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El pecado eterno
Antonio Palomero
19
No, no culpéis a la mujer primera porque sació con ansia su apetito, ni al padre, Adán que de manjar bendito gustó con su agradable compañera La culpa es del manjar, que entonces era más incitante por estar maldito ¡Si el gozar del amor es un delito yo también, siendo Adán, lo cometiera! Es eterna la sed de los placeres; no se apaga el volcán de las pasiones, y ayer lo mismo que hoy y hoy que mañana, para el amor son Evas las mujeres y Adanes entusiastas los varones ¡Todos vamos en pos de la manzana!
Chromos
Paulino G. Báez
19
Se iluminan las fuentes y croan las ranas Lunatizan dos gatos macilentos Se oye el tañir distante de campanas, mientras rezongan, al pasar, los vientos. No sabemos que mágico contento despiertan las parejas trashumantes, cuando empiezan allá en el firmamento a abejear las estrellas rutilantes Los álamos se quejan dulcemente y los chorros de plata de la fuente nos dejan escuchar su tintineo La noche con sus sombras nos ampara y pasa una mujer que despertara el dormido dragón de mi deseo
Soneto
Marcelino Menéndez Pelayo
19
Lágrimas rinden al varón robusto, llanto derrama el ternezuelo infante, lágrimas vierte el afligido amante, llora el mendigo y el monarca augusto. Porque es el llanto entre el placer y el gusto recuerdo del dolor que va delante, y en la copa del néctar espumante mezclado con la dicha está el disgusto En el pesar es dulce medicina, que blanda cura las humanas llagas; el llanto cava hasta la dura losa. Rinda mi llanto, pues, madre Erycina, cual suave filtro de hechiceras magas, el pecho de Belisa desdeñosa.
Retrato
Manuel José Othón
19
En la espaciosa frente que desnuda el cabello, cuya raíz abrasa un volcán interior, se muestran las arrugas precoces Fatal sello con que a sus elegidos nos señala el dolor. Debajo, en las hundidas cuencas, dan su destello, al que presta la ojera violáceo resplandor, unos ojos que ansían ver lo grande y lo bello y están tristes mirando de la vida el horror. La boca, contrayéndose, dibuja la sonrisa escéptica y doliente del que vivió de prisa, y gustó miel y ajenjo, y sabe el bien y el mal Y sobre el pecho trémulo, que en un suspiro late, la pálida cabeza, resignada, se abate: de la segura espera la caricia final.
Paisaje del trópico
Julián del Casal
19
Polvo y moscas Atmósfera plomiza donde retumba el tabletear del trueno y, como cisnes entre inmundo cieno, nubes blancas en cielo de ceniza El mar sus ondas glaucas paraliza y el relámpago, encima de su seno, del horizonte en su confín sereno traza su rauda exhalación rojiza. El árbol soñoliento cabecea, honda calma se cierne largo instante, hienden el aire rápidas gaviotas, El rayo en el espacio centellea y sobre el dorso de la tierra humeante baja la lluvia en crepitantes gotas.
En una ausencia
Anacleto Bermúdez
19
Duerme helada la musa con que un día al trinar de la lira canté amores, y ni de Abril la animan los primores ni el sol brillante, ni la noche umbría. Cuando Mirtila mi cantar oía más bellas eran para mí las flores Y más bellos del sol los resplandores, y la luna más bella parecía En la tranquila orilla de Almendares fácil me era entonar la voz del canto, que todos sienten en sus patrios lares. Dentro del pecho el entusiasmo santo: ahora pulso las blandas cuerdas de oro, voy a cantar, y en vez de cantar lloro.
El madrigal de las rosas
José Santos Chocano
19
Vi yo que sobre el pecho tenías una rosa; e imaginé que tú eras un ramo que surgía de un cáliz de alabastro, y en él se convertía cada uno de tus ojos en una mariposa Rayos de sol tejieron tus cabellos undosa, y, así, bajo tu cutis se transparenta el día; por eso es que la rosa ceñirte parecía en torno de una estatua de nieve ruborosa. Estatua que apareces nimbada por un astro, con cara hecha de rosas y cuerpo de alabastro, en un jardín de plata, bajo un temblor de Luna: al ver la rosa encima del busto de carrara, pensé yo que del ramo de rosas de tu cara se había desprendido sobre tu pecho una
¡O altitudo!
Julián del Casal
19
Joven, desde el azul de tu idealismo, viste al cieno bajar tus ilusiones, como se ve en bandada a los alciones caer ensangrentados al abismo. Nadie sabe tu mal; porque tú mismo ahogando en flor mortales sensaciones, vivir en la tiniebla te propones como un dios condenado al ostracismo. Mas yo veo que, aislado en tu grandeza, cual sol poniente en sus vapores rojos, huyes de los que el mundo juzga sabios, y llevas una sombra de tristeza que, humedeciendo el brillo de tus ojos, destierra la sonrisa de tus labios
Oración
Julián del Casal
19
¡Ah, los muertos deseos! Nada ansío de lo que el mundo ofrece ante mi vista: aquello que mi alma no contrista tan sólo me produce amargo hastío Como encalla entre rocas un navío que se lanza del oro a la conquista, así ha encallado el ideal de artista entre las nieblas del cerebro mío ¡Oh, Señor! si la sombra no deshaces y en mi alma arrojas luminosas haces, como un sol en oscuro firmamento, haz que sienta en mi espíritu moroso primero la tormenta que el reposo, primero que el hastío ¡el sufrimiento!
Diego Bernardes
Fernando Maristany
19
Horas breves de mi contentamiento, jamás me pareció cuando os vivía, que aquel bien trocaríase algún día en tan cumplidos días de tormento. Aquellas torres que formé en el viento las llevó el viento que las sostenía; del mal que me ocurrió la culpa es mía, pues hice en cosas vanas fundamento Amor, con blandas muestras aparece; todo lo hace posible y lo asegura, mas luego, a lo mejor, desaparece ¡Oh, ceguera tamaña, oh, desventura! ¡Por un pequeño bien que desfallece aventurar un bien que siempre dura!
A la luna
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo
19
Melancólica y triste te suspendes hacia el cenit del tachonado cielo, y por todos los ámbitos del suelo tu blanca luz y tu furor extiendes. El mar azuleo con tu brillo hiendes; en él refleja tu amarillo velo; y luego ¡oh, Luna! con sereno anhelo, del sol las huellas al seguir desciendes. Si mudo te contemplo, de repente se disipan del todo mis enojos, y con mi plectro débil yo te canto; porque, cuando tú brillas mansamente puedo yo contemplar los dulces ojos de la bella mujer que adoro tanto
La visión del cóndor
José Santos Chocano
19
Una vez bajo el cóndor de su altura a pugnar con el boa, que, hecho un lazo, dormía astutamente en el regazo compasivo de trágica espesura El cóndor picoteó la escama dura; y la sierpe, al sentir el picotazo, fingió en el césped el nervioso trazo con que la tempestad firma en la anchura. El cóndor cogió el boa; y en un vuelo sacudiólo con ímpetu bravío, y lo dejó caer desde su cielo Inclinó la mirada al bosque umbrío; y pudo ver que, en el lejano suelo, en vez del boa, serpenteaba un río.
Aquella suave y dulce...
