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José García Nieto
Contigo, mano a mano. Y no retiro la postura, Señor. Jugamos fuerte. Empeñada partida en que la muerte será baza final. Apuesto. Miro tus cartas y me ganas siempre. Tiro las mías. Das de nuevo. Quiero hacerte trampas. Ya no es posible. Clara suerte tienes, contrario en el que tanto admiro. Pierdo mucho, Señor. Y apenas queda tiempo para el desquite. Haz Tú que pueda igualar todavía. Si mi parte no basta ya por pobre y mal jugada, si de tanto caudal no queda nada, ámame más, Señor, para ganarte.
LA PARTIDA
Gerardo Diego
Cuando venga, ay, yo no sé con qué le envolveré yo, con qué. Ay, dímelo tú, la luna, cuando en tus brazos de hechizo tomas al roble macizo y le acunas en tu cuna. Dímelo, que no lo sé, con qué le tocaré yo, con qué. Ay, dímelo tú, la brisa que con tus besos tan leves la hoja más alta remueves, peinas la pluma más lisa. Dímelo y no lo diré con qué le besaré yo, con qué. Y ahora que me acordaba, Ángel del Señor, de ti, dímelo, pues recibí tu mensaje: «he aquí la esclava». Sí, dímelo, por tu fe, con qué le abrazaré yo, con qué. O dímelo tú, si no, si es que lo sabes, José, y yo te obedeceré, que soy una niña yo, con qué manos le tendré que no se me rompa, no, con qué.
LETRILLA DE LA VIRGEN MARÍA ESPERANDO LA NAVIDAD
Julia de Burgos
Yo fui la más callada de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto. No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales, ni las sordas campanas de ancestrales reflejos; mi ruta era la música salvaje de los pájaros que soltaba a los aires mi bondad en revuelo... No me cargaron buques pesados de opulencia, ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo; encima de los buques mi rostro aparecía silbando en la redonda sencillez de los vientos. No pesé la armonía de ambiciones triviales que prometía tu mano colmada de destellos: sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil el trágico abandono que ocultaba tu gesto. Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida. Te parecías al mar, resonante y discreto. Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos. Sobre mí te seguiste como el sol en los pétalos. Y caminé en la brisa de tu dolor caído con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto: tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes en inmenso río blando corriendo hacia el desierto. Un día, por las playas amarillas de histeria, muchas caras ocultas de ambición te siguieron; por tu oleaje de lágrimas arrancadas al cosmos se colaron las voces sin cruzar tu misterio... Yo fui la más callada. La voz casi sin eco. La conciencia tendida en sílaba de angustia, desparramada y tierna, por todos los silencios. Yo fui la más callada. La que saltó la tierra sin más arma que un verso. ¡Y aquí me veis, estrellas, desparramada y tierna, con su amor en mi pecho!
Yo fui la más callada
Gerardo Diego
También la piedra, si hay estrellas, vuela. Sobre la noche biselada y fría creced, mellizos lirios de osadía; creced, pujad, torres de Compostela. Campo de estrellas vuestra frente anhela, silenciosas maestras de porfía. En mi pecho —ay, amor— mi fantasía torres más altas labra. El alma vela. Y ella —tú— aquí, conmigo, aunque no alcanzas con tus dedos mis torres de esperanzas como yo estas de piedra con los míos, contempla entre mis torres las estrellas, no estas de otoño, bórralas; aquellas de nuestro agosto ardiendo en sueños fríos.
ANTE LAS TORRES DE COMPOSTELA
Roxana Popelka
Conozco a un tipo bastante vulgar, que dice ser un buen padre. Es de esos que se levantan y trabajan, aunque sólo para medrar un poco más en la escala social. Una vez en casa se vuelve cruel, duro y egoísta, y también amenazador. Para él no existe el término medio “o estás conmigo, o contra mí”. He dejado, hace ya mucho tiempo, de creer en sus discursos -impecables discursos- Y ese mismo tipo es el que ahora intenta lavar su imagen comprándoles juguetes a mis hijos mientras busca su autoestima en mujeres que lo engañan, lo desprecian. Aunque él -yo lo sé-, se siente guapo se siente orgulloso de ser un buen “macho”. Y ahora estoy aquí sentada pasando página, tratando de olvidar a ese tipo desalmado intolerante, déspota. Estoy aquí sentada y veo el final; el de un auténtico fracasado.
El mismo discurso
Alfredo Buxán
La ceniza es un don, como el agua que fluye. Se detiene un instante en la tiniebla que habita las miradas. Arropa con su pátina, y apaga, la luz de los objetos. Hay un deleite imperceptible en esa fragilidad que va tejiendo ruina en nuestras vidas. La levedad de un soplo la esparce por el aire. Deja entonces de herir: nos reintegra a la inicial oscuridad, nos devuelve casi intacto el gozo del olvido. No hay culpabilidad -apenas erosión- en la ceniza. El día que se junte entraremos en el súbito ahogo de la muerte, en su vaga penumbra. De tal presentimiento, aunque dure un suspiro, extraemos la médula de la sabiduría. Será un día de bruma, como todos los días. Exhumará nuestra conciencia la turbación del miedo, la pesadumbre obscena de haber existido en el vacío. Y cesará la niebla de todo sentimiento.
El día después
Fa Claes
Bailarinita, Año Nuevo, tan dulce, tan alegre, agachada todavía, y ella misma una lazadilla para que con una lazadilla sus zapatillas pueda atar. Un momentito todavía, y me yergo y empiezo a bailar lazadilla tras lazadilla para que a todos, el uno al otro y a todos a mí, pueda atar.
Año nuevo
Víctor Botas
Dialogar mal que bien cada mañana con Cicerón y César. Descubrir el amor bajo la sacra especie del junco más flexible y la melena al viento mientras las olas mueren en la playa y es una fuga el tiempo, trepidante de twist quisiera ser y quiéreme muy fuerte amor. Tener sólo presente —sin memoria ni fábula: perfecto— como una joya inquieta entre las manos. (Allá fuera las calles de Madrid se cubrían de silenciosa nieve y yo enterraba el año y estos ojos en aquellos contrarios que no lo parecían de tan así que eran.) Ser yo mismo y no extraños fantasmas en la noche. Y lo más importante lo más interesante a estas alturas: vivir para contarlo.
1962
Pablo Neruda
ALEGRÍA hoja verde caída en la ventana, minúscula claridad recién nacida, elefante sonoro, deslumbrante moneda, a veces ráfaga quebradiza, pero más bien pan permanente, esperanza cumplida, deber desarrollado. Te desdeñé, alegría. Fui mal aconsejado. La luna me llevó por sus caminos. Los antiguos poetas me prestaron anteojos y junto a cada cosa un nimbo oscuro puse, sobre la flor una corona negra, sobre la boca amada un triste beso. Aún es temprano. Déjame arrepentirme. Pensé que solamente si quemaba mi corazón la zarza del tormento, si mojaba la lluvia mi vestido en la comarca cárdena del luto, si cerraba los ojos a la rosa y tocaba la herida, si compartía todos los dolores, yo ayudaba a los hombres. No fui justo. Equivoqué mis pasos y hoy te llamo, alegría. Como la tierra eres necesaria. Como el fuego sustentas los hogares. Como el pan eres pura. Como el agua de un río eres sonora. Como una abeja repartes miel volando. Alegría, fui un joven taciturno, hallé tu cabellera escandalosa. No era verdad, lo supe cuando en mi pecho desató su cascada. Hoy, alegría, encontrada en la calle, lejos de todo libro, acompáñame: contigo quiero ir de casa en casa, quiero ir de pueblo en pueblo, de bandera en bandera. No eres para mí solo. A las islas iremos, a los mares. A las minas iremos, a los bosques. No sólo leñadores solitarios, pobres lavanderas o erizados, augustos picapedreros, me van a recibir con tus racimos, sino los congregados, los reunidos, los sindicatos de mar o madera, los valientes muchachos en su lucha. Contigo por el mundo! Con mi canto! Con el vuelo entreabierto de la estrella, y con el regocijo de la espuma! Voy a cumplir con todos porque debo a todos mi alegría. No se sorprenda nadie porque quiero entregar a los hombres los dones de la tierra, porque aprendí luchando que es mi deber terrestre propagar la alegría. Y cumplo mi destino con mi canto.
Oda a la alegría
Pablo Neruda
(Pablo Insulidae Nigra) ME llamo pájaro Pablo, ave de una sola pluma, volador de sombra clara y de claridad confusa, las alas no se me ven, los oídos me retumban cuando paso entre los árboles o debajo de las tumbas cual un funesto paraguas o como una espada desnuda, estirado como un arco o redondo como una uva, vuelo y vuelo sin saber, herido en la noche oscura, quiénes me van a esperar, quiénes no quieren mi canto, quiénes me quieren morir, quiénes no saben que llego y no vendran a vencerme, a sangrarme, a retorcerme o a besar mi traje roto por el silbido del viento. Por eso vuelvo y me voy, vuelo y no vuelo pero canto: soy el pájaro furioso de la tempestad tranquila.
El pájaro yo
Juan Ramón Jiménez
Sólo lo hiciste un momento. Mas quedaste, como en piedra, haciéndolo para siempre.
LA ACTITUD
Mario Benedetti
Cómo querría otra suerte para esta pobre reseca que lleva todas las artes y los oficios en cada uno de sus terrones y ofrece su matriz reveladora para las semillas que quizá nunca lleguen cómo querría que un desborde caudal viniera a redimirla y la empapara con su sol en hervor o sus lunas ondeadas y las recorriera palmo a palmo y la entendiera palma a palma o que descendiera la lluvia inaugurándola y le dejara cicatrices como zanjones y un barro oscuro y dulce con ojos como charcos o que en su biografía pobre madre reseca irrumpiera de pronto el pueblo fértil con azadones y argumentos y arados y sudor y buenas nuevas y las semillas de estreno recogieran el legado de viejas raíces como querrían que se escucharan su verde gratitud y su orgasmo nutricio y que el alambrado recogiera sus púas ya que por fin sería nuestra y una como querría esa suerte de tierra y que vos muchachita entre brotes o espigas o aliento vegetal o abejas mensajeras te extendieras allí mirando por primera vez las nubes y yo tapara lentamente el cielo
Hombre que mira la tierra
José María Hinojosa
Porque siempre esté la puerta abierta y sólo esperen ver siluetas. Porque la luz camine desnuda y la vistan de sombras mudas. Porque lleva la mar en su frente y la resaca no le hiere. Porque si en tierra hunde su cabeza sacan luego una calavera. Se permiten dudar de la isla y del oasis.
