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Beso divino | Luis Felipe Contardo | 19 | Fue al pie de unas palmera Las turbas silenciosas,
que no sienten fatigas, olvidadas del pan,
escuchan de los labios de Jesús altas cosas
y ante el hondo misterio pensativas están.
Unos niños levantan sus caritas de rosas;
de los ojos divinos les atrae el imán;
acercasen quisieran, mas las manos rugosas
de los viejos apóstoles se oponen a su afán
Y Jesús dijo entonces: «¡Dejadles!, son los dueños
del cielo de mi Padre todos estos pequeños,
dejadles que a Mí vengan, e imitad su candor
si queréis formar parte de mi reino bendito!»
En seguida inclinose hasta el más pequeñito
y lo besó lo mismo que se besa una flor.
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Miserere mei | Francisco Javier Ugarte y Pages | 19 | Un día llegará tal vez cercano,
en que mi pobre espíritu abatido,
por el dolor o la vejez rendido,
se postre ante tu rostro soberano.
¡Perdónale, Señor! Si fue liviano,
mísero pecador empedernido,
humillado a tus pies y arrepentido
no ha de implorar tu compasión en vano
¡Perdónale, Señor! Desde la alteza
donde, Rey de los reyes, erigiste
la eterna majestad de tu grandeza
Perdónale, Señor: víctima triste
de la vil condición y la flaqueza
de esta carne mortal ¡que Tú le diste!
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Desolación | Carlos Póo Urbach | 19 | Como el gallardo paladín caído
viendo inutilizada la cimera,
levanta desde el polvo su bandera
como postrer esfuerzo de vencido
Así mi corazón, mártir herido
por aciago pesar, ya nada espera,
mas sostiene su fúlgida quimera
como un faro entre ruinas encendido
¡Oh Señor! Si perpetuo desolado
cruzando los senderos terrenales,
llevo mis ilusiones condolidas
¡Infúndele a mi espíritu agobiado
la fe de religiosos ideales
o el heroico valor de los suicidas!
|
La bestia | Mercedes Matamoros | 19 | Es lo más negro de aquel monte umbrío,
nuestro lecho, Faón, he preparado,
¡de mi pecho el volcán se ha desbordado!
¡de la fiebre fatal ya siento frío!
¿No escuchas a lo lejos el sombrío
león, que con rugido apasionado
responde a la leona, en el callado
y hondo recinto de su amor bravío?
¡Amémonos así! Ven y desprende
de mi ajustada túnica los lazos,
y ante mi seno tu pupila enciende!
¡Es el amor que humilla y que deprava!
¡No importa! Lleva a Safo entre tus brazos,
donde loco el Placer la rinda esclava!
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Reposo | Mercedes Matamoros | 19 | Como errante viajera fatigada
quiero olvidar del tiempo en que he vivido
la punzadora espina que me ha herido
y la copa de néctar rebosada
Ni aun siento abandonar la bien amada
tierra hermosa del sol en que he nacido;
¡tanto mi corazón ha padecido
de su triste existencia en la jornada!
Quédanse aquí la gloria, los amores,
los diamantes, los pájaros, las flores,
cuanto a gozar y sonreír convida;
mi único anhelo es verme sepultada
en el seno del Todo o de la Nada,
y no tornar a conocerte ¡oh, vida!
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In extremis | Carlos Póo Urbach | 19 | Aura sutil su clámide olorosa
de verde enredadera en los festones
desgarra Melancólicas canciones
flébiles surgen de la selva hojosa
Tiñe el cielo su bóveda azulosa
con lácteas tenuidades de jarrones,
y en el ocaso humeantes bermellones
del sol la veste esparce esplendorosa
Como un pálido ejército las garzas
van acampando en las punzantes zarzas
que bordan los linderos del camino
donde en áspero lecho de fría piedra
que alfombra crespa exuberante hiedra
agoniza extenuado peregrino
|
Lumen dei | Francisco Javier Ugarte y Pages | 19 | ¿Qué es la Gracia, Señor? Rayo divino
que el corazón del pecador inflama
y ardor le infunde y claridad derrama
a través de su lóbrego camino;
iris de paz al triste peregrino,
místico faro, refulgente llama
a cuya luz la humanidad proclama
árbitro a Dios de su inmortal destino
La nube gris que en el espacio flota,
sucumbe al sol tras la tormenta ruda
que el mar encrespa y el vergel azota
Así, al caer las sombras de la duda,
entre esplendores la Esperanza brota,
vibra el Amor con elocuencia muda.
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EL DIVINO LOCO | Fernando María Guerrero | 19 | Hidalgo de la Mancha: todos los malandrines
siguen clavando flechas de escarnio en tu figura,
pues no alcanzan el vuelo de tu genial locura
los que viven reclusos, en sórdidos confines.
Yo hago mía la senda por donde tú camines;
en pleno siglo XX proclamo tu aventura,
y voy en ansia eterna de aquella calentura
que te exalto por cima de osados Palmerines.
Herirán nuevas piedras el árbol del Ensueño,
pero sobre las piedras volará Clavileño
llevando al Infinito la carga de una idea;
y toda noble diestra, asida a su destino,
quebrará en las dos aspas del más alto molino
las lanzas de su esfuerzo vital por Dulcinea… |
Todo nos llega tarde | Julio Flores Roa | 19 | ¡Todo nos llega tarde, -hasta la muerte
Nunca se satisface ni se alcanza
la dulce posesión de una esperanza
cuando el deseo acósanos más fuerte
Todo puede llegar; pero se advierte
que todo llega tarde: la bonanza,
después de la tragedia; la alabanza,
cuando está ya la aspiración inerte
La Justicia nos muestra su balanza,
cuando sus siglos en la Historia vierte
el tiempo mudo que en el orbe avanza;
Y la Gloria, esa ninfa de la suerte,
sólo en las viejas sepulturas danza
Todo nos llega tarde: -hasta la muerte.
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María | Vicente Silveira | 19 | Ante una hermosa, cristalina fuente
en cuyo fondo el cielo se veía,
ayer estaba la gentil María
contemplando la linfa transparente.
Del astro rey la imagen esplendente
en el límpido azul resplandecía
y copiada en el agua se veía
el rostro de mi amiga, sonriente
Yo que a la margen de la fuente aquella
por acaso tal vez me encaminara,
de espaldas viendo a la gentil doncella.
Sigiloso a su lado me acercara:
Miré a la fuente y encontré más bella
que el Sol y el Cielo la divina cara
|
Son...sone...tes | Julio Flores Roa | 19 | Oh tú que en gradación eterna y muda
has ostentado todos los colores,
como el iris que el sol con sus fulgores
forma en la negra inmensidad desnuda!
Tú que conoces al varón que suda
de un mísero destino los rigores;
tú, que ya no tendrás días mejores
de esta existencia en la batalla dura;
Tú, que verde y sutil como la malva
cubrir osaste como al sol la nube,
de nuestro amigo la luciente calva;
Hoy que el sepulcro tu carrera ataja,
no te diré como a la niebla: ¡Sube!
Yo te diré como a la noche: ¡Baja!
Duerme tú, que sufriste los sudores
de esa columna humana en cuya cumbre
tanto el alma vertió candente lumbre
que hasta el pasto quemó con sus ardores
Duerme tú, que jamás sucios favores
lograste, como muchos, por costumbre;
que toda tu asquerosa podredumbre
se torne al cabo en perfumadas flores
No, la muerte no es noche; es luz, es alba
que a la niebla de la nada aterra
y de la sombra sepulcral nos salva;
Como el cadáver que la tumba encierra,
tú bajaras desde la estéril calva
de Carlos, ¡ay!, a fecundar la tierra
Tú, que la cumbre de Tamayo un día
ocupaste como águila altanera,
que bajo el dombo de la azul esfera
mira la muda inmensidad vacía;
Tú, que en la noche tempestuosa y fría
diste abrigo en la calma y en la cuera
de aquel que es más delgado que una cera
y más largo tal vez, que una bujía
Debes dormir en el recinto oscuro
de la tierra, que es madre bondadosa,
que lecho da a su huésped, jamás duro,
y que hace al rededor nacer la rosa
y tornar en ambiente blando y puro
todo lo que al morir rueda a la fosa
Reposa, pues entre la tumba hueca
que va a cambiar tu singular destino;
ya que malezas no hubo en tu camino
llevas al fenecer mucha manteca
Aunque muerta, tu cinta no está seca;
quizás untada de aguardiente o vino,
de la muerte en el raudo torbellino,
como todas irá de Ceca en Meca
Pero tal vez la savia oscura y sola
de la fecunda tierra, cuyo aliento
vaga al acaso como inmensa ola,
hará de ti, para halagar al viento
el cáliz de una trémula amapola
o la corola azul de un pensamiento
|
Sonetos – I | Miguel W. Garaycochea | 19 | ¿No te ha buscado, Filis, un mancebo
de gallarda presencia, rostro hermoso,
halagüeño mirar, lindo y gracioso,
cual aparece por oriente Febo?
