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Juana de Ibarbourou
¿Qué es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen. Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen. Mi amante besóme las manos, y en ellas, ¡oh gracia! brotaron rosas como estrellas. Y voy por la senda voceando el encanto y de dicha alterno sonrisa con llanto y bajo el milagro de mi encantamiento se aroman de rosas las alas del viento. Y murmura al verme la gente que pasa: «¿No veis que está loca? Tornadla a su casa. ¡Dice que en las manos le han nacido rosas y las va agitando como mariposas!» ¡Ah, pobre la gente que nunca comprende un milagro de éstos y que sólo entiende, que no nacen rosas más que en los rosales y que no hay más trigo que el de los trigales! que requiere líneas y color y forma, y que sólo admite realidad por norma. Que cuando uno dice: «Voy con la dulzura», de inmediato buscan a la criatura. Que me digan loca, que en celda me encierren, que con siete llaves la puerta me cierren, que junto a la puerta pongan un lebrel, carcelero rudo, carcelero fiel. Cantaré lo mismo: «Mis manos florecen. Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen». ¡Y toda mi celda tendrá la fragancia de un inmenso ramo de rosas de Francia!
EL DULCE MILAGRO
Lope de Vega
Celebró de Amarilis la hermosura Virgilio en su bucólica divina, Propercio de su Cintia, y de Corina Ovidio en oro, en rosa, en nieve pura; Catulo de su Lesbia la escultura a la inmortalidad pórfido inclina; Petrarca por el mundo, peregrina, constituyó de Laura la figura; yo, pues Amor me manda que presuma, de la humilde prisión de tus cabellos, poeta montañés, con ruda pluma, Juana, celebraré tus ojos bellos, que vale más de tu jabón la espuma que todas ellas, y que todos ellos.
PROPONE LO QUE HA DE CANTAR
Pablo Neruda
VINO color de día, vino color de noche, vino con pies de púrpura o sangre de topacio, vino, estrellado hijo de la tierra, vino, liso como una espada de oro, suave como un desordenado terciopelo, vino encaracolado y suspendido, amoroso, marino, nunca has cabido en una copa, en un canto, en un hombre, coral, gregario eres, y cuando menos, mutuo. A veces te nutres de recuerdos mortales, en tu ola vamos de tumba en tumba, picapedrero de sepulcro helado, y lloramos lágrimas transitorias, pero tu hermoso traje de primavera es diferente, el corazón sube a las ramas, el viento mueve el día, nada queda dentro de tu alma inmóvil. El vino mueve la primavera, crece como una planta la alegría, caen muros, peñascos, se cierran los abismos, nace el canto. Oh tú, jarra de vino, en el desierto con la sabrosa que amo, dijo el viejo poeta. Que el cántaro de vino al beso del amor sume su beso. Amor mio, de pronto tu cadera es la curva colmada de la copa, tu pecho es el racimo, la luz del alcohol tu cabellera, las uvas tus pezones, tu ombligo sello puro estampado en tu vientre de vasija, y tu amor la cascada de vino inextinguible, la claridad que cae en mis sentidos, el esplendor terrestre de la vida. Pero no sólo amor, beso quemante o corazón quemado eres, vino de vida, sino amistad de los seres, transparencia, coro de disciplina, abundancia de flores. Amo sobre una mesa, cuando se habla, la luz de una botella de inteligente vino. Que lo beban, que recuerden en cada gota de oro o copa de topacio o cuchara de púrpura que trabajó el otoño hasta llenar de vino las vasijas y aprenda el hombre oscuro, en el ceremonial de su negocio, a recordar la tierra y sus deberes, a propagar el cántico del fruto.
Oda al vino
Toni García Arias
Con la incertidumbre contenida en las manos guardo en mi maleta camisas de invierno, un par de vaqueros desgastados, ropa interior, un cepillo, algo de mi miedo a las distancias. Una ciudad sin memoria se dilatará ante mí, desconocida, como un paisaje que nos abre caminos que no evocan ni el beso ni el mar ni la caricia. Tras el viaje, cansado, una cama de hotel acoge mi cuerpo. Al abrir mi maleta observo en su interior objetos que la distancia parece haber impregnado con el sudor de otro.
