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Beso divino
Luis Felipe Contardo
19
Fue al pie de unas palmera Las turbas silenciosas, que no sienten fatigas, olvidadas del pan, escuchan de los labios de Jesús altas cosas y ante el hondo misterio pensativas están. Unos niños levantan sus caritas de rosas; de los ojos divinos les atrae el imán; acercasen quisieran, mas las manos rugosas de los viejos apóstoles se oponen a su afán Y Jesús dijo entonces: «¡Dejadles!, son los dueños del cielo de mi Padre todos estos pequeños, dejadles que a Mí vengan, e imitad su candor si queréis formar parte de mi reino bendito!» En seguida inclinose hasta el más pequeñito y lo besó lo mismo que se besa una flor.
Miserere mei
Francisco Javier Ugarte y Pages
19
Un día llegará tal vez cercano, en que mi pobre espíritu abatido, por el dolor o la vejez rendido, se postre ante tu rostro soberano. ¡Perdónale, Señor! Si fue liviano, mísero pecador empedernido, humillado a tus pies y arrepentido no ha de implorar tu compasión en vano ¡Perdónale, Señor! Desde la alteza donde, Rey de los reyes, erigiste la eterna majestad de tu grandeza Perdónale, Señor: víctima triste de la vil condición y la flaqueza de esta carne mortal ¡que Tú le diste!
Desolación
Carlos Póo Urbach
19
Como el gallardo paladín caído viendo inutilizada la cimera, levanta desde el polvo su bandera como postrer esfuerzo de vencido Así mi corazón, mártir herido por aciago pesar, ya nada espera, mas sostiene su fúlgida quimera como un faro entre ruinas encendido ¡Oh Señor! Si perpetuo desolado cruzando los senderos terrenales, llevo mis ilusiones condolidas ¡Infúndele a mi espíritu agobiado la fe de religiosos ideales o el heroico valor de los suicidas!
La bestia
Mercedes Matamoros
19
Es lo más negro de aquel monte umbrío, nuestro lecho, Faón, he preparado, ¡de mi pecho el volcán se ha desbordado! ¡de la fiebre fatal ya siento frío! ¿No escuchas a lo lejos el sombrío león, que con rugido apasionado responde a la leona, en el callado y hondo recinto de su amor bravío? ¡Amémonos así! Ven y desprende de mi ajustada túnica los lazos, y ante mi seno tu pupila enciende! ¡Es el amor que humilla y que deprava! ¡No importa! Lleva a Safo entre tus brazos, donde loco el Placer la rinda esclava!
Reposo
Mercedes Matamoros
19
Como errante viajera fatigada quiero olvidar del tiempo en que he vivido la punzadora espina que me ha herido y la copa de néctar rebosada Ni aun siento abandonar la bien amada tierra hermosa del sol en que he nacido; ¡tanto mi corazón ha padecido de su triste existencia en la jornada! Quédanse aquí la gloria, los amores, los diamantes, los pájaros, las flores, cuanto a gozar y sonreír convida; mi único anhelo es verme sepultada en el seno del Todo o de la Nada, y no tornar a conocerte ¡oh, vida!
In extremis
Carlos Póo Urbach
19
Aura sutil su clámide olorosa de verde enredadera en los festones desgarra Melancólicas canciones flébiles surgen de la selva hojosa Tiñe el cielo su bóveda azulosa con lácteas tenuidades de jarrones, y en el ocaso humeantes bermellones del sol la veste esparce esplendorosa Como un pálido ejército las garzas van acampando en las punzantes zarzas que bordan los linderos del camino donde en áspero lecho de fría piedra que alfombra crespa exuberante hiedra agoniza extenuado peregrino
Lumen dei
Francisco Javier Ugarte y Pages
19
¿Qué es la Gracia, Señor? Rayo divino que el corazón del pecador inflama y ardor le infunde y claridad derrama a través de su lóbrego camino; iris de paz al triste peregrino, místico faro, refulgente llama a cuya luz la humanidad proclama árbitro a Dios de su inmortal destino La nube gris que en el espacio flota, sucumbe al sol tras la tormenta ruda que el mar encrespa y el vergel azota Así, al caer las sombras de la duda, entre esplendores la Esperanza brota, vibra el Amor con elocuencia muda.
EL DIVINO LOCO
Fernando María Guerrero
19
Hidalgo de la Mancha: todos los malandrines siguen clavando flechas de escarnio en tu figura, pues no alcanzan el vuelo de tu genial locura los que viven reclusos, en sórdidos confines. Yo hago mía la senda por donde tú camines; en pleno siglo XX proclamo tu aventura, y voy en ansia eterna de aquella calentura que te exalto por cima de osados Palmerines. Herirán nuevas piedras el árbol del Ensueño, pero sobre las piedras volará Clavileño llevando al Infinito la carga de una idea; y toda noble diestra, asida a su destino, quebrará en las dos aspas del más alto molino las lanzas de su esfuerzo vital por Dulcinea…
Todo nos llega tarde
Julio Flores Roa
19
¡Todo nos llega tarde, -hasta la muerte Nunca se satisface ni se alcanza la dulce posesión de una esperanza cuando el deseo acósanos más fuerte Todo puede llegar; pero se advierte que todo llega tarde: la bonanza, después de la tragedia; la alabanza, cuando está ya la aspiración inerte La Justicia nos muestra su balanza, cuando sus siglos en la Historia vierte el tiempo mudo que en el orbe avanza; Y la Gloria, esa ninfa de la suerte, sólo en las viejas sepulturas danza Todo nos llega tarde: -hasta la muerte.
María
Vicente Silveira
19
Ante una hermosa, cristalina fuente en cuyo fondo el cielo se veía, ayer estaba la gentil María contemplando la linfa transparente. Del astro rey la imagen esplendente en el límpido azul resplandecía y copiada en el agua se veía el rostro de mi amiga, sonriente Yo que a la margen de la fuente aquella por acaso tal vez me encaminara, de espaldas viendo a la gentil doncella. Sigiloso a su lado me acercara: Miré a la fuente y encontré más bella que el Sol y el Cielo la divina cara
Son...sone...tes
Julio Flores Roa
19
Oh tú que en gradación eterna y muda has ostentado todos los colores, como el iris que el sol con sus fulgores forma en la negra inmensidad desnuda! Tú que conoces al varón que suda de un mísero destino los rigores; tú, que ya no tendrás días mejores de esta existencia en la batalla dura; Tú, que verde y sutil como la malva cubrir osaste como al sol la nube, de nuestro amigo la luciente calva; Hoy que el sepulcro tu carrera ataja, no te diré como a la niebla: ¡Sube! Yo te diré como a la noche: ¡Baja! Duerme tú, que sufriste los sudores de esa columna humana en cuya cumbre tanto el alma vertió candente lumbre que hasta el pasto quemó con sus ardores Duerme tú, que jamás sucios favores lograste, como muchos, por costumbre; que toda tu asquerosa podredumbre se torne al cabo en perfumadas flores No, la muerte no es noche; es luz, es alba que a la niebla de la nada aterra y de la sombra sepulcral nos salva; Como el cadáver que la tumba encierra, tú bajaras desde la estéril calva de Carlos, ¡ay!, a fecundar la tierra Tú, que la cumbre de Tamayo un día ocupaste como águila altanera, que bajo el dombo de la azul esfera mira la muda inmensidad vacía; Tú, que en la noche tempestuosa y fría diste abrigo en la calma y en la cuera de aquel que es más delgado que una cera y más largo tal vez, que una bujía Debes dormir en el recinto oscuro de la tierra, que es madre bondadosa, que lecho da a su huésped, jamás duro, y que hace al rededor nacer la rosa y tornar en ambiente blando y puro todo lo que al morir rueda a la fosa Reposa, pues entre la tumba hueca que va a cambiar tu singular destino; ya que malezas no hubo en tu camino llevas al fenecer mucha manteca Aunque muerta, tu cinta no está seca; quizás untada de aguardiente o vino, de la muerte en el raudo torbellino, como todas irá de Ceca en Meca Pero tal vez la savia oscura y sola de la fecunda tierra, cuyo aliento vaga al acaso como inmensa ola, hará de ti, para halagar al viento el cáliz de una trémula amapola o la corola azul de un pensamiento
Sonetos – I
Miguel W. Garaycochea
19
¿No te ha buscado, Filis, un mancebo de gallarda presencia, rostro hermoso, halagüeño mirar, lindo y gracioso, cual aparece por oriente Febo? Si a buscar tu beldad fuese de nuevo, recíbele de un modo cariñoso, pues, aunque niño tierno y amoroso, es el terrible amor, decirte debo. Mi corazón te mando, entre tus manos, cual una pira ardiendo en la cruel llama que prendieron tus ojos soberanos, que su quietud perdida te reclama; o que dejando los temores vanos le ames en recompensa cuanto te ama
Plegaria
José María de Ortega Morejón
19
Señor, yo creo en Ti; sé que tu mano me arrancó de la nada; que tu acento calma y encrespa al mar, desata el viento, hunde la cumbre y agiganta el llano; que es sombra de tu paso soberano toda la luz que esmalta el firmamento, que lees el porvenir y el pensamiento y que igualas al siervo y la tirano Nada existe que olvides o que ignores la hoja del árbol por tu voz se mueve y Tú ahuyentas o excitas los dolores, ¡mas sé también que nunca te conmueve mirar mi corazón, lleno de amores, siervo de un corazón lleno de nieve!