ASÍ ES
Nicanor Parra
El hombre imaginario vive en una mansión imaginaria rodeada de árboles imaginarios a la orilla de un río imaginario De los muros que son imaginarios penden antiguos cuadros imaginarios irreparables grietas imaginarias que representan hechos imaginarios ocurridos en mundos imaginarios en lugares y tiempos imaginarios Todas las tardes tardes imaginarias sube las escaleras imaginarias y se asoma al balcón imaginario a mirar el paisaje imaginario que consiste en un valle imaginario circundado de cerros imaginarios Sombras imaginarias vienen por el camino imaginario entonando canciones imaginarias a la muerte del sol imaginario Y en las noches de luna imaginaria sueña con la mujer imaginaria que le brindó su amor imaginario vuelve a sentir ese mismo dolor ese mismo placer imaginario y vuelve a palpitar el corazón del hombre imaginario.
EL HOMBRE IMAGINARIO
Rubén Darío
El olímpico cisne de nieve con el ágata rosa del pico lustra el ala eucarística y breve que abre al sol como un casto abanico. De la forma de un brazo de lira y del asa de un ánfora griega es su cándido cuello, que inspira como prora ideal que navega. Es el cisne, de estirpe sagrada, cuyo beso, por campos de seda, ascendió hasta la cima rosada de las dulces colinas de Leda. Blanco rey de la fuente Castalia, su victoria ilumina el Danubio; Vinci fue su varón en Italia; Lohengrín es su príncipe rubio. Su blancura es hermana del lino, del botón de los blancos rosales y del albo toisón diamantino de los tiernos corderos pascuales. Rimador de ideal florilegio, es de armiño su lírico manto, y es el mágico pájaro regio que al morir rima el alma en un canto. El alado aristócrata muestra lises albos en campo de azur, y ha sentido en sus plumas la diestra de la amable y gentil Pompadour. Boga y boga en el lago sonoro donde el sueño a los tristes espera, donde aguarda una góndola de oro a la novia de Luis de Baviera. Dad, condesa, a los cisnes cariño; dioses son de un país halagüeño, y hechos son de perfume, de armiño, de luz alba, de seda y de sueño.
Blasón
Luis de Góngora
Los rayos que a tu padre son cabello, Barba, Esculapio, a ti peinas en oro; Tu facultad en lira humilde imploro, Dicte números Clío para ello. Asiste al que dos mundos, garzón bello, Veneran Rey, y yo deidad adoro; Purpureará tus aras blanco toro Que ignore el yugo su lozano cuello. Piedras lavó ya el Ganges, yerbas Ida Escondió a otros la de tu serpiente, O más limada hoy o más lamida; En polvo, en jugo virtüosamente Soliciten salud, produzcan vida; Humano primer Fénix siglos cuente.
EN LA ENFERMEDAD DE QUE MURIÓ EL SEÑOR REY DON FELIPE III
David Escobar Galindo
Las ramas del ciprés se ven mejor en el estanque quieto. Es como si el reflejo definiera más hondamente su naturaleza. Y cuando hay un temblor en las aguas tocadas por la brisa, es aún más flagrante aquel reflejo. Acaso igual nos pasará a nosotros: nos veremos mejor cuando asomemos al estanque irisado por el sutil asombro de la muerte.
Las ramas del ciprés
Vicente Aleixandre
Lumen, lumen. Me llega cuando nacen luces o sombras, revelación. Viva. Ese camino, esa ilusión es neta. Presión que sueña que la muerte miente. Muerte, oh vida, te adoro por espanto, porque existes en forma de culata. Donde no se respira. El frío sueña con estampido - eternidad. La vida es un instante justo para decir María. Silencio. Una blancura, un rojo que no nace, ese roce de besos bajo el agua. Una orilla impasible donde rompen cuerpo u ondas, mares, o la frente.
DESIERTO
Alfonsina Storni
Ahora quiero amar algo lejano... Algún hombre divino Que sea como un ave por lo dulce, Que haya habido mujeres infinitas Y sepa de otras tierras, y florezca La palabra en sus labios, perfumada: Suerte de selva virgen bajo el viento... Y quiero amarlo ahora. Está la tarde Blanda y tranquila como espeso musgo, Tiembla mi boca y mis dedos finos, Se deshacen mis trenzas poco a poco. Siento un vago rumor... Toda la tierra Está cantando dulcemente... Lejos Los bosques se han cargado de corolas, Desbordan los arroyos de sus cauces Y las aguas se filtran en la tierra Así como mis ojos en los ojos Que estoy sonañdo embelesada... Pero Ya está bajando el sol de los montes, Las aves se acurrucan en sus nidos, La tarde ha de morir y él está lejos... Lejos como este sol que para nunca Se marcha y me abandona, con las manos Hundidas en las trenzas, con la boca Húmeda y temblorosa, con el alma Sutilizada, ardida en la esperanza De este amor infinito que me vuelve Dulce y hermosa...
Esta tarde
Víctor Botas
a J. L. B. La luna que miramos desde el Tíber o aquí, bajo la noche de los astros, es única y común. Ritos y magias de antiguos sacerdotes que oficiaban orgullosos misterios, la coronan de fórmulas y flores fenecidas, de jóvenes efebos que salmodian olvidadas canciones, para siempre. Estas cosas pasaron. Son ahora mientras veo la luna y no comprendo qué estoy haciendo aquí, por qué es tan triste contemplar esa luz, si se está solo.
La luna
Blanca Andreu
Cómo me parecerá extraño el aire que me envuelve, cómo será así extraño, cuando tú ya no estés, la catedral del día, el claustro que condensa la gran edad de la luz y el carácter de las tormentas. Amor mío, amor mío, tú sin día para ti, enjambrado entre espejos y entre las cosas malas, muerta la plata trascendental y las ya antiguas anémonas de égloga, muerta esta versión, que ahora oscuro, y declino, para leerla, más joven. Amor mío de nunca, afiebrado y pacífico, versos para el pequeño pulpo de la muerte, versos para la muerte rara que hace la travesía de los téléfonos, para mi mente debelada versos, para el circuito del violín, para el circuito de la garza, para el confín del sur, del sueño, versos que no me asilen ni sean causa de vida, que no me den la dulce serpiente umbilical ni la sala glucosa del útero.
CÓMO ME PARECERÁ
Ramón López Velarde
A la señora Laura Martínez de Alba Resígnanse los novios con subconsciente pánico, al soso parabién del concurso inórganico. Al fin, va la consorte al pecho del anciano, cuyo porte patriarcal solemniza las bodas de su vástago que lo trajeron de su hogar del Norte. Y la agobiada mano agricultora sumérgese en el raso de la espalda, como la Tradición en el dechado de la Aurora. Sobre la luz del raso se retarda y se engríe la mano, como una rancia pena en un tablero vívido que ríe. Mano agrietada, rígida y terrosa, que en el vaso metálico se posa, cual si fuera una nuez sobre la nitidez de prístina bandeja inoficiosa...
HIMENEO
María Eugenia Caseiro
la horeja se desbiblia de hoy sale del libro perfumado de fantasmas de porfías ortográficas a tocar estatuas nuevas; tiembla en la lengua con la virginidad intacta crecida y espumosa en el estribo feliz del laberinto óseo de haches redondas y sin frenos agitada cognoscencia del secreto en el órgano de Corti horeja sin sombra rodea y ama respetando la voz de la caricia sin conjeturas donde la mano se detiene donde la música acierta la estocada donde emblanquece la risa donde al desnudo, el papel abre la puerta horeja de oír la calandria en celo entrando en el vestíbulo, deliciosa frutal en la humedad exacta de la playa en los canales semicirculares en el caracol sin envoltoriedades, holiendo las cinco estaciones sin quebranto en el cielo amarillo de tantos soles espacio cóncavo que desordena y canta sueño convexo reclinado en la palabra destilada COMO EL RAYO horeja nueva de caminos donde aún está lo que no muere perfectamente combada en el ámbar en la letra de volumen y cuerpo en la sinestesia sinfín de los sentidos horeja desdoblada en la sonrisa dejándose llevar sin retruécanos por los pies descalzos del abrigo; tintineo inmortal de martillos y yunques de trompas de Eustaquio de fina luz de tímpanos rumberos de prolongaciones alegres de nervios auditivos, viaje en las campanas clavecindras y soneras remontadas horejas de párpados suaves volando en la memoria de los astros.
horeja
Infantiles
Hay una corneta que flota en el cielo, muy lejos del suelo ligera y coqueta. Hay una corneta que imita a una nube: ya baja, ya sube, jamás se está quieta. Hay una corneta de vivos reflejos: parecen espejos buscando una meta. Hay una corneta, serpiente de espuma, que deja a la bruma de sueños repleta.
A Susi
Basilio Sánchez
La mujer que camina delante de su sombra. Aquella a quien precede la luz como las aves a las celebraciones del solsticio. La que nada ha guardado para sí salvo su juventud y la piedra engarzada de las lágrimas. Aquella que ha extendido su pelo sobre el árbol que florece en otoño, la que es dócil a las insinuaciones de sus hojas. La mujer cuyas manos son las manos de un niño. La que es visible ahora en el silencio, la que ofrece sus ojos al animal oscuro que mira mansamente. La que ha estado conmigo en el principio, la mujer que ha trazado la forma de las cosas con el agua que oculta.
La mujer que camina
Roque Dalton
Conozco perfectamente mi dolor: viene conmigo disfrazado en la sangre y se ha construido una risa especial para que no pregunten por su sombra. Mi dolor, ah, queridos, mi dolor, ah, querida, mi dolor, es capaz de inventaros un pájaro, un cubo de madera de esos donde los niños le adivinan un alma musical al alfabeto, un rincón entrañable y tibio como la geografía del vino o como la piel que me dejó las manos sin pronunciar el himno de tu ancha desnudez de mar Mi dolor tiene cara de rosa, de primavera personal que ha venido cantando. Tras ella esconde su violento cuchillo, su desatado tigre que me rompió las venas desde antes de nacer y que trazó los días de lluvia y de ceniza que mantengo. Amo profundamente mi dolor, como a un hijo malo.
MI DOLOR
José Asunción Silva
Estrellas que entre lo sombrío, de lo ignorado y de lo inmenso, asemejáis en el vacío, jirones pálidos de incienso, nebulosas que ardéis tan lejos en el infinito que aterra que sólo alcanzan los reflejos de vuestra luz hasta la tierra, astros que en abismos ignotos derramáis resplandores vagos, constelaciones que en remotos tiempos adoraron los Magos, millones de mundos lejanos, flores de fantástico broche, islas claras en los oceanos, sin fin, ni fondo de la noche, ¡estrellas, luces pensativas! ¡estrellas, pupilas inciertas! ¿Por qué os calláis si estáis vivas y por que alumbráis si estáis muertas?...