El sudor de otro
Delfina Acosta
Yo observo al hombre trabajar la tierra y al ave que en el hueco de la rama de un tibio limonero se acomoda. En su holgazanería así se cansa. Su trino es el diamante del deseo. Y tú, mi prójimo que mueres, habla: ¿por qué la misma piedra así te encorva al convertirse la creación en alba y la razón del tiempo en un reloj? Ah... yo. Si llega el día ya me afanan un raro oficio, una encorvada pena: lavar de enormes piedras las palabras, buscar un verso donde estuvo un grillo. Nadie tan triste como algún poeta. Para dudar, después, de su juicio, ¿qué Dios oirá esta noche mi poema?
Canto profundo
Gabriela Mistral
Caperucita Roja visitará a la abuela que en el poblado próximo sufre de extraño mal. Caperucita Roja, la de los rizos rubios, tiene el corazoncito tierno como un panal. A las primeras luces ya se ha puesto en camino y va cruzando el bosque con un pasito audaz. Sale al paso Maese Lobo, de ojos diabólicos. «Caperucita Roja, cuéntame adónde vas». Caperucita es cándida como los lirios blancos. «Abuelita ha enfermado. Le llevo aquí un pastel y un pucherito suave, que se derrama en juego. ¿Sabes del pueblo próximo? Vive en la entrada de él». Y ahora, por el bosque discurriendo encantada, recoge bayas rojas, corta ramas en flor, y se enamora de unas mariposas pintadas que la hacen olvidarse del viaje del Traidor... El Lobo fabuloso de blanqueados dientes, ha pasado ya el bosque, el molino, el alcor, y golpea en la plácida puerta de la abuelita, que le abre. (A la niña ha anunciado el Traidor.) Ha tres días la bestia no sabe de bocado. ¡Pobre abuelita inválida, quién la va a defender! ... Se la comió riendo toda y pausadamente y se puso en seguida sus ropas de mujer. Tocan dedos menudos a la entornada puerta. De la arrugada cama dice el Lobo: «¿Quién va?» La voz es ronca. «Pero la abuelita está enferma» la niña ingenua explica. «De parte de mamá». Caperucita ha entrado, olorosa de bayas. Le tiemblan en la mano gajos de salvia en flor. «Deja los pastelitos; ven a entibiarme el lecho». Caperucita cede al reclamo de amor. De entre la cofia salen las orejas monstruosas. «¿Por qué tan largas?», dice la niña con candor. Y el velludo engañoso, abrazado a la niña: «¿Para qué son tan largas? Para oírte mejor». El cuerpecito tierno le dilata los ojos. El terror en la niña los dilata también. «Abuelita, decidme: ¿por qué esos grandes ojos?» «Corazoncito mío, para mirarte bien...» Y el viejo Lobo ríe, y entre la boca negra tienen los dientes blancos un terrible fulgor. «Abuelita, decidme: ¿por qué esos grandes dientes?» «Corazoncito, para devorarte mejor...» Ha arrollado la bestia, bajo sus pelos ásperos, el cuerpecito trémulo, suave como un vellón; y ha molido las carnes, y ha molido los huesos, y ha exprimido como una cereza el corazón...
Caperucita roja
José Asunción Silva
A M. Valenzuela Cual la naturaleza de la que forma parte y es fiel copia el alma humana tiene ocultas fuerzas silencios, luces, músicas y sombras. Vagas nieblas también... las ilusiones que el paisaje embellecen cuando brillan y que desaparecen cuando asomas, sol de la realidad que las disipas... Y como en sucesión jamás turbada todo nace en la tierra y todo muere, en el mundo ideal de los espíritus rigen eternas, semejantes leyes: brotan sobre las tumbas de los muertos las flores, mensajeras de alegría; sobre la tumba de un amor llorado brotan ensueños de tristeza mística.