La reja andaluza
Marqués de Almendar
19
A través de la reja musulmana que adereza la yedra y los claveles; dando asunto a los mágicos pinceles aparece la típica ventana El sol que alumbra a la gentil mañana haya en la reja a los amantes fieles, y dorando del majo los caireles un rostro femenil tiñe de grana Se quiebran en moriscos azulejos del luminar gigante los reflejos que roban al esmalte sus colores, y los ojos de ardiente fantasía ven la reja en mi hermosa Andalucía como clásico altar de los amores
Invierno
Félix B. Visillac
19
Invierno, viejo triste que mis flores desglosas has puesto una nostalgia en mi antiguo balcón; de mi rosal cayeron moribundas las rosas y en mi jardín la fuente suspendió su canción De un parque olvidado, en las sendas sombrías hallo dulces recuerdos de mi edad infantil; cómo pasan las horas, cómo huyen los días la vida es un perfume embriagante y sutil. Invierno, viejo triste, mi loca fantasía te imaginas que partes con tu melancolía, con tu aspecto severo, con tu cara tan gris, por eso es que reclamo mis rosas y glicinas, y las dulces viajeras del amor, golondrinas, que me traigan romances de un lejano país!
La gran mentira
Félix Valencia
19
Cristo y Judas son flores de heroísmo y la una sombra agranda la otra lumbre; si Cristo es grande como toda cumbre, Judas es negro como toso abismo. Mas los dos, por extraño fatalismo, al predicar amor y mansedumbre, el uno es presa de ebria muchedumbre el otro es un verdugo de sí mismo. Mientras tanto el Dios hombre y el suicida, hasta hoy no pueden con sus muertes rudas disminuir las miserias de la vida ¡Y entre tantos horrores no se ha visto un acto más infame que el de Judas, ni un morir más inútil que el de Cristo!
Poesía dedicada a la bandera
Miguel Teurbe Tolón y de la Guardia
19
Galano pabellón, emblema santo de Gloria y Libertad enseña y guía que de Cuba en los campos algún día saludado serás con libre canto Bajo tus pliegues cual sagrado manto, la muerte sin temor te desafía; de tu estrella al fulgor la tiranía, huye y se esconde a su cobarde espanto. Y tú, noble adalid, canto de guerra, de Patria y Libertad, alza valiente, clavando este estandarte en nuestra tierra que luzca siempre y que por siempre vibre, la espada que en tu mano es rayo ardiente, y en el mundo se oirá: ¡Ya Cuba es libre!
Ante una pirámide de Egipto
Gaspar Núñez de Arce
19
Quiso imponer al mundo su memoria un rey, en su soberbia desmedida, y por miles de esclavos construida erigió una pirámide mortuoria ¡Sueño estéril y vano! Ya la historia no recuerda su nombre ni su vida, que el tiempo ciego en su veloz corrida dejó la tumba y se llevó la gloria El polvo que en el hueco de su mano contempla absorto el caminante ¿ha sido parte de un siervo o parte del tirano? ¡Ah! todo va revuelto y confundido, que guarda Dios para el orgullo humano solo una eternidad: la del olvido
Una tarde me dijo...
Ubaldo R. Villar
19
Padecía de un mal que no se cura ¡Y siempre estaba triste! ¡Era tan hondo el dolor que mostraba, allá en el fondo de los ojos velados de amargura! Una tarde me dijo: -Siento el frío de la muerte en los huesos, y quisiera no apartarme de ti ¡Ay! ¡Si pudiera tu corazón de fuego unir al mío! Y suspiró después En sus pupilas las lágrimas pugnaron intranquilas cual si quisieran escapar de acuerdo. Y cuando al fin rodaron, fue tan largo el copioso raudal y tan amargo, ¡qué aun se nublan mis ojos al recuerdo!
Estudia, trabaja, descansa – Trabaja
Elías Calisto Pompa
19
Trabaja, joven, sin cesar trabaja; la frente honrada que en sudor se moja, jamás ante otra frente se sonroja ni se rinde servil a quien la ultraja. Tarde la nieve de los años cuaja sobre quien lejos la indolencia arroja; su cuerpo al roble, por lo fuerte, enoja; su alma del mundo al lodazal no baja. El pan que da el trabajo es más sabroso que la escondida miel que con empeño liba la abeja en el rosal frondoso. Si comes ese pan serás tu dueño, mas si del ocio ruedas al abismo, ¡todos serlo podrán, menos tú mismo!
Un episodio: Tinguaro
José Plácido Sansón
19
Allí San Roque está De heridas lleno sube Tinguaro por el risco, y brama Lugo venció; se oscureció la fama del gran Tinerfe, el de la voz de trueno Fatiga al héroe el desigual terreno; siéntese fallecer, y amor le inflama, y sigue, y sigue: un español le llama; vuélvese, y este le atraviesa el seno. Tinguaro pereció: luto, agonía, arrastra el eco en pos, de peña en peña; llora su inmensa soledad Nivaria. Y allá del Teide en la caverna umbría se oye: ¡Murió la independencia isleña! ¡Murió con él la libertad canaria!
Amar y morir
José Jacinto Milanés
19
Bella es la edad, cuando el amor convida con un incontrastable poderío a darte el corazón, ídolo mío, y a hacer de ti mi júbilo y mi vida ¿Cuál cosa habrá que idolatrar me impida tu rostro y talle, en que beldad y brío ponen con duplicado señorío un grillo eterno a mi ventura huida? Ser del todo feliz ninguno sabe, así lo dice el rey y así el esclavo, por tener la esperanza cosas de ave. Mas yo que nunca de adorarte acabo, digo que es carga plácida y suave morir de amor, si al fenecer te alabo
A S. M. la reina Victoria – II
Napoleón Quesada
19
Tan bella es y tan buena, que siempre me parece que es deidad esta Reina en la tierra española; a su corona junta magnífica aureola; el amor de su pueblo que el corazón le ofrece. Amado de Victoria, hoy Alfonso merece la enseña que triunfante nuestra raza tremola, y lleva en letras de oro esta leyenda sola: «Rey es de nuestra casta el Rey Alfonso XIII » Cuando evoca la imagen de Victoria la mente, con su actitud gallarda, con su serena frente, con su bondad que el cielo ha trocado su casa, una visión semeja de la divina altura, y dice el pensamiento ante su imagen pura: es preciso inclinarse, que nuestra Reina pasa.