Fernando Maristany
19
Aquella suave y dulce madrugada tan llena de clemencia y de piedad para calmar la angustia y la ansiedad, quiere sea por siempre celebrada Sólo ella, cuando amena y esmaltada irradió, dando al mundo claridad, vio cual se separó una voluntad de do no volverá a verse apartada Sólo ella vio los llantos, suyo y mío, que de unos y otros ojos derivados juntándose formaron vasto río Y escuchó unos acentos apenados que podían tornar el fuego frío y dar paz a los pobres condenados
Aegri somnia
Julián del Casal
19
Yo sueño en un país de eterna bruma donde la nieve alfombra los caminos, y el aire pueblan de salvajes trinos pájaros reales de encendida pluma; donde el húmedo ambiente se perfuma con la savia fragante de los pinos, el jugo de los líquenes marinos y el olor salitroso de la espuma; donde grupos de místicas visiones ahuyentan el tropel de las pasiones, bañando el cuerpo de sudor profundo; donde a la mente lo infinito asombra y oye el alma vibrar entre la sombra voces desconocidas de otro mundo
Sonetos – II
Fernando de Gabriel Ruiz de Apodaca
19
Allá a las costas de Turana envías muestra brillante del valor natío, y en México y al Rif con noble brío naves y huestes presurosa guías ¿Será que toman los antiguos días de gloria insigne y alto poderío, y el hado antes adverso, hora ya pío, tus duelos trueca ¡oh patria! en alegrías Sí; que los manes de Guzmán el Bueno, del gran Cortés, Córdoba y Pizarro, por ti constantes velan, madre España; y el mundo todo, de respeto lleno, aun ha de verte en el triunfante carro, y ha de admirar hazaña tras hazaña.
Los cocuyos
José Santos Chocano
19
Parpadeos de luces vacilantes bordan la selva cuando muere el día, a manera de extraña pedrería que relumbra y se apaga por instantes En desatados círculos errantes, brotan cocuyos en la selva umbría, cual si alguien, con la fiebre de la orgía, arrojara puñados de diamantes. De día ocultos en la verde alfombra, sólo en las horas de nocturna calma divagan a través de la espesura; y a fuerza de brillar entre la sombra, acrisolan su brillo, como el alma que a fuerza de sufrir se hace más pura.
A Ermita
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo
19
Si tú del bando azul eres adepto, y a tu reina defiendes cortesano, yo a la lucha me lanzo, pluma en mano, aunque soy en lidiar un poco inepto. Yo defiendo el Punzó, que este precepto, por mi reina gentil cumpliré ufano, ni mi esfuerzo en vencerte será en vano, ni mi valor tendrás en mal concepto. Armate, pues, al punto, y pluma en ristre a tu reina suplica humildemente, que constancia y valor te suministre Encomiéndate al genio, alza la frente, y que cante mi bando sin demora el triunfo de mi reina encantadora
Otoño
José Navarro Montes de Oca
19
Otoño Se despojan las campiñas de sus frutos miríficos y opimos y cuelgan, como senos, los racimos entre el duro sarmiento de las viñas Llena el campo un efluvio afrodisíaco, y cubiertas de pámpanos fragantes, danzan y giran lúbricas bacantes sobre el césped, en torno del Dios Baco Caen las hojas La enramada escueta arde bajo el crepúsculo violeta que eleva al cielo su dorada alquimia Y entre el olor a mosto fermentado, se escucha el evohé que, acompasado, lanzan los que trasiegan la vendimia.
El bohío
José Santos Chocano
19
¡Qué impresión de alegría da esta casa, a manera de canoa que duerme junto a un brazo de mar! Leve techo de pajas y armazón de madera, que recortan sus líneas entre un verde palmar Aunque el agua la acosa, se levanta ligera sobre estacas que préstanle expresión singular de mujer, en la blanda y arenosa ribera, aprendiendo, en las puntas de sus pies, a bailar Goza de una pureza de cristal en su ambiente Coquetea en las linfas Se enguirnalda la frente el rumor de las fondas le regala un collar. Y hasta aumenta esta dicha de sencillo donaire tal cual garza, que, a veces, zigzaguea en el aire, como copo de espuma que rompiese a volar
Hechicera nocturna
Graziella Garbalosa
19
Sube hasta el alto cielo la torre del castillo, y la luna se esconde tras la plateada nube que tamiza la luna con fantástico brillo y la muestra a mis ojos como un rubio querube Por la ojival ventana una corneja ronda y una sombra silente por las almenas vaga, que al mirarla la luna revuela hacia la fronda ¡porque la luna sabe sus hechizas de maga! Va recogiendo ortigas de los altos aleros, desciende hasta los fosos donde da lastimeros alaridos que llenan el ambiente de espanto ¡Es el ánima en pena de una vieja sibila que en el aire cabalga y en la noche vigila por las almas que sienten su fatídico encanto!
Coquetería
Julián del Casal
19
En el verde jardín del monasterio, donde los nardos crecen con las lilas, pasea la novicia sus pupilas como princesa por su vasto imperio. Deleitan su sagrado cautiverio los chorros de agua en las marmóreas pilas, el lejano vibrar de las esquilas y las místicas notas del salterio Sus rizos peina el aura del verano, mas la doncella al contemplarlos llora, e, internada en el bosque de cipreses, piensa que ha de troncharlos firme mano como la hoz de ruda segadora las espigas doradas de las mieses.
Ensueño galante
José Fernández del Villar
19
Quisiera ser tu paje favorito para estrechar tus manos virginales, y convertir en flor de madrigales tu corazón más duro que el granito En mi escudo llevar quisiera escrito tu nombre, para envidia de rivales, y el clavel de tus labios sensuales con un beso de amor, dejar marchito Romper lanzas quisiera en tus honores, y alcanzar como premio tus favores, liberando a mi amor de tus enojos; y vencido tu orgullo despiadado, quisiera verme siempre retratado en los claros zafiros de tus ojos.
Rubén Darío
Paulino G. Báez
19
Rubén Darío: dicen que fuiste de los astros centurión, en palacios irídeos del vacío; que por ti comulgaron todos los Zaroastros, todos los Jesucristos ¡Verdad, Rubén Darío! Un pedestal glorioso la suerte te depara y tu fama, al pináculo, Padre Darío llega, pues fuiste quien un día su amor le declarara -claro de sol y luna- a la bacante griega. Deja a los detractores seguir su obra malvada; tu gloria, Padre nuestro, tu gloria está salvada Deja, pues, que la Envidia irreverente ladre. El mastín de la inquina ladrará hasta cansarse y el cuervo, el negro cuervo de Poe, irá a posarse sobre tus viñas muertas ¡Dios te bendiga, Padre!
La más fermosa
Enrique Hernández Miyares
19
Que siga el caballero su camino agravios desfaciendo con su lanza: todo noble tesón al cabo alcanza fijar las justas leyes del destino Cálate el roto yelo de Mambrino y en tu rocín glorioso altivo avanza, desoye al refranero Sancho Panza y en tu brazo confía y en tu sino No temas la esquivez de la Fortuna: Si el caballero de la Blanca Luna medir sus armas con las tuyas osa, y te derriba por contraria suerte, de Dulcinea, en ansias de tu muerte, ¡di que siempre será la más hermosa!
En un hospital
Julián del Casal
19
Tabernáculo abierto de dolores que ansía echar el mundo de su seno, como la nube el estruendoso trueno que la puebla de lóbregos rumores Plácenme tus sombríos corredores con su ambiente impregnado de veneno que dilatan en su ámbito sereno los males de tus tristes moradores Hoy que el dolor mi juventud agosta y que mi enfermo espíritu tranquilo ve su sueño trocarse en hojarasca, pienso que tú serás la firme costa donde podré encontrar seguro asilo en la hora fatal de la borrasca
Al volver
Manuel José Othón
19
Sonreía la mañana al perfume de las rosas; ostentaba la pradera el verdor de la esperanza, y la trova del arroyo a las brisas melodiosas respondía cuando, alegre, comencé mi loca andanza Al regreso hallé la tarde con su lívida tristeza Ni una risa ni un perfume De los vientos el gemido al gemido del arroyo contestaba La belleza del verdor del fresco prado era un luto ensombrecido ¡Oh! ¿Qué espíritu protervo, con sacrílegos furores, ha cambiado de tal modo el rincón de mis amores ? Pregunté de las tinieblas insondables al abismo. Y en el fondo de las sombras, una voz, que el alma mía recordaba con espanto, escuché como decía: -Es lo mismo todo, todo; sólo tú no eres el mismo
Soneto
Marcelino Menéndez Pelayo
19
Cual suele por las puertas del oriente al rojo despuntar de la mañana, desplegando su manto de oro y grana, mostrar la aurora su risueña frente. Y retratarse en límpida corriente, que murmurando entre las flores mana, el rostro de la niña soberana guiando su carroza refulgente. Así brillaste tú, dulce Belisa, ante mi vista ¡oh Dios! un solo instante; y yo pensé encontrar, ángel de amores, tu voz en el suspiro de la brisa, en la faz de la Aurora tu semblante, tu aliento en el perfume de las flores.