ARMONÍAS
Jordi Doce
El tiempo ayuda al mito de lo que no sucede. Él vendrá o ha venido, no se sabe a fe cierta, abundan los rumores mas no hay pruebas, pudo ser aquel viejo de la capa raída o el callado extranjero que no salió del cuarto durante días, ¿quién podría asegurarlo? Mejor no decir nada, mantener la vigilia, dar órdenes precisas a guardias y aduaneros, dibujar en el sueño el rostro de quien nunca dio señales de vida ni declaró su nombre, en la espera y deseo de que alguna mañana se anuncie en una vuelta del camino, incorpore su rostro a nuestro asombro tan sólo por hallar a sus creadores, por saber que fue cierta nuestra imaginación.
El esperado
Sor Juana Inés de la Cruz
Cuando mi error y tu vileza veo, contemplo, Silvio, de mi amor errado, cuán grave es la malicia del pecado, cuán violenta la fuerza de un deseo. A mi misma memoria apenas creo que pudiese caber en mi cuidado la última línea de lo despreciado, el término final de un mal empleo. Yo bien quisiera, cuando llego a verte, viendo mi infame amor poder negarlo; mas luego la razón justa me advierte que sólo me remedia en publicarlo; porque del gran delito de quererte sólo es bastante pena confesarlo.
DE AMOR, PUESTO ANTES EN SUJETO INDIGNO
Antonio Colinas
No es increíble cuanto ven mis ojos: nieva sobre el almendro florido, nieva sobre la nieve. Este invierno mi ánimo es como una primavera temprana, es como un almendro floroido bajo la nieve. Hay demasiado frío esta tarde en el mundo. Pero abro la puerta a mi perro y con él entra en casa calor, entra la humanidad.
INVIERNO TARDÍO
Santiago Montobbio
Me han dicho que por aquí vive un poeta que a fuer de humano ha llegado a celestial, dije. Y añadí: si cree que es broma, ahora viene lo bueno: lo digo totalmente en serio. En antiguas hojas crepitaba el silencio. Completé rompiéndolo: nombre no tiene, porque vive precisamente en su busca. !Ah, ese!, contestó el mesonero. Dicen que se hizo unos andamios con sonetos celestes, pero la verdad es que nadie sabe bien dónde para. Probaré si hay suerte, dije. Y así vi sujetos, telarañas trenzadas por ellos con sus misterios y cómo entre todos reunían la leña de los verbos para irse juntos al fuego del Gran Verbo. Pero no. No he podido verlo: está ya muy lejos, y ha llegado a ciudad extraña, una ciudad fundada por él o sus sueños y donde yo me pierdo porque en ella las calles trazan su cara. Algunos sí que tienen buenas artes poéticas, pensé al saberlo, y al pensarlo sentí al momento que a mí me quedaban derrotadas las noches, sus imbéciles desiertos.
Urbe
Basilio Fernández
Tu comba en puro croquis de sirena late en el lirio del usted primero y en catarata azul de marinero regula la oración mensual de arena Mujer elaborada en la verbena a sol y sombra del paisaje al cero —cauta sonrisa de papel soltero que disciplina el labio y la cadena— Tu banderín subasta y equivoca el gato limpio que al fluir te invoca en un alga nacida bailarina Dime la situación de tu pañuelo y en el esquí dormido de tu vuelo abre el cilicio en ascensión de harina
El soneto que fue a medias
Pablo Neruda
Cien sonetos de amor Otros días vendrán, será entendido el silencio de plantas y planetas y cuántas cosas puras pasarán! Tendrán olor a luna los violines! El pan será tal vez como tú eres: tendrá tu voz, tu condición de trigo, y hablarán otras cosas con tu voz: los caballos perdidos del Otoño. Aunque no sea como está dispuesto el amor llenará grandes barricas como la antigua miel de los pastores, y tú en el polvo de mi corazón (en donde habrán inmensos almacenes) irás y volverás entre sandías.
