conquistas que hemos enumerado. De todo esto sólo hemos realizado una mínima parte en la Secretaría de Trabajo y Previsión, y estamos realizando esfuerzos por seguir adelante para dejar un mayor cúmulo de obra cumplida y asegurar que esa esperanza, que nuestros sufridos trabajadores han alentado durante tantos años en un régimen de depresión, pueda ser realidad con esta labor de la Secretaría de Trabajo y Previsión, a quien compete tal obligación como organismo del Estado creado puramente a ese efecto. Los obreros deben defender lo conquistado como a su propia vida, porque ello representa la tranquilidad y el futuro de sus hijos y sus nietos. Deben también unirse y definirse para realizar los planes de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Los trabajadores del campo y las ciudades han de unirse para vencer a la oligarquía. Propugnamos el campo propio. La tierra debe ser del que la trabaja y no del que la explota. Ello lo dará la reforma agraria ya iniciada. El obrero industrial y comercial, como el obrero campesino, deben obtener todas las mejoras de nuestro plan. Para ello deben unirse con la Secretaría de Trabajo y Previsión y, juntos todos, cortaremos una a una las numerosas cabezas de la serpiente que nos amenaza. O cae la oligarquía o caemos nosotros. Ese es el dilema. Para terminar, quiero hacer llegar a los obreros de Salta un grande y afectuoso abrazo y saludos de agradecimiento a los funcionarios de la Secretaría de Trabajo y Previsión de esa provincia y a los hombres de gobierno de la misma, que junto con ellos están empeñados en una obra de justicia social y una mayor felicidad de los criollos de esa tierra, que viven y vivirán siempre muy cerca de nuestro corazón.
1945-09-24
En un acto organizado por la Unión Obreros de la Industria Maderera
Con gran placer recibo esta petición del gremio maderero, a la que trataremos de darle una marcha rápida para llegar cuanto antes a las soluciones satisfactorias que la Secretaría está en la obligación de realizar en un tiempo que para nosotros resulta un verdadero tirano, ya que estas cosas debían haberse realizado hace muchos años; y lo que no se ha hecho en cuarenta o cincuenta años, nosotros estamos obligados a hacerlo en corto espacio de tiempo. Aprovecho la oportunidad de encontrarse reunidos aquí todos los delegados para enunciar, siquiera sea brevemente, los problemas que debemos enfrentar desde el gobierno y particularmente desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Esos problemas interesan, más que a la Secretaría, a toda la clase obrera argentina. Estamos formando una conciencia social en base de los tres postulados básicos de nuestra justicia social. En lo ético, y en primer término, la elevación de la cultura social entre las masas argentinas; en segundo lugar, la dignificación del trabajo; y en tercer lugar, la humanización del capital. En ello estamos empeñados y llevamos un ritmo de organización bastante acelerado y agudo. Desearía que la clase trabajadora penetre perfectamente bien los problemas básicos de esta hora para que, si lo cree justo, y está de acuerdo con ese programa, lo defienda en toda circunstancia y lugar. Nuestra revolución ha tenido un contenido económico, social y político, que hemos ido realizando paulatinamente durante estos dos largos años de trabajo. En primer lugar está programa comprendía una reforma rural. En segundo lugar una reforma industrial, es decir una reforma de la producción multiplicada por la industrialización para aumentar el poder detrás producción de la riqueza, y con ello del patrimonio nacional. Y en tercer lugar una reforma social que habría de aprovechar los frutos de las dos reformas anteriores en favor de la elevación del estándar de vida de los trabajadores y di la mejor retribución de sus esfuerzos. Este era el orden de nuestro plan. Preparar primero una reforma rural que aumentase la producción, ya que tenemos en nuestro país tanta región sin explotar. El fenómeno demográfico en el país se traducía en estas cifras: hace veinte años el 70% de la población argentina estaba en el campo y el 30% estaba en la ciudad. Hoy, el 74% está en las ciudades y el 26% en el campo. Sin una reforma rural adecuada que devuelva a la gente al campo, tendremos dos graves inconvenientes: el principal, que dentro de diez años, si esto sigue, va a ser imposible vivir en las ciudades porque nos vamos a devorar unos a otros. El segundo, que con la afluencia extraordinaria de campesinos a las ciudades se establece una competencia o concurrencia de mano de obra que, de acuerdo a la ley de la oferta y la demanda, hace que los salarios desciendan verticalmente. Es decir que era básico producir una reforma rural en primer término. En segundo término, figuraba la reforma industrial, que yo aclararé con un ejemplo. Tenemos un quintal de maíz tal cual produce el chacarero. Vale diez pesos. De ahí va a quemarse, o a los cerdos y se pierden nueve de cada diez pesos. En cambio, cuando este maíz se industrializa, extrayéndose de él numerosos subproductos llega a valer cuarenta pesos, es decir cuatro veces más. Ese mayor valor de la producción, incrementado por la industrialización, permite cumplir la tercera etapa de la reforma integral, es decir la reforma social, porque es indudable que si el maíz, en lugar de hacerle rendir diez, le hacemos rendir cuarenta, el obrero que interviene en ese proceso productivo e industrial podrá recibir un mayor salario, sin que esto perjudique en forma alguna el equilibrio económico del país. Esto que parece extraordinariamente simple es muy complejo en su aplicación. En lugar de iniciar la reforma por lo rural, y seguir por lo industrial, yo invertí los términos y empecé por la reforma social. ¿Por qué lo hice? Primero, porque era posible hacerlo, dada las enormes ganancias de la industria argentina, desmesuradamente grandes, que no podían verse perjudicadas con la mejora de los salarios y la situación de vida de los trabajadores; segundo, porque yo no soy hombre de partido y no tenía tras de mí, ningún contrapeso partidario, ni ningún compromiso que me impidiera realizar esa obra. Si yo hubiera iniciado en primer término la reforma rural, los chacareros y colonos hubieran victoreado al gobierno de la Revolución del 4 de junio, pero cuando se produjo la violenta oposición de las fuerzas vivas, de nada hubiera valido que el chacarero estuviera conforme y de acuerdo con nuestra obra, porque no hubiera venido de la chacra para apoyar nuestra acción. Entonces, yo debí primero, trabajar para obtener el apoyo de la masa trabajadora urbana, que está aquí presente como están ustedes. Recuerden ustedes que cuando se percibió con mayor fuerza nuestra reforma social, las fuerzas vivas produjeron un bombardeo extraordinario con solicitadas en los diarios, en las que pretendían probar que se estaba arruinando al país. Ellos dieron marcha atrás y luego volvieron a la carga. Fue entonces que los obreros se reunieron espontáneamente en diagonal Roque Sáenz Peña y Perú a testimoniarnos su apoyo, y las fuerzas vivas perdieron la batalla. Ahora, que ya hemos comprendido y que saben ustedes que no somos demagogos, ni hemos venido aquí para hacer justicia social para pedir nada, sino para cumplir con un deber, leal y sinceramente tal como lo entendemos, tenemos la posibilidad de iniciar la reforma rural que haga que, entregando la tierra en propiedad, mucha de la gente que hoy están en las ciudades irán al campo para trabajar sus propias tierras. Con ello comenzamos a realizar este programa que se planteó por primera vez, hace más de un siglo en la República Argentina, y que nadie pudo resolver. Rivadavia hubo de hacerlo, pero no se animó. Sarmiento lo iba a hacer en su gobierno, pero no pudo realizarlo. Yrigoyen también quiso hacerlo, pero, en mi concepto, equivocó un poco el procedimiento, y la oligarquía, poderosa como es, lo derribó. En este momento estamos en la misma situación. Todas nuestras reformas son atacadas por los terratenientes, por la oligarquía, representada por las fuerzas vivas de la industria, del comercio y de una parte de la producción, sobre todo de la ganadería. Frente a ellos nosotros estamos librando una verdadera guerra que yo he clasificado claramente. El dilema se resuelve así: la oligarquía cede y cae o caemos nosotros. Ya ven ustedes cuál es nuestro problema integral. En cuanto a la segunda reforma, la industrial; estamos empeñados en un plan quinquenal que enriquecerá al país, multiplicando su riqueza. Es tan importante la organización de la riqueza, la planificación de la producción, que se traduce en elevación del estándar de vida y aumento del consumo por la clase trabajadora que bastará citar como ejemplo al Canadá. Este país tenía un presupuesto, hace años, que era la mitad del de la República Argentina. Hoy, sin haber pasado de los diez millones de habitantes tiene un presupuesto tres veces mayor. ¿Que ha sucedido en estos veinte años? Ellos organizaron su riqueza, en tanto nuestros malos políticos, en vez de organizar la riqueza del país, organizaron su propia riqueza. ¿En qué consiste la reforma social? Lo explicaré para que ustedes y los demás camaradas cumplan con la misión de divulgar estos problemas en su concepción integral, que es simple para que el que quiera comprenderlos. No hay nada en ellos de extraordinariamente difícil. Se trata de medidas para aumentar la producción, desarrollar la industria, aprovechando esa producción, para aumentar su valor, luego prorratearlo entre los trabajadores en forma de que cada uno reciba una mayor paga y un mayor margen de felicidad en su vida. Las cosas que han de hacerse, habiendo voluntad de realización son sencillas. Cuando no se tiene interés en realizarlas, se presentan complicadas para que nadie las entienda. La reforma que hemos iniciado en la Secretaría de Trabajo Previsión, es de un contenido insospechado, porque no pensamos en realizar la justicia social solamente durante el tiempo que estamos en el gobierno sino que queremos echar las bases para que estas reformas no se detengan en el futuro. Realizamos aquellos puntos más difíciles de conseguir en forma de dejar el esqueleto de la acción social para completarlo con los músculos y la piel Llamazares de él una criatura humana, en lo posible. Nuestra reforma social no estaba solamente dedicada a obtener un mayor salario o algunas ventajas en el trabajo. Está encaminada a obtener una justicia integral porque si le quitamos algo dejará de ser justicia. Los planes que realizamos en este momento encierran la concepción que hemos forjado, intentando abarcar la organización integral del trabajo, del descanso, de la remuneración, de la previsión social. Esos son los puntos que comprenden nuestro programa. La organización de trabajo comprende toda aquella actividad que directa o indirectamente se relaciona con el trabajo humano. Empieza por la organización de los sindicatos o asociaciones profesionales. Nuestra Secretaría ha estado siempre empeñada en que la organización del trabajo sea cada vez más fuerte, más poderosa y más respetada para llegar a ser un órgano de colaboración en el trabajo. Un ejemplo aclarará a ustedes porque defendemos a las organizaciones obreras. Si tuviéramos que controlar o inspeccionar todas las fábricas y talleres, necesitaríamos cientos de miles de inspectores, y como eso es imposible, aspiramos a que la organización profesional sea el mejor inspector para vigilar el cumplimiento de las leyes y los compromisos contraídos. Desde luego, la organización del trabajo comprende numerosísimas cuestiones que no enumeraré en bien de la brevedad y que abarcan desde el orden interno dentro de los talleres y fábricas, hasta la codificación del derecho del trabajo. Toda una gama de cuestiones que en nuestro plan están establecidas perfectamente. La organización del descanso es otra cuestión que, paulatinamente se ha ido reduciendo a que no se trabaje el domingo y el sábado a la tarde. Eso no puede ser un programa para nosotros que tendemos a una organización completa del descanso, que abarque todos los aspectos incluso el cuidado de la salud del obrero, de la misma forma que el capitalista cuida de sus máquinas, destinándoles algunos cuidados a su limpieza, cuidado y arreglo. Para la Secretaría de Trabajo y Previsión, es sagrado conservar el material humano de trabajo. El obrero debe gozar del descanso suficiente para reponer sus energías consumidas por la fatiga. Ya están limitados los espacios de trabajo. Nosotros vigilamos los espacios del descanso, sean diarios o hebdomadarios, semanales o anuales. Y pensamos que hay que tomar medidas para asegurar el disfrute del descanso, para lo cual estamos empeñados en crear centros de esparcimiento para los trabajadores, lugares de alojamiento y turismo, en forma de que en un futuro no lejano cada obrero pueda tener, 15 ó 20 días de vacaciones en la montaña o en el mar. Se están preparando campamentos en distintos lugares, para el veraneo de la clase obrera, mediante un insignificante desembolso y pasaje reducido al 10 ó 20 por ciento de su valor a distintos lugares de la República. Ya el Ministerio de Obras Públicas está realizando estudios para establecer campamentos de turismo obrero en Bariloche, Mar de Ajó, Mar del Plata y otros lugares. Tenemos también la organización de la remuneración, otro aspecto y los obreros limitan a un margen pequeño: el salario. El obrero recibe remuneraciones directas e indirectas. Es necesario que en la remuneración directa se establezca un perfecto régimen de salario relacionado con la capacidad y el servicio, aumentándolo en forma de que cuando el hombre abandone su tarea, por jubilación o por un accidente, tenga lo suficiente para disfrutar el resto sus días con comodidad, pulcritud y decencia. Es necesario estudiar científicamente la remuneración, tanto para los obreros de la ciudad como para los del campo. Estos regímenes de remuneración deben ser estudiados y llevados a un máximo para evitar que en el futuro, aquello que se haya establecido pueda ser reducido y se vuelva de nuevo al viejo concepto de que todo que se refiera a remuneración nace y muere en el salario. Eso no puede ser. Debe comprenderse a todos los salarios, directos o indirectos, perfectamente bien estudiados y determinados. La previsión social es también importantísima. El primer grado de ella, es el ahorro personal. Todo aquel que pueda debe hacerlo y los salarios deben permitir al hombre de familia normal, hacer un pequeño ahorro en forma de que con su propia previsión, pueda hacer frente a un infortunio con sus propios medios, por lo menos en el momento de su iniciación. Después tenemos la mutualidad. Nosotros hemos organizado un congreso para propugnar esta forma de previsión. La mutualidad tiene la ventaja de que cuando un hombre no puede afrontar un infortunio porque es superior a sus fuerzas y posibilidades económicas, la colectividad de que forma parte se hace cargo de la mala situación y la resuelve. Su colectividad esta más cerca de él que el Estado. El tercer grado de la previsión social está a cargo del Estado y comienza por dar a la clase trabajadora, una casa decente para habitar con su familia. Claro que no se puede hacer en un año una obra más grande que la que hemos hecho nosotros. Hemos construido y terminamos en diciembre las primeras casas para obreros. En un año hemos construido más casas que en los veinticinco años anteriores. El año que viene iniciaremos el plan de la Administración Nacional de la Vivienda, para construir casa por valor de doscientos millones de pesos. Y así escalonadas, vamos a emplear en cinco años más o menos mil millones de pesos, y en diez años dos mil millones de pesos. Con eso se va a obtener la posibilidad de alojar al mayor número posible de familias obreras. En la previsión continúa todo lo que sería asistencia social, sea preventiva o curativa y en tal sentido se construyen en todas partes policlínicos y hospitales regionales. Hemos querido que esto se haga por cada gremio, porque somos partidarios de la asistencia hospitalaria en los hospitales y policlínicos de cada gremio, porque cada gremio cuidará mejor su establecimiento en el caso de que sea de él y no del Estado. Por eso tenemos la Dirección de Acción Social en los gremios, que se irán paulatinamente desarrollando y entregándose a las organizaciones para que éstas los administren, cuiden y hagan funcionar. Finalmente tenemos los aspectos de los seguros y de las jubilaciones. Las Cajas están en reorganización. Y hemos agregado en un año y medio, un millón y medio más de obreros y empleados, a los que antes disfrutaban de sus beneficios. Antes las Cajas eran para los hombres que ganaban mucho dinero. Nosotros queremos hacerlas para los hombres que ganan poco. Estos son nuestros planes. Es necesario que cada obrero argentino, no sólo cada dirigente los conozca, para que si faltamos nosotros, ustedes mismos se impongan la realización de esas conquistas, que nosotros creemos ampliamente justificada. Si Dios me ayuda, en cualquier lugar en que me encuentre he de seguir luchando en favor de esta obra. No se necesita mucho para luchar por ella, cuando se cuenta con el apoyo de la masa trabajadora. Es indispensable que la masa conozca y que ustedes las difundan, para que se conozcan los planes que hay que realizar. Con ello daremos a la masa una absoluta unidad de acción. Todos los trabajadores deben de luchar por una sola causa: la causa de su clase y de su gremio. Y pueden estar seguros que si ustedes no luchan por eso, no habrá nadie que lo haga en lugar de ustedes, en forma de que puedan tener que agradecerles algo. En estos momentos las fuerzas vivas están empeñadas en anular las conquistas realizadas y detener la marcha de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Mientras yo esté aquí pueden estar seguros de que eso no sucederá; pero es necesario interesar a toda la clase obrera para que esté firme frente al capitalismo y a la oligarquía, que nos atacan en toda forma y con todas sus armas. Pero nosotros tenemos una fuerza indetenible. Estamos defendiendo la justicia y la verdad, y puedo asegurarles de una manera absoluta, que ahora, dentro de uno, cinco o diez años, nosotros triunfaremos. No hemos de dar un paso atrás y hemos de dar todavía muchos pasos adelante. Para ello necesitamos gremios unidos y responsables, con dirigentes honrados y leales, que es lo que interesa. Hemos terminado el estatuto que exija el régimen de las asociaciones profesionales, que dará a los obreros el máximo de ventajas y garantías. Le damos dentro de la ley, su lugar al sindicato, y con ello incorporaremos una nueva institución a la legislación argentina, para que en el futuro los sindicatos no puedan ser perseguidos por nadie y representen el amigo del trabajador, que ha de acompañarlos en todas sus gestiones, porque se le da una representación ante el gobierno, ante la justicia y ante los patrones, con el derecho que la ley les fija. Ese es el resultado de nuestros trabajos de casi dos años. Después que se dijo que nosotros éramos enemigos de los sindicatos, contrarios a las agrupaciones gremiales, desde que estamos aquí no hemos hecho otra cosa que defenderlos, y ahora mediante este estatuto aspiramos a darles personería, y a fijar claramente sus derechos y obligaciones, así como a que los hombres que representan a los gremios en las comisiones directivas de cada sindicato, sean la representación fehaciente del gremio, elegidos por los mismos integrantes, sin fraude y sin mentiras. Les ruego que ustedes difundan estas ideas entre todos los obreros para que se establezca claramente que la causa que nosotros defendemos debe ser defendida también por los trabajadores, porque el futuro es siempre incierto, y sólo puede salvarse si ustedes se mantienen unidos en todo lugar y en todas las circunstancias defienden la obra que es para el bien de todos, a despecho de todos los que se oponen. En segundo lugar, los exhorto a que vayan fortaleciendo los sindicatos en la forma más amplia posible, que formen organismos que no puedan ser aprovechados por nadie y que representen la voluntad de cada gremio, sin interferencias extrañas de ninguna naturaleza. Dicen los capitalistas en la última solicitada, que la Secretaría dirige a los gremios. Es una imputación totalmente falsa. Nosotros los ayudamos porque esa es nuestra obligación; los fortalecemos, porque ellos nos van ayudar en la realización de nuestro programa, y aspiramos a que, así como nosotros somos leales con los trabajadores, los trabajadores tengan con nosotros la misma lealtad. Agradezco que ustedes hayan llegado a estar casa, portadores de este petitorio, y les manifiesto que lo pondremos inmediatamente a estudio para tratar de satisfacer cuanto antes, las justas aspiraciones del gremio maderero. ..........................
1945-09-24
Ante una delegación de la Unión Obrera Metalúrgica
Deseo explicar a ustedes la forma en que la Secretaría de Trabajo ha encarado la política social que viene poniendo en ejecución desde hace dos años. Hace unos instantes he expresado a los trabajadores de la madera que a pesar de todo cuanto se oponga a nuestra marcha, nosotros hemos de triunfar finalmente. Con esto lo no es querido pronosticar, haciendo de adivino, sino que me he fundado en la evolución a la que estamos asistiendo en el mundo entero. Esa evolución es la que nos asegurará en el futuro el éxito para nuestras reivindicaciones. Yo he tenido la suerte de estar en Europa en el año 1941 y he recorrido gran parte de ese continente. Me he dedicado especialmente a estudiar los fenómenos sociales, pues desde hace muchos años ya venía incluso intuyendo que el futuro del mundo había de tener un carácter eminentemente social. Los gobiernos serán cada día menos políticos y más sociales, he dicho alguna vez. Cuando uno quiere afirmar una evolución, es necesario que recurra a la historia. Debe observar los incidentes del momento que nos pone en evidencia a que punto hemos llegado en la evolución, y correlacionando esos hechos con el pasado histórico, puede establecerse que ocurrirá en el futuro. El mundo, en los dos últimos siglos, ha sufrido dos grandes etapas de evolución. La Revolución Francesa marcó el primer ciclo de la evolución política, económica y social del mundo. Empezó en 1789 su fase heroica; fue derrotada en 1814 y en 1815, por el famoso congreso de Viena, fue aherrojada. Sin embargo, la humanidad ha vivido un siglo de influencia de la Revolución Francesa. Nuestras instituciones nacieron en esa revolución, y nuestra cultura es el producto de ella. Es decir, que una revolución vencida ejerció sobre el mundo un siglo de influencia. Pero en mil 1914 se cierra el ciclo de influencia de la Revolución Francesa, y se abre el de la Revolución Rusa. La cual comienza su etapa heroica ese año, triunfa en Rusia en 1918 y hace su epopeya en los campos de Europa en 1945. ¿Cómo no va a arrojar un siglo de influencia en el desarrollo yo y en la evolución del mundo futuro? Ignorar eso, sería gravísimo error, como también lo sería creer que nosotros nos vamos a hacer comunistas. Porque así como nosotros sufrimos la evolución de la Revolución Francesa sin transformarnos en "sans culatottes" ni en nada por el estilo, también cumpliremos esta otra evolución sin transformarnos, por la razón de que nosotros no producimos la evolución. La Revolución Francesa terminó con el gobierno de la aristocracia y dio nacimiento al gobierno de la burguesía. La Revolución Rusa terminó con el gobierno de la burguesía y abrió el campo a las masas proletarias. Es de las masas populares el futuro del mundo. La burguesía irá poco a poco cediendo su puesto y las instituciones también irán modificándose y reformándose de acuerdo con las necesidades de la evolución que llega. Si analizamos el panorama del mundo podemos ver perfectamente como el dominio de las masas populares -en las que los trabajadores constituyen el centro de gravedad- ha ido produciendo en los distintos países la desaparición de muchas instituciones pertenecientes a la época de la Revolución Francesa. Así, en el terreno de la política, Rusia, por medio de su revolución, suprimió totalmente a los partidos políticos. Por otros medios, Alemania e Italia produjeron el mismo fenómeno. Estos países llegaron a ese resultado por revolución. Miremos a otros países que lo han logrado por evolución. En Inglaterra, el Partido Laborista ganó una elección y a los seis meses lo habían liquidado completamente, con Mac Donald a la cabeza, los partidos Liberal y Conservador. Desde entonces hasta ahora la evolución se ha ido cumpliendo, y tenemos área esta nueva elección, en la cual desaparece el Partido Liberal mientras que el Conservador representa apenas el 20% de la población. El Laborismo involucra el 80% restante. Si observamos a los Estados Unidos, vemos que se ha cumplido análogo proceso. Hace diez años el Partido Demócrata tenía una potencia equivalente a la del Partido Republicano. Cuando el presidente Roosevelt puso en práctica el "new deal" -que no es más que una política social dominando a la otra política- el Partido Demócrata aumentó a casi el 80% de los sufragios, dejando al Partido Republicano -que es el partido que los grandes capitalistas- reducido al 20%. Es decir, que también en América se ha venido reproduciendo el fenómeno. Miremos ahora el panorama de nuestro país. Los grandes partidos que antes concentraban cientos de miles de hombres, en los últimos tiempos apenas llegan a reunir cifras muy inferiores. Las masas de trabajadores saben perfectamente bien cuál es la situación dentro del país, y no necesitan ir a buscar inspiración fuera de él. El fenómeno que vengo relatando se produce en todos los países del mundo. En México, país que ha apurado la evolución, tenemos que los obreros forman un partido todopoderoso. Es que ese es el futuro. Es necesario que los trabajadores penetren este problema y comprendan la evolución que viene produciéndose, porque si así no lo hicieran, si se colocaran contra la corriente, ésta ha de envolverlos. Hay que seguir la evolución. Yo siempre digo que si el hombre pudiera correr a la velocidad de la bala, nadie sería muerto de un balazo. Con la evolución ocurre lo mismo. Si uno está detenido y viene la evolución, ésta produce un golpe por inercia; pero si uno está en marcha cuando la evolución llega, el cataclismo no se produce. Esto lo que trato de explicar con toda sinceridad es tan simple, es tan absolutamente claro, y sin embargo no logro hacerlo entender a los señores de las fuerzas vivas. Esa es la razón por la cual estamos ahora colocados frente a estos señores. Se reúnen los que tienen intereses, ya sea en la industria, en la producción, en el comercio, y se ponen de acuerdo para que nosotros no podamos seguir adelante en las conquistas sociales. Ustedes pueden imaginarse que si yo me hubiera sentido -como se han sentido muchos de los que han gobernado antes que nosotros- inclinado a marchar por la senda macadamizada por la que se marcha cuando se sirve los intereses de los capitalistas, y no hubiera elegido el partido de meterme en la maraña para abrir una picada a fuerza de machete, el camino hubiera sido mucho más fácil, pero nunca más honroso. Y además de no haber sido más honroso, me hubiera conducido al fracaso, porque al final de ese camino me encontraría con la rebelión del pueblo contra la injusticia. Yo marcho porque la picada que conduce a la justicia y a la verdad, porque por ella hemos de llegar al éxito sin violencias. Hemos querido asegurar la mayor libertad de expresión porque creemos que la libertad es lo más hermoso que el hombre tiene. Pero cuando de ella se pasa a la licencia, suelen volverse contra de que la disfruta en demasía llevándolo al vicio de la disgregación y de la anarquía. La libertad hay que asegurarla a golpe de trabajo, dando primero al hombre su libertad económica, que es fundamental. Nosotros no somos partidarios que la libertad unilateral que se tiene desde hace tanto tiempo, dentro de la cual el rico tiene libertad para hacer todo lo que quiera y el pobre tiene una sola libertad: la de morirse de hambre. Por eso nosotros defendemos la libertad en la que el obrero tenga su medio de subsistencia y de decoro necesarios para vivir dignamente. Conseguida esa libertad, las otras van a venir absolutamente solas, porque en una tierra donde el hombre es libre, la colectividad y el país también lo son. Para terminar quiero darles dos consejos. Piensen que cuando los gremios son unidos y firmes, obtienen lo que en justicia les corresponden. El gremio unido es una garantía para el mantenimiento de lo conquistado y para la esperanza de lo que aún resta por lograr. Así, bien unidos, luchen y luchen enérgicamente por mantener las conquistas obtenidas y prepárense para la lucha futura en pos de la conquista de lo que todavía falta obtener. ............
1945-10-03
En Remedios de Escalada agasajaron al coronel Perón los sindicatos ferroviarios
En primer término quiero pedir disculpas por haberme retrasado y haberlos hecho esperar. Mi demora ha obedecido a tareas perentorias que no he podido abandonar, a pesar de mi deseo de llegar aquí a tiempo. El corazón se ensancha ante esta magnífica asamblea que deseaba demostrar su agradecimiento a la Secretaría de Trabajo y Previsión. Agradezco profundamente conmovido la demostración. El Estado no puede pagarle al funcionario con esa hermosa moneda que es el agradecimiento y el cariño que exteriorizan los que uno quiere y reconoce como hermano. Por mí intermedio, la Secretaría de Trabajo les promete en este acto seguir cumpliendo con su deber leal y honradamente. Debemos a los trabajadores argentinos la devoción de nuestros corazones, porque ellos son los que sintetizan más claramente la honra que vive el mundo y nuestra República en particular, con su sensibilidad extraordinaria y con su gran clarividencia. En todos los ámbitos se escuchan voces mágicas que nos dicen que el mundo cambia, que las masas recobran sus derechos inalienables a una vida digna, más justa, más humana y más cristiana. También para los argentinos había de sonar la hora del hombre del pueblo, la hora bendita de las reivindicaciones de los humildes, la hora en que la distribución de la justicia social llegarse a un nivel tal que todos pueden ser un poco más felices y un poco menos desgraciados. Nos hemos enrolado en una causa sana. Marchamos al ritmo de la evolución que el mundo señala. Para eso, en el futuro somos invencibles. Nuestra causa está ya ganada. Necesitamos que los trabajadores se mantengan unidos y fieles a su propia causa para consagrar definitivamente en los hechos esta victoria que en germen ya tenemos conquistada. No importa quién nos combate, ni las armas que emplee. Ello podrá prolongar la lucha, pero no ha de lograr impedir esa victoria que palpamos y que debemos de cristalizar cualesquiera sean los inconvenientes que debamos vencer, porque tenemos la verdad por escudo, y quien marcha con la verdad -lo he dicho alguna vez- no necesita espuelas. Dije hace dos años, frente a la primera concentración obrera que habíamos realizado una revolución que tenía un contenido filosófico que habría de realizarse. Dije también que el ejército aspiraba a que su revolución fuera del pueblo. Hoy, ante esta asamblea de hombres de trabajo, honrados y libres, podemos decir que esa afirmación se ha cumplido, y que la revolución del 4 de junio está en el pueblo; y cuando una revolución ha llegado a ser del pueblo, no hay fuerza capaz de detenerla. Por eso afirmo, absolutamente persuadido, que nuestra revolución ha triunfado y que nuestra causa, siendo la causa de la verdad, de la justicia y de la sinceridad para con el pueblo, ha de imponerse pese a quien pese y cueste lo que cueste. Es menester que los argentinos se convenza de que esta revolución ha triunfado; que no aparezcan los vergonzantes de la revolución, los que se escuchan detrás de la vergüenza de su propia cobardía para disfrutar mañana de beneficios a los que no tienen derecho por haberlos logrado a costa de la explotación de la buena voluntad de los trabajadores. Es así mismo necesario que los trabajadores comprendan que estas conquistas que han obtenido y las aspiraciones que alientan, sólo se realizarán si ellos se mantienen unidos, pues su unidad representa una fuerza incontrastable en el país. En cambio, trabajadores dispersos, disociados y desunidos, son la carne de la explotación y de la miseria. Ruego a Dios que esta comprensión de la masa laboriosa del país sea una columna vertebral del pueblo argentino, que los ciudadanos dejen atrás la mezquina idea de un aprovechamiento personal. Nosotros pudimos elegir entre el camino fácil y abierto que nos presentaba la oligarquía y la senda enmarañada de luchar por una mayor justicia social. Elegimos lo difícil, porque detrás de ello estaba la verdad y la razón, y depreciamos la otra ruta porque sabíamos que encubría la mentira y el engaño. Se nos ha acusado de ambiciosos. Yo confieso que tengo una inmensa ambición: la de ver a mi pueblo feliz. Realizado eso, moriría tranquilo; pero me pesaría en la conciencia el no haber sentido esa santa ambición y dejado a mi pueblo sumido en la miseria y la desgracia. No creo que haya un argentino, a menos que sea un mal nacido, que no tenga esa loable ambición. Tampoco hay nadie que pueda desmentirnos cuando decimos que ninguno de los hombres del gobierno ha obtenido ventajas personales y que, en cambio, ha sacrificado su salud, su descanso y no ha omitido sacrificios para hacer la felicidad de nuestro pueblo. Sabemos que estamos combatiendo contra fuerzas poderosas, nunca más poderosas que hoy, porque nunca fueron más ricas. Pero combatimos con armas leales y de frente contra toda especulación, contra todos los que venden y compran al país, buscando que el futuro de la patria se asegure con la honradez política, con la honradez económica y con la equidad en la distribución social de la riqueza. De nada tenemos que acusarnos ante nuestra conciencia. Podemos sin embargo, acusar a quienes tratan de desprestigiar al gobierno. Si no lo hacemos es porque deseamos demostrarle la diferencia que media entre nuestros procedimientos y los de ellos. Finalmente agradezco a los ferroviarios esta amable demostración que proviene de un gremio esforzado, organizado y que puede ser señalado como ejemplo para todos los gremios del país. Y no deseo abandonar esta tribuna sin hacerles llegar el consejo de la secretaría de Trabajo y Previsión: ustedes y nosotros, unidos, somos invencibles. Manténganse firmes y perseverantes, y hemos de triunfar irremisiblemente. ............
