¿No me dirás qué es tu intento? Hablar pretendo a la infanta. que por esta galería desde el suyo al cuarto pasa. del rey Almenán, su padre. ¿Es posible que no caigas que está esta mora muy verde, y que no has de madurarla, al calor de tus cariños, Déjala para hacer casta. de Alipies, y pues estamos libres los dos de las garras, de este perraco almenar. a Toledo la casa ca Volvamos, que estoy temiendo otros dos años de agua. de Ametillo y de Marmoria, son tres cosas bien malas. sepa que la libertad que me concedió la hidalga ¡Atención del Rey! no estima quien voluntaria. prisión hizo de sus ojos Hombre del diablo que habla ¿No adviertes que si este perro llega a saber que idolatras a su hija, que a los dos nos hará freya. En nada. repara quien está ciego Pues si en eso no reparas, Repara en que a don Fernando rey de Castilla, le paga mal tu lealtad generosa. las repetidas instancias que con Almenar ha hecho para que libre a tu patria vuelvas, y si no te obliga esta fineza las ansias amorosas de Leonor, te obligen, con quien tratadas antes de tu cautiverio, Tus bodas, señor, estaban obligarte sus finezas, Hermosura soberana, ¿Que me hables ya de Leonor? me admírase cuando reparas que solo a Castilda adoro. y que a borrarla no bastan de mi pecho los rigores con que su beldad me trata. una hermosura enojada. a aquel que la desdeñó, castiga aquel que la ama. mas su porfía amorosa dejaré desengañada Pues no es casi edad tan linda, pero mi lengua es la mala. ¡Hermosa Casilda! Poco cortesano anda. tu primor en la fineza. con que mi padre te trata, pues teniendo dél permiso para que a Castilla partas, no usas de la licencia que te concede. Es que aguarda alguna ayuda de costa, para hacer esta jornada. De tu hermoso cielo. Si eso el viaje dilata, yo haré dársela al instante. ¿Adónde acudir nos mandas? Quita, necio, sólo espero que sepas, divina ingrata, que mal de su libertad puede gozar quien el alma deja en tus ojos cautiva, Y así, hermoso dueño, Me restituyó a mi plaza a quien yo reconocida, Previne que te avisaran que a quien cortés libertaste. era a Casilda la infanta volvió a confirmar la paz y a muchas veces jurada di con Castilla el Rey mío, capitulando entre ambas. coronas por excusa, los rompimientos que causan amigas ostilidades, que a quien las origina como a desleal. del uno y otro monarca. cautivo pudiese hacerle, el dominio de las armas, Tú con el salvoconducto de la amistad gallarda pasaste a Toledo a verme, si fue afecto o cortesana, curiosidad los efectos lo digan, pues temeraria tu pasión, viendo que en mí tanta resistencia hallabas. robarme ciego intentaste. en la ocasión de una caza, Pero dando mis monteros con tu encubierta celada. la presunción de que alguna o su diligencia intentabas. te hizo cautivo, cumpliendo con que tratado estaba. entre ambos reinos, sin que jamás mi padre llegara a saber que su designio era robarme que tanta osadía en su altura. otra venganza tomara. Dos años, en fin, cautivo. a que en la prisión tirana de la crueldad de Almenar, estás, Fortuna, por mi causa, padeciendo sus rigores, No lo niego; mas si basta para gloria de sus amantes. cuando no puede premiarla, que sus finezas confiese. agradecida una dama Ya de mí te ves premiado, Así, en fe de esto que haga ¿Cuál ha de ser? que te vayas. luego a Castilla, que es tiempo mi urbanidad desairada, admitiendo sus finezas, sin ser posible pagarlas, Pues ¿en qué está el imposible? cuando en ti mi afecto halla. la parte de agradecida ya que no la ve obligada. en mi honor y en mi decoro, pues, aunque en sangre me igualas, no puedo, fortuna, ser tuya. porque nunca unió dos almas bien amor, cuando profesan dos religiones contrarias. Pues que te adoro, Casilda, mi Rey, que es la cierta abraza. ¡Ah, qué tatura de amor! que ella la pide trocada. Redúcete tú a la mía, Pues ¿qué dices que me amas? ya la errara la bobilla, jugando con cartas falsas. Haz la ley que yo profeso, la verdadera y errada. sigues la sombra, pudiendo seguir la luz de la gracia, La que mis antepasados guardaron sigo, si falsa es o no su ley, no arguyo en ella he sido criada, con que no hallo en mi razón que me obligue a ser Cristiana. Si lo fueras algún día, ¿su amor pagarás? Solo sé que sirve moro premiará tu amor, Y así, pues tus esperanzas mueven a mis desengaños, te quedes a tu patria, Antes me verás morir. Tu rigor que me vaya. Esa es porfía, Es amor es tema solo. Es constancia. Es osadía Estoy ciego. pues mi alteza castigarla, Sabrá no estimo la vida. Sinti. Ahora se dará ja. pudiendo ver; pero el Rey el persona y pendanza y mi azar vienen. ¿Qué dices? Más claro está esto que el agua que el Rey, Alejandro, y Reduán, y Ametillo te descartan. Pues ya aquí llegan. Casilda, ¿qué haces aquí? Dando estaba afortuna norabuena. de que hoy a Castilla parta, en fe del permiso tuyo. Ya se viene, y si él dilata El partir no es culpa mía, como aviso en esta carta, al rey don Fernando. Fuera Urbanidad, poco hidalga, os llamo Dios. Que os rindo més. y de de entrar ya. vidrio de sedare. Yo lo estimo. ¿Bien la astucia? en esta humana discuse. de mi forma todo acero han. con este traje disfrazaros, pudiera, Almenón, hacer mas conservarle su amor me importa para la ardua empresa que solicito y el tiempo decirla aguarda. tú, Alejandro, queja de mi amor. Pues ¿cómo tardas? en decírmela, sabiendo mi afecto te ama. y lo que llegó a sentir no mirar en ti aliviadas tus raras melancolías, Tú, como padre, señor, a los alivios me faltas. que forme queja de parte mi razón, ¿qué te espanta? porque si tú mi valor y ardimiento le ocuparás. en el bélico ejercicio del estruendo de las armas, no hubiera sido capaz el ocio a que me entregara tanto a la pintura, cuya inclinación en mí es causa o melancólicas raras, la pintura? de mi amor lo recatabas. porque aun la verdad se arriesga en novedad tan extraña. es efecto del amor. El que padeces. No, hermana. pues, aunque confieso que es cualquier mujer por sus altas prendas, recato y belleza, ligna de ser venerada, nunca al amor me he rendido. por no ver que se avasalla de un Dios que todo es mentira. toda la verdad de un alma. Nunca se dan efectos, donde no hay causa. pues será sarna peregrina que pica mucho y no grana? ¿Cómo no caliar tú, cuando hablar el Rey y la Infanta? ¿Qué ladrán? Amé su querer, probar otra vez mirabil Di la causa. Ya la digo. si encuentro como explicarla. en la ilusión de un sueño, una hermosura al sol en belleza le excedía. Pues en sus ojos admiraba el día. o el día le animaba su luz pura. calma trasladar su fiel pintura, porque tal cabeza a doña Elvira sino en el alma, donde eterna dura. mas queriendo el pincel, dar al concepto al tosco lienzo para. copiarla en vano. ¿Quiés pues aliñas muchas veces a pintarla, borró en mí las especies de su objeto. y del alma jamás puedo borrar. ¿Quién esta beldad será? o esta sombra que no alcanza a saber mi inteligencia más que me asusta o me pasma, como en un bárbaro puede, ¿En qué virtud no se halla? moral alguna que sea esta idea soberana, que su auxilio esperas busque. si fuera Casilda o Rabia. y a en ella la caridad brilla, siendo lo que causa mi infernal desasosiego. si esa hermosura soñada y tu pasión arrastra cómo puedes negar que no nazca de amor tu mal? No es amor nace mi inquietud. mi fe no quererme dar, celos, la disculpa basta. Bien sabes, bella casolada, que solo a tu amor consagro, que a no nacer mi hermana aunque amor no rindo cultos. tu deidad amara. ¿Quién creerá que aun sus decentes Cariños celos me causan. Quien supiera que son moros. que en ningunos no reparan. Porque veas que a tu queja le previno anticipada la satisfación mi afecto, cariñoso, en esta carta aviso al rey de Castilla don Fernando, que a Navarra han de pasar por sus tierras. mis militares escuadras. y creyendo que es permiso de enfe de nuestra alianza, es el rey Fernando. ¡Oh, en fe de saber si le negara que supiera mi valor tomársele con las armas he mandado alistar gente y con la mucha que aguarda auxiliar mi gran poder. del Dejaén y Granada. tenía dispuesto ya que en mi nombre partas. atalar a todo aquel reino, y de la hora la saña. con que aborrezco al cristiano. de tu valor, tu arrogancia, muestres que eres hijo mío. Yo te doy esa palabra, pues apenas del Navarro que abrase, deshaga, arruine, cuanto se ponga a mi saña ¿Pestie