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1943-12-01 | Declaraciones del coronel Perón luego haber sido designado secretario de Trabajo y Previsión | Los patrones, los obreros y el Estado constituyen las partes de todo problema social, y quienes lo resuelvan tendrán el mérito de impedir la intromisión en las cuestiones gremiales de la especulación política o del confusionismo organizado. Dentro de esta orientación, lealmente practicada, cimentaré la fe en el sentimiento de los trabajadores del país, que entienden y reclaman, estoy seguro, esta directiva oficial en materia obrera, a fin de lograr los beneficios de orden material que emanan de esta política honorable y, desgraciadamente, tan olvidada. La importancia que implica la creación del nuevo organismo está condensada en este juicio: el Estado argentino intensifica el cumplimiento de su deber social. Todo conflicto que separe y suspenda la actividad industrial o comercial repercute hondamente en la economía pública y privada y destruye, además, el equilibrio de la armonía social, tan necesaria a todo proceso de evolución progresista. En este sentido, el Estado no puede continuar siendo un espectador estático e irresoluto, toda vez que esa actitud corrompe la disciplina y el orden que es necesario sustentar para que los sillares de nuestra nacionalidad constituyan los verdaderos factores de nuestra expansión económica. De manera, entonces, que hay que interpretar la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión como un organismo que sale del cauce actual de la vida argentina para afrontar, decididamente, la solución de los problemas que plantea esta época de evolución y cultura de las masas a las que hay que servir con una distribución equitativa de los bienes de la tierra y el trabajo. Los fundamentos esenciales de su estructura constitutiva serán los que emanen de una perfecta organización sindical y profesional al servicio del Estado y de los bien entendidos intereses de la familia argentina. Las empresas podrán delinear en lo sucesivo sus previsiones para desarrollar sus futuras actividades, con la garantía de que habrán de obtener el reconocimiento del Estado si las retribuciones y trato dispensado al personal mantienen las reglas sanas de convivencia humana, inspiradas en el mejoramiento de la economía general y el engrandecimiento del país. Por su parte, los trabajadores estarán garantizados por las normas de labor a establecerse con la enunciación de los derechos y deberes de cada cual y la exigencia de las autoridades del nuevo organismo en el sentido de un mayor celo en sus actividades y la sanción inflexible en el incumplimiento del deber. En tal sentido, habrá exigencias por igual para el disfrute de los derechos y la fiel observancia de las obligaciones. La oportunidad de las reformas estarán inspiradas por un fin social superior, no debiendo incurrirse en el error de fijar un programa de realizaciones inmediatas. La revisión de los textos legales vigentes, ordenada por el decreto de creación de la Secretaría, exige que sean propulsadas las medidas de carácter social en forma de que encarnen el anhelo de la gran mayoría de los hombres de trabajo, obreros y patronos. Es impropio destacar la codificación del Derecho del Trabajo, precisamente cuando se ha producido el tránsito entre abstencionismo de Estado que termina y el comienzo de la futura acción estatal. Numerosas leyes del trabajo actualmente en vigencia no son ciertamente incontrovertibles; varias acusan fallas técnicas tan fundamentales que los beneficios para los obreros han desaparecido a poco de su sanción parlamentaria. Lo que al respecto haga la nueva organización no será considerado únicamente en vista del contenido de una ley o del principio doctrinario tomado en abstracto, sino teniendo en cuenta uno y otro, como elementos que integran la realidad mutable de cada instante. En mérito a ello, se formará junto al mecanismo técnico- administrativo que forma el instrumento peculiar del Estado encargado del estudio y solución de los problemas de carácter social, un Consejo Superior de Trabajo y Previsión integrado por representaciones adecuadas de los diversos sectores que forman parte de diferentes aspectos de la obra de producción, transformación y distribución. En esta forma, las realizaciones del derecho no serán trazadas tan sólo en los laboratorios oficiales, sino que, utilizando el ya abundante material de observación que ha sido acumulado durante varios años, serán justipreciadas y afianzadas por la acción desplegada por dicho organismo de consulta, que en su periódica actuación sedimentará un arsenal de experiencias que habrán de facilitar grandemente la normalización de las relaciones jurídicas latentes en cada momento de nuestra historia entre el capital y el trabajo. ............. |
1943-12-02 | Al asumir el cargo de secretario de Trabajo y Previsión : | Excelentísimo señor presidente: Es para mí un insigne honor que os hayáis dignado ponerme en posesión personal del cargo de la secretaría de Trabajo y Previsión, que representa un jalón que se clava en la hora constructiva inspirada en la Revolución del 4 de junio. Ello, señor presidente, obliga particularmente mi gratitud y aviva mi entusiasmo, para colaborar en la obra que habéis inspirado y que fecundamente habéis realizado. Podéis estar persuadido, Excelentísimo señor, que si nunca he desmayado en las tareas de mi obligación, las redoblaré ahora aún más y llegaré hasta el límite de la resistencia humana, si ello es preciso, para cumplir en la mejor forma con el alto honor que me habéis dispensado. ..................................... |
1943-12-02 | Discurso luego de asumir el cargo de secretario de Trabajo y Previsión | En el tiempo que estuve al frente del ex Departamento Nacional de Trabajo, he podido encarar y ahondar objetivamente en los problemas gremiales. De ellos, los que se han resuelto, lo han sido por acuerdos directos entre patronos y obreros.
Para saldar la gran deuda que todavía tenemos con las masas sufridas y virtuosas, hemos de apelar a la unión de todos los argentinos de buena voluntad, para que en reuniones de hermanos consigamos que en nuestra tierra no haya nadie que tenga que quejarse con fundamento de la avaricia ajena.
Los patrones, los obreros y el Estado constituyen las partes de todo problema social. Ellos y no otros, han de ser quienes los resuelvan, evitando la inútil y suicida destrucción de valores y energías.
La unidad y compenetración de propósitos de estas tres partes, deberán ser la base de acción para luchar contra los verdaderos enemigos sociales, representados por la mala política, las ideologías extrañas, sean cuales fueren, los falsos apóstoles que se introducen en el gremialismo para medrar con el engaño y la traición a las masas, y las fuerzas ocultas de perturbación del campo político internacional.
No soy hombre de sofismas y de soluciones a medias. Empeñado en esta tarea, no desmayaré en mi afán, ni ocultaré las armas con las que combatiré en todos los terrenos, con la decisión más absoluta, sin pensar si ellos o yo hemos de caer definitivamente en esos campos.
Sembraré esta simiente en el fértil campo de los trabajadores de mi tierra, que, estoy persuadido, entienden y comparten mi verdad, con esa extraordinaria intuición que poseen las masas cuando se les guía con lealtad y honradez.
Ellos serán mis hombres; y cuando yo caiga en esa lucha en que voluntariamente me enrolo, estoy seguro que otro hombre más joven y mejor dotado, tomará de mis manos la bandera y la llevará al triunfo. Para un soldado, nada hay más grato que quemarse en la llama épica y sagrada para alumbrar el camino de la victoria.
Al defender a los que sufren y trabajan para plasmar y modelar la grandeza de la Nación, defiendo a la patria, en cumplimiento de un juramento en que empeñé mi vida. Y la vida es poco cuando es menester ofrendarla en el altar de la patria.
El Estado argentino intensifica el cumplimiento de su deber social. Así concreto mi juicio sobre la trascendencia de la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión.
Simple espectador, como he sido, en mi vida de soldado, de la evolución de la economía nacional y de las relaciones entre patrones y trabajadores, nunca he podido avenirme a la idea, tan corriente, de que los problemas que tal relación origina, sean materia privativa de las partes directamente interesadas. A mi juicio, cualquier anormalidad, surgida en el más ínfimo taller y en la más oscura oficina, repercute directamente en la economía general del país y en la cultura de sus habitantes, en la economía, porque altera los precios de las cosas que todos necesitamos para vivir; en la cultura, porque el concepto que presida la disciplina interna de los lugares del trabajo, depende en mayor o menor grado, el respeto mutuo y las mejores o peores formas de convivencia social.
El trabajo, después del hogar y la escuela, es un insustituible moldeador del carácter de los individuos y según sean éstos, así serán los hábitos y costumbres colectivos, forjadores inseparables de la tradición nacional.
Por tener muy firme esta convicción, he lamentado la despreocupación, la indiferencia y el abandono en que los hombres de gobierno, por escrúpulos formalistas repudiados por el propio pueblo, prefirieran adoptar una actitud negativa o expectante ante la crisis y convulsiones ideológicas, económicas y sentimentales que han sufrido cuantos elementos intervienen en la vida de relación que el trabajo engendra.
El Estado manteníase alejado de la población trabajadora. No regulaba las actividades sociales como era su deber, sólo tomaba contacto en forma aislada cuando el temor de ver turbado el orden aparente de la calle, le obligaba a descender de la torre de marfil de su abstencionismo suicida. No advertían los gobernantes de que la indiferencia adoptada ante las contiendas sociales, facilitaba la propagación de esta rebeldía, porque era precisamente el olvido de los deberes patronales, que libres de la tutela estatal, sometían a los trabajadores a la única ley de su conveniencia.
Los obreros, por su parte, al lograr el predominio de las agrupaciones sindicales, enfrentaban a la propia autoridad del Estado, pretendiendo disputar el poder político.
El progreso social ha llevado a todos los países cultos, a suavizar el choque de intereses y convertir en medidas permanentes de justicia, las relaciones que antes quedaban libradas al azar de las circunstancias, provocando conflictos entre el capital y el trabajo.
La táctica del Estado abstencionista era encontrarse frente a ciudadanos aislados, desamparados y económicamente débiles, con el fin de pulverizar las fuerzas productoras y conseguir, por contraste, un poder arrollador. La contrapartida fue el sindicalismo anárquico, simple sociedad de resistencia, sin otra finalidad que la de oponer a la intransigencia patronal y a la indeferencia del Estado, una concentración de odios y resentimientos.
La carencia de una orientación inteligente de la política social, la falta de organización de las profesiones, y la ausencia de un ideal colectivo superior, que reconfortara los espíritus y los templara para una acción esencialmente constructiva y profundamente patriótica, ha retrasado el momento en que las asociaciones profesionales estuviesen en condiciones de gravitar en la regulación de las condiciones de trabajo y de la vida de los trabajadores.
El ideal de un Estado no puede ser la carencia de asociaciones. Casi afirmaría que es todo lo contrario. Lo que sucede, es que únicamente pueden ser eficaces, fructíferas y beneficiosas las asociaciones cuando, además de un arraigado amor a la patria y un respeto inquebrantable a la ley, vivan organizadas de tal manera que constituyan verdaderos agentes de enlace que lleven al Estado las inquietudes del más lejano de sus afiliados y hagan llegar a éste, las inspiraciones de aquél.
La organización sindical llegará a ser indestructible cuando las voluntades humanas se encaminen al bien y a la justicia, con un sentido a la vez colectivo y patriótico. Y para alcanzar las ventajas que la sindicación trae aparejadas, las asociaciones profesionales deben sujetarse a uno de los imperativos categóricos de nuestra época: el imperativo de la organización.
La vida civilizada, en general, y la económica, en particular, del mismo modo que la propia vida humana, se extinguen cuando falla la organización de las células que la componen. Por ello, siempre he creído que se debe impulsar el espíritu de asociación profesional y estimular la formación de cuantas entidades profesionales conscientes de sus deberes y anhelantes de sus justas reivindicaciones se organicen, de tal manera que se erijan en colaboradores de toda acción encaminada a extender la justicia y prestigiar los símbolos de la nacionalidad, levantándolos por encima de las pugnas ideológicas o políticas.
Pero no perderemos el tiempo que media entre el momento actual y el del florecimiento de organizaciones de este tipo constructivo. La realidad golpea las puertas y exhibe las cuestiones candentes que deben ser inmediatamente dilucidadas. Los problemas que sean consecuencia natural de los hechos sociales serán estudiados y recibirán la rápida solución que justicieramente merezcan.
Con la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión se inicia la era de la política social argentina. Atrás quedará para siempre la época de la inestabilidad y del desorden en que estaban sumidas las relaciones entre patrones y trabajadores. De ahora en adelante, las empresas podrán trazar sus previsiones para el futuro desarrollo de sus actividades, tendrán la garantía de que si las retribuciones y el trato que otorgan al personal concuerdan con las sanas reglas de convivencia humana, no habrán de encontrar, por parte del Estado, sino el reconocimiento de su esfuerzo en pro del mejoramiento y de la economía general y consiguiente engrandecimiento del país.
Los obreros, por su parte, tendrán la garantía de que las normas de trabajo que se establezcan, enumerando los derechos y deberes de cada cual, habrán de ser exigidas por las autoridades del trabajo con el mayor celo, y sancionado con inflexibilidad su incumplimiento. Unos y otros deberán persuadirse de que ni la astucia ni la violencia podrán ejercitarse en la vida del trabajo, porque una voluntad inquebrantable exigirá por igual el disfrute de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones.
La prosecución de un fin social superior señalará el camino y la oportunidad de las reformas. No debemos incurrir en el error de fijar un programa de realizaciones inmediatas. En este importante y delicado aspecto, el decreto que crea la Secretaría de Trabajo y Previsión ofrece una magnífica muestra de sobriedad, pues, al tiempo que ordena la revisión de los textos legales vigentes, exige que sean propulsadas las medidas de orden social que constituyen el anhelo de la casi totalidad de los hombres de trabajo, obreros y patrones.
No voy, pues, a perfilar las características que ha de tener tal o cual realización jurídica, ni condicionar la otorgación de una determinada reivindicación social a la concurrencia de determinados requisitos. Por encima de preceptos casuísticos, que la misma realidad puede tornar caducos el día de mañana, está la declaración de los altísimos principios de colaboración social, con objeto de robustecer los vínculos de solidaridad humana, incrementar el progreso de la economía nacional, fomentar el acceso a la propiedad privada, acrecer la producción en todas sus manifestaciones y defender al trabajador, mejorando sus condiciones de trabajo y de vida. Estas son las finalidades a que debemos aspirar. El tiempo, las circunstancias y la conducta de cada cual nos indicarán el momento y el rumbo de las determinaciones.
La experiencia de la vida diaria nos conducirá por las sendas menos peligrosas, al logro de cada mejora en la vida de la relación entre el Estado, patrones y obreros. Mejora que, naturalmente, no deberá ser siempre a expensas del patrón, sino que bien puede orientarse hacia la adopción de adecuadas medidas de orden técnico que eviten la dispersión de esfuerzos, aumenten el rendimiento, mejoren precios y salarios, y establezcan un cordial entendimiento entre ambos factores de la producción y entre éstos y el Estado, de modo que no sólo se restaure el orden social en la calle y el taller, sino en el fuero íntimo de las conciencias.
Sería impropio anunciar la codificación del Derecho del Trabajo en el preciso instante de producirse el tránsito entre el abstencionismo del Estado, que fenece, y la futura acción estatal, que comienza.
Muchas de las leyes de trabajo vigentes no son ciertamente incontrovertidas; algunas adolecen de fallas técnicas de tal naturaleza, que los beneficios han desaparecido de la vista del trabajador, al tiempo que se extinguían los ecos de su alumbramiento parlamentario.
Eso no debe repetirse. Las declaraciones de derecho sustantivo deben ser tan claras que no quepa duda de su alcance; y si a pesar de las adecuadas previsiones, surge la duda, la acción del Estado ha de ser tan rápida, y la solución tan eficaz, que ni un solo trabajador sienta la congoja de creerse preterido en cuanto le corresponda en justicia.
Florecen pues las mejoras al compás de las necesidades y de las posibilidades que la hora actual permita. Esto no quiere decir, sin embargo, que se dilatarán las soluciones a los problemas impostergables, pero la impostergabilidad de los problemas no será un criterio particular que las partes impongan al Estado, sino por el contrario: por decisión de la autoridad una vez consultadas las verdaderas necesidades de todos los interesados en la cuestión particular de que se trate.
Debe insistirse en esta afirmación. Las altas decisiones sobre el rumbo social a seguir que adopte la autoridad laboral, no serán tomadas tan sólo en vista del texto de una ley o del principio doctrinario tratado en abstracto, sino considerando uno y otro como elementos integrantes de la mutable realidad de cada momento. Por esto, junto al mecanismo técnico- administrativo, que constituye el instrumento peculiar del Estado para estudio y solución de los problemas sociales, se halla un Consejo Superior de Trabajo y Previsión que se integrará con representaciones adecuadas de los distintos sectores que intervienen en la obra de la producción, transformación y distribución en sus múltiples aspectos y facetas. De este modo, las realizaciones del derecho no serán preparadas tan sólo en los laboratorios oficiales, sino que, aprovechando el ya cuantioso material de estudios que han acumulado a través de los años, serán valoradas y afianzadas por la labor llevada a cabo por dicho organismo consultivo que, en su periódica actuación, sedimentará un acervo de experiencias que facilitará grandemente la normalización de las relaciones jurídicas existentes entre el capital y el trabajo, en cada momento de nuestra historia.
Nada más, por hoy. Pero en breve volveré' a ponerme en contacto con el pueblo para hacerle partícipe constante de las inquietudes del Poder Ejecutivo, que serán siempre reflejo de sus anhelos de mejoramiento individual y progreso de la comunidad nacional.
En el camino de la grandeza de la patria, el Estado ha de contar con el fervor y la adhesión de todos los hombres de trabajo que anhelen el bien supremo del país. ......................................... |
1944-01-16 | Mensaje para informar sobre las tareas para ayudar a las víctimas del terremoto de San Juan | Nos dirigimos a todo el pueblo de la patria, en nombre del Excelentísimo señor presidente de la Nación, en esta hora trágica para el país, al pueblo argentino, para hacerle conocer la grave situación que aflige al pueblo de San Juan.
El violento sismo que sacudió anoche esa provincia cuyana ha sembrado de desolación y llevado la desgracia a miles de familias, enlutando a sus hogares.
Los organismos nacionales, y en primer término el Ejército, han tomado ya todas las providencias para llevar el auxilio inmediato. Se hace necesaria la colaboración generosa del pueblo argentino, que reclamo en este momento; y descuento se concretará de inmediato en todos los ámbitos del país. En la Secretaría de Trabajo y Previsión, a mi cargo, están abiertas las puertas para recibir a quienes, de una u otra forma, quieran hacerse presentes en esta cruzada en alivio del dolor argentino.
La Secretaría de Trabajo y Previsión convoca para el día lunes a todas las personas dirigentes o representantes de la banca, del trabajo, de la industria, del comercio, de las grandes entidades deportivas y culturales, del teatro, del cinematógrafo y cualquier otra representación para formar la comisión de una gran colecta en beneficio de los damnificados del terremoto de San Juan.
Espero a todos estos señores, en el recinto del ex Consejo Deliberante, el día lunes a las 18 horas, y espero también que nadie ha de faltar a esta cita de honor y solidaridad nacional.
Bien conocida es ya la situación de San Juan, de la que puede decirse que muy contadas casas han quedado en pie después del terremoto que azotó con su epicentro a esa población.
El Ministerio de Guerra desde que tuvo noticias de los resultados de ese movimiento sísmicos se constituyó en su totalidad, desde el ministro hasta el último funcionario, como un puesto de combate. Durante toda la noche se siguió ordenando y cursando despachos a todos los alrededores de la zona afectada, funcionando como un verdadero comando de guerra en contacto permanente con todas las unidades, por radio, telégrafo y teléfono; a las 24 horas de anoche ya se habían impartido instrucciones por disposición del ministro de guerra, quien había recibido a su vez las órdenes del Excelentísimo señor presidente de la Nación. Dichas órdenes, transmitidas a San Rafael, Mendoza, La Rioja, Catamarca y Córdoba, es decir, a la cintura de tropas que rodea la zona afectada, y se despacharon a esa hora, las 24 columnas de camiones, trenes con médicos, medicamentos, víveres, carpas, mantas, etcétera.
Las tropas que iban en marcha para la concentración en los ejercicios, en el Espinacito de Mendoza, recibieron a las 24, la contraorden, haciéndose contramarchar las columnas, dirigiéndoselas totalmente hacia San Juan y Mendoza, para concurrir con sus bagajes y sus columnas en auxilio de los damnificados por el terremoto. Asimismo, desde los cuatro puntos cardinales han convergido hacia San Juan todos los elementos sanitarios y parques de las tropas que rodean esa región. Es tal la concentración de elementos, en la que no se han perdido ni siquiera minutos, que se puede asegurar que entre la tarde de hoy y esta noche, probablemente San Juan habrá recibido ya todos los elementos necesarios para aliviar su dolor físico y moral.
Hoy al amanecer desde el campo de El Palomar salían los aviones militares conduciendo al ministro del Interior, conjuntamente con el doctor Galli y 21 médicos y transportando sueros, vacunas, sangre, plasma, etcétera, y deben llegar a San Juan más o menos a mediodía.
Durante la noche, el Ministerio de Guerra ha cursado más de sesenta despachos, por radio, telégrafo y teléfono a la zona afectada y hoy a las seis salió el primer tren de auxilio de la Capital Federal con medicamento y personal. Otro tren especial partirá a las 13.15 de la estación Retiro. El ministerio de Guerra envía a la zona afectada por el terremoto numerosas carpas de acantonamiento y auxilio, con capacidad para más de cinco mil personas, mantas, colchonetas, cabezales y útiles de comida para el mismo número de damnificados. Son ellas remitidas por la Dirección General de Administración del Ejército.
La Dirección General de Sanidad, donde se ha trabajado toda la noche, ha puesto a disposición del Director General de Asistencia Social doctor Eugenio Galli, por orden del señor ministro de guerra, toda clase de material sanitario, parques, etcétera. Se despachan urgentemente en trenes especiales y columnas de camiones, tropas con material de remoción de escombros. Lo mismo se hace de La Rioja, de Córdoba y de Catamarca. De San Luis salían hoy por la mañana, en vehículos motorizados carpas, capotes, mantas, ambulancias y otros elementos sanitarios. La Armada por su parte, prepara igualmente en la Dirección General Administrativa, otro lote de elementos que, conjuntamente con los del Ejército partirán en el tren especial de las 13.15. Igualmente de Punta de Indio y otras bases han partido aviones de la armada conduciendo médicos y medicamentos, que confundirán sus esfuerzos con sus camaradas del ejército.
Como complemento de las medidas que se han tomado, agotando los medios disponibles y todos los recursos, imprimiendo el ritmo más severo y más rápido a todas las actividades, como complemento a eso, repito, hemos iniciado ya una gran colecta dirigida por la Secretaría de Trabajo y Previsión, con la finalidad de un alivio ulterior a la situación del pueblo San Juan. Dicha colecta ha sido iniciada con 200.000 pesos, producto de los sueldos renunciados por jefes y oficiales del ejército en los cargos que desempeñan en la administración nacional.
El personal de la Presidencia, incluso el Excelentísimo señor presidente de la República y el secretario de la Presidencia, coronel González, y todo su personal, donan íntegramente un mes de sus viáticos para la colecta.
La Escuela de Suboficiales me ha hecho llegar un ofrecimiento de 4.000 pesos, de una suscripción entre su personal de jefes, oficiales, suboficiales y soldados.
La policía efectúa ya una colecta entre todo su personal. Aportará dinero, cajones con medicamentos y ropa. Todos los Hogares Policiales donarán también dinero y efectos.
El Centro de Suboficiales y el de Oficiales de Reserva han entregado ya al Ministerio de Guerra un donativo de mil pesos con que se hacen presentes dichos centros.
Se pide, por indicación del Instituto de Clínica Quirúrgica de la calle Paraguay 2150, que los dadores de sangre se presenten a dicho instituto de Clínica Quirúrgica a la mayor brevedad, para dar su sangre. Allí se encuentra el doctor Ivanissevich.
En la Secretaría de Trabajo y Previsión todo el personal militar ha donado sus viáticos al efecto.
Así se inicia bajo auspicios patrióticos y con el respaldo del espíritu de la solidad del pueblo, la obra de ayuda a nuestros hermanos sanjuaninos. El tiempo dirá de nuestro sentimiento y de nuestra solidaridad nacional. ................................... |
1944-04-04 | Al hacer entrega de los fondos de la coleta Pro-Víctimas de San Juan : | Excelentísimo Señor Presidente de la Nación: Me resulta casi imposible disimular la profunda emoción que conmueve mi espíritu al depositar en vuestras dignas manos la suma de 33.155.760 pesos con 59 centavos, englobados en un cheque contra el Banco de la Nación de exclusiva procedencia popular, que concreta el espontáneo aporte del pueblo de la República con destino a mitigar los efectos trágicos del terremoto de San Juan.
Honrada se siente la Secretaría de Trabajo y Previsión, confiada desde su creación a mi persona, de advertir dos signos nuevos y elocuentes en la vida argentina, a través de la misión que acaba de cumplir. El primero, es haber reunido tan elevada suma en poco más de ocho semanas, lo que evidencia que la fe en los gobernantes de esta hora es unánime; y el segundo, lo constituye el palpable nacimiento de una mejor humanidad colectiva, que sin duda es la resultante valiosa de la nueva moral surgida del patriótico movimiento revolucionario del 4 de Junio.
Sé, señor presidente, que en poco tiempo más la Colecta Nacional Pro- Damnificados hubiera alcanzado cifras aún mas sorprendentes, pero el deber me impone la necesidad de hacer entrega inmediata de los fondos, porque en San Juan - pedazo heroico y entrañable de nuestra tierra - decenas de millares de argentinos deben aún resolver problemas angustiosos diariamente. Todo nuestro esfuerzo, toda nuestra voluntad, toda nuestra reciprocidad, porque el caso de San Juan es eso, apenas una pequeña reciprocidad a lo mucho que esa benemérita y fecunda tierra le dio a la Nación, debe seguir, movilizándose para concurrir a su resurgimiento moral y físico. Y como conforta el espíritu apreciar que en la humana tarea la conciencia nacional estuvo y está presente con sentida solidaridad.
Horas después del siniestro -el 16 de enero- y ante el requerimiento que hice al pueblo, en la Secretaría de Trabajo y Previsión habían ya cinco millones de pesos, provenientes de millares de aportes espontáneos y generosos. Días más, la suma se elevaba a diez, quince y veinte millones de pesos. Y hoy, a poco más de ocho semanas del luctuoso suceso, os confieso, Señor Presidente, que esta suma, que pasa de los treinta y tres millones de pesos, puede muy bien motivar el orgullo de todos los argentinos, porque en la elevada cifra está contenida la honda emoción de humildes y pudientes, de viejos y jóvenes, de mujeres y niños que por igual han sentido en carne propia la enorme desgracia de nuestros hermanos de San Juan. Y debe destacarse que el importe de esta colecta se entrega íntegramente, sin haberse afectado a la misma ni un solo centavo en concepto de gastos, que indudablemente los hubo.
Existe en la Secretaría de Trabajo y Previsión un cúmulo de importantes donaciones, que viene con particular simpatía a revivir el recuerdo del gesto de las Patricias Cuyanas, que donaron sus joyas para contribuir a la formación del ejército del Libertador. En efecto, decenas de mujeres han llegado a donar alhajas, objetos artísticos, fantasía de oro y plata, cuadros de valor y otros objetos de arte, para que oportunamente sean convertidos en metálico. Muchos hogares argentinos se han desprendido de valiosos recuerdos y joyas, emocionándonos con la noble actitud y no han sido tampoco ajenos a algunos actos similares numerosos hombres que sienten intenso amor por nuestra tierra.
Antes de finalizar estas breves palabras, debo expresar que yo anhelo, con respecto a los fondos recaudados en la colecta, el contralor popular. Deseo que sean numerosas las personas que concurran a verificar personalmente en los libros y documentación contabilizados, la exactitud de la cantidad que deposito a la orden del Poder Ejecutivo provenientes de las donaciones. Todo ciudadano, toda entidad, todo donante o no donante queda autorizado a verificar los ingresos registrados para lo cual he impartido órdenes a la Dirección de Administración de la Secretaría de Trabajo, en el sentido de facilitar cualquier requerimiento o referencia. También he cursado una nota con idéntico propósito al Gerente del Banco de la Nación, para que esa institución ofrezca, a quien lo solicite, toda la documentación.
Es necesario, señor presidente, que la Nación y sus catorce millones de habitantes constaten en todos nuestros actos el honor y el patriotismo con que actuamos los gobernantes surgidos de las Fuerzas Armadas, que solo procuramos trabajar sin descanso por el engrandecimiento de la patria. ............... |
1944-05-29 | En el almuerzo realizado en la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba | El bautismo de este nuevo avión, que se incorpora a las fuerzas armadas de la patria después de su magnífica prueba de vuelo, me proporciona la satisfacción de esta visita y la distinción de traeros la palabra de reconocimiento y estímulo del Excelentísimo señor presidente de la Nación, en este día de fiesta para las alas argentinas.
Es un hecho notorio que la aviación constituye, en los momentos actuales, uno de los elementos de preferente atención en la preocupación universal. En los gabinetes de los hombres de Estado; en los Comandos Supremos; en los laboratorios y en las usinas gigantescas, se libra actualmente una batalla tremenda por la supremacía aérea. De decisiva importancia en la actualidad y de incalculable importancia en el futuro, la aviación está ya para siempre vinculada al desarrollo industrial, económico y estratégico de los pueblos. Nuestro país no ha podido permanecer indiferente a los problemas e iniciativas relacionados con la aeronáutica. Más aún: su gran extensión territorial, con miles de kilómetros de frontera, la necesidad de modernizar y activar sus comunicaciones, la misma seguridad de sus poblaciones diseminadas en el vasto campo, imponen a la Argentina una dedicación preferente a esta suerte de inquietudes. Debemos, por tanto, complementar con rutas aéreas nuestros caminos y nuestros ferrocarriles. Esta exigencia será cumplida.
Y en tan fundamental programa ocupáis vosotros, en la sólida armonía de la colaboración, el puesto de mayor responsabilidad y mérito. El porvenir de las alas argentinas depende de la energía, premura y capacidad con que vosotros atendéis todos los problemas de nuestra aviación. De lo cumplido hasta ahora puedo sentirme orgulloso, como soldado y como ministro.
La incorporación de esta nueva magnífica máquina, cuyo vuelo seguro y arrogante acabamos todos de admirar, demuestra que hemos entrado en el período fecundo de las realizaciones. Para llegar a esto, ha sido necesario desechar mucho lastre de incomprensión y de rutina. Ha sido necesario impulsar hacia sus propios destinos, con ritmo acelerado y paso firme, a nuestro inmenso valor potencial aeronáutico. Afortunadamente, ha pasado ya la época de las vacilaciones y los tanteos. La revolución de junio ha impuesto un concepto orgánico y vital en la materia, considerando que la aeronáutica es un elemento que no puede desperdigarse en sectores sin relación entre sí. Veinte días después de asumir el gobierno, los hombres de la revolución triunfante reintegraban a la jurisdicción militar la aviación civil y la Dirección de Material Aeronáutico.
El 1º de agosto se le incorpora la Fábrica Militar de Aviones. La creación del Instituto Aerotécnico, organismo vital e indispensable, cierra ese ciclo preparatorio que culmina poco después en esta estructura orgánica actual, que capacita a la aviación militar para desenvolverse con la libertad y eficiencia que exige la seguridad de la patria, y el porvenir venturoso de la nacionalidad.
Hemos hecho algo, sin duda. Y seguiremos haciendo, con la voluntad obstinada de crear y de afianzar nuestras posibilidades y recursos. Nuestra labor debe abundar más en hechos que en palabras y promesas. De ahí, que en cada ocasión en que podamos echar una mirada retrospectiva, podamos, como ahora, sentirnos satisfechos.
Hemos colocado hoy la piedra fundamental de dos obras que estarán en funcionamiento para fin de año: la Escuela de Tropas Aerotransportadas y la Escuela de Especialidades. A éstas seguirán en breve la Escuela Superior de Aeronáutica para la formación de ingenieros y la Escuela de Maestranza, donde se formarán los obreros aeronáuticos de todas las especialidades, y en la cual encontrarán enseñanza gratuita, de acuerdo a su particular vocación y aptitudes, los hijos de los obreros argentinos que sirven a la aeronáutica nacional. Está proyectado y se terminará también el año próximo, un barrio obrero, una capilla y casas para el personal superior del Instituto Aerotécnico.
Hoy firmo la aprobación de un convenio entre el Instituto Aerotécnico y el sanatorio San José, de esta ciudad, para hacer posible la atención médica integral gratuita de todo el personal de esta casa y sus familiares. Tal asistencia comprende: asistencia a domicilio a cualquier hora, intervención quirúrgica, atención de partos, etcétera, además de la asistencia médica a cargo de consagrados especialistas de Córdoba.
Con esta medida y el estudio del escalafón del personal de aeronáutica, que he encargado al comandante en jefe de aeronáutica, así como también la asimilación de dicho personal para el núcleo estable conforme a las necesidades orgánicas, podrá todo el personal, ingenieros, expertos, obreros, aprendices, empleados y maestranza, entregarse tranquilos a su tarea, sin temor a un porvenir incierto.
He vivido hoy, señores, momentos de intensa satisfacción al ver realizado en el plazo de meses una labor científica industrial que en institutos similares a éste, con larga experiencia y su personal completo, hubiera tardado años. Vaya para su director, y todos vosotros, mi aplauso y felicitación sinceros. Que la labor cumplida sea el mejor estímulo a vuestros desvelos y sacrificios, necesarios en todo momento, e imprescindibles ahora para recuperar el tiempo perdido, que el acierto que tuvo el ex director de este instituto y actual comandante en jefe de aeronáutica, al plantar frente a la pista el significativo trío de los árboles típicos de nuestra tierra -el algarrobo, el quebracho y el ombú-, como un símbolo exacto de lo que debe ser la aeronáutica nacional, se complete con un mástil, a cuyo tope sea izada la bandera de la patria, cada vez que un avión como éste, forjado por las manos y las mentes criollas, salga de este instituto como fruto del intelecto, del brazo y del corazón argentino, para hacer más fuerte y poderosa la custodia de nuestra tierra. ............ |
1944-05-30 | Ante una concentración de trabajadores en el local del Córdoba Sport Club | Un acontecimiento feliz, de amplias proyecciones nacionales, que acaba de conmover a esta ciudad, docta y dinámica, en la cual se complementan tan bien, la inquietud del espíritu, la elevación del pensamiento y la capacidad creadora, me proporciona la satisfacción profunda de este contacto personal, directo, con los trabajadores de Córdoba, cuyos problemas conozco, cuya situación me preocupa y cuyas grandes y limpias aspiraciones comparto argentinamente.
He venido a esta ciudad, que es constante laboratorio de ideas y usina de fecundas realizaciones, para asistir, en mi carácter de ministro de guerra, al bautismo de una máquina aérea, concepción del ingenio nativo, ejecutada por manos criollas. Ahora, como secretario de trabajo y previsión concurro a esta asamblea para proclamar mi júbilo por las realizaciones técnicas que hemos hecho posibles mediante una magnífica conjunción de fuerzas y para asegurar que así como aquella obra materializa un afán hondo y una firme voluntad dinámica, otros hechos, también auspiciosos, traducen nuestras preocupaciones y actividad en el sentido de estructurar cuanto el país necesita y requiere en el orden social.
Todo esto resulta muy grato para mí, pero debo añadir algo más: que tengo el honor de traeros el saludo del Excelentísimo señor Presidente de la Nación, general Farrell, quien me ha hecho portador de sus expresiones de afecto y su palabra de aliento, mensaje que os entrego con toda simpatía y cariño. También os traigo el saludo de todos los hombres que me acompañan en la Secretaría de Trabajo y Previsión, donde se da forma el nuevo derecho de los argentinos y se aplican sus principios con el más hondo sentido de solidaridad.(no esta en diario) Con viva complacencia he escuchado la palabra de cada gremio, de cada agrupación o sector, en esta asamblea, como oí las solicitaciones individuales en las ocasiones que tuve de conversar con los obreros y empleados de la ciudad y la provincia. Tendré presente cuanto se me ha dicho, valorando con equidad cada expresión, apreciando cada hecho, en su verdadera medida y preocupándome muy sinceramente por las soluciones que deben darse sin pérdida de tiempo. Pero quiero llevar desde ya al ánimo de vosotros, y de cuantos me escuchan, que muchas de esas peticiones han sido consideradas y en breve aparecerán los acuerdos que concreten el pensamiento del gobierno. Los ferroviarios, los empleados de comercio, las enfermeras, para citar algunos casos, como los trabajadores del campo, son motivos de nuestra preocupación y el fin de la acción consiguiente. Estamos preparando el Estatuto del Peón, que terminará con la orfandad del trabajador rural, en materia legislativa, fijándosele un salario que le permita satisfacer todas sus necesidades. El salario familiar se impondrá al fin, porque es justo que perciba más el obrero o el empleado que tiene cargas de familia. El asunto de las retenciones de los ferroviarios a que se ha referido uno de los oradores es estudiado en todos sus aspectos y pronto se conocerán las disposiciones gubernamentales en tal materia. Esto no sólo traduce nuestra disposición y nuestra voluntad, sino la firme acción oficial, para que sean satisfechas tan humanas aspiraciones.
La firme orientación del gobierno que represento en cuanto concierne a la acción social ha sido expuesta con claridad y aplicada con energía cada vez que un conflicto o un problema ha necesitado la intervención gubernamental. En tres oportunidades recientes me he referido a los principios esenciales de autoridad, de organización y de justicia que, junto al propósito obstinado de hacer, fijan el rumbo social del actual gobierno, precisan las consignas rígidas a las que todos hemos de ajustar nuestra acción inmediata.
Comenzamos por reivindicar para el Estado - que junto a los patrones y obreros forma las tres partes de todo problema social - ese principio de autoridad que había sido abandonado por indiferencia, por incapacidad o por cálculo. Nadie podrá alegar ahora desconocimiento de la función que le toca cumplir en el futuro.
Los representantes del capital y el trabajo deben ajustar sus relaciones a las reglas más cristianas de convivencia y de respeto entre seres humanos. El Estado, a su vez, se reserva el derecho de ejercer una función conciliadora, exigiendo por igual el cumplimiento estricto de los deberes, y el pleno goce de los beneficios consiguientes a cada una de las partes.
En el cumplimiento de esa regla seré inflexible. Nadie podrá desconocer ésta facultad tutora de las autoridades del trabajo, porque ello sería peligroso, trastornando los cimientos de organización estatal. Los funcionarios encargados de aplicar la legislación social deben ser respetados como los tribunales de justicia. Es necesario acostumbrarse definitivamente a esta idea, porque no estamos dispuestos a delegar una función que corresponda, íntegramente, al gobierno, ni queremos dejar librada la solución de un problema a la buena o mala voluntad de unos u otros.
Todo conflicto encierra una perturbación social de repercusión inmediata en la economía y bienestar general, y es función de gobierno evitarlo en lo posible o resolverlo con celeridad, energía y justicia.
Pero hay algo más. La labor de la Secretaría de Trabajo y Previsión, organismo mediante el cual el Estado va en defensa de los derechos de las masas sufridas y laboriosas, es la garantía absoluta de esta nueva justicia. Nadie ha golpeado estérilmente a sus puertas. Ningún conflicto quedó sin solución. Centenares de reivindicaciones obreras han sido logradas por su intermedio. En los seis meses de la nueva era de política social argentina, que hemos inaugurado, ha habido una transformación fundamental.
El profundo contraste que señala este momento de tránsito entre abstencionismo indiferente y suicida de un régimen que fenece y la acción social que se inicia vigorosamente, ha sido señalada, con intención inconfesable, como una intromisión estatal en las organizaciones obreras. Señalo esta acusación porque no soy hombre de decisiones a medias y sé que a los enemigos sociales hay que enfrentarlos con la franqueza y el valor que nos dan nuestras propias convicciones.
Cuando asumí la Secretaría de Trabajo y Previsión, proclamé la necesidad de cumplir uno de los imperativos culminantes de nuestra hora: el imperativo de la organización de las fuerzas creadoras de la riqueza social. Sostuve que era imperioso estimular al espíritu de asociación e impulsar a las entidades gremiales conscientes de sus deberes y funciones específicas, para que colaborasen en la acción encaminada a extender los principios de la justicia social.
No hemos perseguido otra finalidad que la de fortalecer las asociaciones para que estén en condición de gravitar en la regularización del trabajo y en el mejoramiento del stándard de vida de los trabajadores. Porque sé cuánto esto significa para los trabajadores y el país. Me opongo severamente al debilitamiento de esas organizaciones o al reconocimiento oficial de los grupos constituidos por los que abandonan sus filas alentados por fuerzas disociadoras que no se resignan a perder sus posiciones.
La Federación Gráfica, representando a todos los trabajadores de imprenta del país; la Federación de Periodistas, asumiendo la de esos miles de intelectuales diseminados en toda la extensión de la República; las asociaciones de telegrafistas y de enfermeros, y la Unión Ferroviaria, reuniendo 200.000 voluntades dispersas, fuertes y prósperas, ofrecen una magnífica lección sobre las ventajas que trae aparejadas la unidad gremial en las luchas sociales.
Nada hemos pedido ni nada queremos, a no ser su colaboración en el deber inexcusable de engrandecer la patria y refirmar la justicia, para que nadie, en esta tierra, altiva y generosa, sufra la angustia de sentirse olvidado. Nuestra inquietud es social y no política. Es constructiva y no disociadora. Está impregnada de humano sentido de equidad y no de ambiciones personales o de odios. La justicia que emane de las autoridades del trabajo ha de ser, ante todo, realista y humana. Los problemas candentes de cada hora no admiten dilaciones. Deben ser dilucidados sobre la marcha, dándoles la solución que merezcan, sin excepciones y sin privilegios.
No vamos a ofrecer una fórmula para cada caso. Por encima de los preceptos, de las costumbres y de las reglamentaciones deben estar los altos principios de solidaridad humana y de colaboración social. Nuestra justicia es y será más sensible que letrada, más patriarcal que legalista; menos formulista y más expeditiva. Hay que responder a la urgencia de cada situación, libres del peso de las interpretaciones y el precedentismo, y de cuanto enerva el pronunciamiento de la justicia ordinaria. Nuestras decisiones no pueden sujetarse a la secuela agobiadora de los procedimientos tradicionales, porque correríamos el albur de llegar siempre tarde.
Los hombres encargados de hacer efectivos los preceptos fundamentales de esta nueva política, deben parecerse a los jueces bíblicos y sentir las solicitaciones que hicieron grande a Alfonso el Sabio. Esos hombres no nos faltarán. La revolución ha creado la mística del deber y ésta hará posible la elevación del espíritu y la comprensión humana indispensables para ello.
Estamos empeñados en la consecución de un fin social superior, alentados por centenares de miles de trabajadores argentinos que como nosotros creen en la necesidad de lograrlo. Hemos proclamado el derecho a mejores condiciones de vida y nada nos detendrá en la tarea de hacerlas posibles. Cerca de un millón de obreros de la ciudad y del campo, del pensamiento y del músculo, gozan ya de las mejoras a que me refiero.
La jubilación no puede ser un privilegio sino un derecho de todos los que trabajan, y al sostenimiento de ese seguro social deben concurrir el Estado, las empresas y el individuo, porque mientras las primeras florecen, el hombre, que entregó todas sus energías para que se engrandecieran, declina falto de una legislación previsora y humana. Esto es irritante y debe hallar su término. Por eso trabajo para que los beneficios de que hoy disfrutan las enfermeras y maestras, se extiendan mañana a los periodistas, a los radiotelegrafistas, a los empleados de comercio y todas las ramas de la fecunda actividad humana.
Legislamos para todos los argentinos; para el presente y para el futuro; para que convulsiones inevitables de posguerra no conmuevan nuestra tierra de paz por no haber realizado los preceptos del derecho social, cuyo incumplimiento jamás podríamos justificar ante nuestras conciencias y ante la historia.
El panorama social de Córdoba no ofrece distingos con el resto de la tremenda realidad argentina. El mismo retardo en el cumplimiento de ese deber estatal; idénticas injusticias; igual irrespetuosidad patronal por las leyes obreras. Desde Oncativo, desde Río Cuarto, Dean Funes, Leones, Villa Dolores, Alta Gracia y muchos otros puntos de la provincia, han llegado denuncias reiteradas de violaciones a la legislación del trabajo, traduciéndose así en hechos concretos un estado de cosas al que vamos a poner término. La retribución de los asalariados agrícolas, forestales, pecuarios y salineros es generalmente baja y en muchos casos misérrima. Pero donde la realidad social cordobesa adquiere tintes trágicos, es en lo concerniente a la vivienda. He leído con asombro las cifras que arroja una encuesta del Ministerio de Hacienda de la Provincia, que nos da un coeficiente de hacinamiento irritante: sobre un total de quince mil familias censadas en la ciudad capital, hay un promedio de ocho personas por rancho de una sola pieza. Esto es demasiado doloroso para quien no puede reparar de un solo golpe la injusticia acumulada en muchos años de apatía, de indiferencia e incuria social inexcusables. Pero vamos a hacer con premura todo lo que esa situación nos impone.
El gobierno de la Revolución no formula promesas; anuncia realidades. Los hombres que lo integramos no llegamos al interior del país para despertar una esperanza que no será cumplida; venimos a imponernos de sus problemas para resolverlos. Hemos entrado en una era de realizaciones y avanzaremos por ella con creciente rapidez por el fervor que cada uno ponga en su tarea y por la adhesión creciente que esa actitud merezca en todos los sectores de la vida y el pensamiento nacional.
Hemos proclamado nuestra política social. La cumpliremos. Para probarlo estoy aquí esta tarde, rodeado de los trabajadores de Córdoba, como tanto quería hacerlo, y estoy aquí para afirmar que las leyes obreras se cumplirán inexorablemente, sin contemplaciones. Hasta ahora se ha realizado una labor informativa, especialmente, pero ya cerramos ese ciclo para iniciar otro, en el cual no quede un solo obrero o empleado sediento de Justicia. Cuanto deba hacerse para la justa retribución del trabajo, para que todos tengan sus horas de reposo y para que las licencias justas no resulten cercenadas, o para que ningún abuso sea cometido, pueden tener la seguridad que se hará.
Me complace ahora anunciar a los trabajadores del riel que se ha logrado una nueva conquista social que les favorece en este sector de la República. Se ha conseguido de la Intervención que sea donado un terreno para construir aquí el Hospital Común Regional, que satisfará tantas y tan hondas necesidades. Allí tendrán los servicios que requieran los obreros ferroviarios, manifestándose así, prácticamente, nuestras preocupaciones por estos hombres tan meritorios. A los policlínicos para los ferroviarios y sus familias de Buenos Aires, Rosario, Bahía Blanca - motivos de mis más hondos afanes - se agregará así el de esta ciudad.
Quiero agregar que he ordenado la urgente preparación del anteproyecto en el cual se invertirá alrededor de un millón de pesos. Este instituto de los ferroviarios tendrá capacidad para cerca de ciento cincuenta camas. Así concretamos en hechos auspiciosos para la comunidad, nuestra política social.
Esto es, trabajadores de Córdoba, cuanto puedo expresarles como pensamiento y como realidad en este instante, ante esta asamblea de la cual guardaré un grato recuerdo. En breve, posiblemente, pueda anunciarles otros hechos. Serán la consecuencia de nuestras inquietudes, de la tarea sin pausa en que estamos empeñados, de nuestra voluntad inquebrantable de elaborar en común, la mayor grandeza de la patria.
Para que esto sea posible, necesito contar con el concurso fervoroso y eficaz de todos vosotros. Os invito a esa acción constante, honrada e inteligente. No puede existir bajo el cielo de la patria sino un ideal que a todos nos una y nos aliente a los más grandes hechos. Es el ideal de la Justicia, del bienestar y de la solidaridad de todos los argentinos. ............... |
1944-06-21 | Ante médicos y estudiantes de medicina, odontología y farmacia | Celebro extraordinariamente que hayan tenido la idea de llegar a esta casa. Esta no es solamente, la casa de los obreros; es también la casa de todos los hombres de buena voluntad que quieran poner el hombro para llevar adelante a nuestro país.
Ya habíamos considerado nosotros, en la Secretaría de Trabajo y Previsión, el problema médico; y en estos momentos se encuentra reunida en el primer piso una numerosa delegación de profesionales, con quienes hemos de tratar por primera vez la cuestión médica en nuestro país.
Entiendo que si la previsión social ha de dirigirse al cuidado del país en su aspecto integral, su primer elemento que ha de considerar es el hombre. Por eso la asistencia social en todas sus manifestaciones, representa para nosotros, quizá, el más alto coeficiente de la previsión social. El Estado está en la obligación de atender en primer término a sus propias necesidades, y dentro de ellas a las de su población, que constituye el elemento vital. En ese sentido, no ha escapado a nuestra percepción que mientras en los grandes centros urbanos sobran médicos, en un setenta por ciento de la extensión de nuestro territorio mueren las personas sin asistencia médica. De ahí que el problema fundamental, desde el punto de vista de la previsión social en la asistencia médica, sea la redistribución de los profesionales en el país.
Otros aspectos colaterales presenta este mismo problema, y entre ellos el del proletariado profesional que en un Estado como el nuestro de 14 millones de habitantes y casi 3 millones de kilómetros cuadrados, no admite racionalmente en forma alguna. En tal sentido pensamos que la profesión médica debe comenzar en nuestro país a transformarse paulatinamente en una profesión regulada y racionalizada por el Estado, de modo que el profesional vaya evolucionando hacia el médico-funcionario por excelencia.
Es natural que, dada la complejidad del problema, lo hemos de estudiar prolijamente y con el concurso de los mismos médicos, bajo la vigilancia de este organismo que en todos los campos defiende los intereses supremos de la Nación.
Es éste el primer aspecto de la cuestión que nosotros estamos en vías de resolver. En cuanto a la construcción de la Facultad de Medicina, he venido ocupándome desde hace tiempo del asunto; y he tenido la suerte de hablar con el profesor Arce sobre el particular. No he alcanzado aún éxito en este cometido, debido a que he tratado de seguir un camino distinto al que siempre sigo para estas cuestiones. Pero he de rectificar el rumbo, y he de buscar el camino más corto, seguro de que por él, he de llegar antes a buen término. En ese sentido, ya el Doctor Massa está encargado de seguir de cerca el problema; y creo que dentro de muy pocos días, habremos logrado lo solución final.
En cuanto se refiere al tercer problema, es decir; el que ha traído a los practicantes a esta casa, yo deseo que sea estudiado detenidamente a fin de reunir los argumentos necesarios para defenderlos. Para ello la Secretaría de Trabajo y Previsión cuenta con un cuerpo médico que se dedicará al estudio de esta cuestión, juntamente con los delegados que ustedes designen, para que luego podamos volcar toda la fuerza y la influencia que la casa pueda tener, en la realización de que más beneficio al país y a los estudiantes.
Debemos pensar que más que defender el presente, es tarea de gobierno defender el porvenir; y el porvenir, señores, son ustedes.
El director general de Acción Social Directa tomará a su cargo, con el capitán doctor Massa y los médicos de esta Secretaría, las gestiones que ustedes quieran encomendarles; y desde este momento queda bajo nuestra protección la idea de ustedes, que la haremos nuestra, frente a la Municipalidad. .................. |
1944-06-30 | Nota del coronel Perón solicitando la aplicación del salario mínimo para los ferrocarriles del Estado | Buenos Aires Junio 30 de 1944. Al Señor Interventor Administrador General de los Ferrocarriles del Estado, Teniente Coronel Don Juan C. Quaranta, De mi consideración: Encontrándose abocada esta Secretaría a la aplicación inmediata del salario mínimo a todos los obreros del Estado, con miras a su aplicación definitiva en todas las otras actividades del país para regular en forma equitativa la retribución del trabajo por el salario e interpretando, que tal acción debe comenzarse a ejecutar por los agentes estatales, en su función patronal, solicito al Señor Interventor Administrador General, quiera tener a bien servirse contemplar la posibilidad de encarar su implantación en esos ferrocarriles.
Sobre el particular el suscripto aprecia, como lo ha hecho público en diversas oportunidades, que el trabajador argentino debe percibir en concepto de remuneración por sus esfuerzos al servicio del capital, el salario básico de pesos 160 mensuales o pesos 6,40 por día en toda la República, de acuerdo al estándar de vida impuesto al medio por el precio de coste de los elementos primarios, indispensables para la subsistencia individual y familiar, relacionada directamente con el hecho económico en su proceso adquisitivo, cuya curva ha alcanzado el más alto nivel de estos tiempos por los motivos que son del dominio público.
Asimismo, interpreta el suscripto, que el hecho social exige dar a los trabajadores la remuneración que le permita una vida decorosa, en un todo de acuerdo con el progreso de la Nación, lo que contribuye eficazmente a nivelar las fuerzas morales que propulsan su marcha ascendente y que determinan el plano cultural del potencial humano al servicio del Estado.
Aplicando el salario mínimo en la forma indicada contemplará la posibilidad de aumentar los sueldos en forma escalonada hasta pesos 300, teniendo en cuenta que ese ferrocarril es de fomento y que ejerce una función social como organismo del Estado, al brindar a los trabajadores los medios de vida a que son acreedores, por su contribución directa al servicio del mismo. Con referencia a estos aumentos generales, el suscripto estima, que es más conveniente nivelar el presupuesto mensual del personal, que la bonificación o prima que se les da a fin de año, por cuanto las necesidades que sufren individualmente o sus familiares se correlacionan en el tiempo y no son de carácter anual. Por otra parte, la bonificación o prima favorece al personal que goza de elevados sueldos que son por demás suficientes para atender sus necesidades lo que importa una manifiesta injusticia para más del 70 por ciento de la población ferroviaria de ese ferrocarril, por los reducidos salarios y que deben ser atendidos antes que acordar beneficios al personal cuyos emolumentos le permiten cubrirlos con exceso y a satisfacción.
Desde el punto de vista de la legislación del trabajo y teniendo en cuenta las numerosas quejas en esta Secretaría, por parte de las organizaciones obreras, se servirá disponer la revisión de todos los escalafones y convenios para actualizarlos, de acuerdo en un todo, a la armonía que debe existir en las relaciones obrero-patronales, contemplando los intereses de ambas partes, en busca de la regulación equitativa de los esfuerzos insumidos para una mejor producción del trabajo con el mínimo esfuerzo y con miras a una retribución mayor.
La susodicha revisación se hará a la mayor brevedad y con intervención de las organizaciones sindicales, la Unión Ferroviaria y la Fraternidad, según corresponde, y sometidas a la aprobación de esta Secretaría, como agente específico de la codificación del trabajo. También procede el escalafonamiento del personal administrativo y de todo otro personal que se encuentre libre de regulaciones.
Con tal motivo saludo a usted con toda consideración.
Fdo. Juan Perón Coronel Secretario de Trabajo y Previsión |
1944-08-27 | En un acto en la ciudad de Pergamino (*) | Al agradecer señores, las amables palabras de bienvenida que recibo por intermedio del señor delegado municipal y el representante de los obreros de Pergamino, quiero traerles el saludo del excelentísimo señor presidente de la Nación. Con ese saludo que es el saludo del gobierno y con el de la Secretaría de Trabajo y Previsión que es el mío agradezco la demostración que me hacéis objeto. La Secretaría de Trabajo y Previsión no representa un organismo estatal más, sino que está en el corazón de la masa obrera, que palpita y sigue sus angustias. Muchas gracias por esta demostración que certifica una vez más que el pueblo y los trabajadores entienden la tarea que está realizando en bien de la patria y de sus clases más necesitadas de protección. ................... |
1944-08-31 | Ante representantes sindicales en la Secretaría de Trabajo | Bien, señores: esto es cuanto yo he tratado con las fuerzas vivas, siguiendo una orientación trazada por esta casa, hace ya tiempo, y sin otra finalidad que el bien social. No quiero que se desvirtúen mis palabras ni en el interior del país ni en el exterior, y si fuese preciso para ello publicarlas, no tendría inconveniente en que así se hiciera. Sin duda alguna, puede afirmarse que estamos soportando una presión extraordinaria de las fuerzas que se oponen a nuestra política social. Es indiscutible que la realización de una política social en amplia escala ha de exigir esfuerzos al Estado y a los que la van cumpliendo, pues sin ello la política social no es factible. Pero el egoísmo es una fuerza muy grande dentro de la sociedad humana, y esa fuerza es la que se levanta hoy para empezar a bombardear nuestras medidas de política social, política que he prometido realizar y que realizaré mientras esté con vida. A esas fuerzas que organizan la resistencia a nuestra política social, se suman hoy algunos políticos desplazados, que no fueron capaces jamás de poner un solo ladrillo en el edificio social argentino. Ellos querrían volver a las suyas, anulando una acción que yo no diré que sea perfecta, pero, que nadie, hasta ahora, había cumplido en este país. El camino que han elegido es malo, y por ahí no han de llegar al resultado que buscan: poner al ejército frente al pueblo. Por muchos años han logrado su objetivo, pero yo les aseguro que esta vez se equivocan. El ejército no estará frente al pueblo, sino que defenderá las conquistas que estamos logrando para el pueblo. Los pretextos que están buscando son demasiados conocidos: dicen que somos "nazis". Declaro que estamos tan lejos del nazismo como de cualquiera otra ideología extraña. Nosotros somos solamente argentinos y queremos, por sobre todas las cosas, el bien de los argentinos. Lo que no queremos es más fraude ni más engaño. No queremos que los que no trabajan vivan a costillas de los que trabajan. Aspiramos a una verdadera democracia, donde hayan sido desterrados esos vicios que hasta ahora la han venido corrompiendo. Y dentro de esa democracia, queremos también una evolución que nos ponga al día, y que evite la repetición de los fenómenos de descomposición que se habían producido hasta el 4 de Junio. No sabemos si lo estamos haciendo hábilmente, pero lo estamos haciendo, y lo haremos hasta terminar, en forma de que no puedan repetirse los vicios, los fraudes y las mentiras que hicieron desaparecer la verdadera democracia argentina. Estas cosas no las inventamos nosotros ahora. Tengo aquí la proclama que se dio el 4 de Junio, escrita por mí en la noche del 3. Su lectura evidencia que no venimos hablando a posteriori, sino que cada cosa ha sido hecha con plena conciencia. Decía nuestra proclama: "Propugnamos la honradez administrativa, la unión de todos los argentinos, el castigo de los culpables y la restitución al Estado de todos los bienes mal habidos". En efecto, hemos propugnado la honradez y la unión de los argentinos y hemos sido demasiado benévolos en la aplicación de castigo a los culpables. Decíamos: "Sostenemos nuestras instituciones y nuestras leyes, persuadidos de que no son ellas, sino los hombres quienes han delinquido en su aplicación". ¡Y se nos pregunta a nosotros si somos o no somos democráticos! ¿Cual es la forma de gobierno y el régimen institucional de nuestro país? ¿Es una democracia, o no lo es? Lo es. Hemos jurado defender nuestra Constitución, y cuando un soldado jura, cumple siempre su juramento. Decíamos también: "Anhelamos firmemente la unidad del pueblo argentino, porque el ejército y la patria, que es el pueblo mismo, luchará por la solución de sus problemas y la restitución de derechos y garantías conculcados". Esa es la política que seguimos. Dar a cada uno lo que a cada uno le corresponde, principio fundamental de la política social de un Estado democrático. Entendemos el mando y el gobierno, como no lo han entendido muchos. Entendemos que la autoridad del gobierno es concedida por el pueblo y que su ejercicio es un pacto bilateral. El gobernante no puede estar en contra de los intereses de la mayoría del pueblo, de donde emana su propia autoridad. Por eso, estamos defendiendo a la mayoría del pueblo argentino cuando hacemos política social, y persuadidos de que estamos en la verdad, no hemos de dar un solo paso atrás. Agregábamos en nuestra proclama: "Lucharemos por mantener una real e integral soberanía de la Nación; por cumplir firmemente el mandato imperativo de su tradición histórica; por hacer efectiva una absoluta, verdadera y leal unión y colaboración americana y cumplimiento de los pactos y compromisos internacionales". En ninguno de estos aspectos se ha violado el espíritu o la letra de nuestra proclama. Quien dice la verdad, difícilmente tendrá que volver atrás. La verdad es el único instrumento que permite marchar siempre adelante, pues el que no ha mentido no tendrá que inventar mentiras para cubrir las anteriores. Nosotros no hemos mentido ni mentiremos Con la sinceridad con que siempre hemos hablado a los obreros del país, les digo que el ejército ha luchado hasta ahora por una política social amplia, y que será extendida cada día más, por todos los medios, para la defensa de los hombres que más derecho tienen a ser protegidos, porque son los que menos poseen y los que más desgracias tienen. Por eso el ejército ha expuesto la vida y la carrera de sus integrantes, sin otro interés que el bien del país, que es el bien de todos. En esta empresa yo no tenía nada que ganar, absolutamente nada. Pude perderlo todo. He ido tras un ideal, no tras un mejoramiento material propio. Les consta a todos ustedes que yo vivía mucho más cómodo en la oficina en que estaba antes de la Revolución, que lo que vivo ahora, trabajando día y noche, sacrificándome y exponiéndome de todas maneras. Hemos cumplido también la parte final de la proclama, y en especial la que se refiere a renunciar a todo pago o emolumento. Yo cobro solamente mi sueldo de coronel, a pesar de desempeñar la vicepresidencia de la Nación, el Ministerio de Guerra y la Secretaría de Trabajo. Estoy totalmente identificado con esta obra y la he de llevar hasta el final mientras tenga fuerzas. En este orden de ideas, el ejército está firmemente decidido a apoyar esa obra, y no ha de consentir que ella se malogre por maniobras capitalistas, políticas o de cualquier especie. Esto quedará hecho, pese a quien pese. Para ello, si hemos expuesto una vez la vida, estamos dispuestos a exponerla otra vez. Sólo necesitamos que ustedes lo sepan, y que los trabajadores argentinos estén persuadidos de nuestra lealtad y de nuestra sinceridad. Siendo así, no tenemos nada que temer. Por lo menos, sabemos que nos acompañarán los hombres a quienes nosotros hemos acompañado con nuestro esfuerzo. En alguna oportunidad, en los comienzas de nuestra obra, les he dicho que el pueblo y el ejército unidos son absolutamente invencibles, pese a cualquier fuerza que intervenga. Disociados, no seremos nunca sino el juguete de las ambiciones extrañas. Hasta ahora, los políticos se habían acostumbrado a poner al ejército frente a los trabajadores, buscando dividir para reinar. Pero eso ya ha terminado. Ahora es el Estado el que, con Justicia, preside los actos de la Nación, y esa justicia, ha de cumplirse sin imponer la fuerza. La fuerza debe imponerse en razón de la justicia, pero jamás en contra de ella. En estos momentos, fuerzas políticas y de otra índole luchan por moverle el piso al Gobierno. Están totalmente equivocados. Nuestra unión es un bloque que no ha de ceder un milímetro. De eso pueden estar bien seguros. A las fuerzas del mal opondremos las fuerzas del bien, y cuando los necesite, los llamaré a ustedes. Entonces veremos que fuerzas son capaces de oponerse a nosotros. ............................... |
1944-09-09 | En el almuerzo servido en el casino de oficiales del tercer destacamento de montaña en la provincia de San Juan | Sé bien cual es el espíritu que anima a los camaradas; sé bien cual es también el espíritu que sólo nos guía: la patria; y por eso ruego a Dios que mantenga a esta patria libre, grande y soberana como siempre. Quiero brindar también por Chile en la persona de monseñor Harrington, que nos acompaña en este momento aquí en la mesa, porque es mi más grande aspiración que desaparezca en absoluto la frontera con la república hermana, porque unidos así seríamos invencibles a todas las acechanzas de cualquier país de la tierra. Señores, los soldados argentinos acostumbramos a brindar solamente por la patria; yo en esta oportunidad voy a brindar por mis dos patrias; por la Argentina y por Chile. ........... |
1944-09-12 | En la Secretaría de Trabajo y Previsión ante empleados bancarios | Es para mí motivo de íntima satisfacción el que ustedes concurran a la Secretaría de Trabajo y Previsión al celebrar una conquista merecida. La comparto con todo mi corazón, porque es la recompensa a nuestra labor, tendiente a nivelar y a coordinar beneficios para todos los trabajadores del país. El asunto de los bancarios nos preocupaba y creo que lo hemos resuelto de la mejor manera. Representa la primera etapa, porque, les adelanto desde ahora, aspiramos a organizar el descanso semanal y anual, con la colaboración obrera y de los patronos, de modo que la concurrencia a los lugares de esparcimiento sea posible y alcance a todos. La satisfacción que ustedes experimentan en este momento representa un mínima parte de lo que queremos realizar para el porvenir en forma de consolidar y racionalizar el esfuerzo diario, los descansos, los sueldos y la previsión social en su doble aspecto de asistencia y de protección social. Con el pensamiento puesto en un porvenir más justo y llevadero, podrán ustedes imaginarse que el triunfo que celebran tiene para mí un doble valor: el personal que me causa satisfacción, y el de saberlos a ustedes contentos; el segundo tiene relación con mi tarea de secretario de trabajo y previsión, que me permite fijar un jalón más adelante en el camino de conquistas sociales del vasto panorama que yo ambiciono concretar por considerarlo indispensable para el país. ............... |
1944-09-21 | Ante el personal de Correos y Telecomunicaciones | En primer lugar rindió un caluroso homenaje a nuestros ilustres visitantes brasileños. Asimismo, aprovecho la ocasión para rendir un homenaje a esa hermosa nación y a su ilustre presidente señor Vargas. Celebro, señores, la llegada de los empleados de Correos y Telecomunicaciones a esta casa, que ya es conocida con el nombre Casa de los Trabajadores. La Secretaría de Trabajo y Previsión, por mi intermedio, les da su caluroso saludo y les repite las ya viejas palabras de esta casa: nosotros no prometemos, sino que realizamos. Cuando se me pidió el Estatuto del Empleado Civil, yo hice llegar a la Liga Argentina de Empleados Públicos mis observaciones. Este estatuto, como todos, para ponerse en vigencia necesitan tres puntos de apoyo: los empleados, el Estado y la Secretaría de Trabajo y Previsión. Esos tres puntos de apoyo son los únicos capaces de darle solidez a la estructuración de cualquier estatuto; porque por la simple razón de que así como una mesa no puede sostenerse con dos patas, sino que por lo menos necesita tres, cualquier estatuto no puede sostenerse en dos intereses contrapuestos, sino que necesita un tercero, imparcial, que pueda juzgar entre las justas aspiraciones de unos, las necesidades del otro y las necesidades o la conveniencia del Estado. Tanto es así, que ese estatuto nació ya con su pecado original, y su primer paso lo llevó necesariamente a su primera caída. El estatuto que debe dar a ustedes estabilidad, y ya tarda en llegar, hace de ser estructurado sobre las bases de los factores que juegan en este problema: el empleado, que defiende sus justas aspiraciones, el Estado patrón, que defiende sus intereses, y el Estado juez, que sería la Secretaría, que realiza la justicia distributiva de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Es indudable que la Secretaría de Trabajo y Previsión debe ser el órgano estatal que comience la estructuración de todo organismo destinado a establecer relaciones entre empleadores y empleados, bajo la vigilancia y la tutela de las autoridades del Estado. Ustedes llegan hoy a la Secretaría de Trabajo. Si el estatuto del empleado civil no estuviese suspendido en sus efectos, la Secretaría de Trabajo y Previsión no habría podido atenderlos ni ayudarlos en sus justas demandas, porque sería una acción está detenida por un decreto-ley, también del Estado.
Yo ya he conversado con el presidente de la Liga Argentina de Empleados Públicos; y con el señor ministro del Interior hemos acordado un modus vivendi hasta que se pueda promulgar definitivamente el Estatuto del Empleado Público. Aclarando esto, para salvar la parte disciplinaria de nuestra institución de trabajo, paso a considerar el estatuto que ustedes han presentado a la Secretaría, anticipándoles que nuestro organismo, en cumplimiento de su misión específica, se encargará desde hoy de gestionar las mejoras que ustedes ambicionan con el mismo interés con que lo harían ustedes mismos. Nosotros hemos dicho varias veces que en esta casa tratamos de asegurar una justicia más humana, y en ese sentido creemos factible comenzar inmediatamente el estudio de las cuestiones que comprende la jubilación de los empleados de Correos y Telecomunicaciones. El régimen de las cajas es un tanto difícil en estos momentos. Hemos tomado algunas que estaban en un estado bastante calamitoso. Los cálculos actuariales sobre los cuales ellas habían afirmado su construcción han fallado en muchos casos, como han fallado en casi todas las instituciones de previsión social. El Estado ha debido concurrir en auxilio de esas cajas. Sin embargo, el concepto nuestro a ese respecto, es que las jubilaciones deben asegurar, con absoluta justicia, la satisfacción de las necesidades del trabajador. Esas necesidades son las que deben determinar los factores y las resoluciones que rigen las jubilaciones, para que cada persona tenga asegurada la suya, dentro de un régimen absolutamente humano y justo. Haciendo girar esos factores, las cajas y el Instituto Superior de Previsión Social, estudiarán inmediatamente el caso de ustedes, asegurándoles que, desde esta casa, yo influiré para que ello sea, como en todos los casos que se nos someten, el logro de una justicia más humana. En cuanto a las mejoras de sueldos, entiende la Secretaría de Trabajo y Previsión que será necesario instaurar, casi de inmediato, un plan para el aumento de la mayor parte de los sueldos de los empleados de Correos y Telecomunicaciones. Ya he hablado con el señor ministro del Interior y él me ha asegurado que ha de poner inmediatamente en ejecución un plan de aumento progresivo, que ustedes mismos propusieron al ministerio del Interior. De manera que puedo anticiparles ya, que esas mejoras están en su totalidad acordadas. Finalmente, señores, no sé si todos estos empleados que se han dirigido por telegrama a la Secretaría de Trabajo y Previsión podrán recibir simultáneamente esas mejoras, pero la Secretaría ha de trabajar a fin de que, a corto plazo, no queden empleados de Correos y Telecomunicaciones, que no hayan recibido las mejoras compatibles con el momento económico que vive la Nación. A ese fin, trataré de asegurar para el año 1945, en el nuevo presupuesto, un aumento que estará absolutamente proporcionado a las mejoras que ustedes mismos han solicitado y que yo considero justas. Para concluir, señores, después de la primera visita que ustedes nos hacen, les ruego que consideren esta casa como la propia, pensando que la Secretaría de Trabajo tiene siempre abierta sus puertas, y que los empleados y funcionarios que se desempeñan en ella, como ustedes, saben cuando entran, pero no saben cuando salen. ............... |
1944-09-21 | Ante periodistas brasileños | Agradezco, conmovido esta amabilidad que, por venir del Brasil, es para mí doblemente grata. Pertenecemos a una generación de hombres jóvenes que valora los sentimientos y los factores espirituales por sobre todo. En ese concepto, hemos establecido ya que en esta parte de la América occidental no existe ni existirá problema alguno mientras el Brasil y la Argentina se encuentren unidos como en el presente y sus hombres se amen como se aman actualmente. Esta generación de hombres jóvenes ha buscado en nuestro país, puede decirse, la inspiración de vuestro ilustre Presidente, que en esta parte de América, es el predecesor de todas nuestras inspiraciones de grandeza, libertad y gloria para nuestro país. He tenido ya oportunidad de repetir estas mismas palabras hace ocho meses al director del Trabajo del Brasil, doctor Do Rego Monteiro, quien nos hizo el honor de visitarnos y recorrer con nosotros todo el exponente de nuestra moderna industria. Al regresar a su patria, le entregué un disco para que él tuviese la amabilidad de hacerlo escuchar al doctor Vargas; y he recibido después de un tiempo una contestación que me halaga y me halagará por toda la vida. Brasil es, para nosotros, una prolongación de nuestra propia patria, y la amistad brasileño-argentina no es para nosotros una aspiración sino una realidad, como el día y como la noche. Todo cuanto nosotros hacemos, todo cuanto nosotros trabajamos y todo cuanto nosotros aspiramos para nuestro porvenir, será un complemento de esa amistad. Nuestros países pueden en el futuro ser felices si aprenden a complementarse el uno con el otro. Si la naturaleza, sabiamente, ha dado al Brasil lo que la Argentina no tiene, y a la Argentina aquello de lo que el Brasil carece, sería una lección muy bien aprovechada por los brasileños y por los argentinos, ésta que la naturaleza les ofrece, asegurando un porvenir de paz, de amor y de trabajo, que son los únicos factores que hacen la grandeza de las naciones. Reitero mi agradecimiento por el obsequio de que me habéis hecho objeto y que guardaré como un hermoso recuerdo. Y os ruego quieran dar un estrecho abrazo al presidente de la Cámara de Comercio de San Pablo, a quien hace poco tiempo tuve ocasión de saludar.
Respondiendo a los conceptos del coronel Perón, en nombre de los visitantes pronunció palabras el periodista doctor Barbosa, quien expresó: Quiero pedir licencia para decir a V. E. que cuando me siento en medio del pueblo, como hace unos instantes; cuando oigo los clamores de la masa reivindicando derechos que aquellos que se decían representantes del pueblo nunca les dieron, pese a prometerlo siempre, me he sentido en mi ambiente, porque yo también soy hijo del pueblo.
Cuando días pasados asistimos a un encuentro en el estadio de River Plate, y el locutor anunció nuestra presencia, la sostenida ovación de que fuimos objeto por parte de ese pueblo que coloca a la patria por encima de todo, con un espíritu de independencia dentro de la unión de todos los países, nos hizo llegar a una primera conclusión: que no hay nada en el mundo que hoy pueda separarlos, especialmente cuando se trata de pueblos americanos, como el brasileño y el argentino, unidos no solamente por imperativos geográficos, como lo ha señalado V. E., sino también por imperativos históricos, y por los lazos espirituales que han de privar sobre los demás factores sociales y económicos.
En nombres de mis colegas, de esta presentación juvenil que se halla en esta acogedora y hospitalaria tierra, presento a V. E. nuestro saludo y la expresión de nuestro agradecimiento, rogándole transmita a este grande pueblo el sentido homenaje de la nueva generación del Brasil. Y prometemos a V. E. llevar al gran brasileño Presidente Vargas, el fraternal abrazo vuestro. Contesta el Vicepresidente argentino: Hace poco tiempo llegó al país un viejo amigo nuestro, el periodista brasileño Cayo Julio César Vieira. Llegó hasta el despacho del Ministerio de Guerra y me dijo: "Coronel: en algunas partes del Brasil dicen que ustedes están haciendo fortificaciones sobre el río Uruguay". Yo le contesté: "¡Hombre, es la primera noticia que tengo! Pero yo quiero que usted vaya a visitar nuestras "fortificaciones" en la frontera y vea todo lo que quiera, cuando lo quiera y durante el tiempo que quiera. Verá usted que no encontrará "fortificaciones" sino "fortalezas", constituidas por la extraordinaria unión y camaradería que existe entre los jefes y oficiales brasileños y argentinos, para quienes no hay, en este momento, fronteras que los separen". Efectivamente, Vieira hizo el viaje y a su regreso me mostró una fotografía en la que aparecía de pie sobre un pilar de la triangulación topográfica de Entre Ríos, diciéndome: "Esta es la fortificación". Pero me trajo algo aún más interesante. El jefe del Regimiento 2 de Caballería de Uruguayana me mandó, por su intermedio, una botella de champagne brasileño con una dedicatoria que decía: "Le hago llegar al señor Ministro esta nueva arma secreta brasileña, con la cual comenzamos esta guerra de verdadera confraternidad entre los dos países". Nuestra orden a las tropas de la frontera es la de vivir todo el tiempo posible en contacto y en unión con los jefes y oficiales brasileños. La consigna de ellos es la misma. Las señoras se reúnen indistintamente a tejer en territorio brasileño o argentino, y los jefes alternan en los casinos de oficiales de los regimientos de ambos países, habiéndose realizado ya una corriente de canje espiritual entre las dos orillas del río Uruguay. He querido referir este episodio a los periodistas brasileños ofreciéndoles, en las mismas condiciones, que pueden ver lo que quieran, donde quieran y como lo quieran ver. Esto es todo cuanto podemos ofrecerles, puesto que a nuestros corazones, hace mucho que lo tienen". .................... |
1944-09-21 | En un acto del comercio minorista en el estadio Luna Park | Señoras, señores: Yo sólo he de decir a esta asamblea pocas palabras de agradecimiento, porque ya con anterioridad, sobre estos problemas, me he ocupado extensamente desde el punto de vista de la política social que sigue el gobierno de la Revolución del 4 de junio. Es altamente auspicioso para mi espíritu de luchador, como también lo es para la Secretaría de Trabajo y Previsión, que en esta casa se haya hablado hoy un nuevo idioma, y que se haya puesto en práctica una nueva modalidad de parte de los gobernantes. Ese nuevo idioma al que me refiero, consiste en haber oído nombrar organismos nuevos: Secretaría de Trabajo y Previsión y Secretaría de Industria y Comercio. Parecería anacrónico que recién en 1944 se escuchan en nuestro país, nombres de organismos que hace cincuenta años debieron haberse creado. La Secretaría de Trabajo y Previsión, luchando incansablemente por imponer una nueva justicia social, trata de alcanzarla pese a todos los obstáculos que se le opongan. Por su parte la Secretaría de Industria y Comercio, llegó a fin de normalizar, barriendo en nuestro país la anarquía entre el comercio y la industria; anarquía a cuya sombra se han desenvuelto y proliferado tantos escándalos que la justicia no pudo sancionar. Propugnamos desde nuestra Secretaría del Trabajo la humanización del capital como una aspiración suprema de la justicia social a que aspiramos. La humanización del capital es precisamente lo que ustedes quieren, y que también lo deseamos nosotros. Diferenciamos al capitalismo del capital, y al capital del patrimonio. En nuestro concepto, el capitalismo, es una fuerza de aglomeración fría, internacional, sin patria ni corazón. Es en otras palabras, la aglutinación de lo espúreo del dinero. Es también el acaparamiento de la riqueza. El patrimonio es la herramienta de trabajo del hombre honrado que cumple la sentencia bíblica, de ganar el pan con el sudor de su frente. La diferencia entre el capitalismo y el patrimonio es la misma que existe entre el almacén del noble gallego o del italiano, entre el almacén que conocimos en nuestra infancia, y la fría sucursal de un negocio en cadena. Por eso, la Secretaría de Trabajo, busca precisamente la humanización absoluta del capital, para que la riqueza no sea un exponente numérico de los capitales del país, sino que se traduzca en un bienestar que alcance al mayor número de habitantes. Después de haber escuchado la autorizada palabra del señor secretario de Industria y Comercio yo retornaré a la Secretaría de Trabajo con la inmensa satisfacción de sentir al compañero de lucha en la trinchera de al lado, para que en un esfuerzo conjunto, podamos realizar lo que hace un año me parecía un imposible; y que cada día, en cada paso que avanzo, voy viendo más cercano: el día feliz en que, completemos la obra de organizar todos los factores necesarios para que una mejor justicia distributiva, alcance a los 14 millones de argentinos, que hoy tienen puestas todas sus esperanzas en nuestro gobierno. Que quede, señores, el pasado como un recuerdo de desorganización y de anarquía que perjudicó a todos. Que sea el presente el esfuerzo supremo para alcanzar esa organización y que el porvenir sea tan halagüeño que nos permita vivir en paz, felices, creando nuestra riqueza que será el porvenir de nuestros hijos. Después de oír al señor general Checchi, estoy absolutamente convencido de que no habrá problema sin solución. No se agitará ya el fantasma de la competencia desleal, ni de los poderosos, ni del estado, porque en la Secretaría de Trabajo nos hemos manifestado siempre contrarios a las soluciones que perjudiquen a los comerciantes o a los trabajadores. Nosotros sustentamos, y lo haremos siempre, una solución en que el Estado intervenga, única y exclusivamente, para favorecer y facilitar la acción de los hombres que trabajan. De ahora en adelante ambas Secretarías trabajarán por la solución de esos problemas, y si la esperanza, que es una de las fuerzas más poderosas que mueven a la humanidad, puede coronarse con el éxito a que aspiramos, sabremos que una masa de hombres, tendrá fe en nosotros y esa será la más grande recompensa a que podamos aspirar. .............. |
1944-09-26 | En un acto en el local de "La Fraternidad" : | Señores: Solamente he de pronunciar pocas palabras para agradecer en nombre del Excelentísimo señor presidente de la Nación, y en el mío, el obsequio de estas medallas recordatorias del acto que se acaba de realizar y tiene para nosotros un hondo significado moral.
Si la tradición tiene para los hombres el valor de todo lo legendario, fraternidad es el sentimiento más noble que pueden ostentar los hombres. De ese sentimiento ha tomado el nombre esta institución, que no es una asociación obrera más en el país, sino que constituye un verdadero modelo dentro del panorama gremial de la República. Podría decir que esta institución une el pasado con el momento actual. Sus fundadores comprendieron ya en el año 80' lo que hoy tratamos de infundir a toda la masa obrera del país, es decir, la unión entre todos los obreros, entre todos los argentinos. Los hombres que fundaron esta sociedad le colocaron el simbólico nombre de "La Fraternidad", sentimiento que todo lo une y que hermana a sus componentes.
He de confesar que experimento un gran placer al presidir un acto de tanta significación, en el que los propios asociados reconocen la acción beneficiosa de una intervención que, si en el peor de los casos hubiese sido inútil e innecesaria, ha tenido la extraordinaria virtud de acercarnos mutuamente, y ha permitido que se conocieran bien, oficiales del Ejército y una parte de la clase trabajadora, que conceptúo como una verdadera élite del gremio obrero del país. Espectáculo como éste pertenece, sin duda alguna, a una Nación civilizada. Halaga el espíritu y reconforta el comprobar que después de casi un, año de realizar tareas en común, gobernantes y gobernados se reúnen para brindar por el éxito de las gestiones y dar gracias a Dios por haberse desenvuelto de un modo tan armónico, haber marchado tan al unísono en sus pensamientos, en sus sentimientos y en sus obras. Es por ello que felicito al señor teniente coronel Mercante y a sus colaboradores. Sé bien cómo este jefe encara todas las misiones que se le encomiendan; pero he de manifestar que, en este caso, en su intervención al frente de La Fraternidad, ha sido impulsado por un deseo y un cariño especial, porque, por modalidades de su espíritu, es un "fraternal" de verdad. Por lo que se refiere a los puntos que se han mencionado, declaro en nombre de la Secretaría de Trabajo y Previsión, que hoy, como ayer y como siempre, estaremos empeñados en la consecución de esas aspiraciones. Ni bien comencemos a estudiar las cuestiones que se han mencionado, desde ese momento, hemos de poner todo nuestro empeño para verlas realizadas y cumplidas. En esto, como en los actos de la propia vida, no basta con aspirar a algo, sino que es necesario poner empeño en lograrlo y ejecutarlo. En lo que respecta a las devoluciones y a los defectos físicos, solamente nos hemos de detener cuando hayamos logrado su solución. Os agradezco este homenaje que acabáis de rendir al señor presidente de la Nación y a los funcionarios que han regido los destinos de la institución. Cuando se comprueba unidad de sentimientos, es agradable pertenecer a una generación en la que funcionarios y gobernados, comienzan a comprenderse y, más diré, a quererse mutuamente. ............... |
1944-09-28 | En el agasajo al Director de Salud Pública Doctor Manuel Augustos Viera : | Señores: Yo solamente deseo decir muy pocas palabras para expresar el júbilo con que la Secretaría de Trabajo Previsión asiste por mi intermedio a este magnífico acto de homenaje al doctor Viera. Esta demostración al doctor Viera es también un homenaje al acierto del excelentísimo señor ministro del Interior, que con ojo clínico, como dicen ustedes, ha sabido poner su acción en el punto neurálgico del problema médico del gremio. Las agrupaciones humanas viven los reflejos de los países de los cuales forman parte. Es así que los médicos argentinos hasta hoy han vivido ese absoluto reflejo de la actividad del país. Con ello el gobierno de la salud pública, que por antonomasia es el gobierno médico, ha estado discrecionalmente en manos que no representaban la aspiración total de los médicos argentinos. Asistimos, pues, a un cambio de orientación, y con ello a un cambio de dirección. Nuestro país, dentro de los cánones democráticos de su formación ha indicado hoy, por el mayor número de índices, al hombre que debe tomar el timón de esta noble y grande actividad que se dirige a mantener una población sana y a formar una raza fuerte en cuyo porvenir tiene sin dudas el centro de su gravedad. Es inútil buscar en la recuperación de otros valores la grandeza del futuro de nuestra patria. La grandeza de todos los países, en todos los tiempos de la historia, ha radicado casi exclusivamente en su material humano. Esa es y será la tarea de los médicos que entienden y que practican con amor su profesión. Por eso, señores, yo no felicito al doctor Viera sino que felicitó a la salud pública argentina. Hace tiempo llegó a la Secretaría de Trabajo y Previsión, un grupo de esforzados médicos que sostuvieron con nosotros una primera conversación. Nuestra casa es eminentemente gremialista. Tenemos fe en las agrupaciones y dentro de ellas en los hombres que las agrupaciones sindican como capaces para gobernar. Ese sentido espiritualmente argentino de todos los tiempos, que ha alcanzado las grandes soluciones nacionales nos indicó también el camino de la realidad en ese aspecto. Es así, que la Secretaría de trabajo y Previsión, cumpliendo con su deber ha dictado el primer reconocimiento gremial de las asociaciones profesionales, reconociéndole personería gremial a la Confederación Argentina de Médicos. Con esto iniciamos una nueva etapa en el gremialismo argentino. Pensamos que a este reconocimiento del gremio médico han de seguir otros para bien del país, a fin de borrar de una vez para siempre los discrecionalismos individuales que se han impuesto a las colectividades para dar oportunidad a que las colectividades subalternicen a los individualismos que por dominantes algunas veces llegan a ser arbitrarios. Finalizando estas palabras que he dicho en representación de la Secretaría de Trabajo, voy a pedir al doctor Mazza que dé lectura a una resolución, reconociendo personería gremial a la Confederación Médica Argentina. |
1944-10-15 | En la colocación de la piedra fundamental del Hospital Regional Ferroviario en la ciudad de Junín | Terminamos de asistir a la colocación de la piedra fundamental del Hospital Regional para Ferroviarios. Este es un hecho más que confirma lo que sostenemos desde la casa de la calle Perú: mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar. Es también un hecho que comprueba el resultado de la lucha de los hombres que se deciden a llevar a cabo una acción constructiva. La Unión Ferroviaria y la Fraternidad que son exponentes de esta lucha solidaria, obtienen día a día y jalón a jalón las conquistas que se han propuesto para el bien de su propio gremio. Sé bien lo que sucede dentro de cada uno de los gremios. Sé que en este preciso momento se estará trabajando para la disociación de ustedes por esos mercaderes de la política que no alcanzaron nunca a tomar nada en serio y que tuvieron la desvergüenza de reírse de las cosas más serias de los argentinos. Esa acción disociadora, que se lleva a los gremios, es siempre con mala intención. Los dirigentes que antes vendieron a sus compañeros a los patrones o a los políticos, están trabajando en la sombra para mantener su propio comercio. Son ustedes los encargados de poner una valla a esa infamia de la política destructora de los propios gremios. Por eso, antes de abandonar Junín, quiero hacer a los ferroviarios una recomendación: que se unan, que se depuren, que arrojen de las organizaciones ferroviarias a los que no sean dignos de pertenecer a ellas. Si la República hubiera procedido a depurarse de los malos políticos y de los bandidos que medraban a la sombra del pueblo, el país no hubiera llegado nunca a la triste necesidad de tener que luchar por imponer su propia defensa. Por eso sean mis últimas palabras de consejo para las agrupaciones gremiales. Mantengan los obreros sus organizaciones seriamente constituidas; depúrenlas, y cuando estén estructuradas y dirigidas por hombres de bien que piensen para el gremio y no para afuera del gremio, la masa de los proletarios argentinos habrá obtenido su más amplia conquista y la victoria será el premio de sus desvelos. .................. |
1945-01-12 | Al asumir sus funciones Juan A. Bramuglia como interventor federal de la provincia de Buenos Aires | Señores: Un nuevo soldado de la Revolución llega como delegado del Poder Ejecutivo Nacional a ejercer el gobierno en la provincia de Buenos Aires. Es uno de sus hijos humildes, trabajador y virtuoso, como he podido comprobarlo durante un año de trabajo a mi lado, con resultados excelentes. En mi concepto, los hombres de gobierno han de reunir dos condiciones fundamentales: ser hombres de talento y ser hombres virtuosos. El doctor Bramuglia viene a su provincia natal a tomar el gobierno para demostrar que los hombres humildes y de trabajo suelen ser los más fecundos en la realización de las obras del pueblo. Nosotros, en la Secretaría de Trabajo y Previsión, teníamos un solo lema: trabajar. Trabajar para el bien del país, aun cuando ello imponga el más extraordinario sacrificio de la salud y hasta de la vida. Él viene acá con el mismo lema, dispuesto a sacrificarse por el bien del pueblo, y es por ello que yo pido a todos los habitantes de la provincia de Buenos Aires que colaboren y cooperen al servicio de la gestión que desarrollará. Si lo hacen, serán ustedes quienes recibirán el beneficio inmediato y mediato de la acción de gobierno y de este nuevo hombre de la Revolución que pondrá en marcha al gobierno de la provincia. Que Dios le sea propicio en el desempeño de su función pública, que el tiempo pueda demostrar que los hombres de trabajo constructivos son también los hombres ideales del gobierno. ......................... |
1945-01-15 | En una reunión con industriales en la Casa de Gobierno | En numerosas oportunidades he pedido cooperación, no sólo a la Unión Industrial sino a todos los industriales del país. Nosotros nos veremos abocados, especialmente en la posguerra, a algunos problemas que son de solución extremadamente difícil y que si no los solucionamos oportunamente con el apoyo de toda la industria del país, la directamente castigada será la industria misma, especialmente aquellos industriales económicamente menos poderosos que serán condenados, diremos así, a muerte. Por ello esa operación es indispensable. En estos últimos tiempos el Consejo de Posguerra ha visto la necesidad de agrupar los industriales en defensa de sus propios intereses. No soy yo quien los va a defender, sino los propios industriales. Pero quiero que los que cooperen sean los verdaderos, los auténticos industriales, los que tiene algún interés que defender, y que lo hagan con la pasión del que defiende algo propio. Hace un año visité por primera vez a la Unión Industrial, a la que no conocía y lo hice sin ningún prejuicio. Encontré allí caballeros muy amables, muy atentos, y expresé en esa oportunidad, sin ninguna prevención contra la industria ni contra persona alguna, el concepto que tenía de la misma. Los problemas de la industria se resuelven por cooperación de todos.
Desgraciadamente la cooperación pedida fue esperada en vano durante seis meses y en vez de la misma he recibido notas muy amables, buenas palabras; pero en la posguerra, la industria, que puede caer en la ruina más absoluta, no se va a defender con bonitas palabras o notas amables. La industria se va a defender previendo todas las cosas que pueden ocurrir en la posguerra. Nadie más interesado que el ministro de Guerra en que la industria se asiente sobre las bases más firmes y sea lo más poderosa posible; nadie más interesado que yo en defender hasta el último industrial por todos los medios y por cualquier camino. Como dije, pedí en vano la cooperación, porque detrás de las amables notas y bonitas palabras generalmente llegaba una medida en la que yo veía un sabotaje al trabajo que estábamos realizando. Comprenderán ustedes que cuando se producen situaciones de tal naturaleza, yo debo pensar que hay una de estas dos cosas: o que hay intereses contrapuestos al gobierno, o que se hace un sabotaje disimulado. La finalidad de ese sabotaje y los efectos del mismo los percibo inmediatamente, porque tengo los organismos sensibles y suficientes para captar cualquier de esos signos; debo pensar que se está haciendo un sabotaje al gobierno, o que se está haciendo ese mismo sabotaje a la industria. En cualquiera de estos dos casos yo debo pensar que se trata de una cuestión que está fuera de toda consideración amable, ya que se realiza una acción solapada contra la propia actividad que se tiene la obligación de defender. La misma gravedad revestiría si esa acción solapada fuera dirigida contra el gobierno. Por esa razón hago un llamado a los hombres de buena voluntad. No tengo interés en disimular nada; tengo un sólo interés y es el de que la industria por ser una parte de la patria esté defendida como debe estar. Quiero que ustedes resuelvan sus propios problemas y que tengan la voluntad necesaria para defender sus intereses, en la seguridad de que tienen ese derecho y de que están defendiendo el patrimonio de sus hijos. No creo que con nuestras instituciones tan libres y democráticas debamos seguir calcando lo que probablemente no sea justo. Si las instituciones del país son, como dije, tan libres, las instituciones parciales deben sostener esos mismos principios. Las comisiones directivas de las asociaciones deben ser accesibles a todos; al que tenga un capital de cincuenta millones de pesos como al que tenga un capital infinitamente menor. Eso es lo que establece nuestra ley, y eso es lo que la misma debe permitir y asegurar. Esa es mi intención, porque sé que entre los hombres que tienen cien millones de pesos existe la misma voluntad para defender la industria que entre los que no los tienen.
En este momento tengo la responsabilidad del estudio de los problemas fundamentales de la industria en la posguerra y quiero que esa responsabilidad la compartan ustedes, porque nadie mejor que ustedes, sabe a quién habrá que defender en ese entonces. Tengo la mejor voluntad para resolver cualquier problema y si ustedes se disponen a trabajar y colaborar con nosotros no tendrán nunca que arrepentirse de ello. No queremos en absoluto dirigir la industria; queremos dejar libertad absoluta, que el industrial haga en su casa lo que se le ocurra, siempre que sea justo. Tenemos interés en que los patrones tengan disciplinado a su personal pero antes de asegurar eso, hay que asegurar la justicia. Cuando se haya asegurado la justicia, si se produce cualquier caso de protesta injustificada, nosotros mismos - y ya hemos dado pruebas de ello - obraremos con la mayor energía para poner en su quicio a los hombres que quieran excederse. Nosotros tenemos que contemplar muchos problemas y les pedimos esa tolerancia que a cierta altura de la vida se aprende a tener con los demás; ustedes nos toleran nuestros errores y nosotros toleraremos los de ustedes. Creo que si seguimos en este tren de entendimiento y colaboración hemos de llegar a solucionar los problemas que atañen a la industria. Pero les quiero recordar señores, que no es con organismos muy complicados, sino con organismos muy bien intencionados con los que estos problemas se podrán resolver. Los hombres que dirijan la industria deben ser industriales auténticos. Esto mismo lo imponemos a los obreros y les aseguro que dentro de poco tendrán ustedes las masas obreras mejor organizadas, porque nosotros, les imponernos una disciplina, llamémosla gremio o como se quiera. La gente necesita una disciplina. La masa más peligrosa es la masa inorgánica. Estamos pasando por una época de transición pero les aseguro que cuando las masas obreras estén bien organizadas, con sus dirigentes bien seleccionados, con disciplina gremial, serán mucho más disciplinadas que las masas anteriores totalmente inorgánicas y en manos del primer aventurero que aparecía para usarlas a su arbitrio. Les aseguro que esto se va a ir organizando y que ustedes gobernarán a sus propios obreros por sus propios organismos sindicales. Estamos apurando un proceso que debiera desarrollarse en veinte años, y creo que no lo hacemos del todo mal y que no perjudicamos a nadie. Nunca se tomó una medida unilateral. Se trata de un proceso que no podemos acelerar. Esto entra también en el margen de tolerancia que ustedes deberán tener para con la Secretaría de Trabajo y Previsión que es la que organiza estas cosas.
Les agradezco señores muchísimo que hayan tenido la amabilidad de concurrir. ........................... |
1945-01-18 | En la Cámara de Diputados de la Nación en una reunión con industriales | En primer término, señores, quiero iniciar esta disertación dando gracias a Dios, que en medio de un mundo sometido al caos y a la desesperación, nos permite que vivamos en esta ínsula de paz y de felicidad. El más feliz de nuestros vecinos, en el mejor de los casos, come carne una vez por semana. Esa paz, esa felicidad y ese bienestar, no sabemos, o en algunos casos, no queremos cuidarlos de acuerdo con las necesidades actuales del país. Pareciera en algunos casos que tratamos de pelear entre nosotros en vez de armonizar todas las circunstancias que han de permitirnos seguir gozando de esa felicidad que Dios ha derramado a manos llenas.
Agradezco muy profundamente a los industriales que vienen hoy a ofrecer una colaboración y una cooperación que durante un año he venido insistentemente pidiendo a todas las fuerzas económicas de la Nación. Yo, señores, lo agradezco en nombre del país y lo agradezco también en nombre de la propia industria. No tengo otro interés personal que el bien del país ni otro prejuicio que el de que todos cumplamos con nuestro deber de argentinos en esta hora preñada de amenazas para el porvenir de nuestro país.
He de declarar también, señores, que estoy absolutamente persuadido de que la Argentina ha de salvar su futuro si todos los argentinos se unen para luchar para que la bendición de sus destinos siga como hasta ahora. Si no colaboramos todos en este sentido, habremos de arrepentirnos y de responder ante las generaciones futuras de no haber sabido encarar y resolver en forma que esas generaciones tengan algo que agradecernos. La democracia, señores, no ha de estar solamente en la boca, sino que es menester que esté también profundamente arraigada dentro de nuestros corazones.
El estado de descomposición política producido por la viciosa realidad de nuestras formas institucionales se ha entrelazado y en muchos casos ha pasado también a las actividades económicas. Lo que sucede en el panorama político ha sucedido a veces también en el panorama económico de la Nación. Las oligarquías políticas suelen afirmarse en las oligarquías económicas, y es necesario deslindar bien ambos campos para que las interferencias del uno no perjudiquen al otro. La política del Estado ha de estar cimentada en la sinceridad y en la lealtad, jamás en las combinaciones más o menos insospechadas de los intereses personales, de los intereses de círculos o de los intereses que no sean los reales de la Nación y de la prosperidad de nuestro futuro. Cuando ello sucede, el beneficio especulativo de unos pocos pasa a apoyarse en el perjuicio de todos los demás, de manera que una norma de conducta que sea realmente conveniente puede estar mezclada con intereses que no sean los reales intereses de la colectividad.
Es menester, señores, reaccionar contra esas formas tóxicas para organizar las benéficas instituciones representativas y defensoras auténticas del bien general. En este sentido yo sé bien de mis desvelos de hace ya tiempo por la situación que pueda presentarse en la posguerra, que es, en mi concepto, el primero de los grandes objetivos que debamos tener en cuenta para afirmar en la realidad los posibles éxitos económicos, sociales y políticos de la Nación. Ir más allá sería casi una utopía de previsión, porque nada de lo que puede suceder en el futuro lo podremos prever con certeza, si no hemos asegurado previamente ese fundamental objetivo que llamamos la posguerra. Sabemos bien que después de la guerra 1914-18 los industriales especialmente sufrieron en carne propia las imprevisiones de no haber sabido preparar una solución de continuidad que se presentaría fatalmente al terminar la guerra y que volverá a reproducirse indefectiblemente cuanto termine la que hoy azota a la humanidad entera.
He pedido, señores, la colaboración de todos porque el problema común no puede resolverse unilateralmente; he solicitado esa colaboración leal y sincera y, francamente no puede contestarse con palabras halagüeñas el resultado de todas mis gestiones y desvelos a ese respecto. Hubo momentos en que al pedido de leal colaboración se me ha contestado con el silencio, que en estos momentos constituye un verdadero sabotaje; otras he recibido palabras y notas amables, pero la colaboración efectiva no la he recibido todavía.
Yo no hago cargos contra nadie, porque estos problemas han de ser resueltos por todos, y si alguno lo resuelve en lugar nuestro, siempre lo hará en forma tal que tengamos poco que agradecerle.
Ese sabotaje del silencio puede estar dirigido contra el gobierno, o puede estar dirigido contra la industria; dirigiéndolo contra uno indefectiblemente irá dirigido contra el otro; porque el gobierno y la industria, tal cual lo entendemos nosotros, como problema integral de la Nación, están real y absolutamente ligados; la unión que debe existir entre esos dos órganos del Estado debe ser efectiva, y la ruina del uno representaría la ruina del otro.
Siempre he mirado con profundo respeto y con el cariño que se merece al industrial auténtico, con el cariño con que se debe mirar a los argentinos que están labrando la grandeza del país. No he tenido nunca prevenciones contra los hombres que trabajan, ni las he de tener jamás, porque cada uno pone sus desvelos en pro del bien de la patria en la dirección que le dicte sus inclinaciones y posibilidades; y ante el destino de la patria es tan meritorio el uno como el otro.
Se ha producido también una campaña contra la Secretaría de Trabajo y Previsión y algunas veces en forma personal contra mí. Yo, señores, soy un hombre de lucha, de manera que no habrá campaña que me pueda siquiera molestar.
Cierta vez realicé una visita a la Unión Industrial Argentina. En la misma dije lo que franca y realmente pensaba de esa meritoria organización que hace tantos años rige la asociación de la industria argentina. Luego de esa visita he solicitado siempre, insistentemente, una colaboración, franca, leal y sincera que todavía espero.
Mi buena voluntad y mis deseos de bien desgraciadamente no se han cumplido; pero, señores, como ministro de Guerra debo dejar constancia públicamente de mi reconocimiento a la industria argentina, que en todos los aspectos en que me ha sido necesario pedirle su colaboración, la he tenido en forma absolutamente satisfactoria y más allá de toda ponderación, en forma tal que, si el ministro de Guerra ha podido cumplir sus programas, ha sido merced a esa buena voluntad y capacidad pujante, abnegada y patriótica.
Nosotros anhelamos esa cooperación. Todo el que vista un uniforme sabe bien que las fuerzas del país deben ser absolutamente indivisibles y jamás una fuerza interna debe estar frente a otra, llámense estas, fuerzas económicas, fuerzas sociales o fuerzas políticas.
Nosotros entendemos el problema de la nacionalidad por el lema que hemos estampado en nuestro propio programa: la unión efectiva de todos los argentinos. Aparte de ello, señores, debemos pensar con criterio racionalista; la necesidad imprescindible de organizar el Estado en relación con la economía, y en este sentido llamo a todos a la reflexión. ¿Que recibimos como datos básicos para cualquier planificación? Hace cuarenta años que en este país no existen censos y no ha existido tampoco una dirección general de estadística integral del país, de manera que nuestros estadígrafos están mirando la realidad argentina por un pequeño agujerito y en una dirección totalmente unilateral. Las estadísticas valen cuando son integrales y pierden su valor relativo cuando son parciales. Este país no ha dispuesto jamás de una estadigrafía integral. En consecuencia, quien desee gobernar y organizar la Nación se encuentra con que en principio no sabe lo que tiene, donde lo tiene, ni como lo tiene. Sin ese conocimiento, ni el Estado, ni el estadígrafo, ni el técnico podrán elaborar nada constructivo, exacto, ni real.
Entiendo que la planificación de gobierno de un estadista es una cuestión simple si él encara racionalmente el problema, sea en el orden político, en el orden social o en el económico. En pocas palabras, se trata de saber cuál es la situación real, cual es el objetivo al que se ha de llevar en cada aspecto, para luego llamar al técnico, al baqueano, para que indique el camino más corto para alcanzar dicho objetivo. Ese es la base del planeamiento, y así no podemos en la presente situación, no podemos realizar ese planteo porque no conocemos el punto de partida, no sabemos dónde estamos y todo lo hay que hacerlo a base de cálculos teóricos, que suelen fallar extraordinariamente.
Nosotros hemos, comprendido claramente este problema y deseamos buscar la cooperación de todos, mientras el Consejo del Censo Nacional y el Consejo Nacional de Estadística, creados el año pasado tengan el tiempo suficiente para asentar las bases reales de nuestra economía y de nuestra situación actual en lo social y en lo político. Para ello, también se necesitan los instrumentos, y nosotros, malos o buenos, los hemos creado: la Secretaría de Trabajo y Previsión y la Secretaría de Industria y Comercio. El país ya no podía seguir adelante sin estos cuatro organismos fundamentales, sin los elementos de estadigrafía argentina y los elementos técnicos, para indicarnos caminos hacia los objetivos que los estadistas del país deberán fijar en el futuro.
La organización de la riqueza, señores, es el imperativo de la hora. No hablemos de economía dirigida, hablemos de organización de la riqueza. Eso es lo que el Estado debe realizar: organización del trabajo, organización de las fuerzas económicas del Estado y organización del Estado mismo. Organización del trabajo, para evitar la lucha que destruye valores y que jamás los crea. Organización de las fuerzas económicas para que no estén nunca accionando sobre el Estado político, para que no estén nunca accionando unas contra otras y destruir los propios valores con una competencia desleal. Organización de las fuerzas económicas, para que ellas mismas creen dentro de sí sus propios organismos de autodefensa, porque la naturaleza prueba que los organismos, como el humano, si no tienen sus propias defensas no viven mucho. Y organización del Estado, para que gobierne en bien de las otras fuerzas, sin interferir en sus intereses y sin molestar su acción, sino propugnar los valores reales de la nacionalidad y beneficiando a los que merezcan el beneficio porque trabajan con lealtad para el Estado y para la Nación. Organización del Estado para que no lleguemos a pensar que el Estado es todo y los individuos son nada, porque el todo es la Nación y el Estado es, dentro de ella, una sola de sus partes.
Con esos conceptos, señores, podrán pensar claramente que no soy de los que propugnan que el gobernante ha de dirigir todas las actividades de la Nación, pero sí, está en la obligación de organizarlas, para que no choquen entre sí, y para que la libertad de otros otras sea respetada por la libertad de los unos Entre las fallas fundamentales de nuestra instrucción y de nuestra preparación está la de que en este país se ha tenido siempre un desprecio supino por la organización. No hay una sola escuela del país donde se estudie organización, y ése es el anacronismo más extraordinario, porque éste es un país nuevo que debe organizarlo todo, y a nadie se le ha ocurrido que hay que estudiar profundamente las leyes de la organización, que es necesario que en todas las escuelas figure esa materia como ciencia pura, para discriminar sus grandes principios y luego establecer la aplicación de los mismos. Los países nuevos que desprecian eso andan, como nosotros, sometidos a una anarquía integral del punto de vista político, social y económico.
Señores: hay países que hace treinta años tenían un presupuesto y un volumen comercial e industrial correspondiente a la mitad de los nuestros, y hoy han triplicado esos valores con referencia a la Argentina. Ello se debe a que organizaron a tiempo su riqueza y nosotros hemos seguido en esta piedra libre escandalosa que nos sume en la anarquía integral, que es muchas veces peor que la anarquía política. Y esto tiene el gran defecto de ser un caldo de cultivo para los piratas de todas las actividades que medran siempre en perjuicio de los hombres honrados que ennoblecen a las naciones.
El mundo actual, señores, se mueve y marcha a ritmo acelerado. El libro que entra hoy a la imprenta ya es anticuado en relación al que presente el editor, y ésta es una verdadera ola que afecta a todas las actividades. La evolución y no la atonía en esperas inútiles es el problema del momento. Hoy hay que accionar, y el que no acciona queda fatalmente detrás y es arrollado por los acontecimientos posteriores. Es la ley de la vida, la evolución. Los organismos que no evolucionan y no se modernizan, como los cuerpos humanos, y en general, animales, envejecen y mueren. Para que a las instituciones no les alcance esta ley biológica deben evolucionar oportunamente o, de lo contrario, desaparecer para dejar el lugar a nuevas fuerzas adaptadas al momento y a la realidad que se vive. Esa evolución es lo único que puede evitar el cataclismo que se produce, fatalmente, cuando no se evita la inercia. Es necesario que nosotros pongamos en marcha nuestro sistema general para que la evolución que viene con gran fuerza no produzca la ruptura y la caída de nuestros propios organismos. La posguerra traerá sorpresas muy grandes, que serán agradables si queremos y solucionamos ya los problemas, y que serán sumamente desagradables si seguimos pensando que podemos disfrutar de un lecho de rosas, que es sumamente circunstancial.
Es necesario crear esos instrumentos de defensa. Evolución intensa, racional y realista: eso es lo que yo aconsejaría a todos los señores industriales, es decir, la evolución de las organizaciones para no morir. Las organizaciones patronales de la industria, en mi concepto, no han evolucionado dentro de estos principios. Hay que crear organizaciones sensibles y modernas, con representación de toda la industria, para que todos tengan acceso a la defensa de sus auténticos intereses, organización integral y sin exclusiones.
Creo que este problema es mucho más serio de lo que muchos creen. El futuro del país será también industrial o nos tendremos que someter a ser un país semicolonial, en el porvenir. Ustedes, señores industriales, deben construir el patriciado de la industria argentina, porque ustedes han sido los verdaderos iniciadores de esa actividad. El país les deberá a ustedes, en este sentido, todo, y el reconocimiento del país estará puesto, desde ese momento, en los verdaderos industriales argentinos. Me refiero también, y muy especialmente, a la mediana y a la pequeña industria; me refiero a los verdaderos pioneros de estas actividades, que, abnegados y anónimos, en todos los puntos del país, están trabajando para reemplazar lo que antes venía a costa de la migración de nuestros propios capitales. A todos también, señores, corresponde un poco de responsabilidad en esta hora y en el futuro, aunque, como he dicho, estoy absolutamente seguro de que estamos en tiempo para salvar todos lados males que pueden preverse.
Es menester, señores, organizarse leal y sinceramente; es necesario que organizaciones serias y auténticamente representativas, tomen la defensa y la dirección de la industria argentina; es indispensable, en mi concepto, ir hacia una organización ideal, que puede hacerse a base de la ya existente, de la actual, pero con representación directa y sin exclusiones.
El Estado moderno no resistirá la acción demoledora de los hechos, económicos, sociales y políticos, si no organiza su propia defensa. La organización y coordinación de sus fuerzas económicas, sociales y políticas es la única defensa contra los cataclismos a que asistimos y que debemos tomar como enseñanza en cabeza ajena, ya que la enseñanza en la propia cabeza suele ser el maestro de los tontos.
En mis sueños optimistas de argentino suelo ver a una Nación económicamente poderosa y dentro de ella, a un Estado racional y equilibrado, que sirva del mejor modo las necesidades económicas, sociales y políticas, para hacer la felicidad de todos los argentinos; y sueño también, señores, que ello se consigue solamente con el sacrificio y con la tolerancia.
Creo, señores, que es menester que ustedes tengan confianza; sin esa confianza, base del optimismo realista, no se recorre largo camino en la vida. Organícense ustedes para defenderse, que haciéndolo defenderán a la industria y defenderán al país; que se organicen las demás fuerzas económicas que juegan en el panorama nacional y habremos echado los cimientos de la verdadera grandeza de nuestro país. Organicemos al Estado para ponerlo a tono con la hora y los argentinos nos habremos salvado en esta hora incierta.
Como coordinador económico y como presidente del Consejo de Posguerra necesito, señores, la ayuda de todos ustedes, y por eso es que desde hace largos meses lo solicito insistentemente. No deseo en manera alguna verme obligado a resolver unilateralmente esos problemas, porque habría entre ustedes, sin duda, una cantidad de perjudicados y yo no quisiera que por obrar discrecionalmente, algún día pudieran perjudicar injustamente a ningún argentino.
Si colaboran y cooperan con nosotros, la tarea será simple y el país tendrá que agradecérnosla en el futuro a todos nosotros. El Consejo de Posguerra está estudiando todo lo referente a una organización integral de defensa económica y de coordinación en todas las actividades del país. En lo concerniente a la industria la Secretaría de Industria y Comercio ha tomado a su cargo todas estas actividades, y el señor subsecretario de Industria leerá los grandes principios sobre los cuales asentamos la acción del Consejo de Posguerra.
