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Hartzenbusch,Juan_Eugenio
<XXI
La_Tarde_Va_De_Vencida
La tarde va de vencida, Sin viento se agita el mar, Y el sol entre nubes de oro Desciende con prisa ya. Parece que arroja el día, Cansado de caminar, Su rojo escudo a las olas, Que húmedo lecho le dan. Toman desde lejos ellas Carrera para asaltar Escollos, que sobre el agua La frente elevan audaz. Embravecidas embisten, Y vuelven gimiendo atrás, Y salta del golpe al aire Rota en lluvia la mitad. Avanzan otras, que quieren Las orillas inundar: Igual confianza loca Lleva desengaño igual. Orgullosas amenazan, Cuando lejanas están, Creyéndose con empuje Sobrado para llegar. Pierde bulto a cada giro El arrollado cristal, Y en hoja líquida leve Se desdobla al acabar. Retrocede, presumiendo Volver con mayor caudal, Y cada vez que lo intenta, Ve la margen más allá. Espumas escalonadas Quedan por el arenal, Que atestiguan de su empeño La burlada vanidad. Puso a la naturaleza El Ser que siempre será Leyes de límite fijo, Que es imposible pasar. Esto vio y esto pensaba, Melancólico además, Un viajero de la vida Con poca ya que viajar. Asiento le da un peñón, Carcomido por la edad, Socavado por las olas, Que le minan sin cesar. Al sol, que del horizonte Pronto desparecerá, Contempla en su brillo escaso, Que deja el disco mirar. La fuerza del mar contempla. Y nota que es incapaz De extenderse más adentro Del humilde valladar. Limitación, decadencia, Término fijo fatal, En el mar ve y en la roca Y en el grande luminar; Y en sí, criatura débil, Quisiera no ver jamás El forzoso cumplimiento De la ley universal. «El hombre (exclamó) se encuentra En el campo de la vida, Sin saber a su venida Con qué condiciones entra. Mudo en sí se reconcentra El día que ve llevar Un cadáver a enterrar, Y voz funesta le advierte Que en aquello, que es la muerte, Cuanto vive ha de parar. «Conozco sobrado bien, Si atento al origen subo, Que lo que principio tuvo, Fin debe aguardar también Mas ¿por qué nevar la sien Que rizos de oro ha lucido? ¿Por qué torpe y dolorido Volver el añoso brazo? Muriera el vicio a su plazo, Sin morir envejecido. «Suframos que la vejez Luche con el cuerpo y venza; Pierda la dorada trenza Venus y la fresca tez; Mas, con el rostro a la vez, ¿Por qué el alma se ha de ajar? ¿Por qué el tesoro agotar De sus nobles facultades, Cuando alcanza eternidades La carrera que ha de andar? «Lleve el hombre su razón Hasta la tumba; conserve Llama el fuego con que hierve Su vaga imaginación; Su memoria en la ocasión Dígale siempre «heme aquí;» Mande yo en mi ser, y, así Mi fin me hallará resuelto, Aunque la edad me haya vuelto Caricatura de mí. «Mudanza tan lastimera No a todos nos es común: Ver quiero si soy aún Lo que ha pocos años era. Pensamientos, la frontera Cruzad al vuelo, y decid En Toledo y en Madrid A dos que el sepulcro habitan: «Fe y valor os resucitan, Segunda vez existid.» «Fuiste, Isabel, por tu mal, Hija y víctima de amor; Tú, Juana, el timbre mayor Del estado conyugal. Heroína sin igual, Salvaste al esposo infiel: Cuchillo amagó cruel Por una dama su vida, Y tú, consorte ofendida Te echaste grillos por él. «Fiadme, Isabel y Juana, Vuestros gozos y amarguras; Vuestras hermosas figuras Ponga yo en la escena hispana. Ciña mi cabeza cana Un laurel vuestro, y en pos A las Musas el adiós Postrero daré sin pena: Cierre para mí la escena Una de vosotras dos.» Calló el poeta: la noche, Para su giro triunfal, Adelantaba en Oriente Su alfombra de obscuridad. Niebla cayó de la altura, Niebla se alzó de la mar, Y envuelto el viajero en ella, Dónde se halla ve no más. Un globo de luz en frente Comenzó luego a brillar, Y a crecer entre la niebla, Rompiendo su densidad. Iris vario en anchas zonas Orlábale circular; Dos sombras volaban dentro, De figura celestial. Velo y hábito la una Vestía con majestad: Era una hermana del Rey, Primer en Castilla Juan. La segunda era la esposa De aquel privado falaz, Que la patria de Lanuza No recuerda sin pesar. Cadenas llevaba y luto; Y, para bien de un mortal, Infanta y matrona vienen Del mundo de la verdad. DOÑA ISABEL «Años ha que me llamaste, Y años que, llegando a ti: De mi pecho, que te abrí, La pura fe celebraste. Aquél a tu afán le baste, Canto ajeno de ambición: No viene una inspiración Dos veces; y, aunque lo llores, Pasó de cantar amores Ya para ti la sazón.» Dijo, y en la niebla fría Desapareció fugaz La ilustre infeliz amante De Gonzalo de Guzmán. DOÑA JUANA COELLO «Temiste, años ha, cobarde, Mi aparición generosa; Y hoy, que llamas a mi losa, Turbas mi sosiego tarde. Para otro es bien que se guarde, Cantor de más corazón, Poner mi vida en acción Sobre las tablas un día: Comprende la alegoría De la muerte de Milón.» Dijo, y en la turbia esfera Se desvaneció fugaz La sublime salvadora Del cónyuge criminal. Ancho hueco al partir abrió en la nube La encarcelada heróica, Y a mis ojos por él se descubrieron, Los campos de Crotona. Aquel membrudo, que a la selva guía La planta perezosa, Es el fuerte Milón, atleta viejo, Pasmo de Grecia toda. Cuando en cerviz de toro la cerrada Mano exterminadora Descargaba Milón, la res caía Muerta, la nuca rota. Mástil robusto quebrantar le vieron Barqueros de la costa; Rodó movida del potente brazo, La corpulenta roca. Del tiempo ya la inevitable carga Los hombros hoy le agobia; Garra su mano de sañuda fiera, Muévesele temblona. Un árbol halla, que aun ayer ufano Mecía su alta copa, Y a talla le redujo de pigmeo La sierra mordedora. Fuerte segur al derribado tronco Robó su verde pompa, Y en el corte del pie de frente hiriendo, Hizo hendidura angosta. Rajar el tronco por el hacha herido Milón a empeño toma: Los dedos logra hincar, el leño cruje, La grieta se prolonga; Y porfía Milón en el destrozo De la columna tosca; Y, joven en el ánimo el atleta, Son ya sus fuerzas otras. Cede un instante...—y al cerrarse el tronco Para cobrar su forma, Coge las manos del valiente dentro La despiadada boca. Al grito del dolor, honda caverna León hambriento arroja, Y a la presa lanzándose cautiva, Rugiendo la devora. Con el ay del moribundo, Con el rugir de la fiera, Se unió el rayo que en la esfera Serpenteó furibundo. A la luz que vino a dar, El negro peñón dejé, Que temblaba por el pie Con los golpes de la mar. Y dije con aflicción, Abatiendo la cabeza: «Me da la naturaleza, Me da el cielo alta lección. »Tentativa era insensata La mía, según contemplo, Enseñado en el ejemplo Del anciano crotoniata. »Nunca el débil más allá De cautos límites ande: Un esfuerzo suyo grande Mezquino y vano será; »Y cuando ruda tenaza Sus flacas manos oprima, Verá lanzársele encima Fiera que le despedaza, »Porque necio desoyó De sus años el aviso, Y fuerte mostrarse quiso Donde nadie le obligó.» No pretendáis obligar Vosotras, dulces amigas, A peligrosas fatigas La mano que os vengo a dar. Para empresas de mancebo Ya inútil se experimenta. Dejadle ajustar mi cuenta Y hacerme ver lo que debo. Al impulso del destino Viajando hacia donde voy Quiero ir pagando desde hoy Las deudas de mi camino; Y dando a todas lugar, Si logro mi honrado intento, Manda el agradecimiento Por vosotras principiar. Tú abriste, BÁRBARA mía, Para el obscuro artesano El alcázar castellano De Melpómene y Talía. Sublime intérprete fiel Tú de la pasión más bella, Devolviste al mundo aquella Mártir de amor en Teruel, Que mintiendo al desdichado Que supo mejor amar, Le mató con un pesar, Y a ella el de haberle dado. Madrid admiró en su día, Junto en ruidoso tropel, Tu firme no de Isabel, Tu delirio de Mencía: Si por ellas en verdad Ganó algún nombre mi Musa, Yo te debo sin excusa, Yo te rindo la mitad. Tú, mi TEODORA, después, De tu Hermana sucesora, Tú eres la que fue y ahora Vida de mis obras es. Por tu aliento sostenidas, Fundan en ello blasón: Pequeñas de ingenio son, Grandes como agradecidas. Tus pies queriendo tocar, Se atropellan a tu puerta La coronada Heriberta, La humilde obrera Pilar, Matilde, predilección De un César y un docto amantes, Y la que engendró Cervantes Y el ángel del Buen Ladrón. «Vivimos por ti, señora» (De rodillas te dirán); «Muertas hijas de Don Juan, El alma nos da TEODORA.» Y yo solamente digo, Mientras tú su frente besas: «Contigo escudadas esas, No perecerán conmigo.» Acecha el tiempo voraz Mi vida y su dura mide: La escena ya me despide; Separémonos en paz. BÁRBARA... TEODORA... no, No más ya; las tablas dejo: Aún vive el amigo viejo; Pero el poeta murió. Ya mis ojos el nadir Por entre la huesa ven... ¡Ay! el amigo también Se tendrá que despedir.
es
Figueroa,Francisco_de
<XXI
Soneto_Xxxiv
Hermosos ojos donde amor se anida, Do sus saetas templa, y donde enciende Su inmortal hacha; en cuyos tercos tiende La red, do fue mi libertad prendida: Si el piadoso licor, que mi herida Podría curar, de vuestra luz desciende, Y de veros, o no, solo depende El hilo de mi larga, o corta vida: Y habiéndoos de dejar, ¡ay cielo airado! ¡Ay fortuna, a mi bien siempre enemiga! Me escondo, y voy de vos huyendo ahora; Es porque del vivir propio apartado Me alcance aquí la muerte, y no se diga: Tirsi vivió de Fili ausente una hora.
es
Bretón_de_los_Herreros,Manuel
<XXI
Mi_Lugar
Cerca del Ebro caudal, Linde del suelo navarro, Y no lejos de tu falda, Frío y estéril Moncayo; Junto a la vega fecunda Donde los muros se alzaron De la inmortal Calahorra, Patria del gran Quintiliano; A la sombra de una peña, Que desafía a los austros, Se asienta la humilde villa Do vi mis primeros años. Quel es su nombre, harto pobre; Bien que de dones colmado A alguna ciudad soberbia Honrar pudiera su campo. Las claras ondas le bañan Del fructífero Cidacos, Cuyas plácidas riberas Son de Castilla regalo. Allí viciosa la grama, De la oveja dulce pasto, Crece en el valle frondoso Y en el ameno collado. Allí entre la mies dorada Que agita Céfiro blando La tímida codorniz Repite su alegre canto. Allí doquiera que vuele La parda abeja zumbando, Mil flores le abren su cáliz En el monte y en el prado. Minerva allí sus tesoros, Allí sus delicias Baco, Allí su copia Amaltea Vierte con pródiga mano. Llorando allí, como todos, Salí del materno claustro; Mas la risueña Talía Me cobijó con su manto. Dolida de mi orfandad, Mi escudo ella fue y mi faro Y mis vigilias premió Con populares aplausos; Y me dio, para escarmiento De pícaros y de fatuos, Sin la saña de Aristófanes La férula de Menandro. Quel Llorando risueña
es
Carriego,Evaristo
<XXI
La_Casa_Amaneció_Triste,_Callada
La casa amaneció triste, callada. Un aire melancólico se advierte en los rostros: la pena es resignada. No se oye reír si se habla fuerte. Los muchachos faltaron a la escuela, y desde muy temprano, con incierto y sombrío fulgor, arde la vela en la que fuera habitación del muerto. El recuerdo luctuoso les alcanza a todos por igual. Durante el día unas cuantas visitas de confianza estuvieron a hacerles compañía: pero, entrada la noche, los amigos al fin se despidieron, y la pena contenida en presencia de testigos extraños, fue a la hora de la cena más intensa quizás. No había extraños y el silencio tornóse doloroso: sintiéronse molestos, casi huraños, en ese comedor tan bullicioso otras veces. Se levantó la mesa sin las conversaciones de costumbre, permanecieron largo rato presa de una serena y vaga pesadumbre que no turbó una sola frase. Ahora charlan de cosas familiares como en los días tranquilos a la hora del té. La hermana hojea el primer tomo de la novela que empezara el jueves, la abuela reta a alguno y en seguida de dos o tres observaciones, breves pero enérgicas, vuelve a su aburrida soñolencia. La madre escucha y calla, pensando en el ausente por quien vive en continua aflicción desde que se halla tan lejos, el ingrato que no escribe hace mucho, ni aún de cuando en cuando En un rincón la huerfanita cose ajena a cuanto se habla, suspirando cada vez que el hermano enfermo tose con esa ronca tos que le sofoca atrozmente. Cansadas de la tarea diaria, que no es poca, comienzan a sentirse algo pesadas las hacendosas manos de la tía soltera que medita, evocando memorias de lejanos noviazgos de muchacha, mientras quita las rojas iniciales de una toalla recién planchada, al lado de la lámpara fiel cuya pantalla amortigua la luz. Casi acostado en el sillón el hijo mayor fuma su tercer cigarrillo y cerca uno de los chicos suma de nuevo el resultado de un sencillo problema de aritmética. En la suave paz que envuelve la pieza viene, a intervalos, el recuerdo grave a conturbarlos. Reina una tristeza pensativa. La charla continúa como sin ganas, lenta, displicente, sobre el mal tiempo. Afuera, la garúa cae en el patio despaciosamente.
es
Ibarbourou,Juana_de
<XXI
Medianoche_De_La_Ausencia
Amor que te has ido lejos, amor que ya no me ves, amor que me has elegido entre cien; ¡amor que eres mi corona y mi bien! Di si tu mejilla guarda de mi mejilla el calor; di si por las noches sientes en sueños mi corazón. ¡Di si me buscas en sueños, oh, amor! Acaso una vez me veas en torno tuyo alentar. Acaso, sombra pequeña, pase a tu lado fugaz, ¡acaso ya no me tengas nunca más! Si lejos de ti me muero, si ya no me has de besar, si he de perderme en la selva o he de extraviarme en el mar, ¡no mires ya nunca a otra jamás! ¡Medianoche de la ausencia herida de soledad! ¡Ay, tu voz y tu palabra! ¡Ay, mi ternura y mi afán! ¡Ay, halcones cazadores cuando tan lejos te vas! ¡Dile al viento y a la luna, dile a los hombres y al sol, dile al polvo y a la lluvia que soy tu amor! ¡Di a todos los que te escuchan que tuya soy!
es
Gerbasi,Vicente
<XXI
Relámpago_Extasiado_Entre_Dos_Noches
Relámpago extasiado entre dos noches, pez que nada entre nubes vespertinas, palpitación del brillo, memoria aprisionada, tembloroso nenúfar sobre la oscura nada, sueño frente a la sombra: eso somos. Por el agua estancada va taciturno el día, doblegando los juncos hacia barcas de olvido. El alma silenciosa en las violetas tiembla. ¿No somos un secreto guardado por las horas? Mirad cómo en el césped de la tarde la mirada es un brillo de azahares, cómo se esconde el ser en el suspiro leve de las frondas. Algo se cierra siempre en torno a nuestra frente. El frío de las piedras corre por nuestra sangre. Un susurrar de nardo desciende por los valles. Y siempre el hombre solo, bajo el sol y los truenos, perseguido por voces y látigos y dientes. El hombre siempre solo, con su mirada, suya, con sus recuerdos, suyos, y con sus manos, suyas. El hombre interrogando a sus calladas sombras. Escucha: yo te llamo desde mis soledades, desde mis suspirantes comarcas de palmeras, abiertas a los signos luminosos del cielo. El viento se te enreda con nieblas siderales, y te detiene al pie de negros abedules. Venados de la luna van corriendo por la antigua memoria, y en tu silencio caen llamas del corazón.
es
Florián,Miguel
<XXI
(_Metales_)
Me tiendo gris en los metales cuando crecen callados en la noche y se adensan, y recogen los breves destellos de los astros. Siento su filo frío que después será mar, su lamento de hielo y muda carne, el osario de un dios propicio, enorme en su tiniebla, un dios que festejamos en la señal de su venida. Escucha, estamos en el tiempo del renuevo, de los juncales cubiertos por rocío, de la hiedra que escala nuestro lecho, del animal que nos acecha, inmenso, detrás de las pupilas, oculto en otra existencia infranqueable y ciega. El tiempo lento y turbio de la espora, de los metales mansos, del mineral cerrado que sospecha la luz, lava que persigue la levedad del polvo. Entonces, desde una estación remota regresan, entre brumas, las palabras, narraciones de hadas y de héroes, de resinas fragantes (el incienso, la mirra y el benjuí), y de madréporas. Los insectos describen amplios surcos, vueltos a lo indecible, y el granito recupera la voz dura y siniestra de los astros. Venero en los metales su permanencia muda, su oscura red de eternidad, su intacta persistencia de dureza semejante a la luz, su fría rigidez cuando en invierno rozan nuestras mejillas, el triste gris de su materia inmensa, de su abismo. Todo se encuentra atento a la llegada de una voz, de un dios o de un incendio. Y la sangre del hombre perseguida en su país de níquel, vigilante desde dentro del sueño, abandonada a la quietud, aguardando otro ver, un despertar distinto, otras pupilas de facetas omnívoras, un nuevo respirar... (Los círculos voraces, la persistencia cerrada de los nombres.) Esperan mirar de nuevo el mundo. Comprendo a los metales, comparto su destino tan parecido al mío, su existencia sin mácula. (Toco su corazón, su savia detenida cuando logra la forma del crepúsculo.) Cristales indefensos que se quiebran bajo la luz del alba, (tantos siglos gestándose, poblados de simientes). Me agrada abandonarme a ellos, acariciarlos apretando mi mano contra su piel exacta, en su luz de reflejos, de semillas y aristas. Metal que es tiempo denso y generoso, agua limpia para la sed del hombre.
es
Cernuda,Luis
<XXI
El_Viento_Y_El_Alma
Con tal vehemencia el viento viene del mar, que sus sones elementales contagian el silencio de la noche. Solo en tu cama le escuchas insistente en los cristales tocar, llorando y llamando como perdido sin nadie. Mas no es él quien en desvelo te tiene, sino otra fuerza de que tu cuerpo es hoy cárcel, fue viento libre, y recuerda. Solo en tu cama le escuchas insistente en los cristales tocar, llorando y llamando como perdido sin nadie. Mas no es él quien en desvelo te tiene, sino otra fuerza de que tu cuerpo es hoy cárcel, fue viento libre, y recuerda. Mas no es él quien en desvelo te tiene, sino otra fuerza de que tu cuerpo es hoy cárcel, fue viento libre, y recuerda.
es
Herrera,Fernando_de
<XXI
Como_En_La_Cumbre_Ecelsa_De_Mimante
Como en la cumbre ecelsa de Mimante, do en eterna prisión arde y procura alzar la frente airada y guerra oscura mover de nuevo al cielo el gran gigante, se nota de las nubes, que delante vuelan y encima en hórrida figura, la calidad de tempestad futura, que amenaza con áspero semblante, así de mis suspiros y tristeza, del grave llanto y grande sentimiento se muestra el mal, que encierra el duro pecho. Por eso no os ofenda mi flaqueza, bella estrella de amor, que mi tormento no cabe bien en vaso tan estrecho. se nota de las nubes, que delante vuelan y encima en hórrida figura, la calidad de tempestad futura, que amenaza con áspero semblante, así de mis suspiros y tristeza, del grave llanto y grande sentimiento se muestra el mal, que encierra el duro pecho. Por eso no os ofenda mi flaqueza, bella estrella de amor, que mi tormento no cabe bien en vaso tan estrecho. así de mis suspiros y tristeza, del grave llanto y grande sentimiento se muestra el mal, que encierra el duro pecho. Por eso no os ofenda mi flaqueza, bella estrella de amor, que mi tormento no cabe bien en vaso tan estrecho. Por eso no os ofenda mi flaqueza, bella estrella de amor, que mi tormento no cabe bien en vaso tan estrecho.
es
Vega,Lope_Félix_de
<XXI
Quien_Supiere,_Señores,_De_Un_Pasante
Quien supiere, señores, de un pasante que de Juana a esta parte anda perdido, duro de cama y roto de vestido, que en lo demás es blando como un guante; de cejas mal poblado, y de elefante de teta la nariz, de ojos dormido, despejado de boca y mal ceñido, Nerón de sí, de su fortuna Atlante; el que del dicho Bártulo supiere por las señas extrínsecas que digo, vuélvale al dueño y el hallazgo espere; mas ¿qué sirven las señas que prosigo?; si no le quiere el dueño, ni él se quiere, tan bien está con él, tan mal consigo. de cejas mal poblado, y de elefante de teta la nariz, de ojos dormido, despejado de boca y mal ceñido, Nerón de sí, de su fortuna Atlante; el que del dicho Bártulo supiere por las señas extrínsecas que digo, vuélvale al dueño y el hallazgo espere; mas ¿qué sirven las señas que prosigo?; si no le quiere el dueño, ni él se quiere, tan bien está con él, tan mal consigo. el que del dicho Bártulo supiere por las señas extrínsecas que digo, vuélvale al dueño y el hallazgo espere; mas ¿qué sirven las señas que prosigo?; si no le quiere el dueño, ni él se quiere, tan bien está con él, tan mal consigo. mas ¿qué sirven las señas que prosigo?; si no le quiere el dueño, ni él se quiere, tan bien está con él, tan mal consigo.
es
Quevedo,Francisco
<XXI
Moralidad_Útil_Contra_Los_Que_Hacen_Adorno_Propio_De_La_Ajena_Desnudez
Desabrigan en altos Monumentos Cenizas generosas, por crecerte; Y altas ruinas, de que te haces fuerte, Más te son amenaza que cimientos. De venganzas del Tiempo, de escarmientos, De olvidos y desprecios de la Muerte, De túmulo funesto, osas hacerte Árbitro de los Mares y los Vientos. Recuerdos y no Alcázares fabricas; Otro vendrá después que de sus torres Alce en tus huesos fábricas más ricas. De ajenas desnudeces te socorres, Y procesos de mármol multiplicas; Temo que con tu llanto el suyo borres. De venganzas del Tiempo, de escarmientos, De olvidos y desprecios de la Muerte, De túmulo funesto, osas hacerte Árbitro de los Mares y los Vientos. Recuerdos y no Alcázares fabricas; Otro vendrá después que de sus torres Alce en tus huesos fábricas más ricas. De ajenas desnudeces te socorres, Y procesos de mármol multiplicas; Temo que con tu llanto el suyo borres. Recuerdos y no Alcázares fabricas; Otro vendrá después que de sus torres Alce en tus huesos fábricas más ricas. De ajenas desnudeces te socorres, Y procesos de mármol multiplicas; Temo que con tu llanto el suyo borres. De ajenas desnudeces te socorres, Y procesos de mármol multiplicas; Temo que con tu llanto el suyo borres.
es
Rasch_Isla,Miguel
<XXI
Semejanza
Estoy amando en ella un parecido: su parecido ilustre con aquella cuyo armonioso cuerpo de doncella es el altar fragante de Cupido. Parecido tan fiel y tan cumplido, que no sé de las dos cuál es más bella: la de los ojos de lucero adormecido o la de ojos nostálgicos de estrella. Manos, boca, nariz, sienes, cabello, son lo mismo en la dos sin que en ninguna haya un rasgo inferior ni otro más bello. Semejanza tan grande que me abisma y que háceme sentir, si pienso en una y luego en otra, que pensé en la misma.
es
Pérez,Diego
XXI
Tu_Nombre_Es_El_Prefijo_De_La_Ausencia
Tu nombre es el prefijo de la ausencia, dos sílabas hermosas y dolientes, forjadas por los hados inclementes, que hicieron de tu nombre una advertencia. Así desde tu cuna la sentencia, como un rumor de trágicas simientes, se alzaba a contemplar las diferentes caricias de mi amor de adolescencia. La noche se me adentra como un clavo herrumbroso de amargas soledades, pensando en como el tiempo te desgrana. Y yo, que en ti empecé, sin ti me acabo, perdido en el dolor de mis verdades: Vivir sin ti es morir cada mañana.
es
González,Ángel
<XXI
Yo_Lo_Noto:_Cómo_Me_Voy_Volviendo
Yo lo noto: cómo me voy volviendo menos cierto, confuso, disolviéndome en aire cotidiano, burdo jirón de mí, deshilachado y roto por los puños. Yo comprendo: he vivido un año más, y eso es muy duro. ¡Mover el corazón todos los días casi cien veces por minuto! Para vivir un año es necesario morirse muchas veces mucho. Yo comprendo: he vivido un año más, y eso es muy duro. ¡Mover el corazón todos los días casi cien veces por minuto! Para vivir un año es necesario morirse muchas veces mucho. Para vivir un año es necesario morirse muchas veces mucho.
es
Gutiérrez_Albelo,Emeterio
<XXI
La_Flor_De_La_Trebina
Ay, la flor de la trebina sobre el campo está haciendo, en un nevar apacible, luminoso, amarillento... Ay, la flor de la trebina sobre el campo se está abriendo, y brilla al sol en mil chorros de monedas de oro viejo. Todo el campo verde sangra con amarillos regueros; el campo jugoso y húmedo, el campo de terciopelo... Ay, la flor de la trebina, novia de este día bueno. Yo te corté en el camino, estrella de cinco pétalos. Yo te clavé en mi solapa, estrofa de cinco versos. Y después seguí cantando por las vueltas del sendero, sobre la paz campesina, bajo el azul de los cielos... --Haz, Señor, que siempre sean de oro mis pensamientos, como esta flor luminosa que sobre el campo se ha abierto.
