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¿No me dirás qué es tu intento?
Hablar pretendo a la infanta.
que por esta galería
desde el suyo al cuarto pasa.
del rey Almenán, su padre.
¿Es posible que no caigas
que está esta mora muy verde,
y que no has de madurarla,
al calor de tus cariños,
Déjala para hacer casta.
de Alipies, y pues estamos
libres los dos de las garras,
de este perraco almenar.
a Toledo la casa ca
Volvamos, que estoy temiendo
otros dos años de agua.
de Ametillo y de Marmoria,
son tres cosas bien malas.
sepa que la libertad
que me concedió la hidalga
¡Atención del Rey!
no estima quien voluntaria.
prisión hizo de sus ojos
Hombre del diablo que habla
¿No adviertes que si este perro
llega a saber que idolatras
a su hija, que a los dos
nos hará freya.
En nada.
repara quien está ciego
Pues si en eso no reparas,
Repara en que a don Fernando
rey de Castilla, le paga
mal tu lealtad generosa.
las repetidas instancias
que con Almenar ha hecho
para que libre a tu patria
vuelvas, y si no te obliga
esta fineza las ansias
amorosas de Leonor,
te obligen, con quien tratadas
antes de tu cautiverio,
Tus bodas, señor, estaban
obligarte sus finezas,
Hermosura soberana,
¿Que me hables ya de Leonor?
me admírase cuando reparas
que solo a Castilda adoro.
y que a borrarla no bastan
de mi pecho los rigores
con que su beldad me trata.
una hermosura enojada.
a aquel que la desdeñó,
castiga aquel que la ama.
mas su porfía amorosa
dejaré desengañada
Pues no es casi edad tan linda,
pero mi lengua es la mala.
¡Hermosa Casilda!
Poco cortesano anda.
tu primor en la fineza.
con que mi padre te trata,
pues teniendo dél permiso
para que a Castilla partas,
no usas de la licencia
que te concede.
Es que aguarda
alguna ayuda de costa,
para hacer esta jornada.
De tu hermoso cielo.
Si eso el viaje dilata,
yo haré dársela al instante.
¿Adónde acudir nos mandas?
Quita, necio, sólo espero
que sepas, divina ingrata,
que mal de su libertad
puede gozar quien el alma
deja en tus ojos cautiva,
Y así, hermoso dueño,
Me restituyó a mi plaza
a quien yo reconocida,
Previne que te avisaran
que a quien cortés libertaste.
era a Casilda la infanta
volvió a confirmar la paz
y a muchas veces jurada
di con Castilla el Rey mío,
capitulando entre ambas.
coronas por excusa,
los rompimientos que causan
amigas ostilidades,
que a quien las origina
como a desleal.
del uno y otro monarca.
cautivo pudiese hacerle,
el dominio de las armas,
Tú con el salvoconducto
de la amistad gallarda
pasaste a Toledo a verme,
si fue afecto o cortesana,
curiosidad los efectos
lo digan, pues temeraria
tu pasión, viendo que en mí
tanta resistencia hallabas.
robarme ciego intentaste.
en la ocasión de una caza,
Pero dando mis monteros
con tu encubierta celada.
la presunción de que alguna
o su diligencia intentabas.
te hizo cautivo, cumpliendo
con que tratado estaba.
entre ambos reinos, sin que
jamás mi padre llegara
a saber que su designio
era robarme que tanta
osadía en su altura.
otra venganza tomara.
Dos años, en fin, cautivo.
a que en la prisión tirana
de la crueldad de Almenar,
estás, Fortuna, por mi causa,
padeciendo sus rigores,
No lo niego; mas si basta
para gloria de sus amantes.
cuando no puede premiarla,
que sus finezas confiese.
agradecida una dama
Ya de mí te ves premiado,
Así, en fe de esto que haga
¿Cuál ha de ser?
que te vayas.
luego a Castilla, que es tiempo
mi urbanidad desairada,
admitiendo sus finezas,
sin ser posible pagarlas,
Pues ¿en qué está el imposible?
cuando en ti mi afecto halla.
la parte de agradecida
ya que no la ve obligada.
en mi honor y en mi decoro,
pues, aunque en sangre me igualas,
no puedo, fortuna, ser tuya.
porque nunca unió dos almas
bien amor, cuando profesan
dos religiones contrarias.
Pues que te adoro, Casilda,
mi Rey, que es la cierta abraza.
¡Ah, qué tatura de amor!
que ella la pide trocada.
Redúcete tú a la mía,
Pues ¿qué dices que me amas?
ya la errara la bobilla,
jugando con cartas falsas.
Haz la ley que yo profeso,
la verdadera y errada.
sigues la sombra, pudiendo
seguir la luz de la gracia,
La que mis antepasados
guardaron sigo, si falsa
es o no su ley, no arguyo
en ella he sido criada,
con que no hallo en mi razón
que me obligue a ser Cristiana.
Si lo fueras algún día,
¿su amor pagarás?
Solo sé que sirve
moro premiará tu amor,
Y así, pues tus esperanzas
mueven a mis desengaños,
te quedes a tu patria,
Antes me verás morir.
Tu rigor que me vaya.
Esa es porfía,
Es amor
es tema solo.
Es constancia.
Es osadía
Estoy ciego.
pues mi alteza castigarla,
Sabrá
no estimo la vida.
Sinti.
Ahora se dará ja.
pudiendo ver; pero el Rey
el persona y pendanza
y mi azar vienen.
¿Qué dices?
Más claro está esto que el agua
que el Rey, Alejandro, y Reduán,
y Ametillo te descartan.
Pues ya aquí llegan.
Casilda, ¿qué haces aquí?
Dando estaba
afortuna norabuena.
de que hoy a Castilla parta,
en fe del permiso tuyo.
Ya se viene, y si él dilata
El partir no es culpa mía,
como aviso en esta carta,
al rey don Fernando.
Fuera
Urbanidad, poco hidalga,
os llamo Dios.
Que os rindo més.
y de de entrar ya.
vidrio de sedare.
Yo lo estimo.
¿Bien la astucia?
en esta humana discuse.
de mi forma todo acero han.
con este traje disfrazaros,
pudiera, Almenón, hacer
mas conservarle su amor
me importa para la ardua
empresa que solicito
y el tiempo decirla aguarda.
tú, Alejandro, queja de mi amor.
Pues ¿cómo tardas?
en decírmela, sabiendo
mi afecto te ama.
y lo que llegó a sentir
no mirar en ti aliviadas
tus raras melancolías,
Tú, como padre, señor,
a los alivios me faltas.
que forme queja de parte
mi razón, ¿qué te espanta?
porque si tú mi valor
y ardimiento le ocuparás.
en el bélico ejercicio
del estruendo de las armas,
no hubiera sido capaz
el ocio a que me entregara
tanto a la pintura, cuya
inclinación en mí es causa
o melancólicas raras,
la pintura?
de mi amor lo recatabas.
porque aun la verdad se arriesga
en novedad tan extraña.
es efecto del amor.
El que padeces.
No, hermana.
pues, aunque confieso que es
cualquier mujer por sus altas
prendas, recato y belleza,
ligna de ser venerada,
nunca al amor me he rendido.
por no ver que se avasalla
de un Dios que todo es mentira.
toda la verdad de un alma.
Nunca se dan
efectos, donde no hay causa.
pues será sarna peregrina
que pica mucho y no grana?
¿Cómo no caliar tú, cuando
hablar el Rey y la Infanta?
¿Qué ladrán?
Amé su querer,
probar otra vez mirabil
Di la causa.
Ya la digo.
si encuentro como explicarla.
en la ilusión de un sueño, una hermosura
al sol en belleza le excedía.
Pues en sus ojos admiraba el día.
o el día le animaba su luz pura.
calma trasladar su fiel pintura,
porque tal cabeza a doña Elvira
sino en el alma, donde eterna dura.
mas queriendo el pincel, dar al concepto
al tosco lienzo para.
copiarla en vano. ¿Quiés
pues aliñas muchas veces a pintarla,
borró en mí las especies de su objeto.
y del alma jamás puedo borrar.
¿Quién esta beldad será?
o esta sombra que no alcanza
a saber mi inteligencia
más que me asusta o me pasma,
como en un bárbaro puede,
¿En qué virtud no se halla?
moral alguna que sea
esta idea soberana,
que su auxilio esperas busque.
si fuera Casilda o Rabia.
y a en ella la caridad
brilla, siendo lo que causa
mi infernal desasosiego.
si esa hermosura soñada
y tu pasión arrastra cómo
puedes negar que no nazca
de amor tu mal?
No es amor
nace mi inquietud.
mi fe no quererme dar,
celos, la disculpa basta.
Bien sabes, bella casolada,
que solo a tu amor consagro,
que a no nacer mi hermana
aunque amor no rindo cultos.
tu deidad amara.
¿Quién creerá que aun sus decentes
Cariños celos me causan.
Quien supiera que son moros.
que en ningunos no reparan.
Porque veas que a tu queja
le previno anticipada
la satisfación mi afecto,
cariñoso, en esta carta
aviso al rey de Castilla
don Fernando, que a Navarra
han de pasar por sus tierras.
mis militares escuadras.
y creyendo que es permiso
de enfe de nuestra alianza,
es el rey Fernando. ¡Oh, en fe
de saber si le negara
que supiera mi valor
tomársele con las armas
he mandado alistar gente
y con la mucha que aguarda
auxiliar mi gran poder.
del Dejaén y Granada.
tenía dispuesto ya
que en mi nombre partas.
atalar a todo aquel reino,
y de la hora la saña.
con que aborrezco al cristiano.
de tu valor, tu arrogancia,
muestres que eres hijo mío.
Yo te doy esa palabra,
pues apenas del Navarro
que abrase, deshaga, arruine,
cuanto se ponga a mi saña
¿Pestie deseos?
o resista a la amenaza.