Estrellas que entre lo sombrío
Rubén Darío
Noche. Este viento vagabundo lleva las alas entumidas y heladas. El gran Andes yergue al inmenso azul su blanca cima. La nieve cae en copos, sus rosas transparentes cristaliza; en la ciudad, los delicados hombros y gargantas se abrigan; ruedan y van los coches, suenan alegres pianos, el gas brilla; y si no hay un fogón que le caliente, el que es pobre tirita. Yo estoy con mis radiantes ilusiones y mis nostalgias íntimas, junto a la chimenea bien harta de tizones que crepitan. Y me pongo a pensar: ¡Oh! ¡Si estuviese ella, la de mis ansias infinitas, la de mis sueños locos y mis azules noches pensativas! ¿Cómo? Mirad: De la apacible estancia en la extensión tranquila vertería la lámpara reflejos de luces opalinas. Dentro, el amor que abrasa; fuera, la noche fría; el golpe de la lluvia en los cristales, y el vendedor que grita su monótona y triste melopea a las glaciales brisas. Dentro, la ronda de mis mil delirios, las canciones de notas cristalinas, unas manos que toquen mis cabellos, un aliento que roce mis mejillas, un perfume de amor, mil conmociones, mil ardientes caricias; ella y yo: los dos juntos, los dos solos; la amada y el amado, ¡oh Poesía! los besos de sus labios, la música triunfante de mis rimas, y en la negra y cercana chimenea el tuero brillador que estalla en chispas. ¡Oh! ¡Bien haya el brasero lleno de pedrería! Topacios y carbunclos, rubíes y amatistas en la ancha copa etrusca repleta de ceniza. Los lechos abrigados, las almohadas mullidas, las pieles de Astrakán, los besos cálidos que dan las bocas húmedas y tibias. ¡Oh, viejo Invierno, salve! puesto que traes con las nieves frígidas el amor embriagante y el vino del placer en tu mochila. Sí, estaría a mi lado, dándome sus sonrisas, ella, la que hace falta a mis estrofas, esa que mi cerebro se imagina; la que, si estoy en sueños, se acerca y me visita; ella que, hermosa, tiene una carne ideal, grandes pupilas, algo del mármol, blanca luz de estrella; nerviosa, sensitiva, muestra el cuello gentil y delicado de las Hebes antiguas; bellos gestos de diosa, tersos brazos de ninfa, lustrosa cabellera en la nuca encrespada y recogida y ojeras que denuncian ansias profundas y pasiones vivas. ¡Ah, por verla encarnada, por gozar sus caricias, por sentir en mis labios los besos de su amor, diera la vida! Entre tanto hace frío. Yo contemplo las llamas que se agitan, cantando alegres con sus lenguas de oro, móviles, caprichosas e intranquilas, en la negra y cercana chimenea do el tuero brillador estalla en chispas. Luego pienso en el coro de las alegres liras. En la copa labrada, el vino negro, la copa hirviente en cuyos bordes brillan con iris temblorosos y cambiantes como un collar de prismas; el vino negro que la sangre enciende, y pone el corazón con alegría, y hace escribir a los poetas locos sonetos áureos y flamantes silvas. El Invierno es beodo. Cuando soplan sus brisas, brotan las viejas cubas la sangre de las viñas. Sí, yo pintara su cabeza cana con corona de pámpanos guarnida. El Invierno es galeoto, porque en las noches frías Paolo besa a Francesca en la boca encendida, mientras su sangre como fuego corre y el corazón ardiendo le palpita. ?¡Oh crudo Invierno, salve! puesto que traes con las nieves frígidas el amor embriagante y el vino del placer en tu mochila. Ardor adolescente, miradas y caricias; cómo estaría trémula en mis brazos la dulce amada mía, dándome con sus ojos luz sagrada, con su aroma de flor, savia divina. En la alcoba la lámpara derramando sus luces opalinas; oyéndose tan sólo suspiros, ecos, risas; el ruido de los besos; vla música triunfante de mis rimas, y en la negra y cercana chimenea el tuero brillador que estalla en chispas. Dentro, el amor que abrasa; fuera, la noche fría.
Invernal
Toni García Arias
Porque el mar, con su constante precisión de olas imparables, viene y va, se aleja o regresa, resuelve su singular lejanía con unas palabras de espuma que bajo el sol se desvanecen. Ese mar que alimenta fantasmas y retornos, ese mar que alimenta buques con pesadas cargas y caracolas en las manos de un niño, ese mar que desencadena tu rostro y mis labios, tu noche y mis miedos. Yo, inútil marinero de rocas en la orilla, siempre quise comprender el mar, su memoria azul, su mirada de vigía, la latitud de esos puertos donde descansar la atormentada vida, fatigada por salvar unos pocos restos del naufragio. Porque el mar, el siempre mar, es el lugar de todos los puertos y solo uno, es el oculto oleaje donde a un hombre le es devuelta, al fin, la voz de ese niño sumergido en lo más profundo de la memoria.
Mar
Lope de Vega
Muere la vida, y vivo yo sin vida, ofendiendo la vida de mi muerte, sangre divina de las venas vierte, y mi diamante su dureza olvida. Está la majestad de Dios tendida en una dura cruz, y yo de suerte que soy de sus dolores el más fuerte, y de su cuerpo la mayor herida. ¡Oh duro corazón de mármol frio!, ¿tiene tu Dios abierto el lado izquierdo, y no te vuelves un copioso río? Morir por él será divino acuerdo, mas eres tú mi vida, Cristo mío, y como no la tengo, no la pierdo.
Muere la vida, y vivo yo sin vida
Nicolás Guillén
Ya yo me enteré, mulata, mulata, ya sé que dise que yo tengo la narise como nudo de cobbata. Y fíjate bien que tú no ere tan adelantá, poqque tu boca é bien grande, y tu pasa, colorá. Tanto tren con tu cueppo, tanto tren; tanto tren con tu boca, tanto tren; tanto tren con tu sojo, tanto tren. Si tú supiera, mulata, la veddá; ¡que yo con mi negra tengo, y no te quiero pa na!
MULATA
Jorge Debravo
Vengo a buscarte, hermano, porque traigo el poema, que es traer el mundo a las espaldas. Soy como un perro que ruge a solas, ladra a las fieras del odio y de la angustia, echa a rodar la vida en mitad de la noche. Traigo sueños, tristezas, alegrías, mansedumbres, democracias quebradas como cántaros, religiones mohosas hasta el alma, rebeliones en germen echando lenguas de humo, árboles que no tienen suficientes resinas amorosas. Estamos sin amor, hermano mío, y esto es como estar ciegos en mitad de la tierra.
NOSOTROS LOS HOMBRES
Antonio Fernández Lera
Cada segundo un siglo, una mirada, nunca la misma, siempre sin un centro decisivo, sin palabras mayúsculas, que son como humaredas de sangre y de dolor, látigo, muerte.
Pared sin cuadros
Anna Ajmátova
Más que yo vivirá lo que aquí vive, hasta los nidos de los estorninos, y este aire migratorio que cruzó, aire primaveral, la mar en vuelo. La voz eternidad de allá nos llama, del más allá con su invencible fuerza, y por encima del cerezo en flor, la luz lunar menguando se derrama. Parece que blanquea sin estorbo, a través de las verdes espesuras, la senda que no digo adónde lleva... Allí hay más claridad entre los troncos y todo se asemeja a la arboleda que circunda el estanque en Tsárkoie Seló.
SONETO DE ESTÍO
Delfina Acosta
a Nila López Voy caminando. Van mis plantas sobre el pasto con cristales de violetas. Yo sé que no soy libre, que la culpa de algún delito infame me condena. Está en los viejos libros esa ley por mí quebrada de peor manera. Procuro, mientras tanto, no saber sino lo que a los otros fue a ocurrir: el homicidio y el suicidio al alba, la sangre de este mundo en su escurrir. Jamás fui tan feliz así penando. El hombre y su razón me hacen reír. Apuros ¿para qué? La hierba es larga y el paso se hace oveja bajo el sol. Mañana es otro día y a horas altas apaga y prende el cielo un nuevo Dios.
La hierba es larga
Pablo Neruda
Sube a nacer conmigo, hermano. Dame la mano desde la profunda zona de tu dolor diseminado. No volverás del fondo de las rocas. No volverás del tiempo subterráneo. No volverá tu voz endurecida. No volverán tus ojos taladrados. Mírame desde el fondo de la tierra, labrador, tejedor, pastor callado: domador de guanacos tutelares: albañil del andamio desafiado: aguador de las lágrimas andinas: joyero de los dedos machacados: agricultor temblando en la semilla: alfarero en tu greda derramado: traed a la copa de esta nueva vida vuestros viejos dolores enterrados. Mostradme vuestra sangre y vuestro surco, decidme: aquí fui castigado, porque la joya no brilló o la tierra no entregó a tiempo la piedra o el grano: señaladme la piedra en que caísteis y la madera en que os crucificaron, encendedme los viejos pedernales, las viejas lámparas, los látigos pegados a través de los siglos en las llagas y las hachas de brillo ensangrentado. Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta. A través de la tierra juntad todos los silenciosos labios derramados y desde el fondo habladme toda esta larga noche como si yo estuviera con vosotros anclado, contadme todo, cadena a cadena, eslabón a eslabón, y paso a paso, afilad los cuchillos que guardasteis, ponedlos en mi pecho y en mi mano, como un río de rayos amarillos, como un río de tigres enterrados, y dejadme llorar, horas, días, años, edades ciegas, siglos estelares. Dadme el silencio, el agua, la esperanza. Dadme la lucha, el hierro, los volcanes. Apegadme los cuerpos como imanes. Acudid a mis venas y a mi boca, Hablad por mis palabras y mi sangre.
Sube a nacer conmigo, hermano...
Ángel González
Una revolución. Luego una guerra. En aquellos dos años —que eran la quinta parte de toda mi vida—, ya había experimentado sensaciones distintas. Imaginé más tarde lo que es la lucha en calidad de hombre. Pero como tal niño, la guerra, para mí, era tan sólo: suspensión de las clases escolares, Isabelita en bragas en el sótano, cementerios de coches, pisos abandonados, hambre indefinible, sangre descubierta en la tierra o las losas de la calle, un terror que duraba lo que el frágil rumor de los cristales después de la explosión, y el casi incomprensible dolor de los adultos, sus lágrimas, su miedo, su ira sofocada, que, por algún resquicio, entraban en mi alma para desvanecerse luego, pronto, ante uno de los muchos prodigios cotidianos: el hallazgo de una bala aún caliente, el incendio de un edificio próximo, los restos de un saqueo —papeles y retratos en medio de la calle... Todo pasó, todo es borroso ahora, todo menos eso que apenas percibía en aquel tiempo y que, años más tarde, resurgió en mi interior, ya para siempre: este miedo difuso, esta ira repentina, estas imprevisibles y verdaderas ganas de llorar.
CIUDAD CERO
Oliverio Girondo
Toco toco poros amarras calas toco teclas de nervios muelles tejidos que me tocan cicatrices cenizas trópicos vientres toco solos solos resacas estertores toco y mastoco y nada Prefiguras de ausencia inconsistentes tropos qué tú qué qué qué quenas qué hondonadas qué máscaras qué soledades huecas qué sí qué no qué sino que me destempla el toque qué reflejos qué fondos qué materiales brujos qué llaves qué ingredientes nocturnos qué fallebas heladas que no abren qué nada toco en todo
TROPOS
Lope de Vega
94 Cuelga sangriento de la cama al suelo el hombro diestro del feroz tirano, que opuesto al muro de Betulia en vano, despidió contra sí rayos al cielo. Revuelto con el ansia el rojo velo del pabellón a la siniestra mano descubre el espectáculo inhumano del tronco horrible convertido en hielo. Vertido Baco, el fuerte arnés afea los vasos y la mesa derribada, duermen las guardas, que tan mal emplea; y sobre la muralla coronada del pueblo de Israel, la casta hebrea con la cabeza resplandece armada.