es
Unamuno,Miguel_de
<XXI
Cuando_Yo_Sea_Viejo
Cuando yo sea viejo, —desde ahora os lo digo— no sentiré mis cantos, estos cantos, ni serán a mi oído más que voces de un muerto aun siendo de los muertos el más mío. Pero entonces pondré, de esto no dudo, más esforzado ahínco en quedarme con ellos, y su llave para uso reservármela exclusivo. Y acaso pensaré —¡todo es posible!— en publicar un libro en que punto por punto se os declare cual es su verdadero contenido. Cuando yo sea viejo renegaré del alma que ahora vivo al querer conservarla como propia y no comprenderé ni aun a mis hijos. Y a vosotros entonces —me refiero a vosotros, no nacidos en mayoría acaso, los que busquéis a esta mi voz sentido— me volveré diciendo: «No, no es eso, el cantor nunca quiso semejantes simplezas dar al canto, fue muy otro su tiro; no le entendéis, él era de un espíritu al vuestro muy distinto!». Y vosotros muy dentro del respeto —que no me le neguéis es lo que os pido— debéis firmes decirme: «Todo eso está muy bien, buen viejecito, pero es que estos sus cantos, cantos a pecho herido, son de su edad de voz y esa es la nuestra, son de otro que en su cuerpo fue vecino, y hoy más nuestros que suyos!» Y entonces yo, hecho un basilisco, con senil impaciencia revolviéndome os habré de decir: «¿Habrase visto petulancia mayor, sandez más grande, pretender estos niños comprender de unos cantos mejor que no el cantor cual el sentido? ¿Mejor que no él sabrán los badulaques qué es lo que decir quiso?» Mas no os inmutéis, sino decidme: «¿Quién es él?, en buen juicio, ¿quién es él?, ¿dónde está?, ¿cómo se llama?» Y os diré yo mirándoos de hito en hito: «¿Es que de mí se burlan los mocosos? ¿Pretenderán acaso estos chiquillos pobres de juicio y hartos de osadía negarme lo que es mío?» «¿Suyo? —diréis—, no!, del que fue un tiempo y hoy le es extraño ya, casi enemigo; al dejárnoslo aquí, en estos cantos, de él se desprendió, y aquí está vivo...» Y yo protestaré, cual si lo viera, pero estará bien dicho. El alma que aquí dejo un día para mí se irá al abismo; no sentiré mis cantos; recogeréis vosotros su sentido. Descubriréis en ellos lo que yo por mi parte ni adivino, ni aun ahora que me brotan; veréis lo que no he visto en mis propias visiones; donde yo he puesto blanco veréis negro, donde rojo pinté, será amarillo. Y si ello así no fuera, si estos mis cantos —¡pobres cantos míos!— jamás han de decir a mis hermanos si no esto que me dicen a mí mismo, entonces con justicia irán a dar rodando en el olvido. Por ahora, mis jóvenes, aquí os lo dejo escrito, y si un día os negare argüid contra mí conmigo mismo, pues os declaro —y creo saber bien lo que me digo— que cuando llegue a viejo, de este que ahora me soy y me respiro, sabrán, cierto, los jóvenes de entonces más que yo si a este yo me sobrevivo.
es
Morales_Rojas,Juan
XXI
Tienes_La_Hidalga_Sobriedad_Hispana
Tienes la hidalga sobriedad hispana, Amores hondos, vinos bien curados, La palabra y el gesto fiel, pesados Antes de hablar...¡por algo eres romana! Arabia por gentil, te ha hecho Sultana De un Occidente que has iluminado. Los plateros, de aquel cielo estrellado Copiaron su más pura filigrana. San Rafael vigila en las alturas... Hasta el Guadalquivir llegan las puras Auras de sierra convertida en flor. Y en la soledad de siglos abrumada, Córdoba duerme y sueña, esperanzada, Con la vuelta de algún conquistador. Arabia por gentil, te ha hecho Sultana De un Occidente que has iluminado. Los plateros, de aquel cielo estrellado Copiaron su más pura filigrana. San Rafael vigila en las alturas... Hasta el Guadalquivir llegan las puras Auras de sierra convertida en flor. Y en la soledad de siglos abrumada, Córdoba duerme y sueña, esperanzada, Con la vuelta de algún conquistador. San Rafael vigila en las alturas... Hasta el Guadalquivir llegan las puras Auras de sierra convertida en flor. Y en la soledad de siglos abrumada, Córdoba duerme y sueña, esperanzada, Con la vuelta de algún conquistador. Y en la soledad de siglos abrumada, Córdoba duerme y sueña, esperanzada, Con la vuelta de algún conquistador.
es
Machado,Antonio
<XXI
Dicen_Que_El_Ave_Divina
Dicen que el ave divina, trocada en pobre gallina, por obra de las tijeras de aquel sabio profesor (fue Kant un esquilador de las aves altaneras; toda su filosofía, un sport de cetrería), dicen que quiere saltar las tapias del corralón, y volar otra vez, hacia Platón. ¡Hurra! ¡Sea! ¡Feliz será quien lo vea!
es
Martínez_de_la_Rosa,Francisco
<XXI
La_Aparición_De_Venus
De pompa ceñida bajó del Olimpo La Diosaque en fuego mi pecho encendió; Sus ojos azules de azul de los cielos, Su rubio cabello de rayos del sol: Al labio y mejilla carmín dio la aurora; Dio el alba a la frente su blando color; Y al pecho de nieve su brillo argentado La Cándida senda que Juno formó. En trono de nácar la luna de agosto, El iris en mayo tras nube veloz, Y en fértil otoño la lluvia primera, Tan gratas al alma, tan dulces no son. No tanto me asombra del mar el bramido, De horrísonos truenos el ronco fragor, Y el rayo rasgando la cóncava nube, Cual temo sus iras, su adusto rigor... Mas ¡ay! que los vientos ya baten las alas; Ya el carro de nubes apresta el Amor; Ya Céfiro riza la pluma a los cisnes; Y en coro levantan las Gracias su voz: Cual rápida estrella que cruza los aires, Cual fúlgida aurora que el polo alumbró, Fugaz desparece la plácida Diosa; Y el orbe se cubre de luto y dolor.
es
Pardo_García,Germán
<XXI
Paraíso_Perdido
Fui en esa casa el hijo bienamado. Cuando los otros niños se alejaban a cazar mariposas en el bosque, yo quedaba en silencio, paralítico, cual otra mariposa aprisionada bajo la intimidad de una alacena. Viví a la orilla del sepulcro, oyendo devorarse a sí misinos los gusanos, y adquirí desde entonces un sentido larval de la existencia y de las cosas. Al que la muerte besa desde niño, será siempre un cadáver transeúnte. Mi padre me acunaba y me decía: ¿cuándo vas a volar, hijo del aire? Y al fin abrí las alas dolorosas. Hoy tengo setenta años. Ya no existe mi padre; y en la casa, único huésped, el frío lastimero la transita. Mas he vuelto y clamado: soy el águila que retorna a morir donde naciera. Estos muros son míos. Estas ruinas por derecho natal me pertenecen. Mi padre me las dio en su testamento, y a la vez un turpial y un gallo mudo. Yo soy el albañil de estas paredes y el mezclador de cal y el hortelano. Y quise entrar, sentarme en esos quicios, comer lo que sobrara de esas frutas y restaurar las duelas amarillas. Mas un ángel nocturno v silencioso, bajo la faz de un perro amenazante, desnudó las espadas de sus dientes y me negó la entrada al paraíso.
es
Buesa,José_Ángel
<XXI
Como_Un_Verde_Tentáculo_Que_Se_Alarga_De_Sed
Como un verde tentáculo que se alarga de sed, la alegre enredadera crece por la pared. Su verdor va envolviendo cuando encuentra de paso y el retoño del alba ya es rama en el ocaso. No lo contiene nada. Y así crece, florida imagen del amor cuando llena una vida. Y creciendo y creciendo florece sobre el muro, y es fugaz primavera y otoño prematuro. Porque esa enredadera verde mente lozana, nació ayer y hoy florece para morir mañana. Imagen del amor alocado y ardiente que por crecer tan pronto se secó prontamente. Oh amor, ven poco a poco ¡Mira que no quisiera que pudieras secarte como una enredadera!
es
Diego,Eliseo
<XXI
En_Paz
El gato duerme en la cocina mientras la lluvia corre afuera. Cien y mil años de penumbra. La tarde solo un soplo afuera. El gato duerme desde cuándo, la lluvia es otra y otra, afuera. El gato en paz, en paz el sueño, y el agua hacia la mar afuera.
es
Villacañas,Beatriz
XXI
La_Soledad_Se_Ajusta_Al_Gozo,
La soledad se ajusta al gozo, el cuerpo a la sustancia, el aire a la respiración y al contenido, la voluntad a la costumbre y la vida a la muerte de sí misma.
es
Ouro_Agromartín,Mª_Dolores
XXI
Peregrino_Sin_Destino
Peregrino sin destino, viajero cansado sin camino, cargado de pecado, ¿Adónde vas lejos de mi lado? Sediento sin ser saciado, cansado sin hallar descanso, hastiado del placer mundano, ¿Adónde vas lejos de mi lado? Los ojos fijos en el vacío, el rostro viejo y desgastado, tu ser entero temblando, ¿Adónde vas lejos de mi lado? Yo soy brújula en tu camino, yo soy tu anhelado destino, yo soy el agua de tu río, yo soy el buscado reposo, yo soy el liberador del pecado, yo colmo tu sueño más anhelado, yo lleno tu vacío, yo estoy siempre a tu lado como amigo, como padre, como esposo, ¿Quieres seguir a mi lado? Peregrino sin destino, desterrado, cansado, agobiado, yo te amo y deseo cenar contigo ¿Quieres seguir a mi lado? No olvides, mi amigo, que siempre puedes contar conmigo, que siempre te llevo en mis brazos y en la marca de mis clavos está tu nombre grabado. Sediento sin ser saciado, cansado sin hallar descanso, hastiado del placer mundano, ¿Adónde vas lejos de mi lado? Los ojos fijos en el vacío, el rostro viejo y desgastado, tu ser entero temblando, ¿Adónde vas lejos de mi lado? Yo soy brújula en tu camino, yo soy tu anhelado destino, yo soy el agua de tu río, yo soy el buscado reposo, yo soy el liberador del pecado, yo colmo tu sueño más anhelado, yo lleno tu vacío, yo estoy siempre a tu lado como amigo, como padre, como esposo, ¿Quieres seguir a mi lado? Peregrino sin destino, desterrado, cansado, agobiado, yo te amo y deseo cenar contigo ¿Quieres seguir a mi lado? No olvides, mi amigo, que siempre puedes contar conmigo, que siempre te llevo en mis brazos y en la marca de mis clavos está tu nombre grabado. Los ojos fijos en el vacío, el rostro viejo y desgastado, tu ser entero temblando, ¿Adónde vas lejos de mi lado? Yo soy brújula en tu camino, yo soy tu anhelado destino, yo soy el agua de tu río, yo soy el buscado reposo, yo soy el liberador del pecado, yo colmo tu sueño más anhelado, yo lleno tu vacío, yo estoy siempre a tu lado como amigo, como padre, como esposo, ¿Quieres seguir a mi lado? Peregrino sin destino, desterrado, cansado, agobiado, yo te amo y deseo cenar contigo ¿Quieres seguir a mi lado? No olvides, mi amigo, que siempre puedes contar conmigo, que siempre te llevo en mis brazos y en la marca de mis clavos está tu nombre grabado. Yo soy brújula en tu camino, yo soy tu anhelado destino, yo soy el agua de tu río, yo soy el buscado reposo, yo soy el liberador del pecado, yo colmo tu sueño más anhelado, yo lleno tu vacío, yo estoy siempre a tu lado como amigo, como padre, como esposo, ¿Quieres seguir a mi lado? Peregrino sin destino, desterrado, cansado, agobiado, yo te amo y deseo cenar contigo ¿Quieres seguir a mi lado? No olvides, mi amigo, que siempre puedes contar conmigo, que siempre te llevo en mis brazos y en la marca de mis clavos está tu nombre grabado. Peregrino sin destino, desterrado, cansado, agobiado, yo te amo y deseo cenar contigo ¿Quieres seguir a mi lado? No olvides, mi amigo, que siempre puedes contar conmigo, que siempre te llevo en mis brazos y en la marca de mis clavos está tu nombre grabado. No olvides, mi amigo, que siempre puedes contar conmigo, que siempre te llevo en mis brazos y en la marca de mis clavos está tu nombre grabado.
es
Al_Haded,Alí
XXI
Soneto_Para_Mi_Amada_(Nina_De_L´Amore)
Con un beso tú me das otra vida y por un beso te cedo mi amor y en cada amanecer habrá un color tornándote mi bella flor querida. Tus labios rozarán mi lengua hervida y los suspiros del alma mi ardor; será una noche con ritmo y sabor y nuestra pasión como una estampida. ¿qué los angeles cerrarán los ojos? ¡ya, lo sé! y no me importa, ¡mujer mía! seremos tú y yo tal vez dos abrojos. ¿qué la luna sonreirá casi pía y la noche burlará los cerrojos? ¡ya no importa mi sol! ¡tú eres mi guía! Tus labios rozarán mi lengua hervida y los suspiros del alma mi ardor; será una noche con ritmo y sabor y nuestra pasión como una estampida. ¿qué los angeles cerrarán los ojos? ¡ya, lo sé! y no me importa, ¡mujer mía! seremos tú y yo tal vez dos abrojos. ¿qué la luna sonreirá casi pía y la noche burlará los cerrojos? ¡ya no importa mi sol! ¡tú eres mi guía! ¿qué los angeles cerrarán los ojos? ¡ya, lo sé! y no me importa, ¡mujer mía! seremos tú y yo tal vez dos abrojos. ¿qué la luna sonreirá casi pía y la noche burlará los cerrojos? ¡ya no importa mi sol! ¡tú eres mi guía! ¿qué la luna sonreirá casi pía y la noche burlará los cerrojos? ¡ya no importa mi sol! ¡tú eres mi guía!
es
Cañizal,Luis
<XXI
Periódico
No quiero ver más fotos de estropicios de guerra, sino, a lo sumo, lo que les ha hecho el temporal a los troncos de pino: mandarlos crecer en bucle, dejarlos astillados hasta media cepa para que giman cautelosamente al acercarme y pueda yo mecerme sobre tal cautela; descuajarlos para que aromen a tierra humanitaria; tronchar un fuste para que perfume en forma de cabeza tonsurada, un olor hemisférico a trasquileo humano. En vez de ramas, sus sombras con que ceñir la carretera para que vaya pulsando humanamente hacia lo lejos. Contar la mitología metamórfica del raigón de pino que era torso humano y confundido fue por la divinidad en escamosa grupa de marino monstruo que ladraba a los pinos. (Acabado el relato, sueltan todos a una la leyenda —dígase cabellera— y me sellan el juicio largamente con bufanda de ovas. Inefable.)
es
Pardo_García,Germán
<XXI
Invocación_A_Herakles
¡Herakles, ven! ¡El mundo necesita de tu vigor! ¡El mundo languidece! ¡Ya no tenemos majestad y crece la furia de los átomos, maldita! ¡Herakles defensor: ven a la cita que te damos los muertos! ¡Aparece con tu maza de roble, y engrandece la libertad y las cadenas quita! Y el semidiós de la cobriza barba, sobre la tierra miserable escarba en busca del genésico tesoro de la existencia. Rompe los linderos y alarma a los atómicos guerreros con sus grandes testículos de toro.
es
Carrera_Andrade,Jorge
<XXI
Klare_Von_Reuter
Con la fruta en conserva de tu voz sube hasta el quinto piso el cubo de cristal del ascensor. El tren subterráneo lleva la luz naranja de tu piel par los túneles anchos. El ómnibus derrama en la avenida sus pestañas de trigo bajo la hoz esmeralda de tus ojos. Cuaderno de vidrio, la puerta giratoria muestra el ex-libris de tu cuerpo en la última hoja.
es
Diego,Eliseo
<XXI
Paraíso
Ir con las niñas de la mano por un aire tan puro que ilumina su sola transparencia los desganos de quien no más se lo imagina. Y estar donde el estar es la manera de ser en que se cumple todo, los castos árboles y la quimera tal como son y nunca de otro modo.
es
Jiménez,Juan_Ramón
<XXI
Trastorno
Nunca creí que el albo lirio fuera efémero también. Yo no sabía que el odio alimentara la alegría. ¡Invierno, te llamaron primavera! ¿Por qué la estrella altiva y pura era el seco nido de la noche umbría? ¿La paloma inmortal cómo encendía corvo pico de ave carnicera? Pues aquel manantial, con su negrura enlutecía el mar de la mañana. El ruiseñor pudo asustar al hombre. Hablaba el niño con palabra impura, el corazón era una gruta insana, y la traición tenía un claro hombre.
es
Cernuda,Luis
<XXI
Soñábamos_Algunos_Cuando_Niños,_Caídos
Soñábamos algunos cuando niños, caídos En una vasta hora de ocio solitario Bajo la lámpara, ante las estampas de un libro, Con la revolución. Y vimos su ala fúlgida Plegar como una mies los cuerpos poderosos. Jóvenes luego, el sueño quedó lejos De un mundo donde desorden e injusticia, Hinchendo oscuramente las ávidas ciudades, Se alzaban hasta el aire absorto de los campos. Y en la revolución pensábamos: un mar Cuya ira azul tragase tanta fría miseria. El hombre es una nube de la que el sueño es viento. ¿Quién podrá al pensamiento separarlo del sueño? Sabedlo bien vosotros, los que envidiéis mañana En la calma este soplo de muerte que nos lleva Pisando entre ruinas un fango con rocío de sangre. Un continente de mercaderes y de histriones, Al acecho de este loco país, está esperando Que vencido se hunda, solo ante su destino, Para arrancar jirones de su esplendor antiguo. Le alienta únicamente su propia gran historia dolorida. Si con dolor el alma se ha templado, es invencible; Pero, como el amor, debe el dolor ser mudo: No lo digáis, sufridlo en esperanza. Así este pueblo iluso Agonizará antes, presa ya de la muerte, Y vedle luego abierto, rosa eterna en los mares.
es
Plaza_Llamas,Antonio
<XXI
¿Qué_Es_El_Arte?_—De_Dolores
¿Qué es el arte? —De dolores un germen, lleno de encanto; sol de quemantes fulgores; divino carmen de flores que riega el alma con llanto. ¿Qué es la luz? —Un pensamiento. ¿Y la gloria? —Una emoción en que hay placer y tormento; porque el mundo da al talento aplausos y proscripción. Artista, la gloria quema; el laurel* se torna en palma; el aplauso es anatema: porque el arte su diadema forma con llanto del alma. Por eso tú, a quien pregona la fama actriz, y caminas entre aplauso que emociona, te ciñes bella corona de laureles y de espinas. Sufre y triunfa: es necesario ya que tu ingenio profundo orna del arte el santuario, que atravieses un Calvario entre el aplauso del mundo. Sufre y triunfa: al fin la historia vendrá de tu nombre en pos, para guardar tu memoria; que si Dios es todo gloria, la gloria es algo de Dios.
es
Jiménez,Juan_Ramón
<XXI
Yo_No_Soy_Yo.
Yo no soy yo. Soy este que va a mi lado sin yo verlo, que, a veces, voy a ver, y que, a veces olvido. El que calla, sereno, cuando hablo, el que perdona, dulce, cuando odio, el que pasea por donde no estoy, el que quedará en pie cuando yo muera.
es
Lugones,Leopoldo
<XXI
Rogué_Al_Amor,_Por_No_Verte
Rogué al amor, por no verte, que me cegara como él. Perdí la vista y tu imagen flotó en mi sombra más fiel. Cansado de tus desdenes, ensordecer le pedí. Todo calló; mas tu acento, seguía cantando en mí. Al exceso de sus penas, perdí olfato y paladar. Mas tu aroma y mi amargura nunca las pude borrar. Que insensible me tornara, fuera fácil petición, pues mi dolor y mi vida ya una misma cosa son. Sólo me resta pedirle, para alcanzar la quietud, que me dé muerte y olvido en anónimo ataúd. Pero una duda me asalta bajo esta pena fatal: ¿Y si es el alma la herida?... ¿Y si el alma es inmortal?...
es
López_Velarde,Ramón
<XXI
Mi_Virtud_De_Sentir_Se_Acoge_A_La_Divisa
Mi virtud de sentir se acoge a la divisa del barómetro lúbrico, que en su enagua violeta los volubles matices de los climas sujeta con una probidad instantánea y precisa. Mi única virtud es sentirme desollado en el templo y la calle, en la alcoba y el prado. Orean mi bautismo, en alma y carnes vivas, las ráfagas eternas entre las fugitivas. Todo me pide sangre: la mujer y la estrella, la congoja del trueno, la vejez con su báculo, el grifo que vomita su hidráulica querella, y la lámpara, parpadeo del tabernáculo. Todo lo que a mis ojos es limpio y es agudo bebe de mis droláticas arterias el saludo. Mi ángel guardián y mi demonio estrafalario, desgranando granadas fieles, siguen mi pista en las vicisitudes de la bermeja lista que marca, en tierra firme y en mar, mi itinerario. Como aquel que fue herido en la noche agorera y denunció su paso goteando la acera, yo puedo desandar mi camino rubí, hasta el minuto y hasta la casa en que nací místicamente armado contra la laica era. Dejo, sin testamento, su gota a cada clavo teñido con la savia de mi ritual madera; no recojo mi sangre, ni siquiera la lavo. Espiritual al prójimo, mi corazón se inmola para hacer un empréstito sin usuras aciagas a la clorosis virgen y azul de los Gonzagas y a la cárdena quiebra del Marqués de Priola. ¿En qué comulgatorio secreto hay que llorar? ¿Qué brújula se imanta de mi sino? ¿Qué par de trenzas destronadas se me ofrecen por hijas? ¿Qué lecho esquinal pide tibieza en su tramonto? Ánima adoratriz: a la hora que elijas para ensalzar tus fieles granadas, estoy pronto. Mas será con el cálculo de una amena medida: que se acaben a un tiempo el arrobo y la vida y que del vino fausto no quedando en la mesa ni la hez de una hez, se derrumbe en la huesa el burlesco legado de una estéril pavesa. Orean mi bautismo, en alma y carnes vivas, las ráfagas eternas entre las fugitivas. Todo me pide sangre: la mujer y la estrella, la congoja del trueno, la vejez con su báculo, el grifo que vomita su hidráulica querella, y la lámpara, parpadeo del tabernáculo. Todo lo que a mis ojos es limpio y es agudo bebe de mis droláticas arterias el saludo. Mi ángel guardián y mi demonio estrafalario, desgranando granadas fieles, siguen mi pista en las vicisitudes de la bermeja lista que marca, en tierra firme y en mar, mi itinerario. Como aquel que fue herido en la noche agorera y denunció su paso goteando la acera, yo puedo desandar mi camino rubí, hasta el minuto y hasta la casa en que nací místicamente armado contra la laica era. Dejo, sin testamento, su gota a cada clavo teñido con la savia de mi ritual madera; no recojo mi sangre, ni siquiera la lavo. Espiritual al prójimo, mi corazón se inmola para hacer un empréstito sin usuras aciagas a la clorosis virgen y azul de los Gonzagas y a la cárdena quiebra del Marqués de Priola. ¿En qué comulgatorio secreto hay que llorar? ¿Qué brújula se imanta de mi sino? ¿Qué par de trenzas destronadas se me ofrecen por hijas? ¿Qué lecho esquinal pide tibieza en su tramonto? Ánima adoratriz: a la hora que elijas para ensalzar tus fieles granadas, estoy pronto. Mas será con el cálculo de una amena medida: que se acaben a un tiempo el arrobo y la vida y que del vino fausto no quedando en la mesa ni la hez de una hez, se derrumbe en la huesa el burlesco legado de una estéril pavesa.
es
Silva,José_Asunción
<XXI
Suspiro
Si en tus recuerdos ves algún día entre la niebla de lo pasado surgir la triste memoria mía medio borrada ya por los años, piensa que fuiste siempre mi anhelo y si el recuerdo de amor tan santo mueve tu pecho; nubla tu cielo, llena de lágrimas tus ojos garzos; ¡ah! ¡no me busques aquí en la tierra donde he vivido, donde he luchado, sino en el reino de los sepulcros donde se encuentran paz y descanso!
es
Galeano,Eduardo
<XXI
El_Lenguaje_Y_El_Arte
El Chinolope vendía diarios y lustraba zapatos en La Habana. Para salir de pobre, se marchó a Nueva York. Allá, alguien le regaló una vieja cámara de fotos. El Chinolope nunca había tenido una cámara en las manos, pero le dijeron que era fácil. —Tú miras por aquí y aprietas allí. Y se echó a las calles. Y a poco andar escuchó balazos y se metió en una barbería y alzó la cámara y miró por aquí y apretó allí. En la barbería habían acribillado al gangster Joe Anastasial que se estaba afeitando, y esa fue la primera foto de la vida profesional del Chinolope. Se la pagaron una fortuna. Esa foto era una hazaña. El Chinolope había logrado fotografiar a la muerte. La muerte estaba allí: no en el muerto, ni en el matador. La muerte estaba en la cara del barbero que la vio. Tú miras por aquí y aprietas allí.
es
Díaz,Nelson
XXI
Me_Marcho
cansado aburrido asqueado demasiado plástico a mi alrededor si al menos fuera biodegradable.
es
Machado,Manuel
<XXI
Villamediana_(Retrato_De_La_Época)
El conde, orgullo y gloria, las damas galantea y a los nobles zahiere —madrigal y epigrama—, cuando un paje, de lejos y por señas, le llama. No lleva el paje escudo ni señorial librea. «Venid —le dice quedo—; seguidme... ¡a donde sea! Sólo deciros puedo que es hermosa la dama... Mas a oscuras el sitio está donde se os llama, y aún quiere que el camino desconocido os sea». Duda un momento el conde, y recela, no en vano, que siniestra emboscada aceche sus arrojos... Mas, aferrando al cinto los dorados puñales, al paje, que sonríe resuelto da la mano... Y el pajecillo rubio pone sobre sus ojos un pañuelo bordado con las armas reales. «Venid —le dice quedo—; seguidme... ¡a donde sea! Sólo deciros puedo que es hermosa la dama... Mas a oscuras el sitio está donde se os llama, y aún quiere que el camino desconocido os sea». Duda un momento el conde, y recela, no en vano, que siniestra emboscada aceche sus arrojos... Mas, aferrando al cinto los dorados puñales, al paje, que sonríe resuelto da la mano... Y el pajecillo rubio pone sobre sus ojos un pañuelo bordado con las armas reales. Duda un momento el conde, y recela, no en vano, que siniestra emboscada aceche sus arrojos... Mas, aferrando al cinto los dorados puñales, al paje, que sonríe resuelto da la mano... Y el pajecillo rubio pone sobre sus ojos un pañuelo bordado con las armas reales. al paje, que sonríe resuelto da la mano... Y el pajecillo rubio pone sobre sus ojos un pañuelo bordado con las armas reales.