deseos? o resista a la amenaza. Yo lo espero de tus bríos. Solo por la confianza que de mí tienes tus pies. beso. En empresa tan ardua te acompañara mi esfila. Reduán, no me hará falta. No te he menester, que sobra mi brío en tan corta hazaña. A tu lado, aunque no quieras que en fe de tu real palabra a dar parte a mis hermanos Voy de mi dicha. Ve a darla. Ven, Ametillo. ¡Ametille! ha de llevar esta carta a Castilla. Vaya al pie tocando. Parte luego. Que ser parta se este cristiano quedar Cautivo error a suprema fría, y si allá coger amé, hacer, señor, en venganza dice beber de aquel lecho si es que pesar con algarabías. por obligarme a pecar, ¡Ah, perro, y lo que pecaras! si en ésa te vieras. Bortes. Al rey de Castilla la darás. ¿Y hacer que me mandas? con tu licencia, señor, Paso al jardín con mis damas. Ve Casilda. Alá te guarde. ¡Qué violenta en la tardanza! estaba el alma a llevar Voy al punto la vianda. a mis cautivos. Mis iras estorbarán que lo hagas. Ven, Beltrán, que tras las luces de Castilda se va el alma. tras una pava muy tierna, fuera yo de mejor gana. Pues solos hemos quedado. pedirte intento un favor. Ya tú sabes en mi amor el lugar que has granjeado. nada me puedes pedir. que en mí encuentres resistencia? ¿Qué es? Que me des licencia gran señor, para partir. a mi patria; pues siguiendo a Alá y a ser tu vasallo, Es sé que daba advertir la de mi intento a mí. por no llegarle a enojar. en fin, que a callar te obliga. ¿En qué estás mi enojo? hablar la fe, pues preciso es que tu lealtad me diga. lo que oculta, pues traición también es por no arriesgar mi gracia querer faltar. infiel a la religión, Pues si es forzoso, ya sabes a servirte de mi excelsa Patria vine de Turquía, adonde caudillo eja, por mi experiencia y valor, de tanta gente agarena, mi astucia en nada le engaña. pues siendo de las tinieblas, Príncipe, ya soy caudillo de los que su ley profesan. movido solo. que obligado fue de aquella adversión que a los cristianos ¿Sabes qué tengo y tú ostentas? cuyo odio te ha merecido. mi gracia. Siendo esa la causa de mi venida. mal con mis odios cumplieras. en Toledano, cuando tú con castigos y inclemencias, si rigores, hambres, tormentos, ¿Qué haré? cristianos persigues. que haya quien en sus miserias los consuele y los regale. y sea en tu casa mesma. en mi casa? ¿Pues cómo? ¿Quién es, no me manifiestas? Porque no has de remediarlo. y así, en vano, es que lo sepas. y así solo tu licencia espero para no verlo. Aguarda, como tus necias se vido desconfianzas presumen, que faltar yo a mi ley pueda. ¡Vive Alá, que si casi llamas! fuera cómplice; que hiciera en ella ejemplar castigo. el amor y la clemencia. de padre te lo estorbara. de mi rigor, no lo creas. ¿Qué la castigarás? Pues ven que a las evidencias de veras el desempaño y a mi clara inteligencia, a quien nada se le oculta, sabe que casi en lleva el socorro a los cautivos. el cielo que estorbar saber mis astucias, sus clemencias, Tus ojos serán testigos de la mazmorra a Casilda, salgo a esperar, siendo esta más pasión que la he cobrado. tu tía, conveniente a ser del socorro que nos traen. sus piedades halagüeñas, ¿Sí vendrá? Señor, ya estamos adonde muy presto puedas examinar. Mas casi la vi Ya a la mazmorra se acerca Mucho he tardado. más los sustos que me cuesta. llegar aquí son tan grandes, porque a novicia no venga, de mi padre, que a no ser mi piedad, quien las venciera. fuera imposible lograrlo. ya aguardándome en la reja, Ruy Velázquez estará su ancianidad, de manera me lastima, que los riesgos mi compasión atropella. Ya llega. ¿Cielos, qué miro? mi padre. Fortuna, adversa El Rey la encontró. Casi ada ¿Adónde vas? Yo estoy muerta. ¿Qué le diré, que el temor aun con las voces no encuentra. Parece que te has turbado. en ese brial que lleguéis, La banda es que a los cautivos trae caritativa, llega a verlo, señor. En grande riesgo estoy, valerme es fuerza. del consejo que me dio Ruy Velázquez, que en cualquiera trance que me vea, llame a su valedora mesma. y así, en fe de su consejo, la invoco, divina reina, ¡Locórreme! Ya en su nombre te asisto yo, y en ti extrema Dios un favor, que por grande repetido en su clemencia, lo verá el orbe otra vez en otra piadosa reina. ¿Qué es lo que admiran mis iras? de Dios la justicia recta, en quien sin méritos se halla. si su favor emplea, ¿No me respondes? Mas yo lo sabré de esta manera. Tente, no sé qué divina inspiración me amonesta, ¿Que esto responda, señor? las que oculta mi modestia. son estas flores. Di, ¿qué veo? ¿Qué transformación es ésta? la vianda en flores miro, rabio de enojo y de pena. Pero asombro Nadie admire que en fragancias se convierta la limosna, pues es siempre lo que a Dios más le recrea. y pues libre estás, Casilda, a llevar tu celo vuelva. el socorro a los cautivos. y tiempo vendrá en que sea de esta moral virtud tuya. mérito a mayor fineza. ¿Sido rances las viandas? que el cielo enfrene mi lengua. que hablar no me deje. Isaac. nada llevar tu belleza puede, sino castas flores, retratos de tu pureza. Llévalas en paz. Segura ir puedo con tal defensa, a llevar a los cristiano el socorro, pues la mesma mano que le transformó en flores, hará que sea vi andar allá; mas ¿qué miro? ya en su ser forma y materia Ya se despidió, a la puerta de la prisión, a aguardarla, Vamos, Gozo. la licencia. que me pediste, no solo tienes ya, sino mi ciega, indignación de mi reino, de vía te destierra. quien tan mal sabe usar de ella, que con lo que más estimo vas malquistarme, ¡aleve!, intentas. ¡Qué cruel el cielo! ¡Así ultrajo! mi noble naturaleza, y que a una humana criatura de esta suerte favorezca a una infiel que tiene más que yo, ¿o en qué se diferencia? de Dios no aborrece el nombre. su adoración, no le niega? más dirá que invertirse puede a su ley verdadera No lo niego; mas no hará. a sus favores y auxilios, hará que no se convierta Pero, a pesar de mi rabia, Miro ya, ¡terrible pena!, a Casilda en la memoria que con humildad atenta la vianda a los cautivos, va repartiendo a la quena. Ya con Ruy Velázquez viene. por no ir ya que lo sepa. mis ultrajes y sus dichas. Huyendo va mi soberbia Digo que todo lo vi, A mí admirada me deja. Grande fue el favor, no hay duda, mas de Dios la omnipotencia Es infinita. A su madre. De la fineza Ella la invoque. ¿Verdad? María es reina, mas aun Madre de Dios, soy Dios, Luego ¿no tiene por caso? si tiene que la grandeza se le comunicó. en cuanto lo pide él. ¿Que es criatura? ¡Oh será criador del cielo! ¡Mucho amor! mi cariño y mi terneza. Mucho a Dios debes, señora. del él te busca y te festeja. Búscale, amorosa tú; pues hallas la puerta abierta, por donde entrar a su gracia. ¿Puerta tienes? Sí, la puerta. La del Bautismo es por donde a lograr su gracia se entra. Pues ¿de qué sirve el bautismo? de lavar las manchas nuestras. ¿Qué manchas? las del pecado. que de nuestros padres era. y Adán heredamos. se pierde eso, si es herencia. por la regeneración del bautismo que nos deja naciendo hijos de la culpa, ¡Hijos de la Gracia soda! No sé qué luz alumbrando, está mi ignorancia ciega. la de la fe. aunque mi afecto quisiera, ser cristiana es imposible. Temo la inclemencia de mi padre en su poder, es deficiente que lo sea. En Dios no se da en posible su divina providencia, disponerlo puedes. ¿Cómo? si puede de hacerlo deja? Aguarda a que se lo pidan. tu ruego y lágrimas tiernas. Tú, que en su gracia te hallas casado, por mí a tu Dios se lo ruega. Si haré más, ha menester, que se ayude tu fe atenta. Yo te doy esa palabra, y en fe que cumplirla espera, mi afecto sean mis brazos. de lo que te estimo muestras. no sé qué gozo en los tuyos siente el alma. es que profesa les alcanza a saber qué hermanos nos hará el bautismo. Esa debe de ser la razón darte libertad desea. mi cariño, pero yo lo dispondré muy apriesa. Mas que me echen, menos temo Aguarda. Tenlas ya. que en mi huerta no pienses, hasta llevarte conmigo. ¿Contigo? Muy tarde fuera No lo será. ¿En qué lo fundas? En que la suma clemencia de María soberana, no hizo por ti una fineza para no obrar otras muchas. Di, señora, ¿qué es tu intento? Al Rey solicito hablar. que impaciente de esperar mi amor perdió el sufrimiento. pues mientras cautivo vía, afortunan en tal rigor, se alimentaba mi amor, de lo mucho que sentía. Mas hoy que la libertad goza, estándose