Si a buscar tu beldad fuese de nuevo,
recíbele de un modo cariñoso,
pues, aunque niño tierno y amoroso,
es el terrible amor, decirte debo.
Mi corazón te mando, entre tus manos,
cual una pira ardiendo en la cruel llama
que prendieron tus ojos soberanos,
que su quietud perdida te reclama;
o que dejando los temores vanos
le ames en recompensa cuanto te ama
|
Plegaria | José María de Ortega Morejón | 19 | Señor, yo creo en Ti; sé que tu mano
me arrancó de la nada; que tu acento
calma y encrespa al mar, desata el viento,
hunde la cumbre y agiganta el llano;
que es sombra de tu paso soberano
toda la luz que esmalta el firmamento,
que lees el porvenir y el pensamiento
y que igualas al siervo y la tirano
Nada existe que olvides o que ignores
la hoja del árbol por tu voz se mueve
y Tú ahuyentas o excitas los dolores,
¡mas sé también que nunca te conmueve
mirar mi corazón, lleno de amores,
siervo de un corazón lleno de nieve!
|
La reja andaluza | Marqués de Almendar | 19 | A través de la reja musulmana
que adereza la yedra y los claveles;
dando asunto a los mágicos pinceles
aparece la típica ventana
El sol que alumbra a la gentil mañana
haya en la reja a los amantes fieles,
y dorando del majo los caireles
un rostro femenil tiñe de grana
Se quiebran en moriscos azulejos
del luminar gigante los reflejos
que roban al esmalte sus colores,
y los ojos de ardiente fantasía
ven la reja en mi hermosa Andalucía
como clásico altar de los amores
|
Invierno | Félix B. Visillac | 19 | Invierno, viejo triste que mis flores desglosas
has puesto una nostalgia en mi antiguo balcón;
de mi rosal cayeron moribundas las rosas
y en mi jardín la fuente suspendió su canción
De un parque olvidado, en las sendas sombrías
hallo dulces recuerdos de mi edad infantil;
cómo pasan las horas, cómo huyen los días
la vida es un perfume embriagante y sutil.
Invierno, viejo triste, mi loca fantasía
te imaginas que partes con tu melancolía,
con tu aspecto severo, con tu cara tan gris,
por eso es que reclamo mis rosas y glicinas,
y las dulces viajeras del amor, golondrinas,
que me traigan romances de un lejano país!
|
La gran mentira | Félix Valencia | 19 | Cristo y Judas son flores de heroísmo
y la una sombra agranda la otra lumbre;
si Cristo es grande como toda cumbre,
Judas es negro como toso abismo.
Mas los dos, por extraño fatalismo,
al predicar amor y mansedumbre,
el uno es presa de ebria muchedumbre
el otro es un verdugo de sí mismo.
Mientras tanto el Dios hombre y el suicida,
hasta hoy no pueden con sus muertes rudas
disminuir las miserias de la vida
¡Y entre tantos horrores no se ha visto
un acto más infame que el de Judas,
ni un morir más inútil que el de Cristo!
|
Poesía dedicada a la bandera | Miguel Teurbe Tolón y de la Guardia | 19 | Galano pabellón, emblema santo
de Gloria y Libertad enseña y guía
que de Cuba en los campos algún día
saludado serás con libre canto
Bajo tus pliegues cual sagrado manto,
la muerte sin temor te desafía;
de tu estrella al fulgor la tiranía,
huye y se esconde a su cobarde espanto.
Y tú, noble adalid, canto de guerra,
de Patria y Libertad, alza valiente,
clavando este estandarte en nuestra tierra
que luzca siempre y que por siempre vibre,
la espada que en tu mano es rayo ardiente,
y en el mundo se oirá: ¡Ya Cuba es libre!
|
Ante una pirámide de Egipto | Gaspar Núñez de Arce | 19 | Quiso imponer al mundo su memoria
un rey, en su soberbia desmedida,
y por miles de esclavos construida
erigió una pirámide mortuoria
¡Sueño estéril y vano! Ya la historia
no recuerda su nombre ni su vida,
que el tiempo ciego en su veloz corrida
dejó la tumba y se llevó la gloria
El polvo que en el hueco de su mano
contempla absorto el caminante ¿ha sido
parte de un siervo o parte del tirano?
¡Ah! todo va revuelto y confundido,
que guarda Dios para el orgullo humano
solo una eternidad: la del olvido
|
Una tarde me dijo... | Ubaldo R. Villar | 19 | Padecía de un mal que no se cura
¡Y siempre estaba triste! ¡Era tan hondo
el dolor que mostraba, allá en el fondo
de los ojos velados de amargura!
Una tarde me dijo: -Siento el frío
de la muerte en los huesos, y quisiera
no apartarme de ti ¡Ay! ¡Si pudiera
tu corazón de fuego unir al mío!
Y suspiró después En sus pupilas
las lágrimas pugnaron intranquilas
cual si quisieran escapar de acuerdo.
Y cuando al fin rodaron, fue tan largo
el copioso raudal y tan amargo,
¡qué aun se nublan mis ojos al recuerdo!
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Estudia, trabaja, descansa – Trabaja | Elías Calisto Pompa | 19 | Trabaja, joven, sin cesar trabaja;
la frente honrada que en sudor se moja,
jamás ante otra frente se sonroja
ni se rinde servil a quien la ultraja.
Tarde la nieve de los años cuaja
sobre quien lejos la indolencia arroja;
su cuerpo al roble, por lo fuerte, enoja;
su alma del mundo al lodazal no baja.
El pan que da el trabajo es más sabroso
que la escondida miel que con empeño
liba la abeja en el rosal frondoso.
Si comes ese pan serás tu dueño,
mas si del ocio ruedas al abismo,
¡todos serlo podrán, menos tú mismo!
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Un episodio: Tinguaro | José Plácido Sansón | 19 | Allí San Roque está De heridas lleno
sube Tinguaro por el risco, y brama
Lugo venció; se oscureció la fama
del gran Tinerfe, el de la voz de trueno
Fatiga al héroe el desigual terreno;
siéntese fallecer, y amor le inflama,
y sigue, y sigue: un español le llama;
vuélvese, y este le atraviesa el seno.
Tinguaro pereció: luto, agonía,
arrastra el eco en pos, de peña en peña;
llora su inmensa soledad Nivaria.
Y allá del Teide en la caverna umbría
se oye: ¡Murió la independencia isleña!
¡Murió con él la libertad canaria!
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Amar y morir | José Jacinto Milanés | 19 | Bella es la edad, cuando el amor convida
con un incontrastable poderío
a darte el corazón, ídolo mío,
y a hacer de ti mi júbilo y mi vida
¿Cuál cosa habrá que idolatrar me impida
tu rostro y talle, en que beldad y brío
ponen con duplicado señorío
un grillo eterno a mi ventura huida?
Ser del todo feliz ninguno sabe,
así lo dice el rey y así el esclavo,
por tener la esperanza cosas de ave.
Mas yo que nunca de adorarte acabo,
digo que es carga plácida y suave
morir de amor, si al fenecer te alabo
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A S. M. la reina Victoria – II | Napoleón Quesada | 19 | Tan bella es y tan buena, que siempre me parece
que es deidad esta Reina en la tierra española;
a su corona junta magnífica aureola;
el amor de su pueblo que el corazón le ofrece.
Amado de Victoria, hoy Alfonso merece
la enseña que triunfante nuestra raza tremola,
y lleva en letras de oro esta leyenda sola:
«Rey es de nuestra casta el Rey Alfonso XIII »
Cuando evoca la imagen de Victoria la mente,
con su actitud gallarda, con su serena frente,
con su bondad que el cielo ha trocado su casa,
una visión semeja de la divina altura,
y dice el pensamiento ante su imagen pura:
es preciso inclinarse, que nuestra Reina pasa.