es
Chocano,José_Santos
<XXI
Mozo,_Apresta_Un_Vaso_Del_Mejor_Ajenjo
Mozo, apresta un vaso del mejor ajenjo, de azufrados tonos y opaco cristal; el que estampa besos de irritadas tintas en los negros labios del Ángel del Mal. He arrojado al cesto del desprecio mío las áureas botellas del vino mejor... ¡Sólo quiero ajenjo! ¡Las hojas de parra desde el tiempo de Eva huelen a pudor! ¡Sólo quiero ajenjo! Que, a través del vaso de Musset, grandezas los ensueños ven; y, como el ajenjo, verdes son los ojos de la tentadora sierpe del Edén... Fumo... Los aromas del tabaco rubio hacen en la pipa lujo de vigor... Fumo y me sonrío; y acodado y triste contemplo la escena sin odio ni amor. Hay frío. Es invierno. La estufa que duerme entre albas cenizas, a un rincón está... Bebamos: la copa da sangre a las venas y la nueva sangre nuevo ardor nos da. ¡Ay! ¡cuántas cabezas que admira este mundo, siempre seducido por falso esplendor, vacías parecen estufas sin fuego, pipas sin tabaco, vasos sin licor!...
es
Lumbela,Amado
XXI
Puerta_Del_Sol,_15_De_Mayo
Las golondrinas se elevan por mi barrio y en la distancia vibra una joven primavera, Puerta del Sol vestida de renuevo que suena en mis adentros y me espera resplandeciente de almas conjuntadas que invocan la justicia perdida en los decenios de inoperantes regentes que la llevan. Buscad, jóvenes, clamad paz y constancia, no dejéis de gritar las libertades a todos timoneles confundidos con vuestra sangre despierta de esperanza, no dejéis que os vacíen más la vidas los lobos que en su noche os roban las esencias y al despertar os llenan de falacias. Cuando la ley es injusta, se traspasa, lo hicieron Luther King, Gandhi, Nelson Mandela, hasta el mismo Jesús saltó la regla cuando se sabe que es justo lo que quieres y sólo quieres quitarte la condena de ser el reo de un yugo de extravíos que ensalza al opresor y a ti te mengua. Dice la junta central electoral que te prohiben, que sobras, que molestas, les rompes la rutina, les alteras, y tú aguantas sin casa, sin faena, te dejan secuestrado en tu futuro en este España lustrosa de euroabuso dejan que los raptores se acrecienten a cambio de ser nada en esta empresa. Buscad, también mayores, proclamad por el legado que deja vuestra herencia, por esa dignidad que a todos toca, si cedes te arrinconan y te acallan y el poderoso pasea sus poderes que de tus manos surgieron en esfuerzo y a ellas deben volver en abundancia.
es
Chocano,José_Santos
<XXI
En_Tanto_Que_Del_Fraile_Recibía
En tanto que del fraile recibía paternal benedición el buen anciano, el indio vio de pronto... ¿Qué vería que el haz de flechas retembló en su mano? Una mujer. ¡Cuán blanca! parecía una dulce visión, un sueño vano. Ensayando una atlética apostura, en su carcaj de flechas apoyado, era él como clásica figura el Satán de las selvas asombrado de encontrar en su Infierno a un alma pura. Aquella tarde, en tanto que el rudo labrador y el fraile austero platicaban, la tímida doncella, a la puerta, gozaba del encanto con que el rojizo resplandor postrero hace caer estrella tras estrella como gotas de llanto. El indio, al par, se hundía en el alarde penúltimo del Sol, que en su derroche envolvía los restos de la tarde en el crespón de la enlutada noche... Y entonces fue la escena de extraño simbolismo. La tarde. El bosque de pavor se llena y su boca de espanto abre el abismo... —¿Ves?— dijo el indio; y señalando al frente, quedó un instante, pensativo y mudo. Sobre un picacho, imperativamente, se erguía un buitre, en actitud de enojo, como blasón de señorial escudo, encendido de Sol, teñido en rojo. —¿Ves?— repitiole el indio a la doncella, fija del Sol en la postrera lumbre. —¡Tú eres!— le dijo; y le enseñó una estrella. —¡Yo soy!— le dijo; y le mostró la cumbre. Súbito, el cóndor vuela. El indio alista su arco, empuña una flecha y se prepara: tiende hacia el cóndor, con segura vista, la flecha sobre el arco; y la dispara. Silba rauda la flecha. El cóndor grita; y, entre los nubarronnes sempiternos, se desenvuelve la espiral descrita por un alma que rueda en los infiernos... Toca tierra por fin... El abanico de sus rendidas alas de combate, sacude al pie del cazador; se abate; tira atrás la cabeza; y abre el pico... La aguda flecha que vibró en el arco y que clavada está —firme y derecha— parece un mástil sobre un roto barco; y el cóndor revolcándose en un charco, nudo de plumas que ensartó una flecha. En la noche, la virgen temblorosa, después de recordar la escena extraña entre el cóndor, la flecha venenosa y el indio cazador de la montaña, siéntese dominada de terrores; y en tanto que al redor todo reposa, ella duerme soñando en los amores de un vampiro con una mariposa... Al primer resplandor del nuevo día, vuelve a anudar el varonil salvaje, tras las huellas del fraile que le guía, su brevemente interrumpido viaje. Y allá va, tras del fraile... En una arruga de las montuosas faldas desparece... La sombra en tanto por los cielos fuga, el Sol se impone y la mañana crece. Y entre los pliegues de esas mismas faldas, la cumbre circunfleja, donde el cóndor estuvo, alza su ceja a la manera de cortante quilla, como un titán que se tendió de espaldas y que dobló hasta el cielo una rodilla.
es
Aleixandre,Vicente
<XXI
Son_Campanas
Corazón estriado bajo campanas muertas pide altura. Campanas son campanas, son latidos ocultos de un giro que no llega. El pueblo en lontananza del tamaño de un ojo entornado yace en verde sin respirar aún, medio camino o brazo tibio al beso. Campanas de la dicha, de una sed de espiral donde un grito mudo del tamaño de un niño moribundo no acaba de caer como nieve a los hombros. Blandura de un paisaje de suspiros por el que andar no cuesta aunque ese mar se altera al respirar despacio una tristeza o lámina comida. Mientras suenan campanas como zapatos tristes descabalados en la tarde suave; mejilla son que pide ser pisada, mientras suspira un alba aún bajo tierra.
es
Pombo,Rafael
<XXI
¡Yanquis!_Mucho_Hallo_En_Vosotros
¡Yanquis! mucho hallo en vosotros Que de admiración me exalta; Mucho bueno, y cuya falta Nos embolisma a nosotros. Con qué tesón cada cual. Incontenible anda y suda Por su go-ahead, y ayuda Al go-ahead general. Cada quisque, malo o bueno, Ganando él mismo su pan Mozo o viejo, muía o can, Y no gorreando el ajeno. Tierra feliz do no manda La torpe envidia infernal. Ni el bien de uno es de otro mal, Ni el que manda se desmanda. Do felicidad no es ocio, Ni desorden libertad, Ni audaz inmoralidad El más seguro negocio. Do la virtud no es quizá Tan sublime, a mi juicio, Por no haber a su ejercicio Tanta ocasión como allá. ¡Qué máquina de nación Sin pieza inútil o inerte! No hay quien ponga de esta suerte Límite a vuestra expansión. Más bien actívala el mundo (Pese a la intención contraria) Con su absurda maquinaria O su lidiar infecundo. Pero antes de que llevéis A los montes de mi tierra Esta irresistible guerra De trabajo y paz que hacéis; Antes que sepáis andar Por tanto túnel volcánico, Y en tren electrosatánico El firmamento escalar. Desembarcando en montón Del Cotopaxi en la cumbre, Horeb do a la muchedumbre Dictéis civilización; Y con su eléctrico cielo1 Pulvericéis las montañas Sacando de sus entrañas El oro acuñado al vuelo; O antes que sepáis siquiera Cambiar vuestro infecto estío Por el balsámico frío De nuestra gran Cordillera; En nubes de tafetanes, Más frescas que un abanico, Flotando de pico en pico Desde aquí hasta Magallanes, Un favor voy a pedir De vuestra cortesanía: Dejad la horrenda manía De desgarrar y escupir, O ved bien al disparar, Apuntad correctamente, Porque allí debajo hay gente Y aun pudiera yo pasar. Sois el mayor tragaldabas, El tragatierras mayor, ¡Yanquis, y os falta el valor De tragaros vuestras babas! Sin ascos ni gargarismos, Indios y aun negros tragáis, Y sin embargo mostráis Asco de vosotros mismos. ¿Os da horror u os da catarro Hablar británica lengua, Y echáis por lavar tal mengua Tras cada frase un desgarro? ¿O así queréis del terreno Garantir la propiedad Por aquella inmunidad Que goza el desgarro ajeno? Si el canon expectorante Es vuestra arma anexionista, No habrá plaza que resista Bombardeo semejante. iQué digo! al solo empezar A llover estrellas tales, Los mismos guardahospitales Huirán sin capitular. Mas no volváis a inquirir Por qué la dispepsia os mata: Esa es la pena inmediata De semejante escupir... ¡Ah! ni volváis a marcar Con bastones y tacones El compás de cuantos sones Acertáis a acompañar. Cual si corrieseis parejas Con los corceles de Apolo, Y en los pies, y allí tan sólo, Tuvieseis un par de orejas; O como si aquel divino Manjar no os diese placer Mayor que el de ensordecer E impacientar al vecino. Dejad de zapatear Hasta aue inventéis zapatos Más músicos y más gratos Que Rossini o que Mozart. Mientras tanto, a los bastones Prefiero los cantarines, Y una orquesta de violines A una orquesta de tacones. Pensad qué armazón tan vana Son aquí casa y teatro, Hechos hoy en tres por cuatro Para quemarlos mañana. Y cuidad de entusiasmaros Con el alma y no con pies, Si no tenéis interés En vender los huesos caros. Vuestras damas, que en finura De alma y de rostro y maneras Envidia son de extranjeras Y de extranjeros locura, A pesar de su alma fuerte Sufren nerviosos insultos Cuando coceáis incultos, O desgarráis de tal suerte. E indigna ver que esos trajes, Cuya orla besara un rey, Vayan barriendo en Broadway Tan inmundos homenajes. Y cuando mascáis tabaco... lOh, qué horror! llega al tobillo La ola. Nuestro cigarrillo Es mucho mejor, ¡por Baco! Enmendaos, y no habrá Inconveniente ni obstáculo En gozar del espectáculo Que vuestra grandeza da. No pateéis, dejadme oír, No escupáis, dejadme ver Vuestro sublime taller, Obreros del porvenir. Y espero que a fuer de grandes No le arrugaréis la ceja A esta diminuta queja Que os da un gorrión de los Andes. go-ahead go-ahead gorreando
es
Botella,Jorge
XXI
La_Muerte_La_Pintamos
La muerte la pintamos rodeada de umbrías, sin soles, sin colores, sin narcisos que se abran a ti. La muerte la entonamos rodeada de silencios, sin clarines, sin laudes, sin baladas que te canten a ti. La muerte la narramos rodeada de misterios, sin poemas, sin rimas, sin sonetos que te hablen a ti. La muerte la soñamos rodeada de recuerdos, sin jazmines, sin violetas, sin amores que te besen a ti. La muerte la probamos rodeada de ruinas, sin abrazos, sin amigos, sin hermanos que te sigan a ti. La muerte la entonamos rodeada de silencios, sin clarines, sin laudes, sin baladas que te canten a ti. La muerte la narramos rodeada de misterios, sin poemas, sin rimas, sin sonetos que te hablen a ti. La muerte la soñamos rodeada de recuerdos, sin jazmines, sin violetas, sin amores que te besen a ti. La muerte la probamos rodeada de ruinas, sin abrazos, sin amigos, sin hermanos que te sigan a ti. La muerte la narramos rodeada de misterios, sin poemas, sin rimas, sin sonetos que te hablen a ti. La muerte la soñamos rodeada de recuerdos, sin jazmines, sin violetas, sin amores que te besen a ti. La muerte la probamos rodeada de ruinas, sin abrazos, sin amigos, sin hermanos que te sigan a ti. La muerte la soñamos rodeada de recuerdos, sin jazmines, sin violetas, sin amores que te besen a ti. La muerte la probamos rodeada de ruinas, sin abrazos, sin amigos, sin hermanos que te sigan a ti. La muerte la probamos rodeada de ruinas, sin abrazos, sin amigos, sin hermanos que te sigan a ti.
es
Gautier_Benítez,José
<XXI
Regreso
Por fin corazón, por fin alienta con la esperanza, que entre nubes de carmín, del horizonte la confín, ya la tierra a ver se alcanza. Luce la aurora en oriente rompiendo pardas neblinas, y la luz, como un torrente, se tiende por la ancha frente de verdísimas colinas. Ya se va diafanizando de la mar la espesa bruma; el buque sigue avanzando, y va la tierra brotando como Venus de la espuma. Y allá sobre el fondo oscuro que sus montañas le dan, bajo un cielo hermoso y puro, mi bellísimo San Juan. Y aunque es ciudad amada mis afecciones encierra, con el alma entusiasmada, yo no me acuerdo de nada sino de ver esa tierra. Perdonadle al desterrado ese dulce frenesí; vuelo a mi mundo adorado, ¡y yo estoy enamorado del la tierra en que nací! Para poder conocerla, es preciso compararla, de lejos en sueños verla; y para saber quererla es necesario dejarla. ¡Oh!, no envidie tu belleza, de otra inmensa población el poder y la riqueza que allí vive la cabeza y aquí vive el corazón. Y si vivir es sentir, y si vivir es pensar, yo puedo, patria, decir que no he sabido vivir al dejarte de mirar. Que aunque templado y suave no vive, no, en el ambiente el pez de las ondas nave ni entre las ondas el ave, ni yo de mi patria ausente. ¡Patria!, jardín del mar, la perla de las Antillas ¡Tengo ganas de llorar! ¡Tengo ganas de besar las arenas de tus orillas! Si entre lágrimas te canto, patria mía, no te asombres, porque es de amor ese llanto, y ese amor es el más santo de los amores del hombre. Tuya es la vida que aliento, es tuya mi inspiración, es tuyo mi pensamiento, tuyo, todo sentimiento que brote en mi corazón. Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo patria de ti. No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte. Luce la aurora en oriente rompiendo pardas neblinas, y la luz, como un torrente, se tiende por la ancha frente de verdísimas colinas. Ya se va diafanizando de la mar la espesa bruma; el buque sigue avanzando, y va la tierra brotando como Venus de la espuma. Y allá sobre el fondo oscuro que sus montañas le dan, bajo un cielo hermoso y puro, mi bellísimo San Juan. Y aunque es ciudad amada mis afecciones encierra, con el alma entusiasmada, yo no me acuerdo de nada sino de ver esa tierra. Perdonadle al desterrado ese dulce frenesí; vuelo a mi mundo adorado, ¡y yo estoy enamorado del la tierra en que nací! Para poder conocerla, es preciso compararla, de lejos en sueños verla; y para saber quererla es necesario dejarla. ¡Oh!, no envidie tu belleza, de otra inmensa población el poder y la riqueza que allí vive la cabeza y aquí vive el corazón. Y si vivir es sentir, y si vivir es pensar, yo puedo, patria, decir que no he sabido vivir al dejarte de mirar. Que aunque templado y suave no vive, no, en el ambiente el pez de las ondas nave ni entre las ondas el ave, ni yo de mi patria ausente. ¡Patria!, jardín del mar, la perla de las Antillas ¡Tengo ganas de llorar! ¡Tengo ganas de besar las arenas de tus orillas! Si entre lágrimas te canto, patria mía, no te asombres, porque es de amor ese llanto, y ese amor es el más santo de los amores del hombre. Tuya es la vida que aliento, es tuya mi inspiración, es tuyo mi pensamiento, tuyo, todo sentimiento que brote en mi corazón. Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo patria de ti. No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte. Ya se va diafanizando de la mar la espesa bruma; el buque sigue avanzando, y va la tierra brotando como Venus de la espuma. Y allá sobre el fondo oscuro que sus montañas le dan, bajo un cielo hermoso y puro, mi bellísimo San Juan. Y aunque es ciudad amada mis afecciones encierra, con el alma entusiasmada, yo no me acuerdo de nada sino de ver esa tierra. Perdonadle al desterrado ese dulce frenesí; vuelo a mi mundo adorado, ¡y yo estoy enamorado del la tierra en que nací! Para poder conocerla, es preciso compararla, de lejos en sueños verla; y para saber quererla es necesario dejarla. ¡Oh!, no envidie tu belleza, de otra inmensa población el poder y la riqueza que allí vive la cabeza y aquí vive el corazón. Y si vivir es sentir, y si vivir es pensar, yo puedo, patria, decir que no he sabido vivir al dejarte de mirar. Que aunque templado y suave no vive, no, en el ambiente el pez de las ondas nave ni entre las ondas el ave, ni yo de mi patria ausente. ¡Patria!, jardín del mar, la perla de las Antillas ¡Tengo ganas de llorar! ¡Tengo ganas de besar las arenas de tus orillas! Si entre lágrimas te canto, patria mía, no te asombres, porque es de amor ese llanto, y ese amor es el más santo de los amores del hombre. Tuya es la vida que aliento, es tuya mi inspiración, es tuyo mi pensamiento, tuyo, todo sentimiento que brote en mi corazón. Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo patria de ti. No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte. Y allá sobre el fondo oscuro que sus montañas le dan, bajo un cielo hermoso y puro, mi bellísimo San Juan. Y aunque es ciudad amada mis afecciones encierra, con el alma entusiasmada, yo no me acuerdo de nada sino de ver esa tierra. Perdonadle al desterrado ese dulce frenesí; vuelo a mi mundo adorado, ¡y yo estoy enamorado del la tierra en que nací! Para poder conocerla, es preciso compararla, de lejos en sueños verla; y para saber quererla es necesario dejarla. ¡Oh!, no envidie tu belleza, de otra inmensa población el poder y la riqueza que allí vive la cabeza y aquí vive el corazón. Y si vivir es sentir, y si vivir es pensar, yo puedo, patria, decir que no he sabido vivir al dejarte de mirar. Que aunque templado y suave no vive, no, en el ambiente el pez de las ondas nave ni entre las ondas el ave, ni yo de mi patria ausente. ¡Patria!, jardín del mar, la perla de las Antillas ¡Tengo ganas de llorar! ¡Tengo ganas de besar las arenas de tus orillas! Si entre lágrimas te canto, patria mía, no te asombres, porque es de amor ese llanto, y ese amor es el más santo de los amores del hombre. Tuya es la vida que aliento, es tuya mi inspiración, es tuyo mi pensamiento, tuyo, todo sentimiento que brote en mi corazón. Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo patria de ti. No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte. Y aunque es ciudad amada mis afecciones encierra, con el alma entusiasmada, yo no me acuerdo de nada sino de ver esa tierra. Perdonadle al desterrado ese dulce frenesí; vuelo a mi mundo adorado, ¡y yo estoy enamorado del la tierra en que nací! Para poder conocerla, es preciso compararla, de lejos en sueños verla; y para saber quererla es necesario dejarla. ¡Oh!, no envidie tu belleza, de otra inmensa población el poder y la riqueza que allí vive la cabeza y aquí vive el corazón. Y si vivir es sentir, y si vivir es pensar, yo puedo, patria, decir que no he sabido vivir al dejarte de mirar. Que aunque templado y suave no vive, no, en el ambiente el pez de las ondas nave ni entre las ondas el ave, ni yo de mi patria ausente. ¡Patria!, jardín del mar, la perla de las Antillas ¡Tengo ganas de llorar! ¡Tengo ganas de besar las arenas de tus orillas! Si entre lágrimas te canto, patria mía, no te asombres, porque es de amor ese llanto, y ese amor es el más santo de los amores del hombre. Tuya es la vida que aliento, es tuya mi inspiración, es tuyo mi pensamiento, tuyo, todo sentimiento que brote en mi corazón. Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo patria de ti. No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte. Perdonadle al desterrado ese dulce frenesí; vuelo a mi mundo adorado, ¡y yo estoy enamorado del la tierra en que nací! Para poder conocerla, es preciso compararla, de lejos en sueños verla; y para saber quererla es necesario dejarla. ¡Oh!, no envidie tu belleza, de otra inmensa población el poder y la riqueza que allí vive la cabeza y aquí vive el corazón. Y si vivir es sentir, y si vivir es pensar, yo puedo, patria, decir que no he sabido vivir al dejarte de mirar. Que aunque templado y suave no vive, no, en el ambiente el pez de las ondas nave ni entre las ondas el ave, ni yo de mi patria ausente. ¡Patria!, jardín del mar, la perla de las Antillas ¡Tengo ganas de llorar! ¡Tengo ganas de besar las arenas de tus orillas! Si entre lágrimas te canto, patria mía, no te asombres, porque es de amor ese llanto, y ese amor es el más santo de los amores del hombre. Tuya es la vida que aliento, es tuya mi inspiración, es tuyo mi pensamiento, tuyo, todo sentimiento que brote en mi corazón. Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo patria de ti. No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte. Para poder conocerla, es preciso compararla, de lejos en sueños verla; y para saber quererla es necesario dejarla. ¡Oh!, no envidie tu belleza, de otra inmensa población el poder y la riqueza que allí vive la cabeza y aquí vive el corazón. Y si vivir es sentir, y si vivir es pensar, yo puedo, patria, decir que no he sabido vivir al dejarte de mirar. Que aunque templado y suave no vive, no, en el ambiente el pez de las ondas nave ni entre las ondas el ave, ni yo de mi patria ausente. ¡Patria!, jardín del mar, la perla de las Antillas ¡Tengo ganas de llorar! ¡Tengo ganas de besar las arenas de tus orillas! Si entre lágrimas te canto, patria mía, no te asombres, porque es de amor ese llanto, y ese amor es el más santo de los amores del hombre. Tuya es la vida que aliento, es tuya mi inspiración, es tuyo mi pensamiento, tuyo, todo sentimiento que brote en mi corazón. Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo patria de ti. No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte. ¡Oh!, no envidie tu belleza, de otra inmensa población el poder y la riqueza que allí vive la cabeza y aquí vive el corazón. Y si vivir es sentir, y si vivir es pensar, yo puedo, patria, decir que no he sabido vivir al dejarte de mirar. Que aunque templado y suave no vive, no, en el ambiente el pez de las ondas nave ni entre las ondas el ave, ni yo de mi patria ausente. ¡Patria!, jardín del mar, la perla de las Antillas ¡Tengo ganas de llorar! ¡Tengo ganas de besar las arenas de tus orillas! Si entre lágrimas te canto, patria mía, no te asombres, porque es de amor ese llanto, y ese amor es el más santo de los amores del hombre. Tuya es la vida que aliento, es tuya mi inspiración, es tuyo mi pensamiento, tuyo, todo sentimiento que brote en mi corazón. Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo patria de ti. No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte. Y si vivir es sentir, y si vivir es pensar, yo puedo, patria, decir que no he sabido vivir al dejarte de mirar. Que aunque templado y suave no vive, no, en el ambiente el pez de las ondas nave ni entre las ondas el ave, ni yo de mi patria ausente. ¡Patria!, jardín del mar, la perla de las Antillas ¡Tengo ganas de llorar! ¡Tengo ganas de besar las arenas de tus orillas! Si entre lágrimas te canto, patria mía, no te asombres, porque es de amor ese llanto, y ese amor es el más santo de los amores del hombre. Tuya es la vida que aliento, es tuya mi inspiración, es tuyo mi pensamiento, tuyo, todo sentimiento que brote en mi corazón. Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo patria de ti. No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte. Que aunque templado y suave no vive, no, en el ambiente el pez de las ondas nave ni entre las ondas el ave, ni yo de mi patria ausente. ¡Patria!, jardín del mar, la perla de las Antillas ¡Tengo ganas de llorar! ¡Tengo ganas de besar las arenas de tus orillas! Si entre lágrimas te canto, patria mía, no te asombres, porque es de amor ese llanto, y ese amor es el más santo de los amores del hombre. Tuya es la vida que aliento, es tuya mi inspiración, es tuyo mi pensamiento, tuyo, todo sentimiento que brote en mi corazón. Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo patria de ti. No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte. ¡Patria!, jardín del mar, la perla de las Antillas ¡Tengo ganas de llorar! ¡Tengo ganas de besar las arenas de tus orillas! Si entre lágrimas te canto, patria mía, no te asombres, porque es de amor ese llanto, y ese amor es el más santo de los amores del hombre. Tuya es la vida que aliento, es tuya mi inspiración, es tuyo mi pensamiento, tuyo, todo sentimiento que brote en mi corazón. Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo patria de ti. No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte. Si entre lágrimas te canto, patria mía, no te asombres, porque es de amor ese llanto, y ese amor es el más santo de los amores del hombre. Tuya es la vida que aliento, es tuya mi inspiración, es tuyo mi pensamiento, tuyo, todo sentimiento que brote en mi corazón. Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo patria de ti. No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte. Tuya es la vida que aliento, es tuya mi inspiración, es tuyo mi pensamiento, tuyo, todo sentimiento que brote en mi corazón. Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo patria de ti. No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte. Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo patria de ti. No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte. No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte.
es
Flórez,Julio
<XXI
La_Primavera
¡La campiña! Sobre el césped del cortijo va la niña tierna, rubia, frágil, blanca; —bajo el brazo la muñeca de cartón rosada y hueca— salta, corre, canta, grita, y sus fúlgidos ojazos copian toda la pureza de la bóveda infinita. Vedla: es ritmo y es donaire; sus desnudos pies se agitan y parece que también tuviesen alas como el aire. Dulcemente el aura toca el capullo de su boca que es esencia y es frescura y es panal, húmedo y tibio, de miel pura. Va contenta, retozona, va de prisa; y en sus labios aletea como un ave sobre el nido, la sonrisa. Primavera en los jardines, bosques, valles y barrancas, echa rosas, rosas, rosas, rosas blancas. Una crencha rubia miente un celaje sobre el campo de su frente; frente casta, perla enorme que en el oro de sus rizos arcangélicos se engasta; frente pura que humedece el sudor, y que parece, bajo el soplo sano y frío de los céfiros, camelia empapada de rocío. Va la niña; tal vez sueña con las hadas, y se cuenta ella misma, el cuentecillo de la pobre Cenicienta. Y sus gritos melodiosos en las ráfagas deslíe, juguetona, parlanchina, mientras salta, corre y ríe. Nace el alba; vibra el orto sus espadas de reflejos, y el espacio se sonrosa, y un gran vaho de perfumes acres, llega de muy lejos. Primavera en los jardines, bosques, valles y barrancas, echa rosas, rosas, rosas, rosas blancas.
es
Fuertes,Gloria
<XXI
Se_Suicidó_La_Estatua_Del_Dictador
Se suicidó la estatua del dictador. La estatua vivía en el centro del estanque. Una noche de viento la estatua se lanzó al agua. La estatua del dictador murió ahogada. Sólo las gaviotas la echaron de menos. Sólo las gaviotas la echaron de menos.