No deseo terminar estas palabras sin agradecer profundamente el honor que ustedes me han dispensado al llegar hasta aquí. Y cuando alguien les diga que yo o los organismos que represento hayamos estado en contra de la industria, o en contra de algún industrial, en mi nombre pueden ustedes desmentirlo, seguros de que mi palabra no será jamás desmentida por los hechos.
Por otra parte, señores, en defensa de la Secretaría de Trabajo y Previsión, debo decir que sé que algunas veces algunos señores se han quejado de que no han sido así bien atendidos. Nosotros hemos tenido que organizar un organismo; no todo el personal puede ser fiscalizado cuando se trabaja con veinte o treinta secretarios gremiales a la vez; de manera que les pido, señores, que tengan con nosotros esa tolerancia que enseña la vida y que es la base de las buenas relaciones entre los hombres de buena voluntad. Si lo hacen, señores, tendré una vez más que agradecer las muchas amabilidades de que me han dado prueba los industriales. Muchas gracias. ........................ |
1945-03-17 | En la inauguración de las sesiones de la Reunión Nacional de Municipios | Excelentísimos señores ministros, señores interventores federales, señores Delegados de los Municipios Argentinos, señoras, señores: Para comenzar deseo dar a los señores delegados la bienvenida en nombre del gobierno de la Nación, nexo de unión común de todos los argentinos y por cuya felicidad trabaja con el pensamiento puesto en la grandeza de la patria y la mirada fija en el porvenir de la Nación.
Campesinos o ciudadanos, todos los argentinos que trabajamos por el bien común, hemos de sentir esa hermandad patriótica que al hacer unidos y grandes a los pueblos, eleva a los hombres por sus sacrificios como por sus triunfos.
Hombres de las ciudades, sean nuestras palabras de amor y reconocimiento a los rudos y esforzados campesinos que en todas las latitudes de la patria elaboran su grandeza y cimentan su porvenir.
Cuenta la historia que el gran Licurgo en una de sus más notables y atrevidas concepciones dividió las tierras de Laconia en treinta mil partes que distribuyó a los campesinos e hizo nueve mil partes del territorio de Esparta que entregó a otros tantos ciudadanos. Existía a este respecto, entre los habitantes, una desigualdad tan prodigiosa, que la mayor parte privados de toda posesión y reducidos a la miseria, estaban a cargo de la ciudad, mientras que todas las riquezas se encontraban en manos del más pequeño número. Licurgo, quería desterrar de Esparta la insolencia, la envidia, la avaricia, el lujo y las dos más grandes y más antiguas enfermedades de todos los gobiernos: la riqueza y la pobreza. Persuadió a los espartanos en poner en común todas las tierras y hacer una nueva distribución de ellas y vivir en adelante en una perfecta igualdad, a fin debe dar todas las distinciones al mérito sólo, y no reconocer otra diferencia que la que naturalmente resulta del desprecio por el vicio y la estima para la virtud.
Gloriosos tiempos, los de la grandiosa Esparta de Licurgo.
El problema demográfico de todos los tiempos: la ciudad y el campo.
Un sólo problema: el de la Nación. Un solo objetivo: su grandeza.
El arte de gobernar se ha caracterizado en todas las épocas de los países cultos, por la elegancia con que han sabido armonizarse las normas clásicas del derecho con la mutable y efímera realidad del vivir cotidiano.
Hallar el equilibrio entre los derechos y obligaciones que mutuamente existe entre pueblo y gobierno, constituye la prueba más concluyente de capacitación de quien tenga la virtud de lograrlo, y es la piedra de toque de la sensibilidad colectiva. Por ello, precisamente, porque constituye el problema psicológico de las multitudes ciudadanas, de las que están en acción en un momento determinado de la historia, es indispensable que las directivas generales de orientación política en cualquiera de sus aspectos -económicos, financieros o sociales-, así como las soluciones concretas de los casos prácticos de cada momento, estén impregnadas del sabor de la época y del sentido de la realidad.
Por eso, el Poder Ejecutivo, al convocar la primera reunión de municipios que celebra la Nación Argentina, no lo ha hecho para analizar aspectos institucionales del régimen comunal ni problemas vinculados al funcionamiento de los entes municipales, sino que con el espíritu bien atento a las conmociones mundiales, los ojos fijos en el porvenir de la patria, ha esbozado los objetivos que deben perseguirse, auscultando las verdaderas aspiraciones e inquietudes del pueblo en cuanto se refiere a los asuntos más inmediatos que tiene planteados y pueden presentarse en el momento más imprevisto.
De ahí que no sean las normas de gobierno comunal las que en esta reunión se analicen sino las orientaciones que pueden solucionar de manera concreta y terminante, cualquier, eventualidad que amenace perturbar el ritmo de nuestra economía.
No venimos a discutir los métodos que entregaremos para lograr una finalidad; venimos a decidir cuáles son las finalidades que conjuntamente nos proponemos alcanzar.
Surge claramente del temario que habéis estudiado un afán bien simple que puede sintetizarse así: queremos indagar y conocer cuáles son las aspiraciones e inquietudes de los municipios y cuáles son sus probabilidades económicas para satisfacer. Ante todo, cual es la meta; luego ya veremos cuáles son los medios para alcanzarla.
Esta labor se encara con la convicción de que es función primordial del Estado analizar el desajuste que pudiese existir entre esta meta y esos medios, tanto en el municipio urbano como en el rural, con el firme propósito de contribuir a remediarlo a la luz del interés superior de la Nación. No hay, en efecto, problemas exclusivamente urbanos ni problemas exclusivamente rurales, sino, ante todo, problemas argentinos.
Los municipios son, en efecto, los focos que polarizan cuanto puede involucrar, sea una amenaza, sea una promesa, para el futuro desenvolvimiento de la Nación. En ellos encontramos el soporte máximo de la economía nacional y, también, la raíz de sus más fundamentales problemas. No envejece la aguda frase de Tocqueville: "El hombre es quien constituye los reinos y crea las repúblicas, pero el municipio ha salido de las manos de Dios: sus raíces están en las entrañas mismas de la sociedad".
En momentos como los actuales, de próxima y substancial transición entre inciertas realidades definidas por la guerra y la realidad de incertidumbres que provoca la posguerra, el gobierno de la Nación debe preocuparse por encontrar solución a los problemas de la vida municipal; porque si no se consigue resolverlos adecuadamente, quedarán asimismo sin solución buena parte de los más esenciales problemas de la vida nacional.
Es a través del municipio que se establece el primero y más directo contacto entre el Estado y los ciudadanos de nuestro pueblo. Nuestro pueblo, los hombres y mujeres de nuestra tierra, constituyen el más rico activo de nuestra Nación, el más preciado de sus dilatados recursos.
Tan importante es empezar por humano que el bienestar y la seguridad de nuestro pueblo constituyen la razón de ser del propio Estado.
Las aspiraciones e inquietudes de los municipios son un aspecto esencialmente básico de las inquietudes y aspiraciones de nuestro pueblo y como el municipio desempeña un papel preponderante en la vida del país, resulta también imperativo que adquiera la posición que le corresponde que en la definición de la política nacional. Forzosamente debe ser así, porque la organización municipal no es tan sólo un problema administrativo: es un problema íntimamente unido al organismo del Estado.
Es un hecho indiscutible que la evolución social y económica de todas las naciones modernas, se caracteriza de acuerdo a una ley que parece ineluctable, por la transición de una economía familiar cerrada, a una organización económica más compleja, impulsada por el tipo avanzado de industrialización que la vida moderna impone. Paralelamente, se advierte también la transformación en urbana, de la hasta ayer predominante forma rural de vida. El desplazamiento de la población a zonas urbanas, con el cambio fundamental que acarrea en la estructura de las relaciones del trabajo, en la manera de la vivir y de ganarse la vida, se ha reflejado a su vez en las profundas modificaciones experimentadas por las características de la vida social.
Debe esperarse que las condiciones de vida características de los centros urbanos que afectan a una siempre creciente proporción de nuestro pueblo, se difundan con más amplitud en todo el ámbito de la Nación. Deben aunarse esfuerzos para que el municipio argentino logre estar a la altura de su misión en una época en que ésta parece consistir, fundamentalmente, en brindar a la población las mejores condiciones de vida que permite el progreso técnico.
Los problemas municipales, su estado sanitario, sus servicios esenciales, las condiciones de vida y techo de su población, son problemas argentinos, de interés nacional, motivo de profunda preocupación para las autoridades nacionales que no vacilarán en adoptar todas las medidas inherentes a la órbita de su responsabilidad y facultades constitucionales, que faciliten al municipio la correcta solución de sus propios problemas. No incumbe, desde luego, al gobierno de la Nación, asumir la responsabilidad de los problemas puramente locales, del mismo modo que tampoco corresponde al municipio cargar sobre sus espaldas la responsabilidad de los problemas netamente nacionales.
Sería incomprensible, no obstante, que el gobierno de la Nación se desinteresada por la manera de dimitir del pueblo argentino en atención al hecho de que habita en la jurisdicción de un municipio.
Podrá decirse -alguien lo ha dicho- que ciertas cuestiones incluidas en el temario escapan a las funciones propias de los municipios y que mejor corresponden a la esfera de organismos superiores. Podría decirse -otros ya lo han afirmado también- que hay cuestiones peculiares de los municipios que no deben llegar a las autoridades de la Nación. Yo no debo contestar a estar dudas o vacilaciones; pero sí quiero deciros -con el tono más cordial como si hablara privadamente con cada uno de vosotros- que para la marcha ascendente del progreso argentino necesitamos todos los concursos bien intencionados; vengan de donde vengan. Y estoy firmemente convencido, de que unidos hombros con hombros, juntos lograremos los más grandes ideales que como argentinos podemos apetecer. Solamente proclamo que para lograrlos no se necesita más que laboriosidad, honradez y lealtad con la patria. ........................................ |
1945-06-03 | En la inauguración de un barrio de casas para obreros en San Isidro | En nombre de la Secretaría de Trabajo y Previsión, rindo un homenaje a la voluntad y al deseo de hacer, puestos de manifiesto por el ministro de Obras Públicas, por intermedio de la Administración Nacional del Agua. Y anhelo que en el porvenir veamos surgir miles de estos barrios, que han de redundar en beneficio de la salud, de la vida y de la moral del nuestros hombres de trabajo, que todo lo que dan por la patria y con quienes la patria tiene contraída una deuda de honor. Ese anhelo ha de realizarse, fiel a la máxima de que "mejor que prometer es realizar", postulado fundamental de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Dentro de cuatro días pondremos en posesión al Directorio de la Administración Nacional de la Vivienda. Ello será la puesta en marcha de un organismo que quiera Dios inspire su celeridad, su seriedad y su eficacia técnica en lo que acabamos de ver realizado tan admirablemente por el Ministerio de Obras Públicas. ............ |
1945-06-16 | Contestación de la Secretaría de Trabajo y Previsión al Memorándum elevado a la Presidencia de la República por la Bolsa de Comercio, la Unión Industrial y otras entidades económicas | Contestación de la Secretaría de Trabajo y Previsión al Memorándum elevado a la Presidencia de la República por la Bolsa de Comercio, la Unión Industrial y otras entidades económicas La presentación, ante el excelentísimo señor presidente de la Nación, general de brigada Don Edelmiro Farrell, de la Bolsa de Comercio, la Unión Industrial Argentina y numerosas otras organizaciones patronales, expresando el juicio que les merece la política social seguida por la Secretaría de Trabajo y Previsión, entraña un ataque a fondo a la intensa y difícil tarea que ha venido desarrollando esta Secretaría, para mejorar el estándar de vida de la población laboriosa del país.
En poco más de un año de existencia, este organismo ha probado con hechos irrefutables, que no defraudó las esperanzas cifradas por el pueblo en oportunidad de su creación.
Hasta el 17 de noviembre de 1943 la legislación del trabajo no sólo era escasa, sino que su cumplimiento quedaba librado a la buena o mala disposición patronal o a la fuerza de que dispusieran los sindicatos obreros para imponer su respeto. El Estado se encontraba ausente, puesto que el Departamento Nacional del Trabajo y sus similares de las provincias, carecían de suficiente autoridad efectiva y de los recursos legales que les permitieran defender los legítimos derechos del trabajador, aún en los casos que las leyes hubieran estipulado expresamente esos derechos.
Más grave aún, era la situación de los trabajadores con respecto a sus salarios, pues no contando con una legislación que los regulara, quedaban al arbitrio de los empleadores, dando lugar, por lógica consecuencia, a los reclamos obreros casi siempre rechazados. En no pocas oportunidades, no solo se rehusaban la mejora solicitada sino que adoptaban medidas que significaban represalia contra los trabajadores que se destacaban en la defensa de los intereses de sus compañeros de tareas. Las huelgas, con todos los inconvenientes para los patrones, los trabajadores y el Estado, eran la consecuencia inevitable de ese proceso. Recién entonces los gobiernos tomaban intervención y - justo es decirlo - casi invariablemente lo hacían para sostener y proteger los intereses patronales, con desmedro de la justicia y en perjuicio de la paz social.
Sólo las muy sólidas organizaciones obreras -y en mérito a su propio esfuerzo- lograban imponer mejoras para sus respectivos gremios. Los demás estaban desamparados.
Para modificar sustancialmente esa situación, se creó la Secretaría de Trabajo y Previsión.
Si alguna demostración definitiva era menester para comprobar la eficacia de orientación seguida y de la obra cumplida por la Secretaría de Trabajo y Previsión, la encontramos precisamente en que esa obra provoca las quejas de algunas fuerzas económicamente poderosas, habituadas a encontrar a ciertos gobiernos sumisos a sus pretensiones y siempre prestos a poner la fuerza del Estado para acallar violentamente el reclamo de los humildes.
Cuando los trabajadores del país comprobaron que en la Secretaría de Trabajo y Previsión se atendían sus pedidos justificados y se les protegía en el derecho constitucional de asociación, se hicieron presentes para solicitar mejoras, que hacía mucho tiempo necesitaban, pero que debían silenciar por falta de autoridades que los comprendieran y de garantías para su incipiente organización.
No es cierto que la Secretaría de Trabajo y Previsión impulse "un clima de agitación social". El clima lo impulsan las injusticias sociales y la intransigencia de algunas organizaciones patronales. La Secretaría de Trabajo y Previsión busca con afán y con serenidad las soluciones adecuadas y justicieras que lleguen a eliminar "la agitación social" que tanto preocupa a las entidades de empleadores, pero que éstas tan escasamente contribuyen a evitar.
La acción de la Secretaría de Trabajo y Previsión dio esperanzas a los trabajadores y éstos se movieron espontáneamente, para encontrar por la puerta que se les abría ampliamente y que antes, cuando no estuvo totalmente cerrada, la encontraban apenas entornada.
Dice la presentación patronal que la "Secretaría de Trabajo y Previsión ni estudia ni resuelve problemas de fondo relacionados con el trabajo". "Impone soluciones circunstanciales para satisfacer conveniencias del momento, sin medir sus alcances ni sus proyecciones". No son necesarios estudios muy profundos para saber que salarios e 4 $ y 3,50 $ para hombres y 3 y 2 $ para mujeres mayores y de 1,50 $ y de 1 $ y hasta de 0,80 $ por día para menores, representa una vergüenza en plena Capital Federal. Imponer el aumento de esos salarios, aunque pueda considerarse una solución circunstancial para "satisfacer conveniencias del momento" es un acto de estricta justicia que habla muy alto de la tarea de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Es así que se han efectuado numerosos convenios que llevaré mensualmente algunos pesos más a hogares de trabajadores modestos que sufrían penurias incontables.
Son numerosos los gremios de toda actividad y de distintas jerarquías en el trabajo, que pudieran resolver viejos problemas, merced al esfuerzo y al tesonero empeño de la Secretaría de Trabajo y Previsión.
Pero cuando esta Secretaría resuelve o estudia problemas de fondo es cuando mas se acentúa la queja o la posición de los que dicen que no estudiamos ni resolvemos problemas de fondo. La previsión social ha encontrado en esta Secretaría un estímulo que nadie puede desconocer, y por ello se han incorporado a distintos regímenes jubilatorios muchos gremios, llevando sus beneficios a centenares de miles de trabajadores. Ningún gobierno ha estudiado más a fondo los graves problemas de la previsión social de lo que lo hemos hecho nosotros, y las soluciones dadas responden a las justas demandas de las masas afectadas y a los conceptos modernos y científicos que informan la materia.
Se pretende, por las organizaciones patronales reclamantes sentar una disconformidad con el procedimiento seguido para el estudio del Decreto Ley sobre jubilación de los empleados de comercio. Nadie con menos autoridad moral que esas mismas organizaciones para ensayar siquiera una queja por aquel procedimiento. Esta Secretaría por intermedio del entonces Consejo Nacional de Previsión Social, convocó a las organizaciones patronales y de trabajadores para que participaran del mencionado estudio. Después de varias reuniones muy numerosas, especialmente por la crecida cantidad de delegados patronales, estos se opusieron a que continuaran las deliberaciones, porque no habían aceptado previamente sus puntos de vista. Consta en la versión taquigráfica de la reunión efectuada el 31 de julio de 1944, que fue la que consideró suficiente el envío de memoriales por cada organización, exponiendo sus puntos de vista sobre el proyecto de jubilación de empleados de comercio, para que el gobierno resolviera en definitiva y estimando innecesario discutir en particular el proyecto. Se comprueba así que solo aceptan colaborar cuando previamente consiguen imponer sus puntos de vista. En este caso no fue el gobierno que lo excluyó, sino los delegados patronales los que negaron su contribución a la discusión y estudio del proyecto. Como es lógico, si el reclamo de los empleados de comercio por obtener su régimen jubilatorio era justificado, el gobierno no podía postergarlo por atender el disimulado sabotaje patronal.
El régimen jubilatorio instituido para los empleados mercantiles ha sido cuidadosamente estudiado y puede asegurarse que constituye el mejor sistema de los existentes en el país y posiblemente de los que rigen en el extranjero.
Lejos de merecer críticas podrá presentarse como ejemplo y constituirá legítimo orgullo para la previsión social argentina.
Señalan los organismos patronales, en la presentación que nos ocupa, su temor de que, siguiendo el mismo proceso de elaboración del Decreto Ley 31.665/44, se dicte otro sobre salario mínimo, salario vital móvil, aumentos de sueldos y participación de los trabajadores en las ganancias de los empleadores, según la iniciativa de la Confederación General de Empleados de Comercio. La Secretaría de Trabajo y Previsión ha consultado reiteradamente la opinión del comercio y de la industria sobre el citado proyecto, se han dado todas las oportunidades para que las organizaciones patronales expresen sus puntos de vista y hagan llegar sus estudios sobre la materia. Pero se ha tropezado últimamente con la obstinación de esas organizaciones en pretender señalar, no sólo a esta Secretaría, sino al gobierno en conjunto, la forma y el método como debe estudiarse la iniciativa, el extremo de indicar en que entidades o reparticiones deban buscarse los componentes de la comisión de estudio y redacción definitiva del proyecto. Esta Secretaría ha designado para ese efecto una comisión compuesta por técnicos, profesores, profesionales y especialistas en problemas sociales y económicos, todas de reconocida capacidad, ilustración y de indiscutida honestidad para que estudien y redacten el proyecto en carácter de comisión oficial y no de comisión paritaria de empleados y patrones.
Aparentemente se hacen objeciones de procedimiento, pero lo que inquieta a los reclamantes es que, iniciativas como el salario mínimo que hacía más de tres décadas esperaba infructuosamente el pronunciamiento del Parlamento, actualmente es estudiada con seriedad y con posibilidades de convertirse en realidad. La participación en los beneficios parece alarmarles, pero no se han dado las razones que demuestran la perturbación que provocaría y menos que prueben la injusticia del sistema que, por otra parte, no incidirá sobre los precios, no provocaría inflación, ni afectaría a las actividades poco remunerativas. También parece intranquilizar a los firmantes del memorandum, el proyectado aumento de sueldos, cuando la elevación de costo de vida, les podría ser atribuida en buena proporción. Y más aún, llama la atención esta actitud patronal de solapada oposición a un mejoramiento de los trabajadores, en las actuales circunstancias en que, en general, han obtenido y obtienen ganancias extraordinarias en muchos casos fabulosas; quedando en evidencia su espíritu egoísta al no admitir de ninguna forma que esa situación de evidente holgura sea compartida en mínima parte por los trabajadores. Igualmente pretende el memorandum, que ese proyecto comprometería "nuestra capacidad competitiva dentro de la comunidad internacional". Nada más inexacto por las razones ya apuntadas y porque nuestro porvenir económico sigue presentándose promisorio, si se lo compara con el de otros países, cuyo comercio e industria deberán soportar fuertes gravámenes para amortizar los gastos de guerra. De esta situación privilegiada de nuestro país, también tienen derecho a participar los trabajadores. La política de la Secretaría de Trabajo y Previsión, tendiente a proteger al obrero y al empleado, no ahuyentará capitales que quieren invertirse en nuestro territorio, porque todavía les resultarán reditivos. Pero por otra parte, no podremos olvidar que últimamente los capitales foráneos pocas veces se han invertido en forma estable y con miras a los intereses generales de la Nación. No faltarán capitales, sino por el contrario los tendremos de muy buena fuente, proveniente del ahorro popular, establecido por los aportes y contribuciones de nuestro régimen de previsión social. Serán capitales argentinos, al servicio del progreso del país y que, al propio tiempo, afianzarán los sistemas jubilatorios que protegen a nuestros trabajadores.
Esta es la obra de la Secretaría de Trabajo y Previsión y de ahí pueden deducirse el valor de las críticas que les formulan los representantes patronales.
Con una ligereza extraordinaria las organizaciones patronales afirman en el memorandun que la Secretaría de Trabajo "persigue a los dirigentes gremiales y se los reemplaza por otros adictos..." El asombro que provoca esa aseveración no solo radica en su inexactitud, sino en que es la primera vez que los representantes patronales parecen inquietarse por el supuesto atropello a los dirigentes obreros. La Secretaría de Trabajo no ha perseguido ni ha pedido la detención de ningún dirigente gremial. Tampoco es cierto que los haya sustituido por "adictos", pues no ha impuesto un solo dirigente a ningún sindicato y por el contrario las organizaciones han elegido libremente sus comisiones directivas. Prueba de ello es que casi la totalidad de los actuales dirigentes gremiales lo eran ya antes del 4 de junio de 1943. Por razones de carácter político, el gobierno ha impedido la actuación de algunos dirigentes que utilizaban los sindicatos para servir a un partido político declarado ilegal por todos los gobiernos del país desde hace más de veinte años. Pero la Secretaría de Trabajo no ha reemplazado a esos dirigentes. El movimiento obrero se desenvuelve normalmente y con mayores garantías que antes de la Revolución.
Contrariando esa supuesta preocupación por la suerte de los dirigentes obreros, la presentación patronal lamenta que esta Secretaría haya declarado legales varias huelgas, entre ellas la de trabajadores frigoríficos.
Es que no pueden olvidar las lejanas y las recientes épocas en que toda huelga reprimida violentamente por la fuerza que el Estado tiene, no para esas funciones, sino para guardar el orden. Este Gobierno no ha usado la fuerza contra ninguna huelga de trabajadores, porque no tiene compromisos espúreos con los capitalistas y porque respeta el derecho del obrero a defender sus justas reivindicaciones.
Termina la nota patronal recordando que "durante veinticinco años desde la semana trágica de enero de 1919, el país ha vivido dentro de una casi perfecta tranquilidad social". Parecerían reclamar una nueva "semana trágica" para asegurarles otros veinticinco años de tranquilidad.
Este gobierno no lo hará. No asegurará ni veinticinco años ni veinticinco días de tranquilidad a los capitalistas siguiendo el ejemplo doloroso de la semana de enero de 1919, pues la sangre de los trabajadores sacrificados entonces, no debe refrescarse con nuevos actos de injustificada violencia oficial.
La cohesión social es interés del gobierno, pero debe basarse en la justicia social.
La Revolución no puede pasar infructuosamente en esta materia. El fraude electoral y los negociados públicos no eran los únicos males de que padecía nuestro país. También lo afectaba una profunda injusticia social que los hombres de la revolución del 4 de junio queremos eliminar en la medida que la época y las circunstancias lo permitan.
Hay que unir al país en el bien y en la paz, que sólo son posibles si todos los habitantes y, esencialmente los humildes encuentran en el gobierno de la Revolución, la sensibilidad para captar y resolver con altura los problemas y las necesidades que los afecten.
Para que todo el país sea una unidad próspera en lo económico, no deben desecharse las reivindicaciones, medidas y sensatas de los trabajadores. Así podrá vivirse una democracia auténtica, en la que cada ciudadano sea un valor individual al servicio del bien colectivo. Así también podrán apreciarse los beneficios de la libertad que es consustancial con la existencia del hombre a cubierto de necesidades económicas y en el ejercicio de sus derechos democráticos.
La Revolución no cumplirá su cometido si sólo mejora al país en lo político. También tiene que manejarlo en lo económico, procurando la justicia social.
Así llegaremos a señalar un momento histórico con justicia en lo económico social, en un régimen de democracia depurada y auténtica y en un clima de verdadera libertad. .................................... ANEXO A LA CONTESTACION AL MEMORANDUM ELEVADO POR LAS ENTIDADES ECONOMICAS AL EXELENTISIMO SEÑOR PRESIDENTE DE LA NACION No es lícito hablar de una "legislación atenta a la satisfacción de las más justas reivindicaciones obreras refiriéndose a la que regía antes de la Revolución. Esta legislación no tenía la atención fija en las más justas reivindicaciones obreras, ni siquiera en las más apremiantes exigencias del instinto primario de atender a las necesidades más perentorias.
Para convencerse de este aserto no es necesario realizar un análisis minucioso del contenido de nuestra legislación; basta revisar el índice de materias que han tenido sanción legal para darse cuenta de que, en punto a la legislación del trabajo, vivíamos en u atraso absoluto, no ya con respecto a los países de análogas condiciones económicas sino en consideración al mínimo de protección que, ya en el año 1904, el Poder Ejecutivo de la Nación consideraba indispensable otorgar a los trabajadores. Joaquín V. González con visión profética concibió el proyecto de Ley Nacional del Trabajo, sobre la base de una estructuración orgánica de las instituciones especiales del trabajo que, ensayadas en Europa, Estados Unidos de América del Norte y Australia, desde los inicios de la era industrial, hubieran producido un mejoramiento de las clases trabajadoras a compás del progreso económico del país. Partía de una determinación de derechos y obligaciones bien definidos mediante la regulación del Contrato de Trabajo, base inexcusable de la relación entre los dos factores primarios de la producción, extendiendo su eficacia a la industria, al comercio, a las tareas rurales, a la minería, a los ingenios y obrajes y a cuantas expresiones ofrece la actividad humana; regulaba el Contrato de Aprendizaje para formar una juventud obrera sana y capaz; encauzaba la organización social estableciendo reglas para el funcionamiento de las Asociaciones Industriales y Obreras; creaba los organismos administrativos pertinentes y establecía Tribunales de Conciliación y Arbitraje y la Corte Central de Arbitraje para los entredichos en cuestiones del trabajo. Iba este proyecto al fondo de los problemas sociales, como puede verse por este enunciado general que englobaba pormenores tan esenciales como la determinación del salario que lo definía como "recurso necesario a la subsistencia del obrero y la de su familia hasta un límite prudencial. A pesar de esta previsora iniciativa, la legislación promulgada desde 1904 hasta la Revolución del 4 de junio de 1943, contempló solo aspectos parciales o circunstanciales de la vida del trabajo, no enfocándose el problema social como un todo orgánico que debía resolverse armónicamente.
Ni orgánica y armónica ha sido la legislación social. No ha sido orgánica porque sólo medidas fragmentarias, aisladas e inconexas se han adoptado. No ha sido armónica porque al dictarse para satisfacer una necesidad momentánea o una presión política tenaz, la medida social no ha considerado el orden general en que se desenvolvía nuestra economía.
De ahí que, no sólo hayan sido eficaces muchas leyes obreras sino que han entorpecido muy frecuentemente la marcha de las actividades industriales, por falta de convenientes enlaces y adecuada coordinación, Una somera exposición cronológica de nuestra legislación del trabajo constituirá la más elocuente prueba de las afirmaciones que preceden. En 1905 se dicta la primera ley obrera: la de descanso dominical, Nº 4661, aún hoy en vigor. En 1907, se reglamentan las condiciones de trabajo de las mujeres y menores por la ley Nº 5291, derogada más tarde, en 1924, por la ley Nº 11317, que rige actualmente. En 1912, se dicta la ley Nº 8999 conocida con la denominación de ley orgánica del Departamento Nacional del Trabajo. Sin embargo existía este organismo desde 1907, cuya curiosa creación (una modesta partida incorporada a la ley de presupuesto de ese año), le dio una accidentada vida administrativa, hasta la sanción de su ley orgánica.
En 1913 se dicta la ley Nº 9104, extendiendo a los territorios nacionales las disposiciones de la ley Nº 4661; la ley 9105 que declaró obligatorio el descanso el 25 de mayo y 9 de julio y, finalmente la ley Nº 9143, reglamentaria del funcionamiento de las agencias de colocaciones. Sólo una ley fue sancionada en 1914; la Nº 9511 que dispuso la inembargabilidad de sueldos, salarios, jubilaciones y pensiones menores de 100 $.
En 1915, se dicta la ley Nº 9688, sobre indemnización de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales que transforma radicalmente la doctrina de la ley común sobre responsabilidad patronal por el moderno principio del riesgo profesional. En ese mismo año se dictan dos leyes: la que reglamentó las agencias particulares de colocaciones y la Nº 9658, que establecía un procedimiento particular para las sanciones por incumplimiento de las leyes del trabajo que fue sustituida en 1929, por la que hoy se halla en vigor, Nº 11570.
En 1918 se dicta la ley Nº 10505, reglamentaria del trabajo a domicilio mantenido, con más fracaso que éxito, hasta su sustitución en 1941 por la ley Nº 12713. Recién en 1921 se sancionan tres leyes que establecen reciprocidad en materia de legislación obrera: la 11125, que aprobó el tratado con España sobre reciprocidad en materia de accidentes del trabajo; la ley Nº 11126, que aprobó igual tratado con Italia y la ley Nº 11127, que aprueba el contenido de la Convención de Berna de 1905, sobre importancia, fabricación y venta del fósforo blanco.
En el curso del año 1924, se dicta la ley Nº 11.338 prohibitiva del trabajo nocturno en las panaderías; y al año siguiente se sanciona la ley Nº 11278 estableciendo la forma de pago del salario y tomando medidas contra el sistema de trueque.
El parlamento incorporó en 1929 una nueva ley de protección obrera: la Nº 11544 que limita a 8 horas diarias o 48 horas semanales la duración normal del trabajo, salvo la sanción, en ese mismo año, de la ley Nº 11570 a que nos hemos referido hasta 1932 no se sancionó ninguna ley de tipo social. Se sanciona la ley Nº 11640, sobre sábado inglés, extendiendo la duración del descanso semanal establecido en nuestra primera ley obrera (4.661) Las leyes sancionadas en 1933 integran nuestro derecho internacional obrero. Constituyen ratificaciones de las convenciones aprobadas en las conferencias anuales de la Oficina Internacional del Trabajo. Son ellas: la ley Nº 11726 que ratificó las convenciones de Washington de 1919, y la 11727 que ratificó las de Génova de 1920.
Más tarde, en 1935, se ratifica por la ley Nº 12232 se aprueban las convenciones de Ginebra de 1921.
En 1934 se sanciona la ley Nº 11729, modificatoria de los artículos 154 del Código de Comercio, que establece una serie de principios normativos del contrato de trabajo, vinculados al empleo mercantil y extendido al contrato de trabajo industrial por una jurisprudencia contradictoria y no generalizada. La aplicación de esta ley ha sido relativa, especialmente en lo que se refiere a vacaciones pagas e indemnizaciones. En ese mismo año se sanciona para la Capital Federal y Territorios Nacionales la ley 11837 que dispone el cierre uniforme a determinadas horas de la noche, de los establecimientos comerciales. Igualmente, fueron dictadas en ese período parlamentario, la ley Nº 11863 que ordenó el levantamiento del Censo de Desocupados, y la Ley Nº 11896 creando la Junta Nacional contra la desocupación. Por último se sancionó la muy importante ley Nº 11933, estableciendo el seguro obligatorio de maternidad.
Durante 1935 fueron sancionadas la ley Nº 12205, llamada "ley de la silla" y se modificó parcialmente el concepto de "servicio doméstico", a los efectos de la aplicación del descanso semanal a los choferes particulares, por la ley Nº 12625.
En 1940 se modificó por primera vez la ley de accidentes de trabajo, aplicando el concepto legal del accidente y extendiendo los beneficios de la misma, a las explotaciones agrícola, ganadera, forestal y pesquera, por la ley Nº 12631. Siempre en el mismo año se sancionaron otras dos leyes de empleados: los bancarios, por ley Nº 12637 y los viajantes de comercio por ley Nº 12651.
Al año siguiente, en 1941, se dicta la ley Nº 12713, ya comentada, que deroga a la Nº 10505 de trabajo a domicilio. Por último en 1943, se dictó la ley Nº 12789, que establece el régimen de los conchabadores en los reclutamientos colectivos.
Es de advertir que todas las leyes han sido aplicadas restrictivamente por las autoridades de todo orden y grado, y que los preceptos contenidos en los convenios internacionales ratificados no han sido incorporados a la legislación positiva, aún en aquellos casos, como los de reparación de accidentes de trabajo y duración máxima de trabajo, existía ley sobre la materia.
La "intensificación de la actividad económica que debe amplias posibilidades al trabajo" se ha debido en el curso de los últimos diez años a dos órdenes de concausas: 1º.- De 1935 a 1939, a la reacción económica experimentada, por el país al despejarse las consecuencias de la gran crisis económica mundial (1924-1934), cuyo máximo esplendor alcanzamos en 1937 con un saldo comercial favorable de 753.313.422 pesos; 2º.- De 1939 en adelante, a nuestra industrialización provocada por las necesidades de la guerra, a efectos de atender por igual las demandas de los mercados exteriores y las de mercado interno que requería artículos que antes de la guerra se importaban. Es decir, los capitales se han arriesgado cuando el "riesgo que se corría no era de ganar o perder sino de ganar 3.000 por 100 o conformarse con duplicar la suma que se exponía".
El Banco Central (Memoria de 1944, p.3), dice así: "En síntesis, la creciente producción industrial - que se operó para cubrir la merma de las compras en el exterior y que permitió más tarde un aumento de las exportaciones - y la actividad de las construcciones paulatinamente a un estado muy cercano al de plena ocupación".
Ahora bien. El índice de la actividad económica del país lo constituye la renta nacional. Aunque la falta de cálculos detallados al respecto, imposibilita analizar todos los aspectos de esta cuestión, algunas cifras permiten bosquejar a grandes rasgos este problema. En 1914, según cálculos del ingeniero Alejandro Bunge, la renta nacional ascendía a 5.400 millones de pesos; en 1935 se calculaba en 8.000 millones, y para el año 1941, según estimaciones del Ministerio de Hacienda, se acercaban a los 12.000 millones de pesos. Como aunque, en parte, este aumento haya sido inflatorio. Es posible estimar que la renta nacional ha continuado en aumento en los años siguientes a 1941, en parte debido a nuevos aumentos de la actividad económicas y, en parte, al proceso inflacionista.
En cuanto a la contribución de los distintos sectores a la formación de la renta, el ingeniero Emilio Llorena, en un reciente estudio prueba que "hasta hace poco las actividades agropecuarias contribuían con el principal aporte a la formación de la renta nacional. La evolución y desarrollo de la industria en la última década, al amparo de la situación internacional, ha permitido que ella contribuya ahora en forma aproximadamente igual que la agricultura y ganadería a la constitución de la masa de la renta nacional, con tendencia a superarla. Por su parte, el Banco Central, (Memoria de 1944,p.4) dice: "Del cotejo de estos valores netos resulta que el valor creado en 1943 por la industria fue levemente superior al de la actividad agropecuaria. Se acentúa con ello la transformación que viene experimentando la economía argentina desde hace unos años bajo el estímulo de la situación creada por el conflicto bélico y se determina de una pronunciada variación en la distribución de la renta nacional comparable con la que rigió hasta fines de la década anterior.
Como es lógico, la activación de la economía nacional ha influido sobre el nivel de ocupación. "La guerra, por diversas circunstancias ha llevado a la economía argentina a un estado que puede considerarse de plena ocupación. (Informe de la Desocupación) En este terreno se destaca netamente la acción del incremento de la industria. "Mientras el crecimiento demográfico de todo el país ha subido un 10 % en el lapso de los últimos 7 años, la ocupación industrial ha crecido en más del 30%, representando la diferencia una absorción por la industria del crecimiento vegetativo de la población rural. En el último decenio el crecimiento de la población ocupada en la industria ha sido de un promedio de 50 mil personas al año, cifra superior a los 40.000 en que crece la población económicamente activa (Revista de la Economía Argentina - Febrero de 1945. página 56). Estas cifras nos indican que la industria ha permitido obtener trabajo a 770.000 personas de las 785.000 que han ingresado a la edad activa, y en condiciones de ocuparse, entre 1939 y 1944 (ing. J. L. Astelara) "Peor que salario bajo es salario cero". El pueblo - 26 de noviembre de 1944).
En definitiva, puede afirmarse que la actividad económica del país, salvo fluctuaciones parciales, ha tenido un proceso ascendente continuo, que se ha visto acentuado en los últimos años debido a la mayor importancia que ha adquirido la industria nacional. Este proceso es el resultado de distintos factores, de los cuales los principales son: las características del país joven de la Argentina, en plena evolución y desarrollo; el crecimiento vegetativo e inmigratorio de la población y, en el último quinquenio, la situación especial producida en nuestro país por la guerra mundial. Dice el Banco Central en su citada Memoria de 1944 (p.19): "El desarrollo industrial del país se ha desarrollado en su mayor proporción sobre la base de una expansión de lo que ya se producía antes de la guerra, y, en menor medida, en ciertas producciones que en épocas normales no podría haberse encarado por razones de costo, pero que resultaron viables a favor de la carestía del producto y del mayor volumen réditos de la población consumidora".
Si asombrosa resulta la afirmación de que la cuestión social como el problema latente, careciera de causas inmediatas y determinantes de exteriorización pública, debido a la legislación atenta a la satisfacción de las más justas reivindicaciones, y capciosa puede ser la sutil sugerencia de que a ello podían contribuir las "fuerzas vivas" por su deseo o esfuerzo encaminados a intensificar la actividad económica que daba amplias posibilidades de trabajo, resulta incalificable la audaz aseveración de que fueron crecientes las mejoras a la retribución del trabajo.
Antes de la Revolución, escasos fueron los salarios que se aumentaron. Aumentaba el volumen global de Salarios pagados, porque la activación económica debida a las causas analizadas en los párrafos precedentes había proporcionado mayor cantidad de empleos.
De 609.900 personas ocupadas en la industria en 1935, de las cuales 474.400 eran obreros, registrándose 1.020.000 en 1944, de cuya cantidad, 806.000 eran obreros. De 536 millones pagados en concepto de salarios en 1935, se pasó a 1.269 millones pagados en concepto de salarios en 1935, se pasó a 1.269 millones en 1944. De una producción que tenía un valor de 3.400 millones en 1935 se pasó a un valor de 8.000 millones en 1943, último año de que se poseen cifras.
Los dos cuadros que siguen, tomados de las estadísticas oficiales son bien aleccionadores al respecto: ACTIVIDAD INDUSTRIAL (cifras absolutas) años Personas Obreros Salarios Valor de ocupadas ocupados pagados la pro- en la in- en la in- millones ducción dustria dustria millones .............................................................................. .................. 1935 609.900 474.400 536 3.400 1937 734.100 582.900 747 4.700 1939 785.000 622.100 796 5.100 1941 917.600 734.300 919 6.300 1943 980.000 780.000 1.125,2 8.000 1944 1.020.000 806.000 1.269,4 ............................................................................ .................................................
Números Indices (Base 1935 = 100) ............................................................................ ................................................. años Personas Obreros Salarios Valor de ocupadas ocupados pagados la pro- en la in- en la in- ducción dustria dustria ............................................................................ ................................................. 1935 100 100 100 100 1937 120,4 122,9 139,4 138,2 1939 128,7 131,1 148,5 150 1941 150,5 154,8 171,5 185,3 1943 160,7 164,7 209,9 235,3 1944 167,2 169,2 236,8 ............................................................................ ................................................. Elaborados en base a datos de la Dirección General de Estadística de la Nación A estas cifras hay que añadir otras: las de crecimiento de los precios mayoristas, también según estadísticas oficiales ............................................................................
Años Precios mayoristas no agropecuarios ............................................................................
1935 100 1937 100,32 1939 100,70 1941 157,96 1943 225,84 1944 236,55 ............................................................................
En base a datos del Banco Central de la Republica Argentina.
Y los precios minoristas experimentaron las siguientes variaciones: ............................................................................ ................................................. Años Pan Papas Carne Legumb.
Huevos Pastas Pescado ............................................................................ ................................................. 1935 100 100 100 100 100 100 100 1936 147,37 240 114,04 108,57 96,88 114,29 102,22 1937 178,95 270 108,77 100 106,25 125 122,22 1938 173,68 160 105,26 117,14 110,94 121,43 88,89 1939 163,16 160 107,02 117,14 112,50 107,71 84,44 1940 157,89 140 115,79 88,57 110,94 110,71 84,44 1941 173,68 160 128,07 74,29 89,96 125 80 1942 184,21 150 150,88 114,29 106,25 125 111,11 1943 168,42 180 149,12 134,29 117,19 114,29 111,11 1944 157,89 130 152,63 139,40 112,50 124,29 117,78 ............................................................................ ................................................. ............................................................................ ................................................. Años Aceite Conserv.
Queso Harina Yerba Azúcar Arroz ............................................................................ .................................................. 1935 100 100 100 100 100 100 100 1936 108,91 109,52 114,01 137,50 98,67 100 107,14 1937 113,87 128,57 94,40 162,50 94,67 95,12 119,04 1938 101,99 142,86 91,59 137,50 94,67 102,44 114,29 1939 89,10 138,10 90,65 106,25 93,33 100 102,38 1940 87,12 142,86 85,98 118,75 96 92,68 95,24 1941 89,10 142,86 94,40 131,25 102,67 90,24 145,24 1942 103,96 147,61 87,85 125 105,33 102,44 154,77 1943 94,06 152,38 90,65 125 104 100 147,62 1944 82,18 166,67 100,93 125 106,67 97,56 142,86 ............................................................................ ................................................. ............................................................................ ................................................. Años Café Leche Vino Soda Carbón Kerosene Jabón ............................................................................ ................................................. 1935 100 100 100 100 100 100 100 1936 87,59 100 105,71 100 100 105,26 120,69 1937 88,97 100 105,71 100 100 100 124,14 1938 80,69 107,14 105,71 100 100 100 117,24 1939 77,24 121,43 111,43 125 100 100 120,69 1940 73,80 128,57 111,43 100 111,11 89,47 124,14 1941 77,24 121,43 111,43 100 111,11 94,77 120,69 1942 109,66 128,57 122,86 100 111,11 100 124,14 1943 120,69 135,71 134,29 100 133,33 100 124,14 1944 111,72 128,57 137,14 100 133,33 110,52 137,93 ............................................................................ ................................................. ............................................................................ .................................................
Pero si se quieren conocer las crecientes mejoras en la retribución de los trabajadores, es preciso consignar otra serie de cifras, también oficiales que revelan cual era la situación en la época que, según el Memorandum de las entidades patronales, la cuestión social carecía de causas inmediatas y determinantes de exteriorización pública. Estas cifras son las referentes a Salarios Nominales, Costo de Vida y Variaciones del Indice del Salario Real, que a continuación se consignan: ........................................................................
..........................
Números Indices ........................................................................
..........................
Años Salario Costo de Salario Nominal la vida real .............................................................................. ....................
1935 100 100 100 1937 106,50 112,05 95,05 1939 108,17 112,05 96,04 1941 114,97 117,49 97,86 .....................................................................
.............................
Contrariamente a lo que afirma el Memorandum, las estadísticas oficiales no comprueban las crecientes mejoras a la retribución sino lo siguiente: 1º.- Que en 1944 había 410.100 personas ocupadas más que en 1935 2º.- Que el importe global de los salarios pagados en 1944 fue superior en 733 millones en relación al de 1935 3º.- Que el valor de la producción industrial fue en 1943 superior en 4.600 millones con respecto al que alcanzó en 1935, o para hacerlo más comprensible, el valor de la producción pasó de un valor relativo de 100 en 1935 a 235 en 1941 4º.- Que los precios mayoristas de artículos no agropecuarios, pasaron de 100 a 236,5 en las mismas fechas.
5º.- Que los salarios nominales, es decir, los importes efectivamente percibidos como retribución del trabajo, subieron un 14,9% de 1935 a 1942.
7º.- Que el poder adquisitivo del salario estuvo durante este largo período por debajo de las necesidades vitales mínimas de la familia obrera.
De donde resulta que, aún manteniéndose para la épca actual, el mismo salario real, es decir, el mismo poder adquisitivo, no se han beneficiado los obreros en nada, pues a cambio de su esfuerzo ajustado en trabajo, continuarían en la misma situación relativa a 1935, o sea con un nivel de vida bajo, según resulta de las encuestas realizadas mientras que las plusvalías debida al desarrollo industrial ha ido a parar a unas pocas manos.
"Durante veinticinco años, desde aquella semana trágica de enero de 1919, el país ha vivido dentro de una casi perfecta tranquilidad social".
Muy análoga a la tranquilidad social que precedió a la Revolución del 4 de junio, debió ser la que precedió a la semana trágica de 1919. Porque el malestar social interno revelado por mil síntomas y detalles que conocen cuantos intervienen de cerca en los conflictos sociales, estudiándolos metódicamente y midiendo sus antecedentes y consecuencias, es por desgracia, trágico problema que viene de muy antiguo, de muy antes de la semana trágica de enero de 1919. Las causas que pudieran crear el ambiente necesario a tales desmanes fueron idénticas a las que hubieran impelido a las masas trabajadoras a resoluciones extremas si la Revolución de Junio no se hubiese forjado precisamente para establecer una verdadera justicia social.
La indefensión del ciudadano como trabajador ante el patrono injusto y la indefensión del ciudadano como consumidor ante los especuladores, son las causas que empujan a las masas obreras a tomar resoluciones desesperadas.
Al citar la semana de enero debe recordarse que desde 1904 yacía en los archivos del Parlamento el Proyecto de Ley Nacional del Trabajo a que antes se ha aludido, y que las razones que en aquel lejano entonces se invocaban eran muy parecidas a las que, como luego se verá, hechos recientes o otros ocurridos en los últimos veinte años, ponen de actualidad. Decía el mensaje que el Poder Ejecutivo dirigió al Honorable Congreso de la nación.
"Si no fuera que acontecimientos de palpitante actualidad y otros menos inmediatos ahorran una demostración detenida sobre la urgencia de la sanción de una ley obrera, sería oportuno señalar aquí la oportunidad en que se presenta el proyecto del Poder Ejecutivo para contribuir, en cuanto de esta clase de leyes depende, a evitar las agitaciones de que viene siendo teatro la República desde hace algunos años pero muy particularmente desde 1902, en que ellos han asumido caracteres violentos y peligrosos para el orden público.
"Porque, no son, en realidad, nuevas estas formas de reclamación, reivindicación o defensa colectiva de los gremios trabajadores, pues las primeras huelgas de este género aparecieron hace cerca de veinte años en esta misma Capital".
Ya se habla de agitaciones y huelgas, que luego continuarán ininterrumpidamente.
Pero el período inmediatamente anterior a la semana trágica de enero, el que transcurre desde la declaración de guerra de 1914, conviene compararlo con el que transcurre desde 1939 hasta el presente.
El análisis se hace de manera que se vean los resultados a que conducen las dos clases de indefensión en que se ha dejado a nuestros trabajadores. La indefensión en el terreno del Derecho Social conduce a la insuficiencia del salario porque las retribuciones son exiguas; la indefensión en el terreno económico-social conduce a la insuficiencia del salario, porque los precios aumentan desmesuradamente y el costo de vida excede los límites de cualquier posibilidad de satisfacerlo. Los siguientes cuadros son de una sobria elocuencia.
NUMEROS INDICES (Base 1914 = 100) AÑOS HUELGAS 1914 100 1915 101,6 1916 125 1917 215,6 1918 306,3 Base 1939 = 100 AÑOS HUELGAS 1939 100 1940 108,21 1941 110,20 1942 230,61 Lo único que pudo frenarse a partir del inicio de la segunda gran guerra, fue el aumento desmesurado que alcanzó el costo de la vida durante la guerra de 1914-1918, como revela el siguiente cuadro: NUMEROS INDICES DEL COSTO DE VIDA ............................................................................ ................................................. Años N. I Años N I Costo de vida Costo de vida 1914 = 100 1939 = 100 ............................................................................ ................................................. 1914 100 1939 100 1915 108 1940 102,3 1916 116 1941 105 1917 136 1942 110,9 1918 171 1943 112,1 1919 161 1920 188 1921 167 .............................................................................. ........................
Pero no debe olvidarse que en 1939 los salarios comenzaron a descender como consecuencia de la crisis económica mundial, por cuyo motivo las clases obreras han vivido atenazadas por el constante déficit que ha existido entre el salario y los gastos indispensables. ............................. |
1945-06-18 | En una asamblea de empleados y obreros telefónicos realizada en el teatro Avenida | Es para mí un día tan jubiloso como para ustedes, éste en el que el gremio de los trabajadores telefónicos pueden exteriorizar su satisfacción por haber colmado una aspiración abrigada con todo derecho. Los gremios alcanzan así las sucesivas etapas que los llevan hacia el porvenir, siempre venturoso cuando es claro el horizonte en dirección al cual se marcha.
El gremio de los telefónicos conquista hoy el resultado de sus esfuerzos de tantos años, y es aún mayor su satisfacción por haber alcanzado el derecho a discutir sus problemas como organización, hecho que significa para cada uno de sus componentes la seguridad de un mayor bienestar y del respeto de sus derechos para el futuro.
Los telefónicos han cumplido una etapa a través de 150 reuniones. Tal cifra da la medida de lo que es el esfuerzo de la Secretaría de Trabajo por resolver los problemas de más de trescientos gremios de la República, que hasta ahora estaban abandonados.
Felicito por estos éxitos a las autoridades del gremio y muy especialmente a los esforzados paladines de los telefónicos, Gay y Orozco, que representan en la historia de este meritorio gremio el tesón, la honradez y la lealtad de un dirigente obrero.
Con cada una de estas soluciones, la Secretaría de Trabajo ostenta en su casa un nuevo galardón. Hemos venido a asegurar un bienestar a quienes más lo necesitan. Sabíamos, desde que pusimos nuestra bandera en la casa de la calle Perú, que la lucha iba a ser dura, pero estábamos preparados para llevarla adelante. Las fuerzas que actúan dentro del país bien conocen nuestro pedido de comprensión y de colaboración. El Estado, por intermedio de la Secretaría de Trabajo y Previsión, no quiere perjudicar a nadie; pero se ha comprometido a asegurar la justicia social y luchará incansablemente sin medir el esfuerzo, sin pensar en el sacrificio y sin temer ningún riesgo que pueda sobrevenir.
Luchamos por el derecho de asociación, garantizado por nuestra Constitución, y en el que jamás pensaron muchos hombres que hoy se sienten profundamente democráticos y constitucionalistas. Al gobierno de la Revolución le pudo haber resultado más cómodo seguir la antigua huella ya trillada, pero hemos preferido luchar con la maraña, y hasta ahora bien saben todos que en esa maraña hemos abierto un buen camino que no podrá ser cerrado en el futuro, cualesquiera sean las intenciones de los que vengan.
Defendemos, además de estos derechos fundamentales de asociarse lícitamente, garantizados por nuestra Constitución, el derecho elemental que tiene todo argentino de no padecer necesidades que con su trabajo honrado no pueda llenar.
Nuestra política es simple y absolutamente realista. Estudiamos profundamente cada uno de los problemas, aunque algunos digan que los consideramos sólo circunstancialmente. Estudiamos y establecemos relaciones entre precios y salarios. Pero hay dos criterios para considerar estos asuntos y establecer el equilibrio económico social del país: uno, tomando como base los precios; el otro, tomando como base los salarios. Nosotros preferimos el segundo por la simple razón de que el precio puede sacrificar una ganancia; pero el salario no puede sacrificar nada cuando es mínimo, porque el estómago no suele hacer concesiones agradables.
Se habla de que nuestra Revolución no ha atacado los problemas de fondo; y yo pregunto si en el contenido de nuestra obra, tanto en el orden político como en el económico y social, no hemos resuelto los problemas de fondo al realizar cosas tan fundamentales como éstas, por ejemplo: en el orden económico, el país, que apenas producía del 50 al 70 % de lo que consume, hace cinco años que no importa nada, y sin embargo todos vivimos como en el mejor país del mundo. No producimos sino del 60 al 70 % del combustible, y sin embargo la industria se ha duplicado; a pesar de que en cinco años no ha entrado combustible del extranjero, ningún obrero se ha quedado sin trabajo por falta de combustible.
En el orden político, la ciudadanía se queja desde hace muchos años de la coima y del negociado. Esa es una industria que ha terminado, y si no ha sido así, estamos dispuestos a extirparla. Hace también muchos años que la ciudadanía no elige a sus gobernantes en forma honrada. Vamos a asegurar la honradez en esa elección, para que los que nos gobiernen sean los que quiera la mayoría y no los que quieran las fuerzas ocultas que se mueven en el país.
En el orden social, somos réprobos porque por primera vez en la historia del país se ha repetido el caso de que alguien se ocupe de los humildes, que son los que más necesitan y los que menos tienen, porque alguna vez se ha pensado en asegurar el presente y el futuro a muchos millones de argentinos que realmente han elaborado la grandeza de la patria, porque se ha tenido necesidad de reducir algunas fabulosas ganancias para darle un poco a los que comparten el esfuerzo sin haber compartido jamás los beneficios en nombre de una justa distribución.
¡Y la Revolución no ha hecho nada, todavía, según el criterio de algunos señores! Estamos a una altura de nuestro trabajo en la que nadie podrá desmentirlo, porque los hechos no se pueden borrar con las palabras. Sin haber cumplido nuestra obra en su totalidad, por lo menos hemos cumplido con todo lo prometido, al contrario de lo que sucedía en otras épocas, en las que abundaban las promesas estruendosas que jamás llegan a realizarse.
Por eso el espíritu se ensancha cuando uno ve que cómo a ese esfuerzo, a esa fatiga y a ese sacrificio que el gobierno impone con verdadero patriotismo responden estas asambleas, que son las únicas que me interesan y que me interesarán por muchos años. El país necesita hoy más que nunca la unión de todos los argentinos. Esa ha sido nuestra palabra de orden, pero refiriéndonos a los argentinos que trabajan y que producen y no a los que consumen sin producir. El país necesitará más adelante, en forma más perentoria aún, esta unión. Nosotros no hemos sufrido la guerra, pero sufriremos la posguerra, con todos los fenómenos que repercutirán sobre nuestra economía, sobre nuestro estado social y sobre nuestro estado político. Para ese momento será necesaria la unidad que hoy no comprenden los que juzgan la hora histórica que vivimos con un egoísmo superior al patriotismo y a la buena voluntad.
Es menester que así como ustedes se aglutinan y se unen en un gremio respetable y respetado, el país forme también un gran gremio, extraordinariamente unido, que marche en la misma dirección, para construir un futuro que sea más feliz y promisorio para los hombres de trabajo y para la patria. |
1945-06-20 | En la inauguración de una biblioteca popular en el barrio de Parque de los Patricios | Dice La historia que los primeras sueldos que cobró el general Belgrano los destinó a una biblioteca en Corrientes. Por eso es extraordinariamente auspicioso que esta biblioteca, que me honra por haber elegido mi nombre para distinguirse, sea fundada el Día de la Bandera, que es, por antonomasia, el día del general Belgrano. Entre las obras de los hombres allí una y no puede saber nunca mala: es la fundación de una biblioteca. Y eso, especialmente ocurre en nuestro país, donde tanta falta hace la alimentación intelectual y espiritual que ha de llevarnos en lo futuro a ser una gran nación. En cada barrio debería existir una biblioteca, donde los hombres pudieran reunirse, lejos de las pasiones de la vida, para nutrir su espíritu. Así lo entendieron todos nuestros grandes hombres que difundieron y propugnaron la necesidad de que el país se educase, se instruyese y perfeccionase su vida nutriendo la inteligencia que es, sin duda, una del la más grandes fuerzas de la humanidad. Este acto, cuyo simbolismo es enorme, a pesar de su modestia, me llena de enorme satisfacción, no porque me halague como hombre, pues soy de los que piensan que poco valemos en este pasaje por la vida, y que nuestras obras sólo valen por lo que podamos hacer por los demás, por los que quedan y por los que han de venir en el futuro. En ese sentido auguro a esta biblioteca el brillante porvenir que se merece, al que son acreedoras todas las obras humildes, porque en ellas está el germen de la divinidad de Dios más que en las grandes obras, a las cuales el lujo termina, generalmente, por dar opacidad. Una biblioteca humilde es un verdadero altar donde Dios no puede faltar. Brindo, pues, porque esta humilde biblioteca sea un templo de hombres sencillos, con un gran amor a la patria y un gran sentido de solidaridad con sus semejantes, especialmente con aquellos hombres humildes que más necesitan de la ayuda de los demás. Que ese espíritu de hombres sencillos que quieren a Dios y aman a la patria aliente siempre a esta biblioteca.
Al término del discurso el Coronel Perón, el público que en gran número estaba congregado en la calle, reclamaba insistentemente su presencia. El coronel Perón se asomó a los balcones. En esa circunstancia, se vio obligado a pronunciar algunas palabras de agradecimiento por las demostraciones de simpatía de que era objeto, expresando: Antes de abandonar el local de esta biblioteca, quiero hacer llegar un saludo muy afectuoso a esta hermosa barriada de Parque Patricios, que está siempre muy cerca de mi corazón, porque en ella habita un gran número de trabajadores, por quienes siento una profunda predilección. Nuestras aspiraciones son las de pueblo trabajador por el cual hemos de jugarnos en el presente y en el futuro, sin limitaciones de ninguna clase. ......................... |
1945-07-06 | En la cena anual de camaradería de las Fuerzas Armadas | Por primera vez, en ésta, nuestra comida anual de camaradería se hace presente, por mi intermedio, la palabra de las "alas de la Patria". La aviación ha querido conferirme el insigne honor de representarla y traer su palabra de calurosa solidaridad a sus hermanos del mar y de la tierra. Sea esta solidaridad nuestra consigna sagrada de todos los días frente a los enemigos de la patria, visibles o invisibles, cercanos o lejanos. Sea esta solidaridad de los hombres de armas el factor fundamental de su cohesión y de su disciplina humana y consciente, que aglutina y fortalece, que se ennoblece y se purifica al contacto de los símbolos y de la nacionalidad. Y si algún día las armas han de teñirse de sangre, que sea también esa solidaridad la que nos lleve unidos a morir en defensa del honor o la integridad de esta hermosa tierra argentina. Que esa solidaridad sea también una inspiración y un ejemplo para los argentinos en bien de la patria. Que de esa solidaridad llegue, asimismo, una prolongación a nuestra América para asegurar una convivencia pacífica y feliz en el amor, la comprensión y el respeto mutuo y una garantía para el fiel cumplimiento de recíprocas obligaciones y compromisos. No pedimos al destino nada extraordinario, sino que los problemas argentinos se resuelvan en la Argentina y entre argentinos; ésa es nuestra aspiración y nuestro derecho de pueblo libre y soberano. Anhelamos vivir y morir en esta tierra bendita sin que florezcan sobre nuestra tumba otras flores que las que crecen en las praderas de la patria. Somos tan respetuosos con las demás naciones de la tierra porque deseamos ser también respetados por ellas. Una ola fatídica de disociación parece amenazar a la República, impulsada por agentes demoníacos del mal, que falsamente invocan un bien que mienten y un honor que profanan. Pero frente a ello han de levantarse los valores reales de la nacionalidad que no trafican con su dignidad ni negocian la soberanía verdadera del pueblo al vil precio de la necesidad. Perderían su tiempo los intrigantes y malgastarían sus energías los infames que se empeñaran en demostrar al mundo que hemos perdido los valores de una estirpe que supo morir por sus ideales. Es menester que reflexionen los que puedan empeñarse en insurreccionar el país para servir intereses que no son los nuestros, que en estos pueblos si se provoca la lucha, suele ser apurada hasta la última gota en una acción que no reconoce cuartel ni cede ante ningún sacrificio. Nuestra raza y nuestra historia autentican estas palabras con los hechos, y mucho tienen que lamentar los pueblos que olvidan las acciones de su historia. Ha llegado la hora de hacer abandono de las conveniencias y de los intereses personales en favor de un futuro que no nos pertenece, porque es el patrimonio de los que vendrán. Ha llegado la hora de deponer el egoísmo y olvidar pasiones, para nutrir el alma con renunciamientos constructivos y ejemplificadores. Es menester persuadirse que los tiempos pasan, que las culpas se purgan y que los valores se renuevan con otros valores. En el futuro, no puede haber lugar para los que pecaron en el pasado, ni para los que se asociaron en el pecado. Sólo así habrá solución para nuestro futuro democrático, que no sea una ficción más ni un escarnio nuevo de la ciudadanía. Sólo así evitaremos que nuestros criollos y sufridos trabajadores sigan siendo bestias de carga agotadas por las miserias fisiológicas y sociales. Sólo así evitaremos que se venda al extranjero el patrimonio que pertenece a mil generaciones de argentinos. Sólo así impediremos que día a día dejemos en el camino trozos de la Nación, desprendidos al conjuro de la codicia y la ignominia. Invoco los manes del padre de la patria, más grande aún en los momentos de peligro, cuando todos dirigimos la mirada hacia la grandeza de sus hazañas, para que todos sintamos latir nuestros corazones, estrechamente reunidos en su sagrado recuerdo. La salvación del país está, precisamente, en la unión do Iodos los argentinos. Para ello es necesario desprenderse de la codicia y el egoísmo de los unos; de la ambición y el encono de los otros y aniquilar los agentes que se empeñan en destruir la cohesión del pueblo argentino para traficar después con sus despojos. La aviación, estrechamente unida como nunca, espera tranquila el fallo de los tiempos y de los hombres, segura de que en esta hora grave de la nacionalidad nadie desertará de su puesto, ni eludirá el cumplimiento de su deber jurado a la Nación. Sé que cada aviador de nuestra gloriosa fuerza aérea conjuga sus deberes al conjuro de su propio valor, que ponen cada día a prueba ante la muerte, para templar su alma a todos los sacrificios por la Patria. Marineros, soldados, aviadores, unidos todos en una fe inquebrantable en los destinos de la patria, invoquemos la protección de Dios, seguros de que no nos faltará un apoyo cuando dispongamos de corazones valerosos, dispuestos a sucumbir por su grandeza y por su honor. ............................... |
1945-07-19 | En un acto organizado por la Federación Argentina de Trabajadores de la Alimentación | Agradezco profundamente esta demostración tan grata a nuestro corazón de funcionarios, por provenir de trabajadores que han comprendido el sentido de la justicia que propugnamos y propugnaremos en el futuro. Cuando llegué a la Secretaría de Trabajo y Previsión dije en varias oportunidades que trataríamos de cumplir un programa integral de reformas en el campo de la justicia social. Ese programa sólo ha comenzado a tener cumplimiento, y existen todavía numerosas etapas por cumplir hasta que podamos decir realmente que hemos llegado a implantar una completa justicia social.
El concepto moderno de una Nación democrática en marcha impone, en primer término, la distribución equitativa de la riqueza que su suelo produce. Esa distribución, en el pasado, en nuestro país, nunca fue realizada equitativamente. Siendo así era necesario iniciar una reforma integral para corregir los desaciertos y encaminar la acción del Estado hacia una distribución efectivamente racional y justa. Para ello encaramos previamente el estudio del panorama de las masas de trabajadores del país y dedicamos nuestro primer esfuerzo a una redistribución en Ias masas urbanas, para encarar después la redistribución de los valores a las masas rurales, a las que no hemos olvidado.
Hoy, a casi dos años de marcha, comenzamos a sentir con verdadero placer el apoyo y la comprensión de esas masas urbanas que piensan que realizamos un trabajo de buena fe y a conciencia, sin improvisaciones ni errores fundamentales. Aspiramos a que en el futuro puedan decir lo mismo las masas rurales para lo cual encararemos la solución del problema del campo a fin de que la tierra deje ser un bien de renta para pasar a ser un bien de trabajo.
Para cumplir ese programa de la reforma agraria necesito y necesitaré del apoyo de las masas de trabajadores de las ciudades. Hace 30 años, el 70% de la población estaba en el campo y el 30% en las ciudades. Hoy la situación ha cambiado, pues ha pasado a las ciudades casi el 70%, mientras que el resto se distribuye por nuestros campos. Eso constituye una amenaza permanente para las masas urbanas, y ellas mismas deben disiparla con su acción, llevando a la población rural al campo, para que allí extraiga la riqueza del suelo, que luego las masas urbanas industrializarán y comercializarán. Por eso, el problema del campo debe ser considerado también como un problema de los trabajadores de la ciudad. Hemos de iniciar pronto la obra en el campo, y para ello cuento desde ya con los obreros de las ciudades, cuyo apoyo, cuya confianza y cuya fe he de solicitar en el momento oportuno. El mundo evoluciona hoy de una manera evidente hacia el dominio de las masas, porque ellas han sido las que han sufrido y las que han elaborado las riquezas de las naciones. Los trabajadores serán los que en el futuro tengan la enorme responsabilidad de respaldar los actos de gobierno, que fijen a la nave del Estado un rumbo definido hacia la felicidad de los pueblos. Es indudable que el problema fundamental de gobierno en la hora presente finca en la solución de las cuestiones que atañen a las masas rurales y a las urbanas, para ir después a la organización integral de la riqueza del país. Solucionados estos tres aspectos, el Estado no tendrá ya por delante graves problemas que resolver. Los obreros argentinos deben comprender y apoyar esta política porque en ella está la futura salvación de los trabajadores y el futuro de la grandeza del país. La Revolución del 4 de Junio no ha sido un acto intrascendente; no pudo serlo para los trabajadores, porque sino la revolución ya habría muerto y habría sido enterrada. Su contenido fundamental ha sido de carácter social, por la simple razón de que el mundo evoluciona hacia lo social y el gobierno de los pueblos va siendo cada día menos político para ser cada día más social. Esto implica una grave responsabilidad para la masa trabajadora, que conquistará en el futuro el derecho a intervenir en la administración y en la dirección del Estado. Ha muerto todo prejuicio burgués y nace una nueva era en el mundo, en la cual han de afirmarse día a día los derechos, la responsabilidad y la intervención de las masas obreras en la solución de los problemas fundamentales. La Secretaría de Trabajo y Previsión pasará a la historia como el puente magnífico de la evolución de la burguesía al dominio de las masas. Hemos de estar preparados para que la evolución hacia las nuevas formas vaya realizándose paulatinamente, para que la metamorfosis de las ideas sociales vaya cumpliéndose en forma pacífica a fin de que el pueblo no sufra las consecuencias de ninguna violencia. Todo esto es tarea de los trabajadores. Por eso, cuando los veo reunidos, cuando observo que comienzan a sentir la responsabilidad de la hora y ponen su mirada en el futuro y su pecho en la lucha para la reivindicación de sus derechos, que son los de la nacionalidad, yo me siento orgulloso de haber tenido la honra de ser el propulsor de este movimiento que ha de transformar a la República. Ese orgullo y esa satisfacción deben sentirlos hoy todos los argentinos que trabajan por su pueblo y no lo sentirán los que trabajan para sí. Luchamos como defensores de una causa, como abanderados de una idea, sabiendo de antemano que si caemos en la lucha habrá siempre argentinos dispuestos a tomar esa bandera y llevarla adelante para bien de nuestros trabajadores, para bien de nuestro pueblo y para grandeza de nuestra patria. .............. |
1945-10-10 | Discurso de despedida ante los empleados de la Secretaría de Trabajo y Previsión | Señoras, señores: En la misma forma que hace un año y medio llegué a esta casa y tuve el gran placer de saludar a ustedes, quiero hoy, en que me alejo de la Secretaría, darles mi más afectuosa despedida. Al mismo tiempo deseo decirles que el trabajo que en esta casa se realiza es de una importancia fundamental para el país, y que en manos de ustedes, funcionarios de la Secretaría, debe perdurar el espíritu que hemos impuesto a nuestra labor y también el espíritu de solidaridad que debemos tener todos para llevar adelante una obra que es sagrada para el país, ya que va encaminada a velar por las clases más humildes, a las que nos ha tocado el honor de defender. He sabido que muchos funcionarios de la Secretaría han presentado su renuncia. A ellos deseo pedirles un último favor: que nadie se vaya de aquí. Nosotros no servimos a un hombre sino a la Nación, y cualquiera sea la solidaridad, el cariño, el respeto u otro sentimiento, no puede ser superior al patriotismo que nos impulsa a cumplir con nuestro deber hacia el país por sobre todas las cosas. Por eso les pido a mis amigos este último sacrificio en bien del país: que retiren esa renuncia que han presentado, porque ella sería un renunciamiento a la obra empeñada, y a todas las esperanzas que nos hemos estado forjando durante este año y medio. Tengo la seguridad que todos esos amigos han de hacerme el gran favor de continuar al frente de sus puestos, porque lo que hay que salvar es la Secretaría, nuestra obra, nuestra creación, que durante un año y medio ha sido la esperanza de millones de hombres que trabajan en todas las latitudes del país. Defraudaríamos a esos millones de trabajadores el día en que, por un desacuerdo en tareas ajenas a la Secretaría, si el funcionario que es su cabeza debe abandonarla, abandonásemos también el compromiso moral contraído con la Nación de servir desde aquí a las clases obreras del país. Defraudaríamos a esa pobre gente que todo lo ha confiado a nosotros, y al hacerlo, habríamos defraudado a la Nación. Por eso reitero mi pedido de que, en lo posible, ningún funcionario de esta casa se mueva de su puesto, porque está en un puesto de combate y a ellos no se renuncia: se muere en el puesto. Esa debe ser nuestra consigna del deber de esta hora. Les ruego a todos quieran aceptar mi profundo agradecimiento por la colaboración que me han prestado. Sé bien de los desvelos de todo el personal, del entusiasmo con que todos han trabajado. Por nuestra parte, hemos tratado de corresponder a ese esfuerzo de todo el personal administrando dentro de la casa la justicia de la mejor manera posible y siendo todos compañeros y amigos. Si alguna injusticia, difícil de extirpar de raíz, se ha cometido, yo le pido al que la haya sufrido que me perdone, porque la intención no ha sido, en ningún momento, de cometerla. Es muy difícil extirpar totalmente la injusticia aun en esta casa que trabaja para extirpar la más grande de todas: la injusticia social. Al agradecerles la cooperación que han prestado, les repito que llevo de ustedes el más hermoso recuerdo por la laboriosidad, por la dedicación, por el orden, por la moralidad que ustedes han puesto como sello inconfundible en la labor de esta casa. Realmente, en esta casa más que trabajo ha sido una satisfacción estar en ella, porque todo el personal de la Secretaría de Trabajo es un personal selecto, como es selecta la obra que debe realizar; y les ruego que en cualquier circunstancia o situación, me consideren un amigo siempre es dispuesto a servirlos. Les ruego que acepten estas palabras mías, no como un adiós, sino como un hasta pronto, o hasta siempre. Como ustedes, soy un hombre al servicio de la Nación, a la que he de servir en el puesto más encumbrado o en el más humilde, como general o como soldado, que es como se debe servir al país donde tendremos todavía en la vida muchas oportunidades de encontrarnos y yo tendré el placer de seguir queriéndolos como ahora. Piensen que no un hombre frío, sino que soy un hombre con un alma sensible que dice lo que siente. Y para terminar, en la imposibilidad de estrechar la mano de todos como sería mi deseo, quiero que reciban simbólicamente el afectuoso y fraternal abrazo con que yo me despido de las personas a quienes más quiero. ........................ |
1946-05-30 | Nota dirigida al presidente del Senado aceptando su elección : | Al señor Presidente provisional del Senado de la Nación: Cumplo con el deber gratísimo de acusar recibo de la nota que con fecha 28 del actual ha tenido vuestra excelencia la amabilidad de cursarme, poniendo en mi conocimiento que el Honorable Congreso, reunido en sesión de asamblea, previo el oportuno escrutinio, me ha declarado electo presidente de la Nación Argentina por el término constitucional a partir del 4 de junio del presente año. Tal designación, la más elevada que puede honrar a un ciudadano argentino, hace recaer sobre mi persona graves responsabilidades en momentos trascendentales. Puedo afirmar que habré de afrontarlas con serenidad de espíritu, con afán de justicia y con la mirada puesta siempre en el bien de la patria y de mis conciudadanos. De acuerdo con la indicación que contiene la nota referida, debo manifestar a vuestra excelencia que en el día y hora señalados tendré el honor de presentarme ante el Honorable Congreso para prestar el juramento por la Constitución, que ha de ser garantía del fiel desempeño de mi cargo. Dios guarde a vuestra excelencia.
Firmado: Juan Perón |
1946-06-13 | Mensaje radiofónico dirigido a todo el país anunciando el comienzo de la campaña de los 60 días en pro del abaratamiento del costo de vida | Es tal la trascendencia que asigno a la necesidad de terminar con la carestía de la vida, especialmente en beneficio de la clase humilde de la Nación, que he llegado hasta acá con el deseo de dar la iniciación de esta campaña que llamamos "de los sesenta días".
En primer término, se ha fijado ya hace tiempo, cual es el concepto, del equilibrio social entre sueldos y salarios. Existe una línea de la vida fijada por los salarios mínimos. Ese salario mínimo establece la línea de la vida. Los que por deficiencias de salarios no alcanzan a ese salario vital, son "sumergidos", y los que lo pasan son los "emergidos". Buscamos que en el país, en relación a los precios existentes no existan salarios que establezcan la condición de sumergido para ningún ciudadano argentino.
Si los precios suben justificadamente, no hay otro remedio que aumentar los salarios. Pero si suben los precios injustificadamente, el remedio está en bajar los precios.
En estos momentos, esos dos factores, el aumento justificado y el aumento injustificado, son las causas de la carestía de la vida.
En realidad, el aumento que puede considerarse justificado, obedece a razones reales, impulsado por la escasez de producción, por el exceso de exportación o por la mala distribución de los artículos de primera necesidad. Y las causas ficticias obedecen a la especulación o a la mala distribución por acopio o por sustracción a la venta. Lo primero ha de encararse para resolverlo en forma absolutamente racional y, por lo tanto, con métodos racionales. Lo segundo, es decir, la especulación, el acopio o la sustracción a la venta, deberá combatirse con medidas drásticas de la mayor energía.
En este trabajo que hoy inicia el gobierno para abaratar los artículos de primera necesidad, necesitamos proceder racionalmente para llevar al mínimo los costos de producción, equilibrar la producción misma en su aspecto cuantitativo, evitar el exceso de exportación en perjuicio del consumo interno, y racionalizar la distribución. Y en segundo término, contra las medidas ficticias, es decir, la especulación, el acaparamiento o la sustracción a la venta, castigándolos con toda la fuerza de la ley, ya que ambas cosas deben de considerarse, en épocas como las actuales en que la Nación debe servir al exterior en una proporción desconocida hasta hoy, para abastecer a los pueblos hambrientos de otros continentes sin que la población argentina sufra las consecuencias de esa escasez por una científica graduación de lo que podemos enviar al extranjero y lo que debemos mantener para el alimento de nuestra población. Para ello, en primer término, la cooperación de todos es absolutamente indispensable. Estamos encarando la solución de un problema de todos los argentinos, y en consecuencia todos los argentinos deben cooperar en su solución.
Los productores, los industriales y los comerciantes deberán facilitar la solución del problema acelerando la producción, disminuyendo a lo indispensable la exportación y asegurando una distribución adecuada. Eso en cuanto a las fuerzas patronales. Los trabajadores tienen aquí también su cooperación: y es la de ser aumentando el rendimiento de su trabajo para producir más, esa el misión de todo trabajador en este momento, y su cooperación en el taller, en la fábrica, en el campo ha de ser asegurar para el país el mayor grado de producción posible, rindiendo con su trabajo en todas las horas el máximo posible.
Los consumidores, vale decir, el pueblo, también tiene su cooperación que asegurar en este problema; cooperarán no pagando en ningún caso precios mayores que los fijados, y denunciando a todo mal comerciante que quiera imponer precios sobre los oficiales fijados. Cada ciudadano debe ser un soldado de esta cruzada y cooperar con el Estado para el bien de todos.
Los funcionarios encargados de la vigilancia e inspección, deben ser inflexibles y rígidos en el cumplimiento de sus funciones.
Los poderes y autoridades del Estado en toda su jerarquía y funciones, deben prestar apoyo y cooperación para la mejor realización de este plan.
Nadie dentro del país puede ser espectador indiferente sin que se lo considere un traidor a la causa de todos.
Esta campaña de sesenta días debe de poner a la Nación entera en marcha para vencer en ese plazo todas las dificultades con la cooperación de los productores, de los industriales y de los comerciantes, con la cooperación de los trabajadores, haciendo rendir al máximo su trabajo; con la cooperación de lo ciudadanos consumidores no haciendo el juego a la especulación y no pagando en ningún caso precios sobre los fijados. Y, señores, por sobre todas las cosas, para no inutilizar todos estos esfuerzos de conjunto, necesitamos honradez, honradez en el comerciante para mantener la calidad de los artículos y no inutilizar los esfuerzos realizados; honradez en el público, para que no se preste a maniobras de ninguna naturaleza; honradez en los funcionarios para hacer cumplir a todos con su deber de acuerdo con la ley.
Señores: vencidos los sesenta días, los precios de los artículos de primera necesidad serán los establecidos en 1945 por el Consejo Nacional de Posguerra, es decir los que necesita una familia obrera en comida, menaje y vestido para vivir dignamente con el salario vital mínimo establecido. Pero si a los sesenta días no estamos en esos precios, se congelarán los precios como estén y se aumentarán los salarios y sueldos en proporción y el que no puede comerciar en esa forma, que cierre.
Estoy persuadido que no hemos de llegar a esos extremos. Conseguida la baja de precios en los artículos de primera necesidad continuaremos con los otros, excepto los de lujo.
Racionalización de la producción, industria y exportación, es un recurso; guerra a muerte a la especulación en todas sus formas, es un remedio. En la campaña de los sesenta días hemos de accionar con ambos arbitrios y estoy seguro que venceremos. Que cada uno, como lo han hecho hasta ahora, cumpla mis consejos; unidos venceremos esta vez a los enemigos del pueblo que son los especuladores, y ayudaremos a los buenos productores, industriales y a los comerciantes honrados.
Que nadie ceda un paso y la carestía de la vida será dentro de sesenta días un triste recuerdo y una dura experiencia que nos servirá de lección para el futuro.
Quien venda, que lo haga al mínimo en los artículos vitales para la población; quien compre, que no pague por ninguna causa un centavo más del precio oficial fijado en cada caso; quien vigile y controla, que sea inflexible; que funcionarios de todo orden cooperen en cada actividad para abaratar la vida; que toda la Nación luche por vencer la incuria y o la mala fe de los demás. Así habremos demostrado que somos un pueblo organizado, una sociedad justa y una Nación culta. |
1946-08-24 | En la comida de camaradería organizada por el Sindicato de Empleados del Banco de la Nación | Excelentísimo señor Vicepresidente de la Nación, señores ministros y secretarios de estado, amigos bancarios: Hoy como hace un año, llego hasta esta mesa cordial de camaradería que tiende el Sindicato del Banco de la Nación Argentina en conmemoración del segundo aniversario de su feliz fundación, comida de camaradería entre funcionarios del Estado, que antes quizá no pudieron ser vistas con los ojos revolucionarios que las vemos hoy, comida de camaradería que están mostrando a la Nación una unidad que en el cariño del que trabaja junto en el amor al servicio de la Nación desarrollado en comunidad, por hombres que piensan y sienten por y para la patria.
No es extraño todavía que haya quienes piensen que al unirse los hombres de una misma actividad, han de ponerse en contra de la acción patronal de quien dependen, viejo concepto que la revolución ha de barrer para siempre en todo el territorio de la República. Las instituciones de la Nación no son de nadie, más que de la Nación, y la Nación, señores, somos todos y cada uno, en el más encumbrado de los cargos o en el más modesto de los puestos, tienen la responsabilidad de su trabajo y la responsabilidad frente a la patria y frente a la historia de cumplir cada día su servicio, para que esta patria de todos sea algún día el grandioso espejo en que se mire la humanidad que está sufriendo porque no sigue nuestros conceptos.
Señores, sé bien, como el Sindicato del Banco de la Nación Argentina, y como cada uno de los miembros de este sindicato piensa y penetra lo que venimos realizando hace tres años, con la vista puesta solo en una felicidad que anhelamos para nuestra patria y para todos los pueblos de la tierra. Sabemos que luchamos por algo grandioso, sabemos que en esa lucha de paz y de trabajo llamamos a todos lo hombres de buena voluntad y ofrecemos el ejemplo de este panorama argentino para que lo sepan interpretar y pensar como nosotros, no para desgracia de nadie sino para felicidad de todos.
Hoy, como hace ya más de un siglo, salen de las pampas argentinas mensajeros de felicidad para las tierras de América. Algún día esta América que tanto nombramos, que tanto amamos, ha de saber que desde esta tierra les estamos hablando un idioma que si no lo comprenden hoy lo han de comprender mañana. Han de saber en el futuro que estas doctrinas de paz y de trabajo, que salen hoy de nuestra tierra, mensajeras de una verdad que más sufrirán quienes más tarden en comprenderla, han de saber algún día, pese a la calumnia y a la propaganda adversa, que en esta tierra estamos forjando una nueva idea, retornando a un humanismo abandonado y proclamando a los pueblos de la tierra que los pueblos alcanzan su felicidad por la unión y por el trabajo y no por la lucha.
Exponente de esa unidad, de ese trabajo honrado en bien de la colectividad, es este Sindicato del Banco de la Nación que hoy festeja las dos velitas de los primeros años, pero que han de cristalizar en el tiempo y en la historia de la instituciones bancarias argentinas como un progreso extraordinario para el personal del banco y para el banco mismo.
Celebro señores, la magnífica idea de formar la Federación Bancaria Argentina. He sostenido, como un postulado de nuestra revolución que en esta tierra, no hay un solo hombre que estando al servicio de ella, pueda renunciar a realizar su deber, todos los argentinos unidos, como están unidos los empleados del Banco de la Nación. Señores, yo que he sido un luchador, puedo decir a la República, que los hombres han de mirarse en estos espejos, de unión y colaboración para engrandecer a la patria, y pedir a todos, partidarios o adversarios políticos, que realicen sus ideas por el camino que ellos crean pero que no sea en contra de los intereses de la Nación.
Señores, si hubiera de recapitular nuestras luchas revolucionarias, habría de confesar sinceramente, que la horas más jubilosas que hemos vivido los que nos enrolamos en esta causa, han sido precisamente estas horas, las horas entre los hombres de buena voluntad, entre los hombres que se unen para defender sus derechos, entre los hombres que se unen para realizar mejor su labor, porque para servir a la patria no solamente se la sirve en los puestos directivos, sino que se la sirve en el último puesto que la colectividad le haya confiado.
En nuestra República, donde los horizontes están abiertos a todos los hombres capaces, cada uno ha de pensar que si los cargos ensalzan al ciudadano, el ciudadano también debe ennoblecer los cargos.
Esa finalidad deben cumplirlas las asociaciones gremiales, esa es la razón de ser de esta hermandad profesional que los hombres adquieren en las agrupaciones gremiales. Por eso señores el Sindicato del Banco de la Nación que lo he sindicado hace un tiempo como un modelo de sindicato, me ha producido a mí como ciudadano, como simple ciudadano y como presidente de la Nación las satisfacciones más grandes de esta lucha sin cuartel que he sostenido.
Esperemos que todos lo entiendan así, esperemos llegar en la oficina pública a esa disciplina que subordina todo al trabajo y a la finalidad de conseguir un trabajo perfecto, no a la disciplina desquiciadora, de la arbitrariedad, ni de la persecución del que no piensa como yo pienso. No queremos que en la función del Estado, cualquiera ella sea, se hayan monopolizado los pensamientos y atados a un patrón determinado. Queremos que cada uno piense como quiera, pero que lo haga en beneficio de la Nación.
Señores, agradezco en nombre de las dos lejanas provincias donde nuestros hermanos pelean también por una felicidad en medios más adversos que los nuestros. Agradezco la generosidad de este sindicato de muchachos argentinos que en vez de pensar en cosas baladíes, está pensando que en otro rincón de nuestra tierra hay hermanos que no comen lo suficiente o que no tienen lo suficiente para instruirse como nosotros. Y agradezco también señores, en nombre de esa humanidad que tanto invocamos, el cheque destinado a las necesidades de los pueblos de Europa azotados por la guerra. Lo agradezco en nombre del gobierno y en nombre del señor Secretario de Industria y Comercio a quien haré entrega mañana del mencionado cheque. Y para terminar señores, agradezco las amables palabras que se han vertido acá, e incito al Sindicato del Banco de la Nación Argentina, a seguir como hasta ahora luchando, porque este sindicato sea un puntal del gremialismo argentino, y porque él sea puesto siempre al servicio de las dos finalidades fundamentales que lo justifican: el beneficio del personal del Banco de la Nación Argentina y en beneficio del Banco de la Nación Argentina. ...................... |
1946-08-26 | En la inauguración del V Congreso Agrario Cooperativo Argentino | Señoras y señores: Es la primera vez desde que me hecho cargo del gobierno, que tengo el inmenso placer de conversar, con un sector importante de los agricultores argentinos. Por eso en vez de hacer un discurso trataré de conversar, lisa y llanamente, comentando sintéticamente algunos puntos que se han tocado por los señores que me han precedido en el uso de la palabra, sobre diversos problemas del agro argentino. Estaría demás que yo insistiera aquí, sobre cuales son mis puntos de vista, sobre el sentido de las cooperativas agrarias. He sostenido siempre, la necesidad de que todos los hombres de común actividad en la Nación, formen asociaciones destinadas a hacer avanzar sus propias ideas y de plantear los problemas de su propia defensa, tanto en las poblaciones urbanas como en las poblaciones rurales. En consecuencia yo veo a la patria, como una inmensa cooperativa de hombres de buena voluntad, empeñados en llevar a todas las extensiones de la República, esas ideas de cooperación sin las cuales no hay países suficientemente unidos y suficientemente solidarios. La cooperativa es la base de la unión, de la verdadera unión de la Nación; la cooperativa llena en la ciudad y en el campo un vacío que la sociedad todavía no ha organizado como institución. Por eso no solamente creo en la cooperativa de todo orden, sino que soy un enamorado de esa cooperativa que deja al hombre una libertad de acción en beneficio de una cooperación general a la colectividad a la cual pertenece. Con esto señores, se imaginarán, cual es mi pensamiento con referencia a la cooperativa; también cual es el auspicio que nosotros hemos querido dar a este V Congreso de las Cooperativas Rurales, y cual es el sentimiento y el sentido que anima al Poder Ejecutivo para apoyar y para defender por la ley y por la fuerza de su poder de ejecución, todo aquello que en el país, represente la unión de un sector de la vida nacional, que se junta para pensar igual, para sentir igual y para favorecer en igual forma a todos sus componentes.
Señores: la política que el gobierno nacido el 4 de junio a la constitucionalidad, tiene en los diversos aspectos de la actividad nacional, es simple como son siempre simples las cosas que se quieren hacer bien. En este sentido la concepción integral de nuestra economía, abarcada con esa simplicidad de las grandes cosas, está encaminada a aumentar el volumen, la calidad y la circulación de nuestra riqueza, para que desde la producción hasta el consumo, en todas las gamas de su elaboración y de su distribución y comercialización pueda arrojar el máximun de beneficio con el mínimun de sacrificio, para que a cada argentino, llegue del esfuerzo de sus hermanos algún beneficio equilibradamente bien distribuido. Queremos así un aumento de la producción, un aumento de la valorización de esa producción por una adecuada industrialización, un aumento en su valorización por una buena distribución y una perfecta comercialización, sin introducir entre cada etapa de esta manipulación de la riqueza, los parásitos que están siempre enriqueciendo y vegetando con el trabajo ajeno. El aumento de producción, es una cuestión racional de la política económica, porque los países son tanto más ricos cuanto más producen, porque es necesario pensar que a pesar de los grandes organismos económicos montados en las grandes ciudades, la riqueza sale de un solo lugar: de la tierra. Valdría decir, que el que enriquece al país es aquel que lucha con su tierra para arrancarle la riqueza, los demás aprovechamos todos de esa riqueza arrancada a la tierra, y cuando la riqueza ha dejado de arrancarse a la tierra, los países paulatinamente empobrecen y van a un caos económico. Esa es la grande y eterna verdad de todos los tiempos. Es indudable que una buena coordinación en las operaciones de comercialización e industrialización, son también factores de valorización de la producción. Ustedes, que son en gran parte chacareros, saben bien lo que cuesta arrancarle un quintal de maíz a la tierra, y es penoso cuando ese quintal de maíz ha producido un tercio de diez pesos, se vaya a través de los ferrocarriles a la hornalla de una fábrica o al pesebre de unos cerdos, muriendo también en diez pesos. En cambio, una industrialización conveniente evita que ese quintal nacido a diez pesos muera a diez pesos, sacándole todos los subproductos que ese maíz tiene. Su valorización por la industria puede llegar hasta cuatro veces su valor: cuarenta pesos por quintal. Con esos cuarenta pesos producidos por la expresión y por la diversificación de los subproductos, puede mejorarse al productor, puede obtener mayor ganancia el industrializador, y puede aún, quedar un remanente considerable para pagar mejor la mano de obra de los obreros de la industria. Ese es precisamente, el trabajo que la industria ha de realizar para valorizar la producción. Digo el maíz, como podría decir todos los demás productos de la tierra, realizando lo que la economía moderna quiere: no exportar a otros países nuestro trabajo, exportar ya industrializado los productos, para que la riqueza de la producción, del trabajo, queden en nuestro propio país. De la misma manera se han de vigilar la etapa entre la industrialización y la comercialización, para no llegar a la secuela de numerosos intermediarios, que encarecen de tal manera la manufactura, que sin beneficiar sino a un pequeño sector de la población, la encarecen hasta llegar a precios prohibitivos. Señores, estas tres etapas fundamentales, con las distribuciones intermedias, forman lo que llamamos el ciclo económico de la Nación: mayor producción, valorización de esa producción por la industrialización, comercialización sin desventajas, con lo que aumenta el consumo de la población favorecida por un mayor estándar de vida tomado de una mayor valorización de la riqueza. Cerrado el ciclo de mayor consumo, será cada día necesario producir más, industrializar más, consumir más, y el ciclo cerrado es el único que hace la grandeza de la Nación. Señores, en esto estamos empeñados, eso estamos realizando paulatinamente. Por eso la creación de los organismos destinados a asegurar la remuneración al productor, de regular la industrialización, de regular la distribución y de controlar la comercialización en los precios; etapas que están a cargo del Ministerio de Agricultura, de la Secretaría de Industria y Comercio y del extinguido Consejo Nacional de Posguerra. Nadie tiene una idea de lo que eso ha representado para el país en estos últimos dos años y medio, y quiero en pocas palabras explicarles a ustedes, como han accionado esos organismos y que bien han introducido a la Nación. Podemos comparar todos los países del mundo, en su concepción del equilibro económico, como numerosos tanques. Cada tanque sería una Nación, unidos por caños, entre un tanque y otro. De manera que la actual organización económica del mundo, desde un solo tanque sacando el agua vacía todos los demás tanques que están en la superficie de la tierra. Esto señores tiene una ventaja, que es la de facilitar el intercambio con la menor operación. Pero tiene un gran inconveniente, que cuando ese tanque o esos otros tanques se vacían, si nosotros no tenemos algo para cerrar nuestro caño se vacía también nuestro tanque. La Secretaría de Industria y Comercio y el Consejo Nacional de Posguerra, fue una llave que le pusimos nosotros a nuestro tanque. ¿Para que? Para evitar de que cuando se vacíen todos los otros tanques, como estamos viendo que están vacíos, se vaciara también el nuestro. Observen ustedes la situación del mundo en este momento. En nuestros países hermanos y vecinos, ninguno está por debajo del 300% de inflación. Un traje de estos, en cualquiera de estos países, vale 1.200 ó 1.300 pesos.
No hablemos de Europa, donde hace tiempo que están a cuarta ración, no a media ración, a cuarta ración. No hay pan, no hay carne, no hay verdura, la gente vive de milagro, escuálida y hambrienta, y se arrastra miserable por las calles de las grandes ciudades europeas. En América, el panorama es lo mismo, y la explicación es simple. Esos pobres países destruyen las riquezas que han construido durante siglos. La guerra ha destruido esa riqueza, luego, ellos hasta que vuelvan a reconstruirla, sufrirán el azote de la desgracia y de la miseria. Nosotros en esos cinco años hemos trabajado y hemos construido valores, en vez de destruirlos. Ahí está la explicación, de porque nuestro tanque está lleno y el tanque de ellos está vacío. Pero señores, si no le hubiéramos puesto la llave, es probable que el agua nuestra se hubiera ido a aquellos tanques y hubiera estado también en esto momento vacío. Tendríamos la misma inflación y tendríamos la misma miseria que ellos tienen. Esa ha sido la causa de mantener en este país un bienestar, que justamente, nos hemos ganado con nuestro trabajo. Cooperamos con los países que tienen necesidad, le mandamos todo lo que podemos, pero señores, la caridad bien entendida empieza por casa. Mantenemos nuestro tanque, para que a ninguno de los argentinos le falte ninguna de esas cosas elementales para la vida. Esta es obra de gobierno y la revolución ha realizado dentro de su programa económico, en forma cumplida y absoluta esta posición. Por eso señores, hemos pagado toda nuestra deuda externa. No debemos ahora, fuera del país, un solo centavo. Por primera vez en la historia de la Nación Argentina podemos decir esto con cierta satisfacción y cierto orgullo. En Europa, en Inglaterra, tenemos 3.800 millones de pesos, que son el trabajo del pueblo argentino, y consolidaremos esa deuda. Ellos a quienes siempre hemos pagado en la historia de la Nación, comenzarán a pagarnos ahora como deudores. Otro tanto sucede con Estados Unidos de Norteamérica, donde también nos deben 3.500 millones de pesos, también pertenecientes al pueblo argentino. No hay país en el mundo que no tenga en este momento alguna deuda con nosotros, y eso señores, ese florecimiento económico de la Nación, producto del trabajo de todos ustedes, yo tengo la responsabilidad de defenderlo, y tengo la responsabilidad de que no se pierdan esos miles de millones que ustedes en días rudos de trabajo han arrancado a su propia tierra. Y llegamos a un punto que quiero tocarles más o menos con detenimiento: la reforma agraria. Nosotros somos los primeros que hemos dicho en este país, que la tierra no ha de ser un bien de renta sino un bien de trabajo; y que defendemos, la necesidad, de que todo aquel que labore la tierra tenga derecho a obtenerla en propiedad con su propio trabajo; y también que aspiramos que en el futuro, no existan argentinos que después de haber trabajado grandes extensiones de terreno, no tengan siquiera un metro cuadrado donde sepultar sus restos. Señores, yo he estudiado mucho este problema. He hecho ya ensayos sobre este problema. No es tampoco nuevo en el país el problema de la tierra. Ya Rivadavia el genial estadista, intentó solucionarlo, y entonces la tierra valía trescientas veces menos que lo que vale en la República. Creó él, su famosa teoría de la enfiteusis, es decir la tierra en propiedad, pero sin derecho a venta. Tal es el resultado de una magnífica idea, con una pésima aplicación. Desde entonces hasta ahora, muchos han intentado solucionarla de buena fe, y aún también, de la otra manera. La ley 12.636, de creación del Consejo Agrario Nacional, yo la he abandonado porque no puede ser una solución. Saben ustedes que el principio que propugna esa ley, es adquirir la tierra por el Estado y repartirla por ese procedimiento. Es en consecuencia, una mentira criolla. Calculo yo, que para adquirir la tierra y redistribuirla, el Estado necesitaría diez mil millones de pesos en este momento; y la ley asigna para ese fin diez millones de pesos por año, lo que quiere decir que necesitamos mil años para solucionar el asunto de la tierra. Señores, si a cada uno de ustedes le dicen: "no se apure si en mil años esto está terminado", se imaginan que no puede ser solución; y no siendo solución para el que aspira a tener la tierra, tampoco puede ser solución para el gobierno que está leal y sinceramente empeñado en resolver ese problema. De manera que hay que buscar otra forma de financiación de la adquisición de la tierra, y trabajar desde otras direcciones para que la tierra vuelva a su real valor, porque no se puede comprar una tierra inflada. No sería para ningún chacarero negocio, aún cuando la pagase muy despacito, el darle tierra y cobrarle dos o tres veces lo que la tierra vale. Entonces la solución está en volver la tierra a su valor real y no inflado, y conseguir plata barata, es decir a bajo interés, y a pagar con el producido, para que él insensiblemente, destinando una pequeña parte de su producción anual pueda ir amortizando su propia tierra sin ningún sacrificio. Eso les explicará a ustedes porque el poder ejecutivo está bajando los intereses de títulos, cédulas, etcétera. Busca obtener plata barata, para prestarle a nuestros chacareros, y que no se vean con ese préstamo bajo un instrumento de destrucción, sino de protección. El Banco de la Nación fue creado para eso, de manera que ha de volver a su propia función, a obtener la protección de los hombres del campo, mediante una ayuda oportuna sin intereses leoninos, y con una gran condescendencia, para que el que no pueda, no sea ejecutado sino protegido por la ley de bancos. Señores, hace cien años, aproximadamente, que el país se encuentra abocado al problema de la solución de la tierra para el que la trabaja. Vale decir que nuestros agricultores han esperado cien años. No podemos nosotros resolverle el problema en un año. Pero les aseguro, que el gobierno va a encarar un plan progresivo, donde se entregará la tierra paulatinamente en las mejores condiciones de pago y las mejores tierras, para el trabajo de los agricultores argentinos en su propia tierra. Se habló de la necesidad de traer inmigración, problema que hay que pensarlo muy detenidamente. Hoy, las grandes extensiones de tierra productiva sin medios artificiales, está casi sobresaturada por la agricultura y por la ganadería. El traer en este momento agricultores, sería producirle a nuestros agricultores, la competencia en el alquiler de la tierra y en todos los movimientos agrarios, lo que les traería un natural perjuicio. Y yo no puedo abrir las fronteras del país para que lo que están adentro se vean perjudicados por los que vienen de afuera. Valdría decir, que tampoco queremos traer inmigración que no podamos colocar en condiciones de vida, para crearnos un grave problema social en el campo o en la ciudad. Todo esto ha de ser meditadamente estudiado, y no en solo plan unilateral, sino en varios planes escalonados de distintas actividades. Para conseguir nueva tierra, hay que regarla, porque la tierra disponible está sin riego, pero eso valorizaría enormemente esa tierra. Luego hay que adquirir esa tierra, regarla; después, venderla ganando lo suficiente para pagar la obra de riego. Si no la compramos, si no la compra el gobierno, la compra algún otro vivo, y entonces después la tierra vale diez veces lo que vale. Entonces no queremos que una obra que realiza el gobierno para bien de todos, sea aprovechada solo para el bien de unos cuantos más o menos bien aprovechados. Hay que estructurar un plan sobre la tierra de riego, expropiar esa tierra, regarla, y después redistribuirla al menor costo posible, solo con lo suficiente para pagar la obra de riego. Realizado eso, son dos planes: uno, plan hidráulico para regar; el otro, plan de adquisición de la tierra; el otro plan de distribución de trabajo. Ahí, sí, podemos traer ya agricultores de Europa, entonces un plan para la inmigración y distribución de esa inmigración. Traemos los hombres y ya tienen su tierra lista para empezarla a trabajar. Pero es que para eso, necesitamos hacer otros planes. Un plan de electrificación, porque construir una obra hidráulica y no ponerle una usina, es perder una enorme cantidad de millones de pesos en fuerza hidroeléctrica que se pierde en las cascadas de los diques. Cada dique ha de tener su usina, con eso electrificaremos el interior de la República, y recién entonces podemos pensar en descentralizar nuestras industrias y llevar las industrias al interior, porque van a tener fuerza motriz barata y no van a pagar 49 ó 50 centavos el kilovatio como lo pagan ahora. Obtenida la energía hidroeléctrica, barata para la industrialización, llevemos las fábricas al interior. Pero si tiene que pagar los fletecitos que se pagan ahora, no van a poder competir con lo que están en los centros poblados industrializados. Quiere decir que hay que electrificar el transporte, con esa misma energía eléctrica barata, entonces él con transporte barato, podrá industrializar en el lugar de la producción, distribuir el consumo local y el resto exportar con flete barato a los grandes puertos para que se vaya a Europa. Por eso señores, cuando se habla de inmigración, cuando se habla de riego, cuando se habla de electrificación, sabemos todos que es una cosa importante y que hay que hacerla, pero que no se puede hacer sin pensar profundamente y planificar detalladamente cada uno de estos aspectos, para no hacer una de las cosas a que estamos acostumbrados a ver en nuestro país: hacer obras que no sirven para nada. Y les citaré un solo caso. Me llevaron hace poco a visitar el dique de Río Tercero. Yo lo miré y dije que maravilla ¿y para que sirve esto? Como no tiene canales, el dique junta el agua, le han echado pescado y sirve para pescar, no sirve para otra cosa. Si no queremos que en el futuro se repitan estos fenómenos, de gastar cien millones de pesos para poner pescado e ir a pescar, tenemos que pensar que esos cien millones de pesos, de cuyos bolsillos de ustedes por lo hemos habrá salido uno por cabeza, deber de ser empleado con gran prudencia y con provecho. Por eso he dicho muchas veces, pensamos por primera vez en el país gobernar con sentido económico y no político: donde pongamos un peso debe salir otro peso, por lo menos. Señores, no quiero cansarlos con una larga exposición, pero todos los problemas que interesan a ustedes, y que he mencionado solamente tres como un ejemplo, nosotros los estamos estudiando profundamente, nos asesoramos también con algunos chacareros, porque ellos saben mucho de lo que hay que hacer en el campo, nos asesoramos con los técnicos, tomamos ejemplos y estudiamos de lo que pasa en otros países, recorremos permanentemente el nuestro y vamos viendo las necesidades. Con ello estamos estructurando un plan general de gobierno, y cuando lo lancemos, probablemente el 1º de enero de 1947, para realizar en cinco años, ustedes verán renacer mucha de las cosas, que como yo, han pensado y han resuelto en sueños. No creo que vayamos a hacer milagros, pero lo que sí puedo asegurarles, es que la campaña argentina, el agro argentino en todas las extensiones de nuestra dilatada patria, llegará alguna acción oficial, de a poco, racional y progresivamente, y piensen que estamos trabajando para los que producen la riqueza, y recuerden que al principio dije, que la riqueza sale toda de la tierra. Me trae esto un recuerdo de un viejo cuento inglés. Dice que un señor visitaba una de esas viejas aldeas inglesas, y en la torre del campanario de la iglesia del pueblo, había un gran reloj, y cuatro hombres con su respectivo martillo, cuando salía el sol, cuando llegaba el cenit, cuando se ponía el sol y a las doce de la noche, marcaban en la campana con un golpe. A las seis de la mañana, salía el abogado con su toga a la inglesa y decía en un letrero abajo: "yo cuido de vuestra justicia y de vuestras leyes". Daba la vuelta y salía un militar, que a las doce del día daba su golpe en la campana, debajo había un letrero que decía: "yo cuido la integridad de todos vuestros bienes". Daba la vuelta y a las seis de la tarde salía el pastor y decía: "yo cuido de vuestras almas". Y a las doce de la noche salía el agricultor y abajo decía: "yo pago a los otros tres". Señores, con este cuento, he querido dar a ustedes la sensación, de cual es nuestra preocupación por todo lo que sucede, por todo el sacrificio y por todo el trabajo de nuestros hombres de la tierra. Soy de los que piensan que es necesario volver a la tierra, y soy de los que sienten la necesidad de ese trabajo en la tierra. En los ratos de descanso yo también suelo hacer el agricultor en una pequeña quinta que tengo. Pensando así, pueden ustedes imaginar cual será el esfuerzo que el gobierno no realice con el fin de que la vida de ustedes sea mejor compensada por la comodidad y por la felicidad, y cual no será el esfuerzo que realicemos en la función pública, por defender el resultado de ese esfuerzo, de ese trabajo y de ese sacrificio de ustedes. ........................... |
1946-09-02 | Ante representantes diplomáticos americanos al aprobarse el Acta de Chapultepec y la Carta de las Naciones Unidas | Excelentísimos señores: Profundamente emocionado recibo las manifestaciones de adhesión fraterna que Vuestras Excelencias me prodigan. Las acepto porque saturan mi corazón con las esencias de vuestro espíritu, que es como decir, con las aromas de todo el continente. No sabría deciros cuantas han sido mis emociones desde que me sentí copartícipe de las responsabilidades del gobierno hasta el momento presente en que puedo hablaros con la contenida emoción de los actos trascendentales de la vida de un pueblo, que dejan huella profunda y surco imborrable en la conciencia de los hombres. No acertaría a expresaros cabalmente tantas emociones, pero sí quiero sintetizarlas expresando ante Vuestras Excelencias que el gozo mayor que hasta hoy he sentido como gobernante me lo produce ver que mi patria, conversando la libertad de sus altísimas decisiones y manteniendo bien alto, puro y firme el pabellón de su soberanía por determinación espontánea de su incoercible voluntad, da rienda suelta a sus fraternales anhelos de vivir en paz y armonía con la gran familia que constituyen las naciones americanas.
Si alguna responsabilidad me alcanza o puede alcanzarme por este acto, no la rehuyo ni la temo. Sé que hago honor a los sentimientos pacíficos de mi pueblo y a la tradición de hermandad universal que ha sostenido la Nación Argentina. Se que nadie podrá enrostrarme la más leve claudicación en defensa del ser de la patria misma nuestra. Como el mejor de nuestros mejores patriotas, jamás podré olvidar el mandato de nuestra estirpe que prefiere "honra sin barcos que barcos sin honra".
Nuestra patria, al afirmar su deseo de unidad continental, se siente más dueña de sí misma y más dispuesta a seguir defendiendo la integridad de su existencia, el respeto a sus instituciones y a su modo de ser. Nuestra patria, al afirmar su deseo de unidad continental, se siente más dueña de sí misma porque ha quedado eliminado incluso las reservas mentales que otros países del continente hubiesen podido hacer ante la contemplación de hechos y actitudes de las horas que han quedado ya olvidadas.
Al recorrer el camino que nos ha llevado a la unidad continental, hemos atravesado etapas dolorosas, momentos de desánimo y minutos de escepticismo. En algunas ocasiones creíamos que la incomprensión hiciera imposibles nuestros anhelos de llegar a una solución de los problemas acumulados. Pero, por fortuna, llegó a Buenos Aires un Embajador excepcional, que supo unir a la seguridad de su inteligencia, la receptividad de su corazón, todo ello exornado por el cuño de su espíritu señorial. Estas prendas del espíritu adornan al señor Messermith, Embajador de los Estados Unidos de América del Norte. Y no sólo por la inevitable ley de los contrastes su figura quedaba agrandada si la contraponíamos a quienes no han sido dotados de las cualidades mínimas para la convivencia entre las naciones y el trato entre las personas, sino -y esto es lo que más me complace en manifestar en esta ocasión- la sagaz comprensión de nuestros anhelos, el tacto exquisito en la conducción de los asuntos a su cuidado, su refinada cultura y su discreción, hacen del señor Messermith el prototipo del diplomático moderno que sabe armonizar el ágil ritmo actual de los negocios públicos con los destellos de su cultivada inteligencia y el grave continente de su elevada cortesanía. A esas brillantes dotes personales debemos agradecer la facilidad con que hemos superado los últimos tramos del espinoso camino. En definitiva; si a la distancia contemplamos al fruto de nuestros desvelos quizá tengamos que agradecer los obstáculos que hemos tenido que superar, pues nada une tanto a los hombres y a los pueblo como el dolor y la adversidad sufridos durante el combate en busca de grandes ideales de comprensión de paz y amor.
A la causa de América, a la unidad continental a la fraternidad de naciones del Nuevo Mundo de que formamos parte, nos debemos como razón de primera necesidad. Mejor será nuestra aportación continental cuando mayor sea la dosis de nuestro amor a la patria. Los hombres de América, debemos esforzarnos para seguir prestando los más relevantes servicios: a Dios en culto, al pueblo en desinterés, a la respectiva Nación en celo patriótico y al conjunto de países en lealtad.
Señores: ¡Por vuestra ventura personal y por la felicidad de América ! ...................... |
1946-09-03 | En la ceremonia en que se firma el convenio para la estatización de la Unión Telefónica | Excelentísimo Señor embajador de los Estados Unidos, señor coronel Behn, señor Arnold, señores ministros, señoras y señores: El servicio telegráfico- telefónico es esencial en la economía de las naciones y en la defensa del organismo nacional. Constituye el verdadero sistema nervioso de este organismo. Era un anacronismo, incompatible con el sentimiento general del país y con el grado de adelanto a que ha llegado el ahorro interno, que parte de este sistema nervioso no perteneciese a la Nación misma. Sólo el Estado ha de regir su economía y su defensa y las ha de regir con medios propios, utilizando instrumentos de su exclusiva y absoluta propiedad. Este es el postulado de la Revolución que ha recogido, para vigorizarlo, su primer gobierno constitucional.
Al inaugurar las sesiones del Honorable Congreso expresé que, en el caso particular de las empresas de servicios públicos, la general adhesión a la política de recuperación, incluso de los adversarios políticos, de ampliar el dominio y funciones del Estado, es neto exponente de un sincero sentimiento de plenitud nacional que a nadie puede herir ni sorprender. Esto es, en verdad, el auténtico y sano nacionalismo, que siempre debe ser de obra constructiva y nunca actitudes negativas. Ningún país, ni ninguna empresa deben sentirse, por consiguiente, ni sorprendidos ni heridos. La argentinización de la economía sigue su curso y nadie puede ya detenerla.
En reiteradas ocasiones, en épocas pasadas, administraciones y partidos políticos han auspiciado la nacionalización de los servicios públicos, y estos proyectos han comprendido, como es lógico, la nacionalización de los teléfonos.
Mucho es lo que se ha proyectado y muy poco lo que se ha hecho en este sentido, no obstante el franco auspicio de la opinión pública. Se programaron innumerables y complicados proyectos, pero cada nuevo estudio, en lugar de significar un nuevo paso hacia su realización, fue una traba más.
He dicho muchas veces, y lo he repetido al prestar juramento constitucional, que más que buenos proyectistas necesitamos decididos realizadores. Nunca he creído que el gobierno de un país pudiere hacerse sobre la base de promesas y meras divagaciones académicas. A la realidad de los hechos debe contestarse con la rotunda afirmación de una medida contundente.