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Celajes de abril | José Martínez Monroy | 19 | Pura nube, que vaga en manso vuelo,
si el rojo sol que fúlgido amanece
la ilumina, magnífica parece
púrpura y oro en el azul del cielo
Cual de la blanca aurora rico velo,
al hálito del céfiro se mece:
crece en carmín, y en resplandores crece,
y al alma infunde misterioso anhelo.
Así, llena de encanto y lozanía,
esplende, si en su luz amor la dora,
dulce ilusión de joven fantasía.
Mas ¿qué vale si al fin se descolora
la ráfaga, y cual flor de un solo día,
lo ideal pierde el lustre que atesora?
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Germinal – II | César Luis de León | 19 | Crear un mundo mío para soñar de nuevo
con místicas y astrales doncellas luminosas,
y así tender un puente de luz y de renuevo
desde las viejas cosas, hasta las nuevas cosas.
Mirar la vida entonces vibrando de alegría
entre un cantar armónico de pardos ruiseñores
y una eclosión inmensa de Amor y fantasía,
y así verter en Ella mis claros surtidores.
Crear un mundo mío para arrancar la pena
torturadora y áspera que el alma me encadena
Crear, crear ensueños jamás imaginados,
para arrojar al viento triunfal de las alturas,
los raros arabescos de todas mis locuras
con las indiferencias de los predestinados.
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Mis treinta años | Juan Francisco Manzano | 19 | Cuando miro el espacio que he corrido
desde la cuna hasta el presente día,
tiemblo, y saludo a la fortuna mía,
más de terror que de atención movido.
Sorpréndeme la lucha que he podido
sostener contra suerte tan impía,
si tal llamarse puede la porfía
de mi infelice ser, al mal nacido
Treinta años ha que conocí la tierra;
treinta años ha que en gemidor estado
triste infortunio por doquier me asalta
Mas nada es para mí la cruda guerra
que en vano suspirar en soportado,
si la calculo ¡oh Dios! con la que falta
|
En el baño | Félix Córdoba Dávila | 19 | Por no exhibir la desnudez entera
de sus formas, que guarda con decoro,
oculta entre las ondas el tesoro
de su cuerpo de púrpura y de cera
Destácase la blonda cabellera
con el ígneo chispar de un meteoro,
quebrándose en relámpagos de oro
sobre el níveo perfil de su cadera
Túrgido el seno de jazmín y rosa,
cuando surge del baño, temblorosa,
arroba con sus mágicos hechizos,
sacudiendo el trigal de sus cabellos,
como un sol que reparte sus destellos
en una lluvia de flotantes rizos.
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A Hipólita | Juan Cristóbal Nápoles Fajardo | 19 | En el acceso de mi afán erótico,
al ver tu rostro sin igual simpático,
quedéme de placer mudo y estático,
como agobiado por atroz narcótico.
Aunque soy para ti pájaro exótico
sin nido y sin hogar, pobre y apático,
para adorarte fiel soy un maniático,
y tengo un corazón sublime y gótico
Lleno de amor y de constancia sólida,
te adoro siempre con ardor frenético,
y, aunque te aprecies tú de ser estólida
aunque te burles de mi amor patético,
tuya es mi vida y mi pasión insólita,
tuyo mi corazón, amada Hipólita.
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La nube | Manuel González Prada | 19 | Con el primer aliento de la aurora,
abre la nube su cendal de nieve,
las frescas agua de los mares bebe
y de rosado tinte se colora.
Ora impelida por los vientos, ora
acariciada por el aura leve,
con serpentina ondulación se mueve
y la serena inmensidad devora
Al divisar en bonancible suelo
olas de mieses y tapiz de flores,
sonríe, goza y encadena el vuelo;
mas, al mirar asolación y espanto,
odios y guerras, muertes y dolores,
lanza un gemido y se deshace en llanto.
|
Hanníbal | Justo Sierra | 19 | Jura en su nido al águila matar; el Pirineo
cruza y la Galia a saltos; desde la rota cresta
del Alpe mira a Italia ebria de luz y fiesta
y baja y la hace suya: ¡fatídico himeneo!
Sacia, del Trebia a Cannas, en sangre su deseo,
el elefante púnico pisa la flor enhiesta
de la virtud de Roma que a sucumbir se apresta
Sólo el Senado vela junto al postrer trofeo
No puede, exangüe, el cíclope, tocar el nido rojo
Cartago, negra madre, lo deja moribundo,
a par que Roma surge gigante de su enojo.
Vencido, de odio muere y de desdén profundo
Y el gran grito del águila hincada en el despojo,
despierta un eco lúgubre en el pavor del mundo.
|
Amor | Fernando Reyes | 19 | Azucena gentil, fragante y pura,
que das galas al vergel, vertiendo amores,
tú eres, flor, la más linda de las flores
siendo igual tu modestia a tu hermosura.
La peregrina llama que fulgura
en tus cubanos ojos brilladores,
disipa en su expresión mis sinsabores
como emblema de gloria y de ventura.
Yo te adoro, mi bien, como a la brisa
ama el gentil sonoro riachuelo,
como adora el sunsún a la floresta;
pues en tu joven frente se divisa
el timbre halagador que te dio el cielo
de hermosa, de cubana y de modesta
|
El amor | Manuel González Prada | 19 | Si eres, Amor, un bien del alto cielo,
¿por qué las dudas, el gemido, el llanto,
la desconfianza, el torcedor quebranto,
las turbias noches de febril desvelo?
Si eres un mal en el terrestre suelo,
¿por qué los goces, la sonrisa, el canto,
las esperanzas, el glorioso en canto,
las visiones de paz y de consuelo?
Si eres nieve, ¿por qué tus vivas llamas?;
si eres llama, ¿por qué tu hielo inerte?;
si eres sombra, ¿por qué la luz derramas?
¿Por qué la sombra si eres luz querida?;
si eres vida, ¿por qué me das la muerte?
si eres muerte, ¿por qué me das la vida?
|
El Coburgo de Celedonio | Juan Cristóbal Nápoles Fajardo | 19 | Sin oro poseer, plata ni cobre,
se casó Celedonio con Tomasa,
porque es rica la novia, y en su casa
pretende que el boato se le sobre.
Y él, que antes era celibato y pobre,
hoy se contempla con esposa y casa;
come y bebe a sus anchas, y sin tasa
y él, que antes era celibato y pobre.
Pero ¡ay! que la fortuna, de repente,
que le llevó Tomasa al matrimonio,
pronto le hizo cosquillas en la frente
¿Y qué se siente en las sienes Celedonio?
¿Será tal vez -respóndame el prudente
lo que en ellas le, pintan al demonio?
|
Cuando el ánimo ciego... | Gaspar Núñez de Arce | 19 | Cuando el ánimo ciego y decaído
la luz persigue y la esperanza en vano;
cuando abate su vuelo soberano
como el cóndor en el espacio herido;
cuando busca refugio en el olvido,
que le rechaza con la helada mano;
cuando en el pobre corazón humano
el tedio labra su infecundo nido;
cuando el dolor, robándonos la calma,
brinda tan sólo a nuestras ansias fieras
horas desesperada y sombrías,
¡ay, inmortalidad, sueño del alma
que aspiras a lo infinito!, si existieras,
¡qué martirio tan bárbaro serías!
|
Gracias, Lempira | Jeremías Cisneros | 19 | Preciso es consignarlo: con lúcida elocuencia
Lempira hace el peligro cercano conceptuar;
y todos, con respeto profundo en su presencia,
no osan ni aun siquiera sus labios desplegar.
Seduce la postura del héroe, la grandeza
que muestra en su gallardo decir y continente:
sombría es su mirada, mas habla con nobleza,
furtiva deslizando su mano por la frente
Cual bárbaras condena las luchas, e invoca
del íntegro aborigen la magnanimidad;
de paz un blanco lienzo, cual símbolo coloca
¡hipócrita! En un asta que empieza a tremolar.
Proponen un arreglo. ¿Quién puede la perfidia
temer de quienes llevan por lema la lealtad?
|
Amor | Felipe «Pichorra» Salazar | 19 | ¿Preguntas que es amor, niña querida?