es
Pombo,Rafael
<XXI
Los_Que_Dejando_A_España_La_Romántica
Los que dejando a España la romántica O el mundo tropical encantador, Donde la vida es un banquete opíparo Que abre naturaleza a su Señor; Los que al pagar un mudo adiós de lágrimas Al monte azul que visteis al nacer, Enviáis en alas de la brisa un último Voto de eterno amor a una mujer; Si de la lengua el balbuciente oráculo Queréis que no lo burle el corazón, ¡Ah! cuidad bien que la temblante brújula No os encamine hacia esta gran nación. Que no sólo en la frente altiva y clásica De las leonas que la España cría Dios puso a la beldad el sello fúlgido Que del varón demanda idolatría. No sólo un Guayas humedece límpido Un breve par de retozones pies, De esos que puede la amorosa tórtola Con sola una ala cobijar después. No sólo en ojos de limeñas árabes Arde a la sombra el meridiano sol, Ojos do al astro de Capac magnífico Hoy rinde humilde culto el español. Guarda, oh Brasil, tus zalameras náyades Ricas en gracias como en piedras tú, Con aquel infantil hechizo cándido De una lengua gemela del laúd. Mima, oh Caracas, tus gacelas ágiles ¿Quién su andar mira y no las ama ya? Nacidas sobre flores, su pie mínimo Rosas parece que pisando va. Modela, esculpe, Guatemala artística, Tu Venus tropical, noble y gentil, Miniatura de Lima ¿do el Praxíteles Que con el oro encenderá el marfil? Secad las regias cabelleras de ébano, Brisas de Cartagena la inmortal, Sobre esos muros que modernos cíclopes Alzaron con estrépito triunfal. De tus sirenas la canción romántica ¿Quién, quién no extraña, oh Maracaibo, aquí? ¿Quién las galas aéreas de tus sílfídes, Oh Cuba, no extrañó lejos de ti? ¿Quién, que del Istmo a la flexible antélope Ciñó al compás del valse inflamador, No sueña en ese talle esquivo y diáfano, Istmo entre cielo y tierra, istmo de amor? ¿Y olvidaré tus ojinegros ángeles, Culta, caballeresca Bogotá, Con las mejillas de granada y nácare Que el alto ciclo de cóndor les da? ¿O a la caucana, de héroes y de mártires Digna consorte, madre sin igual? ¿O a las del Plata, en toda lid terríficas? ¿O a la quiteña, reina ecuatorial? ¿Y he de olvidar de tus morenas, Méjico, El seno escultural? ¿Y en dónde estás, Chilena, hurí de corazón volcánico, La más celosa y la que quiere más? ¿Más? ¡No! Que Dios al devolver magnífico Al hombre rey su lamentado edén, Radiante como el cielo de los trópicos Su Eva inmortal le devolvió también; Y ella le habló una lengua que a los ángeles Dios para hablar con Él les enseñó, Y trajo en dote al nemoroso tálamo El mejor don del cielo: el corazón. eterno amor Istmo entre cielo y tierra para hablar con Él el corazón Pero el hombre es ingrato... El melancólico Filtro que una mirada húmeda y pía Vertió al partir, encontrará su antídoto Que otra mirada infiltrará algún día. Volvernos locos tras de hacernos pérfidos Vuestra misión, oh americanas, es; Os anexáis el corazón suavísimas Y en su tirano es convertís después. Los que no me creáis, los que entre lágrimas Eterno amor jurasteis al partir A la que ondeando el pañuelito cándido Desde la playa os quiso bendecir, Venid, llegad, y bajo el níveo pórtico Del imperial Saint Nicholas Hotel, Donde se alivia el trovador nostálgico Y se llora la ausencia última vez. Ved desfilar el majestuoso ejército Que anida en sus cuarteles Nueva York, Embalsamando la rosada atmósfera Con su virgen aliento embriagador. ¡Alerta! que él, con disciplina mágica, Antes de combatir os vencerá; ¡Sangre española, tú serás la pólvora Que dando acecho al botafuego está! Por ataviar a esta legión seráfica Todo el mundo. Este a Oeste, Norte a Sur, Viene a verter la copa de sus dádivas, Que puja el oro en arrogante albur. Blondas que teje para reinas Bélgica Realzando senos de alabastro van, Y nido a cuellos de nevada tórtola Da con sus chales la opulenta Irán. Ondas de seda de Damasco espléndidas, Que el Musnud no ajaría en el harem, Barren el polvo... haciendo aquella música Que suspiran las aguas del Zemzem. Fue para estos cabellos que a sus náyades Robó tan ricas perlas Panamá, Y a sus divinas mariposas fúlgidas Sus lechos de esmeraldas Bogotá. Pero ¿qué son rubíes, perlas, záfiros? ¡Cuántas reinas trocaran su esplendor Por sólo el brillo de estos ojos mágicos Con que alumbra sus tronos el amor! De estas mejillas por la fresca púrpura ¡Cuántas su regia púrpura darían! ¡Y su séquito de odios por el séquito De almas en penas que en su amor porfían! ¡Ah! cada hermosa es un amable autócrata: Ley, sus sonrisas; sus palabras, ley, Y una marcha triunfal entre sus subditos Cada excursión por la imperial Broadway, Los fieros amos de la gran República Son sus siervos humildes: ¡ya se ve! ¿Quién no lo fuera de tan lindos déspotas? Y quién podrá decir: no lo seré? Cuando a la luz del tentador crepúsculo, Desde el ido bajel de la ilusión Fugas aéreas de encantada música Vienen a acariciar el corazón, ¡Ay del que mira el fascinante ejército Que ante sus ojos desfilando va! ¡Ay del que adormecido en lago plácido Del Niágara al rugir despertará! Lindas como esos iris, risa falaz del Niágara; Vagas como ellos y caprichosas; Efímeras como ellos. Crueles cual ese abismo de aguas y de cadáveres Que eriza los cabellos Y así atrayentes, vertiginosas. Todo es pasión y vida bajo su frente angélica, Como en sus altas cóleras el espantoso río. ¿Su corazón? ¡Miradlo, oíd clamar sus víctimas En ese abismo oscuro... sordo... insaciable... frío...! Saint Nicholas Hotel Musnud Broadway no lo seré?
es
García_Vargas,Antonio
XXI
Trémulo_Canto
Trémulo canto sus piernas se abrieron parió mi llanto
es
Palés_Matos,Luis
<XXI
Sic_Anactoria
Lágrima solitaria desprendida del pródigo joyero de tus ojos, como una gema de dolor fundida por la candela azul de tus enojos, resbaló sobre luto en tus encajes con exótica gracia y oportuna, como una lentejuela de los trajes que usan las bailarinas de la luna. Y así, llorando, entraste en mi poesía… Te embrujó mi italiana fantasía con brumas, alas, música y estelas; Tus lágrimas fru-fruaron un allegro, y se bordó todo tu traje negro con un brusco rielar de lentejuelas.
es
Eguren,José_María
<XXI
Hespéride
En las sombras verdes, mariposas cubistas. Luceros. El bosque está rezando. Libélulas de lápiz vuelven de la fiesta lejana de las campanillas. Por el tapial distante se ve el árbol de los caramelos, que en la infancia buscábamos en el paseo de la tarde. Anochece. Vienen con sus anteojos los pájaros ateos. Sombra. Los paisajes bobos. Luciolas galantes. En telepatía rosas desveladas.
es
Bello,Andrés
<XXI
Pensando_En_La_Virtud_Maravillosa
Pensando en la virtud maravillosa de esta agua del Olvido he estado un rato, y acá me la comparo a cierta cosa que llamar suele el vulgo iliterato gracia, donaire, estrella venturosa, metafóricamente garabato, a que no hay prenda que en el mundo iguale, pues que por todas juntas ésta vale. No hay honra ni favor que no consiga el que con esta prenda solicite, mientras sin ella la virtud mendiga, y no se estima el mérito un ardite. De perlas es lo que un petate diga, como con este almíbar lo confite; y ¿qué es sin ella el sabio? un estafermo, nacido para el claustro o para el yermo. Esta gracia es la copa que contiene el brebaje que a todos enamora. ¡Oh bienaventurado el que la tiene! Bien puede hacerse cuenta que atesora lo que más acá bajo le conviene, pues como universal reina y señora domina voluntades y opiniones a pesar de Epictetos y Catones. El no dejar que pase por el puente quien el licor no bebe de la taza, quiere decir la tema de la gente, que al que sin artificio ni añagaza medrar presume, no se lo consiente en ninguna manera; que en la plaza del mundo es disparate y desatino la razón, y la alquimia es oro fino. Y aquel total olvido significa la veleidad, que humanas leyes quiebra, y en lo vedado solamente pica, y lo que ve flamante, eso celebra. Lo demás, lector mío, ello se explica. Cumple ahora anudar la rota hebra de mi discurso; y vuelvo al punto donde en pos de Astolfo iba corriendo el Conde. Mas cánsase sin fruto, que Bayardo echando treinta millas va por hora. Corría y más corría el del Leopardo, llevando siempre el rostro hacia la aurora. Figúrase el mal rato que el gallardo Brandimarte estará pasando ahora, y dejar en aquel tan inminente riesgo al amigo, en gran manera siente. Pero no gusta de tener camorra con aquella terrible Durindana, que zumbándole está, por más que corra, en los oídos, aunque asaz lejana. Tampoco Orlando el aguijar ahorra; mas con Astolfo su fatiga es vana. Dándole a Satanás, la grupa vuelve y al mágico jardín tornar resuelve. Donde no cesa aun la zurribanda, pues Brandimarte arroja de la silla a Aquilante y Grifón; y al suelo manda a Clarïón, hundida una costilla. Pero asaltado de una y otra banda, resistir largo tiempo a la cuadrilla difícil es, por más que sude y bregue; pues ¿qué será cuando el de Anglante llegue? Flordelís, la discreta dama y bella que con el joven Brandimarte vino, el insistir en la demanda aquella tiene por un solemne desatino. Por entre los corceles atropella; y levantando el brazo alabastrino, con lagrimosa súplica intercede para que la cuestión suspensa quede. Ruega a su amante que la taza admita y el perder la memoria no le pese, que ella a sacarle de tamaña cuita sin duda tornará, si bien supiese a manos perecer de la maldita encantadora. Aquesto dicho, fuese; y atravesando un matorral sombrío, pasa otra vez el hechizado río. La desigual batalla fenecida, a Brandimarte de la mano lleva la cautelosa maga, y le convida con el licor; el caballero prueba, y cuanto supo en el momento olvida; nuevo ser, nueva vida, llama nueva abriga, y se disipa por el viento del dulce amor primero el pensamiento. ¡Rara bebida cierto y peregrino encanto, que la mente así trasporta! Aquel amor tan acendrado y fino, aquella Flordelís, nada le importa; no valen a sus ojos un comino la gloria y el honor; el alma absorta en Dragontina, la beldad amada, es todo para él, y el resto, nada. Llega en esto anhelante y presuroso Orlando, y a los pies de Dragontina arrodillado en acto vergonzoso, hasta la tierra la cabeza inclina, rogando le perdone si dichoso no fue bastante para darle dina satisfacción del bárbaro enemigo que con la fuga redimió el castigo. El cual, aún no cobrado del asombro (pues se figura que le sigue Orlando), sin tino, sobre cerca y sobre escombro salta, y a su corcel espoleando corre, la barba siempre sobre el hombro; y dejara el correr Dios sabe cuándo, si no llegase a donde un anchuroso campo ejército alberga numeroso. La ocasión preguntó de lo que vía, y un heraldo le dice: «La bandera del potente Agricán de Tartaría es aquella negrísima primera, que en perlas y oro y varia pedrería por una y otra parte reverbera, y tiene por divisa la figura de un lozano bridón de plata pura. «Aquella azul del cándido elefante, es del rey de Mongolia, Sartinero, y la del oso negro en el flotante hielo es la bien conocida del guerrero Radamanto, ridículo gigante, y no menos que estúpido, altanero, que habitador de la hiperbórea zona la nación mosca rige y la lapona. »El estandarte verde a lunas de oro es del señor de Hircania, Poliferno, que potente en estados y en tesoro, tiene de rudas tribus el gobierno; a quien sigue el valiente Lurcanoro, que en desnuda región de hielo eterno rige a una raza audaz que el mar frecuenta y en leve esquife arrostra la tormenta. »Más allá Santaría, rey de Suecia, y como media milla más distante acampa el corpulento, que se precia de mentidas proezas, ruso Argante. La gentuza cosaca, que desprecia cerrados muros por vivir errante en movedizas tiendas, luego aloja, enarbolando aquella enseña roja, »Y tiene por divisa un arco y flecha, y por su jefe al bárbaro Brontino; a quien, tomando un poco a la derecha, el godo Pendragón está vecino. Estas naciones, de las cuales hecha te dejo relación, van en camino con el Kan de Tartaria, que da leyes a todas, y se llama rey de reyes. »El cual a Galafrón hace la guerra, que es del Catay emperador anciano; y jura exterminarle de la tierra, si no le da de Angélica la mano, su hija; y si la voz común no yerra, hermosa sin igual; mas el liviano capricho suyo y loca ligereza dicen que aun sobrepuja a su belleza. »Al Tártaro detesta y aborrece, que es capaz, por su amor, de dar la vida, y señora del Asia hacerla ofrece; mientras por un pelón anda perdida que descalzar a esotro no merece, y de su amor ni su beldad se cuida; con ella los consejos del anciano, las lágrimas, los ruegos, todo es vano. »Galafrón, de quien hoy ha recibido una embajada el Kan de Tartaría, le protesta que parte no ha tenido en la desatentada rebeldía de la joven princesa, que se ha ido del hogar patrio, y doblemente impía contra su padre y rey, desde la Albraca los pueblos le revuelve y le sonsaca. »Así que, reputando insuficiente el desdeñado Rey todo otro medio, mete a saco la tierra, y con ingente fuerza a la Albraca va a poner asedio. Ello es que la Princesa inobediente ha de aceptar el novio sin remedio; y lo que hará mañana, aunque no quiera, querer hacerlo ahora, cuerdo fuera». El duque Astolfo, que el motivo sabe de la inminente lucha estrepitosa, y ve en conflicto tan dudoso y grave a una mujer que un rey soberbio acosa, ayudarle resuelve en cuanto cabe, y hasta entrar en la Albraca no reposa; do llegado, con grande regocijo abrazándole Angélica le dijo: «Tan bien venido seas, caro amigo, como eras deseado ansiosamente. ¡Así mirara yo llegar contigo al paladín Reinaldos, tu pariente; y siquiera trajese el enemigo cuatro veces más armas y más gente! Que de sus amenazas, a fe mía, poquísimo cuidado me daría». «Que sea», dice Astolfo, «un extremado caballero mi primo, te concedo; mas tú también confesarás de grado que en eso del valor yo no le cedo. Ya nos habemos él y yo probado, y sin jactancia asegurarte puedo que, si no le tocó peor destino, al yelmo se lo debe de Mambrino. »Ni que el valor de Orlando exceda al mío estimes tú, por cuanto el mundo diga; pues con el cuerpo hadado, di, ¿qué brío, qué gracia es que trïunfos mil consiga? Encántame la piel, y yo te fío que por el diablo no daré una higa; mas aun así, princesa soberana, harto le hice sudar la otra mañana». Ella, que ya conoce aquel cerbelo, charlar le deja a su sabor gran rato, si bien le pesa oír que bajo el cielo se iguale nadie a su adorado ingrato, y el ponerse con él en paralelo Astolfo, le parece desacato; que en la corte de Carlos bien sabida tuvo de todos ellos la medida. Aloja en lo más alto de la Roca con grande honor el Duque y gran contento. Otro día un tambor al arma toca, y de marcial clamor se llena el viento. La palabra echa apenas de la boca según lo que jadea polvoriento, un corredor, que aproximarse avisa el tártaro Agricano a toda prisa. Toda la guarnición las armas pide, que es de tres mil o pocos más guerreros; y júntanse a consejo, que preside el animoso inglés, los caballeros; donde concordemente se decide los puños apretar y los aceros, y en ninguna manera dar oídos a capitulaciones ni a partidos. Que estando, como estaba, proveída la Roca de forraje y vitüalla, y de tres mil guerreros guarnecida, fuérales mal contado abandonalla. «Yo no he de estarme aquí toda la vida; dejadme, Astolfo dice, ir a batalla. Darele a ese Agricán en la cabeza, si Dios me ayuda, un golpe que le escueza». Astolfo sale en aire de amenaza, cosas diciendo horribles y estupendas; la lanza enristra y el escudo embraza, y al brïoso corcel soltó las riendas. Estaban los contornos de la plaza de gentes enjambrados y de tiendas; no en la selva más hojas aura leve, que allí pendones y penachos, mueve. Miles manda Agricán diez veces ciento (escríbelo, Turpín; no es paparrucha), y Astolfo ríe de todo este armamento, y hace reír a todo el que le escucha. Mas el que mucho parla, mucho viento (dice el proverbio), y poco pan embucha; y otro antiguo refrán, si bien me acuerdo, dice que el loco por la pena es cuerdo. Descabalgado Astolfo fue aquel día, y aprendió discreción para adelante. A toda charla el Duque se venía: «Salga ese Poliferno y ese Argante (diciendo) y Lurcanoro y Santaría y Radamanto, ese feroz gigante; pero salga Agricán primeramente, y, si tiene valor, hágase al frente». Viendo venir un solo caballero, creen que para rendirle otro es bastante. Con desdeñoso gesto y altanero toma esta empresa a cargo suyo Argante; que, estólido además, feroz, grosero, tiene casi estatura de gigante, la nariz chata, ensangrentado el ojo, vedijuda la cara, el pelo rojo. Con el inglés cerró soberbiamente, y es derribado por la lanza de oro. Atónita quedó toda la gente. Cayó también el bravo Lurcanoro; cayó Brontino. Entonces insolente estalla el populacho, y se alza un coro diabólico gritando: «¡Rayo! ¡Fuego! ¡Muera el perro cristiano! ¡Muera luego!» De la otra parte intrépido y seguro, a toda aquella chusma Astolfo espera; no más incontrastable en tierra un muro, en la mar un escollo, pareciera. Roba al cielo la luz el polvo oscuro que con los pies la turba vocinglera, arremetiendo al paladín, levanta. Radamanto a los otros se adelanta y le pisa las huellas Sartinero, con Agricano y Pendragón, rey godo. Fue Radamanto, al embestir, primero, y embistió del mejor posible modo; ni el ser gigante le valió un dinero, que fue rodando con caballo y todo. Pero mientras que Astolfo en él se ocupa, le viene Sartinero por la grupa. Sin el menor escrúpulo el villano le da un golpe terrible tras la oreja, y al mismo tiempo el tártaro Agricano otro golpe le da sobre una ceja. En esto viene Pendragón tirano, y la cuestión finalizada deja otro tercero dándole en el pecho, que del caballo le arrojó gran trecho. Bañado en sangre el paladín desciende, dando de aliento y vida muestra escasa; y mientras ni el cuitado se defiende, ni se mueve, ni sabe qué le pasa, desmonta Pendragón, le agarra y prende, y prisionero se le lleva a casa. Mas con mejor aviso obró Agricano; dejando al Duque, echó al corcel la mano. No sé decir si porque su primero dueño le falta, o porque hallarse entienda en extraña región, solo y señero, sufre Bayardo que Agricán le prenda; lo cierto es que, cual tímido cordero, consiente que le lleven de la rienda, quedando el rey en gran manera ufano al verse dueño del bridón lozano. Sin armadura Astolfo y sin sentido es al Real de Pendragón llevado, donde manda Agricán que socorrido al punto sea, y cual merece, honrado. En extremo le pesa que haya sido fea y villanamente derribado, y que, bastando con su lanza, hubiera otra que en esta lid se entrometiera. Mas estorbarlo el noble rey no pudo; tan grande el torbellino bullanguero del populacho fue salvaje y rudo que en torno se agolpó del caballero. Sangriento el Duque y lívido y desnudo, y difunto más bien que prisionero, sin arnés y corcel y espada y lanza, ni aun a sentir su desventura alcanza. Pues preso Astolfo, y el corcel perdido, y el rico arnés y bella lanza hadada, guerrero no quedó tan atrevido que saliese de Albraca en algarada. La vista tienden sobre el ancho egido, la puente levadiza levantada; todo está en orden tal, que a las almenas pudiera un ave remontarse apenas. En tanto el circasiano Sacripante su poderosa hueste al campo saca; de la princesa del Catay amante, vuela animoso a defender la Albraca; asaltar piensa al Tártaro arrogante entre el silencio de la noche opaca, y con los siete reyes que acaudilla está ya de la plaza a media milla. Es el primero un príncipe cristiano (bien que la Fe su pura luz le esconda), de la Alta Armenia el joven rey Varano, que manda diestra gente a espada y honda; Brunaldo se le sigue, que entrecano tiene el cabello, y reina en Trapisonda; y Torindo, detrás, la de Turquía, y la de Media Savaronio guía. Tras éste marcha Unano, rey bitino, de gran cabeza, aunque de cuerpo chico, y Burdacón, gigante damasquino, de averrugada cara y luengo hocico, y el rey de Babilonia, Trufaldino, patiestevado, feo como un mico, de torcido mirar, falso, bellaco, cobarde insigne, y más ladrón que Caco. De cinco o seis centenas de millares era todo el poder de Circasía; y a la hora en que llaman los cantares del gallo velador al nuevo día, avistaba los altos valladares de la empinada Albraca, y se venía con ordenada marcha y sordo paso sobre el tártaro ejército el Circaso. Sus gentes en silencio trae Varano. Suya la acometida fue primera. Orden les da que sienten bien la mano; a nadie cojan, todo el mundo muera. Cayeron sobre el campo de Agricano, como de lobos tropa carnicera sobre indefensa grey; espesa nube de polvo vuela; el grito al cielo sube. Los ayes de la gente, que del blando sueño pasa en un punto a muerte horrenda, y el espantoso estrépito, volando de fila en fila van, de tienda en tienda. Uno las armas arrebata, cuando otro a los pies turbado se encomienda; cuál va acá, cuál va allá, cuál se está quedo; vense a un tiempo ira, horror, coraje, miedo. ¡Quién de la arremetida carnicera, quién de tantas heridas, golpes, tiros, una décima parte aquí supiera, o sólo una milésima deciros! ¡Quién de las varias muertes la manera entre la parda sombra, referiros, tanto cadáver trunco, y tanta Cota acribillada, y tanta lanza rota! De Armenios está henchido el campamento; y bajo el filo de enemiga espada los Tártaros perecen ciento a ciento, sin que el pedir cuartel sirva de nada. Con dolorido dísono lamento huye la pobre gente desbandada; y en esto llega el rey de Trapisonda esparciendo terror a la redonda. Si antes era tan grande la matanza, llegando estotro ahora ¿cuál sería? Alfanje, hacha, segur, espada, lanza, hacen a cual mayor carnicería; ni de salud la fuga da esperanza; todo cerrado está; que al mediodía carga el turco Torindo hecho un demonio, al este Unano, al norte Savaronio. Con los otros dos reyes el Circaso, aunque la sangre de furor le hierva, para atender a lo que pida el caso, queda formando un cuerpo de reserva. Agricán, que atajarles quiere el paso, acá y allá, do más reñida observa y revuelta la lid, y en más aprieto los suyos juzga estar, va y viene inquieto. Bien era de Agricán casi doblada la gente; mas el no pensado asalto (que el número en la guerra es poco o nada, si de consejo y disciplina falto) atónita la tiene y azorada; nadie obedece; todos hablan alto; es una babilonia el campamento; por un golpe que dan reciben ciento. En voz alta Agricán y amenazante a cada jefe por su nombre llama: «¡Poliferno!, gritó, ¡Brontino! ¡Argante! ¿así volvéis, traidores, por mi fama? ¿Qué aguarda Radamanto, ese gigante? Apuesto a que el bribón se está en la cama. De usar es tiempo ahora el brazo fuerte. Barones, ¡a la lid! ¡venganza o muerte!» Mientras ellos le siguen, él, blandiendo su lanzón, en Bayardo se adelanta; las huestes va con el caballo abriendo; los unos postra, a los demás espanta; a Varano da un bote tan tremendo, que el escudo y el peto le quebranta; hiende, cercena, despedaza, hunde, y a los suyos su ejemplo aliento infunde. Brunaldo del caballo es derribado por Poliferno; el corpulento Argante a Savaronio le pinchó un costado; y Radamanto, viendo a Unán delante, de sangre al suelo le arrojó bañado. Ello es que teme casi Sacripante desbaratada ver toda su gente, si no la acorre él mismo prontamente. Por donde más trabado vio el combate, metió el corcel y enderezó la lanza. A Poliferno, rey de Hircania, abate, y al godo Pendragón punzó la panza. Hincando a su caballo el acicate Argante, receloso de igual chanza, bonitamente a otro lugar se muda. La espada Sacripante alzó desnuda; y cual suele a la grama en la pradera bramando en rauda ráfaga el Solano, tal Sacripante hilera sobre hilera postra, y cubierto dellas deja el llano. Entonces sí que fue el hüir de veras delante del sañudo Circasiano; despavoridos van por monte y valle los tártaros, abriéndole ancha calle. Agricán, que a este tiempo, entretenido en paraje se hallaba algo remoto, vio (pues ya el sol rayaba en el ejido) su pueblo acá y allá disperso y roto; torva la vista, el rostro excandecido, corre a donde es mayor el alboroto; amigos y enemigos atropella; cuanto topa derriba, allana, huella. Cual se ve en la estación de hibierno ingrata bajar de un alto monte hinchado un río, que árboles, setos, chozas arrebata, lo culto asemejando a lo baldío, tal Agricán las huestes desbarata Pero una bella hazaña al canto mío se ofrece, y renovar las cuerdas debo de mi laúd para el asunto nuevo.
es
Vallejo,César
<XXI
Capitulación
Anoche, unos abriles granas capitularon ante mis mayos desarmados de juventud; los marfiles histéricos de su beso me hallaron muerto; y en un suspiro de amor los enjaulé. Espiga extraña, dócil. Sus ojos me asediaron una tarde amaranto que dije un canto a sus cantos; y anoche, en medio de los brindis, me hablaron las dos lenguas de sus senos abrasadas de sed. Pobre trigueña aquella; pobres sus armas; pobres sus velas cremas que iban al tope en las salobres espumas de un marmuerto. Vencedora y vencida, se quedó pensativa y ojerosa y granate. Yo me partí de aurora. Y desde aquel combate, de noche entran dos sierpes esclavas a mi vida.
es
Paz,Octavio
<XXI
Palabras,_Frases,_Sílabas
Palabras, frases, sílabas, astros que giran alrededor de un centro fijo. Dos cuerpos, muchos seres que se encuentran en una palabra. El papel se cubre de letras indelebles, que nadie dijo, que nadie dictó, que han caído allí y arden y queman y se apagan. Así pues, existe la poesía, el amor existe. Y si yo no existo, existes tú. El poema prepara un orden amoroso. Preveo un hombre-sol y una mujer-luna, el uno libre de su poder, la otra libre de su esclavitud, y amores implacables rayando el espacio negro. Todo ha de ceder a esas águilas incandescentes. Todo poema se cumple a expensas del poeta. Mediodía futuro, árbol inmenso de follaje invisible. En las plazas cantan los hombres y las mujeres el canto solar, surtidor de transparencias. Me cubre la marejada amarilla: nada mío ha de hablar por mi boca. Cuando la Historia duerme, habla en sueños; en la frente del pueblo dormido el poema es una constelación de sangre. Cuando a Historia despierta, la imagen se hace acto, acontece el poema; la poesía entra en acción. Merece lo que sueñas.