Afanes de gloria
Manuel Ramírez
19
Aun asaltan tenaces la memoria los sueños de la edad adolescente; aun parecen que agitan a la mente los ecos seductores de la gloria Hoy los claros ejemplos de la historia demuestran con su lógica evidente que los vivos afanes de la gente son el triunfo de efímera victoria Los laureles, la pompa lisonjera, el amor que nos jura dulce dueño con la pasión que el alma poetiza, no son más que la bruma pasajera, deslumbrante ideal, fugaz ensueño, polvo impalpable, arena movediza.
A un perseguido
José de Diego
19
¡Ah, desgraciado si el dolor te abate, si el cansancio tus miembros entumece: Haz como el árbol seco: reverdece; y como el germen enterrado: late! Resurge, alienta, grita, anda, combate, vibra, ondula, retruena, resplandece Haz como el río con la lluvia: ¡crece! y como el mar contra la roca: ¡abate! De la tormenta al iracundo empuje, no has de balar como el cordero triste, sino rugir, como la fiera ruge. ¡Levántate! ¡revuélvete! ¡resiste! Haz como el toro acorralado: ¡muge! o como el toro que no muge: ¡embiste!
Parlamentarismo
José Selgas y Carrasco
19
Por burla o precaución, según se tome, hizo el destino, en lo que al mundo toca, que el hombre, concertadas lengua y boca, sólo pudiese hablar por donde come. Después, temiendo que la duda asome, aclaró el punto, y dijo: «Lengua loca, si es el bocado lo que a hablar provoca, de freno sirva y la palabra dome» Mas hallaron su vez los charlatanes, y de comer y hablar forjaron modos, diversos sí, pero a la par sencillos: Cumplidos están ya tantos afanes; pues bien se ve que hablando por los codos, comen más y mejor a dos carrillos.
La última esperanza
Jacinto Labaila
19
Cuando todo lo pierde y todo lo aja del destino la cólera funesta; cuando las luces de extinguida fiesta quizás alumbran mortuoria caja; cuando la suerte despiadada raja, los instrumentos de la humana orquesta; aun entonces ¡oh Dios! algo nos resta que aun en nosotros por vivir trabaja La esperanza, ilusión impenitente, hasta el féretro no nos abandona y un cielo nos señala al Occidente, de espinas nos ceñimos la corona, y levantamos la sangrienta frente, con fe sonriendo a la celeste zona.
Mi tierra
Rafael Otero y Castroverde
19
¿Conoces tú la tierra bienhechora donde la palma con la caña crece, donde el mar, ondulante, s estremece, vibrando eterna su canción sonora; donde la noche brilla cual la aurora que en el ártico polo resplandece, donde la indiana virginal florece, y el bardo canta y el esclavo llora? ¡Pues bien! En esa tierra de palmares, donde toda ilusión encuentra abrigo y consuelo el dolor, y yo pesares; bajo ese cielo, de mi bien testigo, entre besos, caricias y cantares, vivir quisiera y fenecer contigo!
Al mar
José Peris y Pascual
19
Al cielo, oh mar, airado te levantas, o hasta el profundo abismo abres tu seno: Braman contigo el huracán y el trueno, y en tu fiereza al universo espantas. Contra las rocas con furor quebrantas soberbias naves, de iracundia lleno: ¿Quién el clamor escuchará sereno, con que las glorias de tu imperio cantas? Mas si es tan grande tu poder, tu brío, ¿Cómo a romper no vas en tu victoria la valla que enfrenó tu poderío? Tu colosal grandeza es ilusoria, y tu voz se perdiera en el vacío, si no cantaras de tu Dios la gloria.
Flor de histerismo
Francisco Lles
19
Conoces tú la historia del viandante que dejara en las rocas del camino sus sandalias de oscuro peregrino y su trágico amor de trashumante Tú sabes como huyó de la alquería, sabes porque su vida noble y franca abandonara la casita blanca, paloma de la agreste serranía Tú le conoces, tu piedad le espera, tu piedad que es gloriosa primavera tiene, para el errante caballero, pereza de jardín, rumor de fuente, milagrosa frescura de torrente y campesina calma de sendero.
Del pasado
Francisco Lles
19
Heme dado a soñar; por la ventana de la casita blanca en primavera, se coló la florida enredadera que sembraste, al partir, una mañana Floreció a mi cuidado Fuerte y sana en abrazos de amor, creció a mi vera; tiene follaje para nidos fuera, y -hasta dentro- los muros engalana ¡Y no has venido a verla todavía! ¿Por qué? ¿Por qué no vienes? Alma mía, vuelve otra vez donde el pasado aguarda. Por que en el desamparo en que nos dejas, trepa que trepa, ya cruzó las rejas y parece decirme: «¡Cuánto tarda!»
La lujuria
José Selgas y Carrasco
19
Luego que arde en destructora llama dentro de corazones corrompidos; afán abrasador de los sentidos, que al alma injuria y al amor infama; urgencia siempre viva, que reclama deleites de continuo apetecidos, por más que han de ser luego aborrecidos al helarse el volcán que los inflama Los generosos dones de la vida a tan ciego placer rinde en trofeo la voluntad al vicio sometida; hasta que al fin del vergonzoso empleo naturaleza tarde arrepentida, se convierte en suplicio del deseo
Safo
Enrique Vázquez de Aldana
19
Es la Grecia inmortal, la que su lira siempre aclama en su lírico torneo pues de su inspiración el centelleo resplandece ante el pueblo que le admira Por el templo de Venus, do se inspira ella se emancipó del gineceo: y al goce le cantó, cantó al deseo de aquel amor que inflama y que delira Abandonada en bello plenilunio llora la hermosa hetaria su infortunio en un raudal de lágrimas ardientes; llega luego de un mar a la alta roca, y después que a Faón llama y evoca se sepulta en las ondas transparentes.
A la memoria de la inspirada poetisa Concepción de Estevanera
José de Velilla
19
Sé que fuiste infeliz como ninguna: te hirió el dolor, mirarte conmovida de todas tus venturas la caída, y las viste morir una por una También me ha herido sin piedad alguna, y bebí de una vez la copa henchida de todos los dolores de la vida y ¿lo creerás? envidio tu fortuna No te oprime terrena pesadumbre, tu paso por el mundo fue ligero; gozas del cielo la divina lumbre ¡Y yo, más infeliz, que nada espero, estoy de mi calvario en la alta cumbre y, clavado en mi cruz, gimo y no muero!
A Eros...
José Rodríguez Díaz
19
No gastes, niña, tu sonrisa loca, no derroches en vano tus venenos, ni con la nieve de tus blancos senos, pienses vencer mi corazón de roca. Es para hablarte la elocuencia poca de tu cuerpo gentil Tus ojos llenos de lujuria inmortal no son ajenos al labio ardiente que besó mi boca Sigamos embriagados Tu blancura me brindará champañas de hermosura, que a chorros brotan de tu cuerpo mago Loba y Chacal, tú y yo nos conocemos y sin hablar de amor nos marcharemos cuando quede la fuente sin un trago.
¡Siempre solo!