Ya te lo han dicho en verso y aun en prosa
que amor es la pintada mariposa
que se quema en las llamas de la vida
Que amor es una fuente, la escondida
de la que brota el agua misteriosa
gloria y placer de nuestra edad dichosa
cuna y sepulcro, encuentro y despedida
Eso te han dicho el fraile y la beata
pero tú que ya no eres nada lerda,
prepárate a dejar camisa y bata;
¿ves ese trozo de robusta cuerda
que en tus manos se yergue y se dilata?
¡Eso es amor, y lo demás es mierda!
|
La estrella de la tarde | Miguel Sánchez Pesquera | 19 | Ya estás allí, cual fúlgido diamante
en la frente del cielo, anunciadora
del descanso y la paz que el alma implora
y del amor heraldo vigilante
Ya estás allí, fantástica y brillante,
como en piélago azul dorada prora,
y la razón que tu destino ignora,
torna hacia ti su esfuerzo vacilante.
Virgen, empero, tú de humana duda
y exenta de terrígenos temores
vas del espacio en la encantada vía,
y de la noche profetisa muda
alumbras con tus pálidos fulgores
el sonreír del moribundo día
|
Infecundidad | Carlos Miranda | 19 | «Negándote a inspirar a tu “poeta”,
me colocas ¡oh Musa! en grave aprieto:
catorce versos dicen que es soneto,
y el que yo los escriba, ¿no te peta?.
Desciende sobre mí, y estate quieta;
¡que yo también al yunque me sujeto,
y a la atroz disciplina me someto
de llegar, paso a paso, hasta la meta!
Sóplame un momentito, y luego vete
volando por ahí con rumbo ignoto;
¡pero no me coloques en un brete!
Sólo hacer un terceto necesito;
¡mas ya las manos de placer me froto,
pues veo que he llegado al finiquito!»
|
Fulminado | Julio Flores Roa | 19 | ¡Salta el rayo en la nube! Alfanje de oro
raja el ámbito negro y atraviesa
el abismo; desciende hasta la dehesa
y húndese en le testuz del viejo toro
Tras un brusco esplendor del meteoro,
del verde llano a la montaña espesa
el trueno pasa retumbando Y cesa
de la borrasca el fecundante lloro
El huracán, terrible y altanero,
cierra sus fauces lúgubres; ya nada
se mueve En el cenit brilla un lucero.
Y desde la llanura dilatada
sube, como un reproche lastimero,
¡la gran lamentación de la vacada!
|
El libro de la vida | Francisco Herizo Álvarez | 19 | Da principio este libro a su teoría
con los rosados cuentos soñadores
que la abuela, olvidando sus dolores
nos narra para darnos alegría
Siguen después, grabados día por día,
mil recuerdos de plácidos amores
que evocan el aroma de las flores
y del aire en el bosque la armonía
Más tarde la vejez con sus negruras
marca en el libro triste decadencia,
y de tantos placeres y hermosuras
sólo queda un «resumen»: la experiencia;
y como «fe de errata» la conciencia
|
Sonetos – III | Miguel W. Garaycochea | 19 | ¿Qué fuego, ¡ay! Dios, acá en el pecho siento?
¿Qué poderío tiene aún en mi mente?
¿Qué incendio que me hiela de repente
y hielo que me abrasa en el momento?
¿Qué agrado que me causa gran tormento
y pesar que me agrada fuertemente?
¿Qué dulce vida que amo diligente
y muerte amarga es ya la que sustento?
¿Qué herida es esta igual con el remedio?
¿Qué tormenta que al mismo tiempo es calma?
¿Y qué deleite parecido al tedio?
Este incógnito mal que sufre el alma
es efecto de amor, que en el asedio
que hizo a mi voluntad, ganó la palma
|
Todo nos llega tarde | Julio Flores Roa | 19 | Todo nos llega tarde, -hasta la muerte
Nunca se satisface ni se alcanza
la dulce posesión de una esperanza
cuando el deseo acósanos más fuerte
Todo puede llegar; pero se advierte
que todo llega tarde: la bonanza,
después de la tragedia; la alabanza,
cuando está ya la aspiración inerte
La Justicia nos muestra su balanza,
cuando sus siglos en la Historia vierte
el tiempo mudo que en el orbe avanza
Y la Gloria, esa ninfa de la suerte,
sólo en las viejas sepulturas danza
Todo nos llega tarde: -hasta la muerte.
|
Al Damují | Ambrosio Echemendia | 19 | No ha mucho tiempo, caudaloso río,
murmuraban tus aguas quejumbrosas,
bañando tristes las pajizas chozas
que formaban tu pobre caserío
El Progreso escuchó tu murmurío,
y en tus incultas márgenes hojosas,
brotó Cienfuegos, como en frescas rosas
gentil capullo en el ardiente estío
¿Será cual tú mi genio desgraciado
que en silencioso vegetal se inspira?
¿Vendrá el Progreso a revocar su hado?
Si es cierto, Damují, ¡ay! en mi lira,
al mudar cual tus linfas a otro estado
¡te promete cantar quien hoy suspira!
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La primera traición | Mercedes Matamoros | 19 | ¡Ah! ¡Te he visto! Detrás de la enramada
estabas con Cloé bien escondido,
y de tus besos conocí el sonido
en su fresca mejilla sonrosada
Seductora, voluble y descocada,
me llamaba tu labio fementido;
y yerta de dolor, perdí el sentido,
de mi amor inaudito avergonzada!
¡Y reía Cloé! La mujercilla
que supone ser bella entre las bellas
y es amiga de sátiros lascivos!
¡Pues bien! ¡En esa impúdica mejilla
que tú has besado, dejará sus huellas
el nácar de mis dientes incisivos!
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Reminiscencia | Carlos Póo Urbach | 19 | Lánguida y melancólica sonrisa
de cándidos infantes hechiceros;
flores de alba corola que la brisa
mece a la lumbre azul de los luceros;
amores de cruzados caballeros
y blondas castellanas, indecisa
luna que al resplandor blancos regueros
con metálicos tintes la onda irisa;
a mi alma habláis con musicales voces,
hacéis promesas de ideales goces
a mi tétrico espíritu abatido;
y, emisarios de ignotas lontananzas,
me traéis soñolientas remembranzas,
del lejano país en que he vivido.
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En Sierra Morena | Francisco Javier Ugarte y Pages | 19 | No es preciso, Señor, que tu voz hable
para mostrarte grande y poderoso:
te aclaman en concierto portentoso
la sierra, el llano, el piélago insondable;
las sombras y la luz, la perdurable
sucesión de la vida, el fragoroso
estampido del trueno ¡este reposo
de una naturaleza incomparable!
Y si no te ensalzaran a porfía
eterno, omnipotente, justo y fuerte,
los mundos que creaste, todavía
pudiera honrarte más y enaltecerte
¡la fe con que a tus pies el alma mía
árbitro te declara de mi suerte!
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Soneto | Gumersindo Laverde Ruiz | 19 | Cuando gimiendo por el sol que espira,
su torre gigantesca lanza al viento
grandioso clamor que en ondas lento
hasta el confín del horizonte gira;
y en sus calladas naves do respira
de otros siglos el alto pensamiento,
la tierra olvido, y penetrar me siento
del Infinito a quien el alma aspira;
la quietud, las tinieblas, el misterio,
de los santos inmobles la mirada,
la antorcha del sagrario veladora
todo me dice allí con vago imperio,
plácido al corazón que se anonada
¡Aquí habita el Señor! ¡Póstrate y ora!
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GRITO DE ALERTA III | Fernando María Guerrero | 19 | A qué delirios suntuarios
y en néctar rosas deshechas
cuando fieros sagitarios
cubren el aire de flechas?
El horror de los calvarios
y los muertos en las brechas,
de más nobles idearios
nos anuncian las cosechas.
Odie, pues, la vida lacia
mi pueblo, y del porvenir
emprenda el camino franco;
y con fe en la Democracia
írgase y, si ha de vivir,
viva con la espada al flanco. |
La suprema grandeza | Francisco Javier Ugarte y Pages | 19 | Por qué has de consentir la culpa impía,
que te ofende, Señor, y tu ley santa
con orgullo satánico quebranta,
en perenne y odiosa rebeldía?