es
Jiménez_Domínguez,Jesús
XXI
Nacer:_Llegar_Puntual_A_La_Muerte,_Fermentar_Sin_Prisas
Nacer: Llegar puntual a la muerte, fermentar sin prisas Tiempo: Atracar en islas donde las tortugas copulan bajo el puro lomo de los ángeles sedados por la sal, viajar despacio para llegar deprisa a la ceniza Mar: Del agua venimos y al agua hemos de volver, ataúd que sobrevive, en la vitrina se pudre el alma, se convierte en pez, venid a besarlo, venid Amor: Fornicar con un espejismo en el desierto, tener hijos con la soledad para poblar el desierto Final: Las heces, lo mismo que los muertos, deben enterrarse bajo la arena para evitar que se amotinen y nos recuerden lo que somos
es
Rugeles,Manuel_Felipe
<XXI
Tu_Vida_Tuvo_El_Signo_De_La_Hoguera
Tu vida tuvo el signo de la hoguera. Soñador, camarada, combatiente, fueron hierro tu sueño y tu quimera sobre la fragua roja de tu frente. Recogías la espiga en primavera cuando a tiempo regabas la simiente. Labrador de tu propia sementera quisiste serlo honrada y libremente. Pero llegó la sangre sobre España. Y fue tu corazón lo que hemos visto, cercenado de luz y de guadaña: girasol encendido sobre un canto de amor al hombre, al olvidado Cristo, que en la arena y el mar vierte su llanto.
es
Ruiz,Juan
<XXI
Con_La_Açidya_Traes_Estos_Males_Atantos
Con la açidya traes estos males atantos, muchos otros pecados, antojos e espantos: nunca te pagas de omes castos, diños e santos. a los tuyos das obras de males e quebrantos: El ome por tus obras es mintroso e perjuro, por conplyr tu deseo fázeslo herege duro; más cree tus lysonjas el neçio hadeduro, que non la fe de Díos: ¡vete, yo te conjuro! Non te quiero, Amor, nin al sospiro, tu fijo, fázesme andar de balde e díjome, dijo, dijo; tanto más me aquexas quanto yo más aguijo, non val' tu vanagloria un vil grano de mijo. Non as miedo nin verguença de rey nin de reyna, múdaste do te pagas cada día ayna, huésped eres a muchos, non duras so cortina: como el fuego te andas de veçina en veçina. Con tus muchas promesas a munchos envelyñas, en cabo son muy pocos a quien bien adelyñas, non te menguan lysonjas más que fojas en vyñas, más traes neçios locos que hay pyñones en piñas. Fazes como golhin en tu falsa manera: atalayas de lueñe e caças la primera, a la que matar quieres, ssácasla de carrera, de logar encobyerto sacas çelada afuera. Tyene ome su fija de coraçón amada, loçana e bien fermosa, de muchos deseada; con vyçyos es criada, ençerrada e guardada; do cuyda tener algo en ella, non tyene nada. Cuydan la cassar bien, como las otras gentes, porque se onrren della su padre e sus parientes: como mula camuçia agusa rrostro e dientes, remeçe la cabeça, a diablos tiene mientes. Tú le rruys a la oreja e dasla mal conssejo, que faga tu mandato e sigua tu trebejo: los cabellos en trença, el peynde e el espejo; ¡tal amigo non ay nin es della parejo! El coraçón le tornas de mill guisas a la ora: ssy oy cassar la quieren, cras d' otro s' enamora; a las vezes en saya, otras en alcandora, remírase la loca do tu locura mora. El que más a ty cree, anda más por mal cabo: a ellos e a ellas, a todos das mal cabo, de pecado dañoso, de ál non te alabo, tristeza e flaqueza, ál de ty non recabo. Das muerte perdurable a las almas que fieres, das muchos enemigos al cuerpo que rrequieres, fazes perder la fama al que más amor dieres, a Dios pierde e al mundo, Amor, el que más quieres. Destrues las personas, los averes astragas, almas, cuerpos e algos como uerco las tragas, de todos tus vassallos fazes neçios faldragas, prometes grandes cosas; poco e tarde pagas. Eres muy grand gigante al tienpo del mandar, eres enano chico, quando lo as de dar: luego de grado mandas; bien te sabes mudar: tarde das e amidos; byen quieres demandar. De la loçana fazes muy nesçia e muy boba, fazes con tu grand fuego, como faze la loba, al más astroso lobo, al enatío ajoba; aquel da de la mano e de aquel s' encoba. Asi muchas fermosas contigo se enartan, con quien se les antoja, con aquel se apartan. Quier feo, quier enatío; aguisado non catan: quanto más a ty creen, tanto peor baratan. Fazes por muger fea perder ome apuesto, piérdese por vil ome dueña de grand rrepuesto. Plázete con qualquier, do el ojo as puesto: byen te puedo dezir antojo por denuesto. Manera as de diablo: a doquier que tu mores, fazes tenblar los omes, demudar las colores, perder seso e fabla, sentyr muchos dolores: trayes los omes çiegos, que oyen tus loores. Al bretador semejas, quando tañe su brete: canta con dulçe engaño; al ave pone abeyte, fasta que l' echa el laço, quando'l pie dentro mete; assegurando matas: ¡quítate de mí, vete!
es
Herrera_y_Reissig,Julio
<XXI
Y_Una_Violeta_Llenó
Y una violeta llenó el alma de la tarde. Morían llenos de clamor los sotos, y érase en aquel rincón exiguo, un misterioso malestar ambiguo de dichas y de ayes muy remotos. ¡Oh, cartas!..., en el cenador contiguo las dalias recordaron nuestros votos cual si se condolieran de los rotos castillos blancos de papel antiguo... La tarde saturóse en la glorieta, de tu pañuelo suave de violeta; al par que sugiriendo tus agravios, veló el cielo, como alma de reproche, la violeta cordial que aquella noche suspendí de la gracia de tus labios.
es
Borges,Jorge_Luis
<XXI
Grata_La_Voz_Del_Agua
Grata la voz del agua a quien abrumaron negras arenas, grato a la mano cóncava el mármol circular de la columna, gratos los finos laberintos del agua entre los limoneros, grata la música del zéjel, grato el amor y grata la plegaria dirigida a un Dios que está solo, grato el jazmín. Vano el alfanje ante las largas lanzas de los muchos, vano ser el mejor. Grato sentir o presentir, rey doliente, que tus dulzuras son adioses, que te será negada la llave, que la cruz del infiel borrará la luna, que la tarde que miras es la última.
es
Aleixandre,Vicente
<XXI
Tú,_En_Cambio,_Sí_Que_Podrías_Quererme
Tú, en cambio, sí que podrías quererme; tú, a quien no amo. A veces me quedo mirando tus ojos, ojos grandes, oscuros; tu frente pálida, tu cabello sombrío, tu espigada presencia que delicadamente se acerca en la tarde, sonríe, se aquieta y espera con humildad que mi palabra le aliente. Desde mi cansancio de otro amor padecido te miro, oh pura muchacha pálida que yo podría amar y no amo. Me asomo entonces a tu fina piel, al secreto visible de tu frente donde yo sé que habito, y espío muy levemente, muy continuadamente, el brillo rehusado de tus ojos, adivinando la diminuta imagen palpitante que de mí sé que llevan. Hablo entonces de ti, de la vida, de tristeza, de tiempo..., mientras mi pensamiento vaga lejos, penando allá donde vive la otra descuidada existencia por quien sufro a tu lado. Al lado de esta muchacha veo la injusticia del amor. A veces, con estos labios fríos te beso en la frente, en súplica helada, que tú ignoras, a tu amor: que me encienda. Labios fríos en la tarde apagada. Labios convulsos, yertos, que tenazmente ahondan la frente cálida, pidiéndole entero su cabal fuego perdido. Labios que se hunden en tu cabellera negrísima, mientras cierro los ojos, mientras siento a mis besos como un resplandeciente cabello rubio donde quemo mi boca. Un gemido, y despierto, heladamente cálido, febril, sobre el brusco negror que, de pronto, en tristeza a mis labios sorprende. Otras veces, cerrados los ojos, desciende mi boca triste sobre la frente tersa, oh pálido campo de besos sin destino, anónima piel donde ofrendo mis labios como un aire sin vida, mientras gimo, mientras secretamente gimo de otra piel que quemara. Oh pálida joven sin amor de mi vida, joven tenaz para amarme sin súplica, recorren mis labios tu mejilla sin flor, sin aroma, tu boca sin luz, tu apagado cuello que dulce se inclina, mientras yo me separo, oh inmediata que yo no pido, oh cuerpo que no deseo, oh cintura quebrada, pero nunca en mi abrazo. Echate aquí y descansa de tu pálida fiebre. Desnudo el pecho, un momento te miro. Pálidamente hermosa, con ojos oscuros, semidesnuda y quieta, muda y mirándome, ¡Cómo te olvido mientras te beso! El pecho tuyo mi labio acepta, con amor, con tristeza. Oh, tú no sabes... Y doliente sonríes. Oh, cuánto pido que otra luz me alcanzase.
es
Meléndez_Valdés,Juan
<XXI
Dicen_Que_Alegre_Canto
«Dicen que alegre canto tan amorosos versos, cual nuestros viejos tristes nunca cantar supieron. »Pero yo, que sin sustos pretensiones ni pleitos vivo siempre entre danzas retozando y bebiendo, »¿puedo acaso afligirme? ¿Pueden mis dulces metros no sacar los ardores de Cupido y Lïeo? »¿Por qué los que me culpan, de vil codicia ciegos inicuos atesoran y gozan con recelo? »¿Por qué en fatal envidia hierven y horror sus pechos, cuando riente el mío nada en genial contento? »¿Por qué afanados velan mientras que en paz yo duermo, tras el fugaz fantasma de la ambición corriendo? »Bien por mí seguir puede cada cual su deseo, pero yo antes que al oro a los brindis me atengo, »y antes que a negras iras o a deleznables puestos, a delicias y gozos libre daré mi pecho. »Vengan, pues, vino y rosas, que mejor que no duelos son los sorbos süaves con que alegre enloquezco». Así a Dorila dije, que festiva al momento me dio llena otra copa gustándola primero. Y entre mimos y risas con semblante halagüeño respondiome: «¿Qué temes la grita de los viejos? »Bebamos si nos riñen, bebamos y bailemos, que de tus versos dulces yo sola juzgar debo».
es
Pardo_García,Germán
<XXI
Flavos_Iris_De_Luz_Dan_A_Lo_Inmenso
Flavos iris de luz dan a lo inmenso de la noche estelar, pasmo profundo. El corazón descansa, y como el mundo, sobre la soledad está suspenso. Crece mi sed de eternidad, y pienso que el esplendor divino en que me hundo, es como el agua al labio sitibundo y al fuego del amor pálido incienso. En viva soledad de prez oculta, su elevación mi espíritu sepulta. Como estrella en lúcido capuz de albo fulgor y arrebolada nube, tiembla, se abisma, y solitario sube hacia el claro misterio de la luz.
es
Hartzenbusch,Juan_Eugenio
<XXI
Murió._—Cual_Yerto_Quédase
Murió. —Cual yerto quédase, Dado el postrer latido, Del alma excelsa huérfano, El cuerpo sin sentido, Tal con la nueva atónito El universo está. La hora contemplan última Del hombre del destino, Y dudan que en el cárdeno Polvo de su camino Pie de mortal imprímase, Que le semeje ya. Le vi en el trono fúlgido Y fue mi lengua muda; Cayó, se alzó, y postráronle Por fin en lid sañuda; Y al recio grito múltiple Voz no añadí jamás. Virgen de injuria pérfida Y encomio lisonjero, Mi Musa, cuando súbito Se oculta el gran lucero, Rinde a la tumba un cántico, No efímero quizás. Del Alpe a las Pirámides, Del Rhin al Guadarrama, Lanzó tras el relámpago Él la celeste llama: Hirió de Scila el Tánaïs, Y de uno al otro mar. Si esto fue gloria, júzguelo Futura edad; la nuestra Humíllese al Altísimo, Que dilatada muestra De su potente espíritu Quiso en el hombre dar. El zozobroso júbilo Que un gran designio cría, Los indomables ímpetus De quien reinar ansía, Y obtiene lo que fuérale Vedado imaginar. Todo lo tuvo: obstáculos Grandes y grande gloria, Y proscripción y alcázares, La fuga y la victoria; Se vio dos veces ídolo, Dos pereció su altar. Dos siglos combatíanse Cuando su voz oyeron, Y a él como a ley fatídica Sumisos acudieron: Callar les hizo, y árbitro Sentose entre los dos. Y de honda envidia y lástima Objeto en su caída, Cerrada en breve círculo Desperdició su vida, Odio y amor sin límite De sí dejando en pos. Envuelve y hunde al náufrago Ola que, alzándole antes, Dejaba que en el piélago Con ojos anhelantes Buscara en vano el mísero Tierra distante de él. Así abismaba al héroe Tanto recuerdo amargo: Él de historiarse impúsose Mil veces el encargo, Y mil cayole inválida La mano en el papel. Mil veces, ¡ay! al tétrico Fin de inactivo día, Bajas las ígneas órbitas, Brazos con pecho unía, Y le asaltó en imágenes El esplendente ayer. Y vio las tiendas móviles, Y armas la luz volviendo, Y el galopar belígero Valles henchir de estruendo, Las imperiosas órdenes Y el pronto obedecer. Quizás, ¡ay! de la pérdida Rendido al desconsuelo, Desesperó; mas próvida Mano llegó del cielo, Y a la región vivífica Piadosa le llevó. Donde floridos tránsitos Ofrece la esperanza Al campo en que magnífico Premio sin fin se alcanza, Y noche muda tórnase La gloria que pasó. Bella, inmortal, benéfica Fe, por do quier triunfante, De un nuevo triunfo alégrate: Cerviz más arrogante Al deshonor del Gólgota Nunca se doblegó. Libra los restos flébiles Tú de injurioso acento: Dios que alza y postra, dándonos Tribulación y aliento, Ya solitario el túmulo, Al lado vigiló.
es
Salinas,Pedro
<XXI
La_Voz_A_Ti_Debida_(Versos_611_A_654)
Amor, amor, catástrofe. ¡Qué hundimiento del mundo! Un gran horror a techos quiebra columnas, tiempos; los reemplaza por cielos intemporales. Andas, ando por entre escombros de estíos y de inviernos derrumbados. Se extinguen las normas y los pesos. Toda hacia atrás la vida se va quitando siglos, frenética, de encima; desteje, galopando, su curso, lento antes; se desvive de ansia de borrarse la historia, de no ser más que el puro anhelo de empezarse otra vez. El futuro se llama ayer. Ayer oculto, secretísimo, que se nos olvidó y hay que reconquistar con la sangre y el alma, detrás de aquellos otros ayeres conocidos. ¡Atrás y siempre atrás! ¡Retrocesos, en vértigo, por dentro, hacia el mañana! ¡Que caiga todo! Ya lo siento apenas. Vamos, a fuerza de besar, inventando las ruinas del mundo, de la mano tú y yo por entre el gran fracaso de la flor y del orden. Y ya siento entre tactos, entre abrazos, tu piel, que me entrega el retorno al palpitar primero, sin luz, antes del mundo, total, sin forma, caos.
es
Sabines,Jaime
<XXI
Como_Ahora_No_Hay_Maestros
Como ahora no hay maestros ni alumnos, el alumno preguntó a la pared: ¿qué es la sabiduría? Y la pared se hizo transparente.
es
Rojas,Gonzalo
<XXI
Oscuridad_Hermosa
Anoche te he tocado y te he sentido sin que mi mano huyera más allá de mi mano, sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído: de un modo casi humano te he sentido. Palpitante, no sé si como sangre o como nube errante, por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube, oscuridad que baja, corriste, centelleante. Corriste por mi casa de madera sus ventanas abriste y te sentí latir la noche entera, hija de los abismos, silenciosa, guerrera, tan terrible, tan hermosa que todo cuanto existe, para mí, sin tu llama, no existiera. Palpitante, no sé si como sangre o como nube errante, por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube, oscuridad que baja, corriste, centelleante. Corriste por mi casa de madera sus ventanas abriste y te sentí latir la noche entera, hija de los abismos, silenciosa, guerrera, tan terrible, tan hermosa que todo cuanto existe, para mí, sin tu llama, no existiera. Corriste por mi casa de madera sus ventanas abriste y te sentí latir la noche entera, hija de los abismos, silenciosa, guerrera, tan terrible, tan hermosa que todo cuanto existe, para mí, sin tu llama, no existiera.
es
Salinas,Juan_de
<XXI
Romance_En_Endechas
La moza gallega que está en la posada, subiendo maletas y dando cebada, penosa se sienta encima de un arca, por ver ir un huésped que tiene en el alma, mocito espigado, de trenza de plata, que canta bonito y tañe guitarra. Con lágrimas vivas que al suelo derrama, con tristes suspiros, con quejas amargas, del pecho rabioso descubre las ansias. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! «Pensé que estuviera dos meses de estancia, y, cuando se fuera, que allá me llevara. »Pensé que el amor y fe que cantaba, supiera rezado tenello y guardalla. »¡Pensé que eran ciertas sus falsas palabras! ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »Diérale mi cuerpo, mi cuerpo de grana, para que sobre él la mano probara »y jurara a medias, perdiera o ganara. ¡Ay Dios! si lo sabe, ¿qué dirá mi hermana? »Dirame que soy una perdularia, pues di de mis prendas la más estimada, »y él va tan alegre y más que una Pascua. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »¿Qué pude hacer más que darle polainas con encaje y puntas de muy fina holanda; »cocerle su carne y hacerle su salsa; encenderle vela de noche, si llama, »y, en dándole gusto, soplar y matalla? ¡Mal haya quien fía de gente que pasa!» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» penosa se sienta encima de un arca, por ver ir un huésped que tiene en el alma, mocito espigado, de trenza de plata, que canta bonito y tañe guitarra. Con lágrimas vivas que al suelo derrama, con tristes suspiros, con quejas amargas, del pecho rabioso descubre las ansias. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! «Pensé que estuviera dos meses de estancia, y, cuando se fuera, que allá me llevara. »Pensé que el amor y fe que cantaba, supiera rezado tenello y guardalla. »¡Pensé que eran ciertas sus falsas palabras! ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »Diérale mi cuerpo, mi cuerpo de grana, para que sobre él la mano probara »y jurara a medias, perdiera o ganara. ¡Ay Dios! si lo sabe, ¿qué dirá mi hermana? »Dirame que soy una perdularia, pues di de mis prendas la más estimada, »y él va tan alegre y más que una Pascua. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »¿Qué pude hacer más que darle polainas con encaje y puntas de muy fina holanda; »cocerle su carne y hacerle su salsa; encenderle vela de noche, si llama, »y, en dándole gusto, soplar y matalla? ¡Mal haya quien fía de gente que pasa!» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» mocito espigado, de trenza de plata, que canta bonito y tañe guitarra. Con lágrimas vivas que al suelo derrama, con tristes suspiros, con quejas amargas, del pecho rabioso descubre las ansias. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! «Pensé que estuviera dos meses de estancia, y, cuando se fuera, que allá me llevara. »Pensé que el amor y fe que cantaba, supiera rezado tenello y guardalla. »¡Pensé que eran ciertas sus falsas palabras! ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »Diérale mi cuerpo, mi cuerpo de grana, para que sobre él la mano probara »y jurara a medias, perdiera o ganara. ¡Ay Dios! si lo sabe, ¿qué dirá mi hermana? »Dirame que soy una perdularia, pues di de mis prendas la más estimada, »y él va tan alegre y más que una Pascua. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »¿Qué pude hacer más que darle polainas con encaje y puntas de muy fina holanda; »cocerle su carne y hacerle su salsa; encenderle vela de noche, si llama, »y, en dándole gusto, soplar y matalla? ¡Mal haya quien fía de gente que pasa!» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» Con lágrimas vivas que al suelo derrama, con tristes suspiros, con quejas amargas, del pecho rabioso descubre las ansias. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! «Pensé que estuviera dos meses de estancia, y, cuando se fuera, que allá me llevara. »Pensé que el amor y fe que cantaba, supiera rezado tenello y guardalla. »¡Pensé que eran ciertas sus falsas palabras! ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »Diérale mi cuerpo, mi cuerpo de grana, para que sobre él la mano probara »y jurara a medias, perdiera o ganara. ¡Ay Dios! si lo sabe, ¿qué dirá mi hermana? »Dirame que soy una perdularia, pues di de mis prendas la más estimada, »y él va tan alegre y más que una Pascua. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »¿Qué pude hacer más que darle polainas con encaje y puntas de muy fina holanda; »cocerle su carne y hacerle su salsa; encenderle vela de noche, si llama, »y, en dándole gusto, soplar y matalla? ¡Mal haya quien fía de gente que pasa!» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» del pecho rabioso descubre las ansias. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! «Pensé que estuviera dos meses de estancia, y, cuando se fuera, que allá me llevara. »Pensé que el amor y fe que cantaba, supiera rezado tenello y guardalla. »¡Pensé que eran ciertas sus falsas palabras! ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »Diérale mi cuerpo, mi cuerpo de grana, para que sobre él la mano probara »y jurara a medias, perdiera o ganara. ¡Ay Dios! si lo sabe, ¿qué dirá mi hermana? »Dirame que soy una perdularia, pues di de mis prendas la más estimada, »y él va tan alegre y más que una Pascua. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »¿Qué pude hacer más que darle polainas con encaje y puntas de muy fina holanda; »cocerle su carne y hacerle su salsa; encenderle vela de noche, si llama, »y, en dándole gusto, soplar y matalla? ¡Mal haya quien fía de gente que pasa!» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» «Pensé que estuviera dos meses de estancia, y, cuando se fuera, que allá me llevara. »Pensé que el amor y fe que cantaba, supiera rezado tenello y guardalla. »¡Pensé que eran ciertas sus falsas palabras! ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »Diérale mi cuerpo, mi cuerpo de grana, para que sobre él la mano probara »y jurara a medias, perdiera o ganara. ¡Ay Dios! si lo sabe, ¿qué dirá mi hermana? »Dirame que soy una perdularia, pues di de mis prendas la más estimada, »y él va tan alegre y más que una Pascua. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »¿Qué pude hacer más que darle polainas con encaje y puntas de muy fina holanda; »cocerle su carne y hacerle su salsa; encenderle vela de noche, si llama, »y, en dándole gusto, soplar y matalla? ¡Mal haya quien fía de gente que pasa!» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» »Pensé que el amor y fe que cantaba, supiera rezado tenello y guardalla. »¡Pensé que eran ciertas sus falsas palabras! ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »Diérale mi cuerpo, mi cuerpo de grana, para que sobre él la mano probara »y jurara a medias, perdiera o ganara. ¡Ay Dios! si lo sabe, ¿qué dirá mi hermana? »Dirame que soy una perdularia, pues di de mis prendas la más estimada, »y él va tan alegre y más que una Pascua. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »¿Qué pude hacer más que darle polainas con encaje y puntas de muy fina holanda; »cocerle su carne y hacerle su salsa; encenderle vela de noche, si llama, »y, en dándole gusto, soplar y matalla? ¡Mal haya quien fía de gente que pasa!» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» »¡Pensé que eran ciertas sus falsas palabras! ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »Diérale mi cuerpo, mi cuerpo de grana, para que sobre él la mano probara »y jurara a medias, perdiera o ganara. ¡Ay Dios! si lo sabe, ¿qué dirá mi hermana? »Dirame que soy una perdularia, pues di de mis prendas la más estimada, »y él va tan alegre y más que una Pascua. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »¿Qué pude hacer más que darle polainas con encaje y puntas de muy fina holanda; »cocerle su carne y hacerle su salsa; encenderle vela de noche, si llama, »y, en dándole gusto, soplar y matalla? ¡Mal haya quien fía de gente que pasa!» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» »Diérale mi cuerpo, mi cuerpo de grana, para que sobre él la mano probara »y jurara a medias, perdiera o ganara. ¡Ay Dios! si lo sabe, ¿qué dirá mi hermana? »Dirame que soy una perdularia, pues di de mis prendas la más estimada, »y él va tan alegre y más que una Pascua. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »¿Qué pude hacer más que darle polainas con encaje y puntas de muy fina holanda; »cocerle su carne y hacerle su salsa; encenderle vela de noche, si llama, »y, en dándole gusto, soplar y matalla? ¡Mal haya quien fía de gente que pasa!» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» »y jurara a medias, perdiera o ganara. ¡Ay Dios! si lo sabe, ¿qué dirá mi hermana? »Dirame que soy una perdularia, pues di de mis prendas la más estimada, »y él va tan alegre y más que una Pascua. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »¿Qué pude hacer más que darle polainas con encaje y puntas de muy fina holanda; »cocerle su carne y hacerle su salsa; encenderle vela de noche, si llama, »y, en dándole gusto, soplar y matalla? ¡Mal haya quien fía de gente que pasa!» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» »Dirame que soy una perdularia, pues di de mis prendas la más estimada, »y él va tan alegre y más que una Pascua. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »¿Qué pude hacer más que darle polainas con encaje y puntas de muy fina holanda; »cocerle su carne y hacerle su salsa; encenderle vela de noche, si llama, »y, en dándole gusto, soplar y matalla? ¡Mal haya quien fía de gente que pasa!» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» »y él va tan alegre y más que una Pascua. ¡Mal haya quien fía de gente que pasa! »¿Qué pude hacer más que darle polainas con encaje y puntas de muy fina holanda; »cocerle su carne y hacerle su salsa; encenderle vela de noche, si llama, »y, en dándole gusto, soplar y matalla? ¡Mal haya quien fía de gente que pasa!» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» »¿Qué pude hacer más que darle polainas con encaje y puntas de muy fina holanda; »cocerle su carne y hacerle su salsa; encenderle vela de noche, si llama, »y, en dándole gusto, soplar y matalla? ¡Mal haya quien fía de gente que pasa!» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» »cocerle su carne y hacerle su salsa; encenderle vela de noche, si llama, »y, en dándole gusto, soplar y matalla? ¡Mal haya quien fía de gente que pasa!» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» »y, en dándole gusto, soplar y matalla? ¡Mal haya quien fía de gente que pasa!» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» En esto ya el huésped la cuenta remata, y, el pie en el estribo, furioso cabalga, y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» y, antes de partirse, para consolarla, de ella se despide con estas palabras: «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» «Isabel, no llores; no llores, amores. Si por dicha lloras porque yo no lloro, »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» »sabrás que mi lloro no es a todas horas, y, aunque me desdoras, otros hay peores. »Isabel, no llores; no llores, amores.» »Isabel, no llores; no llores, amores.»