Antonio Plaza
19
Si de la clara aurora diamantina se dibujan los célicos albores, los pájaros del viento moradores al éter mandan su canción divina Y si el sol orgulloso se reclina sobre un lecho radiante de colores, llenas de amor las carminadas flores entreabren su corola purpurina. Todos tienen un ser que los comprenda, yo al vicio y la virtud indiferente aislado cruzo la maldita senda, cual se arrastra en las rocas la serpiente; mas tengo un alma de vivir cansada que ni al cielo ni al mundo pide nada.
Episodio del cólera
Ventura Ruiz Aguilera
19
Ya el negro monstruo en el espacio gira de esa desierta habitación callada; ¡Huid! ¡no haya piedad! está apestada y en el revuelo lecho un hombre espira El hijo, ingrato, con horror le mira; y lívida, y la frente desgreñada, lejos su madre arrástrale espantada ¡De entrambos el amor era mentira! Cunde el miedo en el tímido y el fuerte; y al grave riesgo el ánimo abatido, y en todos mudo el sentimiento humano. ¿Habrá infeliz que llore por tu suerte? Sí, que exhalando lastimero aullido, lame un perro leal tu yerta mano.
Estas manos
Carlos Hugo Gamboa Molina
19
Voy palpando la luz con estas manos, abiertas, como estrellas en la sombra; voy palpando la luz, lo cual asombra y maravilla a mis demás hermanos. El firmamento azul y los lejanos astros dorados y la verde alfombra de la naturaleza, do se nombra luz y color, la palpan estas manos Voy palpando las rutas estelares, los desiertos, los montes y los llanos, los siete cielos y los siete mares. Esculcando en los cósmicos arcanos y rastreando detrás de los altares, como buscando a Dios con estas manos.
Sellos hispanos – Toledo
Manuel Serafín Pichardo y Peralta
19
¡Qué evocación tu vista nos despierta en muros, tallas, mármoles y herrajes! Ciudad, no es necesario que trabajes: tu gloria es perdurar viviendo muerta. Una épica jornada en cada puerta, por donde entraron pueblos y linajes; cien leyendas en templos y almenajes, y hasta en el polvo una lección abierta. El alma busca el gótico postigo por el que se asomara Don Rodrigo tras de la Cava, incitadora y linda, y el baño de ladrillos encarnados, que aun parecen estar empurpurados con las vírgenes rosas de Florinda.
Bajo una ventana
Enrique Menéndez Pelayo
19
Dicen que no saldrás, y yo maldigo oyéndolo decir, la suerte mía: ¡Esta noche, bien mío, que traía tantas risueñas cábalas conmigo! Yo que tuve a ese sol por enemigo, pensando que ya nunca se ponía, ¿qué haré de lo que falta todavía hasta la hora de soñar contigo? El aura de la noche mansa eleva los vanos restos de mis sueños de oro y a tu muda ventana se los lleva ¡En qué noche te ausentas, mi tesoro! ¡Hoy que pensaba darte la gran nueva de que con alma y corazón te adoro!
Acaba de salir...
Manuel Justo de Rubalcava
19
Acaba de salir, sagrada aurora, acaba de e salir entre pintadas nubes, que con sus luces regaladas el mismo campo reverdece y dora Con tu amable espectáculo enamora las aves que te esperan desveladas, y devuelve las horas ya pasadas a todo el triste que en la noche llora Mueve las fuentes y las blandas hojas, y pon todo viviente en movimiento ya que al rendido amante desenojas. Propaga tus delicias por el viento, y pues es causa Lais de mis congojas, dile, porque me priva del contento.
En la página primera de Alivio de caminantes, obra de Ricardo León
Félix Etchegoyen
19
Ciertamente un alivio al caminante brinda este libro con amor fraterno, mediante el cual un clásico moderno, resucita a la lírica expirante Caudal, inspiración, forma elegante, todo es aquí, sin duda sempiterno; porque el autor al gusto subalterno, jamás la frente le doblo arrogante. Leedlo, sí, que vuestra vida es prosa, y lucha, sinsabor, odio y mentira desde la cuna al borde de la fosa. Mas, como el hombre la belleza aspira, y aun del ateo la belleza es Diosa, consuelo siempre encontrará en la lira.
La rosa blanca
Carolina Coronado
19
¿Cuál de las hijas del verano ardiente, cándida rosa, iguala tu hermosura, la suavísima tez y la frescura que brotan de tu faz resplandeciente? La sonrosada luz de alba naciente no muestra al desplegarse más dulzura, ni el ala de los cisnes la blancura que el peregrino cerco de tu frente Así, gloria del huerto, en el pomposo ramo descuellas desde verde asiento, cuando llevado sobre el manso viento a tu argentino cáliz oloroso, roba su aroma insecto silencioso y el puro esmalte empaña con su aliento.
Al borde de la tumba
Manuel del Palacio
19
Pequé, Señor, mas no porque he pecado, de vuestra alta clemencia me despido; que cuanto más hubiere delinquido, os tengo a perdonar más empeñado. Si verme pecador os ha indignado, cederéis al mirarme arrepentido; la misma culpa con que os he ofendido os tiene a la indulgencia preparado Cuando vuelve al redil de sus amores una oveja perdida y recobrada, en júbilo se inundan los pastores; yo soy, Señor, oveja descarriada; mirad, Pastor divino, mis dolores, y recobradme al fin de la jornada.
La poeta don Narciso Campillo
José Lamarque de Novoa
19
Cual águila real que en arduo vuelo a la etérea región se alza atrevida, por olvidar, en su extensión perdida, la triste cárcel del mezquino suelo; Así tu alma, con ferviente anhelo, de noble aspiración, de ardor henchida, nueva lumbre buscando, eterna vida, alzose audaz hasta llegar al cielo. Un vivo lampo de la luz fulgente emanación de Dios, que al sol empaña, entonces vino a iluminar tu frente: Y con voz firme, a la maldad extraña, cantaste lleno de entusiasmo ardiente, y vate insigne te saluda España.
A Mercedes
Felipe Pardo y Aliaga
19
Virgen, de puras vírgenes ejemplo, flor delicada entre escogidas flores, óyeme grata, si al cantar de amores, la ya olvidada lira no destemplo. Cuando escucho tu voz, cuando contemplo de tus ojos los lánguidos fulgores que rebelan un alma, encantadores, de la dulzura y la inocencia templo; es cuando a ti, Mercedes, sólo admiro, sólo tú endulzas mi destino adusto, sólo vivo por ti, por ti suspiro. Y mi amor te declaro, porque es justo que la beldad que lo inspiró, lo sepa Pero no se lo digas a la Pepa
Tres cruces – Espartaco
Justo Sierra
19
De los buitres festín los gladiadores y haro de sangre el legionario, al frente de las enseñas tórnase impaciente a Roma, Craso, en pos de sus lictores De la matanza envuelto en los vapores yace Espartaco de la cruz pendiente; y es su can de combate solamente testigo de sus últimos dolores. Sobre aquella pasión callada y tierna lenta cae la noche hora tras hora; cuando la sombra por el mar se interna y el lampo matinallas cimas dora, la cruz se yergue oscura, pero eterna en el vago apoteosis de la aurora.
La gota de rocío
Juan Tomás Salvany
19
La cándida y risueña Filomena una mañana plácida de estío, contemplaba una gota de rocío posada en el botón de una azucena Y como en ella, al reflejar serena la luz del sol, le daba nuevo brío, quiere cogerla y con su dedo frío destruye la ilusión que le enajena Baja la niña la gentil cabeza, diciendo con amargo desconsuelo: -¿Por qué al tocarla huyó tanta belleza? ¿Qué habrá cual ella en el mundano suelo?- -La delicada flor de tu pureza- contesta suspirando un arroyuelo.