1945-10-10
Discurso del coronel Perón luego de haber renunciado a sus cargos, ante delegaciones concentradas ante la Secretaría de Trabajo y Previsión
Trabajadores: termino de hablar con los empleados y funcionarios de la Secretaría de Trabajo. Les he pedido, como mi última voluntad de secretario de Trabajo y Previsión, que no abandone nadie los cargos que desempeñan, porque se me habían presentado numerosísimas renuncias. Yo considero que en esta hora el empleo en la Secretaría no es un puesto administrativo, sino un puesto de combate, y los puestos de combate no se renuncia: se muere en ellos. Esta casa, fundada hace un año y medio se ha convertido en la esperanza de los hombres que sufren y trabajan. Esa esperanza no debe ser defraudada por nadie, porque acarrearía las mayores desgracias a nuestra patria. Despojado de toda investidura, hablo hoy a mis amigos trabajadores expresándoles por última vez desde esta casa, todo lo que mi corazón siente hacia ellos y todo lo que he de hacer en mi vida por su bien. Si la Revolución se conformara con dar comicios libres, no habría realizado sino una gestión en favor de un partido político. Esto no pudo, no puede, ni podrá ser la finalidad exclusiva de la Revolución. Eso es lo que querrían algunos políticos para poder volver; pero la Revolución encarna en sí las reformas fundamentales que se ha propuesto realizar en lo económico, en lo político y en lo social. Esa trilogía representa las conquistas de esta Revolución, que está en marcha y que cualesquiera sean los acontecimientos, no podrá ser desvirtuada en su contenido fundamental. La obra social cumplida es de una consistencia tan firme que no cederá ante nada, y la aprecian no los que la denigran, sino los obreros que la sienten. Esta obra social que sólo los trabajadores la aprecian en su verdadero valor debe ser también defendida por ellos en todos los terrenos. La Secretaría de Trabajo y Previsión acometió hace un año y medio dos enormes tareas: la de organizar el organismo y la de ir, sobre la marcha, consiguiendo las conquistas sociales que se consideraban más perentorias para las clases trabajadoras. Sería largo enumerar las mejoras logradas en lo que se refiere al trabajo, a la organización del trabajo, a la organización del descanso, al ordenamiento de las remuneraciones y a todo lo que concierne a la previsión social. Esta tarea realmente ciclópea se ha cumplido con este valioso antecedente: las conquistas obtenidas lo han sido con el absoluto beneplácito de la clase obrera, lo que representa un fenómeno difícil de igualar en la historia de las conquistas sociales. En el campo de la previsión social hemos comenzado por realizar una propaganda sobre el ahorro -posible con los mejores salarios- y luego propugnamos por el incremento de las mutualidades. Se ha aumentado el número de los argentinos con derecho a jubilación, en cifras verdaderamente extraordinarias, y a este respecto cabe destacar la iniciativa de la Confederación de Empleados de Comercio, que constituye un triunfo y un motivo de orgullo para la previsión social argentina. Hemos defendido desde aquí a todas las organizaciones obreras, las que hemos propugnado, facilitándoles su desenvolvimiento. Desde esta casa no se ordenó jamás la clausura de un sindicato obrero ni se persiguió nunca a un trabajador, por el contrario, siempre que nos fue posible pedimos a las autoridades la libertad de obreros detenidos por distintas causas. A diferencia de lo que ha sucedido en otras partes o en otros tiempos, las autoridades han defendido a las organizaciones obreras en lugar de molestarlas o perseguirlas. Es así que terminamos de dictar un decreto-ley referente a las organizaciones profesionales. Cuando llegué a la Secretaría de Trabajo, el primer pedido que recibí de los obreros fue la derogación de un decreto del año 1943 en el que se establecía para las asociaciones gremiales un régimen de tipo totalitario. El primer decreto que firmé en esta Secretaría fue la derogación de ese reglamento; y tengo la satisfacción de decir que el último que he firmado es el nuevo régimen legal de las asociaciones profesionales, que difiere fundamentalmente del anterior. Y con respecto al cual puedo asegurar que es de lo más avanzado que existe en esta materia. Bastaría decir que bajo este cuerpo legal, el gobierno, que puede intervenir una provincia o una asociación de cualquier orden, no puede en cambio intervenir los sindicatos obreros. También dejo firmado un decreto de una importancia extraordinaria para los trabajadores. Es el que se refiere al aumento de sueldos y salarios, implantación del salario móvil, vital y básico y la participación en las ganancias. Dicho decreto, que he suscripto en mi carácter de secretario de Estado, tiene las firmas los ministros de Obras Públicas y de Marina, y beneficia no solamente a los gestores de la iniciativa -la Confederación de Empleados de Comercio- sino a todos los trabajadores argentinos. Y ahora, como ciudadano, al alejarme de la función pública, al dejar esta casa y para mí tiene tan gratos recuerdos, deseo manifestar una vez más la firmeza de mi fe en una democracia perfecta, tal como la entendemos aquí. Dentro de esa fe democrática fijamos nuestra posición incorruptible e indomable frente a la oligarquía. Pensamos que los trabajadores deben confiar en sí mismos y recordar que la emancipación de la clase obrera está en el propio obrero. Estamos empeñados en una batalla y ganaremos porque es el mundo el que marcha en esa dirección. Hay que tener fe en esa lucha y en ese futuro. Venceremos en un año, o venceremos en diez, pero venceremos. En esta obra, para mí sagrada, me pongo desde hoy al servicio del pueblo y así como estoy dispuesto a servirlo con todas mis energías, juro lo que jamás he de servirme de él para otra cosa, que no sea su propio bien. Y si algún día, para despertar esa fe, ello es necesario, me incorporaré a un sindicato y lucharé desde abajo. Al dejar el gobierno, pido una vez más a ustedes que se despojen de todo otro sentimiento que no sea el de servir directamente a la clase trabajadora. Desde anoche, con motivo de mi alejamiento de la función pública, ha corrido en algunos círculos la versión de que los obreros estaban agitados. Yo les pido que en esta lucha me escuchen. No se vence con violencia; se vence con inteligencia y organización. Por ello les pido también que conserven una calma absoluta y cumplan con lo que es nuestro lema de siempre: del trabajo a casa y de casa al trabajo. No debemos por ninguna causa exponer la tranquilidad de un obrero o la felicidad de una familia. Hemos de luchar con inteligencia y organización, y así, el triunfo será nuestro. Debo decirles que he hablado con el excelentísimo señor presidente de la Nación, quien me ha prometido que la obra social realizada y las conquistas alcanzadas, serán inamovibles y seguirán su curso. Pido pues, el máximo de tranquilidad a todos los trabajadores del país. Tranquilidad y calma es lo que necesitamos para seguir estructurando nuestras organizaciones y hacerlas tan poderosas que, en el futuro sean invencibles. Y si un día fuese necesario he de formar en sus filas para obtener lo que sea justo. Mientras tanto que sea la calma y la tranquilidad lo que guíe los actos de los obreros para que no se perjudique esta magnífica jornada de justicia social. Pido orden para que sigamos adelante en nuestra marcha triunfal; pero si es necesario, algún día pediré guerra. Y ahora quiero que demos una vez más ese ejemplo de cultura que han exhibido en esta ciudad las masas de trabajadores. Les pido a todos que llevando en el corazón nuestra bandera de reivindicaciones piensen cada día de su vida que hemos de seguir luchando inquebrantablemente por esas conquistas que representan los objetivos que han de conducir a nuestra república a la cabeza de las naciones del mundo. Recuerden y mantengan grabado el lema de casa al trabajo y del trabajo a casa y con eso venceremos. Para terminar no voy a decirles adiós. Les voy a decir hasta siempre, porque desde hoy en adelante estaré entre ustedes más cerca que nunca. Y lleven finalmente, esta recomendación de la Secretaría de Trabajo y Previsión: únanse y defiéndanla, porque es la obra de ustedes y es la obra nuestra. .................
1945-12-31
En un acto proselitista en Santiago del Estero :
Mis queridos amigos santiagueños: Sean mis primeras palabras de saludo, que trasmito a cada uno de ustedes, con un fuerte abrazo junto a mi corazón. Nuestra Revolución del 4 de junio, en su gran contenido económico, político y social, ha establecido y lanzado planes que están en plena ejecución, con los que se aventuró a realizar una cultura, una libertad y una democracia reales y efectivas y no falsificadas, como las que nos han hecho vivir hasta nuestros días. Nuestra Revolución está fijando nuevas metas para una Nueva Argentina, más justa, más libre, más democrática y reaccionamos contra aquellos que pongan en duda la sinceridad de nuestras declaraciones, y demostramos que ellos no están capacitados para criticar nuestra obra, cuando se pasaron prometiendo lo que no fueron capaces de realizar. Nosotros hemos sostenido que mejor que decir es hacer y que mejor que prometer es realizar. Por eso no venimos a traerles a los pueblos del interior de la república las vanas promesas de siempre. Somos nuevos hombres; somos fuerza de renovación; hemos roto los viejos moldes y estamos construyendo sobre nuevos y legítimos moldes. Luchamos por obtener los derechos indispensables e inalienables del pueblo argentino. Somos hombres de orden y hombres de paz. No queremos la revolución social, sino la evolución. Pero para que ello se produzca es necesario que al hombre de trabajo y al más humilde de los argentinos no le esté cerrado el camino a la administración, al gobierno y a la legislación del país. Triste memoria van dejando en el mundo los pueblos que no han sabido someterse a los dictados de esa evolución. El que nazcan en este pueblo nuevas fuerzas de cuyo futuro la humanidad espera el período más constructivo de su historia es obra de la Revolución. Hemos lanzado a la calle estas doctrinas cristianas y humanas. No somos enemigos de nadie; somos solamente amigos de los pobres. Pensamos que en nuestro país ya estamos cansados de los fraudes y de las mentiras. Las viejas fuerzas demagógicas se han desgastado en sus propios pecados. Otras nuevas han de reemplazarlas para cumplir los destinos de la patria. No pueden ni deben volver a la función pública los que han fracasado en ella. No puede permanecer la inconsciencia de perdonar y volver a probar. Para nosotros eso sería suicida. El pueblo no puede volver sus ojos sobre aquellos que lo han engañado. Es una ley de defensa propia; y quienes por inconciencia vuelvan a cometer el error, deberán pagarlo por veinte generaciones. Nosotros representamos un movimiento enorme, que como una antorcha luminosa va marcando nuevos caminos para los argentinos hacia los destinos de una nueva Argentina más grande y más gloriosa. Les ruego que me dejen terminar. Nuestro movimiento no viene a presentar posibilidades y promesas. Nuestro movimiento viene a decirles solamente que hemos lanzado un movimiento reformista total en la República; que hemos tenido suerte en realizar una ínfima parte desde el gobierno. Existe un plan de reforma económica, existe un plan de reforma social y existe un plan de reforma política perfectamente en marcha. Nosotros nos comprometemos a realizarlo integralmente. Pero, ¿se puede pensar que esos políticos que se enriquecieron, con su familia y sus parientes en la función pública, retornen? En eso es necesario que piensen. El plan económico, que sintéticamente he expuesto, base de la reforma rural, ha de decir. "Entregar la tierra a quien la trabaje", y que "de bien de renta pase a ser un instrumento de trabajo del operario". Pero hay una reforma que va a proporcionar mejores medios de vida al pueblo; nos referimos al problema del agua. Santiago hace 130 años que tiene ese problema, como otros pueblos de la Nación. ¿Cuando se ocuparon los políticos de resolverlo? "¿De donde va a salir el dinero para realizar de una vez esos trabajos?", preguntan los que lo tienen en sus bolsas. Y yo les contesto: De las bolsas de ellos va salir - que volverán a rembolsar después. Pero no es justo que porque en el país haya acaparadores sin alma el resto de la Nación tenga que matarse de hambre. Pregunto yo, ¿de qué valdría a la República Argentina tener cien o mil millones repartidos en cien familias? ¿no sería mejor que esos cien millones estuvieran repartidos en sus catorce millones de almas? ¿Que eso no se puede realizar?; hay países más pobres que nosotros y atrasados que nosotros, en ciertas razones, que con un solo plan, en cinco años, han construido trescientos diques para dar agua a sus tierras. ¿O es que los argentinos somos más infelices que el resto de la tierra? La reforma industrial, que forma parte de la reforma económica, les hará el gusto a los industriales de ganar el mil por ciento, si son capaces de ganarlo. La reforma social se continuará inexorablemente, porque ya la masa argentina de trabajadores no tolerará que se dé un paso atrás con este plan. La reforma social algunos creen que se reduce a aumentar los salarios y a organizar en forma distinta el trabajo y el descanso. Va ello mucho más lejos que lo que se imaginan. La primera parte es todo lo intrascendente de la reforma social. La reforma social de fondo está encaminada a resolver el problema político de las masas proletarias, dándoles a todos el acceso a la administración, al gobierno y a la legislación del estado. Esa es la razón de ser de la existencia de Partido Laborista. Hasta ahora los trabajadores habían sido reducidos a sus reductos sindicales. Hoy, los trabajadores tienen el derecho político de unirse lícitamente para disputarle a los demagogos el derecho de gobernar el país. La reforma política ha de ejecutarse por vía dual. Desde el gobierno, en lo que así corresponda, por vía constitucional; desde el pueblo, por el noble esfuerzo ejecutado en forma real, desde abajo, formando una fuerza política capaz de asegurar el futuro y la grandeza de la Nación. Esa es la responsabilidad de ustedes, la del pueblo, y quienes se desentiendan de esta responsabilidad cargarán sobre su conciencia la desgracia de sus descendientes y de sus gentes hasta la última generación. Representamos esta fuerza nueva, que queremos que sea pura como el agua cristalina. Cuántos camaradas de lucha se han llegado hasta mí a buscar mi "media palabra". Yo no tengo medias palabras. O lo digo todo o no digo nada. Ha de ser, en nuestro movimiento, incorrompible en repartir méritos a quienes les corresponda. Quienes han de ser los hombres que representen a Santiago, le corresponde decidirlo al pueblo. No he de ser yo quien inicie la prostitución de un principio que habré de reprocharme para el resto de mi vida. Nuestro movimiento propugna una democracia verdadera y no falsificada. Una democracia exige al gobierno ser representante legítimo del pueblo y que gobierno para él. Por eso no hemos traído el caudillo que habría de salir de las entrañas mismas del pueblo. Nuestro movimiento está formado por laboristas, como por radicales y por hombres de buena voluntad que amen la honradez, que sean sinceros y patriotas. No debemos crear banderías entre nosotros. No olviden que ya decía Martín Fierro: "Que los hermanos sean unidos porque si entre ellos pelean los devoran los de afuera". No olviden que no hay pleito que no se pueda arreglar cuando hay buena voluntad. Por eso les recomiendo que saquen los mejores hombres para que los gobiernen y los representen. Luchen incansablemente por purificar a los hombres, porque el futuro de nuestro movimiento dependerá de los primeros hombres que sepamos elegir; si ellos son malos, este gran movimiento podría morir en un año y los hombres que los representen saldrán desprestigiados. Lleven hombres puros; hombres que tengan el talento necesario para gobernar, para que tengan también la suficiente virtud para calificar bien su talento. No olviden que deben ser sobre todo buenos; recuerden aquella anécdota del discípulo de Sócrates, que en el momento de morir le decía: "Maestro, yo, que soy tan joven y aprendí tan poco, os pierdo". A lo que Sócrates contestó: "Ve; que si eres bueno ya sabes demasiado, y si eres malo de nada te servirá cuanto aprendas". Elijan hombres buenos que hagan la verdadera democracia. Debo despedirme ahora de este magnífico pueblo santiagueño. Debo desearles el año 1946, que recibirán esta noche, ver a todos los hogares de esta provincia colmados de felicidades y de bendiciones. Señores: Recuerden que este año 1946 será decisivo para los destinos de la patria. Piensen que nosotros representamos el gran engranaje de la patria, donde cada uno de vosotros sois un diente; pero recordad también que si ese diente no está en su sitio dentro del engranaje, el mecanismo no funcionará bien. Pensad que esos catorce millones de dientes, hermanos nuestros, son la totalidad del pueblo de la patria, a la cual todos debemos ver -y luchamos por ello- más grande, más pujante y más feliz. ................
1946-01-01
En un acto electoral en la ciudad de Santa Fe :
Mis queridos amigos: Sean mis primeras palabras de salutación cariñosa para este hermoso pueblo del cual me despedí hace veinticinco años siendo teniente 1º, pensando en volver algún día, pero no con la satisfacción de hoy, en que los estrecho a todos en un estrecho abrazo. Tengo la inmensa dicha de cerrar esta primera fase de mi campaña con esta visita a Santa Fe. He visto en el Norte, las provincias doloridas por el abandono de tantos años; la niñez, víctima de la miseria fisiológica y mucho más de la miseria social, y he pensado que todo cuanto se critica en mi campaña de justicia social, se justifica sólo viendo a un pobre miserable changuito de los altiplanos de Jujuy, hambriento, desnutrido y harapiento. Puede ser que nuestros enemigos, que se ensañan empleando la calumnia y la mentira, tengan razón en alguna de sus acusaciones. Debo decirles que a pesar de la prensa venal, de sus calumnias, de sus mentiras y de sus mueras, cada día vamos teniendo más razón en ser enemigos de ellos y amigos de los pobres. No somos enemigos de los buenos comerciantes, de los buenos industriales, de los buenos ganaderos ni de los buenos patrones. Somos enemigos de los egoístas, capaces de ser indiferentes a la miseria sin que se les conduela el corazón, porque la única víscera sensible que tienen es el bolsillo. Nuestro movimiento no busca la destrucción de nadie. Persigue una construcción equilibrada en la que, como hemos afirmado muchas veces, no exista la ignominia de contemplar la riqueza en medio de la miseria. Queremos una política más justa y en esa tarea estamos empeñados. Hemos de realizarla desde el gobierno o desde el llano. Por eso nos reunimos en esta magnífica asamblea que tiene su germen más genuino en la más pura democracia de los pueblos. Se nos dijo primero comunistas, después se nos dijo nazis, lo que demuestra que tomando el punto intermedio resulta lo justo: somos única y exclusivamente argentinos. Somos única y exclusivamente argentinos que abogamos y abogaremos incansablemente por una patria mejor que soñaron nuestros mayores y a la que los demagogos y ladrones, a quienes acusamos y acusaremos eternamente, la desviaron en su provecho. No luchamos por beneficios personales ni por compromisos políticos, sino por un ideal que todos conocemos y sentimos. En nuestro movimiento no hay fuerzas extrañas ni que vengan allende los mares ni de los grandes capitalistas de la Nación. Luchamos solamente por el beneficio que el gobierno está en la obligación de dar a su pueblo, que todo lo hace y que no le reclama nada. Por eso yo invito a todos los ciudadanos argentinos a que reflexionen sobre la hora que estamos viviendo. No estamos fundando un partido político; somos la resultante de una revolución en marcha que tiene un contenido económico, social y político, que irremediablemente ha de cumplirse. Vamos a la reforma del Estado en que hemos estado sometidos durante treinta años. Partimos del principio fundamental de la nación después de ciento treinta años de independencia política. Queremos que cada argentino tenga acceso a la tierra y que ésta sea del que la trabaja y no del que explota su renta. Nosotros, a quienes se ha acusado de malgastar los dineros del Estado, hemos saneado las finanzas del país. Debíamos ocho mil millones de pesos y hemos pagado cuatro mil millones y durante la guerra abastecimos a los países aliados por valor de otros cuatro mil millones, suma que en este momento nos deben. Estamos al día, no debemos un centavo a nadie. Por primera vez en la historia del país podemos decir que no dependemos del exterior, que tenemos nuestra independencia económica que complementa la independencia política hace 139 años. Y pensar que los que son nuestros acusadores antaño fueron no los que realizaron obra por ocho mil millones, sino los que vendieron el país por ocho mil millones. Y pensar que en esta tierra como no hay otra en el mundo hemos estado cien años negando la existencia de hierro y carbón, y que en este momento estamos produciendo tres toneladas por hora de hierro y dentro de un año produciremos seis toneladas por hora. Es que en este país, en vez de hacer alta finanza se ha hecho economía doméstica desde el gobierno. Se encuentra también lanzada una reforma industrial que ha de permitir al país reconquistarse a sí mismo para no ser tributario eterno de los extranjeros en un Estado de civilización semicolonial. Necesitamos una industria, y hay que conquistarla, aunque sea a pulmón. De ahí va a salir lo necesario para una distribución equitativa de los beneficios. De ahí va a salir la justicia que propugnamos y que necesitamos. Les voy a explicar hoy cuál ha sido nuestra política social y por qué se ha realizado. La política social del gobierno de la República es absolutamente racional y obedece a un plan perfectamente preconcebido. Lanzamos desde el gobierno las tres reformas. Primero, la reforma rural, aumentando la riqueza por la explotación de la tierra mediante el Consejo Agrario, entregando la tierra a quien la trabaja. La reforma rural sería la base para el aumento de la reforma, que debía completarse con la acción industrial, transformando esa producción y multiplicando su valor por la industrialización. Con ello, el país, más rico por su mayor producción y multiplicada su riqueza por la industrialización, arrojaría beneficios suficientes para satisfacer la justicia social que propiciamos. Ese era el orden: primero la reforma rural, después la industrial y, finalmente, la social. Pero hubo necesidad de alterar el orden de la realización. Yo era un hombre que llegaba por primera vez al gobierno. No tenía detrás mío otra opinión que la de mis amigos, un círculo muy reducido. Necesitaba pensar seriamente en el orden que había de dar a estas reformas. La reforma social no podía postergarse ni oponerse a la rural e industrial porque si no nuestros obreros, cuando recibieran los beneficios, ya habrían fallecido de inanición. Por otra parte, yo necesitaba el apoyo de las masas obreras para lanzar estas reformas. Por esos motivos, cambié los términos y comencé por la reforma social; los que se llaman a sí mismos las fuerzas vivas reaccionaron y me lanzaron un torpedeamiento sistemático por los diarios a su servicio mediante numerosas solicitadas. Yo, que había previsto el ataque, tres horas después les contesté. Inmediatamente, ellos reaccionaron. Pero las masas estaban satisfechas con nuestra justicia social, se hicieron cargo del combate y fue una batalla ganada en Diagonal y Florida por doscientos cincuenta mil trabajadores. Desde entonces, la oligarquía y esos vivos de las fuerzas se han dedicado a comprar de contrabando, pero olvidan que para manejar se necesitan hombres, y ellos no son hombres. Nuestras reformas están en marcha. Por eso he dicho que somos un movimiento de renovación y que representamos una antorcha en marcha que ilumina un nuevo camino de una Argentina más justa y más digna. Por eso no hemos cedido ante el extranjero. No hubiéramos tenido ni problema internacional ni problema interno si nos hubiéramos decidido a vender el país como se nos solicitaba. Nuestro movimiento respalda esas reformas. Es un movimiento de depuración y de renovación que requiere talento para administrar y dirigir el país; pero quiere también virtud para calificar ese talento, que sin aquélla es una condición negativa en los hombres. Nuestro movimiento, que respalda las reformas fundamentales que hace cien años espera el país, es un movimiento orgánico. No puede ser una turba política. Por eso he aguardado el fin de este viaje para decir a todos los argentinos de esta tribuna que es necesario organizarse. Yo soy enemigo de los hombres providenciales. Por eso tengo fe en las fuerzas organizadas, porque la organización es lo único que vence al número, a la violencia, a la maldad y a la mentira. Ahí nace precisamente la reforma política que complementa la reforma económica y social, porque la reforma social está destinada a consolidar las otras dos reformas. Esa reforma política ha de venir por los caminos que corresponden. Uno por el método ideal, desde el gobierno, por el camino constitucional, y otro por el método real, realizado por el pueblo, formando una verdadera fuerza política organizada, sin la cual repetiremos el fenómeno a que nos tiene acostumbrados la política argentina. ¿Qué es un gobierno orgánico? Es una agregación de fuerzas sólidamente aglutinadas que tiene a su frente a un estadista, que no debe ser forzosamente ni un genio ni un sabio, sino un hombre a quien la naturaleza ha dotado de una condición especial para abarcar un panorama completo que otros no ven. Ese hombre tiene dos o tres discípulos para que cuando muera haya quien lo prolongue en el tiempo y el espacio. Detrás de ellos viene la plana mayor del partido, que tiene ocho, diez o veinte especialistas o técnicos para cada gran rama del Estado, que son los candidatos a ser ministros, y se preparan desde el llano con estudio y sacrificio, y no hay problema del país, por insignificante que sea, que en su rama no lo dominen y tengan la solución, para que, al llegar al gobierno, abran el cajón de su escritorio, saquen el plan y ordenen su inmediata ejecución. Detrás de estos técnicos está un cuerpo de especialistas para planificar y más allá de los capitanes, con la masa que apoya la opinión pública para las decisiones del gobierno. Ese es un partido orgánico. Analicen cuál ha sido un partido organizado así en la República. Nuestros partidos, por condición gregaria, han nacido detrás de un hombre y no han tenido organicidad. Como consecuencia de ello, cuando un hombre llega al gobierno, se sienta en la silla y dice: "Ministro de agricultura, Fulano; ministro de Hacienda, Mengano; ministro de Obras Públicas, Sutano", de los cuales muchas veces ninguno conoce los problemas con los cuales va a manipular. A causa de esa improvisación, hasta que cada uno de ellos toma la mano de lo que tiene que realizar, anda un año a la deriva, para un lado y otro, y como hay veinte aspirantes para cada cargo, se pelean entre sí y el partido se disocia, perdiendo el gobierno el apoyo de su partido político. Ambas cosas hacen que el partido pierda, en el primer año de gobierno, todo su prestigio. Después dicen que el pueblo argentino es eminentemente oposicionista porque está siempre contra el gobierno. No es así; es que el gobierno, en ese primer año, no deja error por cometer y merece el repudio del pueblo. Buscamos que nuestro movimiento no caiga en esos errores, y para ello es necesario adquirir organicidad, disciplinarse como fuerza cívica. Que laboristas, radicales y hombres de buena necesidad se unan codo con codo y corazón a corazón para esta gran cruzada de los argentinos. Quizá ésta pueda ser la última oportunidad, argentinos. La ocasión la pintan calva, como dice el pueblo, y el pueblo siempre tiene razón. Es necesario que ahora que la fortuna nos tiende la mano estemos listos para asirla y no largaría jamás. Por eso, cada uno de ustedes ha de luchar incansablemente por la unidad de nuestras fuerzas, por la pureza de nuestros principios y porque hagamos, con nuestro sacrificio y nuestro desprendimiento personal, una obra que nos agradecerán nuestros hijos, nuestros nietos y todas las generaciones venideras. No deseo terminar estas breves palabras sin recomendarles lo que siempre he recomendado a los obreros que me visitaban semanalmente a la Secretaría de Trabajo y Previsión: Estén atentos a la propaganda de las fuerzas del mal, propaganda que hoy especula con la falta de discernimiento de los hombres y que busca explotar la sugestión colectiva dirigiéndose a presentar un hecho que el olvido general a la desaprensión de los que andan en otros problemas acepta sin reflexionar. La propaganda constituye el virus de la falacia más absoluta. Ella ha hecho que la conducción de los pueblos no esté en manos de los hombres más morales y capaces, sino de quienes pueden pagar una mejor propaganda. Queremos matar esa mentira y para ello existe un solo remedio que Dios ha dado a los hombres: el discernimiento. He contado siempre a mis amigos un cuento de mi niñez que me sirvió de ejemplo para toda mi vida. Mi padre, viejo estanciero del Chubut, había comprado unos carneros en la Exposición Rural y cuando los recibió dudaba de que fueran realmente buenos. Yo creía que lo eran y le dije que no desconfiara. El me respondió: "Escucha, hijo", y llamando a un perro grande que tenía, le dijo: "León, León", y León vino. "¿Ha visto? Le digo León y vino, pero no es león; es perro". Cuando creamos que es un león, tengamos cuidado, porque puede ser perro. Lo que yo llamo propaganda preventiva me ha dado un gran resultado con mis amigos obreros. Los mismos canillitas, al venderles los diarios, les dicen: "Sírvase, señor; son todas mentiras". Los obreros ya no creen en lo que dice la prensa que se paga. En cambio, la oligarquía que la paga se autointoxica con sus propias mentiras. Cuando algunos amigos se afligen porque en Córdoba, donde tuvimos doscientos mil hombres en un mitin y la prensa dice que tuvimos diez mil, se enojan, yo les digo que me alegra mucho, porque los que se ensañan son ellos, porque nosotros sabemos que eran doscientos mil. Mañana esos órganos que se llaman opinión y son empresas comerciales dirán que aquí hubo tres mil personas y que a cada uno le pagamos cincuenta pesos. Finalmente, les podría decir como Martín Fierro, que nunca olviden los consejos de un padre, que más que padre es un amigo. Sean unidos; no hagan pequeñas diferencias entre hermanos frente al enemigo común. Piensen que estamos empeñados en una lucha en que se juega el ser y el destino mismo de la Nación; porque yo estoy persuadido de que si alguna vez a este pueblo, que ha despertado a la vida cívica y democrática, se le cerrara nuevamente el camino a la administración, a la legislación y al Gobierno, tendríamos la guerra civil. Somos hombres de paz y de orden; no queremos pelear, queremos votar. No queremos insultar a nuestros enemigos políticos que pasan el día insultándonos. Ellos dicen: "Muera Perón". Yo les pregunto: "¿Viva quién?" Les pido unión, desprendimiento personal, valores morales; que elijan a los hombres pensando en la patria y en nuestro movimiento, que ha de perdurar silos hombres que se eligen son puros y capaces. ¿Quién ha de gobernar Santa Fe? Lo dirán los santafesinos. No he de intervenir jamás en problemas regionales, porque soy un líder de la verdadera democracia, que nace del pueblo, para gobernar al pueblo, para el pueblo. Elijan bien. ¡Pobre país si volvieran a repetirse los errores del pasado! Los que han equivocado el camino y han delinquido en la función pública deben ser condenados al ostracismo, a la usanza de los antiguos romanos. No nos ocupemos de criticar a nuestros enemigos porque tenemos muchos problemas por resolver. Y antes de terminar, invocando a Dios, les ruego que en este año de 1946 lleven sobre ustedes y sus familias todo el cúmulo de felicidades y bendiciones que ustedes merecen. ..........
1946-02-09
En la proclamación de la fórmula Perón-Quijano en Rosario :
Amigos rosarinos: Les pido que tengan la amabilidad de guardar un poco de silencio porque hace dos meses que vengo viajando y hablando todos los días y mi garganta no me permite hacer un derroche en cuanto a potencia. Permítanme desarrollar el discurso sin interrupción. En primer término, quiero saludar a los trabajadores de Rosario que me han conferido el título más honroso de "Primer Trabajador Argentino". Me honra extraordinariamente este título porque siempre he pensado que los hombres en la vida sólo pueden ostentar una virtud y el trabajo es en todos los tiempos una de las mayores virtudes del hombre. Nuestro movimiento es un movimiento del trabajo que toma todas las actividades nacionales del trabajo y que ennoblece a todos los hombres. (En ese momento se produce un arremolinamiento de personas alrededor de la tribuna por la presencia de una persona extraña y que fue enseguida localizada) Señores: Por favor, ya conocemos la técnica de mandar gente a meter bochinche. Vuelvo a repetir que ni esta clase de sabotaje puede impresionarnos a nosotros y les ruego, señores, que sigamos por el bien de todos en orden. Nuestro movimiento es un movimiento de trabajo, por eso es un movimiento humilde y noble. Ha nacido bajo el esplendor de una creación que representa el trabajo argentino en su organización y defensa, que es la Secretaría de Trabajo y Previsión. Ha comenzado con hombres humildes que hicieron la bandera de su defensa en apoyo de la Secretaria de Trabajo y Previsión, que puso en ejecución leyes que en este país cuando se trataba de defender el trabajo no se habían cumplido jamás. Nuestra doctrina puede explicarse en pocas palabras, en sus aspectos económico, social y político. En el aspecto económico, tratamos de volver al hombre a la tierra para resolver el problema demográfico y evitar el éxodo de los campos. Así he dicho, y más de una vez, que el 70 por ciento estaba antes en el campo y ahora el 70 por ciento está en las ciudades. Ello se debe a que la tierra, como también lo he dicho, ha sido aquí bien de renta en vez de ser un bien de trabajo, como debe ser en todos los pueblos. Por eso sostenemos que la única manera de aumentar la riqueza agrícola, ganadera y extractiva está en volver al hombre a la tierra y darle en propiedad la tierra que trabaja, para que ella no sea un bien de renta. Con ello hemos de evitar que en el futuro sigamos artificialmente limitando la riqueza argentina. El mundo está hambriento y necesita pan, y en la Argentina tiene trabas la siembra. El mundo está sediento, desea tomar buen vino, y en Mendoza arrancan 40.000 hectáreas de vides. En vez de propugnar la riqueza estamos limitándola artificialmente. Esa riqueza multiplicada por la industria permitirá un ciclo de organización completo en su economía. Una mayor industrialización permite comerciar y aumentar los precios y ello permite una mejor distribución para el hombre de trabajo; con ello aumenta su poder adquisitivo el trabajador y tiene mayor capacidad de consumo. Seremos así una Nación superalimentada, supervestida y superhabitada. Estados Unidos de Norteamérica, por su extraordinaria economía, consume el 85 por ciento de su producción y solamente exporta un 20 o un 25 por ciento. Nuestra doctrina social es más simple. Ya la explico con un ejemplo que me dieron en Paraná cinco chicos. Nuestra doctrina abarca ese primer gran principio humanitario. Estaban en el puerto y uno no tenía botines. Nosotros desde a bordo les tiramos cinco pesos, que cayeron en manos de uno que estaba bien vestido. Los otros cuatro chicos que presenciaban la escena, dijeron: "No, eso no es para vos; es para ése que está en patas". Y el chico entregó los cinco pesos al chico descalzo. Ésta es nuestra doctrina; queremos que alguno de esos grandes señores sepan entregar a los que no tienen botines. Queremos que algún día se conduelan de sus semejantes los que todo lo tienen, para que no haya descalzos y para que nuestra niñez aprenda a sonreír desde que nace. Nuestra doctrina social involucra a esos, cuando está demostrando que en nuestro país, gran productor de trigo, es inaceptable que en el interior no haya quienes coman pan ni carne y se ofrezca el doloroso panorama de que al sortear a nuestros ciudadanos para el servicio militar, el 40 ó 50 por ciento de ellos se encuentran inútiles por la debilidad de su constitución. Cuando se cuida una Nación lo primero que hay que cuidar es su capital humano, porque no es reemplazable. Pero aquí más se cuida de una máquina o de un motor que de quien la maneja o conduce. Nuestra doctrina social, en su primera parte, busca estas conquistas. En la segunda parte, otros aspectos para una mayor dignificación del trabajo. En primer término, no aceptamos que por ser trabajadores les esté cerrado el camino al gobierno o a la legislación en su país. No aceptamos que nuestra democracia sea un instrumento del cual se sirven los eternos demagogos para despachar la Nación en su provecho. No aceptamos que un hombre esté privado del derecho como ciudadano. Por eso pensamos que nuestra conquista social, además de dignificar el trabajo, dispone la elevación de la cultura y la humanización total. Queremos que el pueblo vaya al gobierno y a la legislación para compartir las responsabilidades y crear sus propias leyes que han de regirlo en el trabajo. Ésta, y no otra, es la razón de ser de nuestro movimiento. Queremos también que la doctrina política llegue a influenciar benéficamente al país, organizado por métodos ideales de gobierno por la vía constitucional y legal, para la organización de las masas ciudadanas, presentando por primera vez un movimiento político perfecto y orgánico. Buscamos que defiendan la organización política e institucional de la Nación. Por eso, señores, nuestra doctrina integral tiene puntos tan fundamentales que no han podido ser atacados. Ellos viajan en una caravana que asemeja a los esforzados barqueros del Volga tirando el carro de sus pecados y de sus culpas, y cuando se refieren a nosotros nos calumnian y terminan deseando que nos muramos. Nosotros, en cambio, hablamos de nuestras aspiraciones y de nuestros sueños, que han de terminar con muchos pobres en esta tierra. Nosotros no criticamos; no somos destructores, somos constructores y deseamos hacer el bien. Por eso no cometemos el error de los anacronismos que ellos cometen. Decían días pasados en una tribuna que el coronel Perón no había dado ninguna conquista social. Que el coronel Perón no le ha dado al pueblo ninguna mejora, y ellos en su programa dicen que respetarán todas las conquistas sociales que nosotros hemos conseguido. Pero ellos, que se comprometen a mantener nuestras conquistas, financian sus viajes y sus propagandas con dineros de la Unión Industrial Argentina. Yo quisiera saber, si hemos desarrollado conquistas, y si ellos van a mantener esas conquistas, cómo se las van a arreglar con la Unión Industrial, que nunca las ha querido. Señores: Podríamos seguir hablando largamente de esas contradicciones, pero me interesa conversar con ustedes de otras más, de importancia extraordinaria frente a los acontecimientos futuros. El movimiento nuestro, para servir de mejor manera a la causa, ha de cumplir los consejos que detallaré. Primero, todo aquel que se sienta peronista, que se sienta ligado a nuestra causa por verdaderos lazos, que son los de la fraternidad, debe pensar que la base de nuestro éxito se afirma en una absoluta unidad de nuestro movimiento. Sabemos que en el movimiento peronista se han infiltrado algunas fuerzas extrañas que tratan de producir disociación entre sus filas. Cuando ello suceda, no hay que ser sensible en esa tarea de disociación; es menester que los hombres de este movimiento sepan discernir por sí y por su propia voluntad y no por influencia ajena. El movimiento nuestro ha de precaverse de cuerpos extraños. Para ello, recomiendo que estudie cada peronista el manifiesto que he de lanzar por radio en cadena. Allí está perfectamente determinado cuál debe ser el procedimiento de cada uno de nuestros hombres. También he de terminar diciendo que como exigencia a todos los hombres de nuestro movimiento, que cada uno cumpla con su deber. Nosotros nos comprometemos a cumplir con el nuestro, que es el de mantener inquebrantablemente todas nuestras conquistas. Propugnamos para el futuro nuevas conquistas que lleven a la Argentina a ser un país modelo por la justicia social. Señores: Deseo terminar estas palabras con una despedida afectuosa para este pueblo de trabajadores que habita en Rosario, formando el emporio más extraordinario del país, pueblo conocido en todo el mundo como el puerto granero más grande del mundo, cuyo trigo rosafé es el modelo para la clasificación de todos los del mundo, obtenido con el trabajo y la dedicación de este pueblo. (De esta tierra la conquista social hace igual a los demás pueblos y se adelanta para este pueblo que vive pobre pero más feliz del mundo.) Amigos rosarinos: Bien saben los trabajadores de esta tierra con cuánto cariño los recuerdo. Luchen, porque están luchando por su porvenir. Recuerden que un hombre que defeccione es una fuerza que se resta. Que vuestros hijos y vuestros nietos no puedan reprocharnos ni echarles en cara porque han aflojado en un momento decisivo de nuestra vida. Con esta invocación que os hace un hombre que no piensa sino en el bien colectivo y que quiere que lo recordéis en el futuro, me despido con un fuerte abrazo de verdad, que es un abrazo de un camarada y de un hermano de causa. .......................................