Yo lo espero de tus bríos.
Solo por la confianza
que de mí tienes tus pies.
beso.
En empresa tan ardua
te acompañara mi esfila.
Reduán, no me hará falta.
No te he menester, que sobra
mi brío en tan corta hazaña.
A tu lado, aunque no quieras
que en fe de tu real palabra
a dar parte a mis hermanos
Voy de mi dicha.
Ve a darla.
Ven, Ametillo.
¡Ametille!
ha de llevar esta carta
a Castilla.
Vaya al pie tocando.
Parte luego.
Que ser parta
se este cristiano quedar
Cautivo error a suprema fría,
y si allá coger amé,
hacer, señor, en venganza
dice beber de aquel lecho
si es que pesar con algarabías.
por obligarme a pecar,
¡Ah, perro, y lo que pecaras!
si en ésa te vieras.
Bortes.
Al rey de Castilla
la darás.
¿Y hacer que me mandas?
con tu licencia, señor,
Paso al jardín con mis damas.
Ve Casilda.
Alá te guarde.
¡Qué violenta en la tardanza!
estaba el alma a llevar
Voy al punto la vianda.
a mis cautivos.
Mis iras
estorbarán que lo hagas.
Ven, Beltrán, que tras las luces
de Castilda se va el alma.
tras una pava muy tierna,
fuera yo de mejor gana.
Pues solos hemos quedado.
pedirte intento un favor.
Ya tú sabes en mi amor
el lugar que has granjeado.
nada me puedes pedir.
que en mí encuentres resistencia?
¿Qué es?
Que me des licencia
gran señor, para partir.
a mi patria; pues siguiendo
a Alá y a ser tu vasallo,
Es sé que daba advertir
la de mi intento a mí.
por no llegarle a enojar.
en fin, que a callar te obliga.
¿En qué estás mi enojo?
hablar la fe, pues preciso
es que tu lealtad me diga.
lo que oculta, pues traición
también es por no arriesgar
mi gracia querer faltar.
infiel a la religión,
Pues si es forzoso, ya sabes
a servirte de mi excelsa
Patria vine de Turquía,
adonde caudillo eja,
por mi experiencia y valor,
de tanta gente agarena,
mi astucia en nada le engaña.
pues siendo de las tinieblas,
Príncipe, ya soy caudillo
de los que su ley profesan.
movido solo.
que obligado fue de aquella
adversión que a los cristianos
¿Sabes qué tengo y tú ostentas?
cuyo odio te ha merecido.
mi gracia.
Siendo esa
la causa de mi venida.
mal con mis odios cumplieras.
en Toledano, cuando tú
con castigos y inclemencias,
si rigores, hambres, tormentos,
¿Qué haré?
cristianos persigues.
que haya quien en sus miserias
los consuele y los regale.
y sea en tu casa mesma.
en mi casa?
¿Pues cómo? ¿Quién es, no me manifiestas?
Porque no has de remediarlo.
y así, en vano, es que lo sepas.
y así solo tu licencia
espero para no verlo.
Aguarda, como tus necias se vido
desconfianzas presumen,
que faltar yo a mi ley pueda.
¡Vive Alá, que si casi llamas!
fuera cómplice; que hiciera
en ella ejemplar castigo.
el amor y la clemencia.
de padre te lo estorbara.
de mi rigor, no lo creas.
¿Qué la castigarás?
Pues ven que a las evidencias
de veras el desempaño
y a mi clara inteligencia,
a quien nada se le oculta,
sabe que casi en lleva
el socorro a los cautivos.
el cielo que estorbar saber
mis astucias, sus clemencias,
Tus ojos serán testigos
de la mazmorra a Casilda,
salgo a esperar, siendo esta
más pasión que la he cobrado.
tu tía, conveniente a ser
del socorro que nos traen.
sus piedades halagüeñas,
¿Sí vendrá?
Señor, ya estamos
adonde muy presto puedas
examinar. Mas casi la vi
Ya a la mazmorra se acerca
Mucho he tardado.
más los sustos que me cuesta.
llegar aquí son tan grandes,
porque a novicia no venga,
de mi padre, que a no ser
mi piedad, quien las venciera.
fuera imposible lograrlo.
ya aguardándome en la reja,
Ruy Velázquez estará
su ancianidad, de manera
me lastima, que los riesgos
mi compasión atropella.
Ya llega.
¿Cielos, qué miro?
mi padre.
Fortuna, adversa
El Rey la encontró.
Casi ada
¿Adónde vas?
Yo estoy muerta.
¿Qué le diré, que el temor
aun con las voces no encuentra.
Parece que te has turbado.
en ese brial que lleguéis,
La banda es que a los cautivos
trae caritativa, llega
a verlo, señor.
En grande
riesgo estoy, valerme es fuerza.
del consejo que me dio
Ruy Velázquez, que en cualquiera
trance que me vea, llame
a su valedora mesma.
y así, en fe de su consejo,
la invoco, divina reina,
¡Locórreme!
Ya en su nombre
te asisto yo, y en ti extrema
Dios un favor, que por grande
repetido en su clemencia,
lo verá el orbe otra vez
en otra piadosa reina.
¿Qué es lo que admiran mis iras?
de Dios la justicia recta,
en quien sin méritos se halla.
si su favor emplea,
¿No me respondes?
Mas yo
lo sabré de esta manera.
Tente, no sé qué divina
inspiración me amonesta,
¿Que esto responda, señor?
las que oculta mi modestia.
son estas flores.
Di, ¿qué veo?
¿Qué transformación es ésta?
la vianda en flores miro,
rabio de enojo y de pena.
Pero asombro
Nadie admire
que en fragancias se convierta
la limosna, pues es siempre
lo que a Dios más le recrea.
y pues libre estás, Casilda,
a llevar tu celo vuelva.
el socorro a los cautivos.
y tiempo vendrá en que sea
de esta moral virtud tuya.
mérito a mayor fineza.
¿Sido rances las viandas?
que el cielo enfrene mi lengua.
que hablar no me deje.
Isaac.
nada llevar tu belleza
puede, sino castas flores,
retratos de tu pureza.
Llévalas en paz.
Segura
ir puedo con tal defensa,
a llevar a los cristiano
el socorro, pues la mesma
mano que le transformó
en flores, hará que sea
vi andar allá; mas ¿qué miro?
ya en su ser forma y materia
Ya se despidió, a la puerta
de la prisión, a aguardarla,
Vamos, Gozo.
la licencia.
que me pediste, no solo
tienes ya, sino mi ciega,
indignación de mi reino,
de vía te destierra.
quien tan mal sabe usar de ella,
que con lo que más estimo
vas malquistarme, ¡aleve!, intentas.
¡Qué cruel el cielo! ¡Así ultrajo!
mi noble naturaleza,
y que a una humana criatura
de esta suerte favorezca
a una infiel que tiene más
que yo, ¿o en qué se diferencia?
de Dios no aborrece el nombre.
su adoración, no le niega?
más dirá que invertirse
puede a su ley verdadera
No lo niego; mas no hará.
a sus favores y auxilios,
hará que no se convierta
Pero, a pesar de mi rabia,
Miro ya, ¡terrible pena!,
a Casilda en la memoria
que con humildad atenta
la vianda a los cautivos,
va repartiendo a la quena.
Ya con Ruy Velázquez viene.
por no ir ya que lo sepa.
mis ultrajes y sus dichas.
Huyendo va mi soberbia
Digo que todo lo vi,
A mí admirada me deja.
Grande fue el favor, no hay duda,
mas de Dios la omnipotencia
Es infinita.
A su madre.
De la fineza
Ella la invoque.
¿Verdad?
María es reina, mas aun
Madre de Dios, soy Dios,
Luego ¿no tiene por caso?
si tiene que la grandeza
se le comunicó.
en cuanto lo pide él.
¿Que es criatura?
¡Oh será criador del cielo!
¡Mucho amor!
mi cariño y mi terneza.
Mucho a Dios debes, señora.
del él te busca y te festeja.
Búscale, amorosa tú;
pues hallas la puerta abierta,
por donde entrar a su gracia.
¿Puerta tienes?
Sí, la puerta.
La del Bautismo es por donde
a lograr su gracia se entra.
Pues ¿de qué sirve el bautismo?
de lavar las manchas nuestras.
¿Qué manchas?
las del pecado.
que de nuestros padres era.
y Adán heredamos.
se pierde eso, si es herencia.
por la regeneración
del bautismo que nos deja
naciendo hijos de la culpa,
¡Hijos de la Gracia soda!
No sé qué luz alumbrando,
está mi ignorancia ciega.
la de la fe.
aunque mi afecto quisiera,
ser cristiana es imposible.
Temo la inclemencia
de mi padre en su poder,
es deficiente que lo sea.
En Dios no se da en posible
su divina providencia,
disponerlo puedes.
¿Cómo?
si puede de hacerlo deja?
Aguarda a que se lo pidan.
tu ruego y lágrimas tiernas.
Tú, que en su gracia te hallas casado,
por mí a tu Dios se lo ruega.
Si haré más, ha menester,
que se ayude tu fe atenta.
Yo te doy esa palabra,
y en fe que cumplirla espera,
mi afecto sean mis brazos.
de lo que te estimo muestras.
no sé qué gozo en los tuyos
siente el alma.
es que profesa
les alcanza a saber qué hermanos
nos hará el bautismo.
Esa
debe de ser la razón
darte libertad desea.
mi cariño, pero yo
lo dispondré muy apriesa.
Mas que me echen, menos temo
Aguarda.
Tenlas ya.
que en mi huerta no pienses,
hasta llevarte conmigo.
¿Contigo?
Muy tarde fuera
No lo será.
¿En qué lo fundas?
En que la suma clemencia
de María soberana,
no hizo por ti una fineza
para no obrar otras muchas.
Di, señora, ¿qué es tu intento?