No es posible promover la expansión industrial y comercial de la Argentina en el grado máximo a que aspira mi gobierno, sin disponer de un adecuado sistema de comunicaciones. Ocupa un lugar de excepción, en el sistema de comunicaciones, el servicio telefónico, lo mismo para garantizar la estabilidad y progreso de la economía nacional, como para defender los intereses fundamentales del país. Por su vinculación con los otros servicios de comunicaciones, el servicio de teléfonos está llamado a tener en la posguerra una mayor gravitación. Me induce, pues, a perseguir el feliz resultado a que hemos legado en el acto de hoy, no sólo el principio general de la recuperación de los servicios públicos esenciales, que paulatinamente se llevará a cabo en el tiempo y medida que aconsejen las posibilidades del Estado, las necesidades nacionales y la mayor armonía en el desarrollo del plan de gobierno que se proyecta, sino, además, en este caso especial, las características progresistas y las perspectivas inmejorables de este servicio público en particular.
El convenio que, ad-referendun del Congreso, hoy se firma, inicia el desarrollo de esta política. Si bien el gobierno aspira a la nacionalización de los teléfonos, no la quería a cualquier precio. La quería a cambio de una suma razonable, no sólo inferior al valor de los materiales de la actualidad, sino también inferior a lo que esos materiales costaban hace un lustro.
Quería, también, el Estado, al hacerse cargo de los servicios, sin haber formado y sin poder improvisar, de la noche a la mañana, equipos de expertos, no fuese un factor de perturbaciones ni de ineficacia de los mismos. Quería que todos los adelantos, que el día de mañana, se incorporaran al servicio de los teléfonos, en cualquier nación del mundo, los tenga inmediatamente la Argentina, por participación legal en las respectivas patentes de invención. Quería, mediante contratos adicionales, que nunca el servicio de teléfonos careciese de los elementos e instrumentos técnicos indispensables para extender la red telefónica argentina a medida de las necesidades de su industria, de su comercio, de su administración y de su defensa. No me halagaba la nacionalización a cualquier precio y de cualquier manera. Y, sobre todo, no quería nuevos proyectos, sino realidades efectivas. La ceremonia que vosotros veis, señores, y en la que estamos participando, prueba que el gobierno ha logrado lo que, para beneficio exclusivo del país, quería; y que esto no es un proyecto más, sino una realidad.
La sensibilidad argentina, como manifesté en el mensaje leído al inaugurar las sesiones del Honorable Congreso, se halla predispuesta favorablemente hacia los capitales y los técnicos extranjeros. Esa misma sensibilidad, no obstante su indeclinable afán de recuperar los servicios públicos esenciales, no admitiría una injusticia, una desconsideración hacia los capitales extranjeros que tuvieron fe en el país, cuando no se había formado aún el ahorro nacional, ni hacia las empresas y los hombres que prestaron servicios reales en la Argentina, que fueron colaboradores de su marcha en el camino del progreso, al dar los pasos iniciales que suelen ser los más difíciles.
Mi gobierno tenía que incorporar el servicio de teléfonos progresista y estatal, al sistema nacional de comunicaciones, con sus inmensos beneficios para la colectividad, con su seguridad plena para el Estado y, también dispensando el trato más altruista, propio de la nunca desmentida hidalguía nacional, a la empresa permisionaria, vieja amiga del país.
Me complazco en destacar, que el señor coronel Behn, presidente de la Corporación Internacional Telefónica y Telegráfica, y el señor Arnold, presidente de la misma corporación para Sud América, han puesto toda su excelente voluntad para allanar las múltiples dificultades que se oponían al éxito final de la negociación. Han demostrado, por consiguiente, ser buenos amigos de la Argentina.
Mi gobierno ha realizado el convenio más beneficioso para el país, sin lesión alguna para la empresa. Le pagaremos a esa empresa lo menos posible, porque no estoy defendiendo mi dinero, sino el dinero de mi pueblo, pero sin cometer por ello ningún abuso de poder, ninguna injusticia, porque así, con lealtad, es también como procede el pueblo argentino.
La Unión Telefónica ha progresado desde su condición de entidad que prestaba servicios a un limitado campo de la actividad, hasta llegar a ocupar una posición desde la cual ofrece, por medio de sus redes propias y las de otras compañías, así como por intermedio de las estaciones radioeléctricas del Estado, un servicio que abarca todo el país y se extiende más allá de las fronteras nacionales hasta los más alejados rincones del mundo.
La magnitud de los bienes que se incorporan hoy al patrimonio nacional y la importancia de esos bienes, son índice elocuente de la evolución alcanzada por la economía misma de la Nación.
Comienza el locutor a decir las últimas palabras, pero el general Perón lo interrumpe y agrega: Señores, quiero también que el señor coronel Behm, viejo amigo nuestro, a quien debo también atenciones personales, lleve un recuerdo de este acto, expresado por un fascímil del sable del general San Martín, quien para nosotros es el talismán de la patria. Y otro tanto quiero ofrecerle a nuestro viejo amigo, mister Arnold. ..................... |
1946-09-17 | En el acto en que fue suscripto el convenio comercial con Gran Bretaña | Excelentísimo señor embajador de Gran Bretaña, señor Jefe de la misión, señores Ministros, señores: Desde el Salón Blanco de la Casa de Gobierno de la Nación Argentina, tengo el altísimo honor de anunciar a todos mis compatriotas que acabamos de dar un paso más, firme y promisorio, en el camino de la recuperación nacional. Los representantes de mi gobierno y los de las empresas ferroviarias de capital británico, acaban de suscribir las actas que nos conducen a la argentinización de los ferrocarriles.
Como presidente de los argentinos, me enorgullezco anunciar este hecho trascendental para el porvenir económico de mi patria. Pero este hecho importante y feliz, va acompañado de otros dos acuerdos igualmente importantes: uno que resuelve el problema creado por los fondos bloqueados y otro que mejora notablemente nuestro comercio de carnes.
Me dirijo a todos los ciudadanos de mi patria, a cuantos han clamado años y años por ver nuestra liberación económica, y les digo: hemos llegado a unos acuerdos que ponen término a las negociaciones entabladas con la Misión que Su Majestad Británica ha tenido a bien enviarnos, como prueba de especial amistad y consideración, para que discutiésemos en nuestra propia casa y bajo nuestro pabellón los puntos básicos que en lo sucesivo regularán las relaciones comerciales y financieras entre el Reino Unido y la República Argentina. En estos acuerdos están las bases que sostendrán íntegramente la recuperación de nuestra economía.
Nuestros distinguidos huéspedes, los señores miembros de la Misión, Británica, constituyen un extraordinario conjunto de expertos negociadores compenetrados en las orientaciones e ideas bajo las cuales ese gran país acomete el gigantesco esfuerzo de su reconstrucción. Su presidencia fue confiada a una gran personalidad, de vasta ilustración y ponderable criterio: sir Wilfred Eady, Secretario del Ministerio del Tesoro y uno de los especialistas con gran responsabilidad en la planificación económica del Reino Unido. Funcionarios peritos en carnes y ferrocarriles, en asuntos monetarios y financieros y distinguidos abogados del Banco de Inglaterra, integran y dan especial jerarquía a la Misión Británica. He tenido el agrado de tratarlos y he advertido su calidad de hombres prácticos y experimentados en el complejo mundo de los negocios, que, por lo mismo, hablan el lenguaje claro y concreto, sin eufemismos, propio del instante dinámico que vive hoy el mundo, y se mueven animados de un profundo sentido patriótico que enaltece la tenacidad con que defienden sus puntos de vista.
Por nuestra parte hemos tenido que realizar un verdadero esfuerzo de superación para ponernos a tono con la calidad de los negociadores británicos. La Argentina está dando aún los primeros grandes pasos en su transformación industrial y, sin duda, todavía no ha alcanzado el alto grado de experiencia técnica que otros países poseen en la ciencia de organizar la comercialización internacional de sus productos. Estábamos demasiado habituados a que otros hicieran las cosas por nosotros; y no siempre los corazones de quienes tenían la responsabilidad de decidir estuvieron encendidos en la llama ardiente y justa que hoy misma y afirma las voluntades argentinas.
Quizá sea esta llama, este nuevo espíritu, esta nueva conciencia a cuyo despertar he consagrado y consagraré mis mejores esfuerzos, este vehemente deseo de ser y de hacer, lo que mejor explique, sin mengua de las calidades personales de los negociadores argentinos, la feliz meta a la que hemos podido arribar. Porque es indudablemente este sentimiento el que ha movido a mis animosos colaboradores, los miembros de nuestra Comisión Negociadora, y el que se revela en su empeñosa y difícil gestión, en su admirable tesón para debatir y armonizar las fórmulas sugeridas para cada parte y en el prudente y sagaz cuidado puesto para defender el bien entendido interés nacional.
La acción empeñosa y patriótica desarrollada por el Presidente del Banco Central, don Miguel Miranda, señala en los anales de nuestra historia uno de los puntos de arranque de nuestra independencia económica. Nuestra patria debe un profundo reconocimiento al señor Miranda y así me complazco en expresarlo públicamente. A los restantes miembros de la Comisión Argentina corresponde la ímproba tarea de afirmar los aspectos técnicos de la negociación.
Prolijas han sido las discusiones y minucioso el análisis de cada cuestión. Su complejidad requería que ningún interés quedase lesionado y ningún derecho preferido. A la natural delicadeza que revisten las cuestiones tratadas se añade en este grave momento de la historia del mundo una mayor responsabilidad, que obliga a que los arreglos sean examinados con mayor espíritu crítico, mayor prudencia y mayor sentido de responsabilidad. Y para nosotros, para el caso concreto de la Argentina en su relación económica con Gran Bretaña, se añadían sentimientos de honda amistad para el gobierno y el pueblo británicos que debían conjugarse con el decidido empeño de nuestro pueblo de lograr su mayoría de edad en el campo económico. Gran tacto han requerido las gestiones llevadas a cabo por los negociadores de ambos países; gran tacto ha sido puesto de relieve por su excelencia, el señor Reginald Leeper, embajador del Reino Unido, y por nuestro ministro de Relaciones Exteriores, Dr. Juan Atilio Bramuglia.
Tres son los aspectos fundamentales de los acuerdos: la normalización de los saldos en libras congeladas, el comercio de carnes y la situación de los ferrocarriles.
Con respecto a las libras acumuladas puedo decir que la Argentina puede disponer de parte del saldo para repatriar deuda pública en libras, y también puede disponer para rescatar inversiones del capital británico en la Argentina. El saldo en libras redituará un interés que será libremente disponible para transacciones corrientes y continuará gozando de la actual garantía de oro. La Argentina podrá también disponer libremente de la suma de cinco millones de libras anuales para el pago de transacciones corrientes. Y por último, el oro actualmente apartado en nombre del Banco Central de la República Argentina, en el Banco de Inglaterra, queda completamente liberado.
Esto, es en cuanto a las libras acumuladas.
Con respecto al comercio de carnes, es de notar que la Argentina no se compromete a vender la totalidad de su saldo exportable a Inglaterra, sino que se reserva para otros mercados una proporción creciente de ese saldo, que es del 17 por ciento en el primer año, del 22 para el segundo y de una magnitud a estipularse para los años sucesivos. Pero es de advertir que en el caso de que no lográsemos nuevos mercados para nuestra carne, Inglaterra compre cualquier saldo que nos quede.
Conviene que sepan los que vienen anunciando tantos males a nuestra patria, por el rumbo que toma su política económica, que a partir día primero del próximo mes de octubre los precios de la carne serán, por lo menos, en un 45 por ciento superiores a los del primer contrato global, y que los precios definitivos se establecerán en discusiones futuras a realizar entre una Subcomisión Técnica y representantes del gobierno inglés. Por último, y sin entrar a detalles técnicos de la mayor importancia, pero que fatigarían desmesuradamente vuestra atención, cabe señalar que el gobierno británico ha concedido un pago retroactivo en concepto de la carne que ha sido ya negociada bajo el sexto contrato global, por la importante suma de cinco millones de libras esterlinas.
Los acuerdos suscriptos ofrecen todavía un interés más definitivo y más halagüeño para la Nación Argentina. Las características de la formación del país a partir de su independencia, hicieron preciso que capitales extranjeros impulsasen el desarrollo y el progreso de nuestro pueblo y de sus actividades industriales. En este aspecto representaría ingratitud de nuestra parte no reconocer cuanto otras naciones hicieron en el sentido expuesto, y de un modo muy señalado la Gran Bretaña, cuyo espíritu emprendedor tantos beneficios reportado a la civilización. Vaya, pues, a ella, en este acto, la expresión de nuestro reconocimiento, porque al arriesgar su dinero en construcciones de grandes redes ferroviarias en la Argentina contribuyó de manera extraordinaria a que nuestro país sea lo que hoy es.
Ahora bien, lo que en un momento dado pudo representar una necesidad, ha dejado de serlo. La Argentina cuenta ya, desde hace años, con elementos suficientes para atender, siquiera sea por sucesivas etapas, a sus necesidades industriales. Si hiciese falta una prueba se encontraría en la manera como ha sabido crear y aumentar sus fábricas para llenar el vacío que dejaba un mundo en guerra. Por eso es decir, por esa capacitación técnica y económica, nos encontramos la mayoría de edad que nos permite, en igual medida que pudiera hacerlo cualquier otro país, valernos y gobernarnos por nosotros mismos; y para ello he creído necesario que, en cuanto sea posible, las industrias básicas tengan carácter nacional, quedando unas veces en manos del Estado y otras en poder de los particulares, pero siempre en manos argentinas. En el logro de tal propósito y en la efectividad de tal política recuperadora, resultaba elemento indispensable la nacionalización de los ferrocarriles, incluso por motivos de soberanía fácilmente comprensibles.
Sin embargo, conseguir la finalidad enunciada ofrecía dificultades, por lo menos en el orden financiero, puesto que el capital representado por el material fijo y el material móvil de las empresas ferroviarias alcanza cifras muy elevadas. No hablo de dificultades técnicas o de explotación, porque el Estado ha probado ya en la Argentina su magnífica capacitación para dirigir empresas de esta índole.
Puedo decir, con la natural satisfacción, que también las dificultades económicas han sido vencidas merced a la cordial inteligencia a que hemos llegado con la Comisión inglesa que ha tratado el asunto. Ya se que no faltarán comentaristas apasionados que tratarán de enturbiar con apreciaciones más o menos rebuscadas, pero siempre basadas en la pasión política o intereses mezquinos, los beneficios que la operación representa. Ni en ésta ni en ocasiones similares me detendré a rebatirlos sino en la medida en lo que sea justo, porque nadie podrá quitarme la satisfacción, ciertamente desinteresada, de que haya sido antes de cumplirse cuatro meses de mi presidencia, cuando estén pasando a ser de propiedad argentina elementos esenciales para nuestras vidas que hasta ahora no lo eran. Los críticos interesados dirán lo que quieran; pero lo cierto es que la red telefónica ya es argentina y que otro tanto sucede con los ferrocarriles.
Y creo que es igualmente aspecto satisfactorio el poder señalar que el objetivo deseado se alcance en condiciones ventajosas y común beneplácito. Para la adquisición de los ferrocarriles se prevé la formación de una compañía argentina mixta, con intervención del gobierno, y abierta al capital particular argentino, que tomará a su cargo todos los bienes de las compañías inglesas, incluso aquellos que, como el Dock Sud y la Compañía Petrolera, no son específicamente ferroviarios pero constituyen partes muy valiosas del activo de esas compañías. Antes de fin de octubre una subcomisión técnica asesora, compuesta de representantes del gobierno argentino y de las Compañías ferroviarias británicas, establecerá el monto del capital, la constitución de la nueva compañía, las bases de explotación y las cuestiones conexas; debiendo hacerse la transferencia el primero de enero de 1947, o lo antes que sea posible después de esa fecha.
Los capitales ingleses continuarán asociados, recibiendo en pago de sus bienes acciones de la nueva empresa mixta, reservándose el gobierno argentino el derecho de adquirir, en cualquier momento y a la par, una parte o la totalidad de las acciones, aunque estén en manos de tenedores extranjeros. El gobierno argentino incorporará a la empresa mixta, y en la forma que considere más conveniente, quinientos millones de pesos argentinos en efectivo, para ser invertidos exclusivamente en la modernización del sistema ferroviario, lo que habrá de hacerse en un período gradual de cinco años. El capital inglés recibe una garantía por su participación en la sociedad nueva de hasta 80.000.000 de pesos de rendimiento por año; y como las acciones no pueden dar un dividendo mayor del 6%, toda suma que exceda de ese interés habrá de ser aplicada a rescatar capital o a extender y mejorar los ferrocarriles, según convenga.
La compañía argentina de ferrocarriles estará exonerada de impuestos nacionales, provinciales y municipales, presentes o futuros, así como derechos de aduana sobre los materiales y artículos de construcción y explotación que introduzca al país. No hay para que añadir que se exceptúa de la liberación del impuesto aduanero los artículos que ya se produzcan en la Argentina en el momento de efectuarse la importación, porque es propósito del gobierno acrecentar considerablemente el margen de colocaciones de nuestras industrias medianas y pesadas. Implícitamente queda dicho que la excepción indicada se refiere únicamente a los impuestos, pero no a las tasas y contribuciones. Con el procedimiento que dejo someramente expuesto se consigue, con el menor desembolso posible, el control por el Estado de los ferrocarriles, que quedan argentinizados, sin necesidad de recurrir a la expropiación ni a la estatización. Espero que en el curso de mi presidencia no quede un palmo de suelo ni un hálito de nuestro aire sin que en ellos arraiguen y floten los colores de nuestra patria. Señores: en el mensaje al Honorable Congreso de la Nación, cuando presté juramento al alto cargo con que mi pueblo me ha investido, destaqué, con énfasis, que el gobernante argentino sabe hacer honor a la firma puesta al pié de un tratado convenido con otro pueblo, también soberano, que merece, como nosotros mismos merecemos, el mayor respeto a la libertad de sus decisiones. En esa forma inflexible de nuestra conducta internacional se explica las aparentes dificultades y demoras de las negociaciones con la Misión de Su Majestad Británica, somos un pueblo que medita hondamente antes de decidir, porque constituimos una Nación que luego cumple escrupulosamente los compromisos pactados. No acostumbramos a denunciar nuestros acuerdos internacionales porque reflejamos en ellos la lealtad y el pundonor de cumplir la palabra empeñada. Con esta moneda deseamos ser pagados siempre. Con esta moneda llegaremos ser políticamente libres y económicamente soberanos.
Terminado este acto oficial quiero dar una muestra pública de amistad al noble pueblo inglés, tan íntimamente unido al nuestro en diversas oportunidades de su vida. Acabo de ordenar al Instituto Argentino de Promoción del Intercambio el envío de tres barcos de carne a Gran Bretaña a la brevedad posible, para que lleguen a destino en vísperas de la próxima Navidad. Para que de nuevo vuelva la bandera argentina a significar por las rutas del mundo un ideal de gratitud, de esperanza y de paz. ........................... |
1946-09-18 | En el acto organizado por la Federación de Empleados y Obreros Telefónicos, para celebrar la nacionalización del servicio telefónico | Nacionalización de los teléfonos. La política de la recuperación de que tanto se ha hablado durante tantos años, hemos tenido la fortuna de poder iniciarla con dos actos fundamentales por la importancia y la seriedad de los servicios que se han nacionalizado: la instalación de la línea más poderosa de una compañía telefónica y la de los ferrocarriles extranjeros de la República.
Nacionalización de servicios que el Estado encara con un plan seriamente meditado, no con improvisaciones; con un plan que tiene dos condiciones fundamentales: la primera que no queremos despojar a nadie en nombre de nuestra Nación y de nuestra ley, sino adquirir honradamente por lo que justamente vale cada una de las adquisiciones; y segundo porque adquirimos en nombre del Estado y para el Estado, sin que ningún particular en ninguna forma, cobre ni gane con esta negociación, que corresponde exclusivamente a la Compañía y al Estado.
Podemos refirmar lo que se acaba de afirmar aquí: en estos negocios el gobierno tiene las manos limpias, y quiere que todos los que en él intervengan pongan todos los inconvenientes que quieran, para probarles que el negocio es puro, que hacemos en nombre de la Nación con la honradez puesta en el corazón y en los destinos de la patria.
Por eso queremos que se discuta, que se investigue, que se llegue hasta la más sutil investigación. Y si alguien nos aconseja una medida mejor que la que nosotros hemos tomado, y esa medida mejor, que represente un mejor negocio para el Estado, lo acepta la Compañía le agradeceremos a quien lo pueda hacer.
En esa forma hemos de seguir reconquistando el predio de la Nación en nombre de la Nación misma. Se ha dicho en el discurso del compañero Montesano, una verdad extraordinaria. La Constitución nuestra que ha sido y sigue siendo previsora y sabia, ha puesto en su preámbulo como la condición fundamental de un gobierno "desea promover el bienestar general", sobre esa frase de nuestra constitución hemos de montar como fundamento inconmovible la acción, el programa y los planes de nuestro propio gobierno.
Promover el interés y el bienestar general, ha sido también el programa de nuestra campaña política, y lo tomaré como tema para desarrollar brevemente la orientación sintética integral de nuestro gobierno. Para llegar a ello partamos de la base que este es un gobierno con basamento obrero; es un gobierno que en primer término es intérprete de la masa trabajadora, y viene a cumplir un trabajo para bien de la Nación en nombre de esa clase trabajadora a quien en primer término representa. Por eso, mírese de cualquier ángulo que se mire, la acción del gobierno, converge siempre desde un objetivo único: promover al interés general, promover al bienestar general de acuerdo al mandato constitucional. Cualquiera sea el ángulo que se lo mire, ya sea desde el ángulo social, ya sea desde el ángulo político, ya sea desde el ángulo económico, la acción de gobierno está orientada sobre el objetivo de favorecer la vida y el bienestar de los catorce millones de argentinos, evitando, de toda manera, que un núcleo de cualquier orden que sea, privilegiado, disfrute de lo que debe ser justa y equitativamente repartido entre todos los argentinos.
En el orden de social, estaría demás abundar en fundamentos y en explicaciones a ustedes, que saben mejor que yo, cuales han sido las orientaciones y los beneficios recibidos por la clase trabajadora en la nueva política social del Estado desarrollada desde hace casi tres años a la fecha. Sin embargo el gobierno aspira a cumplir el plan trazado por la Secretaría de Trabajo y Previsión hace ya dos años, y del cual se ha realizado casi la mitad. Aspiramos a organizar integralmente el trabajo suprimiendo toda injusticia; a organizar y asegurar el descanso para el bienestar y para la salud de los trabajadores; a organizar la previsión social, en forma integral, que permita que en un futuro no haya ningún trabajador que esté impedido o avejentado, que tenga que afrontar el destino frente a la miseria y la desesperación.
En el orden social hemos suprimido el privilegio, y hemos repartido las cargas y los beneficios, en una forma más equitativa. Ese es el objetivo y ese objetivo se ha cumplido hasta ahora, y se seguirá cumpliendo irremisiblemente hasta el final.
En el orden económico, ángulo sumamente importante que debemos mencionar, porque el perfecto equilibrio social no puede existir sin el perfecto equilibrio económico. Son dos actividades que se complementan. El equilibrio económico, consiste en las horas actuales en que los usufructuarios de la riqueza que Dios ha puesto sobre nuestra tierra, sea repartida armoniosamente entre todos los que la habitamos y la trabajamos. Y de ello surge, la posibilidad de establecer un orden social también armónico, orden social que depende en cierta medida de esa riqueza que forma el orden económico.
Desde el ángulo económico, el programa y el plan del gobierno está en promover de la mayor manera, la producción, la industria y la comercialización de esa riqueza en forma de obtener el máximun de beneficio con el mínimun de esfuerzo y de sacrificio.
Yo analizo este equilibrio en relación de lo económico y lo social, en los tres años que lleva accionando este organismo nuevo dentro del Estado, que podemos llamar la revolución o la evolución profunda con un contenido filosófico completo como es el que estamos enunciando en síntesis.
Señores, pregunto si de tres años a esta parte, con la instauración del nuevo sistema en el orden social y en el orden económico, han sido o no han sido favorecidos el mayor número de los trabajadores del país. Y a eso puedo agregar, que pregunto a los industriales y a los comerciantes, si ellos han ganado menos el año 46' que el 45'; si han ganado menos que el 45' que el 44', y me responden que no, quiere decir que hemos realizado el milagro de ese equilibrio económico-social, porque si los industriales, productores y comercializadores de la riqueza han ganado más, y los obreros están más conformes, vamos en buen camino.
Me dicen algunos, que hay sectores de las actividades comerciales que se quejan. Yo me lo explico bien. Dicen también que estamos instaurando en el país la economía dirigida. Aparecen en esos diarios que se han mencionado aquí, algunos largos artículos que uno los lee del principio al fin y no entiende nada; y eso es también explicable, que no se entienda nada, porque cuando uno defiende una cosa que no es verdad difícilmente lo puede explicar con simpleza y claridad. Yo intentaré en pocas palabras. La economía dirigida. Yo pregunto en que parte del mundo que habitamos -porque tal vez eso pueda suceder en otro planeta-, en que parte del mundo que habitamos la economía es libre en estos momentos. Cuando la economía no es dirigida por el Estado, entonces es dirigida por los grandes consorcios capitalistas. Y en esto hay una sola diferencia: que el Estado la dirige para repartir los beneficios entre los catorce millones de argentinos, y los grandes consorcios capitalistas la dirigen para quedarse con el santo y la limosna.
¿En que consiste la economía dirigida por el Estado? Yo lo he de explicar en pocas palabras. Hace dos años y medio, fundamos el Consejo Nacional de Posguerra. Algunos cuando vieron la disposición se sonrieron; otros, dijeron que éramos unos ilusos; otros nos juzgaron más rudamente todavía. Pero habíamos previsto que cuando terminara la guerra y para ésta época, todos los países del mundo entrarían en un grado de inflación tan extraordinario, que quien sabe que graves consecuencias sociales y económicas podía tener para los países. La Argentina era un país rico y que tenía derecho a administrar su riqueza desde entonces para no llegar a esta altura a una pobreza efectiva.
Señores, nuestras previsiones no fueron del todo equivocadas, y hoy no hay extranjero que venga desde las más lejanas regiones del mundo, que no afirme que no hay país en la tierra que esté en las condiciones en que se encuentra la República Argentina. Por ello, debemos de dar gracias a la Providencia, pero debemos también reconocer, que algunas veces hemos ayudado un poco nosotros a la Providencia.
Sería bastante analizar en estos momentos, cual es la situación de cualquier país de América o de Europa. La inflación llega en nuestros vecinos al 300%, que traducido al lenguaje simple del pueblo significaría decir que un traje de estos vale mil quinientos pesos o que un par de botines vale doscientos cincuenta pesos; que se come pan dos veces por semana y carne una vez por semana, cuando se puede conseguir después de estar seis o siete horas esperando en una cola interminable, y si entra el mercado negro entonces ni con colas de veinte horas se consigue.
Señores, explicar esto con la verdad, es sumamente simple. Explicarlo, por ser verdad, se puede hacer con pocas palabras. Cuando uno complica o tiene que explicar lo que no es verdad, entonces el número de palabras y la complejidad aumentan hasta complicarse extraordinariamente el tema. Yo lo explicaré en pocas palabras.
La economía del mundo, en su equilibrio actual, del régimen capitalista universal, ha encadenado los diferentes países a un país central de cualquier orden, desde el cual sin trasladarse a los otros países, puede apoderarse paulatinamente de las riquezas de todos los demás. Ello, como ejemplo, se entiende mejor si imaginamos a cada país representado por un tanque, que se llena o se vacía según sea el aumento o la disminución de la riqueza que ese país produce. Los países ricos tienen su tanque lleno, y los pobres ven bajar el nivel de su tanque paulatinamente a medida que la miseria avanza o que la inflación, la especulación y el agio se hacen presentes. Esos tanques están todos unidos con tubos a un tanque central, que podríamos llamar Wall Street. Y quien succione en el tanque central, por el principio de los vasos comunicantes o la ley física que establece que los líquidos buscan su nivel, cuando se chupa en el tanque central todos los demás concurren a él y van bajando también su nivel. Problema que nosotros vimos hace dos años, cuando los tanques todavía en el mundo estaban llenos. Pero preveíamos, que chupados extraordinariamente de ese vaso central, todos los demás tanques disminuirían. Entonces, nosotros creamos el Consejo Nacional de Posguerra. ¿Que era el Consejo Nacional de Posguerra? Una llave en el tubo. Así, cuando desde el tanque central succionaban, nosotros cerrábamos la llave. Ello nos permitió mantener nuestro tanque siempre lleno, y en consecuencia por una ley natural de la economía política, cuanto más lleno esté el tanque, menos cuesta el pan, menos cuesta la carne, menos cuesta el vestido y menos cuestan los botines. Ahora nuestra economía dirigida consiste en que cuando el tanque se está por volcar abrimos la llave, y cuando el nivel del tanque baja, cerramos la llave.
Señores, entonces es lógico que aquellos que chupaban del tanque central no les conviene la llave, y entonces dicen !La libertad de comercio! Y nosotros le contestamos, que vivimos tiempos en que esa libertad de comercio la aceptamos y la respetamos, pero con llave.
En el orden interno, ocurre exactamente lo mismo. Es natural, señores, que si una docena de huevos vale en Europa dieciocho pesos como vale ahora, y nosotros dejamos libertad para exportar, cuando aquí vale setenta centavos la docena, y... los huevos se irán todos para Europa, por una ley natural de los precios. Pero entonces es aceptable, que por defender ideológicamente una libertad, que no puede ser para el mal sino que debe ser para el bien, permitamos que porque se pagan allá dieciocho pesos la docena de huevos tengamos también nosotros que pagar dieciocho pesos la misma docena; o porque el pan cueste allá cuatro pesos, nosotros también tendremos que pagar cuatro pesos el kilo de pan.
Ahora señores, en el orden interno ¿quienes protestan? Les voy a decir en pocas palabras. Este año la cosecha de trigo de la Argentina, ha sido adquirida por el Estado, y le haré un paralelo de lo que pasaba antes y de lo que pasa ahora. Antes los acaparadores y acopiadores de granos compraban por su cuenta esas cosechas. Le pagaban seis a ocho pesos al chacarero; nosotros le pagamos veinte, hoy. Ellos la vendían en Europa a cuatro o cinco veces el valor que la adquirían; y ese dinero que representaba muchos cientos de millones de pesos iba a las casas centrales, allá en el tanque central. Nosotros compramos la cosecha pagando veinte pesos al productor, y ganamos también muchos cientos de millones de pesos, pero esos cientos de millones de pesos no van a ninguna casa central, ni al banco, ni a la caja; se distribuyen entre los que comen pan, que son los catorce millones de argentinos. Eso permite, que nosotros vendamos el trigo a 35 pesos el quintal al exterior, y con la ganancia subvencionamos el trigo que consumen los argentinos, vendiendo el quintal a doce pesos. Por eso comemos pan entre 60 y 40 centavos el kilo. Si dejáramos la libertad que nos piden lo pagaríamos 1,20 ó 1,50 el kilo. Lo mismo ocurre con todos los demás productos. El aceite vale 2,50 pesos el litro de aceite y lo vendemos a 0,85 ¿Como? !Pero hombre! lo vendemos al exterior y con el beneficio que antes sacaban los acopiadores subvencionamos también el aceite, y como aceite comen los catorce millones argentino pueden obtener a la tercera parte de su precio un litro de aceite comestible.
Podría seguir mencionando todos los artículos, que de esta forma se ponen al alcance del trabajador. Esa es nuestra economía dirigida. Nosotros dejaremos que sigan publicando artículos, pero mantendremos los precios mediante el procedimiento que sea más patriótico y más humano, mediante este procedimiento que ha dado hasta ahora tan buen resultado. Y sobre todo, como dije, el gobierno orientado desde el ángulo económico a servir a los catorce millones de argentinos y no a los grupos capitalistas que han explotado a esos catorce millones de argentinos.
Señores, desde el ángulo político también vamos a lo mismo. Hemos suprimido a los grupos de políticos profesionales que se habían apropiado del derecho de gobernar y de legislar el Estado, y los hemos reemplazado con una representación auténtica del pueblo. Por eso tenemos el magnífico panorama actual: un gobierno donde los obreros tienen una enorme representación, y de un parlamento donde la clase obrera tiene allí sus diputados, malos o buenos, pero que los representan.
Señores, es también entonces desde el ángulo político, la preocupación del gobierno de que las obligaciones y los privilegios políticos se repartan por partes iguales en los catorce millones de argentinos. Hemos de seguir imperturbablemente, esta norma de conducta, porque entendemos, como lo ha dicho Montesano hace pocos minutos, que gobierno ha de cumplir en primer término el mandato insustituible de la Constitución, que dice que el gobierno está para proveer al beneficio general, y no para favorecer el privilegio en ninguna de sus formas.
Señores, les pido disculpas por haber sido quizás demasiado extenso, en esta conversación que he querido mantener con ustedes. Hoy es para los telefónicos, un día de extraordinario júbilo, y lo explico, lo explico por la razón de que ustedes han sentido en carne propia durante tantos años la necesidad que el gobierno acaba de interpretar una vez, para servir a una parte de esos catorce millones de argentinos, que ansían tener el dominio material y el dominio espiritual de lo argentino, para salvar con la riqueza criolla la dignidad de la nación. ................... |
1946-09-27 | En una asamblea en que se firmó el convenio de los obreros textiles | Terminamos de oír señores, las tres partes fundamentales, que desde hace años venimos sosteniendo en esta Secretaría, que forman el tríptico básico del equilibrio económico-social de la Nación. Y lo hacemos con la extraordinaria satisfacción de escuchar la voz de los trabajadores, satisfechos por un convenio al que se ha llegado en armonía y en colaboración con entre esas tres fuerzas; escuchamos la voz de los señores industriales, también satisfechos de este convenio; y escuchamos la voz del Estado también satisfecho por haber llegado a conciliar intereses y a armonizar energías, que las tres partes consideran como fundamentos mismos de ese equilibrio destinado a construir dentro del país y a labrar su propia felicidad.
Señores, dentro del extraordinariamente intrincado problema de mantener ese equilibrio, es necesario considerar que la acción de gobierno tiene su responsabilidad en tales factores. El Estado debe de ser siempre y en todos los casos quien regule las relaciones entre las actividades básicas de la Nación, porque su función es gobernar, y si no gobierna, con armonía, con justicia, con equidad, las funciones más fundamentales del Estado moderno, que es mantener el más elevado índice económico propulsor de la felicidad de los habitantes, armonizándolo con la actividad de los que se esfuerzan por producir con su propio trabajo, también en beneficio del Estado, me pregunto yo cual sería la otra actividad gubernamental que en los momentos actuales, podría un gobernante poner sobre estas dos que representan el índice económico y el índice social de la Nación.
La Secretaría de Trabajo y Previsión tuvo siempre esta suprema aspiración de armonizar. Si en algunas oportunidades no pudimos realizarlo con la felicidad que hoy lo realizamos, tuvimos por lo menos, siempre el pensamiento de hacerlo así: por acuerdos bilaterales, sin violencia, dando justicieramente, lo que a cada uno le corresponde. Hoy desde el gobierno, sigo pensando que tal actividad debe realizarse racional y científicamente. Por eso echando una mirada retrospectiva sobre todo cuanto hemos realizado por mantener el más elevado índice económico de la Nación, y por mantener el más perfecto equilibrio económico-social, si hemos realizado mal o hemos realizado bien, un ligero análisis que quiero hacer acá me permitirá poner en evidencia cuanto estoy diciendo o sentando como premisa.
Iniciamos la obra social encandilados por el ideal de que en esta tierra no hubiera hombres demasiado pobres, que no pudieran subvenir a las necesidades de su existencia y no pudieran neutralizar las necesidades que desgracias circunstanciales o permanentes pudieran acarrear y sobre las vidas y sobre la felicidad de los hombres. Cuando lo hicimos, estudiamos profundamente todos los factores que podían incidir, y pensamos que era posible mejorar la situación social de la República sin perjudicar los intereses económicos en los cuales se afirma, en última síntesis, esa felicidad. No improvisamos, como muchos han creído y muchos han sostenido. Hemos estudiado profundamente el problema y lo seguimos estudiando, dentro de un aspecto integral del problema mismo. Y yo preguntaría si a través de estos tres años experimentalmente vividos en el mejoramiento social y en el mejoramiento económico, la sociedad argentina, compuesta por los hombres ricos y por los hombres pobres, la República Argentina, compuesta por su pueblo y por su Estado, han salido perjudicados o beneficiados con la acción del gobierno.
Sé bien, en cuanto concierne a los obreros, que en forma directa o indirecta ellos han sido beneficiados, no solamente en las condiciones materiales de vida, de trabajo, de salario y de vivienda social. Pero también yo pregunto si los señores productores, industriales o comerciantes, han sido perjudicados por esa acción social, si los beneficios económicos de los señores productores, industriales y comerciantes han sido perjudicados obteniendo menores beneficios el año 45' que el 44', o el 46' que el 45'. Puedo afirmar con un conocimiento más o menos completo de este asunto, que salvo raras excepciones, así como los obreros han sido beneficiados, también los productores, los industriales y los comerciantes, han sido beneficiados por nuestra acción.
Señores, ¿en que podrían entonces basarse en justicia, las críticas que pudieran hacerse a nuestro nuevo sistema de mantenimiento del equilibrio económico-social? ¿En que podrían basarse las críticas a nuestra economía, según algunos "dirigida"? ¿En que podrían basarse las críticas a un gobierno que ha permitido realizar el milagro de obtener un beneficio para la clase trabajadora sin producir un perjuicio a la clase capitalista? Pero, para mí, como primer magistrado de la Nación, debo preguntarme también la parte muy fundamental, ¿ha sido perjudicado el Estado? Y analizo la situación de la República, y pienso que en este país, el Estado mantiene su equilibrio económico, mantiene su armonía financiera, reorganiza su estructura propia de Estado, reestructura sus relaciones internacionales dentro de un margen de perfecta armonización de todos sus factores. En lo internacional estamos recomponiendo todas las dificultades que pudieron existir con el exterior a fin de compaginar para el período de paz que anhelamos y esperamos en el mundo, nuestras relaciones con todos los países de la tierra con quienes podamos intercambiar nuestras riquezas y nuestro trabajo.
En lo económico, señores, estamos tratando de que el país produzca el máximo posible, y estamos decididos a defender nuestra industria, nuestra producción y nuestro comercio contra toda otra posible competición desde el exterior. No sucederá en esta posguerra lo que sucedió y vivimos en la otra posguerra: que los que habían montado industrias y creado trabajo fueron batidos por la acción del dumping extranjero. Estamos asegurando que los hombres que con su esfuerzo hayan levantado una empresa, sean defendidos por el Estado con el mismo interés que si fuese una empresa del Estado mismo.
Y se ha dado señores casos en este campo que pueden enorgullecernos, dentro de nuestro nuevo sistema. Hace pocos días una misión extranjera quería contratar en el país una cantidad de semillas para llevar a moler fuera de nuestro país. Los delegados obreros que componían o completaban esa comisión que trató con la comisión extranjera fueron quienes dijeron: "Señores: nosotros no podemos permitir que la semilla argentina salga a molerse en el exterior, mientras no hayamos asegurado a nuestras fábricas el poder moler permanentemente, y ocupación permanente a nuestros trabajadores. Quiere decir, señores, que estamos uniendo verdaderamente los intereses que juegan en toda acción económica. Los patronos que defienden sus empresas y tratan de hacer justicia a sus trabajadores; y los trabajadores que defienden a sus propias empresas para asegurar la creación del trabajo a los obreros argentinos.
En lo financiero podríamos, señores, estar aún más satisfechos, mirando el estado actual de las finanzas argentinas. El Estado puede estar tranquilo. Hemos saldado todas nuestras deudas con el exterior, y no hay país medianamente importante que no tenga una crecida deuda con la República Argentina. Para citar solo pocos ejemplos, mencionar que los países más poderosos financieramente del mundo, deben arriba de 3.800 millones de pesos a la Argentina, como serían los Estados Unidos y el Reino de Gran Bretaña. Y que hace solo tres días he recibido un telegrama del Banco de Francia, que comunica al gobierno argentino que en ese día se encontraba a disposición del gobierno argentino 16 toneladas de oro en ese banco. El Estado está satisfecho, aunque ese dinero no es del Estado, sino del pueblo argentino, y ese dinero del pueblo argentino será empleado en desarrollar al máximo su felicidad y no se malgastará en empresas que no produzcan para el pueblo argentino, lo que el pueblo argentino tiene derecho a exigir que ese dinero produzca.
Señores: han pasado, afortunadamente, los tiempos en que el gobierno era solo un gobierno político. Ahora el gobierno tiene tres distintos aspectos que manejar: tiene que manejar el equilibrio social del país, tiene que manejar el equilibrio político del país y tiene que manejar el aspecto económico, para que el gobierno no contrate empréstitos que después hemos de pagar todos los argentinos, sino que utilice lo que tiene de dinero disponible para colocarlo de manera que allí donde ponga un peso salgan, por lo menos, dos pesos.
Por esa razón, señores, nosotros que desde el Estado miramos el aspecto general de la Nación como un médico que escucha el corazón, toma el pulso, o comprueba la fiebre, estamos también pulsando las posibilidades de asegurar dentro del equilibrio más perfecto, que ni los intereses económicos, ni los intereses políticos, ni los intereses sociales, actúen en forma tal que uno de ellos desequilibre la marcha del Estado. Estas son tres bolsas que pesan cien kilos, y que deben ser armoniosamente distribuidas para que la marcha pueda producirse sin perder el equilibrio de la propia marcha. Nosotros queremos colocar esos pesos sobre la Nación en forma de que acelere su marcha por un perfecto equilibrio y no la retarden por la pérdida de equilibrio en ninguno de esos tres factores. Por eso tantas veces hemos dicho que el Estado está al servicio de la solución económica, que el Estado está al servicio del mantenimiento del equilibrio económico-social y que el Estado está conformando un nuevo régimen político que consolide ese equilibrio entre lo económico y lo social sin perjudicar a ninguna de las dos partes. ¿Como? Creando valores y no destruyendo valores. Para crear valores es necesario pensar que hay dos clases de valores: los que benefician al pueblo y los que lo perjudican al pueblo, y el gobierno tiene la obligación de impedir el desarrollo de los valores que perjudican a la Nación, y tiene la obligación de ayudar e impulsar la creación de todos los valores que lo benefician. Dentro de ese concepto, aquellos que especulan sobre valores que perjudican, pónganse dentro de la ley y serán ayudados. Que no permanezcan fuera de lo que es la ley moral de la Nación, especulando y no trabajando, porque lo que crea riqueza en el país no es la especulación sino el trabajo.
Y allí es donde el gobierno quiere ver unidos a los productores, industriales, y comerciantes con sus propios obreros, empeñados en crear esos valores lícitos; lícitos porque son beneficiosos para el bien general desde que crean riqueza y dan trabajo. Es allí donde el Estado tiene la obligación de tutelar los verdaderos intereses, es allí donde el Estado ejerce su gobierno, no para perjudicar sino para beneficiar a todos estableciendo el absoluto equilibrio entre lo que es económico y entre lo que es social. Con esa aspiración es que trabaja el gobierno. A esa aspiración está dirigido el plan que hemos de iniciar dentro de poco. A esa obligación, señores, es que debemos de poner dentro de poco tiempo empeño y trabajo.
La Nación debe producir más, porque la producción es la fuente de su riqueza. Debe producir más el ganadero, debe producir más el agricultor, debe producir más la industria, y debe producir más y mayor movimiento el comercio por un mayor consumo con la elevación del standard de vida que estamos produciendo. Ello formará el ciclo económico, que es el único factor de enriquecimiento de los países. En esa producción mayor, yo espero la acción de los productores, de los industriales, de los comerciantes y de los obreros. Todos debemos convencernos que debemos producir más. La Argentina es un país que todavía produce poco. Es necesario perfeccionar la industria, perfeccionar la mano de obra, perfeccionar la maquinaria, perfeccionar el arte manual de los operarios. Y con ellos la Nación irá cada día subiendo más, un escalón más hacia la conquista de su propio destino. Dentro de eso vayamos elevando la cultura social; vayamos dignificando el trabajo, que es la única fuente de ventura; y vayamos humanizando el capital para que un día en este país podamos ver al gobierno, a los capitalistas y a los obreros confundidos en un sólo esfuerzo dirigido hacia un solo objetivo: el hacer grande y próspera a la Nación.
Señores, yo no quiero dejar pasar esta ocasión, en que por primera vez hablo a los textiles, para darles también mi consejo de zorro viejo en estas cuestiones sociales.
Cada uno de los obreros argentinos en estos días que vivimos, tiene su obligación y tiene su responsabilidad. Es indudable que en esta tierra se ha iniciado una revolución que abarca integralmente todos los factores que inciden en el pueblo y en el Estado. Los obreros constituyen indudablemente, la mayoría de la Nación y, en consecuencia, de su acción depende en gran parte el destino de la patria. En eso estriba la gran responsabilidad de los obreros que viven esta hora en la República, en su unión y en repeler las fuerzas políticas que actúan dentro de las organizaciones obreras. Yo todavía, a pesar de ser un producto político de la Nación, sigo pensando que mi único partido político está, casualmente, en los sindicatos obreros. Por eso deseo aconsejarles que no dejen entrar la política en los sindicatos. Los sindicatos tienen una finalidad gremial, jamás una finalidad política, porque tan pronto entre la política en los sindicatos comenzarán a agrietarse, primero, para después desmoronarse rotos en mil pedazos. El que quiera ser gremialista que defienda el sindicato contra toda otra idea que no sea gremial; y el que quiera ser político, para hablar de política que vaya al comité político.
Señores, lo gremial tiene una sola finalidad; lo gremial está destinado a defender la colectividad de hombres de una misma ocupación, de un mismo oficio, contra todas las vicisitudes que puedan presentarse. Un sindicato defiende los valores materiales de cada uno de sus hombres. El sindicato defiende la dignidad moral de cada uno de sus afiliados. El sindicato es la mutual por antonomasia que, formada como cuerpo, defiende a sus propios asociados contra una desgracia pasajera. No hay mejor mutualidad que el sindicato. Hay que formar y hacer del sindicato, como hemos dicho desde esta misma casa, una sociedad gremio-mutual que tenga su policlínico, que tenga sus barrios de casa que él administra y que él provee, que tenga su asistencia médica y que tenga el auxilio de todo orden que las agrupaciones humanas deben prestar a sus componentes cuando una desgracia ocasional sobrepasa las posibilidades personales de evitar sus resultados.
Algunos gremios ya han obtenido estas mejoras; yo creo que el gremio textil, que es tan numeroso, debe de ponerse a trabajar para obtenerlas. Es necesario que los gremios de este poder, por intermedio de sus propios sindicatos, comiencen a pensar en la previsión social. El Estado ha de dar, de acuerdo con el plan que iniciaremos, a todos los obreros del país paulatinamente, - porque no se puede hacer en cinco años lo que no se ha hecho en cincuenta - ha de dar digo, la posibilidad de que cada uno de los gremios tenga sus escuelas para formar en la industria a sus descendientes, que no estén obligados, como la mayoría de ustedes, a aprender en el dolor de un taller, sino su escuela, que los capacitará para después cursar otras escuelas y llegar a ser los técnicos de la propia industria argentina. Que tenga su propio policlínico donde los asociados no van a que los atiendan por limosna, sino que son los propios patrones de su policlínico, y los atienden porque ellos son los que pagan y los que lo mandan. Y que tengan los seguros apropiados para los casos fortuitos, como las jubilaciones para la vejez y la invalidez.
Todas estas creaciones han de ponerse en marcha mediante un plan perfectamente establecido, tienden a dar el aumento directo o indirecto en los salarios de los trabajadores. Es indudable que en nuestro país, por mucho esfuerzo que hagan las empresas patronales, no pueden pagar todo el salario que fuera deseable pagar para poder competir; pero el Estado, está en la obligación de organizar una previsión social que permita aumentar indirectamente esos salarios. Para ello, si el Estado en vez obligar a la población a vivir en conventillos, donde se pagan 80 pesos por una mala pieza, le construye casas económicas que el obrero pueda pagar en parte, y en parte pague el Estado, y le da una buena casa para que él que la compre en largas mensualidades por 20 a 30 pesos, ¿no es eso un aumento de salario? Si cuando en familia obrera va a tener un nuevo vástago o tiene que someter a uno de sus miembros a una operación, se la hacen gratis sin que gaste nada en remedios, ni en operación, en su propio policlínico, ¿no es esto también un aumento indirecto de salarios? Y si mediante cooperativas y mutuales puede obtener lo necesario para vestirse, para comer, medicamentos y otra serie de cosas a precio mucho más bajo que el normal, ¿no es esto también un aumento indirecto de salarios? Bien señores; en la República Argentina era necesario, primero, consolidar el sistema gremial; luego, realizar la justicia social, que, confieso, la hemos hecho hasta ahora, a costa de las organizaciones productoras, industriales y comerciantes. Pero le queda al Estado ahora cumplir su propia función, de ayudar por estos medios y aumentar en forma indirecta los salarios, para mejorar todavía más las condiciones de vida de los trabajadores.
Por eso yo siempre he dicho que aspiro a que antes de dejar el gobierno los propios industriales, que algunas veces se han quejado de mí, me vayan a agradecer y a decirme: ahora comprendemos porque nos han apretado un poco al principio, para después favorecernos con la propia obra del gobierno.
Señores, y para cerrar esta conversación de la misma manera que la empecé, vuelvo a decir que a través de toda mi conversación sobre lo político, lo social y lo económico, llegamos siempre a esa misma trilogía: obreros, patrones y Estado, trabajando con un solo objetivo, con buena fe, con sinceridad, gozando alguna vez de los beneficios, y sufriendo otra los sacrificios, vamos eslabonando el único camino que conduce a la felicidad de los pueblos; elaborando la grandeza de nuestro país, sin ocuparnos de otra cosa que en un día futuro podamos decir que en la República Argentina viven cincuenta millones de hombres felices por la acción previsora de sus hombres capitalistas, de sus obreros y de sus gobernantes. .................. |
1946-10-04 | Mensaje radial anunciando normas para la importación | Hoy se cumple el cuarto mes de actuación del gobierno nacional. Este breve período ha sido pródigo en realizaciones, de las que he dado cuenta al país cuando su importancia lo requería. Ninguna de ellas ha obedecido a motivos accesorios o a causas ocasionales; todas han tenido feliz realización dentro de un orden preestablecido, como partes integrantes de un plan armónico que va cumpliéndose de modo inexorable. No quiero decir con eso, que las cosas suceden tal como las hemos previsto y por el orden cronológico que hayamos intentado establecer, sino que las soluciones que se aplican ante la realidad de cada hecho que se presenta, obedecen a principios claros y terminantes. Desde mediados de 1944, mucho antes de que se vislumbrara la terminación de la última conflagración mundial, puse especial empeño en la política económico-social argentina para que se orientara hacia el venturoso porvenir que hoy ya podemos apreciar. Aquel modestísimo Consejo Nacional de Posguerra, que fue combatido desde diversos ángulos porque consumía sus días en una labor silenciosa y fructífera, estableció con firmeza las bases de sustentación del progreso industrial argentino. En el volumen publicado con el título "Ordenamiento económico-social" se afirma que "todo el proceso de la economía nacional requiere un plan estable y sistemático, el ajuste a un orden predeterminado como única forma de proporcionar regularmente beneficios positivos a la población dentro de un próspero desarrollo de todas las fuerzas económicas". Estimular el capital privado y la producción fomentando las industrias, y utilizar toda la mano disponible; extraer la materia prima e intensificar el intercambio comercial; perfeccionar los conocimientos técnicos; humanizar la función del capital y mejorar lasa condiciones del trabajo y de vida de los trabajadores. Pero no se limitó a declaraciones teóricas sino que, trazado el objetivo lejano de estimular la producción, afirmó que para lograr el bienestar general a que debe tender toda obra de gobierno era necesario determinar: a) las actividades ya consolidadas en nuestro medio; b) las que requerían un apoyo para lograr solidez a causa de la vital importancia que tenían para el país; c) y cuáles habían cumplido ya su objetivo de suplir la carencia de los tiempos de guerra, pero cuyo mantenimiento en época de normalidad representarían una carga antieconómica que ningún motivo razonable aconsejaba mantener.
Estas ideas han germinado en el campo de las realizaciones y la nacionalización del Banco Central ha permitido llevar a buen término la finalidad esencial que ha constituido el norte magnético de nuestras ambiciones de gobernantes: que la renta nacional aumente cada día y que ella no sirva para que unos pocos audaces hagan su fortuna, sino para alcanzar la mayor felicidad del mayor número de los habitantes de nuestra patria.
Dentro de pocos días someteré a consideración del Honorable Congreso, el Plan de Gobierno a realizar mientras desempeñe la primera magistratura de mi país. Mi gobierno iniciará su ejecución el día 1º de enero de 1947. Para ello necesita, no solo aprobación de las realizaciones proyectadas, las inversiones consiguientes y los proyectos de ley necesarios, sino que deben prepararse adecuadamente los resortes que se necesitan para impulsar nuestra economía hacia el grado de prosperidad que se ambiciona. La primera medida que el Poder Ejecutivo considera que debe ponerse en práctica consiste en implantar un nuevo régimen de control selectivo sobre las importaciones, que se efectuarán por medio del Banco Central.
Considero indispensable fijar los alcances precisos y su verdadera finalidad. Para comprender unos y otra conviene tener en cuenta que el orden de estructuración de la economía clásica ha sido trastornado por las convulsiones que el mundo ha sufrido, especialmente desde 1929. Las fórmulas largamente consagradas han sido sometidas a un inevitable proceso de revisión en todos los países del mundo. Nuestro país no puede quedar aislado en la nueva corriente económica y por ello resulta indispensable una adaptación de las nuevas condiciones imperantes. Y hay que actuar con los ojos puestos en el porvenir pero debatiéndolos en el presente aún convulsionado por las repercusiones de la gran emoción universal que acabamos de contemplar.
Creo que la fijación de una nueva orientación económica universal o, en otros términos, la determinación de un nuevo punto de equilibrio capaz de asegurar el restablecimiento del juego armónico de todos los intereses económicos, solo podrá lograrse mediante un sistema de ensambladuras naturales cuidadosamente conformadas a la estructura básica que sustenta el equilibrio económico-social interno de cada país. Y estoy firmemente convencido que dentro de un sistema universal, concatenado en forma racional, no tienen porqué existir intereses antagónicos de manera absoluta, toda vez que la naturaleza, al distribuir sus elementos entre los pueblos de la tierra en la forma que lo ha hecho, así como al diversificar las necesidades del mundo civilizado de acuerdo con las distintas situaciones geográficas, ofrece las bases naturales para una reciprocidad económica ilimitada con alcances netamente beneficiosos para todos los pueblos. Y en este mismo orden de ideas, pienso que hay un problema orgánico de carácter local a resolver previamente, cual es el de hallar la posición de equilibrio económico-social interno capaz de asegurar una ventajosa reciprocidad de servicios o intereses con los demás sistemas económicos. Proceder a la inversa, es decir, pretender ajustar las condiciones económico-sociales internas a un nexo arbitrario con el sistema exterior, solo podría conducir a un estado de permanente inestabilidad, con las inevitables secuelas de perturbaciones, acerca de los cuales existen muchos ejemplos aleccionadores. No se nos escapa que no es tarea fácil lo que acabo de enunciar. Pero tampoco podrá tildarse de una concepción puramente académica, ni mucho menos utópica. Es simplemente la solución práctica claramente indicada por la naturaleza de los hechos que configuran la realidad actual. Es evidente, y no hemos dejado de tenerlo en cuenta en ningún momento, que una acción de gobierno que procura ser en todo momento sensible al ritmo evolutivo de las cosas tiene exigencias fundamentales de carácter orgánica. Se impone en primer término el trabajar con sujeción a planes bien meditados y técnicamente concebidos. En este sentido, podemos afirmarlo con satisfacción, nuestro país no navega a la deriva ni está librado al azar de las circunstancias; por el contrario, se encuentra habilitado para desenvolver su acción económica sin riesgo de rendir su tributo a la improvisación. Puedo afirmar, pues, que existen estos planes y se aplican sistemáticamente a la acción de mi gobierno. Y al decir que existen planes de acción cuya ejecución ya se encuentra en pleno desarrollo, parecería redundante expresar que tenemos también una política económica perfectamente trazada, y conocemos cabalmente el objeto fundamental que en ese terreno nos mueve a la acción. El punto de partida de esta acción de Gobierno, de carácter eminentemente orgánico, ha sido, como dije, el Consejo de Posguerra, organismo acerca del cual he tenido ocasión de referirme en varias oportunidades a efectos de destacar y difundir sus extraordinarias proyecciones como esfuerzo organizador de esta etapa trascendental del progreso nacional. Posteriormente, la reestructuración de nuestro sistema bancario, la coordinación de los organismos de acción económica, y ahora este nuevo régimen de selección orgánica de las futuras importaciones, unido a otras disposiciones de no menos trascendencia que se encuentran a estudio para su oportuna aplicación, habrán de completar el instrumental técnico cuya atinada y previsora aplicación capacitará ampliamente al país para desenvolverse sin desventajas en el incierto período de la posguerra. La implantación de este nuevo régimen de importaciones constituye así una medida trascendental e indispensable para el logro de los altos propósitos del gobierno en el terreno económico; el primero de ellos es la protección industrial con objeto de asegurar el fortalecimiento de nuestras fuentes de trabajo y de producción y, en consecuencia, consolidar las conquistas de los trabajadores. Entre las fuentes de trabajo y producción se encuentra la industria nacional como factor decisivo. El signo característico de su rápido acrecentamiento ha sido un extraordinario desplazamiento de la mano de obra hacia los centros fabriles. Este proceso ha traído aparejada una intensificación correlativa de la incidencia de ese sector sobre el plano social, a la vez que ha servido como una gran fuerza de sustentación para el mejoramiento del nivel de vida de nuestra clase trabajadora. Para hacer posible esa extraordinaria evolución en nuestra estructura social, ha sido necesario asimismo, como una parte considerable del ahorro nacional, se volcase con plena fe y elevado espíritu de empresa a la promoción decidida de la industria argentina. Proteger y afianzar en una medida justa y razonable los legítimos intereses colectivos involucrados en nuestro desarrollo industrial, debe ser, pues uno de los objetivos primordiales de nuestra política económica en las actuales circunstancias. Pero no se detiene ahí nuestra política industrial sino que proyecta sus beneficios hacia el terreno social y marca una auténtica etapa de superación que no puede ni debe desandarse. No sería justo interpretar el sentido de este nuevo régimen de importaciones como un simple ensayo de mezquino proteccionismo; muy por el contrario, hay en él una cuestión vital para nuestro bienestar colectivo y para nuestra estabilidad social. Repito que tiende a consolidar las mejoras obreras y a fomentar el ascenso de nuestros trabajadores a sectores más elevados de la vida industrial. No debemos olvidar que grandes establecimientos fabriles e industriales que hoy son orgullo del país encontraron origen en modestos obreros que sintieron los nobles afanes de superación. Yo deseo que las esperanzas que hoy nazcan con el anuncio del nuevo sistema puedan concretarse dentro de pocos años en nuevos emporios de riqueza que pongan a nuestro país a la par del que mejor organizada tenga la industria y más próspera su economía. Aspiramos a ejercer un derecho inobjetable; aplicar un criterio selectivo en cuanto a los tipos de materiales y demás elementos de real utilidad para el país en las presentes circunstancias. No existen ni deben verse en esto discriminaciones deliberadas, sino simplemente una garantía impuesta por el interés superior de la Nación. Es conveniente que me refiera a ciertos sectores de la actividad industrial que, bajo el estímulo extraordinario de los efectos económicos de la guerra, han acrecentado su gravitación dentro del cuadro general de las actividades. En estos sectores existe cierta incertidumbre acerca de si podrán mantenerse los índices alcanzados bajo el estímulo de una época normal. Al Estado corresponde despejar esta incógnita dentro del planteo de nuestra futura política económica. Es bien notorio, que esas condiciones especiales afectan particularmente al desarrollo alcanzado por nuestra industria. Y es por ello que será de elemental prudencia, cuidando siempre el equilibrio general de las cosas, consagrar sus legítimos derechos a una protección razonable y equitativa en el trazado de la política a adoptarse en esta materia. Pero, con objeto de ser estrictamente justos, si la industria recibe bajo distintas formas el apoyo de la colectividad nacional, queda moralmente comprometida a compensar a todos los consumidores en condiciones de calidad y precio conveniente. A una protección industrial debe seguir un positivo mejoramiento de las condiciones generales de la población. A una protección industrial ha de seguir la modernización de las instalaciones, la implantación de los nuevos métodos de producción, el perfeccionamiento de las condiciones de trabajo. A una protección industrial ha de seguir el perfeccionamiento técnico y el mejoramiento de los índices de costo. Solamente así podrá extraerse de ella todas las ventajas de orden social que anhelamos y estamos dispuestos a conseguir. Una política cuyos principios generales son los que acabo de exponer ofrece por cierto amplio cauce para las corrientes de importación, ya que su aplicación no implica en manera alguna que pretendamos aislarnos, sino que ha de operarse una selección de las importaciones para que ellas estén representadas por las maquinarias, los artículos esenciales, materias primas y elementos de transporte que en elevadas cantidades necesitamos y necesitaremos siempre para mantener, mejorar y acrecentar nuestro sistema de producción, configurando así sobre bases racionales nuestros nuevos contornos económicos de adaptación y activa participación en el futuro intercambio mundial. Para la implantación de estas normas selectivas de importación nos asiste un derecho natural incuestionable, de la misma manera como lo ejercitan y lo han ejercitado durante muchas décadas hacia nuestros productos de exportación los mercados compradores extranjeros, tomando lo que les convenía y dejando aquello de inútil aplicación o de carácter antieconómico. Si nuestro poder de compra por valoración de la calidad de nuestros productos es razonable y debe aceptarse como un justo derecho que procuremos como contra partida equivalente adquirir lo que más nos convenga. Pero hay algo más todavía que acrecienta los razonables fundamentos de la iniciativa que llevamos hoy a la práctica. Los años de guerra provocaron un desequilibrio realmente crítico en nuestra balanza de intercambio comercial, pues mientras la demanda por nuestros productos se intensifica día a día por parte de los países comprometidos en la lucha, la importación de artículos manufacturados, muchos de ellos de importancia vital para nuestro país, fue a su vez restringiéndose hasta extremos realmente críticos. Esta circunstancia, al par que originaba un grave problema para nuestro desenvolvimiento económico interno, principalmente en lo tocante a la reposición impostergable de nuestras máquinas y otros elementos indispensables, trajo como consecuencia una acumulación desmesurada de divisas extranjeras como única y estéril contrapartida de las riquezas exportadas. Y es bien sabido que esas existencias permanecieron durante el período bélico sin ninguna aplicación útil posible, pagando así nuestro pueblo un elevado tributo a las teorías, muy discutibles, de ciertos titulados magos de la economía que, ciegamente aferrados a conceptos visiblemente caducos, optaron por acumular nuestro oro en los bancos del exterior, en vez de colmar nuestro puerto de las mercaderías y demás elementos vitales de que hemos carecido durante los últimos seis años. No voy a repetir lo que ese fenómeno ha significado como elemento inflacionista activo dentro de nuestro circuito monetario; es este un hecho ampliamente difundido y discutido por la opinión del país. Pero considero necesario señalar la necesidad de hacer unos de tales reservas con arreglo a una política racional capaz de asegurar su más eficaz empleo en beneficio de nuestra verdadera economía. He de terminar con una afirmación que desearía ver compartida por todos los habitantes del país; amigos y adversarios políticos, hombres de la ciudad y del campo; trabajadores, capitalistas y profesionales de todas clases; que desearía ver compartida porque es la expresión de un vehemente deseo de gobierno; que la República Argentina acepte este primer paso firme hacia la industrialización con el convencimiento de que ha de labrar el bienestar y felicidad de todos, sin exclusiones ni olvidos. A esta campaña todos debemos estar enrolados. Todos vamos a luchar para: proteger la industria nacional, fomentar la creación de nuevas empresas, aumentar el nivel de los beneficios industriales, mejorar los índices de nuestra economía, elevar la renta nacional, elevar el nivel de vida de la población, conseguir un mayor bienestar de todos que solidifique la paz social. Para lograr la victoria debemos permanecer unidos, y puesta la mirada en el esplendoroso porvenir económico de la patria, mantenernos fiel a la consigna del momento: producir, producir y producir. ............................ |
1946-10-07 | Discurso pronunciado en el acto organizado por el Ateneo Bancarios Argentinos de Estudios Económicos y Sociales en conmemoración del 17 de octubre | Discurso pronunciado en el acto organizado por el Ateneo Bancarios Argentinos de Estudios Económicos y Sociales en conmemoración del 17 de octubre Es para mí un gran placer, que ustedes me brindan al ofrecerme la oportunidad de conversar siquiera sea breves instantes con ustedes.
No he de hacer un discurso señores, porque he afirmado tantas veces, que prefiero conversar llanamente, sobre las cuestiones que nos ocupan en estos momentos en que el Ateneo de Bancarios Argentino edita este libro "Plumadas" lleno de verdades, lleno de entusiasmos y lleno de ideales, que son los tres grandes pilares que sostienen nuestra acción en el campo revolucionario.
Esas "Plumadas" que todos conocemos, y que han ido repartiendo a lo largo de toda la República, muchas verdades que algunos ocultaron por largo tiempo, más hijas del entusiasmo y de la verdad que de ninguna otra inspiración. Ese grupo de muchachos que desde la iniciación de nuestra lucha, embanderados por idealismo tras de nuestra causa, salieron a la palestra a luchar con las armas de que ellos disponían.
El bien que estas "Plumadas" han realizado en el campo revolucionario es extraordinario, por eso me siento y me sentiré siempre ligado a los bancarios argentinos de todas las instituciones, que han sido un eslabón de este movimiento. Ese eslabón que entre la clase trabajadora y las demás actividades del país, constituye el hombre de nuestra clase media, que busca sin perjudicar ni a los que manejan la alta finanza o a los que se sirven de su músculo para el trabajo, son la verdadera encarnación del equilibrio social. Esos hombres que calladamente sacrifican su vida sin reclamar nada de los demás para su bienestar, que consideran siempre satisfactorio a pesar del sacrificio, del dolor y la desesperanza de muchos hogares.
Bancarios argentinos de todas las instituciones, fueron los primeros hombres de nuestra clase media, que se lanzaron en esta acción. Fueron sin duda la primera agrupación de hombres de preparación que se pusieron en nuestra lucha a nuestro lado. La revolución va cumpliendo su ciclo, y llegará el día en que tanto la antigua clase directora del país y la clase trabajadora reconocerán en estas agrupaciones al verdadero nexo que en un momento fue tan indispensable a pesar de la lucha y a pesar de los odios ancestrales de clase que estaban dividiendo al país.
Hemos de levantar un monumento al descamisado, un monumento que todavía falta en nuestro país, el monumento al hombre humilde que en todos los tiempos desde la formación de la nacionalidad se sacrificó por la patria ofreciéndole todo sin reclamarle nada. A ese hombre anónimo del pueblo, que siempre se tuvo en menos y olvidado, pero sin el cual, no hay sociedad humana que pueda construir nada.
En ese sentido señores, nuestra revolución, tan bien sintetizada, por las famosas "Plumadas" que conocemos, está lanzada hacia una justicia distributiva. Nuestro gobierno tal cual lo interpretamos hoy, y tal cual cumplimos como un sagrado postulado impuesto por la doctrina y la teoría de nuestra revolución, pensamos que la acción de gobierno de cualquier ángulo que se la mire, ha de siempre converger sobre un objetivo que es el objetivo sustantivo de nuestra revolución: accionar, gobernar y construir solamente para que el beneficio se pueda distribuir entre los catorce millones de argentinos.
Nuestro gobierno no podría, sin traicionar el postulado fundamental que se ha establecido, servir a los intereses de grupos, de familias o de clases sociales. Nuestro movimiento ha de distribuir los beneficios, aún cuando tenga que luchar duramente para conseguirlo. En el orden social, la República viene observando desde hace tres años, como se ha cumplido en ese campo el postulado de nuestra revolución. Hemos distribuido mejor las cargas, hemos distribuido mejor los beneficios, hemos desterrado la beneficencia para dedicarnos a hacer justicia social, y hemos trazado nuestros planes para que el futuro no nos sorprenda en las encrucijadas de la vida, sin haber dado la mano al hermano argentino que como nosotros está también laborando la grandeza de nuestro país.
En el orden económico, no es poca cosa lo que hemos realizado. Hemos tratado de suprimir del Estado argentino la posibilidad de que cuatros grupos financieros o cuatro consorcios capitalistas disfruten de la especulación enriqueciéndose extraordinariamente o mandando los enormes beneficios de nuestra riqueza a su casa matriz en el extranjero, para reemplazarlo por la acción de gobierno, que en forma directa o indirecta, va repartiendo esos enormes beneficios entre los catorce millones de hermanos argentinos que lo necesitan. También se nos ha dicho por eso, que hacemos economía dirigida, lo que presupone una ignorancia supina de lo que es la economía dirigida. Nosotros compramos y vendemos de acuerdo a las cotizaciones internacionales, en lo interno y en lo externo. Economía dirigida, es suplantar el precio económico producto de la oferta y la demanda por un precio político. Nosotros no lo hemos hecho jamás. Cuando vendemos trigo a treinta y cinco pesos al extranjero, es porque en el mercado internacional se cotiza a treinta y cinco pesos, pero con el beneficio obtenido lo distribuimos a nuestros compatriotas a doce pesos en vez de treinta y cinco. Dicen que esto es injusto, pero yo no creo que haya nada más justo, que nosotros que producimos el trigo lo comamos a un precio más barato que aquellos a quienes se lo vendemos porque no lo producen.
Yo que he observado de cerca en Europa la economía dirigida, sé bien que los que afirman que nuestra economía es fascista o nacionalsocialista, son unos ignorantes o son unos malvados.
La economía dirigida en lo que al trigo se refiere, podríamos aclararla con un simple ejemplo. En el año 1938 yo me encontraba en Italia. A nuestros productores les pagaban acá seis pesos el quintal de trigo, y en esas condiciones nosotros podíamos ponerlo en Génova el quintal a treinta y cinco liras. Pero, la economía dirigida que allí imperaba, no dejaba entrar nuestro trigo a treinta y cinco liras el quintal, sino que existía un precio político de ciento cincuenta liras el quintal, que el gobierno lo hacía así para propulsar la producción de trigo en su propio país. Pagando ciento cincuenta liras los productores llegaron en el año 38' a producir en Italia siete millones de toneladas más de trigo que la República Argentina, con un territorio de 380.000 kilómetros frente al nuestro que tiene 2.880.000. Eso es economía dirigida en lo que a trigo se refiere, ya que estamos hablando del trigo. Pero decir que economía dirigida es que nosotros vendamos a 35 pesos el trigo que es el precio del mercado internacional, y que con la ganancia que antes obtenían esos señores que conocemos de los consorcios, y que con esa ganancia que ellos giraban a sus casas matrices, que sabemos también donde se encuentran, lo utilice el gobierno para que en vez de pagar $1,20 como resultaría si lo vendiéramos en el mercado interno con la libertad que ellos propugnan. Si pusiéramos en ejecución esa libertad en vez de conseguir pan a 35 ó 45 centavos el kilo lo estaríamos pagando de 1,20 a 6,50, como se está pagando en todos los demás países extranjeros.
Yo digo, señores, que si esta economía es dirigida, yo soy Mary Pickford.
Pero volvamos al asunto, a decir, en ese orden de cosas, nosotros estamos trabajando lisa y llanamente para resolver los problemas argentinos, con métodos argentinos. Pero lo que ocurre es que en este aspecto social, económico, también estamos cumpliendo el postulado que nos hemos impuesto: que el producto de la riqueza argentina que Dios nos ha dado, lo repartamos entre los catorce millones, y no entre los cuatro consorcios capitalistas que acaparan nuestra cosecha.
Esto mismo podría decir para cada uno de los artículos que ha sido motivo del acaparamiento en el país, y estamos luchando como leones contra esos señores, y cuando nos descuidamos nos sucede lo que nos ha pasado con la papa. Es claro que el que acapara papa quiere libertad para acaparar. ¡Pero no! la libertad ha de ser para el que quiere comprar la papa en condiciones de comerla.
Y señores, en el orden político ¿por que nosotros podemos realizar esto? Es muy simple. El que antes se sentaba en el tan mentado sillón de Rivadavia, tenía el gobierno político del Estado, vale decir, podía nombrar los funcionarios, manejar los comités, y recibir a todos los políticos que debían pasar por una u otra causa por su despacho. Pero en el orden económico, no; en el orden económico los que gobernaban eran esos cuatro consorcios capitalistas; y cuando el gobierno quería intervenir en la cuestión económica, el Banco Central le cerraba el crédito y se pasaba tres o cuatro meses sin pagar a la administración.
El problema de la revolución ha sido tomar el gobierno integral, por eso es posible hacer una acción social, porque antes cuando el gobierno quería que se pagara más a los trabajadores, los mismos famosos cuatro consorcios se ponían de acuerdo y no había plata ni para siquiera pagar las cuestiones más indispensables de la administración y del gobierno.
Hoy no tenemos a esos, porque el Banco Central ahora es del estado. Ahora no tenemos a esos, porque los setecientos a mil millones de pesos que todos los años engrosaban la arcas de esas cuatros compañías acaparadoras de la cosecha, en un solo un concepto que conozco bien, en el del lino. Con el lino en la cosecha normal las casas exportadoras ganaban alrededor de mil millones. Y no cito a los otros cereales porque no estoy seguro de los datos que podría darles, pero si les puedo decir que este año en la cosecha de lino que la tomamos tarde y ya un poco liquidada, ganamos nosotros setecientos ochenta millones.
Pero el año que viene, he de poder informarles a todos los argentinos, cuanto se ganaba por la venta total de la cosecha. Esos setecientos millones que acabo de mencionar, han ido a los catorce millones de argentinos, porque ese aceite que antes se vendía a 2,50, nosotros lo estamos vendiendo a los criollos a 85 centavos.
Señores, el proceso argentino ha sido difícil hasta llegar a esta altura. Para poder gobernar al país política, económica y socialmente, se ha librado una batalla durante tres años, en que no hemos dormido, no hemos descansado; pero hoy mediante esa batalla, de tres años sin descanso, la República Argentina ha pagado toda sus cuentas al exterior, ha acumulado más de siete mil millones de pesos en Inglaterra y Estados Unidos, y otros cuatro o cinco mil que está distribuidos en todos los demás países que nos deben; y puedo asegurarles que esfuerzo económico y financiero de la Argentina con los medios que posee, no los puede realizar hoy ningún país de la tierra.
Bendita sea, señores, esta lucha que nos ha permitido llegar a esta altura en condiciones tan promisorias. Ahora, señores, yo me explico, que me cruzan en todas direcciones para desviarme de ésta, mi marcha. Pero yo soy hombre de montaña, he acostumbrado a cruzar las montañas en todas direcciones y nunca he perdido el rumbo ni me han mareado las alturas. Tampoco han de marearme ni han de hacerme perder el rumbo las cuestiones subalternas de la política. El panorama nuestro es bien claro, porque la política es necesario comprenderla. Les he de hacer una ligera y rápida descripción del momento político, y les he de decir también, cual es el procedimiento para sobrepasar ese momento político.
El panorama político de nuestras fuerzas, que se mueven, y que intentan de todas maneras embanderarme a mí dentro de alguna de las tendencias o de las corrientes, y que no han de conseguirlo en manera alguna; porque a mí no me han puesto donde estoy para hacer política sino para hacer gobierno. Nuestro panorama como todos los panoramas políticos es siempre el mismo. Hay un horizonte inferior, que es la masa, que está firme como una roca. Hay otro horizonte superior, que son el cuerpo de funcionarios del Estado y del gobierno: legisladores, gobernantes, etcétera. Entre esos dos horizontes, juega uno en el medio que es de permanente agitación: son los caudillitos que están preparando el terreno para tomar ellos una situación futura. Esos que se mueven, no tienen ningún peligro porque están entre dos capas aisladoras, y cuanto más se muevan dentro de este horizonte central, más se desgastarán y se irán paulatinamente aniquilando. Habría peligro si esos caudillitos levantaran algo del de abajo o perturbaran algo del de arriba. Pero afortunadamente el panorama político de la nación y el desenvolvimiento del futuro obedece a nuevas leyes. La política que ellos están haciendo ya es anticuada, ha sido sobrepasada por los tiempos. Hoy no es posible hacer la política del engaño y de la viveza política. Hoy la política es realista, hay que hacer obra y hay que valer para que la gente lo crea, sino nadie lo cree.
Por esos señores, fracasarán todos lo quieran envolver al gobierno en la pequeña política. El gobierno tienen una sola política: hacer buen gobierno, que es la mejor política de todas. Y en ese sentido es que el gobierno ha estudiado minuciosamente, minuciosamente, todos los grandes problemas de la República Argentina; todo aquello que hace cincuenta años que queremos ver construido y todavía no han comenzado a construirlo; queremos hacer en cinco años lo que no se ha hecho en cincuenta; y yo estoy mal acostumbrado, porque en la Secretaría ya hice en tres años lo que no se había hecho en cincuenta.
Y observen señores, que si yo movilicé el país, tras un plan de carácter social, desde un oscuro organismo como era el Departamento de Trabajo, construyendo la Secretaría; y detrás de esa idea puse en movimiento un plan, y con ese plan arrastré la mitad de la república, que no haremos cuando desde la casa de gobierno pongamos en ejecución un plan que toma todos los aspectos del país.
Soy optimista, extraordinariamente optimista, porque he palpado ya, el patriotismo de los argentinos. No creo que haya ningún argentino que no quiera ver grande y próspera a la nación. No creo que haya ningún argentino que se sienta indiferente frente a una obra que podemos realizar, en esta oportunidad, quizás única de la historia argentina, en que todo los tenemos. En este momento, en que si los catorce millones de argentinos se ponen en marcha hacia la luna, pueden llegar hacia la luna. En este momento en que solamente los malos argentinos, pueden no querer que se realice un obra que podemos realizar. En este momento en que poniendo metódicamente en ejecución las fuerzas extraordinarias que tenemos, podemos construir una Argentina de la que se enorgullecerán nuestros descendientes. Señores, por eso tengo fe. Tengo fe que hemos de realizar la mayor parte de las cosas que tenemos proyectadas.
Para ello cuento con la financiación, que es uno de los aspectos más importantes; tenemos primero para realizar bien cuanto nos proponemos sin exigir ningún esfuerzo a las finanzas del Estado, y para entregar el gobierno dentro de cinco años con menor deuda y con una gran obra realizada, para que los que vengan después de nosotros, que serán quizás mejores argentinos que nosotros, puedan completar en pocos años la labor que el país está esperando que realicen los argentinos desde hace tantos años.
No hay no hay influencias policías, no hay influencias de ninguna naturaleza que puedan estorbar o impedir la ejecución de esta obra. Si ello ocurriese los argentinos seríamos o muy incapaces o muy malvados; y yo estoy persuadido de que el pueblo argentino es capaz y patriota, que ha creado una gran Argentina, que nosotros tenemos que engrandecer organizándola y llevándola paulatinamente a sus grandes destinos.
Señores, agradezco profundamente esta oportunidad, y el obsequio que me han hecho del primer ejemplar de "Plumadas", y espero como lo ha dicho el señor presidente del Ateneo Bancarios Argentinos, de que todos los bancarios realicen esa unidad. Nosotros estamos trabajando para unir a los hombres de un mismo gremio, sea cual sea, la situación o la colocación dentro de las actividades y de las agrupaciones humanas de nuestro país.
El siglo pasado fue la época de las agrupaciones políticas. El siglo futuro será el de las agrupaciones gremiales. La historia viene demostrando paulatinamente, que el mundo pasa de lo político a lo social. Por esa razón, el país que consiga unir más fuertemente y realizar una mejor unidad de los hombres que realizan una misma actividad gremial, será el país que se organizará primero al estilo moderno del siglo que viene.
Por eso es que yo lucho incansablemente porque los gremios sean fuertes y unidos, porque nuestra causa, la de nuestro movimiento revolucionario, indudablemente, su suerte está confiada a las agrupaciones gremiales. Ellas lo podrán defender. Si son fuertes y unidas, porque el enemigo de nuestro movimiento, es casualmente el propio enemigo de la unidad y de la grandeza de los gremios.
Yo sería extraordinariamente feliz si viese un día a todos lo bancarios argentinos en una sola gran sociedad, donde los bancos perteneciesen a cualquier actividad que perteneciesen, unieran a todo su personal para formar primero, un gremio poderoso; instalar sus propios servicios hospitalarios como ya lo han hecho otros gremios; tener sus propios campos de deportes como tienen ustedes y tienen algunos gremios; formar una gran mutual que defendiese a todos y cada uno de sus componentes; formar una gran cooperativa que favoreciese a todos; y escalonar a lo largo del país todas las medidas de previsión social que un gremio tan magníficamente constituido como el de los bancarios, formaría una asociación cuya fortaleza sería extraordinaria y gravitaría profundamente en los destinos del estado, con su fuerza, con su unidad y con su gran espíritu que han puesto en evidencia desde la iniciación de la revolución hasta nuestros días.
Por eso es que yo creo en la necesidad de una unidad absoluta del gremio. Unidos, el gobierno pondría de su parte todo lo que como gobierno tiene obligación, para construirle su local social, su policlínico, y todos lo gastos que fuera necesario realizar. He visto deudas de miles de millones mal gastados o tirados a la calle como en el Instituto Movilizador a beneficio de cuatro aprovechados. Cual no sería entonces el esfuerzo que el gobierno podría realizar para dar las comodidades que necesitan y que merecen los gremios constituidos y unidos como sería el gremio de bancarios.
Señores yo los invito a esa unidad, seríamos todos más felices, yo creo que ustedes y yo que habría cumplido un alto anhelo que tengo desde mucho tiempo.
Y ahora señores, finalmente, yo agradezco al Ateneo de Bancarios Argentinos, todo cuanto ha hecho y todo cuanto está haciendo; lo agradezco en nombre de nuestro movimiento, donde ellos han escrito ya, una página para la historia que ha de escribirse de nuestro movimiento. Los hombres más meritorios serán aquellos que más profundamente han comprendido ese movimiento, que idealmente se han colocado juntos con todos lo demás que lidiamos desde los azarosos momentos que hemos pasado en estos tres años. Y señores les deseo a esta agrupación de muchachos entusiastas y patriotas toda la felicidad y toda la prosperidad que yo quiero desearles a ellos que han sido nuestros compañeros y hermanos de causa. ................................... |
1946-10-09 | En la inauguración del Congreso del Sindicato Unión | Llego señores, hasta acá, con la enorme complacencia de poder establecer una nueva costumbre, que es la de que el primer magistrado de la Nación asista a la inauguración de estos congresos que representan bien para el país y para la organización de los obreros argentinos. Quisiera que esta costumbre perdurase a lo largo de los tiempos; quisiera también que se interpretase mi presencia en la apertura del congreso de los portuarios argentinos como un augurio de unidad y de fuerza, que aspiro y anhelo para todos los sindicatos argentinos. He sostenido que si el siglo pasado fue de las organizaciones políticas, el siglo del futuro será de las organizaciones sindicales. Un gobierno moderno y progresista tiene la obligación de estar a tono con la hora; por esa razón es que me siento honrado como primer magistrado de venir a compartir breves momentos con este congreso que ha de ser constructivo, y donde no hay delito como en el pasado, en que los hombres de trabajo se unan para ver de defender su propia justicia y alcanzar con ello, en la convivencia de la sociedad argentina, el derecho elemental que todo criollo tiene de unirse para defender mejor así sus intereses.
He dicho muchas veces a los trabajadores que este gobierno se siente profundamente ligado a sus inquietudes y a sus aspiraciones, porque el gobierno surgido de los comicios del 24 de febrero tiene una raíz obrera, esto no es un secreto para nadie, y me enorgullezco de llegar a este congreso acompañado del Ministro de Trabajo, que es un obrero que abandonó su taller para tomar las riendas del gobierno.
Señores, estos congresos obreros, que antes fueron obstaculizados, la formación de sindicatos unidos y profundamente gremialistas, ha de apoyarlos el gobierno, los ha de defender y les ha de dar estado legal, porque ningún argentino puede ser privado de lo que no lo priva la ley ni obligado a realizar lo que la ley no le obliga.
Auguro señores, a este congreso, todo el éxito que puede esperarse cuando hombres de buena voluntad se reúnen para realizar una obra constructiva en bien de una parte de la colectividad unida por afectos y por ocupaciones comunes. Espero de la acción de este congreso la unificación del gremio en todos sus aspectos, porque, señores los gremios unidos, organizados y bien dirigidos no son nunca una amenaza, sino por el contrario un puntal de sostén del Estado argentino.
Sabemos muy bien que los portuarios tienen problemas que resolver, sabemos también muy bien que sus aspiraciones son lícitas y honradas; y esperamos como resultado de este congreso, que se llegue a conclusiones concretas que fijen claramente cuáles son las legítimas aspiraciones del gremio; que surja también de este congreso cuales son las finalidades gremiales que la sindicación total de los portuarios ha de arrojar para bien del conjunto en el porvenir; y esperamos también que lleven al regresar a las distintas regiones de que provienen y representan los señores delegados, mi palabra afectuosa y mi abrazo de compañero y de amigo, para todos los trabajadores de todas las latitudes de la República.
Señores, quiero finalizar con mi sacramental consejo que siempre doy a los trabajadores. Soy un hombre que ha demostrado al país que no sabe decir cosas contrarias a lo que siente; he demostrado a los trabajadores que estoy dentro de la causa que es de todos y que no he de engañarlos ni traicionarlos en ninguna oportunidad. Saben asimismo, que cuando aconsejo a los obreros lo hago desde el fondo de mi corazón; por eso es que siempre me atrevo, con una experiencia del gobierno, de la existencia obrera, de los grandes y profundos problemas sociales que la humanidad tiene en el presente, dirigirme siempre a ellos, instándolos a que procedan de la mejor manera para asegurar el éxito de su causa. Los sindicatos obreros necesitan estar profundamente unidos y ser con esa unidad poderosos para la defensa de sus intereses. Los trabajadores deben estar persuadidos que la defensa de sus intereses nadie la hará en su reemplazo más que los propios trabajadores; y deben de estar persuadidos que el éxito en sus gestiones y que el éxito en sus aspiraciones debe de estar puesta solamente en el gremio. Para eso el gremio necesita tener una gran potencia como consecuencia de una gran unidad; sacrificar los intereses, sacrifica todo a la necesidad de defender al propio gremio; no tener cuestiones extrañas dentro del sindicato que no sea la defensa de los demás compañeros del gremio. Ello es fundamental porque cuando los gremios se desvían hacia cuestiones extrañas se disocian, se rompen y terminan por ser absolutamente débiles. Que la experiencia de los tiempos pasados sirva a los gremios argentinos para instarlos a la unidad. Es indispensable, cualquier otra falla es tolerable menos la falta de unidad en los gremios, y para conservarla es necesario que en el corazón de cada uno de los hombres del sindicato esté profundamente grabado esta sentencia: "La defensa de los trabajadores corresponde a los trabajadores y para ello es necesario que los trabajadores piensen todos de una misma manera, sientan todos de una misma manera; y esta misma manera de pensar y esta misma manera de sentir, es la defensa de los intereses comunes, la defensa de los intereses de todos, que es en último análisis, la defensa de los propios intereses de cada uno".
Señores, al haber asistido a la apertura de este congreso no quiero retirarme sin desearles el más grande de los éxitos, sin desearles que el proficuo trabajo que han de iniciar sea coronado con el éxito en cumplimiento de las aspiraciones de este sector del trabajo argentino, tan sacrificado y tan meritorio. Quiero también que durante las deliberaciones tengan presente que en nuestra causa que estamos defendiendo, es lo que cada uno de ustedes debe sentir como inspiración en la marcha y en el progreso del sindicato. Estamos trabajando para los 14 millones de argentinos y nos oponemos a que el producto que en bienestar y en felicidad proporciona la riqueza de esta bendita tierra argentina, sea para un grupo de privilegiados. En cambio ha de serlo para esos 14 millones de argentinos.
Señores, les pido disculpas, de que tenga que retirarme, porque tengo un compromiso; los dejo a ustedes con mis mejores votos de felicidad y de éxito para el congreso. ............................... |
1946-10-12 | En la ceremonia en que el embajador de España entregó el collar de la Orden Isabel la Católica al presidente argentino | Excelentísimo Señor Embajador: Hondamente emocionado recibo el Collar de la Orden de Isabel la Católica con que S. E. el Jefe del Estado Mayor, General Don Francisco Franco ha querido honrarme. Emocionado recibo esta excepcional distinción porque, conociendo su alto significado, siento la inmensa gratitud a que me obliga al otorgármela y la responsabilidad que contraigo al poseerla. Complacido acepto el magnánimo gesto del Generalísimo porque veo en él reflejado el cariño que la Madre Patria siente por el pueblo argentino, tan unido al español por los imperecederos lazos de la sangre y por compartir el anhelo de mantener incólumes los ideales de la civilización cristiana, que son consubstanciales con nuestro común modo de ser. Satisfecho celebro que hayáis elegido el día de hoy, fiesta magna de los pueblos hispanos, para hacerme entrega de la insignia de la Orden de Isabel de Castilla porque, como en ninguna otra fecha recordatoria del Descubrimiento, resulta propicio mostrar el caudal de afectos que encierra nuestro corazón y derramarlo en homenaje al genio de España. Por encima de las pasajeras interpretaciones de los mudables acontecimientos que viven los pueblos en el curso de la historia, queda marcado indeleblemente el surco de los afectos que permanecen constantes en el alma de las multitudes. Y si en un momento dado pueden adoptarse formas de expresión menos vibrantes o actitudes menos firmes, al correr de los años los pueblos retoman el ritmo de la comprensión y del cariño, del mismo modo que los hombres nos acercamos más al regazo de la madre a medida que la experiencia acumula desengaños en nuestro corazón. El reencuentro de los pueblos americanos con su sentir nacional, con el espíritu nacional forjado a través de las vicisitudes de su existencia independiente, al paso que afirma el sentimiento de soberanía, robustece el concepto y el significado de su gravitación en el mundo. La constelación de naciones americanas que vieron la luz de su independencia en el siglo XIX, no sólo afirma sus derechos soberanos por delimitaciones de orden geográfico sino por llevar impreso en su espíritu el signo fecundante, civilizador y eterno de la Madre España.
Hay momentos, señor Embajador, en la vida de los pueblos que el espíritu nacional parece ausente de los grandes acontecimientos que conmueven a un país. Esta aparente ausencia se debe a que el espíritu nacional ha recibido influencias ajenas a su tradicional modo de ser y necesita una convulsión que la despierte de su letargo. Y cuando el momento propicio llega, tanto si es en la calma sosegada de las horas felices de la paz como en las inciertas y agitadas de la guerra, el verdadero sentir del pueblo sabe discurrir por cauces apacibles o precipitarse por atormentados torrentes de pasión que desbordan diques y avasallan compuertas. Los pueblos pueden vivir lustros, decenios y centurias apartados de la ruta de los ideales que forjaron su alma; pero en el fondo inaccesible de la conciencia yace la rica herencia de su personalidad que sólo requiere cierto ambiente favorable para manifestarse e imponerse.
La Argentina, pueblo hispano que proclama con orgullo su prosapia hidalga, sabe muy bien que nada puede añadir más lustre a sus glorias ni más gloria a sus laureles, que venerar a los próceres que supieron dar una nueva Nación al Mundo para depurar los decadentísimos extranjerizantes y, de ese modo, perpetuar con nuevos bríos y sangre joven las virtudes de la raza.
El valor criollo del general San Martín derrochado en los campos de Bailén sirvió para que con el andar de los años nos trajera la decisión de luchar por la independencia americana con igual ardor que allí luchara él para conquistar la independencia peninsular. De este modo, San Martín pudo dejarnos junto al legado de una patria inmaculada la herencia de la raza que corría por la sangre de sus venas.
Con esta misma sangre han sido escritas sublimes páginas de una historia que cuando lleguemos a revisarla, depurándola de cuantos errores ha infiltrado la envidia, la pasión o el sectarismo, veremos que una trayectoria recta, sin curvas ni vacilaciones, siguen nuestros hombres y nuestros pueblos a través de los siglos y a pesar de las fuerzas ocultas que querrían ver minado el pujante y siempre renovado valor moral de la hispanidad.
La Argentina, ha retomado el curso de su propia historia por un acto de voluntad de auténtico pueblo, sabe bien que es irreversible el proceso de su evolución política e intocable la base de sustentación de su soberanía; pero también sabe que el sabor de su cultura y las virtudes esenciales de su alma han corrido grave riesgo de naufragar en el mar revuelto de la confusión espiritual; y tampoco ignora que si bien logró la independencia política quedó prisionera en las sutiles redes del mercantilismo extranjero que la mantuvo sujeta a una dependencia económica semicolonial. La Argentina ha despertado de su letargo y el pueblo de mi patria, al depurar las instituciones políticas de la ficción que las envenenaba; y al romper las ataduras económicas que la sujetaban a extrañas voluntades, recupera también la facultad soberana de expresar su fraterno afecto a todos los países de origen hispánico, y su anhelo de que en el día de hoy sientan todos, con efusión tan sincera como la nuestra, el imperecedero amor a nuestra madre común.
Señor Embajador: la Argentina ha vivido en el curso del año último uno de los períodos más fecundos de su breve historia. Ha vivido con profundo dramatismo las horas decisivas que la pusieron en la necesidad de elegir entre seguir rindiendo vasallaje al materialismo o tomar bajo su mando la dirección total de su destino de país libre y soberano. Si decidirse por esto último era fácil, no lo era tanto recorrer el camino para lograrlo, porque el adversario no luchaba de frente sino agazapado detrás de cada interés, de cada institución, de cada idea. En aquella lucha estuvimos solos los hombres sencillos que deseamos una vida mejor para el mayor número de nuestros conciudadanos; en aquella lucha estuvimos solos los que anhelamos una mayor justicia social para todos los hombres de trabajo; en aquella lucha estuvimos solos los que queremos que el reino del espíritu se sobreponga al bajo interés de la materia. Y si en el fragor de la lucha nuestras palabras no eran comprendidas y no nos llegaban voces de aliento que reconfortaran nuestro ánimo porque los monopolizadores de la opinión universal sabían desviarla con argucias y erróneas interpretaciones, no bastaba intuir, por la propia voz de nuestra sangre que, bajo el cielo de España, nuestra causa era comprendida y nuestra lucha estimulada. Y hoy, ante el triunfo obtenido; ante la realidad esplendorosa que vivimos, como presidente de un pueblo de vuestra misma estirpe, permitidme, Señor Embajador, que, con la misma unción con que lo hiciera al saludar el pabellón oro y grana del acorazado, "Galicia" cuando trajo la presencia y la emoción de España en el momento de asumir el mando, os ruego que expreséis al Jefe del Estado Español y Generalísimo de los Ejércitos de España, mi gratitud por haberme otorgado el Collar de la Orden Americana de Isabel la Católica. La aprecio por su origen y me enorgullezco de poder ostentar la insignia que se confiere "a la lealtad acrisolada" porque traduce fielmente los sentimientos que de todo corazón profeso a la Madre de las Patrias Americanas. Al pueblo argentino lo exhorto a mantener encendido el recuerdo y el cariño a la hidalga Nación que sabe tanto de las rutas del mar y de la tierra como de las rutas del cielo, por las que deja galopar su alma en busca de ideales que nos liberen de los bajos instintos y mezquindades. Y al pueblo español, a ese pueblo hermano que ha sabido comprender la lucha y el triunfo de los descamisados argentinos, llegue mi voz como una expresión de mi propio sentimiento y como eco retumbante del pueblo argentino; que llegue mi voz para decirle que el idolatrado amor que profesamos a nuestra patria argentina se agiganta con el orgullo de sentirnos copartícipes de las tradiciones, de las virtudes y de las glorias de España. |
1946-10-12 | En el agasajo a lo delegados al Congreso de Educación Católica | Eminentísimo y reverendísimo señor Arzobispo de Buenos Aires, excelentísimo señor Vicepresidente, señores ministros, embajadores, señores Obispos, señoras y señores: Ha sido para mi un insigne honor tener el privilegio de presidir esta mesa de maestros y profesores católicos, vale decir, hermanos en la fe y un mismo Dios. Lleguen hacia esta tierra argentina, encendidos los espíritus por una misma fe y por un mismo amor, todos los hombres que constructivamente están trabajando por una mejor humanidad y que, a la sombra de aquella sagrada e inmortal Cruz del suplicio divino, nos puedan iluminar, con la emoción y con el cariño que despiertan para nosotros, de raíz hispana y cristiana, todos los pueblos de esta América que estamos construyendo con el consejo sagrado y divino de nuestra religión, la más grande y la más gloriosa de la humanidad. Nunca he podido explicarme porque en los últimos tiempos la enseñanza había caído en manos mercenarias, cuando ya los griegos no querían que los esclavos instruyesen y educasen a sus hijos. Nunca me he explicado porque en los últimos tiempos la enseñanza pudo haber sido dirigida solo a desarrollar el cerebro de los hombres, y porque no nos damos cuenta que al darle armas a esa inteligencia en un sentido que puede ser equivocado, estábamos armando al mal. Señores: cuantas veces cuando un hombre, sólo instruido y no educado, reflexiona, como hablando consigo mismo, dan deseos de decirle: "Ten cuidado, que puedes estar hablando con una mala persona". Nuestra educación ha de volver por los fueros de las cosas que hacen grandes a los hombres, para que podamos decir, al que sabe mucho o al que sabe poco, como el famoso filósofo a su discípulo en el momento de morir, se quejaba de que perdía a su maestro sin haber aprendido mucho, y cuando ese maestro le dijo: "Hijo mío: si eres bueno, ya sabes demasiado, y si eres malo, todo cuanto pudiere haberos enseñado no serviría sino para perjudicar a vuestros semejantes". Con nuestra profunda fe y con nuestro corazón abierto hacia esa juventud y esa niñez que es el porvenir y el futuro de la patria, anhelamos que podamos decir, a los que en nuestra tierra saben mucho o saben poco, que preferimos un hombre bueno a un hombre sabio que no lo sea. Yo he sido educado en escuelas religiosas. Se por experiencia que es lo que se forma allí; sé también que armas se dan a esos hombres y sé, por sobre todas las cosas, que una sola aspiración tendría para el pueblo argentino, y es que la escuela formase también, además de hombres sabios, hombres buenos y hombres prudentes. Que amasen más que el poder, la verdad; que amasen más que la fuerza, la razón; y que, por sobre todas las demás consideraciones, tuvieran amor a Dios, fe en las acciones que él inspira y esperanza en el porvenir, que en él ponemos los hombres en nuestra infinita pequeñez frente a su infinita grandeza. Señores, que representáis a las naciones hermanas de América: id y llevad a vuestros pueblos la palabra de este pueblo argentino que, como vosotros, pide y reza a Dios en el mismo idioma de la hispánica estirpe. También a los otros pueblos que, unidos en la fe en Dios, no reconocen otra frontera en la infinita grandeza de esta tierra, que en la República Argentina hay sobre todas las cosas un sentimiento profundamente cristiano; y en esta tierra, donde se está forjando una nueva Argentina, los que llevamos la bandera tenemos como guión a la Cruz y como inspiración a Dios. |
1947-01-24 | En el acto organizado por la CGT en la Plaza de Mayo en apoyo al Plan Quinquenal | Compañeros trabajadores: En una hora de lucha me llamaron el primer trabajador argentino, y estoy demostrando por mi conducta que día a día iré justificando esta honrosa designación que me dieron. Por eso, con gran orgullo, les llamo "compañeros" a la usanza de nuestro tiempo, y no como los antiguos demagogos que llamaron al pueblo "compañeros" pero que medraron con la función pública sin haber hecho nada por ese pueblo, sino que contribuyeron a despojarlo, y hoy son esos mismos hombres desprestigiados que desde los periódicos se están oponiendo a nuestras realizaciones actuales. Por eso, compañeros, trabajadores, les recomiendo que vigilen atentamente, porque se trabaja desde la sombra y hay que cuidarse no sólo de la traición del bando enemigo, sino de la del propio bando. En nuestro movimiento no caben los hombres de conducta tortuosa; debemos llevar a él el alma del obrero, que es pura, limpia y no sabe de trapisondas. Debemos seguir una trayectoria honrada, sin buscar nuestra inspiración en las combinaciones políticas; debemos obrar rectamente, con el corazón abierto al compañero, con buena inclinación para con todos, con la decencia por bandera, sin incurrir con nuestras acciones en las camandulerías que han hecho despreciables a los viejos políticos. Todo limpio y todo al sol; el corazón abierto a todo lo humano y a todo lo decente; sinceridad y amor para el que está luchando a nuestro lado, todo para una mejor Argentina: ésta es nuestra bandera. Maldito sea quien a nuestro lado simula ser compañero, pero que en la hora de la decisión nos ha de clavar un puñal por la espalda. Todos somos modestos soldados de una misma causa y debemos estar decididos a dar la vida, si fuera preciso, por esa causa.
La etapa abierta el 4 de junio de 1943 por el pueblo argentino ha sido superada. Se ha destruido un régimen político basado en la mentira y en la farsa, que se presentó como realidad. Se ha elevado la condición social del pueblo argentino; se ha dignificado el trabajo; se ha humanizado el capital y se ha reestructurado un nuevo orden económico que habrá de permitir que la riqueza argentina sea disfrutada por todo el pueblo y no por cuatro privilegiados. El 17 de octubre la revolución de los "descamisados", que tenían sed y hambre de justicia, ha consolidado en nuestro país los verdaderos derechos del hombre. El 24 de febrero de 1946 constituyó el triunfo de la verdad sobre la ficción y cristalizó un movimiento que representa el corazón de la clase trabajadora argentina sacrificada. Allí se cerró la etapa revolucionaria para abrir la etapa constructiva del movimiento peronista. Por esa puerta que conduce hacia los objetivos fijados en el plan de gobierno, inicia la. Argentina la marcha de su recuperación económica y social; comienza la nueva etapa que todos esperanzados ansiamos para que en esta bendita tierra haya cada día la posibilidad de que nuestros hombres sean un poco más felices. Tratamos de salir de la vida vegetativa en que nos habían sumido los hombres incapaces de afrontar una empresa de envergadura. Queremos ayudar a la naturaleza, que se prodigó en riqueza a manos llenas en esta tierra, por obra de la Providencia, pero queremos ayudarla con el trabajo honrado y eficiente de los argentinos. Todo argentino que trabaja es un piñón en el enorme engranaje que es esta bendita Nación. Contemplo feliz en este momento a esta enorme muchedumbre, que está diciendo de la voluntad firme de un pueblo por luchar por su felicidad presente y trabajar por el futuro glorioso de nuestra Nación. Por eso, con la más grande felicidad leo ese cartel, que está indicando la voluntad del proletariado argentino puesta en marcha hacia la realización de nuestro Plan Quinquenal. La clase trabajadora argentina ha de ser el artífice de estas grandes realizaciones que anhelamos los argentinos, y la historia le reconocerá el haberse puesto de pie para llevar adelante la bandera orientadora de nuestra gloriosa tradición, hacia nuevos y más brillantes destinos. Para que el Plan Quinquenal pueda ser cumplido en todas sus partes, me vaya permitir recomendarles el siguiente decálogo:' 1º.- Cada argentino debe conocer el plan de gobierno, difundirlo y ser su propagandista. Solamente la firme voluntad y la unidad de acción total del pueblo argentino puede realizarlo. 2.- La dirección estará en manos capaces del gobierno, de los técnicos y de las fuerzas económicas, pero la ejecución estará bajo la responsabilidad de los trabajadores argentinos, cuya honradez y nobleza no pueden ser desconocidas. 3º.- La patria espera de un esfuerzo de cada uno de sus hijos para llevar al país adelante y mantener el dinámico ritmo de marcha. 4º.- Cada argentino que trabaja es un piñón de este enorme engranaje; es menester producir, producir y producir.
5º.- La clase trabajadora será la artífice de estas magníficas creaciones. Cualquier paralización va en contra del Plan. Es menester vigilar a los perturbadores. 6º.- La atemperación de las pasiones y la pacificación de los espíritus creará el clima para el estudio sereno y la realización de la obra de estimular la riqueza y la grandeza de la patria. 7º.- Es menester entender que sobre toda bandería, por sobre toda ambición personal está el interés colectivo del pueblo de la Nación. 8º.-La colaboración y la cooperación de todos perfecciona la obra común. Es menester trabajar, hermanados en el espíritu, en la inteligencia y en las realizaciones prácticas. 9º.- Cada argentino tiene el deber velar en su puesto por el cumplimiento del Plan. El sabotaje es traición a la patria y la indolencia es incuria culpable, y deben ser castigados por el pueblo mismo. 10º.- Que cada argentino persuadido ponga su voluntad para ser lo suficientemente patriota y honrado, a fin de cumplir este decálogo en beneficio de todos y de la patria. Compañeros: antes de terminar mi discurso quiero que sepan cuánto valoro esta voluntad para llevar adelante este plan de gobierno. Este plan, por estar aferrado a la voluntad de cada argentino, no podrá ser detenido por el pesimismo ni por la inacción de los que quieren reducimos a la impotencia. Finalmente quiero recordarles que en las largas horas de nuestra vigilia de trabajo y observación permanente, no hemos de descansar un instante para que el trabajo de ustedes sea fructífero y para que el sacrificio de nuestros trabajadores, con la dirección científica y perfecta, dentro de la perfectibilidad humana, permita alcanzar a la Nación los objetivos fundamentales que aseguren su bienestar económico y social y la grandeza política de la patria. Ustedes me piden que descanse; pero cuando se tiene la responsabilidad, y sobre todo el sentido de la responsabilidad, son los nervios que no dejan descansar. Yo no he de descansar hasta no ver encaminada la obra, hasta no ver cumplidos los primeros objetivos, porque nuestro movimiento no ha traído hombres para ser figurones, sino obreros para sacrificarse en el trabajo. Queridos amigos míos, queridos descamisados: antes de retirarme de este hermoso espectáculo que da la civilidad argentina; antes de .abandonar este balcón, deseo decir que con ustedes ha estado, está y estará siempre mi corazón. Quiero que sepan también que sigo siendo uno de la legión de los descamisados que salvó a la patria, pero nada más que mi descamisado que está en este puesto como ustedes en el suyo. Quiero pedirles, por último, que al dispersarse lo hagan con cuidado, porque hay niños y señoras entre la multitud, y que lo hagan lentamente. Al irse, lleven la convicción de que los estrecho fuertemente contra mi corazón. .............. |
1947-01-31 | En el acto realizado en el Luna Park donde fueron agasajados los primeros empleados de comercio que recibieron la jubilación | Con el mismo júbilo con que vosotros llegáis hasta esta asamblea, he querido asociarme a la inmensa satisfacción de ver partir felices al descanso a los argentinos que durante treinta o más años han estado prestando sus servicios a la colectividad. Esa satisfacción nos demuestra hasta dónde llega la cohesión y la comprensión de la conciencia social argentina, al festejar, como propia, la jubilación de estos viejos compañeros que parten para hacer uso del merecido descanso que la colectividad tiene la obligación de reservar para los hombres que, fatigados por la batalla diaria de la vida, alcanzan el galardón de la honra máxima de un hombre: el premio a su trabajo. Señores: es edificante, extraordinariamente edificante, ver al pueblo trabajador unido con los altos funcionarios del Estado para festejar este acontecimiento que marca una nueva etapa de las conquistas que la justicia y la verdad están asegurando a los hombres de esta tierra; es altamente edificante para un pueblo el hecho de que, en vez de festejar cosas efímeras, festeje sus propias conquistas, ganadas con el supremo derecho de los hombres que ofrecen su sacrificio y su trabajo para labrar la grandeza de la Nación. Echemos una mirada retrospectiva hacia la vida del pueblo trabajador argentino; recordemos, con estos viejos jubilados, que se van las horas tristes de luchas sin conquistas, de sacrificios, de peregrinajes inútiles en demanda de lo que les correspondía y no se les daba; miremos hacia ese pasado que no ha de volver para el pueblo argentino; contemplemos el presente jubiloso de los hechos que están demostrando las mentiras de los que calumniaron esta obra, y veremos el futuro que señala las esperanzas de un pueblo que está empeñado en ganar horas al tiempo para ser más grande y poderoso y para darle un poco más de felicidad a sus hombres de trabajo. Frente a esta asamblea en que se festeja una conquista de tanto significado moral, quiero recordar esas horas en que se gestó la ley de jubilaciones para los empleados de comercio. Al recordarlas -y las recuerdo perfectamente- no podría hacerlo sin rendir un homenaje al señor ministro Borlenghi. Él discutió, durante días y durante meses, personalmente conmigo, y también con el coronel Mercante, esa ley de jubilaciones. Por eso, al rendir este homenaje a ese hombre que batalló incansablemente por esa ley, quiero destacar que fue su palabra persuasiva, valiente y luchadora la que nos convenció inmediatamente de la necesidad de lanzar esa ley que hoy festejamos alborozados como una conquista más de nuestra justicia. Se ha hablado de cambios en las leyes de jubilaciones. No hay tales cambios; la ley de jubilaciones de empleados de comercio es demasiado buena para que pueda ser cambiada ahora o en el futuro. Es indudable que a los trabajadores será necesario cubrirlos de otros riesgos testarnos buscando la forma de hacerla, pero sin tocar, ni directa ni indirectamente, las leyes de jubilaciones existentes. Señores: antes de terminar, quiero hacer llegar la palabra del gobierno de la Nación a los jubilados que hoy se alejan a disfrutar de su merecido descanso. Que sean muy felices, que vivan tranquilos las horas del descanso que les espera y que sean tan largas y prósperas como Dios y la naturaleza lo permitan. Y debo agregar que, junto con ese deseo del gobierno que represento, en nombre de la Nación expreso el agradecimiento profundo de esta tierra a esos hombres que sacrificaron lo mejor de su vida para llevar adelante nuestro progreso y nuestra riqueza. En cuanto a los demás empleados de comercio, les pedimos que recuerden siempre a esos viejos servidores; que los traten con cariño, porque constituyen las reliquias de este gremio; que aprendan en su ejemplo cómo se trabaja y cómo se triunfa. Por último, les pedimos que' sigan como hasta ahora, trabajando todos para todos, sin el egoísmo que azotó en un tiempo a la clase trabajadora por el dominio de fuerzas oscuras que no volverán, para que jamás se repita el cuadro que todos recordamos. Para ello trabajemos incansablemente y demostraremos al porvenir que en esta nueva Argentina ha surgido un pueblo moral y materialmente superior, capaz de crear y sostener una patria más hermosa y más feliz. ................... |
1947-02-12 | En el Club Gimnasia y Esgrima durante la entrega los premios correspondientes al Campeonato Argentino de Basketball | No quiero dejar pasar esta oportunidad sin agregar unas palabras de salutación a los participantes de este magnífico campeonato de básquetbol. Creo que el Estado hasta ahora no ha hecho todo lo que puede y debe hacer para ayudar a los deportistas que forman ya legiones en nuestro país, en todos los deportes que se practican. Por esta razón terminamos de elevar al Congreso de la Nación un proyecto de ley creando el Consejo Nacional de Educación Física, que se encargará de proteger y ayudar a todas las asociaciones o clubes deportivos de la Nación, con el apoyo que el gobierno tiene la obligación de prestarles para llevar adelante estas actividades tan nobles que nosotros venimos practicando desde hace muchos años sin otro apoyo que el de nuestro entusiasmo y nuestra dedicación. Por eso, señores, a los plácemes que los deportistas aquí reunidos hacen llegar a los campeones y a los participantes de estos torneos, quiero hacerles agregar también las felicitaciones y los saludos del gobierno.