1946-02-10
Proclama al pueblo de la República con vistas a las elecciones nacionales del 24 de febrero
Ciudadanos de la Nación: El pueblo de la República, deberá manifestar su voluntad política en los comicios del 24 de febrero. Jamás elección alguna alcanzó tal trascendencia. Ella ofrecerá a la ciudadanía, el momento propicio para que manifieste su auténtica decisión, posibilitándole la expresión de su voluntad soberana, que habrá de marcar el destino definitivo de la Nación. El instante que se acerca es solemne y el supremo tribunal de la soberanía republicana habrá de dar al Estado su fallo inapelable. Por ello estimo necesario hacer oír mi voz para fijar las últimas instrucciones a los sectores de la opinión popular que apoyan mi candidatura, adelantando además, que el 12 del corriente daré al éter, sin dimensión de espacio, las ideas y conceptos fundamentales sobre los que habré de estructurar mi programa de gobierno. Mis convicciones cívicas, políticas, sociales y culturales, que fueron siempre auténticamente nacionales, me impulsan a buscar la perdurable estabilidad de las formas institucionales esencialmente democráticas, mejoradas y perfeccionadas por la evolución de los sistemas y la cultura política de nuestro pueblo. Quiero así contribuir a la solución integral de los tensos y agudos problemas del país, sin más interés que el supremo de la Nación, compuesta por millones de conciencias vibrantes, en busca de una reivindicación que alcanzaremos definitivamente como consolidación de los ideales de Mayo, que nos marcan con lógica indestructible el camino revolucionario. El país no puede seguir a la zaga de los demás pueblos de la tierra. Los argentinos no debemos aceptar un destino así estructurado. Herederos de una tradición de libertad, tenemos que afianzarla. Para seguir siendo un país libre, sin odios políticos ni luchas religiosas, sin sectarismos raciales y sin preocupaciones foráneas, debemos defender y dar estructura inconmovible a la Revolución Nacional que hemos alentado en los hombres que trabajan, buscando el apoyo decidido y unánime de todo el pueblo. La libertad y el ejercicio honrado del fuero republicano, dentro de las normas democráticas y constitucionales; la solución de los problemas sociales; la elevación del nivel de vida de la población urbana y rural; la vivienda confortable e higiénica al alcance de todos los habitantes; el aumento del consumo interno y el abaratamiento de la vida, frenando el alza ilícita de los artículos de primera necesidad; la tenencia de la tierra en propiedad para quienes la trabajan directamente, poniendo fin así al nomadismo de nuestro campesinado; el estudio y revisión de las tasas impositivas y la redistribución de la renta en beneficios públicos; el aumento de la población, auspiciando el aporte de una sana inmigración; la conquista de mercados exteriores acrecentando las ventas de lo que ya producimos y su consiguiente industrialización; la creación de organismos eficientes de previsión y seguridad social, para que la solidaridad no sea solamente una palabra, son algunos de los términos de nuestra lucha y las directivas de gobierno que, como candidato, debo cumplir en el próximo períodos constitucional. Tan enorme tarea deberé realizarla con la unión y coordinación de las grandes fuerzas políticas que se mueven y desplazan generosamente, a impulsos a veces violento de la multitud, que busca su encauce tras la idealidad vislumbrada. Radicales, laboristas o independientes, son una misma fuerza. Poseen una misma emoción revolucionaria. Puede advertirse por sus pronunciamientos, que sobre las diferencias circunstanciales, superadas siempre, existe una vinculación indisoluble e indestructible. El radicalismo, que tiene su raíz histórica y entronca su vida y sus ideales con los de la patria misma, tiene su lado a las fuerzas trabajadoras, que tras las reflexiones de una responsabilidad ciudadana se han incorporado a la militancia política para contribuir también al logro del ideal revolucionario. El ejercicio de la democracia, su afirmación como sistema perfectible, y la continuidad de la obra de generaciones que la implantaron en la Argentina, es en radicales y laboristas una requisitoria permanente, que excluye la idea de superioridad en cada uno de esos partidos, para unirlos exitosamente sin experimentaciones previas. Bajo los signos de la democracia y los símbolos de la patria, podemos afirmar que ha nacido del conjunto de ambos, una gran fuerza política tolerante, con doctrinas claras, que anhela la vigencia del régimen constitucional consagrado por nuestra magna Constitución, y a la que el adversario y la propia mística de las masas ha calificado de "peronismo". Serán sostenedores de esta política nacional y revolucionaria, afirmativa del progreso y de los principios civilizadores, los candidatos ya proclamados por ambos partidos para electores de Presidente y Vicepresidente de la Nación, para Gobernadores y Vicegobernadores en las Provincias, para Senadores y Diputados nacionales y para integrar las Legislaturas Provinciales. Ellos tendrán conmigo, la responsable misión de trabajar para la República en esta hora igualitaria y tensa, en que la Nación convoca a sus generaciones para el gran esfuerzo, tornando trascendentales los instantes futuros, en que enfrentaremos la lucha comicial para vencer, consagrando nuestros principios de libertad, fraternidad y justicia. Los siguientes son los candidatos de perfiles ejecutivos a quienes el Movimiento Peronista en toda la República, confía la realización de su programa revolucionario, para estructurar la Argentina libre que soñamos. Dejar de votarlos implica traición y deslealtad a nuestro Movimiento, por eso recomiendo a todos los iniciados en nuestra cruzada cívica, la más absoluta disciplina en el comicio. Las fórmulas en las Provincias En Entre Ríos: Maya-Chaile En Corrientes: Díaz De Vivar-Vallejos o Virasoro-Vallejos. En Santa Fe: Meiners-Pardal En Córdoba: Auchter-Asis En Tucumán: Para Gobernador: Mayor Carlos Domínguez En Santiago del Estero: Para Gobernador, el coronel Aristóbulo Mittelbach En Salta: Cornejo Linares- San Millán En Jujuy: Iturbe-Castro En Catamarca: Rodríguez-Córdoba En La Rioja: Martínez-Guzmán Loza. En San Juan: Alvarado-Godoy En Mendoza: Picallo-Tabaneras En San Luis: Para Gobernador, el doctor Zabala Ortiz. Los ciudadanos que ocuparán esas magistraturas tendrán la colaboración indiscutible de otros cuya acción será legislativa y cuyos nombres ya han sido dados al conocimiento público. Todos ponen una profunda vocación revolucionaria e informarán sus conductas de gobernantes en la mística del movimiento que está lanzado. Otros nombres que no sean los suyos deben ser rechazados por los verdaderos militantes del movimiento peronista. Las orientaciones políticas de sus partidos (Radical y Laborista) los vinculan y ligan por hondas convicciones al pensamiento central que inspirará mi acción de mandatario. Más allá de todas las divergencias que puedan haber implicado la consagración de sus nombres, y los compromisos partidarios que hubieran podido ligarlos anteriormente, ellos ofrecen en esta hora la solemne garantía de trabajar por un futuro luminoso para la Nación Argentina. Las provincias, así conducidas y representadas, no habrán de eludir el compromiso de trabajo por la Nación, y ésta, en conjunto de volcar sus potestades a favor de un mejor destino para aquéllas, pues los hombres que irán a la función de gobierno saben que la República debe estar por encima de las banderías en que pudiera dividirse la opinión interna o externa de los grupos que afianzan el sentir revolucionario. La historia ha querido repetirse con su lógica invariable. De nuevo, el gobierno que emerja de las elecciones nacionales y que será nuestro gobierno deberá actuar bajo la presión histórica de las hora de una nueva humanidad. Otra vez les corresponderá a los argentinos ser actores y testigos de una nueva etapa de la nacionalidad. Por ello solicito a las actuales generaciones el voto por los candidatos de la revolución en toda la República. Con la consagración de los mismos, el resurgimiento político e institucional de la patria será una consecuencia directa del sufragio ofrecido a la revolución de junio, como prueba democrática de su alma por un pueblo que llegó a interpretarla. Pienso asimismo, que la consagración de mi nombre como Presidente de la Nación contará con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos de la República, cuya representación ejerceré para obtener una unidad invariable frente a la desintegración que propugnan nuestros adversarios. Ellos trabajan con pérfida insistencia y obscuras sutilezas para dividirnos y disociar la acción del peronismo. Por eso reclamo de la ciudadanía, enrolada en nuestro Movimiento, la más absoluta disciplina en esta hora, donde hasta una mínima indecisión puede cambiar el destino de la República. ...........
1946-02-12
En la proclamación de la fórmula Perón-Quijano en la Plaza de la República
Llego a vuestra presencia con la emoción que me produce sentirme confundido entre este mar humano de conciencias honradas; de estas conciencias de criollos auténticos que no se doblan frente a las adversidades, prefieren morir de hambre antes que comer el amargo pan de la traición. Llego a vosotros para deciros que no estáis solos en vuestros anhelos de redención social, sino que los mismos ideales sostienen nuestros hermanos de toda la vastedad de nuestra tierra gaucha. Vengo conmovido por el sentimiento unánime manifestado a través de campos, montes, ríos, esteros y montañas; vengo conmovido por el eco resonante, de una sola voluntad colectiva: la de que el pueblo sea realmente libre, porque de una vez por todas quede libre de la esclavitud económica que la agobia. Y aun diría más; que le agobia como antes lo ha oprimido y que si no lograra independizarse ahora, aún lo vejaría más en el porvenir. Le oprimiría hasta dejar a la clase obrera sin fuerzas para alcanzar la redención social que vamos a conquistar antes de quince días. En la mente de quienes concibieron y gestaron la Revolución del 4 de junio estaba fija la idea de la redención social de nuestra patria. Este movimiento inicial no fue una militarada más, no fue un golpe cuartelero más, como algunos se complacen en repetir; fue una chispa que el 17 de octubre encendió la hoguera en la que han de crepitar hasta consumirse los restos del feudalismo que aún asoma por tierra americana. Porque hemos venido a terminar con una moral social que permitía que los trabajadores tuviesen para comer sólo lo que les diera por voluntad patronal y no por deber impuesto por la justicia distributiva, se acusa a nuestro movimiento de ser enemigo de la libertad. Pero yo apeló a vuestra conciencia, a la conciencia de los hombres libres de nuestra patria y del mundo entero, para que me responda honestamente si oponerse a que los hombres sean explotados y envilecidos obedece a un móvil liberticida. No debemos contemplar tan sólo lo que pasa en el centro de la ciudad de Buenos Aires; no debemos considerar la realidad social del país como una simple prolongación de las calles centrales bien asfaltadas, iluminadas y civilizadas; debemos considerar la vida triste y sin esperanza de nuestros hermanos de tierra adentro, en cuyos ojos he podido percibir el centelleo de esta esperanza de redención. Por ellos, por nosotros, por todos juntos, por nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos debemos hacer que, ¡por fin!, triunfen los grandes ideales de auténtica libertad que soñaron los forjadores de nuestra independencia y que nosotros sentimos palpitar en lo más profundo de nuestro corazón. Cuando medito sobre la significación de nuestro movimiento, me duelen las desviaciones en que incurren nuestros adversarios. Pero, mucho más que la incomprensión calculada o ficticia de sus dirigentes, me duele el engaño en que viven los que de buena fe les siguen por no haberles llegado aún la verdad de nuestra causa. Argentinos como nosotros, con las virtudes propias de nuestro pueblo, no es posible que puedan acompañar a quienes lo han vendido y los llevan a rastras, de los que han sido sus verdugos y seguirán siéndolo el día de mañana. Los pocos argentinos que de buena fe siguen a los que han vendido la conciencia a los oligarcas, sólo pueden hacerlo movidos por las engañosas argumentaciones de los habladores profesionales. Estos vociferadores de la libertad quieren disimular, alucinando con el brillo de esta palabra, el fondo esencial del drama que vive el pueblo argentino. Porque la verdad verdadera es ésta: en nuestra patria no se debate un problema entre libertad o tiranía, entre Rosas y Urquiza, entre democracia y totalitarismo; lo que en el fondo del drama argentino se debate es, simplemente, un partido de campeonato entre la justicia social y la injusticia social. Quiero dejar de lado a los provocadores a sueldo; a las descarriadas jovenzuelas que en uso de la libertad han querido imponer el uso del símbolo monetario en el pecho de damas argentinas cuya imposición rechazaban en uso de la propia libertad; a los pocos estudiantes que han creído descender de su posición social si se solidarizaban con el clamor de los hombres de trabajo, sin reflexionar que únicamente su trabajo será lo que en el futuro llegará a ennoblecer su paso por la vida; quiero también dejar de lado a los resentidos, a cuantos creyéndose seres excepcionales creían que el favor y la amistad personal podían más que el esfuerzo lento y constante de cada día y el espíritu de sacrificio ante los embates de la adversidad; quiero dejar de lado todo lo negativo, lo interesado, lo mezquino, para dirigirme a los hombres de buena voluntad que aún no han comprendido la esencia de la revolución social, cuyas serenas páginas se están escribiendo en el Libro de la Historia Argentina, y decirles: Hermanos: con pensamiento criollo, sentimiento criollo y valor criollo, estamos abriendo el surco y sembrando la semilla de una patria libre, que no admita regateos de su soberanía, y de unos ciudadanos libres que no sólo lo sean políticamente sino que tampoco vivan esclavizados por el patrón. Síguenos; tu causa es nuestra causa; nuestro objetivo se confunde con tu propia aspiración, pues sólo queremos que nuestra patria sea socialmente justa y políticamente soberana. Para alcanzar esta altísima finalidad no nos hemos valido ni nos valdremos jamás de otros medios que aquellos que nos otorgan la Constitución, -para la restauración de cuyo imperio empeñé mi palabra, mi voluntad y mi vida- y las leyes socialmente justas que poseemos o que los órganos legislativos naturales nos otorguen en lo futuro. Para alcanzar esta altísima finalidad no necesitamos recurrir a teorías ni a métodos extranjeros; ni a los que han fracasado ni a los que hoy pretenden imponerse, pues como dije en otra oportunidad, para lograr que la Argentina sea políticamente libre y socialmente justa, nos basta con ser argentinos y nada más que argentinos. Bastará que dentro del cuadro histórico y constitucional el mecanismo de las leyes se emplee como un medio de progresar, pero de progresar todos, pobres y ricos, en vez de hacerlo solamente éstos a expensas del trabajador. En el escaso tiempo que intervine directamente en las relaciones que entre el capital y el trabajo, tuve oportunidad de expresar el pensamiento que regiría ni acción. Fueron señalados los objetivos a conseguir y expuestas con claridad las finalidades que nos proponíamos. En este plan de tareas y en las motivaciones que la justifican, recogióse el clamor de la clase obrera, de la clase media y de los patronos que no tienen contraídos compromisos foráneos. Y aún añadiré que éstos no tuvieron inconvenientes en acompañarnos mientras creyeron que nuestra dignidad podía corromperse entregándoles la causa obrera a cambio de un cheque con menor o mayor número de ceros, tanto más cuanto mayor fuese nuestra felonía. Pero se equivocaron de medio a medio, porque ni yo ni ninguno de mis leales dejó de cumplir los dictados de la decencia, de la hombría y de la caballerosidad. Ligada nuestra vida a la causa del pueblo, con el pueblo compartiremos el triunfo o la derrota. Las consecuencias ya las conocéis. Comenzó la guerra de las solicitadas; siguió la alianza con los enemigos de la patria; continuó la campaña de difamación, de ultrajes, y de mentiras, para terminar en un negocio de compraventa de políticos apolillados y aprendices de dinamiteros a cambio de un puñado de monedas. No tengo que deciros quiénes son los sicarios señorones que han comprado, ni los Judas que se han vendido. Todos los conocemos y hemos visto sus firmas puestas en el infamante documento. Quiero decir solamente que esta infamia es tan sacrílega como la del Iscariote que vendió a Cristo, pues en esta sucia compraventa, fue vendido otro inocente: el pueblo trabajador de nuestra querida patria. Y advertid que esto, que es gravísimo, aún no constituye la infamia mayor. Lo incalificable, por monstruoso, es que los caballeros que compraron a políticos no se olvidaron de documentar fehacientemente la operación para sacarle buen rédito al capital que invertían. Seguros de que hacían una buena operación financiera, la documentaban bancariamente para que el día de mañana, si resultaran triunfantes sus gobernantes títeres, los tendrían prisioneros y podrían obligarles a derogar la legislación del trabajo e impedir cuanto significara una mejora para la clase trabajadora, bajo amenaza de publicar la prueba de su traición. Una tempestad de odio se ha desencadenado contra los descamisados que sólo piden ganarse honradamente la vida y poder sentirse libres de la opresión patronal y de todas las fuerzas oscuras o manifiestas que respaldan sus privilegios. Esta tempestad de odios se vuelca en dicterios procaces contra nosotros, procurando enlodar nuestras acciones y nuestros más preciados ideales. De tal manera nos han atacado que si hubiéramos tenido que contestar una a una sus provocaciones, no habríamos tenido tiempo bastante para construir lo poco que hemos podido realizar en tan escaso tiempo. Pero debemos estarles agradecidos, porque no puede haber victoria sin lucha. Y la victoria que con los brazos abiertos nos aguarda, tendrá unas características análogas a la que tuvo que conquistar el gran demócrata norteamericano, el desaparecido presidente Roosevelt, que a los cuatro años de batallar con la plutocracia confabulada contra sus planes de reforma social, pudo exclamar después de su primera reelección en el acto de prestar juramento el día 20 de enero de 1937: "En el curso de estos cuatro años, hemos democratizado más el poder del gobierno, porque hemos empezado a colocar las potencias autocráticas privadas en su lugar y las hemos subordinado al gobierno del pueblo. La leyenda que hacía invencibles a los oligarcas ha sido destruida. Ellos nos lanzaron un desafío y han sido vencidos". Creo innecesario extenderme en largas disquisiciones de índole político. La historia de los trabajadores argentinos corre la misma trayectoria que la libertad. La obra que he realizado y lo que la malicia de muchos no me ha dejado realizar, dice bien a las claras cuáles son mis firmes convencimientos. Y si nuestros antecedentes no bastan para definirnos, nos definen, por interpretación inversa, las palabras y las actitudes de nuestros adversarios. Con decir que en el aspecto político somos absolutamente todo lo contrario de lo que nos imputan, quedaría debidamente establecida nuestra ideología y nuestra orientación. Y si añadimos que ellos son lo contrario de lo que fingen, habremos presentado el verdadero panorama de los términos en que la lucha electoral está entablada. Tachar de totalitarios a los obreros argentinos, es algo que se sale de lo absurdo para caer en lo grotesco. Precisamente han sido las organizaciones obreras que me apoyan, las que durante los últimos años han batallado en defensa de los pueblos oprimidos contra los regímenes opresores, mientras que eran -aquí como en todas partes del mundo, sin excluir los países que han hecho la guerra, salvo Rusia- la aristocracia, la plutocracia, la alta burguesía, el capitalismo, en fin, y sus secuaces, quienes adoraban a las dictaduras y repelían a las democracias. Seguían esta conducta cuando pensaban que las dictaduras defendían sus intereses y las democracias los perjudicaban, por no ser un muro suficiente de contención frente a los avances del comunismo. Si mis palabras requiriesen una prueba, podría ofrecerla bien concluyente en las colecciones de los diarios de la oligarquía que ahora se estremecen ante cualquier presunto atentado a las esencias democráticas y liberales, pero que tuvieron muy distinta actitud cuando el problema se planteaba en otros pueblos. Y si la prueba no fuese todavía categórica, remitiría el caso al examen de la actuación de los partidos políticos que han gobernado en los últimos tiempos, y cuyos prohombres, actuando de vestales un tanto caducas y en mucho recompuestas, quieren ahora compatibilizar sus alardes democráticos puramente retóricos, con la realidad de sus tradicionales fraudes electorales, de sus constantes intervenciones a los gobiernos de las provincias, con el abuso del poder en favor de los oligarcas y en contra de los desheredados. ¿Dónde está, pues, el verdadero sentimiento democrático y de amor a las libertades, si no es en este mismo pueblo que me alienta para la lucha? No deja de ser significativo que los grupos oligárquicos disfrazados de demócratas, unan sus alaridos y sus conductas a esos mismos comunistas que antes fueron -por el terror que los inspiraban- la causa de sus fervores totalitarios, y a quienes ahora dedican las mejores de sus sonrisas. Como es igualmente espectáculo curioso, observar el afán con que esos dirigentes comunistas proclaman su fe democrática, olvidando que la doctrina marxista de la dictadura del proletariado y la práctica de la U.R.S.S. -orgullosamente exaltada por Molotov en discursos de hace pocos meses-, son eminentemente totalitarias. ¡Pero qué le vamos a hacer! Los comunistas argentinos son flacos de memoria y no se acuerdan tampoco de que cuando gobernaban los partidos que se titulan demócratas, ellos tenían que vivir en la clandestinidad y que sólo han salido de ella para alcanzar la personería jurídica cuando se lo ha permitido un gobierno, del cual yo formaba parte, pese a la incompatibilidad que me atribuyen con los métodos de libertad. El contubernio a que han llegado, es sencillamente repugnante y representa la mayor traición que se ha podido cometer contra las masas proletarias. Los partidos Comunista y Socialista, que hipócritamente se presentan como obreristas, pero que están sirviendo los intereses capitalistas, no tienen inconvenientes en hacer la propaganda electoral con el dinero entregado por la entidad patronal. Y todavía se sorprenden de que los trabajadores de las provincias del Norte, que viven una existencia miserable y esclavizada, en beneficio de un capitalismo absorbente que cuenta con el apoyo de los partidos, que frecuentemente dirigen los mismos patrones -recuerdo con tal motivo a Patrón Costas y a Michel Torino-, hayan apedreado el tren en que viajaba un conglomerado de hombres, que en el fondo, lo que quieren es ¡prolongar aquellas situaciones! Usando de una palabra que a ellos les gusta mucho, podríamos decir que son los verdaderos representantes del continuismo; pero del continuismo en la política de esclavitud y miseria de los trabajadores. Hasta aquí me he referido a vuestra posición netamente democrática. Permitiendo aludir, siquiera sea brevemente, a la mía. No me importan las palabras de los adversarios ni mucho menos sus insultos. Me basta con la rectitud de mi proceder y con la noción de vuestra confianza. Ello me permite aseverar modestamente, sencillamente, llanamente, sin ostentación ni gritos, sin necesidad de mesarme los cabellos ni rasgarme las vestiduras, que soy demócrata en el doble sentido político y económico del concepto, porque quiero que el pueblo, todo el pueblo -en esto si que soy totalitario-, y no una parte ínfima del pueblo, se gobierne a sí mismo y porque deseo que todo el pueblo adquiera la libertad económica que es indispensable para ejercer las facultades de autodeterminación. Soy, pues, mucho más demócrata que mis adversarios, porque yo busco una democracia real, mientras que ellos defienden una apariencia de democracia, la forma externa de la democracia. Yo pretendo que un mejor estándar de vida ponga a los trabajadores, aún a los más modestos, a cubierto de las coacciones capitalistas; y ellos quieren que la miseria del proletariado y su desamparo estatal les permitan continuar sus viejas mañas de compra o de usurpación de las libretas de enrolamiento. Por lo demás, es lamentable que a mí, que he propulsado y facilitado la vuelta a la normalidad, que me he situado en posición de ciudadano civil para afrontar la lucha política y que he despreciado ocasiones que se me venían a la mano para llegar al poder sin proceso electoral, se me imputen propósitos anticonstitucionales, presentes o futuros, y es todavía más lamentable que esas acusaciones sean hechas por quienes, a título de demócratas, no saben a qué arbitrio acudir o a qué militar o marino volver los ojos para evitar unas elecciones en que se saben derrotados. Se saben derrotados, no porque vaya a haber fraude sino porque no lo va haber o, mejor dicho porque ya no tienen ellos a su disposición todos los elementos que antes usaban para ganar fraudulentamente los comicios. Vienen reclamando desde hace tiempo elecciones limpias, pero cuando llegan a ellas se asustan del procedimiento democrático. Por todas estas razones, no soy tampoco de los que creen que los integrantes de la llamada Unión Democrática han dejado de llenar su programa político, vale decir, su democracia como un contenido económico. Lo que pasa es que ellos están defendiendo un sistema capitalista con perjuicio o con desprecio de los intereses de los trabajadores, aún cuando les haga las pequeñas concesiones a que luego habré de referirme; mientras que nosotros defendemos la posición del trabajador y creemos que sólo aumentando enormemente su bienestar e incrementando su participación en el Estado y la intervención de éste en las relaciones del trabajo, será posible que subsista lo que el sistema capitalista de libre iniciativa tiene de bueno y de aprovechable frente a los sistemas colectivistas. Por el bien de mi patria quisiera que mis enemigos se convenciesen de que mi actitud no solo es humana, sino que es conservadora, en la noble aceptación del vocablo. Y bueno sería también, que desechasen de una vez el calificativo de demagógico que se atribuye a todos mis actos no porque carezcan de valor constructivo ni porque vayan encaminados a implantar una tiranía de la plebe -que es el significado de la palabra demagogia-, sino simplemente porque no van de acuerdo con los egoístas intereses capitalistas, ni se preocupan con exceso de la actual estructura social, ni de los que ellos, barriendo para adentro, llaman "los supremos intereses del país", confundiéndolos con los suyos propios. Personalmente, prefiero la idea defendida por Roosevelt -y el testimonio no creo que pueda ser recusado- de que la economía ha dejado de ser un fin en sí mismo para convertirse en un medio de solucionar los problemas sociales. Es decir, que si la economía no sirve para llevar el bienestar a toda la población y no a una parte de ella, resulta cosa bien despreciable. Lástima que los conceptos de Roosevelt a este respecto fueran desbaratados por la Cámara... y por la "Antecámara", es decir, por los organismos norteamericanos equivalentes a nuestra Unión Industrial, Bolsa de Comercio y Sociedad Rural. Y conste, asimismo, que Roosevelt distaba mucho de ser ni en lo social ni en lo político, un hombre avanzado. Por eso, cuando nuestros enemigos hablan de democracia, tienen en sus mentes la idea de una democracia estática, quiero decir, de una democracia sentada en los actuales privilegios de clase. Como los órganos del Estado, y el poder del Estado, la organización de la sociedad, los medios coactivos, los procedimientos de propaganda de las instituciones culturales, la libertad de expresión del pensamiento, la religión misma, se hallan bajo su dominio y a su servicio exclusivo, pueden echarse tranquilos en los brazos de la democracia pues saben que la tienen dominada y que servirá de tapadera a sus intereses, precisamente en esa situación está basado el concepto revolucionario marxista y la necesidad que señalan de una dictadura proletaria. Pero si como ha sucedido en la Argentina y en virtud de mi campaña, el elemento trabajador, el obrero, el verdadero siervo de la gleba, el esclavizado peón del surco norteño, alentados por la esperanza de una vida menos dura y de un porvenir más risueño para sus compañeras y para sus hijos, sacuden su sumisión ancestral, reclamen como hombres la milésima parte de las mejoras a que tienen derecho, ponen en peligro la pacífica y tradicional digestión de los poderosos y quieren manifestar su fuerza y su voluntad en unas elecciones, entonces la democracia, aquella democracia capitalista, se siente estremecida en sus cimientos y nos lanza la imputación del totalitarismo. De este modo llegaríamos a la conclusión de que el futuro Congreso representará un régimen democrático si triunfan los privilegios de la clase hasta ahora dominante, y que representará un régimen dictatorial si, como estoy seguro, triunfan en las elecciones las masas de trabajadores que me acompañan por todo el país. Más no importan los calificativos. Nosotros representamos la auténtica democracia, la que se asienta sobre la voluntad de la mayoría y sobre el derecho de todas las familias a una vida decorosa, la que tiende a evitar el espectáculo de la miseria en medio de la abundancia, la que quiere impedir que millones de seres perezcan de hambre mientras que centenares de hombres derrochan estúpidamente su plata. Si esto es demagogia, sintámonos orgullosos de ser demagogos y arrojémosles al rostro la condenación de su hipocresía, de su egoísmo, de su falta de sentido humano y de su afán lucrativo que va desangrando la vida de la Nación. ¡Basta ya de falsos demócratas que utilizan una idea grande para servir a su codicia! ¡Basta ya de exaltados constitucionalistas que sólo aman la Constitución en cuanto les ponga a cubierto de las reivindicaciones proletarias! ¡Basta ya de patriotas que no tienen reparo en utilizar el pabellón nacional para cubrir averiadas mercancías, pero que se escandalizan cuando lo ven unido a un símbolo del trabajo honrado! Nuestra trayectoria en el terreno social es igualmente clara que en el político. Desde que a mi iniciativa se creó la Secretaría de Trabajo y Previsión, no he estado preocupado por otra cosa que por mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población asalariada. Para ello era menester el instrumento de actuación y la Secretaría de Trabajo y Previsión resultó un vehículo insuperable a los fines perseguidos. La medida de la eficacia de la Secretaría de Trabajo y Previsión nos la da tanto la adhesión obrera como el odio patronal. Si el organismo hubiese resultado inocuo, les tendría sin cuidado y hasta es posible que muchos insospechados fervores democráticos tuvieran un tono más bajo. Y es bien seguro que muchos hombres que hasta ayer no ocultaron sus simpatías hacia las dictaduras extranjeras o que sirvieron a otros gobiernos de facto en la Argentina, no habrían adoptado hoy heroicas y espectaculares posiciones seudodemocráticas. Si el milagro de la transformación se ha producido, ha sido sencillamente porque la Secretaría de Trabajo ha dejado de representar un coto cerrado solo disfrutable por la plutocracia y por la burguesía. Se acabaron las negativas de los patronos a concurrir a los trámites conciliatorios promovidos por los obreros, se terminaron las infracciones sin sanción a las leyes del trabajo: puso fin a la amistosa mediación de políticos, de grandes señores y de poderosos industriales, para lograr que la razón del obrero fuese atropellada. La Secretaría de Trabajo hizo justicia estricta, y si en muchas ocasiones se inclinó hacia los trabajadores, lo hizo porque era la parte más débil en los conflictos. Esa posición espiritual de la autoridad es lo que no han tolerado los elementos desplazados de la hegemonía que venían ejerciendo, y esa es la clave de su oposición al organismo creado. A eso es a lo que llaman demagogia. Que el empleador burle al empleado, representa para ellos labor constructiva de los principios democráticos; pero que el Estado haga justicia a los obreros, constituye pura anarquía. Creo que en esa subversión de las partes en conflicto se encuentra la verdadera obra revolucionada que hemos realizado y que por su efecto psicológico tiene mayor valor y más amplia trascendencia que todas las demás. Esa es la causa de que todos los ataques se dirijan contra la Secretaría de Trabajo y por eso el empeño de destruirla. No a otra cosa obedecen los rugidos de satisfacción que han lanzado el capitalismo, su prensa y sus servidores cuando en una reciente sentencia la Suprema Corte de la Nación ha declarado la inconstitucionalidad de las Delegaciones Regionales. Porque la verdad es que esa decisión adoptada pocos días antes de las elecciones trata de asestar un rudo golpe a la Secretaría de Trabajo y Previsión y constituye un primer paso para deshacer las mejoras sociales que lograron los trabajadores. El respeto a las decisiones judiciales no excluye el derecho de comentar y de discutir sus fallos, mucho menos cuanto mayores sean las invocaciones que se hagan a la libertad y a la democracia. Ya llegará, pues, el momento de discutir cuáles son las competencias que en relación al derecho del trabajo corresponden a la Nación y cuáles las que son atributos de las provincias. Hasta será fácil demostrar por opinión de tratadistas muy del gusto oligárquico que la Suprema Corte, tan rigorista y tan equivocada en esta ocasión respecto a las facultades de aplicación de las leyes del trabajo, ha consentido y aprobado que la Nación venga invadiendo desde hace muchos años la potestad legislativa de las provincias. Y conste que en esta parte encuentro acertada su posición, porque las normas del trabajo que tienden a la internacionalización, deben ser nacionales. Lo que no admito es la dualidad de criterio, cuya motivación no me interesa de momento. Si alguien quiere encontrar la explicación, tal vez la halle en una obra de Renard. Ofrezco la cita a mis enemigos socialistas, y doy por descontado que entre ellos o entre las asociaciones profesionales seudodemocráticas, se propiciará la iniciación de una nueva causa por desacato y hasta es posible que se tome pretexto de ello para ver si hay militares o marinos que lleguen a tiempo de impedir nuestro triunfo electoral. Ya sé que cuando se habla de mi obra social, los adversarios sacan a relucir la que ellos han realizado. Examinemos brevemente esa cuestión. Es verdad que los legisladores argentinos han dictado leyes sociales a tono con las de otros países. Pero se ha hecho siempre dentro de un ámbito meramente proteccionista, sin atacar los problemas en su esencia. Meras concesiones que se iban obteniendo del capitalismo a fin de no forzar las cosas excesivamente e ir distrayendo a los obreros y a sus organizaciones en evitación de reacciones excesivas y violentas. Reparación de accidentes de trabajo, que muy poco reparan y que prolongan la agonía del incapacitado. Insignificantes indemnizaciones por despido que ninguna garantía representan para el trabajador injustamente despedido, víctima del abuso de un derecho dominical propio de la Edad Media. Mezquinas limitaciones en la duración de las jornadas y en el descanso retribuido. Y por otra parte, inexistencia de toda protección para los riesgos de desocupación, enfermedad y, para la casi totalidad de los asalariados, de invalidez, vejez y muerte. Régimen de salarios de hambre y de viviendas insalubres. ¿Para qué seguir la relación? Frente a tal estado de cosas, nuestro programa tiende a cubrir todos los riesgos que privan o disminuyen al trabajador en su capacidad de ganancia; prohibición del despido sin causa justificada, proporcionar a todos los trabajadores el estándar de vida que dignifique su existencia y la de sus familiares. Y, sobre todo esto, las grandes concesiones verdaderamente revolucionarias, tendencia a que la tierra sea de quien la trabaje; supresión de los arrendamientos rurales; limitación de las ganancias excesivas y participación de los trabajadores en los beneficios de la industria. A este respecto, debo consignar que cuando lancé la idea, todas las "fuerzas vivas" y sus satélites me arrojaron el concebido anatema. La proposición era netamente demagógica. Se iba a la ruina de la sacrosanta economía nacional. Pero los últimos cables nos anuncian que en Estados Unidos se estudia el sistema de participación en los beneficios como medio de atajar los graves conflictos obreros que se han presentado, llegando a fijar en un 25 por ciento el monto de esa participación. Esperemos que con el beneplácito estadounidense, ya no parecerá el intento tan descabellado a nuestros grandes economistas y financieros, serviles imitadores de las modas extranjeras o mansos cumplidores de las órdenes que le llegan desde afuera. Brevemente me referiré a las ideas centrales que han impulsado nuestra acción en el terreno económico. Sostengo el principio de libertad económica. Pero esta libertad, como todas las libertades, llega a generar el más feroz egoísmo si en su ejercicio no se articula la libertad de cada uno con la libertad de los demás. No todos venimos al mundo dotados del suficiente equilibrio moral para someternos