Al Rey solicito hablar.
que impaciente de esperar
mi amor perdió el sufrimiento.
pues mientras cautivo vía,
afortunan en tal rigor,
se alimentaba mi amor,
de lo mucho que sentía.
Mas hoy que la libertad
goza, estándose en Toledo,
tanta tibieza no puedo
sufrirla en su voluntad.
¿Qué hacer pueda el Rey? No hallo,
si él allá se quiere estar.
puede enviarle a llamar.
que es rey y fortuna, vasallo,
el Rey mis bodas trató,
con que su lealtad y ley
faltando a mi fe, al Rey,
también ingrato falta.
y así debía recelo
en duelo justo de honor.
del desaire hecho a mi amor,
ser el Rey propio duelo.
lo que estás rigurosa.
Tengo razón.
Y algo más.
pues desconfiada estás
¿Qué más tengo?
estar celosa.
Socelos.
Siempre profesan
précitos en la fe.
porque jamás se confiesan
en lo que infelice soy.
Desconfiada no estoy
de Fortuna, sino de mí.
desconfía de su flaca,
Pasión, que hay hombre infeliz
que veniendo vina perdir
la deja por comer vaca.
El rey
¿Qué haré?
que es mucha mi turbación.
y moro al rey Almenán,
que yo le responderé
que su gente por Castilla
pues excusarle no puedo,
pues la mía por ti le di
que marche intento a Sevilla,
mas no responder ni hablar.
amé siendo embajador?
¿Qué he de responder?
que mandarme a bofentar,
Bien tu industria lo previno,
Yo alojarte mandaré
No me aloja, pues ¿por qué
ver temor que beber vino.
Mucho me alegro que estés
Aquí Leonor.
Pues, señor,
¿En qué te sirve mi amo?
una buena nueva así.
la vergüenza excusaré.
en su recato al ver que
a ella se lo avisó,
Di, ¿qué cuenta Almenar me da
de que ya fortún de Lara
ya obró el efecto en su cara,
De marcha a Castilla está.
que Almenón no ha tenido
la culpa en su detención.
que en fortuna la dilación
solamente ha consistido.
esto a la Reina dirás.
que su venida deseo,
porque se logre el empleo
de quien lo desea aún más.
cortesano el Rey ha dado
¡Bien las noticias te dio!
Es cierto que me excuso,
el temor de haberle hablado.
Llama a ese moro, y sabremos
de fortuna mejor.
Sí haré.
que yo de Beltrán sabré.
Moro, aguarda.
¿Qué queremos?
ser tú acaso conductera.
de embajadores?
¿Por qué?
si a alentarme tu amor
me avorecen la aurora
de ti una dama saber
quiere, si a un fortún de Lara
¿Conoces
ser cosa clara.
que afortunarle conocer.
¿Y cómo está?
estar viliano.
¿Tomé este malo?
¡Qué bueno fortunestar
e tomar mucho tabaco.
que no le toma presumo.
Mis noticias ser mejores.
el tener malos humores
e domar fábula de humo.
o está de partida ya.
Eso no sabes decir.
que el no gustar de venir
de ver hallado que estar.
¿Que alguna mora le inquieta?
De cuyo
una servicia do.
Muchas sé que esto mandado
dejarnos nuestro propósito.
Muchas.
Sé, y porque no asombres
los hombres, muchas mujeres
ellas acá muchos hombres.
ser un bretón.
e un pícaro feno estar,
no le querer embalar.
por saber que ser bufón
mas mucho preguntar ya
el saber que allá en meterra
el que preguntar no yerra.
mas ser esto cuando da
Ya, moro, te entiendo.
de tu mano, mucho gano
y ser más linda tu mano.
que el banzarrón de Mahoma.
¡Gran lisonja!
Elvira, vamos.
¡Humor gasta el moro!
Pues a traerlas.
He preguntado a las dos
¿Dónde nos aposentamos?
Luego el Rey te hará buscar.
Pues al Rey decirle que
mandarme aposentarme,
donde tu cristiano estar.
Pues, dragón engañoso,
me llama la escritura.
así mi cauteloso.
Ardid fiero, procura
cocodrilo causar con el halago.
de la voz en Castilla, y el reino,
Pues si ella ya del blando
acento lisonjero,
la está llamando Conde.
el cielo, rigor fiero,
sigue la voz la voz de mi armonía.
que siga ha de estorbar tu melodía.
y así, sin que me vea,
invisible, hoy intento
para que más me crea.
soberano portento.
con las cadencias de mi acorde engaño.
en su atención introducir su daño.
para cuya intención he prevenido
voces que imán sean de su oído.
mas ya a este jardín sale
y áspid entre las flores
del veneno se vale.
mi ardid de sus furores,
vencer al cielo, y a Casilda espero
ya dragón engañoso, ya áspid fiero,
dulce voz que con grata me lo di.
llevándote tras ti.
toda el alma te llevas.
pues me admiras, suspendes y me elevas?
pues me estás llamando
con el susurro de tu apetito blando.
porque grata me niega
en tantos imposibles dudas ciegas.
tu auxilio saberano.
si en tu poder consiste, o en tu mano,
que el bautismo reciba.
y que en la ley que deseo viva,
para que me dilata tu clemencia,
lo que de parte está de tu asistencia,
¿Así? Pues eres que me está inspirando
Siéndome esta, me está alumbrando.
mi deseo en tanto abismo,
a algún dio el agua del bautismo?
¡Qué dulce armonía es!
¡Oh mode alas!
el corazón hiere,
lo que más mi fe
¿De qué solicita
que contra mi error
se pone mi ley.
Fantastica voz que estás
siendo baticinio infiel.
de mis dudas, pues no dejo
percibirte, di, de quien
eres, pues en todo este
Sí, fío mis ojos, no
quien te pueda articular.
llegándote a comprender,
Soy la voz de quien
tendréis el culto dio
de tu religión la ley,
si tu error, ciego, no intenta,
hallar el castigo de él.
¿Cómo puede hallar castigo?
quien mérito espera hacer
en seguir la ley de Cristo.
que la verdadera es.
La ley que hasta aquí has seguido
es la más suave, pues
no halla el apetito humano
ni aun preceptos que romper
¿Qué más si cabe, más blanda,
puede otra ninguna ser.
que ley que su gloria ofrece
Conveniencia: mira de mí
la tuya solo al placer,
pues el albedrío deja
libre, sin jugos de ley,
la que yo sigo permite
Libre, pues, a no dejarle,
no hubiera que merecer.
¡Que discurra una infiel esto!
mas así la he de venturar.
Mira si a tu religión
por otra te niegas, que
arriesga tu real sirve.
la majestad del dosel?
si una corona aventuró,
lograr espero un laurel.
No podrá tu fe
que contra tu error
Se pone tu ley
Sí podrá, engañosa voz
¡Qué tiranamente cruel!
por verterme solicitas
pues de opinión cierta sé
como mi afecto humilde,
con lágrimas y con fe.
se lo pida, a la que tanto
puede con Dios te vencer.
le podrá mi amor, y así
Si de ansias han de ser,
que tus piedades merezcan.
mis lágrimas, por quien
ligre el agua del bautismo,
y a mi llanto y fervores
quien te lo pide, señora,
no me lo niegues.
No haré,
¿Qué es lo que oigo?
otro favor. Mas ¿de qué?
sirve mi infernal astucia
si siempre me ha de vencer.
quien de María se vale.
de su luz, huyendo iré.
¡Qué celestial resplandor!
me ciega para no ver
la soberana beldad
eres divino portento
¡Qué apaciblemente fiel
del corazón te apoderás
Yo soy Casilda, la que
Invoco tu amor, la madre
soy purísima de aquel
que formó el cielo y la tierra
de mi corazón, Deodato, es
como celestial aurora.
cuando tal favor me hacéis.
Casilda, no puede ser
la da caso suyo.
Casi es como un día.
se deja ver mi luz pura.
Pues si el bautismo ha de ser
para gozar tanta gloria.
quien esa dicha me dé.
Ya el carácter de cristiana
Yo lo dispondré.
casi la da mis piedades
Confía
Señora, aunque
de vos mayores favores,
espero, llego a temer
en tanta resignación,
si conseguirla podré.
o cuando en el poder me hallas,
de un tirano padre infiel.
Para Dios no hay imposibles.
¡Qué infinito es su poder!
¿Y será luego?
Muy presto.
tu deseo cumpliré.
y después lograré veros.
Verme lograrás después.
porque los ojos del alma
Ven con la luz de la fe.
Feliz seré.
Queda en paz.
Señora, no os ausentéis,
aguardad, más pura aurora,
Asentaos, porque si ver
no pueden mis sequedades
Vos falta en el cielo hacéis,
Madre, a Dios queréis
Él os ama como hijo suyo.
Preciso es que no se dé
que Dios se halle sin María.
ni María esté sin él.
Llegó el día venturoso
Pues velar que
llegó también.
No os entiendo.
¡Severo día, por qué?
cuando a vuestro castidero
veis el fin y cuando quedan
de Castilda hermosa, al ruego
despobladas de cristiano
las mazmorras de Toledo?
¡Hermosa la llamas!
Ahora digo que son ciegos.
Bien te parezca un cuerpo metadiz,
lleno de letra, sin que hallan
para curarla remedio.
cuantos menos herbolarios
han venido de Marruecos.
una mujer con más pintas
¿Qué baraja de hillar?
¿Ya te parece bien, señor?
Lindo es domago, por cierto.
tiene tu amor, tú le debes.
de llamar en tus requiebros
en lugar de vida milla,
¡Legra mía!
¡Allá!
que aunque el sol se eclipsa, no,
pierden las luces su precio.
un vapor la luz en pan en tienda.
pero no deja por eso
de ser hermosa la luz,
un accidente grosero,
pudo eclipsar de Casilda
la belleza en el concepto,
de quien no como yo la ama,
pero en mi conocimiento
ningún accidente puede.
turbar su divino cielo,
Hasta ahora era el gusto malo.
mas desde ahora es perverso.
por señas de que es sujetos,
y te confieso que son
tan sonoros sus acentos,
cuando canta que parece
que tiene treinta dilateros.
metidos en el gaznate.