Quizá por redimir el alma mía
tu piedad a mis yerros se adelanta,
pues tu mano a los míseros levanta
y en el dolor consagras la alegría
En pos del huracán y la tormenta
el sol con mayor brillo resplandece
Así tu amor mi confusión ahuyenta,
y radiante mi duda desvanece:
que también tras la culpa, que te afrenta,
erigiste el perdón, que te engrandece.
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Los templos | Carlos Póo Urbach | 19 | En sus bóvedas guardan la infinita
castidad que los sueños tornasola,
como guarda en su pálida corola
alburas la silvestre margarita
En su recinto protector no agita
el ansia terrenal su impura ola;
del blanco cirio la dorada aureola
a los delirios lánguidos excita
Narcótico deleite se desprende
del incensario fúlgido que al aura
impregna de balsámicos olores;
y el ritmo melancólico que extiende
por la atmósfera el órgano, restaura
el piadoso fervor de mis mayores
|
Yo | Mercedes Matamoros | 19 | Tengo el color de golondrina oscura;
sombríos los cabellos ondulantes,
y mis ojos ¡tan negros! son diamantes
en cuyas chispas la pasión fulgura!
Es urna de coral y esencia pura
mi boca, en que los besos palpitantes
buscan -cual pajarillos anhelantes-
de la tuya el calor y la dulzura!
Mi cuerpo es una sierpe tentadora
y en el mórbido seno se doblega
lánguidamente el cuello como un lirio!
¿No es verdad que es tu Safo encantadora?
¡Oh, ven! Y en este amor que a ti me entrega,
tú serás el Placer y yo el Delirio.
|
Tipos clericales | J. Guerrero | 19 | Soberbia y ambición, gula y pereza,
lujuria, orgullo, ira, hipocresía,
avaricia, amor propio, idolatría
hacia todo lo ajeno, ruin bajeza;
adulación al rico, a la pobreza
desprecio sin igual, una falsía
que Judas para sí desearía,
mucho viento metido en la cabeza;
nada de dignidad, mucho de vicio,
muchas palabras retumbantes, vanas,
sin sentido común y sin juicio
¡Oh, lector!, en muchísimas sotanas
que, la verdad no tiene desperdicio,
hallarás cualidades tan barbianas
|
I | Manuel José Othón | 19 | ¿Por qué a mi helada soledad viniste
cubierta con el último celaje
de un crepúsculo gris? Mira el paisaje,
árido y triste, inmensamente triste
Si vienes del dolor y en él nutriste
tu corazón, bien vengas al salvaje
desierto, donde apenas un miraje
de lo que fue mi juventud existe
Mas si acaso no vienes de tan lejos,
y en tu alma aun del placer quedan los dejos,
puedes tornar a tu revuelto mundo.
Si no, ven a lavar tu ciprio manto
en el mar amargísimo y profundo
de un triste amor o de un inmenso llanto
|
Contrición | Francisco Javier Ugarte y Pages | 19 | ¡Tu siervo soy, Señor! Alza tu brazo
y sobre mí tu cólera descarga:
no aborrezco la vida por amarga,
ni por duro tu látigo rechazo
¡Tu siervo soy, Señor! En dulce lazo
tu Justicia me atrae, tu Amor me embarga;
a corta pena, recompensa larga
-¿Quién mide el riesgo, ni escatima el plazo?.
Redoble tu rigor la pesadumbre
de la Cruz que me das en penitencia;
para llegar con ella hasta la cumbre
alientos pediré a tu Providencia,
y así mi pasajera servidumbre
don eterno será de tu clemencia
|
Corazón que te has vuelto | Tomás Allende Iragorri | 19 | Corazón que te has vuelto como un niño aterrado
al que el más leve ruido paraliza de horror,
yo no sé como aguantas el dolor continuado
de las devastaciones de tu vida interior
De lirismo y de pena vives tan enconado
que tus llagas parecen despedir resplandor,
cualquier sombra que enturbie tu círculo alumbrado
hace vibrar tu vida con enorme dolor
Es que nada en la vida te encuentra indiferente,
es que el dolor de todos vibra en ti largamente
como un nervio que toca una mano brutal;
¡es la vida de todos, tu vida hecha pedazos!
y se te ha muerto ha tiempo, como a un hijo en los brazos
la conciencia egoísta de tu yo terrenal
|
La madre | Rosario («Crisantema») Sansores | 19 | En tanto que mece la cuna del niño
y arrulla su sueño con tibia canción,
contempla extasiada la frente de armiño
de aquel pedacito de su corazón
¡Qué locos proyectos cruzan por su mente!
¡Cómo fantasea su amor maternal!
¡Su hijo será un héroe gallardo y valiente,
acaso un artista de fama mundial!
Absorta en su sueño, la madre amorosa
olvida sus largos insomnios de esposa,
sus horas de angustia, su cruel soledad
¡Su injusto abandono, sus noches de olvido,
que al ver la sonrisa del ángel dormido
bendice dichosa su maternidad!
|
A un ingenio de estos tiempos | Rafael María Baralt | 19 | Soy incapaz, Ernesto, de engañarte:
adoro la verdad, que el bien inspira,
y contra el vicio de falaz mentira
hay en mi corazón firme baluarte.
Ernesto, Ernesto, el corazón me parte
tu inútil afanar: rompe la lira
de tus cuerdas flojas «tu razón delira;
te falta inspiración; no tiene arte »
Pero sírvate al menos de consuelo
que, si ascender no puedes la escabrosa
cumbre del Pindo en tu cansado vuelo,
tienes en tus escritos una cosa
mira si de franqueza soy modelo,
peor aún que tus versos y es tu prosa.
|
Fe y orgullo | Juan Martínez Nacarino | 19 | Precisamente Porque soy altivo
creo en Dios y le adoro reverente,
porque se cree en El o fatalmente
de la propia impotencia se es cautivo.
Y es más noble creer en un Dios vivo,
sabio, justo inmortal, omnipotente,
que a cada paso tropezar ruinmente
por rechazar su eterno imperativo
¿Y a qué no creer en Dios? Para ser luego
sectario de otros hombres, mis iguales,
aceptando su error como un borrego,
para no hallar consuelos en mis males,
para vivir esclavo y morir ciego
y no gozar los bienes inmortales!
|
Otra versión del mismo | Rafael María Baralt | 19 | Suplicio fuiste en que a morir de horrenda
muerte afrentosa y con valor profundo
el hombre a sus esclavos, iracundo,
en su justicia condenó tremenda.
Purificada por Jesús, ofrenda
de amor y cultos te consagra el mundo;
y hallan en ti consuelo el moribundo,
el justo premio, el pecador enmienda
¿Por qué trocados tu baldón en gloria,
en dulce libertad tu servidumbre,
en santo libro tu infernal historia?
Porque el Venido de la excelsa cumbre
dejó en tus brazos su feliz memoria,
y de su empírea majestad vislumbre
|
Idilio salvaje – I | Manuel José Othón | 19 | En tus aras quemé mi último incienso
y deshojé mis postrimeras rosas
Do se alzaban los templos de mis diosas
ya sólo queda el arenal inmenso
Quise entrar en tu alma y ¡qué descenso
que andar por entre ruinas y entre fosas!
¡A fuerza de pensar en tales cosas,
me duele el pensamiento cuando pienso!
¡Pasó! ¿Qué resta ya de tanto y tanto
deliquio? En ti ni la moral dolencia
ni el dejo impuro, ni el sabor del llanto
Y en mí, ¡qué hondo y tremendo cataclismo!
¡Qué sombra y que pavor en la conciencia,
y qué horrible disgusto de mí mismo!
|
Soneto | Mercedes de Velilla Rodríguez | 19 | Augusta musa, divinal poesía;
si te ensalzaron liras inmortales
y tú mereces cantos celestiales,
¿cómo mi humilde voz te cantaría?
Yo adoro tu dulzura y tu armonía,
la luz de tus divinos ideales,
y amo el fuego que guardan tus vestales,
llama del genio que a la gloria guía.
Mas si piadosa tú, cuanto eres bella,
también aceptas los humildes dones,
yo seguiré tu luminosa huella.
Toma mi lira de apagados sones,
y a un beso tuyo brotarán en ella
inspiradas, dulcísimas canciones
|
Diligencia | Manuel del Palacio | 19 | ¿Veis ese campo yermo e infecundo
en el que no germina ni aun maleza?