de buen grado a las normas de sana convivencia social. No todos podemos evitar que las desviaciones del interés personal degeneren en egoísmo expoliador de los derechos de los demás y en ímpetu avasallador de las libertades ajenas. Y aquí, en este punto que separa el bien del mal, es donde la autoridad del Estado debe acudir para enderezar las fallas de los individuos, y suplir la carencia de resortes morales que deben guiar la acción de cada cual, si se quiere que la sociedad futura salga del marasmo que actualmente la ahoga. El Estado puede orientar el ordenamiento social y económico sin que por ello intervenga para nada en la acción individual que corresponde al industrial, al comerciante, al consumidor. Estos, conservando toda libertad de acción que los códigos fundamentales les otorgan, pueden ajustar sus realizaciones a los grandes planes que trace el Estado para lograr los objetivos políticos, económicos y sociales de la Nación. Por esto afirmo que el Estado tiene el deber de estimular la producción, pero debe hacerlo con tal tacto que logre, a la vez, el adecuado equilibrio entre las diversas fuerzas productivas. A este efecto, determinará cuáles son las actividades ya consolidadas en nuestro medio, las que requieren un apoyo para lograr solidez a causa de la vital importancia que tiene para el país; y por último, cuáles han cumplido ya su objetivo de suplir la carestía de los tiempos de guerra, pero cuyo mantenimiento en época de normalidad representaría una carga antieconómica que ningún motivo razonable aconseja mantener o bien provocaría estériles competencias con otros países productores. Pero aún hay otro motivo que obliga al Estado argentino a regular ciertos aspectos de la economía. Los compromisos internacionales que tiene contraídos lo obligan a orientar las directivas económicas supranacionales teniendo en vista la cooperación entre todos los países. Y si esta cooperación ha de ser eficaz y ha de basarse en ciertas reglas de general aplicación entre Estados, no veo la forma de que la economía interna de cada país quede a merced del capricho de unos cuantos oligarcas manejadores de las finanzas, acostumbrados a hacer trabajar siempre a los demás en provecho propio. Al Estado, rejuvenecido por el aporte de sangre trabajadora que nuestro movimiento inyectará en todo su sistema circulatorio, corresponderá la misión de regular el progreso económico nacional sin olvidar el cumplimiento de los compromisos que la Nación contraiga o tenga contraídos con otros países. Por lo que os he dicho hoy, por lo que he afirmado en ocasiones anteriores, parecería ocioso repetir que no soy enemigo del capital privado. Juzgo que debe estimularse el capital privado en cuanto constituye un elemento activo de la producción y contribuye al bienestar general. El capital resulta pernicioso cuando se erige o pretende erigirse en instrumento de dominación económica. En cambio es útil y beneficioso cuando sabe elevar su función al rango de cooperador efectivo del progreso económico del país y colaborador sincero de la obra de la producción y comparte su poderío con el esfuerzo físico o intelectual de los trabajadores para acrecentar la riqueza del país. Por esto, en los postulados éticos que presiden la acción de nuestra política, junto a la elevación de la cultura del obrero y a la dignificación del trabajo, incluimos la humanización del capital. Solamente llevando a cabo estos postulados, lograremos la desaparición de las discordias y violencias entre patronos y trabajadores. Para ello no existe otro remedio que implantar una inquebrantable justicia distributiva. En el nuevo mundo que surge en el horizonte no debe ser posible el estado de necesidad que agobia todavía a muchísimos trabajadores en medio de un estado de abundancia general. Debe impedirse que el trabajador llegue al estado de necesidad, porque, sepan bien los que no quieren saber o fingen no saberlo, que el estado de necesidad está al borde del estado de peligrosidad, porque nada hace saltar tan fácilmente los diques de la paciencia y de la resignación como el convencimiento de que la injusticia tolerada por los poderes del Estado, porque, precisamente, ellos son los que tienen la obligación de evitar que se produzcan las injusticias. Un deber nacional de primer orden exige que la organización política, la organización económica y la organización social, hasta ahora en manos de la clase capitalista, se transformen en organizaciones al servicio del pueblo. El pueblo del 25 de Mayo quería saber de qué se trataba; pero el pueblo del 24 de Febrero quiere tratar todo lo que el pueblo debe saber. Para terminar y como detalle complementario del aspecto económico, he de referirme brevemente a las orientaciones generales que deseamos seguir en orden a la industrialización que el país necesita. Ante todo la afirmación esencial que rige nuestra acción: la riqueza, no la constituye el montón de dinero más grande o más chico que pueda tener atesorado la Nación; para nosotros la verdadera riqueza la constituye el conjunto de la población, los seres útiles de la población, el trabajo propiamente tal y la organización ordenada de esta población y de este trabajo. Es, pues, el elemento humano actual y futuro, el factor que ha de requerir la preocupación fundamental del Estado. Va sin decir que ahí se incluye la elevación del nivel de vida hasta el estándar compatible con la dignidad del hombre y el mejoramiento económico general; la propulsión de organizaciones mutualistas y cooperativas; el incremento de la formación técnica y capacitación profesional; la construcción de casas baratas y económicas para obreros y empleados; los préstamos para la construcción y renovación del hogar de la clase media, pequeños propietarios, rentistas y jubilados modestos, y estímulos, fomento y desarrollo del vasto plan de seguridad social y mejoramiento de las condiciones generales de trabajo. No puede hablarse de emprender la industrialización del país sin consignar bien claramente que el trabajador ha de estar protegido antes que la máquina o la tarifa aduanera. Y tampoco tengo que repetir que el progreso del trabajador del campo debe ir a compás del hombre de la ciudad. Deben convencerse de que la ciudad sin el esfuerzo del hombre de campo esta condenada a desaparecer. De cada 35 habitantes rurales solo uno es propietario. Ved si andamos muy lejos cuando decimos que debe facilitarse el acceso a la propiedad rural. Debe evitarse la injusticia que representa el que 35 personas deban ir descalzas, descamisadas, sin techo y sin pan, para que un lechuguino venga a lucir la galerita y el bastón por la calle Florida, y aún se sienta con derecho de insultar a los agentes del orden porque conservan el orden que él, en su inconsciencia, trata de alterar con sus silbatinas contra los descamisados. Asegurada la suerte del factor humano, estaremos en condiciones de proseguir el plan de industrialización en sus más minúsculos detalles. Inventario y clasificación de materias primas, energía que produce y puede producir el país; ayudar el establecimientos de industrias, propulsando las iniciativas, estimulado las inversiones de capital y fomentando la creación y ampliación de laboratorios de investigaciones científicas y económico- sociales con amplia colaboración de técnicos y obreros; sistematización de costos en beneficios de productores y consumidores; moderación de las cargas fiscales que graven toda actividad socialmente útil; estimular la producción para abastecer abundantemente las necesidades del país, sin limitar las posibilidades de producción y transformación, sin extirpar viñedos ni restringir el sembrado para evitar que se destruyan los sobrantes que podrían reducir el precio, pero que producían ganancias fabulosas a los capitalistas aunque condenaban a cientos de miles de trabajadores a no beber vino y a no comer pan; permitir precios remuneradores al capital que sean firmes y estables, que sirvan de garantía a los altos salarios y aseguren beneficios correctos; incitar el desarrollo del comercio libre y transporte económico, terrestre, marítimo, fluvial y aéreo. En definitiva, la Argentina no puede estancarse en el ritmo somnoliento a que la condenaron cuantos se lanzaron a vivir a sus costillas; la Argentina ha de recobrar el pulso firme de una juventud sana y de una sangre limpia. La Argentina necesita la aportación de esta sangre juvenil de la clase obrera; no puede seguir con las corrientes sanguíneas de múltiples generaciones de gente caduca porque llegaríamos a las nefastas consecuencias de las viejas dinastías, que habían muerto físicamente antes de que los pueblos las echaran cansados de aguantarlas. Esta sangre nueva la aporta nuestro movimiento; esta sangre hará salir de las urnas, el día 24 de este mes, esta nueva Argentina que anhelamos con toda la fuerza y la pujanza de nuestro corazón. No puedo terminar mis palabras sin referirme a los problemas internacionales. La base de mi actuación ha de ser la defensa de la soberanía argentina, con tanta mayor energía cuanto mayor sea la grandeza de quienes intenten desconocerla, porque desprecio a los hombres y a las naciones que se crecen ante los débiles y se doblegan ante los poderosos. Es posible que mi pecado para actuar en la vida pública sea la constante franqueza de mis expresiones, que me lleva a decir siempre lo que siento. Esto me da derecho a que se me crea cuando proclamo mi simpatía y admiración hacia el gran pueblo estadounidense, y que pondré cada día mayor empeño en llegar con él a una completa inteligencia, lo mismo que con todas las Naciones Unidas, con las cuales la Argentina ha de colaborar lealmente, pero desde un plano de igualdad. De ahí a mi oposición tenaz a las intervenciones pretendidas por el señor Braden embajador y por el señor Braden secretario adjunto, de ejecutar en la Argentina sus habilidades para dirigir la política y la economía de naciones que no son las suyas. Entremos, pues, al fondo de la cuestión; empezaré por decir que el tenor de las declaraciones publicadas en los Estados Unidos de Norteamérica, corresponde exactamente al de los conceptos vertidos por mí. He dicho entonces y lo repito ahora, que el contubernio oligárquico comunista, no quiere las elecciones; he dicho también, y lo reafirmo, que el contubernio trae al país armas de contrabando; rechazo que en mis declaraciones exista imputación alguna de contrabando a la Embajada de Estados Unidos; reitero, en cambio, con toda energía, que esa representación diplomática o más exactamente el señor Braden, se hallan complicados en el contubernio, y más aún, denuncio al pueblo de mi patria que el señor Braden es el inspirador, creador, organizador y jefe verdadero de la Unión Democrática. Cuando el señor Braden llegó a nuestro país ostentando la representación diplomática del suyo, la situación era la siguiente: después de un largo e injusto aislamiento que ningún argentino sensato pudo aceptar jamás como justo, la república Argentina fue incorporada al seno de las Naciones Unidas. Suscribió todos los pactos, y con la rectitud que caracteriza su vida de relación internacional inició el cumplimiento estricto de las obligaciones contraídas. Como corolario de la nueva situación y a fin de darle expresión concreta y efectiva, llegó hasta nosotros de los Estados Unidos la misión Warren. En una estada breve pero eficaz, esta misión concertó diversos acuerdos con nosotros, acuerdos políticos, económicos y militares, cuya ejecución había de beneficiar a ambos países, dentro de un plan de mutuo respeto y beneficio común. Cuando el gobierno de la Nación de disponía a dar cumplimiento a cada una de las obligaciones estipuladas; cuando se preparaban los embarques de vino a cambio de combustibles que debíamos recibir y que el país necesitaba urgentemente; cuando se creía que el oro bloqueado en los Estados Unidos podría ser repatriado; cuando, en fin, las dos naciones se disponían a olvidar resentimientos, eliminar malentendidos, reanudar las corrientes culturales y comerciales que fueron tradición en el pasado, todo en una atmósfera de comprensión y cooperación reciproca, llega al país el señor Braden, nuevo embajador de los Estados Unidos de Norte América. Como primera medida, el señor Braden anula todos los convenios a que se había arribado con la misión Warren. El señor Braden, quebrando toda tradición diplomática, toma partido a favor de nuestros adversarios, vuelca su poder, que no le es propio, en favor de los enemigos de la nacionalidad, y declara abiertamente la guerra a la revolución, pronunciando un discurso en Rosario que llena de asombro, estupor e inquietud a nuestro país, y a todas las naciones latinoamericanas. A partir de ese momento, se suceden los discursos y las declaraciones, y el embajador Braden, sin despojarse de su investidura, se convierte en el jefe omnipotente e indiscutible de la oposición, a la que alienta, organiza, ordena y conduce con mano firme y oculto desprecio. El pueblo argentino, el auténtico pueblo de la patria, repudia esa intromisión inconcebible, y su indignación desborda y supera largamente la alegría enfermiza de los que se alinean presurosos en las filas del señor Braden. Los viejos políticos venales recogen sus palabras y hacen con ellas sus muletas, se sienten redimidos y perdonados; sin darse cuenta que son ahora más miserables aún, afiliados y subordinados al extranjero, dentro de los propios confines patrios. El señor Braden revela muy pronto la razón de sus agresiones al gobierno de la revolución, y a mí en particular; es que él quiere implantar en nuestro país un gobierno propio, un gobierno títere y para ello ha comenzado por asegurarse el concurso de todos los "quislings" disponibles. El señor Braden para facilitar su acción, subordina a la prensa y a todos los medios de expresión del pensamiento; se asegura por métodos propios el apoyo de los círculos universitarios, sociales y económicos, descollando su extraordinaria habilidad de sometimiento en el campo de la política. Naturalmente, de la política depuesta por la revolución del 4 de junio. Logrado su primer paso en la realización del plan denunciado, o sea la unión compacta de todos los enemigos de la Revolución, y más especialmente la de mis adversarios, el señor Braden creyó oportuno y conveniente para múltiples fines pasar revista a su pequeño ejército de traidores. No encontró para ello medio mejor que organizar la Marcha de la Constitución y la Libertad, la que se llevó a efecto después de vencer el ex embajador muchas trabas y dificultades. El señor Braden, en su afán de asegurarse la constitución de un gobierno propio en la Argentina, pactó aquí con todo y con todos, concedió su amistad a conservadores, radicales y socialistas, a comunistas, demócratas y progresistas y pronazis, y junto a todos ellos, extendió su mano a los detritos que la revolución fue arrojando en su seno, en sus hondos procesos depuradores. El ex embajador solo exigía, para brindar su poderosa amistad, una bien probada declaración de odio hacia mi humilde persona. Los discursos, declaraciones y actos del señor Braden, tanto durante su gestión al frente de su embajada de los Estados Unidos como en sus funciones actuales, prueban de manera irrefutable su activa, profunda e insolente intervención en la política interna de nuestro país. He dicho ya en otras ocasiones, que las nuevas condiciones imperantes en el mundo han creado una interdependencia entre todos los países de la tierra; pero he fijado el alcance de esa interdependencia a lo económico, sosteniendo el derecho de cada Nación a adoptar la filosofía político-social más de acuerdo con sus costumbres, su religión, posición geográfica y circunstancias históricas, si es que en verdad se quiere subsistir con la dignidad y jerarquía de Estado soberano. Declaro que la intromisión del señor Braden en nuestros asuntos, hasta el extremo de crear, alentar y dirigir un conglomerado político adicto, no puede contar con el apoyo del pueblo y del gobierno de los Estados Unidos. El presidente Truman ha expresado recientemente que todos los pueblos capaces tienen el derecho de elegir sus propios gobiernos. El senado de los Estados Unidos, al aprobar el nombramiento del señor Braden para su cargo actual, estableció expresamente que no podría intervenir en las cuestiones de los países latinoamericanos sin previa consulta. El mismo gobierno aludido reiteró hace poco la prohibición de intervenir en política de otros países a los hombres de negocio norteamericanos. El propio señor Braden alterna sus amenazas de intervención económica y militar con protestas de no intervencionismo. Una de las consecuencias más graves de la beligerancia del señor Braden con respecto al gobierno de la revolución, fue la nulidad de los convenios a que se había arribado con la misión Warren, y de los que tanto los Estados Unidos como la Argentina esperaban beneficios recíprocos. El ex embajador, después de anular los convenios mencionados, no solo no hizo ninguna tentativa para reemplazarlos por otros nuevos, sino que se resistió a tratar la cuestión todas las veces que lo insté a ello. Es que así, naturalmente, el señor Braden creaba más y más dificultades al gobierno al cual yo pertenecía. La permanencia del señor Braden en nuestro país se caracterizó, pues, por su intromisión en nuestros asuntos; por haber dado forma, aliento y directivas al amorfo organismo político que nos enfrenta; por haber desprestigiado implacable y sistemáticamente a la revolución del 4 de junio, a sus hombres y a mí en particular, y por último por haber brindado su amistad a todos los enemigos del movimiento renovador del 4 de junio, sin importarle para nada su filiación política e ideológica. En nombre del señor Braden, cuando actuaba como embajador en nuestro país, alguien suficientemente autorizado expresó que yo jamás sería presidente de los argentinos y que aquí, en nuestra patria, no podría existir ningún gobierno que se opusiese a las ideas de los Estados Unidos. Ahora yo pregunto: ¿para qué quiere el señor Braden contar en la Argentina con un gobierno adicto y obsecuente? Es acaso porque pretende repetir en nuestro país su fracasada intentona de Cuba, en donde, como es público y notorio, quiso herir de muerte la industria y llegó incluso a amenazar y a coaccionar la prensa libre que lo denunciaba? Si, por un designio fatal del destino, triunfaran las fuerzas regresivas de la oposición, organizadas, alentadas y dirigidos por Spruille Braden, será una realidad terrible para los trabajadores argentinos la situación de angustia, miseria y oprobio que el mencionado ex embajador pretendió imponer, sin éxito, al pueblo cubano. En consecuencia, sepan quienes voten el 24 por la fórmula del contubernio oligárquico-comunista, que con ese acto entregan, sencillamente su voto al señor Braden. La disyuntiva, en esta hora trascendental, es ésta: o Braden o Perón. Por eso, glosando la inmortal frase de Roque Sáenz Peña, digo: Sepa el pueblo votar. ..........................................
1946-02-22
Mensaje radial con instrucciones a todos los peronistas para las elecciones nacionales del 24 de febrero
Hoy, 22 de febrero, deseo impartir la orden general para la lucha del 24, con el cariño de hermano que siento por los millones de descamisados de la patria. Inmenso ejército civil de la Nueva Argentina, que pugna por la dignificación del trabajo y del sacrificio humano, frente a un enemigo egoísta, insidioso y tenaz; ejército que lucha por la soberanía argentina y por el honor de su bandera frente a los que los comprometieron aliándose con las oscuras fuerzas extranjeras que pretenden sojuzgarnos; que suplica y pide a Dios que todos los argentinos seamos hermanos ante la sacrosanta defensa de la patria contra los enemigos interiores y exteriores. Que cada uno cumpla con su deber de argentino y de descamisado, porque en este acto estará en juego, el futuro de la patria y su destino como Nación y como pueblo. Somos pobres como las ratas. Nosotros no aceptamos cheques, no tenemos dinero y carecemos de todos los medios. Nuestra riqueza reside en los valores del espíritu. La malicia y el dinero pervierten y envilecen; sólo el sacrificio ennoblece a los hombres y los valores morales hacen grandes a los pueblos. Ese es el patrimonio de los humildes frente a la soberbia de los poderosos. Por eso nosotros estamos más cerca de Dios. Nosotros no tenemos medios de transporte para concurrir al comicio, pero tenemos un corazón bien puesto y la voluntad suficiente para ir a pie si es preciso. No tenemos para pagar abundantes boletas, pero cada peronista sabrá obtenerla donde se encuentre, porque tiene el entusiasmo y la honradez de pensar que su voto puede pesar en los destinos futuros de la patria y en la felicidad de sus hermanos. No necesitamos ayuda, ni que nos lleven a la fuerza a votar y poseemos la suficiente astucia para que cuando así fuera, nos desembaracemos del diablo en el cuarto oscuro, donde el ciudadano responde sólo frente a su conciencia de patriota y de argentino. La orden que he de impartirles a continuación implica un compromiso de honor para cada peronista, que ha de cumplirla estrictamente, como un sagrado deber en bien de la causa que defendemos y de la que depende la felicidad de millones de nuestros hermanos "descamisados". Advierto a todos los fieles peronistas que nuestros enemigos actúan con la falsía y el soborno. Hay enormes sumas para comprar las conciencias de los canallas que sean accesibles a ello. Un descamisado debe preferir morir de hambre que vender su conciencia de hombre honrado y patriota. Sólo así venceremos definitivamente. Por eso, los peronistas de verdad, deben cuidarse de ser sorprendidos en su buena fe por seudos dirigentes que al servicio de nuestros enemigos comienzan a lanzar la semilla de la disociación en las masas en forma velada o abierta, diciendo que el movimiento ya ha superado a los hombres o que los hombres son un lastre para el movimiento. Informaciones que poseo me permiten comprobar que estos dirigentes obedecen a directivas de nuestros enemigos que intentan destruir los nexos de aglutinación de las masas trabajadoras, tratando de accionar para debilitar la unidad por medio de traidores que trabajan dentro de nuestro propio campo a sueldo de los enemigos. El dinero lo corrompe todo. Es deber de la masa y de los dirigentes honrados crear las autodefensas del movimiento, accionando contra los traidores por métodos directos e inmediatamente, arrojándolos para siempre de su seno y señalándolos al repudio de todos los compañeros para su execración y castigo. La fidelidad y la lealtad son las virtudes básicas en los movimientos colectivos. La disciplina y la obediencia consciente son la base para obtener la unidad de acción sin la cual nada es posible en el campo de las grandes acciones en masa. Me hago un deber en reconocer aquí que muchos dirigentes que han sido tentados por el soborno ignominioso se han presentado a informarme de ello con lo que demuestran su honradez y obligan mi gratitud. Cada descamisado debe ser un agente activo de vigilancia de sus dirigentes y de mí mismo si es preciso, porque el bien y la honradez de todos están por sobre los de cada uno. Los traidores son el cáncer de toda organización y es menester extirparlos de raíz y para siempre. Con nuestro triunfo, renovaremos las fuerzas civilizadoras por excelencia, para que no nos arrastre la decadencia enfermiza de los que creen que para vivir en el mundo de la paz universalizada es necesario depender de la voluntad de los más ricos o de los que poseen territorios inmensos La universal armonía de la vida de relación de los pueblos no será quebrantada por nosotros. Pero tampoco aceptaremos que pueda fragmentarse la idea argentina de la unidad, por la opresión de quienes han olvidado la lección maravillosa de la historia. Como he afirmado que la lucha comicial del 24, puede resumirse a una elección entre Braden o Perón, no he simbolizado en un nombre, a un pueblo sino a una política. Esta política, no es precisamente la que dicta Roosevelt. Es la otra, cortante y fría, la que escribe en sus muros frases aislacionistas, la que propugna intervencionismos que lesionan la estructura libre de pueblos, gravitaciones que buscan encadenar la libre determinación de los hombres. Por ello es definitiva la lucha. Porque todavía hay argentinos, obsesionados que aceptan el tutelaje de los llamados centros poderosos del capitalismo y, para quienes, el nombre de la Nación Argentina, puede estar bajo bóvedas del proteccionismo. No hay injusticia ni apasionamiento en esta manifestación de lucha. Dejando de lado las reflexiones de los más entusiastas, podemos demostrar, reflexivamente, la sinceridad inobjetable de la Argentina, frente al predominio buscado por los que no conocen el alma y las vibraciones históricas de nuestro pueblo. En solemne conferencia, afirmamos por la voz de Sáenz Peña la consigna humana y universal de "América para la Humanidad", doctrina sin fronteras, de las que muchos se alejaron, pero a la que seguimos fieles por la sangre y por los derechos del hombre en la Tierra. La voz Argentina cuando afirma que: "La victoria no da derechos", pone bajo la luz de los más puros razonamientos el argumento que cierra el paso a las contiendas nuevas de las nuevas generaciones. Cierra el paso a la barbarie. No se busca la revancha, para no sembrar nuevas revanchas. Es más tarde, la voz del abnegado y sacrificado presidente Yrigoyen, la que se dirige a los pueblos del mundo, con emoción revolucionaria para decir: "Los pueblos son sagrados para los pueblos y los hombres para los hombres". Somos solidarios con todos los pueblos del continente. Nuestra hermandad no será quebrada por los predicadores de evangélicos divisionistas. Estamos unidos, histórica y geográficamente. El corazón de América es uno solo. No caeremos en el riesgo de los golpes perturbadores, de quienes hacen de la diplomacia, como propicio para la penetración, la infamia, o la desunión. O con las nobles tradiciones de un pueblo que se ha sacudido de su pereza civil o con la torpe dependencia de quienes nos diagnostican, tras el propio análisis, de sus sentimientos íntimos. Ese es el planteo de la Nación, frente al comicio inminente. Deseo hacer llegar mi palabra de aliento y de agradecimiento a los fervorosos ciudadanos que han entrado en la historia política argentina con el calificativo de "descamisados" y, que sin amarguras ni enconos, han sabido trabajar por la Nueva Argentina. Ellos, son herederos de todas las tradiciones del país. Pertenecen por su raíz, a los hombres que amasaron la patria; a los que entregaron su sangre en las campañas libertadoras a las que colonizaron el desierto; a los que se batieron en el Parque, en las horas de la primera revolución política; a los que buscaron por los caminos de la inquietud republicana, mejores días para nuestra democracia. Los "Descamisados" de la Patria están emparentados con toda la gloria de la Nación. Son sangre nueva y fresca que se vuelca en la causa de la política de la Revolución, con propósitos reivindicadores. Traducen un temperamento nacional y se inspiran en las lecciones del pasado. No son una improvisación, ni pertenecen a grupos sublevados del país. Por el contrario, pretenden solamente hacer surgir un gobierno constitucional y democrático que sea capaz de poner en vigencia en la República, la justicia social universalizada y realizar dentro de los límites de una solidaridad organizada el verdadero proceso de tranquilidad para los habitantes del país. El apoyo entusiasta de los "Descamisados" en toda la República, ya sean militantes del viejo partido radical que nace con la patria, o del laborismo, es prueba palpitante de que los ciudadanos deseaban encauzar sus afanes políticos en las nuevas formas de una ciudadanía o ya militen en las zonas políticas de los independientes, ellos tienen fuerza suficiente para derribar o vencer los obstáculos. Son hombres con ideas y con energías. Tienen nervio y fuerza, corazón y voluntad. Profundamente, les agradezco todos los esfuerzos gastados en esta campaña. Quiero verlos triunfar en el comicio. Quiero vencer en las justas de la política. Quiero llegar con ellos a realizar el destino de las clases populares. Enseñemos con la maravillosa lección del triunfo que nuestras energías con las energías de la República, en procura de su verdadera estabilidad, En nuestras filas, no habrá desertores y nuestro triunfo será la Democracia Argentina. En vista de que el adversario echará mano a cuanto recurso lícito o ilícito tiene a su disposición para cortar su derrota, que sabe segura. Que dispone de enormes medios materiales y dinero si bien obtenido al triste precio de su honradez y su libertad de acción, que pesarán en la lucha; Que nosotros representamos la masa de la población pobre y honrada, que decidirá la contienda electoral aún contra los diversos inconvenientes que se presenten, emergentes de los hechos que hemos denunciado a las autoridades; Que pese a todo, el éxito ya está decidido a nuestro favor y sólo falta que cada uno de nosotros haga de su parte sin escatimar esfuerzos, sin omitir sacrificio, lo necesario par materializar en las urnas la brillante victoria que está en nuestras manos; Por todo ello, por la conveniencia de obrar con unidad de acción y asegurar la neutralización de todo inconveniente y al aprovechamiento de toda conveniencia, es que hago llegar al electorado peronista la siguiente orden 1º.- El voto es un derecho inalienable del ciudadano y ha de defenderse con la vida si es preciso. No terminaremos con el fraude o las triquiñuelas si cada uno no hace respetar su derecho por todos los medios. Cada peronista debe conocer sus derechos y hacerlos valer en el comicio recurriendo a todo. a) No debe escribirse ni borrarse nada porque serán votos anulados. Deben depositarse enteras en el sobre y observar que no posean marcas o perforaciones, porque serán anuladas. El peronista debe votar las listas completas de electores, senadores, diputados, etc., del partido al que pertenece. (Radical, Laborista o Independiente). Debe tener cuidado de no hacerlo con boletas de otras agrupaciones que especulan con mi nombre porque son votos perdidos. Cada votante peronista debe pedir su boleta en el Comité y llevarla en el bolsillo. No utilizar en lo posible las que se encuentran en el cuarto oscuro que pueden estar marcadas. Asegurarse por todos los medios, consultando a los Comités, que su voto no se perderá. Los que no sepan leer deben asegurarse aún más. b) La libreta de enrolamiento: Debe estar entera y asegurarla con anticipación que no le sea substraída No debe entregarse a nadie, y si alguien la tiene, debe ser exigida su devolución de inmediato, denunciando en caso contrario a las autoridades. Debe denunciarse sin más a los que compren o hayan comprado libretas, como asimismo a los que las vendan. c) Borratinas: Nadie debe efectuar "borratinas" de nombres porque será pérdida del voto sin ningún provecho, pues los candidatos tienen su renuncia presentada para evitar maniobras. Nadie debe dejar de votar porque estamos seguros, porque ello favorece al adversario. 2º - El Presidente de la República necesita para gobernar gobiernos provinciales y un congreso que le sea propicio. Por ello el peronista debe votar las listas completas, en la forma que se detalla a continuación: PROVINCIA DE CÓRDOBA. Unión Cívica Radical (Junta Renovadora) y Partido Laborista - Para gobernador: Argentino S. Auchter, para vicegobernador: Ing. Ramón Asís; para diputados nacionales: Raúl Bustos Fierro, Hernán R. Jofré, Raúl M. Casal, Enrique Álvarez Vocos, Leonardo Obeid, Manuel García Etcheverry, Enrique Martínez Luque, Juan Polizzi, Amado J. Courchod y José Enrique Maleck. PROVINCIA DE ENTRE RIOS. Unión Cívica Radical (Junta Renovadora).- Para gobernador: Héctor Domingo Maya; para vicegobernador: Luis P. Carlos Chaile; para diputados nacionales: Juan Carlos Prada, Baltasar Fernández Marcelino Garay, Rafael Osynalse, Roberto Dri y Ángel Mariateduí. PROVINCIA DE SANTA FE. Unión Cívica Radical (Junta Renovadora) y Partido Laborista.- Para gobernador: Leandro Meiners; para vicegobernador: Julio Pardal; para diputados nacionales: Diógenes C. Antille, Juan D. N. Brgunerotto, Carmelo Barreiro, José Arias, Antonio S. Pirani, Manuel Velloso Colombres, Ángel L.Ponce, Agustín Repetto, Alcides Cuminetti Correa, Guillermo F. Cámara, Juan Ramón Defreff y Luciano L. Corvalán. PROVINCIA DE MENDOZA. Unión Cívica Radical (Junta Renovadora) y Partido Laborista.- Para gobernador: Faustino Picallo; para vicegobernador: Rafales César Tabanera; para diputados nacionales: Francisco Giménez Vargas, Juan De La Torre, José Luis Moreno y Juan Adolfo Dufau. PROVINCIA DE SAN LUIS. Unión Cívica Radical (Junta Renovadora).- Para gobernador: Ricardo Zabala Ortiz. Para diputados nacionales: Alejandro García Quiroga, Hernán S. Fernández. PROVINCIA DE CORRIENTES. Unión Cívica Radical (Junta Renovadora).- Para gobernador: Pedro Díaz de Vivar; para vicegobernador: Santiago Vallejos; para diputados nacionales: F. Daniel Mendiondo, Joaquín Diaz de Vivar, Francisco Ayala López Torres, César G. Urdapilleta y José Rossi. Partido Laborista Correntino. - Para gobernador: José Ramón Virasoro; para vicegobernador: Santiago Vallejo; para diputados nacionales: Oscar C. Urdapilleta, José Raúl Francisco Ayala Torre, Daniel Mendiondo y Joaquín Díaz de Vivar. SANTIAGO DEL ESTERO.- Partido Laborista. Para gobernador: coronel (S.R.) Aristóbulo Mittelbach; para diputados nacionales: Rosendo Allub, Ricardo Toro (h.), Carlos Montes de Oca, Pedro J. Parea PROVINCIA DE TUCUMAN. Partido Laborista.- Para gobernador: Mayor (R) Carlos Domínguez; para diputados nacionales: José Roberto Sarraute, Celestino Valdéz, Nerio Rodríguez, Albino Viski, Juan Daniel Álvarez PROVINCIA DE SALTA.- Partido Radical Yrigoyenista y Partido Laborista.- Para gobernador: Luis Cornejo Linares; para vicegobernador: Roberto San Millán; para diputados nacionales: Doctor Ricardo A. San Millán, José Pedro Domingo Pasquini. PROVINCIA DE JUJUY. Unión Cívica Radical Irigoyenista - Para gobernador: Alberto Iturbe; para vicegobernador: Juan José Castro; para diputados nacionales: Manuel Sarmiento, Teodoro S. Saravia., PROVINCIA DE CATAMARCA.- Para gobernador: Pacífico Rodríguez; para vicegobernador: Juan León Córdoba; para diputados nacionales: Armando Casas Noblega, Armando Vergara. PROVINCIA DE LA RIOJA.- Unión Cívica Radical (Junta Renovadora), U.C.R. de La Rioja y Partido Laborista.- Para gobernador: Leonino Martínez; para vicegobernador: José F. de la Vega; para diputados nacionales: José María Villafañe, Oscar E. Albrieu. PROVINCIA DE SAN JUAN. Unión Cívica Radical (Junta Renovadora).- Para gobernador: Juan Luis Alvarado; para vicegobernador: Ruperto Godoy; para diputados nacionales: Eugenio S. Flores, Medardo Gallo. Partido Laborista de San Juan.- Para gobernador: Juan Luis Alvarado; para vicegobernador: Ruperto Godoy; para diputados nacionals: Ramón Tejada, Jabel Arébalo Cabeza. PROVINCIA DE BUENOS AIRES.- Para gobernador: coronel (R.) Domingo Alfredo Mercante; para vicegobernador: Juan Bautista Machado, y listas de diputados nacionales Radicales y Laboristas. 3º.- Como en algunas provincias como Buenos Aires, no contamos con las garantías necesarias de imparcialidad es necesario: vigilar estrictamente los comicios; designar fiscales de repuesto para que se hagan cargo del puesto en caso de ser expulsado el designado; comunicar inmediatamente al Ministerio del Interior toda irregularidad mientras recurre a las fuerzas del Ejército encargados directos de los comicios; cualquier irregularidad de los presidentes de mesas debe ser documentada y comprobada con testigos; es menester que a cualquier costo se asegure la corrección del comicio y se evite el fraude o las presiones preparadas por esas personas. 4º.- Se descuenta que algunos patrones urbanos y campesinos pondrán toda clase de obstáculos a sus trabajadores para evitar que voten. a) No concurra a ninguna fiesta a que inviten los patrones el día 23. b) Es necesario que se quede en casa y el 24 bien temprano tome las medidas para llegar a la mesa en que ha de votar. c) Recurra a la tropa del Ejército más próxima si alguien quiere presionarlo en cualquier sentido. d) Denuncie al expendedor de nafta que no le provee combustible e) Evite todo incidente para evitar que lo detengan. f) No beba alcohol de ninguna especie el día 24. g) Si el patrón de la estancia, como han prometido algunos, le cierra las tranqueras con candado, rompa el candado o la tranquera o corte el alambrado y pase para cumplir con la patria. h) Si el patrón lo lleva a votar acepte y luego haga su voluntad en el cuarto oscuro. 5º.- Si no hay automóviles ni camiones, concurra a votar a pie, a caballo o en cualquier otra forma, pero no ceda ante nada. 6º.- Desconfíe de todo. Toda seguridad será poca. Las fuerzas del mal y de la ignominia pondrán en juego todos los recursos para burlar la voluntad popular. 7º.- Hago un llamado a todos los peronistas para que pongan su voluntad de vencer y no omitan medida tendiente a ello. El 24 cada peronista ha de multiplicarse en la acción. Desde la primera hora debe ponerse en movimiento. Concurrir a nuestros comités, repartir volantes, impulsar a los amigos menos diligentes, ayudar a los fiscales, vigilar los comicios, cooperar en todo y con todos. Si se producen irregularidades no lo hemos de permitir vengan de quien vengan. Estos comicios han de ser limpios y puros, y la República presenciará una acción ejemplificadota cuya memoria perdurará por siglos. Que Dios presida y que la justicia, la pureza y la rectitud actúen, porque de lo contrario no habrá valla que nos detenga. Nunca hemos prometido en vano. .................