es
Borao_Llop,Sergio
XXI
Cantamos_Porque_La_Vida_Lo_Precisa
Cantamos porque la vida lo precisa. Porque al mágico influjo de la música las piedras del camino devienen girasoles, porque al cantar se cauterizan las heridas y nace entre las manos una espiga que eleva su estatura hacia el sonido que fluye interminable, que germina y se expande como un polen de promesas por la extensión sin límite del cielo. Cantamos porque el canto es necesario. Porque en alguna parte, alguien que sufre, necesita los versos, las notas que tañemos, los acordes que inventa nuestra lira. (Pésimo conversador es el silencio, hay que romper su círculo encantado y lanzar hacia el viento las palabras como un cauce perpetuo que no tiembla ante el rugido atronador de sus sicarios) Cantamos nuestra dicha y nuestra pena, el pan que nuestras bocas alimenta y el vino que nos roba la consciencia. El canto es una lucha que no ceja, una herramienta contra las cadenas, un estandarte imprescindible, una luz plena que no apagan las noches de derrota ni el severo fluir de lágrimas doradas. Mi canto es una bandera de horizontes, una hoguera de manos enlazadas, un coro de palomas que despiertan. Cantamos porque el canto es necesario. Porque en alguna parte, alguien que sufre, necesita los versos, las notas que tañemos, los acordes que inventa nuestra lira. (Pésimo conversador es el silencio, hay que romper su círculo encantado y lanzar hacia el viento las palabras como un cauce perpetuo que no tiembla ante el rugido atronador de sus sicarios) Cantamos nuestra dicha y nuestra pena, el pan que nuestras bocas alimenta y el vino que nos roba la consciencia. El canto es una lucha que no ceja, una herramienta contra las cadenas, un estandarte imprescindible, una luz plena que no apagan las noches de derrota ni el severo fluir de lágrimas doradas. Mi canto es una bandera de horizontes, una hoguera de manos enlazadas, un coro de palomas que despiertan. (Pésimo conversador es el silencio, hay que romper su círculo encantado y lanzar hacia el viento las palabras como un cauce perpetuo que no tiembla ante el rugido atronador de sus sicarios) Cantamos nuestra dicha y nuestra pena, el pan que nuestras bocas alimenta y el vino que nos roba la consciencia. El canto es una lucha que no ceja, una herramienta contra las cadenas, un estandarte imprescindible, una luz plena que no apagan las noches de derrota ni el severo fluir de lágrimas doradas. Mi canto es una bandera de horizontes, una hoguera de manos enlazadas, un coro de palomas que despiertan. Cantamos nuestra dicha y nuestra pena, el pan que nuestras bocas alimenta y el vino que nos roba la consciencia. El canto es una lucha que no ceja, una herramienta contra las cadenas, un estandarte imprescindible, una luz plena que no apagan las noches de derrota ni el severo fluir de lágrimas doradas. Mi canto es una bandera de horizontes, una hoguera de manos enlazadas, un coro de palomas que despiertan. El canto es una lucha que no ceja, una herramienta contra las cadenas, un estandarte imprescindible, una luz plena que no apagan las noches de derrota ni el severo fluir de lágrimas doradas. Mi canto es una bandera de horizontes, una hoguera de manos enlazadas, un coro de palomas que despiertan. Mi canto es una bandera de horizontes, una hoguera de manos enlazadas, un coro de palomas que despiertan.
es
Pombo,Rafael
<XXI
El_Agua_Y_El_Jabón
—¡Ay! qué mugriento vienes. Dijo el Agua al Jabón. —Sí, dijo él: quien se ensucie No se haga lavador.
es
Hernández,Miguel
<XXI
El_Amor_Ascendía_Entre_Nosotros
El amor ascendía entre nosotros como la luna entre las dos palmeras que nunca se abrazaron. El íntimo rumor de los dos cuerpos hacia el arrullo un oleaje trajo, pero la ronca voz fue atenazada, fueron pétreos los labios. El ansia de ceñir movió la carne, esclareció los huesos inflamados, pero los brazos al querer tenderse murieron en los brazos. Pasó el amor, la luna, entre nosotros y devoró los cuerpos solitarios. Y somos dos fantasmas que se buscan y se encuentran lejanos.
es
Vallejo,César
<XXI
La_Muerte_De_Rodillas_Mana
La Muerte de rodillas mana su sangre blanca que no es sangre. Se huele a garantía. Pero ya me quiero reír. Murmúrase algo por allí. Callan. Alguien silba valor de lado, y hasta se contaría en par veintitrés costillas que se echan de menos entre sí, a ambos costados; se contaría en par también, toda la fila de trapecios escoltas. En tanto, el redoblante policial (otra vez me quiero reír) se desquita y nos tunde a palos, dale y dale, de membrana a membrana, tas con tas. Murmúrase algo por allí. Callan. Alguien silba valor de lado, y hasta se contaría en par veintitrés costillas que se echan de menos entre sí, a ambos costados; se contaría en par también, toda la fila de trapecios escoltas. En tanto, el redoblante policial (otra vez me quiero reír) se desquita y nos tunde a palos, dale y dale, de membrana a membrana, tas con tas. En tanto, el redoblante policial (otra vez me quiero reír) se desquita y nos tunde a palos, dale y dale, de membrana a membrana, tas con tas.
es
Unamuno,Miguel_de
<XXI
Querría,_Dios,_Querer_Lo_Que_No_Quiero
Vorrei voler, Signor, quel ch'io non voglio Querría, Dios, querer lo que no quiero; fundirme en Ti, perdiendo mi persona, este terrible yo por el que muero y que mi mundo en derredor encona. Si tu mano derecha me abandona, ¿qué será de mi suerte? prisionero quedaré de mí mismo; no perdona la nada al hombre, su hijo, y nada espero. «¡Se haga tu voluntad, Padre!» —repito— al levantar y al acostarse el día, buscando conformarme a tu mandato, pero dentro de mí resuena el grifo del eterno Luzbel, del que quería ser, ser ce veras, ¡fiero desacato! Querría, Dios, querer lo que no quiero;
es
Castro,Rosalía_de
<XXI
Tras_De_Inútil_Fatiga,_Que_Mis_Fuerzas_Agota
Tras de inútil fatiga, que mis fuerzas agota, caigo en la senda amiga, donde una fuente brota siempre serena y pura, y con mirada incierta, busco por la llanura no sé qué sombra vana o qué esperanza muerta, no sé qué flor tardía de virginal frescura que no crece en la vía arenosa y desierta. De la oscura Trabanca tras la espesa arboleda, gallardamente arranca al pie de la vereda la Torre y sus contornos cubiertos de follaje, prestando a la mirada descanso en su ramaje cuando de la ancha vega por vivo sol bañada que las pupilas ciega, atraviesa el espacio, gozosa y deslumbrada. Como un eco perdido, como un amigo acento que sueña cariñoso, el familiar chirrido del carro perezoso corre en alas del viento y llega hasta mi oído cual en aquellos días hermosos y brillantes en que las ansias mías eran quejas amantes, eran dorados sueños y santas alegrías. Ruge la Presa lejos..., y, de las aves nido, Fondóns cerca descansa; la cándida abubilla bebe en el agua mansa donde un tiempo he creído de la esperanza hermosa beber el néctar sano, y hoy bebiera anhelosa las aguas del olvido, que es de la muerte hermano; donde de los vencejos que vuelan en la altura, la sombra se refleja; y en cuya linfa pura, blanca, el nenúfar brilla por entre la verdura de la frondosa orilla.
es
Casal,Julián_del
<XXI
Rasgando_Las_Neblinas_Del_Invierno
Rasgando las neblinas del Invierno Como velo sutil de níveo encaje, Apareces envuelta en el ropaje Donde fulgura tu verdor eterno. El cielo se colora de azul tierno, De rojo el Sol, de nácar el celaje, Y hasta el postrer retoño del boscaje Toma también tu verde sempiterno. ¡Cuán triste me parece tu llegada! ¡Qué insípidos tus dones conocidos! ¡Cómo al verte el hastío me consume! Muere al fin, creadora ya agotada, O brinda algo de nuevo a los sentidos... ¡Ya un color, ya un sonido, ya un perfume!
es
Cetina,Gutierre_de
<XXI
Sobre_La_Cubierta_De_Un_Libro_Donde_Iban_Escriptas_Algunas_Cosas_Pastoriles
Esta guirnalda de silvestres flores, de simple mano rústica compuesta en los bosques de Arcadia, aquí fue puesta en honra del cantar de los pastores, a los cuales, si Amor en sus amores quiera jamás negar demanda honesta, ruego, si bien el don tan bajo cuesta, pueda este olmo gozar de mis sudores. Que si algún tiempo con más docta mano las acierto a tejer como maestro, guardando a los pasados el decoro, espero, y mi esperar no será en vano, que el nombre pastoral del siglo nuestro será tal cual fue ya en la Edad del Oro.
es
Caro,Miguel_Antonio
<XXI
Las_Aves
¡Aves! ¿Dó vais cruzando la alta esfera Risueña limpia y clara? ¡Ay! ¡quién como vosotras libre fuera! ¡Quién cual vosotras, ay, el vuelo alzara! Blancos y deliciosos pensamientos Despertáis en el alma: Cuando os mecéis sobre los mansos vientos Cual la esperanza sois que boga en calma. Y cuando descendéis apresuradas Sois cual las ilusiones ¡Ah! de puro atrevidas, disipadas Del porvenir abierto en las regiones. Va a perderse el incienso allá en el cielo, Y allá en la mar el río; No se dónde, siguiendo vuestro vuelo. Vuela a perderse el pensamiento mío. Para la eterna inmensidad nacida Gime el alma y quisiera En edades lanzarse sin medida, En espacios hundirse sin ribera. Por eso amar, volar nos place tanto: El que ama, los lugares Y el tiempo olvida. ¿Qué es el desencanto Sino al fondo bajar de los pesares Y volver a contar menguadas horas? ¡Ay, aves pasajeras De tristeza y amor inspiradoras, De adioses y esperanzas mensajeras! Os sigo con la vista; ya no os veo Y miro todavía; Que absorta en la ilusión de su deseo Os busca el alma en la región vacía. Sombra y esclavitud cubren el suelo; Siguiendo vuestro giro La alegre libertad que hay en el cielo Gozo un instante, pues gozarla os miro.
es
Aleixandre,Vicente
<XXI
En_La_Era
El chicuelo ha salido. Durmió, durmió en la era. Su rizosa cabeza descansó entre la paja: en lo rubio lo oscuro. Como un fruto nativo, que delicada cubre esa masa amarilla, casi volante, y quieta... Allí suelto ese cuerpo como un don, reposado, allegado a la noche, bajo las altas lumbres. Polvo, tamo de estrellas, con el bieldo arrojado y allí aéreo aún, brillante. El chiquillo dormita, duerme fuerte: es aún joven. Más que joven: un niño. Lisa su cara, breve su corpezuelo suelto, desnudo el pie, y la pana, corta, cubriendo apenas la infantil pierna extensa. Se levantó temprano, salió: el sol aún oculto. Allá abajo las bestias. El con su vara: ¡Hala! Signo verde en el aire. Y el carro, una mies viva. Más allá los rodales. El niño trilla: engancha. Bate la vara: ¡Hala! Como en nieve amarilla. Allí los cuarzos rompen las espigas cargadas. Crujen los tallos, quiébranse y heridor suena el trillo, la tabla que navega sobre ese mar domado, sufrido. El niño, coronante, bracea. Los mulos casi ardidos en corceles se apuran, rojo el sol quema, y arde ese cabello y suda ese pecho y empapa la tela rota, y ronco sale el grito: «¡Lucero! ¡Leal!» Y el tronco vuela. La jornada no acaba. El niño fue ese infante casi mítico, casi sobre un mar dominado, con tritones y concha: un Neptuno, y las olas. La mañana era joven. Largo el día. El sol fuerte. Y a la noche era un niño, solo un niño cansado, estrujado. Y dormía. Y la espuma —la paja triturada, ahora obrada— recogía esa masa. Las estrellas, arriba.
es
Parra,Nicanor
<XXI
Tiempos_Modernos
Atravesamos unos tiempos calamitosos imposible hablar sin incurrir en delito de contradicción imposible callar sin hacerse cómplice del Pentágono. Se sabe perfectamente que no hay alternativa posible todos los caminos conducen a Cuba pero el aire está sucio y respirar es un acto fallido. El enemigo dice es el país el que tiene la culpa como si los países fueran hombres. Nubes malditas revolotean en torno a volcanes malditos embarcaciones malditas emprenden expediciones malditas árboles malditos se deshacen en pájaros malditos: todo contaminado de antemano.
es
Paz,Octavio
<XXI
Las_Horas,_Su_Intangible_Pesadumbre
Las horas, su intangible pesadumbre, su peso que no pesa, su vacío, abigarrado horror, la sed que expío frente al espejo y su glacial vislumbre, mi ser, que multiplica en muchedumbre y luego niega en un reflejo impío, todo, se arrastra, inexorable río, hacia la nada, sola certidumbre. Hacia mí mismo voy; hacia las mudas, solitarias fronteras sin salida: duras aguas, opacas y desnudas, horadan lentamente mi conciencia y van abriendo en mí secreta herida, que mana sólo, estéril, impaciencia.
es
Coronado,Carolina
<XXI
La_Nueva_Infantil
Emilio, ¿qué ha sucedido? ¿qué me tienes que decir? ¿qué ha pasado? ¿qué has oído? ¿dónde anduviste perdido? ¿cómo tardaste en venir? ¡Nada tienes que contarme! ¡no tiene, Emilio, tu boca un tierno beso que darme! ¡Emilio, quieres quitarme ese beso que me toca! ¿Que en tu boquita sencilla busquen un mismo placer dos almas te maravilla? ¿No van a la fuentecilla dos pájaros a beber? ¿Y dime qué más supiste? ¿Tú le miraste muy fijo y estaba, Emilio, muy triste? ¿Eso pasó? ¿Y qué más dijo? ¿Y tú que le respondiste?... ¿Tú también le acariciaste? ¡Conque me amabas así!- ¿Un abrazo? ¿Y le besaste? Y luego en fin le dejaste para contármelo a mí... ¡Deja que te sienta unido por esa dichosa nueva contra el pecho y comprimido, y que los labios te beba en el beso que te pido!
es
Borges,Jorge_Luis
<XXI
Tenue_Rey,_Sesgo_Alfil,_Encarnizada
En su grave rincón, los jugadores rigen las lentas piezas. El tablero los demora hasta el alba en su severo ámbito en que se odian dos colores. Adentro irradian mágicos rigores las formas: torre homérica, ligero caballo, armada reina, rey postrero, oblicuo alfil y peones agresores. Cuando los jugadores se hayan ido, cuando el tiempo los haya consumido, ciertamente no habrá cesado el rito. En el Oriente se encendió esta guerra cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra. Como el otro, este juego es infinito. II Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada reina, torre directa y peón ladino sobre lo negro y blanco del camino buscan y libran su batalla armada. No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada. También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero de negras noches y blancos días. Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías? Adentro irradian mágicos rigores las formas: torre homérica, ligero caballo, armada reina, rey postrero, oblicuo alfil y peones agresores. Cuando los jugadores se hayan ido, cuando el tiempo los haya consumido, ciertamente no habrá cesado el rito. En el Oriente se encendió esta guerra cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra. Como el otro, este juego es infinito. II Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada reina, torre directa y peón ladino sobre lo negro y blanco del camino buscan y libran su batalla armada. No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada. También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero de negras noches y blancos días. Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías? Cuando los jugadores se hayan ido, cuando el tiempo los haya consumido, ciertamente no habrá cesado el rito. En el Oriente se encendió esta guerra cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra. Como el otro, este juego es infinito. II Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada reina, torre directa y peón ladino sobre lo negro y blanco del camino buscan y libran su batalla armada. No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada. También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero de negras noches y blancos días. Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías? En el Oriente se encendió esta guerra cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra. Como el otro, este juego es infinito. II Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada reina, torre directa y peón ladino sobre lo negro y blanco del camino buscan y libran su batalla armada. No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada. También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero de negras noches y blancos días. Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías? Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada reina, torre directa y peón ladino sobre lo negro y blanco del camino buscan y libran su batalla armada. No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada. También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero de negras noches y blancos días. Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías? No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada. También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero de negras noches y blancos días. Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías? También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero de negras noches y blancos días. Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías? Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías?
es
Chocano,José_Santos
<XXI
La_Tristeza_Del_Inca
Este era un Inca triste de soñadora frente, ojos siempre dormidos y sonrisa de hiel, que recorrió su imperio buscando inútilmente a una doncella hermosa y enamorada dél. Por distraer sus penas, el Inca dio en guerrero puso a su tropa en marcha y el broquel requirió; fue dejando despojos sobre cada sendero; y las nieves más altas con su sangre manchó. Tal sus flechas cruzaron invioladas regiones, en que apenas los ríos se atrevían a entrar; y tal fue derramando sus heroicas legiones de la selva a los Andes, de los Andes al mar. Fue gastando las flechas que tenía en su aljaba, una vez y otra y otra, de región en región; porque cuando salía victorioso lograba levantar la cabeza, pero no el corazón. Y cansado de sólo levantar la cabeza, celebró bailes magnos y banquetes sin fin; pero no logró nada disipar su tristeza: ni la sangre del choque, ni el licor del festín. Nadie entraba en el fondo de su espíritu oculto: ni las cándidas ñustas de dinástico rol, ni las sciris de Quito consagradas al culto, ni del Cuzco tampoco las vestales del Sol. Fue llamado el más viejo sacerdote. —«Adivina este mal que me aqueja y el remedio del mal».— Dijo al gran sacerdote, con voz trémula y fina a aquel joven monarca displicente y sensual. —«¡Ay! Señor —dijo el viejo sacerdote—. Tus penas remediarse no pueden. Tu pasión es mortal. La mujer que has ideado tiene añil en las venas. un trigal en los bucles y en la boca un coral. »¡Ay! Señor: cierto día vendrán hombres muy blancos Ha de oírse en los bosques el marcial caracol; cataratas de sangre colmarán los barrancos; y entrarán otros dioses en el Templo del Sol. »La mujer que has ideado pertenece a tal raza. Vanamente la buscas en tu innúmera grey; y servirle no pueden oración ni amenaza, porque tiene otra sangre y otro dios y otro rey»— Cuando el rito sagrado le mandó optar esposa, hizo astillas el cetro con vibrante dolor; y aquel joven monarca so enterró en una fosa y pensando en la rubia fue muriendo de amor. Castellana: tú ignoras todo el mal que me has hecho. Castellana: recuerda que nací en el Perú. La tristeza del Inca va llenando mi pecho; ¡y quién sabe... quién sabe si la rubia eres tú!
es
Caro,Miguel_Antonio
<XXI
Tu_Gloria_¡Oh_Corazón!_Tu_Dicha_Labras
Tu gloria ¡oh corazón! tu dicha labras Si rindes al amor culto sencillo; Mas el amor no es obra de palabras, Ni es terreno oropel su casto brillo. En el templo de amor hay sola un ara Y un solo don que se ofrece a toda hora; Caridad es el don que se prepara Y es la verdad el ara que se adora. Entre el necio tropel del mundo vano Simpatizan tal vez dos corazones; ¡Dichosos ellos si invisible mano Para encontrarse les brindó ocasiones! Mas ¡tristes, si con esta simpatía Aportan a su unión mutuo recelo! En infierno tal vez se cambiaría, Si turbase al amor la duda, el cielo. ¿Quién en los bosque al buscar madera Los árboles elige por la hoja? El árbol bueno es bueno en primavera Y cuando de sus galas se despoja. El tronco, —el corazón—, es lo importante, ¡Oh! nunca juzgues mal del que bien siente Porque esto dijo o hizo tal semblante: ¿Tienes su corazón ? Eso no miente. ¿Y a qué es interpretar tal voz, tal ceño? ¿Ha menester de intérprete el cariño? No es mejor clima el cielo más risueño. Yo amo en los hombres el candor del niño. Culpable es quien no sabe retirarse Con causa, y quien por causa vil se aleja; Huya el amor cuando hay de qué quejarse, Mas cuando hay mutuo amor, calle la queja. Di al que amas la verdad, y por tu parte Perder no temas si te ve un defecto; Prr cura ser mejor, no disfrazarte; Dios ve más, y es su amor el más perfecto. Por eso huyendo muchos de este mundo, Más que los males, la inquietud que esconde, Buscaron el amor santo y profundo Que en silencio recibe y corresponde. Fe y amor: la ventura aquí se encierra. Si hubiese más amor, menos recelo, Tal vez, aun con sus lágrimas, la tierra De purgatorio se cambiara en cielo.
es
Pizarnik,Alejandra
<XXI
Alguna_Vez,_Tal_Vez,_Encontraremos_Refugio_En_La_Realidad_Verdadera
Alguna vez, tal vez, encontraremos refugio en la realidad verdadera. Entretanto ¿puedo decir hasta qué punto estoy en contra? Te hablo de la soledad mortal. Hay cólera en el destino porque se acerca, entre las arenas y las piedras, el lobo gris. ¿Y entonces? Porque romperá todas las puertas, porque sacará afuera a los muertos para que devoren a los vivos, para que sólo haya muertos y los vivos desaparezcan. No tengas miedo del lobo gris. Yo lo nombré para comprobar que existe y porque hay una voluptuosidad inadjetivable en el hecho de comprobar. Las palabras hubieran podido salvarme, pero estoy demasiado viviente. No, no quiero cantar muerte. Mi muerte... el lobo gris... la matadora que viene de la lejanía... ¿No hay un alma viva en esta ciudad? Porque ustedes están muertos. ¿Y qué espera puede convertirse en esperanza si está todos muertos? ¿Y cuándo vendrá lo que esperamos? ¿Cuándo dejaremos de huir? ¿Cuándo ocurrirá todo esto? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Cuánto? ¿Por qué? ¿Para quién?
es
Heredia,José_María
<XXI
Proyecto
De un mundo débil, corrompido y vano Menosprecié la calma fastidiosa, Y amé desde mi infancia tormentosa Las mujeres, la guerra, el Oceano. ¡El Océano!... ¿Quién que haya sentido Su pulso fuertemente conmovido Al danzar en las olas agitadas, Olvidarlo podrá? Si el despotismo Al orbe abruma con su férreo cetro, Será mi asilo el mar. Sobre su abismo De noble orgullo y de venganza lleno, Mis velas desplegando al aire vano, Daré un corsario más al Oceano, Un peregrino más a su hondo seno. Y ¿por qué no? Cuando la esclava tierra Marchita y devorada Por el aliento impuro de la guerra, Doblando al yugo la cerviz domada Niegue al valor asilo, Yo en los campos del piélago profundo Haré la guerra al despotismo fiero. Libre y altivo en el sumiso mundo. De la opresión sangrienta y coronada Ni temo al odio, ni al favor impetro. Mi rojo pabellón será mi cetro Y mi dominio mi cubierta armada. Cuando los aristócratas odiosos, Vampiros de mi patria despiadados, Quieran templar sus nervios relajados Por goces crapulosos, En el aire genial del Oceano, Sobre ellos tenderé mi airada mano, Como águila feroz sobre la presa. Sufrirán servidumbre sin combate, Y opulento rescate Partirán mis valientes compañeros. Bajo del yugo bárbaro que imponen A la igualdad invocarán: vestidos Con el tosco buriel de marineros, Me servirán cobardes y abatidos. Pondré a mis plantas su soberbia fiera, Temblarán mis enojos, Y ni a fijar se atreverán los ojos Sobre mi frente pálida y severa.
es
Flórez,Julio
<XXI
Veo_Como_A_Través_De_Un_Esmeralda
Veo como a través de un esmeralda gigantesca, el confín del horizonte: allá, un risco y después, de un alto monte una casita entre la verde falda. Y pienso —con el alma estremecida— ¡Cuán feliz fuera yo, tú, cuán dichosa, si en aquella casita silenciosa, pudiéramos vivir... toda la vida!
es
Anónimo_y_Romancero
<XXI
Romance_De_La_Loba_Parda
Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada, las cabrillas altas iban y la luna rebajada; mal barruntan las ovejas, no paran en la majada. Vide venir siete lobos por una oscura cañada. Venían echando suertes cuál entrará a la majada; le tocó a una loba vieja, patituerta, cana y parda, que tenía los colmillos como punta de navaja. Dio tres vueltas al redil y no pudo sacar nada; a la otra vuelta que dio, sacó la borrega blanca, hija de la oveja churra, nieta de la orejisana, la que tenían mis amos para el domingo de Pascua. —¡Aquí, mis siete cachorros, aquí, perra trujillana, aquí, perro el de los hierros, a correr la loba parda! Si me cobráis la borrega, cenaréis leche y hogaza; y si no me la cobráis, cenaréis de mi cayada. Los perros tras de la loba las uñas se esmigajaban; siete leguas la corrieron por unas sierras muy agrias. Al subir un cotarrito la loba ya va cansada: —Tomad, perros, la borrega, sana y buena como estaba. —No queremos la borrega, de tu boca alobadada, que queremos tu pelleja pa' el pastor una zamarra; el rabo para correas, para atacarse las bragas; de la cabeza un zurrón, para meter las cucharas; las tripas para vihuelas para que bailen las damas.
es
Bernárdez,Francisco_Luis
<XXI
Iluminaba_A_Mi_Amor
Iluminaba a mi amor tu amor, pero no sabía mi amor, cuando se encendía, que su sombra era mayor. No sabía, ciego por la luminosidad mía, que tu luz ensombrecía mi mediodía de amor. Ahora mi noche expía su pecado de ser día, sin consolación mejor que pensar si, todavía, Su totalidad sombría será sombra de tu amor.