Yo he sido toda mi vida un deportista que ha practicado numerosos deportes, actuando mucho hace bastante tiempo. Por ello siento en estos momentos, como entonces, esa alegría sana que cada deportista lleva dentro de sí y que yo quisiera ver reproducida en todos los habitantes de la Nación. Un deportista es un hombre de empresa y el país necesita muchos hombres de empresa.
He querido también asociar al gobierno en el homenaje que se rinde a un jugador que ha hecho honor al básquet argentino en todas las canchas en que ha actuado. He deseado entregarle, en nombre del gobierno, una medalla al joven Calvo como un estímulo por su caballerosidad deportiva, que debe ser una condición indispensable de todo aquel que cultiva un deporte.
El verdadero espíritu deportivo dice que "a las canchas no se va a conquistar tantos, sino a conquistar amigos", y los amigos se conquistan con esa caballerosidad sin la cual el deporte se subalterniza. Cuando en las lides internacionales vamos a competir con otros países, también vamos para ganar amigos.
Por eso, un hombre que ha honrado al deporte con su caballerosidad personal merece ser estimulado y reconocido por todos los camaradas, asociándose a ese homenaje el pueblo y el gobierno para hacerle llegar sus saludos como premio que el Estado debe rendir a los que honran al deporte en el país y fuera de él. ..................... |
1947-06-02 | A los bachilleres del Liceo Militar | Entre todos los sinsabores, sacrificios y luchas que comporta mi cargo, tanto yo como los colaboradores que me acompañan en esta dura tarea, tenemos, como en el desierto, pequeños oasis. Estos pequeños oasis espirituales están representados por satisfacciones como ésta, que por provenir de ustedes resultan para mí extraordinariamente significativos. Primero porque vienen del Liceo. Militar "San Martín"; segundo porque. Viene de jóvenes. Nosotros estamos empeñados en forjar una nueva Argentina. Esta Argentina remozada, que ha de salir del estatismo en que hasta ahora hemos vivido durante tantos años, significa actuar con un espíritu joven, con un .espíritu de empresa, para llevar paulatinamente a la Nación hacia nuevos destinos. Imaginarán ustedes con cuánto espíritu juvenil encaramos la solución de los problemas, porque en la vida hay un solo secreto para lograr el éxito: conservar la juventud aun en la vejez. El que no conserve algo de su juventud cuando viejo no es un viejo, sino un decrépito. Y los destinos de una Nación no pueden estar nunca en manos de un hombre decrépito. A pesar de los años, conservamos la juventud del espíritu que es, sin duda, la fuerza motriz más extraordinaria que el hombre ha recibido de Dios. Por eso, el que los jóvenes egresados de nuestros institutos militares me hagan un presente colma de manera absoluta mi satisfacción. Esperemos que hemos de encontramos muchas veces todavía en el camino en que estamos trabajando en común y esperemos que ustedes reciban de nosotros con el ejemplo de nuestro triunfar en el porvenir. No estamos trabajando para nosotros. El mal de la República ha estado representado, casualmente, por hombres que trabajaron para ellos. Estamos trabajando para dejarles un poco allanado el camino de enormes sacrificios que la Nación debe realizar para ser grande y para que llegue a los grandes destinos que todos soñamos para ella. Nosotros trabajamos para las nuevas generaciones argentinas que deben empuñar el timón y los remos para hacer marchar este navío, que no volverá a detenerse mientras haya argentinos que tengan su corazón templado y no entreguen nunca los destinos de la Nación a hombres de corazón marchito ni de cerebro intimidado. Señores: Por esa juventud que todos añoramos desde la vejez, por esa juventud que es la esperanza de la patria. El pasado es el recuerdo, es la historia. El presente es sólo una línea divisoria. Lo grande, lo que hace soñar al hombre, es el porvenir. Y desgraciados los pueblos que no poseen hombres de ese temple y confían su espíritu a la esperanza más que a las realidades materiales que viven. Ustedes están forjados en una escuela de carácter, de patriotismo y, al mismo tiempo, de moral, para que lleguen a ser hombres que quieren luchar y que quieren vencer. Sin esa escuela, es posible que la Nación deba vivir todavía días azarosos; pero si la juventud de la patria empuña esa bandera con la fe puesta en el porvenir y con todo su ideal puesto en la grandeza de la Nación, es probable que en pocos años cambie la fisonomía de la patria. Piensen que estamos viviendo épocas heroicas. A lo largo de su historia, la República ha vivido solamente cien años, en los que se puede decir que ha consolidado solamente su independencia política; pero eso no es todo. Cerrado el ciclo de la independencia política, que costó tantos sacrificios y tanta sangre a nuestros hombres, se abre el nuevo ciclo de la independencia económica. La independencia política conquistada, sin la independencia económica que debemos conquistar, es sólo una ficción de libertad. Ustedes han de luchar por esa independencia económica, sin la cual quién sabe si el vasallaje no es aún más triste que el que sufríamos en tiempos de colonia. La responsabilidad de la juventud es extraordinaria. Llegarán días en que toda esa responsabilidad será compartida, cuando todos los argentinos lleguemos a pensar de una misma manera. Cuando eso suceda, si tenemos la fortuna de poder inculcarles la fuerza de carácter y el valor necesario para luchar por esa independencia económica, y cuando nuevas generaciones, con renovadas ideas e ideales, encaren y resuelvan el problema de nuestra economía y de nuestra independencia económica, el país habrá triunfado. Señores: Hablarle a la juventud de factores económicos es siempre un poco escabroso, pero piensen que a los ideales que ustedes sustentan hay que agregarles los ideales de la nacionalidad. Los ideales de los hombres no ligados a los de la nacionalidad suelen ser negativos. La Nación necesita que a esos ideales que ustedes atesoran agreguen los de la nacionalidad, y entre ellos hoy no hay ninguno más fuerte, más preponderante ni más necesario que el de la libertad económica del país. Si San Martín luchó durante tantos años por la independencia política y todos los que murieron a sus órdenes fueros soldados de la libertad política, ustedes son soldados de la independencia económica. Si la Nación conquista eso -y a de conquistarlo, y a corto plazo-, todos los argentinos seremos un poco más felices y habremos asegurado para nosotros, para nuestros hijos y para las generaciones que han de venir la felicidad económica anhelada, y ello nos colmará de satisfacciones y de gloria, aun cuando estemos sepultados cincuenta metros debajo de la tierra. Señores: Les agradezco mucho que se hayan acordado de mí. Ello retribuye todo lo que yo me acuerdo de ustedes, así como tantos muchachos para los que no quiero que vuelva a repetirse lo que ha ocurrido en este país. Generaciones de hombres caducos que deglutieron generaciones enteras de hombres, anulándolos en su valor como en su personalidad para el servicio de la Nación. Yo quisiera que cada argentino llevase una bandera y que cada uno luchase por ella sin anular ningún valor, porque sustentamos la teoría de que cada argentino es el diente de un inmenso engranaje, y cuando un diente de ese engranaje falla, la máquina no marcha con la regularidad indispensable. Ustedes son jóvenes, algún día comprenderán todo lo que este pensamiento encierra. Nuestra patria no ha hecho todavía su unidad nacional. Ustedes han de realizarla. No quiero seguir insistiendo sobre cuál es la responsabilidad de ustedes, pero piensen siempre que todo cuanto hagan por la causa que estamos defendiendo como argentinos y como soldados será poco frente al esfuerzo extraordinario que el país debe realizar para conseguir los ideales que todos soñamos para él, Ustedes, que son jóvenes, algún día recordarán los momentos que estamos viviendo hoy -quizá no tan trascendentales, pero que el tiempo ha de poner sobre ellos una capa de trascendencia extraordinaria cuando los nuevos destinos de la nacionalidad entren a jugar frente a las demás naciones del mundo. Piensen que vivir en un país en que sus hijos no han realizado su grandeza es un baldón que cubriría veinte generaciones de argentinos, si ello ocurriera aquí. Y espero que cada uno de ustedes trabaje para que esas generaciones de muchachos que se están formando dentro de nuestros pensamientos lleven esa bandera adelante, pensando en que lo que no hagan ustedes por la patria no ha de hacerla nadie en forma que tenga la Nación algo que agradecer. Muchas gracias. Les quedo muy reconocido y me tienen ustedes a sus órdenes para cualquier cosa. ................ |
1947-06-28 | Felicitación al gobernador de la provincia de Buenos Aires, coronel Domingo Mercante, por el resultado del Censo General de la Nación : | Felicitación al gobernador de la provincia de Buenos Aires, coronel Domingo Mercante, por el resultado del Censo General de la Nación Excmo. señor Gobernador: El logro de los objetivos comunes a la obtención de la grandeza de la Nación, alcanza su mayor efectividad cuando la armoniosa relación entre los poderes de los estados provinciales y el gobierno central, juego no sólo en función del cumplimiento de una prescripción constitucional, sino también bajo el imperio de sentimientos y anhelos comunes, que se traducen en una colaboración integral y en una total identificación de pensamiento y acción. Me sugieren estas reflexiones los resultados exitosos del IV Censo General de la Nación, ejemplo de civilidad, que ha demostrado ante propios y extraños como se comporta un pueblo cuando lo inspira la fe y la confianza en sus gobernantes. Alcanza a V. E., en su carácter de Delegado del IV Censo, en esa provincia, una parte principalísima en el resultado que ahora celebramos y, al reconocerlo, no quiero dejar pasar esta auspiciosa oportunidad sin expresarle las seguridades de mi más profundo agradecimiento lograda en esta obra de trascendente interés, pidiendo a V. E., a la vez, sea intérprete ante los funcionarios y empleados de esa provincia y ante el pueblo de la misma, de los sentimientos de gratitud que ha suscitado en el presidente de la Nación esa mancomunidad de esfuerzos dirigidos a la consecución de un preciado instrumento de gobierno. Saludo a V. E. con distinguida consideración. .............. |
1947-07-05 | En la comida de camaradería de las fuerzas armadas Camaradas, veteranos del Ejército, Expedicionarios del Desierto; | Camaradas, veteranos del Ejército, Expedicionarios del Desierto; Señores Ministros; Camaradas de las Fuerzas Armadas Extranjeras, Camaradas: Sean mis primeras palabras la expresión de los fraternales sentimientos que inspira a nuestro pueblo la presencia de los soldados de las naciones que en los albores de nuestra nacionalidad confundieron su sangre con la nuestra. Con ellos consagramos nuestra unidad, porque común es el mandato de la historia, que funde nuestros ideales y sella nuestro destino. Extiendo este homenaje a otros dignísimos militares representantes americanos y de los demás pueblos de la tierra. No puedo silenciar la emoción que produce a nuestro espíritu las brillantes delegaciones de España y del Brasil que nos acompañan; y la de Chile, que ha de encabezar su Jefe de Estado que llegará dentro de breves horas.
La adhesión de tantas naciones al júbilo de nuestra libertad, obliga a la gratitud argentina en forma imperecedera.
Nadie mejor que nuestros camaradas extranjeros comprenderán el alto significado de la reunión que celebramos, el alcance preciso de nuestras palabras y la rectitud de nuestras intensiones.
En vísperas de la fecha conmemorativa de nuestra declaración de independencia, nadie puede con más justo derecho reunirse para testimoniar los sentimientos de fraternal camaradería y hondo patriotismo, que los oficiales de las fuerzas armadas. Nadie con más derechos que esos dignos guardianes de la herencia espiritual de la República y de las tradiciones que nos legaron los antepasados. Nadie como ellos, puede ostentar más legítimos títulos para festejar las victorias logradas con objeto de conseguir nuestra independencia, la organización nacional, la conquista del desierto y la estructuración política y económica del país.
Comprendéis bien vuestra misión de custodios de la dignidad nacional y habéis dado al pueblo sobradas pruebas de que estáis al servicio exclusivo de la Nación. Vuestros cuarteles y bases son escuelas de carácter, de mejoramiento y recaudo indispensable para asegurar el futuro de la Nación. En ellos, la flor de la juventud argentina es nivelada democráticamente en el servicio de las armas. Por eso el pueblo os brinda y os brindará siempre su confianza y el cálido afecto de su simpatía. No puedo negarme, al poder de sugestión que sobre mi espíritu ejerce esta reunión magnífica y el recuerdo de mis camaradas ausentes que, en los buques, cuarteles y bases, en las lejanías de nuestro territorio y de nuestros mares, permanecen como custodios de su seguridad. Ello me alienta a desahogar las inquietudes que campean en mi alma, al conjuro de mis deberes de gobernante y de la lealtad que debo, en particular a mis camaradas, y en general a todo el pueblo argentino.
Camaradas: Todos los que dedicamos la vida al servicio de las armas sabemos que una de las más graves consecuencias de la guerra es la confusión espiritual que ella provoca. A tal extremo tortura el alma de los pueblos, que bien puede afirmarse que hasta la más brillante victoria obtenida en el campo de batalla, encierra una profunda derrota moral para las generaciones que soportan el peso de la tragedia.
¡Que no sucederá cuando en menos de cincuenta años el mundo ha sufrido dos hecatombes, como las que hemos presenciado los hombres de nuestra generación! Las legiones de muertos van siempre acompañadas del desastre económico y a éste, sigue fatalmente, la confusión espiritual que conduce a la quiebra de los principios morales y al eclipse del idealismo. Aferradas las gentes al instinto primario de salvar la vida, y ante la necesidad física de sustraerse al desastre, que provocaría el pánico colectivo, quedan desarticulados los resortes que en la paz sostienen el mutuo respeto que requiere la humana convivencia.
Nuestra patria, pródigamente bendecida por la mano de Dios, se ha librado del azote de la guerra en lo que va del siglo, pero la interdependencia en que hoy día viven todos los pueblos de la tierra, nos trae las repercusiones de una economía mundial fuertemente alterada, y hace posible, además, que se filtren en nuestro medio inquietudes ajenas a nuestra formación, a nuestra historia, a nuestras tradiciones y al profundo grado de patriotismo que frenéticamente agita nuestro pecho y desborda de nuestro corazón.
Este choque entre el propio ser de la patria y las corrientes iconoclastas que vienen del exterior es un nuevo reflejo de la lucha incesante entre lo eterno y lo efímero que hay en nuestras vidas y en las vidas de los pueblos. Lo permanente, lo que perdura a través de las generaciones, de las guerras y de las revoluciones, no son los principios filosóficos y políticos que pueden orientar a la humanidad en un momento determinado de la historia, sino el caudal de sentimientos que atesora el alma de los hombres. Este caudal de sentimientos es la fuente originaria del patriotismo, el resorte que nos hace hincar la rodilla ante la bandera; el toque de clarín que solo percibe nuestra alma y nos obliga a congregarnos en la plaza pública para expresar el amor a la patria y a sus héroes; y nos incita a empuñar las armas en defensa de su honor, de sus glorias o de sus ideales; es, por último, este escalofrío incontenible que acelera el ritmo de nuestro corazón y empaña nuestros ojos con lágrimas de ternura.
No ha de haber distingos entre militares y civiles en el cultivo de estos sentimientos. Unos y otros, cualquiera que sea su edad y condición, su cultura o su fortuna, han de encontrarse, solidariamente unidos en el sacrosanto amor a la patria. ¡Nadie, ni nada por encima de la patria! ¡Sólo la providencia de Dios prodigando sus bendiciones! Nosotros, todos unidos para amarla y para defenderla.
Para defenderla de todo y contra todos, por grandes que fuesen, por poderosos que fuesen, por muchos que fuesen nuestros enemigos. Gracias a Dios, hoy no los tenemos; hoy guardamos amistad con todos los países del mundo. ¡Que así sea para siempre!, Pero sepamos y recordemos también que preferimos dar la vida antes que vivir vasallos, porque así lo exige nuestra dignidad de argentinos y la limpia ejecutoria de nuestro claro linaje.
Hoy no tenemos países enemigos, pero sí tenemos enemigos adentro y afuera de nuestro país. Quizás precisando un poco más el concepto pueda decir que tenemos más envidiosos de nuestro bienestar que enemigos de nuestro pueblo. A ello oponemos nuestra pujanza económica y la libertad que nuestro país disfruta después de haber cortado las ataduras que lo mantenían a rastras de los intereses de grupos financieros radicados más allá de nuestras propias fronteras. Estos, coaligados con sus servidores que conviven con nosotros, y que en muchas oportunidades se injertan en nuestras propias filas; que manejan fabulosas sumas de dinero y conocen donde se agazapan funcionarios venales, abúlicos o traidores, desatan sus campañas contra los hombres de gobierno, no solo para tratar de desprestigiarlos, o de hundirlos, sino para batir los mismos cimientos en que se apoyan las reformas que el pueblo argentino ha considerado indispensables en el momento actual. No tolerará el pueblo argentino que se le escamoteen las reformas de orden político, económico y social que la revolución de junio proclamó y los comicios de febrero me confiaron llevar al terreno de realidad. Preservar la integridad de la patria, y robustecerla con la sabia del movimiento es la consigna que he recibido. A su consecución consagro todos mis esfuerzos, y exhorto a que ninguno desfallezca en la trayectoria que sea preciso recorrer.
El gobierno está supeditado al mandato que ha recibido del pueblo. O cumple íntegramente el cometido que se le ha confiado o caerá de modo estrepitoso; caerá colectivamente o caerán los hombres que se aparten del credo revolucionario o de las normas éticas que la función de gobierno necesita.
Ninguna consideración personal puede detener la marcha revolucionaria encaminada primordialmente, a restaurar la pureza de las instituciones proclamadas por la Carta Fundamental, lograr la independencia económica y consolidar la justicia social que paulatinamente asoma en la lejana legislación protectora de los derechos del trabajador.
Los hombres pasamos; los hombres somos tan solo el factor accidental o contingente, de que se valen los pueblos para lograr las altas finalidades que ambicionan. Por elevada que sea la posición de un hombre, no puede sentirse seguro de su permanencia, porque la continuidad de la función pública depende del acierto, de la discreción y de la pulcritud con que cumple el mandato popular o delegado que haya recibido.
Todos los que servimos a la patria en puestos de avanzada debemos tener bien acuciada la sensibilidad para intuir, cuando llega el momento de devolver a quien nos la otorgó, la confianza que en nosotros haya depositado el pueblo o las jerarquía del Estado. Como meros instrumentos que el Estado necesita para poder desenvolverse, los hombres somos necesarios, en tanto cumplimos con eficacia la misión que tenemos asignada. Ninguno puede eludir el que llegue el momento en que sea preciso sacrificarse para lograr una mayor eficacia de los organismos de gobierno; una mejor realización de los altos fines del movimiento; una más absoluta fidelidad a la patria.
No ignoro que en la lucha entablada por los enemigos de la recuperación nacional abundan los que procuran introducir la discordia, sembrar la confusión, provocar la alarma, fomentar la difamación de nuestros hombres y de nuestros procedimientos. No seré yo, quien pretenda conceder patentes de corso ni "bills" de indemnidad a los hombres del gobierno o afectos al Movimiento; antes bien, cuido y procuro corregir el perfil de los hechos cuando un sereno análisis, me demuestra que un organismo o un hombre no marchan como es debido. No ha de temblarme el pulso si alguna vez me veo obligado a sancionar desviaciones de la moral administrativa, por más allegados que sean quienes defraudan la confianza que en ellos tenga depositada. Pero recomiendo estar alerta sobre el origen y veracidad de las imputaciones, ya que se combate a muchos de nuestros hombres como medio de atacar la obra política, económica y social que el gobierno desarrolla. Al formar juicio, hay que ser tan cauto y circunspecto como inflexible al castigar las faltas comprobadas. De igual modo que otrora fue tejida la leyenda negra en otros países, a pretexto de las luchas religiosas, hoy día se quiere empañar el brillo de nuestras realizaciones, urdiendo una nueva leyenda negra basada en las luchas económicas que venimos obligados a sostener contra los egoístas, los desplazados, los envidiosos y cuantos tienen el alma más inclinada al rencor y al odio que hacia la comprensión y el amor.
Las reformas que propugnamos y muchas de las que ya hemos llevado a la práctica son resistidas por los privilegiados que hasta ahora se habían beneficiado de los grandes recursos económicos del país. Al desmontar los baluartes del privilegio para reestructurar la economía sobre una base amplia, que alcance a nuestro extensa masa de trabajadores, se desatan en invectivas e improperios contra los hombres que tienen a su cargo la ejecución material de las realizaciones; pero he de insistir en que no solo quieren derribar a los hombres, sino desacreditar los sistemas que se emplean para realizar lo que es consustancial a la revolución y que se realizará inexorablemente, sean quienes sean los que gobiernen, a saber: otorgar a cada argentino, a cada habitante de esta hospitalaria Nación Argentina, un poco más de bienestar.
Conocemos el burdo juego. Nuestros hombres no son vulnerables a los dardos injuriosos que lanzan nuestros enemigos. Cada uno de mis colaboradores responde ante mí con su propia hombría; con su capacidad y esfuerzo en bien del país; con la decencia con que cumpla su función y con la lealtad con que sirva a los principios revolucionarios.
La voluntad de todos está puesta en proporcionar la mayor suma de la felicidad a los habitantes del país. Pero no todo debe ni puede ser hecho por el gobierno. A la acción individual de los ciudadanos corresponde en gran parte propulsar el desarrollo de las mejores realizaciones. Son ellas, en definitiva, las que a lo largo de la historia dejan casi la totalidad de los testimonios del grado de civilización y del nivel de cultura alcanzado por cada época. Al Estado corresponde estimular la sensibilidad colectiva y, prendida la antorcha de la fe, ha de quedar librado el éxito al empeño, a la voluntad y a la capacidad que para conseguirlo ponga cada ciudadano.
Para lograr el ascenso nacional que esperamos no basta, pues, la sola dedicación de los hombres de gobierno. Para lograr el esplendoroso porvenir de nuestra patria que tan fervientemente anhelamos, es necesario que se retemple el espíritu nacional, estimulando a cuantos se sientan atraídos por la acción, por el sentido creador y de iniciativa, de ordenación y de investigación de las cosas, de los hechos, de su manejo habilidoso y hasta bello. Todos los hombres y mujeres que habiten el suelo argentino deben considerar la situación privilegiada que nuestro país ocupa en el mundo entero, y la posibilidad que cada uno tiene, no sólo de consolidar su situación personal y alcanzar en el camino de la prosperidad, sino contribuir al progreso de las ciencias, de las artes, de las letras y, en suma, de las más elevadas manifestaciones del espíritu. Dicho en otras palabras: la Argentina, nuestra Argentina, se encuentra hoy en condiciones inmejorables de provocar un nuevo renacimiento de la cultura occidental, de la cultura humanística grecolatina que, bajo la señal de la Cruz, y por obra y sangre de España, floreció en tierra americana.
Nuestros héroes, nuestros capitanes, poetas, políticos, sabios, artistas, nuestros artesanos, soldados, campesinos y obreros, todo en fin, debemos procurar la reconquista total de nuestro espíritu. Nuestro espíritu, ágil, señorial y altruista, fue como los viejos frescos de los antiguos castillos y abadías, embadurnados con varias manos de cal que lo ocultaron a nuestra mirada. Pero hoy debemos restaurarlo en la plenitud de su belleza, y la gloria de sus colores debe brillar al sol de nuestro renacer.
Debemos huir de los pesimismos que limitan nuestra actividad, reducen nuestro rendimiento y estancan el progreso. Debemos cumplir nuestras tareas con el alegre entusiasmo de la juventud; debemos encauzar la vida por senderos de nobles esperanzas y deseos de engrandecimiento nacional. Debemos hacer oídos sordos a toda clase de derrotismos y decepciones individuales, porque muchas veces, son simple consecuencia de defecciones, de deslealtades e insuficiencias, Debemos apuntar bien alta la flecha con que pretendamos alcanzar nuestros objetivos. Que ninguna flecha de nuestro arco llegue a destino, sin pasar por la estrella que ilumine nuestros más elevados ideales; que ninguna de nuestras acciones se consuma, sin pensar que somos caballeros, cristianos y argentinos; que no pase un sólo día sin que hayamos vivido la emoción de sentirnos copartícipes de la gloria que estamos forjando para éste pedazo de suelo bendecido por Dios y respetado por todos los hombres del mundo.
Si así lo hacemos, el aniversario de nuestra independencia nos encontrará en las mejores relaciones con todos los pueblos de la tierra, colmando de la mejor manera los sentimientos de nuestro pueblo y su tradición pacifista, que es estimulada como la mejor política de la sabiduría y de la prudencia.
Resulta satisfactorio para nuestra vocación americanista, que nuestros sentimientos, hayan sido finalmente comprendidos por todas las naciones del continente, al reconocer la lealtad de nuestra conducta internacional y la contribución de una solidaridad voluntaria cuyos alcances fueron definidos por las prácticas del principio de la soberanía que informa las relaciones de todos los pueblos de América, según se desprende de las actas y los pactos preexistentes.
Por nuestro profundo amor a la verdad, a la justicia y al derecho, formulamos la requisitoria a los americanos de buena voluntad para que sepan, de una vez por todas, desenmascarar las finalidades perseguidas por aquellos espíritus mezquinos, eternos conspiradores contra la paz de los pueblos, que periódicamente propalan la infamia de que la Nación Argentina se prepara para atacar a los países hermanos por cuya libertad diera en el pasado, sin reclamar nada, la sangre generosa de sus hijos.
Somos decididos partidarios de una efectiva aproximación espiritual de los pueblos de América y de la recíproca colaboración en el campo económico. Nuestra historia y la de las repúblicas del Uruguay, Paraguay, Bolivia, Chile, Perú y Ecuador, dan fe de como en el pasado hemos colaborado militarmente con el tributo de nuestras armas y de nuestra sangre generosa en las gestas de su libertad. Creemos firmemente que la libertad de América está íntimamente ligada a la nuestra y, en consecuencia, pueden tener la seguridad los pueblos libres del mundo, que la Argentina, llegado el caso, habrá de repetir nuevamente sin vacilaciones las epopeyas del pasado.
Consideramos el principio de las nacionalidades como sagrado y, por ello, no podríamos mirar indefinidamente el sometimiento de un vecino por lejanos o poderosos enemigos, sin acudir presurosos en su ayuda, batiéndonos por la justicia, la libertad y el derecho, como lo hicieron los ilustres soldados que nos dieron patria.
Jamás podríamos aceptar la ingerencia de poder alguno en el manejo de nuestra cosa pública y en el de nuestra política interna; tampoco nuestra conducta internacional podrá ser cambiada por presiones y hemos de observar celosamente los preceptos de la igualdad jurídica de los Estados y el de la soberanía.
La historia y las últimas guerras, han puesto en evidencia que la defensa de los Estados no puede improvisarse, so pena de sucumbir bajo los golpes demoledores de otros más fuertes que, apartándose de las normas de la convivencia, lanzan sorpresivamente el poderío de sus fuerzas para apropiarse de las riquezas y de los bienes ajenos, sea para satisfacer las necesidades primordiales de su pueblo o bien para hacerla servir a sus intereses de hegemonía.
Es pues uno de los deberes ineludibles del gobierno velar por una adecuada preparación de las fuerzas armadas, que han de ser custodia de la soberanía, de la libertad, de la riqueza y de la dignidad nacionales.
Consciente de la trascendencia que para el futuro de la nacionalidad comporta el ejercicio de tales deberes, he de proporcionar a las fuerzas armadas los recursos necesarios para su modernización y apoyar todas las medidas tendientes a la implantación de las industrias madres. En esta forma no sólo contribuiremos a la seguridad de la Nación, sino que la Argentina ha de constituir un factor decisivo en el mantenimiento de la libertad de los pueblos hermanos, de la misma manera como en el pasado fue agente de su libertad y defensor de sus derechos.
Con el propósito de desvirtuar las especies que ya se han echado a rodar por los caminos de la maldad, dejo aclarado que no se trata de aumentos de efectivos de nuestras fuerzas, ni someter a nuestro pueblo a un esfuerzo de guerra, sino de cambios orgánicos y renovación de materiales, producidos como consecuencia de los adelantos técnicos, de las nuevas armas y de los nuevos procedimientos de lucha que caracterizan a la guerra moderna.
Tales medidas, que son privativas de la propia seguridad de la República, no podrán despertar recelo alguno, porque bien saben nuestros hermanos, cual es nuestra tradición y nuestra conducta, y porque un país en crecimiento como el nuestro, dotado de singulares riquezas debe ser resguardado por una adecuada capacidad defensiva.
Pero sabéis, como somos y cual es nuestro ferviente anhelo; que no haya lucha entre hermanos; que no se altere la paz y concordia entre vecinos; que no haya recelos entre naciones. Que la humanidad encuentre el camino de su ventura y que la Argentina pueda sentir el orgullo de haber logrado la paz interna, recuperando la integridad de su soberanía y conquistando el espacio de su verdadero espíritu nacional.
Para esa recuperación del espíritu nacional, es necesaria también la conquista de la independencia económica de nuestra patria, para materializar en forma efectiva la independencia política de la República con el ejercicio de la libertad sin cortapisas para los habitantes de ese suelo.
Mientras ella no se logre, todo ha de ser ficticio, porque el coloniaje económico importa el vasallaje político y porque el imperialismo capitalista interfiere la vida de los pueblos en su desmedido afán de lucro.
Invocamos a la Divina Providencia, para que se digne alcanzar con su protección al pueblo paraguayo, haciendo cesar la estéril lucha fraticida, para que no caigan en su tierra más americanos víctimas del encono ideológico y encuentren ambos contendientes la fórmula que permita sellar la paz interna, para que el Paraguay, con la colaboración de todos sus hijos, continúe por la ruta de su ascendente progreso.
En mi doble carácter de comandante en jefe de las fuerzas armadas y de general de la Nación, me resulta grato anunciar a mis camaradas, en esta solemne circunstancia, que el presidente de los argentinos, cumpliendo con el mandato rubricado por el pueblo que aprobó su programa de gobierno en el acto electoral más puro que registra la historia política del país, se trasladará a la inmortal ciudad de Tucumán, cuna de nuestra libertad política, para proclamar en la alborada del 9 de julio de 1947, nuestra independencia económica de todos los poderes de la tierra, afirmando la decisión inquebrantable de luchar por esa causa hasta su total consecución.
Interpreta el presidente de la Nación, tributar así, con un recto sentido sanmartiniano, el mejor recuerdo a nuestros antepasados en tan fausto día, rindiendo con ello justiciero homenaje de gratitud a los congresales de Tucumán y a la cuna de nuestra libertad. ............... |
1947-07-06 | Mensaje a los pueblos del mundo : | Ciudadanos del mundo, compatriotas: Las fuerzas materiales y espirituales de Argentina se movilizan hoy, para expresar ante el mundo la voluntad nacional de servir a la humanidad, en sus anhelos de paz interna e internacional. Nuestra voluntad y nuestro espíritu, nutriéndose en la historia de Argentina y de América, quieren tener un sentido de realización. Argentina desea colocarse, con el enorme despertar de su ciudadanía, en la línea de ayuda que le sugiere el clamor universal. Aspira a contribuir con su esfuerzo, a superar las dificultades artificiales creadas por el hombre; a concluir con las angustias de los desposeídos y a asegurar que los sentimientos y la acción de nuestro país sirvan a las energías del bien, para vencer las energías dominadas por el mal. En Argentina, el trabajo está organizado y defendido; la política, asegurada y consolidada por la verdad constitucional; la economía, recuperada y sostenida por las manos del Estado, que es decir lo mismo, que defendida y elaborada por las manos del pueblo; la cultura, como medio de traducción de los sentimientos nativos, confundida con el sentimiento universal de las viejas culturas; y las doctrinas y los idearios sociales, como instrumentación de la mística que impulsa al hombre nuevo de América, afirman, de manera decidida, como anhelo legítimo, el porqué de esta vocación para construir un mundo que excluya para siempre los signos de la cruda explotación, los de la destrucción y del odio, los de las condenables injusticias sociales. Argentina y América toda quieren contribuir a la dignificación del hombre. Para ello buscan confraternizar con el mundo sufriente. La bandera de esta cruzada es la de la solidaridad. Con ella trabajaremos apasionadamente, con eficacia creadora. El proceso histórico nos demuestra que hay un ritmo de dificultades, y que ese ritmo va acentuándose. El orden fue alterado por la guerra, la desorientación humana se fundó en la desinteligencia. Ante ello, puede afirmarse que las herramientas para derrotar esas angustias, deben ser la paz y el entendimiento. La paz internacional es el gran problema del hombre, tanto en nuestros días como en los de ayer. Representamos una patria que vive, desde su origen, los principios de la libertad. En la historia de la independencia de los Estados, es la Argentina, la firme voluntad de ser independientes y libres, respetando la autodeterminación de los pueblos y creyendo que no podrá haber jamás diferendos de cualquier naturaleza que no encuentren en los caminos del derecho y la justicia el cauce para que la civilización no fracase. De modo que en primer lugar, sólo será posible la paz internacional cuando se haya alcanzado y consolidado la paz interna en todas las naciones del mundo. Y uno de los medios para lograr este objetivo consiste en el respeto a la libre voluntad de los pueblos. Al hablar a los pueblos del mundo, en una convocatoria a la paz, también deseamos expresar, que en busca de las soluciones ideales, van las expresiones prácticas del llamamiento. Los argentinos creemos que las naciones, tan duramente castigadas por contiendas enloquecedoras, tienen el derecho a una existencia más digna y la necesidad de que nuestra prosperidad económica, ofrecida y realizada muchas veces, en otros y en estos instantes, para cicatrizar dolores y ayudar a vivir, vuelva una vez más, con el amplio contenido de su generosidad, a buscar las formas de la cooperación para que la defensa económica de los estados pueda lograrse sin menoscabo de la dignidad. Conocemos bien cuáles son las necesidades del mundo; debemos reemplazar la miseria por la abundancia, sin incurrir en la confusión imperdonable de convertir en caridad la ayuda; debemos superar el error que muchas veces se manifiesta en el concurso parcial de las ayudas económicas, para que la conciencia universal no se endurezca por la acción del privilegio, y debemos, por fin, llevar al Viejo Continente, en particular, que sirvió para nutrir de cultura la vida del hemisferio nuevo, todo lo que nos han enseñado estos profundos ciclos y sacudimientos revolucionarios, que gestándose en la entraña de América y del mundo, sirvieron para despertar en la ciudadanía del continente mayores impulsos hacia nuevos destinos. Es el deber sagrado de América el que impone esta directiva; es el espíritu de libertad argentino, real y profundo, el que nos indica este camino; son nuestros sentimientos y nuestras convicciones, por encima de lo imperfecto, los que buscan salvar al hombre en sus dolores. La política argentina ha sido, es y será siempre pacifista y generosa. Las generaciones, desde el día mismo en que nació la patria así lo determinaron, y el respeto inalterable por todas las soberanías nacionales, incluso las que forjara la espada luminosa de los arquetipos de la nacionalidad, ha sido una virtud inmodificable en el espíritu argentino. Es demasiado duro el clima de injusticia para condenar al hombre vivir en él. La injusticia está en la alteración de todo lo que sirve para consolidar la altivez humana, dar forma a sus anhelos y colmar sus esperanzas. Cuando se agitan las masas vivientes, persiguiendo ideales de tranquilidad social y económica, el mundo es el que se conmueve y el que percibe las proyecciones de esas agitaciones. No pueden ser ya factores coexistentes en el mundo, la miseria y la abundancia, la paz y la guerra. Queremos fundir en un solo haz de ensueños y realidades, los anhelos de los hombres favorecidos por su destino con las esperanzas desgarradas de los hombres castigados por una fatalidad histórica. Queremos que las patrias y los hombres del mundo se fundan en un solo sentimiento de identidad, que nos haga comprender a todos cuánto necesitamos unos de otros, y que haga nacer esa correspondencia ideal para que el trabajo, el pensamiento libre y la construcción constante, sean los derechos humanos que nos acerquen al progreso, a la civilización y a su estabilidad. Siempre estuvimos al lado de las naciones sacudidas por sufrimientos, y volvemos a repetir los actos solidarios de ayer y de hoy en esta hora crucial del universo, cuando el desconcierto y la confusión parecieran querer convertirse en los sistemas vigentes de la convivencia. Deseamos, otra vez, volver a proclamar nuestra ayuda, a confiar en la evolución y defender la justicia social, y otra vez le decimos al mundo, desde nuestro continente y desde las fronteras argentinas, que deseamos que haya paz, tranquilidad y trabajo sobre sus suelos, para que la posteridad comprenda que no fuimos insensibles, no ya a los reclamos de los países que sufren, sino a la comprensión de los problemas mundiales que existen. Esa es nuestra ejecutoria. Podríamos decir cuanto y cómo ha sido nuestra concurrencia; hasta dónde llegó nuestro impulso. No es menester que tal suceda, para exaltar los méritos de Argentina y para aquilatar la responsabilidad de su conducta. Ha sido siempre tan fervorosa, como sagrada la razón que nos llevó a cumplir con la más alta misión: la de la solidaridad. Por eso mismo, queremos hoy decirle al mundo que nuestra contribución a la paz interna e internacional consiste, además, en que nuestros recursos se suman a los planes mundiales de ayuda para permitir la rehabilitación moral y espiritual de Europa; para facilitar la rehabilitación material y económica de todos los pueblos sufrientes. Estas palabras argentinas se pronuncian en horas evocativamente históricas, ya que estamos sobre el aniversario mismo de la inmortal asamblea que alumbró el génesis de la patria. Tienen, por ello, una realidad sagrada, y se incorporan a las inspiraciones de los deberes patricios. La República Argentina espera para cumplirlas, contar con la energía, forjadoras de energía de nuestros trabajadores; con el talento de nuestros cuadros directivos; con la fuerza de nuestro pueblo. Con el vigor de nuestro derecho estableceremos en el mundo el nuevo derecho a una existencia digna. Los conceptos precedentes fijan líneas operativas generales: respeto integral a la soberanía de las naciones; ayuda económica a los países necesitados; conjunción de esfuerzos de las mujeres, hombres y niños de todos los pueblos del mundo en la organización de la paz permanente. Todo esto importa una labor coherente de la humanidad en lo espiritual y en lo material, penetrada de un gran afán de realización, que puede concretarse así: 1º.- Desarme espiritual de la humanidad. Para ello es necesario que los hombres, mujeres y niños pacifistas se organicen para trabajar por la paz de las naciones en lo interno y la paz del mundo en lo internacional; procurando, entre otras cosas, hacer desaparecer la psicosis de la guerra que domina a algunos millares de seres humanos y la desaparición de los bandos que se dividen y preparan para la guerra. 2º.- Un plan de acción tendiente a la concreción material del ideal pacifista, en lo interno y en lo externo. La labor para lograr la paz interior debe consistir en la anulación de los extremismos capitalistas y totalitarios, sean estos de derecha o de izquierda, partiendo de la base del desarrollo de una acción política, económica y social adecuados por el Estado, y de una educación de los individuos encaminada a elevar la cultura social, dignificar el trabajo y humanizar el capital y, especialmente, reemplazar los sistemas de lucha por el de la colaboración. La labor para lograr la paz internacional, debe realizarse sobre la base del abandono de ideologías antagónicas, y la creación de una conciencia mundial de que el hombre está sobre los sistemas y las ideologías, no siendo por ello aceptable que se destruya la humanidad en holocausto de hegemonías de derecha o de izquierda. 3º.- Propósito firme de trabajar incansablemente para ésta causa, con el convencimiento de que la guerra no constituirá una solución para el mundo, cualquiera sea el grupo social que logre sobrevivir a la hecatombe, porque la miseria, el dolor y la desesperación en que quedará sumida la humanidad castigarán a todos por igual, y el caos apocalíptico sobrevendrá como corolario de los tremendos errores que hoy están cometiendo los hombres que preparan la lucha significará la destrucción más espantosa que se haya conocido. Sólo salvará a la humanidad la paz constructiva; jamás la lucha destructora de todos los valores materiales, espirituales y morales. .......... |
1947-07-09 | En el acto inaugural del Congreso de Delegados Gremiales de la Confederación General del Trabajo en la provincia de Tucumán | El secretario de la Confederación General del Trabajo acaba de decir que los trabajadores están con el presidente de la República. Yo deseo completar la frase agregando que el presidente de la República ha estado, está y estará siempre con los trabajadores.
Señores: de esta frase nace la verdadera técnica que estamos empleando nosotros en el gobierno. Y para referirme también a la CGT, quiero mencionar dos métodos distintos: los que empleaban los antiguos políticos los que empleamos nosotros.
¿Cuál era la técnica que empleaban los gobiernos de la oligarquía frente a los sindicatos y frente a la central obrera? Tratar de que ellos no se organizaran, tener los sindicatos al margen de la ley, evitar toda organización obrera y combatir inquebrantablemente a la central obrera, dividiéndola y formando dos o más confederaciones del trabajo.
¿Por que usaban ellos ese procedimiento? Es muy fácil de explicar. Ellos gobernaban sólo para un grupo de privilegiados que representan mucho menos del 10 % de la población. Y para favorecer a ese 10 %, explotaban y encarnecían al 90% restante. Por eso se explica que nunca quisieran tener una central obrera, porque temían la organización de los trabajadores, ya que una clase trabajadora organizada en sindicatos, con una poderosa central obrera no les hubiera permitido seguir con los mismos métodos políticos que ellos empleaban. Nuestra técnica es la inversa. No gobernamos ni trabajamos para ese 10 % de privilegiados. Trabajamos y gobernamos para el otro 90 %. Y como se termina de decir, así como el gobierno está con los trabajadores, necesita que los trabajadores estén con el gobierno.
El gobierno necesita sindicatos organizados y necesita una gran central obrera, tan poderosa como sea posible, porque ese es el apoyo que ha de tener en el futuro para poder cumplir los grandes destinos de esta patria, en cuyo logro estamos empeñados tanto los trabajadores como el gobierno.
Esta simple explicación evita que entremos en mayores comentarios. Una gran central obrera es la mejor garantía para el gobierno, que no cuenta con otra fuerza que la fuerza del trabajo. Esa es la realidad y en ese enorme número de hombres humildes dedicados a labrar la grandeza de la Nación, el gobierno finca todo su apoyo para cumplir los planes que ha lanzado para realizarlos durante el período del gobierno.
Siendo esa la explicación de porque el gobierno está con los trabajadores y los trabajadores con el gobierno, daré la explicación más sencilla y más clara de porque nuestro gobierno es de basamento fundamentalmente obrero y su política se encamina, en primer término, a obtener la justicia social necesaria para realizar su objetivo fundamental, que es la independencia económica de la Nación, tan profundamente ligada a la justicia social que podría decirse que sin esa independencia económica, la justicia social no sería realizable en el grado en que nosotros aspiramos a realizarla.
Señores: esto también tiene una lógica y una simple explicación. El país ha vivido creando riquezas durante casi un siglo, pero esas riquezas no han sido disfrutadas por la población en la proporción en que han sido producidas. Es tan científico el método de como hemos sido despojados de nuestra riqueza que podríamos decir que cuando producíamos 10.000 millones salían 6.000 millones por año y nos dejaban 4.000 para que viviéramos; y si producíamos 20.000 salían 16.000 y nos dejaban 4.000 para que viviéramos.
¿De que valdría, entonces, que nuestros trabajadores se esforzaran en producir y se sacrificaran en enriquecer a este país, que tenía un resumidero tan extraordinario que aumentaba su boca o la disminuía según el grado de productividad de nuestra tierra y del esfuerzo y sacrificio de nuestros trabajadores? ¿De que valdría que produjéramos mil o dos mil o cien mil millones si habíamos de tener para vivir solamente cuatro mil? La independencia económica representa eso: que ya no estaremos limitados en el disfrute de nuestra riqueza sino que ésta será repartida entre todos los habitantes de acuerdo con sus esfuerzos y que cada uno de ellos tendrá su destino económico en sus propias manos y será de una manera directa o indirecta el forjador de la grandeza económica de la Nación.
Por eso afirmo que sin independencia económica no hay posibilidad de justicia social. Previo a cualquier esfuerzo del hombre, en nuestra tierra es necesaria la independencia económica. Por eso hemos trabajado incansablemente para obtenerla. Hemos luchado contra todo lo interno y todo lo externo y hemos vencido. Estamos ahora en la tarea de consolidarla. Hoy no sale de nuestra producción sino lo que nosotros permitimos que salga, y no entra para nuestro consumo sino lo que nosotros permitimos entrar.
¿Que quiere decir esto? Los que de ustedes sean suficientemente viejos como yo y recuerden lo que ocurrió en nuestro país en 1920, dos años después de la primera guerra mundial, recordarán no solamente el "pan radical", que costaba 1,20 el kilo, el azúcar que se vendía en las comisarías y el costo de la vida, en general, que era casi imposible soportar frente a una clase asalariada que no ganaba lo necesario para comprar lo indispensable. Recordarán también que cuando esa clase asalariada salió a la calle a pedir aumento de salarios, fue la semana trágica.
Yo los invito a que comparemos que es lo que ocurrió en 1947, dos años después de la segunda guerra mundial, al lado de la cual la primera fue un juego de niños en cuanto a destrucción de valores. Hoy quizás paguemos caros los artículos, pero tenemos dinero necesario para comprarlos y yo les puedo asegurar que mientras subsistan la inflación subsistirán o irán aumentando los salarios en la cantidad necesaria.
¿Por qué existe esa diferencia entre 1920 y 1947? Voy a decirlo en breve palabras. Hace un año, el 4 de junio de 1946, cuando nos hicimos cargo del gobierno, no teníamos para pagar los sueldos del mes siguiente y el abastecimiento para el forraje del ejército estaba atrasado ocho meses en el pago. ¿Que ha sucedido desde entonces hasta ahora? ¿Hemos tenido alguna cosecha? ¿Alguien nos ha regalado dinero? Sin embargo, observen solamente cuatro grandes rubros de inversión. Hemos repatriado toda la deuda pública que estaba en el exterior. No hemos aumentado la deuda interna. La República Argentina llegó al deber 12.500 millones de pesos al extranjero, que los pagaban ustedes en proporción de casi dos millones de pesos por día; y hoy solamente no pagamos millones en concepto de amortización e interese sino que podemos decir que cobramos algunos millones por año. Y los cobramos por los servicios que deben cumplir los que nos adeudan dinero.
Hemos comprado los ferrocarriles y los teléfonos; estamos comprando las usinas y expropiando todos los servicios públicos, y seguiremos en esa tarea. Sin embargo, no sólo no hemos aumentado nuestra deuda sino que las hemos pagado y estamos en condiciones de hacer frente en el futuro a cualquier situación económica, sin contar con que estamos ayudando con muchos miles de millones a los pueblos que lo necesitan.
Señores: nuestra situación económica es brillante. Algunos dicen que no tenemos divisas. Yo pregunto cuando la República Argentina ha tenido disponibilidades de divisas. Las tenía por 12.500 millones de pesos, que era la deuda pública. Esas eran las divisas que antes utilizaba la Argentina. Habría que preguntar para que quieren las divisas. Cuando no tengamos plata y divisas, no compraremos. Haremos aquí lo que precisamos y viviremos mejor. Afortunadamente, hemos llegado a la mayoría de edad y tenemos 350.000 establecimientos para poder abastecer al pueblo argentino de productos manufacturados.
Todo ello es lo que me ha permitido llegar hasta Tucumán para ir de nuevo a la Casa Histórica donde se proclamara nuestra primera independencia, la política, para plantar los pilares sobre los cuales hemos de asentar la segunda emancipación, que es la económica.
Y a ello hemos de agregar la tercera emancipación, la social, ya que nuestra clase trabajadora, emancipada socialmente de los perjuicios y de la antigua conducción política y económica, comienza a salir de nuestra patria para llevar una luz a otras patrias que no han alcanzado todavía el grado de justicia distributiva que nuestra justicia social está asegurando paulatinamente a nuestros trabajadores.
El mundo no va a ignorar siempre muestro proceso. Se está realizando en Ginebra un Congreso Internacional del Trabajo. Decían que por acción de algunos politicastros que le informaban que nuestro movimiento obrero no era libre, no nos iban a admitir en ese Congreso, pero olvidaban que nosotros hace un año que no nos hemos dormido y que todo cuanto podían haber mentido en el extranjero nosotros lo hemos destruido llevándoles nuestra verdad, que es la verdad del pueblo argentino y la verdad de nuestra clase trabajadora.
¿Cual ha sido el resultado? Que a nuestro delegado lo han nombrado presidente de ese Congreso y que, ante los ojos asombrados de los representantes patronales de otros países del mundo, la delegación obrera argentina, conjuntamente con la delegación patronal argentina, han proclamado en ese Congreso nuestros Derechos del Trabajador. Ese es el triunfo de la conciencia social que estamos sembrando, conciencia social que no es suficiente que llegue a la clase trabajadora sino también debe llegar a la clase patronal. Los patrones también tienen una conciencia. Hay que despertársela, y de ese despertar de la conciencia patronal ha de salir el entendimiento por la persuasión de que ya no es posible en el mundo la explotación del hombre por otro hombre.
En este momento, un delegado propone que se guarde un minuto de silencio en homenaje a las víctimas del accidente de aviación ocurrido a la delegación argentina en viaje a Ginebra y así se hace.
Celebro que el compañero haya tenido esta excelente idea. Sabemos bien con cuanto dolor hemos visto caer a esos hombres a quienes pocos días antes les habíamos dado un estrecho abrazo de despedida. Pero la lucha, señores, desgraciadamente, tiene esas contingencias. Cualquiera de nosotros que lucha por una causa debe estar convencido de que, sea cual fuere el destino que nos está reservado, debe afrontarlo con entereza. Solamente así vencen los pueblos y solo así haremos grande a la clase trabajadora, es decir con su propio sacrificio.
Decía, señores, que hemos de seguir hacia la consecución de esa tercera emancipación de los trabajadores en forma inquebrantable y para ello trataremos de buscar que el equilibrio no llegue a romperse.
Hace pocos días el embajador de México me dijo: "Lo que usted ha hecho en la República Argentina le costó a México un millón y medio de mexicanos muertos", esa fue nuestra revolución sin derramar una gota de sangre de los propios trabajadores.
De la pérdida de ese equilibrio ninguno puede ganar absolutamente nada.
No hemos de proceder por revolución sino por evolución y de esta que hay que esperarlo todo. A esta evolución es a la que se oponen los amargados y los políticos en desacuerdo con nuestras doctrinas y los hombres que sin buena fe trabajan dentro de nuestro propio movimiento.
He dicho en una oportunidad, dirigiéndome a los trabajadores, que todos debemos ser artífices del destino común pero nadie debe ser instrumento de la ambición de nadie. En este movimiento somos todos soldados que servimos a una causa común.
Los enemigos de nuestro movimiento son los que quieren medrar para sí, en perjuicio del conjunto. A éstos debe observarse y vigilarse porque es mucho más peligroso un político infiltrado en nuestra fuerza que un político que actúa en las fuerzas contrarias.
La política es la peste que ha muerto más sindicatos en toda la historia del movimiento sindical del mundo. Cuando la política entra en los sindicatos puede descartarse la obtención de conquistas.
Sé que los políticos les dicen a los trabajadores que este gobierno le ha dado muy poco, que ellos les van a dar más, que van a dar el oro y el moro. Yo preguntaría: ¿y cuando estaban en el gobierno, que dieron? ¿Que darían al movimiento sindical y a los trabajadores? Promesas y malos tratos. He aquí todo cuanto fueron capaces de dar. ¿Por que no fueron capaces de dar? Porque si dijeran: "vamos a dar esto", mentirían desde el momento que los únicos que pueden darse algo son ustedes mismos. ¿Que podrían dar esos políticos que tenían una deuda en cada banco, si no fueron capaces de darse a ellos mismos? ¿Que van a dar a los trabajadores? Siempre he dicho: "mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar". Ahí está la única verdad. No hay que ponerse a charlar sino a ejecutar, y no hay que prometer sino hacer porque es el único modo de que pueda haber más para repartir, vale decir, haciendo más.
Por tales razones les digo que cuando un político dice que va a hacer esto o aquellos, en realidad no va a hacer nada. Ha sido, es y será siempre incapaz de hacer otra cosa. Lo que se requiere es inventar una vacuna con suero político para inmunizar a todos los trabajadores contra la peste de los políticos.
Señores: los obreros, para sus reivindicaciones, no pueden cifrar esperanza más que en los obreros. Si los trabajadores son capaces de organizarse y vivir en paz arrojando de sus organizaciones a los políticos, que son los perturbadores de la paz gremial y los destructores de la fraternidad gremial: si defienden sus organismos contra esos gérmenes; si practican su autodefensa nombrando comisiones encargados de juzgar a los que están haciendo política en provecho personal y no para el beneficio del conjunto, podrán ostentar un poder y una cohesión admirables.
Todo sindicato, todo obrero, ha de saber, que para obtener un mayor bienestar, para asegurarse un mejor destino, hay un solo camino: trabajar y obligar al gobierno a que reparta bien. Estas dos finalidades se consiguen de una sola manera: organizando una central obrera poderosa que controle al gobierno. Yo no tengo temor de que me controle la Confederación General del Trabajo. Cuando por mis propios medios no pueda imponer la justicia, entonces, seré yo mismo quien los mande a la huelga. De ellos pueden estar ustedes seguros.
Señores: les he hablado del mal que les van a infligir los políticos, que se filtran entre ustedes para trabajar en provecho propio.
Hay dos clases de políticos. Una, que es como la polilla, que come sola, en perjuicio de todo lo que toca y echa a perder; otra, que la constituyen los políticos que trabajan por una causa, y es merecedora de todo nuestro respeto y debe ser apoyada porque trabaja para todos. Estos políticos no solamente no configuran un elemento peligroso sino que los hombres que se dedican a la política por una idea y persiguen una gran causa, son indispensables. Estos políticos jamás van a solicitar empleos, jamás prometen nada, construyen silenciosos y abnegadamente para todos sin pedir nada.
Los malos políticos a todos nos piden algo, no dejan mala acción por realizar con tan de poder subir un poco más que sus compañeros.
Por eso, yo, con la gran experiencia que he adquirido duramente en poco tiempo, los puedo decir que si analizamos el panorama de la Nación desde todos los ángulos, veremos que ha sido un poco víctima de algunos malos político. Con el sentido peronista que tiene la masa argentina, con la obra de gobierno que estamos realizando, nadie nos podría eclipsar ni con la bomba atómica, y, si no, analicen ustedes.
Empecemos por las relaciones internacionales. La República Argentina mantiene hoy, cordiales relaciones con todos los países de la tierra, cualquiera sea su manera de pensar, su ideología o su forma de gobierno.
Somos amigos de todas las naciones del mundo. Esto lo hemos conseguido en un año de actuación. Nos hemos colocado en situación de ser admirados como defensores de la razón, del derecho y de la justicia, y nos permitimos hablar al mundo dando nuestro consejo, que es escuchado en muchas partes y, sobre todo, en lo países latinoamericanos, quienes comparten en casi todos sus puntos de vista nuestra manera de pensar y de obrar en los problemas internacionales del mundo. Y aún hemos ido más allá, hemos firmado tratados con más de treinta naciones y al mayor parte de éstas le hemos dado nuestra ayuda económica y le hemos prestado lo que necesitan para vivir y para comprarnos nuestros propios productos.
En el orden económico, la situación jamás ha sido tan brillante en la historia de la República. No debemos nada a nadie, nos deben mucho a nosotros y hemos comprado todo lo que pertenecía a otros y que estaba en nuestro suelo y por tal motivo nos corresponde.
En lo social, marchamos a pasos agigantados asegurando un mayor grado de bienestar a las masas proletarias. No habrán enriquecido en alto grado los consorcios financieros que explotaban al país, pero sabemos que cada uno de nuestros trabajadores tiene unos pesos más a fin de mes en su bolsillo. Esto representa la liberación, porque la tan cacareada independencia del argentino sin independencia económica se reducía a una sola fórmula: gozar dentro de nuestro país del inmenso derecho de morirse de hambre.
Podría seguir enumerando en otros diversos órdenes, además del internacional, del económico, del social o del cultural, un sinnúmero de aspectos en que la Nación va mejorando a pasos agigantados. Pero ¿cual es el inconveniente que tengo yo en mi gobierno? Los políticos. Los políticos, sí; pero no los políticos contrarios, porque cada día son menos, sino los políticos nuestros que, en vez de pelearse con los adversarios, se entretienen en pelearse entre ellos. A esos es a quienes hay que individualizar y estigmatizar; a esos hay que decirles: "Mi amigo, si usted trabaja por su cuenta, trabaje solo y no venga a pedirnos que lo ayudemos".
Por eso digo, señores: ustedes, ya viejos dirigentes, tienen la misma experiencia que tengo yo y conocen este lenguaje en que les hablo precisamente por su experiencia sindical. Aquí debemos trabajar, dentro del sindicato, por el sindicato y más allá del sindicato, por la Confederación General del Trabajo que es el gran sindicato de todos.
Queridos amigos: quiero terminar exhortándoles a que reflexionen sobre todas estas verdades que yo les digo con esa superioridad que me da el hecho de estar fuera de todo problema. Porque, efectivamente, yo no tengo ya que pedir a nadie que me vote; yo no tengo nada que pedir, porque he sido colmado en todo lo que un ciudadano argentino puede serlo. Sigo al frente de esta causa porque es la causa mía, como es también la de ustedes. Pero no vivo en un lecho de rosas: comienzo a trabajar a las seis y media de la mañana y termino a las diez de la noche. Si no estuviese metido en esta causa con todas las fuerzas de mi alma, no me quedaría cinco minutos más en el puesto que ocupo. No tengo apetitos de ninguna naturaleza: sólo tengo la ambición de cumplir, con la nobleza que cabe a un caballero y a un soldado, todos los compromisos que he contraído con el pueblo argentino, y en especial con la clase trabajadora. Para lograrlo, no habrá sacrificios que yo no sea capaz de realizar. Y tengan la seguridad de que toda la lealtad que he recibido de los trabajadores argentinos, he de devolvérsela, agrandada por mi propio sacrificio. No podrá presentárseme ninguna situación, como se me han presentado tantas en la vida, en que yo, deliberadamente, pudiese traicionar la fe que todos ustedes han puesto en mi persona. La garantía personal que puedo darles es que nunca he engañado a nadie, ni nunca he prometido lo que no he sido capaz de cumplir. De modo que mi garantía personal ha de ser para los argentinos una amplia garantía.
Yo veré colmada mi felicidad en esta tierra si, al retirarme tranquilo algún día a mi casa, puedo hacerlo diciendo, como lo digo hoy: he cumplido leal y sinceramente con los hombres que me han apoyado. Y espero que esa enorme satisfacción, que ha de nacer en mi espíritu por ese hecho, sea compartido por todos los trabajadores a quienes yo he considerado, considero y consideraré siempre, como los hermanos que están más cerca de mi corazón. ................ |
1947-07-09 | Durante el banquete y la condecoración al presidente de Chile | Excelentísimo Señor Presidente de la República de Chile; excelentísima señora de González Videla; excelentísimo señor Ministro de Relaciones Exteriores de Chile; excelentísimo señores jefes de las misiones extranjeras, señores ministros y señores gobernadores; señores legisladores; señores jefes y oficiales de las fuerzas armadas de la Nación; señoras y señores: En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán, a los nueve días del mes de julio de mil ochocientos diez y seis, terminada la sesión ordinaria del Congreso de las Provincias Unidas, continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto y sagrado objeto de la independencia de los pueblos que la forman...". Así comienza el acta de la Declaración de la Independencia, documento imperecedero, declaración inmortalizada por la historia de la patria. Es su nombre, para evocar la declaración de los forjadores de la nacionalidad, que hemos venido a Tucumán en este aniversario.
El significado de esta fiesta y de este día, es para la patria de recordación histórica y, asimismo, el cumplimiento de una promesa a la memoria de los asambleístas que nos dieron independencia, y cuyas palabras han servido para declarar y trazar las líneas de nuestra inalterable conducta.
Tras el juramento trasmitido por aquella generación argentina, como un mandato de permanente soberanía, la conciencia de nuestro pueblo libre, es la que acciona y la que proyecta la consiguiente admiración sobre el pasado histórico. El regionalismo consustanciado con la representación de las Provincias Unidas en el Congreso histórico, selló el origen constitucional de la Nación. El Litoral hizo su aporte, y en nada disminuyó el prestigio de los hombres que llegaban de los Andes; menos, la jerarquía de los asambleístas del Centro y de los hombres del Norte que, bajando de Jujuy, Salta y Charcas, expresaban con su vigoroso pensamiento, cuál debía ser la actitud definitiva del pueblo argentino, de sus sentimientos patricios y de sus ansias de libertad, soberanía e igualdad.
Eran días de intensas bregas ideológicas, de prédica fuerte y sagrada, en medio de la flamante corporación de hombres, cuyas mentalidades ilustradas contaban con el auspicio de figuras no menos patricias que las de San Martín y de Belgrano.
Esta fiesta, que evoca el origen y el génesis de la nacionalidad, es por ello mismo la fiesta de América, en su acontecer continental de pueblo y del desarrollo de sus fuerzas telúricas, cobran realismo los esquemas nacientes de sus repúblicas independientes.
Es tanto más una fiesta de América, que en ella y de ella participan el ilustre Presidente de la República de Chile y su distinguida esposa, cuya amistad me ha sido dado compartir, y cuyo americanismo matizado por el patriotismo de sus principios nacionales, nos muestra el alma siempre enardecida de sus compatriotas, que alumbraron junto con los nuestros los días duros de Cancha Rayada y los gloriosos de Maipú y Chacabuco, para sellar desde allí la libertad naciente de toda América. Saludo en él, al ciudadano presidente de la República de Chile y a su pueblo, y saludo en él, amigo transfigurado por la emoción, la efigie del héroe patricio que abrazara San Martín en los campos de la batalla común y a quien nosotros honramos con monumentos de gloria en nuestra patria: el general O' Higgins.
Saludo en la primera dama chilena a todas las mujeres de Chile, que al igual que las nuestras, no permanecen ajenas a las inquietudes patrióticas.
Queda así relevada, en este aniversario que evoca los recuerdos históricos de patrias comunes, la vibración de las generaciones de los pueblos emergidos de la misma escala libertadora y con sentimiento solidario nacieron a la vida, trabajaron en el pasado, se inquietan en el presente y quieren armonizar de manera conjunta su marcha hacia el porvenir.
El simbolismo de la unidad americana se manifiesta como una conclusión irrebatible de estas expresiones vivas del entendimiento de nuestros pueblos. Las tradiciones que nos vinculan tienen una inquietud de historia, y no solamente sirven para engrandecer a ésta, sino que se extienden en el infinito para comprender no solamente la religión, el idioma, la ciencia y el arte, sino para hacernos percibir los sentimientos ciudadanos.
Es en América, donde los hombres se impregnan más fuertemente de libertad y donde más firmemente sienten la independencia. Es ella, la que nos ha enseñado a comprender su valor, no ya como enunciación formulada tras las explicaciones de los hombres, sino como una característica instintiva que comparten los que nacen o se afincan en su suelo.
Los héroes nacionales se han convertido por imperio de las circunstancias, en héroes continentales, y la comunidad de unos y otros ha hecho que en la Argentina se encuentren las voluntades gloriosas de jefes americanos y que el temperamento y la conducta de los jefes argentinos recorran los caminos de gloria de los estados americanos.
Es esta historia común, la que mejor fomenta la unidad de todos los pueblos del continente, ya que América no es solamente un continente diagramado por la geografía, ni un conjunto de hechos materiales elaborados por el hombre. Además de ello, América es un solo cuerpo de ideas y doctrinas, de derechos y altiveces, convertidos en anhelos y esperanzas para todos los ciudadanos de todas las repúblicas, dispuestas siempre a prestar la cohesión solidaria de sus entusiasmos para reafirmar el pensamiento de la libertad, de la unidad, del entendimiento y de la concordia.
Fundidos en un sólo afán, los pueblos de América, se inspiran en la historia que forjó el propio continente, documentada en hechos de libertad y de democracia que nos sirven ahora para inspirar nuestra conciencia y fortalecer nuestro pensamiento, impulsar el trabajo y convertirnos en los forjadores de una nueva independencia.
La evolución de las ideas políticas argentinas tiene sus períodos bien caracterizados. Dejamos en 1810 expresadas las rebeldías iniciales de la patria, convertimos la rebeldía en dogma en 1830, y el dogma en Constitución en 1853. El reclamo argentino de la organización se fue refundiendo palpitaciones revolucionarias, y llegamos al estallido de algunas de ellas como resultado de la madurez política que la Argentina busca en su cauce.
Períodos diversos y múltiples fueron jalonando la vida de la Nación, y aquel choque de pasiones argentinas, y aquellas luchas de sentimientos y de ideales, y aquellos momentos turbulentos y dramáticos, se consagró el estatuto fundamental de la República que, a través de todo su articulado, trasunta el alma de nuestros mayores y es la historia viviente nuestra, desde el prolegómeno de la anarquía hasta estas horas de progreso que nos enorgullecen.
Así consolidada la organización nacional, la patria continuó su marcha, venciendo obstáculos y derribando prejuicios con la visión puesta en el porvenir, auspiciando el nacimiento de un pueblo nuevo al mundo libre del trabajo y del progreso.
La ley electoral fue luego la gran portada abierta a las esperanzas ciudadanas, de entonces aquí, volvió a repetirse el reclamo argentino en la boca de sus ciudadanos para asegurar este nuevo desarrollo político que da origen a la patria liberada del presente.
He ahí la historia resumida de los períodos argentinos.
Durante cada uno de ellos, largos o cortos, gloriosos u oscuros, siempre lucharon los ideales y los hombres, y siempre las energías comprometidas estuvieron entregadas fervorosamente en favor de la organización nacional.
Para defender su continuidad histórica, la patria contó siempre con el concurso de la ponderación de sus hombres. Lo mismo en los días luminosos de la Primera Junta, como en los convulsos de las jornadas revolucionarias, la patria fue una voluntad en marcha, frente a cada reacción, plasmóse mejor la fuerza de la nacionalidad.
La eternidad del acto en que nace la independencia tiene como dimensión de su grandeza la patria misma. Como ayer nuestros mayores proclamaron la emancipación política, que fue un rayo de esperanza para medio continente americano, hoy podemos anunciar al mundo la segunda etapa de nuestra epopeya, al poder exclamar que hemos conseguido nuestra independencia económica. Y ésta, como aquella, no lleva en su raigambre nada que no sea tendiente a consolidar nuestra posición fuerte y soberana, y como extender a los pueblos de América los beneficios de esta nueva jornada de nuestro progreso, sin reatos ni cortapisas. Y así daremos al mundo el ejemplo de una América unida, que vive mejor, porque la vive en la solidaridad y en el amor, que son las expresiones verdaderas de la civilización humana.
Las generaciones nuevas, que se movilizan a impulsos de sus puros ideales, saben cuan grande es la obligación contraída para con los patriotas que fueron capaces de lograrla. Ellas comprenden, por encima de sus iniciativas, el aspecto de esta segunda emancipación, que todo cuanto puede servir para afianzar el destino patrio, servirá para convertir en intachable su gestión y en provechoso su camino. Saben también que ello los llevará a amar verdaderamente a la República, y que la conciencia descansará tranquila después del deber cumplido.
Por ello es que en los años se repiten las bendiciones y se repite el juramento, bendición de patria y juramento de fidelidad que se entrega a la consideración universal como testimonio solidario de la voluntad nacional.
Las fuerzas vivas de la opinión de la República, en todos sus grupos pensantes que coinciden con el propósito transformador contenido en el plan de gobierno, dinámica de nuestra independencia económica, tienen un lugar en la posición argentina. Estamos prontos para celebrar la evolución de los que así trabajan, de los que quieren comenzar a trabajar y de los que están dispuestos a prestar su apoyo solidario al bien colectivo.
En este día, grato para la Nación y grato para el espíritu de los argentinos, en presencia del ilustre presidente de la República de Chile, el pueblo argentino se siente orgulloso de tan grata visita, pues ella ha permitido que la Argentina se agite en una suprema palpitación de amor hacia Chile y, confundidas las almas, parecen constelarse en una soberana irradiación de concordia, pues somos hermanos en la historia y en la gloria, en el esfuerzo y en el éxito, en el jadear nervioso de los momentos iniciales y en la consagración de los días presentes.
El ideal que hoy hermana el alma de las naciones, habrá de cumplirse inexorablemente y la paz será en América por la imposición de la verdad y del instinto, que harán su obra, y la solidaridad que nos vincula se impondrá a la conciencia de los unos y de los otros. Porque la atracción de sí mismos es la ley de estas nacionalidades, agrupadas por la geografía y por la historia, en una luminosa federación de autonomías sobre un suelo y bajo un cielo que está destinado a crear y a destacar el triunfo de democracias libres, grandes pero amigas.
Tanto más afortunado, porque aquí están presentes también las representaciones de todas las naciones del mundo, con las cuales mantenemos las más cordiales y estrechas relaciones, y, de manera principal, las naciones de América, hermanas en los sueños, en las realidades y en los destinos.
Sin incurrir en presuntuosidad patriótica debo decir que Argentina recibe el homenaje de vuestra presencia como una prueba de la honrosa amistad que vuestras patrias le brindan. En nombre de Argentina y de su pueblo expreso a los dignísimos jefes de misiones los sentimientos y la intensa gratitud argentina.
Sobre los surcos del trabajo y del estudio, de la paz y del entendimiento, de la justicia y del derecho, las semillas de nuestras relaciones están dando los frutos de una unidad continental y de una confraternización universal, que no puede negarse y encuentran en los hombres de pensamiento fraterno la más grande resonancia, así como los más firmes y seguros lazos amistosos.
Las razones del regionalismo nos han dado ya en el continente las normas para alcanzar la paz y la confraternidad; las razones del universalismo nos darán las mismas formas supremas, y por ello es que comparto, en la fecha augusta de la independencia nacional, la confianza de que el mundo encontrará el camino que reclama la humanidad. El no es otro, que el camino de la concordia y pacificación espiritual de los hombres.
El gobierno argentino trabaja para la consolidación del destino nacional y, de manera decidida, para el afianzamiento de su abundancia económica, propendiendo al progreso de la patria sin interferir el progreso de los demás.
La bandera de lucha para la acción nacional, enunciada ya, en mensaje solemne, es la de la solidaridad. No habré de repetir aquí que esa bandera está sostenida por el pueblo y por el gobierno. La Constitución nos enseña, en su maravilloso contenido, que la solidaridad nace de los términos de su ideario político; y es un pensamiento, impregnado de paz, el que debe llegar a cada ciudadano, no para modificar sus ideas sino para reclamarle el concurso de las propias al servicio común de la patria, para que sean sus esfuerzos exponentes del argentinismo. No será nunca el gobernante que les habla quien reste las energías destinadas al triunfo de la patria.
La gloriosa declaración del Congreso de Tucumán flota en el ambiente. El juramento de 1816 tiene ya sanción de centuria. Llenos de santo ardor y de justicia, los nombres de Laprida, Boedo, Darragueira, Acevedo, Bustamante, Aráoz, Gallo, Malabia, Colombres, Cabrera, Rodriguez, Gorriti, Bulnes, Guzmán, Rivera, Castro Barros, Serrano, Thames, Maza, Sáenz, Medrano, Pacheco de Melo, Godoy Cruz, Uriarte, Loria, Salguero, Oro, Anchorena y Paso, repiten sus votos sucesivamente en unánime, espontáneo y decidido amor por la independencia de la patria.
Que no se diluya la ilusión de su presencia augusta; que no nos traicione la esperanza de seguir siendo libres, y que no se disminuya en ninguna de nuestras fechas la fe de la Argentina de la historia, la fe por una América unida, la fe por la paz universal.
Señores: que nuestros pueblos y la civilización del Viejo Mundo conjugada con la nueva civilización del continente más nuevo todavía, encuentren el camino del entendimiento. Si así fuera, nuestra fiesta patria, será la fiesta del mundo y vuestra presencia la reencarnación de los patriotas de la independencia. Al finalizar los discursos el primer mandatario argentino, general Juan D. Perón entregó al jefe de Estado chileno, doctor Gabriel González Videla, las insignias de la Orden del Libertador. Al hacerlo dijo lo siguiente: Seguimos la línea sanmartiniana, Tenemos como la más grande distinción que podemos otorgar a nuestros hermanos de América y de los demás países del mundo la orden del general San Martín. Ella como él sintetizan la modestia y la grandeza. Cuando la Republica Argentina entrega a un hermano y si es hermano es hermano de historia, como lo son por ser chileno y por ser presidente de Chile. Pongo en esta condecoración un alto grado de amistad y de consideración y en esta tierra cuando se entrega la amistad se entrega para siempre. Ello lo hemos aprendido de nuestros gauchos que ignoraban todo pero no la amistad. |
1947-07-14 | Ante rectores y directores de escuelas secundarias | Yo les agradezco muchísimo su presencia y valoro la gran importancia que tiene para el Estado el que comencemos una nueva etapa en lo que se refiere al aspecto de la enseñanza primaria, secundaria y universitaria. El gobierno en este sentido, tiene una sola orientación, que me imagino ha de ser la misma de todos ustedes, que enseñan con verdadero fervor y con verdadero cariño, y que no pueden tener otra orientación que no son aquella que persigue los mismos fines que el gobierno, es decir, cumplir la función de la manera mas perfecta y mas completa posible.
En este aspecto, que hemos considerado largamente con el señor ministro, de Justicia e Instrucción Publica y con los demás miembros del gabinete, hemos apreciado desde el comienzo que la enseñanza, en todos los ordenes, había estado un poco abandonada en cuanto a la tutela que el Estado debe ejercer sobre esa actividad tan importantes para la formación de la nacionalidad y para la consolidación, especialmente espiritual, de nuestro pueblo. Ha sido esta una preocupación, desde entonces, constante del señor ministro, que en forma permanente ha ido estudiando este problema, buscando correlacionar de la manera más completa posible las actividades de la enseñanza integral dentro del país.
Entendemos que la enseñanza debe tener un objetivo que sea absolutamente común y que llegue a establecer un grado de completa continuidad en los medios elegidos para la consecución de esos objetivos. Consideramos que dentro del país la enseñanza nunca ha tenido esa orientación espiritual, porque no se trata de hacer programas solamente, sino de pensar que finalidad práctica y que finalidad fundamental busca esos programas. En eso interviene una verdadera doctrina nacional, porque no puede ser orientada de la misma manera la enseñanza en el Japón que en la Europa occidental, ni en esta de la misma manera que en América. Los pueblos tienen sus características propias y fundamentales y la enseñanza que no las contemple, como asimismo, que no contemple los objetivos que el país persigue, es una enseñanza que no está bien orientada en la que básicamente debe estarlo.
Yo no hago cargos a los profesores ni a los directores de ninguna de las ramas de la enseñanza primaria, secundaria o universitaria, porque entiendo que el que ha estado en mora para esto es el gobierno, que es el que debe dar esa orientación. ¿Y cómo el gobierno podría dar una orientación, si no ha fijado claramente durante muchos años, tanto en el orden intelectual como en el orden espiritual, la orientación que la escuela argentina debe seguir? En ese sentido hemos estudiado el problema, y pensamos que lo primero que hay que hacer por la enseñanza es darle un lugar digno para que funcione y que su personal esté en condiciones de dedicar a ella su vida, para lo cual el aspecto, diremos material, debe ser satisfecho en las mejores condiciones en que el Estado pueda hacerlo. No se puede pretender que cada docente sea un héroe, porque sería pedir mucho y sabemos que la humanidad no está poblada de héroes, sino de hombres naturales; y exigirle a un hombre un sacrificio permanente para su actividad, cuando él está viendo a su lado a otras personas con actividades quizá inferiores a las suyas, que tiene un grado de satisfacción o de dignidad en la vida superior a la de él, sería exigir que la enseñanza fuese un sacerdocio y, en consecuencia, cada uno de los docentes debería vivir en un estado de continuo sufrimiento. No es lógico, no es natural ni humano exigir eso a la docencia.
Por esa razón nos hemos preocupado en especial en ir lentamente, para no romper los equilibrios que el Estado tiene la obligación de mantener, mejorando las condiciones de la docencia en todos sus aspectos, ya sea primaria, secundaria o universitaria. Conseguido esto, no en el grado que nosotros creemos que puede conseguirse, porque esto es también una cuestión de efectividad paulatina, consideramos haber puesto ya la piedra fundamental a una nueva etapa y a un nuevo trabajo, en el que, como digo, sin exigir a las personas un mayor sacrificio que el que el Estado tiene derecho a exigir de cada uno de sus hombres, se puedan desempeñar estas en la mejores condiciones.
Ahora estamos, en realidad, en condiciones de poder fijar perfectamente bien cuales son los grandes objetivos que la enseñanza debe perseguir dentro del país. Y ello, para nosotros, que hemos fijado ya los objetivos del Estado y los del país, nos resulta absolutamente simple. El país debe tener un plan perfectamente determinado sobre cuáles son los objetivos que persigue y sobre cuáles son los medios de ejecución que van a poner en práctica para alcanzarlos. De lo contrario nos va a ocurrir lo que ha ocurrido siempre en nuestro país, que por falta de una iniciativa o de una libertad de acción en la elección de los medios para alcanzar las finalidades que el país persigue, o por desconocimiento de esos objetivos, el país ha marchado en forma desorientada en todas sus grandes actividades. Para probarlo, me bastaría preguntar a los señores que se han especializado en la política internacional del país, cuál ha sido la línea de la política internacional argentina desde hace 50 años a esta parte, y se verá que es una línea zigzagueante en la cual nadie puede fijar una dirección determinada ni menos aún los objetivos que ha perseguido el país en la política internacional.
Como consecuencia de ello, el país fue siempre yunque y nunca martillo; es decir, sobre él golpearon todos los que actuaban con iniciativas y nosotros íbamos a la deriva empujados, hoy por un viento, mañana por otro, impulsados por una voluntad hoy, mañana por otra, sin que existiese a lo largo de toda nuestra política internacional una línea de congruencia que pudiese orientar al que enseña, señalando claramente, desde que el niño comienza a aprender hasta que termina su enseñanza universitaria, cuál es la línea de conducta que la República sigue, y cuál es el objetivo que el país persigue en su política internacional. Ningún ciudadano de la Nación debe ignorar esto.
Lo mismo podría decirse de la política económica de la República Argentina: ¿Cuál ha sido la orientación económica que ha perseguido la república desde hace 50 años hasta nuestros días? Hemos utilizando diez métodos distintos con diez objetivos también distintos. ¿A dónde puede ir un país que vive 50 años sin congruencia en sus líneas fundamentales, en su política económica? Va a ir a la anarquía, a cualquier parte, menos a donde el país necesita ser llevado, consciente y meticulosamente, de objetivo en objetivo.
En lo referente a la política social podría decirse otro tanto. ¿Cuál ha sido la política social del Estado desde 50 años atrás? ¿Cuál ha sido su línea ideológica en lo social? ¿Cuál ha sido la línea ideológica en su aspecto, diríamos político? Nadie puede afirmar que haya habido congruencia y nadie puede determinar cuál ha sido el objetivo que hemos perseguido. Hemos fijado algunas "frases hechas" que se cumplieron la mitad de las voces y que la otra mitad dejaron de cumplirse.
Y como digo esto, lo digo también en lo referentes a la política cultural del Estado. ¿Cuál han sido los objetivos que se han perseguido en la enseñanza? ¿Cuál ha sido la consecuencia de esta heterogeneidad de maneras de pensar, donde cada uno que enseña tiene la libertad de acción de fijar esos grandes objetivos? Porque ya que el Estado no se los fija y ustedes tienen que enseñar con un objetivo, pues cada uno lo elige, si es que no le dan un objetivo común.
Se ha llevado al pueblo argentino a una diversificaron tan extraordinaria en lo fundamental del Estado que hoy los argentinos piensan sobre estas cosas básicas de las maneras más diversas y más encontradas. No existe en este país una unidad de concepción en lo fundamental que el Estado debe exigir a los hombres que trabajan por el país. Yo no creo que todos los hombres deben pensar con un criterio uniforme, pero en lo que no podemos divergir es en los grandes objetivos que el Estado persigue para orientación del pueblo de la Nación, porque de ello viene la anarquía total; de una manera distinta de ver los problemas, sale una distinta manera de apreciarlos; de una distinta manera de apreciarlos, sale también una distinta manera de resolverlos, de ello sale una manera distinta de actuar dentro del país por parte del ciudadano. Eso, sin entrar a considerar que esa falta de orientación nos ha llevado a la diversificación por profesiones, en la manera de ser, de pensar y de sentir, no ya como hombres sino como argentinos, porque una cosa es pensar como hombre dentro de la humanidad y otra cosa es pensar como argentino dentro de la misma humanidad.
Lo que el Estado debe dar a cada hombre es como debe pensar como argentino, para que él, como hombre piense como se le ocurra.
Yo les daría un ejemplo de lo que veo actualmente, cuando tengo necesidad de echar mano de todos los hombres útiles del país para realizar una labor y, francamente, les diré que tengo una gran desilusión con referencia a la capacidad de acción que se ha creado en la Argentina durante tantos años. Muchos saben mucho; muchos son perfectamente cultos, pero lo que yo necesito son hombres de acción, no solamente hombres de concepción. Francamente, les diré a ustedes con toda sinceridad: no hay muchos hombres de acción en el país. Lo sé yo, que tengo una gran tarea que realizar y sé los malos ratos que suelo pasar cuando veo que hombres capaces de pronunciar una disertación sobre un asunto determinado son incapaces de realizarlo, de llevarlo a la practica. El hombre sabe tanto como recuerda y eso es muy fácil recordar; pero es capaz de hacer tanto como se lo permita el fuego sagrado que tenga dentro de sí mismo. Eso es lo que hay que desarrollar. No solamente el óleo sagrado de Samuel es el que hay que poner. Hay que poner también valores espirituales que capaciten al hombre, formar hombres de carácter, hombres capaces de realizar, pero nosotros aquí siempre hemos dicho: "no te metas". Por eso ustedes imagínense si yo desde aquí, que tengo la oportunidad de conversar y ver las distintas maneras de ser, sentir y pensar, lo puedo haber observado. Los ingleses han orientado la cultura y la enseñanza tan bien, que un inglés, aunque sea militar, abogado, médico, ingeniero o maestro, piensa como inglés, y todos piensan de la misma manera, tienen la misma concepción económica del Estado, tienen la misma concepción política, la misma concepción social y la misma concepción cultural. Piensen ustedes si aquí sucede lo mismo. Tomen un abogado y tomen un militar. Usted conversa con ellos sobre los mismos asuntos y observa que tienen concepciones diametralmente opuestas. ¿Por qué es eso? Porque nosotros actuamos dentro de la enseñanza profesional como en compartimentos estancos, sin correlación de ningún orden, salvo en lo que no haya sido la enseñanza enciclopedista que corresponde, originariamente a todos los hombres de nuestra tierra.
Dentro de esos compartimentos estancos se aprende a pensar, a observar, a resolver y a realizar de una manera totalmente distinta a la de los otros que se encuentran en compartimentos estancos contiguos a ese. Se realiza la obra con un aislamiento antinatural, que parecería es la regla en todas nuestras realizaciones en la enseñanza y en la cultura. Si analizamos ese problema a la luz de lo que decíamos anteriormente, de que tampoco los que enseñan tienen un objetivo común que perseguir, veremos que la enseñanza está lanzada sobre un grado tal de anarquía que hace necesario reaccionar en el futuro, porque por ese camino no vamos a ninguna parte en la formación de los argentinos, de la Argentina y de la nacionalidad.
Creo que eso no es sólo el gobierno quien lo puede realizar. Soy de los que creen, como les digo a los obreros cuando les manifiesto que les voy a dar esto o aquello, que yo no puedo dar nada; son los obreros los que deben dar trabajando y sacrificándose para producir lo que queremos para sí. Yo no se lo puedo producir; yo solo puedo orientar al país; no puedo realizar; la realización está en manos de ellos mismos.
Lo mismo sucede con la enseñanza. Yo puedo orientar la enseñanza, pero lo que hay que realizar en cada niño, adolescente u hombre, en este país, eso solamente lo pueden realizar los maestros y los profesores de la enseñanza primaria, secundaria y universitaria. Lo que no hagan ustedes no podré hacerlo yo jamás. Lo que sí puedo decir, es cuál es la política argentina en lo internacional, en lo interno, en lo económico, en lo cultural, en lo industrial, etcétera, para que ustedes, pensando en esos grandes objetivos que la Nación persigue, puedan uniformar las aspiraciones de los argentinos, que no pueden estar en contra de todo eso, porque eso es el bien del país. Lo que necesito yo son 16 millones de argentinos, idealmente, por lo menos que piensen que hay un objetivo tras el cual estamos todos, no obstante los pequeños objetivos que en el orden interno pueden colocar a los hombres unos enfrente de otros. Pero hay objetivos tan grandes que dos hombres, aunque se peleen o discutan personalmente o sean adversarios, tienen la obligación de concurrir. Y cuando hayamos puesto los 16 millones de argentinos en marcha en esa dirección, el país se habrá beneficiado. La verdadera misión de la enseñanza en el país es la de formar hombres útiles para la Nación que trabajen por la consecución de los grandes objetivos de la patria.
He sido un luchador y como todos los hombres de lucha tengo mis amigos y mis adversarios. Considero que tanto los amigos como los adversarios son hombres de buena fe, porque los que son de mala fe no cuentan en esta clase de consideraciones. Creo que siempre, a pesar de la lucha, he sido respetuoso con las opiniones de los demás, porque creo que lo más constructivo es sumar opiniones, aun contrarias, que no restar opiniones; sumar acciones, aun contrarias, que no restar acciones. Por eso he tratado por todos los medios de ir paulatinamente eliminando de la Universidad, de la enseñanza secundaria y de la primaria, como de la administración publica, todo otro factor que no sea el que debe gravitar exclusivamente a los fines específicos de cada actividad. No acepto ni aceptaré en la administración la intromisión de ninguna cuestión política. Al funcionario que lo haga yo lo he de radiar de la administración, porque no estamos para hacer política sino para hacer administración y para gobernar al país.
Lo mismo he dicho con respecto a la Universidad. En la Universidad las actividades deben ser solamente tres: aprender, enseñar y realizar investigaciones científicas. Toda otra cosa que sea traída a la Universidad debe ser eliminada de ella. El mal que hasta ahora sufrió la universidad está exclusivamente basado en el error de haber introducido en ella actividades ajenas a su misión. En la enseñanza secundaria ha de ocurrir lo mismo. No es un caldo de cultivo apropiado para la política. La enseñanza, sea esta en el aprendizaje o en la docencia, no es caldo de cultivo apropiado y, menos aun en la enseñanza secundaria, donde los adolescentes no deben estar sometidos a ninguna clase de presiones o de insinuaciones. Y conste que al manifestar esto me refiero no solo a la política que nos es desafecta, sino también a nuestra propia política. La política ha de hacerse en los comités; fuera de ellos no entiendo que la política sea útil para el país.
Creo que eso ya lo he dicho con palabras bastante claras y algunas veces duras, tanto para esta actividad como para todas las demás. Hace 50 años que nos venimos quejando que el peor azote que el país soporta es la política. ¡Cuantas veces ustedes habrán pensado lo mismo que yo! La política es el mal nacional. La política es necesaria pero hay que colocarla en su lugar y no que haya hombres políticos que la llevan a una actividad que no es política. La acción política hemos de tratar de aislarla; no debe estar en el sindicato, ni en la escuela ni en la universidad, ni en la administración, ni en el gobierno, porque son actividades que no pueden soportar la descomposición que ella trae a esas actividades.
Por esa razón si nosotros conseguimos -en la Universidad lo estoy consiguiendo paulatinamente- la formación de estudiantes que no estén agrupados en distintas tendencias, puedo asegurarles que habremos progresado. Mal podríamos ir si ellos tienen que elegir a los profesores y gravitar sobre la doctrina que estos deben expresar con libertad de acción para exponer lo que el Estado necesita y lo que él piensa. Mal estaríamos cuando el profesor tiene delante de sí 20 alumnos que son sus propios jueces y que son los que han de elegir en la próxima elección.
Nosotros tenemos que reaccionar contra eso. La docencia no se puede ejercer así. Ningún complejo de inferioridad debe dominar a un profesor que va a dar su clase, porque, casualmente, él enseña mediante el prestigio que tiene y la libertad de acción que pone en ejecución de acuerdo a la independencia de criterio que se le asigna con la posesión de la cátedra.
Siempre recuerdo que Esparta fue el único Estado en que a los sabios y filósofos tomados prisioneros no se les permitía ejercer la docencia, porque decían que los espartanos no podían ser formados por esclavos.
Creo que debemos conquistar la verdadera colocación equilibrada de la docencia para ejercerla con la independencia, con la utilidad para el Estado y con la dignidad que la cátedra impone. Para ser ejercida en esa forma es necesario que el Estado libere a los profesores en forma espiritual y material de toda otra presión o necesidad que no sea la de la cátedra misma, y esto es lo que el Estado está empeñado en conseguir en este momento, no sólo por sí, sino también con la colaboración de todo el cuerpo de profesores.
A mí me produce una enorme satisfacción que ustedes lleguen hasta aquí, porque como les digo, no creo que en esto pueda yo hacer algo; son ustedes los que deben hacer todo; yo solamente puedo decir cual es la política que el Estado sigue en cada aspecto; para que ustedes, pensando, al realizar los programas generales o parciales, sepan sobre que ángulo hay que incidir para orientar a la ciudadanía argentina hacia esos fines. Si alguno no comparte esas finalidades que el Estado fija, esta en la obligación de hacerlo presente, porque nadie debe enseñar una cosa de la cual no esta persuadido, porque para convencer, la primer condición ha de ser la de estar convencido.
Todo esto lo podemos subsanar y asegurar dentro de un orden general. Pero los medios de ejecución, la coordinación de toda la enseñanza y la efectividad de una enseñanza de fondo y no parcial, eso esta en manos de los profesores.
Para no alargar demasiado esta conversación, les daré un solo ejemplo. He visitado todas las facultades de la Universidad de Buenos Aires, algunas de las de Córdoba, otras del Litoral y Tucumán, otras de La Plata y las de Cuyo, que ya las conocía porque estuve en Mendoza. Líbreme Dios de hacer una critica despiadada cuando no lo siento, pero les aseguro que realmente, en el 90 por ciento de los casos, no se ha hecho ciencia; se ha estado jugando a la ciencia y se esta jugando a la ciencia.
Les diré a ustedes por qué. ¿Cómo es posible que una Universidad comience por desconocer que hay una rama, que es la más útil de toda la enseñanza, que es la investigación científica? En este país todavía no se ha hecho investigación científica. Se ha reducido exclusivamente a una enseñanza teórica, con pequeños ejercicios de práctica, insuficientes y más o menos aleatorios. Piensen que muchos hombres van al ejercicio de la profesión para la cual han sido habilitados por el Estado sin ninguna práctica, es decir, que se esta malogrando a un hombre, ya que se le va a dedicar a una actividad para la cual no está preparado. Recuerden ustedes la cantidad de abogados que están en el comercio, o de doctores en ciencias económicas que están en cualquier parte menos en una actividad de carácter económico; los graduados en ciencias políticas o sociales que hacen cualquier cosa menos las relacionadas con esas actividades. Los únicos que pueden encauzarse, más o menos, son los médicos y los abogados. Es decir que la enseñanza que el Estado imparte, gastando enormes sumas de dinero, es desaprovechada por el país, que no da la posibilidad de ejercer sus actividades a esos hombres a los cuales ha preparado para realizar una determinada labor dentro de la sociedad.
Ustedes, maestros y profesores, saben mejor que yo cuantos profesores hay que no pueden ejercer su magisterio. Si un profesor no puede ejercer, el Estado debe utilizarlo en una función afín. Saben ustedes que casi ninguno de los empleados del magisterio primario, de la enseñanza secundaria o de la universidad son profesores, mientras que hay muchos profesores que no ejercen cátedras y están sin funciones trabajando en cualquier otra actividad para la cual no han sido preparados.
Esto es un problema producido por la anarquía existente en nuestro país, originado por la acción política o por cualquier otro factor. Claro que para nombrar en el magisterio son los políticos los que deciden... Y entonces, nosotros terminamos con eso o los políticos terminan con el magisterio. Esto es necesario establecerlo. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo evitar la influencia de los políticos? Formando un organismo que tenga sus autodefensas, es decir, que se defienda solo contra esos males, porque yo no lo puedo defender. Yo no puedo defender al magisterio, ni a los profesores ni a la Universidad contra la política. Si ellos no se defienden solos, yo no seré capaz de defenderlos ni voy a poder ser eficaz en la defensa. Como todos los organismos deben tener sus autodefensas, del mismo modo que el médico solo no lo defiende sino que ayuda a la defensa física o fisiológica del organismo humano.
Con estos organismos de la enseñanza debe ocurrir lo mismo. Es necesario que ustedes se reúnan, se concentren, estén en permanente contacto y creen ustedes mismos sus autodefensas. Y eso háganlo persuadidos de que si ustedes no lo hacen, nadie lo hará en lugar de ustedes en forma de que tengan nada que agradecerles, porque los hombres tienen siempre un designio oculto. Son solamente las colectividades las que no pueden tenerlos porque todos se los descubren.
Señores, yo iré complacido el día que ustedes realicen el acto al cual han tenido la gentileza de invitarme. Creo que ese acto es ya una buena iniciación. Los hombres que se reúnen con una finalidad lícita para defender al Estado, a su propia asociación profesional o a su propia profesión, no pueden ser sino estimulados y ayudados por el Estado, porque él es el que debe defender a todos. Yo creo que en nuestro país no se ha propugnado suficientemente el espíritu de agrupación, el espíritu profesional. Hemos sido un pueblo de francotiradores. Cuando cada uno salía a luchar lo hacía por sí solo, por su paga o por su mejor situación, y la consecuencia ha sido de lo más anárquico que la sociedad puede tener: formar un pueblo de acomodaticios, no un pueblo que trabaja en conjunto para un bien común. En decir, nos ha faltado consistencia social.
Esta es una cuestión que también deriva de la política. En consecuencia, nosotros -y ustedes especialmente- debemos trabajar en la política, debemos orientar políticamente al país. Ustedes tienen que orientar al país económica, política, social, culturalmente, porque ustedes son los que deben realizar esa labor desde que el muchacho adquiere una conciencia de lo que él es. En ese sentido la tarea del profesor secundario es la más importante de todas. La universidad se refiere más bien a la parte profesional; la escuela primaria es el enciclopedismo para los chicos, pero ustedes ya no pueden ser enciclopedistas. Ese es otro de los grandes males de nuestra enseñanza: el excesivo enciclopedismo, que termina en que un hombre ha aprendido tanto que no sabe nada.
Nosotros tenemos que modificar ese sistema. Los ingleses piensan que esto debe realizarse ya en la escuela primaria, es decir, que hay que permitir al hombre tomar una orientación vocacional ya en la escuela primaria. Creo que es mucho. Lo que hay que hacer, a mi juicio, es disminuir un poco las exigencias de la escuela primaria. Tenemos demasiadas exigencias. Es necesario disminuirlas un poco para no hacer una enseñanza tan analítica, sino un poco más sintética, con un ligero análisis. Vamos demasiado al análisis en esas tres etapas de la formación del criterio del individuo.
Otra cosa que en nuestra enseñanza debe modificarse es que va dirigida a la memoria, más que a la formación del criterio del individuo. Tenemos que reaccionar contra estas cosas y hemos de dar con el señor ministro una orientación de carácter general sobre estos problemas. Eso es lo que el Estado debe hacer, sin entrar en los detalles de las formas de ejecución, dando solamente los grandes objetivos, las grandes finalidades a lograr.
Creo que nosotros deberíamos llegar ya en la enseñanza secundaria a la orientación vocacional, y ésa es una de las reformas que tendremos que introducir. Diez años de enciclopedia son demasiado y es mucho tiempo perdido para un hombre que va a tener una orientación hacia una profesión determinada.
Esto traerá una modificación muy profunda de nuestro sistema de enseñanza secundaria. La obra que en este sentido se realiza en otros países será útil para nosotros. Yo advierto este problema en este hecho: yo necesito gran cantidad de ingenieros, con cierto grado de especialización, y no los tengo. Debo traerlos del extranjero a pesar de que hace cincuenta años que estamos formándolos en el país. No es que los nuestros no sirvan. Es que son ingenieros enciclopedistas que hacen lo mismo un círculo de materiales o una mezcla de hormigón que los planos de una casa o realizan un levantamiento topográfico o una triangulación geodésica, pero cuando tienen que construir un dique se les queman los papeles y todo se queda en planes. Yo no los culpo a ellos sino a la desgracia de no haber tenido un cuerpo experimental y el error del gobierno de no haberles proporcionado la oportunidad de realizar la practica necesaria y no haberlos mandado al extranjero a perfeccionarse. Hoy tengo un gran número de ingenieros jóvenes practicando fuera del país.
En todas las ciencias debemos hacer lo mismo. Si se demuestra que la vida de un hombre es demasiado corta para abarcar todo el extenso campo de una profesión, ¿por qué vamos a perder cinco años sin orientarlo en la profesión que va a seguir y para la cual esos cinco años le van a ser extraordinariamente útiles más adelante? Este es un problema que estudiaremos con el señor ministro y para el cual esperamos la cooperación y colaboración de ustedes.
Voy a terminar y ustedes perdonen lo extenso de mi conversación. Siempre que llegan hombres que se interesan por sus actividades, me agrada tener el placer de exponerles estas ideas generales. Si ellas son aceptables, ustedes las reafirman con sus conocimientos técnicos y si no lo son, les pido que nos formulen las observaciones que crean que conviene hacer a nuestra propia orientación.
Nosotros pensamos realizar todo cuanto les hemos expuesto. Ustedes dirán si estas ideas son aceptables o no y, si lo fueran, cuáles serían, a juicio de ustedes, las mejoras formas de ejecutarlas. Nosotros esperamos toda la colaboración posible porque, como dije, sabemos que nosotros solos nada podemos hacer. Ustedes son los llamados a realizar todo esto. Señores: les agradezco muchísimo la presencia de ustedes y estoy completamente a sus ordenes para lo que podamos ser útiles. Nosotros tenemos el concepto de que no nos han puesto aquí sino para posibilitar el trabajo a todos los que están en otras partes realizando una obra. En ese sentido somos servidores del Estado, puestos al servicio de los demás ciudadanos argentinos que en todas partes hacen algo por la grandeza de la patria. .................... |
1947-07-29 | Ante estudiantes brasileños | Nosotros estamos haciendo una verdadera revolución tanto en lo político y en lo económico como en lo social. Vamos sobre nuevos rumbos y creemos que hemos alcanzado un momento de nuestra historia en que es posible intentar la independencia económica, que es la base de todo. Nos hemos dado cuenta de que sin la independencia económica era inútil seguir adelante. Tan extraordinaria y científicamente estaba organizada la explotación económica del país que sólo se nos dejaba lo suficiente para vivir: lo demás, se lo llevaban todo. Entonces, ¿de que nos valía producir diez veces más si nos dejaban solamente lo necesario para vivir? Mientras no tuviéramos independencia económica era imposible seguir adelante.
Nuestra revolución significa la segunda epopeya. La primera tuvo lugar con la obtención de la independencia política; ahora realizamos la segunda para obtener la independencia económica. En esta etapa hemos conseguido reconquistar para el Estado todos los valores que habían sido enajenados a compañías extranjeras. Ya hemos comprado todos los ferrocarriles, pagando lo que valen; ya tenemos en nuestro poder casi todas las empresas de servicios públicos.
Compraremos todos los transportes de pasajeros; adquirimos ya los teléfonos y estamos tomando las fuentes de energía -caídas de agua-, que estaban fuera de la propiedad del Estado. Dejamos la industria en manos privadas, pero los servicios públicos los tenemos nosotros porque creemos que ellos no son empresas de explotación sino de servicio, como su nombre lo dice. Eso solamente lo puede hacer el Estado, porque no pretende lucrar con tales actividades.
La primera etapa de la independencia económica ya la hemos conseguido; hoy no existen servicios públicos en poder de empresas extranjeras.
Otra de las cosas que habían gravitado terriblemente eran los transportes internacionales. Les voy a dar un ejemplo para que ustedes se den rápidamente cuenta de la situación. Nosotros vendíamos nuestra carne a Inglaterra; su valor anual representaba 400 millones de pesos, que era lo que nosotros debíamos cobrar por nuestra carne. Pero esa misma carne los ingleses la abonaban con dinero que nos sacaban a nosotros. Nos sacaban ese dinero, en primer lugar, mediante el pago de fletes en los transportes ferroviarios para llevar los animales a los frigoríficos, que eran ingleses, o a los puertos de embarque. Por ese concepto pagábamos 200 millones de pesos al año. Los seguros y los reaseguros eran ingleses; este rubro sumaba otros 200 millones al año. Los transportes marítimos para llevar nuestra mercadería a Inglaterra eran todos ingleses. Y si a esto agregamos el servicio de la deuda pública, tenemos otros 200 millones de pesos al año. Nosotros le vendíamos a Inglaterra por valor de 400 millones, ellos comían la carne y nos sacaban 600 millones, lo que quiere decir que, además de comerse nuestra buena carne, nosotros les pagábamos a ellos anualmente 200 millones de pesos.
Nosotros comenzamos por tomar las compañías de transportes. Los seguros son argentinos, por lo menos en el cincuenta por ciento, y los reaseguros son todos argentinos. Ahora, nosotros también transportamos a través de los océanos: hoy tenemos 1.200.000 toneladas y la producción argentina la podemos enviar a países extranjeros con barcos argentinos.
Tomar esas medidas para asegurar la independencia económica era la primera etapa; ahora la etapa de consolidación es tomar el gobierno económico. En este país jamás se había ejercido otro gobierno que el político. Por eso había un presidente y un secretario político. El presidente firmaba los decretos que le enviaban los ministros y el secretario político repartía los puestos. Era todo lo que hacía el presidente. Nosotros tomamos las riendas no sólo del gobierno político sino también del económico y del social. Orientamos las tres actividades para tener un gobierno integral. El gobierno político solo no puede beneficiar a la Nación. Por eso, el régimen económico que el gobierno adopta es decisivo y fundamental para la consolidación de la independencia económica.
Luego de referirse a la declaración de la independencia económica formulada en Tucumán y a su trascendencia, el presidente dijo: Para dar una idea de lo que representa esta independencia económica con lo que hemos hecho y la orientación del gobierno en ese aspecto, voy a daros un ejemplo. Nuestra cosecha representaba anualmente un valor de 3.500 millones de pesos; ahora por la misma obtenemos 11.500 millones. Eso representa para nosotros la independencia económica. ¿Qué pasaba antes? Que esos 3.500 millones de pesos iban a parar, en un 70 por ciento, a los grandes consorcios que explotaban nuestra producción y comercialización, ahora el estado distribuye esos 11.500 millones de pesos entre toda la población.
Por esa razón es que el pueblo apoya incondicionalmente nuestro movimiento. Antes, los gobiernos de la oligarquía gobernaban para un diez por ciento de la población; nosotros en cambio, gobernamos para un 90 por ciento. Ese es el mérito de nuestro gobierno, y los grandes movimientos revolucionarios se hacen con esa popularidad. No nos interesan los círculos de élite, porque este no es un movimiento de élite, sino un movimiento popular. La independencia de los estados nunca fue gestada por círculos de élite sino por movimientos populares. Ustedes hicieron la independencia del Brasil con un movimiento popular y nosotros la hemos hecho de la misma manera. Este es un movimiento popular que está propugnado por la masa de la población y ya ella ha demostrado que, si le quieren quitar sus conquistas, se va a levantar y va a luchar. Es un movimiento incontenible.
Hemos establecido claramente cuales son los grandes objetivos. En el orden económico, tratamos de obtener la independencia económica, luego, tratamos de duplicar o triplicar nuestra producción. Nuestra palabra de orden es: producir, producir, producir. ¿Para qué queremos la independencia económica? La queremos para recuperar las fuentes de riqueza de la Nación a fin de repartirla entre los 16 millones de habitantes. ¿Para qué queremos el aumento de riqueza? Para elevar el estándar de vida y dar cada día a la población un mayor bienestar económico y su perfeccionamiento moral. Es inútil hablarle al pueblo de valores espirituales o morales cuando está con apetito. A la gente hay que hablarle cuando ha comido, porque el estómago, después del bolsillo es la víscera más sensible que tiene el hombre. En el plan de gobierno el aspecto económico está minuciosamente contemplado y prevé la ejecución de grandes obras que insumirán de 8 a 10 millones de pesos. La República Argentina ha sobresaturado sus zonas de explotación natural, aquellas que no necesitan del riego ni de la mano del hombre para prepararlas para la explotación. Quedan 1.600.000 kilómetros cuadrados sin explotar y, por consiguiente, el aumento de la riqueza estará subordinado a la habilitación de esas nuevas zonas todavía inexplotadas en el aspecto industrial, comercial, minero, etcétera. Nuestro plan de gobierno estudia la posibilidad de construcción de unos veinte grandes diques de irrigación con sus sistemas de canales con la fuerza hidroeléctrica necesaria. Nosotros tenemos casi toda nuestra electro- energía basada en la energía termo eléctrica, y queremos dar el paso hacia la hidroeléctrica porque hoy desperdiciamos muchos millones en kilovatios. Estamos en la etapa de la transformación hacia una energía más barata y, sobre todo, mejor distribuida, porque tenemos un terrible problema demográfico de grandes ciudades, como Buenos Aires, que tiene 3.200.000 habitantes, y que, en sus alrededores, -que llamamos el gran Buenos Aires-, alcanza a 4.500.000. Por eso la industria está centralizada aquí, por el puerto y por la energía. Por ello es necesario crear, junto con el sistema de riego, un sistema de distribución de nuestra energía. Llevamos también de acuerdo con ese plan, a todo el territorio el sistema de electrificación para obtener energía en buenas condiciones en todas las partes de la República, y poder así descentralizar nuestras industrias, lo que permitirá una explotación más integral de las zonas y obtener energía a menos costo en las mismas fuentes de producción. El consumo se calcula hoy que es sólo del 50 por ciento de nuestra producción, y con su elevación esperamos llegar al 90 por ciento.
Estableceremos un ciclo económico más perfecto, un mayor consumo que traerá como consecuencia, una mayor producción, una mejor industrialización y una mejor comercialización. Cerrado el círculo trataremos de hacer el milagro de consumir dentro del país el 90% de nuestra producción y exportar solamente el 10 ó el 20 por ciento como hacen todos los países. Por eso hemos completado, en gran parte, la importante etapa de la industrialización.
Nosotros tenemos en este momento 100.000 empresas industriales en floreciente producción, y están llegando de todos partes del mundo grandes empresas para instalar todo lo que se refiere a la industria pesada, que nosotros teníamos un poco rudimentariamente organizada. Lo que se considera la industria liviana y mediana, está totalmente colmada. Nosotros no permitimos entrar más porque, llegaríamos a producir más que nuestras necesidades y posibilidades de exportación. Esto lo hace el gobierno para evitar una crisis perjudicial por la superindustrialización, como ha ocurrido en todos los pueblos que inician su etapa de industrialización; todos producen y cuando lo advierten, ha pasado el límite y entonces tienen que cerrar las fábricas, lo que trae aparejado la desocupación y la creación de graves problema sociales y económicos. Si llevamos la industria al interior allí produciremos a menor costo porque se conseguirá energía y mano de obra más barata que en Buenos Aires. Obtenido ese menor costo, tenemos que mantenerlo para poder exportar en condiciones. La defensa de nuestra producción nos lleva a la necesidad de electrificar todo los transportes a fin de tener transporte barato, porque, ¿que ganamos si los transportes de fábrica a puerto insumen un mayor costo? Queremos producir a menor costo, porque hoy, tal como se presentan los mercados internacionales, hay que hacer un esfuerzo extraordinario para producir a menor costo. Una vez un periodista norteamericano me preguntó si yo creía que Rusia iba a dominar el mundo. Le contesté que no sabía si sería Rusia, pero sí le podía garantizar que si alguien dominaba el mundo, económicamente, sería aquel que produjera a menor costo. El problema actual del mundo es el de producir a menor costo. Nuestros salarios, con respecto al año 1941, estarán un 202 por ciento sobre el nivel. El costo de la vida está en un 170 por ciento sobre el de la misma época; de manera que los salarios han progresado, estadísticamente, más que el costo de la vida, con respecto a los artículos de primera necesidad.
Después de referirse a la interdependencia de las economías de los distintos países y al fenómeno inflatorio internacional producido como consecuencia de la guerra, que ha obligado al gobierno a aceptar medidas de previsión en defensa de nuestra economía, el presidente dijo: Naturalmente, de todo eso ha quedado una secuela, que es la superinflación, o sea la inflación especulativa. Los comerciantes cuando ven que la vida sube, aumentan un 30 o un 50 por ciento más sus precios. Ese margen de superinflación lo combatimos con la policía. El comerciante que cobra más que lo establecido por la ley, sufre un arresto de 30 días en la cárcel y debe pagar la multa que le corresponde.
Podría hablarles mucho de nuestro sistema pero lo que quiero demostrarles es que no se trata de economía dirigida, como nos han acusado.
El general Perón se ocupó luego de las críticas que algunos formulan el gobierno calificando de "dirigida" a la economía por él adoptada. Luego de explicar cuál es la economía dirigida en la real acepción del término, y la necesidad imperiosa de elevar los precios de nuestra exportación en proporción al aumento experimentado por las importaciones, para evitar el empobrecimiento del país, el primer mandatario manifestó: A ustedes les pasa lo mismo. Observen lo que pagan hoy por un automóvil con relación a antes de la guerra y comparen lo que les pagan por la enorme producción de café con relación a lo que les pagaban antes de la guerra. Por el café les pagan lo mismo y por el automóvil les cobran diez veces más. En esa forma les llevan todo el dinero. Es un sistema de descapitalización, pero he visto que también el gobierno brasileño ha adoptado medidas para evitar eso. Cosa lógica, porque si no nos van a arruinar, ya que en estas condiciones comerciales nadie trabaja para los otros; cada uno trabaja para ganar lo más posible, porque eso es el comercio.
Sería demasiado largo, pero me gusta darles una idea, porque quiero que ustedes también beban en la propia fuente. He sido el culpable de estas cosas y quiero explicárselas, aunque sea sintéticamente para que cuando vuelvan al Brasil puedan decir lo de aquella vieja historia, que cuenta Plutarco y que se atribuye a uno de los grandes griegos. Dice la historia que siendo Licurgo gobernador de Esparta, llegó un día a la ciudad un circo, y fue invitado aquél a concurrir para escuchar a un hombre que imitaba maravillosamente al ruiseñor. Pero él respondió: "No tengo interés, porque yo he oído al ruiseñor". Por eso, cuando ustedes regresen al Brasil expresen lo mismo: me han oído a mí y no a los que me comentan, que no siempre dicen la verdad.