Cien sonetos de amor
Lope de Vega
Anticipó la púrpura olorosa un temprano clavel; Fabio admirado dijo a Fenisa que bajaba al prado: «Corta su breve vida, Parca hermosa». «Lástima fuera», respondió piadosa, y dejóle con vida y enojado, y Fabio de sus labios engañado dejó el clavel y respetó la rosa. ¡Ay, necio Fabio! La siguiente aurora, de un etiope vil la negra mano, en el jardín entrándose a deshora, cortó el clavel y le gozó tirano. Así perdida la ocasión se llora y al más indigno se defiende en vano.
Anticipó la púrpura olorosa
Rubén Darío
Tu cuarteto es cuadriga de águilas bravas que aman las tempestades, los Oceanos; las pesadas tizonas, las férreas clavas, son las armas forjadas para tus manos. Tu idea tiene cráteres y vierte lavas; del Arte, recorriendo montes y llanos, van tus rudas estrofas, jamás esclavas, como un tropel de búfalos americanos. Lo que suena en tu lira lejos resuena, como cuando habla el bóreas, o cuando truena. ¡Hijo del Nuevo Mundo! la humanidad oiga, sobre la frente de las naciones, la hímnica pompa lírica de tus canciones que saludan triunfantes la Libertad.
Salvador Díaz Mirón
César Vallejo
Luna! Corona de una testa inmensa, que te vas deshojando en sombras gualdas! Roja corona de un Jesús que piensa trágicamente dulce de esmeraldas! Luna! Alocado corazón celeste ¿por qué bogas así, dentro la copa llena de vino azul, hacia el oeste, cual derrotada y dolorida popa? Luna! Y a fuerza de volar en vano, te holocaustas en ópalos dispersos: tú eres talvez mi corazón gitano que vaga en el azul llorando versos!...
Deshojación sagrada
en español
Ya no me gusta cumplir año, lo confieso, pero siempre que se acerca el día de mi cumpleaños, me siento inquieta, contenta y quisiera que todos los supieran porque "es mi día"... Cuando llega el día y abro los ojos al levantarme, lo primero que pienso es: "¡Wow! Un año más sobre las espaldas... ¿Me pesará, podré levantarme? Ayyy, gracias Señor, por dejarme llegar hasta aquí." =) No siempre digo las primeras oraciones, pero lo que sí siempre hago es agradecer a Dios el día de mi cumpleaños. Cumplir un año más es simplemente una bendición del Señor. No hay mejor definición. Y mientras más años tenemos, significa que... hemos sido más bendecidos...
Cumpleaños
Rubén Darío
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro, está mudo el teclado de su clave sonoro, y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. Parlanchina, la dueña dice cosas banales, y vestido de rojo piruetea el bufón. La princesa no ríe, la princesa no siente; la princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión. ¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China, o en el que ha detenido su carroza argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz? ¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, o en el que es soberano de los claros diamantes, o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? ¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar; ir al sol por la escala luminosa de un rayo, saludar a los lirios con los versos de mayo o perderse en el viento sobre el trueno del mar. Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata, ni los cisnes unánimes en el lago de azur. Y están tristes las flores por la flor de la corte, los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, de Occidente las dalias y las rosas del Sur. ¡Pobrecita princesa de los ojos azules! Está presa en sus oros, está presa en sus tules, en la jaula de mármol del palacio real; el palacio soberbio que vigilan los guardas, que custodian cien negros con sus cien alabardas, un lebrel que no duerme y un dragón colosal. ¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida! (La princesa está triste. La princesa está pálida.) ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil! ¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe, (La princesa está pálida. La princesa está triste.) más brillante que el alba, más hermoso que abril! -«Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-; en caballo, con alas, hacia acá se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, a encenderte los labios con un beso de amor».