en Toledo, tanta tibieza no puedo sufrirla en su voluntad. ¿Qué hacer pueda el Rey? No hallo, si él allá se quiere estar. puede enviarle a llamar. que es rey y fortuna, vasallo, el Rey mis bodas trató, con que su lealtad y ley faltando a mi fe, al Rey, también ingrato falta. y así debía recelo en duelo justo de honor. del desaire hecho a mi amor, ser el Rey propio duelo. lo que estás rigurosa. Tengo razón. Y algo más. pues desconfiada estás ¿Qué más tengo? estar celosa. Socelos. Siempre profesan précitos en la fe. porque jamás se confiesan en lo que infelice soy. Desconfiada no estoy de Fortuna, sino de mí. desconfía de su flaca, Pasión, que hay hombre infeliz que veniendo vina perdir la deja por comer vaca. El rey ¿Qué haré? que es mucha mi turbación. y moro al rey Almenán, que yo le responderé que su gente por Castilla pues excusarle no puedo, pues la mía por ti le di que marche intento a Sevilla, mas no responder ni hablar. amé siendo embajador? ¿Qué he de responder? que mandarme a bofentar, Bien tu industria lo previno, Yo alojarte mandaré No me aloja, pues ¿por qué ver temor que beber vino. Mucho me alegro que estés Aquí Leonor. Pues, señor, ¿En qué te sirve mi amo? una buena nueva así. la vergüenza excusaré. en su recato al ver que a ella se lo avisó, Di, ¿qué cuenta Almenar me da de que ya fortún de Lara ya obró el efecto en su cara, De marcha a Castilla está. que Almenón no ha tenido la culpa en su detención. que en fortuna la dilación solamente ha consistido. esto a la Reina dirás. que su venida deseo, porque se logre el empleo de quien lo desea aún más. cortesano el Rey ha dado ¡Bien las noticias te dio! Es cierto que me excuso, el temor de haberle hablado. Llama a ese moro, y sabremos de fortuna mejor. Sí haré. que yo de Beltrán sabré. Moro, aguarda. ¿Qué queremos? ser tú acaso conductera. de embajadores? ¿Por qué? si a alentarme tu amor me avorecen la aurora de ti una dama saber quiere, si a un fortún de Lara ¿Conoces ser cosa clara. que afortunarle conocer. ¿Y cómo está? estar viliano. ¿Tomé este malo? ¡Qué bueno fortunestar e tomar mucho tabaco. que no le toma presumo. Mis noticias ser mejores. el tener malos humores e domar fábula de humo. o está de partida ya. Eso no sabes decir. que el no gustar de venir de ver hallado que estar. ¿Que alguna mora le inquieta? De cuyo una servicia do. Muchas sé que esto mandado dejarnos nuestro propósito. Muchas. Sé, y porque no asombres los hombres, muchas mujeres ellas acá muchos hombres. ser un bretón. e un pícaro feno estar, no le querer embalar. por saber que ser bufón mas mucho preguntar ya el saber que allá en meterra el que preguntar no yerra. mas ser esto cuando da Ya, moro, te entiendo. de tu mano, mucho gano y ser más linda tu mano. que el banzarrón de Mahoma. ¡Gran lisonja! Elvira, vamos. ¡Humor gasta el moro! Pues a traerlas. He preguntado a las dos ¿Dónde nos aposentamos? Luego el Rey te hará buscar. Pues al Rey decirle que mandarme aposentarme, donde tu cristiano estar. Pues, dragón engañoso, me llama la escritura. así mi cauteloso. Ardid fiero, procura cocodrilo causar con el halago. de la voz en Castilla, y el reino, Pues si ella ya del blando acento lisonjero, la está llamando Conde. el cielo, rigor fiero, sigue la voz la voz de mi armonía. que siga ha de estorbar tu melodía. y así, sin que me vea, invisible, hoy intento para que más me crea. soberano portento. con las cadencias de mi acorde engaño. en su atención introducir su daño. para cuya intención he prevenido voces que imán sean de su oído. mas ya a este jardín sale y áspid entre las flores del veneno se vale. mi ardid de sus furores, vencer al cielo, y a Casilda espero ya dragón engañoso, ya áspid fiero, dulce voz que con grata me lo di. llevándote tras ti. toda el alma te llevas. pues me admiras, suspendes y me elevas? pues me estás llamando con el susurro de tu apetito blando. porque grata me niega en tantos imposibles dudas ciegas. tu auxilio saberano. si en tu poder consiste, o en tu mano, que el bautismo reciba. y que en la ley que deseo viva, para que me dilata tu clemencia, lo que de parte está de tu asistencia, ¿Así? Pues eres que me está inspirando Siéndome esta, me está alumbrando. mi deseo en tanto abismo, a algún dio el agua del bautismo? ¡Qué dulce armonía es! ¡Oh mode alas! el corazón hiere, lo que más mi fe ¿De qué solicita que contra mi error se pone mi ley. Fantastica voz que estás siendo baticinio infiel. de mis dudas, pues no dejo percibirte, di, de quien eres, pues en todo este Sí, fío mis ojos, no quien te pueda articular. llegándote a comprender, Soy la voz de quien tendréis el culto dio de tu religión la ley, si tu error, ciego, no intenta, hallar el castigo de él. ¿Cómo puede hallar castigo? quien mérito espera hacer en seguir la ley de Cristo. que la verdadera es. La ley que hasta aquí has seguido es la más suave, pues no halla el apetito humano ni aun preceptos que romper ¿Qué más si cabe, más blanda, puede otra ninguna ser. que ley que su gloria ofrece Conveniencia: mira de mí la tuya solo al placer, pues el albedrío deja libre, sin jugos de ley, la que yo sigo permite Libre, pues, a no dejarle, no hubiera que merecer. ¡Que discurra una infiel esto! mas así la he de venturar. Mira si a tu religión por otra te niegas, que arriesga tu real sirve. la majestad del dosel? si una corona aventuró, lograr espero un laurel. No podrá tu fe que contra tu error Se pone tu ley Sí podrá, engañosa voz ¡Qué tiranamente cruel! por verterme solicitas pues de opinión cierta sé como mi afecto humilde, con lágrimas y con fe. se lo pida, a la que tanto puede con Dios te vencer. le podrá mi amor, y así Si de ansias han de ser, que tus piedades merezcan. mis lágrimas, por quien ligre el agua del bautismo, y a mi llanto y fervores quien te lo pide, señora, no me lo niegues. No haré, ¿Qué es lo que oigo? otro favor. Mas ¿de qué? sirve mi infernal astucia si siempre me ha de vencer. quien de María se vale. de su luz, huyendo iré. ¡Qué celestial resplandor! me ciega para no ver la soberana beldad eres divino portento ¡Qué apaciblemente fiel del corazón te apoderás Yo soy Casilda, la que Invoco tu amor, la madre soy purísima de aquel que formó el cielo y la tierra de mi corazón, Deodato, es como celestial aurora. cuando tal favor me hacéis. Casilda, no puede ser la da caso suyo. Casi es como un día. se deja ver mi luz pura. Pues si el bautismo ha de ser para gozar tanta gloria. quien esa dicha me dé. Ya el carácter de cristiana Yo lo dispondré. casi la da mis piedades Confía Señora, aunque de vos mayores favores, espero, llego a temer en tanta resignación, si conseguirla podré. o cuando en el poder me hallas, de un tirano padre infiel. Para Dios no hay imposibles. ¡Qué infinito es su poder! ¿Y será luego? Muy presto. tu deseo cumpliré. y después lograré veros. Verme lograrás después. porque los ojos del alma Ven con la luz de la fe. Feliz seré. Queda en paz. Señora, no os ausentéis, aguardad, más pura aurora, Asentaos, porque si ver no pueden mis sequedades Vos falta en el cielo hacéis, Madre, a Dios queréis Él os ama como hijo suyo. Preciso es que no se dé que Dios se halle sin María. ni María esté sin él. Llegó el día venturoso Pues velar que llegó también. No os entiendo. ¡Severo día, por qué? cuando a vuestro castidero veis el fin y cuando quedan de Castilda hermosa, al ruego despobladas de cristiano las mazmorras de Toledo? ¡Hermosa la llamas! Ahora digo que son ciegos. Bien te parezca un cuerpo metadiz, lleno de letra, sin que hallan para curarla remedio. cuantos menos herbolarios han venido de Marruecos. una mujer con más pintas ¿Qué baraja de hillar? ¿Ya te parece bien, señor? Lindo es domago, por cierto. tiene tu amor, tú le debes. de llamar en tus requiebros en lugar de vida milla, ¡Legra mía! ¡Allá! que aunque el sol se eclipsa, no, pierden las luces su precio. un vapor la luz en pan en tienda. pero no deja por eso de ser hermosa la luz, un accidente grosero, pudo eclipsar de Casilda la belleza en el concepto, de quien no como yo la ama, pero en mi conocimiento ningún accidente puede. turbar su divino cielo, Hasta ahora era el gusto malo. mas desde ahora es perverso. por señas de que es sujetos, y te confieso que son tan sonoros sus acentos, cuando canta que parece que tiene treinta dilateros. metidos