La agonía de la rosa
Carlos Ortiz
19
Infiriendo al armiño aleve ultraje con su púrpura intensa y lujuriosa prendida sueña la purpúrea rosa entre las blondas del nevado traje Arrancada al misterio del follaje, languidece en la curva voluptuosa del virgen seno, triste y misteriosa en la pálida bruma del encaje Agoniza; del lánguido capullo, que fue de las florestas el orgullo, un pétalo marchito se desprende con la tristeza de los hondos duelos, y un perfume sutil, ligero asciende como un alma que sube hacia los cielos.
Mi mal
Gertrudis Gómez de Avellaneda
19
En vano ansiosa tu amistad procura adivinar el mal que me atormenta; en vano, amigo, conmovida intenta revelarlo mi voz a tu ternura Puede explicarse el ansia, la locura, con que el amor sus fuegos alimenta, puede el dolor, la saña más violenta exhalar por el labio la amargura. Más de decir mi malestar profundo no halla mi voz, mi pensamiento medio, y al indagar su origen me confundo: pero es un mal terrible, sin remedio, que hace odiosa la vida, odioso el mundo, que seca el corazón ¡En fin es tedio!
Ludovico Ariosto
J. L. Estelrich
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Dulcísima prisión, prisión suave, en donde, no sujeto a la impostura, sino esclavo al amor y a la ternura mi enemiga gentil guardarme sabe. Le es enojo al recluso oír la llave que cierra su prisión, y en mí es ventura, me es vida, me es contento, y me asegura, no juez severo ni sentencia grave, sino amoroso acogimiento, unidos abrazos dulces y el amor en creces, palabras insinuantes, juegos locos, y estrechísimos besos repetidos mil y mil, mil y mil, mil y mil veces y si pueden contarse ya son pocos
Sin esperanza
Rudolfo Figueroa
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¡Vana es la gloria que sin tregua imploras! de aquesta lucha en el abierto estuario debe haber un vencido necesario y tú lo fuiste corazón que lloras. largas tardes sin luz, lentas auroras te vieron aterido y solitario camino de tu áspero calvario coronado de espinas punzadoras Fue un reguero de sangre tu existencia, y ya enfermo, cansado y malherido, despertaste por fin de la pendencia; y aun así ¡desgraciado! le han caído al ataúd que te formó la ausencia paletadas de tierra del olvido.
Holgazanista
Nicolás Arnao
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No nacen al recuerdo mis memorias, ni doy medio centavo por la fama; ni la voz del futuro me reclama, ni adoro esas deidades transitorias. Nunca he soñado, tras la vida, glorias, nunca a mi puerta la mentira llama, dormir es mi blasón en buena cama con susurrantes brisas amatorias. Yo soy materialista, yo no vivo mendigando a la fama algún andrajo: ¿Qué más prosperidad quiero en archivo que dormir y soñar que no trabajo? ¿Qué me importa que el mundo retroceda o que avance su carro sin mi rueda?
Como yo hago un soneto
José J. Villa
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Tomo un papel más blanco que el armiño; lo extiendo en mi carpeta con esmero; la pluma empuño, mojo en el tintero, y con cualquier tesis me encariño. Por ejemplo, el Amor, que es un buen niño, aunque a veces un tanto majadero: mis cuitas le relato placentero, le acaricio después, y al fin le riño. Medito un poco más De nuevo mojo la péñola que, exhausta, ya no escribe, y el hilo del asunto otra vez cojo. Pero, ya aquí, la musa se apercibe de que hacer un soneto fue mi antojo, y que lo de por hecho me prescribe
Mi testamento
Nicolás Arnao
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Por esta voluntad que el cielo ha dado a todo racional a ser de instinto, tan en ajuste como llevo el cinto voy a dejar mi asunto preparado Y aunque a otro modo lo tenía pensado no quiero el uso, quede, por mi extinto, y antes de entrar al último recinto legaré el texto como pan pintado Y en mi cabal sentido y mejor juicio, ante testigos legos y notario, haciendo un escribano el buen servicio, empiezo yo a dictar cual legatario, y doy comienzo y pie del testamento, según vaya encordando el pensamiento. Si acaso he dicho mal, no me desdigo y a mi razón sesuda doy de abono; que así se alzó en la tierra el primer trono, y aquí pongo la historia por testigo Siga escribiendo ahí que a Dios bendigo por su buena intención, que alto pregono; pero los hombres, a quienes perdono, el acta han dado al infernal amigo Justificado o no, con mi alegato, dejo al sobreviviente el aire puro, la luz, el agua, el cielo y por contrato los dulces estrujones del futuro, do quedarán las mil cabezas rotas, cual la mía de ritmos y de notas Lego de modo igual miles dobleces, tanto mentales como del pellejo; mi andar solivio en ruta de cangrejo, con cargas de joroba, las más veces Cojo del alma, sus amargas heces apuradas del mal, triste y complejo, mi física armazón hecha un reflejo, do encorvadas las horas van en creces Un desarme completo de molares, cerrado bosque de viajeros canas, como huyendo a recintos seculares muy lejos de horizontes y mañanas; detrás de las sonrisas engañosas tal cual adiós, del mundo y de sus cosas Asimismo en la nota hago presente que fui en la mocedad algo amoroso: Blasón y timbre que llevé orgulloso por ser en esta secta el más creyente Rendí al amor mi lauro reverente y no tuve razón de estar quejoso, y si me quejo hoy, es que brumoso me despide a ultratumba sonriente El consejo, por tanto, no es extraño de este bien puro que nos dejó el cielo: Y aparte de un revés o algún engaño es mejor lo que existe sobre el suelo Por eso lo acotejo en inventario y prosiga a otra línea el buen notario Como parte del texto al desligarme de la armazón huesosa que me anima, cumple a mi voluntad que se me exima de al buen morir alguna ayuda darme Solo y tranquilo pienso trasladarme cuando Natura la guadaña esgrima, sin que un buen cura se me venga encima con la santa intención de confesarme Si acaso busca mi último secreto, no tengo inconveniente en darle cita, allá por ultratumba, do prometo ponerlo al tanto si lo solicita, y me encuentre a su vez los pecadillos que echó de la sotana en los bolsillos Fáltame tributar al auditorio cual moderno orador, por más, sesudo, mi estilo original del que no dudo harán reliquias en conservatorio En Bellas Letras prenda de abalorio su juicio literario irá en menudo, basado en que cualquiera tartamudo por literato pasa al purgatorio Con letra igual y causa semejante, recomiendo mi clásico discurso, que por ser del sagrario trashumante, en pena de destierro será incurso, y no me extrañará que en el proceso a palos no le dejen sano un hueso Este es, caro lector, mi testamento, tres días he tardado en escribirlo, lo dejo cual nació, no he de vestirlo, que al natural expreso lo que siento Bien comprendo que no es un monumento, ni el espacio traslado como un mirlo, y aunque del arte las celadas birlo, de sabios que escasean, no es el cuento Si excomunión le cae o cosa grave, diré que de melindres no me visto, y como a nada nuevo doy en clave voy con la muchedumbre do persisto, en derrocharles cantos a mi antojo aunque algún preceptista muestre enojo
En el segundo centenario de D. Pedro Calderón de la Barca – VII
Numa Pompilio Llona
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Desde las playas de la mar de Atlante tendido, hasta el confín remoto hesperio, y el Ártico y Antártico Hemisferio abarcando con brazos de gigante; bajo sus pies el rayo fulminante en las garras del ave del Imperio; así el mundo, doblado al yugo ibero, miró de España al Júpiter Tonante: Y, entre el asombro del linaje humano, brotó en seguida -tras- congoja acerba, tras dolorosa agitación confusa, del gran cerebro del coloso hispano, armada y refulgente cual Minerva, ¡Oh, Calderón! ¡tu prodigiosa Musa!