Imagen es cabal de la pereza,
como el estéril o funesta al mundo
Trabajar es vivir, desde el profundo
volcán que alimentó naturaleza,
hasta el gusano ruin, cuya destreza
labra un alcázar en el lodo inmundo,
todo se agita, y en provecho o daño
del mísero mortal su fuerza mueve,
obedeciendo a su destino extraño
Quien es ley a quebrantar se atreve,
preso en las redes de su propio engaño,
al hombre usurpa lo que al hombre debe.
|
¡Anda aprisa, ayudante! | Augusto E. Madan | 19 | -Ayestarán: amaneció apirético
-Alimento adecuado- Amat: artrítico
-Analgesina- Arbués; abceso ascítico
-Acupuntura Apiol Acido acético.
-Alzugaray: anuria- Algo aloético
-Ausúrez: aneurisma- Algo aconítico
-Antón: albuminuria- Al analítico
Aurelia Azúcar: aborto- Aceite abético
-Argüelles: accidente aponeurótico
-Afusiones Anís- Achón, asiático:
ascárides- Almácigo apazótico
¡Avívate!- Acabóse Auset: asmático
-Amapola Aspirar ácido azótico
¡A almorzar, ayudante anagramático!
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A la dispersión de los restos que debieron guardarse en el Panteón Nacional | Manuel del Palacio | 19 | ¡Dejémosles pasar! No con impías
promesas vanas, que el honor condena,
turbemos otra vez la paz serena
que hallaron en sus tumbas, hoy vacías.
Duerman en calma las cenizas frías
a cuya gloria se atrevió la ajena,
y como arrastra el siervo su cadena,
arrastren su infortunio nuestros días.
No durarán columnas ni trofeos,
ni lápidas, ni bronces, ni diamantes,
lo que duran Virgilios y Tirteos,
y ya cerca se miren, ya distantes,
el pedestal que achica a los pigmeos
nada puede añadir a los gigantes
|
En el segundo centenario de D. Pedro Calderón de la Barca – VIII | Numa Pompilio Llona | 19 | Sobre la frente el astro de la idea,
y en ambos hombros poderosas alas,
tal se mostraba, entre esplendentes galas,
del mundo ante la atónita asamblea;
risueña como en triunfo Galatea,
o como Dione en las empíreas salas;
o bien lanzando, cual ceñuda Palas,
el grito de furor y de pelea.
Y levantando hasta el cenit su vuelo,
-de la eterna creación sacerdotisa-
alzó su acento, que escuchaba el suelo.
Por casi un siglo, en aptitud sumisa,
desde su himno infantil CARRO DEL CIELO,
¡hasta, el canto, del cisne, HADO Y DIVISA!
|
II | Mercedes de Velilla Rodríguez | 19 | De la Virtud, y del deber el ruego
halló tu corazón débil y frío;
más de liviano amor el desvarío
le encontró, por tu mal, esclavo ciego
Y recibes con ira y con despego
al débil ser que acusa tu extravío,
y lo desprendes de tu pecho impío,
y al ignorado azar lo arrojas luego
Para olvidar cuanto el honor merece
invocaste ese amor, y hoy no te grita
que es vida de tu vida el que perece
La clemencia de Dios, aunque infinita,
ante culpa tan vil desaparece:
para ti no hay perdón, estás maldita.
|
Sonetos – V | Melchor Palau y Català | 19 | No te dejes vencer por la desidia,
si anhelas a la cumbre remontarte;
ni caigas en las redes que, con arte,
urde a tu paso la mañera envidia.
Los émulos te roban, con perfidia,
de tus glorias legítimas gran parte,
pues fáciles te son, han de sobrarte,
sigue, no cejes, la empeñada lidia.
La chusma, que hoy tus méritos rebaja,
de elogios mil prorrumpirá en concierto,
recubriendo de flores tu mortaja,
no bien contemplen tu cadáver yerto;
que, al tomar la medida de la caja,
resulta siempre más crecido el muerto.
|
A la muerte | Mercedes Matamoros | 19 | ¿Eres tú? ¿Y en la góndola enlutada
por tu pálida mano dirigida,
de mi cruento dolor compadecida,
quiere llevarme a la región soñada?
¡Partamos, pues! La brisa perfumada
cual nuncio de la tierra prometida
con ósculos de amor y bienvenida
acaricia mi frente atormentada!
¿Hieran los remos la brillante espuma,
rasgue la proa audaz la densa bruma,
que a nuestros pies se rinda el mar profundo;
y de la Eterna Luz a los reflejos,
piérdase, como un átomo, a lo lejos,
con sus venturas míseras el mundo!
|
El llanto | Julio Zaldumbide Gangotena | 19 | Cuando yo considero que en la vida
no he cogido de amor ninguna rosa;
cuando no miro en duda tenebrosa
surgir lejana una ilusión querida;
cuando de hiel colmada la medida
de mi dolor el cálice rebosa;
cuando el alma en su lucha tormentosa
se postra al fin sin fuerzas abatida,
la frente inclino; en abundante vena
desátase mi llanto, y baña el suelo,
y mi alma poco a poco se serena:
De la tormenta así el nubloso velo,
revuelto en confusión, se rompe, truena,
desciende en lluvia, y resplandece el cielo.
|
A Cristo | Manuel Paso y Cano | 19 | Te llaman la miseria y los pesares,
hambre que gime, cólera que estalla,
y en el fiero trajín de la batalla
tus hijos que se matan a millares.
Oficia la mentira en tus altares
y gobierna a tu pueblo la canalla;
rugiendo por las tierras y los mares,
oye, si no, la voz de la metralla.
La dinamita a gritos te ha llamado
¡Nada hiciste al morir! grita iracundo,
este mundo irredente y desquiciado,
quiere tu sangre, manantial fecundo,
baja otra vez a ser crucificado,
¡vuelve, Señor, a redimir el mundo.
|
Tiempos civilizados | Nicolás Arnao | 19 | Es, mi caro lector, arduo problema
que anden así los tiempos malhadados;
usando el bombo de civilizados
cuando el fragor del salvajismo quema
Con banda clerical por nata y crema;
a espalda y frente cuerpo de soldados,
y al mal traer los pueblos desollados,
¿quién de progreso llamará el sistema?
Mientras existan fuerzas militares
y no se extirpe de raíz el clero,
¿quién no ve que son falsos los altares?
¿Quién no ve que domina el sable fiero?
El plomo impone sus terribles hechos,
y la mentía a la ignorancia acechos.
|
Musas dormilonas | Nicolás Arnao | 19 | Cualquier mostrenco aconsonanta y rima;
un soneto se empuja en tres tirones,
se apechugan los sesos y a trompones
se emplastan ripios, se recorta y lima.
¿Quién no suelta un poema que de grima?
Mil idilios de amor, como lechones;
o en épica se queda sin pulmones,
y se guinda el poeta en la alta cima.
Fácil, muy fácil cosa es hacer versos;
pero aquellos que nacen desgreñados,
por plebeyos, latosos y perversos
al umbral del Parnaso colocados,
arrullan a sus musas dormilonas
de cayucas, peladas y pelonas
|
La tribulación | Gabriel García Tassara | 19 | Hay un Dios, me lo dice el alma mía,
la tierra de otro mundo es el camino:
para el hambre y la sed del peregrino
el desierto arenal la palma cría
Yo tengo sed y hambre La alegría
por siempre huyó del corazón mezquino,
y ya no pido a mi cruel destino
el bien que allá en mis sueños le pedía
Deshechas ya mis ilusiones veo
como pedazos ¡ay! de mis entrañas,
y ni temo, ni espero, ni deseo
¡Oh tú que en mi aislamiento me acompañas!
¿En quién he de creer si en ti no creo,
y a quién he de volver si tú me engañas?
|
Rosas rojas | Rafael Verson Brunet | 19 | Estas rosas, pletóricas de escarlata violenta,
rojas, cual el deseo, cual la venganza y cual
las púrpuras intensas de una herida sangrienta,
y que dan sensaciones de un veneno mortal,
semejan, entreabiertas, crueles bocas malignas,
espléndidas en hondas lujurias venenosas
Estas rosas extrañas, estas rosas son dignas
de los vasos de nieve de tus manos nerviosas
Porque ellas florecen en raros maleficios,
y tus manos florecen en ofrendas al vicio
como ideas gemelas, como sueños que rimen.