Celajes de abril
José Martínez Monroy
19
Pura nube, que vaga en manso vuelo, si el rojo sol que fúlgido amanece la ilumina, magnífica parece púrpura y oro en el azul del cielo Cual de la blanca aurora rico velo, al hálito del céfiro se mece: crece en carmín, y en resplandores crece, y al alma infunde misterioso anhelo. Así, llena de encanto y lozanía, esplende, si en su luz amor la dora, dulce ilusión de joven fantasía. Mas ¿qué vale si al fin se descolora la ráfaga, y cual flor de un solo día, lo ideal pierde el lustre que atesora?
Germinal – II
César Luis de León
19
Crear un mundo mío para soñar de nuevo con místicas y astrales doncellas luminosas, y así tender un puente de luz y de renuevo desde las viejas cosas, hasta las nuevas cosas. Mirar la vida entonces vibrando de alegría entre un cantar armónico de pardos ruiseñores y una eclosión inmensa de Amor y fantasía, y así verter en Ella mis claros surtidores. Crear un mundo mío para arrancar la pena torturadora y áspera que el alma me encadena Crear, crear ensueños jamás imaginados, para arrojar al viento triunfal de las alturas, los raros arabescos de todas mis locuras con las indiferencias de los predestinados.
Mis treinta años
Juan Francisco Manzano
19
Cuando miro el espacio que he corrido desde la cuna hasta el presente día, tiemblo, y saludo a la fortuna mía, más de terror que de atención movido. Sorpréndeme la lucha que he podido sostener contra suerte tan impía, si tal llamarse puede la porfía de mi infelice ser, al mal nacido Treinta años ha que conocí la tierra; treinta años ha que en gemidor estado triste infortunio por doquier me asalta Mas nada es para mí la cruda guerra que en vano suspirar en soportado, si la calculo ¡oh Dios! con la que falta
En el baño
Félix Córdoba Dávila
19
Por no exhibir la desnudez entera de sus formas, que guarda con decoro, oculta entre las ondas el tesoro de su cuerpo de púrpura y de cera Destácase la blonda cabellera con el ígneo chispar de un meteoro, quebrándose en relámpagos de oro sobre el níveo perfil de su cadera Túrgido el seno de jazmín y rosa, cuando surge del baño, temblorosa, arroba con sus mágicos hechizos, sacudiendo el trigal de sus cabellos, como un sol que reparte sus destellos en una lluvia de flotantes rizos.
A Hipólita
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo
19
En el acceso de mi afán erótico, al ver tu rostro sin igual simpático, quedéme de placer mudo y estático, como agobiado por atroz narcótico. Aunque soy para ti pájaro exótico sin nido y sin hogar, pobre y apático, para adorarte fiel soy un maniático, y tengo un corazón sublime y gótico Lleno de amor y de constancia sólida, te adoro siempre con ardor frenético, y, aunque te aprecies tú de ser estólida aunque te burles de mi amor patético, tuya es mi vida y mi pasión insólita, tuyo mi corazón, amada Hipólita.
La nube
Manuel González Prada
19
Con el primer aliento de la aurora, abre la nube su cendal de nieve, las frescas agua de los mares bebe y de rosado tinte se colora. Ora impelida por los vientos, ora acariciada por el aura leve, con serpentina ondulación se mueve y la serena inmensidad devora Al divisar en bonancible suelo olas de mieses y tapiz de flores, sonríe, goza y encadena el vuelo; mas, al mirar asolación y espanto, odios y guerras, muertes y dolores, lanza un gemido y se deshace en llanto.
Hanníbal
Justo Sierra
19
Jura en su nido al águila matar; el Pirineo cruza y la Galia a saltos; desde la rota cresta del Alpe mira a Italia ebria de luz y fiesta y baja y la hace suya: ¡fatídico himeneo! Sacia, del Trebia a Cannas, en sangre su deseo, el elefante púnico pisa la flor enhiesta de la virtud de Roma que a sucumbir se apresta Sólo el Senado vela junto al postrer trofeo No puede, exangüe, el cíclope, tocar el nido rojo Cartago, negra madre, lo deja moribundo, a par que Roma surge gigante de su enojo. Vencido, de odio muere y de desdén profundo Y el gran grito del águila hincada en el despojo, despierta un eco lúgubre en el pavor del mundo.
Amor
Fernando Reyes
19
Azucena gentil, fragante y pura, que das galas al vergel, vertiendo amores, tú eres, flor, la más linda de las flores siendo igual tu modestia a tu hermosura. La peregrina llama que fulgura en tus cubanos ojos brilladores, disipa en su expresión mis sinsabores como emblema de gloria y de ventura. Yo te adoro, mi bien, como a la brisa ama el gentil sonoro riachuelo, como adora el sunsún a la floresta; pues en tu joven frente se divisa el timbre halagador que te dio el cielo de hermosa, de cubana y de modesta
El amor
Manuel González Prada
19
Si eres, Amor, un bien del alto cielo, ¿por qué las dudas, el gemido, el llanto, la desconfianza, el torcedor quebranto, las turbias noches de febril desvelo? Si eres un mal en el terrestre suelo, ¿por qué los goces, la sonrisa, el canto, las esperanzas, el glorioso en canto, las visiones de paz y de consuelo? Si eres nieve, ¿por qué tus vivas llamas?; si eres llama, ¿por qué tu hielo inerte?; si eres sombra, ¿por qué la luz derramas? ¿Por qué la sombra si eres luz querida?; si eres vida, ¿por qué me das la muerte? si eres muerte, ¿por qué me das la vida?
El Coburgo de Celedonio
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo
19
Sin oro poseer, plata ni cobre, se casó Celedonio con Tomasa, porque es rica la novia, y en su casa pretende que el boato se le sobre. Y él, que antes era celibato y pobre, hoy se contempla con esposa y casa; come y bebe a sus anchas, y sin tasa y él, que antes era celibato y pobre. Pero ¡ay! que la fortuna, de repente, que le llevó Tomasa al matrimonio, pronto le hizo cosquillas en la frente ¿Y qué se siente en las sienes Celedonio? ¿Será tal vez -respóndame el prudente lo que en ellas le, pintan al demonio?
Cuando el ánimo ciego...
Gaspar Núñez de Arce
19
Cuando el ánimo ciego y decaído la luz persigue y la esperanza en vano; cuando abate su vuelo soberano como el cóndor en el espacio herido; cuando busca refugio en el olvido, que le rechaza con la helada mano; cuando en el pobre corazón humano el tedio labra su infecundo nido; cuando el dolor, robándonos la calma, brinda tan sólo a nuestras ansias fieras horas desesperada y sombrías, ¡ay, inmortalidad, sueño del alma que aspiras a lo infinito!, si existieras, ¡qué martirio tan bárbaro serías!
Gracias, Lempira
Jeremías Cisneros
19
Preciso es consignarlo: con lúcida elocuencia Lempira hace el peligro cercano conceptuar; y todos, con respeto profundo en su presencia, no osan ni aun siquiera sus labios desplegar. Seduce la postura del héroe, la grandeza que muestra en su gallardo decir y continente: sombría es su mirada, mas habla con nobleza, furtiva deslizando su mano por la frente Cual bárbaras condena las luchas, e invoca del íntegro aborigen la magnanimidad; de paz un blanco lienzo, cual símbolo coloca ¡hipócrita! En un asta que empieza a tremolar. Proponen un arreglo. ¿Quién puede la perfidia temer de quienes llevan por lema la lealtad?