Pero ¿qué haremos con eso?
que la buena voz, señor,
solo es caudal en el pueblo
mas no hermosura, y le prosa
aunque ella nació en Toledo,
se hizo hermosura manchega.
Y ése es.
de Dios a tantos cautivos
envía el consuelo.
y aunque mi más deseado
fin tan propimo le veo,
como ser este el dichoso
día que esperé contento.
pues a la bella Casilda
de las piedades ejemplo,
da licencia el Rey su padre,
todo a su salud atento,
de que a los vanos se parta.
de San Vicente, creyendo
por los consejos del hombre.
las prevenciones del cielo.
Pues aunque es verdad que vano
ha de sanar, según creo,
a Castilda, no discurro
bien sin discurso cuerdo,
que otro, y no estés, ha de ser,
el vano de su remedio.
Aunque otras muchas venturas
con fe verdadera espero
y aunque el fin a ver mi patria
después de tanto destierro.
parto hoy porque a la Infanta
me ha ordenado, sin asistiendo
Todos estos bienes, todos
estos dichosos consuelos,
se turban con ver que hoy
parte el azote sangriento,
de allí contra los cristianos,
pues ya su soberbia veo.
las fronteras de Navarra,
y volver a ser el centro.
de las moriscas mazenas,
horroroso monimento.
de cristianas libertades.
para que no haya contento
en este humano meatro,
miserables efectos,
que en las espaldas no traiga
escritos sus desconsuelos?
Poco crédito te deben
los navarros ardimientos
pues lloras en el amago.
Mi recelo
es la desunión injusta.
que entre los cristianos veo,
Pues si se uniera Castilla,
con Navarra hubiera perro,
que no llevara por mayor
lo que viene antes del ser.
Mas ya en marcha para aquí.
llega allí, y al mismo tiempo
Temeroso por allí llega,
con la infanta.
con el bello.
milagro de amor dirás.
menos la legua concedo.
Dame, señor, a besar
tu mano y licencia luego.
para partir a los campos.
de Navarra, que es lo mesmo
partir a destruir los servicios.
Deja, Alí valiente,
hijos, porque no blasone
soberbio la fuerza de su hado.
espíritu de que no haya
alguna vez en mi pecho.
de mura quiso ser así
No sé si severo
disponerme en trance?
que en él dividirse den
en dos mitades mi alma,
con tan extraño, tan nuevo,
dolor, como parecerme
que no ha de volver a veros
y aunque conozco que nace
este paternal afecto
de dejarme sin los dos.
de tu valor el intento,
de tu salud el alivio.
y la ampliación de mi cetro.
como entre los dos lleváis
Mi corazón es discreto,
el dolor, pues a arrancarse
en corazón de su gentil,
no se hace sin sentimiento.
Partid, que ya el rey Fernando
nuestra amistad, prosiguiendo
permiso a tus tropas dar
para pasar por tu reino.
a las fronteras Navarras,
esperándove a ti atento,
en Burgos oía contigo,
llevas aquel feudo
de mi amistad a Fernando.
en diez jaeces turquescos,
diez caballos cordobeses,
con diez lanzas de dos yerros,
si esas fantasmas quinos,
diez adargas de Marruecos,
con diez marlotas de tunes,
de oro y de piedras cubiertos,
bonetes y capellares,
diez alfombras, a quien dieron
el caíro y la primavera,
matices varios y bellos,
llevas docientos cautivos
ya por ti libres, y en ellos
el empleo de mi enojo.
la ocupación de mi ceño,
porque sin los dos hay hijos
ni aun los rigores pretendo.
que tengan uso, pues cuando
sin alma por los dos quedo.
el aire tiene suspenso.
Por Alá juro por ti,
y por Casilda, a quien quiero
más que el aliento que animo.
más que la vida que aliento
por aquel músico encanto
de su voz, a cuyo imperio
armonioso, rendido
de mí propio me enajeno.
Turco por aquella copia
impresa en mi pensamiento
solo la borra el cuidado.
de quererla dar al lienzo.
de llenarte de cautivos,
las cárceles de Toledo.
si el rencor, el apresarlos,
me da lugar de traerlo.
sin que sus infames vidas
sean manchas de mi acero
toca a marchar, que aquel llanto
es accidente sangriento,
de mi enojo. ¡Ea, africanos,
a coronar de trofeos
esta sed de mis rigores,
Vea el mundo que le heredó
a Almenar todos los días,
que queden en él suspensos,
¡Mal año para el masdín!
¿Qué es esta, soberbia, mi aliento?
sufrir por causa hilda,
¡Que sufra este infiel el cielo!
estorbar el intento para
¿Casi llama? Pero ¿cómo?
se rinde a nada mi esfuerzo.
mude el Rey de parecer
he asistido, pues, pues
traducir invisible
mi voz en su pensamiento.
Vaya Alí, pero a Casilda,
¿Ya faltarán remedios?
sin que allá busca y mira.
es arroyo muy resuelto,
de dos consuelos que tienes.
quedarte sin su consuelo.
Mal años que humo andar
dio de pésate en el infierno,
¡Qué diablos de humo entró aquí!
Todo me huele a incienso,
de pajuelas.
Bien discurro.
¿De qué violencia me quejo?
si los motivos me busco.
que causan mis sentimientos.
Vaya Alí, triunfe valiente,
de los navarros soberbios,
Pero no vaya Casilda,
que al mar que sentirla veo,
sin el remedio que busca.
no le faltará remedio.
Parte en feliz hora, hijo,
y su Casilda? ¿Qué es esto?
No; mas no sabe la voz
encontrar con los acentos
yo haré que los halle.
Tento un ángel,
instante e sueño.
las iras de mis alcaide,
Casilla
cuanto dividirme de a pelo,
de ti lo sabe mi amor.
y tú no lo ignoras, pues
que la experiencia te ha dicho.
de la ternura de mi afecto.
que siento no acompañarte.
te digo, pues el pretexto
de ser imposible. No,
en vi excusa mi ser,
¡Dámelos!
y guie para que presto
del mal que padezco.
Casi el deseado río
hermano. De tu amor
nunca dude los extremos.
ni tududas mi fineza.
y en este conocimiento
te he de pedir.
Nada calles.
que se ofrezca a tu deseo.
¿Haráslo por mí?
imposibles.
para obedecerte espero,
Que no ofendas a los cristianos.
Calla, que irritado queda creo.
que solicitas que sea
mi amor aborrecimiento.
Mas porque no lo consigas,
No oirte, Casilda, quiero.
A marchar de cuando en cuando
¡Hermano!
Lo que a marchar
borren los estruendos
marciales sus voces.
Mira
No he de escuchar tus acentos.
Dios ablande tus crueldades.
A la en dureza tu pecho dio,
Pues yo, que aquí no he podido,
Voy donde lograr espero
aflicciones de ésta, a quien
tanto favor hace el cielo.
¿Yo andar con alto, cristianos?
cortar cabezas sin vernos.
Allá yo cogerte.
No soy liebre.
estar con eso.
¿Amor, Ruy Velázquez?
que esta enfermedad me dio.
piadoso conmigo el cielo,
para medio de la dicha.
que aprisa lograr espero
no dilatemos la cura
con desperdiciar el tiempo.
Dios las piedades te premia.
fortuna, el viaje vuestro.
¿Esa Burgos?
Sí, señora.
y extraño que de mi afecto
y mi obligación dudéis.
que me toque iros sirviendo.
cuando serviros jamás
más me ha detenido en tolado.
Si preseguís
que habéis de ofender recelo.
esa atención de servirme,
con la esperanza del premio.
Callaré, por no enojaros.
no me enojo; pero quiero
que quien ha de acompañarme,
no lleve más pensamiento
consigo, que la atención
del silencio y del respeto.
que alenos de él
olvides y los desprecios
adornes de una letra.
es de mi albedrío dueño.
Vamos, hijos, id delante.
de mí, que llevaros quiero.
como triunfo venturoso,
decid conmigo contentos,
dando a Dios gracias de tanto
favor como nos ha hecho.
Cautivos benditos seáis, señor,
que libertáis vuestro pueblo.
Mi audiencia pides, Leonor.
el vivo accidente te ocasiona,
que tu semblante pregona
alguno y grande.
Señor,
en empresa semejante.
es bien que intente veloz
anticiparse a mi voz.
la lengua de mi semblante,
porque si en él reparare,
vuestra Alteza mi fatiga.
halle idioma que le diga
lo que mi labio callare,
que en conocidos agravios
Si razones de villanas
deben servir las acciones
de lo que sirven los labios.
Habla.
Sí, hará, que no es muda.
Prosigue.
el dolor me anima.
y mi favor te da aliento.
Fernando Rey de Castilla,
bien tendrás en la memoria
si servicios no se olvidan,
los del bravo castellano,
Tello Alvárez García,
mi padre, que en la postrera
sobre otras infinitas.
mostrándose sus piedades
con mi dolor tan propicias,
que a sus favores.
enjugando mis mejillas
en este tiempo, si aquí
diese indicios de mí,
mi pasión a vuestra alteza.
mi rendimiento suplica,
que no tenga la razón
título de demasía,
pues quien pronuncia su agravio
de su respeto se olvida.
en este tiempo fortuna,
de Lara, con fe fingida,
con falso alevoso intento,
y con traidora caricia
¡Mal caballero, villano!
que muera las dos castillas
e vil razón de Gresero,
nacimiento de morisca.