AL TRIUNFO DE JUDIT
José Zorrilla
Ese vago clamor que rasga el viento es la voz funeral de una campana; vano remedo del postrer lamento de un cadáver sombrío y macilento que en sucio polvo dormirá mañana. Acabó su misión sobre la tierra, y dejó su existencia carcomida, como una virgen al placer perdida cuelga el profano velo en el altar. Miró en el tiempo el porvenir vacío, vacío ya de ensueños y de gloria, y se entregó a ese sueño sin memoria, ¡que nos lleva a otro mundo a despertar! Era una flor que marchitó el estío, era una fuente que agotó el verano: ya no se siente su murmullo vano, ya está quemado el tallo de la flor. Todavía su aroma se percibe, y ese verde color de la llanura, ese manto de yerba y de frescura hijos son del arroyo creador. Que el poeta, en su misión sobre la tierra que habita, es una planta maldita con frutos de bendición. Duerme en paz en la tumba solitaria donde no llegue a tu cegado oído más que la triste y funeral plegaria que otro poeta cantará por ti. Ésta será una ofrenda de cariño más grata, sí, que la oración de un hombre, pura como la lágrima de un niño, ¡memoria del poeta que perdí! Si existe un remoto cielo de los poetas mansión, y sólo le queda al suelo ese retrato de hielo, fetidez y corrupción; ¡digno presente por cierto se deja a la amarga vida! ¡Abandonar un desierto y darle a la despedida la fea prenda de un muerto! * Poeta, si en el no ser hay un recuerdo de ayer, una vida como aquí detrás de ese firmamento... conságrame un pensamiento como el que tengo de ti.
A LA MEMORIA DESGRACIADA DEL JOVEN LITERATO
Antonio Fernández Lera
Párteme por la mitad: rómpeme y olvídame
El eco de tu voz: 3
Roque Dalton
Era la época en que yo juraba que la Coca Cola uruguaya era mejor que la Coca Cola chilena y que la nacionalidad era una cólera llameante como cuando una tipa de la calle Bandera no me quiso vender otra cerveza porque dijo que estaba demasiado borracho y que la prueba era que yo hablaba harto raro haciéndome el extranjero cuando evidentemente era más chileno que los porotos.
YO ESTUDIABA EN EL EXTRANJERO EN 1953
Ernesto Cardenal
Aquí pasaba a pie por estas calles, sin empleo ni puesto Y sin un peso Sólo poetas, putas Pero recordadle cuando tengais puentes de concreto, Grandes turbinas, tractores, plateados graneros, buenos gobiernos. La guardia nacional anda buscando a un hombre un hombre espera esta noche llegar a la frontera el nombre de ese hombre no se sabe hay muchos hombres más enterrados en una zanja El número y el nombre de esos hombres no se sabe. Ni se sabe el lugar ni el número de zanjas. La guardia nacional anda buscando a un hombre Un hombre espera esta noche salir de Nicaragua
Epitafio para Joaquín Pasos
Carlos Edmundo de Ory
Me vas a dejar triste otra vez como anoche Y a ti te gusta estar pálida como anoche El viento ulula ladran los perros como anoche Ves que pongo en tu vientre mis manos como anoche Hágase la locura dijo una voz anoche Pero este viento no es el mismo que el de anoche No preguntes ahora si el mundo empezó anoche Esta noche nos traen los despojos de anoche Pero se han puesto negras las estrellas de anoche Sigue chillando el pájaro que entró en el cuarto anoche Ya juegan como anoche gimiendo como anoche las sombras que parecen bichos en agonía
ME VAS A DEJAR TRISTE OTRA VEZ COMO ANOCHE
Delfina Acosta
Si la hojarasca en niebla se convierte yo dejo la ventana y voy, amado, en busca de tus sábanas. Me acuesto con paños de mi fiebre en tu costado. Qué amor tan taciturno es este sueño: llegar ya tarde a noches de relámpagos, ya tarde a los ocasos, no morirnos cual árbol de oro viejo al pie de un astro. Mi sueño es sólo un verso de crepúsculo, un lobo de ojos tristes reclinado sobre su mal pues se perdió en el bosque y el viento en sus oídos es engaño. Esta manera de quemarme el alma, este morirme sin haber sangrado, esta costumbre perra de quererte, este quedarme entera en tu costado.
Costumbre perra
Ángeles Carbajal
Detrás de la palabra nada miro la blancura de esta playa alargándose como un bello animal dormido (su piel de arena brilla). Desde este acantilado suspendido en la noche comprendo que no sé nada de mi vida (el mar dibuja espumas). La madrugada ha de ser lenta, traerá una luz muy débil, húmeda y lejana como la primera distancia.
Detrás de la palabra nada
Alejandra Pizarnik
En el eco de mis muertes aún hay miedo. ¿Sabes tu del miedo? Sé del miedo cuando digo mi nombre. Es el miedo, el miedo con sombrero negro escondiendo ratas en mi sangre, o el miedo con labios muertos bebiendo mis deseos. Sí. En el eco de mis muertes aún hay miedo.
EL MIEDO
Mariano Brull
Rompo una rosa y no te encuentro. Al viento, así, columnas deshojadas, palacio de la rosa en ruinas. Ahora —rosa imposible— empiezas: por agujas de aire entretejida al mar de la delicia intacta, donde todas las rosas —antes que rosas— belleza son sin cárcel de belleza.
EPITAFIO A LA ROSA
José Antonio Labordeta
Hoy quisiera olvidarme del mar, del mar en las ventanas, del dígale usted a todos buenos días, seguimos por aquí, así como siempre, muy buenos de salud y de agonía. Hoy quisiera no saber las palabras, olvidarme los ritos, las maneras, ser tan libre como la mano de una niña, o el ojo de un pájaro en la niebla. Hoy quisiera -queremos siempre y para nada sirve- decir palabras lentas, melodías colgadas de la sombra, sueños que se entrecruzan, heroicas campanas. Pero somos de aquí, del billete señor, la carne va subiendo y el hígado del viejo se estropea. Somos de las tardes de fútbol. Hoy quisiera -quieres tantas cosas- cerrar de una vez esta ventana y descansar del ruido de allá afuera. Pero entran el mar, el ruido y el regusto brutal de toda esta tierra. Somos de ahí, de enfrente, justo al lado donde se ama y crea. Somos -y hoy yo quisiera...- del urbano paisaje de la tierra y aquí no hay quien se salve de la hoguera.
Hoy quisiera
Luis de Góngora
Los blancos lilios que de ciento en ciento, Hijos del Sol, nos da la Primavera, A quien del Tajo son en la ribera Oro su cuna, perlas su alimento; Las frescas rosas, que ambicioso el viento Con pluma solicita lisonjera, Como quien de una y otra hoja espera Purpúreas alas, si lascivo aliento, A vuestro hermoso pie cada cual debe Su beldad toda. ¿Qué hará la mano, Si tanto puede el pie, que ostenta flores, Porque vuestro esplendor venza la nieve, Venza su rosicler, y porque en vano, Hablando vos, espiren sus olores?
Los blancos lilios que de ciento en ciento
Mario Benedetti
¿Te acordás hermano que tiempos aquellos cuando sin cortedades ni temor ni vergüenza se podía decir impunemente pueblo? cada uno estaba donde correspondía los capos allá arriba/ nosotros aquí abajo es cierto que no siempre logró colarse el pueblo en las constituciones o en las reformas de las constituciones pero sí en el espíritu de las constituciones/ los diputados y los senadores todos eran nombrados sin boato como representantes de ese pueblo ahora el requisito indispensable para obtener curules en los viejos partidos y algunos de los nuevos es no pronunciar pueblo es no arrimarse al pueblo no soñar con el pueblo incluso hubo un ministro mexicano (sabines dixit) que en el sesenta y ocho unos meses después de tlatelolco dijo/ con el pueblo me limpio el culo después de todo el tipo era sincero por otra parte en las obras más doctas de los historiadores con oficio el pueblo aún figura en las notas al pie y en el último tramo de la bibliografía pero el voquible pueblo/ en general/ es contaseña de las catacumbas de los contactos clandestinos de las exhumaciones arqueológicas de vez en cuando surge un erudito que descubre que engels dijo pueblo que gramsci el che guevara y rosa luxemburgo que mariátegui y marx y pablo iglesias dijeron pueblo alguna que otra vez y ciertos profesores que todavía tienen en sus armarios el pañuelo rojo llevan a sus alumnos al museo para que tomen nota disimuladamente de cómo eran las momias y los pueblos y claro los muchachos que absorben como esponjas se levantan sonámbulos en mitad de la noche y trotan por los blancos corredores diciendo pueblo saboreando pueblo mas como en la vigilia vigilada ya nadie grita ni murmura pueblo hay en las calles y en plazoletas en los clubes y colegios privados en las academias y en las autopistas una paz algo densa/ a prueba de disturbios y un silencio compacto/ sin fisuras algo por el estilo del que encontró neil amstrong cuando anduvo paseando por la luna sin pueblo.
Te acordás hermano
Jorge Luis Borges
Bruscamente la tarde se ha aclarado Porque ya cae la lluvia minuciosa. Cae o cayó. La lluvia es una cosa Que sin duda sucede en el pasado. Quien la oye caer ha recobrado El tiempo en que la suerte venturosa Le reveló una flor llamada rosa Y el curioso color del colorado. Esta lluvia que ciega los cristales Alegrará en perdidos arrabales Las negras uvas de una parra en cierto Patio que ya no existe. La mojada Tarde me trae la voz, la voz deseada, De mi padre que vuelve y que no ha muerto.
La lluvia
Ramón López Velarde
Ya que tu voz, como un muelle vapor, me baña y mis ojos, tributos a la eterna guadaña, por ti osan mirar de frente el ataúd; ya que tu abrigo rojo me otorga una delicia que es mitad friolenta, mitad cardenalicia, antes que en la veleta llore el póstumo alud; ya que por ti ha lanzado a la Muerte su reto la cerviz animosa del ardido esqueleto predestinado al hierro del fúnebre dogal; te honro en el espanto de una perdida alcoba de nigromante, en que tu yerta faz se arroba sobre una tibia, como sobre un cabezal; y porque eres, Amada, la armoniosa elegida de mi sangre, sintiendo que la convulsa vida es un puente de abismo en que vamos tú y yo, mis besos te recorren en devotas hileras encima de un sacrílego manto de calaveras como sobre una erótica ficha de dominó.