en el gaznate. Pero ¿qué haremos con eso? que la buena voz, señor, solo es caudal en el pueblo mas no hermosura, y le prosa aunque ella nació en Toledo, se hizo hermosura manchega. Y ése es. de Dios a tantos cautivos envía el consuelo. y aunque mi más deseado fin tan propimo le veo, como ser este el dichoso día que esperé contento. pues a la bella Casilda de las piedades ejemplo, da licencia el Rey su padre, todo a su salud atento, de que a los vanos se parta. de San Vicente, creyendo por los consejos del hombre. las prevenciones del cielo. Pues aunque es verdad que vano ha de sanar, según creo, a Castilda, no discurro bien sin discurso cuerdo, que otro, y no estés, ha de ser, el vano de su remedio. Aunque otras muchas venturas con fe verdadera espero y aunque el fin a ver mi patria después de tanto destierro. parto hoy porque a la Infanta me ha ordenado, sin asistiendo Todos estos bienes, todos estos dichosos consuelos, se turban con ver que hoy parte el azote sangriento, de allí contra los cristianos, pues ya su soberbia veo. las fronteras de Navarra, y volver a ser el centro. de las moriscas mazenas, horroroso monimento. de cristianas libertades. para que no haya contento en este humano meatro, miserables efectos, que en las espaldas no traiga escritos sus desconsuelos? Poco crédito te deben los navarros ardimientos pues lloras en el amago. Mi recelo es la desunión injusta. que entre los cristianos veo, Pues si se uniera Castilla, con Navarra hubiera perro, que no llevara por mayor lo que viene antes del ser. Mas ya en marcha para aquí. llega allí, y al mismo tiempo Temeroso por allí llega, con la infanta. con el bello. milagro de amor dirás. menos la legua concedo. Dame, señor, a besar tu mano y licencia luego. para partir a los campos. de Navarra, que es lo mesmo partir a destruir los servicios. Deja, Alí valiente, hijos, porque no blasone soberbio la fuerza de su hado. espíritu de que no haya alguna vez en mi pecho. de mura quiso ser así No sé si severo disponerme en trance? que en él dividirse den en dos mitades mi alma, con tan extraño, tan nuevo, dolor, como parecerme que no ha de volver a veros y aunque conozco que nace este paternal afecto de dejarme sin los dos. de tu valor el intento, de tu salud el alivio. y la ampliación de mi cetro. como entre los dos lleváis Mi corazón es discreto, el dolor, pues a arrancarse en corazón de su gentil, no se hace sin sentimiento. Partid, que ya el rey Fernando nuestra amistad, prosiguiendo permiso a tus tropas dar para pasar por tu reino. a las fronteras Navarras, esperándove a ti atento, en Burgos oía contigo, llevas aquel feudo de mi amistad a Fernando. en diez jaeces turquescos, diez caballos cordobeses, con diez lanzas de dos yerros, si esas fantasmas quinos, diez adargas de Marruecos, con diez marlotas de tunes, de oro y de piedras cubiertos, bonetes y capellares, diez alfombras, a quien dieron el caíro y la primavera, matices varios y bellos, llevas docientos cautivos ya por ti libres, y en ellos el empleo de mi enojo. la ocupación de mi ceño, porque sin los dos hay hijos ni aun los rigores pretendo. que tengan uso, pues cuando sin alma por los dos quedo. el aire tiene suspenso. Por Alá juro por ti, y por Casilda, a quien quiero más que el aliento que animo. más que la vida que aliento por aquel músico encanto de su voz, a cuyo imperio armonioso, rendido de mí propio me enajeno. Turco por aquella copia impresa en mi pensamiento solo la borra el cuidado. de quererla dar al lienzo. de llenarte de cautivos, las cárceles de Toledo. si el rencor, el apresarlos, me da lugar de traerlo. sin que sus infames vidas sean manchas de mi acero toca a marchar, que aquel llanto es accidente sangriento, de mi enojo. ¡Ea, africanos, a coronar de trofeos esta sed de mis rigores, Vea el mundo que le heredó a Almenar todos los días, que queden en él suspensos, ¡Mal año para el masdín! ¿Qué es esta, soberbia, mi aliento? sufrir por causa hilda, ¡Que sufra este infiel el cielo! estorbar el intento para ¿Casi llama? Pero ¿cómo? se rinde a nada mi esfuerzo. mude el Rey de parecer he asistido, pues, pues traducir invisible mi voz en su pensamiento. Vaya Alí, pero a Casilda, ¿Ya faltarán remedios? sin que allá busca y mira. es arroyo muy resuelto, de dos consuelos que tienes. quedarte sin su consuelo. Mal años que humo andar dio de pésate en el infierno, ¡Qué diablos de humo entró aquí! Todo me huele a incienso, de pajuelas. Bien discurro. ¿De qué violencia me quejo? si los motivos me busco. que causan mis sentimientos. Vaya Alí, triunfe valiente, de los navarros soberbios, Pero no vaya Casilda, que al mar que sentirla veo, sin el remedio que busca. no le faltará remedio. Parte en feliz hora, hijo, y su Casilda? ¿Qué es esto? No; mas no sabe la voz encontrar con los acentos yo haré que los halle. Tento un ángel, instante e sueño. las iras de mis alcaide, Casilla cuanto dividirme de a pelo, de ti lo sabe mi amor. y tú no lo ignoras, pues que la experiencia te ha dicho. de la ternura de mi afecto. que siento no acompañarte. te digo, pues el pretexto de ser imposible. No, en vi excusa mi ser, ¡Dámelos! y guie para que presto del mal que padezco. Casi el deseado río hermano. De tu amor nunca dude los extremos. ni tududas mi fineza. y en este conocimiento te he de pedir. Nada calles. que se ofrezca a tu deseo. ¿Haráslo por mí? imposibles. para obedecerte espero, Que no ofendas a los cristianos. Calla, que irritado queda creo. que solicitas que sea mi amor aborrecimiento. Mas porque no lo consigas, No oirte, Casilda, quiero. A marchar de cuando en cuando ¡Hermano! Lo que a marchar borren los estruendos marciales sus voces. Mira No he de escuchar tus acentos. Dios ablande tus crueldades. A la en dureza tu pecho dio, Pues yo, que aquí no he podido, Voy donde lograr espero aflicciones de ésta, a quien tanto favor hace el cielo. ¿Yo andar con alto, cristianos? cortar cabezas sin vernos. Allá yo cogerte. No soy liebre. estar con eso. ¿Amor, Ruy Velázquez? que esta enfermedad me dio. piadoso conmigo el cielo, para medio de la dicha. que aprisa lograr espero no dilatemos la cura con desperdiciar el tiempo. Dios las piedades te premia. fortuna, el viaje vuestro. ¿Esa Burgos? Sí, señora. y extraño que de mi afecto y mi obligación dudéis. que me toque iros sirviendo. cuando serviros jamás más me ha detenido en tolado. Si preseguís que habéis de ofender recelo. esa atención de servirme, con la esperanza del premio. Callaré, por no enojaros. no me enojo; pero quiero que quien ha de acompañarme, no lleve más pensamiento consigo, que la atención del silencio y del respeto. que alenos de él olvides y los desprecios adornes de una letra. es de mi albedrío dueño. Vamos, hijos, id delante. de mí, que llevaros quiero. como triunfo venturoso, decid conmigo contentos, dando a Dios gracias de tanto favor como nos ha hecho. Cautivos benditos seáis, señor, que libertáis vuestro pueblo. Mi audiencia pides, Leonor. el vivo accidente te ocasiona, que tu semblante pregona alguno y grande. Señor, en empresa semejante. es bien que intente veloz anticiparse a mi voz. la lengua de mi semblante, porque si en él reparare, vuestra Alteza mi fatiga. halle idioma que le diga lo que mi labio callare, que en conocidos agravios Si razones de villanas deben servir las acciones de lo que sirven los labios. Habla. Sí, hará, que no es muda. Prosigue. el dolor me anima. y mi favor te da aliento. Fernando Rey de Castilla, bien tendrás en la memoria si servicios no se olvidan, los del bravo castellano, Tello Alvárez García, mi padre, que en la postrera sobre otras infinitas. mostrándose sus piedades con mi dolor tan propicias, que a sus favores. enjugando mis mejillas en este tiempo, si aquí diese indicios de mí, mi pasión a vuestra alteza. mi rendimiento suplica, que no tenga la razón título de demasía, pues quien pronuncia su agravio de su respeto se olvida. en este tiempo fortuna, de Lara, con fe fingida, con falso alevoso intento, y con traidora caricia ¡Mal caballero, villano! que muera las dos castillas e vil razón de Gresero, nacimiento de morisca. Mas ¿qué digo? Ahora entra. señor, la prevención mía. miradme como quejosa, Cedme como ofendida y veréis cómo son estas las frases más repetidas de quien padece una ofensa. cuando el ofensor explica Viome