Mas ¿qué digo? Ahora entra.
señor, la prevención mía.
miradme como quejosa,
Cedme como ofendida
y veréis cómo son estas
las frases más repetidas
de quien padece una ofensa.
cuando el ofensor explica
Viome finalmente, y dando
esperanza a la que fina.
constancia llamaba entonces,
las licencias permitidas
de palacio fueron dando
permisión a la osadía.
de introducir con mis deudos
plática, y a pocos días,
fue con vos y con la Reina,
mi señora, concluida
resolución de que yo
Su esposa, señor, sería
hizose público el trato.
y con él, a mí no esquiva,
en los términos de cuerda,
aquella fineza te vio,
que aun no se llama atención.
y pasa de cortesía.
mezcladas nuestros colores,
eran de nuestra Unión cifras
entonces y ahora, señor,
los que el rostro me matizan.
son vergonzosos tesdigos.
de la burlada fe mía.
esmaltes de mi congoja.
acentos de mi desdicha.
mucho si el traidor
¿Qué hará?
¡Dios a vos!
y a mí, amante de Casildo,
hija de Almenón, a un tiempo
nos falta, que, persuadida
a esta infalible verdad,
me tienen ciertas noticias
mas no es menos ofendida
vuestra real autoridad.
que yo, no la fama diga,
de lenciste de vos, magno rey.
que toleráis propias hazañas
que a padrináis sin razones,
y con gente tiranías.
Vuestro empeño os ocasiona
Mi honor y el vuestro os obliga,
y no menos el desaire.
de la Reina os solicita
de públicos nuestros agravios.
son, y solo en vos estriba
la satisfación de tres
atenciones ofendidas.
Haced que fortuna de Lara
venga a cumplir su precisa.
obligación, que como él
me dé la mano y me limpia
opinión no sea asunto
de lenguas antojadizas,
Yo os doy palabra de que
le consienta el mismo día,
volverse, por no apartarle,
de las paganas caricias,
de aquella que a un mismo tiempo
de Dios y de mí le olvida.
Esto mi honor os entiende.
Esto vuestra deuda os pide,
vuestra justicia.
debe mover, y cuando
no hallaré en mis desdichas
sordo al ruego, ciego al llanto,
y mudo a las peñas mías.
Al menos no me neguéis
a que al famoso Ruy de Aráez
mi tío pueda encargarle,
en campal batalla diga,
a Fortuna de Lara, cómo
una traición se castiga,
como una opinión se cobra,
como una mancha se limpia,
como se enmienda una ofensa,
calló los celos, siendo ellos
los que más su pena atizan.
Bien me pudiera ofender,
Leonor, de que, persuadida
su queja, aun siendo tan justa,
como tú la calificas.
otro remedio intentara,
buscar más que mi justicia,
pero no me ofendo, pues,
no ignorando que te irrita
mas otra pasión que callas,
que esa pasión que publicas
la pública te tolere,
por tolerar la escondida,
que una desesperación
Elvira,
Fortuna, con Casilda viene.
no sé qué te diga.
que una peña imaginada
no es tan cruel como vista.
Un criado un mozo pide licencia,
de hablarte, y según su prisa
En buen hora.
Vengas, moro.
Ningún día
¡Hay buena hora para mí!
¿Por qué?
vivo entre desdichas.
¿Y vienes a que te ampare?
No, señor.
Pues tú vos digas,
lo que vienes.
Señor,
breve. Pero no querría
más que tú me escuchases?
Pues hacia aquí te retira,
Habla.
Yo serví a Almenar,
¡Qué bien te premiaría
No me premio, sino mal.
si tu queja en él estriba.
Mira que su amigo soy.
antes que tu queja digas,
porque no ofendas mi oído.
con el modo de decirla,
¡Bien esa atención te paga!
nadie debe a mi hidalguía
más que yo saber cumplir
las obligaciones mías.
mas ¿cómo me paga mal?
como enviarte a su hija
Tú no la has de consentir,
su queja en esta mente.
ocasión quiere faltarte,
a la amistad prometida.
¿por qué el Rey de mí lo fía?
y tú a mí me lo revelas.
Oblígame la noticia
de tu fama.
Y dinte moro.
como intenta ser creída,
tu voz de mí, cuando solo
una traición la apadrina.
a tu ley y a tu Rey faltas?
y neciamente imaginas
que yo crea que conmigo
¿Es leal tu alevosía?
sin ser creído, te vuelve,
queda mi razón de que
presumiesen tus malicias,
que tu infame pretensión
pudo ser de mí admitida.
Vuélvete presto y conoce
que del castigo te libra.
que mereces mi templanza.
dándote, mora, en albricias.
de conocer tu cautela.
tu propia traidora vida.
estén tan infelices
astucias con casi lidas,
tomé tan por su cuenta,
Dios, valerla y asistir.
Ya contra ella, pues,
mi presunción desvalida.
Ni sienta ni dina sin ver.
si no empleé los rigores
a que una mujer me obliga
en los primeros esclavos
con que vidrioso pisa
los valles de Sopetrán,
en inspirarle crueldades,
destrozos y tiranías,
Sí podrá ser, pero no
porque la intención sería
de este moro por vengarse
de la causa que le obliga,
a ser traidor con su Rey,
solicitar que, creída
la cautela que supuso
de Almenar la ofensa mía,
la satisfación tomase
que a ser verdad merecía.
Esto es, pero no obstante.
solicitaré novedades.
que del todo me aseguren.
pues si fue en mí bizarría,
persuadirme a que Almenar
y el alma tan casi limpia?
En fin, ¿quiere ser cristiana?
con verdad tan conocida,
que de Ruy Velázquez viene
enseñada y instruida
en lo que toca Alá.
el pícaro de Belvedero.
hacia nosotras.
de su dueño no se resta?
no vi mayor desvergüenza.
mormurando esta virilla.
de mí, que aquellas traidoras
ocasiones lo califican.
¿Y dónde queda?
Muy cerca
salir quiero a recibirla.
Prevenido y tú, Beltrán,
Ven conmigo.
Aquí te siga.
mientras no haya polvareda
en que perderme me obligan.
gallegas obligaciones,
da, Leonor, esta noticia
a la Reina, porque quiero
que con cariño reciba
a la infanta cuando llegue
aunque la amistad me pida
de su padre esta atención,
no sé qué fuerza me obliga
sin voluntad, a que no pueda
dilatar ver a Casilda.
¿Fuese el Rey?
Ya el Rey se fue.
Dame ahora, señora mía,
a besar cuanto pesable
desde la planta a la cima.
fuese la espalda a Beltrán?
merced es bien merecida.
a estar volviendo por ti,
noche, y cada día,
ni se procuran, desvían.
Pretended agradecida
a la mora que idolatra,
vuestro dueño. ¡Oh, ven, Elvira,
que el volcán de mi coraje
incendios de horror respira.
Ya esto por acá se sabe.
dile a tu ama que traía
esta carta de mi amo,
Él se lo diga.
que yo no recibo cartas.
de manos tan poco limpias,
que han manoseado moras.
La vese muy bien primero.
si quiere que la reciba.
Muy bien; pero de Leonor
Fortuna me vengará a prisa,
y con no hacer caso de ella,
y en esos valles que de mis trajeses
Testigos vengo a hacerlos valerosos,
indicios aplaudid de mis empleos,
Postraos viles esclavos y gloriosos
en este corto triunfo que os levanta,
a ser humilde trono de mi planta.
Así su furia aumentó que este traje
a este intento vestí de tu atración.
rigor, moro cobarde, el duro ultraje
vengara la cuchilla del cristiano,
y presto llorará tu vanagloria.
esta que cantas mísera vitoria.
¿Qué dices, vil el labio, infame?
o yo le sellaré de tus acentos.
cortando el instrumento a la querella,
que explican tus osados pensamientos,
Pero no quiero que tu obscura estrella
se acabe de eclipsar a mis alientos.
vive de mis rigores y entre penas
Si me al duro compás de las cadenas,
Arrojadlos a todos pareciados,
de los jinetes lleguen a Toledo,
donde vea Almenar ejecutados
parte de los rencores con que quedo
Pues no verá mis odios apagados
hasta pisar, pues valeroso puedo
conducirle al postrero paralelo,
en una fuente a todo el cristianismo.
¿Qué aguardáis?
mostrar el patas.
a este no quiero llegar.
vos solo miro alpatillas.
Aquí me embiezo a vengar
casi la de los desaires,
que Dios por ti me hizo allá
Véame vengado Dios,
y procúreme estorbar.
este trofeo, que aunque
No digo que no podrá
introducir la piedad
como en su hermana lo fue.
Aquí, Virgen, ¿dónde están?
las ruinas de aquel templo
que en más venturosa edad
le albergue vuestro sufrir.
¡Ay, infelice de mí!
¿Dónde me podré librar?
de las luces que me cercan,
¿Ya sin orden al Infante?
socorra nuestra lealtad.
Yo andar huir por aquí
Si ustedes te por allá
No por la conjetura
que mi ciencia hace inmortal,
solo para atormentarme,
deje este feliz lugar.
para quien pese a mi angustia,
de triunfante, diciendo
a él, y huyendo al abismo,
lleve mi invidia infernal.
Hijos, todas las prisiones
senos han caído ya.
milagro de aquella Reina,
pura, aurora celestial,
Démosle gracias.
Señora.
de los afligidos pasos.
de los dolientes salud,
de los presos libertad,
pretensión de los humildes,
de los pobres caudal.
por este favor bendita.
de los ángeles seáis.
Pero ¿no veis todo el aire calle?
cubrirse de claridad
más transparente, más limpia,
que la que el día nos da
No voy músico; acento
de divina su amistad?
o no lo sé. Pero
no es esta obra natural,
Confiad, confiad, confiad.
que la aurora divina, que al mundo
dio el sol de piedad
vuestros ruegos humildes ha sido en ella.
y de ellos movida os ofrece amparar.
llegaron vuestros gemidos.
al supremo tribunal.
que los oídos de Dios
nunca cerrados están.