1946-04-04
En un acto organizado por el partido Laborista para festejar el triunfo en los comicios del 24 de febrero
Conciudadanos: Estoy profundamente emocionado por esta magnífica demostración que el pueblo argentino realiza a su magnífica victoria del 24 de febrero. Como siempre, el corazón argentino ha de repetir hoy que la victoria no da derechos, sino que crea obligaciones. Como tal me siento obligado más que nunca, y yo que jamás en mi campaña he prometido nada, hoy juro solemnemente ante el pueblo que no he de descansar ni de día ni de noche para hacerlo feliz en la medida de nuestras fuerzas. Llevamos hoy, como siempre, el signo de nuestra causa. Somos y seguiremos siendo "descamisados", para que no olvidemos jamás nuestra obligación con ese pueblo, también "descamisado", que espera y siente como nosotros. Por eso, desde esta ya memorable Plaza de la República, abrazo sobre mi corazón a todos los "descamisados" de la patria. A todos los "descamisados" de la patria, que, como nosotros en esta hora jubilosa, estarán dando gracias de Dios porque nos haya alumbrado la inteligencia y templado el corazón para dar lo mejor y lo más fructífero que el hombre tiene. Al enviarles este abrazo he de hacerles un pedido en nombre de la Nación y es que desde ahora nos propongamos firmemente trabajar por ella, sin exclusiones, olvidando los agravios y olvidando las ofensas y considerando a todos los argentinos como hermanos. Que de hoy en adelante pensemos como hemos pensado siempre, que nuestra misión fundamental es unir a todos los argentinos bajo una sola bandera. Olvidemos a aquellos que en un momento de extravío hayan olvidado nuestra bandera para cobijarse en otra. Olvidemos y perdonemos a los que nos han agraviado, a los que han mentido a la Nación, a los que han fraguado, a los que delinquido por sus pasiones y digámosles que desde hoy en adelante nosotros velamos también por ellos. Pero digámosles también que tendemos esta mano generosa a los vencidos, pero que recordaremos a aquellos que no sepan cumplir con la hermandad que le ofrecemos. Y ahora, a todos los que han colaborado en la estructuración de esta magnífica realidad presente, les he de dar un consejo y hacer un pedido: que se unan los peronistas de toda la República. Hoy más que nunca el coronel Perón necesita su pueblo unido. Hoy más que nunca la causa de la Revolución necesita que se unan todos los que colaboramos en esta magnífica obra. El futuro acecha y es indispensable que todos los que piensan de la misma manera estemos unidos codo con codo para defender lo que iniciamos con esta gloriosa cruzada revolucionaria que ha de prolongarse en el campo constitucional de la patria. Que no haya falsos apóstoles, que no haya egoístas, que no haya interesados y que todos podamos seguir esta cruzada sin que las fuerzas se disocien, para ser más fuertes y para servir a la patria y sacrificarnos si es preciso y llega la necesidad de ello. Quiero antes de terminar hacer un llamado a todos los hombres de buena voluntad. Ese llamado, que lo hago en nombre de la argentinidad, es que cada uno de ustedes siga sintiéndose indispensable para la vida misma de la Nación y que cada uno medite sobre su propia responsabilidad. Y si un día no cumplo con mi deber me lo digáis en la cara. Finalmente, invoco y pido a Dios que me ilumine en una sola cosa: para haceros felices por sobre todas las cosas de esta tierra. ...
1946-05-14
Al inaugurar el primer ciclo cultural del Ateneo de Bancarios Argentinos
Es esta la primera oportunidad que, en el medio bancario, tengo la satisfacción enorme de agradecer públicamente todo el esfuerzo que esos bravos muchachos han realizado por nuestra causa común. Al hacerlo, agradeciendo también profundamente que me hayan dado la oportunidad de llegar hasta aquí, quiero iniciar modestamente esta disertación con algunas palabras sobre la interpretación de nuestra teoría y de nuestra doctrina. Cuando los Bancarios Argentinos, que habían sido los artífices de esa maravillosa prédica diaria de "Plumadas", tan beneficiosa para nuestra causa, desde que decían, con una elocuencia muy superior a todos los medios empleados hasta ese momento, verdades que, por su claridad y por su grandeza, estaban evidenciando las razones que habíamos tenido para encarar las reformas de distinto orden dentro de la estructuración de nuestra revolución, me invitaron a concurrir aquí, les dije que yo estaría encantado de hablar siquiera breves momentos sobre una concepción que debemos aclarar perfectamente, antes de seguir la marcha de esta primera batalla que la fuerza revolucionaria ha ganado por voluntad expresa y libre del pueblo argentino. La concepción de las revoluciones ha sido en todas las épocas más o menos improvisada. Sin embargo, podemos distinguir perfectamente bien qué revoluciones han seguido un método ideal en su realización y cuáles han seguido un método real. Generalmente, las revoluciones de numerosos países -como la Revolución Francesa, como la Revolución Rusa- han seguido un método ideal, formado en la Revolución Francesa con una preparación de casi diez años por la acción persistente de los enciclopedistas. Ellos gestaron una teoría y una doctrina para esa revolución, y las masas populares de los famosos "sans culotte" hicieron de esa concepción teórica una realización. Algo similar ha ocurrido en la Revolución Rusa y en otras revoluciones. Nuestra revolución es completamente distinta a ese tipo de revolución conceptiva. Nuestra revolución es una reacción popular encausada por fuerzas que van estructurando, en la realidad, una acción revolucionaria profundamente modificadora de la estructura social, política, económica, financiera e intelectual de la Nación. Es decir, hemos seguido el método real. Pero, señores, el método ideal comienza por la concepción de grandes principios, por la fijación de cierta teoría y por la inculcación de cierta doctrina que, a lo largo de los años, viene cristalizando de arriba hacia abajo en la población. El método real es el inverso; nosotros comenzamos de abajo; realizamos el hecho, ponemos en ejecución concepciones inmediatas, no de larga madurez ni previas, y sobre la marcha vamos construyendo una teoría y una doctrina que, por obedecer al método real, más obedece a un empirismo que a la idealización de una doctrina preconcebida. Debemos encajar nuestra revolución dentro de esta última clasificación para determinar, realizado el hecho, obtenido el éxito inicial, cuál ha de ser el camino para concluir la ejecución de nuestra revolución, por el método real, hasta llegar a confundirlo con el método ideal. La metafísica moderna no acepta ni lo absolutamente empírico ni lo absolutamente ideal como método de consecución y de conquista, sino la combinación de estos dos métodos. Por eso quería disertar, aunque fuera brevemente, sobre qué hemos cumplido de este método real y cómo hemos de llegar al método ideal por el camino inverso al que han seguido otros movimientos revolucionarios. La revolución que nosotros hemos encarnado tendrá que agradecer mucho a las agrupaciones que, como el "Ateneo" que terminan de organizar y de inaugurar los bancarios argentinos, sigan en el futuro prestando su colaboración para determinar, sintetizar, aislar por el análisis los distintos tópicos, y profundizar el estudio analítico hasta llegar a las conclusiones sobre nuestra teoría y sobre nuestra doctrina para el porvenir. Ellas, como el Ateneo de Estudios Económico Sociales, comienzan a tecnificar nuestro movimiento. Ya habíamos iniciado esta misma tarea en el Centro Universitario Argentino, y circula ya por ahí, con poca difusión, un pequeño diccionario que ha reunido en una compilación los grandes principios sintéticos que en la lucha han sido lanzados, como gritos de batalla o slogans, destinados a impregnar las masas de un misticismo que es indispensable para la acción revolucionaria. El hombre, para la percepción de los fenómenos exteriores y de los fenómenos espirituales internos, debe distinguir tres operaciones fundamentales que la inteligencia humana debe poner en movimiento: una síntesis, que representa la premisa; un análisis que profundiza y agudiza el estudio; y luego, nuevamente, la síntesis que es la verdadera conclusión de ese estudio, para que el hombre pueda retener siquiera sea lo fundamental, porque el hombre sabe tanto como recuerda. Es difícil recordar el análisis, pero es simple para la inteligencia retener las conclusiones en una ajustada síntesis. El procedimiento colectivo de exposición de teorías y doctrinas debe obedecer a esa misma relación; ir de la síntesis al análisis y del análisis volver nuevamente a la síntesis. Es así como nosotros pensamos que, realizada la revolución, cumplido el acto de la reforma en sus distintos aspectos para conformar la integralidad de esa acción revolucionaria, ha de ir por ese procedimiento a las masas, que también obtienen la percepción por las mismas operaciones inteligibles: la síntesis y el análisis. Cumplido, como digo, el hecho, aceptada la reforma, entrado a esa reforma integral, como aceptable, lícita y beneficiosa para el pueblo argentino, veamos cómo hemos de distribuirla gradual y beneficiosamente dentro de la colectividad argentina. Para ello, señores, siguiendo el mismo método, comenzaremos por reeditar una síntesis cuyo primer ensayo ya se ha realizado, una síntesis que cristalice los grandes principios ejecutivos de nuestra revolución. Ellos han sido enunciados en ese primer ensayo del Centro Universitario. Pasaremos en seguida a la conformación de un instituto de tecnificación de nuestra doctrina. Fijados esos grandes lineamientos en síntesis, es necesario tomar uno a uno, técnicamente, todos esos aspectos, y desarrollarlos por un profundo análisis. Es menester desarrollar las propias doctrinas con hombres técnicos en cada una de las especialidades. Ellos han de recibir la síntesis, diremos así, la inspiración, y la desarrollarán en cada uno de los aspectos técnicos en que la teoría y la doctrina puedan esbozarse. Realizado esto, el mismo instituto de tecnificación deberá retornar a la síntesis, con las conclusiones definitivas que han surgido a través de las modificaciones y perfeccionamientos factibles mediante ese análisis de los hechos. Todo ello hemos de llevarlo a conocimiento del pueblo. Con esta savia hemos de nutrir y empapar a las masas argentinas, desde la niñez hasta la edad adulta, desde el hombre rudimentario hasta el de espíritu e intelecto más evolucionados. Realizado este trabajo, la revolución habrá cumplido su segundo ciclo satisfactoriamente. Para que eso sea una realidad, empezaremos por inculcar en las masas la síntesis de que he hablado; llevaremos a los centros intelectuales, cada uno en la especialidad propia, la profundización del análisis de esa doctrina, y después dispersaremos para conocimiento integral del pueblo argentino las conclusiones definitivas que hubieran surgido. Con ello señores, habremos creado dos cuestiones sin las cuales la revolución no podría triunfar en el campo espiritual, que es donde queremos afirmarla definitivamente. Esos estudios darán por resultado una teoría que es factible enseñar y que se enseñará, y una doctrina que es factible inculcar en las masas y que se inculcará. La primera fijará las normas de acción y los grandes principios inspiradores para la ejecución de todo acto de los hombres que sientan y piensen con las ideas de la revolución; y la doctrina trabajará su espíritu para darle fuerza motriz necesaria que lo llevará a la realización de la teoría que él considera aceptable, o que discute, perfeccionándola, para conducirla tan adelante como aspiramos todos a que sea llevada. Nosotros no somos más que los iniciadores de este movimiento. Tenemos por delante la eternidad. La tarea que nos espera es muy grande y como masa de trabajo está nuestro admirable pueblo, acostumbrado a los sacrificios más extraordinarios cuando ello ha sido necesario. Nuestra doctrina ha de inculcarse a ese pueblo con la persuasión y ha de enseñarse con la realidad y la verdad, obligando a que cada uno ponga su propio discernimiento para favorecerla y engrandecerla cada vez más. Es por eso, señores, que yo acepto la colaboración de este Ateneo, cuya acción en los hechos ha comprobado que los hombres que lo componen son capaces de realizar una obra profundamente necesaria y muy conveniente para nuestro propio movimiento. No dudo que en el futuro la obra de los Bancarios Argentinos obligará una vez más mi gratitud hacia ellos, que tan sanamente, que tan desinteresadamente y de un modo tan patriótico han cooperado en nuestro trabajo. Su Ateneo será de un valor extraordinario para nosotros, desarrollando la tecnificación de la economía social dentro de esta concepción espiritualista de la revolución. Hemos cumplido hechos; ahora queremos preparar almas, para que sean, posiblemente, en el futuro, capaces de superar todo cuanto nosotros hemos realizado. Solamente así triunfan los grandes movimientos revolucionarios. Hecho este análisis, como he tratado de encuadrar nuestro movimiento dentro de una técnica de difusión racional de su teoría y de su doctrina, delimitando, diremos así, en el campo espiritual e intelectual el movimiento ya realizado para su continuación y expansión en el tiempo y en el espacio, quiero encuadrarlo ahora en su aspecto relativo, en lo interno y en lo internacional, cuestión que es absolutamente necesaria para poder saber en que espacio jugamos en lo externo con este movimiento que ya ha traspuesto nuestras fronteras. Las revoluciones, cuando son verdaderamente trascendentales, difícilmente pueden ser limitadas por las fronteras de los países que las han realizado. El contagio de las cosas malas suele tener menor virulencia que el contagio de las cosas buenas, cuando ellas son verdaderamente buenas. Y nosotros sabemos por la observación directa, que nuestra revolución ya ha invadido casi toda Hispanoamérica con una fuerza tan grande como la que nos domina a nosotros, y que ha llegado aún más allá, porque aunque no en forma tan efectiva, por lo menos la acción telúrica de esta tierra parece comenzar a expandirse por los países de Centroamérica y llegar también hasta los mismos Estados Unidos de Norteamérica, de donde tenemos seria evidencia de que, pese a la intensa propaganda en contra, hemos llegado con la verdad a una gran parte de la población de ese país. Pero, señores, si la expansión de nuestra revolución en el orden internacional ha de llenarnos de un legítimo orgullo, nos pondrá también en el duro trance de tener que trabajar y luchar mucho más afanosamente que si nuestra idea hubiera quedado limitada dentro de las fronteras argentinas. Las revoluciones, cuando son trascendentes, difícilmente son abatidas en el orden interno, pero también les resulta difícil triunfar en el aspecto internacional. Por ejemplo: la Revolución Francesa, mientras fue sólo francesa, triunfó jubilosamente en toda Francia, pero tan pronto atravesó sus fronteras, ocho coaliciones sucesivas de los más grandes países de Europa la destruyeron en su potencia, inicialmente, y materialmente en Waterloo, en 1814. Fue aherrojada en Europa por el Congreso de Viena y finalmente fue manejada por la Santa Alianza durante muchos años. Su influencia extraordinaria llegó al mundo, pero la revolución fue abatida y exterminada en la propia Francia. Generalmente, el destino de las revoluciones que salen con su acción al exterior suelen ser, en el campo material, exterminadas en su país de origen. Esto es lo que la historia enseña. Pocas han triunfado y ello nos da la posibilidad de pensar en la esperanza de que la nuestra triunfe por lo menos en lo interno -que es nuestra aspiración- ya que más allá de las fronteras nos lleva solamente el idealismo, puesto que los argentinos no podemos ni debemos pensar en salir del país sino para hacer bien a nuestros vecinos y a nuestros hermanos. Nuestra revolución, en lo interno, ha de encuadrarse dentro de nuestras propias necesidades, dentro de las necesidades del pueblo argentino, dentro de las necesidades que podemos prever ya para el futuro de nuestra raza y el de nuestra nacionalidad. Más allá, no tenemos la pretensión de ir. En la primera etapa de la revolución, que fue la de las realizaciones indispensables, fue posible cumplir perfectamente con la mayor parte de los objetivos que nos habíamos propuesto. La revolución llegó al país en un momento en que en el orden económico, en el orden financiero, en el orden social y en el político, se hacía indispensable cambiar cuanto menos, en ritmo de esa organización casi feudal que soportaba. Había llegado el momento de reaccionar contra todos esos métodos que estancaban el desarrollo evolutivo de la Nación. Debíamos estructurar nuevos planes para el futuro. Pero ya Aristóteles decía, hace muchos miles de años, que un plan era la operación más simple: conocer lo que se tiene, fijar el objetivo a alcanzar y luego establecer el camino para llegar desde esa situación al objetivo trazado, racionalmente, en forma de cumplir el famoso principio hedónico de obtener el máximo de provecho con el mínimo de esfuerzo. Siendo así, nosotros, en el gobierno revolucionario, teníamos que establecer un plan-base en el cual era necesario conocer qué se tenía, cómo se lo tenía y dónde se lo tenía. Y en este país, desgraciadamente, después de cuarenta años de carencia de un censo y de la formación de pequeñas secciones de estadísticas parciales, sin ningún valor efectivo, el gobierno debió declarar con franqueza que no sabía que teníamos, donde lo teníamos ni cómo lo teníamos. Hoy decimos que tenemos quince millones de habitantes; puede ser que sean dieciocho millones, como puede ser que sean trece millones. Esta es la realidad argentina en lo que a censos y estadísticas se refiere. ¿Cómo puede establecerse un plan si se desconoce lo que ha de tratarse? Cuando no es posible establecer un plan para poder perfeccionar, es necesario conformarse con una reforma para no alterar substancialmente lo que existe, para no entrar en un callejón sin salida y llevar casi al caos una cosa que puede estar bien organizada y que no podemos apreciar porque no sabemos de qué se trata. Esa era nuestra situación y por eso, en vez de estructurar planes, aconsejamos al gobierno encarar reformas. Y de ahí nacen las reformas de la revolución tanto en el orden social como en lo económico, en el financiero, en el político y en el cultural. En lo interno hemos cumplido la primera etapa, o sea, las reformas fundamentales. Queda por delante establecer un verdadero plan de acción para las distintas ramas del gobierno, en forma de que el futuro sea un poco más racional para los argentinos y obtengamos el resultado de un censo y compilemos en nuestras direcciones de estadísticas los datos integrales que nos capaciten para planear, para realizar, en una palabra: para gobernar. De modo, pues, que en el orden interno hemos de continuar con las reformas hasta el día en que la estadigrafía nacional pueda darnos las bases para encarar un nuevo plan de acción que asegure una realización sin tanteos, que pueden ser fatales para los argentinos. Esto es, interinamente, el enfoque actual de la revolución. Nosotros somos profundamente demócratas, y hemos dado el ejemplo de que somos realmente demócratas. No estamos disfrazados de democráticos. Por eso queremos que para nuestra América sea una realidad la absoluta independencia y soberanía económica, social y política de sus estados. Aceptamos la combinación y el arreglo de todo lo que sea de orden económico para favorecer mutuamente a nuestros países, pero rechazamos el tutelaje político de los Estados. Creemos que esa es la realidad del pensamiento justo de América. No creemos que de buena fe exista un solo argumento honorable para pensar lo contrario en ninguno de los países americanos, y menos aun en los países latinoamericanos. Pensamos que esta revolución ha sido la antorcha que ha iluminado con esa concepción a todo el hemisferio. No hemos cedido ante nada ni ante nadie en nuestra posición de intransigencia y deseamos que la dignidad y el respeto que nosotros aseguramos a los demás países los demás países lo aseguren para con nosotros. Creo que somos los que estamos en el justo miraje de este panorama y de esta apreciación de la política internacional del Continente. Creemos que los hombres que proceden de otra manera, lo mismo que los países, están haciendo el daño más grande y más profundo al verdadero panamericanismo que todos sentimos. Creemos que los hombres que han forzado las soluciones y presionado a los países más débiles están incubando una explosión que ha de producirse, y que todos debemos empeñarnos en evitar. Quien siembra vientos recoge tempestades! Debemos evitar que esos vientos se sigan incubando. Como leales panamericanistas pensamos que existe una sola solución para el futuro de nuestras relaciones. Creemos que los pactos realizados con apresuramiento, y que han alterado todos los basamentos jurídicos internacionales del continente, han de ser revisados con prudencia y profundo estudio. No podemos aceptar ninguno de esos pactos firmados por hombres que no están autorizados, de acuerdo con toda la tradición jurídica internacional de nuestro país -pactos firmados bajo la psicosis de guerra y la impresión de acontecimientos extraños- sin ser objetos de estudio; creemos que todos esos pactos, para que sean permanentes y para que ejerzan influencia en el futuro de nuestro país, deben ser revisados concienzudamente y aprobados por lo que es la base de nuestra democracia: por la conciencia pública, por su propio y definitivo representante, el Congreso de Nación. Colocados dentro de esa situación, creemos que realizamos obra efectiva y aseguramos el futuro del panamericanismo, porque el presente es poco halagüeño y el pasado ya no tiene gran interés, como no sea histórico. Nuestra posición desde el punto de vista internacional -refiriendo nuestro punto de vista a la revolución- es simple: queremos que a todos nuestros amigos y hermanos de Hispanoamérica lleguen nuestras ideas y nuestras realidades. Queremos que ellos nos ayuden a defender esta posición, que es leal para los hispanoamericanos de esta parte del mundo. Queremos que todos tengan la sensación de que obramos sincera y lealmente, y que interpreten nuestra revolución, no como el señor Morgenthau, desde un punto de vista financiero; exclusivamente dirigido a los hombres que manejan el grupo financiero internacional más grande, más poderoso y más pecaminoso del mundo. Queremos, finalmente, que ellos sean los intérpretes de nuestra defensa. Queremos defender el movimiento revolucionario solamente en la Argentina contra los ataques que han de venir desde el exterior que serán poderosos, pero que no debemos temer, cuya acción se inicia con la de este gran financista. Y es lógico; si la revolución nuestra ha de interferir extraordinarios intereses del capitalismo internacional, estamos honrados con que sea el "capo" del internacionalismo capitalista quien nos apunte con el dedo y nos empiece a combatir. Hemos de interesar a toda Hispanoamérica en esta causa; en nuestra causa, no para defender el imperialismo argentino, o el nazismo o fascismo argentino, de que ya se habla, sino para prevenirnos contra otros imperialismos que realmente existen en el mundo. Esta es mi manera de ver la posición justa de nuestra revolución, en su acción relativa, en todo aquello que ha de tener conexión en lo internacional, ya sea en los aspectos políticos o en los que son su causa: los aspectos económicos. Por eso, señores, hemos de luchar por defender en la Argentina y fuera de nuestras fronteras estas ideas nuestras, que en otras palabras, constituyen la libertad económica que ha de hermanarse a la libertad política que heredamos de nuestros mayores de 1810, y sin cuya libertad económica es inútil que nos vanagloriemos en discursos, todos los días, de que somos libres e independientes. Finalmente, esbozados así, en forma desordenada y sintética, los grandes mirajes con que debemos comenzar a estudiar y profundizar nuestra revolución, afirmo que ésta no habrá cumplido con un gran objetivo, pero que en dos años hemos realizado una obra ciclópea, tanto en lo económico, como en lo financiero, como en lo social, como asimismo en lo político, para consolidar todas las otras conquistas. Pensamos que ahora la Argentina ha de procurar, por todos los medios, consolidar las conquistas, especialmente económicas, porque terminada la guerra, el ataque va a dirigirse y ha de incidir en forma especial sobre el aspecto económico. En este aspecto no hemos conseguido mucho, pero bastaría decir que hoy tenemos un bolichito, pero este bolichito trabaja por nuestra cuenta. A todos nosotros está confiada la responsabilidad de que trabajamos incansablemente para convertir este bolichito en una gran empresa. Cuando estructuremos esto y nos aseguremos en la posibilidad de hacerlo, traeremos, en lo posible, unos cuantos miles de "gringos", que han sido tan beneficiosos para nuestro país, y así comenzaremos a aparejar el elemento económico con el elemento humano, para constituir la Argentina de 50 millones de habitantes que soñara Sarmiento y que, desgraciadamente, por imprevisión y en muchos casos por falta de capacidad, no se ha concretado todavía. El futuro, en este sentido, nos muestra un inmenso callejón por recorrer. Podemos fallar en cualquier cosa, pero en lo que no debemos fallar es en mantener a toda costa y con todo sacrificio la libertad económica que la Revolución del 4 de Junio ha entregado a la custodia de todos sus hijos, para el porvenir. .....................
1946-05-23
Manifiesto emitido por radio ordenando la formación del Partido Único de la Revolución y declarando caducas todas las autoridades de los partidos que lo apoyaron en los comicios del 24 de febrero
Manifiesto emitido por radio ordenando la formación del Partido Único de la Revolución y declarando caducas todas las autoridades de los partidos que lo apoyaron en los comicios del 24 de febrero El gesto y las declaraciones del Honorable Senado de la Nación, me llenan de un orgullo argentino y patriótico, porque fijan la iniciación elocuente de una nueva era histórica para mi patria, en la que han de encarnarse con carácter definitivo en las formas constitucionales y legales los sagrados principios de nuestra doctrina. Ello me conforta ante la realidad, porque como demócrata he acariciado siempre la ilusión de que el país tuviera un senado patricio e ilustre, como demuestra ser el actual, que fuera el nervio y la columna vertebral del Estado moderno que debemos configurar y estructurar en el futuro. Con ello hemos alcanzado nuestro primer éxito en el gobierno, nos queda superarlo dando a ese Senado el elevado sitial que ocupará en el escenario de la República, como cuerpo coejecutivo, moderador y coordinador en las grandes construcciones que aspiramos realizar como organismo de concepción y contralor de todo lo estatal y como elemento de prestigio institucional y ejemplo de nuestro parlamentarismo, destinado a afirmar y defender el fondo mismo y aún las formas de una democracia orgánica y funcional. Habiendo encarnado hasta el presente el sentir colectivo de la revolución nacional, conformando una nueva teoría, una doctrina y una mística revolucionarias, que me han permitido encabezar las legiones de descamisados de la patria, debo hoy abandonar la conducción directa de esa masa partidaria para convertirme, por voluntad popular, en el conductor de la Nación como presidente de todos los argentinos. No podría ser tal si sólo velara por una parte de ellos y, en consecuencia, por ese deber ineludible que me impone la propia responsabilidad que pesa sobre mi conciencia de hombre honrado, debo delegar un comando con que me honraran mis partidarios desde hace tiempo. Al hacerlo, deseo que ello no sea en manos inexpertas o inescrupulosas, porque deseo confiar el honor de nuestra bandera y la suerte de millones de compatriotas que todo lo esperan de nosotros, en el honor y la capacidad de hombres de bien, que sean los genuinos representantes del pueblo que los ha elegido en los comicios más puros que registra la historia política de la República. La revolución de junio, movimiento social, económico y político de los argentinos, que alcanzara su constitucionalidad en los comicios generales del 24 de febrero, está atravesando una zona de pasiones desintegradoras extrañas a su propio contenido y destino. Pareciera que no han bastado los constantes embates de los grupos oligárquicos derrotados, para probar su estructura principista. Ahora, debe resistir, con fuerza vitalizada por el entusiasmo del pueblo, los contragolpes de algunos hombres, que exaltados a las directivas partidarias denuncian con sus actitudes la disonante conducta que los inspira. Hemos luchado contra los enemigos políticos que lo eran del pueblo, en todos los frentes imaginables. Los vencimos por la fuerza de los descamisados, valientes y decididos, y por la dinámica de la paz social, contenida en los principios revolucionarios que los impulsó a la recuperación de sus destinos. No pensamos nunca que habría de llegar esta etapa de enfrentamiento de los hombres, que tras el verbo revolucionario de las proclamas, no saben ahora dar formas al verbo gubernativo, cuya esencia y fondo exigen tanto como energía para la conducción, honradez en la conducta, claridad en los juicios y comprensión social para la revolución. Ser revolucionarios, por una militancia insensata o por una vocación interesada, es ser antirrevolucionario dentro del movimiento de junio, acción cívico-militar que no puede detenerse por la caprichosa seducción de los comandos de partidos, ni por la engañosa mecánica electoralista de los grupos que giran capitales políticos que no poseen y, que en su mayoría, son elencos que pueden negar sobre las nuevas construcciones revolucionarias, su adhesión y concurrencia, por provenir, precisamente, de los campos políticos anegados por la mentira y el engaño. Hemos llegado al cruce de los caminos que la revolución traza a los hombres que han sido y son sus forjadores y, para aquellos que deseando incorporarse, vislumbran en sus horizontes los estados ideales de una ciudadanía reivindicada por la capacidad profesional, la decencia civil y el fervor patrio, elementos indispensables en la formación de una conciencia revolucionaria. Hemos llegado al límite mismo de una etapa que no puede dejar de interpretarse, valorarse y comprenderse. La falta de interpretación nos llevaría a la anarquía en los comandos civiles, y a la quiebra de la esperanza de la Nación, que nos ha entregado su gobierno sin más reserva que las que emergen de su deseo de progreso y bienestar sociales. La falta de valorización para la obra cumplida y para la que habrá de realizarse, se está advirtiendo en la obsesionante conducta de los que creen que un triunfo, por ponderable que sea, es siempre conquista definitiva. Olvidan que el gobierno es una etapa y el llano su consecuencia inmediata. Para perdurar en aquel, es necesario saber ser fuertes antes de llegar al gobierno, y para serlo, es irrenunciable el principio de la solidaridad y de la unidad de los grupos primordiales que estructuran un gobierno. La no comprensión de los planos en que deben actuar los elementos que componen el cuerpo político, resta eficacia al movimiento revolucionario en marcha, el que no buscó el entronizamiento de la incapacidad, ni de la deslealtad, para desear en cambio, juntamente con la igualdad de oportunidades, el comprensivo razonar de los grupos conductores, para no romper la línea del ascenso con actitudes inferiores y negativas de la revolución salvadora. Destino, unidad y organización son las etapas de toda revolución positiva; tenemos nuestro destino, anhelamos la unidad y obtendremos una organización adecuada. Yo he mostrado a los humildes de esta tierra cómo es posible tomar el timón del Estado merced a la unidad de las fuerzas democráticas del pueblo mismo. Algunos parecen haber olvidado ese ejemplo, porque se empeñan en dividir y disociar las fuerzas de la victoria. Hoy, más que nunca, es menester unirse para asegurar el porvenir y esa es mi conquista. Para ello pido a todos los peronistas, a quienes jamás he engañado, ni llevado con errores hacia sendas perjudiciales o malignas, que secunden la obra de unidad de todos los peronistas para salvar nuestro movimiento de las asechanzas en que peligran las acciones pasadas y futuras; para afirmar el triunfo de la causa de todos sobre el menguado interés personal de algunos, y para prolongar en el tiempo y en el espacio el fruto de nuestras victorias y los beneficios de nuestras conquistas. Que todos sean artífices del destino común pero ninguno instrumento de las ambiciones de nadie. Por todo ello, desde este momento, como jefe supremo del movimiento ordeno: 1.- Caducan en toda la República las autoridades partidarias actuales de todas las fuerzas que pertenecen al movimiento peronista. 2.- Como jefe, encargo en la fecha, a los camaradas legisladores que forman las autoridades -mesas directivas y presidentes de bloques- de ambas cámaras legislativas nacionales, la organización de todas las fuerzas peronistas, como Partido Único de la Revolución Nacional. 3.- Ellos, como auténticos representantes del pueblo, elegidos por él, organizados en comisión responsable y representativa, ejercerán el comando y dirección, hasta tanto la masa partidaria en comicios internos libres y puros, elijan sus propias autoridades que han de regir los destinos generales, parciales y locales de nuestras fuerzas políticas. 4.- Convoco así al peronismo de la Nación, a los ciudadanos que sufragaron por la revolución, a la militancia en los cuadros que señalo, de la unidad de la revolución y de la patria. Exhorto a los peronistas y a todos los buenos argentinos a defender la revolución y nuestra fe, contra los que la niegan en la letra o en su espíritu. ..................