En el orden social, nuestra concepción es absolutamente clara y simple. Pensamos que todos los problemas del país han de resolverse en lo económico y en lo social por una evolución de los valores argentinos: una mayor producción y una mejor distribución de la riqueza. Con ello, el problema social quedará resuelto en el orden material con este programa que tiene, más o menos, unos tres años de duración.
¿En qué consiste este programa? Consiste en la organización del trabajo; en un mejor rendimiento de las actividades laborales, en el establecimiento de una previsión social lo más completa posible y en la estructuración de un régimen de vida para los trabajadores que les permita vivir con el máximo de dignidad y de felicidad a que todos tienen derecho, no sólo los obreros sino también los que no lo son. Cuando les falta ese mínimo de felicidad tienen derecho a protestar, a ser anarquistas, comunistas o tira bombas. Nosotros pensamos que si un hombre joven no tiene un porvenir más o menos asegurado no es un hombre que se pueda acostar tranquilo todas las noches. A la juventud hay que asegurarle un porvenir que esté en relación directa con su aspiración y capacidad, porque es necesario que sepan los que trabajan y se sacrifican que tendrán su porvenir asegurado. Si yo hubiera sido un muchacho que no hubiera tenido mi porvenir, quién sabe lo que habría sido de mí. De manera que no hay que culpar a los muchachos que, por no tener su porvenir asegurado se equivocan y toman por las malas sendas. El Estado tiene la responsabilidad de asegurar el porvenir de la gente joven y establecer un estándar de vida, dignidad y felicidad para todos sus hombres. Para ello están los organismos de carácter operativo, que se deben poner en marcha para que, en relación con la riqueza del Estado, se pueda proveer a cada hombre de un margen mínimo de tranquilidad y de felicidad.
Eso lo estamos obteniendo mediante una revolución, un poco acelerada, del sistema social, y podemos asegurar que en los momentos actuales del mundo no se puede prescindir de las medidas sociales que aseguren un mínimo de felicidad, porque lo contrario traería el caos, la destrucción del Estado y la destrucción de la sociedad. Hay demasiados ejemplos que contemplar en el mundo. La historia de la humanidad en todos sus aspectos, presenta siempre el mismo problema.
Comienza por las zonas superpobladas, es decir donde la tierra no produce lo suficiente para comer. Es el problema primario que luego trae el problema de las distintas doctrinas que los hombres han sostenido, creyendo tener la razón, cuando nunca, en muchos casos, la han tenido.
La naturaleza encara el problema de la selección biológica por medio de la guerra, las pestes y el hambre, y los hombres encaran toda una reestructuración social para que se produzca más y se distribuya mejor. La naturaleza está cumpliendo su función en Europa, pues cada 20 años hay una guerra donde mueren 40 o 50 millones de seres humanos, y los hombres encaran la reestructuración social mediante diversas concepciones; por eso unos son nazistas, otros fascistas, otros comunistas y otros siguen con la democracia. Todos creen que esa organización es la que va a hacer producir más que la que existe. Pero como el hombre es un animal imitativo, como muchos otros animales, han traído aquí los sistemas creados allí. Aquí donde no tienen razón de ser porque no hay superpoblación; hay infra población. Pero el procedimiento viene por imitación, de ahí que tengamos creados artificialmente todos los problemas sociales originados en aquellas regiones, porque no solamente intercambiamos con ellos comida y máquinas, sino también ideas, ideologías, procedimientos, hombres, etcétera.
Nuestro problema social ha sido encarado sobre eso. El 20% de la población argentina no come lo que tiene que comer. Nosotros estamos empeñados en darle de comer a ese 20% y lo vamos realizando: este año en la Argentina se consumió un millón más de toneladas de trigo que el año pasado. Había mucha gente que no consumía pan. Ahora hemos conseguido que mucha gente lo haga. ¿Cómo? Aumentando el estándar de vida, pagando más.
Todo esto se reduce a otro punto de comparación. ¿Cómo pagamos más en salarios y satisfacemos más la previsión social? Si el hombre se enferma y su existencia es pagada por el Estado, esto equivale a un aumento indirecto de su sueldo; si por su habitación debe pagar $100 y yo se la doy por 20, son 80 pesos más que gana el obrero, compensando con lo que el Estado puede dar como servicio y el patrón como sueldo. Sobre esas bases estructuramos un nuevo sistema en el orden social, que trata de aumentar la cultura social en el pueblo; trata de dignificar el trabajo y, lo que es muy importante, trata de humanizar el capital, es decir, desterrar la explotación que hasta ahora ejercían en este país las fuerzas capitalistas. Yo no culpo al comunismo, sino al capitalismo, porque si éste no hubiera sido tan duro y no hubiera efectuado una explotación tan inicua, el comunismo no tendría razón de ser. Marx es el producto de la explotación capitalista. Por eso no quisiera que nunca mi país tuviera que pelear en defensa del capitalismo ni del imperialismo capitalista, porque sé que ese es el mal inicial de la humanidad.
El comunismo nació por la exageración de ese sistema, que creó el caldo de cultivo necesario para su florecimiento, y que hoy ha dividido a la humanidad en dos ideologías que nos llevan a una guerra. Porque la próxima guerra, será ideológica y no política o económica. Nosotros seguimos la corriente capitalista, pero estamos procurando aliviar su explotación, dejándola que gane, que cree la riqueza, pero no dejando que explote al hombre; la explotación ha de hacerla sobre la tierra y la máquina, pero jamás sobre el hombre. El Estado la obligará a no explotar al hombre y a explotar mejor la tierra y la máquina.
Esa es nuestra concepción y sobre ella trabajamos. Por esa razón ahora los comunistas y socialistas disminuyen en la cantidad de adeptos. Hoy todos protestan contra mí, porque yo les he quitado gente. Todos los que antes los votaban, ahora votan por mí; por esta razón protestan los políticos. Pero claro, es que hay que ponerse en la realidad y pensar seriamente que, para terminar con el efecto, hay que terminar con la causa. Combatir solamente el comunismo es como cuando uno tiene una enfermedad del pulmón y le dan una aspirina para curar el dolor de cabeza. No: hay que darle penicilina. Eso es lo justo, es lo que llamamos la tercera posición ideológica y sobre ella trabajamos tratando de poner al capital y al trabajo uno al lado del otro, para crear la riqueza, y no enfrentándolas. Ponemos uno al lado del otro, con la vigilancia del Estado, para que el capitalismo no explote a los hombres sino a la tierra y a la máquina.
Enseguida el general Perón se refirió a la desigualdad existente en el orden social, a pesar de la teórica igualdad jurídica de los hombres ante la ley, mencionando la Declaración de los Derechos del Trabajador como medido de llegar al necesario equilibrio. El mismo problema fue abordado por el Presidente de la Nación en lo que se refiere al campo internacional, destacando la necesidad de que se respeten, en los hechos, los derechos de los pueblos débiles. Se refirió luego a la situación política que caracterizó al largo período anterior a la Revolución, cuando imperaban la mentira, la ficción y el fraude. Después de referirse a los ejemplares comicios del 24 de febrero del año pasado, el general Perón, dijo: Nosotros preferimos la verdad que no nos favorezca, a la mentira que nos sea favorable. El día hayamos perdido el favor del pueblo, volveremos a nuestra casa seguros de que, si no hemos realizado una gran obra, hemos tenido una grande y buena intención y una absoluta honradez, que es lo que los gobernantes deben ofrecer a sus pueblos. Lo demás, las obras lo pondrán en evidencia. Nuestro movimiento significa también una nueva orientación en la cultura argentina. Hasta ahora hemos estado sometidos a las leyes de enseñanza un poco arcaicas, porque no han evolucionado. Dos factores deben contemplarse siempre: la perfectibilidad orgánica y la estabilidad. Es preciso mantener el equilibrio, porque lo perfecto evoluciona y se renueva permanentemente, mientras lo estable es lo que consolida la obra educativa. Ese equilibrio es difícil de mantener y es así como nosotros hemos sacrificado la perfectibilidad a la estabilidad, hace 70 años que seguimos los mismos sistemas.
Hemos contemplado la enseñanza destinada a la clase trabajadora, porque el obrero se formaba y crecía en el dolor de taller, que no es la mejor escuela para obtener hombres técnicos. Hemos organizado ya escuelas técnicas, a las cuales concurren los muchachos después de haber finalizado sus estudios primarios; salen de esas escuelas para ir a las fábricas siguiendo luego cursos de aplicación, para volver después al taller. Finalmente, terminarán su perfeccionamiento en las que llamamos clases sociales politécnicas -nosotros les damos un significado distinto al que ustedes le dan en el Brasil- de donde egresarán los técnicos capacitados que el país necesita para no verse precisado a recurrir a los extranjeros. Esta enseñanza no suprimirá a la profesional que se imparte en las distintas facultades de nuestra universidad, sino que será paralela con ella. En el campo universitario nos disponemos a crear academias donde los profesionales, ya recibidos, podrán continuar sus estudios, porque sucede ordinariamente que los cursos universitarios sirven para demostrarnos que lo ignoramos todo. En esas academias podrán realizares las investigaciones científicas, para lo cual el Estado proporcionará los medios necesarios. De tal manera evitaremos que el profesional se unilateralice y considere su actividad como un simple recurso para ganarse la vida. La investigación científica le ampliara los horizontes.
Por otra parte, ellas nos servirán para incorporarse a las tareas de investigación núcleos de hombres jóvenes que, dedicándose intensamente a los trabajos de laboratorio, podrán sin duda, enseñar con eficacia. Harán también ellos el aporte de su idealismo para contrarrestar así el materialismo a que se inclinan los hombres que han vivido mucho. Porque son ustedes los que tienen la dicha de poseer todavía la juventud, quienes han de obrar movidos por altos ideales para bien de nuestros pueblos de toda América.
Yo distraigo esta hora con ustedes, a pesar de tener muchísimas ocupaciones, para mostrarles la realidad argentina en su sentido más profundo, la cual tal vez ustedes no podrían captar con la sola permanencia y observación exterior de nuestro país. Y lo hago con la lealtad y sinceridad con que se debe hablar a los jóvenes.
El general Perón conversó luego con los estudiantes, ofreciéndoles todos los medios necesarios para hacerles más grata su estada en el país, interesándose por sus proyectos. Finalmente dijo: Estaría de más decirles que están en su casa, porque un brasileño en la Argentina debe considerarse como si estuviera en su propio país. ......................... |
1947-08-02 | En un acto organizado por la Federación de la Industria de la Carne en el Luna Park. | Compañeros: Una inmensa felicidad embarga mi espíritu al haber escuchado esta tarde palabras tan sensatas, sabias y prudentes como las del secretario de la Federación de la Carne. Los gremios no valen por el número de adherentes, valen más por los dirigentes que saben elegirse. Ellos son los verdaderos conductores, los que elaboran el éxito o el fracaso de las futuras conquistas. Son los dirigentes los que hay que cuidar, seleccionar y después proteger, como se deben cuidar y proteger a los que tanta importancia tienen para el desenvolvimiento de la función gremial.
He escuchado conmovido las palabras del secretario de la Federación, porque él, en muy pocas palabras, ha dado el contenido social a un gremio tan noble y grande como el de la carne.
No podríamos agregar sino muy poco a lo que él, con tanta prudencia, ha enunciado esta tarde. Él ha dado la justa la definición de lo que es un dirigente gremial. Hace cuatro años que vengo sosteniendo que es mayor honor para un hombre ser dirigente gremial que ninguna otra cosa. El dirigente gremial que vive para su gremio sabe despreciar todas las otras ambiciones que no sea la de luchar por sus compañeros, para cristalizar claramente lo que ya hemos dicho como un aforismo de nuestro movimiento: que seamos todos artífices del destino común pero ninguno instrumento de la ambición de nadie.
Señores: He dicho tantas veces que la política metida dentro de un gremio es una bomba de tiempo que uno no sabe cuando va a explotar. No son las ambiciones políticas de un dirigente las que pueden hacer fuerte y dichoso a un gremio; son la honradez y la lucha del dirigente honrado lo que lo hace grande y poderoso.
Pero ha dicho más el secretario general de la Federación; ha dicho que él quiere conformar un gremio organizado y unido; elevar la cultura de ese gremio; realizar una obra de sacrificio desde su puesto, y, señores, en la vida la experiencia prueba que los gremios, los pueblos o las naciones, sólo se hacen grandes con el trabajo y el sacrificio.
Por todo ello, felicito al gremio que conforma esta magnífica organización que es la Federación de la Carne; lo felicito, porque unido, organizado y con buenos dirigentes a su frente, tiene el destino en sus manos.
Señores, afortunadamente, ya pasaron los tiempos en que un presidente quería tener gremios desunidos y disociados. El gobierno actual desea tener gremios orgánicos, unidos; a todos los trabajadores adheridos a una sola causa, que es la causa de los humildes y debe defenderse por todos unidos.
¿Cómo no hemos de querer que los trabajadores se encuentren agrupados y unidos si esa es la garantía que nuestro gobierno tiene para ir cumpliendo cada una de las conquistas de la nacionalidad? Entiendo que para un gobierno oligárquico, esto no era posible ni favorable, porque gobernaban en beneficio de un diez por ciento de la población. En cambio, nosotros aspiramos a gobernar para el otro noventa por ciento.
Por eso nuestro gobierno quiere una clase trabajadora organizada y férreamente unida, como garantía de un apoyo que le permitirá seguir adelante en las conquistas logradas, para que en lo sucesivo el país pueda sentir que la riqueza argentina se distribuye equitativamente entre los dieciséis millones de habitantes y no entre cien familias privilegiadas.
Señores, no es un secreto para nadie lo que estoy diciendo, porque hemos declarado, sin subterfugios y sin disimulo de ninguna naturaleza, que nuestro gobierno es de basamento obrero, que queremos cumplir el programa de los trabajadores argentinos y que en ello hemos de empeñar nuestra vida si es preciso.
¿Qué nos han de decir de nuevo los políticos que desde hace cincuenta años vienen prometiendo lo que nunca cumplieron? Nosotros sabemos muy bien que ellos no pueden darnos nada. Los únicos que pueden darnos un mejor bienestar son los trabajadores, que elaboran la riqueza. Porque la felicidad, señores, no se conquista con palabras sino con trabajo; la dignidad no se alcanza con discursos sino obligando a que cada uno respete en los otros hombres todo aquello en que los otros hombres deben ser respetados.
Estamos revisando la legislación que esos políticos habían dado a la clase trabajadora argentina. En cada ley que observamos vamos encontrando nuevas sorpresas. Bastaría recordar ciertas leyes que no se cumplieron nunca, simplemente porque el que las hizo fue tan ingenuo que no estableció en las mismas, sanciones para cuando no se cumplieran.
El señor gobernador de la provincia de Buenos Aires termina de decir que él ha instaurado una forma de juicio oral que permitirá que todo proceso se ventile en una sesión, para evitar que ocurra nuevamente lo que estamos acostumbrados a presenciar en la justicia argentina: que a un obrero, para el que la ley fija una indemnización por despido con el fin de que pueda vivir mientras esté sin trabajo, se le paga esa indemnización siete meses, ocho meses, diez meses, dos años, o tres años después, cuando ya no la necesita porque ya está trabajando nuevamente. El resultado de una justicia de esa naturaleza será el suprimir la chicana en los juicios y hacer justicia inmediata, sin que le cueste al obrero el importe de esa indemnización el poder llevar adelante el pleito, y sin que se preste a que sea explotado, no solamente por el patrón, sino también por los avenegras que los defienden.
Señores, asistimos a una nueva era anunciada hace ya tres años. Lo que nuestros adversarios políticos creyeron que no íbamos a poder sustentar, porque nos cansaríamos o cederíamos a las halagüeñas oportunidades que se nos pudieran presentar, hoy es una realidad. Nosotros somos hombres de una causa y no de una ambición; cumplimos con el deber por el deber mismo y no por lo que podamos ganar cumpliéndolo.
Estas concentraciones, donde los trabajadores de diversas regiones, pero de un mismo gremio, toman contacto para cambiar impresiones, protegidos por el sentimiento de la comunidad, son tan saludables, tan fructíferas, que el Estado tiene la obligación de apoyarlas y defenderlas. Es en ese sentido que, al llegar a este local para compartir una vez más breves instantes con los compañeros que en distintas regiones de la patria labran también la grandeza a que todo país aspira, quiero solamente decirles unas pocas palabras como presidente de la Nación, ya que hasta estos momentos les he hablado como un compañero.
En estos últimos tiempos, nuestros enconados adversarios, esos a quienes nosotros llamamos ya familiarmente "los de la contra", han desatado una campaña de diatribas y de calumnias. No pasa un día sin que en sus diarios no me insulten de la manera más soez. Pero con todos esos insultos y con todas esas infamias es sobre lo que estoy edificando mi honor, porque serían para mí deshonrosas sus alabanzas. Estamos defendiendo al pueblo argentino, pero al verdadero pueblo argentino y no al que ellos dicen representar, que no es el pueblo argentino. Hay una diferencia muy clara entre ellos y nosotros: ellos son políticos, nosotros no somos políticos.
Pero hay otra diferencia aún más grande: ellos fueron los que vendieron nuestros ferrocarriles, nuestros teléfonos, nuestra fuerza, nuestros servicios públicos. Por ellos vemos como la Corporación no puede cargar los pasajeros; por ellos pagamos por la luz lo que estamos pagando; por ellos la Nación debía 12.500 millones de pesos; por ellos sufrimos todos los males que hemos sufrido. En cambio, por nosotros, son hoy argentinos los ferrocarriles, los teléfonos, los seguros, los reaseguros; tenemos un millón doscientas mil toneladas de flota mercante argentina para hacer argentinos los transportes marítimos; por nosotros, la plata es argentina y el Banco Central no es extranjero.
Y podría seguir hablando dos horas; pero sólo quiero agregar que, por ellos, durante tantos años han sido explotados los trabajadores argentinos. Por nosotros, se han liberado. Es que ellos representaban a los grandes consorcios capitalistas de explotación, mientras nosotros representamos al verdadero pueblo argentino.
¿Y cómo se llama el que se opone sistemáticamente a la independencia económica de nuestro país? Señores, si hubiéramos de poner el verdadero calificativo que esos hombres merecen, tendría que ser yo más que soez en el insulto de lo que son ellos en sus pasquines inmundos. Yo sé que ellos buscan que tome medidas violentas contra los que así proceden; pero no lo han de conseguir, porque quiero dejar que mueran envenenados por su propia infamia. No me he de preocupar en difamar cuando tengo la obligación de defender al pueblo argentino, que es lo que interesa.
Señores: ¿Quién podría honradamente decir que un pobre hombre como yo, y modestos colaboradores como los que me rodean, hubiesen podido realizar lo que en un año hemos cumplido? ¿No hemos afirmado la independencia y la estamos consolidando? ¿Qué más quieren que hagamos en un año de gobierno? Es que ellos no sólo quieren que hagamos más; lo que ellos quieren es que no hagamos nada, porque así podrían seguir realizando exacciones en los colectivos, robando las concesiones de luz, robando nuestras cosechas o enriqueciéndose con todos los negociados que conocemos.
Señores: si entre nosotros se llegara a "colar" alguno que tenga la costumbre que ellos tenían, tengan la seguridad de que lo he de mandar a la cárcel. Nosotros no tenemos nada que ocultar. Cada uno de los que trabajan conmigo ha hecho su declaración de bienes ante el escribano de gobierno, y cuando terminemos nuestro mandato todos hemos de poner a disposición del pueblo nuestros bienes para que vean que no nos hemos enriquecido en el gobierno.
Pero lo que sí puedo asegurar es que nuestro programa social, nuestro programa económico y nuestro programa político, será cumplido integralmente. Vamos a asegurar la independencia económica del país, a producir más, a enriquecer al país; lo vamos a hacer fuerte y de ahora en adelante ha de explotarse la tierra y la máquina, pero, ¡pobre del que quiera explotar al hombre! Y en política ha de ser el tiempo quien nos confirme o nos releve de la obligación de gobernar. Hemos de asegurar comicios limpios, en los que sea el pueblo quien decida, y si decide contra nosotros reconoceremos que tiene razón.
Señores, hemos de dar al pueblo argentino la soberanía que él merece. Él dirá quien ha de conducirlo y de gobernarlo, y nosotros, que terminamos con el fraude, no podemos ser tan miserables para volverlo a entronizar, para escarnecer a este pueblo que ha ganado con nuestras conquistas, que ha resurgido con la nueva justicia, y que ha renacido con las aspiraciones de hacer una patria grande y poderosa que sirva de ejemplo a todos los países civilizados de la tierra.
Si cumplimos tan elevados objetivos, si realizamos este programa que es el de la patria misma, tendremos en el futuro la honra extraordinaria de poder decir que esta obra grandiosa la han realizado los trabajadores, la han ejecutado los obreros que agregaron a la historia un nuevo gajo de laurel, como los descamisados que durante la guerra de la independencia jalonaron nuestro territorio con sus osamentas ofrendadas a la patria.
Compañeros, trabajamos con esa consigna, somos hombres de una causa. Yo les hablo fuera de la situación normal de los hombres que pueden aspirar a algo. Yo he llegado al más alto sitial a que puede aspirar un ciudadano de nuestra república. ¿Qué ambiciones puedo tener para mí que no sean las más nobles, las de hacer progresar un poco más a la nación? ¿Cuál puede ser nuestra aspiración que no sea la de realizar el bien por el bien mismo para todos los argentinos? Ninguna ambición bastarda puede caber en la mente de los hombres que han cumplido su vida, como la he cumplido yo, que si en este momento no viviera esta causa que me alienta, si no fuera ese objetivo que me impulsa, no me quedaría cinco minutos más en la Casa de Gobierno, donde trabajo, todos los días desde la seis de la mañana hasta las diez de la noche.
Yo no necesito riquezas, porque no soy de aquellos que aspiran a conseguirlas. Yo, como ustedes, soy un hombre modesto que vive con trescientos pesos mensuales y no necesito más.
Señores: Sé bien de la fe que alienta a los corazones de todos los descamisados. Ella es mi fuerza, ella es la que me impulsa y ella es la que me inspira en todos mis actos. Cuando alguna vez tuviera una intensión distinta, sería suficiente recordar el 17 de Octubre para volver a encauzarme por la senda del trabajo y el sacrificio constructivo, en bien de ese pueblo al que le debo todo, al que todo le doy y al que todo le daré por el resto de mis días. ..................................................... |
1947-08-02 | Ante una delegación de estudiantes de Medicina de Colombia | Señores, sean ustedes muy bienvenidos. Mi deseo es que puedan ver todo lo que ustedes quieran ver. En ese sentido pongo a disposición a ustedes todo lo necesario. Nosotros tenemos extraordinario interés en mostrar lo poco que tenemos.
Estamos en tren de modificación total; estamos alterando un poco la casa y reacondicionando muchas cosas. Ustedes, los médicos, hace ya algún tiempo que están aquí... Sr. Aguilera. Efectivamente, algunos médicos colombianos están aquí hace algún tiempo. Sr. Presidente.- Habrán visto ya, entonces, las cosas más importantes. Yo sólo les voy a dar unas pequeñas ideas sobre qué es lo que estamos haciendo para que más o menos puedan apreciarlas.
Estamos realizando una etapa, así lo entendemos nosotros, de profunda transformación dentro del país. Hemos salido del primer período, diremos así, y entramos en un segundo período dentro de esas actividades económicas, políticas y sociales.
La finalidad que buscamos en esto, no sé si estaremos equivocados, pero es lo que nos proponemos hacer es la de obtener la independencia económica del país. Nosotros concebimos que la independencia política, realizada ya por nosotros en 1810 y consolidada en 1828. Y la segunda etapa es naturalmente, la de la independencia económica que, aunque parezca más fácil resulta siempre más larga y más difícil, y representa una lucha permanente. Estaría demasiado de fuera de la doctrina universal, en estos momentos, el que alguien quisiera sojuzgar políticamente a los pueblos. Esos medios son demasiado divisibles y repugnan a los pueblos modernos las ocupaciones políticas a por la fuerza. En cambio, en el orden económico es una cuestión difícil de ver o distinguir, porque se desenvuelven las actividades dentro de otro orden de cosas, y entonces los pueblos muchas veces son económicamente dominados o exprimidos, sin que muchas veces ellos mismos se den cuenta de que están siendo objeto de dominación de esta naturaleza.
Nosotros, convencidos de que se eso ha sido real en nuestro país, hemos declarado nuestra independencia económica y la estamos consolidando. En esto hemos cumplido dos etapas. La primera ha sido la de reconquistar todo lo que habíamos perdido, especialmente en orden de los servicios públicos, que no pueden ser motivo de explotación, sino que deben ser servicios públicos. Eso lo hemos realizado. Naturalmente, que para poner en claro esta situación habría que conocer un poco nuestro país, que ustedes no conocen. Para darles una idea de sojuzgamiento económico que hemos vivido durante muchos años, bastaría decirles que el Banco Central de la República, que hace la emisión de nuestra moneda, que mantiene en custodia las reservas de oro que valorizan la circulación fiduciaria y que tienen a su cargo el "contralor" de todos los valores que se emiten por el Estado, aunque parezca incongruente, no era argentino en el hecho, porque tenía en su directorio dos representantes nombrados por el gobierno y un representante por cada una de las instituciones bancarias que existían en el país, que eran extranjeras, de donde venía a tener ocho directores, de los cuales seis eran extranjeros y dos del Estado. Esa era la realidad. Nosotros hemos reconquistado eso, nacionalizando el Banco, que ahora es un banco del Estado, y es el Banco Central; los demás son instrumentos de redescuentos de ese Banco Central. La plata la tiene el Banco Central, y las operaciones las puede realizar cualquiera, a condición de que envíe los depósitos efectivos el Banco Central.
Con eso hemos tomado nosotros la llave maestra del gobierno económico de la Nación. Es decir, nuestra profunda reforma ha consistido en que el gobierno no ejerce solamente al gobierno político sino también el gobierno económico y social de la Nación. De poco vale gobernar políticamente cuando no se tiene el gobierno económico. Nosotros lo hemos comprobado aquí, donde cada uno de las gobernantes que se han sucedido había gobernado solamente desde el punto de vista político. Nosotros hemos tomado el gobierno económico.
Es difícil, señores, para un europeo, quizá, comprender este problema pero yo sé que ustedes lo comprenden tan bien como yo, porque en América no hay ningún pueblo que no lo comprenda. Creo que habrá pocos pueblos que no quieran conquistar para ellos del gobierno económico del país, porque eso representa la verdadera liberación. Vasallaje por vasallaje, no sé si es peor el político que el económico. Nosotros en ese sentido hemos tenido la fortuna de poder en esa primera etapa, devolver al Estado todo los bienes que habían sido enajenados y que pertenecían al Estado mismo. De manera que el patrimonio nacional argentino es hoy argentino; el haber patrimonial del Estado, es netamente argentino.
Si yo les dijera a ustedes que cuando se compraron los ferrocarriles a los ingleses, nosotros recién supimos que una parte del puerto de Buenos Aires no era argentino, sino inglés. Lo compramos junto con los ferrocarriles, y así estamos comprando y pagando por lo que vale, todo lo que representa servicio público. Esa es la primera etapa de nuestra independencia económica. La segunda etapa es el gobierno económico ejercido por el gobierno de la Nación, y la tercera etapa será la de crear una legislación y conformar una doctrina jurídica de absoluta independencia económica del Estado. Esa es la tarea de consolidación en la que estamos empeñados ahora.
Se nos hace por esta razón y por parte de los interesados en lo contrario, tanto de aquí como de afuera, la acusación de que nosotros estamos realizando una economía dirigida. En este hay una gran dosis de mala fe y una gran dosis de ignorancia también. Economía dirigida es completamente distinto a lo que realizamos nosotros. Nosotros hacemos un contralor económico desde gobierno, pero la economía se desenvuelve por su cuenta. Economía dirigida es, cuando uno reemplaza el precio económico, que obedece a la ley de la oferta y la demanda, por un precio político. Eso no lo hacemos nosotros.
Yo podría presentar un ejemplo que he presenciado en Europa, cuando estuve allí en el año 1939. En Italia por ejemplo, país de economía dirigida, un quintal de nuestro trigo podía llegar a Génova a 35 liras, pero en Italia, al trigo que se producía el gobierno le había fijado el precio de 150 liras por quintal. Prohibida la importación, esas 150 liras por quintal que representaba el precio político, había reemplazado el de 35 liras a que nosotros podíamos ofrecer, que era el precio económico. Eso es economía dirigida. ¿Por qué? Porque Italia quería producir por razones políticas, una enorme cantidad de trigo en el territorio italiano por si venía una guerra y poder abastecerse a sí mismo cuando toda importación del exterior se hubiese cerrado. Y tanto consiguió su objeto que el año 1939, Italia, país de 350.000 kilómetros cuadrados, produjo 7 millones de toneladas de trigo, más que la República Argentina, que tiene 3 millones de kilómetros cuadrados. Eso es economía dirigida. Pero nosotros no fijamos precio político a ninguna cosa. Aquí, los todos los precios son todos precios económicos, vale decir, que obedecen a la ley de la oferta y la demanda.
¿Quienes dicen que nosotros, estamos haciendo economía dirigida? Lo dicen los que antes nos compraban los productos en Europa a un precio irrisorio, los transportaban con sus ferrocarriles, y los traían con sus vapores, lo hacían con sus seguros y sus reaseguros, y todavía nos cobraban el servicio de la deuda nuestra.
Fíjense ustedes lo que ocurría con la carne. La República Argentina vendía carne a Europa por 400 millones de pesos al año, y ellos, en servicio de transporte ferroviario y marítimo, seguros, reaseguros y servicio de la deuda nos cobraban 600 millones de pesos al año; es decir que para que se comiesen nuestra rica carne todavía teníamos que pagarle 200 millones de pesos encima. Este era el negocio del negro que hacíamos nosotros.
En realidad, lo que hemos hecho nosotros es comprar los ferrocarriles y los vapores necesarios para transportar nuestra cosecha. Hace un año, cuando recibí el gobierno, tendríamos 280 mil toneladas de barcos de ultramar; hoy tenemos 1.200.000 toneladas, lo que nos permite transportar nuestra propia cosecha; los seguros son ahora argentinos, como los reaseguros, y el servicio de la deuda pública por el que nosotros pagábamos de uno a dos millones por día ahora nos lo pagan a nosotros porque nosotros la prestamos la plata. De manera que en el renglón carne, quedan 400 millones que vale la carne y los 600 millones que valen los servicios. Eso no nos representa la independencia económica, solamente en el factor productivo carne.
También se nos acusa de que hemos abandonado el libre comercio y la libertad económica. Esto de la libertad, señores, en una palabra que está en todas las bocas y en muy pocos de los corazones. La libertad de proclamar por uno, nunca por los demás. ¿Por qué les digo esto? Porque en el orden económico la libertad, es, ha sido siempre y será siempre un mito. Libertad económica: Yo digo una cosa. La libertad económica debería arrojar una liberalidad, o una absoluta libre definición de valores en el orden financiero y en el orden económico, esto es, una economía viva. ¿En qué país es libre la economía, señores? Cuando no la dirige el gobierno la dirigen los grandes consorcios capitalistas, pero con esta diferencia: cuando la dirige el gobierno para hacerle en provecho de todos los habitantes, y cuando la dirigen los consorcios capitalistas lo hacen siempre en provecho de diez o doce familias privilegiadas. Esa es la realidad.
A propósito de libertad de importación y exportación. Nosotros queremos comprar un montón de cosas y no tenemos quienes nos la vendan, porque los gobiernos no lo permiten. Nosotros queremos vender un sinnúmero de cosas a los países que lo necesitan y no las podemos vender porque no dejan entrar en otros países nuestros productos. Si vamos a usar el libre cambio vamos a hacerlo libre en todas partes. Otra acusación es la de que nosotros hemos hecho un dumping de Estado y que con ello estamos imponiendo precios abusivos. A los que nos dicen eso, les ofrezco por parte del Estado realizar acuerdos para la venta de cualquier producto, de ellos a nosotros y de nosotros a ellos, de todos los productos de que sean capaces de producir a esos precios del año 1939, de antes de la guerra, o de lo contrario, comprarles los artículos en trueques, aumentando el número de veces que ellos han aumentado los precios, en los productos nuestros. Pero, ¿que ocurre? Ellos quieren que nosotros les cobremos por el trigo lo que cobrábamos en el 39', que valía 16 pesos, y ellos nos cobran las maquinarias, los automóviles, etcétera, diez veces el valor del año 39'. Si ellos cobran por los automóviles tres veces aquel valor, yo les cobro el trigo tres veces también. ¿Por qué? Porque de lo contrario me van a descapitalizar el país, y a mi me han puesto aquí para que no lo descapitalice. Nosotros cobramos siempre menos por el trigo que el que cobran ellos por los artículos importados. Vean ustedes lo que ocurrió con el caucho. Antes se pagaba de 1.20 a 1.50 el kilo de caucho; ahora lo estamos pagando 35 y 40 pesos, hemos llegado a pagarlo hasta 300 pesos. ¡Consideren si yo hubiera cobrado por el trigo en la misma proporción! Yo no puedo permitir que el Estado se nos esté descapitalizando por las diferencias de precio. Una máquina que antes de la guerra valía mil dólares hoy cuesta cuatro, cinco y diez mil dólares. Nosotros estamos listos para ir al trueque a los precios del 39' y hacer acuerdos en ese sentido con cualquier país del mundo, pero yo no quiero que vendamos a los precios del 39' y ellos se hagan pagar con los precios de 1945.
Todas esas cuestiones no tienen ninguna realidad. Lo que pasa, analizando el fenómeno actual, es lo siguiente. Una zona de la tierra ha hecho una guerra, ha destruido los valores que construyeran durante un siglo, y hoy se encuentran empobrecidos y desesperados. Los demás pueblos, que no han hecho esa guerra están sufriendo las consecuencias de esa misma guerra. Yo no he visto en este país destruirse ningún valor por la guerra. De manera que nuestra situación tiene que ser mejor que la situación de los pueblos que allá en Europa se han devastado con la guerra. Sin embargo, ustedes ven que estamos sufriendo todos nosotros las consecuencias de la guerra y en un tren de gravedad que todavía no sabemos, si no tomamos medidas, adonde va llegar. Esta inflación extraordinaria que se produce en todo nuestro país, ¿a qué se debe? A la guerra. Pero, ¿es que nosotros hemos hecho la guerra? Yo creo que no es ni puede ser criticable que tratemos de solucionar los problemas dentro de nuestro país. Si cada uno se los soluciona por sí, el mundo todo tendrá solucionados sus problemas a corto plazo.
¿Qué pasa en esto de la inflación? El sistema de coaligación económica en todos los países del mundo se puede comparar con un sistema de vasos comunicantes. Cada país es un tanque que se llena y vacía según la capacidad energética de sus habitantes y la capacidad que tengan para crear riqueza. Más trabajo y más riqueza determinarán que el tanque se llene más. Cada tanque está unido, como el comercio del mundo, por un tubo, al tanque central. El desgaste de un tanque central grande, de donde se succiona, naturalmente hace bajar el nivel de todos los demás tanques. Ahora viene el fenómeno de la guerra. Ellos han vaciado su tanque central, si yo no tomo medidas se me va a vaciar el mío, porque está comunicado con aquel. Lo único que hemos hecho en este sentido, es poner una llave a nuestro tubo y cerrar esa llave, para que cuando chupen de allá nuestro tanque no pueda bajar.
Así y todo, hemos sufrido las consecuencias de la inflación, pero hemos debido poner esa llave, que no es nada más que tomar el manejo de la orientación económica del país. Esta es la parte que nos han criticado en muchas lados, pero yo, que estoy viviendo en la República Argentina, sé que el pueblo, que es el 90% de la población, porque el resto es el sector de la oligarquía, no creo que critique esas cosas, porque puede comer y puede vivir con un grado de felicidad y de dignidad suficiente.
Este era un país donde había hombres que ganaban 15$ por mes y hombres que trabajaban por 0,20 por día. Nosotros hablamos de comunismo y de tantas otras cosas. Creo que si a mí me pagaran veinte centavos por día, sería comunista, o cualquier cosa. En esto hay que ser humano.
La solución del problema económico del país, es lo único que ha de dar la solución del problema social. Desde 1944, que estamos trabajando en este sistema económico, hemos aumentado en el estándar de vida el 200 % a nuestros trabajadores. Esto se ha logrado en tres años. Pensamos aumentarlo 500 veces, si es posible. Eso será en proporción al factor económico. Si podemos obtener lo necesario para darle 500 a cada uno, se les dará 500. Lo que puedo asegurar es que la repartición que se haga, ha de ser justicia distributiva, le ha de tocar a cada uno de acuerdo con el trabajo que realice y el sacrificio a que se someta. Creo que esto es lo más justo que se puede obtener.
Nuestra reforma social en base a esa reforma económica, va tratando de igualar algunas condiciones que no se han igualado todavía en el mundo. Todo el mundo sostiene que los hombres son iguales ante la ley, asunto que teórica y jurídicamente somos todos iguales ante la ley, pero es cierto. Jurídicamente en la realidad de los hechos, yo les pregunto a ustedes, piensen si los hombres somos todos iguales ante la ley. Si delante de la ley escrita y humana puede ser igual un hombre que otro, siendo sus derechos y garantías iguales jurídicamente, ¿en la realidad de la vida son iguales? Yo pienso que no. Martín Fierro lo ha dicho hace mucho tiempo aquí. Martín Fierro es uno de los poemas clásicos maestros. Dice que la ley es como la telaraña; el bicho chico se queda prendido en la tela y muere ahí, y el grande lleva por delante la tela y se va con la tela encima, pero pasa. Aunque jurídicamente sea cierto, no será cierto en la realidad de los hechos, y hasta que no se haga cierto en la realidad de los hechos nosotros tendremos el problema social. Yo no soy hombre que tenga miedo a ninguna de esas concepciones, porque sé que es la realidad de la vida y son los hechos que hay que encauzar y penetrar profundamente. No me asusto del comunismo ni del fascismo ni del nacionalismo, ni de las democracias. Ninguna de esas cosas ya me pueden asustar, porque sé que son los problemas del mundo, desde que el mundo existe hasta nuestros días. Podríamos pasar a través de cuarenta sistemas distintos, con otros hombres, pero en el fondo han buscado lo mismo. Estos problemas se originan en zonas superpobladas, y la naturaleza ha dado una sola solución: la biológica. Cuando un terreno no tiene lo suficiente para que coman todos los que lo habitan, la solución biológica viene de la supresión de muchos de los consumen. De ahí las guerras, las pestes. Se liquidan, por ejemplo, 20 millones. Eso significa el 50 por ciento de la solución que la naturaleza da, es decir, la biológica. El otro 50 por ciento viene por una reestructuración que los hombres hacen de los sistemas, es decir, economizando mejor, produciendo más y organizando de nuevo la colectividad, y así puede agregarse la solución, diremos, humana a la solución biológica. Eso es lo que el mundo ha hecho. Por eso surge el fascismo, el comunismo. Todos quieren solucionar el mismo problema. Todos buscan un reordenamiento o una reestructuración para producir más y consumir menos y poder vivir. Es éste el problema básico sobre el cual trabajamos. Por esa razón yo creo que el ponerse a pensar cuál será el sistema o la ideología que debiéramos seguir para solucionar nuestros problemas, es simplemente estúpido y falto de inteligencia. El problema es uno y hay que solucionarlo tal cual se presenta. ¿Qué ideología nos va a resolver nuestro problema? ¿La dinámica de un Estado, de un pueblo, de un país, obedece a ideologías u obedece a necesidades? Así hemos encarado nuestro problema, señores: satisfacer necesidades, no ideologías, que no nos interesan. Nosotros somos ni de una ni de otra ideología y nos reímos de los otarios que siguen todavía pensando que las ideologías pueden en el mundo resolver necesidades. Son los sistemas de cualquier naturaleza, pero siempre que sean efectivos. Nosotros pensamos que al culpar al comunismo le estamos haciendo un terrible cargo al capitalismo que lo precedió, porque el comunismo no es causa, el comunismo es efecto. ¿Qué es el marxismo en conjunto? Un producto del capitalismo. ¿Por qué? Porque el capitalismo ha hecho una explotación tan desmedida, durante el siglo XVIII, de la humanidad, que lógicamente ha nacido una reacción que es el comunismo, que no es mejor que lo otro, pues las reacciones no son nunca mejor que las acciones porque son su consecuencia. Si el capitalismo hubiera sido menos frío y menos terrible en la explotación del hombre, el comunismo no hubiera tenido razón de ser, y Marx no hubiera pasado de ser un pobre hombre allá en su tierra donde inventó esta teoría, que pudo tener efectividad en el mundo merced a los abusos del capitalismo. Fue posiblemente la avaricia del capitalismo lo que no les hizo ver el peligro que muchas veces se les hace ver ahora. Muchos de los capitalistas argentinos que estaban contra mío lo han entendido. Otros no lo entienden todavía. Pero, señores, en la vida es siempre peor un bruto que un malo. Yo prefiero estar con el malo antes que tratar con el bruto, porque el bruto nunca es bueno, por inconciencia y por incapacidad.
La única manera en que el capitalismo puede salvar sus valores y su estructura, es donde a tiempo lo que los otros que lo antecedieron no supieron dar jamás. Y cuando se suprima la causa es probable que se suprima efecto. En lo social vamos en esa orientación. Yo les aconsejo siempre nuestros capitalistas que sepan dar el 30 por ciento a tiempo, porque si no van a perder todo, hasta las orejas, que para ellos ha de tener algún valor. El que no lo entiendan, puede ser la solución. Si no lo entienden, yo les he dicho también que el día que las masas se lancen a colgar, yo no soy a estar al frente de los que deban ser colgados, preferiré estar del lado de que cuelgan. Les he dicho muchas veces que deben tener cuidado en eso.
El valor económico, el capitalismo organizado es poderoso, pero frente a los conflictos sociales es de una fragilidad terrible. Lo hemos visto muchos países. Hemos visto derrumbarse ese poder extraordinario, y cuando eso se desata, en ese conflicto tienen todos algo que perder: los pobres, los ricos, los capitalistas y los proletarios, pero el que pierde sobre todo, es el Estado, es la patria la que se sacrifica con esa lucha. Lo que nosotros queremos evitar dentro de nuestro sistema es casualmente eso. Compensar un poco para evitar el conflicto social, porque sabemos que el cataclismo social termina con el país y termina con todas las fuerzas que actúan dentro del país. Hemos construido sobre eso para igualar prácticamente lo que jurídicamente ya está en la teoría igualado: los derechos del trabajador. Queremos, frente a los grupos fuertes que ya de por sí tienen derechos y prerrogativas superiores, compensar a los grupos débiles de la población dándoles algunos derechos que no tienen, para equilibrar. A la igualdad jurídica teórica existente en la ley le queremos dar también en la realidad un equilibrio. Esa es nuestra doctrina social en el fondo. Es lo medular de nuestra doctrina social, que nosotros llevamos al campo internacional y así como creemos que si jurídicamente los hombres son iguales ante la ley y en la realidad de los hechos no son iguales, pensamos que los Estados que teórica y jurídicamente son también soberanos y tienen los mismos derechos en la práctica -como los hombres- no tienen ni la soberanía ni los mismos derechos unos que otros. El panorama del mundo nos está demostrando, desde Indonesia a China, desde Canadá a la Argentina y desde el Extremo Oriente a Portugal, que en los cinco continentes en que hoy se divide el mundo, los Estados en la realidad de los hechos no son iguales, porque hay Estados grandes y poderosos, que todo lo tienen, incluso la fuerza para conseguir lo que no tienen, y Estados pequeños que están librados a su suerte y a su desgracia. Ellos son explotados económicamente y avasallados políticamente. ¿Qué puede pensar de la justicia social un pueblo que es explotado y avasallado económica y políticamente? Pensamos que el mundo ha de dar a los Estados débiles una compensación a su propia debilidad, para tener valores similares a los demás o los Estados débiles algún día se unirán para poder resistir al vasallaje de los fuertes. Eso es lo que yo creo, y sería terriblemente malo. Así como no conviene que los hombres débiles se unan para oponerse a los fuertes, porque eso significaría un cataclismo social, creo que tampoco en el mundo convendrá que se unan los pueblos débiles para ponerse a los fuertes, porque eso sería el cataclismo político internacional. Mientras la lucha sea entre los fuertes, nosotros los débiles no tenemos mucho que ganar ni venciendo ni siendo vencidos, porque en las guerras de coalición entre los bandos formados por pequeños y grandes países, no hay que hacerse ilusiones, los pequeños no ganan nunca, ganan solo los grandes; los otros las pagan. Esa es la realidad de la historia.
Es necesario que cada uno de los hombres que ame a su patria piense que tienen la obligación, sea como presidente de la República como el último ciudadano, de luchar; primero por su patria y después por todas las demás causas, por sagradas que sean y que existan. Yo pienso así. Moriré pensando así, y creo que si todos pensasen de la misma manera, arreglando uno su patria, el mundo ya estaría arreglado. También nosotros tenemos esa doctrina en lo internacional. Queremos que se nos respete, por lo cual empezamos siendo absolutamente respetuosos con los demás. La República Argentina puede sostener con toda verdad que jamás se ha entrometido en los asuntos internos de ningún otro país de la tierra. En consecuencia está resuelta a sacrificar sus 16 millones de habitantes contra el que quiera intervenir en los asuntos internos de la República Argentina. Y les aseguro que creo que los 16 millones de argentinos están dispuestos a sacrificarse por lo mismo. Nosotros somos un pueblo de hombres tranquilos, trabajadores, que aspiramos a hacer nuestra felicidad por el trabajo y por el sacrificio, por ninguna otra cosa, y creo que lo menos que podemos pedir es que se nos deje trabajar aquí dentro de nuestro territorio para obtenerla, porque con ello no hacemos mal absolutamente a nadie. Esa es nuestra doctrina en lo internacional. Por ella lucharemos y por ella, si es necesario, nos sacrificaremos, hasta el último argentino, porque este pueblo tolerará cualquier cosa menos que nadie de afuera quiera meter su dedo aquí. Aquí mandamos nosotros.
Señores: en lo político estamos con nuestra forma dentro de nuestra constitución y de nuestras leyes, a las cuales respetamos. Nosotros hemos implantado una nueva política en contra de esa política antigua, que se basaba en cubrir apariencias diciendo siempre una mentira oportuna. Nosotros preferimos decir la verdad, aun cuando no nos convenga, a decir una mentira que nos sea conveniente, porque la mentira no cubre nunca por mucho tiempo. Hacemos una política realista y decimos la verdad. Sabemos que tenemos muchos defectos, pero no nos conforma el hecho de que los anteriores tenían muchos más defectos que nosotros, y una cosa en la que nosotros no hemos delinquido ni vamos a delinquir es en la administración de la cosa pública. Cada argentino puede apreciar este problema con solo echar una mirada a lo que hemos hecho en este año y lo estamos haciendo en el resto del tiempo, porque la política de los Estados tiende y tenderá toda la vida a dos objetivos que a menudo se olvidan, porque los hombres no siempre saben lo que quieren, y ese es un factor terrible de la debilidad de los hombres. Nosotros sabemos bien lo que queremos. Queremos asegurar un presente venturoso para los argentinos de hoy y asegurar la grandeza necesaria para los argentinos del mañana, o sea para la patria. En eso trabajamos incansablemente y somos hombres resueltos a morir en el puesto que ocupamos. Tenemos una doctrina y tenemos una mística. Por esa doctrina trabajamos y por esa mística, si es necesario, hemos de morir. Estamos dentro de esa situación, y cuando el hombre tiene una decisión de esta naturaleza no hay fuerza en la tierra que pueda tercer estos acontecimientos. Nosotros seremos dentro de este orden de ideas un poco artífices de nuestro destino, y si nos es adverso estamos resueltos a cualquier cosa. Por eso marchamos con paso seguro y exponemos nuestros actos a la observación de todo aquél que los quiera ver, persuadidos de que no hemos de engañar a nadie. Reconocemos nuestros defectos, que los tenemos y abundantes, pero también al conocerlos tratamos de corregirlos.
Señores, yo no quiero seguir cansándolos. Esto mismo lo podrán conversar con todos los hombres que se encuentran en nuestro país, especialmente la gente modesta, porque, desgraciadamente, los hechos de mi vida me han de mostrado que la mejor verdad es la verdad primaria, y la verdad primaria está en boca de los modestos, que los otros alambican demasiado sus pensamientos y tienen una dialéctica, que el modesto no tiene, para explicar aquello que no comprenden, que no quieren comprender y quieren que los demás tampoco o comprendan.
Las cosas reales son sencillas, y cuando uno no las quiere ejecutar se vuelven complicadas. Nosotros tratamos de hacer todas las cosas sencillas, y para mí hay una sola cosa que no es sencilla, lo que no entiendo. Pero, cuando entiendo una cosa, la puedo convertir en la cosa más sencilla del mundo, por grande que sea la complicación que otros le atribuyan.
Somos hombres simples que no nos creemos nada más que lo que somos, pero tampoco nos sentimos nada menos de lo que queremos ser. Nuestra escuela es de trabajo, de modestia y de sacrificio. Creo que con ello estamos en la verdad. Hubo una generación de argentinos que se creyeron demasiado importantes, por eso fracasaron. Yo he asistido a muchos despachos oficiales en esos tiempos, y el funcionario era un señor que siempre estaba en ángulo obtuso en vez de la vertical, que hablaba con un cierto tono como dictando cátedra. Si hubieran estado como estamos nosotros, desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche trabajando, no hubieran podido proceder así porque se habrían fatigado de hacer siempre esa misma epopeya. Por eso mismo encontrarán ustedes hombres modestos y sencillos que creen que el genio es el trabajo. Hay un genio que es superior a todos los demás -como decimos nosotros popularmente- "agachar el lomo y meterlo el día entero". Ese es el verdadero genio en el que nosotros creemos. De poco valen los genios que no trabajan. Creemos que el genio es trabajo, y en eso estamos empeñados, en trabajar. Si ustedes llevaran una impresión distinta, les aseguro de una manera absoluta no darían una idea exacta de la realidad. Aquí ninguno de nosotros somos importantes, sino como factor de trabajo. Eso lo van a observar en todas partes. Comprobarán muchos errores, pero lo que no van a comprobar en ningún momento por parte de nuestra gente, son malas intenciones. Creo que cuando se ha conquistado eso ya se ha adelantado mucho en nuestro camino. Hemos tenido que luchar mucho, porque nada de esto se hace sin lucha y sin sacrificio, que también realizamos en la medida de nuestras posibilidades. Pero la lucha más grande que hemos sostenido es contra la incomprensión de quienes nosotros mismos estamos sirviendo. Pero, afortunadamente, como ese es un defecto grave, es también una forma de convertirse en índice de facilitación, porque aquellos que no nos comprenden nos están comprendiendo cada día más. Por eso es que, si nosotros subimos con el apoyo del sesenta por ciento de la población, los hechos actuales nos están convenciendo de que ahora es el ochenta por ciento el que nos apoya. Tenemos una oposición enconada, como la hay en todos los países donde hay libertad de opinión. Todavía terminar con la oposición en una semana metiendo en la cárcel a todos los que protestan; pero nosotros preferimos que protesten, que publiquen todos los diarios que quieran y digan en los diarios todo lo que quieran siempre que no se salgan de la ley, y cuando se salgan de la ley los entregaremos a la justicia. Ella se encargará de decir si es delincuente o no; si debe ser encerrado o debe permanecer en libertad. Nadie en la República Argentina puede decir que se limite ninguna de sus libertades esenciales. Aquí a nadie interesa quien es quien mientras se mantengan dentro de la ley, pero tan pronto pasa las líneas que demarcan los derechos que la ley acuerda, con ese sí vamos a ser totalmente implacables, sea él partidario de nosotros o sea contrario.
Señores, deseo que estos días que pasen entre nosotros les brinden las posibilidades de comprobar todo cuanto les he dicho, o de comprobar lo contrario, lo que quiero es que ustedes tengan la mas absoluta libertad de acción, que vean cuanto deseen ver y que tengan para ello las facilidades que le gobierno les ofrece en forma ilimitada.
Los señores que generalmente acompañan a estos grupos, tienen casualmente esa misión. Mostrarles todo lo que quieran ver, no solamente lo que ellos quieran que ustedes vean, sino todo lo que ustedes -repito- quieran ver. De manera que quienes establezcan los programas, visitas, etcétera, deben ser ustedes.
Yo solamente he querido decirles personalmente, aprovechando que hayan llegado hasta aquí, en forma sintética, todo cuanto nosotros pensamos. En esos volúmenes llevan ustedes la doctrina que más o menos conforma una cuadro general de este panorama, y he querido ser yo mismo quien les cuente estas cosas, por una razón muy natural, porque bebiendo ustedes en la propia fuente lo que representa una síntesis ajustada de nuestros procedimientos, de nuestra doctrina y de nuestra mística, podrán decir, como Licurgo dijo una vez, "Yo he oído al ruiseñor". Se cuenta que una vez hubo cerca de Esparta mientras gobernaba Licurgo- uno de esos circos famosos de la antigüedad. Uno de sus amigos lo invitó una noche para ir al circo, y Licurgo le preguntó que había de notable en eso circo. El amigo respondió que había un hombre que imitaba maravillosamente al ruiseñor. Entonces Licurgo lo miró y le dijo: "yo he sido el ruiseñor".
Si algún día a ustedes les pasó lo mismo, quiero que puedan decir que me han oído a mí, y no en cuanto pensamos nosotros se los haya contado otra persona, que bien puede, como en aquel caso, ser un buen o mal imitador.
Por otra parte, nosotros estamos completamente a disposición de ustedes para lo que deseen saber, para lo que deseen ver o investigar. Sólo les pido una cosa: que cuando vengan de Colombia nuevas delegaciones de muchachos nos avisen con tiempo para tenerles todo listo, porque estoy seguro de que ustedes han de haber perdido algunos días de su estada acá.
Sr. Aguilera: Hemos sido debidamente atendidos. Sr. Presidente: No me he referido a las atenciones, sino para que ya les tengan todas las cosas preparadas. Sr. Aguilera: Les estamos muy agradecidos. Sr. Presidente: Muy bien señores. Están en su casa. ................. |
1947-08-04 | En el acto de entrega de la Orden del Libertador al coronel Cavenagh | Señor coronel Cavenagh: El gobierno, por mi intermedio, quiere hacerle llegar el sentimiento con que los soldados argentinos lo ven partir, después de haber compartido algunas fatigas, preocupaciones y quizá sinsabores.
Al verlo partir, señor coronel, deseo que lleve usted la persuasión absoluta de cual es nuestro reconocimiento a su honrada conducta de soldado, a la que queremos premiar con nuestro recuerdo.
Pocas veces ha sido dado, en el ejército argentino y en la aviación, observar hombres que han debido desempeñarse en un difícil medio y en difíciles circunstancias, con la honradez, con la caballerosidad y la competencia con que lo ha realizado el señor coronel.
Crea el señor coronel que deja entres sus camaradas argentinos el reconocimiento a esa conducta virtuosa y recta de un hombre que ha compartido con nosotros buenos y malos momentos, pero que siempre ha sabido sobreponerse a las circunstancias a que un soldado, capacitado para todas las funciones de tal, puede verse sometido en la vida.
El triunfo del señor coronel entre nosotros es un triunfo afectivo: es un triunfo del americanismo, tal como lo entendemos nosotros, sirviéndolo en la amistad y en el corazón de los hombres, que es la mejor forma de realizarlo.
Su patria puede estar orgullosa de contar entre sus filas un soldado que tiene el talento y la virtud que usted ha puesto de manifiesto entre nosotros. Por eso el gobierno argentino ha querido conferirle la condecoración de la Orden del Libertador, instituida en homenaje a quien fue un hombre que supo cumplir con talento y virtud todas las misiones que la vida le deparó, y que él realizó entre los pueblos americanos. Ese recuerdo, señor coronel, quiero que le haga rememorar en todas las horas el gran cariño que todos sentimos por usted. Y deseo también que recuerde que los argentinos podremos, quizá, tener muchos defectos, pero cuando entregamos nuestra amistad ella es leal, sincera, pura e imperecedera. ........... |
1947-08-09 | En San Vicente, en la inauguración de una sucursal del banco de la Provincia de Buenos Aires | Sólo soy un vecino de San Vicente y no tendría por qué hablar en este acto. Obligado a hacerlo, quiero agradecer y felicitar al gobierno de la provincia, y muy especialmente al señor presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires, por la rapidez con que se ha procedido a inaugurar esta sucursal. A ese ritmo ha de cumplirse toda nuestra acción de gobierno, realizando lo mejor en el menor tiempo posible.
Con este agradecimiento y con esta felicitación quedo en la situación que quiero tener aquí: la de un simple vecino de San Vicente que comparte con ustedes la dicha y la tranquilidad de estos lugares, a donde todavía no han llegado los elementos que perturban la tranquilidad. Todos nosotros, unidos por ese sentimiento lugareño, sin excepciones y sin tener en cuenta ninguna otra circunstancia, debemos hacer cuanto esté de nuestra parte, con toda voluntad y energía, para que San Vicente gane el tiempo que ha perdido en su desarrollo, en su ya larga historia de más de un siglo. Yo sabré cumplir con mi deber como vecino, y, cualquiera sea el esfuerzo personal que deba realizar, pueden tener la completa seguridad de que lo realizaré.
Si cada uno de los argentinos dedicase una parte de su vida, en el punto del país en el que se encuentra, a ese esfuerzo común, la Argentina se engrandecería muy pronto. Cualquiera sea la forma como se valora la vida, cada uno puede cumplir esta consigna de trabajar por el bienestar colectivo, haciendo de esta manera bien a la patria, finalidad que ningún habitante de esta tierra puede jamás olvidar. Para los hombres que así trabajan no existe ideología ni partido: sólo hay la Argentina.
Por eso, cuando tuve la suerte de intervenir para tratar que este pueblo comenzase a avanzar, sólo he pensado en como podíamos hacer todos, sin excepción, para trabajar por el progreso de San Vicente, unidos como una sola familia; porque si esa unidad no existe, mientras la mitad trabajamos por levantarnos la otra mitad lo hace para aplastarnos. Cuando en cada pueblo logremos eso, la unidad dentro de la patria se conseguirá. Seamos oficialistas u opositores -como se ha dado en llamar a los que se enfrentan en esta lucha actual, librada entre argentinos, que no conduce sino a la destrucción por el odio y por el encono- trabajamos por la grandeza de la patria, que sólo se conseguirá cuando esa lucha haya desaparecido.
Yo señalaría a la consideración de todos los hombres del país un cuadro regalado por la Cámara de Diputados de Chile a la nuestra, y que representa al genio del mal. Se ve allí a un sembrador que va sembrando sobre la tierra que ya ha roturado, mientras detrás suyo el genio del mal va destapando la semilla arrojada. Yo asocio siempre este cuadro a la obra que debemos realizar los argentinos: sembremos todos, pero que no vaya el genio del mal destapando lo que otros siembran. Sólo así la patria será grande; solamente así se conseguirá la unidad necesaria para trabajar eficientemente por la patria. Y entonces dejaremos de ver la infelicidad de la calumnia y de la infamia, y marcharemos del brazo con la buena fe y la buena voluntad para trabajar por el país.
Señores: Yo hago solamente un voto, un voto lugareño, que es de los votos más puros: que todos trabajemos, que ninguno tenga dificultades, pensando que todos tenemos una misión que cumplir frente al país, dedicando un poco de nuestra vida para mejorar y engrandecer este lugar, seguros de que los hombres, cuando realizan una obra de bien, dondequiera que lo hagan, merecen el apoyo de Dios y el reconocimiento de la patria. ........... |
1947-08-21 | Ciclo de Conferencias radiales pronunciadas por el presidente de la Nación, : La acción opositora | Aunque mis detractores encuentren en mi propósito de hablar frecuentemente a la opinión publica, un motivo para la critica y el ataque -comenzó diciendo el presidente de la República- no pienso desistir de ese modo de actuación, porque entiendo que un gobernante democrático, que debe su ascensión al poder a los votos de su pueblo, tiene el deber de mantenerse en comunicación constante con él, haciéndole partícipe de sus inquietudes e informándole de sus puntos de vista en cuanto atañe a la situación del país y a los planes gubernativos que piensa desarrollar.
Esta norma de conducta, siempre plausible por sus propósitos y pienso que encomiable por cuanto me aleja de la cómoda postura de una dorada inactividad y semi-inactividad para mantenerme constante y públicamente en posición de lucha afrontando ante la opinión mis responsabilidades, es en estos momentos tan indispensable que considero faltaría a elementales deberes si no me dirigiese a todos los argentinos para atajar la campaña difamatoria que por móviles políticos mal entendidos, se está desarrollando, a base de mentiras, y de la que no seria yo la víctima, cual pretenden quienes la inspiran y quienes la secundan, sino la totalidad de la Nación, cuyos supremos intereses defiendo y pongo por encima de todo otro género de consideraciones.
¿En qué consiste esa campaña? Sencillamente en deformar la realidad de los hechos para presentar dentro y fuera del país un panorama diseñado con negras tintas. No me preocupa, o mejor dicho, no debe preocuparnos -puesto que me considero intérprete de los sentimientos de la gran mayoría del país- el reprobable intento, porque no ha de lograr su finalidad ni en el interior ni el exterior, donde nuestro crédito internacional y nuestro peso de Estado libre e independiente, se hacen sentir como nunca se sintieron.
Aunque mis palabras cubran de hipócrito rubor las más o menos pudorosas mejillas de quienes concebían la acción política a base de disimulos, quiero tener el valor de señalar la amarga realidad de que la Argentina se presentó siempre -salvo tal vez en contadas excepciones- como nación satélite de otras más poderosas e influyentes. Nunca fue dirigente sino dirigida y cuando adoptaba una actitud tenía que poner la mirada tanto en los intereses argentinos como en los extranjeros dominadores de nuestra economía. Mal que pese a muchos, esa realidad se ha transformado. Hoy no somos ya colonia económica, y no por los afanes imperialistas que maliciosamente se nos atribuyen, pese a mis constantes desmentidos, sino por la fuerza de nuestra cultura, de nuestro sentido humanitario y pacifista, por el hecho indiscutible de nuestra libertad y de la adhesión ciudadana a la acción del gobierno, por nuestras medidas de justicia social y por nuestro firme propósito de defender nuestro sistema institucional y con él las esencias fundamentales de la civilización occidental sin rechazar, antes bien impulsándolas, las variaciones que imponen los tiempos, somos escuchados con respeto por todas las naciones y apoyados por gran parte de ellas. Los intentos de desacreditarnos han fallado y la verdad es que en el exterior aquellos hombres que han tenido la loca pretensión de inmiscuirse en nuestros asuntos y de marcar el camino a la ciudadanía argentina, han fracasado ruidosamente, porque nuestro pueblo ha rechazado altivamente el intento y sus propios pueblos les han vuelto la espalda con desdén. Me sería fácil en estos momentos poner de relieve otros hechos demostrativos de cuanto digo. Pero no es mi propósito examinar ahora los problemas internacionales, sino referirme a las cuestiones internas.
La campaña de descrédito a que he aludido, se asienta en el falseamiento de los hechos políticos y de los hechos económicos. Hoy hablaré de los aspectos generales de la campaña y de los métodos que se emplean para desarrollarla; métodos, en verdad, poderosos, porque para aplicarlos se han coaligado la vieja política, la prensa netamente capitalista, un sector considerable del capitalismo que torpemente ve en los avances sociales un peligro para sus intereses, los enemigos que en el exterior mantienen ideales extremistas de izquierda o de derecha, y los enemigos que en el interior sirven tales doctrinas foráneas, incompatibles con nuestra tradición y con el sentido de nuestra Constitución.
Examinemos en primer término la actitud de algunos periódicos que secundan manifestaciones impulsadas por políticos apasionados y desorbitados. Pretenden presentar la situación de la Argentina como la de un Estado enemigo de la libertad y de la democracia; imputación fácil de hacer y que se puede lanzar impunemente contra todos aquellos que no participan de las ideas del imputador. Posiblemente no habrá en el mundo ni un solo gobernante -ni el mismo presidente Truman- que no se haya oído tachar de totalitario por el solo hecho de combatir el comunismo, lo que lleva a la paradoja de que se califique de totalitarismo a quienes impugnan un sistema tan netamente totalitario como pudo serlo el fascismo o el nazismo.
Para conseguir el efecto buscado, el primer eslabón consiste en afirmar que en la Argentina no existe libertad de prensa ni libertad de pensamiento. Pero tal afirmación está desprovista de fundamento. No hay censura para los libros, ni para los espectáculos, ni para la prensa. La simple lectura de los periódicos, lo acredita plenamente. Las agencias y los diarios que se denominan a sí mismos serios, adoptan aires de gran señor para lanzar la insidia, la mentira y los más burdos sofismas. La prensa menor, ciertos semanarios, no se preocupan del estilo y no emplean otra cosa que la procacidad, la vulgaridad, el insulto, el desacato y la calumnia. No hay para qué decir que aquellos hacen mas daño que estos, porque la literatura de libelo lleva en su naturaleza los gérmenes del propio descrédito y, a la larga, produce nauseas hasta a los mismos que en principio la alentaron como válvula de escape a la amargura producida por una tremenda derrota electoral.
Sin embargo, quiero recodar que el gobierno se ha mantenido sereno frente a los ataques y ha dejado que todo el mundo diga lo que quiera, lo mismo si lo hacía en forma correcta, que si se metía plenamente en el campo del delito. En cuanto a la critica serena, pienso a mantener igual actitud, pero no estoy muy seguro de haber procedido bien al actuar con excesiva indiferencia frente a las expresiones de tipo delictuoso, porque ellas han servido para crear un clima mefítico y cloacal que yo, personalmente, puedo despreciar, pero como gobernante he de impedir en el momento mismo de advertir que la lenidad afecta al prestigio del Poder Ejecutivo y en el extranjero se esgrime como elemento de ataque a la Argentina.
Los hombres de la oposición -y al referirme a ellos quiero dejar a salvo todos los respetos, y aun toda la gratitud que debo a quienes nos combaten con altura de miras y con expresión elevada- están demostrando sólo una cosa: que son malos perdedores. Anunciaron por doquier mi derrota electoral, se coaligaron en una mal llamada U. D. llevaba dentro la inevitable descomposición por la incompatibilidad de sus elementos y por la corrupción de sus ingredientes, y sin embargo fueron ellos los derrotados. Y como habían puesto su jactancia al mismo nivel que su vanidad, ahora que han perdido y desde el momento mismo en que perdieron, vale decir, cuando todavía ignoraban cuál iba a ser la acción del gobierno, se lanzaron a la innoble actitud del ataque por la calumnia y de la difamación como arma única de combate. Para ello no han vacilado algunos en situarse en tierra extranjera para despotricar contra el gobierno de su país. La tribuna pública y las bancas parlamentarias, son utilizadas no para hacer una crítica y una oposición serenas y constructivas fundamento de toda democracia, sino para buscar el desprestigio de otros hombres. Es verdad lo que acabada de decir en reciente visita el presidente de un país hermano: que sin oposición no hay democracia. Pero no es menos cierto que la oposición tiene responsabilidades y deberes similares a los del gobierno, por lo cual cuando la oposición no es consciente, altruista, desinteresada, serena, objetiva, impersonal, sino atrabilaria, infecunda, negativa, grosera y contumaz, ni puede haber tampoco democracia ni siquiera el mínimo de condiciones para una convivencia civilizada. Ese sistema de lucha es particularmente objetable cuando se emplea contra un régimen que se basa, guste o no guste a la oposición, en las normas de nuestra Carta Magna. No se trata ya de debatir ideas y procedimientos, sino de hacer guerra de nervios, lo que con expresión modernísima ya empieza a llamarse la "guerra en frío" y únicamente así se explica que se organicen grupos de individuos para difundir simultáneamente sobre diversas zonas de la capital, rumores falsos y especies caprichosas.
Esa oposición finge defender la democracia cuando en realidad la está minando en sus cimientos. Y si de esto precisase alguna prueba, se encontraría en el hecho de la actitud que adopta en relación con las fuerzas armadas de la Nación, de una parte quieren implicarlas -faltando a elementales conceptos democráticos y constitucionales- en las responsabilidades del gobierno; y de otra no desperdician ocasión de halagarlas para ver, ¡vano intento!, si las ponen frente a los actuales titulares del Poder Ejecutivo. Para sacarse la espina de la derrota electoral, para satisfacer sus instintos vengativos, buscan ansiosamente la manera de echarse en los brazos del primer general que estuviese dispuesto a recibirlos -si es que hubiese alguno- para provocar una sublevación que acabase con mi gobierno constitucional para implantar una dictadura a su medida, aunque ella tuviera que ser "made in" cualquier nación extranjera.
Como la campaña difamatoria no da los resultados apetecidos, la oposición ha entrado en la etapa de los pronósticos truculentos, y es ella la que me ha movido a pronunciar estas palabras. Echando mano de la "caja de los truenos", no ha faltado político de tierra adentro capaz de afirmar "que se ausentaba del país porque iban a producirse cosas muy graves". Ni hemos carecido tampoco de malicioso agorero que atribuyéndose la condición, no sé si de Júpiter Tonante o de Vulcano regulador de las erupciones ígneas, ha anunciado que la suerte de este Gobierno estaba ya sellada y que asistíamos a los últimos días de Pompeya. Por suerte, Pompeya es el gobierno. Y digo por suerte, ya que Pompeya, sepultada en lava y no en malas pasiones, ha dejado, al cabo de los siglos el recuerdo de una civilización magnífica y de un arte exquisito. Nosotros, en cambio, tuvimos la dicha de asistir a los últimos días de una Sodoma política, castigada por el fuego celestial a causa de su depravación.
Claro es que en los errores de la oposición, existen matices. Y así, en la escala de la violencia y de la difamación, ocupan más alto lugar quienes más profundamente sufrieron la derrota. Pero, ¿qué culpa tenemos nosotros de que el Partido Socialista sintiese en carne propia el desdén electoral de las masas trabajadoras a las que, por otra parte, siempre despreciaron y a las que traicionaron en momentos decisivos, para aliarse con el capitalismo dominante y servirle disimuladamente? Y conste que no me estoy refiriendo al contubernio de última hora, sino a su trayectoria de creciente aburguesamiento. No se hagan ilusiones. De su fracaso o, para mejor decir, de las razones de su fracaso, no se van a salvar por mucho que multipliquen sus falsedades, sus injurias, sus expresiones de bajos fondos. Cada vez se entierran más, porque los elementos obreros que se dejasen seducir por su campaña, no irían a engrosar o, más exactamente, a nutrir sus filas, sino las de otro partido con el que esta en pugna de socialismo internacional. Ese partido, hipotético beneficiario de la campaña contra el gobierno, el partido comunista ha adoptado una táctica más hábil, aunque bien conocida, que es la infiltración en los medios obreristas. Actúa de lobo con piel de cordero. Dice apoyar muchos actos del Poder Ejecutivo, pero marca directivas para el saboteo de la labor social; fomenta las huelgas para adjudicarse el éxito de su solución, grita, cuando lo considera oportuno, ¡viva Perón!, y no obstante trata de mezclarse con las clases populares para anarquizarlas y ver si las desvía de la ruta que han emprendido, dice haber roto con la U. D., pero al igual que ella lucha contra la justicia social del Gobierno y contra la independencia económica del país; fomenta en el campo y en las fabricas la merma de la producción, la carrera de los salarios, las peticiones de declaración de insalubridad en el trabajo; y todo ello con el propósito de que llegue un momento en que el gobierno tenga que oponerse a los excesos y poder aprovechar la oportunidad de enfrentarle con los trabajadores, y actúa por órdenes del exterior en un sabotaje organizado.
Pero no son únicamente los comunistas quienes sabotean la economía del país y el normal desenvolvimiento de sus instituciones. Junto a ellos hay que señalar y condenar a los partidos que a pretexto de apoyar la obra del gobierno, actúan por su sola cuenta y adoptan procedimientos totalitarios incompatibles con la constitución Argentina y con la vida de unas instituciones cuyo titulo se encuentra en el sufragio popular. Y también han de entrar en la condenación aquellos industriales y comerciantes que con un mal entendido criterio sobre su conveniencia particular, anteponen ésta a los supremos intereses la de la Nación. Entre ellos, y entre quienes todo lo encuentran apto para sus desmedidos negocios, se encuentran los agiotistas y los especuladores, los acaparadores y los creadores de bolsas negras. Tengan, sin embargo, cuidado porque el juego puede convertírseles en peligroso, primero por la enérgica acción del Poder Ejecutivo, decidido a impedirlo, y segundo porque si el Poder Ejecutivo fracasase en su intento podría ser el pueblo quien les ajustase las cuentas.
Ya sé que de todas estas palabras se querrá deducir la consecuencia de que agito demagógicamente a las masas para lanzarlas contra los periódicos y contra los productores. Tan acostumbrados estaban los políticos a proceder con tapujos, a resolver entre ellos todos los asuntos con las consabidas "medias palabras", que no conciben que se pueda hablar claramente al pueblo. Pero el pueblo sabe bien que no incito a nadie contra nadie, que presento los hechos como son y que advierto lealmente los peligros de ciertos métodos combativos. Pero será para los que no lo entiendan así y para los que no cambien de táctica. Cumplo mi deber y al aceptar la responsabilidad de mis actos, dejo a los demás con los suyos.
Conste bien que toda esa gama de enemigos del orden y de la tranquilidad publica -no me cansare de repetirlo- nada tienen que ver con una oposición constructiva y provechosa. Aquellos, contrariamente a esta actúan a base de falsedades, calumnias y sofismas, para engañar a la opinión pública y no para esclarecerla. Combaten al gobierno para debilitarlo, no para encaminarlo. Hablan del país no para beneficiarle, sino para obtener un provecho personal.
Es necesario que todo eso termine. Para conseguirlo bastan los recursos normales que nos da la ley. He dicho que seríamos tolerantes hasta con la intolerancia, pero que no toleraríamos la delincuencia ni la infamia. Hasta ahora no hemos extremado, ni siquiera empleado los medios represivos que lícitamente están a nuestro alcance. Y nuestra moderación se ha inspirado principalmente en que los autores eran nuestros enemigos mortales. A su ofuscación, a su odio y a su falta de altura, hemos preferido oponer la serenidad y el desdén. Mas nuestra actitud ha de estar limitada por la necesidad de defender el bienestar y la tranquilidad colectivos. Hemos tratado por todos los medios de pacificar los espíritus, pasando por alto una beligerancia permanente, un sabotaje sistemático, una lucha sin cuartel contra el bien mismo del país, una agitación activa y una conspiración permanente contra el orden por los elementos, para nosotros bien conocidos, de la U. D., donde marchan del brazo oligarcas y comunistas, unidos para provocar en el país una lucha que sólo puede acarrear el mal de todos, frente al bien de la patria que es lo que defendemos. Una mayoría extraordinaria, en comicios puros, nos ha investido del poder que queremos ejercer con prudencia, pero sin debilidades. Frente a ello encontramos una oposición compuesta por políticos desplazados y comunistas internacionales, mancomunados tal vez sólo por la circunstancia de que ambos trabajan por cuenta de intereses o amos extranjeros. Nosotros esgrimimos la verdad, la ley y el derecho; ellos la conspiración, la lucha ilegal y el procedimiento artero de la calumnia, la mentira, la deformación de la realidad en provecho de una causa que ha sido desahuciada por el pueblo y aplastada por los comicios más puros y más limpios que el país ha conocido.
Ellos trabajan por la esclavitud de las masas argentinas, esclavitud amarilla o roja, pero esclavitud al fin. Nosotros hemos demostrado con hechos incontrovertibles que luchamos por los derechos del hombre que trabaja y produce. Por ello nos sentimos apoyados por el pueblo mismo y esa ha de ser nuestra fuerza de combate, si sigue la insensatez de que hasta hoy han dado prueba nuestros adversarios y con ello provocan una lucha que hemos de seguir hasta el fin, si nos vemos obligados a caer en el extremos que deseamos evitar por todos los medios a nuestro alcance.
Ellos emplean el sabotaje, la agitación, la infiltración comunista, el atraco, el engaño en las masas. Nosotros no tenemos otro medio que la verdad, y la verdad ha de triunfar al fin, como ya triunfó. Por eso pretenden encender la lucha, porque saben que, por medios pacíficos, el pueblo no ha de elegir al que los engaña u ofrece una esclavitud amarilla o roja, sino la liberada que todo argentino desea y respeta. No serán los políticos pasados de moda, con todas sus mañas y toda su dialéctica de intelectuales ignorantes, los que puedan volver a esclavizar al pueblo ni con promesas que nadie cree frente a la experiencia; ni con palabras sibilinas que todos descartan frente a la realidad. Esos ancianos, que anduvieron cincuenta años disfrazados de izquierdistas, mientras entregaron a las masas de trabajadores a sus ocultos "socios" que los utilizaron para defender sus empresas, ya no pueden engañar a nadie. Ellos mismos han enseñado a los trabajadores argentinos, el camino para que no puedan ser burlados otra vez, como los burlaron ellos. Nosotros, con todos los errores y todas las imperfecciones, tenemos una virtud que ellos no supieron tener: la buena fe y la buena intención. Con ese escudo somos invencibles, máxime si nuestros enemigos esgrimen armas tan débiles como la difamación calumniosa, la mentira y el recurso de mala fe. Que no olviden ellos que, para triunfar, la primera condición requerida es que se luche por la verdad y la buena causa. ................. |
1947-09-23 | En acto un acto en la Plaza de Mayo, durante la promulgación de la ley que acuerda derechos políticos a las mujeres : | En acto un acto en la Plaza de Mayo, durante la promulgación de la ley que acuerda derechos políticos a las mujeres Conciudadanas y conciudadanos: La ley reconociendo los derechos civiles a la mujer modifica un estado de cosas que representaba ya en nuestro medio un anacronismo político. Reconoce que no habíamos cumplido integralmente nuestra Constitución, y este derecho que asiste a la mujer igual que al hombre, tardíamente reconocido, viene a llenar un vacío que la moral y el espíritu de la nacionalidad estaban imponiendo desde hace mucho tiempo. Recordemos, que desde los viejos tiempos de la Esparta gloriosa, los hombres valían por sus mujeres. Recordemos, que en nuestra historia, la mujer luchó, desde los cimientos de nuestra nacionalidad al lado de su hombre. En los primeros combates por nuestra independencia, a lo largo de toda la historia argentina, la compañera inseparable del hombre que luchó y murió por nuestra causa, fue su mujer. Resabios de la incultura y la incivilización de pueblos primitivos, nace y vive en las mentes de algunos hombres, para quienes la cultura no ha representado sino un beneficio material. Esos resabios son los que han permitido llegar hasta 1947, con la mujer relegada a un lugar secundario en la vida de este pueblo, cuando ella debe de ser la formadora de la nacionalidad, ya que es la primera maestra del niño en la cuna misma. Es allí, en la misma cuna, donde comienza a enseñarle al hombre que debe ser honrado, que debe ser virtuoso y que debe ser patriota. ¿Cómo negarle a ella el derecho de intervenir en las grandes decisiones del pueblo, cuando ella representa el comienzo de la vida, ella abre los ojos de sus hijos y cierra los ojos de sus viejos? Ella que nace con la abnegación y el sacrificio como normas de su vida y de su desarrollo, ella que vive sacrificada, ella que vive abnegada, ¿no ha de tener el derecho de compartir con el hombre las decisiones que nos conciernen a todos en la vida de la Nación? Son esos derechos negados los que han llegado a formar en nuestras clases dirigentes, sectores femeninos de elementos frívolos e inoperantes en la nacionalidad; mujeres que no han pensado jamás en el bien de sus hombres, sino en disipar una vida con moral o sin ella. No son ésas las mujeres que necesita la nacionalidad. El pueblo, el país, la nación, necesitan mujeres que luchen por perfeccionar la especie; mujeres que sean buenas madres, buenas compañeras de sus hombres y que no cometan la enormidad de matar sus horas esperando que el tiempo las mate a ellas sin haber hecho otra cosa. Los derechos cívicos reconocidos a la mujer argentina es una vindicación de la memoria espuria de los hombres, que no reconocieron a sus madres ni a sus hermanas el derecho de inmiscuirse en los negocios de la nación que a todos conciernen por igual. Pero, no olvidemos que con esos derechos nace un deber. Cada mujer debe pensar hoy que en nuestra tierra, que esa obligación es la de dar hijos sanos y el formar hombres virtuosos, para que sepan sacrificarse y luchar por los verdaderos intereses de la Nación. Que cada mujer piense que su obligación ha aumentado; que el Estado, paralelamente a esos derechos, tiene la necesidad de obligar y de exigir, que toda madre sea un maestro para sus hijos; que cada mujer en su casa construya un altar de virtud y de respeto para la familia; que ella intervenga en la vida pública, defendiendo esos derechos, defendiendo esa célula de la sociedad que es la familia, defendiendo ese hogar que para cada una de las mujeres deber ser sagrado; y que mientras el hombre gaste sus energías, para alimentar ese hogar, sea ella el alma que infunda en ese hogar el respeto a la virtud, que es la suprema de las condiciones humanas. Que cada una de las mujeres que intervenga en la vida pública, sea un modelo de esas fuerzas espirituales, que han de complementar la acción de los hombres para que en esta bendita tierra argentina podamos construir una sociedad que se afirme en los cimientos de la virtud fundada y mantenida por la mujer y en los valores materiales y morales que el hombre ha de defender con su brazo y con su músculo. Este maravilloso espectáculo de las mujeres y los hombres, mancomunados en iguales ideales, con los mismos objetivos, lanzando a través de los tiempos, la mirada altiva de esta nación, gloriosa e ilustre, por muchos y numerosos factores de nuestra vida nacional. Los nuevos valores espirituales que la mujer incorpora a este torrente de la sangre nacional, destinadas a vivificar y a establecer nuevos valores, que esos valores que la mujer pondrá desde hoy en juego, nos perfeccione y nos lleve a mejores destinos en lo que cada uno de nosotros en estos momentos debemos hacernos la firme convicción de cumplir. Señores, como es tarde y comienza a llover, yo les pido que como hay tantas señoras en la concentración, y como ésta es tan inmensa, que al desconcentrarse lo hagan con orden y tranquilidad. Y les pido, como siempre, que en el futuro, hombres y mujeres, todos los días, al terminar la jornada, nos preguntemos si durante el día hemos hecho algo para la patria y para la familia. ........................ |
1947-10-06 | En el acto de clausura del noveno congreso extraordinario de la Confederación General de Empleados de Comercio | En el camino, tan comúnmente áspero, que seguimos con el espíritu inflamado por el sublime sentimiento de hacer todos los días algo para dejar a nuestra patria más grande y más próspera que lo que la hemos conocido; en este camino de sinsabores, como todas las rutas de sacrificio, se encuentran a menudo oasis donde el alma descansa luego de fatigosas jornadas. Esos oasis nos brindan la inmensa satisfacción de sentirnos alguna vez comprendidos y apreciados por nuestros conciudadanos, a los cuales uno considera que no tiene mucho más para dar, habiéndolo dado todo, y nos comprometen a nuevos esfuerzos y nuevos sacrificios.
Solamente los que como yo creen que el genio es solamente trabajo, reciben la fuerza motriz para su marcha en estas exteriorizaciones que constituyen el más poderoso estímulo para perseverar en la lucha. No puede haber aliciente mayor para los que sienten a la Nación y al pueblo en lo más profundo de su corazón.
Agradezco ese estímulo, que es lo único que he aprendido a apreciar en mi vida, y lo retribuyo con mi palabra a la Confederación General de Empleados de Comercio, benemérita asociación argentina, saludando a sus representantes y delegados que desde el interior del país han llegado hasta la Capital para afirmar, con su pensamiento y su acción, una conquista más en la lucha de todos los días.
Las declaraciones de este Congreso son tan satisfactorias, para el gobierno y para la nacionalidad, que todo cuanto yo pudiera agradecer quedaría empequeñecido frente a la inmensa satisfacción que debe sentir el país, en el momento en que los representantes de un millón de argentinos llegan hasta la meta de todas nuestras conquistas para decir que ese millón de hombres, inclinados de la mañana a la noche por hacer algo grande y hermoso en esta tierra, están conformes con todo aquello que el gobierno está empeñado en realizar en medio de problemas y dificultades, a fuerza de energía y de sacrificio, y con una sola orientación: marchar rectamente por el camino de la honorabilidad para lograr el único objetivo perseguido, que es el de la felicidad presente de todos los argentinos y la grandeza futura de la patria.
Siempre he pensado que si en la verdadera democracia el gobierno ha de ser del pueblo y sus decisiones han de ser para beneficio del pueblo, poco importa que su representación haya surgido o no de un formal acto eleccionario si las masas, por sus hombres dirigentes, pueden llegar al gobierno y decirle: "Representamos a un millón de personas que piensan así, y en su nombre pedimos que se nos escuche y que se realice lo que esos hombres anhelan". ¿No es este el pueblo? ¿No es esta una representación popular? ¿O es necesario que formalmente hayan pasado por las horcas caudinas de cincuenta mil influencias espurias para poder representar al pueblo? Felizmente, nuestro gobierno ha dado ejemplo de esa comprensión popular, ya que somos una partícula de ese mismo pueblo. Afortunadamente nuestro gobierno no hace oídos sordos cuando se trata de peticiones del pueblo, porque entendemos el mandato que desempeñamos como un pacto bilateral. Yo he sido puesto para gobernar en nombre del pueblo, para cumplir sus aspiraciones y para interpretarlo, y el día que la mayoría del pueblo no estuviese de acuerdo con mis acciones no me quedarían más que dos caminos: o cumplir a disgusto con mis funciones o abandonar el gobierno.
De ahí mi enorme satisfacción frente a las decisiones de este Congreso que representa a los empleados mercantiles de este país, decisiones que tienen para mí un valor extraordinario, dado que por ellas voy sabiendo en forma directa y fehaciente que estoy cumpliendo con mi deber. La base de la estabilidad con que he de sentirme en el puesto que ocupo, está afianzado por esa sola circunstancia. El día que no fuese capaz de cumplir con mi deber, prometo al país que no permaneceré un segundo más en la Presidencia de la Nación.
Me llega este estímulo en momentos en que desde diversos ángulos estoy obteniendo la comprobación real de los efectos de medidas de gobierno tomadas con mucha anticipación. Yo analizo los diversos factores desde un punto de vista objetivo. Es inútil la subjetivación de los hechos cuando los objetivos de su realización nos muestran claramente los aciertos y desaciertos de una tarea de gobierno.
Analizo nuestro panorama en lo que se refiere a la política internacional, a la política económica, a la política social y a la política cultural, y voy apreciando cada uno de los factores que nos están dando los índices de los aciertos y de los errores de mi gobierno.
En el orden internacional advierto que mi país va subiendo paulatinamente esa cuesta que resulta tan pesada en el desenvolvimiento de las relaciones entre los países de la tierra; lo voy viendo crecer; veo que se nos considera, que desaparecen los obstáculos que se oponían al avance nuestro; veo en la Sociedad de las Naciones, entre los hermanos de América, en el mundo entero, que somos considerados y que somos prestigiados. ¿Cómo no he de creer, entonces, que estamos procediendo con acierto? En el campo internacional nadie regala nada. Allí hay que luchar efectiva e inteligentemente por el prestigio de una Nación. Yo digo que los pueblos no tienen amigos permanentes, sino intereses permanentes. La República Argentina sigue una política prudente. No busca interponerse en el interés de nadie, sino cumplir su vida de trabajo, de sacrificio y de engrandecimiento dentro de sus propias fronteras. La República Argentina tiene intereses paralelos con todos los demás pueblos y nunca intereses contrapuestos con los de las demás naciones. La República Argentina sabe que cuando se establecen intereses paralelos aún los enemigos pueden ser amigos.
No estamos contra nadie. Estamos a favor de todos. Esa ha sido y seguirá siendo la doctrina argentina. No hemos de ser tampoco instrumento de la ambición de nadie; y entendemos que así como en el orden interno hemos auspiciado el derecho de los más débiles a fin de equilibrarlo con el de los más fuertes, en el orden internacional han de defenderse con igual fuerza y valor los derechos de los pueblos débiles frente a los derechos de los países fuertes.
Por eso es que nuestra doctrina, que ha triunfado ya en lo interno, ha de triunfar también en lo internacional, porque la República Argentina no estará jamás detrás de una mala causa pero tampoco estará ausente para defender las buenas.
En cuanto al orden económico, para juzgar la economía de un país pueden utilizarse dos métodos. El objetivo, que se hace por comparación con los demás países, y el subjetivo, que se realiza por lucubración teórica de causas y efectos. Este último no puede ser tan claro como el primero porque se presta a la retórica y la condensación de un sinnúmero de conclusiones que bien no pueden ser exactas.
Yo recurro al primero y pregunto si este país se ha encontrado en algún momento de su historia en una situación más brillante en cuanto a bienestar que la que actualmente disfrutamos. Pregunto si alguna Nación de la tierra, desde el punto de vista económico, puede hoy ostentar un presente más brillante y un porvenir más promisorio. Me planteo el interrogante de como deberíamos juzgar nuestra situación económica de diez años atrás si considerásemos mala la de este momento. Entonces no teníamos nada de lo que hoy tenemos como patrimonio del Estado; no existía nada asegurado en manos argentinas y para el porvenir de nuestros hijos y de nuestros nietos.
Los opositores van a seguir sosteniendo que no procedemos bien, que la única manera de poder gobernarnos económicamente es entregando nuevamente los resortes económicos de la Nación a los antiguos consorcios capitalistas extranjeros, y que no estamos en condiciones de administrar lo que producimos en riquezas.
Sabemos que esos grandes financistas son maestros en el manejo de la riqueza, pero sabemos que son maestros de manejarla en su provecho y no en el nuestro. En esto ya hemos tomado partido; preferimos administrar mal lo nuestro, para nosotros, a traer un sabio que administre bien para él.
Sería largo enumerar los innumerables factores que gravitan en el orden económico. Pero los economistas un poco a la antigua en sus concepciones olvidan que no solo influyen en la economía los factores puramente económicos. Hoy juegan otras causas, que habían sido olvidadas en los últimos años, pero que intervienen en modo preponderante.
Me refiero al aspecto social. Conformando a los artífices de la riqueza de los Estados, se da estabilidad al propio sistema económico. Si se olvida el papel que desempeña lo social en la organización económica de los estados, se podrá construir un sistema al parecer poderoso, pero que puede derrumbarse algún día, de la noche a la mañana, y no levantarse jamás.
Lo que puedo decir es que la economía argentina está bien consolidada, bien asegurada, que hemos de mantener el equilibrio y que mientras este exista no habrá absolutamente ningún peligro pese a lo que digan los pasquines, pese a los que desde el anonimato y en lo subrepticio, por propia modalidad, esgrimen argumentos inaceptables por oposición sistemática. Seguirán diciendo que vamos a la ruina, mientras ellos ganan todos los días un poco más. Afirmarán que el gobierno realiza negociados, mientras todos los días mandamos a uno de ellos a la cárcel o lo entregamos a la justicia para que rinda cuentas. Si estamos persuadidos de que hemos de terminar con esta clase de negociados, ellos deberán convencerse, también, que habrán de concluir con sus negociados.
En cuanto a la situación social de la Nación no sería del caso que yo la mencionara ante ustedes, que en un brillante congreso, realizado con la representación auténtica de todo el gremio, concluyen apoyando un movimiento que más que mío es de ustedes mismos. Son ustedes los artífices de su propio destino.
Yo he de terminar, porque soy un hombre; ustedes habrán de prolongarse en el tiempo, porque son una institución. Lo que aspiramos que sea eterno en el país ha de pertenecer más a ustedes que a la efímera vida de un hombre, que puede pasar quemándose en el espacio para alumbrar un momento de la vida argentina.
Deseo hacer un pequeño paréntesis y detenerme ante un hecho. El gobierno tiene una multitud de problemas a resolver, pero hay uno con el que está en mora, y es, precisamente, el que atañe a la organización del turismo para los trabajadores. No se ha podido asegurar aún la adopción de un sinnúmero de medidas que permitan al empleado y al obrero, que trabaja todo el año al pié de una máquina o frente a un mostrador, oxigenarse durante un mes en la montaña o a orillas del mar. Agradezco, entonces, el empeño que ustedes ponen en la instalación de colonias de vacaciones o lugares de esparcimiento, porque es una tarea que el gobierno tiene obligación de realizar. Ya vendrá la crítica de los opositores que dirán que el gobierno regala dos millones de pesos, pero yo les contesto que es preferible que ustedes se encarguen de la obra, porque si la hiciera el Estado gastaría cuatro millones. Agradezco, pues, que la Confederación General de Empleados de Comercio tome a su cargo la realización de los trabajos.
El turismo obrero debe ser encarado por todos los países civilizados de la tierra, porque no sólo el pudiente ha de disfrutar de un poco de yodo en el mar o de un poco de oxígeno en la montaña, sino que cada uno de los hombres que trabajan debe reponer sus energías gastadas por el trabajo para regresar con nuevos bríos a la labor diaria. Es de felicitarse que sean los propios asociados quienes se encarguen de fijar los lugares de recreo y de organizar las excursiones para disfrutar de un merecido descanso que reponga de la larga y agotadora tarea desarrollada durante un año. El turismo habrá de extenderse a todos los gremios y por eso estamos organizando en Córdoba, Mendoza y Bariloche, colonias de vacaciones para llevar, en un futuro no muy lejano, a todos nuestros trabajadores, facilitándoles el transporte y el abastecimiento a precios económicos.
Como no he de sentirme intensamente feliz, si frente a todos nuestros inconvenientes, si en medio de tantos afanes, las grandes agrupaciones útiles y constructivas de nuestro país nos declaran su decidido apoyo en la obra en que estamos empeñados: hacer un poco más felices a todos los argentinos. ¡Como no he de sentirme inmensamente dichoso cuando en un acto de esta naturaleza una de las agrupaciones más representativas del trabajo nacional le dice a los hombres de gobierno que está conforme con lo que el gobierno hace y que lo apoya porque su obra es justa y patriótica! Con tales manifestaciones, un gobernante se siente inmunizado y fortalecido para enfrentar a la calumnia, a la insidia y a la incapacidad.
Señores: les agradezco que me hayan ofrecido esta oportunidad y tamaña satisfacción. Sé bien cuales son los valores que adornan a esta benemérita asociación de empleados de comercio; sé bien lo que vale que ustedes compartan nuestros desvelos, y aprecio en su justo valor las palabras prudentes y sabias que acabo de escuchar a los delegados de la confederación. Cuando se está en compañía de hombres que representan la prudencia, el buen juicio, se halla uno en buena compañía. Al agradecerles esta amabilidad, que me hace tan inmensamente feliz, quiero manifestarles que estoy construyendo para el porvenir, porque los pueblos no comprenden los tiempos presentes. En materia de reconocimiento conjugan solamente los tiempos pasados y cuando un sector de la importancia de la Confederación de Empleados de Comercio hace llegar al modesto ciudadano que soy, en ejercicio de una función de gobierno, su palabra de estímulo y de aliento, ese gobernante puede dar gracias a Dios porque hechos tales constituyen verdaderas excepciones en la vida de los hombres que han puesto la suya al servicio de la nacionalidad. ................. |
1947-10-09 | En el acto en que fue promulgada una nueva Ley Universitaria | Con viva emoción dijo llego hoy al recinto de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Quiero que sea aquí, dentro del ámbito de sus viejos muros, donde tenga lugar el solemne acto de la promulgación de una nueva y fundamental ley, cuya sanción fue propiciada por el Poder Ejecutivo. Estatuto reclamado por la voz autorizada de los maestros, intérpretes también de las necesidades de los alumnos cuya palabra fue oída. Cuerpo orgánico que vendrá a ordenar la vida universitaria de la Nación en armonía con la preside el normal desenvolvimiento de sus otras actividades. Ordenamiento no ajeno a hondas modificaciones que en el mundo se vienen operando y que repercuten, como es natural, en el campo de la cultura. Ley acorde, en fin, con el espíritu que preside la profunda trasformación, quiero decir la profunda y ya histórica revolución -lo quieran o no nuestros adversarios-, de la que somos cuerpo y alma: la nueva y trascendental ley universitaria 13.031.
Ya en el mensaje con que el Poder Ejecutivo sometió al H. Congreso el proyecto de ley universitaria, se explicaban las razones premiosas y graves en virtud de las cuales se propiciaba la sustitución del régimen imperante desde el año 1865, por otro más acorde con las necesidades del país. Este anhelo de reformas concretado y sistematizado en el aludido envío no era ciertamente fruto de una improvisación, ni mucho menos producto de transitorias y circunstanciales exigencias, sino, por el contrario, traducía una necesidad impostergable hecha conciencia en los espíritus serios y responsables, los cuales veían con angustia el estancamiento operado en la vida universitaria de la Nación. Reclamo que, no obstante arrancar desde mucho tiempo atrás, tropezaba, apenas se intentaba ponerlo en práctica, con la oposición sistemática y pertinaz de los intereses creados, por una parte; y por la otra, con los estorbos opuestos por el complejo de oscuras fuerzas extrañas que se oponían a cuanto significara un progreso para la Nación y un apoyo al proceso de su desenvolvimiento. Se demoró así durante años y años la sanción de una reforma por la que clamaba el país, la cual recogiendo las experiencias que la aplicación de la ley Avellaneda había dejado como fruto, y de las imperfecciones puestas de manifiesto durante su aplicación, así como también de las deficiencias recogidas y anotadas desde la fecha en que entrara en vigor, diera el instrumento cultural adecuado para regir la vida universitaria nacional. Porque la verdad es que los propios autores de esta ley fueron los primeros en comprender que el instrumento legal estructurado por ellos no tenía carácter permanente. Lo consideraron, simplemente, como un ensayo cuyas previsiones -cuatro artículos, incluido el de forma- no tenían la aspiración de solucionar de manera definitiva el problema planteado por la debida organización de las universidades argentinas. Si un argumento hay que prueba de modo fehaciente la verdad de que este aserto, es la lectura del debate que precedió a la sanción de la ley 1597 -discusión silenciada deliberadamente con frecuencia- y que resulta particularmente ilustrativo. Lo cierto es que a poco de sancionada la ley fue dado advertir como ella, infortunadamente no llenaba las necesidades a las cuales había buscado dar satisfacción. No puedo sorprender a nadie, pues que, al cabo de poco tiempo, como se ha dicho, comenzarán a advertirse y señalarse los defectos de la ley, y empezaron a llegar al Congreso los petitorios con las reformas que se auspiciaban. Y de inmediato comienza a exteriorizarse, cada vez en forma más enérgica y perentoria, el vehemente anhelo exteriorizado por voz de algunos maestros -advertidos del mal que aquejaba a la universidad y al que el estatuto sancionado no había sido apto para ponerle remedio -y de los estudiantes, de que se procediera a la total modificación del régimen vigente. Se ha recordado, por ejemplo, que entre muchas de las autorizadas opiniones que, con la autoridad con que las investía una larga dedicación a esos especializados problemas, se oyó la del doctor Ernesto Quesada, académico titular de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, profesor titula de sociología y letras, quien escogiera como tema central del solemne discurso de la colación de grados de 1906, el siguiente: "La crisis de la universidad argentina", documentando en él las deficiencias de que adolecía su organización y la necesidad de subsanarlas. Ya para esos años ha comenzado el proceso histórico que se conoce con el nombre de la reforma universitaria. Sus directores, movidos por nobles anhelos, procuraban ajustar el organismo universitario a lo que él debía ser: el recinto donde se estudiara, discutiera y ventilaran los problemas que afligían al país; que se llevara a la cátedra y así se reflejara a los alumnos la visión de la realidad circundante; que los profesores dedicaran sus actividades a formar con seriedad y amor a su magisterio a las jóvenes generaciones de argentinos. El mundo salía de una guerra y las graves cuestiones nacidas de esa conflagración venían a través del océano a golpear las puertas del país. Era pues menester prestarles atención y la universidad la obligada a tener para con ellos oído más fino y sensibilidad más aguda; lo que ciertamente no ocurría. El primer manifiesto reformista de Córdoba, al hacerse eco de todas estas críticas, expresaba enérgicamente su repudio al sistema imperante y se dejaba constancia en forma que no podía ser más dura que "la Universidad había sido hasta entonces el refugio secular de los mediocres". Y tenía razón.
La Universidad no enseñaba. Había perdido la dirección de la vida espiritual del país. Mientras un mundo nuevo evolucionaba y se transformaba, a veces violentamente, el ritmo de los nuevos acontecimientos que se sucedían vertiginosamente, la Universidad vivía inmóvil, detenida en su curso y ajena en absoluto a las inquietudes que provocaban la preocupación, no ya de los estadistas y de quienes se interesaban por los asuntos públicos, sino inclusive del hombre de la calle. Ese estado de cosas no podía subsistir. Por eso la reforma se abrió paso; porque traía consigo un equipaje de esperanzas, y con él el mandato de quienes veían en la causa de la cual era ella vocero, el medio apto para liberar a la Universidad de los males profundos y graves que la afligían. Por si la reforma triunfó, en el sentido formal de la palabra, su victoria fue efímera, pues no supo imponer en los hechos los principios por lo que habían dado sus mejores energías, y hasta su sangre, a veces, los hombres que habían respaldado y alentado ese movimiento. Fracasó lamentablemente. Y eso es oportuno y útil recordarlo. Bajo la bandera de la reforma habíanse unido las más nobles y puras esperanzas de quienes querían para la Universidad un nuevo espíritu. Y sin embargo, no fue capaz de organizar las condiciones adecuadas para el logro de ese objetivo, y el espíritu viejo continuó imperando con un nombre distinto. Es que en el fondo, y como infortunadamente muchas veces ha ocurrido en nuestros procesos históricos, las fuerzas oscuras de la antipatria habían ganado la última batalla. La cátedra siguió siendo después de la reforma, fortaleza puesta al servicio de los intereses personales; otras veces bastión y avanzada de imperialismos, que los hubo de todas clases -desde los que se presentaban con un hábito de circunspección y que les venía de un uso tradicional, hasta los otros, impacientes y malhumorados en el ejercicio de lo que ellos creían el goce de una prerrogativa-. Estratégica trinchera desde la que se diezmaba, por remunerado encargo, la conciencia de una juventud, a la que se aspiraba a formar en una suerte de colonialismo intelectual apto a sus aviesos propósitos. Se utilizó la cátedra como tribuna de propaganda política, y para colmo de baja y subalterna política doméstica; se vendieron y compraron a la luz del día elecciones y electores; se traficaron ternas, se puso precio a la obtención de una cátedra; y cuando se vio peligrar esos privilegios logrados con recursos inescrupulosos, se batió el parche de la supuesta autonomía universitaria consagrada por la ley Avellaneda. Lo cual era una mentira. Porque esta ley, y ¡eso sí que se silenciaba cuidadosamente!, en modo alguno había consagrado tal autonomía ni mucho menos. En efecto, como tuvo ocasión de expresarlo el Poder Ejecutivo en oportunidad de discutirse la nueva ley Nº 13.031, la ley Avellaneda no habla ni de independencia ni de autonomía, pero aunque lo hubiera dicho -que, repito, no lo dice- tampoco habría cambiado la faz legal del problema, pues la naturaleza de las cosas no depende del nombre que se les dé, sino de lo que real y efectivamente son. Lo que traducido al caso significa que la mayor o menor autonomía de un organismo no depende del mayor o menor número de veces que esta palabra figure en sus estatutos, sino de lo que este organismo esté capacitado para hacer o no hacer. La ley Avellaneda, por ejemplo, circunscribe las funciones del Consejo Superior "a resolver las cuestiones contenciosas que hayan fallado las Facultades; fijar los derechos universitarios con la aprobación del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, y dictar los reglamentos que sean convenientes y necesarios para el régimen común de los estudios y disciplina general de los establecimientos universitarios". Otro tanto ocurre con el aspecto económico, con referencia al cual la ley Avellaneda se limita a expresar que "los derechos universitarios que se perciban, constituirán el fondo universitario, con excepción de la parte que el consejo superior asigne, con la aprobación del ministerio, para sus gastos y para las Facultades". Como se ve, no asegura ni siquiera su autarquía económica, sin la cual las demás atribuciones o derechos que se puedan reconocer a la Universidad son manifestaciones líricas desprovistas de todo sustento real y efectivo. Otros de los males que aquejó la enseñanza universitaria fue derivado de la falta de buen sentido, me atrevería a decir de sentido común, en la confección de los programas de enseñanza. Se abrumó al alumno con exigencias superfluas, con cuestionarios cuya lectura daba la cabal impresión de ser hechos para un país que no fuera el nuestro, pues en ellos se omitía el estudio de asuntos vinculados directamente a la vida de nuestra colectividad y fundamentales para el desarrollo de ésta, y en cambio se imponía al alumno la obligación de informarse de una multitud de dados sin importancia y ajenos en absoluto al medio dentro del cual se debían desenvolver sus actividades. Frente a ese sombrío panorama nos encontramos los hombres que asumimos la responsabilidad de la revolución. No se trataba de cambiar hombres. Es hubiera sido un tarea minúscula e inútil; lo que importaba, sí, era transformar el sistema y modificarlo en lo que tenía de malo. Lo que importaba era insuflar a las instituciones un nuevo espíritu, ajustándolas en su ordenamiento en las nuevas necesidades y a la hora en que vive la humanidad. Frente a una universidad desquiciada por la política, cuyos profesores no habían sido contemplados como debían serlo en razón de su propio magisterio; de un organismo cultural divorciado del país; de una universidad que no cumplía con su cometido cual es el de formar a las jóvenes generaciones de argentinos, era necesario encarar la reforma del régimen vigente atacando la propia raíz del mal, para poner así remedio al estado de cosas imperante. He dicho antes de ahora, y lo reitero, que la universidad debe ser ajena a la política. Lo contrario, y así la experiencia lo ha demostrado, importa introducir el germen de hondas perturbaciones y de futuras querellas; se relaja la disciplina y se falta el respeto a la propia investidura, que por definición importa la equidistancia frente a problemas que, como el político deben ser dejados a otras instituciones. El profesor debe enseñar: he ahí su función; el estudiante aprender: he ahí su tarea. Logrado esto, se tendrá solucionado el más importante de los problemas. Hemos visto ya las lamentables consecuencias que lleva aparejada la intromisión de la política dentro de los claustro universitarios, y por eso, el gobierno no está dispuesto, ni habrá de tolerar, que sus claustros vuelvan a convertirse en comités de acción política. Hemos dicho que la primer misión que incumbe al profesor universitario es la de enseñar. Para ello es necesario, conforme ha manifestado reiteradamente, que existía un íntimo contacto con el alumno y que el maestro tome e invierta todo el tiempo necesario a fin de hacer llegar sus ideas al estudiante, conocerlo y orientarlo. Del mismo modo, debe existir también de parte del estudiante la obligatoriedad de permanecer próximo a las enseñanzas del profesor, vivir la vida de la Universidad, y si fuera posible -y a eso aspiramos- vivir dentro de ella por lo menos durante el tiempo indispensable para la adquisición de sus conocimientos básicos y fundamentales. Para conseguir el acercamiento entre el profesor y el estudiante es necesario que aquél dedique más tiempo que el que, por lo común, hasta ahora ha dispuesto para impartir sus enseñanzas. El profesor debe ser un hombre dedicado eminentemente a la enseñanza, y es indispensable la existencia de ciertas incompatibilidades entre el ejercicio de la cátedra y el desempeño de otras funciones que sean inconciliables con aquélla. Precisamente por eso es por lo que el Poder Ejecutivo, después de meditado análisis y tras de haber escuchado autorizadas opiniones, ha resuelto vetar el artículo 47 bis de la ley número 13.031. Lo ha hecho porque, a su juicio, no traducía tampoco, en forma justa y cabal, los propósitos que tuvo el Honorable Congreso de la Nación al sancionarlo, el cual fue, con la redacción que le dio, mucho más lejos de lo que sin duda alguna fue su ánimo consagrar. En efecto, la forma en que ha sido redactado impide otra interpretación que no sea la estricta y rigurosa que resulta de sus propios términos, y que excluye el desempeño de la docencia con el ejercicio de cualquier otra actividad, aunque ésta constituyera el natural complemento de aquélla. Interpretación que confirma la concordancia de ese precepto con el artículo 14 del estatuto sancionado, según el cual cae dentro de la órbita de "actividad pública", la inherente a la calidad de "conferenciante, investigador o miembro de academia o instituto", lo que, sin duda, no pudo ser intención del legislador consagrar. Por otra parte, la aplicación del artículo dejaría a las facultades sin el valioso concurso de eminentes profesores a los cuales se les tornaría imposible -al obligárseles a dejar lo que les va a significar la forzosa y paulatina pérdida de sus aptitudes- el ejercicio de la función docente. Desde luego, insisto, en que el veto no significa, en modo alguno la exclusión de todo posible régimen de incompatibilidades, sino, por el contrario, su auspicio, siempre que se lo organice sobre la razonable base de excluir el ejercicio de la cátedra con el desempeño de funciones que sean naturalmente inconciliables con ella. Dentro de este mismo criterio, y con el propósito de no privar a la Universidad de maestros cuyos servicios resulten indispensables para la formación de las jóvenes inteligencias argentinas, el Poder Ejecutivo ha resuelto también vetar parcialmente el artículo 55 en cuanto limita a tres años la prórroga posible que el Consejo Directivo de la cada Facultad puede autorizar a los profesores que estuviesen en condiciones de obtener su jubilación ordinaria. Para poner fin a otro de los vicios que afectaban al régimen universitario, en lo que a la situación de los profesores atañe, la nueva ley retribuye adecuadamente el ejercicio de la docencia. Se logrará así que sea posible una dedicación absoluta de los profesores a sus tareas docentes y automáticamente desaparecerá de este modo la especia común en el anterior sistemas, del profesor que ejerce la cátedra como ayuda de costas, que pasa fugazmente por el aula, que no conoce a sus alumnos, como se ha dicho, y, que sólo se limita a recitar dos o tres veces por semana una conferencia, la más de las veces para un auditorio carente de entusiasmo y de interés. Animada del mismo espíritu la nueva ley articula las bases de la carrera docente y científica. El aspirante a profesor universitario cursará un período de adscripción al una determinada cátedra, durante el cual realizará trabajos de investigación o de seminario en materias afines, bajo la dirección del respectivo profesor, y ejercicios docentes en la materia de su adscripción; completará su preparación con cursos obligatorios sobre materia de cultura general. Cumplido esto, el aspirante a profesor pasará a ejercer la docencia complementaria bajo a dirección del profesor titular. Terminada esta etapa y previo examen, será autorizado como docente con las ventajas y prerrogativas que la ley acuerda. Como no podía ser de otra manera, el gobierno, este gobierno, sensible a las necesidades de la clase humilde y laboriosa, ha tenido muy en cuenta la situación de quienes con aptitudes para la carrera universitaria carezcan, no obstante, de recursos para costear aquella. La ley dispone que el Estado creará becas para la enseñanza gratuita, cuya distribución entre las diversas universidades de la Nación, se hará por el Poder Ejecutivo. Para proceder a dicha distribución se tendrán en cuenta las características y necesidades regionales, sociales, económicas culturales, referidas a cada universidad, procurando que con la concesión de becas se cumplan los fines asignados a la universidad con un auténtico sentido social. Señores profesores: yo les entrego a ustedes la Universidad para que la hagan funcionar de la mejora manera posible, y con ella, el instrumento adecuado para su gobierno. Como he afirmado otras veces, estoy persuadido de que a los profesores argentinos no se les presentará jamás una oportunidad brillante y una coyuntura mejor que les permita poner en el desempeño de tan alto cometido todas sus inquietudes y todos sus entusiasmos. Yo les prometo el apoyo incondicional del Poder Ejecutivo para dotar a la Universidad de sus edificios, institutos, laboratorios, centros de estudio, que hagan de ella lo que la Universidad argentina está llamada a ser. Habremos así cumplido con la primera de las funciones que corresponden a la Universidad: "la de afirmar y desarrollar una conciencia nacional histórica, orientando hacia esa finalidad la tarea de profesores y alumnos". Empieza ahora la verdadera reforma universitaria, que se realizará con seriedad, como corresponde a un país que afirma, cada día más, su personalidad histórica. En ese sentido seréis vosotros, señores profesores, los verdaderos reformadores de la Universidad. La nueva ley, instrumento que desde hoy os pertenece, no será eficaz ni tendrá ningún efecto benéfico si los hombres encargados de aplicarla no interpretan fielmente su espíritu y no intervienen eficazmente en la organización de la Universidad. El hombre es todo: la organización y las leyes, poca cosa, tal vez nada, cuando faltan los hombres. Por eso tengo fe en los destinos de la Universidad argentina. Sé que sabréis cumplir bien con vuestra misión persuadido estoy que la Universidad ha de entrar en un camino nuevo en el que se rectifiquen los perfiles inconvenientes y se acrecienten todas las virtudes que haya podido tener. Y con ese sentido de perfeccionamiento, sin el cual las profesiones y las artes pasan a ser meros oficios rutinarios, con esas ideas y propósitos que deben tener el hombre que trabaja para el bien común, se podrá decir dentro de pocos años, con legítimo orgullo y con satisfacción, que la Argentina ha alcanzado un alto grado de perfeccionamiento en la enseñanza universitaria. Y al colocar en la ciencia del mundo los primeros jalones de la investigación científica, habrá cooperado en la obra de un mundo más justo y más feliz. Al promulgar la ley universitaria deseo con breves palabras agradecer al señor viceinterventor de la Universidad, que interpretando el sentir de los señores profesores, ha querido colmar mi modestia con tan alto título como el que representa incorporarme a esta Universidad a la que amo tan profundamente -pese a lo que muchos hayan podido decir-, por ser una institución sin la cual mi patria quedaría sometida a horizontes tan planos que no son los que pueda desear ningún argentino. Por eso, señores, al agradecer tan insigne honor, solamente voy a establecer un compromiso, y soy de los hombres que cuando se comprometen saben cumplir. Ese compromiso es el de que al recibir ese honor que me enorgullece, prometo a ustedes que he de cumplir y he de honrar el título que "honoris causa" se ha dignado conferirme la Universidad argentina poniendo todo nuestro tesón, todo nuestro interés y, si es preciso, el sacrificio, para hacer de esta Universidad una casa ilustre que pueda marcar el rumbo de la Argentina nueva con la que todas estamos soñando en estos momentos, dentro de nuestros entusiasmos patrióticos. Les agradezco, pues, profundamente, que hayan tenido este gesto de tan noble amabilidad para un hombre que quizá no tenga sino un solo mérito: el de pensar todos los días si puede hacer algo que haga más grande y más ilustre a nuestra patria. ........... |
1947-10-10 | Mensaje radial sobre la lucha contra la langosta | He de referirme en este mensaje dirigido a la población, a uno de los de los problemas, que en los momentos actuales constituye un motivo de de seria preocupación del gobierno, y frente al cual, siguiendo la clara y firme trayectoria que se ha impuesto de defender el trabajo y la riqueza nacional, actuará con la decisión y energía con que siempre se encara la solución de cuestiones que afectan al bienestar colectivo. La langosta, el mayor flagelo de la agricultura, ha invadido ricas y extensas zonas de nuestro territorio, poniendo en peligro la producción primaria del suelo argentino sobre la que se asientan actividades fundamentales de la estructura económica del país. Es, pues éste, un problema que alcanza por igual a todos los habitantes de la Nación, del cual nadie puede desentenderse, y que exige una acción rápida, medidas urgentes y la movilización de todos los recursos oficiales y privados que sean necesarios. Nuestro objetivo, es disponer en la mayor cantidad de productos de la tierra para satisfacer el consumo interno, abastecer la demanda del exterior en materia de alimentos, a la par que vigorizar las corrientes del comercio internacional, que nos proporcionará los elementos que necesitamos para continuar la macha ascendente de la prosperidad nacional y de la incrementación de nuestra riqueza, finalidades que constituyen junto con la justicia social, los postulados del credo revolucionario. El enemigo número uno de la agricultura amenaza ya, cerca de un millón de hectáreas de nuestras fértiles regiones agropecuarias, y este solo dato, basta para demostrar la gravedad de las consecuencias que puede tener la falta un plan científico de lucha prácticamente coordinado y realizado. El Ministerio de Agricultura conoce perfectamente la extensión e importancia de la actual invasión de langosta. Se preparado un plan orgánico de lucha en el cual se prevé la utilización de todos los elementos tendientes a contrarrestar la voracidad de la tribu. En este, plan estructurado por primera vez en el país con bases científicas, el Estado descontando la indispensable colaboración de los productores rurales, desarrollará una labor de extraordinarias proporciones, en la cual el arma mas eficaz hay de ser esa solidaridad que hoy reclamo, de todos los que me escuchan, para ocupar el lugar que a cada uno corresponde en esta lucha sin cuartel. El Departamento de Agricultura a quien compete la dirección y ejecución de la campaña ha creído necesario requerir la ayuda tan valiosa de las Fuerzas Armadas de la Nación, a fin de afrontar con más seguras probabilidades de éxito, esta ardua y difícil empresa. La extinción de esta plaga, dejará de ser ahora en adelante un factor en el juego de la baja política como tantas veces lo ha sido, para cobrar el sentido de una cruzada nacional en procura de la defensa de los intereses generales. Participará en la campaña, el Ministerio de Guerra, poniendo a disposición de la misma 4.000 hombres, entre oficiales, suboficiales y tropa, con sus correspondientes equipos; en tanto que el Ministerio de Marina y la Secretaría de Aeronáutica proporcionarán elementos de transportes y lucha, aéreos, fluviales y terrestres, así como personal para su conducción. Dentro de breves iniciarán la marcha Marcia varios centenares de camiones y jeeps para tomar colación en los puestos de lucha. Asimismo se han tomado las providencias necesarias, para instalar trescientas plantas de elaboración de cebos langosticidas y se arbitran medidas conducentes a asegurar la producción de veinte millones de metros de barrera. Toda esta acción oficial, necesita para que resulte eficiente, la cooperación del esfuerzo privado a que me he referido, y que se concretará en el funcionamiento de las juntas nacionales, provinciales, y comisiones departamentales y de distritos, que actuarán siguiendo las directivas que imparta el Ministerio de Agricultura. Esto es, que toda la población del campo debe estar atenta, y cumplir compenetrándose exactamente de los beneficios que reportan las instrucciones que se le impartan durante el desarrollo de la campaña con lo cual la tarea se ve simplificada y alcanzará resultados más satisfactorios. Contamos con los elementos más modernos para hacer frente langosta. Se han adoptado las medidas destinadas a lograr que los materiales de lucha lleguen a tiempo oportuno a los lugares invadidos. Solo falta despertar la conciencia de la acción solidaria de los productores, a fin de que su propio interés y para salvar sus cosechas en peligro, se disciplinen en el trabajo mancomunando esfuerzo y hasta el sacrificio si fuera necesario. Como presidente de la Nación, como jefe de un gobierno identificado con las conquistas del pueblo, y sus inquietudes, vengo a ocupar mi puesto en esta lucha nacional contra la langosta. Y por eso espero también que nadie deserte del lugar que el deber le asigne en estos momentos Esta campaña que emprendemos para tutelar los intereses del campo, evidencia la honda preocupación del gobierno para con los problemas de la vida rural. Sé bien que recorren nuestros campos, agitadores profesionales, que sin escrúpulos de ninguna de naturaleza pretenden demostrar que el gobierno permanece indiferente ante las inquietudes del agro. Quienes así proceden, buscar sembrar el confusionismo y el desconcierto; se vuelven animados solamente por una finalidad destructiva que hablar bien a las claras de sus propósitos antipatrióticos. Contra esa prédica disolvente deben estar advertidos también los productores rurales, a quienes aseguro que sus intereses son tenidos constantemente en cuenta por el gobierno de la revolución. Frente a esa campaña desatada por los enemigos de la paz interna, el gobierno responde con los hechos. La distribución de la tierra mediante vastos planes colonización oficial; el arraigo del agricultor a la tierra que trabaja, tantas veces enunciado antes, pero nunca concretado en la realidad; la abolición de la especulación en la propiedad de labor; la defensa de los mercados para los productores agropecuarios con hechos incontrastables que han adquirido una materialización tal que definen de por sí, una política agraria, hasta ahora desconocida en el país. En el capítulo de las realizaciones se suma ahora, esta campaña nacional contra la langosta concebida con un criterio nuevo. Ya los productores rurales conocerán las medidas tomadas por la cuales se mejoran los precios en los productos agrícolas. He aquí pues, la mejor contestación a la acción disolvente y a la prédica sistemáticamente negativa, una palpable y magnífica obra de gobierno ya cumplida. Con estas palabras que tienen el sentido de un llamado a las fuerzas productoras del agro, he querido iniciar la nueva acción de magnitud desconocida en país, que se disponen a ejecutar los organismos oficiales competentes para preservar de la destrucción, el esfuerzo, el trabajo y las riquezas campesinas. Amenazada seriamente por la plaga más temible de nuestra agricultura, exhorto a los funcionarios del Ministerio de Agricultura, a las fuerzas armadas de la Nación que participan en la lucha contra la langosta y a todos los que intervienen en esta tarea, que debe ser tenaz y sin tregua hasta lograr el buen éxito anhelado, para que pongan sus mejores energías y el mayor entusiasmo en la realización de de la campaña, porque estoy convencido de que preservando y asegurando el fruto del trabajo y la producción de la tierra, se contribuye al bienestar y al prosperidad de la República. ..................... |
1947-10-23 | En un acto en Tartagal | No podría dejar pasar esta oportunidad sin hablarle al excelentísimo señor presidente de la República de Bolivia, no como primer mandatario, sino como un compañero y como un soldado raso de este movimiento que está forjando la nueva Argentina. En nombre de todos los trabajadores de mi patria, que me han conferido la designación de primer trabajador, quiero dar un abrazo de hermano al primer trabajador de Bolivia.