Amor
Felipe «Pichorra» Salazar
19
¿Preguntas que es amor, niña querida? Ya te lo han dicho en verso y aun en prosa que amor es la pintada mariposa que se quema en las llamas de la vida Que amor es una fuente, la escondida de la que brota el agua misteriosa gloria y placer de nuestra edad dichosa cuna y sepulcro, encuentro y despedida Eso te han dicho el fraile y la beata pero tú que ya no eres nada lerda, prepárate a dejar camisa y bata; ¿ves ese trozo de robusta cuerda que en tus manos se yergue y se dilata? ¡Eso es amor, y lo demás es mierda!
La estrella de la tarde
Miguel Sánchez Pesquera
19
Ya estás allí, cual fúlgido diamante en la frente del cielo, anunciadora del descanso y la paz que el alma implora y del amor heraldo vigilante Ya estás allí, fantástica y brillante, como en piélago azul dorada prora, y la razón que tu destino ignora, torna hacia ti su esfuerzo vacilante. Virgen, empero, tú de humana duda y exenta de terrígenos temores vas del espacio en la encantada vía, y de la noche profetisa muda alumbras con tus pálidos fulgores el sonreír del moribundo día
Infecundidad
Carlos Miranda
19
«Negándote a inspirar a tu “poeta”, me colocas ¡oh Musa! en grave aprieto: catorce versos dicen que es soneto, y el que yo los escriba, ¿no te peta?. Desciende sobre mí, y estate quieta; ¡que yo también al yunque me sujeto, y a la atroz disciplina me someto de llegar, paso a paso, hasta la meta! Sóplame un momentito, y luego vete volando por ahí con rumbo ignoto; ¡pero no me coloques en un brete! Sólo hacer un terceto necesito; ¡mas ya las manos de placer me froto, pues veo que he llegado al finiquito!»
Fulminado
Julio Flores Roa
19
¡Salta el rayo en la nube! Alfanje de oro raja el ámbito negro y atraviesa el abismo; desciende hasta la dehesa y húndese en le testuz del viejo toro Tras un brusco esplendor del meteoro, del verde llano a la montaña espesa el trueno pasa retumbando Y cesa de la borrasca el fecundante lloro El huracán, terrible y altanero, cierra sus fauces lúgubres; ya nada se mueve En el cenit brilla un lucero. Y desde la llanura dilatada sube, como un reproche lastimero, ¡la gran lamentación de la vacada!
El libro de la vida
Francisco Herizo Álvarez
19
Da principio este libro a su teoría con los rosados cuentos soñadores que la abuela, olvidando sus dolores nos narra para darnos alegría Siguen después, grabados día por día, mil recuerdos de plácidos amores que evocan el aroma de las flores y del aire en el bosque la armonía Más tarde la vejez con sus negruras marca en el libro triste decadencia, y de tantos placeres y hermosuras sólo queda un «resumen»: la experiencia; y como «fe de errata» la conciencia
Sonetos – III
Miguel W. Garaycochea
19
¿Qué fuego, ¡ay! Dios, acá en el pecho siento? ¿Qué poderío tiene aún en mi mente? ¿Qué incendio que me hiela de repente y hielo que me abrasa en el momento? ¿Qué agrado que me causa gran tormento y pesar que me agrada fuertemente? ¿Qué dulce vida que amo diligente y muerte amarga es ya la que sustento? ¿Qué herida es esta igual con el remedio? ¿Qué tormenta que al mismo tiempo es calma? ¿Y qué deleite parecido al tedio? Este incógnito mal que sufre el alma es efecto de amor, que en el asedio que hizo a mi voluntad, ganó la palma
Todo nos llega tarde
Julio Flores Roa
19
Todo nos llega tarde, -hasta la muerte Nunca se satisface ni se alcanza la dulce posesión de una esperanza cuando el deseo acósanos más fuerte Todo puede llegar; pero se advierte que todo llega tarde: la bonanza, después de la tragedia; la alabanza, cuando está ya la aspiración inerte La Justicia nos muestra su balanza, cuando sus siglos en la Historia vierte el tiempo mudo que en el orbe avanza Y la Gloria, esa ninfa de la suerte, sólo en las viejas sepulturas danza Todo nos llega tarde: -hasta la muerte.
Al Damují
Ambrosio Echemendia
19
No ha mucho tiempo, caudaloso río, murmuraban tus aguas quejumbrosas, bañando tristes las pajizas chozas que formaban tu pobre caserío El Progreso escuchó tu murmurío, y en tus incultas márgenes hojosas, brotó Cienfuegos, como en frescas rosas gentil capullo en el ardiente estío ¿Será cual tú mi genio desgraciado que en silencioso vegetal se inspira? ¿Vendrá el Progreso a revocar su hado? Si es cierto, Damují, ¡ay! en mi lira, al mudar cual tus linfas a otro estado ¡te promete cantar quien hoy suspira!
La primera traición
Mercedes Matamoros
19
¡Ah! ¡Te he visto! Detrás de la enramada estabas con Cloé bien escondido, y de tus besos conocí el sonido en su fresca mejilla sonrosada Seductora, voluble y descocada, me llamaba tu labio fementido; y yerta de dolor, perdí el sentido, de mi amor inaudito avergonzada! ¡Y reía Cloé! La mujercilla que supone ser bella entre las bellas y es amiga de sátiros lascivos! ¡Pues bien! ¡En esa impúdica mejilla que tú has besado, dejará sus huellas el nácar de mis dientes incisivos!
Reminiscencia
Carlos Póo Urbach
19
Lánguida y melancólica sonrisa de cándidos infantes hechiceros; flores de alba corola que la brisa mece a la lumbre azul de los luceros; amores de cruzados caballeros y blondas castellanas, indecisa luna que al resplandor blancos regueros con metálicos tintes la onda irisa; a mi alma habláis con musicales voces, hacéis promesas de ideales goces a mi tétrico espíritu abatido; y, emisarios de ignotas lontananzas, me traéis soñolientas remembranzas, del lejano país en que he vivido.
En Sierra Morena
Francisco Javier Ugarte y Pages
19
No es preciso, Señor, que tu voz hable para mostrarte grande y poderoso: te aclaman en concierto portentoso la sierra, el llano, el piélago insondable; las sombras y la luz, la perdurable sucesión de la vida, el fragoroso estampido del trueno ¡este reposo de una naturaleza incomparable! Y si no te ensalzaran a porfía eterno, omnipotente, justo y fuerte, los mundos que creaste, todavía pudiera honrarte más y enaltecerte ¡la fe con que a tus pies el alma mía árbitro te declara de mi suerte!
Soneto
Gumersindo Laverde Ruiz
19
Cuando gimiendo por el sol que espira, su torre gigantesca lanza al viento grandioso clamor que en ondas lento hasta el confín del horizonte gira; y en sus calladas naves do respira de otros siglos el alto pensamiento, la tierra olvido, y penetrar me siento del Infinito a quien el alma aspira; la quietud, las tinieblas, el misterio, de los santos inmobles la mirada, la antorcha del sagrario veladora todo me dice allí con vago imperio, plácido al corazón que se anonada ¡Aquí habita el Señor! ¡Póstrate y ora!
GRITO DE ALERTA III
Fernando María Guerrero
19
A qué delirios suntuarios y en néctar rosas deshechas cuando fieros sagitarios cubren el aire de flechas? El horror de los calvarios y los muertos en las brechas, de más nobles idearios nos anuncian las cosechas. Odie, pues, la vida lacia mi pueblo, y del porvenir emprenda el camino franco; y con fe en la Democracia írgase y, si ha de vivir, viva con la espada al flanco.
La suprema grandeza
Francisco Javier Ugarte y Pages
19
Por qué has de consentir la culpa impía, que te ofende, Señor, y tu ley santa con orgullo satánico quebranta, en perenne y odiosa rebeldía? Quizá por redimir el alma mía tu piedad a mis yerros se adelanta, pues tu mano a los míseros levanta y en el dolor consagras la alegría En pos del huracán y la tormenta el sol con mayor brillo resplandece Así tu amor mi confusión ahuyenta, y radiante mi duda desvanece: que también tras la culpa, que te afrenta, erigiste el perdón, que te engrandece.