Sonatina
Luis de Góngora
La dulce boca que a gustar convida Un humor entre perlas distilado, Y a no invidiar aquel licor sagrado Que a Júpiter ministra el garzón de Ida, Amantes, no toquéis, si queréis vida; Porque entre un labio y otro colorado Amor está, de su veneno armado, Cual entre flor y flor sierpe escondida. No os engañen las rosas que a la Aurora Diréis que, aljofaradas y olorosas Se le cayeron del purpúreo seno; Manzanas son de Tántalo, y no rosas, Que pronto huyen del que incitan hora Y sólo del Amor queda el veneno.
La dulce boca que a gustar convida
José Gorostiza
No es agua ni arena la orilla del mar. El agua sonora de espuma sencilla, el agua no puede formarse la orilla. Y porque descanse en muelle lugar, no es agua ni arena la orilla del mar. Las cosas discretas, amables, sencillas; las cosas se juntan como las orillas. Los mismo los labios, si quieren besar. No es agua ni arena la orilla del mar. Yo sólo me miro por cosa de muerto; solo, desolado, como en un desierto. A mí venga el lloro, pues debo penar. No es agua ni arena la orilla del mar.
LA ORILLA DEL MAR
David Escobar Galindo
Dos pájaros que beben en una sola gota de rocío. Dos lágrimas de lluvia que caen juntas desde un solo alero. Dos hojas que se duermen en un solo recodo del follaje. Dos manos que descubren el destino en una sola rosa. Dos mástiles que inventan la distancia en una sola imagen. Y así tú y yo en poder de la unidad.
Dos pájaros que beben
para la familia
Las mujeres tienen fuerzas que asombran a los hombres. Ellas cargan niños, penas, y cosas pesadas; sin embargo, tienen espacio para la felicidad, el amor y la alegría. Ellas sonríen cuando quieren gritar. Cantan cuando quieren llorar. Lloran cuando están contentas y ríen cuando están nerviosas. Las mujeres esperan una llamada por teléfono avisando que llegó a casa sano y salvo un amigo o pariente que salió en tiempo de tormenta. Las mujeres tienen cualidades especiales. Se ofrecen para las causas buenas. Ellas son voluntarias en hospitales, llevan comida a los necesitados. Ellas trabajan como niñeras, ejecutivas, abogadas, amas de casa, y solucionan disputas entre niños y también entre sus vecinos. Usan trajes, vaqueros y uniformes. Luchan por lo que ellas creen. Se enfrentan ante la injusticia. Ellas votan por quien creen que hará lo que más beneficie a las familias. Las mujeres hablan y recorren largos caminos para conseguir la mejor escuela para sus niños y la mejor atención para la salud de su familia. Ellas escriben a los editores, diputados y al "poder que sea" para lograr beneficios que hagan la vida mejor. Ellas no aceptan un "no" por respuesta cuando están convencidas que hay alguna solución. Las mujeres logran que sus niños puedan tener zapatos nuevos. Acompañan a algún amigo preocupado al doctor. Ellas aman incondicionalmente. Las mujeres son honradas, fieles, y saben perdonar. Son inteligentes y conocen su poder; sin embargo, saben usar su lado más suave cuando quieren conseguir algo. Las mujeres quieren lo mejor para su familia, sus amigos, y ellas mismas. Lloran cuando sus niños sobresalen y se alegran cuando sus amigos obtienen premios. Las mujeres se alegran (o lloran) cuando se enteran de un nacimiento o un nuevo matrimonio. Sus corazones se rompen cuando fallece algún amigo. Sufren ante la pérdida de un familiar, pero todavía sacan fuerzas cuando el resto ya no la tiene. El toque de una mujer puede curar alguna dolencia. Saben que un abrazo y un beso pueden sanar un corazón roto. Una mujer puede lograr que una tarde sea romántica, inolvidable. Las mujeres vienen en todos los tamaños, colores y formas. Viven en casas, apartamentos y cabañas. Ellas manejan, vuelan, caminan, corren o usan el e-mail para demostrarte cuánto se preocupan por vos. El corazón de una mujer es lo que hace girar al mundo! Las mujeres hacen más que solo dar la vida. Ellas traen alegría y esperanza. Comparten ideales y reparten compasión. Dan apoyo moral a su familia y amigos. Todo lo que ellas quieren es un abrazo, una sonrisa para que vos puedas hacer lo mismo con otras personas. Las mujeres tienen mucho que decir y mucho para dar. La belleza de una mujer no está en la ropa que lleve, la figura que tenga, o la manera en que se peine. La belleza de una mujer debe verse en sus ojos, porque esa es la puerta a su corazón, el lugar donde el amor reside. La belleza de una mujer no está en un lunar facial, la verdadera belleza de una mujer se refleja en su alma. Es el cuidado que ella amorosamente da, la pasión que ella muestra. La belleza de una mujer con el pasar de los años crece!