1946-05-27
Ante los diputados peronistas electos
He querido tener el inmenso placer de visitarlos en vuestra casa antes de que comience la labor legislativa, que ha de ser de tanta trascendencia para el país. Yo soy un hombre que no tiene reservas mentales para ninguno de los hombres que colaboran en la tarea, piensen o no piensen como yo. Por eso he dicho en varias oportunidades que si alguna vez es necesario que yo llegue hasta el Congreso, personalmente, a discutir cualquier problema que atañe a la Nación, a discutir mano a mano con cualquiera que sea, sin más argumento que las razones y las verdades, determinado problema de Estado -porque entiendo que el Estado está por sobre todas las cuestiones-, con mucho gusto lo haría, trayendo mis verdades y mis razones. Y si ustedes tienen la razón he de dárselas con gran placer; pero si soy yo quien la tiene, espero que ustedes, a su vez, me la concedan. Por eso, señores, he querido iniciar este contacto, que yo no quiero rodear de ningún protocolo, sino que debe ser profundo, limpio y sin reservas mentales de ninguna naturaleza. Aquí tienen ustedes, señores el instrumento adecuado para hacer evolucionar el fundamento jurídico mismo del estado, para influir en la vida misma del país y sus más profundas raíces. Yo he de respetar la decisión que ustedes adopten, pero sobre todas las cosas me empeñaré en elevar dentro del país el valor moral de la legislatura nacional. He de tratar, por todos los medios, de convertir al Congreso en la más grande autoridad del país; y en ese aspecto -estoy persuadido que así será- ustedes han de ayudarme en todas estas situaciones. El parlamentarismo en el mundo está en decadencia. Esto es lo que se oye decir en los cuatro puntos cardinales. Pero no es el parlamentarismo lo que está en decadencia, sino otros valores que no lo han mantenido a la altura de su misión. Si los hombres que componen el parlamento son hombres de bien, honrados y patriotas, ningún parlamento del mundo puede decaer. El parlamento es como la justicia: no hay mala justicia con buenos jueces, así como no es posible una buena justicia con malos jueces. No hay buenos parlamentos con malos parlamentarios, ni puede haber malos parlamentos con buenos parlamentarios. Eso lo debemos afirmar nosotros con los hechos. En este sentido señores legisladores, ya he comenzado mi acción desde este mi cargo de presidente electo, presentando ante la opinión pública el parlamento como una institución de nuevo cúneo y no lo he hecho por un sentido egoísta al pretender que nosotros realizamos lo mejor, sino porque el parlamento había decaído evidentemente ante el pueblo argentino. El descreimiento de las masas argentinas tenía en un noventa por ciento su origen real por lo que sucedía en esta casa. De aquí salió ese descontento inicial que se fue tornando paulatinamente en una desilusión colectiva, y, como consecuencia de ello, los hombres de este país, si eran sabios porque eran sabios, si eran ricos porque eran ricos, si eran pobres porque eran pobres, o si eran ignorantes porque eran ignorantes, se había desentendido de ese interés que el país necesita que los ciudadanos tengan por la cosa pública. Nosotros no hemos realizado de la Revolución otro hecho que elevar la cosa pública a la categoría de un asunto que interesa a todos por igual, despertando en las masas el entusiasmo por servirla. En manos de ustedes, señores diputados, está en gran parte esa enorme responsabilidad de no defraudar a todos los que hoy se interesan por la cosa pública, desde los más humildes lugares de la República. Ustedes han de levantar la bandera del parlamentarismo y conseguir la reivindicación de la legislatura argentina. Ustedes tienen la enorme responsabilidad, en estos momentos tan críticos para la nación, de afirmar si en el futuro las cosas cambiarán de rumbo de manera que los ciudadanos argentinos puedan decir: ¡tenemos un Congreso! Que no se vuelva a decir, como hace algunos años, que el Congreso era una cueva... Ustedes saben lo demás. Señores legisladores: todo lo que esté en mis manos para servir al logro de esas reivindicaciones pueden dar por descontado que lo haré con mucho gusto y sin poner el más insignificante obstáculo. Mi deseo es servir al cuerpo como presidente de la Nación, especialmente para elevar sus valores morales, que es lo primero, y después servirlo colectivamente en cualquier situación. Yo soy un hombre un tanto enemigo de los servicios personales, pero soy un decidido amigo de los servicios institucionales. Yo estoy dispuesto a servir en este sentido al Congreso, y no haré en el curso de mi gobierno el más leve acto que pueda rozarlo, porque quiero como he dicho, elevar su categoría. En manos de ustedes está el promover los más nobles actos que han de ennoblecer esta casa. Si así lo hace, este Congreso marcará una etapa histórica dentro de las instituciones argentinas. Otro asunto al que me quería referir, siquiera sea brevemente, es el relativo a la unión en la tarea legislativa. Nosotros hemos tenido no se si la fortuna de haber alcanzado una mayoría abrumadora tanto en la cámara joven como en la cámara mayor; y digo que no se si será por fortuna porque a menudo, cuando no se tiene una oposición fuerte con quien discutir, se discute entre compañeros. En este sentido, el panorama en la cámara de senadores es sencillamente aterrador. En diputados, en cambio, es más halagüeña la perspectiva, porque existe una oposición que indudablemente es capaz. Es mejor, señores legisladores, que consideremos que es altamente capaz. Ello me hace entrever que ustedes, para realizar una obra constructiva tendrán que luchar. La lucha es, sin duda, el más grande de los acicates para poder construir. Sin lucha se construye también, pero no tan fecundamente. Pero eso los ha de llevar a que ustedes sean cada vez más compañeros y más amigos, sobre todo a que desvirtúen un aspecto que en mi sentir, es triste dentro de los parlamentos que he tenido oportunidad de conocer en el mundo, especialmente en el nuestro. Yo he observado aquí en la casa, que hablando con un legislador aisladamente resultaba una magnífica persona, que tenía las mismas ideas que uno, pero luego en el recinto se transformaba en la antítesis de aquel hombre con quien habíamos conversado unas horas antes. Todos ustedes habrán observado esa dualidad que es para mí, uno de los factores fundamentales que ha incidido en el desprestigio de nuestro cuerpo legislador. Yo he podido apreciar personalmente el fenómeno. Eso sucede, porque no se tenía en cuenta que en la vida de los hombres debe regir una sola norma de conducta y debe vivirse rectamente. Esa dualidad no es más que la consecuencia de que los hombres se atan a intereses particulares y ha hecho que en muchos casos hayan apoyado alguna injusticia al verse obligados a seguir una conducta anormal provocada por ese cambio de lugar en cuestión de quince o veinte metros. Eso es lo que he observado y que diversifica totalmente el sentir de una persona con otras en el parlamento. Señores legisladores: yo solamente quiero pedirles que todos piensen y sientan de una misma manera, que todos piensen de acuerdo con lo que nosotros consideramos los postulados de una revolución, de la que todos somos instrumentos de ejecución en el futuro. Si nosotros no pensamos todos de la misma manera, no apreciaremos las cosas del mismo modo, y por cierto no realizaremos las cosas de una manera similar. Es eso lo que prima facie se me ocurre que es necesario realizar, como el primer asunto importante en la preocupación del bloque peronista. Es indudable, señores, que no se trata de un asunto fácil, porque nosotros surgimos con una revolución realizada casi de forma totalmente empírica. Las revoluciones se desarrollan, como he manifestado muchas veces, de dos maneras: de un modo ideal o de un modo real. En el primer caso, preparando la revolución desde un largo tiempo antes de llevarla a cabo, con todos los postulados y trazadas mas o menos sus líneas de acciones generales. Por ejemplo la Revolución Francesa, preparada por quince años de trabajo de los enciclopedistas y certificada por los descamisados en las calles de París. El otro sistema es como el nuestro, que no tuvimos enciclopedistas que nos guiaran. Nuestros enciclopedistas fueron los errores cometidos por los gobiernos anteriores, con sus respectivos parlamentos. Ellos, por vía negativa, enseñaron al pueblo que eso no era la realidad nacional, que era menester hacer surgir esa nueva realidad argentina. Por eso, nosotros estamos ahora en el tramo más difícil del camino a seguir porque tenemos que comenzar a difundir lo que constituye nuestra doctrina, la doctrina de esa nueva realidad nacional que no todos comprenden y que no todos quieren realizar, porque median intereses personales de alto valor. Debemos comenzar ya esta tarea, porque es indudable que de todos los cuerpos que pudieran crearse en la República para difundir nuestra doctrina, ninguno tan apropiado ni que sea tan eficaz como el Congreso de la Nación. El es la base para el triunfo de esa misión, para ir encarnando institucionalmente las ideas y principios de nuestra revolución. Por eso, si yo he de hacerles un pedido, me reduzco solamente a lo siguiente: que sea esta caja de sonoridad del país la encargada de enviar a las masas argentinas en forma de leyes o de doctrina directa, las nuevas ideas de esta nueva Argentina que queremos construir para el pueblo. Nosotros ya hemos iniciado, desde el Centro Universitario Argentino, la difusión de algunas de estas ideas. El procedimiento a seguir tanto allí como en este cuerpo, es exactamente el mismo, y en manos de ustedes está el instrumento esencial e integral para realizarlo. Queremos que en el orden interno la difusión de nuestra revolución se opere del siguiente modo: en primer lugar, tenemos que llegar al niño, que es un elemento propicio para todo lo bueno. Ya lo estamos consiguiendo. Hace ya tiempo que los pibes de todo nuestro territorio vienen comprendiendo nuestra doctrina. He citado al respecto varios ejemplos, entre ellos, el de los chicos sin zapatos, que es terriblemente aleccionador para el país. Los niños de la República comprenden muchas veces mejor que los grandes, en que estriba la profundidad de nuestra doctrina, y ese elemento tan rico debemos aprovecharlo en forma. Otro campo fecundo está en las masas de trabajadores argentinos, que también han comprendido, con los hechos y con los enunciados, cuales son los nuevos fundamentos en que se basará la evolución del país y sus instituciones. Y finalmente, señores diputados, es necesario llegar a los centros intelectuales de todo el país, para ir conformando esta doctrina y tecnificándola, ya que la única manera de llegar a las masas es la misma con que se llega a los hombres individualmente. Al hombre hay que dirigirse primero, con una premisa que él puede discutir y debe discutir. ¿Como? Con el análisis. Después, hay que fijar esas dos operaciones en una conclusión, que es asimismo una síntesis que el hombre debe retener y que es conveniente y necesario que retenga, porque el hombre sabe tanto como recuerda. Así que nosotros hemos pensado que en el orden popular, llegaríamos con nuestra doctrina primero al pueblo. Formaríamos un instituto de tecnificación, para que cada aspecto de la doctrina sea objeto de un estudio extensivo y de análisis, para llegar finalmente, al cabo de varios años de trabajo, a cristalizar conclusiones perfectas en lo posible. En esas conclusiones fijaríamos ya en forma definitiva nuestra doctrina, que va naciendo de nuestras concepciones y de los hechos mismos de la revolución. Los señores diputados han de comprender que el Congreso de la Nación y especialmente la cámara joven, tiene una tarea extraordinaria que desarrollar. Solamente eso les pido. Mi deseo es que todos se preocupen en el mismo grado, para que esa doctrina se difunda y llegue a todos los ámbitos del país, en forma directa o indirecta, a fin de que la enseñanza vaya tomando también las tonalidades de nuestra revolución. La enseñanza en mi concepto, está aquí un tanto desorganizada como consecuencia de no habérsele prestado toda la atención necesaria. El Congreso debe preocuparse seriamente de la enseñanza, que sin duda alguna es el porvenir del país. Hay que popularizarla. Hay que perfeccionarla y organizarla integralmente, cuestión que ésta que está totalmente abandonada. Estas mismas expresiones podríamos repetirlas en muchos aspectos de la vida argentina y es el Congreso de la Nación quien debe cumplir una tarea extraordinaria tendiente a corregir esos defectos. Ustedes son los encargados de realizar esa tarea y yo, en base a esa concepción, que estará dentro del máximo de perfección que la discusión del parlamento puede asegurar, trataré de ejecutarla con las mismas ideas y con los mismos desvelos con que ustedes la habrían concebido. En eso estriba la colaboración del Poder Legislativo y del Poder Ejecutivo: ustedes en concebir y aprobar leyes adecuadas y yo en ejecutarlas a conciencia, con sinceridad y con absoluta lealtad para con el parlamento. Yo solamente he querido ahora tener el placer de conversar, siquiera sea brevemente, con los señores diputados. Quiero que me consideren absolutamente a vuestras órdenes, para cualquier gestión que yo, personalmente u oficialmente, pueda realizar. La casa de gobierno será también la casa de todos ustedes, y yo quisiera verlos a menudo ocupados en resolver o en llevar adelante los problemas nacionales, tremenda responsabilidad histórica que ustedes y yo vamos a compartir en el futuro, tratando de lograr para siempre la grandeza de nuestra patria.
1946-05-31
En un acto organizado por la Confederación General de Empleados de Comercio en el teatro Avenida
Señoras y Señores: En primer término agradezco las demostraciones que esta admirable y magnífica asamblea nos ha tributado, por el sólo hecho, de haber comenzado a cumplir con nuestro deber de argentino. He aceptado complacido venir a conversar con ustedes breves instantes, sobre muchos de los problemas que nos interesan por igual al pueblo y a los gobernantes de esta gran Nación. Esos problemas, simples, de la simplicidad de que están formadas las grandes cosas, son complejos en su realización cuando los intereses creados interfieren todas las soluciones que la buena voluntad y la honradez de los hombres debían de mantener absolutamente simples, como son simples en su fenomenología de la sociedad, de los estados, de las naciones y de los gobiernos. Me he de referir brevemente a nuestra revolución, en los hechos ya consumados y en los que quedan por realizar para terminar nuestra obra. Es indudable que para ello me ajustaré a una síntesis absoluta, para poder desarrollar el tema en poco tiempo y con pocas ideas pero fundamentales. La Revolución del 4 de junio es un hecho que encuadra en la historia de la República Argentina y sobre la cual ya podemos comenzar a formar conceptos, casi definitivos, de lo que hemos vivido hasta el 24 de febrero de 1946. Las causas de nuestra revolución, sería largo enumerar cuestiones que ya ustedes conocen. En lo político, las causas que trajeron la Revolución del 4 de junio, pueden encuadrarse y decimos que solamente el pueblo se había enervado por una acción de los poderes del Estado y de las fuerzas políticas, que habían fincado sus éxitos, sobre el engaño, sobre el fraude, sobre la mentira y el peculado en todas sus formas públicas y privadas. En lo social, un absoluto escarnio, realizado desde todas las esferas políticas y sociales, reinaban sobre la Nación en forma que acicateaban paulatinamente y trabajaban las masas de trabajadores argentinos para convertirlos en verdaderos enemigos del Estado y no en sus más útiles y naturales colaboradores. En lo económico, se tenía el concepto, perfectamente justificado, de que día a día íbamos entregando los restos de un patrimonio que habíamos ya, enajenado venalmente, en su mayor parte. Era indispensable reconquistar lo argentino para los argentinos, en forma de que todos pudieran, de una manera directa o indirecta, disfrutar de estos bienes tan extraordinariamente maravillosos que sentíamos nombrar, pero que no veíamos distribuidos con concepto cristiano y humano. Por todo ello, y por muchas otras causas, que sería largo enumerar, salió el ejército el 4 de junio, para apoyar lo que ya era un fermento activo en la población de la Nación. Después, vinieron todos los acontecimientos similares a todas las revoluciones en que se deja actuar la fuerza no bien controlada y no bien dirigida. Sin embargo, fue posible realizar la metamorfosis necesaria y sin la cual, las revoluciones en fuerza, las revoluciones militares, pasan a ser un vulgar cuartelazo, cuando su causa no es oportuna y numéricamente apoyada por las fuerzas populares. Era en consecuencia necesario, llevar al pueblo la revolución realizada por las fuerzas armadas, y para ello, no existía sino un solo camino justo: hacer que esta revolución ¡fuese popular! Y para ello, había que tomar la única bandera abandonada en el campo de la popularidad: ¡la justicia social! que satisfaciese a la mayoría de la población, aunque quedara insatisfecha una minoría que hasta entonces había gozado de un privilegio desmedido. Bien señores, cuando esa metamorfosis se hubiera realizado, quedaba por cumplir el segundo tiempo de esta operación: volver a la normalidad constitucional, para transformar lo revolucionario en evolucionario, y sistematizar, dentro de la estructura jurídica del Estado, las conquistas obtenidas y fijar una nueva norma para el porvenir que no nos llevase de nuevo a los vicios pasados, que nos asegurase un porvenir en que esa justicia social, en que la dignidad política y la soberanía económica del Estado, volviese a manos de los argentinos para reconquistar esta patria perdida en lo material y en lo moral. Y ese segundo tiempo se cumplió el 24 de febrero. Las masas argentinas, que no pueden equivocarse cuando se trata de problemas fundamentales para la Nación, dijeron que habíamos acertado, que habíamos cumplido bien el período revolucionario y pidieron que continuásemos en el período evolucionario que hemos de cumplir con la misma orientación, con la misma energía y con la misma lealtad. Y henos aquí señores, iniciando esta etapa que ha de ser la definitiva para nuestra revolución. Los métodos a emplear para cumplirla han de ser mucho más racionales que aquellos de que hemos dispuesto durante la revolución. Tenemos mayor tiempo. Tenemos conquistado, por el derecho de la verdad y del buen procedimiento, tenemos adquiridos por nuestra sinceridad y nuestra lealtad con la mayoría de la Nación, el derecho de pensar que el futuro no ha de ser menos promisor que el pasado, si no nos apartamos de estas líneas generatrices que nos han guiado hasta este momento. Y si ponemos, más que nuestro ingenio, nuestra voluntad inquebrantable de no hacer nada en contra del pueblo sino de realizarlo todo en su beneficio y en su favor. Pero señores, esta segunda etapa necesita también como la primera, que el gobierno continúe la evolución y que el pueblo apoye esta evolución. No con golpes sistemáticos, no con hechos violentos, sino con la opinión serena de los hombres que sienten pero que piensan. Es necesario que el gobierno oriente su acción con la cabeza, que la lleve adelante con el corazón, pero necesita también del pueblo el empleo, además del corazón, de la cabeza. Por eso señores, quiero referirme a tres aspectos de lo que será la continuación de la revolución en el período constitucional que se iniciará dentro de breves días. Estos aspectos son los fundamentales: el doctrinario, en primer término, el político, el social y el económico. Señores, la historia prueba que los grandes movimientos de evolución y de revolución no van lejos si no tienen una línea bien definida en lo doctrinario y en la planificación de su verdadero contenido. Quiero, brevemente, referir como concibo y como penetro, lo doctrinario de este movimiento, para comenzar desde aquí la divulgación de nuestra verdadera doctrina en su fase fundamental. Las revoluciones, como todos los actos racionales de nuestra vida, se realizan por dos métodos tan viejos como la misma humanidad. La metafísica de todos los tiempos ha considerado a estos dos métodos como supletorios de la acción racional de los hombres. El método ideal y el método real. Las revoluciones obedecen en su realización a estos dos métodos. Encuadremos la nuestra en su método y comparémosla con otras revoluciones para aclarar este concepto. El método ideal sería la revolución francesa, que comienza con una tarea de quince años de preparación por los enciclopedistas franceses, que van preparando la opinión de la Nación, porque se trata de un movimiento de gran extensión. Van preparando en todas las esferas: en la intelectual, en la del trabajo, en la del Estado, en el de la cultura en general del pueblo, haciendo justificar nuevas ideas con nuevos objetivos. Y cuando la conciencia pública está madura lanzan su acción de fuerza, que como un golpe de mano les permite ocupar la dirección de esa sociedad que la produce para después encaminar el Estado hacia el nuevo rumbo que la revolución le imprime. Por ese método que tiene una dirección, que como la estrella polar, va dirigiendo la navegación de ese Estado y de esa sociedad. Ese método ideal no fue posible aplicarlo a la revolución del 4 de junio. Esta revolución comienza con caracteres negativos. El pueblo está de acuerdo en la revolución, cree que el estado a que ha llegado el país no puede soportar ni la mentira política, ni el engaño social, ni la miseria económica. Pero, no sabe a donde ir. Y si la revolución francesa lanza los sans-culottes a la calle después de quince años de preparación, nosotros lanzamos nuestras fuerzas a la calle sin preparación previa. Seguimos el método inverso, el método real. Realizamos la revolución, cumplimos con ideas fragmentarias la acción que el pueblo impone, luego nos queda en este momento, el dar estructura a una doctrina que ha de dirigir la evolución que complete la acción de esa revolución. Nuestra doctrina, según venimos demostrando en los hechos, que estarán siempre por sobre todas las concepciones, es de un fondo profundamente humanista. Es, señores, la reacción del hombre en defensa del hombre, es la natural reacción de una sociedad que no ve distribuidos los pesares y las delicias de la vida en una misma proporción como anhelamos cristianamente realizar los que no tenemos ambiciones inútiles en esta vida. Es, señores, dentro de nuestro pequeño círculo, de una Nación alejada del centro de gravedad del mundo, es dentro de ese pequeño círculo, una etapa de la eterna evolución de la Grecia individualista, de la Roma estatal, de la reacción cristiana contra el estatismo romano en defensa del individuo espoleado y escarnecido. Es la historia de la humanidad en una de sus tantas manifestaciones de la justicia humana, que obedeciendo a las leyes de una justicia divina, quiere que el hombre sea sobre la tierra, el eje alrededor de cuya felicidad debe inspirar todos los intereses de la tierra. Por eso el sentido social de nuestra revolución, es lo que impresiona, es lo que exalta el alma de los hombres justos, y es lo que hace temblar de temor a los injustos. Esta, nuestra revolución, ha de encaminarse dentro de nuestros principios. La revolución, que es una obra de arte de los pueblos y de los hombres, ha de regirse igual que todas las artes, por una teoría. Teoría que será susceptible de aprender y también será posible enseñar. Hemos de trabajar para llevar a todos los argentinos el concepto de esa teoría. Una teoría que cristalice las reglas y los grandes principios que rigen esta revolución, en lo político, en lo social y en lo económico. Cuando eso esté realizado y aparejadamente con ello, será necesario llevar una doctrina que es susceptible de inculcar en los hombres, con la verdad y con la lealtad y sinceridad que estas cosas tienen que tener para que lleguen al corazón. Realizada la inculcación de esa doctrina, ya aprendida por las masas argentinas esa teoría, la revolución se habrá impuesto en los corazones y habrá florecido en las inteligencias y entonces, esta magnífica revolución, argentina y humanista, habrá triunfado para siempre. Señores, esas ideas, ya hemos comenzado su divulgación. Tenemos constituido el organismo del cual han de salir paulatinamente las ideas fundamentales de nuestra teoría, como así también los principios elementales de nuestra doctrina. Irán las masas argentinas, siguiendo un método natural con que se llega al sentimiento y al sentido de la sociedad. Partimos de una premisa; premisa que hemos puesto en movimiento con la revolución, en lo político, en lo social y en lo económico. Esa premisa la hemos esbozado en los numerosos discursos pronunciados a lo largo de toda la patria. Esa síntesis, que muchas veces en un grito de batalla hemos lanzado en la lucha política, constituye la gran síntesis. Sobre esa síntesis, que es la premisa, hemos de organizar la tecnificación de esa doctrina, estudiada por el análisis en cada una de sus partes, para después cristalizarla en una conclusión de conjunto, que será la síntesis de la doctrina que hemos de hacer triunfar con el tiempo. Señores, en el campo doctrinario, es bastante con que todos aquellos que sientan la revolución y todos aquellos que compartan o desconozcan nuestra teoría y nuestra doctrina, vayan interesándose por conocer ambas cosas, para poderla llevar a todos los demás argentinos que la desconozcan. En lo interno, éste es el trabajo, primero y fundamental, a realizar inmediatamente. En lo externo, necesitamos que esta revolución que ya ha salido fuera de las fronteras de la patria, se defienda contra los intereses que tocados por ella, han de reaccionar violentamente y con una potente ofensiva contra nuestra revolución. Las revoluciones, cuando son intrascendentes, generalmente mueren dentro de las fronteras de la patria; pero cuando tienen un contenido fundamental y exceden los límites del país, entonces, están expuestas además del peligro de la reacción interna, al peligro de la reacción exterior. La revolución francesa que antes cité, de corte humanista como la nuestra, que lanzaba al viento las palabras redentoras de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad, triunfó jubilosamente en Francia, pero cuando salió de sus fronteras, ocho coaliciones, de las naciones más poderosas de Europa, la aplastaron en menos de quince años. Y murió aherrojada en su etapa heroica en el Congreso de Viena. Pero, la doctrina creada, atravesó las fortalezas del mundo y se extendió sobre la humanidad, con ese halo bienhechor de cuyos beneficios nos enorgullecemos hoy todos los hombres civilizados de la tierra. ¿Por qué ese fenómeno? Porque esa revolución, vencida y estigmatizada en 1815, va paulatinamente ganando al mundo. Porque paulatinamente, va llegando la verdad a todos los hombres de la tierra. La defensa de nuestra revolución, en un límite infinitamente más pequeño e intrascendente que la francesa, pero ya que atraviesa nuestra frontera, nuestra defensa está solamente en ese mismo hecho: ¡en hacerla conocer en su verdadera realidad a todos los países! Primero los vecinos, después los más lejanos y finalmente los más lejanos de la tierra. Nosotros no hemos temido jamás la verdad, pero, las organizaciones que luchan contra la verdad en el mundo, han inventado un veneno peligroso para la conciencia humana: la mala propaganda. Esa mala propaganda se ha extendido ya en tentáculos diabólicos sobre numerosos pueblos que no nos conocen, con la amenaza de nuestro nazi-fascismo-peronismo, nipo no sé cuanto y otras cosas. Pero, señores, estemos ciertos, que quizás no asistamos a la verdad, pero estemos persuadidos que vivos o muertos hemos de asistir algún día al triunfo de la verdad y al escarnio de esa falsa propaganda basada en la mentira y en el engaño. Eso, señores, como una síntesis fragmentaria y ajustada sobre el deber doctrinario de las masas argentinas en el presente. El otro aspecto que quería mencionar, es el aspecto de la organización política. Señores, muchas veces he dicho que yo no soy peronista y hoy quiero tener el placer de explicarles, cómo no soy peronista y por qué no soy peronista. Los estados en su evolución política atraviesan, normalmente, tres etapas diferentes: la primera, es el caudillismo incipiente o caciquismo; el segundo, es el caudillismo político y el tercero, es la real organización política del Estado. La República Argentina no puede escapar, como no escapa ningún pueblo, a esas tres etapas fundamentales de la evolución. Vivió después de una larga tiranía, la lucha por la organización de esos caudillos primitivos que arreglaban todos los conflictos políticos a lanza, en dos o tres batallas. Como consecuencia de ello, se retarda en la República Argentina, durante casi setenta años, la organización del Estado. Con esa organización primaria se reemplaza la lanza y el caudillo a caballo por el caudillo político, que en vez de emplear el arma de combate, emplea la habilidad de sus manejos políticos. En esa etapa, se ha vivido hasta nuestros días, y las masas argentinas que accionaban en el campo político, más que organizaciones políticas eran turbas políticas. Ellas se aglutinaban, quizá con sentimientos puros, pero por carecer de una organización, los vicios minaban rápidamente el organismo, y eso que había sido fundado sobre valores elevados, sobre principios políticos de ética y de moral, se descomponía por la acción de los caudillejos inferiores. Señores, si yo fuera peronista estaría propugnando la posibilidad de esos mismos vicios para el futuro y de esa misma descomposición. Por eso no soy peronista, por eso aspiro a que las fuerzas de nuestra revolución constituyan un partido orgánico con todas las defensas y auto-defensas que un partido orgánico moderno debe tener. Señores, para resaltar mejor esta idea les haré un ligero paralelo, entre lo que era un partido político en nuestro país y entre lo que yo creo que debe ser. Un partido político normalmente era un hombre, detrás del cual se aglutinaban numerosas fuerzas. Caudillos de segundo o tercer orden se escalonaban detrás de ellos sólo con una finalidad política. Ellos eran los intermediarios entre la masa y el caudillo, ellos transmitían las órdenes, y algunas veces, las inquietudes de la masa eran transmitidas al jefe por esos caudillos. Yo digo, que eso, no es más que una turba política, porque un partido de esa naturaleza, al llegar al gobierno entroniza a un hombre y detrás de él, los valores selectivos de esa selección natural que la democracia debe imponer, no se había realizado en manera alguna. Llegado el hombre al poder nombraba a ocho de sus amigos ministros. Hombres esencialmente políticos, hombres que no entendían del ministerio que ocasionalmente les caía en la mano, más que lo que hubieran imaginado hasta este momento. Como consecuencia de ello necesitaban un año o más, para ponerse en la tarea que debían de realizar y conocer el instrumento que se les entregaba. Como consecuencia de ello, el Estado andaba en una y en otra dirección durante un año, y esos hombres, ya al año, habían perdido el prestigio frente al propio partido que los había llevado al gobierno. Dirigido por numerosos caudillos, no podían satisfacer con ocho ministerios, cuando ellos eran ochenta, quedaban disgustados y en contra de ese jefe, los setenta y dos restantes, y comenzaba la disociación del partido, la división en sectas más o menos disidentes, y el Congreso era un galimatías entre los que seguían pensando que era el jefe y entre los que querían pensar que ya no lo era. Un partido orgánico, señores, es un organismo delante del cual está un estadista y no un caudillo. Un estadista que tiene junto a sí, cuatro o cinco que son sus discípulos. Un estadista es en mi concepto, ni un genio ni un gran talento, es un hombre que, por su capacidad y su cultura, puede ver el panorama general de la Nación y no se unilateraliza en momento alguno para detenerse en un pequeño problema que muchas veces es intrascendente. Esa visión de conjunto y una apreciación ajustada de la realidad de ese conjunto, es lo que caracteriza a un estadista. Detrás de ese cuerpo de estadistas que fijan los grandes objetivos, viene el cuerpo de técnicos, que no son otra cosa que los ministros, hombres técnicos, porque para manejar un ministerio de hacienda, lo que necesita es un doctor en ciencias económicas que conozca su asunto, y para manejar un ministerio de justicia lo que se necesita es un jurista, y para manejar un ministerio del interior lo que se necesita es un hombre con sensibilidad política y social. Señores, vale decir, ese cuerpo de técnicos que ha de manejar técnicamente cada uno de sus ministerios, mientras los estadistas al frente organizarán la acción de conjunto que la Nación necesita y coordinarán la planificación de todos los sectores de la actividad nacional. Detrás de eso, viene la masa, con sus capitanes y con lo que sea. Será el apoyo de la opinión pública a ese gobierno cuando acierta, y le hace notar cuando desacierta también. Señores, por eso no soy peronista, porque aspiro que el futuro político de la Nación esté en manos de un organismo de esa clase, porque será lo único que garantice el éxito del gobierno y, porque si nosotros lo realizamos y nuestros adversarios no, no llegarán jamás al poder. Y si ellos quieren llegar tendrán que organizarse de la misma manera que nosotros y entonces, aún cuando nos derroten, la Nación habrá ganado porque cualquiera de los que suban estará garantizado su éxito. Señores, si yo he aceptado el peronismo, no es porque haya querido hacer peronista a la Nación argentina. Lo he aceptado, como un hecho fatal de esta evolución, porque si nosotros no aglutinamos por organización, no tenemos otro método que aglutinar por un caudillo. Las masas, se aglutinan de esa solas dos maneras: o por una organización consciente y científica o por el corazón que sigue detrás de un hombre a quien se cree bienintencionado y patriota. Pero nos queda realizar el pasaje del peronismo a la organización. Tirarlo a Perón por la ventana, antes de haber creado esa organización es estúpido y suicida. Antes hay que crear esa organización y cuando esté creada, yo mismo lo tiraré a Perón por la ventana. Eso es lo que nos queda por realizar en cuanto a organización política se refiere, pero no debemos olvidar que esa masa que apoya la revolución no debe ser en el futuro instrumento de Perón. Pero los hechos le han demostrado a esa masa, que sería mucho más peligroso si fueran instrumentos de pequeños y oscuros caudillejos con exceso de ambiciones y con un gran defecto de inteligencia y de capacidad. Los hombres que trabajen por nuestra causa han de ser hombres honrados y que tengan una sola aspiración: el bien y la unión de todos los hombres que sirven a esta causa como soldados. Han de pensar, que todos somos y debemos ser los artífices del destino común, pero que ninguno debe ser instrumento de la ambición de nadie. Nadie, señores, tiene más aversión por los métodos dictatoriales que yo, que acostumbro a consultar casi todas mis acciones a quien corresponda. Pero, señores, no debemos tolerar, que cuando nosotros no queremos usar métodos dictatoriales, los usen otros en nuestro reemplazo; o todos somos racionalmente conscientes de los derechos de los demás y de la moral política, debemos exigir a la vez, que los demás sean igualmente conscientes y decentes. Nuestra política ha de caracterizarse, dentro de esa organización, por el respeto a las verdaderas formas democráticas. Y ellas nos dicen que es preferible, decidirse por la moral y la ética que por el más ingenioso método para meter la mula, como vulgarmente se dice. Si nuestro partidario es un mal hombre y ha llegado o puede llegar a la función pública, yo voto por el adversario político, porque él, desde esa función pública, siendo un hombre de bien, nos hará mucho menos mal que aquél compañero que no es un hombre de bien. Por eso, nos hemos opuesto siempre a que las antiguas formas y maquiavelismo político impere dentro de nuestra fuerza revolucionaria. No queremos que ninguna influencia nos lleve a la función pública, porque queremos que sea el pueblo quien nos lo lleve. No aceptamos componendas de nadie, porque aquí el único que tiene derecho de hacer la componenda real, con el voto libre y puro, es el pueblo. Si queremos triunfar en el futuro deberemos respetar esta moral política, porque nos debe servir de experiencia lo que les ha pasado a los políticos fraudulentos que han llegado al repudio del pueblo por sus métodos, y si nosotros fuéramos tan poco inteligentes como para repetir el plato, es de esperar que nos entierren de la misma manera que nosotros hemos enterrado a esos fraudulentos. Por eso, señores, nuestra orientación sobre la política debe ser de habilidad honrada. La política tiene su estrategia y tiene su táctica. Una estrategia basada en talento, inteligencia y en habilidad y no en chanchullos. Debe ser una táctica basada en la realidad y en la honradez. El que no sea capaz de palpar una realidad social y política y no sea capaz de armar un plan para realizarlo racional y corren...UNA DOS PALABRAS, SI NO LA ENCUENTRO VER COMO LO REDONDEO.. Por eso es necesario esa estrategia y esa táctica política basada en la honradez, ¡eso es lo que no han comprendido muchos de los políticos! En este arte difícil que es la política, no se aprende, ¡se comprende! Hay políticos que han hecho toda su vida sin comprenderla y en cambio otros han triunfado sin haberla hecho jamás porque la han comprendido. Y la comprensión del ahora es casualmente, ponerse en claro que para la humanidad está sonando la hora de la justicia y de la verdad. Y esos políticos que no han comprendido la política, han sido y serán vencidos siempre. Me recuerda a la mula del Mariscal de Sajonia, que después de haber hecho 30 campañas, según la expresión de su propio patrón, no había aprendido nada de estrategia. Señores, que nos inspiren, que el pueblo sepa inspirarnos en el futuro con su clarividencia extraordinaria, para que no abandonemos las formas honradas de la política para caer en la ignominia que conocemos. Que el pueblo argentino no vuelva jamás a ser instrumento de ambiciosos, que por satisfacer su ambición personal, no trepidaron (sacrificar los intereses)......... en sagrados de la Nación. (PÒDRIA QUEDAR ASI Que en el futuro, cuando un mandatario, desde el que voy a ser yo, hasta la terminación de los siglos, en este país, no sepa cumplir con su deber de argentino, sea el pueblo quien primero le vuelva la espalda y lo deje aislado, en ese aislamiento ignominioso que tienen los hombres que no han sabido cumplir con su deber. Esa, señores, es la única política que el futuro pueblo argentino debe tolerar. Señores quedaría por considerar los dos aspectos, el social y el económico. En lo social la revolución ha realizado una etapa y debe realizar otra nueva. La etapa realizada estaría demás que yo la expusiera ante ustedes que la conocen en forma más práctica que yo mismo. La revolución ha cumplido un ciclo acelerado de justicia en el pueblo argentino abandonado durante tantos años por la injuria de sus propias autoridades. Nos queda a nosotros, en el período constitucional, dos tareas también fundamentales y decisivas: la primera, consolidar esa obra dando estructura jurídica a todo cuanto se ha realizado y realizando un estudio más acabado de cada uno de los estadios que componen esta inmensa labor cumplida; y segundo, establecer un plan racional, para cumplir en cinco años de gobierno, en que se sigan alcanzando nuevas conquistas sin que su consecución perturbe el equilibrio económico de la Nación. Es decir, analizando perfectamente bien los factores que inciden en la solución de cada problema, abandonando el criterio simplista de grabar a una parte para beneficiar a otra, cuando en realidad, de verdad, con racionalismo y con método científico, pueden llegar a beneficiarse ambas partes. Señores, de una organización económica de la Nación, que racionalmente ha de cumplirse, pueden obtenerse ambos objetivos. Existe un ciclo económico, que se cumple en todos los países organizados del mundo, que va desde la producción, pasa a la industrialización y llega a la justicia social. La Argentina, ha entrado en la hora de reorganizar los sistemas, de aumentar esa producción pensando que la riqueza de un Estado sale siempre de un mismo lugar: de la tierra, ya sea en forma de agricultura, ganadería, minería, industria extractiva de todo orden; pasando de ahí a un ciclo de industrialización que la valoriza y de la cual puede obtenerse una mejor compensación para las fuerzas del trabajo que elaboran el programa desde la producción hasta el consumo. Si la Argentina es capaz de organizar ese ciclo, aumentará el valor de su riqueza, duplicará ese valor por la industrialización, con ello aumentará el estándar de vida de su pueblo, y con ello, el consumo, y así ese ciclo que se cierre nos permitirá consumir el 70% de nuestra producción y enriquecernos con la exportación del remanente a los demás pueblos hermanos de la tierra que necesitan de nuestros víveres para consumir y vivir. No es un problema complejo, es un problema simple en su concepción y difícil en su realización, no por el mecanismo a poner en acción y movimiento sino por las interferencias de la especulación que aparece a cada paso de cada uno de estos planes, queriendo sacar cada uno la parte del león, para perjudicar a los demás en este famoso reparto. Precisamente la acción del Estado está en regular este plan, en forma de que el beneficiario fundamental y total sea la Nación; y de la Nación, cada uno de los hombres en la proporción que su esfuerzo merezca y no que sus ambiciones aspire. Que este suelo argentino, de tantos millones de extensión, no está explotado ni siquiera el 20%. ¡Qué se podrá hacer si los gobernantes aciertan para explotar siquiera fuera el 50% de su suelo! Y qué será, si la providencia nos ayuda, para poder traer dos o tres millones de hombres, que en otras partes de la tierra están muriéndose de hambre por falta de trabajo. Nuestra patria tiene siete provincias ricas y siete provincias pobres. Siete provincias ricas porque han conseguido agua o porque la naturaleza las ha dotado de precipitaciones pluviales suficientes, y siete provincias pobres porque la incuria y la dejadez de los gobiernos han permitido que todavía no tengan agua. Es necesario poner término a esa incuria y a esa dejadez. Hay que dar agua a las provincias pobres, y cuando sus campos hayan sido regados, traer esa población que hoy se muere de hambre en Europa y desparramarla sobre esos campos para hacerla fructificar en medida de muchos miles de millones que han de venir a enriquecer el patrimonio de los argentinos. No se necesita ser genio ni ser sabio, se necesita tener una idea, saber qué se quiere, pero para el bien de la Nación y no para el provecho propio. Saber qué se quiere y qué se debe realizar para hacer más feliz a muchos millones de argentinos. Y después tener la voluntad inquebrantable de ponerse a la obra y consumirse si es necesario para realizarla. Señores, en estas deshilvanadas ideas, he tratado de sintetizar brevemente, olvidando quizás aspectos subsidiarios pero importantes de la obra que tiene por delante la revolución para realizar. Y ahora, solamente pido que el pueblo argentino, para el cual trabajamos, sepa comprendernos en toda hora, tanto cuando le damos un beneficio directo para el presente, cuanto cuando le exigimos un sacrificio para que los que nos sucedan sean más felices en el devenir de los tiempos. Muchas veces será quizá necesario exigir un sacrificio a los argentinos, pero que sepan que cuando ese sacrificio se pida, lo pediré personalmente como he hecho toda mi vida. Y en ese caso, con esa fe y esa confianza con que me ha honrado el pueblo, que sepa que en mi intención y que en la consecución de la obra que impone ese sacrificio, solamente estén pensando en vuestros hijos y en vuestros nietos por quienes, todo sacrificio resulta poco cuando se tiene un corazón bien templado y bien colocado en el pecho. Señores, yo agradezco profundamente el que me hayan brindado esta oportunidad para hablar quizá en la forma que acostumbro hacerlo, por ultima vez, a un sector tan importante como la Confederación de Empleados de Comercio. Ellos representan dentro de la masa trabajadora un sector apreciable cuantitativa y cualitativamente. Siento al expresar esto, un reconocimiento que quiero que lleven a todos los empleados de comercio del país desde Jujuy a Tierra del Fuego y desde Buenos Aires a Mendoza, donde en sus actividades están forjando también como soldados de redención de nuestra causa, .....SE INTERRUMPE EL FINAL , SEGURAMENTE DEBEN SER DOS O TRES PALABRAS NADA MAS QUE FALTAN, BUSCAR EN DIARIOS ............................................................................ ...............................................