Relámpagos
Manuel del Palacio
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Romper airado la tiniebla oscura, brillar un punto iluminando el cielo y sumergirse como mar de hielo del olvido en la inmensa sepultura; dibujar en el aire una figura con todos los colores del anhelo, y verla a otra región tender el vuelo o bien fundida en la materia impura ¡Todo eso hace el relámpago! Mucho antes de afligir o alegrar con su presencia muere en las sombras que alumbró distantes; amor, ventura, fe, gloria, inocencia, ¿Qué sois sino relámpagos brillantes en la noche sin fin de la existencia?
A las flores
Julio Zaldumbide Gangotena
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Prole gentil del céfiro y la aurora, nacida con el don de la belleza; gracias con que la gran naturaleza ríe, y su augusta majestad decora La luz del sol, que el universo dora, no tanto de su frente en la grandeza, cuanto en vosotras linda se adereza, y con matiz más gayo se colora. En el campo del éter las estrellas son flores celestiales, y en el suelo vosotras sois estrellas de colores Tan puras sois, en fin, al par que bellas, que pienso que del mundo el claro cielo no tiene cosas más que almas y flores
En el libro de poesías
Mercedes Matamoros
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Del libro en que tú y él habéis leído graba ¡oh, niña! en la página postrera la palabra más triste y lastimera para el ardiente corazón: ¡olvido! Símbolo de la muerte, al que ha sentido la dicha, la pasión, la fe sincera, le dice esa palabra que es quimera cuanto está por nacer o que ha nacido Y esos versos que a amar te convidaron, y a dos almas dormidas despertaron que sobre ellos sus lágrimas vertieron, serán ¡ay! cual las notas suspiradas que exhalaron dos olas enlazadas y en el mar de la vida se perdieron
Si de la nada vengo, y en la nada
Manuel de la Revilla
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Si de la nada vengo, y en la nada triste fin ha de hallar mi amarga vida, y el alma pura que en mi pecho anida ha de ser en el polvo sepultada; si es ilusión la gloria deseada, y mentira la dicha prometida, y el eterno ideal sombra fingida, del vano sueño en la región forjada, ¿por qué me diste, bárbaro destino, esta sed de placeres insaciable y este ideal de espléndida hermosura, si al término fatal de la jornada me ha de arrojar la muerte inexorable en el abismo de la nada impura?
Sonetos – IV
Melchor Palau y Català
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Cuando el sol caminaba hacia su ocaso, vio Nise a Amor en su florido otero, y, acercándose a él con lento paso, cogióle entre sus brazos prisionero. Queriendo engalanarse con sus galas, fue arrancándole plumas de las alas; tantas, que cuando quiso alzar el vuelo, quedose el dios como adherido al suelo. Desde aquel día, en los torneados brazos de mi amada reposa el ciego niño, a hurto disparando esos flechazos que abren hondas heridas de cariño Por eso cuantos a mi Nise miran flechados pro Amor, de amor suspiran
¡Paz, año nuevo!
Mercedes de Velilla Rodríguez
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Ven, Año Nuevo, y sobre Europa ondea la blanca enseña de la paz bendita: del fiero encono, que a la lucha excita, no más el mundo los horrores vea Caiga extinguida la incendiaria tea que alza soberbia la ambición maldita, y únanse pueblos, que el rencor agita, con lazo fraternal que eterno sea Gime la tierra de la sangre al riego bajo el tronante vendaval de fuego que extermina a los míseros humanos Ven, y recuerda al hombre empedernido la palabra de Dios, que está en olvido; su palabra de amor: «Todos hermanos»
Soneto
Mercedes de Velilla Rodríguez
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Tejieron en tu honor, hermano mío, consagrados efectos bienhechores, esta corona de admirables flores, para librarlas de abandono impío. Les dio tu numen mágico atavío; tu sentimiento, aromas y colores; el hondo manantial de mis dolores les dará de mis lágrimas rocío. Esta ofrenda el cariño te destina: el libro en que tu espíritu se siente y que tu genio altísimo ilumina. Si, en larga noche, mi pensar doliente sobre sus hojas mi cabeza inclina, tu alma querida besará mi frente
Al dolor – II
Gaspar Núñez de Arce
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¿Quién escapa de ti? ¿Quién tu castigo evita? ¿Quién se esconde a tu mirada? Desde que el hombre emprende su jornada de la cuna al sepulcro, va contigo Mas no con torpe lengua te maldigo ¡oh Dolor!, cuya fuerza incontrastada, como Dios sacó un mundo de la nada, sacas del mal la luz que adoro y sigo. Fuerte artista que labras tu escultura, el bloque humano sin piedad golpeas y el bien arrancas de su entraña dura. Chispas de tu cincel son las ideas con que iluminas nuestra noche oscura, cuando tus obras inmortales creas.
La Enmienda Platt
Augusto E. Madan
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Tal vez porque a las buenas no medrabas, simulacro naval quiso imponerte; y opinión del país, fue, sin leerte, que Libertad y Patria cercenabas. La Convención después, de luchas bravas, aprobarte decide al conocerte Diplomacia o lealtad, ¿temió al más fuerte o salvándote vio que nos salvabas? Si entiendo de política muy poco, la tierra miro que tu ley nos quita sin descubrir, en cambio, el bien que creas De tu propia conciencia el juicio invoco, y te digo: ¿Proteges? ¡Sé bendita! ¿Cubres la usurpación? ¡Maldita seas!
A la cascada La Caprichosa
Manuel del Palacio
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A tu arrullo gentil me dormí un día, y parecióme en sueños ver un hada que, del agua y del cielo enamorada, desde el cielo entre espumas descendía Alfombra era a su planta la onda fría, túnica de su cuerpo la enramada, y de su sien corona regalada la nube que en sus pliegues la envolvía. Pronto volví del éxtasis divino; mas de nuevo admirando tus cambiantes, tu regia pompa y tu feliz destino, trocose en realidad el sueño de antes, y el hada que me ocultas adivino detrás de su aderezo de brillantes
Desencanto
Ramón Asensio Mas
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¡No puedo más! Cuando mi carne abrasa, tu carne toco como el mármol fría y al estrujar tu boca con la mía experimentas sensación escasa. En mí, el amor es el turbión que arrasa, la fiebre intensa, la pasión bravía; en ti un capricho más, que juraría que no deja señal por donde pasa Yo sufro al poseerte, porque veo que te entregas sin goce ni deseo como a caricias débiles o extrañas ¡Y mi orgullo de macho siento herido viendo que, a mi pesar, no he conseguido despertar el amor en tus entrañas!
Al mismo asunto
Rafael María Baralt
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Alto Portento del amor divino tus oprobios, ¡oh Cruz!, torna en blasones y el suplicio de esclavos y ladrones de Dios a la mansión abre el camino Lábaro fuiste al magno Constantino y por ti victoriosas sus legiones anunciaron a pueblos y a naciones nueva luz, nuevo altar, nuevo destino Entre cielo y tierra lazo fuerte, del orbe antorcha, de la historia guía en quien eterna la verdad reposa; cuando vive y respira vendrá a muerte; Tú con Jesús en el postrero día asistirás triunfante y gloriosa.