Los templos
Carlos Póo Urbach
19
En sus bóvedas guardan la infinita castidad que los sueños tornasola, como guarda en su pálida corola alburas la silvestre margarita En su recinto protector no agita el ansia terrenal su impura ola; del blanco cirio la dorada aureola a los delirios lánguidos excita Narcótico deleite se desprende del incensario fúlgido que al aura impregna de balsámicos olores; y el ritmo melancólico que extiende por la atmósfera el órgano, restaura el piadoso fervor de mis mayores
Yo
Mercedes Matamoros
19
Tengo el color de golondrina oscura; sombríos los cabellos ondulantes, y mis ojos ¡tan negros! son diamantes en cuyas chispas la pasión fulgura! Es urna de coral y esencia pura mi boca, en que los besos palpitantes buscan -cual pajarillos anhelantes- de la tuya el calor y la dulzura! Mi cuerpo es una sierpe tentadora y en el mórbido seno se doblega lánguidamente el cuello como un lirio! ¿No es verdad que es tu Safo encantadora? ¡Oh, ven! Y en este amor que a ti me entrega, tú serás el Placer y yo el Delirio.
Tipos clericales
J. Guerrero
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Soberbia y ambición, gula y pereza, lujuria, orgullo, ira, hipocresía, avaricia, amor propio, idolatría hacia todo lo ajeno, ruin bajeza; adulación al rico, a la pobreza desprecio sin igual, una falsía que Judas para sí desearía, mucho viento metido en la cabeza; nada de dignidad, mucho de vicio, muchas palabras retumbantes, vanas, sin sentido común y sin juicio ¡Oh, lector!, en muchísimas sotanas que, la verdad no tiene desperdicio, hallarás cualidades tan barbianas
I
Manuel José Othón
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¿Por qué a mi helada soledad viniste cubierta con el último celaje de un crepúsculo gris? Mira el paisaje, árido y triste, inmensamente triste Si vienes del dolor y en él nutriste tu corazón, bien vengas al salvaje desierto, donde apenas un miraje de lo que fue mi juventud existe Mas si acaso no vienes de tan lejos, y en tu alma aun del placer quedan los dejos, puedes tornar a tu revuelto mundo. Si no, ven a lavar tu ciprio manto en el mar amargísimo y profundo de un triste amor o de un inmenso llanto
Contrición
Francisco Javier Ugarte y Pages
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¡Tu siervo soy, Señor! Alza tu brazo y sobre mí tu cólera descarga: no aborrezco la vida por amarga, ni por duro tu látigo rechazo ¡Tu siervo soy, Señor! En dulce lazo tu Justicia me atrae, tu Amor me embarga; a corta pena, recompensa larga -¿Quién mide el riesgo, ni escatima el plazo?. Redoble tu rigor la pesadumbre de la Cruz que me das en penitencia; para llegar con ella hasta la cumbre alientos pediré a tu Providencia, y así mi pasajera servidumbre don eterno será de tu clemencia
Corazón que te has vuelto
Tomás Allende Iragorri
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Corazón que te has vuelto como un niño aterrado al que el más leve ruido paraliza de horror, yo no sé como aguantas el dolor continuado de las devastaciones de tu vida interior De lirismo y de pena vives tan enconado que tus llagas parecen despedir resplandor, cualquier sombra que enturbie tu círculo alumbrado hace vibrar tu vida con enorme dolor Es que nada en la vida te encuentra indiferente, es que el dolor de todos vibra en ti largamente como un nervio que toca una mano brutal; ¡es la vida de todos, tu vida hecha pedazos! y se te ha muerto ha tiempo, como a un hijo en los brazos la conciencia egoísta de tu yo terrenal
La madre
Rosario («Crisantema») Sansores
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En tanto que mece la cuna del niño y arrulla su sueño con tibia canción, contempla extasiada la frente de armiño de aquel pedacito de su corazón ¡Qué locos proyectos cruzan por su mente! ¡Cómo fantasea su amor maternal! ¡Su hijo será un héroe gallardo y valiente, acaso un artista de fama mundial! Absorta en su sueño, la madre amorosa olvida sus largos insomnios de esposa, sus horas de angustia, su cruel soledad ¡Su injusto abandono, sus noches de olvido, que al ver la sonrisa del ángel dormido bendice dichosa su maternidad!
A un ingenio de estos tiempos
Rafael María Baralt
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Soy incapaz, Ernesto, de engañarte: adoro la verdad, que el bien inspira, y contra el vicio de falaz mentira hay en mi corazón firme baluarte. Ernesto, Ernesto, el corazón me parte tu inútil afanar: rompe la lira de tus cuerdas flojas «tu razón delira; te falta inspiración; no tiene arte » Pero sírvate al menos de consuelo que, si ascender no puedes la escabrosa cumbre del Pindo en tu cansado vuelo, tienes en tus escritos una cosa mira si de franqueza soy modelo, peor aún que tus versos y es tu prosa.
Fe y orgullo
Juan Martínez Nacarino
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Precisamente Porque soy altivo creo en Dios y le adoro reverente, porque se cree en El o fatalmente de la propia impotencia se es cautivo. Y es más noble creer en un Dios vivo, sabio, justo inmortal, omnipotente, que a cada paso tropezar ruinmente por rechazar su eterno imperativo ¿Y a qué no creer en Dios? Para ser luego sectario de otros hombres, mis iguales, aceptando su error como un borrego, para no hallar consuelos en mis males, para vivir esclavo y morir ciego y no gozar los bienes inmortales!
Otra versión del mismo
Rafael María Baralt
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Suplicio fuiste en que a morir de horrenda muerte afrentosa y con valor profundo el hombre a sus esclavos, iracundo, en su justicia condenó tremenda. Purificada por Jesús, ofrenda de amor y cultos te consagra el mundo; y hallan en ti consuelo el moribundo, el justo premio, el pecador enmienda ¿Por qué trocados tu baldón en gloria, en dulce libertad tu servidumbre, en santo libro tu infernal historia? Porque el Venido de la excelsa cumbre dejó en tus brazos su feliz memoria, y de su empírea majestad vislumbre
Idilio salvaje – I
Manuel José Othón
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En tus aras quemé mi último incienso y deshojé mis postrimeras rosas Do se alzaban los templos de mis diosas ya sólo queda el arenal inmenso Quise entrar en tu alma y ¡qué descenso que andar por entre ruinas y entre fosas! ¡A fuerza de pensar en tales cosas, me duele el pensamiento cuando pienso! ¡Pasó! ¿Qué resta ya de tanto y tanto deliquio? En ti ni la moral dolencia ni el dejo impuro, ni el sabor del llanto Y en mí, ¡qué hondo y tremendo cataclismo! ¡Qué sombra y que pavor en la conciencia, y qué horrible disgusto de mí mismo!
Soneto
Mercedes de Velilla Rodríguez
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Augusta musa, divinal poesía; si te ensalzaron liras inmortales y tú mereces cantos celestiales, ¿cómo mi humilde voz te cantaría? Yo adoro tu dulzura y tu armonía, la luz de tus divinos ideales, y amo el fuego que guardan tus vestales, llama del genio que a la gloria guía. Mas si piadosa tú, cuanto eres bella, también aceptas los humildes dones, yo seguiré tu luminosa huella. Toma mi lira de apagados sones, y a un beso tuyo brotarán en ella inspiradas, dulcísimas canciones
Diligencia
Manuel del Palacio
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¿Veis ese campo yermo e infecundo en el que no germina ni aun maleza? Imagen es cabal de la pereza, como el estéril o funesta al mundo Trabajar es vivir, desde el profundo volcán que alimentó naturaleza, hasta el gusano ruin, cuya destreza labra un alcázar en el lodo inmundo, todo se agita, y en provecho o daño del mísero mortal su fuerza mueve, obedeciendo a su destino extraño Quien es ley a quebrantar se atreve, preso en las redes de su propio engaño, al hombre usurpa lo que al hombre debe.