es
Aridjis,Homero
<XXI
Sol
Ojo viviente Corazón del cielo Vas por este cielo antiguo con proporción musical
es
López_Velarde,Ramón
<XXI
Mi_Corazón_Retrógrado
Mi corazón retrógrado ama desde hoy la temerosa fecha en que surgiste con aquel vestido de luto y aquel rostro de ebriedad. Día 13 en que el filo de tu rostro llevaba la embriaguez como un relámpago y en que tus lúgubres arreos daban una luz que cegaba al sol de agosto, así como se nubla el sol ficticio en las decoraciones de los Calvarios de los Viernes Santos. Por enlutada y ebria simulaste, en la superstición de aquel domingo, una fúlgida cuenta de abalorio humedecida en un licor letárgico. ¿En qué embriaguez bogaban tus pupilas para que así pudiesen narcotizarlo todo? Tu tiniebla guiaba mis latidos, cual guiaba la columna de fuego al israelita. Adivinaba mi acucioso espíritu tus blancas y fulmíneas paradojas: el centelleo de tus zapatillas, la llamarada de tu falda lúgubre, el látigo incisivo de tus cejas y el negro luminar de tus cabellos. Desde la fecha de superstición en que colmaste el vaso de mi júbilo, mi corazón oscurantista clama a la buena bondad del mal agüero, que si mi sal se riega, irán sus granos trazando en el mantel tus iniciales; y si estalla mi espejo en un gemido, fenecerá diminutivamente como la desinencia de tu nombre. Superstición, consérvame el radioso vértigo del minuto perdurable en que su traje negro devoraba la luz desprevenida del cénit, y en que su falda lúgubre era un bólido por un cielo de hollín sobrecogido... Día 13 en que el filo de tu rostro llevaba la embriaguez como un relámpago y en que tus lúgubres arreos daban una luz que cegaba al sol de agosto, así como se nubla el sol ficticio en las decoraciones de los Calvarios de los Viernes Santos. Por enlutada y ebria simulaste, en la superstición de aquel domingo, una fúlgida cuenta de abalorio humedecida en un licor letárgico. ¿En qué embriaguez bogaban tus pupilas para que así pudiesen narcotizarlo todo? Tu tiniebla guiaba mis latidos, cual guiaba la columna de fuego al israelita. Adivinaba mi acucioso espíritu tus blancas y fulmíneas paradojas: el centelleo de tus zapatillas, la llamarada de tu falda lúgubre, el látigo incisivo de tus cejas y el negro luminar de tus cabellos. Desde la fecha de superstición en que colmaste el vaso de mi júbilo, mi corazón oscurantista clama a la buena bondad del mal agüero, que si mi sal se riega, irán sus granos trazando en el mantel tus iniciales; y si estalla mi espejo en un gemido, fenecerá diminutivamente como la desinencia de tu nombre. Superstición, consérvame el radioso vértigo del minuto perdurable en que su traje negro devoraba la luz desprevenida del cénit, y en que su falda lúgubre era un bólido por un cielo de hollín sobrecogido... Por enlutada y ebria simulaste, en la superstición de aquel domingo, una fúlgida cuenta de abalorio humedecida en un licor letárgico. ¿En qué embriaguez bogaban tus pupilas para que así pudiesen narcotizarlo todo? Tu tiniebla guiaba mis latidos, cual guiaba la columna de fuego al israelita. Adivinaba mi acucioso espíritu tus blancas y fulmíneas paradojas: el centelleo de tus zapatillas, la llamarada de tu falda lúgubre, el látigo incisivo de tus cejas y el negro luminar de tus cabellos. Desde la fecha de superstición en que colmaste el vaso de mi júbilo, mi corazón oscurantista clama a la buena bondad del mal agüero, que si mi sal se riega, irán sus granos trazando en el mantel tus iniciales; y si estalla mi espejo en un gemido, fenecerá diminutivamente como la desinencia de tu nombre. Superstición, consérvame el radioso vértigo del minuto perdurable en que su traje negro devoraba la luz desprevenida del cénit, y en que su falda lúgubre era un bólido por un cielo de hollín sobrecogido... ¿En qué embriaguez bogaban tus pupilas para que así pudiesen narcotizarlo todo? Tu tiniebla guiaba mis latidos, cual guiaba la columna de fuego al israelita. Adivinaba mi acucioso espíritu tus blancas y fulmíneas paradojas: el centelleo de tus zapatillas, la llamarada de tu falda lúgubre, el látigo incisivo de tus cejas y el negro luminar de tus cabellos. Desde la fecha de superstición en que colmaste el vaso de mi júbilo, mi corazón oscurantista clama a la buena bondad del mal agüero, que si mi sal se riega, irán sus granos trazando en el mantel tus iniciales; y si estalla mi espejo en un gemido, fenecerá diminutivamente como la desinencia de tu nombre. Superstición, consérvame el radioso vértigo del minuto perdurable en que su traje negro devoraba la luz desprevenida del cénit, y en que su falda lúgubre era un bólido por un cielo de hollín sobrecogido... Adivinaba mi acucioso espíritu tus blancas y fulmíneas paradojas: el centelleo de tus zapatillas, la llamarada de tu falda lúgubre, el látigo incisivo de tus cejas y el negro luminar de tus cabellos. Desde la fecha de superstición en que colmaste el vaso de mi júbilo, mi corazón oscurantista clama a la buena bondad del mal agüero, que si mi sal se riega, irán sus granos trazando en el mantel tus iniciales; y si estalla mi espejo en un gemido, fenecerá diminutivamente como la desinencia de tu nombre. Superstición, consérvame el radioso vértigo del minuto perdurable en que su traje negro devoraba la luz desprevenida del cénit, y en que su falda lúgubre era un bólido por un cielo de hollín sobrecogido... Desde la fecha de superstición en que colmaste el vaso de mi júbilo, mi corazón oscurantista clama a la buena bondad del mal agüero, que si mi sal se riega, irán sus granos trazando en el mantel tus iniciales; y si estalla mi espejo en un gemido, fenecerá diminutivamente como la desinencia de tu nombre. Superstición, consérvame el radioso vértigo del minuto perdurable en que su traje negro devoraba la luz desprevenida del cénit, y en que su falda lúgubre era un bólido por un cielo de hollín sobrecogido... Superstición, consérvame el radioso vértigo del minuto perdurable en que su traje negro devoraba la luz desprevenida del cénit, y en que su falda lúgubre era un bólido por un cielo de hollín sobrecogido...
es
Benedetti,Mario
<XXI
Ojos_De_Buey
Cada vez que miro por el ojo de buey veo un mar distinto a cualquier otro mar no sé si es que el mar cambia mi mirada o si es mi mirada la que transforma al mar cada barco tiene sus bueyes de ojo único bueyes tuertos que añoran su tristeza verde en cambio el buey que tiene su auténtica pradera mira con sus dos ojos y nunca añora el mar cada vez que miro por el ojo de buey veo un mar distinto a cualquier otro mar pero a medida que pasan inviernos y oleajes acecho con mi propio ojo de buey mi propio y fatigado ojo de buey y sin pudor añoro el herbazal tan verde de aquel viejo amor joven su alegre novillada
es
García_Lorca,Federico
<XXI
Los_Encuentros_De_Un_Caracol_Aventurero
Hay dulzura infantil En la mañana quieta. Los árboles extienden Sus brazos a la tierra. Un vaho tembloroso Cubre las sementeras, Y las arañas tienden Sus caminos de seda —Rayas al cristal limpio Del aire—. En la alameda Un manantial recita Su canto entre las hierbas Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Ignorado y humilde, El paisaje contempla. La divina quietud De la naturaleza Le dio valor y fe, Y olvidando las penas De su hogar, deseó Ver el fin de [la] senda. Echó andar e internóse En un bosque de yedras Y de ortigas. En medio Había dos ranas viejas Que tomaban el sol, Aburridas y enfermas. Esos cantos modernos, Murmuraba una de ellas, Son inútiles. Todos, Amiga, le contesta La otra rana, que estaba Herida y casi ciega: Cuando joven creía Que si al fin Dios oyera Nuestro canto, tendría Compasión. Y mi ciencia, Pues ya he vivido mucho, Hace que no la crea. Yo ya no canto más... Las dos ranas se quejan Pidiendo una limosna A una ranita nueva Que pasa presumida Apartando las hierbas. Ante el bosque sombrío El caracol, se aterra. Quiere gritar. No puede, Las ranas se le acercan. ¿Es una mariposa?, Dice la casi ciega. Tiene dos cuernecitos, La otra rana contesta. Es el caracol. ¿Vienes, Caracol, de otras tierras? Vengo de mi casa y quiero Volverme muy pronto a ella. Es un bicho muy cobarde, Exclama la rana ciega. ¿No cantas nunca? No canto, Dice el caracol. ¿Ni rezas? Tampoco: nunca aprendí. ¿Ni crees en la vida eterna? ¿Qué es eso? Pues vivir siempre En el agua más serena, Junto a una tierra florida Que a un rico manjar sustenta. Cuando niño a mí me dijo Un día mi pobre abuela Que al morirme yo me iría Sobre las hojas más tiernas De los árboles más altos. Una hereje era tu abuela. La verdad te la decimos Nosotras. Creerás en ella, Dicen las ranas furiosas. ¿Por qué quise ver la senda? Gime el caracol. Sí, creo Por siempre en la vida eterna Que predicáis... Las ranas, Muy pensativas, se alejan, Y el caracol, asustado, Se va perdiendo en la selva. Las dos ranas mendigas Como esfinges se quedan. Una de ellas pregunta: ¿Crees tú en la vida eterna? Yo no, dice muy triste La rana herida y ciega. ¿Por qué hemos dicho entonces Al caracol que crea? ¿Por qué?... No sé por qué, Dice la rana ciega. Me lleno de emoción Al sentir la firmeza Con que llaman mis hijos A Dios desde la acequia... El pobre caracol Vuelve atrás. Ya en la senda Un silencio ondulado Mana de la alameda. Con un grupo de hormigas Encarnadas se encuentra. Van muy alborotadas, Arrastrando tras ellas A otra hormiga que tiene Tronchadas las antenas. El caracol exclama: Hormiguitas, paciencia. ¿Por qué así maltratáis A vuestra compañera? Contadme lo que ha hecho. Yo juzgaré en conciencia. Cuéntalo tú, hormiguita. La hormiga medio muerta Dice muy tristemente: Yo he visto las estrellas. ¿Qué son estrellas? —dicen Las hormigas inquietas. Y el caracol pregunta Pensativo: ¿estrellas? Sí, repite la hormiga, He visto las estrellas. Subí al árbol más alto Que tiene la alameda Y vi miles de ojos Dentro de mis tinieblas. El caracol pregunta: ¿Pero qué son estrellas? Son luces que llevamos Sobre nuestra cabeza. Nosotras no las vemos, Las hormigas comentan. Y el caracol, mi vista Sólo alcanza a las hierbas. Las hormigas exclaman Moviendo sus antenas: Te mataremos, eres Perezosa y perversa, El trabajo es tu ley. Yo he visto a las estrellas, Dice la hormiga herida. Y el caracol sentencia: Dejadla que se vaya, Seguid vuestras faenas. Es fácil que muy pronto Ya rendida se muera. Por el aire dulzón Ha cruzado una abeja. La hormiga agonizando Huele la tarde inmensa Y dice, es la que viene A llevarme a una estrella. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. Echó andar e internóse En un bosque de yedras Y de ortigas. En medio Había dos ranas viejas Que tomaban el sol, Aburridas y enfermas. Esos cantos modernos, Murmuraba una de ellas, Son inútiles. Todos, Amiga, le contesta La otra rana, que estaba Herida y casi ciega: Cuando joven creía Que si al fin Dios oyera Nuestro canto, tendría Compasión. Y mi ciencia, Pues ya he vivido mucho, Hace que no la crea. Yo ya no canto más... Las dos ranas se quejan Pidiendo una limosna A una ranita nueva Que pasa presumida Apartando las hierbas. Ante el bosque sombrío El caracol, se aterra. Quiere gritar. No puede, Las ranas se le acercan. ¿Es una mariposa?, Dice la casi ciega. Tiene dos cuernecitos, La otra rana contesta. Es el caracol. ¿Vienes, Caracol, de otras tierras? Vengo de mi casa y quiero Volverme muy pronto a ella. Es un bicho muy cobarde, Exclama la rana ciega. ¿No cantas nunca? No canto, Dice el caracol. ¿Ni rezas? Tampoco: nunca aprendí. ¿Ni crees en la vida eterna? ¿Qué es eso? Pues vivir siempre En el agua más serena, Junto a una tierra florida Que a un rico manjar sustenta. Cuando niño a mí me dijo Un día mi pobre abuela Que al morirme yo me iría Sobre las hojas más tiernas De los árboles más altos. Una hereje era tu abuela. La verdad te la decimos Nosotras. Creerás en ella, Dicen las ranas furiosas. ¿Por qué quise ver la senda? Gime el caracol. Sí, creo Por siempre en la vida eterna Que predicáis... Las ranas, Muy pensativas, se alejan, Y el caracol, asustado, Se va perdiendo en la selva. Las dos ranas mendigas Como esfinges se quedan. Una de ellas pregunta: ¿Crees tú en la vida eterna? Yo no, dice muy triste La rana herida y ciega. ¿Por qué hemos dicho entonces Al caracol que crea? ¿Por qué?... No sé por qué, Dice la rana ciega. Me lleno de emoción Al sentir la firmeza Con que llaman mis hijos A Dios desde la acequia... El pobre caracol Vuelve atrás. Ya en la senda Un silencio ondulado Mana de la alameda. Con un grupo de hormigas Encarnadas se encuentra. Van muy alborotadas, Arrastrando tras ellas A otra hormiga que tiene Tronchadas las antenas. El caracol exclama: Hormiguitas, paciencia. ¿Por qué así maltratáis A vuestra compañera? Contadme lo que ha hecho. Yo juzgaré en conciencia. Cuéntalo tú, hormiguita. La hormiga medio muerta Dice muy tristemente: Yo he visto las estrellas. ¿Qué son estrellas? —dicen Las hormigas inquietas. Y el caracol pregunta Pensativo: ¿estrellas? Sí, repite la hormiga, He visto las estrellas. Subí al árbol más alto Que tiene la alameda Y vi miles de ojos Dentro de mis tinieblas. El caracol pregunta: ¿Pero qué son estrellas? Son luces que llevamos Sobre nuestra cabeza. Nosotras no las vemos, Las hormigas comentan. Y el caracol, mi vista Sólo alcanza a las hierbas. Las hormigas exclaman Moviendo sus antenas: Te mataremos, eres Perezosa y perversa, El trabajo es tu ley. Yo he visto a las estrellas, Dice la hormiga herida. Y el caracol sentencia: Dejadla que se vaya, Seguid vuestras faenas. Es fácil que muy pronto Ya rendida se muera. Por el aire dulzón Ha cruzado una abeja. La hormiga agonizando Huele la tarde inmensa Y dice, es la que viene A llevarme a una estrella. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. Esos cantos modernos, Murmuraba una de ellas, Son inútiles. Todos, Amiga, le contesta La otra rana, que estaba Herida y casi ciega: Cuando joven creía Que si al fin Dios oyera Nuestro canto, tendría Compasión. Y mi ciencia, Pues ya he vivido mucho, Hace que no la crea. Yo ya no canto más... Las dos ranas se quejan Pidiendo una limosna A una ranita nueva Que pasa presumida Apartando las hierbas. Ante el bosque sombrío El caracol, se aterra. Quiere gritar. No puede, Las ranas se le acercan. ¿Es una mariposa?, Dice la casi ciega. Tiene dos cuernecitos, La otra rana contesta. Es el caracol. ¿Vienes, Caracol, de otras tierras? Vengo de mi casa y quiero Volverme muy pronto a ella. Es un bicho muy cobarde, Exclama la rana ciega. ¿No cantas nunca? No canto, Dice el caracol. ¿Ni rezas? Tampoco: nunca aprendí. ¿Ni crees en la vida eterna? ¿Qué es eso? Pues vivir siempre En el agua más serena, Junto a una tierra florida Que a un rico manjar sustenta. Cuando niño a mí me dijo Un día mi pobre abuela Que al morirme yo me iría Sobre las hojas más tiernas De los árboles más altos. Una hereje era tu abuela. La verdad te la decimos Nosotras. Creerás en ella, Dicen las ranas furiosas. ¿Por qué quise ver la senda? Gime el caracol. Sí, creo Por siempre en la vida eterna Que predicáis... Las ranas, Muy pensativas, se alejan, Y el caracol, asustado, Se va perdiendo en la selva. Las dos ranas mendigas Como esfinges se quedan. Una de ellas pregunta: ¿Crees tú en la vida eterna? Yo no, dice muy triste La rana herida y ciega. ¿Por qué hemos dicho entonces Al caracol que crea? ¿Por qué?... No sé por qué, Dice la rana ciega. Me lleno de emoción Al sentir la firmeza Con que llaman mis hijos A Dios desde la acequia... El pobre caracol Vuelve atrás. Ya en la senda Un silencio ondulado Mana de la alameda. Con un grupo de hormigas Encarnadas se encuentra. Van muy alborotadas, Arrastrando tras ellas A otra hormiga que tiene Tronchadas las antenas. El caracol exclama: Hormiguitas, paciencia. ¿Por qué así maltratáis A vuestra compañera? Contadme lo que ha hecho. Yo juzgaré en conciencia. Cuéntalo tú, hormiguita. La hormiga medio muerta Dice muy tristemente: Yo he visto las estrellas. ¿Qué son estrellas? —dicen Las hormigas inquietas. Y el caracol pregunta Pensativo: ¿estrellas? Sí, repite la hormiga, He visto las estrellas. Subí al árbol más alto Que tiene la alameda Y vi miles de ojos Dentro de mis tinieblas. El caracol pregunta: ¿Pero qué son estrellas? Son luces que llevamos Sobre nuestra cabeza. Nosotras no las vemos, Las hormigas comentan. Y el caracol, mi vista Sólo alcanza a las hierbas. Las hormigas exclaman Moviendo sus antenas: Te mataremos, eres Perezosa y perversa, El trabajo es tu ley. Yo he visto a las estrellas, Dice la hormiga herida. Y el caracol sentencia: Dejadla que se vaya, Seguid vuestras faenas. Es fácil que muy pronto Ya rendida se muera. Por el aire dulzón Ha cruzado una abeja. La hormiga agonizando Huele la tarde inmensa Y dice, es la que viene A llevarme a una estrella. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. Las dos ranas se quejan Pidiendo una limosna A una ranita nueva Que pasa presumida Apartando las hierbas. Ante el bosque sombrío El caracol, se aterra. Quiere gritar. No puede, Las ranas se le acercan. ¿Es una mariposa?, Dice la casi ciega. Tiene dos cuernecitos, La otra rana contesta. Es el caracol. ¿Vienes, Caracol, de otras tierras? Vengo de mi casa y quiero Volverme muy pronto a ella. Es un bicho muy cobarde, Exclama la rana ciega. ¿No cantas nunca? No canto, Dice el caracol. ¿Ni rezas? Tampoco: nunca aprendí. ¿Ni crees en la vida eterna? ¿Qué es eso? Pues vivir siempre En el agua más serena, Junto a una tierra florida Que a un rico manjar sustenta. Cuando niño a mí me dijo Un día mi pobre abuela Que al morirme yo me iría Sobre las hojas más tiernas De los árboles más altos. Una hereje era tu abuela. La verdad te la decimos Nosotras. Creerás en ella, Dicen las ranas furiosas. ¿Por qué quise ver la senda? Gime el caracol. Sí, creo Por siempre en la vida eterna Que predicáis... Las ranas, Muy pensativas, se alejan, Y el caracol, asustado, Se va perdiendo en la selva. Las dos ranas mendigas Como esfinges se quedan. Una de ellas pregunta: ¿Crees tú en la vida eterna? Yo no, dice muy triste La rana herida y ciega. ¿Por qué hemos dicho entonces Al caracol que crea? ¿Por qué?... No sé por qué, Dice la rana ciega. Me lleno de emoción Al sentir la firmeza Con que llaman mis hijos A Dios desde la acequia... El pobre caracol Vuelve atrás. Ya en la senda Un silencio ondulado Mana de la alameda. Con un grupo de hormigas Encarnadas se encuentra. Van muy alborotadas, Arrastrando tras ellas A otra hormiga que tiene Tronchadas las antenas. El caracol exclama: Hormiguitas, paciencia. ¿Por qué así maltratáis A vuestra compañera? Contadme lo que ha hecho. Yo juzgaré en conciencia. Cuéntalo tú, hormiguita. La hormiga medio muerta Dice muy tristemente: Yo he visto las estrellas. ¿Qué son estrellas? —dicen Las hormigas inquietas. Y el caracol pregunta Pensativo: ¿estrellas? Sí, repite la hormiga, He visto las estrellas. Subí al árbol más alto Que tiene la alameda Y vi miles de ojos Dentro de mis tinieblas. El caracol pregunta: ¿Pero qué son estrellas? Son luces que llevamos Sobre nuestra cabeza. Nosotras no las vemos, Las hormigas comentan. Y el caracol, mi vista Sólo alcanza a las hierbas. Las hormigas exclaman Moviendo sus antenas: Te mataremos, eres Perezosa y perversa, El trabajo es tu ley. Yo he visto a las estrellas, Dice la hormiga herida. Y el caracol sentencia: Dejadla que se vaya, Seguid vuestras faenas. Es fácil que muy pronto Ya rendida se muera. Por el aire dulzón Ha cruzado una abeja. La hormiga agonizando Huele la tarde inmensa Y dice, es la que viene A llevarme a una estrella. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. Ante el bosque sombrío El caracol, se aterra. Quiere gritar. No puede, Las ranas se le acercan. ¿Es una mariposa?, Dice la casi ciega. Tiene dos cuernecitos, La otra rana contesta. Es el caracol. ¿Vienes, Caracol, de otras tierras? Vengo de mi casa y quiero Volverme muy pronto a ella. Es un bicho muy cobarde, Exclama la rana ciega. ¿No cantas nunca? No canto, Dice el caracol. ¿Ni rezas? Tampoco: nunca aprendí. ¿Ni crees en la vida eterna? ¿Qué es eso? Pues vivir siempre En el agua más serena, Junto a una tierra florida Que a un rico manjar sustenta. Cuando niño a mí me dijo Un día mi pobre abuela Que al morirme yo me iría Sobre las hojas más tiernas De los árboles más altos. Una hereje era tu abuela. La verdad te la decimos Nosotras. Creerás en ella, Dicen las ranas furiosas. ¿Por qué quise ver la senda? Gime el caracol. Sí, creo Por siempre en la vida eterna Que predicáis... Las ranas, Muy pensativas, se alejan, Y el caracol, asustado, Se va perdiendo en la selva. Las dos ranas mendigas Como esfinges se quedan. Una de ellas pregunta: ¿Crees tú en la vida eterna? Yo no, dice muy triste La rana herida y ciega. ¿Por qué hemos dicho entonces Al caracol que crea? ¿Por qué?... No sé por qué, Dice la rana ciega. Me lleno de emoción Al sentir la firmeza Con que llaman mis hijos A Dios desde la acequia... El pobre caracol Vuelve atrás. Ya en la senda Un silencio ondulado Mana de la alameda. Con un grupo de hormigas Encarnadas se encuentra. Van muy alborotadas, Arrastrando tras ellas A otra hormiga que tiene Tronchadas las antenas. El caracol exclama: Hormiguitas, paciencia. ¿Por qué así maltratáis A vuestra compañera? Contadme lo que ha hecho. Yo juzgaré en conciencia. Cuéntalo tú, hormiguita. La hormiga medio muerta Dice muy tristemente: Yo he visto las estrellas. ¿Qué son estrellas? —dicen Las hormigas inquietas. Y el caracol pregunta Pensativo: ¿estrellas? Sí, repite la hormiga, He visto las estrellas. Subí al árbol más alto Que tiene la alameda Y vi miles de ojos Dentro de mis tinieblas. El caracol pregunta: ¿Pero qué son estrellas? Son luces que llevamos Sobre nuestra cabeza. Nosotras no las vemos, Las hormigas comentan. Y el caracol, mi vista Sólo alcanza a las hierbas. Las hormigas exclaman Moviendo sus antenas: Te mataremos, eres Perezosa y perversa, El trabajo es tu ley. Yo he visto a las estrellas, Dice la hormiga herida. Y el caracol sentencia: Dejadla que se vaya, Seguid vuestras faenas. Es fácil que muy pronto Ya rendida se muera. Por el aire dulzón Ha cruzado una abeja. La hormiga agonizando Huele la tarde inmensa Y dice, es la que viene A llevarme a una estrella. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. ¿Es una mariposa?, Dice la casi ciega. Tiene dos cuernecitos, La otra rana contesta. Es el caracol. ¿Vienes, Caracol, de otras tierras? Vengo de mi casa y quiero Volverme muy pronto a ella. Es un bicho muy cobarde, Exclama la rana ciega. ¿No cantas nunca? No canto, Dice el caracol. ¿Ni rezas? Tampoco: nunca aprendí. ¿Ni crees en la vida eterna? ¿Qué es eso? Pues vivir siempre En el agua más serena, Junto a una tierra florida Que a un rico manjar sustenta. Cuando niño a mí me dijo Un día mi pobre abuela Que al morirme yo me iría Sobre las hojas más tiernas De los árboles más altos. Una hereje era tu abuela. La verdad te la decimos Nosotras. Creerás en ella, Dicen las ranas furiosas. ¿Por qué quise ver la senda? Gime el caracol. Sí, creo Por siempre en la vida eterna Que predicáis... Las ranas, Muy pensativas, se alejan, Y el caracol, asustado, Se va perdiendo en la selva. Las dos ranas mendigas Como esfinges se quedan. Una de ellas pregunta: ¿Crees tú en la vida eterna? Yo no, dice muy triste La rana herida y ciega. ¿Por qué hemos dicho entonces Al caracol que crea? ¿Por qué?... No sé por qué, Dice la rana ciega. Me lleno de emoción Al sentir la firmeza Con que llaman mis hijos A Dios desde la acequia... El pobre caracol Vuelve atrás. Ya en la senda Un silencio ondulado Mana de la alameda. Con un grupo de hormigas Encarnadas se encuentra. Van muy alborotadas, Arrastrando tras ellas A otra hormiga que tiene Tronchadas las antenas. El caracol exclama: Hormiguitas, paciencia. ¿Por qué así maltratáis A vuestra compañera? Contadme lo que ha hecho. Yo juzgaré en conciencia. Cuéntalo tú, hormiguita. La hormiga medio muerta Dice muy tristemente: Yo he visto las estrellas. ¿Qué son estrellas? —dicen Las hormigas inquietas. Y el caracol pregunta Pensativo: ¿estrellas? Sí, repite la hormiga, He visto las estrellas. Subí al árbol más alto Que tiene la alameda Y vi miles de ojos Dentro de mis tinieblas. El caracol pregunta: ¿Pero qué son estrellas? Son luces que llevamos Sobre nuestra cabeza. Nosotras no las vemos, Las hormigas comentan. Y el caracol, mi vista Sólo alcanza a las hierbas. Las hormigas exclaman Moviendo sus antenas: Te mataremos, eres Perezosa y perversa, El trabajo es tu ley. Yo he visto a las estrellas, Dice la hormiga herida. Y el caracol sentencia: Dejadla que se vaya, Seguid vuestras faenas. Es fácil que muy pronto Ya rendida se muera. Por el aire dulzón Ha cruzado una abeja. La hormiga agonizando Huele la tarde inmensa Y dice, es la que viene A llevarme a una estrella. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. Vengo de mi casa y quiero Volverme muy pronto a ella. Es un bicho muy cobarde, Exclama la rana ciega. ¿No cantas nunca? No canto, Dice el caracol. ¿Ni rezas? Tampoco: nunca aprendí. ¿Ni crees en la vida eterna? ¿Qué es eso? Pues vivir siempre En el agua más serena, Junto a una tierra florida Que a un rico manjar sustenta. Cuando niño a mí me dijo Un día mi pobre abuela Que al morirme yo me iría Sobre las hojas más tiernas De los árboles más altos. Una hereje era tu abuela. La verdad te la decimos Nosotras. Creerás en ella, Dicen las ranas furiosas. ¿Por qué quise ver la senda? Gime el caracol. Sí, creo Por siempre en la vida eterna Que predicáis... Las ranas, Muy pensativas, se alejan, Y el caracol, asustado, Se va perdiendo en la selva. Las dos ranas mendigas Como esfinges se quedan. Una de ellas pregunta: ¿Crees tú en la vida eterna? Yo no, dice muy triste La rana herida y ciega. ¿Por qué hemos dicho entonces Al caracol que crea? ¿Por qué?... No sé por qué, Dice la rana ciega. Me lleno de emoción Al sentir la firmeza Con que llaman mis hijos A Dios desde la acequia... El pobre caracol Vuelve atrás. Ya en la senda Un silencio ondulado Mana de la alameda. Con un grupo de hormigas Encarnadas se encuentra. Van muy alborotadas, Arrastrando tras ellas A otra hormiga que tiene Tronchadas las antenas. El caracol exclama: Hormiguitas, paciencia. ¿Por qué así maltratáis A vuestra compañera? Contadme lo que ha hecho. Yo juzgaré en conciencia. Cuéntalo tú, hormiguita. La hormiga medio muerta Dice muy tristemente: Yo he visto las estrellas. ¿Qué son estrellas? —dicen Las hormigas inquietas. Y el caracol pregunta Pensativo: ¿estrellas? Sí, repite la hormiga, He visto las estrellas. Subí al árbol más alto Que tiene la alameda Y vi miles de ojos Dentro de mis tinieblas. El caracol pregunta: ¿Pero qué son estrellas? Son luces que llevamos Sobre nuestra cabeza. Nosotras no las vemos, Las hormigas comentan. Y el caracol, mi vista Sólo alcanza a las hierbas. Las hormigas exclaman Moviendo sus antenas: Te mataremos, eres Perezosa y perversa, El trabajo es tu ley. Yo he visto a las estrellas, Dice la hormiga herida. Y el caracol sentencia: Dejadla que se vaya, Seguid vuestras faenas. Es fácil que muy pronto Ya rendida se muera. Por el aire dulzón Ha cruzado una abeja. La hormiga agonizando Huele la tarde inmensa Y dice, es la que viene A llevarme a una estrella. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. Cuando niño a mí me dijo Un día mi pobre abuela Que al morirme yo me iría Sobre las hojas más tiernas De los árboles más altos. Una hereje era tu abuela. La verdad te la decimos Nosotras. Creerás en ella, Dicen las ranas furiosas. ¿Por qué quise ver la senda? Gime el caracol. Sí, creo Por siempre en la vida eterna Que predicáis... Las ranas, Muy pensativas, se alejan, Y el caracol, asustado, Se va perdiendo en la selva. Las dos ranas mendigas Como esfinges se quedan. Una de ellas pregunta: ¿Crees tú en la vida eterna? Yo no, dice muy triste La rana herida y ciega. ¿Por qué hemos dicho entonces Al caracol que crea? ¿Por qué?... No sé por qué, Dice la rana ciega. Me lleno de emoción Al sentir la firmeza Con que llaman mis hijos A Dios desde la acequia... El pobre caracol Vuelve atrás. Ya en la senda Un silencio ondulado Mana de la alameda. Con un grupo de hormigas Encarnadas se encuentra. Van muy alborotadas, Arrastrando tras ellas A otra hormiga que tiene Tronchadas las antenas. El caracol exclama: Hormiguitas, paciencia. ¿Por qué así maltratáis A vuestra compañera? Contadme lo que ha hecho. Yo juzgaré en conciencia. Cuéntalo tú, hormiguita. La hormiga medio muerta Dice muy tristemente: Yo he visto las estrellas. ¿Qué son estrellas? —dicen Las hormigas inquietas. Y el caracol pregunta Pensativo: ¿estrellas? Sí, repite la hormiga, He visto las estrellas. Subí al árbol más alto Que tiene la alameda Y vi miles de ojos Dentro de mis tinieblas. El caracol pregunta: ¿Pero qué son estrellas? Son luces que llevamos Sobre nuestra cabeza. Nosotras no las vemos, Las hormigas comentan. Y el caracol, mi vista Sólo alcanza a las hierbas. Las hormigas exclaman Moviendo sus antenas: Te mataremos, eres Perezosa y perversa, El trabajo es tu ley. Yo he visto a las estrellas, Dice la hormiga herida. Y el caracol sentencia: Dejadla que se vaya, Seguid vuestras faenas. Es fácil que muy pronto Ya rendida se muera. Por el aire dulzón Ha cruzado una abeja. La hormiga agonizando Huele la tarde inmensa Y dice, es la que viene A llevarme a una estrella. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. Una hereje era tu abuela. La verdad te la decimos Nosotras. Creerás en ella, Dicen las ranas furiosas. ¿Por qué quise ver la senda? Gime el caracol. Sí, creo Por siempre en la vida eterna Que predicáis... Las ranas, Muy pensativas, se alejan, Y el caracol, asustado, Se va perdiendo en la selva. Las dos ranas mendigas Como esfinges se quedan. Una de ellas pregunta: ¿Crees tú en la vida eterna? Yo no, dice muy triste La rana herida y ciega. ¿Por qué hemos dicho entonces Al caracol que crea? ¿Por qué?... No sé por qué, Dice la rana ciega. Me lleno de emoción Al sentir la firmeza Con que llaman mis hijos A Dios desde la acequia... El pobre caracol Vuelve atrás. Ya en la senda Un silencio ondulado Mana de la alameda. Con un grupo de hormigas Encarnadas se encuentra. Van muy alborotadas, Arrastrando tras ellas A otra hormiga que tiene Tronchadas las antenas. El caracol exclama: Hormiguitas, paciencia. ¿Por qué así maltratáis A vuestra compañera? Contadme lo que ha hecho. Yo juzgaré en conciencia. Cuéntalo tú, hormiguita. La hormiga medio muerta Dice muy tristemente: Yo he visto las estrellas. ¿Qué son estrellas? —dicen Las hormigas inquietas. Y el caracol pregunta Pensativo: ¿estrellas? Sí, repite la hormiga, He visto las estrellas. Subí al árbol más alto Que tiene la alameda Y vi miles de ojos Dentro de mis tinieblas. El caracol pregunta: ¿Pero qué son estrellas? Son luces que llevamos Sobre nuestra cabeza. Nosotras no las vemos, Las hormigas comentan. Y el caracol, mi vista Sólo alcanza a las hierbas. Las hormigas exclaman Moviendo sus antenas: Te mataremos, eres Perezosa y perversa, El trabajo es tu ley. Yo he visto a las estrellas, Dice la hormiga herida. Y el caracol sentencia: Dejadla que se vaya, Seguid vuestras faenas. Es fácil que muy pronto Ya rendida se muera. Por el aire dulzón Ha cruzado una abeja. La hormiga agonizando Huele la tarde inmensa Y dice, es la que viene A llevarme a una estrella. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. ¿Por qué quise ver la senda? Gime el caracol. Sí, creo Por siempre en la vida eterna Que predicáis... Las ranas, Muy pensativas, se alejan, Y el caracol, asustado, Se va perdiendo en la selva. Las dos ranas mendigas Como esfinges se quedan. Una de ellas pregunta: ¿Crees tú en la vida eterna? Yo no, dice muy triste La rana herida y ciega. ¿Por qué hemos dicho entonces Al caracol que crea? ¿Por qué?... No sé por qué, Dice la rana ciega. Me lleno de emoción Al sentir la firmeza Con que llaman mis hijos A Dios desde la acequia... El pobre caracol Vuelve atrás. Ya en la senda Un silencio ondulado Mana de la alameda. Con un grupo de hormigas Encarnadas se encuentra. Van muy alborotadas, Arrastrando tras ellas A otra hormiga que tiene Tronchadas las antenas. El caracol exclama: Hormiguitas, paciencia. ¿Por qué así maltratáis A vuestra compañera? Contadme lo que ha hecho. Yo juzgaré en conciencia. Cuéntalo tú, hormiguita. La hormiga medio muerta Dice muy tristemente: Yo he visto las estrellas. ¿Qué son estrellas? —dicen Las hormigas inquietas. Y el caracol pregunta Pensativo: ¿estrellas? Sí, repite la hormiga, He visto las estrellas. Subí al árbol más alto Que tiene la alameda Y vi miles de ojos Dentro de mis tinieblas. El caracol pregunta: ¿Pero qué son estrellas? Son luces que llevamos Sobre nuestra cabeza. Nosotras no las vemos, Las hormigas comentan. Y el caracol, mi vista Sólo alcanza a las hierbas. Las hormigas exclaman Moviendo sus antenas: Te mataremos, eres Perezosa y perversa, El trabajo es tu ley. Yo he visto a las estrellas, Dice la hormiga herida. Y el caracol sentencia: Dejadla que se vaya, Seguid vuestras faenas. Es fácil que muy pronto Ya rendida se muera. Por el aire dulzón Ha cruzado una abeja. La hormiga agonizando Huele la tarde inmensa Y dice, es la que viene A llevarme a una estrella. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. Las dos ranas mendigas Como esfinges se quedan. Una de ellas pregunta: ¿Crees tú en la vida eterna? Yo no, dice muy triste La rana herida y ciega. ¿Por qué hemos dicho entonces Al caracol que crea? ¿Por qué?... No sé por qué, Dice la rana ciega. Me lleno de emoción Al sentir la firmeza Con que llaman mis hijos A Dios desde la acequia... El pobre caracol Vuelve atrás. Ya en la senda Un silencio ondulado Mana de la alameda. Con un grupo de hormigas Encarnadas se encuentra. Van muy alborotadas, Arrastrando tras ellas A otra hormiga que tiene Tronchadas las antenas. El caracol exclama: Hormiguitas, paciencia. ¿Por qué así maltratáis A vuestra compañera? Contadme lo que ha hecho. Yo juzgaré en conciencia. Cuéntalo tú, hormiguita. La hormiga medio muerta Dice muy tristemente: Yo he visto las estrellas. ¿Qué son estrellas? —dicen Las hormigas inquietas. Y el caracol pregunta Pensativo: ¿estrellas? Sí, repite la hormiga, He visto las estrellas. Subí al árbol más alto Que tiene la alameda Y vi miles de ojos Dentro de mis tinieblas. El caracol pregunta: ¿Pero qué son estrellas? Son luces que llevamos Sobre nuestra cabeza. Nosotras no las vemos, Las hormigas comentan. Y el caracol, mi vista Sólo alcanza a las hierbas. Las hormigas exclaman Moviendo sus antenas: Te mataremos, eres Perezosa y perversa, El trabajo es tu ley. Yo he visto a las estrellas, Dice la hormiga herida. Y el caracol sentencia: Dejadla que se vaya, Seguid vuestras faenas. Es fácil que muy pronto Ya rendida se muera. Por el aire dulzón Ha cruzado una abeja. La hormiga agonizando Huele la tarde inmensa Y dice, es la que viene A llevarme a una estrella. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. El pobre caracol Vuelve atrás. Ya en la senda Un silencio ondulado Mana de la alameda. Con un grupo de hormigas Encarnadas se encuentra. Van muy alborotadas, Arrastrando tras ellas A otra hormiga que tiene Tronchadas las antenas. El caracol exclama: Hormiguitas, paciencia. ¿Por qué así maltratáis A vuestra compañera? Contadme lo que ha hecho. Yo juzgaré en conciencia. Cuéntalo tú, hormiguita. La hormiga medio muerta Dice muy tristemente: Yo he visto las estrellas. ¿Qué son estrellas? —dicen Las hormigas inquietas. Y el caracol pregunta Pensativo: ¿estrellas? Sí, repite la hormiga, He visto las estrellas. Subí al árbol más alto Que tiene la alameda Y vi miles de ojos Dentro de mis tinieblas. El caracol pregunta: ¿Pero qué son estrellas? Son luces que llevamos Sobre nuestra cabeza. Nosotras no las vemos, Las hormigas comentan. Y el caracol, mi vista Sólo alcanza a las hierbas. Las hormigas exclaman Moviendo sus antenas: Te mataremos, eres Perezosa y perversa, El trabajo es tu ley. Yo he visto a las estrellas, Dice la hormiga herida. Y el caracol sentencia: Dejadla que se vaya, Seguid vuestras faenas. Es fácil que muy pronto Ya rendida se muera. Por el aire dulzón Ha cruzado una abeja. La hormiga agonizando Huele la tarde inmensa Y dice, es la que viene A llevarme a una estrella. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. La hormiga medio muerta Dice muy tristemente: Yo he visto las estrellas. ¿Qué son estrellas? —dicen Las hormigas inquietas. Y el caracol pregunta Pensativo: ¿estrellas? Sí, repite la hormiga, He visto las estrellas. Subí al árbol más alto Que tiene la alameda Y vi miles de ojos Dentro de mis tinieblas. El caracol pregunta: ¿Pero qué son estrellas? Son luces que llevamos Sobre nuestra cabeza. Nosotras no las vemos, Las hormigas comentan. Y el caracol, mi vista Sólo alcanza a las hierbas. Las hormigas exclaman Moviendo sus antenas: Te mataremos, eres Perezosa y perversa, El trabajo es tu ley. Yo he visto a las estrellas, Dice la hormiga herida. Y el caracol sentencia: Dejadla que se vaya, Seguid vuestras faenas. Es fácil que muy pronto Ya rendida se muera. Por el aire dulzón Ha cruzado una abeja. La hormiga agonizando Huele la tarde inmensa Y dice, es la que viene A llevarme a una estrella. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. Yo he visto a las estrellas, Dice la hormiga herida. Y el caracol sentencia: Dejadla que se vaya, Seguid vuestras faenas. Es fácil que muy pronto Ya rendida se muera. Por el aire dulzón Ha cruzado una abeja. La hormiga agonizando Huele la tarde inmensa Y dice, es la que viene A llevarme a una estrella. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. Por el aire dulzón Ha cruzado una abeja. La hormiga agonizando Huele la tarde inmensa Y dice, es la que viene A llevarme a una estrella. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. Las demás hormiguitas Huyen al verla muerta. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. El caracol suspira Y aturdido se aleja Lleno de confusión Por lo eterno. La senda No tiene fin, exclama. Acaso a las estrellas Se llegue por aquí. Pero mi gran torpeza Me impedirá llegar. No hay que pensar en ellas. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. Todo estaba brumoso De sol débil y niebla. Campanarios lejanos Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla. Llaman gente a la iglesia. Y el caracol, pacífico Burgués de la vereda, Aturdido e inquieto El paisaje contempla.
es
García_Montero,Luis
<XXI
Ella_Me_Besa,_Marca_La_Sonrisa
Ella me besa, marca la sonrisa y viaja por los labios al pasado con el adorno de sus sentimientos, lujosa y encendida como un árbol de navidad, paloma de amistades difíciles que abriga con recuerdos lo que duele por demasiado frío en el presente. Ayer te vimos por televisión, no vas a cambiar nunca. Él mide las palabras y me tiende la mano: hubiese preferido no encontrarme. Seguro como un pino del norte en su montaña, vigila los recodos, las umbrías, y sólo se interesa por el rumbo que la vida nos marca. Yo no pienso en traiciones, en el sucio prestigio de sus manos. Únicamente veo estos ojos de halcón y me pregunto: ¿qué pensarán de mí? Calle arriba, después, al despedirnos, mi cuerpo reflejado se detiene en los escaparates, y con necesidad de asegurarse, por encima de objetos de regalo, abrigos, maletines de piel, televisores, levanta el dedo y con temor me dice: no vas a cambiar nunca, no vas a cambiar nunca.
es
Vallejo,César
<XXI
Solía_Escribir_Con_Su_Dedo_Grande_En_El_Aire:
Solía escribir con su dedo grande en el aire: «¡Viban los compañeros! Pedro Rojas», de Miranda de Ebro, padre y hombre, marido y hombre, ferroviario y hombre, padre y más hombre, Pedro y sus dos muertes. Papel de viento, lo han matado: ¡pasa! Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa! ¡Abisa a todos compañeros pronto! Palo en el que han colgado su madero, lo han matado; ¡lo han matado al pie de su dedo grande! ¡Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas! ¡Viban los compañeros a la cabecera de su aire escrito! ¡Viban con esta b del buitre en las entrañas de Pedro y de Rojas, del héroe y del mártir! Registrándole, muerto, sorprendiéronle en su cuerpo un gran cuerpo, para el alma del mundo, y en la chaqueta una cuchara muerta. . Pedro también solía comer entre las criaturas de su carne, asear, pintar la mesa y vivir dulcemente en representación de todo el mundo. Y esta cuchara anduvo en su chaqueta, despierto o bien cuando dormía, siempre, cuchara muerta viva, ella y sus símbolos. ¡Abisa a todos compañeros pronto! ¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para siempre! Lo han matado, obligándole a morir a Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquél que nació muy niñín, mirando al cielo, y que luego creció, se puso rojo y luchó con sus células, sus nos, sus todavías, sus hambres, sus pedazos. Lo han matado suavemente entre el cabello de su mujer, la Juana Vásquez, a la hora del fuego, al año del balazo y cuando andaba cerca ya de todo. Pedro Rojas, así, después de muerto, se levantó, besó su catafalco ensangrentado, lloró por España . y volvió a escribir con el dedo en el aire: «¡Viban los compañeros! Pedro Rojas». Su cadáver estaba lleno de mundo.
es
Neruda,Pablo
<XXI
Yo_Trabajo_De_Noche,_Rodeado_De_Ciudad
Yo trabajo de noche, rodeado de ciudad, de pescadores, de alfareros, de difuntos quemados con azafrán y frutas, envueltos en muselina escarlata: bajo mi balcón esos muertos terribles pasan sonando cadenas y flautas de cobre, estridentes y finas y lúgubres silban entre el color de las pesadas flores envenenadas y el grito de los cenicientos danzarines y el creciente monótono de los tam-tam y el humo de las maderas que arden y huelen. Porque una vez doblado el camino, junto al turbio río, sus corazones, detenidos o iniciando un mayor movimiento, rodarán quemados, con la pierna y el pie hechos fuego, y la trémula ceniza caerá sobre el agua, flotará como ramo de flores calcinadas o como extinto fuego dejado por tan poderosos viajeros que hicieron arder algo sobre las negras aguas, y devoraron un alimento desaparecido y un licor extremo.
es
Darío,Rubén
<XXI
Oíd_El_Grito_Que_Va_Por_La_Floresta
Oíd el grito que va por la floresta de mástiles que cubre el ancho estuario, e invade el mar; sobre la enorme fiesta de las fábricas trémulas de vida; sobre las torres de la urbe henchida; sobre el extraordinario tumulto de metales y de lumbres activos; sobre el cósmico portento de obra y de pensamiento que arde en las políglotas muchedumbres; sobre el construir, sobre el bregar, sobre el soñar, sobre la blanca sierra, sobre la extensa tierra, sobre la vasta mar.
es
Góngora,Luis_de
<XXI
De_Chinches_Y_De_Mulas_Voy_Comido,
De chinches y de mulas voy comido, Las unas culpa de una cama vieja, Las otras de un Señor que me las deja Veinte días y más, y se ha partido. De vos, madera anciana, me despido, Miembros de algún navío de vendeja, Patria común de la nación bermeja, Que un mes sin deudo de mi sangre ha sido. Venid, mulas, con cuyos pies me ha dado Tal coz el que quizá tendrá mancilla De ver que me coméis el otro lado. A Dios, Corte envainada en una villa, A Dios, toril de los que has sido prado, Que en mi rincón me espera una morcilla. De vos, madera anciana, me despido, Miembros de algún navío de vendeja, Patria común de la nación bermeja, Que un mes sin deudo de mi sangre ha sido. Venid, mulas, con cuyos pies me ha dado Tal coz el que quizá tendrá mancilla De ver que me coméis el otro lado. A Dios, Corte envainada en una villa, A Dios, toril de los que has sido prado, Que en mi rincón me espera una morcilla. Venid, mulas, con cuyos pies me ha dado Tal coz el que quizá tendrá mancilla De ver que me coméis el otro lado. A Dios, Corte envainada en una villa, A Dios, toril de los que has sido prado, Que en mi rincón me espera una morcilla. A Dios, Corte envainada en una villa, A Dios, toril de los que has sido prado, Que en mi rincón me espera una morcilla.
es
Mistral,Gabriela
<XXI
Piececitos_De_Niño
Piececitos de niño, azulosos de frío, ¡cómo os ven y no os cubren, Dios mío! ¡Piececitos heridos por los guijarros todos, ultrajados de nieves y lodos! El hombre ciego ignora que por donde pasáis, una flor de luz viva dejáis; que allí donde ponéis la plantita sangrante, el nardo nace más fragante. Sed, puesto que marcháis por los caminos rectos, heroicos como sois perfectos. Piececitos de niño, dos joyitas sufrientes, ¡cómo pasan sin veros las gentes! ¡Piececitos heridos por los guijarros todos, ultrajados de nieves y lodos! El hombre ciego ignora que por donde pasáis, una flor de luz viva dejáis; que allí donde ponéis la plantita sangrante, el nardo nace más fragante. Sed, puesto que marcháis por los caminos rectos, heroicos como sois perfectos. Piececitos de niño, dos joyitas sufrientes, ¡cómo pasan sin veros las gentes! El hombre ciego ignora que por donde pasáis, una flor de luz viva dejáis; que allí donde ponéis la plantita sangrante, el nardo nace más fragante. Sed, puesto que marcháis por los caminos rectos, heroicos como sois perfectos. Piececitos de niño, dos joyitas sufrientes, ¡cómo pasan sin veros las gentes! que allí donde ponéis la plantita sangrante, el nardo nace más fragante. Sed, puesto que marcháis por los caminos rectos, heroicos como sois perfectos. Piececitos de niño, dos joyitas sufrientes, ¡cómo pasan sin veros las gentes! Sed, puesto que marcháis por los caminos rectos, heroicos como sois perfectos. Piececitos de niño, dos joyitas sufrientes, ¡cómo pasan sin veros las gentes! Piececitos de niño, dos joyitas sufrientes, ¡cómo pasan sin veros las gentes!
es
Verduzco,Sergio
XXI
El_Águila_Vendrá
cuando los Pumas consuman las miradas de todos con tan buen aliento que este incendie la esperanza. Esa con quien convivimos a despropósito, que no deseamos reconocer como cumbre porque no queremos ver que nos circunda y nos invita a desatarnos de la mentalidad siguiendo al Puma. Porque los Pumas concluirán de reedificar la gran Tollán, ya en ella deambulan ronroneando con sus miradas de olfato todos los rincones de la Gran Mole de la Pirámide; acechando con todas sus acciones la cúspide. Y porque todos los Pumas saben que existe tal cúspide sabemos nosotros los mortales que El Águila existe y vendrá. Sabemos que venimos porque nos vamos, porque estamos fuimos y seremos en la decisión que nos hace. Ser y movimiento, en búsqueda de un origen perdido con nacer. El Águila vendrá porque existe la cumbre. Y La Historia es la pirámide de los hombres en busca de un si mismo común, entre edades de tiempo y épocas del mundo. Los Pumas son los emisarios del Águila que habrá de venir. Vendrá para que los Pumas queden convertidos en Tezcatlipocas, Humeantes Espejos Cósmicos, con la pata metida a ser mundo, origen que se mira a si mismo en el cambio del tiempo hecho imágenes del ser... Porque los Pumas concluirán de reedificar la gran Tollán, ya en ella deambulan ronroneando con sus miradas de olfato todos los rincones de la Gran Mole de la Pirámide; acechando con todas sus acciones la cúspide. Y porque todos los Pumas saben que existe tal cúspide sabemos nosotros los mortales que El Águila existe y vendrá. Sabemos que venimos porque nos vamos, porque estamos fuimos y seremos en la decisión que nos hace. Ser y movimiento, en búsqueda de un origen perdido con nacer. El Águila vendrá porque existe la cumbre. Y La Historia es la pirámide de los hombres en busca de un si mismo común, entre edades de tiempo y épocas del mundo. Los Pumas son los emisarios del Águila que habrá de venir. Vendrá para que los Pumas queden convertidos en Tezcatlipocas, Humeantes Espejos Cósmicos, con la pata metida a ser mundo, origen que se mira a si mismo en el cambio del tiempo hecho imágenes del ser... Y porque todos los Pumas saben que existe tal cúspide sabemos nosotros los mortales que El Águila existe y vendrá. Sabemos que venimos porque nos vamos, porque estamos fuimos y seremos en la decisión que nos hace. Ser y movimiento, en búsqueda de un origen perdido con nacer. El Águila vendrá porque existe la cumbre. Y La Historia es la pirámide de los hombres en busca de un si mismo común, entre edades de tiempo y épocas del mundo. Los Pumas son los emisarios del Águila que habrá de venir. Vendrá para que los Pumas queden convertidos en Tezcatlipocas, Humeantes Espejos Cósmicos, con la pata metida a ser mundo, origen que se mira a si mismo en el cambio del tiempo hecho imágenes del ser... Sabemos que venimos porque nos vamos, porque estamos fuimos y seremos en la decisión que nos hace. Ser y movimiento, en búsqueda de un origen perdido con nacer. El Águila vendrá porque existe la cumbre. Y La Historia es la pirámide de los hombres en busca de un si mismo común, entre edades de tiempo y épocas del mundo. Los Pumas son los emisarios del Águila que habrá de venir. Vendrá para que los Pumas queden convertidos en Tezcatlipocas, Humeantes Espejos Cósmicos, con la pata metida a ser mundo, origen que se mira a si mismo en el cambio del tiempo hecho imágenes del ser... El Águila vendrá porque existe la cumbre. Y La Historia es la pirámide de los hombres en busca de un si mismo común, entre edades de tiempo y épocas del mundo. Los Pumas son los emisarios del Águila que habrá de venir. Vendrá para que los Pumas queden convertidos en Tezcatlipocas, Humeantes Espejos Cósmicos, con la pata metida a ser mundo, origen que se mira a si mismo en el cambio del tiempo hecho imágenes del ser... Los Pumas son los emisarios del Águila que habrá de venir. Vendrá para que los Pumas queden convertidos en Tezcatlipocas, Humeantes Espejos Cósmicos, con la pata metida a ser mundo, origen que se mira a si mismo en el cambio del tiempo hecho imágenes del ser... Vendrá para que los Pumas queden convertidos en Tezcatlipocas, Humeantes Espejos Cósmicos, con la pata metida a ser mundo, origen que se mira a si mismo en el cambio del tiempo hecho imágenes del ser...
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