Soneto
A. Calvo
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Un soneto me manda hacer Elvira sin saber si soy buen o mal poeta, porque es niña, inter nos, algo coqueta, y por tal pequeñeces nunca mira. Ella sabe que yo, su amigo, lira taño o rasco, y al punto así le peta, y en lugar de pedirme una cuarteta un soneto me pide ¡Qué me admira! Un soneto, Dios mío, lance duro ¿Qué diré que me saque del apuro? ¿Qué diré que me libre del aprieto? Le diré que es hermosa y hechicera, y divina y graciosa, y lo que quiera que ya no cabe más en un soneto
A una tonta
Rafael María Baralt
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Nadie lo niega, Elisa, y yo el primero, si alguno lo negara, lo diría: todo en tu cara hermosa es simetría; cada cual de tus ojos un lucero. Y nada excede en garbo al hechicero talle gentil, ni en noble bizarría la cadera, que al sesgo se desvía y columpia amoroso el pie ligero. Nadie lo niega, hermosa, y quien delira por tu albo seno que al placer provoca: quien, tu cuello al mirar, tiembla y suspira, pero hay dos gracia sen tu linda boca que el mundo sabio, sobre todo admira: tu charla eterna, y tu reír de loca
La casada
Rosario («Crisantema») Sansores
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¡Dulce Mari Rosa, cuán emocionada vistió aquella noche su traje nupcial! ¡Qué júbilo inmenso brillo en su mirada y avivó sus labios de suave coral! Cuando el sacerdote, con su voz pausada, pronunció las breves frases de ritual, inclinó la frente trémula y turbada, teñida en rubores su faz virginal. Después el idilio La noche de bodas La excursión al Norte Lo mismo que todas las mujeres, tuvo su luna de miel Para ver que el lento correr de los años, su ilusión, herida por los desengaños, se agosta lo mismo que un rojo clavel.
Naufragos
Francisco Javier Ugarte y Pages
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Demandando, Señor, piedad y olvido, llega a Ti mi indigencia desvalida: alma por las borrascas combatida, busco el calor y la quietud del nido. Morir quiero, Señor, como he vivido, abrazado a tu Cruz, mi dulce égida, que es la fe para el náufrago en la vida faro entre cielo y tierra suspendido Así la frágil, perseguida nave, refugio pido al abrigado puerto y el beso espera de la brisa suave. Así, cansada de su rumbo incierto, a la alta esfera se remonta el ave, peregrina del mar y del desierto.
El sol y la luna
José Santos Chocano
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Entre las manos de mi madre anciana la cabellera de su nieto brilla, y es puñado de trigo, áurea gavilla, oro de sol robado a la mañana. Luce mi madre en tanto -espuma vana que la ola del tiempo echó a la orilla- a modo de una hostia sin mancilla, su relumbrante cabellera cana Grupo de plata y oro que en derroches cubren mi corazón de regocijo No importa nada que el rencor me ladre, porque para mis días y mis noches, tengo el sol en los bucles de mi hijo y la luna en las canas de mi madre.
En el desierto
Manuel José Othón
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A fuerza de pensar en tus historias y sentir con tu propio sentimiento, han venido a agolparse al pensamiento rancios recuerdos de perdidas glorias Y evocando tristísimas memorias, porque siempre lo ido es triste, siento amalgamar el oro de tu cuento de mi viejo román con las escorias ¿He interpretado tu pasión? Lo ignoro; que me apropio, al narrar, algunas veces el goce extraño y el ajeno lloro Sólo sé que, si tú los encareces con tu ardiente pincel, serán de oro mis versos, y esplendor sus lobregueces
A una lágrima
Francisco Javier Ugarte y Pages
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Lágrima de mis ojos desprendida, que, surcando mi rostro dolorido, a mi espíritu ciego has infundido la visión de la tierra prometida: Eres la fe en lo Eterno, la escondida fuente de la piedad y del olvido -El llanto bienhechor por mí vertido ha fecundado el yermo de mi vida Ven a mí, ven a mí, lágrima ardiente, pues me das la esperanza halagadora de que hay un Dios que acoge sonriente al infeliz mortal, que sufre y llora -Del último fulgor del sol poniente nace el primer destello de la aurora
GRITO DE ALERTA II
Fernando María Guerrero
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Da a la nave de tu empeño anchas velas de ambición y boga en pos de tu ensueño con la diestra en el timón. Si el celaje arruga el ceño y tiene el mar bronco sea, di al temporal: "¡Soy tu dueño y es firme mi corazón" Batirá el mar turbulento tus amuras y tu quilla en tonante batahola; pero, erguido bajo el viento, te verán desde la orilla como un dios sobre una ola...
Arrepentimiento
Mercedes Matamoros
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¿Y vuelves cariñoso? ¡Bienvenido! con las dulces turquesas de tus ojos, tus áureos buques y tus labios rojos, que en mi regazo encontrarán un nido. Quédate blandamente en él dormido sin recordar mis celos, mis enojos, ellos son de mi amor tristes despojos, llévelos en sus alas el olvido. Contempla la pradera perfumada en que te conocí Los dos gustamos de esta gran vid la fruta delicada: duerme a su sombra, juntos reposemos sin afán ni dolor ¡Hoy nos amamos! ¡Quiera el cielo que nunca despertemos!
Incoherentes
Carlos Póo Urbach
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¡Los fervientes anhelos! los que hilan los flébiles amores celestiales y enervando el dolor de los mortales cual lánguidas visiones se perfilan; en mi alma nostálgica destilan el aroma de goces ideales, y lívidos fantasmas, espectrales por mis ensueños cándidos, desfilan; al cruzar por mi mente oscurecidos como un sol deslustrado que se apaga o tristes como pálidos dementes; entumecen mis nervios doloridos con la dulzura misteriosa y vaga que engendran los delirios incoherentes
Velada
Carlos Póo Urbach
19
En la blanca frialdad de la neblina su lívido semblante verde-plata la luna arropa, y tenue se retrata tras su manto de aérea muselina Cuando en su curso agónico declina hacia el ocaso, su cendal desata, y el nítido sudario desbarata su luz que argenta y pálida ilumina Filtrando el cortinaje de la bruma, en la onda azul, crenchada por la espuma al irisar sus últimos fulgores, copia del tedio abrumador el astro que al surgir en mi cielo, deja el rastro de su fúnebre brillo en mis amores
La orgía
Mercedes Matamoros
19
¡Te acuerdas! Fue una noche deliciosa Cupido en torno nuestro sonreía, y en el loco bullicio de la orgía a tu lado me hallé, tierna y gozosa! Dulce vino de Chipre, en la preciosa copa te dio a libar la mano mía; con mis trémulos brazos te ceñía, más que nunca incitante y voluptuosa! ¡Sentí en la boca un ósculo de fuego! Después, voluble, con suprema calma te fuiste, sin oír mi blando ruego! Mas del beso fugaz quedó la huella, ¡ y aun palpita, encendido, aquí en mi alma, como en cielo nocturno, ardiente estrella!
Grito de un culpable
Francisco Javier Ugarte y Pages
19
De la mano de Dios abandonado, el sello de Satán llevo en la frente: que arrastra mi conciencia eternamente el grillete maldito del pecado Para salir, Señor, de tal estado, mi frágil voluntad es impotente, a asfixia condenada en el ambiente que emponzoña la vida del malvado Me aborrezco a mí mismo y me desprecio, derrumbado hasta el fondo de la sima donde oculto, Señor, mi orgullo necio Mi espíritu conforta, me fe anima: esclavo de mi culpa, ¿no habrá precio que de esta servidumbre me redima?
Sonetos – II
Miguel W. Garaycochea
19
Como tremendo rayo que impaciente de verse en opresión, rompe furioso el seno de la nube y desdeñoso de la alta esfera baja reluciente; e infundiendo terror al insolente ilumina y no daña al que medroso, en medio del silencio tenebroso, perdió la senda y huye de repente; así este héroe inmortal de eterna fama viene y aterra al opresor cobarde, alumbra nuestra dicha, nos inflama del entusiasmo patrio que en él arde, y cuando «Libertad» su voz proclama, muere aún haciendo del morir alarde.
Abstracción
Julio Flores Roa
19
A veces melancólico me hundo en mi noche de escombros y miserias, y caigo en un silencio tan profundo que escucho hasta el latir de mis arterias. Más aún: oigo el paso de la vida por la sorda caverna de mi cráneo como un rumor de arroyo sin salida, como un rumor de río subterráneo. Entonces presa de pavor y yerto como un cadáver, mudo y pensativo, en mi abstracción a descifrar no acierto. Si es que dormido estoy o estoy despierto si un muerto soy que sueña que está vivo o un vivo soy que sueña que está muerto.