A veces he sentido que se crispan mis nervios,
pues he visto asomarse a tus ojos soberbios
el fantasma silente del pecado y del crimen
|
Al dolor – II | José María de Aguirre | 19 | ¡Ay dolor, ya me oprimes demasiado!
¡ay dolor, ya no puedo soportarte!
las fuerzas sin medir salí a esperarte
y mis fuerzas las tuyas han gastado.
Pensé luchar con ánimo menguado
frente a frente contigo y humillarte
¡temeraria ilusión! de parte a parte
tu garra el corazón me ha traspasado
Va desolada el alma, de vencida
huyendo temeraria el escarmiento
que victorioso tú con ella hicieras
Huye dolor o arráncame la vida;
mas en vano suplico y me lamento,
que si mataras tú dolor no fueras.
|
El poema de las sombras | Carlos Ortiz | 19 | Entre triunfales púrpuras se aleja
el sol, celeste Apolo que fustiga
luminoso y soberbio, su cuadriga
que un áureo polvo en el espacio deja
La noche de los crímenes amiga,
fúnebre avanza cual callada queja;
la Noche taciturna, que semeja
misterioso crespón que al mundo abriga
El crepúsculo, heraldo de la bruma,
la tierra en tenue claridad esfuma
Se borran de la luz los rojos rastros;
se extiende de las sombras el imperio,
y vibra de la Noche en el misterio
la celeste armonía de los astros
|
A las estrellas | Gertrudis Gómez de Avellaneda | 19 | Reina el silencio: fulgidas en tanto
luces de paz, purísimas estrellas,
de la noche feliz lámparas bellas
bordáis con oro su luctuoso manto
Duerme el placer, mas vela mi quebranto
y rompen el silencio mis querellas,
volviendo el eco unísono con ellas
de aves nocturnas el siniestro canto
¡Estrellas cuya luz modesta y pura
del mar duplica el azuloso espejo!
Si a compasión os mueve la amargura,
el intento penar porque me quejo
¿cómo para aclarar mi noche oscura
no tenéis, ¡ay! ni un pálido reflejo?
|
Semblanza | Pascual Guerrero | 19 | Bajo el sol de tu blonda cabellera
se incendian los claveles de tus labios
y en tus ojos, divinamente sabios,
hay un vivo destello de Quimera.
Ojos que tienen la sabiduría
de aprisionar el alma en las miradas
y revelan regiones ignoradas
donde es más bello y luminoso el día
Tienes en el andar, cierta arrogancia,
y da tu cuerpo en flor, dulce fragancia,
cuando te besa en su vaivén la brisa.
En tanto, con sutil delicadeza,
florece en el jardín de tu belleza
la rosa espiritual de tu sonrisa
|
Al actor y poeta Julián Romea | José Lamarque de Novoa | 19 | ¿Quién, artista sublime, conmovido
no se sintiera al escuchar tu acento?
Evocaste a Colón, y al pensamiento
de tu mente, Colón ha respondido
De Gloucester el pecho endurecido,
ajeno a todo humano sentimiento,
del desgraciado Tom el sufrimiento
¿quién como tú jamás ha comprendido?
¡Gloria a tu nombre! La radiante llama
del genio creador brilla en tu frente;
te admira el alma, a tu poder sujeta:
Y al par del pueblo que feliz te aclama,
grito, cediendo a mi entusiasmo ardiente:
¡Lauro eterno al actor! ¡Lauro al poeta!
|
A un artista al abandonar su país | Manuel del Palacio | 19 | ¿Partes? ¡adiós! Del Sena turbulento
o del Arno feliz por la ribera,
dejas la patria que en tu edad primera
madre amorosa te enseñó su acento
Flotando quedan en le vago viento
los ecos de tu voz dulce o severa,
y el alma que tu canto conmoviera
lágrimas da otra vez al sentimiento
Tal es del genio la misión sublime;
de dichas y placer raudal fecundo,
las glorias canta, y las miserias gime:
lo quiere Dios en su saber profundo;
el mundo por el arte se redime,
y el arte tiene como patria el mundo.
|
Tres cruces – Jesús | Justo Sierra | 19 | En la cruz del helénico guerrero
la Patria, santo amor, nos ilumina;
la libertad albea matutina
del tracio esclavo en el suplicio fiero
Uno hay mayor del Gólgota el madero;
porque en el ser de paz que allí se inclina
el alma en sus anhelos se adivina
que está crucificado el hombre entero
De esas tres hostias de una gran creencia,
sólo Jesús resucito y alcanza
culto en la cruz, señal de su existencia
Es que nos ha dejado su enseñanza,
un mundo de dolor en la conciencia
y en el cielo una sombra de esperanza.
|
A mis amigos | Felipe Pardo y Aliaga | 19 | La pasión que devórame insensata,
voy a decirla de primer envite:
fuego de amor mi corazón derrite,
fuego de amor mi espíritu arrebata.
¡Amigos! No juzguéis que es patarata,
ni hagáis mofa de mí, porque me irrite
viéndome en este juego sin desquite,
sin tener, ¡ay, ni a quien llamar ingrata;
que en tal hoguera, en tan ardiente pira,
en tan estrechas e invencibles redes
en tal amor, lo que me da más ira,
es no poderles explicar a ustedes
si es Pepa o es Mercedes quien lo inspira
o lo inspiran las dos, Pepa y Mercedes.
|
La rosa | Adolfo de la Fuente | 19 | Son su forma y color del pensil gala,
del aura encanto su preciado aroma;
el suave rosicler del alba toma
y al bello tinte, si no excede, iguala.
Pliega en la flor la mariposa el ala
cuando del tibio sol el rayo asoma
que tiñe en áurea luz la verde loma,
ebria al perfume seductor que exhala
Al mirar de sus pompas el tesoro
fue enaltecerle general anhelo:
brilla en sagrada mano rosa de oro;
y, no bastando símbolos del suelo,
místico emblema forma en santo coro
de la Reina purísima del cielo
|
¡Oh, cuán te adoro!, con la luz del día | Carolina Coronado | 19 | ¡Oh, cuán te adoro!, con la luz del día,
tu nombre invoco apasionada y triste,
y cuando el cielo en sombras se reviste
aun te llama exaltada el alma mía
Tú eres el tiempo que mis horas guía,
tú eres la idea que a mi mente asiste,
porque en ti se concentra cuanto existe,
mi pasión, mi esperanza, mi poesía.
No hay canto que igualar pueda a tu acento
cuando tu amor me cuentas y deliras
revelando la fe de tu contento;
tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras;
y quisiera exhalar mi último aliento
abrasada en el aire que respiras
|
Octubre | Enrique Menéndez Pelayo | 19 | Pasó el rápido engaño con que Flora
hizo amable el vivir Pasó el riente
verano, con el sol sobre la frente
y en las manos la espiga tembladora
Pasó cuando la vida alumbra y dora,
cuanto alegra los ojos y la mente:
la tibia noche, el sosegado ambiente,
la tarde azul y la rosada aurora.
Pasaron ¡ay! los que en mi huerto echaron
semillas de virtud, granos de vida,
que los vientos del mundo malograron
Eterna ley dictaba su partida,
¡y en vano a Dios mis ansias suplicaron
que no fuese esta vez obedecida
|
Sellos hispanos – Las catedrales | Manuel Serafín Pichardo y Peralta | 19 | Vetustas y grandiosas catedrales,
ensueños concretados en la piedra,
en vosotras se ve ascender la hiedra
y abatirse las ansias terrenales.
Apenas por los huecos ojivales
de los altos cimborrios, la luz medra,
y abajo el Miserere, nos arredra
entre caudas de sombras sepulcrales
Para las almas puras y sencillas,
aun guardáis a su Dios; la muchedumbre
ya no os dobla, cual antes, las rodillas;
que sois, del siglo a la incendiaria lumbre,
como palacios de arte, maravillas,
como templos de fe, polvo y herrumbre.
|
Hablándole del corazón... | Alonso Quesada | 19 | Yo puse el corazón en vuestra mano
como una piedra fabulosa y rara:
un inmenso rubí, que en un lejano
imperio de dolor, amor hallara
Porque en vuestra pupila temerosa
brillara la codicia, fue el ponerlo
Mas una fuerza dulce, misteriosa,
vuestra mano cerró, sin vos quererlo.