Las mujeres
Gabriel Celaya
(CÓMO VAS MURIENDO) Cuéntame cómo vives; dime sencillamente cómo pasan tus días, tus lentísimos odios, tus pólvoras alegres y las confusas olas que te llevan perdido en la cambiante espuma de un blancor imprevisto. Cuéntame cómo vives. Ven a mí, cara a cara; dime tus mentiras (las mías son peores), tus resentimientos (yo también los padezco), y ese estúpido orgullo (puedo comprenderte). Cuéntame cómo mueres. Nada tuyo es secreto: la náusea del vacío (o el placer, es lo mismo); la locura imprevista de algún instante vivo; la esperanza que ahonda tercamente el vacío. Cuéntame cómo mueres, cómo renuncias —sabio—, cómo —frívolo— brillas de puro fugitivo, cómo acabas en nada y me enseñas, es claro, a quedarme tranquilo.
CUÉNTAME CÓMO VIVES
Julio Flórez Roa
A veces melancólico me hundo en mi noche de escombros y miserias, y caigo en un silencio tan profundo que escucho hasta el latir de mis arterias. Más aún: oigo el paso de la vida por la sorda caverna de mi cráneo como un rumor de arroyo sin salida, como un rumor de río subterráneo. Entonces presa de pavor y yerto como un cadáver, mudo y pensativo, en mi abstracción a descifrar no acierto Si es que dormido estoy o estoy despierto, si un muerto soy que sueña que está vivo o un vivo soy que sueña que está muerto.
ABSTRACCIÓN
José Gorostiza
¡El mar, el mar! Dentro de mí lo siento. Ya sólo de pensar en él, tan mío, tiene un sabor de sal mi pensamiento.
PAUSAS I
Julio Flórez Roa
Una inmensa agua gris, inmóvil, muerta, sobre un lúgubre páramo tendida: a trechos, de algas lívidas cubierta, ni un árbol, ni una flor, todo sin vida, todo sin alma en la extensión desierta. Un punto blanco sobre el agua muda, sobre aquella agua de esplendor desnuda se ve brillar en el confín lejano: es una garza inconsolable, viuda, que emerge como un lirio del pantano. ¿Entre aquella agua, y en lo más distante, esa ave taciturna en qué medita? No ha sacudido el ala un solo instante, y allí parece un vivo interrogante que interroga a la bóveda infinita. Ave triste, responde: ¿Alguna tarde en que rasgabas el azul de enero con tu amante feliz, haciendo alarde de tu blancura, el cazador cobarde hirió de muerte al dulce compañero? ¿O fue que al pie del saucedal frondoso, donde con él soñabas y dormías, al recio empuje de huracán furioso rodó en las sombras el alado esposo sobre las secas hojarascas frías? ¿O fue que huyó el ingrato, abandonando nido y amor, por otras compañeras, y tú, cansada de buscarlo, amando como siempre, lo esperas sollozando, o perdida la fe... ya no lo esperas? Dime ¿bajo la nada de los cielos, alguna noche la tormenta impía cayó sobre el juncal, y entre los velos de la niebla, sin vida tus polluelos flotaron sobre el agua... al otro día? ¿Por qué ocultas ahora la cabeza en el rincón del ala entumecida? ¡Oh, cuán solos estamos! Ves, ya empieza a anochecer. Qué iguales nuestras vidas... Nuestra desolación... Nuestra tristeza. ¿Por qué callas? La tarde expira, llueve y la lluvia tenaz deslustra y moja tu acolchonado plumón de raso y nieve, ¡huérfano soy...! La garza no se mueve... y el sol, ha muerto entre su fragua roja.