1946-06-04
Juramento al asumir la Presidencia de la Nación y mensaje ante la Asamblea Legislativa
Yo, Juan Perón, juro por Dios Nuestro Señor y estos Santos Evangelios, desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de Presidente de la Nación, y observar y hacer observar fielmente la Constitución de la Nación Argentina. Si así no lo hiciese Dios y la Nación me lo demanden. ..................... Señores Senadores, señores diputados: El compromiso que acabo de contraer, prestando el juramento constitucional, se adentra en mi alma con el mismo espíritu que lo hiciera en mi decisión irrevocable de abrazar la causa del pueblo. De este pueblo que, fiel a su tradición hidalga, de igual modo sabe defender sus derechos y su honra arriesgándose en la azarosa jornada del 17 de octubre, como ofreciendo el alto ejemplo de cultura cívica del 24 de febrero. Esta limpia vocación de jugarse íntegramente en defensa de su dignidad constituye la razón fundamental del hecho histórico que ha puesto en manos del pueblo los destinos de la patria. Una vez más, el brazo militar y el brazo civil, hermanados, han sostenido el honor de la Nación. De esta manera, el proceso revolucionario abierto el 4 de junio de 1943, se cierra el 4 de junio de 1946. Una vez incorporada la sabia vivificante del pueblo, las armas de nuestro Ejército vuelven a los cuarteles, con la gloria de haber contribuido a implantar la justicia social, estableciendo las bases de la recuperación nacional que todos anhelamos, afirmado el intangible principio de nuestra soberanía y restablecido definitivamente el pleno ejercicio de la libertad para cuantos sientan el honor de habitar suelo argentino. Me enorgullece haber llegado a la más elevada magistratura por el consenso de voluntades que repudian la presión ajena; por el asentimiento de cuantos anhelan que la justicia prevalezca sobre el interés; por la decisión de los que sienten el patriotismo como sentimiento espontáneo que, desprovisto de segundas intenciones, fluye naturalmente del corazón. Y, por encima de todo, me enorgullece sentirme partícipe de este despertar ciudadano que ha sabido tomar a su cargo la defensa de la reforma social anhelada por los hombres que con riesgo de su libertad, de su honor y de su vida pudieron materializar los postulados de la Revolución de Junio. Cuando en momentos de duda o desaliento me asaltaba el temor de que llegara a malograrse la oportunidad de enfrentarse resueltamente con las fuerzas ocultas que detenían el progreso económico del país y regateaban las concesiones más insignificantes a los trabajadores, me preguntaba dónde estarían los reductos de la virilidad criolla, de aquella hombría tan nuestra que sabe armonizar perfectamente la altivez con la ternura. Pero no tuve que escudriñar mucho para dar con ella, porque en cada tapera semiderruida; en cada erial inculto; en lomas y quebradas; en los riscos andinos y en los vergeles de nuestras llanuras; en la selva, en las encrucijadas de los caminos sin fin de nuestras pampas y hasta en los sombríos callejones del más tortuoso suburbio, he podido entrever primero y contemplar nítidamente después, que el más modesto obrero de nuestras fábricas y el más olvidado peón de nuestros campos, a pesar del aplastamiento en que le habían sumido el abandono de muchos años, sabía erguirse firme y altivo al percibir que la Patria no estaba ausente de sus angustias y se acercaba la hora de serle reparados los agravios que le habían inferido y las injusticias que le habían prodigado. Por esto, el triunfo de pueblo argentino es un triunfo alborozado y callejero; con sabor de fiesta y talante de romería; con el espíritu comunicativo de la juventud y la alegría contagiosa de la verdad, porque rebasó el marco estrecho de los comités políticos habituales para manifestarse cara al sol o bajo la lluvia, pero siempre al aire libre, con el cielo como único límite de sus anhelos de redención y libertad. Fiestas de redención de los trabajadores, de liberación de los seres útiles de la patria; fiestas de redención de la Patria misma al tener cabal noción de su libertad y concepto claro de su soberanía. Por esto el triunfo del pueblo argentino ha dejado deslumbrados a los que vivían en la semipenumbra del interés creado, al margen del caudal de sentimientos en que se deleita el alma popular. Se había creado una atmósfera artificial a fuerza de repetir que somos un país rico y callar que eran extraordinariamente pobres las masas trabajadoras; se había creado un falso concepto de la vida al favorecer el desarrollo de las malas artes políticas y fomentar las actividades al margen de la ley; se vivía una simple apariencia de legalidad estrujada aún por la hiedra de los privilegios. Se comprende que al derrumbarse el tablado de la antigua farsa, toda la comparsería quedaría deslumbrada ante la insólita exposición de la verdad desnuda. Este ha sido el estilo que ha conmovido a las masas de los trabajadores, que ha prendido en las restantes clases sociales y que acabará por imponerse indefinidamente, como sucede con todos los sentimientos que anidan en la entraña misma del pueblo. Recuperado el sentimiento, volvemos a lo nuestro; a lo que es esencialmente nuestro; a lo que se ha formado a través de múltiples generaciones por obra del amor a la tierra y la a fuerza de luchar con cuerpo y alma para consolidar y defender palmo a palmo cada conquista. Volvemos a lo nuestro, al ser íntimo de esta alma nuestra que, a fuerza de querer dotarla de una personalidad destacada, haciéndola asimilar culturas ajenas, se despersonalizaba, perdía sus características peculiares y quedaba sin los rasgos que definen la reciedumbre de su potente individualidad. Al recuperar nuestra alma han vuelto las manifestaciones ingenuas y espontáneas de nuestras muchedumbres; de estas masas que en momentos oscuros para la patria vieron claro el porvenir, y que, andando por caminos difíciles, intuyeron cuál sería la ruta que las conduciría a la realización de sus destinos. Merced a la fe y a la confianza del pueblo argentino ha sido posible recuperar el brillo de sus instituciones, una vez desposeídas del moho que en ellas había acumulado el egoísmo, la violencia y la mala fe. Juntos hemos recorrido el camino de retorno a la normalidad constitucional, y al término de la jornada llevamos un convencimiento y una decisión: el convencimiento del daño que se ha causado a la patria por los que han lucrado a su costa y a costa del esfuerzo ajeno, y la decisión irreversible de no consentir nuevos atropellos. La decisión argentina en que jamás sea posible la entronización de la arbitrariedad y la injusticia es tanto más irrevocable cuanto se ha templado al fragor de una lucha despiadada en la que han convergido tiradores procedentes de todos los vientos y emplazados a inverosímiles distancias, y ha sido aceptada con la energía, serena y fría reflexión de los actos definitivos que comprometen al éxito absoluto o al fracaso total. No debe ser temido el triunfo de la ciudadanía; no debe ser temido porque se apoya en la razón que asiste al pueblo para reclamar la justicia que desde años atrás se le adeudaba, y en el convencimiento de que, en paz y en armonía, la justicia llegará a todos los hogares en vez de pasar indiferente ante la puerta de los humildes, de los que más necesitados están de ello. He de advertir empero que esta justicia que se adeuda a los que hasta ahora no la han disfrutado, no será en desmedro de ningún otro derecho legítimo. Si así fuese, sería arbitrariedad y no justicia. No podrá prosperar tampoco el espíritu de venganza; no lo ampararán las encarnaciones del poder soberano del pueblo; no debe recurrirse a la venganza para resarcirse de lo que se ha sufrido por injusticia. La recta aplicación de la norma justa ha de bastar para reparar el derecho desconocido o lesionado. Pero no deberá haber lenidad para los desconocimientos del derecho en que incurra cualquier jerarquía del Estado el espíritu del pueblo velará implacablemente para que nadie pueda escurrirse de entre las mallas del derecho, con igual tesón que para evitar alteraciones de la paz y del orden social. Únicamente así será posible mantener la maravillosa realidad que vivimos; esa maravillosa realidad que asombra al mundo entero viendo cómo avanzan por la senda abierta por la Revolución los trabajadores argentinos al amparo del pabellón nacional, enardecidos por las estrofas del himno patrio y flanqueados por los grandes anhelos nacionales: justicia social y soberanía. Fuerzas desnacionalizadas y desnacionalizadoras intentaron introducir la disociación entre hermanos. Quizás no les hubiera sido difícil lograrlo si el pueblo no hubiese presentido ya la inminencia de la reforma social. Por fortuna llegó a tiempo de evitar la disolución de estado gracias a la presencia política de las masas representadas por los amplísimos sectores mayoritarios de esta Honorable Asamblea. Y las representaciones restantes, con la experiencia enriquecida con tan elocuente expresión de voluntad popular, espero que habrán de sumar su colaboración a las grandes realizaciones que se avecinan para colocar a nuestra Patria a la par de las más justas, y que ejercerán su labor fiscalizadora para mantener el difícil equilibrio entre quienes no acierten a refrenar los caballos de la victoria y los que no quieran o sepan aprender en la escuela de la adversidad. El esplendoroso pronunciamiento del pueblo me autoriza a pedir y me mueve a esperar la colaboración de todos. Lo pido con la sinceridad y con la humildad compatibles con la dignidad con que un gobernante puede pedir para el bien de la Nación. No me guían intenciones ocultas, no hay, ni jamás ha existido, doblez en mis palabras; nada desvía ni empaña la trayectoria de mis convicciones. Llamo a todos al trabajo que la Patria tiene derecho a esperar de cada uno. Quienes quieran oír que oigan; quienes quieran seguir que sigan. Mi empresa es alta y clara mi divisa; mi causa es la causa del pueblo; mi guía es la bandera de la patria. Señores senadores, señores diputados: Después del paréntesis revolucionario cuyo fallo pronunciará la historia, entramos hoy definitivamente por el camino de la normalidad política. No creo que sea necesario hacer definiciones de orden estrictamente político. Ante todo está mi respeto a la Constitución, por cuyo restablecimiento empeñé mi honor y mi palabra el día en que ocupé la cartera de guerra y luego al hacerme cargo de la vicepresidencia. No creo que haya incurrido en perjurio ni haya eludido recurso alguno para lograr cuanto a mi alcance estuvo para apresurar el restablecimiento de la normalidad. Los hechos dicen mejor de lo que yo podría expresar, que la fórmula de mi gobierno se concreta así: en lo interno, respeto absoluto a la esencia de nuestra tradición y nuestras instituciones, elevación progresiva en la cultura en todos sus aspectos y mejoramiento económico de todos los habitantes; en lo exterior, mantenimiento inquebrantable, firme e intransigente de nuestra soberanía y cumplimiento sincero de nuestros compromisos internacionales. Me encuentro ahora en el momento más trascendental y más grave que puede pesar sobre un hombre. También en el más honroso, porque para un argentino no puede existir ningún honor más grande que el de verse elevado, por la voluntad de una mayoría de ciudadanos, a la presidencia de esta gran Nación, sucediendo en ella a muchos ilustres próceres cuya actuación mereció el respeto de propios y de extraños, y cuyo recuerdo ha de gravitar sobre mi pensamiento y sobre mi conciencia y ha de inspirar no pocos de mis actos. El momento de la lucha ha pasado para mí, porque soy y me siento el presidente de todos los argentinos; de mis amigos y de mis adversarios; de quienes me han acompañado y de quienes me han combatido; de quienes me han seguido de corazón y de quienes me han seguido por un azar circunstancial; de aquellos grupos que se encuentran representados por las mayorías de las Cámaras y de los que lo están por la minoría. También de los que, por causas que no corresponde examinar, quedaron sin representación parlamentaria. Al ocupar la primera magistratura de la República, quedan borradas las injusticias de que he sido objeto y los agravios que se me hayan podido inferir. De mi voluntad, mi mente y de mi corazón han desaparecido las pasiones combativas y solo pido a Dios que me conceda la serenidad que requieren los actos de gobierno. Por ello, creo tener derecho a recabar de todos que juzguen mis actos y los de mi gobierno con igual imparcialidad. En definitiva, no aspiro a otra cosa sino al reconocimiento público, ya obtenido electoralmente, de que en todo momento, con paso firme y desoyendo a menudo capciosos cantos de sirena, encaminé al país hacia el completo restablecimiento de nuestras normas institucionales democráticas; y de que mi labor pretérita y mi labor futura se ha inspirado y se ha de inspirar en la defensa del bien público. Si consigo esto, me daré por suficientemente compensado de las amarguras, de las heridas, de los desgarrones que todo hombre público va dejando a través de su vida en las zarzas del camino. Y no creáis que por ello guardo rencor, porque, al igual que un insigne ingenio de nuestra América, "si una espina me hiere, la aparto del camino, pero no la aborrezco". La objetividad de mi posición para con todos y cada uno de los ciudadanos y de los partidos políticos, no ha de representar un obstáculo para que mi gobierno se oriente en el sentido de mis antecedentes. Hacer otra cosa, sería traicionar a la mayoría de los electores. En los regímenes republicanos de tipo presidencialista, inversamente a lo que sucede en otros, el presidente no es un mero poder moderador sino que desempeña el propio Poder Ejecutivo de la Nación, que ha de ejercer como emanación de voluntad general. Es decir, para se fiel a sus antecedentes y a la consagración popular, el presidente de la Nación Argentina ha de llevar a buen término su política, orientándola hacia el bienestar de todos los argentinos. A esta idea he de atenerme y ella es la que aparece reflejada en las directrices que he de dar a las cuestiones económicas y sociales. Para que nadie se llame a engaño al respecto, pongo en manos de la Honorable Asamblea -tal como lo hiciera en 1910 el presidente Roque Sáenz Peña-, el discurso con que, en acto popular, el 12 de febrero último, acepté mi candidatura presidencial. Nada debiera añadir a las palabras pronunciadas en tal oportunidad si no se hubiese tergiversado su sentido hasta hacerlas aparecer como opuestas a las claras afirmaciones que fluyen de su natural significado. Las interpretaciones caprichosas, que se divulgan y son aceptadas por ligereza en el juicio o por desconocimiento de la verdad de mis palabras, pueden ocasionar perjuicios catastróficos al país. El desconocimiento de la verdad o las dudas y desconfianzas que se siembran acerca del porvenir económico, pueden ser un factor de desequilibrio político interno o internacional. A pesar de que al respecto ha hablado muy claro, me atengo a las afirmaciones de mi discurso al inaugurar el Consejo Nacional de Posguerra el del 12 de febrero del año actual, a que me acabo de referir, estimo necesario desvanecer dudas y recelos que aún se ciernen sobre algunos sectores de nuestra economía. No consentiré desandar el camino recorrido por la Revolución en punto a reivindicaciones de los trabajadores; por el contrario, será proseguida la ruta del mejoramiento social de todos los habitantes de nuestra Patria. Pero tampoco podrá limitarse la libre iniciativa individual y la libre actuación del capital privado, siempre que la primera respete la libertad de los demás y el capital no pretenda erigirse en instrumento de dominación económico. Mantener estos principios equivale a volver por los fueros constitucionales que habían sido mancillados por los verdaderos enemigos de la patria. El período de prueba que acabamos de franquear, destacó la verdadera magnitud de ciertas deficiencias de nuestra estructura económica, cuya corrección debe ser encarada sin improvisaciones ni dilaciones; huyendo además, de una burocratización que podría poner a las fuerzas económicas en peligro de ser asfixiadas. No debemos olvidar que el flanco más vulnerable de nuestro país es su dependencia del exterior en orden a ciertos aprovisionamientos industriales, por cuyo motivo, y sin entorpecer su importación ni gravar pesadamente al consumidor, es indispensable abordar resueltamente la utilización de todos nuestros recursos naturales. El imperativo deber que me asigna la Constitución de promover el bienestar general implica, ante todo, construir y mantener en buen orden una sana estructura social y económica. Los recursos naturales constituyen los cimientos de esa estructura. Su aprovechamiento requiere estimular la producción. De ahí que haya propulsado la industrialización del país. Ahora que no debe darse un sentido exagerado a este propósito. Para lograr una industrialización adecuada, se determinarán las actividades que requieren el apoyo del Estado por la vital importancia que tienen para el país o para contribuir al intercambio mundial de productos elaborados o semielaborados, cuidando de aprovechar todas las posibilidades que permite nuestro pródigo suelo. La consolidación de las actividades básicas -agricultura y ganadería- irá acompañada a la industrialización conveniente. El ritmo de los progresos estará supeditado, forzosamente, a las posibilidades de utilizar racionalmente los recursos energéticos aun inexplotados. 1 PARRAFO DE LA EPOCA Como corolario de preocupaciones que han encontrado cauce en maduras iniciativas propiciadas por el Consejo Nacional de Posguerra, propulsaré la realización de un programa de aprovechamientos hidráulicos orgánicamente correlacionado con el desenvolvimiento económico de cada región de país y que enfoque, simultánea e íntegramente, las distintas necesidades a cuya satisfacción puede contribuir, según un orden de prioridad correspondiente. Asigno trascendental importancia a diversas iniciativas en preparación, que serán sometidas a vuestra honorabilidad con carácter de urgencia, tendientes a robustecer y perfeccionar hasta el límite compatible con legítimos intereses, la futura intervención del poder público en la solución de los problemas relativos a la protección y fomento de la industria, aprovisionamiento de recursos energéticos, incremento de las vías de comunicación y regulación del transporte. Ciertos aspectos de tales problemas son comunes a los planteados por la mayoría de los grandes servicios públicos industriales, cuya prestación ha sido temporalmente delegada en empresas privadas. Por elementales razones de soberana dignidad, que no admiten menoscabo ni requieren ser mencionadas, la organización y desarrollo de aquellos servicios deben ajustase fiel y estrictamente a las directivas y normas impuestas por el pueblo argentino, demasiado respetuoso de los derechos ajenos como para admitir mengua de los propios. Un cabal sentido de jerarquía informa la aspiración de recabar, para nosotros mismos, el pleno comando sobre los resortes de nuestro desenvolvimiento económico. Haciéndome intérprete de esta aspiración, no cejaré hasta verla satisfecha en la medida y por los medios que en cada caso y momento aconsejen las reales conveniencias del interés nacional. Reviste singular importancia no dispersar arbitrios fragmentarios y aislados que puedan entorpecer la consideración a fondo de estos problemas, estrechamente vinculados entre sí y cardinales para la economía de la Nación; y por lo mismo que la preocupación por solucionarlos ocupa lugar preeminente en nuestro plan de gobierno, el Poder Ejecutivo desea para sí la prioridad de su iniciativa. En esto, como en todo, daré siempre más importancia a las realizaciones prácticas inmediatas que a las discusiones bizantinas sobre la estructura de los organismos que tengan confiada o deba confiárseles la tarea ejecutiva. Más que buenos proyectistas, necesitamos decididos realizadores. Dudo mucho que puedan quedar sombras en la claridad de mi exposición. Si alguien sigue envuelto en ellas, será que tiene interés en no verlas disipadas. Hablo claro y para quienes sepan apreciar la pureza de mis intenciones. El incesante progreso de la Nación demanda llevar a la esfera de las realizaciones nuevos principios de orden jurídico, administrativo, técnico y económico. La necesidad de estas realizaciones no debe confundirse con el afán de innovar caprichosamente o edificar nuevas estructuras por el simple placer de crear organismos inútiles o establecer instituciones superfluas. Los nuevos hechos sociales, políticos y económicos, exigen una plasmación concreta en el campo de las realizaciones, pero debo advertir que considero perjudicial avanzar un sólo paso sin que esté bien cimentado el anterior. Estoy convencido de que nada perjudica tanto los cimientos de la vida económica, como los cambios bruscos en la legislación, porque impiden formular las previsiones que acrecientan los estímulos y espolean la voluntad individual. La adaptación de los principios revolucionarios al cuerpo nacional de leyes, deberá hacerse pausadamente, a su tiempo y sazón, si se quiere lograr la máxima estabilidad en la conducción de la nave del Estado. La política agraria se puede resumir en este concepto que reiteradamente he expuesto: "La tierra no debe ser un bien de renta sino un bien de trabajo", porque sólo así podrá justificarse moralmente que un elemento de la naturaleza, que no ha creado el hombre, pueda someterse a la apropiación particular. El trabajo todo lo dignifica y convierte en aceptables costumbres y normas jurídicas que otro modo resultarían abusivas. Para conseguir esa finalidad que no puede ser abordada de golpe, sino escalonadamente, se ha de procurar que los organismos del Estado den tierra a todos aquellos que la quieran trabajar, para que además, ningún hijo de chacarero se vea obligado a desertar de los campos, huyendo de la miseria y dejándose captar por las luces engañosas de las ciudades, donde la lucha es áspera y a veces sin las compensaciones espirituales que proporciona la labor ruda, pero fresca y sana, del campesino, cuando su trabajo no está sometido a un salario misérrimo o a una producción insuficiente. La tierra que proporcione el Estado debe ser tierra barata, esto es, ajustada a su valor productivo y no a un valor inflado por una especulación determinada por la puja incesante de las muchedumbres expoliadas, siempre dispuestas a sacrificar las condiciones de vida propia y de los suyos en el afán de encontrar una chacra donde levantar su rancho. Sólo así podremos hacer de nuestra agricultura una industria estable y convertir nuestro campo en un mundo pleno de fe y optimismo. Aumentar el número de los propietarios, es el mejor modo para aumentar el número de los satisfechos. Y conste bien que no es este el momento de tratar el arduo problema de los latifundios y minifundios. Me limito a sentar el principio, que ha de inspirar mi actuación, de que la tierra ha de ser instrumento de trabajo y no de renta. Deseo, asimismo, exponer mi íntimo pensamiento con respecto al arte de gobernar que, a mi juicio, constituye el común denominador de todas las ideologías y de todos los métodos de gobierno. Ante todo, manifiesto mi fervoroso deseo de impedir las corruptelas administrativas y exigir estricta honradez en la gestión de los negocios públicos. Para lograrlo habré de obtener de mis colaboradores en la función ejecutiva, desde los más altos hasta los más modestos, una corrección que sirva de ejemplo a los ciudadanos. Para ello encarezco a todos, y especialmente a los legisladores, que observen y denuncien, sin apasionamientos partidistas y con clara noción de responsabilidad, cuantas transgresiones a la ética advierten en la conducta de los funcionarios, prestándome así la más estimable de las colaboraciones. Por mi parte, declaro que estoy dispuesto a perseguir hasta el límite máximo que permitan mis atribuciones presidenciales, y a denunciar ante la opinión pública donde ellas no alcancen, toda falta comprobada que, en ese orden de cosas, llegue a mi conocimiento, cualquiera que sea el poder del estado en que aparezcan cometidas. Quiero que mi gobierno sea, por así decirlo, escuela de ética política y administrativa que trascienda a la conducta de los partidos políticos. Con tal intensidad deseo esta moralización de las costumbres políticas que si bien considero debemos esforzarnos en mantener la confianza popular por el acierto que siempre acompañe a nuestra obra de gobierno, no vacilo un solo instante en afirmar mi convencimiento de que sería preferible ver el poder en manos de nuestros adversarios, que incurrir nosotros en cualquier claudicación. Las fuerzas cívicas que me han acompañado en esta hora de emancipación ciudadana, enfrentan la prueba decisiva que el ejercicio del gobierno comporta. Esta transitoria jornada, eslabón de historia, no es coyunta para preeminencias ilegítimas, sino fuente de obligaciones ineludibles, cuyo cumplimiento será prenda de responsabilidad y jerarquía. Para que el movimiento de opinión triunfante sea exponente de las aspiraciones del pueblo argentino; para que nuestra obra sea fecunda en grandes construcciones nacionales, debemos afirmar y afianzar firmemente los postulados morales, depurar nuestra mira de flaquezas y pesimismos e irradiar la acción dignificadora de nuestra propia integridad. El ideal democrático de nuestra Carta Fundamental descansa en el respeto a las divergencias ideológicas y doctrinarias, mientras ellas se inspiren en ideales y deberes profundamente argentinos. Aspiramos a que cuantos nos combatieron en el llano, animados por la misma entereza y fortaleza moral que constituyen nuestra fuerza, coadyuven a ennoblecer la contienda política, transformándola en constructivo factor de unidad, en cohesión de aspiraciones para bien de la patria y dignificación de las costumbres políticas. Cuanto más no acerquemos a esta meta de perfección, más cerca nos encontramos del corazón de nuestro pueblo y más firmes serán los cimientos sobre los que debe edificarse la obra común. He tenido ocasión de decir, y ahora lo repito con más convencimiento, que el Parlamento es el instrumento adecuado para hacer evolucionar el fundamento jurídico mismo del Estado, para influir en la vida misma del país en sus más profundas raíces. Pero he de añadir que el Parlamento no es un valor caduco, y que el mayor o menor valor de una Parlamento no es el Parlamento mismo. No es el sistema. Su importancia se mide por el valor de los hombres que lo constituyen. Su obra será tanto más valiosa y encumbrada cuanto mejores sean los hombres que ostenten la representación popular. En la vida política, como en la misma vida de la sociedad, serán mejores o peores las instituciones según sean los hombres que las integren. El momento actual del mundo, y especialmente, el de nuestra Patria, exige de cada uno de nosotros que nuestra conducta no se limite a cumplir con nuestro deber, sino que sea ejemplo de sacrificio y abnegación. Pareja a la honradez ha de marchar la ecuanimidad en el gobernante, reflejada en su amor a la justicia. En lo que a mi hace, pongo el espíritu de justicia por encima del Poder Judicial, que es el requisito indispensable para la prosperidad de las naciones; pero entiendo que la justicia, además de independiente, ha de ser eficaz, y que no puede ser eficaz su sus ideas y sus conceptos no marchan al compás del sentimiento público. Muchos alaban en los tribunales de justicia su sentido conservador, entendiendo por ello que defienden lo tradicional por el solo hecho de serlo. Lo considero un error peligroso, tanto porque puede poner en oposición a la justicia con el sentimiento popular, cuanto porque a la larga produce un organismo anquilosado. La justicia en sus doctrinas, ha de ser dinámica y no estática. De otro modo se frustran respetables anhelos populares y se entorpece el desenvolvimiento social con grave perjuicio para las clases obreras. Estas, que son, naturalmente, las menos conservadoras en el sentido usual de la palabra, al ver cómo se les cierran los caminos del derecho no tienen más recurso que poner su fe en los procedimientos de la violencia. Considero también que es deber primordial de todo gobernante cuidar la cultura de su pueblo como el depósito más preciado que se va transmitiendo de generación en generación. No creo que en esta idea básica pueda haber discrepancias; pero sí pueden presentarse en los métodos para su cumplimiento. El mío se ha de dirigir tanto en un ansia de profundidad como en un anhelo de extensión, y esto, no sólo en el orden de la enseñanza teórica sino también en la práctica, tan abandonada hasta el presente. Me parece que ninguna labor puede ofrecer un carácter más democrático que la de hacer asequibles los estudios superiores aún a las clases más modestas. Las universidades no han de ser el recinto de los que quieren estudiar o de los que económicamente puedan hacerlo, sino de los que lo merezcan por sus dotes intelectuales, aunque no lo puedan económicamente. La capacidad y no el dinero, ha de ser la llave que abra a todos los ciudadanos las puertas de la ciencia. Podría parecer ociosa cualquier alusión a mi propósito de ser un fiel guardador del orden público. La tranquilidad material, tanto como la pacificación espiritual, son condición indispensable para la convivencia, como lo es la ley para la organización de la sociedad. El orden fructífero no nace de la fuerza sino de la justicia. Antepondré siempre esta virtud a aquella potestad. Deseo fervientemente que, compenetrados todos de las excelencias de la paz social y de la tranquilidad pública, el período presidencial que hoy se inicia desconozca los estragos de la violencia. No obstante, y sin que se me interprete como desafío o amenaza, sino para que sirva de sana, previsora y cordial advertencia, seré inflexible con quienes pretendan desconocer el imperio de la ley o conculcar el orden constitucional. Señores: Aunque quisiera no podría ocultar la emoción que me embarga al contemplar, junto a los representantes diplomáticos acreditados ante nuestro gobierno, las brillantes embajadas extraordinarias que han venido a reiterarnos el cariño que nos profesan. Correspondo a este gesto, haciéndoles llegar la gratitud más profunda de un pueblo emocionado. Que los pueblos que han tenido el gentil gesto de hacerse representar ante nosotros en el momento que retomamos la senda constitucional, estén seguro de que todos los argentinos llevaremos prendido su recuerdo del corazón. A los países de nuestra estirpe, lleguen con unción fraterna las expresiones de los más dilectos sentimientos que por mandato de la sangre y de la historia mantienen la hermandad latinoamericana. Y a través de mares y fronteras vayan nuestros mejores afectos a cuantos comprendan nuestro deseo de vivir dignamente y en paz con todos los países. En un mundo todavía convaleciente de la última catástrofe, reconforta la aproximación espiritual que percibimos. Para los argentinos, que hemos hecho de la paz un culto a nuestros héroes vencedores en cien batallas, nada puede sernos más grato que estrechar los lazos que nos unan al resto de la humanidad, con este fervor místico que ponemos en mantener los sentimientos que la amistad crea. De este modo, nuestro corazón es un gran receptáculo de emociones que, dispuesto a prodigarlas, siente cual ninguno la menor tibieza o amago de defección. Sensible y comprensivo, nuestro pueblo, como nuestro corazón, sabe mantenerse invulnerable a las influencias que bajo cualquier pretexto pretendan atenazar su alma o comprometer su albedrío. Una tradición multisecular viste las acciones rutinarias de cada día con el doble ropaje de la propia estimación y del respeto a nuestros semejantes. De ahí el criollo pundonor de cumplir la palabra empeñada: el gaucho de nuestros campos guarda fidelidad a una promesa, y el gobernante argentino sabe hacer honor a la firma puesta al pie de un tratado convenido con otro pueblo, también soberano, que merece, como nosotros mismos merecemos, el mayor respeto a la libertad de sus decisiones. Aceptado un compromiso, ha de ser cumplido lealmente. En este terreno, la Argentina puede hablar bien alto, y no seré yo quien quiebre una tradición sino quien la refuerce en la medida de mis posibilidades. Esta ha sido y seguirá siendo la simplísima filosofía que guía nuestras relaciones internacionales, se han de asentar en el respeto de la Argentina hacia todos los demás países; pero este respeto ha de ser recíproco. No cabe admitir de nadie, grande o pequeño, intromisiones descaradas o encubiertas en asuntos que afecten a nuestra soberanía. Puedo proclamar con orgullo que en este sentimiento de independencia me he visto acompañado por la población civil y por las fuerzas armadas que, en la custodia de esa soberanía, tienen su mayor razón de ser. La Argentina ha condensado todo el derecho internacional público en la frase "la victoria no otorga derechos". Esta frase envuelve el concepto de que los argentinos defendemos nuestros derechos con el sacrificio de nuestras vidas, pero una vez que lo hemos hecho prevalecer, no ambicionamos nada de los demás. Consecuencia de esta posición espiritual, es que siempre hayamos procurado resolver convencionalmente los conflictos existentes o posibles, los problemas presentes o futuros. Hemos elegido con plena libertad, cual corresponde a un país libre, el camino que en el terreno internacional más conveniente era para los intereses patrios; pero una vez hecha la elección, nuestra conducta ha seguido una trayectoria recta. Si la incomprensión ajena o las pasiones descarriadas, que se dan en los pueblos como en los individuos, han pretendido en alguna ocasión atacarnos -posiblemente por sostener criterio propio y no querer doblegarnos ante exigencias extrañas- podemos hoy afirmar con satisfacción, que se ha iniciado la corriente rectificatoria y que no pasará mucho tiempo sin que todas las gentes reconozcan que ninguna nación nos ha aventajado en el cumplimiento de los deberes que los compromisos contraídos nos imponen dentro de nuestro orden constitucional y legal. Nuestro ferviente deseo sería que para la paz del mundo, todas las naciones se ajustasen a los pactos con igual desinterés que nosotros lo hacemos. Pero es necesario tener en cuenta que, cuando las decisiones internacionales rebasan el marco general de las declaraciones constitucionales, los pueblos pueden optar por no convalidar las extralimitaciones en que se haya incurrido o recurrir a la reforma de su Constitución. Y en este punto delicado, donde las nuevas convenciones mundiales sobre la organización política y económica del futuro, asentadas en las Actas de México y San Francisco, convergen o chocan con el tradicional modo de ser establecido en nuestra Carta Magna, necesitaré de la inteligencia y del patriotismo de vuestra honorabilidad para establecer la definición certera de los que mejor convenga a la República. Señores senadores, señores diputados: El genio del Gran Capitán de los Andes nos confió el legado irrenunciable e imprescriptible de nuestra nacionalidad independiente, pero si queremos ser fieles a nuestros padres y a nosotros mismos, no podemos sustraer de nuestra sangre y de nuestro espíritu la voz ancestral de los aborígenes que por milenios poblaron nuestra tierra, ni el don preciado de la civilización dos veces milenaria que, bajo la advocación de la Cruz, nos trajeron los caballeros de España. La fusión de ambas culturas, limando aristas y rectificando perfiles, ha dado a nuestro pueblo un sentido humano de la vida, que si bien puede compararse al clasicismo griego y latino, supera a estos por haber tamizado sus esencias con el sortilegio de la redención cristiana. Nuestra civilización no sólo tiene la virtud de ser humanitaria, porque siente la piedad que merece toda la vida del hombre, sino que reúne el mérito de ser humanista, porque aprecia los valores morales de la dignidad humana. Por esto, nuestro pueblo, este pueblo hecho -como al comienzo decía- de altivez y de ternura, rehuye tanto la imposición como la cobardía. Desprecia tanto al que le exige sin razón como al que se humilla sin motivo, y exalta tanto al que ordena ante la resistencia obstinada de quien se empeña en desobedecer deberes esenciales, como al que sufre arbitrariedades e injusticias. Este sentido ponderado del arte de vivir ha dado a nuestro pueblo el fino sentido del arte de gobernar. Para ello reserva al hombre las grandes virtudes individuales de la creación artística, del perfeccionamiento cultural, del cumplimiento de los deberes que le incumben en su esfera privada de acción y en el dominio y manejo de su conciencia. Por esto, la Constitución Argentina proclama intangible el sagrario interior de cada ser humano y otorga al pueblo el manejo de la cosa pública por medio de los representantes que él mismo elige, y aún depura su elección, cribando en segundo grado la designación del primer magistrado y de los legisladores senatoriales, como para afirmar merecimientos antes de otorgar definitivamente las investiduras. Un pueblo que sabe compaginar tan equilibradamente el empuje individual del hombre, que en su imaginación creadora puede arder en subversiones del orden aceptado, con la inercia que las colectividades saben oponer a las improvisaciones de la fantasía, puede afrontar la más grave crisis sin que pierda la serenidad salvadora que se necesita en el momento decisivo. Esta serenidad salvadora necesitamos en esta hora trascendental. Esta serenidad salvadora nos dirá a nosotros, dirá a todo nuestro pueblo, dirá a todos los pueblos del mundo, que la Argentina es una tierra de paz, que tiene el corazón y los brazos abiertos a todos los hombres de buena voluntad que sepan respetar a sus Dios, sus instituciones, sus leyes y su modo de ser. ................................................