TE HONRO EN EL ESPANTO
José Asunción Silva
Tu tez rosada y pura; tus formas gráciles de estatua de Tanagra; tu olor de lilas; el carmín de tu boca de labios tersos; las miradas ardientes de tus pupilas; el ritmo de tu paso; tu voz velada; tus cabellos que suelen, si los despeina tu mano blanca y fina, toda hoyuelada, cubrirte con un rico manto de reina; tu voz, tus ademanes, tú... no te asombre: todo eso está, ya a gritos, pidiendo un hombre.
MADRIGAL
Ricardo Dávila Díaz Flores
Hay algo en ti que se parece al silencio, a pesar de tantas cosas que me dices. Hay algo en ti, y no es belleza. Hay algo. Me gusta estar solo para estar contigo. Logras que escuche la luz, mire al sonido. Me gusta verte para platicar aunque afuera los árboles lo sepan todo. Pero no te amo, si te amara tendría que robar por ti, matar por ti, quitarle a la noche su brillo. Yo deseo regresar lo robado, resucitar lo muerto, dejar a la noche en paz cuando estoy contigo. Me gusta cuando me sorprendes por la espalda, cuando ríes y me arrojas el cielo. Cuando tus ojos, navajas de ternura, me cortan los talones. Me gusta que te enojes y me exijas un poema. No soy poeta -te digo- soy plagiario de la noche ladrón de las palabras que llevas escondidas. Entonces en mi alma te recuestas y me haces cerrar los ojos. Yo sé, podría llevar una guitarra a tu balcón, invadir de flores tu mirada, gritarte y recordarte lo que ya sabes. Pero ya ves, no soy de esa madera. Mas bien deseo mirarte, mirarte y no cansarme nunca, porque hay algo en ti que se parece el silencio.
Te pareces al silencio
Rubén Darío
Yo adoro a una sonámbula con alma de Eloísa, virgen como la nieve y honda como la mar; su espíritu es la hostia de mi amorosa misa, y alzo al són de una dulce lira crepuscular. Ojos de evocadora, gesto de profetisa, en ella hay la sagrada frecuencia del altar: su risa en la sonrisa suave de Monna Lisa; sus labios son los únicos labios para besar. Y he de besarla un día con rojo beso ardiente; apoyada en mi brazo como convaleciente me mirará asombrada con íntimo pavor; la enamorada esfinge quedará estupefacta; apagaré la llama de la vestal intacta ¡y la faunesa antigua me rugirá de amor!
Ite, missa est
Juan Ramón Jiménez
Silencio. Sólo queda un olor de jazmín. Lo único igual a entonces, a tántas veces luego... ¡Sinfin de tanto fin!
PATIO PRIMERO
Luis de Góngora
Al tronco descansaba de una encina Que invidia de los bosques fue lozana, Cuando segur legal una mañana Alto horror me dejó con su rüina. Laurel que de sus ramas hizo dina Mi lira, ruda sí, mas castellana, Hierro luego fatal su pompa vana (Culpa tuya, Calíope) fulmina. En verdes hojas cano el de Minerva Árbol culto, del Sol yace abrasado, Aljófar, sus cenizas, de la yerba. ¡Cuánta esperanza miente a un desdichado! ¿A qué más desengaños me reserva, A qué escarmientos me vincula el hado?
DE LAS MUERTES DE DON RODRIGO CALDERÓN...
Jorge Debravo
Antepasado mío, hoy te he visto gozoso, reencarnado en mis dos hijos. La tarde olía a madurez y a mango. Por las mejillas de mis niños —dulce y amadamente— resbalabas.
ETERNIDAD
Manuel Machado
Me siento, a veces, triste como una tarde del otoño viejo; de saudades sin nombre, de penas melancólicas tan lleno... Mi pensamiento, entonces, vaga junto a las tumbas de los muertos y en torno a los cipreses y a los sauces que, abatidos, se inclinan... Y me acuerdo de historias tristes, sin poesía... Historias que tienen casi blancos mis cabellos.
MELANCOLÍA
José Ángel Buesa
Vengo del fondo oscuro de una noche implacable y contemplo los astros con un gesto de asombro. Al llegar a tu puerta me confieso culpable y una paloma blanca se me posa en el hombro. Mi corazón humilde se detiene en tu puerta con la mano extendida como un viejo mendigo; y tu perro me ladra de alegría en la huerta, porque, a pesar de todo, sigue siendo mi amigo. Al fin creció el rosal aquel que no crecía y ahora ofrece sus rosas tras la verja de hierro: Yo también he cambiado mucho desde aquel día, pues no tienen estrellas las noches del destierro. Quizás tu alma está abierta tras la puerta cerrada; pero al abrir tu puerta, como se abre a un mendigo, mírame dulcemente, sin preguntarme nada, y sabrás que no he vuelto... ¡porque estaba contigo!
POEMA DEL REGRESO
Pablo Neruda
Cien sonetos de amor Mientras la magna espuma de Isla Negra, la sal azul, el sol en las olas te mojan, yo miro los trabajos de la avispa, empeñada en la miel de su universo. Va y viene equilibrando su recto y rubio vuelo como si deslizara de un alambre invisible la elegancia del baile, la sed de su cintura, y los asesinatos del aguijón maligno. De petróleo y naranja es su arco iris, busca como un avión entre la hierba, con un rumor de espiga vuela, desaparece, mientras que tú sales del mar, desnuda, y regresas al mundo llena de sal y sol, reverberante estatua y espada de la arena.
Cien sonetos de amor
Luis Antonio Chávez
¡Epa! ¡Epa! a esa fiesta no me han convidado -dijo el hombre- no es necesario le respondieron a tu fiesta vamos todos... cada dos de noviembre
Fiesta
Vicente Gerbasi
No se ha meditado aún sobre estas tristes ruinas. Participo de la gran alegría que hace cantar con el vino, luego me hieren los lamentos como a un árbol la tempestad nocturna. Se pierden conmigo en la sombra como se pierde la noche en el bálsamo misterioso de la muerte. Busco mi voz abandonada sobre los mares, en el aire de las islas, en las comarcas donde habitan los desterrados y los místicos, y vago bajo la lluvia de los bosques en la soledad. Como el árbol al borde del abismo, me salva la inquietud perenne, y me acerca a Dios que vigila tras las músicas terrestres. Alguien puede llamar a la puerta de alguna vivienda en la noche, mas solamente aparecerá el rostro del silencio en medio de la pesadumbre. No hemos meditado aun para amar y ser serenos. Oh, si tendiéramos la tristeza como niebla delgada, serenamente, sobre estos vastos dominios desolados.
ÁMBITO DE LA ANGUSTIA
Leopoldo Marechal
¡Has de hacer un gran ramo con todas tus palabras, hilandera! Con las grandes palabras que llovieron más redondas que frutas en un día sin hiel; con tus grandes palabras caídas como soles hasta el silencio mío... Has de hacer un gran ramo con tus voces, y estarán las pequeñas, las que fueron semillas aventadas por tu carinio de cien manos; y estarán las que ardieron como sal en la llama de tu júbilo, amiga. Con todas tus palabras has de hacer un gran ramo para el amor que ha muerto; para el amor que ha muerto a mediodía, junto a la fuente de los ocho cisnes...
CANCIÓN
Antonio Fernández Lera
Sueño que vienes a quererme, lento, y delicadamente separas mis piernas con tu pezuña izquierda. Me despierta el cabello de tus muslos (la explosión del volcán que has despertado con tu lengua). Te pido por favor que no te vayas nunca y que no pares, ahora, de moverte, hombre. Sueño que sueño cabalgando en tu sueño y que tus dientes me despiertan del mío y que tu vello me hace cosquillas en el vientre y que no puedo interrumpir mi baile al son de tus caderas, mujer.
El sueño de Antiope
Ramón López Velarde
Señor, Dios mío: no vayas a querer desfigurar mi pobre cuerpo, pasajero más que la espuma del mar. Ni me des enfermedad larga en mi carne, que fue la carga de la nave de los hechizos, del dolor el aposento y la genuflexión verídica de tu trágico pavimento. No me hieras ningún costado, no me castigues a mi cuerpo por haber vivido endiosado ante la Naturaleza y frente a los vertebrales espejos de la belleza. Yo reconozco mi osadía de haber vivido profesando la moral de la simetría. Amé los talles zalameros y el virginal sacrificio; amé los ojos pendencieros y las frentes en armisticio. No tengo miedo de morir, porque probé de todo un poco, y el frenesí del pensamiento todavía no me vuelve loco. Mas con el pie en el estribo imploro rápida agonía en mi final hostería. Para que me encomiende a Dios, en la hostería, una muchacha, con su peinado de bandós; y que de ir por los caminos tenga la carne de luz de los peroles cristalinos. Y que en sus manos, inundadas de luz, mi vida quede rota en un tiempo de gavota.
GAVOTA
Lupercio Leonardo de Argensola
Imagen espantosa de la muerte, sueño cruel, no turbes más mi pecho, mostrándome cortado el nudo estrecho, consuelo sólo de mi adversa suerte. Busca de algún tirano el muro fuerte, de jaspe las paredes, de oro el techo, o el rico avaro en el angosto lecho, haz que temblando con sudor despierte. El uno vea el popular tumulto romper con furia las herradas puertas, o al sobornado siervo el hierro oculto. El otro sus riquezas, descubiertas con llave falsa o con violento insulto, y déjale al amor sus glorias ciertas.
AL SUEÑO
José Juan Tablada
Porfía la libélula Por prender su cruz transparente En la rama desnuda y trémula... Juntos, en la tarde tranquila Vuelan notas de Angelus, Murciélagos y golondrinas. El pequeño mono me mira... ¡Quisiera decirme Algo que se le olvida! ¡Del verano, roja y fría Carcajada, Rebanada De sandía!
Porfía la libélula
José Gorostiza
[Fragmento] IV. ¡Agua, no huyas de la sed, detente! Detente, oh claro insomnio, en la llanura de este sueño sin párpados que apura el idioma febril de la corriente. No el tierno simulacro que te miente, entre rumores, viva; no, madura, ama la sed esa tensión de hondura con que saltó tu flecha de la fuente. Detén, agua, tu prisa, porque en tanto te ciegue el ojo y te estrangule el canto, dictar debieras a la muerte zonas; que por tu propia muerte concebida, sólo me das la piel endurecida ¡oh movimiento, sierpe! que abandonas.
PRESENCIA Y FUGA
Mario Benedetti
Ellos tienen razón esa felicidad al menos con mayúscula no existe ah pero si existiera con minúscula seria semejante a nuestra breve presoledad después de la alegría viene la soledad después de la plenitud viene la soledad después del amor viene la soledad ya se que es una pobre deformación pero lo cierto es que en ese durable minuto uno se siente solo en el mundo sin asideros sin pretextos sin abrazos sin rencores sin las cosas que unen o separan y en es sola manera de estar solo ni siquiera uno se apiada de uno mismo los datos objetivos son como sigue hay diez centímetros de silencio entre tus manos y mis manos una frontera de palabras no dichas entre tus labios y mis labios y algo que brilla así de triste entre tus ojos y mis ojos claro que la soledad no viene sola si se mira por sobre el hombro mustio de nuestras soledades se vera un largo y compacto imposible un sencillo respeto por terceros o cuartos ese percance de ser buenagente después de la alegría después de la plenitud después del amor viene la soledad conforme pero que vendrá después de la soledad a veces no me siento tan solo si imagino mejor dicho si se que mas allá de mi soledad y de la tuya otra vez estas vos aunque sea preguntándote a solas que vendrá después de la soledad.