finalmente, y dando esperanza a la que fina. constancia llamaba entonces, las licencias permitidas de palacio fueron dando permisión a la osadía. de introducir con mis deudos plática, y a pocos días, fue con vos y con la Reina, mi señora, concluida resolución de que yo Su esposa, señor, sería hizose público el trato. y con él, a mí no esquiva, en los términos de cuerda, aquella fineza te vio, que aun no se llama atención. y pasa de cortesía. mezcladas nuestros colores, eran de nuestra Unión cifras entonces y ahora, señor, los que el rostro me matizan. son vergonzosos tesdigos. de la burlada fe mía. esmaltes de mi congoja. acentos de mi desdicha. mucho si el traidor ¿Qué hará? ¡Dios a vos! y a mí, amante de Casildo, hija de Almenón, a un tiempo nos falta, que, persuadida a esta infalible verdad, me tienen ciertas noticias mas no es menos ofendida vuestra real autoridad. que yo, no la fama diga, de lenciste de vos, magno rey. que toleráis propias hazañas que a padrináis sin razones, y con gente tiranías. Vuestro empeño os ocasiona Mi honor y el vuestro os obliga, y no menos el desaire. de la Reina os solicita de públicos nuestros agravios. son, y solo en vos estriba la satisfación de tres atenciones ofendidas. Haced que fortuna de Lara venga a cumplir su precisa. obligación, que como él me dé la mano y me limpia opinión no sea asunto de lenguas antojadizas, Yo os doy palabra de que le consienta el mismo día, volverse, por no apartarle, de las paganas caricias, de aquella que a un mismo tiempo de Dios y de mí le olvida. Esto mi honor os entiende. Esto vuestra deuda os pide, vuestra justicia. debe mover, y cuando no hallaré en mis desdichas sordo al ruego, ciego al llanto, y mudo a las peñas mías. Al menos no me neguéis a que al famoso Ruy de Aráez mi tío pueda encargarle, en campal batalla diga, a Fortuna de Lara, cómo una traición se castiga, como una opinión se cobra, como una mancha se limpia, como se enmienda una ofensa, calló los celos, siendo ellos los que más su pena atizan. Bien me pudiera ofender, Leonor, de que, persuadida su queja, aun siendo tan justa, como tú la calificas. otro remedio intentara, buscar más que mi justicia, pero no me ofendo, pues, no ignorando que te irrita mas otra pasión que callas, que esa pasión que publicas la pública te tolere, por tolerar la escondida, que una desesperación Elvira, Fortuna, con Casilda viene. no sé qué te diga. que una peña imaginada no es tan cruel como vista. Un criado un mozo pide licencia, de hablarte, y según su prisa En buen hora. Vengas, moro. Ningún día ¡Hay buena hora para mí! ¿Por qué? vivo entre desdichas. ¿Y vienes a que te ampare? No, señor. Pues tú vos digas, lo que vienes. Señor, breve. Pero no querría más que tú me escuchases? Pues hacia aquí te retira, Habla. Yo serví a Almenar, ¡Qué bien te premiaría No me premio, sino mal. si tu queja en él estriba. Mira que su amigo soy. antes que tu queja digas, porque no ofendas mi oído. con el modo de decirla, ¡Bien esa atención te paga! nadie debe a mi hidalguía más que yo saber cumplir las obligaciones mías. mas ¿cómo me paga mal? como enviarte a su hija Tú no la has de consentir, su queja en esta mente. ocasión quiere faltarte, a la amistad prometida. ¿por qué el Rey de mí lo fía? y tú a mí me lo revelas. Oblígame la noticia de tu fama. Y dinte moro. como intenta ser creída, tu voz de mí, cuando solo una traición la apadrina. a tu ley y a tu Rey faltas? y neciamente imaginas que yo crea que conmigo ¿Es leal tu alevosía? sin ser creído, te vuelve, queda mi razón de que presumiesen tus malicias, que tu infame pretensión pudo ser de mí admitida. Vuélvete presto y conoce que del castigo te libra. que mereces mi templanza. dándote, mora, en albricias. de conocer tu cautela. tu propia traidora vida. estén tan infelices astucias con casi lidas, tomé tan por su cuenta, Dios, valerla y asistir. Ya contra ella, pues, mi presunción desvalida. Ni sienta ni dina sin ver. si no empleé los rigores a que una mujer me obliga en los primeros esclavos con que vidrioso pisa los valles de Sopetrán, en inspirarle crueldades, destrozos y tiranías, Sí podrá ser, pero no porque la intención sería de este moro por vengarse de la causa que le obliga, a ser traidor con su Rey, solicitar que, creída la cautela que supuso de Almenar la ofensa mía, la satisfación tomase que a ser verdad merecía. Esto es, pero no obstante. solicitaré novedades. que del todo me aseguren. pues si fue en mí bizarría, persuadirme a que Almenar y el alma tan casi limpia? En fin, ¿quiere ser cristiana? con verdad tan conocida, que de Ruy Velázquez viene enseñada y instruida en lo que toca Alá. el pícaro de Belvedero. hacia nosotras. de su dueño no se resta? no vi mayor desvergüenza. mormurando esta virilla. de mí, que aquellas traidoras ocasiones lo califican. ¿Y dónde queda? Muy cerca salir quiero a recibirla. Prevenido y tú, Beltrán, Ven conmigo. Aquí te siga. mientras no haya polvareda en que perderme me obligan. gallegas obligaciones, da, Leonor, esta noticia a la Reina, porque quiero que con cariño reciba a la infanta cuando llegue aunque la amistad me pida de su padre esta atención, no sé qué fuerza me obliga sin voluntad, a que no pueda dilatar ver a Casilda. ¿Fuese el Rey? Ya el Rey se fue. Dame ahora, señora mía, a besar cuanto pesable desde la planta a la cima. fuese la espalda a Beltrán? merced es bien merecida. a estar volviendo por ti, noche, y cada día, ni se procuran, desvían. Pretended agradecida a la mora que idolatra, vuestro dueño. ¡Oh, ven, Elvira, que el volcán de mi coraje incendios de horror respira. Ya esto por acá se sabe. dile a tu ama que traía esta carta de mi amo, Él se lo diga. que yo no recibo cartas. de manos tan poco limpias, que han manoseado moras. La vese muy bien primero. si quiere que la reciba. Muy bien; pero de Leonor Fortuna me vengará a prisa, y con no hacer caso de ella, y en esos valles que de mis trajeses Testigos vengo a hacerlos valerosos, indicios aplaudid de mis empleos, Postraos viles esclavos y gloriosos en este corto triunfo que os levanta, a ser humilde trono de mi planta. Así su furia aumentó que este traje a este intento vestí de tu atración. rigor, moro cobarde, el duro ultraje vengara la cuchilla del cristiano, y presto llorará tu vanagloria. esta que cantas mísera vitoria. ¿Qué dices, vil el labio, infame? o yo le sellaré de tus acentos. cortando el instrumento a la querella, que explican tus osados pensamientos, Pero no quiero que tu obscura estrella se acabe de eclipsar a mis alientos. vive de mis rigores y entre penas Si me al duro compás de las cadenas, Arrojadlos a todos pareciados, de los jinetes lleguen a Toledo, donde vea Almenar ejecutados parte de los rencores con que quedo Pues no verá mis odios apagados hasta pisar, pues valeroso puedo conducirle al postrero paralelo, en una fuente a todo el cristianismo. ¿Qué aguardáis? mostrar el patas. a este no quiero llegar. vos solo miro alpatillas. Aquí me embiezo a vengar casi la de los desaires, que Dios por ti me hizo allá Véame vengado Dios, y procúreme estorbar. este trofeo, que aunque No digo que no podrá introducir la piedad como en su hermana lo fue. Aquí, Virgen, ¿dónde están? las ruinas de aquel templo que en más venturosa edad le albergue vuestro sufrir. ¡Ay, infelice de mí! ¿Dónde me podré librar? de las luces que me cercan, ¿Ya sin orden al Infante? socorra nuestra lealtad. Yo andar huir por aquí Si ustedes te por allá No por la conjetura que mi ciencia hace inmortal, solo para atormentarme, deje este feliz lugar. para quien pese a mi angustia, de triunfante, diciendo a él, y huyendo al abismo, lleve mi invidia infernal. Hijos, todas las prisiones senos han caído ya. milagro de aquella Reina, pura, aurora celestial, Démosle gracias. Señora. de los afligidos pasos. de los dolientes salud, de los presos libertad, pretensión de los humildes, de los pobres caudal. por este favor bendita. de los ángeles seáis. Pero ¿no veis todo el aire calle? cubrirse de claridad más transparente, más limpia, que la que el día nos da No voy músico; acento de divina su amistad? o no lo sé. Pero no es esta obra natural, Confiad, confiad, confiad. que la aurora divina, que al mundo dio el sol de piedad vuestros ruegos humildes ha sido en ella. y de ellos movida os ofrece amparar. llegaron