1946-06-04
Discurso en la Plaza de Mayo
¡Conciudadanos! como en los días jubilosos de todos los tiempos, esta histórica plaza, da albergue hoy a esta multitud de argentinos, a quienes mi gratitud estará eternamente agradecida. Día de júbilo y de responsabilidad. Día de júbilo, por la enorme esperanza que todos tenemos en el tiempo que ha de venir; y de enorme responsabilidad, porque comenzamos una etapa, cuyo triunfo a de hacer feliz a nuestros descendientes o nuestro fracaso haría desgraciada a la estirpe argentina. Por eso, ustedes que llegan hasta acá, trayendo ese júbilo que nace de la entraña misma de un pueblo que no se ha sentido defraudado; por eso ese júbilo de esta patria nuestra, no ha de verse defraudado por falta de dedicación o de esfuerzo, ¡hemos de triunfar o hemos de morir en la jornada! Hoy, como en aquél 17 de octubre de nuestra memoria, nos reunimos para ofrecer nuestros entusiasmos a la patria. Ayer después de una jornada de lucha, hoy después de una jornada de festejos populares. Deseo que el futuro argentino esté escalonado de abundantes jornadas de ilusión y de esperanza; deseo, y que Dios me permita realizar, el milagro de ver mil veces contento a este pueblo que todo lo merece. Hoy, como el 17 de octubre, quiero avisarles que mañana será feriado. Será, la fiesta del triunfo, será la fiesta del triunfo para que los descamisados puedan esta noche festejarlo dignamente, pensando que hemos de empezar una época de trabajo duro y después de esta fiesta hemos de comprometernos para el esfuerzo y para el trabajo. Agradezco, que hayan llegado ustedes hasta acá y que me hayan dado esta enorme satisfacción, y les ruego que a continuación, disuelvan esta maravillosa concentración en orden y con tranquilidad. Que sean muy felices y se diviertan mucho esta noche. Hasta mañana. ..............................................
1946-06-07
Al asumir José María Freire como titular de la Secretaría de Trabajo y Previsión
Es un gran placer, volver a esta casa, que tiene para mí recuerdos que serán imborrables. Al hacerlo tiene una doble satisfacción: el poder decir a los trabajadores argentinos que el coronel Perón -como me llaman- sabe cumplir con su palabra. Efectivamente, hace más de dos años, en una concentración de las primeras grandes concentraciones que realizamos, dije que tenía la aspiración y que contemplaba sereno, la satisfacción que el porvenir habría de acarrearnos, cuando pudiéramos tener al frente de este organismo, que es el instrumento primordial de la justicia social argentina, a un trabajador auténtico al frente de sus destinos. Señores, la ocasión de tener a un trabajador auténtico al frente de los destinos de esta casa, tiene un alcance mucho más grande que la efímera satisfacción de contemplar una cuestión que puede o no puede ser altamente constructiva. En primer término, es necesario fijar una tradición, una tradición que es profundamente democrática, y que es también el factor fundamental del equilibrio que debe existir en el gobierno, equilibrio que dé, a cada una de las fuerzas del Estado, una representación real en los actos ejecutivas del gobierno. Si en la Secretaría de Industria y Comercio debe de estar un industrial o comerciante, nada más justo, que para equilibrar esta fuerza ejecutiva, esté en la Secretaría de Trabajo, un trabajador. Con ello, al inaugurar, el gobierno, que representa el mandato de nuestra Constitución, establecemos este primer acto de la tradición de la Secretaría de Trabajo y Previsión, que ha de respetarse en el futuro como una ley impuesta por la costumbre que nosotros inauguramos en este acto. Así, para todos los gobiernos que puedan venir en el futuro, se ha establecido esta regla, que los trabajadores argentinos deberán hacer respetar: en esta casa quien dirige los destinos administrativos y de gobierno, en todos los problemas que atañen al trabajo argentino, tiene su representación un obrero auténtico, de ese trabajo que en último análisis representa la actividad fundamental de la patria. Y el segundo factor que incide en este orden de cosas, es el de la capacidad y el de la honestidad. Señores: la vida de los hombres tiene dos escuelas que se disputan la eficacia para formar hombres capaces: la escuela de la disciplina del estudio y la escuela del sufrimiento de la vida. La primera, da sapiencia y brillo; la segunda, da sensibilidad y capacidad práctica. Muchas cosas tiene la vida que no se aprenden en los libros; muchas cosas tiene la vida que no se resuelven por el lado científico frío y puro. En cambio la sensibilidad y el tacto que los años, la experiencia y una vida vivida honradamente dan, no se aprende en libro alguno Hemos dicho, que las decisiones que la justicia impone, no han de ser la fría representación de la ley, sino la contemplación humanitaria y humanista, que el hombre tiene derecho a aspirar en la repartición de los bienes que la justicia impone. Es así, que al poner en posesión de la más alta autoridad de esta casa, al señor José María Freire, cuyos antecedentes de hombre de bien no pueden ser atacados por ninguno, será la garantía absoluta de su buen desempeño en el orden moral. Y en cuanto a su capacidad, tiene la máxima capacidad que necesita, porque él ha aprendido en el sacrificio, en la abnegación y en el trabajo, las tres condiciones que más valen para un hombre acá. Señores, que los trabajadores argentinos comprendan esta realidad de nuestras conquistas, que los trabajadores argentinos se inspiren en estos ejemplos, que grande es un país cuando un modesto y humilde obrero, por treinta y seis años de trabajo ininterrumpidos, de vida honrada, puede llegar a un cargo, que en otros países solamente se concierne a los políticos de gran prestigio, aunque quizá de no tanta honradez. Si nuestra Revolución ha de ser salvadora, como aspiramos, ha de tratar de salvarnos primeramente, contra los males morales; después, ha de incidir sobre la capacidad de construcción de los hombres, es decir, poner al servicio del bien, la capacidad que poseyamos y no, ponernos en el peligro de entregar armas a una mala persona. Que los trabajadores argentinos comprendan la hora, y sean los colaboradores eficientes de éste, uno de tantos obreros honrados con que cuenta el país, que sean todas las fuerzas del trabajo, que unidas, leales a sí mismo, pongan el hombro a la obra de este hombre, y que en el futuro que por esa acción de conjunto, que es la única real y constructiva, podamos decir: el secretario de Trabajo y Previsión, humilde obrero sacado de la oscuridad de una fábrica, ha sido, por la lealtad y sinceridad de sus compañeros un ejemplo, como funcionario y como capacidad. Que marque la etapa que la República está esperando de los hombres humildes, que con su sacrificio han de construir la nueva Argentina, grande, brillante y digna a que aspiramos todos. .....................
1946-06-08
En el banquete de agasajo a las misiones extranjeras que concurrieron a la transmisión del mando presidencial
Excelentísimos señores, señoras: Tocan a su término las jornadas que el pueblo argentino ha tenido la fortuna de vivir en celebración del retorno a la plenitud de vida de sus instituciones. Por providencial designio ha podido contar con la adhesión fraternal de las Embajadas Extraordinarias que nos han querido honrar asociándose especialmente al gozoso triunfo de la ciudadanía argentina. Permitidme que hable del triunfo de nuestra ciudadanía, porque el movimiento triunfante en las urnas, impulsado por los ideales de la Revolución de Junio, ha dado forma material a la triple invocación a la libertad que contiene nuestro Himno, libertad de conciencia, libertad política y libertad económica. No place al pueblo argentino, al auténtico pueblo argentino el disfrute de los bienes materiales si no se siente realmente dueño de su propio destino. Como ser digno y consciente, sabe que del buen o mal uso que haga de la libertad merecerá o no la tranquilidad de su conciencia ante Dios, ante la Ley, ante la Sociedad y ante los héroes y los sabios que con su honor nos dieron la vida. Sobrio, trabajador y honesto el argentino comienza por querer vivir en paz consigo mismo, para seguir respetando a sus hermanos y desbordar aún la intensidad de sus afectos a los demás remotos confines del universo. Por esto los argentinos no seremos jamás capaces de comprender cómo ha sido posible que alrededor de nuestros sentimientos se forjarán inverosímiles leyendas, que si bien podían ser solaz de gentes desocupadas o escarceo entre aspirantes a las posiciones públicas, que una Revolución había barrido, jamás podían considerarse como razón, causa o fundamento del ideal que brotaba de nuestro corazón en pos de una patria más libre y más justa. Esta ha sido la grande ilusión acariciada por el pueblo argentino desde hace muchos lustros, y que nos ha tocado en suerte ver ahora convertida en realidad. La realidad exornada por el atronador entusiasmo que a todos ha conmovido al cruzar el largo trecho de nuestra vía sacra, la Avenida de Mayo, que separa el Congreso de la Casa de Gobierno. En vuestra alma lleváis grabado el fervor desbordante de un pueblo que conoce su energía moral y la razón de las causas que defiende. En vuestros oídos lleváis este clamor que surge del bronco del pecho de las masas, hasta hacerse entusiasta clarinada que rubrica una vez más su firme voluntad. La Argentina deseaba afirmar su voluntad. La Argentina quería ser libre entre los países libres; deseaba ser justa con todos sus hijos y con todos los pueblos. La Argentina no quería ni quiere imponer su modo de ser ni su modo de pensar. La Argentina no quería ni quiere que nadie sienta por ella ni piense por ella. El supremo anhelo de esta patria mía es amar a todos los pueblos de la tierra y sentirse cordialmente amada por ellos. Yo, como ciudadano y como soldado, para que todo mi pueblo sienta los beneficios de la paz y de la justicia daría toda la sangre de mis venas y los latidos de mi corazón. Todos habéis visto, todos habéis oído; habéis apreciado por vosotros mismos, ¡oh amigos que nos habéis acompañado!, cuál es el fervor de los argentinos, cuál es el grado de sereno entusiasmo que mueve su fe en las autoridades que libremente ha elegido. Ese fervor y ese entusiasmo espontáneo y sincero os han expresado, mejor que lo hicieran informaciones interesadas en desfigurar la verdad cual es el ambiente general en que se mueve nuestro pueblo, es el ambiente alegre de quien dedica sus horas al trabajo constructivo y remunerador, de quien rinde culto a la integridad de sus héroes, y de quien sigue las rutas del porvenir con el alma limpia y el pensamiento en alto. Nada ambicionamos que no sea vivir honestamente, trabajar con dignidad y mantenernos en paz y amistad con todo el mundo. Esta aspiración es definitiva, porque nos tiene ganada el alma. La Argentina quiere vivir en paz y desea la paz para todos los pueblos del orbe. En el curso de su vida, pueden presentársele obstáculos que entorpezcan su camino, pero siempre hará prevalecer la pureza de este sentimiento. La fe en un ideal mueve montañas y apacigua las tormentas de los mares. La fe que tenemos en nuestros sentimientos pacíficos conjurará toda veleidad perjudicial. Cuando los viajes posteriores al primero de Colón, pusieron de manifiesto en las tierras descubiertas al oeste que no formaban parte del Archipiélago Indico y que entre ellas y las codiciadas de la Especiería se interponía un continente y un nuevo mar, no cesaron las tentativas de llegar a las Indias a través de un paso marítimo occidental. Eso es lo que buscaron Juan Díaz de Solís y tantos otros, y lo que, continuando la empresa iniciada por Magallanes tuvo la fortuna de ver realizado Juan Sebastián Elcano. Nosotros, que no en balde somos ramas nuevas del viejo tronco, también hemos dado la vuelta al mundo, con los gallardetes blanco y celeste al tope de nuestros mástiles. Y hemos esparcido a los cuatro vientos el deseo vehemente de encontrar una ruta que nos lleve a ser amados, sin dejar de ser comprendidos. Porque la comprensión, más que el mismo cariño, es lo que en verdad une a los hombres y a los pueblos. Señores Embajadores: Yo se que escucharéis un ruego que este amigo vuestro, que tiene la dicha de poder hablaros con franqueza, porque tiene la honra de representar al pueblo argentino; porque he podido apreciar vuestra reciprocidad de sentimientos durante los breves días que hemos compartido la emoción constante en las calles de Buenos Aires, se que apreciaréis la sinceridad de mis palabras. Por eso, sin ambages, abriendo de par en par mi corazón, quiero pediros que llevéis a todos los ámbitos de vuestro nobles pueblos la unánime decisión del pueblo argentino de gozar la libertad que ha recobrado; la decisión de los gobernantes argentinos de respetar tal libertad, haciendo que la Nación Argentina, no sea sólo políticamente libre, sino también socialmente justa; y la afirmación rotunda de que, con el respeto de todos los pueblos del mundo, pueblo y gobernantes argentinos desean vivir, por los siglos de los siglos, en paz con todo el orbe, comenzando por vivir en paz con su propia conciencia. Señores: Yo no me he detenido a pensar si las palabras que acabo de deciros hallan cabal cabida dentro de los cánones a que el protocolo me obliga; no me he detenido a pensar tan sólo si he acertado a daros un pálido reflejo de mi modo de sentir. Salido de las filas del pueblo y formado en las filas del Ejército, que es el templo de patriotismo y escuela de verdadera democracia, llevo sólo verdades elementales en mi mochila. Estas verdades son las que hoy os he dicho, porque son ellas las que rebasan mi corazón. Si ellas os acompañan a vuestro regreso, me hacéis el honor de trasmitirlas; vuestro pueblos sabrán que en esta austral latitud del continente americano, otro pueblo, de ricas herencias espirituales, vuelve por el fuero de sus mayores y, por encima de las miserias del hombre, y las tristezas de la vida, llena sus horas con ideales de verdad, de bondad y de justicia, y aún espera desinterés en el afecto, pureza en el amor, amparo en la amistad, calma en la tormenta y en la tierra paz. ......
1946-06-10
En el banquete ofrecido al presidente Perón, por las embajadas extraordinarias enviadas por los distintos países a la ceremonia de transmisión del mando, retribuyendo las atenciones que recibieron del gobierno argentino
Excelentísimos señores: El magnífico acto en que nos encontramos, pone digno término a la serie de los que se han celebrado con motivo de la asunción del mando a que me ha traído la voluntad ciudadana de mis compatriotas. Claro es que al hablar de terminación, me refiero solamente a la materialidad de la relación personal que a través de todos estos días he mantenido con los señores embajadores y con el personal de las respectivas misiones. En el orden espiritual, no solo no se pone fin a nada, sino que se continúa y aún se intensifican los vínculos de amistad que a la República Argentina unen todas las naciones del mundo. Esos vínculos con relación a mi patria, rebosan la condición de mera palabrería o de conceptos nuevos para convertirse en realidad viviente, porque la Argentina, por precepto constitucional y por previsión de nuestros legisladores y estadistas, es tierra abierta a cuantos hombres de buena voluntad quisieran radicarse en ella y aportar su esfuerzo de trabajo para formar, unidos a los nativos y fundidos con ellos, la gran Nación que somos. Por eso ha representado para mí y para mis conciudadanos un motivo de íntima satisfacción y de cordial alegría, que en momentos tan significados por el pueblo argentino como son los actuales, hayamos podido contar con la simpatía y con la adhesión de otros gobiernos y de otros pueblos que al designar sus representaciones extraordinarias, han querido valorar así nuestra significación y nuestros propósitos. Señores embajadores: Permitidme que sea hoy parco en mis manifestaciones. En definitiva, nada puedo ni nada debo añadir a las palabras que hace solo pocos días tuve el honor de dirigir en ocasión similar a la presente y en el Congreso de la Nación. A ellas me atengo y en ellas me ratifico, porque principalmente, reflejan la intimidad de mi pensamiento en lo que se refiere a nuestra posición político internacional. Nada nuevo, ni nada más amistoso, podría adicionar ahora, que no sea agradecer la satisfacción que nos produce esta oportunidad de reunirnos con vosotros nuevamente. Pero la brevedad de mis palabras no ha de servir para medida de mi emoción. Por lo contrario, muchas veces cuando los afectos son profundos, sobran las manifestaciones verbales, porque un abrazo resulta mucho más elocuente. Y eso es precisamente, eso lo que yo quiero pediros en este acto: que en el gesto simbólico de levantar la copa, veáis todos el abrazo, también simbólico, pero pleno de efusión, que, como despedida os da el Presidente de la Nación Argentina y que no alcanza únicamente a los señores embajadores y a los componentes de las misiones, sino también, y claro está que de un modo más fundamental, a los jefes de los Estados que representan y a sus respectivos pueblos. Vayan a todos mis votos de felicidad, mi agradecimiento y mis deseos de que cada día sea más fuerte la compenetración en los ideales de paz, de justicia y de bienestar. ......................
1946-06-17
El presidente de la República en una circular dirigió instrucciones a los ministros y secretarios de Estado
"Un mal desgraciadamente arraigado en nuestro país, que adquiere mayor virulencia en los comienzos de cada nueva etapa de gobierno, es el uso y abuso de recomendaciones para obtener cargos públicos, como si las posibilidades en ese sentido fuesen ilimitadas y como si de lo que se tratase fuese de resolver situaciones personales y no necesidades de la administración del Estado. Y esa pésima costumbre resulta agravada por la intervención de gestores que se consideran más o menos allegados a la Presidencia de la Nación y que, si bien unas veces actúan de buena fe, otras obedecen a motivos menos confesables, dando a entender que se hallan asistidos de una influencia sobre los ministros y funcionarios, que nadie les ha concedido, que siempre sería inadmisible y que el presidente quiere cortar de raíz. Mucho más cuando gentes desaprensivas llegan al extremo de invocar mi nombre, sin reparar en el perjuicio que me causan. En consecuencia, desautorizo públicamente a todos esos sectores interesados o desinteresados que entorpecen la labor de organización y saneamiento de la administración. Lo útil y lo práctico sería denunciar inmediatamente a esos gestores. Y en cuanto a las recomendaciones, deben saber que pierden su tiempo y que el presidente tiene trazada una norma de conducta en lo que a esas cuestiones se refiere. "La primera medida que se ha de seguir es no de crear puestos nuevos, salvo en aquellos casos excepcionalísimos en que el Poder Ejecutivo lo considere indispensable para atender a una nueva función. Los momentos revolucionarios, por lo mismo que han de atender a situaciones anormales y urgentes, son propicios al aumento de la burocracia oficial, pero esa norma no se justifica cuando se ha vuelto a la normalidad institucional basada en las enseñanzas de la propia revolución. "Consecuencia de ese criterio ha de ser que las vacantes que se produzcan en los puestos existentes sean ocupadas por hombres que, sobre estar identificados con la obra y con las ideas de los actuales gobernantes (único modo de que su trabajo resulte eficaz en lugar de entorpecedor), tengan la indispensable idoneidad, entendiéndose por tal tanto la capacidad técnica y de trabajo como las condiciones de honradez requeridas para el desempeño de la función pública. Quienes carezcan de estos requisitos no están en condiciones de poner su sacrificio al servicio del Estado y no deben tener acceso a empleos de tanta responsabilidad. De ahí mi afirmación de que ni la amistad ni las recomendaciones constituyen títulos para pretender ni menos para obtener nombramientos. "Claro es que habiéndose de cubrir las vacantes con personas que además de idoneidad están compenetradas con la obra de gobierno, según antes se ha dicho, el Poder Ejecutivo tomará la información necesaria. Además quienes garanticen esta segunda condición habrán de responsabilizarse también en aquella otra, vale decir de la relativa a la capacidad para el desempeño del cargo. "En el proceso de reorganización administrativa resulta también indispensable -y además ha sido práctica corriente- que las personas que han ostentado cargos de confianza en el gobierno precedente faciliten la labor del nuevo ofreciendo a éste sus renuncias. Es típicamente el caso de los directores generales de cada repartición y también de los presidentes de entidades autárquicas designación del Poder Ejecutivo, a menos que expresamente se les haya pedido la continuación en el cargo. "Para dar a la administración del Estado, no solo la organización técnica adecuada sino también la honestidad que el presidente de la Nación desea, hay que evitar la permanencia en los empleos, o los nombramientos de cuantas personas se encuentren ligadas a intereses que ninguna relación tienen con el servicio del Estado y que en ocasiones son hasta incompatibles. El empleado público se debe a su empleo y no puede alternarlo con otras actividades. En ese sentido se procederá a realizar una limpieza de todos los cuadros, y se hará sin contemplaciones de ninguna clase. Igualmente se hará un estudio de los funcionarios incapaces y de los que no trabajan, todos los cuales habrán de ser inexorablemente eliminados de la función pública. Por desgracia, quedan empleados que disfrutan de su empleo como de una prebenda, y que solo se muestran solícitos para acudir a la oficina el día de cobro, si no es que cuentan con un jefe complaciente que les manda el sueldo a su domicilio. "La ineptitud y la falta de interés en el trabajo traen como consecuencia una mala distribución del personal en las distintas reparticiones. Falta en algunas el personal y en otras sobra. Precísase, pues, racionalizar el trabajo mediante la adecuada utilización y distribución de los empleados existentes, y para ello se creará en la Secretaría Técnica de la Presidencia una bolsa de trabajo del personal de la administración pública, que, previo los estudios y comprobaciones que considere convenientes, atribuirá a cada oficina los empleados que seriamente necesita. Únicamente será así posible obtener de cada persona y de cada repartición el rendimiento exigible con un menor gravamen presupuestario. "En cambio de ello, los empleados que reúnan las condiciones de colaboración, de capacidad y de moralidad representativas de la que he llamado su idoneidad, pueden tener la tranquilidad de que no serán molestados ni privados de lo que representa su medio de vida. El reajuste se hará sin cesantías, salvos las impuestas por las circunstancias que quedan señaladas. "Termino estas manifestaciones haciendo constar que la misión de este gobierno es generar y no dar puestos. Quienes hayan pensado otra cosa, se equivocaron. He afirmado, y reitero ahora, que voy a gobernar para todos los argentinos; pero esto no quiere decir que para ello sea necesario gobernar con todos los argentinos. "Como consecuencia de las normas contenidas en la comunicación precedente, encarezco a los señores ministros y secretarios de Estado el cumplimiento inmediato e inflexible, bajo su personal responsabilidad de las siguientes instrucciones: 1ª No crearán puestos nuevos en las reparticiones a su cargo. Cualquier excepcionalísima necesidad que al respecto se presente será comunicada a la Presidencia de la Nación. 2ª No admitirán ni consentirán que sus subordinados admitan recomendaciones para ocupar cargos vacantes ni para distribuir el personal existente dentro de la repartición. 3ª Denunciarán a los gestores de empleos que se atribuyan expresa o tácitamente influencia cerca del presidente de la Nación, de los ministros o de cualesquiera otros funcionarios, investigando además si los funcionarios referidos han dado motivo para que el gestor se atribuya esa influencia. 4ª Las vacantes que se produzcan serán cubiertas por personas que reúnan estas condiciones: a) Compenetración con el gobierno a fin de que su labor no resulte obstaculizadora. b) Honestidad de conducta. c) Capacidad técnica y de trabajo. 5ª Las personas que garanticen a quienes hayan de cubrir las vacantes, se responsabilizan de la actuación del empleado. 6ª Remitirán a esta presidencia una relación de los directores generales y presidentes, y directores, vocales u otros miembros de directorios de reparticiones autárquicas de que ellos dependan y sean de nombramiento gubernamental, determinando aquellos que hayan presentado la renuncia de sus cargos con posterioridad al 4 de junio en curso o con motivo de la asunción del mando. 7ª No se nombrará para ningún cargo ni empleo a personas que estén vinculadas a intereses ajenos a la administración del Estado. 8ª Remitirán a la brevedad posible a esta presidencia una relación de los empleados o funcionarios que tengan vinculaciones de la naturaleza indicada en el inciso anterior, para decretar su cesantía, previo el estudio oportuno del caso. 9ª Igual relación y a los mismos fines, remitirán de los empleados y funcionarios incapaces o poco trabajadores. 10ª Asimismo remitirán a la presidencia de la Nación las fichas de todo el personal de su dependencia, ajustadas al formulario que oportunamente les será entregado por el Ministerio de Hacienda. 11ª Expresarán con criterio restrictivo las verdaderas necesidades de las oficinas a su cargo, al objeto de que la bolsa de trabajo del personal de la administración pública, que ha de funcionar en la Secretaría Técnica de la Presidencia, proceda a su racional distribución y utilización. 12ª No declararán directamente ninguna cesantía. Las que procedan en virtud de las causas taxativas expuestas en estas instrucciones, serán comunicadas a la Presidencia de la Nación, para su estudio y posterior resolución del Poder Ejecutivo. ..........