"{\"id\": \"12254107\", \"name\": \"El Pueblo de Puerto Rico, demandante y apelado, v. Bartolo Aspur\\u00faa Pacheco, acusado y apelante\", \"name_abbreviation\": \"Pueblo v. Aspur\\u00faa Pacheco\", \"decision_date\": \"1943-01-15\", \"docket_number\": \"N\\u00fam. 9548\", \"first_page\": \"252\", \"last_page\": \"258\", \"citations\": \"61 P.R. Dec. 252\", \"volume\": \"61\", \"reporter\": \"Decisiones de Puerto Rico\", \"court\": \"Supreme Court of Puerto Rico\", \"jurisdiction\": \"Puerto Rico\", \"last_updated\": \"2021-08-11T01:00:39.189533+00:00\", \"provenance\": \"CAP\", \"judges\": \"\", \"parties\": \"El Pueblo de Puerto Rico, demandante y apelado, v. Bartolo Aspur\\u00faa Pacheco, acusado y apelante.\", \"head_matter\": \"El Pueblo de Puerto Rico, demandante y apelado, v. Bartolo Aspur\\u00faa Pacheco, acusado y apelante.\\nN\\u00fam. 9548.\\nSometido: Noviembre 24, 1942.\\nResuelto: Enero 15, 1943.\\nB. Rivera Zayas, abogado del apelante; R. A. G\\u00f3mez, Fiscal del Tribunal Supremo j Luis Negr\\u00f3n Fern\\u00e1ndez, Fiscal Auxiliar, abogados de El Pueblo, apelado.\", \"word_count\": \"1884\", \"char_count\": \"11148\", \"text\": \"El Juez Asociado Se\\u00f1or Snyder\\nemiti\\u00f3 la opini\\u00f3n del tribunal.\\nEl acusado ha apelado de una sentencia que le conden\\u00f3 a seis a\\u00f1os de presidio luego de rendido por un jurado un veredicto de homicidio voluntario.\\nEl acusado alega que el veredicto no est\\u00e1 sostenido por la evidencia. Creemos innecesario hacer una relaci\\u00f3n detallada de la prueba aducida en el juicio. Est\\u00e1 admitido que el acusado dispar\\u00f3 y mat\\u00f3 al interfecto. La prueba de cargo tendi\\u00f3 a demostrar que el acusado, escondiendo su mano derecha y agach\\u00e1ndose, se acerc\\u00f3 a un inodoro y que se oyeron varios disparos mientras el acusado se hallaba \\\"la mitad afuera y la mitad adentro\\\" del inodoro. Admiti\\u00f3 el acusado haber disparado al interfecto en o en los alrededores del inodoro, pero aleg\\u00f3 que lo hab\\u00eda hecho en defensa propia, cuando el \\u00faltimo, luego de enfrascarse en una discusi\\u00f3n con \\u00e9l, le golpe\\u00f3 varias veces en el brazo con un tubo que estaba en el suelo. El jurado resolvi\\u00f3 el conflicto en la evidencia en favor del gobierno, y no vemos raz\\u00f3n para alterar el veredicto rendido (Pueblo v. Cruz, 59 D.P.R. 569; Pueblo v. Olivencia, 54 D.P.R. 908).\\nDespu\\u00e9s de haber declarado el acusado con respecto a los alegados golpes que le fueran propinados por el occiso, el fiscal ocup\\u00f3 la silla testifical en refutaci\\u00f3n. Declar\\u00f3 que cuando vi\\u00f3 al acusado en el cuartel de la polic\\u00eda poco despu\\u00e9s del suceso de sangre, el \\u00faltimo se abstuvo de declarar y se neg\\u00f3 a someterse a la prueba de parafina, pero que \\\"a presencia del Jefe de Caguas, de mi taqu\\u00edgrafo Sr. Luis P\\u00e9rez Jr., de m\\u00ed mismo, le invit\\u00e9 a que se despojara su ropa, quit\\u00e1ndose el gab\\u00e1n, la camisa, la corbata y la camiseta y le bice un examen para ver si descubr\\u00eda en \\u00e9l huellas de alguna clase y no encontr\\u00e9 ninguna huella de nada en absoluto sobre su cuerpo.