He hablado con el presidente de Bolivia y llevo cuarenta años de trato con los hombres; puedo decir que no he necesitado convivir mucho sino conversar pocos minutos con él para llegar a la conclusión de que posee un corazón grande y leal. En representación de todos los trabajadores de mi patria, lo felicito públicamente por la obra de justicia social que desarrolla en su tierra. Debemos comprender los americanos que hemos de vivir unidos, porque cuando los hermanos se pelean los devoran los de afuera. Esta sentencia gaucha de todos los tiempos está llegando al corazón de todos los americanos, y cuando América se convenza de la necesidad de unirse, ha de presentarse al mundo como un bloque de granito que no lo podrá destruir ni el tiempo ni el olvido.
Compañeros: vosotros, que representáis las avanzadas de la patria en esta bendita frontera; vosotros que compartís la tierra con los hermanos bolivianos, debéis saber que desde hoy en adelante habéis de vivir como hermanos con los bolivianos, porque estamos empeñados en convencer al mundo que en los tiempos actuales solamente puede haber fronteras de corazón entre los hombres de buena voluntad. No he de terminar sin decir que al llegar a esta tierra, que dejé hace diecisiete años, la encontré engrandecida y hermoseada por vuestro esfuerzo, cumpliendo como argentinos la lucha que el destino ha deparado a esta Nación.
Felicito al gobierno de Salta y no he de descansar un minuto hasta traer todo lo que vuestras necesidades reclaman. Inauguramos hoy el servicio de agua corriente del hospital, pero más que eso traigo la solidaridad inquebrantable de los hombres de la Revolución, que no descansan por crear cada día mayor felicidad y dignidad para los obreros argentinos que en esta tierra bendita están labrando la grandeza y la felicidad de la patria.
Excelentísimo señor presidente: quisiera expresaros en un fuerte abrazo el cariño, la hermandad y la lealtad que sienten 16 millones de argentinos hacia el pueblo boliviano. ............. |
1947-11-20 | Ante gerentes de sucursales del Banco de la Nación | Al saber que estaban presentes en esta casa los señores gerentes del Banco de la Nación, llegados de las distintas regiones del país, no he querido sustraerme al inmenso placer de venir hasta aquí para saludarlos personalmente. Conozco perfectamente la tarea que cada uno de ustedes desarrolla en los diferentes lugares, puesta la mirada en un solo objetivo, que ha de ser el de todos los argentinos: servir en el puesto que cada uno ocupa, haciendo todos los días un poco más, para que al abandonar este mundo dejemos a nuestra patria más grande, más próspera y más feliz. Desde que estoy al frente del gobierno, como jefe del Poder Ejecutivo, he tratado de realizar una cosa por sobre todas las demás: transformar el criterio político de gobierno en un criterio económico. Entiendo al país como una inmensa empresa, en la cual hay algunos socios que realizan tareas constructivas y otros cuya tarea es destructiva, como pasa en todas las sociedades de la tierra. Y el gobierno quiere que todos los socios de esta gran empresa realicen trabajo constructivo, económicamente constructivo. El país, como el mundo entero, vive una etapa que es económica en sumo grado. Si el Gobierno de la Nación abandonase los resortes que puedan favorecer a la economía, no de un grupo determinado o de un sector preconcebido de la sociedad argentina, sino de todos los argentinos, cometería un gravísimo error. Las medidas que el gobierno ha tomado tienen por finalidad la defensa de la Nación, vale decir, de todos sus habitantes. En ese sentido, estoy experimentando las más altas satisfacciones que he tenido en el ejercicio del Gobierno. Las causas de esas satisfacciones se escalonan desde el hecho de ir llevando adelante económicamente al país, en forma tal que las esperanzas aumentan cada día ante las realizaciones que a cada momento vamos pulsando, hasta la comprobación de que países extraordinariamente organizados, con siglos de experiencia tras de sí, están asimilando hoy nuestros propios métodos, puestos ya en ejecución hace más de un año. Nosotros damos extraordinaria importancia a todo lo que se refiere a la reactivación económica del país y nos hemos lanzado a la confección de un plan ambicioso y grande y a la realización de las obras que plantea ese programa, para que la reactivación económica, que hoy es más bien de forma, llegue a convertirse en una verdadera realidad de fondo para todo el país, construyendo las grandes empresas que pueden ser trascendentales, no para nosotros, sino para las generaciones de argentinos que han de seguirnos. Al hacerlo, estamos elaborando el más importante y el más trascendente de todos los factores que han de jugar en la vida argentina, quizá por muchos años. Sé bien que el Banco de la Nación Argentina ha sido el puntal de las finanzas y de la economía de la Nación y el primer organismo que se ha ocupado de lo que nosotros propugnamos en estos momentos en todos los órdenes: la reactivación económica. Sé que en las más apartadas regiones del país el consejero económico de la zona es el gerente de la sucursal o agencia del Banco. A él recurren, no sólo para la ayuda sino también para el consejo, los hombres de las distintas poblaciones y de las más diversas actividades, templando su espíritu en lo que, en mi concepto, es el deber de la hora: llevar nuestras finanzas y nuestra economía a una situación tal que, en corto tiempo, aseguremos que la Argentina no ha de sufrir en el futuro quebrantos financieros ni desastres económicos, única manera de consolidar ese indefinido avance en el progreso de la Nación sobre bases económicas estables y equilibradas. Señores: Yo les pido como un compañero de tareas y de lucha -ya que yo lo soy por antonomasia de todos los ciudadanos argentino-, cualquiera sea la labor que desarrollen, que lleven a las regiones que están bajo el consejo y la influencia económica de las agencias del Banco de la Nación las propias ideas nuestras todo lo ambicioso de nuestro Plan, cuya principal columna y objetivo es la reactivación económica. A ese país, que ha luchado por pequeñas empresas, debemos convertirlo en uno que luche por grandes empresas; debemos perder ese complejo de inferioridad que lleva a los hombres a encarar sólo aquello que no tiene peligro y decirles a todos los argentinos que la ayuda del Estado está, precisamente, para servir a los que no tienen posibilidades, ya que los que poseen medios y recursos no la necesitan. El Banco debe ser su sostén, de modo que en el futuro cada argentino que posea espíritu de iniciativa y quiera jugarse en una gran empresa tenga el apoyo de todos los demás compatriotas, representado por esta institución que, por su larga tradición, el acierto con que ha actuado, la eficacia de los hombres que la dirigen y la prudencia con que realiza su labor, siempre será una garantía para ellos y para todos nosotros. Señores: Me he extendido quizá un poco más de lo que deseaba, pues yo sólo quería hacer acto de presencia y expresarles mi más amplia y profunda solidaridad. Desde mi puesto estoy para servir a ustedes, de la misma manera que ustedes sirven a la Nación desde los suyos. Piensen que de esa labor que ustedes realizan depende, en gran parte, el éxito de toda la empresa en que la Nación está empeñada desde hace un año y medio. El Plan de Gobierno se puede ejecutar si cada uno de nosotros quiere ejecutado y pone profunda fe en los medios que es capaz de mover el pueblo argentino para alcanzar su objetivo. Nuestra independencia económica es ya un hecho. Ahora tenemos que hacer trabajar a todos los argentinos y lanzarnos en obras que no terminen en seis años de gobierno, sino que abarquen un ciclo de sesenta años para que sean verdaderamente trascendentes. Yo he de dejar al país al que me suceda en forma que él no pueda detenerse y siga la marcha hasta completar esas obras, ya que, en mi concepto, hasta ahora no se han realizado aquí grandes ejecuciones. El tiempo dirá si hemos estado acertados y dirá también si los argentinos que nos sigan son capaces de continuar con el mismo profundo amor a la patria, con la misma dedicación y el mismo esfuerzo con que nosotros estamos cumpliendo nuestra tarea diaria. Señores: Que al regresar a sus distintos cargos y lugares tengan ustedes buena suerte, terminen este año 1947 rodeados por el cariño de sus familias e inicien también el próximo año de 1948 con esa inmensa felicidad que yo deseo fervientemente para todos. .................... |
1947-11-24 | En la ceremonia de recepción de los restos de los padres del general San Martín | El homenaje que el pueblo argentino rinde al Libertador, general don José de San Martín, trayendo al seno de la patria los restos de sus padres amados, es de extraordinaria significación espiritual: ha nacido del fondo mismo de sus inagotables reservas morales y de su conciencia cristiana, que le permiten cumplir con amor y sin esfuerzo el mandamiento de la ley de Dios que obliga a honrar padre y madre. Es un homenaje de máxima excelsitud y delicadeza, que reconoce en la personalidad del Libertador no sólo al Capitán de la victoria, sino también al varón probo y austero, ejemplo de virtuosos, a quien su carrera pública y su destino de gloria no le apartaron de los preceptos severos y a la vez sencillez sobre los que edificó su vida de hombre honrado.
El pueblo argentino siente y exhibe como espíritu de su gloria esa vida limpia y esa personalidad moral tan bien conformada; y por ello es que creo que ha de ser grato al espíritu del Gran Capitán, que fue buen hijo y buen padre, que los restos de sus seres amados descansen en el seno de este pueblo argentino, donde el deseó que reposara su corazón y que tan fervorosamente lo venera como padre de la patria.
Por ello comenzamos trayendo los restos del capitán don Juan de San Martín y de doña Gregoria Matorras, hasta quienes también se extiende nuestra gratitud de pueblo fuerte por los propios títulos que tiene, pues en el hogar que ellos supieron edificar, modelo de austeridad cristiana y de virtudes raciales, recibió el Libertador la enseñanza y encontró el ejemplo que hiciera posible la formación de su extraordinaria personalidad.
En nuestro Buenos Aires fue fundado ese hogar, cuyo jefe, don Juan de San Martín, ya se había distinguido como instructor de infantería, y en las luchas ocurridas en torno al sitio de la colonia de "El Sacramento" a las órdenes, entre otros, de un general de la jerarquía del gobernador Cevallos. Más tarde es nada menos que don Juan José Vertiz quien le encomienda la custodia y administración de las misiones guaraníticas de Yapeyú, Santo Tomé, San Borja y Vera Cruz, destino en el que había de revelar excepcional aptitud militar y el talento organizador y administrativo con que luego deslumbrará al mundo su glorioso hijo.
Debió luchar contra el portugués, vecino tenaz, y contra las intrépidas tribus que tenían en permanente zozobra a las colonias misioneras y hasta las que a menudo llegaban como una lucha enfurecida de destrucción, de odio y de muerte. En ese alejado escenario, don Juan de San Martín defendió con las armas la verdad de la cruz y la gloria de España, al mismo tiempo que hacía progresar la colonia guaranítica revelando ser tan prudente gobernante como esforzado capitán.
Doña Gregoria Matorras emigró a las Indias en cumplimiento del amor jurado y de la lealtad debida. Compartió con su esposo las vicisitudes de sus destinos militares; y en Yapeyú, San Borja, Buenos Aires o Málaga cumplió abnegadamente la importante misión que el sacramento del matrimonio destina a la mujer cristiana. Cuidó la casa, la estrecha senda familiar y la formación de sus hijos, pudiendo señalar al rey cuando ya viuda solicita una pensión que no siempre reconocían las leyes de entonces, "que ha sacrificado el corto sueldo de su difunto marido y toda la dote de la exponente en crear, educar y poner en carrera honrosa a dichos sus hijos".
De la unión de don Juan de San Martín y de doña Gregoria Matorras debió surgir un hogar como el que ellos tuvieron, modelo de virtudes, y en el que se guardan, se acrecientan y trasmiten en todos los actos de la vida cotidiana, los preceptos y las notas que distinguen el genio de la estirpe que en la parábola de los siglos, ha servido para que esta gran comunidad hispánica de naciones tenga la pretensión y el orgullo de sentirse heredera de las virtudes raciales de ese pueblo que dio, para mejor gloria del hombre, descubridores, colonizadores, civilizadores, evangelizadores de tal calidad y tal número que no ha dado más ni mejores pueblo alguno de esta tierra.
Los argentinos creemos en la importancia fundamental de la familia. El hogar es el recinto sagrado donde el hombre y la mujer vuelcan sobre sus hijos lo mejor de sus espíritus. Con el auxilio del templo y de la escuela, se convierte en la gran fábrica donde se prepara el futuro de la patria; y, en la medida que sepamos conservar las seculares virtudes hogareñas, podremos estar seguros de nosotros mismos.
Todos los esfuerzos para hacer más justa la distribución de la riqueza y por promover el bienestar general, llevan como destinatarios final el hogar de los humildes y su mejor afianzamiento, para que, alejándolo, en la medida de lo posible, de las inquietudes e incertidumbres económicas, pueda cumplir su insigne destino de dar a la patria hijos fuertes, justos, útiles y generosos.
Siendo esto así, ¿cómo no íbamos a creer que la personalidad moral de nuestro Libertador se plasmó en las normas severas con que don Juan de San Martín y doña Gregoria Matorras edificaron su hogar? Todos los biógrafos del Gran Capitán han reconocido esta influencia bienhechora. José Pacífico Otero, luego de sostener que si los héroes son los hijos de sus obras lo son también de esa influencia ancestral que es el alma y la sangre de sus mayores, "para confirmar -dice- este aserto, nos basta recordar que muchas de las virtudes dinámicas de nuestro Libertador descúbrense en su padre, que fue soldado, y en su madre que fue una santa mujer.
Doña Gregoria Matorras y don Juan de San Martín, eran oriundos de la región leonesa, donde nacieron héroes de los valores cardinales de Guzmán El bueno y poetas de la alta jerarquía de Jorge Manrique; héroes y poetas que España ha dado en grado tan distinguido y en tan gran número.
En el Quijote, el héroe cuya imagen nos proporciona Cervantes, está sumergido y latente el ideal hispánico, ascético, histórico, acaso resignado, en el que se abre la flor de la caballería y se amasan los héroes y los santos.
De esa pasta, de ese linaje, fue el leonés don Juan de San Martín, cuya esposa doña Gregoria Matorras, que venía de cristianos viejos, honrados y de sangre limpia, según reza un testimonio de la época, llevó a su hogar la energía serena, la honradez sin mácula y la lealtad sin desfallecimientos que distinguen a las mujeres de su tierra. De ellos heredó el Libertador las características de su personalidad, que son las de los hombres de las campiñas y la montaña leonesa. Tranquilo en el andar, digno de porte, firme en el decir, con un hondo y claro sentido de lo que es justo, soñador al par que reflexivo, con matemática exactitud, dotado de ese raro entendimiento para conocer el corazón de los hombres y la naturaleza de las cosas que en la preparación de su ejército le permitió encontrar colaboradores insignes donde nadie lo sospechaba, y que en la encrucijada de su destino le aconsejó renunciamiento sublimes que dieron a su nombre gloria inmarcesible para toda la eternidad.
Los argentinos que sentimos en tal alto grado las voces y las potencias anímicas de la argentinidad, que somos tan celosos de nuestra soberanía y de nuestra individualidad como pueblo y que creemos con profunda seguridad en el destino luminoso de la patria, nos queremos y reconocemos, empero, como un núcleo social que ha dado a su vida ese sentido trascendente que le da la civilización latina y cristiana, sobre el que edificaron su hogar y formaron sus hijos doña Gregoria Matorras y don Juan de San Martín.
Por ello laten en el pulso vivo del alma nacional las voces eternas de la raza civilizadora, y por ello, cualquiera fuera la actividad en que febrilmente se ocupe el pueblo argentino, siempre tiene dirigido su corazón y su mente hacia la afirmación de los valores del espíritu, que a modo de una luminosa estrella polar orienta y guía los afanes y la vida de la nación.
Cuando hemos levantado ciudades, poblado el desierto, construido puertos, alambrado la pampa, horadado la selva, incorporado a nuestro destino a millones de extranjeros, la Argentina ha entendido que todo ese esfuerzo, lejos de ser un fin en sí, era solo un medio para mejor servir al hombre, que es la imagen de Dios. Porque siento y creo en las excelencias de esa tradición y porque comprende la responsabilidad que como gobernante tengo respecto a ella, es que aprovecharé cuanta oportunidad se presente para insistir en la necesidad de cuidarla. Y fue así como, en momentos en que el país vive el ritmo inusitado de un extraordinario desarrollo económico e industrial, que hasta ahora no había sido conocido, sentí la necesidad de dar mi fervorosa voz de alerta; y por ello, el Día de la Raza y en oportunidad señalada, dije: "Porque en este país, donde la naturaleza con toda prodigalidad, ha derrochado a manos llenas la riqueza material, deberíamos dar todos los días gracias a Dios por sus dones maravillosos. Pero esa riqueza no es todo, sino que es necesario tender también hacia la riqueza espiritual, hacia eso que constituye los únicos valores eternos, que son los que unirán, si es necesario a los argentinos en defensa de la patria a costa de cualquier sacrificio".
Sólo los valores del espíritu asegurarán la eternidad de la Nación. Porque ellos están vivos en el pueblo nuestro, es que podemos asistir a este homenaje de tan honda significación, en que con profunda gratitud y veneración honramos al hijo, nuestro Libertador, trayéndole los restos mortales de sus padres a que descansen en su proximidad en el seno de la patria, y a quienes también con venerada gratitud honramos porque fue sangre y espíritu de ellos el que es gloria de todas nuestras glorias. Los trajimos al amparo de la bandera azul y blanca y en un barco de guerra que se distingue con el claro nombre de Argentina. Y ahora, al enfrentarse los restos de los padres con los del hijo glorioso, mientras nosotros meditamos profundamente en la grandeza de Dios y en el destino de la patria, acaso puedan ellos ver que de la urna próxima, que guarda los restos del soldado desconocido de la Independencia, surge una espectral columna de granaderos que, jinetes en sus potros de pelea, rinden honores y afirman su secular fidelidad con el varonil y enérgico grito de ¡Presente mi general"! Doña Gregoria Matorras y Capitán don Juan de San Martín: la antigua hidalguía hispana hizo posible que volvierais a la tierra en que edificasteis vuestro honrado hogar cristiano. Vais a descansar en ella, en la que nació y descansa vuestro glorioso hijo, nuestro Gran Capitán y padre de la Patria. El pueblo argentino que sabe honrar a sus muertos y es celoso de su gloria, os recibo y se constituye en el custodio de vuestras tumbas para honor de su fe sanmartiniana y como una alta y distinguida expresión de su gratitud de pueblo fuerte. ................... |
1947-12-01 | Orden de vuelo dirigida a los cadetes de aeronáutica que emprendieron viaje a España | Al jefe de la Delegación: La Escuela de Aviación Militar de Córdoba os ha entregado los cadetes que durante años han sido dotados de todos los conocimientos teórico y prácticos por profesores capacitados y entusiastas, para poder entrar en el ejercicio consciente de la noble profesión que ha elegido. Las normas y directivas que las autoridades aeronáuticas han puesto en vuestro poder para asegurar el éxito del viaje, primero en su clase que vais a emprender, constituye una muestra cabal y completa del interés que el país entero y vuestra Fuerza en particular, han puesto para asegurar la competencia de sus futuros oficiales de Aviación a quienes les corresponde representar dignamente al pueblo argentino en España y Brasil. Con la alta autoridad que la Constitución me otorga vengo a despediros, no dudando del mantenimiento inquebrantable del deber militar y que cada uno de vosotros, caballeros cadetes, obrará como si de él dependiera el prestigio de la Argentina ante los países visitados. Y vos, Comandante de la expedición, poned en el comando de ella que queda confiada a vuestra dirección, pericia y autoridad, toda la habilidad y tacto que el honroso cargo demanda; asegurad con inteligencia y energía el cumplimiento total de la alta misión que se os ha confiado y, sobre todo velad por el perfeccionamiento moral y espiritual de los cadetes, ya que sin ellos les será imposible cumplir con su destino a la institución a la que habrán de pertenecer. Que el culto de la caballerosidad peculiar de los países que vais a visitar, destaquen oficiales y cadetes para el mayor honor de vuestra patria. Comandante: partid con nuestros aviones y que la providencia y vuestra capacidad os guíe, para que a la hora del regreso sepamos que la Aviación Militar ha cumplido una vez con su deber.
Juan Perón |
1947-12-01 | Ante delegados al Congreso Constituyente del Partido Peronista : | Señores: En primer término, celebro tener la inmensa satisfacción de poder saludar reunidos a todos los hombres que en estos momentos representan el sentir y traen la representación de las fuerzas políticas que apoyan nuestra obra y nuestro trabajo en todas las latitudes de la República. Lo celebro, señores, porque nuestras fuerzas habían constituido hasta ahora, y especialmente durante las luchas comiciales del 24 de febrero, lo que yo llamé, más o menos, "una guerra de montoneras", una fuerza que tenía más entusiasmo y decisión que organización. Y lo celebro más porque de ahora en adelante someteremos a la capacidad que nos dio ese entusiasmo y una decisión un factor que suele ser decisivo: la organización. Señores: muchas veces he pensado que este movimiento, que nosotros consideramos salvador para la nacionalidad, necesitaba consolidarse en el tiempo y en el espacio. De esa consolidación podemos esperar el cumplimiento de todos los postulados que nos van llevando paulatinamente a las realizaciones que, con todo el esfuerzo y venciendo todas las dificultades, estamos salvando, debiendo suplir con el entusiasmo y la decisión las fallas de nuestra organización, que todavía es bastante primaria dentro del orden institucional. Siempre pensé que, para que los movimientos del tipo como es el nuestro adquieran dentro del panorama nacional la relativa perennidad que ellos necesitan para ser útiles, debe seguir a las etapas de aglutinación de las masas un sentido organizativo; es decir, pasando de la primera etapa, que generalmente es gregaria en todos estos movimientos, a la etapa de la organización, y de ésta a la etapa de consolidación, porque si no estos movimientos suelen resultar fragmentarios y no cumplen, tanto en el tiempo como en el espacio, con la misión que las está encomendada. Por eso también he dicho muchas veces que este movimiento que nosotros representamos, que ahora está detrás de un hombre, ha de transformarse paulatinamente para colocarse detrás de una bandera y detrás de un ideal. De esa manera le habremos dado el sentido de perennidad a que me he referido. Nuestra misión no la podemos cumplir en la corta vida de un hombre. Los hombres pasan y las naciones suelen ser eternas. En consecuencia, buscando esa eternidad para nuestra patria y la perennidad para nuestro movimiento, es necesario que lo organicemos con declaraciones de principios, con doctrina perfectamente establecidas y con cartas orgánicas que den a este movimiento la materialización orgánica que él necesita. Busquemos darle también un alto grado de perennidad que nos prolongue a través de nuestros hijos, de nuestros nietos y de las demás generaciones. ¿Qué hemos hecho, en este orden de ideas, con nuestro movimiento? Los movimientos de este tipo tienen dos influencias. Una, la que representa en sí el mismo movimiento; y la otra, la que irradia para el resto de los hombres que forman la Nación y sus instituciones, sean éstas de nuestra ideología o de cualquiera otra. En cuanto al primer objetivo, para nuestro movimiento, primero nos hemos puesto de acuerdo en el fondo de nuestra concepción; hemos irradiado a las masas una doctrina que fija nuestra posición, determina nuestras ilusiones y señala los objetivos que queremos alcanzar. Esto lo hemos logrado por persuasión y por sentimiento, que es como normalmente se llega a las grandes masas. En las masas hay quienes piensan y quienes sienten la aglutinación que llega de una mística común, que ha de alcanzar tanto al que piensa por persuasión como el que siento por su corazón. Este trabajo, tan difícil de realizar, ha sido hecho por nosotros en este movimiento. Una gran cantidad de argentinos piensan y sienten como nosotros. Sin las condiciones a que me he referido, los movimientos de aglutinación colectiva son irrealizables; de manera que el haberlo alcanzado nos crea una posibilidad, pero nos crea también una responsabilidad. Para responder a esa responsabilidad es que surge hoy el imperativo de organizarse. Tenemos la base de esa organización, que está en una misma manera de ver el problema argentino, una similar manera de apreciarlo y una manera semejante de resolverlo. Es necesario, ahora, dar consistencia racional orgánica ese movimiento, que hoy solamente está unido, podríamos así decirlo, espiritualmente, para que resista al tiempo y a la lucha, que es lo que en política desgasta y perfecciona. El segundo objetivo, es el de extender la influencia de ese movimiento en las realizaciones de orden nacional, es decir, beneficiar con lo que nosotros consideramos justo y honrado al resto de los argentino que no piensan ni sienten como nosotros. En eso también ha conseguido el movimiento un avance considerable. Bastaría decir, en este sentido, que nosotros hemos realizado una reforma casi integral de los distintos sectores de la vida nacional en este tiempo. ¿Como fue encarada es reforma integral? Pensamos que la República Argentina he ido pasando por sucesivas etapas y transformaciones que han sido trascendentes o intrascendentes, según hayan sido ellas encaradas con un criterio acertado o con medios desacertados. Pensamos que desde 1810 y 1816, en que se dio comienzo a la realización de nuestra independencia, fue una etapa constructiva de realizaciones, profundamente trascendental para la Nación y para la nacionalidad. ¿Cómo se realizó eso, señores? Todo el pueblo puso a disposición de esta naciente comunidad de criollos todo lo que tenía, lo jugaron y ganaron, pero quedaron todos desposeídos porque esa larga guerra fue consumiendo todo lo que los argentinos tenían. En esa guerra cada uno puso cuánto tenía, incluso sangre y vida, y era de esperar que, obtenido el triunfo, el beneficio habría de repartirse, también, poseyendo cada argentino en la medida en que había perdido. Podríamos decir que lograda la independencia política de la Nación, era menester luchar para que esos que todo lo habían perdido, que habían quedado totalmente desposeídos, volviesen a recuperar, por lo menos en grado aceptable, cuanto habían puesto al servicio de la Nación. ¿Y cuál fue el panorama que contemplaron más de veinte generaciones de argentinos? Toda esa lucha, para la mayor parte de la población, había sido estéril. Por eso a menudo vemos, o vimos, guerreros descendientes de guerreros que pedían limosna por las calles de Buenos Aires. Ya Martín Fierro cantó por primera vez la rebelión de esos hombres que la habían perdido todo, pero no se interpretó ese como el sentir de esa clase de hombres desposeídos sino como poema más o menos iluso de los tiempos de la organización nacional. Desde entonces hasta ahora, señores, los movimientos revolucionarios populares se han venido sucediendo en la República Argentina en etapas de 10, 12, 8, 6 ó 7 años, pasando a ser la revolución una institución ya constitucional porque los beneficiarios de los golpes de Estado juraron respetar y hacer respetar la Constitución Nacional. Normalmente, en este mismo salón, más de cinco revolucionarios han jurado la misma y más de diez revoluciones han fracasado desde entonces hasta hoy. ¿Por qué fracasaron? Yo, en mi corta, relativamente corta vida, he visto tres revoluciones fracasadas: triunfantes en el golpe de Estado, pero fracasadas como revolución, porque en esta tierra los golpes de Estado han sido todos venturosos, pero una vez en el poder los revolucionarios o beneficiarios de los golpes de Estado han fracasado todos. Y las revoluciones fueron siempre populares. El pueblo estuvo con las revoluciones, porque el pueblo esperaba algo que no venía. ¿Por qué era eso? Porque cada una de esas revoluciones o seudo revoluciones interpretó el golpe de Estado como un hecho político. Y no era un hecho político. Los revolucionarios llegaron al poder y dijeron: "Una revolución política; cambio los hombres y sigo con los mismos sistemas", pero sin comprender mayormente, de manera profunda, la formación y el fondo de las instituciones argentinas, y así pasaron intrascendentemente, normalmente vilipendiados por el mismo pueblo que estuvo de acuerdo cuando hicieron el golpe de Estado. Esta revolución del 4 de junio hubiera sido exactamente lo mismo si hubiéramos dejado marchar los acontecimientos por el cauce que parecía más simple y más fácil, cambiando unos cuantos hombres y poniendo otros. Nosotros interpretamos de distinta manera este movimiento. Nosotros creímos y creemos que el problema argentino no es un problema político. Es un problema económico-social que la Nación viene reclamando sus soluciones desde hace casi un siglo, y que no fue nunca encarado por los movimientos revolucionarios que tuvieron su razón de ser en ese problema económico- social y que se desvirtuaron encararon las formas y las soluciones políticas que al pueblo argentino no le interesaban en la medida que le interesaban las soluciones de sus problemas sociales y económicos. La influencia que nuestro movimiento va a en el orden jurídico e institucional como la hemos venido realizando hasta ahora, ¿la hemos orientado en forma de adaptar al Estado las necesidades que popularmente surgían? El error más grave que puede cometer un político es no ubicarse en el panorama real de la situación del país. Es decir, mirar el espectáculo y no penetrarlo ni conocerlo y, en consecuencia, apreciarlo y resolverle equivocadamente. Hemos visto como hasta ahora, en nuestro concepto, se había equivocado el enfoque de esa situación y de ese panorama de la Nación. Veamos como lo enfocamos nosotros y cómo tratamos de resolverlo para que se aprecie cuál es el beneficio que hasta ahora hemos ofrecido desde dentro de nuestro movimiento a la Nación misma y al pueblo argentino en especial. Señores: ustedes han vivido conmigo esta etapa de la historia argentina y saben tan bien como yo lo que se ha hecho, pero solamente voy a hacer una rápida revista de las realizaciones trascendentes, no de las pequeñas realizaciones. Nosotros encaramos en primer término una reforma social, que anunciamos ya en el año 1943. Cuanto les voy a decir demostrará que no hemos venido tropezando sino que somos hombres que firmemente estamos ejecutando un plan, y lo vamos cumpliendo en todas sus etapas. Esa reforma social nace con lo que era fundamental para nosotros. Los tiempos que vivíamos nos iban indicando el camino. A ese dolor de la tierra que tenía sublevada a la mitad de la población de la República Argentina, o a sus tres cuartas partes, durante muchos años se habían ido sumando los que llegaban de Europa, tan descontentos como los que estaban aquí, trayendo a la vez su propios problemas sociales, trasplantando -diremos así- el dolor de otras tierras al dolor de nuestra tierra, con lo cual el problema social había aumentado. Señores: la reforma social se encaró casi empíricamente, sobre el camino. Se encaró en la única forma en que podía encararse una reforma social; no por el método ideal, porque en tal caso todavía estaríamos planeando como deberíamos realizarla, sino por el método real, viendo lo que era necesario hacer y poniéndose a realizarlo inmediatamente, única manera de poner al día, sin pérdida de tiempo, el problema de la justicia social en nuestra tierra, que ya estaba en tren de provocar reacciones que quien sabe a que extremo podían haber llegado, con pérdida para todos los argentinos, sean éstos ricos o pobres. Ustedes saben tan bien como yo, cómo se realizó la reforma social. A ella nosotros debimos agregar la reforma económica, porque estaba sentaba las bases de posibilidad para la reforma social. Una reforma social que no lleve hacia una reforma económica, es siempre relativa: tiene un límite del que no se puede pasar. La reforma económica trataba simplemente dos puntos fundamentales: mantener dentro del país la riqueza del mismo; repartir esa riqueza equitativamente, sin que hubiera hombres que de esa riqueza sacaran tanto provecho que fueran extraordinariamente ricos, ni hombres que de esa misma riqueza, sacaran tan poco beneficio que fueran extraordinariamente pobres. Declaramos la independencia económica, porque era la etapa final del primer ciclo: mantener dentro del país la riqueza de los argentinos, tapando todos los agujeros e intersticios por donde se escapaba hacía ya tantos y tantos años. Queremos establecer un sistema que paulatinamente vaya completando la reforma social de manera que los beneficios sean equitativamente distribuidos, es decir, en razón directa al esfuerzo y al sacrificio que cada uno de los argentinos realiza. Señores: yo podría decirles que estas dos reformas han sido ya cumplidas. Queda por cumplir la tercera etapa, que es su consolidación, porque es inútil que quisiéramos crecer que esto ya está consolidado. En la vida de las naciones, en tres o cuatro años no se consolidad más. Es menester encarar decididamente la tercera etapa, es decir la consolidación de estas dos reformas: la consolidación de la reforma social y la consolidación de la reforma económica, favoreciendo de esta manera la materialización de una nueva, que es casualmente, la reforma política. Nosotros, en esta última, consideramos a su vez tres etapas distintas: la primera es la reforma política propiamente dicha, es decir, conformar una serie de principios y una doctrina que, con el poder de nuestra fuerza política, hemos de imponer al futuro del país, llamando a todos los hombres de buena voluntad para que nos acompañen en esta obra que consideramos de bien, porque está basada -como ustedes habrán visto- en principios morales, sin los cuales la política se vuelve un arma contraria al país. Los que afirman que la política es buena o que la política es mala, se olvidan de decir que la política es buena cuando redunda en beneficio del país y es mala cuando redunda en su perjuicio; ello depende de que esa política se base en principios constructivos, o, por lo contrario, en principios destructivos. Los principios constructivos son los que nosotros tratamos de introducir dentro de la política argentina, morigerando las pasiones, creando instrumentos de defensa y de bien público, afirmándolos en principios morales y de la nacionalidad, a fin de dar a nuestra fuerza política un alto grado de constructibilidad, sin lo cual sería una triste fuerza, tanto más triste cuanto más poderosa fuese. Esa reforma política está dirigida, en primer término, a sacar de las instituciones y del Estado cualquier fuerza que esté al servicio de otra causa que no son la Nación. Queremos que las instituciones de la República no estén manejadas sino por los funcionarios de la República, y que esos funcionarios sean leales y honrados servidores de la Nación. Queremos que la política se realice en los medios políticos, pero no más allá, vale decir, señores, haciendo valer aquello por lo que durante tantos años todos ustedes como yo, hemos protestado gritando a quien nos ha querido oír, que la Nación no puede estar al servicio de la política, sino la política al servicio de la Nación. Ese es cuanto nosotros queremos realizar y debemos luchar para que así sea. Creo que la reforma política, después de barrer con el fraude y con todos esos graves inconvenientes con que se ha luchado en la Argentina durante tantos años, después de liquidar las persecuciones y combinaciones de toda clase que se hacen en perjuicio del Estado, debe hacer desaparecer la política de las instituciones de modo que estas sirvan a sus objetivos y finalidades sin la influencia de una determinada política, que bien puede ser destructiva y para mal de la Nación. Es por ello que nosotros queremos organizar nuestra fuerza política, crear un verdadero partido inteligente, idealista, con profundo sentido humanista, sin lo cual las masas pasan a ser oscuros instrumentos de hombres que pueden ser esclarecidos o ser miserables. La organización es indispensable para nos manejemos nosotros y es indispensable para bien de la Nación, porque como muchas veces he dicho, si no somos nosotros quienes hacemos el bien a la Nación, por lo menos le hacemos el inmenso bien de obligar a nuestros adversarios a que también se organicen, para que formen una fuerza orgánica que represente, no el sentir de un sector de la Nación, sino que sea intérprete y ejecutora de ese sentir. Esa organización es la que nosotros encaramos y en mi concepto tiene dos aspectos que debemos resolver. La organización de un partido político que solamente esté destinado a aglutinar hombres llevados por cualquier sentimiento que no sea el bien de la nacionalidad, no es partido político, es una turba política cuando mucho. Lo primero que hay que darle a un organismo es su espíritu. Así como un hombre sin alma es siempre un cadáver, un organismo que no es posee espíritu o alma será un cadáver grande o chico, pero cadáver al fin. El alma colectiva está formada por una serie de principios y sentimientos que individualizan a esa masa, como que piensa, en conjunto de una manera similar, tiene un objetivo común y se aglutina detrás de un ideal que también es común a todos hombres que lo componen. Por esa razón, al hacer los planteamientos básicos para la organización definitiva de nuestro partido, hemos comenzado por fijar claramente los principios y la doctrina porque ellos representan el alma del movimiento. Sin una manera de interpretar y sin una manera similar de sentir, cuanto aquí he dicho es inútil, así se grite "Viva Perón", y se llame a sí mismo peronista. Para ser peronista no es suficiente haber intervenido en nuestro movimiento, no es suficiente haber sido elegido para una función dentro del mismo, no es suficiente decirlo y que lo hagan los demás. Es necesario e imprescindible que cuanto se dice acá se sienta profundamente. Esto es lo fundamental de nuestro movimiento y de la organización del mismo. Quien piense y quien siente lo que aquí se dice, está unido al otro que piensa y siente lo mismo, pero quien piensa distinto, aún cuando se ponga un título en el pecho, no es peronista. Como vengo diciendo, esto es lo fundamental. Sin ese no existe partido y sin eso no iremos a ninguna parte, porque son las fuerzas del espíritu las que guían y llevan al hombre, aunque él quiera resistir. No son las fuerzas materiales y las pasiones la fuerza motriz del hombre. Será el espíritu el que lo llevará, y quien no tenga el espíritu inclinado a pensar y sentir de una manera similar a la de su agrupación, será siempre un hombre díscolo y difícil dentro de un movimiento de hombres que tiene un mismo sentir y pensar. Una vez llenado este primer requisito de la organización, es decir, al que lleva a la aglutinación de los hombres por el espíritu, viene el aspecto material, que muchas veces suele ser un telón que tapa una triste realidad. Lo que necesitamos, para que éste sea realmente un movimiento, es que ese telón esté más acuerdo con el fondo, es decir, que sea la representación real de una real unidad. En otras palabras: la organización material no hace sino pensar en conjunción y en formación orgánica a los hombres que tienen una conformación espiritual exacta o relativamente exacta de uno y otro. Este anteproyecto contiene las dos cosas: contiene la organización espiritual; vale decir, la declaración de principios y doctrinas que conforman el alma de nuestro movimiento y una carta orgánica que le de forma material a una aglutinación que solamente puede hacerse por el espíritu y el corazón. Eso es lo que yo quiero que ustedes interpreten en esta declaración. Nosotros, en la reforma política, comenzamos por modificar los métodos. Hasta hora, los partidos políticos contaban sólo con una carta orgánica que contenía un sinnúmero de enunciaciones, más o menos vagas, en las que los valores morales brillaban a menudo por su ausencia, nosotros vamos hacia otra clase de inclinación. Queremos hombres que piensen y sientan como nosotros, que estén dispuestos a sacrificarse como nosotros en bien de la Nación, y para realizar ese sacrificio una beneficio colectivo, para ir solamente a la Nación y para practicar el bien como lo entendemos y como lo iremos perfeccionando durante nuestra marcha. Tenemos un punto de partida distinto. Sabemos lo que queremos y sabemos a donde vamos. Bastaría ahora que tuviéramos la fuerza de espíritu suficiente para cumplir cuanto anhelamos.
Señores: en esta organización, que representa para nosotros la verdadera reforma política, sería inútil encararla dándole a la población algunas máximas para cumplir o algunas directivas para realizar. Las reformas se hacen reformando y comenzando por reformarse a sí mismos, porque es muy viejo y muy conocido el método que encara la reforma por la reforma de los demás, y ya nadie cree a aquél que predica de una manera y obra de otra. El primer aspecto de esta organización -recapitulando- es dar orgánicamente un espíritu al movimiento, con su mística, con sus principios, con la determinación de las grandes normas de ejecución. Ese conforma un estado, diríamos así, espiritual del movimiento, que se entiende algunas veces y que se siente otras. ¡Bendito sea quién puede entenderlo y sentirlo! Y aquel que solamente lo sienta, que se ponga a estudiar, a trabajar y a meditar, para también comprenderlo. Y aquel que solamente lo comprenda, que lo pida a Dios que lo haga bueno, para sentirlo. Y no se crea que esto es una perogrullada, por que hay políticos que han hecho política durante cincuenta años sin comprenderla, en tanto que otros la han comprendido sin haberla hecho jamás. El segundo aspecto es el de la organización material. Esa organización material, ¿como ha de realizarse? Toda organización de masas, sean las masas tomadas en un sentido o en otro, implica siempre un problema material de organización similar, porque entre los hombres hay quienes mandan en primer grado, quienes mandan en segundo grado y quienes obedecen, sino, no puede haber organización material de las masas. En primer grado mandan los que dirigen el conjunto; en segundo grado los que dirigen las partes, y en tercer grado, están las partes mismas que realizan obedeciendo. Sin eso no hay organización. Lo que quiere decir, señores, que toda organización implica un problema de tres incógnitas a despejar: el conductor, que es el que maneja el conjunto; los cuadros, que son los dirigentes de segundo grado que dirigen las partes; y el tercero, la masa. Las incógnitas de esa ecuación se van dilucidando sobre la marcha. Es la marcha que dice quien es el conductor y quienes son los cuadros, y es la marcha quien dice quién es la masa. Hay muchas distorsiones en este campo de la organización; hay enormes distorsiones. Muchas veces existe un conductor que no merece serlo, pero que ha sido hecho en una convención, por el decreto, por audacia o por cualquier otra razón. Cuando ello suceda, el conjunto puede ser homogéneo, marchar bien, pero no va a buen puerto, porque no lo llevan a buen puerto. Pero puede suceder, también, a la inversa: que el timonel central, el que dirige el conjunto, va a buen puerto, pero no puede porque los cuadros que le sirven durante la marcha disocian las fuerzas. Pero también, con un conductor capaz, si se quiere, con cuadros capaces, si se desea, pero con una masa indisciplinada que no obedece ni unos ni a otros, fracasa la organización. De manera que si aspiramos a hacer una organización como ella debe ser, ha de tener un conductor capaz, cuadros capacitados para la conducción parcial y una masa unida, doctrinaria y materialmente. Llegamos al cuarto factor de la organización, que es, precisamente, señores, la disciplina. La disciplina es muy buena o muy mala, según se la aplique bien o se la aplique mal. No importa la cantidad de disciplina; lo que interesa es la calidad de la disciplina. Yo soy un hombre formado desde los doce años en la disciplina más férrea que pueda existir; soy un amante de la disciplina y soy un defensor de la disciplina. Pero la disciplina, señores, tiene también su límite. Como yo digo siempre, el pan es el mejor alimento, pero al que se come una bolsa no le resulta el mejor alimento. La disciplina tiene acepciones completamente distintas. La disciplina puede ser militar y la cumplen bien los militares, con un código de justicia militar, que es de lo más terrible; puede ser eclesiástica y la obedecen los eclesiásticos. Pero si a nosotros nos quisieran hacer cumplir la disciplina eclesiástica, yo creo que no la cumpliríamos ninguno de nosotros, y es porque no somos eclesiásticos. ¿En qué consiste la disciplina política? Ofrece dos aspectos, como todas las disciplinas: forma y fondo. ¿Cuál es el fondo de la disciplina política? Para explicarla haré un paralelo entre la disciplina política y la disciplina militar. La disciplina militar encuadra al hombre, le saca su ropa, le pone otra, le enseña a caminar de otra manera, le enseña a recibir una orden y ejecutarla con inteligencia pero fríamente; va guiado permanentemente por el superior desde que sale hasta que llega a cumplir su objetivo. Si se detiene en el camino ha de ser por orden superior, es decir, es conducido, en el verdadero concepto, sin ser un ningún caso conductor. Obra por acción de presencia y siempre en conjunto. ¿Qué es la disciplina política? Cada hombre, aún dentro de la masa, obra individualmente, porque es una disciplina confiada a su conciencia y no a la voluntad de uno que manda y que dirige todos los actos. El militar sale con su tropa y llega al objetivo con ésta, todo en conjunto y a voz de mando algunas veces. El político está librado a sus propios pensamientos y a sus propias reflexiones. El sólo tiene un punto de partida común y un objetivo adonde debe llegar, y él elige su camino. El marcha por distintos caminos y de distintas maneras, individualmente, a su libre albedrío, y si no le gusta se vuelve. El marcha con una sola condición: no perturbar a los que marchan con él y llegar simultáneamente al objetivo que se lo ha fijado por su propia voluntad, en el momento en que es preciso que llegue. Lo que la disciplina política no permite es el engaño. Lo que la disciplina política no tolera es el mal procedimiento. Lo que la disciplina política impone es la sinceridad y la lealtad en todos los procedimientos y por sobre todas las cosas. En la disciplina política nadie está obligado a realizar lo que su conciencia no le obliga, y en consecuencia, quien quiera realizar un mal acto no solamente corrompe la disciplina partidaria sino que se hace pasible de que esos hombres que deban obedecerlo sean quienes tengan derecho a mandar a quien está mandado. Señores: quien realice una trenza, o quien efectúe una maniobra en beneficio propio, no puede imponer ni exigir disciplina a quienes deben obedecer. Por esa razón la disciplina política es una disciplina eminentemente de fondo. Por esa razón, también, el conductor no se hace, nace; y, por esa misma razón, los cuadros directivos tampoco se hacen, sino que nacen. Desgraciado quien cree que se puede hacer un conductor por decreto o por elecciones. Este es simple de explicar: conducir es un arte, y el artista nace, no se hace. Esta disciplina de que yo oigo hablar tan a menudo, es como muchas otras cosas que están en todas las bocas y en muy pocos corazones. Mande con dignidad, mande con sinceridad, mande con desinterés y con lealtad, mande con honradez y será obedecido. Pero mande tergiversando la realidad o con engaños, en provecho propio y no del conjunto, mande a base de combinaciones, y verán como el mejor conductor no será obedecido. Y en esto volveré a repetir lo que tantas veces he dicho. Cuando un dirigente manda debe ser obedecido siempre que esté encuadrado dentro de ese eslogan que tanto conocemos y que dice: "Todos seamos artífices del destino común, pero ninguno instrumento de la ambición de nadie". Si se manda así, la disciplina no tendremos que imponerla, la disciplina será una consecuencia de la acción que nosotros realizamos. No mandemos nunca lo que no es justo y seremos obedecidos. No impongan jamás una injusticia, porque eso trae la rebelión de las masas. De disciplina podríamos hablar mucho, pero basta decir que para ser obedecidos tenemos que mandar bien. Desgraciadamente todavía no hemos podido organizarnos, porque los acontecimientos no nos han llevado a esa organización y comenzamos ahora esta nueva etapa del movimiento; vale decir, la etapa de la consolidación del mismo, que ha de lograrse con esta organización que iniciamos. Si la inspiramos en cuanto he dicho, el éxito está alcanzado; por en caso contrario es inútil que trabajemos durante años y años tras una ilusión que nos resultará inalcanzable. Por eso es que hay que llevar a todas partes de la República estas ideas, con el objeto de lograr la formación de un organismo homogéneo. ¿En que consiste la homogeneidad de este movimiento? En una cosa muy simple que los hombres a menudo olvidan: conocer a, dónde vamos y qué es lo que queremos, es decir, realizar un movimiento que se analiza a sí mismo y dé su razón de ser por el objetivo que persigue. Una accede absoluto objetividad en la realización y concepción de todas nuestras cuestiones. Para llegar a esa unidad sólo nos será necesario vivir la situación de la Nación, apreciar el lugar de conjunto de la misma y los problemas que son comunes. De esa apreciación saldrá una misma resolución y una misma manera de resolver los problemas. Esto es lo que el movimiento alcanzará con su organización. El no organizarlo suficientemente nos ha tenido algunos problemas que ustedes conocen como yo, problemas que comienzan por ser políticos y luego se transforman en institucionales. De eso no resulta ningún beneficio y sí grandes perjuicios para la Nación y, especialmente, para las lejanas provincias y departamentos donde esos conflictos se producen. Es desgraciado pensar; aunque explicable, que nosotros, por no tener una oposición con quién combatir, nos estamos combatiendo entre nosotros mismos. Yo no critico a un bando u otro. Critico a los dos, porque cuando uno no quiere, dos no pelean. Y porque estas peleas terminan siempre con acusaciones de bandolerismo político en un bando y en el otro, lo que habla muy poco en favor de aquellos que no pueden solucionar los problemas. Vale decir que la solución del problema institucional la posponen a una solución personal. Pero ahí no termina el mal. Los facciosos crean las facciones y así el problema adquiere virulencia de segundo grado. Y de las facciones viene la disociación que ya es, diré, de tercer grado y peligrosa. Cuando dentro de una fuerza política aparece un faccioso que quiere influenciar a un sector para formar una facción, es como cuando se produce una carie en una muela: hay que sacar la muela; no hay otro remedio. Y ahí, precisamente, está el caso de la disciplina partidaria. Debe haber un organismo -ya se ha creado, son los Tribunales de Disciplina Partidaria- que cuando aparezca uno de estos hombres para quienes el interés personal priva sobre el interés de conjunto, le aplique la condigna sanción: "Señor, usted es personalista, usted quiere trabajar para sí; váyase al campo y trabaje para usted". Señores: dentro de nuestro movimiento todos trabajamos para todos y no hay cabida para aquel que quiere aprovechar el trabajo de los demás y trabaje para él. Todo ello sin contar que a menudo estos facciosos forman cámaras negras de difamación de los propios compañeros organizados, preparando planes de como lo van a difamar a Zutano o a Mengano, para hacerle perder el ascendiente partidario y pasar ellos adelante. Eso no una falta de disciplina partidaria; eso entra en los límites de la delincuencia común y está descartado que en nuestras fuerzas no pueden convivir con tales delincuentes. Se habla a veces de hombres que tiene grandes aspiraciones y aun de los que tiene ambiciones. Bien, señores: yo en eso tengo mi manera de pensar. Yo pienso que si Napoleón Bonaparte no hubiera sido un ambicioso hubiera muerto como capitán de artillería y Francia no tendría hoy el resplandor de su propia gloria puesto en el resplandor de la gloria de Napoleón. Desgraciado nuestro movimiento si no tiene hombres con aspiraciones y aún hombres ambiciosos, porque esa es una fuerza motriz que el género humano ha recibido de la Divina Providencia, unos en mayor grado y otros en menor grado. Quién se conforma con su suerte o con andar por entre las cosas que han creado los demás, es un mediocre. El ser con aspiraciones, que quiere crear cosas nuevas, que no se conforma con andar entre las cosas que han creado los demás, ése es el hombre. Señores: lo que si hay que agregar a esto, es que la ambición y la aspiración de los hombres han de ser, en primer término, justificadas, y para justificarlas es necesario que esa ambición o esa aspiración la cumpla él con su trabajo constructivo y no para perjudicar o molestar a los que van junto a él. Esta es una carrera, señores. Es una carrera en que cada uno corre por su andarivel, y el que tiene aspiraciones o ambiciones de ganar tiene que correr más ligero, pero sin hacerle trampas a los de al lado. Y, como a nosotros, a las autoridades del partido, nos toca hacer de jueces, lo tenemos que descalificar. Y lo hemos de descalificar inflexiblemente para poder afirmar la verdadera y única disciplina que debe reinar dentro de nuestro movimiento; es decir, la honradez en los procedimientos. Estamos de acuerdo en que se luce para sobresalir, pero para sobresalir con métodos honrados. Hay otro aspecto que también quería mencionar: me refiero al de prejuicios y de los preconceptos. Nuestro movimiento ha sido formado por hombres que llegan a él desde los más diversos rumbos. Nosotros no hemos preguntado de donde vienen; hemos preguntado quiénes son, qué es lo que piensan y hacia donde van. Esta debe ser una norma para nosotros, porque nuestra aspiración ha de ser que todos los argentinos que piensen como nosotros, aunque estuvieron equivocados, honradamente, se coloquen a nuestro lado para luchar, cualquiera sea su procedencia o cualquiera haya sido su equivocación. Nosotros, como movimiento popular no podemos a priori descartar a los hombres, si son honrados y decentes, vengan de donde vengan, sepan lo que sepan, sientan lo que sientan, siempre que estén de acuerdo en que es necesario ponerse a trabajar sin descanso para corregir los males de la Nación y para llevar nuestra tierra al puerto de gloria y de grandeza que cada uno de los argentinos bien nacidos debe desear para su patria. Por eso yo mismo estoy realizando actualmente una política que creo que es justa: una política de acercamiento de todos los hombres que puedan haber pensando de distinta manera que nosotros, siempre que vengan de buena fe a colaborar. Todas las fuerzas son utilizables en nuestro movimiento, si son nobles y leales, y todos los hombres serán bienvenidos si vienen con lealtad y con sinceridad a servir bajo nuestra bandera. Esta amplitud es la que nos va a hacer triunfar. La historia de todos los movimientos del mundo demuestra que los movimientos colectivos fracasan cuando se sectarizan y triunfan cuando se universalizan. Esa debe ser nuestra concepción del movimiento. Todos deben venir a él con una sola condición: servirlo lealmente, pensando que dentro de este gran movimiento todo es posible y que todos pueden tener razón. Serán los hechos y la marcha los que nos irán indicando esa razón, y si esos hombres han tenido derecho a discutirnos nuestras propias doctrinas. Nosotros no somos impermeables a la discusión, no queremos imponer, queremos proceder y queremos proceder con los hechos, que es el mejor procedimiento que puede utilizar el hombre. Si nuestro movimiento; con una gran amplitud, sin sectarismos de ninguna naturaleza, sin coerciones que puedan ejercerse en ninguna forma, avanza por el camino ancho de la verdad y de la realidad, no tenemos nada que temer. Si nos sectarizamos, iremos perdiendo paulatinamente la fuerza con que contamos y nos convertiremos en una movimiento que vivirá en su torre de marfil, pero que no representará, dentro de la República, el sentir del conjunto, transformándose en un pequeño organismo que marchará contra la corriente. Los movimientos populares son también cuantitativos y en la selección e la especie humana es necesario tomar la totalidad de sus miembros, no seleccionando partículas de un pequeño sector que nada representa y que nada es. Nuestro movimiento, es popular. Luego, el pueblo tiene libre acceso a él y dentro del mismo tiene libertad de pensamiento y el derecho a imponer su voluntad si ella es superior Por eso yo uso la tolerancia aún contra la intolerancia. Dejemos ahora las armas y, como digo a menudo, tomemos el violín, que puede ser más efectivo. Esto es de una gran sabiduría, aunque lo expreso de una manera simplista. En la República no tenemos oposición, pero sí tenemos algunos opositores. Con procedimientos honrados debemos ir persuadiéndoles de que están equivocados y que se encuentran colocados en mal terreno, ya que piensan y sienten desde hace años como nosotros. Han dicho muchas veces que es necesario hacer lo que nosotros hacemos, y hoy están en la oposición. Ello se explica porque andan detrás de posiciones personales y no defienden un movimiento nacional. El hombre priva sobre la colectividad. El egoísmo no es buen consejero. Por eso estamos empeñados en este movimiento y en seguirlo con alta tolerancia. No deseo alargar más esta conversación que es tan grata para mí. Solamente quiero hacerles llegar un consejo, que tengo la obligación de darles, como más viejo. En este Congreso partidario que realizamos hemos de dar la sensación al país de que estamos unidos, que pensemos en una misma manera y tenemos todos un mismo objetivo. Sobre todo, lo que tanto predicamos, o sea, ser artífices del destino común y no instrumento de la ambición de nadie. Debemos demostrar que estamos de acuerdo y que vamos a trabajar por el bien de todos. Eso es lo que ha de salir de este Congreso. Si en él nos peleáramos por pequeñas cosas que no tienen importancia, habríamos dado un triste espectáculo y quizás fuera una factor de debilidad frente a nuestra propia grandeza. Somos muchos, estamos empeñados en una misma lucha: demos el ejemplo de que estamos unidos y que trabajamos y que no hay intereses personales entre nosotros. Si damos esa lección, el partido ha de salir de este congreso tonificado y honrado en sus procedimientos. Por eso sería hermoso para nuestro movimiento que un Congreso al que concurren hombres de las catorce provincias y nueve gobernaciones se reúnan en representación de sus pueblos peronistas y lleguen a conclusiones exactamente iguales en un acuerdo y en una amistad que nos honran a todos. Esa lección la debemos dar a todos los demás partidos y a la masa de nuestro partido. Esa lección de unidad, tolerancia, lealtad y sinceridad para con nosotros mismos será el ejemplo más tonificante para la Nación. Si de este Congreso sale una acción de conjunto, habremos dado un hermoso ejemplo a la ciudadanía argentina. Todos los congresos y todas las convenciones que se realizan terminan siempre mal. Nosotros seremos los primeros que terminaremos en una absoluta armonía y eso representará una conquista mayor que toda las demás conquistas que podamos obtener. Hemos encarado la reforma social, la económica y la política; ésta la vamos a hacer nosotros y la vamos a mostrar con nuestro propio ejemplo. Después seguirán las otras reformas. El año que viene iniciaremos la verdadera reforma del derecho argentino. Nuestro movimiento no puede haber terminado con reformar el orden social, el orden económico y el orden político. Es necesario consolidar esas tres etapas con la consolidación jurídica de nuestro movimiento. Esa reforma ya se ha iniciado. Debemos a las Cámaras de la Nación el haber seleccionado el elemento humano para ir reformando nuestra justicia, y yo estoy satisfecho de lo que se ha hecho hasta el presente. Hecha esa parte de la reforma humana, del cambio de los hombres, reformaremos la legislación. El año 1948 ha de ser de profundos cambios en lo jurídico. Hemos de poner al día nuestros códigos de procedimientos y de fondo, hemos de dar al país una nueva legislación, más a tono con los días que vivimos. Es anacrónico que en estos días en que se está intentando la navegación estratosférica, en que se emplean diez horas para venir de Europa a Buenos Aires, empleemos un Código de Comercio que fue hecho para la navegación a vela, cuando se tardaba seis meses en llegar del continente europeo. Y cito eso como ejemplo, por no citar más. Hemos de encarar la reforma de los códigos de procedimientos; del derecho del trabajo, que ha sido formado alrededor de una ley subsidiaria, la de accidentes del trabajo, a la que se le fueron agregando nuevos adornos, como a un árbol de Navidad, con nuevas leyes y nuevas disposiciones. Hay que ir a la reforma de la legislación de fondo; ningún movimiento trascendental como el nuestro, lo ha dejado de encarar, porque es necesario poner al día la parte jurídica. Ese, señores, representará en el devenir de los tiempos la consolidación de nuestro movimiento, la afirmación definitiva de que nuestras conquistas han sido buenas y de que la reforma social, económica y política, ha sido real, porque ha sido afirmada en el tiempo y justificada y consolidada por la acción de la justicia. Luego ha de venir la reforma de la educación. Hemos de encarar la instrucción primaria, secundaria, técnica y universitaria para ponerlas a tono, porque sería incompleto que reviéramos todo y no trataremos de instruir a nuestra juventud en el fondo de esa reforma. Empecemos por educar ya a los hombres dentro de esa concepción doctrinaria, pongamos a su alcance toda esa reforma y eduquémoslo en la ciencia para servir al objetivo de la Nación, con unidad de concepción y de acción. Extenderemos esa reforma a la cultura para que las artes y las letras en nuestra tierra comiencen a fructificar en beneficio de los argentinos, aprovechando el remanente de nuestra cultura y de la cultura europea que hemos heredado, para ir colocando nuevos jalones en la marcha, para no ser los que nos conformemos con andar entre las cosas que otros crearon. En el año 1948 hemos de dar un tono determinante a la reforma para ajustarla a las nuevas concepciones que consideramos justas. Luego seguirán otras reformas largas de explicar, para que tomen todo el resto de las actividades nacionales. Y pensamos que en el año 1949, quizá en 1950, la Nación entera ha de iniciar un nuevo ritmo de marcha al influjo de todos esos cambios, para que todos los hombres y los organismos de la Nación se dirijan hacia un objetivo común de una manera similar y armónica. Si nuestro movimiento cumple eso, es probable que pase a la historia como el Renacimiento Argentino. Y nosotros, en nuestro ambicioso objetivo, aspiramos a que ese Renacimiento Argentino sea la reestructuración de la Nación, política, soberana y económicamente libre. En esta marcha, señores, no habrá fuerza que la pueda detener. Nuestro movimiento tiene que cumplir ese objetivo y lo ha de cumplir solamente si nosotros, que representamos el elemento directivo de la masa, luchamos incansablemente por conseguirlo tratando al mismo tiempo que cada uno de los elementos que constituyen esa masa luche también incansablemente detrás de igual objetivo. Si realizamos esa labor de conjunto con la organización material de nuestras fuerzas, el éxito total está asegurado. Tenemos actualmente el gobierno social, económico y político de la Nación, y tenemos luego la posibilidad, con ello, de influenciar toda la marcha de la República. Todos los que responden a nuestra bandera tiene la obligación de secundarnos, luchando incansablemente y con sacrificio, si es necesario, para conseguir esos objetivos. Estoy persuadido, y lo espero, con la fuerza que puede representar mi espíritu de argentino, que cada uno sabrá cumplir con su deber. .............................. |
1947-12-04 | En un acto de la Liga Argentina de Empleados Públicos realizado en el Luna Park | Compañeros de la Liga Argentina de Empleados Públicos: Es inmensa mi satisfacción al ver reunidos en esta magnífica concentración a todos los servidores del Estado, desde el más humilde empleado hasta el más importante funcionario o magistrado de la Nación. Nosotros somos hombres que entendemos la función pública de esa manera. Ejercida sin desigualdades, ya que todos estamos igualmente obligados a prestar nuestro servicio honrado y capacitado a la Nación a quién debemos todas las alegrías y satisfacciones de nuestra vida y somos los custodios de sus glorias y sus tradiciones. Como custodios de sus glorias y de sus tradiciones, estamos obligados a entregar a la Nación todos nuestros esfuerzos tan desinteresadamente como sea posible y tan honradamente como sea imposible de realizarlo de mayor manera. Hace pocos días he fijado para nuestras fuerzas políticas el objetivo al cual debemos someternos para realizar una verdadera reforma política en la Nación. Al hacerlo he dicho que es indispensable que saquemos de las instituciones del Estado todo factor político que no esté al servicio directo de la Nación. Yo entiendo que hay una sola política que debe alumbrar la inteligencia y tonificar el corazón de los argentinos que sirven a la patria, y esa política debe de estar al servicio exclusivo de la Nación. Si nosotros los funcionarios y empleados del estado estamos al servicio de la Nación, ¿para qué vamos a hacer otra política? El empleado o funcionario público es un hombre al servicio directo del Estado, y por lo tanto, es un responsable directo de la marcha también del Estado. De ello debe salir la conducta que cada uno de nosotros debe seguir para bien del país. En estos momentos el gobierno encara numerosas realizaciones. Hemos dicho que no queremos ver al país enfermo de pequeñas empresas, lo queremos enfermar de grandes empresas. Para ello, es indispensable que todos los funcionarios y empleados del Estado compartan con el gobierno, por la ejecución, la dirección de todos los planes de realización en que estamos empeñados. El gobierno que como tal dirige y la administración pública que como tal ejecuta son dos organismos inseparables e insustituibles en la tarea de hacer grande a la patria. Pero es indispensable que meditemos profundamente, en la coordinación y colaboración que debe existir entre gobierno y administración pública. Normalmente, el ritmo de marcha del gobierno debe de estar perfectamente sincronizado con el ritmo de marcha de la administración ejecutora. Cuando el gobierno marcha demasiado rápido y la administración demasiado lenta, todos esos planes pueden venirse abajo o quedar truncos en su realización. De ello, la importancia extraordinaria que cada uno de los empleados del Estado, tiene en el desenvolvimiento de la acción de gobierno. El gobierno más feliz será aquél que tenga un cuadro de funcionarios y empleados que ejecuten leal, sincera y fielmente sus concepciones. Y el ideal de un cuadro de empleados públicos ha de ser tener un gobierno que le diga claramente qué es lo que quiere, cómo quiere que se lo realice, que lo respete, que lo proteja y que lo ayude en su vida. En esto, señores, la importancia de los cuadros de la administración del Estado, reside fundamentalmente en que cada uno cumpla su función en un medio de seguridad y de tranquilidad. Yo no me he explicado jamás cómo la administración pública ha podido desenvolverse en medio de una inestabilidad absoluta, careciendo de leyes orgánicas que protejan al empleado que trabaja y que se porta bien. Pero señores, un poco de culpa en esto también hemos tenido y tenemos los empleados y funcionarios del Estado. Es menester, que entre nosotros se desarrolle e inculque una verdadera conciencia social y conciencia nacional de servidores del Estado. Podría afirmar que si los empleados del Estado no disponemos todavía de una ley orgánica, uno sólo ha sido el factor que lo ha impedido: la política. Yo considero que cada servidor del Estado tiene el derecho en su conciencia de pensar como desee pensar, pero tengo también la convicción de que un empleado o servidor del Estado debe pensar lo que quiera, en las cosas secundarias, pero en lo fundamental no debe tener más que un sentimiento: servir al país. Cuando un empleado o funcionario sirve al Estado con capacidad y con honradez, no nos debe interesar que sea lindo, joven, blanco, negro o piense de otra manera. Estamos acostumbrados fácilmente a juzgar con demasiada ligereza a los empleados públicos, cada uno que vive en esta tierra se cree con derecho a hablar por lo menos una vez al día mal de los empleados públicos. Es menester, que esta mala costumbre termine y para ello hay un camino: prestigiar esa función pública con el propio ejemplo y la propia austeridad. Y así en el andar de los días hemos de demostrar al pueblo de la República, que donde está un funcionario o un empleado público, hay una garantía de capacidad y de honradez. Y veremos que en el futuro transformaremos el panorama, y entonces tendremos la satisfacción que cada día los habitantes de esta tierra, por lo menos una vez, hablen bien de los empleados públicos. Señores, entre las numerosas obligaciones de carácter social que el gobierno ha debido cumplir, confieso que estamos en retardo con referencia a los empleados y funcionarios del Estado. Pero debo hacer presente, que ello no ha sido por olvido del gobierno o de los funcionarios encargados de esa función, sino que había problemas más urgentes que atender. Llegado el momento he pedido a todos los señores ministros que nos honran hoy aquí con su presencia, que en cada uno de los ministerios, estudien y resuelvan en forma expeditiva todo aquello que se refiera a la acción social para el personal directamente dependiente de los ministerios y de las demás reparticiones autárquicas. Yo deseo, que en los tiempos de las vacaciones ningún empleado público quede sin tomar sus días de vacaciones en las montañas o en el mar. Cómo deseo también la racionalización de la administración pública para elevar al congreso en el menor tiempo posible una ley orgánica que dé la garantía absoluta a cada empleado de que él, si cumple con su deber y es honrado, nadie lo podrá sacar de su puesto. Señores: en la historia de nuestra administración varias veces se ha querido realizar esto, y ustedes saben que no ha sido posible hacerlo. En ello y como afiliado nº 1 a la Liga del Empleado Público, que ostento con todo el sentido que ello impone y con la enorme satisfacción de poderlo ostentar, voy a permitirme darles un consejo: que nada valdría una ley orgánica si con el tiempo pudiera quedar sin efecto por otra ley orgánica. Yo he de darles una ley orgánica justa y equitativa, pero a ustedes les queda la obligación de defenderla y de mantenerla. Por eso he visto con inmensa satisfacción la constitución de esta liga bajo formas serias de verdadera aglutinación con verdaderos fines sociales. La liga del Empleado Público, a la que he querido dar el ejemplo afiliándome como primer servidor del Estado, tiene por delante una inmensa tarea que realizar, de orden social y de orden cultural. De orden social, para que cada uno de nosotros esté defendido con el apoyo de los demás en todas aquellas cuestiones en que el Estado prestará su apoyo decidido, o en la mutualidad que es siempre una defensa de la colectividad cuando los bienes personales no pueden defender a cada uno de los asociados. Y un deber cultural, que es el de llevar a cada uno de los espíritus de los servidores del Estado, la obligación y la responsabilidad de servir a la patria en su puesto con abnegación, con honor y con virtud. Hay que concebir la función estatal con el concepto de que ninguno somos más importantes que los demás y no con el concepto arraigado en cada empleado o funcionario haciéndose la ilusión de que el mundo gira alrededor de su propia función. Señores, esa misión cultural de la Liga del Empleado Público, ha de ser una ayuda irreemplazable que el Estado tenga en esta benemérita asociación. Es menester, señores, que nos demos cuenta, alguna vez, que el Estado nos coloca en una función para que elaboremos su grandeza, para que afirmemos su dignidad y, por sobre todas las cosas, para que seamos ejemplos de abnegación, de sacrificio y de honor. Señores, al asistir por primera vez a una concentración de la Liga Argentina de Empleados Públicos, haciéndolo en mi doble carácter, como jefe del Poder Ejecutivo de la Nación y como afiliado a esa Liga, debo declarar, públicamente, que como presidente de la Nación aseguraré la justicia inquebrantablemente entre los funcionarios y empleados del Estado; y como miembro de esta asociación, he de poner todos mis esfuerzos para que el gobierno la apoye y la ayude en todas sus realizaciones. Señores: solamente me resta pedir a cada uno de los empleados y funcionarios del Estado, que en el futuro, seamos cada uno de nosotros un verdadero defensor de los empleados y funcionarios del Estado, que no nos sumemos jamás, ni por falta de carácter, ni por mala inclinación, a las abundantes críticas que se nos hace en los círculos fáciles de éste o de aquél otro sector de la Nación. Que desde hoy en adelante, unidos inquebrantablemente todos nosotros, consolidemos que para un empleado público no hay nada mejor que otro empleado público. Formemos un verdadero espíritu de unidad y de unión entre nosotros. Con esa camaradería, el Estado se habrá beneficiado y nosotros podremos paulatinamente depurarnos de los malos, para formar un cuerpo del Estado que sea constituido solamente por buenos. Finalmente, compañeros de la Liga Argentina del Empleado Público, luchemos porque esta institución sea cada día más unida y más poderosa, luchemos para que el éxito corone los esfuerzos, para que la acción social de nuestra liga sea cada día más intensa y luchemos en fin, para que cada uno de nosotros pueda sentirse más satisfecho y con mayor honor de formar en los cuadros de este ejército civil de la Nación. ........................ |
1947-12-04 | En el acto realizado al cumplirse el primer aniversario de la creación de la Facultad de Odontología de la Universidad de Buenos Aires | Es con verdadera emoción que llego hasta esta casa para compartir el acto con los profesionales que aquí se dedican a aprender y a enseñar, trayendo, señores, con emoción, la buena voluntad que el gobierno está obligado a tener para el encaramiento de esta clase de problemas y al compartir estos breves instantes, en este recinto de la Facultad de Odontología de la Universidad Argentina, quiero traerles unas palabras de saludo y felicitación, especialmente para los profesionales que, teniendo bien alta la divisa, han sacado adelante la vieja idea de convertir la Escuela de Odontología en Facultad, que los hechos, los méritos, los trabajos que están realizando nuestros odontólogos justifican ya desde hace tanto tiempo. Nosotros somos fieles a las palabras que tanto hemos repetido: mejor que decir es hacer y hemos apoyado esta creación porque la consideramos necesaria y justa.
La ciencia médica argentina, dentro de cuya ciudadela nos encontramos, ha tenido ya la fortuna de contar entre sus filas al maestro Arce, que es el verdadero creador de esta ciudadela. Con este edificio comenzó una obra para toda la Universidad de Buenos Aires y veremos si solamente con esta buena intención y el apoyo que el gobierno pueda prestar a los profesionales argentinos, surgirán nuevas ciudadelas para las demás facultades, que inspiradas en esta grandiosa creación ofrezcan a los profesionales y estudiantes argentinos los locales necesarios donde la ciencia pueda hacerse con el máximo de provecho y con el mínimo de sacrificio.
Señores: yo solamente puedo asegurarles que la Universidad argentina puede estar absolutamente cierta de que todo aquello que el gobierno pueda realizar en beneficio de la ciencia argentina no habrá sacrificio que el gobierno no imponga a la Nación para llevarla adelante, porque tenemos entendido que una nación sin ciencia, sin verdadera ciencia, no va a ir adelante por más esfuerzos físicos que se exija a sus habitantes y por más esfuerzos morales que se imponga al país. Queremos que esta creación que hoy festejan los odontólogos argentinos sea apenas el primer escalón de una inmensa escalera que el país debe construir, para que la inteligencia argentina pueda llegar a la altura a que aspiramos nosotros que llegue, para que sea conocida y divisada por los cinco continentes del mundo. Aspiramos a que desde todas las direcciones de la tierra puedan algún día venir hombre de otras aptitudes, creencias y razas para conocer e inspirarse en las ideas y en la ciencia que surja por el esfuerzo argentino, por la inteligencia argentina, y se distinga a nuestra patria como un verdadero faro en este desierto de la ciencia del mundo, que no avanza, según creo, al ritmo que puede y debe avanzar; y ya que la ciencia del mundo está retardada por otros problemas, no tan altos ni tan hermosos que el mundo debe afrontar, esperamos que en esta tierra, que es tierra de paz y de buena voluntad, los hombres argentinos reemplacen a los que en otras partes luchan por otras cosas y otras razones en esa actividad en que el hombre no puede hacer el noble esfuerzo y el sacrificio de ustedes, señores, que tienen el privilegio de seguir la ciencia y la llevan, como hemos dicho, al lugar a que aspiramos se la lleve: a una altura no conocida en el país, para que sea el asombro y la admiración para el resto de los hombres de ciencia del mundo entero. Sé que esto es ambicioso; sé que esto puede resultar petulante para quien lo escuche, pero no hay argentino que siente su argentinidad en el fondo de su corazón que no deba aspira a la ambición de que nuestra tierra sobresalga, y lo justifica el hecho de que representamos a un pueblo de la tierra y que, en consecuencia, tiene la obligación de sentir la emulación de la ciencia y que tiene también obligación patriótica de ponerse a trabajar para alcanzar ese objetivo. ............. |
1947-12-05 | En la reunión de los miembros de la Comisión de Enlace Interministerial con los legisladores | En primer término debo expresarles que me siento muy feliz de que ustedes hayan llegado hasta aquí para escuchar la explicación sobre la planificación del Plan Quinquenal.
En general, no se conoce mucho sobre la marcha del Plan Quinquenal y es indudable que éste, sin una planificación lo más perfecta posible acarrearía un sinnúmero de inconvenientes en su ejecución que podrán llevarlo, si no a fracasar, por lo menos a que no se realice dentro de un racionalismo que es el más conveniente para esta clase de realizaciones.
Por esa razón se ha creado, aquí en la Presidencia, un organismo de coordinación Interministerial, a fin de que todos los aspectos del desarrollo del Plan Quinquenal puedan irse cumpliendo de una manera más racional.
Es indudable también que esta racionalización no está todavía aplicada en su conjunto. Sin embargo, ella permite ir vigilando las realizaciones e ir ajustando paulatinamente el plan.
Yo no he querido hacer una planificación previa porque hubiéramos perdido posiblemente de un año a un año y medio para poderla poner en marcha. Sin embargo, se ha puesto en movimiento todo aquello que era posible y durante la marcha vamos a ir ajustando la planificación, porque generalmente lo ideal es siempre antagónico con lo real, y el someterse a una planificación ideal hubiera representado anular, posiblemente, muchas realizaciones, y retardar la ejecución de las obras.
Es posible que durante la marcha misma se pueda ir planificando, y ajustando perfectamente a esa planificación todas las realizaciones. No será, posiblemente, -como digo- lo ideal, pero es lo práctico.
Hasta ahora no hemos tenido dificultades de ninguna naturaleza; y como el que ajusta todas estas realizaciones es, casualmente, este organismo, el Poder Ejecutivo, que es quien dispone el empleo de los fondos, puede ir realizando eso por ese único gabinete que abre o cierra según las necesidades y conveniencias de la planificación.
Para el plan vial se piden 60 millones de pesos. Cada obra del plan ha de ser individualmente autorizada. Yo no quiero que los caminos se tuerzan, que los caminos sufran un sinnúmero de distorsiones por distintas influencias. La única influencia a la cual debe estar sometido el plan vial es la que contemple las necesidades de esta planificación que tiende al liquidar todas las influencias, espurias o no, pero que no son ocasionales. Decimos que tenemos que cumplir y hacer las cosas bien, y eso es lo que queremos hacer. Quizá se pierdan diez o veinte días en la iniciación de una obra, pero es tiempo lo hemos de ganar en otras consideraciones.
Por eso, señores, yo quiero que escuchen cual es el tipo de racionalización; el metodismo que se va siguiendo en esto; la coordinación que se va estableciendo; los estudios que se van realizando. Cada ministerio tiene aquí un representante que es el encargado de decir que se está realizando, cómo se está realizando y cual es la coordinación que es necesario establecer. También ellos podrán informar detalladamente a los señores cual es el estado de esa realización, por donde vamos, cómo vamos, y cual es el ajuste que de esas realizaciones se va a hacer con la coordinación general.
Casi todos los que actúan en esto son hombres técnicos y les pido que traten de dar una explicación práctica, al alcance de todos, sin mucho tecnicismo. Lo que nos interesa conocer es el estado general de planificación como así también el estado general de realización. ....................... |
1947-12-24 | Mensaje de Navidad : | Compatriotas: En esta nueva víspera de Navidad, nada puede ser más grato a mi espíritu que ponerme en contacto con todo el pueblo de la República, para expresarle mis sinceros deseos de felicidad. Me complazco en hacerlo, porque siempre he creído que entre los ciudadanos de un país debe existir, más allá de las discrepancias ideológicas, una compenetración de sentimientos que los una en el santo amor a la patria, y también porque considero, que quien inviste la representación conferida por sus ciudadanos, debe ser intérprete de aquellos santos sentimientos y pregonero de aquel inextinguible amor.
De las festividades que conmemora la cristiandad, la de hoy, es la más apropiada para reiterar la pureza de nuestros sentimientos y de nuestras intenciones a cuantos habitan nuestro suelo. Es la fecha más apropiada para que en cada hogar argentino, llegue la voz con el fin de proclamar bien alto que el único móvil que guía nuestras acciones se encamina a proporcionar el mayor grado posible de felicidad a todos, sin perjuicios para ninguno, ni lesión a los intereses legítimos de nadie. Es el mensaje que exhorta a todos juntos para que labremos el esplendoroso porvenir de nuestra patria, para que respetada y honrada por las otras naciones, contribuya con su acción y su palabra a fortalecer los vínculos de paz y de amistad con todo el mundo.
Así interpreto los mandatos que me ha confiado el espíritu pacífico y pacifista de mi pueblo y que yo me honro en compartir, me enorgullezco en proclamar y me esfuerzo en conseguir.
Poco avanzaríamos si nos limitáramos a sentir y proclamar tan elevados propósitos, si no hiciéramos lo necesario para llevarlos a la práctica. Y es en este terreno de las realizaciones donde a veces se choca con intereses creados que se oponen al propósito de extender el bienestar al mayor número, y a todos si es posible. Sucede con frecuencia, que en torno a un privilegio abusivo, se han creado de buena fe, intereses diversos, que al ser afectados por medidas que benefician a la generalidad, hacen nacer la sospecha de que se ha procedido injustamente. El clamor pretende confundir a la opinión sensata; pero aquietadas las estridencias del resentimiento, aparece nítidamente justificada la razón de las medidas y reflejado el nuevo impulso dado al programa nacional.
La experiencia diaria nos demuestra, que por encima de todas las consideraciones de orden particular y a pesar de las disconformidades privadas, nuestra patria progresa incesantemente y va alcanzando las etapas previstas en un plan de gobierno armónico y realizable. Perseguir esta finalidad ha de ser la gran tarea de todos los argentinos y de cuantos hombres de buena voluntad pueblan el suelo de la patria. Perseguir este objetivo es la consigna que debe mover los resortes de nuestra voluntad; alcanzar tal finalidad y tal objetivo, ha de ser la única recompensa que avalore nuestro paso por la vida. Para lograrlo, necesitamos estar todos unidos. Hoy la Argentina está en condiciones excepcionales para alcanzar el acariciado ideal de su grandeza. No debe verse malogrado por la incomprensión, por la envidia o por el rencor; no debe siquiera verse zaherido por mezquinas ambiciones, ni ligeras discrepancias, ni insustanciales caprichos. El mundo vive momentos difíciles; las perspectivas que otros pueblos parece que presentan no son muy halagüeñas para su tranquilidad y su bienestar. Pero, por providencial designio y abrumador contraste, nuestra Argentina está en camino de recuperación económica y de resurgimiento espiritual. La Argentina será verdaderamente grande si hay verdadera unión entre los argentinos. Por encima de todo importa el porvenir grandioso de la Nación. Cuantos me escuchan saben que la voluntad mayoritaria de mi pueblo ha puesto en mis manos la conducción de los destinos de mi patria. Con los simples resortes del poder, podría muy bien afrontar todas las responsabilidades y lograr las satisfacciones que brinda el éxito, pero quiero que todos los hombres de buena voluntad que viven en nuestra tierra puedan ejercitar el deber patriótico de contribuir, cada cual en su esfera y según su capacidad, a este esfuerzo que ha de brindar a la Nación Argentina el poderío moral y material que anhelamos en el orden interno y a la paz perdurable que deseamos mantener con todos los países del orbe.
Deseo que esta noche buena lleve a vuestros hogares la bendición de Dios; a vuestros corazones el sagrado e inextinguible amor a la patria; a vuestras conciencias el propósito de uniros en un sólo ideal argentinista, que sobrepase las contingencias que puedan separar a los argentinos; a vuestros pensamientos el recuerdo de los pueblos que sufren para comprenderlos y para ayudarlos. Y, como síntesis de cuanto dejo dicho, espero que junto a mi cordial solicitación lleguen a todos los ámbitos de la patria mis más grandes anhelos de esta hora, que puedo resumir diciendo: concordia entre todos los argentinos y paz entre todos los pueblos del mundo. ..................... |
1948-01-06 | Mensaje radial con motivo de la inauguración de la Colonia de Vacaciones de los empleados de comercio en Uspallata | Cuando al clausurarse el 9º Congreso de la Confederación de Empleados de Comercio, tuve ocasión de felicitar a esa entidad por la iniciativa que hoy tiene magnífica realización, inaugurando la espléndida Colonia de Vacaciones en Uspallata, no dudé de que rápidamente llegaría este feliz momento. Lo creí así, porque vuestra Confederación es un organismo que ha luchado cuando los vientos era adversos a los trabajadores y, por lo tanto, sabe aprovechar el remanso de paz que para ellos representa mi gobierno, empeñado en llevar a la práctica los principios que vengo sosteniendo y que han merecido vuestra confianza. Tiene más a su favor la Confederación de Empleados de Comercio: rige sus destinos un batallador de primera hora, que es la hora de la incertidumbre. Vuestro secretario Borlenghi, consagra su vida al mejoramiento de los empleados de comercio. Su fe en la justicia social constituye la ejecutoria que lo acredita como colaborador mío en la obra de un gobierno, cuya principal finalidad consiste en conquistar, precisamente, la justicia social para todos los hombres de trabajo. La colonia de vacaciones es una consecuencia de la voluntad de un gremio y de la decisión de uno de sus más preclaros afiliados.
Ved, pues, vuestra Colonia de Descanso respaldada por las cumbres de la cordillera andina, bajo el purísimo cielo que antaño presenciara heroicos hechos determinantes de nuestra soberanía, convertidos hoy en lugar de esparcimiento y descanso por la iniciativa de esa benemérita organización de trabajadores. He ahí la Colonia Uspallata realizada por la protección del gobierno argentino; de este gobierno que, por la voluntad del pueblo, es más gobierno y más argentino, porque es completamente soberano de sus destinos, y porque con el despertar de las masas encontró de nuevo el sentido de la nacionalidad, que antes no se supo o no se quiso dar por los gobernantes.
Esta Colonia, nueva creación del gobierno peronista, es otro mentís a nuestros detractores. Véis plenamente realizado, ostensible a vuestros ojos y tangible a vuestras manos, lo que ha podido conseguirse cuando un país se recobra mediante la conjunción de iniciativas y voluntades de un pueblo que se siente interpretado por su gobierno.
Iniciativa vuestra, anhelo que parecía irrealizable, sueño recogido por un gobierno que ha dicho que en materia social no cabe retroceder, que es un crimen defraudar al pueblo con bellas palabras.
Teorizar es muy fácil. Prometer en busca de una reacción favorable de almas crédulas y sencillas, muy fácil también. Pero esta facilidad se convierte en felonía cuando se sabe que no se va a cumplir lo que se promete.
Siempre ha habido quienes, por hacerse un momentáneo cartel, han ofrecido sugestivas proposiciones y proyectos que quedaron en vanas promesas y en defraudadas esperanzas. Estas promesas quedaban incumplidas porque al formularlas faltaba la sinceridad; y la sinceridad es la condición primordial que debe reunir un gobernante para merecer la fe de su pueblo.
Cuando se está respaldado por una convicción profunda, por una sinceridad absoluta, por una mística alentadora, y no se organiza el Estado para la política interesada y personal, todas las semillas fructifican y todos los buenos propósitos se realizan.
He ahí la prueba. La esperanza se tornó realidad, y Uspallata alberga ya la Colonia de Vacaciones de la Confederación General de Empleados de Comercio.
¿Por que pudo realizarse? Porque vosotros y nosotros nos tenemos confianza recíproca. Por eso hemos podido conducir el país a la situación brillante que hoy todos admiramos. Porque sabemos lo que queremos y sabemos adonde vamos. Y así, vuestra primitiva idea, consecuencia de justos anhelos, fue recogida.
Conjunción de iniciativas en un solo ideal: engrandecer la patria, haciéndola socialmente justa. Cuando se sirve a la patria con amor y al pueblo con sinceridad, no puede fracasar la obra de un gobernante.
La obra que se contempla no tiene su base en una posibilidad económica; su verdadera base hay que buscarla en el espíritu que la alienta; la confianza del pueblo en su gobierno y la fe del gobierno en su pueblo.
Fomentando vuestra iniciativa cumplimos también una parte de nuestro programa, encaminado tanto al fortalecimiento físico de la juventud cuanto a perfeccionar la cultura y, con ello, al mejoramiento del ciudadano para su propio bien y el de la patria.
Esta Colonia ha de servir de modelo a las que han de crearse en todo el país para todos los trabajadores. El turismo ha de ser para todos. Que cada cual, según sus medios, tenga el descanso reparador de su cuerpo. Que el espíritu de cada cual pueda disfrutar de las bellezas de nuestra patria, que es de todos, de pobres y ricos por igual.
En manos de todos está el lograrlo. Que el esfuerzo de cada uno se sume al que el gobierno realiza y seguirá realizando para mayor bienestar de los argentinos.
Entre tanto, vosotros, empleados de comercio, disfrutad vuestra noble y pacífica conquista. Y cuando terminéis las vacaciones, os exhorto a trabajar con ahínco para contribuir a la grandeza de nuestra patria. ......... |
1948-01-12 | En el acto de entre del sable corvo a los nuevos generales | Es sumamente grato para mí, a la par que muy honroso, hacer entrega de sus sables a una nueva promoción de generales de la Nación. Recibid hoy el más alto símbolo del mando militar, al que sólo pueden aspirar -bien lo sabéis- aquellos que luego de larga, difícil y límpida trayectoria de soldados hayan llegado a merecer el insigne honor que representa colgar al cinto la réplica del sable con que el Gran Capitán de los Andes trazó a la historia patria, dándonos la libertad y la soberanía que -los generales en primer término- tenemos la obligación de custodiar y defender. Con legítimo orgullo y onda satisfacción llegáis al punto culminante de la carrera en mérito a vuestros propios merecimientos y adquirís así las más altas responsabilidades dentro de la institución y ante el pueblo entero de la Nación. Asimismo, contraeréis el compromiso ineludible de ser modelo por vuestros actos públicos y privados y por el cúmulo de virtudes que deben ordenar vuestras vidas con los detalles propios de las almas nobles puras y generosas. Conocéis profundamente cuáles son esas virtudes. Las habéis inculcado y las habéis aplicado a través de toda vuestra existencia de soldados. Ejercitadlas hoy más que nunca, con el profundo convencimiento de que, por el dignísimo grade que habéis alcanzado, ellas no sólo servirán de ejemplo para vuestros subordinados, sino que trascenderán a toda la ciudadanía para crear ese clima de confianza tan indispensable en el pueblo, que necesita sentir que su libertad está realmente respaldada por los hombres que tienen sobre sí la grave responsabilidad de asegurar la defensa nacional. Tened muy en cuenta que los ejércitos valen lo que valen sus cuadros y que estos constituyen el fiel reflejo de sus generales, toda vez que ellos son los responsables de su educación moral y espiritual y de su preparación profesional. Sabéis muy bien que en la medida que aumenta la jerarquía militar, paralelamente se hace más difícil el cumplimiento de las obligaciones y deberes que el servicio impone. Pero esto no debe atribuirse sólo al hecho de que aumentan en importancia las funciones, sino especialmente a que se multiplica el número de subordinados y, por consiguiente, la responsabilidad es cada vez mayor. Para el general, no se trata ya de responder de la vida y el honor de varios miles de hombres; en ciertas situaciones se tratará de la Nación misma. Las leyes y reglamentos militares determinan claramente cual es la misión del Ejército y cuales las obligaciones y deberes a los cuales ajustará su conducta militar. En último análisis, ellas fijan como obligación primaria y fundamental la de dedicarse por entero y con exclusión de toda otra preocupación a las cuestiones de índole profesional. Es decir que el militar debe dedicar su vida al servicio de la Nación, de la cual el Ejército tiene el privilegio de ser su más pura expresión, manteniéndose totalmente alejado de los intereses particulares de determinados sectores o tendencias. Para lograr cuanto antes nuestro afán de lograr una Argentina grande y progresista que marche a la vanguardia de las naciones civilizadas del mundo para felicidad de sus hijos, debemos procurar que la Nación alcance a breve plazo la madurez política que exhiben las viejas democracias. Con ello conseguiremos paralelamente desterrar la desgraciada necesidad de que las fuerzas armadas tomen intervención, aunque sólo fuera transitoriamente, en la conducción política de la Nación. Ello hemos de alcanzarlo por el camino de la justicia y de la legalidad, y en esta tarea el militar -en particular el general- tiene que jugar un papel principalísimo, basado fundamentalmente en asegurar para el pueblo la facultad de ejercer su voluntad soberana y la observancia de la más absoluta neutralidad en las contiendas políticas. Pero esa neutralidad que significa el respeto de las libertades ciudadanas no implica en absoluto desentenderse de la suerte de la vida del pueblo, elemento básico y fundamental de la defensa nacional y que, por lo tanto, merece nuestra especial y principalísima preocupación. En los tiempos que corren, solo podemos concebir la existencia de ejércitos de carácter nacional en los cuales estén representados todos los sectores del país. Con una composición que le asegura lógicamente una estrecha vinculación con todas las clases sociales del país y una íntima relación con los destinos del pueblo, el Ejército llega a constituirse realmente en una institución del Estado y no en una casta, condición que a veces se pretende atribuirle Las fuerzas armadas encarnan la voluntad del Estado, y de su capacidad dependerán en grado sumo, el orden y la seguridad que la Nación necesita para vivir, desarrollarse y progresar conforme al anhelo común de alcanzar los grandes destinos que la divina Providencia le hubiere preparado. El ejército del tiempo de paz constituye uno de los núcleos del ejército de guerra y es la escuela donde se forman las reservas de la defensa nacional. El ejército del tiempo de guerra no es otra cosa que el pueblo armado, disciplinado y organizado. Siendo así, no caben diferencias entre el pueblo y el Ejército. Más aún, en este último se reflejan las características de aquel, que es su más pura expresión. Por todo lo expresado, podéis apreciar más claramente que el general conducirá a las masas en el frente de operaciones o en la zona del interior, y además de dominar el arte militar, deberá conocer, interpretar y comprender profundamente al pueblo, elemento tan valioso y factor principalísimo del éxito en la guerra. Dedicar preferentemente atención al conocimiento de los hombres y aprender su conducción debe ser la preocupación fundamental del general. Pero tened presente que esto no se logra mediante una preparación de carácter teórico, sino que se adquiere a lo largo de toda la carrera por el contacto diario con el soldado y que se complementa con el conocimiento a fondo de los problemas que atañen a la vida misma del pueblo. Sólo así el conductor superior concebirá realizar la unión de todas las voluntades el día en que la patria esté en peligro para poder llevar a la práctica un gran pensamiento en procura de un gran objetivo. De otro modo, el general no podrá cumplir jamás con su misión ni asumir en su conciencia la tremenda responsabilidad de conducir a esas masas, si preciso fuera, al supremo sacrificio de sus vidas por la causa de la patria. Señores: La sola presencia de un general de la Nación debe ser máxima garantía de honestidad, rectitud y caballerosidad, no sólo dentro de la unidad que comanda, sino también dentro del ambiente ciudadano donde es contemplado con admiración y respeto, porque su alta jerarquía lo convierte en el más elevado exponente de la institución que representa y porque ven en él al heredero celoso de una gloriosa tradición histórica en la que los generales argentinos, haciendo gala de coraje, abnegación, sacrificio, desinterés y renunciamiento a los halagos de una vida cómoda, nos dieron esta patria grande que es nuestro orgullo y que hoy más que nunca ha sabido conquistar la consideración y el respeto de todos los pueblos del mundo. Señores generales, estimados camaradas: En nombre del gobierno que tengo el honor de presidir, os hago entrega de la significativa y gloriosa insignia del mando. Sé que sabréis llevarla con honor y que no empeñaréis jamás el reluciente acero forjado en el yunque de una tradición que nos honra y enaltece como argentinos y como soldados. Merecéis toda mi confianza y tengo fe en vuestra lealtad. Al expresaros personalmente y en nombre del Poder Ejecutivo las congratulaciones por vuestro merecido ascenso, formulamos los mejores votos por el éxito de vuestras importantes tareas para el bien de la Nación y del Ejército. ............... |
1948-01-31 | En el Club San Fernando | En primer término deseo agradecer al señor presidente del club San Fernando las amables palabras que ha tenido para mí y para mi señora. Durante casi toda mi vida he sido un deportista, de manera que sus inquietudes y entusiasmos me son y me han sido siempre comunes.
Ello es suficiente incentivo para realizar todo lo que debe de hacerse en bien del deporte. Comprendo que la obligación de un gobierno que interprete el sentir de su pueblo, es impulsar de toda manera las actividades deportivas, porque ellas forman parte integrante de la salud moral de la población que nosotros estamos en la obligación ineludible de cuidar, dándole a las instituciones todas las posibilidades que el gobierno, pueda ofrecerles en toda circunstancia. Es por eso que al llegar al club San Fernando creo honrarme como ciudadano y como presidente de la Nación. Estas actividades deben ser defendidas e impulsadas si queremos llegar a tener una juventud sana y pujante como la que el país necesita, para su grandeza y su bienestar. A todo ello se une el hecho de que el Club San Fernando tiene la característica de ser un club popular, que además de llevar un poco de diversión a sus socios, se ocupa de ayudar a los pobres de esta barriada. Cuando un club realiza además de su función esencial, la subsidiaria de atender a los pobres de la zona, deja de ser un club deportivo, para convertirse en una institución benemérita para el país.
Es casualmente en el ambiente deportivo, donde las diferencias desaparecen; nace una camaradería superior a todas las otras y se forma el espíritu superior y una grandeza de alma que es lo único que los hombres deben conquistar. Estos clubes son la escuela primaria de esa grandeza espiritual; por eso el gobierno y la Nación, están en la obligación de propugnar estas actividades, ayudarlas y defenderlas como una obra de gobierno. En ese espíritu está la grandeza de la patria que es inútil buscarla en otras direcciones. Señores: honrado como me siento de llegar a este club, por haber sido designado socio honorario, solamente puede prometer que he de hacer honor a esa distinción y ofrecer todo cuanto yo pueda realizar en bien de esta institución que hoy obliga profundamente a mi reconocimiento. Además he querido visitar al Club San Fernando porque conozco la labor que realiza; sí el espíritu de amistad y de confraternidad que en él existe y cuando una institución de esta naturaleza llega a extender su acción por, encima de todo los límites, para unir solamente a los argentinos que quieren hacer deporte sin tener en cuenta ninguna otra clase de consideraciones, es porque esa institución está en la verdad y, consecuencia, el gobierno está en la obligación de apoyarla impulsarla, y compartir con ella todas las actividades que realiza. Agradezco profundamente la amabilidad con que he sido recibido, en el club y solamente me resta pedirles que me consideren uno más de sus asociados; uno más que tiene el inmenso honor de compartir breves instantes con ustedes, pero que en cualquier momento sabrá responder como compañero y un camarada. ..................... |
1948-02-04 | En el acto de entrega de una medalla peronista al chofer de taxi Jorge Walden | Cuando desde la Secretaria de Trabajo y Previsión concebimos nuestro primer plan de acción, hablamos mucho de que toda la obra que debía desarrollarse desde allí tenía tres objetivos fundamentales entre ellos, el primero, como principio ético, fijaba la conducta y la orientación con respecto a la clase trabajadora. Allí dijimos que era necesario elevar la cultura social de los trabajadores, pero que esa elevación no implicaba solamente el ir haciendo de nuestros trabajadores cada día un ente más capacitado para su vida, solamente en el orden material o en el intelectual, sino que por sobre todas las cosas había que buscar una mayor capacitación en el orden moral. La elevación de los hombres, en su condición de tales tiene como punto de partida la educación de su espíritu. El hombre además de sus condiciones de trabajo debe saber practicar la virtud, sin la cual se desciende hasta los límites más extraordinarios. El honor más grande que se puede otorgar a un hombre es premiando sus condiciones morales, porque la virtud es una condición humana que están al alcance de todos. El lujo no está más alcance de los poderosos, pero la virtud está tan al alcance del poderoso como del más humilde. Luego, esa virtud, puede ser alcanzada por cualquiera de nosotros y valorada por nuestros semejantes. Señores: no estamos acostumbrados en nuestro medio valorar suficientemente las condiciones morales de los hombres a fuerza de no haber practicado por muchos años esa moral. Sin embargo, en la vida de convivencia es la moral la que la hace posible dentro de un medio orgánico de fraternidad y de amistad. Esa virtud, muchos la califican como el cumplimiento del deber; y eso es lo que hace decir, cuando un hombre se distingue por un rasgo de honradez, como en el caso presente; que "cumplió con su deber". Nosotros creemos que el cumplimiento del deber ha de estimularse para diferenciar las personas que cumplen con su deber de los que no cumplieron jamás con el suyo. Por eso, señores, como presidente de la República, quiero testimoniar el agradecimiento del gobierno a un modesto ciudadano que ha sabido cumplir muy bien con su deber y poner en conocimiento de otros pueblos -que algunas veces nos critican como nativos que no sabemos cultivar la virtud- los valores morales de nuestra raza. Este ciudadano, modesto hombre de trabajo ha vuelto, sin saber a quien, diversos efectos, entre los cuales había dinero, abandonados en un automóvil. Posiblemente él no tuvo ni siquiera la idea de quién podrían ser y los entregó a la policía quién, a su vez, los devolvió a su propietario, que pasó el gobierno argentino una nota del siguiente tenor: Samuel Goldwyn Productions, Inc. Estudios 1041 North Formosa Avenue. Los Ángeles 28, California. 21 de enero de 1948. A. S. E. el Presidente de la República Argentina, General Juan Domingo Perón.- Casa de Gobierno. Buenos Aires, República Argentina. Excelencia: Le escribo en la creencia de que el incidente que describo a continuación, que se relaciona con su pueblo le interesará. El 29 de noviembre de 1947, la señora Toland y yo salimos del Plaza Hotel de Buenos Aires, con nuestro equipaje que consistía de seis bultos. El portero del Hotel llamó un taxi que pasaba y nos trasladamos a la oficina de la Panagra, punto de partida hacía el aeródromo de donde saldríamos para la ciudad de México. A nuestra llegada a la Panagra, revisamos el equipaje y constatamos que un bulto había quedado en el taxi que ya se había alejado. No había forma posible de dar con el taxi, pues inmediatamente llamé al Plaza Hotel y me dijeron que el chofer era desconocido. Partimos hacia el aeródromo desde donde me puse en comunicación con el señor James Ryan, amigo personal mío, le escribí la perdida sufrida, rogándole hiciera todo lo posible a fin de recuperar la valija. Hoy, la Pan-American Airways me ha entregado la valija, intacta en los Ángeles. Sólo ahora puedo reconstruir lo ocurrido. Unas horas después que el avión había partido, el chofer del taxi, Sr. Jorge Walden, descubrió la valija e inmediatamente la entregó a la policía. Se ha acompaña una carta que el señor Walden me ha dirigido. El señor Ryan finalmente dio con la valija, pero la policía tiene que cumplir un reglamento que prohíbe la entrega de artículos extraviados antes de un cierto plazo. Por intermedio de sus buenos oficios el 9 de enero de 1948 fue entregada y despachada. Deseo que sepa que todo el contenido de la valija estaba intacto cuando me fue entregada. Contenía más de cincuenta dólares en efectivo, tres pares de gemelos, un marco de plata para fotografía, pantalones, camisas, muchos artículos de menor importancia y documentos personales. Señor Presidente, sé que Ud. se sentirá muy orgulloso de sus compatriotas, por su honradez e integridad. Agradecería que tuviera a bien disponer que su secretario entregara el cheque que acompaño al señor Walden, como pequeña demostración de mi agradecimiento. Lo saludo muy respetuosamente. Fdo. Gregg Toland.- Director de Fotografías.