vuestros gemidos. al supremo tribunal. que los oídos de Dios nunca cerrados están. Miro la Virgen y Madre, vuestra angustia desigual, que siempre tiene los ojos abiertos a la piedad. Ya consolaros deciende. del alcázar celestial con el favor que le pide la humana necesidad. soberana claridad ¡Ay de mí, que a poder tanto no puedo resistir ya. Vencísteme, poderosa Mujer divina, deidad, me quieres? Ya vencido de tu resplandor, y yo ciego no puedo mirar las luces que das al sol. cautivos, si me escucháis, y esclavos ya, sino amigos. advertidme dónde está. y quién es la victoriosa que socorrió vuestro mal. y a mi soberbia invencible servir, bajo a pisar. reina de ángeles y hombres. es la que favor nos das. La Virgen, Madre de Dios, es la que tuvanidad Humilla. ¡Qué acento tan celestial! Cóbrate en mi nombre. En él mis ojos cobrando van. la vista. Pero ¿qué miro? Vos sois el original de aquella Condesa divina, en mi mente impresa está. de aquella que de intentarlo Nunca pude retratar Pero si rendido estoy, si mi campo huyendo va. que me queréis vencedora. ¿Y qué reina me mandáis? que a mis cristianos no intentes por seguir. que no los persiguiré, mas si vos los amparáis, importa que los ofenda. toda la humana crueldad. de la ley que errado sigues. Aquí mi obediencia está. tronca, y desde aquí renuncio. la secta que seguí allá. teniéndole por falso todo, Cuanto dice el Alcorán, Pero para ser cristiano ¿qué necesario será? que, instruido en los preceptos que creer debes y guardar seas y que te bautices. ¿Quién me los enseñara? ¿Y quién ha de bautizarme? los dos oficios hará. mi amor, que en tu corazón Yendo estoy tu verdad, ¡Oh, clementísima Reina! Que debes creer sabrás en un Dios, y que este Dios con una divinidad ese de tres personas, el cielo Padre e Hijo natural, ser espíritu santo, siendo todas tres un Dios no más, con una naturaleza y una misma voluntad. y tu entendimiento me debe. creer que de cuanto hay Criado es el Criador y Salvador, porque da gracia al hombre y le perdona. pecado la maldad. descendió a la obscuridad? de los infiernos triunfante. que resucitó y que está puesto a la diestra del padre, que ha de venir a juzgar a los malos y a los malos. y que resucitaran. todos en sus propias formas. para tener y gozar inmortal gloria los buenos. ¿Quieres desbastir? Quiero, soberana Reina, ¿Y cómo te has de llamar? Don Pedro tu nombre será. Sea así. Las dos rodillas poner el suelo. Ya están Pues, Pedro, yo te bautizo, en el nombre. ¡Qué piedad! del padre y del hijo, y dél Espíritu santo, ya ¿Eres cristiano? Y lo muestra. el gozo espiritual, que en mi siento os virgen pura, fineza tan singular, os debe un bárbaro. Lleno. bárbaro, y no lo serás. en vuestro favor confío. Mas mostradme en qué pagar parte de tanta merced. No en tres, en Toledo más. Harelo así. Parte a Roma. donde obediencia darás el vicario de mi hijo. Así y lo que sabes te falta te acabará de enseñar lo que me mandáis hacer. Más quisiéraos suplicar si una madre recibida licencia de pedir daño? otra celestialdad, señora, que alumbréis la ceguedad de Castilda y la saquéis de aquel error en que está. trayéndola de mi ley ¡Qué infalible verdad! ¿Eso me pides? señora. Es muy grande el natural. amor que la tengo. Pintés. Alza los ojos verá sin que impida la distancia, que oír puedas y mirar El Estado venturoso en que tu ruego estaba. entre, señor, a la gracia. Por la puerta del bautismo, borrando del paganismo en mi alma la desgracia, diome la esperanza audaz. la caridad, intención, la fe me dio posesión y vos, eterna bondad, fe, esperanza y caridad, disteis a mi pretensión? No solo el alma quedó, limpia en el baño sagrado, sino también el llagado. Tente, enfermo, cuerpo sano, sepa agradeceros yo, mi Dios, de este bien la palma, no haya en mi fineza calma no haya en mi amor problema. de agradecer la salud alma os debe el cuerpo y el alma. don Pedro no olvide esta singularidad con que eres favorecido. de la Virgen. ni olvidar. quieras lo que te ha mandado. Piadosa Reina, abogada por nosotros, pues que sois el iris de nuestra paz. Confiad, confiado, confiad en el glorioso atributo de ciprés bajó a sanar vuestra dolencia remedio. para el contagio eficaz. Y como ya victoriosa vuelve del triunfo en señal es el que descendió ciprés convertido en palma va. Confiad, Si confiamos, señora, y por este sin igual. de ver que en ellos recibo de la vuestra Celia. y, cautivos, por la merced que os debimos, ¡Virgen, en este lugar eternos serán al mundo. los valles de Sopetrán. A este lugar de donde vengo vuelvo con mucha astucia disfrazado. por ver si socorrido del ardid que he intentado. se puede ver mi engaño cauteloso. Alí, mas ya no alí, Pedro dichoso, porque aquélla le quiso, cuya huella mis cerviz doma y mi cabeza. volvió de Roma, adonde fue enseñado si ya no lo iba él; pero ¿quién duda siendo de tal voz catequizado, llegó perfecionado, Pues no hay idea rudo por más que habrá sea a sutil lima, donde su voz fuerza aquella voz imprima. volvió de bodo y esta ermita pobre fábrico de limosnas que ha pedido ¿Qué noticia le juré al dolor afligido, cuyo recuerdo es siempre la malicia. y que al remedio falte la noticia. Pero donde no duerme lo que alienta y desvelado está lo que a tormenta Aquí en un lienzo retratar procuro que hasta su habilidad es mi enemiga. aquella aurora pura si es fuerza que lo diga. dígalo sin rodelos mi tormento. de costarme menos sentimiento. aunque mi oído de mi voz se asombre, pronunciar su atributo que su nombre. aquella aurora a quien debió la vida, del alma, que fue de tan triste suerte, memoria dolorida. Aquella, en fin, suprema mujer fuerte, que antes tuvo en la idea sus enojos, y después alumbró sus ciegos ojos. a intento de que sea venerada, en este sitio su beldad copiada, mas no ha de conseguirlo, aunque le ayudan celestiales ministros al intento. que mis cautelas mudan. su fácil pensamiento, temiendo que si alcanza perfección esa obra o semejanza, no dejen en el mundo sus favores, en que puedan vengarse mis rencores. y no sola la copia que pretende no ha de lograr; pero la ley que sigue ha de dejar también con qué me ofende que para esto mi engaño le apercibe. en apariencia humana. Yo, con la forma de su hermana, a cuya persuasión que trueque espero al falso culto, el culto verdadero. que aunque Casilda a verle rodiciosa de su vuelta a Castilla, alegre viene atenta y religiosa, mi cautela previene. quien la estorbe, llegar al fin, que intenta ando con su afrenta deseando es que ya de en mi destoro en quien su triunfo Comience, pues, la trama. de mi infernal astucia prevenida. y este ardor que me inflama, tenga en mis prevenciones acogida. descanse alguna vez mi sentimiento. y esforzando mi engaño con mi acento. mi intento afia adelante. ¿Quién guíe a un perdido viandante? ¿Qué ha de la ermita, hermano? ¿Quién llamar aquí? ¿Quién llama? un caminante perdido que de Burgos a Navarra Pasa Perdido venís. Decís muy bien. fue la causa. mi presunción. ¿Cómo así? No creyó mi confianza ni aun lo cree mi soberbia. que podrá errar en nada. solo Dios errar no puede. Esto ahora me faltaba, Decidme el camino. Allí estará, y ha mirado Parece que moro sois. Aunque estar moros, él hablas, estar cristianilio, Hamete, pero gracia Dios. de mi hermana. sabré, pues venís de Burgos. ¡Esto es lo que yo esperaba! ¿Ella? le junta no os diga os la dio su respeto. en que se ocupa la Infanta, de Toledo, que después supe que era cristiana. otra hazaña no he sabido. Eso si noticias tantas den. tengo, como quien hallado, al lado. de rey don Fernando estaba. Muchas veces no es castildad ¿Por quién preguntabais? Sí, señor. Casi le haces alguna pues en Toledo se halla ¡Válgame Dios! ¿Qué os espanta? Pues ¿cómo en Toledo está? Pareciole que iba errada. en haber mudado ley y volviose a la pasada, y así en Toledo reside con Almenar. Dios me valga. valerme Mahoma, no. Mahoma andar noramalas, valerme quien Dios querer. Bien tengo, por que si vuestra voz no me engaña. Pues yo, ¿por qué he de engañaros? Esta es materia tan llana, que nadie la duda, ahora espíritu con la falsa acudamos a ampararlo. ¡Ay, infelice de mí! se debe discurrir. breve más peligra mora, aunque sea valerla. Ya la sombra con cuerpo para el amor. y del arzón la derriba. y a este lugar la tres. Pero aún no regara ¡Ea, astucias mal doloradas! que