Miro la Virgen y Madre,
vuestra angustia desigual,
que siempre tiene los ojos
abiertos a la piedad.
Ya consolaros deciende.
del alcázar celestial
con el favor que le pide
la humana necesidad.
soberana claridad
¡Ay de mí, que a poder tanto
no puedo resistir ya.
Vencísteme, poderosa
Mujer divina, deidad,
me quieres?
Ya vencido
de tu resplandor, y yo
ciego no puedo mirar
las luces que das al sol.
cautivos, si me escucháis,
y esclavos ya, sino amigos.
advertidme dónde está.
y quién es la victoriosa
que socorrió vuestro mal.
y a mi soberbia invencible
servir, bajo a pisar.
reina de ángeles y hombres.
es la que favor nos das.
La Virgen, Madre de Dios,
es la que tuvanidad
Humilla.
¡Qué acento tan celestial!
Cóbrate en mi nombre.
En él
mis ojos cobrando van.
la vista. Pero ¿qué miro?
Vos sois el original
de aquella Condesa divina,
en mi mente impresa está.
de aquella que de intentarlo
Nunca pude retratar
Pero si rendido estoy,
si mi campo huyendo va.
que me queréis vencedora.
¿Y qué reina me mandáis?
que a mis cristianos no intentes
por seguir.
que no los persiguiré,
mas si vos los amparáis,
importa que los ofenda.
toda la humana crueldad.
de la ley que errado sigues.
Aquí mi obediencia está.
tronca, y desde aquí renuncio.
la secta que seguí allá.
teniéndole por falso todo,
Cuanto dice el Alcorán,
Pero para ser cristiano
¿qué necesario será?
que, instruido en los preceptos
que creer debes y guardar
seas y que te bautices.
¿Quién me los enseñara?
¿Y quién ha de bautizarme?
los dos oficios hará.
mi amor, que en tu corazón
Yendo estoy tu verdad,
¡Oh, clementísima Reina!
Que debes creer sabrás
en un Dios, y que este Dios
con una divinidad
ese de tres personas, el cielo
Padre e Hijo natural,
ser espíritu santo, siendo
todas tres un Dios no más,
con una naturaleza
y una misma voluntad.
y tu entendimiento me debe.
creer que de cuanto hay
Criado es el Criador
y Salvador, porque da
gracia al hombre y le perdona.
pecado la maldad.
descendió a la obscuridad?
de los infiernos triunfante.
que resucitó y que está
puesto a la diestra del padre,
que ha de venir a juzgar
a los malos y a los malos.
y que resucitaran.
todos en sus propias formas.
para tener y gozar
inmortal gloria los buenos.
¿Quieres desbastir?
Quiero, soberana Reina,
¿Y cómo te has de llamar?
Don Pedro tu nombre será.
Sea así.
Las dos rodillas
poner el suelo.
Ya están
Pues, Pedro, yo te bautizo,
en el nombre.
¡Qué piedad!
del padre y del hijo, y dél
Espíritu santo, ya
¿Eres cristiano?
Y lo muestra.
el gozo espiritual,
que en mi siento os virgen pura,
fineza tan singular,
os debe un bárbaro.
Lleno.
bárbaro, y no lo serás.
en vuestro favor confío.
Mas mostradme en qué pagar
parte de tanta merced.
No en tres, en Toledo más.
Harelo así.
Parte a Roma.
donde obediencia darás
el vicario de mi hijo.
Así
y lo que sabes te falta
te acabará de enseñar
lo que me mandáis hacer.
Más quisiéraos suplicar
si una madre recibida
licencia de pedir daño?
otra celestialdad, señora,
que alumbréis la ceguedad
de Castilda y la saquéis
de aquel error en que está.
trayéndola de mi ley
¡Qué infalible verdad!
¿Eso me pides?
señora.
Es muy grande el natural.
amor que la tengo.
Pintés.
Alza los ojos verá
sin que impida la distancia,
que oír puedas y mirar
El Estado venturoso
en que tu ruego estaba.
entre, señor, a la gracia.
Por la puerta del bautismo,
borrando del paganismo
en mi alma la desgracia,
diome la esperanza audaz.
la caridad, intención,
la fe me dio posesión
y vos, eterna bondad,
fe, esperanza y caridad,
disteis a mi pretensión?
No solo el alma quedó,
limpia en el baño sagrado,
sino también el llagado.
Tente, enfermo, cuerpo sano,
sepa agradeceros yo,
mi Dios, de este bien la palma,
no haya en mi fineza calma
no haya en mi amor problema.
de agradecer la salud
alma os debe el cuerpo y el alma.
don Pedro no olvide
esta singularidad
con que eres favorecido.
de la Virgen.
ni olvidar.
quieras lo que te ha mandado.
Piadosa Reina, abogada
por nosotros, pues que sois
el iris de nuestra paz.
Confiad, confiado, confiad
en el glorioso atributo
de ciprés bajó a sanar
vuestra dolencia remedio.
para el contagio eficaz.
Y como ya victoriosa
vuelve del triunfo en señal
es el que descendió ciprés
convertido en palma va.
Confiad,
Si confiamos, señora,
y por este sin igual.
de ver que en ellos recibo
de la vuestra Celia.
y, cautivos, por la merced que os debimos,
¡Virgen, en este lugar
eternos serán al mundo.
los valles de Sopetrán.
A este lugar de donde vengo
vuelvo con mucha astucia disfrazado.
por ver si socorrido
del ardid que he intentado.
se puede ver mi engaño cauteloso.
Alí, mas ya no alí, Pedro dichoso,
porque aquélla le quiso, cuya huella
mis cerviz doma y mi cabeza.
volvió de Roma, adonde fue enseñado
si ya no lo iba él; pero ¿quién duda
siendo de tal voz catequizado,
llegó perfecionado,
Pues no hay idea rudo
por más que habrá sea a sutil lima,
donde su voz fuerza aquella voz imprima.
volvió de bodo y esta ermita pobre
fábrico de limosnas que ha pedido
¿Qué noticia le juré
al dolor afligido,
cuyo recuerdo es siempre la malicia.
y que al remedio falte la noticia.
Pero donde no duerme lo que alienta
y desvelado está lo que a tormenta
Aquí en un lienzo retratar procuro
que hasta su habilidad es mi enemiga.
aquella aurora pura
si es fuerza que lo diga.
dígalo sin rodelos mi tormento.
de costarme menos sentimiento.
aunque mi oído de mi voz se asombre,
pronunciar su atributo que su nombre.
aquella aurora a quien debió la vida,
del alma, que fue de tan triste suerte,
memoria dolorida.
Aquella, en fin, suprema mujer fuerte,
que antes tuvo en la idea sus enojos,
y después alumbró sus ciegos ojos.
a intento de que sea venerada,
en este sitio su beldad copiada,
mas no ha de conseguirlo, aunque le ayudan
celestiales ministros al intento.
que mis cautelas mudan.
su fácil pensamiento,
temiendo que si alcanza
perfección esa obra o semejanza,
no dejen en el mundo sus favores,
en que puedan vengarse mis rencores.
y no sola la copia que pretende
no ha de lograr; pero la ley que sigue
ha de dejar también con qué me ofende
que para esto mi engaño le apercibe.
en apariencia humana.
Yo, con la forma de su hermana,
a cuya persuasión que trueque espero
al falso culto, el culto verdadero.
que aunque Casilda a verle rodiciosa
de su vuelta a Castilla, alegre viene
atenta y religiosa,
mi cautela previene.
quien la estorbe, llegar al fin, que intenta
ando con su afrenta deseando
es que ya de en mi destoro
en quien su triunfo
Comience, pues, la trama.
de mi infernal astucia prevenida.
y este ardor que me inflama,
tenga en mis prevenciones acogida.
descanse alguna vez mi sentimiento.
y esforzando mi engaño con mi acento.
mi intento afia adelante.
¿Quién guíe a un perdido viandante?
¿Qué ha de la ermita, hermano?
¿Quién llamar aquí?
¿Quién llama?
un caminante perdido
que de Burgos a Navarra
Pasa
Perdido venís.
Decís muy bien.
fue la causa.
mi presunción.
¿Cómo así?
No creyó mi confianza
ni aun lo cree mi soberbia.
que podrá errar en nada.
solo Dios errar no puede.
Esto ahora me faltaba,
Decidme el camino.
Allí estará, y ha mirado
Parece que moro sois.
Aunque estar moros, él hablas,
estar cristianilio, Hamete,
pero gracia Dios.
de mi hermana.
sabré, pues venís de Burgos.
¡Esto es lo que yo esperaba!
¿Ella?
le junta no os diga
os la dio su respeto.
en que se ocupa la Infanta,
de Toledo, que después
supe que era cristiana.
otra hazaña no he sabido.
Eso si noticias tantas den.
tengo, como quien hallado, al lado.
de rey don Fernando estaba.
Muchas veces no es castildad
¿Por quién preguntabais?
Sí, señor.
Casi le haces alguna
pues en Toledo se halla
¡Válgame Dios!
¿Qué os espanta?
Pues ¿cómo en Toledo está?
Pareciole que iba errada.
en haber mudado ley
y volviose a la pasada,
y así en Toledo reside
con Almenar.
Dios me valga.
valerme Mahoma, no.
Mahoma andar noramalas,
valerme quien Dios querer.
Bien tengo, por que
si vuestra voz no me engaña.
Pues yo, ¿por qué he de engañaros?
Esta es materia tan llana,
que nadie la duda, ahora
espíritu con la falsa
acudamos a ampararlo.
¡Ay, infelice de mí!
se debe discurrir.
breve más peligra
mora, aunque sea
valerla.
Ya la sombra
con cuerpo para el amor.
y del arzón la derriba.
y a este lugar la tres.
Pero aún no regara
¡Ea, astucias mal doloradas!
que esta ha de lograrse, aun
quiera el cielo en varas
¡Alienta mujer!
y tú trae un poco de agua.
de la ermita.