¡Anda aprisa, ayudante!
Augusto E. Madan
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-Ayestarán: amaneció apirético -Alimento adecuado- Amat: artrítico -Analgesina- Arbués; abceso ascítico -Acupuntura Apiol Acido acético. -Alzugaray: anuria- Algo aloético -Ausúrez: aneurisma- Algo aconítico -Antón: albuminuria- Al analítico Aurelia Azúcar: aborto- Aceite abético -Argüelles: accidente aponeurótico -Afusiones Anís- Achón, asiático: ascárides- Almácigo apazótico ¡Avívate!- Acabóse Auset: asmático -Amapola Aspirar ácido azótico ¡A almorzar, ayudante anagramático!
A la dispersión de los restos que debieron guardarse en el Panteón Nacional
Manuel del Palacio
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¡Dejémosles pasar! No con impías promesas vanas, que el honor condena, turbemos otra vez la paz serena que hallaron en sus tumbas, hoy vacías. Duerman en calma las cenizas frías a cuya gloria se atrevió la ajena, y como arrastra el siervo su cadena, arrastren su infortunio nuestros días. No durarán columnas ni trofeos, ni lápidas, ni bronces, ni diamantes, lo que duran Virgilios y Tirteos, y ya cerca se miren, ya distantes, el pedestal que achica a los pigmeos nada puede añadir a los gigantes
En el segundo centenario de D. Pedro Calderón de la Barca – VIII
Numa Pompilio Llona
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Sobre la frente el astro de la idea, y en ambos hombros poderosas alas, tal se mostraba, entre esplendentes galas, del mundo ante la atónita asamblea; risueña como en triunfo Galatea, o como Dione en las empíreas salas; o bien lanzando, cual ceñuda Palas, el grito de furor y de pelea. Y levantando hasta el cenit su vuelo, -de la eterna creación sacerdotisa- alzó su acento, que escuchaba el suelo. Por casi un siglo, en aptitud sumisa, desde su himno infantil CARRO DEL CIELO, ¡hasta, el canto, del cisne, HADO Y DIVISA!
II
Mercedes de Velilla Rodríguez
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De la Virtud, y del deber el ruego halló tu corazón débil y frío; más de liviano amor el desvarío le encontró, por tu mal, esclavo ciego Y recibes con ira y con despego al débil ser que acusa tu extravío, y lo desprendes de tu pecho impío, y al ignorado azar lo arrojas luego Para olvidar cuanto el honor merece invocaste ese amor, y hoy no te grita que es vida de tu vida el que perece La clemencia de Dios, aunque infinita, ante culpa tan vil desaparece: para ti no hay perdón, estás maldita.
Sonetos – V
Melchor Palau y Català
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No te dejes vencer por la desidia, si anhelas a la cumbre remontarte; ni caigas en las redes que, con arte, urde a tu paso la mañera envidia. Los émulos te roban, con perfidia, de tus glorias legítimas gran parte, pues fáciles te son, han de sobrarte, sigue, no cejes, la empeñada lidia. La chusma, que hoy tus méritos rebaja, de elogios mil prorrumpirá en concierto, recubriendo de flores tu mortaja, no bien contemplen tu cadáver yerto; que, al tomar la medida de la caja, resulta siempre más crecido el muerto.
A la muerte
Mercedes Matamoros
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¿Eres tú? ¿Y en la góndola enlutada por tu pálida mano dirigida, de mi cruento dolor compadecida, quiere llevarme a la región soñada? ¡Partamos, pues! La brisa perfumada cual nuncio de la tierra prometida con ósculos de amor y bienvenida acaricia mi frente atormentada! ¿Hieran los remos la brillante espuma, rasgue la proa audaz la densa bruma, que a nuestros pies se rinda el mar profundo; y de la Eterna Luz a los reflejos, piérdase, como un átomo, a lo lejos, con sus venturas míseras el mundo!
El llanto
Julio Zaldumbide Gangotena
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Cuando yo considero que en la vida no he cogido de amor ninguna rosa; cuando no miro en duda tenebrosa surgir lejana una ilusión querida; cuando de hiel colmada la medida de mi dolor el cálice rebosa; cuando el alma en su lucha tormentosa se postra al fin sin fuerzas abatida, la frente inclino; en abundante vena desátase mi llanto, y baña el suelo, y mi alma poco a poco se serena: De la tormenta así el nubloso velo, revuelto en confusión, se rompe, truena, desciende en lluvia, y resplandece el cielo.
A Cristo
Manuel Paso y Cano
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Te llaman la miseria y los pesares, hambre que gime, cólera que estalla, y en el fiero trajín de la batalla tus hijos que se matan a millares. Oficia la mentira en tus altares y gobierna a tu pueblo la canalla; rugiendo por las tierras y los mares, oye, si no, la voz de la metralla. La dinamita a gritos te ha llamado ¡Nada hiciste al morir! grita iracundo, este mundo irredente y desquiciado, quiere tu sangre, manantial fecundo, baja otra vez a ser crucificado, ¡vuelve, Señor, a redimir el mundo.
Tiempos civilizados
Nicolás Arnao
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Es, mi caro lector, arduo problema que anden así los tiempos malhadados; usando el bombo de civilizados cuando el fragor del salvajismo quema Con banda clerical por nata y crema; a espalda y frente cuerpo de soldados, y al mal traer los pueblos desollados, ¿quién de progreso llamará el sistema? Mientras existan fuerzas militares y no se extirpe de raíz el clero, ¿quién no ve que son falsos los altares? ¿Quién no ve que domina el sable fiero? El plomo impone sus terribles hechos, y la mentía a la ignorancia acechos.
Musas dormilonas
Nicolás Arnao
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Cualquier mostrenco aconsonanta y rima; un soneto se empuja en tres tirones, se apechugan los sesos y a trompones se emplastan ripios, se recorta y lima. ¿Quién no suelta un poema que de grima? Mil idilios de amor, como lechones; o en épica se queda sin pulmones, y se guinda el poeta en la alta cima. Fácil, muy fácil cosa es hacer versos; pero aquellos que nacen desgreñados, por plebeyos, latosos y perversos al umbral del Parnaso colocados, arrullan a sus musas dormilonas de cayucas, peladas y pelonas
La tribulación
Gabriel García Tassara
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Hay un Dios, me lo dice el alma mía, la tierra de otro mundo es el camino: para el hambre y la sed del peregrino el desierto arenal la palma cría Yo tengo sed y hambre La alegría por siempre huyó del corazón mezquino, y ya no pido a mi cruel destino el bien que allá en mis sueños le pedía Deshechas ya mis ilusiones veo como pedazos ¡ay! de mis entrañas, y ni temo, ni espero, ni deseo ¡Oh tú que en mi aislamiento me acompañas! ¿En quién he de creer si en ti no creo, y a quién he de volver si tú me engañas?