esta ha de lograrse, aun quiera el cielo en varas ¡Alienta mujer! y tú trae un poco de agua. de la ermita. Sí, beber. vino con agua matarla. ¡Ay, señor! ¿Qué te alborota? Merced que ser tu hermana. ¿Qué dices? ¡Válgame Dios! Puesto que aquí no hago falta, Voy a embarazar que llegue pues ya en el valle se halla Casi lida a que pueda verla, porque del todo engañada que de su imaginación En esta apariencia vana. ¿Andarse sin dar limosna? que pedir para la virgen que a mi amo estar pentacha. ¡Quita, majadero! del enfermo estar su alma. ¡Qué confuso Pedro está! pues su traje me da causa. fingiré no conocerle. amigo a quien debí en tanta A Azucena socorro, dime, si habitas esta comarza, ¿Dónde podré hallar a un hombre que antes allí se llamaba hoy ahora se llama Pedro, olvidado de su patria, su religión y su nombre, su calidad y su fama. mujer que antes fuiste mora, y después fuiste cristiana. y ahora eres mora, según Tu vestido lo declara. y mi novicia mujer. que es lo mismo que mudanza ¿No conoces que estás ciega? no solo en seguir la falsa, Ley que sigues, olvidando sino dadera en que estabas. fui allí, y ya por la Gracia De Dios soy Pedro, que aquella pura, aurora soberana, me llamo así en el bautismo. Juanillo se llama. si llamar antes Hamete que primera vez que el agua no saber mal estar cuando en cintura cabeza echarla no creí así le ocasiones, que fuese su pertinacia, tal, que olvidando la ley que aprendiste en tu crianza en otra vivieses bien, que tuvieses, al mudarla, disculpa, cuando a los rayos de aquella mujer que llamas, Tú, aurora, pegaste, viendo destruidas tus escuadras. pues por quitar un riesgo no admiro que no evitaras otro más que perseveres. en error que te infama. no lo puedo disculpar. puesto que libre te hallas, del peligro en que te viste. sin que te sea de importancia, mi ejemplar, pues entendiendo que mi salud se fundaba en aquel baño o bautismo, fui para ganar cristianas. de serlo de decir. de lo que me hallé sana. Tampoco yo creí ni aun agora a creerlo alcanza. mi razón, como serpueste, que en las piadosas entran, que siendo moramos trasto, que no siéndolo mostraras, una intención tan aleve, tan cautelosa y tan falsa, como pretender borrar aquella agua saberana que se recibe en el cuerpo. y se eterniza en el alma. Yo no tuve intención. ¡Mientes! que yo le vi dando gracias. serían de mi salud en su nima desesperada, Mujer, ¿qué es lo que me quieres? ¿Y no me llamas tu hermana? Yo no tengo hermana mora. Hoy verás que se aventaja. mi fineza a tu fineza. pues no hace la circunstancia. de ver que otra ley profesas en mi cariño mudanza nocto. Hermano, Volvamos, moros. que estar llorando tu hermana. ¿Qué dices, infiel? Decís que volvamos de palabra moros, porque no llorar. pura aurora soberana, ¡Virgen María! a finezas de amante, que nació en nuestra infancia. si fue humilde paves Es ya soberbia. mi amor te persuade, a enmendar una infamia que en tus gloriosos triunfos tu punto nos agravia. de las armas de tu voz. Te vales, Sirena ingrata, para esta traición, no te oigo. canta con él, porque traición se llama. la que un desdén borra, y una ventura labra. Decid bien. ¿No dice? y a las otras templadas convierten en caricias las que intento venganzas. la temida corona que sus sienes enlaza, Si su dolor te obliga, trono hará de tus plantas el cetro de oro ofrece que tanto Imperio manda. al más templado indicio ¿En qué hallaré en tu mudanza Déjame, dulce veneno, ¡Alevosamente! el alma por el oído? ¿Por qué él desagrada? que un blando acento explique. lo que un afecto manda? No me desagrada, pero di: me ofende. De aquí a mañana de poder cantar sin querer. porfiemos esperanzas. el traje indigno trueca, a la decente gala que el oro, aun siendo oro, que sepulcro o se esmalta, de esa cárcel grosera yo, tu airoso talle saca, no le des al descuido. lo que al cuidado dabas. cifras de mi fineza. guarnecen su almalafa, capellar y jurbante. de mi mano bordadas. Admite en sus lazadas de mi firmeza amante. la imagen retratada. ¿Querer que te vestir? Ser tu solio aguarda. en señal de tu triunfo. pisando vuestras fragancias, en matizadas flores imprimirá su estampa el bruto que en tu aplauso el freno de oro das a Yo tu palafrenta iré siendo, si alcanza mi ruego, que una choza troques por un alcázar. en porque quede vana, de vencer tu entereza. ni queja enamorada? Pues si mi ruego no basta me valdré de la violencia que cien moros me acompañan, porque si libre te excusas, como prisionero vayas. de tu terneza castidad, temo más que a tu amenaza que si de ti me defendo, de los mojos de tu guarda, aunque fueran más que flores, de verde valle esmaltan, ¿Tengo yo quien me defienda? Pues mi amor te persigua. no puede amar que a sentir. tu error, infelice hermana, siendo mis ojos las lenguas que mi tormento declaran. Vuélvete a Dios. No es posible. Pues de mi vista te aparta. Vencerate la violencia, ¿Quién rindió aquí mis escuadras y quien a mí me rindió triunfará de tu arrogancia. ¿No lo sabes? Disfrazada yedra de mi huella firme. ¿No ves tu frente abollada? Deja esa forma. engañosa y a la restancia del horror te precipita, con esos que te acompañan, Vencido voy de tus luces. rasgué sus duras entrañas. la tierra, y de este tormento alivio nos den las llamas. valerme, virgen María. pues merced tan soberana señora, queréis que os deba? quien no os lo merece en nada. tu devoción y tu afecto. segunda vez me trasladan esfines a la tierra contigo. impresa que dé en tus ojos con mi presencia, con que haya devoción a esta erma. que fervoroso me azor culto mi retrato traiga, siendo Pedro venturoso, de verme la tercer causa porque con cuidado vivas advertirte cuán cercana tienes tu muerte, supuesto que el día que colocada que vendrá presto a este altar. Vea de tu amor mi estampa será de tu feliz vida. el último, porque vayas por el reino que dejas. a lograr el que te aguarda. Señora, Señora, pero Yo os podré andar. quien muchas almas tuviera para ofreceros por honras tan declaradas, Pero pues no puedo muchas esta que os di soberana. reina de los Serafines, os vuelvo a dar veces tantas cuantas son locuras como el cielo. finezas que vuestra gracia me hace? Vamos a pintar, Juan, que por ver venerada brevemente aquí a la Virgen, Daré de muy buena gana pusa al pincel, pues podrá decir mi justa alabanza que me ha costado la vida. la postrera pincelada. ¿Prisa tener de morir? muerte, aunque lo sea muerte, que ser vida eterna aguarda. mandamos no ser el diablo que volver aquel fantasmal Y sé por qué de la compañía ¿Del Rey te apartas? mis amantes ansias dan. ocasión a mi porfía? según pública intención, de verse con Almenar, en estos valles, y cuando el Rey de Burgos partía, Tuve noticia que aquella que neguía como estrella, ¡Ay, Beltrán, también salía de la ermita que labró con celo amante y cristiano. a verse aquí con su hermano. con Ruy Velázquez y yo aunque su virtud venero, que tu belleza adoro. todo lo demás ignoro. y sólo sé que me muero con ánimo de templar la crueldad que siempre hallé, y aquí la vengo a buscar. ¿A Casilda? ¿Qué te asombra? ¿Qué te impacienta? ¡Alá santa! ejemplo de penitentes, vienes a buscar? ¿Qué dices? Hombre, por Dios, que te acuerdes ¿De qué eres mortal? ¿De qué hay para amantes descorteses. que es descortesía y grande a la virtud atreverse sin remedio para nunca. un infierno para siempre. mira que hay unas calderas de pez y rejina ardientes. donde torpezas se asan, y liviandades se cuecen. Mira que hay unos diablillos de los lascivos corchetes, que con unos garabatos de lumbre las almas prenden. y mira tú que estás cansado e impertinente. Ven acá, necio, mi amor, adecentes no se encamina. ¿Luego quieres? casarte con ella? ese deseo me mueve. Pues ¿cómo al rey don Félix, Dices que solamente ¿Con Leonor has de casarte? Porque su empeño pretende no contradecir mi labio. ¿Ya, Leonor, por qué la mientes? Porque ella al Rey lo contrario que le digo no le cuente. Y doy que quiera casi llama. tu engaño no ha de saberse? ¿Y qué remedio tendrá de lo que a saberse después llegue. Mandar el Rey que la justicia mantiene como sabemos, señor, enojado desconsejaste. la cabeza de los hombros, que a los pies te la peguen. Tened a Casilda mi amor, Venga lo que viniere. ¿Hay amantes precisos? y tú lo estás lindamente. ¿Pues cómo tengo de estar si los