Soledades
Ramón López Velarde
Transmútase mi alma en tu presencia como un florecimiento, que se vuelve cosecha. Los amados espectros de mi rito para siempre me dejan; mi alma se desazona como pobre chicuela a quien prohíben en el mes de mayo que vaya a ofrecer flores en la iglesia. Mas contemplo en tu rostro la redecilla de medrosas venas, como una azul sospecha de pasión, y camino en tu presencia como en campo de trigo en que latiese una misantropía de violetas. Mis lirios van muriendo, y me dan pena; pero tu mano pródiga acumula sobre mí sus bondades veraniegas, y te respiro como a un ambiente frutal; como en la fiesta del Corpus respiraba hasta embriagarme la fruta del mercado de mi tierra. Yo desdoblé mi facultad de amor en liviana aspereza y suave suspirar de monaguillo; pero tú me revelas el apetito indivisible, y cruzas con tu antorcha inefable incendiando mi pingüe sementera.
TRANSMÚTASE MI ALMA
Nimia Vicéns
Es como un siempre estar contigo cuando la brisa me toca. Es como el imposible olvido de la espiga a la rosa. Es como vivir de nuevo en la caricia... ...la brisa ...la espiga mecida en la alborada. ¿ Sabes ? Amor es como siempre estar contigo.
ES
Rubén Darío
Así, sire, en el aire de la Francia nos llega la paloma de plata de Suecia y de Noruega, que trae en vez de olivo una rosa de fuego. Un búcaro latino, un noble vaso griego recibirá el regalo del país de la nieve. Que a los reinos boreales el patrio viento lleve otra rosa de sangre y de luz españolas; pues sobre la sublime hermandad de las olas, al brotar tu palabra, un saludo le envía al sol de media noche el sol de Mediodía. Si Segismundo siente pesar, Hamlet se inquieta. El Norte ama las palmas; y se junta el poeta del fiord con el del carmen, porque el mismo oriflama es de azur. Su divina cornucopia derrama sobre el polo y el trópico la Paz; y el orbe gira en un ritmo uniforme por una propia lira: el Amor. Allá surge Sigurd que al Cid se aúna, cerca de Dulcinea brilla el rayo de luna, y la musa de Bécquer del ensueño es esclava bajo un celeste palio de luz escandinava. Sire de ojos azules, gracias: por los laureles de cien bravos vestidos de honor; por los claveles de la tierra andaluza y la Alhambra del moro; por la sangre solar de una raza de oro; por la arrnadura antigua y el yelmo de la gesta; por las lanzas que fueron una vasta floresta de gloria y que pasaron Pirineos y Andes; por Lepanto y Otumba; por el Perú, por Flandes; por Isabel que cree, por Cristóbal que sueña y Velázquez que pinta y Cortés que domeña; por el país sagrado en que Herakles afianza sus macizas columnas de fuerza y esperanza, mientras Pan trae el ritmo con la egregia siringa que no hay trueno que apague ni tempestad que extinga; por el león simbólico y la Cruz, gracias, sire. ¡Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire, mientras la onda cordial aliente un ensueño, mientras haya una viva pasión, un noble empeño, un buscado imposible, una imposible hazaña, una América oculta que hallar, vivirá España! ¡Y pues tras la tormenta vienes de peregrino real, a la morada que entristeció el destino, la morada que viste luto su puerta abra al púrpureo y ardiente vibrar de tu palabra: y que sonría, oh rey Óscar, por un instante; y tiemble en la flor áurea el más puro brillante para quien sobre brillos de corona y de nombre, con labios de monarca lanza un grito de hombre!
Al Rey Óscar
Fa Claes
Cuando descorro las cortinas, toda la escena florece: magnolia, cerezos, melocotonero y ahora las lilas estallan con suaves sonidos de púrpura, el golpe en el gong. Aquí estoy vanagloriándome en medio del gran desperdicio: mil millones de flores de cerezo de mi jardín se hielan en una noche. Pero el mirlo exulta, siente las lombrices de tierra creciendo bajo sus patas y las baila afuera. Así miles de flamencos registran minuciosamente las lagunas buscando gambas y todos los días hay bastantes gambas para dejarse tragar por miles de flamencos hasta que se tiñan de rosa a su gusto. Todo el desfile desfila, -quarks y leptones todos- y se transforma en otro desfile; ignoramos cuál sea. Estamos mirándolo, pertenecemos totalmente al mundo, ¡ay, peor!, en él consistimos y seguimos con o sin deseo, gusto y fines . Y yo en cuanto a eso: no tengo que hacer nada, nada urge, todo ocurre por sí mismo. Soy hombre, es decir estoy de vacaciones. Por casualidad o no, en Rijmenam en el planeta Tierra. Pero significa también ¡fuera, trabajo!, ¡fuera, política! Soy como un espectador en el palco más privilegiado. ¿Por dónde cae el Este, donde se levanta el telón? No te preocupes, la luz conoce cada senda. Cada alba gloriosamente brilla ex oriente lux desde todas las regiones celestes.
Representación
Mario Benedetti
Mientras pasa la estrella fugaz acopio este deseo instantáneo montones de deseos hondos y prioritarios por ejemplo que el dolor no me apague la rabia que la alegría no desarme mi amor que los asesinos del pueblo se traguen sus molares caninos e incisivos y se muerdan juiciosamente el hígado que los barrotes de las celdas se vuelvan de azúcar o se curven de piedad y mis hermanos puedan hacer de nuevo el amor y la revolución que cuando enfrentemos el implacable espejo no maldigamos ni nos maldigamos que los justos avancen aunque estén imperfectos y heridos que avancen porfiados como castores solidarios como abejas aguerridos como jaguares y empuñen todos sus noes para instalar la gran afirmación que la muerte pierda su asquerosa puntualidad que cuando el corazón se salga del pecho pueda encontrar el camino de regreso que la muerte pierda su asquerosa y brutal puntualidad pero si llega puntual no nos agarre muertos de vergüenza que el aire vuelva a ser respirable y de todos y que vos muchachita sigas alegre y dolorida poniendo en tus ojos el alma y tu mano en mi mano y nada más porque el cielo ya está de nuevo torvo y sin estrellas con helicóptero y sin dios
Hombre que mira el cielo
Bertolt Brecht
I Cuando, más tarde, me alejé de ti al hoy enorme vi, cuando empecé a ver, gente alegre y cabal. Y desde aquella hora tardía, tú sabes de cuál hablo, tengo una boca más hermosa y unas piernas más ágiles. Más verde hay desde entonces en árbol, ramo y prado y es el agua más fresca cuando me la echo encima. II Cuando me haces pasármelo tan bien, a veces pienso: si me muriera ahora habría sido feliz hasta el final. Cuando tú seas vieja y me recuerdes piénsame como hoy y tendrás un amor que siga siendo joven. III Siete rosas tiene el ramo, seis se lleva el viento, una queda para que me la encuentre yo. Siete veces te llamé, seis no respondiste, a la séptima promete que me dirás algo. IV Mi amada me dio una rama con hojas amarillas. Se está acabando el año y comienza el amor.
Cuatro canciones de amor
Mario Benedetti
Los abruptos pueden ser violentos tozudos y hasta sectarios pero los exabruptos son siempre resentidos.
Disidentes
Salvador García Ramírez
A los pies de la luna y el planeta, cuando el viento pulula en el oasis de reguero en fogata. Al borde del desierto. A la hora en que irradian las alcobas su flama enfebrecida. Al sur del autobús, en la arena donde agoniza el eucalipto. Al lado de las jaimas. Al final del teléfono y del sueño partido en la farola. En el silencio y las maletas junto al agua. Cuando nadie transita el jardín abrasado de los cactus. Donde el dátil sediento y la cal y el ladrillo y al viajero reciben con un vaso.
Hotel Les Dunes
Omar García Ramírez
(Malatesta) Malatesta se quedó mirando el plato y dijo: “Nos están envenenando...” Yo le metí el diente al filete y luego a la rodaja de tomate y me supo a gloria. Bueno el hambre apretaba y no había por qué rechistar me dije. Pero Malatesta decía: –“Mire,... tomates con DDT. Y pescado con mercurio. Ya sabes ellos almacenan más el mercurio,...¿en dónde? En sus panzas por supuesto. Son pescados de cuatro cabezas. Tienen patas como hidras, pescados envenenados, densos en metales pesados, y claro luego las gaviotas, sin contar el petróleo, ya son miles las toneladas de petróleo lanzadas al mar, y por eso mueren los peces envenenados...” – Entonces vi al delfín negro envenenado, ya no podría saltar ni ejercer sus piruetas del mar con la gracia de una bailarina de ola salada. Y me dio pesar. Volví a hincarle el diente a la lechuga, Pensé: ¿Estará bien lavada o tendrá gusanitos bailando una danza vermi-fuga?, Malatesta arrojó su filete a un perro, (que hacía tiempo merodeaba con su esqueleto cubierto por una piel sarnosa y amarilla y que trataba de tomar una bocanada de aire contra la tarde cenagosa). Luego, mascó el tomate sin la cáscara, de mala gana. Le chorreó la salsa por el gaznate. Pidió a la camarera una cebolla y un puerro, una calabaza y una zanahoria. –“Mira cómo la cebolla se protege, con miles de hojitas, de capas –me dice- láminas delgadas, poderosas y elásticas. Transparentes como un libro de dureza vegetal...”– Por un momento creí ver la emanación de un pequeño Dios reducido a esa mónada tuberosa y vegetal, pero el aliento de ajos de mi amigo fantasma Malatesta rompió el encanto. –Sí– le digo yo, casi terminando, Casi atragantado, casi rompiendo el plato de plástico. Miró de repente Malatesta el plato de plástico. Dijo: –“Veneno,... o cerámica o nada, y eso sí, sin esmaltes plúmbeos” –. Por la ventana del humilde restaurante la tarde amenazaba una tormenta. Dos mendigos nos miraban a través de una ventana sucia, con moscas Bogotanas. De sobremesa café negro, y cigarrillo con menta.