Rosas rojas
Rafael Verson Brunet
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Estas rosas, pletóricas de escarlata violenta, rojas, cual el deseo, cual la venganza y cual las púrpuras intensas de una herida sangrienta, y que dan sensaciones de un veneno mortal, semejan, entreabiertas, crueles bocas malignas, espléndidas en hondas lujurias venenosas Estas rosas extrañas, estas rosas son dignas de los vasos de nieve de tus manos nerviosas Porque ellas florecen en raros maleficios, y tus manos florecen en ofrendas al vicio como ideas gemelas, como sueños que rimen. A veces he sentido que se crispan mis nervios, pues he visto asomarse a tus ojos soberbios el fantasma silente del pecado y del crimen
Al dolor – II
José María de Aguirre
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¡Ay dolor, ya me oprimes demasiado! ¡ay dolor, ya no puedo soportarte! las fuerzas sin medir salí a esperarte y mis fuerzas las tuyas han gastado. Pensé luchar con ánimo menguado frente a frente contigo y humillarte ¡temeraria ilusión! de parte a parte tu garra el corazón me ha traspasado Va desolada el alma, de vencida huyendo temeraria el escarmiento que victorioso tú con ella hicieras Huye dolor o arráncame la vida; mas en vano suplico y me lamento, que si mataras tú dolor no fueras.
El poema de las sombras
Carlos Ortiz
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Entre triunfales púrpuras se aleja el sol, celeste Apolo que fustiga luminoso y soberbio, su cuadriga que un áureo polvo en el espacio deja La noche de los crímenes amiga, fúnebre avanza cual callada queja; la Noche taciturna, que semeja misterioso crespón que al mundo abriga El crepúsculo, heraldo de la bruma, la tierra en tenue claridad esfuma Se borran de la luz los rojos rastros; se extiende de las sombras el imperio, y vibra de la Noche en el misterio la celeste armonía de los astros
A las estrellas
Gertrudis Gómez de Avellaneda
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Reina el silencio: fulgidas en tanto luces de paz, purísimas estrellas, de la noche feliz lámparas bellas bordáis con oro su luctuoso manto Duerme el placer, mas vela mi quebranto y rompen el silencio mis querellas, volviendo el eco unísono con ellas de aves nocturnas el siniestro canto ¡Estrellas cuya luz modesta y pura del mar duplica el azuloso espejo! Si a compasión os mueve la amargura, el intento penar porque me quejo ¿cómo para aclarar mi noche oscura no tenéis, ¡ay! ni un pálido reflejo?
Semblanza
Pascual Guerrero
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Bajo el sol de tu blonda cabellera se incendian los claveles de tus labios y en tus ojos, divinamente sabios, hay un vivo destello de Quimera. Ojos que tienen la sabiduría de aprisionar el alma en las miradas y revelan regiones ignoradas donde es más bello y luminoso el día Tienes en el andar, cierta arrogancia, y da tu cuerpo en flor, dulce fragancia, cuando te besa en su vaivén la brisa. En tanto, con sutil delicadeza, florece en el jardín de tu belleza la rosa espiritual de tu sonrisa
Al actor y poeta Julián Romea
José Lamarque de Novoa
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¿Quién, artista sublime, conmovido no se sintiera al escuchar tu acento? Evocaste a Colón, y al pensamiento de tu mente, Colón ha respondido De Gloucester el pecho endurecido, ajeno a todo humano sentimiento, del desgraciado Tom el sufrimiento ¿quién como tú jamás ha comprendido? ¡Gloria a tu nombre! La radiante llama del genio creador brilla en tu frente; te admira el alma, a tu poder sujeta: Y al par del pueblo que feliz te aclama, grito, cediendo a mi entusiasmo ardiente: ¡Lauro eterno al actor! ¡Lauro al poeta!
A un artista al abandonar su país
Manuel del Palacio
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¿Partes? ¡adiós! Del Sena turbulento o del Arno feliz por la ribera, dejas la patria que en tu edad primera madre amorosa te enseñó su acento Flotando quedan en le vago viento los ecos de tu voz dulce o severa, y el alma que tu canto conmoviera lágrimas da otra vez al sentimiento Tal es del genio la misión sublime; de dichas y placer raudal fecundo, las glorias canta, y las miserias gime: lo quiere Dios en su saber profundo; el mundo por el arte se redime, y el arte tiene como patria el mundo.
Tres cruces – Jesús
Justo Sierra
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En la cruz del helénico guerrero la Patria, santo amor, nos ilumina; la libertad albea matutina del tracio esclavo en el suplicio fiero Uno hay mayor del Gólgota el madero; porque en el ser de paz que allí se inclina el alma en sus anhelos se adivina que está crucificado el hombre entero De esas tres hostias de una gran creencia, sólo Jesús resucito y alcanza culto en la cruz, señal de su existencia Es que nos ha dejado su enseñanza, un mundo de dolor en la conciencia y en el cielo una sombra de esperanza.
A mis amigos
Felipe Pardo y Aliaga
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La pasión que devórame insensata, voy a decirla de primer envite: fuego de amor mi corazón derrite, fuego de amor mi espíritu arrebata. ¡Amigos! No juzguéis que es patarata, ni hagáis mofa de mí, porque me irrite viéndome en este juego sin desquite, sin tener, ¡ay, ni a quien llamar ingrata; que en tal hoguera, en tan ardiente pira, en tan estrechas e invencibles redes en tal amor, lo que me da más ira, es no poderles explicar a ustedes si es Pepa o es Mercedes quien lo inspira o lo inspiran las dos, Pepa y Mercedes.
La rosa
Adolfo de la Fuente
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Son su forma y color del pensil gala, del aura encanto su preciado aroma; el suave rosicler del alba toma y al bello tinte, si no excede, iguala. Pliega en la flor la mariposa el ala cuando del tibio sol el rayo asoma que tiñe en áurea luz la verde loma, ebria al perfume seductor que exhala Al mirar de sus pompas el tesoro fue enaltecerle general anhelo: brilla en sagrada mano rosa de oro; y, no bastando símbolos del suelo, místico emblema forma en santo coro de la Reina purísima del cielo
¡Oh, cuán te adoro!, con la luz del día
Carolina Coronado
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¡Oh, cuán te adoro!, con la luz del día, tu nombre invoco apasionada y triste, y cuando el cielo en sombras se reviste aun te llama exaltada el alma mía Tú eres el tiempo que mis horas guía, tú eres la idea que a mi mente asiste, porque en ti se concentra cuanto existe, mi pasión, mi esperanza, mi poesía. No hay canto que igualar pueda a tu acento cuando tu amor me cuentas y deliras revelando la fe de tu contento; tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras; y quisiera exhalar mi último aliento abrasada en el aire que respiras
Octubre
Enrique Menéndez Pelayo
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Pasó el rápido engaño con que Flora hizo amable el vivir Pasó el riente verano, con el sol sobre la frente y en las manos la espiga tembladora Pasó cuando la vida alumbra y dora, cuanto alegra los ojos y la mente: la tibia noche, el sosegado ambiente, la tarde azul y la rosada aurora. Pasaron ¡ay! los que en mi huerto echaron semillas de virtud, granos de vida, que los vientos del mundo malograron Eterna ley dictaba su partida, ¡y en vano a Dios mis ansias suplicaron que no fuese esta vez obedecida
Sellos hispanos – Las catedrales
Manuel Serafín Pichardo y Peralta
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Vetustas y grandiosas catedrales, ensueños concretados en la piedra, en vosotras se ve ascender la hiedra y abatirse las ansias terrenales. Apenas por los huecos ojivales de los altos cimborrios, la luz medra, y abajo el Miserere, nos arredra entre caudas de sombras sepulcrales Para las almas puras y sencillas, aun guardáis a su Dios; la muchedumbre ya no os dobla, cual antes, las rodillas; que sois, del siglo a la incendiaria lumbre, como palacios de arte, maravillas, como templos de fe, polvo y herrumbre.
Hablándole del corazón...
Alonso Quesada
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Yo puse el corazón en vuestra mano como una piedra fabulosa y rara: un inmenso rubí, que en un lejano imperio de dolor, amor hallara Porque en vuestra pupila temerosa brillara la codicia, fue el ponerlo Mas una fuerza dulce, misteriosa, vuestra mano cerró, sin vos quererlo. Y hoy, al volver las horas del pasado, es más tenaz la sombra del divino momento, que renueva la ilusión Mas al tornar al sueño me he encontrado vuestra mano truncada en el camino ¡y dentro de la mano el corazón!