Señores: como aquí dice, verdaderamente yo me siento orgulloso de poderle hacer entrega de ese encargo y de premiar, además, por mi parte la honradez del señor Walden. Es así que nosotros vamos a elevar los valores de la clase trabajadora. Somos nosotros mismos los que debemos valorarnos. Esperaríamos muchos años en vano para que otros pudieran valorar la clase trabajadora, pero si la clase trabajadora da ejemplos esta naturaleza al país, podrán aprender de ella muchos de nuestros hombres, quizás poderosos en dinero, pero no en virtudes. Los grandes países se hacen con hombres humildes y poderosos en virtudes, pero no con hombres deshonestos, poderosos en dinero. Cuando estos similares a este -y sabemos que la clase trabajadora argentina está dando pruebas todo los días- sean la norma común, podremos decir que la clase de trabajadora argentina se ha puesto por sobre las demás clases argentina, y entonces esa honradez y esa virtud la aprenderán los demás de nosotros, porque la virtud no se discute ni se proclama: se practica. Practicando los hombres humildes la virtud, es como logra- remos la elevación del hombre, esa elevación que la patria reclama todos los días a fuerza de sacrificios y de esfuerzos. Por ello, en nombre del gobierno le hago entrega al señor Walden de una medalla periodista, instituida por nosotros para premiar a los que se distinguen en el cumplimiento de su deber, para que la conserve como un estímulo de nuestro reconocimiento y para que cuando la mire recuerde siempre que todos nosotros, sus compañeros trataremos de imitarlo en sus gestos de honradez para hacer cada día más honrada nuestra propia patria. ...................... |
1948-02-06 | Ante un grupo de maestros de Territorios Nacionales | Celebro extraordinariamente que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta aquí para poder darme el inmenso placer de saludarles. Conozco perfectamente bien las condiciones en que desarrollan sus tareas los maestros y ello lo he podido apreciar en mis numerosos viajes por el país.
Creo que no debemos criticar la existencia precaria de las escuelas de los territorios- pues se han desenvuelto con los medios rudimentarios de que se ha dispuesto hasta ahora- sino que debemos tratar de que los males que nos han aquejado sean eliminados por completo. Debemos tratar de remediar, y en ese terreno estamos en todo lo que se refiere a la enseñanza. Nosotros siempre hemos pensado que era necesario solucionar en primer término la situación de los maestros. Antes se daba el corte de una manera muy simple: no alcanzaban los presupuestos. Los sueldos estaban muy por debajo de lo que debían ser los maestros se encontraban muy por encima de los sueldos que recibían. Siempre el dilema se planteó entre lo que se podía pagar y lo que se debía pagar, y triunfaba siempre lo que se podía pagar. Nosotros creemos que, sin haber dado una solución total al problema, hemos cumplido una buena etapa en cuanto al mejoramiento se refiere. Trataremos de llevar a todos los maestros de la República, sean provinciales o nacionales, a la posición que deben ocupar para poder enseñar dedicando su vida a ello, sin que tenga necesidad de ir a buscar otras soluciones para satisfacer sus necesidades fundamentales. Al maestro el día le es corto si quiere enseñar como se debe. A él hay que solucionarle su situación de la misma manera que se soluciona la de todas las personas que dedican su vida a una actividad específica. Nosotros hemos iniciado con el Plan Quinquenal un nuevo sistema, que deberá irse extendiendo paulatinamente. Esas unidades que pensamos crear están comprendidos en un plan general que se ha de cumplir en varios años y que nos permitirá salir de esos ranchitos, pues al niño a quien se está enseñando un sin número de cosas le sería, por supuesto, más grato recibir la instrucción en una casa como esta, por ejemplo. Por supuesto, que las condiciones ambientes hacen que el niño aprenda de una u otra manera, y el horizonte del hombre sea más amplio o menos amplio, según las posibilidades de su imaginación y según se encuentren, como he dicho, en uno u otro medio.
Es indudable que no se me escapa que es muy difícil enseñar en esas condiciones. Pero ustedes saben bien que hasta ahora habíamos encarado las cosas, en mi concepto, en pequeño. Tenemos que empezar por encararlas en grande. Este es un problema que implica un plan y una racionalización total de las actividades de la Nación.
No vayan a creer ustedes que las cosas eran distintas aquí, en Buenos Aires. Yo he visitado la Universidad y puedo advertirles que los locales que ocupa la Facultad de Ingeniería no son mejores que los que hemos visto en regiones apartadas de los territorios.
Hubo un descuido general de las autoridades y no se ha hecho todo lo que se debía de hacer en el orden cualitativo, con respecto las escuelas, aunque en el orden cuantitativo siempre estamos al día. Tenemos la obsesión de poseer muchas escuelas, aunque ellas se encuentren en un estado tal que sería preferible tener menos pero mejores. Les aseguro que esa situación ha de cambiar, pero no se puede hacer en corto tiempo lo que no se ha hecho en muchos años. La evolución no es tan lenta como antes y ha de irse realizando todo paulatinamente.
Ya el Consejo Nacional de Educación tiene los medios para irlas realizando, pero el Consejo no podría hacer nada si no cuenta con la colaboración del personal de inspectores, maestros, etcétera.
Se trata de hacer una obra que no es sólo del gobierno: es una obra en la que deben participar todos los argentinos y en la que ni el gobierno ni el Consejo, solos, pueden hacer nada. Por esa razón las inquietudes de ustedes, que he palpado a través del Congreso que acaban de clausurar, me han llenado de satisfacción, porque lo que más deseo con el plan de gobierno establecido es que la gente se ponga a trabajar activamente, cada uno en la esfera de su actividad, sin entrar en ninguna otra clase de consideraciones que podrán interesar con otro campo, pero no en el de ustedes. Cada uno sirve mejor a la patria dentro de la esfera de su acción. El día en que los argentinos se acostumbren a realizar el máximo esfuerzo posible en pos de una obra, nosotros habremos construido un gran país.
Lo que pasa con los argentinos es algo muy común. Nosotros, a fuerza de vivir una existencia un tanto vegetativa, dentro de un país lleno de recursos, donde no hay que afanarse mucho para subsistir, hemos creado un ambiente un poco estático en la actividad nacional.
Nos conformamos con cumplir con nuestro deber, "que después, Dios proveerá". Esta no debe ser la escuela. La escuela que hay que formar es la del trabajo.
Si el plan de gobierno alcanzara solamente los objetivos que me he propuesto, estaría satisfecho y no interesarían las obras que se realizaran ni todo lo que se está tratando de adelantar.
Esos dos objetivos, corresponden a los defectos fundamentales de nuestro país. Uno es de orden político y el otro de orden institucional. El primero tiende a corregir un defecto de nuestro pueblo. Señores: aquí no se trabaja; debemos advertir que nosotros no nos distinguimos, precisamente, por nuestro amor al trabajo. Trabajamos mientras tenemos obligación o tenemos un incentivo que nos lleve adelante. Con el Plan Quinquenal he tratado de imponer el trabajo con una obligación, para que todos orienten sus esfuerzos de la manera más conveniente para la Nación. He tratado de crear compartimentos dentro de la actividad nacional en los cuales ensamble la actividad de cada uno de los hombres y donde esto no tenga más remedio que empujar para adelante.
Conforme a nuestros censos, de los seis millones de hombres que aproximadamente tiene la República, cuatro millones no trabajan. Es necesario que los seis millones trabajen, porque los cuatro millones restantes no pueden empujar nada para llevar adelante a los dieciséis millones de habitantes de la República. De manera que es necesario que toda la gente trabaje aquí. Para eso hay dos sistemas. Primero hay que hacer trabajar a todo el mundo y buscar la solución del problema cuantitativo, para que todos se ocupen de algo. Eso ya lo hemos conseguido, porque no se encuentra un desocupado ni "para remedio" en todo el país. Quiero decir que la parte cuantitativa ha sido cumplida porque faltan brazos y aun hace necesario traer extranjeros para incorporarlos a nuestra masa laboriosa. Hemos traído diez mil al año pasado y este año continuaremos trayendo más. Si en este momento tuviera diez millones de obreros, tendría trabajo en que ocuparlos pero primero hay que hacer trabajar a los que están. Nuestra obra ya se puede observar en sus resultados. Aquí trabaja todo el mundo. No hay desocupados; las calles antes estaban llenas de limosneros, pero hoy no los hay. Lo que llama la atención de los extranjeros cuando visitan la República es que en nuestro país no haya mendigos.
Quiere decir que a ellos también les está gustando el trabajo, que es lo que nosotros queremos.
Una cosa distinta es trabajar para subsistir. Hay que darle un incentivo, un mejor pago, una mejor condición social. Garantizarle el trabajo.
Hay que terminar con aquello que decían los españoles, de que los caballeros no trabajan. Acá trabajan todos. Hay que ir haciéndole difícil la vida al que no trabaja, en el sentido de que no se pueda ganar la vida sin trabajar.
Una de las satisfacciones más grandes que he tenido en este orden de ideas es lo que hemos hecho con los 20.000 camiones que hemos traído para solucionar el problema del transporte. A esos muchachos que antes estaban en los cafés de Buenos Aires los estamos haciendo trabajar en los camiones, cargando arena. De esos muchachos hay legiones ahora que están acarreando cereales y arena. Ya no viven de la caza ni de la pesca, como vivían antes.
Nosotros les entregamos los camiones para que transporten, y saben manejar porque antes todos tenían coches. Ahora los han cambiado por camiones andan acarreando.
Se están transportando, en cambio, de 400.000 toneladas que se transportaban antes, a 1.200.000 toneladas con quienes no eran antes útiles a la sociedad.
Por eso, esta es una cuestión que hay que ir llevándola adelante paulatinamente. Nosotros ponemos un incentivo, que consiste en que un hombre que trabaje en esa actividad pueda hacerse un pequeño capital. Hay algunos que en seis meses han pagado los camiones que se les entregaron para trabajar, y ya compran otro. Ahí está el secreto.
Si nosotros hacemos trabajar a los que no trabajan, quizás no tengamos necesidad de mucha inmigración. Si el Plan Quinquenal realizarse ese milagro, creo que no me interesaría lo demás.
Otro punto importante consiste en la continuidad de la acción. Nuestro país tiene la desgracia de no haber tenido una acción de continuidad en sus realizaciones. Aquí todo se hacía por 5 ó 6 años. El presidente quería poner una placa con su nombre y las obras se calculaban para 3 ó 4 años. Y convengamos que una obra de 3 ó 4 años no puede ser muy trascendental. Las grandes obras duran 15 ó 20 años.
Sabemos nosotros que el Plan Quinquenal no se puede terminar en un quinquenio. ¿Quién no sabe que los trabajos de Salto Grande no los vamos a terminar en 5 años? Salto Grande es el embalse de agua más grande que hay en el mundo y va a producir una enorme cantidad de corriente eléctrica para nosotros y para el Uruguay. ¿Cómo lo vamos a hacer en cinco años? Pero yo lo quiero dejar empezado, porque se hará en 10 ó 15 años, y algún día tendremos energía barata, y pagaremos 6 u 8 centavos el kilovatio que ahora cuesta 40. Ese es el otro objetivo que me he propuesto.
Los maestros tienen una importancia extraordinaria en todo lo que se refiere al plan de gobierno. Para que un país realice una cosa, lo primero que hay que hacer es llevar esa cosa a conocimiento de todos, y luego, la decisión y la energía necesaria para realizarla.
Ningún plan se puede realizar si el país entero no empuja y si cada uno no hace un poco por llevarlo adelante.
Todos recibiremos algún beneficio de la obra, desde que la obra es común para todos y sobre todo los jóvenes. Los viejos quizás no alcancemos los beneficios actuales, pero tendremos la satisfacción inmensa de brindar a quienes nos sigan una vida un poco mejor.
Yo voy a buscar un poco de la amabilidad de ustedes para hacer una rápida exposición de lo que estamos haciendo, porque el Plan Quinquenal no ha de concederse por el número de diques o canales, ni por la magnitud de las líneas de alta tensión que se tiendan en el país. El Plan Quinquenal tiene un alma, que es mucho más grande que todo eso, o sea, la línea histórica que el país debe seguir para no atrancarse, detenerse y morir.
Nosotros, en la realización de esta obra, vamos persiguiendo por sobre todas las cosas un objetivo fundamental, que es la grandeza y felicidad presente del país y la grandeza y felicidad de futuro de la Nación.
¿En que consiste, para la Argentina, el hacer feliz a los hombres de esta generación y asegurar la grandeza de la Nación para la futura? En mi concepto, en una sola cosa, que he convertido en la causa de la lucha de toda mi vida: en la independencia económica.
Eso es lo que soluciona todo. Ningún pueblo puede tener hombres absolutamente libres, si no comienza por ser un país absolutamente libre. No hay ciudadanos libres en los países esclavos. Esta es una cosa tan vieja como la historia.
Desgraciadamente, mientras luchábamos entre 1810 y 1828 por conquistar nuestra independencia política, perdíamos nuestra independencia económica, siendo colonizados por otras naciones, que por más de cien años han sacado beneficios de esta situación.
Estas situaciones de independencia no se discuten, sino que se defienden. No se arregla nada de esto con palabras, sino con hechos.
Estén seguros que San Martín y todos los demás patricios que lucharon por la independencia política poco hubieran obtenido si se hubieran dedicado a conservar.
Del mismo modo nosotros no podemos detenernos a conversar; hay que realizar para obtener la independencia económica. Hay que colocar al país en una situación tal que pueda asegurarnos a nosotros que en la Argentina, las medidas económicas son decididas por los argentinos y no por los consorcios de naciones extranjeras. Eso es lo que nosotros nos hemos puesto a realizar, porque la organización para explotación de la riqueza argentina era tan extraordinariamente científica, que nos dejaban lo justo pato para vivir y no más allá.
En los últimos años de República Argentina vivió con 4 mil millones de pesos. Si producíamos 12 mil millones, nos llevaban 8 mil y nos dejaban 4 mil.
Entonces, lo primero que a uno se le ocurre pensar es si conviene trabajar para estar siempre en lo mismo, cualquiera sea el esfuerzo que se realice para obtener mayor riqueza. Evidentemente, no.
Nosotros tuvimos que empezar por realizar la obra social dentro del país porque el estándar de vida de nuestro pueblo era muy inferior al que exige un pueblo civilizado de la tierra, hoy en día. En este país había quien ganaba 20 centavos diarios, y hay peones que todavía ganan 15 pesos por mes. Es decir, gente que se encontraba mucho peor que en la época en que nosotros teníamos esclavos.
No es posible que un hombre pueda vivir hoy con 15 pesos mensuales; fatalmente él tendrá que rebelarse, como me rebelaría yo o cualquiera de ustedes ante una injusta de esa naturaleza. Mejor se encontraba el esclavo porque, por lo menos, a él le daban de comer, lo vestían y cuando llegaba a viejo lo mantenían para ayudarlo a morir. En cambio, ese pobre peón que gana 15 pesos, debe comprar su ropa y su comida, y cuando llega a viejo lo echan al campo para que se muera como los caballos viejos.
En ese sentido, en muchas regiones del país no hemos progresado mucho. ¿Es que la Argentina no tiene riquezas suficientes para que los peones puedan también vivir un poco mejor? Uno de los países más ricos del mundo -y a nosotros no se nos llena la boca cuando lo decimos- es el nuestro. Pero la riqueza no vale nada si nos e puede dirigir el reparto para que a todos les toque lo indispensable para vivir y gozar de una vida digna que merezca ser vivida.
Sin la independencia económica del país toda mejora social sería una quimera irrealizable, porque para conquistar esa felicidad en el grado indispensable es necesario dispones de riqueza. Esto es como lo que sucede en una casa de familia que se desenvuelve con lo que entra a fin de mes: conforme a eso es lo que puede gastar y satisfacer sus necesidades.
Yo no creo que el feliz sea el que posea mucho; más bien creo que lo es el que no ambiciona mucho. Pero un hombre sumergido por debajo de sus necesidades vitales no puede ser feliz, aunque renuncia a todo y sea un verdadero estoico, pues si no se alimenta se enferma y se concluyó la felicidad.
De acuerdo a nuestras estadísticas, en la República Argentina existía un 35 por ciento de sumergidos, de hombres que estaban por debajo de la línea de la vida, de lo que necesitaban para vivir. Nosotros hicimos todo lo posible para que esos sumergidos subieran y pudieran, por lo menos, disfrutar del mínimo indispensable para vivir.
¿En que medida hemos realizado esa tarea en la que aún nos encontramos empeñados? Primero hemos tenido que realizar la etapa de reconquistar todo aquello que habíamos perdido; la de recuperación de los valores que toda Nación debe tener para asegurar su independencia. Es así como fue menester recuperar todos los transportes, internos e internacionales. En ese sentido compramos los ferrocarriles, y el 19 o el 24, vamos a tomar posesión de ellos. Luego compramos los teléfonos.
Cuando compramos los ferrocarriles dijimos nosotros que comprábamos, indeterminadamente, todos los bienes directos e indirectos. Con eso incluíamos todo. Cuando entramos a formalizar la parte del pago, nos encontramos con que en los ferrocarriles estaba incluido el puerto de la capital y el puerto del Dock Sud. Los ingleses tuvieron la habilidad de explotarlo y no decirlo. También era inglesa la Compañía Ferrocarrilera de Petróleo de Comodoro Rivadavia. La red más grande de hoteles de la República era también del ferrocarril. Todo eso entró en el concepto de lo directo e indirecto.
Pero eso no era solamente lo importante: quedan las líneas de transporte internacional. Para transportar toda nuestra producción nosotros estábamos obligados a usar las líneas extranjeras. Nos dimos cuenta de que, mientras no tuviéramos nuestras propias líneas de transporte internacional, no tendríamos asegurados ni los mercados exteriores ni la distribución de nuestra riqueza.
La independencia económica también impone la conquista de mercados y el transporte de los productos por nuestros propios medios. Por esa razón se compraron 1.200.000 toneladas de buques, y a fin de llevar nuestra cosecha a los mercados que se nos antoje.
¿Con qué beneficios para la independencia económica del país se realizó todo eso? Lo voy a explicar con cuatro datos estadísticos. Nosotros vendíamos carne a los ingleses por valor de 400 millones de pesos anuales, que nos pagaban siempre con servicios. Ahora, observen esto: una vaca para llegar al puerto de embarque viaja en nuestro país 1200 kilómetros; es, como dice el señor Miranda, el mejor turista que tenemos aquí. Y esas vacas recorrían tantos kilómetros porque abonaban fletes y esos fletes eran percibidos por las compañías inglesas. Mil doscientos kilómetros que viajaban en un vagón, que volvía vacío. En total no pagaban casi ningún flete y se recargaba el de otros artículos que consumen los hombres del interior. 200 millones de pesos por año costaba el transporte de esas vacas que nosotros mandábamos a Inglaterra para venderlas, también, en 200 millones.
Pero ahí no terminaba el asunto. Otros 170 ó 180 millones de pesos, costaba el transporte de aquí a Inglaterra, que se hacía en barcos ingleses. Los seguros eran hechos por compañías inglesas, y su mente representaba unos 100 ó 150 millones de pesos. El reaseguro también era hecho por los ingleses e importaba otros cien millones.
En resumen: para pagar los cuatrocientos millones que valían nuestras vacas, que se comían ellos, lo hacían con servicios que nos prestaban a nosotros, es decir, los dábamos setecientos millones, ellos nos pagaban los cuatrocientos y se quedaban con los trescientos restantes. De ello resultaba que para que comieran nuestra buena carne los pagábamos trescientos millones de pesos encima. Yo no culpo a los ingleses sino a quienes posibilitaban esa acción.
Hoy, en cambio, pagan los 400 millones que valen las vacas, y pagarán 500 ó 600. Pagan el flete y el seguro - aquí no se asegura ni reasegura nada sino en compañías argentinas-. Es decir, pagan los cuatrocientos y los trescientos millones, que es lo justo.
Señores: aquí se ha hablado mucho de libre cambio y de la libertad de comerciar. Es un asunto muy discutido. La economía política ha cambiado tanto en estos tiempos que ya nadie se pone de acuerdo. Yo he hecho cuatro o cinco cursos de economía política aquí y en Europa, y cada día estoy menos en claro sobre la concepción pura de la economía o sobre la teoría de esta ciencia tan vapuleada en estos últimos tiempos. Pero lo que sí puedo asegurarles es que no existe la libertad en el campo comercial, y menos en el financiero, en ninguna parte del mundo. Si el gobierno no controla esto, lo controlan los consorcios capitalistas, pero con la diferencia de que el consorcio capitalista lo hace en beneficio propio y el gobierno, -si obra de buena fe- puede controlarlo en beneficio de todos los habitantes.
Esa es una realidad que no hay que olvidar. En este problema se trata de no tener la economía al servicio del capital sino que éste se ponga al servicio de la economía. Esa es la moderna economía política. Es claro que tendremos que luchar mucho para impones esa doctrina.
Veamos que es lo que ocurría en ese aspecto aquí, en la República Argentina. Cuando nos hicimos cargo del gobierno, ya habíamos realizando por lo menos una reforma bancaria. Tuvimos que empezar la reforma económica, pues la bancaria era sólo una parte de la reforma financiera.
¿En qué consistía, para nosotros, la reforma económica? En liquidar esos consorcios capitalistas, como eran Bunge y Born, Dreyfus, etcétera, que compraban las cosechas y las negociaban por su cuenta, formado cuatro o cinco grandes bloques, que se llamaban monopolios.
Cuando terminó la guerra, la primera medida que tomaron los países europeos fue formar entre las veintiuna naciones unidas un monopolio comprador. Se unieron para no pagar más. Con esta unión perseguían la finalidad de no proporcionar a los vendedores la concurrencia necesaria para que los precios se elevaran. Nosotros aquí, divididos como estábamos en veinte sectores, ¿íbamos a dejar acaso que dividimos como estábamos en viniera ese monopolio comprador a imponer los precios y se llevara -como ocurrió en 1919-1920- nuestro trigo a $4 el quintal, el maíz a $2, que no pagaban ni la bolsa, el lino a $6? Nosotros hicimos un monopolio vendedor oponiéndolo al monopolio comprador. ¿Y quien va a ser mejor monopolista que el gobierno? Así mantuvimos los precios en el cereal. De no haber procedido de esta manera se hubieran venido abajo. No este aspecto no nos hagamos ilusiones: si hay terneros se venden; y, si hay cosecha, se vende bien. No hay mal gobierno, pues todos vivimos y todos comemos, que es una necesidad primaria de la que nadie puede prescindir.
¿Ese monopolio que resultados en el campo económico, que es donde radica nuestra verdadera reforma? Responder al ataque del exterior con la defensa del interior. Así defendíamos nuestra producción y nos organizamos para colocarla al mejor precio, que es lo que se hace en todo el mundo y es lícito en todas partes del mundo. Se logro para el trigo, lino y maíz y demás cereales precios que no se habían conocido, y se han estabilizado esos precios.
Se critica al gobierno el hecho de que compra trigo, por ejemplo a $ 20.- y lo vende a $ 60. Es cierto. Pero, ¿en perjuicio de quien es eso? ¿Del chacarero? No. Porque nunca ha cobrado 20 pesos por el trigo. Cuanto más, lo que ha percibido, recuerdo que fue $ 8.50 el quintal hasta el año en que nosotros empezamos a maniobrar económicamente desde el gobierno. También se dice que el gobierno gana la diferencia. Esa es la propaganda que se hace de mala fe y a sabiendas. ¿Saben como se negocia el trigo? Nosotros lo pagamos al chacarero ese precio puesto en chacra mientras que antes recibía su precio puesto en Buenos Aires, descontándoselo el transporte y el almacenamiento. Si el colono almacena en la chacra, nosotros lo pagamos por ese almacenamiento a razón de $0,20 y algunas veces 0,25 por quintal. El transporte, contrariamente a lo que sucedía antes, lo paga también el gobierno. El consignatario descontaba al chacarero, en el momento de abonarle el importe de su cereal, el seguro, almacenaje y otras cosas. Nosotros no descontábamos ni un centavo. Son veinte pesos que percibe como mínimo. Por ese trizo que el gobierno compra a $ 20 ¿lo vende todo al exterior a $60? La Argentina produce siete millones de toneladas de cuyo total el 50 por ciento es consumido por la población. Para que se pueda comer pan a 0,35 y 0,40 el kilo, el gobierno entrega al molino el trigo $9 el quintal, perdiendo en consecuencia $11 ¿Si el gobierno entregase el trigo al molino a $20 el quintal ¿cuánto pagaríamos el kilo de pan? ¿Sobre que incidiría el aumento del costo? Como es natural, sobre la gente pobre. Me dirán que si bien pierde el gobierno en esos tres millones y medio de toneladas, en cambio vendo el resto a $60. Es cierto. Esa diferencia es para amortizar parte de ese quebrante. Este año los ingleses ofrecieron $30 para llevarse los tres y medio millones de toneladas. Nosotros les dijimos que no, que valían $60. Entonces se llevaron la mitad, lo que para nosotros es como si lo hubiéramos vendido todo a $30. Lo que sobra, también lo vendemos a $60 a los que no pueden pagar en Europa, como ser Francia, Italia, España, etcétera. Esos países no sabemos cuando van a pagar, pero por lo menos lo deben. Si vendíamos todo a los ingleses a $30 no sacábamos ningún beneficio. ¿Pero con que pagan los ingleses? Lo pagan con carbón y máquinas que nos cobran diez veces lo que ellas valen. Y esas máquinas son necesarias para producir trigo.
Tengo una estadística de las 35 últimas cosechas en que el Estado intervino en su comercialización. Llevamos perdidos 400 millones de pesos. Esos es lo que el Estado ha ganado con la comercialización, pero si se hubiera dejado libre el mercado, les aseguro que hubieran vuelto Bunge y Born, Breyfus, etcétera, y el trigo hubiera valido $4, como antes. Con el maíz pasó lo mismo. Su comercialización la manejamos nosotros, porque sino su precio se habría ido otra vez a $2.
Lo mismo pasa con el lino. El lino es algo magnifico. Las cosechas argentinas de lino representan 280 millones de pesos anuales. Eso era lo que ganaba el país. La semilla se vendía a $12 ó $13. Nosotros en poco más de un año y medio instalamos las fábricas de aceite de lino y no el grano. Sacamos ahora $112 contra $12 de antes. Y ya están en marcha también las fábricas de pintura, de hule y de linoleum. ¿Saben cuanto le vamos a sacar el lino por quintal el año que viene? Cuatrocientos pesos, porque vamos a dar trabajo y a valorizar la materia prima con la industrialización. Así que eso que vendimos este año en 280 millones al año que viene lo venderemos en 4.000 millones.
Todo eso lo podemos hacer porque desde el punto de vista económico somos independientes.
¿Que hemos obtenido con esa mayor riqueza? Esto: la Argentina que desde hace mas de un siglo siempre fue deudora, llegando a deber hasta 12.500 millones de pesos, ha pagado todo, no debe un centavo a nadie en el mundo, y ha pasado a ser Nación acreedora, pues en este momento nos deben 500 millones de pesos por los artículos con que hemos abastecido al mundo.
Este ha sido el fruto de la labor de dos años de trabajo, de valorización de nuestra riqueza y de no malgastarla.
En el Congreso nos votaron 6.000 millones de pesos para invertirlos en el Plan Quinquenal, pero hasta el momento no hemos gastado nada de esa partida, todo lo hemos hecho con el presupuesto ordinario y ustedes ven que se trabaja en todas partes.
Se está haciendo un gasoducto de 1.700 kilómetros, se están construyendo puertos, edificios, etcétera, y no se puede hacer más porque faltan materiales y mano de obra. Estamos moviendo tres veces más volumen de cosecha. El país esta en una reactivación económica permanente. Esta en continua actividad. No hay posibilidad de hacer mas porque faltan hombres y materiales, maquinaria, etcétera.
Todo esto se ha hecho con el dinero del presupuesto ordinario del año 1947, y asómbrense ustedes, este año nos han sobrado 450 millones de pesos. En vez de cerrar, como siempre, el presupuesto con déficit, lo hemos cerrado con superávit. Todo eso proviene un poco de una buena administración, de no tirar el dinero ni gastarlo en cosas superfluas. La guerra del 14' al 18' la pagamos en sedas, puntillas, peines y whisky. Ahora nosotros tenemos el control y aquí entran cosas útiles: maquinaria, petróleo, etcétera. Todo lo demás lo fabricamos aquí.
Todo esto es un proceso integral que debíamos haber iniciado hace treinta años, pero desgraciadamente, recién ahora empezamos.
Se dice que hay inflación. Si, hay un poco de inflación. Tengo los datos que me han llegado hoy. Los índices marcan que alcanza a un 180 por ciento, y el país americano que tiene menos llega al 350 por ciento. Esa es la realidad, pero hay que considerar que los artículos que ahora cuestan un 180 por ciento más en la Argentina, los argentinos los pueden comprar porque hay una reactivación económica, hay mas dinero, en cambio, esos países que tienen un 350 por ciento de inflación, están igual que antes y no les pueden adquirir. El aumento de riqueza trae siempre inflación.
¿Como se produjo esa reactivación económica? Como se produce en todas partes. Hay que crear valores y valorizar lo que en el país existe.
Tomando el aspecto financiero, saben ustedes que nosotros hemos disminuido un poco la circulación fiduciaria y que nuestro peso vale hoy 8,30 más que hace cuatro años. Así nosotros hemos valorizado nuestro peso con relación al dólar.
¿Pero que ha pasado con nuestra circulación fiduciaria? La riqueza fiduciaria de un país se obtiene multiplicando el total de la circulación fiduciaria por el número de giros durante el año, es decir, las veces que el dinero llena su función y vuelve otra vez a su punto de partida.
Hace tres años, en 1945 y principios de 1946, la circulación fiduciaria de 4.000.000.000 giraba dos veces durante un año, vale decir que la riqueza fiduciaria del país era de 8.000.000.000 de pesos. Ahora nuestro sistema bancario, gira 8 veces, es decir, que la riqueza fiduciaria es de 32.000.000.000 de pesos. Hay más dinero y se mueve más ligero. Lo que yo querría como ideal es que cuando un argentino no tuviera $100 en su mano, apenas lo hubiera tomado, ya pasara a otro. El dinero es para eso, para evolucionar en el.
Los depósitos bancarios, que dan el índice de riqueza de un país, eran en el año 1945, de 6.000.000.000 de pesos, de los cuales se colocaban en préstamos pesos 3.000.000.000 ¿Como quería el país tener reactivación económica con esa pequeña suma? Hoy tenemos 12 mil millones de pesos y prestamos por 10 mil millones. Ese dinero prestado a crédito le sirve al hombre que no lo tiene. Antes para comprar un camión o una casita los bancos daban el 60, el 70 o el 80 por ciento y el usuario tenía que poner el otro 40 por ciento. Si había acudido al banco, era porque no tenía dinero y necesitaba toda la cantidad.
Nosotros damos los créditos más liberales. Damos el 100 por ciento. Algo se pierde, pero el banco tampoco debe querer ganar solamente, algo tiene que perder.
De manera que si un hombre nos dice que quiere comprar un camión nosotros que damos la totalidad de su importe y constituimos una prenda agraria sobre el vehiculo que va pagándose con el producido del flete. De la enorme cantidad de préstamos que hemos hecho en esas condiciones ninguno nos ha fallado, nos pagaron todos.
Esos 10 mil millones de pesos y esa mayor circulación del capital fiduciario es lo que esta reactivando el país. Antes para reactivar la economía del país se contrataban empréstitos y los políticos se lo gastaban en política.
De ahora en adelante, cuando tengamos mucha plata, gozaremos todos de esa situación, y cuando tengamos poca, sufriremos todos. Para eso es que quiero que trabaje todo el mundo.
Yo me encargo de que aquí no salga un centavo y que entre todo lo que pueda, que esa economía política mas científica del mundo. Así es como se hacen ricos los hombres y los países. Un cajón y peso que entra no sale más. Eso es lo científico.
¿Esta política, la seguimos con un sentido materialista? No. Lo que nosotros queremos no es acumular dinero, por lo que el dinero es, sino para solucionar el problema social argentino.
Nosotros queremos que los argentinos resuelvan su problema vital, que vivan en la mejor forma, ya que son los que producen la riqueza.
El lino, primero lo vendíamos a 12 pesos, después a 112, y ahora vamos a vender la pintura a 400. Esa es la base de la independencia económica y de la felicidad de todos los que viven aquí.
En este sentido podemos afirmar de la manera mas absoluta que el estado económico de la Nación jamás ha sido tan próspero. Hemos comprado los ferrocarriles al contado. Lo mismo que los teléfonos. No hemos comprado nada a crédito. Hemos pagado todas las deudas, y hemos prestado por valor de 5.000.000.000 de pesos.
El problema argentino no era ni político ni social, era un problema económico. Nosotros tenemos mucha riqueza, pero nos sacaban todo. Ahora queda acá y yo la reparto haciendo justicia. A cada uno lo que le corresponde, aunque tengamos que sacarle uno poco a los que tienen mucho, porque la justicia se ha hecho siempre de esta manera.
Este problema no es problema ya. Ha sido sobrepasado, aunque para ello hayamos tenido que disgustar a mucha gente.
Nuestro sistema bancario está organizado de tal manera que la especulación no tiene donde entrar. El Banco Central, como ustedes saben, era antes un banco extranjero. Había 4 directores argentinos y 8 extranjeros, de los cuales tres no hablaban castellano. En el Banco de la Nación, que emitía la moneda, guardaba el oro y controlaba los valores inmobiliarios, estaban los gerentes de los bancos extranjeros.
El Banco de la Nación no recibía nunca ninguna utilidad de los empréstitos y los servicios de la Republica Argentina.
Nosotros reorganizamos el Banco Central y ahora es un banco argentino. Yo nombro sus funcionarios y son todos argentinos.
Y ocurrió algo que parece inocente. Se enojaron algunos bancos extranjeros, pero resulta que esos bancos extranjeros ganaron este año 4 ó 5 veces lo que ganaban antes. De manera que ahora están contentos.
Recuerdo que cuando me hice cargo del gobierno, la situación económica era muy mala. Hacía 8 meses que no se pagaba el forraje de los caballos del ejército.
Tuvimos que recurrir a un empréstito del Banco Central para pagar los sueldos de los empleados públicos. Hoy tenemos ya para pagar los sueldos de los empleados de todo el año 1948.
Estos resultados se han obtenido porque se ha suprimido, toda especulación. Cuando me hice cargo del gobierno me decían: no va a tener plata. Y que iba a caer.
A los seis meses aun no había caído. Y se organizó entonces una corrida entre los corredores de bolsa con los valores del crédito interno. La deuda interna son 9.000.000.000 de pesos y la hemos disminuido en 1.200.000.000.
Pero esto de la deuda interna no me interesa, porque la plata la prestan los que la tienen. No hay ningún peligro en eso. Además no quiero que la gente compre títulos. A mi me gusta que la gente que tiene plata en vez de ponerla en títulos, la ponga en la industria, en cosas que crean valores.
Entonces llegó el momento en que el Banco se encontró con que habían rescatado títulos por un valor de uno, dos o tres millones. El presidente del Banco Central advirtió que había alguna maniobra. Yo pregunte ¿cuantos millones de dólares hay para pagar esos títulos? Me contesto que había 500 millones de dólares. "Muy bien -le dije- publique en los diarios avisos diciendo que en el Banco Central compra títulos a la par, como no los compra nadie". Al tercer día se detuvo el asunto. Todos volvieron a comprar nuevamente los títulos y se los llevaron.
Lo que sucedió es que ellos no se habían dado cuenta del sistema bancario. El que tiene un titulo esta ganando el 2 y medio por ciento. Desde el momento en que viene una persona, me da un titulo, y yo le doy lo que vale -por ejemplo, un millón de pesos-, desde ese momento ya que no le pago más el 2 y medio por ciento de interés. El tiene que llevar el dinero a un banco cualquiera, y este banco a la noche me pasa el millón, que vuelve otra vez al Banco Central. De manera que a la mañana siguiente yo tengo el titulo, no pago más el interés, y tengo también el millón de pesos.
Todo eso se ha ido reajustando de una manera tal que la economía Argentina es posiblemente una de las mas sólidas y de las mas estables del mundo. Hay miles de empresas extranjeras que quieren venir a trabajar aquí. ¿Por que? Porque no hay impuesto, ni tenemos necesidad de recurrir a él, sino que al contrario hemos podido rebajar los impuestos. En Estados Unidos la industria tiene un 85 por ciento de impuestos, es decir, que cada cien dólares que gana, el gobierno se queda con 85 y le deja 15 para que viva. Esta pagando la guerra.
En la Argentina el mayor impuesto que existe es el de los beneficios extraordinarios, del 20 por ciento. Pero si un industrial que tiene beneficios excesivos los invierte en ampliar su industria o en una industria nueva, esta totalmente exento de impuestos, porque queremos industrializar el país. Por eso se sienten atraídos los capitales, porque no hay impuestos, porque hay tranquilidad, seguridad, estabilidad. Y ya que quieren venir, que inviertan todos los millones que quieran, pero ellos no pueden sacar mas que el 12 por ciento de sus beneficios para llevarlo a su país.
Vean lo que ocurre con las empresas extranjeras, con los frigoríficos por ejemplo. Ustedes creerán que son ingleses o norteamericanos. No, señor. La empresa frigorífica mas grande era Smithfield, que estaba financiada con 1 millón de libras esterlinas que habían venido de Inglaterra, y con 65 millones que habían sacado de nuestros bancos. Hay empresa extranjeras que han recibido préstamos del Banco Nación por 90 veces su capital; de manera que no son extranjeras, porque giran con plata nuestra, que sacan del banco. Ahora les hemos cerrado el crédito, porque si son extranjeras que traigan el dinero de su país. Como no pudieron aguantar, quisieron hacer un negocio: vender todo al gobierno. Si comprábamos Smithfield, nos resultaba a 200 millones; pero le fuimos haciendo pagar su deuda, y cuando sacamos nuestra plata, le redujimos la cuota y la hemos comprado por 6 millones.
No es nada injusto que les hagamos eso, ya que antes nos lo han hecho a nosotros.
Eso es asegurar la independencia económica, y con ello aseguramos el aspecto social y también el cultural, porque así vamos a poder dar los fondos que necesitan las universidades, construir sus edificios, etcétera, cosa que no hubiera podido hacer sin tener antes la posibilidad de financiarla.
Veamos ahora el aspecto cultural. En primer lugar, nosotros queremos cambiar un poco el sistema de enseñanza en todas sus graduaciones, primaria, secundaria, universitaria y técnica. En la Republica de 4.000 chicos que empiezan la escuela primaria la termina solo un 20 por ciento y el 80 por ciento restante se dispersa. Abandonados van a los potreros a jugar con una pelota de trapo o empiezan su aprendizaje en el dolor del taller. Pero si el Estado tiene la obligación de formar un abogado o un médico no sé porque no va a tener la obligación de formar un artesano o un operario. En esto ha habido olvido social. El Estado tiene obligación de hacer estudiar al todo el que pueda, y de ahí la creación de las escuelas técnicas para formar nuestros operarios, nuestros sobrestantes, nuestros técnicos. Ese 80 por ciento que deserta de la enseñanza a los 12 o a los 14 años, debe atraerlo el Estado para formar sus operarios y sus técnicos.
En cuanto a lo demás, es un orden de ideas generales, nosotros queremos capacitar a los argentinos para las necesidades argentinas. Creo que los hombres argentinos aprenden demasiadas cosas y por eso saben tan pocas cosas. Queremos dar una orientación a la enseñanza.
Muchos hombres calificados de intelectuales me hacen algunas proposiciones, después de analizar ciertos problemas de una manera que parece que vivieran en la China o en el Japón, y esa es la consecuencia de esa enseñanza enciclopedista de la Republica Argentina. Hay que discriminar y enseñar lo que realmente sea útil para la vida; no necesitamos que sepan tanto, sino que sepan triunfar; la vida se hace con triunfadores, no con hombres incapaces de concebir y realizar.
Tenemos que hacer un pueblo nuevo, animado del deseo de hacer y no sometido a la desgracia de vegetar, elucubrando cosas muy buenas que no es capaz de realizar y tampoco los hombre de su tiempo están en condiciones de llevar a la práctica; un pueblo de hombres de acción, un pueblo vigoroso intelectualmente, pero también vigoroso espiritualmente. El mal de nuestro país es que tenemos demasiados hombres que dicen, pero pocos que hacen.
Hay que formar más hombres que hagan, y eso sale de la escuela. Para mí, la falta de acción de los argentinos tiene su origen en la cultura, en la educación argentina. Tenemos que trabajar un poco más el alma de los argentinos. Se habla de la libertad y de todas esas cosas que ya están pasando a ser un tema demasiado viejo. La libertad no se discute sino que se ejercita y se defiende. Por eso yo llamo a mis adversarios políticos y hablo con ellos, porque es el momento de ponernos de acuerdo. Cuando hay un peligro de afuera, no podemos darnos el gusto de estarnos peleando entre nosotros, sino que debemos estar unidos.
Cuando converso con alguno de mis adversarios, lo primero que me habla es de la libertad. Yo estoy completamente de acuerdo, pero su libertad es igual que la mía, aunque exista la diferencia de que yo soy presidente; cuando usted haga uso de su licencia, yo hago uso de la mía. Yo respeto completamente las opiniones de cualquier ciudadano, a condición de que el respete las mías. Pero si me han elegido presidente, es para que yo realice mi idea y no la de él, aunque yo se la respeto.
La moral que nosotros debemos inculcar en la escuela ha de primar sobre todas esas cuestiones, no escarbando los sentimientos anárquicos y disolventes que los hombres llevan dentro de si, sino encausándolos para que los hombres sepan cumplir con la ley. Hay una sola manera de ser libres: siendo esclavos de la ley. Pero quien no respete y atropelle la ley no va a ser libre. Todo eso hay que inculcarlo desde la niñez y esa es la tarea de la escuela.
En nuestro país las leyes se escriben, pero no se cumplen. En otros países donde he se escriben, se las cumple. Aquí donde se escriben, enseguida se le está buscando la vuelta para no cumplirlas. Es un país sin conciencia legal, y los países sin conciencia legal no van lejos, porque para algo se hacen las leyes. De eso, que es, diríamos así, el abecé de la formación del ciudadano, hasta el hombre de empresa -que sabe utilizar los medios que la naturaleza le ha puesto en sus menos, en forma práctica, para llevar sus obras adelante y luchar por su grandeza-, hay cien mil gradaciones que es necesario formar en la escuela, en el colegio nacional, en la Universidad y en la enseñanza técnica.
Yo creo que ésa es la más importante función de la escuela argentina. Tiene que hacer sentir su influencia en la conformación del pueblo argentino, pueblo, por su origen, de fondo fatalista, y como todo fatalista, muy conforme con su suerte sin pensar en ponerse a luchar contra la suerte; y a la suerte hay que lucharla. Yo siempre me digo: sé que he tenido suerte, pero Dios sólo sabe cuánto lo he ayudado yo también a la suerte. Hay que formar ese nuevo argentino, luchador, emprendedor, porque en la vida nada se consigue sin esfuerzo. Se necesita al hombre capaz de exponerlo todo. Hay que formar otro argentino.
He recorrido todo el mundo y visto muchos pueblos. Si uno no los recorre como turista puede observar muchas cosas interesantes. He visto en Europa los pueblos vencidos, envejecidos y desviados, pero también los vi levantados, luchadores, emprendedores y con ambición. He observado algunas cosas que le hacían falta a nuestro pueblo: ser luchador y constructivo. Y la divulgación de esos conceptos está a cargo del maestro. Nadie lo puede hacer mejor que el maestro; ni la madre lo puede hacer, aunque pueda influir sobre su hijo.
Recuerdo que después de la guerra del 70', cuando se hizo la unidad de Alemania, le preguntaron a Bismarck cómo era posible haberla realizado estando, como estaba, esa Nación, tan dividida, y él respondió: "Por los maestros alemanes". Tenía razón. Fueron los maestros alemanes quienes formaron la unidad del pueblo después de una lucha tremenda.
Si mañana se preguntara de quién es la tarea de haber forjado la grandeza de nuestra tierra, y dijéramos que ha sido de los maestros argentinos, señores, habríamos dicho la verdad. Sería algo que cubría de honor a todo el magisterio argentino, al que lo se bien intencionado, patriota y capaz.
He visitado muchas escuelas en muchos países, pero he encontrado pocos magisterios en el mundo como el argentino, porque él tiene en nuestra tierra una tradición muy grande y los cuerpos con grandes tradiciones tienen el ochenta por ciento de lo que ustedes deben tener, porque es el espíritu y el alma lo que los anima a ustedes.
Yo he repetido mil veces que hay que terminar con la política en el magisterio. Soy enemigo de sacar una política para poner otra. Las políticas son todas malas dentro de las instituciones. El que quiera hacerla tiene el comité político partidario.
Esta es una cosa que yo he extirpado de raíz en mi gobierno. En el gobierno se hace gobierno y administración. La política se hace afuera.
Tuvimos ahora la oportunidad de realizar esto y he dado instrucciones, tanto al señor Interventor del Consejo como a todos los demás, en el sentido de que yo no quiero peronistas ni antiperonistas. Hemos de ganar prestigio si hacemos buena obra y lo perderemos si hacemos mala obra. Si mis partidarios son peores que mis adversarios, yo he de votar por mis adversarios.
No venimos aquí sino a cumplir con nuestro deber. Para eso nos pagan, de manera que la función nuestra es una función de gobierno y de administración, y la de ustedes una función docente.
Cuando nosotros terminemos con la política en la enseñanza habremos terminado con un flagelo que siempre ha sufrido al país.
Esta es la realidad y hay que verla descarnada, y en esto no debemos sentir rubor de la verdad desnuda. Esto mismo lo repito siempre a mis partidarios.
Lo que ustedes necesitan, señores, es una ley orgánica, pues actualmente no están garantizados como debieran estarlo. Yo he hecho echar a algunos maestros -lo confieso-, pero se trataba de hombres que no cumplían con su deber o que se había desviado de su función. La responsabilidad del maestro es muy grande, y cuando un mal maestro deja de cumplir con su deber, debe ser sancionado para bien de los buenos maestros. Creo que el mayor bien que puede hacerse al magisterio es echar a los malos maestros, y ésa es una función más de ustedes que mía.
La ley orgánica será la de ustedes en todo sentido, pues con ella progresan los buenos y se estancan los malos. No me explico cómo es que todavía el magisterio argentino no cuenta con una ley de esa naturaleza, con escalafón, legajos personales, etcétera. Creo que la falta de una ley orgánica se debe ala política. A los políticos no les conviene una cosa de ésas. En el Ejército, que tiene su ley orgánica, los políticos no meten la mano; y lo mismo ocurre con la Marina y con la Aviación.
Nosotros tenemos en estudio la ley orgánica del magisterio y la hemos de presentar al Congreso en el próximo período de sesiones, a fin de que sea sancionada cuanto antes. Me he de empeñar para que esto se realice en el menor tiempo posible, lo mismo que otras cuestiones que tenemos en estudio.
Quiero pedirles a ustedes, como se lo he pedido a los maestros de la capital y de la provincias, y también a los inspectores que han venido a hablar conmigo, que dentro de estas ideas generales que me han oído expresar -que no son las de un teórico, sino más bien las de un hombre práctico- hablen con la gente con la cual deben actuar, aún con los niños. Los chicos tienen una importancia extraordinaria en la vida de los pueblos. En la casa, los chicos mandan mucho, aunque a primera vista no lo parezca. Les pido que hablen con ellos a efectos de ir uniformando el concepto argentino de la vida. En la República Argentina lo menos que existe es el concepto argentino, tal vez porque estamos formados por muchos pueblos, porque se han mezclado muchas tendencias, muchas ideologías. Para conseguir la unidad nacional, lo primero es pensar con sentido nacional, y luego actuar con sentido nacional. La unidad nacional no está lograd en la Argentina, según mi impresión. Ella ha de partir de la escuela y son ustedes los que tienen que formarla, pues nadie ha de hacerlo en el país en reemplazo de ustedes. Si lo hiciera el Ejército, lo habría con sentido militarista; y si lo hiciera la iglesia, lo haría con sentido religioso. Sólo el maestro puede hacerlo con sentido integral.
Por eso les pido que al dispersarse en todas direcciones sean portadores de estas ideas en los distintos pueblos en que actúan. Creo que son las ideas más sanas que podemos propugnar. No pedimos nada del otro mundo sino una cosa sencilla. Por ser sencilla, creemos que tendrá éxito, pues en la vida las cosas simples suelen tener más éxito que las complicadas.
Desde aquí, nosotros seguiremos trabajando y ayudándolos en todo lo que podamos. Estamos aquí para posibilitar la tarea de ustedes, como la de los demás, y cumpliremos con esa obligación en la medida de nuestras fuerzas.
De la mañana a la noche estamos empeñados en esto y no cejaremos un minuto. Si la ayuda de todos los argentinos viene en esa dirección, en pocos años haremos de este un gran país. De lo contrario no lo conseguiremos en muchos siglos, porque la República está en una etapa de su vida en la que se decide su destino: ahora o nunca. Esta oportunidad que se le presenta a la Nación no ha de repetir jamás.
El éxito depende de que cada uno haga lo posible, dentro de su esfera de acción para conseguirlo. Nosotros ayudaremos en todo lo necesario. Sabe bien al señor Interventor del Consejo de Educación que yo le he podido que viva en contacto con los maestros, tratando de satisfacer sus actividades con la mayor amplitud posible. Este año podemos disponer de mayores medios que el anterior, y esos medios se irán superando en 1949 y 1950. Todos los recursos materiales se volcarán en beneficio de la enseñanza en todo el territorio del país. Si lo conseguimos, al mismo tiempo que haber cumplido con nuestro deber habremos logrado la tranquilidad de espíritu que alcanza quien se ha sacrificado por algo útil a sus semejantes y a su patria. ........... |
1948-02-16 | En un acto organizado por el Sindicato de Luz y Fuerza | Hace pocos instantes hemos escuchado al compañero Quevedo hacer una interesante comparación entre lo que es sectarismo del sindicalismo y lo que es un sindicalismo de amplias bases. En sus palabras hay toda una lección que la experiencia da a los trabajadores argentinos. Efectivamente, hay dos clases de sindicalismo, que yo llamaría así: sindicalismo destructivo y sindicalismo constructivo. Puedo asegurarles -porque he sido actor permanente en los acontecimientos- que nuestro movimiento, que debía interpretar la realidad argentina a través de la revolución del 4 de junio, no conocía, inicialmente, el panorama argentino e interpretaba el movimiento como un movimiento político y no como un movimiento económico-social. Se hubiera perdido tal esfuerzo si no hubiéramos tratado de darle al miraje de esa revolución un verdadero contenido. Los argentinos estaban disconformes con los políticos que habían dirigido el país, pero no lo estaban solo por sus medidas políticas sino porque habían sumido al país en el coloniaje haciendo renacer la esclavitud. Señores: interpretar eso hoy es sumamente simple; pero haberlo interpretado en 1943 ya no tenía la misma simplicidad. Y haberlo interpretado antes era aún más difícil. Y ¿qué hubiera sido de nuestro movimiento si nos hubiésemos reducido a cambiar los políticos para tentar nuevas fortunas colocando al frente a otros representantes que no representaban ni representan una garantía para el pueblo argentino? ¿En qué consiste el miraje verdadero de nuestro movimiento? En una solución social que es la que el pueblo anhelaba porque, si sentía al colonialismo en carne propia, sentía mucho más la esclavitud a que la clase trabajadora estaba sometida. Sin embargo, una cosa era consecuencia de la otra: ni puede haber justicia social, ni libertad, en un país que no es integralmente libre. Ni puede haber justicia social ni independencia en un país que no se gobierne a si mismo y tenga los resortes de lo social, de lo económico y de lo político en sus propias manos. Señores: el proceso ha sido simplemente realizado sin proclamarlo más de lo necesario y el pueblo argentino lo ha comprendido, lo ha penetrado y, finalmente, lo ha asimilado. Por eso ahora invencible en el presente, como lo será en el futuro. Yo no he sido más que un ciudadano de la Nación que ha interpretado a su pueblo y se ha puesto, leal y sinceramente, a luchar por conseguir lo que el pueblo deseaba y no he de desviarme de esa ruta suceda lo que suceda. Pero en la vida no es suficiente con querer hacer bien las cosas; es menester saber hacer bien las cosas. ¿Cómo hemos desarrollado nuestro programa? Tendré el placer de explicarlo en pocas palabras. Al principio no estuvimos más que al frente de un destartalado Departamento Nacional del Trabajo en el que nadie creía. Transformar eso en la actual Secretaría de Trabajo y Previsión, fue lo mimo que transformar la vieja locomotora "La Porteña", la primera que vino al país, en una moderna locomotora Diesel. Sin embargo, mediante una férrea voluntad, un trabajo incansable y una cooperación inestimable de parte de nuestros trabajadores, fue posible hacer el milagro. Primero, era menester solucionar el problema social y éste fue resuelto. En la primera etapa se formó en el país la conciencia social. Eso se alcanzó cuando la clase trabajadora tuvo fe en lo que yo hacía y en lo que yo decía. Esa fe y esa confianza me cuido muy bien de no defraudarla jamás en los hechos. Luego, en la segunda etapa, fue necesario estabilizar las primeras conquistas. Eso se hizo después de aquel breve paréntesis que represento el 17 de octubre y que llevó a los trabajadores a la persuasión de que si no seguían firmes en la acción, podía derrumbarse todo el edificio que se había construido. Lo interpretó así la clase trabajadora porque los hombres que se hicieron cargo del poder en esas circunstancias no eran capaces de montar la máquina económica necesaria para darle a la República, en su aspecto social, la consolidación que nosotros le hemos dado definitivamente. Actualmente, en la tercera etapa, los derechos del trabajador -a los cuales ustedes han ajustado su convenio- fijan para siempre en el régimen institucional argentino la posición del poder público frente a las necesidades sociales, y fija también definitivamente el jalón de la consolidación práctica de una justicia que venimos sosteniendo y basando en el hecho económico. La cuarta etapa es la de la construcción económica para consolidar la justicia social. Sería ingenuo pensar que un pueblo pueda gozar de prerrogativas económicas, tener buenos salarios, tener un elevado estándar de vida y cubrir satisfactoriamente las necesidades familiares y las exigencias de la capacitación y de la salud, sin construir una riqueza nacional que sea capaz de sustentar ese bienestar. Yo mentiría, señores, si les dijera a los trabajadores argentinos que el gobierno les puede dar algo. Lo que no se den los propios trabajadores, no se lo podrá dar ningún gobierno ni ningún hombre. La acción de los trabajadores es la que labrará su propio bienestar, ya que para consumir es necesario producir primero. Mal se puede consumir lo que no se ha producido. Claro está, señores, que en este país no se trataba solamente de construir: se trataba de construir y de que no le sacasen al país lo construido por su clase trabajadora. En este país, donde durante tantos años hemos protestado contra la injusticia y la explotación, no sabemos todavía bien quienes eran nuestros explotadores. Sólo sabemos que los explotadores argentinos eran ángeles al lado de los otros explotadores. La etapa a cumplir para la consolidación social en el orden económico, consistía en hacer de este país un verdadero país, en el sentido de que la riqueza producida por sus hijos fuera disfrutada por ellos mismos y no por los extraños. Por eso, la primera etapa de nuestra reconquista debió ser la independencia económica. ¿Qué sacarían los obreros argentinos con trabajar veinte horas si el producto de su trabajo no fuera disfrutado por ellos en su propia tierra? Si antes producíamos 8 mil millones, nos sacaban 4 mil y nos dejaban otro tanto para que viviéramos. Si producíamos 12 mil millones, nos sacaban 8 mil y nos seguían dejando los mismos 4 mil para subsistir. Entonces, ¿para qué trabajar más, para qué producir más, si nunca podríamos salir de los consabidos y benditos 4 mil millones? ¿Que hemos hecho nosotros? ¿Que ha hecho este mal gobierno, según dicen algunos de la oposición -muy pocos ya que quedan- en el trabajo de consolidar nuestra riqueza y explotarla en nuestro beneficio? Ha logrado, señores, la reconquista de los bienes que habían sido enajenados por los propios argentinos. Lo primero que hicimos fue pagar lo que debíamos afuera, es decir, la deuda que ellos habían contraído; y hoy no debemos un solo centavo: nos deben a nosotros cinco mil millones de pesos. Ya no pagamos al exterior un solo centavo de servicios ni de intereses: ahora nos pagan a nosotros los servicios y los intereses. El pueblo argentino tiene todavía una deuda interna que la recibimos de once mil millones y de la que hemos pagado dos mil millones, pero los servicios de esa deuda interna representan 15 pesos por habitante al año. Somos el pueblo que debe menos en el mundo y el único pueblo que no paga interés por su deuda interna. Pero no solamente hemos pagado lo que debíamos y nos hemos hecho acreedores del mundo entero, sino que hemos comprado todo lo que otros han vendido: ferrocarriles, gas, puertos, usinas en gran cantidad y seguiremos haciéndolo. Señores: a esta altura de nuestro gobierno, hemos restituido al país todo lo que el país había entregado o vendido, sobre todo eso señores. Tratamos hoy con todo el mundo de potencia a potencia; y quizás, por primera vez en la historia argentina, podamos afirmar con veracidad que en esta tierra se hace lo que nosotros queremos. Mediante el cumplimiento de esta primera etapa hemos podido organizar nuestra riqueza, hemos podido cobrar por nuestra producción la que ella vale, haciéndola volver al pueblo argentino en forma de beneficios directos. Se nos ha criticado muchas cosas, una de ella, un ejemplo solo, dicen que estamos explotando a los chacareros porque los compramos el trigo a 20 pesos y lo vendemos al exterior a 60 pesos. Nada más simple. Nosotros compramos a 20 y vendemos a 60; es cierto. Les explicaré en dos palabras que en esta operación, que parece tan simple, el gobierno ha perdido dinero. La Argentina produce 7 millones de toneladas de trigo. Aquí se consumen 3 ½ y se exporta el resto. De los tres millones y medio de toneladas que utilizamos para nuestro consumo, compramos el quintal a 20 pesos y se lo vendemos a 9 pesos al molinero. Es mediante esa operación que el pueblo argentino puede comer el pan a 30, 45 y 50 centavos el kilo. Si no fuera así, si tuviéramos que vender a 20 pesos, como lo compramos, nuestro pueblo tendría que pagar un peso o un peso con cincuenta centavos el kilo de pan. Los otros tres millones y medio de toneladas los vendemos al exterior a 60 pesos, pero ¿cómo, con qué y cuando nos pagan? Esos son los cinco mil millones que nos deben. Y nos pagan con máquinas que nos cuentan cuatro veces su valor. Ese es el gran negocio que el gobierno está realizando con el trigo. ¿Por que procedimos así? Es que, señores, esos 11 pesos que nosotros perdemos por quintal de trigo va a la casa de los pobres para que ellos puedan comer pan; antes iban a la bolsa de los grandes consorcios capitalistas que lo absorbían todo. No seguiré explicando cada uno de los puntos, pero si les puedo decir que tenemos subvencionado el pan, porque le pueblo que produce el trigo no debe pagarle al mismo precio que aquel otro que no produce la materia prima. Tenemos subvencionado el aceite, el aceite comestible, que cuesta $2.50, el gobierno lo vende a 84 centavos el litro. Y tenemos subvencionada la leche, el azúcar y todos los artículos que el pueblo pobre necesita para el consumo. Sobre esa economía, es donde hay que afirmar las conquistas sociales. Sería un necio si en mi vida no hubiera aprendido que, para consolidar la justicia social y las conquistas obtenidas por los trabajadores, es necesario poseer la economía férrea que ha de sustentarla. Y en ese sentido no hemos de omitir esfuerzo alguno para que cada día sea más brillante la situación económica de la Republica Argentina, pero, eso si, no hemos de permitir que los especuladores, que los malos patrones, que las fuerzas de los grandes comercios capitalistas aprovechen y exploten la riqueza argentina, sino que trataremos de que la riqueza argentina se reparta entre los 16 millones de argentinos de acuerdo a su trabajo. En este tren de cosas, puedo decirles que el trabajador argentino progresara en su vida, progresara en sus salarios y en sus condiciones de existencia, a medida que la riqueza vaya aumentando, puesto que yo no he de tolerar el acaparamiento del dinero, cuya única función es la de permitir vivir con felicidad, consumiendo y gastando. Si no pudiéramos hacer la felicidad de los hogares argentinos, ¿para que serviría la riqueza argentina? Así, señores, se ha consolidado la justicia social. Podrán algunos seguir hablando y haciendo cátedra sobre cuestiones sociales. Vale más un garbanzo puesto en un plato que veinte discursos sobre la justicia social. Cuando oigo hablar sobre lo que ellos piensan acerca de la justicia social y del bienestar de la clase trabajadora, me río recordando que mientras ellos han echado discursos durante cincuenta años, nosotros hemos realizado en solo dos años todo lo que en esos discursos se prometía. Y no solamente lo hemos realizado, sino que también lo hemos consolidado, creando la economía férrea que el país necesita para sostener la justicia social, y esas mejoras logradas por la clase trabajadora. Si yo les dijera a ustedes que han conquistado tal cosa, no les diría nada, porque mientras no hubiesen consolidado esa conquista con el trabajo y con la producción, seria inútil pensar en disfrutar de ese beneficio. De nada valdría pensar que hoy estamos ganando tanto, si mañana o pasado hemos de quedarnos sin ganar nada. Mi pensamiento, la preocupación que me ha quitado muchas horas de sueño, es la consolidación de una poderosa economía nacional para servir la justicia social. Hoy puedo declarar que lo hemos afirmado, que lo hemos asegurado y que pueden estar tranquilos los trabajadores argentinos, sabiendo que están respaldados por una riqueza nacional que los garantiza que sus mejoras no serán perdidas jamás mientras mantengan el ritmo de trabajo. Compañeros: jamás les he dicho a ustedes una cosa que no fuera cierta, y si hoy les digo que este esta consolidado, es porque esta consolidado. Y mientras yo mantenga el gobierno económico de la Nación, hemos de ir aumentando nuestra riqueza, hemos de ir produciendo más y hemos de ir construyendo un país del cual nuestros hijos y nuestros nietos podrán estar persuadidos de que, pese a todas las tempestades que sobrevengan, su porvenir brillante y venturoso ha quedado asegurado. Digo todo esto porque en el día que ustedes festejan un contrato de trabajo que contiene buenas mejoras, es mantener pensar si ellas serán permanentes. Los puedo asegurar que en estos últimos años de labor el país ha adquirido la potencialidad económica necesaria, no solo para financiar el trabajo y la vida de 16 millones de habitantes, sino también para hacerlo con 10 millones mas, si los tuviéramos. El gobierno tiene una sola intención: ejercer el gobierno sobre las masas argentinas, porque el gobierno que hoy no controla las masas de un gobierno que no controla nada. Bastaría echar una mirada sobre algunos países y preguntar allí quien es el que gobierna para darse cuenta de lo que es un gobierno moderno. A las masas se las gobierna de dos maneras: por medio de la fuerza, la policía, del ejército, de la cárcel y de todas esas cosas que se han usado durante tantos años. La manera de gobernarlas es haciéndoles justicia. Por ahí debió empezar la humanidad: haciendo justicia a sus masas sumergidas y necesitadas. ¿En que situación nos encontraría ahora el mundo si los hombres hubieran sido más justos y altruistas y le hubieran dado a cada uno lo que les corresponde? Señores: Yo sé que gobierno a las masas, es lo que no entendieron nunca los políticos porque ellos nunca sirvieron a las masas sino que se sirvieron de ellas. Por eso cuando ustedes festejan un triunfo logrado de buena fe y con patriotismo, no pidiendo no trabajar, sino solicitando que les abone mejor el fruto de sus sacrificios y de su labor, para mí es uno de los días mas jubilosos de gobernante. Muchas veces he dicho que el objetivo del gobierno es: primero hacer feliz al pueblo y, segundo, asegurar la grandeza futura de la Nación. Señores: muchos gobiernos por hacer la grandeza de la Nación, han hundido a su pueblo en la desgracia y en la desesperación; otros han hundido a la Nación por no saberles dar al pueblo lo que a éste correspondía darle. En eso, señores, yo no me voy a equivocar: estoy bien en claro sobre cuales son las soluciones que le correspondan al pueblo argentino: conozco su problema y se que, para seguir gobernándolo desde el orden político, desde el orden social y desde el orden económico, hay que estar en la Casa de Gobierno desde la mañana hasta la noche, y durante la noche si es necesario, para servir a ese pueblo en los tres aspectos. Por eso, señores, si yo hubiera ido dos horas tres veces por semana a firmar a la Casa de Gobierno, ya sé como andarían las cosas. Pero, desde que estoy en el gobierno, no he faltado ni un solo día a mi trabajo, porque para eso me pagan. Y, además, porque así como cuidando diariamente el negocio es como se hace fortuna, cuidando diariamente la función pública es como se hace patria. Mirando dos años atrás, de nuestra labor puedo decir con toda la sinceridad que, sin creernos más de lo que somos, hemos realizado una obra en lo económico y en lo social que no hicieron en cien años los que estuvieron antes que nosotros. Compañeros: para terminar, quiero agradecerles profundamente el obsequio de este reloj que acaban de entregarme. Ese reloj ha de marcar las horas de mi obligación y les garantizo a ustedes que, si Dios me ayuda y la salud me acompaña, hemos de dejar a los que nos sucedan una Argentina con la que todos los patriotas soñamos; una patria mas grande, mas honrada, mas libre, mas soberana y mas querida que la que encontramos cuando nos hicimos cargo de la función pública. .................. |
1948-02-19 | En la asunción del doctor Ivanissevich al cargo de secretario de Educación | En la evolución de los pueblos, oímos muchas veces mencionar las reformas. Es una hermosa forma de vida humana la evolución, y dentro de ella las reformas que permiten llevar a cabo. En países orgánicos, tales reformas deben realizarse con una absoluta congruencia de los fines y con una absoluta armonía en los medios. Si tales reformas no obedecen a esa congruencia y a esa armonía, a menudo suelen provocar acontecimientos que perjudican la estabilidad orgánica que todas las instituciones humanas deben tener para poder realizar programas y planes de largo aliento. Por eso las reformas no han de ser tan distantes que quiten a la organización su perfectibilidad, ni deben ser tan frecuentes que le resten estabilidad. En el panorama de la vida institucional argentina, el factor estabilidad había sacrificado, en mi concepto, ese factor de la perfectibilidad orgánica. Esa evolución que nos llevó a encarar las reformas integrales, representa el verdadero programa que nuestro movimiento ha desarrollado, hasta ahora, con un éxito mas halagador que cuando había podido apreciarse en los prolegómenos de las mismas reformas. La primera reforma encarada de manera más o menos orgánica, de acuerdo con las circunstancias, fue la reforma social. Ello fue por un sentido intuitivo y humano: comenzar las reformas por donde ellas son más necesarias. Esa reforma social, que estructuraría un nuevo orden de cosas, que haría incidir sobre la mayoría en la población las ventajas de sus innovaciones, nos dejó en cierto modo satisfechos, y ha sido un factor de cohesión y de hermandad en un pueblo que ya comenzaba a dividirse entre réprobos y elegidos, en una medida que hacía peligrar la estabilidad social frente a un cataclismo que todavía no hemos podido eliminar de nuestras previsiones.
A esas reformas era necesario consolidarla, y sabemos que en los tiempos que corren las consolidaciones sociales han de venir por un factor económico. Hemos estructurado, en consecuencia, una reforma económica destinada al doble objeto de mantener la reforma social y consolidarla realizando en este aspecto un hecho histórico en la República Argentina, que ha de perdurar por mucho tiempo, porque constituye la solución del más grave problema a que ha estado abocada la humanidad desde hace varios siglos. La reforma económica ha permitido al Estado consolidar las conquistas sociales alcanzadas, y esa consolidación, ya de carácter estable y permanente, nos permite afirmar de una manera rotunda y absoluta que no habrá hecho en la República Argentina que pueda alterar la paz social, mientras esa economía sea mantenida inquebrantablemente como sostén de esta justicia social, que por mi es superior a todas las demás justicias de la tierra. Estaríamos ciegos si no viéramos la necesidad, no ya sólo en nuestra tierra sino en el mundo entero, de elevar la justicia social. Seríamos ingenuos si pensáramos que tal justicia social se podría mantener sin una plataforma económica que consolide sus posibilidades y conquistas. Esos dos aspectos de la reforma están cumplidos, gracias a Dios. Podemos pensar ahora, señores, en otra reforma; entre ellas la reforma política, aún no iniciada. La reforma judicial, a su vez se encargara de consolidar en el hecho jurídico todas las demás reformas. Esa reforma ya, afortunadamente, se ha iniciando en el aspecto argentino, que cristalizará todas las demás reformas, con buenos jueces y con buenos códigos. Todo ello ha de ser prolongado en el tiempo y en el espacio y han de ser las futuras generaciones de argentinos las que se encargarán de hacerlo. Como consecuencia, en este país ha de surgir una nueva escuela filosófica encargada de formar un alma nueva en reemplazo de la antigua, donde la verdad, la tolerancia, la sabiduría y la prudencia sean las bases y pilares en los cuales se sustente esa nueva concepción, que hemos de enseñar a nuestros descendientes para grandeza y honor de nuestra propia patria.
Por eso es necesario encarar sin pérdida de tiempo la reforma educacional, encargada de desarrollar una labor científica y cultural que permita crear, mantener y propugnar en forma permanente esa nueva escuela filosófica de los argentinos. Sin un alma argentina, sin un pensar argentino y sin un sentir argentino, este pueblo sería una muchedumbre amorfa cuyo destino quedaría confiado a los audaces, a los malos y a los mentirosos. Y esos no pueden ser los conductores de un pueblo que aspira a la felicidad presente y a la grandeza futura de su patria.
Esa reforma tiene que ser encarada y realizada. Y si es necesario luchar para imponerla, habrá que hacerlo, aunque no creo que haya que apelar a ello. El respeto a las ideas de todos los hombres ha sido, es y será la escuela argentina. Pero lo que se debe respetar son las ideas constructivas, honestas y patrióticas; respetar las ideas destructivas, anárquicas, disociadoras y antipatrióticas, es un suicidio colectivo, que no podemos aceptar.
Esa reforma educacional es, pues, un arma de defensa de nuestra patria, de nuestra Nación, de nuestra democracia, de nuestra vida y de todos nuestros descendientes.
Si el campo es fértil y la oportunidad propicia, todo ha de marchar orgánicamente hacia la finalidad anhelada. Estoy persuadido de eso. Y he llamado muchas veces a la concordia es una arma indispensable para luchar contra las asechanzas del futuro.
Tengo fe en el patriotismo de los argentinos, tengo fe en los distintos superiores de nuestra Nación, y por sobre todo, tengo fe en los hombres pobres para que unidos, hagan triunfar la causa del bien. Llego por segunda vez hasta este recinto, con el orgullo que todo argentino debe sentir al llegar a él. Vengo hoy a poner en posesión de un cargo al primer ministro de Educación de la Nación.
Hace un año y medio el señor ministro, entonces de Justicia e Instrucción Pública, doctor Belisario Gache Pirán, me dijo casi textualmente: "La tarea de iniciar las reformas judiciales y educacionales por una sola persona, es superior a toda posibilidad humana. En gobiernos de tipo como el nuestro no puede haber un hombre que simultáneamente atienda, en forma eficiente, semejantes tareas. Le propongo la división de este Ministerio, ya que no hay razón de similitud posible para que funcione en dos ramas tan dispares y de tan grande trascendencia en los momentos que vivimos. Yo me quedaría con el Ministerio de Justicia y habría que nombrar un Secretario hasta que tengamos la ley que nos permita designar un ministro de Educación".
Esa iniciativa del doctor Gache Pirán nos permitió, en aquella oportunidad tomar la resolución. El doctor Ivanissevich, a la sazón rector de la Universidad de Buenos Aires, fue nombrado embajador en los Estados Unidos para que, a la par que desempeñara tal alta función, estudiase también el régimen educacional en los distintos sistemas americanos y europeos.
Ha llegado el momento de iniciar con él la verdadera reforma de fondo en el aspecto educacional del país. El maestro Ivanissevich tiene sobrados méritos científicos y personales para que hiciese yo su presentación en un medio tal calificado como el que me escucha. Debo agradecer al maestro que, desprendiéndose de lo que es más caro a su persona, haya aceptado esta dura tarea. Yo lo he dicho que si la cirugía argentina pierde un maestro se sus cualidades, él tiene la posibilidad de formar con su acción cientos de Ivanissevich que surjan de la Universidad Argentina.
Sé bien que el maestro Ivanissevich honra al gobierno con su incorporación, como ha honrado a la ciencia argentina en el mundo entero; y al agradecerle esta su colaboración y cooperación a mi gobierno y ponerlo en posesión del cargo de secretario de Educación de la Nación, lo recibimos en este equipo de compañeros que trabajan incansablemente por el bien de la patria, por el futuro que todos le anhelamos, por la ciencia argentina y por la formación de una juventud que tenga los mismos objetivos y las mismas inspiraciones con que nosotros sacrificamos a la patria hora tras hora, día tras día, en el de venir de estos tiempos en que el destino nos ha puesto frente a tan tremenda responsabilidad, a la cual hemos de responder con nuestra propia vida, cuando sea necesario. ................................... |
1948-02-21 | En un acto en Río Cuarto : | Amigos de Río Cuarto: Doy gracias a Dios por la infinita dicha que me ofrece de poder asistir a esta magnífica concentración popular donde veo a nuestros hombres, a nuestras mujeres, a nuestros soldados, a nuestros sacerdotes, a nuestro pueblo, todos confundidos en un sólo haz, formando la ciudadanía a que aspiro para el porvenir de la patria.
He querido llegarme a esta histórica y magnífica ciudad de Río Cuarto, para ver de cerca los rostros curtidos de los que están elaborando la grandeza y felicidad de la patria. Pido a todos los argentinos que, mancomunados en el futuro, luchemos por esa grandeza y por esa felicidad, sin mentiras, sin escarnios y con verdadero espíritu de sacrificio, que es la única escuela en que se consolidará el porvenir de la Nación.
Señores: hace casi dos años que empuñamos el timón de esta maravillosa nave que es la Argentina, y hemos introducido desde entonces varias reformas que han venido a beneficiar al trabajador del campo y de la ciudad.
Vosotros sois testigo, como yo, de la reforma social que hemos cumplido. Hemos dignificado el trabajo; hemos elevado la cultura social de la Nación y hemos humanizado el capital. Estos tres objetivos que nos habíamos propuestos alcanzar los hemos conseguido, y tengan plena confianza en que no hemos de ceder un sólo paso en las conquistas alcanzadas.
En lo económico, hemos obtenido la independencia económica de nuestro país y la hemos jurado el 9 de julio de 1947 en la ciudad de Tucumán. Hemos extirpado para siempre la explotación, de nuestra masa laboriosa por los consorcios capitalistas extranjeros. Los ferrocarriles son argentinos, el gas es argentino y los teléfonos son argentinos. Y paulatinamente hemos de nacionalizar todo servicio público.
En lo internacional hemos hecho conocer al mundo que somos un pueblo respetuoso y que deberá respetársenos.
Dijimos que haríamos una Argentina económicamente independiente y políticamente soberana, y lo hemos conseguido frente a todos los obstáculos y frente a todas las adversidades.
Señores: hemos venido precisamente a Córdoba, a inaugurar en San Francisco el acueducto más grande de Sud América, el que dotará de agua a más de 34 pueblos de la provincia. Este es un testimonio más de nuestra obra.
Agradezco la presencia de todos ustedes que me permite tener la inmensa satisfacción de saludarlos personalmente. Este pequeño descanso de cinco días, que me tomo por primera vez desde que estoy en el gobierno, he querido dedicarlo ha recorrer estas hermosas tierras de Córdoba, para conocer de cerca y tomar una impresión personal del estado de la provincia, uniendo así lo útil a lo agradable. Así he de llevarme a Buenos Aires esa impresión que permitirá al gobierno nacional realizar las obras de beneficio público, y especialmente de beneficio para la población trabajadora, que sean necesarias.
Lamento que la falla de los micrófonos no me haya permitido hacer una exposición detallada. Les dejo a ustedes un abrazo fraterno, al par que les recuerdo que cuando yo veo, no olvido jamás; y cuando siento, soy de los hombres que saben morir por una idea, si es preciso.
Agradezco al delegado de la C.G.T. sus amables palabras. Saben bien los trabajadores argentinos cual es mi dedicación y mi cariño por su causa, y por ellos mismos.
Lleven Uds. a todos los compañeros que se sacrifican y luchan diariamente por su trabajo, que es el trabajo de la Nación, mi saludo y un abrazo cariñoso y fraterno que dejo para todos. ........................ |
1948-02-23 | Al recibir en la Universidad de Córdoba el diploma de doctor "honoris causa" | Señor Interventor de la Universidad de Córdoba, señor Obispo de Córdoba, señores legisladores, magistrados de la justicia, jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas, señoras y señores: Sean mis primeras palabras de emocionado recuerdo para los virtuosos y sabios varones que fundaron el Colegio de Nuestra Señora de Monserrat, primero, y el Seminario de Loreto después, y para cuantos contribuyeron a fomentar el prestigio de esta Universidad, al extremo de hacer de la de Córdoba la Universidad por antonomasia y conquistando para la ciudad el meritísimo y bien ganado título de Córdoba, la docta.
Pero solo no podemos vivir de historia y de recuerdos. Es menester mantener el brillo conquistado antaño, para que sus destellos no desluzcan, hasta ponerse al nivel de otras instituciones más recientemente creadas, que huérfanas de tradición, siguieron las rutas de un modernismo atrabiliario, basado en vacilantes teorías de filósofos entecos, insensibles a las vibraciones del alma argentina, y ausentes del bullicioso fervor de nuestros corazones, e incapaces de emocionarse ante la gesta agreste de los incas, la aventura heroica y galante de los caballeros españoles, o el dramatismo hondo y sentido de una vidalita en los labios de un payador criollo.
Alabar lo nuestro, había pasado a ser un entretenimiento pasatista; rendir culto a los atributos de nuestra personalidad histórica era, para ellos, un ejercicio carente de hombría y del sentido de la nueva sensibilidad, demoledora, iconoclasta y descreída. Hombres de corazón frío, sin fe en Dios, ni la patria, sin amor a su tierra, sin cariño a sus padres, sin ternura para con sus hijos, fueron desposeyendo a nuestras universidades de los grandes atributos que han de formar las piedras sillares en que debe descansar la auténtica, la verdadera, la genuina cultura argentina. Al racionalizar la enseñanza y esterilizar el corazón de los argentinos, formaron generaciones descreías, amantes de todo lo extranjero por el snobismo de poder aparentar mejor una cultura que estaban lejos de poseer, desamorados de la patria y de todo lo que ella representaba, para terminar rindiendo culto a lo más exótico, extravagante y ruin de otros de otros pueblos y de otras civilizaciones.
Este gran pecado trajo consigo aparejado el germen de una gran traición consumada en tres aspectos: la entrega de la patria al capital extranjero, la sumisión de la patria a la cultura extranjera, y el abandono de la patria a merced de cualquiera audacia al privarla del sacrosanto fervor patriótico.
El instinto del pueblo fue más sagaz, al apreciar espontáneamente, que el honor nacional no podía seguir empañando la obra de los malos políticos, que usaban la noble función de gobernar, con menoscabo de la dignidad nacional y en desmedro de los intereses de la casi totalidad de los argentinos.
El instinto del pueblo vio claro, que la expoliación económica iba a seguir al avasallamiento del pundonor criollo, y por el camino más simple, más pacifico y elocuente, por la sola acción de presencia en la plaza pública, logró que fuera definitivamente barrido cuanto era un estorbo para recuperar la economía, para implantar la justicia social, para adquirir el rango de potencia de primer orden entre las naciones de mundo, y para restablecer la fuerza espiritual de la alta cultura que heredamos.
Y por arte de una auténtica democracia, tan valientemente demostrada, y en virtud de su legalización en irreprochables comicios, hoy nuestra Argentina, puede saborear la satisfacción de sentirse en el pleno goce de su soberanía restituida y definitiva, respetuosa de todos, pero no para servir, sino que exige reciprocidad en el trato y en la consideración que por igual deben guardarse entre sí los caballeros.
Si alguien no lo entiende así, si alguien de entre los nuestros o de los de afuera, no quiere entender, o simulan no entender la clara posición que mantenemos, y con gesto desacompasado y palabras desmedidas, nos imputa, con falsedad manifiesta, que no respetamos la libertad de pensamiento, nadie podrá privarnos del justo derecho de decirles que la verdadera cerrazón mental, la diabólica dialéctica en quieren envolvernos, está precisamente en este pretender discutirnos nuestra propia libertad de pensar en nuestra casa en la forma que mejor nos acomoda, con respeto para todo el mundo, pero afirmando y haciendo respetar nuestra fe, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos.
Los argentinos y todos los hombres de buena voluntad que viven en nuestro suelo, saben que dentro de nuestra frontera gozan de libertades absolutas, como en muy pocas partes del mundo pueden hoy encontrar. Lo único que exige la Argentina, lo único que quiere la Constitución Argentina, y lo único que reclama el gobierno argentino, es que le sea respetado su peculiar modo de ser, de sentir y de pensar.
Señores: agradezco profundamente a la universidad cordobesa el título honorífico que me confiere, y que tan directamente me une a cada uno de sus componentes. Esta compenetración con el profesorado de todos los centros de enseñanza universitaria, ha de servir para que durante mi mandato se hallen asistidos de todos los resortes del poder para impulsar, consolidándola, esta forma universitaria que por lo amplia y profunda, mejor tiene trazas de revolución; revolución en cuanto a sus finalidades, ya que tiende tanto a crear nuestra propia cultura, abriendo causes en la investigación científica, como a facilitar el acceso de todas las inteligencias a los estudios superiores, mirando a la capacidad, en vez de considerar la suficiencia de medios para cursar los estudios; revolución en cuanto a sus formas de alcanzar las finalidades perseguidas, modificando el concepto moral de alumnado y elevando la jerarquía intelectual del profesor, y exigiendo a unos y a otros, una consagración a sus tareas que mucho se acerque al apostolado.
Los acontecimientos que vertiginosamente pasan ante nuestra atención, requieren de todos los hombres que dediquen sus afanes a la docencia, una mayor contracción a sus tareas, un más afinado sentido de responsabilidad en todas sus acciones. No podemos contemplar la marcha del mundo, con el mismo ánimo blando y fatalista de comienzo de siglo. Con tiempos tan diferentes y la complejidad de los resortes que mueven los intereses y las conciencias, exigen un nivel medio de preparación muy superior al de aquellas épocas más apacibles. No podemos seguir el ritmo de antes, porque seríamos definitivamente arrollados. La misión que toca cumplir a nuestra generación consiste, primordialmente, en poner en juego todas las potencias del alma y en ejercicio las facultades del cuerpo, para lograr que brille más refulgente el sol de nuestra patria.
Este esplendor que entreveo para la Argentina, puede circunscribirse a un núcleo, a una casta o a un grupo social, lo que no sería justo. Ha de ser el aporte de todos para todos. Para que todos los argentinos se beneficien por igual, la Universidad ha de recibir constantemente el influjo del pueblo y el pueblo ha de sentir que la obra de la Universidad esparce su influencia benéfica hasta la fábrica, hasta el campo, hasta el hogar del ciudadano.
El progreso científico ha de ser ostensible en todos los órdenes de la vida. Los investigadores universitarios han de tener como mira superior contribuir al mejoramiento de las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores. El progreso científico podrá darnos máquinas más eficaces y seguras; alimentos más sanos, nutritivos y económicos; casas más higiénicas, cómodas y asequibles. Podrá encontrar los medios de conservar la salud, preservarnos de las enfermedades y curarlas mejor; podrá poner a nuestro alcance o generalizar medios más efectivos de distracción del alma y reparación de nuestras energías físicas y morales; podrá, en fin, impulsar la ciencia jurídica para alcanzar el ideal que parece inasequible para la humanidad, de lo que constituye la piedra angular de la vocación y de la decisión argentina: lograr la paz universal.
No olvidemos al pueblo, no dejemos que vuelva a producirse un divorcio entre las universidades y las masas populares; únicamente se logrará la entrañable fusión entre la Universidad y el pueblo cuando éste tenga efectiva entrada en los claustros universitarios y la labor que éstos realicen se traduzca en obras de beneficio real y positivo para todos los habitantes de esta gran Nación que va siendo la Argentina. Que las discrepancias entre los hombres sean eliminadas; que las luchas entre hermanos no vuelvan a producirse jamás, antes bien, que florezcan el amor y la comprensión entre los argentinos; que la comprensión, el respeto y la generosidad sean nuestras divisas más preciadas; que un solo abrazo una a los hombres de nuestra patria, en un solo anhelo de amarla, de servirla y de enaltecerla.
A las universidades, a los universitarios, corresponde en gran parte trocar esta aspiración en realidad; las universidades tienen en sus manos la posibilidad de moldear el alma argentina, el carácter de los argentinos y la inteligencia de los argentinos, de manera resplandezcan las virtudes de la raza; que la probidad, que la firmeza y la lealtad sean nuestra guía, nuestro sostén, y nuestro anhelo. Señores: "Hallámosnos en presencia de un establecimiento que ha irradiado en nuestro suelo las luces del saber por espacio de 268 años, y que puede ostentar con noble orgullo una vida sin mansilla, así en la próspera como en la adversa fortuna. Sus claustros ha resonado con el eco de muchas generaciones y de sus aulas ha salido en todo tiempo, brillante pléyade de hombres ilustres, honra y gloria de la Iglesia, del foro, de la magistratura y del parlamento". Estas palabras escritas por Juan M. Garro en 1882, condensan al reconocimiento que todos sentimos, hacia cuantos prestigiaron estos claustros vetustos y solemnes. Que mi presencia aquí, en el día de hoy, tenga la virtud de encender nuevos entusiasmos para que poniendo todos manos a la obra, al compás de los tiempos modernos, la universidad por antonomasia, la Universidad de Córdoba, la docta, señale nuevos rumbos que renueven viejos laureles, haciéndolos inmarcesibles al recorrer las rutas de la eternidad. .............................. |
1948-02-23 | En el almuerzo ofrecido en Córdoba por el interventor federal | Me siento inmensamente feliz de haber compartido esta mesa, y destaco el valor moral que tiene para mí el hecho de poder comprobar que en torno a ella se han congregado representantes de los diversos sectores de la actividad del pueblo cordobés. Muy bien a esta mesa podríamos llamarla una mesa argentina. Vemos en ella junto a las autoridades nacionales y provinciales, junto a los representantes de las fuerzas armadas de la Nación, junto a los magistrado de la justicia argentina, de los legisladores de las personalidades del clero de la República, y de los trabajadores, la presencia tal simpática de las damas que nos hacen el honor de acompañarnos compartiendo esta mesa cristianamente argentina, donde solamente existe un pensamiento: la grandeza y la felicidad de nuestra patria. El peronismo, en su más profunda raigambre moral, desea solamente eso: hermanos argentinos, cualquiera sea su situación. Llegamos a Córdoba en momentos en que inauguran algunas obras ya realizadas. En el lapso de dos años, desde que nos hiciéramos cargo del gobierno, el gobierno nacional ha traído a Córdoba todas las obras que habían sido proyectadas. Algunas las inauguraremos ya terminada, y otras las iniciamos, habiéndose ya terminado los estudios y proyectos para su realización. El gobierno de la provincia, representado por mi viejo y querido camarada y amigo, el general Aristóbulo Vargas Belmonte, tiene la fortuna y el honor de comenzar una era de trabajo efectivo que ha de traducirse en obras reales. No más proyectos ni más palabras: trabajo y obras, que es la única política que consideramos que hoy puede practicarse con sinceridad y con lealtad. Sirviendo al pueblo cumplimos nuestra obligación y damos ejemplos de como ha de procederse en el futuro para practicar la mejor política, la única política: la obra de gobierno. El gobierno peronista no ha de permitir ya en la República gobiernos inoperantes. No hay política que pueda justificar en manera alguna a un gobierno que no cumple con su deber, y hemos de terminar, cualquiera sea la situación, con todo gobierno que no sepa responder a sus obligaciones y que represente frente al movimiento de acción y de trabajo un factor de inoperancia, que sería nefasto para las provincias y en consecuencia para la Nación. Por esa razón, señores, es que llego jubiloso hasta Córdoba, para ver la iniciación de algunos trabajos que nos llevarán adelante en esta obra de dignificación en del trabajo. Por que no ha de dignificarse sino también- y allí con mucha más intensidad- el de los funcionarios de la Nación. La revolución, por sobre todas las cosas, es trabajo. Lo hemos dicho desde el primer día. Para nosotros, el genio es también trabajo. Por eso, señores, hemos de seguir implacablemente llevando adelante las obras de la Nación. Señores: no creo que con todo cuanto hemos hecho ya, teniendo en cuenta lo que representa el haber dejado de ser una Nación deudora para pasar a ser una Nación acreedora en el mundo, el haber nacionalizado casi en la mayor parte los servicios públicos, el haber creado una flota mercante superior a un millón doscientas mil toneladas, el declarado y consolidado la independencia económica, el haber mantenido la soberanía de la Nación a la altura que el honor nacional impone, el haber asegurado el ser económicamente libres y políticamente soberanos, esté todo realizado. Nos queda por delante la consolidación de esta enorme tarea que ha de desarrollarse con otra gran labor en el futuro, y cada día que pase y más trabajemos, mayor será la responsabilidad de consolidar el futuro de ese trabajo que está confiado y pesa sobre las espaldas de todo los ciudadanos argentinos. Pensando así es que quiero felicitar al señor Interventor de la provincia, por que en tal breve espacio de tiempo ha podido comenzar la realización de un vasto programa, acerca del cual, él ha ido personalmente a Buenos Aires a interesarse. El gobierno de la provincia tiene hoy a su disposición los créditos necesarios para el comienzo de todas las obras de orden provincial pero, con los medios, tiene la responsabilidad de llevarlas a cabo. Estoy absolutamente persuadido de que así se hará; pues lo conozco profundamente y sé que es un trabajador honrado y sincero, que es uno de los hombres de quien la Nación puede esperar que en vez de prometer, va a realizar y en vez de decir, va hacer. Señores: confieso que me he sentido profundamente emocionado por los actos a que he asistido en el día de hoy en Córdoba. Ellos representan la cristalización de un elogio que estoy lejos de merecer. Más que todo eso, yo quisiera poder ofrendar a nuestra patria toda mi capacidad para conseguir con la ayuda de todos, esos dos objetivos que los estadistas de la tierra han perseguido con diversas fortunas: hacer la felicidad del pueblo en el presente, y asegurar la grandeza de la Nación en el futuro. Si cada uno de los argentinos diariamente tuviese presente esos dos objetivos, podríamos descansar tranquilos y confiados: haríamos de esta Nación la más feliz de la tierra y la más grandiosa en el porvenir. Ello se consigue sólo con la voluntad de los argentinos; y sé bien que esa voluntad será cada día mas profundamente decidida si la persuasión llega al corazón de todo los habitantes de esta tierra, que los sé honrados, y los sé patriotas. Continuamente llamamos a la comprensión de todo los argentinos; de esa comprensión, de esa hermandad absoluta, saldrán las obras más grandes de nuestro porvenir. A cada una de ustedes, funcionarios, soldados, magistrados de la justicia, personalidades del clero, hombres del trabajo, yo les solicito como último pedido de este día, que trabajen sin descanso, para que en el futuro la Argentina pueda ofrecer el hermoso espectáculo de un pueblo unido de corazón y empeñado en elaborar la grandeza de esta tierra, porque nunca podríamos agradecer a Dios que nos haya concedido una patria tan hermosa y a nosotros el inmenso honor de haber nacido y de habitar en ella. -.................... |
1948-02-23 | En un acto popular en la plaza San Martín de la ciudad de Córdoba : | Compañeros trabajadores: En primer término rindo mi homenaje emocionado a esta Córdoba ejemplar, que durante tantas generaciones de argentinos ha portado la antorcha luminosa de la cultura argentina. Pongo a Dios por testigo, frente a una reunión popular como ésta, para ver si como gobernantes interpretamos los sentimientos y los dictados, cuya ejecutoria cumplimos en pro de la Nación. El mundo se debate frente a problemas insolubles, mientras el pueblo argentino, mediante su trabajo honrado, va levantando una nueva patria que tendrá su frente inmarcesible en la historia de los pueblos. Confiemos en la Providencia, pero dispongámonos, día tras día, a apoyarla; con la Providencia sola, los pueblos no suelen ser felices: los pueblos son felices con esa Providencia y con el trabajo honrado de los hombres. Por eso, cuando abarco el panorama de la patria en mis días de trabajo y en mis noches de insomnio, estoy pidiendo a Dios que mantenga a este pueblo vigoroso, que lo ilumine para cumplir con su destino, al propio tiempo que, en lo íntimo de mi espíritu de mis sueños de argentino, me estoy sintiendo cada día más descamisado. Cada día que transcurre estoy viendo a este grandioso pueblo de trabajadores forjar la prosperidad soñada para nuestra patria. No seríamos nosotros dignos de este pueblo si no supiéramos levantar bien alta la bandera, señalando el camino que ellos están trazando para nuestra patria. Todavía en nuestra tierra no hemos dignificado suficientemente al trabajo ni al trabajador. Al trabajador le estamos debiendo todo en esta hora crucial y decisiva de la humanidad. Hemos dicho muchas veces que mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar. Este aforismo realista de la hora nos está indicando que lo que nosotros decimos tienen que hacerlo ustedes. Yo no creo que un pueblo puede ser feliz solo por la obra de sus gobernantes: es feliz por su trabajo, por sus construcciones, por su sacrificio y por sus valores morales. Hoy, a dos años de gobierno, debo reconocer que nuestro pueblo, este pueblo, es el pueblo más virtuoso y más formidable de la tierra. Y si el trabajo constructivo de cuatro millones de trabajadores, que están levantando la Nación, no fuese suficiente muestra de sus valores morales, yo recordaría los cincuenta años de escarnio de nuestra clase trabajadora para demostrarlos. Por eso, al dirigirme al pueblo de Córdoba, lo hago con el corazón puesto en los sentimientos que profesa este pueblo virtuoso y querido. Por eso también, día tras día y noche tras noche, realizo un esfuerzo que considero pequeño para devolver una ínfima parte de ese bien que ustedes los trabajadores le están haciendo a la patria. Yo sólo soy el instrumento del pueblo, que me ha colocado a su frente para cumplir sus mandatos; y yo soy de los hombres que saben morir en cumplimiento de su deber. No ha de haber fuerza en la tierra que me aparte del cumplimiento de mi obligación, como tampoco ha de haber fuerza capaz de desviar a este país en su marcha hacia la eternidad, hacia su destino claro y glorioso. Como instrumento de ese pueblo, como instrumento de ese destino, yo debe agradecer todos los días a mi pueblo que me haya permitido llegar a esta situación para poder trabajar sin descanso a su servicio y llevar a la República la lugar anhelado por todo los hombre honrados de esta tierra. Todo ello es posible, gracias a Dios, y todo ello puede realizarse. Pero hay una base que es el secreto de toda realización. Los pueblos tienen en las realizaciones de su destino un secreto de la hora y del lugar. En la Argentina, el secreto del lugar y de la hora es la justicia social; sin esa justicia, nada sería posible en esta tierra, pues nada grande se puede construir sobre la justicia y el dolor de los semejantes, ni solo el sacrificio estéril de nuestros hermanos: o lo haremos todos juntos, o no lo hará nadie jamás. Sé que nuestro gobierno ha realizado ya un programa de grandioso en el orden de la recuperación económica y de su política internacional. Hemos recuperado los valores de la patria, que los otros vendieron inicuamente. Estamos nosotros terminando de pagar lo que ellos vendieron, para que los criollos viajen en vehículos criollos; para que los criollos iluminen con luz criolla; para que los criollos, en fin no tengan que pagar tributo de coloniaje a ninguna nación de la tierra. Hemos declarado, como los grandes de 1816, con su ejemplo, la independencia económica de la Nación, pero no habríamos hecho nada con declararla sino lo hubiéramos consolidado definitivamente con los hechos. En efecto, esa independencia económica declarada en Tucumán está consolidada, porque el país, que había llegado a ser deudor por doce mil quinientos millones de pesos, si ha convertido hoy en país acreedor por más de cinco mil millones de pesos. Los mismos que hasta ayer usufructuaron del sacrificio y del sudor de los trabajadores argentinos, hoy nos deben varios miles de millones. Además, hemos recuperado el 95% de los bienes argentinos que habían sido enajenados al extranjero. Hemos formado una flota mercante que sobrepasa el millón doscientas mil toneladas. Hemos valorizado una cosecha que antes, cuando más, llegó a venderse por cinco mil millones de pesos y este año la hemos vendido por diez mil millones de pesos. Estamos empeñados en entregar la tierra criolla a los criollos mismos. Este año hemos entregado ya 250.000 hectáreas; el año 1948 entregaremos medio millón de hectáreas a los que trabajen la tierra. Me dicen que algunos propietarios están intentando desalojar a los chacareros. Yo les contesto que es mejor; porque para aquellos que sean amenazados de desalojo, el gobierno expropiará la tierra y se la entregara en propiedad. Hemos prometido que en este país el gobierno no explotará a nadie, pero no consentirá tampoco manera alguna, que nadie explote a su semejante. Además, hemos barrido con los consorcios capitalistas, explotadores del agro y de la ciudad. Hemos establecido con ella una regla que se cumplirá inflexiblemente en el porvenir: en esta tierra se trabaja, pero no se especula con el hambre a los demás. Podría seguir durante varias horas enumerando todo cuanto hemos realizado definitivamente en el gobierno; podría seguir destacando una tras otra todas las realizaciones, pero ustedes saben mejor que nadie qué significan esas realizaciones, porque son los que sufren las consecuencias cuando hay un mal gobierno. Bástenos asegurar que el viejo programa del descamisado, y quería una patria económicamente libre y políticamente soberana, lo hemos realizado en todos sus puntos. En el orden de la política internacional hemos declarado a la faz el mundo que somos pacifistas, que anhelamos el amor sincero entre los pueblos, que no queremos guerra ni desgracias provocadas por la ambición de los hombres y de los pueblos. Hemos declarado que queremos ser amigos de todos los países del mundo; pero para ellos es necesario que todos se convenzan de que esta tierra pacifista y hermanas de las demás, no sacrificará jamás su soberanía aunque tenga que morir. Constituimos hoy un pueblo unido, vigoroso y fuerte, donde los vestigios de la injusticia social entre los hombres nos separan a los gobernantes de los trabajadores y del resto del mundo. Constituimos por ello, una verdadera Nación, que hará valer sus derechos en el campo del derecho o de lo hechos si es necesario. Por primera vez en la historia de la política internacional argentina, mantenemos cordiales relaciones con todas las naciones de la tierra. Hemos llevado nuestra bandera por todos los mares del mundo, siendo en todas partes respetadas. Hemos de seguir una conducta de lealtad y de sinceridad con todos los países que nos respetan en nuestros derechos; pero hemos de ser inflexibles con los que quieren violar los derechos de la soberanía argentina. Hemos llegado a la mayoría de edad; hemos llegado a conformar un pueblo poderoso, con infinitas posibilidades. Seremos respetuosos con los que nos respeten y seremos buenos y hermanos con los que practiquen con nosotros la bondad y la hermandad. Yo pregunto, señores, porqué podemos decir hoy, 23 de febrero de 1948, que tenemos consolidada y afirmada nuestra independencia económica, que tenemos afirmada y consolidada nuestra independencia política, sin presiones coloniales de ninguna Nación del tierra. Podemos decirlo porque mediante la justicia social hemos unido a los argentinos; ya no está el pueblo dividido en réprobos y protegidos; todos somos ahora iguales. Ahora, la justicia social, al borrar la diferencias, ha establecido la confraternidad de los hombres argentinos, y sabemos, según la consigna enunciada ha de cuatro años, que cuando sea necesario sufrir, sufrimos todos, pero cuando haya de gozar gozamos también todos. Todavía no hemos realizado sino la mitad de nuestro programa social. Es menester que todos los hombres y todas las mujeres de esta tierra trabajen incansablemente para que la República Argentina no haya un solo hombre que sufra el desamparo y la desgracia, sin una mano amiga que se que se tienda en su ayuda. Cuando ello suceda, podremos decir a la faz del mundo que en esta tierra argentina bendecida por Dios, vive un pueblo cuya unidad ha sido asegurada por la propia justicia de los hombres y por el amor sincero de sus habitantes. Cuando ello ocurra, habremos realizado el maravilloso milagro de asegurar que este pueblo vigoroso, fuerte, patriota y valiente, sea capaz de morir si es necesario, para defender la dignidad de su patria. Hasta que esa justicia social no se realice íntegramente, mientras en el pueblo haya quien está sufriendo enconado contra el gobierno o contra los demás compatriotas, la unidad del pueblo argentina no se habrá realizado totalmente. Y cuando un pueblo no tiene unidad, no es un pueblo: es una muchedumbre amorfa pronta a descomponerse y provocar los cataclismos a que nos tiene acostumbrado el mundo. Por ello pido a Dios que ilumine a todos los argentinos. Pido a Dios que persuada a cada hombre de que, mientras no se realice la verdadera justicia entre los hombres, nadie puede estar obligado a un sacrificio colectivo. Todo cuanto hemos realizado se lo debemos al hecho de haber cumplido con la justicia social; si no lo hubiéramos hecho, la conciencia nos reprocharía, y si el pueblo argentino nos colgara de un farol, nos habría colgado con derecho. Para terminar, compañeros trabajadores de Córdoba, quiero agradecerles el que hayan llegado hasta esta plaza del Padre de la Patria para darme la inmensa satisfacción de estrecharlos simbólicamente contra mi corazón; para darme la inmensa satisfacción de poder hablar con ustedes directamente y pensar que la causa de los trabajadores y del pueblo de la patria es un causa tan grande, tan noble y tan inmensa que la responsabilidad de un hombre le ha de hacer entrever que si en el porvenir algún día estuviese en peligro de justicia social, deberíamos salir a la calle a defenderla a consta de la vida si fuera necesario. Si ese día oscuro y trágico llegara, les aseguro, trabajadores cordobeses, que no estaréis solos, porque a vuestra cabeza se pondrá el presidente de la República. Queridos trabajadores: les dejo en recuerdo de esta grandiosa concentración, con mi corazón de hermano y argentino, la promesa solemne de que el gobierno actual de la provincia y el gobierno de la Nación no descansarán hasta cumplir íntegramente todas las obras y todo el programa del plan de gobierno estructurado para Córdoba. Con esto queridos compañeros, me despido porque es preciso hacerlo. Si obedeciese a mis deseos, me pasaría la vida contemplando desde este balcón esta maravillosa asamblea que Córdoba no ha presenciado jamás y que quedará grabada en mi retina para confirmar el cariño, el respeto y la consideración que tengo por esta ciudad de Córdoba, que ha dado a nuestra tierra muchos varones ilustres por muchos años, y que espero seguirá alumbrando a la República en el porvenir en su marcha inmarcesible hacia la gloria. ................. |
1948-02-24 | En la inauguración de obras de agua potable en la localidad de Deán Funes : | Amigos de Deán Funes: Dentro de las numerosas labores que el gobierno realiza para bien de los habitantes de la Nación, tenemos especial predilección por los pueblos a los cuales todavía no han alcanzado todo los beneficios de las instalaciones de aguas. Estos servicios indispensables, que no solamente están faltando en el interior de la República sino también en la Capital Federal, indican claramente la incuria y la falta de dedicación que se ha tenido para su solución, para la salud y bienestar de los pueblos.
Sabemos bien que esta carencia no solamente está afectando a las poblaciones sino también a la campaña argentina, y el gobierno está empeñado en resolver los problemas de los núcleos poblados primeramente, para extender su acción, luego, a los campos donde es menester llevar también el agua hasta el último local donde habitan argentinos. Señores: a este problema, ya en vías de solución, seguirán otras soluciones. Puedo anunciarles que durante el año 1948 se iniciarán los trabajos para instalar en Deán Funes un colegio nacional y una escuela de orientación profesional, para que así los pobladores de esta ciudad, naciente y pujante, puedan instruir a sus hijos en la propia zona, sin necesidad de tener que desplazarlos a largas distancias. La escuela de orientación profesional comenzará a formar los operarios para esta zona. También conocemos el problema de las salinas, pues no es extraño al gobierno de la Nación, y debemos, el año próximo, estudiarlo profundamente. Para ello, ustedes tienen aquí a un representante en el señor Monte. A él mismo, con nuestra Secretaría Técnica, encargaremos el estudio de este grave problema. De manera que, si es posible, en el menor tiempo se iniciará la nacionalización de esa fuente de producción para que los trabajadores de esta zona puedan vivir como la gente, en un casa que les haga la existencia digna, en una casa donde no estén alojados como en los actuales momentos, que no quiero calificar aunque conozco bien. Señores: no hacemos, como otros tiempos, proyectos; estamos anunciando realidades. El sistema general de diques ha de permitir disponer del agua necesaria para el riego de estas regiones, así como de la energía hidroeléctrica indispensable para que tengan las poblaciones luz y energía barata, pueda cada uno decir, con todo orgullo: "Esta energía y esta luz son criollas, netamente criollas". Estamos empeñados en la tarea de argentinizar nuestra tierra. En ello no hemos de omitir esfuerzos en ningún momento. Necesitamos tener una patria argentina. Hemos de distribuir la tierra entre los que la trabajan y sí, como anuncian algunos terratenientes, comienzan a exigir desalojos, será mejor: al gobierno nacional, en cada caso de desalojo y a expropiar la tierra entregándola en propiedad a quienes verdaderamente les corresponde. Conocemos perfectamente bien todos los problemas, y si no iniciamos en forma inmediata es porque esta tierra tiene tantos problemas que no damos abasto para dar comienzo a las soluciones que corresponden. Por otra parte, así como hace 30 años que ustedes vienen reclamando el agua, que recién llega hoy, hay también otros problemas por los cuales desde hace 40 ó 50 años se está clamando y recién en estos momentos se inicia la solución. He deseado llegar hasta Deán Funes, a pesar de mis ocupaciones y de mi intenso trabajo, porque quería personalmente conversar estos breves momentos con ustedes, para decirles que estén tranquilos, que hemos de afrontar todos los problemas para solucionarlos. No venimos con palabras ni con promesas. No queremos engañar a la gente, sino informarles que estamos decididos a resolver sus problemas con el trabajo nuestro y de ustedes. No somos políticos profesionales. Somos trabajadores como ustedes que ocupamos un puesto en el gobierno de la Nación para servir al pueblo, que es quién debe ejecutar, quien sufre las consecuencias de los buenos o malos mandatarios y sabe quién le ha prometido vanamente durante 50 años y quienes cumplen sin haber prometido una sola vez ninguna de las obras que se están realizando. Yo sólo prometo una cosa: que cuando me aleje del comando de la Nación dejaré una patria más justa, una patria económicamente libre, políticamente soberana, que no volverá a ser jamás campo de explotación colonial para ninguna otra Nación. Y si eso se cumple, como estamos decididos a hacerlo, el día que hayamos conquistado la independencia económica en forma definitiva, y desde el momento en que no debamos ser más objeto de coloniaje extranjero, cada argentino tendrá unos pesos más en su bolsillo. Compañeros de esta gran tierra argentina, a la que tanto amamos y a la cual estamos dando hasta la última de nuestras energías para hacerla la más grande, más justa y hermosa: yo no prometo en mi nombre nada. El pueblo no se independizará sino por su propio trabajo y por su propia acción. Miente el gobernante que dice: "Yo he de dar tal cosa", Él no da nada: es el pueblo el único que da. Y si hoy llegamos hasta acá para anunciar la iniciación de los trabajos de provisión de aguas, lo hacemos cumpliendo el mandato de nuestro deber. Señores: finalmente les agradezco que hayan llegado hasta este lugar para tener yo la inmensa satisfacción de saludarles y expresarles como patriotas, como hermano y como compañero de tareas, el más afectuoso de mis abrazos, para que los transmitan ustedes a todos los amigos y compañeros. ................ |
1948-02-24 | En la inauguración del acueducto entre Río Tercero y San Francisco | He deseado cerrar mi corto viaje por la provincia de Córdoba viniendo personalmente a inaugurar las obras de provisión de agua para esta ciudad pujante y progresista. Del total de las obras contempladas en el plan de gobierno corresponden al departamento de San Francisco 22, a realizarse el año de 1948, entre las cuales se encuentran las plantas de silos subterráneos, los bosques comunales, las viviendas obreras, la construcción de ocho colegios nacionales y escuelas primarias, los elevadores de campaña, las obras de provisión de agua y los desagües, los estudios hidráulicos para ampliación de canales y los hospitales regionales y maternidades. De esas obras, existen para terminarse en el corriente año esta ciudad 20 departamentos para vivienda obrera, con un costo de 800.000 pesos, el edificio de la escuela nacional Nº 109 y la vivienda para el personal de Vialidad Nacional. Todas estas obras, que han de ser inflexiblemente realizadas están demostrando que en este orden de cosas el gobierno federal no considera al país con otra división que las necesidades de sus 16 millones de habitantes. No venimos a hacer discursos políticos; venimos a gozar del inmenso placer de compartir con los hombres y las mujeres de San Francisco la inauguración de sus obras de provisión de agua. He ahí la fuente que está anunciando y demostrando claramente la diferencia que media entre la incuria de antes y la preocupación de hoy. Hemos dicho muchas veces que mejor que decir es hacer y que mejor que prometer es realizar. De acuerdo con ese aforismo de la hora, estamos cumpliendo con lo que no hemos prometido y estamos realizando lo que no hemos dicho jamás.