LA GRAN TRISTEZA
Jaime Sabines
Te desnudas igual que si estuvieras sola y de pronto descubres que estás conmigo. ¡Cómo te quiero entonces entre las sábanas y el frío! Te pones a flirtearme como a un desconocido y yo te hago la corte ceremonioso y tibio. Pienso que soy tu esposo y que me engañas conmigo. ¡Y como nos queremos entonces en la risa de hallarnos solos en el amor prohibido! (Después, cuando pasó, te tengo miedo y siento un escalofrío.)
Te desnudas igual...
Ángel González
Cruzas por el crepúsculo. El aire tienes que separarlo casi con las manos de tan denso, de tan impenetrable. Andas. No dejan huellas tus pies. Cientos de árboles contienen el aliento sobre tu cabeza. Un pájaro no sabe que estás allí, y lanza su silbido largo al otro lado del paisaje. El mundo cambia de color: es como el eco del mundo. Eco distante que tú estremeces, traspasando las últimas fronteras de la tarde.
BOSQUE
Rubén Darío
¿Vienes? Me llega aquí, pues que suspiras, un soplo de las mágicas fragancias que hicieron los delirios de las liras en las Grecias, las Romas y las Francias. ¡Suspira así! Revuelen las abejas, al olor de la olímpica ambrosía, en los perfumes que en el aire dejas; y el dios de piedra se despierta y ría. Y el dios de piedra se despierte y cante la gloria de los tirsos florecientes en el gesto ritual de la bacante de rojos labios y nevados dientes: En el gesto ritual que en las hermosas Ninfalias guía a la divina hoguera, hoguera que hace llamear las rosas en las manchadas pieles de pantera. Y pues amas reír, ríe, y la brisa lleve el son de los líricos cristales de tu reír, y haga temblar la risa la barba de Términos joviales. Mira hacia el lado del boscaje, mira blanquear el muslo de marfil de Diana, y después de la Virgen, la Hetaíra diosa, blanca, rosa y rubia hermana. Pasa en busca de Adonis; sus aromas deleitan a las rosas y los nardos; síguela una pareja de palomas, y hay tras ella una fuga de leopardos. * * * ¿Te gusta amar en griego? Yo las fiestas galantes busco, en donde se recuerde, al suave son de rítmicas orquestas, la tierra de la luz y el mirto verde. (Los abates refieren aventuras a las rubias marquesas. Soñolientos filósofos defienden las ternuras del amor, con sutiles argumentos, mientras que surge de la verde grama, en la mano el acanto de Corinto, una ninfa a quien puso un epigrama Beaumarchais, sobre el mármol de su plinto. Amo más que la Grecia de los griegos la Grecia de la Francia, porque Francia, al eco de las Risas y los Juegos, su más dulce licor Venus escancia. Demuestran más encantos y perfidias, coronadas de flores y desnudas, las diosas de Glodión que las de Fidias; unas cantan francés, otras son mudas. Verlaine es más que Sócrates; y Arsenio Houssaye supera al viejo Anacreonte. En París reinan el Amor y el Genio. Ha perdido su imperio el dios bifronte. Monsieur Prudhomme y Homais no saben nada. Hay Chipres, Pafos, Tempes y Amatuntes, donde el amor de mi madrina, un hada, tus frescos labios a los míos juntes). Sones de bandolín. El rojo vino conduce un paje rojo. ¿Amas los sones del bandolín, y un amor florentino? Serás la reina en los decamerones, la barba de los Términos joviales. (Un coro de poetas y pintores cuenta historias picantes. Con maligna sonrisa alegre aprueban los señores. Clelia enrojece, una dueña se signa). ¿O un amor alemán??que no han sentido jamás los alemanes?: la celeste Gretchen; claro de luna; el aria; el nido del ruiseñor; y en una roca agreste, la