A José María Gabriel y Galán
Félix Etchegoyen
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Cantor de Extremadura y de Castilla, de la fe, del gañán, la sementera; del monte y de la casta compañera, del trabajo, la alondra y paz sencilla. Restaurando al idioma en la quintilla su cetro de oro de la edad primera, ¿quién gloria a Frades de la Sierra diera cual tú le diste, que a Helicón humilla? La Parca impía enmudeció tu lira, cuando su acento nos llenaba el alma de sanos goces y dulzura extraña! Mas, ¿qué importa morir si verde palma ciñó tu sien, y si por ti hoy se admira en ambos Mundos a la noble España?
Amo, pero ¡qué digo!...
Manuel Justo de Rubalcava
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Amo, pero ¡qué digo! ¡dolor fiero! Muero, rabio, ¡ay de mí! pues cuando lloro, si me obliga a la vida el bien que adoro es un motivo cruel del mal que muero En uno y otro estado considero neutral mi vida, pues con vil desdoro en las contrarias ansias que atesoro me irrita y cansa ya lo que más quiero Busco en vez del sosiego la fatiga y hallo en lugar de amor un ciego abismo que cuanto encuentro en él me desobliga Triunfo soy de tu loco despotismo y siendo tú, Roselia, mi enemiga, ¿qué paz esperar puedo de mí mismo?
Respuesta a una niña
Carlos Hugo Gamboa Molina
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Ser ciego es percibir el universo en una dimensión desconocida; es no hablar del dolor ni de la herida, o hacerlo sólo en música o en verso. Es batallar con denodado esfuerzo por alcanzar la meta prohibida; es inventarle encantos a la vida, para ganársela al destino adverso Es perseguir con decidido paso el suelo de oro y el esquivo anhelo, sin temor la tropiezo ni al fracaso Es intuir la beatitud del cielo, y ver a Dios Y, la niña, si es caso, adivinar tus ojos y tu pelo.
Nada
Antonio Plaza
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Nadaba entre la nada Sin empeño a la vida, que es nada, de improviso vine a soñar que soy; porque Dios quiso entre la nada levanta un sueño Dios, que es el Todo y de la nada es dueño, me hace un mundo soñar, porque es preciso; Él siendo Dios, de nada un paraíso formó, nadando en eternal ensueño ¿Qué importa que la nada confundida vuelva a nadar, al fin, está soñada vil existencia que la nada olvida, nada fatal de la que fue sacada? ¿Qué tiene esta ilusión que llaman vida? Nada en su origen ¿ Y en su extremo? ¡Nada!
El encuentro
Alfredo Cazabán y Laguna
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Despunta el alba del postrero día Lleno de angustia, con dolor pasea la Cruz del Redentor; grita, vocea con sed de sangre la canalla impía A aquel cuadro de horror y de agonía que alumbra un centurión de roja tea, flotante el mando que en aire ondea, víctima del dolor, llega María Ambos se ven Antes filiales lazos ya no hieren a Cristo los abrojos, ni ya le abruma de la cruz el peso Y forman fuerte nudo con sus brazos, y al mirarse con lágrimas sus ojos sus dos almas se funden en un beso.
Soberbia
José Selgas y Carrasco
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Mira a Dios Lucifer; místicas galas ante su faz la eternidad despliega y al punto cubre, pues la luz le ciega, los ojos con la sombra de sus alas. «Tú serás Dios si en el poder le igualas» Se dijo; y fiero, de su Dios reniega, y hasta el trono inmortal su audacia llega, y de horror tiemblan las celestes salas. Hiérele el rayo, y rueda en el abismo, presa espantosa del dolor eterno, ángel rebelde de execrable nombre; revuélvese feroz contra sí mismo, y removiendo el fuego del infierno, con él incendia el corazón del hombre.
Despertar
Anthero de Quental
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Soñando a veces -si el soñar quebranta ese vago sufrir, esa agonía -, como canta al volar la alondra pía, por el cielo mi alma vuela y canta Canta el alba, la luz, la estrella santa que ilumina la tierra sólo un día Canta el cambio en las cosas, la alegría que las llena de amor y las levanta Mas de repente, un viento húmedo y frío sopla en mi sueño Un leve escalofrío me despierta Y es noche Es el dolor que vela como antes a mi lado ¡Ay! mis cantos de luz, ángel amado, tan sólo sueño son, como mi amor.
El sisonte herido
Francisco Lles
19
El agua en vano su canción levanta, el bosque en vano su canción murmura; ya no canta el sisonte, ya no canta, que está herido de muerte en la espesura. Allá su nido entre el ramaje oscila y él quiere en vano remontar el vuelo; y, a fuerza de querer, a su pupila se asoma juguetón el pichonzuelo. Es de su prole el único viviente; allá, en las espesuras, una fuente las penas llora del sisonte herido; y él, al pensar en traicioneras balas, hizo un postrer esfuerzo, abrió las alas y fue a morir sobre el caliente nido.
La confesión
José de Diego
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Llegó Purita, y al mirarse ufana junto al confesionario de rodillas, besó del armatoste la rejillas y los pliegues también de una sotana. Aunque el frío tenaz de la mañana le dejó las mejillas amarillas, subieron, poco a poco, a sus mejillas candentes olas de color de grana Alguna cosa por demás oscura debió mediar en el sagrado nido entre el ministro y la inocente Pura, pues gritaron con tono enfurecido: -«¡Se lo diré al obispo, señor cura!»- -«¡También se lo diré yo a su marido!»-
El poema eterno
Francisco Lles
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Se abre la Luna en el confín lejano como una rosa blanca Los rosales riman sus amorosos madrigales junto a las tapias del jardín cercano La Luna es novia en el azul dormida: su luz de plata, en el jardín, alfombra; crecen en el sopor de la avenida los dedos alargados de la sombra Enarca un gato el lomo en el alero de un tejado vecino Sus florones el girasol bajo la Luna invierte; y quiebra sus blancuras un lucero sobre el viejo color de los frontones dormidos en la calma de la muerte
A Calderón de la Barca
José Peris y Pascual
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«Sueño es la vida y vanidad el mundo: ¡Feliz aquel, que a sus engaños muerto, sabe vivir a la verdad despierto, y amarla siempre con amor profundo!». Tal tú dijiste, genio sin segundo, mostrando al hombre, de pesares yerto, la mísera aridez de este desierto, de falsos bienes manantial fecundo. Y la nación ibera, que no olvida las severas lecciones de tu drama, otra verdad por él tiene aprendida: Que si la vida allí sueño se llama, es realidad la gloria de tu vida, y realidad la gloria de tu fama.
A Rossini
Jacinto Labaila
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El que llenó la tierra de armonía, alción divino, que con raudo vuelo desde las hondas simas de este suelo hasta el cielo las alas extendía; el que a la Europa culta embebecía con alto numen, que aspiro en el cielo, hoy es cadáver, que con torpe anhelo, oculta el polvo de la tumba fría No es un mortal el que la losa encubre; es un genio, y el genio no perece, del mundo vive siempre en la memoria: Sobre la tierra que a Rossini cubre, con luminar eterno resplandece el sol inapagable de su gloria
Motín triunfante
José Selgas y Carrasco
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La ruin traición, de aplausos coronada, premia con mano vil bajas acciones: da honor al fraude, al deshonor blasones, licencia a la impiedad desenfrenada. Cínico el rostro, torva la mirada, hirviendo en odios, vicios y pasiones, perjuros, asesinos y ladrones, lucen su oprobio entre la gente honrada. Huye el valor, la indignación no arde, no halla el miedo servil quien lo convenza, y hace la fama triunfador alarde: Justo es ¡oh Dios! que la ignominia venza; porque ya en esta sociedad cobarde, hemos perdido todos la vergüenza.