Y hoy, al volver las horas del pasado,
es más tenaz la sombra del divino
momento, que renueva la ilusión
Mas al tornar al sueño me he encontrado
vuestra mano truncada en el camino
¡y dentro de la mano el corazón!
|
A José María Gabriel y Galán | Félix Etchegoyen | 19 | Cantor de Extremadura y de Castilla,
de la fe, del gañán, la sementera;
del monte y de la casta compañera,
del trabajo, la alondra y paz sencilla.
Restaurando al idioma en la quintilla
su cetro de oro de la edad primera,
¿quién gloria a Frades de la Sierra diera
cual tú le diste, que a Helicón humilla?
La Parca impía enmudeció tu lira,
cuando su acento nos llenaba el alma
de sanos goces y dulzura extraña!
Mas, ¿qué importa morir si verde palma
ciñó tu sien, y si por ti hoy se admira
en ambos Mundos a la noble España?
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Amo, pero ¡qué digo!... | Manuel Justo de Rubalcava | 19 | Amo, pero ¡qué digo! ¡dolor fiero!
Muero, rabio, ¡ay de mí! pues cuando lloro,
si me obliga a la vida el bien que adoro
es un motivo cruel del mal que muero
En uno y otro estado considero
neutral mi vida, pues con vil desdoro
en las contrarias ansias que atesoro
me irrita y cansa ya lo que más quiero
Busco en vez del sosiego la fatiga
y hallo en lugar de amor un ciego abismo
que cuanto encuentro en él me desobliga
Triunfo soy de tu loco despotismo
y siendo tú, Roselia, mi enemiga,
¿qué paz esperar puedo de mí mismo?
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Respuesta a una niña | Carlos Hugo Gamboa Molina | 19 | Ser ciego es percibir el universo
en una dimensión desconocida;
es no hablar del dolor ni de la herida,
o hacerlo sólo en música o en verso.
Es batallar con denodado esfuerzo
por alcanzar la meta prohibida;
es inventarle encantos a la vida,
para ganársela al destino adverso
Es perseguir con decidido paso
el suelo de oro y el esquivo anhelo,
sin temor la tropiezo ni al fracaso
Es intuir la beatitud del cielo,
y ver a Dios Y, la niña, si es caso,
adivinar tus ojos y tu pelo.
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Nada | Antonio Plaza | 19 | Nadaba entre la nada Sin empeño
a la vida, que es nada, de improviso
vine a soñar que soy; porque Dios quiso
entre la nada levanta un sueño
Dios, que es el Todo y de la nada es dueño,
me hace un mundo soñar, porque es preciso;
Él siendo Dios, de nada un paraíso
formó, nadando en eternal ensueño
¿Qué importa que la nada confundida
vuelva a nadar, al fin, está soñada
vil existencia que la nada olvida,
nada fatal de la que fue sacada?
¿Qué tiene esta ilusión que llaman vida?
Nada en su origen ¿ Y en su extremo? ¡Nada!
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El encuentro | Alfredo Cazabán y Laguna | 19 | Despunta el alba del postrero día
Lleno de angustia, con dolor pasea
la Cruz del Redentor; grita, vocea
con sed de sangre la canalla impía
A aquel cuadro de horror y de agonía
que alumbra un centurión de roja tea,
flotante el mando que en aire ondea,
víctima del dolor, llega María
Ambos se ven Antes filiales lazos
ya no hieren a Cristo los abrojos,
ni ya le abruma de la cruz el peso
Y forman fuerte nudo con sus brazos,
y al mirarse con lágrimas sus ojos
sus dos almas se funden en un beso.
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Soberbia | José Selgas y Carrasco | 19 | Mira a Dios Lucifer; místicas galas
ante su faz la eternidad despliega
y al punto cubre, pues la luz le ciega,
los ojos con la sombra de sus alas.
«Tú serás Dios si en el poder le igualas»
Se dijo; y fiero, de su Dios reniega,
y hasta el trono inmortal su audacia llega,
y de horror tiemblan las celestes salas.
Hiérele el rayo, y rueda en el abismo,
presa espantosa del dolor eterno,
ángel rebelde de execrable nombre;
revuélvese feroz contra sí mismo,
y removiendo el fuego del infierno,
con él incendia el corazón del hombre.
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Despertar | Anthero de Quental | 19 | Soñando a veces -si el soñar quebranta
ese vago sufrir, esa agonía -,
como canta al volar la alondra pía,
por el cielo mi alma vuela y canta
Canta el alba, la luz, la estrella santa
que ilumina la tierra sólo un día
Canta el cambio en las cosas, la alegría
que las llena de amor y las levanta
Mas de repente, un viento húmedo y frío
sopla en mi sueño Un leve escalofrío
me despierta Y es noche Es el dolor
que vela como antes a mi lado
¡Ay! mis cantos de luz, ángel amado,
tan sólo sueño son, como mi amor.
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El sisonte herido | Francisco Lles | 19 | El agua en vano su canción levanta,
el bosque en vano su canción murmura;
ya no canta el sisonte, ya no canta,
que está herido de muerte en la espesura.
Allá su nido entre el ramaje oscila
y él quiere en vano remontar el vuelo;
y, a fuerza de querer, a su pupila
se asoma juguetón el pichonzuelo.
Es de su prole el único viviente;
allá, en las espesuras, una fuente
las penas llora del sisonte herido;
y él, al pensar en traicioneras balas,
hizo un postrer esfuerzo, abrió las alas
y fue a morir sobre el caliente nido.
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La confesión | José de Diego | 19 | Llegó Purita, y al mirarse ufana
junto al confesionario de rodillas,
besó del armatoste la rejillas
y los pliegues también de una sotana.
Aunque el frío tenaz de la mañana
le dejó las mejillas amarillas,
subieron, poco a poco, a sus mejillas
candentes olas de color de grana
Alguna cosa por demás oscura
debió mediar en el sagrado nido
entre el ministro y la inocente Pura,
pues gritaron con tono enfurecido:
-«¡Se lo diré al obispo, señor cura!»-
-«¡También se lo diré yo a su marido!»-
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El poema eterno | Francisco Lles | 19 | Se abre la Luna en el confín lejano
como una rosa blanca Los rosales
riman sus amorosos madrigales
junto a las tapias del jardín cercano
La Luna es novia en el azul dormida:
su luz de plata, en el jardín, alfombra;
crecen en el sopor de la avenida
los dedos alargados de la sombra
Enarca un gato el lomo en el alero
de un tejado vecino Sus florones
el girasol bajo la Luna invierte;
y quiebra sus blancuras un lucero
sobre el viejo color de los frontones
dormidos en la calma de la muerte
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A Calderón de la Barca | José Peris y Pascual | 19 | «Sueño es la vida y vanidad el mundo:
¡Feliz aquel, que a sus engaños muerto,
sabe vivir a la verdad despierto,
y amarla siempre con amor profundo!».
Tal tú dijiste, genio sin segundo,
mostrando al hombre, de pesares yerto,
la mísera aridez de este desierto,
de falsos bienes manantial fecundo.
Y la nación ibera, que no olvida
las severas lecciones de tu drama,
otra verdad por él tiene aprendida:
Que si la vida allí sueño se llama,
es realidad la gloria de tu vida,
y realidad la gloria de tu fama.
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A Rossini | Jacinto Labaila | 19 | El que llenó la tierra de armonía,
alción divino, que con raudo vuelo
desde las hondas simas de este suelo
hasta el cielo las alas extendía;
el que a la Europa culta embebecía
con alto numen, que aspiro en el cielo,
hoy es cadáver, que con torpe anhelo,
oculta el polvo de la tumba fría
No es un mortal el que la losa encubre;
es un genio, y el genio no perece,
del mundo vive siempre en la memoria:
Sobre la tierra que a Rossini cubre,
con luminar eterno resplandece
el sol inapagable de su gloria
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Motín triunfante | José Selgas y Carrasco | 19 | La ruin traición, de aplausos coronada,
premia con mano vil bajas acciones:
da honor al fraude, al deshonor blasones,
licencia a la impiedad desenfrenada.
Cínico el rostro, torva la mirada,
hirviendo en odios, vicios y pasiones,
perjuros, asesinos y ladrones,
lucen su oprobio entre la gente honrada.
Huye el valor, la indignación no arde,
no halla el miedo servil quien lo convenza,
y hace la fama triunfador alarde:
Justo es ¡oh Dios! que la ignominia venza;
porque ya en esta sociedad cobarde,
hemos perdido todos la vergüenza.
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