Sí, beber.
vino con agua matarla.
¡Ay, señor!
¿Qué te alborota?
Merced que ser tu hermana.
¿Qué dices?
¡Válgame Dios!
Puesto que aquí no hago falta,
Voy a embarazar que llegue
pues ya en el valle se halla
Casi lida a que pueda verla,
porque del todo engañada
que de su imaginación
En esta apariencia vana.
¿Andarse sin dar limosna?
que pedir para la virgen
que a mi amo estar pentacha.
¡Quita, majadero!
del enfermo estar su alma.
¡Qué confuso Pedro está!
pues su traje me da causa.
fingiré no conocerle.
amigo a quien debí en tanta
A Azucena socorro, dime,
si habitas esta comarza,
¿Dónde podré hallar a un hombre
que antes allí se llamaba
hoy ahora se llama Pedro,
olvidado de su patria,
su religión y su nombre,
su calidad y su fama.
mujer que antes fuiste mora,
y después fuiste cristiana.
y ahora eres mora, según
Tu vestido lo declara.
y mi novicia mujer.
que es lo mismo que mudanza
¿No conoces que estás ciega?
no solo en seguir la falsa,
Ley que sigues, olvidando
sino dadera en que estabas.
fui allí, y ya por la Gracia
De Dios soy Pedro, que aquella
pura, aurora soberana,
me llamo así en el bautismo.
Juanillo se llama.
si llamar antes Hamete
que primera vez que el agua
no saber mal estar cuando
en cintura cabeza echarla
no creí así le ocasiones,
que fuese su pertinacia,
tal, que olvidando la ley
que aprendiste en tu crianza
en otra vivieses bien,
que tuvieses, al mudarla,
disculpa, cuando a los rayos
de aquella mujer que llamas,
Tú, aurora, pegaste, viendo
destruidas tus escuadras.
pues por quitar un riesgo
no admiro que no evitaras
otro más que perseveres.
en error que te infama.
no lo puedo disculpar.
puesto que libre te hallas,
del peligro en que te viste.
sin que te sea de importancia,
mi ejemplar, pues entendiendo
que mi salud se fundaba
en aquel baño o bautismo,
fui para ganar cristianas.
de serlo de decir.
de lo que me hallé sana.
Tampoco yo creí
ni aun agora a creerlo alcanza.
mi razón, como serpueste,
que en las piadosas entran,
que siendo moramos trasto,
que no siéndolo mostraras,
una intención tan aleve,
tan cautelosa y tan falsa,
como pretender borrar
aquella agua saberana
que se recibe en el cuerpo.
y se eterniza en el alma.
Yo no tuve intención.
¡Mientes!
que yo le vi dando gracias.
serían de mi salud
en su nima desesperada,
Mujer, ¿qué es lo que me quieres?
¿Y no me llamas tu hermana?
Yo no tengo hermana mora.
Hoy verás que se aventaja.
mi fineza a tu fineza.
pues no hace la circunstancia.
de ver que otra ley profesas
en mi cariño mudanza nocto.
Hermano,
Volvamos, moros.
que estar llorando tu hermana.
¿Qué dices, infiel?
Decís
que volvamos de palabra
moros, porque no llorar.
pura aurora soberana,
¡Virgen María!
a finezas de amante,
que nació en nuestra infancia.
si fue humilde paves
Es ya soberbia.
mi amor te persuade,
a enmendar una infamia
que en tus gloriosos triunfos
tu punto nos agravia.
de las armas de tu voz.
Te vales, Sirena ingrata,
para esta traición, no te oigo.
canta con él, porque traición se llama.
la que un desdén borra,
y una ventura labra.
Decid bien.
¿No dice?
y a las otras templadas
convierten en caricias
las que intento venganzas.
la temida corona
que sus sienes enlaza,
Si su dolor te obliga,
trono hará de tus plantas
el cetro de oro ofrece
que tanto Imperio manda.
al más templado indicio
¿En qué hallaré en tu mudanza
Déjame, dulce veneno,
¡Alevosamente!
el alma por el oído?
¿Por qué él desagrada?
que un blando acento explique.
lo que un afecto manda?
No me desagrada, pero di:
me ofende.
De aquí a mañana
de poder cantar sin querer.
porfiemos esperanzas.
el traje indigno trueca,
a la decente gala
que el oro, aun siendo oro,
que sepulcro o se esmalta,
de esa cárcel grosera yo,
tu airoso talle saca,
no le des al descuido.
lo que al cuidado dabas.
cifras de mi fineza.
guarnecen su almalafa,
capellar y jurbante.
de mi mano bordadas.
Admite en sus lazadas
de mi firmeza amante.
la imagen retratada.
¿Querer que te vestir?
Ser tu solio aguarda.
en señal de tu triunfo.
pisando vuestras fragancias,
en matizadas flores
imprimirá su estampa
el bruto que en tu aplauso
el freno de oro das a
Yo tu palafrenta
iré siendo, si alcanza
mi ruego, que una choza
troques por un alcázar.
en porque quede vana,
de vencer tu entereza.
ni queja enamorada?
Pues si mi ruego no basta
me valdré de la violencia
que cien moros me acompañan,
porque si libre te excusas,
como prisionero vayas.
de tu terneza castidad,
temo más que a tu amenaza
que si de ti me defendo,
de los mojos de tu guarda,
aunque fueran más que flores,
de verde valle esmaltan,
¿Tengo yo quien me defienda?
Pues mi amor te persigua.
no puede amar que a sentir.
tu error, infelice hermana,
siendo mis ojos las lenguas
que mi tormento declaran.
Vuélvete a Dios.
No es posible.
Pues de mi vista te aparta.
Vencerate la violencia,
¿Quién rindió aquí mis escuadras
y quien a mí me rindió
triunfará de tu arrogancia.
¿No lo sabes? Disfrazada
yedra de mi huella firme.
¿No ves tu frente abollada?
Deja esa forma.
engañosa y a la restancia
del horror te precipita,
con esos que te acompañan,
Vencido voy de tus luces.
rasgué sus duras entrañas.
la tierra, y de este tormento
alivio nos den las llamas.
valerme, virgen María.
pues merced tan soberana
señora, queréis que os deba?
quien no os lo merece en nada.
tu devoción y tu afecto.
segunda vez me trasladan
esfines a la tierra contigo.
impresa que dé en tus ojos
con mi presencia, con que haya
devoción a esta erma.
que fervoroso me azor
culto mi retrato traiga,
siendo Pedro venturoso,
de verme la tercer causa
porque con cuidado vivas
advertirte cuán cercana
tienes tu muerte, supuesto
que el día que colocada
que vendrá presto a este altar.
Vea de tu amor mi estampa
será de tu feliz vida.
el último, porque vayas
por el reino que dejas.
a lograr el que te aguarda.
Señora,
Señora, pero
Yo os podré andar.
quien muchas almas
tuviera para ofreceros
por honras tan declaradas,
Pero pues no puedo muchas
esta que os di soberana.
reina de los Serafines,
os vuelvo a dar veces tantas
cuantas son locuras como el cielo.
finezas que vuestra gracia
me hace?
Vamos a pintar,
Juan, que por ver venerada
brevemente aquí a la Virgen,
Daré de muy buena gana
pusa al pincel, pues podrá
decir mi justa alabanza
que me ha costado la vida.
la postrera pincelada.
¿Prisa tener de morir?
muerte, aunque lo sea muerte,
que ser vida eterna aguarda.
mandamos no ser el diablo
que volver aquel fantasmal
Y sé por qué de la compañía
¿Del Rey te apartas?
mis amantes ansias dan.
ocasión a mi porfía?
según pública intención,
de verse con Almenar,
en estos valles, y cuando
el Rey de Burgos partía,
Tuve noticia que aquella
que neguía como estrella,
¡Ay, Beltrán, también salía
de la ermita que labró
con celo amante y cristiano.
a verse aquí con su hermano.
con Ruy Velázquez y yo
aunque su virtud venero,
que tu belleza adoro.
todo lo demás ignoro.
y sólo sé que me muero
con ánimo de templar
la crueldad que siempre hallé,
y aquí la vengo a buscar.
¿A Casilda?
¿Qué te asombra?
¿Qué te impacienta?
¡Alá santa!
ejemplo de penitentes,
vienes a buscar?
¿Qué dices?
Hombre, por Dios, que te acuerdes
¿De qué eres mortal? ¿De qué hay
para amantes descorteses.
que es descortesía y grande
a la virtud atreverse
sin remedio para nunca.
un infierno para siempre.
mira que hay unas calderas
de pez y rejina ardientes.
donde torpezas se asan,
y liviandades se cuecen.
Mira que hay unos diablillos
de los lascivos corchetes,
que con unos garabatos
de lumbre las almas prenden.
y mira tú que estás
cansado e impertinente.
Ven acá, necio, mi amor,
adecentes no se encamina.
¿Luego quieres?
casarte con ella?
ese deseo me mueve.
Pues ¿cómo al rey don Félix,
Dices que solamente
¿Con Leonor has de casarte?
Porque su empeño pretende
no contradecir mi labio.
¿Ya, Leonor, por qué la mientes?
Porque ella al Rey lo contrario
que le digo no le cuente.
Y doy que quiera casi llama.
tu engaño no ha de saberse?
¿Y qué remedio tendrá
de lo que a saberse después llegue.
Mandar el Rey
que la justicia mantiene
como sabemos, señor,
enojado desconsejaste.
la cabeza de los hombros,
que a los pies te la peguen.
Tened a Casilda mi amor,
Venga lo que viniere.
¿Hay amantes precisos?
y tú lo estás lindamente.
¿Pues cómo tengo de estar
si los ojos no me mienten,
cuando veo que alumbrando
las flores de ese tapete,
que estas campañas matiza,
el sol de Castilda viene.
cuando veo la esmeralda
a mis ojos valeroso!