\\\"\\nArguye el acusado que esta declaraci\\u00f3n del fiscal equivale a infringir el art\\u00edculo 2 de la Ley Org\\u00e1nica (48 U.S.C.A. See. 737) que dispone que \\\"ninguna persona ser\\u00e1 . . . obligada en ninguna causa criminal a ser testigo contra s\\u00ed misma\\\". (A ese mismo efecto, v\\u00e9ase el art\\u00edculo 7 de nuestro C\\u00f3digo de Enjuiciamiento Criminal).\\nAl hacer la anterior alegaci\\u00f3n, el acusado descansa prin-cipalmente en los casos de Reyes v. Corte Municipal, 41 D.P.R. 902, y State v. Height, 117 Iowa 650, 91 N.W. 935 (1902). En el caso de Reyes esta corte resolvi\\u00f3 que obligar a un acusado, con fines de una pretendida identificaci\\u00f3n en el transcurso del juicio, \\\"que se despeinara, se echara el pelo a la cara, y se pusiera la gorra echada hacia la frente\\\", constitu\\u00eda una violaci\\u00f3n del privilegio contra la autoineri-minaci\\u00f3n. En el caso de Height se resolvi\\u00f3 que el testimonio de m\\u00e9dicos que hab\\u00edan practicado bajo compulsi\\u00f3n un examen f\\u00edsico del acusado, no era admisible por razones similares.\\nLa contenci\\u00f3n del acusado es al efecto de que el privi-legio contra la autoincriminaci\\u00f3n no se limita a estar exento de declarar bajo compulsi\\u00f3n. Arguye que tambi\\u00e9n le da derecho a rehusar someterse a una inspecci\\u00f3n f\\u00edsica de determinada porci\\u00f3n de su cuerpo, con el resultado de que la evidencia obtenida por medio de tal inspecci\\u00f3n involun-taria queda excluida por el privilegio en cuesti\\u00f3n.\\nPodr\\u00edamos disponer de esta cuesti\\u00f3n sin una ulterior consideraci\\u00f3n de la misma, en vista de que la defensa no se opuso a este testimonio durante el juicio. Bastar\\u00eda asi-mismo indicar sencillamente que el privilegio, aun si exis-tiera bajo las presentes circunstancias, fu\\u00e9 renunciado en este caso cuando el acusado, a invitaci\\u00f3n del fiscal, se des-poj\\u00f3 voluntariamente de su ropa (V\\u00e9ase Reyes v. Corte Municipal, supra, a las p\\u00e1ginas 906, 907), y cuando ocup\\u00f3 la silla testifical en su propia defensa. Adem\\u00e1s, la premisa en que el acusado funda su contenci\\u00f3n, en el sentido de que la situaci\\u00f3n en el presente caso es similar a la del de Beyes\\u2014 que el acusado estaba en efecto declarando contra s\\u00ed mismo cuando el fiscal ocup\\u00f3 la silla testifical como su portavoz\\u2014 lia sido rechazada en otros casos (O'B\\u0213ien v. State, 25 N.E. 137 (Ind. 1890); Ross v. State, 182 N.E. 865, 69 (Ind. 1932); State v. Gatton, 20 N.E. (2d) 265 (Ohio, 1938). Mas pre-ferimos basar nuestra decisi\\u00f3n en el motivo fundamental de que el requerir de un acusado que se someta contra su volun-tad a un examen f\\u00edsico de esta naturaleza no equivale a una violaci\\u00f3n del privilegio contra la autoincriminaci\\u00f3n.\\nNos damos cuenta de que hay casos que, como el de Beyes, han resuelto lo contrario. Sin embargo, \\\"El peso 'num\\u00e9rico de las autoridades parece favorecer el punto de vista sostenido por el Profesor Wigmore de que el privi-legio deber\\u00eda limitarse a manifestaciones en calidad de testimonio hechas por el acusado, ya por escrito u oral-mente, y no deber\\u00eda hacerse extensivo a exposiciones f\\u00edsicas que se obligue al acusado hacer o a experimentos (tests) a que se le someta contra su voluntad.