ojos no me mienten, cuando veo que alumbrando las flores de ese tapete, que estas campañas matiza, el sol de Castilda viene. cuando veo la esmeralda a mis ojos valeroso! Fortuna de Lara? Valiente ¡Oh, Red vanillo! Beltrán? Pues ¿qué accidente ¿Qué te ha traído? es que nada te reserve profesamos. Que esté siempre Allí mi astividad tiene a Casilda del cansancio, obligada porque llegue a ocasión más oportuna. ¿Qué, Pedro, se suspende? Casilda, descansa allí. mientras Reduán no se ausente. no la perderé de vista, en lo que, sin conocerte, te iba a preguntar, diré parte de lo que me mueve a llegar aquí. Prosigue. ¿Que esta industria ha de valerme? mucho; sabe que Almenar que marchando cerca viene. a verse con don Fernando. tu rey, a Castilda ofrece a quien antes que las paces rompa a Casilda le lleve, Noble cristiano sea. o si moro sea de suerte Y como tan soberano premio, no es bien que desprecies nadie, habiendo a mi codicia llegado que hoy pretende verse con su hermano aquí. retiran estas paredes. codicioso de tal dicha, Cerca está. ¿Qué dices? Como tú yo no la vieses. No, Reduán. Así mi engaño su nuevo deseo enciende. en el temor de perderla. pues mi amor no me concede deteneros. Paso adelante. temeroso de que llegue este logro, a ser de alguno, de tantas como la quiebren. Fuese Y por disfrazada parte de donde Casilda viene porque si no, Beltrán fuera, ¿Posible que no se fuese? ¿Y qué resuelves? asista. de ver perder lo que quiere, ¿Hay quien, bárbaro, pregunte a un amante que resuelve? Y en ese caballo, Elvira, entré del tuyo también deciende. y estas peñas nos amparen. de la amenaza que ofrece ya es campa y rayos. son, señora, los que llueven. Leonor y Elvira son éstas. Y esto que cae de repente. ¿Qué será? sale el de mi prevención mía. para que si no resuelve fortuna, el delito ocasión ¿Vales? haga el error el acaso. no hiciere... Que la advertencia Adiós, luz de él. Por esta parte Buscaré a Casilda. es de la ermita el camino. otra parte, Leonor y Elvira, aunque el cielo se obscurece, de modo que descubrirle Imposible me parece. Fiemos de Dios, amigo caso, Aquí ha hablado gente. Pero no se ven los bultos. ¡Oh, si a Castilda pudiese solo encontrar. Yo haré que la halles, No, Ruy Velázquez, me dejes. No te dejaré, señora, tan venturosa? No hablé. Buen consejo me previene Discurso tan jugo Si a Casilda Dios defender no quisiese Señora. Esta es la mano, fortuna, que te pertenece? ¡Pese a mí! Mi ama ha engordado Calles en las manos tienes, mi amo. Nada hay aquí que yo espere. a quien fuerza es que confiese nuestra obligación, el día que nos alumbra quién eres. un extranjero en la tierra, soy a quien redujo a este sitio el cuidado amoroso, de una dama, de quien hieles asistencias, no me apartas desde antes que naciese Encargómela el señor. que me oyó en otro albergue y para esto peregrino. es bien que parezca en esto. que engañarla quería. quien solo engañar pretende y como siendo su guarda su defensa me compete. del peligro la libre. de un atrevimiento aleve. Aquí, y así, si te ofrece que hacer por ti pueda. no dudes que aquí me tienes. ¡Qué acento tan agradable! Mas ¿no me dirás si puedes ¿Quién es esa venturosa dama que tanto debe? Pues ¿yo no te conozco? Si conoces y hartas veces Mis consejos has seguido. aunque nunca no me vieses. Absorto estoy. No me acuerdo. mas basta para creerte que tú lo digas, que imperio Pero pues te debo tanto, Dime, ¿qué lugar es este? por si he perdido el camino. es el que buscando vienes. Pues ¿dónde una ermita está? que ahora se desaparece. y antes se recogiera? Detrás de este estorbo verde y porque la halles, casilda en mí el brazo de Dios mueve. del Impíreo, no me dé eca no puede dejarte. pues quien está contigo siempre, Mis ojos, señora, deben a tu compañía santa. Y yo a ti te debe este favor de Dios, y otros muchos, A tu virtud se los debes. que aunque favores de Dios ningún humano merece si los merecimientos de Cristo por ellos pueden. hacer digna a la virtud misma. para que el favor le premie Pero mira allí a tu hermano, que devoto y reverente un retrato de la Virgen. está acabando. que los que le asisten son según de luz se guarnecen. celestialdes aprenderé. Vos, Virgen, no pusieseis vuestra enseñanza en mi mano. vuestra imagen en mi mente. Y si no me mostraran los colores feliz suerte, o estoy de vos enviado. no pudiera parecerse la copia que imprime el alma. a la que el lienzo me ofrece. Mas que es truendo, éste será ¿Quién despertar a que duerme? vina, deja que envidien justos celos tu suerte, Deja tú que sean mis brazos e mirar tu penitente, y tu traje humilde. dulces prisiones alegres, tierno contra él. tu alma a la mía estrechen. Mirar que hacer, no abrazar, en vez de una hermana un duende. ¿Que te veo? ¡Ay, mi Casilda! hermano, que puedo verte, llamarte Pedro aquella a quien las gracias se deben. de tu conversión alabo. al cielo infinitamente. Este no estar otro diablo y a llamarse Juan Hamete. Sontos. Gracias a Dios no atreverme. a abrazaros mi respeto. es el que la culpa tiene? Pero perdonad, señor, mi demostración alegre. que los contentos olvidan. las políticas corteses, Apretadme y esos brazos que fueron a Dios rebeldes, ahora que son odios humildes, ¿Qué más premio que este día de hallaros tan tiernamente, cristiano? Pues mientras solí el retrato de la Virgen. y colocarle presente. en su altar, mi devoto, para que el plazo se abrase. que tengo para pasar. a mejor mundo desde este. a verte morir? Sí, hermana. ¿Qué es esto lo que Dios quiere? pero el ruido se acerca. ¡Oh, venturosa millarda! yo, que tal hermano tengo. Félix, el que te tiene. a ti por su hermana. Aprisa los moros vienen. Yo primero. ¡Que yo este consuelo viese, Señor, de veros tan vuestros loco el contento me tiene. ya el acierto o ya el error, mi mano le dio a tu mano. con poder tan soberano, que soy tu esposo, Leonor. y eso así de mi temor a justa forzosa ley, pero delante del Rey. Ya te entiendo. Hará mi amor señor, de que manda su belleza. Premio será de mi fe. Pero no sepa el Rey... ¿Tu locura o tu furia? Amor y honor. ¿Qué te inquieta? ¿Quise decir que porfían? ¡Hracías a Dios que venían vestidos en las maletas, Aún no he dado ¿En cómo esto se pudo? y así, Virrilla, estoy nunca Bien estás para casado. Los dos Reyes llegan ya. Que no sea justo recelo, Si una cosa los dos quieren, no es muy fácil componerlos. de Toledo vengas debiera. que si verte sin tus tropas dan, Siempre ha sido mi deseo aunque te veo con ellas, Tu incierta amistad me obliga. al resguardo con que vengo. Mi amistad nunca fue incierta, y así no gastemos tiempo y di lo que quieres. tampoco gastarle quiero. y así digo que a Casilda pues volverme supuesto que con tu salvoconducto paso, Casilda, a tu reino. siendo mora, bien decías que en ese caso no niego la obligación más cristiana Entregártela no debo, Y si no, dime, si acaso un cristiano desatento, a Dios y a su ley faltara. amparado de tu cetro, una vez mal le volviera. aunque fuese el movimiento mío de haberle enviado? No sé lo que hiciera en eso. Pues yo en estotro, Admenio, Sé muy bien lo que hacer debo. que un católico Rey Esto fuera errado, desacierto. desamparar a quien Dios le dio su conocimiento. que siendo ya Cristiana, aunque sea el mismo el cuero. diferencio. Y así, aunque la propia concedo. que en tu discurso será ni en la verdad, y así, moro, no entregártela resuelvo. lo uno, por no ser la propia, lo otro, porque no quiero. Echó el Rey por el atajo. Yo premiaré tu buen celo cobrarála mi valor. defenderá la mi esfuerzo. África y Mahoma, amigos. hijos Santiago, y a ellos se le acepta. Daca esa espada, Tómala, que a este poderoso te quitaré yo la suya. Yo a este tío. Pues el cielo es ampara a retirar pídense libros mís aciertos, imitarte para que sepa ¡Qué soberano consuelo! Pasa la carta. ¡Qué alegría! yo me quedar heredero, de la ermita. tu ermitaño compañero, en dando a tu venturoso Hermano, tierra resuelvo. que a Burgos vuelvas conmigo, donde en otra ermita intento servir a Dios. y contigo yo. dándome primero si eres servido a Leonor. Tuya es. ¡Por qué venturoso fin tengan, si le merecieron, los valles de Sopetrán, de este primer argumento, de sus sucesos extraños. convidando, después de esto, para la segunda parte. de Santa Casilda, pues yo que su prodigioso caso sea de más pluma empeño.