Fortuna de Lara?
Valiente
¡Oh, Red vanillo!
Beltrán?
Pues ¿qué accidente
¿Qué te ha traído?
es que nada te reserve
profesamos.
Que esté siempre
Allí mi astividad tiene
a Casilda del cansancio,
obligada porque llegue
a ocasión más oportuna.
¿Qué, Pedro, se suspende?
Casilda, descansa allí.
mientras Reduán no se ausente.
no la perderé de vista,
en lo que, sin conocerte,
te iba a preguntar, diré
parte de lo que me mueve
a llegar aquí.
Prosigue.
¿Que esta industria ha de valerme?
mucho; sabe que Almenar
que marchando cerca viene.
a verse con don Fernando.
tu rey, a Castilda ofrece
a quien antes que las paces
rompa a Casilda le lleve,
Noble cristiano sea.
o si moro sea de suerte
Y como tan soberano
premio, no es bien que desprecies
nadie, habiendo a mi codicia
llegado que hoy pretende
verse con su hermano aquí.
retiran estas paredes.
codicioso de tal dicha,
Cerca está.
¿Qué dices?
Como tú yo no la vieses.
No, Reduán.
Así mi engaño
su nuevo deseo enciende.
en el temor de perderla.
pues mi amor no me concede
deteneros. Paso adelante.
temeroso de que llegue
este logro, a ser de alguno,
de tantas como la quiebren.
Fuese
Y por disfrazada parte
de donde Casilda viene
porque si no, Beltrán fuera,
¿Posible que no se fuese?
¿Y qué resuelves?
asista.
de ver perder lo que quiere,
¿Hay quien, bárbaro, pregunte
a un amante que resuelve?
Y en ese caballo, Elvira, entré
del tuyo también deciende.
y estas peñas nos amparen.
de la amenaza que ofrece
ya es campa y rayos.
son, señora, los que llueven.
Leonor y Elvira son éstas.
Y esto que cae de repente.
¿Qué será?
sale el de mi prevención mía.
para que si no resuelve
fortuna, el delito ocasión
¿Vales?
haga el error el acaso.
no hiciere... Que la advertencia
Adiós, luz de él.
Por esta parte
Buscaré a Casilda.
es de la ermita el camino.
otra parte, Leonor y Elvira,
aunque el cielo se obscurece,
de modo que descubrirle
Imposible me parece.
Fiemos de Dios, amigo caso,
Aquí ha hablado gente.
Pero no se ven los bultos.
¡Oh, si a Castilda pudiese solo
encontrar.
Yo haré que la halles,
No, Ruy Velázquez, me dejes.
No te dejaré, señora,
tan venturosa?
No hablé.
Buen consejo me previene
Discurso tan jugo
Si a Casilda
Dios defender no quisiese
Señora.
Esta es la mano,
fortuna, que te pertenece?
¡Pese a mí!
Mi ama ha engordado
Calles en las manos tienes,
mi amo.
Nada hay aquí que yo espere.
a quien fuerza es que confiese
nuestra obligación, el día
que nos alumbra quién eres.
un extranjero en la tierra,
soy a quien redujo a este
sitio el cuidado amoroso,
de una dama, de quien hieles
asistencias, no me apartas
desde antes que naciese
Encargómela el señor.
que me oyó en otro albergue
y para esto peregrino.
es bien que parezca en esto.
que engañarla quería.
quien solo engañar pretende
y como siendo su guarda
su defensa me compete.
del peligro la libre.
de un atrevimiento aleve.
Aquí, y así, si te ofrece
que hacer por ti pueda.
no dudes que aquí me tienes.
¡Qué acento tan agradable!
Mas ¿no me dirás si puedes
¿Quién es esa venturosa
dama que tanto debe?
Pues ¿yo no te conozco?
Si conoces y hartas veces
Mis consejos has seguido.
aunque nunca no me vieses.
Absorto estoy.
No me acuerdo.
mas basta para creerte
que tú lo digas, que imperio
Pero pues te debo tanto,
Dime, ¿qué lugar es este?
por si he perdido el camino.
es el que buscando vienes.
Pues ¿dónde una ermita está?
que ahora se desaparece.
y antes se recogiera?
Detrás de este estorbo verde
y porque la halles, casilda
en mí el brazo de Dios mueve.
del Impíreo, no me dé
eca no puede dejarte.
pues quien está contigo siempre,
Mis ojos, señora, deben
a tu compañía santa.
Y yo a ti te debe este
favor de Dios, y otros muchos,
A tu virtud se los debes.
que aunque favores de Dios
ningún humano merece
si los merecimientos
de Cristo por ellos pueden.
hacer digna a la virtud misma.
para que el favor le premie
Pero mira allí a tu hermano,
que devoto y reverente
un retrato de la Virgen.
está acabando.
que los que le asisten son
según de luz se guarnecen.
celestialdes aprenderé.
Vos, Virgen, no pusieseis
vuestra enseñanza en mi mano.
vuestra imagen en mi mente.
Y si no me mostraran
los colores feliz suerte,
o estoy de vos enviado.
no pudiera parecerse
la copia que imprime el alma.
a la que el lienzo me ofrece.
Mas que es truendo, éste será
¿Quién despertar a que duerme?
vina, deja que envidien
justos celos tu suerte,
Deja tú que sean mis brazos
e mirar tu penitente,
y tu traje humilde.
dulces prisiones alegres,
tierno contra él.
tu alma a la mía estrechen.
Mirar que hacer, no abrazar,
en vez de una hermana un duende.
¿Que te veo?
¡Ay, mi Casilda!
hermano, que puedo verte,
llamarte Pedro aquella
a quien las gracias se deben.
de tu conversión alabo.
al cielo infinitamente.
Este no estar otro diablo
y a llamarse Juan Hamete.
Sontos.
Gracias a Dios
no atreverme.
a abrazaros mi respeto.
es el que la culpa tiene?
Pero perdonad, señor,
mi demostración alegre.
que los contentos olvidan.
las políticas corteses,
Apretadme y esos brazos
que fueron a Dios rebeldes,
ahora que son odios humildes,
¿Qué más premio que este día
de hallaros tan tiernamente,
cristiano?
Pues mientras solí
el retrato de la Virgen.
y colocarle presente.
en su altar, mi devoto,
para que el plazo se abrase.
que tengo para pasar.
a mejor mundo desde este.
a verte morir?
Sí, hermana.
¿Qué es esto lo que Dios quiere?
pero el ruido se acerca.
¡Oh, venturosa millarda!
yo, que tal hermano tengo.
Félix, el que te tiene.
a ti por su hermana.
Aprisa los moros vienen.
Yo primero.
¡Que yo este consuelo viese,
Señor, de veros tan vuestros
loco el contento me tiene.
ya el acierto o ya el error,
mi mano le dio a tu mano.
con poder tan soberano,
que soy tu esposo, Leonor.
y eso así de mi temor
a justa forzosa ley,
pero delante del Rey.
Ya te entiendo. Hará mi amor
señor, de que manda su belleza.
Premio será de mi fe.
Pero no sepa el Rey...
¿Tu locura o tu furia?
Amor y honor.
¿Qué te inquieta?
¿Quise decir que porfían?
¡Hracías a Dios que venían
vestidos en las maletas,
Aún no he dado
¿En cómo esto se pudo?
y así, Virrilla, estoy nunca
Bien estás para casado.
Los dos Reyes llegan ya.
Que no sea justo recelo,
Si una cosa los dos quieren,
no es muy fácil componerlos.
de Toledo vengas debiera.
que si verte sin tus tropas dan,
Siempre ha sido mi deseo
aunque te veo con ellas,
Tu incierta amistad me obliga.
al resguardo con que vengo.
Mi amistad nunca fue incierta,
y así no gastemos tiempo
y di lo que quieres.
tampoco gastarle quiero.
y así digo que a Casilda
pues volverme supuesto
que con tu salvoconducto
paso, Casilda, a tu reino.
siendo mora, bien decías
que en ese caso no niego
la obligación más cristiana
Entregártela no debo,
Y si no, dime, si acaso
un cristiano desatento,
a Dios y a su ley faltara.
amparado de tu cetro,
una vez mal le volviera.
aunque fuese el movimiento
mío de haberle enviado?
No sé lo que hiciera en eso.
Pues yo en estotro, Admenio,
Sé muy bien lo que hacer debo.
que un católico Rey
Esto fuera errado, desacierto.
desamparar a quien Dios
le dio su conocimiento.
que siendo ya Cristiana,
aunque sea el mismo el cuero.
diferencio. Y así,
aunque la propia concedo.
que en tu discurso será
ni en la verdad, y así, moro,
no entregártela resuelvo.
lo uno, por no ser la propia,
lo otro, porque no quiero.
Echó el Rey por el atajo.
Yo premiaré tu buen celo
cobrarála mi valor.
defenderá la mi esfuerzo.
África y Mahoma, amigos.
hijos Santiago, y a ellos se le acepta.
Daca esa espada,
Tómala, que a este poderoso
te quitaré yo la suya.
Yo a este tío.
Pues el cielo
es ampara a retirar
pídense libros mís aciertos,
imitarte para que sepa
¡Qué soberano consuelo!
Pasa la carta.
¡Qué alegría!
yo me quedar heredero,
de la ermita.
tu ermitaño compañero,
en dando a tu venturoso
Hermano, tierra resuelvo.
que a Burgos vuelvas conmigo,
donde en otra ermita intento
servir a Dios.
y contigo yo.
dándome primero
si eres servido a Leonor.
Tuya es.
¡Por qué venturoso fin
tengan, si le merecieron,
los valles de Sopetrán,
de este primer argumento,
de sus sucesos extraños.
convidando, después de esto,
para la segunda parte.
de Santa Casilda, pues yo
que su prodigioso caso
sea de más pluma empeño.