\\\" 40 Mich. L. Rev. 907 (1942). Cf. Barr, Privileges Against Self-Incrimination in California, 30 Calif. L. Rev. 547, 50 (1942); Morgan and Maguire, Cases on Evidence, anotaci\\u00f3n a las p\\u00e1ginas 227,-28.\\nEl an\\u00e1lisis que hace Wigmore de este problema demues-tra la falacia de la reclamaci\\u00f3n del privilegio en este caso. Indica \\u00e9l que . . no es meramente cualquiera o toda compulsi\\u00f3n lo que constituye la m\\u00e9dula del privilegio, hist\\u00f3-ricamente y de acuerdo con las definiciones constituciona-les, sino prestar declaraci\\u00f3n bajo compulsi\\u00f3n. . El pri-vilegio protege al individuo de hacer revelaciones que se pretenda arrancarle como testigo en un proceso legal en su contra. El l\\u00edmite del privilegio es claro. . . . una inspecci\\u00f3n de las caracter\\u00edsticas f\\u00edsicas por el Tribunal o por los testigos no puede constituir una violaci\\u00f3n del privi-legio, porque no exige nada del acusado como testigo, esto es, con la responsabilidad de su testimonio. Que se le exija alguna vez en tales casos ejercitar acci\\u00f3n muscular\\u2014 como cuando se le ordena que se quite los zapatos o se arrolle las mangas \\u2014 es inmaterial . . . toda vez . . . que no es la compulsi\\u00f3n por s\\u00ed sola lo que constituye la idea del privilegio, sino compulsi\\u00f3n para obtener testimonio. Lo que se obtiene del acusado por medio de ese acto no es una declaraci\\u00f3n acerca de su cuerpo, sino su cuerpo en s\\u00ed (ante, see. 1150). A menos que'se haga cualquier tentativa para obtener una declaraci\\u00f3n, escrita u oral, en la cual pueda confiarse en cuanto a su conocimiento pleno de los hechos y las reacciones de su mente al expresarla, el requerimiento que se le haga no constituye uno de naturaleza testimonial.\\\" (8 Wigmore on Evidence, secs, 2263, 5). \\u00ab\\nNadie en nuestra historia judicial ha sido m\\u00e1s celoso en la protecci\\u00f3n de los derechos civiles del individuo que el Juez Asociado Sr. Holmes. Sin embargo, en el caso de Holt v. United States, 218 U.S. 245, la Corte Suprema, por voz de \\u00e9l, dijo, a las p\\u00e1ginas 252, 3:\\nOtra objeci\\u00f3n se funda en el alcance extravagante de la Quinta Enmienda. Surgi\\u00f3 la cuesti\\u00f3n de si una camisa pertenec\\u00eda al con-finado. Un testigo declar\\u00f3 que el confinado se la hab\\u00eda puesto y le hab\\u00eda quedado bien. Se objeta que \\u00e9l hizo esto bajo la misma coacci\\u00f3n que hizo inadmisible su declaraci\\u00f3n, y que deb\\u00eda eliminarse por las mismas razones. Pero la prohibici\\u00f3n de obligar a un indi-viduo en un proceso criminal a ser testigo en su contra es una que envuelve el uso de compulsi\\u00f3n f\\u00edsica o moral para obtener de \\u00e9l mani-festaciones, y no el que se excluya su cuerpo como evidencia cuando sea necesario. En principio, la objeci\\u00f3n impedir\\u00eda a un jurado mirar el prisionero y comparar sus facciones con una fotograf\\u00eda presentada en evidencia. .