Nos están envenenando
Enrique Lihn
A Cristina y Angélica Ahora que quizás, en un año de calma, piense: la poesía me sirvió para esto: no pude ser feliz, ello me fue negado, pero escribí. Escribí: fui la víctima de la mendicidad y el orgullo mezclados y ajusticié también a unos pocos lectores; tendí la mano en puertas que nunca, nunca he visto; una muchacha cayó, en otro mundo, a mis pies. Pero escribí: tuve esta rara certeza, la ilusión de tener el mundo entre las manos —¡qué ilusión más perfecta! como un cristo barroco con toda su crueldad innecesaria— Escribí, mi escritura fue como la maleza de flores ácimas pero flores en fin, el pan de cada día de las tierras eriazas: una caparazón de espinas y raíces De la vida tomé todas estas palabras como un niño oropel, guijarros junto al río: las cosas de una magia, perfectamente inútiles pero que siempre vuelven a renovar su encanto. La especie de locura con que vuela un anciano detrás de las palomas imitándolas me fue dada en lugar de servir para algo. Me condené escribiendo a que todos dudarán de mi existencia real, (días de mi escritura, solar del extranjero). Todos los que sirvieron y los que fueron servidos digo que pasarán porque escribí y hacerlo significa trabajar con la muerte codo a codo, robarle unos cuantos secretos. En su origen el río es una veta de agua —allí, por un momento, siquiera, en esa altura— luego, al final, un mar que nadie ve de los que están braceándose la vida. Porque escribí fui un odio vergonzante, pero el mar forma parte de mi escritura misma: línea de la rompiente en que un verso se espuma yo puedo reiterar la poesía. Estuve enfermo, sin lugar a dudas y no sólo de insomnio, también de ideas fijas que me hicieron leer con obscena atención a unos cuantos psicólogos, pero escribí y el crimen fue menor, lo pagué verso a verso hasta escribirlo, porque de la palabra que se ajusta al abismo surge un poco de oscura inteligencia y a esa luz muchos monstruos no son ajusticiados. Porque escribí no estuve en casa del verdugo ni me dejé llevar por el amor a Dios ni acepté que los hombres fueran dioses ni me hice desear como escribiente ni la pobreza me pareció atroz ni el poder una cosa deseable ni me lavé ni me ensucié las manos ni fueron vírgenes mis mejores amigas ni tuve como amigo a un fariseo ni a pesar de la cólera quise desbaratar a mi enemigo. Pero escribí y me muero por mi cuenta, porque escribí porque escribí estoy vivo.
PORQUE ESCRIBÍ
Gustavo Adolfo Bécquer
Porque son, niña, tus ojos verdes como el mar, te quejas; verdes los tienen las náyades, verdes los tuvo Minerva, y verdes son las pupilas de las hourís del Profeta. El verde es gala y ornato del bosque en la primavera; entre sus siete colores brillante el Iris lo ostenta, las esmeraldas son verdes; verde el color del que espera, y las ondas del océano y el laurel de los poetas. Es tu mejilla temprana rosa de escarcha cubierta, en que el carmín de los pétalos se ve al través de las perlas. Y sin embargo, sé que te quejas porque tus ojos crees que la afean, pues no lo creas. Que parecen sus pupilas húmedas, verdes e inquietas, tempranas hojas de almendro que al soplo del aire tiemblan. Es tu boca de rubíes purpúrea granada abierta que en el estío convida a apagar la sed con ella, Y sin embargo, sé que te quejas porque tus ojos crees que la afean, pues no lo creas. Que parecen, si enojada tus pupilas centellean, las olas del mar que rompen en las cantábricas peñas. Es tu frente que corona, crespo el oro en ancha trenza, nevada cumbre en que el día su postrera luz refleja. Y sin embargo, sé que te quejas porque tus ojos crees que la afean: pues no lo creas. Que entre las rubias pestañas, junto a las sienes semejan broches de esmeralda y oro que un blanco armiño sujetan. * Porque son, niña, tus ojos verdes como el mar te quejas; quizás, si negros o azules se tornasen, lo sintieras.
Rima XII
Francisco de Quevedo
Yo te untaré mis obras con tocino porque no me las muerdas, Gongorilla, perro de los ingenios de Castilla, docto en pullas, cual mozo de camino; Apenas hombre, sacerdote indino, que aprendiste sin cristus la cartilla; chocarrero de Córdoba y Sevilla, y en la Corte bufón a lo divino. ¿Por qué censuras tú la lengua griega siendo sólo rabí de la judía, cosa que tu nariz aun no lo niega? No escribas versos más, por vida mía; aunque aquesto de escribas se te pega, por tener de sayón la rebeldía.
Soneto
Gabriela Mistral
Ésta que era una niña de cera; pero no era una niña de cera, era una gavilla parada en la era. Pero no era una gavilla sino la flor tiesa de la maravilla. Tampoco era la flor sino que era un rayito de sol pegado a la vidriera. No era un rayito de sol siquiera: una pajita dentro de mis ojitos era. ¡Alléguense a mirar cómo he perdido entera, en este lagrimón, mi fiesta verdadera!
La pajita
José María Hinojosa
Un viento inesperado hizo vibrar las puertas y nuestros labios eran de cristal en la noche empapados en sangre dejada por los besos de las bocas perdidas en medio de los bosques. El fuego calcinaba nuestros labios de piedra y su ceniza roja cegaba nuestros ojos llenos de indiferencia entre cuatro murallas amasadas con cráneos y arena de los trópicos. Aquella fue la última vez que nos encontramos, llevabas la cabeza de pájaros florida y de flores de almendro las sienes recubiertas entre lenguas de fuego y voces doloridas. El rumbo de los barcos era desconocido y el de las caravanas que van por el desierto dejando sólo un rastro sobre el agua y la arena de mástiles heridos y de huesos sangrientos. Aquella fue la última noche que nuestros labios de cristal y de sangre unieron nuestro aliento mientras la libertad desplegaba sus alas de nuestra nuca herida por el último beso.
YA NO ME BESAS
Luis de Góngora
Segundas plumas son, oh lector, cuantas Letras contiene este volumen grave; Plumas siempre gloriosas, no del ave Cuyo túmulo son aromas tantas: De aquel sí, cuyas hoy cenizas santas Breve pórfido sella en paz suave; Que en poco mármol mucho Fénix cabe, Si altamente negado a nuestras plantas. De sus hazañas, pues, hoy renacido, Debe a Cabrera el Fénix, debe el mundo Cuantas segundas bate plumas bellas. A Cabrera español Livio segundo Eternizado, cuando no ceñido De iguales hojas que Filipo estrellas.
Segundas plumas son
Byron Espinoza
Ahora el tiempo nos amamanta la luz florece en las entrañas disipando laberintos. Ahora me dices cosas tan distintas como el sol o la hormiga. Ahora que la pureza de la sangre sigue siendo decisiva el viento celebra en las aceras el momento mágico de tus manos en las calles de mi rostro.
Ahora...
Julia de Burgos
Tengo el desesperante silencio de la angustia y el trino verde herido... ¿Por qué persiste el aire en no darme el sepulcro? ¿Por qué todas las músicas no se rompen a un tiempo a recibir mi nombre? -¡Ah, sí, mi nombre, que me vistió de niña y que sabe el sollozo que me enamora el alma!
Silencio de angustia
Julio Flórez Roa
Tañe Orfeo su cítara y avanza con pie seguro hacia el remoto oriente; canta y su voz desbórdase en torrente de fe y amor, de vida y esperanza. Camina... y la brumosa lontananza despéjase ante el lírico potente, cuyo canto retumbaba en el ambiente rindiendo todo cuanto a herir alcanza. Al vasto azul se asoman los querubes... El mago mira en torno , y sus sombríos ojos le advierten que a distancia corta, hombres, fieras, reptiles, aves, nubes, montes y valles, piélagos y ríos lo van siguiendo en procesión absorta.
EL PODER DEL CANTO
Víctor Botas
La línea recta cúrva- se inexorablemente en el espacio. El tiempo se detiene en los pasos de la luz. Estamos donde siempre. La magia de las cosas. No existe la realidad. Existen múltiples realidades o ninguna. Existe la mirada recíproca que aguardo. El beso en mitad de la noche. La anciana que nos tiende la mano y pide un poco de limosna. El día de la increíble muerte. Tan íntima. Tan sola.
En torno a Einstein
Jorge Luis Borges
¿Y fue por este río de sueñera y de barro que las proas vinieron a fundarme la patria? Irían a los tumbos los barquitos pintados entre los camalotes de la corriente zaina. Pensando bien la cosa, supondremos que el río era azulejo entonces como oriundo del cielo con su estrellita roja para marcar el sitio en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron. Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron por un mar que tenía cinco lunas de anchura y aún estaba poblado de sirenas y endriagos y de piedras imanes que enloquecen la brújula. Prendieron unos ranchos trémulos en la costa, durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo, pero son embelecos fraguados en la Boca. Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo. Una manzana entera pero en mitá del campo presenciada de auroras y lluvias y sudestadas. La manzana pareja que persiste en mi barrio: Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga. Un almacén rosado como revés de naipe brilló y en la trastienda conversaron un truco; el almacén rosado floreció en un compadre, ya patrón de la esquina, ya resentido y duro. El primer organito salvaba el horizonte con su achacoso porte, su habanera y su gringo. El corralón seguro ya opinaba Yrigoyen, algún piano mandaba tangos de Saborido. Una cigarrería sahumó como una rosa el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres, los hombres compartieron un pasado ilusorio. Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente. A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: La juzgo tan eterna como el agua y el aire.
Fundación mítica de Buenos Aires
Ramón López Velarde
Mi virtud de sentir se acoge a la divisa del barómetro lúbrico, que en su enagua violeta los volubles matices de los climas sujeta con una probidad instantánea y precisa. Mi única virtud es sentirme desollado en el templo y la calle, en la alcoba y el prado. Orean mi bautismo, en alma y carnes vivas, las ráfagas eternas entre las fugitivas. Todo me pide sangre: la mujer y la estrella, la congoja del trueno, la vejez con su báculo, el grifo que vomita su hidráulica querella, y la lámpara, parpadeo del tabernáculo. Todo lo que a mis ojos es limpio y es agudo bebe de mis droláticas arterias el saludo. Mi ángel guardián y mi demonio estrafalario, desgranando granadas fieles, siguen mi pista en las vicisitudes de la bermeja lista que marca, en tierra firme y en mar, mi itinerario. Como aquel que fue herido en la noche agorera y denunció su paso goteando la acera, yo puedo desandar mi camino rubí, hasta el minuto y hasta la casa en que nací místicamente armado contra la laica era. Dejo, sin testamento, su gota a cada clavo teñido con la savia de mi ritual madera; no recojo mi sangre, ni siquiera la lavo. Espiritual al prójimo, mi corazón se inmola para hacer un empréstito sin usuras aciagas a la clorosis virgen y azul de los Gonzagas y a la cárdena quiebra del Marqués de Priola. ¿En qué comulgatorio secreto hay que llorar? ¿Qué brújula se imanta de mi sino? ¿Qué par de trenzas destronadas se me ofrecen por hijas? ¿Qué lecho esquinal pide tibieza en su tramonto? Ánima adoratriz: a la hora que elijas para ensalzar tus fieles granadas, estoy pronto. Mas será con el cálculo de una amena medida: que se acaben a un tiempo el arrobo y la vida y que del vino fausto no quedando en la mesa ni la hez de una hez, se derrumbe en la huesa el burlesco legado de una estéril pavesa.