La tarde
Vicente Silveira
19
¿Ves Quelina gentil, como desciende el Sol a ocaso y con purpúrea tinta, forma pareja y admirable cinta sobre esa faja azul, que más se extiende? ¿Ves cuanto pajarillo el aire hiende en dirección a la arbolada quinta que miramos allí? ¡Qué humano pinta tanta beldad que el ánima suspende! De ese arroyo que, dulce murmurando por aquel verde bosque se abre senda, silvestres florecillas refrescando, sentémonos al margen, cara prenda, y de nuestros amores conversando, la ya próxima noche nos sorprenda.
A S. M. la reina Victoria – I
Napoleón Quesada
19
Llegue mi voz a ti, Reina de España; hay en tu nombre un símbolo de gloria, pues al llamarte el español Victoria, el triunfo dice en la tenaz campaña. Al grito de Victoria, nunca huraña será la suerte, y en la hispana historia, guardará cada página memoria de alguna heroica fulgurante hazaña Compañera de Alfonso, le sublimas; llevas su mente a las excelsas cimas le imprimes tu bondad para los seres. Por su alta mente y su virtud constante, él es de nuestra casta hierofante: es nuestro Rey, y nuestra Reina tú eres.
Soneto sin la letra «a»
Francisco Agüero y Agüero
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Proponerse escribir un buen soneto, vencedor del sepulcro y del olvido, en círculo vicioso protegido por el dique imponente del respeto Es mucho pretender, error completo por todos por doquier reconocido; y yo que entiendo y lucho decidido, con el silencio responder prometo ¿De dónde, «Juventud», de dónde viene el principio despótico que impones? ¿Quién del numen los ímpetus detiene del modo estoico que feliz propones? No tu precepto en mis oídos vibre Libre es el genio porque el hombre es libre.
La cigarra
Miguel Sánchez Pesquera
19
Amor del sol, mi origen es divino; embelesado Sócrates me oía; delicias era de la Grecia un día; me habló Virgilio en verso peregrino. Cantar, amar, morir es mi destino Yo de la ciencia gaya en la porfía, el premio soy que el trovador ansía Canto la siesta en odorante pino. Soy la cigarra; en el tendido llano nací de junio en el calor primero, alma del trigo y su fecundo grano; y enamorada de la luz espero, la encendida mañana del verano, y canto el sol y cuando canto muero.
A un traidor afortunado
Gaspar Núñez de Arce
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¡Goza, goza en tu infamia! La serena y osada faz levanta satisfecho: insulta la virtud, huella el derecho, y arrostra la opinión que te condena. Como lugar de crímenes que llena de cruces la piedad, muestra tu pecho, si para el vil a las perfidias hecho son premios los honores y no pena ¡Alienta pues! La multitud olvida, el tiempo envuelve la verdad en dudas, la historia engaña, el éxito sanciona Únicamente amargará tu vida la implacable conciencia, el juez de Judas, que ni olvida, ni miente, ni perdona
Estudia, trabaja, descansa – Estudia
Elías Calisto Pompa
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Es puerta de la luz un libro abierto: entra por ella, niño, y de aseguro que para ti serán en lo futuro Dios más visible, su poder más cierto El ignorante vive en el desierto donde es el agua poca, el aire impuro: un grano le detiene el pie inseguro; camina tropezando: ¡vive muerto! En ese de tu edad Abril florido recibe el corazón las impresiones como la cera el toque de las manos; estudia y no serás cuando crecido ni el juguete vulgar de las pasiones, ni el esclavo servil de los tiranos.
¡Amor!
Gaspar Núñez de Arce
19
¡Oh eterno amor, que, en tu inmortal carrera das a los seres vida y movimiento, con que entusiasta admiración te siento, aunque invisible, palpitar doquiera! Esclava tuya la creación entera, se estremece y anima con tu aliento, y es tu grandeza tal, que el pensamiento te proclamara Dios, si Dios no hubiera Los impalpables átomos combinas con tu soplo magnético y fecundo; tú creas, tú transformas, tú iluminas, y en el cielo infinito, en el profundo mar, en la tierra atónita dominas, Amor, eterno Amor, alma del mundo
La que debo amar
José Ramón de Betancourt
19
No quiero un ángel, no: que en ilusiones así miraba a una mujer divina, mas busqué el alma y la encontré mezquina, juguete vil de necias impresiones No quiero la mujer cuyas pasiones, ardientes como el sol que me ilumina, en el lecho de infame Mesalina me haga olvidar mis castas afecciones. Quiero un alma sencilla tierna y pura, que la virtud anime con su llama, que en su fiel corazón guarde el tesoro de mi honor, mi consuelo y mi ventura Así es la virgen bella que me ama, así la debo amar, así la adoro.
Un par de estrellados
Felipe «Pichorra» Salazar
19
El último rubor quedó vencido, cayó su camisón color de rosa y ante su nívea desnudez de Diosa arrodílleme absorto y conmovido. Besé todo su cuerpo sometido a mi pasión insana y lujuriosa y empecé la tarea deliciosa de introducir el pájaro en su nido Cuando al fin, a la gloria transportados nos sentimos llegar, aquella hermosa, palpitante de amor, henchida el alma, tiróse un par de pedos tan tronados, que tuve que bajas con toda calma a recoger mis huevos estrellados
Siete verdades
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo
19
A todo literato que es plagiario, opino que lo zurren como a un quinto, y el ministro que juegue al par y pinto, suele luego jugar lo del Erario. La cabeza de todo secretario viene a ser un confuso laberinto, y abogado que toma vino tinto, vende luego su cliente a su contrario Una mujer coqueta es una arpía, y es un ruin badulaque, es un bolonio, el que encomia su vil coquetería. Y llevar una suegra al matrimonio, que nos muela de noche y todo el día, es llevar por los cuernos al demonio.
Placeres de la soledad
Manuel González Prada
19
Pláceme, huyendo el mundanal ruido, tender al bosque mi ligero paso y en la negra espesura errar perdido al fallecer del sol en el ocaso; pláceme agreste monte y escondido, luna que brilla en el etéreo raso, volcán de eterna nieve revestido, fuente sonora y arroyuelo escaso. Que en tu recinto, soledad secreta, duerme el dolor que al infeliz oprime y es todo paz y venturanza quieta: habla el silencio en tu solemne calma; adormecido el universo gime y ábrense a Dios el corazón y el alma.
Germinal – I
César Luis de León
19
Es la sombra en los campos tristemente dormidos sobre el vientre fecundo de la tierra callada Sangran vida los cortes de los troncos, heridos por el hacha del Hombre Ya es la noche cerrada Una luz la Tiniebla nos enseña de lejos; los cocuyos fugaces prenden lumbre a sus ojos, y hay nidos en las ramas de los árboles viejos y ensueños en el alma de los rudos abrojos. El Silencio ha tendido sus escalas, sombrío sobre el alma infinita de las cosas El río quedamente sus líricas espumas deshilvana Median brotes secretos en el Germen gigante, pero bajo la calma de la noche inquietante Naturaleza grita su canción extrahumana.
Amor
Juan Francisco Manzano
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Azucena gentil, fragante y pura, que das galas al vergel, vertiendo amores, tú eres, flor, la más linda de las flores siendo igual tu modestia a tu hermosura. La peregrina llama que fulgura en tus cubanos ojos brilladores, disipa en su expresión mis sinsabores como emblema de gloria y de ventura. Yo te adoro, mi bien, como a la brisa ama el gentil sonoro riachuelo, como adora el sunsún a la floresta; pues en tu joven frente se divisa el timbre halagador que te dio el cielo de hermosa, de cubana y de modesta