\\\"\\nEn el caso de Ohio de State v. Gatton, supra, la corte dijo, a la p\\u00e1gina 266:\\n\\\"Bajo el t\\u00edtulo de 'Autoineriminaei\\u00f3n, 1 Gfreenleaf on Evidence, d\\u00e9cimosexta edici\\u00f3n, secci\\u00f3n 469 e se encuentra lo siguiente:\\n\\\" 'El alcance del privilegio, hist\\u00f3ricamente y en principio, s\\u00f3lo incluye el procedimiento de testificar, oralmente o por escrito, esto es, el procedimiento de obtener revelaciones mediante manifestacio-nes. No se aplica a tales circunstancias f\\u00edsicas de car\\u00e1cter eviden-ciarlo que puedan existir en el cuerpo del testigo o acerca de si\\u00ed persona. El privilegio no descansa en la idea extrema de que una persona culpable tiene derecho a encubrir todo lo que est\\u00e9 .a su alcance sobre la evidencia de su crimen; sino en la idea de que no se le podr\\u00e1 obligar a que la confiese de sus propios labios. No obs-tante, en la \\u00faltima generaci\\u00f3n una benevolencia falsa y sentimental hacia el acusado culpable ha dado lugar a una tendencia en algu-nas jurisdicciones a extender el privilegio de una manera que nunca se imaginaron aqu\\u00e9llos que trazaron sus cimientos; y a menudo se levanta ahora la cuesti\\u00f3n de si el privilegio no protege a una persona acusada, de la inspecci\\u00f3n o examen o exhibici\\u00f3n de su persona. En la gran mayor\\u00eda de las jurisdicciones \\u2022 esta extensi\\u00f3n no ha sido sancionada; por ejemplo, el acusado puede ser obligado a ponerse de pie en la corte con el fin de identificarlo; puede enviarse un m\\u00e9dico para que lo examine, mientras est\\u00e1 en la c\\u00e1rcel, en cuanto a su 'condici\\u00f3n mental; pueden tomarse las medidas de los pies del .acusado con el prop\\u00f3sito de identificar las huellas; puede obligarse al acusado a poner su pie sobre huellas con el prop\\u00f3sito de investigar su parecido.' \\\"\\nEn resumen, el objeto de este privilegio es impedir \\\"el empleo de procedimientos legales para extraer de los propios labios de la persona una admisi\\u00f3n de'su culpabilidad. .\\\" (Wigmore, supra, sec. 2263). Y el privilegio que garantiza la libertad de no testificar bajo compulsi\\u00f3n, contenido en la frase \\\"ser un testigo contra s\\u00ed mismo\\\" \\\"no debe extenderse irracionalmente para cubrir situaciones claramente fuera del significado corriente del privilegio y de la pol\\u00edtica que lo respalda.\\\" (Ross v. State, supra, a la p\\u00e1gina 868).\\nBeconoeemos que el razonamiento aqu\\u00ed expuesto destruye los cimientos sobre los cuales descansa el caso de Reyes v. Corte, supra. Ese caso es, por lo tanto, revocado expre-samente. -\\nPor \\u00faltimo, se queja el acusado de que el fiscal de distrito, en su informe al jurado, arg\\u00fcy\\u00f3 que \\\"los golpes' que alega el acusado le fueron inferidos por el interfecto con este tubo no existen nada m\\u00e1s' que en la mente de la defensa, pues ni este Fiscal, ni el Jefe de la Polic\\u00eda Insular de Caguas, ni mi secretario el se\\u00f1or Luis P\\u00e9rez observamos rastro alguno de golpe en el cuerpo del acusado\\\".\\nLos autos ante nos no contienen una transcripci\\u00f3n del informe del fiscal de distrito. Estamos por tanto imposi-bilitados de determinar si ese comentario se hizo o si el mismo fu\\u00e9 objetado. Pero asumiendo esos hechos, resolve-mos que \\u00e9ste fu\\u00e9 un comentario leg\\u00edtimo hecho por el fiscal sobre su propio testimonio. El caso de Pueblo v. Yera, 60 D.P.R. 818, es aplicable a esta situaci\\u00f3n en vez del de Pueblo v. Marchand, 53 D.P.R. 671.\\nLa sentencia de la corte de distrito ser\\u00e1 confirmada.\"}"