El nuestro es un movimiento nutrido en el alma popular. Nuestra inspiración sale de ese pueblo cuyas necesidades auscultamos para satisfacerlas. No estamos haciendo obra política o demagógica, según se ha dicho. Estamos organizando, estamos tratando de cumplir con lo objetivos de nuestro movimiento, de entre los cuales el primario es la liberación del pueblo mediante la ejecución de una inflexible justicia social. Eso se ha cumplido y continuará cumpliéndose inexorablemente. En segundo término, hemos anunciado la independencia económica de la Nación. Entendimos que nuestro pueblo estaba cansado ya de rendir tributo al coloniaje en que vivió hasta los días presentes. La independencia económica no sólo se proclama y se jura, sino que es menester realizar y consolidarla. Para ello es que estamos trabajando desde la nacionalización del Banco Central hasta la organización total de la riqueza argentina, a fin de que ninguna Nación o monopolio del extranjero esté encargado de organizárnosla. Hoy el dinero argentino es argentino, hoy los ferrocarriles son argentinos, hoy el gas es argentino, los teléfonos son argentinos, los puertos son argentinos, la energía eléctrica va siendo cada día más argentina, y hemos reconquistado ya el 95 por ciento de los servicios públicos que los otros habían vendido al extranjero. Y estamos haciendo más: estamos convirtiendo en argentinos a algunos que habían dejado de serlo. Y ya que estamos en tierras de sementeras, he de permitirme una rápida digresión por el campo de la agricultura argentina. Esa inmensa riqueza sirvió siempre para la explotación de los agrarios y siempre fue fuente de lucro para los especuladores y monopolios que imperaron en este país durante más de 50 años. Cuando terminó la primera guerra mundial del año 1918, -la misma situación de ahora en que terminó la segunda guerra- ¿a cuanto vendían las chacareros el trigo? ¿A cuánto vendían el maíz, que llenando las bolsas, no podían siquiera pagarlas? ¿A cuánto vendían el lino? Señores: el trigo se llegó a vender a 4.50 pesos; el maíz a 2 y el lino a 8. ¿Que precios rigen ahora? Voy a tomar el que más vale: el lino. Cuando el lino se vendía a 17 pesos, los argentinos creíamos haber alcanzado el cielo con la mano. Este año la cosecha de lino, convertida en aceite, se ha vendido a 112 pesos el quintal; y dentro de poco, convertido en pintura, en linóleum o en hule, sacaremos 400 pesos el quintal. Esa cosecha de lino que en el año 1944 ó 1946 representaba 280 millones de pesos, este año ha representado mil, y dentro de dos años representará 4 mil millones de pesos. Pero hablemos un poco del trigo Rosafé de esta región, que según los entendidos es el mejor del mundo. Hace pocos años el gobierno tenía que comprarlo a 6 pesos, porque los especuladores no llegaban a abonarle 4 al chacarero. ¿Cuanto vale hoy este trigo? Veinte pesos el quintal. Ahora, señores, dicen que el gobierno gana mucho porque se lo vendemos a los extranjeros a 60 pesos el quintal. Les explicaré donde están esos 40 pesos de diferencia entre lo que pagamos al chacarero y lo que cobramos al extranjero. Señores: la cosecha argentina representa 7 millones de toneladas. De esos 7 millones, el pueblo argentino consume 3 millones y medio y el resto se exporta. Ese trigo de consumo interno lo compramos al chacarero a 20 pesos y lo entregamos a los molinos, para que coma pan nuestro pueblo, a 9 pesos el quintal; vale decir, que el gobierno en cada quintal que se consume en el país pierde 11 pesos. Los otros tres millones y medios de toneladas, que vendemos al extranjero a 60 pesos, nos dan una ganancia que nos sirve para subvencionar el consumo interno para que todos los hogares argentinos se pueda comer pan, porque de lo contrario habrían que pagarlo a un peso con cincuenta el kilogramo. Señores: ¿con qué nos pagan el trigo que vendemos a sesenta pesos al exterior? Con maquinarias que antes de la guerra valían mil y hoy valen diez mil. De manera que si las maquinarias ha subido, el trigo también ha subido y seguirá subiendo. Ese mismo proceso se repite con numerosos productos nuestros. El aceite, que vale dos pesos con cincuenta, se esta vendiendo a la población argentina a 85 centavos; la leche también esta subvencionada por el Estado, porque si éste no lo hiciera el litro valdría 40 ó 50 centavos. Lo mismo pasa con el azúcar y con una serie de productos de primera necesidad no deben faltar ni deben se caras en el país. En la comercialización de 35 cosechas el Estado lleva perdidos 400 millones. La independencia económica debe estar sustentada sobre los valores de esa producción y el Estado es quien debe organizar la riqueza de Nación, porque si él no lo hace lo harán los consorcios capitalistas, con lo única diferencia que aquél lo realiza en beneficio de todo los argentinos y el consorcio en beneficio de los extranjeros que están a ocho mil kilómetros de distancia de nuestra patria. Señores: como comerciantes no hemos sido tan malos. La República llegó a deber doce mil quinientos millones de pesos, que servían para que nos gobernaran desde el exterior. En este momento hemos abonado toda la deuda externa y nos deben cinco mil millones de pesos. Todo eso sin pensar que hemos pagado todo lo que hemos expropiado y comprado como servicio público: ferrocarriles, gas, teléfonos y un sinnúmero de bienes. De esta forma el pueblo argentino viajará en sus propios medios de transporte y no será explotado. Todo lo que la independencia económica en el país impone está realizado y consolidado. Sólo es necesario ahora que cada uno de los argentinos siga trabajando tranquilo y abnegadamente. Esa independencia económica es la que permitirá llevar hasta el fin las previsiones de la justicia social; esa independencia económica será la que nos permitirá mantener la soberanía integral de la Nación y la que nos permitirá plantarnos delante de quién quiera avasallarnos o poner un pie sobre el territorio argentino. He querido decir estas palabras en San Francisco donde se muestra hasta donde va la obra de gobierno; y he querido decirles también delante de los trabajadores de San Francisco porque desde los dos años que hace que estoy en el gobierno vengo observando que quienes comprender mejor, con más sinceridad y lealtad, el esfuerzo y el sacrificio que realizamos, son los trabajadores argentinos. Por eso nunca me siento más feliz que en las ocasiones en que, delante de una muchedumbre de trabajadores como esta, puedo referirme a estos temas que antes sólo se ventilaban en el despacho de los grandes personajes, de donde salían luego las combinaciones que nos fueron llevando al estado de perder todo lo argentino. Estos asuntos los ventilamos hoy el la calle, frente al pueblo, y así no hay combinación posible. Señores: las etapas cumplidas para la solución de los problemas sociales argentinos están demostrando a las claras que es posible cumplir nuestro programa en toda su amplitud. Hemos empezado discutiendo cinco centavos la hora, hace cuatro años, en la Secretaría de Trabajo y Previsión, y hoy debo reconocer que hay en las mismas fuerzas patronales una gran comprensión y un decidido apoyo a las conquistas de la clase trabajadora. Hoy podemos decir que están en plena ejecución los diez puntos de la Declaración de los Derechos del Trabajador que proclamamos hace un año. Hoy podemos decir que está consolidada la justicia social y que el futuro es promisorio para los trabajadores argentinos. Pero, ¿por qué se ha consolidado la justicia social? porque los obreros argentinos están construyendo una nueva Argentina es sus valores materiales. Es posible dentro que dentro de poco tiempo la República haya realizado el salto más extraordinario hacia su potencialidad económica, merced a ese espíritu creador, a ese espíritu de trabajo, a ese espíritu de sacrificio que revela la clase obrera argentina. Si algún día dijese un gobernante a la clase obrera que él va a darle el oro y el moro, estaría mintiendo porque a los trabajadores solamente podría darles algo su propio trabajo y su propio sacrificio. Antes de retirarme quiero agradecerles que me hayan brindado esta oportunidad de hablar directamente con ustedes. Les dejo al irme un abrazo de compatriota, de amigo y de hermano. Y les dejo también junto con ese abrazo, un pedido: recuerden siempre que yo, desde la casa de gobierno, y Uds., desde su lugar de trabajo, estamos construyendo una Argentina que asegura un presente feliz y elabora la grandeza futura de la patria. .................... |
1948-02-27 | Declaración conjunta de los presidentes de Argentina y Uruguay | Los gobiernos de la Nación Argentina y de la República Oriental del Uruguay, interpretando el sentir de los pueblos que representan y cumpliendo con su tradicional conducta internacional, declaran: Que los intereses de la repúblicas americanas se hallan esencialmente ligados a su comunidad de ideales democráticos, y a su permanente cooperación, para realizar los principios y propósitos efectivos de una política de paz, y afirman como verdad manifiesta que la organización jurídica es una condición esencial de la seguridad y de la paz y que esta se funda en la justicia y en el orden moral, y por tanto se asienta en el reconocimiento y la protección internacional de los derechos y libertades de la persona humana, en el bienestar indispensable de los pueblos y la efectividad de la democracia. Para la realización internacional de la justicia y de la seguridad, que es propósito de ambos gobernantes, se obligan a acordar un tratado de arbitraje amplio como medio de solucionar cualquier diferendo que se suscitara entre ambos países, y declaran ante América que igual propósito los anima frente a los restantes países americanos y harán cuanto esté a su alcance para que el arbitraje y otros medios pacíficos constituyan el orden jurídico que rija la vida de la comunidad americana como medio de afirmar la paz de América. "Que en bien y la firmeza de la paz han de luchar por consolidar la democracia, para que sea una verdad en una América libre y fuerte, por la que lucharon los héroes de la independencia cuyos pasos tratan de honrar y seguir cuidadosamente, respetando la libertad de los hombres, sus derechos y luchando por el engrandecimiento de sus respectivos países, en sus deseos de contribuir así a formar una América feliz y próspera, declaran asimismo haber acordado las soluciones que a continuación se enuncian en los siguientes problemas: 1º- Río Uruguay. Límites. a) designar comisiones de estudio sobre el Río Uruguay. Zona limítrofe para trabajar en conjunto; b) Aprovechamiento hidroeléctrico de Salto Grande. Acelerar el proceso de estudios y construcción. 2º.- Convenio comercial. Constitución de una comisión permanente presidida por las personas que designe cada presidente para mantener al día las relaciones comerciales. a) Convocarlas oportunamente en cada caso. 3º.- Turismo. a) Supresión de toda traba por ambas partes. Encomendar el estudio de las soluciones del balance de pagos al Banco Central de la República Argentina y al Banco de la República Oriental del Uruguay. 4º.- Aeronavegación. Designar una comisión para el estudio integral del problema de la aeronavegación uruguayo-argentino. 5º.- Servicio de balsas automóviles sobre el río Uruguay. Autorizar los servicios mencionados: a) Concordia-Salto; b) Paysandú-Colón; c) Fray Bentos-Gualeguaychú. 6º.- Lucha contra la langosta. Actuación libre de las aeronaves de ataque a las mangas de langosta indistintamente sobre ambas fronteras por aviones argentinos y uruguayos.
En el barco "Tequara", 27 de febrero de 1948. ........................ |
1948-02-28 | Manifestaciones del general Perón a los periodistas al entregar la declaración conjunta con el presidente del Uruguay, Batlle Berres | Tengo el gusto de entregar a los señores periodistas una declaración sobre los acuerdos a que hemos llegado con el eminente estadista que gobierna la república hermana del Uruguay. Pensamos de manera similar con el señor Presidente en lo que se refiere a las relaciones internacionales. Pensamos que han pasado ya los tiempos de mantenerlas mediante discursos y grandes banquetes en las embajadas. Los hombres de hoy, quizá por fuerza de las circunstancias, han pasado a ser más realistas en lo que atañe a estas cuestiones. Pensamos que los pueblos, como los individuos, no tienen amigos ni enemigos permanentes: tienen intereses permanentes. Dos amigos con intereses contrapuestos, tardan poco en hacerse enemigos; como dos enemigos, con intereses paralelos, tardan poco en hacerse amigos. Con los pueblos ocurre algo similar, y por eso la política internacional que hemos tratado de practicar se afirma más en la ligazón de los intereses de los pueblos en un sentido paralelo, seguros de que con ello estamos consolidando la verdadera amistad entre nuestros pueblos, que será cada vez más estrecha. El Uruguay y la Argentina tienen una historia común y han vivido hermanadas a lo largo de más de un siglo de existencia independiente; coadyuvando nosotros, con nuestra buena voluntad, para aumentar esa vinculación por medio de los intereses materiales, habremos obtenido algo constructivo para ambos países, de modo tal que, en el futuro, nuestros pueblos tendrán motivo de agradecimiento. No hay inconvenientes, no hay situaciones entre la Argentina y el Uruguay que no puedan ser resueltas, sobre todo estando animado el Excelentísimo señor presidente de la República hermana por los mismos sentimientos que animan a los argentinos. Ello nos permitirá alcanzar una hermandad y una confraternidad, entre pueblos y gobernantes, que aseguren un destino promisorio. Tenemos la enorme responsabilidad de resolver hoy lo que pueda ser de conveniencia para ambos países, sin esperar a resolverlo mañana. Al hacer entrega de estas recomendaciones y acuerdos a que hemos llegado, hago votos por que Dios colme de felicidad al Excelentísimo señor presidente Batlle Berres, a los señores ministros, legisladores y funcionarios que nos han honrado con la visita a nuestro barco, así como también hago votos por la grandeza y prosperidad de nuestra hermana tan querida, la República Oriental del Uruguay. ................ |
1948-02-28 | Ante una delegación de martilleros públicos | Señores: En primer término yo celebro extraordinariamente la decisión de los martilleros de formar su organización gremial. En este sentido creo que la organización moderna de todos los Estados nos van llevando hacia la necesidad de agruparse para defender a sus propios intereses. Es indudable que nadie defenderá a los martilleros públicos en forma que ellos tengan algo que agradecerle, como su propia organización.
Los sistemas de equilibrio dentro de la organización moderna del Estado crean la necesidad de esas agrupaciones u organizaciones de tipo gremial que entienden sus problemas y que están en condiciones de defender sus intereses de la mejor manera, no para llegar a una situación acomodaticia sino por un mejoramiento general de las actividades y en defensa del gremio con un sentido social.
Yo creo señores, que esto que ustedes comienzan a hacer dentro de las actividades profesionales, será sumamente saludable para el país. Opino que lo peor que le pueda pasar a un pueblo, es estar desorganizado, porque las colectividades desorganizadas son generalmente copadas por hombres audaces y sin escrúpulos.
Las colectividades organizadas, en cambio, crean dentro de sí las autodefensas, que, a semejanza de los organismos biológicos, son las encargadas de ir defendiéndola sistemática y racionalmente, tanto en lo interno como en lo externo.
El primer paso que ustedes han dado, de formar una asociación de carácter gremial para la defensa de sus intereses, no solo será beneficioso para los señores martilleros, sino para todo el país.
Yo siempre he estado, estoy y estaré, en defensa de los intereses colectivos de este tipo de organización. Soy enemigo de la defensa de los intereses personales de nadie, porque el gobierno no es eso lo que debe buscar. No se debe utilizar la función gobernativa en ninguna cuestión que esté ligada directa o indirectamente a un individuo determinado, porque eso sería tarea disociadora. En cambio lo que es aglutinador, lo que va formando el verdadero sentido de colectividad en las grandes agrupaciones, constituye la defensa social de los intereses de conjunto.
Yo estoy abiertamente en contra de todo lo que sea la persecución de intereses personales frente a los intereses gremiales.
Yo no solo estoy de acuerdo, sino que apoyaré en toda forma lo que ustedes me dicen, pues lo considero absolutamente justo, y más que justo, dentro de las obligaciones del gobierno.
En nuestro país, desgraciadamente, todo estaba desorganizado. Esta presidencia, también estaba desorganizada. Aquí existía un presidente, un oficial mayor que ponía número a los expedientes, una mesa de entradas y salidas y un secretario político; eso era todo lo que había aquí. El presidente era un señor con un hombre al lado que le decía: media firma, firma entera; porque el Presidente no veía los expedientes.
Pero no se puede gobernar sin tener un organismo de gobierno que sea de estudio y de resolución, que llegue al fondo de los problemas y les dé una solución satisfactoria para el país.
Ahora los problemas que llegan a la Presidencia de la República, como deben llegar los anhelos de que lo representa un sector del pueblo argentino, son estudiados debidamente y hay quien se encarga de poner en marcha el asunto y de su ejecución. Todo este trabajo ahora lo realiza la Secretaría Técnica, que es la que estudia estos problemas y su solución.
Hemos creado una doctrina de conjunto para el gobierno, es decir que cada miembro del gobierno sea presidente, ministro, secretario u otro funcionario de los organismos que se han creado para llevar a cabo la obra de gobierno, debe saber claramente lo que el gobierno quiere, cuales son sus objetivos, y como deben ser alcanzados. Esto es lo que llamamos el primer grado de coordinación: que todos estén en claro sobre lo que se quiere en el gobierno.
Así coordinamos en el primer grado. Luego viene la coordinación de segundo grado. No trabajamos por ministerio, sino por equipo de ministerio; así tenemos un equipo político, otro económico y otro técnico. Luego viene la coordinación de tercer grado, en que coordinamos cada uno de esos tres equipos. Hay, por lo tanto, una coordinación absoluta entre todos los organismos de gobierno.
Yo nunca me he podido explicar cómo en este país, durante tantos años, ha existido un ministro de Justicia e instrucción Pública, con más de cien mil personas a su servicio, que ha funcionado sin tener ni un estatuto, ni una ley orgánica, ni ninguna idea de organización de conjunto. Los únicos que tienen leyes orgánicas, son el ejército, la marina y la aviación. Los demás parecen que fueran entenados porque ninguna agrupación de personas de actividades afines tiene una ley orgánica que le garantice sus derechos y también le imponga obligaciones. Es algo elemental; sino los que obtienen ventaja son los deshonestos, porque a río revuelto ganancia de pescadores dice el refrán. Los que salen perjudicados son los honestos y los que cumplen con su deber.
Es por eso que me explico que ustedes sientan la necesidad de estar amparados por una legislación que les permita desarrollar lícitamente, con la garantía del Estado, una actividad tan importante como la que ustedes ejercen.
Verdaderamente me causa una extrañeza tremenda ver estas cosas, porque eso quiere decir que nosotros estamos ante una gran desorganización y eso ustedes lo saben mejor que yo. Para mí desde el momento en que empezaron a actuar los martilleros públicos en la República Argentina ya debieran haber tenido una ley orgánica. Es una cuestión de orden público, porque cuando una persona le entrega a un martillero un bien para subastarlo en remate público, deposita en él toda su confianza.
Este asunto ya lo habíamos considerado nosotros y ya teníamos ideas formadas al respecto. Conversamos con el señor Hernández acerca de estos problemas y esto está totalmente decidido.
En cuanto al estatuto del rematador, que ya está en el Congreso, voy a pedir pronto despacho el 1º de mayo, en cuanto comiencen las sesiones de las Cámaras.
En lo referente a la designación de rematadores federados por parte de los ministerios, bancos, reparticiones provinciales, municipales y nacionales, es lógico y justo. Nadie aunque sea el director de una repartición, va a llamar a un señor que no entiende de medicina para que cuide de una enfermedad, ni llamará a uno que no sea abogado para que los defienda en sus pleitos. Tampoco se puede poner a rematar a cualquier empleado público. Es justo.
Para esto y para todos esos otros aspectos que se refieren a la designación por sorteo, el empleo de rematadores por el Banco Municipal de Préstamos de la Ciudad de Buenos Aires, designación en los Bancos oficiales, etcétera, les pido que algunos de los señores rematadores de Capital, que puedan ocuparse de este asunto, formen una pequeña comisión de tres miembros para discutir estos problemas rápidamente en la secretaría Técnica y planeen algo, indicando cómo deben hacerse cada una de estas cosas. También vamos a llamar a colaborar en esa comisión a delegados de todas las reparticiones, porque esto no es solamente cuestión de designación, sino que lo designan -yo ya me he hecho ducho en estas cuestiones- pero no actúan. Entonces, no solamente es necesario dictar la disposición de fondo sino también agregar algunas normas que aseguren el cumplimiento real de las disposiciones de fondo.
Por eso desearía que esa comisión viniera a trabajar algunos días en la Secretaría Técnica. Nosotros llamaremos a delegados, funcionarios de los Bancos y reparticiones, para ajustar rápidamente una disposición de conjunto para todas las reparticiones nacionales y municipales. En cuanto a las provincias haremos gestiones para que los respectivos gobiernos actúen en concordancia con nosotros. En las cuatro provincias que están intervenidas podremos mandar directamente el decreto, pero en las otras tenemos que pedirles a los gobiernos provinciales. De esta manera, trabajando un poco, en 15 ó 20 días, se puede hacer algo definitivo.
Por lo que se refiere al deseo de tener la casa propia, les podemos hacer un préstamo a largo plazo, como a todos los demás gremios, porque nosotros queremos que cada uno tenga su propio edificio.
Esa misma comisión podría estudiar la cuestión de la casa propia. Primero hay que ver la ubicación del terreno. Si el gobierno tuviera alguno que esté en condiciones favorables podría cederlo a la sociedad y luego se les hace el préstamo para la edificación.
Finalmente, deseo hacerles un pedido. Estamos nosotros dedicados a realizar el plan quinquenal y los martilleros públicos en esto pueden ser de una gran ayuda. Hay un sinnúmero de operaciones que se realizan especialmente en las zonas agrarias.
Los otros días se presentó un caso interesante: según un loteo practicado en la provincia de Buenos Aires, 200 familias iban a quedar en la calle, con lo que se crearía un problema social desastroso. El martillero que intervino tuvo un gesto magnífico, por lo que le he agradecido mucho. Trató de hacer la subdivisión de modo que el loteo del campo no fuese arbitrario, sino que contemplase los intereses de cada chacarero, para que éste tuviese la opción de comprar su propia chacra, por intermedio del Banco Hipotecario. El martillero gano su comisión y el problema quedó resuelto en forma satisfactoria para todos.
Estamos empeñados en entregar la tierra al mayor número posible de chacareros que la trabajan.
Queremos que cada uno de los chacareros pueda pagar una parte del producido de su cosecha y entregar la tierra al agricultor. Este año ya hemos entregado 30.000 has. y el año 1948 pensamos duplicar esa cantidad, todo en base de expropiación y financiación por sistemas bancarios. En muchos casos ustedes pueden colaborar con nosotros en la forma como acabo de mencionar.
Hemos llegado a un momento en que podemos empezar a trabajar coordinadamente en todas las actividades. Ustedes ya conocen el plan de gobierno y la reactivación económica que persigue. Antes la regulación económica se buscaba por el lado financiero, por la conversión, por el Instituto Movilizador, etcétera. Yo no tengo fe en este tipo de reactivación, porque para reactivar económicamente al país, todo el mundo tiene que trabajar. Se dirá que eso trae la inflación, pero hay que tener en cuenta que también trae trabajo y un aumento de riqueza.
Antes había en nuestros bancos 6.000 millones de pesos en depósitos y en la calle, en préstamos, de 2.500 a 5.000 millones. El resto por el que se pagaba intereses estaba en el banco sustrayéndose de esta manera de la circulación una enorme cantidad de dinero. Esos 6.000 millones, de los cuales se prestaba de 2.500 a 3.000 millones, se han convertido en la actualidad en 12.000 millones de pesos, de los cuales hay 10.000 millones en circulación. Eso agregado al aumento del giro anual de la circulación fiduciaria, que se ha ido de 8.000 millones a 32.000 millones de pesos, es lo que está produciendo la reactivación económica.
Nosotros hemos producido un alto grado de reactivación económica, en la cual están empeñados capitales privados, especialmente de la industria, del comercio y de la producción. Si conseguimos consolidar esta situación podremos gozar indefinidamente del estado floreciente porque atraviesa el país.
Si pensamos en que teníamos una elevada deuda pública de carácter externo que se ha pagado totalmente; que hemos colocado nuestra producción en diferente países hasta obtener un crédito externo de más de 5.000 millones de pesos; que estamos realizando una enorme cantidad de obras en este momento, de las cuales más de 1.500 se están ejecutando directamente por el gobierno nacional y otras 1.500 proyectadas para realizarse antes de 1951, sumando todo esto a la actividad privada, se tendrá una idea exacta de la actual reactivación económica.
Se ha pedido al Congreso Nacional 6.000 millones de pesos para la ejecución del plan de gobierno. Hasta este momento se han gastado solamente 5 millones, porque hemos hecho el trabajo con el sistema bancario, que es dinero que va y vuelve, y con el presupuesto del año 1947. Les puedo anticipar que el ejercicio de 1947, que se va a cerrar el 31 de marzo arroja un superávit de 450 millones de pesos.
De manera que no es solamente con gastos como se realiza la reactivación económica, sino con actividad y con trabajo. En este momento el Estado está gastando mucho menos de lo que se gastaba antes, porque esta utilizando otros resortes. Se han aprovechado las ventajas de la reorganización del sistema bancario. Con las grandes construcciones lo que se ha hecho en poner en movimiento los tres o cuatro mil millones de pesos que antes estaban en los bancos sin prestar ninguna utilidad. Por eso, señores, no hay ningún argentino, cualquiera sea su actividad, que no pueda servir de una manera directa o indirecta a la vez a esta reactivación económica.
Nosotros nos hemos decididos a realizar una operación que permite trastocar los términos del problema económico. Antes la economía estaba al servicio del capital; nosotros ponemos ahora el capital al servicio de la economía. Eso es todo. Creo que es la única solución que el país tiene para seguir adelante en este estado en que todos viven y trabajan y tienen asegurada su tranquilidad.
En vez de aumentar los impuestos, nosotros los hemos disminuido, hemos suprimido el impuesto del veinte por ciento a la industria, cuando ella utiliza los beneficios para agrandar sus propias plantas. No somos partidarios de aumentar los impuestos. En los Estados Unidos se llegó hasta el 98% en los gravámenes a la industria. Nosotros estamos por un aumento de salario, pero no por un aumento de impuestos. El aumento de salarios es un factor de reactivación económica porque aumenta el consumo. El consumo de carne ha aumentado en relación al año anterior y también el del trigo. Nosotros somos un pueblo que consumimos mucho más que casi todos los pueblos americanos. Si nosotros llevamos esto a un grado absoluto de perfeccionamiento, que puede lograrse por la actividad privada, por el trabajo de los hombres y por la ayuda estatal, no tendremos mayores problemas y seguiremos consolidando nuestra economía. Podremos ir reajustando y reorganizando cada unos de los aspectos de la actividad nacional, pero para ello necesitamos la ayuda de todos, y eso es lo que pido, porque mi trabajo es muy duro y muy complejo.
Por eso yo, agradézcoles que hayan tenido la amabilidad de venir así vamos a resolver rápidamente este asunto.
Les agradezco muchísimo que hayan venido para tener el placer de saludarlos personalmente. Como siempre estoy a los órdenes de ustedes, no solamente porque representa una gran satisfacción sino también porque constituye una de mis obligaciones primordiales en el gobierno: servir con lealtad, con sinceridad y con patriotismo a los hombres que trabajan y que producen. ................... |
1948-03-01 | Acto para festejar la nacionalización de los ferrocarriles Discurso del presidente Perón, leído por el general Pistarini | Discurso del presidente Perón, leído por el general Pistarini Yo quisiera que en este acto de hoy olvidareis todos que soy el general Perón, y que ante vuestra conciencia, ante la conciencia de todo los argentinos, ante la conciencia de todo el mundo, no hubiese más que la representación material, la encarnación viviente de la, una vez mas, gloriosa Nación Argentina. Digo esto no solo por modestia; digo esto no para aparentar un renunciamiento que podría parecernos jactancioso; digo esto porque considero tan grande el trascendental paso que acabamos de dar rescatando el sistema circulatorio de la Republica, que quisiera incorporar a nuestro regocijo a todos los argentinos, amigo y adversarios políticos, patriotas exaltados o tibios extranjeros, poderosos y humildes, sin que discrepancia alguna nos separe. Considero tan extraordinario el acto que estamos celebrando que creo firmemente que no solo mi trayectoria política, sino mi propia vida física, podría terminar hoy con la satisfacción intima de que ya había cumplido con mi deber de argentino. No se necesita larga vida ni muchas obras para justificar nuestro paso por la tierra cuando una y otras están consagradas al bien y al servicio de la patria, pero tengo la clara intuición de que la incorporación de los ferrocarriles al activo de nuestro país, aparte del valor simbólico que representa, constituye la piedra de toque en la que podrán contrastarse todas las demás realizaciones que materializan nuestra ambición de hacer una Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.
Por esto, el pueblo de la Republica entera, comparte este desbordamiento de entusiasmo. De este entusiasmo auténtico que nace de la alegría del corazón y que asoma a nuestros ojos de la misma ternura con que ofrecemos un regalo a nuestra madre con el fruto de nuestros ahorros. Algo de esto tiene el acto de hoy.
El gobierno argentino, el gobierno que yo presido, que es vuestro gobierno, el gobierno que vosotros quisisteis, ha ahorrado en un año y pocos meses, mucho más de lo que habían dilapidado los poderosos "financistas" del pasado. Pero ha hecho mucho más: ha obturado, ha taponado los agujeros y las grietas por donde se escurrían los dineros de los argentinos. Y con un poco de lo ahorrado y un poquito más de lo que no hemos dejado que nos llevaran, hemos podido hacerla esto hermoso regalo a nuestra querida madre: la Argentina.
Ved, pues, si no tenemos motivos para enorgullecernos y para alegrarnos. Por esto quisiera que iniciáramos una época de contento, de satisfacción y de constante alegría, que nada separase ya a la gran familia argentina, que todos sin conocernos, pudiésemos sentir el deseo de hablarnos en mitad de la calle para decir, libres de prejuicios políticos y de conveniencias sociales: ¡Compatriota, desde hoy las venas y las arterias de nuestra circulación económica tienen un solo punto de partida y de llegada: el corazón de los argentinos! La riqueza de nuestra patria ya no viajará por nuestros caminos de hierro dejando adheridas partículas a cada milímetro cuadrado de riel; ya no será posible llevar si los puertos nuestros productos malbaratados y mal vendidos. La explotación de los ferrocarriles, puesta a punto por manos argentinas, estará al servicio, para siempre, de los intereses de la economía argentina y no de ningún otro interés.
Pecaría de injusto si en estos momentos de patriótico júbilo no agradeciese, trayendo a vuestra memoria, la colaboración que han prestado a mi empeño todos los señores ministros y secretarios de Estado, el presidente del Consejo Económico Nacional, D. Miguel Miranda, que tan destacada actuación tuvo en las negociaciones, ye l personal de la administración pública, sin distinción de categorías, que por razón de sus funciones tuvo que intervenir en el asunto. Esta conquista de los ferrocarriles es una de aquellas conquistas que nunca se hubieran llevado a cabo si no hubiese llegado al poder un gobierno de trabajadores. No se hubiera llevado a cabo porque a los gobiernos que representan una concentración de egoísmos les cuesta mucho sacarse el feo vicio de meter las manos en los bolsillos de los que trabajan y producen riqueza. Les cuesta tanto o más perder esta mala costumbre que la que ahora han adquirido de protestar porque les hacemos pagar los impuestos en la proporción debida y les prohibimos que puedan moverse a su antojo en los productivos campos del agio y de la especulación. Y de esos malos hábitos ni siquiera les sacaba el sentimiento patriótico. Los transportes ferroviarios fueron usados como instrumento de dominación económica. Los fletes ferroviarios han sido la llave de esta dominación. Mediante un simple juego se subvencionaba la carne que iba al extranjero, o más claramente dicho: pagábamos los argentinos por el honor que nos hacían de comerse nuestra carne. El juego era muy sencillo. Para transportar hacienda en un vagón estándar de veinticinco mil kilos, con mil kilómetros de recorrido, el flete costaba 365 pesos; para transportar productos de almacén, 3.209; para transportar tejidos, 4.304. ¡Y nosotros vivíamos tan contentos! Menos mal que gracias al caudal de ilusiones que aún conservan los "últimos oligarcas", mantienen la esperanza de que a breve plazo ya ni se hablará de descamisados ni del gobierno del general Perón. El pueblo podrá hablar mucho mejor, más claro y más alto de lo que yo pueda hacerla, cada vez que hable por medio de las urnas. Pero yo me equivoco mucho, o estoy sintiendo por doquier el entusiasmo con que todo el país celebra con verdadera satisfacción y convicción el éxito con que culminan las negociaciones realizadas para quedamos con lo que ya es nuestro, lo que no dejaremos arrebatamos jamás, lo que siempre debía de haber sido de los argentinos. No creo que jamás haya argentino tan desaprensivo que, sabiendo lo pasado, exponga al país a que lo vuelva a sufrir, y además estoy convencido de que ninguno de vosotros, ni vuestros hijos ni ninguna generación de criollos, lo toleraría. Pueden decir, pueden alacranear cuanto quieran, insinuando que hemos realizado una mala operación, que nos esperan grandes decepciones en la explotación futura de los ferrocarriles, que vamos a fracasar en la administración de estas redes que hoy tenemos en la mano. Hemos de salir al paso de esos agoreros, de esos chismosos a sueldo, de esos sembradores de fracasos. Aquí, señores, sólo hay que confesar un gran fracaso: el de quienes, pudiendo hacerla, no han nacionalizado los ferrocarriles antes que nosotros. No nos asustemos de sus vaticinios y mantengamos perenne el recuerdo de que, pese a las profecías de los mismos agoreros, cuando vaticinaban la inminente ruina de la economía pública como consecuencia del hundimiento de la economía privada, que provocaría nuestra torpeza en materias económicas y sociales, la Argentina se encuentra en una situación de progreso, de riqueza y de bienestar social como nunca conociera. Es mentira cuanto afirman de que mi política de justicia social acabaría con la industria del país. Para ellos no podía haber industria más próspera sin miseria obrera; no podían existir relaciones beneficiosas entre el capital y el trabajo sin sojuzgamiento de éste a aquel; y no podía subsistir una Nación organizada si el poder público no estaba en sus manos incondicionalmente al servicio de las clases privilegiadas. La realidad ha probado todo lo contrario: que la justicia social constituye el mejor ambiente para la grandeza económica de un país. Con la ventaja de que, al no producirse los males que auguraban, el pueblo se ha dado cuenta de la superchería de sus móviles y ha acentuado su confianza en el gobierno.
Insisto en lo que otras veces he dicho: la riqueza de una Nación seria despreciable si únicamente sirviera para el bienestar de unos pocos a costa de la miseria de la mayoría. Una situación de pobreza general se puede llevar con dignidad y de ella se puede salir mediante el esfuerzo colectivo. Una situación de egoísta privilegio económico solo conduce al envilecimiento moral y material del país.
Nuestros actos no pueden ser más congruentes con nuestras palabras. En nuestro banderín de combate inscribimos en 1945 el lema: "Recuperación Económica". Y hoy, a los dos años de haber votado esta consigna, yo, vuestro presidente, yo, parte de este mismo pueblo, digo: "Pueblo Argentino: tuyos son todos los bienes que antes poseían los ferrocarriles extranjeros. Haz buen uso de ellos, respétalos, consérvalos, mejóralos, porque haciéndolo así vivirás mejor, tus hijos vivirán más felices y no conocerán los sacrificios que tú has conocido. Y tú, trabajador, que has sufrido y te has sacrificado, reconfórtate y levanta tu ánimo. Nada tiene valor si no nos cuesta algo de nuestra sangre o de nuestra alma, y el gozo inmenso que hay sentimos bien nos compensa de todos los dolores, de todas las angustias, de todas las privaciones que antes habíamos sufrido. Hoy tenemos conciencia de nuestro poder y sabemos lo que valemos. Esta conciencia no ha de servir para envalentarnos ni para incurrir en grotescas provocaciones. Ha de servir, sí, para afirmar y acentuar nuestra voluntad de que nada en el mundo vale la que el honor de nuestra patria y la dignidad pertenecer a una estirpe que sabe hacerse respetar.
Hoy mantenemos relaciones cordiales con todos los países del mundo. Nunca habíamos tenido acreditado ante el gobierno argentino a un cuerpo diplomático tan nutrido como ahora. Rogamos cada día a Dios para que esta paz y amistad cordial no se vea nunca turbada. Pero este deseo nuestro ha de ser lealmente correspondido y correctamente interpretado. Nadie podrá interpretar que nuestro anhelo de paz oculta un temor: nadie podrá simular una amistad si quiere llevarse el fruto de nuestro trabajo. Y en la Argentina, sépanlo una vez más quienes no quieren darse por enterados, admitimos, seguiremos admitiendo y serán bien recibidos los capitales extranjeros que quieren venir a colaborar, pero no a esquilmar, a especular, a saquearnos.
Afirmamos así nuestra posición soberana y nuestra personalidad independiente. Lo hacemos sin jactancia, pero con serenidad de juicio y con el indomable orgullo característico de los pueblos fuertes y de los hombres libres. Si, en definitiva, el orgullo de algunas naciones ha constituido una virtud que todas han reconocido y muchas han envidiado, no veo la razón de que la Argentina, nuestra patria, haya de prescindir de esa virtud. Tampoco creo en la existencia de un designio histórico que nos condene internacionalmente a la mansedumbre, a la sumisión o al coloniaje político o económico. Somos un pueblo fuerte por la intensidad del respeto a los derechos ajenos y la exigencia del respeto a nuestros derechos: por el amor a nuestras instituciones y a nuestras libertades; por la conducta pacifista que no se quebró nunca,; por el firme propósito de imitar al padre de la patria, al glorioso San Martín, que en dos continentes, tan solo batalló en defensa de los ideales de independencia, de esa férrea, de esa intransigente, de esa sagrada independencia típica del alma criolla que se quiere doblegar ante nadie.
Esa es la significación del acto que hoy celebramos festejando la recuperación de nuestros medios de transporte ferroviario. La satisfacción que nos produce este nuevo paso en nuestra soberanía, no es agresiva ni enconada. Como representativa de un momento venturoso, esta henchida de cordialidad, de espíritu fraternal, de limpio estímulo de mejoramiento. No dudo de que la recuperación económica ha de producir desgarramientos y dolores. Así sucede con cuanto nace a nueva vida. Así sucedió en los momentos de lograr nuestra independencia política. Pero cuando el desgarrón sobre el paso a una vida fecunda, cuando al producirse no han existido ni motivos viles ni posiciones ruines, la herida cicatriza prontamente y lo que pareció causa de rompimiento, se convierte en lazo de unión y en fuente de reciproco aprecio. Esa norma -la historia lo demuestra- es aplicable a las relaciones de dentro y de fuera de las fronteras.
Los hombres pasamos por la vida. Queda la patria, y su bien lo que importa. Mensaje del general Perón desde el hospital Buenas noches a todos: Yo les pido solamente que festejen esto, que nos ha costado mucho y que estén esta noche muy alegres y muy felices. Hasta pronto. ......................... |
1948-03-13 | En la inauguración del Cub-Escuela de Villa Lugano | Celebro extraordinariamente que mi primera salida haya sido para llegarme hasta esta escuela en la que se pone la piedra angular de una verdadera institución nacional para el futuro: los clubes de barrio, donde los hombres, las mujeres y los niños nuestros puedan compartir horas de sociabilidad amable, en un local que debe ser un verdadero templo del respeto a la intelectualidad argentina que se forja en ellos. La vida y el desenvolvimiento institucional había llegado en nuestro país a la creación de un formulismo, en mi concepto, antipopular. Cierta rigidez de formas, ciertos aislamientos de algunos sectores de nuestra sociedad habían originado un modus vivendi dentro de las instituciones que las apartaba en lugar de asimilarlas y amalgamarlas con el pueblo. La escuela, la familia, la universidad, el club, el comité eran núcleos distintos sin nexo de unión. Yo he pensado que estos hechos son anacronismos institucionales. La sociedad argentina es una sola y las instituciones que la sirven lo han de hacer en forma integral y de una sola manera, para desarrollar un sentido humano de la vida uniendo a hombres, mujeres y niños en el amor común de hermanos y compatriotas. Quiero decir que yo soy de los que piensan que en lugar de fraccionar, de separar, de disgregar es necesario unir. Pienso que el mundo se halla abocado hoy a una lucha inmensa, precisamente por incomprensión de los hombres y por incomprensión de las naciones. No concibo que entre nosotros, hombres, mujeres y niños de una misma sociedad, puedan tener problemas que los dividan, que los separen llevándolos a una lucha entre hermanos. ¿Cómo hacer desaparecer esa separación y esa lucha? Simplemente, tratando de que en la vida nos confundamos unos con otros, nos ayudemos en toda circunstancia prodigando el bien sin mirar a quién y con una única orientación y un solo objetivo: hacer de este país una gran familia sin divisiones, que trabaje con amor, con solidaridad para construir el edificio más colosal que se pueda levantar en base de sacrificios sin luchas inútiles. La creación de este Club tiende a esta finalidad: a que desaparezcan las diferencias que puedan existir, uniendo a todos los hombres de buena voluntad, cualesquiera sea su raza, su credo, su religión, sus convicciones, para discutir buenamente los problemas que nos lleven adelante, dentro de un ambiente de paz, limando las asperezas que puedan existir entre los hombres. La creación de un Club que sea la continuación social de la familia y que una la escuela a la institución celular y básica del Estado, cual es la familia. Es una construcción simple, pero basada en el amor, en la cooperación, en la colaboración que todos los argentinos están decididos a prestar en esta hora crucial de la Nación. Señores: Después de haber oído al señor director, después de haber escuchado sus palabras entusiastas, estoy completamente persuadido de que esta institución ha de ser un verdadero éxito. En estas obras, el éxito se logra cuando se las encara con verdadero amor; las obras del amor que son siempre las más bellas, como los hijos son más bellos cuando lo son del amor. Así trataremos de ir extendiendo por toda la República estos clubes- escuelas, dando a nuestros maestros lo que es de ellos, sin quitarles nada. Tenemos el magisterio más capacitado y más virtuoso que pueda pedirse y de la misma manera como, con el provecho que a todos nos consta, hemos entregado nuestras generaciones de hijos a esos maestros, hemos de conferirles también la educación de los hombres que no han tenido la fortuna de adquirirla en la niñez. He dicho que hay que entregar todo al maestro y, cuando lo he afirmado así, ha sido en honor del magisterio argentino y en beneficio de la Nación porque estoy convencido de que, en sus manos, todo está en buenas manos. Por último, deseo augurarle al desenvolvimiento de este club-escuela de Villa Lugano el éxito más extraordinario y prometerles que cualquiera sea el esfuerzo que debamos realizar, lo haremos subviniendo a todas sus necesidades para que progrese y constituya lo que realmente debe ser: una escuela, club y un hogar a la vez. ................. |
1948-03-22 | Mensaje con motivo de la inauguración en Roma del Instituto Argentino Italiano de Intercambio Cultural | Constituye para mí un motivo de verdadera alegría dirigirme a la concurrencia que asiste al teatro Ópera de Roma, para inaugurar los actos del Instituto Ítalo Argentino de Intercambio Cultural, que servirá para fortificar más aún, si cabe, los fuertes lazos que unen a nuestras patrias. Jamás Italia ha sido extraña para los argentinos, pero en los días que corren su nombre está en todos los labios y su presencia está, no sólo en los miles de inmigrantes que llegan a nuestras playas, sino en la base humana de los millones de descendientes de italianos que poblaron nuestro país desde remotos tiempos. Otros pueblos darán al mundo transitorias riquezas materiales; Italia, además de su trimilenario acervo cultural, da lo más noble, lo más puro, lo único intransferible: da hijos. Pero mi mayor alegría consiste en poder saludar, en esta ocasión desde esta tierra generosa, a la Nación madre de la civilización moderna; en poder rendir mi tributo de admiración a la calidad ecuménica de su inteligencia; en poder significar que, si en la península itálica florecieron tres grandes civilizaciones -único caso conocido-, nosotros nos consideramos y nos proclamamos herederos de ese patrimonio, el mayor que sea dado crear al hombre. No olvidamos cuánto se debió a los grandes navegantes, viajeros y cartógrafos que hicieron de Génova, de Venecia y de Amalfi señoras de los mares; no olvidamos a los Zeno, a los Vivaldi, a los Avise da Mosto, a los Gabotto, a los Verazzano, a los Doria, a los Polo; no olvidamos, sobre todo, que América lleva el nombre de un hijo de Florencia. No ha habido actividad humana en la cual Italia no haya abierto el camino o no haya, al menos, dado una contribución de primer orden. En poesía, en pintura, en arquitectura, en escultura, en filosofía y en música. Todo este tesoro de formas múltiples, es aún poco para Italia. No sólo allí se fundaba la mecánica y se iniciaba el período de la electricidad; cuando se piensa en el Renacimiento, etapa de cenital de la humanidad, en que la armonía entre lo divino y lo humano fue por un instante perfecta, hay que recordar a San Francisco de Asís, el juglar de Dios, cuyo canto a las cosas creadas amanece el alba, cuyo mediodía es la figura misteriosa de Leonardo, tan grande en el arte como en la ciencia, que inventa tanto como sugiere, y cuyo "ostinato rigore" debiera ser la divisa de todos los maestros. Mas he ahí que cuando nos habituamos a Leonardo, surge el frío y sorprendente Maquiavelo, precursor de la independencia de Italia, cuyo análisis implacable de los hechos políticos constituirá siempre tema de una polémica que no se agota. Y allí también aparece León Alberti junto al erudito Pico della Mirándola. Y más allá, el austero y fanático Savonarola y el complejo Paulo Sarpi; y todos esos políticos sutiles que han creado una clasificación. Y la legión de los pontífices que ocultaban, bajo el oro sagrado de la tiara, el fuego que ardía por el arte y por la ciencia como Pío II y Julio II, como León X y Pablo III, sin quienes no se hubiesen escrito muchas de las mejores páginas de la belleza y del saber, y gracias a los cuales Roma no sólo fue la capital teológica sino lo fue de la hermosura y, no en vano, resulta simbólico que sobre la tumba de San Pedro se eleve, desafiante a las nubes, la marmórea cúpula miguelagelesca.
Y detrás de ese esplendor, está el coro de los santos, desde aquellos que regaron con su sangre las arenas del Coliseo, en el crepúsculo del Imperio, hasta San Juan Bosco, cuyos hijos dejaron tan noble siembra en nuestras pampas; desde aquel que era "todo seráfico en el ardor", hasta la eminencia que eleva a los cielos como una catedral, la Suma Teológica.
Están los grandes creadores del derecho canónico, los maestros del derecho civil y comercial, está Beccaria defendiendo a los hombres de una mal llamada justicia, está la creación del moderno derecho penal. Saludamos, pues, a las universidades italianas que tanto han enriquecido a las ciencias desde aquella remota Escuela de Medicina de Salerno, emergiendo como un faro en los tiempos de hierro; desde la de Bolonia, que cumple casi mil años, centro de las investigaciones jurídicas, hasta las actuales, que están a la altura de aquellas de las más grandes épocas. Admiramos la juventud y ese inagotable fluir de su genio, sin interrupciones, después de casi tres milenios. ¡Salve Roma inmortal!, los hijos de estas orillas del Atlántico te saludan y expandirán tus enseñanzas por los siglos. He conocido a Italia y la he amado. Me siento íntimamente unido a ella por muchos recuerdos. Recuerdo sus cielos azules y su mar incomparable, sus campiñas y sus campesinos laboriosos de dulces ojos y de semblante sereno, que viven cultivando las mismas tierras que cantaron las Geórgicas; recuerdo a las madres y a las jóvenes, las mismas cuyas antepasadas fueron el tema de Tiziano, de Mantenga o de Piero della Francesca; recuerdo emocionado los dorados rostros de los "bambini", los mismos que solfeaban en los rollos de piedra de la Cantoria de Luca della Robbia y de Donatello. Nuestro país, en donde crecen el laurel y el roble romanos, quiere ser avanzada de la latinidad. Últimamente, mi gobierno ha reincorporado la enseñanza del latín a los estudios secundarios que un error abolió hace ya varias generaciones. No nos oponemos a que ninguna cultura vivifique la nuestra porque esto sería suicida; pero queremos que la formación de las inteligencias se haga dentro de nuestra tradición incomparable. Sólo así pueden dar sus frutos. La cultura de ésta, mi Argentina, actualmente en ascensión poderosa hacia sus grandes días; quiere entrar en la urbe milenaria. Séale ese instituto hogar propicio para acogerla. Que allí, en el solar originario de nuestro destino, discurran a la sombra de las columnas augustas Sarmiento con Cicerón, Hernández con Ariosto, Lugones con Virgilio, Fray Mamerto Esquiú con Joaquín de Fiore. Celebro que el instituto esté presidido por un filósofo de fama mundial, gran amigo de nosotros: Guido de Ruggiero, a quien acompaña una pléyade de nombres ilustres. Nombres que representan la gran tradición humanística de la cultura italiana, centrada, por lo tanto en la libertad; en esa libertad que es el supremo galardón de occidente, sin la cual la existencia y el hombre carecen de sentido; la libertad que, si hoy está amenazada, surgirá poderosa entre los vaivenes de la historia para testimoniar que ella es la condición irremplazable que asemeja el hombre a su Creador. ..................... |
1948-03-24 | En la ceremonia en que una delegación militar de México entregó al general Perón una bandera de ese país | Señores componentes de la delegación médico militar mexicana: Agradezco profundamente este presente glorioso que ha tenido la amabilidad de hacernos llegar, al presidente de la Nación Argentina y al pueblo de nuestra patria, el Excelentísimo señor Presidente de México, Licenciado Alemán. No olvidaremos jamás la amabilidad que representa el mandar un símbolo de este valor, con que hemos sido honrados por el gobierno y el pueblo mexicanos. Ofrecer una bandera es casi ofrecer el corazón de una patria. Nosotros sabremos guardarla y sabremos honrar este gesto del gobierno y del pueblo mexicano. La bandera de un país es símbolo de la nacionalidad y también el de su soberanía. Esta bandera del México legendario, pueblo bravío que ha sabido mantener buen alto su honor, nos acompañará en el recuerdo siempre presente de un pueblo hermano al que queremos entrañablemente. Aspiramos a que esto sea sólo la avanzada de una acción ininterrumpida y permanente de asociación de ideales entre dos pueblos que hablan el mismo idioma, rezan al mismo Dios y tienen una tradición común en las glorias de su acción, en la lucha por la independencia y la libertad en este continente. Pueden estar persuadidos, y así os ruego mi General que tengáis la amabilidad de hacerlo presente al Excelentísimo señor Presidente de México, que nuestro pueblo, amable y celoso de sus tradiciones ha de guardar respetuosamente este recuerdo para honrarlo en los hechos que la historia nos depare, emulando a los grandes que en México y en la Argentina cayeron luchando por su libertad, por su soberanía y para evitar que estas patrias gloriosas y sin mácula puedan ser manchadas en nuestras manos para deshonor de nuestras generaciones. Esta bandera que conservaremos tan cautelosamente como la hermandad que conservamos del pueblo mexicano, ha de ser un acicate permanente para que no desmayemos hasta llegar a formar la unidad latinoamericana, que en la suprema aspiración del gobierno y del pueblo argentinos. Latinoamérica, unida por nuestros vínculos de sangre, por nuestra cultura y por los intereses económicos que construiremos en el futuro, será en esta parte del continente un baluarte inquebrantable de la libertad, de la soberanía y de la defensa de todo lo grande y noble que los pueblos latinoamericanos puedan tener en su seno. Por eso, señores, porque pensamos y sentimos así, porque hemos pensado siempre y hemos sentido siempre así, es que esta bandera sagrada desde hoy para nosotros en esta casa será el recuerdo permanente no solamente del gesto amable de un funcionario ilustre de un gran pueblo, sino el recuerdo sentimental de una raza que nos iguala a todos para engrandecernos en común, en un continente latinoamericano que aspira a los mejores destinos, como tienen derecho a aspirar los pueblos viriles y fuertes, dispuestos a sacrificarse o sucumbir por la grandeza de su patria. .............. |
1948-03-29 | En un acto oficial realizado en el Instituto Bernasconi para inaugurar los cursos anuales de todas las escuelas | Con motivo de la iniciación de las clases y por feliz iniciativa de S. E. el señor secretario de Educación, tengo la satisfacción de dirigirme a maestros y alumnos para hacerles llegar mi palabra de aliento y estímulo en la iniciación de sus tareas tan trascendentes para el porvenir de la Nación. La grandeza de un pueblo se mide no sólo por su potencial económico y su fuerza numérica, sino también por el grado de su cultura y el índice de sus valores espirituales. Nosotros, que amamos profundamente a nuestro pueblo, le queremos tan sabio como le sabemos bueno, le deseamos tan educado y tan instruido como lo sentimos heroico, que por algo nacimos a la vida humana y a la vida política animados en el aliento creador de una estirpe gloriosa que jamás se apartó de los hechos heroicos y que dejó en nuestra sangre y en nuestra alma las mejores virtudes de una raza. Estas palabras mías de hoy, como otras recientes, dichas a los intelectuales y a los profesores, ante las autoridades universitarias y al investir de su alta y merecida jerarquía al primer ministro de Educación, doctor Oscar Ivanissevich, van dirigidas a todos los ciudadanos y en forma especial a los maestros y alumnos que en esta hora y en este día, reanudan sus actividades escolares, que es tanto como volver al noble hogar de la enseñanza. A este sagrado hogar de la enseñanza le queremos puro y le queremos útil, por eso, en todas nuestras concepciones sobre la enseñanza primaria, secundaria y superior, como en el sistema social que hoy podemos ofrecer como ejemplo al mundo, hay un contenido profundamente humano y un sentido integral y armónico, para que la enseñanza pueda llegar a todos los ciudadanos sin distinción de clases y con un propósito de unidad en el esfuerzo, procurando que las conquistas de la cultura conduzcan al engrandecimiento de la patria.
Maestros argentinos: La tarea del maestro ha de ser, en primer término, dar armas al hombre para luchar y desenvolverse en la vida, pero es menester pensar que las armas son peligrosas en manos de una mala persona. Por eso, su deber primordial ha de ser el de modelar el alma del joven para persuadirse de que se forme una buena persona. De ello se infiere que la tarea docente, tal cual la penetramos nosotros, no puede reducirse a instruir sino que es menester educar. Que la acción y preocupación del maestro no han de encaminarse sólo a formar y desarrollar la inteligencia, sino que han de actuar preponderantemente sobre el alma de los jóvenes, con la firme decisión de formar hombres justos y prudentes. Bastará para ello que cada maestro llene su función con amor y entusiasmo, que considere a cada hijo de los demás como a su hijo, le inculque las virtudes y le imparta las enseñanzas que él ambicionaría entregar a sus propios hijos para formarles ciudadanos sabios y virtuosos. La inteligencia y el espíritu son cosas demasiado grandes y demasiado serias para confiar su formación al acaso o al desarrollo rutinario de una enseñanza sin objetivo y sin doctrina. El objetivo de la enseñanza no se dirige a formar genios porque esos nacen, no se hacen. Formar, en cambio, grandes hombres es posible y ese ha de ser el objetivo de todo el que ha recibido de la nación el honroso cargo de instruir y educar a los ciudadanos de la República. Un gran hombre ha de serlo, primero, por las virtudes que practique y, segundo, por la sabiduría que evidencie en su esfuerzo por superar su tiempo. Los hombres virtuosos lo son por la fuerza de su carácter, evidenciado en el dominio de sus malas inclinaciones al vicio y a los defectos inherentes a su condición humana. No sólo se es virtuoso cuando no se poseen pasiones; se es más aún cuando se las domina. La sabiduría se adquiere sólo con el trabajo y el esfuerzo. Es menester que quien aspire al saber honrado acumule estudio y experiencia para bien servir y no para especular insidiosamente con lo que sabe. La escuela del saber es el sacrificio. El objetivo del saber es ser útil a la patria y a los semejantes. Por eso el principio y el fin de la sabiduría ha de ser la virtud. Por ello, han de aspirar todos los maestros argentinos a forjar jóvenes capacitados, con condiciones morales de carácter para afrontar la vida, patriotas y prudentes, trabajadores humildes y abnegados, con franco espíritu de solidaridad humana y decidido espíritu de empresa, inclinados profundamente al bien público e inspirados defensores de la verdad y del bien. El hombre nace con un solo destino cierto: morir. Su paso por la vida ha de conformarse a su conducta, a su esfuerzo y a su espíritu de abnegación. Si vosotros, maestros honrados de la patria, queréis ver felices a vuestros educandos, no les procuréis riquezas, quitadles ambiciones: que la felicidad del hombre no depende de poseerlo todo, sino de ambicionar sólo lo indispensable. Jóvenes alumnos: A vosotros os ha tocado vivir en un mundo alterado por la lucha entre los hombres y entre las naciones. La causa hay que buscarla en la falta de valores espirituales de que antes hablé. Países injustos y ambiciosos, interesados en conquistas de predominio político o económico, ocasionaron, ocasionan y ocasionarán todos los males que el mundo sufre. Todo ese mal inmenso que llevará a los propios injustos y ambiciosos a la destrucción, tiene su origen en una educación y una instrucción humanas basadas en la injusticia y carentes de la virtud que han formado hombres malos, egoístas y mentirosos. Las naciones y los pueblos tienen un alma, un proceder y una conducta resultante del material humano que lo forman. En los hombres y en las naciones nada estable ni nada noble puede edificarse sobre la maldad, el egoísmo, la injusticia y la mentira. Cada uno irá cosechando lo que ha sembrado. La historia dice de muchos poderosos y prepotentes que han caído para no levantarse, sucumbiendo definitivamente bajo el manto de la ignominia, que alcanza hombres y alcanza a pueblos que no vivieron con dignidad. Nosotros, los argentinos, que hemos sufrido esa injusticia y esa maldad, demos gracias a Dios que nos permita vivir dignos y libres y roguemos a Él para que en el futuro nos posibilite sobrellevar nuestras cargas ayudando a la Providencia con nuestros actos y desarrollando en cada uno de vosotros los valores del espíritu y de la inteligencia, para formar varones que en el futuro puedan asegurar a la patria el destino con que todos los argentinos soñamos. Vosotros que conquistaréis el futuro de la argentinidad, compartís con nosotros la tremenda responsabilidad de asegurar la felicidad y la grandeza de la patria. Por eso, vuestro destino está en nuestras manos como el destino nuestro estará en las vuestras a su hora. Somos, en consecuencia, colaboradores de una misma obra que a ambos interesa por igual. Formar vuestra inteligencia y modelar vuestra alma es un imperativo que no puede rehuir nuestra generación. Por ello, trabajad al lado de vuestros maestros con amor y con entusiasmo; obedecedles y seguidles que ellos saben de vuestro camino; ayudadles y cooperad con ellos, que necesitan de vuestro esfuerzo, como vosotros necesitáis de su experiencia y de su abnegación; respetadlos y obedecedles, para que a su hora seáis vosotros obedecidos y respetados; acostumbraos a poner desde ahora en vuestras tareas toda la decisión, el entusiasmo y la abnegación posibles, persuadidos que ese es el único camino que conduce a la felicidad, y ese camino, sólo se recorre con sacrificio. ........... |
1948-04-02 | En un acto en el Luna Park en honor de los delegados de la sanidad militar de México | Hermanos mexicanos, compañeros: Sean mis primeras palabras de profundo agradecimiento para nuestros queridos amigos de México, que nos traen, con sus presentes, gloriosos de la historia de México, el corazón de hermanos, para ponerlos a latir al unísono con nuestros corazones de argentinos. Sea mi agradecimiento a la misión mexicana, que ha llegado hasta nuestra tierra; a su embajador, siempre dispuesto, con el gesto amable y gentil, a hacer cualquier esfuerzo por el acercamiento de nuestros pueblos. Sea mi agradecimiento para el querido amigo, licenciado Ponce Sánchez, que llega a estas tierras, portador de la reliquia de los surianos de México y del vestido de las campesinas de Guerrero. Sea mi agradecimiento para todos ellos; para el presidente Alemán, que con un gesto de criollo de estas tierras, hace llegar a nosotros una bandera de la patria mexicana, que obliga al reconocimiento eterno de nuestro pueblo y de nuestro gobierno. Y sea mi agradecimiento para el gobernador de Guerrero, general Leyva Mansilla, y para los campesinos de Guerrero, a quienes guardaremos profundamente pegados en nuestro corazón. La historia de México y la historia de Argentina guardan un paralelismo histórico que promete en los tiempos no quebrarse. En 1810 ellos lanzaron las primeras campanadas de la libertad, cuando nosotros, en 1810, en esta misma ciudad, lanzábamos al mundo la primera campanada de nuestra libertad. De Guerrero salieron, a Buenos Aires llegan. De Buenos Aires salieron nuestros grandes y esparcieron por la América Latina la fama de glorias y el nombre de sus héroes, que como llegan de México a la Argentina, recorriendo los miles de kilómetros, portadores de su fama y de su gloria, lleven en de nuestros corazones de argentinos, la oriflama de esa gloria de los héroes de México, que son también nuestros héroes. Juntos hicimos amasar en sangre y en dolor nuestras libertades. Simultáneamente sufrimos el dolor de las luchas fraticidas de la organización nacional. Y juntos, los trabajadores de México y los trabajadores de Argentina, empuñaron la bandera gloriosa de sus reivindicaciones para sostenerla y no dejarla caer jamás. Juntos marchamos a la vanguardia de estas tierras en la defensa de esas reivindicaciones; juntos seguimos el camino de la luz, que están marcando los siglos de la historia, y desgraciados los pueblos que en estos tiempos, como nosotros, no sean capaces de luchar por su libertad y por la libertad de su clase trabajadora. México realizó su revolución social amasada en la sangre de un millón de mártires. Nosotros, hemos tenido la fortuna de realizar una revolución incruenta, pero sepan los hermanos mexicanos, que sobre las pirámides de esos muertos gloriosos, hemos de afirmar ambos, la inamovilidad de las conquistas que hoy defienden ambas clases obreras. México está alumbrando con la antorcha de su sacrificio, más de un siglo de lucha, por su libertad, por su soberanía, donde se jalonan en defensa de eso que vale más que la vida, porque es la dignidad de los pueblos, un jalón que ningún hombre de América debe olvidarlo, y deberá reverenciarlo porque representa la seguridad inamovible, que están marcando los siglos de nuestra historia, de que mientras un americano del sur defienda lo que en derecho le corresponde, ningún latinoamericano podrá sufrir la desgracia de la colonia. Por eso, México, pueblo de héroes; por eso México valla infranqueable de la libertad latinoamericana, lo ha colocado Dios donde debía estar, para que de ahí no pasen absolutamente nunca, las ambiciones bastardas de cerebros marchitos y corazones intimidados, pudieran tener como blasón para un futuro que no llegará. Un arco de amor tenderemos, entre el norte diamantino de esta América, hasta el brumaje de nuestras costas patagónicas, para indicar al mundo que ese marco, que la fatalidad histórica ha ligado hasta ahora a nuestros pueblos, seremos nosotros que a fuerza de nuestro corazón lo crearemos para rehacerlo incorruptible e irrompible por los siglos de los siglos. Una unidad en la doctrina social de ambos pueblos, que marca un rumbo y establece una ejecutoria, está marcando para el futuro de nuestros pueblos, basado en la fe que el pueblo debe tener en sí mismo, basado en la fe que el pueblo debe poner en su propio esfuerzo, basado en la fe que los hombres deben tener en su corazón, de que esas conquistas han ser defendidas, que cuando para que progresen sea necesario regarlas con sangre, ofreceremos nuestra sangre para que crezcan nuevamente. Pasaron los tiempos en que luchábamos por la independencia política de nuestras patrias; pasaron los tiempos en que luchábamos por la organización de nuestros Estados, pasaron los tiempos en que luchábamos contra el hambre y la miseria de nuestros trabajadores, pero señores, vivimos los tiempos en que es necesario luchar para asegurar la independencia económica de nuestras naciones, sin la cual toda otra conquista será efímera y aleatoria. Esa conciencia que hoy despierta en América, es el llamado simbólico de la raza, que lucha contra el dolor de la tierra, para que algún día, en estas tierras benditas de América, no haya un paria ni un hombre que pueda necesita de lo que no dispone, ni un hombre que deba sacrificar su dignidad para vivir y para comer. Esperamos, que así como el general San Martín, en viaje glorioso desde el sur y el general Bolívar en viaje glorioso desde el norte, consolidaron la independencia política de América del Sur, México en viaje glorioso desde el norte, y la Argentina, en viaje glorioso desde el sud, sellen la independencia económica de América del Sur. Por eso al simbólico machete de los surianos de Guerrero, he querido responder, regalando al general Leyva Mansilla un corvo de San Martín; y al traje de las campesinas surianas, les devolvemos un sembrador campesino, porque ellos fueron los sembradores de la libertad de medio continente. Dios sea loado y Él inspire al ilustre estadista que hoy gobierna a México, el licenciado Miguel Alemán. Tengo tan profunda fe en su visión de americano y en su corazón de mexicano, que si fuera menester depositar el destino en sus manos, lo haría satisfecho y consciente, de que al depositarlo estaba depositando en un gran latinoamericano los destinos de nuestro continente. Sé de su trabajo, sé de sus desvelos, sé de su patriotismo y sé de su inspiración. Por eso confío en él, como que se confía en un hermano querido, para que juntos elaboremos un destino, de que nuestras patrias no tengan jamás que arrepentirse. Compañeros: cerrando esta disertación, en el transcurso en la cual he hablado sólo con mi corazón de hermano, hacia ese glorioso pueblo de México, y mi corazón de argentino a tantos hermanos argentinos que me escuchan, yo pido que para cerrar, me acompañéis a gritar con el corazón y con toda la fuerzas de nuestros pulmones un ¡viva México! ..................... |
1948-04-03 | En el congreso de la Unión Tranviarios : | Compañeros: Agradezco profundamente las amables palabras de los compañeros Bernárdez y Carballido. Asisto a esta reunión del gremio del transporte con el mismo cariño y con la misma devoción con que asisto siempre a una reunión de los compañeros que trabajan en todas las instituciones de nuestro país. Y lo hago en esta ocasión para tener la posibilidad de saludar a los delegados del gremio del transporte de toda la República, rogándoles quieran transmitir a los compañeros de cada una de sus regiones el saludo cariñoso y fraternal que les hago llegar por su intermedio. Este sufrido gremio, tan meritorio por su organización gremial como por los esfuerzos que realiza en todas las regiones de la patria, merece la consideración y el aprecio del gobierno, que ve en sus integrantes a los colaboradores leales de la obra que nosotros con tanta sinceridad estamos realizando. Gremios unidos, gremios organizados, gremios responsables y con la capacidad y la comprensión necesarias, son los que harán fuertes y progresivas las ventajas que entre todos nosotros vamos a amasar para la grandeza futura de la patria y para la felicidad de todos los trabajadores argentinos. Por eso, señores, en nombre del gobierno reconozco una vez más que esas condiciones, que esas cualidades que adornan a este esforzado gremio, las quisiera ver repetidas en todos los gremios de la patria porque con ellas es con lo que se labrará el futuro y la felicidad de todos los obreros argentinos. En el panorama sindical de nuestro país, preciso es reconocer que no todos los gremios tienen esas cualidades y esas calidades. Pero, señores, hay que perdonar, porque nuestro movimiento gremial ha venido luchando durante generaciones y generaciones y recién hace poco tiempo ha podido organizarse y funcionar libremente. Es así que dentro de ese panorama podemos distinguir perfectamente tres tipos de sindicalismo y de gremialismo. En primer término, el viejo gremialismo que aprendió en el dolor de la lucha lo que representa la unidad, la disciplina y la comprensión, cuando se realiza verdadero gremialismo dentro de las agrupaciones obreras. Ellos tienen la experiencia que dan el dolor y la lucha de largos años, que los ha unido, que los ha hermanado, que los ha organizado y que los ha puesto al servicio del verdadero bien de la colectividad gremial. A esos gremios pertenece el de los transportes. Hay otra agrupación que podríamos llamar de los neosindicalistas que son aquellos que nunca hicieron causa común en la lucha denodada que realizaron nuestros trabajadores durante más de cincuenta años y, que hoy, convencidos de las ventajas que la agremiación y el sentido social de la vida proporcionan a la colectividad, comienzan a entrar por la senda a la que debieron haber entrado hace ya muchos años. A este neosindicalismo es necesario perdonarle sus errores, porque está comenzando a aprender y nadie, en esas circunstancias, deja de cometer los consabidos errores. Ya aprenderán, ya comenzarán a saber lo que es la lucha y lo que es el sacrificio, y lo que significa tener profundamente arraigado el sentido social de la vida frente al egoísmo del sentido individualista que ha predominado durante tantos años. El tercer grupo o tipo gremial pertenece a otras agrupaciones que por su posición en la vida, por sus actividades, por sus pensamientos y sentimientos, no llegarán nunca a ser buenos gremialistas, porque sus actividades los llevan precisamente a dispersar el sentido social y no a amalgamarlo en una colectividad fraterna de intereses, de aspiraciones y de realidades. Señores: en este panorama que está viviendo el sindicalismo argentino debemos ver un progreso para la Nación. No debemos considerar los errores, los intereses extraños, las maniobras de tiempo político y de tipo sectario, porque los organismos que penetran profundamente en el sentido gremial van arrojando de sus filas aquellos que pretenden medrar con la conciencia social de los gremios valiéndose de influencias que no responden a las necesidades y las conveniencias de la propia colectividad. Señores: he oído las conclusiones a que ha llegado el Congreso y declaro que si yo hubiera sido un participante del mismo las habría vetado como lo hicieron ustedes. Hemos de realizar la nacionalización de los transportes en forma que no produzca perjuicios para la Nación. Pero les anticipo, reforzando lo que ya dijera en otras oportunidades que, suceda lo que suceda, jamás los trabajadores serán postergados. Una de las cosas más gratas a nuestro espíritu la constituye la resolución del anterior Congreso que disponía la colocación de placas con palabras tan sabias y tan prudentes como las que acaba de leer el compañero Carballido. Esta placa la colocaré yo personalmente en la Casa de Gobierno el próximo primero de mayo. Ordenaré inmediatamente la colocación de placas similares en todas las casas de gobierno de las provincias y territorios. Finalmente, les agradezco la amabilidad que han tenido al invitarme a este acto, que me produce un momento de solaz, y lamento que el tiempo, que es tan tiránico conmigo, no me permita permanecer aquí todo el que yo hubiera deseado. Tenemos que inaugurar dentro de breves momentos el primer hogar para aquellos hombres que con sus familias suelen quedar en la calle privados de techo. Ese hogar, que está terminado y listo para alojar a las personas indigentes, se debe a una iniciativa de la Obra Social María Eva Duarte de Perón. Esa obra ha de extenderse a toda la República, especialmente a todas las ciudades, para que en un futuro más halagüeño que el presente podamos decir que en esta tierra no hay ningún hombre sin techo y sin hogar. Esas obras, que son de todos y para todos, las hemos de impulsar. La vida tiene tantas vueltas que quizá alguno de nosotros podamos tener que ir a disfrutar de ese techo que fraternalmente ofrecerán los demás argentinos en algún día de nuestra vida. Estos hogares de tránsito serán habilitados con ese concepto, pensando en que tal vez nosotros algún día podremos necesitarlos. Por eso, lo hacemos con verdadero amor, con verdadero entusiasmo de argentinos y de hermanos, cualquiera sea nuestra condición actual y cualquiera sea nuestra condición futura. Para terminar, quiero también agradecerles profundamente la donación que el gremio ha hecho para la Obra de Ayuda Social. Es profundamente halagador para un gobernante observar que mientras los ricos cierran los ojos y los bolsillos, los pobres se disponen a ayudar a otros pobres. ............... |
1948-04-10 | En la ceremonia en que el general Perón hizo entrega de un pectoral a monseñor Nicolás de Carlo, obispo de Resistencia | La Constitución argentina, al señalar las condiciones que se requieren para ser elegido presidente de la Nación, exige la de pertenecer a la Comunión Católica Apostólica Romana. Esta exigencia, que ha sido muy discutida, tiene, sin embargo, a mi juicio, un claro sentido que armoniza con la obligación, también constitucional, de sostener ese culto, y no es en modo alguno incompatible con el derecho igualmente reconocido de la libertad de cultos. El presidente es presidente de todos los habitantes del país, cualesquiera sean las religiones que profesen o aun cuando no profesen ninguna. Por eso, los preceptos a que me he referido no pueden establecer una sumisión del Poder Ejecutivo, como tal Poder Ejecutivo, es decir, como gobernante del Estado, a ninguna otra potestad. No ya la sumisión, sino la simple injerencia de la Iglesia en las funciones del gobierno, es la Iglesia misma quien con mayor energía la condena, pues no otra cosa, podría hacer sin desoír los mandatos del Divino Maestro, que al proponer que se diese a Dios lo que era de Dios y al César lo que era del César, no hizo otra cosa que establecer una diáfana distinción entre la jurisdicción espiritual y la civil. Ese sentido, de la gobernación de los pueblos es tanto más maravillosa cuanto que Cristo proclamó el reconocimiento a la potestad terrenal del César cuando el César era hostil a sus predicaciones y a su labor proselitista. Ahora bien -y a esta conclusión van encaminadas mis anteriores palabras-, el hecho de que la Iglesia no tenga que entender en la gobernación del Estado, es decir, de que mantenga la división de potestades, no significa que el Estado tenga que prescindir de la Iglesia. Esa no prescindencia, esa obligación de sostener el culto católico y de que el presidente pertenezca al credo católico constituye una de las más encomiables previsiones de nuestra Carta Magna, porque quienes la sancionaron, pese al amplio criterio liberal en que se inspiraron, y que se refleja en todas sus normas, no pudieron desconocer que la gobernación de los pueblos se ha de basar en normas de moral y que las normas de moral tienen su origen y fundamento en preceptos religiosos. Esa idea no es indiferente para la marcha de una Nación, pues aun cuando existan normas de moral comunes a varias religiones, existen otras de indudable diferenciación. La igualdad de consideración de la mujer y del hombre dentro de la familia, el carácter sacramental del matrimonio, el respeto a la libertad individual, ciertos conceptos de la propiedad y de las relaciones del trabajo, así como otras normas del cristianismo, no son compartidas por todas las religiones. Tan claro es esto, que la llamada civilización occidental arranca de la expansión del cristianismo en Europa y luego en América, y se diferencia de la civilización oriental precisamente en que ella se apoya en otras normas morales nacidas de otras religiones. Creerá cada cual que su moral es la mejor, pero nadie dirá que, en muchos aspectos, sea la misma. Y si todos los pueblos necesitan gobernarse en base de una moral, lo pueblos cuyo crecimiento se hace en parte considerable por medio de una inmigración de diferentes países y continentes precisan establecer en su Constitución cuál sea la moral por la que se han de regir, y que en la Argentina ha de ser, por razones obvias, la católica. De ahí que el presidente haya de ser católico. Por lo menos ése es el sentido que yo doy a la sabia previsión de nuestros constituyentes. Declaro, pues, que mi fe católica me pone dentro de la exigencia constitucional. Quiero también señalar que siempre he deseado inspirarme en las enseñanzas de Cristo. Conviene destacar esa dualidad, porque al igual que no todos los que se llaman demócratas lo son en efecto, no todos los que se llaman católicos se inspiran en las doctrinas cristianas. Nuestra religión es una religión de humildad, de renunciamiento, de exaltación de los valores espirituales por encima de los materiales. Es la religión de los pobres, de los que sienten hambre y sed de justicia, de los desheredados; y sólo por causas que conocen bien los eminentes prelados que me honran escuchándome se ha podido llegar a una subversión de los valores y se ha podido consentir el alejamiento de los pobres del mundo para que se apoderen del templo los mercaderes y los poderosos y, lo que es peor, para que quieran utilizarle para sus fines interesados. Se lee en la epístola del Apóstol Santiago un consejo que siempre me ha producido emoción: "Hermanos míos: No queráis conciliar la fe de vuestro glorioso Señor Jesucristo con la acepción de personas. Porque si entrando en vuestra congregación un hombre con sortija de oro y ropa preciosa y entrando al mismo tiempo un pobre con un mal vestido ponéis los ojos en el que viene vestido brillante y le decís: 'Siéntate tú aquí en este buen lugar', mientras que decís al pobre: 'Tú, estáte ahí en pie o siéntate acá a mis pies', ¿no es claro que hacéis distinción dentro de vosotros mismos y os hacéis jueces de sentencias injustas? Oíd, hermanos míos muy amados, ¿no es verdad que Dios eligió a los pobres en este mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que Dios prometió a los que le aman? Vosotros, al contrario, habéis afrentado al pobre. ¿No son los ricos los que os tiranizan, y no son esos mismos los que os arrastran a los tribunales? ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue sobre vosotros invocado?" Es preciso evitar que las consecuencias ese error lleven incluso a la imposibilidad de conciliar la fe con la acepción de personas, porque en la congregación sólo pretendan entrar los hombres con sortija de oro y ropa preciosa. Pienso que ésa es la gran obra que debe desarrollar el Episcopado argentino. Por mi parte, creo haber cumplido la doctrina apostólica al crear la Secretaría de Trabajo y Previsión con espíritu de imparcialidad. En los organismos públicos que la precedieron, los funcionarios, respondiendo al ejemplo de los gobernantes, también ponían los ojos en el que iba bien vestido y le invitaban a sentarse en localidad de preferencia, mientras que el pobre permanecía en pie como un intruso. También la decepción había alejado a los proletarios del recinto de la Justicia. Me enorgullezco de haber logrado que a la Secretaría de Trabajo y Previsión entren todos con igualdad de derechos y de que si existen miradas de simpatía y asientos cómodos, sean dedicados a quienes visten humildes ropas, a esos descamisados ricos en la fe, pese a las asperezas de su vida, y de los cuales se ha hecho escarnio con aviesa intención política. Los escarnecedores han sido quienes acostumbrados a elevadas posiciones de mando y al poder económico, procedían muchas veces, a título de católicos, con una altivez incompatible con los preceptos de la religión, certeramente condenada por San Pablo en su Epístola a Timoteo cuando dice: "A los ricos de este siglo mándales que no sean altivos ni pongan su confianza en las riquezas inseguras, sino en Dios vivo que nos provee de todo abundantemente para nuestro uso. Exhórtales a obrar bien, a enriquecerse de buenas obras, a repartir liberalmente, a comunicar sus bienes, a atesorar un buen fondo para lo venidero, a fin de alcanzar la vida verdadera". La labor social que vengo desarrollando desde que ejerzo funciones de gobierno va encaminada tanto a exaltar los valores espirituales cuanto a buscar una mayor distribución de la riqueza, lo que me ha valido el calificativo de demagogo. He querido y he logrado que los trabajadores perciban retribuciones justas, y en mis esfuerzos a tal fin encaminados -que no representan un objetivo político, sino social-, me habría gustado alcanzar la colaboración activa del Episcopado, como espero obtenerla en adelante. No creo que Vuestras Eminencias señalen en mí la mínima osadía si me permito recordar al respecto aquellas otras magníficas palabras del mismo Apóstol Santiago cuando dice a los ricos: "Sabed que el jornal que no pagasteis a los trabajadores que segaron vuestras mieses está clamando contra vosotros, y el clamor de ellos ha penetrado en los oídos del Señor de los Ejércitos". No sólo no he atacado la propiedad privada, sino que la he defendido denodadamente; pero he creído que la mejor manera de hacerla era llevando a los poderosos al convencimiento de que tenían que repartir sus bienes con los desposeídos. Es preciso que los ricos sean menos ricos para que los pobres sean menos pobres. Quienes no lo vean así estarán ciegos y habrán de sufrir las consecuencias de su ofuscación. No pretendo que compartan la idea de San Juan Crisóstomo de que "en el origen de todas las fortunas existe la injusticia, la violencia y el robo", porque los hechos económicos se producen a través de la historia por causas superiores a la voluntad de los hombres. Me parece que sería suficiente con que aceptasen el pensamiento de San Ambrosio cuando establece que "de los hambrientos es el pan que tú tienes detenido; de los desnudos las ropas que tienes encerradas; de la redención y absolución de los desgraciados es el dinero que tienes enterrado." Contra lo que clama San Ambrosio no es contra la posesión o el dominio de lo necesario, sino contra la detentación de lo superfluo. No puede admitir que unos puedan guardar riquezas mientras otros carecen de lo más necesario para la vida. Protesta del espectáculo de la miseria en medio de la abundancia. Ni siquiera se justifica el afán de atesorar bienes, en perjuicio de los humildes, por el hecho de que en parte se dediquen al esplendor del culto. En el Evangelio de San Marcos se encuentran estas frases de Jesús: "En verdad os digo que esta pobre viuda ha echado más en el arca que todos vosotros, por cuanto los demás han echado algo de lo que les sobraba, pero ésta ha dado de su misma pobreza todo lo que tenía, todo su sustento". Es mejor y más conveniente para la vida del Estado, como para la de la Iglesia, volver a las costumbres sencillas, al predominio de la paz, del amor y de la confianza recíproca entre los hombres y entre las naciones. Para conseguirlo, el Estado ha de luchar con grandes dificultades, por la complejidad de la vida misma, por las pasiones inherentes a la condición humana y porque, en definitiva, los idearios políticos son múltiples y contradictorios. A la Iglesia, en cambio, le ha de ser más fácil el retorno a la pureza inicial de su doctrina, porque es única y porque, aun cuando en ocasiones parezca haberse desviado de su gloriosa trayectoria, siempre la predicación dogmática ha sido la misma. Y siempre también ha tenido un contenido social de repudio a la riqueza y de exaltación al trabajo que nadie ha superado, ni siquiera igualado de lejos. Ese contenido social está resumido en las palabras que Jesús dirige a los apóstoles: "No llevéis oro, ni plata ni dinero alguno en vuestros cintos, ni alforja para el viaje, ni dos túnicas, ni calzado, ni tampoco bastón, porque el que trabaja merece su sustento". Esto quiere decir, si no me equivoco en la exégesis, que únicamente el trabajo es la fuente del sustento: el trabajo que redime al individuo y que sirve de base a la grandeza de los pueblos. Ese mismo concepto, pero expuesto de manera más cruda, se encuentra en otro de los grandes Padres de la Iglesia, cuando afirma que quien no trabaje no debe comer. El desprecio a los bienes materiales no puede ser más bellamente expuesto que como lo hizo Cristo en la parábola del administrador infiel, al marcar la incompatibilidad entre el servicio de Dios y las riquezas, "porque donde está tu tesoro allí está también tu corazón"; y cuando a quien le pide la parte de su herencia le rechaza diciéndole: "¡Oh hombre! ¿Quién me ha constituido a mí en juez o repartidor entre vosotros? Estad alerta y guardaos de toda avaricia, pues no depende la vida del hombre de la abundancia de los bienes que posee." Seguramente Vuestras Eminencias habrán pensado que con mis palabras me he salido del terreno que como gobernante me incumbe, para entrar en otro en que carezco de autoridad para hablar, y mucho más ante elemento tan versado y tan pulcro en estos problemas como es el Episcopado Argentino. Pido disculpas por ello y quizás me la concedáis de buen grado cuando advirtáis que si proclamo la necesidad de robustecer los conceptos morales que dimanan de la recta interpretación de la religión católica, que si me interesa evitar las corruptelas de una interpretación acomodaticia e interesada, no es sólo porque me duele como católico la apostasía de las masas, precisamente de las masas humildes para las que Cristo difundió su doctrina y vertió su sangre, sino también porque no creo que pueda vivir con grandeza un pueblo que se hunde en el materialismo y para el cual nada significa ni la paz entre los hombres, ni el amor al prójimo, ni las altas concepciones del espíritu, porque sólo se nutre de la pasión del dinero. Evitar ese estado de cosas es función del gobernante, y para poder llevarla a su término, ninguna colaboración tan eficaz y valiosa como la que pueden prestarme Vuestras Eminencias, fuera de toda intención política, sino por simple repercusión de las ideas católicas en los altos propósitos por mí perseguidos y a los que acabo de referirme. He procurado poner en marcha muchos de los principios contenidos en las encíclicas papales. Si se interpretan mal, señalad sus defectos. Si se aplican bien, espero merecer vuestro estímulo. Expuesta someramente cuál es, según mi criterio, la ayuda que puede desarrollar el Episcopado, no debo pasar por alto -antes, por el contrario, debo señalar especialmente- que el ilustre prelado monseñor Nicolás de Carlo, en cuyo honor hoy nos hemos congregado, es la figura prestigiosa que reúne las condiciones que he apuntado como necesarias para el desempeño de tan alta misión. Chaco y Formosa deben a monseñor Nicolás de Carlo la afirmación de los principios cristianos y la acendrada fe católica de que se halla imbuida su población. Obra titánica de amalgama en el portentoso crisol que son tanto Chaco como Formosa, donde una multitud cosmopolita lucha y trabaja debatiéndose entre graves problemas de orden moral, por hallarse adormecidas las inquietudes del espíritu en grado alarmante y peligroso para la sociedad 'en formación, a causa del afán eminentemente materialista que arrastró hacia aquellas tierras a multitud tan heterogénea. Desde la llegada al Chaco del ilustre prelado hace aproximadamente nueve años, con visión de gobernante y haciendo de su ministerio un apostolado, se dio a la tarea, llena de dificultades y sacrificios de toda índole, encaminada a edificar sobre bases firmes la moral y civilización que hoy se respira en aquellas tierras. A pesar de que, como él lo dice, le han faltado colaboradores inmediatos, concretó una obra social de enorme significación y de beneficio directo para el pueblo, por cuanto tiende a elevar su nivel de vida aun en el orden material mediante la capacitación práctica en las artes manuales y de artesanía, singularmente en la mujer que, especializada en esa clase de trabajo, lo jerarquiza elevándolo a la categoría de arte. No otra cosa lleva implícita la instalación de los numerosos talleres de barrios que funcionan con extraordinario éxito en muchos de los pueblos de la diócesis con la entusiasta colaboración de la feligresía, compenetrada con la obra del prelado. A su dignidad y sabiduría une monseñor De Carlo las imprescindibles virtudes de la sencillez, modestia y accesibilidad para todos los humildes, a quienes llega su palabra de consuelo, aliento y esperanza. Se le ve visitando de continuo los más apartados pueblos para pulsar en forma directa las necesidades y estimular, con su presencia, a los fieles y a las personas empeñadas en obras de caridad. Gran propulsor de la obra de la escuela primaria, ha visto en ella la salvación de los individuos, del hogar y de la patria. Apóstol de Cristo, los niños son para él motivo de constante preocupación y amor como lo fueron para el Divino Maestro; anhela para ellos todo el bienestar y la felicidad a que tienen derecho, y más de una vez ha postulado ante las altas autoridades nacionales para que se solucionen en forma integral los afligen te s problemas por los que atraviesan las escuelas por falta de locales decorosos y por carencia de maestros. "Primero escuela -dice-, después lo demás; no importa por ahora el palacio del Obispado." "Necesitamos construir la grandeza del país -agrega- sobre estados de conciencia colectiva, y para ello hay que liberar al pueblo de la ignorancia y sostenerlo con la fe en Dios." Cumple, en fin, su misión sagrada con humildad apostólica, que es, a mi modo de ver, la virtud evangélica que más enaltece las acciones de los hombres, tanto más cuanto más elevados se hallan en la escala jerárquica de la sociedad. Saber despojarse de la vanidad que asoma tan pronto se sube un escalón de donde está situada la masa del pueblo requiere una dosis de hombría equivalente a la del héroe frente a la incertidumbre que amenaza su vida. La humildad cristiana, la afabilidad paternal, el desprecio de la pompa y el boato constituyen las dotes que más aprecia el pueblo en quienes saben practicadas. El pueblo las aprecia no sólo por ser símbolo tangible de virtud, sino porque constituyen la fuerza más poderosa que la atrae hacia la senda que le conduce a la verdadera paz de Cristo. Esta semblanza es el diseño a grandes rasgos de lo que debe ser el Episcopado y de lo que es monseñor Nicolás de Carlo. Monseñor Nicolás de Carlo: Recibid vos, y con vos todo el Episcopado Argentino, esta ofrenda que os entrego, con la esperanza de que selle la unión estrecha del pueblo argentino con su Episcopado, que es algo más que eso, puesto que representa la unión del pueblo en la fe de Cristo. ................. |
1948-04-14 | Ante una delegación de empleados y obreros del Estado | Es indudable que uno de los más grandes inconvenientes que tenemos en nuestra organización general, es la diversidad de tratamiento, de consideración, de ascensos y de salarios que existe en los diferentes departamentos del Estado. Algunos departamentos tienen una organización distinta, un trato y consideración diferente con el personal; no pagan los mismos salarios, etcétera. Ello provoca un movimiento de una a otra parte, una desorganización que surge del simple hecho de separar a un operario de un puesto para colocarlo en otro. Con eso no gana ni el Estado ni el obrero. Al obrero pueden pagarle unos pesos más pero, cuando el trabajo termina el beneficio concluye. Es una situación de aprovechamiento circunstancial que no llevará a nada. Lo mejor es organizar un régimen estable, ubicando al personal en categorías, de acuerdo a sus condiciones. Es decir, más que asegurarle una ocupación en el presente, se trata de asegurar un porvenir a cada uno de los hombres que actúan en la administración nacional. Hay que crear un régimen legal que asegure una verdadera carrera, distinguiendo profesiones, subprofesiones, oficios, actividades de todo orden. El ascenso será automático, pero el que sea más diligente y más capaz por el rendimiento de su trabajo y el mejor concepto que figure en su legajo, irá un poco más rápido. Un hombre de tipo medio, que tenga la mejor calificación y mejores condiciones, llegará al final de su carrera en veinte años con ascensos cada dos o tres años. Pero lo importante es asegurar el porvenir de cada uno, porque uno de los males más grandes que padece la organización social mundial es, precisamente, el hecho de que mucha gente no tiene asegurado su porvenir, lo que se traduce en una disminución del rendimiento de cada empleado u obrero. Indudablemente, si nosotros no tuviéramos el porvenir asegurado pensaríamos de la misma manera. Lo que nos proponemos, entonces, es ir dándole a cada argentino la seguridad de un porvenir que será proporcional a sus condiciones, Sabemos perfectamente que no se puede igualar a los hombres, porque Dios los ha hecho distintos y, en consecuencia, sabemos también que las posibilidades de unos y otros son diferentes. Por ejemplo, no es el mismo el nivel de cultura de todos los empleados, ni nosotros pretendemos que así sea. Sin embargo, el Estado pondrá ahora a disposición de unos y de otros la facilidad de alcanzar todas las posibilidades, en forma tal que cada uno sea artífice de su propio destino. El que no quiera estudiar, el que no quiera adelantar, quedará estancado; pero el Estado, repito, dará a todos pobres y ricos, la posibilidad de perfeccionarse y de alcanzar la posición que merezca. Lógicamente, no podemos hacer esto en dos años, cuando no ha podido lograrse en cien años. Pero intentaremos hacerlo, y ese es nuestro propósito, en el menor tiempo posible. Y, a medida que vayamos asegurándoles un porvenir a cada uno de los servidores del Estado, se lo aseguraremos a sus familias y afianzaremos al propio estado. Para ello, he querido empezar ya con esta especie de ley orgánica, semejante a la que tiene el Ejército, la Marina y la Aviación, dándole a los trabajadores civiles una organización más racional, más justas y más conveniente. Queremos ser los mejores patrones y, para serlo, tenemos que proceder de la mejor manera, sobre la base de una organización y de una mayor disciplina. En realidad, ustedes tienen ya una disciplina, lo que permite darles ya una organización más adelantada y más equitativa. Se partirá de un sueldo de 300 pesos. No queremos que en el Estado haya ningún empleado que gane un sueldo menor; y, aunque 300 pesos no constituyen en estos momentos una entrada extraordinaria, como, en general, ese sueldo será para los que recién empiezan a trabajar, para los que recién ingresen a la Administración, creemos que ha de permitirles desenvolverse, sobre todo cuando se sepa que, con empeño y con trabajo, tiene el porvenir asegurado. La técnica, podríamos decir, de la reglamentación que pensamos aplicar, consiste en lo siguiente: el ascenso se hará de acuerdo con los puntos que cada uno de los empleados vaya obteniendo en su clasificación. Si para ascender un escalón se necesitan veinte puntos, el empleado que obtenga diez puntos cada año ascenderá en dos y el que tiene cinco, tardará cuatro años. Esto es automático. El que rinde irá rápido; el que no, ascenderá lentamente. Asegurando la justicia en la calificación, se tendrá un sistema perfecto. De esa manera, no se repetirá el caso, tan frecuente, de empleados que no han ascendido en largos períodos de tiempo. De este modo, el empleado tampoco podrá estancarse en su puesto. ..................... |
1948-04-16 | En el acto de clausura del XI Congreso de la Asociación de Obreros y Empleados del Estado | Compañeros trabajadores del Estado: Sean mis primeras palabras de saludo a los compañeros y hermanos latinoamericanos que nos acompañan en este acto.
He querido llegar a la clausura de este Congreso, en primer término, para saludarlos y pedirles a los delegados quieran transmitir a todos los compañeros que en la vasta latitud del territorio patrio realizan una parte del inmenso trabajo que tenemos obligación de llevar a cabo todos para bien del país; y en segundo término, para traerles con mi palabra de complacencia, mi agradecimiento por la forma en que están cumpliendo su función con abnegación y sacrificio que valoro y agradezco en nombre de la Nación.
Es justo que reconozca públicamente como trabajan y como se comportan los trabajadores del Estado porque desde hace años nos tenían acostumbrados a despreciar todo lo que esta al servicio del Estado en lugar de prestigiarlo como corresponde, puesto que si hay una función que es noble por sobre todas las demás es la de servir directamente a la patria.
Nunca me he explicado porque razón los hombres de regímenes ya terminados habían establecido un anacronismo en forma de frase al pretender un Estado pobre en un país rico. Yo prefiero que en un país rico exista también un Estado rico. Justificaría un Estado pobre en un país rico si los funcionarios no se dedicasen a malgastar los dineros del pueblo teniendo poco trabajo y mucha paga, mientras que de los pobres obreros y empleados que trabajan en lejanas regiones nadie se acuerda que tienen que vivir y vivir dignamente. Nosotros por el contrario, pensamos que el mejor patrón debe ser el Estado y en la medida que podemos vamos dando el ejemplo que deben seguir los demás patronos. Y a pesar de ellos no cerramos los presupuestos con déficits sino con superávits. El mal que ha azotado a la administración y al gobierno, ha sido siempre el de utilizar a los servidores del Estado, como un trampolín político, y eso no lo hemos de realizar nosotros.
Sobre medio millón de servidores del Estado, se ha practicado una política electoralista, para lo cual era menester mantener a todo ese personal en una situación inestable, de modo tal, que quienes lo utilizaban pudieran discrecionalmente, disponer de su tranquilidad y aún de su destino.
No me he explicado jamás porqué medio millón de hombres que sirven al Estado y en consecuencia, son servidores directos de la Nación, no tengan una ley que los proteja, que les dé un régimen legal y que les autorice a pensar que su porvenir está asegurado sin vivir bajo la amenaza de que cada día que llega es de incertidumbre. Nosotros hemos de terminar con este estado de cosas. Creo que uno de los males del sistema social existente, consiste en no asegurar un porvenir a los hombres. Generalmente la gente no se preocupa de satisfacer esa necesidad tan fundamental en la vida de los hombres. Algunas veces pienso para mí, que si yo tuviese un destino asegurado y hubiera de preguntarme todos los días que me pasara dentro de un año, o dentro de cinco, no seria la misma persona y no actuaría con la misma claridad ni con la misma decisión con que actúo si ese porvenir incierto se cerniese sobre mi cabeza en forma permanente. Y sin embargo, hay hombres sometidos a esa incertidumbre, y me explico entonces por qué muchos se extravían pensando en su futuro y caen en la desesperación, y un hombre desesperado se cuelga de un clavo ardiendo.
El Estado debe asegurar a cada hombre su porvenir, abriéndole posibilidades y creándole una sistematización en sus actividades. Cualquier actividad dentro, del Estado, ha de ser una carrera que comience y termina sin incertidumbres y sin zozobras. Para quitar entonces un arma, a los que puedan esgrimirla en beneficio político, el Estado debe asegurar a cada uno su futuro, que lo alcanzará más ó menos pronto de acuerdo a sus condiciones, a su perseverancia y a sus méritos.
Para evitar las desviaciones de muchos hombres de bien por la amenaza de un porvenir inseguro, es que como el jefe del Poder Ejecutivo, estoy empeñado en dictar lo antes posible, una ley orgánica para los servidores del Estado. Ella habrá de garantizar a cada uno lo que le corresponde de manera que nadie discrecionalmente pueda disponer de la vida de nadie. Esa ley orgánica ha de establecer un régimen de progreso dentro de la carrera administrativa desde el más modesto hasta el más encumbrado de los funcionarios. En esta forma, si el servidor del Estado queda sometido a un régimen legal que le obligue a cumplir con sus obligaciones, también estará protegido porque sus derechos serán respetados.
En este sentido ya hemos comenzado a estudiar una ley orgánica que será garantía para todos. Este régimen se ha establecido para los obreros y empleados del Ejército, de la Marina y de la Aeronáutica. Una comisión integrada por representantes de todos los organismos estatales y gremios del Estado está preparando un proyecto de ley en el cual han de clasificarse por categorías los profesionales, semi-profesionales, oficios y ocupaciones con su correspondiente escalafón para que en esta tierra ningún hombre que trabaja y se sacrifica vegete veinte años de pobre. El sistema de ascensos será automático y rotativo; aquellos que reúnan más méritos, que se dediquen más a sus ocupaciones o estén mejor capacitados podrán alcanzar los puestos directivos en un tiempo más corto. De este modo y como ya lo he expresado cada uno de los servidores del Estado tendrá en su mochila el bastón de mariscal.
Así el perfeccionamiento de los hombres mediante sus méritos personales significará el de las instituciones del Estado terminando para siempre con los injertos de los señoritos que ocupaban los puestos directivos por mediación de los políticos que los apadrinaban. Esto implica una sola cosa: justicia y cuando a los hombres se les niega la justicia es inútil que se les brinde todo lo demás.
Veo con profunda satisfacción cómo los trabajadores del Estado, ordenadamente, humanamente, como buenos compañeros de labor, elaboran la grandeza de su gremio. Los veo con inmenso placer agremiados y unidos porque he demostrado que no soy contrario a la agremiación en ninguna actividad y menos en las del Estado porque entiendo que éstas son las verdaderas agrupaciones nacionales.
He sostenido siempre que el país estará bien organizado cuando cada uno de sus gremios represente una organización perfecta; crear agrupaciones políticas es antinatural y constituir organizaciones gremiales es lo natural, es así como me siento ligado a estos gremios porque a ellos les debo el apoyo que he tenido dentro del panorama nacional; a ellos les debo mi gratitud y les he dedicado y dedicaré mi vida entera.
Compañeros: no es simple dirigir todas las actividades del Estado. Ustedes como dirigentes gremiales saben las complicaciones que surgen en la dirección de un pequeño sector de la vida nacional y se podrán imaginar entonces la tarea ciclópea que representa sostener sobre los hombros todo el funcionamiento de la Nación. No hay esfuerzo que yo no sea capaz de realizar para cumplir con mis funciones, y si doce o quince horas no bastaran, emplearía las veinticuatro del día para realizarlas. Yo no he llegado al poder para lucirme o para beneficiarme, sino para trabajar y para sacrificarme.
Todo mi empeño no ha sido en vano, porque al haber emprendido la reforma social en mi país he tenido la inmensa fortuna de ser comprendido, de contar con la confianza de los trabajadores y de que hayan depositado su fe en mi persona y en mi capacidad de trabajo. Esto es de lo único de que me siento orgulloso en mi vida.
La reforma social es fácil de realizar, es menos fácil apuntalarla y es difícil consolidarla Toda reforma social que beneficie directa o indirectamente a la masa de la población está basada en la potencialidad económica de la Nación. Para disfrutar de mayores bienes es menester crear mayor riqueza; nadie puede gozar de un mayor bienestar sino crea las posibilidades para sostenerlo. Por eso digo siempre que no somos nosotros los que damos graciosamente, como hacían los políticos; son ustedes mismos quienes se dan las mejoras y las posibilitan. Las únicas condiciones que debemos tener nosotros como gobernantes son las de proceder con honradez en la administración de la riqueza pública y la de distribuirla con justicia.
No hay que dejarse engañar por los falsos virajes de una conquista fácil; es necesario pensar si esa conquista será permanente, porque eso es lo que más interesa. Por eso trabajamos incansablemente día y noche para asegurar una estabilidad económica a la Nación. Afortunadamente, hemos consolidado nuestra economía y las conquistas logradas se mantendrán mientras este estado de cosas no cambie y estén seguros que no ha de cambiar por mucho tiempo. ¿Qué hemos hecho en lo económico para consolidar la justicia social? Debo advertir que si no fuese para consolidar la acción social desarrollada yo no perdería diez minutos para ganar plata. No ha sido nunca esa mi inclinación y si me he convertido en 'bolichero' ha sido para consolidar esa acción social que es lo más grande que la República ha hecho en el último siglo.
Todas nuestras conquistas están perfectamente sustentadas en la economía y consolidadas en el tiempo. Hemos comenzado por abolir los privilegios de los consorcios que explotaban a la economía argentina, transformando el sistema: lejos de una economía al servicio del capital hemos hecho un capital al servicio de la economía. Una economía al servicio del capital, es una economía capitalista, y el capital al servicio de la economía, es una economía social.
Nosotros vamos hacia la consecución integral de una economía social que sea la representación gráfica de lo que tantas veces hemos dicho: menos ricos y menos pobres. La explotación ha de ser de la máquina y de la tierra, no puede ser la explotación del hombre. Los capitales han de organizarse para ser puestos al servicio de la felicidad del pueblo y de la grandeza de la Nación, dos cosas que pueden conjugarse si el Estado defiende al capital de trabajo -no de explotación-, si el obrero rinde en su tarea sin dedicarse a perturbaciones que destruyen valores.
El otro factor es la independencia económica, que ustedes bien saben lo que representa. La independencia económica impide, por lo menos la evasión de un cincuenta por ciento de la riqueza argentina. Algunos dicen que el gobierno comercia porque nos hemos encargado de la exportación y de la importación. Pero el motivo por el cual señalan eso en tono de crítica radica en que el acopio de la producción y su transporte eran realizados antes por grandes consorcios capitalistas, cuyas casas matrices, por rara casualidad, jamás estuvieron en la Argentina. Actualmente, con todos los defectos que quieran atribuirnos, nosotros realizamos esas funciones. Pero hay ahora una diferencia fundamental: que ellos lo hacían en beneficio de dos o tres consorcios capitalistas y nosotros lo hacemos en beneficio de 16 millones de individuos. ¿Cómo no han de quejarse si en una cosecha apenas nos dejaban cuatro mil millones de pesos para vivir y se llevaban otros cuatro mil millones solamente por encargarse del acopio y el transporte de nuestra riqueza? En esas condiciones, ¿cómo no ha de convenirnos acopiar y transportar a nosotros mismos? El resultado de esa actividad nos ha permitido comprar los ferrocarriles, los teléfonos, un millón y medio de toneladas de barcos etcétera, a la vez que como una consecuencia de esa política hemos constituido compañías argentinas de seguros y reaseguros. En una palabra, todo el producido de nuestra riqueza queda ahora en el país. Claro está que esto -que se lo explican muchos y no se lo explican otros- es una realidad bien simple. Dicen algunos que es el huevo de Colón; pero es bueno que sepan que para parar ese huevo había que tener la necesaria decisión.
Dicen algunos opositores que van a derrocar al movimiento social de Perón haciendo que los trabajadores pidan cada día más. Yo les contesto que les daremos cada día más, porque podremos dárselo, ya que producimos cada vez más, vendemos con honradez y a mejores precios, organizamos, defendemos y distribuimos equitativamente las riquezas argentinas que otras veces no fueron ni organizadas, ni defendidas, ni administradas tan honestamente, saliendo para Dios sabe donde.
La economía argentina está de pié, y eso es lo que no nos perdonarán nunca algunos de nuestros opositores. De país deudor, hemos pasado a ser país acreedor. De pagar por todos los servicios hemos pasado a ser patrones de todos los servicios. Y esto, señores, tiene un valor efectivo en pesos moneda nacional mucho más grande de lo que nosotros imaginamos. El proceso de la economía argentina, en el orden orgánico en el que actualmente se encuentra, ofrece posibilidades extraordinarias; y una sola cosa les prometo: que a medida que el Estado progrese en bienes materiales, no los ha de acumular inútilmente, sino que los ha de poner proporcionalmente en manos de los argentinos, de modo tal que quién con su trabajo y con su esfuerzo, con su abnegación y con su sacrificio, acumule méritos en esta vida ha de ser resarcido por el Estado en la medida en que aquella acción suya se manifieste. Hacer otra cosa sería injusto; y sería una mentira toda promesa que se hiciese en el sentido de que el gobierno dará esto o aquello. No somos nosotros los que damos, sino que son ustedes los que se lo ganan o no se lo ganan. De nada vale usar el léxico de los políticos y hablar de nuestra magnanimidad. Aquí no existe la magnanimidad ni nada que se le parezca: aquí hay producción o no hay producción, y en consecuencia, repartición abundante o repartición magra. Produciendo más, estaremos todos mejor; produciendo menos, estaremos peor. Pero yo les garantizo que cuando haya que gozar, gozaremos todos, y cuando haya que sufrir, sufriremos también todos.
El Estado, en las actuales circunstancias, está en plena organización. En dos años de gobierno no hemos podido llegar todavía a un alto grado de organicidad, y es por eso que no he querido seguir con las innovaciones si no que he preferido dejar andar a la organización para irla observando y modificando durante la marcha. Cada uno de ustedes tiene una tarea que realizar en lo concerniente a la organización. Donde quiera que actúen, deben sentirse responsables de que nuestro movimiento imponga allí las normas morales y justas de las que debemos estar imbuidos todos los argentinos que practicamos la doctrina peronista. Es menester, señores, que cualquiera sea el cargo que se tenga, lo consideremos en esta cruzada como un puesto de combate.
Estamos realizando la transformación de nuestra patria, estamos luchando por los ideales de todos, y en esta lucha el cargo es un puesto de combate, que debe ser defendido como tal. Piensen ustedes que algunos ilusos han dicho varias veces: "Esto termina cuando este loco se vaya, y entonces volveremos a estar tranquilos". Lo que han olvidado es que "cuando este loco se vaya", han de quedar todavía muchos millones de locos como él.
La consigna peronista de la hora es: trabajar y luchar, defendiendo nuestros ideales, que son los ideales del pueblo. Creo que por primera vez en nuestra patria se nombra ahora al pueblo por el pueblo mismo. Antes, cuando se invocaba al pueblo, lo era con un concepto totalmente distinto del actual.
Para terminar, me resta solamente agradecerles las conclusiones a que han llegado en este congreso. Debo decirles que mantenemos permanente contacto con las autoridades gremiales de esta confederación de trabajadores del Estado y que cualquier gestión que se realice ante nosotros ha de encontrar dentro de nuestras posibilidades, la mejor buena voluntad para atenderla. Lleven ustedes a los compañeros del interior, junto con mi saludo afectuoso, el recuerdo de que así como ellos trabajan de sol a sol en sus respectivas tareas, en la Casa de Gobierno yo trato de imitarlos llegando con las estrellas y retirándome también con las estrellas. Estando todos animados de ese mismo espíritu de sacrificio podemos descartar que el futuro de nuestra patria está asegurado y que nuestros hijos y nuestros nietos han de agradecernos cuanto hayamos sabido realizar par el bien de esta tierra tan querida, por la cual estamos dispuestos a darlo todo. .............. |
1948-04-19 | En el acto realizado en el Teatro Colón para despedir a los delegados obreros latinoamericanos | Compañeros: Desde hace miles de años, todos los gobiernos de la tierra están empeñados en unir a los pueblos; pero, desgraciadamente, no es por la acción de los gobiernos que se consigue la verdadera y real unión de los pueblos, según nos lo demuestran los acontecimientos de todos los tiempos. Los pueblos se unen por los pueblos mismos o no se unen.
Es por ello que el gobierno de nuestro país considera que la llegada de los camaradas de Latinoamérica, para compartir algunos días con nosotros, presupone una acción tendiente a una unión más efectiva de los pueblos latinoamericanos que todas las uniones efímeras llevadas a cabo hasta ahora por los gobiernos de estas naciones.
El alma de los pueblos no suele ser, a veces, el alma de los gobiernos. Dichosos los pueblos que tienen gobiernos que saben interpretarlos, vibrando su corazón y su espíritu con la misma intensidad que la de su pueblo. Dichosos los pueblos que en esa interpretación se sienten comprendidos, y desgraciados los gobiernos que no suelen templar su alma al unísono con las de sus pueblos porque han roto el contrato bilateral entre pueblo y gobierno. Están destinados al fracaso los gobiernos que no representan ni interpretan a su pueblo.
Este hecho, históricamente repetido en los siglos, lo vemos reproducirse en los tiempos actuales, dando lugar a dos doctrinas; la que busca el acuerdo y predominio de los gobiernos, y la que persigue infiltrarse en los pueblos para hacer frente a los gobiernos por la alteración del orden o la anarquía. Contra la penetración y prepotencia de gobierno a gobierno, contra la penetración perniciosa para anarquizar a las masas, hay un solo remedio: que cada gobierno, unificado con su pueblo, represente la vibración natural del mismo, llevando sus construcciones hacia el campo que el pueblo quiere, y repeliendo la prepotencia que entre naciones y pueblos hoy no se explica ni se justificaría jamás ante la historia.
Es necesario que lleguemos a la conclusión final de que no puede haber pueblos esclavos ni gobiernos sometidos. Es necesario que lleguemos a la conclusión de que cada pueblo ha de vivir su destino y de que cada gobierno es solamente instrumento de ese destino. Puestos en esa posición, podemos comenzar a conversar con franqueza sobre la necesidad de unirnos para asegurar el destino común. Proceder de modo contrario sería fundamentar la amistad y el entendimiento en la injusticia y sobre este basamento no hay nada noble ni duradero en la tierra.
Por ello, pido a los compañeros latinoamericanos, que nos han hecho el honor de compartir algunos días con nosotros, que lleven a su tierra este pensamiento del pueblo argentino: somos un pueblo humilde y trabajador que ama la libertad por sobre todas las cosas, pero pertenecemos a una raza altiva que por la amistad sabe sacrificarse y que en la adversidad sabe morir por sus ideales.
Esta consigna de pueblo libre es también la de los pueblos tan bien representados por nuestros compañeros latinoamericanos.
Nuestra despedida es tan solo un "hasta pronto", porque sabemos que el destino común de nuestras naciones nos ha de colocar, codo con codo, en la buena y en la mala fortuna, para luchar por los mismos ideales, con igualdad de obligaciones y deberes en base a una amistad leal y sincera de hombres libres.
Agradecemos esta visita que es tan cara a nuestros corazones de argentinos y americanos, y rogamos a la Providencia que esta amistad de pueblo a pueblo siga fortaleciéndose, porque los gobiernos nada estable han de construir sino sobre la base de una amistad indestructible entre los pueblos, que es la que da la fuerza y cohesión necesaria para luchar por una causa que ha de ser la de todo el continente.
Compañeros latinoamericanos: Os pido que llevéis con nuestros saludos, a los demás compañeros que representáis, el abrazo fraterno de hombres de otras latitudes, donde vibran un mismo sentido y un idéntico sentimiento hacia la vida libre y el deseo de vivirla según nuestra usanza y nuestra costumbre; que llevéis a vuestros pueblos la seguridad permanente de que la Argentina es un bastión de esa libertad, que implica la libertad política, la económica y la social, y de que diez y seis millones de argentinos lucharán incansablemente por imponerla en esta tierra, cueste lo que cueste y pese a quien pese.
Tengan presente que este pueblo ya ha dado pruebas, a través de su historia, de que no se conforma con proclamar su libertad y su independencia, sino que esta dispuesto a llevarlas a lo largo del continente en bien de sus hermanos americanos.
Estas palabras, de un mandatario que habla seguro del consenso de su pueblo, no son vanas promesas. Estamos dispuestos a realizar todos los esfuerzos para ayudar a los demás países de América a fin de que obtengan la independencia económica que nos ha liberado a nosotros, desde el momento que consideramos que nuestra independencia ha de afirmarse y consolidarse sobre la de nuestros hermanos latinoamericanos. Con ello estamos cumpliendo la consigna sanmartiniana, que para nosotros es la más sagrada de todas nuestras tradiciones.
Lleven los obreros latinoamericanos a sus pueblos la seguridad absoluta de que este país de hombres libres y trabajadores honrados apoyará incondicionalmente a las naciones hermanas en todo aquello en que puedan beneficiarse, y de que no estaremos jamás a favor de sanciones, de presiones o de atropellos, porque somos un pueblo que interpreta que la amistad y el cariño han de ser para el bien y jamás para el mal.
Con este saludo y esta invocación a nuestra amistad deseamos a los compañeros tengan un feliz viaje y que retornen a sus amadas tierras llevando un recuerdo grato de esta Argentina para nosotros tan amada. ................. |