luz de nieve que del cielo llega y baña a una hermosa que suspira la queja vaga que a la noche entrega Loreley en la lengua de la lira. Y sobre el agua azul el caballero Lohengrín; y su cisne, cual si fuese un cincelado témpano viajero, con su cuello enarcado en forma de S. Y del divino Enrique Heine un canto, a la orilla del Rhin; y del divino Wolfang la larga cabellera, el manto; y de la uva teutona el blanco vino. O amor lleno de sol, amor de España, amor lleno de púrpuras y oros; amor que da el clavel, la flor extraña regada con la sangre de los toros; flor de gitanas, flor que amor recela, amor de sangre y luz, pasiones locas; flor que trasciende a clavo y a canela, roja cual las heridas y las bocas. * * * ¿Los amores exóticos acaso...? Como rosa de Oriente me fascinas: me deleitan la seda, el oro, el raso. Gautier adoraba a las princesas chinas. ¡Oh bello amor de mil genuflexiones: torres de kaolín, pies imposibles, tasas de té, tortugas y dragones, y verdes arrozales apacibles! Ámame en chino, en el sonoro chino de Li-Tai-Pe. Yo igualaré a los sabios poetas que interpretan el destino; madrigalizaré junto a tus labios. Diré que eres más bella que la Luna: que el tesoro del cielo es menos rico que el tesoro que vela la importuna caricia de marfil de tu abanico. * * * Ámame japonesa, japonesa antigua, que no sepa de naciones occidentales; tal una princesa con las pupilas llenas de visiones, que aun ignorase en la sagrada Kioto, en su labrado camarín de plata ornado al par de crisantemo y loto, la civilización del Yamagata. O con amor hindú que alza sus llamas en la visión suprema de los mitos, y hacen temblar en misteriosas bramas la iniciación de los sagrados ritos. En tanto mueven tigres y panteras sus hierros, y en los fuertes elefantes sueñan con ideales bayaderas los rajahs, constelados de brillantes. O negra, negra como la que canta en su Jerusalén al rey hermoso, negra que haga brotar bajo su planta la rosa y la cicuta del reposo... Amor, en fin, que todo diga y cante, amor que encante y deje sorprendida a la serpiente de ojos de diamante que está enroscada al árbol de la vida. Ámame así, fatal cosmopolita, universal, inmensa, única, sola y todas; misteriosa y erudita: ámame mar y nube, espuma y ola. Sé mi reina de Saba, mi tesoro; descansa en mis palacios solitarios. Duerme. Yo encenderé los incensarios. Y junto a mi unicornio cuerno de oro, tendrán rosas y miel tus dromedarios.
Divagación
David Escobar Galindo
Nada es memoria: todo es invención. Lo que recuerdo es lo que más invento, porque es obra interior inesperada, que no admite proyecto. Soy el último retoque de mí mismo sin cesar. Y eso me lo ha enseñado la memoria.
Nada es memoria
amistad
Felicidad: Muy dentro de tí. Serenidad: En cada amanecer. Exito: En cada faceta de tu vida. Amigos: Muy cercanos y pendientes de tí. Amor: Que siempre fluya de tu interior. Conocimiento: De la gracia y el amor de Dios. Recuerdos especiales: De todo el ayer. Un brillante hoy: Con mucho por lo cual agradecer. Un camino: Que te lleve a un hermoso mañana. Sueños: Para que se conviertan en realidad. Y gratitud: Por todas las maravillosas cosas a tu alrededor.
Esto es todo lo que deseo para tí
Octavio Paz
Mis manos abren las cortinas de tu ser te visten con otra desnudez descubren los cuerpos de tu cuerpo Mis manos inventan otro cuerpo a tu cuerpo.
Palpar
José Ángel Valente
Y ahora danos una muerte honorable, vieja madre prostituida, Musa.
EXORDIO