ÁNIMA ADORATRIZ
David Escobar Galindo
La palabra es un pétalo que el viento desprendió de la magnolia. En el árbol, la flor sigue estando completa, porque la herida es invisible. El pétalo que vuela solitario al volar se convierte en otros pétalos, y así en la levedad del cielo abierto se dispersan magnolias incontables. Y la magnolia original asume la pasión de la víctima.
La palabra es un pétalo
Rubén Darío
¿Tienes, joven amigo, ceñida la coraza para empezar, valiente, la divina pelea? ¿Has visto si resiste el metal de tu idea la furia del mandoble y el peso de la maza? ¿Te sientes con la sangre de la celeste raza que vida con los números pitagóricos crea? ¿Y, como el fuerte Herakles al león de Nemea, a los sangrientos tigres del mal darías caza? ¿Te enternece el azul de una noche tranquila? ¿Escuchas pensativo el sonar de la esquila cuando el Angelus dice el alma de la tarde?... ¿Tu corazón las voces ocultas interpreta? Sigue, entonces, tu rumbo de amor. Eres poeta. La belleza te cubra de luz y Dios te guarde.
A Juan Ramón Jiménez
Xavier Villaurrutia
Amar es una angustia, una pregunta, una suspensa y luminosa duda; es un querer saber todo lo tuyo y a la vez un temor de al fin saberlo. Amar es reconstruir, cuando te alejas, tus pasos, tus silencios, tus palabras, y pretender seguir tu pensamiento cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas. Amar es una cólera secreta, una helada y diabólica soberbia. Amar es no dormir cuando en mi lecho sueñas entre mis brazos que te ciñen, y odiar el sueño en que, bajo tu frente, acaso en otros brazos te abandonas. Amar es escuchar sobre tu pecho, hasta colmar la oreja codiciosa, el rumor de tu sangre y la marea de tu respiración acompasada. Amar es absorber tu joven savia y juntar nuestras bocas en un cauce hasta que de la brisa de tu aliento se impregnen para siempre mis entrañas. Amar es una envidia verde y muda, una sutil y lúcida avaricia. Amar es provocar el dulce instante en que tu piel busca mi piel despierta; saciar a un tiempo la avidez nocturna y morir otra vez la misma muerte provisional, desgarradora, oscura. Amar es una sed, la de la llaga que arde sin consumirse ni cerrarse, y el hambre de una boca atormentada que pide más y más y no se sacia. Amar es una insólita lujuria y una gula voraz, siempre desierta. Pero amar es también cerrar los ojos, dejar que el sueño invada nuestro cuerpo como un río de olvido y de tinieblas, y navegar sin rumbo, a la deriva: porque amar es, al fin, una indolencia.
AMOR CONDUSSE NOI AD UNA MORTE
Jorge Luis Borges
La vejez (tal es el nombre que los otros le dan) puede ser el tiempo de nuestra dicha. El animal ha muerto o casi ha muerto. Quedan el hombre y su alma. Vivo entre formas luminosas y vagas que no son aún la tiniebla. Buenos Aires, que antes se desgarraba en arrabales hacia la llanura incesante, ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro, las borrosas calles del Once y las precarias casas viejas que aún llamamos el Sur. Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas; Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar; el tiempo ha sido mi Demócrito. Esta penumbra es lenta y no duele; fluye por un manso declive y se parece a la eternidad. Mis amigos no tienen cara, las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años, las esquinas pueden ser otras, no hay letras en las páginas de los libros. Todo esto debería atemorizarme, pero es una dulzura, un regreso. De las generaciones de los textos que hay en la tierra sólo habré leído unos pocos, los que sigo leyendo en la memoria, leyendo y transformando. Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte, convergen los caminos que me han traído a mi secreto centro. Esos caminos fueron ecos y pasos, mujeres, hombres, agonías, resurrecciones, días y noches, entresueños y sueños, cada ínfimo instante del ayer y de los ayeres del mundo, la firme espada del danés y la luna del persa, los actos de los muertos, el compartido amor, las palabras, Emerson y la nieve y tantas cosas. Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro, a mi álgebra y mi clave, a mi espejo. Pronto sabré quién soy.
Elogio de la sombra
José Martí
Por las mañanas Mi pequeñuelo Me despertaba Con un gran beso. Puesto a horcajadas Sobre mi pecho, Bridas forjaba Con mis cabellos. Ebrio él de gozo, De gozo yo ebrio, Me espoleaba Mi caballero: ¡Qué suave espuela Sus dos pies frescos! ¡Cómo reía Mi jinetuelo! Y yo besaba Sus pies pequeños, ¡Dos pies que caben En solo un beso!
Mi caballero
Jordi Doce
Cruzan el patio las palomas. Se cuelgan del alféizar, gorgotean, van y vienen por la penumbra con sus plumas raídas y su insolencia terca. Palomas de ciudad, vestidas del hollín que respiran, sirvientes del tendal y la basura. Las odio cordialmente desde mi ventana, busco espantarlas, cuelgo plásticos, pero es inútil. Vuelven al poco, o nunca se marcharon, y de nuevo me llega, burbuja sobre el limo de las horas, el émbolo sonoro de sus cuellos. Algo dice, tal vez, ese discurso de una sílaba, su gutural monotonía poblando el patio de impaciencias. Algo que ignoro y no puedo ignorar, que insiste en el silencio de la casa con tonos de reproche y desafío. Traduzco un par de páginas, preparo café, se demora la tarde en su grisalla y allí las veo, necias y abstraídas, con su grave zureo que me interroga. Algo dicen, tal vez, que mi sombra comprende, que mi sombra calló y ahora recuerda, porque es suyo.
Palomas
Alfonsina Storni
Quisiera esta tarde divina de octubre pasear por la orilla lejana del mar; que la arena de oro, y las aguas verdes, y los cielos puros me vieran pasar. Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera, como una romana, para concordar con las grandes olas, y las rocas muertas y las anchas playas que ciñen el mar. Con el paso lento, y los ojos fríos y la boca muda, dejarme llevar; ver cómo se rompen las olas azules contra los granitos y no parpadear; ver cómo las aves rapaces se comen los peces pequeños y no despertar; pensar que pudieran las frágiles barcas hundirse en las aguas y no suspirar; ver que se adelanta, la garganta al aire, el hombre más bello, no desear amar... Perder la mirada, distraídamente, perderla y que nunca la vuelva a encontrar: y, figura erguida, entre cielo y playa, sentirme el olvido perenne del mar.
Dolor
Luis Benítez
Veo a una mujer maquillarse cualquier mujer y cambia primero está pensando en otra cosa (porque cuando una mujer comienza a maquillarse aún no ha separado este acto del resto del día) Pero luego disponiendo los objetos varios que la ceremonia determina preciosamente en su exacto lugar en torno de sus manos la mujer sabe que algo ha ingresado de nuevo a este mundo Se abstiene sin embargo de nombrar eso que viene Polvos cremas pinturas para la delicada construcción lápices que escribirán otras palabras que estas palabras que intentarán decir a la que esconde La otra como ella se ve debe ser dibujada por esta la que se asoma al espejo para verla Ella está como tímida ante su hermana mayor que insiste insiste “sácame de la nada invócame haz que nuevamente sea entre los seres las horas y las cosas haz que sea nuevamente entre los hombres sí sobre todo haz que nuevamente sea entre los hombres” Y la pequeña se somete al llamado de la grande y la saca y la dibuja en el spejo Del otro lado se queda ella colocada en el dibujo Polvos cremas pinturas lápices el instrumental es el mismo de todas las ceremonias semejantes quien fabrica estas cosas sí que sabe lo que hace Veo a una mujer maquillarse y me fascina Por su parte y como siempre la mujer sólo está fascinada por sí misma Nada ni nadie existe ni cuando se acerca al espejo ni cuando está ante el espejo ni cuando se quita de él Extraña especie tan cantada y sorda Navega por la vida atada a su poder y lo puesto en sus oídos lo colocado ante sus ojos lo concentrado en su boca la salva de caer Será por eso que ante una estamos siempre solos Enigmas de lo que no puede caer Ahora traza una línea ha dudado no por no saber sino porque conociendo el significado de la ceremonia goza de lo preliminar ahora traza una línea y divide el día en dos Ya fue hecho lo demás es desarrollo una línea azul oscura apenas un trazo sobre el ojo izquierdo que ha sido completamente transformado Ya no es un ojo humano no es el ojo que vino con ella del vientre que sabía que paría a una mujer sino un ojo de ella definitivamente suyo El ojo mira al resto en el espejo y está satisfecho parpadea para alentar a la mujer La otra la mira desde ese ojo donde ya se asoma y vigilante la obliga a lo demás Sin embargo la mujer hace una pausa a medias maquillada bebe una taza de té hay un placer en eso de andar a medias maquillada por el mundo Paralelamente es como demostrarle todavía a la otra un diminuto poder una ligera potencia que alcanza a diferirla pero que no podrá evitarla Cosa que ambas saben y agradecen Pero finalmente también el ojo derecho cambia y la otra ya ve perfectamente en el espejo ahora es ella la que ve y la primera mujer se va yendo lentamente trazo a trazo Hay unas cremas castañas untuosas con las que las mujeres cambian de piel no oscurecen la suya sino que sacan la otra piel de las mejillas la dejan asomar Ignoro por completo el nombre de ese ungüento como ignoro los nombres de los otros elementos de la ceremonia porque ellos y sus nombres pertenecen por completo al otro mundo El que convive con el del hombre en esta tierra y en la historia Nombres cosas términos precisos que no podemos comprender que vienen de otra lengua que son dichos en otra lengua mucho más sugestiva que la nuestra una lengua que está hecha para usarla en voz baja casi susurrándola Porque no pertenece al universo de las grandes expansiones sino al de la reserva al de lo íntimo lo cerrado En esa lengua hablan entre sí las mujeres y hablan ante el espejo con la otra Donde un gesto quiere decir otra cosa donde ninguna palabra se corresponde con las nuestras allí en esa lengua una mujer se maquilla y nosotros creemos que se adorna Ante el espejo todo ha sido consumado y la otra ya está en este mundo la mujer anterior se ha ido y esta es la que se mira entera Mueve alternativamente un músculo sonríe levanta o inclina la cabeza como un actor que calcula sus fuerzas y ensaya previamente movimientos Esta mujer otra mide ante el espejo sinuosidades gestos pausas A solas previas únicas estas gesticulaciones son como los arquetipos que viven perfectos en el mundo de las ideas pero luego se plasman en número Repeticiones de cada uno de estos movimientos serán lanzadas con alevosa precisión sobre el mundo de las cosas Se incorporarán a él sin perder su condición de extrañas La mujer no es sólo ella sino también sus gestos además del cuerpo ocupa el alrededor del cuerpo la habitación el lugar entero donde se encuentre Como esta mujer la otra que todavía se mira un poco más en el espejo máscara de la máscara ficción se cree que completa
Veo a una mujer maquillarse